Vaticano Dentro de los sistemas de control forjados en la modernidad y los siglos posteriores que han hecho suyo tal principio, se puede hablar de capitalismo- liberalismo/iglesia católica romana/socialismo- comunismo, en este esquema, las justificaciones del hacer social de cada instancia dependen del interés ideológico, material, de los fines que se persigan y del poder que se detente y ejerza. A partir de este momento podemos ver la lucha entre los extremos por el control y dominio de los estratos social, político, económico y cultural. Es precisamente en este texto donde el autor Joseph Ferraro, inscribe sobre la lucha de la iglesia contra el comunismo, Ferraro subraya la fuerza de la Iglesia Católica representada por el Papa, pues, según él, en 1846 Pio IX, en su encíclica Quipluribus, conden a la doctrina comunista, esta línea será seguida luego pos sus sucesores como León XIII, Pio XI, Juan XXIII y Pablo VI, entre estos Papas se calificaba al socialismo como un “cáncer que pretendía el fin de la sociedad moderna”. Dentro de la Iglesia se puede ver estor representado en la necesidad de una renovación espiritual por parte de los fieles, que estaba encaminado a contrarrestar los adelantos socialistas, ahora frente a esta situación la doctrina social católica no condena el capitalismo pero si los abusos que cometieron la clase capitalista, ahora en autor ve estas reuniones de los Papas como solo una consolidación del poder máximo en el sentido tradicional, se enfrentaba a las ideas de los que verdaderamente quería un cambio dentro de la Iglesia Católica. Ahora desde el punto de vista del autor, la tesis de la lucha de la Iglesia contra el comunismo es que el Concilio Vaticano II realmente no fue un concilio religioso, sino un congreso político que dicto cambios que su estructura para impartir el credo con fines ideológicos, su documente explicaba su importancia en la fe y buena voluntad en su proceder, pero justificando el interés encubierto que era acrecentar su poder temporal, en lo económico y político. Ahí el autor también explica que la Iglesia trataba de quedar bien tanto con la clase trabajadora que venía acrecentando su poder como también con la sociedad burguesa, aliada en contra del comunismo. Ferraro señala además que León XIII condeno el socialismo, pero no el capitalismo, son embargo, censuro la avaricia de los potentados particulares en cuanto causas de sufrimiento, pobreza y desesperación en los proletariados, por otro lado, Pio IX, el capitalismo no es condenable por su mismo ni vicioso por naturaleza, sino violador del “recto orden” solo cuando abusa de los obreros y de la clase propietaria. También se señala que las diferentes resoluciones de las reuniones de la Iglesia Católica vas dirigidas a acciones concretas con el sector obrero, ya que entendía como el sector más expuesto a las maniobras de los agitadores que explotan la miseria de los menesterosos para encender en su alma la envidia contra los ricos. Por último, el autor reconoce que la significación de los Concilios estuvo en que la Iglesia se transformó en una defensora de los derechos humanos pero sus intereses ocultos eran que volvieron a la religión como instrumento político para defender y servir a un orden socioeconómico determinado, el capitalismo.