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ETICA, PROFESION

Y
CIUDADANÍA
Una ética cívica para la vida
en común

Dora E l v ir a G a r c ía G o nzález

Coordinadora

Primera reimpresión

E D IT O R IA L
PO R R Ú A TECNOLÓGICO
AR G ENTIN A 15 DE MONTERREY®

MÉXICO, 2010
P r i m e r a edición, 2008

Copyright O 2010
D o r a E lv ir a G a rc ía G o n z á le z

Esta obra y sus características son propiedad de


E DITO R IA L PORRÚA, SA de CV 8
Av. República Argentina 15 altos, col. Centro,
06020, México, DF
www.porrua.com

Queda hecho el depósito que marca la ley

Derechos reservados

ISBN 978-970-07-7763-4

IM PRESO EN MÉXICO
PRINTED IN MEXICO
ÍN D IC E

Pág.

In t r o d u c c ió n .................................................................................................................. xi

Dora Elvira García

C a p ít u l o 1

EL SENTIDO DEL TRABAJO


EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA
Sofía Reding
/ Alberto Constante
1.1. Contexto mundial: política, economía y s o c ie d a d ......................... 1
1.2. El trabajo en una sociedad de organizaciones................................ 6
1.3. En la gestación de la noción de tr a b a jo ....................................... 12
1.4. Profesión, empleo y actividad: el sentido del trabajo y la alienación 20

C a p ít u l o 2

LAS PROFESIONES COMO FENÓMENO SOCIAL


Rafael M. de Gasperín Gasperín
/ Susana M. Patiño González
In t r o d u c c ió n .................................................................................................................. 29
2.1. Las profesiones desde la perspectiva histórica................................ 31
2.1.1. Caracterización de las profesiones: objetos de estudio y ám­
bito de aplicación................................................................ .... 34
2.2. La dimensión ética y social de las p ro fe sio n e s ............................ .... 37
2.3. Competencias éticas y recursos morales del p ro fe sio n a l.............. .... 42
2.4. La responsividad ética en el marco de las profesiones...................... 45

C ap ít u lo 3

TEMAS BÁSICOS DEL EJERCICIO PROFESIONAL


Marina González Martínez
/ Alberto Hernández Baqueiro

VII
VIII ÍN D IC E

3.1. Autoridad, poder e influencia en el ejercicio de la profesión . . . 53


3.2. Deberes y derechos del p ro fe sio n a l.............................................. 55
3.3. Dignificación de la profesión......................................................... 58
3.4. Idea de la ética profesional: los principios éticos de las profesiones 60
3.5. Principios de ética p ro fe sio n a l..................................................... 64
3.5.1. Principio de autonomía......................................................... 65
3.5.2. Principio de respeto a las p e rs o n a s .................................... 66
3.5.3. Principio de responsabilidad.............................................. 67
3.5.4. Principio de p rec a u ció n ..................................................... 68
3.5.5. Principio de no m aleficen cia.............................................. 69
3.5.6. Principio de beneficencia..................................................... 70
3.5.7. Principio de ju s tic ia ............................................................ 71
3.6. Los alcances de los códigos de ética.............................................. 72

C a p ít u lo 4
E L M AR C O L E G A L D E L E JE R C IC IO
DE LAS P R O F E S IO N E S

Juan Ramírez Marín

4.1. Las profesiones: M arco legal in te r n a c io n a l 79


4.1.1. Unión E u r o p e a .............................................................................. 79
4.1.2. A m érica del N o r t e .......................................................................... 84
4.1.3. Unión Mundial de Profesiones L i b e r a l e s ................................. 87
4.2. M arco legal de las profesiones en M é x i c o ......................................... 87
4.3. Responsabilidades civiles y p e n a l e s 89
4.4. La Ley de profesiones en M é x i c o 93
4.5. Los colegios o agrupaciones de p ro fe s io n a le s ..................................... 97
4.5.1. Función de las tarifas, honorarios y a ra n c e le s ......................... 101
4.6. Ética y norm atividad l e g a l ...................................................................... 101
4.6.1. Ética y derecho en un mundo g lo b a l......................................... 103

C a p ít u lo 5
E L D IS C E R N IM IE N T O DE D IL E M A S É TIC O S
E N LAS P R O F E S IO N E S

Ivon Cepeda Mayorga


/ Shannon Shea

5.1. A m anera de introducción, ¿qué es un dilem a é tic o ? .........................112


5.2. Los dilem as éticos dentro de la práctica p r o fe s io n a l.........................117
5.3. Una propuesta m etodológica com o punto de p a rtid a .........................119
5.4. La dificultad de ‘la ’ solución. Una reflexión ética sobre cada situa­
ción y los valores en c o n flicto ..................................................................128
5.5. D ocum entación de la r e a l i d a d ..............................................................132
5.6. Diferentes enfoques sobre la tom a de decisiones dentro de los d ile­
mas é t i c o s ................................................................................................... 133
ÍND ICE IX

C a p ít u l o 6

ÉTICA CÍVICA EN LA VIDA PROFESIONAL


Martha B. Ochmann Ikanowicz
/ Dora Elvira García
6.1. La ética de los ciudadanos............................................................ 139
6.2. Etica ciudadana y responsabilidad p ro fe s io n a l............................ 143
6.3. Consideraciones teóricas sobre los modelos de participación ciuda­
dana................................................................................................143
6.4. Ética ciudadana en las relaciones fa m ilia re s ................................ 151
6.5. Ciudadanía y consumo................................................................... 154
6.6. Imperativos cívicos: la responsabilidad y el compromiso sociales . 158

B i b l i o g r a f í a g e n e r a l .................................................................................................... 165

Semblanza de los a u t o r e s .......................................................................................171


IN T R O D U C C IÓ N

Las dificultades no cesan de aparecer cuando pensamos sobre los al­


cances que tiene la ética en la vida de las personas. Uno de los ámbitos
en los que nos desarrollamos es el espacio público, en donde llevamos a
cabo gran parte de nuestras acciones, tanto profesionales com o cívicas.
La relevancia de estas actividades atiende a que son ellas a través de las
cuales nos desarrollamos en tanto personas éticas en el mundo. Y si
com o hemos señalado que "pensar la ética no es una cuestión sobre la
que podamos optar; [...] la ética se nos ofrece com o una necesidad de
sobrevivencia, com o un camino para construir una vida mejor, solida­
ria y productiva”,1 entonces es la plaza pública el espacio en el que he­
mos de plenificarnos éticamente. La construcción señalada se genera
siempre en, por y con los demás, es decir, en un espacio en el que esta­
mos siempre com partiendo con los otros. Este espacio público — en el
que nos desarrollamos íntegramente com o personas— , se bifurca en
dos ámbitos que son complementarios: el profesional y el cívico. En es­
tos terrenos nos expresamos indefectiblemente com o personas éticas. Si
la humanidad necesita lo humano para decirse es porque las personas
estamos com partiendo y, a la par, edificándonos mutuamente a través
de las acciones compartidas. Estas acciones son de diversa índole pero
se erigen en lo que está conform ado por el espacio público y se sustenta
en las acciones morales.
Así lo ha entendido el Tecnológico de M onterrey en tanto institución
que educa para las acciones profesionales y cívicas, y por ello de nuevo
señalamos — com o lo hacíamos en el texto de Ética, persona y socie­
dad— que directivos y profesores nos hemos dado cuenta que es im por­
tante tener estudiantes de excelencia si, sólo si, ellos se comportan a la
altura de las exigencias de nuestro tiempo. De otra manera no estare­
mos formando estudiantes com prom etidos y responsables para con su
persona, su comunidad y su sociedad. Si no logramos com o profesiona­
les y com o institución educativa generar una conciencia crítica que

1 Dora Elvira García y Jorge Traslosheros, Ética, persona y sociedad. Una ética para
la vida, México, Porrúa/Tecnológico de Monterrey, 2007, p. XI.

XI
XII INTR OD UC CIÓN • Dora E lvira García

promueva la form ación de estudiantes comprometidos, responsables y


solidarios con su comunidad, nuestra labor com o e d u c a d o r e s d e p r o f e ­
sionales será vacua y fútil. Si, por el contrario, conseguimos form ar
personas íntegras y humanamente relevantes, seguro estaremos contri­
buyendo a construir una sociedad con ciudadanos sensibles, críticos,
responsables y solidarios que apuntalarán a una sociedad más humana,
más justa y con motivos esperanzadores. Educar y formar es mucho más
que enseñar e informar, porque por medio de la educación — además
de transferir un conjunto de conocimientos y de erigir habilidades que
nos permiten continuar cada quien de manera autónoma con el apren­
dizaje— , es preciso robustecer las actitudes, m odelar el carácter y, so­
bre todo, transmitir y comunicar un sentido.
La preocupación siempre constante que tenemos los educadores de
form ar a nuestros estudiantes para enfrentar los retos que la vida social
y profesional impone, nos obliga a darles herramientas propicias para
que en los momentos cruciales puedan ayudarse a decidir deliberativa y
críticamente sobre cóm o actuar de manera ética. Es obvio que no se
trata de darles recetarios o decálogos, sino que, nuestra tarea se centra
en procurar e intentar que ellos — a partir de cavilaciones críticas y re­
flexivas— , zanjen las problemáticas más acuciantes de la vida que en
nuestra sociedad nos ha tocado vivir.
Los estudiantes, en tanto ciudadanos que han tenido la posibilidad y
el privilegio de estudiar, han de dar cuenta no sólo de su preparación
teórica y específica de cada una de sus especialidades profesionales,
sino que habrán de mostrar de form a activa que se han form ado huma­
namente. Esto significa que ostentan un proceder crítico y concienzu­
do, de manera que tal form ación se orienta a dar cuenta de nuestra va­
lía com o personas, sin ropajes ni accesorios, sino mostrándonos com o
nos comportamos con los demás a través de nuestras acciones en el es­
pacio público.
N o es posible renunciar a los criterios morales so pena de poner en
riesgo — com o las evidencias nos lo muestran— la mismísima subsisten­
cia de lo humano y, por ende de lo social, en donde se impregna lo cívi­
co y lo profesional.
El Tecnológico de M onterrey se ha planteado una enorm e tarea que
apuesta por generar una educación que integre la profesionalización
con una formación de carácter humano en los educandos. Tal educa­
ción/formación ha de proveerles también de responsabilidad de carác­
ter social que ha de explicar el com prom iso cívico-social para con su
comunidad. De ahí que los diversos proyectos que se han generado v i­
gorizan los enormes esfuerzos para prom over la form ación cívica y so­
cial de los ciudadanos que está planteada en los contenidos de la M i­
sión del Tecnológico de Monterrey. Mediante tal com etido se afianza
nuestro Instituto como generador de conocimiento relevante en el área
INTRODUCCIÓN • Dora E lvira García XIII

de las humanidades, pensadas éstas com o el soporte fundamental sobre


el que se asienta la realidad social, cívica, profesional y cultural de lo
humano. Por eso, volvemos a insistir en que la humanización tiene que
ver con una profunda y verdadera construcción de las estructuras m o­
rales que son las que nos hacen poco a poco, más sabios. Pero tal sabi­
duría no la conseguiremos si no reconocem os nuestros propios límites y
nuestra falibilidad, y si no somos más indulgentes con los demás. Estas
cuestiones se aprenden teórica y prácticamente en el ejercicio cotidiano
y constituyen un reto de nuestro sentido moral, que al ejecutarse com ­
ponen la verdadera sabiduría humana. Por eso es que tenemos que ha­
cer entender a nuestros educandos que el estudio tiene que hacernos
mejores personas. Ahí radica el afán de nuestra institución por hacer
crecer a los estudiantes mediante su “form ación,” forjando estructuras
en ellos mismos que den sentido y significado a lo que hacen habitual­
mente. Sólo así podremos pensar en la posibilidad de hacer más vivible
y más digno este mundo y esta sociedad en la que habitamos, teniendo
la esperanza de que probablemente recogerem os frutos plenos después
de una ardua faena de siembra y cultivo.
La publicación de Etica, profesión y ciudadanía. Una ética cívica para
la vida en com ún en el trabajo profesional y en el ámbito de lo públi­
co/político com pleta las intenciones iniciales en Etica, persona y socie­
dad. Una ética para la vida, que constituye un acercamiento al estudio
de las cuestiones éticas fundamentales. De esta manera puede pensarse
com o la continuación de este último. E tica profesión y ciudadanía...
aporta reflexiones que interesan a la sociedad en su conjunto porque
discurre en torno a algunos problemas éticos que cotidianamente vivi­
mos en los ámbitos profesional y cívico; y tales dificultades nos enfren­
tan a la toma de decisiones.
Además, el presente libro apoya las asignaturas que continúan desa­
rrollándose en el Tecnológico de M onterrey en su Misión 2005-2015
sustentada en sus programas de Form ación Humana, que a su vez se
conforma, al menos en parte, por las materias en torno a la ética. Tales
asignaturas pretenden prom over el desarrollo de la conciencia moral y
con ello la mejora de nuestra sociedad a la par del desarrollo de carác­
ter profesional de los estudiantes. De este modo, tal program a se articu­
la a través de las materias humanísticas que van desde el mismo apren­
dizaje del uso del lenguaje en la escritura, hasta el estudio de la
realidad social de M éxico y el mundo, pasando por las cuestiones del
desarrollo de la ciencia y la tecnología, y finalmente, encontrando en el
problema ético el punto de fuga de todas nuestras reflexiones.
Así, si bien este texto ha sido generado a partir de las metas educati­
vas específicas que el Tecnológico de M onterrey se ha planteado, sin
embargo esto no quiere decir que se restrinja a los estudiantes de esta
XIV IN TR O D UC CIÓN • Dora E lvira García

institución. Sus pretensiones no se limitan a unos estudiantes m exica­


nos excluyendo a otros. Los problemas de n u e s tro país n os a ta ñ en a to­
dos y entre todos tenemos que intentar solucionarlos o superarlos. Por
ello, las reflexiones aquí vertidas por especialistas, están dirigidas a
prom over el pensamiento crítico y responsable de los jóvenes mexica­
nos del nivel de educación superior, en el intento de generar una con­
ciencia de su tan problem ático entorno, y con él, el com prom iso y la
responsabilidad tan fundamental en su actuar profesional y ciudadano.
De esta manera, quienes hemos participado en este libro estamos
profundamente motivados a vislumbrar un país mejor, más justo, más
com prom etido con las causas sociales y con las necesidades de diversas
índoles de sus pobladores. La motivación para ver que las cosas cam ­
bien tiene — a nuestro parecer— que enriquecerse y abrirse a partir de
las reflexiones académicas de especialistas que dan luz ante los proble­
mas morales que vivimos, y que resultan ser tan complicados.
Los académicos e investigadores participantes tienen un reconoci­
miento en la labor que realizan en tanto educadores. Algunos son
miembros del Sistema Nacional de Investigadores, y participan de ma­
nera colaborativa en el proyecto que el Tecnológico de M onterrey ha
emprendido. De ahí que Etica, profesión y ciudadanía... intente ayudar
a los estudiantes en la com prensión de las cuestiones éticas en lo profe­
sional y en el ámbito cívico, y aspire asimismo, a apoyar a los profeso­
res en sus cursos.
Con este libro intentamos orientar en prim er lugar, las reflexiones
en torno a los problemas éticos, para que en un segundo momento los
contenidos teóricos iluminen sus acciones com o personas que dan
cuenta de sus acciones y que se com prom eten con su comunidad. Tam ­
bién y com o eje central de nuestras pretensiones intentamos generar en
nuestros estudiantes que, com o personas íntegras, construyan un senti­
do y una conciencia social. Sólo así podremos pensar que el proyecto
que es la Misión del Tecnológico de M onterrey puede cristalizarse y so­
lidificarse a través de lo que poco a poco, día a día y con un ánimo in­
cansable podamos pensar y anhelar para cimentar un país más justo,
más equitativo, más consciente de sus carencias, más responsable, más
com prom etido y con una mucho mayor vocación de servicio.
La centralidad del tema de la ética en la actualidad nos obliga a re­
flexionar sobre aquellos problemas que cotidianamente enfrentamos en
los espacios en los que nos desarrollamos, ya sean profesionales o cívi­
cos, espacios que están en la escena pública. Este es el marco de las re­
flexiones que ahora ponemos en manos del lector y que com o docentes
nos hemos planteado de manera com prom etida a form ar personas críti­
cas, íntegras, responsables, con la capacidad de discernimiento ético y
INTRODUCCIÓN • Dora E lvira G arda XV

en el ánimo de construir una sociedad más justa, más comprometida,


más solidaria y más esperanzada en el futuro que ha de ser mejor.
Este libro es una invitación a repensar sobre las cuestiones profesio­
nales y ciudadanas y sus repercusiones en la vida común de quienes
convivim os en un país com o el nuestro, con sus peculiaridades y virtu­
des, pero también con sus vicios. Y es en éstos en los que la form ación
— com o construcción consciente de las personas— tiene un reto, en el
ánimo de posibilitar un espacio público menos com plicado y menos
agresivo. Desde aquí es que podemos imaginar un mundo m ejor y más
específicamente, una sociedad más justa, más pacífica partiendo de
nuestro propio actuar. Seguramente las cosas serían diferentes si ante
los panoramas oscuros que se nos presentan actuáramos de manera
más solidaria y com prom etida para con aquellos que comparten ese es­
pacio público.
Las costumbres, las mores, el com portam iento efectivo y real de las
personas vienen a ser el “espíritu” de una época, de manera que en
ellas se refleja mucho lo que una sociedad es. Estos comportamientos
muestran, de manera importante, ciertos condicionam ientos de tipos
diferentes: el económico, el social y el político. Es partir de tales ele­
mentos que condicionan nuestro actuar, que podemos hablar de las for­
mas sociales de vida, la m oral efectiva, diría Aranguren y esta moral de­
manda aquello que es lo posible.2 El prim er condicionam iento ya
valorado desde Adam Smith surgió desgajándose a partir de la filosofía
moral que enseñaba en la universidad de Glasgow, mostrando que la
presencia de la filosofía no es ajena a la de la economía, com o lo señala
en la Teoría de los sentimientos morales cuestión que podemos rastrear
desde Aristóteles. Así el ámbito de la econom ía se permea hoy día en to­
dos los campos humanos, pero campea principalmente en el profesio­
nal. Por ello es importante entender que si bien en el ámbito profesional
el trabajo es una acción muy relevante que se relaciona indefectible­
mente con lo económico, esto no significa que necesaria y terminante­
mente soslaye el campo de la moral.
Educar para la convivencia es un reto enorm e ya que el espacio pú­
blico está marcado por la "im pronta de una fuerte competencia, está la
contradicción de pretender educar — de suyo— transmitir sentido en el
seno de una cultura en la que el sentido se ha disipado”.3 Y esa pérdida
de sentido — que ya señalábamos en el libro de Etica, persona y socie­

2 José Luis Aranguren, M oral y sociedad, Madrid, Taurus, 1981, p. 8. Las cursivas
son del autor.
3 José Antonio Pérez Tapias, Educación democrática y ciudadanía intercultural. Cór­
doba, Argentina, Secretaría General del II Congreso Nacional de educación; II Interna­
cional, 2001, p. 99.
XVI INTR OD UC CIÓN • Dora E lvira García

dad. Una ética para la vida— ha im plicado la conform ación de una civi­
lización que se ha puesto al servicio de intereses que, lejos de buscar
una mejora para toda la sociedad integral, responden a la toma de ven­
tajas principalmente económicas de grupos y clases dominantes que se
ubican en m edio de relaciones sociales profundamente asimétricas. Y
esta situación además de generar hondas injusticias en lo económ ico y
lo social, también se extiende a otros campos de la realidad social en
donde ha impuesto su racionalidad reduccionista, que todo lo somete a
criterios de utilidad y eficiencia.
De ahí que, para que la educación sea moral y dote de verdadera
formación — en la que se cifre su razón de ser— necesita recuperar un
sentido que transmitir.4 Y ese sentido se podrá reconstruir desde aque­
llos elementos comunitariamente participados en donde podemos reen­
contrar el sentido de nuestra humanidad compartida, únicamente a tra­
vés de la reflexión de carácter ético.
La com plejidad de la vida humana — tan única y tan diversa— ha de
resolverse mediante el pensamiento crítico. Éste, deseable en todo uni­
versitario y elemento fundamental en todo proceso educativo, parte de
un com prom iso sin regateos con la búsqueda incansable y honesta de la
verdad, de la justicia, de lo bello, de lo bueno, de lo que es justo. Por
eso, el pensamiento crítico discierne, busca, se compromete, propone y
genera crecim iento de la persona, pues pone en movim iento sus poten­
cialidades que son las que nos hacen enriquecernos y crecer en tanto
personas.
Cada uno de los capítulos de este libro expone y problem atiza cues­
tiones centrales de la vida de las personas que se desarrollan vitalmente
en el espacio público, e incita a reflexiones que nos han de impulsar a
com prometernos con nosotros mismos y con los demás, y consecuente­
mente con la sociedad y el mundo. Después de haber expuesto en Etica,
persona y sociedad la importancia de la ética y las distinciones en torno
a sus diversas acepciones, y al haber postulado com o elemento prim or­
dial de lo ético a la persona y planteado las capacidades fundamental­
mente éticas del ser humano y su consecuente valor de elegir así com o
haber explicitado la estructura del acto moral, al aclarar lo que es la
ética cívica — al estudiar las cuestiones del universalismo y relativismo,
o las concepciones fundamentales de cóm o está configurado el mundo
humano en tanto plural y en el marco de la explicación de la tolerancia,
en la trascendencia del actuar humano, desde las perspectivas de la ob­
jetividad o la subjetividad de las acciones éticas, desde la construcción
de la ciudadanía, o desde el punto de vista del desarrollo que piensa en

4 Ibid., p. 100.
INTRODUCCIÓN • Dora E lvira García XVII

las mejoras materiales tan urgidas moralmente, o también al plantear a


la ética com o elemento central para la construcción de un proyecto de
vida que incluya e implique la intersubjetividad— , todo esto finalmente,
ha de poder postularse com o una utopía real. Y esto significa que esta­
mos pensando en que es posible vislumbrar un mundo mejor. En esta
casi interminable lista se enmarcan nuestras preocupaciones que han
de ser saldadas únicamente cuando los aprendices logren realizar ac­
ciones con conciencia crítica y mediante el proceso deliberativo que se­
guramente habrá de llevarlos a realizar acciones congruentes que segu­
ramente mejorarán este nuestro mundo y a nuestra sociedad en la que
estamos insertos.
Tal vez ahora nos quede más claro el com prom iso de los profesores
y directivos del Tecnológico de M onterrey con sus alumnos. El com pro­
miso profundo que implican las palabras de nuestra misión nos mues­
tra la relevancia que tiene nuestra tarea que ha de abocarse necesaria­
mente a la enseñanza de estos procesos éticos. De esto precisamente
trata el libro que ahora tenemos en nuestras manos, del necesario, bello
y difícil arte de transformarnos y construirnos en personas libres, res­
ponsables, reflexivas y concientes en el marco profesional y ciudadano.
Por ello, y para que no suceda la devaluación de lo humano que se
genera con las acciones egoístas y las desviaciones de la conducta, es
preciso que repensemos y evaluemos lo propiamente ético. De ahí la re­
levancia y la insistencia en el desarrollo del discernimiento ético y de la
capacidad de reflexión, es decir, del análisis de esas acciones que nos
constituyen com o personas conscientes y cuya ausencia destruye lo
humano. La construcción de las relaciones sociales que desgraciada­
mente muchas veces nace y se desarrolla sobre la base de la com plici­
dad y de la com petencia en intercambios de uso mutuo, ha de reivindi­
carse mediante los recursos de las acciones humanas conscientes y
críticas y preocupadas por lo humano. Sólo mediante ellas es que pode­
mos cambiar la visión de percibir al mundo com o un gran supermerca­
do en el cual se escoge lo que sirva en el momento, incluidos seres hu­
manos. Los individuos, al desconocer a los demás com o personas y sólo
reconocerlos com o objetos de uso, acabarán por aplastarlos. El indivi­
duo, en la medida en que vive disperso y aislado de los demás, incluso
cuando está rodeado de multitudes, manifiesta poca coherencia entre lo
que dice, siente, piensa y hace, y la soledad lo invade indefectiblemente.
En no pocas ocasiones, y ante el vacío humano en el que se encuentran
estos individuos es que se rigen bajo el principio del poder y la dom ina­
ción, de la instrumentalización y el uso útil de todo.
El presente libro se orienta a pensar la ética en lo que viene a ser la
plaza pública, concepto de la ciudadanía en la Grecia Antigua en donde
predominaba la visión organicista de la sociedad, en la cual el indivi­
XVIII IN TR O D UC CIÓ N • Dora Elvira García

dúo tenía valor en tanto parte de una comunidad. Las aspiraciones per­
sonales estaban sometidas al bien de la comunidad y la c o n d u c ta s o c ia l
era una regla que orientaba a los individuos a buscar siempre el bien
común. En contraste, hoy en día, los individuos nos concebimos com o
fines en sí mismos, partículas autosuficientes y aisladas de la vida so­
cial, orientadas a la búsqueda de nuestra propia felicidad. De ahí que,
en aras de restituir el tesoro perdido — del que habla Arendt y que en
este caso sería la pérdida del espacio público, en donde se construye el
espacio de lo cívico y lo social com o lugar de edificación humana— ,
nuestra tarea ha de ser repensar la ética cívica. Es preciso que se bus­
que el fundamento antropológico en una racionalidad abierta, inclusi­
va, razonable que pugne por mantener la cooperación y la participa­
ción com o deberes éticos ineludibles. Entonces, la presencia de la ética
en la plaza pública se articula con las tareas individuales/comunes en
marcos intersubjetivos y asociacionistas. Esto conducirá a poder pensar
en la construcción de una ciudadanía cercana a la ciudadanía clásica
con los griegos o los romanos, en donde los bienes públicos habrán de
prevalecer sobre los intereses individuales. La teoría liberal — que surge
en la M odernidad— plantea com o un im perativo el considerar el bien
público pensado ya com o deberes del ciudadano o en cuestiones de ci­
vismo que se reciben a cambio de la protección, en el ámbito de lo pú­
blico, de sus derechos propiamente cívicos (elecciones, comunicación
de las opiniones, asociaciones). También se protegen los derechos natu­
rales tales com o la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a
la opresión. Es importante señalar que la ciudadanía protege a las per­
sonas frente a la amenaza del individualismo que los exilia al ámbito de
lo privado, muy al contrario de lo que señalaban los antiguos, quienes
promovían la participación y la virtud cívica, que era la virtud pública.
En ese sentido, el estatus de ser un ciudadano es determinado por la
ley, y aunque el concepto de ciudadanía hace referencia a este estatus,
puede ser desplegado para argumentar que las personas tienen dere­
chos com o consecuencia de su posición en una comunidad o en un gru­
po político.
La noción de ciudadanía se puede ver com o crucial en las luchas
emancipatorias y de humanización que pugnan por la superación de la
desigualdad, la exclusión social y económica. La ciudadanía basada en
lazos y criterios morales constituye una esperanza, ya que si los ciuda­
danos son receptáculo de valores cívicos, seguramente a partir de ellos
el mundo marchará m ejor de lo que lo hace, porque com o ya se ha di­
cho mucho, una declaración de derechos implica una declaración de
deberes. Educar para la ciudadanía puede alcanzarse no mediante con­
ceptos de carácter teórico, sino sobre todo a través de la acción, a tra­
vés de la interacción con la comunidad y sus fuerzas vivas.
INTR O D UCCIÓN • Dora E lvira García XIX

Podemos reflexionar en que existen imperativos cívicos que perm i­


ten pensar en alcanzar la justicia. Tales imperativos son la responsabili­
dad y el com prom iso sociales.
La necesidad de prom over la reciprocidad de carácter moral ha de
apoyarse en estas categorías de la responsabilidad y el compromiso. Ta­
les principios constituyen condiciones morales irrevocables con las que
se fortalecen las correlaciones que obligan a tom ar las riendas del desti­
no de cada sociedad, más allá del mundo de los contratos y de los cam ­
bios en el mercado. Con ello se fortalecen las realizaciones y construc­
ciones mutuas, y es en tales referentes morales en donde se puede
apreciar que constituyen el intento más poderoso para humanizar el
destino de tales sociedades. Esto quiere decir que la fuente de acción
está entre los mismos participantes, quienes en el marco de sus posibili­
dades, hacen viables los proyectos sociopolíticos con vistas a alcanzar
la justicia.
Los ideales o principios regulativos perseguidos dan continuidad y
dignidad a la vida, y lo que restaura y reintegra la moralidad en un
mundo incierto es, en un prim er momento, la idea de responsabilidad,
que ayuda de manera importante a m odelar la situación que las socie­
dades pueden tener en el futuro porque da cuenta de las acciones que
están por venir. La moralidad es integral a cuestiones com o la respon­
sabilidad y la esperanza, y en tal moralidad se cifran los ideales que se
van realizando a través de las acciones que hacemos, los principios por
los cuales vivimos y las relaciones que se generan y fortalecen. La espe­
ranza defiende la fe de que juntos podemos hacer las cosas mejores, y
com o es una virtud activa requiere de un enorme coraje, característica
de los héroes griegos que demanda de enorm e fuerza espiritual y de un
contenido conceptual importante que nace de la creencia de que las
fuentes de la acción están en nosotros mismos.

* * *

El primer capítulo de Sofía Reding y Alberto Constante versa sobre el


sentido del trabajo en la sociedad contemporánea. En él se señala que
el capitalismo actual tiene un carácter eminentemente postindustrial que
implica la financiarización de la econom ía y el declive del trabajo. Este
último es entendido sólo com o em pleo y remunerado con salarios míni­
mos que no permiten la realización de las capacidades propias de lo
humano. El trabajo va desapareciendo y con él, los grupos sociales que
le dieron vida, para dar lugar a un mundo de competencias restringidas
al campo de las tecnologías de la inform ación y la comunicación. La
enorme riqueza producida por las empresas insertas en la llamada T er­
XX INTR O D UCCIÓN • Dora E lvira García

cera Revolución Industrial, contrasta inm oralm ente con la creciente


desorganización sindical, el escandaloso aumento del desempleo y la
injusta valoración que los grupos hegemónicos hacen del desempleado.
Estos problemas nos llevarán a pensar en la relación entre pérdida del
trabajo y pérdida del carácter de ciudadanía pues donde no hay un tra­
bajo decente para todos, hay m arginación y violencia.
El segundo capítulo incursiona en las profesiones com o fenómeno
social. En él Susana Patiño y Rafael Gasperín analizan la evolución de
las profesiones para plantearlas desde un paradigm a renovado que ar­
ticula desarrollo profesional y com prom iso social; form ación huma­
nística y preparación tecno-científica. Se aborda el problema de la legi­
timación social de las profesiones desde la ética cívica y los bienes inter­
nos que han de caracterizar toda actividad profesional; se argumenta
que los profesionistas tienen una deuda social y están obligados a desa­
rrollar competencias éticas y recursos morales para regular el poder so­
cial que representan en su calidad de expertos; se afirma que el valor
del profesional no puede estar determ inado sólo por su competencia
técnica sino por la justicia y el bien social que procure con su actividad.
Por último, se introduce la noción de responsividad ética com o m e­
diación lógica entre la aspiración personal y la exigencia de una ética
social en un contexto com o el latinoamericano. Esta noción puede
constituirse com o marco de referencia para resolver situaciones que de­
mandan un auténtico com prom iso ético del profesionista.
El capítulo tercero discurre en torno a algunos temas básicos del
ejercicio profesional. En él Marina González y Alberto Hernández ana­
lizan la ética profesional y la entienden com o una aplicación de los
principios generales de la ética a la diversidad de las situaciones en las
que se desarrolla el trabajo humano. Para esto se hace una presenta­
ción de la idea de profesión, la idea de dignificación de la profesión y
considera que en las situaciones reales de la vida contemporánea las
profesiones se ejercen en ámbitos donde el poder y la autoridad juegan
un papel importante. N o obstante la enorm e diversidad de situaciones
que conlleva la actividad humana, algunos principios generales pueden
ser presentados para todas ellas porque esos principios se refieren a los
bienes más importantes, en general, para las sociedades humanas, es
decir, aquellos que se relacionan más directamente con la vida y las
condiciones vitales. Por consiguiente, se presentan en form a de princi­
pios normativos muy generales que deberían estar orientando la actua­
ción de todo profesional, en la medida que tarde o temprano todos tie­
nen que relacionarse con una contribución o un peijuicio para las
con dicion es de vida de otros seres humanos. N o obstante, la form u ­
lación de normas no es suficiente para conseguir actuaciones morales
orientadas hacia el bien humano. Hace falta el desarrollo de las capaci­
dades personales para llevar a cabo lo que se conoce que es lo correcto.
INTR OD UCCIÓ N • Dora E lvira García XXI

Finalmente, el intento normativo muchas veces encuentra su momento


de realización en la elaboración de códigos, que son com pilaciones de
normas. Se discuten sin em bargo las condiciones bajo las cuales los có­
digos morales son eficaces para conseguir la realización de acciones
éticas.
En el tercer capítulo Juan Ram írez Marín presenta el marco legal
del ejercicio de las profesiones tanto en el marco internacional — tan
urgida por la globalización de la econom ía— com o en el nacional. En
el prim er caso, se exponen las características que tiene el Consejo Eu­
ropeo de Profesiones Liberales y la obligatoriedad de adscripción a los
colegios profesionales. Se expone también el caso de Am érica del Norte
y las características que se im ponen por el Tratado Trilateral Libre
de Comercio. Asimismo, se apunta la existencia de la Unión Mundial de
Profesiones Liberales cuya sede se encuentra en París.
En el segundo caso, en el marco legal de las profesiones en México,
se señala que en nuestro país se perm ite a las personas participar en el
sistema social para proveerse de bienes y servicios necesarios para la
subsistencia. Esta libertad se acompaña de la responsabilidad civil y pe­
nal necesaria en el desempeño de los trabajos profesionales. La insis­
tencia en la necesidad de la ética y el derecho en un mundo global es el
tema con el que concluye este capítulo.
Shannon Shea e Ivon Cepeda hacen una reflexión en torno a la
cuestión de los dilemas éticos, específicamente los que están relaciona­
dos con la vida profesional. Así, no se pretende generar una receta infa­
lible sobre cóm o resolver o confrontar determinadas situaciones prácti­
cas éticamente complicadas. El espíritu que nutre este texto es una
reflexión en torno a los dilemas éticos y el vislumbramiento de acciones
en los momentos en que nos encontramos con situaciones complicadas
y dilemáticas en nuestra vida profesional.
De esta manera, el objetivo que este capítulo pretende es arrojar un
poco de luz sobre lo que es y no un dilema ético; para más tarde deli­
near alguna form a de análisis de dichas controversias para encontrar
alguna forma de solventarlas, brindando una propuesta m etodológica
que permita acercarnos reflexivamente en torno a este tipo de situacio­
nes. Desde ahí se trata de delinear criterios y principios importantes
que se han de considerar en la toma de decisiones. Muchas de las solu­
ciones se alcanzan al considerar las características particulares de cada
situación, en donde intervienen las interpretaciones, los contextos en
los que se desenvuelven y la reflexión crítica que cada individuo realiza.
Siguiendo a Martha Nussbaum en Cultivating humanity se asienta que
la mejor educación es aquella que es capaz de dotar a las personas con la
capacidad de escoger por sí mismas su propio m odelo de vida. Esto exi­
ge una capacidad de cuestionamiento y contrastación de las diferentes
XXII INTR OD UC CIÓN • Dora E lvira García

alternativas que se le presentan. De este modo, y con la ayuda de la her­


menéutica analógica se soslaya la imposición de un sólo punto de vista
así com o se evita caer en un diálogo de sordos en donde todas las res­
puestas sean igualmente válidas. Desde ahí se sortearán las posibilida­
des para la definición de los dilemas éticos.
En el capítulo sexto Martha Ochmann y Dora Elvira García conside­
ran la ética cívica en la vida profesional. En este capítulo se analizan
las implicaciones de la ética cívica en la vida de cualquier individuo
responsable por su propio destino y por el futuro de la sociedad, en la
que habita el mundo. Las autoras inician reflexionando sobre la función
de la ética cívica en la sociedad moderna, individualista y orientada a la
búsqueda del éxito particular. Ubican el origen de la ciudadanía m oder­
na en la necesidad contradictoria de proveernos de la seguridad, con­
servando al mismo tiempo la libertad individual. La ciudadanía se cons­
tituye, entonces en un m edio de lim itar el poder político y de ponerlo al
servicio del hombre y de su felicidad. El hablar de la ética cívica obliga
a establecer una distinción entre una buena persona y un buen ciudada­
no, que permita identificar las virtudes propias de cada uno. El análisis
de las virtudes ciudadanas se estructura a través de la distinción de tres
modelos de la ciudadanía — republicano, liberal y comunitarista— , que
ofrecen también distintas formas de la participación. Este análisis se
sustenta en las teorías de Zygmunt Bauman, Judith Shklar, W illiam
Galston, John Rawls, Amitai Etzioni y Benjamín Barber, entre otros. Fi­
nalmente, se ofrecen algunas vías muy prácticas de vivir la ética ciuda­
dana en las relaciones familiares y a través del consumo responsable,
que permiten integrar el principio de responsabilidad social a la vida de
los jóvenes profesionales.
Los temas del presente libro intentan mostrar a los estudiantes la re­
levancia que tiene la ética en su vida realizada en los espacios de lo
profesional y de lo laboral, ahí en donde su vida se desarrolla de mane­
ra central. Y es ahí en donde pretendemos mostrar la posibilidad de
pensar en un mundo, que a pesar que se muestra con una faz casi total­
mente económica, sin em bargo se encuentra ligado indefectiblemente a
la moral. Así este libro nos invita a reflexionar y nos impulsa a com pro­
meternos con nosotros mismos y con los demás para alcanzar una me­
jo r sociedad, más justa y más humana.

D o r a E l v ir a G a r c ía
C a p ít u l o 1

E L S E N T ID O D E L TR A B A JO
E N L A S O C IE D A D C O N T E M P O R Á N E A

S o f ía R e d i n g
A lberto C o n stan te

1.1. Contexto m u n d ia l :

p o l ít ic a , e c o n o m ía y s o c ie d a d

En 1997, después de las terribles convulsiones financieras que caracte­


rizaron el fin de siglo, se proyectó en las pantallas cinematográficas la
com edia británica The F u ll Monty, de Peter Cattaneo, que tuvo gran
éxito. El argumento de esta aclamada película es, en resumen, el si­
guiente: sin nada que perder ya, salvo el pudor, seis trabajadores que
han sido despedidos de la acerera donde trabajaban, deciden dedicarse
al striptease para poder llevar dinero a sus hogares. El tema de la pelí­
cula sin duda nos permite una analogía: si los desempleados deben qui­
tarse la ropa para sobrevivir tal vez haya que quitar el velo que cubre
las políticas económicas para poder darnos cuenta de su incapacidad
para dar em pleo a todos, incluso en épocas de descenso de las tasas de
desempleo.'
Hace tiempo que nos hemos percatado que vivim os una época dis­
tinta a la que dio origen al capitalismo de antaño, al soñado por Adam
Smith, al m ercado regulado por acuerdos tomados en Bretton Woods.
Algunas de las características de este capitalismo contemporáneo que
más llaman la atención de Joaquín Estefanía son: la acumulación de
crisis financieras cada vez más frecuentes (lo que hace que la excepción
se convierta en una regla) que van de la mano con la financiarización
de la economía que lleva a tratar lo industrial com o subsidiario de la
hegemonía de lo financiero, hegemonía que se manifiesta en el protago­
nismo de las bolsas de valores en cuya lógica no son tan importantes

1 Según datos del FMI. Información disponible en: http://www.imf.org/extemal/


pubs/ft/ar/97/s97/pdf/file02 .pdf

1
2 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

las máquinas y mucho menos los empleados, sino la capacidad de ha­


cer dinero en un mundo en el que los capitales financieros gozan de ab­
soluta libertad de m ovim iento.2
Ni la organización de la econom ía mundial es ya bipolar, ni los
Estados pueden m arcar límites a las organizaciones trasnacionales (in ­
cluyendo las ilegales), ni se ha logrado un equilibrio entre consumo y
producción, y generación de empleos. Es decir, asistimos y seguiremos
asistiendo a un espectáculo de desorganización que algunos califican de
prom etedor y otros de horror. Dice Alain Touraine: “El análisis socioló­
gico o histórico del mundo en el que ahora vivimos nos fuerza a reco­
nocer que hemos pasado de un modo de producción, de relaciones so­
ciales y de representaciones de nosotros mismos a otros muy distintos,
y no tan sólo de la sociedad industrial a la disolución de toda sociedad
en este mercado que nos es presentado a manera de Dios o de diablo”.3
Vayamos por partes y com encemos por estudiar el contexto en el
que surge el tema que nos interesa: ¿en qué sociedades vivimos y que
sentido tiene el trabajo en nuestras sociedades? La respuesta más obvia
es que vivimos en una sociedad global, aunque esto no nos dice nada
nuevo, toda vez que hace rato que se dibujaron los contornos reales del
planeta y que se trazaron rutas para comerciantes, misioneros y viaje­
ros desde el siglo XVI, rutas que, por cierto, también favorecieron a los
piratas. Lo nuevo, en todo caso, es que el globo se ha visto envuelto en
procesos de financiarización de las economías que conducen a invertir
a corto plazo ocasionando vulnerabilidad e inestabilidad — entre otros
efectos— y que se acompaña de la m ercantilización de la existencia y la
creciente erosión del pluralismo “que provoca una unidimensionaliza-
ción del ser humano, un em pobrecim iento de sus formas de vida y una
hom ogeneización ideológica (incluso con apariencia postideológica),
conform ada principalmente por el mundo del consumo".4 Desde luego,
si se globalizan los precios, ¡no ocurre lo mismo con los salarios!
Las características del proceso de globalización ha sido enunciadas
en muchos sitios y hasta la náusea, por lo que sólo nos concentraremos en
recordar las más importantes para el caso que nos ocupa: la uniforma-
ción que se impone a las culturas y com o efecto de esto el surgimiento
de fundamentalismos de diverso cuño (rasgo conservador), y la obliga­
da apertura de los mercados (rasgo liberal en apariencia, pero conser­

2 Joaquín Estefanía, A qu í no puede ocurrir. E l nuevo espíritu del capitalismo. Madrid,


Taurus, 2000, pp. 11-15.
3 Alain Touraine, ¿Cómo salir del liberalismo? México, Paidós, 1999, p. 17.
4 Jesús Conill Sancho, Horizontes de economía ética. Aristóteles, Adam Smith, Amart-
ya Sen. Madrid, Tecnos, 2006, pp. 133-134.
EL SENTIDO DEL TRABAJO EN LA SOCIEDAD CONTEM PO R ÁNEA • Reding / Constante 3

vador en el fondo) y que, al parecer de Luis de Sebastián, tiene los si­


guientes efectos:
— Las empresas que más tiran de la econom ía son empresas nuevas,
en el sentido de que incorporan y se benefician de las nuevas tecnolo­
gías, los nuevos productos relacionados con las telecomunicaciones, la
inform ática y la computación y sus aplicaciones a sectores tradiciona­
les, com o la industria, la banca y el com ercio en detalle y al por mayor.
— Estas empresas tienen las más de las veces objetivos a corto plazo:
aumentar el valor de las empresas, es decir su cotización en bolsa, lo
cual parece que les interesa más que generar beneficios normales y dis­
tribuir dividendos.
— La fuente de capital financiero son los grandes fondos de pensio­
nes, de seguros y de inversión, que no son manejados por sus propieta­
rios sino por especialistas que detentan un poder enorm e para bien o
para mal de muchas economías.
— La fusión de empresas que lleva consigo la reducción del número
de ellas que operan — y com piten— en un sector está ampliando el ra­
dio de acción de la planificación central en sectores de la economía.
— Se está transformando la form a de trabajar, el concepto mismo de
empleo permanente y estable, y se está sustituyendo por el de empleo
flexible, es decir cambiante e inestable, a la par que cambian los con­
ceptos de lealtad, fidelidad del personal y su com prom iso con una de­
terminada empresa. Este tipo de em pleo fomenta el afán de hacer gran­
des ganancias en corto tiempo, pero sin seguridad.
— Se están acumulando grandes fortunas en unas dimensiones ini­
maginables, que tampoco son lógicas y normales. Y en general las dife­
rencias en niveles de vida entre los pocos súper-ricos, los muchos asala­
riados y los pobres, cada vez son mayores.
— Las relaciones de los conglom erados empresariales con los gobier­
nos y otras administraciones públicas están cambiando. Sobre todo en
la cuestión de los impuestos, que se les sustrae a los estados a la vez
que se echan nuevas cargas (los despidos masivos) en el regazo del sec­
tor público.5
En países com o el nuestro las consecuencias más negativas de la
globalización se padecen de manera cada vez más estridente: los vende­
dores ambulantes — deambulantes— y sus gritos llamando la atención
de un consumidor básicamente pobre (demanda poco solvente), que
sólo alcanza a agotar y agotarse en mercancías de mala calidad, no de­

5 Luis de Sebastián, “Capitalismo y democracia en el siglo xxi. Nuevas tendencias y


nuevos destinos", en Cristianisme i Justicia. Fundación Espinal, Col. de Cuadernos, núm.
99. Disponible en: http://www.fespinal.com/espinal/llib/es99.rtf
4 ÉTICA, PRO FESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA E N C O M Ú N

berían ensordecernos, sino ponernos a escuchar aquello de lo que nadie


parece querer enterarse, a saber, que com o bramar de mares braman.
Señala Carlos Díaz que "Cada año en el Tercer Mundo 16 millones de
niños mueren de hambre o de enfermedades perfectamente saludables.
Eso representa el 25% de todos los muertos de la Segunda Guerra Mun­
dial, incluidos Auschwitz e Hiroshima. Es decir, que cada cuatro años
se vive una guerra mundial contra los niños del S u r ” .*
H oy día, tres cuartas partes del mundo pasan hambre y, excluyendo
a unas 323 personas que en 2007 viven en la opulencia (pues tienen
más de mil millones de dólares, requisito indispensable para ingresar a
la exclusiva lista Forbes),7 el resto sobrevive con salarios mínimos, hu­
millantes e inhumanos; tanto así que se habla ya de los minisalarios y
del salario del miedo. De hecho, más de 1 400 000 millones de trabaja­
dores viven con menos de dos dólares al día.8 Esta realidad, y el hecho
de que varios de entre los más ricos del planeta sean latinoamericanos
y que M éxico sea el país en el que la gente es peor pagada,9 nos obliga a
pensar en la necesidad de generar trabajos que permitan superar la po­
breza mediante el trabajo decente, com o lo ha definido la Organización
Mundial del Trabajo (O IT ), com o la única form a de superar la pobreza,
incluyendo la de los woorking poors, quienes no superan la pobreza
aunque tengan trabajo, y que sacrifican su dignidad personal, com o si
ésta no tuviera valor absoluto, sino sólo valor de cambio.
Terrible espectáculo es el que se nos presenta ante los ojos y que
debe motivarnos a reflexionar en torno a tres cuestiones: cóm o vivimos,
cóm o convivim os y para qué vivimos. Pese al avance de las nuevas tec­
nologías de la inform ación y la com unicación y su presencia casi per­
manente en nuestras vidas, no se ha visto que la vida se democratice
por obra de las TIC debido a varios motivos entre los que podemos des­
tacar, siguiendo a Benjamín Barber, los siguientes: el acceso limitado a

6 Carlos Díaz, Como bramar de mares braman. México, Universidad Pontificia de M é­


xico, 1996, p. 83.
7 V er lista en: http://www.forbes.eom/lists/2007/10/07billionaires_The-Worlds- Bi-
llionaires_Rank.html
8 Entrevista a Juan Somavia, Director General de la OIT, 16 de octubre de 2006. Dis­
ponible en: http://www.ilo.org/global/About_the_I LO/Media_and_public_information/Press_
releases/langes/WCMS_071887/index.htm
9 En nota periodística se afirma que “La Organización Internacional del Trabajo
(OIT) plantea, en un informe sobre el comportamiento de los salarios a escala mundial,
que el sueldo por hora de un trabajador manufacturero mexicano equivale a 1.50 dólares
mientras que en Estados Unidos un obrero con la misma categoría gana de 10 a 12 dóla­
res la hora. En Japón puede llegar hasta 15 dólares la hora y en Francia el promedio se­
ría de 12.80 dólares”. La Jomada, 8 de febrero de de 2006. Disponible en httpT/www.jomada.
unam.mx/2006/02/08/047n2soc.php
EL SENTID O D EL TRABAJO EN LA SOCIEDAD CONTEM POR ÁNEA • Reding / Constante 5

la inform ación y al conocim iento com o efecto de la desigualdad (com o


efecto de una “brecha digital"), y de los monopolios que anulan espa­
cios verdaderamente públicos.10
Hablar de los avances tecnocientíficos nos acerca a otra pregunta,
esta vez relacionada con el tema que nos preocupa: ¿es el desempleo
estructural, masivo, un producto del progreso? Si bien es cierto que la
última revolución tecnológica perm itió incrementar la productividad,
se ha difundido la opinión que la tecnología aplicada a los procesos
productivos (y la consecuente reducción del tiempo necesario para pro­
ducir una mercancía o brindar un servicio) ha lanzado al desempleo, a
la pobreza y la marginación, a enormes contingentes humanos incluso
si se crean nuevas fuentes de empleo, cuya escaso número no contribu­
ye a solucionar el problema del desempleo y de la brecha cada vez más
amplia entre trabajadores cualificados y no cualificados.
Habrá que añadir a este escenario la cada vez más débil capacidad
de organización y de protesta de los movimientos obreros, su menor
número de afiliados y de su mayor burocratización, así com o de la co­
rrupción en la que han caído y que les ha perm itido pactar reducciones
salariales para evitar despidos de personal en lugar de prom over la
creación de empleos dignos, con horarios adecuados. Com o afirma M a­
nuel Castells: "Si los sindicatos se mantienen negociando en el marco
de la empresa, la globalización o inform acionalización de las empresas
acabará desarticulándolos. Los sindicatos sólo pueden sobrevivir, y con
ellos la defensa de los derechos de los trabajadores, planteando un de­
bate social y político sobre las nuevas formas de organización económ i­
ca, social y política, buscando un m odelo que garantice la conexión en­
tre productividad, competitividad, reparto de la riqueza y bienestar
social en las nuevas condiciones tecnológicas”.11
La solución a los problemas derivados del hipercapitalismo (globali­
zación financiera que no desea mundializar la riqueza, pensamiento
globalitario12 que impide el pensamiento crítico), dependerá de la posi­
ción que se adopte: no ya desde el m ovim iento obrero (pues el proble­
ma es de desempleo estructural) sino desde la posición de los "sin”
(sin-trabajo, sin-vivienda, sin-papeles), es decir, de movimientos socia­
les que responderían con m ayor fuerza, desde espacios no convenciona­

10 Benjamin R. Barber, “¿Hasta qué punto son democráticas las nuevas tecnologías
de la información?", en Revista de Internet, Derecho y Política, núm. 3, 2006.
11 Manuel Castells, “Empleo, trabajo y sindicatos en la nueva economía global”, en La
Factoría, núm. 1. Barcelona, octubre, 1996. Disponible en: http://www.lafactoria-
web.com/articulos/castell 1.htm
12 Ignacio Ramonet, “Regímenes globalitarios". Disponible en: http://us.geocities.
com/samizdata.geo/ALglobalit.txt
6 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA E N C O M Ú N

les, a las contradicciones de la época que vivim os en la que los m ovi­


mientos de capital, mercancías y tecnología responden a intereses cada
vez menos públicos.
Por lo menos es así com o piensa Touraine: si la globalización ani­
quila "cualquier form a de subjetividad, de la protección social, de la
memoria colectiva y de los proyectos individuales, la salvación llegará
de los dominados y a su am paro”, todavía hará falta que los dominados
"tengan alguna cosa que defender y, al mismo tiempo, que hablen en
nombre del conjunto de la sociedad, que sean y se perciban a sí mismos
com o los defensores de la igualdad, del derecho al trabajo, a la diferen­
cia o a la seguridad”.13 En suma: la globalización se asemeja al totalita­
rismo en la medida en que no admite la diversidad y la inclusión de las
mayorías y que promueve la guerra económ ica y la "jungla total".14 N o
es, por tanto, la concreción del bien común, sino una sofisticada forma
de excluir que perversamente se maquilla con las políticas del lais-
sez-faire y del anything goes. Así las cosas, es fácil darse cuenta de lo
que muchos niegan: el traje nuevo del Em perador no es ni precioso ni
elegante, la verdad es que está desnudo.15 Resta por saber si algo pode­
mos/debemos hacer ante la catástrofe y si es posible/deseable pensar en
humanizar la globalización mediante ejercicios solidarios que incluyan
la defensa y la prom oción del trabajo para todos. Habrá que ubicarse,
entonces, entre la opulencia y la carencia porque, en palabras de Co-
nill, existen alternativas16 y todas están siendo vistas desde el m irador
de los derechos humanos.

1.2. E l TRABAJO E N U N A SO C IE D A D DE O R G A N IZ A C IO N E S

El mundo en el que vivimos, com o lo hemos ya señalado, es un


mundo fragmentado por la financiarización de la economía. La hege­
monía de lo financiero se concreta en el hecho de que no sólo se m ode­
la el mundo sino que diseña nuestras vidas y nuestra actividad en el
mundo: no es sólo la econom ía la que se somete a directrices plantea­
das por la necesidad de la libre circulación de capitales, sino también la
cultura y el derecho, y desde luego los valores asociados tanto a la tra­
dición liberal (autonomía, autogestión, autorregulación) com o a la con­
servadora (proteccionismo, institucionalidad, lealtad y ciega confianza).

13 A. Touraine, op. cit., pp. 41-42.


14 J. Conill Sancho, op. cit., p. 135.
15 ¿Cómo no recordar el cuento de Hans-Christian Andersen (1805-1875) en el que se
relata cómo fingían todos admirar el nuevo traje del Emperador hasta que un niño gritó
que el soberano andaba desnudo?
16 J. Conill Sancho, op. cit., p. 139.
EL SENTIDO DEL TRABAJO EN LA SOCIEDAD CO NTEM PO R ÁNEA • Reding / Constante 7

Por ejemplo, se venera el crédito para el consumo y se le anuncia com o


resultado de la confianza en el consumidor, al tiempo que se critica el
consumismo y el individualismo.
Resulta conveniente reflexionar, aunque sea de manera breve, sobre
esos valores, en especial los últimos, los conservadores, porque eso nos
perm itiría percatarnos del conflicto derivado de una moral que es doble
porque por una parte exige éxitos individuales a costa del esfuerzo per­
sonal, pero por otra bloquea el desarrollo cuando el individuo se con­
vierte en un peligro o al menos en una anormalidad porque su singula­
ridad puede poner en cuestión a la organización para la que trabaja o
el contexto general en el que actúa.
La nuestra es una sociedad de organizaciones, que son un tipo parti­
cular de institución. N o son com o la familia, incluso si se exige a sus
miembros comportarse com o si lo fuera. Las organizaciones son insti­
tuciones que han podido ajustarse a los nuevos retos planteados por la
revolución de las tecnologías de la inform ación y la comunicación y
han sido especialmente receptivas de los preceptos de la llamada socie­
dad del conocim iento (particularmente la superespecialización), vincu­
lada con el desarrollo de las TIC . — 9 d<?\ •*** <7oc
Así pues, la organización se establece com o la institucióri más em ­
blemática del actual modelo de desarrollo: su arquitectura se establece
de acuerdo a las tendencias que marcan las TIC y esto no sólo en el pla­
no estético, sino de la propia gestión lo que implica cambios estructura­
les que permitan internalizar las herramientas tecnológicas y diseñar
sus procesos para ofrecer bienes y servicios adecuados a estas nuevas
tecnologías.
Peter F. Drucker, gurú del Management, se refería a la sociedad del
conocim iento com o aquella en la que la inform ación es un instrumento
del conocimiento, pero no el conocim iento per se.17 El conocim iento
permite avanzar y produce riqueza; es, por tanto, sinónimo de desarro­
llo social y productivo, com o dice Castells: “Por prim era vez en la histo­
ria, la mente humana es una fuerza productiva directa, no sólo un ele­
mento decisivo del sistema de producción".18 En este sentido, se vincula
tanto con la financiarización com o con la informatización, fenómenos
que a su vez están estrechamente unidos.
Sin duda, el conocim iento se establece en este contexto com o la

17 Para el estudio de la sociedad organizada en tomo a la información y el conoci­


miento hay que leer a dos autores que desde la década de los setentas se especializaron
en el tema: Peter F. Drucker, La sociedad post-capitalista. Barcelona, Apostrofe, 1993 y
Daniel Bell, E l advenimiento de la sociedad post-industrial, Madrid, Alianza, 1976.
18 Manuel Castells, La era de la información. Econom ía, sociedad y cultura: La socie­
dad Red. México, Siglo XXI, 1999, p. 58.
8 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA E N C O M Ú N

punta de lanza y su gestión se vislumbra com o la estrategia que perm i­


tiría que el engranaje com pleto de la maquinaria funcione adecuada­
mente. Una econom ía basada en el conocim iento implica una transfor­
mación del m ercado de trabajo que se concreta en los nuevos tipos de
contratación, los esquemas horarios, las competencias — especialmente
para la innovación y la creación— , la form ación académica y el perfil
conductual que se exigen. Es fácil entender ahora que la palabra m ági­
ca de todo buen gestor sea com petitividad; com o también es sencillo
percatarse del hecho de que la organización tiene que trabajar en con­
sonancia con el funcionamiento del m ercado de bienes y servicios y de
capitales financieros.
Ahora cabe preguntarse cuál es el sentido del trabajo en este contex­
to que venimos describiendo. Lo prim ero que debemos recordar es que:

La globalización actúa, en el plano real, en dos sentidos com plem entarios:


la globalización financiera aumenta las desigualdades entre los beneficios y
los salarios; y la de los m ercados increm enta las desigualdades de salarios
— y de em pleo— entre los trabajados cualificados y no cualificados. Es de­
cir, legitim a la fragm entación social y separa a los que se adaptan a las nue­
vas condiciones del m undo de los que no son capaces de h acerlo . 19

Quienes no son capaces de adaptarse a “las nuevas condiciones del


mundo” no pueden hacerlo por falta de educación. A juicio de algunos
expertos, la incapacidad de acceder a la inform ación impide la genera­
ción de conocim iento e inhibe las posibilidades de encontrar un empleo
y producir riqueza.20 Así pues, vemos aparecer la injusticia no sólo en el
modo en que se accede a la riqueza, sino también en la forma en que se
distribuye: si el conocim iento es para algunos cuantos que se reprodu­
cen aritméticamente, un conocim iento sólo para los Elegidos (que en
francés es élus, palabra de la que se deriva élite), es de esperar que los
no-elegidos seguirán multiplicándose geométricamente. Frente a tal ca­
tástrofe, vuelve a utilizarse el narcotizante aquí no pasa nada:

Lo más funesto no es la desaparición del em pleo sino la explotación cínica


de este fenóm eno, ante todo con el argum ento de que el desem pleo actual es
excepcional, transitorio, insólito. Así se conserva el m ito de que la desapari­
ción del em pleo es apenas un eclipse. Y con ello, al p rom eter su regreso in­
minente, al restar dram atism o a la m arginación de los excluidos, al alentar

19 J. Estefanía, op. cit., p. 66.


20 Según el D iccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española, el tra­
bajo es un “esfuerzo humano aplicado a la producción de riqueza, en contraposición a ca-
p i t a l mientras que el empleo es una “ocupación’ .
EL S ENTID O D EL TRABAJO EN LA SOCIEDAD CO NTEM PO R ÁNEA • Reding / Constante 9

el sentim iento de vergüenza que lo acom paña (p ero que, felizm ente, está de­
creciendo), se refuerza la explotación de aquellos que corren p eligro de caer
en el desem pleo, los que quedan a m erced de los dueños de los pocos pues­
tos de trabajo que quedan .21

El trabajo es un derecho humano, esto nos conduce a la idea de que


toda reflexión sobre él deber hacerse desde una perspectiva ciudadana,
política, si lo entendemos com o una cosa pública. Por tanto, un trabajo
debe ser algo más, mucho más que un em pleo destinado sólo a perm i­
tirnos vivir decorosa y dignamente, aunque no siempre cumple una fun­
ción social: no se trata de vivir para trabajar sino de trabajar para vivir.
En resumidas cuentas: quien habla de trabajo debe forzosamente rem i­
tirse a la esfera de lo público que es también el espacio de los derechos
humanos. En las tres revoluciones tecnológicas que se han presentado
hasta el momento, es claro que se han dado problemáticas relacionadas
con la violación de los derechos humanos. Si seguimos lo expuesto por
Raúl Villegas22 podremos ver que, por ejemplo, la introducción de la
máquina de vapor impulsó la industria algodonera al perm itir mayor
productividad y llevar y traer mercancías producidas por esclavos: dos
victorias para el Im perio Británico que dieron por resultado un estímu­
lo al capital comercial.
Una segunda revolución fue resultado del uso de la energía eléctrica
y del petróleo a fines del siglo xix, y perm itió la concentración de capi­
tales industriales surgidos de dos industrias verdaderamente em blem á­
ticas: la siderúrgica y la automotriz. Finalmente, hacia la convulsiona­
da década de los setentas, se avizoró el futuro de la sociedad com o
poscapitalista: la introducción de innovaciones tecnológicas perm itió
dar lugar a una revolución m icroelectrónica y genética que aumentó la
productividad de algunos y el desplome de muchos que, incapaces de
cualquier upgrade terminan en el basurero de la llamada “mano de obra
ex cedentaria": "Lejos de una sociedad invadida por la bondades de la
ciencia, los frutos del desarrollo tecnológico han sido mayor desempleo,
marginación y degradación ambiental. [... Uno a uno, de facto a través
de las grandes ‘reformas estructurales’, han sido eliminados los dere­
chos de los trabajadores, quienes han perdido su condición de clase
para adquirir la de esclavos de la inform alidad”.23
Hoy en día, la incertidumbre es una de las características más an­
gustiantes para todo trabajador y tiene su origen en la inestabilidad e

21 Viviane Forrester, Una extraña dictadur. México, FCE, 2004, p. 38.


22 Raúl Villegas Dávalos, “La devastación del mundo laboral”, en La devastación im ­
perial del mundo. México, UACM , 2004, pp. 39-46.
23 Ibid., pp. 45-46.
10 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M U N

inseguridad. A la incertidumbre ocasionada por las constantes fusiones


entre empresas y que suelen resultar en despidos masivos, hay que su­
mar el llamado mobbing. El nombre proviene del inglés mob y significa
“acosar, atropellar o atacar en masa”; este término fue fijado por Kon-
rad Lorenz “para describir los ataques de animales débiles contra otros
más fuertes de la misma especie o de otra”.24
Ante la incertidumbre generalizada todavía nos resta plantear algu­
na que otra pregunta, com o por ejemplo ¿es posible seguir considerando
la capacidad liberadora del trabajo y su importancia para la realización
personal? Está claro que la capacidad para contribuir a la producción
de bienes y servicios es un requisito indispensable para perm anecer en
un puesto de trabajo, pero esta com petencia no es suficiente en un
mundo en el que las profesiones han sido despojadas del respeto que
merecen porque en palabras de Marx y Engels: “La burguesía ha despo­
jado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían
por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto,
al sacerdote, al poeta, al hombre de ciencia, los ha convertido en sus
servidores asalariados” .25
Para ser asalariado hoy día, es indispensable poseer una licencia in­
ternacional para manejar computadoras, la IC D L (International Compu­
ter Driving License). Y no hablamos aquí de una de las novedades de
Disneylandia, sino de una iniciativa surgida en 1994 en Finlandia, que
valida o certifica las competencias vinculadas al manejo de com putado­
ras y programas a nivel usuario, es especialmente útil para aquellos que
pretenden salir del analfabetismo tecnológico, sin tener que llegar a la
sofisticación exigida por los centros universitarios. Las competencias
que certifica la IC D L com o aquellas promovidas por las universidades
están vinculadas a valores y actitudes de gran importancia desde una
perspectiva ética porque tienen que ver con la seguridad, la autonomía,
la responsabilidad, la disciplina y el trabajo en equipo. En cualquiera
de los dos casos, educación generalizada o educación superior, está cla­
ro que de lo que se trata es de estar preparado para someterse y acos­
tumbrarse al vértigo ocasionado por esa montaña rusa que es la rota­
ción de personal debida a crisis o cambios de paradigm a... ¿es eso
moralmente aceptable, es eso decente?
La Oficina Internacional del Trabajo (O IT ) ha venido defendiendo el

24 En 1980 el investigador alemán Heinz Leynman acuña el término mobbing, aplica­


do para el acoso moral en el trabajo, acoso psicológico, hostigamiento laboral y psicote-
rror, entre otros. Disponible en: http://www.conaculta.gob.mx/saladeprensa/index.php7in-
dice=6& fecha=2007-01-22
25 Karl Marx y Friedrich Engels, Manifiesto del Partido Comunista. Biblioteca de Au­
tores Socialistas. Disponible en: http://www.ucm.es/info/bas/es/marx-eng/47mpc/il.htm
EL S ENTID O DEL TRABAJO EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA • Reding / Constante 11

derecho de hombres y mujeres por tener un trabajo decente y producti­


vo y la necesidad de que los Estados establezcan estrategias que perm i­
tan alcanzar este y otros objetivos que nos lleven a modelar un mundo
más justo, con garantías de acceso al conocim iento y oportunidades de
desarrollo.
Para la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globali-
zación (C M D S G ), está claro que:

La globalización se ha desarrollado en un vacío ético, donde la cuestión del


éxito o el fracaso de los m ercados tienden a convertirse en la norm a última
de com portam iento, y donde la actitud basada en el lem a "el ganador se lo
lleva to d o ” debilita la estructura de las com unidades y las sociedades. [... La
globalización aún no ha creado una sociedad global, pero la interacción cre­
ciente de las personas y de los países subraya la urgente necesidad de un
m arco ético que sirva de referencia común.

