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cada cual podría considerarse como el monarca: los hombres en este

país serían confederados más que conciudadanos.


Si el clima hubiese dotado a muchos individuos de un espíritu'
inquieto y una gran capacidad, en un país donde la constitución hace
participar a todo el mundo en el Gobierno y en los intereses políti-
cos, se hablaría mucho de polltica; todos pasarían la vida calculando
acontecimientos que, dada la naturaleza de las cosas y el capricho
de la fortuna, es decir, de los hombres, no están sometidos a cálculo.
EIl una nación libre es con frecuencia indiferente que los par-
ticulares razonen bien o mal, basta con que razonen: de ahí nace la De las leyes en relación con el comercio, considerado en su
libertad que preserva de los efectos de dichos razonamientos. naturaleza y en sus distinciones
En un Gobierno despótico es igualmente pernicioso que se razo-
ne bien o mal; basta con razonar para ir contra el principio del
Gobierno.
Muchas personas, que no se preocuparían de complacer a nadie,
se abandonarían a su modo de ser. Si la mayoria tienen ingenio, su
mismo ingenio las atormentaría; poseídos del desprecio o el hastío
de todo serían desdichados, aun teniendo tantos motivos para no' Vírgenes del monte Pierio, ¿ois el nombre que os doy? Inspirad·
serio. me. Llevo una larga carrera y estoy abrumado de tristeza y de fa·
Ningún ciudadano temería a otro, y asi, esta nación seria altiva, tiga l. Traed a mi espiritu aquel encanto y aquella dulzura que seno
pues el orgullo de los reyes está basado únicamente en su Ind~, tia antes y que ahora huye lejos de mi. Nunca sois tan divinas co~o
pendencia. , cuando nos lleváis a la sabiduria y a la verdad por la complacenCIa.
Las naciones libres son soberbias, las demás pueden más fácilmen:' Pero si no queréis aliviar el rigor de mis trabajos, ocultad el
te ser vanas. Pero estos hombres tan orgullosos a fuerza de vivi propio trabajo; haced que seamos intruidos y que y~ no enseñe; que
mucho en sí mismos se encontrarian a menudo entre gentes descon reflexione y que parezca sentir, y cuando anuncIe nuevas cosas,
cidas; serían tímidos y se advertiría en ellos casi siempre una mez<'! haced que todos crean que yo no sabia nada y que vosotras me lo
extraña de cortedad y de orgullo. habéis dicho todo.
El carácter de la nación aparecería sobre todo en las obras d Cuando las aguas de vuestro manantial salen de la roca que
espíritu, en las que veríamos personas introvertldas que han pen amáis, no suben por los aires para volver a caer, sino que fl~y.en
do a solas. por la pradera y hacen vuestras delicias, porque hacen las delICIas
La sociedad nos enseña a sentir el ridículo; la vida retirada n de los pastores.
hace más sensibles a los vicios: sus escritos satíricos serían sa Musas hechiceras, si me miráis tan sólo una vez. todo el mundo
grientos, y en tal país se verían muchos Juvenales antes de ha leerá mi obra, y lo que no podria ser una diversión será un placer.
encontrado un Horacio. Divinas musas, siento que me inspiráis, pero no lo que se ha can-
En las Monarquías de absolutismo extremado, los historiado tado a Tempé en los caramillos, ni lo que se ha repetido en Delos al
traicionan la verdad porque no tienen libertad para declrla; en 1 son de la lira' queréis que hable a la razón, que es el más perfecto,
Estados que gozan de suma libertad traicionan la verdad por cul Y
el más noble el más exquisito de nuestros sentidos.
de la misma libertad, pues como ésta da lugar a divisiones, ca
individuo se hace tan esclavo de los prejuicios de su facción, co
lo sería de un déspota. CAPiTULO 1: Del comercio.-Habría que tratar las materias que siguen
con mucha más extensión, pero la naturaleza de esta obra no lo
Sus poetas tendrían la rudeza original de la invención más f
permite. Quisiera ir discurriendo por un rio tranquilo, pero voy arras·
cuentemente que la delicadeza que el gusto proporciona: se enco
traria en ellos algo más próximo a la fuerza de Miguel Angel que trado por un torrente. . .
la gracia de Rafael. El comercio cura los prejuicios destructores. Es casI una regla
general que alli donde hay costumbres apacibles existe el comercio,
y que alli donde hay comercio hay costumbres apacibles.
No hay pues que extrañarse de que nuestras co~tumbres s~a~ me·
nos feroces que en oiros tiempos. Gracias al comercIO,el conOCImIento
de las costumbres de todas las naciones .ha penetrado en todas par·
tes, y de su comparación han resultado grandes beneficios.
Puede decirse que las leyes del comercio peffeccionan las cos- normalmente basado en el lujo, y aunque también lo esté en las
tumbres por la misma razón de que dichas leyes pierden las costum- necesidades reales, su objeto principal es proporcionar a la nación
bres. El comercio corrompe las costumbres puras 2: éste era el mo- que lo ejerce todo lo que puede servir para su orgullo, sus placeres
tivo de las quejas de Platón; pero pule y suaviza las costumbres y sus fantaslas. En el Gobierno de. varios está basado más frecuen.
bárbaras, como estamos viendo continuamente. temente en la economía. Los negociantes están atentos a todas las
naciones de la tierra y llevan a una lo que obtienen en otra. As! es
como practicaron el comercio las Repúblicas de Tiro, Cartago, Ate-
