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EL SOD DE

LA
REENCARNA
CION
EL SECRETO
DEL
GUILGUL HA
NESHAMOT
30 de Sivan 5779/04 de Julio 2019

‫ משרד האמונה הבינלאומי אמונה‬MINISTERIO INTERNACIONAL DE FE “EMUNAH”

Baruj Hashem toda la manifestación de la Kabot de YHWH es para El, hoy una vez más; me lleno de
satisfacción ya que mi Elohim hace como a El solo le place. Y le ha placido que Elisheva Shulamita Pérez,
profeta y maestra se le hay revelado desde el cielo a la tierra para que vino cada ser humano a Maljut.

Solange que el Binah y Jojma te lleven a Hod y hay puedas llenarte de guevura y puedas dar Jesed a cada
uno que YHWH ponga en tus manos y los empoderes para que pongan los pies en Yesod y los coloques
en Nezat.

Brajot para tu vida y ministerio.


APOSTOL JAVIVA SHAROM VENTURA MARTINEZ

Baruj Hashem, Bendito sea el Nombre del Eterno; de verdad estoy sumamente agradecida con El por su
bondad amor y ayuda para conmigo y misión que me ha encomendado en este Olam (mundo). Acá les
traigo este conocimiento ya sería mi cuarta guía, la 1º Rompiendo con las maldiciones financieras; 2º
Siendo libres a través del Conocimiento de la verdad; 3º Conociendo mi mazal astrológico, Bez erazt
Hashem (con la ayuda de Hashem) son 40. Deseo informarles que el conocimiento que acá se explaya no
es mío como tal sino una recopilación de estudios talmúdicos de nuestros sabios de Israel y la mayoría
de lo aquí explicado se ha tomado de diversas guías de estudio que Hashem me ha permitido accesar
muy en especial Secretos de Reencarnación.

Espero traerles un desarrollo de un tema oculto por mucho tiempo y para algunos de difícil acceso, y ser
hoy un instrumento útil de acercamiento de su vida al verdadero conocimiento de lo que hemos venidos
a hacer verdaderamente en este mundo, sin más preámbulo; queda de usted.
Atentamente

Mekubal Nabí Elisheva Shulamita Pérez

El tema de la reencarnación siempre perteneció a la parte mística de la religión judia.


Para muchos, la palabra reencarnación asemeja a miedo, a espanto, a infundir la fe
con amenazas. Yo en mis comienzos espirituales crecí en una congregación
evangélica (hacen 9 años atrás) con ese tipo de enseñanzas, pero cuando logré
romper la barrera del desconocimiento espiritual la imagen tan negativa que se daba
con respecto al tema, también se rompió, y descubrí un mundo maravilloso e
interesante, una faceta positiva de este tema. La reencarnación no siempre es un
castigo, ni es apostasía, ni brujería, ni budismo, ni nueva era; nada de eso. Esas sectas
lo han tomado de lo verdadero, pero porque un grupo contrario haya tomado de lo
verdadero no significa que se debe desechar como malo, la circulación de las almas
como realmente se traduce el GILGUL HA NESHAMOT; y que por costumbre se ha
mal traducido como reencarnación (acá para no crear confusiones vamos a seguir
llamándole reencarnación para que usted entienda, pero ya sabe cómo es el verdadero
nombre) la mayoría de las veces es un regalo y una muestra de la misericordia de
Elohim al darnos la oportunidad de regresar y reparar. Por eso no es casual que en
hebreo la palabra bondad (Jesed) equivalga en su valor numérico a la palabra
reencarnación. Reencarnación=bondad 72

En este estudio examinaremos y entenderemos la raíz de toda nuestra existencia, de


dónde provienen las almas, para qué vienen al mundo, cuál es nuestra misión y cómo
saber qué vinimos a reparar y por qué. Especialmente se desplegara, con la ayuda de
Elohim, un capítulo muy interesante sobre quién reencarnó en quién a lo largo la
historia bíblica, para que entendamos mejor las historias que nos relata la Torá.
Obviamente, no se omitirá la opinión científica actual, para mostrar cómo ha cambiado
últimamente y como ya comienza a reconocer la existencia del alma y la reencarnación.

Les pido que no lean esta guía, sino que la estudien, que la analicen con calma y abran
su mente a conceptos quizá nuevos hoy, pero antiguos y básicos en nuestra religión.

El tema de la reencarnación, como mencioné, pertenece a la parte mística catalogada


como sod.

La Torá tiene cuatro fases de estudio, identificadas con las iniciales PARDÉS, esto es:
Peshat, rémez, derash, sod.

Peshat, que se refiere al estudio literal de los versículos. A conocer la historia, las leyes
y las recomendaciones tal como están escritas.

Rémez es el estudio de la Torá que permite ir descubriendo las insinuaciones


escondidas en la Torá, por ejemplo, con el “salteo” de letras o con el valor numérico de
palabras, o en letras que aparentemente faltan o están de más, para hallar así un
mundo de mensajes y profecías ocultas.

Derash proviene de la palabra derashá (discurso, plática o enseñanza) y es la parte


correspondiente a los oradores, que se forma con base en textos y moralejas que
sirven de enseñanza para el público, sean halájicas (como el Talmud) o éticas y
morales (Mussar).

Sod refleja la parte profunda y mística de la Torá, conocida más como la Cabalá, fase
que fue desarrollada y mantenida en secreto, como lo indica la misma palabra: sod
significa en hebreo “secreto”.

Esta parte fue trasmitida de maestro a alumno hasta que fue escrita en el siglo II de la
era común por Rabí Shimón Bar Yojai en el Zóhar, y ampliada y bien explicada en el
año 1570 por el Arizal.
Los cuatro niveles espirituales del PARDÉS están en distinta combinación en nuestra
alma; es por esto que cada uno nos sentimos atraídos hacia una área, más que hacia
las otras.

Así explicó el Arizal a su alumno, Rabí Jaim Vital: la diferencia entre Maimónides y
Najmánides. “Najmánides era atraído por la mística y la Cabalá mientras que,
Maimónides era muy apático hacia ella: El motivo de la diferencia entre ellos proviene
de la combinación de sus respectivas almas. Y éste es el motivo, querido alumno, de
que uno de ellos haya sido atraído por el sod y el otro no” (Shaar HaGuilgulim 36).

Hoy por hoy, estamos viviendo en una generación de mucho sod, es decir, de
generaciones que se dedican a revelar el secreto y la mística de la Creación.

En su lado terrenal, se refleja en todos los descubrimientos tecnológicos, en todos los


secretos ocultos en la naturaleza y que han sido revelados y aprovechados en las
últimas décadas. Por eso resulta impresionante ver cómo hace ya 1800 años el Zóhar
profetizó: “Prepárense para el año 5600 de la Creación (en el calendario gregoriano,
1840 aproximadamente), cuando bajará al mundo una sabiduría muy grande y se
revelarán muchos secretos a la humanidad” (Zóhar, Parashat Nóaj).

Si nos ponemos a analizar, en esas fechas fue que comenzaron los grandes
descubrimientos en todas las áreas de la ciencia:

El teléfono, en 1876, por Alexander Graham Bell.

La dinamita, en 1867, por Alfred Nobel.

El telégrafo, en 1837, por Samuel Morse.

La electricidad, en 1892, por Nicola Tesla.

El fonógrafo, en 1877, por Thomas Alva Edison.

La vacuna contra la viruela, en 1877, por Louis Pasteur.

La máquina de escribir, en 1869, por Christopher Scholes y Karl Leyden.

La radio, en 1886, por Heinrich Hertz.

Los yacimientos petroleros, en 1859, por Edwin Drick.

También el mundo místico espiritual tuvo un apogeo, tanto en el aspecto positivo de la


religión —con los alumnos del Baal Shem Tov, el Jasidut y grandes cabalistas que
vivieron en las últimas décadas, etc. — así como en el aspecto negativo con el
surgimiento de centros y sectas cabalísticas que dan un mal uso y una mala
interpretación a toda la parte sagrada de la Cabalá.
Esto provoca hoy en día, que muchos rabinos eviten escribir, hablar o enseñar partes
hermosas del Zóhar, porque se creó una imagen negativa por esos centros y sectas de
Cabalá, y no quieren que se les confunda con ellos, pues al público en general le es
difícil diferenciar entre un verdadero rabino y un imitador.

Aprovecho la oportunidad para emplazar a los que quieran recibir de mí un pequeño


consejo: no todo es lo que parece; no todo lo que brilla es oro.

No porque alguna persona adivine nuestro pasado, nos “lea la mente” concentrándose
con los ojos cerrados y nos hable de Cabalá, estamos ante una persona sagrada y
santa, conectada con Elohim cuidado.

El mundo fue creado con equilibrio y para que exista el libre albedrío también se dio
poder a las fuerzas negativas. Aparentemente uno podría alcanzar los mismos
resultados con la santidad o con la magia negra; sin embargo, la primera está permitida
y la segunda prohibida.

Lamentablemente, la gente, por curiosidad, desesperación o problemas personales,


acude con quien sea con tal de que les digan algo y no entienden el daño que acarrea
usar el lado negativo. El que mal anda, mal acaba.

Por tanto, eviten ustedes calificar y catalogar por anticipado a las personas y a las
instituciones. Consulten siempre con rabinos desinteresados y reconocidos, ortodoxos,
por supuesto, quienes podrán aconsejarles.

Pero no porque otros hagan mal uso del sod dejaremos de dar una información bella y
profunda, a ustedes mis amados amigos, alumnos y lectores.

Por consiguiente, los invito a que naveguemos en este océano de conceptos místicos y
hondos, desarrollando y satisfaciendo la parte del sod que hay en todos y cada uno de
nosotros.

Una cosa les aseguro: después de conocer esta verdad, el mundo tendrá para ustedes
otro color y otro enfoque; será un color alegre y un mundo con significado, meta y
misión.

Así que pongámonos los lentes de “infrasod” y salgamos a conocer el mundo magnífico
de Elohim, el mundo de la espiritualidad que se oculta detrás de todo lo físico y
mundano que vemos.
Para muchos este tema es nuevo; otros ya escucharon algunos conceptos pero tienen
muchas dudas. Por tanto, creo que sería adecuado comenzar con los conceptos
básicos analizando, por ejemplo, el origen de las almas y el motivo

de la creación, y responder interrogantes como: ¿se puede cambiar la suerte? ¿El mal
de ojo puede estropear nuestra misión en la vida? ¿Existe el libre albedrío? ¿Por qué a
veces al justo le va mal y al malvado le va bien? Y, si la reencarnación es la base de
toda nuestra misión, ¿por qué no está mencionada claramente en la Torá?

A éstas y muchas más preguntas dedicaremos este capítulo, para sentar la plataforma
y los cimientos para poder entender el concepto de las reencarnaciones.

El origen de las almas

La primera pregunta que debemos analizar es de dónde provenimos y el motivo por el


cual este mundo fue creado. ¿Acaso Elohim estaba aburrido y nos creó para jugar a las
guerras y apostar al ganador? ¿Qué pasó antes de Bereshit, que provocó el Bará, la
Creación? Debe existir una razón y un plan. En los libros de mística judía se explica lo
siguiente: Antes de la Creación, la luz de Todopoderoso llenaba todo y como Él es
bueno y generoso, creó las almas para darles placer y regocijo espiritual.

Como dice en el libro Peri Jajam, (pág. 37), del cabalista Rabí Yehudá Ashlag:

“Antes de la Creación estaban todas las almas cerca de Elohim y Él las adornaba con
coronas”. Por supuesto todo esto es metafórico y hace alusión a un regocijo
inimaginable para un ser humano materializado. Sin embargo, ese placer no era
completo, ya que las almas no hacían nada para merecerlo, lo que se catalogó como
Nahamá dekisufá, “el pan de la vergüenza” (Ramjal, Daat Tevunot 12:18). Es decir, el
hecho de no trabajar y aun así recibir se compara a la tzedaká, en el sentido de
limosna. Sin embargo, esforzarse y trabajar y recibir al final un pago es motivo de
orgullo y satisfacción. Por ello, pidieron las almas a Elohim que creara una “fábrica”
donde pudieran trabajar y

esforzarse para servirle, y al final regresar a Él y gozar de Su Presencia, pero esta vez
como pago y no como tzedaká.

Rabí Yehudá Ashlag 1884-1954, autor del Baal Sulam sobre el Zóhar.

Esa petición llevó a Elohim a preguntar a las almas cuáles querían trabajar y cuáles
querían tzedaká. Unas dijeron: “Así estamos bien” y otras respondieron: “Queremos
trabajar”. Al primer grupo de almas Elohim las convirtió en ángeles, los seres
espirituales que no necesitan trabajar para estar cerca de Elohim, y al segundo grupo
en seres humanos que deberán luchar para alcanzar esta cercanía. Esto convierte a
los ángeles en criaturas inferiores al ser humano. Explicaré esto por medio de un
ejemplo: en cualquier competencia deportiva nos enfrentamos a un rival y sólo
esforzándonos y venciéndolo merecemos una medalla. Los ángeles “juegan futbol”
contra nadie, ni siquiera tienen un portero en frente, por lo que al meter un gol no
sienten regocijo. Así es el mundo angelical. Relatan nuestros Sabios que el Gran Ángel
Mijael, el denominado ministro espiritual de Israel y uno de los ángeles más
importantes en el Cielo, se aproximó a Elohim pidiéndole: “Estoy dispuesto a renunciar
a toda mi grandeza con tal de que me conviertas en un yehudí para ponerme tzitzit una
vez y poder servirte desde el mundo terrenal, un lugar tan difícil y tentador”. Respondió
Elohim: “No, porque ya se hizo la división de las almas antes de la Creación”.

A las almas que respondieron que querían un pago con dignidad, Elohim les construyó
un mundo donde trabajar, un lugar opuesto a la espiritualidad, un planeta lleno de
materialismo y tentaciones, y les dio un cuerpo lleno de deseos carnales, monetarios,
sensuales, etc. Además de una ley de vida en la que lo más prohibido es lo más
placentero, y con un yétzer hará, instinto malo, que lo seduce constantemente. Y como
si todo esto no fuera suficiente, el hombre estaría en un lugar donde la Presencia
Divina no fuera visible y comprobable.

Por otro lado, al alma pura que poseerá, el instinto bueno, y la Torá Sagrada que se le
entregará, causará un equilibrio en el libre albedrío.

Es decir, si quiere ser ateo encontrará muchas pruebas y argumentos; y si quiere ser
creyente, también las encontrara, pero ninguna de las dos alternativas será tajante,
para que no se rompa el equilibrio del libre albedrío. A pesar de todo esto, tendrá que
trabajar, combatir y esforzarse para servir a Elohim para finalmente volver ante Él
gozando con dignidad de Su Presencia.

La Creación

En el libro de Bereshit se detallan cuáles fueron las etapas de la Creación. En resumen,


el trabajo se enfocó en dos mundos, el espiritual y el material, como lo indica la Torá:
“Al principio creó Elohim el cielo (el mundo espiritual) y la Tierra (el mundo material)”. El
primer día creó Elohim la base de esos dos mundos; el segundo día trabajó arriba,
haciendo los Siete Cielos; el tercer día, abajo, haciendo la vegetación; el cuarto día,
arriba, para hacer las galaxias, las estrellas, el sol y la luna; el quinto día, abajo, para
hacer los peces, las aves, los reptiles, etc.

Por decirlo de alguna manera, hasta ahora el “marcador” estaba igual: tres a tres. Llegó
el último día de la Creación y dijo Elohim: “Hagamos un hombre”, dirigiéndose a los dos
mundos; es decir, “hagamos conjuntamente un ser con cuerpo de la tierra y alma de los
cielos”.
A ese ser lo llamó Adam, y el motivo del nombre es el siguiente: el alma que Elohim
nos dio consta de 100 niveles, 50 de pureza y 50 de impureza, y según se encomendó
al ser humano podrá, con su esfuerzo, elevarse hasta el grado 50, y con su descuido
caer hasta el “menos 50”.

Esto se insinúa en el origen del nombre HaAdam, que en hebreo se escribe ‫ םדאה‬, que
son las mismas letras de Edamé, ‫ המדא‬que viene del versículo: Edamé Leelión,
“Tengo un alma que proviene de Dios”.

Y Adam también proviene de la palabra Adamá ‫ המדא‬que significa “tierra”, es decir, un


ser creado de tierra con alma de Elohim. Ambas palabras tienen un valor numérico de
50, para indicarnos los 50 niveles espirituales y los 50 niveles terrenales.

La neshama (alma) simboliza la parte proveniente de Elohim y por eso que en hebreo
se escribe ‫ המשנ‬, es decir, cincuenta niveles para llegar a Elohim, y la palabra opuesta
que es “impureza”, ‫ אמט‬, también suma 50.

Cada uno, con su libre albedrío, decide a qué nivel llega. Pero la meta es llegar al
máximo nivel.

Lo explicaremos de forma más profunda y detallada. El alma que tenemos está dividida
en cinco partes, llamadas: nefesh, rúaj, neshamá, jayá y yejidá. El nefesh está en el
hígado, el rúaj en el corazón y la neshamá en el cerebro, es decir, son internas; la jayá
y la yejidá son externas. A este concepto nos referimos todas las mañanas cuando
pronunciamos la primera oración al abrir los ojos y recibir de nuevo nuestra alma: Modé
aní lefaneja Mélej Jay… La palabra Mélej, Rey, hace alusión a las tres partes internas,
que están ubicadas en el cerebro, el corazón y el hígado, cuyas iniciales en hebreo
forman la palabra Mélej, ,‫ ךלמ‬es decir, “Gracias a Ti, el Rey de todo el Universo, que
pusiste en mí Tu chispa Divina”. Y la palabra Jay hace alusión a las dos partes
externas, Jayá y Yejidá, cuyas iniciales forman la palabra Jay, ‫ יח‬, vida. Cada una de
estas cinco partes está dividida en diez categorías, denominadas sefirots, lo que nos da
el total de 50 niveles que el ser humano debe alcanzar.

Por ejemplo, durante la esclavitud del pueblo de Israel en Egipto todos llegaron al
grado 49 de impureza. Por eso, cuando salieron, Elohim les ordenó que se

prepararan durante siete semanas, que son 49 días de Sefirat HaÓmer, para la entrega
de la Torá, y de esta manera, eliminar los grados de impureza. Moshé Rabenu, por
ejemplo, es el único ser humano que en vida logró llegar al nivel 49 de pureza y sólo
cuando falleció logró alcanzar el nivel 50. Por ello la montaña donde fue enterrado se
llama Nebó, ‫ ובנ‬, “cin-cuenta en él”.
También más adelante en el Tanaj, cuando se habla del nieto de Moshé, dice:
“Yehonatán hijo de Guershóm, hijo de…”, y en lugar de decir Moshé dice Menashé. El
motivo es que Menashé en hebreo contiene las letras del nombre Moshé más una letra
nun, cuyo valor numérico es 50, lo que indica que Moshé alcanzó el nivel 50, que es el
máximo nivel de la neshamá. Por ello, el nombre Menashé está conformado por las
mismas letras de neshamá en hebreo.

El Pecado

Adam y Javá fueron los primeros seres humanos. En ellos Elohim insufló directamente
la neshamá. Cuando fueron puestos en Gan Edén, Elohim les ordenó Leovdá
ulshomrá, “para trabajar y cuidar”. Parecería que el texto se refiere al Jardín del Edén,
pero en realidad se refiere a la neshamá tan poderosa que Dios les dio, que debían
cuidar y trabajar.

Pero, como ya dijimos, el trabajo consiste en enfrentar tentaciones y seducciones, y por


ello se les aproximó la serpiente. Sobre esto el Zóhar explica que no se trata de una
víbora aburrida en el campo que viene y habla, ya que las víboras no hablan ni jamás
hablaron, sino del ángel denominado S.M., (usamos abreviaturas porque su nombre no
debe pronunciarse), que es el jefe de todas las fuerzas negativas que creó Elohim para
que exista equilibrio en el libre albedrío. Este ángel se aproximó a ellos cabalgando
sobre la serpiente y así dio inicio el proceso de “trabajo”, con el cual logró hacer pecar
a Javá y, por medio de ella, a Adam.

El pecado causó un daño muy grande en su alma e incrementó el trabajo, ya que ahora
la tarea era doble: 1. Reparar el daño, y 2. Elevarse espiritualmente; y, como dijimos, a
mayor trabajo y esfuerzo, mayor recompensa. Por eso, al finalizar el día viernes de la
Creación, es decir, después de que Adam y Javá se estropearon espiritualmente, dice
la Torá: “Y vio Elohim todo lo que hizo y vio que era muy bueno” (Bereshit 1:31).
¿Cómo puede decir “muy bueno” si acababan de cometer un pecado tan grave? La
respuesta, basándonos en el concepto que hemos manejado hasta ahora es que, si el
mundo empezó con el pie izquierdo esto causó mayor dificultad y mucho más trabajo
en el servicio a Elohim; y, de nuevo, a mayor trabajo, mayor recompensa… Y esta
situación es muy buena para el ser humano, o más bien, para su alma, ya que cuando
termine de trabajar, gozará de un mayor pago y no lo recibirá de tzedaká.

La reparación

En el libro Shaar HaGuilgulim (Introducción 33) dice Rabí Jaim Vital, en nombre de su
maestro, el Arizal, que después de su pecado, Adam se quedó con el 2% de su alma y
el 98% restante quedó en una especie de depósito para ser reparada. Después de
1948 años desde la creación de Adam vino al mundo Abraham Abinu, quien inició una
búsqueda del Creador y descubrió la misión del ser humano en la Tierra. Al conocer a
Elohim, Abraham Abinu pidió ser Su servidor y el iniciador de un pueblo elegido, a lo
que Elohim respondió: “Está bien. Pero tu descendencia será esclavizada y afligida
durante 400 años bajo un régimen extraño” (Génesis14:13). Esto no se entiende.
¿Acaso Abraham Abinu pidió algo malo? Aparentemente, Dios tendría que haberlo
recibido con los brazos abiertos y con buenas noticias, no anunciándole dificultades
para sus descendientes.

Esta pregunta se debe a la falta de entendimiento que tenemos sobre lo que pidió
exactamente Abraham. No pidió solamente llamarse “Pueblo Elegido”,

sino la reparación del alma de Adam y Javá. Eso significa ser el pueblo especial, ya
que esa alma era la más especial, la única insuflada directamente por Dios. Por ello
Dios le respondió así, porque quiso que supieran él y su descendencia, exactamente lo
que significaba reparar eso, pues implicaría dos cosas: reparar el daño, ya sea por
medio de teshuvá, sufrimientos y dificultades físicas para seguir creyendo en Elohim; y,
recibir la Torá con todas las 613 misiones de trabajo y cumplirla en cualquier momento
y bajo cualquier circunstancia.

Nuestro padre Abraham Abinu sabía que el trabajo sería largo, difícil y de vez en
cuando doloroso, pero también conocía la recompensa que se lograría cuando
terminara el tiempo de la “fábrica mundana” y regresáramos al mundo espiritual. Por
eso contestó sin dudarlo: “Claro que sí… ¡y manos a la obra!”.

Desde entonces empezó un trabajo de reparación que se podría ejemplificar de la


siguiente manera: imaginen una maqueta con infinidad de pequeños focos; de repente,
recibe una sobrecarga eléctrica y los focos se funden, y queda guardada en una
bodega abandonada en espera de que alguien venga a repararla. Esa maqueta era
Adam. Cuando vino Abraham Abinu construyó una nueva maqueta, llena de sockets
nuevos, y empezó la tarea de remplazar los focos fundidos de la maqueta vieja,
repararlos, y colocarlos en la maqueta nueva. El foco fundido que salió de la mano
derecha irá al mismo lugar en la maqueta nueva. Y así también el foco que salió del pie
izquierdo de la maqueta fundida, irá al mismo lugar en la maqueta nueva.

Todos y cada uno de los miembros del pueblo de Israel somos esos focos fundidos,
que vinimos al mundo a reparar y a volver a iluminar. Por esta razón, los antiguos
grandes cabalistas podían identificar a la persona y saber de qué parte de la maqueta
provenía. Por ejemplo, las personas muy bondadosas y generosas que extienden su
mano para ayudar provienen de la mano derecha —jésed—; los jueces, abogados y
dictaminadores de leyes provienen de la

mano izquierda —guevura—. Las personas intermediadoras, personas de paz, que


buscan incesantemente la verdad provienen del torso —Tiferet—; las personas que
buscan mucho los placeres sexuales, o al contrario, las personas muy sagradas
provienen de la cadera —Yesod—; las personas muy conflictivas, guerreros, que
discuten mucho, sea para mal o para bien, como los rabinos que discuten la halajá,
provienen del pie derecho —Netzaj—; las personas muy presumidas, ostentosas o que
tienen un don de gracia ante la gente provienen del pie izquierdo —Hod—. Y las
personas muy especiales, los líderes, reyes, gobernadores o rabinos principales,
normalmente provienen de la cabeza —Maljut—.

Normalmente es así cuando venimos en nuestro primer viaje al mundo y ésa es la tarea
general de todos nosotros como pueblo de Israel; los hombres reparan la maqueta de
Adam y las mujeres reparan la maqueta de Javá. Por eso tenemos la obligación de
corregir, orientar y reprochar al prójimo, y todos nosotros somos un solo barco que
navega hacia la misma misión de reparación. Y como dijeron nuestros Sabios: “El
Mashíaj vendrá cuando terminen de salir todas las almas del Guf (cuerpo)” (Yomá 19a).
La explicación a esta frase es que el Mashíaj vendrá cuando terminemos de reparar los
focos fundidos de la maqueta vieja. Por eso, esta generación final se denomina Ikvetá
Dimshijá, “Los talones de Mashíaj”; es decir, de la misma forma que los talones son el
final del cuerpo, así estamos nosotros en la parte final de la reparación de las almas.
Esperemos que sea en nuestros días.

Nuestra misión

Cada uno de nosotros vinimos al mundo para trabajar y merecer el “pago” espiritual
divino.

La vida nos presenta tentaciones y obstáculos contra los que debemos luchar para ir
elevándonos cada vez más y alcanzar la perfección espiritual de nuestra

alma. Por tanto, la primera vez que venimos al mundo tenemos, por decirlo así, el
100% de nuestra neshamá; después de ciertos años de vida subimos ante el Creador
para rendirle cuentas y someternos a un balance espiritual, en el que el porcentaje de
la parte espiritual reparada, digamos el 60%, es “depositado” en el Paraíso para gozar
del fruto de nuestro trabajo en la Tierra; y el porcentaje restante, es decir, el 40%, que
está “dañado”, imperfecto y manchado por nuestros pecados, sea contra Elohim o
contra nuestro prójimo, debe ser devuelto al mundo para ser reparado.

Por ello en hebreo las letras que componen la palabra “bebé” son las mismas letras de
la palabra “reparación”, para indicarnos que cada ser que llega al mundo viene con una
misión de reparar lo dañado.

Cuando termine su segundo viaje, volverá a evaluarse cuánto del 40% que tuvo en esta
vida se reparó. Y si ,por ejemplo, fue 20% del porcentaje anterior, es decir, la mitad,
esta parte espiritual se unirá al 60% que fue depositado en el Paraíso en el primer
viaje, resultando un 80% ya reparado y 20% que debe volver al mundo para repararse
y limpiar sus pecados.

Los pecados son como manchas en el alma y nosotros debemos limpiarla al 100%. Es
por eso que en hebreo la palabra “pecar” ‫ אטחל‬se escribe de la misma forma que
“limpiar”, ‫ אטחל‬, indicando así que el pecado tiene que ser limpiado. Claro, depende
mucho de qué tipo de suciedad se ha adherido al alma; al igual que la limpieza de un
traje manchado depende de la clase de suciedad que tenga. Por ejemplo, si se manchó
con polvo, bastará con pasarle un cepillo por encima, o si es una mancha de alimento
como leche o mermelada, hay que utilizar un trapo húmedo y frotarlo; pero si se trata
de una mancha de grasa, es necesario mandarlo a la tintorería. Así son las manchas
de nuestra alma: dependiendo de la gravedad será la reparación.

Por ejemplo, una persona que en su vida anterior robó o engañó monetariamente a su
socio y se negó a pagarle, provocó un tipo de mancha que ni el día de Kipur puede
perdonar, ya que es un pecado que tiene él con su prójimo. Por tanto, sólo el prójimo
tiene derecho a perdonarlo. Así, el deudor deberá regresar al mundo para devolver ese
dinero, sea al dueño, si aún vive, o a sus herederos. Claro que toda esa escena estará
disfrazada de una pérdida monetaria que tuvo, aparentemente casual, justo con esa
familia. Ninguno de los dos entenderá el porqué, pero Dios planeó todo para que al final
regrese el dinero a su legítimo dueño.

O por ejemplo, una persona pecó comiendo no kosher y al final de sus días se
arrepintió y prometió que de ahora en adelante comerá sólo kosher. De acuerdo con
Maimónides, en ese momento su arrepentimiento está bien, pero no es completo, y la
única forma de completarlo sería sometiéndose a la misma tentación y esta vez no
pecar. Por tanto, esa persona, que se arrepintió los últimos días de vida y no tuvo
oportunidad de someterse a una tentación y comprobar su arrepentimiento, tendrá que
volver y reencarnar para someterse a las mismas tentaciones y esta vez no pecar.

Por este motivo, cuando en el rezo pedimos perdón a Dios por nuestros pecados, lo
decimos en plural: “Perdónanos, Elohim, porque robamos, traicionamos, mentimos,
etc.” ¿Por qué el texto está en plural si el perdón es personal? Si nunca en mi vida
robé, ¿tengo que pedir perdón por eso? La respuesta es que no pedimos perdón sólo
por lo que hicimos en este viaje, sino también por cualquier mal que hayamos hecho en
los viajes anteriores. Por eso lo decimos en plural, para referirnos a nosotros mismos,
en nuestras distintas vidas. Y aunque es la misma alma, por estar en distintos cuerpos
debemos decirlo en plural.

De esta forma, la vida tiene un sentido y una misión que cumplir.

¿Cómo podemos saber qué vinimos a reparar?


Esto es algo fundamental en nuestra vida, ya que si estamos aquí para cumplir una
misión, ¿cómo saber cuál es? Sobre eso nos contestan nuestros Sabios:

Cada uno de nosotros es como una batería: tiene un polo positivo y un polo negativo, y
estos son los dos medios para conocer nuestra misión en el mundo.

1. Lo positivo en ti son las herramientas que te dio Elohim para lograr tu misión. Por
este motivo es que el Rabino Eliahu Dessler en su libro Mijtab Meeliyahu traduce la
palabra mazal no como “suerte”, “fortuna” o “destino”, sino como HERRAMIENTAS, ya
que todo el mazal que nos rodea son herramientas de trabajo que nos proporcionó
Elohim para que cumplamos nuestra misión. Es como una maestra en un colegio que le
da a un alumno la tarea de pintar un árbol y a otro alumno la tarea de construir una
casa con palitos de madera. Cada uno de ellos tiene una misión distinta; por tanto, la
maestra tiene la obligación de proporcionar a cada uno, sus herramientas de trabajo
distintas. Así también Dios dio a cada uno de nosotros el mazal dependiendo de
nuestra misión. En consecuencia, al analizar nuestra “caja de herramientas” podremos
saber, más o menos, cuál es nuestra misión particular. El problema está en que nos
pasamos la vida viendo qué nos falta, qué no tenemos, en lugar de observar qué es lo
que sí tenemos. Vemos siempre la mitad del vaso vacío, en lugar de ser sabios y ver la
mitad del vaso lleno. Por eso en hebreo las letras que componen la palabra “sabio”,
‫ םכחה‬son las iniciales de “Ve la mitad de tu vaso lleno”, .‫האלמ סוכ יצח האורה‬

Además, somos expertos en ver, observar y envidiar la “caja de herramientas” de los


demás y nos quejamos ante Elohim: “¿por qué él tiene y no yo?” Esto equivale a que el
primer alumno reclamara a la maestra por qué no recibió palitos y pegamento para
hacer su dibujo, a lo que seguro ella respondería

porque no los necesita para realizar su tarea. De la misma manera nos responde
Elohim: “¿Por qué envidias lo que tienen los demás si no lo necesitas para tu misión de
vida?” Por eso, en lugar de observar el jardín verde del vecino y pasarnos la vida
mirándolo, más vale que nos concentremos en nuestra vida, que abramos nuestra
propia “caja de herramientas”, que observemos lo que Dios nos concedió y
deduzcamos cuál es nuestra misión.

Por ejemplo, si Elohim te dio poder de convencimiento, quizá en tu vida pasada lo


utilizaste negativamente para atraer a la gente a lugares prohibidos, o seduciéndola
para robar, drogarse, etc. Esta vez regresaste con el mismo don, pero con la esperanza
de que lo utilices para acercar a la gente a Dios, al bien.

O por ejemplo, una persona que tiene mucho dinero, quizá la vida pasada lo utilizó para
mal, no ayudó, no tuvo tiempo para su familia, no se dedicó a Dios, y esta vez tendrá
que utilizar lo que tiene para el bien, para ayudar a los necesitados, vivir tranquilo, sin
preocupaciones, dedicando más tiempo al estudio de la Torá y a sus hijos, etc.
Observa y conoce tus virtudes y aprovéchalas en tu vida.

A eso nos referimos cuando nos bendecimos unos a otros: Mazal Tov. No queremos
decir que tengas buenas herramientas, porque seguro Elohim ya te las dio, ya que si la
maestra no diera herramientas de trabajo a sus alumnos, nunca podría reclamar por
qué no cumplieron su tarea. Sin lugar a dudas Elohim te dio las herramientas. La
bendición que damos es que des buen uso a tus herramientas, ya que la vida pasada
no lo hiciste. Por tanto, esperemos que esta vez tengamos Mazal Tov.

2. La segunda forma para conocer nuestra misión es observando el lado negativo de la


“batería”, es decir, nuestros defectos, y entender que esa tendencia negativa que
tenemos es justamente la que tuvimos en la vida

anterior y no la reparamos, y esta vez fuimos enviados al mundo teniendo el mismo


defecto con la misión de corregirlo.

Esto es algo que todos los padres pueden comprobar al observar a sus hijos pequeños.
¿Cómo es que desde tan temprana edad cada uno tiene su forma de ser tan definida?
¿Cuántas veces los hijos no parecen ni siquiera vecinos entre ellos, pues cada uno es
“otro mundo”? Uno salió enojón, el otro apático, ese bondadoso y aquel muy espiritual.

No puede ser por nosotros, los padres, ya que tenemos una sola forma de ser y nos
comportamos igual con todos nuestros hijos. Siendo así, todos nuestros hijos deberían
tener las mismas cualidades, especialmente porque crecieron en el mismo hogar y
fueron a la misma escuela. ¿Por qué son tan distintos? Obviamente, la respuesta no
está en su formación biológica, sino en su alma, que posee defectos y virtudes de su
viaje anterior que deberán ser reparados en éste.

Por ello, al analizar nuestro lado negativo entenderemos nuestra misión. Por ejemplo, si
la vez pasada fuimos muy agresivos y por eso, golpeamos, maltratamos, peleamos y
causamos mucho daño a los demás, no cabe en la mente que en la nueva vida
regresemos como personas muy apacibles y tranquilas, porque si fuese así, no se
consideraría nunca que reparemos nuestro defecto. Debemos regresar con el mismo
defecto, con la misma intensidad, para luchar contra él, dominarlo y corregirlo.

Otro ejemplo: una mujer que haya tenido “lengua de víbora” y con ella hirió a mucha
gente, difamó y habló lashón hará, no es concebible que regrese como sordomuda
(aunque se lo merezca). Ella reencarnará con la misma lengua afilada, pero esta vez
tendrá que utilizarla para elogiar, animar, educar, enseñar. Esa sería su reparación.
Claro que desde pequeña, en este viaje,
notará sus deseos de difamar, su poder para humillar; eso le dará pistas de su falla
anterior.

En conclusión, la clave de nuestra misión personal está en los dos polos de nuestra
“batería”.

Las fallas con el prójimo

Hasta ahora entendemos cómo reparar nuestras fallas personales, pero, ¿cómo saber
a quién le debemos dinero desde la vida anterior? ¿A quién necesitamos ayudar en
nuestra vida presente por haber sido crueles con él en la vida anterior?

En la época del Arizal, o la de otros grandes cabalistas, ellos podían ver y descubrir la
misión de cada uno. Por ejemplo, se relata que un joven se presentó ante el Arizal y le
pidió una bendición para que encontrara a su pareja. El Arizal le dijo que viajara a cierta
aldea y que aceptara a la primera muchacha que le presentaran, y que se casara con
ella.

El muchacho, confiando por completo en la visión del Arizal, lo hizo así y, en efecto, al
llegar a la aldea le presentaron una joven, con la que al poco tiempo se casó. Al
terminar los siete días de Shevat Berajot, las siete bendiciones, lamentablemente la
novia falleció.

Al terminar el luto, el suegro se acercó a su desafortunado yerno y le dijo: “Por


desgracia, no tuvimos la oportunidad de convivir, pero por ley te corresponde parte de
la herencia de mi hija. Aquí está todo el dinero y que Dios te ayude en la vida”. El joven
regresó a la ciudad de Tzefat y se dirigió de inmediato al templo del Arizal, para decirle:
“Quería una esposa, no dinero”.

El Arizal se sentó junto a él y le dijo: “Ella fue tu socia en la vida pasada; te estafó y te
robó la misma cantidad que tienes en las manos hoy. Vino al mundo sólo para
regresártelo. Terminó su misión y se fue”.

En la actualidad no tenemos al Arizal a nuestro lado. ¿Quién nos orientará para


descubrir a la persona correcta con la cual, o por medio de la cual, cumpliremos
nuestra misión? La respuesta está en el Talmud, que pregunta: “¿Qué hace Elohim
todos los días?”, y responde: “Hace parejas”. En su explicación literal, quiere decir que
Elohim optó por el oficio de casamentero, pero en la Cabalá se explica de manera más
profunda y real: “parejas” no se refiere a marido y mujer, sino a parejas de reparación.

En esta vida Elohim me presentará diversas situaciones y circunstancias en las cuales


me encontraré con personas con las que debo reparar algo. Es decir, si yo en mi vida
anterior humillé y pisoteé a una persona, mi reparación en este viaje será enaltecerla y
respetarla. Elohim planeará nuestro encuentro donde tendré la oportunidad para
ayudarla y enaltecerla, reparando así el daño que le hice en mi vida pasada.

Por ejemplo: camino por la calle y se me caen cien dólares. Yo los doy por perdidos.
Pasa un hombre, los encuentra y se los queda (como indica la ley). A simple vista, fue
mala suerte mía y buena de él. Sin embargo, Elohim acaba de hacer parejas, ya que en
la reencarnación pasada yo le robé precisamente cien dólares; Elohim me ayudó esta
vez a que se me cayeran a mí y llegaran a él. De tal forma, reparé mi error gracias al
“casamentero” Elohim.

Otro ejemplo: un padre de familia con su libre albedrío desvió del camino de la Torá a
todos sus descendientes. Se convirtieron en una familia “tradicionalista light”, lo que
ocasionó que la siguiente generación fuera “laica light”. Ese abuelo o bisabuelo
regresará a la familia, quizá como nieto o bisnieto, pero con la energía de un ferrocarril
que tiene ganas de devolver todos los vagones familiares a las vías de la Torá. Claro,
los padres se quedan sorprendidos y se preguntan: “¿De dónde nos salió éste así?”, y
no entienden que vino a reparar

su desviación. Y a eso se refiere el versículo de Veeshiv lev banim al avot,

“Y retornará el corazón de los hijos sobre sus padres” (Malají 3:24) . Es decir, en el
corazón del hijo hay deseos de retornar para reparar lo que hizo como padre de familia.

Lo único que debemos hacer es pedir a Elohim que nos encamine al encuentro de las
personas con las que debemos reparar, y que nos dé las fuerzas y el entendimiento
para lograrlo. A eso nos referimos todas las mañanas con la bendición de Bircot
HaShajar: Amejin mitzadé gáber, “Bendito Dios que prepara el camino de cada ser”,
refiriéndonos a los caminos de la vida que nos llevan con las personas y a los lugares
con quienes tenemos que hacer nuestra reparación.

En resumen, la reparación se divide en dos partes: una está en tus manos y la otra en
manos de Dios.

1.-En tus manos está tu “batería” y tu obligación es conocerla, analizarla y trabajar en


base a ella. Es decir, aprovechando lo positivo para el bien y reparando lo negativo en
ti.

2.-Cuando Dios ve cuánto te esfuerzas para reparar y perfeccionarte, te presentará


durante la vida a los seres o a los descendientes de aquéllos a quienes les debes, ya
sea dinero o perdón.

De esta manera, podremos cumplir nuestra misión o, por lo menos, una gran parte de
ella.
¿Por qué a la gente buena le pasan cosas malas?

¿Quién no se ha hecho en su vida esta pregunta? Incluso, el mismo Moshé Rabenu se


la planteó a Dios, cuando le pidió: Odiení na et derajeja, “Explícame, Dios, Tus
caminos” (Shemot, 33:13); es decir, ¿por qué al malvado le va bien y al justo le va mal?

Nuestros Sabios en el Talmud (Berajot 7a) amplían la pregunta y, aparentemente,


complican la respuesta. “¿Por qué hay malvados a los que les va mal, y hay malvados
a que les va bien? ¿Por qué hay justos a los que les va bien y hay justos a los que les
va mal?” Nuestros Sabios fueron realistas; no a todos los malvados les va bien y no a
todos los justos les va mal, por tanto, ¿cuál es la fórmula y el sistema de
comportamiento de Dios con la gente? Si no depende de la actitud espiritual, ¿de qué
depende entonces?

La respuesta, como dije, complica más la pregunta y, además, no es cierta…


aparentemente. Responde el Talmud: “Al justo hijo de un justo le va bien. Al justo hijo
de un malvado le va mal. Al malvado hijo de un malvado le va mal. Al malvado hijo de
justo le va bien”.

Esta respuesta es difícil de comprender por varias razones:

1.-No parece justo que los hijos paguen los “platos rotos” de sus padres. Dios se
comporta de manera recta con cada uno y, por tanto, la persona debería vivir de
acuerdo a lo que hizo o dejó de hacer, y no vivir con cuentas pendientes de la
generación pasada.

2.-En la realidad podemos comprobar que esto no es así. ¿A cuántos malvados, hijos
de malvados les va bien? ¿Cuántos justos, hijos de grandes justos, sufren?

3.-Si esta fórmula fuera correcta, los hijos de un padre malvado tendrían todos que
sufrir, ya que todos los hermanos son hijos de un malvado; o por el contrario, no
debería haber ninguna diferencia entre los hijos de un justo. Y sin embargo, sabemos
que en la práctica no es así: los hermanos son distintos unos de otros; a unos les va
bien, y a otros no.

Todas estas preguntas son producto de la forma literal y superficial con que estudiamos
los textos de nuestros Sabios. Profundizaremos en ellos para entender a qué se
referían.

Explica el Ben Ish Jay en el libro Adéret Eliahu, que cuando decimos “Justo hijo de…”,
no nos referimos al padre biológico, sino a él mismo en su reencarnación pasada. Es
decir, si Moshé fue en su reencarnación anterior Eliahu, se considera Moshé como hijo
de Eliahu, ya que es su continuación, al igual que un hijo es continuación de su padre.
De la misma manera que el hijo contiene, en sentido biológico, los genes de su padre,
Moshé contiene los “genes espirituales” de Eliahu, los cuales vino a reparar.

Por tanto, a una persona justa en este viaje, pero que en su vida anterior fue malvada,
es decir, tzadik hijo de rashá, le va ir mal, es decir, va a tener mucha tarea de
reparación, que consistirá en enfrentar tentaciones, quizá algunas pérdidas monetarias
o sufrimientos en general; todo depende de cuán malvado fue en su vida anterior y
cuán graves son las manchas que contiene su alma.

Sin embargo, si en su vida pasada fue una persona justa, y esta vez también es justa,
es decir, lo que vino a reparar un solo pecado, digamos que tal vez no quiso tener hijos
en esa vida, esta vez tendrá que casarse para cumplir con el precepto de traer hijos al
mundo y educarlos bien. En este tipo de misión no es necesario que el justo sufra y
tenga una vida difícil, ya que en esta vida y en la anterior, se ha portado bien.

Pero el malvado que fue justo quizá está gozando de una buena vida por su viaje
anterior, ya que no vino a reparar mucho porque era tzadik, pero su mal
comportamiento de hoy tendrá consecuencias en su próxima reencarnación, a menos
que aproveche su vida actual para reparar y limpiar todo.

A eso se refirió la Torá cuando dijo: Poked avón avot al banim, al shileshim, veal
rebiím. “Dios castiga a los hijos, a los nietos y a los bisnietos por los

pecados que cometió el padre” (Shemot 34:7). Ahora entendemos que no se trata de
que el nieto pague los platos rotos de su abuelo, ya que no que se refiere a hijos, nietos
y bisnietos biológicos, sino a reencarnaciones de uno mismo. En su primer regreso es
considerado hijo, en el segundo, nieto, etc., y tendrá que reparar los pecados no de sus
padres, sino los pecados iniciales de él mismo de sus viajes anteriores desde que fue
catalogado como padre.

Ahora podemos empezar a entender las cosas buenas y malas que nos pasan en la
vida; o por lo menos, entender que no podemos entender, pues nos falta la parte
principal de la “película”. De algo estamos seguros: todo está “fríamente calculado”.

Sólo mediante el concepto de las reencarnaciones podemos entender muchísimas


cosas en la vida. Por ejemplo, ¿por qué mueren bebés o niños si todavía no han
pecado? Esta pregunta contiene una alta carga sentimental y emocional. Por
consiguiente, les pido que dejemos de lado por un momento los sentimientos y
pensemos como Dios “piensa” y veamos cómo Él ve el panorama completo.

Supongamos que Eliahu falleció y sus hijos no hicieron nada para la elevación de su
alma: ni kadish ni rezos ni donaciones, etc. A Eliahu no le faltaba mucho para terminar
de reparar y con una pequeña ayuda de sus hijos podría haberlo logrado; pero al ser
ellos malagradecidos y apáticos a la necesidad del alma de su padre, esta alma
necesitó regresar al mundo y vino como Moshé. Después de dos años, los hijos de
Eliahu recapacitaron y decidieron cumplir con su deber, e hicieron acciones que
elevaron mucho el alma de Eliahu, hasta conseguir el 100% de su pureza. Analicemos:
¿quién está ahora “de más” en el mundo? Ciertamente Moshé, ya que su alma, que es
la misma de Eliahu, alcanzó ya su perfección total, y dejar vivo a Moshé hasta los 120
años sería injusto de parte de Dios, porque:

1.-El alma quiere integrarse al porcentaje que ya se encontraba depositado en el


paraíso para gozar de su plenitud y reparación total, que por fin se logró.

2.-La estadía de Moshé en esta Tierra no puede aportar más pureza al alma porque ya
alcanzó el 100%. Lo que sí podría provocar es estropearla con los posibles pecados
que cometiera, lo cual implicaría otra reencarnación. Por tanto, decide Dios llevarse de
este mundo al pequeño Moshé.

Claro que para nosotros esto es muy doloroso porque vemos todo con los “lentes
terrenales”, mundanos, y creemos que este mundo es el fin, y no el medio hacia el fin.
Pero para Dios, que hizo todo desde la Creación y lo sigue haciendo en nuestros días,
y terminará de hacerlo con la llegada del Mashíaj, lo que sucede es por el bien de las
almas, independientemente del cuerpo.

¿Puede cambiarse el destino?

Si todo está tan precisamente calculado y cada persona vino al mundo con una misión,
al parecer no hay forma de cambiar nuestra suerte y destino. Entonces, ¿para qué
rezamos y para qué nos esforzamos?

Aprovecharé aquí para abordar otra pregunta ya que la respuesta es la misma para las
dos: ¿afecta el mal de ojo? Sabemos que existe el mal de ojo, pero no se entiende
cómo puede afectarnos ya que si vinimos con una misión y con herramientas para
cumplirla, ¿cómo puede ser que alguien con su mal de ojo nos quite o nos elimine las
herramientas? Si fuese así, no podríamos cumplir nuestra misión. Una pregunta más:
¿de qué nos sirve pedir una bendición a un tzadik para que nos vaya bien en los
negocios, que tengamos hijos, etc.? Si no es nuestra misión, no obtendremos eso
nunca y, si es una herramienta para nuestra misión, igual Dios nos la mandará.
Entonces, ¿para qué rezar o ser bendecido?

Cuando busqué la respuesta en los tratados talmúdicos, aparentemente se complicó


más la pregunta. Por ejemplo, en el tratado de Shabat 156a se discute justamente este
punto: ¿existe el destino o no? Rabí Yojanán opina que “No hay mazal para pueblo de
Israel”, es decir, no existe el destino definitivo para el pueblo de Israel sino que
estamos por encima del mazal y podemos cambiarlo con rezos y plegarias. Pero Rabí
Janiná opina que “Hay mazal para Israel”, es decir, ya todo está calculado y planeado.
Y ya no queda nada por hacer.

De forma más clara cuando Rashí explicó la opinión de Rabí Janiná dijo: “Y aunque
reces y des tzedaká, no podrás cambiar tu destino”. Esto es difícil de entender. ¿Cómo
puede ser que el gran sabio Rabí Janiná opine que los rezos no ayudan ni cambian las
cosas? Prácticamente nos derrumbó todas las bases de la fe y la esperanza.

En otro tratado del Talmud (Taanit 24) se relata que el rabino Elazar Ben Pedat se
lamentaba ante Dios sobre su gran pobreza, y Dios le respondió que para resolver su
problema tendría que reiniciar la Creación del mundo y empezar la historia de la
humanidad de nuevo, y quizás, sólo quizás, eso ayudaría.

Cualquiera que lea este texto queda confundido. ¿Por qué hay que reiniciar el mundo
para dar solución al problema de Rabí Elazar? ¿Cómo es que Dios le dijo “y quizás eso
ayude”? ¿Acaso Dios Todopoderoso no puede?

La respuesta nos dará las reglas del juego de la vida y será entendida a través de un
ejemplo: Imagínenos que mandamos a alguien a otro país para comprarnos mercancía
de ropa; ésa es su misión. Hay ciertas cosas que puede pedirnos y otras que no. Por
ejemplo, no podrá pedirnos viajar a otro lugar, ya que su misión es comprar la
mercancía en ese lugar específico; no podrá pedirnos viajar en barco en vez de avión,
pues su misión es también hacerlo rápido. Y obviamente no podrá pedirnos traer
juguetes en lugar de ropa. Sin

embargo, sí puede pedirnos un Ipod para escuchar música en el camino, una chaqueta
por si hace frío y comida láctea en lugar de vegetariana. Eso quizá podremos dárselo
ya que no afecta la misión misma. Es más, tal vez se la haga más agradable y, por
tanto, si lo pide de buena manera, se lo daremos. Entonces, hay misión y hay
acompañantes de la misión. La misión es incambiable y los acompañantes que no
afectan la misión pueden variar.

Así ocurre en nuestra vida. Está dividida en dos: en misión y acompañantes. En lo


relacionado a la misión no habrá cambios ni será afectada por mal de ojo, maldición,
etc., ni será mejorada por tefilá, mitzvot, o tzedaká. Ya que si así fuera perderíamos la
misión por la cual vinimos. Sería incorrecto que, por medio de un rezo o una bendición
de un gran tzadik consigamos lo que deberíamos lograr sólo con nuestro esfuerzo. Si
así fuera, no podría considerarse que fuéramos nosotros quienes reparamos.

En los acompañantes sí puede recaer el mal de ojo, la maldición, el daño físico, y


también pueden ser mejorados a través de rezos, bendiciones y tzedaká.
Por lo tanto, no hay contradicción entre Rabí Yojanán y Rabí Janiná. Uno habló sobre
la misión y por lo tanto opinó que es incambiable y el otro sobre los acompañantes.
Imaginen un joven que nunca quiso casarse y, por tanto, no formó una familia ni tuvo
descendientes. Además incitaba a sus amigos casados a separarse y provocó
bastantes divorcios durante su vida. Él reencarna y tiene varias misiones: 1. Casarse,
2. Tener descendencia, 3. Salvar y reparar matrimonios que están a punto de
deshacerse (aparte del cumplimiento cabal de todas las leyes de la Torá, rezos,
estudio, etc.). Él vendrá al mundo con las herramientas necesarias para lograr todo
esto. Por ejemplo, tendrá aspectos positivos para conseguir rápidamente una novia;
también será fértil para tener hijos y tendrá poderes de convencimiento de la misma
manera que los tuvo para separar, y esta vez los utilizará para unir.

En estos puntos no le afectará el mal de ojo. No requerirá de muchísimas bendiciones y


rezos, ya que éste es el motivo de este viaje y, por tanto, el Maestro, Dios, lo mandó ya
con todo. Entonces, hay mazal, es decir hay destino. Pero hay cosas que lo
acompañarán en la vida: su negocio, su salud en general, sus depresiones y alegrías,
etc. Todas esas cosas y otras más, que no influyen directamente en la misión, son
vulnerables a maldiciones y al mal de ojo y son mejoradas con rezos y bendiciones. En
otras palabras, el mazal de esas cosas no es definitivo es decir, en mazal le Israel.

Es por eso que Dios le dijo a Rabí Elazar que no puede resolver el problema de su
pobreza, ya que ésa es su misión en su vida actual. Y si Dios le da dinero y lo hace
rico, es verdad que vivirá cómodamente, pero no cumplirá su misión. Por eso le dijo
que debería reiniciar la humanidad y, si se comporta bien, entonces no tendrá que
reencarnar como pobre. Y como todo depende de cómo se comportaría Rabí Elazar,
Dios le dijo “quizás”, es decir, “No puedo garantizarte cuáles serán tus errores ni tu
tarea de reparación. Por eso, quizás no serás pobre”.

Nosotros, cuando rezamos a Dios, pedimos muchas cosas y, como no sabemos con
certeza cuál es nuestra misión ni cuáles son sus acompañantes, pedimos todo, pero
culminamos diciendo: Malé mishalot libenu letová, “Cumple nuestros deseos, Dios,
siempre y cuando sean para nuestro bien”. No dudamos de que Dios nos haya dado las
herramientas necesarias para nuestra tarea, sin embargo, le pedimos que nos ayude a
utilizarlas para bien, que nos oriente para hacerlo bien; o quizás le pedimos a Dios que
nos dé herramientas más sofisticadas, de manera que en lugar de tener que hacer el
trayecto en bicicleta, por decirlo así, le pedimos que nos dé una motocicleta; que nos
mande personas buenas o rabinos sabios que puedan orientarnos. Es resumen, todas
las plegarias las dirigimos a los acompañantes de la misión, pero la misión es la misión
y punto.

¿Existe el libre albedrío?


¿Cómo se entiende el libre albedrío bajo el concepto de la reencarnación? Parecería
que somos como borreguitos dirigidos a ciertas escenas, lugares, tentaciones. ¿Dónde,
entonces, está nuestro libre albedrío?

Obviamente, cada uno de nosotros tiene libre albedrío, ya que si no fuera así, nadie
sería responsable de sus actos. No existiría el paraíso y el infierno, el castigo y la
recompensa, pues el justo no merecería recompensa celestial, ya que fue programado
para ser justo y lo mismo el malvado.

Cada uno de nosotros somos responsables de nuestros actos, porque con nuestro libre
albedrío decidimos hacerlos o no. Pero la consecuencia de nuestra decisión ya no está
en nuestras manos. Del mismo modo que si a un hombre le ponen veneno delante de
él, tendrá libre albedrío para tomarlo o no; pero una vez que lo tomó ya no dependerá
de él si se intoxica o no. Por ejemplo cuando una persona da su diezmo para obras de
caridad, a pobres o necesitados, lo hace con su libre albedrío. Cuando Dios decida
recompensarle y mandarle abundancia, no tendrá libre albedrío para recibirla o no.
Haga lo que haga, le llegará. Después, de nuevo tendrá libre albedrío para apostar ese
dinero en un casino, comprar una casa o ayudar a su hijo, etcétera.

Desde el punto de vista de la reencarnación funciona de la siguiente manera: Digamos


que Moshé atropella a Eliahu y le quita la vida. En la reencarnación siguiente, Moshé
tendrá que reparar su agravio, y la reparación sería haciendo lo contrario, es decir,
salvando la vida de Eliahu. Moshé nació en Europa; Eliahu vive en América y está en
una situación de salud crítica, en la que necesita una donación de 50 mil dólares para
ser operado y salvar su vida. Moshé, en Europa, vive tranquilo con su libre albedrío
diario, pero cuando llega la hora de la reparación, Dios le quita el libre albedrío y le
planea un viaje a América, obviamente disfrazado de viaje de negocios, boda de un
amigo, viaje

de placer, etc. Quiera o no, Moshé va a estar montado en un avión rumbo a América. Al
llegar, lo desee o no, se enterará del caso de un desconocido llamado Eliahu, que está
en una situación crítica y requiere de una donación. Sin que tenga libre albedrío, a
Moshé se le aproximará el recaudador, justamente a él y le insistirá de una forma casi
anormal que sea él el donador y a la vez el salvador, ya que tiene muchísimo dinero,
porque en su caso es la herramienta para cumplir su misión.

Hasta ahora, Moshé no tenía libre albedrío y, como ya explicamos con la bendición de
todas las mañanas: Hamejín mitzadé gáber, “Bendito Dios que planea y prepara los
caminos de la persona”, nos quita el libre albedrío para llevarnos al punto de
reparación. Pero cuando ya nos pone ahí, nos regresa el libre albedrío y ahora somos
nosotros los que decidimos si lo hacemos o no.
Así que la respuesta a si hay o no libre albedrío es que hay y no hay. Como nuestros
Sabios explican de manera un poco más detallada: “Tres miembros domina la persona
y tres no”. Domina sus manos, pies y boca, ya que uno es quien decide qué toca o
agarra, por dónde camina y qué dice. Pero no domina sus ojos, oídos y nariz, ya que
en un paisaje no puede seleccionar qué ver o no, sino que ve todo lo que tiene
enfrente. En una reunión no puede seleccionar el audio sino que escucha todos los
sonidos. Y así también con el olfato: no puede decidir que el buen olor entre y que el
malo no entre. Y cuando llega el momento de cumplir la misión de la vida, Dios quita a
la persona el dominio sobre las piernas o manos o boca, y termina llegando al lugar en
el que Dios quiere que esté, independientemente de sus planes originales. De repente
dirá cosas que no quiso mencionar, ocasionándole nuevas situaciones que no planeó, y
todo eso para ponerlo en el lugar de reparación. Y en el momento que llegue y esté
parado ante su misión de vida o ante una de las muchas misiones de su vida, se le
regresará su total dominio físico y mental así

como la libertad de su libre albedrío para poder decidir si hacer o no hacer, si reparar o
no reparar.

¿Por qué esto no está escrito con claridad en la Torá?

Si todo esto es tan importante, ¿por qué la Torá no escribe claramente sobre el alma, el
paraíso, la reencarnación, la resurrección, etc.? ¿Por qué estos temas aparecen sólo
en los libros de la Cabalá, el Zóhar y otros?

En primer lugar, la pregunta no es precisa, ya que la Torá sí habla del alma,


especialmente en Bereshit, cuando trata el tema de la creación del hombre. Relata la
Torá que, después de hacer el cuerpo del hombre, Dios insufló en él un alma viviente.
También habla del Paraíso. De forma muy clara relata la Torá que Adam y Javá fueron
colocados en el Paraíso, pecaron y fueron expulsados al mundo para reparar y
perfeccionarse, y por lo tanto, sólo entonces, después de morir podrían regresar ahí.

También el tema de la reencarnación se toca en varios versículos de la Torá que fueron


recopilados en el libro Nishmat Jaim, del Rabino Menashé Ben Israel (1604-1657), que
fue un gran rabino en Ámsterdam.

