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UNIVERSIDAD DISTRITAL FRANCISCO JOSÉ DE CALDAS

FACULTAD DE CIENCIAS Y EDUCACIÓN


ÉTICA Y ESTÉTICA

Nombre: Andrea Lucia Cabrejo Rubiano

Cód. 20152155008

Reseña A la zaga: decadencia de las vanguardias del siglo XX de Eric Hobsbawm

Eric Hobsbawm es un de los grandes historiadores aún vivos, que ha dedicado algunas de sus
obras al minucioso trabajo y estudio del Siglo XX, su libro A la zaga: decadencia de las vanguardias del
siglo XX, es una recopilación analítica de la transformación artística presente en este siglo, en donde
evidencia los principales influjos y condiciones que generaron rupturas en las visiones y producciones
artísticas sobre muchos de los preceptos del siglo anterior. Esto de alguna u otra forma fue
condicionando las concepciones de expresión de muchos artistas y sus obras, llegando al punto en que la
inconsistencia de parámetros comunicativos y estéticos, determino la decadencia, casi que, a finales de
esta época, tanto del fundamento del arte como de las intenciones transformadoras pretendidas a través
de este.

Para empezar, el autor hace expresa la necesaria tarea de analizar como las vanguardias artísticas
del siglo XX reflejaron el cambio radical en las relaciones entre la sociedad y el arte. Lo anterior con el fin
de datar las razones por las cuales los vanguardistas consideraban que las viejas maneras de ver el
mundo eran inadecuadas y debían de buscarse otras nuevas que permitieran reflejar el nuevo momento
histórico. Sin embargo, los vanguardistas, según el autor, quedaron algo cortos en la delimitación de
unas lógicas que condicionaran las nacientes formas de expresión, siendo que las principales maneras
que encontraron de dar cuenta de su realidad y de la modernidad misma, no tenían nada en común, a
penas la palabra “maquina”.

Ante esta diversidad y multiplicidad de producciones artísticas, se podría afirmar, en palabras del
autor, que el siglo XX experimentó una revolución en las formas de mirar el mundo y aprenderlo
mentalmente, con la nefasta consecuencia de caer en el fracaso, tanto del proyecto moderno como
artístico, debido a la constante disputa por la intromisión de los avances científico- tecnológicos en los
modos artísticos, de expresión, y más aún, de vida. Esto poco a poco fue cambiando las cartas de juego,
ya que, con la producción masiva y la naciente industrial cultural, se dio un giro en las posibilidades del
arte y sus facultades transformadoras.

Antes que nada, Hobsbawm primero atribuye el fracaso del movimiento vanguardista al mismo
fracaso de la modernidad, que en palabras de Courbet doto al arte con la característica de ser una
expresión de tiempo. Esta exigencia fue asumida en tal sentido en que, primero, ya que cada época
necesitaba su arte, también necesitaba su propia libertad, llevando a que los artistas del siglo XIX hicieran
todo lo que quisieran sin importar las exigencias de otros, lo que doto a los movimientos vanguardistas
de un espíritu a posteriori. En segunda instancia, y aún más lamentable, el arte moderno se equiparo a
las dinámicas desarrollistas de la ciencia y la tecnología, asumiendo la condición de que tras más avance
mejores resultados, es decir, que cualquier producción debia ser superior que la anterior. Esto provoco
no solo la inexistencia de un consenso, sino la vaguedad y las momentáneas filiaciones de los artistas a
un movimiento, en su búsqueda del mejor modo de plasmar la realidad de una naciente industria en sus
obras.

El segundo aspecto que Hobsbawm atribuye al fracaso del movimiento vanguardista es la


debilitación y el desinterés por las artes visuales, entendidas como la pintura y la escultura. Referente a
esto, el autor nos plantea las dificultades surgidas en la reproductibilidad, concepto aludido de Benjamin,
de obras tales como una escultura o una pintura, en el sentido de pensarlas masivamente para una
multitud de consumidores. La principal dificultad radica en que particularmente estas formas de
expresión cuentan con un sello de autor, lo que convierte a la obra en una pieza única, difícil de copiar y
si es posible, bajo la meticulosa labor de emplear el mismo método, lo cual, aunque favorable, no
garantiza la certeza de semejanza.

Estas incapacidades de reproductibilidad por los medios tecnológicos, comienzan paulatinamente


a llevar estas artes a una obsolescencia, siendo reemplazadas por medios muchos más avanzados para
capturar la realidad en imágenes y proyectarlas al gusto. De acuerdo con esto, es de entender de que,
con la aparición de la fotografía, los niveles de competencia quedan claramente desiguales, y se
comienza a encoger los espacios y los artistas dedicados al trabajo artístico manual.

