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LA-ABOGACIA. . 6 EL ARTE DEL ABOGADO, OBRA SACADA DE La QUE CON BL TITULO DE LA PROFESION QE ABOGADO, i - . ESCRMIO EN FRANCES BL. GELEBRE JURISCONSULTO Jtlx, Dupin: ADICIONADA, CORREJIDA ¥ AGOMODADA A NUESTRO FORO vou D, PABLO CAMPOS CARBALLAG, DEL ALUSTRE COLEJI DK ABUGADOS De. MADMED. Ki atieso. de os abogadus es may seer ueejor librasbos los pletion, et vans en cierts wamndo elias san buses et. Preaneiuia det tit. 0, MADRID: IMPRENTA be ALEGRIA ¥ CHABLAIN, Cuesta de Santo Domingo, mim. 8. 1842. = aE _ 22 > Ch= ADVERTENCIA. La alta y bien merecida repulacion que han alcanzado los nombres de Mr. Dupin ainé, Camus, Loysel y otros no menos célebres jurisconsultos antiques y modernos, cuyos tra- bajos y publicaciones sobre la profesion de abogado hemos aprovechado para escribir esta interesante obra, y la necesidad que de ella habia en Espana por la mucha utilidad publica y privada que ha de resultar de su estudio; y ser la primera que sobre tan im- portante asunto se publica, son lejitimos titu- los para esperar que serd recibida con agrado, y leida y examinada con la debida atencion de cuantos aspiren a merecer una honrosa opinion, y 4 ocupar un lugar eminentemente distinguido en la dificil y noble profesion de fa jurisprudencia. Como tampeco tenemos un libro que nos refiera la historia, usos y costumbres de nues- tros jurisconsultos, ni sen posible recojer los datos necesarios para formar su biografia, ca- reciendo por ello de modelos que imitar; me ha parecido que de ninguna manera podia su- plirse esta falta, y lenarse este vacio mas cumplidamente, que insertando al final de este arte el célebre Didlogo de los abogados del Parlamento de Paris, escrito por el ilustre jurisconsulto Mr. Loysel, y el apéndice al mismo dé Mr. Dupin. DISCURSO PRELIMINAR A LOS ABOGADOS JOVENES. Sian un error el creer que se sale de las escuclas de derecho con todos los conocimientos necesarios para el ejercicio de la abogacia. Sin duda en ellas se aprenden todos los elementos de Ja ciencia, y nunca serin escesivos los elojios que se prodiguen alos sa- bios.profesores que ensefian los preceptos en sus lec- ciones, y los perpetian en sus doctos escritos. Honor. sobre todo 4 aquellos que, separandose de Ja marcha rutinaria, saben abandonar Jas glosas para entregarse al examen ¢ intelijencia de los testos, remontarse al orijen de las leyes, interrogar 4 la historia, usar de la critica, é imprimir al espiritu del siglo una actividad desconocida 4 sus antecesores. Mas, tributando un justo homenaje 4 los profesores de la teoria, no se negara que le falta aun al hombre de las escuelas el hacerse capaz de aplicar sus abs- tracciones 4 los negocios de la sociedad. Si quiere ser abogado , juez, drbitro, hombre util 4 sus. conciudadanos ; si quiere responder dignamente 4 las consultas , informar ; juzgar bien, formar las con= venciones y contratos, dirijir un procedimiento, ha- cer valer un derecho, nuevos ejercicios le son nece— sarios para dar 4 sus primeros estudios todo ‘el des~ envolvimiento practico que exije el buen desempeio de la profesion de abogado. tur ne El orador romano distinguia » con cierto orgullo, algo aristocratico } dos especies de jutisprudenoia ;{la una sencilla, humilde, para el uso de Jos, ciudadanos Wl ménos acomodados, villana por decirlo asi, y que podria Iamarse en el lenguaje moderno la jurispru- dencia de la pequefia propiedad; la otra por el con- trario, elevada, sublime, aplicable 4 los mas grandes intereses de la ciudad, y digna de ser cultivada por los mas nobles espiritus ; esta, como Ja naturaleza mis- ma, inmensa, universal, cuyos elementos deben bus- carse , no en el edicto del pretor, sino en las intimi- dades de la filosofia; principio fecundo que una vez descubierto , nos deja percibir sin trabajo el orijen de todas las leyes y el fundamento de todos los dere- chos. (De legibus, libro 1.°) Es sin duda 4 esta jurisprudencia 4 Ja que debe aplicarse la definicion formada por los jurisconsultos romanos, cuando, para dar de ella la mas alta idea, la han llamado con cierta especie de énfasis , divinarum atque humanarum rerum notitia, justi atque injusti scventia: vasta ciencia, en efecto, la que se aplica 4 todas las cosas, euya regulacion y gobierno es objeto de las leyes; 4 todos los derechos, 4 todos los debe- res, 4 todas las obligaciones, 4 todo lo que sobre la tierra puede llamarse justo 6 injusto. Si hay pues dos especies de jurisprudencia, hay tambien dos clases de lejistas: los unos no aspiran sino 4 hacerse capaces de Ja direccion 6 de la defensa de los intereses privados; los otros quieren realizar en toda su estension la idea que se ha dado del ver- dadero jurisconsulto. Para estos son indispensables estudios. mas elevados, mas completos. Si tales el fin que vosotros os habeis propuesto , no. os conten- teis con ser licenciados en derecho; estudiad aun la filosofia, la historia y la literatura sublime; lo cual podreis hacer facilmente hoy que estos conocimientos son ensefiados entre nosotros por hombres tan dig- nos por la elevacion de su caricter , como distingui+ dos ‘por la eminencia de sw talento. «| Estudiad Ia/filosofia , no esta escoldstica, obscura futil que, no entendiéndose apénas asi misma, no n puede sino con mucha dificultad comunicarse 4 los adeptos; sino aquella filosofia moral y practica que anima y que comunica nuevo entusiasmo al sentimien- to relijioso, que esta fundada sobre la naturaleza y la organizacion del hombre, sobre su propia dignidad, sobre el conocimiento ilustrado de sus derechos, y sobre la conciencia intima de sus deberes para con Dios, para con la patria, para con los otros hombres; esta filosofia que nosotros iremos 4 buscar aun 4 la escuela de Platon y de Sderates, 6 en los Oficios de Ciceron, si ella no ha encontrado Antes su comple- mento y su sancion en un libro mas perfecto. La literatura que debe cultivar el abogado, no es esta literatura estravagante y forzada que, despreciando todos !os modelos y desdefiando todas las reglas, se consume buscando efectos estraordinarios bajo el pre- testo de hallar nuevas bellezas no descubiertas aun! hablo de esta literatura sdlida y razonable que tiene por base lo natural y lo verdadero, y que, aplicada al arte de la oratoria, se funda sobre la imitacion libre de los grandes escritores que el sufrajio de los siglos ilustrados ha recomendado 4 nuestra justa admiracion. En ella y en el estudio de Ja naturaleza debeis buscar los grandes pensamientos , las bellas imajenes , las inspiraciones jenerosas, y este conocimiento del cora- zon humano indispensable para deducir todas las com- binaciones y todos los movimientos que pueden ase- gurar el triunfo de la justicia y de la verdad. La historia en todo tiempo, y sobre todo en la época presente, debe ser el objeto de las meditacio- nes del hombre que pretende ser orador y publicista. Ved 4 Ciceron: en el foro como en el senado, nunca es mas enérjico, mas persuasive, mas bello, que cuando, interrumpiéndose repentinamente en medio de una discusion, de una prueba, cita en su apoyo la vida 6 las mdximas de alguno de aquellos grandes. hombres que habian formado la gloria de Roma en los mas bellos dias de su prosperidad! Y Demoéstenes fué lv nunca mas elocuente , mas sublime que en su arenga de la corona, cuando, habiendo de justificarse del re- proche que le dirijia Eschine de haber aconsejado guerras fecundas en desastres, evoca los manes de Jos guerreros muertos en Maraton, en Salamina, en Platea, y les pregunta si Ja Grecia no habia tenido coronas sino para las vencedores, y si ella no las habia tambien concedido al valor desgraciado y al patriotismo vencido en sus mas lejitimas esperanzas? Mas este estudio tambien debe recibir una direccion particular aplicada 4- nuestra profesion. Sin despreciar el conocimiento de los hechos, el abogado debe de- dicarse principalmente 4 la parte histérica de las ins- tituciones: es preciso busear el orijen, descubrir los elementos de su formacion, seguirlos en el apojeo de su..perfeecion , y observarlos cuando declinan. Al jurisconsulto es 4 quien eorresponde, segun el con- sejo.de Montesquieu: “interpretar Jas leyes por la his- itoria, y la historia por las leyes.” Tened pues siempre dos libros abiertos ante vuestros ojos, y consultadlos euidadosamente : ¢l libro de los hechos, en el que pro- curareis separar lo verdadero de lo que las apariencias tienen muchas veces de engafioso; y el libro de las leyes, que no separareis jamas de Jas circunstancias contemporaneas que han influido sobre los actos de la lejislacion. Profundizad la historia de vuestro pais: en ella ha- Hareis los principios, el cardcter é indole peculiar de aquella parte de vuestra lejislacion que no trae su orijen del derecho romano, ni de las opiniones de sus intérpretes, sino de los usos y costumbres de nues- tros mayores. Leed las obras de los antiguos jurisconsultos ; estan miradas hoy con desprecio; guardémonos sin embar- go de olvidarlas y de hacerlas caer en desuso, pues en ellas se encuentran con frecuencia principios lu- minosos,.y; lo que no es de menor utilidad, la mente jentina de las leyes, la-verdadera voluntad del lejis- v lador. No, temais estenderos demasiado en esta parte de vuestros estudios; para llegar 4 las minas de oro es menester traspasar las entrafias de Ja tierra. De la misma manera atravesad, si es preciso, muchos si- glos., y penetrad hasta aquellos tiempos en que vieron por primera vez la luz los escritos de los juriscon- sultos. ‘Conoced 4 fondo la Jejislacion criminal, 4 fin de no arriesgar en una defensa mal presentada la con- sideracion de vuestra clase, vuestra propia reputacion, y la suerte del acusado que ha creido elejir un abo- gado...... Busead en este estudio los medios de vengar la inocencia, de sostener al débil, de dulcifiear la suerte del desgraciado. Aplicad 4 esta parte de yues- tra profesion todo el celo que impone el deber de vuestro estado, mas tambien toda la circunspeccion que puedan reclamar Jas cirounstancias. Os advierto por vuestro interes que una noble firmeza, Joable en su principio, no dejenere en una loca temeridad! En materias politicas, sobre todo no os espongais 4 ser mal comprendidos! Que bajo la toga del defensor se sienta siempre latir el corazon del ciudadano! Patro- nato dificil, pero muy honroso. Orijen, jay! dema- siado fecundo de calumnias, de censuras y algunas veces de enemistades! pero que deja en.pos de si re- cuerdos y consuelos. Mirad acia atras y juzgad. Las acusaciones apasionadas........... , las condenaciones de circunstancias......... » han producido muchas veces re- mordimientos! La defensa, jamas. A los estudios auxiliares que acabo de recomenda- ros, es preciso aiiadir, si me es. permitido esplicarme asi, la-escuela de aplicacion. Sed asiduos en la. asis- tencia al foro, sobre todo 4 las audiencias solemnes y 4 todas aquellas en que sepais que van 4 discutirse graves cuestiones. En fin, sefiores, no perdoneis me- dio ni dilijencia. para estudiar las reglas:.de nuestra profesion, para aprender sus costumbres ¥ Tecojer-sus tradiciones, 2 VI Y sobre todo , mis caros compafieros , amemos nuestro estado, este es el medio'mas seguro de lograr un buen éxito y de encontrarse feliz en éL.-Esforeé- monos para honrar nuestra profesion, y para esto no temamos que la idea que formemos sea demasiado elevada. Jamas diremos nada de ella que pueda igua- lar 4 lo que han dicho antes que nosotros los mas ilustres magistrados. Este sentimiento no puede impu- tarsenos 4 yvanidad; porque él no produce para nos— otros sino obligaciones. Exaltar esta noble profesion, es confesar que nosotros no podemos Ienar sino muy dificilmente los deberes y sacrificios que ella impone, ni corresponder dignamente 4 todo lo que ella exije de capacidad, de aplicacion y de propio desprendi- miento. Por lo demas, si el foro moderno queda infe- rior al antiguo, nuestra sera la falta, porque las gran- des ocasiones de obrar y de hablar bien jamas faltan. En el seno de nuestra érden es donde debe buscarse el tipo de este yalor civil, que en las grandes prue- bas de la vida social hace al hombre capaz de los mas jenerosos esfuerzos, y de los sacrificios mas ri- gorosos por obedecer 4 su conciencia y permanecer fiel 4 su conviccion. Este jénero.de valor no exije el vigor del cuerpo, sino el del alma tinicamente : €1 se apoya sobre doctrinas fijas , de cuya exactitud se halla bien penetrado: él necesita un objeto de derecho que ejercer 6 de deber que cumplir: él exije la firmeza de la virtud, Ja constancia del sabio que ningun reves puede conmover ni alterar. La profesion de abogado puede asi conducir 4 la gloria: ella ofrece Yo que puede satisfacer 4 la mas noble ambicion’, pero exije abnegacion de si mismo, trabajo y perseverancia ; ella supone en los que la abrazan una activa emulacion. Pueda, sefiores, esta emulacion desenvolverse mas ¥y mas en medio de vosotros, mas sin nunca alterar el sentimiento de la confraternidad! Baste deciros que es preciso guardarse de la envidia, porque ella hace VII mas desgraciados todavia 4 los que la esperimentan que 4 los que son su objeto. La envidia degrada 4 los envidiosos , porque: ellos no fundan su elevacion sino sobre el abatimiento 6 Ja humillacion de los otros; mientras que la emulacion, dejando 4 los otros todo su mérito, nos inspira el loable deseo de superarlo. 2¥ por qué desanimarse? entre nosotros no hay ni primero ni ultimo. Ningun orador reune todas las per- fecciones , la cualidad que falta 4 uno se halla en otro. Tal es hdbil en defender un érden de cuestiones, que es ménos feliz en un jénero diferente. En fin la elee- cion de causas sirve todavia, bajo otro punto de vista, para restablecer el equilibrio de las fuerzas entre abo- gados por otra parte de un mérito desigual; porque ninguno es buen abogado en una mala causa, y si se ha sabido elegir la mejor, es muy dificil que no se venga 4 ser el mas fuerte. Quedad pues todos bien persuadidos de la verdad de esta exhortacion que Pasquier dirije 4 los hijos de Loysel al fin del Didlogo de los Abogados, y por la cual voy 4 terminar tambien esta alocucion: “Debeis » todos animaros 4 trabajar, y creer que, de cualquier » provincia que seais hay lugar para todos en el foro; »no habiendo principe, sefior, ni personaje de tan »alta categoria y fortuna que no tenga necesidad del »consejo y de la asistencia del abogado para sus mas » importantes asuntos: y no solamente para la conser- »vacion de sus bienes temporales, sino tambien para »la de su honor, y algunas veces para la de su propia » persona. Os exhorto sobre todo a servir de defensa 4 » los inocentes, 4 las viudas y 4 los huérfanos, contra » la opresion de los poderogos, segun el precepto de » Dios. En fin debeis esforzaros para conservar 4 nues- »tra érden el rango y el honor que nuestros antepa— » sados le han adquiride por su merito y por sus tra~ »bajos, para trasmitirlos 4 vuestros sucesores.’ HISTORIA DE LA ABOGACIA. CAPITULO PRIMERO, IDEA JENERAL DE La sbOGACtA. Cresson, el principe de Ia elocnencia romana, y quien ha dado a la vez las reglas y el modelo, define el orador, un hombre de bien, habil en el arte de hablar, que emplea la perfecta elocuen- cia en defender las causas piblicas y privadas, La profesion de abogado abraza hoy, no solamente la misma funcion que ejercian en Roma los oradores, sino tambien Ia de los jurisconsultos, cayo empleo entre los romanos era diferente de el de Jos oradores. Los abogados son tambien en muchas oca- siones asociados al ministerio de los jueces, de suerte que su pro- fesion es mucho mas estensa que la de los oradores romanos. Se puede pues definir el abogado un hombre de bien, versado en la jurispradencia y en el arte de hablar bien; que concurre 4 Ja administracion de Ja justicia, ora ayndando con sus consejos 4 los que han recurrido 4 él, ora defendiendo en juicio sus intere- ses de viva vox 6 por escrito, ora decidiendo por si mismo sus diferencias cuando las han sometido d su conocimiento. La primera cualidad del abogado es Ja de ser hombre de bien; debe hacer profesion de Ia mas escrupulosa probidad; el honor y la delicadeza de sentimientos deben ser la reglaide todas sus 2 acciones; de olra manera no puede esperar adquirir la estimacion y la confianza de los magistrados y del publico. Debe ser versado en Ia jurisprudencia para conocer lo que es justo 6 injusto, y no emplear su ministerio sino en sostener lo que estd fundado en el derecho 6 en la equidad. En fin debe aiiadir 4 estas cualidades el arte de hablar bien, para persuadir mejor las verdades que sostiens. Para ejercer dignamente esta profesion es necesario sentir la nobleza y la importancia de sus fanciones, y conocer bien toda la estension de sus empefios. Los abogados concurren de una manera distinguida 4 la admi- nistracion de la justicia, que es uno de los primeros deberes de] gobierno para con los pueblos, y la parte del gobierno civil mas necesaria para el buen érden y Ja tranquilidad publica. - Se puede decir que los abogados son los primeros ordcu- los de Ia justicia, porque sus respuestas son ordinariamente oidas y-acatadas dutes de sor Hevadas 4 los tribunales constituidos. A sus luces se someten los derechos mas sagrados, para abandonar- los 6. sostenerlas, segun su dictamen. Sus conciudadanos, los ha~ bitantes de las provincias mas remotas, todo lo mas grande que hay-en las diferentes clases del Estado, los estranjeros mismos vienen 4 consultarles como 4 sabios intérpretes del-derecho. Ellos ejercen ‘entre todos una-especie de magistratura doméstica, fun- dada sobre la confianza y la estimacion de sus clientes, y se ve algunas veces d-dos partes divididas por intereses contrarios re- unirse tomando 4 sus abogados por drbitros, y someterse.d su décision. El ministerjo- de: ‘los abogados ‘no ¢s.ménos.glorioso. cuando, haciendo resonar su: voz en el santuario de Ja justicia, defienden con ¢elo y con firmeza los iptereses que se les han confiado, sea sosteniendo ‘los derechos de Jos principes 6 de-los grandes del Estado, sea:que abeguen, por la-viuda y el huérfang, y protejan al débil contra un. poder injusto.qup, le oprime. Ellos, tienen siemprd la 'vdritaja de ser elegidos. para aclarar la yerdad, para Hustrariel dininio-de :|bs, majistrados, defender la, vida, el honor 3 ¥ la fortuna de sus clientes, y para hacer triunfar la justicia y la inocencia. Tritase de aquellos asuntos graves, estensos, cargados de he- chos, 6 de documentos, 6 de diversas cuestiones y medios cuya relacion seria demasiado larga para ser hecha por la viva voz; los abogados por sus escritos suministran 4 sus clientes los mis- mos auxilios que por el ministerio de Ia palabra, y los defienden desde Idjos como si estuvisen presentes. Los abogados ejercen tambien muchas yeces las funciones-ju- diciales, ora como drbitros elejidos por sus clientes, ora en cier- ‘tos asuntos cuyo conocimiento se les concede por la costumbre 6 por las leyes, ora en fin en ciertas cuestiones que el principe 6 los mismos jueces someten 4 su decision. Esta cualidad honrosa de abogado no se concede indiferente- mente 4 todos los que quisieran injerirse en sus fanciones; no se da sino 4 los que, habiendo recibido sucesivamente los grados de bachiller y de licenciado en Ja facultad del derecho, 6 adquirido los requisitos establecidos, han sido admitidos en el concepto de tales, y prestado juramento en un tribunal superior, Aunque las funciones de los abogados sean con corta diferen- cia las mismas en todos los tribunales, sin embargo, como las funciones son mas 6 ménos honrosas en proporcion de la digni- dad del lugar donde las ejercen, los que abogan en los tribunales supremos y superiores se consideran de un rango mas distinguido que los que limitan el ejercicio de su profesion 4 los inferiores. El érden de abogados es el estado de los que han abrazado esta profesion. Los abogados reunidos se califican de Coleigo; pero el titulo de drden seria mas adecuado por ser mas ‘noble y mas conveniente. Este es el que tomaron siempre los abogados fran- eeses del parlamento de Paris. ¥ con efecto, los ahegados consi- derados juntamente no forman un cuerpo politico, tal como las comunidades y sociedades; son solamente un estado, una clase de personas que no estén unidas sino por una cualidad que les es comun, y que los distingue de los otros drdenes y clases del Estado. 4 No basta haber obtenido el titulo de abogado, es preciso poseer las cualidades de corazon y de espiritu, necesarias para Henar dignamente sus funciones: y como la mejor manera de instruirse 4 fondo en las cosas es subir hasta su orijen y seguirlas en sus diferentes progresos hasta su estado presente; para conocer bien las reglas que deben servir para formar un abogado, es preciso remontarse hasta el orijen de esta profesion, observar los progre- sos que ha hecho hasta nuestros dias, y cual ha sido en diferen- tes pueblos y en diferentes tiempos la disciplina establecida entre los abogados. Todos los hombres en jeneral tienen curiosidad de saber su estraccion, y de conocer 4 sus antepasados hasta en los tiempos mas remotos, ¥ no son ménos celosos de establecer la antigiiedad de su nobleza, y de referir los hechos que la han ilustrado en diferentes ocasiones. Seria pues estraiio que los abogados solos fuesen indiferentes sobre el conocimiento de su orijen; mayormente cuando su pro- fesion es casi tan antigua como la sociedad civil, y ha recibido en todos los tiempos sefialados testimonios del aprecio y consi- deracion del publico. Empezaremos pues por examinar como esta profesion macié entre los pueblos antiguos, lo que ha podido saberse de la disci- plina que ha observado , y las recompensas y honores que ha merecido, Veremos que entre los griegos esta profesion adquirié un nue- vo esplendor con el auxilio de Ja elocuencia, El foro de Roma ofrece todavia un campo mas yasto, y que merecia ser el solo objeto de una historia particular. Mas, como no me propongo escribir aqui una historia completa del foro de Aténas y de Roma, no bard si no recorrer brevemente las diferentes épocas del orijen y progresos de la abogacia, y no me contraheré principalmente sino 4 lo que puede tener alguna relacion con las reglas necesarias para formar un abogado. CAPITULO IL ORIGEN DE LA ABOGACIA ENTRE LOS ANTIGUOS. Las funciones del abogado son mucho mas antiguas que el titulo de abogado. Con efecto, entre todas las naciones civilizadas ha habido siem- pre hombres celosos y virtuosos que, siendo muy yersados en los principios del derecho y de la equidad, ayudaban 4 los otros con sus consejos, y defendian en los juicios 4 los que no se en- contraban en estado do defenderse por si mismos, 6 que tenian ménos confianza en sus propias ideas, que en las laces de estos jenerosos defensores. Bajo la ley de Ja naturaleza, y bajo la de Moises, no habia aan abogados conocidos con el titulo de tales para defender los intereses de otro. Habia sin embargo tribunales constituidos: mas cada uno se defendia en ellos personalmente; 6 bien los que querian ser apo- * yados por otro lamaban en su ausilio 4 algunos de sus parien- tes y amigos, de suerte que algunas veces en lugar de un defen- sor, tenian muchos, Entre los judios habia sabios cuayo empleo se parecia en algana cosa al de los abogados: estaban establecidos para resolver las dificultades y dudas que se suscitaban entre el bajo pueblo sobre cualquier punto de derecho. Su ministerio era gratuito, siendo recompensados con alguna porcion de diesmos. Estaban conside- rados como miembros del cuerpo de oficiales de justicia, y lle~ gaban 4 su vez 4 ocupar alguna plaza de judicatura. Los caldeos, los babilonios , los persas y los ejipcios tenian tambien sus sabios y sus fildsofos que ilustraban 4 los otros hom- bres con sus conocimientos. Hablaban algunas veces en pablico; pero los. mas elocuentes de ellos no tenian sino la elocuencia na- tural: el talento de Ia palabra no habia sido aun reducido 4 arte 3 6 y 4 principios; he aqui por que la historia no les da el titulo de oradores. Los ejipcios prohibicron tambien las defensas verbales en sus tribunales, Iuego que adquirieron el arte de escribir. El te- mor que tenian de que un orador sedujese 4 los jueces con el tono palético de su voz, con el aire compuesto de su rostro, con lagrimas finjidas y con jestos propios para conmover, les hizo ordenar que toda defensa se propusiese por escrito. Mas, como muchos no sabian escribir, sobre todo en un tiempo en que esta invencion era del todo nueva, era preciso necesaria- mente que los que no se hallaban en estado de defenderse por si mismos, fuese por no poseer el uso de la escritura, 6 por no es- lar versado en el conocimiento de las leyes, recurriesen 4 los qae poseian estos talentos, los cuales en esta parte desempeiiaban las mismas funciones que al presente desempefian los abogados, cnando defienden on negocio que se instraye por escrilo. CAPITULO IIL. ESTADO DE LA ABOGACIA ENTRE LOS GRIEGOS. Ninguna nacion fué mas fecunda que los griegos en sabios, en fildsofos, en lejisladores, oradores y otros eruditos en todo jénero. Se admira sobre todo la sabiduria de su gobierno, fundado so- bre las leyes que Cecrops, Dracon y Solon dieron 4 Aténas: Li- curgo i Lacedemonia; Nicodoro 4 Martiné; Zeleuco 4 Locre, y Minos 4 la isla de Greta. Estas leyes se consideraron tan juicio- sas, que Ia Repiblica Romana envis diputados 4 Ia Grecia para tomar alli, como en su orijen, los principios de las nuevas leyes que queria establecer. La clocuencia que habia sido hasta enténces despreciada entre las:otras naciones, {ud cullivada cuidadosamente entre los grie- gos; ellos la redujeron 4 arte y 4 principios. Los oradores arengaban’al pueblo en las plazas y en otros lu- faves publicos sobre diferentes asuntos. 