Вы находитесь на странице: 1из 11

LA TRINIDAD

SAN HILARIO DE POITIERS

 LADALARIA, Luis(1986), SAN HILARIO DE POITIERS, Hilario: La trinidad, Libro II, BAC, Madrid,
España.

Esquema

A. Introducción. Síntesis de la doctrina trinitaria(1-5).


B. El Padre(6-7).
C. El Hijo(8-28): a- La generación eterna y su incomprensibilidad divina(8-12). b- El prólogo de San Juan
ilumina el misterio de la generación divina(13-21). c- Reafirmación de la fe católica contra las herejías(22-
23). d- El nacimiento temporal del Hijo(24-28).
D. El Espíritu Santo(29-35): a- Su existencia(29), b- Su no identificación con la esencia divina(30-32). c- El
don en nosotros(33-35).

1. Sería suficiente para los creyentes la palabra de Dios, que ha sido transmitida a nuestros oídos por
el testimonio del evangelista con toda la fuerza de su verdad cuando el Señor dice: "Id ahora a enseñar a
todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a
observar todo lo que yo os ordeno. Mirad que estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo"
(Mt 28,19s).
¿Qué es lo que no se dice en estas palabras acerca del misterio de la salvación del hombre? ¿Qué es
lo que falta o queda oscuro? Todo es completo y perfecto, puesto que proviene del que es completo y
perfecto, pues este pasaje contiene la significación exacta de las palabras, la realidad de las cosas, el orden
de las funciones, la comprensión de la naturaleza. Mandó bautizar "en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo", es decir, en la confesión del autor, del unigénito y del don. Uno solo es el Autor de todas
las cosas, pues "uno solo es Dios Padre, del que todo procede". Y "uno solo el Señor nuestro Jesucristo, por
medio del cual todo fue hecho" (1 Cor 8,6). Y "un solo Espíritu" (Ef 4,4), don en todos. Todas las cosas están
ordenadas según sus atributos y su actuación: una sola potencia de la que todo procede; un solo
engendrado por medio del cual todo fue hecho; un solo don en el que tenemos la perfecta esperanza.
Nada se echará en falta en una perfección tan grande, en la cual, en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, se
hallan la inmensidad en el eterno, la revelación en la imagen, el gozo en el don.

2. Pero por los errores de los herejes y blasfemos, nos vemos obligados a hacer lo que no es lícito, a
escalar lo escarpado, a hablar de lo inefable, a atrevernos a lo prohibido. Y aunque hubiera sido más
conveniente cumplir con sola fe lo que está ordenado, es decir, adorar al Padre, venerar con él al Hijo y
tener en abundancia al Espíritu Santo, nos vemos obligados a ampliar nuestro humilde lenguaje hasta
hablar de las cosas que son inexpresables; a causa del error ajeno, nos encontramos forzados a exponernos
al error, de modo que aquello que hubiera tenido que quedar oculto en la devoción de nuestros corazones,
ahora ha de ser sometido a los peligros del lenguaje humano.

3. Han aparecido muchos que han querido entender la sencillez de las palabras divinas según el
capricho de su voluntad, no según su único significado verdadero, interpretándola de modo distinto a lo
que pedía el valor de los textos, pues la herejía proviene de la interpretación errada, no de la Escritura; en
el modo de comprenderla, no en la palabra, está la culpa. ¿Puede la verdad ser corrompida cuando se
escucha la palabra "Padre"? ¿Acaso la naturaleza del Hijo no se contiene en el nombre? ¿Y no será el
Espíritu Santo el que es así nombrado? Pues no es posible que en el Padre no exista la paternidad, ni que le
falte al Hijo la filiación, ni que no sea propio del Espíritu Santo el ser recibido por nosotros. Pero hay
hombres perversos que todo lo confunden y enredan, y llegan, en el extravío de su mente, hasta cambiar la
naturaleza, y así privan al Padre de su paternidad cuando quieren quitar al Hijo la filiación. Le privan, en
efecto, de ella cuando, en su opinión, el Hijo no lo es por naturaleza, pues no se es hijo según la naturaleza
cuando no es la misma la que tienen el progenitor y el nacido. Y, en efecto, no es hijo aquel que tiene una
naturaleza distinta de la del padre. ¿Y cómo podrá el Padre ser tal, si no reconoce en el Hijo la sustancia y
la naturaleza que tiene él?

4. Los herejes, aunque no pueden cambiar en modo alguno estas cosas en cuanto a su realidad,
aducen. con trinas nuevas e invenciones humanas; así, Sabelio dice Padre se extiende en el Hijo a sí mismo
y cree que la distinción entre el Padre y el Hijo es cuestión de nombres más realidad, pues imagina que el
Hijo es el mismo que el Padre; y Ebión, que atribuye exclusivamente a María el origen del de Dios, y no
hace proceder al hombre de Dios, sino a Dios da hombre; y, por tanto, la Virgen no recibió en su seno a
que subsistía anteriormente porque es la Palabra, que al principio estaba junto a Dios y era Dios, sino que
engendro la carne por la palabra, pues afirma que el término «Palabra» no indicaba antes la naturaleza del
Dios unigénito que ya existía sino sólo el sonido de una voz. Como otros predicadores de hoy en día, que
hacen proceder de la nada y en el tiempo la forma, la sabiduría y la fuerza de Dios, preocupados en exceso de
que el Hijo nacido del Padre lo rebaje, pues dicen que, si el Hijo procediera del Padre, Dios quedaría
disminuido hasta ser como el Hijo. Y por ello vienen en ayuda de Dios al afirmar la creación del Hijo y
situarlo en el mismo plano de las cosas que han sido creadas de la nada, para que el Padre conserve la
perfección de la perfección de su naturaleza, ya que nada ha sido engendrado de él .
Y con esto, ¿Qué tiene de admirable que tengan también idea distinta acerca del Espíritu Santo
aquellos que de do tan temerario afirman que el que lo concede ha sido Creado, está sometido al cambio o
puede desaparecer? Y así deshacen la verdad de este perfecto misterio inventando una diversidad de
sustancias donde reina una tan gran comunión: niegan al Padre cuando privan al Hijo de la verdadera
filiación, desconocen al Espíritu Santo cuando ignoran su posesión por nosotros y a aquel de quien
proviene. De este modo llevan a la perdición a los inexpertos cuando afirman la racionalidad de esta
doctrina y engañan a los oyentes privando a los nombres de la realidad de su naturaleza, ya que no pueden
quitar los nombres a esta realidad.
Dejo de lado los otros nombres de personas peligrosas para los hombres; los valentinianos, los
marcionitas, los maniqueos y las otras pestes que de vez en cuando influyen en los inexpertos y los
contagian con su trato. Con todos ellos se produce una única epidemia cuando la enfermedad de los
pregoneros se introduce en la mente de los oyentes.