Por ejemplo, el versículo en Kohélet (Eclesiastés) (8:10): “Vi a los pecadores que
murieron y fueron enterrados y regresaron desde un lugar sagrado, y caminan en estas
ciudades olvidándose de su misión”. O por ejemplo, el versículo de Amós (2:4-6) que
dice: Al sheloshá pishé Israel veal arbahá lo ashibenu, “Sobre los pecados que cometa
la persona, tres veces reencarnará, para darle oportunidad de reparar. No habrá una
cuarta vez”. Y así trae el rabino Menashé muchísimos versículos.
(Respecto a cuántas veces podemos reencarnar, se analizará en el Capítulo de
preguntas y respuestas de este libro.)

Por eso, la pregunta anterior se debe al hecho de que no conocemos bien la Torá, pues
normalmente sólo la estudiamos con ojos de Peshat, es decir, con la traducción literal
del texto, o como máximo llegamos a analizarla según su derash o rémez. Pero si
lográramos, por lo menos, asomarnos y leer el mismo texto con “lentes de sod”,
descubriríamos mensajes maravillosos, que justamente pertenecen a todo lo que tiene
que ver con la mística de la Torá; es decir, lo literal está escrito de forma literal y lo
místico en forma mística y oculta.

Veamos algunos ejemplos. Todos conocemos la parte de la Torá donde prácticamente


se inicia el judaísmo con Abraham y Sará. Analicemos en forma breve la historia como
la leemos con visión de Peshat, es decir, literalmente, y después volveremos a
estudiarla con la visión profunda del sod, para que tengamos una leve idea de las
distintas dimensiones de nuestra Sagrada Ley.

“Dios dijo a Abraham: Vete de tu país, de tu ciudad y de la casa de tus padres, a la


tierra que te indicaré”, “allá te haré muy grande y te bendeciré”, “bendeciré al que te
bendiga y maldeciré al que te maldiga”, “Y tomó Abraham a Sará y se fue, y con ellos
se fue Lot a la tierra de Kenaan”. Abraham llegó a los lugares de Shejem y Elón Moré.
“Y hubo hambruna en la tierra y en el camino a Egipto dijo Abraham a Sará: ‘Qué bella
eres’”. En Egipto, Paró intentó tomar a Sará, Sará se negó a ser seducida y finalmente
salieron Abraham y Sará de Egipto muy ricos, por los regalos que les dio Paró. “Y
también Lot, que caminaba con Abraham, se enriqueció.” “Y hubo una pelea entre los
pastores de Abraham y los pastores de Lot”, “Y dijo Abraham a Lot: ‘No quiero pelear
contigo. Sepárate de mí’”.

El Zóhar (Sitré Torá, Lej Lejá) nos indica que si queremos entender no sólo la base
histórica del judaísmo, sino la base espiritual y la tarea diaria de cada judío, debemos
remplazar tres palabras en todos estos textos y ésa será la puerta para entrar a la
dimensión del sod en este capítulo. “Remplaza la

palabra Abraham por neshamá; Sará por ‘cuerpo’ y Lot por yétzer hará (el instinto
malo)”. Ahora, volvamos a leer.

“Y dijo Dios a la neshamá: ‘Vete desde el Cielo, que es tu ciudad, el lugar donde
naciste, desde el Paraíso, que es la casa de tu Padre, Dios, a la tierra que te indicaré”.
La persona nace donde debe estar: con una familia específica y en el entorno donde
debe reparar…”

“Lej Lejá… La orden que Dios dio a Abraham de que se marchara a la Tierra Santa se
dice en hebreo Lej Lejá, “Vete para ti…”, pero en la visión del sod indica Dios al alma
dos cosas: 1. “Vete por tu bien, por tu elevación espiritual”, y 2. “No te olvides que
puedes alcanzar 50 niveles de pureza ó 50 de impureza”. Por eso la palabra Lej suma
50 y Lejá suma también 50, para indicar así los dos caminos que tiene el alma para
escoger. “Allá te engrandecerás y te bendeciré…”, ya que el alma viene al mundo para
engrandecerse y elevarse más, y ése es el medio para regresar a Dios y recibir su
pago como merecedores.

“Bendeciré al que te bendiga…” Es decir, Dios dice al alma: “Bendeciré al cuerpo que
te “bendiga”, desarrolle, te purifique y haga actos buenos contigo, con bendición
terrenal y celestial. Y lo contrario pasará con el que te maldiga.

“Y tomó (Abraham) la neshamá (a Sará), al cuerpo…” Es decir, a cada neshamá se le


asigna el cuerpo indicado para su misión, con todas sus implicaciones físicas, de salud,
belleza, etcétera.

“Y se fue con ellos (Lot) el instinto malo…” A cada neshamá, dependiendo de su


potencial y nivel, se le asigna un rival espiritual para que la lucha sea justa y
equilibrada; digamos, peso pluma contra peso pluma, peso pesado contra peso
pesado, manteniendo así el equilibrio del libre albedrío.

“Y se fueron a Kenaan…” Kenaan en hebreo proviene de la palabra Leajnía, es decir,


“doblegar”, ya que parte de la misión en la vida es doblegar los caprichos del cuerpo y
las seducciones del instinto malo, ya que ambos son el contrapeso del alma. Por ello,
en la realidad Lot y Sará eran hermanos, porque también en la dimensión mística, el
cuerpo y el yétzer hará son socios, compañeros, hermanos, y la misión del alma es
separar esa alianza y llevar al cuerpo hacia su lado.

“Y hubo hambruna en la tierra…” La hambruna simboliza la escasez de placeres


mundanos; por eso dice Abraham a Sará, el alma al cuerpo: “Qué bella eres”, es decir,
“qué cuerpo tan sagrado y puro eres, porque te alejas de los placeres mundanos”. Y
por tanto, Abraham, es decir, la neshamá, está muy contenta y admira a su pareja —el
cuerpo—, porque le ayuda a engrandecerse.

“Y fue (Abraham) la neshamá hasta Shejem, hasta Elón Moré…” La neshamá busca en
la Tierra lugares sagrados, lugares de estudio, los cuales le ayudarán a cumplir su
misión y la protegerán de cualquier tentación, dándole armas para luchar y combatir las
tentaciones mundanas. Y a eso se refiere cuando dice que la neshamá se fue a
Shejem, que proviene de la palabra Shejiná, es decir, lugares con la Presencia Divina.

Y a Elón Moré, que proviene de la palabra Moré (maestro) u Horaá (enseñanza) que
son lugares de estudio y enseñanza; estos son los sitios en los que la neshamá desea
estar.
“Y Paró, el rey de Egipto, intentó tomar (a Sará) al cuerpo…” Egipto simboliza a las
tentaciones con las que el mundo trata de atraparnos, ya que Egipto en hebreo se dice
Mitzráim, que proviene de la palabra metzarim, “lugar de encierro”. Así son todos los
lugares de tentación del planeta, donde las tentaciones encierran y cautivan a nuestros
cuerpos.

Paró simboliza la persuasión, el “lavado de cerebro” por medio de palabras y frases


bonitas, como las teorías de evolución, las falsas creencias y mentiras que cautivan
nuestra mente. Eso es Paró, ya que las letras de su nombre forman en hebreo las
palabras Pe Ra, “mala boca”. Y a eso se refería la Torá en esta dimensión, que en
Egipto Paró intentó tomar a Sará (el cuerpo).

“Y (Abraham y Sará) la neshamá y el cuerpo salieron de Egipto llenos de riquezas…”


En el momento que Sará —el cuerpo— supera la tentación y no cae, eso ocasiona una
elevación espiritual muy grande, manifestada como riqueza, pero espiritual.

“Y también (Lot) el instinto malo se enriqueció…” Es decir, a medida que la persona se


eleva, su instinto malo se eleva también, para que siempre se mantenga el equilibrio de
la lucha justa. Es por eso que en la Torá, cuando Abraham es pobre, Lot también lo es;
Abraham se enriquece y Lot con él, para simbolizar el equilibrio entre el alma y el
yétzer hará.

“Y hubo pelea… Y dijo Abraham a Lot: ‘No quiero pelear contigo. Sepárate de mí…’”
Diariamente existe una lucha entre el yétzer hará y el alma, en la cual el alma pide al
yétzer hará que deje de molestarla y que se separe un poco, que se aleje de nuestra
mente para que podamos elevarnos con más facilidad. Esto se asemeja a un globo
aerostático, que contiene aire caliente para que se eleve, pero también tiene sacos
pesados llenos de arena que lo aferran a la tierra. A medida que nos deshacemos de
los sacos, nos elevamos con más facilidad; los sacos son el yétzer hará, el globo es el
cuerpo y el aire caliente es el alma. De ahí que Abraham pida a Lot que se separe un
poco de él. Por eso en el versículo siguiente dice la Torá: “Y habló Dios con Abraham
después de que se fue Lot…”; es decir, uno se acerca a Dios cuando se aleja del
yétzer hará.

En este breve texto sólo mencioné el concepto en general, pero en realidad contiene
muchísimos más mensajes secretos, insinuaciones, juegos de letras, etc. Y continúa
este análisis con conceptos bellísimos del comportamiento del alma cuando se separa
del cuerpo en los capítulos de la muerte de Sará y la resurrección de los muertos con
los capítulos de Itzjak y Ribká, en los que Itzjak hace alusión a la nueva neshamá que
regresa a gozar y a reírse en la época mesiánica, ya que Itzjak significa “risa” y Ribká
hace alusión al nuevo cuerpo que se levanta de la tumba, ya que si leemos ya que
Egipto en hebreo se dice Mitzráim, que proviene de la palabra metzarim, “lugar de
encierro”. Así son todos los lugares de tentación del planeta, donde las tentaciones
encierran y cautivan a nuestros cuerpos.

Éste fue un pequeño ejemplo y muy superficial, pero nos dio por lo menos una leve
idea del profundo significado, oculto y disfrazado en las historias relatadas en la Torá.

Con esta explicación queda comprobado que la Torá sí menciona todos estos
conceptos espirituales y místicos. Sólo hay que saber leerla en su dimensión
correspondiente.

Un ejemplo más, y esta vez de reencarnación. Dios dice a Adam después de que pecó:
“Polvo eres y al polvo regresarás” (Bereshit 3:19). En su dimensión literal quiere decir:
“de polvo fuiste hecho y como muerto tu cuerpo se reintegrará y volverá a ser parte del
polvo de la tierra”.

Sin embargo, en la dimensión profunda, se refiere a lo siguiente: en la Torá está escrito


que el cuerpo del hombre fue hecho del polvo de la tierra, es decir, polvo equivale a
cuerpo; por tanto, cuando dice: “Polvo eres”, se refiere al cuerpo donde está hoy puesta
su alma; “y al polvo regresarás”, es decir, “ya que pecaste, tendrás que regresar
reencarnando en otro polvo —cuerpo— para

reparar tu falta”. Y como dice el Zóhar (Tikuné Zóhar 99:2), en este versículo está
insinuado el concepto de la reencarnación.

Ahora podemos entender mejor por qué Abraham Abinu dijo: “Yo soy polvo…” (Bereshit
18:27) haciendo alusión a la orden de Dios a Adam de que regresará al polvo, es decir,
a otro cuerpo, por lo tanto dijo Abraham “yo soy ese cuerpo”, tal como explicamos
anteriormente, que Abraham Abinu inició la reparación de Adam.

Basándose en este concepto, el Zóhar explica el secreto oculto en las leyes de la lepra
en la casa, cuando la Torá ordena quitar la mancha de la pared y poner tierra nueva en
su lugar: “Y nueva tierra tomará y rellenará el hueco en la casa…” (Vayikrá 14:42).
Explica el Zóhar, que la tierra equivale al cuerpo. Cuando 95% de la casa está bien y
5% tiene lepra, es decir, hace alusión al alma que está manchada levemente, que está
casi reparada, pero le falta terminar de limpiarse un poco de su suciedad. Se tomará
tierra nueva, es decir, un cuerpo nuevo que vendrá al mundo para limpiarse y
purificarse.

De esta forma, grandes rabinos y estudiosos del sod de la Torá escribieron las
explicaciones místicas de muchos capítulos de la Torá, como por ejemplo, la
maravillosa obra del Gaón de Vilna sobre el libro del profeta Yoná, y la ballena que se
lo tragó.
El Gaón explica que todo el libro insinúa las leyes y las reglas de la reencarnación,
donde Yoná hace alusión al alma, el barco al cuerpo y la misión de Ninivé como la
misión de la vida. No la cumple la primera vez y, por ello, es retenido por una ballena,
que en el versículo es catalogada como Dag Gadol, “gran pez”, que en hebreo forma
las iniciales de Din Guehenom, “juzgado en el infierno”, y desde ahí clama Yoná, es
decir, el alma, por otra oportunidad, suplicando a Dios que lo saque de esa prisión
infernal y le promete que esta vez cumplirá su misión, la cual realmente al final cumple.

Cada versículo en el libro de Yoná contiene mensajes de reencarnación y la cantidad


de juegos de palabras, letras y números es impresionante. Pero por lo menos les he
dado una idea de su verdadero contenido.

Lo mismo escribe Najmánides y el gran rabino Yonathán Aivishitz en su libro Yaharot


Debash (2:6); ambos dicen que la mayoría de los versículos del Libro de Iyob hablan
sobre la reencarnación y no sobre lo que literalmente la gente lee.

A esto se refieren nuestros Sabios en la Mishná de Pirké Avot (5:24): “Explórala y


vuelve a explorarla, que todo está contenido en ella”. La Torá contiene todas las
sabidurías, desde leyes sociales, familiares, etc., hasta filosofía, ciencia y por supuesto,
mística.

Todo está en saber leerla y estudiarla. Termino este capítulo con una frase que
siempre me gusta repetir: “La Torá es el libro más aburrido que existe… si sólo lo lees”.
Pero si llegas a estudiarlo y profundizas en él, no hay un libro en el mundo que se le
iguale. El Rey David se refirió a esto en los Tehilim cuando clamó a Dios para
suplicarle: Gal enai veabita niflaot mitorateja, “Dios, abre mis ojos para que logre ver las
maravillas ocultas en Tu Torá” (119:18).

La tumba del profeta Yoná ubicada en el pueblo Musulmán Mashahad, que era la
antigua ciudad bíblica Gat Jefer (hoy en día hay una Mezquita en el las iniciales de Din
Guehenom, “juzgado en el infierno”, y desde ahí clama Yoná, es decir, el alma, por otra
oportunidad, suplicando a Dios que lo saque de esa prisión infernal y le promete que
esta vez cumplirá su misión, la cual realmente al final cumple.

Cada versículo en el libro de Yoná contiene mensajes de reencarnación y la cantidad


de juegos de palabras, letras y números es impresionante. Pero por lo menos les he
dado una idea de su verdadero contenido.

Lo mismo escribe Najmánides y el gran rabino Yonathán Aivishitz en su libro Yaharot


Debash (2:6); ambos dicen que la mayoría de los versículos del Libro de Iyob hablan
sobre la reencarnación y no sobre lo que literalmente la gente lee.
A esto se refieren nuestros Sabios en la Mishná de Pirké Avot (5:24): “Explórala y
vuelve a explorarla, que todo está contenido en ella”. La Torá contiene todas las
sabidurías, desde leyes sociales, familiares, etc., hasta filosofía, ciencia y por supuesto,
mística.

Todo está en saber leerla y estudiarla. Termino este capítulo con una frase que
siempre me gusta repetir: “La Torá es el libro más aburrido que existe… si sólo lo lees”.
Pero si llegas a estudiarlo y profundizas en él, no hay un libro en el mundo que se le
iguale. El Rey David se refirió a esto en los Tehilim cuando clamó a Dios para
suplicarle: Gal enai veabita niflaot mitorateja, “Dios, abre mis ojos para que logre ver las
maravillas ocultas en Tu Torá” (119:18).

Hasta aquí, por lo menos vimos algunos conceptos básicos de la reencarnación.No


dudo que todas estas respuestas generaron nuevas preguntas y por eso dedicaré al
final un capítulo de preguntas y respuestas.

Pero por ahora, ya tenemos una parte de la base para poder seguir avanzando. Sin
embargo, antes de llegar al capítulo principal de esta guia, “Quién reencarnó en quién”,
quisiera hablar en el siguiente capítulo de las ideas actuales sobre la reencarnación, ya
que sé que la mayoría de mis lectores no son cabalistas ni ateos, sino creyentes,
observantes y tradicionalistas, a quienes les gusta saber qué dicen nuestras antiguas y
sagradas Escrituras y qué opina al respecto la ciencia moderna. Últimamente no hay
contradicción entre ambas y, es más, cada vez que la ciencia avanza, afirma con sus
nuevas

pruebas lo escrito por nuestra Torá desde hace miles de años. ¡Qué orgullo se siente
pertenecer a un pueblo que siempre tuvo la verdad en la mano!

Capítulo 2

La ciencia reconoce la reencarnación

El mundo científico ha sido muy apático con respecto al concepto del alma en general y
de la reencarnación en particular, ya que son conceptos espirituales inmedibles, por lo
que pertenecen más a la filosofía y no a la ciencia.

Del mismo modo que el Zóhar profetizó que en el año 5600 desde la creación que
equivale al año 1840 de la era común, bajaría al mundo sabiduría tecnológica —y como
vimos en la introducción así fue—; también pronosticó que antes de la llegada del
Mashíaj el mundo descubriría la parte espiritual y mística de la Creación, y tendríamos
una sed inmensa por el sod, lo oculto y lo profundo de la Torá y la vida misma
(Maamaré Rashbí de Rabí Jaim Vital). Y en efecto, como era de esperarse, en las
últimas décadas ocurrió un cambio que empezó como filosófico y terminó como
científico, respecto a toda la parte de la energía de la vida.

En los años treinta surgió un interés desmedido y mundial por las culturas orientales,
que abarcó conceptos tales como energías internas, los chakras, las energías
cósmicas, la telepatía, los viajes astrales, etc., temas sobre los cuales se escribieron
libros como el de Paul Brunton en 1934 sobre la cultura hindú, o el libro de la escritora
L. Adams Beck sobre la yoga; o también el de Carl Jung, sobre la parte espiritual en los
sueños.

Paralelamente, el mundo científico sufrió una revolución con la teoría de la relatividad


de Einstein. La fórmula E = mc2, es decir, la energía es igual a la masa multiplicada por
el cuadrado de la velocidad de la luz, o en palabras simples, la materia se convierte en
energía y, la energía en materia, dieron fundamento a la teoría del Big Bang, con la
cual se comprobó que todo el origen de la materia fue un punto de energía concentrada
que explotó. Ellos,

los científicos, lo llaman energía y nosotros lo llamamos con nombre y apellido: Dios
Bendito Todopoderoso.

Otro factor que incrementó a nivel personal la espiritualidad en la Introducción al


capitulos surgió en los años cincuenta, en el área de la psicodelia, cuando el doctor
Stanislav Grof descubrió los efectos de ciertas drogas en el cerebro. Estas drogas
llevaban a la persona a descubrir conocimientos personales muy extraños, que no
tenían que ver con su vida actual, sino con sus reencarnaciones pasadas. Sin
embargo, como esto ocurría mediante drogas, no podía convencerse al mundo de su
validez.

Por ello, el gran psicólogo y psiquiatra Ian Stevenson, entonces jefe del Departamento
de Psiquiatría de la Universidad de Virginia, empezó una investigación para validar los
mismos descubrimientos de Grof, pero sin utilizar drogas. Stevenson dedicó 40 años de
su vida a estos estudios, hasta que en el año 1960 publicó un artículo con el testimonio
de niños pequeños, de cuatro a cinco años de edad, que contaban con claridad
asombrosa quiénes fueron en una vida anterior, dónde vivieron y cómo se llamaban
sus familiares. Stevenson salía a investigar si realmente existió en el pasado un
personaje con ese nombre, lugar e historia, y sólo cuando veía que el testimonio era
real, y 100% comprobable, lo publicaba.

Stevenson publicó libros en los cuales recopiló todos esos casos de reencarnación,
recolectados en Asia y Lejano Oriente, África, América, y Europa y en 1997 publicó su
libro Reincarnation and Biology, una compilación de 2300 páginas que contiene más de
210 casos reales y documentados de niños que recordaban perfectamente su vida
pasada (relataremos parte de ellas en el último capítulo de este libro).
Stevenson es considerado actualmente en el mundo científico como una autoridad y
fuente veraz, por su personalidad y más que nada por su forma de

trabajar ya que no trabajaba con drogas, hipnosis ni regresiones; simplemente con


niños pequeños e inocentes, que hablan con la verdad, sin ningún interés de por
medio, y especialmente por la comprobación documentada de que sí existieron las
personas de las que hablaban estos niños.

En muchos casos Stevenson comprobó que los niños que relataban que en una vida
pasada sufrieron una operación en determinado lugar del cuerpo, habían nacido con
una mancha de cicatriz justo en el mismo lugar en el que habían sido operados en su
vida anterior, lo que aumenta la veracidad del relato del niño ya que tiene una relación
con la persona fallecida.

En otra área de la psicología, mediante regresiones hipnóticas, el hipnotista Mori


Branchstein publicó en el año de 1953 su libro Tras las huellas de Bridey Murphy. En él
relata lo que le sucedió con la paciente Ruth Simmons, que en una sesión de hipnosis
simple y de regresión a su niñez, para entender ciertos detalles de su personalidad
logró cruzar la barrera de su nacimiento y empezó a hablar con acento irlandés bajo el
nombre de Bridey Murphy. Branchstein se asombró con el descubrimiento, ya que no
utilizó pastillas ni drogas de ninguna clase. Por tanto, volvió a hipnotizarla, pero esta
vez en presencia de testigos, y documentó todo el procedimiento.

Al finalizar, salió con una pequeña comitiva a Irlanda “tras las huellas de Bridey
Murphy”, las cuales encontró… y cuadraban perfectamente con la historia de Ruth
Simmons. (El libro fue traducido al hebreo en 1960.) El camino que inició Mori
Branchstein abrió la puerta a muchos médicos para tratamientos psiquiátricos, en
especial los del famoso y reconocido doctor Brian Weiss, director general del Mount
Sinai Hospital en Miami, que se especializó en la regresión hipnótica a vidas pasadas
en sus pacientes, para entender sus traumas en el presente. Por ejemplo, algunas
personas que sufrían de claustrofobia resultó que habían sido prisioneros en su vida
pasada, o algunas personas con un temor inexplicable a volar en avión resultaron ser

reencarnación de personas que habían fallecido en un accidente aéreo. Uno de los


casos más asombrosos fue el de un paciente que se quejaba de un dolor en un punto
específico de la espalda. Después de diversos análisis y estudios sin descubrir la causa
del problema, el paciente acudió con Brian Weiss, quien por medio de la regresión
encontró que ese hombre había sido apuñalado en ese lugar en su vida pasada. Brian
Weiss tardó ocho años en publicar sus hallazgos, ya que él mismo como ateo no creía
en Dios ni en el alma y mucho menos en la reencarnación. Poco a poco empezó
dudando, reflexionando en sus resultados y al final terminó creyendo en esto por
completo. En un momento temió la reacción de sus colegas y la crítica científica a la
que se expondría por sus “fantasías”. Sin embargo, una vez ya seguro de tener la
verdad en sus manos, publicó en 1988 su libro Muchas vidas, muchos sabios, que
rápidamente se convirtió en un best seller. Luego de publicar su libro, Weiss se
asombró de la cantidad de cartas de apoyo y reconocimiento de muchos de sus
colegas quienes lo felicitaron por revelar conceptos que ellos no se habían atrevido a
expresar.

La doctora Elisabeth Kübler-Ross confrontó a los científicos que negaban estos hechos
cuando presentó sus importantes y famosos libros sobre la vida después de la vida,
para los cuales entrevistó a miles de personas que sufrieron muerte clínica, es decir,
que fallecieron al cien por ciento bajo todos los criterios médicos, y que después de
varios minutos, incluso horas, revivieron.

Está comprobado científicamente que si el cerebro no recibe oxígeno durante siete


minutos sufre daños irreparables, y estas personas, después de una, dos o tres horas
de muertos, regresaban con plena conciencia; y no solamente eso, sino que
presentaban una nueva conciencia, con la que relataban un encuentro con un mundo
espiritual: el famoso túnel, una luz muy atrayente, encuentros con familiares que ya
habían fallecido. Estos relatos fueron recopilados por la

doctora Kübler-Ross y publicados en sus libros Life in Death y On Death and Dying.

Todos estos descubrimientos revolucionaron muchos conceptos y llevaron a muchos


ateos y apáticos a cuestionarse su teoría materialista, poniéndose en dudas conceptos
como que lo único que existe es lo que ves, que después de la muerte y la
descomposición del cuerpo no hay nada, por tanto, vive, goza y atropella a quien sea,
porque sólo se vive una vez. Provocando entonces una nueva reflexión, ya que si en
verdad existe el alma, la vida después de la vida y el regreso, ¿cuál es el plan de esta
vida?

Como dije, todos estos hallazgos avalan lo escrito en nuestras antiguas Escrituras, el
Talmud, el Zóhar y los escritos del Arizal. A continuación mostraremos algunos
ejemplos.

En relación a los descubrimientos de la doctora Kübler-Ross sobre la muerte clínica,


relata la Guemará (Babá Batrá 12b) que el hijo de Rabí Yosef, hijo de Rabí Yehoshúa,
falleció y, después de varios minutos, revivió. En palabras modernas, sufrió una muerte
clínica. Y contó a su padre su encuentro con el mundo espiritual, para culminar con la
frase: “Vi allá un mundo al revés, ya que las personas que despreciamos acá son muy
importantes y honradas allá; y sin embargo, personas de mucho poder aquí son
menospreciadas allá. Es un mundo al revés el que vi”.
A lo que su padre respondió con una sonrisa: “No, hijo mío, un mundo al derecho viste.
El mundo al revés es éste, donde a las personas malvadas y adineradas, se les da
mucho honor, pero no por lo que son, sino por interés, por lo que quieren obtener de
ellos, independientemente de qué tan profanos y pecadores sean. Y sin embargo, a las
personas puras, justas y buenas se les menosprecia. Así ocurre, hijo mío, en el mundo
de la mentira, pero en el mundo de la verdad, todo cambia”.

En cuanto a los hallazgos de Brian Weiss de cómo los hechos o accidentes de la vida
pasada influyen en la presente, quiero citar lo que hallé en el libro Torat Nathán, donde
se recopilaron las enseñanzas del Arizal a su gran alumno Rabí Jaim Vital. El Arizal le
explicaba cómo las cortaduras que sufría constantemente con cuchillos y los miedos
que sentía al ver aguas caudalosas provenían de sus vidas anteriores. Esto tuvo un
fuerte impacto en él. De igual forma le explicó por qué no tenía facilidad de palabra,
pero sí la facilidad de acción. Todo ello a consecuencia de su vida anterior.

Respecto a los resultados de las investigaciones de Stevenson y Branchstein, que


andaban tras la pista de los personajes fallecidos para Nuevas revelaciones de la
ciencia, ya escritas hace 2000 años en el Talmud.

El mundo está prácticamente en la etapa en la que se cumplirá la profecía del Zóhar


mencionada al principio de este capítulo, y poco a poco se está reconociendo lo que
nosotros hemos asegurado durante siglos. Sin embargo, más vale tarde que nunca.

Este tema de comparación entre la ciencia y la cabalá será ampliado en el resumen


final de esta guia.

Capítulo 3

¿Quién reencarnó en quién?

Realmente, todo lo escrito hasta ahora fue una gran introducción a este capítulo, el
principal del libro. Todo lo estudiado hasta ahora, es para tener una base tanto mística
como científica para lograr mayor entendimiento y credibilidad de este capítulo, que
tratará sobre quién reencarnó en quién. Es decir, en todas las historias bíblicas y
talmúdicas muchos personajes tuvieron una vida basada en sus hechos, malos o
buenos, de la vida anterior. Por tanto,

sólo sabiendo quién era cada uno de ellos en el pasado podremos entender mejor su
historia.

Realicé esta investigación en muchos libros, principalmente en el Zóhar, escrito por


Rabí Shimón Bar Yojai, y en el Shaar HaGuilgulim, de Rabí Jaim Vital; en especial en
el libro Guilgulé Neshamot, del gran y respetado cabalista Haramá Mipano, que vivió
hace 400 años y fue alumno del cabalista Rabí Israel Seruk, alumno del Arizal.
Creo que ya aprendimos a respetar las opiniones de estos grandes cabalistas, ya que
vemos cómo sus conocimientos, a pesar de haber sido expresados y trasmitidos hace
muchos siglos, son reconocidos y comprobados hoy por medio de la ciencia y la
tecnología, desde lo dicho por el Zóhar sobre el planeta que era esférico, la ley de la
grave-dad, la inclinación del planeta, el desplazamiento de los continentes (Pangea),
etc., y hasta profecías que nos acontecieron y nos acontecen en la actualidad, como el
Holo-causto, el regreso a la Tierra de Israel, los problemas que tendremos con los
musulmanes y la gran batalla por Jerusalén, ideas que era ilógico exponer hace 1800
años, ya que el Islam no existía, y menos todavía íbamos a atestiguar que Jerusalén
iba a ser sagrada también para ellos.

Ésas y muchísimas más profecías nos hacen concluir que la fuente de información de
todo esto no era humana sino celestial.

Lo que hice en esta obra fue ampliar las brevísimas frases de estos grandes cabalistas.
Cuando dice: “Yosef HaTzadik reencarnó en Yehoshúa Bin Nun y Téraj regresó como
Iyob”, etc., lo que hice, con la ayuda de Dios, fue analizar y ampliar las vidas de ambos
y resaltar cómo la falla del primero fue reparada por el segundo. Con esto, tendremos
una visión más clara de por qué a cada uno de ellos ocurrió tal o cual situación, y quizá
con esto, nos ayudaremos a entender un poco más lo que nos pasa en nuestra propia
vida, ya que

finalmente cada uno de nosotros podrá encontrar en las historias bíblicas y talmúdicas
acontecimientos similares a los que está viviendo.

Y tal vez, entendiendo el porqué de lo que les pasó a ellos, obtengamos algo de
entendimiento sobre lo que nos pasa a nosotros.

La Reparación de Adam Harishón

Adam Harishón fue el primer ser humano creado directamente por el Creador. En él
insufló una parte espiritual directa de Él, lo cual lo convirtió en un alma muy elevada y
potente, por lo que su pecado fue inmenso. Por ello su alma regresó en nuestros
patriarcas Abraham, Itzjak y Yaakob, para ser reparada. Resumamos los errores que
cometió Adam Harishón, para entender qué tarea de reparación tocó a nuestros
patriarcas:

1.La Guemará Maséjet Sanedrín dice: “Adam fue idólatra”. Explican nuestros Sabios
esta frase: “Obviamente que Adam reconoció a Dios, ya que hablaba con Él. Pero
cuando vino la serpiente (el ángel S.M.) y los convenció de que al comer de ese fruto
serían como dioses, en ese momento pensaron que eso era posible ya que
seguramente Dios había pasado por ahí y había comido del árbol. Eso se llama
idolatría”.
2.Adam se equivocó al escuchar el mal consejo de su esposa y aceptó transgredir la
orden de Dios, como Dios mismo lo criticó: “Serás maldecido porque escuchaste a tu
mujer” (Bereshit 3:17).

3.Adam pensó que comiendo “se le abrirían los ojos”, sería más sabio, tendría mejor
visión del poder; pero en verdad, por medio del acto de comer el fruto mezcló el bien y
el mal, que hasta entonces estaban totalmente separados.A partir de ese hecho
nosotros confundimos lo malo con lo bueno, no diferenciamos lo negativo de lo positivo.

4.Cuando Dios lo “busca”, Adam se esconde, pensando que existe la posibilidad de


esconderse de Dios, tratando de evitar así su responsabilidad.

5.Cuando Dios le reclama el pecado que cometió, Adam debió reconocer su pecado y
suplicar al Creador por el perdón; en lugar de ello culpa a su mujer.

6.Dios creó Siete Cielos y una Tierra. Al finalizar la Creación, puso Dios Su morada en
el Paraíso Terrenal, es decir, aquí en la Tierra (sólo que en otra dimensión). Al pecar
Adam, Dios se retiró y se ubicó en el Primer Cielo. Con el asesinato de Hébel por Cáin,
se alejó al Segundo. En la generación de Enosh, cuando comenzó la idolatría, subió al
Tercero. En la generación del diluvio, al Cuarto. En la Torre de Babel, al Quinto. Con
Sedom y Amorá, al Sexto. Y con el libertinaje del imperio egipcio (antes de que
bajáramos a él), Dios se ubicó en el Séptimo Cielo, el más alejado de nosotros. Con
Adam comenzó “la retirada”.

7.Después de que Adam tuvo a sus dos hijos, se apartó de su esposa durante 130
años, ya que vio el resultado de la tentación que Javá le provocó. Durante esa época,
dicen nuestros Sabios, no cuidó su pureza masculina y derramó semen en vano;
creando así seres espirituales negativos.

8.Antes de ser expulsado del Paraíso Terrenal, después de ser juzgado y de que Dios
lo convirtiera en mortal, y después de quitarle 98% de su alma para dejarle sólo 2%
para reparar, Adam Harishón observó en el depósito de las almas —llamado Guf— una
partícula de alma muy iluminada, pero sin vida, es decir, un ser que nacería y moriría.

—¿Quién es esa alma? —preguntó Adam.

—Es un alma muy potente, pero no tiene vida —le respondió Dios.

—Dios, me destinaste mil años de vida. Dono 70 para esa alma.

Dice el Zóhar que, cuando llegó Adam a los 930 años, se arrepintió y no quiso donar
esos 70 años para el alma que luego sería el Rey David. Entonces Dios le dijo:

—No se los darás y no los vivirás.


De ese modo, Adam faltó a su promesa.

Estos errores debían ser reparados. La tarea comenzó con Abraham Abinu cuando
pidió a Dios ser el progenitor del pueblo elegido, y obtener el alma de Adam,
asumiendo la reparación de todas las almas “fundidas”. Eso está insinuado en la
abreviatura de las cinco letras que componen el nombre de Abraham Abinu en hebreo,
y que forman la frase: “En él reparo Adam Harishón su mal”.

Además, hay una increíble insinuación en el valor numérico de los nombres de estas
dos familias; la primera, con la que comenzó el mundo: Adam, Javá, Cáin, Hébel y el
tercer hijo de ellos, Shet, y la segunda, que fue la primera del judaísmo, formada por
Abraham, Sará e Itzjak. Ambas tienen el mismo valor numérico, para insinuarnos de
esa forma que la primera familia judía vino a reparar los pecados de la primera familia
del mundo. De manera que los patriarcas reparan a Adam y las matriarcas a Javá.

Es interesante analizar cómo Dios ordena a Adam que se vaya de la Tierra Sagrada,
del Gan Eden, y Dios es el que ordena a Abraham Abinu: “Abandona todo y vete a la
Tierra Santa…”. Además, es sabido que la cueva de Mearat Hamajpelá es la puerta del
Paraíso (obviamente en otra dimensión) y por eso decidieron Adam y Javá ser
enterrados ahí. Ya que por culpa de Javá salieron del paraíso, es por eso que ella fue
la primera en ser enterrada en la puerta espiritual del Gan Edén convirtiéndose en la
primer huésped de él. Al ser Abraham y Sará la continuación espiritual de Adam y Javá
se entiende por qué Abraham Abinu se esforzó en comprar ese lugar para ser
enterrados ahí. Igual

que Javá fue enterrada antes que Adam, Sará fue enterrada antes que Abraham.
Simbolizando así la conexión entre ambos (El Admor de Rájlin).

Abraham Abinu repara el pecado de Adam

Los tres patriarcas iniciaron la tarea de reparación corrigiendo las ocho fallas de Adam
Harishón, como afirma el Zóhar al comienzo de Parashat Mishpatim: “Los patriarcas
son la reencarnación de Adam Harishón…”.

1.Abraham Abinu nace en la casa del gran idólatra Téraj. Por naturaleza y educación,
Abraham Abinu debió haber sido un gran idólatra, como lo fue su hermano Najor. Sin
embargo, Abraham Abinu declara la guerra a toda la idolatría: rompe las estatuas de su
padre, desafía al rey Nimrod, se convierte en un gran monoteísta y se dedica a difundir
el monoteísmo. Convirtió a muchos idólatras en creyentes, para reparar de este modo,
el priMearat

Hamajpelá en Hebrón.
En este mismo camino siguieron los hijos de Abraham Abinu, Itzjak, quien estuvo
dispuesto a ser sacrificado con tal de cumplir la voluntad divina, y después Yaacov,
quien fue el pilar del estudio de la Torá y el amor a Dios.

2. Para reparar el consejo negativo de Javá a Adam, los patriarcas obedecen los
buenos consejos de las matriarcas. Por ejemplo, a Abraham Abinu se le ordena
obedecer a su esposa: “Todo lo que te diga Sará, hazlo”; Yaacov obedece a su mamá,
Ribká, respecto a las bendiciones que debe recibir de su padre; y de la misma forma,
obedece el buen consejo de sus esposas, las matriarcas Rajel y Leá, cuando le dicen
que ha llegado la hora de regresar a la Tierra Santa.

3. Para reparar la comida prohibida (el fruto prohibido en el Paraíso) que mezcló el bien
y el mal, Abraham Abinu edifica lugares en donde ofrece comida y bebida gratis para
todos los viajeros y, después de comer, Abraham Abinu los

convencía de dejar la idolatría y creer en Dios, de forma que, mediante la comida,


separó el bien del mal.

De manera más específica, Yaacov compró la primogenitura de su her-mano Esav a


cambio de un plato de comida; esto lo convirtió en merecedor de las futuras
bendiciones que tenía que dar su padre Itzjak. Esto está insinuado, en el hecho que las
palabras primogenitura y bendición en hebreo se escriben con las mismas letras.

Separando una vez más lo positivo de lo negativo por medio de la comida. Finalmente,
las bendiciones fueron retiradas de Esav mediante la comida que le preparó primero
Yaacov a Itzjak.

4. Para reparar el acto de Adam Harishón de esconderse y de la falta de disposición de


realizar la voluntad de Dios, los patriarcas siempre estuvieron dispuestos a obedecer
las órdenes de Dios, cumpliendo Su voluntad a pesar de las dificultades. Todos
utilizaban las mismas palabras: Hineni, “Heme aquí”, es decir, “Aquí estoy para hacer
Tu voluntad”.

5.Contra el pecado de la falta de reconocimiento y de suplicar el perdón al Creador, los


patriarcas siempre fueron temerosos del pecado y establecieron los tres rezos del día,
insinuados en la palabra Shemá, que son: Shajarit, Minjá y Arbit.

Abraham Abinu estableció el rezo de la mañana, Itzjak el de la tarde y Yaacov el de la


noche. El momento del día para el rezo está insinuado en la segunda letra del nombre
del patriarca correspondiente, y la tercera letra del nombre del rezo coincide con la
tercera letra del nombre del patriarca.
6.Para reparar el alejamiento de Dios hasta el Séptimo Cielo, empezaron los patriarcas
el acercamiento de Dios hacia nosotros. Como dicen nuestros Sabios: “Abraham Abinu
lo acercó hasta el Sexto Cielo, Itzjak al Quinto y

Yaacov al Cuarto; Leví (las tribus) al Tercero; Kehat al Segundo; Amram al Primero, y
Moshé y Aharón lograron que morara en la Tierra”, como lo indican los versículos: “Y
Dios bajó hasta la montaña de Sinaí” (Shemot 19:20), “Y la presencia de Dios llenó el
Tabernáculo” (Shemot 40:34).

7. La reparación del derramamiento de semen en vano de Adam era una tarea difícil,
ya que sus consecuencias fueron graves. Comenzó con la orden de Dios a Abraham
Abinu para que se hiciera el berit (la circuncisión). Al quitar el prepucio, que simboliza la
impureza, la Torá considera el berit como el comienzo de la reparación del cuerpo. Esto
hace alusión a que la reparación de Adam Harishón empezó con el berit de Abraham
Abinu y por eso ambas palabras (berit y Adam Harishón) tienen el mismo valor
numérico.

Esta tarea siguió con Itzjak Abinu, quien cuidó su pureza masculina por completo.
Igualmente Yaacov Abinu, a pesar de que se casó a una edad tardía (84 años), logró
cuidar su berit, como él mismo lo manifestó al final de sus días, cuando se dirigió a su
primogénito Reubén: “Fuiste formado de mi primera gota de semen” (Bereshit 49:3).
Asimismo, Yosef, se convirtió en el símbolo de la resistencia masculina ante las
tentaciones femeninas cuando siendo un muchacho estuvo solo en Egipto, sometido a
la seducción de la esposa del ministro Potifar, y a pesar de eso, no se impurificó.

En verdad, todo el descenso a Egipto tuvo que ver con el pecado de Adam Harishón.
De los 210 años que permanecimos allí, 130 fueron de sufrimientos, pagando todos
nosotros, los descendientes espirituales directos de Adam Harishón, sus 130 años de
impureza masculina, y es por eso que por medio de Yaacov y Yosef, los denominados
como los más cuidadosos de la pureza masculina, es que bajamos a Egipto.

8. El patriarca Yaacov y su hijo Yosef se dedicaron a reparar el error de Adam Harishón


al arrepentirse de donar los 70 años para el alma de quien sería el

Rey David. Como dicen nuestros Sabios: “Yaacov tenía que vivir como su padre Itzjak,
180 años, pero vivió 147”.

Él donó 33 años. Su hijo Yosef tenía que vivir como él, 147 años, pero vivió 110, es
decir, donó 37 años; juntos complementaron los 70 años que formaron la vida del Rey
David. Por eso, su vida fue dividida en dos etapas: 37 años como un gran ciudadano y
guerrero, y 33 años como el Rey de todo Israel, que fueron los años de Yaacov,
llamado también Israel. Y eso lo insinuó el Rey David en uno de los versículos de
Tehilim (146:3): “No confíen en donantes en un Adam (ser), que no tiene palabra
cuando le llegó la hora de morir, en ese día perdió el control. Dichoso aquél que el Dios
de Yaakob está en su ayuda”. Refiriéndose a Adam Harishón, que quiso donar y el día
de su muerte se arrepintió. Y “Gracias al Dios de Yaakob”, insinua que la donación de
Yaakob Abinu y su hijo Yosef fue lo que le dio a él la vida.

Por tanto, la reparación de Adam Harishón comenzó con los patriarcas y todos sus
descendientes, en especial el Rey David, ya que sus 70 años de vida son la
continuación de la vida de Adam Harishón, reforzando más las reparaciones, como
veremos más adelante, y culminando, con el favor de Dios, con el Mashíaj, que
simbolizará la iluminación de la nueva “maqueta” de Adam Harishón. Todo esto se halla
insinuado en el propio nombre de Adam, que forma las iniciales de las palabras
“patriarcas”, “David”, “Mashíaj”.

La reparación de Javá

Javá fue la “Primera Dama” del mundo y, por tanto, al igual que Adam, su pecado no
fue común y corriente, por lo que implicó una gran tarea de reparación, que se realizó a
través de las matriarcas, como está insinuado numerológicamente, ya que los nombres
de las cuatro matriarcas (Sará, Ribká, Rajel y Leá) suman lo mismo que la frase:
“Vinieron con la intención de reparar a Javá”.

Incluso las letras que componen el nombre Javá forman las iniciales de: “Regresó y se
convirtió en las matriarcas”.

2.Después de que comió, entendió que se equivocó, no obstante, decidió que Adam
también pecara. Explican nuestros Sabios que el motivo que la llevó a comportarse así
fue por celos. Ella dedujo: ‘Seguro Dios me castigará y me matará, y le creará otra
mujer a Adam. Prefiero que él muera antes que tenga otra mujer”.

3.Ya que dio de comer a su esposo algo prohibido, causó la maldición en ellos y en sus
descendientes.

4.Tres consecuencias tuvo el pecado de Javá: a) Apagó “la luminaria del mundo”, es
decir, a Adam Harishón que era una luminaria, ya que contenía la gran alma insuflada
por Dios. b) Impurificó la jalá del mundo; es decir a Adam Harishón que es catalogado
como la jalá del mundo, ya que al igual que de la masa se pellizca un poco y se toma
una porción de ella, así metafóricamente Dios tomó un “pellizco” de la Tierra e hizo a
Adam; c) Derramó su sangre, ya que lo convirtió —y nos convirtió— en mortales.

5.Cuando tuvo a su primer hijo, se enorgulleció y se sintió como una creadora, pues
pensó que se igualaba a Dios y, de la misma forma que Él los había creado, ella
también había “creado” a un ser. Por eso llamó a su hijo Cáin, nombre que proviene de
la frase: Kaniti Ish (Bereshit 4:1), “He adquirido y hecho a un hombre” (Rabí Shimshón
Rafael Hirsh).

Analicemos las fallas de Javá y cómo fueron reparadas por las matriarcas:

1.Pensar ingenuamente que el incitador que la sedujo a comer del árbol prohibido era
un ser que buscaba el bien La reparación

A las matriarcas les esperaba una tarea difícil, pero gracias a su pureza y a la firmeza
de su creencia en Dios, y el gran entendimiento de que este mundo es para trabajar y
reparar, lograron cumplir su tarea y comenzar la reparación de la gran alma de Javá,
abriendo así el camino a cada mujer judía, que es una partícula de la “maqueta”
femenina de Javá, así como los hombres lo son de Adam.

1.Para reparar la ingenuidad de Javá y su falta de habilidad para descubrir al malvado,


viene Sará y se da cuenta con rapidez quién es realmente Ishmael, y pide a Abraham
Abinu que lo expulse de la casa y lo aleje de Itzjak, ya que descubrió la mala influencia
que puede ser para él.

Ribká, no cae en las trampas de Esav, quien aunque muestra cara de buen hijo y
servidor de su padre, en verdad es un gran malvado. Por eso no existe un solo
versículo en la Torá donde Ribká dirija la palabra a su hijo Esav, reparando así el
diálogo negativo que tuvo Javá con la serpiente en el Paraíso, ya que Esav es el
símbolo de la serpiente y su ángel es S.M. Y como señal de esto, dice el Zóhar, Esav
nació con una mancha en el cuerpo que tenía la forma de una serpiente.

Leá también sabía cómo era Esav. Nuestros sabios relatan que cuando la gente le
decía: “Dos hijas tiene Labán; dos hijos tiene Ribká. La mayor para el mayor, la menor
para el menor”, y como a ella le tocaría casarse con Esav, lloraba tanto y suplicaba a
Dios que no lo permitiera, hasta tal punto que, de tantas lágrimas, se le cayeron las
pestañas.

Leá y Rajel, a pesar de que Labán era su padre, reconocían y rechazaban sus
cualidades de tramposo, y por ello dijeron a Yaacov que había llegado la hora de huir
de la casa de su padre.

2.La reparación de los celos y la envidia que sintió Javá, (a tal grado que estaba
dispuesta a causar la muerte de Adam con tal de que Dios no le diera

otra mujer), se realizó por medio de casi todas las matriarcas, quienes sufrieron
esterilidad y estuvieron dispuestas a dar a su esposo a la sirvienta para que él tuviera
hijos. Para poder hacer eso, debieron eliminar por completo los celos y la envidia, ya
que, por ejemplo, era muy difícil para una gran dama como Sará, conceder a Abraham
Abinu a una sirvienta; sin embargo, con esto reparó Sará los celos de Javá.
A Rajel y a Leá les tocó la misma tarea y ellas, al igual que Sará, dieron a Yaacov a
otra mujer, que de nuevo se trataba de la sirvienta. Sin embargo, a la cima de la
reparación llegó Rajel, quien después de siete años de ilusión, amor y esperanza de
que Yaacov fuera su marido, el día de la boda se le acercó su papá, Labán, y le
ordenó: “No entrarás tú a la jupá, sino tu hermana Leá. Ella será la esposa de Yaacov.
Después, si Yaacov acepta casarse contigo, compartirás tu matrimonio con tu
hermana”. ¡Imaginemos a qué nivel de anulación de celos tuvo que llegar Rajel para
aceptar una situación así! Fue gracias a ella que se reparó por completo ese aspecto
en el alma de Javá.

3. Las maldiciones que causó Javá, se repararon mediante Ribká, en la famosa escena
en la que ella ordena a Yaacov disfrazarse de Esav y, mediante un engaño, obtiene las
bendiciones de su padre Itzjak. Analicemos este episodio con los lentes de sod, para
comprobar esta reparación: Itzjak era la fuente de la bendición, ya que tiene
bendiciones especiales que quiere trasmitir. Ribká viene a reparar a Javá, Yaacov a
Adam y Esav representa a la serpiente.

La serpiente (Esav) quiere obtener de nuevo las bendiciones y mantener así a Adam
(Yaacov) en su condición de maldecido. Javá (Ribká) quiere reparar su culpa por
causar las maldiciones; por eso planea un engaño a fin de obtener las bendiciones. Y lo
hace por medio de una trampa, de la misma forma que la vez anterior, la serpiente la
engañó y le ocasionó las maldiciones. Por ello ordena a Adam (Yaacov) disfrazarse de
Esav (serpiente) e ir a la fuente de las bendiciones a recuperarlas.

Por eso en la Torá está escrito: “Y dijo Ribká a Yaacov: Y esta vez, hijo mío,
escúchame” (Bereshit 27:8). Y la pregunta es: ¿acaso el buen hijo Yaacov no siempre
la escuchaba? ¿Por qué le dice: “esta vez escúchame”? Según lo descrito antes, se
entiende, ya que Ribká (Javá) le está diciendo a Yaacov (Adam): “La vez pasada fuiste
castigado por escucharme. Ahora te pido que me escuches para que se realice la
reparación”, y por tal razón culmina diciendo: “Sobre mí está tu maldición, hijo mío”
(Bereshit 27:12), que traducido literalmente significa “Si tu padre te maldice, que esa
maldición caiga sobre mí”. Pero de acuerdo con el sod, lo que ella le dijo fue: “Sobre mí
está tu maldición”, refiriéndose a la maldición que le causó en el Paraíso.

Por eso ella viste a Yaacov con una prenda muy especial, la vestimenta favorita de
Esav. Una vez más, con la visión literal, se entiende que lo que ellos buscaban
mediante esta vestimenta era engañar a Itzjak; sin embargo, un análisis profundo indica
que es más que eso, pues tal vestimenta, Esav la obtuvo matando a Nimrod y él a la
vez la heredó de su abuelo Jam, quien la recibió de Nóaj, y así, desde Adam Harishón.
Esta prenda fue la que le hizo Dios a Adam después de cometer el pecado, como dice
el versículo: “E hizo Dios a Adam y a Javá túnicas de piel y los vistió” (Bereshit 3:21).
Así que ponerse la vestimenta que fue entregada a Adam y a Javá después de pecar,
simbolizaba la intención de reparar aquel momento.

E incluso la comida que ofrece Yaacov a Itzjak para obtener las bendiciones también
tiene que ver con la fruta prohibida del árbol del conocimiento del bien y del mal. Ya
que en la Guemará hay varias opiniones respecto a cuál era ese fruto; unos dicen que
se trataba de uvas y otros dicen que se trataba de trigo fermentado como pan, por ello
dice la Torá: “Y trajo Yaacov a su padre pan y vino” (Bereshit 27:17, 25), procurando
así que con el mismo fruto con el que se pecó y se ocasionaron las maldiciones, esta
vez se recibirán las bendiciones.

Ahora podemos entender por qué cuando Yaacov se acerca a Itzjak, que ya estaba
ciego, éste dice: “Mi hijo huele al Paraíso” (Bereshit 27:27); y aclaran nuestros Sabios
que Yaacov en verdad tenía un fuerte olor a chivo de los que se apresuró a preparar
para Itzjak, y ése no era el olor del Paraíso. Lo que Itzjak quiso decir fue: “Huelo la
reparación al pecado cometido en el Paraíso”.

De acuerdo con esta explicación, Itzjak no era tan inocente ni fácil de engañar, sino que
todos estos acontecimientos fueron sucediéndose para crear una escena igual a la del
Paraíso en el momento del pecado y pagar al tramposo (la serpiente) con su propia
moneda, y recuperar así las bendiciones (Zóhar Bereshit 143).

El número de palabras en la bendición que da Itzjak a Yaacov son 27, y el número de


palabras en la maldición que recibió Adam son 27, para hacer la similitud. Además, al
convertir el número 27 en letras, se forma la palabra zaj, que quiere decir “puro”,
“limpio”, para simbolizar así que purificaron y limpiaron la mancha de las maldiciones
(Séfer HaParashiyot). Además, las maldiciones fueron divididas en cuatro partes; por
eso también las bendiciones están divididas en cuatro.

1.“Maldita sea la Tierra que trabajarás…”

2.“Y espinos y ortigas brotarán de ella…”

3.“Con el sudor de tu frente comerás el pan…”

4. “Porque polvo eres…” (“serás pisoteado como el polvo de la tierra, que todos lo
pisan”)

1.“Que te conceda Dios… de la plena fertilidad de la Tierra…”

2.“Y abundancia de cereales y viñedos…”

3.“Serás servido por las demás naciones…”

4.“Que seas el líder de tus hermanos y que se prosternen ante ti los demás…”
4.Para reparar las tres consecuencias causadas por el pecado: a) apagar la luminaria
de Adam, b) impurificar la jalá y c) derramar su sangre, dice la Mishná de Shabat: “Tres
cosas importantes deben cuidar las mujeres: prender las velas de Shabat, separar la
jalá del pan y cuidar las leyes de nidá (pureza familiar). Éstas tres sirven para reparar
las tres faltas de Javá, pues al encender las velas e iluminar la casa se repara el hecho
de haber apagado la luminaria de Adam; al separar la jalá del pan para Shabat se
repara la profanación de la jalá del mundo (Adam); y al cuidar las leyes de nidá (que
son por un derramamiento de sangre –menstruación-) se repara el derramamiento de
sangre que causó Javá a Adam”.

Sará fue la primera mujer en cuidar estas tres leyes. Por eso en su morada se veían
constantemente tres milagros: a) Las velas que milagrosamente se quedaban
encendidas de Shabat a Shabat, lo cual alude a la reparación de la luminaria que fue
Adam; b) Siempre había una bendición en la masa que preparaba, donde lo poco
alcanzaba para muchos, gracias a la mitzvá de jalá que realizaba, reparando así la jalá
del mundo; y c) Constantemente encima de su morada se mantenía una nube divina,
simbolizando así la pureza corporal debida al cuidado de las leyes de nidá, reparando
así el derramamiento de la sangre de Adam.

Cuando muere Sará desaparecieron estos tres milagros y regresaron solamente


después de tres años, cuando Itzjak se casó con Ribká y la lleva a la carpa de Sará, ya
que Ribká también siguió esos pasos y logró también tener la Presencia Divina en su
carpa llena de pureza, gozar de la abundancia del pan y observar las luces de las velas
encendidas de Shabat a Shabat.

Esto continuó más tarde en el Tabernáculo, donde en el espacio denominado Kodesh


había tres utensilios: a) La menorá, que eran las velas y de las cuales

una de ellas llamada Ner Hamaaraví, milagrosamente se mantenía encendida de


Shabat a Shabat; b) La mesa con los doce panes, que se mantenían frescos de
manera milagrosa toda la semana y c) El altar del incienso, que con su humo formaba
la imagen de una nube, haciendo alusión a la Presencia Divina en el lugar. Este
espacio en el Tabernáculo (y posteriormente en el Templo) hacía alusión a la carpa de
nuestras matriarcas, con su vela, pan y nube divina, los cuales simbolizaban la
reparación de los tres errores de Javá.

5.Para reparar el orgullo de Javá y su atribución personal de haber creado un ser, al


traer un bebé al mundo y utilizar la palabra Kaniti Ish, es decir, “Yo he adquirido un
hombre”, sin atribuírselo a Dios y agradecérselo, las matriarcas reparan de la siguiente
manera: primero, todas fueron estériles (también Leá era estéril, sólo que Dios se
apiadó pronto de ella) para que entendieran que un hijo no es producto de una mujer
sino un regalo de Dios, pagando así la presunción de Javá; segundo, después de tener
hijos, es muy notable cómo los nombres que ellas eligen implican una relación con
Dios:

Con esta gran atribución a Dios repararon nuestras matriarcas el “Kaniti ish” de Javá.

Los patriarcas comenzaron el camino de reparación para Adam y en esa vía estamos
todos los hombres del pueblo de Israel; las matriarcas comenzaron la reparación de
Javá, y en ese camino están todas las mujeres de Israel. Por este motivo cuando
bendecimos a un hombre, decimos: Mi Sheberaj Avotenu…, “El que bendijo a nuestros
patriarcas Abraham, Itzjak, Yaacov…”, y cuando bendecimos a una mujer decimos: Mi
Sheberaj Imotenu…, “El que bendijo a nuestras matriarcas Sará, Ribká, Rajel y Leá…”,
y separamos así el texto de la bendición, no porque las mujeres no sean dignas de ser
bendecidas por los patriarcas, o que los hombres no sean dignos de ser bendecidos
por las matriarcas, sino que, como se trata de dos maquetas, dos fuentes de almas, se
bendice a cada uno por su canal, los hombres por el canal de los patriarcas

hasta Adam y las mujeres por el canal de las matriarcas hasta Javá.Itzjak = Tzejok Asa
li Elokim, “Alegría me causó Dios”Reubén = Raá Hashem, “Me observó Dios”Shimón =
Shamá Hashem, “Me escuchó Dios”Yehudá = Odé Et Hashem,“Agradezco a
Dios”Yosef = Yosef Hashem, “Ojalá me agregue Dios otro hijo”Dan = Danani Elokim,
“Me juzgó para bien Dios”Isajar = Natán Hashem sejarí,“Me recompensó Dios”

Cáin y Hébel

Cáin y Hébel representan la primera generación de seres humanos nacidos en el


mundo y, al igual que sus padres, contenían almas muy potentes (especialmente según
la versión en la Guemará, porque nacieron en el Paraíso). Para entender sus faltas,
resumiremos brevemente sus historias.

Cáin nació con una gemela, llamada Kalmaná, como se insinúa en el texto con la
palabra Et, que en lenguaje bíblico indica agregar algo o a alguien más.

Por ello en el versículo que dice que Javá tuvo a Cáin se lee: Vatéled et Cáin, lo cual
señala que había alguien más además de él, su gemela. Pero cuando habla del
nacimiento de Hébel, dice el versículo: Et Ajiv et Hébel, indicando así que con Hébel
nacieron dos gemelas (Bereshit Rabá 22:). Esto provocó mucha envidia a Cáin contra
Hébel y deseaba quitarle a una de sus gemelas, llamada Valvira.

Después de 52 años, deciden presentar una ofrenda a Dios. Cáin lleva frutos simples,
de baja calidad, como ofrenda, y Hébel lleva de lo mejor de su ganado.

Dios aceptó la ofrenda de Hébel y mostró un acercamiento a Hébel y no a Cáin, lo que


incrementó sus celos al grado de transformarse en odio mortal contra su hermano.
Además, esto ocasionó que Cáin renegara de Dios y dijera: “No hay justicia ni juez”
(Yonatán Ben Uziel, Bereshit 4:8).

A su vez, Hébel también falla, ya que en el momento en que Dios asciende,


simbolizando así que acepta su ofrenda, en lugar de bajar los ojos en señal de respeto,
levanta la vista para ver la Presencia Divina. Además de esto, nuestros Sabios
atribuyen a Hébel otra falla: mostrar soberbia ante su hermano cuando Dios aceptó su
ofrenda (Tikuné Zóhar 69a).

Para tratar de disminuir las peleas entre ambos, acordaron dividir el mundo entre los
dos. Los terrenos pertenecían a Cáin, lo que lo convierte en agricultor, y Hébel sería
dueño de todos los animales, lo que lo convierte en pastor.

Eso al contrario de ayudar empeoró la situación y provocó la pelea. Cáin dijo a Hébel:
“No pises la tierra”, a lo que contestó Hébel: “No te vistas con la lana y el cuero de mis
animales”. Como sabemos, esta pelea terminó cuando Cáin asesinó a Hébel.