Entre los valores éticos fundamentales se destacan el respeto (a los


derechos humanos, a la ignidad de la persona, a la igualdad entre géne­
ros, a la diversidad cultural, religiosa, política, social, a la naturaleza),
la equidad, la solidaridad, que se asumirían para la gobernanza dem o­
crática de la globalización. 26
Para volver más democrática la globalización, la OIT establece la ne­
cesidad de crear, entre muchas otras medidas más, trabajos decentes.
Se entiende por trabajo decente lo siguiente:

El objetivo prim ordial es reducir el desem pleo, que representa enorm es cos­
tes para la gente y la sociedad tanto de países industrializados com o en de­
sarrollo. Pero esta m edida, por sí sola, no es suficiente.
Muchas personas están em pleadas en trabajos inaceptables, con con d i­
ciones laborales pésimas, con baja productividad y bajo coacción. El em pleo
debe poder elegirse librem ente y prop orcion ar ingresos suficientes para sa­
tisfacer las necesidades económ icas y fam iliares básicas. Deben respetarse
los derechos y la representación, debe proporcionarse una seguridad básica
a través de una u otra form a de protección social, y deben garantizarse las
condiciones laborales adecuadas. Todos estos elem entos juntos form an lo
que se ha dado a con ocer com o "trabajo decente". Esto no sólo abarca el
em pleo, sino un am plio conjunto de objetivos que reflejan las aspiraciones
generales de hom bres y m ujeres .27

26 Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización, Por una globali­


zación justa: crear oportunidades para todos. Ginebra, oit, 2004, pp. 8-10. Disponible en:
http://www.ilo.org/public/spanish/wcsdg/docs/report.pdf
27 Ibid., p. 69.
12 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

Un nuevo contrato social perm itiría formular políticas económicas y


sociales que aseguren un em pleo a todos: “Se requiere uná estrategia
doble: en prim er lugar, m axim izar la tasa de crecim iento de nuevos em ­
pleos que produzcan ingresos superiores al umbral de la pobreza. En
segundo lugar, desarrollar políticas y programas que aumenten la pro­
ductividad y los ingresos de aquellos que mantienen empleos precarios
en ia econom ía informal rural y urbana”.28 Dejar de apostar a ese nuevo
contrato social será el banderazo para el derrumbe de todas las con­
quistas de la humanidad.

1.3. En LA G E STA C IÓ N DE LA N O C IÓ N DE TRABAJO

¿Dónde se gestó este mundo que ahora nos parece tan dramático y
tan lleno de contradicciones, en el que el trabajo es la base de sustenta­
ción de nuestras vidas, no sólo de nuestros sueños, ideales, deseos, sino
de nuestra propia existencia? En el devenir histórico constatamos que
en los siglos xi y xiii (Baja Edad M edia) se cultivaba la educación caba­
lleresca, heredada de la antigua preparación guerrera, tendiente a ejer­
citar a los nobles para el poder. La honra y la conducta moralmente co­
rrecta eran la gloria del caballero. Desde el punto de vista de la historia
económ ica y social, son los siglos del nacimiento de las comunas y de
las corporaciones de artes y oficios. La burguesía urbana se desarrolla.
Con la aparición de la burguesía a finales de la Edad M edia nacen
nuevos modos de producción que exigen más especialización de la rela­
ción entre la ciencia y las operaciones manuales.29 El aprendizaje de la
observación y de la imitación, que había sido la base del conocimiento
práctico y de los trabajos en esa época, de pronto resultó insuficiente.
Sucedió que la realidad exigía nuevas formas de integración al mundo

28 Ibid., pp. 70-71.


29 Hay que aclarar que a finales de la Edad Media, la ciencia en Europa no sólo ha­
bía alcanzado el nivel de la Antigüedad, sino que lo había sobrepasado. La practicidad del
mundo se imponía y los hombres de esta época se interesaban por una tecnología prácti­
ca, no teórica. Buscaban formas diferentes de producir las cosas para facilitar la vida y
desarrollar los negocios. Se interesaban por el mundo natural e intentaban entenderlo
porque tenían cada vez más tiempo libre para dedicarse a su observación. Cuando los
cristianos recuperaron las tierras de la Península Ibérica y Sicilia, adquirieron de los mu­
sulmanes las bases de las matemáticas y las ciencias. De hecho, la nueva ciencia que co­
menzó a infiltrarse en la Cristiandad en el siglo XII era predominantemente árabe por la
forma, pero estaba basada en la obra de los antiguos griegos. Los árabes conservaron y
transmitieron gran parte del saber griego. Por ello, desde principios de la Edad Media,
los musulmanes, que habían estudiado activamente las ideas antiguas y nuevas prove­
nientes de Asia, heredaron a los europeos el sistema numérico arábigo, utilizado hoy en
día, y el concepto del cero, inventado en la India.
EL S ENTID O DEL TRABAJO EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA • Reding / Constante 13

y ésta sólo se podía establecer mediante una nueva paideia (form ación)
que no era la que se obtenía en las aulas sino en el trabajo y por la
coexistencia entre adultos y adolescentes. Para Manacorda, por ejem ­
plo, ahí fue donde se em pezó a dibujar el eje temático básico de la edu­
cación moderna: "El tema nuevo de un aprendizaje en el cual la ciencia
y el trabajo se encuentran y que tiende a aproximarse y a asemejarse a
la escuela”.30
Para Candelero, en cambio, “El trabajo adquiere connotación pro­
pia; El trabajo, en su sentido moderno, nace com o tiempo de trabajo.
En el capitalismo el tiempo es oro. Y la lucha por el control del tiempo
— o la utilización del tiempo com o arma de combate— hizo su apari­
ción: El ahorro de tiempo — explica Munford— se convirtió en una par­
te importante del ahorro de mano de obra. Los primeros patronos hasta
robaron tiempo a sus obreros haciendo tocar la sirena de la fábrica un
cuarto de hora más temprano por la mañana, o moviendo las maneci­
llas del reloj más deprisa a la hora de la comida: donde la ocupación lo
permitía, el obrero a menudo estaba a la recíproca cuando el patrón
había vuelto la espalda”;31 pero al mismo tiempo que la explotación se
manifestaba en sus formas más cruentas, tenemos que el aprendiz par­
ticipa con ahínco del trabajo con vistas a dom inar los conocimientos y
las habilidades de la profesión. N o se trataba de una escuela de trabajo,
en realidad, desde entonces (com o hasta ahora) el propio trabajo es la
escuela, es la formación, es ahí, en el taller, en la fábrica, donde el
aprendiz iba llenándose de experiencia para luego llevar a cabo, con
maestría, el mismo oficio. Aquí es claro que el trabajo no se separa de
la función de aprender. La organización de esta nueva form a de trabajo
es el resultado de los cambios surgidos de la casi extinción de los ofi­
cios en el campo y de la m igración de los siervos hacia las ciudades en
busca de libertad y de salarios independientes.
Es en la ciudad donde las corporaciones de oficios crecen exponen­
cialmente, se expanden y se organizan jurídicam ente, se establecen re­
laciones externas con el poder público, con el incipiente m ercado, y
relaciones internas entre los trabajadores, a ejem plo del contrato de
aprendizaje. La figura del trabajador queda dibujada por los maestros,
los socios, los aprendices y los jornaleros asalariados, estos últimos sin
el propósito de aprender el oficio para ejercerlo luego com o maestros.
La actividad de los llamados maestros libres tiene relación con el surgi­

30 Mario Manacorda, Marx y la pedagogía moderna. Barcelona, Oikos-Tau, 1979, p. 161.


31 Manuel J. L. Candelero, E l impacto tecnológico: trabajo decente o vida decente. (Po­
nencia oficial para el V III Congreso Nacional del Equipo Federal del Trabajo. Catamarca,
mayo de 2001). Disponible en: http://www.eft.com.ar/doctrina/temas_ponencias/con-
gres/eftviii/candeleroimpactotecnologico.htm
14 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIU DADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

miento de una nueva sociedad de comerciantes y artesanos, instalada


en ciudades32 organizadas en comunas.33
A partir del siglo XIII se fueron gestando las condiciones de posibili­
dad del surgimiento del capitalismo, fundamentalmente por el concurso
de la filosofía del Renacimiento y de la Reforma. Estos movimientos
fueron decisivos en la vuelta de tuerca que se operó en la sociedad pues
lo que condujo fue al secularismo y con ello la aparición de los m oder­
nos Estados nacionales que proporcionaron las condiciones necesarias
para el crecim iento y desarrollo del capitalismo. Este crecim iento fue
posible gracias a la acumulación del excedente económ ico que genera­
ba el empresario privado y a la reinversión de este excedente para ge­
nerar mayor crecimiento. La Edad Moderna, que podemos datar entre
1500 y 1700, fue el escenario de una sociedad revolucionada por los
grandes inventos y descubrimientos.
Pero fue desde el siglo XV hasta el siglo X V III, cuando aparecieron los
modernos Estados nacionales, que el capitalismo no sólo tuvo una face­
ta comercial, sino que también dio lugar a una nueva form a de com er­
ciar, denominada mercantilismo. Esta línea de pensamiento económ i­
co, este nuevo capitalismo, alcanzó su máximo desarrollo en Inglaterra
y Francia.
El sistema mercantilista se basaba en la propiedad privada y en la
utilización de los mercados com o form a de organizar la actividad eco­
nómica. A diferencia del capitalism o de Adam Smith, el objetivo fun­
damental del m ercantilism o consistía en m axim izar el interés del
Estado soberano, y no el de los propietarios de los recursos económicos
fortaleciendo así la estructura del naciente Estado nacional. Con este
fin, el gobierno ejercía un control de la producción, del com ercio y del
consumo.

32 Es importante destacar que el tamaño de la ciudad dependía de la cantidad de


campo que hubiera alrededor. Luego la ciudad empezó a crecer saliéndose de los límites
físicos que marcaban las murallas, urbanizando los terrenos apropiados para ser cultiva­
dos y los sustituyó por grandes áreas cultivables lejanas de las ciudades. Este crecimiento
inexorable y constante es el límite de la ciudad contemporánea.
33 Si el medio rural facilitó la creación de solidaridades campesinas en defensa de los
intereses comunes, fundamentalmente en contra de los abusos de los señores feudales, y
de las cuales las comunidades de aldea quizá expresen el mejor espíritu de la correspon­
sabilidad en la defensa de la libertad, las “comunas” responden en principio a ese mismo
espíritu solidario de autodefensa de una conciencia urbana. De hecho, si quisiéramos es­
cribir una historia del liberalismo tendríamos que remontarnos al helenismo cristiano y a
la Edad Media. Fue ahí donde se plantearon los elementos teóricos que se encuentran
reunidos en el liberalismo. Es más, la principal contribución práctica para su gestación
fueron precisamente las “comunas" medievales, es decir, gobiernos urbanos autónomos
que sirvieron de laboratorio para el pensamiento constitucionalista europeo y el concepto
moderno de Estado de Derecho.
EL SENTIDO DEL TRABAJO EN LA SOCIEDAD CONTEM POR ÁNEA • Reding / Constante 15

La principal característica del mercantilismo fue la preocupación


por acumular riqueza nacional, materializándose ésta en las reservas
de oro y plata que tuviera un Estado. Dado que los países no tenían
grandes reservas naturales de estos metales preciosos, la única forma
de acumularlos era a través del com ercio. Esto suponía favorecer una
balanza com ercial positiva o, lo que es lo mismo, que las exportaciones
superaran en volumen y valor a las importaciones, ya que los pagos in­
ternacionales se realizaban con oro y plata. Los Estados mercantilistas
intentaban mantener salarios bajos para desincentivar las im portacio­
nes, fomentar las exportaciones y aumentar la entrada de oro.
Más tarde, algunos teóricos de la econom ía com o el filósofo David
Hume, com prendieron que la riqueza de una nación no se asentaba en
la cantidad de metales preciosos que tuviese almacenada, sino en su ca­
pacidad productiva. Se dieron cuenta que la entrada de oro y plata ele­
varía el nivel de actividad económica, lo que perm itiría a los Estados
aumentar su recaudación impositiva, pero también supondría un au­
mento del dinero en circulación, y por tanto mayor inflación, lo que re­
duciría su capacidad exportadora y haría más baratas las im portacio­
nes por lo que, al final del proceso, saldrían metales preciosos del país.
Sin embargo, pocos gobiernos mercantilistas com prendieron la im por­
tancia de este mecanismo.
Nuestro rostro actual se em pezó a gestar en las líneas del filósofo y
economista Adam Smith. Las ideas de este filósofo no sólo fueron un
tratado sistemático de economía; constituyeron un ataque frontal a la
doctrina mercantilista. Smith intentó mostrar la existencia de un orden
económ ico natural, algo así com o unas leyes a las que se sometía el or­
denamiento económ ico de su época, es decir, unas leyes que permitían
el funcionamiento del mercado con más eficacia cuanto menos intervi­
niese el Estado. Smith no pensaba que la industria no fuera productiva,
o que el sector agrícola era el único capaz de crear un excedente econó­
mico; por el contrario, consideraba que la división del trabajo y la am ­
pliación de los mercados abrían posibilidades ilimitadas para que la so­
ciedad aumentara su riqueza y su bienestar mediante la producción
especializada y el com ercio entre las naciones.
Por su parte, Adam Smith ayudó a extender las ideas de que los po­
deres económicos de los Estados debían ser reducidos y de que existía
un orden natural aplicable a la economía. Fue Smith quien abrió el ca­
mino de la industrialización y de la aparición del capitalismo moderno
en el siglo XIX .34 Fue él quien describió los principios económicos bási-

34 Sin duda, a esta labor contribuyeron decididamente los llamados "fisiócratas”. El


término fisiocracia se aplica a una escuela de pensamiento económico que sugería que en
16 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

eos que definen al capitalismo.35 En su obra clásica Investigación sobre


la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776) 36 Smith in­
tentó demostrar que era posible y legítim o buscar una ganancia perso­
nal de tal manera que no sólo se alcanzara el objetivo individual de un
enriquecimiento sino también la mejora de la sociedad. Para Adam
Smith los intereses sociales estriban en alcanzar el máximo nivel de
producción de los bienes que la gente desea poseer.
Nuestro filósofo admitió que la com binación del interés personal, la
propiedad y la com petencia entre vendedores en el mercado llevaría a
los productores, "gracias a una mano invisible”, a alcanzar un objetivo
que no habían buscado de manera consciente: el bienestar de la socie­
dad; en otros términos, que el mercado constituye un sistema “autorre-
gulado”, que puede funcionar adecuadamente a través del mecanismo
de los precios y de la producción, que son regulados por la oferta y la
demanda. Esto constituyó y constituye hasta nuestros días la llamada
economía natural que requiere, por parte del hombre, una descripción
adecuada para su mejora y para su optimización.
Todo esto sucedió cuando apenas se iniciaba el entusiasmo por el

economía existe un orden natural que no necesita la intervención del Estado para mejo­
rar las condiciones de vida de las personas. En esta corriente de pensamiento económico
se destacó Frangois Quesnay, que definió los principios básicos de esta escuela en Le Ta-
bleau économique (1758), un diagrama en el que explicaba los flujos de dinero y de bienes
que constituyen el núcleo básico de una economía. Resumiendo, podemos decir que los fi­
siócratas pensaban que estos flujos eran circulares y se retroalimentaban. La idea más
importante de los fisiócratas es su división de la sociedad en tres clases: una clase pro­
ductiva formada por los agricultores, los pescadores y los mineros, que constituían el 50%
de la población; la clase propietaria, o clase estéril, formada por los terratenientes, que
representaban la cuarta parte, y los artesanos, que constituían el resto. Aquí, como en
toda división idealista se escucha el rumor de Platón.
35 Para Adam Smith el comercio existen desde que existe la civilización, pero el capi­
talismo como sistema económico no apareció sino hasta el siglo XIII en Europa y fue la
forma en la que se fue sustituyendo al feudalismo. Según Smith, los seres humanos están
marcados por una fuerza a “realizar trueques, cambios e intercambios de unas cosas por
otras”. Este impulso que para Adam Smith es natural hacia el comercio y el intercambio
se acentuó y fomentó por las Cruzadas que se organizaron en Europa occidental desde el
siglo XI hasta el siglo XIII. Asimismo, los grandes viajes y las expediciones que se llevaron
a cabo durante los siglos XV y XVI reforzaron estas tendencias y fomentaron el comercio.
Pero un hecho como el descubrimiento de América y la entrada en Europa de enormes
cantidades de metales preciosos provenientes de aquellas tierras, trastocaron el mundo
en el que habitaba hasta entonces el ciudadano medio. El orden económico resultante de
estos acontecimientos fue un sistema en el que predominó lo comercial o mercantil y
cuyo objetivo principal fue intercambiar bienes y no en producirlos. La importancia de la
producción no se hizo evidente sino hasta la Revolución industrial, en el siglo XIX. Se re­
comienda la lectura del libro de Germán Arciniegas, Con América nace la nueva historia.
Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1990.
36 Adam Smith, Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las nacio­
nes. México, fee, 2003.
EL SENTIDO DEL TRABAJO EN LA SOCIEDAD CO NTEM POR ÁNEA • Reding / Constante 17

progreso, por el mundo abierto por Bacon37 y Descartes,38 por el gesto


soberano con el que se inclinó la razón a crear las premisas con las que
nacería un proyecto: el de la modernidad. Surgimiento de la m oderni­
dad, nacimiento de la ciencia moderna, im perio de la razón, progreso y
trabajo son fenómenos íntimamente vinculados. La modernidad se fun­
da en el ideal iluminista que busca extender los límites de la razón por
medio del desarrollo de la ciencia, lo que posibilitó que las áreas dom i­
nadas por la autoridad eclesiástica comenzaran a volverse laicas. La
autoridad religiosa fue progresivamente sustituida por una autoridad
cuyo fundamento no podía ser la fe sino el razonamiento.
A su vez, las corporaciones artesanales fueron sustituidas por los
nuevos modos de producción que se desarrollarían en la profundidad
discursiva de la sociedad. Los procesos de dominación, de la puesta en
marcha de las prácticas de homogenización, uniformización y de con­
trol se transforma en la llamada “instrucción útil". Ésta es la nueva fór­
mula, el nuevo horizonte útil para las clases subalternas y para los
trabajadores.
Obedientes y útiles, ejercitados para el trabajo e inertes políticam en­
te. Las órdenes no precisan ser entendidas, sólo decodificadas, lo cual
deriva de la correlación de fuerzas. Todos deben ser dóciles, subordina­
dos y entregarse a los ejercicios para conseguir la gratificación de estar
entre los mejores. Los reglamentos resultan cada vez más minuciosos y
austeros; exámenes e inspecciones pasan a ser cotidianos; el control so­
bre todo y sobre todos asume form a en la industria, pero también en la
escuela, en el hospital, en la cárcel y en el cuartel. Uno de los principa­
les mecanismos es la organización de individuos, se ponen en fila clasi­
ficándolos, individualizando los cuerpos.

37 Pocos años antes de Descartes, Francis Bacon (1561-1626) centra su esfuerzo inte­
lectual en la ambiciosa tarea de reorganizar las ciencias. Su obra más importante es No-
vum Organum (1620), el título hace referencia directa al Organum (tratado lógico) de
Aristóteles, e indica de partida, un alejamiento del método tradicional de la investigación
científica de su tiempo, fuertemente basada en la lógica aristotélica. Bacon considera que
el estado del conocimiento de su época no es, ni próspero, ni muy avanzado, por lo que es­
tima que se necesita un modo completamente distinto a los anteriores para que el enten­
dimiento humano, con ayudas diferentes de las que ha usado hasta entonces, pueda ejer­
cer su jurisprudencia sobre las cosas naturales.
38 Al final de la Edad Media se agotó la creencia en las fórmulas tradicionales de es­
tudio. El aristotelismo se había implantado y la silogística constituía el instrumento por
excelencia para la discusión, exposición y averiguación, pero no conducía a un verdadero
conocimiento de las cosas. El mundo estaba estructurado por una combinación de la cos­
mología de Aristóteles y la fe religiosa. Con el Renacimiento el pensamiento se dirige a
las cosas de manera directa, basándose en sus propios medios, desligándose, en lo posi­
ble, de las influencias de la tradición. Pero no es hasta el final de esa época cuando sur­
gen dos métodos estructurados para lograr un conocimiento seguro de la naturaleza, el
racionalismo de René Descartes y el empirismo de Francis Bacon.
18 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

La disciplina es celular y solitaria. Por ello se crean nuevos oficios


(droguistas, boticarios, etcétera) y, por primera vez, la relación instruc­
ción y trabajo se caracteriza no por su elemento de moralidad, sino por
el “de verdadera investigación en la adquisición de una habilidad ope­
rativa concreta".39 La gestación del saber se transforma entonces en un
mecanismo de control, haciendo del individuo un objeto descriptible y
analizable, com o contrapartida al surgimiento de las ciencias del hom­
bre. Ya no es necesario im poner penas y sanciones a los vigilados para
obtener buen comportamiento, basta el temor de tener todos sus actos
vigilados y analizados. El individuo se transforma en su propio verdugo.
En Inglaterra se habla de escuelas profesionales para la educación
de los pobres, al mismo tiempo que Locke40 diseña el proyecto de for­
mación del gentleman, para quien el trabajo es un hobby y m edio de vi-
gorización moral. Pero sea com o hecho instrumental y subordinado o
com o una forma de pasar el tiempo o de tiempo de disfrute, el trabajo
em pezó a ser tema de los conflictos y las reflexiones sobre la formación
humana e impuso su presencia com o problema del futuro.
La educación moderna del siglo X V III y del siglo XIX asumió el ideal
iluminista de educar humanamente a todos los hombres. Diderot, al
tiempo que llevaba a cabo un análisis de la división social del capitalis­
mo moderno también realizaba un estudio sobre la división del trabajo
dentro de la fábrica. Por su parte, Rousseau será uno de los encargados
de señalar una división social en la educación.
Los modos de producción y los modos de vida de los hombres fue­
ron sacudidos por la Revolución Industrial; con ella lo que se consumía
era la producción artesanal y nacía la producción fabril, que generaría,
por resultado, el espacio de la escuela pública. La fábrica y la escuela
surgían juntas y la Revolución Industrial m odificó las demandas de la
formación humana. La transformación del trabajo humano, que va des­
de la producción artesanal individual, atravesando por la manufactura,
y que realiza la primera división del trabajo, llegando al uso de las má­
quinas — que hará del hombre sólo un accesorio— mueve masas de po­
blaciones y generará conflictos y transformaciones impensables en el
mundo moderno. Con las transformaciones que se daban en el trabajo

39 M. Manacorda, op. cit., p. 209.


40 Pensador inglés (Wrington, Somerset, 1632-Oaks, Essex, 1704). En su obra más
importante. Dos ensayos sobre el gobierno civ il (1690) sentó los principios del constitucio­
nalismo liberal, al postular que todo hombre nace dotado de unos derechos naturales que
el Estado tiene como misión proteger: fundamentalmente, la vida, la libertad y la propie­
dad. Partiendo del pensamiento de Hobbes, Locke apoyó la idea de que el Estado nace de
un “contrato social” originario, rechazando la doctrina tradicional del origen divino del
poder; pero, a diferencia de Hobbes, argumentó que dicho pacto no conducía a la monar­
quía absoluta, sino que era revocable y sólo podía conducir a un gobierno limitado.
EL SENTIDO DEL TRABAJO EN LA SOCIEDAD CONTEM POR ÁNEA • Reding / Constante 19

aparecieron nuevas transformaciones a nivel de las prácticas del poder.


M ichel Foucault argumentará que toda una tradición habló del poder
buscando su origen, sus condiciones, sus causas, reduciéndolo o apli­
cándolo a otra cosa. Sin embargo, agrega, “fue preciso esperar el siglo
XIX para saber lo que era la explotación; pero quizá aún no se sepa lo
que es el poder. Y Marx y Freud tal vez no sean suficientes para ayudar­
nos a conocer esta cosa tan enigmática, al mismo tiempo visible, pre­
sente y oculta, manifiesta en todo lugar, que se llama poder”. Para Fou­
cault la ley es una gestión de los ilegalismos, permite algunos
— tornándolos posibles o inventándolos com o privilegio de la clase do­
minante— y tolera otros — com o compensación a las clases dom ina­
das— . La ley prohíbe, aísla y toma otros ilegalismos com o objeto, pero
también com o medio de dominación.
En su libro Vigilar y castigar, Foucault llegará a definir el nacimien­
to de la prisión, en el siglo XIX, com o una institución de hecho. Esta
surge sin una justificación teórica, aparece en un determinado m om en­
to com o necesaria para la construcción de la red del poder que contro­
la todas las formas de ilegalismos. Pero com o la cárcel, la fábrica, la es­
cuela, el hospital o el cuartel, ellas aparecen en el espectro com o
"instituciones de secuestro”, com o dice Foucault, en razón de que la re­
clusión no pretende propiamente "excluir” al individuo recluso, sino,
sobre todo, "incluirlo” en un sistema normalizador. La form a com o se
ejercen los mecanismos de vigilancia, control y corrección sobre el in­
dividuo, puede ser percibida, por ejemplo, en el interior de la prisión,
cuando el preso está sometido a un saber clínico, de observación, a tra­
vés de las complejas técnicas de examen de la psicología, psiquiatría,
psicopatología, crim inología, antropología y sociología. Lo mismo que
en el trabajo.
Si pensamos por un momento en el proceso de transformación que
viene sufriendo el trabajo, al caracterizar los ideales educativos del m e­
dievo, el hombre proclamaba la educación del caballero. En el Renaci­
miento, la educación está enfocada al hombre de negocios y al hombre
culto, hijo de la burguesía que asume la anterior hegemonía de la Igle­
sia. La esclavitud, en este punto, se hace innecesaria, el esclavo em pie­
za a producir menos de lo que cuesta su manutención y mantenimiento;
aparece el siervo, que no requiere capital para ser com prado y que fi­
nancia su propia vida. El pasaje de la esclavitud a la servidumbre sería
el único cambio que ocurre en la Edad Media; el trabajo bajo la influen­
cia de los Padres de la Iglesia todavía es despreciado: “el mundo feudal
reposaba, al fin de cuentas, en los hombros de los siervos, de la misma
manera que el mundo antiguo era sostenido por los esclavos”.41

41 Aníbal Ponce, La vejez de Sarmiento. Buenos Aires, Leviatán, 1988, p. 85.


20 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UN A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA E N COM ÚN

1.4. P r o f e s i ó n , e m p l e o y a c t iv id a d :
EL S E N T ID O D E L TRABAJO Y LA A L IE N A C IÓ N

El resultado más concreto del desarrollo industrial, para el trabaja­


dor, es su nueva condición de proletario privado y despojado de sus ins­
trumentos, de su materia prima, de su lugar de trabajo y de su "cien­
cia", en la que se configuraba el aprendizaje. De igual forma, está
impedido para dom inar el proceso productivo; está desposeído el pro­
ducto de su trabajo porque éste no le pertenece y no puede disponer
más de él para venderlo. Lo que le queda es su fuerza de trabajo para
venderla “librem ente” a los dueños del sistema productivo.
Se crea un ideal educativo y éste es para el hombre burgués y con­
siste en la form ación form ar sujetos capaces de com petir en el m erca­
do. Para que la burguesía alcanzara su mismo desarrollo, el crecim ien­
to del com ercio y el crecim iento del m ercado mundial no bastaban. Era
necesario que trabajadores libres fuesen reclutados para ofrecer sus
servicios a la burguesía. En concordancia con esto podemos advertir
cóm o se eslabonan estratos de orden, planos de racionalidades distintas
que se justifican a través de prácticas y de discursos. El orden exige
identidad pero im pone jerarquías, legitim adas p or una m oral, por la
producción de un sentido, y, en esta legitim ación, las redes discursi­
vas propician aceptabilidad, cohesión, e im ponen determ inadas pers­
pectivas.
Es significativa la com plejidad del orden, ese orden en el cual habi­
tamos y desde el cual creamos morales, fines y finalidades de la vida
misma, porque el orden impone estructuras de dom inio y subordina­
ción, crea horizontes normales y de protección; clausura todo posible
desplazamiento hacia la diferencia. El poder, por m edio del interdicto,
mantiene el control de la normalidad, consustancial con el orden. “La
penalidad perfecta — señala Foucault— que atraviesa todos los puntos y
controla todos los instantes de las instituciones disciplinarias, compara,
diferencia, jerarquiza, homogeneiza, excluye. En una palabra, norm ali­
za ” .42 La vigilancia garantiza la estabilidad de la normalización, y se
crean diferentes dispositivos que permite la vigilancia perfecta del asa­
lariado, del trabajador: se es totalmente visto, sin ver jamás a quien
mira.43 El orden que funda el horizonte de presuposiciones de lo real
crea también el límite de nuestras creencias.

42 Michel Foucault, Surveilter et punir. París, Gallimard, 1975, p. 188.


43 Ibid., p. 105. El símil viene del Panóptico de Bentham que Foucault analiza de ma­
nera extraordinaria y que en las prácticas cotidianas el mundo social se panoptiza: todos
entramos al juego de vigilar y de autovigilamos: hay una torre central siempre que lo ve
todo, sin que nosotros podamos ver a quien suponemos que está viendo.
EL SENTIDO DEL TRABAJO EN LA SOCIEDAD CONTEM POR ÁNEA • Reding / Constante 21

La jerarquía de poder crea una topología entre centro y periferia,


generando una fuerte identidad en el centro y una mayor imposición
del interdicto en la periferia, y donde se producen las distintas formas
de resistencia y de trasgresión. Por otra parte, el socialismo marxista
adopta los ideales de la burguesía en el ámbito de la educación: univer­
salidad, estatalidad, gratuidad e importancia del trabajo, entre otros
ante la incapacidad práctica de la burguesía de realizar su programa;
por ello Marx puede dar organicidad a la relación instrucción-trabajo,
pretendiendo una form ación humana global. El trabajo para M arx44 es
una actividad típicamente humana, expresión de todas las habilidades
físicas y mentales y de toda la energía de la persona. La necesidad es
sólo un punto de partida para llegar a un proyecto intencional y libre:
"El trabajo es un proceso entre el hombre y la naturaleza. Un proceso
en el que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la na­
turaleza. Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su
corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de
los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia
vida".45
Al obrar así sobre la naturaleza y transformarla, transforma al mis­
mo tiempo su propia naturaleza. Porque el hombre graba un proyecto
consciente a la evolución de la naturaleza, transformándola según una
intencionalidad. Este presupuesto lleva a com prender que también él es
transformación, en la medida que su acción consciente en la objetiva­

44 Recordemos las palabras de Marx: "Si preguntamos a los obreros qué salario per­
ciben, uno nos contestará: ‘Mi burgués me paga un marco por la jom ada de trabajo’; el
otro: 'Yo recibo dos marcos’, etcétera. Según las distintas ramas del trabajo a que perte­
nezcan, nos indicarán las distintas cantidades de dinero que los burgueses respectivos les
pagan por la ejecución de una tarea determinada, v. gr., por tejer una vara de lienzo o por
componer un pliego de imprenta. Pero, pese a la diferencia de datos, todos coinciden en
un punto: el salario es la cantidad de dinero que el capitalista paga por un determinado
tiempo de trabajo o por la ejecución de una tarea determinada.
Por tanto, diríase que el apitalista les compra con dinero el trabajo de los obreros.
Éstos le venden por dinero su trabajo. Pero esto no es más que la apariencia. Lo que en
realidad venden los obreros al capitalista por dinero es su fuerza de trabajo. El capitalista
compra esta fuerza de trabajo por un día, una semana, un mes, etcétera. Y, una vez com­
prada, la consume, haciendo que los obreros trabajen durante el tiempo estipulado. Con
el mismo dinero con que les compra su fuerza de trabajo, por ejemplo, con los dos mar­
cos, el capitalista podría comprar dos libras de azúcar o una determinada cantidad de
otra mercancía cualquiera. Los dos marcos con los que compra dos libras de azúcar son
el precio de las dos libras de azúcar. Los dos marcos con los que compra doce horas de
uso de la fuerza de trabajo son el precio de un trabajo de doce horas. La fuerza de trabajo
es, pues, una mercancía, ni más ni menos que el azúcar. Aquélla se mide con el reloj,
ésta, con la balanza’’. Vúi.:http://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/49-trab2.htm
45 Cf. “El trabajo en M arx”. Disponible en: http://www.monografias.com/trabajos30/
trabajo-en-marx/trabajo-en-marx.shtml
22 ÉTICA, PROFESIÓ N Y CIUDADANÍA. UN A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA E N COM ÚN

ción de la naturaleza lo define com o hombre. El aporte teórico de Marx


es de enorme importancia en la historia del pensamiento justo porque
con su pensamiento lo que se operó fue, sin duda, un cambio histórico.
El mundo fue otro.
El final del siglo pasado y el com ienzo del actual consolidan la pre­
sencia del trabajo en el proceso de la form ación técnico-profesional, así
com o la tendencia a ser cumplida en la escuela — y no más en el traba­
jo— y preparando para la industria moderna. En discusión con esa con­
cepción, que relaciona el trabajo con la preparación profesional d irigi­
da al desarrollo de la producción, surgen el descubrimiento de la
psicología infantil y los caminos de la “escuela nueva", con sus exigen­
cias de actividad, para la cual el trabajo es un componente de m orali­
dad y de soporte didáctico. Por su parte, la escuela norteamericana es­
tablece el precepto de John Dewey,46 del famoso leam ing by doing
traduciendo las palabras en actos y adiestrando a los alumnos en busca
de la solución de los problemas.
Esta consigna o lema hace que Manacorda reconozca a Dewey
com o a "uno de los observadores más inteligentes de las relaciones en­
tre educación y producción, entre educación y sociedad”,47 haciendo de
su fórmula una unidad entre instrucción y trabajo. N o obstante, lo que
podemos observar es que la diferencia fundamental entre Dewey y
Marx (aparte del carácter de denuncia y de resistencia que tiene la obra
de Marx por encima de la del norteamericano), es que en Dewey se tra­
ta de una adaptación de la escuela a la producción, y ésta es básica­
mente una enseñanza de laboratorio, "con las implicaciones de que los
individuos sean llamados a hacerse, por m edio de la educación, no lo
que son, sino lo que pueden llegar a ser”.48
Com o quiera que sea, el mundo contem poráneo presencia una re­
flexión creciente acerca del contenido educativo del trabajo, de su rela­
ción y vínculos con la escuela y de su presencia en la vida del hombre
com o elem ento central desde muy diversos ángulos, sea com o crítica
o com o simple reflexión justificatoria. Se asiste, por otro lado — en el
plano real de la globalización de la econom ía— a una desconcertante

46 John Dewey fue el filósofo norteamericano más importante de la primera mitad del
siglo XX. Su carrera abarcó la vida de tres generaciones y su voz pudo oírse en medio de
las controversias culturales de los Estados Unidos (y del extranjero) desde el decenio de
1890 hasta su muerte en 1952, cuando tenía casi 92 años. A lo largo de su extensa carre­
ra, Dewey desarrolló una filosofía que abogaba por la unidad entre la teoría y la práctica,
unidad que ejemplificaba en su propio quehacer de intelectual y militante político”. Cf.
Robert B. Westbrook http://www.ibe.unesco.org/publications/thinkersPdf/deweys.pdf
47 M. Manacorda, op. cit., p. 319.
48 Ibid., p. 320.
EL SENTIDO DEL TRABAJO EN LA SOCIEDAD CONTEM PO R ÁNEA • Reding / Constante 23

situación en lo relativo al empleo. El avance en la confrontación teórica


evoluciona contradictoriamente con la lucha del trabajador por mante­
ner su empleo. La pregunta que se plantea aquí es si se está asistiendo a
un retroceso histórico. Otra pregunta es aquella que Plantamura se
hace en su extraordinario libro Trabajo y comprensión del mundo, y es
la relativa a si el trabajo,49 en cuanto concepción orgánica y amplia, tie­
ne futuro. Es decir, ¿se asiste a un retroceso histórico? ¿El trabajo en
cuanto concepción orgánica y amplia tiene futuro? ¿Qué tipo de trabajo
sobrevivirá? La profundización en esas interrogantes conduciría a otros
estudios.
Aquí sólo se intenta avanzar en el análisis con datos y contribucio­
nes que puedan ayudar a la comprensión de los resultados de la investi­
gación y justificar la búsqueda incesante de las contradicciones que el
sistema productivo presenta, com o punto de partida de una tarea edu­
cacional que sea interesante para aquel trabajador que lucha por man­
tener su em pleo o al estudiante que está por salir de las aulas y enfren­
tarse a un mundo en el que entrará al sector productivo, sea com o
empresario, sea com o empleado.
Plantamura nos señala que lo que debemos hacer es analizar las
tendencias acerca del im pacto de la tecnología sobre el trabajo huma­
no y la calificación profesional y cita a D eluiz50 quien individualiza al­
gunos rumbos del itinerario del trabajo a partir de la segunda mitad del
siglo XX:
a) en los años [cincuenta y sesenta] está muy presente el determinis-
mo tecnológico, visión idealista que ofrece a la ciencia y a la tec­
nología una fuerza de progreso y de cambio acumulativo, evoluti­
vo y lineal; la calificación es también neutra e independiente de
toda relación de choque entre trabajo y capital;
b) la década [de los setentas] plantea cuestiones críticas surgidas del
análisis que advierte una acentuada división del trabajo y una
consecuente descalificación del trabajador; el trabajo sería incon­
ciliable con el capital y degradaría al hombre; se descarta cual­
quier proyecto de humanización por medio del trabajo;
c ) la década [de los ochentas] se debate entre dos tesis principales;
la primera apunta al hecho de que la sociedad moderna no reco­

49 Vitangelo Plantamura, Trabajo y comprensión del mundo. Montevideo, Centro Inte-


ramericano de Investigación y Documentación sobre Formación Profesional/oit, 1999, p.
81. Disponible en: http://www.oit.org/public/spanish/region/ampro/cinterfor/publ/plan-
ta/pdf/plantam.pdf
50 Neise Deluiz, Inovagóes tecnológicas e mudanqas no conteúdo do trabalho: im pli-
caqóes para a formaqáo profissional no setor terciário. Río de Janeiro, UFRJ (Tesis de Doc­
torado), 1993. Apud V. Plantamura, op. cit., p. 82.
24 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VID A EN C O M Ú N

noce más en el trabajo su categoría central: el trabajo es algo ex­


traño al hombre, es una actividad obligatoria y un m edio de
sustento.

Existe otra vertiente de pensamiento que señala la revalorización del


trabajo a partir de la automatización de la producción y de las nuevas
concepciones de producción. Pero los análisis actuales sitúan el trabajo
entre la modernidad y la posmodernidad, entre la sociedad industrial y
la sociedad postindustrial, haciendo más complejas las discusiones en
los países en desarrollo, allí donde la modernidad no ocurrió totalmen­
te y donde el capitalismo todavía tiene muchas características de “sal­
vaje", incluso donde aún en muchos sitios de estos Estados la m oderni­
dad ni siquiera ha hecho presencia y hablar de posmodernidad no sólo
es ridículo sino absurdo.
Pero esto no soslaya el hecho de que, en los últimos años, los avan­
ces científicos y tecnológicos se han presentado de manera vertiginosa.
Este avance se ha consignado en una enorm e red de trabajos en los que
se ha hecho hincapié en que los cambios han afectado hasta las mismas
tecnologías. Por ejemplo, cada una de las cuatro tecnologías que más se
citaban entonces (telecomunicaciones, inteligencia artificial, ingeniería
de sistemas asistida por computadoras y la fabricación integrada por
las mismas computadoras) han tenido desarrollos enormes en cuanto
alcance y capacidades.
El impacto tecnológico, com o dice Calendero, ha m odificado a tal
punto la estructura del mundo moderno, que el mundo emergente aún
no tiene nombre. Hablar ya de una sociedad capitalista parece un ana­
cronismo. Hablar de una sociedad fundada en el trabajo, parece ser
ahora sólo una broma de mal gusto, un sinsentido. H oy hablamos de
sociedad de la inform ación o del conocim iento utilizando otro paradig­
ma para su categorización: abandonamos la mirada sobre la estructura
productiva para fijarnos más bien en el insumo fundamental.
Y a pesar de todo, señala Calendero, todavía hoy estamos bajo una
ética del trabajo que organiza una forma de vida basada en un princi­
pio fundamental: el trabajo es la única vía normalizada para participar
en esta sociedad. A través de nuestro trabajo nos mostramos útiles a los
demás, conquistamos nuestro derecho a recibir de los otros, aquello
que necesitamos pero de lo que no podemos proveernos por nosotros
mismos. El trabajo nos incorpora a esta inmensa red de intercambios
que es la sociedad moderna. Esto implica que el trabajo realmente im ­
portante se ve reducido a lo que llamamos empleo.
El em pleo se ha convertido así en el principal mecanismo de inclu­
sión en las sociedades de mercado. La inmensa mayoría de los ciudada­
nos somos lo que trabajamos; más aún, somos porque trabajamos. De
ahí el miedo que provoca la posibilidad de perder el em pleo o, sencilla­
EL SENTIDO DEL TRABAJO E N LA SOCIEDAD CON TEM POR ÁNE A • Reding / Constante 25

mente, de no encontrarlo. Junto con el em pleo no sólo se nos va la


fuente socialmente normalizada para participar en la riqueza. El pano­
rama actual está marcado por una conm oción que está afectando a la
condición salarial: el desempleo masivo y la precarización de las situa­
ciones de trabajo, la inadecuación de los sistemas clásicos de protec­
ción para cubrir estos estados, la multiplicación de los individuos que
ocupan en la sociedad una posición de supernumerarios, “inemplea-
bles”, desempleados o empleados de manera precaria, intermitente.
A nadie se le oculta que en lugar de crear un em pleo bien remunera­
do se crean dos mal remunerados pero se le da em pleo a alguien que de
otra manera difícilm ente lo tendría. Para muchos, el futuro tiene el se­
llo de lo aleatorio. La crisis de la sociedad salarial ha convertido en rea­
lidad cotidiana aquella que Hannah Arendt considerara la peor de las
situaciones que cabría imaginar: la perspectiva de una sociedad de tra­
bajo sin trabajo.
En este punto parece que Jeremy Rifkin junto con André Gorz tie­
nen razón. Al menos Rifkin, en su polém ico libro de 1994, El fin del tra­
bajo, ha generado una enorme controversia pues enumera una serie de
elementos de este salto tecnológico: “sofisticadas tecnologías de las co­
municaciones y de la inform ación", "máquinas inteligentes", “nuevos
programas de software", “mejores redes de computadoras y un hardwa­
re más potente", “robots”, “inteligencia artificial”, “robots por control
num érico”, todos, com o componentes de eso que él mismo llama “La
Tercera Revolución Industrial”.51
El escenario no puede ser más desalentador, la consecuencia de ta­
les avances sería el enorme desempleo. Las más sofisticados computa­
doras, la robótica o mecatrónica, y todas las tecnologías de la inform a­
ción están sustituyendo rápidamente a los seres humanos en la mayor
parte de los sectores de la economía, un software por muchos seres
humanos.
Según su análisis marchamos hacia un mundo sin trabajo. Por ello
puede afirm ar que “en los inicios del presente siglo, el incipiente sector
secundario era capaz de absorber varios de los millones de campesinos
propietarios de granjas desplazadas por la rápida mecanización de la
agricultura. Entre mediados de la década de los [cincuentas[ y princi­
pios de los [ochentasf, el sector de servicios fue capaz de volver a em ­
plear a muchos de los trabajadores de 'cuello azul’ sustituidos por la
mecanización". Pero lo peculiar de la nueva revolución tecnológica es
que no aparecería un nuevo sector capaz de absorber a los trabajadores
despedidos, salvo el sector del conocimiento, una minoría de industrias

51 Jeremy Rifkin, E l fin del trabajo. México, Paidós, 1996, p. 18.


26 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

cuyos profesionales — los llamados “analistas sim bólicos” o "trabajado­


res del conocim iento”— seguirían creciendo, pero "seguirían siendo po­
cos si los comparamos con el número de trabajadores sustituidos por la
nueva generación de "máquinas pensantes”.
Rifkin asevera que estaríamos entrando en una nueva fase histórica
caracterizada por lo que "ya parece una permanente e inevitable deca­
dencia de lo que hasta ahora entendíamos por trabajo”: ¿Ante qué esta­
mos? Obviamente: la desocupación y el subempleo son consecuencia
del "desempleo tecnológico”. Las implicaciones resultantes de la nueva
revolución industrial obligan a repensar la sociedad actual.
Y no obstante, Rifkin plantea cuatro propuestas para hacer frente a
esta disminución del trabajo (del em pleo), y com o com ienzo de la nue­
va era posmercado: la reingeniería de la semana laboral, un nuevo con­
trato social, la potenciación del tercer sector y la globalización de la
econom ía social. Rifkin y la llamada tercera vía intentan impulsar unas
referencias culturales que quieren presentar com o alternativas y nuevas
pero sin la suficiente crítica y oposición a los fundamentos y valores
neoliberales dominantes en la sociedad.
En tanto, Riechmann y G orz proponen com o formas de solución el
pleno em pleo con tiempo reducido (trabajar menos para trabajar to­
dos), formas de autogestión del tiempo de trabajo y segunda nómina
para com pletar los ingresos de los trabajadores de igual forma que
piensa que el ingreso social no conlleva la participación ni cooperación
voluntaria en las actividades de la sociedad. Sólo supone un medio de
compensación por los efectos negativos del mercado de trabajo.
¿Y el trabajo propiamente dicho, en las formas com o es conocido
hasta hoy? En su sentido tradicional — remuneración a cambio del uso
de la capacidad individual— el trabajo desaparece gradualmente bajo
el impacto de la automatización y de la robotización. Y aquí no estamos
hablando de una de las consecuencias de la tecnología en el trabajo
com o puede ser el tiem po liberado.52 Este es otro punto.
Es evidente que no desaparecerán todas las formas de trabajo hoy
conocidas; algunos modos subsistirán, otros tendrán oportunidades de
aumentar cuantitativamente y generarán nuevos campos de actividad
humana com o puede ser un aumento de los trabajos creativos y de las

52 De hecho se delinea un modelo de vida y de consumo en las sociedades postindus­


triales donde lo primero que tendríamos que hacer es cerrar el espacio que se da entre la
vida real de trabajo y el aumento del tiempo libre. Hay un supuesto básico que es el he­
cho de que la naturaleza de las nuevas tecnologías y las innovaciones actuales están diri­
gidas o tienen como justificación la liberalización del tiempo. Lo importante es saber qué
hacer con ese tiempo liberado. No obstante, el ocio o la recreación no liberan tiempo sino
que lo consumen.
EL SENTID O DEL TRABAJO EN LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA • Reding / Constante 27

profesiones tendientes a organizar la vida social (educación, ecología,


transporte, com ercio, hoteles, etcétera); los empleos relacionados con
las aplicaciones de la m icroelectrónica, el control y la organización de
la producción y de los servicios, también tendrán una coyuntura favora­
ble de crecimiento; con el aumento del tiempo libre, se requerirán innu­
merables especializaciones en turismo y en el deporte; además, el tra­
bajo seguirá estando presente en el sector agrícola.
El trabajo en la sociedad postindustrial se entenderá cada vez más
com o forma de “existir socialmente", superando la manera com o el tra­
bajo es visto en la sociedad industrial, donde el hombre se define ante
todo por el lugar que ocupa en la jerarquía del trabajo. Finalmente, la
categoría “tiem po” asumirá una división diferenciada en la vida del
hombre, disminuyendo las cantidades de tiempo dedicadas al trabajo
no pago (convivencia, recreo, relaciones). A la larga, la gran cuestión no
será consumir más, sino trabajar menos.
Con estos antecedentes ¿a qué nos referimos hoy cuando hablamos
de trabajo? La característica del trabajo en la modernidad es la de otor­
garnos una asignación y una identidad social: una profesión, un oficio.
Luego, el trabajo, así entendido, no es una categoría antropológica sino
económica: no nos hace libres; nos enajena o aliena: "El trabajo en la
sociedad capitalista no es ciudadano de la república de la libertad sino
vasallo de la tiranía de la necesidad".53 Trabajamos para integrarnos so­
cialmente en un sistema pensado para que unos se aprovechen de los
otros. El m odelo de industrialización es portador de una concepción
del universo y de una visión de futuro prácticamente insostenibles, fun­
dado sobre una racionalización selectiva y parcial. La crisis de la Ra­
zón es la crisis de la parte de los contenidos irracionales, cuasi religio­
sos sobre los que se edificó la industrialización.
Quizá no deberíamos de dejar pasar la circularidad del argumento y
asentir, com o cuando el rey va desnudo, que los años ochentas supusie­
ron un giro radical de las ideas dominantes en política económica. Lo
que se ha denominado com o neoliberalismo se ha ido extendiendo por
todo el mundo. Han pasado ya casi veinte años desde que se empezaron
a aplicar las políticas neoliberales y las estadísticas de desempleo si­
guen reflejando cifras escandalosas, pudiéndose incluso agravar más
por los todavía inciertos resultados de la crisis financiera, que iniciada
en Asia se ha extendido al conjunto del planeta. Al mismo tiempo, y
acompañando los datos negros de estas estadísticas surgen otros sínto­
mas igualmente preocupantes, com o son el aumento de la pobreza, de
la precariedad en el trabajo, de las desigualdades y de la exclusión
social.

53 M. J. L. Candelero, op. cit.


28 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UN A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

BIBLIOGRAFIA RECOMENDADA
G o rz, André, Miserias del presente, riqueza de lo posible. B u e n o s A ir e s , P a i d ó s ,
1998.
G o r z , André, Metamorfosis del trabajo: búsqueda del sentido: crítica de la razón
económica. Buenos Aires, Sistema, 1995.
C a s t e l l s , Manuel, La era de la información. 3. Fin de milenio. Madrid, Alianza,
1999.
H o p e n h a y n , Martin, Repensar el trabajo. Historia, profusión y perspectivas de un
concepto. Buenos Aires, Norma, 2001.
C a p ít u l o 2

LA S P R O F E S IO N E S C O M O F E N Ó M E N O S O C IA L

R a fa e l M. D e G a s p e r ín G a s p e r ín
Susan a M. P a tin o G o n z á le z

IN T R O D U C C IÓ N

Iniciamos este capítulo presentando un análisis de "las profesiones desde


la perspectiva histórica” . Esta exploración nos perm itirá com prender su
surgimiento com o un fenómeno que responde a necesidades sociales
muy particulares caracterizándolas mediante un conjunto de elementos
que harán posible diferenciarlas de otras actividades humanas. Este
análisis histórico nos llevará a plantear un paradigma renovado de las
profesiones en el cual se propone la articulación del desarrollo personal
con el com prom iso social.
Un segundo aspecto a revisar es la relación que se establece entre
las profesiones del área humanística y las del área científica. Bajo el
nombre “Caracterización de las profesiones: objetos de estudio y ámbito
de aplicación" se hace una discusión acerca del distanciamiento que
usualmente encontramos entre estas áreas, y se aborda la clasificación
del conocimiento a través del tiempo, en el marco de la cultura occi­
dental.
En el tercer apartado “La dimensión ética y social de las profesio­
nes”, haremos una reflexión acerca del significado de ejercer la profe­
sión en nuestros días. Verem os que las profesiones se legitiman social­
mente en la medida en que sirvan a fines que se consideren socialmente
deseables para una vida buena y para una convivencia justa. En el mar­
co de la ética cívica, analizaremos los valores fundamentales de la acti­
vidad profesional y se estudiará el valor del profesional en razón del
servicio que presta al conjunto social, es decir, por lo que concierne a
de la consecución de los bienes internos que representa su profesión.
Discutiremos que cuando el profesional sólo persigue los bienes externos
es decir, cuando utiliza sus capacidades técnicas exclusivamente para
servirse a sí mismo aprovechando la posición de privilegio y el poder

29
30 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

que su conocim iento o expertise le confieren, estamos ante una desvir-


tuación o forma corrupta de ejercer la profesión.
El auténtico valor del profesional no está en la mera distinción que
representa el hecho de ser un especialista, que en nuestro país corres­
ponde a un porcentaje muy bajo con respecto a la población en general.
Esta posición que lo coloca “por arriba" o “aparte” de los demás, sólo
adquiere sentido y valor en la medida en lo que la sociedad obtenga y
reciba los beneficios del quehacer responsable del profesional. En po­
cas palabras, los profesionales se deben a la sociedad y no a la inversa.
De lo anterior se desprende que la persona que ejerce una profesión
está necesariamente obligada a desarrollar una serie de capacidades
éticas y a desplegar ciertas cualidades morales que regulen el poder so­
cial que representa dada su calidad de especialista o experto. En el
apartado “Competencias éticas y recursos morales del profesional” ha­
remos una revisión de estas exigencias reiterando que el valor del pro­
fesional no sólo está determinado por su com petencia técnica, sino por
la justicia y el bien social que procure mediante el ejercicio de su profe­
sión. N o obstante la justicia y el bien social no se logran con buenas in­
tenciones sino que requieren del respaldado de ciertas virtudes que el
profesional ha de desplegar en su actuación cotidiana.
Estas competencias permitirán mantenerse a la altura de las exigen­
cias éticas que suponen los aspectos de confidencialidad, lealtad, inte­
gridad y prudencialidad en el quehacer del profesional. Permiten enten­
der a cabalidad el significado profundo de la expresión “honorarios
profesionales” y a analizar las condiciones o criterios bajo los cuales se
pueda determinar que dichos emolumentos se correspondan con el
ideal de justicia; en otras palabras, se trata de reflexionar sobre las pre­
guntas: ¿cuál es el monto o cantidad justa que se debe cobrar por los
servicios profesionales?, ¿será éticamente correcto que los honorarios
profesionales estén determinados por la ley de oferta y demanda?, ¿có­
mo podría justificarse lo anterior? Estas cuestiones suponen, sin lugar a
dudas, aspectos que se relacionan con las competencias éticas y con el
uso de la sabiduría práctica com o camino para abordar y resolver los
problemas éticos y morales en el ejercicio de la profesión.
Por último, en el quinto apartado, analizaremos "La responsividad
ética en el marco de las profesiones". Esta perspectiva supone una no­
vedad de reciente inclusión en la discusión ética del contexto latinoa­
mericano. La añadimos en este capítulo con la convicción de que las
tensiones entre la aspiración de una ética personal y la exigencia que
demanda una ética social ante las problemáticas de un entorno com o el
nuestro, pueden encontrar apoyo teórico en una noción com o la de res­
ponsividad ética. Consideramos que conviene a los profesionales, tanto
los titulados como los que están a punto de lograrlo, se familiaricen con
LAS PROFESIONES COMO F E N Ó M E N O SOCIAL • Gasperín Gasperín / Patino González 31

esta noción y puedan recurrir a ella cuando se encuentren enfrentados


con situaciones que demandan responder con auténtico com promiso
ético.