7 Pericles, uno de los oradores de Aiénas fué, segun se cree, el primero que usé de la elocuencia en el ejercicio de la abogacia. Despues se introdajo el uso, tanto en el Areopago de Aténas, cuanto en los otros tribunales de la Grecia, de hacerse asistir en Jos juicios por oradores famosos (ademas de los amigos que se habia acostumbrado Ilevar 4 ellos) 4 fin de dar mas fuerza y peso a la acusacion 6 4 la defensa. Al principio estos oradores pronunciaban ellos mismos los dis- cursos que habian compuesto para otro; asi lo hacian Temisto- cles, Pericles y Aristides. Antiphon fod el primero que compuso, para algunos de sus. concindadanos, oraciones que ellos pronunciaban para sostener su derecho en juicio. Lisias, Isdcrates y Deméstenes hicieron lo mismo, aunque al- gunas vecos ellos mismos pronunciaban sus oraciones. La grande reputacion que los dos ultimos se adquirieron por sas talentos, no basté 4 ponerlos 4 cubierto de consura en el ejer- cicio de su profesion. Isécrates fué algunas veces comparecido ante los tribunales como infractor de las leyes, por haber sujerido 4 Jas partes me- dios capaces de sorprender 4 sus adversarios; lo cual fué causa de que cesase de componer para otro. Deméstenes en una misma. causa compuso una oracion para cada parte. Aschine hizo mejor uso de sus talentos, entregindose entera- mente 4 componer oraciones para la defensa de aquellos que eran acusados injustamente, y ddndoselas para que las recitasen on juicio. Las leyes que Dracon y Solon habian formado para Ia disci- plina del foro de Aténas, continaaron observdndose despues que Pericles introdujo en dl Ia elocuencia, de la. misma manera que le habiaw sido antes. La primera de estas leyes trataba de la condicion de los. oradores. Era preciso que fuesen de condicion libre: un esclavo wo. po~ 8 dia presentarse en juicio para defender 4 otros, su estado le ale- jaba macho de tan noble empleo. -No se permitia tampoco su ejercicio 4 los infames, tales como Jos que habian faltado al respeto 4 sus padres: los que habian rehusado encargarse de la defensa de la patria 6 de algun cargo _ publico; los que hacian algun comercio escandaloso y contrario al pudor 6 habian sido vistos en Jugares de disolucion: en fin los que vivian en la Injuria y habian disipado las fortanas que sus ascendientes les habian dejado. Los que manejaban las rentas piblicas no eran admitidos 4 arengar al pueblo sin que hubiesen dado dntes cuenta de su ad- ministracion. En fin Jas mujeres estaban escluidas del foro, por respeto al pudor que conviene a su sexo. EI recinto del foro y de todo el Areopago era un lugar repu- tado por tan santo, que antes de la audiencia se regaba con agua lustral, para advertir 4 los jueces y 4 los oradores que no debia entrar en él nada que no fuese puro. Los oradores tenian por principio, que su ministerio no debia servir sino para hacer triunfar la justicia; he aqui por qué Pericles, estrechado por uno de sus amigos para que jurase en falso en una causa, le respon- dié: amicus usqué ad aras. Hyperides no hizo tan buen uso de su ministerio, cuando, ha- blando en Ja defensa de la cortesana Phryné, que habia sido acusada del crimen de lesa majestad divina, y viendo que sus jueces estaban dispuestos 4 condenarla, Ja hizo adelantarse hasta el medio del Areopago, y rasgando el velo que la cubria el seno, los jueces, enternecidos por la belleza de esta mujer y seducidos por los discursos siempre persuasivos de Hyperides, la absolvieron. Despues de este tiempo se establecié una ley en Aténas y en Lacedemonia para prohibir 4 los oradores el hacer ningun preimbulo ni otro discurso que se dirijiese 4 escitar la piedad 6 la indignacion; se prohibié tambien 4 los jueces el mirar al acu- sado cuando se esforzase para escitar en su favor su con- miseracion. 9 Al principio de la andiencia, un pregonero publico recordaba 4 los oradores Ia obligacion de conformarse con esta ley, 4 fin de que nadie usase de figuras propias para conmover, para ganar una causa injusta. Este reglamento enfrié mucho la elocuencia de los oradores griegos. Como habia entre ellos algunos demasiado difusos en sus dis- cursos, se limité el tiempo en que cada uno tnviese libertad de hablar 4 tres horas; y para medir este tiempo habia en la au- diencia relojes de agua, llamados clepsydres. Se previno tambien 4 los oradores que se contuviesen en los limites de la modestia; que no se acercasen 4 los jueces para prevenirles en particular; que no discutiesen en publico dos ve- ces la misma cuestion; que se abstuviesen de injurias y de pala- bras amargas, ¥ de golpear con los pies; que no-turbasen 4 los jueces cuando estuviesen deliberando; en fin, que despues de la audiencia se retirasen tranquilamente, y que no reuniesen jentes 4 su derredor. Los que faltaban 4 alguna de estas prevenciones eran castiga- dos con una malta de cincuenta dragmas, y mas considerable al- gunas veces, segun las circunstancias. E] ministerio de estos oradores era puramente gratuito. Se les recompensaban sus servicios elevandolos a su vez 4 los cargos de la republica. Antiphon, se dice, fad el primero que recibié de sus clientes una recompensa por el cuidado que habia puesto en su defensa. Los otros oradores, 4 su @jemplo, recibieron de.sus clientes honorarios en dinero y otros presentes. Ellos sin embargo se condujeron siempre mas por un principio de honor que de interes, y aquellos en quienes se reconocia un espiritu mercenario, fu¢ron reprendidos vivamente, como se ve en las oraciones de Aischine y de Deméstenes. Tal fad la disciplina del foro de Aténas, que sirvié de modelo 4 el de Roma. 10 CAPITULO IV. ESTADO DE LA ABOGACIA ENTRE LOS ROMANOS. Apénas Rémulo hubo echado los cimientos de la ciudad de Roma, comprendié que su dominacion no podia subsistir sin ad- ministrar 4 sus sibditos una recta justicia. Elijid para este efecto en el primer érden de sus ciudadanos que se Hamaba los padres (patres) un cierto numero de hombres sabios y Ienos de espe- riencia, de los cuales formé el senado, y ordené que los otros ciudadanos del mismo érden fuesen los patronos y defensores de los plebeyos que formaban el segundo érden, y que se hicieron sus cliontes, Las patronos fueron asi llamados , como si ocupasen el logar de padres de sus clientes; y para dar 4 entender que los clientes debian tenerles el mismo respeto que los hijos tienen 4 su padre, los eselavos 4 su seiior, y los libertos 4 los que les habian dado Ja libertad. Habia muchos delieres mituos y reciprocos que cumplir de parte de los patronos y de los clientes. Las funciones de Jos patronos no se limitaban, como hoy las de los abogados, 4 aconsejar 4 las partes en sus negocios conten- ciosos, y 4 defenderlas en los juicios; Ja calidad de patrono en- volvia un deber mucho mas estenso; era propiamente un oficio de proteccion. Desde que el patrono habia aceptado 4 alguno por sa cliente, y- este le habia prometido fidelidad, el patrono estaba obligado i sostenéele en todas las ocasiones, y 4 emplear en favor suyo toda su poder y erédito; era su consejero an todos sus megocios con- tenciosos 4 otros asuntos civiles, y su defonsor-en. juicio. Sus-cliontés teeran mas queridos que'sus parientes, y estaba tambien obligado 4 defenderlos contra estos. Podia Lestificar eon- tra sus parientes, pero contra sus clientes no. Era un crimen 44 grave para ua patrono el haber escitado la risa é la burla d costa de su cliente. Cada patrono tenia formal. empeiio en conservar sus. clientes, y en adquirir otros nuevos y trasmitirlos 4 sus hijos; de suerte que ellos eran como hereditarios, y é1 los miraha como uu monu- mento de honor y de la antigiedad de su familia. Los clientes por su parte, estaban obligados d guardar en todo el honor y respeto que debian 4 su patrono; d darle on toda oca~ sion testimonios de su celo y de su adhesion, ménos por necesi- dad que por estimacion y reconocimiento, Estabam tambien obli- gados 4 suministrarle dinero para casar 4 sus hijas, para rescatar d sus hijos cnando habian sido hechos prisioneros de guerra, «i pagar las penas pecuniarias en que hubiese sido condenado y 4 libertarle de sus otras deudas. . Ellos acompaiiaban 4 su patrono al foro y en las ceremonias ptblicas, y formaban 4 su derredor un numeroso cortejo y una especie de corte. En fin el patrouo y el cliente no podian respectivamente acu- sarse, ni servir de testigo el uno contra el otro, ni hacer ningun otro acto perjudicial; de manera que, los deheres de cliente aria su patrono se parecian en alguna cosa alos de los vasallos acia su sefior, 6 mas bien 4 los de un liberto para con su antigue um. En los primeros tiempos en que los romanos estaban ocupados de sostenerse en su nucvo establecimiento, se dedicaban mas 4 la profesion de las armas que al estudio de las leyes y de la elo~ cuencia: asi que, los que enténces desempefiaban el oficio de pa- tronos, no eran ni oradores ni jurisconsultos. Mas, luego que los reyes fueron arrojados:de Roma, que se consolidé la Republica, que estendié: lejos su dominavion , que se envié 4 buscur leyes en la Grecia, que el pacblo se abrogé el derecho de hacerlas ¢1 mismo nuevas:por el érgano de sus tribu- nos; enténces , habidndose hecho mas importante y mas dificil Ja administracion de justicia, se la revistié tambion de mas apa- rato'y de mas cireunspeccion. El cliente no se contenté ya con lamar para sa defensa a los patronos ordinarios, que notenian 12 otra cualidad que la de protector, y cuyo talento consislia a lo mas en la elocnencia natural; recurrié 4 oradores titulares con Ja esperanza de que su arte contribuyera a que la causa tuviese mejor éxito. La elocuencia de los oradores se elevé muy pronto sobre el estilo vulgar de los antigues patronos; los oradores solos se atra- jeron toda la clientela; los reyes mismos, y los patricios que man- daban 4 Jos reyes, buscaron su apoyo. Los primeros oradores que fueron admitidos en el foro de Roma no eran mas jurisconsullos que los primeros que aparecieron en el de Atenas, La ciencia de las leyes habia venido a ser tanto mas dificil, cuanto mas ellas se habian multiplicado; el autiguo dere- cho estaba casi del todo derogado por el derecho pretoriano; era preciso conciliar estas diferentes leyes, distinguir las que estaban en observancia de las que habian caido en desuso. Habiéndose aplicado los oradores al estudio de Ia jurisprudencia, se vié en seguida 4 los Eslios, 4 los Catones, a los Cicerones merecer el doble titulo de habiles oradores y de grandes jurisconsultos. No fu por Jo tanto preciso confundir con estos i otros juris- consultos amados prudeates, cuyo empleo es diferente del de Jos oradores 6 patronos. Su funcion era interpretar el derecho; sus respuestas tenian fuerza de ley, y los jueces estaban obliga- dos 4 conformarse con ellas; cran guardadas cuidadosamente por los poutifices con las otras leyes; porque todas las leyes eran en- ténces un misterio para cl pueblo, hasta que Flavio Scriba las espuso al publico para que cada uno pudiese instruirse de sus derechos. La funcion de los oradores 6 patronos era defender d sus clien- tes.verbalmente 6 por escrito en los tribunales. Los romanos cuidaron siempre de que este cargo no fuese ejercido sino por personas elejidas y distinguidas por Jas cnali- dades del corazon y del espirita, mas aun que por su nacimicnto. Rémulo habia ordenado que los patronos fuesen elejidos en el primer érden de los ciudadanos, destinados 4 ejercer algun dia Jas fanciones del sacerdocio 6.la majistratura. 13 La ley de las doce tablas adopté este reglamento; y durante cinco siglos, el cargo de patrono no fué ejercido sino por patri- cios, que eran los descendientes de los primeros senadores insti- tuides por Rémulo, y que formaban el primer érden de los ciu- dadanos. Mientras que subsistié la Republica, el foro fué el grado por el cual se llegaba 4 los mas grandes honores. El senado y el pue- blo, cada uno segun sa poder, daban las dignidades al mérito, y ellas eran la recompensa de los que se habian distingaido mas en el foro. Asi fué como Caton el grande, el Demdstenes de su siglo, habiendo pasado del foro 4 la majistratara, y habiendo pasado por todos sus grados, fué elevado 4 la dignidad de cénsul, y en fin 4 Ja de censor despues de haber triunfado de los enemigos de la , Republica. Del mismo modo Ciceron, el ornamento del foro de Roma, y que contaba en el numero de sus clientes al rey de Galata, ha- biendo Hegado al consulado, fué honrado con titulos mas glo- riosos , quiero decir, los de padre de la patria y principe de la elocuencia. Quién podré jamas contar los pretores, los cénsules , los pa- tricios, los dictadores y censores que el foro de Roma did 4 la Republica? Estos grandes hombres, aunque ascendidos 4 las mas eminentes dignidades, continuaron su asistencia al foro, y desem- pefiando en ¢l sus primeras funciones; siendo dificil determinar quien adquiria mas honor, el foro por la presencia de estos ora- dores, 6 ellos por continuar desempefiando su empleo en el foro. El mismo Julio Gesar, que subyugé poco despues todo el ani- verso, faé del mimero de los que ilustraron el foro de Roma. Mas, luego que el gobierno de la republica madé de forma, se vid tambien muy pronto un cambio en el estado del foro. Como los emperadores disponian arbitrariamente de todos los empleos, ¥ los daban dntes al favor que al mérito, no hubo ya la misma emulacion entre los patricios por distinguirse en Iss. funciones de palrouo; n0 se presentaron ya simo rara vez en el foro.. Sas 4 14 hijos sin embargo se hacian recibir siempre en él; pero esto no era como otras veces con el designio de continuar, sino mas bien por adquirir el titulo de patronos, que miraban como una forma- lidad necesaria para hallarse en estado de ser promovidos 4 los honores de Ia majistratura. Los plebeyos, por el contrario, aparecieron despues de este tiempo mas frecuentemente en el foro, y se les vid algunas veces servir de patronos 4 los patricios mismos, de quienes poco dntes tenian por honor el ser clientes. Este cambio ocurrido en el foro fué causa de que la elocuen- cia dejenerase en él de alli 4 poco de su primitivo esplendor; el titolo mismo de orador fué casi olvidado. Los que informaban mas elocuentemente fueron llamados causidici, advocati, et pa- troni; se les daba indiferentemente uno de qstos tres nombres. El de advoeati, que es el orijen del titulo de abogado, significa que ellos eran Ilamados para la defensa de las partes. A pesar de la mezcla que se hizo de los plebeyos con los pa~ tricios en el foro, mo se creyé que hubiesen perdido nada de la dignidad de sus funciones, siempre nobles por ellas mismas, mas. aun que por el lnstre personal de los que las ejercen. Ademas, si por un lado se vid a los plebeyos en el foro, se vid tambien al mismo tiempo 4 los emperadores honrarle con su pre- sencia. Desde que ellos vestian la toga viril, so presentaban en el foro como para hacer en él un aprendizaje de las funciones de abogado, y de la administracion de Ia justicia. Hacian recibir en él 4 sus hijos, y los conducian con una pompa que se resentia de Ja magnificencia de los triunfos. Augusto fad 4 él por tercera vez 4 pedir el consulado, 4 fin de conducir él mismo 4 sus hijos en calidad de majistrado; y Tibe- rio, habiendo igualmente condacido 4 Neron y 4 Drusus, dispensé liberalidades al pueblo para hacer el dia de la recepcion mas solemne. Tito, que reunia en si todas las virtudes de un gran principe, éntes de ser emperador, venia algunas veces al foro para hacer en él la‘defensa de los que eran oprimidos. to El emperador Alejandro Severo permitié 4 los libertos desem- peiiar las funciones de patronos, con tal que fuesen versados en las letras; mas no estd bien averiguade si este permiso les fué concedido para el foro de Roma. Aunque no seria admirable que los que estaban ya admitidos en el rango de senadores, hubiesen obtenido tambien la facultad de informar delante del senado. ¥ lo que hace ver que Severo no habia disminuido en nada la con- sideracion que sus predecesores tenian por el foro, es que se re- fiere de ¢] que se complacia en oir repetir causas que habian sido otras veces defendidas en su presencia, 6 en Ja del prefecto de Roma. El dié tambien muestras de proteccion 4 los abogados. es- tablecidos en sus provincias. Constancio ordené. que los pontifices de las provincias fuesen elejidos de entre los abogados. Valentino declaré espresamente por una ley que los que habian ascendido 4 las dignidades, no desmereciesen por desempeiiar las funciones de abogado, y que era tan honroso el estarde pié para abogar, como sentado para juzgar. Arcadio y Honorio ordenaron que los abogados que mo perte- neciesen 4 Ja clase de decuriones no pudiesen, ni‘ atin’ volun- tariamente, sor oncabyados de Ja récaudacion de los impuestos piblicos. Honorio y Theodosio concedieron 4 los que estaban aun bajo la patria potestad el privilejin de adquirir: para si, 4 titulo de peculio cuasi castrense, todo lo que les proviniese del ejercicio de su profesion, 6 con ocasion de’ ella; lo cual fu¢ establecido 4 imi- * tacion del peculio castrense de los que hacian profesion de las armas, —_ Estos mismos emperadores prohibieron 4 todos los jueces, in- cluso el prefecto del pretorio, bajo la pena de una multa de ci cuenta libras de oro, encargar 4'los abogados de Ix ciudad 4 de las provincias ninguna comision, faese para la inspeccion de Tos trabajos piblicos , 6 para formar las'matriculas de impuestos, 6 para recibir ‘las cuentas 4 los encargados de su recaudacion, esceptaaron solamente los arbitramentos, de fos cuales lis ‘abo- 16 gados podian ser encargados en el lugar de su residencia. Estendieron tambien 4 los abogados de la prefectura de Iliria todos los privilejios que habian sido concedidos a los de la pre- fectura de Oriente. Se ve por otra ley de estos mismos emperadores que en cada prefectura el ntiimero de abogados estaba limitado, mas 6 ménos, segun [a estension de su mando; que no podia ser aumentado ni disminuido; que de este nimero se elejian los abogados del fisco, cuyo empleo no duraba desde Inego sino un aio, y en seguida dos afios; que los que eran elejidos para este encargo quedaban exentos ellos y sus hijos del servicio de las cohortes y de otros empleos inferiores; y que los abogados del fisco de la prefectura pretoriana al fin de su tiempo de ejercicio se retiraban del ér- den de abogados con Ja cualidad de condes del consistorio: lo que nosotros Ilamamos ahora consejeros de Estado. Este fad sin dada uno de los motivos por el cual ef emperador Leon orden que uo se recibiese de abogado ninguno que no fuese 4 lo ménos de una condicion honrada, y no de condicion vil y baja, Este mismo emperador y Anthemio dictaron ademas otra ley, que es famosa en esta materia, por la. cual.declararon que los abogados que se consagran 4 la defensa de los intereses del pu- blico 6 de los particulares, sostienen las fortanas vyacilantes, le- vantan las caidas, y que se hacen tan dtiles al publico como si defendiesen su patria y sus parientes con-peligro de su vida: esta; ley compara sus fanciones 4 los ejercicios militares, por la razon de que ellos dofienden con todas sus fueraas el honor y la vida de los ciudadanos. Anastasio concedié 4 los antiguos abogados que se retiraban del ejercicio de su profesion el titulo de clarisimos, en recom- pensa de sus trabajos. En fin,.Jos omperadores Justino y Justiniano confirmaron. los diferentes privilejios que habian sido concedidos 4 los abogados Por $us, prodecesores, y aiiadieron i ellos otros nuevos; y lo que se puede notar de particular en las loyes hechas por Justiniano 417 sobre esta materia, es que, siempre que habla de los abogadas co- lectivamente, los califica de érden, que es el titulo que los del parlamento de Paris, y de otros muchos tribunales han conservado. La enumeracion que queda hecha de todos los titulos de ho- nor y privilejios concedidos é los abogados, hace ver en que gra- do.de aprecio y consideracion estaba esta profesion entre los Romanos. La primera condicion para ser recibido abogado era tever la _ edad competente; que lo era la diez y siete aiios. Era preciso haber estudiado el derecho por el espacio de 5 aios. El candidate debia ser examinado por el yobernador de la provincia, 6, en su ausencia, por el defensor de Ja cindad, el cual en presencia del pueblo se informaba de la condicion del candi- dato, de sus costumbres y de su capacidad, que debia ademas serle probada por el testimonio de doctores en derecho. Los emperadores Theodosio y Valentiniano prohibieron ta ad- mision de los samaritanos, judios, paganos y herejes en. ningun oficio civil: lo cual comprendia la profesion de abogado. Los em- peradores Leon y Anthemio declararon espresamente que, para ser recibido de abogado era preciso ser de la relijion catélica, y que si se-contravenia 4 esta ley, no solo el abogado, sino tam- bien el que Jo hubiese recibido serian castigados. La entrada en el foro les estaba tambien vedada 4-los que te- nian nota de infamia, Los que por celo por la salud publica, 6 por probar su valor habian combatido con bestias feroces, aunque hubiese sido en el circo, no eran escluides de las fanciones de abogado; mas losique se habian ajustado como mercenarios para combatir asi en pibli- co, no’eran 2dmitidos 4 hablar en juicio por otro: se les permitia solamente hablar por ellos mismos. Los sordos estaban eschnidos del foro 4 causa de los incoave- nientes.que podian resultar de que no pudiesen oir los decretos del pretor. . * Los ciegos podian ser jueces, mas no podian ser abogados, lo cual so-ordené asi 4 causa'de la risa que escité ui cierto Publio 18 que era ciego, y continu informando, aunque el juez se- habia levantado de su asiento. La abogacia era entre los romanos un oficio viril, de la misma manera que entre los griegos. ~ Se ‘vid sin embargo con admiracion.en Roma 4 dos mujeres jenerosas, Amasia y Hortensia, desempefiar con elojios esta pro- :fesion; mas otra Ilamada Afrania que informaba continuamente por si misma, escandaliaé de tal modo 4 los jueces con su locaa- cidad, su descaro y sus arrebatos de célera, que se le prohibié el hablar mas en publico: y esta prohibicion se estendié 4 todas las moujeresien jeneral, lo cual sin embargo.se modificé. por una ley del cédigo Theodosiano, que permite 4 las mujeres hablar en justicia, mas solamente por ellas y no por otro. Los jdévenes 4 quienes se queria hacer recibir en el foro, eran conducidos 4 él por su padre natural 6 adoptive, 6 por algano que tenia lugar de tal, con el acompaiiamiento mas. numeroso que.podia reonir; y presentado asi el candidato al senado Jo admitia!en el nimero de los abpgados jévenes para asistir 4 las andiencias 6 instruirse en la ciencia del foro, 4 fin de hacerse capaz de Ilenar un dia sus {unciones. , ~llios abogados no prestaban juramento al tiempo, de su. necepy cion ; pero en cada causa que defendian estaban obligados al em- pezar, 4 prestar lo mismo que los jueces el juramento que se Ila- maba juramentum calumnic: , 6 juramento de decir la verdad. El nombre de los recibidos estaba escrito en la matricula 6 lista, y en ella se espresaba el dia de su recepcion, » Bl.aimero de los abogados era fijo. en cada tribunal; no se récibja ninguno nuevo sino cuando habia en él alguna plata va- cante, y Jos hijos de los abogados eran preferidos 4 los, otros su- pernumerarios. Los clientes tenian el derecho de elejir sus defensores; mas -como los talentos no.estin dados 4 todos con igaaldad, y:cada cliente queria para si los mas habiles abogados,.no dejando.4 sus -idversarios. sino delensores. cuyas fuersas no exan- iguales; los emperadores Valeutino, Valento y Graciano juzgaron 4 propdsito 19 ordenar que Jos abogados fuesen dados 4 Jas. partes con igualdad; que los que fuesen nombrados no podrian rehusar el encargarse de la causa, al ménos que tuviosen alguna escusa lejitima; y que los clientes que hubiesen usado de alguna intriga para impedir que so adversario tuviese un defensor de igual capacidad, se pre- sumiese que tenia mala causa. Los Romanos, siguiendo la costambre de los antiguos, tenian algunas veces muchos abogados para una sola causa, sobre todo en los negocios importantes. Antes de la guerra civil de César no hay ejemplo de que ninguno tuviese mas de cuatro abogados; despues de las guerras civiles hasta la ley Julia se permitié te- ner hasta doce; sin embargo era uno solo el que llevaba la pa- labra durante todo el curso de la causa; los otros asistiam 4 la au- diencia para ayudarle con sus consejos. Era tambien antigua costumbre, en las causas capitales, que el acusado Ievase consigo 4 la audiencia, ademas de sus abogados, lo ménos diez personas para hacer su apolojia: este uso ridiculo ¢incomodo fué abolido por Pompeyo. Los antiguos oradores romanos invocaban 4 los Dioses al prin- cipio de sus discursos; mas este uso dejé de observarse desde el tiempo de Ciceron. ‘El tiempo que cada orador 6 abogado debia hablar no estaba determinado. Mas, abusando algunos abogados de esta libertad, Pompeye ordendé que de alli en adelante el acusador no pudiese hablar sino por el espacio de dos horas, y por el de tres el :acu- sado; 4 este sin embargo se le permitia algunas veces hablar por mas tiempo, cuando la estension de la causa parecia exijirlo. Los Emperadores Valentino, y Valento establecieron que los * abogados estuviesen en pié todo el tiempo que hablasen , les pro- hibieron proferir injurias, entregarse 4 declamaciones malignas contra sus adversarios, y emplear ninguna dilacion para prolon- gar la causa. Cuando el abogado habia desempefiado dignamente su minis- terio, el Senado le prodigaba algunas veces elojios en 1a audien- cia misma, 6 despues, 20 Los que por el contrario informaban en estilo bajo y humilde, se estendian en inveclivas contra las partes, 6 contra sus compa- fieros, fatigaban 4 los Jueces con sus clamores indecentes, en fin no se conducian con el honor que conviene 4 esta profesion, caian en el envilecimiento y en el desprecio, se les daba en el mundo diversos sobrenombres y epitetos irdénicos. El ministerio de los patronos y sbogados fué desde luego pu- ramente gratuito; mas como despues se hizo mas dificil, y mas oneroso, 4 medida que las leyes, y los negocios se maltiplicaron, Jus clientes acostambraban 4 hacer presenles i sus patronos, 4 fin de empefiarlos en que se encargasen de su defensa. En adelante este uso fué mirado como wn abuso, y el tribuno Cincio hizo una ley que fué Hamada de su nombre cincia, por Ja cual prohibié 4 todo patrono u orador recibir dinero, ni otro presente por ninguna causa. Esta misma ley anulaba tambien las donaciones que habian sido hechas 4 los patrons por los clientes. Mas, como ella no establecia ninguna pena contra los que con- traviniesen 4 lo que disponia, fué mal observada, principalmente despues que las dignidades que eran ordinariamente la recom- pensa de los que se habian distinguido en el foro, se dicron ar- bitrariamente por los emperadores, sin consideracion al mérito: era justo que los abogados tuviesen alguna recompensa de su tra- hajo, y por esto fué que aceptaron los presentes que sus clien- tes les ofrecian. Sin embargo, Augusto renové la disposicion de la ley cincia, y aiiadié 4 ella uaa pena contra los infractores. Mas Silio que fu¢ elejido céusul acia el fin de su reinado, autorizé 4 los abogados para recibir un honorario de sus clientes: y prohibid tambien el que se les molestase, bajo el pretesto de haber recibido de ellos cantidades demasiado considerables. Habiendo concedido Tiberio 4 los abogados la misma libertad, hubo algunos que abusaron de ella 4 tal punto que el emperador Claudio creyé hacer macho en reducirlos. a no tomar mag de diez grandes sestercios. 