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ENTRETEORIAS

Aproximaciones a la historia
político-intelectual latinoamericana*
Elías José Palti**

S
egún señala François-Xa-
vier Guerra, la escritura de
la historia en América Lati-
na ha sido concebida “más
que como una actividad universi-
taria, como un acto político en el
sentido etimológico de la palabra:
el del ciudadano defendiendo su
polis, narrando la epopeya de los
héroes que la fundaron” (Guerra,
1989: 595). Esto sería particu-
larmente cierto para el caso de
la historia de las ideas políticas.
Sólo en los últimos veinte años
ésta lograría librarse de la presión
de demandas externas y extrañas a
su ámbito particular. La creciente
profesionalización del medio
historiográfico, combinada con
el malestar generalizado respecto
de la vieja tradición de historia de
“ideas”, dará lugar así a la prolife-
ración de lo que, especialmente
en México, se llaman “estudios
revisionistas”, que buscan superar ricanas nos terminará revelando en América Latina,1 fue, sí, quien
los relatos maniqueístas propios problemas que remiten al nivel fijó sus pautas metodológicas
de aquella tradición. Por deba- de sus premisas metodológicas fundamentales —las que, apenas
jo de esta contienda manifiesta pero que todavía comparten, en lo modificadas, subsisten hasta hoy,
referida a los contenidos ideo- esencial, sus contendientes. En fin, tiñendo incluso las perspectivas
lógicos subyace, no obstante, un según veremos, el revisionismo de sus propios críticos. En su obra
desplazamiento aun más funda- necesitaría hoy, a su vez, también clásica, El positivismo en México
mental de orden epistemológico. ser revisado. (1943), abordó sistemáticamente
Más que cuestionar el contenido por primera vez la problemática
de las narrativas histórico-intelec- LA EMERGENCIA DE LA particular que la escritura de la
tuales tradicionales, de lo que se HISTORIA DE IDEAS historia de ideas plantea en la “pe-
trata es de interrogar críticamente LATINOAMERICANAS riferia” de Occidente (esto es, en
los supuestos en que las mismas regiones cuyas culturas tienen un

V
se fundan. Y ello nos conduce eamos primero brevemen- carácter “derivativo”, según se las
necesariamente más allá de los te cómo se instituyó la denomina desde entonces); más
confines estrictos de la historia “historia de ideas” como concretamente, cuál es el sentido
intelectual local, nos obliga a disciplina académica. El punto y el objeto de analizar la obra de
confrontar aquellas cuestiones de referencia ineludible aquí es pensadores que, según se admite, no
más generales de índole teórico- el mexicano Leopoldo Zea. Si realizaron ninguna contribución a
metodológica en torno a las cuales bien sería exagerado afirmar que la historia de ideas en general; qué
se debate hoy la disciplina. Aquí él “inventó” la historia de ideas tipos de enfoques se requieren para
encontramos también el límite *Este texto es un extracto de un trabajo mayor titulado “Introducción: Ideas, teleologismo y revisio-
de la llamada “escuela revisionis- nismo en la historia político-intelectual latinoamericana”, Acerca de los lenguajes políticos en el siglo XIX
ta”. El intento de reformular las latinoamericano (Sus nudos conceptuales), Buenos Aires, Siglo XXI (en prensa).
**Universidad Nacional de Quilmes, Argentina.
pautas sentadas por la tradición 1
Obras como A filosofía no Brasil (1876) de Silvio Romero o La evolución de las ideas argentinas (1918)
de historia de “ideas” latinoame- de José Ingenieros así lo atestiguan.

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La articulación de la historia de ideas como disciplina particular estuvo en
México íntimamente asociada al surgimiento del movimiento de lo mexicano, y
su empresa quedaría atada desde entonces a la búsqueda del “ser nacional”

tornar relevante su estudio.2 las ideas europeas cuando fueron a condiciones históricas y epistemo-
Esta perspectiva abriría las transplantadas a esta región. lógicas precisas. Convertido en una
puertas a una reconfiguración Encontramos aquí finalmente suerte de presupuesto impensado,
fundamental del campo. Des- definido el diseño básico de la cuya validez resultaría inmediata-
engañados ya de la posibilidad aproximación fundada en el esque- mente obvia, aquello que consti-
de que el pensamiento latino- ma de “modelos” y “desviaciones” tuye su fundamento metodológico
americano ocupase un lugar en que aún hoy domina a la disciplina. escaparía a toda tematización.
la historia universal de las ideas, Ésta resulta, pues, de un intento
que la marginalidad cultural de la de historización de las ideas, del LOS ORÍGENES DEL
región fuera algo meramente cir- afán de arrancar de su abstracción REVISIONISMO HISTÓRICO
cunstancial, Zea y su generación se las categorías genéricas en que la