2 .1 . L a s P R O F E S IO N E S D E SD E LA PERSPECTIVA H ISTÓRICA

La palabra profesión la define el D iccion a rio de la lengua española


con varias acepciones. La prim era de ellas es desde su origen del latín:
professió-ónis que significa "acción y efecto de profesar”.1 Por profesión
se entiende una cerem onia en la que alguien profesa algo, pero asimis­
mo se refiere al empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y por el
cual percibe una retribución. El diccionario también se refiere a la pro­
fesión com o [hacer de] costumbre o habilidad de la que puede jactarse
alguien.
En el transcurso de la historia dichas acepciones han llevado a va­
riadas interpretaciones del concepto de profesión en su aplicación prác­
tica. Estas van desde la profesión com o una voz interior — a la que co­
nocemos o denominamos también com o vocación— , pasando por la
profesión com o una forma de expresar convicciones, creencias e ideolo­
gías,2 hasta una conceptualización de las profesiones com o desarrollo
de competencias personales y sociales que se asocian con prestigio so­
cial y éxito económico. Hacemos notar que el uso de los vocablos aso­
ciados con el término de profesión, así com o con el verbo profesar, han
estado íntimamente relacionados con los contextos histórico-evolutivos
de las sociedades.
Para entender este desarrollo histórico-social iniciaremos por la no­
ción de la profesión com o vocación. “La vocación es la trascripción de
vocatio y proviene de vox (voz), que significa “palabra”. De modo que
vocación significa el llamado que se efectúa por la palabra, es decir,
por la voz. La vocación expresa el acto de advocare, es decir, se trata de

1 Profesar significa:” 1) Ejercer una ciencia, un arte, un oficio, etcétera; 2) Enseñar


una ciencia o un arte. 3) Ejercer algo con inclinación voluntaria y continuación en ello.
Profesar amistad, el mahometismo. 4) Creer, confesar. Profesar un principio, una doctrina,
una religión. 5) Sentir algún afecto, inclinación o interés, y perseverar voluntariamente en
ellos. Profesar cariño, odio. 6) En una orden religiosa, obligarse a cumplir los votos pro­
pios de su instituto”. Real Academia Española, D iccionario de la lengua española. 22a ed.
Madrid, Espasa Calpe, 2001, p. 1849.
2 Así tenemos que en el ám bito religioso nos referim os por ejem plo al shaháda
como la profesión en la fe islámica; al Iudaeus, en latín y yéhüdl en hebreo, para
referirnos a la profesión de la fe judaica; el Credo nos remite a la profesión de fe de los
cristianos católicos; el Drama como la profesión de los budistas, para mencionar algunos
ejemplos.
32 ÉTICA, PROFESIÓ N Y CIU DADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

ad-vocación por la palabra".3 Así la vocación sería la palabra nacida


desde el interior de cada ser humano com o un llamado que convoca o
invita a ir hacia una dirección. Se desprende de esta interpretación, que
quien tiene vocación es aquel que ha recibido un llamado proveniente
de una voz que emana desde la conciencia de cada cual. Siguiendo con
la analogía del llamado, tenemos que éste puede “escucharse” com o un
susurro o com o un grito; com o una invitación o com o una exigencia,
dependiendo de la persona y la conciencia de cada quien. Pero en tér­
minos generales el seguimiento de una vocación se entiende com o un
asunto opcional y personal.
Pero la noción de vocación queda limitada cuando se aplica a cier­
tos contextos. Por ejemplo, Tocqueville nos dice: "En los pueblos dem o­
cráticos donde no hay riquezas hereditarias, cada uno trabaja para vi­
vir, o ha trabajado o ha nacido de personas que han trabajado”.4 En
esta descripción que corresponde al pragmatismo de los Estados Uni­
dos durante la primera mitad del siglo XIX, la actividad humana apare­
ce ligada al trabajo con carácter de necesidad y no com o seguimiento
de la voz o llamado interior.5 Las relaciones humanas, específicamente
en el ámbito laboral y ocupacional, adquieren otro matiz. A partir de la
modernidad estos nuevos matices estarán enmarcados por valores don­
de la elección y el ejercicio libre de una actividad van a realizarse a tra­
vés de lo que Tocqueville llama "las corporaciones intermedias” que son
entendidas com o los mecanismos orgánicos para la generación de un
nuevo orden social. Bajo este “nuevo orden social” surgen una distin­
ción entre las ocupaciones o profesiones liberales que se distinguirán
por el énfasis en el carácter intelectual, de aquellas que se especifican
por las destrezas manuales.
Es precisamente en el siglo XIX, con el advenimiento de la Revolu­
ción Industrial, que las diversas profesiones se ven envueltas en la nece­
sidad de entrar en un proceso de especialización. Las demandas de ha­
bilidades cada vez más específicas para resolver problemas cada vez
más delimitados, provocan la urgencia por dedicarse a campos cada
vez más diferenciados; es una suerte de demanda social que recae de

3 A. Caturelli, Filosofía de la educación. Córdoba, Argentina: Universidad de Córdo­


ba, 1982, p. 22.
4 A. de Tocqueville, La democracia en América. Trad. de Dolores Sánchez. Madrid:
Alianza, 2002, p. 194.
5 De esta visión pragmática se deriva que acostumbremos decir de una persona que
se dedica a ciertas actividades por vocación, especialmente en el campo de la música, la
pintura, la filosofía, etcétera, que lo hace “por amor al arte”, significando que lo hace no
como trabajo propiamente dicho y que dedicándose a este tipo de ocupaciones, la perso­
na “se muere de hambre".
LAS PROFESIONES COMO F E N Ó M E N O SOCIAL • Gasperín Gasperín / Patino González 33

manera particular en las profesiones y en los profesionales. Hay una so­


fisticación cada vez mayor de los diferentes objetos de estudio en rela­
ción con esta especialización, lo cual llevará a las profesiones del siglo XX
a entrar en el escenario social y mundial con un papel protagónico, así
com o el factor determinante para los desarrollos tecno-científicos sub­
secuentes. En esta entrada en escena, sin embargo, las profesiones tien­
den a subordinar o relegar el aspecto social y humano que supone su
actividad misma, con las lamentables y profundas consecuencias que ya
conocemos.6 El profesional se dedica a "lo suyo”, se vuelve un especia­
lista en “su cam po” y se olvida de la responsabilidad que tiene ante la
sociedad.
En el siglo XXI, sin embargo, se está haciendo un esfuerzo por recu­
perar el com prom iso social de las profesiones. De acuerdo con el docu­
mento "Regulación de las profesiones liberales y sus efectos”,7 las profe­
siones liberales: abogados, notarios, ingenieros, arquitectos, médicos,
contadores, etcétera son empleos que requieren de una form ación espe­
cial en las artes o ciencias liberales pero que deben estar caracterizados
por un alto nivel de reglamentación para el uso de tales habilidades de
manera que ciencia, tecnología y com prom iso ético confluyan en una
misma dirección.
Sin embargo, ya desde el siglo XX, algunos teóricos habían analizado
con profundidad la problemática de las profesiones. Por ejemplo, en el
año 1910, Abraham Flexner plantea al médico com o un profesional en
el cual se deben unir en forma indisoluble la ciencia y el humanismo.8
El "Inform e Flexner” es referencia obligada de quienes escriben acerca
del tema en la actualidad. Tal es el caso de R oger J. Bulger, presidente
y profesor de medicina interna del Centro M édico de la Universidad de
Texas, y ex director del Institute o f M edicine de los Estados Unidos,
quien escribe In Search o f M odem Hipócrates.9 En este texto su autor
plantea la pregunta: ¿Es acaso que el poder industrial de la salud des­

6 Una sola mención: los campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial


fueron diseñados, construidos, y manejados con una maestría y un grado eficiencia tal
que exigieron a los “mejores” especialistas de las diversas profesiones: arquitectos, inge­
nieros, administradores, médicos, contadores, etcétera, que aportaron su conocimiento
para un proyecto de exterminio masivo sumamente exitoso desde el punto de vista técni­
co, pero abominablemente espantoso desde el punto de vista humano.
7 Regulación de las profesiones liberales y sus efectos. Documento de trabajo. Comi­
sión Europea. Dirección General de Competencia. Bruselas 2003. Recuperado en noviem­
bre 2007. http://europa.eu/scadplus/leg/es/lvb/123015.htm
8 A. Flexner, "Medical Education in the United States and Cañada. A Report to the
Camegie Foundation for the advancement of Teaching”, en Bulletin, núm. 4. Boston,
Massachusetts: Updyke. Recuperado en noviembre de 2007 en:
9 R. Bulger, In Search o f the Modem Hipócrates. Iowa, University of Iowa Press, 1987.
34 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

truirá la figura del médico para convertirlo en un empleado de las


grandes corporaciones, alejándolo cada vez más de su verdadera labor,
su paciente? Esta pregunta puede aplicarse en la actualidad no sólo a
los médicos, sino a muchas de las profesiones actuales. Porque el poder
del mercado es uno de los poderes con los cuales el profesional tiene
que lidiar.
Pero también tenemos, por otro lado, el poder del Estado, quien
com o representante de los intereses sociales tendría que regular que el
ejercicio profesional sirviera a los intereses comunes. Pero no existe un
Estado ideal y paradójicamente él mismo ha de recurrir al conocim ien­
to y expertise de aquellos a quienes debe regular para establecer las
obligaciones y límites que supone la práctica profesional. De esta mane­
ra resulta que en las democracias contemporáneas los órganos y legis­
laciones que regulan la actividad profesional están muchas veces hechos
"a la medida” de las profesiones y/o de los gremios profesionales y no ne­
cesariamente a la medida de la demanda social. En el otro extremo se
pueden mencionar los regímenes dictatoriales en los cuales el poder del
Estado determina las ocupaciones que cada habitante debe ejercer para
satisfacer las necesidades de la colectividad.
Así que al preguntarnos ¿qué son las profesiones?, surgen problem á­
ticas y tensiones que nos permiten afirm ar que la actividad profesional
ha estado sometida a una multiplicidad de variables y fuerzas sociales,
que hoy por hoy suponen una com plejidad mayor que en otras épocas.
En la actualidad no resulta nada fácil articular vocación y trabajo; in­
greso y ética; libertades del ámbito privado y regulaciones de lo públi­
co; intereses personales y demandas sociales. En síntesis el ejercicio
profesional de hoy exige la construcción de un paradigma renovado en
el cual se puedan conciliar el desarrollo personal y el com prom iso so­
cial; el interés individual y el com prom iso ético.

2.1.1. Caracterización de las profesiones:


objetos de estudio y ám bito de aplicación

¿Qué es lo que ha perm itido distinguir a las profesiones unas de


otras? ¿Se pueden com prender las diferencias en razón de sus objetos
de estudio?, ¿de sus métodos para acceder y desarrollar el conocimiento?
Desde el siglo X X hasta nuestros días, en el marco de la educación
universitaria que supone la formación del profesional, las carreras se
han dividido — y desafortunadamente para el propio valor de la univer­
sidad— en dos grandes ramas a las cuales nos referimos coloquialm en­
te com o las carreras de "los licenciados” y las de “los ingenieros”.
Por un lado están quienes han dado un alto valor e importancia a la
argumentación como eje para la construcción de los objetos de estudio
LAS PROFESIONES COMO F E N Ó M E N O SOCIAL • Gasperín Gasperín / Patino González 35

y desarrollo del conocimiento, mientras que por el otro encontramos a


quienes han puesto todo el énfasis en la demostración com o método
para llegar al conocim iento verdadero. Esto ha llevado a ciertos teóri­
cos com o Snow a cuestionar la ruptura de comunicación entre las hu­
manidades y las ciencias.10

Son muchos los días que [m e] he pasado horas de trabajo con científicos,
para luego salir p or la noche a reunirm e con colegas literatos. Y, viviendo
entre dichos grupos, se me fue planteando el problem a que desde mucho
antes de con fiarlo al papel había bautizado en mi fuero interno con el nom ­
bre de "las dos culturas”. [Se trata de] dos grupos polarm ente antitéticos:
los intelectuales literarios en un polo, y en el otro los científicos. Entre am ­
bos polos, un abism o de incom prensión mutua; algunas veces (especialm en­
te entre los jóven es) hostilidad y desagrado, pero más que nada falta de en ­
tendim iento recíproco. Los científicos creen que los intelectuales literarios
carecen por com pleto de visión anticipadora, que viven singularm ente de­
sentendidos de sus herm anos los hombres, que son en un profundo sentido
anti-intelectuales, anhelosos de reducir tanto el arte com o el pensam iento al
m om ento existencial. Cuando los no científicos oyen hablar de científicos
que no han leído nunca una obra im portante de la literatura, sueltan una ri­
sita entre burlona y com pasiva. Los desestiman com o especialistas ignoran­
tes. Una o dos veces me he visto provocado y he preguntado [a los no cientí­
ficos] cuántos de ellos eran capaces de enunciar el Segundo Prin cipio de la
Term odinám ica. La respuesta fue glacial; fue también negativa. Y sin em ­
bargo lo que les preguntaba es más o menos el equivalente cien tífico de
"¿H a leído usted alguna obra de Shakespeare?"11

¿Cuándo, cóm o y por qué empezaron a surgir estas semejanzas y


diferencias, pero sobre todo ese distanciamiento hostil en el ámbito de
la actividad profesional?
Fue el cónsul romano Cayo Terencio M ario Varrón quien, en el siglo I
a. de C. denominó a las nueve disciplinas: gramática, dialéctica, retóri­
ca, aritmética, geometría, astronomía, música, arquitectura y medicina,
com o las artes liberales es decir, dignas del hombre libre. También exis­
te la versión de que fue en la escuela de Protágoras, en el siglo IV a. de
C. donde se promulgaron o establecieron com o tales las artes liberales.
Sin embargo, fue más tarde, hasta el siglo V d. C. que se hace la catego-
rización del trivium y el cuadrivium , tiem po después de que M arciano
Capella, un filósofo de la Edad Media, eliminara a la arquitectura y a la

10 Ch. P. Snow, Las dos culturas y un segundo enfoque. Madrid, Alianza, 1987, p. 14.
11 Charles Percy Snow (1905-1980) fue un físico y escritor inglés. Las dos culturas es
una conferencia que dictó en 1959 para lamentar el severo distanciamiento entre los “in­
telectuales literarios” y los “científicos". Su publicación causó un intenso debate que, aun­
que ha ido cambiando de matiz, sigue abierto hoy en día.
36 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UN A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

medicina de las artes liberales, por no ser necesarias para los seres in­
corpóreos.12
El trivium queda entonces compuesto por tres rutas o caminos: la
gramática, la dialéctica y la retórica. La prim era dedicada al fortaleci­
miento del uso de la lengua, la segunda al pensamiento correcto, y la
tercera al arte de la expresión verbal, es decir, a saber hablar de tal
modo que se logre persuadir. Por su parte el cuadrivium queda com ­
puesto por otras cuatro rutas o caminos: la aritmética, la geometría, la
música y la astronomía. La primera se dedicaba al estudio del número,
la segunda al estudio del espacio, ambas en estado puro. La música se
dedicaba también al número, pero en movimiento, dado que la música
se define com o el arte de com binar — matemáticamente— los sonidos y
el tiempo. El cuarto camino, la astronomía estudia el espacio en m ovi­
miento.
Bernardo de Chartres, a comienzos del siglo XII, fue uno de los repre­
sentantes más importantes de lo que se denominaba como “las escuelas
catedralicias” que hasta el siglo XIII se constituyeron com o las fuentes
originarias de las escuelas y el clero a través de los manuscritos conser­
vados o procedentes de sus bibliotecas. La mayoría de la inform ación
era documental, indirecta, escasa y fragmentada, sin embargo dio pie
para la construcción de la estructura curricular que aquellos tiempos. A
finales del siglo XIII nacen los cabildos catedralicios que van a regular
la figura del magíster scolatnm . Así en el siglo XIi los estudiantes euro­
peos se trasladaban de una ciudad a otra para estudiar con los maes­
tros de quienes querían aprender y pasaban de magíster en magíster.13
Bajo esta figura y algunas normatividades hacia los aprendices, la
formación que se encontraba en la mayoría de los monasterios inicia su
cambio a lo que será conocido en los siglos posteriores com o la Univer­
sidad. S itio que responderá a la urgente necesidad de encontrar un lu­
gar común desde donde el aprendiz pudiera aprender a profesar su voca­
ción. Ejemplo de ello será la famosa frase de Bernardo de Chartres
representante de la conciencia de los hombres de su tiempo quien refi­
riéndose al pensamiento de los griegos en especial al de Aristóteles
menciona: “Somos unos enanos encaramados en los hombros de unos
gigantes. Así vemos más lejos que ellos, no porque nuestra mirada sea
más aguda o nuestra estatura más alta, sino porque ellos nos llevan en­
cima y nos elevan sobre su altura gigantesca".14

12 Cf. C. O. Suárez, “¿Están separadas las ciencias y las letras?” Recuperado en no­
viembre de 2007. http://www.pliegosdeopinion.net/pdo3/articulos/separadas.pdf
13 Cf. J. Le Goff, Los intelectuales de la Edad Media. Barcelona, Gedisa, 1996.
14 En "Europa Occidental el nacimiento de las universidades". Libro digital recupera­
do en noviembre de 2007, p. 33. Http://iris.cnice.mec.es/kairos/temas/Tiempos/tiempos2_
0202.html
LAS PROFESIONES COMO F E N Ó M E N O SOCIAL • Gasperín Gasperín / Patino González 37

Siguiendo con este bosquejo a grandes rasgos acerca del desarrollo


de las profesiones, tenemos que en el siglo XVII, frente a la necesidad de
unificar el studium (estudio) y la Universitas (la corporación), se crea la
licencia ubique docendi o reconocim iento universal de los grados obte­
nidos lo que permitía el ejercicio de los mismos en cualquier parte del
mundo. Fue hasta el siglo x vm con los fuertes cambios sociales en
Francia que el Estado napoleónico asume la responsabilidad de la for­
mación de una nueva vida universitaria que pudiera dar cabida a las
amplias demandas de la creciente sociedad imperial introduciendo así
a las profesiones com o el nuevo elemento para la regulación de la edu­
cación impartida por el Estado.
Durante los siglos XIX y XX, y ya en el marco de las instituciones for­
males de enseñanza superior, se siguen generando y ofreciendo nuevos
y distintos tipos de especialización académica. Orientada dicha especia-
lización, y según ya lo habíamos señalado, por el desarrollo de la cien­
cia y las demandas sociales que exigen un conocim iento cada vez más
especializado. Pero es preciso centrarnos ante las demandas del siglo
XXI y preguntarnos por la dimensión ética y social de las profesiones en
la actualidad.

2.2. L a D I M E N S I Ó N ÉTI CA Y S O C I A L D E L AS P R O F E S I O N E S

Ha quedado establecido que el desarrollo y aplicación del conoci­


miento surge y se configura en contextos sociohistóricos y culturales.
En términos ideales, este orden o configuración debe estar orientado a
responder a las necesidades y problemáticas sociales que enfrenta. En
términos generales, ¿cómo se podría legitim ar la actividad profesional
en nuestros días?, ¿qué criterios o indicaciones generales se podrían
ofrecer para orientar al profesional en su tarea?
En un artículo titulado “Ética de la profesión: proyecto personal y
com prom iso de ciudadanía”, el autor nos propone que la ética de las
profesiones se puede entender com o una de las éticas aplicadas que se
nutre de varias fuentes: la tradición heredada de los profesionales mis­
mos, las demandas sociales y el aporte de la reflexión filosófica. En el
mismo artículo se apuesta por la propuesta de una ética cívica com o
marco común para regular el ejercicio de las diversas actividades profe­
sionales.15 Mencionamos lo anterior porque en esta parte del capítulo
queremos anotar y analizar los valores que desde nuestro punto de vista
se pueden propugnar desde la ética cívica y discutir, desde la reflexión

15 E. Martínez Navarro, “Ética de la profesión: Proyecto personal y compromiso de


ciudadanía”, en Revista Veritas, núm. 14. Valparaíso, 2006, p. 122.
38 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UN A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

filosófica, lo que se denomina bajo las expresiones de bienes internos y


bienes externos de la profesión.
En la introducción habíamos mencionado que la actividad profesio­
nal había de estar al servicio de los ideales de vida buena y de convi­
vencia justa. Como vida buena podemos entender la aspiración ética
que orienta los proyectos de vida que las personas eligen para sí mis­
mas de manera autónoma. Proyectos definidos, por supuesto, en térm i­
nos de ideas asociadas con lo bueno y con el bien, es decir, de ideales
que trasciendan los aspectos de la mera existencia biológica y material:
lo necesario y lo conveniente. Ciertas nociones tales com o realización
personal, desarrollo del potencial, ideales de superación, virtuosismo y
excelencia, entre otras, están asociadas con estos ideales de vida buena
a los que nos referimos. En las sociedades democráticas de nuestros
días la aspiración de trazar el propio plan de vida se considera com o
un derecho legítim o de cada quien y nadie se atrevería a cuestionarlo.
Pero hacer coincidir en el escenario social todos y cada uno de los pla­
nes personales no resulta algo sencillo ya que necesariamente entran en
colisión unos con otros. Por ello resulta importante prestar atención a
la idea de convivencia justa. En este polo de la convivencia justa es que
se sitúa la propuesta de la ética cívica con la finalidad de que el profe­
sional pueda ajustar su proyecto de realización personal — y profesio­
nal— a dicha exigencia.
Proponemos el valor de la justicia com o parte medular de una ética
cívica. Como ciudadano, com o parte del conjunto social, el profesional
tiene com o primera obligación la de orientar su actuación por el ideal
de Justicia. Sobre todo cuando se com prende este ideal conform ado por
el conjunto de otros cinco valores fundamentales: libertad, igualdad, so­
lidaridad, respeto activo y tolerancia, y actitud de diálogo.
Las acciones que realiza el profesional tienen repercusión, directa o
indirectamente en las vidas de otras personas, es decir, en el conjunto
social. Si él no toma en cuenta esta condición es probable que pueda
afectar de manera negativa, por su ignorancia — culposa— 16 o negligen­
cia, la vida de terceras personas. Por ello resulta conveniente que el
profesional cuente con un marco de referencia claro y suficiente acerca
de los principios éticos y los ideales de com portamiento que orienten
sus decisiones profesionales.
Es un miembro privilegiado dentro de su comunidad. Esto se vuelve

16 Las personas pueden ser “responsables” pero no "culpables” de algunas acciones


que afectan negativamente cuando se alega ignorancia e impremeditación en su proce­
der. Pero la actividad profesional no califica para este tipo de consideraciones puesto que
el profesional, siendo miembro privilegiado de la sociedad, debe tener mayor claridad y
responsabilidad respecto de su actuación que el resto de los mortales.
LAS PROFESIONES COMO F E N Ó M E N O SOCIAL • Gasperín Gasperín / Patino González 39

doblemente importante en un país com o M éxico en el cual, menos de


cinco personas de cada cien poseen un título profesional. El liderazgo y
prestigio social que caracterizan al profesional — y que se ve reflejado
en la forma en que el resto de la gente se dirige a él/ella llamándolo con
deferencia, “licenciado/a”, “ingenioero/a” o "doctor/a"— sólo pueden le­
gitimarse en la medida en que éste favorezca, con su actuación profe­
sional, el desarrollo del conjunto social del que form a parte.17
La convivencia pacífica y constructiva entre las personas sólo se lo­
gra en la medida en que sea la justicia el valor que prevalezca en todas
las interacciones, sobre todo en el plano de la relación profesional. La
objetividad, la imparcialidad, el bien común, la equidad, la aceptación
de las diferencias, y el debido reconocim iento hacia la persona y el tra­
bajo de los demás, se convierten en criterios que ayudan a tomar deci­
siones justas. La confianza en la palabra del otro y el cumplimiento de
la palabra dada, son valores que han ido "a la baja’’ en el mundo con­
temporáneo. Restituir esa credibilidad actuando en todo momento con
integridad, es una responsabilidad ineludible para el profesional. En la
actualidad no resulta sencillo manejarse bajo los esquemas de estos cri­
terios, pero com o diría Savater cuando habla acerca de la necesidad de
la ética: "La exigencia ética siempre ha estado en dramática minoría
frente a la realidad histórica mayoritaria. Nunca ha sido la voz de lo
dominante, de lo en efecto ya cumplido, sino la demanda que se opone
a lo supuestamente inevitable” .18 Le toca al profesional ser parte de esa
minoría que revire el rumbo y haga posible el cambio hacia un mundo
más justo y más habitable. En su actuar cotidiano debe hablar con obje­
tividad y precisión evitando manipular las decisiones de terceros; no
debe usar el trabajo o esfuerzo de otros con la intención de sobresalir u
ocultar la propia incapacidad; ha de procurar actuar siempre de mane­
ra rigurosa al desarrollar investigaciones y proyectos, tomando en
cuenta que todo esto afecta al conjunto social.
El respeto y la tolerancia son valores indispensables para la convi­
vencia armónica. Convivir con apertura y tolerancia hacia los demás,
respetando el valor de la dignidad de la persona y aceptando las dife­
rencias en toda su amplitud es un camino que promueve la cordialidad
y nos prepara para el diálogo.

17 Algunas de las ideas que se expresan en este apartado fueron originalmente formu­
ladas y redactadas para formar parte del Código de Ética de la Comunidad ITESM
(2000). Hacemos mención de este documento pues consideramos que su versión completa
puede servir a los fines que se proponen en este apartado del texto. Véase: http://www.
mty.itesm.mx/nuestrocampus/etica/home.html
18 Fernando Savater, “La necesidad de la ética”, en E l contenido de la felicidad. M a­
drid, El País/Aguilar, 1994. p. 69.
40 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VID A EN C O M Ú N

La libertad personal constituye un valor fundamental que sólo puede


ejercerse responsablemente en la medida en que se desarrolle la capaci­
dad de razonamiento moral autónom o.19 En un mundo en el cual se "ju-
ridifican” cada vez más las relaciones entre las personas, haciéndonos
cada vez más dependientes de aquello que nos obliga desde el exterior,
es decir, por la coacción que supone una posible sanción externa, se
vuelve importante que el profesional se vuelva un defensor de la liber­
tad y autonomía personal.
El profesional reconoce una igualdad básica que nos vincula o her­
mana con toda la humanidad y nos faculta para ejercer iguales dere­
chos así com o para asumir iguales deberes. Asimismo procura desple­
gar un trato igualitario y una actitud de servicio hacia todo aquel que lo
solicita evitando actuar con actitudes prejuiciosas o con favoritismos
convenencieros. En el escenario social y com o ciudadano, no usa su po­
sición de poder para obtener un trato preferencial en detrimento de
otros que, por falta de preparación y de relaciones, ven denegadas las
oportunidades que les corresponden por derecho propio.20
La solidaridad es un valor por el cual se muestra empatia y apoyo
hacia aquellos que lo necesitan, com partiendo tiempo, esfuerzo y recur­
sos en orden a m itigar sus carencias o para enfrentar y solucionar los
infortunios que les afectan.21 La costumbre en ciertas profesiones de
prestar servicios "pro-bono” o de manera gratuita a la gente desfavore­
cida que no puede costearlos, es una práctica que bien deberían seguir
todos los profesionales. El profesional ha de prom over además acciones
tendientes a cambiar de fondo las condiciones que impiden que las per­
sonas puedan vivir con dignidad.
Por último, la actitud para dialogar y buscar soluciones razonables a
las situaciones conflictivas, debe ser un rasgo distintivo del profesional.
Dialogar implica saber escuchar al otro y mantener los canales de co­
municación abiertos. La capacidad para defender los propios puntos de
vista sin asumir que se tiene la verdad absoluta, es una habilidad que se
nutre de la humilde socrática y que se expresa en una apertura que per­
mite alcanzar acuerdos sin anular las diferencias que nos enriquecen.
Los valores que hemos presentado reflejan y sintetizan lo que sería

19 La capacidad de razonamiento autónomo es una competencia ética que será anali­


zada a mayor detalle en el siguiente apartado.
20 Nos estamos refiriendo aquí a situaciones que metafóricamente llamaremos “ade­
lantarse en la fila” abusando del poder que pueda representar ante aquellos que supuesta­
mente velan porque la fila se respete.
21 Véase S. Patiño. “Solidaridad compasiva y compasión solidaria en la conformación
de la identidad ciudadana”. Ponencia 1er. coloquio “Etica, ciudadanía y educación frente
a la sociedad del conocimiento”. Monterrey, México, junio 27-29, 2005.
LAS PROFESIONES COMO F E N Ó M E N O SOCIAL • Gasperín Gasperín / Patino González 41

la propuesta de una ética cívica en el marco de la actividad profesional.


El reto de actuar conform e a estos valores no es una tarea sencilla pues
requiere del desarrollo de ciertas competencias que es preciso revisar.
Pero antes de pasar a ello una breve reflexión acerca de lo que repre­
sentan los bienes internos de la propia profesión. Al respecto resalta­
mos una cita de Adela Cortina:

La corrupción de las actividades profesionales se produce — a mi ju icio—


cuando aquellos que participan en ellas no las aprecian en sí mismas p o r­
que no valoran el bien interno que con ellas se persigue, y las realizan ex­
clusivam ente por los bienes externos que por m edio de ellas pueden conse­
guirse. Con lo cual esa actividad y quienes en ella cooperan acaban
perdiendo su legitim idad social y, con ella, toda credibilidad. Ahora bien, la
raíz última de la corrupción reside en estos casos en la pérdida de vocación,
en la renuncia a la excelencia.22

Por bien interno vamos a entender el conjunto de funciones u objeti­


vos sociales que debe cumplir una profesión determinada y para los
cuales ésta ha sido diseñada, por ejemplo: el cuidado de la salud repre­
sentaría el bien interno de la profesión médica; el aprendizaje de los
alumnos sería el bien interno de la profesión de maestro; el diseño y
construcción de casas y edificios de los arquitectos; el análisis y la pros­
pectiva económica para el economista; el diseño de máquinas y la opti­
m ización de los procesos industriales para el ingeniero industrial, y así
sucesivamente. Estos profesionales, por su parte, habrán de recibir una
justa retribución por su actividad, así com o el reconocim iento o presti­
gio que la sociedad les confiere en razón de su quehacer profesional.
Esta retribución representa lo que se llama el bien extemo de la profe­
sión. Pero ejercer la profesión poniendo los bienes externos en prim er
lugar constituye lo que Cortina llama corrupción de las profesiones. Por
otro lado, las actividades profesionales se han de realizar de manera ex­
celente, pues de nada servirían a la sociedad médicos que “medio-cui-
daran” de sus pacientes, o maestros que no enseñaran los aprendizajes
correctos, o arquitectos que construyeran casas defectuosas, etcétera.23
Esta reflexión acerca de los bienes internos y los bienes externos sinteti­
za de manera indiscutible el enfoque que deben tener las profesiones en
vías a su legitim ación social y sirve para recalcar el com prom iso ético
que conlleva el ejercicio de cada profesión.

22 A. Cortina, Ciudadanos del mundo. Hacia una teoría de la ciudadanía. Madrid,


Alianza, 1997, p. 159.
23 Al respecto vale revisar el texto inédito de Isabel Carmona acerca de la “Mediocri­
dad”.
42 ÉTICA. PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

2 .3 . C o m p e t e n c i a s é t ic a s y r e c u r s o s m o r a l e s

D E L PR O F E SIO N A L

El valor social que representa el profesional ante su comunidad está


determinado, ante todo, por su com petencia técnica. Es evidente que la
excelencia en la especialidad que se ejerce es una condición inexcusa­
ble para el profesional de cualquier campo, ya que ninguna sociedad se
vería beneficiada de un ejercicio m ediocre de las profesiones. Pero esta
condición, por sí misma, no resulta suficiente por lo que él debe respal­
dar su actividad con base en los valores éticos que ya hemos menciona­
do pues a ninguna sociedad le convendrían profesionales abusivos, in­
justos o deshonestos. N o obstante la concreción de los valores éticos no
depende de buenas intenciones sino que requiere del respaldado de
ciertas virtudes que el profesional ha de desplegar en su actuación coti­
diana que ha de ser, ante todo, honorable.
El concepto de honorabilidad nos invita a detenernos a explorar el
significado profundo que encierra, por ejemplo, la expresión "honora­
rios profesionales". Entendemos desde luego que esta expresión se re­
fiere al estipendio o sueldo que se paga a quien ejerce una profesión libe­
ral, que la Real Academia Española define com o “sueldo de honor".
El término honor, por su parte, se refiere ideas que remiten a "la
cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes res­
pecto del prójim o y de uno mismo; a la buena reputación que sigue a la
virtud y al mérito; a la honestidad y recato; al acto por el que alguien se
siente enaltecido (ej: es un honor para mí)-, al sentido de dignidad; para
dar a entender que algo es tenido por superior, etcétera. En pocas pala­
bras, el honor podría conceptualizarse com o aquello que distingue al
hombre com o un ser moral.
En el ejercicio de la profesión, la moralidad o el honor del profesio­
nal se ponen a prueba en la medida en que cobra los honorarios justos,
es decir, en la medida en que apela a criterios éticos y no a los que po­
drían determinarse a partir de la ley de oferta y demanda, por ejemplo.
La omisión de esta exigencia ética es lo que ha conducido a que en paí­
ses com o México, los servicios profesionales queden fuera del alcance
de sectores muy amplios de la población y que sólo grupos privilegiados
puedan tener acceso a la atención especializada del profesional en cier­
tos campos. Con este señalamiento queremos resaltar que la desigual­
dad social puede verse agravada cuando los grem ios profesionales de­
jan de lado consideraciones éticas que habrían de observar, sobre todo
cuando se dedican a la práctica privada.
En el escenario de la vida pública sabemos que corresponde al Esta­
do la responsabilidad de poner al alcance de toda la población los servi­
cios profesionales pero lo hace mediante contrataciones que ya no son
LAS PROFESIONES COMO F E N Ó M E N O SOCIAL • Gasperín Gasperín / Patino González 43

bajo el concepto de "honorarios profesionales” sino bajo el de em plea­


dos o servidores públicos. Las diferencias de ingresos entre profesiona­
les que se dedican a la práctica privada y los que laboran a través de
una institución son muchas veces abismales sin que esta diferencia esté
necesariamente justificada por el tipo de servicio que se presta. En tér­
minos generales esta situación incide en la percepción y en el imagina­
rio social con las consecuentes repercusiones negativas para el grupo
de profesionales que optan por prestar sus servicios en una institución
pública, así com o para la sociedad misma. Se perpetúa un círculo vicio­
so en el cual se supone que son "los m ejores” los que se dedican a la
práctica privada y son los que pueden y merecen ganar más, mientras a
los profesionales "m ediocres” no les queda más remedio que trabajar
com o asalariados en una institución.
Paradójicamente esta distinción que desvirtúa el valor de los servi­
cios públicos opera a la inversa en ciertos campos o especialidades de
otras partes del mundo. Por ejem plo en España, en el campo de la edu­
cación, son las universidades públicas las que cuentan con los mejores
profesores y los mejores alumnos. Quienes no alcanzan a pasar los exá­
menes de oposición o no cubren los puntajes de las pruebas de adm i­
sión, respectivamente, tienen que buscar espacios en el ámbito de las
universidades privadas.
Retomando nuestra reflexión sobre el honor, tendríamos, por lo tan­
to, que los profesionales harían bien en reconsiderar, desde el punto de
vista de su responsabilidad ética-social, las implicaciones que represen­
ta el cobro por sus servicios, sobre todo si desean hacerlo correspon­
diente con términos como los de honorabilidad y justicia de la profesión.
John Kultgen24 señala algunos principios que caracterizan el desem­
peño profesional de cualquier actividad y que proponemos en este capí­
tulo com o marco de análisis para considerar las competencias éticas y
recursos morales que el profesional debe desplegar en su ejercicio. En
el siguiente punto se analizarán los principios que constituyen la res­
ponsabilidad profesional. Kultgen destaca tres principios: servicio, be­
neficencia y no maleficencia, e integridad comunicativa, para definir lo
que llama el ideal del profesional o el profesional ideal y nos propone
una serie de reflexiones aspiracionales e inspiracionales que presenta­
mos enseguida.
Es misión del profesional ideal, señala el autor, ofrecer un trabajo
técnicamente excelente y especializado, al servicio de quienes lo necesi­
ten. Deberá guiar por este ideal de atención generosa al poner sus ser­

24 Cf. J. Kultgen, “Profesionalism sans Profession*, en Ethics and Professionalism.


Philadelphia, University of Pennsylvania Press, 1988.
44 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

vicios expertos en manos de quienes así lo requieran. De igual manera


tendrá que sentir simpatía, compasión y preocupación por la situación
del cliente; deberá sentir profundamente el sufrimiento de otros y no
obstante, tendrá que controlar sus sentimientos con el fin de mantener
la distancia necesaria para un juicio objetivo y el bienestar del cliente y
el propio. El profesional trabajará con afán para mantener siempre su
disposición a servir a su cliente y a toda la sociedad, aún cuando las
circunstancias le sean adversas. Kultgen es bastante claro y rotundo
cuando asigna al profesional la obligación de servir indiscriminada­
mente tanto a quienes puedan pagar por sus servicios com o a quienes
no lo puedan hacer.
Por otra parte, deberá tener también un "espíritu público” el cual se
puede entender com o la actitud permanente del bienestar de toda la co­
munidad mediante acciones concretas que se han de manifestar en la
esfera pública. Como ejem plo señalemos la observación responsable de
la legislación vigente y la prom oción activa de las reformas que ésta re­
quiera, así com o el apoyo a la educación mediante la participación acti­
va a través de las acciones ciudadanas o iniciativas gubernamentales
orientadas en esta dirección.
El profesional deberá tener un alto sentido de justicia y luchar por el
establecimiento de la misma. En el ejercicio cotidiano, reflexiona Kult­
gen, deberá tratar a los amigos y a los extraños con la misma dedica­
ción y el mismo respeto. Pero no es cuestión de tratar a los amigos
com o extraños, de manera fría e impersonal, sino por lo contrario. Esta
idea se refiere a que se debe dar servicio a todo el que lo requiera com o
si fuera nuestro más grande y querido amigo.
El profesional ideal tendrá que estar consciente de la confianza de­
positada en él, y deberá ser leal a su cliente. Esto significa que habrá
que luchar por ayudarlo, evitando cualquier forma de actuación que
pueda significar explotación o daño para el cliente. Por lo tanto, deberá
tener una conducta moral correcta, pues su conducta será reflejo de
una imagen, tanto de sí mismo com o de su cliente.
Deberá evitar conflictos de intereses y, por supuesto, cualquier for­
ma de soborno o prácticas desleales; de igual forma estará listo para
aclarar cualquier deficiencia o limitación de su trabajo o de sus conoci­
mientos en aras de un ejercicio honesto y responsable. Asimismo tiene
que admitir errores cuando éstos existan, dar reconocim iento a sus co­
legas, y criticarlos cuando sea necesario por el bien de su cliente. Tam ­
bién tendrá que contar con un carácter fuerte y la determinación nece­
saria para enfrentar adversidades y tentaciones. Respetará la
confidencialidad y la privacidad de sus clientes, y sólo tendrá la obliga­
ción de hablar en caso de que el mismo cliente o la comunidad se en­
cuentren en peligro.
LAS PROFESIONES COMO F E N Ó M E N O SOCIAL • Gasperín Gasperín / Patino González 45

Igualmente es competencia del profesional evitar una actitud pater­


nalista para con el cliente, respetando sus decisiones y procurando ser
lo más objetivo posible a la hora de proporcionar inform ación y dar su­
gerencias. La veracidad y el tacto son recursos morales que él mismo
debe manifestar en todo momento. De la misma manera, deberá actuar
con prudencia, cautela y humildad para no dañar o perjudicar los inte­
reses de su cliente ni los de terceras personas.
La actualización profesional no es una opción sino un deber del pro­
fesional quien deberá estar constantemente en busca de nuevos conoci­
mientos pues esto constituye un bien que el cliente tiene derecho a
recibir.

2.4. La r e s p o n s iv id a d é t ic a e n el marco d e la s p r o f e s io n e s

La responsividad ética postula la reivindicación del ser humano


com o ser relacional y coloca el acento en la prim acía de la relación, en
la primacía del otro.25 Es importante anotar que esta comprensión de la
relación difiere de la perspectiva económ ica de un yo que se socializa
con el otro en la medida en que le resulta necesario para su bienestar
individual.26 La relacionalidad a la que aquí aludimos no se basa en una
necesidad psicológica o material de supervivencia o bienestar, sino que
se funda en la profundidad de las tesis levinasianas. El giro relacional
aquí propuesto no supone una relación entre contratantes pues los pac­
tos, de la misma form a que se suscriben, se pueden cancelar o invali­
dar. En cambio, la relación interhumana, la intersubjetividad de una
ética com o la levinasiana, supone un tipo de relación entre los hombres
de la que no es posible sustraerse. Desde esta conceptualización de lo
relacional, la categoría básica de la vida social es, según palabras de
Adela Cortina, “la de ‘sujeto-sujeto’, y no la de individuo, ni tampoco la
de comunidad, porque amén de los vínculos que los individuos con­
traen libremente y amén de los vínculos comunitarios, existe un vínculo
más profundo entre todos los seres humanos, una ligatio, que es la que
les obliga a responder unos de otros".27

25 Véase la tesis de Susana Patiño, “La noción de responsividad. Punto de encuentro


para tres aproximaciones de la ética”, (Tesis doctoral). México, Tecnológico de Monte­
rrey, 2007.
26 Para una mayor explicación sobre este tipo de aproximación se puede consultar el
trabajo de A. Peperzak en Before Ethics, 1997, pp. 28 y ss. Estos planteamientos también
los recupera este autor en un manuscrito más reciente que está en vías de publicación:
“Ética como filosofía prima”, pp. 29 y ss.
27 A. Cortina, “Ciudadanía cosmopolita: de los derechos a las responsabilidades”, en
Revista Debats, núm. 77. Verano de 2002. p. 5. Recuperado en enero de 2007: http://www.
alfonselmagnanim.com/debats/77/quadem02. htm
46 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

En el mismo artículo, al discutir la responsabilidad en el contexto de


la globalización, la autora retoma la pregunta de Caín, "¿acaso soy yo
el guardián de mi hermano?”, y comenta: "La pregunta de Caín, que
parece tan brutal, sería totalmente razonable en un mundo sin vínculos,
y todas las prédicas sobre las responsabilidades globales de la humani­
dad no serían sino mala retórica para ocultar el hecho de que nadie tie­
ne por qué responder ante nadie por la suerte de los otros seres huma­
nos o de la naturaleza.28
En la misma tónica, el filósofo y sociólogo polaco Zygmut Bauman
nos recuerda que “en la pregunta de Caín em pezó toda la inmoralidad,
com o afirm ó Lévinas". Bauman llama a Lévinas “el filósofo ético más
grande de nuestro tiem po” ( the greater ethical philospher o f ou r century)
y anota:

Por supuesto que soy el guardián de mi herm ano; y soy y seré una persona
m oral m ientras no pida una razón especial para serlo. Ya sea que lo admita
o no, soy el guardián de mi herm ano porque el bienestar de mi herm ano de­
pende en lo que yo haga o deje de hacer. Y soy una persona m oral porque
recon ozco esa dependencia y acepto la responsabilidad que le sigue. Al m o­
m ento en que cuestiono esa dependencia, y dem ando com o Caín lo hizo,
que se me den razones p or las cuales a m í me debe im portar, renuncio a mi
responsabilidad y no soy más un ser m oral. La dependencia de mi herm ano
es lo que me hace un ser ético. D ependencia y ética van juntas y juntas
caen.29

En este orden de ideas, la responsabilidad y no la libertad; la depen­


dencia y no la autonomía, son aspectos que caracterizan a las relacio­
nes responsivas. La noción de responsividad aplicada a la interacción
humana deja de lado la lógica del intercambio individualista para acce­
der a una lógica que antepone las necesidades e intereses del otro sin
exigencia de reciprocidad; es una lógica en la cual la primacía la tiene
el otro y no el yo. La responsabilidad es una ética de la deferencia que

28 Ibid., p. 4.
29 La cita original está en inglés y es así: "O f course I am my brother’s keeper; and I
am and remain a moral person as long as I do not ask for a special reason to be one.
Whether I admit it of not, I am my brother’s keeper because my brother’s well-being de-
pends on what I do or refrain form doing. And I am a moral person because I recognize
that dependence and accept the responsibility that follows. The moment I question that
dependence, and demand as Cain did to be given reasons why I should care, I renounce
my responsibility and am no longer a moral self. My brother’s dependence is what makes
me an ethical being. Dependence and ethics stand together and together they fall”. Z.
Bauman, The Individualized Society. U.K., Cambridge, Blackwell, 2001, p. 72.
LAS PROFESIONES COMO F E N Ó M E N O SOCIAL • Gasperín Gasperín / Patiño González 47

presta atención al otro en toda su singularidad para intentar responder


a sus necesidades particulares.
La responsividad ética no puede aspirar ni esperar que códigos o in­
dicadores específicos le permitan determ inar cuál es la forma justa de
proceder o de ser socialmente responsable, pues la forma de responder
siempre estará determinada por las características y necesidades singu­
lares que demanden las relaciones con el entorno. Estas necesidades
muchas veces exigirán ir más allá de lo que las normas legales y socia­
les puedan llegar a estipular y otras veces demandarán incluso un tipo
de respuesta anticipada al surgimiento de las precariedades o caren­
cias. Convertirse en alguien éticamente responsivo significa desplegar
la voluntad de desarrollar un conjunto de capacidades, en las personas
y en las instituciones, para responder al otro, por el otro y del otro. Ser
alguien éticamente responsivo consiste en asumir ineludiblemente que
se es el “guardián del herm ano” y responder no sólo a propósito de lo
que me corresponde — en el sentido convencional en que aplicamos el
concepto de responsabilidad— , sino en responder por todo y de todo lo
que se requiera hacer.
Se suele decir que vivim os formas o estilos de vida "deshumanizan­
tes”, o que las relaciones entre las personas se han “deshumanizado”.
Llamamos "inhumanos" a los tratos injustos o a los comportamientos
violentos30 que dañan la dignidad de la persona humana. Es innegable
que hay un profundo sentido ético cuando hablamos de esta manera;
que denunciamos y rechazamos el proceso de deshumanización que se
vive en la sociedad contemporánea y que propugnamos por una huma­
nización de las profesiones y de las instituciones. Hay una añoranza éti­
ca cuando se habla en estos términos, pero ¿cómo podría concebirse y
describirse una humanización de las profesiones?, y ¿sería posible ha­
cerlo desde la perspectiva de la responsividad ética? La respuesta es
afirmativa si los profesionales, actuando responsablemente, actúan
com o agentes de cambio para lograr: a) recuperar la credibilidad y con­
fianza en el otro a través del cumplimiento puntual y fiel de lo que se
promete; b) anteponer la relación a la norma, es decir, servir a la socie­
dad en la persona de cada otro con quien se entra en relación sin espe­

30 Cabe mencionar que nos referimos aquí a cualquier tipo de violencia: desde las
formas más sutiles y disimuladas hasta sus expresiones más burdas y extremas. En otras
palabras estamos hablando tanto de la violencia de "cuello blanco” que se ejerce desde
posiciones privilegiadas de poder haciendo uso de los recursos legales que sirven para so­
laparla, como de la violencia que aparece en la página roja porque implica derramamien­
to de sangre. Dicho de otro modo, violencia es cualquier forma de actuación que hace del
otro una víctima. En este sentido la indiferencia, así como cierto tipo de omisiones, pue­
den también caer en la categoría de acciones violentas contra el otro.
48 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

rar que un código específico y detallado le indique la forma de proce­


der; c) transitar de la rivalidad a la cooperación o de la competencia
despiadada a la saludable competición. Que no se trate de “destruir” al
otro sino que la com petencia esté orientada a lograr la excelencia pro­
fesional y no sólo a la obtención de beneficios personales.
Los propósitos o tareas que anotamos no representan una empresa
fácil de lograr, pero cuando se trata de responder a la envergadura de
los retos que nuestro entorno social nos muestra, es preciso que las pro­
fesiones eleven la mirada y busquen horizontes aspiracionales e inspira-
cionales a la altura del desafío.

B IB L IO G R A F ÍA R E C O M E N D A D A

C o r t in a , Adela. Ciudadanos del Mundo. Hacia una Teoría de la Ciudadanía. M a­


drid: Alianza, 1997.
H o r t a l , Augusto. Ética General de las Profesiones. Bilbao: Desclée De Brouwer,
2002 .
KULGEN, John. Ethics and Professionalism. Philadelphia: University o f Pennsylva-
nia Press, 1988.
M a r t í n e z N a v a r r o , Em ilio. "Ética de la Profesión: Proyecto Personal y C om ­
prom iso de Ciudadanía” . Revista Veritas, Valparaíso, Chile N o . 14. (2006)
Páginas 121-139.
C a p ít u l o 3

T E M A S B Á S IC O S D E L E J E R C IC IO P R O F E S IO N A L

M a r in a G o n z á l e z M a r t ín e z
A l b e r t o H e r n á n d e z B a q u e ir o

IN TR O D U C C IÓ N

Quizá cuando elegimos una carrera profesional pensamos en múltiples


factores tales com o lo que nos gusta hacer, las habilidades y talentos
que poseemos, lo práctico o teórico de la carrera, las expectativas de
contratación laboral, los estándares salariales de ésta, etcétera. Pero es
probable que poco pensemos acerca de que la sociedad nos provee de
la posibilidad de realizarnos com o seres humanos a través del ejercicio
de nuestra profesión y que, a su vez, el ejercicio de nuestra profesión
produce los bienes y servicios que la sociedad demanda. Precisamente,
esta relación de interdependencia entre el individuo y la sociedad es el
punto de partida para hablar de los principios normativos, de los códi­
gos y procedimientos que rigen a las prácticas profesionales en general.
Es decir, si a través de la práctica profesional las personas realizamos
nuestros modelos de felicidad o ética de máximos, y si las prácticas pro­
fesionales hoy en día se realizan preponderantemente dentro de institu­
ciones, aparece conveniente conocer los principios normativos de las
instituciones profesionales, que estarían enmarcados en el contexto de
la ética cívica de las profesiones en su conjunto. En este contexto debe­
mos preguntarnos nuevamente ¿qué son las profesiones? ¿Cómo debe
ser el ejercicio profesional? ¿Cómo puede afectar a mi vida el ejercicio
de mi profesión? ¿Cómo puedo vincularme con los otros a través del
ejercicio de mi profesión?
Las profesiones son procesos de acción o prácticas inscritas y ejerci­
das al interior de la sociedad. Ésta es un sistema de individuos interre-
lacionados que supera la insuficiencia de sus miembros para satisfacer
todas sus necesidades y sobrevivir de manera individual. La existencia
de la especie humana no es posible si ésta no se concibe com o existen­
cia social, y esto se evidencia en que por más que se dé el individualis­
mo, cada ser humano que nace es concebido por la intención de dos,
49
50 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

cada palabra que éste pronuncia es resultado de la transmisión de un


lenguaje dado por otro, cada producto que consume para satisfacer sus
necesidades es producido por otro, y así podríamos seguir hasta el infi­
nito, pues los seres humanos sólo somos en sociedad, sociedad que pro­
vee de los bienes materiales e inmateriales necesarios para la subsisten­
cia. Dicho en otras palabras, la sociedad remedia la insuficiencia del
ser humano y su objetivo es la obtención del bien común para que todos
sus miembros estén en la posibilidad de satisfacer sus necesidades.
Dentro de la misma dinámica de la sociedad, ésta observa las nece­
sidades que los individuos van teniendo en los procesos históricos y
busca la manera de atenderlas. La satisfacción de las necesidades se lo­
gra gracias a las competencias que la sociedad va desarrollando en
cada uno de sus miembros. De tal suerte que tener competencias es sa­
ber m ovilizar los propios recursos cognitivos, físicos, habilidades y per­
sonalidad hacia un objetivo deseado. Así, la competencia se define
com o un sistema de habilidades y actitudes necesarias para alcanzar
una meta específica. La com petencia es siempre más que sólo conoci­
miento o sólo experiencia.1
Por ejemplo, los procesos históricos fueron creando competencias
científico-técnicas sobre el cuerpo humano que se tradujeron en conoci­
miento médico, poco a poco la dinámica social fue institucionalizando
este conocimiento, lo especializó y lo separó de otro tipo de conoci­
miento com o el de la química, la física y hasta la magia, y creó la profe­
sión o práctica médica. A partir de este ejem plo podemos decir que la
profesión médica es un producto social, que la sociedad detectó la ne­
cesidad de conocimiento, habilidades y actitudes especializadas sobre el
cuerpo humano y su salud, a la par que fue desarrollando el ámbito de
este conocim iento y lo institucionalizó al crear hospitales, escuelas de
medicina, instrumental médico, técnicos, investigadores científicos y
sociales sobre el ámbito médico, bibliotecas médicas, etcétera. Pero así
com o una profesión em erge de las necesidades sociales, de la misma
manera, se m odifica o hasta puede desaparecer com o tal cuando deja
de existir la necesidad social que la produjo.
Podemos hablar de un dinamismo en el ámbito de las profesiones
que obedece al mismo dinamismo social. H oy en día, nuestras socieda­
des han llegado a una estratificación tal que el ejercicio de las profesio­
nes sólo puede darse de manera com pleja y organizada. Es decir, la
práctica de la profesión se da sólo dentro de instituciones con tradicio­

1 Franz E. Weinert, “Concepto de competencia: Una aclaración conceptual”, en Do-


minique Simona Rychen, coord.. D efinir y seleccionar las competencias fundamentales
para la vida. México, FCE, 2004, p. 95.
TEMAS BÁSICOS D EL EJERCICIO PROFESIONAL • González / Hernández 51

nes fuertemente arraigadas aunque abiertas a transformaciones, con


códigos y procedimientos socialmente establecidos y con expectativas
de excelencia definidas por la misma actividad y sus profesionales.
Algunas de estas instituciones son los colegios de abogados, de ingenie­
ros civiles, de médicos, los sistemas educativos, etcétera, todos ellos
dentro de prácticas económicas en instituciones empresariales, pues
sea uno ingeniero, músico, psicólogo, abogado, etcétera para ejercer la
práctica profesional debe hacerlo dentro de una empresa, ya sea com o
empleado o com o empresario.
Pero todavía podemos profundizar más acerca de las profesiones. El
bien que producimos com o profesionales está inscrito en un proceso
temporal cuasi autónomo sobre el cual debemos actuar, ejercer una ac­
ción. Una acción humana es la intervención eficaz en un proceso y éste
es un transcurso temporal, no vacío, en el que tienen lugar aconteci­
mientos reales. Los procesos reales son un presupuesto necesario para
que com o profesionales actuemos, pues lo hacemos sobre ellos. De esto
se desprende que como profesionales, al transformar, innovamos, damos
un nuevo transcurso a los procesos, por ello, inmediatamente nuestra
acción es investida de una dimensión ética: la responsabilidad.
Cuando actuamos somos responsables de nuestros actos en la medi­
da en que somos autores, a través de ellos, de transformaciones de pro­
cesos, es decir, de futuros nuevos. Pero, si es tal la responsabilidad que
tenemos de nuestros actos ¿como predecir las consecuencias de los
mismos? Dado que el ejercicio de la profesión se inserta en un marco
institucionalizado, contamos con la experiencia de décadas de prácticas
profesionales, de colegios y asociaciones que orientan y respaldan el
ejercicio responsable de las competencias específicas de cada área de
especialidad. Los códigos éticos deben concebirse com o sistemas de re­
ferencias y normas que nos permiten percibir las problemáticas reales
de una manera constructiva y que nos proveen de pautas de acción es­
pecíficas para su resolución, en pocas palabras son sistemas normativos
de conducta para lograr el bien requerido para la sociedad.
Este sistema de normas y procedim ientos requiere de actores capa­
citados para realizarlos y aquí es donde se aprecia la necesidad de com ­
petencias sociales que com o profesionales debemos poseer. Pues en el
ejercicio de la profesión no basta contar con los conocimientos teóricos
y técnicos de la profesión, hace falta también contar con habilidades,
actitudes y valores para desempeñarnos en ámbitos más amplios como
son las relaciones humanas, la comprensión de textos, el conocimiento
del entorno, el aprender a aprender y el hacerlo por cuenta propia.
Pero sobre todo el ejercicio profesional debe ser éticamente responsable,
pues recordemos que los profesionales respondemos a una necesidad so­
cial. La responsabilidad es un cimiento de la confianza, y ésta es nece­
52 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UN A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

saria para todo el tejido social. Fundamentalmente, sin confianza no


podríamos hablar siquiera de empresa, de contratos, de estado de dere­
cho, de familia, de instituciones, de com ercio, y en sí del ejercicio
profesional.
Sin embargo, es necesario aclarar que la observancia estricta y ab­
soluta de un código profesional no es posible sin el discernimiento per­
sonal al aplicar nuestro criterio a cada caso concreto. Esto se debe a
que el ejercicio ético y responsable de la profesión no se puede predecir
de manera absoluta pues continuamente está abierto a nuevos escena­
rios, nuevos descubrimientos, nuevas situaciones. Por eso, los profesio­
nales debemos contar además con otras competencias éticas que nos
permitan tomar la m ejor y más adecuada decisión ética en cada caso.
¿Pero por qué se nos demanda a los profesionales una responsabili­
dad ética? El ejercicio de la profesión tiene una dimensión ética porque
cuando actuamos, no sólo creamos y transformamos algo, sino que, y
sobre todo, nos transformamos a nosotros mismos, cambiamos el futu­
ro de los demás y el de la sociedad en general. Por esta condición, espe­
cialmente, los profesionales debemos pensar en los posibles futuros y
consecuencias antes de ejercer el poder de nuestra disciplina.
La acción humana posee una doble dimensión: cuando actuamos,
generamos un efecto que trasciende, es decir, fuera del agente se crea
un nuevo futuro, una nueva serie de procesos. Pero la acción que reali­
za el agente también tiene un resultado inmanente: provoca un efecto
en él, se hace capaz de ejercerla. La prim era vez que el agente realiza
una acción se evidencia su capacidad de hacerla pero ésta todavía está
inscrita en el ámbito de lo conciente: debe poner atención en los m ovi­
mientos que lleva a cabo para realizarla. Cuando la acción se repite
muchas veces, entonces deja de ser un acto consciente para convertirse
en un hábito que es la repetición constante de un acto que se torna
com o una segunda naturaleza inscrita en el agente, es decir, com o una
investidura que arropa las acciones de éste. Veamos, un ejemplo, cuan­
do aprendemos a manejar, la primera vez que intentamos echar a an­
dar un automóvil y guiarlo sin problemas hacia una dirección, tenemos
que poner mucha atención en los movimientos que debemos hacer, lo
cual nos parece com plicado porque éstos deben hacerse de manera si­
multánea. Sin embargo, cuando lo realizamos reiteradamente llegamos
al punto en que manejamos sin tener conciencia de todos estos m ovi­
mientos, manejar es com o una segunda naturaleza que hemos adquirido.
Es así la génesis y el funcionamiento de los hábitos com o acciones
que hemos interiorizado en nuestra actividad diaria. Ahora bien, los há­
bitos — capacidades de acción— nos permiten cum plir con los sistemas
normativos de una manera casi automática, pero sin ellos, el cum pli­
miento de las normas es problemático. Tener el hábito de la puntuali­
TEMAS BÁSICOS D EL EJERCICIO PRO FESIONAL • González / Hernández 53

dad nos permite cumplir con un horario de trabajo, no tenerlo — o di­


cho de otra manera, tener el vicio de la impuntualidad— no permite
cumplir con nuestros compromisos. Entonces, para inscribirnos ade­
cuadamente en un sistema normativo, debemos poseer los hábitos nece­
sarios para su cumplimiento.
Finalmente, debemos concebir la actitud com o el efecto de la con­
junción de determinados hábitos que nos predisponen a cumplir las
normas del sistema. La actitud es una predisposición a la acción, inscri­
ta en el ámbito de lo subconsciente. En este mismo orden de ideas,
cuando una acción se convierte en un hábito y empieza a form ar parte
del com portam iento natural de la persona, ésta desarrolla una forma
especial de percibir el mundo y responder a él, una actitud. Si los hábi­
tos que se han desarrollado son los de responsabilidad ética, la visión
del mundo y la respuesta a él serán a partir de una actitud en la que no
sólo se conciba la responsabilidad ética com o la mejor, sino com o la
que debe ser en un mundo global. Esta debe ser la apuesta política y
ética de la enseñanza universitaria: crear mejores y más justos futuros
para todos a través del ejercicio de las distintas profesiones. Cabe pun­
tualizar que los hábitos y las actitudes resultantes de la ejecución de és­
tos, si bien se generan en una dimensión consciente, sólo se adquieren
cuando pasan de la teoría a la práctica.

