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a la teoría
de la neurona
Hasta llegar al momento fascinante que viven las neurociencias contemporáneas
el hombre recorrió un largo camino de tanteos e hipótesis cuyos primeros
pasos se dieron en tiempos prehistóricos
Robert-Benjamin Illing de forma sorprendente, muchas trepa- aditamentos que les sirvieran de ayuda
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naciones, m·s de los dos tercios, cica- para la vida del m·s all·.
uÈ pudo haber movido al trizaron visiblemente bien. Un cierto Pese a la precocidad y notable exten-
Homo sapiens a ocuparse n˙mero de operaciones guarda tambiÈn siÛn de la pr·ctica de las trepanaciones,
del interior de su cabeza? relaciÛn con heridas craneales, pero no todo indica que a los filÛsofos y los mÈdi-
Los primeros testimo- son, ni con mucho, la mayorÌa. AsÌ, de cos de la prehistoria y de la protohistoria
nios que documentan este interÈs son la misma forma que determinados pue- les resultÛ menos tangible la significa-
sorprendentemente antiguos: tienen alre- blos primitivos que han venido practi- ciÛn del cerebro y del sistema nervioso
dedor de 7000 aÒos. Algunos cr·neos cando la trepanaciÛn hasta los tiempos que la de otros Ûrganos internos. En la
procedentes de tumbas de la temprana modernos, los hombres prehistÛricos y Biblia y en el Talmud encontramos obser-
Edad de Piedra muestran orificios pro- de la Edad de Piedra creyeron proba- vaciones mÈdicas genuinas, pero ni una
vocados de intento: la resecciÛn de un blemente en la existencia de unas cau- sola alusiÛn que guarde relaciÛn con
trozo discoidal de hueso de la caja. Hubo sas sobrenaturales de la enfermedad, a alguna afecciÛn del cerebro, de la mÈdula
trepanaciones hasta los tiempos moder- las que personificaban como ìdemo- espinal o de los nervios.
nos; presumiblemente, aunque en dife- niosî. Mediante esos agujeros craneales Los embalsamadores de los faraones
rente medida, en todos los continentes. se buscaba liberar al alma de malos espÌ- y sacerdotes egipcios trataban con el
Su pr·ctica estuvo extendida en muchas ritus, presuntos causantes de los vÈrti- mayor de los esmeros el hÌgado y el cora-
culturas de la Edad de Piedra, pero no gos recurrentes, de las convulsiones o de zÛn; sin embargo, extraÌan el cerebro
gozÛ de igual difusiÛn ni en las civili- los ataques epilÈpticos o histÈricos.
zaciones principales de la Antig¸edad Por otro lado, numerosas culturas con
cl·sica ni en la Europa medieval. niveles de desarrollo muy dispares han
La situaciÛn de las aberturas realiza- compartido la creencia en la existencia 1. EXTIRPAR LA LOCURA.
das en estas operaciones no sigue nin- de un alma inmortal. En ese marco hemos “La extracción de la piedra de la locura”
guna regla estable, su di·metro varÌa en- de entender las circunstancias de los de Jerónimo Bosch, el Bosco (1450-1516),
tre uno y alrededor de cinco centÌmetros enterramientos y el equipamiento con muestra la extirpación de una “piedra de
y, adem·s, algunos de los cr·neos conser- que se dotaba a los muertos. Muy posi-
la locura”, operación muy extendida en la
vados muestran varios agujeros. Algunos blemente ocurriÛ algo similar con los
pacientes deben de haber sobrevivido a propios neandertales, extinguidos hace Edad Media; según las creencias de
la intervenciÛn muchos aÒos, dado que unos 27.000 aÒos, quienes, al menos en la época, se curaba así la enfermedad
los bordes Ûseos est·n cicatrizados y, algunos casos, incluÌan en las tumbas mental.
El deseo en el hígado,
la inteligencia en el cerebro
En las culturas antiguas de Egipto y de
Grecia correspondÌa al corazÛn la pri-
macÌa entre los Ûrganos. AristÛteles (384-
322 a.C.) aducÌa sÛlidas razones:
ï Una herida en el corazÛn conlleva la
muerte inmediata, mientras que una
herida cerebral acarrea, en la mayorÌa de
los casos, consecuencias menos dr·s-
ticas y puede incluso curarse por com-
pleto.
ï Los cambios en el latido cardÌaco se
acompaÒan inequÌvocamente de mo-
dificaciones en el estado de ·nimo. El
cerebro, sin embargo, da la impresiÛn de
ser insensible, pues al tocarlo en un ani-
mal vivo no se despierta ning˙n tipo de
reacciÛn.
Por tanto, el movimiento del corazÛn
parecÌa ser pr·cticamente equivalente a
la vida misma. No obstante, sÛlo el alma,
esa imperecedera fuerza vital y forma-
tiva, tenÌa la potestad de dispensar la
vida al organismo.