24 Los habia que se hacian pagar aulicipadamente esta suma, y en seguida abandonaban la causa, 4 ménos que se les diese todo Jo que pedian. Estos desérdenes fuéron causa de que Neron revocase el edicto del emperador Claudio. Trajano revyocd la ley de Augusto, restablecié la de Claudio, y afiadid 4 ella solamente que los abogados no pudiesen exijir los _ diez sestercios sino despues de haber sido juzgada la causa. En fin Justiniano suprimié esta restriccion, y permitié 4 los abogados, como lo habia hecho el emperador Claudio, recibir de sus clientes diez grandes seslercios por cada causa, sin esperar al fin del jnicio. Constantino el Grande prohibié tambien 4 los abogados el ha- cer con sus clientes ningun pacto de quota fitis, es decir, hacer que se les cediese por su parte alguna porcion de lo que debia adquirir por el resultado del pleito, bajo la pena contra el alo- gado de ser privado de su estado. Estos reglamentos y muchos otros semejantes que se formaron para mantener la pureza que exije esta noble profesion, no dis- minuyeron en nada la estimacion y la consideracion que los majis- trados y los emperadores teuian por el érden de los abogados, puesto que al mismo tiempo los colmaban de honores y de privi- lejios. Debese tambien decir en honor de los abogados de Roma, que no hay ejemplo de que ninguno de ellos hubiese sido privado de entender en una causa por algun acto de prevaricacion. El mayor numero de ellos hizo siempre profesion de condu- cirse por los principios del honor y de la virtud. Se vid tambien 4 muchos sacrificar todo interes ii su deber: testigo el ilustre Pa- piniano, que quiso mas perder la vida que tomar 4 su cargo el justificar en pleno senado el fratricidio detestable cometido por Caracalla. ' Tales fueron los principales puntos de la disciplina observada entre los Romanos en el foro. Habia otras muchas cosas cnriosas que referir 4 este propdsito, mas nos Llevarian demasiado Idjos; 5 22 basta haber dado esta idea para hacer conocer los progresos de la profesion de abogado. Pasemos al foro de Espafia que es nues- tro principal objeto. CAPITULO V. ORIJEN Y ESTADO DE La ABOGACEA EN ESPANA. (1) Abogado en jeneral es el que defiende cansa 6 pleito, suyo 6 ajeno, demandando 6 respondiendo ; pero segun el estado de nuestra lejislacion es el profesor de jurisprudencia que con titulo lejitimo se dedica 4 defender en jnicio por escrito 6 de palabra los intereses 6 causas de los litigantes. Esta voz viene del adjetivo latino advocatus, que significa llamado, porque, como ya hemos manifestado, entre los Romanos en los negocios que pedian conocimiento de las leyes llamaba cada cual en su socorro d los que hacian un estudio particular del de recho. Tambien eran designados con los nombres de patronos y defensores, porque tomaban bajo sa proteccion 4 las personas, encargindose de la defensa de sus intereses, de su honor, 6 desu vida; y al mismo tiempo se les daba alguna vez el titulo de ora- dores, cuando se les veia desplegar con calor toda la fuerza de la elocuencia perorando por sus clientes. Todas estas denominacio- nes convienen igualmente entre nosotros 4 los que ejercen la profesion de la abogacia; y se les da ademas por nuestras anti- guas leyes la de voceros, porque usan de su oficio con voces y palabras. Orijen de la abogacta. El origen de esta profesion es tan antiguo como el mundo, porque, como en todas las ¢pocas ha sido la ignorancia e} patrimo- (1) Eseriche, Diccionario de lejislacion y jurisprudencia. 23 nio de la mayor parte de los hombres, y la injusticia ha procura- do siempre ejercer su tirania, se ha debido recurrir por necesidad en todos tiempos y en todas partes 4 la proteccion de los sugetos mas distinguidos por su celo, su talento y sus luces, quienes vi~ nieron d ser naturalmente jos primeros patronos y defensores de sus conciudadanos oprimidos. En Espafia, sin embargo, no se co- nocieron en el foro abogados, ni voceros de oficio hasta los tiem- pos de don Alfonso el Sabio, habiendo pasado ocho siglos sin que en Jos tribunales del reino resonasen las voces de estos defenso- Fes, ni se oyesen los informes y arengas de Jos letrados. Es que antiguamente la legislacion era breve y concisa, los juicios suma- rios, el érden y f6rmulas judiciales sencillas y acomodadas al libro de los Jueces 6 Fuero Juzgo, de modo que nadie podia ignorar las leyes, 4 cualquiera era faci] defender su causa, y los negocios se concluian con admirable brevedad. Efectivamente, por la ley gé- tica, observada constantemente en Castilla hasta el reinado de dicho monarca, las partes 6 litigantes debian acudir personalmen- le ante los jueces para razonar y defender sus causas: 4 ninguno era permitido tomar 6 llevar la voz ajena, sino al marido por su mujer, y al jefe 6 cabeza de familia por sus domésticos y cria- dos; bien que las altas personas, obispos, prelados, ricos hombres y poderosos, sea por privilejio concedido 4 su cardcrer, 6 mas bien para precaver que se violase la justicia, 6 se oprimiese al desvali- do, no podian presentarse por si mismos en los tribunales 4 de- fender sus causas, sino por medio de asertores 6 procuradores- Los enfermos y ausentes debian nombrar quien Ilevase su voz, y Ja ley imponia 4 los alcaldes la obligacion de defender 4 la don- cella, d la viuda y al hucrfano. Es cierto que 4 fines del siglo XII se ve hecha mencion de abogados y voceros; pero no eran estos mas que unos asertores, procuradores, 6 causidicos muy diferen~ tes de nuestros letrados y sbogados de oficio.’ Mas, propagado en Castilla el gusto por la jurisprudencia ro~ mana , se multiplicaron en gran manera los letrados; y todas cla- ses de jentes, clérigos, seglares, monjes y frailes se dedicaban 4 esta profesion tan honorifica como Jucrativa. Sa tumultuaria con~ currencia , su desenvoltara ¥ locuacidad Iegaron 4 turbar de tal manera el érden y sosiego de los tribunales, que se hizo preciso tomar medidas para poner limites 4 tanta licencia, y contener aquellos desérdenes qne eran inevilables en unos tiempos en que todavia no se habia pensado en declarar Jas facultades de los abogados, ni en trazar el plan de sus obligaciones, porque aun no se consideraba este oficio come absolutamente necesario en el fora. Maltiplicadss las leyes, sustituidos los cddigos del Especulo, Fuero Real, y Partidas a los breves y sencillos cuadernos muni- cipales, se tuvo ya por indispensable que cierto mimero de per- sonas se dedicasen 4 la ciencia del derecho para juzgar las causas, y razonar por los que ignoraban las leyes, Don Alonso el Sabio, consiguiente en sus principios, honré la profesion de los letrados, erijié la abogacia en oficio pablico, y establecié que ninguno pu- diese ejercerla, sin preceder su exdmen y aprobacion por el ma- jistrado, juramento de desempejiar bien y fielmente los deberes de tal oficio, 4 inseripcioa de su nombre en la matricula de abo- gados. Tal es en restimen la historia de la abogacia, segun el Sabio Marina en su ensayo histérico de la antigua lejislacion de Castilla. Il. Escelencia de la abogacia, El oficio de los abogados, segun el predmbulo del titulo 6, par- tida 3.*, es muy stil para la mejor decision de los pleitos, porque ellos aperciben d los juzgadores et les dan carrera para el acier- to, y sostienen 4 los litigantes de manera que por mengua de sa- ber razonar, 6 por miedo, é por vergiienza, 6 por non ser usa- dos de los pleitos non pierdan su derecho. La ciencia de las leyes, dice la ley 8, titulo 34, partida 2.*, es como fuente de justi- cia et aprovéchase de ella el mundo mas que de las otras ciencias. Justiniano compara los abogados 4 los guetreros: nec enim solos, 25 dice, nostro imperio militare credimus, qui gladiis et clipeis, et thoracibus nituntur, sed etiam advocati: militant namque cau- sarum patroni, qui gloriose vocis confisi munimine laboranti- bus spem, et vitam et posteros defendunt. "La profesion de jurisprudencia, dice el doctor Gastro en sus discursos criticos sobre las leyes, es de las mas heréicas ocupa- ciones que hay en la reptblica, de modo que, no sin razon fueron siempre sus profesores los mas dignos del aprecio de los pueblos. Ellos son, prosigue, los que con sus sands consejos previenen el - mal de la tarbacion, los que con rectas decisiones apagan el fuego de las ya encendidas discordias, los que velan sobre el sosiego ptblieo; de ellos pende el consuelo de los miserables: pobres, viudas y huérfanos hallan contra la opresion alivio en sus arbi- trios: sus casas son templos donde se adora la justicia: sus estudios, santuarios de la paz; sus bocas, ordculos de las leyes: su ciencia brazo de los oprimidos. Por ellos cada uno tiene lo suyo y recu- pera lo perdido: 4 sus voces huye la iniquidad, se descubre la mentira, rompe el velo la falsedad, se destierra el vicio, y liene seguro apoyo la virtud.” UL Quienes pueden ser abogados. Como en el érden politico no hay profesion mas interesante que la abogacia, no se permitia su ejercicio entre los Romanos sino 4 los individuos de las clases distinguidas; pero entre nos- otros pueden aspirar 4 ella nobles y plebeyos, aquellos sin temor de empaiiar su nobleza hereditaria, y estos con la ventaja de ad- quirir la nobleza personal; porque esta profesion es noble por si misma , y ennoblece 4 los que la abrazan. Cualquiera pues que sepa el derecho puede ser abogado, escep- to el menor de diez y siete afios, el absolutamente sordo, el loco 6 desmemoriado, y el prédigo que estuviese en poder de curador, 26 Jos cuales no pueden abogar ni por si, ni por otros; ley 2, titulo 6, partida 3." La decision de los Romanos, motivada por las demasias de Afra- nia, que alejé d las mujeres del foro, no permitiéndolas abogar sino por si mismas, fué adoptada por la ley 3, titulo 6, partida 3, que prohibe 4 las mujeres abogar en juicio por otri, porque no es decoroso qne tomen olicio de varon, ¥ porque cuando pierden la vergiienza es fuerte cosa de oirlas et de contendender con ellas, Tampoco pueden abogar por otros, sino solo por si mismos, los ciegos y los condenados por causa de adulterio, traicion, 6 alevo- sia, falsedad, homicidio u otro delito tan grave como estos, 6 ma- yor, ley 3, titulo 6, partida 3. Hay quienes pueden abogar por si y por ciertas personas, mas no por las demas, d saber: Primero: los infamados por algun delito menor que los referidos, como por hurto dé robo, pueden abogar en causa propia, y en la do sus ascendientes y descendientes, hermanos, majeres, suegros, yerno, nuera, entenado ¢ hijastro, padrastro, patrono, 6 sus kijos y huérfauo que tayviesen bajo su tutela; ley 5, titulo 6, partida 3. Segundo: los que lidiasen par precio con bestias bravas, 4 no ser que estas fuesen dajiosas al pais, no pueden abogar sino por si mismos, y por los huérfanos de que sean tutores, porque quien se aventura 4 lidiar por precio con bestia brava no dudaria en recibirlo por hacer engaiio en los pleitos, segun dice la ley 4 del titalo 6, partida 3. Tercera: los cléri- gos de érden sacro y los relijiosos no pueden abogar ante jueces seglares, sine por si mismos, por su iglesia, padres, paniagnados, personas 4 quienes hayan de heredar, y por los pobres y misera- bles, 4 mo ser que obtengan dispensa para abogar por cualesquiera otros; ley 5.*, titulo 22, libro 5 Nevisima Recopilacion. Iv. Requisitos para ser abogado. Para ser abogado primeramente ¢s necesario tener la edad de diea y siete afios, que exije la ley 2, titulo 6, partida 3, pues ha sido revocada la Real drden contenida en circular del Consejo de 8 de junio de 1826, por la que se prevenia que 4 ninguno, aunque fuese licenciado 6 doctor, se espidiese titalo de abogado, sin tener la edad de veinte y cinco afios cumplidos. Como esta profesion no es otra cosa que lade an hombre versado en el co- nocimiento de Jas leyes, no se requiere para ejercerla haber Ie- gado 4 la mayoria, sino que basta hallarse en estado de presen- tarse en el foro. Mas, aunque un jéven pueda ser abogado dntes de la edad de veinte y cinco aiios, no por eso se le considera ma- yor con respecto 4 sus negocios personales, porque la esperiencia Ros ensefia que muchas veces tenemos mas discernimiento y ma- durez para los negocios ajenos que para los propios; y de que un hombre tenga ciencia, no se signe que tenga juicio para el ma- nejo de sus cosas. En segundo lugar se necesita haber adquirido la ciencia del derecho. Segun el plan de estadios de 14 de octubre de 1824, son admitidos los profesores de leyes con siete cursos que alli se espresan al grado de licenciado, cuyo titulo exhibido al Consejo es bastante para abogar en todos los tribunales del reino; pero los que no se gradden de licenciados tienen que estudiar otro afio de prictica dutes de presentarse al eximen de abogados; articulo 67. Los juristas que en vex de los dos iiltimos afios de universidad quieran estudiar Ja practica en Madrid, asistiendo 4 las vistas de pleitos, pueden hacerlo con tal que asistan tambien 4 Ia acade- mia prictica forense tres afios, matriculindose en ella, y acredi- tando con la certificacion del Presidente, firmada tambien por el Secretario, su puntual asistencia y aprovechamiento; y 4 los que no hayan estudiado el sétimo de universidad, se exijen dos de 28 practica en la forma dicha, si han de examinarse de abogados; articulo 68. Es decir pues que la carrera de leyes se hace en siete afios 6 cursos académicos, con tal que se reciba al fin el grado de licenciado, y en ocho sin dicho grado. Mas, como el Gobierno no exije estos aiios de estudios, sino por asegurarse de que los aspi- rantes desta profesion han podido y debido adquirir los conoci- mientos indispensables para su buen desempeiio, no falta quien cree que no debia haber inconvenieute en admitir d exdmen, y dar el titulo de abogado al que con aplicacion y aprovechamiento hubiese estudiado la lejislacion, aunque no se hubiera presentado jamas en las catedras piblicas de derecho. Véase al fin el plan de estudios de 26 de octubre do 1836. En tercer lugar es indispensable para ejercer la abogacia ser examinado y aprobado por el Consejo, Chaucilleria 6 Audiencia, y escrito en la matricula de Jos abogados; prestar juramento al tiempo de reci litud; & incorporarse ademas en el colejio de abogados donde le hubiere. El que sin estos requisitos hiciere peticioues para los tribunales debe ser castigado con la pena arbitraria que estos quieran impontrle; (1) y tanto el procurador que las firme como el escribano que las admita incurren por la primera vez en la pena de cincuenta ducados, por la seganda en la de seis meses de sus- peusion de oficio, y por la tercera en la de privacion de él: bien que los procuradores pueden hacer los pedimentos vulgarmente Ilamados de eajon para acusar rebeldias, pedir prérogas, concluir los pleitos, ete.; y los interesades pueden esponer verbalmente lo que les parezca el dia de La vista del pleito despues de infor- mar los abogados. Ley 13, titulo 6, partida 3: ley 4, titulo 22, libro 5, ley 1.* con su nota 2, titulo 49, libro 4; y ley 9, titulo 34, libro 5 Novisima Recopilacion. El Reglamento provisional para la administracion de jasticia, e de que ejercerd su oficio con fidelidad y ree- (1) Segun las dltimas disposiciones lejislativas pueden los abogados en la actualidad ejercer su profesion, sin necesidad de incorporarse en los evlejivs. 29 de 26 de setiembre de 18385 dice en su articulo 58, que uma de las facultades de las audiencias es "hacer en su territorio el reci- bimiento de abogados, previas las formalidades prescritas por las leyes; y que los abogados que asi se reciban, 6 que estén recibi- dos hasta el dia, podram ejercer su profesion en cualquier pueblo de la monarquia, presentando el titulo, con calidad de que donde hubiere colejio se incorporen en él." Véase al fin la real cédula de 27 de noviembre de 132, y el decreto de cértes de 11 de jelio de 1837. ¥. Obligaciones de los abogados. Las obligaciones que tienen los abogados por razon de su oficio pueden dividirse en positivas y negativas. Las positivas sow las siguientes : 4." Tomar del litigante, firmada de su mano 6 de la de otra persona de su confianza, una relacion 6 instruccion del hecho que motive el pleita, y de todo lo conducente a su derecho, para que, en caso necesario, pueda conocerse por ella que hicieron lo que estaba de su parte, 6 que perdieron el pleito por su culpa; ley 10, titulo 22 Novisima Recopilacion; pero esta disposicion no esti ya en uso; oi la de renovar el juramento al principio de cada aiio, 6 en cualquier estado del pleito siendo requeridos por el juez, 6 por la parte contraria. 2. Encargarse de la defensa de los pleitos que nominsimente Je sometiere el tribunal 4 instancia de los litigantes que, por la prepotencia de sus contrarios, 4 por otra razon que no sea la in- justicia de su causa, no hallaren abogado que los patrocine, bajo la intelijencia de que el juez puede apremiar con suspension de oficio y con multas 4 cualquier abogado a defender 4 la parte que lo pidiere; ley 6, titolo 6, partida 3, ley 41, titulo 22, libro 5, y ley.2, titulo:6, libro. Novisima Recopilacion: bien que debe euidarse mucho de no restrinjir sino en caso necesario la libertad 2 30 que tiene todo abogado de dar 6 negar su patrocinio 4 quien le parezca. - 3.2 Patrocinar 6 defender gratuitamente 4 los pobres y des- validos, sean militares 6 paisanos, donde no hubiere abogados asalariados paro ello; ley 13 con sa nota, titulo 22, libro 5 No- visima Recopilacion, siendo de advertir que en la cérte y au- diencias hay cierto numero de abogados de pobres, elejidos anualmente por los colejios sin dotacion, 6 por los tribunales con ella, y que los negocios de que estos no pueden encargarse se reparten entre los denras; ley 15, titulo 27, libro 4 Novisima Recopilacion. 4.2 Examinar los poderes de los procuradores dntes que se presenten en jaicio, y firmarlos diciendo ser bastantes, 6 tales como deben ser, 6 repelerlos en caso de que no lo sean, porque si despues se anulare el proceso por defecto de los poderes que no fuesen bastantes, tendrian que pagar 4 Ja parle las costas y dafios; ley 3.", titalo 31, libro 5, y ley 3, titulo 3, libro 11 No- visima Recopilacion. 5. Estender sus pedimentos y demas escritos en hoja de plie- go entero, aunque las causas sean sumarias; ley 3, titulo 32, li- bro 12 Novisima Recopilacion. 6." Alegar brevemente en sus escritos sin repetir Jas cosas ya dichas, y sin citar leyes ni autores por aumentar los procesos en que solo-se debe poner simplemente el hecho de que nace. el de- recho; bien que, estando conclusos los autos, pueden de palabra 6 por escrito informar al juez del derecho de sus clientes, intes de la sentencia, alegando leyes, decretos, decretales, partidas y fueros; ley 1.*, titulo 14, libro 14 Novisima Recopilacion. 7° Ayudar fielmente y con mucha dilijencia 4.sus clientes en los pleitos que tomaren 4 su cargo, alegando el hecho lo me- jor que puedan , procurando las probanzas convenieates, y ver- daderas, estudiando el derecho correspandente a Ja defensa de la causa, viendo por si.mismos los autos, y concertando.con los procesos orijinales las relaciones que se sacaren por los relatores, las;que en otra manera-no deben firmar ni decir que estén ‘con- 3f certadas; bajo el concepto de que son responsables’4 sas clientes de los daiios, pérdidas y costas que les cansen porsu malicia, cul- pa, neglijencia, 6 impericia; leyes 8 y 9, titulo 22, libro 5 Novisi- ma Recopilacion. 8. Continuar hasta su fenecimiento las causas que una ver hubiesen tomado 4 su cargo, sin poder abandonarlas, sino por razon de swinjusticia 6 por lejitimo impedimento,en cuye dltimo caso de impedimento deben restituir 4 sus clientes el honorario que hubiesen recibido adelantado, 6 bien darles otro abogado 4 su gusto que las-prosiga, bajo la pena de satisfacerles, si asi no lo hicieren, los dafios con el doblo, y ser-suspendidos del oficio por seis moses; ley 14 del titulo 22: 9." Usar de. moderacion en sus escritos y especialmente en los informes verbales, absteni¢ndose de hablar hasta que el rela- tor concluya el hecho; en cuyo caso debe hacerlo primero el abo- gado del demandante, y luego el del demandado, guardindose de interrumpirse 6 atravesarse uno‘ otro, ni aun con pretesto de faltarse 4 la verdad del hecho que puede advertirse despues, y evitando con cnidado toda espresion inconducente que pueda ofen- der al adversario, pues el campo de Temis no es arena de gla~ diadores, y no debe disputarse con. baldones, sino con razones. Won oprobriis sed rationibus decertandum: bajo la intelijencia de que el que faltare al respeto que se debe 4si mismo, 4 la parte contraria, al publico, y al majistrado, se espone 4 que el tribunal Je aperciba, é-le imponga silencio, 6 le suspenda por algun tiem- po del oficio; leyes 7 y 12, titulo 6, partida 3, y ley 4, titulo 22, libro 5 Novisima Recopilacion. 10.*. Cuando hubiere muchos abogados de una’parte, debe ha- blar en los estrados.uno solo-y no-mas sobre el hecho y derecho, Segun se convinieren ellos mismos; ley 7, titulo 6, partida 3; y nota 5.* del titulo 22, libro 5 Novisima Recopilacion. 41." Los,abogados de .pobres que residen ‘en las audiencias deben. estar presenmtes los_sibados'i.la vista de-sus procesos, te niéndolos bien vistos, so pena de un ducado; ley £4, titulo 22, libro 5. .ovisima Recopilacion: 32 42° . Deben los abogados guardar y cumplir, en cuanto les toca, laé leyes y ordenanzas que tratan del drden de los juicios, pudiendo ser apremiados 4 ello por las audiencias y demas jueces; ley 45, titulo 22, libro 5 Novisima Recopilacion. 13." Dar conocimiento (recibo) 4 los procuradores de los pro- cesos y escrituras que les entreguen, si $6 le pidieren, como estos lo dan 4 los escribanos, so pena de dos mil maravedis; y de vol- verlos 4 su tiempo bajo la pena de pagar el interes y dafio de la parte; ley 16, titulo 22, libro 5 Novisima Recopilacion. Las obligaciones negativas consisten en no hacer lo que esté prohibido. Esta prohibido 4 los abogados: i.° Abogar en los tribunales de la corte y en las audiencias en causa de que alguno de los jueces.sea'su padre, hijo, yerno 6 suegro, y en los juzgados de um solo juez que fucre su padre, hijo, suegro, hermano 6 cuiiado, bajo la pena de diez mil mara- vedis para la cdmara, jucz, y denunciador por iguales partes; y tiltimamente en. cualesquiera tribunales.en causa que pendiere ante escribano que sea su padre, hijo, suegro, hermano 4 cujia— do; ley 7, titulo 22, libro 5, y ley 6, titulo 3, libro 11 Novisima Recopilacion. 2° “Pactar con sus clientes que han de darles cierta parte de lo que se desanda ¢ litiga, que es lo que se llama pacto de quota tis, bajo la, pena de nolidad, y de:privacion perpetua del oficio, porque: trabajarian por ganar el pleito, quier d tuerto, quier d de- recho,y porque non podrien los homes fallar abogado que en otra manera les quisiese ayudar si non con tal postura; ley 14, titulo 6 partida 3. 3.° Estipular con los clientes:cierta cantidad w otra cosa por razon de la victoria, bajo la:pena de suspension de’ oficio por seis meses; asegurarles el vencimiento por cuantia alguna, so pena de pagarla duplicada; y hacer partido de seguir y fonecer los pleites 4. sus propias costas|por cierla suma, so pena-de cincuenta mil marayedis. para,el fiseo; ley i22,ctitulo: 22, libro: 5 Novisima Re- copilacion. | hate . ' : 4.° Hacer pedimentos sobre cosa’ cdyo valor. wo-pase de qui- 33 nientos reales de vellon; pues estas causas deben decidirse en juicio verbal; ley 1, capitulo 7, titulo 13, libro 5 Novisima Re- copilacion. 5.° Descubrir los secretos de su parte 4 la contraria 6 4 otra en su favor, y ayudar 6 aconsejar 4 ambas en el mismo negocio, bajo la pena de privacion de oficio, sin perjuicio de las demas que correspondan por la falsedad, y dela reparacion de los dafos causados 4 los litigantes: ley 12, titulo 22, libro 5 Novisima Re- eopilacion, y leyes 9 y 15, titulo 6, partida 3. 6.° Ayndar d una parte en la segunda 6 tercera instancia, habiendo ayudado 4 su contraria en la primera, bajo las penas de suspension de oficio por diez afios, y de diez mil maravedis para el fisco; ley 17, titulo 22, libro 5 Novisima Recopilacion. 7.° Alegar cosas maliciosamante, pedir términos para probar lo que saben 6 creen que no ha de aprovechar, 6 poderse probar, reservar escepciones para el fin del proceso 6 para la segunda instancia con el objeto de causar dilaciones, aconsejar 4 sus clien- tes el soborno de testigos, poner tachas que no se pueden probar 6 contra testigos que no se ban menester, dar favor 6 consejo para hacer 6 presentar escrituras falsas, y consentir 6 dar lugar d que se haga otra mudansa de verdad en el proceso, bajo la pena de suspension de oficio por el tiempo que pareciere 4 los jueces de Ja causa segun la calidad y cantidad de Ja culpa, ademas de las otras penas que correspondan; ley 8, titulo 22, libro 5 Novisima Recopilacion. .° Hacer preguntas sobre las posiciones confesadas por cual- qaiera de las partes, bajo Ja pena’ de tres mil maravedis;.ley, 4, titulo 9, libro 14 Novisima Recopilacion. 9.° Alegar 4 sabiendas.leyes falsas, bajo la pena de falsedad, y abogar contra disposicion espresa y terminante de las leyes; ley 4, titulo 7, partida 7, y ley 13, titulo 22, libro 5 Novisima Recopilacion. Hemos dicho que los abogados no-deben tomar 4 su cargo, .ni continuar las causas desesperadas en que sepan y,conozcam que sus clientes no tienen justicia, y ahora adyertimos que esto, segun 34 Escriche en sa Diccionario razonado de lejislacion y jurispruden- cia, debe entenderse de las causas civiles, pero no de las crimi- nates. En materias civiles no puede en conciencia um abogado impedir que la parte contraria goce cuanto antes de su derecho; y asi, no solo no debe alegar razones falsas 6 especiosas, sino abs- tenerse tambien de oponer escepciones dilatorias, Mas. en las criminales cuando solo se trata de la pena, puede usar de la mis- ma defensa de que se valdria lejitimamente el reo si se defendie- se por si mismo; y es doctrina corriente que este puede servirse de negativas y medios artificiosos para eludir la acusacion. El mismo Ciceron confiesa francamente haber seguido esta maxima: “se engafia mucho, decia, el que vaya a buscar mis verdaderos sentimientos en las defensas que he pronunciado ante los tribu- nales. Todos aquellos discursos estén acomodados 4 las causas, y a las circunstancias, y no 4 las ideas del orador, pues si las cau- as pudieran hablar por si mismas, nadie recurriria 4 um abogado.” Sed errat vehementer, si quis in orationibus nostris, quas in judictis habuimus, auctoritates nostras consignatas se habere ar- bitratur. Omnes enim illa orationes causarum et temporum sunt, non hominum ipsorum ac patronorum. Nam si causa ipse pro se foqui possent, nemo adhiberet oratorem; Orat. pro 4. Cluentio cap. 50." No debemos hacer escripulo, dice em olra parte, de defender algnna vez 4 los delincuentes, con tal que no séan malvados 6 impios rematados. Asi lo quiere el pueblo, asi lo lleva la costumbre, y aun asi Jo exije la humanidad: Vee tamen Aabendum est religioni, nocentem aliquandd, modd ne nefarium impiumque, defendere. Fult hoc multitudo, patitur consuetude, fert etiam humanitas: De offic. tib.2, cap. 14.” Si por la des- treza de un abogado se libra un delincuente de.la peria que me- recia, no serd culpa del delincuente ni del abogado, sino del juez que se dejé deslumbrar con razones especiosas, sin examinarlas con la debida atencion. Es una paradoja, dice Quintiliano, pero paradéja cuya verdad paede.ostablecerse con buenas razones, que un hombre ‘de bien puede 4 veces ena defensa de una causa sus- traer la verdad d los ojos del juez: verwm est Whud, quod prima “BS propositione durum videtur, potest afferre ratio, ut vir bonus in defensione cause velit aufferre aliquandd judici veritatem, 4ib, 12, cap. 1. La esperanza de que el culpable se enmendard, aiiade él mismo, puede empefiar 4 un abogado a emplear con mé- nos escripulo todo su talento y habilidad para salvarle, pues la Tepiblica enténces estd mas interesada en su impunidad que en su castigo: 4! hoc nemo dubitabit, qui si nocentes mutari in bo- nam mentem aliquo modo possint, sicut posse interdum conce- ditur, salvos esse eos mayis republicasit, quam puniri. Si liqueat igitur oratori, futurum bonum virum, cui vera objicientur, non id aget, ut salvus sit. Véase 4 Puffendorf; libro 4, capitulo 1 par- rafo-24. Vi Honorario de los abogadas. ‘Como no es natural que los abogados pasen toda su vida en el estudio de las leyes, y se ocupen de los negocios ajenos sin espe- ranza de recompensa, pueden recibir Jos honorarios que volunta- riamente les ofrezcan sus clientes, y aun tienen accion para pedirlos en proporcion de su mérito y trabajo 6 hacer sobre ellos los convenios justos que les parezcan, con tal que se abstengan de los pactos reprobados de quedejamos hecha mencion. La ley 14, titulo 6, partida 3, y las leyes 18,19, 20, 23, 24, 25,26 y 29 del titalo 22, libro 5 Novisima Recopilacion, asignan. los salarios que debian llevar los abogados por las defensas de los. pleitos hasta su conclusion en todas instancias; pero como:ni estin ni pueden estar en observancia, por razon de Ja diversidad de los tiempos, no tienen mas regla los letrados para graduar sus dere- chos que la que en cada pais ha introducido la costumbre; y en easo de reclamacion por parte de los interesados, se suclen pasar Tos autos al tasador 6 al colejio de abogados para que hagan la regulacion, 6 bien se hace esta por los mismos jueces, quienes to- man por base al efecto la naturaleza ‘del negocio; la dilijencia y 36 esmero en él empleados, y la costambre del tribunal en donde se hubiere seguido la causa, prescindiendo de la mayor 6 menor es- tension de los escritos, como quiere la ley 25 del dicho titulo 22, libro 5 Novisima Recopilacion, y como se hacia tambien entre los romanos: in honorariis advocatorum, decia Ulpiano, ita ver- sari judex debet, ut pro modo litis, progue advocati facundia, et fori consuetudine @estimationem adhibeat, véase el capitu- lo 1.