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CONCEPTO DE PSICOLOGIA

La Psicología es la ciencia que estudia la conducta y los procesos mentales. Trata


de describir y explicar todos los aspectos del pensamiento, de los sentimientos, de
las percepciones y de las acciones humanas. Por ser una ciencia, la Psicología se
basa en el método científico para encontrar respuestas. Etimológicamente,
Psicología o Psicología, proviene del griego psique : alma y logos: tratado, ciencia.
Literalmente significaría ciencia del alma; sin embargo, contemporáneamente se le
conceptualiza a la Psicología como una parte de las Ciencias Humanas o Sociales
que estudia:

• El comportamiento de los organismos individuales en interacción con su ambiente.

• Los procesos mentales de los individuos.

• Los procesos de comunicación desde lo individual a lo microsocial. La psicología


es el estudio científico de la conducta y la experiencia de como los seres humanos
y los animales sienten, piensan, aprenden, y conocen para adaptarse al medio que
les rodea

QUÉ SE ENTIENDE POR ENVEJECIMIENTO?.

El proceso de envejecimiento se despliega en una secuencia compleja de cambios


que tienen lugar en distintos niveles: biológico, psicológico, social.” Fierro A. (1994)

“ El envejecimiento se asocia a una disminución de la viabilidad y a ser universal,


progresivo, decremental e intrínseco. No se puede evitar envejecer, se puede evitar
y cuidar del envejecimiento patológico (no natural). Envejecer es un hecho, el tiempo
discurre sobre nuestros organismos más o menos castigados, por nuestros vicios y
enfermedades, pero ello no significa que el tiempo transcurre solo en nuestra contra,
la sabiduría solo se puede poseer disponiendo y gastando en general bastante
tiempo, la perspectiva es otro valor comparativo esta vez, que solo nos da el tiempo.
El envejecimiento en sí es un continuo proceso de desarrollo, nuevas
oportunidades, intereses y cambios de perspectiva sobre la vida que la hacen cada
día más interesante” Arriola Manchola, E. (1997)

ENVEJECIMIENTO PSICOLÓGICO NORMAL.

Desde un punto de vista psicológico, lo que más llama la atención son los fallos en
la memoria reciente que los propios adultos mayores y nuestro entorno social o
familiar suele asociarlos a la enfermedad de Alzheimer. Se da dicha preocupación
porque se desconoce que en la vejez hay cambios que se consideran normales con
respecto al funcionamiento cognitivo. Igualmente se producen cambios afectivos y
en la personalidad que deben ser considerados como normales y esperables.

La persona cuando llega a envejecer sufre un aumento de la vivencia de pérdidas,


entendiendo pérdida como la vivencia por la cual sentimos que ya no tenemos algo,
a nivel real y subjetivo que es significativo para nosotros. Dichas pérdidas afectan a
todos los ámbitos, aunque en este artículo me centraré en las pérdidas a nivel
afectivo. Todas las pérdidas implican un proceso de duelo, es decir, de un trabajo
psíquico. El superar la pérdida es vital para la persona que envejece, disminuyendo
la probabilidad de que se produzcan repetidas crisis de identidad o que se atenúen
las repercusiones de las mismas en la vida de las personas adultas mayores.
Bajo mi punto de vista estos cambios psicológicos se presentan más acentuados
cuando la persona empieza a notar que los cambios físicos y biológicos generan
una pérdida, real o subjetiva, de la independencia que vivía hasta entonces.

En la Tercera Edad, quizás porque las primeras décadas después de la jubilación,


es un tiempo esperado y ansiado, no suele esperarse que la persona sufra grandes
pérdidas, y si ocurren, la tendencia general es que se resuelvan adaptativamente
porque también la red social es amplia y numerosa todavía, o incluso se empieza a
agrandar en la medida que ocupa su mayor tiempo libre en nuevas actividades que
incluye en su proyecto de vida.
Llegando a la Cuarta Edad las pérdidas son más numerosas y desencadenan el
recuerdo de pérdidas que no han sido elaboradas, unido a que la red social empieza
a disminuir y el pensar asistir a entierros empieza a desencadenar la anticipación
de su propia muerte.
La persona en definitiva empieza a cuestionarse más acerca de su identidad en la
medida en que no encuentra una respuesta satisfactoria que disminuya la angustia
que los mitos, los prejuicios y las ideas falsas sobre el proceso de envejecimiento le
pueda generar y que la sociedad no trata de contrarrestar devolviéndole una imagen
con la que pueda identificarse plenamente, dañándose el autoconcepto.

