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Primeras páginas.....

Arnaldo Calveyra

Allá en lo verde Hudson


Una relectura de Allá lejos y hace tiempo
de Guillermo Enrique Hudson

Ilustraciones de Antonio Seguí

Adriana Hidalgo editora


Primeras páginas.....
Calveyra, Arnaldo
Allá en lo verde Hudson -1ª. ed.
Buenos Aires : Adriana Hidalgo editora, 2012.
154 p. ; 19x13 cm. - (la lengua / relato)
ISBN 978-987-1556-80-9
1. Narrativa Argentina I. Título
CDD A863

la lengua / relato
Editor: Fabián Lebenglik
Maqueta de tapa: Eduardo Stupía
Diseño: Gabriela Di Giuseppe

1a edición en Argentina
1a edición en España

© Arnaldo Calveyra, 2012


© de las ilustraciones: Antonio Seguí
© Adriana Hidalgo editora S.A., 2012
Córdoba 836 - P. 13 - Of. 1301
(1054) Buenos Aires
e-mail: info@adrianahidalgo.com
www.adrianahidalgo.com

ISBN Argentina: 978-987-1556-80-9


ISBN España: 978-84-92857-65-4

Impreso en Argentina
Printed in Argentina
Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723

Prohibida la reproducción parcial o total sin permiso escrito


de la editorial. Todos los derechos reservados.

Esta edición se terminó de imprimir en Latingrafica, Rocamora 4161,


Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el mes de febrero de 2012.
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1989, finales de año. Buena cosa releer Allá lejos y hace


tiempo en estas tardes de pausa impuesta por las fies-
tas de fin de año; días que parecieran poco a poco irse
inmovilizando –inmovilizado el año y como convir-
William Henry Hudson: Far away and long ago, Dent tiéndose al recuerdo–, este paso de horas atentísimas
& Sons, Londres, 1972. (irán hasta el cambio de dos cifras en el guarismo del
año), inmóvil año como todo aquello a lo que en
Guillermo Enrique Hudson: Allá lejos y hace tiempo momentos así otorgamos prerrogativa de pasaje.
(traducción castellana de Fernando Pozzo y Celia
Rodríguez de Pozzo), Peuser, Buenos Aires, 1945. Hudson releído en medio de este recogimiento, a
esta luz de tardes últimas, tardes parecidas a noche-
W.-H. Hudson, Au loin... jadis... (traducción francesa citas en este final de 1989, entre el año que se des-
de H. Archambeaud-Fauconnier), prefacio de John vanece y otro que todavía no llega, llovidas pareciera
Galsworthy, Librairie Stock, París, 1933. de no sé qué provincias, galerías o barruntos de otro
siglo y aun cuando el denuedo de la gran ciudad no
cese y que de ese siglo (¿acaso el XIX?), no quede
nada de viviente como no sean los perros y algunas
personas, hombres y mujeres que se pasean por las
veredas; Hudson, pues, releído a esta luz de no sé
qué año y poblaciones. Pausa obligada a la vez que
con algo de impuesto. En todo caso, obligada o no
ha de ser lo mismo para quien como yo, que vive
de prestado en este lugar sin tener que verse en la
obligación de hacer o recibir visitas para despedir el

