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Está entonces ante todo el plano, el cuerpo sin órganos o la materia intensiva, el
planómeno. Es una visión en corte o una sección de las multiplicidades en el nivel
molecular, en el nivel de sus relaciones más libres, allí donde están menos ligadas,
cuando lo heterogéneo se conecta con lo heterogéneo en tanto que heterogéneo. Ese
plano es Materia. En tanto que materia, posee una realidad física, con sus
magnitudes, sus grados, sus cantidades; pero como se trata de una materia intensiva,
sus magnitudes, sus grados, sus cantidades son inextensas, son “partes de potencia”
que se distinguen intrínsecamente, y no de manera extensiva o extrínseca. En ese
nivel, no hay más que variaciones de intensidad (grados de potencia), singularidades
(cambios de umbrales) y conjunciones de flujos (relaciones diferenciales). El plano es
un flujo material, no informe, sino informal.
Cuanto menos estable es una relación, cuanto menos fija, cuanto más capaz de
transformarse, más consistencia tiene. Según este criterio, se comprende que, de
todas las relaciones posibles, la síntesis disyuntiva incluida es la relación más
consistente en la medida en que hace mantener juntos los términos más
heterogéneos de la manera más inestable. Es entonces con razón que el plano es
llamado plano de consistencia puesto que su materia obedece al principio de la
disyunción incluida. Dicho de otro modo, lo que constituye la consistencia del plano,
es el pasaje de un agenciamiento a otro, la transformación de uno en otro. El plano se
traza entre los agenciamientos, a lo largo de su transformación. (p. 198)
1) Conjunciones de flujos. Se sabe ya que un flujo corta siempre otro, que arrastra
otros, modifica su velocidad o le da un andar, un ritmo diferentes. Lo cual quiere decir
que un flujo se define a continuación por las 2) variaciones por las que no cesa de
pasar, ascensos y descensos, elevaciones y caídas que manifiestan sus grados de
potencia. Finalmente, la conjunción de los flujos es inseparable de emisiones de 3)
singularidades, elementos diferenciales o signos asignificantes (“partículas”) en tanto
producidos por la agitación diferencial metaestable de la materia del plano. (pp. 204-
205)
Si el plano se define por continuums, es porque una multiplicidad está siempre a
caballo sobre dos multiplicidades, una primera a la que envuelve, una segunda que la
envuelve. Una multiplicidad es siempre atraída hacia el límite que la hace volcarse
fuera del agenciamiento que compone, aspirada por otra multiplicidad que compone
con ella un nuevo agenciamiento. Es lo que pasa cuando una multiplicidad llega a la
saturación, cuando está en la imposibilidad de incrementar sus dimensiones sin
cambiar de naturaleza. Hay siempre un atractor, singularidad o elemento anomal,
para desterritorializar una multiplicidad. (pp. 198-199)
Todos los agenciamientos son dobles. Por una parte, los agenciamientos son cuerpos,
cuerpos colectivos, formados, organizados, cuerpo geológico, cuerpo orgánico,
cuerpo político, cuerpo social. Como en Spinoza, todo cuerpo es un cuerpo colectivo,
un cuerpo compuesto de cuerpos. Como en los estoicos, todo cuerpo es una mezcla de
cuerpos, una mezcla de acciones y de pasiones. Por otra parte, y de manera
inseparable, los agenciamientos concretos son regímenes de signos. Así como todo
cuerpo es colectivo (multitud, manada o población), todo régimen de signos es
colectivo (grito, glosolalia, rumor). La naturaleza de estos signos no es de orden
lingüístico, sino pragmático.
Un agenciamiento es entonces siempre doble; a la vez agenciamiento maquínico de
cuerpos y agenciamiento semiótico de signos. No es solamente una concretización o
una efectuación de tal o cual máquina abstracta, sino también una relación a veces
inestable entre dos órdenes realmente distintos: multiplicidad de los cuerpos y
multiplicidad de los signos. (pp. 202-203)
Sobre lingüística. Se trata ante todo de mostrar que una lengua está siempre tomada
en un agenciamiento concreto, que no puede ser separada de los cuerpos de los que
habla, que es afectada desde el interior por todos los cuerpos sociales exteriores.