5. La falta de fe de estos herejes nos lleva a la duda y al peligro, de modo que se hace necesario decir
sobre importantes y misteriosas algo más que lo orden mandato divino. El Señor había dicho que los
pueblos debían ser bautizados en el nombre del Padre, y. del Hijo. Santo (Mt 28,19). La fórmula de la fe es
clara; pero respecta a todos los herejes, el sentido de las palabras es incierto. Por lo tanto, no hay que
añadir nada a lo prescrito que hay que poner un límite a la osadía; y ya que la m instigada por el engaño del
diablo, trata de ocultar la ven real con el respeto aparente por los nombres que corresponden a la
naturaleza, nosotros debemos dar a conocer la realidad que contienen los nombres; y una vez hayamos
mostrado al como lo encontramos en la Escritura, la dignidad y la función del Padre, del Hijo, del Espíritu
Santo, procuraremos que los nombres no queden privados de las propiedades de la naturaleza, sino que
éstas queden contenidas en la significación natural de estos nombres.
Yo no sé qué pretenden los que piensan de otra manera acerca de estas cosas; aquellos que
corrompen la verdad, llevan las tinieblas a la luz, quieren dividir lo que es indivisible, partir lo que es
incorruptible, separar lo que no puede descomponerse. Si para ellos es tan fácil desgarrar lo perfecto,
poner ley a la potencia divina, señalar límites al infinito, a mí el tener que responderles me angustia y me
inquieta, mi espíritu vacila, mi inteligencia se vuelve torpe; en mis palabras confesaré tanto mi insuficiencia
cuanto mi deber de callar del todo. Y ciertamente me veo obligado a querer hablar, pues se trata de resistir
a la osadía, de cuidar de que no se propague el error, de prevenir contra la ignorancia.
No tiene medida lo que se exige, es incomprensible aquello que hay que atreverse, es decir, hablar acerca
de Dios más allá de los límites fijados por Dios mismo. El estableció nombres que corresponden a la
naturaleza: Padre, Hijo, Espíritu Santo. Lo que se busca más allá de esto, rebasa el significado de las
palabras, la capacidad del pensamiento, la comprensión de la inteligencia. No se puede expresar, no se
puede alcanzar, no se puede abarcar. La naturaleza misma de la cosa hace imposible que las palabras
tengan un significado, la luz impenetrable ciega la mente que la contempla, lo que no está contenido en
ningún límite excede la capacidad de la inteligencia.
Pero nosotros, pidiendo perdón por esta necesidad a aquel que lo es todo, tendremos atrevimiento,
buscaremos, hablaremos; y prometemos una cosa sola en una cuestión de tanta importancia: creeremos
aquello que las palabras significan.

6. El Padre es aquel del que tiene el ser todo lo que existe. Él es en Cristo y por medio de Cristo el
origen de todo. Además tiene en sí mismo su ser, no recibe lo que es de ninguna otra parte, sino que lo
que es lo obtiene de sí mismo y en sí mismo. Es infinito, porque no está contenido en cosa alguna, sino que
todo está en él. Siempre está fuera del espacio, porque por nada puede ser contenido. Es siempre anterior
al tiempo, porque el tiempo procede de él. Corre con tu imaginación, si crees que tiene un fin último:
siempre encontrarás que él está presente, porque, aunque tú quieras ir cada vez más lejos, siempre podrás
aspirar a ir más allá. Siempre podrás buscar el lugar en que se encuentra, dado que su ser es infinito.
Hablando de él fallarán las palabras, pero su naturaleza no podrá ser circunscrita. Repasa, una vez más,
todos los tiempos; siempre encontrarás que él es; y cuando, hablando de él, te faltarán los números para
calcular, a él no le faltará jamás el ser. Pon en marcha toda tu inteligencia e intenta abarcarlo entero con tu
mente; no puedes alcanzar nada. A este todo le falta siempre algo; pero siempre está en el todo esto que
falta. Luego no está entero aquello a lo que le falta algo, ni tampoco lo que falta es enteramente el todo,
pues lo que falta es una parte, pero el todo es lo que está entero. Pero Dios está en todas partes y todo
entero en cualquier lugar. Rebasa los límites de la inteligencia aquel más allá del cual no hay nada y al cual
siempre pertenece el ser eterno.
Ésta es la verdad del misterio de Dios, éste es el nombre de la esencia impenetrable que hay en él:
el Padre. Dios es invisible, inefable, infinito; la palabra ha de callar para expresarlo, la mente es torpe para
investigarlo, la inteligencia se estrecha si quiere abarcarlo. El nombre de su naturaleza es el de Padre, pero
él es únicamente Padre. No tiene el ser Padre como recibido de otros, al modo de los hombres. Él mismo
es inengendrado, eterno, tiene siempre en sí la eternidad. Sólo es conocido por el Hijo, porque nadie
"conoce al Padre más que el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quisiera revelar" y nadie "conoce al Hijo más que
el Padre" (Mt 11,27). Saben el uno del otro, y su conocimiento recíproco es perfecto. Y ya que nadie
conoce al Padre más que el Hijo, nosotros debemos pensar acerca del Padre lo mismo que el Hijo que lo ha
revelado, que es el único "testigo fidedigno" (Ap 1,5).

7. Antes hubiera pensado que dicho estas cosas acerca del Padre, pues no se me escapa que todo
lenguaje es insuficiente para expresar sus propiedades. Hay que pensarlo como invisible, incomprensible,
eterno. Por lo demás, el hecho de que tenga el ser de sí mismo y por medio de sí mismo y el que sea
invisible, incomprensible y eterno son reconocimiento de su honor, una indicación de lo que sospechamos,
una cierta limitación debida a nuestro pensamiento; pero el lenguaje acerca de su naturaleza fracasa y las
palabras no explican la realidad tal como es. Pues cuando oyes que él existe en sí mismo, esto se opone a
lo que la razón humana entiende con claridad; pues nosotros distinguimos entre el contener y el ser
contenido, siendo una cosa lo que algo es y otra aquello en que está contenido. Y si, por otra parte, te das
cuenta de que su ser procede de sí mismo, verás que nadie puede ser, a la vez y para si mismo, el donante
y el don. Si sabes que es inmortal, hay algo que no procede de él, a lo que tú no puedes someterle; y no
solamente es esto lo que por la sola pronunciación de esta palabra se atribuye a otro. Si es incomprensible,
no estará en ninguna parte, puesto que se niega que pueda ser alcanzado. Si es invisible, todo aquel que
no es accesible a la vista tiene en sí mismo esta limitación. Así, nuestra confesión resulta siempre
defectuosa en su formulación y cualquier palabra que se utilice no explicará ni cómo es Dios ni su
grandeza. La perfecta ciencia consiste en conocer a Dios de tal modo que sepas que, aunque no se le
puede ignorar, no se le puede tampoco describir. Hace falta creer en él, entenderlo, adorarlo y confesarlo
en el cumplimiento de estos deberes.

