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Fundamentación Pablo Gonzalez:

La producción artística busca representar el pasaje del animal político al sujeto


moderno. En la composición se puede identificar un teatro en tres dimensiones que
simboliza el mundo antiguo del que se despega el títere en su búsqueda de
conocerse a sí mismo. Al separar del teatro y plasmarlo en un formato que pierde
densidad, se pretende significar el inicio del sujeto moderno en sus orígenes, es
decir, todavía en vías de desenvolvimiento; por la misma razón elegimos
representar al titiritero en blanco y negro, como forma de remarcar lo inacabado o
en proceso de autodescubrimiento, ya que el sujeto cartesiano será criticado y
complejizado por filósofos posteriores. Las reflexiones que fueron dando forma a la
composición, giran alrededor de la idea platónica-socrática del conocimiento,
“conócete a ti mismo”, “saber es acordarse”, también la jerarquía del conocimiento
de Aristóteles en cuya cima están las ciencias teóricas, y su definición de que “todo
hombre, por naturaleza, desea conocer”; y, por otro lado, del pensamiento moderno
rescatamos el método cartesiano como el medio de adquirir el conocimiento, la idea
de que la razón nos distingue de los animales. También se podría interpretar que el
pasaje rompe

El pasaje, entonces, muestra el momento en el que el sabio antiguo se


descubre a sí mismo como “cosa pensante”, y como fundamento de su propia
subjetividad; la conciencia se vuelve sobre sí misma y encuentra que no hay dioses
que controlen sus pasiones e inclinaciones, (como le sucediera a Sócrates en su
defensa al alegar que era aconsejado por un demonio); de alguna forma está nueva
perspectiva abre el camino a la futura psicología científica. Así, el sujeto se ubica
en el centro del ordenamiento (y la legitimidad de este) del mundo, (desplazando a
los dioses –o al dios judeocristiano). El fundamento del conocimiento será desde
entonces el yo que piensa, o en palabras de Descartes, “pienso, luego existo”.

La experiencia del personaje representado no es una experiencia mística ni de


revelación divina o por simple contemplación de las formas sensibles, es una
experiencia puramente humana de repliegue de su propia subjetividad en términos
puramente humanos –como por ejemplo la duda metódica aplicada a despejar lo
falso o ilusorio de un conocimiento para llegar a una verdad. Podemos decir que el
sujeto de conocimiento también representa el instrumento del conocimiento.
Entonces, el sujeto ético-político de la antigüedad, pasa de preocuparse por la
verdad y las causas y principios primeros que rigen el movimiento de la realidad, a
reflexionar sobre el momento previo: las condiciones de posibilidad y las
características del conocer, es decir, sobre un sujeto epistémico; más adelante, será
Kant quien complete dicho sujeto con la dimensión ética.

Así, el sujeto moderno opera sobre la forma antigua de sujeto empujándolo


más allá de su posición en una comunidad y de sus valores culturales, llegando a
abstraerlo como objeto, ya no animal, sino esencialmente racional; es decir, es cosa
pensante antes de ser ciudadano bello, justo, equilibrado, etc.; al suspender la
preeminencia de la dimensión política, la reflexión moderna posibilita la
incorporación a la condición humana plena, ciudadana, a todas las personas que
estaban excluidas de esta naturaleza, como ser esclavos, mujeres, niños, etc.,
perfilando de alguna manera las condiciones de posibilidad de la movilidad social.
Otra consecuencia que se va a desprender del pasaje, es la de una nueva
jerarquización del saber, ya no serán las ciencias teóricas las preferidas y más
perfectas, por el contrario, las ciencias comenzarán a compartimentarse en
diferentes disciplinas cada una con su objeto de estudio.

Mientras que en Aristóteles las características de la sabiduría la convertían en


una ciencia que se ocupaba de lo universal, de las cosas más difíciles de conocer,
en Descartes lo fundamental va a estar dado por el cómo se conoce. Otra diferencia
que plantea el sujeto moderno con respecto al sabio antiguo, es que para este su
objeto más anhelado como la justicia, la belleza, el bien, etc., se hallaban en el
mundo de las ideas, mientras que para el moderno todo ello son cualidades de las
formas del entendimiento humanos para aprehender la realidad.

Por último, más allá de las diferencias que se plantean entre estos dos
paradigmas, no se puede decir que fue un quiebre total, más bien parece una
reformulación o bien una construcción nueva, pero con viejos conceptos; por
ejemplo, la dualidad mente-cuerpo se encuentra también en el paradigma moderno,
solo que para este la mente es una parte integrada al cuerpo; incluso, en el caso de
Descartes, lo racional, el logos, sigue teniendo preeminencia sobre los sentidos;
podría decirse, que la filosofía cartesiana tiene cualidades apolíneas.

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