3.1. A u t o r i d a d , po d e r e in f l u e n c ia
EN EL EJERCICIO DE LA P R O FESIÓ N

Hace un par de siglos, la cantidad y calidad de conocim iento que


poseían las personas era incomparablemente m enor al que hoy posee­
mos, y por ello una sola persona debía saber y sabía acerca de varios
ámbitos de la realidad. Por ejemplo, el sacerdote era más que médico
de almas pues debía ser psicólogo, maestro, m édico y a veces hasta in­
geniero civil. Pero en el siglo XIX, con el desarrollo de la ciencia y la
tecnología, los conocimientos se fueron ampliando, perfeccionando y
especializando. De tal suerte que surgieron las primeras ciencias sepa­
radas de la filosofía y la teología que eran las disciplinas tradicionales.
Surge así la física, la química, la astronomía, la ciencia económica, las
ciencias aplicadas com o las diferentes ingenierías, la psicología, la so­
ciología, en fin. Todas ellas tan complejas y especializadas que una sola
persona no podía conocerlas todas a profundidad, por lo que poseía un
gran conocimiento de su área, pero a la vez, un gran desconocimiento
de las otras. A este proceso hay que agregar la sobre valía que el siglo
XIX le otorgó al conocim iento científico por encima de otro tipo de com ­
petencias. En otras palabras, los seres humanos aprendimos a ver con
54 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

mayor profundidad un insecto, pero nos hicimos ciegos para apreciar


la totalidad de la vida.
Seguro hemos oído la frase que dice: "Conocim iento es saber, y sa­
ber es poder e influencia” . Dado el proceso de evolución de las profe­
siones, poseer inform ación sobre un área específica de conocimiento
brinda al profesional que la posee autoridad sobre las demás personas
que no la tienen y que se ven necesitadas de acudir con el especialista
que sabe interpretar el fenómeno de que se trata, diagnosticarlo y resol­
verlo. Si observamos la situación desde la perspectiva de que la profe­
sión es un producto social a través del cual las personas producimos los
bienes y servicios que la sociedad demanda y, al mismo tiempo, a través
de la ejecución de nuestra profesión posibilitamos la realización de
nuestros ideales de felicidad, com prenderemos que la autoridad emana­
da de nuestro saber implica una gran responsabilidad. Más aún, que a
través del ejercicio de la profesión ejercemos un poder e influencia di­
recta sobre las personas concretas.
Pensemos, por ejemplo, en la influencia del discurso de un maestro
de ingeniería de motores ante sus alumnos, mismo que juzga com o ac­
ciones altamente necesarias, útiles y buenas las encaminadas al uso de
tecnología limpia; o el maestro que, por el contrario, dice a sus alum­
nos que no revisarán las tecnologías limpias, pues al fin y al cabo, ni se
usan. O reflexionemos en el ingeniero civil que por ahorrarse tiempo y
trabajo no calcula adecuadamente la capacidad de los cimientos del
edificio que construye. O del médico que piensa que es más rentable
realizar cesáreas a sus pacientes aunque éstas no lo necesiten. ¿Qué pa­
saría en una sociedad en la que cada persona abusa de sus com peten­
cias? "Se ha obtenido así la verificación de que el com portamiento in­
moral, si se convierte en norma, se hace un elemento de disfunción. En
otras palabras: aunque la falta de honradez puede ser beneficiosa eco­
nómicamente aquí y ahora, en unos casos concretos, su extensión hace
que el entero sistema económ ico deje de funcionar”.2
Cuando ejercemos nuestra profesión no sólo realizamos nuestro
ideal vocacional, sino que transformamos la vida de personas concre­
tas. De esto se desprenden varias reflexiones: 1. En prim er lugar, sobre
la importancia que tiene la elección de la vocación, pues a través de
ésta podremos o no realizar nuestro ideal de felicidad y la construcción
de nuestro ser pues hemos sido, somos y seremos lo que hacemos. 2. So­
bre la especificidad de nuestra profesión y la ceguera de conocimiento
con respecto a otras áreas que esta especificidad produce. Por tal m oti­

2 R afael G ó m e z Pérez, Ética empresarial. Teoría y casos. M a d rid , Rialp. M a d rid ,


1990, p. 55.
TEMAS BÁSICOS DEL EJERCICIO PROFESIONAL • González / Hernández 55

vo, debemos tener cuidado de cerrarnos en nuestra profesión y buscar


otros ámbitos del conocim iento a través de aprender a aprender conti­
nuamente. 3. Sobre la trascendencia de nuestras decisiones y actos
pues a través de ellos cambiamos las vidas de los demás. 4. Sobre la
profesión com o ámbito de contacto y convivencia social. En una gran
medida sólo a través del ejercicio profesional tenemos la posibilidad de
convivencia y acción social, pues mediante éste tenemos acceso a la re­
muneración, a servicios, a relaciones sociales y personales, y en fin a
toda la vida pública.
Dada la situación anterior, es importante reconocer que al estudiar
las diferentes materias, que van conform ando el currículo de nuestras
carreras, se nos van otorgando distinciones que otras personas no po­
seen. Reconocimientos por los cuales serán remunerados nuestros ser­
vicios. Al darnos cuenta de esto, podemos caer en la tentación de abu­
sar de la autoridad que nos dan esas distinciones sobre los demás y
entonces convertirla en un poder que ejercemos sobre las personas.
Este uso desvirtuado de nuestras competencias puede parecem os atrac­
tivo en un principio, pero si nuestra profesión es una demanda social,
ésta se sostiene en gran medida por la confianza. Así, a la autoridad
que nos da el dom inio de nuestra profesión, se suma la confianza, nece­
saria para que ésta sea reconocida. Si abusamos de ella al convertirla
en poder sobre las personas, perdemos la confianza de éstas, y poco a
poco se cerrará el círculo vicioso que impedirá ejercerla, por más do­
minio que tengamos de nuestra profesión, pues el cimiento de la con­
fianza se habrá desvanecido. Es más fácil adquirir nuevo conocimiento
que generar y mantener la confianza necesaria para el ejercicio de cual­
quier profesión. La pérdida de confianza en el ejercicio profesional pue­
de resultar una considerable fuerza coercitiva para la responsabilidad
ética. En este sentido, aunque se reconoce que los códigos de ética no
tienen poder coercitivo, si se mina la confianza, aunque no haya una
fuerza pública que haga cumplir el código ético sí puede haber una
coerción social que arruine la carrera profesional de un abogado, de un
médico, de un periodista, de un farmacéutico, de un investigador.

3.2. D e b e r e s y derechos d e l p r o f e s io n a l

Hemos dicho que el ejercicio de las profesiones produce bienes y


servicios que la sociedad demanda. En el contexto de la reflexión ética
entendemos por bien aquello que es deseado por alguna persona, por
ejemplo, para los habitantes de zonas densamente pobladas, el uso efi­
ciente del tiempo es un bien deseado, pues éste se pierde demasiado en
el traslado de un lugar a otro.
Para reflexionar más acerca de los bienes es conveniente que haga­
56 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA E N C O M Ú N

mos dos tipos de clasificaciones. Por una parte, distingamos entre bie­
nes materiales y bienes inmateriales. Los primeros son aquellos que po­
demos ver concretados en cosas, por ejemplo, el dinero, una casa, un
coche, alimento, vestido, etcétera. Los segundos no están concretados
en ningún objeto pero que son asimismo deseados, por ejemplo, el tiem ­
po del que hablábamos, la seguridad, la democracia, el amor, la educa­
ción, etcétera. Todos los seres humanos estamos com p u estos, ta n to p o r
elementos materiales com o por elementos inmateriales, tenemos una
corporeidad que demanda alimento, vivienda, vestido, medicamentos
para conservar la salud, etcétera Pero también estamos compuestos por
elementos que nos constituyen y que no son materiales: somos seres
esencialmente emocionales, necesitados de pertenencia y afecto, de se­
guridad, poseemos inteligencia y deseos de superación. Por lo anterior,
es imposible decir que sólo con las necesidades básicas estamos satisfe­
chos, incluso tampoco podemos decir que no nos interesan los bienes
materiales, pues éstos son indispensables para subsistir.
Por otra parte, en el contexto del ejercicio de la profesión, debemos
recordar que tanto los bienes materiales, com o los inmateriales pueden
analizarse desde otra clasificación. Así tenemos los bienes internos a la
profesión que son aquellos resultado del ejercicio de la misma, por
ejemplo, y siguiendo con el caso de la medicina, el bien interno sería
conservar o restablecer la salud. En el caso de los bienes internos de la
profesión, entre más se crece en ello, m ejor es para todos, es decir, en­
tre más salud se consigue es m ejor para la práctica médica y para la so­
ciedad en general.
Pero, com o hemos visto, las prácticas profesionales están constitui­
das socialmente de tal manera que acarrean además bienes extemos a
ellas. Por ejemplo, el ejercicio de la profesión puede traer consigo po­
der, fama, dinero, com petencia entre sujetos, etcétera. En el caso de los
bienes externos, entre más tiene un sujeto, menos queda para los de­
más, es decir, entre más poder, fama o dinero obtiene un médico, me­
nos queda para los demás.
En la práctica profesional, la producción de los bienes internos a la
profesión no sólo es algo deseado por el profesional, sino que al ser su
profesión un producto social, este bien es a su vez un deber. El profe­
sional tiene el deber de producir el bien que su área de conocimiento
domina, así com o tiene el deber de responder por su saber. Pero el ejer­
cicio de la profesión también implica derecho, com o el derecho a ser
remunerado y reconocido por el buen desempeño de acuerdo a los cá­
nones que la misma práctica institucionalizada establece. ¿Cómo saber
cuál es el equilibrio preferible entre los bienes internos y los bienes ex­
ternos? Encontramos entonces criterios éticos para las prácticas profe­
sionales.
TEMAS BÁSICOS D EL EJERCICIO PROFESIONAL • González / Hernández 57

1. Los bienes externos, en su justa medida, son bienes auténticos y


válidos, pues la práctica profesional responde a la satisfacción de una
demanda social mediada a través de instituciones, obtener legítim a­
mente bienes materiales e inmateriales com o la fama y el dinero, es re­
cibir bienes auténticos.
2. Los bienes internos no deben estar subordinados a los bienes ex­
ternos, pues de lo contrario se pervierte el proceso y se da cabida a la
corrupción.
3. Los bienes externos deben lograrse y utilizarse de tal modo que
potencien los bienes internos.
Cada profesión es el resultado de la especificidad de las com peten­
cias desarrolladas en su área de especialidad, por esta misma razón, las
diferentes profesiones han especializado también sus responsabilidades
y, por ende, sus deberes. Aunque una sola sea la ética que nos impele a
hacer bien lo que sabemos hacer, hay circunstancias, ocasiones y dile­
mas específicos en cada profesión. Así entonces, no es lo mismo el cui­
dado que debe tener un arquitecto en el momento de hacer sus cálcu­
los, que el valor numérico que le pueda dar un profesor a la evaluación
cualitativa de un aprendizaje, precisamente porque no es lo mismo lo
cualitativo que lo cuantitativo y porque en el cálculo de una construc­
ción la diferencia numérica puede ser la diferencia entre la vida y la
muerte de miles de personas. De la misma manera no es lo mismo el
dom inio en la redacción de un ingeniero en Sistemas Computacionales
que en un periodista cuyo instrumento de trabajo es la palabra y que
puede cambiar el rumbo de una preferencia política o el prestigio de un
ciudadano, por la falta de cuidado en su redacción. Sin embargo, es un
deber para todos y cada uno mantenerse actualizado en los conoci­
mientos concernientes a su área de especialidad. Las asociaciones de
profesionales, colegios e instituciones profesionales com o el Colegio de
Ingenieros Civiles en México, la Asociación de Ingenieros e Ingenieros
Técnicos en Informática, la Federación Nacional de Colegios, Socieda­
des y Asociaciones de Psicólogos de México, la Asociación Mexicana de
Agencias de Publicidad, o el Colegio de Abogados, por mencionar algu­
nas agrupaciones, han creado códigos éticos en los que señalan las si­
tuaciones específicas de su profesión en las que es necesario tener un
com portamiento ético.
Independientemente de la especificidad de los códigos de cada pro­
fesión, el deber que rige a todos y cada uno de los profesionales es el
deber de hacer bien lo que su ámbito profesional le ha enseñado a ha­
cer. N o sólo por deber social, sino porque gracias a su acción él poten­
cia sus capacidades y realiza su vida. El adecuado balance entre bienes
internos y bienes externos es lo que potencia la dignificación de la
profesión.
58 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VID A EN C O M Ú N

3.3. D i g n i f i c a c i ó n d e l a p r o f e s i ó n

E l trabajo es la fuente de toda riqueza, afir­


man los especialistas en economía política.
Lo es, en efecto, a la par que la naturaleza,
que le provee de los materiales que él con­
vierte en riqueza. Pero el trabajo es m uchí­
simo más que eso. Y lo es en tal grado que,
hasta cierto punto, debemos decir que el
trabajo ha creado al propio hombre.
F e d e r ic o E n g e ls 3

Es precisamente en el ejercicio de la profesión en donde los seres


humanos potenciamos nuestras capacidades, dinamizamos nuestra vida
productiva, nuestros constitutivos elementales: corporeidad, racionali­
dad, conciencia de sí, sociabilidad, comunicabilidad. Propiamente he­
mos llegado a ser y seguimos siendo en la historia gracias a que la fuer­
za de nuestras necesidades la hemos transformando en fuerza de
trabajo y ésta, a su vez, en nuevas condiciones propiamente humanas.
En el siglo XIX el filósofo Karl Marx afirm ó que el trabajo no sólo es
la fuete de la riqueza económica, además tiene una doble función onto-
lógica pues por un lado le da su ser al hombre: "somos lo que hace­
mos"; pero además, por medio del trabajo el ser humano exterioriza su
interioridad: proyectamos lo que somos en los productos que creamos y
así enriquecemos también nuestro contexto, formamos un mundo hu­
mano para habitar en él.4
La definición de Marx confirm a la dimensión ética de la profesión:
Nuestro desempeño tiene una doble repercusión: la primera y funda­
mental es que cuando lo ejercemos, al hacerlo nos transformamos, de­
sarrollando y especializando nuestras capacidades. Producimos un
efecto inmanente pues queda la acción en nosotros mismos: nos damos
nuestro ser. Y en segundo lugar, por un efecto trascendente, exteriori­
zamos nuestro ser, proyectamos nuestras ideas, emociones y sentimien­
tos en los objetos que creamos, y al mismo tiempo cuando ejercemos
nuestra profesión modificamos nuestro entorno creando un mundo hu­
mano en el cual vivir, ya sea com o ingeniero, com o arquitecto, com o
programador, com o administrador, com o publicista, com o abogado,
com o periodista u otra profesión. Precisamente en esta relación ontoló-
gica entre nuestros actos y nuestro ser, se fundamenta la responsabili­

3 Federico Engels, E l papel del trabajo en la transformación del mono en hombre.


Cali, Colombia, Andreus, 1979.
4 Cf. Karl Marx. "Manuscritos económico-filosóficos de 1844", en Obras fundamenta­
les. i. Escritos de juventud. México, FCE, 1982.
TEMAS BÁSICOS DEL EJERCICIO PROFESIONAL • González / Hernández 59

dad ética, pues mediante nuestra acción, inevitablemente, nos construi­


mos com o agentes de nuestra propia vida. ¡Qué responsabilidad mayor
que ser nuestros propios autores!
Para Marx la vida verdaderamente humana, la vida digna es la pro­
ductiva, no en términos de rentabilidad económica, sino en términos de
potenciar las capacidades humanas a través de la acción. En este senti­
do, el ejercicio productivo de la profesión es el espacio de la dignifica­
ción de la vida humana.
Sin embargo, no basta con hacer lo que nuestra profesión es, sino
hay que saber hacer bien, no basta con dom inar el conocim iento de
nuestra área de especialidad, es necesario saber em plearlo en condicio­
nes de incertidumbre para enriquecer nuestro ser y para m ejorar el
mundo en el que habitamos.
Con el objeto de lograr saber hacer el bien es necesario revisar el
tema de las virtudes. Puede ser un prejuicio común en nuestros días
pensar que una persona virtuosa es un bonachón indefenso en este
mundo tan caótico. Pero la palabra virtud cuando se aplica a la acción
humana en sentido etim ológico hace referencia más bien a una persona
con determinación y carácter. Etimológicamente, significa fuerza, capa­
cidad de hacer, habilidad. Gracias a ella, la persona desarrolla eficien­
temente sus potencialidades. Es un hábito, y com o lo analizamos ante­
riormente, requiere de repetición. La virtud nos permite actuar porque
somos capaces de, nos hace libres pues podemos hacer o si deseamos,
podemos no hacer. En cambio su contrario, el vicio, esclaviza porque
cuando lo tenemos no podemos desarrollar nuestras potencialidades. El
vicio es incapacidad de acción y, por tanto, de libertad.
A esta definición de virtud com o fuerza se ha agregado otra defini­
ción reconocida no sólo en el ámbito filosófico sino en el empresarial,
la definición de Aristóteles. Para él la virtud es un término medio entre
dos extremos. Pero no por ser el término medio significa mediocre, por
lo contrario, se necesita de una gran fuerza para superar los extremos
que resultan ser inconvenientes. Por ejemplo: ni se debe ser tan desme­
dido en el gasto, ni por el contrario se debe escatimar cualquier necesi­
dad, sobre todo hablando en el ámbito laboral. El término medio entre
el derroche y la avaricia es la sobriedad.
En términos de saber hacer bien, la prim era virtud necesaria en el
ejercicio de la profesión es la prudencia. Esta virtud no significa actuar
con temor, ése sería el extremo a evitar. Prudencia es el término medio
entre temor y osadía.
Hoy en día se entiende prudencia por excelencia en el sentido de so­
bresalir por la calidad de la actuación.5 Rafael Góm ez Pérez hace una

5 P. Gómez Pérez, op. cit., p. 69.


60 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

interesante distinción en lo que denomina facetas de la virtud de la pru­


dencia que puede ayudarnos a visualizar el valor de esta virtud:
En prim er lugar habla de optim izar el pasado. Éste es el prim ero al
que debemos conocer, analizar y valorar para mejorarlo. Si no lo cono­
cemos, no podemos saber cuáles son nuestras capacidades y nuestros lí­
mites. Tanto la experiencia propia com o la de otros a través del estudio
nos permiten tener la capacidad de aprender. Lo cual implica retener y
valorar lo positivo y olvidar y superar lo negativo.
En segundo lugar diagnosticar el presente siendo capaces de recono­
cer lo negativo de la situación ya sea por nuestra responsabilidad o por
las condiciones adversas. En este diagnóstico deben conjuntarse tanto
una visión global del problema com o los detalles específicos.
Y, finalmente, prevenir el futuro aunque esto siempre es incompleto
pues es imposible prevenir todas las consecuencias. Sin embargo, es ne­
cesario desarrollar la capacidad de imaginación para crear ahí donde
parece que las cosas ya están dadas. Esto es, precisamente, el plus que
aporta nuestra profesión a la vida social: crear nuevos futuros a partir
de lo conocido, nuevos escenarios, nuevos artefactos, nuevos procesos,
nuevas perspectivas que permitan la satisfacción de nuestras necesida­
des personales y sociales. Ése es el bien o servicio que ofrecem os a la
sociedad, por el cual recibimos remuneración y los bienes externos de
los que hablábamos, y también ésa es la esencia por la cual realizamos
nuestra persona.
De todo lo anterior se deriva la necesidad de profundizar en el cono­
cimiento de los principios de la responsabilidad profesional.

3.4. I dea d e la é t ic a p r o f e s i o n a l :

lo s p r in c ip io s é t ic o s d e l a s p r o f e s io n e s

Podemos decir que la ética profesional no es una ética diferente de


la ética general, sino la aplicación de la ética a las circunstancias con­
cretas de una profesión particular. Bordemos un poco esta idea, pues
puede ayudarnos a definir m ejor el alcance del asunto que nos ocupa.
Para empezar, aproximemos la noción más general de lo que es la
ética, algo así com o la búsqueda racional sobre la m ejor manera de v i­
vir, que toma en cuenta las aspiraciones de las personas y el contexto,
es decir la condición social de los seres humanos. Si seguimos pensan­
do en esa línea llegaremos a encontrar algunas propuestas que se refe­
rirán a la conveniencia de establecer algunas reglas que permitan la
convivencia entre las personas. Como mínimo llegaríamos a esa conclu­
sión provisional, aunque también veríamos que hay muchas formas de
entender el contenido de esos acuerdos que estamos produciendo. Veá-
moslo con más detalle. Podríamos poner algunas reglas que p e r m ita n
TEMAS BÁSICOS D EL EJERCICIO PROFESIONAL • González / Hernández 61

la convivencia, tales com o “no está perm itido que alguno se apropie
para sí los bienes que ya han sido legítimamente adjudicados a otro,
mediante cualquier form a de violen cia” . Esta es una propuesta de un
contenido normativo cuya utilidad práctica se puede entender más o
menos fácilmente en función del sentido común. Por ahora no proble-
maticemos la expresión "sentido com ún”. Observemos la sentencia
puesta entre comillas. Parece que su intención es razonable y que pone
una regla que evitará conflictos en los casos en que sea respetada.
Podríamos poner otra serie de propuestas a manera de reglas de
convivencia del mismo corte. Se podrían referir al respeto de las cosas,
la fama, la seguridad y otros bienes y prerrogativas de los demás m iem ­
bros de la comunidad. Eso está bien, pero no bastaría con reglas de ese
tipo para tener una convivencia humana. También podríamos desear
muchas otras cosas de los demás, fuera de la regla básica de que no nos
perjudiquen. De los demás no sólo esperamos la observancia de una se­
rie de reglas de no-agresión, sino que de todos ellos esperamos algunas
cosas, que nos den, nos compartan, nos comuniquen; que colaboren,
que coincidan, que cooperen y otras acciones de ese tipo. Claro que no
con todos de la misma manera, pero sí esperamos acciones diferentes
de distintas personas según su grado de cercanía o afinidad con noso­
tros, pues “los demás” son de muy diferentes clases, desde com petido­
res y rivales hasta amigos y amigas, familiares, compañeros y colegas,
enamorado(a)s y otras relaciones de variada intensidad. Y luego una
gran multitud de personas con las que casi no tenemos una relación,
desde completos desconocidos hasta vecinos, compatriotas, etcétera
Con estas diferentes clases de personas las reglas de la convivencia son
diferentes. Con quienes son muy cercanos, por el afecto, la colabora­
ción o alguna otra relación, quizá ni siquiera pensamos en términos de
reglas sino de otra clase de contenidos morales. Aunque se puede decir
que hay una “ley” de amar cada uno a sus padres, parece más bien raro
en nuestra sociedad hablar en esos términos. El cariño no se impone,
sino que lo vivim os com o algo que nace espontáneamente y que en mu­
chos casos es un valor importante en la definición vital de las personas.
Entonces la ética no consiste solamente en poner reglas que nos perm i­
tan vivir unos junto a otros sin hacernos daño, sino también en el des­
cubrimiento o, incluso, en la creación de metas, valores y convicciones
que podemos com partir o disfrutar en compañía de los demás. N o de
todos, sino de algunos según las relaciones que tengamos establecidas
con ellos.
El razonamiento anterior nos servirá para ir entrando en la idea de
la ética profesional. Lo que estamos diciendo es que la búsqueda ética
cuando se aplica a la circunstancia de la profesión, consiste en el des­
cubrimiento tanto de las reglas mínimas de la convivencia que perm i­
62 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UN A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

ten que estemos juntos sin hacernos daño, o en este caso que ejerzamos
una determinada ocupación que constituye nuestro trabajo, com o la
creación de significados o contenidos morales compartidos, precisa­
mente porque tenemos esa ocupación laboral que llamamos cada uno
nuestra profesión. De tal suerte, aunque debemos ofrecer una idea de lo
que entendemos por profesión, no será esto tan determinante com o la
intención de que a través de ese ejercicio o trabajo es com o concreta­
mos nuestra condición de seres humanos que buscan lo que es m ejor en
su vida concreta.
Mencionemos un par de aproximaciones a la idea de profesión. Las
variantes que pueden hallarse tendrán importancia desde los puntos de
vista sociológico, antropológico o económico. Pero por ahora no discu­
tiremos esas dimensiones sino sólo en la medida que estamos buscando
acercarnos a la dimensión ética. Una definición ofrecida por el filósofo
y sociólogo Max W eber nos dice que la profesión es “la actividad espe­
cializada y permanente de un hombre que normalmente, constituye
para él una fuente de ingresos y, por tanto, un fundamento económ ico
seguro de su existencia” (La ética protestante y el espíritu del capitalis­
m o). Puede observarse en esa definición que no incluye elementos valo-
rativos. N o nos dice de entrada que algunas ocupaciones son válidas
com o profesiones y otras no, por ejemplo, no nos explica que tales ocu­
paciones deban ser conform e a la ley. Ése es un punto crítico que discu­
tiremos más adelante. En la noción que acabamos de presentar simple­
mente se ofrece una descripción sociológica que nos remite a una
dimensión importante: la profesión normalmente constituye para uno el
fundamento de su existencia, porque a través de ella se obtienen los sa-
tisfactores necesarios para la vida. Por otra parte, se trata de una activi­
dad permanente y especializada. Es decir, una persona que de vez en
cuando se ocupa en pescar con periodos intermitentes en que no lo
hace, difícilmente podría llamarse un pescador, cuando más será un
amateur. Asimismo, si no se trata de una ocupación que requiere cierto
nivel de destreza para alcanzar cierto desempeño o ciertos resultados,
por encima de lo que cualquier persona podría hacer, tampoco podría
decir que esa ocupación podría constituirse en una profesión.6
Desde luego podríamos pensar en algunas ocupaciones que requie­
ren el desarrollo de un cierto grado de destreza por encima de lo que
cualquiera podría hacer sin entrenamiento, y que son también ocupa­
ciones más o menos permanentes de algunas personas, y que además
les proveen recursos, usualmente en dinero, para la subsistencia, pero

6 Sobre la dimensión existencial del trabajo en la vida contemporánea, se leerá con


provecho el trabajo de Marina González, "Trabajo y profesión en la vida contemporánea"
referido en la bibliografía de este capítulo.
TEMAS BÁSICOS D EL EJERCICIO PROFESIONAL • González / Hernández 63

que retan el sentido común moral para definirse com o profesiones. Son
los casos de personas que se dedican a actividades delictivas: ladrones,
estafadores, tahúres... ¿podrían ser llamados profesionales? Necesita­
remos introducir nuevos criterios para responder de manera más con­
sistente.
Hay que recurrir nuevamente a la experiencia cotidiana y preguntar
qué decimos cuando aplicamos a alguna persona el término “profesio­
nal”. Por ejemplo, “ Diego es un carpintero muy profesional. Aunque no
ha hecho estudios universitarios es muy responsable, es muy ‘bien he­
cho’ y cobra lo justo por su trabajo”. Esta frase podría ser parte de una
conversación común y corriente. En ella podríamos advertir que al cali­
ficar a ese artesano se desliga la idea de profesión de la escolaridad for­
mal. N o hace falta tener un título universitario para ser un profesional.
Por otra parte, la palabra evoca algunos contenidos que tienen una
fuerte carga valorativa, com o "ser responsable”, “ser justo”, “hacer bien
las cosas”, y otras parecidas. En suma, la aplicación del adjetivo “profe­
sional” a una persona en particular no deriva solamente de la descrip­
ción de cualidades técnicas observables, sino que implica una valoración
por parte de quien la adjudica de una serie de atributos que pertenecen
al orden moral.
Incluso en un contexto que desafía al sentido común moral podemos
form ar una expresión com o esta: "se trata de un ladrón de bancos muy
profesional”, ¿a qué se podría estar refiriendo? Posiblemente a la des­
treza de ese ladrón para burlar los sistemas de seguridad, o para calcu­
lar minuciosamente hasta los últimos detalles de un plan de acción, o la
contención para no usar más violencia de la estrictamente necesaria
para conseguir su objetivo, etcétera. En esos ejemplos, referimos a al­
guna cualidad de orden personal que a pesar de estar ubicada en el
contexto de una finalidad que no puede aprobarse moralmente, sin em ­
bargo, por sí misma, puede despertar algún grado de reconocimiento.
Hay alguna cosa, que por sí misma podría considerarse una cualidad,
que se asocia con la idea de profesión y que despierta algún reconoci­
miento, asimismo, remite a la idea de profesionalismo. Este parece te­
ner siempre una carga de valor positivo, incluso cuando se presenta
sólo parcialmente en el desempeño de las personas. Desde luego, no es
suficiente que un animal tenga pelo para que sea un gato. El que una
persona posea una destreza, cualquiera que ésta sea, no basta por sí
misma para calificar al todo de la acción de esa persona. Podrá tener
algo de profesional, pero a menos que tenga también las otras caracte­
rísticas esenciales (que iremos presentando), no puede decirse de cual­
quier ocupación que sea una profesión, y de cualquier persona que se
dedica a ella que sea un profesional, sino que nos hace falta el profesio­
nalismo, que consistirá en una manera particular de ejercer una profe­
sión.
64 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

3 .5. P r i n c i p i o s d e é t ic a p r o f e s io n a l

Vamos acercándonos a una descripción m ejor de qué principios de­


finen al profesionalismo. Entonces podremos pedir a las diferentes pro­
fesiones que lo incorporen. Habrá que tener en cuenta, en todo momen­
to, que las profesiones se encuentran en una inmensa variedad de
circunstancias y que presentan diferentes problemas para poder reali­
zar los ideales de la vida moral. Aunque compartan las mismas creen­
cias com o personas, los obstáculos que tiene que enfrentar en su prácti­
ca profesional un médico, un inspector de policía o un ingeniero son
cada uno distintos. Sin duda que hay algunos principios comunes, pero
la manera de llevarlos a la práctica va a ser distinta. Un ejem plo burdo:
el respeto que debemos a todas las personas (aquí no vamos a discutir
ni demostrar esta regla, eso corresponde a otro momento previo de la
indagación ética). Es (g robrab j^ que un policía tenga que tratar en su
trabajo con algunas personas que no respetan las reglas de convivencia
ni a los demás seres humanos. Es posible que tenga que valerse de la
violencia y de la fuerza física para someter a un delincuente. En su
caso, el principio del respeto a todas las personas está matizado o "cir­
cunstanciado” por los casos particulares que enfrente. N o puede tratar
del mismo modo al delincuente que opone resistencia al requerimiento
legal que a una persona que no está en ese caso. El policía debe tener la
capacidad de distinguir la conducta adecuada en cada circunstancia.
Es muy posible que una persona que no tiene la profesión del policía,
digamos, por ejemplo, un médico, nunca se encuentre en la tesitura de
tener que hacer esa diferenciación. Puede ocurrir, desde luego, pero no
será lo común en su actividad cotidiana. Si se lleva a su práctica profe­
sional a un delincuente herido en un enfrentamiento con la policía, no
le compete en cuanto médico ejercer una nueva violencia contra el he­
rido. Otros principios tendrán que operar definidos desde la finalidad y
creencias de su profesión médica.
Hagamos un recuento de los principios profesionales que se m encio­
nan hoy día, com o principios profesionales comunes, principios que
aplicarían virtualmente para cualquier profesión. Luego, diremos en
qué consiste cada uno para dejar que el lector haga un ejercicio de
"aplicación” a diferentes ocupaciones concretas. Nuestro listado inicial
es com o sigue: principio de autonomía, principio de respeto; principio
de responsabilidad, que tiene un corolario que llamaremos "principio de
precaución”; principio de no-maleficencia; principio de beneficencia y
principio de justicia.
Es conveniente decir que aunque estos principios serán de aplicabi-
lidad más evidente en algunas profesiones, sin embargo se refieren a
toda ocupación humana porque atienden a las condiciones más básicas
TEMAS BÁSICOS D EL EJERCICIO PROFESIONAL • González / Hernández 65

de todo bien humano, a saber, las que permiten la persistencia de la


vida misma. En los párrafos que siguen, un documento de referencia
principal es el "Inform e Belmont", elaborado por una comisión de exper­
tos para orientar la práctica ética de diversas profesiones.

3.5.1. Prin cip io de autonom ía

¿Cuál es la idea general de autonomía que subyace en la ética? Que


las personas son libres, y que, por tanto, pueden elegir por sí mismas lo
que es mejor. Reforzar las condiciones de la elección libre es una ma­
nera de fortalecer la autonomía. En la tradición moral uno de los escri­
tores que más y m ejor habló de autonomía fue Immanuel Kant. Usó la
palabra en diferentes momentos, para referirse al atributo de la libertad
que consiste en darse a sí misma su meta o finalidad, a la capacidad de
legislar sobre sí misma, que es el que trata la vida moral (pues consiste
en descubrir la ley moral y sujetarse a ella voluntariamente), y en el
mérito. Ser digno de algo es merecerlo. La vida moral fundamenta tam­
bién en el reconocimiento, en llevar una vida tal que si bien no es posi­
ble garantizar la felicidad (puesto que esto depende a la vez de otros
factores incontrolables), al menos sí podemos decir que una vida noble
y buena merecería la felicidad. Sin embargo, lo más usual cuando se
habla del principio del autonomía es referirse al prim er aspecto que
queda apuntado: la obligación de potenciar o reforzar la capacidad de
las personas para elegir por sí mismas.
Este principio conlleva la obligación de respetar los valores y opcio­
nes personales del sujeto en aquellas decisiones que le atañen vitalmen­
te. Por ejemplo, respecto de la práctica médica tradicional representa
un cambio muy importante en el rol que desempeña cada participante
en un proceso de atención profesional, lo que toca al paciente y al m é­
dico. Tradicionalm ente se delegaba en el médico, com o portador casi
exclusivo del conocimiento, la facultad de tomar todas las decisiones en
relación con el estado de salud del enfermo. En muy pocas ocasiones se
reconocía al enfermo la potestad de decidir sobre su propio tratamien­
to. Esta es una situación que ha cambiado recientemente, aunque toda­
vía de manera incompleta. Además de la introducción del principio de
autonomía en la ética médica, lo cual es una novedad todavía muy re­
ciente y no generalizada, ciertos acontecimientos sociales han contri­
buido a destruir ritos y mitos relacionados con las prácticas médicas. El
caso del V IH -SID A , por ejemplo, hizo ver, de manera muy dramática, que
en no pocas ocasiones los médicos no tienen todas las respuestas a los
problemas de salud. La m ovilización de recursos de todo tipo para en­
frentar esta enfermedad no vino principalmente del personal médico,
sino de otras instancias de la sociedad que prom ovieron la investiga­
66 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UN A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

ción, la modificación de prácticas, la inyección de recursos, la prevención


y la educación, para frenar o am inorar el avance de la enfermedad.
Esto tanto en el plano social com o en el de los tratamientos individua­
les. Dicho caso y el de otras enfermedades graves destacó la importan­
cia de la participación activa del enferm o en el tratamiento de su mal, y
que esa participación no se limita al seguimiento de instrucciones y de­
cisiones en cuya form ación no participa.
La aplicación del principio lleva a la incorporación de ciertos crite­
rios para la práctica profesional. Por ejemplo, en el campo de la investi­
gación, se ve claramente que el estudio con personas sólo puede efec­
tuarse con el consentimiento previo y libre de éstos, y que ese
consentimiento debe estar apoyado en inform ación suficiente y veraz.
Pensemos en quienes participan en un protocolo de investigación m édi­
ca, o en la situación de quien es defendido por un abogado en un proce­
so judicial, en el arquitecto que ofrece opciones para la construcción de
un edificio y, virtualmente, cualquier situación en la que un profesional,
poseedor de un conocim iento especializado, se pone al servicio de otro.
En todos los casos el principio de autonomía pide la igualdad de partes
en el proceso de decisión, o la superación de la asimetría de conoci­
mientos, que es una asimetría de poder, entre el profesional y su
usuario.
Una idea ética importante implícita en este principio es que las per­
sonas somos seres inteligentes y libres, capaces de tomar decisiones
responsables y razonadas cuando disponemos de la inform ación nece­
saria para ello. Una persona involucrada en un proceso judicial puede
no conocer todas las leyes para su propio caso, pero el profesional que
sí las conoce le puede presentar la inform ación requerida en forma tal
que comprenda los riesgos y posibilidades, sin om itir ninguna aspecto
relevante que pueda tener consecuencias al tomar una decisión. Y lo
mismo podría decirse de la construcción de una vivienda por parte de
un ingeniero, o la implantación de un sistema de informática para un
usuario que no es experto, pero ha la precaución de contratar los servi­
cios de quien sí lo es.

3.5.2. P rin cip io de respeto a las personas

Más que definir cada uno de los términos, el Inform e Belmont desta­
ca las aplicaciones de cada uno de los principios que enuncia. En el
caso particular del principio de respeto a las personas, éste sugiere tra­
tarlas com o sujetos autónomos, capaces de tomar decisiones por sí mis­
mas. Consiste en ser consecuente con la convicción de que todo ser hu­
mano está dotado de libertad, que tiene capacidad de conocer y
entender los problemas y es capaz de tomar decisiones para la supera­
TEMAS BÁSICOS DEL EJERCICIO PRO FESIONAL • González / Hernández 67

ción de los mismos. Este principio tiene un momento de discusión im ­


portante, en el que trata los casos de personas cuya autonomía está dis­
minuida y para quienes se establece que deben ser objeto de protección.
Las circunstancias de disminución de la autonomía pueden ser físicas,
com o el padecer alguna enfermedad o las sociales, com o el carecer de
la información o preparación necesarias para manejar situaciones difí­
ciles. Por las com plicaciones que puede haber en estos aspectos el prin­
cipio de respeto a las personas tiene una continuidad importante con el
principio de autonomía.
Las aplicaciones en cada campo concreto nos llevarían a tomar en
cuenta, cada vez más, a todos aquellos que se ven afectados por el pro­
ducto del trabajo. Pensemos, quizá, en las instalaciones físicas de un
centro educativo o laboral, o una oficina de servicio público: ¿han to­
mado en cuenta los constructores y diseñadores las necesidades de
quienes tienen una movilidad disminuida?, ¿los accesos para sillas de
ruedas son practicables o resultan obstáculos infranqueables?, ¿la seña­
lización de los edificios es comprensible para quienes tienen que acudir
a ellos?, ¿se ha tomado en cuenta el tiempo que deberán pasar en esos
lugares quienes trabajan allí?, ¿los baños para mujeres y hombres son
suficientes para las necesidades diferenciadas de cada grupo?

3.5.3. P rin cip io de responsabilidad

El principio de responsabilidad fue enunciado de manera más clara


por H. Joñas en estos términos: "obra de tal modo que las consecuen­
cias de tu acción sean compatibles con la permanencia de la vida au­
ténticamente humana sobre la tierra”. (E l p rin cip io de responsabilidad.
Ensayo de una ética para la civiliza ción ).
Nos encontramos aquí en la situación en que hay que asumirse
com o agente, con independencia de las coacciones externas que puede
haber para condicionar la propia acción del profesional. Este se debe
dar cuenta de que sus acciones tienen consecuencias y que él es el au­
tor de ellas. Que sus obras le pertenecen. Casi cualquier profesión po­
drá ofrecer fácilmente ejemplos de consecuencias o efectos secundarios
de su actividad que quizá deberían ser m ejor considerados antes de lle­
var a cabo las cosas. En el campo de las ciencias y tecnologías sociales,
sin embargo, algunas profesiones serán especialmente sensibles a este
delicado aspecto. Pensemos, por ejemplo, en los periodistas y comuni-
cadores en general, donde la ética exige un difícil y prudente balance
entre las libertad básicas de expresión e investigación con el respeto a
otros valores también muy importantes, la vida privada, la paz, la cultu­
ra y los derechos de los demás. De modo semejante, quienes tienen
cualquier tipo de función política y que, por consiguiente, hacen uso del
68 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA E N C O M Ú N

poder para realizar su trabajo, tienen deberes de gran importancia en


este sentido, los políticos y gobernantes, quienes trabajan en la repre­
sentación internacional de sus países, los activistas sociales y quienes
tratan de influir en el gobierno y la vida pública.
La preocupación por las consecuencias también se vincula con una
versión menor del principio, que podemos llam ar principio de precau­
ción y que inspira lo que se llama “criterios cautelares”.

3.5.4. P rin cip io de precaución

Si en el principio de responsabilidad nos referim os más a las profe­


siones de carácter social, ahora que hablaremos del principio de pre­
caución podríamos aludir más a las profesiones tecnológicas, sin que
eso signifique que no se aplique a las demás. La precaución se expresa
aquí de manera negativa, o sea, com o un criterio de mínimos éticos:
cuando las consecuencias de las acciones no pueden ser previstas razo­
nablemente hay que abstenerse de actuar o intervenir en el sentido ries­
goso. Hasta que la previsión de las consecuencias sea aceptable. En la
práctica este principio puede llevar a una suerte “periodo de espera”, a
abstenerse de usar tecnologías o ejercer intervenciones que, en nuestro
estado actual de conocim iento no podremos controlar. En el pasado no
se actuó con ese criterio y, por ende, así se dañó de manera irrem edia­
ble el medioambiente. Hoy día, con tecnologías mucho más poderosas y
potencialmente destructivas, la humanidad no se puede perm itir reali­
zar todo lo que es capaz de hacer porque las consecuencias podrían ser
tremendamente dañinas, y las tecnologías de las que disponemos sólo
pueden reparar una fracción mínima de esos daños y eso en el caso de
que exista la voluntad para repararlos. Por otra parte, también existen
críticos que señalan que estos criterios cautelares no son aplicados de
manera justa. En otras palabras, los países ricos y las grandes com pa­
ñías que llevan la delantera tecnológica, política y militar, muy difícil­
mente admiten que sus acciones sean limitadas tanto por criterios éti­
cos com o por instancias reguladoras. Si la experimentación con energía
atómica, seres vivos, planificación económ ica y otras intervenciones
tecnocientíficas resultan convenientes para sus intereses, entonces sue­
len llevarlas a cabo sin que exista m edio efectivo para contenerlos. En
cambio, si una econom ía menos desarrollada atenta contra los intereses
de los poderosos con sus acciones, es posible que se invoquen princi­
pios y criterios limitadores de la acción, incluidos los morales, que ter­
minan teniendo un efecto proteccionista. Me parece que tales situacio­
nes son abusivas, porque corresponden a un mal uso de un criterio que
originalmente persigue la protección del bien humano.
En un nivel más cotidiano, cualquiera que introduce la utilización
TEMAS BÁSICOS D EL EJERCICIO PROFESIONAL • González / Hernández 69

de una tecnología tendría que preguntarse, en conciencia moral, si las


consecuencias de esa acción tienen efectos que son razonablemente ma­
nejables para que sus aspectos negativos sean mínimos. Para una em ­
presa, puede ser tan simple com o el utilizar empaques biodegradables o
reciclables en lugar de presentar nuestros productos en plásticos que la
naturaleza no puede asimilar.

3.5.5. P rin cip io de no maleficencia

Para com enzar de modo sencillo, este principio significa que no


debe producirse ningún daño al sujeto al que se está tratando. En las si­
tuaciones médicas esta condición es la del enferm o o paciente que se
pone en manos del médico o de los profesionales de la salud. En los
contextos de las actividades de investigación científica puede tratarse
de personas pero también podría tratarse de otros seres vivos. Así, por
ejemplo, una derivación posible de este principio nos llevaría a erradi­
car las prácticas que comportan un tratamiento cruel o que inflija dolor
a un ser vivo durante su manipulación en un proceso de investigación.
Conviene notar también que esto no es privativo de las ciencias biológi­
cas, sino también de las ciencias sociales.
Se trata de uno de los principios más antiguos en la ética médica y
su origen se rastrea hasta el nacimiento mismo de la disciplina. El
Inform e Belmont indica que:

[... en prim er lugar, todo proyecto[ ...debe estar precedido p or una ponde­
ración cuidadosa de los riesgos predecibles para cualquier organism o y el
am biente [... Daño físico, p sicológico o m oral. Resulta inaceptable un p ro­
yecto cuando se presuma posibilidad de riesgos que no pueden ser asumidos
a la luz del conocim iento existente. Y m antener prudente proporción entre
riesgo im plícito probable y el ben eficio para el sujeto de la intervención.

Es fácil notar en el párrafo citado que el principio de no m aleficen­


cia está requiriendo del profesional el hacer un balance, un cálculo pru­
dencial ante la necesidad práctica de tomar acción frente a los casos
concretos en los cuales no es posible una acción sin riesgo alguno. Pen­
semos en la práctica médica: causar dolor es causar un mal. Pero cier­
tos tratamientos médicos son desagradables e incluso dolorosos, no
obstante ser inevitables para conseguir el objetivo de curar una enfer­
medad o evitar un daño mayor al enfermo, dadas las condiciones actua­
les de los conocimientos médicos. Entonces habrá ciertas dolores que
hay que aceptar en tanto que son necesarios o inevitables para alcanzar
la mejoría. Empero, los avances en las técnicas y en las tecnologías mé­
dicas pueden hacer que determinados tratamientos ya no sean las m ejo­
70 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

res opciones para una enfermedad. En esas circunstancias, el profesio­


nal que no se actualiza estaría dejando de cumplir con este principio
cuando inflige un dolor u otra form a de daño que podría ser evitada.
Evidentemente, ésta es una de las reglas más generales para cualquier
profesión. De ninguna manera el abogado, el ingeniero, el diseñador, el
empresario o el político pueden pensar en que su beneficio personal se
consiga a costa o en detrimento, ocasionando alguna form a de daño o
dolor a quienes están en sus manos com o usuarios de un servicio, com o
clientes o com o gobernados. Toda acción que de suyo implique daño o
perjuicio para el usuario, no justificable en virtud del mayor bien del
propio beneficiario, marca sin lugar a dudas una acción no profesional
e inmoral.

3.5.6. P rin cip io de beneficencia

Al igual que el anterior se trata de un principio muy antiguo, se defi­


nió en épocas tempranas dentro de la ética médica y ahora es reconoci­
do com o un principio general de ética profesional. N o obstante, su mis­
ma longevidad debería llamarnos la atención sobre la conveniencia de
revisar la forma com o se lleva a la práctica, en la misma lógica a la que
nos referíamos en el párrafo anterior, a saber, porque el avance en el
conocimiento m édico y científico conlleva cambios en lo que se puede y
no se puede hacer. De manera sencilla, el principio indica que la acción
del profesional debe buscar siempre hacer el bien al sujeto, usuario o
beneficiario de la acción.
Visto más en detalle, el principio pide que el profesional busque lle­
var a cabo a través de su acción dos cosas distintas: extremar o maxi-
m izar los beneficios y m inim izar los riesgos asumidos por tal acción.
Como puede observarse, la aplicación de este principio no establece un
límite claro, a diferencia del principio de no maleficencia. Este último
indica con claridad un tope inferior, es decir, que no se permite hacer
daño al sujeto (salvadas las condiciones que quedan dichas). El princi­
pio de beneficencia, en cambio, no dice qué hay que hacer, nos indica
que se debe buscar lo m ejor posible para el sujeto, no sólo hacer una
cosa buena para él, sino hacerlo con el mínimo riesgo, o al mínimo costo,
o buscando que el beneficio sea lo más duradero y eficiente, que cum­
pla m ejor el objetivo buscado, entre otros criterios que pueden propo­
nerse para calificar el beneficio.
La ingeniería podría darnos muchos ejemplos en la búsqueda cons­
tante de hacer las cosas de una manera mejor, con mayor calidad y ma­
yor seguridad; a menor costo y menor daño al medio ambiente, y en ese
sentido se puede interpretar la constante búsqueda de la mejora de los
procesos, productos y servicios — tan cara a los profesionales de la ad­
TEMAS BÁSICOS D EL EJERCICIO PROFESIONAL • González / Hernández 71

ministración— com o una forma concreta de practicar el principio de


beneficencia, en una andadura continua de mayor beneficio para los
usuarios.

3.5.7. P rin cip io de justicia

La noción de justicia es una de las más complejas, tanto en la ética y


la filosofía com o en el derecho y la política. Aquí no vamos a profundi­
zar en el tema, sólo apuntaremos que hay un am plio campo de estudio
que trata acerca de la relación entre la justicia y las leyes. Conform e a
una posición legalista, lo justo es lo que marcan las leyes. Para otra po­
sición, la ley indica lo justo, pero la justicia es más amplia que la justi­
cia legal. Desde luego, cuando hablamos de ética por lo general pensa­
mos que vamos más allá de los límites más o menos claros del derecho
positivo. Por otro lado, está la cuestión de cóm o se reparten los dere­
chos y obligaciones de las personas, qué es lo que a cada uno corres­
ponde. Por eso en términos del Inform e Belmont, de lo que se trata es
de tomar en cuenta que existe un derecho de todas las personas a parti­
cipar en los beneficios del avance social, pero por otro lado este acceso
tiene un costo. El documento al que nos referimos hace consistir el
principio de justicia en el reparto equitativo de cargas y beneficios en el
ámbito del bienestar vital, evitando la discriminación en el acceso a los
recursos sanitarios. Llevado a un criterio de aplicación que puede re­
montarse hasta los derechos humanos, significa que casos iguales m ere­
cen tratamientos iguales. Si todas las vidas humanas son valiosas, ¿por
qué no poner todos los medios técnicos disponibles al servicio de cada
una? Desde luego, hay un problema económ ico enorm e para llevar a la
práctica esta intención, dadas las condiciones económ icas actuales.
En la práctica significa que hay que responder a la pregunta sobre
quién debe recib ir los b en eficios del avance tecn o ló gico y cien tífico
y quién debe pagar sus costos. El principio de justicia no puede abor­
darse desde la consideración del individuo aislado sino de las comuni­
dades, donde hay una distribución de las cargas y los beneficios en fun­
ción de las necesidades, los esfuerzos, méritos y contribuciones al bien
social. En la investigación médica, por ejemplo, hay comunidades que
actúan com o sujetos de investigación pero no pueden aportar recursos
monetarios. No obstante esto, también merecerían participar en los be­
neficios que resulten de la investigación. Una vez más, el caso del SIDA,
com o el de otras enfermedades, ilustra las situaciones en que algunas
comunidades que contribuyen en el proceso de investigación luego se
llegan a ver marginadas de los beneficios que ella permite porque care­
cen del dinero que piden los dueños de las patentes y derechos sobre
las medicinas.
72 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

Otros bienes sociales que son también muy sensibles a problem áti­
cas com o la salud, que queda apuntada, son la educación, la cultura, el
medio ambiente sano, la paz. Como puede verse, estos bienes conllevan
una llamada a la actuación ética de los profesionales de la comunica­
ción, los educadores, los creadores artísticos, los políticos, los empresa­
rios, entre otros.

3.6. Los A LC A N C E S DE LOS CÓ D IG O S DE ÉTICA

Los códigos de ética son instrumentos que com pilan en un solo lu­
gar un conjunto de normas de ética profesional. Insistimos en el térm i­
no “ético” porque lo más común es que tratemos con códigos de leyes,
que corresponden al campo del derecho y no al de la moral. Así que lo
prim ero que hay que tener presente es las deferencias, importantísimas,
entre el derecho y la moral. A manera de síntesis diremos que las dife­
rencias entre los dos derivan de la capacidad coactiva que se atribuye a
las normas jurídicas, la cual no está en las normas morales. Si no cum­
plimos con la ley, nos ponemos en situación de ser forzados a acatarla
por la autoridad política. En cambio, el no cumplir con las normas pu­
ramente morales no nos pone a disposición de esa misma autoridad,
porque com o sociedad no le reconocemos facultad de intervenir para
obligarnos a actuar. Consideramos que la autoridad moral está de algu­
na forma circunscrita a la conciencia moral, sea la propia individual o
alguna forma de conciencia moral supra-individual, com o ocurre con la
autoridad moral dentro de un grupo humano. Eso significa que las nor­
mas morales son de adhesión voluntaria.
Sin embargo, los códigos morales son instrumentos o artefactos po­
sitivos, son documentos redactados y publicados por alguien que tiene
alguna form a de autoridad (no política) que le hace competente en ese
campo y ante ciertas personas. Com o ejem plo podríamos poner el de
una creencia religiosa que conlleva una determinada manera de ver la
vida, con unas valoraciones particulares, de la cual pueden derivarse
ciertas reglas de actuación que son articuladas y expresadas por quie­
nes detentan la autoridad para tales efectos dentro de ese grupo. Los in­
tegrantes del grupo siguen o no esas normas voluntaria o libremente,
en cuanto desean form ar parte de esa congregación. Los castigos que
puedan derivarse de la violación de las normas de ese grupo particular
también serán aceptados voluntariamente, y de ninguna form a podrían
invadir los ámbitos propios de la autoridad política, que es el reino ju rí­
dico. Esto no quiere decir que sólo sea derecho lo que se expresa en
forma de leyes publicadas o positivas dentro de un sistema de derecho
escrito com o ocurre en M éxico y otros países. Puede haber otras fuen­
tes de derecho, com o la costumbre y la jurisprudencia, tal com o ocurre
TEMAS BÁSICOS D EL EJERCICIO PROFESIONAL • González / Hernández 73

en los países anglosajones. Pero en los dos casos la norma jurídica está
respaldada por el poder político. En cambio no lo está la norma moral,
considerada por sí misma.
Otra situación se da cuando hay una coincidencia entre normas m o­
rales y normas jurídicas. Hay bienes que son originariamente morales,
pero que son considerados tan importantes por la sociedad que, por así
decir, ella extiende su protección en form a de leyes que los respalden.
Robar, tratar con crueldad, herir o esclavizar a una persona son accio­
nes morales tan indeseables que las sociedades establecen leyes que las
proscriben.
¿Quién es una autoridad moral en un campo determinado? La res­
puesta casi depende del campo de acción. Hay ámbitos que están de
suyo muy formalizados y cuentan con procedimientos para decir quién
habla por el grupo. Una asociación profesional o un grem io pueden for­
mar comités de ética a los que se reconoce la autoridad y el encargo de
definir los criterios orientadores para todos los integrantes del grupo.
Lo mismo puede ocurrir con algunas iglesias, con las empresas priva­
das o con las escuelas. En cambio hay ámbitos en que tales procedi­
mientos no existen, aunque nos referimos a ellos incluso en las leyes,
com o pasa con la “moral dom inante” en una sociedad cosmopolita y
plural. En México, por ejemplo, hay disposiciones legales que se refie­
ren a que las conductas en espacios públicos no deben ser "contrarias a
la m oral”, com o si se tratara de algo suficientemente definido por el
sentido común. Cuando lo común es que esté muy poco definida.
Así que en este momento conviene reconocer que los códigos de éti­
ca son instrumentos convencionales establecidos por el interés de un
grupo en particular para orientar las acciones morales de sus integran­
tes en un determinado sentido, el cual es valorado com o el más desea­
ble en función de los bienes perseguidos y los valores que inspiran a ese
grupo. Son instrumentos positivos, o sea publicados por la autoridad
que en cada grupo está investida con la autoridad para hacerlo. Id eal­
mente contendrían criterios para orientar la acción más que para con­
trolarla (el control es más propio de la norma coercitiva, esto es jurídica).
Tales criterios serán siempre prácticos y adecuados a las situaciones
particulares de su propio campo de aplicación. De otro modo no serían
incorrectos, sino redundantes, pues de muy poco sirve una norma que
prescribe hacer el bien, en general, pero no ilustra lo particular, en qué
consiste hacer el bien para el ginecólogo en su consulta, para el aboga­
do que debe defender a un delincuente, para el ingeniero que debe
construir viviendas de interés social, para el investigador que debe sa­
crificar animales de laboratorio, y así en la infinidad de las situaciones
dilemáticas que pueden presentarse en el ejercicio de una profesión en
particular.
74 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UN A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

Los criterios contenidos en un código de ética deberían indicar los


mínimos exigibles al profesional, cuya violación sería signo de falta de
profesionalismo, de no ser digno de ostentar el nombre de la profesión.
Y también debería incluir otros criterios que expliciten los bienes y va­
lores que justifican y dignifican el oficio. Pongamos un ejem plo senci­
llo: el m édico no debe hacer daño al paciente con su intervención (sal­
vadas las condiciones que dijimos anteriormente). Esto es un criterio
mínimo exigible (principio de no maleficencia). Pero no vamos al m édi­
co nada más para que no nos haga daño, sino para que nos haga un
bien. Entonces habrá otro criterio que marque los bienes que debe per­
seguir la intervención del profesional, com o devolver la salud o evitar
la enfermedad pero del modo más económ ico o eficiente que sea posi­
ble, y eso requiere una actitud activa, una diligencia o interés por parte
del profesional para ayudar al sujeto de su intervención. ¿Cuáles son los
bienes y valores específicos de cada profesión que explican y justifican
su presencia en la sociedad? Los criterios de ética profesional tendrían
que explicar cóm o llevarlos a cabo de manera correcta.
Tomando en cuenta los tipos de colectividades que son más relevan­
tes para la práctica profesional en la vida contemporánea, proponemos
dos clases de códigos de ética. La primera la forman los códigos de éti­
ca profesional gremiales, aquellos destinados a un grupo homogéneo
porque comparte el mismo oficio. La segunda clase es la de los códigos
de ética corporativos, que están dirigidos a grupos humanos heterogé­
neos en su com posición profesional, pero unidos porque comparten la
pertenencia a una entidad colectiva, que constituye el ámbito y condi­
ción de realización del trabajo profesional.
Los códigos de ética profesionales se distinguen porque la autoridad
que puede promulgarlos se origina de la colegialidad entre los integran­
tes del gremio. Algunos de entre ellos tendrán la delegación, por cual­
quier sistema que convencionalmente se determine, para explicitar los
criterios de acción correcta. La adhesión a esos principios por parte del
profesional es voluntaria, y por ello la violación de los mismos no aca­
rrea, usualmente, más que sanciones morales, sociales o simbólicas,
com o ser excluido de la comunidad, perder su reconocimiento, despres­
tigiarse, perder el buen nombre o la estimación de sus compañeros, y
otras similares. ¿Son efectivas esas sanciones? Pueden llegar a serlo de
modo importante. Eso dependerá del grado de articulación del gremio,
de su capacidad para comunicarse internamente y hacia el exterior, y
para hacer conocidas y efectivas las sanciones. En determinados cam ­
pos bien articulados el quedar fuera del grupo puede ser determinante
para la práctica profesional del individuo, aunque no haya una acción
legal en su contra. Pero si el área no está articulada y no hay autoridad
que sirva com o referencia de la buena y la mala práctica, entonces es
TEMAS BÁSICOS DEL EJERCICIO PROFESIONAL • González / Hernández 75

posible que las acciones incorrectas pasen inadvertidas, o que el descré­


dito de la profesión sea tan generalizado que ni siquiera pueda distin­
guirse al buen profesional del malo, más que a posteriori (y para mala
fortuna del usuario).
El código de ética profesional tendría que ser particular, porque
responde a las situaciones frecuentes o importantes para una p rofe­
sión señalada. Por ejemplo, la figura del "conflicto de interés” (que se
da cuando una persona está dividida entre su interés personal y el de la
institución para la que trabaja), es muy relevante para quienes manejan
información valiosa o tienen capacidad de tom ar decisiones; la confi­
dencialidad es indispensable para quienes manejan inform ación deli­
cada (psicólogos, abogados, financieros, entre otros); la veracidad es
importantísima en el inform ador y el comunicador, así com o en los in­
vestigadores y académicos; la actualización se convierte en una obliga­
ción moral para quienes trabajan en campos de gran dinamismo en el
conocimiento que manejan, com o fiscalistas, médicos, abogados; el re­
conocer los límites de las competencias propias y no erigirse en autori­
dad en campos distintos del suyo es una obligación para todo aquel que
se constituye en figura pública, y así sucesivamente.
En cuanto a los códigos de ética corporativos, son códigos de ética
profesional porque se dirigen a orientar el trabajo de quienes forman
parte de una organización y en la medida que participan de su acción,
pero dejan de estar vinculados con las personas cuando ellas dejan de
formar parte de aquel cuerpo social. En las empresas, las organizacio­
nes civiles y las instituciones de gobierno existen autoridades formales
que tienen la capacidad de proponer códigos de ética para normar sus
acciones. Sin embargo, es frecuente que se confundan los alcances de
los códigos jurídicos y los morales, especialmente a la hora de estable­
cer sanciones y castigos.
Cuando el código del que se habla establece castigos, a los que serán
sujetos obligatoriamente quienes infrinjan las normas, y cuando no se
apela a la adopción voluntaria a tales normas por parte de aquellos a
quienes estas normas se dirigen, entonces estamos más cerca de la na­
turaleza coercitiva de la norma jurídica que de la intención orientadora
de la norma moral. N o obstante, no se trata propiamente de norma ju ­
rídica, en cuanto no sea el poder político el que la establezca ni se use
su fuerza para hacerla valer. Entonces sería más propio hablar de códi­
gos de conducta, porque sólo importaría que las personas hagan ciertas
cosas, sin preocuparnos de que lo hagan com o resultado de su convic­
ción acerca de la norma. Desde luego que una empresa puede hacer
eso. Es decir, puede establecer códigos de conducta e imponerlos por
su propia autoridad en cuanto empleador, siempre y cuando no sean
contradictorios con las normas jurídicas, que son de jerarquía superior
76 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

(en caso de contradicción, la norma privada es inválida). Pero no puede


equipararlas a norma jurídica. La corporación queda obligada al cum­
plimiento de sus propias normas por una obligación moral, porque li­
bremente adoptó tales normas, y algo equivalente a su “conciencia m o­
ral” le reprocharía en caso de violación de sus propios principios. Pero
no puede utilizar esas normas para eximirse del cumplimiento de sus
obligaciones contractuales y laborales conform e a la ley.
Tener com o propios una serie de principios libremente aceptados
puede acarrear unos costos que son aceptados junto a los principios.
Muchas empresas hacen un discurso hacia el público porque les gusta
disfrutar de una buena imagen, pero son inconsistentes cuando esos
principios requieren pagar un costo para ser consistentes. Por ejemplo,
en relación con el cuidado del medio ambiente. Si una empresa declara
al público que su código de ética incluye el cuidado del medio ambien­
te, pero las acciones de tal cuidado no se llevan a cabo porque merman
las ganancias, lo menos que se puede decir es que la acción es ética­
mente inconsistente.
La confusión está más a la mano cuando se trata de códigos de con­
ducta establecidos en las instituciones de gobierno, porque la actuación
de éstas se regula de manera muy estricta por un marco jurídico, que
indica lo que pueden y lo que no pueden hacer. Ese marco jurídico si­
gue un proceso legislativo com plejo en el que participan representantes
electos, todo lo cual no tiene parangón en las instituciones privadas.
Por otra parte, las iniciativas recientes para establecer códigos de con­
ducta en el gobierno federal mexicano no han pasado por ese procedi­
miento, porque no se trata de legislación. Así que su fuerza vinculante
es ambigua, se enumeran principios muy generales que difícilm ente son
guías prácticas para la acción del servidor público (ver el Código de éti­
ca de los servidores públicos difundido por la Secretaría de la Función
Pública).
¿Qué principios mínimos debería incluir un código de ética para las
organizaciones privadas? En la literatura sobre ética empresarial se
pueden encontrar muchas referencias sobre ese asunto. M. Schwartz
( “Un código de ética para los códigos de ética de las empresas”) propu­
so una serie de contenidos mínimos comunes para cualquier código de
ética corporativo. De manera resumida, pero no limitativa, las acciones
de la corporación deben perseguir:
1. Confiabilidad, com o resultado de la honradez, la integridad y la
lealtad de las acciones.
2. Respeto, fundamentalmente de los derechos de las personas, y re­
feridos a los derechos humanos y laborales.
3. Responsabilidad, regula la conducta en relación con promesas y
expectativas. M aterializado en la existencia de sistemas de rendición de
TEMAS BÁSICOS D EL EJERCICIO PROFESIONAL • González / Hernández 77

cuentas para y frente a las personas y los diversos públicos relaciona­


dos con la empresa.
4. Equidad, entendida com o corrección y justicia de las acciones,
observando los procesos debidos y la imparcialidad respecto de todos
los involucrados.
5. Cuidado, o preocupación para hacerse cargo del bien de las per­
sonas, para llevar la acción ética más allá de los límites del mínimo
cumplimiento de las disposiciones de la justicia estricta y la evitación
del daño.
6. Ciudadanía, que com o mínimo implica la obediencia a la ley y el
respeto del entorno, incluido el medio ambiente.