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año, ni tener que ajustarse al protocolo de cortesías
de fin de año, ni que sacrificar a la sociedad de con- Al disponer, además del texto original de Allá lejos
sumo, ni tener que pensar en los preparativos del y hace tiempo, de las versiones castellana y francesa,
réveillon, ni en los diferentes tipos de carne con que puedo, por curiosidad hacia las palabras de mi len-
agasajar a sus huéspedes, pausa, decía, que ha de en- gua, pasearme libremente entre ambas traducciones
gendrar esta idea lo más seguro que ilusoria que uno y, como siempre en el caso de libros de este tipo, me
puede hacerse de tardes de otro tiempo. En todo caso, pregunto por lo que el lector lee en una traducción.
Allá lejos y hace tiempo releído en este recogimiento Por libros de este tipo me refiero a libros que aun
conventual, suerte de no man’s land que se empina cuando escritos en prosa tienden, al menor arrebato
entre un año que termina y otro que no llega, estas de los recuerdos, a la menor insinuación o insisten-
horas y los silencios atentísimos que su lectura impo- cia de la evocación, a la levedad del canto, donde
ne, me llevan a imaginar tardes diferentes a ésta, que cada sustantivo convocado por el autor corresponde
se llueven en el sentido de la página, apareciendo de a un objeto y sólo a ese objeto en tierras de la poesía.
no sé qué rincones, balbuceantes las entreveo a tra-
vés de los vidrios de la ventana, balzacianas a más Como Hudson en el momento de escribirlo, los tra-
no poder, me van mostrando las huellas del bullir ductores habrán tenido que rescatar para la lengua
intenso de una ciudad situada, como París, a unos castellana tesoros de la infancia y adolescencia argen-
cincuenta grados de latitud al norte del planeta. tina del autor; como en un ritual mímico, el suyo de
traductores bajo unas mismas constelaciones austra-
Tal vez sea lo exiguo de esta luz de las dos de la tarde que les, repitieron la tarea que Hudson, Inca Garcilaso
al filtrarse por la ventana me comunica una como in- redivivo, había emprendido al desenterrar, como a
sinuación o pedido de destiempo, esta idea o atisbo pájaros dormidos, tesoros animales, vegetales y hu-
de una idea que podemos hacernos (que en todo manos guardados por más de sesenta, setenta años
caso me hago yo) de tardes semejantes en un final en una caverna de la mente y en los que la cristalina
de año en esta misma ciudad, pero que en lugar expresión hudsoniana entraba en resonancia con la
de dirigirse hacia el siglo próximo, conjetural siglo sintaxis simple del idioma inglés, ¡y cuántas veces
XXI, o, más modestamente, hacia 1990, le siguie- no me habré puesto a pensar que la entonación de
ran perteneciendo al siglo XIX. su dicción inglesa no podía no guardar más de un

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punto de parentesco con el castellano de nuestros lo que de veras resulta imposible intercambiar es a
pagos, castellano que él habló a la vez que el inglés, la vez la lengua de origen y la lengua de llegada? La
durante su permanencia entre nosotros (“¡el año mera anécdota, decía, que no siempre resulta tan
1874 es el de la terminación de la presidencia de Sar- mera y que en el caso de Allá lejos y hace tiempo
miento, que dejó escapar este divino gorrión!”, escribe conforma el tiempo visible del libro y como si de un
Ezequiel Martínez Estrada en El mundo maravilloso de escrutinio ante escribano se tratara: el lector en cierne
Guillermo Enrique Hudson), hasta la edad de treinta de esta antología, lector que será recorrido por las
y tres años en que se marchó del país: casas, las diferentes casas donde Hudson vivió en
Argentina: cuerpos; seres; campos; estancias; pobla-
My life in the plantation in winter was a constant watching ciones; tajamares; un hombre degollado; árboles en
for spring. May, June, and July were the leafless months, cantidad; árboles, innúmeros; árboles frutales; pája-
but not wholly songless. On any genial and windless day of ros; una ciudad en gestación, Buenos Aires; la luz;
sunshine in winter a few swallows would reappear, nobody la noche, las noches; la presencia de la madre; libro
could guess from where, to spend the bright hours wheel- poblado de anécdotas siempre en situación y que,
ing like house-martins about the house, revisiting their old lejos de constituir la tela de fondo, se hallan inten-
breeding-holes under the eaves, and uttering their lively samente imbricadas en la trama.
little rippling songs, as of water running in a pebbly stream.
When the sun declined they would vanish, to be seen no Leer un libro en traducción equivale también y desde
more until we had another perfect spring-like day. 1
un comienzo a estar lejos de saberlo todo del ambien-
te, la atmósfera de las palabras con que fue escrito,
Repito mi pregunta un poco más de cerca: ¿qué de los sustantivos en particular, de saberlo todo so-
leemos cuando leemos un libro en traducción, más bre los diferentes hitos que subyacen en el texto de
allá de la mera anécdota y dando por sentado que origen, y lo sustentan. Si no es poniendo en juego
nuestra intuición de lectores, no podremos nunca
1
Si bien es cierto que los traductores al castellano de Allá lejos y hace tiempo llegar a saberlo todo del ambiente de las palabras
no podían utilizar la palabra castellana plantación por la inglesa plantation,
el sustituto monte que emplean excluye lo plantado por la mano del hom- del libro; podremos, en cambio, interesarnos por
bre: la casa en primer lugar, la huerta luego, los árboles frutales..., el hábitat los armónicos que el traductor encontró o ensayó
del niño Hudson en suma. Monte (mi diccionario): Tierra inculta cubierta
de árboles, arbustos o matas. para dárnoslo a conocer. Sólo así llegaremos a saber