Moshé Rabenu repara a Hébel

La reparación se realiza aproximadamente 2400 años después, cuando Hébel regresa,


ni más ni menos que como Moshé Rabenu, quien al igual que Hébel también fue
pastor.

Eso está insinuado en las letras que componen en hebreo el nombre de Moshé, que
forman la siguiente frase: “Fue el reparador de Hébel”.

Todos conocemos el episodio en el que Dios se le aparece a Moshé en la zarza


ardiente. Lo primero que hace Moshé es bajar la vista como señal de respeto; así
repara el acto de Hébel de levantar los ojos. Incluso durante toda la historia de Moshé
siempre cuidó que el pueblo no alzara la vista hacia la Presencia Divina, especialmente
en el momento de la entrega de la Torá, cuando aleja a todos y les advierte que nadie
debe atreverse a mirar la Presencia de Dios. Posteriormente, cuando él mismo quiso
elevarse y observar, no lo hizo sin antes pedir permiso, como lo señala la Torá, cuando

leemos que Moshé pidió a Dios: Arheni na et kebodeja, “Permíteme, por favor, Dios,
ver tu honor”. De esta forma repara Moshé Rabenu por completo aquella falla de Hébel.

Además, cuando Dios le habla desde la zarza y le dice que él será el líder que salvará
al pueblo de Israel, Moshé se niega, y uno de los argumentos que utiliza para no ser el
elegido es que tiene un hermano mayor y teme una posible reacción de celos y envidia.
Por eso, pide a Dios que sea Aharón el líder y no él. Explica el libro Shem Uneshamá
(pág. 292) que la sensación que invade a Moshé en esos momentos de temor a la
reacción de su hermano mayor, no se debía a una mala relación entre ellos, sino a su
vida pasada, en la cual perdió la vida por los celos y la envidia de su hermano mayor,
algo que no quería que se repitiera en esta vida. Sólo cuando Dios lo tranquilizó
diciéndole: “Te prometo que Aharón no se enojará y se alegrará…” es que Moshé
acepta la misión.

Respecto al orgullo y la soberbia de Hébel, testimonia Dios sobre Moshé: Vehaish


Moshé Anav… (Bamidbar 12:3), “Y Moshé era muy humilde más que cualquier persona
de la Tierra”, para indicar la reparación del orgullo y la soberbia que había sentido. Pero
además de la reparación personal, debe Moshé, es decir, Hébel, ser un medio de
reparación para Cáin, ya que con él y contra él ocurrieron las fallas.

Cáin: egipcio, Itró y Kóraj

Cuando Cáin fue juzgado por Dios después de asesinar a su hermano, reconoció su
culpa diciendo: Gadol Avoní Minesó, “Es demasiado grande mi pecado para ser
cargado” (Bereshit 4:13). Explican nuestros Sabios que lo que realmente quiso decir es
que era tan grande la tarea de reparación que no podría cargarla un solo ser, sino que
requería ser dividida entre varios.

Por tanto, explica el Arizal (Kabanot HaArizal 46:2), el alma de Cáin se dividió en tres:
su nefesh reencarnó en el egipcio que mató Moshé, ya que el nefesh simboliza la parte
de la acción y por eso tenía que pagar por el acto de asesinato; el rúaj de Cáin regresó
en Kóraj, ya que en el rúaj están los sentimientos y tenía que reparar los celos y la
envidia; y su neshamá reencarnó en Itró, quien vino a reparar los pecados hacia Dios,
pues la neshamá simboliza la fe profunda y la creencia completa en Dios.

Todo esto está insinuado en la frase que dijo Lémej, quien mató por accidente a Cáin:
Shivataim Yucam Cáin (Bereshit 4:24). Resulta muy difícil explicar estas tres palabras
literalmente pero según el sod contienen un secreto muy grande: Shivataim indica que
en la séptima generación del judaísmo, es decir, en la época de Moshé Rabenu,
Yucam Cáin, se levantará Cáin…; esto es, reencarnará para reparar. Y también está
insinuado en quién reencarnará, pues la palabra Yucam contiene en hebreo las
iniciales de “Itró, Kóraj, egipcio”.

Sin embargo, para entender estas palabras del Arizal de manera más detallada,
desglosaremos la vida de cada uno de ellos y su forma de reparación.

Cáin -el egipcio

En Egipto, cuando estuvimos esclavizados, el sistema de organización era de la


siguiente manera: un egipcio estaba encargado de diez capataces hebreos, y a la vez
cada capataz hebreo estaba encargado de diez esclavos. El egipcio se encargaba de
despertar por la mañana a los diez hebreos y éstos se encargaban de poner a trabajar
a sus obreros; si los obreros no terminaban el trabajo, los capataces eran castigados
por el egipcio.

El Midrash relata que un día entró un egipcio a la casa del capataz Datán y, al
despertarlo, observó a su esposa, Shulamit, y la deseó. Al día siguiente, madrugó para
despertar a Datán y mandarlo a trabajar, y el egipcio se quedó

con su esposa. Durante el día, el egipcio intentó matar a Datán haciéndolo parecer que
no cumplía con su labor de encargado del trabajo, lo golpeó fuertemente con el fin de
matarlo para quedarse en definitiva con su mujer. Justo ese día, relata la Torá, salió
Moshé a ver a sus hermanos y vio a un egipcio atacando a un hebreo, es decir, era el
egipcio que golpeaba a Datán. Dice la Torá que Moshé miró “hacia acá y hacia allá”,
cuya traducción literal es que miró hacia todos lados para asegurarse de que nadie lo
observaba. Pero el sod verdadero es que observó lo que estaba pasando ahí y vio que
era una continuación de lo que había pasado allá, en la reencarnación pasada, donde
Cáin (el egipcio) falló por codiciar a la mujer del prójimo (la gemela de Hébel), y ahora
estaba dispuesto a asesinar de nuevo para una vez más quitarle al prójimo su pareja.

Esto está insinuado de manera interesante cuando la Torá dice que salió Moshé “a ver
a sus hermanos y vio a un egipcio…”, para indicar así que el egipcio era hermano de
Moshé, no en esta vida, sino en la anterior. Por tanto, Moshé decide matarlo, cobrando
con su muerte el asesinato, y lo entierra como Cáin enterró en la tierra a Hébel. De esta
forma repara el nefesh de Cáin.

Cáin-Itró

A raíz de que Moshé mató al egipcio, necesitaba huir de Egipto, ya que Paró lo
perseguía por eso. Después de un tiempo, Moshé llega a Midián, donde junto al pozo
defiende a las hijas de Itró, en una disputa que tenían con los demás pastores. Debido
a la ayuda, Itró pide a sus hijas que lo inviten a comer y quizás una de ellas podría
casarse con él. Así sucede y Moshé se casa con su hija Tziporá. Entre Moshé e Itro se
inicia una relación. Moshé es pastor del ganado de Itró y a cambio éste le permite vivir
en su casa.

Cuando Moshé recibe la orden de Dios de regresar a Egipto para liberar al pueblo de
Israel, se lleva a su esposa y sus dos hijos. Sin embargo, en la

frontera la libera y le ordena que regrese a casa de su padre, ya que a él le espera en


Egipto una gran tarea y no podrá atenderlos. Cuando Moshé y el pueblo estaban ya en
el desierto, Itró toma a su hija y sus dos nietos y los lleva de vuelta a Moshé. Al llegar,
ve las maravillas de Dios y decide convertirse, creer en Él, ofrendar holocaustos para
agradecer a Hashem, e incluso da a Moshé el gran consejo del sistema judicial para el
pueblo de Israel.
Todos estos actos de Itró vinieron a reparar la neshamá de Cáin, e incluso uno de los
sobrenombres de Itró es Kení que, según el sod, proviene de la palabra Cáin. Es decir,
era también llamado “el kainita”.

A continuación, desglosaremos cada parte de la historia de Itró y cómo repara la falla


de Cáin.

En primer lugar, ya que Cáin (Itró) mató a Hébel (Moshé), a Itró se le presenta la
oportunidad de salvar la vida de Moshé, y eso sucede cuando Moshé era un bebé
criado en el palacio de Paró. Cuenta el Midrash que cada vez que Paró tomaba en sus
brazos al pequeño Moshé, el niño le quitaba la corona y se la ponía él. Al principio, a
todos les parecía gracioso, pero al crecer se convirtió en algo anormal, por lo que los
consejeros advirtieron a Paró que tuviera cuidado, pues al parecer éste era el niño que
temían que naciera, y sería el que le quitaría la corona. Esa opinión se difundió tanto
que todos sus consejeros pensaron que debía matar al niño. Pero de forma extraña, un
consejero de Midián, llamado Itró, que aparentemente no tenía nada que ver con
Moshé, se opuso y alegó que el niño simplemente se sentía atraído por el color y que,
si ponían un plato con brasas ardientes frente a él, verían que también intentaría
tocarlas atraído sólo por el color. De esta manera, Moshé es salvado por Itró, lo cual
verdaderamente repara ya que Cáin (Itro) da vida a su hermano Hébel (Moshé).

Además, según la Cabalá, Tziporá, era el alma de la segunda gemela de Hébel, que le
fue arrebatada por Cáin. Por este motivo, de las siete hijas de Itró, Moshé Rabenu fue
atraído sólo por Tziporá, ya que ella es su pareja, su gemela. Y eso lo insinúa la Torá
en el versículo que narra esta escena: Vayohel Moshé lashébet et aish vaitén ló et
Tziporá; como recordarán, el doble et indicaba a las gemelas. Por eso se repitieron
también aquí, para señalar que Tziporá es también la reencarnación de esa gemela.

El Midrash relata que le costó muchísimo a Itró aceptar ese matrimonio, pues se había
enterado de que Moshé era perseguido por Paró, e Itró no quería problemas con Paró.
Por tanto, durante diez años evitó la unión, manteniendo a Moshé como cautivo en su
sótano, tomando así el camino de en medio: “No lo entregué a Paró para que lo
matara, pero tampoco lo liberé”. Sin embargo, el motivo provenía de más allá, ya que
en su vida anterior él le había quitado a Tziporá (la gemela) a Moshé (Hébel). Así que
le costaba mucho esfuerzo devolvérsela.

Pero Itró lo supera; se la entrega para que se case con su “alma gemela”, y no
solamente eso, sino que después de que Moshé la envió de regreso a su padre y,
aclaran nuestros Sabios, se divorció de ella para poder cumplir su misión, Itró la lleva al
desierto y se la regresa una vez más, para afirmar la reparación por habérsela
arrebatado originalmente.
Esto está insinuado de manera increíble en la frase que dice Itró a Moshé antes de
llegar al campamento en el desierto: “Yo, tu suegro Itró…, vengo y te traigo a tu
esposa” (Shemot 18:6). Nuestros Sabios indican que según el sod las iniciales en
hebreo de la expresión “Yo, tu suegro Itró…” forman la palabra “mi hermano”, de esta
manera nos insinúa la Torá que Itró es el hermano de Moshé; claro, no en este viaje.

Cuando Moshé se casa con Tziporá se inicia una sociedad entre él y su suegro, es
decir, entre él y su “hermano”, en donde Moshé es su pastor e Itró le da la facilidad de
vivir en sus terrenos, reparando así la pelea que tenían como hermanos, donde Hébel,
el pastor, no permitió a Cáin tener o utilizar ganado, y Cáin a su vez no le permitió pisar
su tierra. Pero ahora, en este viaje, son socios y comparten terreno y ganado.

A partir del acercamiento a Moshé, Itró emprende un camino hacia Dios hasta que
termina creyendo en Él plenamente y diciendo una frase, en la Torá, que solamente él
podía pronunciar: “Ahora sé que Dios es el más grande de todos los dioses” (Shemot
18:11). Sólo Itró, que sirvió a tantos ídolos y dirigió tantas religiones y sectas, pudo
llegar a decir que el Dios del pueblo de Israel es el único verdadero Dios y de esta
forma reparó el ateísmo de Cáin. Además, agrega el Baal HaTurim (Parashat Itró) que
el valor numérico del nombre “Itró” suma 616, al igual que la frase “Era sacerdote de
idolatría…”; también suma así la palabra “La Torá”, para indicarnos que Itró se pasó de
un polo al otro: de ser sacerdote de idolatría a recibir la Torá.

Y al aconsejar a Moshé que nombrara jueces de mil, de cien, etc., crea así el sistema
judicial en el pueblo de Israel y repara por completo la frase de Cáin: “No hay juicio ni
juez”.

Al llegar al campamento del pueblo de Israel e involucrarse con ellos, dice la Torá: “Y el
suegro de Moshé ofrendó holocaustos y sacrificios a Dios” (Shemot 18:12) para reparar
así las malas ofrendas que presentó como Cáin, ya que esta vez ofreció sacrificios en
cantidad y de calidad. Y conforme a esta explicación, entendemos ahora por qué,
después de sacrificar, dice la Torá: “Y se sentaron Itró y Aharón y todos los sabios a
comer…”. Preguntan nuestros Sabios por qué Moshé no se encuentra en la lista de los
comensales y su respuesta asombra un poco más, ya que afirman nuestros Sabios que
Moshé fue el mesero.

Y yo me pregunto: ¿acaso es correcto que el gran rabino de Israel figure en esa comida
como mesero? Pero creo que la explicación, con base en el sod, es que Moshé lo hizo
para reparar su propia falta como Hébel, ya que en su vida pasada, después de que su
hermano acercó ofrendas “baratas”, él sintió soberbia y por eso, ahora, que su
“hermano” Itró ofreció de lo mejor, se doblegó ante él y le sirvió como mesero. De esta
forma, Cáin repara su sacrificio inadecuado y Hébel su orgullo.

Cáin-Kóraj
Kóraj vino a reparar el rúaj de Cáin y a propósito lo dejé hasta el final, ya que este caso
representa una reencarnación que no cumplió con su misión y, por tanto, necesita
regresar una vez más. Analizaremos paso a paso.

Kóraj era primo de Moshé y, en el momento que fue nombrado su otro primo Elitzafán
hijo de Uziel, como el príncipe de la familia de Keat, de la tribu de Leví, se inconformó
por haber sido ignorado, ya que por sucesión familiar —era mayor que Elitzafán— le
correspondía ese cargo. Esto despertó en él celos y envidia hacia sus primos mayores
Moshé y Aharón, por lo que inició una rebelión dentro del pueblo de Israel hasta llegar
a exigir el puesto de Sumo Sacerdote que había recibido Aharón, argumentando que
era más digno que él. Moshé, por su parte, intentó rebajarse e ir hacia Kóraj y a las
carpas de los rebeldes, con tal de que Kóraj superara la envidia y no cometiera un
grave error. Pero eso no ayudó hasta que dijo Moshé: “Hagamos una prueba.
Presentemos como ofrenda a Dios una pala de incienso y Él elegirá al verdadero sumo
sacerdote. Y para los malvados que incitaron esto, se abrirá la tierra y se los tragará”.
Esta historia terminó con la elección de Aharón y con la muerte de Kóraj y sus
seguidores, que fueron tragados por la tierra.

Como dije al principio, este caso es una falla en la reparación, ya que Kóraj vino a
reparar el rúaj de Cáin, que representa los sentimientos. En esa ocasión

fueron los celos y la envidia que Cáin sintió al preferir Dios a Hébel. Por esto, en esta
vida, Kóraj viene con una alta dosis de celos y envidia, que es liberada al ver a su
primo Moshé gozando de una mayor cercanía a Dios que él. Esta escena, preparada
por Dios, equivalía a la que enfrentó en su vida pasada y en la cual falló. Esta vez tenía
que superarla. De haberlo logrado, aclaran nuestros Sabios, Kóraj habría alcanzado un
nivel muy alto, casi como el de Moshé, ya que espiritualmente eran hermanos también
en ese nivel, pero al fallar de nuevo, se provocó el mal y la amargura para sí mismo, y
perdió la vida.

Explica el Arizal (y otros comentaristas) que lo anterior está insinuado en un juego de


números y letras, de la siguiente forma: en el salmo de Tehilim (Salmo 92:1), escrito
por Moshé (y recopilado por David HaMélej), leemos Mizmor shir leyom haShabat,
cuyas iniciales en hebreo forman la palabra LeMoshé, que significa “salmo escrito por
Moshé”. En ese salmo insinúa Moshé la grandeza de Kóraj, cuando afirma sobre él
Tzadik katamar ifraj, que es la frase que alude a todo gran justo, ya que se le compara
con la palmera porque contiene muchísimas bendiciones. De su fruto (el dátil), se dice
la bendición de aetz, por su miel, shehakol; por su palmito, hadamá; por sus palmas,
Sucá, y lulav. Así como la palmera, el tzadik, está lleno de bendiciones.

En hebreo, las letras finales de esta frase forman la palabra Kóraj, para insinuar así,
dice el Arizal, el aprecio y el reconocimiento al gran nivel espiritual que tenía Kóraj, el
cual equivalía potencialmente al de Moshé. Por eso, si tomamos el nombre completo
de Moshé con su apellido —en esa época no se usaban apellidos como los de hoy,
sino las expresiones “hijo de…” o “nieto de…”—, y el de Kóraj con su ascendencia, las
iniciales de ambos contienen el mismo valor numérico, lo que insinúa que en su inicio,
es decir, potencialmente, ambos eran iguales. Además, el total de ese valor numérico,
que es de 240, forma en hebreo la palabra “altura” y volteando las letras forman la
palabra “amargura”, lo que señala que esa potencia, bien aprovechada, nos lleva hasta

lo más alto, como en el caso de Moshé. Pero al no aprovecharla bien causa amargura,
como en el caso de Kóraj.

Éste es el motivo por el que Moshé se dirige a él como “hijo de Leví” y no como “Kóraj”,
ya que también Moshé es descendiente de Leví, para insinuar así la relación fraternal
que había entre ellos, pues ambos son descendientes de Leví.

Kóraj no trabaja sobre su defecto de los celos y empieza a difamar a Moshé; en una de
sus peores difamaciones lo culpó de ser orgulloso, y en una peor aún, lo acusó de
sostener relaciones con mujeres casadas.

La verdad es que nunca entendí por qué eligió Kóraj estas acusaciones y no otras.
Pero al entender ahora que Kóraj es la reencarnación de Cáin, las cosas quedan
claras. Ya que Hébel era orgulloso, como mencionamos, Kóraj sigue culpando a Moshé
(Hébel) de lo mismo, queriendo decir: “Tampoco tú reparaste” y la acusación de tomar
la mujer del prójimo tiene su origen en el propio defecto de Koraj en su vida pasada,
como indican nuestros Sabios con la regla: Kol aposel bemumó posel (Kidushín 70a),
“El que difama al otro expresa en verdad su propio defecto”.

Al ver Moshé que Kóraj no está reparando al alma de Cáin, entiende que la misión de
su “hermano” terminó y, por tanto, su final consistirá en ser tragado por la tierra, no sólo
porque cuando fue Cáin, quiso ser el dueño de toda la tierra, sino porque la Torá aclara
que cuando él asesinó a Hébel, la tierra abrió su boca y tragó la sangre de Hébel, pero
esta vez lo tragaría a él.

Además, la Guemará relata que se escuchaban los gritos de Kóraj y sus seguidores
desde el fondo de la tierra clamando a Dios. Esto se asemeja a lo que reclamó Dios a
Cáin: “Las voces de las sangres de tu hermano claman a Mí desde el fondo de la tierra”
(Bereshit 4:10).

Me había quedado con la duda de quién fue quien vino a realizar la misión de Kóraj y
finalizar la reparación de Cáin, hasta que, con la ayuda de Dios, fui informada de la
lectura de un Yehudi en el libro del Ben Ish Jay, Aderet Eliahu, parashat Kóraj, en
nombre de Rabí Jaim Vital, que Kóraj reencarnó en el profeta Shemuel, y esta frase
abrió un camino de investigación en otros libros. Aquí se les presento un resumen.
Rabí Eliézer sostiene (en una discusión que sostiene con Rabí Akivá) que, aunque
Kóraj bajó al Sheol (por decirlo así, el sótano número 6 en el infierno) tiene oportunidad
de volver a reparar. Rabí Eliézer se basó en el versículo que pronunció Janá, la madre
del profeta Shemuel en su cántico para agradecer a Dios por el nacimiento de su hijo:
Hashem Morid Sheol Vayaal, “Dios baja a algunos al Sheol y después les da permiso
de subir” (Shemuel 2:6). No es casual que Rabí Eliézer basara la reparación de Kóraj
en un versículo dicho sobre el profeta Shemuel, ya que éste vino a repararlo. Y si
resumimos la vida del profeta Shemuel, veremos la increíble reparación.

En primer lugar, fue el servidor del sumo sacerdote Elí. Si agregamos aquí lo que vi
escrito en nombre del libro Shemen Tov (pág. 148), que Elí era la reencarnación de
Aharón HaCohén (como ampliaremos en el capítulo correspondiente), resulta que
Kóraj, quien envidió el puesto de Aharón (ya que quiso ser el sumo sacerdote), terminó
como su sirviente, para reparar así los celos y la envidia de Cáin y de Kóraj.

Además, ahora había que reparar también el acto de hacer pecar a los demás que
causó Kóraj yendo de carpa en carpa para difamar a Moshé y provocando en el pueblo
dudas sobre sus palabras y sus leyes. Para reparar eso, el profeta Shemuel fue el
único líder del pueblo de Israel que no tuvo hogar, ya que pasó toda su vida recorriendo
las ciudades y aldeas, también yendo de casa en casa ofreciendo su ayuda espiritual, y
reparando así la actitud negativa de Kóraj.

Para “cerrar el círculo”, dijimos al principio que Lémej fue quien mató a Cáin
accidentalmente y el que ya profetizó que reencarnaría en tres personas, cuyas
iniciales formaban la palabra Yucam. Entendemos ahora por qué el profeta Shemuel
temía muchísimo que el rey Shaúl lo matara, a tal grado que tuvo que ungir al Rey
David a escondidas, pues Lémej reencarnó en el primer rey de Israel, Shaúl, cuyo
nombre en hebreo forma las mismas palabras: Lémej = Mélej. Y ya que Lémej mató a
Cáin, Shemuel temía que el reyShaúl (Lémej) volviera a matarlo a él, pues, al fin y al
cabo, era Cáin.

Vemos en este caso cómo una persona que logra reparar su alma alcanza la grandeza
perdida, y la grandeza que Kóraj perdió como el gran líder que pudo ser para el pueblo
de Israel fue recuperada, mediante su reparación, como Shemuel. Fue debido a eso
que el Rey David escribió en Tehilim: Moshé veAharón…uShmuel… (Salmo 99).
Explican nuestros Sabios que en este salmo el Rey David coloca en la misma categoría
a Moshé, a Aharón y al profeta Shemuel. Es una insinuación más que el potencial mal
aprovechado de Kóraj fue realizado por Shemuel.

La Familia de Abraham Abinu

Sabemos que un gran justo tiene el privilegio de pedir a Dios que se apiade de todos
los que están cerca de él y que les dé la oportunidad de reparar. Abraham Abinu fue
uno de los seres humanos más queridos por Dios y, de la misma forma que en vida
logró salvar a su sobrino Lot de la destrucción de Sedom solamente debido a sus
méritos, en un sentido espiritual, cuando Abraham Abinu llegó al Mundo Venidero,
solicitó que toda su familia tuviera el honor de regresar a reparar para alcanzar el
Mundo Venidero junto con él.

Resumiremos rápidamente el entorno familiar de Abraham Abinu para conocer la


historia inicial de cada miembro y así entender mejor la reparación que le correspondió
realizar.

El padre de Abraham Abinu se llamaba Téraj, y su madre Amtelai Bat Carnebó.


Tuvieron tres hijos: Abraham, Najor y Arán; este último tuvo a su vez dos hijas y un hijo:
Sará, Milcá y Lot. Abraham Abinu se casa con su sobrina Sará y Najor con su sobrina
Milcá.

Téraj-Iyob

Téraj era consejero del rey Nimrod y un gran idólatra. El primer fabricante y vendedor
de estatuas. El rey Nimrod le dijo a Téraj que los astrólogos de su corte le habían
advertido que él iba a tener un hijo problemático para el imperio, por lo que le ordenó
que al nacer su hijo se lo entregara para matarlo.

Al principio Téraj intentó evitar cumplir la orden y entregó al rey Nimrod un bebé de una
de sus sirvientas. Pero cuando Abraham Abinu creció y rompió las estatuas, entendió
Téraj que el rey Nimrod tenía razón y entregó a su propio hijo para que fuera lanzado a
la hoguera.

En el libro Shaar HaGuilgulim (Cap. 50) se nos revela que Téraj reencarnó como Iyob
para reparar su pecado. Por ello también Iyob fue consejero de Paró y se sometió a
una pregunta parecida a la de Nimrod, pero esta vez planteada por Paró: “Los
astrólogos me advirtieron que va a nacer entre los hebreos un niño problemático para
el imperio egipcio. Por tanto, quiero saber qué debo hacer”. Sus consejeros eran tres:
Itró, Bilam e Iyob. Itró dijo: “No te metas con el pueblo hebreo”; Bilaam dijo: “Comienza
una esclavitud y masácralos”. Hasta aquí, por decirlo de alguna manera, la balanza
estaba pareja, por lo que el desempate de la decisión recayó sobre Iyob. Sin embargo,
no es casualidad que haya sido así, ya que en verdad era un examen de reparación, ya
que él fue quien entregó a Abraham Abinu a la muerte. Y la pregunta ahora es si
entregaría de nuevo a los descendientes de Abraham Abinu a su muerte o los salvaría
para reparar su error anterior.

Iyob se quedó callado, no opinó, lo que lo colocó en una posición intermedia, en la cual
no falló, pero tampoco reparó. Ya que Iyob desaporvechó la oportunidad de reparación,
eso ocasionó que Dios procediera a realizar, por decirlo así, el “Plan B”, que fue sacar
al pueblo de Israel de Egipto gracias a Iyob.

Antes de explicar esto con mayor detalle, basándome en lo escrito en el Zóhar (Shemot
46a), cabe preguntar: ¿cómo puede ser que en los 24 tomos de nuestra Biblia figure un
libro que habla de Iyob, si es prácticamente la historia de un no judío? Se supone que
nuestras Sagradas Escrituras abordan sólo personajes que de alguna u otra forma
están relacionados con nuestro pueblo o nuestra historia. ¿Cómo entró a nuestra Biblia
Iyob? Esta pregunta se hace más amplia cuando leemos en la Guemará (Babá Batrá
14b) que el libro de Iyob fue escrito por Moshé Rabenu. Esto lo convierte en un texto
muy especial y exige una profunda explicación.

La respuesta está en el Zóhar, en donde se señala que Dios tuvo “cierta” dificultad para
sacar al pueblo de Israel de Egipto, ya que Dios siendo el Rey de la Justicia creó un
sistema de tribunal celestial en el que cada asunto es decidido por medio de un juicio,
en el que hay acusadores y defensores.

Cuando Dios decidió sacarnos de Egipto, sabía que los acusadores tenían argumentos
válidos para que eso no ocurriera. Por ejemplo, aún no pasaban los 400 años de
esclavitud como había prometido Dios, y además éramos idólatras y habíamos caído
hasta el nivel 49 de impureza, lo que no nos diferenciaba mucho de los egipcios. Y si
agregamos el hecho de que dejamos de hacernos el berit milá, los acusadores
ganarían el juicio y no podríamos salir de Egipto.

Ya que el tribunal celestial es similar al tribunal terrenal, la única forma de ganar un


juicio de este tipo es logrando que los acusadores no se presenten al

juicio de forma que sólo aboguen los defensores y ganar el juicio por “default”. Éste es
el secreto del juicio del Día de Kipur, pues hay un solo día al año en que los
acusadores están ocupados en una batalla de poderes a fin de obtener su energía para
todo el año. Ése día Dios estableció el juicio del pueblo de Israel, para poder juzgarlos
sin muchos acusadores. Eso está insinuado en la palabra “acusador” que en hebreo se
dice hasatán y sunvalor numérico es 364, para indicar que ellos acusan 364 días al año
con excepción de un día de los 365 que tiene el año. Ése es el día de Kipur.

Bajo el mismo criterio nos sacó Dios de Egipto. Sobre los siguientes versículos de Iyob:
“Y vinieron los hijos de Dios delante de Él, y vino también el Satán entre ellos. Y le
preguntó Dios al Satán: ¿Te das cuenta que no hay hombre como mi querido servidor
Iyob, perfecto, recto, temeroso de Dios y alejado del mal?” (Iyob 1:6), explica el Zóhar
que un comentario de Dios como éste donde se vanagloria de un ser humano suele
incitar al Satán para que intente demostrar lo contrario, pues para eso fue creado. Y en
efecto, eso ocurrió, como sigue el versículo relatando: “Y respondió el Satán: ‘¿Acaso
te teme y te ama incondicionalmente? Todo ese amor es debido a la abundancia,
riqueza y bienestar que le diste. Permíteme quitárselos, crearle problemas y
sufrimientos en la vida y verás cómo te abandona. Entonces le dijo Dios: Lo entrego en
tus manos. Házle lo que quieras. Solamente no lo mates” (Iyob, Cap. 1). Finaliza el
Zóhar diciendo: “Mientras el Satán, con todo su séquito, se ‘ocupaba’ de Iyob, Dios
sometió ante el Tribunal Celestial la pregunta respecto a la salida del pueblo de Israel
de Egipto. Y, por ausencia de acusadores, ganaron los defensores”.

Por tanto, gracias a Iyob, salimos de Egipto, y ése es el motivo por el que justamente
Moshé Rabenu escribiera el Libro de Iyob, es decir, como una forma de honrar y agra-
decer a Iyob. Además, los comentaristas sobre el libro Shaar HaGuilgulim agregan
insinuaciones, como un juego de letras y palabras,

para indicarnos el agradecimiento del pueblo de Israel a Iyob mientras cantaban el Az


Yashir, que fue cantado por Moshé Rabenu y todo el pueblo de Israel al salir de Egipto
y que comienza con la frase: “Y vio el pueblo los milagros y creyeron en Dios”, las
iniciales forman el nombre de Iyob.

También la lepra que causó el Satán a Iyob está insinuada en el mismo cántico, en las
palabras: Tiratz oyev, que quiere decir “Ganaste a nuestro enemigo”, en referencia al
acusador, en este caso, el Satán. Y esas mismas letras forman la palabra “la lepra de
Iyob”, indicándonos así que la acusación del Satán fue evitada gracias a la lepra de
Iyob. Así, Iyob con su sufrimiento, repara el alma de Téraj.

Asimismo la idolatría que cometía Téraj con la que arrastraba a los demás fue reparada
por medio de Iyob, por ser él un hombre de muchísima fe y amor a Dios, quien a pesar
de todos los sufrimientos que le causó el Satán no dejó de creer en Dios y se convirtió
en un modelo de apego pleno a Dios bajo cualquier circunstancia. Por ello el libro de
Iyob figura dentro de nuestro Tanaj para dar fuerza a la persona que atraviesa un
momento difícil que podría llevarla a perder la fe en Dios. El libro de Iyob le sirve de
herramienta para superar la prueba y no perder la fe, reparando así la incitación de
Téraj hacia la idolatría.

Ahora entendemos por qué cuando Moshé Rabenu envió a los espías a inspeccionar la
Tierra de Israel, les pidió ver si todavía estaba en ella un árbol: hayesh ba etz. Explican
los comentaristas que no se refería a un árbol, sino a Iyob, ya que es comparado con
un árbol frutal, y además Etz en hebreo se lee también Utz, el lugar del que provenía
Iyob, como lo indica el primer versículo de su libro. Moshé Rabenu sabía que mientras
este hombre justo viviera en la tierra de Israel no podrían conquistarla, ya que sería
injusto guerrear contra quien, sin saberlo, los había ayudado a salir de Egipto.

Con esta reparación además cumplió Dios Su promesa a Abraham Abinu: “Fallecerás y
te unirás con tus padres”, (Bereshit 15:15) es decir, “Daré la oportunidad a tu padre
para que puedan estar juntos en el Paraíso”.
Gracias a Iyob Moshé logró sacarnos de Egipto.

Amtelai-Janá

La madre de Abraham Abinu se llamaba Amtelai, hija de Carnebó y era la única que
apoyaba a Abraham Abinu. La educación que ella le dio lo ayudó a tener una fe tan
grande en Dios que estuvo dispuesto a ser arrojado al fuego con tal de no desafiarlo.
Los Jajamim comentan mucho de lo justa que era, a tal grado que hasta la fecha existe
una segulá que se utiliza para encontrar algo perdido mencionando su nombre: Amtelai
Bat Carnebó.

Pero vemos que no formó parte de la religión iniciada por Abraham, quizá porque no
quiso enfrentarse a su esposo Téraj, y sin querer formó parte de la familia idólatra y
distribuidora de estatuas.

Está escrito en los libros Guilgulé Neshamot (18) y Séder Hadorot que Amtelai
reencarnó en la mujer llamada Janá, famosa por sus siete hijos, como lo relata la
Guemará (Babá Batrá 91a). En la época de Januká, el rey Antiojus arrestó a los siete
hermanos, los hijos de Janá, y los obligó, uno por uno, a prosternarse ante sus dioses.
La Guemará relata con detalle cómo cada uno de ellos mencionaba un versículo
sagrado que indicaba su fe absoluta en Dios y se dejaba matar, hasta que el rey dijo al
séptimo, el más pequeño de ellos: “Te lanzaré mi anillo al piso; inclínate para tomarlo.
Que por lo menos parezca que estás prosternándote”. Pero tampoco aceptó hacer esto
el niño.

Todo esto ocurrió delante de su madre, Janá, cuyos sentimientos se dividieron en dos:
por una parte, vivía el profundo dolor de esa tragedia familiar; pero por otra, estaba
orgullosa de la buena educación que había dado a sus hijos.

Con eso reparó Janá a Amtelai. Incluso yo agrego, que es probable que los siete hijos
de Janá fueran la reencarnación de los siete hijos de Abraham, ya que él tuvo, además
de Itzjak, siete hijos que fueron idólatras y a quienes mandó Abraham Abinu al Lejano
Oriente para separarlos de su hijo Itzjak (los brahmin de la India son sus descendientes
y su nombre proviene de la palabra Abraham).

Esta relación entre Janá y Amtelai es reafirmada por la frase que Janá pronunció antes
de que mataran al último de sus hijos: “Cuando llegues al Cielo, dile a Abraham Abinu:
‘Tú sacrificaste un hijo y yo siete’”. Esta frase no fue dicha casualmente, sino que fue
un mensaje de su madre, Amtelai (Janá), para Abraham Abinu, diciéndole con orgullo:
“Me reparé y reparé a todos tus hijos, educándolos para ser sacrificados como lo hiciste
tú con Itzjak”.

Arán-Aharón
Los hermanos de Abraham Abinu, llamados Najor y Arán, eran los encargados de
vender las estatuas que fabricaba su padre Téraj. Esto ocasionó que Abraham Abinu
se diferenciara de ellos. Cuando Abraham Abinu salió sano y salvo del horno ardiente,
este hecho ejerció un impacto tan fuerte en Arán que decidió abandonar la idolatría y
apegarse al Dios de Abraham. De acuerdo con el Midrash (Bereshit Rabá 38), Arán vio
que la gente creía que el fuego del horno en el que había estado Abraham Abinu era
sólo una ilusión óptica; por tanto, él se arrojó al fuego para ser quemado a fin de que el
milagro realizado por Dios con Abraham Abinu no fuera demeritado.

A pesar de sus buenas intenciones, eso no era lo que Dios quería, ya que el lema del
judaísmo es: “Vivir para santificar el nombre de Dios, a menos que te obliguen a
traicionarlo. Entonces deberás entregar tu vida”. A Arán nadie lo amenazó; por tanto,
no tenía que morir.

El otro hermano de Abraham, Najor, siempre fue idólatra e incluso educó a su familia
por ese camino. Su nieto fue Labán, y como dice el Zóhar (Parashat Vayishlaj) él fue
uno de los brujos más grandes que existieron y utilizó la idolatría y la magia negra para
engañar y afectar a la gente. Ni siquiera el nieto de Labán, Bilam ben Beor, se le
igualaba.

A petición de Abraham Abinu, Dios dio la oportunidad de reparación a sus dos


hermanos y regresaron en una misma generación: la que salió de Egipto. Y fueron ni
más ni menos que Aharón HaCohén, como reencarnación de Arán, y Jur, el sobrino de
Aharón y Moshé, e hijo de Miriam, como reencarnación de Najor. Esto está insinuado
en las letras de Najor que está el nombre Jur y en las letras de Aharón está Arán.

La Torá relata que cuando Moshé Rabenu se preparaba para subir al Monte Sinaí por
40 días, nombró a dos encargados del pueblo de Israel durante su ausencia; fueron su
hermano Aharón y su sobrino Jur. Y dijo a todo el pueblo: “El que tenga algún asunto,
que se aproxime a ellos”.

Después de 40 días, al no bajar Moshé decidieron algunos hacer idolatría y se


aproximaron con esa petición a los dos encargados; la idea empezó a ganar
seguidores, quienes se dirigieron a Jur y lo amenazaron con matarlo si no colaboraba.
Jur, sin embargo, no dudó ni un instante y se rehusó a permitir que el pueblo cometiera
idolatría, por lo que fue degollado. Con esta actitud, Jur (Najor) entregó su vida y reparó
su idolatría anterior, educando así a sus descendientes en la fe y el apego a Dios. Y el
resultado es muy obvio y claro, ya que en su vida pasada el nieto de Najor fue el brujo
Labán y esta vez el nieto de Jur fue Betzalel, el arquitecto y orfebre de los utensilios del
Mishkán (el Tabernáculo).

Después de matar a Jur, los incitadores se acercaron a Aharón con la misma petición.
Él vio, por un lado, a los incitadores con el cuerpo degollado de Jur y,
por el otro, la santidad del pueblo y la demora de Moshé Rabenu en bajar del Monte
Sinaí. Finalmente optó por ganar tiempo hasta que llegara Moshé Rabenu, diciéndoles
que aceptaba fabricar un ídolo, pero que le dieran tiempo mientras buscaban el oro
para realizarlo. Como ya sabemos, eso no ayudó mucho y terminamos adorando al
becerro de oro, lo que, al fin y al cabo, fue por culpa involuntaria de Aharón. Si
quisiéramos resumir la reparación de Arán por medio de Aharón, tendríamos que dividir
el análisis en dos partes, que nos servirán de ejemplo de lo dicho en el primer capítulo,
donde vimos que cuando

un alma cumple ochenta por ciento de su tarea, la siguiente vez tendrá que regresar
sólo el veinte por ciento de ella. Y eso es prácticamente lo que pasó con Aharón. La
idolatría de Arán fue bien reparada a través del sumo sacerdote

Aharón, pues su fe y apego a Dios no tuvieron medida, y como sumo sacerdote sus
leyes eran muy estrictas como alejarse de cualquier contacto con toda clase de
impureza, como cadáveres, cementerios, etc., que son las herramientas de la magia
negra y la idolatría. De esta forma puede decirse que Aharón reparó la idolatría de
Arán.

Sin embargo, Aharón no dio su vida como lo hizo Jur y causó que el pueblo cayera en
la idolatría del becerro. El castigo para eso es sekilá, es decir, antiguamente el tribunal
rabínico castigaba a un idólatra y a un incitador a ella arrojándolo desde un lugar alto, a
fin de que el impacto lo matara (si no moría por la caída, lo apedreaban).

Aharón terminó su vida con un gran nivel espiritual, difícil de alcanzar, y falleció de
forma divina, que hasta Moshé envidió y por ello pidió a Dios morir dignamente como
Aharón. Y aunque Aharón se arrepintió toda su vida por lo del becerro, lloró y ofreció
sacrificios para ser perdonado, no consiguió reparar al 100%, ya que no se le aplicó la
sekilá. Por tanto, debido a ese porcentaje

pequeño que le faltó para reparar y alcanzar el cien por ciento tuvo que regresar y
completar su misión.

En el libro del profeta Shemuel se relata sobre el sumo sacerdote Elí, que en una de las
batallas del pueblo de Israel, le llegó la noticia de que el Arón Haberit (el Arca de la
Alianza) había sido capturado por los filisteos y que sus dos hijos habían muerto en la
lucha. Estas noticias le impactaron tanto que cayó de espaldas al suelo, y recibió un
golpe mortal en la nuca.

Aclaran los Jajamim del sod (Shemen Tov, pág. 148) que Elí fue la reencarnación de
Aharón HaCohen y que, al igual que él, fue sumo sacerdote, y que ambos perdieron
dos hijos en un mismo día. Al escuchar la noticia, cae de espaldas y se le causa
celestialmente una sekilá, para reparar así la deuda de Aharón.
Y ya que el pecado del becerro provocó el rompimiento de las Tablas de la Ley
(puestas más adelante en el Arca), Elí muere debido a la noticia de que el Arca había
sido capturada, algo que equivale al rompimiento de las Tablas, ya que ambas
simbolizan perder la Torá.

Esto se insinúa en las palabras: “El Arca de la Alianza” que se dice en hebreo HaArón
(El Arca), y que tiene las mismas letras que “Aharón”.

Además, la traducción de la palabra “nuca” en hebreo (es decir, la de Elí, que se


rompió) forma las palabras met parekú, que fue la orden que dio Aharón al pueblo para
que trajeran el oro con el cual harían el becerro, y con su rompimiento murió —se
reparó— esa frase.

Además, el nombre Aharón suma 262, al igual que la frase “Será Elí HaCohén
HaGadol”.

De esta forma terminó reparándose Aharón complementando así a Arán, hermano de


Abraham.

Lot-Najum Ish Gam Zu

Lot fue hijo de Arán, hermano de Sará y sobrino de Abraham Abinu. Cuando Abraham
y Sará se fueron a Kenaan, Lot salió con ellos. Al principio seguía los consejos de
Abraham y creía en Dios, pero a medida que el Creador mandaba a Abraham pruebas
para comprobar su apego (la hambruna, los problemas con Paró, Abimélej, etc.) y él las
superaba, Lot se cuestionaba: “¿Dónde está el Dios de Abraham? ¿Por qué no le
ayuda?” Esas preguntas debilitaron la fe de Lot y causaron que perdiera el nivel
espiritual que poseía.

Además, empezó a ganar dinero y riquezas, y sintió que cuanto más se alejaba de Dios
mejor le iba, hasta que terminó separándose de Abraham y alejándose por completo de
Dios.

El lugar donde Lot decidió habitar fue Sedom, donde la regla principal era no recibir
invitados y comportarse de manera cruel con los pobres.

En una guerra que se desató en la zona, Lot fue capturado. Abraham decidió ir a
salvarlo. Y aunque la guerra fue contra grandes reyes, logró rescatarlo gracias al
milagro que le ocurrió. Como dice el Midrash: “Abraham lanzaba arena y se convertía
en flechas”.

Al finalizar la guerra, Lot regresó a Sedom y se convirtió en juez de los habitantes de la


ciudad. Aceptó mantener las leyes de crueldad que imperaban allí. Cuando Dios
decidió destruir Sedom y Amorá, salva a Lot por el mérito de Abraham y manda a dos
ángeles para sacarlo de la ciudad antes de cumplir el decreto de destrucción. Lot se
de-mora intentando salvar sus riquezas, pero los ángeles lo apresuran diciéndole que
no pueden destruir Sedom mientras él esté ahí.

Al salir Lot, se esconde en una cueva con sus dos hijas. Ellas pensaron que la
humanidad había sido destruida por completo, como sucedió unos años atrás

con el diluvio que arrasó con todo dejando viva sólo la familia de Noaj, y ahora había
ocurrido un diluvio de fuego y ellos tres son los únicos sobrevivientes. Por tanto,
deciden embriagar a su padre a fin de procrear con él y poblar de nuevo la tierra.

Si quisiéramos resumir las reparaciones que debía realizar Lot en su siguiente


reencarnación, serían por lo menos cuatro:

1. Por su alejamiento de Dios, debía ser una persona muy apegada al Creador.

2. Ante todas las dudas y preguntas que tuvo sobre el comportamiento Divino, debía
ser una persona que entendiera que todo lo que hace Dios es para bien.

3. Por causar tantos sufrimientos a los pobres tendría que ayudarlos o sufrir como uno
de ellos.

4. También por el hecho de procrear con sus hijas ameritaba una reparación. Aunque
fue por una idea errónea y además él estaba embriagado, todo eso pudo haberse
evitado.

En el libro Guilgulé Neshamot (letra nun, 95) se nos revela que Lot reencarnó en el
taná Najum Ish Gam Zu. Analicemos un resumen de la vida de este gran rabino, para
que veamos cómo reparó estos cuatro pecados de Lot.

La Guemará (Taanit 21a) aclara porqué llamaban a este rabino Gam Zu, ya que ante
todo lo que le pasaba en la vida decía Gam zu letová, “También esto es para bien”.

Por ejemplo, la Guemará relata que una vez la comunidad judía de Israel lo mandó al
César en Roma con un cofre lleno de joyas y diamantes con el propósito de que, con
dicho presente, eliminara un decreto negativo contra la comunidad. En el camino, el
rabino Najum durmió en una posada, donde, durante la noche, el posadero decide
robarle el contenido del cofre. Después

de vaciarlo lo llenó de arena para que el rabino no notara la diferencia de peso. Cuando
llegó el rabino ante el César y éste vio que el cofre estaba lleno de arena, el rostro del
César y de sus consejeros mostraron tal enojo por lo que consideraron una burla por
parte de la comunidad judía que, decidieron matar al rabino. Pero Najum, como
siempre, sólo decía una frase: Gam zu Letová.
En ese momento, relata la Guemará, mandó Dios un ángel, que era Eliahu Hanabí,
disfrazado como uno de los consejeros del César y le dijo: “Éste es un polvo especial;
es el polvo del patriarca de los judíos Abraham Abinu. Si lo arrojas sobre tus enemigos,
ellos morirán”.

El César solicitó una prueba y, al ver que el polvo se transformaba en flechas, eliminó
el decreto de muerte contra el rabino y sobre la comunidad. Además, llenó el cofre de
joyas y lo entregó a la comunidad en agradecimiento.

Al final de sus días, a Najum le sucedió algo muy extraño: cuando regresaba de un
viaje, iba con tres burros cargados de alimento; se le acercó un pobre y le pidió que se
apiadara de él y le diera de comer. “Le dije: espera que termine de descargar la
mercancía, y después te daré de comer’. Cuando terminé, me di la vuelta y él ya estaba
muerto. Me asombré ante ese hecho y me pregunté por qué justamente yo, que
siempre ayudo a los pobres, fui causante de la muerte de uno de ellos por no
apresurarme. En consecuencia, me maldije y pedí a Dios que castigara mis ojos,
manos y piernas, y todo mi cuerpo con enfermedades y sufrimientos para reparar mi
falta”.

A raíz de esa maldición, el rabino Najum sufrió muchísimo, ya que no podía caminar, ni
ver, y todo su cuerpo estaba lleno de sarna. Cuando llegaron sus alumnos a visitarlo, le
dijeron dos frases que requieren de una explicación: “¡Ay, qué dolor verte así!”, a lo que
él contestó: “¡Ay de mí si no me hubieran visto así!”; y “Rabino, la casa va a
derrumbarse. Por ello, vamos a sacarte”, a lo

que él respondió: “No. Primero saquen todo lo que hay en la casa y al final me sacan a
mí. Mientras yo esté dentro de ella, la casa no se caerá”.

Las preguntas que debemos hacer nos son: ¿a qué se refiere el rabino cuando dice:
“¡Ay de mí si no me hubieran visto así!”? ¿Y cómo estaba tan seguro de que mientras
estuviera dentro de la casa, ésta no se caería?

Según la clave que nos dio el Haramá Mipano, en su libro Guilgulé Neshamot, de que
Lot reencarnó en Najum Ish Gam Zu, todo queda claro:

a) Abraham salva a Lot por medio de arena que se convierte en flechas y Najum es
salvado de la muerte con la misma arena;

b) Ante las preguntas que se hacía Lot sobre el comportamiento de Dios hacia
Abraham, Rabí Najum a todo decía: Gam zu letová;

c) Si tomamos las palabras Letová, en hebreo contienen las letras del nombre Lot y las
dos letras que sobran, la bet y la hei, son las iniciales de: “En él reencarnó”. Esto nos
insinúa que en Rabí Najum reencarnó en Lot;
d) La seguridad de Rabí Najum de que mientras él estuviera en la casa, no se caería,
se asemeja a la promesa de los ángeles a Lot, que mientras él permaneciera en
Sedom no sería destruida la ciudad.

e) También entendemos por qué contestó a sus alumnos: “¡Ay de mí…!”, pues él sabía
que si un pobre había muerto en sus manos, era insinuación de los muchos pobres que
habían muerto por culpa de Lot en Sedom, y eso debía repararse dando tzedaká a los
pobres toda la vida y sufriendo como Lot los había hecho sufrir. Por eso se alegró de
sus sufrimientos pagando de esta manera sus deudas en esta vida y terminar así su
misión.

f) Para reparar las relaciones prohibidas con sus hijas, en la Guemará (Berajot 22b) se
menciona una ley establecida por Najum Ish Gam Zu, que indica la

pureza que debe realizar un hombre después de tener relaciones conyugales, titulada
Baal Keri. En esa época el sistema de purificación era muy complicado, ya que
requería sumergirse en la mikvé; Najum Ish Gam Zu estableció un sistema más sencillo
para que el varón se purifique llamado “9 Kavín”, el cual es vigente hasta nuestros días.

Este caso nos sirve de ejemplo para observar y entender muchos relatos de las
guemarot sobre los Sabios del Talmud, donde no es casual la selección de los hechos
que se registran ya que por medio de ellos se nos aclara la reparación que debieron
realizar.

Ciertamente, los relatos adquieren otro matiz cuando se entiende el sod que se
esconde detrás de ellos.Las fallas de Lot

1.Pierde la fe en Dios y se aleja de Él.

2.Cuestiona la conducta de Dios.

3.Causó sufrimiento a los pobres.

4.Por equivocación, tuvo relaciones prohibidas con sus hijas.La tarea de reparación

Creer en Dios y acercarse a Él.

Aceptar que no todo puede entenderse y que todo es para bien.

Dar mucha tzedaká y sufrir como ellos.

Establecer leyes de pureza para el varón.La reparación de Rabí Najum

Fue un gran temeroso de Dios y maestro de Rabí Akivá durante 22 años.

Implantó en el judaísmo la célebre frase: Gam Zu Le Tová.


Fue hombre de gran bondad y al final de su vida sufrió mucho por causar
involuntariamente la muerte de un pobre.

Estableció una alternativa más factible para la purificación del Baal Keri.

El lugar en donde estaba Sodoma y Gomorra hoy en día.

Yaacov Y Esav

Yaacov y Esav fueron los hijos de Itzjak Abinu. Hasta los trece años no se notaba
diferencia alguna entre ellos, sin embargo, a partir de la muerte de su abuelo Abraham
Abinu, sus caminos se separaron. Esav se convirtió en un gran pecador y ateo, como lo
afirma un Midrash: el día que murió Abraham Abinu, Esav renegó de la vida después
de la muerte y del Mundo Venidero. Estuvo dispuesto a vender su primogenitura, que
no se refiere a su calidad de primogénito, sino a su porción en el Paraíso, la cual es
comparada con la primogenitura. Esav también fue un asesino. Él fue quien mató al rey
Nimrod.

Además, el Midrash relata que Esav nunca fue circuncidado, pues “nació rojizo”, y por
ello sus padres temieron realizarle el berit pues podría desangrarse hasta morir. Por
esta razón, Itzjak decidió que, ya que no fue circuncidado a los ocho días de nacer,
como ocurrió con él mismo, sería circuncidado a los trece años, como Ishmael. Pero al
llegar a los trece años Esav se negó rotundamente a hacerse el berit y pertenecer así
al núcleo judío.

Yaakov quitó a Esav las bendiciones que le tenía que dar su padre Itzjak, ya que
opinaba que la compra de la primogenitura incluía las bendiciones que correspondían
al primogénito, (en hebreo ambas palabras se escriben igual).

Esto provocó que Esav persiguiera a Yaacov para matarlo, haciendo que se alejara de
la Tierra Santa y de sus padres, y viviera con miedo durante muchos años.

Al final de su vida, cuando salieron los hijos de Yaacov de Egipto para enterrarlo en
Mearat Hamajpelá, se encontraron con resistencia de parte de Esav y su familia, ya
que él exigía que al morir fuera enterrado allí y no Yaacov. Nuestros Sabios aclaran
que, al parecer, esa exigencia de Esav no estaba motivada por el orgullo de ser
enterrado en un lugar importante, sino por un cierto arrepentimiento de sus ideas ateas
y por un deseo de rectificar sus malas acciones, ya que empezó a reconocer la vida en
el Mundo Venidero, y siendo Mearat Hamajpelá la puerta del Paraíso y el túnel por el
que pasan todas las almas al mundo Celestial, quería ser enterrado ahí.

Sin embargo, Esav no tuvo oportunidad de llevar a la práctica las ideas que tenía, ya
que, en ese momento se desató una pelea y Jushim, hijo de Dan y nieto de Yaacov
Abinu, tomó una espada y lo decapitó, causando que la cabeza de Esav rodara y
quedara dentro de Mearat Hamajpelá.

Nuestros Sabios aclaran que el deseo de Esav de querer iniciar un nuevo camino y
rectificar sus errores pasados, le dio el mérito de reencarnar para llevarlo a cabo, como
ocurre con cualquier persona que, al final de su vida, quiere hacer teshuvá, pero no
tiene el tiempo ni la oportunidad de hacerlo.

En cuanto a Yaacov Abinu, su alma está 99% reparada ya que la única queja que hay
sobre él es que nunca trató de salvar a su hermano. Por ejemplo, la Torá critica que
cuando se reencontraron Yaacov y Esav, escondió a su hija Diná, pues temía que Esav
se casara con ella. Sin embargo, nuestros Sabios aclaran que en ese hecho, Yaacov
perdió una gran oportunidad de salvar espiritualmente a Esav, ya que podía exigirle
que hiciera teshuvá y se circuncidara para casarse con su hija. Podría decirse que
Yaacov, en lugar de ayudarlo, le quitó las herramientas que en algún momento podrían
haberle facilitado el acercamiento, como la primogenitura, las bendiciones, etcétera.

De tal manera que ambos tenían que regresar. Esav, para reparar cinco fallas:

a) Su ateísmo.

b) Su negación de la vida después de la vida.

c) Los asesinatos que cometieron él y sus 400 soldados.

d) No haberse hecho el berit milá.

e) La persecución para matar a Yaacov.

Por su parte, Yaacov debía regresar para ayudar a su hermano a realizar esta tarea,
pues no lo hizo en su vida pasada. Para esto, no era necesario que regresara toda la
neshamá de Yaacov, sino sólo una chispa de ella.

Revelan nuestros cabalistas que regresaron como Rebí y Antoninus. Esav fue
Antoninus y Yaacov fue Rebí, mejor conocido como Rabí Yehudá HaNasí, autor de los
primeros textos registrados de la Torá Oral, es decir, la Mishná.

Consideremos antes de continuar algunas insinuaciones de lo anterior basadas en


letras y números.

a)HaNasí quiere decir “El presidente”, pero de todos los lideres del Sanedrín
catalogados como Nasí, sólo Rabí Yehudá es llamado de tal manera, ya que en hebreo
este título forma las iniciales de “Fue la chispa de Yaacov Abinu”.
b)En el rezo de Shabat decimos: Titén emet leYaacov, “Otorga el atributo de la verdad
a Yaacov” (Mijá 7:20). La palabra leYaacov suma 212, al igual que Rebí.

c) Yaacov Abinu estableció el rezo de Arvit y Rebí comenzó las Mishnayot con las leyes
de Arvit.

La Torá dice sobre Yaacov que al finalizar de establecer el rezo se fue a dormir y soñó
con las escaleras, lo que lo despertó, como dice la Torá: Vaikatz

Mishenató, “Y se despertó de su sueño”, donde la palabra Mishenató significa también


“su Mishná”, insinuando la Torá así las mishnayot de Rebí.

Vista de la ciudad de Tzipori hoy en día.

d) Yaacov terminó su vida viviendo 17 años en Egipto y Rebí terminó su vida viviendo
17 años en Tzipori, donde en sus últimos días decía él: “Soy igual que Yaacov, porque
también él vivió sus últimos 17 años en otro lugar”, para insinuar así que él conocía la
conexión espiritual que tenía con Yaacov Abinu.

e) Otro título de honor que Rebí recibió era Rabenu HaKadosh, “Nuestro sagrado
Rabino”. La Guemará explica que se le dio ese título porque siempre cuidó su pureza
masculina, al igual que Yaacov, quien también se comportó así, como ya lo explicamos.

f) Cuando Ribká estaba embarazada, no sabía que en su vientre había dos criaturas, y
al consultar a Shem, el hijo de Nóaj, le profetizó: “Dos grandes naciones tienes en tu
vientre”. Esta frase, explica Rashí, se refería a Rebí y a Antoninus, quienes serían sus
descendientes. Lo que no se entiende es qué tienen que ver Rebí y Antoninus con la
pregunta de Ribká. Pero de acuerdo con esto ya se entiende, pues eran la reparación
final de esos dos niños que Ribká iba a tener. Agrega el Baal HaTurim que el valor
numérico de la frase “Dos grandes naciones tienes en tu vientre” en hebreo suma 502,
al igual que la frase: “Serán Rebí y Antoninus”

g) La Guemará relata que cada vez que Rebí viajaba al norte de Israel a una pequeña
ciudad llamada Romi para hablar con Antoninus, leía todo el camino la parashá de
Vayishlaj, que habla sobre el gran encuentro entre Yaacov y Esav, el cual terminó con
perdón, paz y respeto. Ya que ambos eran descendientes espirituales de ellos, Rebí
leía la parashá para conseguir el mismo resultado.

Analicemos un poco la vida de Rebí y Antoninus, para comprobar la tarea de


reparación que ambos realizaron:

El padre de Rebí era Rabán Gamliel quien era el rabino principal de Israel. En sus días,
el César romano decretó la prohibición de circuncidar a los niños y en el momento que
Rabán Gamliel tuvo a su hijo, todo el pueblo estuvo al pendiente de lo que iba a hacer
el gran rabino. Rabán Gamliel no lo dudó y, desafiando la orden imperial, circuncidó a
su hijo y lo llamó Yehudá, que sería conocido más tarde como Rabí Yehudá

HaNasí. La noticia llegó al César, quien convocó a Rabán Gamliel para que fuera a
Roma con su esposa y su hijo recién nacido, y así ser juzgados y castigados
públicamente. Al llegar a Roma, se conocieron la esposa de Rabán Gamliel y del
César. Ésta se apiadó del niño y dijo a la esposa del rabino: “Yo también acabo de
tener un hijo. Se llama Antoninus. Tómalo y vete con él al juicio para que niegues la
acusación de haberle hecho el berit”. La esposa de Rabán Gamliel aceptó. Mientras se
desarrollaba el juicio, la esposa de Rabán Gamliel amamantó a Antoninus, lo cual lo
convirtió en “hermano de leche” de Yehudá, el hijo de Rabán Gamliel. El juicio terminó
bien y el César creyó que se trataba de un error. Podríamos decir que Antoninus, de
alguna forma, salvó la vida de Rebí, reparando así la persecución de Esav para matar a
Yaacov.

Cuando ambos crecieron, Antoninus se convirtió en el gobernador de la zona de Israel


y fue conocido como Marcus Herelius Antoninus Caracalla (que terminó siendo César
de Roma del 211 al 217 de la era común) y Rebí se convirtió en el presidente del
Sanedrín de Israel.

Marcus Aurelius Antoninus Caracalla (188-217), reencarnación de Esav.

