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Como vencer

EL MIEDO

Jay Adams

CLIR
Guadalupe, Costa Rica

Publicado por CLIR


Derechos reservados
© 2008
Traducido con permiso
Título original: What do you do when fear overcomes you? por Jay Adams, y publicado por
Presbyterian and Reformed Publishing

Publicado por:
CLIR
Apdo 2070-2100
Guadalupe, Costa Rica

El miedo

En este folleto no estoy hablando del tipo de miedo que te impide caer de un precipicio,
o que te hace obedecer el rótulo en el zoológico: “¡No meta las manos en la jaula de los
leones!” Dios nos ha dado la capacidad de temer con un propósito sano, tal como nos ha dado
todas las demás emociones para un uso apropiado. Las emociones nos ayudan a honrar y
servir a Dios. Gracias al miedo sano, podemos escapar de muchos accidentes y peligros que
destruirían a la mayoría de nosotros antes de llegar a ser adultos.
Lo que vamos a considerar aquí son aquellos temores irracionales, que nos asedian de
manera espontánea, o los temores suficientemente racionales en sí, pero que llegan a dominar
todo momento del día. Estamos hablando de aquellos miedos que no puedes olvidar, los
cuales te impulsan a hacer muchas cosas ¡que ni quieres hacer! De hecho, el miedo puede
apretar tanto que en ocasiones te puede parecer que es una fuerza externa a ti que te ha tomado
cautivo.
Debido a los temores, algunas personas han cambiado trabajo. Otros se han pasado a otro
lugar del país. Otros se han encerrado en sus casas sin salir más, o han matado, o se han
internado en asilos. Por miedo a los gatos, o a puentes, o a ascensores, u a otras personas
algunos han desarrollado estilos de vida que son raros e infructuosos. Cuando se apodera de
nosotros este tipo de miedo, un miedo fuera de control (o mejor dicho, un miedo en control
absoluto) –este es el miedo que tú has llegado a tener–.
“¡Sí”, me dices, “Tú comprendes mi problema. Tú entiendes la tortura que soporto
cuando la mano helada del terror agarra mi corazón. ¡Tú sabes cuánto miedo siento con tan
sólo pensar en mis miedos! Pero ¿me puedes ayudar? Estos miedos son tan fuertes, que me
pregunto si hay algún poder que los podría alejar de mí. ¡Haría cualquier cosa para sacar este
monstruo de mi vida!”
Sí, ¡hay esperanza! Pero tu esperanza nunca se hallará en los esfuerzos tuyos para alejar
el miedo. De hecho, cuando tú dices, “Haría cualquier cosa…” estás mostrando evidencia de
que tienes una actitud muy contraria a la que se necesita para librarte de los temores.