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algo sobre los elementos que entraron en la compo-
sición del libro; o por aproximaciones sucesivas al
ambiente de las palabras que lo componen, o, me-
jor aún, mediante un acto de fe en el traductor que
convocó esas palabras llegadas de otra lengua; todo
o casi todo sobre esa patriada que es una traducción
(no es excesiva la palabra), y de las mayores; todo
o casi todo sobre esas palabras que levantaron o le-
vantarán en nosotros esa serie de “armónicos”, que
salvaron precipicios e hicieron lo imposible para
que pudiéramos encontrarnos, en medio de nuestra
circunstancia de lectores que lo desconocen todo o
casi todo de la lengua de origen, con semejante libro
llegado a nuestra lengua.
Era preciso intentar este reparo tratándose de una
obra traducida y, en particular, de Allá lejos y hace
tiempo, tan predispuesta a la canción incoercible.
Que es como decir al vuelco inesperado de una perdiz
en medio y lo mejor del vuelo.

En el caso de Allá lejos y hace tiempo no es excesiva la


palabra patriada, puesto que Hudson con este libro
contribuyó a fundarnos un poco más, y, sin lugar
a dudas, contribuyó a que llegáramos a valorar lo
mejor que tenemos: gentes y luz.

Lo que leemos al fin y al cabo resulta de una pro-


puesta del traductor –en particular, en cuanto a las

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palabras se refiere–; a la vez que obedece al espíritu


de la lengua a la que tradujo, responde a su más
íntimo deseo de que ese encadenamiento llegue a
interesarnos a nosotros, lectores, y nos llegue con-
servando la mayor cantidad de energía del original.

En el caso de Allá lejos y hace tiempo, la tarea del


traductor ha de haberse visto dificultada, al tiem-
po que paradójicamente asistida por un cierto nú-
mero de expresiones castellanas que Hudson utiliza
literalmente en su texto, como “¡Perdón, por Dios!”,
“Las once han dado y sereno...”, “las once han dado y
nublado...”, expresiones que han de haberle servido
como pausas si no pautas, no siempre sin equivalen-
te en inglés, como descargas al exceso de emoción,
las veo actuando como precipitados o conductores
de esa emoción, actuar a manera de pararrayos en
el material anímico del libro (y hasta puedo oírlo
que utiliza con bastante frecuencia y lo más pro-
bable que inconscientemente, barruntos de ritmos
que le llegan de su oído castellano siempre vigente,
siempre avizor pese a los años de extrañamiento y a
que el diapasón castellano se hallara, al final de su
vida, probablemente fuera de uso). ¿Se trataría de
expresiones (palabras como pichicho) que él habría
creído sin equivalente en inglés?, ¿o bien que habría
preferido conservar en castellano en la urdimbre
del libro por lo que le significaban a él? Lo cierto