Según algunas opiniones, éste es el famoso Antoninus de la época de Rebí. Los dos
llegaron a tener una relación muy cercana, al grado de que Rebí fue el

maestro particular de Torá de Antoninus, quien demostró mucho interés en saber y


conocer a Dios, el judaísmo y el mundo Venidero.

Relata la Guemará que Antoninus construyó un túnel secreto desde su palacio hasta la
casa de Rebí y ocasionalmente iba a estudiar con él. No es común que la Guemará cite
discusiones halájicas entre dos rabinos, a menos que ambos sean muy grandes en
Torá, ya que si un sabio discute con alguien que no conoce de Torá, por lógica no se
registrará su opinión en la Guemará. Sin embargo, hay una excepción: en la Guemará
Maséjet Sanedrín se relata una discusión entre Rebí y ni más ni menos que Antoninus,
en la cual discuten sobre el momento en que entran la neshamá y el yétzer hará al
cuerpo del ser humano. Y si nos asombra el hecho de que la opinión de Antoninus
figure en la Guemará, nos asombra aún más la conclusión de la Guemará pues es
Antoninus quien tuvo razón y no Rebí.

Este hecho de que Rebí (Yaacov) enseñó Torá a Antoninus (Esav), causó que éste
emprendiera el camino de la conversión y que lo primero que hiciera fuera anular el
decreto del César Adriano contra la circuncisión. Además él mismo decide hacerse la
milá. Con esto reparó Esav el hecho de no realizarse el berit.
Continúa relatando la Guemará que, al llegar ambos a la vejez, en una ocasión
terminaron los dos de estudiar y Rebí se aproximó a su lecho para acostarse, y al ver
Antoninus que tenía dificultad para subir y acostarse, se agachó para ayudarlo
sirviéndole de apoyo. Rebí lo regañó diciéndole: “¡Eres una persona de honor y no
puedes rebajarte ante mí!”, y Antoninus le contestó: “¿Quién me daría el honor de ser
tu servidor en el Mundo Venidero?” Y ya que tocaron el tema, aprovechó Antoninus y
preguntó a Rebí: “¿Crees que yo tenga el mérito de estar en el Paraíso? Pregunto
porque soy descendiente de Esav y el versículo dice que no quedarán restos de la casa
de Esav. Y es obvio que no se refiere a lo físico, sino a lo espiritual”, a lo que Rebí
respondió: “El versículo

habla de quien se comporta como Esav, pero tú, que reparaste tus caminos, eres
merecedor del Mundo Venidero”.

La Guemará en verdad no entra en detalles sobre el mundo de las reencarnaciones, ya


que esto pertenece a la parte mística y oculta del sod, y la Guemará está dedicada a
las leyes literales que debemos cumplir. Pero, una vez más, con estos relatos nuestros
Sabios nos insinuaron muchas cosas, en este caso, la de que Antoninus (Esav) cree en
el Mundo Venidero y anhela llegar a él.

Antoninus quedó registrado en la historia como el César que persiguió a los idólatras
pero destacó más por ser un hombre que evitaba la guerra y buscaba la paz, cuyo lema
era: “Prefiero no perder un soldado que matar a cien enemigos”. Con esto reparó
Antoninus la idolatría de Esav y las guerras y matanzas que causó.

Además la Guemará relata que una vez Antoninus mandó a Rebí varios sacos de
monedas de oro y ante la pregunta de Rebí de para qué era eso, (Rebí poseía muchas
riquezas), Antoninus dijo: “Guárdalo. El siguiente emperador quizá no será tan bueno
como yo lo he sido con ustedes. Con esto podrán sobornarlo para que los deje en paz”.
Lo que realmente sucedió es que Dios causó que Antoninus (Esav) devolviera a
Yaacov todo el valor del dinero que le quitó su hijo Elifaz cuando lo saqueó en el
camino. De tal forma, podemos decir que ambos cumplieron su misión.Las fallas de
Esav

Fue un gran ateo.

No quiso circuncidarse.

Negó la existencia del Mundo Venidero.

Persiguió a Yaacov para matarlo.

Fue un gran asesino.La tarea de reparación


Creer en Dios.

Hacerse el brit.

Creer y esforzarse para alcanzarlo.

Salvar la vida a Yaacov (Rebí).

Ser hombre de paz y evitar muertes.La reparación de Antoninus

Fue muy creyente y gran estudioso de la Torá.

Eliminó el decreto contra el berit milá y él mismo se circuncidó.

Anheló ser, por lo menos, el servidor de Rebí en el Mundo Venidero.

De bebés, lo salvó al suplantarlo ante el César.

Fue conocido como “el César de la paz”, por evitar las guerras.La falla de Yaacov
Abinu

No hizo nada para rescatar y salvar espiritualmente a su hermano Esav.La reparación


de Rebí

Fue el maestro de Torá de Antoninus (Esav), lo convirtió y le ayudó a conseguir el


Paraíso.A continuación, resumiremos brevemente todo lo anterior:

Shejem, Zimrí y Rabí Akivá

Cuando Yaacov Abinu regresaba a la Tierra Santa, después de 22 años de vivir con
Labán, donde tuvo 11 hijos y una hija llamada Diná, la Torá relata que Diná salió un día
a convivir con sus vecinas, y con ello provocó que Shejem Ben Jamor, el príncipe de la
ciudad de Shejem la secuestrara y la violara debido a su baja moral. Esta salida fue
muy criticada por nuestros Sabios. La Torá utiliza tres términos para referirse al apego
que tuvo Shejem por Diná: “la

amó”, “la deseó” y “se pegó su alma a ella”. Las iniciales de esos tres términos forman
en hebreo la palabra Ejad, “uno”. (Graben este dato en su memoria, pues lo
necesitaremos más adelante.)

La Torá continúa relatando que mientras Shejem mantenía a Diná cautiva en su


palacio, fue a negociar con la familia para casarse con ella. Shimón y Leví, hermanos
de Diná, decidieron vengarse de todos ellos ofreciéndoles, como trampa, un acuerdo: si
todos los varones de la ciudad se circuncidan, Shejem podrá casarse con Diná. Sin
dudarlo Shejem aceptó y convenció a los jóvenes de su ciudad, que eran 24 mil en
esos momentos, para que ellos también se circuncidaran y puedan unirse a jovencitas
hebreas en el futuro. Como señala el Rabino Pinejás Friedman, eso está insinuado en
la Torá de la siguiente manera: “En todo este capítulo hay 24 veces la letra alef, que en
hebreo se escribe igual que el número mil (élef), para indicarnos así que eran 24 mil
jóvenes”.

Al tercer día, cuando todos los jóvenes estaban débiles por la circuncisión, Shimón y
Leví emprendieron un ataque sorpresa y mataron a todos como venganza por la
violación de su hermana. Cuando entran al palacio, después de atravesar a Shejem
con la espada, van hacia Diná para rescatarla. Ella se niega a acompañarlos
argumentando que prefiere quedarse con ese pueblo gentil, ya que, como violada,
nadie iba a querer casarse con ella. Nuestros Jajamim señalan que no fue fácil
convencerla.

Resumiendo este hecho se llega a la siguiente conclusión: Shejem cometió el error de


violar a Diná, pero después de ello estuvo dispuesto a convertirse, dejando atrás toda
su idolatría y a emprender el camino hacia el Dios de Diná. Aceptó circuncidarse por
interés, él y con él los 24 mil jóvenes. La pregunta que surge es: ¿ellos murieron como
judíos o no? Por otro lado, Diná quiso renunciar de su judaísmo y apegarse a un pueblo
gentil. Esto es algo que tendrá que reparar.

Todos ellos reencarnaron y regresaron cada uno con su misión. Shejem debería recibir
una oportunidad para comprobar su lealtad al judaísmo y no caer en la provocación
femenina; sus 24 mil súbditos también debían regresar como judíos, ya que murieron
convertidos y tendrán que demostrar su renuncia a la idolatría y también controlar su
deseo por mujeres. Diná, por su parte, al querer renunciar al judaísmo, regresará como
no judía y tendrá que emprender “el camino de regreso a casa”; Shimón y Leví, quienes
realizaron la matanza de Shejem, también tendrán que ver algo en la reparación.

Shejem-Zimrí

Cuando el pueblo de Israel estaba en el desierto, casi por llegar a la Tierra Santa,
Balak, el rey de Moab, temió del pueblo de Israel y contrató los servicios del brujo Bilam
para que maldijera a los hebreos. Bilam, al no lograrlo, dio un consejo malvado a Balak
diciéndole: “Dios los está protegiendo, pero si lograras mandar jovencitas que los
seduzcan y los lleven, por medio del deseo carnal, a caer en la idolatría, Dios Mismo
los castigará”. Y, efectivamente, eso sucedió. Incluso la princesa Kozbí, hija del
gobernador Tzur, tomó parte en la seducción.

Esta cautivó a uno de los lideres de la tribu de Shimón, llamado Zimrí, hijo de Salú,
quien la tomó y, a pesar de ser un hombre muy importante, no aguantó la tentación y,
con total descaro, la llevó ante Moshé, expresando su amor en público y
posteriormente la llevó a su propia carpa, provocando una gran profanación del nombre
de Hashem. Pinjás, el nieto de Aharón HaCohén, tomó una espada, los atravesó y los
alzó en vilo, para luego caminar por todo el campamento hebreo cargando con sus
cuerpos y demostrando así el castigo para quien realizara semejante acto.

El símbolo de Shimón y Leví.

Mientras todo esto sucedía, muchos jóvenes de la tribu de Shimón siguieron el ejemplo
de su líder, Zimrí; tomaron jovencitas moabitas y, para estar con ellas aceptaron servir
al ídolo Baal Peor. Cuando Pinjás mató a Zimrí, una epidemia mató a los jóvenes
shimonitas A diferencia de Zimrí, que fue una persona muy grande espiritualmente y
cayó por una mujer, Rabí Akivá, que era inculto y rebelde, alcanza la cima por una
mujer. Y ahora entendemos lo que sucedió con los alumnos de Rabí Akivá, que
murieron todos en una epidemia y fueron exactamente 24 mil. Ellos eran los mismos 24
mil jóvenes de Shejem y los del desierto, pero esta vez repararon convirtiéndose en
jajamim, alejados de la idolatría y apegados a la Torá y, por supuesto, sin pensar en
relaciones prohibidas.

Esta vez, el líder de ellos, Rabí Akivá, que la vida pasada, como Zimrí, los llevó al
abismo y les provocó perder todo y morir en una epidemia, en esta vida, como su líder
los enaltece y los eleva, y fallecen de la misma forma, pero esta vez ya reparando. Éste
es el motivo por el que no aparece en los escritos ningún lamento de Rabí Akivá por
perder a todos sus alumnos, ya que él sabía que habían logrado su reparación y su
perfección. Uno de los motivos por los que hasta hoy guardamos luto en los días del
Omer por esos 24 mil jóvenes es para que meditemos cada uno sobre nuestra misión y
velemos por cumplirla, como ellos lo hicieron.

Pero esto todavía no termina, ya que Shejem y Diná tienen que encontrarse de nuevo y
no pecar. Sobre esto relata la Guemará (Nedarim 50b-Rashí) que Rabí Akivá solía
tener algunas discusiones con Rufus, un gobernador de la zona, el cual siempre
quedaba como ignorante ante Rabí Akivá. El gobernador llegaba a su casa enojado y
su esposa, Rufina (que era la reencarnación de Kozbí - Diná), decidió ayudarle a
humillar a Rabí Akivá (la reencarnación de Zimrí - Shejem) seducirlo para atraerlo al
pecado y, una vez logrado ese objetivo, denunciarlo ante las autoridades rabínicas para
que lo excomulguen. Rufus

aceptó, a fin de vencer a Rabí Akivá. Cuando ella fue con Rabí Akivá, él se fijó en ella,
lloró, escupió y rió, lo que le provocó asombro a ella y le preguntó: “Eres un sabio.
Explícame tu comportamiento”. Contestó Rabí Akivá: “Dos cosas te explicaré; una no.
Lloré por la belleza tan grande que tienes, que terminará siendo comida de gusanos en
la tumba”. Es decir, le explicó Rabí Akivá cómo la belleza es una ilusión pasajera,
tentadora y peligrosa, y el día de mañana, cuando el cuerpo se convierta en comida de
gusanos, el alma subirá para rendir cuentas por sus pecados. Y al escupir te quise
insinuar que una gota de semen, (simbolizada por la saliva), es decir, tener relaciones
prohibidas contigo no vale la pena por eso perder el Mundo Venidero. “¿Y por qué te
reíste?”, ella le preguntó, a lo que él respondió: “Te dije que no te contestaría eso.
Algún día te lo diré”.

Estas palabras penetraron muy profundamente en la mente de Rufina y le hicieron


pensar, y al final tomó una decisión muy radical: exigió a Rufus el divorcio y se convirtió
al judaísmo; al cabo de unos años, después de que falleciera Rajel, la gran esposa de
Rabí Akivá, Rufina se casó con él.

Con esto volvieron esas dos almas a unirse, pero esta vez con pureza y permiso
halájico, reparando así las relaciones prohibidas de ambos en el pasado. “Ahora
entiendes por qué me reí…”

El final de Rabí Akivá es asombroso: es detenido por los romanos y condenado a


muerte, lo cual se llevó a cabo de una forma muy cruel; lo desollaron con peines de
metal mientras gritaba el texto del Shemá: “Y amarás a Dios con todo tu corazón y con
toda tu alma…”. Los alumnos que estaban presentes le preguntaron: “¿Cómo logras
mantener la fe bajo estas condiciones?”, a lo que respondió: “Toda mi vida deseé
santificar con mi muerte el Nombre de Dios. Ahora que tengo la oportunidad de hacerlo,
¿no he de aprovecharla?”

Explican los sabios del sod que el motivo por el que el alma de Rabí Akivá deseara
morir santificando el nombre de Dios era para reparar la gran profanación del Nombre
de Dios que causó en el viaje pasado como Zimrí, ya que la profanación se repara con
la santificación.

Culmina la Guemará relatando (Berajot 61b), que Rabí Akivá pronunció una vez más el
Shemá y, cuando pronunció la palabra Ejad, falleció; en ese momento escucharon los
sabios una voz Divina que decía: “Bienaventurado tú, Rabí Akivá, que salió tu alma
pronunciando la palabra Ejad”. Y la pregunta que surge: ¿acaso es tan importante morir
diciendo Ejad?

Pero con el dato que se les pidío al principio de esta sección que guardaran, el de las
iniciales de los tres conceptos de amor que tuvo Shejem por Diná y que formaban la
palabra Ejad, ahora Rabí Akivá cierra el círculo que comenzó con Ejad y termina con
Ejad.

Para cerrar esta sección con broche de oro, se les relatara lo que dice el Midrash
(Yalkut Mishlé 9): “Cuando los romanos terminaron de matar a Rabí Akivá, arrojaron su
cuerpo a la cárcel. Esa noche se presentó un anciano desconocido al alumno de Rabí
Akivá llamado, Rabí Yehoshúa HaGarcí. Después de saludarlo, Rabí Yehoshúa le
preguntó quién era y le contestó: ‘Soy un cohén. Vine para sacar a Rabí Akivá de la
cárcel, y llevarlo a enterrar’. ‘Pero, señor cohén, las cárceles están cerradas y
protegidas.’ ‘No te preocupes, Dios nos ayudará.’” Al llegar a la cárcel, las puertas
estaban abiertas y los guardianes descuidados. El cohén entró y cargó el cuerpo de
Rabí Akivá. Él y el alumno se fueron caminando así hasta la ciudad de Kutzrin, y allá
enterraron el cuerpo de Rabí Akivá. Al finalizar, preguntó Rabí Yehoshúa al anciano:
“Me dijiste que eras cohén. ¿Acaso no sabes que un cohén no puede tocar un cadáver
por su santidad?” Le contestó el anciano: “Basta. No indagues. Y además, este Talmid
Jajam no impurifica”. Aclaran nuestros Sabios que ese anciano era Eliahu HaNabí,
reencarnación de Pinjás HaCohén,

el cual vino a dar la “medalla de reparación”a Rabí Akivá, es decir, Zimrí, ya que él
mismo fue quien lo mató y lo cargó por todo el campamento, humillándolo después de
muerto por lo que hizo, pero esta vez volvió a cargarlo para honrarlo con una sepultura
digna.

En este caso vimos un ejemplo de una falla de varios no reparada en su primera


reencarnación, también en su segunda fallaron pero en la tercera lo lograron.

Rajel Imenu y Rajel, la esposa de Rabí Akivá

Rajel Imenu es el símbolo de la piedad y la bondad espiritual, ya que, si observamos su


historia, vemos actitudes que aparentemente son difíciles de entender. Por ejemplo,
ceder a su hermana el puesto de novia entregándole los simanim, las señales secretas
que habían establecido Yaacov y ella o haber robado a su padre los ídolos. Estas
actitudes se debían a la preocupación tan grande que tenía Rajel por la espiritualidad
del prójimo. Por ello, para que su hermana Leá no fuera obligada a casarse con el
malvado Esav, perdiendo así su espiritualidad, le entregó los simanim. En hebreo, la
palabra simanim suma igual que la palabra lemaanej, “por tu bien”, para indicar que
Rajel no lo hizo por miedo a Labán, sino por el bienestar espiritual de su hermana.

Esa cualidad maravillosa de Rajel es la que la llevó, en el momento en que todos


empacaban para escapar de casa del tramposo Labán, a quitar a su padre las
estatuas; pensando que quizá así las abandonaría y empezaría a creer en Dios. Ella no
las destruyó, sino que sólo las escondió, por si acaso el padre se enojaba a tal grado
de desear matarlos, y entonces ella se las devolvería; pero si su enojo fuera moderado,
las destruiría, como ocurrió finalmente.

Al igual que velaba por la espiritualidad de su hermana y de su padre, Rajel quiso ser la
que ayudara a Yaacov Abinu a alcanzar la cima espiritual, apoyándolo y luchando con
él para lograrlo.

Las buenas intenciones de Rajel no se concretaron, ya que falleció muy joven, a los 36
años de edad. Yaacov, por su parte, siguió elevándose criando a las 12 tribus, pero con
el dolor permanente por la pérdida de su querida esposa. Labán, por su parte, siguió
siendo el tramposo, el estafador, el que siguió debiendo mucho dinero a sus vecinos y,
por supuesto, a Yaacov Abinu, por no pagarle su salario.

Rajel, al llegar al Mundo Venidero, veló siempre por el bienestar de sus hijos. Y
sabemos que, gracias a sus plegarias, cuando salimos al exilio, Dios le prometió que
algún día nos regresará a la Tierra Santa. Pero al parecer no rezó solamente por sus
hijos, sino también por su padre, rogándole a Dios (igual que hizo Abraham Abinu con
su familia) que le diera a Labán la oportunidad de regresar y reparar.

Efectivamente, en la época del Rey David, regresó Labán como el famoso Nabal
HaCarmelí; en hebreo ambos nombres contienen las mismas letras.

Él fue un hombre muy rico, pero muy avaro. David Hamélej, al huir del Rey Shaúl, se
escondió en un lugar desértico al lado de la gran finca de Naval, quien sufría de
muchos asaltos y robos de su ganado, pero al llegar David con su ejército a esa zona
cesaron los robos porque los ladrones tenían miedo de atravesar el campamento de
David. De tal forma, se convirtió indirectamente el Rey David en el guardián del ganado
de Naval.

Al acercarse Rosh Hashaná, David vio que sus soldados carecían de comida y bebida
digna para las festividades que se aproximaban. Por tanto, mandó mensajeros a Naval
pidiéndole que, como recompensa por la protección a sus bienes que le daban David y
su ejército, les entregara alimentos y bebidas.

Naval se negó rotundamente, ya que siguió, también en este viaje, los mismos pasos
de Labán, avaro y codicioso.

Recordemos que los años de vida de David provinieron en parte de la donación hecha
por Yaacov Abinu. Por tanto, el Rey David se conecta directamente con Yaacov y
vuelve a ser el pastor de Labán-Naval, exigiendo esta vez su pago, es decir, la deuda
de la reencarnación pasada. Pero Naval (Labán) no repara y Rajel, desde el Cielo,
suplica a Dios que le dé una oportunidad más, sólo que esta vez su petición incluye
algo más: “Yo misma quiero volver a ser su hija y ayudarle”. Como dicen nuestros
Sabios, “al que empieza la mitzvá se le dice que la termine”, y ya que Rajel comenzó la
reparación de Labán robándole los ídolos, vuelve ahora para finalizar su trabajo.

Antes de la destrucción del Segundo Templo, vivió en Jerusalén un hombre muy rico
llamado Calba Sabúa, “Perro saciado”. En realidad, éste no era su nombre, sino la
expresión con la que la gente lo conocía, debido a su gran generosidad con los pobres,
ya que incluso un “muerto de hambre como un perro” salía saciado y harto de tanta
comida que aquel rico derrochaba.
Calba Sabúa era uno de los que sostenían económicamente a la comunidad, en
especial a los estudiosos de Torá. Tenía una única hija, llamada Rajel, que apoyaba y
administraba por él toda esa organización de caridad. Una de las ilusiones más
grandes de Calba Sabúa era que ella se casara con un gran rabino, pero nunca se
imaginó que su hija se enamoraría de su pastor, llamado Akivá, analfabeta e inculto
que odiaba a los rabinos. Pero su hija Rajel insistía: “Él es mi alma gemela”.

Calba Sabúa se opuso tanto a ese matrimonio que incluso la desheredó. A Rajel no le
preocupó eso y prefirió que su padre siguiera dando su dinero a los necesitados, ya
que no tenía a quién dejar su riqueza. Y, por otra parte, ella se preocupó por apoyar a
su esposo a alcanzar el bien espiritual, lo cual logró

cuando él se convirtió en uno de los rabinos más grandes de la historia del pueblo
Judío, al grado que Moshé Rabenu preguntó a Dios: “¿Por qué me elegiste a mí para
entregar la Torá al pueblo de Israel y no elegiste a Rabí Akivá?”

Después de algunos años, llegó Rabí Akivá a la ciudad con sus 24 mil alumnos y
salieron todos los habitantes a recibirlos, entre ellos Calba Sabúa, el cual no imaginó
que se trataba de su yerno. Se le aproximó y le pidió que anulara la promesa de
desheredar a su hija. Le preguntó Rabí Akivá: “Si supieras que tu yerno algún día sería
un jajam, ¿la habrías desheredado?” “Si sólo hubiese sabido que algún día mi yerno
podría leer un solo versículo de la Torá, ya no la habría desheredado.” “Tranquilízate y
alégrate”, respondió Rabí Akivá; “yo soy tu yerno”. En ese momento, Calba Sabúa dio
la mitad de su riqueza a Rabí Akivá.

Supongo que ustedes ya imaginan las conexiones. Por tanto, sólo resumiremos los
hechos. Calba Sabúa era la reencarnación de Labán. Rajel su hija, la reencarnación de
Rajel Imenu, quien vino a ayudarle, y Rabí Akivá contiene una chispa de Yaakov
Aviunu (Y aunque Rabí Akivá era la reencarnación de Shejem ben Jamor, eso no
impide que tuviera una chispa del alma de Yaakov. Y mientras repara a Shejem y a
Zimrí, puede hacer una tarea pequeña a la chispa del alma de otro, en este caso
Yaakov). Esto se halla insinuado en el versículo que cataloga a Yaacov Abinu como
Abir Yaacov, “el Príncipe Yaacov” (Bereshit 49:24), que en hebreo tienen las mismas
letras que Rabí Akivá.

Resumen: Labán falló

a) Fue un tramposo y estafador que debía dinero a todos sus vecinos y conocidos;

b) Engañó a Yaacov con su sueldo; por tanto, terminó debiéndole 20 años de trabajo;

c) Nunca supo valorar y apreciar la grandeza del gran justo Yaacov Abinu;

d) Fue un gran idólatra y brujo;


e) Se opuso a la boda de Yaacov con Rajel, y lo obligó a casarse, mediante engaños,
con Leá.

Labán en este viaje, como Calba Sabúa, logra reparar (después de fallar cuando fue
Naval), ya que en esta vida fue generoso y donó mucho dinero a toda la comunidad,
para reparar así su avaricia, robo y engaño a sus vecinos en su primer viaje. También
apreció a los rabinos y estudiantes de Torá, reparando las faltas de respeto y el odio
que sentía por Yaacov. Además, él fue también un estudioso y cumplió las leyes de la
Torá con amor y fe en Dios, reparando así la idolatría de Labán.

Pero se opuso al matrimonio de su hija Rajel con Rabí Akivá, ya que en su


subconsciente espiritual estaba grabada todavía su oposición a la boda de Rajel con
Yaacov. Y puesto que Rabí Akivá contenía una chispa de Yaacov Abinu, vino con su
amada Rajel para ayudarle a reparar a su padre, Labán, como ya explicamos.

Sin embargo, al final termina aceptándo y valorando muchísimo a su yerno, Rabí Akivá
(Yaacov), y al darle la mitad de su fortuna prácticamente pagó Labán la deuda que
tenía pendiente.

Y Rajel, que intentó alejar a su padre de la idolatría y del mal, logra esta vez reparar a
su padre apoyándolo para que se acerque a la Torá y para que sea uno de los más
grandes y generosos patrocinadores de la comunidad judía. Además, Rajel logra
disfrutar a su esposo, sin tener que compartirlo, y le demuestra el gran amor que siente
por él al estar dispuesta a abandonar un palacio y vivir en un pajar.

Por eso Rabí Akivá dijo la frase: Rejilá batar rejilá (Ketubot 63a), que en su traducción
literal significa “Oveja tras oveja”. Los sabios del sod nos aclaran que esa frase se
refería a su esposa Rajel, ya que Rejilá contiene las letras de Rajel, insinuando así que
su esposa Rajel fue la reencarnación de la gran Rajel Imenu, es decir Rajel tras Rajel.

Las Doce Tribus

Yaacov Abinu tuvo 12 hijos, dos de ellos con su querida esposa Rajel (Yosef y
Binyamín), siendo Yosef su favorito. Eso provocó mucha envidia entre sus diez
hermanos, al punto que no lo soportaban. Yosef, por su parte, también “arrojaba leña al
fuego” al acusarlos ante Yaacov. Nuestros Sabios analizan cuál de los dos bandos fue
el equivocado: ¿los diez hermanos por pensar que Yosef quería excomulgarlos y
conseguir así continuar la cadena con unidades, es decir, Abraham, Itzjak, Yaacov,
Yosef, o fue Yosef el equivocado al acusarlos de algo que quizás no hicieron? La
respuesta es que ambos están equivocados, ya que cuando tenemos un interés y
somos jueces y parte, nunca lograremos ver la realidad.
Este odio alcanza su clímax cuando los diez hermanos se sentaron para juzgarlo y
decretan su muerte; pero al último momento, el primogénito, Reubén, sugiere otra idea:
“¿Por qué no lo tiramos al bor (pozo), que está lleno de serpientes? Así no seremos
nosotros los que lo matemos, sino que lo dejaremos a la decisión Divina…”. Así lo
hicieron.

Reubén pensó que si en realidad Yosef era inocente, las serpientes no lo matarían y
así tendría oportunidad de venir después por él para regresárselo a su padre.

Reubén tuvo que volver a su casa ya que ese día le correspondía servir y cuidar a
Yaacov. Así que, quedaron nueve hermanos quienes decidieron sacarlo del pozo y
venderlo como esclavo. Mediante este acto causaron e

iniciaron el descenso a Egipto, el cual se concreta cuando Yosef se convierte en virrey


de Egipto y manda traer a toda su familia. Resumamos hasta aquí las fallas de cada
uno de ellos: 1. Los nueve hermanos:

a) Debido a la deshonra que les causó Yosef, vieron todo con malos ojos, aunque no
era la realidad, y por tanto lo juzgaron para mal.

b) Lo secuestraron y vendieron como esclavo.

c) Causaron la bajada a Egipto.

2. Reubén, el mayor:

a) Igual que sus nueve hermanos, percibió mal y habló mal de él.

b) Arrojó a Yosef a un pozo con serpientes.

c) Como primogénito, pudo evitar todo eso y no lo hizo, causando así a su padre un
largo e infundado luto de 22 años, aislándose como un excomulgado.

Cuando los hermanos de Yosef bajaron a Egipto a comprar comida, él los reconoce y
los acusó diciéndoles: “¡Ustedes son espías!” (Bereshit 42:9). Muchos comentaristas se
preguntan por qué los acusó de espías y no de ladrones, contrabandistas, etc., y cada
uno responde a esta pregunta de diferentes maneras. Sin embargo, me llamó mucho la
atención la respuesta del Ben Ish Jay en su libro Adéret Eliahu, donde explica en
nombre del Arizal que el motivo por el que Yosef los acusó de espías era como una
profecía ya que tendrían que regresar todos como los famosos espías que mandaría
Moshé a explorar la Tierra de Israel. Esta idea llevó a hacer un análisis de toda la
reparación de los shebatim, las tribus, el cual se compartira con ustedes.

3. Yosef HaTzadik:
a) También él falló en ver, por envidia, siempre lo negativo y en hablar mal de sus
hermanos.

b) Fue el que nos hizo descender a Egipto.

4. Binyamín:

a) Casi no tiene culpa en nada, ya que no participó en el juicio, la venta ni la bajada a


Egipto.

Los hijos de Yaacov fallaron en ver y en juzgar mal debido al interés personal que
tenían, causando bajar a Egipto. Por tanto, tendrían que regresar como los espías que
explorarían la tierra y, animarían al pueblo hebreo regresar a Israel. En lo personal no
sería una tarea fácil ya que ellos perderían su puesto de liderazgo, debido a la regla:
“Líder en el desierto no será líder en Israel”. Por tanto, a pesar de su ego, tendrían que
ver bien y hablar bien, reparando así lo que causaron como hijos de Yaacov, por
egoísmo: viendo mal y hablando mal. Y, por supuesto, si lo hacían, motivarían a todo el
pueblo a entrar de inmediato a la Tierra Santa, reparando así el hecho de que fueron
ellos mismos quienes nos bajaron a Egipto.

Agrega el Ben Ish Jay que ése es el motivo por el que, antes de mandarlos Moshé
Rabenu agregó una letra al nombre de Hoshea Bin Nun llamándole Yehoshúa, lo cual
hizo que el total de letras en los nombres de los espías fuera 49, que es el mismo
número de letras que componen los nombres de las 12 tribus (como están escritos en
el Joshen, el pectoral), insinuándonos así que los doce hermanos reencarnaron en los
12 espías. Y con base en lo que leí en nombre de Rabí Jaim Vital, que Hoshea Bin Nun
era la reencarnación de Yosef HaTzadik, como veremos a continuación, se entiende
por qué Moshé agregó justamente la letra yud a su nombre, pues la yud es la letra que
encabeza el nombre de Yosef, para insinuar así la conexión entre Yosef y Yehoshúa
Bin Nun.

Binyamín, como dijimos, no tenía mucho que reparar; sólo vino para apoyar a su
hermano Yosef, que esta vez es Yehoshúa, y él es Caleb Ben Yefuné. Por tanto, los
diez espías restantes son los diez hermanos.

Por eso son catalogados cada uno de ellos Nasí, “príncipe”, pero el versículo
literalmente dice: Kol nasí bajem, que significa: “Todo príncipe en ellos” (Bamidbar
13:2). Con el sod se entiende, ya que la palabra Nasí está formada con las iniciales de
la siguiente frase: “El alma de los doce hermanos”. Por tanto, se leería así: “Todas las
almas de los doce hermanos estaban en ellos”.
Y por esto también los espías fueron llamados Rashé Bené Israel, “Las cabezas del
pueblo de Israel”, ya que en verdad ellos son las cabezas, los doce hijos de Yaacov, a
partir de quienes se formó todo el pueblo de Israel.

Al llegar los espías a la tierra de Kenaan con el objetivo de explorarla, Caleb abandona
la misión, va a las tumbas de nuestros patriarcas en Mearat Hamajpelá y se queda allá
los 40 días que dura la misión. La razón por la cual el alma de Caleb le hace abandonar
la misión es porque justamente él es Binyamín, quien no tiene nada que reparar, sino
sólo apoyar a Yosef (Yehoshúa), que es lo que realmente hizo cuando hubo el gran
alboroto del pueblo que apoyaba a los diez espías y atacaban a Yehoshúa. Ahí, Caleb
defendió y respaldó la opinión de Yehoshúa al hablar bien de la Tierra Santa.

Por su parte, los diez espías, por ego, ven todo lo malo y negativo en la Tierra
Prometida y vuelven a caer en el mismo error: ver mal, hablar mal y provocan que no
entremos a la tierra de Israel durante los siguientes 40 años. Es por eso que son
castigados en el desierto con una muerte muy severa que comenzó en sus lenguas,
pagando así con sufrimiento la falta de reparación. Sin embargo, por lo menos dieron a
todo el pueblo el aprendizaje de no hablar mal por interés propio y menos todavía
difamar a la Tierra Santa, sino anhelar habitarla.

Por otro lado, Yosef sí repara, por medio de Yehoshúa, hablando bien de la Tierra de
Israel y convirtiéndose en un futuro en el líder que nos llevó, conquistó y asentó en
Israel; él nos sacó y él nos metió.

Por supuesto, una vez más, en esta tarea Yehoshúa fue ayudado y apoyado por Caleb
Ben Yefuné.

Pero la misión de Yosef aún no termina. Antes de entrar a Israel, Yehoshúa manda dos
espías para que le ayuden a planear el ataque; uno es Pinjás y el otro, Caleb. Al entrar
a Israel, casi los atrapan y fueron salvados por una mujer llamada Rajab, denominada
por la Torá como zoná, cuya traducción literal es “mujerzuela”, pero nuestros Ja-jamim
aclaran que era vendedora de comida en su posada, y el título zoná proviene de la
palabra mazón, “alimento”.

Surge una pregunta: si no era una mujerzuela, ¿por qué llamarla de esa forma, y de
alguna manera, difamarla, ya que a nadie se le ocurre traducir esa palabra como
“vendedora de mazón”? Más aumenta nuestro asombro cuando leemos que, al final,
cuando ella ayuda a los espías y nos ayuda a comenzar la conquista, se casa con ella
ni más ni menos que Yehoshúa Bin Nun. ¿Acaso era digno que el gran líder, sucesor
de Moshé Rabenu, se casara con una zoná? Sin embargo, con base en lo que dice
Rabí Jaim Vital, se entiende, ya que Rajab fue la reencarnación de la esposa de
Potifar, que intentó seducir a Yosef (Yehoshúa). Por eso es llamada zoná, no por lo que
fue en este viaje, sino por lo que hizo en su vida anterior. Y para reparar el daño que
provocó a Yosef, esta vez lo apoya y lo ayuda en la conquista de Israel. Y en lo que no
cayó Yosef la vez anterior, ya que ella era prohibida para él, la obtiene ahora de forma
permitida.

De acuerdo con todo esto, podemos ahora entender una escena que ocurrió entre
Yaacov y Yosef. Yosef trae a Yaacov a sus hijos Efraim y Menashé, para que los
bendiga. Yaacov intencionalmente cambia las manos de posición y

coloca la mano derecha, que es la más importante, sobre la cabeza del menor, Efraim.
A Yosef no le parece y al reclamarle, su padre le contesta: Yadati bení yadati, “Lo sé,
hijo mío, lo sé” (Bereshit 48:14). Pero no aclara qué es lo que sabe y uno se queda con
la interrogante. Además, dice el siguiente versículo: “Y bendijo a Yosef”.
Aparentemente, la bendición era para Efraim y su hermano, que estaban bajo las
manos de Yaacov, y no para Yosef. ¿Por qué la Torá dice que bendijo a Yosef?.

De acuerdo con todo lo explicado anteriormente, ahora se entiende: de Efraim salió


Yehoshúa Bin Nun y a él quería bendecir Yaacov. Ya que él será el reparador de
Yosef. Por eso dijo: Yadati bení, ya que bení en hebreo contiene las iniciales de
Yehoshúa Bin Nun. Y como Yehoshúa es Yosef, por eso la Torá dice que “bendijo
Yaacov a Yosef”.

Pero aún quedaba algo por reparar para los hermanos de Yosef, ya que ellos fueron
quienes lo secuestraron y vendieron, y la Torá dice: “Aquel que secuestre a una
persona y la venda, merece la pena de muerte”. Ellos lo hicieron y aún no lo habían
pagado.

Sobre eso se nos relata la Kiná de Ele Ezkerá (lamento que se lee en Tishá B’e Av)
que, después de la época del Segundo Templo, el César Adriano decidió leer la Biblia
judía; cuando llegó al versículo que dice: “El que secuestre a una persona y la venda,
morirá”, convocó a los rabinos y les preguntó: “¿Por qué no fueron castigados los
hermanos de Yosef por violar esta ley? Por eso yo voy a tomar a los diez rabinos más
grandes de ustedes y los mataré por ello”. El Midrash aclara que nuestros Sabios
podían darle varias respuestas, pero sintieron que esa acusación debería tener un
motivo que venía del más allá; por ello decidieron pedir al César tres días para pensar
en la respuesta que le darían, tiempo que aprovecharon para averiguar las razones
celestiales de ese acontecimiento.

El elegido para averiguarlo fue Rabí Ishmael Cohén Gadol, quien hizo iluy neshamá,
algo parecido a lo que se denomina en nuestros días “viaje astral”; su alma se
desprendió de su cuerpo y pasó a la dimensión celestial, donde le dijeron: “Acepten el
decreto, ya que en ustedes reencarnaron los culpables de la venta de Yosef”.
Al regresar, Rabí Ishmael informó a los Jajamim lo que le habían dicho, por lo que
decidieron cumplir con orgullo con la misión de reparar las fallas de los hermanos de
Yosef y, así, se convirtieron en los diez muertos por el imperio romano, y por ello fueron
llamados “Los diez arugué maljut”, los diez muertos por el reino.

Esto se encuentra insinuado en la Torá, en el episodio del encuentro de Yosef con sus
hermanos, cuando ellos le piden perdón por haberlo vendido. Dice la Torá: “Y lloró
Yosef haleem, sobre ellos” (Bereshit 45:15). La palabra haleem tiene las iniciales de:
“Serán los diez arugué maljut”. Adriano Publio Elio (76138).

Esto también está insinuado de manera increíble, como dice el Rabino Menashé Ben
Israel en su libro Nishmat Jaim, en el hecho de que los diez nombres de los rabinos
elegidos equivalen numerológicamente a los nombres de los hermanos de Yosef:
ambos suman 2858.

Pero en realidad no deberían ser diez, sino sólo nueve, ya que Reubén se fue y no
participó en la venta. A él le corresponde otro tipo de reparación. Por tanto, nuestros
Sabios explican que, como necesitaban diez para concretar el juicio, debían involucrar
a la Shejiná, la Presencia Divina, y ya que esto implica palabras mayores, prefiero no
abordarlo. Sin embargo, tenemos claro que Reubén requiere de una reparación
distinta. ¿En quién reencarnó?

Cuando Reubén regresó al pozo para salvar a Yosef y vio que no estaba, entendió que
en sus manos estuvo salvarlo y no lo hizo; el hecho de haber

dicho: “Tírenlo al pozo” provocó su muerte o una desgracia desconocida hasta ese
momento por él. Por eso él mismo se preguntó: Veaní ana aní ba, “Y ahora, ¿a dónde
yo vengo?” (Bereshit 37:30), que literalmente es difícil de entender. Aunque sabemos
que quiere decir: “¿Cómo yo ahora regreso a casa de mi padre con esta noticia?”, sin
embargo, esta expresión se refiere a la reencarnación que tendrá; por eso se
cuestionó: “¿En quién yo vendré para reparar esto?”

Se encontra en el libro del Haramá Mipano, en nombre del Lev Aryeh, que Reubén
regresó como Rabí Eliézer Ben Horkenús, conocido también como Rabí Eliézer
HaGadol, “El Grande”. Este título no es común, pero, ya que era la reencarnación de
Reubén, el hermano grande, fue denominado así. Además, su madre Leá lo llamó
Reubén porque Raá, “Vio Dios mi sufrimiento”. Raá son las iniciales de Rabí Eliézer
HaGadol.

Rabí Eliézer fue uno de los cinco alumnos de Rabí Yojanán Ben Zakai, quien dio a
cada uno de ellos un calificativo de honor (Pirké Avot 2:8); sobre Rabí Eliézer dijo:
“Eres bor zud, pozo de cal, (sellado con cal) que no pierde ni una gota”. Literalmente
quiso decir que tenía una mente que no perdía ninguna información; pero lo dijo con
este ejemplo porque, creo, encerraba un mensaje más que dio a su alumno Rabí
Eliézer.

Bor = pozo: “Viniste a reparar a Reubén quien arrojó a Yosef al pozo”.

Zud = yesod: Yosef cabalísticamente es denominado yesod, que en hebreo se parece a


la palabra zud, .‫דוס=דוסי‬

“Que no pierde ni una gota”, Yosef era tan puro que no perdía ni una gota de semen.
Ahora se entienden también las preguntas que hizo Rabí Yojanán a cada uno de sus
cinco alumnos: “¿Cuál es el defecto más grande, de cuál hay que alejarse, y cuál es la
virtud más importante de la persona?” Esta pregunta iba dirigida al subconsciente de
sus grandes alumnos, cuya respuesta indicaría

cuál era su misión en la vida (ya que el alma lo sabe, como dijo el Rey David: Venafshí
yodaat meod, “Y mi alma sabe mucho” (Tehilim 139:14). Y aquella persona que logra
ser puro llega a tener una comunicación entre su alma y su subconsciente).

Rabí Eliézer contestó: “El defecto más grande es el ojo, que siempre ve en el otro su
lado negativo, y la virtud más grande es lo contrario: Ain tová, siempre observar al otro
y juzgarlo para bien”. Esta respuesta provenía del alma de Rabí Eliézer, que debía
reparar el hecho de ver mal y juzgar para mal a Yosef.

Por eso sigue Rabí Eliézer más adelante en la Mishná de Avot y dice: “Cuida el honor
de tu prójimo como si fuera el tuyo propio”, al igual que contestó a sus alumnos que
vinieron a visitarlo antes de fallecer y le dijeron: “Danos una enseñanza antes de morir”,
a lo que respondió: “Cuiden mucho el honor de los demás”. De tal forma reparaba Rabí
Eliézer (Reubén) la falta de honor que hizo al tzadik Yosef y el hecho de que no se
puso en su lugar cuando vio la pena que era impuesta sobre él.

Y respecto a eso es encontrado en la Guemará (Avodá Zará 16b) lo siguiente: “Una vez
capturó el gobierno romano a Rabí Eliézer y le decretaron la pena de muerte. Cuando
su cuello ya estaba bajo el hacha del verdugo, le dijo el juez: ‘Mira viejo, lo que te
causó estudiar esa Torá vana’, a lo que contestó Rabí Eliézer: ‘Amo a mi Juez y recibo
con amor todo lo que Él me decrete’, en referencia a Dios; pero el juez pensó que se
refería a él, por lo que lo liberó”. Me parece que con esta escena de juicio de muerte
que sufrió Rabí Eliézer, con la muerte literalmente sobre su cuello, pagó Reubén el
hecho de que la pena de muerte de Yosef estaba en sus manos, ya que como
primogénito pudo haberla anulado, pero no lo hizo. Ahora lo sintió en carne propia y,
como él mismo se expresó ante sus hermanos como Reubén, al ver los problemas que
enfrentaron con el virrey de Egipto, que les dijo: “Estamos pagando por lo que
hicimos a nuestro hermano Yosef, al verlo suplicar que no lo matáramos y nosotros
cruelmente no nos apiadamos” (Bereshit 42:21).

La historia más famosa sobre Rabí Eliézer fue la discusión que sostuvo con los demás
Jajamim respecto a un horno que era un hoyo en el suelo, rodeado de ladrillos y tierra,
con forma de serpiente, denominado tanuró shel ajnai, “el horno (el pozo) de la
serpiente”, en la que Rabí Eliézer afirmaba que era puro y era permitido, y los Jajamim
opinaban lo contrario. Esta discusión terminó en que Rabí Eliézer no aceptó la decisión
final de la mayoría, lo que los llevó a la determinación radical e inusual de
excomulgarlo. Así vivió hasta su último día de vida, aislado, alejado y prácticamente
como enlutado, ya que las leyes sobre excomunión y luto tienen mucho en común.
(Esta situación duró al parecer 22 años).

Todo esto se entiende cuando tomamos en cuenta que Rabí Eliézer vino a reparar a
Reubén. Como fue él quien dijo que arrojaran a Yosef al pozo lleno de serpientes, por
tanto, en el caso del horno, que era un pozo con forma de serpiente, opinó que era
puro, lo que simbolizó que el acto contra Yosef estaba permitido. Y el castigo de
excomunión permanente, como un enlutado fue para reparar los 22 años de luto que
causó Reubén a su padre, ya que pudo evitarlo y no lo hizo. Así se reparó el alma de
Reubén.

Lo interesante es que los Jajamim temieron ir a dar la noticia a Rabí Eliézer de que
quedaba excomulgado, hasta que se levantó Rabí Akivá

y dijo: “Yo iré a decírselo”. Relata la Guemará (Babá Metziá 59b) que llegó Rabí Akivá y
de forma muy inteligente y sutil dio la noticia a Rabí Eliézer, quien rasgó sus vestiduras,
se quitó el calzado, se sentó en el piso y empezó a llorar.

Observen este hecho y compárenlo al mismo hecho en la reencarnación pasada de


ambos, ya que, como vimos, Rabí Akivá tenía una chispa de Yaacov Abinu; por tanto,
en su vida anterior Reubén fue el causante de la mala noticia

a Yaacov, el cual rasgó también sus vestiduras, lloró y se sentó en el piso, como un
enlutado. Y esta vez fue al revés, porque Yaacov (Rabí Akivá) es quien da la noticia
amarga a Reubén (Rabí Eliézer).

Resumamos esta sección:

1. Los nueve hermanos regresaron como los espías; no repararon, pero pagaron con
sufrimientos. Luego volvieron otra vez como los Arugué Maljut y pagaron con su muerte
el pecado de la venta.

2. Reubén regresó como uno de los espías; no reparó y pagó con sufrimiento. y para
reparar el hecho de no haber salvado a Yosef, provocando el gran luto a Yaacov,
regresó como Rabí Eliézer HaGadol pagando con su excomunión y también dejó
enseñanzas de ver bien y juzgar bien al prójimo, reparando así lo malo que juzgó a su
hermano.

3. Yosef reparó como Yehoshúa hablando bien y llevando de regreso al pueblo a Israel,
casándose al final con Rajab, que fue la reparación de Zulaija, la esposa de Potifar.

4. Binyamín regresó como Caleb Ben Yefuné sólo para apoyar a su hermano, lo cual
hizo las dos veces que fue enviado como espía y como conquistador de la Tierra de
Israel.

Elifaz-Onkelós

Elifaz fue el hijo primogénito de Esav y cuando éste emprendió la persecución de su


hermano Yaacov, puso a su ejército en todas las vías de escape para lograr atraparlo.
Cuando Yaacov llegó al río Jordán, camino a Jarán, ahí lo alcanzó Elifaz, pero no lo
mató y con sinceridad le expresó sus dudas, ya que no sabía cómo actuar con él. “Por
una parte, eres mi tío y mi maestro espiritual, ya que en muchas ocasiones me
enseñaste Torá. Por otra parte, tengo la obligación de cumplir la orden de mi padre.
¿Qué hago?” Yaacov le dio una

solución diciéndole: “El pobre se considera como un muerto, ya que no tiene vida
digna. Quítame todo lo que tengo y conviérteme en un pobre; de esta manera
cumplirás con la orden de tu padre”. Elifaz aceptó y no mató a Yaacov. Ese mérito que
adquirió Elifaz lo pone en una situación intermedia; por un lado, no mató a Yaacov
porque sabía que éste poseía la verdad y la fe correcta, y no el vandalismo de su padre
Esav, pero por otra parte, no tuvo la fuerza de abandonar a Esav y apegarse a Yaacov;
quizá por miedo, quizá por interés económico, pero al no matar a Yaacov recibe el
privilegio de regresar al mundo y ubicarse de nuevo en la misma situación, esperando
que esta vez dé la espalda al mal y se apegue al bien.

Es asombroso el ver en el libro Shem Uneshamá (pág. 448) la recopilación que hizo
sobre el final de la vida de Elifaz quien fue reconociendo la grandeza de Yaacov, Itzjak
y el Dios de ellos, como dice el Yalkut Shimóní, Beshalaj 268: “Dijo Elifaz a su hijo: ‘Un
día pregunté a mi padre, Esav, ¿cómo se logra alcanzar el Mundo Venidero?’, y él me
contestó: ‘Hijo, sólo Abraham, Itzjak, Yaacov y sus descendientes, el pueblo de Israel,
quienes se consideran el hijo primogénito de Dios, heredan el doble, este mundo y el
venidero. Y si quieres tener parte de su beneficio, ve y cava pozos de agua, haz
caminos y benefícialos. Así obtendrás algo de Olam Habá”.

Por otra parte, Elifaz es denominado una de las siete personas gentiles que tuvieron
profecía Divina, debido a que fue buen alumno de Itzjak y Yaacov Abinu.
Todo esto da a Elifaz la posibilidad de reencarnar y pertenecer al pueblo de Israel.

Titus fue el emperador que destruyó el Segundo Templo, regresando a Roma bañado
de gloria, pero recibió un “baño de agua fría” cuando se enteró de que su sobrino, On-
kelós, decidió renegar de la familia real e irse a Israel para

convertirse. Titus mandó de inmediato a varios emisarios para que hicieran regresar a
su sobrino, pero en el intento de convencer a Onkelós terminaban ellos mismos
convirtiéndose.

Así ocurrió con los tres grupos de emisarios que envió Titus (Guitín 56b).

Dice el Haramá Mipano (Guilgulé Neshamot 12) que Titus contenía la parte negativa
del alma de Esav y con maldad cobró venganza de Yaacov destruyendo el Templo y al
pueblo de Israel; y su sobrino Onkelós es la reencarnación de Elifaz, el cual esta vez
repara a la perfección, abandona las riquezas, el poder y comodidades para ser parte
de la verdad que se encuentra en el pueblo de Yaacov, Bené Israel.

Onkelós tuvo su recompensa y se convirtió en el gran traductor de la Torá al arameo,


que hasta hoy en día la halajá exige que cada hombre judío, en la víspera de Shabat,
lea la parashá dos veces en hebreo y una vez en arameo, de la versión escrita por
Onkelós. Todo esto está insinuado en su nombre, Elifaz, que en hebreo forma las
iniciales de la frase: “Él escribirá traducción aramea de la Torá”.

Tito Flavio Vespaciano (39-81).

Amram-El Rey Jizquiahu

Hasta ahora hemos visto el entorno de Adam HaRishón y los patriarcas. Veamos a
continuación a Moshé Rabenu y su familia, así como los personajes cercanos a él.

Comencemos con el padre de Moshé, Amram, que fue líder del pueblo de Israel
durante el periodo de esclavitud. Fue una persona muy destacada, a tal punto que el
Midrash dice que el versículo 4:28 de Kohélet del Rey Salomón, que dice: “De mil
personas encontrarás sólo una que sea justa”, se refiere a Amram. Y afirma la
Guemará que “Sólo hubo cuatro personas en la historia que

no cometieron ningún pecado que les ocasionara un castigo de muerte, y uno ellos fue
Amram”. Esto no quiere decir que no fallara en nada. Especialmente cuando esas
almas sagradas quieren alcanzar niveles elevados deben ser lo más puras y limpias
posibles. Explican nuestros Sabios sobre el versículo en Tehilim: Usvivav nizhará meod
(50:3), que a los que alcanzan los lugares cercanos a Dios en el Mundo Venidero “se
les mide por fallas del grosor de un pelo”, es decir, no pueden tener la más mínima falla
(Babá Kamá 50a).
Bajo esa lupa examinaremos a Amram y veremos que tenía que reparar dos aspectos;
el primero, que su generación cayó en la idolatría y que él no logró salvar a todos.
Repito: no puede acusarse a Amram de este hecho, ya que estaba bajo el yugo de un
imperio y su cargo no era oficial; sin embargo, queda una pregunta en el aire: si
hubiese sido líder absoluto en un país libre, ¿habría salvado a todos de la idolatría? Y
el segundo: al ver Amram que los egipcios mataban a los varones recién nacidos,
decidió divorciarse y ordenó que todos se divorciaran para evitar traer más hijos al
mundo. Después de dos o tres años se le acercó su hija, la profetisa Miriam, y le dijo:
“Tu decreto es peor que el de Paró, ya que él evita a los niños, y tú, a niños y niñas”.
Amram recibió el reproche de su hija y decidió volver a casarse con su esposa, y
tuvieron a Moshé. Y con ello dieron el ejemplo a todo el pueblo, para que las parejas
volvieran a unirse, trajeran más hijos y con rezos lucharan contra el decreto.

Resumamos las dos tareas de Amram:

a) Salvar al pueblo de la idolatría;

b) Ya que equivocadamente separó a las parejas, tendrá que casarse y dar el ejemplo
de matrimonio y procreación.

A mediados del Primer Templo, los niveles de idolatría empezaron a incrementarse en


el pueblo de Israel, hasta que en el siglo VIII antes de la era común alcanzó mayores
alturas con el rey Ajaz, descendiente del Rey David,

quien cerró sinagogas y casas de estudio, poniendo así la Torá en un lugar


inalcanzable. Colocó estatuas en el Templo Sagrado, incitando al pueblo a cometer
idolatría. Además, permitió las relaciones prohibidas (Sanedrín 103b). Ante una
situación tan caótica, Dios decide mandar de vuelta al mundo a Amram para que sea el
líder del pueblo de Israel y compruebe que cuando tiene posibilidades sí salva a todo el
pueblo de la idolatría y convierte a cada Am en Ram, es decir, a cada simple y bajo
(Am Haaretz) en alto y elevado (Ram Venisá).

En consecuencia, el rey Ajaz tuvo un hijo llamado Jizquiyahu, que al convertirse en rey
a final del s.VII e inicio del s.VIII antes de la era común cambia el rumbo del pueblo de
Israel: destroza todos los ídolos de su padre y elimina la idolatría en el pueblo Judío,
incrementa el estudio de la Torá a tal grado que eliminó el ejército de Israel, sentó a
todos los guerreros en yeshivot y alcanzó así un nivel tal que solamente en su época
no había niño que no fuera experto en la materia judaica más difícil y profunda del
Talmud.

Además, el rey Jizquiyahu se atrevió a hacer cosas radicales. Por ejemplo, la serpiente
de cobre que Moshé Rabenu hizo durante una de las epidemias en el desierto y que
quien la observaba se sanaba, la fundió, ya que la gente la había convertido en ídolo
de sanación (de ahí proviene el símbolo de la medicina). Nadie se había atrevido a
hacerlo, porque nadie quería eliminar algo hecho por Moshé, hasta que llegó
Jizquiyahu (Amram, el padre de Moshé) y lo hizo.

Con esto reparó con excelencia Jizquiyahu a Amram y demostró que, cuando pudo lo
hizo.

Respecto al divorcio de Amram: el rey Jizquiyahu en su juventud —ascendió al poder a


los 25 años—, se rehusaba a casarse por temor a los hijos que pudiera

tener, ya que sabía que traería al mundo un alma muy difícil y problemática (como
veremos más adelante).

La escritura del Shiloaj, exhibida hoy en día en el museo de Estambul, fue encontrada
en 1880 y trata del acueducto que hizo el Rey Jizquiyahu.

Con esta decisión de no casarse, de nuevo dio mal ejemplo a muchos jóvenes, que
decían: “Si el rey no se casa, yo tampoco”. Es por ello que, al igual que en su vida
anterior con Miriam, Dios le envió al profeta Yeshayahu, quien le advirtió que si no se
casaba moriría inmediatamente. De esta manera le insinuó que estaba fallando en su
reparación. El rey Jizquiyahu, como en el caso de Amram, se retractó al instante y
respondió al profeta Yeshayahu: “Tengo temor por el alma de mis hijos. Dame a tu hija
y quizás, por los méritos de ambos, logremos educar bien a nuestro hijo reparando así
su alma”. El profeta aceptó y así corrigió Jizquiyahu (Amram) el no hacer cuentas sobre
el futuro de los hijos y, con hechos y rezos, luchar contra un decreto negativo hacia los
hijos.

El hijo de Jizquiyahu fue el rey Menashé, como veremos a continuación.

Mijá-El Rey Menashé

El Midrash (Shemot) relata que Moshé creció en el palacio de Paró, sabiendo con
claridad que era hebreo. Se reunía constantemente con su madre, Yojébed, y recibía
lecciones de Torá de su padre, Amram. Un día salió a ver a sus hermanos hebreos en
su esclavitud y halló a los egipcios que mataban bebés hebreos. En una ocasión
Moshé pudo salvar a un niño, lo que a él le pareció una buena idea, a pesar que Dios le
dijo: Al tiztakel bakankán, “No observes la vasija, sino lo que ésta contiene”, “No
observes al cuerpo del bebé que inspira piedad, ya que su contenido es muy
problemático y más vale que se repare con sufrimientos y muerte, pues, como misión
de vida tendrá una misión imposible”. No obstante, Moshé se arriesgó pensando que él
mismo se ocuparía de ese niño, ayudándole en su misión. Ese niño se llamaba Mijá.

La historia de Mijá resultó muy negativa: aunque Mijá siempre acompañaba a Moshé,
fue un gran idólatra. Antes de salir de Egipto, Moshé debía sacar el ataúd de Yosef que
estaba hundido en el Nilo ya que los egipcios lo escondieron porque sabían que sin el
ataúd, los judíos no saldrían. Entonces Moshé escribió en un pergamino el nombre
sagrado de Dios de 72 letras y la frase “Sube Toro, sube Toro” (ya que Yosef era
llamado el toro). Mijá tomó el pergamino y lo guardó consigo.

Al cruzar el Mar Rojo, todo el pueblo de Israel alababa: “¡Quién como Tú, Dios!”,
excepto el idólatra Mijá, que atribuía los milagros a la pequeña estatua que llevaba
consigo.

En el desierto, cuando el pueblo de Israel decidió hacerse un nuevo dios, recolectando


oro y arrojándolo al fuego para fundirlo, Mijá arrojó al fuego el pergamino de Moshé con
las palabras “Sube, Toro”. Y debido a las letras sagradas que contenía el pergamino,
apareció un toro. Al ver el pueblo este milagro, es decir, que habían arrojado oro y
había surgido un toro (el “becerro de oro”), creyeron que tenía poderes y se unieron a
la creencia idólatra de adorarlo, apegándose así, a la ideología de Mijá.

Al entrar a la tierra de Kenaan, Mijá construyó su gran casa de idolatría y su sumo


sacerdote fue, ni más ni menos, el nieto de Moshé Rabenu.Con este caso nos enseñó
Dios un mensaje importante. Si sabemos que los hebreos que se rehusaron a
abandonar la idolatría murieron en la plaga de la oscuridad y no salieron de Egipto y
además, que quienes participaron activamente en el pecado del becerro fueron
castigados con la muerte y que todos los que salieron de Egipto murieron en el trayecto
y sólo entró la nueva generación, ¿cómo es que Mijá salió de Egipto, no murió cuando
el becerro y entró a Israel? La respuesta es sólo una: para que entendiera Moshé y
todo el pueblo de Israel que hay que salvar a cualquier niño o persona en peligro, pero
que cuando Dios dice “No”, no debemos intentar ser más piadosos que Él, ya que

Dios planeó que esa alma fuera purificada sólo por medio de sufrimientos y muerte,
pero ahora que ya vivió y se estropeó, tendrá que volver y reparar.

El alma problemática de Mijá, regresa a hacer su reparación y debido a que contiene


tanto potencial negativo, la dividió Dios en dos: Menashé y Rabsheké, los hijos del rey
Jizquiyahu. Como dice el Zóhar: “Si esa alma viene en un solo cuerpo, no tendrá
oportunidad de reparar. Había que dividirla en dos para lograr la reparación completa”.