Primero lo primero
Permíteme explicar algunas cosas aquí al puro comienzo. Primero que todo, nunca
debemos decir “Haría cualquier cosa”. Dios no nos permite pensar así. Él es quien nos dice
lo que debemos hacer en cualquier circunstancia de la vida, y es por eso que nuestra actitud
siempre debe ser “Haré cualquier cosa que Dios quiere que haga”. Hay personas que harían
literalmente cualquier cosa para librarse de sus temores. Es por eso que se mudan de casa, o
matan, o se encierran para no ver a nadie. Pero ninguna de estas cosas es aceptable ante Dios,
porque no toman en cuenta a Dios ni su voluntad. De hecho, el resultado es que sus miedos
aumentan sencillamente porque su actitud es moldeada por el miedo y dominada por el
miedo. Una persona que actúa con base en disposiciones formadas por el miedo ¡nunca puede
conquistar el miedo! La persona que dice que “haría cualquier cosa” ya se ha rendido al temor
mientras habla. Hablar de esta forma es pensar de esta forma. Y pensar así es pensar con
miedo, y así aumentar los temores.
Pero hay algo más importante, y esto es el hecho de que Dios quiere que tú lo busques
para agradarle a Él en primer lugar. Debes pensar en tu problema de miedo en segundo lugar.
Es por esto que Jesús, cuando habló de las preocupaciones (una forma del temor) en Mateo
6:33 dijo, “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia”. Si nosotros colocamos
cualquier cosa antes de su reino, aún el deseo de quitarnos aquel temor horrible,
descubriremos que no alcanzamos ni el uno ni el otro. Dios no tomará el segundo lugar en
nuestra vida –ni siquiera detrás de un legítimo deseo de estar libre de los temores–.
¿Entiendes que todo lo que tú has intentado hasta hoy ha fallado? ¿Puedes entender tu
error de no buscar a Dios, el Dios que te hizo y que te conoce mejor que tú mismo, y que este
es el error más grande de todos? ¿No crees que carece de sentido ignorar al Único que puede
alejar todo miedo ilegítimo? Ahora bien, no olvides que no debes volverte a Dios sólo para
deshacerte de tus temores. Debes acercarte a Dios primeramente buscando un lugar en su
reino, ese lugar que se les da a quienes han adquirido su justicia. “¿Cómo puedo obtener
eso?” tal vez preguntas. Pues, déjame decirte.
Todo hombre y toda mujer que ha nacido en este mundo (con la excepción de Jesucristo)
nació en pecado, muerto espiritualmente para con Dios. Nadie nace sin pecado. Pero el reino
de Dios es para los justos –para los que son perfectamente justos–. Esto quiere decir
sencillamente que tú no calificas para el reino de Dios. Tú no has vivido una vida en que has
puesto a Dios y su voluntad primero. Has vivido una vida para ti mismo. Esto es una ofensa
contra Dios. Has ignorado y violado los diez mandamientos, mintiendo, robando, odiando,
practicando la lujuria, etc. Esto quiere decir que no sólo eres descalificado para el reino de
Dios, sino que también eres condenado por tu pecado a padecer el castigo eterno del infierno
que Dios ha preparado para los que desprecian su reino y su justicia. Pero nótese que Jesús
dijo, “Buscad”. Tú puedes buscar el perdón de tus pecados y una ciudadanía en el reino
celestial. “¿Cómo?” preguntas. Por medio de Jesucristo, quien vino a morir por los pecadores
culpables. En lugar de enviarlos al infierno, Cristo tomó sobre sí mismo la culpa y el castigo
por los pecados de todo su pueblo.
Murió en su lugar, llevando el infierno por ellos, por así decirlo. Y Dios mostró su aceptación
de la obra de Jesús al resucitarlo de la muerte, llevándolo al cielo donde ahora reina con poder
y autoridad sobre toda persona y sobre toda fuerza en el universo, incluyendo el temor. Los
que confían en su Salvador, es decir, los que creen que él murió y resucitó por ellos, no sólo
reciben el perdón de sus pecados, sino que Dios les promete que su fe les es contada por
justicia. La perfecta justicia de Jesucristo es acreditada a ellos, de la misma manera que su
pecado fue impuesto sobre Jesús en la cruz.
Si Dios te está convenciendo de tu necesidad del Salvador mientras lees esto, olvida tu
miedo y busca primeramente el reino de Dios y su justicia ¡para descubrir el gozo del perdón
en Jesús!
“No puede ser tan fácil”, me dices. O tal vez me dices “Ya soy cristiano, pero todavía
estoy atrapado en el miedo. La salvación no me ha librado de mis temores”. Tampoco dije
que lo haría. De hecho, lo que yo estaba enfatizando es que si tú aún no conoces a Cristo el
Salvador, tienes que comenzar con ese problema primero. Después dijimos que aún cuando
conocemos a Cristo, la primera meta de nuestra vida tiene que ser agradarle a él, no perder
el miedo. Solamente cuando estas dos cosas se han atendido puede alguien estar preparado
para considerar la única solución para los temores.