8. De una costa sin refugio hemos salido a alta mar, en medio de la tempestad, sin que nos sea posible
avanzar o retroceder sin peligro; aunque hay todavía más dificultades en el camino que falta que en el ya
recorrido. El Padre es como es, y se ha de creer que es así. Alcanzar al Hijo hace estremecer nuestra mente
y cada palabra tiembla al ser pronunciada. Pues es la descendencia del ingenerado, uno que procede del
uno, verdadero del verdadero, vivo del vivo, perfecto del perfecto, potencia de la potencia, sabiduría de la
sabiduría, gloria de la gloria, "imagen del Dios invisible" (Col 1,15), forma del Padre ingenerado. ¿Y cómo
juzgaremos el nacimiento del unigénito a partir del ingenerado? Pues con bastante frecuencia el Padre del
cielo clama: "Este es mi Hijo amado en el que me he complacido" (Mt 17,5).

9. Uno y otro tienen el secreto de este nacimiento. Y si acaso alguno atribuye a su falta de inteligencia
el no poder alcanzar el misterio de esta generación una vez que ha entendido con claridad lo que significan
las nociones de Padre y del Hijo, sepa que yo también lo ignoro con un dolor mayor que el suyo. No
conozco, no indago. Y, a pesar de todo, me consolaré. Los arcángeles lo desconocen, los ángeles no lo han
oído, los siglos no lo abarcan el profeta no se hace cargo de él, el apóstol no ha preguntado, el mismo Hijo
no lo ha dado a conocer. Cesen las quejas dolorosas. Y a ti, quien quiera que seas, que preguntas por estas
cosas, no te hago subir a las alturas. no te obligo a extenderte, no te llevo hasta lo más profundo.
No soportarás con ecuanimidad la ignorancia acerca del nacimiento del Creador, tú que ignoras el
origen de la criatura? Esto, al menos, te pregunto: entiendes cómo has sido engendrado, comprendes lo
que ha sido engendrado de ti? No te pregunto de dónde has recibido tu sensibilidad, de dónde te ha
tocado en suerte la vida, de dónde has obtenido la inteligencia; que es el olfato, el tacto, la vista, el oído
que tienes en ti. Ciertamente, nadie ignora lo que hace. Te pregunto de donde puedes dar estas facultades
a aquellos que tú engendras, cómo les infundes los sentidos, das luz a sus ojos, como introduces en ellos e
corazón. Explícame esto, si puedes. Tienes, por consiguiente, lo que no conoces y das a otros lo que no
entiendes, desconoces lo tuyo con serenidad, te extrañas de ser ignorante en Las cosas de Dios

10. Escucha, por tanto, al Padre ingenerado, escucha al Hijo unigénito. Escucha: El Padre es mayor que
yo (Jn 14,28). Escucha: Yo y el Padre somos una misma cosa (Jn 10,30). Escucha: e ve, ve también al Padre
(Jn 14,9). Escucha: El Padre está y yo en el Padre (Jn 10,38). Escucha: Yo he salido del Padre 16.28). Y: Todo
lo que tiene se lo ha dado. Y: El Hijo tiene la vida en sí mismo, como el Padre la tiene en sí mismo. Escucha
al Hijo, imagen, sabiduría, fuerza, gloria de Dios. Y entiende al Espíritu Santo, que proclama: ¿Quién
contará su generación (Is 53,8). Y reprocha al Señor, que da testimonio: Nadie conoce al Hijo más que el
Padre y nadie conoce al Padre más que el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quisiera revelar (Mt 11.27).
Introdúcete en este secreto y sumérgete en el misterio de este nacimiento incomprensible, entre el
único Dios inengendrado y el Dios unigénito. Empieza, corre, continúa. Aunque sé que no llegarás hasta el
final, me alegraré con tu progreso. El que con reverencia va tras las cosas infinitas, aunque nunca las
alcance, sacará provecho de su avance.
Con esto llega a su límite nuestra inteligencia de estas palabras.

11. El Hijo procede de aquel Padre que tiene el ser, es unigénito que procede del ingenerado,
descendencia del Padre, viviente del viviente. Como el Padre tiene la vida en sí mismo, también se le ha
dado al Hijo tener la vida en sí mismo. Perfecto que procede del perfecto, porque es todo entero que es
todo entero. No hay división o separación por uno está en el otro y en el Hijo habita la plenitud del dad 30.
Es el incomprensible que procede del incomprensible: nadie les conoce, sino ellos entre sí. Es el invisible de
del invisible, porque es la imagen del Dios invisible(Col 1, 15) y porque el que ve al Hijo, ve también al
Padre (Jn 14.9). Uno procede del otro, porque son Padre e Hijo. Pero la naturaleza de la divinidad no es
distinta en uno y otro, porque los de son una misma cosa: Dios que procede de Dios. El Dios unigénito, del
único Dios ingenerado. No son dos dioses, sin uno que procede de uno. No dos ingenerados, porque el que
ha nacido procede del que no ha nacido. En nada se diferencian el uno del otro, porque la vida del viviente
está en el que vive.
Estas cosas hemos alcanzado acerca de la naturaleza de la divinidad, sin entender lo más elevado,
pero dándonos cuenta de que son incomprensibles las cosas de que hablamos. Podrás decir: «De nada
sirve la fe si nada puede ser comprendido». AI revés, el servicio que la fe proporciona es el de saber que
aquello por lo que se pregunta es incomprensible para ella.
12. Falta todavía algo por decir acerca de la indescriptible generación del Hijo; más aún, este algo es el
todo. Me siento inquieto, indeciso, torpe, y no sé por dónde empezar, pues no sé cuándo ha nacido el Hijo
y no me es licito ignorar que ha nacido. ¿A quién suplicaré? ¿A quién imploraré? ¿De qué libros tomaré las
palabras para explicar asuntos de tan gran dificultad? ¿Tendré que revolver toda la sabiduría de la escuela
griega? Pero he leído: ¿Dónde está el sabio, donde el investigador de las cosas de este mundo? (1 Cor
1,20). En esto son mudos los inteligentes del mundo y los sabios de este siglo, ya que han rechazado la
sabiduría de Dios". ¿Consultaré, por tanto, al escriba de la ley? Pero ignora todo esto, porque la cruz de
Cristo es un escándalo para él. ¿Os exhortaré, acaso, a que disimuléis y os calléis, porque para rendir culto
a aquel que predicamos es suficiente que los leprosos hayan sido limpiados, que los sordos hayan oído, los
cojos hayan corrido, los paralíticos hayan recobrado sus fuerzas, los ciegos hayan recibido la luz, el ciego de
nacimiento haya conseguido la vista, los demonios hayan sido expulsados, los enfermos hayan recobrado
la salud, los muertos hayan resucitado? Pero también los herejes confiesan todas estas cosas y perecen.

