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Conformado por dos impresionantes espejos de agua que se rinden ante los pies del nevado

Huascarán, la quebrada de Llanganuco es uno de los destinos naturales más bellos que tiene la
sierra peruana y que es admirado por turistas de todo el mundo. Una joya de color turquesa que
guarda historia y misticismo en pleno Callejón de Huaylas y que te invita a que lo descubras. Sal
de la rutina y enrúmbate a vivir nuevas emociones en la quebrada de Llanganuco ubicado en la
región de Ancash, que se caracteriza por sus impresionantes paisajes naturales y hermosas
lagunas color turquesa que nacen de los nevados Huascarán, Huandoy, Pisco y Yanapaccha,
ubicadas a 84 km al noreste de Huaraz.
Estas bellezas naturales son las lagunas Chinancocha y Orconcocha, que se encuentran en pleno
corazón del Parque Nacional Huascarán y se caracterizan por el color cristalino de sus aguas que
irradian un fondo realmente increíble al pie de los nevados.
Sal de la rutina y enrúmbate a vivir nuevas emociones en la quebrada de Llanganuco ubicado en la
región de Ancash, que se caracteriza por sus impresionantes paisajes naturales y hermosas
lagunas color turquesa que nacen de los nevados Huascarán, Huandoy, Pisco y Yanapaccha,
ubicadas a 84 km al noreste de Huaraz.
Estas bellezas naturales son las lagunas Chinancocha y Orconcocha, que se encuentran en pleno
corazón del Parque Nacional Huascarán y se caracterizan por el color cristalino de sus aguas que
irradian un fondo realmente increíble al pie de los nevados.
Hermosas lagunas de aguas color turquesa, famosas en el Perú y el mundo, ubicadas
a 84 km al noreste de Huaraz, y 25 km de Yungay; situado en el Parque Nacional
Huascarán. Este magnífico escenario natural se encuentra en un estrecho valle glaciar,
entre los Nevados Huascarán (6 768 m) y Huandoy (pico sur 6,160 m).
La quebrada de Llanganuco se encuentra a 3800 m.s.n.m. y comprende dos lagunas:
Chinancocha (laguna hembra) y Orconcocha (laguna macho)

Clima
Semiseco y templado, con una temperatura promedio de 10°C. La temporada más
recomendable de visita es de abril a noviembre, cuando no llueve.

Descripción
La laguna de Llanganuco, o las lagunas de la quebrada de Llanganuco están formadas
por las lagunas de Chinancocha (laguna hembra) y Orconcocha (laguna macho).

La primera, comúnmente visitada por los turistas, tiene una coloración verde turquesa
en sus aguas. Su longitud es de 1450 metros, su ancho de 393 metros, su profundidad
de 28 metros, y está ubicada en la falda del nevado Huascarán, el más alto del Perú.

Orconcocha, más pequeña pero no menos bella, no es accesible al turista convencional.


Sus aguas celestes discurren en 910 metros de longitud, 368 metros de ancho y 7
metros de profundidad. Ambas laguas se han formado gracias al deshielo de los
nevados Huascarán, Huandoy, Pisco, Yanapaccha y Chopicalqui; la temperatura de sus
aguas tiene un promedio de 7°C en la superficie y los -3°C en el fondo. La unión de
estas lagunas es posible gracias al río Chopicocha, el que a su vez desemboca en el
río Ranrahírca.

Leyenda de las lagunas de la Quebrada de


Llanganuco

La leyenda sobre el origen de las lagunas de Llanganuco, se sitúa en los tiempos


incaicos, cuando los incas expandían sus dominios por el Callejón de Huaylas. Cuenta
que había una tribu laboriosa y pacífica que colindaba con otras similares a ella. Nada
alteraba el orden de la vida en aquel lugar armónico, hasta que un día llegó a la tribu
un soldado muy malherido con un encargo para el gran jefe. Se hizo la entrevista y en
ella el soldado manifestó que unos guerreros de origen cusqueño habían saqueado su
pueblo, matando y violando sin piedad. Decía, además, que estos cusqueños andaban
con dirección a esta tribu, y que era menester prepararse para recibirlos.

El gran jefe había quedado anonadado. ¿Podían de verdad hacerle frente a un enemigo
tan poderoso? No lo sabía. El soldado le había contado cosas monstruosas sobre esos
cusqueños que ahora iban rumbo a su tribu. Bastaba ver el estado del soldado: había
hecho su último esfuerzo para llegar hasta él, y con ello había gastado el último aliento
de vida que le quedaba.
Se debía tomar acción. Luego de meditarlo con cuidado, el gran jefe ordenó a sus
mejores guerreros ir en busca del jefe de los cusqueños y exponerle una política de
paz. Así fue. Días después, los soldados volvieron con Huáscar, el más reconocido
guerrero de la tribu invasora, quien había sido encargado por su líder llevar un mensaje
de no agresión. A parte de ello, Huáscar debía quedarse en la tribu del gran jefe hasta
que la comitiva cusqueña llegara, de manera que con su presencia garantizaba las
relaciones de paz.

Al recibir la noticia del joven guerrero cusqueño, el gran jefe se alegró tanto que mandó
le dieran al huésped la mejor habitación, comida y vestimenta. Todo iba perfecto y la
relación entre el gran jefe y el joven era ideal, hasta que un día apareció, jugando en
un pozo de agua, una bella muchacha de 15 años. El cusqueño quedó prendido: pronto
averiguó su nombre, Huandy, y con ello supo también que era la hija del mismísimo
gran jefe. ¿El inicio de la desgracia? Sí, probablemente sí. Pero lo peor para Huáscar
no fue que él la había mirado ni que era hija del jefe, sino que ella lo había mirado
también, ruborizándose y sonriendo al viento en su inocencia. ¿Era correcto un amor
en semejante contexto? Huáscar no lo sabía, y tal vez no le importaba saberlo. Y, según
se daba cuenta, a la muchacha tampoco.
Se conocieron por primera vez una tarde que ella le llevó los alimentos. Conversaron,
se enamoraron y acordaron encontrarse en la orilla del río, cuando la noche estuviera
en su apogeo. Sucedió tal y como lo planearon. Aquella noche se entregaron su amor
y se prometieron el uno al otro no abandonarse jamás. Huandy entonces reaccionó:
¿su padre la dejaría quedarse con un hombre que no era de su tribu? No, no lo haría
nunca. Si de verdad querían que ese amor floreciera, debían huir, y debían hacerlo
cuanto antes. Y huyeron, pero no llegaron muy lejos. Por su parte, el gran jefe ya estaba
al tanto de los sucesos. Decepcionado de la poca deferencia del invitado para con su
cortesía y de la desobediencia extrema de su hija, dejó que escaparan para luego
atraparlos en el camino y mostrarles ahí su verdadera furia. Y así los atrapó; los humilló
y, ya satisfecho, los ató a palos colocados en lugares estratégicos, desde donde uno
podía ver al otro sufrir hasta la muerte. Huáscar, en su delirio, pensó que su gente, al
llegar y verlo así, lo salvaría. Era su única esperanza.

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