Éstos son principios de largo alcance que pueden llevarse a aplica­


ciones concretas de la actividad de las empresas, incluso podrían im-
plementarse otros. Lo que haría interesarnos más es qué tan eficaces
son esos códigos com o instrumentos para influir en la actuación de las
personas. Existen varios estudios em píricos que demuestran que los có­
digos de ética, sin importar cuál sea su propuesta normativa, son inca­
paces de m odificar por sí mismos las conductas de los individuos.7 Sin
embargo, el código puede influir en las conductas cuando form a parte
de un entorno de reforzam iento de la conducta óptima. Esos entornos
están compuestos por varios factores distintos, com o la existencia de
mecanismos efectivos de asignación de responsabilidades y rendición
de cuentas que son consistentes con los principios normativos; la pre­
sencia de sistemas de socialización en donde los individuos incorporan
las costumbres, usos, prácticas y criterios prácticos de acción; la in­
fluencia que los principios normativos tienen en la toma de decisiones
por parte de los directivos; la consistencia entre los principios defendi­
dos por el código y los sistemas de asignación de premios y reconoci­
mientos dentro de la organización, y otros de carácter cultural y estruc­
tural que podemos denominar, provisionalmente, "estructura ética”.8
Desde un punto de vista "pedagógico” existen observaciones prácticas
que pueden ayudar a quien esté interesado en respaldar la eficacia de
un código corporativo, relacionadas con el proceso de su elaboración.
Por ejemplo, está visto que la participación en su hechura por parte de

7 Einar Mam burg, “The behavioural effects of corporate ethical codes: empirical fin-
dings and discussion’ , en Business Ethics, vol. 9, núm. 3, 2002.
8 La idea fue presentada para el servicio público como "infraestructura ética” por la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. La ética en el servicio pú­
blico. Madrid, 1995. Una adaptación a otro tipo de organizaciones en A. Hernández,
"Estructura ética y cultura organizacional: ¿formalización o compromiso?”, en Alejandro
Monsiváis, Políticas de transparencia: ciudadanía y rendición de cuentas. México, IFAI,
2005.
78 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

todos los afectados por el código, facilita el sentido de com prom iso que
pueden sentir respecto a él. Un cód igo impuesto difícilm ente será
adoptado por los individuos. Comunicar el código es otra actividad im ­
portante, aunque insuficiente. La comunicación debería entenderse bi-
direccionalmente, no sólo com o inform ación unidireccional. Es conve­
niente que el código tenga una persona, moral o física, que se haga
cargo de su seguimiento, actualización y promoción. Asimismo, apren­
der a usar e interpretar los principios de un código, requiere una activi­
dad de estudio o formativa. Incorporar principios éticos a la propia
vida necesita convencimiento, no puede imponerse por la fuerza. Sí es
posible m odificar las conductas por la fuerza, pero eso no es el camino
de la ética. El camino ético es el de la educación, la formación, la con­
vicción y la autonomía. Así llegamos al umbral de nuevos temas: ¿cómo
se puede m ejorar el desempeño ético de las empresas más allá del dis­
curso?, ¿cómo se puede form ar éticamente al adulto?

B IB L IO G R A F ÍA R E C O M E N D A D A

S u á r e z , Juan Carlos, Principios de ética profesional. M adrid, Tecnos, 2001.


H e r n á n d e z b a q u e ir o , Alberto, coord., Ética actual y profesional. Lecturas para
la convivencia global en el siglo xxi. M éxico, Thom son, 2006.
E t x e b e r r í a , Xabier, Temas básicos de ética. Bilbao, Desclée de B row er, 2005.
C a p ít u l o 4

E L M A R C O L E G A L D E L E J E R C IC IO
D E L A S P R O F E S IO N E S

Ju a n R a m í r e z M a r ín

4 .1. L a s PR O F ESIO N E S: MARCO LE G A L IN T E R N A C IO N A L

En un mundo cada día más interconectado, destaca la necesidad de


prom over e intensificar las relaciones entre profesionales, académicos e
instancias acreditadoras de los diferentes países, ya que en el contexto
de una economía global y en el marco de tratados de apertura com er­
cial, la educación superior y el ejercicio de las profesiones tendrán tam­
bién a una globalización creciente.
En una econom ía global existe la necesidad inminente de implemen-
tar estrategias para garantizar la calidad de los programas y de las ins­
tituciones educativas, el uso eficiente de recursos limitados en la educa­
ción superior, precisar los requisitos y estándares de calidad aceptables
por instituciones de diferentes países, necesarios para garantizar la m o­
vilidad de estudiantes, académicos y profesionales.
A nivel internacional el panorama actual es, a grandes rasgos el si­
guiente:

4 .1 .1 . Unión Europea

El Consejo Europeo de Profesiones Liberales (C E P L IS ),1 con sede en


Bruselas, es la única asociación interprofesional que representa a las

1 Habitualmente las profesiones liberales son aquellas en las que el trabajador no es


un empleado de un patrón o una empresa, sino que entabla una relación civil-mercantil
de servicio profesional directamente con su cliente. Es el caso de algunos médicos, aboga­
dos, asesores, ingenieros, arquitectos, psicólogos, odontólogos, etc. Por sus servicios co­
bran honorarios profesionales, no salarios. En México no están sujetos a la Ley Federal
del Trabajo, sino al Código Civil.
El concepto de arte liberal, heredado de la antigüedad clásica, hace referencia a su
cultivo por “hombres libres” en oposición a las “artes serviles". El térm ino artes liberales
designaba los estudios que tenían com o propósito ofrecer conocim ientos generales y des­

79
80 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

profesionales liberales en el ámbito de la Unión Europea. El C E P LIS for­


ma parte del Comité Económ ico y Social Europeo ( c e s e ) y mantiene
contactos con la Comisión Europea, el Parlamento y el Consejo. El CE-
P U S está registrado com o una organización internacional no guberna­
mental, sin ánimo de lucro, bajo los parámetros de la ley belga. Sus
miembros son las asociaciones europeas que representan a una profe­
sión ante las instituciones de la UE y aquellas asociaciones nacionales
que agrupan a las profesiones liberales en el ámbito de los estados
miembros, com o es el caso de Unión Profesional, institución que repre­
senta a las profesiones colegiadas españolas.
Entre los países de la UE, España, por ejemplo, no tendrá un real de­
creto de transposición de la directiva de reconocim iento de cualificacio-
nes hasta entrado el año 2008 a pesar de que el plazo venció el pasado
20 de octubre de 2007. De hecho, de los 27 países integrantes de la UE
tan solo Dinamarca y Suecia han realizado la transposición completa.
Esto supone un freno desde el punto de vista de la movilidad de los pro­
fesionales europeos (estimado en 20 millones) y de los consumidores,
com o destinatarios últimos de la prestación de servicios.
El retraso se debe, más que a razones políticas, com o las que obsta­
culizaron la directiva Bolkestein (directiva de Servicios en el M ercado
Interior), a la propia com plejidad del proceso, “lento y oneroso”, sobre
todo si se tiene en cuenta la heterogénea estructura de los países euro­
peos (com o ejem plo está Alemania, con su estructura de laenders).
De acuerdo con el procedim iento establecido, la Comisión Europea

trezas intelectuales, para educar a las élites. Boecio, el "último romano, el primer escolás­
tico", en un intento por transmitir la civilización clásica, permaneció en el reino de los
ostrogodos para enseñarles los rudimentos del quadrivium. Las siete artes liberales que se
enseñaban en la antigüedad comprendían dos grupos de estudios: el trivium y el quadri­
vium.
El trivium, (lat. “tres vías o caminos”) agrupaba las disciplinas literarias (relacionadas
con la elocuencia): Gramática (lengua) lengua, la ciencia del uso correcto de la lengua,
ayuda a hablar; Dialéctica, la ciencia del pensamiento correcto, ayuda a buscar la verdad;
Retórica, la ciencia de la expresión, enseña a “colorear” las palabras.
El quadrivium (lat. “cuatro caminos”), agrupaba las disciplinas científicas: Aritmética,
enseña a hacer números; geometría, enseña a calcular; astronomía, enseña a cultivar el
estudio de los astros; música, enseña a producir notas.
En la Edad Media, las artes liberales conformaban la parte central del currículo de
las universidades. , consejero intelectual de Carlomagno, las adoptó como base de la re­
forma escolar durante el periodo del Renacimiento carolingio. Del siglo vi en adelante, el
sistema medieval de estudios académicos corresponderá con el esquema doble del trivium
y quadrivium, que se conoce a veces como “educación clásica", y que llega hasta los siglos
Xll y x ii i. Con la aparición de las Humanidades y la Ciencia en la Ilustración, el significa­
do de “artes liberales" se extendió hasta abarcar ambas. Actualmente, el concepto, utiliza­
do más extensamente como profesiones liberales comprende el ejercicio profesional que
requiere formación universitaria.
EL MARCO LEGAL D EL EJERCICIO DE LAS P ROFESIO NES • Ramírez M arín 81

abrirá expedientes de infracción para los estados que bien no han trans­
puesto la directiva o que no lo han hecho completamente, com o es el
caso español.
Desde el punto de vista migratorio, el problema principal de este re­
traso es que un profesional legalmente establecido en su país ( u e ) pue­
de prestar servicios en otro estado miembro sin ningún otro requisito.
No obstante, para poder asumir las exigencias que marca la directiva
habría de haber com pletado el proceso de transposición (artículo 9).2
Respecto a las plataformas comunes (artículo 15), opción prevista
por la directiva para compensar, en form a de criterios de cualificacio-
nes, las diferencias entre los requisitos de form ación existentes en los
distintos estados miembros en relación con una profesión determinada,
se trata sólo de una opción que presenta la Comisión Europea y com o
tal, solo habrá de recurrirse a ella en caso de necesidad. De alguna for­
ma, la opción de las “plataformas comunes" sería una ampliación a es­
cala comunitaria de la facultad autorreguladora de las profesiones.
En España, por ejemplo, los Colegios Profesionales son organizacio­
nes previstas en el artículo 36 de la Constitución, dentro de la sección
2a De los derechos y los deberes de los ciudadanos frente al derecho de
asociación que viene recogido en el artículo 22 de la Constitución y que
se ubica dentro de la sección I a De los derechos fundamentales y de las
libertades públicas. La propia ubicación de ambos derechos en la Cons­
titución define las características que van a distinguir un tipo de organi­
zación de otra. En la creación de un colegio profesional, además, inter­
vienen los parlamentos estatales o autonómicos, según el colegio del
que se trate. De ahí que la fuerza legal que crea y sustenta un colegio
profesional sea sólida y requiera de una serie de mecanismos garantes
del derecho y del cumplimiento del deber que todo profesional, en tanto
que tal, adquiere. Además, los colegios profesionales tienen un mandato
legal que les convierten en instituciones semipúblicas (por delegación
del Estado) o semiprivadas.
Funciones de los Consejos Generales y Superiores. Siguiendo el
ejemplo de España, los Consejos Generales y Superiores y los Colegios
de ámbito nacional ordenan el ejercicio de las profesiones. Ambas es­
tructuras, junto a los Colegios territoriales, representan en exclusiva a
las profesiones liberales y defienden los intereses profesionales de los
colegiados, todo ello sin perjuicio de la com petencia de la Administra­
ción Pública por razón de la relación funcionarial y de las específicas
de la Organización Sindical en materia de relaciones laborales. Desde
ese punto de vista, los Colegios Profesionales vertebran económica, so­

2 Los estados miembros deben identificar en su legislación las profesiones colegiadas.


82 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

cial e intelectualmente y desarrollan una importante función social en


tanto que hilos conductores de los derechos fundamentales.
Los Colegios Profesionales españoles son instituciones de derecho
público, amparadas por la Ley y reconocidas por el Estado, con perso­
nalidad jurídica propia (Ley 2/1974, de 13 de febrero) y plena capaci­
dad para el cumplimiento de sus fines.
El mapa de Colegios Profesionales es muy variado. Pero básicamen­
te encontramos Colegios Profesionales Nacionales (con sus delegacio­
nes territoriales) y Colegios Profesionales territoriales que se aglutinan,
a su vez, en Consejos Autonómicos (por Comunidades Autónomas) y
Consejos Generales y Superiores (a escala nacional), que son los que se
integran en la estructura de Unión Profesional.
La Unión Profesional (up) fue creada en 1980 para la defensa de los
intereses comunes de las profesiones y la consecución coordinada de
las funciones de interés social. Desde su inicio ha sido interlocutor y
foro de debate, opinión y discusión de todas las cuestiones relacionadas
con los colegios profesionales y sus estructuras así com o del ejercicio
de las profesiones. Las principales líneas de actuación de UP se orientan
hacia:
• Cultivar y arraigar el concepto de "profesión”.
• La función social (participando de aquellos asuntos que resultan
de interés y preocupación social, desde la independencia y la
multidisciplinariedad).
• Procurar un marco legal en el que las profesiones y los Consejos y
Colegios puedan desenvolverse con eficacia.
• La protección de unos mínimos de calidad en el ejercicio profesio­
nal (com o protección del profesional, y del consumidor, paciente o
usuario del servicio).
• Deontología.
• Formación.

La UP es entonces la asociación que representa a las profesiones co­


legiadas españolas. Está integrada por 40 Consejos Generales y Supe­
riores de Colegios Profesionales y Colegios Profesional de ámbito esta­
tal, que aglutinan a más de 1000 colegios profesionales y cerca de
millón y medio de profesionales colegiados en todo el país. Por su es­
tructura tiene un carácter interdisciplinar. Es fruto del com prom iso de
las profesiones con el impulso y defensa de la cultura y los valores pro­
fesionales en la sociedad; es un eje de vertebración intelectual, econó­
mica y social de prim er orden. La UP tiene más de 30 profesiones afilia­
das, entre ellas: abogados, actuarios, arquitectos, trabajadores sociales,
economistas, filósofos, enfermeros, fisioterapeutas, geólogos, ingenie­
ros en diversas especialidades, psicólogos, notarios públicos, médicos,
odontólogos, químicos y veterinarios.
EL MARCO LEGAL DEL EJERCICIO DE LAS P R OF ESIONE S • Ramírez M arín 83

En el ámbito nacional la UP, com o puerta de acceso a las diferentes


profesiones colegiadas españolas, lleva a cabo una intensa labor de in­
terlocución con los principales agentes políticos, económ icos y del país.
Realiza, además, el seguimiento y análisis de la normativa y políticas
autonómicas, nacionales, comunitarias e internacionales que afectan
al conjunto de las profesiones y, desde ellas, a la sociedad. Es pues, una
plataforma que trabaja desde su interdisciplinariedad en el interés
general.
En este sentido, la UP ha apostado por la comunicación com o eje de
sus actividades. Un ejem plo es la revista , medio de comunicación que
se ha configurado com o un espacio de referencia, debate y reflexión de
la sociedad civil organizada. Además, desde abril de 2006, está en em i­
sión de radio y TV en Internet, que nació para ser un medio de com uni­
cación al servicio de las profesiones y de la sociedad. Es un referente
informativo y form ativo para las profesiones colegiadas españolas.
Canal Profesiones irrumpió en un nicho importante: la com unica­
ción audiovisual y lo hizo en Internet, rom piendo así las barreras del
tiempo y el espacio de los medios tradicionales y enriqueciendo sus
emisiones a través de documentación, enlaces y fotografías que ofrecen
toda la inform ación en sus diferentes soportes (no sólo audiovisual, sino
también escrito).
La program ación del canal, con un enfoque multidisciplinar y de in­
terés general, se apoya en tres ejes: información, análisis y debate, y
formación, y está integrada por informativos en radio, entrevistas en
profundidad a personalidades del entorno colegial, debates y coloquios
en televisión y programas especiales.
En el ámbito internacional, la Unión Profesional lleva a cabo una in­
tensa labor de de las profesiones liberales españolas y de m ovilización
de sus recursos hacia una articulación global de las profesiones libera­
les, que sirva de am ortiguador de las situaciones adversas que caracte­
rizan el periodo que vivimos.
La UP forma parte del aparato ejecutivo del Consejo Europeo de
Profesiones Liberales (CEPLIS), y ocupa la vicepresidencia de la Unión
Mundial de Profesiones Liberales (UM PL), que ostenta el estatus de órga­
no consultivo de la ONU, que incluso ha llevado a cabo diferentes gestio­
nes en el proceso de paz árabe-israelí.
Adscripción obligatoria a los colegios profesionales. Según recoge,
por ejemplo, la legislación española (artículo 3.2. de la Ley de Colegios
Profesionales) es "requisito indispensable para el ejercicio de las profe­
siones colegiadas hallarse incorporado al Colegio correspondiente”.
Cuando una profesión se organiza por Colegios Territoriales, bastará la
incorporación a uno de ellos, que será el del dom icilio profesional úni­
co o principal, para ejercer en todo el territorio del Estado. Esa obliga­
84 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

toriedad se justifica en el origen Constitucional de la regulación de los


Colegios Profesionales. La ubicación que el legislador da a la existencia
de los Colegios Profesionales plantea una doble realidad: de un lado, se
trata de un derecho del profesional (y por extensión de la sociedad en
su conjunto) y, de otro, un deber del profesional (con la mira puesta en la
protección del ciudadano), por cuanto el ejercicio de una profesión es
una actividad dotada de trascendencia social e interés general, lo que
implica que esté sujeta a mínimos controles gubernamentales.
"Diferencia entre Colegios Profesionales y sindicatos” . El derecho a
sindicarse es, al igual que el derecho de asociación, un derecho que vie­
ne recogido en la sección I a de la Constitución española y que se justifi­
ca en la libertad de pertenencia. Las funciones de los sindicatos están
vinculadas al ámbito laboral, frontera de la actuación de los colegios
profesionales.

4.1.2. América del Norte

Cabe recordar que el Tratado Trilateral de Libre Com ercio entre Ca­
nadá, EUA y M éxico (T L C A N ) contiene dos capítulos relacionados con los
servicios profesionales: el XII "com ercio transfronterizo de servicios" y
el xvi “entrada temporal de personas de negocios”. Se negoció que a los
proveedores de servicios profesionales de cualquiera de los tres países
de dicho Tratado “se les otorgue trato nacional y de nación más favore­
cida y que se procure elim inar gradualmente las restricciones cuantita­
tivas que cada país, estado o provincia establezcan, facilitando la m ovi­
lidad profesional” .
También el artículo 1210 del Tratado obliga a cada uno de los tres
países a que en un plazo de dos años, elimine todo requisito de nacio­
nalidad o residencia permanente, presentado en un listado, que mantu­
viera para el otorgam iento de licencias o certificados a prestadores de
servicios de los otros dos países. (Este plazo venció el 1 de enero de
1996, pero no ha habido avances sustanciales).3
De esta manera, para que un profesionista preste sus servicios en
cualquiera de los países firmantes del TLC, debería bastar con que el
país donde ejercerá le otorgue una licencia o permiso, lo que requiere
del reconocim iento de sus títulos profesionales (lo que se encuentra en
proceso de acuerdo). Recuérdese que hasta ahora sólo se han otorgado
licencias temporales de ejercicio trinacional en arquitectura e ingenie­
ría civil, y no ha sido sencillo que todas las profesiones en negociación

3 Véase Javier Mendoza Rojas, “Las profesiones en México ante el tic a dos años de
su vigencia”, en Revista U2000, Crónica de la Educación Superior, p.10, año vi, núm. 149.
México, 27 de noviembre.
EL MARCO LEGAL D EL EJERCICIO DE LAS P RO FESIONES • Ramírez M arín 85

trinacional cumplan todos los requisitos que establece el anexo 1210.5


del Tratado en lo referente al conocim iento de las leyes, idioma y geo­
grafía local, así com o la protección del consumidor (usuario) del servi­
cio profesional. En el caso de México, la SEP a través de la DG P prosigue
sus tareas de actualización de los mecanismos que regulan el ejercicio
profesional en México, según se desprende de las discusiones de la Reu­
nión Nacional sobre regulación de las Profesiones, celebrada a fines de
noviembre de 1995 y reuniones posteriores de la misma temática.
La integración económ ica plantea desafíos que requieren una mayor
cooperación entre las instituciones de educación superior (I E S ) de los
países socios. Por ejemplo, la necesidad de un conocim iento más pro­
fundo de los otros países sobre aspectos claves para el ejercicio profe­
sional transfronterizo, com o la cultura, el idioma, la idiosincrasia, el
marco legal, etcétera, genera la necesidad de un mayor intercambio de
información, alumnos y recursos humanos, así como de programas de es­
tudio conjuntos que formen profesionales capaces de desempeñarse in­
distintamente a lo largo de toda la región. También se deberán incre­
mentar, en forma creciente, los aspectos y problemas de interés común.
En ese sentido, es deseable avanzar en la sistematización del intercam­
bio de inform ación entre las IES y fortalecer la colaboración interinsti­
tucional en todos sus niveles.
Si bien se sostiene la conveniencia de hom ogenizar la calidad de las
IES, de los programas ofrecidos y del sistema de acreditación para faci­
litar la movilidad de profesionistas, esto no será posible si no se redu­
cen las brechas existentes entre los Sistemas de Educación Superior
(S E S ). Se deben dar pasos firmes implementando programas multina­
cionales de formación de recursos humanos, asesoría y apoyo financie­
ro para dinam izar el desarrollo educativo donde existan rezagos, fo­
mentando los proyectos académicos y de investigación conjuntos,
fortaleciendo la comunicación entre las comisiones y asociaciones pro­
fesionales encargadas de tratar los problemas relacionados con la eva­
luación y la acreditación.4
Un tópico importante es la racionalización de los siempre escasos
recursos de la región, com partiendo su uso, sobre todo en el caso de los
posgrados, donde la conform ación de una infraestructura física y hu­
mana de calidad resulta altamente costosa. Una posibilidad es estable­
cer acuerdos que permitan el aprovechamiento multinacional de los
programas de excelencia con que cada país cuenta, destinando un por­
centaje determinado de la matrícula a alumnos provenientes de países

4 Muchos de estos aspectos están contenidos en la Red AN U IE S -A C E puesta en mar­


cha en julio de 1996, en San Luis Potosí.
86 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

socios. Este tipo de alternativas son especialmente significativas para


México, pues sus permanentes restricciones financieras le impiden des­
tinar recursos suficientes para la creación de todos los programas de
posgrado de alto nivel académico que requiere. El objetivo de este tipo
de estrategias es evitar una duplicidad de esfuerzos y una asignación
ineficiente de recursos regionales, fomentando la especialización nacio­
nal. Su efectividad depende de la capacidad para establecer parámetros
comunes de calidad y organismos multinacionales de evaluación que
dictaminen sobre los programas e instituciones interesados en ingresar
a este tipo de intercambios.
En el caso de Norteam érica ( t l c a n ), los esfuerzos de colaboración
trilateral tienen antecedentes en las reuniones de Washington (febrero
de 1992), Ottawa (m arzo de 1992) y en los acuerdos de Wingspread
(reunión trinacional en Racine, Wisconsin en septiembre de 1992) en
donde se acordaron principios para desarrollar una “dimensión nortea­
mericana de educación superior”. En esta misma reunión (W ingspread)
se establecieron las bases para prom over el intercambio de inform ación
y la colaboración interinstitucional, facilitar la m ovilidad de estudiantes
y personal académico, y elevar la calidad de la educación superior.
Posteriormente, en 1993 se suscribió la declaración de Vancouver,
donde se establecen, entre otras recomendaciones: constituir una red
norteamericana de educación a distancia e investigación; establecer un
mecanismo trilateral educación-empresa para examinar aspectos rela­
cionados con las carreras profesionales, la movilidad de profesionales,
el intercambio y la certificación de habilidades; crear una base electró­
nica de inform ación en cada uno de los tres países para atender a la co­
munidad académica, gobierno, empresas y fundaciones; impulsar un
program a de apoyo al intercambio trilateral, la investigación y el entre­
namiento a estudiantes; crear una universidad regional para acreditar
cursos realizados en los tres países y am pliar el apoyo a proyectos trila-
terales de investigación y a redes de investigación regionales.
A partir de estos acuerdos, los convenios de colaboración se han in­
crementado de manera importante. En un estudio realizado por la
ANUIES en 1993, se encontró que 30 IES mexicanas reportan actividades
de cooperación con sus similares de Estados Unidos y Canadá; igual­
mente se encontró que de 1368 acuerdos internacionales establecidos
por IES nacionales, el 36.3% era con Estados Unidos y sólo el 5.4% con
Canadá. Según el mismo estudio los tipos de acuerdos predominantes
con Estados Unidos son, en orden de importancia, los de intercambio
de profesores, intercambio de investigadores y proyectos conjuntos de
investigación. En el caso de Canadá predominan también los intercam­
bios humanos, aunque especialmente los de estudiantes y en menor m e­
dida los proyectos conjuntos de investigación y de publicación de resul­
EL MARCO LEGAL DEL EJERCICIO DE LAS PROFESIONES • Ramírez M arín 87

tados de éstas. Por el grado de avance de los convenios se concluyó que


la mayoría eran de implem entación reciente, lo cual demuestra que el
interés por este tipo de actividades ha estado estrechamente asociado a
la firma del TLCN y al proceso previo.
En materia de servicios profesionales y movilidad regional, cada
país está fortaleciendo sus sistemas de evaluación institucional y acredi­
tación para elevar la calidad de sus IES; en el caso de EUA y Canadá, se
trata de esfuerzos para fortalecer sistemas consolidados, mientras que
en M éxico es una preocupación reciente que em erge a partir de la insti-
tucionalización de la zona trinacional de libre com ercio. A nivel regio­
nal existen discusiones en las asociaciones civiles y en las de profesio­
nales para conform ar un sistema de acreditación común para los tres
países que deberá llevarse al seno de las comisiones negociadoras del
TLCAN. Por último, la cooperación regional tendrá que fortalecerse para
m ejorar los recursos regionales y disminuir las diferencias de los tres
sistemas educativos que obstaculizan la agilización internacional de los
flujos de profesionistas.
Todo ello no ha sido sin em bargo suficiente, para que a la fecha, 14
años después de la entada en vigor del TLC, haya todavía movilidad de
profesionistas entre los tres países. Por ello es indispensable profundi­
zar en todas esas acciones y programas e iniciar otros nuevos que per­
mitan esa movilidad de profesionales a la mayor brevedad posible.

4 .1 .3 . Unión M undial de Profesiones Liberales

Finalmente, en el ámbito internacional, tenemos a la Unión Mundial


de Profesiones Liberales ( u m p l ), con sede en París, que es una organi­
zación Internacional no Gubernamental. Tiene por objeto prom over por
el mundo el m ejor conocim iento y el mayor desarrollo de las profesio­
nes liberales; representarlas a nivel internacional, especialmente ante
las Organizaciones Intergubernamentales; establecer y mantener rela­
ciones permanentes con la Comunidad Internacional, a fin de desarro­
llar acciones profesionales, en vista del interés superior de una prom o­
ción de los derechos del Hom bre y de la condición humana en la
sociedad moderna; ser el enlace entre los organismos profesionales del
mundo para favorecer los intercambios de informaciones y la ayuda
mutua en los dominios comunes. La u m p l tiene el estatus de órgano
consultivo de la O N U .

4.2. M a r c o l e g a l d e las p r o f e s io n e s e n M é x ic o

Según algunos tratadistas, entre los derechos humanos se incluyen


aquellos de participación en la econom ía es decir, los que permiten que
los sujetos puedan formar parte y actuar dentro del sistema social que
88 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

les asegure la provisión de bienes y servicios necesarios para su subsis­


tencia y realización.
Entre ellos están la libertad de industria, com ercio y trabajo siendo
lícitos (artículo 5o constitucional); prohibición de privar a alguien de su
salario, excepto por resolución judicial (artículo 5o); derecho a la pro­
piedad (artículo 27); libre concurrencia y libre com petencia en los m er­
cados (artículo 28).5
Para otros estudiosos, el artículo 5o y el 123 forman parte de las ga­
rantías sociales, que establecen la libertad y el derecho al trabajo.
El artículo 5o, que forma parte del capítulo de garantías individuales
consagradas por nuestra Carta Magna señala textualmente:

A ninguna persona podrá im pedirse que se dedique a la profesión, industria,


com ercio o trabajo que le acom ode, siendo lícitos. El ejercicio de esta lib er­
tad sólo podrá vedarse p or determ inación judicial, cuando se ataquen los
derechos de tercero, o p or resolución gubernativa, dictada en los térm inos
que marque la ley, cuando se ofendan los derechos de la sociedad. N adie
puede ser privado del producto de su trabajo, sino por resolución judicial.
La ley determ inará en cada Estado, cuáles son las profesiones que necesitan
título para su ejercicio, las condiciones que deban llenarse para obtenerlo y
las autoridades que han de expedirlo. N ad ie podrá ser obligado a prestar
trabajos personales sin la justa retribución y sin su pleno consentim iento,
salvo el trabajo impuesto com o pena p or la autoridad judicial, el cual se
ajustará a lo dispuesto en las fracciones I y II del artículo 123.
En cuanto a los servicios públicos, sólo podrán ser obligatorios, en los
térm inos que establezcan las leyes respectivas, el de las armas y los jurados,
así com o el desem peño de los cargos concejiles y los de elección popular,
directa o indirecta. Las funciones electorales y censales tendrán carácter
obligatorio y gratuito, pero serán retribuidas aquellas que se realicen p rofe­
sionalm ente en los térm inos de esta Constitución y las leyes correspondien­
tes. Los servicios profesionales de índole social serán obligatorios y retribui­
dos en los térm inos de la ley y con las excepciones que ésta señale.
El Estado no puede p erm itir que se lleve a efecto ningún contrato, pacto
o convenio que tenga p or objeto el m enoscabo, la pérdida o el irrevocable
sacrificio de la libertad de la persona por cualquier causa.
Tam poco puede adm itirse convenio en que la persona pacte su proscrip­
ción o destierro, o en que renuncie tem poral o perm anentem ente a ejercer
determ inada profesión, industria o com ercio.
El contrato de trabajo sólo obligará a prestar el servicio convenido por
el tiem po que fije la ley, sin poder exceder de un año en perjuicio del traba­
jador, y no podrá extenderse, en ningún caso, a la renuncia, pérdida o m e­
noscabo de cualquiera de los derechos políticos o civiles.

5 José Gam as T., Derecho Constitucional Mexicano. M éxico, Porrúa/UNAM, 2001,


p. 1118.
EL MARCO LEGAL D EL EJERCICIO DE LAS P R OF ESIONE S • Ramírez M arín 89

La falta de cum plim iento de dicho contrato, p o r lo que respecta al traba­


jador, sqIo obligará a éste a la correspondiente responsabilidad civil, sin que
en ningún caso pueda hacerse coacción sobre su persona.

Ése es el marco normativo constitucional del ejercicio profesional y


laboral en nuestro país. Adicionalmente el artículo 123 regula las rela­
ciones obrero-patronales, pero éstas son generales y aquellos profesio­
nistas que trabajan bajo las órdenes de un patrón están incluidos en
esta legislación.

4.3. R e s p o n s a b i l i d a d e s c iv il e s y p e n a l e s

La responsabilidad civil consiste en la obligación que recae sobre


una persona de reparar el daño que ha causado a otro, sea en naturale­
za o bien por un equivalente monetario, (normalm ente mediante el
pago de una indemnización de daños y perjuicios).
La responsabilidad civil puede ser contractual o extracontractual.
Cuando la norma jurídica violada es una ley (en sentido am plio), habla­
mos de responsabilidad extracontractual, la cual, a su vez, puede ser
delictual o penal (si el daño causado fue debido a una acción tipificada
com o delito), o cuasi-delictual o no dolosa (si el perjuicio se originó en
una falta involuntaria). Cuando la norma jurídica transgredida es una
obligación establecida en una declaración de voluntad particular (con­
trato, oferta unilateral, etcétera), hablamos, entonces, de responsabili­
dad contractual (derivada de un contrato, de un acto voluntario).
Las obligaciones se clasifican habitualmente com o de medios y de
resultados, y esto tiene una gran importancia a la hora de determ inar la
responsabilidad civil contractual. El incumplimiento, que es uno de los
requisitos básicos para que la responsabilidad se produzca, dependerá
de la clase de obligación de que se trate.
Cuando una norma o un contrato obligan a una persona a alguna
cosa determinada, sea ésta una acción o una abstención (hacer o no ha­
cer algo), esta obligación es considerada de resultado. Tal es el caso,
por ejemplo, de un transportista que se obliga a llevar determinada
mercancía a un destino en particular. Aquí la responsabilidad es prácti­
camente automática, pues la víctim a sólo debe probar que el resultado
no ha sido alcanzado, no pudiendo entonces el demandado escapar a
dicha responsabilidad, excepto si puede probar que el incumplimiento
proviene de una causa ajena — por ejemplo, que se debe a un caso for­
tuito o de fuerza mayor.
Por otra parte, en aquellos casos en que una norma o un contrato
sólo obligan al deudor a actuar con prudencia y diligencia, la obliga­
ción es considerada de medios. Este es el caso de la obligación que tie­
90 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

ne un médico respecto a su paciente: no tiene la obligación de sanarlo,


sino únicamente de poner sus mejores oficios y conocimientos al servi­
cio del paciente, es decir, de actuar en form a prudente y diligente
(acordes con sus conocimientos y experiencia), aunque hay excepcio­
nes, pues en algunos casos el m édico puede asumir una obligación de
resultado, com o ocurre en la cirugía estética voluntaria. En estos casos,
la carga de la prueba le corresponde a la víctim a o demandante, quien
deberá acreditar que el agente fue negligente o imprudente al cumplir
las obligaciones pactadas.
Lógicamente, en el caso de la obligación de medios es más difícil
probar la responsabilidad civil, dado que el incumplimiento no depende
sólo de no haber logrado el resultado (en el ejem plo anterior, sanar al
paciente), sino que habría que demostrar que pudo ser posible haberlo
logrado, si el obligado hubiese actuado eficiente y diligentemente.
La responsabilidad civil extracontractual surge cuando el daño o
perjuicio causado no tiene su origen en una relación contractual, sino
en cualquier otro tipo de actividad. Un caso es el que puede surgir por
los daños y perjuicios causados a terceros com o consecuencia de activi­
dades que crean riesgos a personas ajenas a la misma responsable (la
conducción de un automóvil, el desarrollo de una actividad industrial).
Otro supuesto es el de la responsabilidad por daños causados por
bienes propios: cuando se desprende un elemento de un edificio y causa
lesiones a quien pasa por debajo; cuando alguien sufre un accidente
por el mal estado del suelo. También hay responsabilidad por los daños
y perjuicios que originen los animales de los que una persona sea pro­
pietaria.
Otro supuesto es que la responsabilidad puede tener su origen en ac­
tos de otra persona, por la que debemos responder: un padre es respon­
sable de los daños y perjuicios que cause su hijo menor de edad; un em ­
presario por los que causen sus empleados.
El objetivo principal de la responsabilidad civil es procurar la repa­
ración del daño, que consiste en restablecer el equilibrio que existía en­
tre el patrimonio del autor del daño y el patrimonio de la víctim a antes
de que ésta sufriera el perjuicio. La responsabilidad civil posee un as­
pecto preventivo, que lleva a los ciudadanos a actuar con prudencia
para evitar com prom eter su responsabilidad; y un aspecto punitivo, de
pena privada, precisamente para reparar los daños causados.
Com o podemos observar, el papel preventivo es discutible en reali­
dad, aunque algunos propugnan que son los duros términos de los sis­
temas objetivos de responsabilidad los que, con base en una sanción di­
fícilmente excusable, favorecen realmente la prevención. (Riesgo creado).
La responsabilidad civil intenta pues asegurar a las víctimas la repa­
ración de los daños privados que le han sido causados, tratando de vol­
EL MARCO LEGAL DEL EJERCICIO DE LAS P R OF ESIONE S • Ramírez M arín 91

ver las cosas al estado en que se encontraban antes del evento dañino y
reestablecer el equilibrio que ha desaparecido entre los miembros del
grupo, es decir, tiene un claro sentido patrimonialista. Por estas razo­
nes, la sanción de la responsabilidad civil es, en principio, indemnizato-
ria, y no represiva.
Por su parte, la responsabilidad penal es la sujeción de una persona
que vulnera un deber de conducta impuesto por el Derecho penal al de­
ber de afrontar las consecuencias que señala la ley. Dichas consecuen­
cias se imponen a la persona cuando se le encuentra culpable de haber
com etido un delito o haber sido cóm plice de éste.
La responsabilidad penal la impone el Estado, a través de los siste­
mas coactivos del derecho y consiste en una pena que busca castigar al
delincuente, evitar que repita su ilegal acción e intentar su reinserción
para evitar que vuelva a delinquir.
Puede ser común, cuando el delito com etido es realizado por cual­
quier individuo (robar, matar) o especial, cuando el delito es com etido
por un funcionario público, aprovechando su condición.
La responsabilidad penal no busca resarcir o compensar a la vícti­
ma del delito, aunque existe una responsabilidad civil independiente
(de la penal) y derivada del acto delictivo. Sería un tipo de responsabili­
dad civil extracontractual, por producir, sin derecho, un acto lesivo
para otra persona.
Es importante distinguir la responsabilidad civil de la responsabili­
dad penal, ya que esta última tiene por finalidad designar a la persona
que deberá responder por los daños o perjuicios causados a la sociedad
en su totalidad, no sólo a un individuo en particular.
Para la responsabilidad penal los daños o perjuicios tienen un carác­
ter social, pues son considerados com o atentados contra el orden públi­
co lo suficientemente graves com o para ser fuertemente reprobados y
ser erigidos en infracciones. Las sanciones penales tienen una función
esencialmente punitiva y represiva, y sólo buscan la prevención de ma­
nera accesoria (ya sea a través de la intimidación y la disuasión, o a tra­
vés de la rehabilitación del culpable, de su reeducación y de su reinser­
ción social).
En ocasiones dichos conceptos se confunden, sobre todo en el dere­
cho anglosajón, dado que ambas responsabilidades pueden llevar a
obligaciones pecuniarias. Sin embargo, existen varias diferencias, com o
ya vimos:
• Su finalidad es distinta: La responsabilidad penal sanciona, y la ci­
vil repara un daño.
• La cantidad de la cuantía a pagar se calcula con diferentes m edi­
das: Una multa (responsabilidad penal) estará basada principal­
92 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

mente en la gravedad del hecho delictivo, mientras que la respon­


sabilidad civil busca resarcir un daño a la víctima.
• Norm alm ente el destinatario también es distinto. La responsabili­
dad penal se suele pagar al estado, y la civil a la víctima.

Estas dos especies de responsabilidad jurídica deben distinguirse de


la responsabilidad moral, que escapa de la esfera legal, en la cual los
responsables no responden de sus actos ante la sociedad, sino ante su
propia conciencia.
En nuestro Código Civil Federal, la responsabilidad civil está regula­
da en el Libro Cuarto, Título Primero, capítulo v, denominado De las
obligaciones que nacen de los actos ilícitos, que incluye los artículos
1910-1934. Como se ha visto, en esta responsabilidad civil puede caer
cualquier persona, incluidos los profesionistas al desarrollar su activi­
dad profesional.
A su vez, en el artículo 61 de la Ley de profesiones vigente se señala
que los delitos que cometan los profesionales en el ejercicio de la profe­
sión, serán castigados por las autoridades competentes con arreglo al
Código Penal. El hecho de que alguna persona se atribuya el carácter
de profesional sin tener título legal o ejerza los actos propios de la pro­
fesión, se castigará con la sanción que establece el artículo 250 del Có­
digo Penal Federal vigente, a excepción de los gestores señalados en el
artículo 26 de esta Ley (artículo 62).6
Al que ofrezca públicamente sus servicios com o profesional, sin ser­

6 Artículo 250. Se sancionará con prisión de uno a seis años y multa de cien a tres­
cientos días a quien:
i. Sin ser funcionario público, se atribuya ese carácter y ejerza alguna de las funcio­
nes de tal.
ii. Sin tener título profesional o autorización para ejercer alguna profesión reglamen­
tada, expedidas por autoridades u organismos legalmente capacitados para ello, confor­
me a las disposiciones reglamentarias del artículo 5 constitucional.
a) Se atribuya el carácter del profesionista.
b) Realice actos propios de una actividad profesional, con excepción de lo previsto en
el 3er. párrafo del artículo 26 de la Ley Reglamentaria de los artículos 4o. y 5o.
Constitucionales.
c) Ofrezca públicamente sus servicios como profesionista.
d) Use un título o autorización para ejercer alguna actividad profesional sin tener de­
recho a ello.
e) Con objeto de lucrar, se una a profesionistas legalmente autorizados con fines de
ejercicio profesional o administre alguna asociación profesional.
iii. Al extranjero que ejerza una profesión reglamentada sin tener autorización de au­
toridad competente o después de vencido el plazo que aquella le hubiere concedido.
iv. Usare credenciales de servidor público, condecoraciones, uniformes, grados jerár­
quicos, divisas, insignias o siglas a las que no tenga derecho. Podrá aumentarse la pena
hasta la mitad de su duración y cuantía, cuando sean de uso exclusivo de las Fuerzas
Armadas Mexicanas o de alguna corporación policial.
EL MARCO LEGAL DEL EJERCICIO DE LAS P ROFESIONES • Ramírez M arín 93

lo, se le castigará con la misma sanción que establece el artículo ante­


rior (artículo 63). Además, la persona que ejerza alguna profesión que
requiera título para su ejercicio, sin la correspondiente cédula o autori­
zación, no tendrá derecho a cobrar honorarios (artículo 68). La Ley
concede acción popular para denunciar a quien, sin título o autoriza­
ción legalmente expedidos, ejerza alguna de las profesiones que requie­
ran título y cédula para su ejercicio (artículo 73).
El artículo 71 establece que los profesionales serán civilmente res­
ponsables de las contravenciones que cometan en el desempeño de tra­
bajos profesionales, los auxiliares o empleados que estén bajo su inme­
diata dependencia y dirección, siempre que no hubieran dado las
instrucciones adecuadas o sus instrucciones hubieren sido la causa del
daño.

4.4. L a l e y d e p r o f e s io n e s e n M é x ic o

El artículo 5o Constitucional tiene su Ley Reglamentaria relativa al


ejercicio de las profesiones en el Distrito Federal,7 que en su artículo I o
define: Título profesional es el documento expedido por instituciones
del Estado o descentralizadas, y por instituciones particulares que ten­
gan reconocim iento de validez oficial de estudios, a favor de la persona
que haya concluido los estudios correspondientes o demostrado tener
los conocimientos necesarios de conform idad con esta Ley y otras dis­
posiciones aplicables.
Toda persona a quien legalmente se le haya expedido título profesional
o grado académico equivalente, podrá obtener cédula de ejercicio con
efectos de patente, previo registro de dicho título o grado (artículo 3o).
El Ejecutivo Federal, previo dictamen de la Dirección General de
Profesiones (DGP), que lo emitirá por conducto de la Secretaría de Edu­
cación Pública ( s e p ) y oyendo el parecer de los Colegios de Profesionis­
tas y de las comisiones técnicas que se organicen para cada profesión,
expedirá los reglamentos que delimiten los campos de acción de cada
profesión, así com o el de las ramas correspondientes, y los límites para
el ejercicio de las mismas profesiones (artículo 4o).
Para el ejercicio de una o varias especialidades, señala el artículo 5o,
se requiere autorización de la DGP, debiendo comprobarse previamente:
1. Haber obtenido título relativo a una profesión en los términos de
esta Ley.
2. Comprobar, en form a idónea, haber realizado estudios especiales
de perfeccionamiento técnico científico, en la ciencia o rama de la cien­
cia de que se trate.

7 Publicada en el dof el 26 de mayo de 1945. Última reforma el 22/12/1993.


94 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UN A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

En su artículo 7o señala que las disposiciones que la integran regi­


rán en el Distrito Federal en asuntos de orden común, "y en toda la Re­
pública” en asuntos de orden federal.
El artículo 8o preceptúa que para obtener título profesional es indis­
pensable acreditar que se han cumplido los requisitos académicos pre­
vistos por las leyes aplicables y el artículo 9o que para que pueda regis­
trarse un título profesional expedido por institución que no form e parte
del sistema educativo nacional será necesario que la SEP revalide, en su
caso, los estudios correspondientes y que el interesado acredite haber
prestado el servicio social.
El artículo 10 dispone que las instituciones que impartan educación
profesional deberán cum plir con los requisitos que señalen las leyes y
disposiciones reglamentarias que las rijan.
El artículo 12 establece que Los títulos profesionales expedidos por
las autoridades de un Estado, serán registrados, siempre que su otorga­
miento se haya sujetado a sus leyes respectivas, de conform idad con la
fracción V del artículo 121 de la Constitución.
Adicionalmente, el artículo 13 señala que el Ejecutivo Federal, por
conducto de la SEP, podrá celebrar convenios de coordinación con los
gobiernos de los estados para la unificación del registro profesional, de
acuerdo con las siguientes bases:
i. Instituir un solo servicio para el registro de títulos profesionales.
II. Reconocer para el ejercicio profesional en los Estados, la cédula
expedida por la SEP y, consecuentemente, reconocer para el ejercicio
profesional en el Distrito Federal las cédulas expedidas por los Estados.
III. Establecer los requisitos necesarios para el reconocim iento de los
títulos profesionales, así com o los de form a y contenido que los mismos
deberán satisfacer.
IV. Intercam biar la inform ación que se requiera.
v. Las demás que tiendan al debido cumplimiento del objeto del
convenio.

El artículo 15 señala que los extranjeros podrán ejercer en el Distri­


to Federal las profesiones que son objeto de esta Ley, con sujeción a lo
previsto en los tratados internacionales de que M éxico sea parte.
Cuando no hubiere tratado en la materia, el ejercicio profesional de
los extranjeros estará sujeto a la reciprocidad en el lugar de residencia
del solicitante y al cumplimiento de los demás requisitos establecidos
por las leyes mexicanas.
El artículo 17. Los títulos expedidos en el extranjero serán registra­
dos por la SEP, siempre que los estudios que com prenda el título profe­
sional, sean iguales o similares a los que se impartan en instituciones
que formen parte del sistema educativo nacional.
EL MARCO LEGAL DEL EJERCICIO DE LAS P RO FESIONES • Ramírez M arín 95

En los casos en que resulte imposible establecer la igualdad o sim ili­


tud de estudios en la forma prevista en los términos del párrafo ante­
rior, se establecerá un sistema de equivalencia de estudios, sometiendo,
en su caso, a los interesados a pruebas o exámenes, para la com proba­
ción de sus conocimientos.
El artículo 21 ordena que se establecerá la: DGP, dependiente de la
SEP, que se encargará de la vigilancia del ejercicio profesional y será el
órgano de conexión entre el Estado y los colegios de profesionistas.
Según el artículo 24, se entiende por ejercicio profesional, la realiza­
ción habitual a título oneroso o gratuito de todo acto o la prestación de
cualquier servicio propio de cada profesión, aunque sólo se trate de
simple consulta o la ostentación del carácter del profesionista por me­
dio de tarjetas, anuncios, placas, insignias o de cualquier otro modo.
N o se reputará ejercicio profesional cualquier acto realizado en los ca­
sos graves con propósito de auxilio inmediato.
El artículo 25 establece que para ejercer en el Distrito Federal cual­
quiera de las profesiones a que se refieren los artículos 2o. y 3o., se
requiere:
I. Estar en pleno goce y ejercicio de los derechos civiles.
II. Poseer título legalmente expedido y debidamente registrado.
III. Obtener de la dg patente de ejercicio.

Según el artículo 30, la DGP podrá extender autorización a los pa­


santes de las diversas profesiones para ejercer la práctica respectiva
por un término no mayor de tres años. Para estos efectos, se demostra­
rá el carácter de estudiantes, la conducta y la capacidad de los mismos,
con los informes de la facultad o escuela correspondiente.
En cada caso darán aviso a la SEP y extenderán al interesado una
credencial en que se precise el tiempo en que gozará de tal autoriza­
ción. Al concluir dicho término quedará automáticamente anulada esta
credencial. En casos especiales podrá el interesado obtener permiso del
Secretario de Educación Pública para prorrogar la autorización, por el
tiempo que fije dicho funcionario.
Para trabajos no com prendidos en los aranceles, el profesional debe­
rá celebrar contrato con su cliente a fin de estipular los honorarios y las
obligaciones mutuas de las partes (artículo 31). Cuando no se hubiere
celebrado contrato a pesar de lo dispuesto por el artículo anterior y hu­
biere conflicto para la fijación y pago de honorarios, se procederá en la
forma prescrita por la ley aplicable al caso (artículo 32).
Los profesionistas que ejerzan su profesión en calidad de asalaria­
dos, quedan sujetos por lo que a su contrato se refiere, a los preceptos
de la Ley Federal del Trabajo y al Estatuto de los Trabajadores al Servi­
cio de los Poderes de la Unión, en su caso (artículo 37). El artículo 38
96 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

agrega que los profesionales podrán prestar sus servicios mediante


iguala que fijen libremente con las partes con quienes contraten.
El artículo 33 establece que el profesionista está obligado a poner
todos sus conocimientos científicos y recursos técnicos al servicio de su
cliente, así com o al desempeño del trabajo convenido. En caso de ur­
gencia inaplazable los servicios que se requieran al profesional, se pres­
tarán en cualquiera hora y en el sitio que sean requeridos, siempre que
este último no exceda de 25 kilómetros de distancia del dom icilio del
profesionista.
El artículo 34 señala: Cuando hubiere inconformidad por parte del
cliente respecto al servicio realizado, el asunto se resolverá mediante
juicio de peritos, ya en el terreno judicial, ya en privado si así lo convi­
nieren las partes. Los peritos deberán tom ar en consideración para
em itir su dictamen, las circunstancias siguientes:
I. Si el profesionista procedió correctamente dentro de los principios
científicos y técnica aplicable al caso y generalmente aceptados dentro
de la profesión de que se trate.
II. Si el mismo dispuso de los instrumentos, materiales y recursos de
otro orden que debieron emplearse, atendidas las circunstancias del
caso y el medio en que se presente el servicio.
III. Si en el curso del trabajo se tomaron todas las medidas indicadas
para obtener buen éxito.
IV. Si se dedicó el tiempo necesario para desempeñar correctamente
el servicio convenido.
V. Cualquiera otra circunstancia que en el caso especial pudiera ha­
ber influido en la deficiencia o fracaso del servicio prestado.

El procedim iento a que se refiere este artículo se mantendrá en se­


creto y sólo podrá hacerse pública la resolución cuando sea contraria al
profesional.
Si el laudo arbitral o la resolución judicial en su caso, fueren adver­
sos al profesionista, no tendrá derecho a cobrar honorarios y deberá,
además, indemnizar al cliente por los daños y perjuicios que sufriere.
En caso contrario, el cliente pagará los honorarios correspondientes,
los gastos del juicio o procedim iento convencional y los daños que en
su prestigio profesional hubiere causado al profesionista. Estos últimos
serán valuados en la propia sentencia o laudo arbitral (artículo 35).
Todo profesionista estará obligado a guardar estrictamente el secre­
to de los asuntos que se le confíen por sus clientes, salvo los informes
que obligatoriamente establezcan las leyes respectivas (artículo 36).
Como puede desprenderse de la lectura de estos artículos, la Ley de
Profesiones vigente es anticuada, algunas de sus normas no se cumplen
y son inoperantes, y en general ya no responde a las necesidades actua­
les del país.
1

EL MARCO LEGAL DEL EJERCICIO DE LAS P RO FESIONES • Ramírez M arín 97

4 . 5 . L O S C O L E G IO S O A G R U P A C IO N E S DE P R O F E S IO N A L E S

El artículo 40 de la Ley de Profesiones establece que los profesiona­


les podrán asociarse, para ejercer, ajustándose a las prescripciones de
las leyes relativas; pero la responsabilidad en que incurran será siem­
pre individual. Las sociedades de fines profesionales que tengan a su
servicio a profesionales sujetos a sueldo, están obligados a hacerlos par­
ticipar en las utilidades.
El anuncio o la publicidad que un profesionista haga de sus activida­
des no deberá rebasar los conceptos de ética profesional que establezca
el Colegio respectivo. En todo caso, el profesionista deberá expresar la
institución docente donde hubiere obtenido su título (artículo 42).
Según el artículo 44, todos los profesionales de una misma rama po­
drán constituir en el Distrito Federal uno o varios colegios, sin que ex­
cedan de cinco por cada rama profesional, gobernados por un Consejo
compuesto por un presidente, un vicepresidente, dos secretarios propie­
tarios y dos suplentes, un tesorero y un subtesorero, que durarán dos
años en el ejercicio de su encargo.
El artículo 45 establece los requisitos para constituir y obtener el re­
gistro de un Colegio Profesional:
1. Que se reúnan los requisitos de los artículos 2670, 2671 y 2673 del
Código Civil vigente.8
2. Ajustarse a los términos de las demás disposiciones contenidas en
el título undécimo del Código Civil en lo relativo a los Colegios.
3. Para los efectos del registro del Colegio deberán exhibirse los si­
guientes documentos: a) Testimonio de la escritura pública de protoco­
lización del acta constitutiva y de los estatutos que los rijan, así com o
una copia simple de ambos documentos; b) Un directorio de sus m iem ­
bros; y c ) Nóm ina de socios que integran el Consejo Directivo.

El artículo 46 previene que los Colegios de Profesionistas [sic consti­


tuidos legalmente, tendrán el carácter de personas morales con todos
los derechos, obligaciones y atribuciones que señala la ley. Estos cole­
gios serán ajenos a toda actividad de carácter político o religioso, que­
dándoles prohibido tratar asuntos de tal naturaleza en sus asambleas

8 Artículo 2670. Cuando varios individuos convinieren en reunirse, de manera que


no sea enteramente transitoria, para realizar un fin común que no esté prohibido por la
ley y que no tenga carácter preponderantemente económico, constituyen una asociación.
Artículo 2671. El contrato por el que se constituya una asociación, debe constar por
escrito.
Artículo 2673. Las asociaciones se regirán por sus estatutos, los que deberán ser ins­
critos en el Registro Público para que produzcan efectos contra tercero.
98 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

(artículo 48). Cada Colegio se dará sus propios estatutos, sin contrave­
nir esta Ley (artículo 49).
El artículo 50 señala: Los Colegios de Profesionistas [ s í c [sic tendrán
los siguientes propósitos:
a) Vigilancia del ejercicio profesional con objeto de que se realice
dentro del más alto plano legal y moral.
b) Prom over la expedición de leyes, reglamentos y sus reformas, re­
lativos al ejercicio profesional.
c ) Auxiliar a la Administración Pública con capacidad para prom o­
ver lo conducente a la m oralización de la misma.
d) Denunciar a la SEP o a las autoridades penales las violaciones a la
presente Ley.
e) Proponer los aranceles profesionales.
f ) Servir de árbitro en los conflictos entre profesionales o entre éstos
y sus clientes, cuando acuerden someterse los mismos a dicho
arbitraje.
g ) Fomentar la cultura y las relaciones con los colegios similares del
país o extranjeros.
h) Prestar la más amplia colaboración al Poder Público com o cuer­
pos consultores.
i) Representar a sus miembros o asociados ante la DGP.
j) Formular los estatutos del Colegio depositando un ejem plar en la
propia Dirección.
k) Colaborar en la elaboración de los planes de estudios profesiona­
les.
I) Hacerse representar en los congresos relativos al ejercicio profe­
sional.
m ) Form ar lista de sus miembros por especialidades, para llevar el
turno conform e al cual deberá prestarse el servicio social.
n) Anotar anualmente los trabajos desempeñados por los profesiona­
les en el servicio social.
o) Form ar listas de peritos profesionales, por especialidades, que se­
rán las únicas que sirvan oficialmente.
p ) Velar porque los puestos públicos en que se requieran conoci­
mientos propios de determinada profesión estén desempeñados
por los técnicos respectivos con título legalmente expedido y debi­
damente registrado.
q ) Expulsar de su seno, por el voto de ? partes de sus miembros, a
los que ejecuten actos que desprestigien o deshonren a la profe­
sión. Será requisito en todo caso el oír al interesado y darle plena
oportunidad de rendir las pruebas que estime conveniente, en la
forma que lo determinen los estatutos o reglamentos del Colegio.
r) Establecer y aplicar sanciones contra los profesionistas que falta­
EL MARCO LEGAL DEL EJERCICIO DE LAS P R O F ESIO NE S • Ramírez M arín 99

ren al cumplimiento de sus deberes profesionales, siempre que no


se trate de actos y omisiones que deban sancionarse por las auto­
ridades.
s) Gestionar el registro de los títulos de sus componentes.