En contraposiciÛn con el Estagirita,
Pit·goras (ca. 570-496 a.C.) e HipÛcrates
(ca. 460-370 a.C.), griegos como Èl, vie-
ron en el cerebro la parte ìm·s nobleî
del cuerpo humano. OpiniÛn compartida
por PlatÛn (427-347 a.C.). DistinguÌa
Èste tres partes en el alma. RelacionÛ
cada una de ellas y sus respectivas poten-
cias con un Ûrgano determinado: las
pasiones m·s bajas, como el deseo y la
codicia, pertenecÌan al hÌgado; las supe-
riores ópor ejemplo, el orgullo, el valor,
con varillas y cucharillas a travÈs de la mÈdico Imhotep, que viviÛ alrededor del la furia o el miedoó al corazÛn. Pero el
nariz y de las orejas. El primer apunte 2600 a.C. El papiro Smith describe, entre entendimiento competÌa al cerebro en
conocido sobre el cerebro se encuentra otras cosas, el diagnÛstico, tratamiento exclusiva.
en el papiro Smith, llamado asÌ en re- y pronÛstico de una serie de pacientes Galeno (ca. 130-200 d.C.), anatomista
cuerdo de su descubridor, el egiptÛlogo con heridas en la cabeza. Expone con oriundo de PÈrgamo, rebatiÛ la doctri-
norteamericano Edwin Smith (1822- sobriedad y orden sistem·tico los fenÛ- na aristotÈlica. Le incomodaba una afir-
1906). Este papiro egipcio procede de menos acaecidos en los enfermos. Tras maciÛn en particular: la de que ni los ojos
mediados del siglo XVI a.C., pero con toda explicar las heridas abiertas sin fractura ni los oÌdos guardaban relaciÛn alguna
probabilidad se trata de una copia de otro Ûsea, aborda las afecciones con fractu- con el cerebro. Los nervios Ûptico y audi-
documento mucho m·s antiguo, cuyo ras craneales netas o conminutas, para tivo, descubiertos por el propio Galeno,
autor fue posiblemente el arquitecto y considerar, por fin, algunos casos de probaban justamente lo contrario. Nues-
del siglo XIX se consiguiÛ reducir las cÛmo se conectaban entre sÌ estas pro- de otra manera la propagaciÛn de las
aberraciones de la Ûptica microscÛpica longaciones. En un principio, adem·s, seÒales a travÈs del tejido nervioso, inde-
y el microscopio se convirtiÛ en el ins- esta pregunta parecÌa no tener excesiva pendientemente de que se pensara en un
trumento imprescindible de la investi- importancia, pues la hipÛtesis m·s sim- spiritus animalis o en la corriente elÈc-
gaciÛn neurobiolÛgica, franque·ndose ple y m·s probable era que las prolon- trica como medio transmisor?
una nueva vÌa de acceso a las permanentes gaciones trenzaban una red compleja, Mientras los cientÌficos estaban con-
cuestiones que habÌan venido preocu- un ìretÌculoî. øCÛmo podrÌa imaginarse centrados en el conocimiento de la es-
pando a los cientÌficos. tructura del tejido nervioso, acaecieron
Un desarrollo semejante experimen- una serie de progresos en la preparaciÛn
taron las preparaciones microscÛpicas de de las muestras. Se produjo un avance
las muestras tisulares. Los primeros pasos espectacular cuando Camilo Golgi (1843-
acertados para la fijaciÛn y tinciÛn del 1926), en la dÈcada de los setenta del si-
tejido nervioso no se dieron hasta la se- glo XIX, descubriÛ la reacciÛn negra, hoy
gunda mitad del siglo XIX. Otto Deiters denominada en su honor tinciÛn de Golgi.
(1834-1863) fijÛ pequeÒas muestras de A Santiago RamÛn y Cajal (1852-1934),
tejido nervioso con ·cido crÛmico y observando al microscopio cortes ce-
dicromato pot·sico. Con la ayuda de este rebrales con esta tinciÛn, le llamÛ la
tratamiento previo, el anatomista ale- atenciÛn el hecho de que en determina-
m·n pudo ver que del cuerpo de la cÈlula das regiones siempre aparecieran for-
nerviosa salÌan dos tipos de prolonga- mas celulares semejantes. La regulari-
ciones filamentosas: las ìprolongacio- dad y el aislamiento de dichas formas
nes protopl·smicasî, hoy llamadas den- no casaban con la idea de una red con-
dritas, y el ìcilindroejeî o axÛn. Para este tinua en la que no debÌa existir ninguna
tipo de cÈlulas, su compatriota y colega separaciÛn natural entre las distintas
Wilhelm von Waldeyer-Hartz (1836- cÈlulas nerviosas. RamÛn y Cajal hizo
1921) propuso en 1891 el nombre de un segundo descubrimiento fundamen-
ìneuronaî. En tiempo de Deiters era im- tal. ComprobÛ que en la parte terminal
posible hacer visibles las finas termina- de los axones teÒidos se formaban a
ciones de las neuronas. Es cierto que, con 8. EL PRIMER BOSQUEJO menudo unos engrosamientos peculia-
anterioridad, Joseph von Gerlach (1820- DE UN POTENCIAL DE ACCION res, los llamados botones terminales. De
1896) habÌa ya introducido el carmÌn, el INTRACELULAR. A la izquierda se recoge todo ello dedujo Cajal que no habÌa nin-
aÒil y el cloruro de oro como los primeros la fluctuación del potencial en milivolt; guna red nerviosa continua, sino que
medios de tinciÛn para la investigaciÛn abajo se encuentran los marcadores cada cÈlula nerviosa era un individuo
del tejido nervioso. Pero en la imagen temporales separados siempre
con lÌmites perfectamente definidos. La
microscÛpica se seguÌan perdiendo las teorÌa neuronal habÌa nacido.
2 milisegundos uno de otro. (Tomado de:
terminaciones del axÛn y de las dendri- Pese a que la cuestiÛn de la transmi-
tas en las partes vecinas del preparado A. Hodgkin, A. Huxley: Action potentials siÛn de la excitaciÛn de neurona a neu-
tisular que no estaban teÒidas. Quedaba recorded from inside a nerve fiber. Nature, rona distaba todavÌa de estar aclarada,
asÌ sin poderse aclarar la cuestiÛn sobre 144, 1939.) RamÛn y Cajal se mantuvo en sus trece