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antiguamente la atribución del onus probandi era rígida y se ponía en cabeza de quién afirmaba un
hecho o de quién pretendía cambiar un status jurídico a través de su pretensión, pronto terminó
por advertirse que necesariamente esta carga o este esfuerzo probatorio no podía sino
contemplarse con un criterio flexible, puesto que no son las partes las únicas interesadas en
arribar, por el camino del proceso, a la verdad real, a la verdad verdadera, por así decirlo.
En ese marco progresista surge la elaboración doctrinal de las cargas probatorias dinámicas, que si
bien no significa un aporte original, viene a difundir entre nosotros ideas que datan de bastante
tiempo atrás, constituyendo un mérito indudable de los Profs. Peyrano y Chiappini la divulgación
de la idea y su recepción por parte de la jurisprudencia .
b) La carga de la prueba puede recaer en cabeza del actor o del demandado según fueren las
circunstancias del caso y la situación procesal de las partes.
Análisis y critica de cada uno de ellos: El tema tiene relación con el régimen legal que puede existir
en un determinado orden jurídico respecto del cómo se valoran las pruebas. Se reconocen tres
sistemas nítidos:
1) EL SISTEMA DE PRUEBA LEGAL. La ley ya determina el valor que tiene cada prueba y el juez no
puede apartarse de esa valoración. Se critica a la misma por que constituye un sistema rígido que
no se ajusta a la casuística de los casos judiciables, el juez carece de potestad creadora. Todo esta
a cargo de la ley. Los márgenes en que el juez puede juzgar son muy estrechos. Rige, por tanto,
con plenitud la regla “dura lex, sed lex” que en muchos casos conlleva a la aplicación ciega y
mecánica del derecho sin consideración de la posibilidad de variantes en cada caso concreto.