Riso nos enseña que el apego es una vinculación obsesiva hacia alguien o algo. Cuando nos apegamos, tenemos la tendencia a creer que esa persona u objeto nos hará totalmente felices, nos dará seguridad y además es lo que aportará sentido a nuestra vida. En realidad esta es una idea falsa, producto del hiperromanticismo, que puede llevar a la persona a sufrir de celos patológicos, dependencia emocional, falta de identidad…
2. Diferenciar el ser del tener
Una de las claves del crecimiento personal es saber valorarnos por lo que somos, por nuestros valores, nuestros principios, nuestra esencia, y no por lo que tenemos. Cuando nos valoramos según lo que poseemos ponemos la felicidad en el exterior, por lo que siempre seremos dependientes. Hay que ser conscientes de que somos más de lo que tenemos y tenemos valor por quienes somos.
3. Diferenciar el Yo ideal del Yo real
Nuestra inseguridad nace siempre de la distancia entre el yo real y el yo ideal. El yo real es lo que soy, mientras que el yo ideal es quien queremos llegar a ser. El problema es que muchas veces ese yo real está distorsionado y tendemos a fustigarnos. Por eso, nos fijamos solo en nuestros defectos sin ser capaces de percibir nuestras virtudes. Por otro lado, también tendemos a crearnos metas irrealistas y demasiado exigentes, por lo que la distancia entre el yo real y el ideal se hace demasiado larga.
4. No confundir amor con obsesión
El “solo pienso en ti”, “todo me huele a ti” o “no puedo vivir sin ti” denotan obsesión y no amor, y cuando hay obsesión el amor deja de funcionar. Se hace necesario que los amantes comprendan que han de disfrutar con el otro, entusiasmarse con él, pero sin depender de él y desde luego, sin llegar a perder nuestra propia identidad. Somos individuos que hemos decidido anudarnos con otra persona y que mañana nos podemos desanudar.
5. Ser semejantes para triunfar en el amor
El dicho de “los polos opuestos se atraen” tiene más de mito que de verdad. Lo cierto es que la semejanza entre los miembros de la pareja es esencial para que la relación funcione. Se trata, claro está, de una semejanza en lo básico, la forma de pensar, los valores, las convicciones y la esencia y no en cosas superficiales como pueden ser los gustos personales o las aficiones.
6. Enamorarnos primero de nosotros mismos
La sociedad nos enseña que hay que sacrificarse y cuidar de los demás antes que de nosotros mismos y Riso nos inculca que realmente somos nosotros el punto de referencia. Debemos aprender a tener amor propio y para ello hacen falta las cuatro patas de la mesa: un buen autoconcepto, sin autolatigarnos, castigarnos en exceso o imponernos metas inalcanzables; una autoimagen positiva, conforme a tus propios criterios y no conforme a lo que la sociedad impone; proporcionarse refuerzos por los logros y éxitos y una buena dosis de autoconfianza.
7. Hacerse amigo de la soledad afectiva
Nos han querido vender que estar solo es como estar incompleto y hemos llegado incluso a sentir lástima cuando hemos visto a personas ir sola al cine o tomando un café. Pero la soledad no es mala, la soledad nos permite estar con nosotros mismos, tener nuevas ideas, tener libertad absoluta…
La soledad, en realidad, solo te puede doler cuando tú piensas que tu realización
personal depende de tener a una pareja a tu lado y esto no es más que una falsa idea, perpetuada por la sociedad. Por lo tanto, es bueno pasar por momentos en los que nosotros seamos nuestra única compañía, aunque tengamos pareja, practicarla y hacerse amigo de ella, sin miedos.
Walter Riso ha encontrado la manera de explicar con un lenguaje simple y directo –
justamente por ello mucho más efectivo–, las principales problemáticas que enfrenta la gente para poder vivir plenamente, y generar relaciones amorosas equilibradas y satisfactorias.