4.1.- Cambios afectivos.

El principal cambio esperable al que va a tener que enfrentarse es a procesos de


pérdidas más habitualmente que en otras etapas de su vida (la perdida de sus
figuras parentales y de personas significativas en su vida con las que mantenía
fuertes lazos a nivel emocional y afectivo).
El duelo es el conjunto de reacciones de tipo físico, emocional y social que se
producen por la pérdida de una persona que nos es cercana. Dependiendo de la
intensidad de la relación podremos experimentar, desde un sentimiento transitorio
o de tristeza, hasta una desolación completa que puede persistir por años o volverse
crónica. En este último caso decimos que el duelo no se ha elaborado
adaptativamente y va adquiriendo matices patológicos, ante los cuales es preciso
recurrir a la ayuda de profesionales con experiencia en su abordaje en personas
mayores.

El perder a un ser querido representa un gran trauma emocional que nos hace
especialmente vulnerables a padecer una enfermedad física y trastornos mentales.
El superar la pérdida implica un proceso de elaboración, en el cual debemos
atravesar diferentes etapas:

Shock o parálisis.
Se produce cuando nos enfrentamos a la noticia de la muerte y puede durar de
minutos a días. Nos vamos a encontrar apáticos, con embotamiento o tal vez con
hiperactividad. Lo que intentamos básicamente es defendernos del impacto que
supone tal noticia en nosotros y nuestra psique, pero tarde o temprano aparecerán
los sentimientos de aflicción que pueden ser atemperados en función de cómo
recibamos la noticia y si era esperable o no.

Alivio o relajación.
Se podría decir que tras el funeral entramos en esta fase de duración corta e
influenciada por el tiempo que permanecen junto a nosotros otras personas
importantes para nosotros que nos otorgan cierto apoyo.
Es aconsejable expresar sentimientos de aceptación de la muerte. Puede que
tratemos de expresar gratitud hacia las figuras profesionales con las que tuvimos
contacto y que facilitaron cuidados a la persona muerta.
Es una etapa variable que oscila entre estados de animo tranquilo y llanto. Lo normal
es que pasado los 8 días aparezca una mayor tristeza y un sentimiento de desanimo
que va influir en nuestro comportamiento.

Resentimiento.
Cuando quedamos solos, cuando realmente nos enfrentamos a la no existencia más
de esa persona a nuestro lado entramos en la fase de resentimiento que puede
durar de 3 a 4 meses. Persiste en nosotros la sensación de soledad, inseguridad,
falta de autoestima y culpabilidad, tanto hacia nosotros mismos, como puede ser
hacia los profesionales. Podemos caer en un estado depresivo por varios meses.
Es importante que podamos reconocer y comprender nuestra irritabilidad y los
sentimientos que experimentamos son algo esperable y normal.

Recuerdo.
Desde los tres meses a los 12 o 15 del fallecimiento rememoramos constantemente
nuestra vida pasada con esa persona que ya no está, tratando de retener las
experiencias positivas. Podemos soñar con esa persona y llegar a sufrir
alucinaciones ya sean visuales o auditivas.

Reparación.
Desde los 6 a los 12 meses entramos en una fase que es normal que vayamos
aceptando la pérdida y empezando a hacer un esfuerzo por reiniciar nuestra vida,
tratando de cultivar nuevos intereses, actividades... con posibilidad de ampliar
nuestra red social y tratando de pensar más lógica y racionalmente.

El proceso de duelo no es igual en todas las personas, por lo cual se puede afirmar
que los tiempos mencionados antes son orientativos.
Idealmente el apoyo a la persona afectada debe darse antes y después del duelo,
existen casos como la Enfermedad de Alzheimer o procesos oncológicos en lo cual
esto se hace más necesario pues aunque la persona continua con nosotros la
sentimos como no presente.
En la elaboración del duelo normal se producen numerosas alteraciones en nuestros
sentimientos y cambios en la percepción de cosas o de nuestro comportamiento.

Es frecuente que experimentemos síntomas somáticos como pérdida de apetito,


adelgazamiento, insomnio o trastornos del sueño... Podemos llegar a experimentar
alucinaciones auditivo visuales con la persona fallecida o podemos llegar a
somatizar síntomas que tenía esa persona como algo normal a dicho proceso.
Expresar abiertamente la pena que sentimos es natural y deseable y supone una
buena salida psicológica y fisiológica para las emociones que podemos llegar a
haber retenido.