El artículo 54 preceptúa que los Colegios de Profesionistas[sic con el


consentimiento expreso de cada asociado, expresarán a la DGP la forma
com o prestarán el servicio social. Los profesionistas están obligados a
servir com o auxiliares de las Instituciones de Investigación Científica,
proporcionando los datos o informes que éstas soliciten (artículo 57).
Los profesionistas están obligados a rendir, cada tres años, al Colegio
respectivo, un informe sobre los datos más importantes de su experien­
cia profesional o de su investigación, con expresión de los resultados
obtenidos (artículo 58).
Desafortunadamente, además de que com o ya vimos, la actual Ley
de Profesiones resulta ya anticuada, los Colegios no han logrado que la
mayoría de los profesionales se integren a ellos, y se han convertido en
clubes de amigos, o en cenáculos de privilegiados o círculos de influen­
cias políticas y económicas, sin mayores preocupaciones por el auténtico
mejoramiento de los profesionales, ni sus condiciones de ejercicio pro­
fesional, ni de las profesiones, ni menos aun por el servicio que los profe­
sionales deben prestar a la comunidad.
En consecuencia, durante los últimos decenios, el ejercicio de las
profesiones en M éxico se ha caracterizado por la ausencia de un marco
legal actualizado y suficiente, que además ataje la proliferación de
charlatanes y defraudadores, y promueva a quienes ofrecen un servicio
profesional a la sociedad. Por eso ahora es más urgente que nunca que
los profesionales mexicanos se actualicen con los avances de la ciencia
y la técnica, y que mejoren sustancialmente sus agrupaciones y cole­
gios.
Esto ha derivado también en problemas de certificación profesional,
pues hace falta una normatividad moderna en ese sentido. Por eso, aun­
que se han realizado diversas reuniones en el ámbito nacional con re­
presentantes de las asociaciones y colegios de profesionales, para esta­
blecer los criterios de certificación de las profesiones y hom ologar los
conocimientos que debe tener cada profesional en determinada área,
tampoco ha habido a la fecha avances definitivos.
Si bien algunos afirman que la certificación de las profesiones es un
viejo procedim iento, pues de alguna manera ya era realizado, aunque
no en forma sistemática, ya que está relacionado con la expedición de
la cédula profesional, ya no es suficiente. El planteamiento de certificar
al profesional ahora quiere atender a su actualización en el área que
desempeña. Busca que los profesionales, cada determinado tiempo, de­
100 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

muestren su com petencia en el dom inio de los conocimientos y avances


propios de su profesión.
Ahora cada vez es más notoria la tendencia a que los profesionales
sean revisados en sus conocimientos y habilidades, pues las empresas
demandan una mayor capacitación a los egresados. Es una exigencia
del mundo laboral. Si alguien quiere ponerse al día y saberse útil, es ne­
cesario estar al corriente en todos los cambios que se dan cotidiana­
mente en cada disciplina. En otras palabras, los profesionales deben
actualizarse ante las exigencias del mundo del trabajo de su especiali-
zación y contar con las destrezas necesarias para ejercer la profesión,
que incluyen nuevos conocimientos y técnicas.
Por eso, un proceso de certificación operante debiera tener dos nive­
les. El prim ero para lograr la estandarización de todas las profesiones
en el país, principalmente las de m ayor posibilidad de ejercicio libre
(medicina, derecho, arquitectura, ingeniería, psicología, etcétera) y, la
segunda, para que se tengan los mismos criterios de desempeño que
existen en Estados Unidos o Canadá, nuestros principales socios com er­
ciales.
Adicionalmente, ese proceso de certificación debiera ser transparen­
te, para evitar algunos riesgos, com o manipulación para establecer pre­
rrogativas hacia egresados de ciertas instituciones. Además, si este cri­
terio de certificación fuere una especie de tarjeta de validación para el
campo laboral, podría provocar amiguismos, influyentismo o corrup­
ción.
Además, en todo caso, estos criterios deberían depender de las nece­
sidades y criterios nacionales, no de ningún otro país, aunque equiva­
lencias con los estándares a nivel internacional.
Si bien es cierto que existen comisiones encargadas de establecer es­
tos criterios y que algunas ya concluyeron sus propuestas e incluso es­
tán diseñando los exámenes de certificación; otras apenas empiezan.
Depende del campo profesional de que se trate, pues hay algunos que
han trabajado más rápido que otros, ya que hay profesiones más cam ­
biantes, que evolucionan de prisa y demandan una actualización más
rápida, com o medicina, comunicaciones, electrónica o computación.
Pero lo importante es que haya calidad en todos los egresados de todas
las instituciones de educación superior del país y que ninguno piense
que una vez terminada su carrera, ya lo sabe todo y no requiere estu­
diar más. Todos los profesionistas tienen que estar concientes de que si
la sociedad cambia, ellos deberán cambiar con ella. Es decir, que todos
los profesionales deben tomar conciencia de que precisan actualizarse
permanentemente y estar continuamente preparados para el cambio.
EL MARCO LEGAL D EL EJERCICIO DE LAS P R O F ESIO NE S • Ramírez M arín 101

4.5.1. Fun ción de las tarifas, honorarios y aranceles

Hoy, en el campo de los servicios profesionales, junto con los aspec­


tos de certificación, el concepto de tarifa ha desaparecido y el de hono­
rario o contraprestación económ ica por la prestación de un servicio
profesional se ha transformado.
El arancel es una remuneración regulada por el poder público en
aras del tipo de función que desempeña el servicio profesional. En
cuanto al carácter orientador de los honorarios o referencia a los mis­
mos, las profesiones colegiadas parten de la necesidad de su existencia
por razones que están en la propia relación entre profesional y cliente,
en la que destaca la confianza.
Sin embargo, en los últimos años las autoridades de los asuntos de
competencia, de la Unión Europea, han requerido a los colegios profe­
sionales para que sus agremiados abandonen el sistema de honorarios,
por entender que van contra la normativa sobre libre competencia.
Se ha planteado la diferencia de posición entre el cliente y el profe­
sional, que hace que aquél desconozca los términos y condición del ser­
vicio y su valor, así com o el trabajo desempeñado realmente. Ello da lu­
gar al concepto de asimetría de inform ación que debe ser paliada con
algún tipo de regulación; com o asimismo debe haber alguna regulación
sobre la calidad del servicio, lo que supone no dejar su coste o contra­
prestación a un m ercado absolutamente libre. Por ello, debiera apli­
carse un sistema que equilibre con la proporcionalidad suficiente los
intereses y la posición de las partes intervinientes en la relación profe­
sional.
Además, la posibilidad de tener una orientación o referencia de ho­
norarios profesionales cobra especial relevancia cuando se trata de ac­
tuaciones judiciales que deben ser remuneradas.
En tal sentido se ha pronunciado recientemente el Parlamento Euro­
peo, haciendo especial hincapié en la calidad del Servicio.
Com o vemos, en M éxico también estamos atrasados en este campo;
requerim os de sistemas de aranceles profesionales, que sin atentar
contra la libre com petencia, sino al contrario, prom oviéndola, otor­
guen seguridad y confianza a los clientes y usuarios de los servicios pro­
fesionales.

4.6. É TICA Y N O R M ATIV ID A D LE G A L

Como sabemos, la deontología es un conjunto de normas de com por­


tamiento de los profesionales que tienen por objeto establecer un marco
ético para su actuación. Un profesional debiera serlo no sólo con base
en su conocim iento y experiencia, sino también a su conciencia y con-

positiva, natural o divina— se dirige al bien común, ijanto lom as distingue además dos
especies de justicia: distributiva y conmutativa. La justicia distributiva implica una obliga-
102 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UN A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

ducta. En esa línea, la deontología profesional dota al profesional de


una referencia de actuación caracterizada por la responsabilidad de sus
actos y acciones, pero también por la independencia y la imparcialidad
en la toma de decisiones, que supone un criterio propio en la presta­
ción del servicio (acto) profesional, así com o los principios y la honora­
bilidad con la que se conduce.
La Etica podría definirse com o la ciencia que estudia la bondad o
maldad de los actos. A su vez, la profesión puede definir com o “la acti­
vidad personal, puesta de una manera estable y honrada al servicio de
los demás y en beneficio propio, a impulsos de la propia vocación y con
la dignidad que corresponde a la persona humana".
Entonces, en un sentido estricto, la ética profesional designa sola­
mente las carreras universitarias, pero en sentido amplio, abarca tam­
bién los oficios y trabajos permanentes y remunerados, aunque no re­
quieran un título universitario.
En virtud de su profesión, de su actividad com o miembro producti­
vo de su comunidad, el individuo ocupa una situación que le confiere
deberes y derechos especiales:
• Vocación. Debe entenderse com o la disposición que hace al sujeto
especialmente apto para una determinada actividad profesional.
Quien elige de acuerdo con su propia vocación tiene garantizada
una parte del éxito laboral. En cambio, la elección de una carrera
profesional sin tomar en cuenta las cualidades y preferencias,
sino, por ejemplo, sólo por los gustos de los padres, o los intereses
de la familia, fácilmente puede traducirse en un fracaso que, en el
m ejor de los casos, consistiría en un cambio de carrera en el pri­
mero o segundo año, con la consiguiente pérdida de tiempo y es­
fuerzo. Por eso, la elección de la profesión debe ser com pletam en­
te libre.
• Finalidad de la profesión. Es el bien común. La capacitación que
se requiere para ejercer un trabajo, está siempre orientada a un
m ejor rendimiento dentro de las actividades especializadas para el
beneficio de la sociedad. Sin este horizonte y esa finalidad, una
profesión se convierte únicamente en un m edio de lucro o de ho­
nores egoístas, o peor aún, en el instrumento de la degradación
moral del sujeto.
• Beneficio propio. El profesional busca legítimamente, a través de
un servicio a la comunidad, la consideración de su provecho per­
sonal, gracias a su profesión. N o está de más m encionar entonces
el esfuerzo (a veces sacrificio) que entrañan casi todas las profe­
siones. Pero gracias a esos esfuerzos, la profesión también deja, al
final de cuentas, unas de las satisfacciones más hondas al indivi­
EL MARCO LEGAL D E L EJERCICIO DE LAS P ROFESIO NES • Ramírez M arín 103

dúo, la del deber cumplido y la de sentirse útil socialmente, adicio­


nales al beneficio económ ico lealmente ganado.
• Capacidad profesional. Un profesional debe ofrecer una prepara­
ción especial en un triple sentido: capacidad intelectual, capaci­
dad moral y capacidad física. La capacidad intelectual es el con­
junto de conocimientos que dentro de su profesión, lo hacen apto
para desarrollar trabajos especializados. Estos conocimientos se
empiezan a adquirir durante los estudios universitarios, pero se
deben profundizar y actualizar permanentemente. La capacidad
moral es el valor del profesional com o persona, que da dignidad,
seriedad y nobleza a su trabajo. Abarca no sólo la honestidad del
trato, en los negocios y el sentido de responsabilidad en el cum pli­
miento de lo pactado, sino además la capacidad para abarcar y
traspasar su propia esfera profesional en un horizonte mucho más
amplio. La capacidad física se refiere principalmente a la salud y a
las aptitudes físicas, que siempre es necesario cultivar, pues el
hombre es materia y espíritu.

Los "deberes profesionales". Hay ciertos deberes típicos en todo pro­


fesional:
1. Secreto profesional. El profesional no tiene derecho de divulgar
inform ación que le fue confiada para poder llevar a cabo su labor,
para no perjudicar al cliente o para evitar daños a terceros.
2. Propiciar la asociación de los miembros de su especialidad. La
solidaridad es uno de los medios más eficaces para incrementar
la calidad del nivel intelectual y moral de los asociados.
3. Actuar de acuerdo con la ética y la moral establecidas. Debe evi­
tar defender causas injustas, usar sus conocimientos com o instru­
mento de crimen y del vicio; producir artículos o dar servicios de
mala calidad; hacer presupuestos para su exclusivo beneficio,
proporcionar falsos informes, etcétera. Un profesional con una
conducta honesta, dentro y fuera del ejercicio profesional, ganará
confianza, respeto y prestigio, lo cual será un estímulo más que lo
impulsará con mayor fuerza en el ejercicio de su carrera.

4.6.1. É tica y derecho en un mundo global

En la discusión filosófica contemporánea, no es obvio que ética y de­


recho entablen relaciones necesarias. Es más bien una de las tesis del
debate. La antítesis, com o se sabe, es explícitamente defendida por el
positivismo jurídico. En efecto, los positivistas no sólo afirman que no
hay necesidad de relacionar las normas jurídicas con normas éticas,
sino que incluso sostienen que un sistema jurídico que aspire a la per­
104 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

fección debe depurarse de normas extrañas, extra jurídicas, e im pedir


su injerencia. Los únicos elementos que definen el derecho en una teo­
ría positivista son la autoridad de donde proceden las normas y la efec­
tividad social de las mismas.
Esta es la tesis positivista de la separación de ética y derecho; el
neoliberalismo económ ico rampante ha encontrado en el positivismo
jurídico un aliado inestimable. Conjugados ideológicam ente en el p ro­
ceso de la globalización, le otorgan a éste un carácter moralmente in­
cuestionable.
Pero, claro está, sus defensores dirán “¿desde qué moral nos ju z­
gas?” Ellos ya han establecido que las morales y éticas son muchas, to­
das ellas subjetivas y privadas, incapaces por tanto de cuestionar verda­
deramente la dinámica de los procesos, que sólo se norman por
regulaciones jurídicas positivas.
Contra esta manera de entender el mundo y la globalización se alza
la afirmación de que el derecho se define, en efecto, por la autoridad le­
gal y legítimamente constituida, es decir, el Estado y sus órganos ejecu­
tivos, legislativos y judiciales; por la efectividad social de las leyes, que
es su vigencia en las instancias administrativas y operativas correspon­
dientes; pero, además, por la ética. A esta tesis (no positivista) se le lla­
ma humanitaria; sostiene que hay una relación necesaria de ética y de­
recho y que, según los términos de la misma, sin principios éticos no
hay justicia y, por ende, tampoco un sistema jurídico, sino acaso una
dictadura, o un sistema donde prive el derecho del más fuerte.
Aparentemente, por su claridad conceptual y simplicidad m etodoló­
gica, la tesis positivista parece más fácil de defender. Molesta, en efec­
to, la presencia de normas éticas en los sistemas jurídicos, entre otras
cosas, porque desde la época de Hume la cultura moderna acepta que
no hay un nexo conceptual necesario entre el ser y el deber ser, es de­
cir, entre enunciados de hecho com o “fumar hace daño a la salud" y
enunciados morales com o “no debes fum ar”. Desde un punto de vista
analítico, estos enunciados no están, en efecto, necesariamente conecta­
dos. Por lo tanto, tampoco podría haber conexión necesaria alguna en­
tre cóm o es el derecho y cóm o debe ser el derecho.
Si eso debemos a Hume, a Stuart M ili debemos en cambio, la idea
de que las normas éticas son aquellas de utilidad común, de donde se
sigue que si uno quiere, por ejemplo, fumar, lo puede hacer libremente
en su recinto privado, pero no en los espacios públicos, porque está es­
tablecido que el humo daña a los demás.
Esto significa que no extraigo la norma ética “no debo fum ar” de la
constatación em pírica “fumar hace daño”, sino obviamente del presu­
puesto voluntario “quiero mantener mi salud” o “no deseo dañar la sa­
lud de los otros” . Igualmente, nadie extrae la norma ético-jurídica “el
EL MARCO LEGAL DEL EJERCICIO DE LAS P ROFESIONES • Ramírez M arín 105

Estado debe proteger a la fam ilia” de la constatación de que hay algu­


nas deficiencias en las normas jurídicas sobre fam ilia en el Código Ci­
vil. Esa norma ético-jurídica se extrae de una determinada voluntad le­
gisladora que es la que quiere proteger a la familia.
Por otro lado, ¿qué significa que la norma ética sea de utilidad co­
mún? Significa que la pretensión de decirle a otra persona cóm o debe
actuar y eventualmente coaccionarla para que actúe así, sólo se justifi­
ca si lo que hace o pretende hacer implica daño manifiesto a la colecti­
vidad. Hume nos hizo ver que la ética está vinculada con deseos, no
con hechos; y M ili fusionó esos deseos con la voluntad de vivir civiliza­
damente en sociedad. El resultado práctico ha sido la identificación de
los principios éticos con los jurídicos y la absorción de la racionalidad
moral en una racionalidad básicamente instrumental.
Esto es lo que está ocurriendo en la era del neoliberalismo. En la es­
fera de la justicia distributiva impera la racionalidad económica, con le­
yes y procedimientos claramente formulados. En la esfera de la justicia
legal y conmutativa, la racionalidad jurídica hace lo propio, y nadie
siente la necesidad de introducir alguna otra racionalidad normativa.
Es más, los positivistas procuran depurar los sistemas jurídicos de inje­
rencias extrañas e indeseables del mismo m odo com o los economistas
reclaman la pureza de la doctrina y su consecuente aplicación estricta.
¿Hay una alternativa razonable a estas posturas?9
Según Sergio García Ram írez la relación entre ética y derecho es un
asunto constante y relevante, que contribuye a desentrañar el sentido
histórico y actual de un sistema jurídico, y suele ocurrir en su desarro­
llo. A menudo, la reform a del derecho corresponde a una m odificación
en las convicciones éticas prevalecientes; entonces el proceso legislativo

9 La definición clásica de justicia desarrollada por santo Tomás es dar a cada uno lo
suyo. La justicia siempre se dirige hacia el bien de otro, hacia el bien común. El término
de justicia general reafirma la aplicabilidad universal de la justicia hacia el bien común.
La justicia legal se aplica específicamente a la esfera de la ley, ya que cada ley legítima
— positiva, natural o divina— se dirige al bien común. Santo Tomás distingue además dos
especies de justicia: distributiva y conmutativa. La justicia distributiva implica una obliga­
ción de distribuir los bienes proporcionalmente de acuerdo a la contribución de cada per­
sona. La justicia conmutativa gobierna las relaciones entre las personas. Depende de la
igualdad básica de las partes de un acuerdo. La habilidad de intercambiar libre y abierta­
mente es un factor importante en la distribución justa de los bienes de la sociedad. La jus­
ticia conmutativa se atribuye a la actividad mercantil y a los contratos, pero fundamental­
mente se dirige a la salvaguarda de los derechos de propiedad, que reconoce los deberes
de pagar deudas y cumplir con las obligaciones libremente contratadas. Ambas justicias
son entonces, dos especies distintas de justicia que se aplican en instancias particulares.
La justicia distributiva es posible sólo sobre la base de la justicia conmutativa. Por lo que
se asegura que la justicia conmutativa es no sólo fundamental, sino anterior a la justicia
distributiva.
106 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UN A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

sirve com o cauce a un progreso moral, sea que lo recoja, sea que lo
propicie.
Entre las fuentes más notables de que haya reform a jurídica, esto es,
las razones verdaderas o supuestas; evidentes o subterráneas, de que
haya cambios jurídicos, están:
• La evolución de la vida en sociedad, que acarrea el desarrollo de
las instituciones jurídicas, una form a de vida codificada.
• La crisis, esto es la insuficiencia, impertinencia o inconsecuencia
de la norma en su labor característica: conducción de las relacio­
nes sociales y solución de los conflictos; administradora de la paz
y la contienda.
• La innovación, técnica, la ilusión reformadora, la imitación lógica
o extralógica.

El movimiento en las convicciones éticas puede poner en marcha


esas fuentes productoras de reformas, sobre todo las dos primeras; una
profunda crisis moral puede exigir una profunda reform a jurídica.
N o parece posible hoy confundir la norma jurídica con el manda­
miento moral, pero tampoco lo parece abismar la distancia entre una y
otra, com o si no hubiese entre ambas punto de conexión, sea en su raíz,
contenido o propósito final.
Radbruch afirmó: "La validez del derecho se basa en la moral, porque
el fin del derecho se endereza hacia una mera moral. Distinto de aque­
lla por su contenido, está unido a ella por un doble vínculo: la moral es
el fundamento sobre el que descansa la validez del derecho, porque el
hacer posible la moral constituye una meta del orden ju ríd ico”.
Por su parte, José Vasconcelos, en su tesis profesional Una teoría di­
námica del derecho señaló: "El derecho, expresión social acompañada
de sanciones legales, manifiesta la ética que mueve las acciones en ge­
neral y a ella se subordina”.
Aun cuando Recasens Siches afirmaba: "La norma moral valora las
acciones del individuo en vista a su supremo y último fin; en cambio, el
derecho las pondera exclusivamente en relación con las condiciones
para la ordenación de la vida social”, subsiste la impresión o la certeza,
agrega García Ramírez, de que hay un contenido común, un núcleo de
coincidencia, una especie de decálogo fundamental hipotético, sobre el
que luego se construyen cada uno su propio espacio, el orden moral y
la regulación jurídica. De ahí la idea de que el derecho es el mínimo éti­
co exigible, esto es un acervo de obligaciones irreductibles, si se quiere
fomentar el desarrollo del ser humano — el despliegue de sus potenciali­
dades, el alcance de su destino particular— y la salud de su contexto
social.
EL MARCO LEGAL DEL EJERCICIO DE LAS P RO FESIONES • Ramírez M arín 107

Escribe Hart que "es indiscutible que el desarrollo del derecho, en


todo tiempo y lugar ha estado de hecho, profundamente influido tanto
por la moral convencional y los ideales de grupos sociales particulares,
com o por formas de crítica moral esclarecidas, formuladas por indivi­
duos cuyo horizonte moral ha trascendido las pautas corrientemente
aceptadas". Es claro que el derecho muestra en mil puntos la influencia
tanto de la moral social aceptada, com o de ideales morales más am­
plios. Estas influencias penetran en el derecho ya abruptamente y en
forma ostensible por vía legislativa, ya en form a silenciosa y poco a
poco a través del proceso judicial.
N o obstante, nada de esto debe llevarnos a suponer que ambos órde­
nes se confunden. De estas evidencias, comenta Hart, no se sigue cierta
conclusión tajante: que un sistema jurídico tiene que exhibir alguna
concordancia específica con la moral o con la justicia, o tiene que apo­
yarse en una convicción ampliamente difundida de que hay una obliga­
ción moral de obedecerlo.
Aun Kelsen señala que derecho y moral pueden coincidir en el con­
tenido de un mandamiento, aunque difieran en la form a de exigir su
realización.
Al considerar idénticos moral y derecho, sostiene Bodenheimer, éste
pierde precisión, racionalidad y estabilidad, es decir sus características
más esenciales, por eso nunca deben confundirse. Incluso com o hace
mucho tiempo advirtió Paulo: sum m um ius, summa in ju ria ; si el dere­
cho se extrema, entra en conflicto con la moral.
Sin embargo, cabe destacar algún caso notable: el preámbulo de la
Declaración americana de los derechos y deberes del hombre (1948) ma­
nifiesta: Los deberes de orden ju ríd ico presuponen otros, de orden moral,
que los apoyan conceptualmente y los fundamentan.10
La vieja discusión sobre la relación derecho-ética no ha terminado y
posiblemente jamás termine; pero sea cualquiera la postura que se
adopte, desde el punto de vista teórico, es indiscutible que hay sistemas
jurídicos vigentes, com o el nuestro, que analizados a la luz de la idea de
justicia y ética, están muy lejos de las aspiraciones populares que los
crearon y sostienen. Esa dicotom ía deberá ser resuelta, m ejor antes que
después, si aspiramos al desarrollo, a la equidad y a la paz.

10 Todo régimen internacional para la defensa de los derechos del hombre gira en
torno a un dogma: la dignidad humana, que ciertamente no constituye, en primer grado,
una afirmación jurídica, sino ética, aunque posea consecuencias inmediatas de naturaleza
jurídica.
108 ÉTICA, PROFESIÓ N Y CIU DADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
C onstitución P o lítica de los Estados Unidos M exicanos. Versión en línea:
www.diputados.gob.mx
G a r c í a R a m í r e z , Sergio, coord., Los valores en el derecho mexicano. Una aproxi­
m ación. México, FC E/UNA M , 1997, pp. V II-X V III.
Ley Reglamentaria del Articulo 5o. Constitucional, Relativo al Ejercicio de las
Profesiones en el Distrito Federal. Versión en línea: www.diputados.gob.mx
C a p ít u l o 5

E L D IS C E R N IM IE N T O DE D IL E M A S É T IC O S
E N LA S P R O F E S IO N E S

Ivó n C eped a M ayorga


S h an n o n S hea

Para muchos, pareciera que vivim os en una época en la que nos encon­
tramos rodeados de una gran incertidumbre moral y práctica. A pesar
de que la mayoría de nosotros creemos que podemos identificar instin­
tivamente cuando algo es considerado com o moral o éticamente malo,
por ejemplo, el abuso a niños, a menudo dudamos de nuestra habilidad
o legitimidad para asegurar que un acto com o ése es absolutamente
malo. El decir que es absolutamente malo im plicaría que es malo para
cualquier persona, en cualquier circunstancia sin importar la época. La
respuesta más común con la que nos encontramos es algo parecido a
"para mí, es algo malo, pero cada quien puede juzgar com o quiera”, o
“¿quién soy yo para decir qué es lo que los demás deben o no deben de
hacer?” Oraciones com o éstas traen consigo un espectro de subjetivi­
dad. Esto significa que afirm ar que algo es bueno o malo resulta más
un asunto de opinión personal y no existe form a alguna en la que poda­
mos establecer un juicio sobre lo que podría considerarse com o correc­
to o incorrecto para cualquier acción o evento. La vida cotidiana pone
al descubierto una serie de situaciones que llaman nuestra atención por
considerar que no tiene una solución definitiva e inapelable; por el con­
trario, pareciera que dichas situaciones pueden ser defendidas o recha­
zadas de acuerdo a la perspectiva que se tenga, y al final, pareciera que
un fantasma acecha nuestras vidas: el fantasma del subjetivismo. Este
tiene com o máxima principal el que no importa qué defiendas o cóm o
lo defiendas, al final cada quién puede pensar lo que le plazca; esto
hace que todo parezca, en palabras de Kundera, estar cínicamente per­
donado desde antes dado que no hay form a de establecer un criterio so­
bre lo bueno y lo malo, lo que debe o no debe hacerse, lo justo y lo
injusto.
Podemos definir al subjetivismo com o una postura moral que cabe

109
110 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA E N C O M Ú N

dentro de una categoría mayor com o lo es el relativismo. Mientras que


el subjetivismo se enfoca a una perspectiva individual, el relativismo
cubre un espectro mayor refiriéndose a una comunidad o sociedad. La
acentuación sobre la incertidumbre y/o negación moral es el mismo en
ambos, lo que cambia es la escala en la que se aplica, ya sea individual
o social/comunal. En general, el relativismo asegura que los estándares
sobre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, son siempre relati­
vos a cada cultura, por lo que no podemos establecer máximas morales
universales acerca de una cultura a la que no pertenecemos. De ser así,
la afirmación que mencionamos antes sobre el decir que el abuso de
menores es siempre malo sería considerada com o una oración inco­
rrecta a la luz del relativismo.
El presente capítulo no busca dar una receta infalible sobre cóm o
resolver o confrontar determinadas situaciones, por ejemplo: el prom o­
ver la com pra de un cemento de m enor calidad con el fin de abaratar
los costos de la construcción de un edificio a costa de la seguridad del
mismo, el decidir retirar del mercado un medicamento en específico
que ataca una enfermedad de manera exitosa pero que crea efectos se­
cundarios nocivos a mediano y largo plazo, la liberación de un virus le­
tal que puede significar un apoyo e impulso por parte del gobierno para
que un laboratorio — el laboratorio en el que tú trabajas com o científico
investigador— desarrolle la vacuna a dicho virus, el acceder al paso de
un embarque de cocaína — bajo amenaza de muerte— a través de la
aduana que tú administras, etcétera; sino más bien el espíritu que nutre
este texto es una reflexión en torno a qué llamamos dilemas éticos y
cóm o actuar al momento que nos encontramos con una situación así
dentro de nuestra vida profesional. Nuestro objetivo es arrojar un poco
de luz sobre lo que es un dilema ético y, por ende, lo que no es un dile­
ma ético; para más tarde delinear alguna forma de analizar dichas con­
troversias con el fin de encontrar alguna forma de solventarlas.
En primera instancia, se hará una breve introducción sobre la natu­
raleza de los dilemas éticos y por qué son considerados así, establecien­
do las ligas entre la ética y sus repercusiones en nuestra realidad coti­
diana com o profesionales; después se brindará al lector una propuesta
m etodológica que le permita acercarse y reflexionar en torno a este tipo
de situaciones delineando algunas de las criterios y principios im por­
tantes a tomar en cuenta al momento de la toma de decisiones.
N o obstante, creemos que es importante aclarar que este capítulo no
pretende dar la respuesta válida e infalible a cóm o resolver un dilema
ético. Esto se debe a que no creemos que pueda existir una receta infa­
lible que deba aplicarse invariablemente a todo dilema ético; por el
contrario creemos que hay puntos importantes a considerar y formas
en las cuales acercarse a una problem ática ética, pero de eso, a que se
EL DISC ER NIM IE NTO DE DILEM AS ÉTICOS EN LAS P ROFESIO NES • Cepeda / Shea 111

pueda decir que hay soluciones que sean infaliblemente — e irrem edia­
blemente— válidas, hay una gran diferencia. Muchas de las soluciones
se encuentran tomando en cuenta características particulares de cada
situación, en donde interviene la forma en com o cada situación es inter­
pretada a partir de sí misma, el contexto en el que se desenvuelve, y
la reflexión crítica que cada individuo hace de dicha situación. Vale la
pena señalar que un m odelo que podría ayudar a este propósito es el
expuesto por Martha Nussbaum en E l cu ltivo de la humanidad: una de­
fensa clásica de la reforma en la educación liberal. Nussbaum se ha mos­
trado escéptica a los reduccionismos1 propios de la sociedad contem po­
ránea y ha optado por tratar de crear un m odelo educativo que no
enseñe al alumno una cátedra, sino que lo guíe en un aprendizaje del
que él mismo es también partícipe y responsable; esto con base en una
combinación de conocimientos de filosofía, economía, historia y litera­
tura que motiven al estudiante a desarrollar su propio pensamiento. De
acuerdo con esta autora, la m ejor educación es aquella capaz de dotar
a la persona con la capacidad de escoger por sí mismo su propio m ode­
lo de vida, lo que exige una capacidad de cuestionar y contrastar las di­
ferentes alternativas que se le presentan a través de una razón crítica
que nos ayude a explicar y justificar el por qué de nuestras acciones y
decisiones.2
Asimismo, nuestra propuesta también retoma elementos de la her­
menéutica analógica propuesta por M auricio Beuchot. La hermenéuti­
ca analógica es un modelo de interpretación y entendimiento que nos
ayuda a acercarnos a ciertas situaciones sin caer en las trampas de un
universalismo rígido o bien, de un relativismo rampante. Creemos que
para vivir, debe haber algo más que sólo seguir una serie de reglas o
bien, renegar de cualquier tipo de guía que se tenga. N o necesitamos
descartar la noción de certidumbre o de verdad por tem or a imponer a
los otros nuestras ideas y/o pensamientos. La hermenéutica analógica
nos ofrece un camino, o metodología, que se sitúa entre ambos extre­
mos con lo que comúnmente nos encontramos. Lo que Beuchot nos
propone es el rescatar las similitudes entre distintas perspectivas sin
que nos veamos rebasados por ellas. La idea es no caer en una imposi­
ción de un solo punto de vista, ni tampoco en un diálogo de sordos en
donde todas las respuestas sean igualmente válidas.
Así, lo que nos proponemos es mostrar cóm o acercarse a una pro­
blemática ética, tomando en cuenta ciertos elementos al momento de

1 Cuando Nussbaum habla de reduccionismos, se refiere a pensar a las personas, los


pueblos, las comunidades y las sociedades bajo la lógica de "lo más simple”, retomando
sólo una característica de ellos.
2 Martha Nussbaum, Cultivating humanity. EUA, Harvard University Press, 1997, p. 54.
112 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA E N C O M Ú N

tomar las decisiones, para que cada persona sea quien defina su propia
decisión, siendo consciente de los com promisos y responsabilidades
que dicha decisión implica. N o obstante, antes de pasar a un análisis
sobre la m etodología y las propuestas sobre com o tomar una decisión
dentro de una problemática ética consideramos importante dar un pri­
mer paso para definir lo que entendemos por dilema ético.

5.1. A M ANERA DE IN TR O D U C C IÓ N ,
¿QUÉ ES UN DILEMA ÉTICO?

Cuando hablamos de un dilema ético, ¿a qué nos referimos realmen­


te?, porque uno en la vida enfrenta muchos dilemas, que van desde el
simple escoger o no determinado tipo de ropa para ir a trabajar, decidir
sobre asistir o no a un com prom iso previamente adquirido, hablarle o
no a alguna persona del trabajo, por enunciar sólo algunos, pero de ahí,
a hablar de que existen dilemas éticos, es porque tenemos en mente
cierto tipo de situaciones particulares que distinguen a este tipo de dile­
mas de los otros. De alguna manera, las situaciones antes descritas ilus­
tran una primera definición de lo que es un dilema en general. De
acuerdo con una noción cotidiana del término, podría definirse com o
aquel "argumento form ado por dos proposiciones contrarias disyuntiva­
mente, con tal artificio que, negada o concedida cualquiera de las dos,
queda demostrado lo que se intenta probar”,3 o bien, si intentamos bus­
car algunos sinónimos podríamos encontrar los términos de duda o dis­
yuntiva.4 Este prim er acercamiento a la concepción de lo que es un di­
lema nos arroja ciertos elementos básicos en la definición de éste: a) un
escenario de contradicción — y hasta incertidumbre— sobre diferentes
opciones a elegir sobre una situación determinada; b) la necesidad de
tomar una decisión con respecto a las opciones que se tienen; y final­
mente, c ) la consecución de una acción con respecto a la decisión toma­
da así com o el responsabilizarse de las consecuencias que dicha acción
implica.
Así, retomando uno de los ejemplos anteriores, el dilema sobre qué
tipo de ropa llevaré a la oficina tendría que ver con: a) el tipo de traba­
jo que desempeño, el tipo de imagen que deseo dar con mi vestimenta,
el clima, los gustos particulares sobre tipos de telas y colores, entre
otras variables u opciones; b) la decisión de una combinación de panta­
lón gris oscuro, blusa/camisa azul y abrigo gris; y c) el hecho de presen­

3 Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 2007. Consultado en:


http://buscon.rae.es/drael/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=dilema [Revisado 13 de
diciembre 2007]
4 Idem.
EL DISC ER NIM IE NTO DE DILEMAS ÉTICOS EN LAS P ROFESIONES • Cepeda / Shea 113

tarme al trabajo vestida de esa manera y las consecuencias que nos pu­
diera traer. Ahora, si bien el hecho de escoger nuestra vestimenta cada
día no representa mayor disyuntiva por lo que no podríamos definir
que la elección de nuestra vestimenta com o dilema ético, ¿o sí? Quizá
pensando en una oficina dentro de alguna empresa radicada en la Ciu­
dad de M éxico a principios del siglo XXI, el dilema sobre com o vestirse
no representa ningún problema ético; pero quizá, si pensamos en una
comunidad de Estados Unidos, en donde uno decide si vestirse o no con
una túnica blanca y una especia de som brero en form a de pico con sólo
dos orificios en la zona de los ojos. Lo que marca la diferencia entre
una y otra elección radica en las consecuencias que representa cada
uno de los atuendos. Mientras que el prim ero es la descripción de un
modo de vestir hasta cierto punto formal y común dentro de una ofici­
na, el otro representa un icono ligado al Ku Klux Klan, una organiza­
ción racista que surge alrededor de 1860 en Estados Unidos en contra
de la población negra y que abogaba por la supremacía de la raza blan­
ca,5 el hecho de usar esta vestimenta blanca con su sombrero en forma
de punta, implica una identificación con una serie de principios y valo­
res que van acordes con una ideología o visión, que encaminan nuestro
actuar y que nos hacen responsables de nuestras acciones y las conse­
cuencias que estas mismas traen consigo; asimismo, también crean una
serie de compromisos que deben cumplirse por detentar esa visión.
Si bien, en ambas situaciones se habla de elegir ¿qué es lo que real­
mente hace la diferencia entre una y otra?, el calificar a un dilema de
ético quizá requeriría de una reflexión en torno a este adjetivo. El adje­
tivo de la ética no es un acompañante más en la frase, sino que dota de
una cualidad especial al dilema en el que nos encontramos inmersos.
N o obstante, vale la pena detenerse en este punto para aclarar que no
toda acción justificada puede considerarse ética por el hecho de que
para alguien sea válido. La ética responde a la pregunta de ¿cómo he­

5 The Ku Klux Klan (KKK) fue una sociedad secreta conocida por cometer diferentes
actos de terrorismo y violencia, como la quema de crucifijos gigantes frente a las casas de
las personas que ellos quería intimidar; también perpetuaban “juicios” en los que lincha­
ban y colgaban a personas negras, mujeres y niños, así como a cualquier persona (ya fue­
ra de color, blanca o alguna otra raza) que tratara de proteger a sus víctimas. Más tarde,
también se dieron a conocer por aterrorizar a las comunidades judías. El KKK no se ha
dado a conocer, únicamente, por sus actividades racistas contra la gente negra, sino tam­
bién por su antisemitismo y su intolerancia a todo aquellas personas que no son blancas y
cristianas. Por esta razón, el llegar vestido al trabajo con la indumentaria propia del KKK
podría ser, por lo menos, de mal gusto debido a la noción que el común de las personas
miembro de determinada sociedad puedan llegar a tener; incluso puede llegar a ser po­
tencialmente amenazador o profundamente ofensivo para aquellas personas que hayan
tenido algún tipo de experiencia cercana con este grupo.
ÉTICA, PROFESIÓ N Y CIUDADANÍA. UN A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

mos de vivir?, o dicho de otro modo ¿cuál es el m ejor tipo de vida posi­
ble?, con base en las respuestas a estas preguntas es com o se va deli­
neando los valores que dan sentido a una vida. Ahora bien, esta
reflexión debe abarcar distintas dimensiones; cuando pensamos en
aquel ideal de bienestar o felicidad que vale la pena vivirse, es una re­
flexión que empieza en un sentido individual, pero también incluye a
los otros con los que convivimos, tanto en nuestro círculo cercano de
relaciones — amigos y familiares— com o en nuestras relaciones dentro
de una comunidad de la que somos parte y en la nos desenvolvemos.
Así, la ética busca el respeto a ciertos principios mínimos que permiten
la convivencia entre las personas, com o lo es el principio de dignidad
que hace referencia a que todas las personas son igualmente valiosas
sin importar género, raza, idioma, origen, etcétera. En el ejem plo ante­
rior, las personas afiliadas al Ku Klux Klan creen tener una justifica­
ción para lo que piensan y lo que hacen, sin em bargo su justificación no
incluye un respeto por la dignidad de las personas, por el contrario, pi­
sotean la dignidad de un grupo de personas creyendo en la supremacía
aria. Luego entonces, la reflexión ética y la toma de decisión que la
acompaña, debe estar consciente de las implicaciones que dicha deci­
sión trae consigo no sólo con respecto a mi mismo, sino también a las
personas que me rodean y la sociedad en la que convive. Esto hace que
cuando hablemos de ética, un punto importante a resaltar es también la
responsabilidad, pues no debo ver únicamente por mi bienestar indivi­
dual, sino también por el bienestar de los otros. Cuando hablamos de
un dilema ético, o de una problemática ética hablamos de una situación
en donde el bienestar de las personas, sus derechos y/o sus obligaciones
se cuestionan; en cierto sentido, el estar frente a un dilema ético requiere
preguntarse sobre qué es m ejor hacer, qué está bien, qué está mal, qué
debe o no hacerse, es justo o injusto, etcétera. Los juicios éticos no nos
describen una situación, sino que dan una visión sobre lo que está bien
y lo que no, lo que debe o no debe hacerse, con base en valores y princi­
pios que cada uno de nosotros considera importantes y que de alguna
manera nos dan un sentido sobre cóm o actuar.
Algo que es importante resaltar es que dentro de la reflexión ética
no existe una respuesta correcta a todas las preguntas; dentro de una
problemática ética, la objetividad se alcanza mediante el pasar, poco a
poco, de una reflexión en un sentido individual a una reflexión que in­
cluya a más personas e incluso, una reflexión en torno a la humanidad.
Esta característica de la reflexión ética permite que se incorporen no
sólo mis experiencias particulares, sino también las experiencias de las
otras personas en mi reflexión. Esto hace que la reflexión en torno a di­
lemas éticos presente ciertos retos; en prim era instancia está la acepta­
ción de que no existe una verdad absoluta que pueda ser presentada
EL DISC ER NIM IE NTO DE DILEM AS ÉTICOS EN LAS P ROFESIO NES • Cepeda / Shea 1 15

com o incuestionable, sino que esa verdad parte de un horizonte que


puede ser sometido a una reflexión crítica en todo momento. El cuestio-
namiento de la verdad se da a través del diálogo y el debate de las dis­
tintas posturas, en donde el prim er paso es la aceptación de que puedo
o no tener razón pero que eso sólo puede determinarse mediante la es­
cucha y la reflexión crítica de las demás posturas. En este punto es im ­
portante señalar que esto hace que todos los argumentos sean igual­
mente valiosos, es decir, que ningún argumento es más valioso, ni
siquiera el mío propio, para ser escuchados y cuestionados; lo que no
quiere decir “que todo vale por igual”. A lo que nos referimos es que to­
dos los argumentos merecen, de principio, ser escuchados — no en bal­
de ya Voltaire escribía "no estoy de acuerdo con lo que dices, pero de­
fenderé con mi vida tu derecho a d ecirlo”— lo que no equivale a que
sea aceptado sin cuestionamiento alguno. Ya el mismo John Stuart Mili,
en su ensayo Sobre la libertad habla de esa necesidad de debate y diálo­
go entre las distintas ideas com o una forma de evolución del ser huma­
no y de ir acercándonos más y más a una verdad que sólo develamos un
poco al momento de confrontarla con ideas distintas a las nuestras;
nuestros argumentos se muestran ante los demás dejando ver cuáles
son los principios y valores que les dan sentido. Esto hace que dentro
del diálogo para resolver una problemática ética se parta de una dispo­
nibilidad a aprender de los otros y de sus experiencias, aceptando que
el otro tiene algo valioso que decirme, pero también para evaluar las
distintas posturas en el sentido de cuál parece más razonable que la
otra. Esto se hace mediante la explicación y argumentación de cada
alternativa.
De acuerdo con R. M. Haré,6 el razonamiento moral dentro de un
caso concreto, consta de dos momentos de reflexión: un momento pres-
criptivo y un momento de universabilidad. Haré parte del supuesto de
que para hablar de un argumento moral dentro de una problemática
ética estamos hablando de decisiones sobre lo que debe hacerse; no obs­
tante, ese deber pasa por los dos momentos antes mencionados. Al ha­
blar de un momento prescriptivo nos referimos a un caso en concreto
en el que debemos de decidir qué hacer; en donde la respuesta que de­
mos a esta pregunta nos com prom ete a determinada acción. Según
Haré, este momento prescriptivo es fundamental para todo argumento
moral, ya que, en primera instancia, se busca una respuesta a cóm o ac­
tuar en una situación específica; sin esta búsqueda, se perdería una m o­
tivación a resolver el dilema. Asimismo, podemos decir que este mo-

6 Cf. R. M. Haré, "A moral argument”, en James Rachels, Ethical Tehory 1. Gran
Bretaña, Oxford University Press, 1998. pp. 51-57.
116 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

mentó prescriptivo ®ería un prim ero en la toma de una decisión, no


obstante, el segundo, es el de la universabilidad, que se refiere a la
toma de consciencia de que nuestra acción puede sentar un precedente
de cóm o deben actuar otras personas en situaciones similares.
Haré lo ilustra con un ejem plo en donde Alejandra le debe dinero a
Juan, y éste, a su vez, le debe dinero a Carlos; según la ley, el acreedor
puede pedir que su deudor sea encarcelado si éste no cumple con su
compromiso. Así, en un momento prescriptivo, Juan podría pedir que
Alejandra sea encarcelada dado que no ha liquidado su deuda con él y
es una forma de que ella le pague; no obstante, el que Juan "quiera” que
sea encarcelada, no significa lo mismo a decir que ella “debe" ser encar­
celada por no haber cubierto su deuda. Esta última aseveración trae
consigo una carga universal sobre lo que debe suceder en caso de que
alguien le deba dinero a otra persona y aún no haya pagado. Siguiendo
este planteamiento, Juan estaría sujeto a que él m ism o puede ser encarce­
lado p or deberle dinero a Carlos, lo que quizá lo llevaría a reconsiderar si
ésta puede ser una medida universal. Según el análisis de Haré, al anali­
zar una problemática ética desde un punto de vista prescriptivo nos puede
llevar a una conclusión determinada — com o es en este caso el que Juan
quiera que se encarcele a Alejandra— sin embargo, el pasar a un análi­
sis sobre su universabilidad puede cambiar la conclusión. Esto hace
que un problema tenga distintas formas de resolverse. N o obstante,
cada conclusión debe estar sustentada y justificada a partir de un argu­
mento moral que contemple tres elementos clave: los hechos de la si­
tuación que se analiza, una postura (lógicam ente) razonable, y una in­
clinación personal sobre la acción a tomar. Estos tres elementos están
ligados con la experiencia personal y el horizonte cultural — horizonte
que influye en valores y principios— a partir del cual juzgam os el mun­
do. Sin embargo, ni nuestra experiencia ni nuestro horizonte personal
son los únicos posibles o válidos, hay que ser conscientes que distintas
reflexiones y razonamientos pueden nutrir la visión que tengamos del
mundo y las decisiones que tomamos con respecto a él.
Para Haré, la aceptación de que el otro tiene algo valioso que decir­
me también demanda la capacidad de com prender al otro, para lo que
se necesita una imaginación que sea capaz de acercarnos a la forma en
cóm o piensa el otro. En el caso de Alejandra, Juan y Carlos, la identifi­
cación y comprensión entre los tres es un tanto sencilla, ya que existe
una similitud de condiciones entre Juan y Alejandra, y entre Juan y
Carlos, que de alguna form a influye en la decisión de Juan. Sin embar­
go, cuando esta identificación no es tan clara, es cuando se necesita de
una mayor imaginación que nos acerque con las condiciones que el
otro está viviendo para así poder com prender m ejor su form a de actuar
y comprendernos m ejor a nosotros en relación con el otro y sus accio-
E LA PRÁCTK

/ . •
118 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

posición de poder, a través de la cual se puede influir, delinear y con­


trolar el devenir de una sociedad, de ahí que se piense en una ética de
profesiones com o un regulador que limite los abusos generados dentro
de una sociedad por el manejo de un conocim iento determinado. Ozar
considera que una actividad profesional debe cumplir con cuatro carac­
terísticas: en primera instancia, debe ser una actividad que implique un
cierto grado de conocim iento teórico y un entrenamiento práctico para
la aplicación de dicho conocimiento; a continuación, debe ser una acti­
vidad que cuente con un reconocim iento tanto al interior del grem io o
grupo de personas que la práctica, com o al exterior, dado que se lleva a
cabo un fin considerado com o valioso tanto por la persona que lo reali­
za com o por la sociedad que lo presencia — y lo sufre— ; seguidamente,
una profesión habla de cierta autonomía al momento de llevar dicho
conocim iento a la práctica, esta autonomía se refiere a la capacidad de
identificar cuáles son las necesidades a cubrir, las diferentes formas
de cubrir esa necesidad y la selección de la forma más viable y certera de
cubrir esas necesidades. De acuerdo con Ozar, esta autonomía se da a
partir del conocim iento especializado que se tiene del tema, aunque
también influyen los factores intermedios que se relacionan con la ac­
ción seleccionada. Finalmente, la última característica se refiere las
obligaciones a las que los profesionales se com prometen al momento de
decidir practicar determinada profesión.
Cada profesión cuenta con una serie de normas que dan determina­
do sentido a la práctica de la misma; estas normas se basan en lo que la
sociedad espera de esa profesión y determinan las obligaciones y com ­
promisos de esa profesión. A este conjunto de normas se le conoce
com o ética profesional. Siguiendo a Osar, esta ética profesional se ex­
presa muchas veces a partir de códigos de ética que es necesario defi­
nir. Aunque no hay una forma explícita de definir un código de ética,
para Ozar hay ocho aspectos que es importante retomar al momento de
pensar en la ética de una profesión determinada:
1) Definir quién es el cliente principal, o beneficiario prim ordial de
la acción, de acuerdo a la acción que la realiza.
2) Definir cuáles son los valores centrales de cada profesión.
3) Establecer la relación ideal entre el cliente y los profesionales.
4) Sopesar los riesgos de cada profesión y las prioridades de los
clientes.
5) Evaluar la capacidad del profesional para hacer frente a las labo­
res que se le requieren.
6) Establecer la relación ideal entre profesionales de la misma área.
7) Identificar la relación de los profesionales con la comunidad.
8) Cuidar la integridad de la profesión y la práctica de la misma m e­
diante la educación de los nuevos profesionales.
EL D ISC ER NIM IE NTO DE DILEM AS ÉTICOS EN LAS P ROFESIO NES • Cepeda / Shea 119

En estos ocho aspectos intervienen tanto la dimensión personal de la


ética de cada persona involucrada, com o la dimensión social de la pro­
fesión en relación con la comunidad y las instituciones que en ella se
encuentran. Las controversias surgen en el momento en que las visio­
nes o valoraciones entorno a la práctica profesional difieren ya sea por
parte de los profesionales entre sí, en relación con sus clientes o con su
comunidad. El hecho de tener un código profesional sirve de una guía
en cuanto a la práctica de determinada profesional, dado que debe to­
mar en cuenta no sólo la profesión en sí, sino la profesión en relación
con los individuos que la practican, los individuos que reciben dicha ac­
ción y la comunidad en la que se desenvuelve. Sin embargo, los códigos
también están sujetos a un constante cuestionamiento y reflexión, pues
responden a las necesidades, perspectivas e interpretaciones de cada
persona y cada sociedad.
Este cuestionamiento al código moral de determinada profesión po­
dría traducirse también en un cuestionamiento al sentido de la práctica
profesional en torno a lo que es o debería ser; a la realización de un
proyecto de vida y la consecución de ciertos valores y principios a tra­
vés de su práctica cotidiana. Asimismo, es necesario resaltar que en la
actividad profesional se conjugan un ideal de felicidad, por parte de au-
torrealización individual, y un ideal de justicia, en el com prom iso con
la comunidad. Etxeberría señala que al momento de tomar las decisio­
nes dentro de la práctica profesional, no se debe perder de vista la res­
ponsabilidad y el com prom iso que se tienen con uno mismo, com o bús­
queda y consecución de ese ideal de vida; el com prom iso ante la
profesión que se ejerce, y lo que ésta demanda a través de sus respecti­
vos códigos; y la responsabilidad ante las consecuencias que esa prácti­
ca genera, ante la comunidad que se ve beneficiada o perjudicada por
dichas acciones.10 Como hemos dicho antes, no existe la fórm ula para
resolver los dilemas éticas de una sola vez; aunque, no se pueden des­
cartar ciertas herramientas m etodológicas que pueden arrojar más luz
sobre cóm o hacer frente a estas problemáticas. A continuación vamos a
hacer una breve revisión sobre dichas herramientas.

5.3. U n a p r o p u e s t a m e t o d o l ó g ic a c o m o p u n t o d e p a r t id a

Lo que se describe a continuación es el ejem plo de un método o m o­


delo del proceso para la toma de decisiones éticas.11 N o obstante, antes

10 X. Etxeberría, op. cit., pp. 198-199.


11 Este modelo ha sido adaptado del Modelo para la toma de decisiones desarrollado
por David T. Ozar en el Centro de Ética y Justicia Social, de la Universidad de Loyola en
Chicago.
120 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

de pasar al m odelo com o tal, nos gustaría clarificar lo que entendemos


por método y lo que no. Como en todo modelo, es importante tener en
cuenta que necesariamente estamos hablando de una sim plificación de
nuestro proceso natural para la toma de decisiones éticas. ¿Por qué es
importante dicha simplificación? El proceso natural para la toma de
decisiones éticos es más caótico y desordenado de lo que aquí se pre­
senta. Este modelo separa los momentos de reflexión que llevamos a
cabo — los cuales, por lo normal, están mezclados entre sí— asimismo,
esto nos ayuda a identificar cada momento com o “pasos" separados du­
rante el proceso para la toma de decisiones éticas. Durante el proceso
“real” para la toma de decisiones éticas, estos pasos son profundamente
interdependientes. Por lo tanto, en cierto sentido, este método requiere
que, figurativamente, detengamos la vida real por un instante de tal
suerte que podamos tomarnos un poco de tiempo — algo que usualmen­
te no sucede al momento de tomar una decisión ética— para analizar
detenidamente la situación a la que nos estamos enfrentando.
Sin embargo, en defensa del método podemos decir que al separar
el proceso en diferentes pasos, las personas que toman las decisiones
son capaces de "practicar" el arte del análisis ético. Por ejemplo, en
nuestro proceso reflexión cotidiana, probablemente no hayamos term i­
nado del todo con el “paso dos” antes de em pezar el "paso tres". En lu­
gar de esto, oscilamos entre los prim ero cuatro pasos, aprendiendo de
cada uno de ellos que no hemos respondido adecuadamente a alguno
de los otros, asimismo, dicho movim iento entre uno y otro nos permite
recopilar inform ación significativa de un paso que resulta ser de consi­
derable importancia dentro de otro. Así, si bien el modelo es una abs­
tracción del proceso natural, dicha abstracción nos permite ser más
cuidadosos en nuestra toma de decisiones; con la práctica, esto puede
ayudarnos a tener mejores decisiones éticas, mucho más pensadas. En
consecuencia, vale la pena separar, cuidadosamente, y describir los di­
ferentes grupos de actividades involucradas en el proceso que nos con­
duce a tomar algunas decisiones éticas. Finalmente, cuando una situa­
ción o dilema nos resulta particularmente complejo, el método funciona
com o un mapa o guía de los pasos involucrados, de tal forma que poda­
mos evitar confundirnos. Este método, en particular, está basado en el
considerar los roles sociales que juegan todas las partes involucradas, y
com o las normas particulares a determinado rol social afectan o se re­
lacionan con otras consideraciones morales que se deben tener en
cuenta al momento de evaluar un dilema ético.12 El proceso se com po­
ne de seis pasos:

12 Cuando hablamos de roles sociales, nos referimos a las diferentes maneras en que
nosotros nos vemos a nosotros mismos y con las cuales nos percibimos a nosotros mis­
EL D ISC ER NIM IE NTO DE DILEM AS ÉTICOS EN LAS P ROFESIO NES • Cepeda / Shea 121

1. Identificar al protagonista moralmente relevante.


2. Identificar las alternativas de acción posibles.
3. Determinar qué es lo que se encuentra, éticamente hablando, en
riesgo a partir de reflexionar entorno a los roles sociales.
4. Determinar qué más se encuentra éticamente en riesgo.
5. Determinar qué debe hacerse, a partir de todas las consideracio­
nes antes hechas.
6. Después de haber decidido lo que debe hacerse, elegir un curso
de la acción.

A continuación, explicaremos con mayor detalle lo que cada uno de


los pasos de este proceso involucra. En este sentido, usaremos ejemplos
que creemos que nos ayudaran a ilustrar de m ejor forma com o moverse
a través del presente modelo.

Paso uno: Identificar al protagonista moralmente relevante


Este prim er paso implica identificar a la persona que debe tomar la
decisión. Una vez identificada, es importante hacer explícito las razones
por las cuales dicha persona es moralmente relevante, ¿qué es lo que
determina que esta persona sea importante?, ¿cuál es el rol de dicha
persona? Si bien, estamos señalando que debemos identificar a solo
una persona, hay que tener en cuenta que muchas veces al momento de
estar haciendo el análisis de un dilema ético hay más actores involucra­
dos en la acción que podrían considerarse com o posibles agentes de de­
cisión, es decir, que ellos también podrían tomar una decisión que afec­
te todo el caso. Por eso, al momento de hacer un análisis, siempre
debemos tener claro a qué persona estamos seleccionando para enfo­
carnos. En ocasiones, el identificar las alternativas de acción que se tie­
nen y lo que se está poniendo en riesgo desde una perspectiva ética, de­
pende de la persona que estés considerando com o protagonista y los
diferentes roles sociales que ella tiene. Así, es p ru d e n te e m p e z a r p o r
identificar al posible protagonista, para después, aplicar el modelo a los
diferentes actores involucrados. Algunas otras preguntas que puedes
usar dentro de este paso podrían ser: "Además del rol social principal
del protagonista, ¿existen otros roles que son relevantes dentro de una
perspectiva ética?”, "¿qué sabemos del protagonista?”, "¿existen facto­
res moralmente relevantes o importantes que debamos considerar en
nuestra decisión?”

mos y cómo la gente nos percibe. Usualmente, cada uno de estos roles trae consigo cier­
tas expectativas u obligaciones morales. Por ejemplo, si una mujer es madre, esposa y
contadora, cada uno de estos roles influye en la manera que toma sus decisiones y los jui­
cios que hace para llegar a dichas decisiones. Como veremos brevemente, algunas veces
nuestros roles sociales entran en conflicto o nos ponen en una disyuntiva moral que hace
que tomar una decisión moral se vuelva más complejo.
122 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

Con el fin de clarificar un poco a lo que nos referimos con este pri­
mer paso, consideremos el siguiente caso:13

Después de una práctica profesional durante verano, D iego ha sido contra­


tado com o asistente del área de ingeniería y producción de la em presa
Acm é Plastics. Su superior es Francisco M artínez, el gerente de producción
de la planta. Francisco cree que la adm inistración se lleva a cabo a partir de
una línea estricta de autoridad, p or lo que de entrada, lo cual intim ida mu­
cho a Diego. D iego realm ente necesita este trabajo para com pletar sus cuo­
tas colegiatura de profesional para el siguiente semestre. Entre sus labores
se encuentra el observar cuáles son las condiciones de trabajo a lo largo de
toda una línea de producción, lo que lo ha llevado a percatarse de lo si­
guiente: en la parte de ensam blado, los trabajadores pegan pequeñas piezas
de plástico y las ponen en un contenedor que las pasa por un horno con el
fin de que el pegam ento term ine de secar. Al final del día, la banda que
transporta todo el m aterial queda cubierta con pequeñas gotas de pegam en­
to, por lo que los trabajadores tienen que lim piarla usando trapos y reci­
pientes para jabón, llenos de un solvente que consiguen en un contenedor
cercano. Los trabajadores tienen que tallar el cinturón de la banda mientras
ésta se encuentra en m ovim iento. D iego notó que durante esta tarea el hor­
no perm anece prendido, lo que le p areció riesgoso porque esto podría o rig i­
nar una explosión en la que los trabajadores saldrían gravem ente heridos.
En la em presa se llevaban a cabo unas juntas cada dos meses en donde se
trataban temas de seguridad, sin em bargo, Francisco M artínez canceló d i­
chas juntas "hasta nuevo aviso” p or considerarlas una pérdida de tiem po y
un obstáculo para alcanzar los índices de productividad estimados.

La respuesta más obvia sobre quién es el protagonista de este caso


es Diego. El es la persona en la posición para tomar una decisión moral
(por ejemplo, el llam ar la atención de Francisco M artínez sobre el tema
de la seguridad en la planta, o bien, evitar hacer esto). Sin embargo,
también podríamos hacer un análisis de Francisco M artínez ya que él
también ocupa una posición relevante con respecto a la situación que
se vive en la planta. N o obstante, él no se encuentra precisamente en la
postura de tomar una decisión ya que fue él mismo quien elim inó las
reuniones sobre seguridad donde seguramente este problema se hubie­
ra discutido. Por lo tanto, para nuestro propósito, la persona idónea
para analizar el caso es Diego. Al escoger a Diego com o nuestro prota­
gonista estamos listos para pasar al siguiente paso.