Atacando el problema
del miedo
Entonces, asumamos que no sólo has confiado en Jesucristo para la salvación, sino que
también quieres hacer todo para agradarle a él. No estás buscando simplemente quitarte los
miedos, sino que también estás realmente dispuesto a obedecer a Jesús. ¿Ahora que debes
hacer? La respuesta es sencilla: Debes practicar acciones de amor que Dios manda a pesar
de tus temores.
Yo sé que hay que explicar esto, así que te pido paciencia. Primero, debes descubrir
cuáles son las responsabilidades amorosas ante Dios y ante tu prójimo que no estás
cumpliendo debido a tus temores. Escríbelos por favor en el espacio aquí:

Responsabilidades no cumplidas por mis temores

Ahora considera lo que escribiste. Tal vez sólo llenaste una linea. O tal vez no tuviste
suficiente espacio (si este fuera el caso, sólo apunta los cinco miedos peores). Tal vez tú
apuntaste, “No puedo servir a Cristo por miedo de andar entre mucha gente” o “No cumplo
con mis deberes conyugales con mis marido por el temor” o “Tengo miedo de que me asalten
por eso no busco trabajo” o lo que sea. El miedo toma muchas formas, pero cuando los
temores nos debilitan tanto que no servimos a Cristo como debemos, entonces los talentos
que Dios nos dio no son empleados para él, y esto es pecado. Hay que arrancarlo. El primer
paso es identificar las fallas que cometemos al no amar a Dios y a nuestro prójimo por causa
del temor.
Ahora bien, debes reconocer que al identificar las fallas de cumplir tu responsabilidad de
amar estás poniendo tu dedo en la respuesta al problema del miedo. Dios nos asegura que
hay una fuerza mayor que el temor, y esta es el amor. La Biblia dice, “El perfecto amor echa
fuera el temor” (1 Juan 4:18). El amor es más poderoso que el temor y tiene la fuerza para
echar fuera el temor. Estas son las buenas nuevas que necesitas oír.
“Está bien”, me dices. “Pero ¿cómo me ayuda saber esto? Todavía no entiendo”.
Considera lo siguiente. Una mujer que normalmente le tiene miedo a los ratones, ante un
animal salvaje se coloca entre el animal y su hijo por amor. Un soldado en el campo de
batalla que es conocido como una persona tímida (y tal vez aún cobarde) arriesga su vida en
la guerra para rescatar a un compañero por amor. El amor es la fuerza que vence el temor. Si
las personas que no conocen a Dios pueden manifestar estas formas imperfectas del amor,
¡seguramente Dios te va a ayudar más porque te ha dado su Espíritu Santo para ayudarte
plenamente a conquistar el temor! De hecho, el apóstol Pablo le escribió a Timoteo (quien
aparentemente tenía algunos problemas con el temor), “Dios no nos ha dado un espíritu de
cobardía, sino de poder, de amor, y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).
Vamos a hacer un contraste entre el amor y el temor. El amor busca oportunidades para
darse a otros. El amor pregunta: “¿Qué puedo hacer por otro?” El temor sospecha posibles
consecuencias negativas y se pregunta, “¿Qué me podría pasar ahí?” El amor no piensa en el
mal, pero el temor no piensa en otra cosa que no sea el mal. El amor “todo lo cree”, pero el
temor es altamente sospechoso. El amor se ocupa tanto en las tareas de hoy que no puede