E
verían obligados a problematizar y disciplina se funda para situarlas l punto de partida de las
redefinir los enfoques precedentes en su contexto particular de enun- nuevas corrientes revisionis-
que veían a ésta como “la lucha ciación. Así considerado, esto es, tas de la historia político-in-
de un conjunto de ideas contra en sus premisas fundamentales, telectual mexicana, en particular, y
otro conjunto de ideas”. “En una el proyecto de Zea no resulta tan latinoamericana, en general, suele
interpretación de este tipo”, decía sencillo de refutar. Uno de los situarse en la obra de Charles Hale.
Zea, “salen sobrando México y problemas en él es que no siempre Según señala uno de sus cultores
todos los positivistas mexica- sería posible distinguir los “aspec- más notorios, Fernando Escalante
nos, los cuales no vendrían a ser tos metodológicos” de su modelo Gonzalbo: “Antes de que [Hale] se
sino pobres intérpretes de una interpretativo de sus “aspectos entrometiera, podíamos contarnos
doctrina a la cual no han hecho substantivos” —para decirlo en las un cuento delicioso, conmovedor:
aportaciones dignas de la atención palabras de Hale (1971)—, mucho aquí habíamos tenido —desde
universal” (Zea, 1943, I: 35). Pero, peor resguardados ante la crítica. La siempre— una hermosa y heroica
por otro lado, según señala, si las articulación de la historia de ideas tradición de liberales: que eran de-
hubiera, descubrirlas tampoco como disciplina particular estuvo mócratas, que eran nacionalistas,
sería relevante para comprender en México íntimamente asociada que eran republicanos, que eran
la cultura local. “El hecho de ser al surgimiento del movimiento revolucionarios y hasta zapatistas
positivistas mexicanos los que de lo mexicano, y su empresa que- (y eran buenos); una tradición
hiciesen alguna aportación no daría atada desde entonces a la opuesta, con patriótico empeño,
pasaría de ser un mero incidente. búsqueda del “ser nacional” (que a la de una minoría de conserva-
Estas aportaciones bien pudieron subsecuentemente se expande para dores: monárquicos, autoritarios,
haberlas hecho hombres de otros comprender a la del “ser latinoame- extranjerizantes, positivistas (que
países” (Zea, 1943, I: 17). En de- ricano” en su conjunto). Existe, sin eran muy malos)” (Escalante,
finitiva, no es de su vínculo con embargo, una segunda razón que 1991: 14). El propio Hale ha se-
el “reino de lo eternamente váli- llevó a oscurecer los aportes de ñalado reiteradamente como su
do” sino “de su relación con una Zea; una menos obvia pero mucho principal contribución el haber
circunstancia llamada México” más importante. El esquema de arrancado a la historiografía de
(Zea, 1943, I: 17) que la historia “modelos” y “desviaciones” pronto ideas local del plano ideológico
de ideas local toma su sentido. pasó a formar parte del sentido co- subjetivo (del que, según afirma-
Lo verdaderamente relevante no mún de los historiadores de ideas ba, él, en tanto que extranjero,
son ya las posibles “aportaciones” latinoamericanas, y ello ocultaría no participaba) para resituarla
mexicanas (y latinoamericanas) al el hecho de que la búsqueda de en el suelo firme de la historia
pensamiento en general sino, por las “refracciones locales” no es un objetiva.
el contrario, sus “yerros”; en fin, el objeto natural sino el resultado de Como surge de la afirmación de
tipo de refracciones que sufrieron un esfuerzo teórico que respondió Escalante, Hale enderezará su críti-
ca, en realidad, hacia aquel costado
2
Esta problemática, sin embargo, se vería desplazada en su pensamiento en el mismo momento que, que, como vimos, fue el más erráti-
justamente, abraza las doctrinas llamadas “dependentistas”. En efecto, en los años sesenta se produce co en el enfoque de Zea, su “aspecto
un giro en el pensamiento de Zea del cual el solo título de su obra escrita en 1969 es ya ilustrativo:
La filosofía americana como filosofía sin más. Para un excelente estudio de las diversas fases por las que sustantivo”: una visión ideológica
atraviesa su concepto histórico, véase Medin (1992). y maniquea articulada sobre la