13 Este caso es una adaptación de: "1993-1996 Sample Cases” del sitio en línea del
Intercollegiate Ethics Bowl auspiciado por el Insituto de Tecnología de Illinois (Illinois
Institute of Technology), http://ethics.iit.edu/eb/1993samplecases.html (revisada 29 de fe­
brero, 2008).
EL DISC ER NIM IE NTO DE DILEM AS ÉTICOS EN LAS PROFESIONES • Cepeda / Shea 123

Paso dos: identificar las alternativas de acción posibles


El segundo paso consiste en determ inar cuáles son las posibles ac­
ciones que se pueden llevar a cabo, así com o identificar cuáles son las
características principales o distintivas de cada acción. Algunas veces
esto se puede hacer de forma fácil, sin tener que detenernos mucho a
pensar sobre esto. Sin embargo, hay veces en que esta parte del proceso
se com plica puesto que pueden darse circunstancias especiales, o bien,
que nuestra visión se vea permeada por nuestra form a habitual de per­
cibir el mundo que nos rodea, que esto nubla nuestra perspectiva e im ­
pide que veamos las opciones a nuestro alcance — puede ser no seamos
capaces de vislumbrar una opción que se encuentra justo frente a nues­
tros ojos porque, por alguna u otra razón, no la vemos— . Es por esto
que muchas veces es útil discutir los dilemas éticos con alguien más.
Puede sorprendernos bastante el escuchar otro punto de vista y descu­
brir que la otra persona ha notado algo que a nosotros jamás se nos ha­
bía ocurrido antes. Las preguntas que nos pueden servir de guía duran­
te esta etapa podrían ser: ¿cuáles son los diferentes tipos de acción que
podemos tomar?, ¿cuál sería el resultado de cada una de estos hechos?,
¿hacia que otras decisiones nos conducen, tanto a nosotros com o a los
demás, cada una de estas acciones?, ¿qué tanto nos agradan o no los re­
sultados de cada acción y las acciones que se derivan de ellas?, ¿qué
principios podemos deducir de cada una de ellas (aquí hay que tomar
en cuenta el proceso que mencionamos líneas arriba con Haré en don­
de debemos ser capaces de pensar nuestras acciones y decisiones no
sólo a partir de una perspectiva individual, sino también dentro de una
perspectiva universal).
En el caso de Diego, ¿cuáles son las alternativas que él tiene para
actuar? Abajo encontraran algunas opciones:
• Puedo haber decidido no hacer nada.
• Puedo haber hablado con Francisco, su jefe.
• Si éste ignoraba a Diego, quizá él pudo haber hablado con el jefe
de ambos.
• Otra opción pudo haber sido hablar directamente con los trabaja­
dores.
Cada una de las acciones que se mencionan arriba, tiene una serie
de posibles consecuencias así com o una motivación basada en un prin­
cipio moral particular. Por ejemplo, si Diego hubiera escogido no hacer
nada, su posición com o asistente no correría ningún peligro, pero los
trabajadores seguirían laborando en condiciones alto riesgosas. Por lo
que, con esta decisión, estaría optando por proteger sus intereses perso­
nales por encima de los de sus compañeros de trabajo. Por otro lado, si
hubiera escogido hablar sobre esta situación y el peligro que corrían los
124 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

trabajadores con su jefe, quizá estaría arriesgando su trabajo, pero esta­


ría actuando responsablemente con respecto a la seguridad de sus com ­
pañeros de trabajo. Si Francisco no presta atención a la preocupación
de Diego, otra opción sería discutirlo con el jefe de ambos. Al hacer
esto, Diego estaría tomando un riesgo considerable sobre su trabajo,
por lo menos mientras su jefe pueda salir afectado y molestarse por es­
tas acciones. Pero, una vez más, la prioridad de Diego sería la seguri­
dad de los trabajadores. Por último, puede decidir discutir la situación
directamente con los trabajadores. Esta puede ser la posición menos
riesgosa para él, pero quizá no sea la más indicada. Consideren lo si­
guiente: los trabajadores no están en una posición de cambiar el proce­
so de lim pieza sin entrar en conflicto con Francisco Martínez. Así las
cosas, de una u otra forma, este hombre puede encontrar una manera
de involucrar a Diego. Esta opción podría ser la más apropiada para to­
mar, sin embargo, Francisco podría enojarse bastante debido a que su
subordinado no siguió el curso de la línea de comando.
Las alternativas aquí enunciadas son sólo las más obvias. A veces, el
pensar en aquellas opciones que no son tan comunes nos puede ayudar
a que nos demos cuenta de cuáles son nuestras razones para tomar de­
terminada opción en vez de otra. Imaginen, por ejemplo, que Diego
pudo haber inform ado secretamente a los trabajadores, y dejar que
ellos decidan sobre cóm o resolver la situación. Esta es una opción, pero
no sería la mejor. Inclusive, Diego pudo haberle escrito una carta anó­
nima a Francisco inform ándole sobre la situación. Esta opción también
tiene sus ventajas. Como se puede ver, si uno es cuidadoso, los pasos
dos y tres pueden tom ar su tiempo de form a considerable. Además, es
importante recordar que mientras te mueves de un paso a otro, proba­
blemente tengas que regresar al paso anterior para establecer nuevas
variables a considerar.

Paso tres: Determinar qué es lo que se encuentra, éticamente hablan­


do, en riesgo a partir de reflexionar entorno a los roles sociales
Una vez que conocemos las diferentes alternativas, si estamos en
una situación de rol social relevante, debemos examinar las alternativas
específicamente a partir de ese punto de vista. En otras palabras, qué es
lo que determinado rol social nos dice que debemos o no hacer. El que
hagamos este proceso lo más detallado posible o no, depende de nues­
tra concepción particular de cada rol social y si consideramos que de­
terminado rol(es) social(es) o relación(es) son relevantes o no para el
asunto en cuestión. Esto im plicaría que identificáramos y considerára­
mos cuidadosamente las obligaciones específicas relevantes a ese rol o
relación. Cada una de las distintas alternativas debe analizarse a partir
de este punto de vista.
EL DISC ER NIM IE NTO DE DILEMAS ÉTICOS EN LAS P ROFESIO NES • Cepeda / Shea 125

En nuestro caso, hay dos grandes problemáticas en cuestión: la se­


guridad de los trabajadores y el em pleo de Diego. El tratar de priorizar
entre estas dos podemos preguntarnos hasta dónde llega el grado de
responsabilidad de Diego sobre lo que está pasando en Acmé Plastics.
No se le contrató com o un inspector de seguridad ni com o un supervi­
sor de piso, pero el caso menciona que él frecuenta la línea de ensam­
ble frecuentemente. Una visión podría hacer que nos detuviéramos en
las responsabilidades de Diego com o empleador. En este caso, ¿sería
responsabilidad de Diego el llamar la atención sobre una amenaza de
riesgo? En el siguiente paso analizaremos con mayor detalle las dife­
rentes responsabilidades de Diego a partir de sus roles sociales.

Paso cuatro: determinar qué más se encuentra éticamente en riesgo


Además de considerar lo que se encuentra en riesgo en general, de­
bemos considerar cada alternativa desde un punto de vista más amplio
sobre lo que éticamente debemos o no debemos hacer. Esta búsqueda
por am pliar nuestro horizonte ético debe aplicarse más allá de los roles
sociales específicos de las personas. Esto se debe a que un determinado
rol social o una determinada relación no es lo único que influye m oral­
mente en la vida de una persona.
La situación de Diego tiene implicaciones morales que rebasan sus
intereses particulares vistos com o el empleado nuevo, en un puesto m o­
desto que también es estudiante. Si bien este trabajo es importante para
él com o una forma de ganar el dinero que necesita para poder seguir
estudiando, la seguridad de sus compañeros de trabajo es moralmente
más apremiante. ¿Por qué? El riesgo no se centra en si pierde o no su
trabajo, sino en la posibilidad de perder vidas. El bienestar de los traba­
jadores es una responsabilidad de Diego com o ingeniero. A pesar de que
él fue contratado com o asistente del área de ingeniería y producción; es
su entrenamiento com o ingeniero lo que le da la autoridad para traba­
ja r en Acmé Plastics, no el hecho de que sea estudiante. El hecho de
que la responsabilidad de la seguridad en la planta recaiga en su super­
visor, no disculpa a Diego de su obligación profesional para actuar por
a favor de los trabajadores. Entre otras cosas, un ingeniero está entre­
nado especialmente para identificar los riesgos y las fallas posibles en
situaciones com o la que aquí se describe. El que Diego ignore este tipo
de situaciones y la obligación que tiene para con ellas, sería una falta
de integridad a su profesión. Asimismo, en un sentido más amplio, el
tratar de prevenir un desastre es una obligación básica para todas las
personas. Debemos optar por siempre que podamos proteger a los de­
más, dentro de ciertas circunstancias razonables; es una forma de guar­
dar un sentido del otro, y tomar consciencia que no estamos solos en el
126 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

mundo ni nuestros intereses los únicos que importan, sino que somos
parte de algo más.14
Para ilustrar a qué nos referimos en este cuarto paso vamos a hacer­
lo con otro ejemplo: Paola es científica, católica y está embarazada.
Cada uno de estos roles sociales, junto con las relaciones que implican,
trae consigo un demanda moral que puede llegar a chocar entre sí. Por
ejemplo, le pueden pedir a Paola que participe en un experimento usan­
do células embrionarias humanas. Puede ser el caso de Paola que com o
científica visualice y com prenda la importancia médica que este tipo de
investigaciones puede tener al momento de generar resultados benéfi­
cos (una cura para el Alzheimer, o una cura para algún tipo de cáncer);
por otra parte, los valores y principios propios de su religión o su esta­
tus com o mujer embarazada pueden interferir y entrar en conflicto con
sus valores y principios com o científica investigadora.
Hay que tener en mente que las personas tienen sus razones para
aceptar que ciertas obligaciones por parte de algunos roles sociales o
determinados tipos de relaciones sean parte de su vida. Lo que significa
que aceptar un rol a ciegas sin una reflexión previa no es lo más recor­
dable, porque ese acción en específico trae consigo una responsabili­
dad. Para tomar una decisión, cualquiera que ésta sea, es importante
saber cuáles son las razones que justifican el que tomemos dicha deci­
sión; dentro de un proceso para la toma de decisiones éticas, esta parte
es de suma relevancia porque determina si hay un conflicto entre las
obligaciones de una determinada acción y las normas que lo rodean, o
bien, si hay otro tipo de compromisos morales que no son fáciles de
identificar a primera vista; en este sentido, aquellas categorías en don­
de entran en juego valores morales, fundamentales deben ser analiza­
das con más cuidado para poder llegar a una solución del conflicto. Así,
en la situación de Diego, debemos tomar en cuenta que, com o ingenie­
ro, no puede ignorar una situación de inseguridad laboral de estas pro­
porciones, con el fin de asegurar un trabajo.
Qué tanto profundicemos en una reflexión ética depende, en gran
parte, de lo detallado que hagamos nuestro análisis. Comúnmente, en
un nivel más general, hacemos una reflexión moral ya sea en términos
de minim izar ciertos riesgos, valores o personas, o bajo una visión de
conformidad a ciertas reglas o derechos moralmente fundamentales, o
bien, valorando una serie de actitudes morales y virtudes. Más adelante,
en este capítulo, discutiremos algunos de los principios que comúnmen-

14 Este principio no se refiere a un altruismo radical. Más allá de eso, se busca un


principio más general que se centre en el prevenir el causarle daño a los demás. Lo “razo­
nable” de este principio radica en el hecho de que cada persona debe ser quien decida el
grado de riesgo personal que piensa que es apropiado para ella.
EL D ISC ER NIM IE NTO DE DILEMAS ÉTICOS EN LAS P ROFESIO NES • Cepeda / Shea 127

te usamos al momento de tom ar nuestras decisiones éticas. Lo que es


cierto es que en cada uno de los procesos de reflexión ética y su corres­
pondiente toma de decisión, se parte de uno de estos tres enfoques. En
otras palabras, mientras a una persona le puede parecer que el ser ho­
nesto es algo sumamente importante, esta misma persona también pue­
de seguir un conjunto de reglas y principios que digan que respetar a
los demás es importante.
Asimismo en otras ocasiones, com o se ha mencionado antes, esas
dos visiones morales choquen entre sí. Consideren, por ejemplo, que
Diego decide discutir el asunto de la seguridad en la planta con los tra­
bajadores así com o escribir la carta anónima que mencionamos líneas
arriba. Como resultado de estas dos acciones de Diego, imaginen que
los trabajadores de la fábrica comienzan a quejarse con Francisco de la
situación. Sin embargo, éste considera que es una situación trivial y
que está buscando a la persona que inició todo "el problem a” para des­
pedirla. Si Francisco le pregunta a Diego qué es lo que sabe, si no es
honesto, el probablemente perdería su trabajo y, probablemente, se ge­
nerarían más problemas para los trabajadores que ahora ya com enza­
ron a quejarse. Luego entonces, la prioridad de Diego de proteger a los
trabajadores podría hacer que Diego perdiera su trabajo si decide de­
cirle a Francisco la verdad cuando éste le pregunte sobre la situación.
Aquí podemos distinguir, claramente un conflicto de valores.

Paso cinco: determinar qué debe hacerse, a partir de todas las conside­
raciones antes hechas.
El proceso para determ inar qué es lo que se encuentra éticamente
en riesgo, algunas veces arroja también la conclusión de cuáles son las
alternativas éticamente más aceptables. Otras veces, las cosas se com ­
plican debido a los diferentes valores, reglas, normas sociales, etcétera,
que entran en juego y que favorecen determinada acción. En este pun­
to, al optar por una determinada acción también se está eligiendo el
conjunto de valores, reglas, normas, etcétera, que dicha acción implica.
La situación de Diego es delicada porque, com o ya se menciono¿hay
una cuestión de prioridad de valores cuando consideramos que esTTa"^
vida de los trabajadores lo que está en juego y que choca con el interés
de Diego de asegurar su trabajo en Acmé Plastics. Por lo tanto, Diego
está moralmente obligado a hablar con Francisco del asunto. Los inge­
nieros tienen una obligación profesional que no se enfoca únicamente a
considerar la seguridad en general, sino también que, com o corolario
de esa valoración, el velar por la seguridad dentro de las condiciones de
trabajo. Luego entonces, Diego debe tomar la acción apropiada. En este
caso, el alertar a su supervisor inmediato superior sobre el riesgo que
corren sus compañeros de trabajo cae dentro de esta búsqueda por la
128 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

acción más apropiada. Algunas veces, el actuar de acuerdo a nuestras


obligaciones com o profesionales puede poner en riesgo algunos de
nuestros intereses personales pero, en este caso, el riesgo que se corre
no es tan grande, inclusive a pesar del carácter autoritario de Francisco
y su renuencia a tener las juntas sobre seguridad en la planta.
De igual forma, los juicios sobre las distintas acciones pueden hacer
que varias de esas opciones parezcan igualmente válidas; en otras oca­
siones, el factor del tiempo puede influir en que tomemos una decisión
que quizá hubiera sido distinta si hubiésemos contado con más tiempo
para valorar cada acción más detenidamente. Como dijimos en el paso
dos, hay distintas opciones que Diego pudo haber tomado y que pudie­
ran ser igualmente aceptables en términos de la acción, sin embargo, lo
que marca la diferencia son las circunstancias, y esto hace que una ac­
ción determinada sea la más apropiada razonablemente. Si, por otro
lado, nos enfrentamos al escenario en que existen más opciones para
actuar que son moralmente iguales, entonces el protagonista debe to­
mar su decisión entre esas alternativas considerándolas igualmente vá­
lidas; para llegar a este punto, hemos hecho nuestro m ejor esfuerzo
para reflexionar a todos los argumentos morales implícitos en la dis­
yuntiva.

Paso seis: después de haber decidido lo que debe hacerse, elegir un cur­
so de la acción
Dentro de este m odelo para la toma de decisiones éticas, el escoger
una acción es diferente a juzgar la misma acción, puesto que, una vez
que hemos juzgado qué acción debe hacerse y cuál no, aún así cabe la
posibilidad de que podamos preferir no seguir determinada acción. De
hecho, elegir actuar - o no actuar - de determinada forma, indepen­
dientemente de lo que uno juzgue com o moralmente apropiado, requie­
re de establecer un curso de la acción. De ahí que esto se vuelva un
paso distintivo en el proceso. Así, el término de decisión, en este m ode­
lo, implica ambos momentos, el hecho de juzgar una acción y elegir eje­
cutar dicha acción..

5.4. La DIFICULTA D DE LA ’ SO LU C IÓ N .
U N A R E FLEX IÓ N ÉTICA SO BR E CADA SITUA CIÓ N
Y LOS VALOR ES E N CO NFLICTO

La aplicación de la ética dentro de la vida profesional puede llegar a


ser más com pleja de lo que aparenta a primera vista, dado que no sólo
requiere de un conocim iento sobre teoría ética sino también la com bi­
nación de un razonamiento crítico y una toma de consciencia sobre
cuáles son los valores éticos propios de cada profesión. Como hemos
EL DISC ER NIM IE NTO DE DILEM AS ÉTICOS EN LAS P ROFESIO NES • Cepeda / Shea 129

comentado antes, al hablar de dilemas éticos dentro de la práctica pro­


fesional entran en cuestión, por un lado, una ética personal de los pro­
fesionales y, por el otro, una ética social propia de la profesión en sí,
que responde a una búsqueda determinada dentro de su sociedad. Esto
hace que el profesional requiera ser consciente de sus valores persona­
les y los valores de su profesión. A menudo, las personas encuentran
que el hacer decisiones morales no es fácil, y se com plica más dentro
de un ambiente profesional. Esto se debe a la combinación de múltiples
factores com o el relativismo, la incertidumbre, la costumbre, la falta de
tiempo y la apatía de la gente para reflexionar sobre las consecuencias
morales de una acción determinada; esto muchas veces hace que las
personas escojan una alternativa de la que pueden arrepentirse con el
tiempo.
Un referente cercano a este tipo de situaciones se ilustra en la cinta
alemana La vida de los otros (Das lieben der anderen, 2006), del director
Florian Henckel von Donnersmarck. En esta cinta, se narra la historia
de Gerd Wiesler, un policía de la S T A SI15 en la República Democrática
Alemana, que tenía que espiar al escritor G eorg Dreymar con el fin de
descubrir si tenía alguna afiliación anticomunista. Por lo menos, ése
era el objetivo oficial de toda la operación, aunque hay un objetivo vela­
do, que consistía en que la novia del escritor era amante del prim er m i­
nistro alemán, quien quería deshacerse del amante a través de una su­
puesta vinculación de éste con actividades anticomunistas. A lo largo de
la película, Wiesler, al escuchar la vida de Dreymar, se cuestiona cada
vez más si lo que hace es lo moralmente correcto. Poco a poco, descu­
bre que el escritor a un ser humano igual que él, con gustos musicales y
reflexiones que lo asemejaban más de lo que podían distanciarlo e iden­
tificarlo com o a un enemigo. Asimismo, también se cuestiona la calidad
moral de los motivos que lo llevan a espiarlo. Uno de los momentos de
reflexión durante la trama sucede cuando Dreymar decide cuestionar el
régimen socialista a través de un escrito publicado en un journal de la
República Federal Alemana y Weisler, conscientemente, decide encu­
brir estas actividades tras una falsa coartada de la concepción y escritura
de una obra de teatro para glorificar el régimen socialista.
Esta película, en particular, ilustra el dilema al que se enfrenta

15 Son las siglas de la abreviatura en alemán para el "Ministerio para la Seguridad


del Estado”, fundado de 1950 a 1989, cuando, con la caída del muro de Berlín y el régi­
men socialista, pasó a ser la "Oficina para la Seguridad Nacional”. La stasi constituía la
agencia de la policía secreta y servicios de inteligencia en la República Democrática Ale­
mana. Una de sus funciones era el espionaje de los ciudadanos alemanes con el fin de de­
tectar a aquellas personas inconformes con el régimen socialista que se encontraba en el
poder en ese momento.
130 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

Dreymar, de quien se esperaba la más alta honestidad en su trabajo y


lealtad hacia un régim en político, y quien, en cambio, opta por mentir
a favor de proteger a una persona y una visión de un ser humano. Hay
un momento muy sim bólico en la película cuando Dreymar hace una
reflexión sobre “La sonata a un gran hom bre” de Bethoven en donde
quizá, y sin saberlo, tiende de manera más tangible los lazos entre él y
el policía para que ambos se identifiquen prim ero en su condición de
seres humanos. Como hemos visto, lo com plicado de los dilemas éticos
es que ellos plantean una decisión en donde lo que está en juego es la
apuesta por una serie de valores que dan pie a una visión sobre un ideal
de felicidad o, dicho en otras palabras, cóm o vale la pena vivir — ¿qué
si deseamos en nuestras vidas?, ¿qué dejamos de lado porque no nos
parece trascendente?— y cóm o conjugamos este ideal de felicidad con
lo que marca un ideal profesional sobre qué debemos hacer para ser fe­
lices dentro de una sociedad determinada.
En este sentido no es fácil tomar una decisión, entre lo que debemos
de hacer y lo que queremos hacer, por eso la distinción entre el nivel
prescriptivo y el nivel universal que planteábamos más arriba. N o obs­
tante, es importante estar conscientes de que una reflexión ética perm i­
te una crítica de cada situación en sí misma, es decir, se parte de una
serie de principios y valores que se consideran importantes para una
persona y dentro de una sociedad, pero que no necesariamente deben
cumplirse siempre de esa manera. Por ejemplo, regresando a La vida de
los otros, W eisler se muestra al inicio de la película com o una persona
convencida con los valores y los ideales de la STASI, que se ve en la ne­
cesidad de cuestionar dichos valores e ideales conform e la película
avanza. En este caso, los valores de honestidad y lealtad eran básicos
para mantener la cohesión de un régimen socialista que era cada vez
más criticado; dichos valores fueron cuestionados al momento en que
se sopesaron las circunstancias particulares de Dreymar que ayudaron
a que W eisler identificara en él a un ser humano igual a él. Aquí hay
que tener cuidado con dos extremos al momento de hacer una reflexión
ética sobre una situación determinada: el prim ero es la aplicación de
una moral a raja tabla, es decir, sin sopesar las circunstancias particu­
lares, creyendo que es la única form a correcta y posible de hacer algo;
el segundo extremo, es la cerrazón de un relativismo extremo en donde
todo esta cínicam ente perm itido porque nada puede ser cuestionado
porque todo es particular a una circunstancia determinada, supone que
no hay valores universales válidos para todos.16

16 Con respecto al relativismo, Joseph Desjardins hace un análisis interesante sobre


el mismo y expone como una postura extrema del relativismo nos lleva a un sin sentido
en el que, al menos, se reconocería como universal una postura tolerante a partir de la
EL D ISC ER N IM IE N T O DE DILEMAS ÉTICOS EN LAS P ROFESIO NES • Cepeda / Shea 131

En el caso de Weisler, podríamos juzgar que hizo algo malo al m o­


mento de que no cumplió con su deber com o oficial de la STASI, ya que
su deber era respetar y seguir los lincamientos de honestidad y lealtad
que defendía dicha institución, sin importar a quién vigilaba ni lo que
él, en lo personal, pensaba. N o obstante, la misma película nos muestra
las circunstancias que rodean el espionaje a Dreymar, que no necesa­
riamente parte de una motivación política sino que más bien responde
a intereses personales centrados en la novia de Dreymar; esta serie de
circunstancias ponen de manifiesto las incongruencias dentro de la m o­
ral propia de la sociedad de la Alemania del Este, y que hacen que
W eisler finalmente dude sobre qué es lo correcto y qué no lo es. Esto
pone de manifiesto que si bien partimos de un horizonte moral que nos
dice cóm o hemos de vivir la vida, dicho horizonte se encuentra en una
constante reflexión a partir de las circunstancias particulares que pue­
den significar puntos de ruptura de ese horizonte moral. La vida del es­
critor significó ese punto de ruptura en el horizonte moral del policía.
Lo que vemos en el caso de W eisler es un conflicto de intereses entre
sus obligaciones profesionales y sus principios morales como ser huma­
no. En lo profesional, siempre se ha desempeñado de forma intachable y
rigurosa. Pero, cuando se da cuenta de que D reym ar es investigado no
por ser un traidor a la Alemania del Este, sino porque su jefe superior
tiene un interés personal en la novia de G eorg Dreymar, entonces perci­
be que tanto él com o la institución de la STASI, en general, son usados
con fines que no necesariamente cumplen su mandato. De hecho, él, es
usado para hacer daño y lastimar. Es por esto que com ienza a pregun­
tarse sobre lo que se le pide hacer, y com ienza a reflexionar entorno a
los valores y los métodos que comúnmente se usan en la STASI com o
parte de los procedimientos. Así, a lo largo de la película podemos iden­
tificar cóm o surgen los conflictos de interés y cóm o afectan a las perso­
nas en su toma de decisiones.
En la ética de las profesiones, el corazón de los dilemas muchas ve­
ces se centra en el conflicto entre nuestros intereses personales y nues­
tras obligaciones y compromisos com o profesionales. Por esta razón es
importante retomar el principio socrático "conócete a ti m ism o”. Al
com prender quiénes somos y lo que creemos — lo que sería una especie
de brújula interna— somos capaces de sortear los diferentes dilemas y
conflictos que aparecen tanto en nuestra vida personal com o en nuestra
vida privada. Ser ético no es siempre algo sencillo. De hecho, suele su­

cual todo sea permitido. No obstante, el mismo Desjardins hace referencia a que, aun cuan­
do sea expresado de distintas maneras, hay ciertas valoraciones comunes a todas las cul­
turas. Cf. Jaseph Desjardins, An introduction to business ethics. N ew York, M acGraw Hill,
2003, pp. 15-20.
132 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UN A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

ceder que la acción moralmente adecuada no es la más deseable desde


una perspectiva personal, precisamente puede representar un riesgo o
un daño para quien la toma. N o obstante, al final hay una considera­
ción importante, aquella persona que cree en sus principios y los sigue,
tiene más probabilidades de mantener tanto su integridad personal y
profesional.

5 .5 . D o c u m e n t a c ió n de la r e a l id a d

Lo difícil de la toma de decisión es tratar de sopesar todos los pun­


tos de vista involucrados en cada caso. La importancia de prestar aten­
ción a todas las partes involucradas se centra en tratar de encontrar
una solución que sea lo más justo posible para cada una de dichas par­
tes. N o obstante, cada una de estas partes tiene sus referentes dentro
del mundo real, los cuales se pueden observar e identificar a través una
reflexión crítica. La importancia de saber observar y documentar eso
que se observa radica en que dichos datos serán la base para establecer
una decisión sobre qué hacer y qué no hacer. En este sentido, de la do­
cumentación de un caso determinado depende una m ejor decisión.
Como vimos antes, cada decisión que se toma, se realiza pensando
que es lo mejor posible o la mejor acción por realizar a partir del fin que
se busca; no obstante, una documentación de la misma y su puesta en
balance con respecto al mundo real puede poner sobre la mesa distin­
tas formas de realizar la acción.
Aquí, si bien dentro de la propuesta m etodológica se señala la im­
portancia de escuchar diferentes voces, es importante que esas voces
sean respaldadas por los datos pertinentes, com o pueden ser estudios
científicos, entrevistas con especialistas, revisión de algún código legal
y/o institucional, entre otros. Así por ejemplo, si un inform e médico es­
tablece que la salud de una comunidad se ha deteriorado en las últimas
tres décadas debido a la aparición de un compuesto químico determ i­
nado. La causa de esta infección, pareciera ser desconocida y, para que
se le relacione con determinada empresa establecida en dicha zona que
trabaja con compuestos químicos determinados, va a necesitar más que
un ejercicio de creatividad, suposiciones y buena voluntad. Sino de una
documentación de toda la situación que permita tomar una decisión
más acertada para solucionar la problemática ética.17

17 En este caso podem os hablar de dos películas que ilustran también esta situación.
Tal es el caso de Una acción civil, del d irector Steven Zaillan, y de Erin Brokovich, del d i­
rector Steven Soderbergh. Ambas películas muestran dos casos en los que una com pañía
está contam inando el m edio am biente causando un gran riesgo para la población que la
rodea y el bienestar de la comunidad.
EL DISC ER NIM IE NTO DE DILEM AS ÉTICOS EN LAS PROFESIONES • Cepeda / Shea 133

En algunos casos, la documentación de la realidad nos ayuda a hacer


frente a conflictos de intereses frente una reflexión ética que abarque
no sólo la perspectiva individual sino también una perspectiva social
e incluso, a la humanidad. Finalmente, somos más que solo individuos o
profesionales. En nuestra vida cotidiana a menudo compartimos algo
importante con otros seres humanos e incluso, con la humanidad. Es
esta cualidad que compartimos lo que nos lleva a muchas de nuestras
obligaciones y compromisos morales. Sin embargo, algunas veces la
presión del trajín del trabajo, la familia y la sociedad nos hacen olvidar
aquello que es más importante moralmente; el bienestar de los otros, y
no sólo de aquellos a quienes amamos, sino de todos los otros. Este
principio es lo que encontramos com o idea base de los derechos huma­
nos y en muchos derechos civiles también. Sin embargo, es importante
recordar que la ley funciona com o un mínimo moral más que com o el
ideal moral límite. Lo menos que podemos hacer es respetar los dere­
chos de los otros.

5.6. D if e r e n t e s e n f o q u e s s o b r e la t o m a d e d e c is io n e s
DENTR O DE LOS D IL E M A S É T IC O S 18

En la mayoría de los casos, tomamos decisiones y actuamos de


acuerdo a una serie de hábitos que hemos ido adquiriendo a lo largo de
nuestras vidas. En la situación más ideal, esos hábitos son el resultado
de una formación familiar, una educación, la influencia de los mejores
modelos y una profunda reflexión personal. Entre estos hábitos, tam­
bién encontramos aquellos que nos orientan dentro de nuestra vida pro­
fesional sobre cóm o debemos actuar en determinadas situaciones de­
pendiendo del papel que nos toque desempeñar. N o obstante, algunas
veces dichos hábitos no alcanzan a darnos todas las respuestas; es en­
tonces cuando se requiere de una profunda reflexión que arroje un
poco de luz sobre qué hacer y cóm o comportarnos. Como hemos men­
cionado antes, este tipo de situaciones significan una ruptura dentro de
nuestro horizonte porque muestran más de una solución posible, con
diferentes implicaciones en cada solución. Cuando nos enfrentamos a
este tipo de dilemas es necesario reflexionar (profundamente) y sopesar
todos los elementos implicados y/o relacionados con la situación, lo
cuál no siempre es una tarea simple. De manera general, hay dos for­
mas comunes en com o nos lidiamos de entrada con estas problem áti­
cas, es decir, com o establecemos un prim er análisis sobre el dilema:

18 Este es un resumen sobre los enfoques desarrollados por David T. Ozar en su texto
Five Approaches to M oral-Ethical Decision-Making, del Centro de Ética y Justicia Social
de la Universidad de Loyola en Chicago.
134 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UN A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

a) Una com paración entre casos: generalmente, esta forma de aproxi­


marnos es nuestra primera respuesta para enfrentar un dilema
ético es preguntarnos, inclusive de manera inconsciente, si no he­
mos tenido una experiencia similar que arroje un poco de luz so­
bre qué decisión tomar o cóm o actuar, a partir de los resultados
— sean buenos o malos— que se hayan obtenido, para poder
aprender de los mismos. Cabe resaltar que el punto medular de
esta forma de acercarnos al problema, descansa en la sim ilitu d
que los casos puedan tener entre sí y la relevancia de los resulta­
dos com o guía para la toma de decisiones.
b) Una com paración entre personas: aquí nos referimos a cuando nos
preguntamos a nosotros mismos — ya sea con estas palabras o de
forma inconsciente — si la forma en que estamos actuando o la de­
cisión que estamos tomando es lo que realmente nosotros quisié­
ramos hacer o, en otra perspectiva, si es la forma en que actuaría
una persona que admiramos — sea una persona real, imaginaria,
un héroe, etcétera— . El punto aquí, dicho en otras palabras, es si
la acción que se ejecuta es coherente con la historia particular de
cada persona, ya sea a partir de quién soy en este momento, o
quién me gustaría ser. Nuevamente, el punto medular de esta
aproximación al problema se centra en la sim ilitud entre el carácter
o el comportamiento de las personas, no en la situación en sí, sino
en la forma en cómo dichas personas responden a esa incógnita.
Aquí, hay un juicio im plícito sobre qué tipo de características ad­
miro en una persona y me gustaría emular. Son características
con las que nos sentimos identificados, que creemos importantes
y necesarias para establecer una forma de cóm o vivir.

N o obstante, no siempre podemos encontrar puntos de similitud en­


tre las situaciones y las personas, lo que hace que la toma de decisión
sobre qué hacer, se complique aún más. Cuando esto sucede, entonces
debemos centrarnos en preguntarnos qué es lo que se encuentra en
riesgo dentro de esa problemática determinada; o dicho en otras pala­
bras, qué hace de esa situación algo particular para que la considera­
mos com o una ruptura dentro de nuestro horizonte moral, qué es lo
que está en juego en ella o en la decisión que de ella emana. Al llegar a
este punto, generalmente hacemos uso — nuevamente, de form a cons­
ciente o inconsciente— de ciertos marcos o enfoques de pensamiento
moral, que hemos asimilado. La razón por la que explicamos que esto
sucede no es para establecer un enfoque com o el correcto y único posi­
ble, sino para ayudar al lector a reconocer la manera en la que general­
mente hace sus reflexiones morales. A manera general, existen tres
grandes enfoques a partir de los cuales tomamos nuestras decisiones:
EL DISC ER NIM IE NT O DE DILEM AS ÉTICOS EN LAS P ROFESIO NES • Cepeda / Shea 135

— La m axim ización de valores. Este enfoque se da cuando sopesamos


qué tanto las personas se verán afectadas y/o beneficiadas al m o­
mento de tomar una acción determinada; por lo que implica esta­
blecer una jerarquía entre dichos aquellos resultados que conside­
ramos com o valiosos por representar un beneficio para nosotros,
y aquellos resultados que consideramos com o no-valiosos por re­
presentar un riesgo o daño. La idea es que se seleccione aquella
decisión que represente una m axim ización de aquello que consi­
deramos valioso, para todas las personas. Dentro de este enfoque
se recomienda tomar en cuenta todas las alternativas, reflexionan­
do qué valores están en juego y para quién están en juego. Se debe
tener cuidado con la forma en com o se establece la jerarquía entre
los valores, es decir, cóm o y quién decide qué tiene más peso; en
gran parte, la decisión que se tome depende de cóm o se jerarqui­
cen los valores. Desde una perspectiva teórica de la ética, esta ma­
nera de pensar está estrechamente relacionada con el utilitarismo
y el consecuencialismo. Un ejem plo de esta maxim ización de los
valores sería el principio de maximización de utilidad para el mayor
número de personas — propio del utilitarismo— el cual no toma
en cuenta si las personas reciben distintos tipos de bienes.19
— De conform idad con reglas o p rin cip ios morales. Dentro de este
enfoque, más allá de seguir un código moral impuesto por una
sociedad o una profesión determinada, se sigue aquello que es
considerado com o el principio moral fundamental. De tal suerte
que cuando se quiera tomar una decisión debe cotejarse con dicho
principio moral para ver si coincide o no; sólo deben seguirse
aquellas acciones que concuerden con dicho principio. En este sen­
tido, un ejemplo de esta forma de pensar puede ser la llamada Re­
gla de oro: "siempre trata a los demás com o quieras ser tratado”.
Este principio puede encontrarse en varias religiones así com o en
las teorías morales de carácter deontológico o basadas en el de­
ber. Lo que aquí se recomienda es identificar cuáles son las alter­
nativas de acción com o los principios morales que se están po­
niendo en juego. Una vez hecho esto, se puede determinar si las
diferentes acciones propuestas concuerdan o no con el principio;
en este punto, las acciones son valoradas en dos sentidos, ya sea
por acción o por omisión de alguna de dichas acciones. Por últi­
mo, si sólo existe un principio moral fundamental, la toma de de­

19 Una película que refleja esta problemática es el dilema propuesto por el director
Alejandro Amenazar en la cinta M ar adentro, la cual está basada en la vida real de Ramón
Sanpedro.
136 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

cisión no se vuelve tan complicada; si por el contrario, existieran


más de uno, hay que buscar la form a de establecer una jerarquía
entre dichos principios que ayude a la toma de decisiones.
— De acuerdo a la demanda de ciertos derechos. Actualmente, la gran
mayoría de las discusiones o problemáticas éticas utilizan este en­
foque com o una form a de tom ar una decisión. Esto se debe que
comúnmente el concepto de derechos suelen ser codificados com o
leyes que alguien debe seguir, respetar y hasta cierto punto pro­
m over y cuidar. Sin embargo, com o se ha mencionado antes, di­
chas leyes funcionan com o una especie de mínimo moral. Así, la
discusión se da dentro de un lenguaje jurídico a partir del cual se
juzgan las diferentes acciones, si se considera o no que se están
violando ciertos derechos y las responsabilidades que se implica a
partir de dichas violaciones. N o obstante, vale la pena hacer una
distinción sobre la noción de derecho, pues los derechos civiles
son aquellos que encuentran su enunciación positiva en una ley y
que puede forzar a una comunidad a cum plir y respetar dicho de­
recho. Sin embargo, en el lenguaje cotidiano la palabra derecho
también es usada dentro de una acepción convencional o moral
en donde no hay una ley escrita com o tal, pero sí una noción de
derecho a hacer, decir o pensar algo. Por otro lado, existen dere­
chos fundamentales o naturales a todos los seres humanos que se
encuentran recogidos en la Declaración de Derechos Humanos de
las Naciones Unidas. Dentro del derecho internacional, lo ideal se­
ría que estos enunciados sobre los derechos que tenemos todos los
seres humanos por nuestra condición humana, fueran retomados
por las actas constitucionales de cada país, sin embargo esto no
siempre sucede así.20 En este sentido, es necesario hacer una dis­
tinción sobre qué acepción de derecho se está usando y de ahí
analizar las consecuencias y responsabilidades de cada acción,
para así poder hacer una comparación más puntual antes de tomar
una decisión.

Para clarificar un poco más este enfoque y a manera de ejemplo, to­


dos gozamos del derecho a la vida así com o del derecho a vivir libres
de que otros interfieran en nuestra vida. Dicho de manera más puntual,
somos moralmente libres de actuar com o queramos siempre y cuando
nuestras acciones no interfieran con las acciones de los demás. En gran
medida, el debate fundamental sobre la eutanasia se puede dar a partir
de esta concepción compatible, pero también conflictiva de los dere­

20 De hecho, éste es uno de los dilemas a los que se enfrentan los derechos humanos
hoy en día.
EL DISC ER NIM IE NTO DE DILEM AS ÉTICOS EN LAS P ROFESIO NES • Cepeda / Shea 137

chos. Por un lado, la vida es comúnmente vista com o el valor absoluto


que nadie — ni siquiera nosotros mismos— tenemos el derecho moral o
legal de terminar con ella. Pero hay momentos en los que la persona
está sufriendo que ya no tiene la calidad de vida que desea ni las posibi­
lidades de recuperar dicha calidad de vida. Asimismo, también se pue­
de argumentar que no tenemos el derecho de interferir con la decisión de
alguien más siempre y cuando no dañe a otras personas. Comúnmente,
un argumento así en favor de la eutanasia sostiene que un individuo tie­
ne el derecho de terminar con su vida - finalmente es su vida la que se
está considerando en esta acción.
A manera de conclusión podemos decir que el presente capítulo es
un esbozo sobre cóm o acercarnos a una problemática ética. Lo que se
buscó plasmar aquí es una m etodología que puede ayudar a tomar
consciencia sobre todo el proceso de decisión involucrado dentro de
una disyuntiva moral. En primera instancia se hizo una clarificación de
lo que es un dilema ético y lo que distingue este tipo de dilemas de otro
s dilemas que también enfrentamos en nuestra vida cotidiana, retoman­
do diferentes posturas com o la de John Stuart Mili, R. M. Haré, David
T. Ozar, entre otros. Más tarde, de acuerdo al espíritu que nutre el libro
del que este texto es sólo una parte, se hizo referencia a los dilemas éti­
cos dentro de la vida profesional, haciendo hincapié en que las perso­
nas juegan distintos roles en su vida que implican diferentes responsa­
bilidades, las cuales pueden entrar en conflicto. A su vez, se hizo una
breve propuesta m etodológica para ayudar a clarificar el proceso de la
toma de decisiones morales ya que es un proceso que por lo general ha­
cemos de forma automática y, quizá, caótica. Pensamos que al exponer­
lo a partir de seis diferentes pasos podría ayudar a visualizar lo que se
hace y la manera en cóm o se hace. Esperamos que este objetivo se haya
cumplido y la m etodología propuesta sirva para tomar consciencia de
las decisiones y las implicaciones y responsabilidades que acarrean
cada una de nuestras decisiones. Quizá ésta es una de las partes más ri­
cas del texto, puesto que muestra diferentes escenarios y las consecuen­
cias que cada escenario trae consigo, así com o los com promisos que ge­
nera. Tratamos de usar un ejem plo que fuera cercano al lector, cosa
que esperamos que también se haya logrado en el texto.
N o obstante, sabemos que el tom ar una decisión no es algo sencillo,
dado que existen varios conflictos de interés y valores que entran en
juego. Por eso, también, quisimos mostrar al lector, a través de ejem ­
plos de producciones cinematográficas, la manera en cóm o estos con­
flictos se desarrollan en situaciones de la vida real y que, pensamos, es­
tán presentes en nuestra vida cotidiana. En la parte final del texto se
hace una breve exposición sobre los enfoques más usados, ya sea cons­
ciente o inconscientemente, al momento de tomar una decisión, con el
fin de mostrar los alcance de cada enfoque.
138 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

Por último, hay una reflexión que atraviesa la columna toral del tex­
to y que, a pesar de ser una propuesta que no se expuso con detalle
dentro del mismo, es parte del espíritu que está atrás de la reflexión y
las ideas vertidas aquí. Nos referimos a la propuesta de Martha Nuss-
baum y Mauricio Beuchot, dos autores que buscan la forma en cóm o li­
diar con las disyuntivas éticas, teniendo en cuenta que no se propone
una imposición dogmática de una form a de vida sino un descubrimien­
to personal sobre lo que debe o no debe hacerse, sin dejar de tomar en
cuenta aquellos principios universalizables y su relación con las condi­
ciones circunstanciales de cada persona. N o ahondamos en esta pro­
puesta, dado el énfasis puesto en la ética de las profesiones propia del
presente libro, en su conjunto, sin embargo, exhortamos al lector a pro­
fundizar sobre dicha propuesta com o parte de una actitud frente a cual­
quier dilema ético.

B IB L IO G R A F ÍA R E C O M E N D A D A

B euchot, Mauricio, Tratado de hermenéutica analógica. M éxico, ítaca, 2001.


D Joseph, An introduction to business ethics. N e w York, M acG raw
e s ja r d in s ,

Hill, 2003.
N ussbaum , Martha, Cultivating humanity. EUA, H arvard University Press, 1997.
C a p ít u l o 6

É T IC A C ÍV IC A E N L A V ID A P R O F E S IO N A L

M artha B. O c h m a n n I k a n o w i c z
D o r a E l v ir a G a r c ía

6.1. L a é t ic a d e l o s c iu d a d a n o s

Hablar de ética en los ciudadanos da cuenta de lo que es la ética en la


plaza pública. Este concepto tan en boga en la actualidad expresa la exi­
gida vigencia de la ética en tanto reflexión filosófica sobre la morali­
dad,1 en los diferentes espacios de la vida social. Y es en estos ámbitos
políticos, profesionales, de los negocios y de la academia que se busca
un acompañamiento de carácter ético/moral. La imposibilidad de re­
nunciar a los criterios morales — aunque sea en mínima parte— apun­
tala la subsistencia de lo social, porque de otra manera tendríamos la
preeminencia de la cruda fuerza, del lucro rapaz o de las prácticas de
exclusión que no necesitarían de explicación o justificación alguna. La
necesidad de la ética ha de hacerse factible en la época moderna, cuan­
do prevalecen las concepciones antropológicas que son más bien pesi­
mistas, o com o muchos críticos señalan "realistas” y que dan cuenta de
lo que ocurre en torno a la vida social. Cuando surge el concepto de la
ciudadanía en la Grecia Antigua, predominaba la visión organicista de
la sociedad, en la cual el individuo no tenía valor en sí mismo, sino
com o parte de una comunidad. Las aspiraciones personales estaban so­
metidas al bien de la comunidad y la conducta social era una regla que
orientaba a los individuos a buscar siempre el bien común. En contras­
te, hoy en día, los individuos nos concebimos com o fines en sí mismos,
partículas autosuficientes y aisladas de la vida social, orientadas a la
búsqueda de nuestra propia felicidad. Este posicionamiento es también
añejo y lo hemos heredado desde san Agustín, cuyo argumento central
apunta al egoísm o humano y a la reform abilidad de las pasiones. De

1 Cf. Dora Elvira García y Jorge Traslosheros, Ética persona y sociedad. México, Po-
rrúa/Tecnológico de Monterrey, 2007, pp. XV-XXIII.

139
140 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VID A EN C O M Ú N

este modo, la participación y cooperación de los individuos se dará úni­


camente en la medida en que tengan expectativas de beneficios perso­
nales, o en el m ejor de los casos, cuando lo hagan por imposición. Des­
de ahí que, pensadores com o M aquiavelo en sus Discursos sobre la
primera década de Tito Livio, hayan defendido la maldad de todos los
hombres. O el caso de Hobbes quien señala que los hombres por natu­
raleza están en guerra, de modo que se requiere para su convivencia de
la espada del soberano. Bajo estos presupuestos, pensar en la posibili­
dad de la ética o de lo cívico resulta más difícil pero no imposible. La
necesidad de una moralidad para el funcionamiento de las sociedades
es fundamental, y los intentos de obviarla han resultado perniciosos por
sus efectos en los miembros. De ahí que la ética cívica busque funda­
mento antropológico en la racionalidad humana que pugna por mante­
ner la cooperación y la participación com o deberes éticos ineludibles.
Entonces, la presencia de la ética en la plaza pública se articula con las
tareas individuales/comunes en marcos intersubjetivos y asociacionis-
tas. Esta caracterización es la marca indeleble de lo que se ha llamado
sociedad civil, en tanto constelación de cuestiones, situaciones y posi­
ciones que, de manera asociativa, se construye mediante y con los
ciudadanos.
Las formas de vida de aquellos que pretenden vivir aisladamente,
conlleva consecuencias generalizadas para la sociedad y para sí mis­
mos. “Por ello la relevancia y la insistencia en el desarrollo del discerni­
miento ético y la de la capacidad de reflexión, es decir, del análisis de
esas acciones que nos construyen com o personas conscientes y cuya au­
sencia destruye lo humano”.2 La capacidad moral de reflexión nos invi­
ta a com prender nuestra sociabilidad, misma que nos impele a poner­
nos en el lugar de los demás y a pensar que los otros son como
nosotros, así com o sobre la imperiosa necesidad de su existencia. So­
mos lo que somos gracias a lo que hacemos en nuestras vidas, y tales
acciones van siempre mediadas por los demás. Esto significa que nos
construimos al salir de nosotros y luego volvemos enriquecidos por la
mediación de los demás.
Todo este proceso se lleva a cabo en un espacio de lo público, en
donde se manifiesta la realidad humana, se desarrolla y resuelve lo cívi­
co, y en donde estamos en tanto ciudadanos. Es cierto que afirmar
nuestro desarrollo ético ha de ser pensado siempre en una relación so­
cial y cívica porque nuestras acciones están mediadas por los demás y
por ese espacio en donde lo cívico se lleva a cabo. Los ciudadanos for­
mamos parte de ese ámbito com o miembros de un cuerpo político. Si el

2 Idem.
ÉTICA CÍVICA EN LA VIDA PROFESIONAL • Ochmann / García 141

ciudadano puede afirmarse com o diferente a lo que es el ser humano,


es por una mera conversión — más o menos considerable según los filó­
sofos— que debe dar cuenta del primado de los intereses colectivos o
del bien general sobre el interés particular.
En la construcción de la ciudadanía más clásica con los griegos o
los romanos, los bienes públicos prevalecen sobre los intereses indivi­
duales. La teoría liberal — que surge en la M odernidad— plantea com o
un imperativo considerar el bien público de alguna manera, ya com o
deberes del ciudadano o en cuestiones de civismo que se reciben a cam ­
bio de la protección en el ámbito de lo público de sus derechos propia­
mente cívicos (elecciones, comunicación de las opiniones, asociacio­
nes). También se protegen los derechos naturales tales com o la libertad,
la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
Es preciso señalar que la teoría del contrato surge a partir de un es­
tado de naturaleza prim era — grosso modo— cuyo gestor teórico fue
Hobbes, y que se origina desde la necesidad de proteger al ser humano.
En Hobbes, la seguridad se logra gracias a la imposición del Leviatán
en tanto Estado om nipoderoso que excluye cualquier posibilidad de ciu­
dadanía y nos reserva apenas el papel de súbditos. Esta visión pesimista
conduce a la filosofía política a derroteros en lo que, con John Locke e
Immanuel Kant, se recupera el im perativo ético de buscar la coopera­
ción y la reciprocidad com o condición sine qua non de la libertad.
El origen de la ciudadanía moderna se revela y se explica por la ne­
cesidad contradictoria de proveernos de la seguridad, conservando al
mismo tiempo la libertad individual. La contradicción que implica la
búsqueda de seguridad y de libertad obliga a los filósofos a considerar
el proceso de institución del poder soberano, y a la vez les hace consi­
derar la ciudadanía com o un correlato de la soberanía y la base de su
ejercicio legítimo. Asimismo, precisa los modos de apreciar a la socie­
dad y al poder com o medios al servicio del hombre y de su felicidad.
Desde ahí entonces ¿cuál es la diferencia del hombre y del ciudada­
no? Podríamos ver dos vertientes, de modo que, por un lado, tenemos
el poder que genera seguridad para conservar los derechos naturales e
inalienables. Por el otro, se encuentra la que apunta a neutralizar las
tendencias de los intereses particulares por la colectividad. Con ello, el
ciudadano es el soberano y no habrá de servir a sus intereses egoístas
porque contra diría a la institución misma del poder político cuyo obje­
tivo ha de ser crear una norma de bien general. Así, el ciudadano existe
para salvar al hombre, dándole seguridad y una moralidad pública.
Desde la perspectiva de la modernidad, la ciudadanía protege a las
personas porque el individualismo la amenaza, adanía, muy al contra­
rio de lo que señalaban los antiguos, quienes promovían la participa­
ción y la virtud cívica, que era la virtud pública. En ese sentido, el esta­
142 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

tus de ser un ciudadano es determinado por la ley, y aunque el


concepto de ciudadanía hace referencia a este estatus, puede ser des­
plegado para argumentar que las personas tienen derechos com o con­
secuencia de su posición en una comunidad o en un grupo político.
Esta línea sugiere que, en tanto individuos participan en una vida co­
mún, y que tienen derechos y obligaciones. De este modo, asumimos
mutuas obligaciones morales por la existencia compartida y en aras de
un bien que puede verse com o lo que da valor a la comunidad y la or­
ganización política. Así lo apreció críticamente Daniel Bell3 en los se­
sentas del siglo pasado en las sociedades cuya clave moral era — y des­
graciadamente esta lectura sigue siendo válida— el individualismo
hedonista. Resulta difícil y com plicado superar estos trances dado que
las pretensiones de los individuos se ciñen al mero interés de satisfac­
ción de los deseos sensibles sin que exista el más mínimo afecto por su
comunidad, dado que tales individuos no piensan en sacrificar sus inte­
reses egoístas en aras de la cosa pública. Evidentemente, una posición
tal pone en serio riesgo cualquier pretensión de organización en el ágo-
ra, ya que para la participación pública se requiere com prom iso y soli­
daridad en los proyectos comunes.
En la mayoría de las teorías contemporáneas la ciudadanía es con-
ceptualizada a través de la figura de un adulto competente que puede
trabajar y organizar su vida, además de form ular alguna visión de su
bien personal. Tom ado en un esquema social, el ciudadano es conside­
rado com o un adulto cooperativo y debe poseer todas las capacidades
requeridas para el auto-gobierno y la autonomía.4
La relevancia de este térm ino de ciudadanía se expresa en las re­
flexiones contemporáneas, y su centralidad da cuenta de dos cuestiones
fundamentales: la preem inencia de la dem ocracia que hoy día tiene una
vigencia casi absoluta, y junto con ella, las pretensiones de generar un
orden más justo y de grandes reformas que se han cristalizado en estas
sociedades democráticas. Estos reclamos no pueden ser ajenos a la ciu­
dadanía com o categoría fundamental, lo cual se debe a que tal ciudada­
nía está imbricada con las democracias contemporáneas que tienen la­
zos estrechos con la representación, y muchas veces se han visto
fuertemente amenazados en los diferentes niveles de la organización
social.

3 Daniel Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo. Madrid, Alianza, 1997.
4 Q. Skinner, “Las paradojas de la libertad política", en Félix Ovejero, José Luis M ar­
tí, Roberto Gargarella, comps., Nuevas ideas republicanas. Barcelona, Paidós, 2004; Phi­
lip Petit, Republicanismo, una teoría sobre la libertad y el gobierno. Barcelona, Paidós,
1999. Véase de este libro la “Introducción”, pp. 17-31 y el cap. 3 “La no dominación como
ideal político", pp. 113-148.
ÉTICA CÍVICA EN LA VIDA PROFESIONAL • Ochm ann / García 143

La vida ciudadana es la esencia de la política democrática y se ha


rememorado y retenido desde diferentes perspectivas, desde los m ovi­
mientos altermindistas hasta la reflexividad de las personas del mundo
contemporáneo o diversas configuraciones ciudadanas.

6.2. ÉT ICA C IU D A D A N A Y R E S P O N S A B IL ID A D P R O F ES IO NA L

La noción de ciudadanía se puede ver com o crucial en las luchas


emancipatorias y de humanización que pugnan por la superación de la
desigualdad, la exclusión social y económica. La ciudadanía basada en
lazos y criterios morales constituye una esperanza, ya que si los ciuda­
danos son receptáculo de valores cívicos, seguramente el mundo mar­
chará m ejor de lo que lo hace, porque com o ya se ha dicho mucho, una
declaración de derechos implica una declaración de deberes. Educar
para la ciudadanía puede alcanzarse no mediante conceptos de carác­
ter teórico, sino sobre todo a través de la acción, a través de la interac­
ción con la comunidad y sus fuerzas vivas.
La dificultad en torno a si es posible lograr una ciudadanía en toda
la extensión de la palabra es complicada, pero podemos decir que es
posible hacer conscientes a los ciudadanos sobre su papel tan funda­
mental en la construcción de la sociedad. Y en este marco social es en
el que se logra el desarrollo profesional, dado que es la sociedad la que
construye los canales que pueden dar cauce a la planificación profesio­
nal. Y serán los ciudadanos críticos y responsables quienes puedan dar
cuenta de su realización profesional en la sociedad, tal responsabilidad
ha de dar cuenta de sus acciones en relación con las acciones de los de­
más. Todo esto habrá de traducirse en una mejora del desempeño de la
profesión, una mejora en el servicio que prestan las instituciones así
com o la obligada participación en las tareas de mejora de la comuni­
dad. De este modo, la ética cívica es aquella que se lleva a cabo en el
espacio público, en el ágora, con sus respectivos lincamientos que dan
cuenta de su proceder.