Ahora entendemos el gran temor que sentía el rey Jizquiyahu; por eso se rehusaba a
casarse. Y con razón temía, ya que le tocó tener dos hijos con un alma muy inclinada
hacia la idolatría, contra la cual él tanto luchó.

Relatan los Jajamim que un día, cargando a los dos niños en sus hombros, dijo uno de
ellos: “¡Qué buena está la cabeza de mi padre para hacer sobre ella sacrificios a la
idolatría!” (Berajot 10a, en Hagaot Habaj). El rey Jizquiyahu se impactó tanto con esa
frase que arrojó al niño, cayendo así Ravsheká al suelo y recibió un golpe mortal. Pagó
con muerte de sekilá el castigo que merecía por incitar a todos a la idolatría cuando era
Mijá (como vimos en el caso de los sumos sacerdotes Aharón y Elí). Menashé se
quedó con la mitad del alma de Mijá para enfrentar la idolatría y superarla.

Y en efecto, cuando el rey Menashé tomó el reinado en el año 697 y estuvo a cargo de
él durante 55 años, hasta el año 642 antes de la era común, su reinado fue muy difícil
para el judaísmo, ya que echó a perder toda la labor de su padre, el rey Jizquiyahu,
regresando la idolatría y metiéndola al área del Kódesh en el Templo, lo cual ni su
abuelo Ajaz se había atrevido. Además, sacrificó a uno de sus hijos quemándolo ante
un ídolo, como era la costumbre de algunas sectas (Dibré Hayamim II, Cap. 33). Con
estos actos del rey Menashé se manifestó de nuevo Mijá.

Al final de sus días, el rey Menashé, quedó cautivo del rey de Ashur tras una batalla.
Ya en prisión se sentó a reflexionar por todos sus pecados y, por medio de un rezo a
Dios, se arrepintió, pidió perdón y prometió que si Dios lo salvaba y le devolvía la
corona del Reino de Israel repararía toda la idolatría que había causado, como
efectivamente lo hizo al final. Así logró hacer teshuvá y erradicar la idolatría del pueblo
de Israel que él mismo había impuesto (Dibré Hayamim II, Cap. 15).

Con eso reparó Menashé el alma tan dañada de Mijá.

Moshé-Nóaj

Ya aclaramos que la neshamá no es una unidad absoluta que tiene la persona y puede
ser que una neshamá se divida en diferentes cuerpos (como en el ejemplo de Cáin), o
al revés, que una misma persona contenga dos neshamot y en un solo viaje repare a
dos personas. Para que esto sea posible, hacen falta dos condiciones: 1. Que ambas
almas que repara provengan de una sola raíz; 2. Que la tarea de por lo menos una de
ellas no sea tan difícil, para permitir a la persona cumplir con las dos tareas.

Uno de los ejemplos típicos de este concepto es Moshé Rabenu, de quien ya


aclaramos vino a reparar a Hébel, pero esa misión no era tan difícil, ya que la
reparación con-sistía en ser humilde y no faltar al respeto al observar la Presencia
Divina. Eso abre el camino para que Moshé Rabenu estuviera cumpliendo con otra
misión, la cual fue su verdadera gran tarea: reparar a Nóaj.

Nóaj es llamado en la Torá como hombre justo y perfecto. Recibió un aviso de Dios de
que la tan corrupta humanidad sería eliminada por medio de un diluvio, y él y su familia
serían salvados en un arca, denominada en hebreo tevá. Los preparativos de Nóaj para
construirla, reunir a los animales y reunir el alimento necesario duraron 120 años, que
en verdad fueron años de espera de parte de
Dios para ver si Nóaj cambiaba el decreto, rezando a Dios o por medio de reproches
reparar a la humanidad. Pero Nóaj falló y fue catalogado por nuestros Sabios tzadik
beparvá, es decir, “un justo con abrigo de piel”, en referencia al ejemplo de aquel
hombre que invitó a sus amigos a su casa pero él mismo no estaba en casa, mientras
tanto sus invitados se morían de frío por no estar encendido el fogón; y por respeto a él
no se tomaron la libertad de encenderlo, esperando que cuando él llegara sentiría el
frío y él mismo lo encendería. Sin embargo, cuando llegó el dueño y notó el frío en la
casa, sacó su abrigo de piel, se cubrió con él y se sentó junto a ellos.

Así fue la actitud de Nóaj: se “abrigó” él y su familia en el arca dejando a todos


ahogándose en las aguas del diluvio, en lugar de reprenderlos o convencerlos de que
era un castigo Divino y cambiarán sus hechos además de rezar por ellos. Al fin y al
cabo, ésta es la voluntad de Dios, que el líder reproche a los malvados y rece por ellos
y no que acepte pasivamente su muerte. Este hecho causó que el diluvio fuera llamado
en el Tanaj Me Nóaj (Yeshayá 54:9), que en hebreo se escribe así:

“Las aguas de Nóaj”, es decir, que él fue el causante indirecto del diluvio, ya que pudo
haberlo evitado.

Resumiendo la vida de Nóaj, fue en decadencia, ya que su historia comienza con el


gran título de Nóaj ish tzadik tamim, “Nóaj fue un hombre justo y perfecto” (Bereshit
6:9); continúa con sólo el título de Tzadik, como dice el versículo: Ki otejá raiti tzadik,
“Observé que eres tzadik” (Bereshit 7:2), es decir, perdió el título de tamim. Más ade-
lante la Torá dice: Vaishaer aj Nóaj, “Y se quedó solo Nóaj” (Bereshit 7:23), es decir,
sin títulos honoríficos. Y su historia termina con el despreciable título de Vayajel Nóaj
ish haadamá… vaishkar, “Y se convirtió Nóaj en un hombre del campo, plantó un
viñedo y se emborrachó”. Comenzó como Ish tzadik y terminó como Ish haadamá.

Moshé Rabenu nació circuncidado, igual que Nóaj, y fue puesto sobre las aguas del
Nilo en un “moisés”, llamado en la Torá tevá, igual que la de Nóaj. Vivió 120 años para
reparar los 120 años en los que Nóaj construyó el arca sin preocuparse por los demás.
Por eso Moshé es tartamudo, o como él mismo se llamó: Aral sefatáim, “boca tapada”.
Sin embargo no se entiende porque ésa no es la definición de una persona tartamuda;
la verdadera explicación es que, como Moshé, en su vida anterior siendo Nóaj, “cerró”
la boca, pues no reprochó a nadie, por eso se autodenominó Aral sefatáim, cuya misión
ahora será hablar, orientar y reprochar al prójimo.

Moshé, por su parte, convierte sus 120 años en ayuda al prójimo. Por eso, al principio
de su historia, relata la Torá tres hechos que le ocurrieron: 1. Vio a un egipcio que
maltrataba a un hebreo; 2. Vio a dos hebreos (Datán y Abiram) peleando entre sí; 3.
Presenció la riña entre los pastores midianitas y las hijas de Itró. En todos los casos,
Moshé intervino para ayudar, fuera entre un gentil y un hebreo, fueran dos hebreos o
entre gentiles, ya que él era un hombre de ayuda. Todo esto fue manifestado a mayor
escala cuando fue el salvador del pueblo de Israel defendiéndolos y salvándolos de
muchos males, y reparando así la apatía que mostró siendo Nóaj. Eso está simbolizado
en el hecho de que Nóaj se salvó estando sobre el agua y Moshé partió las aguas, es
decir, alejó el mal hacia los lados y salvó a todo el pueblo, combinando siempre la
plegaria a Dios y los reproches al pueblo.

La verdadera prueba se presentó cuando el pueblo hizo el becerro y fueron


condenados todos a muerte; Dios se dirige a Moshé y le dice: “Déjame matarlos y
sacaré de ti una descendencia nueva. Comenzaremos desde cero, siendo tú el primer
eslabón”. Estas palabras se asemejan a lo que dijo Dios a Nóaj, pero esta vez Moshé
contestó: “Mil como yo morirán y, por favor, Dios, no quites ni una uña a los presentes.
De lo contrario, bórrame, por favor, de Tu libro. Te pido, Dios, que te apiades, ya que
estoy seguro de que hallo gracia

ante Tus ojos”. Nos piden los sabios del sod que observemos estas dos expresiones y
veamos que las palabras “bórrame”, que en hebreo se dice mejeni ná, forman la
palabra Me Nóaj, y mejeni ná son las letras invertidas de Aní Nóaj, “Soy Nóaj”.

Es decir, Moshé (Nóaj) suplica a Dios: “Soy Nóaj. Ya causé indirectamente las aguas
del diluvio. No dejaré que este pueblo sea castigado, sino que rezaré por ellos y los
reprocharé para que se salven”. También nos indican nuestros Sabios que observemos
que sólo a dos personas en la historia judía les dijo Dios que habían hallado gracia ante
Él: Nóaj y Moshé. A Nóaj, como lo dijo en el versículo (Bereshit 6:8): VeNóaj matzá jen,
“Y Nóaj halló gracia…”, y a Moshé le dijo Dios: Ki matzata jen, “Encontraste gracia ante
Mí” (Shemot 33:12), y Jen, “gracia” en hebreo, al leerse al revés dice Nóaj: .‫ןח=חנ‬

El rezo de Moshé hace su efecto y logra salvarnos transportándonos en un arca de


nubes. Como aclaran nuestros Sabios, durante los 40 años en el desierto, estuvimos
ro-deados de nubes de protección, en medio de un “diluvio desértico”, y fuimos guiados
por “El Capitán” Moshé Rabenu, que fue también quien nos suministró alimento, el
maná, al igual que Nóaj, solo que él lo hizo con animales y Moshé con todo el pueblo.

Moshé, a diferencia de Nóaj, representa al hombre en ascenso, ya que su historia


comienza con el título de Ish mitzrí (hombre egipcio) y finaliza con el de Ish haElokim
(hombre de Dios), contrarrestando así la caída de Nóaj desde Ish tzadik a Ish
haadamá. Y Moshé terminó siendo lo contrario de Noaj, ya que Noaj significa
descanso, comodidad, la cual era la mala actitud de Noaj, que fue cómodo y en lugar
de trabajar en la labor de convencimiento, prefirió el descanso. Sin embargo, Moshé,
significa sacador, salvador, exactamente como él fue, alguien que trabajó para
sacarnos de la esclavitud de Egipto, del mar, del desierto, de la ignorancia, de la
idolatría.
De esta forma Moshé Rabenu repara con perfección a Nóaj, y ésa es quizá también la
razón de que en el Tanaj, cuando habla del nieto de Moshé, dice: “Yonatán, hijo de
Guereshóm, hijo de…”, y en lugar de decir Moshé Rabenu dice Menashé. En hebreo, la
diferencia entre ambos nombres es que Menashé contiene una letra nun de más, y la
nun es la primera letra del nombre Nóaj, para simbolizar así que, dentro de Moshé, está
Nóaj, ya reparado.

Javá-Batiá

Batiá fue la hija rebelde de Paró, y desde niña estuvo en desacuerdo con su padre y
sus crímenes contra la humanidad. A tal grado que Batiá empezó a investigar un poco
sobre el pueblo Hebreo y, al escuchar sus conceptos espirituales, decidió convertirse.
En el momento que bajó al Nilo para realizar la tebilá, (el baño ritual de conversión),
encuentra la tebá de Moshé, a quien decide salvar, en total desafío al decreto de su
padre, Paró.

Batiá, que significa, hija de Dios, fue también la reparación de Javá y, se llamó así
haciendo alusión a que era “hija de Dios” ya que Javá fue una criatura hecha por Dios y
no por medio de padres, (Haramá Mipano Séfer HaGuilgulim 143).

Batiá vino a reparar el apego que tuvo Javá con la serpiente, ya que Paró es símbolo
de la serpiente y eso se lo insinuó Moshé lanzándole la vara que se convirtió en
culebra, cuyo veneno está en su boca, al igual que Paró, que emitió los decretos malos
a través de su boca. Por eso las letras del nombre Paró en hebreo forman las palabras
“boca mala” ‫ הערפ =ער הפ‬. Esta vez Javá (Batiá) se aleja de la serpiente (Paró).

Moshé, como ya mencionamos, fue en parte el alma de Hébel, el hijo de Javá (Batiá).
Por eso la hija de Paró se apiada de él y lo adopta como hijo. Además, Javá, cuando
tuvo a su primer hijo, lo nombró con mucho orgullo Cáin, como ya explicamos, porque
se sintió como creadora, igual que Dios. Pero cuando nació

su segundo hijo entendió que ella simplemente es un medio para traer hijos al mundo.
Por ello no está escrito en la Torá que le puso nombre, sino que simplemente dice: “Y
nació Hébel…”, nombre que en hebreo significa “vano”. En esto falló Javá al no darle
nombre ni importancia, pero en este viaje Batiá lo reparó, emocionándose al ver a
Moshé (Hébel) y nombrándolo Moshé, que era uno de los diez nombres que él tenía, ya
que cada miembro de su familia lo nombró de otra forma (Yéred, Avigdor, Avi Zojó,
etc.), pero ahora entendemos por qué el nombre que quedó registrado en la Torá fue el
que le dio Batiá, ya que ésa debía ser la reparación de Javá.

Ella, como Javá, causó la muerte a la humanidad y con este acto en el Nilo, salvó una
vida, pero no sólo la de Moshé, ya que él a su vez salvó y sacó a todo el pueblo de
Egipto, los sacó de las aguas del Mar Rojo y los guió por el desierto.
Con esto podemos responder la pregunta que deberíamos hacer a Batiá: “Si lo llamaste
Moshé por sacarlo del agua, deberías haberlo llamado Mashuy, ya que en hebreo,
quien es sacado del agua para evitar que se ahogue se le llama Mashuy (salvado), y
quien saca a esa persona se le llama Moshé (salvador), sin embargo, con base en lo
anterior, lo entendemos: Javá, que causó la muerte a Adam, regresa y salva a quien
será el salvador del pueblo de Israel, ya que todo el pueblo de Israel contiene las
partículas del alma de Adam.

Así es como Batiá se convierte realmente en una “hija de Dios”.

Tziporá-

La Profetisa Deborá

Como explicamos antes, Tziporá fue la gemela de Hébel, es decir, su pareja. Por eso
cuando Moshé llegó a casa de Itró, Tziporá sintió esa atracción por él, y mientras él es-
tuvo encerrado en el sótano de Itró, ella le llevaba comida

como si fuera un pajarillo llevando alimento a su nido. De ahí proviene su nombre


bíblico Tziporá, “pajarillo”.

Cuando se casaron, tuvieron a su primer hijo y lo circuncidaron. Al tener su segundo


hijo, justo en ese momento Moshé tuvo que emprender el camino a Egipto para cumplir
su misión y por ello la responsabilidad de realizar la circuncisión recayó sobre Tziporá
(así lo explican el Rabenu Jananel y el Rabenu Bejayé). Pero ella pospuso esa
obligación y sólo al ver el peligro de muerte que se manifestó por medio de un ángel
que mandó Dios, rápidamente circuncidó ella misma al niño.

Tziporá fue una mujer muy virtuosa y sólo le faltaron dos cosas: una, este hecho
pequeño de la milá; y dos: fue la única judía (ya que se convirtió antes de casarse con
Moshé) que no participó en el gran Cántico del Mar, pues al llegar Moshé a Egipto y ver
la gran tarea que le esperaba, la mandó de regreso con Itró, con la esperanza de que al
terminar la liberación del pueblo esclavizado volverían a encontrarse. Así ocurrió, pero
Tziporá no atestiguó el cruce del mar ni la gran alabanza a Dios por el milagro. No es
algo por lo que ella debiera regresar a reparar, ya que no es una falla por la cual pueda
culpársele, sin embargo, a veces, el alma misma pide regresar para alcanzar los
máximos niveles sin tener ni una partícula que la manche.

Por ello, Tziporá regresa como la gran profetisa Deborá, y de la misma forma que
podemos atribuir a Tziporá la salvación del pueblo de Israel, ya que ella alimentó a
Moshé en sus diez años de prisión y le salvó así la vida, salvando así a todo el pueblo
de Israel, también Deborá no sólo fue una profetisa, sino una líder del pueblo de Israel
durante muchos años, salvó a todo el pueblo del ministro de la Guerra enemigo, Siserá,
y motivó al guerrero Barak Ben Abinoam para que emprendiera la guerra. Al finalizar la
batalla con una milagrosa victoria, Deborá realizó un cántico de agradecimiento a Dios,
conocido como el

Cántico de Deborá, reparando así su ausencia, como Tziporá, en el cántico de Az


Yashir.

Ahora podemos entender por qué en Shabat de la parashá Veshalaj, que leemos en la
Torá el Cántico de Az Yashir culminamos leyendo la Haftará del Cántico de Deborá,
cuyos versículos se asemejan al cántico de Moshé por ser ambos cánticos de alabanza
y agradecimiento por la liberación del yugo del enemigo, por su contenido y por la
forma en que ambos son escritos, no de corrido, sino con pausas.

En el cántico, Deborá menciona el motivo por el que tuvieron el honor de ser salvados
por Dios: Vifroa peraot beIsrael (Shofetim 5:2), y el Zóhar explica sobre este versículo:
“Dijo Rabí Yosí: ‘El pueblo de Israel en esa época no se circuncidaba bien, ya que
hacían la milá sin la periá (que es cortar también el segundo prepucio). Y halájicamente
es como si no hubieran cumplido con la milá. Por tanto, vino Deborá y estableció bien
la ley, ordenando a todo el pueblo de Israel que se hiciera la milá como es debido”
(Zóhar Shemot 2).

Con esto reparó Deborá la pequeña falla de la responsabilidad que tenía Tziporá de
realizar la milá de su hijo.

Así alcanzó esta alma su perfección total.

Moshé-Rabí

Shimón Bar

Yojai-El Arizal

El caso que veremos a continuación refleja una situación distinta por la cual un alma
puede regresar al mundo, no para reparar, como hasta ahora hemos visto, sino
simplemente para ayudar a alguien en especial o a todo el pueblo en general.

Moshé Rabenu logró reparar con perfección las almas de Hébel y Nóaj, alcanzando así
el máximo nivel (50). Él fue el primer rabino y primer maestro de la Torá; por eso, a
diferencia de todos los que se titulan “Rabino fulano” o “Rabí Mengano”, es decir,
primero el título rabínico y después el nombre, él es titulado Moshé Rabenu, Moshé, El
Rabino, no el Rabino Moshé, para señalar así que toda la Torá que poseen los rabinos
proviene de él.

Moshé trasmitió la Torá con todas sus dimensiones, y fue dividida en dos partes: la
Escrita y la Oral. En cuanto a esta última, estaba prohibido escribirla y fue trasmitida de
boca en boca, y su parte profunda, es decir, el sod, fue trasmitida cuidadosamente sólo
a los rabinos más singulares, ya que era difícil, y a la vez peligroso, enseñar conceptos
de Cabalá a personas simples. Éste es el motivo de que la palabra sod equivalga en su
valor numérico a la palabra “vino”, ‫ = ןיי‬70 = ‫ דוס‬, porque al igual que el vino en un
estómago vacío provoca perder la cabeza, así el sod en una mente vacía de Torá
provoca locura y confusión.

Claro que esta restricción de no escribirla provocó que se fueran perdiendo muchos de
sus conceptos, como sucedió con muchas partes de la Torá Oral. Por tanto, los rabinos
que vivieron después de la destrucción del Segundo Templo, en los siglos I y II
después de la era común, decidieron finalmente escribir la Torá Oral. Rabí Yehudá
HaNasí, por ejemplo, escribió principalmente la parte halájica en sus Mishnayot, y su
rabino, Rabí Shimón Bar Yojai, fue quien escribió la parte cabalística, el sod de la Torá.

Nuestros Sabios aclaran que Rabí Shimón Bar Yojai fue la chispa de Moshé Rabenu,
que regresó para salvar la parte bella y profunda de la Torá, escribiéndola en el Zóhar.

Eso se halla insinuado en el versículo de Tehilim que escribió el Rey David sobre la
subida de Moshé al Cielo para bajar la Torá: Alita lamarom shabita

shebi, “Subiste al Cielo y cautivaste una joya”, es decir, la Torá. La palabra shebí en
hebreo contiene las iniciales de Shimón Bar Yojai.

Éste es el motivo por el que Rabí Shimón Bar Yojai en el Zóhar dicta muchas
enseñanzas que obtuvo celestialmente de su gran maestro espiritual, llamado Rahayá
Mehemná, es decir, “El fiel pastor”, para referirse a Moshé Rabenu, el gran pastor y
guía del pueblo de Israel. Con eso nos enseña Rabí Shimón Bar Yojai que cada alma,
en su segunda reencarnación, obtiene ayuda de la parte de su alma, que ya está
reparada y depositada en el Mundo Venidero (en especial en Shabat, cuando recibimos
la neshamá yeterá, alma adicional, que prácticamente es parte de nuestra alma
reparada, que viene a ayudarnos a elevarnos más).

Moshé Rabenu y Rabí Shimón Bar Yojai tuvieron muchas cosas en común. Moshé
escapa de Egipto debido a la pena de muerte que decretó Paró contra él, y Rabí
Shimón Bar Yojai escapa de los romanos que decretaron su muerte. Moshé obtiene su
grandeza aislándose de la humanidad y viviendo en el desierto y Rabí Shimón Bar
Yojai obtiene su grandeza encerrándose en una cueva.

Además, hay una insinuación interesante en las fechas de fallecimiento de ambos:


Moshé Rabenu falleció el 7 de Adar y Rabí Shimón Bar Yojai en Lag Baomer. Esta
última fecha suma 345, al igual que el nombre Moshé.
Además, cada año, sea normal o bisiesto, en el mismo día de la semana que caiga el 7
de Adar, caerá el mismo día de la semana Lag Baomer. Y curiosamente, la palabra sod
que en hebreo suma 70, equivale a los 70 días que hay entre 7 de Adar y Lag Baomer,
insinuándonos así la parte del sod que Moshé Rabenu vino a rescatar como Rabí
Shimón Bar Yojai. Ambos eran muy humildes, como está reflejado en el relato en el
Zóhar sobre cierta vez que en medio de la clase Rabí Shimón Bar Yojai escuchó una
voz Divina que lo

llamaba por su nombre: “Shimón, Shimón” (al igual que Dios llamó a Moshé Rabenu:
“Moshé, Moshé”). Se levantó Rabí Shimón Bar Yojai y dijo a sus alumnos:
“Discúlpenme, la Presencia Divina quiere enseñarme algo”.

Pregunta el libro Ituré Torá (3:28): “Aparentemente parece orgullo de Rabí Shimón Bar
Yojai pensar que la voz era divina. Debería, por humildad, actuar como el profeta
Shemuel, que cuando escuchó la voz divina dirigiéndose hacia él, corrió hacia Elí, el
sumo sacerdote, pensando que había sido él quien lo llamaba, ya que no se imaginó,
por humildad, que era merecedor de que Dios se dirigiera a él. ¿Cómo Rabí Shimón
desde un principio concluye que es Dios quien lo llama?” La respuesta es que Rabí
Shimón Bar Yojai era tan humilde que sabía que todos los títulos de honor que se le
daban, como Gran Rabino, El Cabalista, etc., no eran reales, ya que él se consideraba
un hombre simple y común. Cuando de repente escuchó que le llaman: “Shimón,
Shimón”, sin títulos de honor, como se le llamaría a cualquier persona de la calle, Rabí
Shimón Bar Yojai se levantó y dijo: “Seguramente es Dios quien me llama, Él es el
único que sabe que no soy ni rabí ni cabalista, sino simplemente Shimón”. Eso es
humildad.

Y me di cuenta, de una forma interesante, cómo en ambos nombres, el de Moshé y el


de Rabí Shimón, hay dos letras comunes y el resto forman la palabra anavá,
“humildad”.

En efecto, Rabí Shimón Bar Yojai logró recopilar toda la parte mística de la Torá,
dejando así el escrito cabalístico más profundo, llamado el Zóhar, que en verdad es “el
resplandor de la Torá”.

Sólo quiero complementar como mencioné antes: el nieto de Moshé Rabenu fue
sacerdote de idolatría del templo que erigió Mijá durante 13 años. Y en el libro Torat
HaGuilgul, 86, dice que el nieto de Moshé regresó como Rabí

Elazar, el hijo de Rabí Shimón Bar Yojai, quien lo llevó a la cueva con él y durante 13
años “pulió” su alma.

Después de 1200 años aproximadamente, en los que la Cabalá fue perdiéndose debido
a las persecuciones y los exilios, y a la falta de concentración de los grandes rabi-nos,
regresa de nuevo esa alma, otra vez sólo para ayudar y recuperar la parte del sod. Esta
vez regresa Moshé (Rabí Shimón Bar Yojai) como el Arizal, cuyo nombre completo es
Itzjak Ben Shelomó (Luria), que de nuevo forma las iniciales Shebi.

El Arizal renueva todo el estudio de la Cabalá en la ciudad de Tzefat y da la fórmula


correcta para entender el Zóhar, eliminando así ciertas interpretaciones de algunos
caba-listas anteriores y estableciendo de esa forma el sistema para estudiar el Zóhar
que se aplica hasta hoy.

Si quisiéramos dividir la historia judía en tres partes —una, la parte bíblica con los
personajes del Tanaj; dos, la época talmúdica; y tres, la época rabínica—, se
destacaría en cada una de esas partes un personaje especial, que fue el motor. En la
primera época fue Moshé Rabenu, en la segunda Rabí Shimón Bar Yojai y en la tercera
el Arizal. Y eso se debe a que los tres eran uno mismo.

Rut y La Hija de Lot

Hasta aquí hemos visto varios ejemplos del entorno de los patriarcas y de Moshé
Rabenu. A continuación analizaremos el entorno del Rey David y su familia, quiénes
eran y de quién provenían espiritualmente.

Comenzaremos con el principal eslabón de la cadena de la realeza del Rey David. En


el Tanaj, en Meguilat Rut, se relata que Abimélej y su esposa Naomí, junto con sus dos
hijos, huyeron de Israel debido a una hambruna. Abimélej era

un hombre muy rico y no quiso ayudar a los pobres por lo que se fue con su riqueza a
vivir a Moab, con tal de salvar sus bienes.

Ahí, su hijo, Majlón, se casó con Rut, hija de Eglón, el rey de Moab. Después de un
tiempo, fallecen Abimélej y sus hijos, y se queda al final Rut junto a su suegra, Naomí.
Ella decide regresar a Israel y Rut se empeña en ir con ella y convertirse. Esto aparece
insinuado en el valor numérico de su nombre: Rut suma 606. Ella como gentil, cumplía
solamente las siete mitzvot, y ahora agrega sobre sí las 606 (valor de su nombre) para
completar las 613 mitzvot del judaísmo. Por eso la Torá la llama Rut (su nombre
original era Guilit).

A pesar del rechazo de Naomí, Rut se aferra a su decisión y al final logra convencerla,
abandonando así su riqueza y su antiguo modo de vida como princesa moabita, para
convertirse en una mujer pobre en Israel.

El Tanaj nos relata que Rut fue el símbolo del jésed, “bondad”, ya que ella fue quien
mantuvo en Israel a su suegra Naomí, pues ambas estaban solas y eran pobres, y Rut
era la que iba a los campos para recoger las espigas sobrantes que dejaban los
dueños de los campos para los pobres, tal cual lo indica la halajá. Nuestros Sabios
destacan el tzeniut, (recato) que caracterizaba a Rut; ya que cada vez que se
agachaba para recoger una espiga, no lo hacía como todas, sino que se quedaba en
cuclillas, es decir, casi sentada sobre el suelo, para mantener así el recato.

Todas esas actitudes de Rut y otras más fueron para reparar su alma, ya que ella fue la
reencarnación de la hija mayor de Lot, que al tener relaciones con su padre tuvo a su
hijo Moab (Me ab, hijo de mi padre) y Rut era descendiente directo de Moab, ya que
era la hija de Eglón, el rey de Moab, biznieto de Lot. La hija de Lot creció en una ciudad
y en una casa “antijésed” y Rut fue modelo de jésed. Además, Rut nos enseñó la clave
de la bondad: “El pobre da más al rico que el rico al pobre”, ya que el rico sólo da una
limosna al pobre que en

poco tiempo se termina, sin embargo, el pobre da vida al rico, ya que la tzedaká elimina
decretos de muerte; entonces, el pobre hace más favor al rico.

Así lo expresó Rut cuando regresó a casa con un manojo de espigas recolectado del
campo y Naomí le preguntó: “¿Quién es el hombre que te hizo el favor de permitirte
recolectar espigas de su campo?”; contestó Rut: “El señor al que le hice el favor de re-
colectar en su campo se llama Bóaz” (Rut 2:19). Justamente Rut es la que puede
decirlo, porque ella sabe que sólo por el jésed que hizo Abraham Abinu se salvaron ella
(la hija de Lot) y su familia de la destrucción de Sedom. Y si toda la gente de su ciudad
hubiera hecho lo mismo, habría adquirido, por medio de dar limosna, toda una vida.

Rut, con su tzeniut, logró reparar el descaro de la hija de Lot al emborrachar a su padre
y acostarse con él; aunque explicamos que fue debido a una idea errónea, había que
repararlo. Rut logró reparar eso mediante su gran recato, como también se manifestó
cuando llegó el momento de casarse con Bóaz, con quien tuvo a Obed, padre de Ishay
que fue padre del Rey David.

Rut culmina su misión educando a sus descendientes para ser gente de bondad, y
tiene larga vida, hasta alcanzar el honor de ver a su tataranieto, el Rey Shelomó, en el
trono gobernando a Israel. Sobre el versículo en Melajim (Reyes) que dice que el Rey
Shelomó puso un trono al lado del suyo para Em HaMélej, “la madre del reino”, la
Guemará aclara (Babá Batrá 91b) que no se refiere a su propia madre, Bat Sheva, sino
a Rut, pues ella es catalogada Em.

De acuerdo con esto, podemos ver la insinuación de la Torá cuando relata el comienzo
del pecado de la hija de Lot cuando planea embriagar a su padre para tener un hijo con
él: dice la Torá: Vatómer habejirá, “Y dijo la primogénita…”. La palabra Vatómer en
hebreo forma las palabras Em-Rut, es decir, “Esta hija de Lot es la ‘mamá’ Rut”.

La sierva de Ishay
y Hagar

El nieto de Rut, Ishay, tuvo siete hijos, pero toda la familia aún estaba en espera de la
gran decisión rabínica respecto a la conversión de Rut. La duda era cómo explicar el
versículo en la Torá que prohibe aceptar conversos del pueblo de Moab: ¿eso
abarcaba a hombres y mujeres, o sólo a varones? Muchos rabinos opinaban que
incluía también a las mujeres y, por tanto, Rut y su descendencia no podían casarse
con judíos.

Ishay, que era un gran justo, se empeñó en tener un descendiente judío, por tanto,
investigó en la ley y descubrió que sólo si tenía un hijo con una sierva, el niño sería es-
clavo y, como tal, no tendría origen israelita ni moabita; de este modo, después de
nacer, podría ser liberado y convertido. Así, aunque la decisión rabínica fuera que no
eran judíos, ese hijo podría serlo.

Por esto, Ishay fue con su sierva para tener un hijo con ella, pero sin que su esposa se
enterara. La sierva le pidió pensarlo y consultó con la esposa de Ishay, cuyo nombre
era Nitzévet Bat Hadael, ya que consideró que era una falta de respeto para su ama y
ella quería respetarla. La esposa de Ishay le dijo: “Dile que aceptas pero con dos condi-
ciones: que sea en un lugar oscuro y sin hablar”. De ese modo, cuando ya todo estaba
listo, fue la esposa de Ishay en lugar de la sierva.

Ella hizo todo esto porque Ishay, cuando vio que los rabinos estaban a punto de
declarar que la conversión de Rut no tenía validez, decidió no tener más hijos, a menos
que se garantizara su judaísmo. Pero su esposa, que tenía la esperanza de que al final
serían declarados judíos, quiso tener más hijos y por medio de su sierva, haciéndose
pasar por ella, logró quedar embarazada y tuvo a quien en un futuro sería el Rey David,
el ungido por el gran profeta Shemuel quien dio validez a la conversión de Rut.

Por tanto, gracias a la sierva, de forma indirecta, nació David, quien con su reinado
honró a toda su familia, especialmente a su madre.

Aclara el Haramá Mipano (Guilgulé Neshamot 47) que esta sierva era reencarnación de
Hagar, la sierva de Sará y Abraham, y ya que Hagar al quedar embarazada de Abra-
ham, humilló a su ama, Sará, esta vez vino como la sierva que da honores y respeto a
su ama.

Y si nos damos cuenta veremos algo increíble: Hagar con su soberbia causó el odio
entre Ishmael (el padre de la religión musulmana) e Itzjak (uno de los padres del
judaísmo) de cuyo odio hasta hoy seguimos pagando las consecuencias. Y para
reparar eso, la sierva de Ishay causa indirectamente el nacimiento de David, de quien
saldrá el Mashíaj que dará fin al problema entre los israelíes y los árabes,
descendientes de Ishmael.
Ishay-Rabí

Jiyá Bar Ashí

Ishay, el padre de David, al igual que el padre de Moshé Rabenu, fue una de las cuatro
personas que no cometieron ningún pecado grave en su vida que les causara castigo
mortal. Fue una persona justa y perfecta, pero una sola y pequeña falla cometió, la cual
tenía que reparar. En la sección anterior vimos todo lo que pasó a Ishay con su
sirvienta y lo analizamos desde el punto de vista de reparación de la sirvienta, pero
ahora lo veremos desde el ángulo de Ishay. Para explicarlo analicemos una ley
(halajá): las relaciones entre hombre y mujer deben ser sagradas, ya que son la base
de la pureza de toda la familia.

La Halajá nos enseña que el hombre y la mujer, especialmente el varón, deben tener
pensamientos limpios y puros en el momento de la intimidad; por tanto, advirtieron
nuestros Sabios sobre nueve aspectos en los que debe cuidarse la pareja. Por ejemplo,
no tener relaciones mientras sientan odio; no tener

intimidad si ya están en un proceso de separación, etc. Esta lista está encabezada por
una de las prohibiciones más graves, que es tener relaciones con una persona
mientras se está pensando en otra. Aparentemente Ishay falló en esto, ya que en el
momento de tener relaciones pensó que era su sirvienta y en verdad, era su esposa.
Eso precisa un proceso de teshuvá.

Sin embargo Ishay, ocupado con la decisión rabínica sobre si eran judíos o no, pasó
por alto ese pecado, y, por tanto, como se trata de una persona sumamente perfecta, al
querer su alma alcanzar los más altos niveles en el Paraíso, debe limpiar incluso estos
“granitos de polvo” con que se había manchado.

En el libro Guilgulé Neshamot (64; de acuerdo con el comentarista Meir Ain, 303) dice
que una chispa del alma de Ishay regresó (como ibur, concepto que se explicará más
adelante en el libro) en Rabí Jiyá Bar Ashí. Sobre él relata la Guemará de Kidushín
que, a pesar de que era una persona muy espiritual y uno de los más grandes rabinos
talmúdicos, todos los días al terminar de rezar se sentaba y clamaba a Dios para que lo
salvara del yétzer hará, a fin de que nunca lo sedujera para cometer incluso el más
mínimo pecado, especialmente la tentación femenina. Su esposa lo observaba y se
cuestionaba: “Mi esposo es muy puro; todo el día reza y estudia Torá, y se cuida de
cualquier visión prohibida, manteniendo así su pureza. ¿Por qué reza de tal forma? ¿A
qué le teme? ¿Acaso también la gente con ese nivel es capaz de caer en algo
semejante?”

Un día ella decidió ponerlo a prueba. Se cubrió el rostro, se vistió provocativamente y,


mientras él estaba sentado en su jardín estudiando, se le acercó e intentó seducirlo una
y otra vez, hasta que él cayó y se fue con ella, sin saber que era su propia esposa. Al
regresar a casa, él se sentó al lado del horno y empezó a llorar lamentándose
profundamente de lo que le había sucedido. Entró su esposa, se le aproximó y le
preguntó qué le pasaba, por qué

lloraba. Rápidamente le contó todo lo que le había pasado, diciéndole: “Toda mi vida
me he cuidado y hoy, lamentablemente, caí”. Le dijo su esposa: “Tranquilízate. Fui yo
quien te sedujo. Sólo quería entender el poder de la seducción”. Rabí Jiyá, después de
interrogarla y asegurarse de que había sido ella, le dijo: “No importa. Igual para mí fue
un pecado, ya que pensé hacerlo”.

Rabí Jiyá se sentó a meditar sobre esto y trató de comprender por qué le había
sucedido. Llegó a la siguiente conclusión: las cosas en la vida no ocurren al azar y,
cuando una persona cae en un pecado extraño, quizá es para insinuarle que cayó en
algo parecido en el pasado y no lo reparó, y ahora debe reparar ambos, el anterior y el
de hoy.

Efectivamente, Rabí Jiyá fue la reencarnación de Ishay, a quien le sucedió algo


parecido, y regresó para reparar lo que le pasó a Ishay con su ishá, su esposa. Eso
está insinuado en su propio nombre: Rabí Jiyá, hijo de Ashi. Como ya explicamos el
concepto “hijo de” se refiere a quien él mismo fue en su reencarnación pasada. Y ya
que él fue Ishay, quien tuvo el problema con ishá, al juntar las dos palabras obtenemos
el nombre Ashi.

La Guemará culmina diciendo ahí: “A partir de ese día, Rabí Jiyá ayunó para que ese
pecado le fuera eliminado”, es decir, hizo teshuvá de todo corazón hasta que logró
purificar por completo el alma de Ishay y la suya.

El Rey Shaul-El Emorá

Shemuel-Rambam

El rey Shaul fue el primer rey de Israel y cuando se enfrentó en la guerra a los filisteos
salió Goliat, el líder de los filisteos, a retar al rey Shaul en un duelo quien se negó por
miedo al enfrentamiento y anuncio que el guerrero valiente que se atreviera a luchar
contra Goliat recibiría a su hija como esposa más una suma importante de dinero, “si es
que regresaba a salvo”. Todos los soldados

temían enfrentarlo a pesar de la buena recompensa, hasta que un día llegó un joven
llamado David al campamento para traer comida a sus hermanos y al escuchar a Goliat
maldiciendo, aceptó el reto. Cuando avisaron al rey Shaul tuvo mucha curiosidad de
saber quién era ese muchacho con tanto coraje. Cuando vió al joven David le vistió con
la armadura real, pero en el momento en que David la vistió, a pesar de la diferencia
tan grande de altura con respecto al rey, de una forma milagrosa la armadura se
amoldó a sus medidas. El rey Shaul lo observó con mucha suspicacia, “¿Será este el
rey anunciado que me quitará el trono?”. Dicha sospecha se incrementó cuando
regresó David del duelo con la cabeza de Goliat en la mano.

A partir de entonces, el rey Shaul sufrió ataques depresivos y sus consejeros le


recomendaron que sería bueno que un joven le tocara el arpa para alegrarlo y curar su
estado de ánimo. Curiosamente se eligió a David como su curador.

El rey Shaul faltó a su promesa y no pagó el premio en dinero a David y atrasó mucho
la promesa de casarlo con su hija, hasta que a final se realizó el matrimonio con
muchas dificultades con su hija menor llamada Mijal. En el ínter, el rey Shaul intentó
matar varias veces a David. Y después de la boda con su hija inició una persecución
incansable tras la cabeza de David lo que provocó que David huyera constantemente
de lugar en lugar con una sombra de amenaza de muerte constante.

En una ocasión, David pidió ayuda a los cohanim de la ciudad de Nov. Al enterarse el
rey Shaul, mandó a asesinar a los sacerdotes de Nov.

Al final de su vida, el rey Shaul iba a enfrentar una guerra contra los filisteos. Antes de
salir a la guerra fue a consultar al Cohén Gadol y en el pectoral de éste no hubo
respuesta y los profetas tampoco le tuvieron una profecía. Desesperado, acudió a una
bruja médium que convocaba espíritus y le pidió que convoque al espíritu del profeta
Shemuel para que le dijera el resultado

que iba a tener la guerra. A pesar de que esto es un grave pecado, él lo hizo y cuando
la médium convocó al profeta Shemuel, éste le dio dos noticias: una buena y una mala.
La mala era que al otro día durante la batalla él moriría y la buena era que por la mucha
teshubá que él hizo y el arrepentimiento de sus hechos no iría al infierno sino al
paraíso, aun cuando le quedó mucho por reparar. (Como explicamos en la
Introducción, la parte del alma perfeccionada mora en el paraíso mientras que la otra
parte se prepara para regresar a reparar).

Efectivamente, al día siguiente la batalla fue difícil y mientras acorralaban al rey Shaul
decidió, debido a su propensión a la depresión, a la inminente pérdida de la guerra y de
su reinado, suicidarse.

El lugar donde perdio el Rey Shaul la batalla y termino suicidandose

Resumamos cuáles son las tareas de reparación del alma del rey Shaul:

Provocó que David tuviera una vida de perseguido.

No le pagó la deuda monetaria.


Mientras David le cantaba para alegrarlo y curarlo, él en lugar de agradecerle intentó
matarlo.

Quitó la vida de los cohanim de la ciudad de Nov.

Usó medios de magia negra y convocación de espíritus.

Por depresión y presión se suicidó.

Para reparar esto, el rey Shaul reencarnó dos veces. Una en el jajam Shemuel de la
época del Talmud y después en Maimónides.

El Emorá Shemuel

El rabino Shemuel fue de la primera generación de emoraitas (rabinos de la época


talmúdica). Él fue el rabino principal de la Yeshivá de Neardeá a principios el siglo III y
fue uno de los grandes rabinos que dejaron su huella en toda la Torá oral. Él fue
también médico y un gran astrónomo.

El Talmud nos relata que Shemuel era quien alegraba al rey persa Shevur, conocido
como Sapor I (que reino de 241-247 e.c.). El jajam Shemuel bailaba ante el rey
lanzando copas de vino sin que se derramara una gota, lo cual alegraba mucho al rey y
lo calmaba de sus depresiones. Con esto reparó el rey Shaul el hecho de no apreciar lo
que el joven David hacía para alegrarlo y sanarlo de su depresión.

Para reparar el haber quitado la vida a los cohanim de Nov por haber ayudado a David,
el rey Shaul regresa en Shemuel, quien fue cohén y una de sus profesiones era ser un
médico excelente. Y como médico, salvando vidas de enfermos reparó el haber quitado
la vida a los cohanim. Es curioso que una de las historias famosas en el Talmud, donde
actuó Shemuel como buen médico, fuera cuando curó a Rebí, el presidente Rabí
Yehudá, que justamente era descendiente del rey David. Y ya que en su vida anterior el
rey Shaul le hizo difícil la vida a David, en este viaje, Shemuel (Shaul) mejora la vida de
Rebi, el descendiente del rey David.

Además el rey Shaul hizo sufrir muchísimo a sus dos hijas, Merab y Mijal ofreciéndolas
como recompensa, jugando con ellas, por ejemplo, cuando huyó David, él obligó a su
hija Mijal casarse con Paltí ben Laish aunque ella pertenecía a David. Y ella para no
traicionar a David, vivió como cautiva en la casa de Palti hasta que David la rescató.

Para reparar lo anterior, la Guemará relata (Ketubot 23:1), que las dos hijas del jajam
Shemuel, estuvieron cautivas y todo el sufrimiento que tuvo Shemuel al tratar de
rescatarlas y probar su inocencia y su pureza.

Shemuel fue conocido como el Jajam que estableció la regla diná de maljutá diná, es
decir, la obligación que tenemos de obedecer las leyes del reinado o del gobierno en el
que vivimos y además en todas las discusiones en el Talmud, si se trata de leyes
civiles, la halajá es siempre como Shemuel. Estos dos conceptos se entienden por su
pasado de realeza.

Respecto al error de Shaul al convocar un espíritu, relata la Guemará (Berajot 18b)


sobre Shemuel: el papá de Shemuel cuidaba dinero de huérfanos. Al fallecer
repentinamente, no sabía Shemuel, el único heredero, dónde estaba el dinero. Al no
poder regresárselo a los huérfanos lo tacharon de ladrón y mucha gente le exigía que
pagara la deuda. Shemuel, por su parte se sintió muy mal contra una acusación que
era falsa ya que realmente no sabía dónde estaba el dinero. Sin embargo, en base a lo
que estudiamos hasta ahora, todo se entiende. Ya que la regla es: si te culpan por algo
que no hiciste, quizá sí lo hiciste en Balrianus César de Roma rindiéndose ante el Rey
Sapor una vida anterior. Y como el rey Shaul no pagó su deuda al rey David, fue
difamado como el jajam Shemuel. A raíz de esta incomodidad, el jajam Shemuel acudió
a un medio no tan bueno; fue al cementerio y de alguna formo convocó al espíritu de su
padre para preguntarle dónde estaba el dinero de los huérfanos. Entonces se le
apareció la imagen de su padre, llorando primero y después sonriendo. Shemuel, le
preguntó a su padre por qué lloras y por qué ríes. Éste le respondió, porque te tengo
una noticia mala y una buena. La mala es que pronto vas a fallecer y la buena es que
acá estarás en un lugar muy elevado. Al final le reveló dónde estaba el dinero.

Esta escena se parece mucho a la que sucedió con el rey Shaul y quizá de nuevo
volvió a fallar ya que esos medios son prohibidos.

Rambam- Maimónides

En el libro de Haramá Mipano, en la letra alef sección 8, escribe que el rey Shaul
reencarnó en el jajam Shemuel y en la sección 151, escribe que Maimónides es la
reencarnación del jajam Shemuel. A continuación analizaremos cómo se conectan los
datos. Al igual que el jajam Shemuel que fue un gran médico y ofició como el médico
particular del rey Sapor I, el Rambam fue también un gran médico y ofició como médico
del rey Saladino.

El Rambam salvó muchísimas vidas. Como relató él mismo mientras iba hacia al
palacio lo esperaba una fila de gente al lado del camino, cada uno con sus molestias y
problemas de salud y él les recomendaba medicinas y al atardecer cuando regresaba,
le esperaban del otro lado de la acera diciéndole cómo les había resultado el
medicamento. Con esto reparó Shaul, el haber quitado la vida de los cohanim, dando
vida, como Maimónides, a la gente.

Es interesante hacer notar aunque no tiene que ver con el tema de reparación, cómo
ciertas habilidades de un alma son reflejadas también en la siguiente reencarnación. El
jajam Shemuel fue un gran astrónomo que dijo: “Conozco las vías astrales mejor que
las vías de mi ciudad Neardeá”. Y realmente, los conceptos astronómicos del jajam
Shemuel son reconocidos actualmente en la ciencia.

Con gran asombro nos preguntamos cómo él tenía esos conocimientos hace 1700
años cuando no había ni siquiera “lupas”. Hay que recalcar que de tantos
conocimientos astronómicos que tenía, Shemuel recibió un apodo: Shemuel Yarginaá,
Shemuel el hombre de la luna, por los muchos conocimientos que tenía del ciclo lunar.

Igualmente, el Rambam fue un gran astrónomo cuyos conocimientos asombran en la


actualidad a cualquier experto en la materia. Justamente, uno de los grandes
conocimientos del Maimónides fue el ciclo lunar, quien calculó la cuenta del ciclo en
forma detallada con un resultado de 29.53059 días.

La NASA, últimamente, con la ayuda de los modernos telescopios llegó a la conclusión


que el ciclo lunar es de 29.530588. Este fue el descubrimiento del astrónomo de la
NASA Carl Sagan. Sin embargo, en Berlín, Alemania se llegó a un número más
cercano 29.530589.

Para reparar la persecución del rey Shaul a David, el Rambam vivió una vida de
perseguido tanto en España como en Marruecos. Durante muchos años fue buscado y
su cabeza tenía precio. Fue perseguido por el rey Abed Al Mumin y sus seguidores.
Con esto pagó el Ramban (Shaul) el sufrimiento que causó a David.

Para reparar el punto de la depresión y el suicidio de Shaul, el Rambam pasó una


etapa muy difícil en su vida, en la cual falleció su padre, su esposa y sus dos hijos, lo
que le provocó una depresión muy profunda. Y lo que terminó por acabarlo fue la
muerte de su hermano, quien era comerciante de perlas con la India y Rambam le
había depositado todo el dinero de la familia quedando de esta manera en la ruina. Con
esto, Rambam se aisló durante un año y con depresiones tan fuertes que deseaba la
muerte.

Carl Sagan (1934-1996)

158

Esta depresión era la misma del rey Shaul, pero en lugar de quitarse la vida, el
Rambam de una forma increíble se sobrepuso y salió adelante iluminando al mundo
con su Torá, leyes y sabiduría.

Con respecto al punto de brujería que usaron el rey Shaul y el jajam Shemuel, nos
hace entender la posición tan extraña que tenía el Rambam respecto a todo eso. Él
manifestaba que la brujería no existía y que todo eso era mentira, ilusión, trucos
baratos. Esa posición del Maimónides provocó que todos los demás rabinos lo
criticaran y lo bombardearon con preguntas y pruebas de que
estaba equivocado y muchos de ellos atribuyeron esa opinión errónea al hecho de que
el Rambam era filósofo, y la filosofía no cree en eso. Sin embargo, ahora sabemos por
qué opinaba así. Su alma fue dañada por eso y por lo tanto sentía un rechazo y un
alejamiento de todo eso, para ni siquiera creer que existían esos poderes.

Con eso repararon el Rambam, el primer posek, legislador de halajá (ya que escribió la
primera obra de halajá más clara y completa), y Shemuel, el primer emorá talmúdico,
las fallas de Shaul, el primer rey de Israel.

El libro más antiguo de Maimónides exhibido en la

Biblioteca Apostólica del Vaticano.

159

Shaul

Primer rey de Israel.

Persiguió a David.

No valoró el hecho de que el joven David lo sirvió en el palacio intentando curarlo y


alegrarlo.

Debía dinero a David.

Convocó espíritus a través de una médium, acudiendo así a la magia negra.

Quitó la vida a los cohanim de la ciudad de Nov.

Se suicidó debido a una depresión y gran presión.Shemuel

Primer emorá talmúdico. Estableció que la ley del reinado es la ley.

Curó a Rebí, descendiente de David, dándole buena vida.

Sirvió ante el rey Sapor I alegrándolo y curándolo.

Se le difamó de quedarse con el dinero de los huérfanos.

Convocó el espíritu de su padre, yendo al cementerio, cometiendo dos errores: 1) él era


cohen, 2) molestar almas que están descansando.

Fue un gran médico que salvó vidas y mejoró y alargó otras.Maimónides

Uno de los primeros y más grandes poskim, titulado “El gran águila”. (Águila rey de las
aves).
Tuvo vida de perseguido, lo que le ocasionó huir de un lugar a otro.

Sirvió ante el rey Saladino curándolo.

Perdió todo su dinero con su hermano, el comerciante llamado justamente David.

Negó totalmente la existencia de la magia negra, convocación de espíritus, etc.

Fue un gran médico cuyos consejos siguen salvando y mejorando vidas hasta el día de
hoy.

A pesar de circunstancias tan adversas y tristes que le causaron una profunda


depresión, logró sobreponerse.

Bat Sheva-Beruriá

Todos conocemos la famosa historia de la batalla de David contra Goliat y también lo


que le sucedió a David con Bat Sheva. Pero muy pocos saben que un suceso tenía que
ver con el otro.

Cuando David Hamélej era joven, fue enviado por su padre Ishay al frente de batalla
para llevar comida a sus hermanos soldados. Al llegar vio cómo Goliat provocaba al
Rey Shaul para que se enfrentara en un duelo con él. El Rey Shaul no quería
enfrentarse con él y ofreció dinero y a su hija al soldado que se atreviera a enfrentar a
Goliat. El joven David no soportó las humillaciones

verbales que lanzaba Goliat contra el pueblo de Israel y especialmente contra el Dios
de Israel; por lo que decidió enfrentarlo.

Al golpearlo con una piedra en la frente Goliat cayó, pero aún no estaba muerto. David
corrió hacia él, tomó la espada de Goliat y quiso desnucarlo, pero no sabía cómo
quitarle el casco, que cubría también su cuello.

El escudero de Goliat, llamado Uriá Hajití, se aproximó a David y le dijo: “Esto fue un
milagro. Quiero ser parte de ustedes. Si te ayudo a quitarle la armadura, ¿me darás a
una judía para casarme con ella?” David, sin dudarlo le dijo que sí; luego desnucó a
Goliat y regresó con el escudero al campamento hebreo.

Dicen nuestros Sabios que en el Cielo hubo una queja contra David: ¿cómo se atrevió
a prometer al gentil una judía como esposa? Por tanto, la que estaba destinada a ser
esposa de David sería entregada, por parte del Cielo, a Uriá.

Es por ello que, después de varios años, cuando David se convirtió en rey y vio por
primera vez a la esposa de Uriá, llamada Bat Sheva, sintió una atracción sobrenatural
hacia ella, ya que en verdad era su alma gemela y la destinada a ser la madre del
siguiente rey. Esa atracción fue mutua, sin embargo, no por ser almas gemelas se les
permitiría pecar, sino que deberían esperar a que del Cielo se presentaran las
condiciones permitidas.

El final de la historia ya es muy conocido: el Rey David la llama, está con ella y envía a
su esposo, Uriá, al frente de batalla, donde muere, y David finalmente se casa con ella.
Después de perder a su primer hijo, tienen a Shelomó, el futuro rey de Israel.

Ambos necesitan reparar, pero en esta sección nos dedicaremos exclusivamente a Bat
Sheva.

Ella fue conocida en la historia como la gran reprochadora del Rey Shelomó, como se
relata en el Midrash (Mishlé 31): Después de inaugurar el Primer

Templo, el Rey Shelomó se casó con la hija de Paró y al día siguiente de la boda, la
novia cubrió todas las ventanas de la habitación con telas especiales de color negro,
adornadas con diamantes, que provocaban la ilusión de que todavía era de noche, con
estrellas brillantes, a fin de que el Rey Shelomó no se levantara del lecho. Eso provocó
que el servicio en el Templo se retrasara, ya que el Rey tenía las llaves. Nadie del
pueblo de Israel se atrevió a despertar y a reclamar al rey, sólo su madre, Bat Sheva,
quien entró a la habitación real y empezó a reprocharlo, diciéndole: “Todos saben que
tu padre fue un gran temeroso de Dios. Ahora dirán que por mi culpa tú eres malo”.
Conforme a algunas versiones, ella le reprochó fuertemente, golpeándolo y
abofeteándolo, corrigiéndolo cada vez que era necesario, como escribió él mismo en su
libro (Mishlé 31:1): “Los reproches con los que lo afligió su madre…”

Bat Sheva tenía que reparar sus hechos. En verdad, no puede acusársele de adulterio
ni de infidelidad, ya que todos los soldados daban un documento de divorcio a sus
esposas antes de salir a la guerra, por si caían cautivos o morían en el campo de
batalla sin que nadie los viera y, de esta forma, la esposa quedaba “en el aire”, pues no
sabían si su esposo estaba vivo o no; por tanto con este documento de divorcio, ella,
en caso de duda, podía rehacer su vida casándose de nuevo. En consecuencia, Bat
Sheva era una mujer libre en el momento que estuvo con el Rey David, pues su esposo
había partido a la guerra y le había dejado el documento de divorcio. Sin embargo,
aunque así fue, no dejaba de ser un mal ejemplo para la sociedad, y ese hecho podría
incitar a la gente a actos de inmoralidad.

Además, Bat Sheva debía reparar el hecho de ser la causante de que Uriá fuera
mandado al frente de batalla, ya que indirectamente ella le causó la muerte. Así que la
reparación sería salvar a los demás de cometer pecados y pagar con la muerte el
hecho de causar la muerte.
Dice el Haramá Mipano que “Bat Sheva regresó como la esposa de Rabí Meir Baal
Hanés, llamada Beruriá”.

Ampliemos esta idea: Beruriá fue la hija del gran rabino talmudista Rabí Jananiá Ben
Teradión y esposa de uno de los más grandes rabinos que tuvo el pueblo de Israel,
Rabí Meir Baal Hanés.

Beruriá fue de las únicas mujeres destacadas en el Talmud, ya que no es común ver
una opinión femenina en todos los estudios talmúdicos. La razón no era machismo,
sino que, para ser un rabino que pudiera opinar en relación a leyes talmúdicas, debía
tener un nivel muy alto y conocimientos muy amplios, debidos a la dedicación de día y
de noche al estudio de la Torá. Y ya que las mujeres tenían la tarea de mantener el
hogar, criar y educar bien a los hijos, tarea que les quitaba demasiado tiempo, no
podían figurar como opinión talmúdica.

Sin embargo, Beruriá rompió la regla, al ser ella la única mujer que figura en el Talmud
y, además, con bastantes títulos de honor de parte de los Jajamim sobre sus opiniones.
Por ejemplo, en la Guemará (Babá Metziá 3a) se expresa Rabí Yehoshúa: “Está muy
bien lo que dijo Beruriá…”. Fue también muy conocida como la gran reprochadora de
los rabinos. Por ejemplo, la Guemará cita que Bruria vio a un estudioso de Torá
leyendo con la vista, como “escaneando” el texto, sin pronunciar nada con la boca. Se
le aproximó y pateó la mesa, mencionándole versículos de Torá que comprueban que
el mejor estudio es el que se pronuncia y no el que sólo se “escanea”. En otra ocasión,
como relata la Guemará (Eruvin 53b), Rabí Yosí se encontró en el camino con Beruriá
y le preguntó: “¿Cuál es el camino más corto para que yo pueda llegar a la ciudad de
Lud?” Sorprendentemente, ella le contestó: “Insensato, ¿no sabes que no se puede
alargar la conversación con una mujer? Debiste sólo preguntar ¿Dónde es Lud?” Era
también conocida por ridiculizar la opinión de

los saduceos, que estaban en contra de la Torá; ella evidenciaba su falsedad y lo


equivocado de sus ideas (Berajot 10:1).

Este poder de reproche y su facilidad de corregir a los demás los obtuvo Beruriá de Bat
Sheva, la gran reprochadora del Rey Shelomó, reparando así, por medio de la
orientación a los demás, el ejemplo negativo que dio Bat Sheva.

Y respecto a la segunda tarea de reparación, relata Rashí sobre la Guemará (Avodá


Zará 18b) cómo finaliza la historia de Beruriá: un día regresó Rabí Meir de la yeshivá y,
como de costumbre, Beruriá le preguntó qué habían estudiado ese día. Rabí Meir le
contestó: “Hoy estudiamos que la mente del ser humano es muy débil, especialmente
la de las mujeres. Es decir, a cada persona se le pueden cambiar las ideas, valores,
moral, principios, etc.” Beruriá no aceptó esa opinión y le dijo: “No lo creo. Me
considero una mujer muy firme en mis principios éticos y morales, y nadie logrará
cambiarlos”.

Rabí Meir decidió, quizás equivocadamente, comprobar a Beruriá que los Jajamim
tenían razón; por ello envió a uno de sus alumnos a seducirla y, cuando ella estuviera a
punto de caer con él, iría Rabí Meir y le diría: “No te culpo, porque yo lo planeé, pero
quiero que veas que tenemos razón cuando hablamos de la debilidad mental que sufre
cada ser humano”. De manera sorpresiva, tras una labor de convencimiento lenta, larga
y difícil, el alumno lo logró, y cuando quedaron en verse en cierto lugar, vuelve el
alumno con Rabí Meir diciéndole que había cumplido con su misión y Beruriá estaba
esperándolo. Rabí Meir agradeció a su alumno y fue él al lugar del encuentro, no para
reprocharle, sino sólo para demostrarle el concepto de la debilidad mental.

Esta historia terminó mal, ya que Beruriá, por la vergüenza que sintió al ver que era su
esposo quien se aproximaba, se suicidó.