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es que esas expresiones empiezan a actuar a manera llegar a saberlo todo del ambiente original de las
de notaciones musicales en la partitura que el libro palabras inglesas que utilizó si no es poniendo a tra-
empieza también a ser a partir de esos momentos, bajar –tratando de traicionarlas lo menos posible, a
de hitos en la emoción del autor (y del lector que la vez que tratando de traicionar lo menos posible–
estamos por ser), pruebas a la vez que esencias de nuestra intuición de lectores.
una realidad desvanecida, efusiones, abrazos que
no terminan de una cotidianeidad que fue la suya ¿Pero cómo no traicionar por más que no se quie-
las veinticuatro horas del día durante treinta y tres ra?, ¿no traicionar, en particular, las intensidades
años, esos nombres de pájaros (el “hombre de los tantas veces escondidas en el libro como quien es-
pájaros” lo llamaba la gente que lo veía pasar), esa conde huevos de Pascua en la vastedad de un jar-
planta de duraznillo (en castellano en el texto origi- dín? La tonalidad azul de los árboles en la distancia
nal), en sus manos de inspirado evocaría ésa y nin- (“sugerencias de eternidad”, el verso es de William
guna otra, voces, urgencias, borbotones, secuencias Wordsworth, su casi contemporáneo), como ejem-
desvanecidas que llegan a las páginas del libro como plo de las recurrencias que enriquecen constante-
si de los diferentes nombres del pasado se tratara, mente el libro, le confieren ese tono inconfundible
pidiendo hacer noche en el lugar, anotaciones me- de elegía. Tales vehemencias, como el recuento re-
nos que literarias musicales, que lo habrán ayudado petido de las arboledas contempladas desde lejos,
a adecuar su emoción de escritor ante el vasto reper- rebasan el simple recurso estilístico para convertirse
torio de temas de que disponía, la materia cantada en frecuencias del corazón.
y la gama de intensidades que era preciso poner en
juego, muchas de ellas actuando en ocasiones al uní- Por esos mismos años en que Hudson escribe Allá
sono. Para que, al cabo, su emoción terminara por lejos y hace tiempo, a escasas leguas de distancia, esta
ponerse de acuerdo con la marea elegíaca que tenía vez on the continent, Marcel Proust, otro obstinado
entre manos. de las esencias, acompañado –como Hudson, y lo
más seguro que sin saberlo el uno del otro– por el
Lo cierto es que utiliza esas palabras como si no amor de Ruskin, el tercer profeta, cumple con los
tuvieran equivalente en inglés (caso del nombre de mismos menesteres, recuperar el tiempo, atisbar,
ciertos pájaros). Tampoco, como dije, podríamos despertar recuerdos como un entomólogo insectos

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antes de que se conviertan en oráculos, formas que pero sí de un orden parecido a aquellos sucesos que
sólo de indiferencia gozan entre los hombres. Porque, nos han de marcar por el resto de nuestras vidas, a
en efecto, pasado un cierto número de años, nues- tal punto su carga emotiva es inagotable, “de tal pa-
tras vivencias deciden por lo general irse volviendo sión estábamos hechos”, parecen decirnos, “tal era la
oraculares, ir tomando consistencia de oráculos, de fuerza de nuestras pasiones”, que a cada lectura de
palabras sujetas más que otras a interpretación, em- su obra –como ellos en el momento de escribirla–,
piezan a suceder a partir de un trasfondo de enigma. nacemos una vez más, nos sentimos confirmados en
Para lograrlo, tanto uno como otro, habrán tenido nuestra existencia.
que ir separando luz de sombra, pacientemente inci-
tarlas a que fueran mostrando por lo menos una de En Allá lejos y hace tiempo se rescatan sucesos nimios
sus caras, ir a su encuentro en mañanas, en tardes y como el palomar que se levantaba junto a la casa
noches de la infancia y juventud, ponerlas de nuevo paterna, “blanqueado por fuera y con una peque-
a suceder de entre la suma de los años, de entre el ña puerta que siempre estaba cerrada con llave”, de
mar insomne que empiezan a ser los años, hasta que página 220 de la traducción Pozzo. Me sigo pregun-
al fin se decidan por su engañosa condición oracular. tando de qué estaría hecha esa llave en el momento
Una vez más se trataba del recuento de la maravilla y en que, triunfante de la larga clausura, surgía brillan-
la crueldad de las cosas habidas y perdidas. Hudson, do al sol con su peso específico y su utilidad de llave,
como Proust tantas veces, comparte el mismo senti- de qué material estaría hecha en su recuerdo, de qué
do ineluctable de la belleza y la atrocidad de lo que material en el momento de evocarla, o, en todo caso,
sin descanso nos rodea, obedece a un mismo tipo de qué material estaba hecho el recuerdo de esa lla-
de jugador sin ilusión. ve en el momento en que reaparecía, esta vez para
nuestro placer y el placer de la literatura, mojarrita
En ambos casos la tarea de apropiación se lleva a cabo brillando al sol adornada con su peso específico y su
por caminos tan fuera de lo habitual, que la página, el utilidad reencontrada de llave.
precipitado que esa página resulta, es de tal calidad de
impregnación que cada una de ellas entraña un mismo ¡Extraña cosa velar los instantes de una memoria
tipo de acontecimiento de gravitación y hondura irre- en obra! Siempre me preguntaré de dónde brotan
versibles. Laudator temporis acti?, no precisamente, esos recuerdos que de tan frescos parecieran aludir