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base de la antinomia esencial —un una empresa académica objetiva contiene, para él, la clave última
“subterráneo forcejeo ontológico”, como en haber desprovinciani- que explica y da sentido a las
lo llamaba Edmundo O’Gorman zado la misma. Familiarizado, contradicciones que tensionaron
(1969: 13)—, entre liberalismo como estaba, con los debates que y tensionan la historia mexicana
y conservadurismo; el primero, se produjeron en Francia sobre la (y latinoamericana, en general).
identificado con los principios Revolución de 1789 al impulso de Según afirma: “siguiendo con
de la independencia; el segundo, las corrientes neo-tocquevillianas la cuestión de la continuidad,
asociado a los intentos de restau- que surgen en los años en que podemos encontrar en la era de
ración de la situación colonial. De Hale estaba completando sus estu- Mora un modelo que nos ayuda
este modo, dice, Zea ignora que, dios doctorales, pudo comprobar a comprender la deriva reciente
en su intento de “emancipación que la mayoría de los dilemas en de la política socioeconómica
mental” de la colonia, los liberales torno a los que se debatían los en el México que emerge de la
mexicanos sólo continuaban la latinoamericanistas eran menos revolución […] Es nuevamente
tradición reformista borbónica.3 idiosincrásicos que lo que éstos la inspiración de la España del
Hale extrae de allí sus otras dos querían creer. Ello le permite, en siglo XVIII tardío que prevalece”
tesis centrales. La primera es que Mexican Liberalism in the Age of (Hale, 1968: 304).
entre liberales y conservadores Mora, desprender de su marco Si bien la idea de la cultura la-
hubo menos diferencias que lo local los debates relativos a las tinoamericana como “tradiciona-
que solían creer los historiadores lista”, “organicista”, “centralista”,
de ideas mexicanos. “Por debajo etcétera, es una representación de
del liberalismo y el conservadu- larga duración en el imaginario
rismo políticos”, asegura, “hay en colectivo tanto latinoamericano
el pensamiento y la acción mexi- como norteamericano, en la ver-
canas puntos de comunicación sión de Hale se pueden detectar
más profundos” (Hale, 1968: 8) huellas más precisas que provie-
que están dados por sus comunes nen de la “escuela culturalista”
tendencias centralistas. La segunda iniciada por quien fuera uno de
es que esta mezcla contradictoria sus maestros en Columbia Uni-
entre liberalismo y centralismo versity, Richard Morse. Las pers-
que caracterizó al liberalismo pectivas de ambos remiten a una
mexicano y latinoamericano no fuente común, a la que al mismo
es, sin embargo, ajena a la tradi- tiempo discuten: Louis Hartz. En
ción liberal europea. Siguiendo a The Liberal Tradition in America
Guido de Ruggiero (1981), Hale (1955) Hartz fija la que será la
descubre en ella dos “tipos idea- visión estándar de la historia in-
les” en permanente conflicto, a los telectual norteamericana. Según
que define, respectivamente, como afirma, una vez trasladado a Esta-
“liberalismo inglés” (encarnado supuestas tensiones observadas en dos Unidos, el liberalismo, a falta
en Locke) y “liberalismo francés” el pensamiento liberal mexicano de una aristocracia tradicional que
(representado por Rousseau); el para situarlas en un escenario más pudiera oponerse a su expansión,
primero, defensor de los derechos vasto, de proyecciones atlánticas. perdió la dinámica conflictiva que
individuales y la descentralización Sin embargo, es también entonces le caracterizaba en su contexto de
política; el segundo, por el contra- que las limitaciones inherentes a origen para convertirse en una suer-
rio, fuertemente organicista y cen- la historia de ideas se vuelven más te de mito unificante, una especie
tralista. “El conflicto interno entre claramente manifiestas. de “segunda naturaleza” para los
estos dos tipos ideales” asegura Como vimos, por debajo de norteamericanos, cumpliendo así
que “puede discernirse en todas los antagonismos políticos, Hale finalmente en ese país su vocación
las naciones occidentales” (Hale, descubre la acción de patrones cul- universalista (Hartz, 1955). En un
1968: 54-55). turales que atraviesan las diversas texto posterior, Hartz amplía su
Encontramos aquí la contribu- corrientes ideológicas y épocas,
ción más importante que realiza y que él identifica con el ethos 3
Específicamente con relación a Mora, afirma Hale
Hale al estudio de la historia inte- hispano —“es innegable”, dice, que “aunque el programa de reforma de 1833 fue
un ataque al régimen de privilegio corporativo
lectual mexicana del siglo XIX. Ésta “que el liberalismo en México ha heredado de la Colonia, difícilmente pueda con-
no reside tanto, como él afirma, en sido condicionado por el tradicional siderarse ‘una negación de la herencia española’.
De hecho, los modelos más relevantes para Mora
haber arrancado a ésta del terreno ethos hispano” (Hale, 1968: 304)—. eran españoles: Carlos III y las Cortes de Cádiz”
ideológico para convertirlo en Este substrato cultural unitario (Hale, 1968: 147).

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modelo interpretativo al conjunto te. “Una civilización protestante”, los borbones eran mucho mejores
de las sociedades surgidas con dice Morse, “puede desarrollar candidatos como antecedentes del
la expansión europea. En cada sus energías infinitamente en reformismo liberal del siglo XIX
una de ellas, asegura, terminaría aislamiento, como ocurre con que los habsburgos), sin salirse,
imponiéndose la cultura y la tra- Estados Unidos. Una civilización sin embargo, de sus marcos. Sim-
dición políticas dominantes en la católica se estanca cuando no está plemente traslada el momento
nación ocupante en el momento en contacto vital con las diversas del origen del siglo XVI al siglo
de la conquista. Así, mientras que culturas y tribus humanas” (Mor- XVIII, manteniendo su presupuesto
en Estados Unidos se impuso una se, 1964: 177). fundamental: dado que siempre
cultura burguesa y liberal, América Esto explicaría el hecho de que opera un proceso de selección de
Latina quedó fijada a una herencia el legado patrimonialista haya ideas extranjeras, ningún “présta-
feudal (Hartz, 1964: 3-23). permanecido inmodificado en la mo externo” puede explicar, por
Morse retoma este enfoque, región hasta el presente, determi- sí mismo, el fracaso en instituir
pero introduce una precisión. Se- nando toda evolución subsiguien- gobiernos democráticos en la
gún afirma, como Sánchez Albor- te a la conquista. Como dice uno región —como señala Claudio
noz y otros habían ya demostrado de los miembros de la escuela Véliz, “en Francia e Inglaterra
(Sánchez Albornoz, 1956, I: 186- culturalista de Morse, Howard J. existía una complejidad [de ideas]
187), en España nunca se afirmó el Wiarda, el resultado fue que, “en lo suficientemente rica como para
feudalismo. La Reconquista había vez de instituir regímenes demo- satisfacer desde los más radicales a
dado lugar a un impulso centra- cráticos, los padres fundadores de los más conservadores en América
lista, encarnado en Castilla, que, América Latina se preocuparon Latina” (Véliz, 1980: 170)—. Su
para el siglo XVI, tras la derrota de por preservar las jerarquías socia- causa última hay que buscarla,
las Cortes y la nobleza (represen- les y las instituciones tradicionales pues, en la propia cultura, en las
tantes de tradiciones democráticas antidemocráticas” (Wiarda, 1982: tradiciones centralistas locales.5
más antiguas), se impone al con- 17); “en contraste con las colo- Pero el traslado que Hale reali-
junto de la península y se traslada, nias norteamericanas, las colonias za del momento originario del
uniforme, a las colonias. Los habs- latinoamericanas se mantuvieron liberalismo mexicano desde los
burgos son la mejor expresión de esencialmente autoritarias, abso- habsburgos a los borbones lleva,
absolutismo temprano. España y, lutistas, feudales (en el sentido sin embargo, a desestabilizar este
por extensión, la América hispana, ibérico del término) patrimonia- modo característico de proceder
serían así víctimas de una moder- listas, elitistas y orgánico-corpo- intelectual desde el momento en
nización precoz. Según dice Mor- rativas” (Wiarda, 1982: 10). que tiende, de hecho, a expandir
se: “precisamente porque España En Mexican Liberalism in the Age el proceso de selectividad a la
y Portugal habían modernizado of Mora, Hale retoma y discute, propia tradición: parafraseando
prematuramente sus instituciones a su vez, la reinterpretación que a Véliz, podríamos decir que
políticas y renovado su ideología Morse realiza de la perspectiva de también en las tradiciones locales
escolástica en el período tempra- Hartz. Si bien coincide en afirmar habría una complejidad de ideas
no de construcción nacional y que en la América hispana nunca lo suficientemente rica como para
expansión ultramarina de Europa, hubo una tradición política feudal satisfacer desde los más radicales
rehuyeron a las implicancias de las (aunque sí una sociedad feudal), a los más conservadores. La pre-
grandes revoluciones y fracasaron asegura que las raíces de las ten- gunta que su afirmación plantea es
en internalizar su fuerza gene- dencias centralistas presentes en el por qué, entre las diversas tradi-
rativa” (Morse, 1989: 106).4 Las liberalismo local no remiten a la ciones disponibles, Mora “elige” a
sociedades de herencia hispana herencia de los habsburgos, sino a la borbónica, y no a la habsburga,
tenderán siempre a perseverar en la tradición reformista borbónica. por ejemplo.
su ser, dado que carecen de un Hale desafía así las interpretacio- La introducción de tal cuestión
principio de desarrollo inmanen- nes culturalistas (indudablemente, inevitablemente encierra a las
aproximaciones culturalistas en
un círculo argumental: así como,
“Una civilización protestante”, dice Morse, según asegura Hale, si Mora llegó
“puede desarrollar sus energías infinitamente en a Constant (o Rousseau), y no
aislamiento, como ocurre con Estados Unidos. a Locke, fue por influencia de
Una civilización católica se estanca cuando no
está en contacto vital con las diversas culturas y 4
Morse expone originalmente este punto de vista
en 1964 en su contribución al libro de Hartz, The
tribus humanas” Founding of New Societies.