13. Preparaos para algo que no es menos que el correr de los cojos, la vista de los ciegos, la huida de los
demonios, la vida de los muertos, pues para ayudarme en las dificultades más arriba expresadas está
conmigo un pescador [el evangelista Juan] pobre, ignorante, indocto; que aplica sus manos a las redes, con
los vestidos mojados, con los pies manchados de barro, todo él como quien sale de la barca. Buscad y
tratad de entender si es más admirable haber resucitado a los muertos o comunicar a un inculto el
conocimiento de esta doctrina. Pues dice: "En el principio existía la Palabra" (Jn 1,1). ¿Qué quiere decir "En
el principio existía"? Se sobrepasan los tiempos, se pasan en silencio los siglos, se eliminan las edades.
Coloca un principio cualquiera, el que prefieras; no logras limitarlo en el tiempo, pues ya existía aquel de
que se trata. Mira el mundo y date cuenta de lo que se ha escrito acerca de él: "En el principio hizo Dios el
cielo y la tierra" (Gén. 1,1). En el principio se hace aquello que se crea, y puedes determinar en el tiempo lo
que en el principio se establece para que fuera creado. Pero mi pescador, iletrado, ignorante, está libre del
tiempo, no está ligado a los siglos. Supera todo principio, pues era lo que es, y no puede ser limitado para
que empiece a existir en tiempo alguno, ya que "en el principio existía", no fue creado.

14. Pero tal vez pensaremos que nuestro pescador se ha apartado del plan de exposición propuesto por
nosotros, pues ha liberado a la Palabra de todo límite temporal y lo que es libre se pertenece a sí mismo y
es para sí mismo, es solitario y a nadie está sometido. Prestemos atención a lo restante. Dice: "Y la Palabra
estaba junto a Dios" (Jn 1,1). Sin principio está ya junto a Dios aquel que existía antes del principio. Aquel
que existía está junto a Dios y aquel que está libre de cualquier tiempo que podamos pensar, no está lejos
del que es su Autor. Nuestro pescador logró escapar. Pero tal vez quedará cogido en lo que aún le falta.

15. Tú dirás: "La Palabra es el sonido de la voz, la denominación de los objetos y la expresión de los
pensamientos. Estaba junto a Dios y existía al principio porque es eterna la expresión del pensamiento
cuando es eterno el que piensa".
Te responderé primeramente algunas cosas en lugar de mi pescador hasta que veamos de qué
manera defiende él mismo su simplicidad. La palabra tiene en su naturaleza el poder ser; pero después de
haber sido pronunciada es propio de ella el haber sido; solamente es en el tiempo en que es oída. ¿Y cómo
"existía en el principio" (Jn 1,1) aquello que no es ni antes del tiempo ni después del tiempo? Ignoro
incluso si puede existir en el tiempo, pues la palabra de aquellos que hablan no existe antes de que hablen
y no será tampoco cuando hayan terminado de hablar; y en el mismo momento en que hablan, al final ya
no será lo mismo que cuando empezaron. Estas cosas se me ocurren a mí, como uno de tantos.
Pero el pescador, por su cuenta, responde de otra manera. Y en primer lugar te reprocharé el
haberlo escuchado con negligencia. Pues si has dejado pasar como oyente inexperto la primera frase: "En
el principio existía la Palabra", ¿cómo te vas a quejar de lo que sigue: "Y la Palabra estaba junto a Dios" (Jn
1,1)? ¿Acaso habías oído "en Dios" para que entendieras la expresión de un pensamiento oculto? ¿O es
que en tu simplicidad se te había escapado la importancia que tiene distinguir entre estar en alguno o estar
junto a alguno? Pues no se afirma que lo que "en el principio existía" estaba en otro, sino con otro.
Pero no saco ninguna conclusión de lo que precede. Téngase presente lo que sigue. Fíjate en la
condición y el nombre de la Palabra. Pues dice: "Y la Palabra era Dios" (Jn 1,1). Nada hay, por tanto, de
sonido de voz ni de expresión de un pensamiento. Esta Palabra es una realidad, no un sonido; una
sustancia, no una simple expresión; es Dios, no una vaciedad.

16. Pero me asusta el hablar y me intranquiliza este lenguaje inusitado. Escucho: "Y la Palabra era Dios"
(Jn 1,1), y los profetas me anunciaron que no hay más que un solo Dios. Pero para que mi temor no pueda
pasar más adelante, explícame, pescador mío, la economía de un misterio tan grande. Y relaciona todas
estas cosas con la unidad de Dios sin alterarla, sin abolirla, sin someterla al tiempo. Dice: "Éste estaba en el
principio junto a Dios" (Jn 1,2). Si estaba en el principio, no está contenido en el tiempo. Puesto que es
Dios, no se hace mención de un simple sonido. Y si está junto a Dios, no se altera ni se elimina nada, pues
su ser no se disuelve en otro y se afirma que está junto al único Dios ingenerado del que procede él mismo,
único Dios unigénito.

17. Todavía esperamos de ti, pescador, que nos des a conocer la plenitud de la Palabra, pues
ciertamente existía en el principio, pero pudo no existir antes del principio. También aquí te indico algo en
lugar de mi pescador. Lo que era, no pudo no haber sido, pues "era" no permite que no haya sido en algún
momento del tiempo. Pero ¿qué dice por sí mismo? "Todas las cosas fueron hechas por medio de él" (Jn
1,3). Luego, si nada existe sin aquel por el cual todas las cosas han tenido comienzo, aquel por el cual ha
sido hecho todo lo que existe, es también infinito. El tiempo es una medida que indica la distancia no en el
lugar, sino en la sucesión de aquello que permanece. Y puesto que todas las cosas provienen de él, no hay
nada que no tenga su origen en él; luego también el tiempo procede de él.