Explica el Haramá Mipano (Guilgulé Neshamot 35) que el alumno de Rabí Meir lo logró
debido a que era la reencarnación de Uriá Hajití y ella fue Bat Sheva, y como ambos
estuvieron casados en el viaje anterior, Beruriá se sintió atraída por él.

(OJO: Esto no justifica ni permite ningún acto prohibido con la excusa que fue un amor
de una vida pasada. No olvidemos que por cada error de ese tipo tendremos que pagar
un alto precio en el próximo viaje.)

Finaliza el Haramá Mipano diciendo: “Ya que ella (Bat Sheva) fue la que causó
indirectamente la muerte a él (Uriá Hajití), en este viaje él (el alumno) fue el causante
indirecto de la muerte de Beruriá”.

El Rey David

Cada uno de los casos que hemos presentado y que presentaremos, tiene una
particularidad, ya que de cada uno aprendemos algo distinto, sea cómo se paga por un
problema monetario o amoroso, una muerte o un asesinato, etc. Pero el caso del Rey
David es distinto y especial, ya que representa a un ser que tuvo fallas y no esperó
hasta la reencarnación para repararlo, sino que en vida luchó para reparar con tal de no
regresar; como yo siempre digo: “Me gustaría no reencarnar con tal de no ir de nuevo
al colegio...”.

El Rey David es el modelo de reparación en vida, para limpiar los errores con teshuvá,
arrepentimiento y grandes sufrimientos.

Ya conocemos el origen del alma del Rey David, con los 70 años que le donó Adam y
que, al arrepentirse, fueron sustituidos por Yaacov, que le dio 33 años, y Yosef, que le
dio 37.
La vida del Rey David fue turbulenta, con muchos altibajos, pero en verdad fue un ser
que merecería la medalla de oro por su comportamiento. Desde niño fue rechazado por
su familia, ya que Ishay mantuvo siempre la idea de que estuvo

con la sirvienta y, por tanto, el embarazo de su esposa Nitzévet no era de él sino se


debió a una infidelidad, lo que daba al niño David la condición de bastardo. En
consecuencia, la familia lo mandaba a pastorear los rebaños en lugares muy peligrosos
para un niño, con la intención de que el bastardo fuera eliminado por las bestias
salvajes y quitar así la vergüenza familiar.

Todo esto terminó cuando Dios ordenó al profeta Shemuel que, debido al mal
comportamiento del Rey Shaul, lo sustituyera por uno de los hijos de Ishay. El profeta
mandó decir a Ishay que preparara un banquete, ya que uno de sus hijos sería el futuro
Rey de Israel; “…No sé quién de ellos, pero en su momento Dios me lo revelará”.

Ishay se emocionó con la noticia, preparó a la familia y pidió al joven David que no se
apareciera en el banquete, para no manchar el buen nombre de la familia. Al terminar
el banquete y los sacrificios, el profeta Shemuel pidió a Ishay que acercara a sus hijos,
para saber cuál sería el siguiente rey. Cuando se aproximó el primogénito, Eliav, que
era alto y hermoso, se levantó el profeta Shemuel y se dijo a sí mismo: “Seguro éste es
el elegido de Dios”; pero en ese momento le llegó la profecía divina donde Dios le dice:
“Siéntate. A éste lo aborrezco, ya que es muy nervioso y explosivo”. Así al pasar todos
los hijos de Ishay y no recibir ninguna orden de Dios, el profeta Shemuel preguntó a
Ishay: “¿No tienes más hijos?” Tartamudeando, Ishay le contestó: “Hay uno que… no
sé… no estoy seguro…”. “Llámalo”, le ordenó el profeta. Al acercarse el joven David, el
profeta Shemuel lo observó pensando para sí: “Éste no puede ser el rey”. Y en ese
momento recibió una fuerte profecía que le ordenaba: “Levántate. El Rey de Israel está
frente a ti”.

En ese momento cambió todo el rumbo de la vida de David, ya que con esto declaró el
profeta que Rut y su descendencia eran judíos, que Nitzévet era una mujer pura y fiel, y
que el futuro Rey David era en verdad hijo de Ishay.

Una de las únicas fallas que tuvo el Rey David fue el caso de Bat Sheva, que se
enamoró de ella al verla bañándose en la azotea de su casa, que estaba frente al
palacio real. El rey, por su parte, no consideró que cometía un pecado, ya que ella
había recibido el documento de divorcio de su esposo Uriá, que en esos momentos se
encontraba en el campo de batalla. Y también cuando el Rey David decidió mandarlo al
frente para que muriera, se basó en la ley de que quien desobedecía al rey era
considerado Mored bamaljut (“traidor al reino”), y merecía la pena de muerte. Ya que
Uriá, en una ocasión, había desobedecido al rey, no se consideraba un delito mandarlo
al frente.
Debido a que el Rey David no sentía ninguna culpa, lo cual no le causaba hacer
teshuvá por lo que había hecho, Dios le mandó al profeta Natán, quien le pidió que
diera el veredicto sobre el caso de un hombre rico, dueño de ganado, que recibió
invitados en su casa y, para no sacrificar su propio ganado, robó a su vecino pobre, su
única oveja, la que sacrificó y ofreció a sus invitados. El Rey David se enfureció al
escuchar el caso y gritó: “¡Juro que ese hombre merece la muerte!”. En ese momento,
el profeta señaló al rey y le dijo: “Ese hombre eres tú, el que robó a Uriá su única
oveja”.

David se sorprendió, pero cayó en una profunda reflexión junto con el profeta, quien le
hizo entender que aun cuando halájicamente había logrado esquivar las acusaciones,
él seguía siendo el rey y estaba obligado a ser el ejemplo para todo el pueblo de Israel.
“Por tanto, serás castigado por las dos cosas que hiciste: por arrebatar la esposa a tu
prójimo te quitarán a ti tus esposas, y por mandar a matar, habrá muerte en tu casa”.
En ese instante entendió el Rey David que desde entonces y hasta el último día de su
vida comenzaría un proceso de limpieza. De parte de Dios le llegarían castigos, y por
su parte se comprometería a una profunda teshuvá. De esta manera limpiaría las
graves manchas, y así por lo menos, no quedaría nada pendiente por lo cual necesitara
regresar.

Entonces, lo primero que hizo el Rey David ante el profeta Natán fue reconocer su
pecado diciendo: Jatati laHashem, “He pecado ante Dios”, y el profeta le dice: “Dios
decidió no matarte inmediatamente sino darte la oportunidad de corregir tu falta”. En
ese momento empezó un proceso difícil y lleno de sufrimientos para el Rey David, a fin
de pagar sus deudas.

Como ejemplo, por mandar matar a Uriá, el primer hijo que tuvo con Bat Sheva, falleció
después de unos días de nacido debido a una enfermedad. Su hijo Abshalom asesinó a
su hermano Amnón, hecho que dolió enormemente al Rey David. Y ya que él mismo
buscó una excusa de rebeldía para culpar a Uriá, su hijo Abshalom se convirtió en el
principal rebelde e incitador contra su padre, y encabezó un golpe de Estado contra su
propio padre, David, quien se vio obligado a escapar, porque Abshalom había decidido
asesinarlo. Esa rebelión culminó con la muerte de Abshalom y, de esa forma, una
muerte más ocurrió en la casa del Rey David.

Respecto a la falla de la relación con Bat Sheva, en la casa de David ocurrieron cosas
desagradables, pues su hijo Amnón violó a su hermana Tamar. Además en el momento
en que el Rey David huye del palacio por la espada de Abshalom, deja atrás a sus
concubinas, que son violadas por éste.

Todos estos sufrimientos fueron acompañados de ayunos, lágrimas y rezos de parte


del Rey David para que no quedara ninguna deuda en su alma. Como él mismo
escribió en su libro de Tehilim: Vejatatí negdí tamid, “Tengo mi pecado siempre ante
mí”, es decir, “No me olvido de él y día tras día procuro limpiarlo”. Como mencionamos
al principio, la palabra “limpiar” y la palabra “pecar” se escriben igual en hebreo, para
simbolizar que siempre es posible limpiar los pecados; sólo hay que dedicarse a ello.

De acuerdo con una de las versiones, el motivo por el que el Rey David escribiera los
Tehilim fue para lograr el perdón. Además, fue un estudioso muy

dedicado a la Torá que se levantaba desde la medianoche para estudiar y rezar.

Sumado a eso, todos los ayunos que hacía lo debilitaron, como él mismo expresó en
los Tehilim: Bircay kashelú mitzom (109:24), “Se me debilitaron las rodillas de tantos
ayunos”. David, que fue un gran guerrero y hombre muy fuerte, perdió fuerza y salud
por la cantidad de ayunos que realizaba.

Pero a pesar de los sufrimientos que cayeron sobre la casa real de David, y la
amargura personal, por lo menos logró el Rey David limpiar su alma, como explica el
libro Yaguel Yaacov (53), en nombre de Rabí Moshé Alshej, que a eso se refirió el Rey
David cuando dijo en Tehilim: Lev tahor…, “Dame Dios, un corazón puro y un espíritu
perfecto renueva en mí”, es decir, “Por favor, Dios, no quiero reencarnar para reparar,
sino en vida ayúdame a purificar y a perfeccionar mi alma”.

De esta forma el Rey David se convierte en un modelo para cada judío. Para
enseñarnos que no es necesario reencarnar para reparar, sino que con dedicación
podemos lograr en esta vida purificar nuestra alma.

Abshalom y El Nazareo

Abshalom fue el segundo hijo del Rey David (aunque hay quienes dicen que fue el
tercero). Su madre fue Maajá, hija del rey de Gueshur. Era un muchacho muy bello,
como dice el Midrash (Azará arugué maljut); que fue uno de los seis hombres más
bellos que existieron en el mundo, y por ser nazareo de por vida (a diferencia del nazir
normal, que debía cortarse el pelo por completo al mes, el nazir perpetuo, como
Abshalom, se lo cortaba cada doce meses) tenía una apariencia muy destacada, lo
cual incrementó en él la soberbia y causó que se sintiera tan poderoso que llegó a
ambicionar el trono de su padre mientras aún era rey.

Cuando Abshalom se enteró que su hermana Tamar había sido violada por Amnón,
que era el primogénito del Rey David y, por tanto, posible sucesor al trono, no acudió a
los tribunales para que él fuera castigado, sino que tomó la ley en sus manos y asesinó
a Amnón, convirtiéndose así en el hijo mayor y el sucesor directo al trono.

Después de tres años de exilio por huir de su padre el Rey David, y hospedado en casa
de su abuelo materno, el rey de Gueshur, Abshalom aprovechó la debilidad de su
padre, que tanto deseaba verlo de nuevo, y regresó a Jerusalén. Ahí empezó a planear
el golpe de Estado, y al lograrlo, Abshalom quiso hacer oficial su reinado violando a las
concubinas de su padre, ya que la ley dice que las viudas del rey están prohibidas a
cualquier ciudadano y permitidas sólo al sucesor del reinado. Aunque su padre no
había muerto, Abshalom quiso con este acto demostrar que él era el nuevo rey.

Abshalom tuvo que pagar por todo lo que hizo:

1.La soberbia, causada por su belleza.

2.El asesinato de Amnón.

3.La violación de las concubinas.

La Mishná (en Sotá 1:8) dice que Abshalom comenzó a pagar en vida lo que hizo. Ya
que todo comenzó con la belleza de su cabello, su caída se inició con su cabello.
Sabemos que cuando perseguía con sus soldados al Rey David quien era defendido
por tropas leales a él, Abshalom cabalgaba a toda carrera, y su cabello se enredó de
forma inusual en las ramas de un árbol quedando colgado e indefenso ante los
soldados del Rey David.

Y por violar a las diez concubinas de su padre, dice el versículo: “Y se acercaron a


Abshalom diez soldados mientras estaba colgado de su cabello, y cada uno lo atravesó
con una lanza” (Shemuel II, 18:15). Es decir, por cada

una de las concubinas que él violó, fue atravesado por una lanza. Además, agrega el
Radak (Rabí David Kimji) que en verdad Abshalom debía vivir diez años más, pero le
acortaron la vida por la falla de las diez concubinas; eso está insinuado en que a la
palabra jayav, “su vida” (Shemuel 18:18) le falta una yud, cuyo valor numérico es diez,
para indicar así que se le restaron diez años de vida.

Y por la rebelión contra su padre, engañando así a todo Israel y al Sanedrín, y por
asesinar a Amnón, se le acercó Yoab, el ministro de guerra del Rey David, quien lo vio
colgado y atravesado con diez lanzas, pero aún vivo, entonces tomó tres puñales y
atravesó su corazón, causándole así la muerte.

Éste es un ejemplo de una persona que con su muerte pagó, en parte, los delitos que
cometió en vida. De alguna forma, tendrá que seguir pagando con sufrimiento todo el
dolor que causó, sea que lo pague arriba, en la “Corte celestial” o aquí, en ciertas
reencarnaciones. Como dice la Guemará (Sotá 10b), el Rey David, con sus plegarias,
logró subir a Abshalom de los siete sótanos infernales y, paso a paso, fue elevándolo
hasta pasarlo al Olam Habá, el Mundo Venidero, aliviándole así un poco la tarea de
reparación.
No olvidemos que ya que los castigos fueron por decisión divina, no hay un indicador
que haya habido un arrepentimiento personal, que es el eslabón más importante en
este proceso, así que esa alma tendrá que regresar al final para demostrar que ya
cambió.

La Guemará relata (Nazir 4b) sobre el sumo sacerdote Shimón HaTzadik que
testimonió: “Nunca comí de la ofrenda de un nazareo, ya que siempre dudé de la
pureza y la buena intención de sus votos, hasta que me encontré una vez con un nazir
muy especial, muy bello, y le pregunté: ‘Hijo, ¿qué te causó prometer ser nazir cortando
tu pelo y destruyendo tu belleza?’ Él contestó: ‘Soy pastor y un día vi mi reflejo en el
agua de un pozo, y en ese momento me incitó

mi yétzer hará diciéndome: Tienes belleza y puedes conquistar con ella. Aprovéchala…

En ese momento me levanté y dije: ¡Antes que mi belleza sea causa de mi destrucción
espiritual, juro ser nazareo rapándome el cabello destruyendo así mi belleza!’ Lo
abracé y lo besé en la cabeza y le dije: ‘Hijo mío, ¡ojalá todos fueran como tú!’”

Aclara el Haramá Mipano (Guilgulé Neshamot 20) que “este nazareo era reencarnación
de Abshalom”, es decir, que regresó al mundo, después de pagar todos sus delitos,
para enfrentar la tentación y esta vez no caer en ella. Como explicamos en la
Introducción, la verdadera teshuvá consiste en regresar al mundo con las mismas
características que nos hicieron fallar en la vida anterior y esta vez luchar y
controlarlas, como hizo este joven nazareo (Abshalom).

Al finalizar este texto, vi en el Meam Loez (Shemuel, pág. 188), que cuando habla de
Abshalom dice: “La promesa que hizo Abshalom de ser nazir no fue con fines positivos,
sino sólo por orgullo y belleza, ya que un nazir verdadero fue aquel que encontró Rabí
Shimón HaTzadik”. El Meam Loez no se dedicó al sod de los versículos, sino a
explicarlos bien y ampliamente, pero con esta cita prácticamente encerró todo lo que ya
dijimos, que Abshalom terminó reparándose en ese perfecto nazir.

Amnón y Tamar

En el libro de Shemuel se relata sobre lo ocurrido entre Amnón y Tamar, los hijos de
David (Shemuel II, todo el Capítulo 13). Amnón era el hijo primogénito del Rey David y
de su esposa Ajinoam, y por tanto el candidato más probable para remplazar al Rey
David en el trono de Israel; Tamar era también hija de David, pero de otra esposa,
Maajá.

Amnón se enamoró de su media hermana, al grado de estar dispuesto a cometer el


grave pecado de estar con ella, pero como sabía que ella no aceptaría, consultó a su
amigo Yonadav Ben Shamá, quien le aconsejó que se hiciera pasar por enfermo y
cuando fuera su hermana a visitarlo, la violara. Efectivamente, eso hizo Amnón.

Obvio que Amnón mereció un severo castigo, pero también Tamar tuvo una mínima
culpa al ser provocativa. Amnón pagó con su vida, ya que Abshalom, hermano directo
de Tamar, lo asesinó.

Tamar, como dice el Guilgulé Neshamot (70), regresó como la hija de Rabí Yosí, de la
ciudad de Yokret, como relata la Guemará (en Taanit 24a): “Rabí Yosí tenía una hija
muy bella y, al ser también muy llamativa, evitaba salir a la calle con tal de no hacer
caer a los hombres en el pecado de lujuria. Un día, regresó Rabí Yosí de la yeshivá y
vio a un hombre que pasó la cerca y estaba observando a su hija por una rendija de la
casa. Se le acercó y le dijo: ‘¿Qué haces? ¿Qué buscas?’, y el hombre le contestó con
sinceridad: ‘Tienes una hija demasiado bella y ya no soportamos su recato y su
modestia. Ya que ella no sale a la calle, nosotros venimos a observarla’. Rabí Yosí lo
regañó y le pidió que se alejara de la casa, y cuando entró, llamó a su hija y le dijo: Hija
mía, tu belleza causa mucha tentación. Pidamos a Dios que te lleve antes de que
hagas pecar a alguien”.

Esta anécdota es muy fuerte, ya que cada uno que la estudia se cuestiona cómo un
padre desea la muerte de su bella hija; pero según lo dicho anteriormente, se entiende
de la siguiente forma: ya que ella era reencarnación de Tamar, cuya belleza fue la que
descontroló a Amnón, regresó de nuevo al mundo con la misma belleza y atracción,
pero esta vez se cuidó permaneciendo mucho en su casa, evitando salir a la calle, para
no tentar a nadie. Sin embargo, cuando su padre vio que aquel hombre había cruzado
las barreras y quizás tuviera que ver él, con Amnón, y que por un poco más

cometería de nuevo la violación, le aconsejó que lo mejor sería pedir a Dios que
considerara que su misión en la vida ya había sido completada y la retirara antes de
fallar de nuevo. Aunque esa era la filosofía del padre, faltó la prueba de tentación entre
Amnón y Tamar y sobreponerse a ella.

El libro Guilgulé Neshamot (74), agrega un dato más: en la época de la destrucción del
Segundo Templo, después de que los romanos asesinaron a Rabí Ishmael Ben Elishá
Cohén Gadol, arrasaron con todo el pueblo de Israel, esclavizando a muchos de ellos.
Cualquier familia tenía historias muy tristes, sin embargo, hay una muy destacada,
tanto, que incluso se escribió un lamento especial que se lee cada Tishá BeAv, en el
cual se relata la historia del hijo y la hija de Rabí Ishmael Ben Elishá, el sumo
sacerdote. Su hijo fue vendido como esclavo a un hombre y su hija a otro. Los
compradores no sabían que eran hermanos y, un día, uno dijo al otro: “Tengo una
esclava de Jerusalén muy bella”, y el otro le contestó: “Yo compré un esclavo que brilla
como el sol. ¿Qué te parece si los juntamos para que tengan hijos tan hermosos como
ellos, y luego los vendemos dividiendo la ganancia entre los dos?” Después de aceptar,
los dueños encerraron a los muchachos en una habitación y se fueron. Ella se sentó en
una esquina, se cubrió el rostro con las manos y empezó a llorar, pensando: “¿Cómo la
hija del sumo sacerdote estará con un esclavo?”, y él, en la otra esquina y encogido, se
decía: “¿Cómo yo, hijo del Cohén HaGadol, tocaré a una sierva?” Así pasaron llorando
toda la noche. Al amanecer, cuando los primeros rayos del sol iluminaron la habitación,
se reconocieron y se dieron cuenta de que eran hermanos; se abrazaron, lloraron y así
fallecieron (Guitín 58a).

Ellos eran Amnón y Tamar, que fueron sometidos a una tentación similar y a una
oportunidad nueva para no caer, lo que lograron, y con lágrimas borraron su acto
anterior. Y por eso al amanecer fallecieron, porque habían terminado por completo y
con éxito su misión.

La esposa de On-Mijal

Cuando estábamos en el desierto, Kóraj se levantó contra Moshé. Entre sus seguidores
estaba On, hijo de Pélet, quien se convirtió en uno de las cabecillas que dirigían la
rebelión. Pero, a diferencia de la esposa de Kóraj, que incitó a su esposo a rebelarse,
la esposa de On actuó al contrario, diciéndole que no se involucrara porque, pasara lo
que pasara, él nunca saldría beneficiado pues “el que mal camina, mal termina”.

Él aceptó retirarse, pero temió que cuando Kóraj fuera por él no tuviera la suficiente
fuerza para negarse, a lo que ella le dijo: “Déjamelo a mí. Tú vete a dormir”. Cuando
Kóraj llegó, ella se sentó junto a la entrada de su carpa y empezó a peinarse el cabello,
algo que no era usual, ya que todas las mujeres debían cubrírselo. Kóraj, con tal de no
presenciar una escena de poco recato, se retiró y, de esta forma, On se salvó, ya que
ese día fueron castigados con la muerte Kóraj y todos sus seguidores.

Sin embargo, la esposa de On tenía una mala cualidad: la de rebajar a su marido,


dándole a entender que sin ella él ya estaría muerto y esto le provocaba la sensación
de que valía poco. Como dice el Midrash (Bamidbar Rabá 18): “¿Por qué se llamaba
On? Porque vivió toda su vida como Onen, enlutado, ya que fue salvado por su
esposa”. Y esto no se entiende: ¿acaso un hombre que tuvo el mérito de que su
esposa lo salve tiene que vivir como un muerto toda su vida? La explicación es que ella
siempre le provocaba la sensación de ser un hombre muerto y que vivía gracias a ella.

Resumiendo la vida de la esposa de On, podríamos decir que su “batería”, en su lado


positivo, tenía la virtud de salvar a su esposo, y por su lado negativo, lo oprimía.

Ella regresó como la hija del rey Shaúl, Mijal, la que fue esposa del Rey David. El Rey
Shaúl empezó a sentir envidia de David, hasta tal grado de querer
matarlo. Una noche, cuando David estaba en su habitación durmiendo con Mijal, los
rodearon los soldados de Shaúl y, al darse cuenta de ello Mijal, ordenó a David que
escapara antes de ser asesinado. “Y Mijal bajó a David por la ventana y huyó, y se
salvó” (Shemuel 19:12).

Mijal tomó telas y pieles de cabra e hizo creer a los soldados que su esposo estaba
enfermo, acostado en la cama. Los emisarios volvieron al Rey Shaúl preguntándole si a
pesar de su condición de enfermo grave valía la pena matarlo. Shaúl ordenó que lo
sacaran de su cama y lo llevaran ante él, para que él mismo lo matara. Todo esto dió
tiempo a David para que se alejara de Shaúl y, de la misma forma que la esposa de On
lo salvó de una muerte segura, Mijal aprovechó también el lado positivo de su “batería”
y salvó a David.

Sin embargo, la tarea principal está en el lado negativo de la “batería” y,


lamentablemente, Mijal también falló. Ocurrió cuando el Rey David regresó el Arca a
Jerusalén que estaba en poder de los filisteos, bailó de alegría por las calles de la
ciudad y ella se burló de él diciéndole: “Te comportaste como un don nadie” (Shemuel
II, 6:20). Con esas palabras rebajó al Rey David, cayendo de nuevo en lo mismo que
hizo la esposa de On.

El versículo que sigue dice: “Y Mijal no tuvo hijos…”. Aclaran nuestros Sabios que, por
burlarse de David, quien simplemente honró a la Torá con su baile, fue castigada con
no tener hijos.

Pero la reparación final está en el Midrash (Shir HaShirim Rabá): “Dijo Rab Idi: Ocurrió
con una pareja de la ciudad de Tzidán que después de diez años de casados no
habían tenido hijos, y según la ley, después de este lapso de tiempo si no tenían hijos
debían separarse para casarse con una nueva pareja y tratar de procrear. Fueron con
Rabí Shimón Bar Yojai para preguntarle qué hacer, y él les contestó: ‘Al igual que se
casaron con fiesta, hagan una fiesta

para divorciarse. Preparen un banquete sólo para ustedes dos, y festejen el divorcio’.
Así lo hicieron, sólo que el esposo se embriagó y, al finalizar, le dijo a ella: ‘Te
agradezco todos estos años. Llévate de mi casa el objeto más valioso que encuentres’,
y cayó dormido. Cuando despertó, se encontró en una casa distinta, que era la nueva
casa de su ahora ex esposa, y le preguntó: ‘¿Qué hago aquí?’, y ella le respondió:
‘Dijiste que me llevara la pieza más valiosa que encontrara. Eres tú’. Bañados en
lágrimas, regresaron con Rabí Shimón, quien después de escuchar esa historia, les
dijo: ‘Ahora sí rezaré por ustedes y tendrán hijos”. Y así fue.

La explicación profunda de este hecho es que ella era la reencarnación de Mijal (y la


esposa de On), y al honrar a su esposo, de esa forma reparó la humillación y, debido a
que Mijal por eso no tuvo hijos, esta mujer tampoco podía tenerlos hasta reparar su
falla anterior. Por eso es que, al ver Rabí Shimón que ella había reparado, supo que
ahora sí tendrían hijos.

Yael-Esther-Yehudit

En la época de la profetisa Deborá, se levantó en guerra Siserá, ministro de guerra de


Llavín, el rey de Jatzor, contra Israel. El líder israelita Barak, hijo de Abinoam, temió
enfrentarlo hasta que Deborá profetizó y dijo: “En manos de una mujer caerá Siserá”.

En la batalla, Israel empezó a tener éxito, lo cual hizo que Siserá se retirara. Al pasar
él, al lado de la carpa de Yael, la esposa de Jéver, ella entendió que Siserá estaba
huyendo y le preparó una emboscada: le ofreció que se escondiera de los israelitas en
su carpa. El Tanaj relata que él pidió agua, pero ella le dio leche, la cual en lugar de
refrescarlo lo hizo caer en un sueño profundo. La Guemará (Yevamot 103a) aclara que
Siserá se acostó varias veces con Yael, cayendo así totalmente rendido, lo cual
permitió a ella clavarle

una estaca en la cabeza para matarlo y completar así la victoria de Israel, y afirmar
también la profecía de Deborá.

Este hecho de Yael fue analizado por nuestros Jajamim, para evaluar si Yael actuó
adecuadamente cuando se acostó con el gentil Siserá para dar la victoria a Israel. Esa
misma pregunta se repitió respecto a Esther Hamalcá, la reina, que según leí en el libro
Or Ner (letra alef) fue la reencarnación de Yael, que una vez más logró salvar al pueblo
de Israel, pero ésta vez fue por medio de un casamiento prohibido para ella, ya que
Ajashverosh no era judío.

Aunque el caso de Esther es menos problemático que el de Yael, ya que Yael invitó a
Siserá a su carpa y Esther fue llevada a la fuerza; con todo eso, la reparación todavía
no se realizó al cien por ciento, ya que en ambos casos se salvó al pueblo judío
mediante relaciones prohibidas.

Esa tarea se completó en Januká, como se relata en el libro Kol Bo (Cap. 44): “Una hija
tenía Rabí Yojanán Cohén Gadol (el abuelo de los jashmonaim), llamada Yehudit,
quien vivió en la época en que los griegos dominaban Israel y la costumbre era que
cada novia era llevada la noche de bodas con el gobernador griego en turno, lo cual
provocaba enojo y alboroto en el pueblo de Israel.

Cuando Yehudit se casó, ofreció un trato al gobernador Haliforni (Holofernes)


diciéndole: ‘No me negaré a ir contigo, siempre y cuando no me violes. Te ayudaré a
completar la conquista helenista, pues sé que mi padre y los lideres judíos están
equivocados’. A Haliforni le gustó la idea y confió en ella. Cuando ella llegó a su
palacio, le llevó manjares de la boda, hechos de queso —al igual que la leche que dio
Yael a Siserá—. Pero a diferencia de Yael y Esther, Yehudit logró desnucar a Haliforni
antes de que la tocara, completando así la reparación final de estas grandes
salvadoras del pueblo de Israel”.

Ajashverosh y Vashtí

Todos conocemos la historia de Purim, solamente resaltaré algunos detalles: el hecho


de que Purim ocurrió en el exilio, entre el Primer Templo y el Segundo. Al ser destruido
el Primer Templo, los profetas del pueblo de Israel anunciaron que nuestro exilio
duraría 70 años y después vendría la salvación y regresaríamos a Israel para construir
el Segundo Templo. El problema era: ¿desde cuándo comenzar a contar esos 70
años? ¿Desde el primer exilio de las tribus de Reubén y Gad; desde el sitio de
Jerusalén, o desde la destrucción del Templo, o quizás cuando sacaron al exilio al resto
del pueblo de Israel? Eso no estaba claro.

Cuando el pueblo de Israel estaba en Persia, subió al poder Ajashverosh, que había
sido el cuidador de los caballos de Koresh, el padre de Vashtí, quien, había concedido
ciertos permisos para reconstruir Jerusalem. Vashtí y su esposo, el rey Ajashverosh,
detuvieron las obras. Además, ella obligaba a todas sus reconocidas costureras judías
a trabajar en Shabat, sin ropa, para evitar que le robaran las joyas con las que
elaboraban sus vestidos.

El libro de Esther relata que Ajashverosh realizó la celebración de su ascenso al poder


tres años después. El motivo fue que, según sus cálculos, la culminación de los 70
años de exilo del pueblo del Israel terminaban en el segundo año de su reinado.
Además sus hechiceros veían en profecía, que el futuro rey de Persia sería un judío (lo
cual finalmente se cumplió, con Darío II, hijo de Ajashverosh y Esther; sin embargo, en
esos momentos, Ajashverosh ni siquiera se lo imaginaba). Ajashverosh sentía mucha
incertidumbre por la llegada de ese año. Al llegar el tercer año y ver que no se había
cumplido nada, creyó que la profecía era falsa y entonces festejó su ascenso al trono
con un banquete que duró 180 días.

Al finalizar la fiesta, dedicó los últimos siete días sólo a la comunidad judía, con el
objetivo de desanimarlos a seguir esperando al Mashíaj y que dejaran de soñar con
reconstruir el Templo en Jerusalem. Por tanto, se vistió con las ropas

del sumo sacerdote que había obtenido Nebujadnetzar como botín del Bet HaMikdash.
Además, sacó los utensilios del Templo, para que se sintieran en casa y se olvidaran
de la redención.

La fiesta culminó cuando en el séptimo día, que era Shabat, Ajashverosh se embriagó y
ordenó que se presentara Vashtí, para desfilar sin ropa delante de todos. Al no aceptar,
mandó matarla. De tal forma, Vashtí, que hizo trabajar a las judías sin ropa en Shabat,
fue asesinada en Shabat por no querer aparecer sin ropa.

Lo que ocurrió después ya es conocido por ustedes: Ajashverosh se casó con Esther,
Hamán convenció a Ajashverosh de matar a los judíos, Mordejai y Esther organizaron
ayunos y rezos comunitarios, etcétera.

El final de esta historia es cuando Ajashverosh retira el apoyo que había dado a Hamán
para exterminar a los judíos. Uno de los motivos del cambio de opinión fue que por fin
descubrió que su nueva esposa Esther era judía y, obviamente, el futuro rey iba a ser
judío; y no por una rebelión de la comunidad judía, sino porque se trataba de su propia
sangre, su querido hijo.

Ajashverosh terminó siendo muy amable con el pueblo de Israel, permitiéndoles matar
a todos los enemigos de los judíos y preparando así el terreno para su hijo, quien nos
ayudó a regresar a Israel y reconstruir el Templo.

Ajashverosh comenzó a reflexionar sobre Dios y el judaísmo cuando vio que justo en el
día de Shabat murió Vashtí por negarse a desfilar desnuda, como explicaron nuestros
Sabios en el versículo de Meguilat Esther: “Y vio Ajashverosh todo lo que hizo Vashtí y
todo lo que se le decretó”, es decir, él vio que por causar la profanación de Shabat se le
había decretado morir en Shabat. Eso encendió en él una chispa de reflexión, pero
entonces no la desarrolló. Sin embargo, lo hizo en su reencarnación siguiente.

Los Jajamim relatan (Pesiktá Rabatí 14:62): “Había un jasid que tenía una vaca y
decidió venderla a un goy. Cuando llegó Shabat, la vaca se negó a trabajar arando la
tierra y no sirvieron de nada los golpes ni los gritos de su nuevo dueño. Enojado, éste
regresó con el jasid reclamándole sobre la vaca que le había vendido. El jasid se dirigió
a la vaca, le murmuró algo al oído y se levantó y empezó a trabajar. El goy se asombró
y no entendió lo que pasaba, y sospechó de brujería hasta que el jasid le explicó que
simplemente le había dicho: ‘Mientras estuviste bajo mi dominio, yo tenía la obligación
de hacerte descansar en Shabat, pero ahora que le perteneces a él, debes trabajar”. El
Midrash culmina diciendo que el goy se impactó tanto con lo que vio que se dijo: “Si
una vaca sabe diferenciar entre un día de la semana y el Shabat, mucho más yo
debería reconocer esa diferencia”, y se convirtió al judaísmo. Llegó a ser un gran
estudioso de la Torá, llamado Rabí Yojanán Ben Tortá, que en arameo significa “El hijo
de la vaca”, por lo ocurrido con aquel animal.

Aclara el Haramá Mipano (Guilgulé Neshamot 49): “Vashtí reencarnó en esa vaca
desnuda, la cual se negó a profanar el Shabat debido al conocimiento que ella poseía
en su alma por hacer que las judías profanaran Shabat. El goy que la compró era
reencarnación de Ajashverosh, quien desarrolló la chispa que se encendió en él aquel
Shabat de la fiesta, y ejecutó su fe en Dios al ver el incidente en este Shabat” (y quizás
el jasid era una chispa de Mordejai).

Con base en lo anterior, yo me di cuenta también de otro detalle: casi la única vez que
aparece Rabí Yojanán Ben Tortá en los escritos es cuando lleva la contraria a Rabí
Akivá respecto al gran guerrero Bar Kojbá; pues Rabí Akivá opinaba que él era el
Mashíaj y había llegado la hora de la gueulá, y Rabí Ben Tortá le dijo que Bar Kojbá era
un falso Mesías y faltaba aún mucho tiempo para la gueulá (Ejá Rabá 2:4). Sabemos
que al final tuvo razón Ben Tortá. De acuerdo con esto, podríamos decir que
Ajashverosh reparó con esto su falta al desanimarnos de la geulá, ya que cuando se
vistió de cohén Hagadol y sacó

los utensilios del Bet Hamikdash, desmoralizó y apagó la esperanza de la gueulá y esta
vez nos salvó de una falsa esperanza, la cual pudo habernos causado una desilusión
que nos habría provocado ya no esperar la gueulá.

El Rey Shelomó y sus reencarnaciones

El Rey Shelomó fue el hijo del Rey David que heredó el trono y reinó sobre todo Israel
durante 40 años, desde los 12 años de edad hasta los 52.

Una de sus virtudes más destacadas fue su famosa sabiduría, la cual causaba que
fueran a visitarlo reyes y reinas, como la reina de Saba, sólo para disfrutar de su
sabiduría y aprender de él. Además, nuestros Sabios aclaran que el Rey Shelomó era
experto en el idioma de los animales terrestres, de las aves y de las plantas, como lo
indica el versículo (Melajim 4:33). Sin embargo, con el tiempo, esa sabiduría se
convirtió en su principal obstáculo y el motivo de su caída.

El Rey Shelomó erigió el Primer Templo, cuya construcción tomó siete años y medio, y
con ello se cumplió por fin la profecía y el deseo del pueblo de Israel de construir una
Casa para Dios en Jerusalén.

En la misma noche que terminó la inauguración del Templo, realizó su boda con la hija
de Paró, el rey de Egipto, (unión que fue muy criticada en el Cielo y en la Tierra). Con
eso comenzó su descenso en todos los aspectos. Con ese matrimonio, por medio de
una conversión sólo por interés de parte de la hija de Paró, dio un mal ejemplo a toda la
juventud y además a ella no le interesaba el judaísmo ni el servicio en la Casa de Dios,
hecho que se comprobó cuando en su noche de bodas cubrió las ventanas de la
recámara real con telas negras en las cuales estaban cosidos muchos diamantes que
provocaban la ilusión de que aún era de noche y brillaban las estrellas, ocasionó que,
al día siguiente, se retrasara la hora de sacrificar el Korbán Tamid, que se ofrendaba
todas las mañanas.
Además, la hija de Paró llevó su idolatría al palacio real y el Rey Shelomó no se lo
impidió. Estos hechos ocasionaron que la inauguración del Bet HaMikdash comenzara
con “el pie izquierdo”, como dijo el profeta Irmiyahu, quien profetizó en nombre de Dios
la destrucción del Templo, diciendo: “Estoy decepcionado de este Templo desde el día
en que se construyó” (Irmiyahu 32:31).

La sabiduría que tenía el Rey Shelomó le dio demasiada confianza y creía que muchas
leyes no se aplicaban a él. Por ejemplo, la Torá ordenó que el rey no puede tener
muchas mujeres, a fin de que no desvíen su mente y su corazón del servicio a Dios,
pero el Rey Shelomó opinó que eso era para una persona normal y no para alguien
superdotado como él. Por ello, al final se permitió tener mil mujeres, como lo indica el
libro de Melajim 11:3: “Y tuvo 700 esposas, 300 concubinas…”; pensando Shelomó que
al ser muchas de ellas princesas de los reinos vecinos de Israel, mantendría así la paz
en todo su país, ya que ninguno de sus suegros le declararía la guerra.

En verdad, esta estrategia de paz funcionó a nivel político, pero no funcionó a nivel
espiritual, pues al final se cumplió la advertencia de la Torá y el Rey Shelomó terminó
perdiendo el control sobre sus esposas, de manera que el palacio real se convirtió en
un lugar de múltiples servicios paganos de cada una de ellas a su dios. Eso provocó
que la historia del Rey Shelomó en el Tanaj finalice con un versículo tan fuerte como
éste: “Y las esposas del Rey Shelomó desviaron su corazón hacia la idolatría…”.
Aclaran nuestros Sabios que el rey no hizo idolatría, pero al permitir a sus esposas
realizarla y no reprocharlas, se consideró como si él mismo la hubiera hecho. (Les
recuerdo que el castigo para un pecado como éste es sekilá, lapidación).

Así sucedió con la prohibición de la Torá de que el rey no puede estar obsesionado con
el dinero, el oro o los diamantes. Esta ley también la transgredió el Rey Shelomó
llenando las calles de Jerusalén con riquezas. Sin embargo, terminó malgastando todo
hasta que al final tuvo que imponer un

pago a cada habitante del pueblo que quisiera ir a la Casa de Dios, a modo de
impuesto. Este error es el que provocó la rebelión de Yerobam Ben Nevat, que terminó
con la división del Reino de Israel.

La tercera advertencia de la Torá al rey es que no puede tener muchos caballos


egipcios, a fin de no mantener contacto con el país que nos había esclavizado, ya que
eso puede causarnos regresar allá. También esta ley la desobedeció el Rey Shelomó,
a tal grado que su carroza real era llevada por caballos egipcios así como su caballería.

Todo esto provocó que Dios se enojara con el Rey Shelomó, como se expresa
fuertemente en el versículo (Melajim 11:9 y 10): “Y se enojó Dios contra el Rey
Shelomó por no cuidar lo que Él ordenó…”.
El Rey Shelomó construyó el Templo y realizó gran cantidad de sacrificios lo que quizá
le hizo sentir que con ello cumplía con Dios y eso compensaría sus errores. Pero no fue
así, y el mismo que levantó el Templo fue el mismo que causó su destrucción (410
años después). No solamente en el aspecto espiritual —ya que el principal motivo fue
la idolatría que inundó Israel y cuya semilla germinó con las esposas del Rey
Shelomó—, sino también en el aspecto físico, ya que el destructor, Nebujadnetzar, fue
descendiente de la reina de Saba, que fue a Jerusalén para conocer la sabiduría de
Shelomó y regresó embarazada de él a su nación (Shalshelet HaKabalá 44).

Resumamos, por tanto, la tarea de reparación que correspondió al alma del Rey
Shelomó:

1.Se casó con la hija de Paró y de otros reyes idólatras, todas convertidas por interés.

2.Tuvo muchas mujeres, mucho dinero y muchos caballos egipcios, lo cual está
prohibido por la Torá.

3.Buscó la paz por medio de la asimilación.

4.No reprochó a sus esposas por cometer idolatría.

5.Impuso pagos por ir a la Casa de Dios.

Descifrar las frases que pronunciaron los Sabios del sod diciendo que el Rey Shelomó
reencarnó en el profeta Irmiyahu, en Hilel Hazakén y en Rabí Tarfón realmente no fue
una tarea fácil. Pero gracias a Dios, y sólo a Él, logré armar este rompecabezas. A
continuación les presento la conclusión, basada en lo escrito en el libro Guilgulé
Neshamot (40 y 60), donde dice que el mismo Rey Shelomó, al final de su vida, se
quedó intrigado y preocupado por saber en quién regresaría para repararse diciendo,
en su último libro, Kohélet (2:12): “Y me dediqué a analizar y ver… el hombre que
vendrá después del rey”, en referencia a sus reencarnaciones futuras, ya que sabía
que tenía mucho por reparar. Y en verdad, Shelomó Hamelej tuvo que regresar cuatro
veces más.

El Rey Shelomó- el profeta Irmiyahu (segunda reencarnación)

El profeta Irmiyahu vivió en la época de la destrucción del Primer Templo. Él fue quien
advirtió mediante muchísimas profecías que, mientras no cambiaran su mala conducta
espiritual hacia Dios causarían que el rey de Babilonia, Nebujadnetzar destruyera
Jerusalem y el Templo. Esas malas noticias causaron que el profeta Irmiyahu fuera
odiado y rechazado por todos, incluyendo su propia familia. Pero él no cesaba y seguía
advirtiéndoles; entraba al Patio del Templo, se paraba ante la multitud y les suplicaba
que cambiaran para que no fuera destruido el Templo. Sin embargo, como esa época
era de paz y tranquilidad nadie le hizo caso.
Sin embargo, al insistir, fue llevado a prisión por los reyes de Israel, quienes lo
consideraron un falso profeta y desmoralizador del pueblo. En verdad, lo que procuraba
hacer el profeta Irmiyahu era reparar el daño que comenzó cuando

fue el Rey Shelomó, como él mismo dijo en la profecía mencionada arriba de que Dios
estaba a disgusto con el Templo desde el día en que se inauguró. Por ello, el profeta
Irmiyahu (el Rey Shelomó) intentó salvar el Templo de su propio descendiente,
Nebujadnetzar, y reprochar al pueblo por haber caído tan bajo en la idolatría que él
permitió que sus esposas siembren.

Al respecto me di cuenta de una profecía directa del profeta Irmiyahu (44:15) hacia los
hombres, pidiéndoles que reprocharan a sus esposas por hacer idolatría. Con esto el
profeta Irmiyahu intentaba reparar el hecho de que él no reprochaba a sus esposas
idólatras cuando fue el Rey Shelomó. Lamentablemente, el profeta Irmiyahu no lo logró
y el Templo fue destruido por Nebujadnetzar. Pero por lo menos lo intentó, y con
lágrimas, ayunos, reproches y encarcelamientos pagó Shelomó, en su reencarnación
como Irmiyahu, las consecuencias de la “buena vida” que tuvo.

El profeta Irmiyahu fue el único hombre a quien Dios le ordenó que no se casara
(Irmiyahu 16:2). Y ahora entendemos por qué: vino a reparar el pecado del exceso de
mujeres que tuvo Shelomó; por ello esta vez debía abstenerse de cualquier relación
conyugal. Además, con su vida de pobre, viviendo quizá sólo de limosnas, el profeta
Irmiyahu pagó el derroche del Rey Shelomó.

Por la paz negativa del Rey Shelomó, con la cual logró tranquilidad política a costa de
las leyes de Dios, el profeta Irmiyahu es conocido como un profeta de conflictos,
porque terminó peleando con todos, desde su familia hasta los grandes reyes de Israel
por difundir la palabra de Dios.

El punto más importante, sorprendentemente, está en que, después de la destrucción


del Templo, un líder llamado Yojanán ben Kareaj decide llevarse al resto de los judíos a
Egipto, algo que alarmó al profeta Irmiyahu y por esto salió gritando que por favor no
regresaran a ese país, intentando reparar así la adquisición de caballos egipcios por el
Rey Shelomó, lo que había advertido

Dios que nos causaría regresar un día a Egipto. Sin embargo, el profeta Irmiyahu no
logra evitarlo e incluso él mismo es llevado por la fuerza a Egipto, donde fue apedreado
por judíos rebeldes y asesinado (Séder Hadorot y Midrash Hagadá Bamidbar 30:11).
Con esta sekilá paga el Rey Shelomó la idolatría que se realizó en su casa por la
egipcia, hija de Paró.

El Rey Shelomó- Hilel Hazakén (Tercera Reencarnación)


Hilel vivió en la época del Segundo Templo (siglo I antes de la era común). El segundo
Templo se construyó con el liderazgo de Ezrá HaSofer, pero al paso de los años se
perdieron muchas de las costumbres y parte de las leyes del servicio debido a un mal
manejo de los cohanim, y fue gracias a Hilel Hazakén que se recuperaron.

De esta forma volvió el Rey Shelomó (Hilel) a cuidar su Templo, y es curioso que
justamente la ley que llevara a Hilel a ser nombrado como el presidente de todo Israel
(al igual que Shelomó fue el rey de todo Israel) fue respecto al sacrificio de Pésaj, en el
que todo el pueblo se olvidó de un detalle de esa ley, e Hilel, basándose en varios
versículos que hablan del sacrificio Korbán HaTamid, logró restablecerla (Pesajim 66a).
Paradójicamente, es el mismo sacrificio que se retrasó aquélla mañana cuando la
esposa del Rey Shelomo, la hija de Paró, oscureció la habitación para que no se
levante, causando que se postergue el Korbán Hatamid. Con este korbán empezó el
descenso del Rey Shelomó y a su vez el ascenso de Hilel.

Además, Hilel es uno de los pocos rabinos sobre los cuales se ha dicho que entendía
las conversaciones entre árboles, flores, aves, animales, etc., al igual que el Rey
Shelomó (Maséjet Sofrim 16:9).

Respecto a su antecedente espiritual como el profeta Irmiyahu, se relata en la


Guemará (Sanedrín 11a) que una vez estaban sentados los grandes sabios de Israel
en Jericó y escucharon una bat kol, una “voz divina”, la cual dejó de

existir después de la época de los tanaitas, que les dijo: “Desde que murieron los
últimos profetas, sólo hay revelación Divina por medio de bat kol. Sin embargo, entre
ustedes hay uno que en verdad se merece alcanzar un nivel de profecía como el de
Moshé Rabenu, sólo que su generación no es apta para eso”. En ese momento, todos
los sabios dirigieron la mirada hacia Hilel Hazakén, para indicar que todos sabían que
se trataba de él. Ahora entendemos que eso se debía a su categoría de profeta,
habiendo sido él, el profeta Irmiyahu.

Hilel fue considerado un hombre muy humilde, a tal punto que la Guemará (Shabat
31a) dice: “Siempre debe procurar la persona ser humilde como Hilel…”, pero eso lo
alcanzó no sin antes haber probado las malas consecuencias del orgullo proveniente
del exceso de sabiduría, como se relata en la Guemará de Pesajim (66a), que dice que
después de que vio Hilel la falta de conocimientos halájicos que tenía el pueblo, y que
él los poseía con gran sabiduría, los regañó y humilló diciéndoles: “Son flojos, ¡qué
lástima que no hayan acudido como yo a las clases de Shemayá y Avtalión!” En ese
instante le preguntaron una ley muy obvia respecto a Shabat, y olvidó la respuesta,
entendiendo que había sido una señal Celestial para no volver a caer en la soberbia de
la sabiduría, y que, según entendemos ahora, fue la misma falla que tuvo como el Rey
Shelomó que su soberbia le causó transgredir las leyes del reinado diciendo que no se
aplicaban a él. Por tanto, se convirtió Hilel en una persona tan humilde que hoy es
todavía un modelo a seguir para cada uno de nosotros. También fue un modelo de
advertencia contra la soberbia causada por exceso de inteligencia, como dijo Rabí
Yehudá, en nombre de Rav: “Cada sabio que se enorgullezca de su sabiduría la
perderá por lo menos por un instante, y eso lo aprendemos de Hilel”.

Al igual que el profeta Irmiyahu, Hilel se paraba en el Patio del Templo, en la festividad
de Sucot, cuando se congregaba allí la mayoría del pueblo de Israel,

y exclamaba: “Si cuidamos que Dios siempre esté morando en esta Casa, nada nos
faltará. Pero si Lo alejamos de Su Casa, de nada servirá todo lo que tengamos”. Y en
nombre de Dios seguía diciendo: “Si tú vienes a Mi Casa y la cuidas, Yo iré a tu casa
para brindarte protección. Si no proteges Mi Casa, no protegeré la tuya” (Sucá 53a).

Con esto hacía Hilel un trabajo de prevención para que el Templo fuera cuidado y
protegido, y no destruido. Así llevó a cabo el esfuerzo de proteger el Templo que el
profeta Irmiyahu no logró concretar.

En cuanto a las conversiones equivocadas realizadas por el Rey Shelomó, sobre Hilel
nos relata la Guemará (Shabat 31a) de varios gentiles que desearon convertirse por
amor a la Torá y a Dios, y fueron rechazados por el gran rabino Shamay, pero
aceptados por Hilel, quien con humilde sabiduría logró convertirlos en grandes
estudiosos de la Torá. Y como ellos mismos testimoniaron diciendo: “Gracias a Dios y
gracias a la sencillez de Hilel logramos apegarnos a la Torá y a la Presencia Divina”.
Con esto Hilel logró reparar las conversiones dudosas de las esposas de Shelomó
hechas por el interés de casarse con él.

Respecto al pago que impuso el Rey Shelomó por subir al Templo, que seguramente
impidió a muchos ir a la Casa de Dios, la historia de Hilel comienza con la anécdota
que relata la Guemará (Yomá 35b) que en esa época había que pagar para entrar a la
Casa de Estudio y el que no tenía dinero no podía entrar. Hilel era muy pobre, ganaba
seis monedas al día, con tres comía y tres las pagaba para entrar a estudiar. Cierto
invierno, no tuvo dinero y con tal de no perderse la clase, subió a la azotea y se acostó
sobre el tragaluz para escuchar desde allí. Esa noche nevó muy fuerte y debido a su
concentración en la clase y su cansancio terminó desmayándose por la congelación, y
casi paga con su vida el hecho de tener que pagar para entrar a

la Casa de Estudio. Ahora podemos entender que esto representó un castigo para Hilel
por lo que hizo como el Rey Shelomó.

El rey Shelomó logró una paz negativa casándose con todas las princesas gentiles de
alrededor y el profeta Iymiyahu provocó peleas que con sus profecías, ambos llegaron
a extremos que fueron malos, ya que no debemos amar a la gente dando la espalda a
Dios, ni amar a Dios dando la espalda a la gente, sino como dijo Hilel (en Maséjet
Avot1:12): “Procura ser de los alumnos de Aharón: ama y persigue la paz, ama al
prójimo y acércarlo a la Torá”. Así estableció Hilel la perfección que debe alcanzar el
yehudí: ser bueno con Dios y con la gente.

El Rey Shelomó Rabí Tarfón (Cuarta Reencaranación)

Dice el Haramá Mipano que el profeta Irmiyahu (que era reencarnación del Rey
Shelomó) regresó como Rabí Tarfón.

Rabí Tarfón vivió la destrucción del Segundo Templo, al igual que Irmiyahu presenció la
del Primer Templo. Con esa tristeza y angustia de ver cómo era destruido el Segundo
Templo, pagó de nuevo el Rey Shelomó con lágrimas, haber causado el mal comienzo
del Primer Templo.

La Guemará Yerushalmí (Yebamot 4:12) relata que Rabí Tarfón era sacerdote, por lo
que recibía grandes cantidades de ofrendas de todo tipo y contribuciones que se daban
a los cohanim; esa comida era sagrada y sólo el Cohén, su esposa e hijos podían
comerla. Ya que en esa época muchos judíos sufrían hambre, Rabí Tarfón decidió
hacer algo inusual: se casó con 300 mujeres pobres sólo para poder darles de comer
de esa comida sagrada. De esa forma reparó el casamiento del Rey Shelomó con las
300 concubinas.

Además, se relata en Maséjet Kalá que en cierta ocasión Rabí Akivá fue a ver a Rabí
Tarfón y le dijo: “Tienes, gracias a Dios, muchísimo dinero. Tengo la

oportunidad de comprarte una aldea o dos. Dame cuatro mil monedas de oro y harás el
negocio de tu vida”. Rabí Tarfón aceptó y le dio esa suma, pero Rabí Akivá, en lugar de
comprar las propiedades, repartió el dinero a los niños pobres. Después de un tiempo,
le dijo Rabí Tarfón: “¿Puedes llevarme a ver las propiedades que compraste para mí?”
Rabí Akivá dio la mano al anciano Rabí Tarfón y lo llevó a los colegios y a las casas de
estudio, y señalando a los niños le dijo: “Aquí están tus propiedades”. Con inmensa
emoción, Rabí Tarfón agradeció a Rabí Akivá. Con este hecho ayudó Rabí Akivá a
Rabí Tarfón para reparar el mal derroche de dinero del Rey Shelomó.

Resulta interesante observar una ley en la que se equivocó Rabí Tarfón, como relata la
Guemará (Sanedrín 33a). Se trata de una vaca que provenía de Egipto a la que se le
había extraído la matriz. El dueño preguntó a Rabí Tarfón: “Después de degollarla me
di cuenta de este defecto. ¿Es kosher o no?” Rabí Tarfón contestó: “Tírala a los perros.
No puedes disfrutarla”. Sin embargo, los Jajamim lo corrigieron explicándole que la
vaca provenía de Egipto y allá era costumbre que, al sacar del país ganado y caballos
de raza egipcia, les extraían la matriz para que no procrearan en otra nación. Rabí
Tarfón lamentó mucho su error.
Según el sod, podemos entenderlo, en lo profundo de su alma sentía un gran rechazo
por lo que proviniera de Egipto, ya que la mujer que trajo de allá arruinó su vida cuando
fue el Rey Shelomó, así como los caballos egipcios que adquirió provocaron el regreso
de Israel a Egipto en la época del profeta Irmiyahu.

El Rey Shelomó Rabí Abraham Haleví (Quinta Reencarnación)

El Marán HaJidá escribió en su libro Shem Haguedolim una anécdota increíble, la cual,
pienso yo, puede darnos una conclusión interesante de toda la reparación del alma del
Rey Shelomó. “En la ciudad de Tzefat, hace 450 años,

en la época del Arizal, vivió un jasid muy grande llamado Rabí Abraham Haleví Berujim,
que se encargaba todas las noches de levantar a la gente para que rezara tikún jatzot.
Éste es un rezo especial que realizan cada media noche los tzadikim, sentados en el
piso, ponen ceniza en su cabeza y lloran la destrucción de los Templos.

Rabí Abraham era el promotor en Tzefat para este rezo. Un día se enfermó tan
gravemente que lo dieron por muerto y cuando fue el Arizal a visitarlo, Rabí Abraham le
dijo: ‘Por favor, Rabí, reza por mí. Quiero seguir motivando a la gente para que rece por
la destrucción de los dos Templos y que clamen a Dios por la construcción del Tercero’.
Arizal le respondió: ‘Voy a pedir que te cures, con la condición de que incrementes tus
esfuerzos para que todos lloren y recen por el Templo. Pero para que te motives más,
prométeme que lo primero que harás al levantarte será viajar a Jerusalén e irás al
Kotel, donde rezarás con todo tu corazón ante la Presencia Divina (que
cabalísticamente es considerada “la reina” por medio de la cual Dios se refleja en la
Tierra), y quiero que sepas que esta labor es tu obligación ya que tú eres la
reencarnación del profeta Irmiyahu’”. Al curarse de manera milagrosa, Rabí Abraham
emprendió su viaje a Jerusalem y, de regreso, con temor y estremecimiento, contó al
Arizal lo que había visto:

“Después de llorar toda la noche sobre las piedras del Kotel, vi una imagen inusual,
indescriptible, como una mujer vestida de negro, llorando por su casa, que había sido
destruida, y por sus hijos, que habían sido exiliados.

La imagen fue tan fuerte que me desmayé. Y como en sueños vi esa imagen otra vez
limpiando mis lágrimas y diciéndome: ‘Consuélate, Abraham, hijo mío.

Gracias a tus lágrimas y al rezo de tikún jatzot que promueves, te prometo que en unos
años llegará el día en que regresarán todos los hijos a su Tierra,

Israel”. El Arizal sonrió y le dijo: “Viste a la Shejiná Divina. Vivirás 22 años más.
Dedícalos a tu misión”. Y efectivamente así ocurrió.
Es increíble comparar este hecho con lo relatado en el libro de Irmiyahu sobre un
encuentro que tuvo con una extraña imagen vestida de negro, que le decía que no
sabía por quién llorar, si por el esposo que la abandonó, la casa que fue destruida o por
los hijos que fueron enviados al exilio. Esa imagen era la misma que presenció Rabí
Abraham HaLeví, la imagen de la Shejiná velando por el pueblo de Israel, la cual pide a
Dios por la gueulá y regresar así a los días de gloria del pueblo de Israel con la
construcción del Tercer Templo, como en los años iniciales del Rey Shelomó.

El Espíritu de Pileguesh Baguivhá

Como introducción a esta parte, quiero aclarar que existe la posibilidad de que un alma
no tenga el honor de reencarnar y entonces esté en el mundo reparando como espíritu
sin cuerpo. Esta situación de estar deambulando por el aire es fastidiosa, pero es una
de las formas de limpiar los errores que hizo esa alma. (Si no se entendió, en esta
sección se entenderá).

Al final del Libro de Shofetim (Caps. 19-21) se relata sobre una guerra entre hermanos.
El ejército de Israel se congregó para eliminar a la tribu de Binyamín. La guerra fue muy
dolorosa y cobró muchísimas vidas, y esa tribu casi fue exterminada. A los pocos que
sobrevivieron se les prohibió casarse con mujeres de las demás tribus de Israel y sólo
después de muchos años se les perdonó, de manera que gradualmente esa tribu se
recuperó.

El motivo que llevó a todo esto fue el siguiente: un hombre de la tribu de Leví, que vivía
en Har Efraim, tenía una concubina. El versículo dice que ella se prostituyó mientras
vivió con él y, por tanto, se separaron. Luego de un tiempo, el hombre decidió
recuperarla y fue a casa de su suegro, en Bet Léjem, para pedirla de nuevo. Al cabo de
unos días, emprendieron el regreso a Har Efraim.

Al anochecer, temieron hospedarse en la ciudad de Yebús, y decidieron seguir el


camino hasta llegar al territorio de Binyamín. Cuando llegaron, no encontraron quien los
aceptara y hospedara, hasta que un anciano, que regresaba de sus labores en el
campo, los vio y aceptó hospedarlos. Mientras tanto, varios jóvenes inmorales tomaron
a la concubina del hombre y la violaron hasta que murió. La tribu de Binyamín no
aceptó entregar a la justicia a esos jóvenes, lo que ocasionó que el pueblo de Israel
declarara la guerra a esa tribu hasta casi exterminarlos.

La Guemará (en Kidushín 29b) relata que el Rabino Ajá Bar Yaacov decidió ir a
estudiar a la yeshivá de Abayé. Cuando Abayé se enteró, reunió a todos sus alumnos y
les dijo: “Sabemos muy bien que en nuestra yeshivá hay un espíritu negativo que les
provoca a ustedes, queridos alumnos, muchos sufrimientos y molestias. Les pido, por
favor, que cuando venga Rab Ajá Bar Yaacov a estudiar aquí, no le den hospedaje y
dejen que él duerma solo en la yeshivá, ya que sólo él podrá reparar el problema que
tenemos”.