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Carlos III, cabría también decir su mismo origen, una medieval y histórica subyacente de actitud y
que, inversamente, si Mora miró tomista, representada por Castilla, acción social” (Morse, 1964: 171).
a Carlos III como modelo, y no a y otra renacentista y maquiavélica, Siguiendo dicho método, dado
Felipe II, fue por influencia de las encarnada en Aragón. Si bien, se- que, como Hale mismo señala,
ideas de Constant (o Rousseau). ñala ahora, en un comienzo se im- ninguna política puede explicarse
La expansión de la idea de selec- pone el legado tomista, a fines del por una pura influencia externa, el
tividad a las propias tradiciones siglo XVIII y, sobre todo, luego de propio proyecto reformista borbó-
desnuda, en última instancia, el la independencia, renace el subs- nico debería, a su vez, explicarse a
hecho de que éstas no son algo trato renacentista, trabándose un partir de tradiciones preexistentes.6
simplemente dado, sino constan- conflicto entre ambas tradiciones. Así, la lógica del método genético
temente renovado, siendo que De este modo, los hispanoameri- remite siempre a un momento
sólo algunas de ellas perduran, canos, dice, “son reintroducidos primigenio, el que funciona como
refuncionalizadas, mientras que al conflicto histórico en la España un arkhe o fundamento último
otras son olvidadas o redefinidas. del siglo XVI entre la ley natural infundado. Al referir la oposición
Y ello haría imposible distinguir neotomista y el realismo maquia- entre habsburgos y borbones
hasta qué punto las mismas son vélico” (Morse, 1989: 112). Aun a otra anterior y más primitiva
causa o, más bien, consecuencia así insiste en que las ideas neoto- entre castellanos y aragoneses, la

de la historia política. La relación mistas seguirían predominando reinterpretación de Morse rescata