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a objetos olvidados en un desván, rezagados y como momento en que se le presentaban en forma de he-
ajenos a la combustión del tiempo, expectantes se chos en bruto, en el instante en que esas imágenes
demoran ante nuestros ojos aun si en el momento que él reconocía como salidas del libro de la natu-
en que vuelven a mostrarse estamos en plena lectura raleza, sucedían, le sucedían a él como nos siguen
que no abandonamos, animalitos sorprendidos en sucediendo ahora a nosotros en forma de lectura,
su correría ante nuestra mirada de lectores: “¿debe- son esa flor, un vuelo de patos silvestres, la muerte del
ré salir huyendo de la página, o deberé quedar aquí perro Pichicho, el reír homérico de don Gándara, para
paralizado por unos instantes todavía?” Me pregun- que la mente, o la memoria, o las manos, o la planta
to de qué tipo de disponibilidad se requiere (John de los pies, que las habrían atesorado contra el vien-
Keats, al aludir al acto de creación poética habla to y la marea de los años un buen día las llevaran al
de “aptitud negativa”, que se manifiesta según él, buen puerto de una página o que, de lo contrario y
“cuando alguien es capaz de permanecer en la in- como con casi todo sucede, la muerte intervenga y
certidumbre, el misterio, y sin la irritable búsqueda acabe por borrarlas.
del hecho y la razón de ese hecho”; y agrega: “si en
esos instantes un gorrión se presenta a mi venta- ¿Cómo pudieron, pues, aflorar imágenes semejan-
na, participo de su existencia y picoteo con él en la tes sesenta, setenta años más tarde?
grava”); me sigo preguntando de qué tipo de dispo-
nibilidad se requiere, disponibilidad de la mirada, !"#$%&'()*#)+,#)%#-.#%(/%0-%),)1#%(#'(#.(2%03,"*#)%#0%4
disponibilidad del cuerpo a punto de convertirse ",2.3,#5,"-,1#%-6%57#,#0%5*0),0#-.#.(/,(5.,1#%#.(-%).,4
en arco que se tensa, disponibilidad de los nervios 2,-%(2%#5*-60%()+#8'%#%"#0%-*2*1#%"#*"3.),)*#6,$,)*1#
como flecha de ese mismo ser, arco a punto de in- 3*"3+,#,#-+#5*-*#('(5,#"*#$.(2.%0,#,(2%$9#:*#.-6".5,;,#
candescencia, y poder así “asistir” a las primicias de %"#%$2,)*#-%(2,"1#5*(*5.)*#6*0#-'5<,$#6%0$*(,$1#%(#8'%#
las imágenes que recibía en el momento en que se le '(,#%$5%(,#*#$*(.)*1#*#-=$#/0%5'%(2%-%(2%1#%"#6%0/'-%#)%#
presentaban y tal como se le presentaban, flor, vuelo XQDÁRUDVRFLDGRVDQXHVWUDHGDGWHPSUDQDUHVWDXUDQ
de unos patos silvestres, muerte del perro Pichicho, $>;.2,-%(2%# 76*5,$# 60%270.2,$# )%# -*)*# %?60%$.3*1# 6%0*#
reír homérico de don Gándara, en que esos sucesos 8'%# (*# 6,$,# )%# '(,# ."'$.@(9# A$# '(# %$2,)*# %-*5.*(,"#
fueron sus contemporáneos: para que la mente, o la .(2%($*#B#)%$,6,0%5%#2,(#0=6.),-%(2%#5*-*#3.%(%9#A$2%#
memoria, o las manos, o la planta de los pies, en el *20*#%0,#)./%0%(2%9#C,0,#3*"3%0#,#",#$.-.".2')#B#-%2=/*0,#

