Permanece en la cabecera de todos los enfermos del mundo:
de quienes en esta hora han perdido el conocimiento y van a morir. de quienes han empezado la agonía; de quienes han perdido toda esperanza de curarse; de quienes gritan y lloran de dolor; de quienes no tienen asistencia por falta de dinero; de quienes querrían andar y han de permanecer inmóviles; de quienes tendrían que guardar cama y la miseria les obliga a trabajar; de quienes en la cama buscan en vano una postura menos dolorosa; de quienes pasan largas noches sin poder dormir; de quienes se encuentran torturados por las preocupaciones de una familia necesitada; de quienes tienen que renunciar a los proyectos de futuro más queridos; de aquellos, sobre todo, que no creen en una vida mejor; de quienes se sublevan y maldicen a Dios; de quienes no saben que Cristo ha sufrido como ellos y por ellos.