entre pasado y presente (entre en la región. De hecho, afirma, la al método genético del círculo
“tradiciones” e “ideas”) se volvería doctrina maquiavélica sólo pudo entre tradiciones e influencias al
ella misma un problema; ya no se ser asimilada en el mundo ibérico que la propuesta de Hale parecía
sabría cuál es el explanans y cuál el en la medida en que “fue reelabo- conducirlo, pero refuerza en él su
explanandum. rada en términos aceptables” para carácter esencialista.
Posteriormente a la publica- la tradición neoescolástica de pen- En última instancia, las explica-
ción de Mexican Liberalism in the samiento heredada (Morse, 1989: ciones culturalistas presuponen la
Age of Mora, Morse aborda el 112). Las ideologías reformistas e idea de “totalidad cultural”, de un
problema y modifica su punto iluministas se caracterizarían así substrato orgánico de tradiciones
de vista anterior, tal como había por su radical eclecticismo, confor- y valores. Todo cuestionamiento
sido expuesto en su contribución marían “un mosaico ideológico, a la existencia de dicho trasfondo
al libro de Hartz, The Founding of antes que un sistema” (Morse, orgánico las convierte en necesa-
New Societies (1964). Entonces, 1989: 107). riamente inestables y precarias.
en realidad, redescubre algo que En definitiva, Morse aplica aquí Sin embargo, la afirmación de la
ya había señalado anteriormente: a la propia “hipótesis borbonis- existencia de entidades tales, de
la presencia en América Latina de ta” el método genético que busca algo semejante a un ethos hispano,
dos tradiciones en conflicto ya en siempre “identificar la matriz no puede pasar nunca de un mero
postulado indemostrable. Como
5
“Ni la falta de experiencia previa ni las ideologías políticas importadas”, afirma Glen Dealy señaló Edmundo O’Gorman, que
(1982: 170), “pueden explicar el fracaso de los hispanoamericanos en establecer una democracia
viable, tal como nosotros la conocemos. Más bien, parecería que éstos eligieron conscientemente
haya países más ricos y países más
implementar un sistema de gobierno en el cual tanto su teoría como su práctica tuviera mucho en pobres, gobiernos más democráti-
común con sus tradiciones”. cos y gobierno menos democráticos,
6
Indudablemente, en su interpretación de las raíces del liberalismo de Mora, Hale confiere una dimen-
sión desproporcionada a un conjunto de políticas que se aplicaron en las colonias sólo tardíamente
etcétera, son cuestiones que pue-
y de modo inconsistente. Al respecto, véase Halperín Donghi (1987: 2). den discutirse y analizarse sobre

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bases empíricas. Ahora bien, la nos. Se trata, básicamente, de un ese substrato material objetivo en
afirmación de que esto se deba a intento de superar los prejuicios el que las formas abstractas de los
alguna suerte de determinación existentes en el medio académico “tipos ideales” vienen a inscribirse
cultural resulta incomprobable, norteamericano y comprender la y encarnar históricamente, aque-
nos conduce más allá de la his- cultura latinoamericana “en sus llo que concretiza las categorías
toria, a un terreno ontológico de propios términos”7 que, en última genéricas de la historia de ideas, y
esencias eternas e ideas a priori, instancia, sólo conduce a reprodu- vuelve relevante su estudio en el
de “entelequias”. cir acríticamente todos los estereo- contexto local.
Poca es la distancia entre ca- tipos circulantes.8 Ahora bien, aun En efecto, dentro de los marcos
racterizar como “espíritu” lo que cuando la “escuela culturalista” es de la historia de “ideas”, sin “pe-
se concibe como “esencia”. Y así, marginal entre los especialistas, la culiaridades locales”, sin “desvia-
pese a su ubicación en el devenir referencia en la historia de ideas ciones”, el análisis de la evolución
histórico, Iberoamérica resulta latinoamericana a las peculiari- de las ideas en América Latina
ser un ente en sí o por naturaleza dades de la “cultura local” (que pierde todo sentido (como decía
“idealista”, y Angloamérica, un la harían contradictoria con los Zea, México y todos los autores
ente en sí o por naturaleza “prag- principios liberales) constituye mexicanos “salen sobrando”). Sin
mático”. Dos entes, pues, que si una práctica universal. Más allá embargo, parafraseando a uno
bien actualizan su modo de ser de sus orígenes “culturalistas”, la de los fundadores de la llamada
en la historia, es [sic] en cuanto afirmación de Hale de que “la ex- “Escuela de Cambridge”, J. G. A.
entelequias de la potencia de sus periencia distintiva del liberalismo Pocock, dicho procedimiento no
respectivas esencias; dos entes, latinoamericano derivó del hecho alcanza a rescatar al historiador de
digamos, que como un centauro que las ideas liberales se aplicaron ideas “de la circunstancia de que
y un unicornio son históricos […] en un ámbito que le era refrac- las construcciones intelectuales
sin realmente serlo (O’Gorman, tario y hostil” (Hale, 1989: 368) que trata de controlar no son en
1977: 69). parece una verdad indisputable, absoluto fenómenos históricos,
Nada impide aun postular la trasciende a dicha escuela forman- en la medida en que fueron
existencia de entelequias tales; do parte del sentido común en la construidas mediante modos
pero la historia ya no tiene nada profesión. ahistóricos de interrogación”
que decir al respecto —y, como No se trata ésta, sin embargo, (Pocock, 1989: 11). Mientras que
decía Wittgenstein (Tractatus, de una mera verdad de hecho, los “modelos” de pensamiento
proposición 7), “de lo que no sino de una afirmación que tiene (los “tipos ideales”), conside-
se puede hablar, mejor callar”. fundamentos históricos y episte- rados en sí mismos, aparecen
mológicos precisos. Nuevamente, como perfectamente consistentes,
IDEAS Y TIPOS IDEALES como dice Guerra, la interroga- lógicamente integrados, y por
EN AMÉRICA LATINA ción sobre los desajustes entre la lo tanto, definibles a priori (de
cultura local y los principios libe- allí que toda “desviación” de los