18. Pero alguien puede decirte: "Pescador mío, en este punto has sido demasiado fácil y demasiado
confuso. 'Todas las cosas fueron hechas por medio de él' (Jn 1,3) es una afirmación sin ningún límite. Y está
el ingenerado, que no ha sido hecho por nadie, y está el mismo Hijo, engendrado del ingenerado. Al decir
'todas las cosas', no se hace ninguna excepción y nada puede quedar fuera". Pero, mientras no nos
atrevemos a decir nada más o quizá nos esforzamos en hablar, ven a nuestro encuentro: "Y sin él nada se
ha hecho" (Jn 1,3). Te has referido al Creador cuando has confesado que tiene un compañero, pues cuando
dices que nada fue hecho sin él, entiendo que no lo ha hecho él solo, porque uno es aquel por medio del
cual todo fue hecho, otro aquel sin el que nada fue hecho; cuando se habla del uno y del otro, podemos
distinguir una alusión al que interviene y otra al Creador propiamente dicho.

19. Me sentía preocupado a causa del Creador, que es uno e inengendrado, no fuera a ser que al decir
"todas las cosas" no se le exceptuara; pero me quitaste el miedo con las palabras: "Y sin él nada se ha
hecho" (Jn 1,3). Y, no obstante, estoy inquieto y turbado a causa de esta frase: "Sin él nada se ha hecho",
pues hay algo que ha sido hecho por otro, que, con todo, no ha sido hecho sin él; y si algo se ha hecho por
otro, aunque no sin él, ya no han sido hechas por él todas las cosas, porque una cosa es haber hecho algo,
otra distinta haber tenido una intervención con el que lo ha hecho. Sobre este punto, pescador mío, a
diferencia de los demás, nada tengo que decir por mi cuenta. Se ha de responder en seguida con tus
palabras: "Todas las cosas fueron hechas por medio de él" (Jn 1,3). Me doy cuenta, pues el Apóstol enseñó:
"Lo visible y lo invisible, los tronos, las dominaciones, los principados, las potestades, todo fue creado por
medio de él y en él" (Col 1,16).

20. Si todo fue creado por medio de él, ven en nuestra ayuda y cuéntanos qué es lo que no ha sido
hecho sin él. "Lo que ha sido hecho en él es vida" (Jn 1,3s). Por lo tanto, no se ha hecho sin él lo que se ha
hecho en él, pues lo que ha sido hecho en él, también ha sido hecho por medio de él, ya que "todo fue
creado por medio de él y en él" (Col 1,16). Creado en él, porque nació como Dios creador. Pero también,
por esta razón, nada se ha hecho sin él de lo que se ha hecho en él, porque al nacer como Dios era la vida;
y el que era la vida no pudo haber sido hecho vida después de haber nacido, ya que en él no hay diferencia
entre la condición en que ha nacido y lo que ha recibido después de nacer. No hay en él sucesión temporal
entre el nacimiento y el crecimiento. Pero nada se hacía sin él de lo que se hacía en él, porque la vida es
aquel en que se hacía, y Dios que ha nacido de Dios existe como Dios por el hecho de nacer, no ha
adquirido esta condición después de haber nacido. Pues, al nacer como viviente del viviente, verdadero del
verdadero, perfecto del perfecto, no nació sin el poder que le corresponde por su nacimiento, no se dio
cuenta de su nacimiento después de que tuviese lugar, sino que se sabía Dios por el mismo hecho de nacer
como Dios de Dios.
Por esto es el unigénito de aquel que no ha sido engendrado. Por esto, "yo y el Padre somos una
sola cosa" (Jn 10, 30). Por esto confesamos un solo Dios cuando confesamos al Padre y al Hijo. Por esto, el
Padre está en el Hijo, y el Hijo en el Padre. Por esto, "el que me ve, ve también al Padre" (Jn 14,9). Por esta
razón, el Padre ha dado al Hijo todo lo que tiene. Por esto, "como el Padre tiene la vida en sí mismo, dio al
Hijo tener la vida en sí mismo" (Jn 5,26). Por esto, "nadie conoce al Hijo más que el Padre y nadie conoce al
Padre más que el Hijo" (Mt 11,27). Por esta razón, "en él habita la plenitud de la divinidad corporalmente"
(Col 2,9).

21. Esta "vida es la luz de los hombres" (Jn 1,4), ésta es la luz que ilumina las tinieblas. Y para
consolarnos ante la imposibilidad de describir la generación de que habla el profeta [Isaías], el pescador
añadió: "Y las tinieblas no la comprendieron" (Jn 1,5). Aquí termina nuestra capacidad de hablar y no se
sabe hacia dónde dirigirse. Y, no obstante, este pescador lo aprendió reposando sobre el pecho del Señor.
No es éste el lenguaje de la tierra, porque no es de la tierra el asunto de que se trata. Si el sentido de estas
palabras puede dar a conocer algo más de lo que hemos dicho ya, que se exponga, y si hay otros nombres
que indiquen la naturaleza del Hijo que hemos explicado, que se muestren. Pero, si no los hay, más
todavía, precisamente porque no los hay, admiremos esta doctrina del pescador y démonos cuenta de que
en él está la palabra de Dios; y confesemos y adoremos al Padre y al Hijo, al ingenerado y al unigénito,
como un misterio inefable que excede toda nuestra capacidad de comprensión y de expresión; y, a
ejemplo de Juan, reposemos sobre el pecho del Señor Jesús para que podamos entender estas cosas y
hablar sobre ellas.