Debemos tener en cuenta que en el proceso de envejecimiento nuestras reacciones


del duelo serán más sostenidas y durarán mayor tiempo por las dificultades que
tenemos para ajustarnos a los cambios, tememos el sufrimiento, la soledad y el
miedo al futuro.

Si después del año continuamos deprimidos, nos aislamos socialmente y utilizamos


medicamentos psicoactivos deberemos consultar a un profesional de la psicología
que nos ayude a superar adaptativamente dicho proceso de duelo.
Bajo mi punto de vista no es verdad que todas las personas cuando envejecen están
deprimidas o sufren de trastornos afectivos. Si es normal que en algunas personas
en esta etapa de la vida exista un cierto sentimiento de tristeza pero no se puede
establecer como norma genérica a toda la población de adultos mayores. En mi
opinión esto sucede por un aumento de las pérdidas a las que debe enfrentarse
unido a la falta de un proyecto de vida.

Es normal que cuando llegamos a viejos nos tengamos que enfrentar a situaciones
que nos generan cierta ansiedad o angustia, fruto del aumento de nuestros miedos
y de no saber como manejarlos y actuar. Por eso es importante poder anticipar
situaciones y aprender como manejarnos en ellas adaptativamente, de forma que
no disparemos nuestros miedos y mantengamos una actitud abierta ante los
cambios a los que vamos a enfrentarnos en el proceso de envejecimiento.

4.2.- Cambios en la personalidad.

A la hora de abordar la personalidad existen tres aproximaciones alternativas y


complementarias que estudian el desarrollo personal: el enfoque de rasgos, el de
estadios y el de los eventos.

Enfoque de rasgos.

Los rasgos son manifestaciones o características de la personalidad que se miden


mediante escalas y cuestionarios. Desde este enfoque se sostiene que
independientemente de la edad, las personas poseen características fijas que
explican su comportamiento.
Las investigaciones realizadas hasta la fecha se han basado por un lado en
estructura de varios rasgos multirasgo y por otro lado en rasgos concretos como
predictores del comportamiento.
Dentro de estas últimas investigaciones hay que citar las referentes al lugar de
control y la autoestima.
El lugar de control está relacionado con la sensación de control personal y
autocontrol de las acciones y consecuencias que derivan de esas acciones
humanas. Los niveles de lugar de control interno disminuyen al aumentar la edad,
puesto que con la edad son más numerosos los acontecimientos negativos que
viven las personas y no pueden evitar. Es probable que al disminuir el control interno
se incremente el control de lugar externo pero este punto no está confirmado
totalmente.

La autoestima refleja la valoración del propio yo.

Baltes y baltes (1990) encuentran niveles superiores a los esperados en personas


mayores. Coleman (1992) sostiene que la autoestima se mantiene estable a lo largo
de la vida.

La autoestima se encuentra asociada con la salud, las actitudes hacia el


envejecimiento y la satisfacción con la vida pasada. Tener una buena autoestima,
cuando envejecemos, es un buen índice de que la adaptación a circunstancias
difíciles, como por ejemplo el afrontamiento de la viudez o la perdida de
independencia, la realizaremos favorablemente. Niveles bajos de autoestima serían
señales de la posibilidad de la aparición de sucesos depresivos.

A través de los diversos estudios longitudinales que se han realizado en este


enfoque se concluye que la personalidad en la vejez es estable aunque la
perspectiva interaccionista dentro de dicho enfoque plantee excepciones. Por
ejemplo desde la perspectiva interaccionista en los primeros estudios se encontró
que con la edad incrementa la intraversión y por lo tanto disminuye la extraversión
(Jung 1931). En la misma línea son las conclusiones del estudio de Berkeley.

Schaie y Willis (1991), también desde esta misma perspectiva, enfatizarían en el


papel que tienen los efectos generacionales, que pueden deberse a procesos
tempranos de socialización en el desarrollo de la personalidad. Sostienen que cada
persona está influenciada por el momento de la historia que le ha tocado vivir.

Enfoque de estadios.
Las teorías basadas en los estadios tienen su origen en las corrientes
fenomenológicas de la personalidad.