* del titulo 3.¢ de las Ordenanzas de las audiencias que se copia al fin de este capitulo. Mas es de advertir que los salarios de los abogados se prescriben por tres aiios contados desde que se devengan; de suerte que los litigantes no estin obligados 4 pagarlos pasado dicho tiempo 4 no ser que dntes se haya contes- tado demanda sobre ellos; y es nula cualquier renuncia que se hiciere de esta providencia legal, como lo es la de toda prescrip- cion, porque, 4 ser valida, se haria siempre por formula y quedaria barlado el objeto que la ley se propone; ley 9, titulo 11, libro 10 Novisima Recopilacion. Vil. Prerogativas de los abogados. En tiempo de los romanos estaban exentos los abogados de to- das las cargas piblicas: nulla togatis inspetia, decia la ley 6, capitulo de advocatis, nulla pereequatio ingeratur, nulla operis _ instructio, nullum ratiocinium imponatur, nullum deniqué aliud eis mandetur preter arbitrium. Entre nosotros se les ha conce- dido nobleza personal y goce de las mismas exenciones que com- peten por su calidad y sangre 4 los nobles y caballeros; Real decreto de 17 de noviembre de 1765. “Ca por su consejo se mantienen et se endereszan muchas vegadas los regnos, et los grandes sefiorios, y ca asi como dixieron los sabios antiguos la sabidoria de los derechos es otra manera de caballeria com que se quebrantan los atrevimientos et se endereszan los tuertos;” ley 3 titulo 10, partida 2. No se puede por tanto imponer 4 Jos abogados carga concejil, ni gravimen personal, Real decreto de 1765, y 37 nota 2 del titulo 4, libro 7, Novisima Recopilacion; ni Ilevarlos 4 la cércel por deudas que procedan de causa civil, ni embargar- les los libros, segun opinion de los intérpretes fundada en el es- piritu de las leyes. Los abogados pueden disponer libremente durante su vida de todo cuanto ganen en su profesion, aunque todavia se hallen bajo la patria potestad, pues les pertenece en propiedad y usufructo como peculio cuasi castrense; pero por ultima disposicion deben arreglarse 4 la ley 6 de Toro, que manda sucedan los ascendien- tes por testamento y abintestato 4 sus descendientes en todos sus hbienes, de cualquier calidad que sean; leyes 6 y 7, titulo 17, partida 4, y ley 4.1, titalo 20, libro 10 Novisima Recopilacion. En Real cédula de 27 de noviembre de 1832 se manda obser- var los articulos siguientes: 4.° La incorporacion en todos los colejios del reino, incluso el de Madrid, serd libre 4 todo abogado que Ia solicite, concar- riendo en él las circunstancias y cualidades necesarias, y que las leyes exijen. 2.° En los pueblos donde no haya colejios se ejercerd la fa- cultad sin mas restriccion que la de presentarse con su titulo al correjidor 6 alcalde mayor del pueblo cabeza de partido, 6 en su defecto 4 la justicia ordinaria. 3.° En todas las capitales donde haya numero suficiente de abogados se crearin colejios sin plazas determinadas. En su for- macion entenderdn las audiencias y chancillerias respectivas, y en que se redacten para sn gobierno unas breves y acertadas or- denanzas, arreglindose en cuanto permitan las circunstancias de cada colejio 4 las establecidas para el de Madrid, las que eleva- rén despues 4 la aprobacion de mi Consejo. 4°’ Em todos los colejios establecidos y que se estableccan donde residan chancillerias y audiencias se formardn bajo la pre- sidencia de uno de sus ministros, y 1a direccion de un letrado de ciencia y probidad, academias de practica forense, 4 imitacion de las fundadas en esta Corte. 5.° Todos los colejios remitirdn en cada afio 4 la chancilleria 7 38 6 audiencia é que estén sujetos tres ejemplares de las listas que imprimirin de los individuos que los formen: y los correjidores, alcaldes mayores y justicias de todos los pueblos sin distincion deben hacerlo de otras manuscrilas que comprendan los que re- sidan en su distrito 6 poblacion, con la distiacion de los que ejer- zan 6 no la facultad. De estas quedara una archivada en la secre- taria del Acuerdo, y las otras dos se remilirin al mi Consejo, para que, conserviindose una en su secretaria de Gobierno, se pase otra 4a de Estado y del Despacho de Gracia y Justicia. 6.° Para el mayor lustre de la profesion y su mas honroso desempefio, encargo estrechamente la exacta y puntual observan- cia de las leyes 3, 8, 9, 10, 14,12, 13, 14, 15, 16, 17,18, 19, 24, 25, 26 y 29, del titulo 22, libro 5.° de la Novisima Recopilacion. Todas estas leyes que aqui se renuevan, se hallan citadas y es- tractadas mas arriba on el discurso de este capitulo, Bl Reglamento provisional de 26 de setiembre de 1835 para la administracion de justicia dispone en su articulo 19 que, "los jueces y tribunales, asi como deben cuidar de que los abogados les guarden el debido respeto y se arreglen 4 las leyes en el ejer- cicio de su profesion, estin obligados 4 tratarlos con el decoro correspondiente; y 4 no ser que hablaren fuera de drden, 6 se es- cedieren en alguna otra manera, no los interrumpirdn ni descon- certaréa cuando informen en estrados, niles coartarin directa ni indirectamente el libre desempeiio de su encargo.” En el articulo 76 del mismo Reglamento se ordena, que “en aquellas audiencias donde por su corta dotacion no puedan reunir- se con inclusion del Rejente los cinco majistrados necesarios para ver y fallar las causas de que trata el precedente articulo (el 75 de} mismo Reglamento), se completard este namero con él juez 6 jneces de primera instancia que haya en Ia capital, sino tavieren impedimento, y 4 falta de ello, elejird la Sala 4 pluralidad de yo= tos otro t otros letrados, segun lo que se necesite.” Bu Jas Ordenanzas de las audiencias de 20 de diciembre de 4835, el capitulo primero que trata de los abogados y de Ja de~ fensa de pobres, contiene los articulos que siguen: 39 “489. Ningun abogado podrd abogar en las audiencias sin estar incorporado en el colejio respeetivo, 4 ménos que sea en causa propia, en la cual podra hacerlo cualquiera que esté recibi- do de abogado. 190. Todos los que actien en cada andiencia se presesenta- rin en ella el dia de la apertura solemne de la misma al principio de cada afio, para prestar ante el tribunal pleno el juramento pres’ crito por las leyes; y los que no pudieren concurrir aquel dia, lo hardn en el mas inmediato habil. A ninguno se le permitird ejer- cer la abogacia sin este requisito. Este articulo, como ya dejamos indicado, ha sido derogado por un Real decreto. 4191. Los abogados firmardn sus escritos con firma entera, y siempre anolardn al pi¢ de ella sus honorarios cuando los lleven, 192. Si la parte se quejase del abogado por esceso en los honorarios, la sala en que penda 6 se halle el negocio respectivo hard la regulacion oyendo 4 aquel, y lo que ella determinare se ejecotard sin ulterior recurso. 193. Cuando tengan que hablar en estrados, se sentarin en el lugar destinado al intento; y para estos actos no podrén con- currir mas de dos abogados por cada parte. 494. Cuando concurran 4 la defensa de algun pleito 6 causa, no interrumpirin 4 los relatores en su relacion, ni 4 los demas abogados en sus discursos; y si los unos 6 los otros hubieren pa- decido alguna equivocacion en algun hecho, podran rectificarla despues los que lo estimen oportuno. 195. No saldrin de la sala en que hayan entrado 4 informar sobre algun negocio, mientras dure Ja vista de él, sin licencia del presidente de aquella. 496, Asi en sus informes como en sus eseritos cuidardn siem- pre de producirse con todo el decoro que corresponde 4 su noble profesion, y 4 la autoridad de los tribunales, y de guardar 4 estos el respeto que les es debido. Evitardn espresiones bajas, ridiculas é impropias del Ingar en que se profieren, 6 de los jucces 4 quie- nes se dirijen; y nunca apoyardn sus argumentos sobre hechor 40 supuestos 6 desfigurados, 6 sobre supuestas disposiciones legales, 6 doctrinas, ni divagardn 4 especies impertinentes ¢ inconexas, ni se estraviardn de la cuestion. . 4197. Los abogados que tengan 4 su cargo la defensa de presos comunicados, deberdn presentarse 4 estos en la carcel siempre que se lo pidan, y les dispensardn todo el consuelo po- sible. 198. Sin perjuicio de la sagrada obligacion que todos los abogados tienen de defender gratuitamente 4 los pobres que pon- gan en ellos su confianza, asi en Jas causas criminales como en las civiles, habrd ademas en cada andiencia para la defensa de aquellos que uo elijan especialmente otro defensor, dos 6 mas abogados nombrados cada aio por los respectivos colejios en la forma que estos determinaren, siendo obligacion de los mismos avisar anualmente 4 la audiencia los sugetos que se nombren. 199. Siel pobre 4 quien hubiere defendido algun abogado yiniere 4 mejor fortuna, bastante para satisfacerle los derechos que hubiere devengado en la defensa, podrd exijirselos este, lo mismo que los demas curiales en igual caso; y si en Jas causas 6 pleitos de pobre que hubiere defendido, recayere condenacion de costas 4 persona solvente, podrd tambien el abogado percibir los honorarios que le correspondan por la defensa que hizo. 200. Los abogados de presos concurririn gratis 4 las visitas jenerales de carceles con arreglo al articulo 56. 204. Por cualquier motivo que los abogados tengan que asis- tir 6 presentarse 4 la audiencia como tales, lo hardn siempre con el traje de ceremonia. En el articulo 227 de estas mismas Ordenanzas se previene que cada andiencia y cada sala en su caso podrd y deberd corre- jir de plano, con reprension, apercibimiento, multa é suspension temporal de oficio 4 cualquiera abogado 6 procurador de los que actien en ella, siempre que yoluntariamente faltaren 4 alguno de sus respectivos deberes, prescritos por estas Ordenanzas, sin per- juicio de oirlos despues en justicia con arreglo 4 derecho, si re- clamaren de Ja providencia, y salvo tambien el mandar que se Al forme contra ellos la correspondiente causa criminal, cuando la gravedad del caso lo exijiere. En el Arreglo provisional de estudios de 26 de octubre de 1836, se encuentran las disposiciones siguientes sobre la ensefianza de Ia jurispradencia, y los cursos necesarios para recibirse de abo- gado. CAPITULO PRIMERO. DE LA JURISPRUDENCIA. Art. 12. La ensefianza de la jurispradencia civil se hard en el tiempo y formas siguientes: 13. Afioprimero. Un solo catedritico ensefiari los elemen- tos del derecho natural y de jentes, y los principios de lejislacion universal en dos lecciones diarias: las ochenta destinadas 4 este segundo estudio serdn de hora; las demas de hora y media. 14. Afio segundo. Se esplicarin los elementos del derecho romano en dos lecciones diarias, una de hora y media, y otra de hora, destinando sesenta de estas para la historia del mismo de- recho. 415. Aiio tercero. Continuard la esplicacion de los elementos de aquel derecho en otras dos lecciones de hora y media y de hora; y en ochenta de estas se esplicarin los principios del dere- cho publico jeneral. . 416. Para la ensefianza de las materias comprendidas en los dos cursos anteriores, habrd dos catedraticos que alternarin en ella, continuando cada uno con sus discipulos. 47. Aiios cuarto y quinto. Las lecciones de hora y media de estos dos afios se emplearin en ensefiar los elementos del dere- cho publico y del civil, y criminal de Espaiia: las lecciones de hora se destinardn al estudio de las instituciones candnicas, pre- cediendo 4 este sesenta lecciones sobre el derecho pablico eclesids- tico con observaciones oportunas sobre los concilios nacionales y disciplina de la Iglesia de Espaiia. 42 18. Para esplicar los elementos del derecho espaiol en dichos afios cuarto y quinto, habrd dos catedriticos; y la ensefianza de materias candnicas se dard por los catedriticos de esta asignatura: alternardn unos y olros entre si, y seguird cada uno con sus dis- cipulos. 19. Aiio sesto. En las lecciones de. hora y media de este aio se continuard el estudio del derecho patrio, esplicando el catedra- tico los titalos de las Partidas, y de la Novisima Recopilacion que juzgue mas apropdsito para dar 4 los discipulos mayor cono- cimiento de las doctrinas que aprendieron en las instituciones. Las lecciones de hora de este aiio se emplearin en el estudio de la economia politica. 20. Aiio sétimo. Las lecciones de hora y media de este-aiio se destinardn al estudio de la préctica forense; las de hora se dis- tribuirin del modo siguiente: sesenta de elocuencia forense; las demas de jurisprudencia mercantil, 21. Los catedriticos de institucioues del derecho espaiiol alternardn en la enseianza de la jurisprndencia mercantil. 22. En los siete afios espresados podra recibirse el grado de. licenciado, cuyo titulo exhibido ante el tribunal supremo de justi- cia, bastaré para abogar en todos los tribunales del reino. 23. El que no reciba el grado de licenciado habra de estudiar otro aiio mas, que serd el octavo. Este se destina 4 ejercicios de practica forense, que durarin una hora diaria, y al estudio del derecho politico, en el que se empleard otra hora diaria, El ca- tedritico del sesto aiio esplicard el derecho politico, y el de el sétimo dirijiré los ejercicios forenses. 24. El profesor 4 cuyo cargo estaba la cdtedra de Digesto, que 4 consecuencia de este arreglo queda estinguida, ensefara por este aiio el derecho natural, y los principios de lejislacion. 25. El-estudio de los cénones no forma por si solo una facul- tad 6 carrera separada, debiendo ser comun 4 juristas y tedlogas. Sin embargo, continuardn por ahora los grados en cinones com arreglo 4 las disposiciones siguientes; 26. El lejista, que habiendo recibido el grado de bachiller 43 en leyes, quiera mas bien completar el estudio de la jurisprnden- cia candnica, que seguir estndiando el derecho civil patrio, nece- sita, para recibir el grado de bachiller en cinones, estudiar otro aio de instituciones candnicas y de historia eclesidstica, emplean- do en el estudio de aquellas las lecciones de hora y media, y en en el de esta las de hora. 27. Recibido el grado de bachiller en canones, habra de es- tudiar otre aio mas, que sera el sétimo, para graduarse de licen- ciado en jurisprudencia candnica. Las lecciones de este ailo se distribuirin de modo que las de hora y media se empleen en el estudio de Ia disciplina jeneral y la nacional de Espaiia, y las de hora se repartirin de este modo: ochenta para ensefiar los prin- cipios de la elocuencia sagrada, y las restantes para el estudio de prictica de juicios eclesiasticos. 28. Los catedriticos de instituciones candnicas alternardn en Ja enseiianza del sesto aiio, y.en la de prictica de los juicios ecle- sidslicos correspondiente al sétimo. El catedritico que erade De- cretales tendtd ahora 4 su cargo la citedra de historia eclesidstica, y la disciplina particular de Espaiia se red#¥iré con Ia jeneral, que desempeiiard el catedratico de esta. 29. Siel licenciado en cdnones quisiere tambien recibir este mismo grado en leyes, deberd estudiar ademas el sesto y sétimo allo de esta facultad.” En 44 de julio de 1837 espidieron las Cortes, y la Reina pu- blicé en 20 del propio mes, el decreto que sigue: “Las Gértes en uso de sus facultades han decretado: 4rt.1.° Se restablece el decreto de 8 de junio de 1823, re- lativo 4 que los abogados, médicos, y demas profesores aprobados, sean de la profesion cientifica que fueren, puedan ejercerla en todos los puntos de la monarquia sin. uecesidad de. ascribirse 4 ninguna corporacion 6 colejio particular; y solo con la obligacion de presentar sus titulos d Ja autoridad local, con lo demas que espresa. 4rt.2.° El gobierno de $. M. tomard Iss disposiciones con- venientes para que, sin perjudicar 4 la libertad que aquel concede, se repartan las cargas como corresponde y se arregle el réjimen de los colejios y montes-pios del modo mas favorable 4 sw objeto, y que sea compatible con la misma libertad. Palacio de las Cor- tes 14 de julio de 1837.” Decreto de las Cortes‘de 8 de junio de 1823, restablecido por las mismas en 11 de julio de 1837. Gobernacion de la Peninsula—Seccion de instruccion publica. —EI Rey se ha servido dirijirme con esta fecha el decreto si- guiente : Don Fernando VII, por la gracia de Dios, y por la Constitu- cion de la monarquia espaiiola rey de Jas Espaiias, 4 todos los que las presentes vieren y entendieren, sabed: que las Cortes han decretado lo siguiente: Los abogados, médicos y demas profeso- res aprobados, sean de la profesion cientifica que fueren, pueden ejercerla en todos los puntos de la monarquia sin ascribirse 4 ninguna corporacion 6 colejio particular, y solo con la obligacion de presentar sus titulos d la autoridad local. Los abogados y mé- dicos deberin desemp@iar por repartimiento los cargos 4 que estaban sujetos los individuos de los colejios en los asuntos de oficio y en los de pobres de solemnidad; pero no en aquellos en que sean parte los establecimientos, 6 las corporaciones que por privilejio sean consideradas como pobres.—Sevilla $ de junio de 1823. Finalmente, con el objeto de proporcionar medios de subsisten- cia d los abogados, cuando se imposibiliten fisicamente para el ejercicio de su profesion, y 4.sus viudas, hijos, y padres en los casos y términos espresados en Jos Estatutos, han formado ellos mismos, con aprobacion del gobierno, la Sociedad titulada de so- corros mituos de los jurisconsultos, Establecimiento util no solo 4 los abogados, que aseguran por su medio el porvenir de las per- sonas que le son mas queridas, sino tambien 4 la sociedad en je- neral, que gana mucho en que se disminuyan las causas que pu- dieran influir desventajosamente en la moralidad, y noble inde- pendencia de aquellos. , 45 CAPITULO VI. DE LOS ABOGADOS NUEVOS. Se cuenta la antigiiedad de los abogados por la de su matricula, y no por la de su edad; por manera que el que es de ménos edad se encuentra algunas veces mas antiguo. Esta profesion es tan dificil, que los que se destinan 4 ella no deben empezar muy tarde. ‘Como la esperiencia de hecho y la practica del estilo del foro son de mucha utilidad, y aun de necesidad absoluta en el ejer- cicio de la abogacia, los que acaban de ser recibidos en esta pro- fesion uo deben injerirse temerariamente en desempeiiar desde luego las fanciones de abogados; deben abstenerse de ello por su honor, y por no esponer 4 sus clientes al daiio que podria acarrearles su falta de esperiencia; y asi, lo que deben hacer por el tiempo que cada uno considere suficiente, es escuchar con aten- cion d los antiguos abogados, 4 fin de que, instruidos por este medio de los estilos de Ja curia, y del modo de ejercer sus fun- ciones, puedan algun dia desempefiarlas con aplauso y utilidad del piiblico. Verdad es que los abogados estdn autorizados para ejercer su profesion desde el momento en que han sido recibidos on ella; pero la prudencia exije que se abstengan de hacerlo durante al- gun tiempo, hasta que se hallen razonablemente instruidos en los usos del foro. E] docto Pasquier en sus Jnvestigaciones, libro 4.°, capitu- lo 27, elojia Ja discrecion de Jacques Mangot, uno de los mas oélebres abogados del parlamento de Paris, el cual, despues de haber salido de las universidades, se consagré, digimoslo asi, al silencio por cuatro aiios enteros, empleando este tiempo en ins- truirse por un trabajo asiduo, y apareciendo despues en el foro con esplendor, hizo brillar en él el fuego de una Jeveatei vigo- rosa y admirable. 8 46 Pierre Pithon, no ménos célebre que Mangot, es alabado por Loysel de haber observado igual conducta. Habiendo venido 4 Paris, dice Loysel, se dedicé al foro acia el principio del aiio de 1560, pero de otra manera que la comun; porque, en lugar que los otros cruda adhuc studia in forum deferunt, ejerciendo desde Inego la abogacia, este al contrario, continuando sus estu- dios, se imponia un silencio pitagérico, asistia asiduamente 4 las audiencias, meditaba detenidamente las sentencias que en ellas se pronanciaban, y recojia las mas pequefias particularidades y formalidades. Es necesario tambien evitar los inconvenientes que resultan de empezar demasiado tarde 4-ejercitarse en los informes en es- trados. Es preciso acostambrarse desde temprano 4 hablar en pu- blico, por temor de contraer cierta timidez que se aumenta con lavedad. Se oye 4 un jéven con mas induljencia, y no se exije de él'que sea tan perfecto como un abogado antiguo que debe tener mas esperiencia. ‘No puede vituperarse 4 un jéven cuando, despues de haber frecuentado el foro-durante algun tiempo, aprovecha nna ocasion favorable que se le presenta para ensayar sus fuerzas, y empezar 4 hacerse conocer de los majistrados, de sus compaiieros y del publico. Seria una ‘grande presnncion, y una temeridad may peligrosa para un jéven que va 4 presentarse en el foro por la vez primera, si, confiando en sus propias ideas, se atreviese 4 dar d lux sus pri- meros ensayos sin haberlos sometido dntes 4 la critica de otro profesor antiguo y de crédito. Debe ser mas agradable para él ser instruido asi privadamente, que el esponerse d la censura, y al- gtinas veces d la risa del publico. Debe pues recibircon docilidad los avisos y advertencias que quiera hacerle aquel 4 quien hubie- re consultado, y reformar, sin vacilar, todo lo que le haya parecido paeril'é dislocados y los otros defectos‘en que se incurre comun- mete por falta “de prictica. Seria muy lisonjero ‘para un jéven el empezar con alguna de estas causas célebres que escitan la curiosidad del pablico; pero semejante empresa seria muy. delicada y muy peligrosa. Tales causas exijen tantos mas talentos cuanto son'mas dificiles de tra- lar comanmente que las otras ordinarias, y porque cl gran con- curso que atraen hace fijar mas la atencion sobre el informe del abogado. Un jéven que no esta familiarizado todavia con el publico, puede intimidarse por la majestad del tribundl, por la afluen- cia y murmullo de los oyentes, que todos tienen los ojos fijos en él. Sus primeros ensayos pueden ser demasiado débiles para ob- jetos que requieren mucha erudicion y mucha elocuencia. Si se tarba en este primer acto, si su informe no agrada al pablico, este mal suceso puede influir desfavorablemente en la prosecucion de Su carrera; porque muchos jazgan de los talentos del orador por elresultado de sus principios, aunque el bueno 6 mal suceso de 1m primer acto no decide siempre de la capacidad de un abogado. Es pues conveniente 4 los intereses de un jéven, 4 fin de no comprometer la reputacion que pretende adquirir, empezar por alguna causa leve. Que sea, si es posible, una cuestion de suyo interesante, pero sencilla y descargada de hechos y de procedi-~ mientos. . No conviene 4 un jéven que entra en el foro estrenarse con causas graves que ataquen el honor de personas poderosas: su ministerio yacilante no seria bastante imponente en estas mate- rias: es preciso, para tralarlas, poseer ya la confianza de los ma- jistrados y del publico, y tener una cierta autoridad que da esta misma confianza, y que solo se adquiere con la edad y la es- periencia. Un joven debe sin embargo presentarse con una noble seguri- dad, ¢ informar con firmeza; pero que su continente y su discurso sean modestos. . Que su exordio sea noble, pero simple y sin énfasis: que no afecte el tomar las cosas muy de Iéjos: ui se separe de su objeto. . re Si pide 4 los jueces una atencion favorable, que.sea siempre con dignidad, y no en un tono humilde: no debe humillarse, mi 48 elevarse demasiado; ha de hablar de si mismo Jo ménos que pueda, y cuando Io hiciere, siempre en los mejores términos que le sea posible, Si la memoria le falta en algun pasaje de su informe, aunque su amor propio sufra, no debe por esto desanimarse; no puede ni- velarse desde luego con los hombres mas grandes: no se necesita para esto sino una distraccion causada por el mas lijero objeto: es una falta escusable, con tal que se evite su repeticion. Un jé- ven debe redoblar su aplicacion para estar mas seguro de sa memoria. Guando se le escape alguna cosa en el estilo 6 en el fondo de su discurso que dé lugar 4 la critica, debe soportarla paciente- mente, Las mejores obras estin espuestas 4 estos accidentes, y un jdven sobre todo no debe lisonjearse de haberse hecho de impro- viso superior 4 este tributo, mieutras que los que han envejecida en la carrera no estén exentos de él. No debe pues irritarse contra la critica, sino recibirla con su- mision y docilidad. Debe despues de su informe rogar 4 sus mas entendidos amigos que le hayan oido, que le digan las faltas que ha cometido, sea en la pronunciacion, sea en el tono de voz, y en ol jesto, sea finalmente en el estilo, en el drden y discusion de sn causa. Algunos, pidiendo asi consejos, pretenden proporcionarse elo- jios, porque no faltan falsos amigos, y empalagosos aduladores: 6 si hallan jentes bastante firmes para no desfigurar la verdad, fin- jen escucharlas, mientras que interiormente creen que