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'$,),$#,"#60.(5.6.*1#).07#8'%#/'%#5*-*#$.#",$#$*-;0,$1#",$# se da la conjunción entre una mente enamorada y


(';%$1# ",# ;0'-,1# $%# <';.%0,(# )%$3,(%5.)*# B# %"# ,-6".*# el cuerpo del hombre provecto, incesantemente alu-
6,.$,D%#$%#2*0(,0,#(+2.),-%(2%#5",0*#,(2%#-.#3.$2,9#E*;0%# dido, conversado cuando no acorralado por el breve
2*)*1#-.$#*D*$#6*)+,(#0%5*00%0"*#,#$'#,(2*D*#%".&.%()*# plazo de vida que le queda? En su caso, equivaldría a
%$2%#*#,8'%"#6'(2*#6,0,#20,2,0#)%#%?,-.(,0"*#%(#2*)*$# pasar las noches al descampado, vencido de antema-
$'$#)%2,""%$1#*#%(#%"#5,$*#)%#,"&'(,#6%0$*(,#5*(*5.),#6*0# no por la intemperie del país de donde su luz procede,
PtFXDQGRQLxRVHJXLUVXYLGDKDVWDHOÀQDORKDVWDVX ¿cuál el mecanismo, la cifra de la memoria victoriosa?
,"%D,-.%(2*#)%#",#%$5%(,1#B#"'%&*#3*"3%0#,"#-.$-*#6'(2*#
6,0,#0%6%2.0#%"#60*5%$*#5*(#*20,$#3.),$#B#0%,$'-.0#-.$# ¿Cuál la disponibilidad de la mirada al ponerse de
6,$%*$#%(#"*$#3.%D*$#$.2.*$#/,-.".,0%$9 acuerdo con esa parcela de cuerpo interrogada a la
FG'7#/%".5.),)#H6%($,;,#B*H#,#6%$,0#)%#",#.(5*-*).),)1# vez que puesta en tela de juicio y poder así estar ín-
%"#)*"*0#B#%"#6%".&0*1#$.#%$2,#3.$.@(#5*(2.(',0,I#:*#%0,#)%# tegramente presente en lo que ve? Al leer páginas de
%$6%0,0$%9#E.(#%-;,0&*1#(*#$%#)%$3,(%5.@1#B#,"#$%&'()*# tan sobrecogedora transparencia, una vez más me
)+,# -%# ).$6'$%# ,# .(2%(2,0# $,"3,0",# )%"# *"3.)*# 8'%1# )%# pregunto de qué modo el niño y el joven y el hom-
60*(2*1#6*)0+,#5';0.0",#*20,#3%J9 bre hecho mirarían lo que se les presentaba ante los
ojos. Como si las cosas que contemplaba, a la vez
Pese a las explicaciones que Hudson nos da en las pri- que despertarlo extraordinariamente, lo hubiesen,
meras páginas del libro, el que tales imágenes existan paradójicamente, mantenido en un estado próximo
resulta de todos modos inexplicable. Y aun cuando al letargo, especie de duermevela o “lectura” pasiva
nos sea necesario partir de la hipótesis simple de una a la vez que a conciencia para que, una vez pasadas
mente intacta, ¿cómo no haber perdido, del todo al estado de recuerdos, mantuvieran, salvados los
perdido, entre los avatares de una vida errante y ya años, esa pátina tan única con que las leemos ahora.
cuantiosa en años la llave que cerraba la puertita del Como cuando nos preparamos a dar un examen y
palomar de la casa paterna y que por tan increíble cir- que el tiempo a nuestra disposición nos es contado:
cunstancia de hallarse a salvo en su memoria es ahora poco importa, lo que importa, además de nuestra
un sustantivo en el país de la literatura?, ¿acaso por- implicación de todos los sentidos procedente de
que se trataba de uno de los duplicados de la llave del una paz particular y como sobrevenida del alma, lo
Templo? ¿Afloraban, afloran imágenes tales cuando que de veras cuenta en estos casos es que, gracias a