El impacto que cualquier acontecimiento tiene sobre la persona no sólo depende de


sus elementos objetivos (intensidad de las características estresantes), sino
también de cómo el individuo lo interpreta y le atribuye significado.

La forma en que una persona negocia las experiencias y acontecimientos de su vida


depende básicamente del contenido, organización y funcionamiento de su
autoconcepto.
El autoconcepto es una organización que integra e interpreta la experiencia a lo
largo del tiempo y le da continuidad y significado, regula el afecto y motiva a la
persona. Para Mc Crae y Costa (1988) el autoconcepto y el significado del yo están
asociadas a rasgos de personalidad como el lugar de control.

Depende de la teoría que se tome el concepto de estadio varia, sin embargo se


puede decir que hay dos posiciones extremas:

 Estadio considerado como una forma de clasificar y describir a los individuos


y por lo tanto, identifican intervalos de la vida de una persona.
 Estadio como la organización lógica de la personalidad, representando
niveles de organización de la personalidad del ser humano.

Desde este enfoque, para comprender a las personas en la última parte de su vida
y siguiendo el concepto de integridad de Erikson (1982) hay que considerarlas en el
contexto de su historia personal, con los conflictos y crisis que se dieron en las
etapas anteriores de su vida y los esfuerzos que realizaron por resolverlos. Las
experiencias individuales únicas de cada persona marcan el que exista una mayor
variabilidad interindividual en la vejez y que no tengan tanto impacto los cambios
madurativos.
Desde las teorías psicoanalíticas y las teorías del yo se han identificado varios
estadios en la vejez. A través de técnicas proyectivas y entrevistas
semiestructuradas se han hallado cambios en la personalidad que se identifican
como estadios sucesivos e independientes.
Carl G. Jung (1931) sostiene que durante la vejez hay un incremento de la
introversión y una reorganización del sistema de valores propios.

ENFERMEDADES PSIQUIÁTRICAS MÁS COMUNES DE LOS ADULTOS


MAYORES:

La demencia presenil o senil como el Alzheimer y la depresión que en esta edad


puede ser mortal, son las principales enfermedades de esta época.

La demencia senil es un desorden cerebral orgánico: Tiene algunos rasgos


distintivos que pueden no presentarse juntos o en el mismo grado como el deterioro
de la memoria, daño del funcionamiento o comprensión intelectual, deterioro de la
capacidad de juicio, de la capacidad de orientación y decaimiento de dichas
funciones. Una de las más comunes es el Alzheimer.

DESARROLLO PSICOSOCIAL:

1.Cambio social: Los adultos mayores de los países desarrollados, se han dado
cuenta de que el ser mayor es diferente desde que sus padres llegaron a los 65
años. Tienen aspecto más juvenil, están más sanos y vigorosos que sus homólogos
de hace varias generaciones. Es más probable que sean dueños de sus casas,
vivan por encima del nivel de pobreza y tengan menos hijos adultos . En los países
en desarrollo estas características no se dan siempre o porque no
ha habido una educación hacia la planificación familiar oportuna o para el ahorro
para los años finales o porque la situación económica de los países no lo ha
permitido. No todos tienen derecho a la jubilación o ésta es muy raquítica (3).

2.Estrés: Un alto estrés puede lastimar la autoestima y deteriorar física y


mentalmente a la persona que lo padece.

3.Trabajo y jubilación: en la transición del trabajo a la jubilación puede desarrollarse


un alto estrés por lo que se recomienda que se vaya haciendo poco a poco, para
que se vaya viviendo por fases hasta aceptar su finalización. (13). Quienes no tienen
derecho a la jubilación están en alto estrés pues trabajan temiendo perder su
empleo en cualquier momento o tendrán que seguir trabajando si se los permiten o
tendrán que pasar a ser dependientes de sus familiares o de programas
gubernamentales.

4.Matrimonio: El evento más importante en muchos matrimonios es la jubilación del


hombre y de la mujer si es que ella trabajaba. Cuando es el hombre quien trabajaba,
afecta a la mujer en su independencia, al estar él todo el día en casa. La mayoría
de otros problemas ya han sido solventados en etapas anteriores y si no lo hicieron
ya se divorciaron antes (13).