22. Confirman la integridad de esta nuestra fe la autoridad de los evangelios y la doctrina de los
apóstoles, y también el inútil engaño de los herejes, que por todas partes hacen ruido alrededor de
nosotros. Está firme este fundamento, sólido e inamovible, contra todos los vientos, lluvias y torrentes; no
conmueve con los vendavales, no penetran en él las corrientes de agua, no se sumerge en las
inundaciones; y, sin duda se mueve con los vendavales, no penetran en él las corrientes de mucho valor
aquello que, asediado por muchos, no puede ser derribado por ninguno.
De la misma manera que ciertas clases de medicamentos están preparados de tal modo que no son
sólo útiles para determinadas enfermedades, sino que las remedian todas en general y tienen en si el
poder de beneficiar a todos, igualmente la fe católica ofrece el remedio no sólo contra cada una de las
enfermedades, sino contra todas en general; ninguna clase de mal la puede debilitar, ni la cantidad de ellos
puede vencerla, ni su variedad la puede engañar. Pero ella, una y la misma, resiste contra cada una de las
herejías y contra todas juntas.
Es admirable que en ella sola se encierren tantos remedios cuantas son las enfermedades y habrá
tantas enseñanzas verdaderas como intentos de falsedad. Reúnanse todos los nombres de los herejes y
preséntense todas sus escuelas. Escuchen que hay un solo Dios Padre no engendrado y un solo Hijo
unigénito de Dios, Hijo perfecto del Padre perfecto; que no ha sido engendrado por medio de una
disminución del Padre ni separado como una parte cualquiera de un todo, sino que aquel que todo lo
posee ha engendrado al que todo lo ha recibido; y éste no ha salido del Padre como una emanación o una
corriente, sino que ha nacido en todo y por todo de aquel que nunca deja de estar con todo aquello en que
está; libre del tiempo, desligado de los siglos, por su medio fueron creadas todas las cosas y no hubiese
podido existir en el tiempo, ya que fue establecido por él. En esto consiste la confesión de la fe católica y
apostólica, que deriva de los evangelios.

23. Que afirme Sabelio, si se atreve, que el Padre y el Hijo son el mismo y que este mismo es el que es
llamado con los dos nombres, de modo que para él ambos sean una sola persona, no una sola cosa, Y
escuchará inmediatamente de los evangelios no una ni dos veces, sino con mucha frecuencia: Este es mi
Hijo amado, en el que me he complacido (Mt 17,5). Oirá también: El Padre es mayor que yo (Jn 14,28). Y
también: Yo voy al Padre Jn 14,12); y: Padre, te doy gracias Jn 11,41); y: Glorifícame, Padre Jn 17,5); y: Tú
eres el Hijo del Dios vivo (Mt 16,16).
Trate de escaparse Ebión, que piensa que el Hijo de Dios tiene su origen en María y cree que la
Palabra existe sólo desde el comienzo de su vida terrena. Lea otra vez: Padre, glorifícame junto a tí mismo
con la gloria que tuve junto a ti antes de que el mundo existiese (Jn 17,5); y: En el principio existía la
Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios (Jn 1,1); y: Todas las cosas fueron hechas por
medio de él Jn 1,3); y: Estaba en el mundo, y el mundo no lo conoció (In 1,10).Que se presenten los
predicadores de esta doctrina nueva, pero que procede del anticristo, que se burlan del Hijo de Dios con
toda clase de injurias. Y escuchen: Yo salí del Padre16.28); y: El Hijo está en el seno del Padre (Jn 1,18); y:
Yo y el Padre somos una sola cosa Jn 10,30); y: Yo en el Padre y el Padre en mí (Jn 14,11). Y, por último,
irrítense, juntamente con los judíos, porque Cristo, confesando a Dios como su propio Padre, se hizo igual a
Dios y escuchen también con ellos: Credo mis obras, pues el Padre está en mi y yo en el Padre (Jn 10,38),
Pues uno solo es este fundamento inamovible, una la dichosa roca de la fe confesada por boca de Pedro: Ti
eres el Hijo del Dios vivo(Mt 16,16); esta confesión contiene en si tantas pruebas en favor de la verdad
cuantas sean las cuestiones perversas y las calumnias heréticas que se levanten.

24. En las cosas restantes se muestra ya la economía de la salvación querida por el Padre, La virgen, el
parto, el cuerpo, y después la cruz, la muerte, el descenso a los infiernos, todo esto es nuestra salvación.
Pues, por el bien del género humano, el Hijo de Dios ha nacido de la Virgen y del Espíritu Santo; el mismo
fue su propio servidor en esta acción con su fuerza, es decir, la de Dios, cubrió a María, sembró en ésta el
comienzo de su cuerpo y estableció el principio de su vida en la carne; de tal manera que, hecho hombre,
recibió en sí de María la naturaleza carnal, y, mediante la unión que se deriva de esta mezcla, fue
santificado en él el cuerpo de todo el género humano; y así como todos los hombres fueron incorporados a
él por el cuerpo que quiso asumir, del mismo modo él, a su vez, se dio a todos por medio de aquello que en
él es invisible. Así pues, la imagen del Dios invisible no rechazó la vergüenza del nacimiento humano y pasó
a través de todas las humillaciones de nuestra naturaleza: por la concepción, el parto, el llanto, la cuna

25. Qué podremos dar nosotros a cambio que sea digno del amor manifestado en benevolencia tan
grande? El único Dios unigénito, cuyo nacimiento de Dios es inefable, crece en forma de cuerpecillo
humano introducido en el seno de la santa Virgen. El que todo lo contiene y dentro del cual, y por medio
del cual todo existe, es dado a luz según la ley común de todo parto humano. Y se escucha en el llanto de
un niño a aquel a cuya voz tiemblan los ángeles y los arcángeles y son destruidos el cielo, la tierra y todos
los elementos de este mundo. El que es invisible e incomprensible, que no puede ser abarcado por los
sentidos, por la vista, por el tacto, está envuelto en pañales en una cuna. Y si alguien estima que esto es
indigno de Dios, se deberá reconocer deudor de un beneficio tanto más grande cuanto menos se
acomodan estas cosas a la majestad divina. No tuvo necesidad de hacerse hombre aquel por medio del
cual el hombre fue hecho, pero nosotros teníamos necesidad de que Dios se hiciera carne y habitara en
nosotros, es decir, que por la asunción de un solo cuerpo habitase en toda carne. Su humillación es nuestra
nobleza. Su afrenta es nuestro honor. Porque él, que es Dios, existe en lacarme, nosotros por nuestra parte
seremos renovados hasta llegar a Diosa partir de nuestra carne.

26 Pero para que la consideración de la cuna, el llanto, el parto y la concepción no ocupen las mentes
con pensamientos angustiosos, en cada una de estas cosas hay que tener preséntela dignidad de Dios, de
modo que la manifestación del poder preceda a la humillación voluntaria y su dignidad no lleve a olvidar su
condescendencia. Veamos por qué medios tiene lugar la concepción. El ángel dirige a Zacarías, se anuncia
el parto a una estéril, el sacerdote sale mudo del lugar del incienso, Juan empieza a hablar cuando estaba
todavía en el seno de la madre, el ángel bendice a María y le promete que ella, una virgen, será madre del
Hijo de Dios. Ella se conmueve, pensando en su virginidad, ante la dificultad de que esto suceda. El ángel le
explica el poder de la acción divina. Le dice: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra (Lc 1,35).El Espíritu Santo, viniendo desde lo alto, santificó el seno de la Virgen y
soplando en él porque el Espíritu sopla donde quiere(Jn 3,8), se unió a la naturaleza humana carnal , y con
su y su poder asumió lo que le era ajeno fuerza y su Y para que, a causa de la insuficiencia del cuerpo
humano, nada estuviera en disonancia, el poder del Altísimo cubrió a la Virgen con su sombra, dio fuerza a
su debilidad, envolviéndola como una sombra para que la protección de la fuerza divina dispusiera su
sustancia corporal para la eficacia generadora del Espíritu que entraba en ella. Esta es la dignidad que
tenemos que reconocer a la concepción.