preocuparse de mañana. Pero el temor se enfoca sólo en mañana y no cumple sus
responsabilidades hoy. El amor conduce a más amor, porque al cumplir sus obligaciones
recibe la paz, gozo y satisfacción, y más amor por su trabajo. El temor, en contraste, produce
más temor, porque la falta de cumplir con sus responsabilidades trae más temor de seguir
actuando irresponsablemente.
Vi una vez una placa en la pared que decía, “El temor de Dios es el único temor capaz de
sacar a todos los demás”. Es interesante que en la Biblia el amor de Dios y el temor de Dios
son casi sinónimos. No son contrastados, sino paralelos. Los que temen a Dios lo suficiente
como para tomar su Palabra en serio, encuentran que este temor de Dios se transforma en
amor mutuo. El enemigo de todos los miedos pecaminosos es el amor, amor a Dios y amor a
nuestro prójimo. Entonces, la manera de echar fuera el temor es vestirse de amor. No existe
otra fuerza tan poderosa para echar fuera el temor como lo es el amor derramado en nuestro
corazón por el Espíritu de Dios. Esto significa que lo que escribiste en los espacios de arriba,
en que tú no cumplías actos de amor hacia tu prójimo o hacia Dios, debe hacerse. Y lo debes
hacer con una actitud formada por el amor si quieres vencer el temor.
“Pero este es mi gran problema. Cada vez que intento hacer lo que debo, el miedo me lo
impide”. Bueno, hagamos una pausa aquí. Es necesario echar una mirada de cerca en cuanto
a lo que está pasando. Para empezar, y seamos claros en esto, el miedo no es realmente algún
monstruo que te agarra y te manipula como si no tuvieras ningún control sobre él. Esto es
evidente porque ¡eres tú quien produce el temor! Nadie más, ninguna fuerza fuera de ti
produce el temor. Esto significa que tú eres siempre responsable de tus temores, al igual que
eres responsable por amar. Tanto el amar como el no temer son mandamientos de Dios. Y ya
que Dios no nos ha mandado encender y apagar las emociones como una lámpara, él debe
estarse refiriendo a las actividades que produce el temor. Y sabemos cuáles son. Las
actividades que nos ayudan a evitar el temor son las actitudes responsables
ante Dios y mi prójimo. Es decir, estamos hablando una vez más de cumplir lo que apuntaste
anteriormente.
“Lo he intentado todo, y nada funciona. No me importa si yo soy quien produce el temor
o no, una cosa sí sé: no puedo hacer las cosas que escribí porque tengo miedo de hacerlas.
¿Qué le dices a eso?”
Bueno, intentaré responder. Creo que el problema no es que no puedas realizar ese acto
de amor, sino que tienes miedo de que no puedas hacerlo. Algunas personas lo dicen así,
“Tengo miedo de que no vaya a poder”. Y esto es la verdad. Tienes miedo de no poder
hacerlo. En otras palabras, tú produces el miedo que te impide realizar aquella acción
amorosa. Pero observa que las palabras han cambiado. En su lugar debes decir, “Yo amo
tanto que podré”. Y de la misma manera en que cambiamos las palabras, tú puedes cambiar
los hechos. Si sustituyes el amor por el miedo en tu vida como en tu lenguaje, tú puedes hacer
lo que el amor te impulsa a hacer.