ellos tienen de su parte la razon; se aplauden de lo que han hecho, y resuel- ven no deferir 4 los avisos que se les dan. El que pide consejos debe despojarse de todo amor propio y de toda prevencion. Léjos de mirar como censores molestos 4 los que tienen Ia firmeza de hacerle observar sus defectos, debe mi- rarlos como verdaderos amigos , recibir sus advertencias con su- mision y reconocimiento, y aprovecharlas para no reincidir en las mismas faltas que le han reprendido. Bl primer testimonio que recibe un abogado sobre el mérito de 49 su informe, es la disposicion de los que le oyen. Debe leer en los ojos y en los semblantes de los jueces y del anditorio si estén satisfechos de escucharle; y los diferentes murmullos le hacen conocer lo que se aplaude y lo que se reprueba. Eslo tambien é1 de aquellos 4 cuyas luces ha recurrido; si ellos no se atreven 4 manifestar su verdadero juicio, por no dis- gustar 4 aquel con quien no tienen una entera confianza, el aire embarazado de su rostro, Ja frialdad con que se esplican, los aplausos que dan flojamente, hacen conocer lo que uo osan de- cir con franqueza. Un jéven demasiado prevenido en su favor no se satisfard con la critica de una 6 dos personas, pues podria ser infundada: algunos particulares aun de los mas hibiles, pueden engajiarse; pero el piblico se equivoca rara vez, y sobre todo un piblico ilustrado, como lo es el que compone ordinariamente el anditorio del foro. . Luego, pues que la voz publica del tribunal aprueba 6 condena dalguno, se debe creer que es con justicia, y deferir 4 su juicio. Asi es como un jéven debe ensayar sus talentos, consultar sus disposiciones, y determinar el camino que debe emprender. Si despues de haber defendido algunas causas, no puede sobre- ponerse 4 sn timidez ; si encuentra dificultad en espresarse li- bremente, 6 si sus esfuerzos no le permiten sostener este penoso éjercicio, que renuncie 4 la abogacia; vale mas abstenerse de ella, que no desempefiarla con honor. Todos los talentos no se dan 4 todos igualmente. Uno tiene el de la palabra, otro el de escribir con finura, 4 otro le ha tocado en parte el judicial; es raroel ver estos diferentes talentos reuni- dos todos en el mismo grado en un mismo sugeto. Tal se ha hecho famoso en los estrados, cuyos escrites no gozan de la misma reputacion. Tal por el contrario se ha adquirido un nombre célebre por sus escritos, que no obtrene igual éxito por sus informes verbales. Tal en fin que no tiene el talento de la palabra, ni el de escribir, es buscado por la solidex-y exactitnd de su dis- cernimiento, y la sabiduria de sus consejos: pero esta altima cua- 50 lidad es un fruto tardio, que no puede recojerse desde luego. Cualquiera partido que tome un jéven, ora sea el de dedicarse al ejercicio de la abogacia, ora el de consagrarse 4 la politica, le serd pernicioso el sobrecargarse pronto de un gran numero de negocios; porque uo le quedard tiempo para estudiar, ni adquirir un caudal de principios, y no serd nunca otra cosa que un media- no prictico. Es preciso que un abogado trabaje para si durante diez aiios, i fin de hallarse despues en estado de trabajar para el publico. No le bastard por lo tanto d un abogado el estudiar por el espa- cio de diez aiios en su gabincte; en él no adquiriria sino la teoria. Para unir 4 ella él conocimiento de la practica de los negocios, debe frecuentar asiduamente los tribunales, asistir 4 sus audien- cias: alli se aprenden mil estilos diferentes que no eslin escritos, * Despues de las audiencias, debe couversar con sus compaiieros, aprovechar las observaciones que ellos hacen sobre lo que han oido, proponerles sus dudas, y recojer, reconcentréndose en si mismo, lo que ha aprendido de nuevo; anotar las sentencias que han resuelto y fijado algun punto de jurispradencia, y colocar todas sus notas, memorias y recuerdos por érden alfabético, 4 fin de encontrar sin trabajo el punto de que quiera enterarse. Las couferencias académicas son tambien para un jéven uno de los mejores medios para instruirse. , Debe procurar inscribirse en algunas de las mas escojidas, com- puestas de jentes laboriosas y sensatas, con quienes se pueda ra- zonar apaciblemenie. Esto es mny ventajoso, principalmente si algun antiguo abogado, hombre juicioso éilustrado, quiere tomar- se la molestia de dirijir 4 los que emprenden este trabajo; porque algunas veces, sin este auxilio, los jévenes sin esperiencia corren riesgo de estraviarse, de concebir ideas falsas, y de inducirse mi- tuamente en errores sobre cosas de las cuales no tienen conoci~ miento, y que uo se aprenden sino con el uso y la practica de los negocios. El principal objeto de las conferencias debe ser desde luego el estudio del derecho romano, que se ha recorrido r4pidamente en 54 las oscuclas, y que merece ser mas profundizado, por ser la base de toda Id jurispradencia. Los estilos de la Corte, que forman el derecho comun consue- tudinario, y al cual en caso de duda es necesario recarrir, debe ser el objeto de otra conferencia, Es conyeniente que sean materia de otra los reglamentos, para aprender los trimites y reglas de los procedimientos. Se puede tambien establecer otras sobre materias criminales, y otras que se quiera profundizar. Se debe sobre todo, en estas conferencias, procurar instruirse de buena fe; evitar los altercados; ocuparse de aquellas materias que son de un uso mas cotidiano, y de los principios jenerales mas ciertos, y averiguados. No se debe entrar en cuestiones con- trovertidas, ni en una multitud deespecies singulares; por que de esto no quedaria en el espiritu otra cosa que dudas y confusion. Aunque los abogados nuevos son consultados ménos que los antignos, pueden sin embargo aconsejar de viva voz 6 por escri- to, cuando se les consulta; pero dntes de responder, deben acor- darse de que en cierto modo desempefian el grave cargo de jueces; ¥ de que su dictamen puede determinar 4 emprender 6 abandonar sin justos fandamentos un negocio; por esto es que deben guar- darse de aconsejar lijeramente, tanto por su propio honor, cuanto por el interes de sus clientes , sobre todo si evacuan por si solos la consulta, y sin la ayuda de un abogado mas antiguo; debiendo antes de emitir su parecer examinar con detencion el negocio, y consultar ellos mismos, para su instruccion, 4 alguno mas es- perimentado, 4 fin de no caer en algun grosero error; mayormente versdndose muchas veces las consultas sobre el mérito de un de- creto, 6 de una sentencia lo cual exije mucha prudencia, y grande circunspeccion. ESTUDIOS NECESARIOS PARA EL EJERCICIO DE LA ABOGACTA. Se SECCION PRIMERA, DE La aABOGACIA. (Primera earta de Camus.) S: con una verdadera satisfaccion, sefior, Jos adelantos de yues- tro hijo: estais recompensado del cuidado que os habeis tomado por su educacion. Me hallo profundamente conmovido de lo que me decis de su cardcter, de sus costumbres, de sus sentimientos de honor y de probidad. No se podrian anunciar disposiciones mas felices para la profesion 4 que le destinais. Me pedis, sefior, mi dictimen sobre esta profesion: jno temeis pues que una especie de amor propio me ciegue sobre mi estado, y me empefié en no mostrirosle sino bajo las apariencias mas seductoras y enga- fhosas? No os disimularé, seiior, que, cuando oigo 4 My. el Cancilller D’ Aguesseau llamar al drden de los abogados un drden tan anti- guo como la majistratura, tan noble como la virtud, tan nece- sario como {a justicia, mi amor propio se lisonjea de pertenecer yo al niimero de sus miembros: poco falta para que ponga yo mi 9 54 profesion sobre todas las otras; pero bien pronto la razon y Ia es- periencia me reducen 4 un modo de pensar mas sabio: veo que d este, como 4 todos los otros estados del mundo, es preciso aplicar el dicho de Horacio: Vihtl est ab omni parte beatum. Yo me limito enténces 4 creer que la profesion de abogado tie- ne ventajas bastante considerables para atraer d si 4 las personas que tienen talento, patriotismo y elevacion de espiritu. 4 Quereis inspirar el gusto de esta profesion 4 vuestro hijo? Comenzad por esponerle su dignidad. Sin archivos, sin rejistros, nosotros tenemos sin embargo nuestros titulos. Estos titulos son los discursos de majistrades célebres, que han ensalzado algunas veces, con las espresiones mas magnificas, las bellezas de nues- tra profesion. Estos son los documentos solemnes que atestiguan la altaestimacion que los primeros majistrades hacen de un estado tan vecino de el suyo. Ejemplos famosos, sacados de Ia historia, aiiadirian, si necesario fuese, nuevas pruebas de la consideracion con que la profesion del aboyado ha sido honrada. Rymer nos ha conservado un tratado de 4.° de junio de 1546, por el que el rey de Francia, y el rey de Inglaterra nombraron cuatro juriscon- sultos arbitros de una cuestion importante, que se habia suscita- do entre ellos, ofreciendo sujetarse 4 su decision. Mas de todo lo qua yo llamo nuestros titules, no conozco nin~ guno mas dmplio ni mas bello que el Didloge de los abogados, por Loisel; es un escrito bastante corto, que ocupard agradable- mente 4 yuestro hijo, instruyéndole al mismo tiempo de su dig- nidad futura, y mostrindole nobles ejemplos que seguir. Pasquier, tan conocido por sus investigaciones sobre la Francia, es el principal interlocutor del didlogo. Loisel que estaba tan estre~ chamente unido 4 él, ha puesto en su boca la historia del foro de Paris, desde Ja instalacion del Parlamento en esta ciudad, hasta el principio del sigho XVIL. Una maltitud de andcdotas se han recopilado en 1: las que no son ménos interesantes aldrden de los abogados, cuya grandeza establecen, que 4 las casas anti— guas de los togados, cuyo orijen demaostran en los abogados cd- lebres. de laa.mas remotas épocas. No hay asi: ninguna 4 cuyo 55 jefe el ejercicio de la abogacia no le haya servido de escala para subir 4 las primeras dignidades: las alianzas entre estas casas ¥ Jos abogados de reputacion son frecuentes. Mas, baste lo dicho sobre Ja nobleza de la abogacia: la ver- dadera manera de mostrar lo que una profesion tiene de reco- mendable, es, 4 mi parecer, desenvolver las cualidades que ella exije, y los deberes que impone, La elevacion de estas cualida- des, la sublimidad de estos deberes, son, en mi concepto, la me- dida justa de Ia consideracion que le es debida. Para que mi pro- Posicion sea exacta, es preciso que empiece por mauifestaros la idea que me presenta el nombre de abogado. El estado de un hombre que no se hubiese entregado al estu- dio de las leyes sino con la baja esperanza de multiplicar sus ri- quezas 4 espensas de las victimas imfortanadas, de los ardides y sulilezas del foro, el estado de aquel que no hubiese cultivado el arte oratoria sino para vender 4 mas alto precio el uso de ta- Jentos muchas veces peligrosos y pérfidos, son, ‘el uno y el otro, dos estados diametralmente opnestos 4 el del abogado. El ejerci- cio de la abogacia debe dirijirse al honor antes que 4 la fortana, y enel drden de ideas que me he formado sobre esta profesion, el primer titulo para merecer, el que la abrara, la consideracion de Iss jentes sensatas, es el desdeiiar Jas profesiones lu- crativas, la mayor parte ménos incémodas y ménos Iaboriosas, para dedicarse 4 funciones, que no prometen otra cosa que ho- nor, despues de un daro trabajo, 4 los que las ejercen con mejor suceso. 4. Qué es pues lo que yo entiende por un abogado? Un hom- bre de bien, capaz de aconsejar y de defender i sus conciudada- nos. Caton definia el orador, un hombre de bien que sabe hablar: vir probus dicenai peritus. Yo xhado al tslemto de hablar el de aconsejar. Al mismo tiempo que el abogado hable y escriba como un orador, yo quiero que piense y¥ razone como un jurisconsulto: pero establerco wi definicion sobre la misma base que Caton fan- da Ja suya: la cualidad de hombre de bien es siempre fa-primera parte. Laimportancia de los negocios, cayo seereto se pone en 56 las manos del abogado; la confianza que le es necesario merecer; la seguridad que debe inspirar de que aconsejard ficlmente al que a élse dirija, de que jamas le engafiara, ni mucho ménos le hard traicion , exijen que reuna las cualidades del corazon 4 las del espiritu. Una probidad escrupulosa, una decencia constante, porque ellas son la consecuencia de principios profundamente impresos en el alma, son aqui cualidades esenciales. Un hombre, tal como el que yo acabo de describir, es el que parece 4 mis ojos digno de la estimacion de todos. Es bello, sin dada, ver 4 Demdstones arrancar la mascara 4 los pensionarios de Philippo; inflamar 4 los atenienses y animarlos i la defensa de la patria; defenderse 4 si mismo y 4 su amigo de Jas calum- nias de un envidioso y de on traidor: 4 Ciceron abrir su carrera por la defensa de un inocente acusado de parricidio; denunciar a la justicia un gobernador culpable de haber despojado i las provincias confiadas 4 su vijilancia-y 4 sus cuidados; perseguir ora 4 Catilina, ora 4 Marco Antonio; mas en todo este es sola- mente el orador el que percibis. Ved aqui lo que es preciso aiia- dirle para dar idea completa de un verdadero abogado. Sacrificarse, d si mismo y d todas facultades, al bien de los otros; consagrarse 4 largos estudios, para resolver las dudas que el gran nimero de nuestras leyes maltiplica; hacerse otador para vonseguir el triunfo de Ja inocencia oprimida; mirar la dicha de tender una mano de socorro al pobre , como una recompensa pre- ferible al recouocimiento mas espresivo de los gramdes y de los ricos; defender 4 estos por deber, 4 aquellos por interes: tales son los-rasgos que caracterizan al abogado. Todas las personas que 4 él se dirijan sean oidas indistinta- mente; mas no defienda las causas de todos sin distincion, Su gabinete sea un tribunal privado; juzgue en él las causas dotes de encargarse de defenderlas. Seria hacer un uso criminal de sus talentos, el emplearlos en paliar la injusticia, faltando en ello 4 su deber, se espondria 4. perder sa reputacion. El] mismo que emprende conseguir su objeto. por medios criminales conoce la aw distancia que hay entre él y la probidad; y menosprecia i. cual- quiera que se aleja de esta para acercarse 4 la injusticia.. Si el abogado sé engafia en el juicio particular que pronuncia sobre las pretensiones de su cliente, que su error mo sea una conse- cuencia de la ofuscacion que causa a Jos ojos vulgares el brillo 6 de la dignidad, 6 de la clase 6 de las riquezas; que ella sea el efecto de la compasion que en su corazon han escitado las ligri- mas de un desgraciado, que anuncidndose como oprimido hacia olvidar que era culpable. 4 El exdmen de las demandas del nuevo cliente le es favora- ble? sus intereses deben ser desde enténces mas caros 4 su abo~ gado que al cliente mismo. Declarindole que lo que pretende es conforme 4 la razon y das leyes, se constituye, en cierta manera, garante del suceso. Ademas, siendo la pasion dominante del abogado el amor d lo justo, recto y honesto, jcémo podria dejar de reunir todos sus esfuerzos para hacer triunfar lo que él mira como honesto, recto y justo? El celo con que el abogado se entrega i la defensa de una causa de que se ha encargado, se haria muy pronto estéril; su valor, para atacar de frente Ja injusticia, cuando es notoria; su destreza para desenmascarar las pasiones, que, vergonzosas de si mismas, se cubren con las apariencias de Ja virtud, serian inwti- les, si no tuviese la mas completa libertad de hablar. Ea Lorena, una ordenanza espresa, asegura 4 los abogados, bajo la protec cion del soberano, una libertad absoluta de emplear su ministerio informando, escribiendo 6 aconsejando contra toda persona de cualquiera clase, calidad, nacimiento 6 dignidad que fuere. La Ordenaiza afiade que si alguna parle poderosa, ui otras, se propa- sasen, por resentimiente, 4 insultar 4 un abogado, 6 4 usar res— pecto 4 él alguna via de hecho se proceda estraordinariamente contra los culpables, y se haga en ellos un castigo ejemplar, 4 satisfaccion de la parte ofendida y del piblico, (Ordenanza de 1707, para la administracion de Ja justicia). Mas las funciones del abogado,. no estdn reducidas 4 hablar 6 escribir en defensa de los derechos, del honor y aun de la vida 58 de aquellos quo a él se dirijen; su ministerio no es ménos impor- tante, cuando, con prudente mano, {raza el camino que debe se- guirse para asegurar Jas convenciones justas; 6, cuando, por medio de reflexiones discretas, hace pasar a sus clientes el espi- ritu de paz que le anime. {Cudntas acciones de gracias no le debe una familia, en la que Ja guerra empezaba a macer, en la que el fuego de las divisiones iba a reducir 4 cenisas el patrimonio co- amun, fruto de Jos trabajos de un padre econdmico, cuando, tedu- cida 4 sentimientos mas razonables por los sabios consejos del abogado, ve 4 sus miembros abrasarse y jurarse una elerna amistad ! He puesto 4 la vista de vuestro hijo los principales deberes del abogado; sera preciso ahora preseutarle modelos que imilar, en las personas de aquellos 4 quienes la prictica exacta de estos deberes ha dado derechos 4 Ja estimacion de la posteridad. La asistencia 4 los tribunales le dard 4 conocer i muchos: respecto a los que ya no existen, seria de desear que se hubiese conserva- do, no digo su nombre (sus virtudes impiden que dl perezca) sino algana memoria de sus acciones. Este sera el objeto de una con- tinuacion del didlogo de Loysel; donde escribiré los nombres de Leschassier, de Lemetre, de Patru y de otros muchos. A lo que diré acerca de cada uno de estes abogadas, y sobre otres que han sido sus émulos, afiadiré anécdotas relativas al foro; y hablaré de Jos testimonios de consideracion que han-recibido en diferentes tiempos. Kecordaré, por ejemplo, la invitacion que M. el primer pre- sidente Portail hacia en 1707 d los abogados antiguos, para que fuesen 4 ocupar sus plazas sobre Jas flores de lis, quiero decir, para que asistiesen ad las audiencias del tribunal en calidad de eonsejeros. Este es un testimonio histérico, del cual es conve~ niente dar noticia 4 nuestro jéven abogado. Las antiguas Orde- manzas dan 4 los abogados el titulo de consejeros; ssto viene de que anualmente se elejian los mas recomendables por su saber y¥ su esperiencia, para oir sw dictémen sobre jos negocios im- portantes. Subsislen todavia hoy: vestijios de este uso memo- rable; ! 59 Hacer el bien, sostener las leyes, defender .4 las oprimidos, guiar a los que tienen necesidad de consejos, tales son pues, las fonciones 4 que los abogados se consagran. ; Su actividad se au- menta? Sea cuando'se trate de sostener al débil contra el pode- roso, al acusade contra una parte formidable. El crédito que hace temblar 4 sus clientes, eleva su valor. El terror que abate 4 las almas‘vulgares, pone en accion’ los resortes de su alma noble. Mientras mayores ‘som los peligros, mayor gloria hay em ar- rostrarlos. La recompensa de estas nobles fonciones es la misma que la de la virtad. Ya he tenido euidado de advertirlo 4 vuestro hijo; ella-no consiste en la fortana. El recibird honorarios; pero cier- tamente estimard demasiado ‘sn celo y sus vijilies para creer qae se pueden valuar 4 precio de plata, y que una cierta cantidad de oro sea una digna recompensa. Los honorarios son un presente por el que un cliente reconoce el interes que se ha tomado en-el exdmen de su negocio; no es estraordinario el dejar de recibirlos, porque no! lo es tampoco el encontrar un cliente ingrato. La idea que los abogados anen d los -honorarios que se les presentan, no permite que dén recibo de ellos. Yo qniero dejar # vuestro hijo Ja satisfaccion de aprender por si mismo, en el aid- ogo de las abogados, lo que ccurrid en: 1602, cuando se inten- t6 oblgar 4 los abogados 4.darcartas de pago de lo que hubicsen recibida: estoy bien seguro de que él admirard la conducta firme que ellos tavieron én esta ocasion; pero no sabré callaros los motivos sobre que M. Husson, célebre abogado, que ha escrite ew Jatin on. tratado curioso sobre sa profesion, funda sw’ resistencia, 2Si um cliente no se halla en estado de manifestar su reconoci- miento por este medio, serd pues necesario descubrir su situacion, dice M. Husson, y publicar asi. el servicio que se le ha hecho? Si no puede dar nada de pronto, zserdé preciso hacer piblicw que se Je ha concedido espera?’ Ademas, los abogados no freron solos los que se quejarom en 1602:de ly ley que se les queria im- poner: M. Servin, abogado jeneral, la resistié tambien, y M. de 60 Thon manifiesta,.en su historia, que él pensaba en este panto como M. Servin. Compeler 4 los abogados 4 no trabajar sin reconocer por es- crito lo que habian recibido de las partes, era atentar 4 la liber- tad de su profesion; libertad preciosa, absolutamente necesaria para conservar en este érden los sentimientos de honor y de ya- lor que interesa 4-las partes mismas mantener. Los talentos, los del espiritu sobre todo, no sabrian avenirse con Ja sujecion y la coaccion. ,¥ cual podria ser por otra parte, os pregunta, la sancion de la‘ley que ordenase, 6 al orador ser elocuente, 6 a] jurisconsulto que desenvolviese los principios de las leyes? Estas son las verdaderas ventajas de la abogacia: ellas consis- ten en ejercer una profesion libre. Ademas, la consideracion, que es la recompensa que el publico concede 4 los que se consagran a su_servicio, no estd unida al titulo sino 4 la profesion de abo- gado. Es preciso ser realmente util 4 sus conciudadanos, 6 por sus consejos, é por sus discursos, 6 por sus escrilos, para mere- cer su estimacion. Se da sus clientes 4 si mismo; y ,cdémo se los da? Una persona, cuyo honor, cuya vida, cuyos bienes son ata- cados, no se resolverd 4 poner tan grandes. intereses entre las manos.de uo abogado jdven, sino sobre la reputacion que le ha- yan.adquirido, ya su manera de vivir, su celo por el estudio, su ardor por el trabajo, su pradencia, su probidad. Estas cualida- des, cuyo ejercicio es, si me es permitido decirlo asi, diario, de- ben pues formar un nombre al abogado jéven, dntes que negocios considerables hayan dado 4. conocer sus otros talentos: y del mismo modo que las corporaciones, cuyos miembros son titulares de, cargos enajenables, se perpetiian por la.adquisiciom que hacen de estos.cargos los que: se.suceden unos 4 otros; asi el drden de abogados se perpetia por Ja admision de nuevos sugetos que anun- cian los mismos talentos que sus predecesores, y que hacen voto de practicar las mismas virtades. . El,derecho de no ser juagado sino por sus compaiieros, es sin duda,el solo. privilejio de naestro\drden que yo conozco. Se citan, es verdad, decretos que. nos han: concedido. ciertas prerogativas, ciertas preferencias sobre diferentes oficiales de justicia: estos objetos no merecen ocupar 4 una persona de buen sentido. Otros decretds han declarado que los abogados domicilisdos en las provincias, no podian ser gravados con impuestos: éste es un pri- vilejio sin duda; pero lo que me parece mas digno de atencion en estos decretos, son los elojios que grandes majistrados han, con esta ocasion, prodigado 4 nuestro érden. El discurso de M. el abogado jeneral, Duprac Porée usa las espresiones de M. D’Aguesseau , que he copiado al principio de esta carta, para ensalzar la dignidad de nuestro drden; él espresa la estension de auestros deberes en pocas palabras, cuando dice que, “todos nuestros dias deben ser sefialados por los servicios que prestemos ad los ciudadanos, y 4 la patria; que nuestras ocupaciones deben ser un ejercicio continuo de rectitad, de probidad, de justicia y de relijion. Mas yo vuelvo al privilejio de no sér juzgado sino por nuestros compaiieros, sobre todo lo que toca al ejercicio de nuestra pro- - fesion. En Ja imposibilidad en que la debilidad humana nos colo- ca de no creernos impecables, es un consuelo el tener d sus com- paiieros por jueces soberanos. Tal era la antigua policia de Fran- cia que cada cindadano fuese juzgado por sus iguales. Los dere- chos del érden de abogados sobre sus miembros han sido asegu- rados poco ha por decretos solemnes. Se han desenvuelto, en el mismo tiempo, los principios sobre los que se fundan los juicios de un érden 4 el que se le echaba en cara que no tenia ni leyes ni reglamentos. No hay necesidad de tener estatutos escritos , cuan- do se hace profesion de no seguir otras leyes que los’ principios innatos del honor. ' Yo me detengo aqui, sefior, y creo haber dicho’ bastante para dar 4 vaestro hifo una idea de la profesion qué deseais que abra- ce. Su modo de pensar, que me habeis hecho conocer, debe ha~ cerle sensible 4 las ventajas que ella promete. Los largos estudios , los pormenores fastidiosos, las discusio- ues espinosas d- que estd obligado 4 entregarse para hacerse ca-. paz de la profesion de abogado, y para ejercerla, te desagrada- 410 62 rén sin duda; pero estos trabajos me parecen compensados muy abundantemente por la obligacion de ser virtuoso. Nuestra, pro- fesion impone esta necesidad. SECCION II. Sobre los estudios, en jeneral necesarios. d la profesion de abo- gado; el drden de entregarse d ellos: plan de wna conferen- , cia, y modo de formarse una biblioteca, (SEGUNDA CARTA DE Camus.) Me manifestais, sefior, que mi ultima carta ha acabado de re- solveros 4 destinar 4 yuestro. hijo-d la abogacia, y que él mismo ha, decidido tambien el abrazarla; y quereis ahora que yo le in- dique los estudios 4 que debe dedicarse. Si quereis recordar la idea que os he dado del abogado, defi- niéndole. un hombre de bien que ayuda 4 los otros.con sus con- sejos y con su elocuencia, que los conduce por medio de adver- tencias sabias, y, que los defiende con sus escritos y con sus dis~ cursos, concebireis ficilmente que ef plan de estudio, capaz de formar un hombre tal, es muy vasto. Yo mo propongo desde luego echar wna ripida ojeada sobre los conocimientos necesarios al abogado, indicar 4 vuestro hijo el érden. que se puede seguir en la adquisicion de.estos conocimientos, la manera.de abreviar sus estudios, y de sacar, mas. utilidad de ellos por medio de las conferencias ; en fin, decir uua palabra sobre el cuidado que un abogado,jéven debe poneren formarse una biblioteca. La, elocuencia una parte esencial al abogado; es preciso que 63 desde su juventad Ja estudie y se forme en ella. Para mostrarle el fin y el objeto de su estadio, me valdré de las espresiones del sabio abad Fleury. " Yo no entiendo aqui por elocuencia la que forma esas arengas de ceremonia, y otros discursos estudiados que halagan los oidos, y no hacen comanmente otra cosa que di- vertir. Yo entiendo el arte de persuadir efectivamente, sea que se hable en pablico 6 en particular; yo entiendo la que hace que un abogado gane mas pleitos que otro, que nn majistrado sea el: amas fuerte en las deliberaciones de su tribunal; en una palabra, la que hace que un hombre por sa medio se haga dnefio de la volantad de los otros.” (Ju choix des ttudes, nim. 31.) {Cémo adquirir tan precioso talento? zDar # sus palabras 6 4 sus escritos esta dulzura que persuade, esta claridad que no deja ningona dada en el espirita del oyente, esta precision que o0 habla jamas de una cosa por mas tiempo de-el que interesa y se escucha con atencion, esta sagacidad que se apodera de la parte débil de las objecciones para reducirlas 4 polvo; en fin, esta fuer- za que subyuga, sujeta y no permite resistir? Pocos preceptos, muchos modelos: tal es mi consejo. Yo me esplicaré. Las reglas de la elocuencia no son ni arbitrarias ni facticias; los que las han recojido, han observado, en los discursos en que ellos han visto @ la elocuencia prodacir sus efectos, los principios que habian podido ser la causa de estos efectos; sus teflexidnes han formado To que Ilamamos el arte de la retériea. Es necesatio conocer este arte, para leer con mas fruto las mismas obras ex que se hallan los preceplos redactados ; pero, puesto que estas obras existen aun entre nuestras manos, ellas sow las que con’ preférencia 4 todo debemos deer! y moditar. ‘Ast el escultor aprende’ de sis maestros las reglas de las proporciones, y la manera de usar del cincel; el estadio de modelos famosos yesu jenio le cétducen 4 Ja perfeccion. En el curso ordinario de las ‘clases, se 6 ajbended Sima prin- cipios de elocuencia, y los términos del arte; para hacer un es- tndio. mas particalar; leed muchas veces el segundo volimen del sraite des tudes, l traite dtu ‘sublime ;"'y ‘lds dos tratados ‘de 64 Ciceron, intitulados el uno def orador, cl otro ef orador. Cice- ron trata en ellos de las reglas de la elocuencia como orador perfecto: al mismo tiempo que enseiia a ser elocuente, inspira la pasion de serlo, por Jos elojios sublimes que hace de la elocuen- cia. Quereis alguna cosa que se aproxime mas 4 las costuntbres de nuestro tiempo, leed el prefacic que un. abogado estimable (Mr. Besnard) ha puesto al principio de las obras de Mr. Cochin: leed tambien las institaciones oratorias de Mr. Delamalle. Aiia- did d los preceptos de la elocuencia los del razonamiento; llenaos de los principios de la Idjica de Condillac. Os habeis puesto en estado de sentir las bellezas de la ora- toria, conoceis sus recarsos, sus movimientos, sus figuras; leed a Deméstenes, y, despues de haberle leido leedle aun, Comparad este discurso célebre en que defiende i Ctesiphon contra AEschi- ne, con el discurso en que Eschine acusa 4 Ctesiphon; seguid la marcha de los dos oradores; aplicaos 4 descubrir lo que cons- tituye la superioridad de Demdstenes sobre Aischine. Meditad en seguida 4 Ciceron, no ignorais ninguno de sus discursos. Estudiad 4 D'Aguesseau, pero que Cochin no se separe jamas de vuestra vista. Yo os indicaria otros oradores; ,mas para qué? cuando se camina 4 la perfeccion solo debemos seguir la marcha de los que creemos que han Ilegado 4 ella, La vida es demasiado corta para emplearla en estudios que no son de primera ulilidad. Lamaitre, Patru, Erard, Gillet, nos han dejado informes cuya lectura puede ser util sin duda: pero leed dntes tres 6 cuatro veces d Cochin. ;Aprendereis 4 no Lener mas que unas maneras, i no pareceros mas que 4 un solo hombre? ;Ploga 4 Dios que no tengais nunca sino las maneras de Cochin, que no os parezcais sino 4,61! No es-posible tomar aficion 4 la elocuencia sin tenerla 4 la literatura, Ella es wtil para perfeccionar Ia elocuencia, ella adorna los discursos, ella derrama en ellos. riquezas y gracias; mas no es este el solo punto de vista bajo el cual yo la considero. La literatura es itil tambien al jurisconsalto que no se destina 4 hablar eu publico; ella dulcifica Ja aspereza de los otros estudios. 