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La política española sufre unas evidentes carencias en todos los órdenes: escasea
la confrontación de ideas y el debate racional mientras avanza la corrupción,
la pérdida de credibilidad de las instituciones y la tendencia a la adopción de
medidas llamativas y cortoplacistas, sin que existan proyectos serios de largo
plazo ¿Cuáles son las causas de este deterioro? Creo que la clave se encuentra en
un erróneo diseño de nuestro sistema político.
Para que un sistema democrático funcione correctamente no basta con que los
ciudadanos puedan votar y exista un régimen multipartidista. El voto constituye un
control último de los electores a los gobernantes contra la tendencia al abuso y a
la arbitrariedad, pero este control resulta muy indirecto y su ejercicio demasiado
dilatado en el tiempo. Una democracia necesita, además, otros elementos que
impongan unos límites claros al ejercicio del poder y establezcan unos mecanismos
de control permanentes:
1. Una separación de poderes efectiva entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial,
que establezca unos sistemas eficaces de vigilancia mutua y control entre ellos.
2. Un sistema directo de representación y exigencia de responsabilidades a los
representantes.
3. Unos mecanismos adecuados de selección de los políticos, obligándolos a
someterse previa e individualmente al escrutinio público.
4. Una prensa libre e independiente que proporcione la información veraz con la
que los votantes puedan elegir.
Resulta bastante discutible que el sistema político español cumpla alguno de
estos cuatro requisitos. La separación de poderes ha desaparecido en la práctica
y los mecanismos de control del poder político hace tiempo que no funcionan
correctamente; el principio de representación apenas existe, los sistemas de
selección de los políticos resultan perversos y la prensa es cada día más dependiente
del poder.
En España, no existe un poder legislativo independiente. Las decisiones importantes
las toman las direcciones de los partidos políticos y las trasladan al Parlamento
a través de la disciplina de voto. El Legislativo no lleva a cabo, en la práctica,
ninguna de las funciones que tiene encomendadas: ni controla al Gobierno, ni
hace las leyes, ni ejerce la representación de los ciudadanos. No controla al
Gobierno, pues el voto de cada parlamentario no depende, en absoluto, de cuál
haya sido la acción del Gobierno. Las leyes las hace en realidad el Ejecutivo
y ordena a sus diputados votar a favor. Si el partido del Gobierno no tiene la
mayoría, el Ejecutivo suele comprar a otros partidos minoritarios los votos que le
faltan, a cambio de generosas y arbitrarias concesiones.
Tampoco existe la representación directa. El sistema electoral se ha caracterizado
por la total ausencia de una relación directa entre elector y elegido: no se vota