5.El divorcio y volver a casarse: cuando las parejas que han estado casadas durante
40 años se divorcian es probable que demuestren más estrés psicológico que las
parejas jóvenes que se divorcian. La pérdida de sus papeles conyugales al igual
que los profesionales puede quebrantar su identidad. El número de personas
mayores que se divorcian va en aumento. En el hombre es porque ha estado
enfrascado en su trabajo y su jubilación coincide con el matrimonio con otra mujer.
En la mujer es porque su marido es alcohólico, tirano o mujeriego. Los hombres se
casan con más facilidad que las mujeres pues hay más mujeres divorciadas que
hombres disponibles.

6.Viudez: La situación de viudez en las mujeres es más frecuente pues sus maridos
eran mayores y porque la esperanza de vida del hombre lo es también. El proceso
de recuperación implica, desarrollar una explicación satisfactoria por la que ha
muerto el otro, neutralizar los recuerdos y asociaciones y crear una nueva imagen
de uno mismo. Las mujeres parecen adaptarse a una vida solitaria mejor que los
hombres quienes padecen depresión, angustia y hasta reacciones fóbicas. Aún
después de la recuperación el dolor continúa. (13).

7.Relaciones familiares en los Adultos Mayores: La tendencia es “envejecer en el


lugar”, donde educaron a sus hijos, en donde está lleno de recuerdos, y al conocerlo
bien les da competencia y el ser propietarios confiere estatus a la persona mayor.
Son menos propensos a traslados o emigraciones. Existe la emigración de ayuda
que es cuando se mudan con algún hijo o a una residencia especial o a una
institución que ofrecen cuidados personales pero raras veces médicos,
psicológicos, sociales, ni sanitarios a nivel profesional. (13).

8.No jubilación: Existen gran cantidad de adultos mayores que no tienen jubilación,
ya sea porque en su trabajo nunca se la dieron, porque estaban en trabajos
informales o no trabajaban a base de sueldo (muchas mujeres están en este caso).
Estos adultos mayores pasan a depender de sus familiares, de las instituciones
gubernamentales que en México casi no existen o piden y viven de la limosna que
les da la gente. El Sector Salud, el Gobierno del D. F. empiezan a desarrollar
algunas acciones pero como sociedad falta mucho por hacer .
El adulto mayor es protagonista de su propia vida y de su propia salud física y
psíquica. Evitar actitudes paternalistas en las que la solución viene de afuera y no
de los mismos protagonistas ya es un gran paso. Toda la sociedad debe conectarse
para formar “redes de seguridad” en beneficio de los seres más desvalidos pero
cuidando que ellos mismos sean agentes de su propia liberación (en lo posible).

1.-Educación en la verdad: (18)

Esta se desarrolla a través de las distintas edades de la vida. Prepararse para gozos
y esperanzas, para conflicto, estrecheces, contrariedades; holguras y abundancias.
Prepararse para asumir la verdad. Así, cuando lleguen a situaciones y momentos
de la vida más difíciles estarán mejor preparados para enfrentarlos y salir airosos
de la prueba.

2.- Verdad del envejecimiento: (18)

No todos los cambios de esta edad son negativos, también existen positivos. Se
debe aprender a verlos. Hemos visto ya varios negativos pero ahora aboquémonos
a los positivos como la capacidad de la estabilidad y la continuidad, cualidad que
proporciona al adulto mayor la aureola de persona capaz digna de confianza, capaz
de recibir confidencias y de entregar consejos sabios.
1.Sentimiento de Eupatía:

Significa en griego “sentirse bien”. Consiste en sentirse y aceptarse a sí mismo


como radicalmente valioso. Es un sujeto que reconoce sus cualidades y logros con
sencillez, sin jactarse ni fanfarronearse. Al igual reconoce sus fallas y errores, sin
por eso sentirse frustrado ni fracasado.

2.Sentimiento de simpatía:

Palabra griega que significa “sentir con” y que significa sentirse bien con los demás.
Por eso la persona es sociable, acogedora, a la vez que aprovecha sus momentos
de soledad porque necesita calar la hondura de la propia intimidad. Es quien desde
la profundidad de su vida interior, es capaz de salir al encuentro de otros y tanto en
ellos como en el resto del mundo encuentra lo que es positivo, digno de felicitación
y aplauso.

3. Sentimiento de autonomía:

Palabra griega que significa “ser uno mismo” contrario a la heterotomía que es la
dependencia de los demás. Es capaz de ayudarse a pesar de sus limitaciones, es
autónomo desde el punto de vista psicológico. No se trata de proyectar cosas a
realizar sino de seguir creciendo como persona libre, liberada y liberadora.