27. Veamos ahora la dignidad que acompaña el parto, el llanto, la cuna. El ángel dice a José que la
Virgen dará a luz y que aquel que nacerá ha de ser llamado Emmanuel, decir, Dios con nosotros El Espíritu
lo anuncia por medio del profeta, el ángel es testigo: el que nace es Dios con nosotros. La luz de una nueva
estrella se muestra a los magos desde el cielo y un signo celeste acompaña al Señor del cielo. El ángel
anuncia a los pastores que ha nacido Cristo el Señor, salvador de todos. La multitud del ejército celeste se
reúne en la alabanza del niño y el gozo de este coro divino anuncia tan gran acontecimiento. Después
proclama gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Vienen después los
magos y lo adoran envuelto en pañales: doblan sus rodillas ante el que está puesto en una cuna después
de haberse dedicado a los arcanos de su vana ciencia. Así adoran los magos la miseria de la cuna. Así se da
honra al llanto mediante el gozo celestial de los ángeles. Así están al servicio de su nacimiento el Espíritu,
que lo proclama por medio del profeta; el ángel que lo anuncia, y la estrella con su nueva luz. Así el Espíritu
Santo que viene de lo alto y la fuerza del Altísimo que cubre a María con su sombra obran el principio de su
nacimiento. Una cosa es la que se ve, otra laque se comprende; una la que se observa con los ojos, otra
laque se observa con la mente. Una virgen da a luz, el nacido viene de Dios. Llora un recién nacido y se oye
a los ángeles que lo alaban. Los pañales son miserables, Dios es adorado. Así no se pierde el honor del
poder divino cuando se asume la humildad de la carne.

28. Igual es el decurso restante de su vida, pues todo el tiempo que pasó como hombre lo llenó con las
obras de Dios. No es el momento de hablar de cada uno de los detalles. Solamente se ha de tener esto en
cuenta en los milagros y curaciones de todo género, que él era hombre por la asunción de la carne y se
mostraba como Dios en las obras realizadas.

29. Acerca del Espíritu Santo, no debemos mantenernos en silencio, aunque tampoco es necesario
hablar. Pero no podemos callar a causa de aquellos que lo ignoran; aunque no sería necesario hablar de
aquel que ha de ser confesado como procedente del Padre y del Hijo Ciertamente, pienso que no ha de
tratarse acerca de su existencia, pues existe, ya que es dado, es recibido, es poseído. Y el que está unido a
la confesión del Padre y del Hijo no puede separarse en la confesión del Padre y del Hijo. No tenemos un
todo perfecto si le falta algo. Y, si alguno nos pregunta por lo que entendemos acerca de él, podemos leer
los dos en el Apóstol: Porque sois hijos de Dios, envió Dios a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que
clama:¡Abba, Padre! (Gál 4,6). Y otra vez: No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, en el que habéis sido
sellados (Ef 4,30). Y otra vez, nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el Espíritu que
procede de Dios, para que sepamos qué es lo que Dios nos ha dado(1 Cor 2,12). Y también: Vosotros no
estáis en la carne, sino en el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios está en vosotros. Si alguno no tiene el
Espíritu de Cristo, no le pertenece (Rom 8,9). Y también: Si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de
entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó a Cristo de entre los muertos vivificará también
vuestros cuerpos mortales por causa de su Espíritu que habita en vosotros(Rom 8,11).Luego, puesto que
existe, es dado, es poseído y es de Dios, cese la habladuría calumniosa. Cuando preguntan por quién existe,
para que existe o quién es, si les desagrada la respuesta de quienes decimos que viene a la existencia por
aquel por medio del cual todo se hizo y que proviene de aquel del que todo procede (1 Cor 8,6), y que
porque es el Espíritu de Dios ha sido dado a los creyentes, les desagradarán también los apóstoles y los
profetas, que sólo dijeron de él que existe, y por ello les desagradarán también el Padre y el Hijo.

30. Pienso que algunos continúan en la ignorancia y en lauda, ya que ven que este tercer nombre, es decir,
Espíritu Santo, significa con frecuencia el Padre o el Hijo. Lo cual no causa ninguna preocupación, porque
tanto el Padre como el Hijo son «espíritu y son «santos».
31. Hay que considerar diligentemente de qué manera y por qué razón se dijo lo que leemos en el
Evangelio: Porque Dios es Espíritu(Jn 4,24), pues toda afirmación se hace por algún motivo, y por ello su
sentido se deberá explicar a partir de la razón por la que se hace, no sea que porque el Señor haya dado la
respuesta: Dios es Espíritu, se vaya a negar con el nombre del Espíritu Santo la posesión y el don del
mismo. El Señor hablaba con una samaritana pues había llegado la redención para todos. Y después de una
larga conversación sobre el agua de la vida y los cinco maridos, y sobre el que entonces tenía, que en
realidad no lo era, la mujer le respondió: Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron a Dios
enaste monte, y vosotros decís que está en Jerusalén el lugar donde se le debe adorar. El Señor respondió:
Créeme, mujer, porque viene la hora en que no adorareis al Padre ni en este monte ni en Jerusalén.
Vosotros adoráis lo que no conocéis, nosotros lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos.
Pero llega la hora, y es ésta, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en verdad,
porque así quiere el Padre que sean los que lo adoren. Pues Dios es Espíritu, y los que lo adoran deben
adorarlo en Espíritu y en verdad, porque Dios es Espíritu (Jn 4,19-24).La mujer, que recordaba las
tradiciones de sus padres creía que Dios debía ser adorado o en el monte, como en Samaria, o en el
templo, como en Jerusalén, pues Samaria, transgrediendo la ley, había elegido un lugar sobre una montaña
para adorar a Dios; en cambio, los judíos pensaban que el templo fundado por Salomón era el lugar del
culto. Unos y otros se equivocaban al querer encerrar a Dios, en el cual están todas las cosas y que no
puede ser contenido por nada exterior a él, bien en la cima de un monte, bien en el hueco de un edificio. Y
ya que Dios es invisible, incomprensible, inmenso, dice el Señor que ha llegado el tiempo en que Dios no ha
de ser adorado ni en un monte ni en un templo, porque Dios es Espíritu Jn 4,24), y el Espíritu no puede ser
limitado ni contenido pues por la potencia de su naturaleza está en todas partes, no está ausente de
ningún sitio, a todo sobrepasa en abundancia en todas las cosas; por eso, los verdaderos adoradores son
los que lo adorarán en Espíritu y en verdad. Para los que van a adorar en el Espíritu al Dios Espíritu, el
primero tendrá una función, el segundo recibirá el honor porque no es el mismo aquel que ha de ser
adorado y aquel en el que se le adora. Por lo tanto, el que se haya dicho: Dios es Espíritu, no elimina ni el
nombre ni el don del Espíritu Santo.
Y a la mujer que quería encerrar a Dios en el templo y en el monte se le responde que todas las
cosas están en Dios, y Dios en sí mismo, y que al que es invisible e incomprensible se le ha de adorar en lo
invisible e incomprensible. Así se ha manifestado claramente la naturaleza del don y de aquel a quien se
rinde el honor, puesto que Jesús enseñó que el Dios Espíritu ha de ser adorado en el Espíritu; mostró así la
libertad y el conocimiento de los que adoran a Dios y la infinitud del que es adorado, ya que el Dios Espíritu
es adorado en el Espíritu.