El meollo del asunto


Ahora hablemos del meollo del asunto. Dices que has intentado un montón de cosas para
poder dejar los miedos, ¿correcto?
“Así es. He pasado muchas horas intentando”.
Pues, esta es la razón precisa por la que tienes un problema para vencer el temor. Has
intentado dejar de tener miedo. Has puesto de primer lugar en tu agenda dejar tus temores.
Tienes que parar tu esfuerzo de dejar de temer. Eso es como la persona que se preocupa todo
el tiempo porque se preocupa tanto.
“¿Qué? ¿Me estás diciendo que lo único que tengo que hacer es dejar de intentar parar
los temores y se van a desaparecer?”
No, te estás adelantando. Es cierto que tienes que dejar los temores. Eso es lo primordial.
Pero es imposible hacerlo sólo así. Es necesario que conviertas tu preocupación por el miedo
en otra cosa. Tienes que aprender a enfocarte enteramente en aquellos actos de amor que
Dios te está pidiendo. Así como tus miedos te consumían, ahora te debe consumir la
planificación, el anhelo y el trabajo hacia el cumplimiento de los actos de amor. Tal como
pensabas antes en la vergüenza o el peligro, ahora debes pensar en el
gozo de servir a Dios y a tu prójimo.
“Pero eso es precisamente cuando entra el temor, cuando pienso en hacer alguna actividad
que me da miedo”.
No, aún tu lenguaje tiene que cambiar. Recuerda que tú piensas en el lenguaje que hablas.
Tú no debes hablar ni pensar en esas actividades como experiencias de miedo. Al contrario,
debes aprender a ver el lado amoroso de ellas. Debes enfocar tus pensamientos y tus palabras
en el beneficio que le vas a llevar a alguien. El amor nunca mira a sí mismo, ni mira las
consecuencias para sí mismo. El amor siempre piensa en el bienestar del otro. Y es por esto
que el amor toma riesgos.
Vamos a dar unos ejemplos. Tú sabes que en teoría tener relaciones íntimas con tu marido
no produce miedo, porque muchas esposas podrán testificar de ello. De hecho, tú sabes que
el propósito de Dios es que las relaciones íntimas sean placenteras. De manera que, si tú
temes a las relaciones íntimas, entonces eres tú y tu enfoque en la experiencia tuya lo que
produce el temor. De alguna forma u otra (racional o irracionalmente) el miedo llegó a
pegarse a las relaciones íntimas, pero no era parte necesaria. Aún si la ocasión original que
produjo el miedo ha desaparecido hace mucho tiempo, el miedo no ha desaparecido. Esto es
porque tuviste una experiencia que te dio miedo con relación al sexo, y ahora quedó ligada a
todas las relaciones íntimas. Pero si aprendes a desligar el miedo del sexo (o de cruzar
puentes, o de estar en grupos grandes, etc), y aprendes a pegarle palabras amorosas y
pensamientos amorosos al sexo, podrás vencer el temor. Debes aprender a pensar, anticipar
y planificar para darle placer a tu esposo cada vez que piensas en relaciones íntimas. No hay
otra forma de vencer el temor. Debes aprender a amar antes que temer de principio a fin. Sólo
el amor te saca de enfocarte en ti mismo, para enfocarte en otros, y en lo que les trae a ellos
gozo y satisfacción.
“Por primera vez estoy viendo la luz. Pero ¿es esto todo lo que hay?”
No, hay más. Déjame decirlo así, y voy a darte otro ángulo del asunto del miedo. El miedo
es como una profecía que se auto-cumple. Va así: tú recuerdas un evento en el pasado que te
dio mucho miedo –digamos que te desmayaste ante un grupo de personas, o tuviste mucho
dolor cuando tuviste relaciones sexuales, etc–. La experiencia te dio mucho miedo o mucha
vergüenza. Aún ahora cuando lo recuerdas, te provoca un poco de miedo. Piensas, “No quiero
que eso pase nunca más en mi vida”. Y mientras piensas más y más en
ello, te das cuenta de que posiblemente podría volver a suceder, y te da más miedo que vuelva
a suceder. ¿Qué es lo que está pasando? Te llenas de miedo al llenarte de miedo de que te
vaya a dar miedo. Sientes que el temor sube, y esto te hace sentir miedo de que puedas tener
otra vez la misma experiencia, lo cual dispara otro nivel de miedo más alto que ahora
realmente sientes fuertemente, y esto produce una reacción más grande de temor –y así sigue
el ciclo más y más–. ¿Entiendes cómo va esto? Tal vez no sabías en el momento que tu
desmayo había ocurrido por falta de sueño (habías estado trabajando tarde), y tú asociaste tu
desmayo con grupos grandes de personas. Ahora no te acercas a grupos grandes por el temor
que te produce, porque no quieres tener otra experiencia vergonzoso. De hecho, entre más
precauciones tomas, más miedo te produce. Entre más evitas a los grupos grandes de
personas, más miedo les tienes. Y entre más te enfocas en el asunto, más miedo te produce.
No son los grupos los que producen temor –un grupo de personas no tienen el poder de
producir temor–. Eres tú el que teme, porque tuviste una experiencia de miedo en el pasado.
El grupo grande no produce el temor, sino que te recuerdan de una experiencia que tuviste
en un grupo grande, y te da miedo repetir la experiencia.
“Muy bien, puedo entender eso. Pero entonces, ¿cómo paro el miedo para comenzar a
amar a Dios? Dime exactamente lo que tengo que hacer”.
Lo haré. Debes proponerte por amar a otros como lo mandan las Escrituras. Cuando hagas
esto, harás la transición de una vida dominada por el temor, a una vida dominada por el amor.
No hay otro camino. Este fue el camino de los mártires, y debe ser tu camino también. Espero
que puedas ver que el intento de no temer sólo produce más temor. Ese esfuerzo no da fruto.
Cuando haces el intento de no sentir miedo, ya te has rendido al temor de tener miedo –si no,
no comenzarías por esa ruta–. Pero debes aprender a comprometerte en oración con lo que
Dios quiere de ti ya sea que produzca temor o no al hacerlo. Esta es la llave que abrirá tus
prisiones del temor.