5. Sentimiento de Anástasis:
Palabra griega que significa “levantarse, ponerse en pie”. Consiste en sentir,
experimentar, crear, pensar, producir. Quien vive de esta manera anastasística,
encontrando el sentido de la vida hasta el último momento, es la persona que por
lo mismo, experimenta que la muerte no tiene la última palabra y es un ser humano
que irradia esperanza y se prepara para “bien morir”.

PRIMERA ETAPA DEL DUELO: LA NEGACIÓN

Cuando una persona se entera de la enfermedad terminal o muerte de un ser


querido, su primera reacción es negar la realidad de esta noticia devastadora.

La negación consiste en el rechazo consciente o inconsciente de los hechos o la


realidad de la situación. Este mecanismo de defensa busca amortiguar el shock que
produce la nueva realidad para sólo dejar entrar en nosotros el dolor que estamos
preparados para soportar. Se trata de una respuesta temporal que nos paraliza y
nos hace escondernos de los hechos. La frase que podría resumir la esencia de
esta etapa es “Esto no me puede estar pasando a mí”.

En este primer momento, el mundo pierde sentido y nos abruma. Nos preguntamos
cómo podemos seguir adelante. No es que estemos negando que la muerte o la
pérdida se hayan producido sino que nos invade un sentimiento de incredulidad de
que la persona que amamos no la veremos nunca más. Los sentimientos de esta
etapa nos protegen brindando a nuestro cuerpo y mente un poco de tiempo para
adaptarse a esta nueva realidad sin la persona fallecida. Luego el doliente comienza
a sentirse como si lentamente estuviera despertando, recordando lo sucedido
progresivamente.

Si bien la negación es una parte normal del proceso de duelo es importante destacar
que si el doliente perdura durante mucho tiempo en ella puede llegar a ser
perjudicial ya que al no aceptar lo que les ha ocurrido, no son capaces de enfrentar
esta pérdida y seguir adelante. Cuando esta negación se hace persistente, la
represión podría también dar lugar a enfermedades físicas como malestar
estomacal, dolor de pecho o hipertensión.
SEGUNDA ETAPA DEL DUELO: LA IRA

Cuando ya no es posible ocultar o negar esta muerte comienza a surgir la


realidad de la pérdida y su consecuente dolor.

Si bien los sentimientos de enojo estarán presentes con distinta intensidad durante
todo el proceso de duelo, es en esta etapa donde la ira toma el protagonismo
dirigiéndose este enojo al ser querido fallecido, a nosotros mismos, a amigos,
familiares, objetos inanimados e inclusive a personas extrañas. Se siente un
resentimiento hacia la persona que nos ha dejado causando un inmenso dolor en
nosotros pero este enojo se vive con culpa haciéndonos sentir más enojados aún.
La frase que podría contener la esencia de esta etapa es “¿Por qué yo? ¡No es
justo!”, “¿Cómo puede sucederme esto a mí?” Esta comprensión del “por qué” de
las cosas puede ayudarte a encontrar una cierta paz.

Puedes preguntarte, “¿Dónde ha estado Dios cuando me sucedía esto?”. De


acuerdo a la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, es importante que los familiares y
amigos del doliente dejen que éste exprese libremente su ira sin juzgarlo o
reprenderlo ya que este enojo no sólo es temporal sino que, principalmente,
necesario. Debajo de esta ira ilimitada se encuentra el dolor producido por esta
pérdida. Si somos capaces de identificar esta ira y expresarla sin temores podremos
comprender que ella es parte del proceso de curación.

Para eso se pueden emplear diversos métodos de expresión como escribir una carta
al ser querido fallecido para expresar tu enojo, establecer un diálogo imaginario con
ellos para compartir tus sentimientos, hablar con un amigo o familiar, realizar
ejercicios físicos o bien practicar la meditación como un camino para calmar y
canalizar estas emociones abrumadoras.

TERCERA ETAPA DEL DUELO: LA NEGOCIACIÓN

En esta etapa surge la esperanza de que se puede posponer o retrasar la


muerte de la persona moribunda.
La etapa de negociación puede ocurrir antes de la pérdida, en caso de tener a una
familiar con enfermedad terminal, o bien después de la muerte para intentar
negociar el dolor que produce esta distancia. En secreto el doliente busca hacer un
trato con Dios u otro poder superior para que su ser querido fallecido regrese a
cambio de un estilo de vida reformado. Este mecanismo de defensa para protegerse
de la dolorosa realidad no suele ofrecer una solución sostenible en el tiempo y
puede conducir al remordimiento y la culpa interfiriendo con la curación.