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esa visión interior agudizada por la necesidad, po-


damos “considerar integralmente” lo que es preciso
retener, además de mantener alerta nuestra calidad
de observación. Observarlo todo y cada cosa en una
calma activa del ánimo y sin que el cuerpo exiga lo
que constantemente está exigiendo de cada uno de
nosotros –supongo que ha de ser lo mismo en el
caso de escribir ciertas páginas un escritor, o de dar
un concierto un instrumentista. Después de haber
creído olvidar –y de haberlo acaso “olvidado”– no
sólo los detalles sino también lo esencial, en el mo-
mento de “entrar en capilla” y casi enseguida luego
ante la mesa examinadora, y por poco que esa paz
del alma a la que aludía siga estando de nuestra par-
te, se tratará menos de recordar lo aprendido que de
recuperar (reactualizar) esa atmósfera, cada detalle
“leído” de esa forma, y lo que rodeaba cada uno de
esos detalles: los “conocimientos” aparentemente
más secundarios se presentarán como escritos en
un pizarrón, placas fotográficas llegadas de no se
sabe qué climas con su agregado de color y a veces
hasta de olor, yapas siempre bienvenidas..., como el
pasto crecía ante la mirada del niño y del hombre
Hudson. La más ardua de las materias no puede re-
sistirse a ese tratamiento por la atención.

Pienso en la tarea de tejer una alfombra, operación que


diera en irse volviendo mágica, no porque la alfombra

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pudiera echarse a volar en cualquier momento sino


por que esta vez la magia consiste en que, a medida
que se teje, la alfombra va perdiendo toda posibili-
dad de tener revés y derecho.

Borges cuenta que de niño sus padres le aconsejaban


que al leer un libro tratara siempre de entender lo
que leía, y que de haberse servido más de la memo-
ria, a veces en despecho de la comprensión, hubiera
podido atesorar una abundante biblioteca para las
épocas en que, casi ciego, fuera incapaz de leer.
Pero todos estos razonamientos poco o nada ex-
plican, en última instancia no explican lo esencial,
no explican la existencia en nuestras manos de se-
mejante libro.

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Primeras páginas.....

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Ocupado como estaba en leer en el gran libro que ,5%05,;,(H#)%D,0*(#)%#$%0#0,$20*$#3.$.;"%$#,"0%)%)*0#)%#
la naturaleza le tendía a sus escasos años, ¿cómo no %$,#76*5,9#E@"*#-%#0%5'%0)*#,#-+#-.$-*#5*-*#'(#(.N*#
habría de escribir en Allá lejos y hace tiempo?: 5',"8'.%0,1#5*-*#'(#,(.-,".2*#$,"3,D%#5*00.%()*#$*;0%#
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En esos primeros años de vida, ¿quién hubiera podi- ",#3*",(2,1#$.(2.7()*-%#"'%&*#5*"*5,)*#%(#",#6,02%#)%#
do adivinar que el mismo hombre que recordaba ese ,00.;,#5*(#"*$#*20*$#6%8'%N*$1#8'%#%(#,8'%"#2.%-6*#$'4
horror juvenil y casi sagrado por los libros daría más PiEDPRV FLQFR OOHJDQGR ÀQDOPHQWH HO JUDQ LQVWDQWH
tarde muestras tan concluyentes de páginas que se )%#",#6,02.),1#%(20%#&0.2*$#B#-'5<*#0'.)*#)%#6,2,),$1#
leen por el puro placer de la lectura? He aquí un re- 0%$*6".)*$#)%#5,;,""*$#B#0%5<.(,0#)%#5,)%(,$9#X%5'%0)*#
cuerdo de Hudson que remonta a los cinco años (iba -'5<,$#5*$,$#)%#%$2%#3.,D%#8'%#%-6%J@#,"#$,".0#%"#$*"#B#
a decir: en este retrato, Hudson tiene cinco años): 2%0-.(@#%(20%#)*$#"'5%$1#6*5*#)%$6'7$#)%#6*(%0$%#,8'7"9#
X%,".J,;,#-.#60.-%0#3.,D%#%#.;,#<,5.,#"*#)%$5*(*5.)*9#

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