Los alumnos, sin entender mucho, obedecieron al Rab. Al día siguiente de haber
dormido en la yeshivá, Rab Ajá se aproximó al rabino de la yeshivá, Abayé, y le contó
con emoción y estremecimiento el susto que experimentó la noche que durmió en la
yeshivá y cómo logró, en siete fases, hacer que se retirara el espíritu maligno que
habitaba en el lugar. Abayé le respondió con una leve sonrisa: “Sabía que sólo tú
podrías resolverlo”.

El Haramá Mipano amplía (Guilgulé Neshamot 25) la explicación profunda que Abaye
dio a todos los involucrados: “Yo, Abaye, soy aquel anciano que recogió al hombre de
la tribu de Leví, de Har Efraim (también Abaye pertenecía a la Tribu de Leví), y como
todo comenzó en mi casa, toda la reparación también debía ocurrir en mi casa, es
decir, en mi yeshivá. El espíritu negativo que teníamos aquí era el alma de la
concubina, que por prostituirse y profanar su cuerpo, no tuvo la dignidad de regresar en
un cuerpo. Todos ustedes, queridos

alumnos, que fueron agredidos por ella, son la reencarnación de los jóvenes que la
violaron. En este viaje, los cuidé enseñándoles valores, modales, mucha Torá, y
salvándolos de cualquier acto inmoral, como el que hicieron en su vida pasada. Pero
tenían que pagar con sufrimientos ese placer prohibido. Cuando escuché que tú, el
gran Rab Aja Bar Yaacov, venías a la yeshivá, descubrí que eres la reencarnación del
esposo de aquella mujer y, por tanto, imaginé que sólo tú podrías calmar la ira de ese
espíritu y convencerle de que los alumnos pagaron y repararon su error, y que ya era
suficiente ese sufrimiento, tanto para ellos como para ella. Ya que tú también tuviste un
poco de culpa en todo esto, sufriste esta noche. Pero ya todos pagaron y limpiaron las
manchas de su alma”.

Capítulo 4 Preguntas y Respuestas

El tema de la reencarnación despierta muchas preguntas, ya que cuando empezamos


a entender que todo está tan calculado y que cada acción provoca una reacción para
una posible y futura reencarnación, deseamos entender mejor las reglas del juego e
intentar, mediante ello, descifrar por lo menos en parte, nuestra vida y, por supuesto,
nuestra misión.

La mayoría de las preguntas que presentaremos a continuación son las que a mí, en lo
personal, me inquietaron cuando empecé a abordar este tema, y otras que ustedes
mismos se han hecho al finalizar las conferencias impartídas sobre la reencarnación.
Es importante aclarar que en este tema, a pesar de que hay muchas reglas, hay
también excepciones. Por tanto, las respuestas serán de acuerdo con las reglas más
generales. Pero no olviden que hay excepciones.

¿La reencarnación es voluntaria?

Aparentemente, hay una contradicción. Por un lado, como explicamos en la


Introducción, sabemos que el alma quiere venir al mundo para merecer con dignidad el
pago y no obtener “el pan de la vergüenza”, por lo tanto se entiende que es voluntaria.
Por otro lado, dicen nuestros Sabios: “Contra tu voluntad vienes al mundo…”

Aprovecharemos esta pregunta para aclarar el concepto correcto de la reencarnación:


¿es un favor que Dios nos hace o es un castigo? Algunos cabalistas lo veían como
jésed, “bondad” (y es la línea que seguimos en este libro) y otros como una forma de
pagar por medio de sufrimientos las malas acciones cometidas en una reencarnación
pasada.

Ambos tienen razón, ya que la mayoría de las reencarnaciones realmente son por
bondad. La primera vez que Dios nos manda al mundo, nos da una vida buena con
libre albedrío y si fallamos y no lo reparamos con la teshuvá, nos otorga otra
oportunidad en la siguiente reencarnación, y gracias a las buenas herramientas que
nos proporciona, podríamos reparar y cumplir nuestra tarea. De esta forma, la
reencarnación es una bondad.

Sin embargo, no se puede negar que existen personas con un sufrimiento grande en la
vida que seguramente están limpiando, con dolor, las manchas de su alma (como
autistas, inválidos, etc.).

Como dijo Hilel en Pirké Avot, cuando vio un cráneo que flotaba sobre un río, que
indicaba que el individuo había sido decapitado: “Por decapitar a otro, viniste de nuevo
para ser decapitado…”. Sobre estos casos de reencarnación dijeron nuestros Sabios:
“Contra tu voluntad vendrás al mundo…”, en referencia a aquellas almas pecadoras
cuyas acciones causaron que tuvieran que regresar con una vida cargada de pena y
dolor.

Pero es importante aclarar que, de un modo u otro, al final siempre es un favor de Dios
con esa alma, ya que el propósito último es purificarla, permitiéndole así el gran placer
y regocijo espiritual en el Mundo Venidero.

¿Es posible saber quién regresa por jésed y quién por castigo?

La mayoría de las personas regresan para enfrentar los errores que cometieron y para
darles la oportunidad de no caer esta vez. Sin embargo, cuando un niño nace con un
defecto, o sufre un accidente a edad muy temprana, incapacitándolo en determinado
porcentaje, no es un hecho “de mala suerte”, ni mucho menos de injusticia Divina, sino
que es claramente una cuenta pendiente de la vida pasada (Séfer HaEmunot 7:2).

Por ejemplo, una persona que dejó ciega a otra, o mediante un acto bárbaro la dejó
sorda, etc., es posible que esta vez tenga que regresar sin el miembro que dañó en su
compañero en la vida pasada. O quizá padezca un problema físico o de salud en ese
miembro. Como dijo la Torá: “Ojo por ojo, mano por mano, pie por pie…”. Y aclararon
nuestros Sabios que no se refiere literalmente que, a quien quitó un ojo se lo quitemos
también, sino que le cobraremos el daño y compensaremos al dañado.

Preguntan los comentaristas del sod: “Entonces, ¿por qué la Torá dijo ‘ojo por ojo’, y no
dijo ‘dinero por ojo’?”, y responden que “ojo por ojo” es en caso de que no pague el
agresor en esta vida, por lo tanto, lo tendrá que pagar, no por tribunales terrenales, sino
por la justicia Divina, cuando en su siguiente reencarnación carezca del mismo
miembro que quitó al otro. De tal forma, pagará y limpiará su mala acción.

Como dijimos en la introducción a este capítulo, hay excepciones y, por tanto, está
prohibido que a cada persona con un defecto le digamos o que pensemos que lo tiene
por una agresión que cometió en una vida pasada, ya que a veces el defecto no viene
como castigo, sino como una insinuación de la tarea de

reparación. Por ejemplo, como vimos en el capítulo anterior, en la sección que señala
que Moshé fue la reencarnación de Nóaj, ya que Nóaj no habló ni reprochó a su
generación, Moshé desde niño fue tartamudo, y ese defecto le insinuaba qué vino a
reparar.

Otro ejemplo que nos ayudará a entender qué tan difícil es descifrar por qué vino una
persona a este mundo con un defecto es el caso de Eldad y Medad. Ambos vivieron en
la época de Moshé, cuando vivíamos en el desierto. Recibieron una profecía que les
indicaba que Moshé iba a morir y que Yehoshúa nos llevaría a la Tierra de Israel. Esa
misma profecía llegó también a los 70 lideres espirituales de Israel, pero era una
profecía interna, para que no fuera conocida por el público. Sin embargo, Eldad y
Medad transgredieron la orden y revelaron la profecía. Por hablar lo prohibido
regresaron los dos en la época talmúdica, como relata la Guemará (Jaguigá 3a): “Había
dos hermanos, vecinos de Rebí, que eran mudos, que asistían a todas las clases de
Torá y se veía que sabían mucho, pero no podían expresarse, lo que les causaba gran
sufrimiento, hasta que Rebí hizo un rezo muy grande por ellos y los curó”. Haramá
Mipano aclara que ellos eran la reencarnación de Eldad y Medad, que pagaron con ser
mudos el hecho de hablar y revelar la profecía.

Agrega Marán HaJidá que, como revelaron algo concerniente a Moshé, que era el
Rabino Principal, se curaron sólo por medio de Rebí, que era entonces el Rabino
Principal.
Por tanto, vemos que un defecto físico, especialmente cuando ocurre antes de los 13
años en los niños, o a los 12 en las niñas, representa una falla en el alma. El alma, al
igual que el cuerpo, contiene 248 miembros y, en consecuencia, una mancha en un
miembro del alma se reflejará en el cuerpo, en el miembro correspondiente. Sin
embargo, es difícil y está prohibido para cualquiera de nosotros señalar a la persona
que posee el defecto cuál fue su pecado, ya que, como vimos en los ejemplos
anteriores, puede ser que esa

persona agredió a otra en ese miembro o, simplemente, falló al no usar correctamente.


No somos sabios ni nada parecido y no tenemos el derecho de humillar al prójimo,
sino, más bien, deberíamos admirarlo, porque por lo menos a él Dios le insinuó cuál es
su defecto y tiene una pista por dónde empezar su reparación.

Nosotros, sin embargo, quizá no tuvimos ese honor y debemos esforzarnos en


descifrar nuestros defectos y nuestras tareas de reparación.

¿Cómo podemos saber si vinimos a reparar muchos errores o sólo uno?

Hay personas que regresaron a reparar muchos errores y casi todos los días se
enfrentan a una tarea de reparación, y hay otras que quizá toda su vida fue una
preparación para crear una escena y cumplir la misión en la que fracasó en su vida
anterior. Sea como fuere, ambas deben llevar una vida perfecta, acorde con las leyes
judías, acompañada de rezos y estudio de Torá y cumplimiento de las mitzvot, lo cual
además de ayudarles a no caer en otros errores, les brindarán las herramientas y la
ayuda espiritual para superarse y cumplir su misión.

Me gustó un ejemplo que leí en el libro Beain Yehudit. Sólo lo ampliaré un poco, pues
creo que nos sirve para responder esta pregunta.

Nuestras vidas se parecen a un concierto de una orquesta filarmónica. La orquesta


está compuesta de muchos músicos, cada uno con su instrumento, que es su
herramienta para subir al escenario y cumplir su misión. Al realizar su función se le
otorgará su pago. Algunos de los miembros de la orquesta, durante el concierto, tocan
casi constantemente; otros tocan sólo cuando les corresponde, y hay uno, digamos el
del gong, que lo hace sonar sólo una vez en toda la interpretación, causando “el gran
gong”. Todos ellos tienen que ir a

todos los ensayos, arreglarse y vestirse con ropa de etiqueta y permanecer en el


escenario de forma digna y respetuosa. Y por supuesto, tocar su instrumento en el
momento adecuado.

Imaginemos la frustración que sentirá el hombre del gong cuando por fin llega su turno
y el director de la orquesta, con su batuta le señala que cumpla con su tarea, pero justo
un minuto antes aquel hombre se había quedado dormido. ¡Que decepción es ver que
en vano fue a todos los ensayos; en vano se preparó, se arregló, se vistió y, por
cansancio o flojera, perdió su función y, con ello, por supuesto, el sueldo! Aunque
solamente era un gong, ésa era su misión.

Nuestra vida es similar: somos músicos sentados en una tarima llamada planeta Tierra
y cada uno trae sus herramientas, algunos con la necesidad de utilizarlas diariamente y
otros en ciertas escenas que se les presentan una vez al día, semana, mes o año.

Y claro, existen personas de “un solo gong”, que quizá toda su vida tienen como meta
llegar a una sola escena. Todos nosotros pertenecemos a una orquesta dirigida por el
director, que es Dios, y su batuta son las señales, que nos indican cuándo debemos
actuar.

¡Es una lastima cuando no observamos la batuta del director, y ya sea que nos
dormimos, fantaseamos o, por flojera o porque una mujer del público nos distrajo de
nuestra tarea, perdemos el momento de hacer sonar nuestro “gong”!.

De esa forma, no importa qué vinimos a reparar, pues de todos modos debemos asistir
a las “clases de música” y a todos los “ensayos”, que son las clases de Torá y las
conferencias en las que se nos enseña a utilizar nuestros “instrumentos”. Además,
todos los miembros de esta “orquesta mundana”

debemos “bañarnos”, “peinarnos” y “vestirnos” adecuadamente con pureza, mitzvot y


maasim tovim (buenas acciones).

Y mientras estemos en este escenario de vida, no olvidemos la hermandad entre todos


los músicos. A veces debemos tocar juntos y a veces callar para dar espacio “al de la
trompeta”, y sólo con muchísima armonía lograremos tocar la “nota” de Veaavtá lereajá
kamoja, “Y amarás a tu prójimo como a ti mismo…”

Sin embargo, lo más importante en este concierto es observar incesantemente al


director, es decir, a nuestro querido Dios. Como dijo el Rey David: Shiviti Hashem
lenegdí tamid, “Tengo a Dios siempre frente a mí…”. Y si observamos el lenguaje de
los Tehilim, podremos “percibir” este ejemplo, ya que el Rey David utiliza muchos
instrumentos musicales para realizar sus salmos y muchos de ellos comienzan con la
palabra Lamnatséaj, que en hebreo significa también “director musical”. Al observar al
Director de nuestras vidas lograremos también observar Su batuta, (señales en la vida),
podremos darnos cuenta cuál es nuestra verdadera misión.

No creo que lleguemos a los niveles espirituales de los personajes mencionados en el


capítulo anterior, pero una cosa es segura: al ir a las clases de música y los ensayos, y
al estar presentables, perfumados con espiritualidad, y observando atentamente al
Director y Su batuta, no fallaremos para dar el “gong” en el momento preciso.

¿Existe la posibilidad de reencarnar en seres que no son humanos (animales, plantas o


frutos, etc.)?

Esta pregunta causó una gran polémica entre los cabalistas, por lo que no tomaré
partido por ninguna opinión (porque no soy digno de ello), sino que solamente las
expondré. La discusión gira alrededor de la gran pregunta: ¿la

reencarnación es sólo bondad o un medio de castigo? Por ejemplo, en el libro HaBair


(uno de los primeros libros de Cabalá, escrito por el tanaíta Rabí Nejuniá Ben Hakaná),
se explica ampliamente el tema de la reencarnación, pero nunca menciona la
posibilidad de reencarnar en algo no humano, ya que se sostenía que la reencarnación
es sólo bondad y la oportunidad de reparar con el libre albedrío, por lo tanto, no sería
lógico reencarnar en un animal, ya que no tiene libre albedrío; menos todavía en un
vegetal.

Pero otros cabalistas, especialmente los de los siglos XIII y XIV, como Rabí David Ben
Abraham Alabán, y también los cabalistas autores de los libros Séfer Hatemuná,
Masóret HaBerit y Séfer HaPeliá, indicaron que sí existe esa posibilidad y hay almas
que vienen al mundo a pagar estando cautivas en un animal o fruto. Esta opinión tuvo
su versión más completa y detallada en el libro Recanati (Parashat Kedoshim 65b),
donde se recopiló la lista de los pecados que causan la reencarnación en cierto animal
(por ejemplo, las personas culpables de chismes y maledicencia, así como difamación,
causadas por “malas bocas”, reencarnarán en perros ladradores).

Otros cabalistas, como los del siglo XV, por ejemplo, Rabí Shem Tov Ben Shem Tov,
en su libro Séfer HaEmunot (7:8), y en los libros Higuéret Jamudot y Minjat Yehudá, se
manifestaron en contra de esta idea, porque afirmaban que el lugar de castigo para el
alma es el Mundo Venidero, y no aquí en la Tierra; y que este lugar de vida es
solamente para reparar, como ser humano, los errores que cometimos como humanos.

El Arizal dio fin a la discusión, al aclarar que la reencarnación es ambas cosas: es en


un principio bondad y oportunidades de reparar, pero en casos remotos, cuando el
alma no reparó y vuelve una y otra vez, y en lugar de reparar sigue dañándose más,
cabe la posibilidad de que reencarne en algo no humano, y la forma de repararse será
cuando se le haga shejitá a ese animal o al decir una bendición sobre la fruta o la
verdura en la que está cautiva esa alma. Y de la

misma forma que está escrito sobre Nóaj que los animales llegaron por sí mismos al
arca, guiados por Dios, así, según el Arizal, llegarán aquellos alimentos a nuestra
mesa, y con una bendición liberaremos esa alma (Shaar Rúaj HaKodesh 6a).
Procuré con esto resumir las ideas correspondientes a la pregunta que nos ocupa, pero
quiero finalizar con una frase: “Aprovechemos esta bonita vida que Dios nos dio para
reparar todo y procuremos no acumular nuevas tareas, para que no tengamos que
regresar a este mundo”. ¡Imagínense tener que regresar y pasar otra vez por el colegio,
con las interminables tareas y exámenes, y todo eso para que al final, a los 20 o 30
años, nos toque dar un solo “gong”!

Otra pequeña recomendación: ya que muchos y grandes cabalistas opinan que existe
la posibilidad de que hayan almas esperando su liberación mediante nuestras
bendiciones, procuremos por tanto no fallar en eso y bendecir por cada una de
nuestras comidas, sea por el motivo principal de agradecimiento a Dios o por la
liberación de las almas.

¿Cuántas veces se le da al alma la oportunidad de regresar para reparar?

Sobre el versículo Al sheloshá Pishé Israel…, “Sobre tres pecados de Israel y sobre el
cuarto ya no le regresaré…” (Amós 2:6), aclara el Zóhar (Tikuné HaZóhar 76b) que
indica que el alma tiene tres oportunidades para venir a reparar, pero a la cuarta vez ya
no podrá regresar. O, por ejemplo, el versículo que dijo Eliu a Iyob: “Éstas son las
dádivas que hace Dios dos o tres veces con la persona…”.

En otro lugar en el Zóhar aparece que es posible reencarnar hasta cuatro veces
basándose en el versículo Poked Avón…, “Dios paga el pecado cometido por los
padres hasta la cuarta generación…”. Ya aclaramos en la

Introducción que hijos, nietos y bisnietos se refieren a uno mismo en sus varias
reencarnaciones.

Como ese versículo finaliza con “hasta la cuarta generación”, concluye el Zóhar que
existe la posibilidad de regresar hasta cuatro veces.

Sin embargo, también aclara más adelante el Zóhar (en la página 138a) que eso se
refiere a una persona que no reparó nada en sus tres o cuatro viajes y, por tanto, a su
alma se le aplicará el concepto Venijretá hanéfesh ahí, “y será exterminada”. Pero un
alma que va reparando cada vez un poco, reencarnará, si es necesario, hasta mil
veces con tal de conseguir la perfección.

¿De qué depende la familia en la cual vendremos a reparar?

En primer lugar, debemos saber que no porque uno nace en una familia religiosa su
tarea de reparación será fácil. Como dijeron nuestros Sabios: “Cuanto más grande
(espiritualmente) seas, más grande será tu yétzer hará”.
Pero con todo eso, intentaremos explicar de qué depende la clase de familia en la que
naceremos a nivel de valores y religión.

La Torá se divide en dos: leyes entre nosotros y Dios, y leyes entre nosotros y el
prójimo. Una persona que no tuvo problemas con la parte de las leyes entre él y Dios,
pero sí falló en las leyes entre él y sus semejantes, tendrá que regresar al mundo para
reparar esas fallas. Obviamente, no podrá fallar en las leyes entre él y Dios diciendo:
“Eso ya lo reparé”, sino que tendrá que cuidar ese aspecto y utilizarlo como
herramienta para reparar su lado social. Ésa sería su “batería con su lado positivo y
negativo”; por tanto, lo más justo sería que naciera en una casa, donde la fe en Dios y
el cumplimiento de Shabat, kosher, etc., se convertirán rápidamente en su sistema de
vida, ya que no vino a enfrentar ni a reparar eso. Pero tal vez los aspectos de las leyes
entre el hombre y su prójimo serán su tarea de reparación.

Sin embargo, aquel que en la parte social fue perfecto y lo que tiene que reparar es la
parte espiritual, nacerá en una familia con muchos valores éticos y morales, tal como lo
indica la Torá, para que ese ambiente le ayude a mantener lo ya corregido. Sin
embargo, ese hogar carecerá de un poco de fe, tradición y cumplimiento de las leyes
Divinas, lo cual tendrá que luchar para conseguir.

De esta forma, cada uno de nosotros debemos procurar alcanzar en nuestra vida la
perfección, compuesta de dos principales elementos: estar bien con Dios y estar bien
con el prójimo. Cuando Dios nos entregó las Tablas Sagradas de la Ley, estaban
compuestas de diez mandamientos. El número 10 simboliza perfección, y los
mandamientos a la vez están divididos en dos Tablas, donde cinco mandamientos son
entre nosotros y Dios y los otros cinco son entre nosotros y el prójimo. Ambas son
igualmente importantes, y una tabla sin la otra no está completa.

Creo que eso está insinuado en las cuatro letras en que se manifiesta Dios Bendito,
donde la yud (cuyo valor numérico es diez) hace alusión a los diez mandamientos; la
letra he equivale a cinco y hace alusión a los cinco mandamientos entre nosotros y
Dios; la vav, en hebreo, es la letra “y”de conjunción, es decir, la letra que une las cosas;
y la última he hace alusión a los otros cinco mandamientos, entre nosotros y el prójimo,
indicándonos así que si queremos gozar de la Presencia de Dios debemos saber unir
ambos aspectos.

Sin embargo, como mencioné anteriormente, esto no es una regla absoluta. Hay casos,
por ejemplo, en los cuales un joven, con su libre albedrío, decide alejarse del camino
de su familia religiosa y, por tanto, comienza una nueva cadena familiar desviada de la
senda de los Justos, causando con ello que sus hijos y nietos se alejen por completo
de la Torá. Esa alma debe regresar y reparar ese daño, quizá como el bisnieto; aquel
niño raro que desde pequeño, o a cierta edad, decide hacer teshuvá y cambiar a su
familia, cuyos miembros a

veces se rehúsan y a veces lo siguen. Pero de cualquier manera, al final logra ese niño
“devolver el tren a las vías” y reparar así la desviación cometida hace cincuenta o cien
años.

¿La homosexualidad tiene que ver con la reencarnación pasada?

Es indispensable saber que las personas que terminaron su vida con una “caída”
regresarán al mundo y partirán desde el mismo punto o nivel en el que se quedaron, y
desde ahí deberán emprender el camino para alcanzar su perfección. Por ejemplo, se
relata en la Guemará sobre el gran sumo sacerdote Rabí Yojanán, quien después de
haber servido muchísimos años en el Templo, renegó y se convirtió en tsaduquí, es
decir, saduceo (hereje), y así falleció. Cuando regresó por segunda vez fue un gran
hereje, tal como lo fue al final de su vida anterior. Pero, por algo que le ocurrió,
reconoció a Dios e hizo teshuvá; y mientras lloraba de todo corazón por los pecados
que había cometido, falleció. Ese fue el famoso Rabí Elazar Ben Dordiá.

En este caso vemos cómo la persona regresó partiendo del punto en que terminó. Así,
hay personas que vienen al mundo con cualidades muy raras. Por ejemplo, un
cleptómano, una persona que desde pequeña tiene la manía de tomar las cosas sin
permiso, lo que es considerado robo. En verdad, eso es más fuerte que él, pero lo más
probable es que indique que es una reencarnación de un gran ladrón y que vino al
mundo con la misma falla que sufrió en su vida pasada, y esta vez, tendrá que combatir
y luchar contra esa enfermedad; igualmente el pirómano, es decir, aquel que nace con
la inclinación a quemar las cosas, tendrá que reparar el hecho de incendiar las
propiedades de los demás.

Ése también es el motivo por el que algunas personas nacen con la inclinación al
suicidio. Es probable que así haya terminado su vida anterior. Ya que las cualidades y
las ideas no están en el cuerpo sino en el alma, al regresar el

alma de nuevo, tendrá los mismos defectos, y deberá repararlos en este viaje. Cuanto
más grande haya sido el pecado, mayor será la dificultad en el siguiente viaje.

Por tanto, las personas que cometieron el grave pecado de tener relaciones con el
mismo sexo, deben volver al mundo para enfrentar la misma tentación, en
consecuencia, deben nacer con esa tendencia para, esta vez, combatirla y superarla.
Lamentablemente, los psicólogos modernos no lo entienden y se rigen por la regla que
dice: “Si así naciste, eso te otorga la licencia para hacerlo”, sin pensar en la posibilidad
de que así nació por que en eso falló, y ahora tiene que combatirlo.
Y estoy seguro de que el mismo Maestro (Dios) que le dio esa tarea, le otorga también
las herramientas para lograrlo.

Si un alma reencarnó en varias personas, ¿cuál de todas se levantará en la


resurrección de los muertos?

Esta pregunta la hace mucha gente, especialmente cuando pierden a un ser querido,
pues quieren saber si algún día volverán a verlo. Para contestar esta interrogante,
primero debemos explicar cómo Dios planeó las tres etapas de la vida, cuándo y por
qué, y sólo después podremos contestar quién se levantará.

Dios creó el mundo con tres etapas: la primera, es esta vida actual, la que estamos
viviendo hoy, luchando y trabajando para merecernos un pago. La segunda etapa es la
época mesiánica que a continuación ampliaremos y la tercera etapa es la llamada
Olam Habá, que ocurrirá en el séptimo milenio.

El mundo fue creado en seis días y el séptimo día fue llamado Shabat, el día del
descanso espiritual. El Rey David dice en Tehilim: “Mil años para nosotros son como un
día para Ti, Dios”, explica el Rambán que en este versículo insinuó el Rey David que el
programa del mundo está encerrado en los seis

días de la Creación, y por lo tanto, un día equivale a un milenio. Y ya que hubo seis
días de Creación, habrá seis milenios de duración del mundo material, y el séptimo
milenio será el Shabat.

De la misma manera que en Shabat no se trabaja, sólo se goza, así en el séptimo


milenio no se tendrá que trabajar y luchar para servir a Dios ya que no habrá yétzer
hará y volveremos a vivir como antes de la Creación, como partículas de alma,
gozando de la Presencia Divina, pero esta vez el goce será ganado y no como tzedaká,
ya que sufrimos, servimos y amamos al Creador bajo cualquier circunstancia.

Esto también está insinuado en el primer versículo de la Torá, donde dice que en el
principio creó Dios el Cielo y la Tierra, y es prácticamente un resumen de toda la
Creación. Aclaran nuestros Sabios que en este versículo aparece seis veces la letra
alef, que en hebreo significa mil; por tanto indican que el Cielo y la Tierra fueron
creados sólo por seis mil años.

Una insinuación más de lo anterior, de las muchas que existen. Dicen nuestros Sabios,
que el mundo fue creado con la letra he, cuyo valor numérico es cinco, y las
herramientas divinas para crear el mundo fueron todas las letras, como está escrito en
el Séfer HaYetzirá (que fue escrito por Abraham Abinu).

Si hacemos la tabla del valor numérico de cada letra, según la guematría completa,
donde las letras finales vienen después de la letra taf y culminan con la alef rabatí (“la
gran alef”), que suma mil. Increíblemente, cuando sumamos el valor total, nos da 5995,
más la he de la Creación, da exacto los seis mil. Ésta es una insinuación más de que el
mundo existirá sólo por seis mil años.

Hoy por hoy estamos viviendo en el sexto milenio (5779), estamos en el equivalente al
día viernes y faltan 221 años para que dé inicio el milenio sabático.

Entre la primera etapa y la tercera, es decir, en los 221 años que quedan para que
termine la cuenta, en algún momento, ocurrirá la segunda etapa, que es Yemot
haMashíaj, es decir, la era mesiánica, que abarca la resurrección de los muertos, la
construcción del Tercer Templo y una situación de bien muy grande, rodeada de paz y
tranquilidad.

Ciertamente, a muchos la idea de la resurrección de los muertos les parece ciencia


ficción, ya que les cuesta imaginarse que un muerto, enterrado y putrefacto, se levante
de nuevo. Obviamente, la respuesta se entiende por una pregunta: ¿acaso el
Todopoderoso, que hizo todos los milagros hasta hoy y que día a día convierte una
gota de semen en un perfecto e increíble ser humano, no podrá hacer un milagro más?.
También se podría decir que el que quiere ver la resurrección puede hacerlo
constantemente en el mundo vegetal, donde de una fruta que terminamos de comer
(muríó), tomamos su semilla, cavamos “una tumba” y la enterramos, y después de
pasar por un proceso de putrefacción, brota un “ser” nuevo de la tierra y es idéntico al
árbol frutal del cual obtuvimos la semilla que enterramos. Pero claro, eso no es un
milagro, o mejor dicho, no lo consideramos un milagro, porque lo vemos todos los días
y se ha convertido en “Naturaleza”, y eso provoca que olvidemos que toda la
Naturaleza es un milagro proveniente de Dios.

Por eso, en hebreo “la Naturaleza” equivale a 86, al igual que la palabra Elokim, Dios,
para enseñarnos que toda la naturaleza es un milagro divino. Y el Mismo que lo hace
hoy con la vegetación lo hará mañana con los seres humanos.

La pregunta que ahora cabe hacer es: ¿para qué hace falta esta segunda etapa? ¿Por
qué no pasar directamente al mundo espiritual? Con base en lo que explicamos en la
Introducción, que todo el trabajo es para volver como almas y gozar de Dios, ¿por qué
debe haber una etapa intermedia que abarque la resurrección de los muertos?.

La respuesta es: porque Dios es justo y quiere pagar a todos lo que se merecen.
Aunque es verdad que lo más importante es el alma, y para ella se creó el mundo
entero, no podemos negar que hubo un tipo de sociedad entre el cuerpo y el alma para
conseguir la meta. Esto significa que el cuerpo fue un medio para que el alma logre su
perfección. Por tanto, sería injusto que sólo el alma goce y reciba su pago, y el cuerpo,
que tanto sufrió y se esforzó, termine en la tumba como alimento para gusanos. Por
ello Dios creó el concepto de la resurrección de los muertos antes de que llegue la
época del gran pago a las almas en el Olam Habá, en la tercera etapa. En esa segunda
etapa dará Dios al cuerpo una vida placentera, mundana, física, como le gusta al
hombre. ¡Claro, dentro de los parámetros permitidos!

Por ello, aclara Maimónides, que en esa segunda etapa el mundo no cambiará; el sol
seguirá saliendo y las plantas floreciendo, pero habrá paz, tranquilidad, abundancia,
alegría, mucho placer físico. Obviamente, acompañado todo de un bien espiritual.

Ahora podemos pasar a la pregunta principal: ¿cuáles cuerpos se levantarán? Digamos


que Moshé reencarnó en Eliahu y éste a su vez en Itzjak, y la perfección se completó
con Yosef. ¿Quién de todos resucitará y recibirá el pago físico?

Don Itzjak Abarbanel opina que sólo el primer cuerpo se levantará, ya que fue el inicio y
todos los que vinieron después lo hicieron para repararlo a él; por tanto, ése será el
cuerpo que se levante y reciba su pago terrenal. Pero en el libro Arvé Najal (parashat
Shelaj Lejá) opina que el último cuerpo será el que se levante, pues uno hereda al
anterior, y ya que explicamos que la reencarnación se considera “hijo” —es decir, si
Moshé reencarnó en Eliahu, entonces espiritualmente Eliahu es hijo de Moshé, ya que
representa su continuación—, entonces de la misma forma que un hijo hereda a su
padre un cuerpo hereda las tareas y el carácter de su antecesor, de tal forma que el
último que culminó

la reparación fue el que se quedó con la herencia de todos y será el que se levante.

Sin embargo, en el libro Corbán Shabat, en nombre de Hadéret Shelomó, dice que
todos los cuerpos involucrados en la reparación se levantarán, y compara esto a varias
velas: tomamos el fuego y prendemos otra, la segunda se ilumina y la primera no se
apaga, y así terminan varias velas encendidas. Esto se basa en el versículo que dice:
“La vela de Dios es como el alma de la persona, que ilumina todos los espacios
internos de los cuerpos” (Mishlé 20:27). Por tanto, todos los cuerpos involucrados en la
reparación se iluminarán.

Agrega sobre este concepto el libro Lev Sameaj (parashat Miketz), en nombre del Bet
Yosef, quien testimonió que esta información la obtuvo del ángel HaMaguid, que todos
los cuerpos involucrados se levantarán y serán como un equipo y compañeros, sólo
que el más perfecto será el líder, el maestro de todos ellos.

En el Zóhar dice, en nombre de Rabí Yosí, que sólo el cuerpo más perfecto se
levantará; es decir, el cuerpo que más luchó, perfeccionó y alcanzó mayor porcentaje
de reparación del alma, es el cuerpo que merecerá el placer de Yemot HaMashíaj.

Hay un punto en el que todos están de acuerdo: ciertos cuerpos no se levantarán,


aunque su alma se levante en otro cuerpo. Por ejemplo, las personas que fueron ateas,
rebeldes, herejes, ese cuerpo seguro no se levantará, al igual que no se levantarán los
que aparecen en la lista de la Mishná de Sanedrín (Cap. 11), y entre ellos, los que no
creen en la resurrección de los muertos. Es decir, también según los que opinan que
todos los cuerpos se levantarán, un cuerpo de éstos no tendrá ese placer, y su alma,
que reencarnó en otro cuerpo que sí reparó, será el que se levante.

Sin embargo, la intención en la pregunta que se hizo en esta sección tiene dos
significados: el de los Jajamim y el de las personas comunes como nosotros. Cuando
los Jajamim hicieron esta pregunta intentaron analizar, como lo hemos hecho aquí, qué
cuerpo recibirá el pago, pero cuando hoy nos preguntamos qué cuerpo se levantará,
nos referimos a otra cosa; por ejemplo, ¿voy a ver a mis abuelos o no? Perdí a mi
hermano; ¿en la resurrección se levantará él u otro? Es decir, nuestras preguntas
tienen un motivo más sentimental, pues lo que deseamos es volver a abrazar al ser
querido que perdimos, y por eso nos preguntamos quién va a levantarse.

La respuesta a esta pregunta es muy distinta a la que hemos presentado hasta ahora, y
es la siguiente: en esta etapa de nuestra vida reconocemos a las personas sólo por su
apariencia física, ya que no tenemos las herramientas para conocerlas espiritualmente.
Por tanto, el abuelo con su barba, gorra y traje que conocimos en vida, es nuestro
abuelo y nadie más; pero olvidamos que, junto con la resurrección de los muertos, que
dará fin a la reparación de las almas, reconoceremos todos nosotros a las almas de
una manera espiritual y no física. Y gracias a la iluminación del Mashíaj entenderemos
todos quiénes somos y quiénes fuimos, y captaremos por fin que el cuerpo sólo fue la
vestidura del alma, que en cada reencarnación cambió de traje, pero es el mismo ser,
ya que en verdad el ser no es el cuerpo, sino el alma. Por tanto, preguntar en qué
cuerpo vendrá mi abuelo equivale a preguntar hoy con qué traje aparecerá, azul o
blanco, cuya respuesta es obvia: ¿qué importa con qué color de traje venga, con tal de
que sea él?” Así será nuestro entendimiento en la época mesiánica, en la que diremos:
“No me importa con qué cuerpo vendrá, con tal de que sea él”.

¿Qué pasa con la tarea de reparación de los que se suicidaron antes de completarla?

Mucha de la gente que se suicida lo hace porque no puede tolerar la clase de vida que
lleva o específicamente una situación de la cual no puede salir ni superarla. Decide
poner fin a sus sufrimientos quitándose la vida. Ocurre también a veces, que quitan la
vida a otro que está sufriendo para que ya descanse (como en la eutanasia). El factor
común es escapar de la tarea Divina que les tocó, pensando que así se liberarán de
realizarla.

Pero no es así. Las tareas deben cumplirse y una tarea incompleta requiere volver a
realizarse desde el principio. De la misma manera que la ley en algunas prisiones dice
que un prisionero que fue condenado a diez años y se escapó de la cárcel a los ocho
años, cuando lo capturan no completará solamente los dos años que le faltan, sino que
empezará la cuenta de su sentencia de diez años de nuevo.

No cabe duda de que quien se suicidó sintió que su vida era una prisión, llena de
agonía y sufrimiento, pero por algo fue así, por algo que muy probablemente hizo en su
vida pasada, por lo que tuvo que pagar de esa forma. Dios no está en su contra y
menos aún goza cuando uno de Sus hijos está sufriendo, sino que Dios en estos casos
se compara con el padre cuyo hijo de tres años de edad toma veneno y ahora está
sufriendo los efectos secundarios, y por ello, el padre lo lleva al hospital. El niño no
entiende qué le está pasando, y menos aún por qué su padre lo lleva a un lugar tan
malo, donde lo inyectan, lo fastidian, le meten tubos por la nariz, etc. El padre se sienta
junto a la cabecera de la cama del niño, acariciándolo y explicándole que no hay otro
remedio, ya que para limpiar el veneno que entró al cuerpo hace falta pasar por esos
tratamientos.

Del mismo modo, Dios acompaña a cada uno de Sus hijos cuya vida se ha
transformado en un tratamiento difícil por venenos espirituales, pecados y malas
acciones que realizó en su vida anterior. Y ya que no se arrepintió y no tomó un vaso
de leche pura, para neutralizar el veneno, no hubo más remedio que pasar por un
tratamiento incómodo, con tal de purificar su alma.

Escuché un ejemplo maravilloso: un hombre llega al Cielo y ve un mapa de su propia


vida, con partes en blanco y otras en negro, y en todo el trayecto marcado aparecen
dos conjuntos de pisadas. Pregunta el hombre al Creador: “¿Qué es este mapa?”, y
Dios le contesta: “Es el trayecto de tu vida. Las partes blancas indican las épocas
iluminadas y bonitas que tuviste en la vida y las partes oscuras simbolizan las épocas
difíciles y negativas que tuviste”. Con más atención el hombre vuelve a observar el
mapa de su vida, afirmando sus épocas bellas y malas; pero se da cuenta de que en
las partes blancas aparecen dos conjuntos de pisadas y en las partes oscuras sólo uno.
Pregunta de nuevo al Creador: “¿De quién son estas huellas?”, “Unas son tuyas y otras
son Mías”, contesta Dios, “ya que siempre te acompañé, hijo mío”. “Entonces, ¿por qué
me abandonaste en mis épocas difíciles, ya que veo en ellas un sólo par de huellas?”
“Esas huellas que ves no son tus huellas, sino las Mías, ya que en tus épocas difíciles
Yo te llevaba en brazos.”

Cada persona ha diseñado su propia vida actual en base a lo que hizo en su vida
anterior, del mismo modo que cada persona diseña hoy su siguiente viaje (si es que
necesitara regresar). Sin embargo, en lugar de reflexionar por qué vinimos así y cuál es
exactamente nuestra tarea, nos pasamos la vida quejándonos y deseando que
cambien las cosas, haciéndonos creer a nosotros mismos que si nuestra vida fuera
diferente, seríamos más felices.
En realidad hay que hacer dos cosas: la primera, no conformarnos, y la segunda,
conformarnos. El hombre tiene que luchar con medios terrenales, físicos, y por medios
espirituales, como rezos y teshuvá, a fin de cambiar su destino para bien y mejorar su
calidad de vida, y no conformarse con lo que tiene, sino luchar por un futuro mejor.
Pero cuando intentamos hacer todos los esfuerzos, “moviendo cielo y tierra”, y no
obtenemos los resultados que deseábamos, tenemos que entender que, al parecer,
debemos pasar por eso y de alguna forma conformarnos con el plan Divino. Es una
tarea por enfrentar y

no para escapar de ella, pues no ganamos nada con el suicidio, sino que agravamos la
tarea, ya que en el próximo viaje el suicida no sólo tendrá que repetir toda la tarea de
nuevo, sino que tendrá que reparar también el hecho de haberse suicidado, lo que muy
probablemente le ocasionará venir con tendencia al suicidio y, sumándola a la misma
tarea que tenía que enfrentar, seguro que hará su misión aún más difícil.

Así que lo mejor es luchar, rezar, intentar pasar este trago amargo y no olvidar que
“Dios aprieta, pero no ahorca”, y seguro dio a esa persona las herramientas y fuerzas
para poder acabar con éxito su tarea.

¿Cómo se hace teshuvá por los pecados cometidos en la reencarnación pasada?

La respuesta a esta cuestión se divide en dos partes: la primera consiste en simples


rezos mediante los que pedimos perdón por lo que hicimos en la vida anterior, pero sin
tener la menor idea sobre qué estamos pidiendo perdón; por ejemplo, en el rezo diario,
en la parte del Tajanún, pedimos perdón por todos los pecados que cometimos, pero
cada uno de nosotros nos expresamos en plural: ashamnu, bagadnu…, “pecamos,
robamos, hablamos mal, etc.”, y el motivo de que lo digamos en plural y no en singular
no es porque estemos pidiendo un perdón colectivo, ya que también el hombre que
rece a solas en el desierto debe decirlo en plural. El perdón que pedimos no es
únicamente por los pecados que cometemos en esta vida, sino que nos referimos
también a los pecados que cometimos en vidas anteriores, y por ello nos expresamos
en plural, refiriéndonos a nosotros mismos en nuestras múltiples reencarnaciones.

Y como no sabemos qué pecados cometimos, pedimos perdón por todo en el Tajanún,
y especialmente en el Viduy HaGadol del Día de Kipur, y leemos todos los pecados que
posiblemente hayamos cometido, como diciéndole a

Dios: “No sé en qué fallé, pero si cometí alguno de todos estos pecados, los detallo
para que me perdones”.

Por ejemplo, en el rezo que pronunciamos todos los sábados después de la lectura del
Shir Hashirim (El Cantar de los Cantares) decimos: “Que logremos cumplir toda nuestra
tarea, sea en esta reencarnación, sea en las reencarnaciones anteriores, para poder
llegar al Olam Habá junto con todos los tzadikim…”

Y respecto a la futura reencarnación, decimos en la Amidá de Yom Kipur: “Perdónanos


por los pecados que cometimos, los cuales nos causan tener que regresar de nuevo al
mundo en reencarnación, en distintas formas…”

En cuanto a los pecados que pudieron cometer los demás contra nosotros, los cuales
quizá les causen regresar para repararlos, o ya han regresado para reparar lo que nos
hicieron en la vida anterior, aclaramos todas las noches, antes de dormir, en la Keriat
Shemá al amitá: “Dueño del mundo, perdono a todos los que me hicieron un daño, sea
en mi cuerpo, sea en mi dinero, sea en mi honor, sea que lo hicieron a propósito o sin
querer, los perdono de todo corazón, sea que esos pecados hayan sido causados en la
reencarnación pasada o que sean cometidos en ésta, causándoles reencarnar para
repararlos. Los perdono de todo corazón…”

Todos estos rezos son genéricos, ya que no apuntan a una falla específica. De forma
general pedimos perdón y perdonamos por lo hecho en las múltiples reencarnaciones.

Pero la segunda forma de reparar todo lo hecho es por medio de meditación profunda y
análisis personal, para “apuntar” específicamente la falla que vinimos a reparar. Eso
puede lograrse de varias maneras, como analizar cuáles pecados nos atraen mucho en
esta vida y cuáles representan nuestra debilidad espiritual. Por ejemplo, hay personas
que desde pequeñas se sienten atraídas

de forma exagerada por la soberbia, el enojo, las mujeres, etc. Ya aclaramos que si ése
es el lado negativo de la “batería”, eso es lo que vinimos a reparar. Pero agregaremos
algo más: si esa atracción es una señal de que pecamos en eso, no bastará que esta
vez no pequemos, sino que también debemos pedir perdón por ese pecado, pues al
parecer lo cometimos bastantes veces en la reencarnación pasada.

A veces la insinuación de Dios sobre por cuál pecado debemos poner mayor atención y
pedir perdón nos llegará por otro “canal”. Puede ser cuando otras personas nos culpen
de algo que nosotros sabemos que no hicimos, pero lamentablemente no tenemos las
pruebas suficientes para comprobarlo. De esta forma nos cuestionamos: “Si no hice
nada, ¿por qué me culpan?” La Guemará aclara: “No hay alguien de quien se sospeche
que hizo daño y esté limpio de ello”, es decir, si no lo hicimos en esta vida, Dios mandó
emisarios que nos culpen por algo que hicimos en la vida anterior, para indicarnos que
debemos hacer teshuvá por esa acusación.

También la insinuación puede llegarnos por otro lado, y es cuando cometemos un


pecado sin querer. Digamos que accidentalmente matamos a alguien y no teníamos
nada, pero nada de culpa; y nos cuestionamos: “Si esa persona tenía que morir, ¿por
qué me eligió Dios para ser su verdugo?”

La respuesta es que en la vida pasada causamos una muerte y no nos arrepentimos ni


hicimos teshuvá; esta vez somos actores, llevados a una escena en la cual volvimos a
causar una muerte, aunque esta vez no tenemos ninguna culpa, pero nos sirve para
indicarnos el pecado que cometimos en la vida pasada y, debemos reflexionar y pedir
perdón con lágrimas por lo que cometimos.

Eso fue lo que, en el capítulo anterior, sucedió con Najum Ish Gam Zu. Mientras
preparaba la comida para el hombre pobre, éste murió; esto le indicó

que él había sido culpable en una vida anterior de la muerte de otros pobres, ya que él
era Lot, el juez de Sedom y Amorá, quien con la prohibición de ayudar a los pobres
causó la muerte de muchos de ellos.

En consecuencia, la teshuvá por los pecados cometidos se concentra en estas dos


áreas:

1. Pedir perdón en general por todos los pecados;

2. Meditar y observar las insinuaciones de Dios, las cuales nos indican el pecado en
particular que debemos reparar.

¿Las pérdidas monetarias tienen que ver con las reencarnaciones pasadas?

Es importante aclarar en primer lugar que la manutención de la persona depende de


Dios. Sin embargo, a la persona se le piden dos cosas: que tenga fe y que se esfuerce.
En el mundo de los negocios siempre hay altibajos, a veces ganamos dinero y otras
veces lo perdemos. Sin embargo, a veces hay pérdidas anormales, es decir, que no
hicimos nada fuera de lo común y perdemos dinero de forma que nos parece injusta.
Por ejemplo, en una disputa financiera con alguien, acudimos al tribunal rabínico
sabiendo que tenemos la razón, pero por escasez de pruebas o de manera ilógica
perdemos el juicio y con él, cierta cantidad de dinero. Muchas veces eso es por deudas
que tuvimos justo con esa persona en nuestra vida pasada, y en esta vida Dios planeó
todo para que ocurriera así para que el dinero regresara a su lugar original.

Así explica el Zóhar (Shemot 294a) sobre el versículo que dice: “Y éstas son las leyes
de justicia que pondrás ante ellos…” (Shemot 21:1). La palabra “ante ellos” en hebreo
significa también “antes de ellos”; por tanto, explica el Zóhar, a veces las leyes del
juicio no salen como deberían y el motivo es porque desde

el Cielo lo están causando por lo que pasó entre los involucrados “antes de ellos”, es
decir, en la vida anterior de ambos.
Dios se encarga de reunir de nuevo al deudor y al acreedor. A uno se le cae un billete
de $100 y el otro, que camina por donde pasó el primero, se lo encuentra. De esta
forma, Dios hizo que esa deuda fuera pagada, aunque fuera de manera indirecta. Claro
que quien perdió el billete lo considera mala suerte, pero en verdad Dios le hizo un gran
favor, ya que Él ve que esa persona se esfuerza en reparar su vida y en los rezos pide
perdón por los pecados cometidos en sus vidas pasadas.

Vimos ya el caso del joven que consultó al Arizal respecto dónde encontrar a su pareja;
él lo mandó a una aldea donde efectivamente encontró a su mazal, pero a la semana
de la boda ella falleció, él la heredó y regresó a Tzefat con una suma considerable de
dinero. Ante sus interrogantes, el Arizal le explicó que ella había sido su socia en la
vida pasada y le había robado la misma suma que ahora le devolvía.

Por eso, en la vida presente de todos nosotros debemos tener mucho cuidado con las
deudas monetarias, y pagarlas a tiempo para que no nos olvidemos de ellas, pues las
deudas viejas, aunque quizá han sido olvidadas, nunca han sido perdonadas. Se deben
pagar, ya sea al acreedor o a sus descendientes, ya que por una deuda podemos
regresar de nuevo a este mundo y tenemos que pasar toda una niñez y una
adolescencia para que al final “se nos caigan $100”. No importa la suma, como
aclararon nuestros Sabios: Din perutá kedín meá, “La ley de una moneda es como la
ley de cien”.

Quiero relatarles una historia que ocurrió recientemente en Israel y que causó mucho
ruido. El 19 de agosto de 2003 sucedió un terrible atentado en el autobús número 2 en
Jerusalén, en el cual murieron muchos adultos, niños y bebés inocentes. Entre ellos
estaba el rabino Janoj Zégal, maestro del Talmud

Torá Torat Emet, conocido como un gran educador y muy cuidadoso de todas las
leyes, especialmente en las monetarias.

Unos meses después del atentado, en la época de Lag BaOmer, se apareció el rabino
Zégal en sueño a uno de sus familiares, enseñándole un papel con el número 5, y le
decía: “Hoy equivale a 14 shékel.

Se los debo a un hombre llamado Bayan. Por favor, págaselos, porque si no, tendré
que regresar al mundo de nuevo para hacerlo yo”. Al amanecer, toda la familia estaba
conmovida al enterarse del sueño que les relató el familiar del rabino y empezaron a
investigar quién era ese Bayan. Entendieron que cinco se refería a la moneda antigua
que había en Israel, llamada lira, por lo que buscaron en la lista de los alumnos de Rab
Zégal de esa época y, en efecto, vieron que 24 años antes, el rabino había tenido un
alumno llamado Báyan. Cuando lo encontraron, sin contarle el sueño, le pidieron que
les hablara un poco sobre su antiguo maestro; especialmente le pidieron que recordara
si le había quedado a deber algún dinero, ocultándole mientras tanto el contenido del
sueño.

El hombre, ya de 37 años de edad, relató qué tan buen maestro fue Rab Zégal y, entre
una anécdota y otra, de pronto dijo: “Me acuerdo que una vez salimos a una excursión
en Lag BaOmer y a cada uno se nos pidió pagar cinco liras. Un día antes de la salida,
se me acercó el maestro Zégal y me dijo: ‘No pagaste’. Y yo le respondí: ‘Sí, claro que
ya pagué’. Rab Zégal sacó la lista de los que ya habían pagado y me demostró que aún
no pagaba. Yo, como niño, estaba seguro de haber pagado, pero no discutí con mi
maestro y pagué otra vez. La verdad, siempre me molestó aquel incidente, pero ya lo
olvidé”. La familia quedó impactada. Relataron el sueño a Bayan y le pagaron el
equivalente actual, los 14 shékel, y él, por propia voluntad, los donó para los pobres en
nombre de su gran maestro, Rab Zégal.

Los Jajamim de esta generación explicaron sobre este caso que sólo a las almas de
aquellos que son tan cuidadosos y no tienen deudas sino solamente involuntarias son a
quienes se les da la oportunidad de repararlas desde el Cielo, mandando mensajes en
sueños a sus familiares, pero las almas de las personas que roban o que
intencionalmente no pagan sus deudas tienen que regresar para repararlas.

Así que debemos revisar siempre nuestra “agenda monetaria” y pagar a tiempo, ya sea
poco o mucho, ya sea a personas o a instituciones.

¿Es posible que un hombre reencarne en mujer o viceversa?

Ya aclaramos que los hombres del pueblo de Israel vienen a reparar a Adam HaRishón
y las mujeres a Javá. Del mismo modo que nuestros patriarcas Abraham, Itzjak y
Yaacov comenzaron la reparación de Adam HaRishón y nuestras matriarcas Sará,
Ribká, Rajel y Leá comenzaron la reparación de Javá; así, todos los hombres
pertenecen al alma masculina de Adam y todas las mujeres al alma femenina de Javá.
Por tanto, no pueden cambiar de género.

Encontré una insinuación interesante al respecto en el libro Yaguel Yaacov, en nombre


de Rabí Natán Adler, z’l, quien explicó el versículo de la Torá que dice: “No se vestirá el
hombre con ropa de mujer, y la mujer no se pondrá ropa de hombre”. Rab Adler explica
que no se refiere solamente a la vestimenta del cuerpo, sino también a la del alma, es
decir, el cuerpo, y por tanto, normalmente el alma masculina no se vestirá de cuerpo
femenino.

Eso es lo habitual. Sin embargo, hay casos remotos en los que se castiga a un alma
haciéndole regresar en un cuerpo del otro sexo, por ejemplo, por prostitución.
travestismo o por relaciones con personas del mismo sexo, etc. Eso es un castigo, ya
que el alma no se siente cómoda en su vestidura
opuesta. Es como si vistiéramos a un hombre decente con ropas y maquillaje de mujer,
o viceversa.

Quiero aclarar que respecto a la posibilidad de que las mujeres reencarnen, en general,
manejamos en esta guia la opinión del cabalista Rabí Menajem Recaneti (1250-1310),
quien sostiene que las mujeres reencarnan igual que los hombres.

¿Un judío puede reencarnar en un goy?

Antes de responder, debo aclarar cuál es la respuesta a este tipo de pregunta en otras
religiones y sectas. Por ejemplo, los hindúes se dividen en castas (categorías sociales);
ellos también creen en la reencarnación y opinan claramente que nunca un miembro de
cierta casta reencarnará en un miembro de otra. Por ejemplo, los brahmanes —la casta
sacerdotal— nunca reencarnarán en sudras —la casta de esclavos—.

Los drusos, que son una rama del Islam, también creen en la reencarnación y opinan
claramente que un druso nunca reencarnará en un católico o en un judío.

El judaísmo opina que un judío normalmente reencarna en un judío, entendemos que


las almas pertenecen a determinados grupos y no se intercambian. Sin embargo, el
judaísmo opina que sí existe la posibilidad (aunque sea remota) de que un judío
reencarne en un goy.Explicaremos de nuevo la diferencia entre las almas y después
explicaremos en qué casos reencarna un judío en goy.

Ya dijimos en la Introducción que el pueblo de Israel, por medio de Abraham Abinu y


Sará, recibieron sobre sí la tarea de reparar las almas de Adam y Javá, las cuales eran
muy especiales y elevadas por el hecho de que sus cuerpos

fueron mano de obra de Dios, y sus almas fueron insufladas directamente por Él.

Las demás personas que vivieron después, durante 20 generaciones hasta Abraham
Abinu, tenían alma, pero no como la insuflada en Adam. La tarea de reparación que
asumió Abraham Abinu consistió en llevar una vida muy rígida, pura, cargada de leyes
y mandatos los cuales restringen la vida del ser humano y la convierten en algo muy
especial y distinto de todo lo que se conocía en el mundo. Por eso ningún gentil envidia
el estilo de vida religioso de un judío. Sin embargo, ése es el precio que pagamos por
considerarnos el Pueblo Elegido. Del mismo modo que ningún niño envidia la vida de
un niño príncipe, que todos los días viste traje, con maestros y maestras particulares
que entran y salen del palacio, que come como un robot y con los más finos modales
(ya que nunca veremos a un príncipe comiendo tacos en la calle), y además se le
prohíbe hacer travesuras, no vaya a ser que mañana salga en los periódicos, en la vida
del pueblo de Israel, los “Príncipes de Dios”, estamos obligados a andar “trajeados”,
con ropa recatada, estudiar con nuestros maestros particulares, los rabinos, tomar
infinidad de clases de Torá, comer alimentos kosher y cuidarnos de no “hacer
travesuras” que causen Jilul Hashem, la profanación y mala fama del Nombre de Dios.

Por supuesto, si creemos que la vida estricta del príncipe vale la pena con tal de vivir
en un palacio, así también cada yehudí sabe que su vida con restricciones le otorgará
el derecho y el privilegio de estar el día de mañana en el Paraíso, el Palacio de Dios.
Obviamente, el que aprenda a vivir y a gozar las leyes de Dios, terminará disfrutando
en este mundo y en el mundo venidero.

El Zóhar dice que cuando un judío decide asimilarse o casarse con un goy o goyá, o
con una persona que decidió renegar del judaísmo y dar la espalda a Dios, reencarnará
en un goy. En este caso, no se considera que Dios castiga a esa persona, sino que
respeta su decisión y le dice: “Si ése es el camino que

quieres, y ése es el lugar al que quieres pertenecer, está bien. La próxima vez nacerás
allá”. Dice Rabí Shelomó Elgazi, en su libro Meuléfet Zapirim, que se aplicará a esa
alma el versículo: Venijretá hanefesh ahí meamea, “Y se cortará esa alma de su
pueblo” (Shemot 12:15).

Obviamente después de que el alma sube al Cielo y ve lo que perdió por su decisión,
se arrepiente y desea “quedarse en familia”. Pero ya no hay nada que hacer, pues toda
acción tiene una reacción y esa alma que nacerá fuera del judaísmo, tendrá desde el
principio, un deseo extraño e inexplicable con un interés desmedido hacia el judaísmo.
Esos son los conversos que regresan “a casa”, ya que no lo hacen por interés
monetario, amoroso, etc., sino por amor espiritual (y por supuesto, se convierten de
forma ortodoxa y no “dolarizada”).

La historia judía está llena de grandes personajes rabínicos y lideres espirituales que
fueron conversos, y su origen fue de almas judías que renegaron. Por ejemplo, el caso
de Diná, la hija de Yaacov Abinu, quien después de ser violada y secuestrada por
Shejem decidió renegar y quedarse con él, y por ello reencarnó como goyá, como la
princesa Kozbí, la cual se unió al grupo de mujerzuelas que fueron a seducir a los
jóvenes israelitas, acto que no corresponde a una princesa. Sin embargo, ella se
acercó a los israelitas porque se sintió atraída, como un imán, a ese pueblo, pero no se
acercó de manera correcta; y fue sólo en su tercera reencarnación, como Rufina, la
esposa de Rufus, que se convirtió correctamente y regresó a casa cuando llegó a ser
esposa de Rabí Akivá.

¿Hay posibilidad de que un goy reencarne en un judío?

De la misma forma que un judío que reniega y se asimila nacerá como goy, un goy que
admire el judaísmo o que ayude a los judíos, por ejemplo, salvándolos de la muerte,
tendrá el privilegio de formar parte del pueblo de Israel en su próxima vida.
La historia de las reencarnaciones está llena de ejemplos como éstos, desde Shejem y
sus 24 mil seguidores que se circuncidaron con la intención de pertenecer al pueblo
que estaba en formación y no tuvieron oportunidad porque fueron asesinados por
Shimón y Leví y reencarnaron como parte de la tribu de Shimón, hasta Elifaz, el hijo de
Esav, que no mató a Yaacov y lo salvó de una muerte segura, en su siguiente
reencarnación como el gran Onkelos, se apegó al judaísmo como si éste fuera un imán.

Estos casos ya los conocen, pues los mencionamos en el capítulo anterior.


Permítanme traerles dos ejemplos nuevos.

Abraham Abinu tenía tres amigos: Aner, Eshkol y Mamré. Cuando Dios ordenó a
Abraham Abinu a los 99 años que se hiciera el berit milá, él consultó con sus tres
amigos para ver quién de ellos lo animaba a obedecer ese difícil mandato. Aner le dijo
que era malo hacer sufrir al cuerpo, y eso está insinuado en su nombre, pues Aner en
hebreo tiene las iniciales de Inuy Nefesh Ra, “Afligir al alma es malo”; Eshkol le dijo que
era un loco por querer cortar su propia carne, y también eso está insinuado en su
nombre: forma las iniciales de Abraham Shoté Koret Leevaró, “Abraham es un tonto al
cortar su miembro”. El único que lo apoyó, lo animó y le dijo que obedeciera el
mandamiento Divino sin preocuparse por su salud, pues “Dios es el médico y sanador
de todos”, fue Mamré, cuyas iniciales forman la frase: Mul Maer Rofeja El,
“Circuncídate rápido; Dios te curará”.