Se desea volver a la vida que se tenía antes de que muriera el ser querido y que
éste vuelva a nosotros. Se concentra gran parte del tiempo en lo que el doliente u
otras personas podrían haber hecho diferente para evitar esta muerte. Las
intenciones de volver el tiempo atrás es un deseo frecuente en esta etapa para así
haber reconocido a tiempo la enfermedad o evitar que el accidente sucediera. La
frase que resume esta etapa es “¿Qué hubiera sucedido si…?” Nos quedamos en
el pasado para intentar negociar nuestra salida de la herida mientras pensamos en
lo maravillosa que sería la vida si éste ser querido estuviera con nosotros.

Esta fase del duelo suele ser la más breve de todas las etapas ya que se trata del
último esfuerzo para encontrar alguna manera de aliviar el dolor por lo que supone
un trabajo agotador para la mente y el cuerpo al tener que lidiar con pensamientos
y fantasías que no coinciden con la realidad actual. Por eso es importante
conectarse con las personas y actividades del presente siguiendo una rutina que le
brinde a tu mente la comodidad de realizar tareas regulares.

CUARTA ETAPA DEL DUELO: LA DEPRESIÓN

En esta cuarta etapa el doliente comienza a comprender la certeza de la muerte


y expresa un aislamiento social en el que se rechaza la visita de seres
queridos.

Se siente tristeza, miedo e incertidumbre ante lo que vendrá. Sentimos que nos
preocupamos mucho por cosas que no tienen demasiada importancia mientras que
levantarse cada día de la cama se siente como una tarea realmente complicada.
Estos sentimientos muestran que el doliente ha comenzado a aceptar la situación.
La frase que contiene la esencia de esta etapa es “Extraño a mi ser querido, ¿por
qué seguir?”

En esta etapa la atención del doliente se vuelve al presente surgiendo sentimientos


de vacío y profundo dolor. Se suele mostrar impaciente ante tanto sufrimiento
sintiendo un agotamiento físico y mental que lo lleva a dormir largas horas. Además
la irritabilidad y la impotencia toman un gran protagonismo ya que durante esta
etapa se enfrenta a la irreversibilidad de la muerte.

Si bien el doliente siente que esta etapa durará por siempre es importante
considerar que la depresión de este proceso de duelo no es sinónimo de
enfermedad mental sino que se trata de una respuesta adecuada a una gran
pérdida por lo que las emociones de la depresión deben ser experimentadas para
sanar. Sé paciente contigo mismo y recuerda que sentir esta depresión es la manera
de salir de ella.

QUINTA ETAPA DEL DUELO: LA ACEPTACIÓN

Es el momento en donde hacemos las paces con esta pérdida permitiéndonos


una oportunidad de vivir a pesar de la ausencia del ser querido.

El doliente llega a un acuerdo con este acontecimiento trágico gracias a la


experiencia de la depresión. Esta etapa no significa que estamos de acuerdo con
esta muerte sino que la pérdida siempre será una parte de nosotros. Este proceso
nos permite reflexionar sobre el sentido de la vida así como lo que queremos de la
vida a partir de ahora. La frase que resume la esencia de esta etapa es “Todo va a
estar bien”.

Esta etapa consiste en aceptar la realidad de que nuestro ser querido se ha ido
físicamente por lo que debemos comprender que esta nueva realidad que vivimos
sin él será nuestra realidad permanente de ahora en adelante. Se trata de aprender
a convivir con esta pérdida y crecer a través del conocimiento de nuestros
sentimientos. Comenzamos a depositar nuestras energías en nuestras amistades y
en nosotros mismos estableciendo una relación distinta con la persona fallecida.

La rutina diaria toma un mayor protagonismo en la vida del doliente mientras que ya
no se invocan los recuerdos del ser querido con sentimientos de culpa. Esta
introspección te permitirá realizar una evaluación de tu vida y analizar cuál es el
crecimiento obtenido durante este proceso a partir del cumplimiento de asuntos
irresueltos. Esto se debe a que puedes observar que las cosas malas le suceden a
la gente buena y a la gente mala también, por lo que la muerte no es percibida como
un “castigo” sino como parte de la vida.

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