L
a pregunta que la historia de rales debería ella misma volverse
“ideas” plantea, sin embar- objeto de escrutinio.9 Más allá 7
“Debemos ver a América Latina en sus propios
términos, en su propio contexto histórico”,
go, es, más bien, cómo no de su contenido particular (que demanda Wiarda (1982: 353), “debemos dejar
hablar de la “cultura local”, cómo siempre varía con las circunstan- de lado los prejuicios y el etnocentrismo, las
no referir las ideas en América cias históricas), lo cierto es que tal actitudes de superioridad que tan a menudo
determinan la percepciones, especialmente en
Latina a algún supuesto substrato referencia a la cultura local viene la sociedad política norteamericana, de otros
cultural que explique el sistema de a llenar una exigencia conceptual países cuyas tradiciones son peculiares”.
sus “desviaciones” y “distorsiones en la disciplina, ocupa un casille-
8
A pesar de sus denuncias de los “prejuicios
de los académicos norteamericanos” (o quizá,
locales”. La “escuela culturalista”, ro en una determinada grilla precisamente por ello), los cultores del enfo-
como tal, ha sido, en verdad, late- teórica. Las “particularidades lati- que “culturalista” se encuentran a tal punto
tan mal protegidos ante los estereotipos que,
ral en los estudios latinoamerica- noamericanas” funcionan como en su intento por comprender la “peculiaridad
latinoamericana”, Morse llega a dar crédito in-
cluso a los dislates de Lord Keysserling, como,
Poca es la distancia entre caracterizar como por ejemplo, su definición de la gana como el
“principio original” que informa la cultura
“espíritu” lo que se concibe como “esencia”. Y latinoamericana (véase Morse, 1982: 120).

así, pese a su ubicación en el devenir histórico, Edmundo O`Gorman rastrea su origen en la


9

crisis que se produjo a mediados de siglo XIX


Iberoamérica resulta ser un ente en sí o por (1977: 43). En un excelente análisis, Antonio
Annino encuentra raíces más complejas y
naturaleza “idealista”, y Angloamérica, un ente profundas (“El paradigma y la disputa”, en
Foro IberoIdeas, http://foroiberoideas.cervan-
en sí o por naturaleza “pragmático”. tesvirtual.com/foro/threads.jsp).

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mismos —el logos— sólo pueda
concebirse como sintomática de Hoy los únicos que, según parece, tienen cierta
alguna suerte de pathos oculto
claridad respecto de qué es, por ejemplo, el
—una cultura tradicionalista y
una sociedad jerárquica— que “liberalismo lockiano” son los historiadores de ideas
el historiador debe descubrir), latinoamericanos, puesto que entre los especialistas
las culturas locales, en tanto que no hay ya ningún consenso al respecto.
substratos permanentes (el ethos
hispano), son, por definición,
esencias estáticas. El resultado es
una narrativa pseudohistórica que
conecta dos abstracciones.
Los “tipos culturales”, en defi-
nitiva, no son sino la contraparte
necesaria de los “tipos ideales” de
la historiografía de ideas políticas.
Esto explica por qué no basta con
cuestionar las aproximaciones
culturalistas para desprenderse
efectivamente de las apelaciones
esencialistas a la tradición y a las
culturas locales como principio
explicativo último. Para ello es
necesario penetrar y minar los
supuestos epistemológicos en que
tales apelaciones se fundan, esto
es, escrutar críticamente aquellos
“modelos” que en la historia de
ideas local funcionan simple-
mente como una premisa, algo
dado. Ello nos conduce así más verdaderamente liberal (el “libe- liberal, de más antigua data, a la
allá de los límites de la historia ralismo francés”) enfrentado a que definió genéricamente como
intelectual latinoamericana, nos otro liberalismo que es auténti- “humanista cívica”, y que luego
obliga a confrontar aquello que camente liberal (el “liberalismo fue redefinida por Gordon Wood
constituye un límite inherente a inglés”). Esta perspectiva, no obs- (1969) y J. G. A. Pocock (1975)
la historia de “ideas”: los “tipos tante, pronto comenzaría también como “republicana clásica”. El
ideales”. Y es aquí también que a perder su sustento conceptual. debate en torno al “republicanis-
encontramos la limitación de la re- mo” habrá pronto de complicar
novación historiográfica de Hale. DE LA HISTORIA DE IDEAS las definiciones en boga respecto
Si bien, como vimos, su enfoque A LA HISTORIA DE LOS del liberalismo, al punto que se
rompe con el provincianismo de LENGUAJES POLÍTICOS terminará llegando a la paradoja
la historiografía de ideas local de que hoy los únicos que, según

E
para situar las contradicciones que n los años en que Hale pu- parece, tienen cierta claridad
observa en el pensamiento liberal blicaba Mexican Liberalism in respecto de qué es, por ejemplo,
mexicano en un contexto más the Age of Mora comenzaba el “liberalismo lockiano” son los
amplio, mantiene, sin embargo, las justamente en Estados Unidos, historiadores de ideas latinoa-
antinomias propias de la historia con The Ideological Origins of the mericanos, puesto que entre los
de “ideas”, ahora inscriptas en el American Revolution (1967) de Ber- especialistas no hay ya ningún con-
seno de la misma tradición liberal. nard Bailyn (1992), la demolición senso al respecto (Dunn, 1995). Lo
Todo aquello que hasta enton- del modelo propuesto por Hartz. cierto es que tales complicaciones
ces se vio como decididamente Analizando la panfletería del pe- resultan inasimilables para la his-
antiliberal, una “peculiaridad ríodo revolucionario, Bailyn des- toria de ideas local, dado que, en
latinoamericana” (el centralismo, cubrió la presencia determinante tal caso, todo el esquema de los
el autoritarismo, el organicismo) en él de un universo conceptual “modelos” y las “desviaciones”
pasa ahora a integrar la defini- que remitía a una tradición de se derrumbaría. Éste presupone
ción de un liberalismo que no es pensamiento muy distinta a la sistemas de pensamiento (“tipos

