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El artículo 683 del Estatuto tributario contempla el espíritu de justicia, que no es otra cosa que el
deber y la obligación de los funcionarios de la Administración de impuestos de obrar y actuar con
el convencimiento y en coherencia con el hecho que al contribuyente no se le debe exigir más que
la misma ley ha querido que aporte al estado.
La constitución política de nuestro país establece que es deber de todo ciudadano contribuir con
los gastos, el funcionamiento y las inversiones del estado, dentro de un concepto de justicia y
equidad.
No pretende pues el estado, que un contribuyente pague por impuesto más de aquello que la ley
ha definido y establecido que debe pagar.
La Administración de impuestos, en buena parte de sus actuaciones está lejos de cumplir con dicho
deber constitucional y legal [El espíritu de justicia. Son constantes y reiterativos los abusos y
atropellos de que son víctimas, muchos contribuyentes, en especial aquellos pequeños
comerciantes y empresarios, y personas naturales que no tienen idea alguna de leyes y que no
cuentan con los recursos para contratar una asesoría tributaria.
Esta política se puede ver desde la misa dirección central de la Administración de impuestos. Es así
como por ejemplo, la oficina jurídica con la expedición de sus famosos oficios y conceptos
jurídicos, se ha convertido en especie de legislador tributario paralelo, donde interpretan la norma
según mas le convenga a la administración y naturalmente afecte mas al contribuyente.
Interpretan la ley según su conveniencia y para hacer la situación más penosa, obligan a que todos
los funcionarios de la Administración de impuestos a que actúen según dicha interpretación, por lo
que para los funcionarios, estos conceptos y oficios se convierten en ley, so pena de ser
amonestados.
Son muchos los contribuyentes que deciden acatar sin reparos las opiniones de la Administración
de impuestos, por temor a ser investigados y sancionados [y arruinados]. Si hay algo que atemoriza
a un contribuyente es la palabra DIAN. Prefieren pagar lo indebido, lo que ni la ley ni la
constitución le han exigido, solo por temor a nuestra Administración de impuestos y aduanas
nacionales.
El artículo 746 del E.T. prescribe que “se consideran ciertos los hechos
consignados en las declaraciones tributarias, en las correcciones a las mismas o
en las respuestas o requerimientos administrativos, siempre y cuando que sobre
tales hechos, no se haya solicitado una comprobación especial, ni la ley la exija”.
La presunción es un indicio determinado por la ley que puede ser legal o de
derecho, conforme se infiere del artículo 66 del Código Civil. La presunción legal
admite la prueba en contrario, la presunción de derecho, no. En esa medida, el
interesado en hacer valer la presunción legal no está exento de probar el hecho
que el legislador señaló como probado, y, quien se opone a la presunción, a
desvirtuar esa conclusión legal. La presunción prevista en el artículo 746 del E.T.
es legal y, en esa medida, admite prueba en contrario del hecho que el legislador
señaló como probado. En consecuencia, los hechos que el contribuyente refleja en
su declaración privada o en la que la corrige, así como los que manifiesta con
ocasión de la respuesta a los requerimientos de la Administración, gozan de
presunción de certeza. Sin embargo, el contribuyente no está exento de respaldar
con pruebas los hechos que expuso como ciertos en esos documentos, ni la
Administración tributaria de respaldar, así mismo, con pruebas, que esos hechos
no son ciertos o, incluso, veraces o, mejor, irreales. La facultad fiscalizadora de la
administración tributaria, entonces, persigue probar, más allá de la certeza,
veracidad o la realidad de los hechos que justifican el denuncio rentístico del
contribuyente, el cumplimiento de los presupuestos que la ley dispone para
legitimar el tributo declarado.
La prueba contable que, como lo dispone el artículo 772 del E.T., constituye prueba a favor
del contribuyente, siempre que los libros de contabilidad los lleve en debida forma. Y, se
llevan en debida forma cuando se cumplen los requisitos previstos en los artículos 773 y
774 del E.T. Toda vez que la contabilidad revela la esencia o realidad económica de los
hechos económicos que ejecuta el contribuyente, la prueba contable se erige como una de
las pruebas, por excelencia, en materia tributaria, al punto que la contabilidad prevalece
sobre la declaración de renta cuando la declaración difiere de los asientos contables, pero
así mismo, prevalecen los comprobantes externos sobre los asientos de contabilidad
cuando las cifras registradas en esos asientos contables referentes a costos, deducciones,
exenciones especiales y pasivos exceden del valor de los comprobantes y, por lo tanto,
esos conceptos se entenderán comprobados hasta concurrencia del valor de los
comprobantes (Artículos 775 y 776 del E.T.). En los procedimientos administrativos, esta
prueba puede ser aportada con ocasión de los emplazamientos o requerimientos de la
autoridad tributaria, en ejercicio del recurso de reconsideración y, por supuesto, cuando se
practica la inspección tributaria o la inspección contable. Cuando el contribuyente no
presenta los libros de contabilidad, previa exigencia de la Administración, esa actitud
renuente está calificada como indicio en su contra, al tenor del artículo 781 del E.T., con el
agravante que se le impide invocar esa documentación posteriormente como prueba en su
favor y se deben desconocer los correspondientes costos, deducciones, descuentos y
pasivos, salvo que el contribuyente los acredite plenamente. Sin embargo, la norma prevé
que la única causa que justifica la no presentación es la comprobación plena de hechos
constitutivos de fuerza mayor o caso fortuito.
