que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la batalla. 2 Es mi aliado y mi baluarte, mi alcázar y libertador, el escudo que me cobija, el que me somete pueblos.
3 ¿Qué es el hombre, Yahvé, para ocuparte,
el ser humano para que pienses en él? 4 El hombre es semejante a un soplo, sus días, como sombra que pasa.
5 ¡Inclina, Yahvé, tus cielos y desciende,
toca las montañas y que echen humo; 6 fulmina el rayo y dispérsalos, lanza tus flechas y trastórnalos!
7 Extiende tus manos desde lo alto,
líbrame de las aguas caudalosas, sálvame de la mano de extranjeros, 8 cuya boca profiere falsedades y su diestra es diestra de mentira.
9 Te cantaré, oh Dios, un cántico nuevo,
tañeré para ti el arpa de diez cuerdas, 10 tú que das a los reyes la victoria, que salvas a David tu servidor.
De la espada funesta 11 sálvame,
líbrame de la mano de extranjeros, cuya boca profiere falsedades y su diestra es diestra de mentira.
12 Sean nuestros hijos como plantas
pomposas desde la juventud; nuestras hijas, columnas talladas, esculpidas como para un palacio.
13 Estén nuestros graneros rebosantes,
repletos de frutos variados; que nuestras ovejas, a millares, se multipliquen en nuestros prados;
14 vuelvan cargadas nuestras bestias.
Que no haya brechas ni aberturas, ni gritos en nuestras plazas.