CAPiTULO II: Del espíritu del comercio.-El efecto natural del comer- nas, Marsella, Florencia, Venecia y Holanda. _
cio es la paz. Dos naciones que negocian entre s! se hacen recípro- Esta especie de tráfico guarda relación con el Gobierno de varios,
camente dependientes: si a una le interesa comprar, a la otra le por su naturaleza, y, accidentalmente, con el monárquico. Como se
interesa vender; y ya sabemos que todas las uniones se fundamen- basa únicamente en la práctica de ganar poco, e incluso menos que
tan en necesidades mutuas. cualquiera otra nación, y de resarcirse por la continuidad de la ga-
Pero si el espíritu de comercio une a las naciones, no une en la nancia, no es posible que lo ejerza ningún pueblo donde el lujo se
misma medida a los particulares. En las países 3 dominados sola- halle estalllecido, donde se gaste mucho y donde no se tengan a la
mente por el espíritu del comercio, se trafica con todas las acciones vista más que grandes objetivos.
humanas y con todas las vIrtudes morales: las cosas más pequeñas, En este sentido decía Cicerón muy acertadamente 6: "No me gus_
incluso las que pide la humanidad, se hacen o se dan por dinero. ta que un mismo pueblo sea" al mismo tiempo el dominador y el
El espíritu de comercio produce en los hombres cierto sentido de factor del universo." En efecto, habría que suponer que en tal Estado
la justicia estricta, opuesto, por un lado al, pillaje y, por otro, a aque- cada particular, y todo el Estado, tuviesen la cabeza siempre llena de
llas virtudes morales que hacen a los hombres poco rígidos cuando grandes y pequeños proyectos al mismo tiempo, lo cual es contra-
se trata de sus propios intereses, y descuidados cuando se trata de, dictorio.
los intereses ajenos. No es que en estos Estados que subsisten por el comercio de eco-
La privación total del comercio produce, por el contrario, el pi· nomía no se lleven a cabo también grandes empresas, ni que carez-
llaje, incluido por Aristóteles entre los modos de adquirir. Su espí- can de cierta osadía, ausente en las Monarquías. He aquí la razón:
ritu no es opuesto a ciertas virtudes morales, como, por ejemplo, la' Un comercio conduce a otro; el pequeño al mediano, y éste al
hospitalidad, rara en los países comerciantes, pero muy extendida, grande. El que quería ganar poco se pone en condiciones de querer
entre los pueblos que se dedican al pillaje. ganar mucho. Además, las grandes empresas de los negociantes siem-
Dice Tácito que los germanos consideraban como sacrilegio cerrar: pre están necesariamente mezcladas con los asuntos públicos. Pero
la casa a un hombre, ya fuera conocido o desconocido. El que había para los comerciantes, los negocios públicos son tan sospechosos en
practicado 4 la hospitalidad con un extranjero indicaba a éste otra' las Monarquías como seguros en los Estados republicanos, y por eso
casa donde seria recibido con la misma humanidad. Pero cuando los las grandes empresas del comercio no se dan en las Monarquías, sino
germanos fundaron reinos, empezaron a considerar la hospitalidad en el Gobierno de varios. En una palabra: la mayor seguridad de
como una carga, cosa que se refleja en dos leyes del código de los la propiedad que cada uno cree tener en estos Estados hace empren-
borgoñones 5: una, impone una pena a todo bárbaro que indicaba • derlo todo; y como cada uno cree que tiene seguro lo que ha ad-
un extranjero la casa de un romano; la otra, dispone que el que quirido, se atreve más a exponerlo para adquirir más. El único riesgo
recibe a un extranjero sea indemnizado por los demás habitantes ' que se corre es el de los medios de adquisición, pero es sabido que
prorrateo. los hombres esperan mucho de su suerte.
No pretendo decir con esto que haya alguna Monarquía que esté
CAPíTULO III: De la pobreza de los pueblos.-Hay dos clases de pul!-:' totalmente excluida del comercio de economía, sino que está menos
blos pobres: los que lo son a causa de la dureza del Gobierno soJl predispuesta por su naturaleza. Tampoco pretendo decir que las Re-
tambien incapaces de tener virtudes, porque su pobreza forma parte públicas que conocemos estén completamente privadas del comercio
de su esclavitud; los otros son pobres porque desdeñaron o no c I
de lujo, sino que éste tiene menos relación con su constitución.
nocieron las comodidades de la vida. Estos pueden hacer grande8 En cuanto al Estado despótico, es inútil hablar de él. La regla
cosas porque su pobreza forma parte de su libertad. general es la siguiente: en una nación sometida a servidumbre se
trabaja más para conservar que para adquirir; en una nación libre
se trabaja más para adquirir que para conservar.
CAPíTULO IV: Del comercio en los dístintos Gobiernos.-El comerci'
guarda relación con la constitución. En el Gobierno de uno 6010es\
CAPíTULO V: De los pueblos que practicaron el comercio de econo-
2 CtSAR dice de los galos, que la vecindad y el comercio de Marsella los ha lIlía.-Marsella, albergue necesario en medio de un mar tormentoso,
perjudicado hasta el punto de que ellos, que siempre habían vencido a los german
les eran ya inferiores. Gucrra de las Galiu.'f. lib. VI, cap. XXIII.
3 Holanda .
.•. Et qtd modo hoBpcs fuerat, mom¡frator hospitti. De morfbus
VéasE' también CtSAR, GuC'rrCl de las Gallns. lib. VI, cap. XXI.
, Til. XXXVIII.

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