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ENTRETEORIAS
ideales”) claramente delimitados y Guerra afirma que, “como lo hizo Lo cierto es que, llegado a
definidos (de lo contrario, no sería notar Tocqueville, a propósito de este punto, todo el esquema de
posible discutir hasta qué punto la idéntica consulta que en Francia los “modelos” y “desviaciones”
un Mora, por ejemplo, se habría hizo Lomenie de Brienne en 1788, habrá de volverse insostenible.10
“desviado” de ellos). al hacer de la constitución un tema Las apelaciones culturalistas a la
Tras estas complicaciones sub- de debate se pasa, ya, de la restau- tradición perderán así también
yace, no obstante, una cuestión ración de las leyes fundamentales su sustento teórico. Y ello nos de-
más de fondo, de orden epistemo- a la política moderna, al reino vuelve a nuestro punto de partida
lógico. Se revela aquí, en última de la opinión” (Guerra, 1992: originario: si no son las “desvia-
instancia, un problema inherente 178). En efecto, lo que cambiaría ciones”, las “refracciones locales”,
a la historia de “ideas”. La ideas entonces no referiría a las ideas cómo las ideas de los pensadores
son “intemporales” por definición de los sujetos, sino a qué se va a latinoamericanos se apartaron
(su significado —qué es lo que dijo debatir. Las ideas seguirán siendo de sus modelos europeos, ¿qué
un autor— puede perfectamente las mismas, pero las preguntas sentido tendría estudiar la historia
establecerse a priori, indepen- serán ya otras. En definitiva, de lo político-intelectual local? La lla-
dientemente de quién las dijo, que se trata es de ver cómo, más mada “nueva historia intelectual”
dónde, cuándo, en qué circuns- allá de la persistencia de ideas, se lleva, en realidad, a replantear
tancias). Ellas aparecen o no en iría recomponiendo, a lo largo completamente la cuestión. El
un contexto particular, pero ello siglo XIX, el suelo de problemáticas punto es que, contra lo que era
es una circunstancia externa a las subyacentes, cómo se desplazaron su objetivo, en los marcos tradi-
mismas, no hacen a su definición. las coordenadas que ordenaban cionales, la historia de ideas en
Tal ahistoricidad de las ideas es la el debate político, en fin, cómo, América Latina perdía todo sen-
que tiende a generar una imagen por debajo de la aparente estabi- tido sustantivo, las disputas sus-
de estabilidad transhistórica en lidad en el nivel de las ideas, se citadas se veían reducidas a sólo
la historia intelectual (de allí que reconfiguraron los lenguajes políti- una larga serie de malentendidos
los historiadores de ideas encuen- cos. Encontramos aquí el sentido respecto del verdadero concepto
tren analogías ideológicas funda- último de la revolución historio- de democracia representativa
mentales entre los liberales del gráfica que ha experimentado en moderna que el historiador dado
siglo XIX y los reformistas borbó- los últimos años la disciplina, y afirma conocer (el tipo ideal). Los
nicos, perdiendo así de vista todo que no se reduce a agregar un casi- apartamientos de esa supuesta
lo que separa a aquellos de estos, llero (el “republicanismo clásico”) Verdad sólo podrían interpretar-
que no es poco). Para tomar un en la grilla de los “tipos ideales” de se, pues, como desviaciones en
ejemplo, seguramente hacia 1812 la historia de ideas, como ha sido la marcha hacia la realización de
(o 1824) los latinoamericanos muchas veces interpretado. La ese ideal. Y ello es así porque, en
pensaban no muy distinto a misma busca trascender la misma la medida en que los tipos ideales
como lo hacían antes de 1810, en una historia de los “lenguajes son concebidos como entidades
lo que suele llevar a concluir políticos”. Como señala nueva- perfectamente racionales y auto-
que, desde el punto de vista de la mente Pocock: consistentes, la contingencia, la
historia intelectual, entre ambas historicidad de las formaciones
fechas no cambió nada en Amé- El cambio producido en esta rama de la conceptuales sólo puede emerger
rica Latina. El problema radica, historiografía en las dos décadas pasadas en ella como un “defecto”; no es
en realidad, en que los enfoques puede caracterizarse como un movimien- una dimensión constitutiva de la
centrados en las “ideas” no al- to que lleva de enfatizar la historia del historia intelectual. Así, luego de
canzan a registrar los cambios pensamiento (o, más crudamente, ‘de este largo recorrido, terminamos
producidos, puesto que éstos no ideas’) a enfatizar algo diferente, para lo descubriendo, paradójicamente,
remiten allí, ni resultan, por lo cual ‘historia del habla’ o ‘historia del que sólo en la medida en que dis-
tanto, perceptibles en ellos, sino discurso’, aunque ninguno de ellos carece locamos los marcos del esquema
que aluden a sus condiciones de problemas o resulta irreprochable, de los “esquemas” y las “desvia-
de enunciación (cómo aún las pueden ser los mejores términos hasta ciones”, que parecía hasta aquí ser
mismas ideas cobrarán entonces, ahora hallados (Pocock, 1991: 1-2). el único capaz de dar cuenta del
sin embargo, un sentido ya muy
diverso). Una cita de Guerra
10
“En general”, dice José Antonio Aguilar (2000: 19) con relación a las ideas constitucionales adoptadas
en la región, “todos los estudiosos del periodo han partido de un supuesto común: que el modelo
resulta aquí particularmente teórico seguido por los latinoamericanos decimonónicos era claro y bien establecido. Se creía—y se
ilustrativa. cree—que en su diseño institucional no había ambigüedad alguna. Era la realidad de los países his-
panoamericanos la que lo negaba y la que impedía su correcto funcionamiento. En consecuencia, el
Retomando una comparación fracaso del experimento constitucional se ha atribuido exclusivamente a las sociedades que obtuvieron
planteada por Federico Suárez, su independencia a principios del siglo XIX. Ese supuesto, me parece, debe revisarse”.