Volvemos a encontrar el fenómeno de doble articulación expresión/contenido, que
define a cualquier agenciamiento. Regímenes de signos de un lado, regímenes de
cuerpos del otro. Pero esto es solo un primer aspecto. Luego hay que mostrar cómo el
agenciamiento es él mismo inseparable de un afuera aún más exterior, que trabaja de
manera más profunda la lengua, que la desarticula, que tiende a hacerle perder su
gramática y su sintaxis, en suma que la desterritorializa. Ese afuera está más allá de la
exterioridad de los cuerpos sociales; constituye el límite mismo del lenguaje. Más allá
de la exterioridad, el afuera; más allá del agenciamiento concreto, la máquina
abstracta. (p.219)
La lengua no puede estar cerrada sobre sí misma puesto que está continuamente
afectada desde adentro por lo que pasa en el exterior, en el campo social. Volvemos a
encontrar aquí la doble articulación contenido/expresión propia al sistema de los
estratos. De un lado, los contenidos se ordenan y componen cuerpos sociales, pero del
otro lado las expresiones organizan los cuerpos a través de sus “actos” enunciativos. El
lenguaje no da forma al cuerpo (los cuerpos tienen su propia forma), los transforma
incorporalmente por el sentido que les atribuye. De esta manera, “interviene” sobre
ellos. (p. 220) No solamente el lenguaje codifica, sino que no cesa de desterritorializar
y de reterritorializar los cuerpos sociales. Un signo no es signo de algo, sino ante
todo signo de desterritorialización o de reterritorialización.
Pero esta doble articulación solo constituye una primera dimensión del
agenciamiento que manifiesta su pertenencia a los estratos. ¿Qué pasa en la otra
vertiente? ¿Qué hace la máquina abstracta? ¿No es precisamente ella la que libera el
lenguaje del sistema de los estratos para ponerlo en relación con las potencias
intensivas de la Tierra? ¿Qué relación mantiene el lenguaje con la Tierra o el plano de
consistencia?
Es precisamente lo que constituye la segunda dimensión del agenciamiento, y que lo
vuelve irreductible a cualquier estructura. Hay una exterioridad más radical que la de
los cuerpos sociales, que actúa sin embargo en lo más profundo de la lengua misma.
Estas fuerzas solo pueden ser percibidas si se traza la línea de variación continua de los
enunciados. El enunciado ya no es separable de todas las voces que hace oír en la suya
propia, como una materia propiamente lingüística, una substancia casi musical
inmanente a cualquier enunciado, y de la que cada enunciado es una modulación. Se
alcanzan así variaciones inmanentes a la lengua misma, y todos los casos de “yo
juro” son como los grados de potencia de esa línea de variación continua virtual.
Sucede que esas líneas juegan un rol de “tensor” o de atractor en el sentido en que
justamente tensan la lengua hacia su límite; la desterritorializan. Ya no es, como
precedentemente, el lenguaje que desterritorializa los cuerpos sociales, sino una
materia no-lingüística la que desterritorializa la lengua, la que hace de cada uno un
extranjero en su propia lengua y el inventor de una nueva lengua en la lengua. (pp.
220-222)
Se evalúa la diferencia entre las dos vertientes del agenciamiento. De un lado, una
lengua afectada desde el interior por los cuerpos sociales exteriores y cuerpos sociales
afectados por las consignas de la lengua. Es la vertiente estratificada del
agenciamiento en la que se ejerce plenamente la doble articulación
contenido/expresión. Pero en la otra vertiente, todo tiende a desestratificarse. El
afuera de la lengua ya no remite a la exterioridad de los cuerpos, sino a variaciones
intensivas inmanentes que hacen tender la lengua hacia su límite, como si ella entrara
en un devenir musical.