Las declaraciones tributarias quedarán en firme si dentro de los tres años siguientes al vencimiento
del plazo estipulado para declarar no se ha expedido la notificación de requerimiento especial al
contribuyente, de conformidad con lo establecido por el artículo 714 del Estatuto Tributario.
La “firmeza” es la condición jurídica que adquiere una declaración tributaria después de haber
transcurrido el plazo para que la Dian expida la notificación de requerimiento especial. Lo anterior
quiere decir que, pasados tres años después de la fecha del vencimiento del término para declarar,
esta ya no puede ser cuestionada por parte de dicha entidad. En este sentido, el artículo 714 del
Estatuto Tributario –ET–, modificado a través del artículo 277 de la Ley 1819 de 2016, establece lo
siguiente:
“La declaración tributaria quedará en firme sí, dentro de los tres (3) años siguientes a la fecha del
vencimiento del plazo para declarar, no se ha notificado requerimiento especial. Cuando la
declaración inicial se haya presentado en forma extemporánea, los tres (3) años se contarán a
partir de la fecha de presentación de la misma.”
Cabe resaltar que cuando el contribuyente presente un saldo a favor en su respectiva declaración,
esta quedará en firme si la administración tributaria, una vez trascurrido los 3 años posteriores a la
fecha para presentar la solicitud de devolución o compensación, no profirió el requerimiento
especial. Además, la declaración también podrá quedar en firme si al finalizar el plazo para
practicar la liquidación de revisión esta no es notificada.
“Si la pérdida fiscal se compensa en cualquiera de los dos últimos años que el contribuyente tiene
para hacerlo, el término de firmeza se extenderá a partir de dicha compensación por tres (3) años
más en relación con la declaración en la que se liquidó dicha pérdida.”
Por lo tanto, el término de la firmeza de declaración en la que sea liquidada una pérdida fiscal, la
cual haya sido compensada en cualquiera de los dos últimos años, ya no se será ampliado. Por lo
anterior, el término de la firmeza de la declaración será el mismo con el que cuenta el
contribuyente para efectuar la respectiva compensación, es decir, los 12 años gravables siguientes
al período en el que liquidó la pérdida fiscal.
Como una medida de seguridad jurídica, el Gobierno, mediante el artículo 105 de la Ley de
financiamiento 1943 de 2018, agregó el artículo 689-2 al ET para implementar el mecanismo de
beneficio de auditoría en las declaraciones tributarias del impuesto sobre la renta, con el cual se
pretende llevar un control sobre el aumento o disminución en las liquidaciones privadas que
realicen los contribuyentes en sus respectivas declaraciones, otorgando beneficios relativos al
término de firmeza de las mismas.
Por lo tanto, se especifica que para los períodos gravables 2019 – 2020 la liquidación privada que
aumente al menos en un 30 % el impuesto de renta, en relación con el impuesto neto liquidado en
el año anterior, quedará en firme dentro de los 6 meses siguientes al vencimiento de la fecha para
su presentación, siempre que no se haya expedido la notificación para corregir el requerimiento
especial, la liquidación provisional o el emplazamiento especial.
Los contribuyentes que presenten en sus declaraciones un saldo a favor tendrán el mismo plazo
establecido para la firmeza de la declaración, equivalente a 6 o 12 meses, según sea el incremento
en el impuesto de renta, para solicitar la devolución o compensación.
Cabe destacar que lo anteriormente tratado no será aplicable a los contribuyentes que ya gocen de
beneficios tributarios debido a su ubicación geográfica.
Cuando en la declaración del año anterior al cual se pretende acceder al beneficio (2019 – 2020)
haya arrojado un impuesto neto sobre la renta inferior a 71 UVT ($2.433.000 para 2019).
Cuando se trate de las declaraciones privadas del impuesto sobre las ventas y de retención en la
fuente, por los períodos comprendidos en los años 2019 – 2020, a las cuales se les aplicará lo
establecido en los artículos 705 y 714 del ET.