Resumen
Vamos a resumirlo todo una vez más. Debes parar tus esfuerzos por detener tu miedo.
Dile a Dios –en tus propias palabras– algo como lo siguiente: “Señor, si otra vez tengo una
experiencia que produce miedo, pues así sea. Voy a dejarlo todo en tus manos”. Esto es
básicamente lo que quería decir Pedro cuando dijo, “Echad toda vuestra ansiedad sobre él,
porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7). Entonces haz tus planes y sigue adelante
con lo que Dios quiere que tú cumplas. Llena tu mente con la preocupación por otros, a
quienes puedes expresar el amor. Planifica cómo vas a cumplir tus responsabilidades ante
Dios.
Un ejemplo podría ser lo siguiente. Si antes te daban miedo los grupos de personas, y por
eso no ibas a la iglesia. Ahora podrías decir, “Voy a alabar a Dios este domingo con gozo, y
voy a participar enteramente en el servicio y en la Escuela Dominical. Vamos a ver … la
lección para este domingo requiere estudiar el libro de Josué. Quiero que mi participación
sea una bendición para otros. Mmmm. Creo que no tengo un comentario sobre Josué. Tal vez
voy a averiguar cuál sería un buen libro para ayudarme con el estudio. Después, voy a apartar
45 minutos cada día para el estudio y lectura de la Biblia, y después…” Y cuando comienza
tu caminar de obediencia ante Dios, lleno con las tareas que tienes a mano, dale gracias a
Dios por los avances que realizas. Enfoca tu pensamiento en las actividades amorosas que
vas a cumplir, y no pienses en las experiencias miedosas que estás tratando de evitar. No te
des el lujo (muy caro, por cierto) de comenzar a meditar de nuevo en las experiencias que
producían temor. Tampoco pienses en tratar de no pensar en ellas. Piensa en servir a Dios y
en cómo usar tus talentos para ayudar a otros.
Si alguna vez encuentras que tu mente te quiere volver otra vez a la jungla de los temores
–y ten por seguro que lo hará, especialmente al principio hasta que desarrolles la disciplina
de amar– cambia la dirección de tus pensamientos. No te permitas quedarte pensando ni un
momento en esos pensamientos prohibidos por Dios. Al contrario, pide a Dios
inmediatamente que te ayude a pensar en las cosas que forman parte de la lista que nos dio
Pablo en Filipenses 4:8, 9, “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo
honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay
virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y
oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros”.
Debes cultivar la actitud que dice así, “Si vuelvo a tener una experiencia que me de miedo,
¿qué importa? Puede que sea fea, y desagradable, pero no voy a morir –por lo menos no me
ha matado todavía–”. Cuando puedas pensar así sin llegar a paralizarte, sabrás que has
superado el temor.
Cuando sigas las direcciones bíblicas de cumplir tus deberes de amar en lugar de seguir los
sentimientos de temor –los cuales conducen a dejar nuestras responsabilidades– entonces
descubrirás que los viejos patrones de conducta morirán rápido. Sin duda tendrás caídas, pero ya
hemos visto lo que debes hacer en esos casos. Si sigues luchando con tu problema, sería sabio buscar
la ayuda de un pastor responsable o un consejero bíblico. Éste podrá ayudarte a estructurar alguna
faceta de tu problema que tal vez no estas contemplada en este folleto.

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