Antes de la crisis de las artes visuales como tal, las formas convencionales de mimesis ya se
encontraban en cambio, pero sin dejar de lado la esencia tradicional característica de inicios de la
modernidad, surgieron entonces a mediados y finales del siglo XIX movimientos tales como los
impresionistas, simbolistas, postimpresionistas, Art Nouveau, entre otros; que enriquecieron el viejo
lenguaje, dotándolo de una amplitud de temáticas que los artistas podían tratar. Según el autor, algunos
de estos movimientos, en especial el expresionismo, fue el que logró llevar una competencia similar en el
trabajo de colores tal como lo consiguió la fotografía, en vista del gran manejo dado a la emocionalidad
en la obra, permitiendo en este siglo la buena acogida de un corpus artístico.

Todo lo anterior se vincula a que la fatal crisis proceda de ser localizada con la entrada al siglo XX.
El marco de referencia empleado por Hobsbawm es el periodo comprendido entre 1905 a 1960, esto en
concordancia con la ruptura de un lenguaje tradicional, ya mencionado anteriormente, y de paso con los
lazos al pasado, figurando en que el distanciamiento de este hace al nuevo lenguaje incomprensible y
valido solo desde la condición de creación del artista. La inestabilidad conforme a lo que esta situación
ocasiona, se entiende en palabras del autor, como una maldición muy especial, puesto que se cuestiona
un espacio futuro para el arte del pasado, pero los artistas asumen el papel de genios como antes se
hacía, entroncando notables contradicciones en sus iniciativas emancipadoras y libertarias de los cánones
anteriores.

Además del problema de la reproductibilidad, las pinturas realizadas en esta época percatan de
lenguajes empobrecidos que se volvieron menos dicientes del contexto que los lenguajes antes
manejados, lo que llevo al uso de palabras y significados convencionales en las obras, reduciendo las
expresiones a subtítulos y traducciones de las intenciones comunicativas de los artistas.

La cuestión de obsolescencia se hace nuevamente presente en la medida en que las obras


lograban ser más expresivas a través de los nuevos medios, es decir, que las iniciativas de innovación que
pretendían los artistas, las tecnologías del momento permitían alcanzarlas de una mejor manera, ejemplo
del cubismo y la perspectiva multidimensional. Tal como afirma el autor “la verdadera revolución en el
arte del siglo XX no la llevaron a cabo las vanguardias del modernismo, sino que se dio fuera del ámbito
que se reconoce formalmente como arte” (Hobsbawm,1999, pág. 34). El proceso de gran impacto en esta
época lo generó la combinación de la tecnología con la industria de masas, abriendo las puertas a lo que
podría llamarse “democratización de lo estético”, esto gracias a la publicidad y a las facilidades de
acercamiento al material. Asimismo, el cine y la fotografía entran en esta dinámica bajo la lógica de
empapar la vida diaria de experiencia estética, acostumbrando a las personas a una constante y atrevida
innovación que retaba la percepción visual y jugaba con la cognición del espectador.

En este escenario, surgieron diversos modos de asimilar el curso de los cambios, así movimientos
vanguardistas, como el dadaísmo, se enfatizaron en cuestionar la existencia del arte en sus diversas
formas, desarrollando un espíritu pesimista y satirizando las formas anteriores y nuevas de arte. Por el
contrario, el art pop, se sentía a gusto con las posibilidades que ofrecían las nuevas tecnologías,
acomodándose al trato mercantil y a las fantasías de allí derivadas.

Finalmente, y a modo de conclusión, podría decir que quedan muchas preguntas que acarrean
pensarse nuevamente el arte, no se sabría si más allá o con acompañamiento de la tecnología, lo
innegable es que debemos hacernos algunas interrogaciones básicas, para comprender los fenómenos
artísticos que nos rodean, las cuales podrían orientarse por ¿Cómo entender el papel del arte en pleno
siglo XXI a luz de las consideraciones que nos facilita Hobsbawm?, y ¿En dónde queda ubicado el carácter
social y emancipatorio en las expresiones artísticas de hoy?, la última como legado del movimiento
vanguardista.

Referencias
- Hobsbawm, E. (1999). A la zaga. Decadencia del fracaso de las vanguardias del siglo XX.
Madrid, España: Crítica

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