65 Los tratados de la mayor parte de los autores de derecho, escri- tos en un estilo duro y pesado, hacen adquirir una manera de componer desagradable y enojosa; la amenidad, la finura se pierden, cuando se esid constantemente engolfado en materias abstractas y serias: la literatura corrije estos defectos; ella forma el estilo, entretiene con sus gracias, y esparce la dulzura y la urbanidad en las palabras como en el cardcter. En fin, jno es ne- cesaria una récreacion para aquel que se ha fatigado siguiendo las querellas y las disensiones que ajilan 4 los hombres, y él verlos algunas veces ménos tristes, ménos importanos, y tales como han sido pintados por jenios amables? Esta recreacion, este descanso ¢s al espirita lo que el campo al cuerpo, cuando la aproximacion del otofio huimos la sombria morada de las cia- dades. El estudio de Jas bellas letras tiene aun otras ventajas. Acon- tecimientos imprevistos pueden hacer de repente initiles los lar- gos y serios estudios. No es sin ejemplo que en los momentos de turbacion, las leyes se vean reducidas al silencio, y que la cien- cia del derecho venga 4 ser casi indtil. Las letras son fieles com- paieras que no abandonan entdénces al que les ha consagrado otras veces algunas de sus vijilias, ellas le suministran mas de un medio de consuelo; ellas divierten 4 lo ménos sus penas. Nuestros predecesores conocieron bien’ estas ventajas preciosas de Ja literatura. Las letras no eran de manera alguna estraiias a Jos Pasquier, 4 los Chopin, y 4 otros abogados célebres de aquel tiempo; las lenguas sabias les eran familiares; y si se les censura con justicia el haber algunas veces prodigado su eradicion sin economia , 6s preciso tambien evitar el estremo opuesto. El abu- so de la erudicion debe cesar por un efecto de buen gusto, y no por un efecto de ignorancia. Nota. Sin embargo de los clojios que Mr. Camas prodiga 4 Cochiu, se leerin con mas gusto y fruto los Anales del foro sevoie, ellen de Warrée, y aD Aguesseau. 66 Ciceron exijié del orador que fuese instruido en todo lo que padiese haber de importante, y que conociese tambien las artes. El quiso que se procurase asi la abundancia y la fecundidad que le son esenciales, y que al mismo tiempo se pusiese en estado de defender toda especie de causas, aun aquellas en que el pan- to de la dificultad puede depender de los principios de diferentes ciencias. Pero Ciceron no hablaba sino del orador; y ,cuanto ma- yor seria la estension de conocimientos que él hubiese creido necesarios para el abogado que queremos formar, para el ora- dor jurisconsulto, el cual seri consaltado sobre todos los objetos que dividen 4 los hombres? Ningun jénero de estadio, ni de ciencia debe serle desconocido; es preciso que él tenga lo que Ciceron llama omnium rerum magnarum at que artium scien- tiam. Los negocios que se presentan hacen conocer a atilidad de sus conocimientos. Yo no exijo que se halle instruido en los detalles relativos 4 las artes; pero es preciso saber en jeneral como las artes son dtiles 4 la sociedad, y la manera de proceder en ellas. Pongamos por ejemplo el comercio. No es necesario instrairse diariamente del precio de los cambios sobre las dife= rentes plazas, ni de la escasez 6 de la abundancia actual de tales 6 cuales mercancias; si estos por menores son necesarios, se to- marin de la boca del negociante: pero yqué idea formard este mismo negociante del abogado 4 quien se dirije, si ignora lo que es una /etra de cambio, un pagaré; una carta érden; si no ha- a ninguna diferencia entre el comercio en lo interior del reino y el’comercio con el estranjero, entre el comercio de tierra y el comercio de mar; sino sabe como se asegura un cargamen- to, etc.? Pensard que un hombre que ignora todos estos puntos, noha leido el cédigo de comercio, y confiard sus intereses 4 otro mas instruido. ¥ lo mismo sucede con otras ciencias practicas, cuyos objetos pueden dar lugar 4 contestaciones; es preciso que el abogado se halle en estado de entender al cliente que viene 4 esponerle la materia de sus demandas. Otro jénero de estudio indispensable al abogado, es el estudio de la historia, 4 lo ménos en Ja parte que se refiere 4 la lejisla- 67 cion. Las leyes humanas no son decisiones abstractas de moral y de equidad, que determinan todricamente lo que es juste 6 in- justo. Todas sus diposiciones son practicas, y la mayor parte han sido escritas tales como las leemos en atencion 4 ciertas cir- cunstancias, de las cuales es preciso instruirse, si se quiere co~ nocer bien el sentido de la ley. Este estudio es tanto mas nece- sario cuanto que no se trata de principios que el buen sentido descubre por si solo, 6 de consecuencias 4 las cuales: wn razona- miento exaclo puede conducir; sino de hechos que no se pueden saber si mo ojeando los escritos donde se hallan consignados, Dumoulin, que vié renovarse el gusto de los buenos estudios, ‘nsiste fuertemente, en el prefacio de un tratado de feudos, so- bre la utilidad de Ia historia, , Cémo entender Ias leyes romanas si no se conoce el gobierno de los romanos y las revoluciones que ha esperimentado? ; Las leyes francesas si no se conoce lo que los franceses han sido en sus diversas edades? Habreis estraiiado, sefior, que yo no haya hablado hasta aqui sino de elocuencia , de literatura, de conocimientos jenerales y de historia, sin haber dicho aun una palabra del estudio del de- recho, No creais sin embargo, 6 que he olvidado que la ciencia del derecho os el estudio capital del abogado , 6 que quiero hacer del abogado que deseo formar un sabio universal; esto seria una quimera; he empezado por indicar todos los conocimientos que creo necesarios 6 utiles 4 um abogado, y dos razones me han movido 4 hacerlo asi: la una que no es un tiempo fijo el que el abogado jéven debe dedicar 4 este objeto; este estudio le servi- ra, 6 de ocupacion en los momentos de que pueda disponer, 6 de recreo durante todo el curso de su vida. Ld segunda razon es que el abogado jéven, teniendo en sus primeros afios de profesion un gran nimero de intérvalos libres, en ellos podré reunir los conocimientos accesorios 4 los del derecho. Yo deberia ocuparme ahora de trazar 4 vuesiro hijo un plat de estudio del derecho; pero es una materia demasiado importan- te y que exije de mi parte mucha reflexion y una discusion es- pecial. El derecho puede distribuirse en muchas partes: derecho 68 natoral y pablico; derecho romano, derecho patrio, derecho es- tranjero, derecho eclesiastico, ete., etc. Yo haré de las dos pri- meras partes de esta ion el objeto de otra carta, y hablaré en otra del derecho estranjero. Veamos aqui solamente de que manera ordenaremos los estudios de nuestro jéven ebogado. Yo supongo 4 vuestro hijo Hegado al fin de su curso de filoso- fia: la primera cuestion es Ja de saber si se consagrard desde este momento al estudio del derecho, 6 si comenzareis por dedicarle 4 que aprenda la instruccion de los procesos, que es la forma del ataque y de la defensa, El! conocimiento de lo que se llama la prdctica es indispensa- ble 4 uo abogado. La sancion de las leyes pronuncia en machos casos la nulidad de lo que es contrario 4 su disposicion, y por esto sucede muchas veces, como suele decirse, que la forma ven- ce al fondo. Ignorar la forma, seria pues correr el riesgo de de- jar 4 sus clientes caer en fallas irreparables, 6 reducirse 4 la im- posibilidad de defenderlos si son atacados por medios de forma. Parecerd que se debe conocer el procedimiento y sus reglas me- ditando los reglamentos que los han fijado, y uniendo 4 ellos la lectura de estas colecciones impresas que se Ilaman estilos . en las cuales se encuentran modelos de diferentes actos del proce- dimiento. Esta via sin embargo no es del todo suficiente, sea por- que todos los casos particulares no han podido ser previstos, sea porque ciertos articulos han sido interpretados y otros derogados por el uso. La verdadera manera de conocer perfectamente los procedimientos es frecuentar los estadios de los abogados. Es imposible por otra parte disimularos el peligro que ofrece Ja sociedad de algunos jévenes con los cuales se contraen rela- ciones en estos estudios, y que, estando los mas ldjos de su patria, por lo comun, no tienen que responder de su conducta sino a si mismos. No tengo necesidad de desenvolveros esta reflexion, pe- sadla maduramente: y si os hace una impresion demasiado fuer- te, no sera imposible hallar medios que puedan suplir, en parte, Alo que vuestro hijo aprendiera por el medio indicado. Suponer que tengais entre los abogados un amigo seguro, es 69 preciso que le envieis vuestro hijo, luego que sepa Ja filosofia. Hallareis puede ser, sorprendente, que os proponga lauzar 4 un jéven en medio de los procesos , dntes de conocer un solo princi- pio de derecho: pero ademas de que este inconveniente no es tan real como desde luego parece, ved aqui las razones que me im- piden el considerarlo como tal. Si un jéven que debe entrar en el estudio de un abogado, no concurre 4 ¢] inmediatamente des- pues del fia de sus estadios, se le hard pues comenzar desde luego sa curso de derecho; el cual se interrumpird en seguida para enviarle 4 aquel, sigui¢ndose de ello que olvidard parte de lo que haya aprendidd; ademas, si él se ha entregado una vez al estudio de las cuestiones del derecho, hallara dificultad en apli- carse al procédimiento, em un tiempo en que no concibiendo to- davia su importancia, no sentird sino su sequedad. ;Se le hard estodiar el derecho, mientras que esté en el estudio del abogado? Esto es esponerle 4 no aprender ni el derecho ni la practica. El estudio del procedimiento no le dejard bastante lugar para seguir el deel derecho; y el estudio del derecho serd un pretesto para » desembarazarle, todas las veces que quiera, de un trabajo ordi- nariamente fastidioso. El estudio del procedimiento tiene disgus- tos que es preciso ser compelido 4 devorar (1). Cuando vuestro hijo haya Iegado al momento de empezar el estudio del derecho, despues de haber terminado sus cursos filo- sédficos, el primer libro que debe leer, es el tratado de los debe- res de Ciceron. Este consejo es el que Mr. Fourcroi, célebre (8) No seguimos esponiendo la doctrina de Mr. Camus respecto d este particular , porque la consideramos diferente de la que se practiea en Espa fia, reducida 4 que los estudiantes de derecho asistan en los ultimos aiios de sn carrera al estudio de los abogados para instruirse en los procedimien- tos; mayormente cuando la esperiencia diaria presenta esta como itil y acertada. it 70 abogado, dié i Mr. Bretonpier, en el tiempo en que este emperd a dedicarse al foro. Plinio el viejo dice hablando de Jos oficios de Ciceron, que esta es una obra que no basta tenerla todos los dias en la mano, sino que es preciso aprenderla de memoria: vuestro hijo sabe donde debe aprender las m4ximas de ona moral incompara- blemente mas perfecta y mas sublime que la de Ciceron; pero lo que le es necesario en este momento es una moral ilustrada por la razon, que le recuerde los principios de lo justo y de lo injusto que la naturaleza ha grabado en el corazon de los hom- bres, y que le haga ver como estos principios jenerales aplicén- dose 4 los casos particulares, deciden que tal accion es justa 6 injusta. Ei tratado de los deberes seri para él wna substitucion del derecho natural. Giceron se ha aprovechado algunas veces en sus obras filosé- ficas, de los escritos de Platon. Vuestro hijo ,no se hallard en estado de leer alguno de sus didlogos en su lengua orijinal, sobre todo sus didlogos sobre lo justo? Estos ultimos son los mismos que han sido desfigurados con siniestra intencion bajo el titulo de la Aepibtica, mientras que Platon no habla en ellos de repi- blica sino como de-un término de comparacion, y que su objeto principal, real, amico tambien, es el de formar y arreglar el co- razon del hombre. jGon qué urbanidad, con qué dulzura, con qué gracia, con qué encantos Platon hace hablar 4 Sécrates! ; Qué no sea posible presentar siempre 4 los jévenes la sabiduria bajo un esterior tan amable? Ella los seduciria seguramente. El plan del estudio del derecho no es absolutamente libre; ¢l esti determinado en parte por circunstancias 4 las cuales es pre- ciso tener consideracion: 4.° se estd obligado a recibir grados en la facultad de derecho antes de ser recibido de abogado, y 4 sostener diferentes actos académicos en lus que se trata, no so- lamente del derecho romano, sino tambien del derecho candnico y del derecho patrio: 2.° un jéven abogado no puede ser inscripto en la lista de los prefesores de derecho, sino despues de haber frecuentado los tribunales; su propio interes debe bacerle exacto 74 en el cumplimiento de esta obligacion; y le es imposible apro- vecharse de lo que en ellos oye, si uo tiene algunas nociones de la materia que alli se trata: 3.° como el tiempo de los estudios es largo, no se deben despreciar las ocasiones que pueden pre- - sentarse de instruirse i fondo en algunas causas, es incierto si -las primeras cuestiones que habra de tratar pertenecerin al de- recho romano, 6 al derecho consuetudinario, 6 al derecho ecle- sidstico: En conformidad de estas reflexiones yo pienso que el primer aiio de estudios de un abogado debe ser empleado entero en el de las instituciones del derecho romano, del derecho patrio y del derecho eclesidstico, Las nociones jenerales adquiridas sobre estas tres especies de derecho facilitardn el estudio profundo de aquel 4 que se entregard en los aiios siguientes. Para el derecho romano, no se puede estudiar nada mejor que las instituciones de Justiniano; este es el titulo de un libro ele- mental, compuesto por érden de Justiniano, sobre el modelo de iguales obras, redactadas por los antiguos jurisconsultos, y en particular sobre las instituciones de Gayo. Se estadiardn asidua-- mente las esplicaciones del profesor, y de vuelta 4 casa se leerd el comentario de Vinnius (1). Yo considero los otros estudios accesorios 4 el del derecho ‘como una recreacion; asi el reposo de que el espiritu tiene ne- (1) [Los tratados de Heinecio son preferibles al comentario de Vinnius como obras elementalos, La forma de comentario es pesada y difusa. El mé- todo de Heinecio, que procede sistemiticamente por difinicion y por divisio- nes que fijan Ia atencion dividiéndola, es mas racional, mas clara, mas fi- cil de comprender y de retener, Leed sns antigiiedades para la historia del derecho , sus elementos para los principios, sus recitaciones para las acla- raciones y esplicacion de las doctrinas, sus pandectas en fin, para tener una idea breve, pero exacta, de todo el cuerpo del derecho. 72 cesidad despues de haberse entregado 4 meditaciones : profundas y abstractas, suministra por si mismo una ocasion 4 estos estu- dios. Se puede por la maiiana dedicar una hora 4 la historia, y despues del mediv dia el mismo espacio de tiempo 4 la literatura; le consagrarén los primeros momentos en que vuelve d en- ° trarse en el gabinete despues de Ja comida: habria algan peligro en entregarse enténces 4 objelos mas serios. Si se sigue exacta- mente este método hasta que llega el tiempo en que no sé puede disponer de dos horas, de las 12 6 13 que se pueden habitual- mente dedicar al trabajo, se examinard insensiblemente lo que hay de mas interesante en la historia y en Ia literatura. Como el derecho romano ts el primero que se estadia, es tambien conveniente empezar por la lectura de la historia roma- na. Tito Libio es el historiader de los acontecimientos de la re- publica. Tcito describe los primeros emperadores, sus ministros y todos aquellos que bajo su reinado tavieron algun empleo de gobierno. Despues de estos dos libros esenciales, es preciso para abreviar, leer los autores que han formado un cuerpo de histo- tia de las memorias de los escritores contemporaneos. La histo- ria de los emperadores por Mr. Crevier, y del bajo imperio, por M. M. Beaury Ameillhn, merece una aplicacion particular, porque es de aquel tiempo en que reinaron los principales autores de las leyes recopiladas en el cédigo, y en que vivieron los jurisconsul- tos cuyas obras han suministrado los estractos que componen el Dijesto. La lectura de la historia romana se acabard intes qae el estu- dio del derecho romano; asi la historia de Francia precederd en parte el estudio del derecho frances. Nosotros tenemos muchos historiadores, mas la mayor parte son difusos , y ademas no han tratado la historia de wna manera andloga al objeto que se debe proponer uo abogado. Para él es poco interesante el saber como se ordené tal batalla, que cuerpo de tropas estaba 6 4 la derecha 6 4 la izquierda; mas le importa mucho el conocer las costumbres y usos antiguos, las primeras leyes feudales, los detalles de las asambleas de la nacion, el orijen de las franquicias, el del esta- 73 blecimiento de las municipalidades, y otros objetos semejantes. Con relacion 4 la literatura es dificil presentar aqui en detall todo’ los libros de que un abogado jéven puede ocuparse. Los poetas y los oradores, los escritores da la antigua Roma, y algu- nos de nuestros contemporaneos deben variar sus lecturas; pero los oradores tendrin la preferencia sobre los poetas; y en el nii- mero de los oradores he indicado aquellos en que debe particu- larmente fijarse. Muchos autores de nuestro siglo se han hecho admirar en diferentes jéneros, por la riqueza de sus pensamien- tos, el colorido nuevo que dan 4 las. ideas comunes, la lijereza de estilo, en una palabra, por todos los adornos esteriores pro- pios para seducir; pero es de temer que al querer cortar sus flores se recojan con ellas yerbas ponzoiiosas. Yo dejo las primeras vacaciones libres para la lectura de la historia eclesiistica. Este es un estudio indispensable; y es im- posible progresar jamas en el derecho canénico, si no se conoce perfectamente la historia de la Iglesia. Pero yo no veo en el cur- so del afio intervalo alguno bastante considerable para entregarse desta lectura con la atencion y la asiduidad que ella exije. Ima- jino que dos vacaciones bastan para leer los 20 voliimenes de Mr. Fleuri. Por lo que respecta 4 los 16 volimenes del P. Fabre como 4 su continuador es suficiente el recorrerlos: se puede abre- viar la lectura de sus dos tercios, pasando por alto las relaciones estrafias 4 la historia eclesidstica. Wale mas aprovechar este tiempo en leer las historias de los Concilios de Pisa, de Cons- tanza por Lenfant; y la del Goncilio de Trento por Paolo. La ‘historia de estos Concilios encierra los hechos mas interesantes de la historia eclesidstica de los dltimos siglos. Los discursos sobre la historia eclesidstica comprendidos en !a obra de Mr, Fleuri, son trozos histéricos que es preciso saber enteramente, dotes de hablar de derecho eclesidstico. No hay ninguna de sus reflexiones que no-nazea del asunlo, y que no sea de la mas grande verdad. No solamente todo lo que en ellos dice es bien dicho, sino que yo creo que no se puede afiadir una sola palabra que no fuese supérfua. No hablo de un discurso 74 que se halla impreso el timo en alguaas ediciones solamente: no puedo persuadirme que él sea de Mr. Fleury. Las vacaciones que seguirdn al estudio de la historia eclesidstica se empleario en adquirir sucesivamente otros conocimientos de todo jénero. Es preciso elejir en cada materia un libro elemental, y leerle con atencion. Si no hay libro de este jénero, id uno de aque- llos que mas Ja han profandizado, y han tratado mas exactamen- te el objeto de que quereis instruiros. Por ejemplo, para el co- mercio, nada es mas propio para dar ideas justas y jenerales que el perfecto negociante, de Savari y su diccionario de comercio. E] nombre de Diccionario no anuncia aqui una obra superficial, es una coleccion de disertaciones. Si hallais ocasion de confiar vuestro hijo 4 ua amigo para ha- cerle recorrer, durante algunas vacaciones, sea una parte del reino, sean tambien algunas provincias del estranjero, es una ventaja que no debeis despreciar. Los viajes son utiles para el cuerpo y para el espiritu. El ejercicio que los acompaiia resta- blece y asegura, por lo que respeta al cuerpo el equilibrio que una’ vida siempre sedentaria altera: ellos desembarazan al espi- rita de una especie de melancolia, que la luz sombrié de los ga- hinetes suele producir; y lo adornan de una maltited de conoci- mientos que no se adquieren en el hogar propio. E] trato de los hombres, cuyo cardcter varia tanto como el suelo que ellos habi- tan, anmenta la esperiencia y enseia 4 conocerles. Las ideas que se haw adquirido de las ciencias de que no hay ocasion de hacer‘un uso diario, se perderian infaliblemente, si por medio de la leetara no se recordasen, La de uno 6 dos perid- dicos de los mas acréditados; conservardn sus impresiones pron- tas i borrarse; en ellos se trata imdiferentemente de todos los objetos de las ciencias: este es por olra parle un medio de poner- se al corriente-eu la literatura, y de estar -advertido de las bue- nas obras cod que debe-aumentar su biblioteca. >; . Me parece ,'sefior, que'laimanera con que yo he dispuesto los estudios'nccesorios de vuestro hijo, ao perjudicard en nada 4 su estadio capital, 'alobjeto primario'de-un abogado jéven, que.es 75 el conocimiento del derecho: ella no hard por el contrario sino ayudarlo, hacerlo mas perfecto, y conservar el valor necesario, para entregarse 4 él, procurando al espirita recreaciones que le instruirdn al mismo tiempo que renueven su ardor. E] primero y segundo afio de sus estudios, vuestro hijo puede trabajar solo, frecuentando sin embargo los cursos piblicos de derecho. No se trata de profundizar, sino solamente de tomar una idea jeneral del derecho y de sus diferentes partes. En el tercor aiio, es ventajoso reunirse muchos, para hacer los mismos estu- dios: este es un medio de abreviarlos, y de escitar una especie de emulacion. Estas reuniones de abogados jdvenes son conocidas mucho tiempo ha, y han sido muy utiles siempre que se han formado entre jévenes igualmente estudiosos, Si cada uno no lena en ellas la parte que se le ha encargado, las conferencias no seréin sino un motivo de disipacion, vale mas estudiar solo, Una conferencia en la que cada uno dé cuenta de su trabajo, de sus investigaciones y de sus descubrimientos en presencia de an antiguo jurisconsulto, capaz de suplir lo que los jévenes hu- biesen dejado de descubrir, de conducirlos al punto preciso de las dificultades en sus disputas,'y de impedir que sean seducidos por falsos sistemas, seria sin duda el mejor medio para que sus estudios produjesen fratos tan perfectos como abundantes; pero es dificil prometerse esta ventaja en una cindad donde las ocu- Paciones crecen en razon de la reputacion que se adquiere; y donde algunas veces con conocimientos medianos, se tiene sim embargo apenas un instante libre. Las conferencias aunque entre jévenes soles, no dejan de ser todavia utiles para aproximarse 4 la verdad. Cuando se estd absolutamente aislado, hay esposicion de errar: y si este accidente acontece, ;cémo y cuando se per- cibiré? Es mas dificil que el mismo error seduzca 4 cinco 6 seis personas: 6 4 lo ménos los errores no serian enténces ui tam gro- Sepos, ni tin frecuentes, ni de tan larga duracion. Para formar una conferencia sobre las diferentes partes del derecho, seria yo de opinion de que, se.distribuyesen los mejores 76 . aulores que han tratado de la materia que es objeto del estudio, y que cada uno formase estractos del que le hubiese cabido en suerte. Si se halla en él un testo que examinar, como en el estudio del derecho romano 6 de costumbres, cada uno leerd con atencion el testo en particular, para preparar sus reflexiones 6 sus objec- ciones: en el dia de la conferencia se lee el testo en comun, y cada uno da cuenta de su trabajo. 