Dice el Haramá Mipano que, por esa actitud, Mamré tuvo el privilegio de reencarnar en
la época talmúdica en el gran doctor Abá Umná que, por medio de extracciones de
sangre, curó a mucha gente. Él animó a Abraham Abinu para que hiciera el Pacto con
Dios, hablándole del Dios curador y ya que con la sangre que derramara en el berit
tendría vida y salud, Mamré se convirtió en un doctor que curaba sacando sangre y,
como relata la Guemará (en Taanit 21b) fue un hombre al que envidiaban todos los
rabinos, como Abayé y Rabá, pues

a diferencia de ellos, que recibían un saludo celestial —una profecía— una vez al mes
o al año, él lo recibía todos los días; y la Guemará explica que era por su recato,
bondad, por juzgar siempre para bien, etc. Pero además de todo eso, podemos decir
que el motivo de ese cariño celestial era por haber animado a Abraham Abinu a
hacerse el berit. Además Abraham se alojó en el terreno de Mamré y ahí tuvo Abraham
Abinu la gran revelación de Dios, Quien fue a visitarlo. Como dice la Torá: “Y se
apareció Dios a Abraham en Eloné Mamré…”, y ahí mismo fue donde recibió la visita
de los tres ángeles y que uno de ellos lo curó.

Curiosamente, me di cuenta de que la palabra Mamré tiene un valor numérico de 281,


al igual que la palabra rofé, “doctor”.
Otro ejemplo de dos hermanos goyim que reencarnaron en dos grandes rabinos judíos
fueron Adarmélej y Sharétzer, los hijos del rey Sanjerib, quien sitió Jerusalén en la
época del rey Jizquiyá y, por medio de un milagro Divino, murió todo su ejército en las
afueras de la ciudad, salvándonos así de una masacre y destrucción seguras como se
relata en el libro de Melajim II (19:37).

Al ver los hijos de Sanjerib ese gran milagro, se levantaron y asesinaron a su padre,
para que no se reorganizara y volviera a atacar la ciudad. Por ese acto de salvación
para el pueblo de Israel ambos reencarnaron en los grandes lideres espirituales
Shemayá y Abtalión, como dice la Guemará (Guitín 57b): “Los descendientes de
Sanjerib enseñaban Torá en Israel y son Shemayá y Abtalión”. Probablemente esta cita
se refiere a sus descendientes biológicos, pero sí es seguro que, espiritualmente,
Shemayá y Abtalión son hijos de Adarmélej y Sharétzer. Agrega el Meam Loez sobre el
versículo de Melajim II que Adarmélej, cuyo nombre comienza con la letra alef,
reencarnó en Abtalión, cuyo nombre también comienza con la letra alef, y Sharétzer,
que empieza con la letra shin, reencarnó en Shemayá.

¿Cuál es la razon de que unos conceptos de la Cabalá, aparezcan tanto en el Lejano


Oriente, como en China y la India?

Es verdad; en ambas culturas podemos encontrar muchas cuestiones místicas. Se


habla mucho de energía, meditación y autocontrol. Y el motivo, de acuerdo con el
judaísmo, es que ambos tenemos la misma fuente de información, que es Abraham
Abinu. Explicaré esto a continuación.

La Torá relata que Abraham Abinu tuvo tres esposas: Sará, Hagar y Keturá (según la
opinión de que Hagar no es Keturá). Abraham Abinu fue monoteísta y el apego a Dios
le permitió conocer la tercera dimensión del mundo: el lado místico, energético, y los
secretos del macrocosmos —el mundo— y del microcosmos —el ser humano—.

Del hijo de Hagar, Ishmael, descienden los musulmanes, una secta de los cuales se
llama Agrim que proviene de la palabra Hagar. Con Keturá, Abraham Abinu tuvo seis
hijos, llamados Zimrán, Yokshán, Medán, Midián, Ishbak y Shúaj.

El versículo en Bereshit (25:5) relata sobre la separación que hizo Abraham Abinu
antes de fallecer, entre su amado hijo Itzjak y los hijos de Keturá, a quienes les dio
regalos y los mandó a la tierra de Kédem. Ese lugar está ubicado en el Lejano Oriente.
Aclaran nuestros Sabios (Sanedrín 91a) que los regalos que les dio eran conceptos
místicos, poderes ocultos que no necesitan de pureza física y espiritual para ser
usados, y lo hizo para que no se mezclen con Itzjak.

La tradición china relata que su cultura comienza con cinco reyes gigantes que vinieron
de muy lejos y trajeron con ellos mucha sabiduría. Los chinos fechan este
acontecimiento hace cuatro mil años, justo la época en que, según nuestro calendario,
vivió Abraham Abinu.

En la cultura hindú, la casta más elevada es la de los brahmanes, quienes de acuerdo


con la opinión judía, recopilada en el libro Hamahapaj (pág. 278), provienen de
Abraham Abinu y por ello se llamaron brahamanes. Su principal dios es Brahma, cuya
traducción literal no es “dios”, sino “fuerza sagrada”. Su nombre en hebreo tiene las
mis-mas letras que “Abraham”.

Y curiosamente la esposa del dios Brahma ellos la llaman Sarai-wati o Sarawati, y


sabemos que la esposa de Abraham Abini se llamó al principio Sarai y después Sará. Y
si esto fuera poco, el río Sarawati en la India tiene una ramificación que se llama Hagar.

Es curioso que la cultura hindú relate sobre un diluvio que ocurre cada cierto número
de años y en el cual el dios Brahma se salva sentándose en un cascarón de huevo, que
tiene la función de un arca, y después reinicia la vida en la Tierra. Lo más probable es
que Abraham Abinu les haya relatado acerca del diluvio y del arca de Nóaj, y ellos, con
el tiempo, la modificaron y la adaptaron conforme a sus creencias.

Se cree que cinco de los seis hijos de Abraham llegaron a China y uno a la India, y se
convirtieron en manantiales de información mística. Por ejemplo, la meditación es
prácticamente el rezo de la Amidá, en el cual cada judío se para y en absoluto silencio
se “conecta” con el Creador, reflexionando sobre Su grandeza y agradeciéndole por
todo lo que nos da, pidiéndole lo que le falta. Curiosamente, según el judaísmo, el
primero que inventó esa meditación fue Abraham Abinu cuando estableció el rezo de la
mañana, que se dice con la salida del sol. Y es sabido también, que según las
corrientes actuales de meditación, la mejor hora para meditar es el amanecer o un poco
después, y el lugar influye mucho. Eso es llamado Feng Shui, el cual pone énfasis en la
importancia del ambiente del lugar donde se realizará la meditación y la “recarga” de
energía “cósmica”.

Eso es prácticamente lo que propone el judaísmo, que haya lugares especiales para
rezar, como templos, casas de estudio, etc., los cuales deben estar limpios de
imágenes y adornados con libros de Torá. Incluso la ubicación de la persona en el rezo,
y su orientación espacial, cambia y causa efectos distintos. Por ejemplo, quien esté
parado enfrente del Hejal, inclinándose un poco hacia el sur obtendrá sabiduría, pero al
cambiar su posición y parándose un poco hacia el norte obtendrá bienes económicos
(Babá Batrá 25b). La ubicación es de suma importancia y la insistencia de realizar esa
meditación siempre en el mismo lugar es porque tiene mayor eficacia.

Todo esto se aprende de Abraham Abinu, como dice la Torá: “Y fue Abraham y se paró
en el mismo lugar en que se paró el día anterior…” (Bereshit 19:27). Es decir, Abraham
Abinu tenía un lugar específico para rezar, con una ubicación y ambiente adecuados
para ello. De ahí proviene la halajá judía que dice que la persona debe rezar en un
lugar fijo, procurar que sea en un templo, y que lo mejor es que ese lugar de rezo sea
también lugar de estudio de Torá. Nosotros lo llamamos santidad del lugar y del hogar
y ellos lo llaman Feng Shui.

El hecho de salir a lugares naturales, como las montañas, y sentarse ahí a meditar,
está escrito en el Zóhar (Beshalaj 44b), donde comenta que cada vez que el profeta
Elishá tenía una revelación de Dios mientras estaba en las montañas meditando, se le
cataloga como “el hombre de Dios”, y cuando se habla de él mientras estaba en la
ciudad, se le llama simplemente Elishá. El Zóhar aclara que cuando él estaba en una
ciudad rodeado del ajetreo característico de una ciudad, no lograba el nivel de conexión
con Dios que lograba al estar lejos de todos, sentado en una montaña, de manera que
la meditación no fuera interrumpida, alcanzando un nivel más alto. Y bajo ese concepto
se rige todo el movimiento jasídico de Breslev, en el que este concepto se conoce
como itbodedut, que significa aislamiento, es decir se busca meditar en soledad.

Incluso el mantra, que es la repetición de una palabra con concentración para lograr
atraer energía, es prácticamente el concepto de Kadosh, Kadosh, Kadosh, que
repetimos en la parte más importante del rezo. Y cada vez que pronunciamos el
Nombre de Dios debemos imaginar la forma de las letras o, en ciertos rezos,
imaginamos la forma del candelabro de siete brazos; este proceso es llamado por los
hindúes mandala que, mientras rezan y se concentran, ubican la mirada o la mente en
una imagen geométrica o un dibujo.

Respecto al “aura soma”, que consiste en imaginar colores y ubicarse con el color con
el que más nos identificamos y más influye en nosotros, también es un concepto
cabalístico, como dice el rabino Aryeh Kaplan en su libro Meditación y Cabalá (pág.
180), que cada una de las diez sefirot en que los expertos cabalistas se concentran
durante el rezo está asociada a un color; el jésed al blanco y al plateado; la guevurá al
rojo y al oro, etcétera.

Además, el rezo de la mañana se acompaña del tefilín. Ya es muy famoso en el mundo


el artículo sobre medicina china que publicó el doctor Steven Shram en la revista
británica Journal of Chinese Medicine (número 70), de octubre de 2002, donde
demuestra que todos los puntos en la cabeza y la mano que toca el tefilín son los más
im-portantes para “cargar energía” en la acupuntura china, como podrás leer en el libro
“Señal de Tefilín”.

También, el concepto del ying y el yang chino, que representa el equilibrio entre el
hombre y la mujer, el cielo y la tierra, el cuerpo y el espíritu, etc., prácticamente es el
concepto de la letra alef, que está formada en realidad por tres letras: una yud
volteada, una yud derecha y una vav que las une. Explican nuestros Sabios, que se
dedicaron a descifrar el secreto de las letras hebreas, que la yud derecha hace alusión
al mundo celestial, a la espiritualidad, y la yud volteada alude al mundo terrenal, ya que
aquí “la verdad está volteada” y todos andamos “de cabeza”; y la vav, que en hebreo
significa ‘y’ conjuntiva, nos indica buscar el equilibrio entre el cielo y la tierra, entre lo
material y lo

espiritual, entre la mujer —que según el judaísmo, es muy espiritual— y el hombre —


que es considerado muy terrenal—. Toda esta información del secreto de las letras, en
especial de la alef, proviene del Séfer Yetzirá, escrito por Abraham Abinu.

Y si observan bien, verán que la letra alef y el símbolo del ying y el yang son iguales.

Es por esto que también los conceptos de reencarnación llegaron hasta allá y
conforman hasta hoy la base de esas culturas, provenientes de Abraham, el primer
gran reencarnado de Adam HaRishón.

Para finalizar esta sección relataré sobre la famosa historia de Aram Tzabar, un joven
israelí, quien al finalizar su servicio militar en uno de los comandos más selectos, viajó
a China y a Japón para buscar la paz interior a través de meditaciones, Kung-fu,
rituales energéticos, etc. Con los años, se convirtió en un experto en los rituales, el
idioma, las costumbres, etc., Después de involucrarse e ir elevándose en los diversos
niveles, logró realizar su gran sueño, entrevistarse con uno los “rabinos principales” de
la secta, quien le preguntó de dónde venía, el joven le respondió, de Israel. El monje lo
miró con ojos de sorpresa y le dijo: “Ustedes tienen la verdad allá. ¿Qué viniste a
buscar aquí?” (Si quieres conocer la historia completa se puede ver en YouTube bajo el
nombre: ).‫רבצ םרא‬

¿Cuándo interviene Dios y nos ayuda a reparar?

La Torá nos enseña una ley humana, que a la vez representa la política de Dios con
cada uno de nosotros: “Cuando veas que a una persona le cuesta cargar o descargar
su burro, ya que la carga es muy pesada, ayudar le ayudarás con él…”. (Shemot 23:5)
Aclaran nuestros Sabios que la expresión “con él” significa que debemos ayudarle sólo
cuando el otro participa y se

esfuerza. Si alguien te dice: “Descarga mi burro mientras voy a tomarme un café…”, no


tienes ninguna obligación de ayudarle, porque no es con él.

La política de Dios es igual: ayuda a todos los que se lo solicitamos, pero con una
condición: que nosotros pongamos nuestro máximo esfuerzo y entonces Dios le
ayudará a levantar su carga con él. Y donde termina el esfuerzo humano empieza el
milagro Divino.
Como insinuación podríamos decir que la tribu más sagrada del pueblo de Israel, de la
que provienen los sacerdotes y los cohanim que nos bendicen diariamente, es la de
Leví, cuyo nombre proviene de la expresión de Leá al tener su tercer hijo: “Ahora -Ilavé-
, me acompañará mi esposo, ya que es mi tercer hijo…” Explican nuestros Sabios que
dijo: “En una mano tengo a Reubén, en la otra a Shimón. Para cargar a este tercer hijo,
obligatoriamente tendrá que ayudarme mi esposo…” Sin embargo, la explicación
profunda es la siguiente: el pueblo de Israel se considera la pareja de Dios y sólo
cuando tienes las dos manos ocupadas, entonces y sólo entonces Dios nos acompaña
y “nos echa la mano”.

Este mismo mensaje se repite con el Arca que cargaban los leviim, la cual era muy
pesada para ser cargada únicamente por cuatro personas. Nuestros sabios dicen que
al finalizar un esfuerzo físico entre los cuatro para levantar el Arca y ponerla a la altura
del hombro, en ese momento que ya habían agotado sus fuerzas, empezaba el milagro
en el que el Arca, cargaba a los cargadores, que de alguna forma flotaban y de ahí
proviene la palabra levitar, de los leviitas que eran cargados por el Arca. El motivo por
el que el milagro no ocurría mientras el Arca estaba en el piso, es para enseñarnos que
primero haz tu máximo esfuerzo y después Dios hará el resto.

Así es en todos los aspectos: el sustento, la salud, la búsqueda de pareja, y por


consecuencia, también con nuestra tarea de vida, que es reparar las fallas

anteriores en esta vida. Como dice el Ben Ish Jay en su libro Daat Utvuná (“La llave de
la Cabalá”): “Cuando Dios ve el corazón del ser humano y sus intenciones y cuánto
anhela y se esfuerza por reparar su alma, entonces Dios le ayuda y lo orienta a hacer
las cosas, y a estar en los lugares que le sirven para ese fin”.

¿La forma en que uno muere tiene que ver con su reencarnación?

Cada muerte es triste y dolorosa, independientemente de la edad o la forma. Pero


claro, conocemos diferentes formas de terminar la vida, las cuales el no creyente
cataloga como “mala o buena suerte”. Sin embargo, el creyente sabe que todo está
calculado y planeado a la perfección y nada es casual, sino causal. Esto está insinuado
en la palabra casualidad en hebreo, que se dice mikré, que son también las letras de,
“planeó Dios” y también, en distinto orden, “sólo de Dios”.

Ya aclaramos que este mundo está al revés y que la visión humana no es como la
Divina, pero, ¡dichoso aquel que tiene los “lentes espirituales” para ver las cosas como
son en su esencia y no como aparentan! Por ejemplo (advierto que lo que voy a decir
ahora no es fácil de digerir, pero intenten superarse y dejar de ver las cosas de forma
terrenal y limitada; intenten verlas como Dios las ve), si diéramos una lista a las
personas para que escogieran la forma en que sería su muerte: un accidente,
ahogados en el mar, apuñalados, o simplemente irse a dormir con una sonrisa en el
rostro y ya no despertar, todos por lógica elegirían esta última, ya que es agradable, no
dolorosa y aparentemente digna. Pero nuestros Sabios nos piden que superemos ese
sentimiento humano y veamos el bien del alma y no del cuerpo, pues los pecados en el
alma hay que borrarlos y la mayoría pueden borrarse por medio del arrepentimiento y
haciendo teshuvá de todo corazón. Sin embargo, hay manchas muy grandes, por
ejemplo, asesinar a alguien, cometer idolatría, tener

relaciones incestuosas, etc., cuya mancha es tan grave que, además de teshuvá, habrá
que hacer “una limpieza a fondo” para quitarlas, lo que implica ciertos sufrimientos en la
vida y/o la forma de morir.

Por eso la Torá ordenó que ciertos pecados graves merezcan pena de muerte
realizada por el Tribunal Rabínico, para que con su muerte paguen aquí en la Tierra y
de esta manera suban limpios al Mundo Venidero.

Las muertes se dividen en cuatro clases: sekilá, arrojaban al condenado desde cierta
altura, y si no moría por el impacto, lo apedreaban; serefá, introducían metal derretido,
por lo general, plomo, en la garganta del individuo; éreg, le cortaban el cuello; y jének,
ahorcamiento. No cabe duda de que estos castigos eran muy dolorosos y severos, y
aunque no se realizaron muchas veces, la idea Divina era que pagaran aquí y limpiaran
su alma.

Ya que realizar esto era muy difícil para el Tribunal Rabínico, especialmente en las
épocas de los Templos, debido a que muchos se convirtieron en idólatras o ateos, y no
podía masacrarse a todos, devolvieron la justicia a “manos” de Dios. Y dice la Guemará
(Sanedrín 37b): “Desde el día en que se destruyó el Templo, se eliminaron las cuatro
penas de muerte hechas por el Tribunal y pasaron a ser celestiales, disfrazadas de
accidentes, y por tanto, una persona que se merece sekilá muere por una caída desde
la azotea o un terremoto, un accidente de impacto, una viga que cae sobre su cabeza,
un tropiezo con caída, un golpe mortal en la cabeza, etc.”

El factor común entre todas es que son parecidas a la sekilá original. Y si alguien
merece serefá, muere por quemaduras en un incendio o por tomar un veneno, o por
mordedura de serpiente o picadura de alacranes o arañas; todos estos se parecen al
concepto de la serefá. Y si es condenado al éreg, el individuo morirá apuñalado o de un
disparo, o en un atentado, o quizá también con el bisturí durante una operación, todo lo
cual pertenece a la familia del

éreg. Y si le toca jének, morirá ahorcado o asfixiado, sea por aspirar demasiado humo
en un incendio o por falta de aire, o por comida que se atoró en su garganta, o
simplemente por un ataque al corazón que le impida respirar; y por supuesto, si se
ahoga en el mar o en una piscina.
De una u otra forma, todos los tipos de muerte corresponden a una de esas cuatro
clases. Es importante aclarar que nadie muere por accidente, sino que todos mueren
porque llegó su hora y, estén donde estén, tendrán que partir. Sin embargo, el alma
prefiere, si tiene que irse, por lo menos con su muerte pagar y limpiar con tal de no
tener que regresar otra vez.

Y creo que de Aharón HaCohén mismo podemos aprender qué bueno es pagar de una
sola vez lo hecho, ya que él (como vimos en el capítulo anterior) causó la idolatría del
becerro de oro, lo cual amerita sekilá, pero como en su vida no lo pagó, tuvo que
regresar otra vez como el sumo sacerdote Elí, caerse accidentalmente de espaldas y
re-cibir una sekilá mortal en la nuca. Repito: toda muerte es dolorosa, pero si
pensamos en el alma y no en el cuerpo, en la lógica Divina y no en los sentimientos
humanos, entenderemos que cuanto más dolorosa sea la muerte para el cuerpo, más
limpia sube el alma al Cielo.

Por supuesto, que en la vida debemos cuidarnos de pecar y, si pecamos, procurar


borrarlo con arrepentimiento y buenas acciones, para que tengamos la posibilidad de
morir en forma normal, tal como procuró el Rey David, cuando, a pesar de que pecó, se
dedicó a reparar. Y como señala el Ben Ish Jay en relación a la haftará de Vayejí, sobre
el versículo del Rey David que dice a su hijo: “Voy a fallecer de manera normal…”, que
le está indicando así a su hijo que logró limpiar todas las manchas de su alma y, por
tanto, no necesitará pagar con una muerte extraña, y la prueba será que, cuando llegue
su hora de morir, no morirá con ninguna de las cuatro muertes del bet din. (Adéret
Eliahu).

¿Cómo podemos desarrollar nuestra alma?

Antes de responder esta pregunta, deseo explicar por qué es importante desarrollar el
alma y qué ganamos con ello.

La persona tiene cinco sentidos, pero todos hemos escuchado sobre el “sexto sentido”,
aunque nadie nos dice de dónde proviene y cómo se desarrolla. De acuerdo con el sod,
el sexto sentido es el alma, la cual sabe mucho más que nosotros; como dijo el Rey
David: Venafshí yodaát meod, “Y mi alma sabe mucho…”.

Sabemos de personas que actuaron sin entender por qué, y se salvaron de un peligro
por medio de algo interno que los orientó. La Guemará explica que es el alma: “Aunque
él no vio, su alma sí lo vio…” (Meguilá 3a). Es decir, dentro de nosotros hay un sentido
espiritual que está conectado a la fuente de energía Divina y, por tanto, sabe mucho
más de lo que logramos almacenar en nuestro cerebro desde que nacemos, pues su
percepción es “tridimensional”, y la nuestra apenas es unidimensional.
El problema del alma es que está encarcelada y limitada entre las paredes del cuerpo,
y al estar ella en una frecuencia y nuestro cuerpo en otra, la comunicación se dificulta.
Sin embargo, nuestros Sabios aclaran, que puede tenderse un puente de encuentro
entre los dos, el cual consiste en minimizar el materialismo que busca el cuerpo y
mantener su santidad y pureza. Y por otro lado, desarrollando, engrandeciendo y
fortaleciendo el alma lograremos empezar a establecer esa comunicación. Ya
dependerá de cada uno y de su nivel el “ancho de banda” que utilice para trasmitir la
información.

En el nivel más bajo, sentiremos cierta intuición de parte del alma, la cual no podemos
explicar cerebralmente, ni afirmar de dónde proviene, pero de repente algo dentro de
nosotros nos alerta sobre cierta persona, nos empuja a comprar determinada
mercancía o alejarnos de cierto lugar. En palabras actuales, es lo

que llamamos “sexto sentido”, pero en verdad esa expresión no tiene sentido y su
verdadera definición es “una intuición que proviene del alma”.

Si hubiese una “banda” más ancha y una mejor comunicación entre el alma y el cuerpo,
nos permitiría tener mensajes nocturnos, entre sueños, como advertencias,
recomendaciones e incluso información de Torá, como muchísimos Jajamim
testimoniaron que ciertas explicaciones sobre la Torá les fueron reveladas en sueños.

El nivel más alto de “conexión” lo tuvieron los profetas, cuya alma recibía mensajes
Divinos y se les trasmitían directamente a su cerebro, ya sea escuchando el mensaje o
visualizando algunas imágenes.

¡Ojalá nosotros hoy pudiéramos llegar por lo menos al primer nivel! Estamos viviendo
una época tan mundana, carnal, terrenal, física, materialista que, sin ninguna duda, nos
dificulta la conexión con la parte espiritual, pura, celestial, Divina. Sin embargo, aunque
sea difícil, no es imposible; viviendo como la Torá nos ordena, podremos alcanzarla.
Todo depende del “ejercicio espiritual” que hagamos, pues del mismo modo que
existen gimnasios para desarrollar los músculos físicos de la persona, y hay aparatos
especiales para desarrollar los abdominales y otros para los bíceps y otros para las
piernas, así también hay medios de desarrollo espiritual para las tres partes del alma
que tenemos dentro de nuestro cuerpo, llamadas nefesh, rúaj y neshamá, cada una de
las cuales tiene su aparato y su medio de desarrollo.

El nefesh está en la sangre y su base es el hígado; se encarga de la acción. El rúaj


está en el corazón (y el pulmón) y tiene como función el habla. Y la neshamá está en el
cerebro, y se encarga de los pensamientos. De forma general, las mitzvot se dividen en
estas tres categorías: de acción, de habla y de pensamiento. Cuando una persona
realiza las mitzvot de acción —por ejemplo, ponerse tefilín, tomar el lulav, dar tzedaká,
ir a visitar a los enfermos,
etc.— desarrolla su nefesh. Las mitzvot que se realizan mediante el habla — como el
rezo, el estudio de Torá, el reproche, el consuelo a los dolientes, etc.— desarrollan
nuestro rúaj. Y todas las mitzvot que se hacen por medio del pensamiento —como
tener fe en Dios, amarlo, temerle, amar al prójimo, etc.— desarrollan nuestra neshamá.

No obstante, casi cada mitzvá incluye estos tres medios de realización; por ejemplo, el
tefilín tiene tres partes: 1. El hecho de colocarlos, alimenta al nefesh; 2. La bendición y
los versículos que decimos alimentan al rúaj, y 3. La concentración y la kavaná que
ponemos en ellos desarrollan la neshamá. Por ejemplo, ir a visitar a un enfermo o
consolar a un doliente desarrolla el nefesh; las palabras de ánimo o de consuelo que
les digamos desarrollan el rúaj; y la intención pura con la que estamos haciendo eso, y
no por interés monetario o por honor, desarrolla la neshamá. Y así ocurre con muchas
mitzvot más. El factor común de todas es ejercitar constantemente la Majshavá, el
Dibur y el Maasé, el pensamiento, el habla y la acción, para desarrollar así el nefesh, el
rúaj y la neshamá.

No olvidemos que, de la misma forma que podemos engrandecerlas, igual podemos


debilitarlas, y otra vez por los mismos medios. Es decir, cometiendo pecados en acción,
como comer alimentos no kosher, tener relaciones prohibidas, robar, etc., debilitamos
nuestro nefesh y lo opacamos hasta que ya no puede trasmitirnos ninguna señal. Igual
sucede cuando cometemos pecados con el habla, como lashón hará, mentir, maldecir,
revelar secretos, chismear y decir groserías; esto debilita y opaca nuestro rúaj. Y todos
los pecados cometidos con el pensamiento, como odiar al prójimo, pensar en pecados
sexuales o en la idolatría, o hacer buenas acciones con malas intenciones, todo eso
daña nuestra neshamá.

Nuestros Sabios del sod aclaran, que a veces Dios nos insinúa cuál es nuestra parte
dañada y en la que debemos poner mucho énfasis para desarrollarla. Por

ejemplo, alguien que vea que los demás piensan mal de él, que sospechan de algo que
no hizo, que se imaginan sobre él cosas que no cometió, indica que su neshamá
necesita desarrollo y reparación, ya que si la mente de los demás está negativa contra
él, eso indica que su pensamiento, es decir, su neshamá, precisa perfeccionarse. Y si
ve que la gente habla mal de él, que difunde rumores a sus espaldas sin razón, eso
indica que su rúaj está mal, porque si el habla de los demás es negativa contra él,
entonces debe desarrollar su habla. Y si el daño de los demás no es por pensamiento
ni por habla, sino que ya llegó a un nivel físico, en el cual lo agreden, a él o a sus
bienes, eso indica que hay problemas con su nefesh, el cual se encarga de la acción.

De nuevo, es claro que terrenalmente todo esto resulta muy molesto, sea que piensen
o hablen mal de uno, y aún más si lo agreden. Pero si se lo hicieron es porque él lo
hizo y, por tanto, la parte espiritual correspondiente a la acción está dañada y no
desarrollada. En consecuencia, cuando los demás le hacen eso gana dos cosas: 1.
Pagó con sufrimientos el daño que causó; 2. Lo despierta a la reflexión, indicándole la
parte de su alma que debe reparar y desarrollar. (La mayoría de los aspectos de esta
respuesta fueron tomados del libro Nafshí Vesheelatí, Tomo 3.)

En otros libros se habla de otro nivel de desarrollo del nefesh, rúaj y neshamá para
personas de un nivel más alto, como los estudiosos de la Torá. Al igual que la persona
debe repartir sus bienes materiales en tres: efectivo, mercancía y bienes raíces, así
también el estudio debe estar dividido en tres y cada parte desarrolla un tercio de
nuestra alma. Por ejemplo, el estudio de las halajot, es decir, aprender las leyes que
nos enseñan qué hacer, desarrolla el nefesh, que tiene que ver con la acción; el estudio
de la Torá en general desarrolla el rúaj, con el cual leemos, explicamos, discutimos,
con el habla; y el estudio de la parte profunda de la Torá, como el sod, el Zóhar o la
Cabalá, desarrollan la neshamá, la cual representa el pensamiento profundo y
espiritual.

Al alejarnos de las malas acciones y hacer buenas acciones, acompañadas del estudio
de halajot, desarrollaremos nuestro nefesh. Al alejarnos de hablar mal de los demás, y
al pronunciar sólo palabras de consuelo, de aliento y rezos, acompañadas del estudio
general de la Torá, desarrollaremos nuestro rúaj. Y al evitar los pensamientos
negativos de los demás, y pensar en la fe en Dios y concentrarse en los rezos,
acompañado de estudio del sod a cualquier nivel, desarrollaremos nuestra neshamá.

¿Cuál es el secreto del Ibur?

El Ibur tiene que ver, en parte, con el concepto de la reencarnación, pero con una gran
diferencia. Aquí utilizaremos la explicación al respecto que da Rabí Jaim Vital en
nombre del Arizal en el libro Shaar HaGuilgulim, Introducción 38.

Al alma a la que le faltó muy poco para reparar, quizás una mitzvá o dos, o que debió
enfrentar una sola tentación que no superó bien en su vida, por misericordia Dios no la
manda de nuevo al mundo. Porque por un detalle tan pequeño, que no llega ni a ser un
“gong”, no vale la pena mandarla arriesgándola a pecar.

Por tanto, cuando Dios observa a una persona que está a punto de enfrentar la misma
pequeña tentación que aquella alma no superó o una persona que está a punto de
hacer una mitzvá que a aquella alma le faltó, Dios “insuflará” esa alma dentro del
cuerpo de esa persona que tiene su propia alma y compartirán el mismo cuerpo por
unos momentos y juntas realizarán esa mitzvá o superarán esa tentación.

El segundo motivo por el cual puede ocurrir el ibur es cuando un vivo necesita ayuda
celestial para lograr realizar una mitzvá difícil o superar una fuerte tentación; en ese
momento, si el vivo tiene méritos para ello, se le mandará una ayuda desde el Cielo, la
cual consistirá en el alma de algún tzadik, por ejemplo,

quien fue perfecto en esa mitzvá o superó con éxito ese tipo de tentaciones. Por tanto,
su alma se impregnará en el vivo y le ayudará a realizar la tarea.

Tal vez parezca sorprendente y nos remita a algún tipo de exorcismo, pero no es así. El
ibur es positivo, tanto para el alma que vino como para la persona que la recibió y,
normalmente, no nos damos cuenta de que vino o que se fue.

Tal vez las personas muy elevadas espiritualmente sientan una sensación rara, que se
puede manifestar como: “No sé de dónde me vinieron las fuerzas”, “No me reconocí”,
“Casi siempre caigo, pero esta vez lo logré”. Quizá esas frases se deben a un ibur de
un alma pura o un ser querido que fue mandado desde el Cielo para ayudarnos.

Por supuesto, existieron grandes cabalistas, como el Arizal, quienes podían indicar con
total claridad a la persona que tuvo ibur e incluso cuál era el alma que vino a ayudarle.
Por ejemplo, eso pasó con su alumno, Rabí Jaim Vital, cuando un día le dijo
claramente quiénes eran todas las almas de grandes tanaítas que se impregnaron en él
para ayudarle a entender todos los conceptos cabalísticos más profundos.

La ayuda celestial a veces se realiza mediante ángeles invisibles, que nos mandan
para cuidarnos, como dice el versículo en Tehilim (91:11): Ki malajav yetzavé laj
lishmorjá…, “ángeles mandará Dios para cuidarte…”, y en otras se manifiesta con la
ayuda de almas que Él nos manda. La diferencia es que los ángeles son ayuda
externa, pues están fuera de nosotros y, por tanto, su misión es cuidarnos de un mal
externo que nos acontezca. El ibur de neshamot puras es interno, ya que se impregnan
en nosotros y representan la ayuda en nuestras decisiones personales, internas,
íntimas, y nos dan fuerza mental para entender y superar las pruebas.

Este concepto está insinuado en varios lugares de la Torá, por supuesto, en su


dimensión del sod. Por ejemplo, en el versículo que dice: Guer vetoshav vajai

imaj (Vayikrá 25:35), que literalmente significa: “Extraño y residente vivirán contigo…”.
Este versículo trata del buen trato que hay que dar a extranjeros y residentes que son
gentiles y que habitarán contigo en la tierra de Israel. En la traducción del sod, este
versículo recibe otra dimensión basada en las palabras del Or Hajaim Hakadosh, es
sabido que el cuerpo del ser humano se considera su ciudad, su país, ya que en él
moramos nosotros mismos, es decir, nuestra alma.

Por ejemplo, cuando la Torá dice: “Jueces y policías pondrás en los portones de tu
ciudad…”, se refiere en lo literal a tener vigilancia de justicia para que no entren
extraños y malvados a destruir nuestro país; pero en su parte profunda,
explica el Alshej HaKadosh, se refiere también al cuerpo, y los portones son la boca,
los ojos, los oídos, y hay que cuidarlos para que no entren por ellos visiones o
informaciones negativas, las cuales destruirían la pureza de nuestra “ciudad”, nuestro
cuerpo. Por eso debemos tener un juez, es decir, un cerebro con conocimientos
halájicos, el cual, al ver que está a punto de entrar un “terrorista espiritual”, ordenará a
los policías, es decir, los párpados, los labios, los lóbulos de las orejas, etc., que
“cierren las puertas”.

Siguiendo esta línea de pensamiento, el significado de “Extraño y residente vivirán


contigo en tu ciudad…” se refiere a la parte espiritual, donde el “residente” es nuestra
propia alma, y el “extraño” que viene de paso, es aquella alma de ibur que entra sólo
para bien y, al finalizar su misión, se retira: “Ambos vivirán contigo…”

Por eso se llama ibur, palabra que proviene de meubéret, “embarazada”; al igual que
una mujer embarazada tiene dentro de ella otro ser, un cuerpo recibe otra alma,
además de la que ya tiene.

Y de la misma forma que el feto viene y, cuando termina de desarrollarse, “se va”, el
alma, al terminar su misión, “nace” al Mundo Venidero, perfecta y lista para la vida
celestial (Shaar HaGuilgulim, Introducción 4).

El ibur puede suceder en cualquier momento, pero una de las ocasiones adecuadas
para obtener esa ayuda es en Shabat, como explica Rabí Yejiel Ashkenazi en su libro
Ejal Hashem (pág. 37a); la neshamá yeterá que recibimos en Shabat es en verdad un
pequeño ibur. Y también dice la Guemará (en Betzá 16a) que quienes lograron
prepararse espiritualmente, cada víspera de Shabat reciben una ayuda celestial, que es
un alma adicional que se impregna en ellos y se queda hasta la salida del Shabat.

Por tanto, que bueno sería que aprovecháramos esa dosis de energía extra todos los
sábados para que nos sirva como un impulso positivo para toda la semana. Otro
momento en que eso puede suceder es cuando nos sentamos a estudiar la Torá y se
nos dificulta, ya que no somos tan capaces para entender palabras mayores, pero con
insistencia, esfuerzo y muchos deseos, cabe la posibilidad de que Dios nos mande un
alma estudiosa de Torá, la cual nos ayudará a comprender.

Como dice Rabí Jaim Vital: “Es sabido y conocido que espíritus de tzadikim y de
grandes estudiosos de Torá vienen a ayudarnos a estudiarla, como dijo Rabí Natán
sobre el versículo: Abá litaher…, ‘el que quiere estudiar y purificarse, del Cielo le
ayudarán por medio de ibur’”. Y en otra parte, contó Rabí Jaim Vital: “Una vez mi
rabino, el Arizal, me reveló que gracias a la chispa del alma de Rabí Akivá que se
impregnó en mí es que logré captar con rapidez todos los conceptos tan profundos que
me trasmitió…”
Y en otro lugar contó que una vez estaban sentados estudiando como siempre y entró
el alumno y compañero suyo, Rabí Shemuel Ozida, y entonces el Arizal interrumpió
unos momentos la clase y se levantó para hacer honores a ese

alumno; lo sentó a su lado, hablándole con mucho respeto y honor, con la vista baja,
como muestra de humildad ante su grandeza. Esa actitud sorprendió muchísimo a Rabí
Jaim Vital, ya que Rab Shemuel, aunque era un gran cabalista, al lado del Arizal era
considerado un simple alumno. Y todos los días, cuando venía a estudiar, entraba y se
sentaba de manera normal, pero en esa ocasión la actitud del Arizal fue muy extraña.
Por eso, al finalizar la clase, se acercó Rabí Jaim Vital al Arizal y con gran respeto le
pidió una explicación sobre esa actitud; él le contestó con una sonrisa: “No era por Rab
Shemuel, sino por el alma de Rabí Pinejás Ben Yair (el suegro de Rabí Shimón Bar
Yojai) que estaba impregnada en él…”. Rabí Jaim Vital siguió insistiendo para saber
qué había hecho Rab Shemuel para recibir ese honor; le explicó el Arizal: “Esta
mañana, cuando Rab Shemuel salió para asistir a clase, escuchó llantos y gritos en
una casa, y vio que unos ladrones estaban saqueando a esa familia, e incluso los
habían amenazado con el pago de una suma grande de dinero para seguir con vida.
Rab Shemuel dejó todo y empezó a correr para conseguir ropa, muebles, comida,
dinero y todo lo necesario para el bienestar de esa familia.

Y como esa era una de las virtudes del gran Rabí Pinejás Ben Yair, se impregnó en él
esa alma para ayudarle a realizar esa tarea; al lograrlo, le acompañó esa alma sagrada
también aquí, a la Casa de Estudio, ya que mientras hacía esa tarea, perdió parte del
estudio, por lo tanto le acompañó y le ayudó a comprender y completar toda la clase.
Es por eso que le hice tantos honores”.

El concepto de ibur lo sintieron grandes Jajamim, quienes notaban que, de repente,


captaban mejor el estudio profundo e incluso lograban descubrir muchos jidushim,
explicaciones novedosas, que provenían de la “yeshivá celestial”. Incluso el Marán
Shulján Aruj, en su libro Maguid Mesharim (parashat

Vayishlaj) explica el concepto de ibur y su beneficio para el estudioso de la Torá.

Por lo tanto, debemos mantener nuestra “ciudad” pura y limpia, para que sea digna de
recibir esas almas preciadas que nos ayudarán y nos orientarán en el transcurso de la
vida, especialmente los sábados. Cuanto más nos preparemos con pureza externa,
como con la tebilá, e internamente mediante la desconexión del mundo monetario,
tecnológico, y nos conectemos con nuestra parte pura a nuestra querida familia,
sentados alrededor de la mesa de Shabat, alegrándonos con comida rica, elevándonos
con rezos, cánticos y palabras de Torá, podremos quizá recibir un ibur de neshamá
yeterá.
Debemos saber que, si es difícil obtener esa alma adicional, más lo será cuidarla para
que no se vaya. Pues al igual que un visitante que se siente incómodo, toma sus
maletas y se va, así también, el alma adicional, en el momento, o más bien, un
segundo antes de que pequemos, saldrá para no ensuciarse. Como relata Rabí Jaim
Vital que varias veces, el sábado por la mañana, cuando se acercaba a saludar a su
rabino, el Arizal, éste lo veía con mirada molesta y le decía: “Otra vez te enojaste en la
mesa de Shabat…”, y cuando le contestaba Rabí Jaim Vital: “Sí. ¿Cómo lo sabes?”,
respondía el Arizal: “Es que ayer, después del rezo de Shabat, veía en ti el ibur del
jajam… o el tanaíta…, y esta mañana ya no están contigo…”

Como vemos, es difícil, pero no imposible, conservar esa alma en nosotros, y el


beneficio es muy grande. Por tanto, vale la pena esforzarse con tal de “quedar
embarazados (impregnados)” con almas así.

No siempre se logra aprovechar el ibur como lo veremos en la siguiente historia que


relata el gran rabino Marán Hajidá.

“Mucha gente me insistió que escriba la historia del manantial Ashiloaj y aunque no es
mi estilo relatar historias, ya que ésta es verídica e importante

para conocer conceptos espirituales la revelaré tal y como sucedió: En la época del rey
Jizquiyahu cuando fue sitiado por el rey Sanjerib, bloqueó el manantial para que el
ejército enemigo de Sanjerib no tuviera agua. La Guemará (Berajot 10:2) aclara que
ese hecho no se hizo con el acuerdo de los jajamim.

Hace aproximadamente cuatrocientos cincuenta años, mientras vivía en Yerushalaim el


gran cabalista, Rabí Jaim Vital, (después de que murió su maestro Arizal en Tzefat, se
mudó a Yerushalaim), durante un día viernes cuando todos los musulmanes asisten a
rezar a su mezquita ubicada detrás del kotel, vino el líder de ellos llamado Abu Saifan y
llamó a Rabí Jaim Vital amenzándolo: ‘Vuestro rey fue quien bloqueó el manantial
Ashiloaj y ninguno de nosotros sabe el secreto de cómo desbloquearlo. Te doy cuatro
horas de ahora hasta que termine de rezar para que lo desbloquees y si no lo haces,
juro que te mato’.

Rabí Jaim Vital sabía que con sus dones cabalísticos podía hacerlo, sin embargo dudó
si hacerlo o no. Después de una guerra interna decidió no abrirlo y escaparse a
Damasco para salvarse de Abu Saifan.

Después de un tiempo Rabí Jaim Vital soñó con su maestro el Arizal, quien le llamó la
atención diciéndole: ‘Que sepas que Abu Saifan es reencarnación de Sanjerib (Sanjerib
proviene de la palabra jereb, espada y Saifan proviene de saif que también es espada).
Y en el momento que te retó se impregnó en ti el alma del rey Jizquiyahu y era una
oportunidad para reparar el error de Jizquiyahu de haber bloqueado el manatial y tú
pudiste abrirlo en ese momento y terminar de reparar el alma del rey. Lástima que lo
desaprovechaste’”. (Shem Haguedolim 8:21).

¿Cuál es la relación espiritual entre un rabino y su alumno?

La relación entre un padre y su hijo es biológica, pero la relación entre el rabino y su


alumno es espiritual. De la misma forma que en el hijo existen los genes

del padre, en el alumno existen los “genes espirituales” de su rabino. Es decir, cuando
un alumno se apega a su maestro y estudia de él Torá y recibe de él consejos
espirituales, y se con-vierte en su discípulo, en ese momento una chispa del alma del
Rab se trasmite al alma del alumno, la cual lo ayuda a recordar lo enseñado por su
rabino, le da la fuerza de llevar a la práctica lo estudiado y lo salva de caer en
tentaciones; además, le da la sensación de que su rabino está constantemente con él
para orientarlo.

A eso se refirió la Mishná en Pirké Avot: “Hazte de un rabino…” No dijo “estudia con un
rabino”, o “respeta a un rab”, sino “hazte”, es decir, “estudia con él”, respétalo y
apégate a él hasta que hagas tuya una parte de él. Eso está insinuado
numerológicamente, pues la palabra Rab en hebreo suma 202, al igual que la frase en
jet ba leyadó, “No se le aproximan los pecados”. Y también es del mismo valor
numérico que Elokim Imó, “Dios está con él”, para indicarnos que quien logre que una
chispa del alma de su Rab esté en él, Dios estará con él para salvarlo de los pecados.

Por ello, la ley nos ordena respetar a nuestros rabinos, a nuestros maestros, ya que
ellos nos dan la ayuda necesaria para perfeccionar nuestra alma, aprovechar nuestra
vida y reparar nuestros defectos, para otorgarnos así la “visa” para el Mundo Venidero.

De ahí que sea muy triste ver alumnos que no saben agradecer ni respetar lo suficiente
al rabino, al maestro, que tanto los ayuda. Por eso la Guemará dice: “Qué tontos son
los judíos de Babilonia, que se levantan ante un Séfer Torá haciéndole honores,
abrazando y besando con respeto su vestidura, y no se levantan ni hacen honores a un
Séfer Torá vivo —al rabino, al maestro— que pasa”. Y en verdad vemos en la historia
muchos rabinos y maestros que exigieron de parte de sus alumnos respeto y honor, y
además establecieron leyes en las cuales se manifestara ese comportamiento, como
era por ejemplo, Rabán Gamliel.

A la vista de la gente que no entiende, parece soberbia, pero realmente el motivo es


que esa chispa del alma del rabino hace la función del ibur, y mientras el alumno
muestre ese respeto, cariño y agradecimiento a su rabino, maestro, esa chispa se
mantiene en él. Pero en el momento que lo menosprecia o no lo respeta, la pierde.

Capítulo 5
Resumen, Conclusión

y Meditación

Es difícil imaginar qué pasa por su mente después de leer todo esto. Pero también
imagino que, para la mayoría, la vida tomó un significado profundo. O por lo menos nos
despertó de la apatía que nos rodea en la vida en general y nuestra misión de vida en
particular. Y quizá todo lo dicho hasta ahora servirá sólo como un “aperitivo” para
abrirnos el apetito y seguir indagando y averiguando, o por lo menos para llevarnos a
una reflexión personal sobre quiénes somos, cuál es nuestra tarea y cómo podemos
cumplirla.

Para finalizar esta guia, resumiré todo lo dicho, para luego concluir y culminar con una
meditación personal para cada uno.

Resumen

Muchos de nosotros tenemos fe absoluta en la Torá y los Jajamim, y sabemos que lo


que dijeron respecto a la existencia del alma, el Mundo Venidero y la reencarnación es
verídico y sus palabras son consejos para realizar nuestra tarea en la vida. Y también
los que depositan su fe en la ciencia y los científicos, llegan a la misma conclusión, ya
que en la actualidad estos conceptos, afirmados por los Jajamim, son comprobados por
la ciencia. A continuación, las afirmaciones de la Torá y de la ciencia.

La vida después

de la vida La Torá:

Nuestra verdadera esencia es el alma y el cuerpo es simplemente su “estuche”. Por


tanto, la muerte representa tan sólo el desprendimiento del cuerpo, ya que, incluso
después de este desprendimiento seguimos viviendo, sintiendo, viendo, etc. Tenemos
entonces muy claro que existe un mundo más allá.

Esto es comprobable por medio de la muerte clínica, en la cual el alma sale del cuerpo,
lo ve desde cierta altura y, por algún motivo, después de un lapso de tiempo regresa al
cuerpo. Como se relata en la Guemará (Rosh Hashaná 17a) que Rab Huná, hijo de
Rabí Yehoshúa, falleció y, debido a las buenas acciones que realizó en vida, le
permitieron que regresara para vivir unos años más. Igual sucede con el caso relatado
en Babá Batrá 10b, el cual mencionamos ya al principio de este libro, sobre Rab Yosef,
quien sufrió una muerte clínica y dijo a su padre que había visto “un mundo al revés”.La
ciencia:

En los últimos años, muchos profesores de universidades importantes en el mundo han


recopilado testimonios de personas que vieron el mundo espiritual y regresaron para
contarnos sobre él. En el Instituto de Estadísticas Gallup en Estados Unidos, se publicó
que “ocho millones de norteamericanos han experimentado la muerte clínica y vivieron
por unos minutos, incluso algunas horas, en el mundo espiritual. El número de
personas en todo el mundo que han pasado por esto se estima que son
aproximadamente 30 millones”. La explicación científica para este número tan alto de
testigos que hay, afirma el profesor Kenneth Ring, de la Universidad de Connecticut, es
que los métodos de resucitación utilizados en la medicina de hoy ayudan a revivir a
muchos que se mueren.

Él como médico lo ve así, y respeto su opinión, pero viéndolo en un sentido espiritual,


Dios nos está dando un regalo a esta generación tan alejada y tan

materialista, y nos rodea de 30 millones de testigos, los cuales forman un grupo


compuesto por todo tipo de personas, religiones, países, edades, estratos sociales,
etc., quienes comparten el mismo testimonio, que comienza con las palabras: “No
somos sólo cuerpo, pues cuando me desprendí de él, lo dejé y seguí vivo, sintiendo,
viendo…”

Aceptación de la reencarnación La Torá:

El tema de reencarnación fue aceptado y abordado por casi todos los rabinos en la
historia judía, especialmente los cabalistas y los estudiosos del sod, pero es verdad,
que hubo unos pocos rabinos que negaron este concepto.

Según el Arizal, al final, estos rabinos, tuvieron que regresar al mundo para reparar
eso, y dedicarse de lleno a toda la parte de la Cabalá en la cual se aborda también el
punto de la reencarnación; y como le dijo una vez a su alumno, Rabí Jaim Vital: “Tú
eres reencarnación de Rabí Vidal Di Tolosa, un gran rabino francés, alumno del gran
Rashbá, quien dedicó toda su vida solamente al estudio de la Guemará y la Halajá, y
su gran obra fue el comentario halájico sobre el libro del Rambam conocido como el
Maguid Mishné. Como no hiciste caso a la parte del sod, viniste en esta vida para
repararlo y por eso es que te enseño solamente Cabalá…”.

Uno de los motivos por los cuales algunos rabinos no sienten mucho interés en la
reencarnación es porque su alma es nueva y no reencarnada, y por tanto no sienten
nada que tenga que ver con una vida anterior. Sin embargo, muchos de ellos, que
comenzaron negando la idea de la reencarnación, a medida que profundizaron y
entendieron parte de los conceptos que vertimos en aca, cambiaron de idea. Uno de
ellos es el gran rabino Yehudá Aryeh de Modena, que fue doctor y uno de los rabinos
de Venecia, Italia. También fue conocido como uno de los pocos rabinos que negaron
la reencarnación, lo cual expresó en su famoso libro Ari Noem. Pero al final de su vida,
le sucedió algo inusual y
reconoció su error, como lo relata el Marán HaJidá en su libro Shem Haguedolim: “En
el barrio de Rabí Yehudá nació un niño y a los seis meses enfermó gravemente, y
cuando agonizaba, la vecina llamó al rabino para que estuviera presente, como se
acostumbra, en el momento que el niño falleciera, leyendo salmos y pronunciando
ciertos versículos. En el momento que Rabí Yehudá se sentó frente al enfermo, de
manera anormal, el niño de seis meses abrió repentinamente los ojos, puso la mano
derecha sobre ellos y pronunció con claridad, como un adulto: Shemá Israel, Hashem
Elokenu, Hashem Ejad, y murió.

Esto era algo imposible, ya que un niño a esa edad no sabe pronunciar palabras, a
menos de que fuera una reencarnación. Rabí Yehudá vio este hecho como una señal
celestial para que se retractara de todo lo que había escrito en su libro y de que el
concepto de reencarnación era verídico”.La ciencia:

También en la ciencia se encuentran infinidad de casos de doctores y especialistas que


negaban totalmente la existencia del alma, la vida después de la vida y la
reencarnación. Pero debido a ciertos sucesos en su tarea como médicos o psicólogos
que realizan hipnosis, cambiaron de opinión. Por ejemplo, el profesor Zeev Culman se
especializó en bioenergía e hipnosis, y su historia del Rabino Yehudá en Venecia. Es
interesante, como él mismo la cuenta: “Nunca creí en el concepto de la reencarnación.
Eso me parecía un cuento de hadas, que quizá es interesante al escucharlo; pero entre
lo que se dice y la realidad hay un gran abismo. Sin embargo, cuando empecé con las
regresiones, me di cuenta de que existe una información en cada individuo para la cual
no hay otra explicación sino la reencarnación. Especialmente cuando hago una
regresión a un individuo que conozco a la perfección. Sé que apenas habla dos idiomas
y, de pronto, en una regresión empieza a hablar alemán y portugués, y al finalizar le
suplico que me diga ‘hola’ en portugués, y

se me queda mirando con ojos que expresan: ‘Está loco. Yo no sé portugués’. Y yo fui
testigo que durante veinte minutos lo habló con fluidez. Ése y muchos más casos me
hicieron cambiar por completo mi visión, y actualmente soy fanático de la idea”.

Las investigaciones de Culman fueron recopiladas en el libro We are Born to Be


Together Again.

Por tanto, la conclusión de este resumen es que estamos ante una realidad tan
interesante que, como dije antes, ya sea porque somos fieles a la religión que tenemos
y a los sabios que nos iluminaron, o por la ciencia moderna, nuestra vida es más
espiritual y eterna de lo que vemos y pensamos. Nuestro “yo” verdadero está en
nuestra alma y no en el cuerpo.

Conclusión y Meditación
La conclusión de todo esto es que nuestra vida tiene un pasado y, sin lugar a dudas, un
futuro. Esto nos hace pensar en el presente, ya que la reencarnación es un verdadero
regalo, maravilloso y trascendental, que Dios nos dio para poder llegar a ser un alma
luminosa y gozar con orgullo en el Cielo por el maravilloso trabajo que realizamos en la
Tierra. Sólo hay que aprovechar esta oportunidad.

Como dijo el Rey Shelomó: Adam Leamal Yulad, “El hombre nació para esforzarse y
trabajar”. No se refiere al trabajo en el campo como agricultor o en la ciudad como
abogado, sino al trabajo de reparación de las malas cualidades y pecados. La tarea en
general consiste en tres puntos: a) convivir en armonía con el prójimo, b) mantener
contacto con Dios a través de rezos, plegarias y agradecimientos y c) estudiar su Torá
y conocer las leyes que nos ordena. Este mensaje se encuentra en el escudo de David,
el gran símbolo del pueblo de Israel.

El escudo de David está compuesto de tres partes: un círculo, un triángulo hacia arriba
y un triángulo hacia abajo. El círculo hace alusión a una gran hermandad con todos, ya
que en un círculo todos estamos a la misma distancia del punto central y en una mesa
redonda no hay cabecera. Así debemos sentirnos con todos nuestros familiares,
amigos y compañeros, sin sentir soberbia hacia nadie, y tratar a todos por igual.

El triángulo hacia arriba hace alusión a todas las plegarias, al rezo y a las mitzvot entre
nosotros y Dios, que suben de toda la Tierra apuntando hacia el Cielo, hacia el Trono
Celestial del Creador. El triángulo hacia abajo simboliza a la Torá, que bajó del Cielo
hacia todos y cada uno de nosotros. Cuidando estas tres facetas lograremos la
perfección.

La vida en la Tierra es juzgada por el Creador y cada acción tiene una reacción, y cada
buen acto lleva consigo su recompensa celestial. Errores hay que reparar y buenas
acciones hay que acumular. Esto debe llevarnos a la meditación personal, algo para lo
que nunca tenemos tiempo.

Quemamos las horas de la vida en diligencias mundanas, placeres y caprichos vanos,


y nunca dedicamos tiempo para nosotros mismos, es decir, para nuestra alma.

Quiero darles un consejo y ojalá logren realizarlo, porque nos ayuda a mejorar nuestra
vida, realmente avanzar y no quedarnos estancados, (lo cual significa retroceder).
Tomar una hoja de papel y dividirla en tres columnas; en la primera columna anotar
todos los pecados que seguramente hemos cometido y todos los mandamientos que no
hemos cumplido con seguridad; en la segunda columna anotar las leyes que a veces
cumplimos y aquellas que a veces no cumplimos; y en la tercera columna anotar las
leyes que cumplimos a la perfección y los pecados que jamás cometemos. Esto nos
permitirá, por primera vez en la vida, visualizar claramente quiénes somos a nivel
espiritual.
Si queremos seguir elevándonos, observemos la primera columna (lo que nunca
cumplimos). Elegiremos uno o dos puntos y los pasaremos a la segunda columna, es
decir, comenzaremos a hacerlas de vez en cuando. Por ejemplo, si uno nunca dice
Birkat Hamazón, o una mujer no se viste con recato, procurará a partir de ahora,
hacerlo, por ejemplo, los sábados y así esa ley pasará a cumplirse de vez en cuando.

De la segunda columna (lo que a veces sí hacemos y a veces no) eligiremos una o dos
cosas y las pasaremos a la tercera columna, es decir, empezar a hacerlo de forma fija.
Por ejemplo, una persona que a veces es shomer Shabat y a veces no, o una pareja
que a veces cuidan la pureza familiar y a veces no, lo harán ahora de forma fija.

Y lo que tenemos en la tercera columna (lo que sí hacemos) sigámoslo cumpliendo


cada vez con mayor intensidad y alegría.

Cuando logremos hacer esto podremos, un año después, sentarnos y escribir un nuevo
análisis, con estas tres columnas, con un contenido un poco distinto ya que pasamos
un año de avance. Quizá la tercera columna se haga más larga y la primera más corta.
Así podremos comparar las hojas que vayamos acumulando en la vida y viendo
nuestro progreso y nuestra elevación. Pero sobre todo veremos cómo realmente
aprovechamos nuestra vida para el verdadero propósito para el cual vinimos.

• No seamos gente del “mañana”, es decir, gente que a cada cosa que quiere hacer
dice: “Lo haré mañana”.

• Seamos gente del “hoy”, por si acaso ya no tenemos oportunidad mañana.

• Tomemos conciencia de las maravillosas fuerzas internas que Dios nos dio y
aprovechemos el don espiritual que poseemos.

• No nos enojemos ni dañemos al prójimo, ya que no vale la pena reparar nuestra vida
en un aspecto, estropeándola en otro. Seríamos como aquel que recoge las papas del
campo arrojándolas al saco que lleva en la espalda, pero como el saco tiene una
rasgadura, por ahí caen varias papas al suelo en el camino, por lo que tendrá que
regresar y recorrer de nuevo todo el trayecto para recogerlas.

•No seamos vengativos ni rencorosos. Perdonemos a todos, aunque nos resulte difícil.
No ganaremos nada cuando Dios los castigue o les decrete regresar una vez más al
mundo para reparar lo que hicieron.

• Ayudemos a todos, sin buscar beneficios. “Haz el bien y no mires a quién.”

•Expresa el amor y el cariño que sientes por los demás. Di a tus hijos que los quieres
mucho; di a tu pareja que le amas. Procura causar placer y regocijo a tus padres por
tantos sufrimientos que pasaron al criarte. No esperemos mañana para hacerlo; hazlo
hoy, porque quizás…

• Dediquémonos al desarrollo de nuestra alma, realizando buenas acciones, diciendo


tefilot, estudiando Torá y viviendo como Dios nos recomendó en la Torá.

• Cuando ya hayamos entendido todo esto y lo hagamos, busquemos orientar e


iluminar a los demás, para simbolizar con ello la verdadera hermandad.

Al hacer todo eso, y más, podremos finalizar con éxito nuestro viaje presente y lograr
definitivamente no regresar más a esta jungla, sino gozar en el Mundo Venidero de la
Presencia Divina, escuchando clases de Torá de todos los tanaítas, discutiendo las
halajot con el Rambam y el Shulján Aruj, etc., e ilustrándonos con conceptos
cabalísticos dichos directamente de la boca de Rab Shimón Bar Yojai, el Arizal, etc.
Eso es vida y todo lo demás es un medio para llegar a eso.

Esta guia es solamente una pequeña llave para abrir la puerta del entendimiento sobre
la vida y el mundo.

Y se finaliza con una frase que salida del corazón: No hay que temer a la muerte. Hay
que temer a la vida. No hay que temer morir. Hay que temer no vivir correctamente.

Que sea voluntad ante el Creador que todos entendamos la misión en nuestra vida y
que logremos aprovechar todas las maravillosas herramientas que poseemos
cumpliendo nuestro objetivo en este mundo.

Tomado del escritor Amram Anidjar

No nos olvidemos que el hombre es como el arca de Noé, todos los animales están en
él, por lo tanto debemos hacer dos cosas:

a)Dominarlos

b)Utilizar el potencial y la fuerza de cada uno para lograr cumplir nuestra misión

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