6.3. C o n s id e r a c io n e s t e ó r ic a s
SO BR E LOS M O D E L O S DE PARTICIPACIÓN C IU D A D A N A

El concepto de ciudadanía se ha incorporado a nuestro discurso co­


tidiano de tal forma que rara vez reflexionamos sobre sus significados.
Muchos estudios teóricos comparten la afirmación de Peter Shuck5 o

5 Peter H. Shuck, "Liberal Citizenship”, en: Engin F. Isin y Bryan S. Tumer, eds.,
Handbook o f Citizenship Studies. Reino Unido, SAGE Publications, 2002, pp. 131-144.
144 ÉTICA. PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA E N C O M Ú N

R alf Dahrendorf6 de que es una etiqueta vacía o concepto marco des­


provisto de un sentido adscrito, que cada quien llena con los sentidos
que quiere. De esta forma, el concepto de ciudadanía no se sustrae del
proceso que Wittgenstein, filósofo del lenguaje, describe cuando afirma
que las palabras y los significados, por su uso, acaban por desgastarse,
de manera que hay un vaciamiento de sentido.
Para la ética cívica esto no es un problema menor, dado que los sig­
nificados del concepto determinan las prescripciones normativas que
de éste derivan. En el espectro am plio de las interpretaciones sobre el
significado de la ciudadanía, los extremos, de hecho, niegan la necesi­
dad de una ética cívica, sea porque la asimilan a las normas jurídicas o
a la ética general. En el prim er caso, la ciudadanía es definida com o un
estatus jurídico de una persona adscrita a un Estado soberano, y es
simbolizada por el pasaporte y un conjunto de derechos y obligaciones
legales. Es la interpretación más acotada del concepto, lo cual no niega
su importancia para la vida de los individuos. Sin embargo, el análisis
de obligaciones legales no necesariamente conlleva consideraciones éti­
cas, dado que para los Estados, la ley es protegida más por su capaci­
dad de ejercer coerción, que por el com prom iso ético de los individuos.
En el otro extremo semántico, tenemos las definiciones que asimilan la
ciudadanía al concepto de una buena persona, que contribuye al bie­
nestar de la comunidad y obedece los estándares de una conducta de­
seable.7 En este caso, tampoco necesitamos de una ética cívica, dado
que los mandatos éticos aplicables a la persona en general, definirían
también los contenidos éticos de la ciudadanía.
La indefinición teórica es consecuencia de una tradición antigua y
siempre contestada sobre la práctica ciudadana. A través de los siglos,
y de acuerdo con las necesidades propias del contexto sociopolítico, los
filósofos y los teóricos de la política destacaban aspectos distintos de la
ciudadanía y sostenían polémicas airadas sobre cuál de las característi­
cas constitutivas sería la más importante. Incluso para elaborar una de­
finición descriptiva de la ciudadanía, debemos reconocer que existen
tres modelos teóricos distintos, que determinan la práctica ciudadana
en el mundo contemporáneo. De ahí que antes de analizar las im plica­
ciones prescriptivas del concepto, presentaremos brevemente cada uno
de los modelos.
Si existe algún consenso sobre el concepto y la práctica de la ciuda­
danía es que sus orígenes están en la Grecia Antigua. Las consideracio­

6 R alf Dahrendorf, “La naturaleza cam biante de la ciudadanía”, en La Política. Re­


vista de Estudios sobre el Estado y la Sociedad. Barcelona, Paidós, 1997, pp. 139-149.
7 M. Smith Rogers, "M odern Citizenship”, en: Engin F. Isin, y Bryan S. Turner, eds.,
op. cit., pp. 105-115.
ÉTICA CÍVICA EN LA VIDA PROFESIONAL • Ochm ann / García 145

nes de Aristóteles siguen inspirando el día de hoy a la ciudadanía repu­


blicana, el modelo más antiguo, que no ha perdido importancia a través
de los siglos. Los republicanos conciben la comunidad política com o un
bien en sí mismo, irreductible a los fines individuales o de grupos. La
actividad política es la que nos define com o seres humanos: racionales
y éticos. Ser ciudadano — afirma Aristóteles— significa deliberar sobre
lo justo y lo injusto, lo bueno y lo malo, lo conveniente y lo dañino. Esta
deliberación nos lleva a determ inar el bien común y actuar de acuerdo
con él. El concepto del bien común es teóricamente muy complejo, pero
siempre implica la capacidad de trascender las necesidades individua­
les inmediatas o los intereses particulares de los grupos. Es pensarse
com o el ser humano, que reconoce a otros com o iguales en su condi­
ción de seres racionales y buscar m axim izar la vida buena en una co­
munidad política. La vida buena, en el republicanismo contemporáneo,
no corresponde a un m odelo esencial, sino a los procedim ientos de deli­
beración y del debate, que permiten tomar decisiones libres e inform a­
das, que amplíen la autonomía personal de los ciudadanos y los capaci­
ten para tomar decisiones sobre su propia vida. En este sentido, el
republicanismo busca am pliar la autodeterminación de los ciudadanos
y les exige participar activamente no sólo en el proceso de toma de de­
cisiones, sino en la conform ación de la agenda pública. Un ciudadano
republicano es capaz de de conectar lo privado con lo público, y tradu­
cir o tematizar políticamente los problemas o las necesidades indivi­
duales. Los republicanos están preocupados porque los individuos nos
retiramos a la vida privada, y procuramos resolver nuestras necesida­
des únicamente con los recursos privados: educación, seguridad, clubes
han sustituido los espacios públicos. De ahí que — com o lo plantea
Zygmunt Bauman— los ciudadanos deben reconstruir el ágora:

La posibilidad de cam biar este estado de cosas reside en el ágora, un espa­


cio que no es ni público ni privado sino, más exactam ente, público y p riva­
do a la vez. El espacio en el que los problem as privados se reúnen de m ane­
ra significativa, es decir, no sólo para p rovocar placeres narcisistas ni en
procura de lograr alguna terapia m ediante la exhibición pública, sino para
buscar palancas que, colectivam ente aplicadas, resulten suficientem ente po­
derosas com o para elevar a los individuos de sus desdichas individuales; el
espacio donde pueden nacer y cobrar form a ideales tales com o el "bien pú­
blico", la "sociedad justa” o los "valores com unes”.8

Para que los ciudadanos puedan debatir eficazmente sobre el bien


común — además del ágora— los republicanos postulan el principio de

8 Zygmunt Bauman, En busca de la política. México, FCE, 2002, p. 11.


146 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

igualdad, que va más allá del estatus legal. Las abismales diferencias
socioeconómicas — características de la mayoría de las sociedades con­
temporáneas— provocan la polarización y el conflicto que aniquila la
posibilidad de los acuerdos políticos. De ahí que una de las virtudes re­
publicanas es la solidaridad cívica, que orienta a los ciudadanos a cons­
truir una sociedad sin disparidades sustanciales en el bienestar y en las
oportunidades.
El m odelo republicano de la ciudadanía comúnmente es asociado
con la exigencia de asumir com o esenciales los deberes políticos de la
democracia: no solamente votar, sino también ocupar puestos y funcio­
nes públicas; no sólo elegir, sino también debatir y construir las alter­
nativas. En este sentido, frecuentemente se com prende el m odelo repu­
blicano com o una ciudadanía activa. Sin embargo, en cuanto a las
virtudes cívicas, el republicanismo enfatiza la postura pasiva y activa a
la vez, en palabras de Aristóteles la virtud ciudadana es saber mandar y
obedecer al mismo tiempo. El ejercicio del poder en la democracia exi­
ge la capacidad de equilibrar estas dos funciones: del gobernante y del
súbdito, la única forma de asegurar el funcionamiento pacífico de la de­
mocracia. La segunda virtud fundamental del republicanismo es la ca­
pacidad de sobreponerse a las inclinaciones y preferencias personales.
Esta virtud, com o hemos visto, permite deliberar sobre el bien común,
pero en el sentido más inmediato previene los vicios políticos de la co­
rrupción, el nepotismo, el patrimonialismo o el clientelismo.
El modelo liberal de la ciudadanía es frecuentemente presentado
com o una antítesis del republicanismo. Algunos encuentran sus oríge­
nes en Roma antigua y su elaborado sistema jurídico, que concedía a
los ciudadanos de Roma un estatus privilegiado, al que los no romanos
no tenían acceso. En esta interpretación, la ciudadanía liberal sería de­
finida por el estatus legal y un conjunto de derechos, cuyo objetivo es
proteger gustos y preferencias individuales. La actividad política no se­
ría un deber de los ciudadanos, sino de un Estado eficiente, capaz de
agregar las demandas individuales y atender eficientemente las prefe­
rencias personales. El ciudadano es presentado a veces com o un cliente
de bienes públicos. La actividad pública es vista com o un mal necesa­
rio, si implica un costo, debe ofrecer también algún beneficio. De ahí
que los ciudadanos se asimilen a los votantes, que expresen sus prefe­
rencias y exijan que el Estado las satisfaga. Esta imagen privatizada del
ciudadano simplifica dramáticamente la ética cívica liberal. Para enten­
der el liberalismo vale la pena reflexionar sobre sus orígenes y su me­
moria histórica, que Judith Shklar9 sintetiza en el concepto del liberalis­

9 Judith Shklar, “El liberalismo del miedo”, en Nancy L. Rosenblum, dir.. E l libera­
lismo y la vida moral. Buenos Aires, Nueva Visión, 1993, pp. 25-42.
ÉTICA CÍVICA EN LA VIDA PROFESIONAL • Ochmann / García 147

mo de miedo. A diferencia de la visión positiva de la comunidad política


de los republicanos, los liberales consideran la experiencia de los Esta­
dos modernos, con su concentración del poder coercitivo y la capaci­
dad de imponer a los individuos sus mandatos a través del uso de la
fuerza:

Decim os “nunca m ás”, pero en algún lugar alguien está siendo torturado
justo en este instante, y el m ied o agudo se ha co n vertid o nuevam ente en
la form a más com ún de control social. A esto debe agregarse el h orror de la
guerra m oderna com o recordatorio. El liberalismo del miedo es una res­
puesta a estas realidades innegables, y en consecuencia se concentra en el
control de los daños. Dada la inevitabilidad de esa desigualdad de poder m i­
litar, policial y persuasivo llam ada gobierno, evidentem ente siem pre hay
mucho que temer. Y, de ese modo, se puede sentir menos inclinación a cele­
brar las bendiciones de la libertad que a considerar los peligros de la tiranía
y la guerra que la amenazan. Para este liberalism o las unidades básicas de
la vida política no son las personas razonadoras o reflexivas, ni am igos y
enem igos, ni ciudadanos-soldados patrióticos, ni litigantes vigorosos, sino
los débiles y los poderosos. Y la libertad que desea garantizar es la libertad
contra el abuso de poder y la intim idación a los indefensos a los que invita
esta d iferen cia.10

El liberalismo no teme exclusivamente a los regímenes totalitarios o


dictatoriales, sino considera que cualquier sistema político implica una
constante amenaza de abusos e injusticias por parte de los funciona­
rios. De ahí que el énfasis no está en la acción personal, sino en la justi­
cia de las instituciones, un sistema de limitaciones y contrapesos que
defenderán a los más vulnerables. La necesidad de instituciones justas
determina el prim er alcance de los deberes ciudadanos: el ciudadano
puede retirarse de la actividad pública sólo si su comunidad política
está ordenada de acuerdo con los principios de justicia, y le permite a
él — y a todos sus conciudadanos— vivir de acuerdo con su propio pro­
yecto de una vida buena. A diferencia del republicanismo, la virtud ciu­
dadana no consiste en la capacidad de determinar el bien común, sino
la justicia. El concepto del bien común, para el liberalismo, encarna el
peligro de la imposición e intolerancia. De ahí que los ciudadanos libe­
rales, más que deliberar sobre el bien común, deben tener "coraje m o­
ral, confianza en sí mismos y obstinación para hacer valer sus derechos
efectivam ente".11 Entre las virtudes del ciudadano liberal12 destacare­

10 Ibid., p. 31.
11 Ibid., p. 36.
12 William A. Galston, Liberal Purposes. Goods, Virtues, and Diversity in the Liberal
State. Cambridge, Cambridge University Press, 1992.
148 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

mos dos: la razonabilidad y la disposición de involucrarse en el debate


público. La exigencia de la razonabilidad13 implica la capacidad de en­
tender y respetar los derechos del otro y limitar responsablemente las
demandas que los ciudadanos presentan al Estado. Para el liberalismo,
la distinción entre la racionalidad y la razonabilidad es fundamental: la
razón permite ordenar la vida propia de acuerdo con un sistema de va­
lores, finalidades y prioridades moral e intelectualmente consistente. La
razonabilidad hace posible limitar la búsqueda del bien propio a favor
de buscar la justicia. Un ciudadano razonable no exigirá al Estado ser­
vicios que rebasen su capacidad fiscal, no sólo porque económicamente
es riesgoso, sino porque éticamente es incorrecto transferir los costos
de preferencias individuales a las futuras generaciones de los ciudada­
nos. De ahí que la razonabilidad también exige la constante presencia
del debate público y el deber ciudadano de justificar las preferencias
personales con las razones públicas. Estas virtudes ciudadanas deben
ser todavía más desarrolladas en los individuos que aspiran a puestos
públicos. Todas sus acciones y decisiones deben ser transparentes y
abiertas al escrutinio público. Dado que los intereses personales siem­
pre amenazan la objetividad de los políticos, éstos deben respetar la ley
y las instituciones con la misma disciplina que los ciudadanos comunes.
Pero al mismo tiempo, no pueden escudarse en ellas si la convivencia
política exige decisiones difíciles: la voluntad de la mayoría o la opinión
pública no puede imponerse al liderazgo de los que son responsables
por administrar responsablemente las demandas individuales.
A pesar de diferencias sustanciales entre ambos conceptos, el repu­
blicanismo y el liberalismo enfatizan la necesidad de que los ciudada­
nos trasciendan sus identidades personales, su contexto cultural y las
condiciones particulares de su existencia. Ambos exigen un ejercicio de
la razón en beneficio de conceptos muy abstractos para las personas co­
munes y corrientes: el bien común o la justicia. Precisamente com o crí­
tica a la exigencia de sacrificar lo particular en aras de lo universal,
surge el tercer modelo de la ciudadanía: el comunitarismo. Esta co­
rriente surge en los años ochentas del siglo XX y propone el particularis­
mo com o horizonte ético de la práctica ciudadana. Los comunitaristas
enfatizan la importancia de los lazos compartidos por un pasado, una
tradición y un conjunto de valores compartidos. La comunidad no se
construye a través de las relaciones políticas o legales, sino mediante la
interacción cara la cara, en un territorio físico y simbólico compartido.
La ciudadanía se enraíza más en la comunidad que en el individuo,

13 Como lo señala John Rawls, "Constructivismo político en la teoría moral", en Justi­


cia com o equidad. Madrd, Tecnos, 1986, p. 177; John Rawls, E l liberalismo político. New
York, Columbia University Press, 1993, passim.
ÉTICA CÍVICA EN LA VIDA PROFESIONAL • Ochmann / García 149

dado que la identidad individual se construye en y por la comunidad de


vida, de ahí que el debate es secundario, porque los ciudadanos cono­
cen y viven las necesidades de la comunidad, las identifican instintiva­
mente y el consenso se construye de form a natural. Frente a la comuni­
dad no existen derechos, sino responsabilidades.
Frente al republicanismo y el liberalismo, el comunitarismo es un
modelo joven, y enfrenta todavía muchos debates internos. La principal
controversia gira en torno al discurso despolitizado que utilizan los co-
munitaristas: en vez de hablar de ciudadanos, hablan de personas, el
bien común o la justicia evoluciona hacia la exigencia de una buena so­
ciedad, com o lo refleja la siguiente reflexión de Amitai Etzioni:

Aspiram os a una sociedad que no sea únicam ente sociedad civil sino que
llegue a ser una buena sociedad. Entendiendo que una buena sociedad es
aquella en la que las personas se tratan mutuamente com o fines en sí mis­
mas y no com o meros instrumentos; com o totalidades personales y no com o
fragmentos; com o m iem bros de una com unidad, unidos por los lazos de
afecto y com prom iso mutuo, y no sólo com o em pleados, com erciantes, con ­
sumidores o, incluso, conciudadanos. [...] Cuando cream os vínculos recí­
procos con la fam ilia, los am igos o los m iem bros de la com unidad damos
vida al principio básico de la buena sociedad. Valores com o el amor, la leal­
tad, el cuidado de los demás o el de la com unidad encuentran sus raíces
aquí. P or el contrario, cuando nos dedicam os a hacer contactos socio-profe-
sionales p or m otivos centrados en la utilidad y no por sí mismos, abandona­
mos este ám bito.14

Aunque el comunitarismo ofrece a los individuos una visión de ciu­


dadanía menos abstracta y quizás más emotiva que los modelos clási­
cos, el discurso del am or y el afecto hace imposible construir una ética
específicamente orientada hacia lo cívico. El concepto del cuidado peli­
grosamente nos remite a las relaciones paternalistas de desigualdad en­
tre el débil y el fuerte, el que sabe y el que necesita del sabio. De ahí
que muchos comunitaristas proponen distintas formas de incorporar el
discurso del cariño y asi com o el cuidado al ámbito de la ciudadanía.
Karol Soltan,15 por ejemplo, considera que las relaciones de cuidado y
de am or no se aplican al ámbito de lo interpersonal — donde podría
causar favoritismos o corrupción— , sino a las relaciones entre los ciu­

14 Amitai Etzioni, La tercera vía hacia una buena sociedad. Propuestas desde el com u­
nitarismo. Trad. de José Antonio Ruiz San Román. Madrid, Mínima Trotta, p. 16 (cursivas
nuestras)
15 Karol Edward Soltan, “Civic Competence, Attractiveness, and Maturity", en Step-
hen L. Elkin y Karol Edward Soltan, eds., Citizen competence and democratic institu-
tions. University Park, Pa. Pennsylvania State University, pp. 17-37.
150 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

dadanos y las instituciones políticas y sociales. La ciudadanía es la for­


ma en que nos relacionamos con las instituciones de nuestra sociedad.
La ciudadanía madura implica no sólo la lealtad hacia las instituciones,
sino también el com prom iso de mejorarlas. Para el autor, entonces, la
ciudadanía es expresada por la relación entre la madre y el hijo, donde
la preocupación principal del ciudadano es hacer posible que las insti­
tuciones políticas y sociales logren su madurez. De esta forma, el comu-
nitarismo logra distinguir virtudes propiamente cívicas, com o la lealtad
crítica hacia la comunidad y el trabajo cotidiano para su mejoramiento.
Los comunitaristas consideran que el com prom iso con la humanidad es
demasiado abstracto para motivar la acción de los individuos, en cam­
bio la comunidad de vida permite que se identifiquen m ejor las necesi­
dades compartidas y formas aceptadas de atenderlas. Los ciudadanos
defienden su comunidad, pero no de forma ciega o acrítica. Al contra­
rio, son capaces de identificar los problemas y las injusticias, y no sola­
mente en la vida política, sino también en la social. Lim piar un parque
y convertirlo en un espacio de convivencia pública mejora no solamente
la apariencia de la comunidad, sino también aumenta la probabilidad
de que los lazos de solidaridad y mutualismo se vayan fortaleciendo y
renovando día a día.
Los tres modelos aquí presentados son, filosóficamente, incompati­
bles. Sin embargo, una sociedad democrática no exige que escojamos
un solo modelo filosófico, sino que seamos capaces de aprovechar la ri­
queza de la diversidad. Cada modelo tiene sus problemas, y cada uno
tiene ventajas que pueden potenciarse si permitimos su coexistencia.
En el sentido más amplio, la ética cívica es también la ética de míni­
mos, que permite a los individuos comprometerse con un modelo de
ciudadanía más afín a su orientación ideológica o su proyecto de vida.
¿Cuáles son los mínimos? El reconocer que com o ciudadanos somos li­
bres e iguales. Porque somos seres racionales, capaces de elecciones
éticas y responsables por sus consecuencias. Im poner una sola concep­
ción del Bien equivale a atrofiar la libertad personal, esclavizar o infan-
tilizar a los demás. Retomando la distinción aristotélica entre los pode­
res paternal, despótico y el político, solamente este último admite la
relación entre seres libres e iguales, con sentido de justicia y del bien,
que le permite revisar de manera autónoma sus propias decisiones y
sus propias acciones. La libertad y la igualdad son atributos de la vida
pública, de ahí que la identidad ciudadana solamente se puede expresar
y desarrollar en lo público. En la vida privada podemos estar constreñi­
dos por regulaciones y organizaciones que funcionan jerárquicamente.
Como ciudadanos, siempre estamos protegidos por un núcleo de dere­
chos que no son negociables.
ÉTICA CÍVICA EN LA VIDA PROFESIONAL • Ochmann / García 151

6.4. É t ic a c iu d a d a n a e n l a s r e l a c i o n e s f a m il ia r e s

En las consideraciones teóricas sobre los modelos de participación


ciudadana, hemos afirmado que la ciudadanía se realiza necesariamen­
te en la vida pública. Incluso el comunitarismo — el m odelo que más
asimila la identidad privada y la cívica de los individuos— reconoce
que existen competencias ciudadanas que nunca podrán desarrollarse
si no incursionamos en la actividad pública y no nos hacemos responsa­
bles por los problemas que rebasan el entorno inmediato. N o obstante,
existe también un consenso en que el carácter de las instituciones pri­
vadas influye de manera significativa en el perfil de los ciudadanos. En
este sentido, la importancia de la familia no solamente es recalcada por
los especialistas en la cultura política, sino también intuitivamente ha
sido comprendida por los gobiernos totalitarios. En la Unión Soviética,
por ejemplo, el héroe y modelo de seguir para los jóvenes era Pavlik
M oroz quien denunció a sus propios padres por oponerse al régimen
estalinista. De esta forma, el gobierno pretendía rom per los vínculos
horizontales que se crean a través de las relaciones personales y susti­
tuir las lealtades privadas con una sola lealtad: hacia el Estado. De ma­
nera similar, el movim iento que simboliza la oposición a la dictadura
militar en Argentina fue el de Las Madres de Plaza de M ayo; y la oposi­
ción a la acción brutal del ejército ruso en Chechenia sigue siendo lide-
reada por el movimiento ruso de Madres de Soldados. Estos hechos dra­
máticos no niegan lo antes afirmado sobre las virtudes propias de una
buena persona y un buen ciudadano, pero sí ilustran la estrecha rela­
ción entre la vida fam iliar y la formación de los ciudadanos. En la fam i­
lia, y en el sentido más am plio en la vida privada, los niños y los jó ve­
nes aprenden — o desaprenden— valores, actitudes y habilidades, que
después pueden facilitar el desarrollo de las competencias ciudadanas.
Como personas, no podemos vivir una vida esquizofrénica de una m o­
ral pública y una moral privada distintas, no podemos, por ejemplo, cri­
ticar la corrupción y aprovechar sus ventajas de pequeños sobornos en
la vida cotidiana. Parte de la problemática reside, obviamente, en la im­
portancia del ejem plo de las madres y de los padres: si ellos no partici­
pan activamente en las elecciones, sus hijos tienen menor probabilidad
de hacerlo cuando lleguen a la mayoría de edad. Si no leen los periódi­
cos, si no los interesa lo que pasa en su país y en el mundo, difícilmente
los jóvenes se interesarán por los problemas sociopolíticos de su comu­
nidad. Si a diario los adultos repiten que la corrupción, la pobreza, el
autoritarismo son imposibles de erradicar en México, minan la confian­
za de los jóvenes en que algún día puedan cambiar la realidad que v i­
ven, y que el país no es sólo un territorio que habitan, sino también una
comunidad que construyen.
152 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

La importancia del ámbito privado va, sin embargo, más allá del
ejemplo, y se reafirm a porque existe un espacio com partido de obliga­
ciones que nos corresponden com o ciudadanos y simplemente com o
personas responsables. Pensemos en el problema ecológico y el sinfín
de acciones que realizamos cotidianamente y que implican el uso de re­
cursos com o agua o electricidad, o la generación de la basura. En este
caso, la formación ciudadana no depende tanto de la acción misma,
sino de la motivación que está detrás de ésta. Como ejemplo, analice­
mos el problema de la separación de basura. Ante la indiferencia de los
ciudadanos, muchas autoridades municipales decidieron recurrir a me­
didas coercitivas: si la basura no está separada, no se recoge. Las reac­
ciones de los vecinos se podrían clasificar en tres posturas: a) lo hago
porque me lo exigen, no me interesa por qué las autoridades me lo pi­
den; b) es el colmo, ahora resulta que yo debo hacer el trabajo de los
pepenadores, para qué pago impuestos; y c ) qué bueno, finalmente esta­
mos haciendo algo al respecto, tanto el gobierno com o los vecinos. Evi­
dentemente, las dos primeras no corresponden a la lógica cívica. La
primera implica una pasividad, el obedecer a las autoridades sin eva­
luar las decisiones y las exigencias que nos afectan com o ciudadanos.
La segunda refleja una actitud extremadamente individualista, que, en
el fondo, considera que los derechos se compran, y también es posible
com prar la exención de las obligaciones. Los jóvenes asimilan estas ac­
titudes y construyen un patrón moral que aplicarán después a otras si­
tuaciones particulares: pagar un soborno para no hacer el servicio m ili­
tar, plagiar o com prar una tarea, evadir los impuestos, dar mordida al
policía. La tercera actitud no solamente refleja la aceptación de los de­
beres ciudadanos, sino también abre la oportunidad para discutir la
gravedad del problema de basura, investigar otras formas de contribuir
a su solución, ver el panorama más am plio que nuestra casa o colonia.
Es enseñar que incluso una pequeña acción individual, multiplicada
por cada día de nuestra vida y por miles de millones de seres humanos
que habitamos nuestra Tierra, tiene un im pacto enorm e sobre el en­
torno, no solamente el ecológico, sino también el político. Es hacernos
responsables, reflexivos y proactivos, es decir, formarnos com o ciuda­
danos.
Finalmente, un aspecto de enorme relevancia es la contribución que
puede hacer la familia en la prom oción de los valores fundamentales de
la ciudadanía democrática: la igualdad y la libertad. La distinción clási­
ca de los poderes nos ofrece un marco interesante para esta reflexión.
Como señalamos en los planteamientos iniciales, Aristóteles estableció
la diferencia entre los poderes paternal, despótico y político. Para el fi­
lósofo griego, únicamente las relaciones entre los ciudadanos eran defi­
nidas por las relaciones políticas del poder, basadas en el reconocí-
ÉTICA CÍVICA EN LA VIDA PROFESIONAL • Ochmann / García 153

miento mutuo de los ciudadanos com o libres e iguales en su capacidad


de razonamiento. El poder despótico reflejaba las relaciones entre el
amo y el esclavo, donde no solam ente las decisiones correspondían
al amo, sino que el único interés válido era el suyo. Las relaciones fa­
miliares, en cambio, eran definidas por el poder paternal, donde el pa­
dre decidía todo, buscando el bien de la familia.
A pesar de los siglos que nos separan de la Grecia Antigua, en mu­
chas sociedades esta distinción sigue vigente, y afecta nuestras com pe­
tencias ciudadanas. El poder paternal es concebido com o benigno, pero
claramente considera que los individuos no son iguales: que existen los
que saben y los que deben someterse a los dictados de la sabiduría. En
este sentido, en la mayoría de las sociedades tradicionales no solamente
los niños deben obedecer incondicionalmente a los padres, sino las mu­
jeres a los varones. El paternalismo — incluso si busca el bien de los
que concibe com o débiles— termina siendo una form a del autoritaris­
mo, donde no se permite ni la crítica ni la participación. Las familias
tradicionales, patriarcales, propician así el desarrollo de las institucio­
nes políticas paternalistas, concebidas com o la única fuente de decisio­
nes legitimadas por el supuesto interés de los súbditos. El uso del térm i­
no súbditos no es gratuito: no podemos hablar de ciudadanos, si los
individuos no se sienten capaces de participar en la vida política ni
ejercen sus derechos de crítica. De ahí la popularidad del término em-
poderamiento, que se refiere a la necesidad de reconstruir en los indivi­
duos — mujeres, minorías o grupos discriminados— la confianza en su
propia capacidad de definir su destino y de tomar decisiones que refle­
jen sus preferencias, y no las imposiciones del entorno. La libertad aquí
se concibe no es solamente com o el derecho de votar o ser votado, de
expresar las ideas o de form ar asociaciones políticas; sino también
com o la capacidad real de hacerlo, la confianza que las ideas valen y
que las acciones tendrán efecto.
Igual que el paternalismo, el poder despótico está presente en la
vida cotidiana, sobre todo en nuestras relaciones con las instituciones
económicas y políticas. Muchas empresas ven a sus empleados com o
activos prescindibles, reemplazables y, por ende, sometidos a los intere­
ses de la empresa. La administración pública frecuentemente promueve
los mismos vicios: los burócratas parecen más bien tiranos que repar­
ten favores personales y no servidores que administran los derechos
ciudadanos. Y los individuos se acostumbran a percibirse otra vez com o
súbditos y no com o ciudadanos, com o seres inferiores, que deben some­
terse pasivamente a las demandas del poder superior.
De ahí, que en el sentido más amplio, las competencias ciudadanas
se manifiestan en las interacciones cara a cara que caracterizan nuestra
vida cotidiana. Ser ciudadano significa no aceptar pequeñas injusticias:
154 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN C O M Ú N

un maltrato del jefe o del burócrata, una acción discriminatoria, la ne­


gación de lo que constituye nuestro derecho. Es rechazar la deferencia
hacia los que se escudan detrás de jerarquías impuestas. Es exigir res­
peto a nuestra opinión y nuestra contribución, por pequeña que sea. De
manera recíproca, ser ciudadano nos obliga a tratar a los demás como
nuestros iguales, personas con derechos y dignidad independientes de
la raza, del género o del estatus socioeconóm ico.

6.5. C iu d a d a n ía y c o n s u m o

¿Es posible aplicar los principios de la ética cívica al consumo? En


las últimas décadas, esta pregunta ha adquirido una relevancia inusita­
da. Para los clásicos, sería un absurdo. El ciudadano y el consumidor se
han conceptualizado com o opuestos irreconciliables. Recordemos que
toda la ética cívica se basa en el principio de racionalidad y delibera­
ción. El consumo tiene que ver con lo ético en cuanto a la necesidad de
deliberación, dado que el problema no está en que seamos consumido­
res, que lo hemos sido siempre, sino más bien en que seamos conscien­
tes y deliberemos qué es lo que consumimos.16
Como hemos visto, tanto el republicanismo com o el liberalismo
plantean la necesidad de superar los intereses particulares y buscar a
través del debate público el bien común o la justicia. Incluso el comuni­
tarismo, aunque menos apegado al principio de racionalidad, exige el
sacrificio individual en aras del bien de la comunidad. En este sentido,
la ética cívica implica disciplina, renuncia a satisfacciones inmediatas y
trabajo para el bien de todos. Las siguientes consideraciones de Benja­
mín Barber son muy ilustrativas de este planteamiento antagónico:

Los m ercados excluyen el "nosotros" pensante y el “nosotros” activo de


cualquier tipo, confiando en el pod er de preferencias individuales reunidas
(la “mano invisible”) en cierto m odo para asegurar el bien común. En nom ­
bre de la diversidad y de las preferencias sociales, los m ercados fomentan
un cierto tipo de totalitarism o consumista, convirtiendo a ciudadanos multi-
dim ensionales en com pradores solitarios y unidimensionales. Los consum is­
tas manejan la divisoria retórica del “y o ” . Los ciudadanos inventan el len­
guaje común del “nosotros” . [...] Los m ercados tam bién son contractuales y
no com unitarios, lo que significa que favorecen nuestros egos solitarios pero
no satisfacen nuestras ansias de com unitarism o; ofrecen bienes duraderos y
sueños efím eros pero no proporcionan una identidad común o una concien­
cia colectiva.17

16 Adela Cortina, Para una ética del consumo. Barcelona, Taurus, 2003.
17 Benjamín R. Barber, Un lugar para todos. Cóm o fortalecer la democracia y la socie­
dad civil, Barcelona, Paidós, 2000, p. 80.
ÉTICA CÍVICA EN LA VIDA PROFESIONAL • Ochmann / García 155

El consumo es conceptualizado por Barber com o un acto individua­


lista, orientado a la satisfacción de necesidades inmediatas e intrascen-
dentales. El consumo es el goce, el disfrute de la vida, del instante, que
no requiere de la racionalidad ni formas argumentativas. El consumo
no busca un bien que trascienda el momento: es el momento; no pre­
tende satisfacer aspiraciones sublimes, sino el impulso. La ética ciuda­
dana se realiza en la acción, en el trabajo, en la deliberación. El consu­
mo vive del ocio.
Planteada así la relación entre el consumo y la ética cívica, la socie­
dad actual nos enfrenta a un reto complicado. Mientras las casillas
electorales quedan medio vacías y los debates políticos involucran a
unos pocos interesados de siempre, las plazas com erciales y los centros
de diversión están llenos de individuos dispuestos a invertir su tiempo y
su dinero en el consumo de espectáculos y objetos, cuyo único fin es el
disfrute. Si la acción ciudadana produce el bien público, el consumo
ofrece utilidades a las empresas que producen y venden los artículos ca­
paces de satisfacer nuestros impulsos. Para Zygmunt Bauman18 la me­
táfora de la sociedad actual es el sinóptico. Recordemos que durante la
primera mitad del siglo XX, el surgimiento de los sistemas totalitarios
— el nazismo y el comunismo— despertaron miedo a la sociedad panóp­
tica, descrita magistralmente en 1984 de George Orwell. El panóptico19
es una construcción arquitectónica, que permite a una persona obser­
var a todos los demás. En el mundo panóptico — en una cárcel perfec­
ta— no hay privacidad ni escape del control de las masas por una élite
dominante. El sinóptico es lo opuesto; las masas observan a unos po­
cos. El mundo sinóptico es el mundo de reality shows, en el cual noso­
tros — los televidentes— observamos a unos cuantos enfrentar proble­
mas "reales" o nos asomamos a las vidas privadas de los famosos del
momento. El mundo sinóptico es un gran espectáculo, que ha redefini-
do el concepto del interés público. Ya no es el bien común o la justicia,
sino lo que el público quiere consumir, lo que le interesa al que tiene el
poder de compra, aunque su utilidad social sea nula. El mundo sinópti­
co no promueve ni la deliberación y la acción; sólo un consumo pasivo
del espectáculo formado por anécdotas sin argumento.
Ante la atrofia de la vida pública y del interés por los asuntos políti­
cos, algunos analistas han planteado la necesidad de aceptar que los
ciudadanos actúen con la lógica del consumidor. Como electores, sería­

18 Z. Bauman, op. cit.


19 Jeremy Bentham, E l panóptico. México, Premié, 1989.
156 ÉTICA. PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

mos consumidores que escogen una oferta política.20 Escogeríamos a


nuestros candidatos porque nos ofrecen beneficios o porque tienen per­
sonalidad atrayente. El explosivo desarrollo de la mercadotecnia políti­
ca en todas las democracias del mundo ejem plifica este fenómeno. El
contenido es sustituido por la forma: la envoltura capaz de atraer la
atención de consumidores francamente aburridos por tanta oferta de
programas, que ni quieren analizar. En los periodos no electorales, se­
ríamos consumidores de servicios gubernamentales: exigentes en cuan­
to a su calidad, al mismo tiempo que convencidos de que no somos res­
ponsables por cóm o éstos se financian o producen. El gobierno no sería
nuestro representante, sino proveedor, obligado a responder a nuestras
demandas, por el solo hecho de que necesita de nuestros votos.
Ante esta alternativa es necesario plantear seriamente nuestra pre­
gunta inicial: ¿es posible aplicar los principios de la ética cívica al con­
sumo? Y paradójicamente la respuesta es afirmativa.
Antes que nada, debemos replantearnos el concepto del consumo. El
consumo no es un disfrute pasivo ni privado, que atomiza la sociedad
en entes irracionales. El análisis de García Canclini21 claramente de­
muestra que es un fenómeno profundamente social y activo. Los bienes
que consumimos tienen un significado socialmente compartido, por ello
son valiosos para los individuos. El consumo reafirma o modifica no so­
lamente los hábitos individuales, sino también las dinámicas sociales.
Un ejemplo clásico es el consumo de productos nacionales versus los
importados. El éxito de las economías asiáticas com o potencias expor­
tadoras es atribuido en gran parte a la lealtad de los consumidores a los
productos nacionales. Pero el consumo no solamente puede ser el m o­
tor de la econom ía nacional o la protección de empleos. Cuando esco­
gemos un producto, optamos por un m odelo de vida y una ideología
particular. Estamos fortaleciendo o debilitando los patrones sociales de
conducta y de asignación de valor. ¿Qué significa usar ropa de marca?
¿Es la calidad del producto o el estatus social que nos otorga el precio
alto? En Las batallas en el desierto José Em ilio Pacheco describe la so­
ciedad mexicana en el sexenio de Miguel Alemán, cuando el estatus so­
cial empezó a ser vinculado con el consumo de la cultura y los produc­
tos estadounidenses:

M e acuerdo, no me acuerdo: ¿qué año era aquél? [...]M ien tras tanto nos
m odernizábam os, incorporábam os a nuestra habla térm inos que prim ero
habían sonado com o pochism os en las películas de Tin Tan y luego insensi-

20 Cf. Joseph Schumpeter, “Dos conceptos de democracia', en Anthony Quinton, F ilo ­


sofía política. México, FCE, 1974, pp. 234-289.
21 Néstor García Canclini, Consumidores y ciudadanos. México, Grijalbo, 1995.
ÉTICA CÍVICA EN LA VIDA PROFESIONAL • Ochm ann / García 157

blem ente se m exicanizaban: tenquíu, oquéi, uasamara, sherap, sorry, uan


m óm ent pliis. Em pezábam os a com er hamburguesas, páys, donas, jotdogs,
malteadas, áiscrim, m argarina, m antequilla de cacahuate. La cocacola se­
pultaba las aguas frescas de Jamaica, chía, limón. Únicam ente los pobres
seguían tom ando tepache. Nuestros padres se habituaban al jailb ol que en
principio les supo a m edicina. En mi casa está prohibido el tequila, le escu­
ché decir a mi tío Julián. Yo nada más sirvo whisky a mis invitados: Hay
que blanquear el gusto de los m exicanos.22

Evidentemente, la tensión entre los productos de consumo naciona­


les y extranjeros no es el único ámbito cuando la ciudadanía y el consu­
mo se unen. Hemos dicho que independientemente del modelo filosófi­
co, la ciudadanía implica la relación de igualdad entre los individuos:
los ciudadanos no nos vemos com o miembros de grupos o clases socia­
les particulares. El fenómeno interesante es que en la actualidad no es
en la vida pública, sino en el consumo donde más afirmamos nuestro
apego a la desigualdad. Públicamente, reconocemos los derechos de los
pueblos originarios o la dignidad de los pobres, pero nuestros hábitos
de consumo establecen una clara frontera entre los espacios destinados
a unos y a otros. N o es el apartheid legal, es nuestra preferencia por
clubes privados y no por parques públicos, por fraccionamientos cerra­
dos y no por la libre circulación de personas. Compramos servicios pri­
vados para separarnos de nuestros conciudadanos ¿más pobres? ¿me­
nos educados? ¿étnicamente distintos? Son preguntas que debemos
respondernos, y reflexionar sobre el impacto de los hábitos del consu­
mo sobre nuestra sociedad.
Mientras, indudablemente podemos resolver algunos problemas
menos complejos. A través de nuestro consumo podemos proteger em ­
presas socialmente responsables y presionar las ecológicamente depreda­
doras. Benjamín Barber propone la creación de una etiqueta universal­
mente reconocida de Garantía de Consumidores Cívicos, que identificaría
a las empresas social y ecológicam ente responsables. Llama atención
que en Europa crece el mercado de consumidores que escoger los pro­
ductos etiquetados por el movimiento F a ir Trade, que promueve precios
justos por productos de países subdesarrollados, incluyendo, por ejem ­
plo, el café mexicano. Mientras tanto, en México, exigimos saber si los
productos contienen las grasas trans, pero todavía nos es indiferente si
nuestro consumo protegerá no solamente nuestra salud, sino también el
bienestar de nuestros conciudadanos.

22 José Emilio Pacheco, Las batallas en el desierto. México, ERA, pp. 9, 11-12.
158 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

6 .6 . I m p e r a t i v o s c í v i c o s : l a r e s p o n s a b i l i d a d
Y E L C O M PR O M ISO SOCIALES

Después de todo lo dicho, podemos apreciar que en las relaciones de


los ciudadanos — en el ámbito político— es deseable que haya una reci­
procidad de carácter moral que se apoye en ciertos principios regulati­
vos. Tales principios constituyen condiciones morales irrevocables con
las que se fortalecen las correlaciones que obligan a tomar las riendas
del destino de cada sociedad, más allá del mundo de los contratos y de
los cambios en el mercado. Con ello se fortalecen las realizaciones y
construcciones mutuas, y es en tales referentes morales en donde se
puede apreciar que constituyen el intento más poderoso para humani­
zar el destino de tales sociedades. Esto quiere decir que la fuente de ac­
ción está entre los mismos participantes, quienes en el marco de sus po­
sibilidades, hacen viables los proyectos sociopolíticos con vistas a
alcanzar la justicia.
Los ideales o principios regulativos perseguidos dan continuidad y
dignidad a la vida, y lo que restaura la moralidad en un mundo incierto
es, en un prim er momento, la idea de responsabilidad, que ayuda de
manera importante a m odelar la situación que las sociedades pueden
tener en el futuro. La moralidad es integral a cuestiones com o la res­
ponsabilidad y la esperanza, y en tal moralidad se cifran los ideales que
se van realizando a través de las acciones que hacemos, los principios
por los cuales vivimos y las relaciones que se generan y fortalecen.
La responsabilidad y el com prom iso implican un “ponerse en el lu­
gar del otro ” que ha de conllevar un reconocim iento defendido por au­
tores com o Charles Taylor, Axel Honneth y Nancy Frazer. Tal com pro­
miso tiene un tinte de reconocim iento moral hacia los otros, y en este
tenor, la justicia surge precisamente en los intersticios de los conflictos
y paradojas de los miembros que conforman los grupos sociales y
políticos.
Es moralmente imposible no estar preocupados con el abismo y las
diferencias que separan de manera polarizada a aquellos grupos socia­
les conformados por ciudadanos que están en el tope de lo alto y los
que están en lo más bajo de la escalera económica. Estas diferencias y
deficiencias fundamentales se trasladan a otros rubros que no deberían
de socavarse com o efectos de la exclusión económ ica si es que una so­
ciedad ha de buscar la justicia para sus ciudadanos. Sabemos que los
ciudadanos tienen una responsabilidad hacia sí mismos, y la búsqueda
de justicia ha de fincarse com o un com prom iso hacia los otros. En ese
sentido, Amartya Sen no se equivocaba cuando, al hablar del desarrollo
com o libertad, apuntaba al hecho de que quien carece de medios para,
— por ejemplo, un tratamiento médico y con ello paliar su sufrimien­
ÉTICA CÍVICA EN LA VIDA PROFESIONAL • Ochmann / García 159

to— no tiene la libertad para hacer muchas cosas que podría realizar
com o un humano responsable para sí y para otros. “La responsabilidad
requiere libertad”23 — com o afirma este autor y prem io Nobel de econo­
mía— y la libertad no puede quedarse en el único nivel de la libertad
negativa de la que habla Isaiah Berlin, sino que ha de formularse en los
términos de la libertad colectiva que demanda que su logro no puede
alcanzarse al precio de la de los demás. De ese modo, es inaceptable
que unos ciudadanos prosperen a costa del hambre y del sufrimiento de
otros, mostrándonos que no basta con una mera ausencia de coerción,
sino que es preciso impulsar un verdadero ejercicio de la ciudadanía
responsable.
Un recurso ético para la posibilidad de alcanzar una ciudadanía res­
ponsable además de la necesaria reflexividad crítica, es esta posibilidad
— ya apuntada— de “ponerse en el lugar de los otros”. Gadamer señala
que "si uno se desplaza, por ejem plo a la situación de otro hombre, uno
le comprenderá, esto es, se hará consciente de su alteridad, de su indi­
vidualidad irreductible, precisamente porque es uno el que se desplaza
a su situación”.24 Ese desplazarse no es — continúa— ni empatia ni su­
misión bajo los patrones del otro, es un ascenso "hacia una generalidad
superior” que rebasa las particularidades propias y de ese otro. Y esa
generalidad superior significa el acercamiento a los perfiles humanos
que pensamos son debidos, podríamos decir que es la humanización de
la misma ciudadanía. Con esta posibilidad de “ponerse en el lugar de
los otros” es que se abren los horizontes entre las personas, porque en
tal concepto de horizonte se expresa la panorámica más amplia que
debe alcanzarse para com prender a los demás.25 Esto significa mirarse
con el otro sin apartar la mirada de sí mismo, por ello, “comprender es
siempre el proceso de fusión de esos presuntos [horizontes para s í mis­
m os]".26
Una manera de “ponernos en el lugar de los demás” es a través de la
elección de la solidaridad com o modo de ser, y este modo es la opción
ética en la que el conflicto entre personas entiende y reconoce que
— com o dice Ortega y Gasset— “él es él y el otro; y si no salva al otro,
no se salva él.” Esta solidaridad entendida com o reciprocidad mediada,
es reflexiva y promueve el estar juntos solidariamente. En la sociedad
estamos juntos, y a la vez somos diferentes, de modo que el postulado
de la pluralidad ciudadana se inscribe — com o dice Raúl Fornet-Betan-

23 Amartya Sen, Developmenl as Freedom. Oxford, University Press, 1999, p. 284.


24 H.-G. Gadamer, Verdad y método. Salamanca, Sígueme, 1994. Esto significa el
imaginarse en el lugar del otro, de manera kantiana com o si fuéramos el otro.
25 Ibid., p. 375. Las cursivas son del autor.
26 Ibid., pp. 376-377. Las cursivas y corchetes son del autor.
160 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA E N C O M Ú N

court— en un proyecto alternativo de comunicación e intercambio en­


tre las culturas com o horizontes complejos y ambivalentes, cargados
por contradicciones y conflictos internos. El reconocim iento de los
otros no tiene por qué generar el conflicto ni la reacción del racismo y
la xenofobia, sino que constituye la condición previa, necesaria aunque,
desde luego, insuficiente, para que haya una política y una realidad so­
cial de integración.27 Y aquí es en donde además de esta obligada res­
ponsabilidad, podemos pensar también en lo que significa el compromiso.
El sentido de com prom iso es un sentido moral que al realizarse en
el ámbito público logra establecer relaciones que dan lugar a la coope­
ración sin la utilización de poderes políticos, militares o de algún otro
tipo. El com promiso es una forma de crear una relación sin dom inio ni
sumisión, y significa que dos individuos o grupos, cada uno sabiendo la
integridad y la soberanía del otro, se com prom ete en una lealtad mutua
para lograr juntos lo que no se puede alcanzar de manera solitaria. Por
eso el com promiso no es un contrato, porque no se limita a condiciones
y a determinadas circunstancias, los compromisos son abiertos y sin un
fin determinado. De este modo, no son los individuos separados quienes
cada uno por su parte buscan sus propósitos personales, sino que el
com prom iso recae en una cuestión compartida, en un nosotros. Y si
bien hay contratos, estos son precedidos por los compromisos que son
más fuertes y contundentes. Por ello los compromisos implican una
fuerza moral que tiene que ver con la situación en la que están los de­
más, y este concepto de com prom iso moral y compasivo puede tener
resonancia entre nosotros al afirm ar la dignidad en la diferencia. Los
compromisos existen porque somos diferentes, ellos buscan preservar
las diferencias, precisamente son relaciónales y, por ello, plurales, aun­
que generan conflictos, sin embargo, desde el pluralismo podemos en­
tender formas de esperanza compartidas. En ese pluralismo cada uno
de nosotros tiene algo único que contribuye al proyecto com partido del
que somos parte.
La esperanza propicia la m ediación en aras de buscar resolución
de los conflictos cuando nuestros intereses se confrontan, buscando la
conciliación y la paz que se predica en la diversidad y no en la unifor­
midad.
Los compromisos significan una responsabilidad ampliada en el
tiempo y en el espacio, y en todo caso, si se pudiera, tendríamos la posi­
bilidad de un com prom iso mutuo de carácter más amplio, de un com ­

27 Javier de Lucas, “Sobre el papel del derecho y el contrato político en el proyecto


intercultural ”, Ponencia presentada en el Seminario de Multiculturalismo de la UNAM el
día 8 de mayo de 2003. Texto inédito, p.16.
ÉTICA CÍVICA EN LA VIDA PROFESIONAL • Ochmann / García 161

promiso global en el que por ser de carácter moral, su fuerza fuera


enorme. Ese intento ya ha sido vislumbrado por pensadores com o Kant
en su idea del cosmopolitismo, guiado por el deber moral de la humani­
dad. Pero la pregunta que se impone versa sobre cóm o form ar algún
tipo de asociación que permita vivir sobre la Tierra cuando lo que apa­
rece constantemente es el conflicto,28 o qué tipo de recursos es necesa­
rio implementar para garantizar la justicia, y hasta dónde las leyes son
recursos de implementación real.
El com prom iso implica acuerdo a través de concesiones recíprocas
en aras de un fin, y ahí mismo, en ese ánimo, se inserta — com o un de­
nuedo que impulsa a seguir adelante— la esperanza. Se apunta a la re­
construcción del mundo que acomete el logro de un mundo mejor, a
partir de las formas sociales. Es una alianza cuyo correlato es el reco­
nocimiento mutuo, de quienes toman conciencia de su identidad huma­
na.29 Desde ese reconocim iento mutuo podemos descubrir a una de las
acciones propulsoras de tal interrelación: la compasión "no entendida
com o condescendencia con el inferior en una relación asimétrica, sino
com o ese [padecer con] otros el sufrimiento y la alegría que nace al sa­
berse parte suya”.30 Ese com prom iso compasivo mantiene un vínculo de
alianza y unión, de un sentido internalizado y asumido, de identidad,
lealtad, obligación y reciprocidad.31
Frente a las situaciones de devastación que aniquilan cualquier posi­
bilidad humana emergen propuestas reivindicativas para el género hu­
mano. Cuando leemos en Hombres en tiempos de oscuridad32 las biogra­
fías de algunos hombres y mujeres paradigmáticos, es posible estimar
que ellos, a pesar de haber vivido tiempos de oscuridad, tiempos de
guerra, de muerte, de dolor y terribles atrocidades, ellos supieron vis­
lumbrar y acoger de diferentes maneras, alguna esperanza que les dio
— de cierto modo— luz para enfrentar este mundo y continuar el
camino.
La esperanza no ha de confundirse con lo que es el optimismo, a pe­
sar de que sean tan similares. Se distinguen en que este último supone
la creencia de que las cosas serán mejores, mientras que la esperanza

28 Adela Cortina señala que "a partir de esta pregunta dos historias empiezan a na­
rrarse, dos historias muy diferentes entre sí, ninguna de las cuales puede dejar de ser
contada. Una de ellas, la más moderna, se relata en el Leviatán de Thomas Hobbes, la
otra es la continuación del relato del Antiguo Testamento. Adela Cortina, Alianza y con­
trato. Política, ética y religión. Madrid, Trotta, 2001, p.17.
29 Ibid., p. 19.
30 Ibid., p. 20.
31 Idem. Las cursivas son de la autora.
32 Hannah Arendt, Hombres en tiempos de oscuridad. Barcelona, Gedisa, 2001.
162 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. UNA ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN COM ÚN

defiende la fe de que juntos podemos hacer las cosas mejores. En ese sen­
tido, el optimismo es una virtud p a s iv a , y la e s p e r a n z a es una v irtu d ac­
tiva que requiere de un enorme coraje, esta última, virtud de los héroes
griegos que requiere de enorme fuerza espiritual y de un contenido con­
ceptual importante que nace de la creencia de que las fuentes de la ac­
ción están en nosotros mismos.33
Para dar cabida al pensamiento esperanzador es obligada la presen­
cia de un espacio público y común, y ese es el espacio de lo político. En
ese espacio hace su aparición la esfera de la libertad y de la felicidad.
En este sentido, se busca reivindicar al género humano con la espe­
ranza y a través de algunas propuestas de humanización. Entre éstas
encontramos la comunidad, el diálogo, el discurso, la acción y la liber­
tad. Así es com o "humanizamos aquello que está sucediendo en el mun­
do y en nosotros mismos por el mero hecho de hablar sobre ello y
mientras los hacemos aprendemos a ser humanos (es la) [...] disposi­
ción a com partir el mundo con otros hombres”.34 Este intento de espe­
ranza impulsa la em ergencia del daimon, el espíritu guardián que nos
acompaña siempre, de manera que, así es com o se sostiene una signifi­
cación más profunda de lo que es la vida política, de la vida con los
otros, sobre todo, porque ese espacio es también un ámbito espiritual, y
al que los romanos llamaron humanitas. Esta humanización se adquie­
re únicamente con los demás, en el espacio com partido en la polis o la
civitas, no en la soledad, y quienes penetran en ella: "se reconocen en­
tre sí, pues son entonces ‘com o destellos que brillan a un resplandor
más luminoso, que decaen a la invisibilidad, que se alternan y están en
constante movimiento. Los destellos se ven mutuamente, y cada uno
luce con mayor brillantez por ver a los otros’ y por esperar ser visto por
ellos”.35
Y no sólo ser vistos por ellos sino considerados en las acciones co­
munes que es preciso realizar en el espacio publico que nos construye y
nos forma com o verdaderos ciudadanos.

33 C om o lo apunta Arendt a través de su obras. Cf. H. Arendt, Between Past and Futu-
re, Eight Excercises in Politica l Thought. USA., Penguin Books, 1993. (En español Entre el
pasado y el futuro. Prefacio: la brecha entre el pasado y el futuro. Barcelona, Península,
1996); H. Arendt, De la historia a la acción. Barcelona, Paidós, 1999; H. Arendt, La condi­
ción humana. Barcelona, Paidós, 1998.
34 H. Arendt. Hombres en tiempos de oscuridad, p. 35.
35 Ibid., p. 88.
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.
S E M B L A N Z A D E LO S A U T O R E S

SOFÍA REDING

Doctora en Estudios Latinoamericanos (área de filosofía) por la U N A M y


diplomada en estudios avanzados de tercer ciclo por la Universidad Pa­
blo de Olavide (Sevilla) en Historia de América. Pertenece al Sistema
Nacional de Investigadores (nivel 1). Profesora investigadora del De­
partamento de Humanidades del Tecnológico de Monterrey, campus
Ciudad de M éxico e integrante de la Cátedra de Derechos Humanos y
Justicia. Ha impartido clases en la Escuela Nacional de Antropología e
Historia, en el Centro de Enseñanza para Extranjeros de la U N A M , en la
Universidad Autónoma de la Ciudad de México, en la Universidad
Intercontinental, en el Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos y en
el ITAM. Especialista en filosofía latinoamericana y en estudios sobre ra­
cismo y discriminación. Colabora con artículos de investigación, como
miembro de comités editoriales y com o dictaminadora en diversas re­
vistas nacionales e internacionales. Es autora de varios capítulos en
obras colectivas y de los libros E l buen salvaje y el caníbal (M éxico,
U NA M , 1992), Párrocos y misioneros (Tegucigalpa, Subirana, 1999),
Antropología y analogía (M éxico, Taller Abierto, 1999), La historiografía
filosófica de M a u ricio Beuchot (M éxico, Prim ero Editores, 2002), Diver­
sidad y democracia. Aportes de la hermenéutica analógica al diálogo in­
tercultural (M éxico, Analogía Filosófica, 2007).

ALBERTO CONSTANTE

Doctor en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM ,


con posgrados en Filosofía en la Universidad de Barcelona y en la Uni-
versité de Paris X I (Vincennes). Pertenece al Sistema Nacional de
Investigadores (nivel 2). Profesor investigador de carrera de la Facultad
de Filosofía y Letras de la U N A M y profesor de cátedra del Departamen­
to de Humanidades del Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de
México. Especialista en filosofía griega, filosofía alemana y filosofía

171
172 ÉTICA, PROFESIÓN Y CIUDADANÍA. U N A ÉTICA CÍVICA PARA LA VIDA EN CO M ÚN

francesa contemporánea. Colabora con artículos de investigación, como


miembro de comités editoriales y dictaminador en diversas revistas na­
cionales e internacionales. Es autor de varios capítulos en obras colecti­
vas y de los libros E l retom o al fundamento del pensar: M artin Heidegger
(M éxico, U N A M , 1987), E l pensar de la errancia (Toluca, Instituto Mexi-
quense de Cultura, 1992), La obscenidad de lo transparente (M éxico, Co-
naculta, 1994), La mirada de Orfeo. Un atisbo a la modernidad (M éxico,
Aquesta Terra, 1997), La metáfora de las cosas. Nietzsche, Heidegger, R il-
ke, Freud (M éxico, Ediciones Arlequín, 2003), Martin Heidegger, en el
cam ino del pensar (M éxico, UNAM, 2004), E l asombro ante el mundo
(México, UNAM/Arlequín, 2005) y Los monstruos de la razón (M éxico,
UNAM/Tecnológico de Monterrey, 2006).

RAFAEL MODESTO DE GASPERÍN GASPERÍN

Posdoctorado en Filosofía y un doctorado en Filosofía por el Centro


Universitario de la Ciudad de M éxico en colaboración con la Funda­
ción de Investigaciones y Ediciones de Filosofía Neo-helénica de Ate­
nas, Grecia (Fondation de Recherches et editions de Philosophie de
Atenas, G recia), posee una maestría en Innovación Educativa y una
Especialidad en Comunicación otorgadas ambas por el Tecnológico de
M onterrey y es licenciado en Pedagogía y en Filosofía por la Universi­
dad Veracruzana. Actualmente es profesor titular de la Escuela de Go­
bierno, Ciencias y Humanidades y director de Departamento de Ética
del Tecnológico de Monterrey, campus Monterrey.

SUSANA MAGDALENA P ATI ÑO GONZÁLEZ

Doctora en Estudios Humanísticos con especialidad en Ética por el


Tecnológico de Monterrey, Campus Monterrey. Tiene una Maestría en
Humanidades y es Licenciada en Psicología por la Universidad de M on­
terrey. Obtuvo el Diploma del Posgrado de Educación en Valores de la
Universidad de Barcelona y realizó una estancia en la Universidad de
Murcia. Desde 1993 se ha dedicado al estudio e investigación sobre la
enseñanza de la ética, específicamente en el área de Desarrollo Moral.
Actualmente está adscrita al Departamento de Formación Ética del
Tecnológico de Monterrey, campus Monterrey, donde imparte las mate­
rias de Etica y Filosofía Política. También pertenece al equipo de inves­
tigación de la Cátedra de Ética, Persona y Desarrollo Moral del mismo
departamento. Es miembro activo de la Association for Moral Educa-
S EM BL AN ZA DE LOS AUTORES 173

tion ( a m e ) y de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valo­


res (R E D U V A L ).

MARINA GONZÁLEZ MARTÍNEZ

Es licenciada en Letras Españolas por el Instituto Tecnológico y de


Estudios Superiores de Monterrey, tiene estudios de maestría en Litera­
tura Iberoamericana en la Universidad Nacional Autónoma de México,
es maestra en Estudios Humanísticos por la Universidad de la Ciudad
de M éxico y es doctora en Filosofía con especialidad en Antropología
Filosófica y Etica por la Universidad Iberoamericana. Actualmente es
profesora de planta del Departamento de Estudios Sociales y Relacio­
nes Internacionales en el Tecnológico de Monterrey, campus Estado de
México. Ha dictado conferencias sobre Antropología Filosófica, Etica y
Trabajo, y Literatura; asimismo ha participado en congresos en univer­
sidades nacionales e internacionales: U niversidad de Guanajuato,
Universidad N acional Autónom a de M éxico, Universidad Virtual del
Sistema, ITESM y Universidad Católica de Chile. Es miembro de la Aso­
ciación de Lingüística y Filología de Am érica Latina así com o de la
Asociación Filosófica de México. Es autora de varios artículos sobre li­
teratura y filosofía. Coordinó, junto con el doctor Dejan Mihailovic, el
libro Pulsos de la modernidad (M éxico, Plaza y Valdés/Tecnológico de
Monterrey, campus Estado de M éxico). Es coautora de Etica actual y
profesional: lecturas para la convivencia global en el siglo XXI, coordina­
do por Alberto Hernández Baqueiro.

ALBERTO HERNÁNDEZ BAQUEIRO

Profesor investigador de tiempo com pleto en el Tecnológico de M onte­


rrey, campus Ciudad de México. Su línea de trabajo en ética de las or­
ganizaciones se puede entender com o una ética institucional que cubre
los campos de diseño institucional para el desempeño ético, transparen­
cia y rendición de cuentas, cultura y valores éticos organizacionales,
análisis de la corrupción y reforzam iento de la ética profesional, la res­
ponsabilidad corporativa y los derechos humanos.
Coordinó los libros Ética actual y profesional: lecturas para la convi­
vencia global en el siglo XXI (Thomson Iberoamericana, 2006) y Transpa­
rencia, rendición de cuentas y construcción de confianza en la sociedad y
el Estado mexicanos (M éxico, IFAI, 2006); es coautor de E l Tercer Sector
en México. Perspectivas de investigación, de J. Butcher y G. Serna,
174 SE M B L A N ZA DE LOS AUTORES

coords. (M éxico, Instituto Mora, 2006); “Características y contribucio­


nes de las organizaciones del V IH -S ID A en la ciudad de M éxico”, revis­
ta Perfiles Latinoamericanos, núm. 30, 2007.

JUAN RAMÍREZ MARÍN

Licenciatura en Derecho y maestría en Administración (especialidad en


Organizaciones) por la UNAM. Ha tomado también diversos cursos y di­
plomados, incluyendo Macroeconomía, Problemas Económicos de M é­
xico, Estudios sobre EUA y Canadá, y Pedagogía. Certificado de altos
estudios e investigación de la Universidad Complutense de Madrid.
Doctor en Derecho de la Empresa por la Universidad Anáhuac, doctor
en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid. M iem bro del
Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT (nivel 1). Tiene amplia
experiencia en diversas instituciones del sector público federal y de la
ciudad de M éxico (incluyendo organismos de gobierno, vivienda y pla-
neación urbana), así com o en el sector privado (industria de la vivien­
da, de las telecomunicaciones y del vestido). Actualmente es director de
Estudios e Investigaciones Jurídicas por concurso del Centro de Estudios
e Investigaciones Parlamentarias (C E D IP ) de la Cámara de Diputados.
Ha impartido cátedra (Derecho Civil, Mercantil, Administrativo y
Público) en las Universidades La Salle del Pedregal; Anáhuac del Sur
y Anáhuac del Norte. Actualmente es profesor de asignatura en el Tec­
nológico de Monterrey, campus Ciudad de México. Es autor de varios
artículos de diferentes materias publicados en revistas. Escribió Seguri­
dad Pública y Constitución y Derecho, ipara qué? y coordinó los volúme­
nes I y II de Problemas actuales de Derecho S ocia l Mexicano.

IVÓN CEPEDA MAYORGA

Licenciada en Relaciones Internacionales por el Tecnológico de Monte­


rrey, campus Estado de México. Tiene estudios de maestría en Filosofía
Política Contemporánea con especialidad en la Idea de la Tolerancia,
por la Universidad de York, Inglaterra. El tema de su tesis de maestría
fue un análisis sobre la libertad de expresión y el argumento de verdad
en John Stuart Mili. Actualmente es estudiante del doctorado en Estu­
dios Humanísticos con especialidad en Etica en el Tecnológico de M on­
terrey, campus Ciudad de México. Su tesis aborda “la tolerancia como
elemento clave del d iálogo”. Es miembro de la cátedra de investigación
SEM BL AN ZA DE LOS AUTORES 175

“Derechos Humanos y Ética" del campus Ciudad de M éxico y profesora


del Departamento de Humanidades en la misma institución.

SHANNON SHEA

Profesora investigadora de la División de Humanidades y Ciencias So­


ciales del Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de México. Actual­
mente está a cargo de la dirección del Posgrado en Estudios Humanísti­
cos, en esta misma institución. Cursó sus estudios de licenciatura en
filosofía en Eastern and Washington University, en Estados Unidos. Es
maestra en Fiolosofía por la University o f British Columbia, Canadá.
Más tarde, se doctoró en Filosofía Política por la Universidad de Loyo-
la, Chicago. Se especializa en la aplicación de la filosofía moral en te­
mas sobre derechos humanos. Ha escrito diversos artículos sobre la éti­
ca con respecto a las intervenciones humanitarias, las concepciones de
ciudadanía frente a la soberanía de Estado, y sobre el trauma causado a
las víctimas de desastres originados por acciones humanas com o la
guerra y el terrorismo. Es miembro de dos diferentes cátedras de inves­
tigación del campus Ciudad de México: la de Sociedad Civil y la de De­
rechos Humanos y Ética.

MARTHA BÁRBARA OCHMANN IKANOWICZ

Doctora en Ciencias Sociales (Teoría Política) por la Universidad Ibe­


roamericana. Cursó licenciatura en Estudios Hispánicos en la Universi­
dad de Varsovia y maestría en Literatura Hispánica en la Universidad
Nacional Autónoma de México.
Profesora investigadora de tiempo com pleto en la Escuela de Gra­
duados en Administración Pública, del Tecnológico de Monterrey, cam­
pus Estado de México, donde imparte materias en el área de teoría polí­
tica y política internacional, con especialidad en estudios europeos.
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), es autora de
E l Occidente dividido: relaciones bilaterales entre Estados Unidos y E u ro­
pa (México, Porrúa/ITESM-CEM, 2004) y La reconfiguración de la ciuda­
danía. Los retos del globalism o y de la posmodemidad (M éxico, Po-
rrúa/ITESM-CEM, 2006). Ha colaborado en libros colectivos y en revis­
tas indexadas.
176 S E M B L A N Z A DE LOS AUTORES

DORA ELVIRA GARCÍA

Profesora-investigadora y actualmente directora del Departamento de


Humanidades del Tecnológico de Monterrey, campus Ciudad de M éxi­
co, en donde dirige también una cátedra de investigación sobre Dere­
chos Humanos y Justicia. Es doctora en Filosofía por la Facultad de Fi­
losofía y Letras de la U N A M en donde también realizó sus estudios de
maestría; su licenciatura en filosofía la obtuvo por la Universidad Ibe­
roamericana.
Autora de varios libros, entre ellos: Variaciones en tom o al liberalismo
(México, G a lile o / U n iv e r s id a d Autónoma de Sinaloa, 2 0 0 0 ), Hermenéutica
analógica, cultura y política (México, Dúcere, 2 0 0 1 ), E l liberalismo hoy.
Una reconstrucción crítica del pensamiento de John Rawls (México, Plaza
y Valdés, 2 0 0 2 ), D el poder p o lític o al am or al mundo (M éxico, Po-
r r ú a / T e c n o ló g ic o de Monterrey, 2 0 0 5 ) y Hermenéutica analógica y socie­
dad (México, Torres Asociados, 2 0 0 5 ). Ha sido coordinadora de libros
colectivos, entre ellos: Perspectivas y aproximaciones a los derechos hu­
manos desde la hermenéutica analógica (México, Dúcere, 2 0 0 7 ), Hannah
Arendt: el sentido de la política (México, Porrúa/Tecnológico de Monte­
rrey, 2 0 0 7 ) y Etica, persona y sociedad. Una ética para la vida (México,
Porrúa/Tecnológico de Monterrey, 2 0 0 7 ). Asimismo cuenta con artículos
en revistas nacionales e internacionales indexadas y es miembro del Sis­
tema Nacional de Investigadores, (nivel 2).
Esta obra se terminó de imprimir y encuadernar
el 6 de agosto de 2010 en los talleres
Castellanos Impresión, SA de CV,
Ganaderos 149, col. Granjas Esmeralda,
09810, Iztapalapa, México, DF

C u id a d o de edición:
J u a n C a r l o s H. V er a

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