Vivir al filo: fracturas, fisuras, fronteras 31


ENTRETEORIAS
En fin, de lo que se trata aquí es de explorar ese mucho más complejo entramado
conceptual que se nos descubre una vez que logramos trascender las limitaciones de los
enfoques centrados exclusivamente en la superficie textual de los discursos (las ideas).

desarrollo histórico-intelectual en J. Z. Vázquez (coord.), Recepción y Morse, R. (1989), New World Soundings. Cul-
local, los debates aquí producidos transformación del liberalismo en México. ture and Ideology in the Americas, Baltimore,
podrían cobrar efectivamente un Homenaje al profesor Charles A. Hale, The Johns Hopkins University Press.
sentido sustantivo, esto es, dejar de México, El Colegio de México. Morse, R. (1982), “Toward a Theory of
aparecer como resultados de puros Guerra, F. X. (1992), “La política moderna en el Spa-nish American Government”,
malentendidos y suscitar cues- mundo hispánico: apuntes para unos años en H. Wiarda, (comp.), Politics and
tiones de orden conceptual cuya cruciales (1808-1809)”, en R. Ávila Palafox, Social Change. The Distinct Tradition,
relevancia exceda incluso el marco C. Martínez Assad y J. Meyer (coords.), Massachusetts, University of Massa-
estrictamente local. En fin, de lo Las formas y las políticas del dominio agrario. chusetts Press.
que se trata aquí es de explorar ese Homenaje a François Chevalier, Guadalajara, Morse, R. (1964), “The Heritage of Latin
mucho más complejo entramado Universidad de Guadalajara. America”, en L. Hartz (comp.), The
conceptual que se nos descubre Guerra, F. X. (1989), “El olvidado siglo Founding of New Societies, Studies in the
una vez que logramos trascender XIX”, en V. Vázquez de Prada e I. Olabar- History of the United States, Latin Amer-
las limitaciones de los enfoques ri, (comps.), Balance de la historiografía ica, South Africa, Canada, and Australia,
centrados exclusivamente en la sobre Iberoamérica (1945-1988). Actas Nueva York, Harvest/HBJ.
superficie textual de los discursos de las IV Conversaciones Internaciona- O’Gorman, E. (1977), México. El trauma de
(las ideas). El mismo nos revelará les de Historia, Pamplona, Universidad su historia, México, UNAM.
un sentido a los antagonismos de Navarra. O’Gorman, E. (1969), La supervivencia
que entonces produjeron que no Hale, C. A. (1989), “Political and Social política novohispana. Reflexiones sobre el
podrían ya llanamente atribuirse Ideas in Latin America, 1870-1930”, monarquismo mexicano, México, Funda-
a ciertas supuestas patologías de la en L. Bethell (comp.), The Cambridge ción Cultural Condumex.
sociedad y la cultura locales, a las History of Latin America. From c.1870 to Pocock, J. G. A. (1991), Virtue, Commerce
distorsiones que habrían sufrido 1930, vol. IV, Cambridge, Cambridge and History, Cambridge, Cambridge
los tipos ideales en su intento de University Press. University Press.
aplicación a la realidad local, sino Hale, C. A. (1971), “The History of Ideas: Pocock, J. G. A. (1989), Politics, Language,
que harían eventualmente mani- Substantive and Methodological Aspects and Time. Essays on Political Thought
fiestas contradicciones y problemas of the Thought of Leopoldo Zea”, Journal and History, Chicago, The University of
inherentes a los propios tipos of Latin American Studies, 3, 1. Chicago Press.
ideales, minando esa apariencia de Hale, C. A. (1968), Mexican liberalism in the Pocock, J. G. (1975), The Machiavellian Mo-
naturalidad y perfecta racionalidad Age of Mora, New Haven. ment. Florentine Political Thought and the
con que hoy se nos presentan. Halperín Donghi, T. (1987), “En el trasfondo Atlantic Republican Tradition, Princeton,
de la novela de dictadores: la dictadura Princeton University Press.
REFERENCIAS hispanoamericana como problema Ruggiero, G. (1981), The History of European
Aguilar Rivera, J. A. (2000), En pos de la qui- histórico”, en El espejo de la historia. Prob- Liberalism, Gloucester, Massachussettes,
mera. Reflexiones sobre el experimento cons- lemas argentinos y perspectivas latinoameri- Peter Smith.
titucional atlántico, México, FCE/CIDE. canas, Buenos Aires, Sudamericana. Sánchez Albornoz, C. (1956), España, un enig-
Bailyn, B. (1992), The Ideological Origins Hartz, L. (1964), “The Fragmentation of ma histórico, Buenos Aires, Sudamericana.
of the American Revolution, Cambridge, European Culture and Ideology”, en Véliz, C. (1980), The Centralist Tradition
Harvard University Press. Hartz (comp.), The Founding of New of Latin America, Princeton, Princeton
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Spanish American Political Tradition”, United States, Latin America, South Af- Wiarda, H. (1982), “Introduction”, en
en H. Wiarda (comp.), Politics and Social rica, Canada, and Australia, Nueva York, H. Wiarda, (comp.), Politics and Social
Change. The Distinct Tradition, Massachu- Harvest/HBJ. Change. The Distinct Tradition, Mas-
setts, University of Massachusetts Press. Hartz, L. (1955), The Liberal Tradition in sachusetts, University of Massachusetts
Dunn, J. (1995), The Political Thought of John America. An Interpretation of American Press.
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