32. Semejantes a éstas son también las palabras del Apóstol: El Señor es Espíritu, y donde está el
Espíritu del Señor allí está la libertad (2 Cor 3,17). Para hacer comprensible el significado de la frase ha
distinguido entre el que es (Espíritu) y el que es el Espíritu) de aquél, pues no es lo mismo poseer que ser
poseído ni significa lo mismo «el» que «de él». Así, al decir: El Señor es Espíritu, muestra su naturaleza
infinita; cuando añade Donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad, indica a aquel que es de Dios.
Porque el Señor es Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. No se han dicho estas
cosas porque hubiera necesidad, sino para que no quedara nada oscuro. Pues el Espíritu Santo es uno solo
en todas partes, él es el que ha iluminado a todos los patriarcas, profetas y todo el coro de la ley; ha
inspirado también a Juan en el seno de su madre, ha sido dado después a los apóstoles y a los demás
creyentes para que conozcan la verdad que les ha sido concedida.

33. Escuchemos del mismo Señor cuál es la función del Espíritu Santo en nosotros. Pues dice: Todavía
tengo muchas cosas que deciros, pero podéis soportarlas ahora. Os conviene que yo me vaya. Si me voy, os
enviaré al abogado (Jn 16.12-7). Y otra vez: Yo rogare al Padre, y os enviará otro abogado, el Espíritu
paráclito. El me glorificará (Jn 14,16s + 16,14). Y de nuevo dijo: Yo rogaré a mi Padre, y os enviará otro
abogado para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad. Él os guiará a la verdad plena.
Pues no hablará por sí, sino que dirá todo lo que oiga y os anunciará lo que ha de venir. El me glorificará,
porque tomará de lo mío Jn 14,16s + 16,13s)
Estas cosas, sacadas de muchos lugares, se han dicho para abrir el camino a la comprensión; en
ellas se contiene la voluntad del donante y el sentido y las características del don puesto que nuestra
debilidad no es capaz de entender ni al Padre ni al Hijo, el don del Espíritu, con su función intercesora,
ilumina nuestra difícil fe en la encarnación de Dios.

34. De lo anterior se sigue que debamos escuchar ahora al Apóstol, que explica el poder y la función de
este don. Pues dice: Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no
habéis recibido un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino que recibisteis el Espíritu de
adopción en el que clamamos: ¡Abba, Padre! (Rom 8,14s). Y de nuevo: Porque nadie en el Espíritu de Dios
dice «Anatema sea Jesús» y nadie puede decir «Jesús es Señor» sino en el Espíritu Santo (1 Cor 12,3). Y
también: Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; y diversidad de ministerios, pero un mismo
Señor; y diversidad de operaciones, pero un solo Dios, que lo obra todo en todos. A cada uno se le da la
iluminación del Espíritu para utilidad. A uno se le da por medio del Espíritu la palabra de sabiduría; a otro,
la palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, la fe en el mismo Espíritu; a otro, el don de curaciones
en el único Espíritu; a otro, el poder de milagros; a otro, la profes discernimiento de espíritus, a otro, la
diversidad de lenguas interpretación de lenguas. Todas estas cosas las obra el Espíritu (1 Cor 12,4-11).
Tenemos, por tanto, el origen de este don, te efectos. Y no sé qué duda puede quedar acerca de él.
claro su origen, su ser y su poder,

35. Usemos, por ello, de estos dones recibidos con generosidad y pidamos el goce de este regalo
necesario manera, pues el Apóstol, como ya antes hemos mostrad Pero nosotros no hemos recibido el
espíritu de este mundo, sino el que viene de Dios, para que conozcamos lo que nos ha sido dado por Dios
(1 Cor 2,12). Recibimos, por ende, el Espíritu para poder conocer. Así como el cuerpo humano sería inútil si
le faltaran le estímulos en virtud de los cuales funciona -pues los ojos, si no existiera la luz ni el día, no
servirían para nada; como los oídos no reconocerían su función si no se emitieran voces o sonidos: la nariz
no sabría para qué sirve si no se exhalaran olores; y todo ello no ocurriría por un defecto de la naturaleza,
sino que el uso de los sentidos depende de un estímulo exterior-, igualmente, la mente humana, si no ha
recibido, por medio de la fe, el don del Espíritu, tendrá la posibilidad de entender la naturaleza de Dios,
pero le faltará la luz del conocimiento.
El don que está en Cristo, siendo uno, está en su totalidad a disposición de todos. Y ya que no falta
en ninguna parte, se da en la medida en que cada uno lo quiere recibir, habita en nosotros en la medida en
que cada uno quiera merecerlo. Este don estará con nosotros hasta el fin del mundo, es el consuelo de
nuestra espera; en la acción de sus dones es la prenda de la esperanza futura, la luz de nuestras mentes, el
esplendor de nuestras almas. Este Espíritu Santo ha de ser pedido, ha de ser merecido, y después ha de ser
conservado con el fiel cumplimiento de los divinos preceptos.

Вам также может понравиться