4Se presenta ena cuestion im- portante, 6 una dificultad que merece un exdmen serio? aquel de los individuos 4 quien los libros que forman su parte dejan mas lugar para la préxima conferencia tendra obligacion de exa- minar y discutir la cuestion. Yo he sido miembro de una conferencia donde esta clase de cuestiones eran el objeto de causas, que dos abogados de la con- ferencia defendian el uno contra el otro, en un dia sefialado; pero es preciso para esto que la confereucia sea algo numerosa, y Do es siempre en aquellas que se componen de ua gran nume- ro, en las que el trabajo es mas activo. Despues de haber con- cluido un tratado particular, se debe hacer la relacion del resul- tado de las conferencias; sin esto se perderia el froto de sus in- vestigaciones. Seria de desear que cada uno lo redactase aparte para si mismo: Sin embargo, como es preciso un ciertu espacio de tiempo para hacer una redaccion con cuidado se le debe en- cargar i aquel que se juzgare mas capaz; él habrd de estudiar ‘un autor ménos voluminoso que los de los otros; pero no se es- ceptuard de la lectura de los testos. El honor que ¢l recibird, por Ia eleccion de sus compaiieros, debe inspirarle un ardor mas vivo por el estudio: dntes de poner nada por escrito examinard todo lo que los otros han dicho, revisard sus apuntes, se asegurard de su exactitud. Leida la redaccion y reformada publicamente en la conferencia, cada uno podra mirar su contenido, como su propia ‘Obra. . Nuestro jéven candidato sabe lo que debe formar el objeto de sus estudios; sabe el drden en que debe disponerlos; no le faltan mas que libros, estos son los instrumentos de sa nueva profesion. ‘Si él tiene gusto para el estudio él lo tendrd ciertamente tambien 77 para los libros. Dejadle, sefior, salisfacerse respecto 4 este parti- cular: el gusto de los libros no es ruinoso cuando se compran para estudiarlos; y este es el plan que un abogado debe seguir para formar su biblioteca. Yo distingo tres clases de bibliotecas enel numero de Jas que pueden entrar en el prospecto de on particular ,6 se reanen gran nimero de libros de todo jénero: esta es la biblioteca de aquel que, ayudado de la fortuna, es bas- tante feliz para poder entregarse libremente 4 las ciencias. O se basean libros raros, sea por la belleza de sus caractéres, sea por Ja fecha de su edicion, sea por la materia de que ellos tratan: esta es la biblioteca de un curioso. O en fin se reunen los mejo- res libros en un jénero de conocimientos al que se estd entera- mente dedicado, y algunos libros elejidos sobre los conocimien- tos accesorios: de esta ultima especie debe ser la biblioteca de un abogado. Poco considerable en un principio, ella se estende- rd despues sobre el mismo plan: los libros de derecho formardn Ja base: es preciso aiiadir 4 ellos un poco de historia y de lite- Tatura. El cuerpo del derecho, las institaciones de Vinnius y los otros libros que he nombrado en el curso de esta carta, serdn los pri- meros de la biblioteca de aquel que se destine al foro. Pero seria demasiado Jargo'entrar aqui en una relacion detallada de todos los libros que un abogado debe procurarse sucesivamente. Yo prefie- ro enviar 4 vuestro hijo un catdlogo, que le formard el plan de una biblioteca de derecho completa, 4 lo ménos segun mis ideas. No le dard el titulo de todas las obras de derecho, porque en su numero hay muchas que no le serian de nigana utilidad; basta indicarle las mejores, 6 aquellas que pasan por tales: yo afiadird al titalo de muchos libros algunas notas; y eu cuanto me sea posible le manifestaré en qué aiio el libro aparecié por laprimera vez, y cual de sus ediciones es preferible. Ve aqui, si no me engaiio, todos nuestros preliminares estable- cidos. La primera vex nos ocuparemos seriamente.del estadio-del derecho, despues del estudio del derecho nataral y publico, y del derecho romano. — Tengo el honor de ser etc. 12 SECCION III. SOBRE EL ESTUDIO DEL DERECHO NATURAL ¥ PUBLICO, Y SOBRE EL DEL DERECHO ROMANO. (Tercera carta de Camus.) Las leyes mas sabias cuya aplicacion es mas universal, no son, sefior, sino el desenvolvimiento de la ley natural, escrita en nuestras almas por el soberano lejislador: de aqui la necesidad de esindiar el derecho natural ; las consecuencias de los princi- pios que se hayan meditado, se entenderia mucho mas ficil- mente. Antes de pasar de la consideracion de las leyes natura- les, dictadas 4 todos los hombres sin distincion, 4 las ultimas consecuencias que determinan los deberes de cada ciudadano, hay relaciones que hacen insensible en cierta manera la gradua- cion de estos principios, desde su orijen hasta sus consecuencias mas remotas; asi se pueden examinar Jas reglas de derecho de nacion 4 nacion. En este primer estado, la aplicacion de los prin- cipios del derecho natural es mas jeneral y mas libre; ella no esti todavia limitada por esta multitud de leyes particulares que, naciones diferentes no tienen derecho de imponerse unas d otras; esta es aquella parte del derecho que se llama el derecho de jen- 79 tes, y algunas veces tambien el derecho publico. La denomina- cion propia de derecho publico me parece convenir mejor al de- recho jeneral de cada nacion, 4 Jas leyes que reglan su consti- tucion: bajo este punto de vista, el derecho pablico formaré to- davia ana graduzcion entre el derecho de jentes y las leyes que gobiernan 4 cada particular, y reglan sus propiedades y sus ac- ciones. En fin, se pueden considerar las leyes en jeneral, haciendo abstraecion de toda ley escrita , examinar cuales son las mejores leyes, y que inconvenientes deben resultar de tal ley particular establecida, 6 que haya de establecerse. Este estudio forma, ha- blando con propiedad , la teoria de las leyes: la meditacion del derecho natural no ha sido estraiia 4 los autores antiguos. ;Qué es tratar de la distincion de lo justo y de lo injusto, asi como Ciceron lo ha hecho on sus libros de los deberes, y Platon en su republica, sino desenvolver los principios del derecho natural, aplicindolos 4 la moral? La teoria de las leyes no les ha sido pues desconocida. ;No existe un tratado de leyes de cada uno de los autores que acabo de nombrar? En fin, ellos han hablado tambien de las Jeyes que deben observarse de nacion 4 uacion, y de los principios constitativos de los gobiernos. En siglos ménos dichosos, estos bellos conocimientos, tan dignos-de interes, por la vasta estension de su objeto faérou despreciados. Doctores tinicamente ocupados en escribir comen- tarios, glosas y distinciones con pretensiones de filosdficas, sobre leyes que no entendian, faltos de luces suficientes relativameute d la parte histérica de estas leyes, no podian elevarse 4 la con- templacion sublime 6 del derecho natural, 6 de la lejislacion on jeneral. Grocio debe ser mirado como el restaurador de este jénero de estudio. Su Tratado de derecho de la guerra yde la paz fué recibido con un aplauso casi jeneral. Bien pronto otros sabios se elevaron a la misma altura que Grocio y algunos lo han supera- do. La obra de Montesquieu bastaria para autorizar 4 decir que la teoria de las leyes ha sido tratada con un suceso’ igual. De ta 80 misma manera han sido bien desenvaeltos los principios del de- recho de nacion 4 uacion. El derecho piblico solo, tal como lo he definido, permanece todavia cubierto, en gran parte, de un velo que es dificil levantar, independientemente del estudio exacto de los monumentos enfadosos de la edad media, que seria necesario para llegar 4 este fin, se concibe que hay grandes in- lereses que se oponen 4 que este velo sca absolutamente descorrido, (1) 6 al ménos 4 que se permita descorrerlo entera- mente. ; Los hombres poderosos tienen tanto interes en mante- ner en Ja ignorancia 4 los hombres de una clase inferior! Veamos en las diferentes especies de derecho de que acabo de hablar, lo que 4 an abogado jéven puede ser itil conocer. Es conveniente que tome una idea del derecho natural. Yo creo haber dado una razon suficiente haciendo observar que un gran némero de leyes no son sino el desenvolvimiento de los principios de este derecho. Por una consecuencia de Ja’ misma reflexion, pienso que es venlajoso adquirir desde luego estos co- nocimientos; su estudio por lo demas puede no ser largo. Zl tra- tado de los deberes de Ciceron cuya lectura he aconsejado ser- vird de introduccion 4 esta parte, Que se lea despues el tratado de Grocio, del derecho de la guerra y de la paz; el de Puffen- dori de fos deberes det hombre y del ciudadano; et tratado fi- losdfico de las leyes naturales por Cumberland (2). Creo que estos estudios serin insuficientes para empezar, ollos inspirardn el gusto para otros libros del mismo jénero. Se puede hoy elejir, en esta materia, entre un gran nimero de autores; yo indicaré sus nombres 4 fuestro hijo en el catdlogo que he prometido enviarle. (1) Mr. Camus eseribia bajo un goblerno absolato, -{2). Yo indicagia con preferencia los principios del derecho natural y de jentes de Borlamaqui. Bsta obra es mas metédica, mas clara, mas moderna y, de upa erndicion mas egeojida. 81 El derecho de jentes debe ocuparle ménos; no es ni un mi- nistro ni un publicista lo que nos proponemos formar. El derecho publico en el sentido que yo lo he definido, seria mas digno de sus estudios, sino en cuanto 4 la consideracion de todas las for- mas de gobierno, 4 lo ménos en cuanto a la de aquel bajo el. cual vive. Yo separo todavia de estos primeros afios lo que he denomi- nado la teoria de las leyes. Habria, sin dificultad, muchas re- formas que hacer en un gran numero de leyes y estos son preci- samente los vicios de la lejislacion que hacen que yo no permita 4 un jdéven ocuparse demasiado de su teoria. Imbuido en princi- pios de los cuales algunos son de una verdad palpable, se creeria en estado de reformarlo todo, no estudiaria las leyes, sino las juzgaria en su tribunal; no le oiriais hablar sino de proyectos y de variaciones que no valdrian nada, porque au jéven no tiene una madurez perfecta, ni una esperiencia bastante consumada para ser lejislador ; peto mientras que él se ocupase en hacer le- yes qne no existirdn jamas, olvidaria instruirse de las que exis- ten. Ocupado enteramente en gobernar una repiblica ideal, no se hallaria en estado de responder 4 sus conciudadanos sobre las leyes que los gobiernan (1). La teoria de las leyes no debe ser de ninguna manera desde- fiada; ella suministra en Ia aplicacion de las leyes particulares reflexiones juiciosas; pero este es un estudio de un jurisconsalto ya instraido. Remitamos pues 4 otro tiempo la lectura del Esprit (1) Este es el cargo que sale hace dla escuela filosdfica, Ocupada solo de ideas especulativas, desprecia la prictica; dedicada enteramente 4 lo que debe ser, se desdefia de instruirse de fo que ¢s. Asi pasa por ser inhabil para los negocios. Al contrario el abogado debe intes de todo ser un hom- bre wil y prdetico, y sin despreciar el estudio y la consideracion de lo me- jor, debe couocer lo positive, adberirse 4 ello, y decir cou autoridad 4 los * tedrieost haced wariar la ley, yor lo consiento,’pero en consiguiéndola sabed’ someteros & ella: dura lox sed lea. 82 - des Lois y la de los libros que tratan de la misma materia. Apli- quémonos 4 las ciencias pricticas, y despues de haber aprendido los elementos del derecho natural, entreguémonos al estudio del derecho romano. : , Eluombre del derecho romano anuncia un cuerpo de leyes estranjeras, pero este nombre no debe imponer ni hacer creer que no se trata aqui sino de un objeto de curiosidad 6 de eradi- cion. Sin entrar en la cuestion de saber si el derecho romano es el derecho comun, en defecto de derecho y costambres propias, yo observo que en él es donde se hallan los principios exaclos sea sobre las convenciones, sea sobre las cuestiones testamenta- rias, y sobre otras materias no ménos importantes. El conoci- miento de las leyes romanas es pues esencial, ora porque ellas estin aun en gran parle vijentes, ora porque suministran al ju- risconsullo axiomas cierlos, principios conslantes, que formardn "wo dia la base de demostraciones sabias en las cuestiones mas abstractas. Parece , para servirme de las espresiones de Mr. D'Aguesseau, que la justicia no ha revelado plenamente sus mis- lerios sino 4 los jurisconsullas romanos. (Tomo 1.° de sus obras, paying 157.) El cuerpo del derecho romano esta compuesto de cuatro par- tes, las Institatas, las Pandectas 6 el Dijesto, el Cédigo y las Novelas. El estudio de las Institutas ha entrado en el plan. de estudios del primer aiio, y yo os he hablado de este libro en mi segunda carla; pero es cooveniente volver 4 tratar de ¢l aqui, con motivo de las aclaraciones y adiciones que contiene relati- vas i algunas decisiones de otras partes del derecho romano. Las Pandectas, segan su ctimolojia deberian comprender la univer- salidad del derecho romano; esta es une compilacion de los es- tractos-de las obras de los jurisconsullos mas eélebres que yivie~ ron bajo los emperadores 4 la que Justiniano did fuerza de ley. Cada estracto de un jurisconsulto es Namado una fey; estas leyes estin colocadas bajo diferentes titulos, y los titalos estén distri- buidos en cincuenta libros, El Codigo es otra compilacion dife- rente que igualmente tiene fuerza de ley, y en la que se han 83 incluido los rescriptos emanados de la antoridad imperial, cayas disposiciones Justiniano juzgé 4 propdsito conservar. Estén colo- cados bajo diferentes titulos como las leyes del Dijesto y el total de los titulos esté dividido en doce libros. En fin las Novelas son edictos de Justiniano que alteran é interpreta Dijesto y del Gédigo, 6 que han sido espedidas sobre materias de las cuales no se habia hecho mencion en Ja una ni en la otra de estas compilaciones.Se hallan ordinariamente en el cuerpo del derecho, 4 continuacion de las Novelas de Justiniano otras No- velas 6 edictos de los emperadores Justino, Leon, etc.; pero es- tos edictos merecen por si mismos poca atencion, no se les mira como parte del derecho romano, ni tienen fuerza de ley en las provincias donde el derecho romano estd en observancia. En igual caso esti el Tratado‘de feudos que se afiadié al cuerpo del derecho, y que no es otra cosa que la obra de un particular es- rita en el siglo XII, por Obert de Orto. Se puede tomar una noticia mas circunstanciada de las diferentes partes que compo- nen el derecho romano de la manera de citarlos, y de los titnlos del Dijesto y del Gédigo, ew el Manual de Santiago Godefroi. La ciencia del derecho romano es pues el conocimiento per- fecto de las Institatas, de las leyes del Dijesto, del CGédigo y de las Novelas. Luego ,qué es lo que se entiende por conocimiento de las leyes? Ellas mismas lo han definido: no es retener en la memoria sus palabras, sino haber penetrado sn espiritu y su sentido: de otra manera se separaria de su disposicion, en el Momento mismo en que imajinase que la seguia mas escrupulosa- mente. Penetrar el espirita, la intencion, el fin de las leyes, he aqui el objeto que el abogado debe proponerse. E] Dijesto es la coleccion donde el derecho romano esté tra- tado mas estensamente, y donde mas abundan los principios; ¢1 debe pues ser la base del estudio del derecho romano, y 4 ¢l se referirdn las otras partes de este derecho, es decir, que se adi- cionard 4 cada titulo del Dijesto lo que puede ser relativo 4 él en el Cédigo, en las Novelas y en las Institutas. Se adicionarin tam- bien en su lagarlas cuestiones que se hallen decididas' en lay las decisiones del 84 Institutas, en las Novelas, y que no lo estin en el Dijesto. Por ejemplo, despnes de lo que se dice en este libro sobre los con- Iralos que se perfeccionan con el consentimiento, y sobre los que exijen ademas 6 la tradicion, 6 una cierta férmula de palabras, se veri en las Institutas lo que se dispone sobre los contratos que no se perfeccionan sinv despues de haber sido redactados por escrito. El drden del Dijesto ha sido algunas veces criticado, y seve- ramente reprobado, aun por personas que, segun las apariencias, le conocian muy poco. Se ha censurade la colocacion de las ma- terias, la forma de los estractos de los jurisconsultos; en fin la disposicion de las leyes, bajo sus diferentes titulos. Un gran nd- mero de estas se ha creido fuera de su lugar, y se ha atribuido a este desdrden la dificultad que ofrecia su intelijencia. Otros han pretendido que ciertos lugares no eran’ obscuros, sino por- que los estractos de que habian sido formados se hallaban tran- cados, de manera que, no conociendo ni lo que precedia, ni lo que seguia, era imposible penetrar el sentido. del jurisconsulto. . Una observacion que acaso os sorprenderd, es que los dos fran- ceses que mejor han conocido el derecho romano han seguido un método diametralmente opuesto para facilitar su estudio. Cuyas, esplicando las leyes en sus escuclas, reunia todos los estractos de un mismo jurisconsulto que estan dispersos en el Dijesto: no era, para hablar con propiedad, el Dijesto lo que ¢l hacia estudiar, sino d Ulpiano, Paulo, ete. Al contrario Mr. Pothier, en sus Pandectas ha multiplicado las divisiones; ha conservado la misma distribuciou y el mismo érden de libros y de titulos, pero ha cambiado el drden de Jas leyes contenidas bajo estos titulos; al- gunas veces ha dividido lo que no forma-sino una ley en el Di- jesto; y ha distribuido sus diferentes partes en muchos. titulos. El método de Cuyas es mas propio para conseguir la intelijemcia del verdadero sentido de los jurisconsultos; el de Pothier reune, bajo un solo punto de vista, todo lo que es relativo 4 una misma cuestion. Es pues preciso en la practica aprovechar las ventajas del uno y del otro. 85 Como Triboniano ha tenido acusadores, ha tenido tambien defensores. El orden que él ha seguido puede no estar exentode defectos , pero tiene su utilidad. Yo pienso que en una profesion en la que no hubiese otro estudio que hacer que el del derecho romano, y en una provincia donde este mismo derecho fuese la unica ley, se haria bien en seguir exactamente los titulos del Digesto, mas por lo que respecta 4. un abogado , no le doy abso- lutamente el mismo consejo: 1.° porque es dificil que tenga el tiempo necesario para ver con la misma estension y con una igual atencion , todas las partes del derecho romano ; 2.° porque no es posible que espere 4 haber acabado enteramente sus es- ‘tudios para usarle. Es preciso , pues , que empieze por las mate- rias mas importantes y de un uso mas frecuente. Todas las leyes se refieren A la conservacion y 4 la tranquili- dad de la sociedad para la que han sido establecidas. La socie~ dad se conserva por las obligaciones que sus miembros contraen entre si; se perpetua por sus sucesiones, que transmiten sin cesar 4 nuevos poseedores las diferentes porciones de la masa de bienes de que ella goza. El orden de la sociedad se turba por los delitos de los que la ‘componen ; y se restablece por el castigo de estos delitos. En fin, desde que se supone la existencia de las leyes, son necesariosjueces encargados de su ejecucion, ante los cuales se pueda acudir, sea para castigar 4 los que alteran la tranquilidad ‘pablica, sea para compeler 4 los que rehusan someterse espon- ‘tineamente 4 las leyes que reglan las convenciones y que deter- minan el orden de las sucesiones. Asi, pues, todo lo que esta recopilado en el Digesto y en las otras partes del derecho romano, se refiere, 6 4 los contratos que se formar entre los hombres, 6 4 las sucesiones que hacen pasar 4 nuevos miembros de la sociedad los bienes de otros que Ja muerte ha arrebatado, 6 4 los juéees ante quienes se ejerci- ‘tan las acciones relativas 4 estos diferentes objetos , 4 en fin, & Jos delitos cuyo castigo hace entrar 4 los culpables en el orden que ellos habian interrumpido. Tal es-el plam general que yo concebiria para el estudio del derecho romano, y siguiénddle, Jos tratados mas considerables y los mas esenciales ocuparian.el tiempo dutante el coal ; un jo ven abogado puede éntregarse libremente al sl ‘sin sor tor 86 davia distraido por los negocios. Respecto 4 los diferentes tribu- nales del imperio romano, 4 la forma en que en ellos se seguian las acciones que se habian intentado, y 4 las penas que se pro- nunciaban contra los delitos , estas materias serian estudiadas sueesivamente. Ellas no son de ninguna manera indiferentes; se habia tambien tomado wna noticia de ellas , en las institutas , 6 en algunos otros libros de que hablaré ; pero.no se entregaria 4 su estudio, sino despues de haber comenzado por formarse un caudal de principios sobre las partes del derecho romano mas andlogas 4 las cuestiones que se presentan diariamente. Seria facil subdividir este plan general, y colocar bajo la sub- divisionés, cada uno de Los Litulos del Digesto. Asi para conocer las leyes relativas 4 las obligaciones, se empezara por tralar de Jas que nacen de los contratos; despues de las obligaciones que son la consecuencia de lo que los romanos llaman cuasi contra- tos: se ocuparé en seguida de las obligaciones que se contraen por otros, llamadas accesorias ; en fin, de las causas que anulan Jas obligaciones , de las diferentes maneras de cumplir aquellas que han sido contraidas conforme 4 las leyes. Lo que mira.4 las sucesiones, sera dividido en dos partes: porque el orden de las sucesiones es reglado por la voluntad del hombre, segun el poder que le d4 la ley, 6 bien, la yoluntad del hombre enmudeciendo ; este orden es determinado por la Jey sola. So empezard por discutir lo que es necesario para tener Ja capacidad de testar, y las condiciones requeridas para hacerlo de una manera valida:.en seguida vendra el examen de lo que Jos romanos disponen sobre las diferentes clausulas de institu~ clones, de sustituciones, y de legados particulares. La segunda parte sera relaliva-4 las sucesiones ab infestato. Se formaré un plan igual para lo que mira 4 las acciones, & Jos jueces, 4 los delilos: Se ordenardn segun este mélodo todos. Jos titulos del Digesto, ydel codigo; y se llegara por este orden Aexaminar las diferentes partes del derecho romano, comen- zando por la que es la menos dificil, 4 saber, los principios de las convenciones, pasando desde aqui 4 las cuestiones abstrac- fas, pero importantes de la interpretacion de la yoluntad de los testadores, y acabando por los objetos, que aunque de un uso anenos frecuente, deben sin embargo ser conocidos para saber perfectamente el derecho romano. 87 El Digesto contiene dos titulos: el uno, dé la signifcacion de las palabras , de Verborum. significatione; el otro, de las reglas del derecho; de Regulis juris, que parecen ser titulos generales. Se preguntard, puede ser, por qué yo no recomiendo desde luego ‘su lectura. El orden en que Triboniano los haeolocado, bastaria para justificarme , porque son los dos ultimos tilulos de la com- pilacion : y ved aqui por qué han sido colocados al. fin. Es peligroso, en derecho, querer establecer reglas generales. Son Jas circunstancias las que deciden de la aplicacion de las leyes. Se espondria 4 adquirir ideas falsas, si empezase por cargar su memoria de los principios contenidos en los dos iltimos titulos del Digesto, mirandolos como axidmas siempre igualmente sus- ceptibles de aplicacion. Es preciso desde luego estudiar los principios, pero notando al mismo tiempo sus escepciones , ¥ las circunstancias cuyo concurse es necesario para usarlos. Guan do se ha legado asi 4 entender el verdadero sentido de los prin- cipios, os conyéniente recordarlos, y retenerlos como maximas importantes ; esto es lo que ha sido ejecutado en parte en los dos titulos del Digesto: de Verborum signifcatione et de Regulis juris. Pero esta coleccion es mucho mas completa en las Pandectas de Mr. Pothier, sobre todo con relacion al titulo de Regulis juris. Un abogado puede terminar el estudio del derecho romano por la meditacion de esta parte de la obra de Mr. Pothier. Esto sera para él un resiimen de todo lo que hubiere visto de esencial en el cuerpo del derecho. Despues de haber dado & yuestro hijo una idea general de to- dolo que forma el derecho romano, hablémosle de la manera de estudiarle. {Se limitard al testo de las leyes? yOjeard todos Jos comentadores? j Preferiré un cierto nimero? ,A cudles se ad- herira? En una palabra, ,por qué camino Megurd al fin que ya le es conocido? Yo le supongo instruido, en general, de la historia de la Re- publica y del Imperio romano, pero hay ciertos tratados partir culares, y costumbrés:antiguas, vtiles para la inteligencia de las eyes, y de los cualés no habran hablado los autores que él ha- bré leido, 6 sobre los cuales han pasado muy ligeramente. Es preciso todavia estar bien enterado de las revoluciones que el de- recho romano ha esperimentado, y de todo lo que mira 4 los ju- risconsultos, 4 su autoridad, 4 sus diferentes sectas, al fondo de 88 sus sistemas. Muchos autores han recopilado las antigiiedades ro- manas relativamente al estudio de las leyes; otros. han escrito la historia del derecho romano; pero nadie me parece haber Ilena- do estos dos objectos con tanto suceso, y al mismo tiempo con tanta brevedad como Heineccio. Este célebre profesor aleman que se habia instruido con Ja lectura de los mas sabios juriscon- sultos, y particularmente con Ja de Cuyas, ba reunido en sus doctos escritos las mas importantes de sus observaciones, aha- ditndoles sus propias reflexiones , siempre interesantes. « ‘De Mr. Terrarson hay una historia del derecho romano, que contiene escelentes cosas; pero ella forma un volumen en folio, ‘y esto es demasiado para una obra que no est4 destinada sino para un estudio preliminar. A la verdad, los preliminares son esenciales ; y yo desearia que se pudiesen hacer tales estudios preliminares, que en seguida se entenderian las leyes tan facil- mente como las entendian los que las escribieron: pero si los preliminares son demasiado largos, no quedard tiempo para el estudio, objeto de tan larga preparacion. Las antigiiedades romanas, y la historia del derecho romano de Heineccio , no son sin embargo los solos preliminares de que yo querria hacer préceder el estudio del Digesto; me parece que seria conveniente leer adémas la introducion que Domit ha co- locado 4 a cabeza de sus leyes civiles: ella recuerda principios generales, que nunca serdn demasiado profundamente grabados en el espiritu. En fin, antes de estudiar una parte cualquiera del Digesto, yno es oportuno tomar una idea general de las materias conte- nidas en esta coleccion, y.de la disposicion de las leyes roma- nas? Basta para esto leer la parte del Manwal de Santiago Gode- froi, intitulado: Series Digestorum et Codicis. Se consultar& tam- bien con mucho fruto 4 Heineccio sobre el Digesto; es una es~ -pecie de compendio del Digesto , muy metodico. El autor proce- ‘dé en él, en cuanto le es posible, 4 la manera de los geometras. El establece, séa sobre un axiéma de derecho, sea sobre el testo de una ley ; un pequeho namero de principios fecundos, de los ‘cuales hace nacer como otros tantos corolarios todas las deci- siones que encierra el titulo que analiza. Os habeis-puesto en estado, por estas primeras lecturas, de entender-las leyes ; 1omad.su: testo, .y.estudiadle. Los autores 89 que han escrito sobre el testo , no han tenido por'objeto ni va~ riarle , ni adiccionarle, sino solamente facilitar su inteligencia; es decir, iluminar sus oscuridades, poner en claro los principios que no lo estin suficientemente, y conciliar las decisiones que parecen contrarias. Nose deben consultar los autores sino se- gun las miras que los han determinado 4 escribir: solamente cuando se halla alguna dificultad en la inteligencia del testo, 6 cuando se quiere asegurarse si se ha percibido bien su verdadero sentido, 6 en fin, cuando se teme no haber comprendido bas- tante bien la fuerza de las espresiones 6 la estension de las deci- siones que ellas pronuncian. Una multitud de jurisconsultos han publicado , los unos co- mentarios generales, los otros tratados parliculares sobre el de- recho romano. Hay muchos de cuyas obras se sacar bas- ante provecho ; y en los escrilos voluminosos de los otros se hallaré algun descubrimiento itil. Pero respecto 4 estos ul- timos , se pagarian demasiado caras las ventajas modicas que de ellos podrian sacarse leyendo sus inmensas obras ; basta cono- cer sus nombres para consultarlos en los casos estremadamente dificiies. Yo coloco en la clase de estos 4 quienes basta que se sepa recurrir en las ocasiones estremas , 4 todos los anliguos jurisconsullos que han precedido 4 Cuyas. Muchos tenian un es- piritu propio para interpretar las leyes; pero el gusto de los es- tndios y de la ciencia era malo cuando ellps escribieron; la me- nor decision esta agobiada bajo un farrago de cilas y de pasages, traidos bastante mal 4 propésito: las mejores reflexiones estan envueltas en una mullitud de superfluidades. El tiempo es de- masiado precioso y demasiado corto para leer 4 Bartulo, y 4 Bal- do, y 4 Jason y 4 Decius, y al mismo Alciato, aunque su erudi- cion no sea de un género comun, El siglo de Cuyas es Ia época de una nueva edad de la jurispru- dencia. Se vé venir despues de ¢l 4 los dos Godefroi, 4 Santiago y 4 Dionisio, Duaren, Fabrot, Mornac, Vinnio, Perez, J. Voet, Heineccio, y otros. Yo podria alargar esta lista, pero ya be mombrado un nimero demasiado escesivo para que sca posible leer al mismo tiempo las obras de tantos autores ; es preciso ele- gir y fijarse en algunos , 4 lo menos para los casos ordinarios. Esta mullitud de comentadores, cuyo grande mamero nos impide aprovecharnos de sus luces , me sugiere una reflexion; y 90 es que los hombres de letras han mostrado mas desinterés y me- nos amor propio cuando han querido procurar Ja inteligencia de sus libros clasicos, que los jurisconsultos cuando se han propues= to desvanecer las dificullades que se ballan en las fuentes del derecho romano. Los lileralos, viendo que sus autores empeza- ban 4 ser agobiados bajo una multitud de comentarios dificiles de conciliar , y en gran parte indtiles, han cesado de hacer nue- vos comentarios; han estraclado lo que cada uno habia dicho mas necesario y sensato; han formado un comentario continuo, que ofrece bajo las diferentes partes del testo aclaraciones co= modas, y que espone sobre los pasages dudosos las opiniones contrarias de los sabios. Esto es lo que ha dado origen 4 la co- leccion de autores, conocida bajo el nombre de Variorum, que sin embargo prometia mas de lo que ha dado; y despues dla edi- cion tan estimada de las obras de Ciceron, por el Abate de Oli- vet. Al contrario nuestros jurisconsultos , sin asustarse del nu- mero de comentadores que los habian precedido, han querido aumentar su nimero; han sido celosos de publicar obras que Hevasen su nombre, y que fuesen miradas como propiedad su~ ya. Sin embargo de que muchas veces una gran parte no eran sino el estraclo y aun tambien la copia exacta de lo que ellos ha- bian leido en otras. De aqui resulta, que aungue el cuerpo del derecho sea uno de los libros sobre los cuales se ha escrito mas, no sea una obra mas inmensa que la coleccion de los comenta- dores reunidos sobre el plan de Variorum. Pero cuanto tiempo y cuanto gasto tambien una eleccion igual hubiese aborrado 4 los jurisconsultos? Su biblioteca podria disminuir en un millar de voldmenes , sin perder nada en el fondo de las cosas. Por lo demas no es este lugar de formar proyectos, todavia menos de esperar, para estudiar, 4 que sean ejeculados. Cuyas es el mas seguro intérprete de las leyes romanas, y al mismo tiempo elmas inteligible. No estaria de mas, en los pri- meros tiempos sobre todo, el tenerle siempre, en cuanto fuese posible, abierto al lado del testo. Se empezaria por leer el testo solo, y en seguida se aseguraria, viendo la interpretacion de Cuyas, si se habia percibido el sentido de la ley, y si se habia fijado la atencion en todos los principios que ella contiene ; se sabria al mismo tiempo cuales son Jos testos-coutrarios 4 aquel que se ha leido, y la solucion que 4 ellos puede darse. Yo creo 4 que el comentario de Cuyas debe bastar para las leyes que él ha esplicado; se puede solamente dirijir todavia una ojeada sobre las notas de Godefroi, que indican exactamente los testos seme= jantes que se han de confrontar , y los testos contrarios que se han de conciliar. Con respecto 4 las leyes que no estan comentadas por Cuyas, si las reflexiones que se estéen estado de hacer por si mismo, no bastan para entender un sentido, se puede recurrir entonces 4 la glosa , para ver en ella la especie de la ley , es decir, laespo- sicion del caso 4 que la respuesta del jurisconsulto se aplica. Es- as especies estén algunas veces bien determinadas, y ellas fa- cilitan [a inteligencia do Ia ley ; pero es casi todo lo que es pre- Preciso buscar en Acurcio. Otras veces la autoridad de su glosa era esclusiva, y se la daba mas autoridad que al testo mismo. ‘Despues ha caido en un total deserédito; se encuentran en ella contradiciones perpétuas. Algunos han intentado disculpar 4 Acurcio de estas contradiciones: se pretende que ellas provie~ nen de que al referir las opiniones de los que le habian precedi- do, se habia contentado con afiadirles las letras iniciales de su nombre, letras que poco 4 poco han sido olvidadas , y han desa- parecido asi de la impresion; pero no ¢s menos cierto por esto que las contradiciones existen. Es una mala guia la que os con- duce sin cesar al principio de dos caminos , sin indicaros los mo- livos que hay para preferir el uno al otro. Despues de haber visto la especie de la ley , se consultara las notas de Dionisio Godefroi, ellas son buenas , aunque contie- nen algunas superfluidades., y serian mucho mas importantes si Godefroi hubiese conciliado los testos que cita como opuestos, El sentido de la ley queda todavia dudoso , 6 bien se cita una ley eontraria que parece diametralmente opuesta? Es preciso tener 4lamano 4 Perez; en su obra sobre el codigo interpreta Lanto las leyes del Digesto como las del codigo ; 4 Averanius, juriscon- Sulto Haliano, que ha trabajado felizmente en conciliar muchos testos que parecian contrarios; y 4 Noodlt, jurisconsulto ale- man : este ha dado algunas veces soluciones sibias y acertadas, y otras muy sutiles. Leemos en el Digesto muchas leyes relati- vas 4 las penas que fueron establecidas por los Emperadores Tomanos contra los célibes , y que han venido ser dificiles de entender, porque los jurisconsultos hablan en ellas de los me- 92. dios y de los frandes que entonces se empleaban para sustracrse 4 las leyes , medios de los cuales es dificil formarse actualmente ideas exactas. Heinecio ha ausiliado mucho la esplicacion de es- tas leyes, sobre Jas cuales ha publicado una obra particular. Las cuestiones selectas de Vinnio suministran luces abundantes so- bre los objetos especiales que él ha tratado. Si los testos de cu- ya interpretacion se trata son sacados, 6 de las instituciones de Gains 6 de las maximas de Paulo , 6 de los fragmentos de Ul- piano, se consultari 4 Schultinguis. Su obra es una recopila- cion de comentarios sobre Gains , Paulo y Ulpiano, poéo mas 6 menos por el gusto de lade Variorum, de que yo he bablado un momento ha, En fim , se puede leer con fruto 4 Binkershock, J. Voet, Monare, Duaren, y Gundeling sobre las Novelas. Pe- ro si despues de haber ojeado estos autores no se encuentra la solucion de estas dificullades, yo seria de opinion de que no se la buscase en otra parte. Estas dificultades insolubles son en muy corto nimero; y es util el saber que los mas sabios juris- consultos convienen en que hay en el cuerpo del derecho tes- tos inconciliables. Cuando se hubiese meditado en particular cada ley del titu- Jo que se estudie, sea enel Digesto, sea enel codigo, con lo que hay 4 ella relativo en las Institutas y en las Novelas, se debe volver 4 leer en seguida torlos estos testos, y ver en las Pandec- tas de Mr. Pothier, el mismo titulo, 4 fin de reunir todas las de- cisiones que se pueden referir 4 él, y que estan esparcidas en otros. titulos. Eu fin, para fijar en el espiritu los principios que resultem:de las: leyes, se terminard el estudio de los diferentes tilulos por la lectura de Perez sobre el Cédigo, 6 de Voet sobre las Pandectas. El uno y el otro han eserito sobre cada titulo; el uno del Codigo y el otro del Digesto, tratados en que han reuni- do y desenvuelto todos los principios que se refieren al objeto del titulo. Perez es mas conocidu y mas antiguo que Voet, pero hay contra él la objeccion de que es muy facil en ponerse en contradicion consigo mismo, conciliando lo que dice sobre las instituciones, con lo que dice sobre el Codigo. Voet es un poco mas estenso. Mr. Pothier, este profundo jurisconsalto de Orleans , que he nombrado tantas veces, nos ha dado escelentes tratados sobre muchas partes del derecho; sobre las obligaciones en general, 93 sobre la venta, el-arrendamiento, la sociedad,-el-préstamo, etc, Cuando vuestro hijo estudiare estas materias, puede cerrar sus otros libros, esceptuando siempre su Cuerpo de Derecho y Cu- yas: la lectura atenta de los tratados de Mr. Pothier suplira 4 to- dos los demas, y no le dejar ignorar nada de lo que debe sa- ber, Cuando haya Ilegado 4 los titulos de las servidumbres , estu- diard el tratado que Mr. de Laure ha publicado sobre este obje- to. Es preciso todavia que él halle el medio de ingerir en el cur- so de sus estudios la lectura de ciertos tratados particulares, muy importantes: por egemplo el de Hauteserre sobre las ficcio~ nes del derecho; el de Dumoulin sobre la diferencia de las obliga- ciones dividuales ¢ individuales; este altimo viene naturalmente con ocasion del titulo del Digesto de obligationibus. Ved aqui, sefor, un plan de estudio estenso. El celo de yues- tro hijo, su asiduidad al trabajo me aseguran que Io Ilenaré fa- cilmente. Yo comfleso que para, un joyep que, quiere tomar parte en todos los placeres, asistir 4 todas las sociedades, no dar al trabajo sino los resto de una mafana, cauya mayor parte ha sido | absorvida por la pereza, 6 por el descanso de la fatiga de la no- che, mi plan no vale nada; pero tampoco podré persuadirme de que con semejantes disposiciones se llegue nunca 4 ser buen ora- dor y sabio jurisconsulto. Yo cuento cerca de cuatro afios de un trabajo moderado, pero métodico y constante, para recorrer, de Ja manera que lo he concebido, todas las partes del derecho romano. Un abogado joven que en cuatro afios de estudio, su- piese perfectamente el derecho romano, habria dado pasos agi- gantados en la carrera que se proponia recorrer.— Tengo el honor ete. : SECCION. IV. ““ SOBRE EL ESTUDIO-DEL DERECHO ESPANOL. "El derecho espajiol no’ solo tiene por objeto el derecho dé particular 4 particular 6 privado, sino tambien wna parte del de recho piiblico del Reind ; la-distribucion de los diferentes tribu- nales, su compelencia, su subordinacion, y su estension. Este estudio ofrece dificullades que le son propias. No tenemos una coleccion completa que contenga todas las partes de que esté compuesto el derecho espaol: coleccion tanto mas necesaria, cuanto que este derecho debe ser el blanco principal de la apli- cacion del abogado, y al que debe dirigir sus estudios y medita- ciones con mas constancia; 4 lo que se agrega, para hacer mas urgente esta necesidad , la circunstancia de que los fundamentos de nuestra jurisprudencia estan enmarahados y esparcidos en una mullitud de cddigos compilados, segun el espiritu de legis Jaciones muy diversas, y aun opuestas; siendo por consecuencia imponderable el trgbajo con que se carga el legista al empren- a5. der el estudio de nuestras leyes complicadas, Facerionione contradictorias. Pero por lo mismo que esta consideracion hace sentir mas vie vamente la necesidad de seguir un buen método en el estudio de nuestro derecho, @ fin de disminuir, por su medio las difieul- (ades que su estado actual ofrece, procuraremos lrazar,el plan que nos parece mas conducente 4 la consecucion del fin pre; puesio. El estudio del derecho espaiiol debe, en nuestro. concepto, empezarse por la lectura detenida y medilada de su historia. Por ella se adquiriré el conocimiento de nuestros legisladores ; de las 6pocas en que-dictaron sus leyes: de log, usos, costumbres, ¥ del espiritu social y religioso que dominaba en aquellos tiempos, pueslo que tan poderosos agentes necesariamente buhieron de comunicar sus tendencias 4 la legislacion que bajo su imflujo se formaba; de los diferentes codigos en que nuestras antiguas y mo- dernas leyes se hallan comtenidas; del tiempo de sus respeclivas redacciones. y publicaciones ; de Ja autoridad de. que gozaron, y de la que actualmente gozan ; y. finalmente, de otra multitud de noticias y circundtancias, no solo utiles, sino tambien absolyta- mente necesarias para que el abogado pueda conocer la fuerza y uso del derecho espafol, é interpretarle con acierto, suplir- le por los medios en nuestro foro recibidos. Sobre este punto puede leerse la. Historia del derecho espaol, escrita por D, Anto~ nio Fernando Prieto y Sotelo; pero como este autor Hegd solo has- ta las leyes de las Siete partidas, y parece ademas que puso.igual cuidado en darnos.una cronica de Jos reyes de Espana, queuna historia del derecho espaiol; entrandose tambien en la averi- glacion de los:tiempos.oscuros y fabulosos, trabajo dla verdad poco 6 nada util, debe atadirse 4 su lectura para completar este ramo de instruccian, la del Arte histdrica y legal de). Tomds Mar nwuel Fernandes de Mesa, en cuya obra hajlara. el legista redaci+ do 4um-corto espacio sannhe. peetalia saber sobre tan-enenelal materia. ! ‘Una vez adquiridos los ‘conocimientos necesaries en, la! ‘histor ria de nuestra legislacion, debe convertirse desde luego toda la atencion deb-legista al ¢studio. de las mismas,leyes, cuyqorigen acaba de ayeriguar; estudio que,,awnque peneso por la disloga- clon de.aquellas,.no le.ofeegerA mucha navedad, ni grandes did 96 ‘oultades en Ja parle relativa 4 su inteligencia , puesto que esla- rainstruido 4 fondo en el derecho romano, de el cual no se aventura nada en asegurar, = es uma copia exacla nuestro derecho privado. Este estudio debe hacerse co nuestros eddigos, y en sus res- pectivos comentadores, leyendo y examinands unos y otros muy atentamente; pues por este medio se conseguird la adquisicion de una noticia completa de las leyes que han regido 4 la Espaha desde los mas remotos tiempos, hasta nuestros dias; se apren- dera 4 conocer su verdadero espiritu; y 4 distinguir las que han sido derogadas en todo, 6 en parte por la costumbre, 6 por otras eyes posteriores, de'les que hoy conservan toda su fuerza y au- toridad. bee Mas-como si es 1an importante obra no se procediese con la distincion y orden debidos, se correria riesgo de que la oseuri- dad y confusion que en otro caso habrian de originarse, vinie= sen 4 esterilizar e] trabajo en ella empleado, consideramos de dbsoluta necesidad el indicar el método que debe seguirse para Negar con seguridad, y con la mayor facilidad posible al fin e- nunciado.' ‘ \ ‘Las varias y estraordinarias vicisitudes que padecié nuestra Thonarquia en sus principivs, desde que la invadieron y ocupa- ron los cartagineses, han contribuido 4 que carezcamos del co- nocimiento y noticia de nuestra primiliva legislacion , impidién- donos poder recoger memorias de los tiempos de aquella revo- iucion y de los anteriores. Tomaron las cosas alguna consisten- cla y solidéz en la dominacion de los Romanos, cuando espelie= ron 4 los cartagineses; pero no duré mucho, porque A su ver fueron ellos arrojados por los Godos, y otros pueblos del Norte, que inundaron, y se apoderaron enteramente de Espana. Con vienen nuestros autores en que es ‘verosimil que los Romanos 4 tos principios de su imperio, permiltirian 4 los eapaholes vivir, segun sus costambres y usos, disponiéndolos poco 4 poco 4 que abservaran las leyes romanas; pero como estas no tenian mas de espaholas que su recibimiento, no nos parece contarlas come pertenecientes 4 nuestra legislacion, cuyo origen tomaremos do los.Godos', que fueron los primeros de quienes podemos decir, que establecieron leyes‘ en nuestra Espana para su gobierno; y asi es que sus codigos tambien son ‘los ‘primeros que, en el or- : 97 dén que para el estudio de nuestra legislacion vamos 4 estable- cer, deben ocupar la atencion del legista. - El Breviario de Alarico fue la primera coleccion de leyes de los Godos , pero este codigo apenas merece ser mencionado pa- Ta nuestro intento, porque estaba compuesto de los codigos Theo- dosiano, Gregoriano, Mermogeniano, y de las sentencias, é ins= lituciones de los jurisconsultos Paulo y Cayo, por disposicion del godo Anéano en el aho de 506, en tiempo del rey Alarico. El me jor de sus ejemplares es el de Sichardo, porque lo que 4 noso- tros nos importa, es saber cudles fueron las constituciones con- tenidas en dicho Breviario, y en aquella forma que las junto ‘Alarico ; pues asi solo fueron nuestras leyes, y se debieron ob- servar, alas cuales én la misma conformidad correspondieron jas costumbres y leyes posteriures. Pero los redactores de los demas ejemplares, recogieron otros fragmentos que se dejé Ala- rico, con lo que confundieron los establecimientos de este , y aun despues Cuyas observ que los Griegos guardaban una cons- tilucion de Hermogeniano, no inclusaen el Breviario; y Boe= cio dos insignes fragmentos del rito de la emancipacion, y de Ja cesion de derecho: todo Jo cual aunque sea muy provechoso para la jurisprudencia romana , no lo es para Ja nuestra. Mas en defecto del codigo de Sichardo, debemvs estimar el de Sculthin- gio por sus nolas en la parle que comprende; y despues el de Cuyas, por lener Jas glosas de Aniano, antes que el de Tilio, el cual debemos reputar por inferior. Bien asegurada su monarquia, quisieron los Principes Go- dos establecer tambien en Espana las leyes de sus mayores, y que fuesen comunes 4 los espaholes como 4 los suyos: para es~ to se hizo la coleccion que con el tiempo fue llamada Fuero de tos jueces, y aun despues corrompidamente Fuero Juzgo. A muchos Reyes se alribuye el principio de esta obra, 4 Eu- rico, Leovigildo, Sisenando , Chintila, Chindasyindo, Recisvin- do, y otros; pero dejando todas estas opiniones en su probabi- lidad, lo que parece mas fundado es que el autor de las primi- livas Jeyes de este codigo fud Eurico ; el que las corrigid, en- mend, y ahadié, Leovigildo ; y el que obligé a los espaholes 4/su-observancia, Chindasvindo. Esta coleccion se compone de cuatro géneros de leyes, unas que Levan la inscripcion de aquellos Principes de quienes fue~ 98 ron, otras son tomadas de los decretos de los concilios toleda- nos, otras que Ilevan el titulo de antiguas, y otras que no tie- nen inscripcion alguna. De las primeras hay variedad en los ejemplares, porque em unos se ponen mas leyes con inscrip- cion de Principes, y diferentes de las que tienen otros; y el asegurarse de cuales sean las que Lienen inscripcion, y si eso no verdadera, se puede con dificultad sin el colejo de varios ejemplares. D. Gregorio Mayans dice , que de las leyes anterio- res 4 Chindasvindo no hay ninguna que tenga el nombre de autor, sino dos que se aplican a Sisebuto. Pero en el cddigo latino de Pitheoy de Georgischio hay una de Gundemaro, y en elde Villadiego olra de Recaredo; de Witiza no hallé ninguna Sotelo; mas hay cuatro en el de Villadiegc, y una en el de Pi- theo. Para evilar estos y otros errores, es muy necesario el ejem- plar de Pedro Georgischio, que pone las variaciones que se ha- Man en wvuchos de los otros; y hubiera sido muy importante la edicion que de orden de Felipe [I se intenté hacer conforme al esmerado manuscrito de D, Gregorio de Zurita. Y es del ca so el que se tenga presente, que aunque se ballen en uma ley diferentes inscripciones en dislintos ejemplares, no.debe atri- buirse 4 error, sino 4 que fue de dos Principes que reimaron juntos, como Egica , y Witiza, 6 4 que fue corregida por el Prin- cipe mas moderno de los que se citan, aunque hubiese sido antes establecida por otro mas antiguo. Estas leyes se observaron no solo por el tiempo que duré el imperio de los Godos, sino tambien despues ,.aunque mo tan ge- neralmente, hasta que se publicd el Fuero Real, que general- mente derogaba cualesquicra otras leyes que las que en élse contenian , desde cuya ¢poca llego este derecho 4 perder total« mente suobservancia , sino. es en algunas leyes que.se Lraslada- daron 4 las recopilaciones posteriores. ... ‘ - Pedro: Pitheo fae. el primero que publicé este, eddigo « en Pa- ris el aio de 1879; despues, Villadiego le sacé & luz en Madrid enel aio de 1600; y Lindembrogio en las leyes antiguas en Franc- fort, ato de 1623, En el tomo 3.° de la Espaha ilustrada hay otro ejemplar impreso_en 1606. ¥ altimamente le publicé. Pedro Geor- gischio, advirtiendo Jas variaciones. que encontré en.otras.co- Plas. Ademas se. encuentran muchas de estas leyes en las colec- ciones de log concilios nacionales. : 99 De estos ejemplares el-mejor es el de Alfonso de Villadiego, asi por la provechosisima glosa que hizo 4 sus leyes , como por- que el orijinal de donde se sacé , es presumible que sea confor- me 4 la coleccion Egicana , que es la posterior de todas; pues in- cluye mas leyes de este Principe , y segun esto es la que debe ser mas atendida. Merece tambien mayor {é eslecjemplar, porque nos consta por eseritura publica, inserta'en 41, que fué sacado de origina- les archivados en la Iglesia-de Toledo, en cuya ciudad, como en Ja de Cordoba , debidse desde luego admitir la traduccion , por- que alli es donde mas continuamente permanecid la observancia de este Fuero; y asi aquellos ejemplares debemos entender que fueron los que califico el uso. continuo y antiguo de los espahio- les, y en-los demas puede haber muchas equivocaciones, y lle- van mayor-contingencia de ser los abrogados y apocrifos. Y so+ bre todo debe ser para nosotros de mayor autoridad , por estar escrito en castellano, en cuya forma se usd em Espaha por mu- chos ahos, anles, yal tiempo que se formaron las leyes del Fuc- ro Real, Partidas, y demas que ahora tenemos, y- adi conforme 4 este ejemplar debiéron tomarse , pues aunque nosea tanta la antigttedad dela traduccion cuanta han querido algunos, por la menos es sabido que se hizo en tiempo del Rey San Fernando, anterior 4 D. Alonso el Sabio, y demas legisladores nuestros, y todos concuerdan en que de muy antiguo se tradugeron estas le- yes, y desde entonces se debieron observar asi, porque no-es creible que se tradujesen con otro objeto. En defecto del Cédiga de Filladiego, es: muy estimable el de Pedro Georgischio, Por las Yariacionés que nota haber encontrado'en' otros. A mas de Villadiego escribid anotaciones 4 este fuero D. Diego de Cobarrubias, las que perfecciond su hermano y las’ publicd, pero se tiene poca noticia de esta obra. Finalmente, no es cier- to que Gaspar Baeza; Rodrigo 'Suarex, y Juan Lopes Palacen; am yan escrito sobre esta coleccion. Con 14 invasion de‘los miorés, 61 Fusro duago perdi tn obser. vancia de ley general, y las mas de ‘las cindades de Espaha, se gobernaron por réscriptos y lauded; viendo ef perjuicie-que de no tener leyes ciertas se seguia, ademas de ser dichos arbitrios muchas veces injustos ¢ irracionales, el Sabio Rey D. Alonso pax ra darlas como convenia en sus dominios, hasta que pudicse ha- 100 cerlas mas cumplidas, hizo el libro. de los consejos de Castilla en el afo de 1254, Llamose despues esta coleccion Fuero Real, y Fuero de las le- yes, que es como comunmente se cita. El dnimo del legislador de este fuero no parece que fue de que se obedeciese generalmente, sino donde no hubiese leyes ciertas, reservando el dar establecimientos generales para cuan- do promulgase la grande obra de las Partidas, y asi es que solo lo dié 4 algunas ciudades, y no A los de Leon, porque guarda- ban las leyes de los Godos. El estudio de este fuero debe hacerse en el ejemplar de don Diego Montalvo, publicado en Salamanca en el afo de 1596, por ser el que contiene mayores ilustraciones en estensos comenta- rios. Tambien pueden consultarse 4 Rodrigo Suarez, y 4 don Diego Valdés, que interpretaron algunas de sus leyes. Las obras de estos se imprimieron en Valladolid, aho de 1590, en Franc- fort en 1594, y en Dovayen en 1614. El orden cronolégico de nuestro derecho conduciré despues al legista al examen del inmortal codigo de las Partides, cuyas leyes, segun su mismo legislador, fueron tomadas de las pala- bras, ¢ de los buenos dichos que dixeron los sabios que entendieron las cosas razonadamente segun natura, y de los derechos de las le~ yes y de los buenos fueros que hicieron los grandes sefiores, ¢ los otros homes sabidores de derecho en las tierras qua hubieron de juz- gar. Este cédigo superior 4 las luces del siglo en que se formé, y del cual, ya se ha dicho lo que opiné Ciceron del libro de las leyes de Jas doce tablas, 4 saber: «que valen mas ellas solas, que todas las bibliotecas de los filésofos, si se mira su autoridad, y bondad;» es muy digno de la mas atenta y detenida considera- clon , pues ademas de encerrarse en él los principios mas lumi- nosos de justicia universal, es propiamente hablando la compi- lacion que contiene las leyes que forman el derecho comwn de la nacion espahola. Muchos son log someptadores de las leyes de Partidas, pero entre todos merece ser preferido Gregorio Lopez, porque este autor adelanté. mucho en Ja declaracion de las leyes, y em adver- tir las particulares utilidades de las correcciones del derecho ro- mano, de todo lo cual apenas notaron los otros, cosa alguna. Ademas de esto trabajé Lanto en la enmienda de los testos, qui- 4104 tandoles las equivacaciones de los amanuenses, que merecié que el sehor D. Carlos V mandase que su libro escrito en pergami- no se (uviese por original, para que por él se corrigiesen las pos- teriores impresiones, segun consta del Real Decreto que le acompafa. Como la noticia que ha de aquirirse de nuestra iegistacton no puede corresponder 4 su objeto sino es acabada y completa; Jo cual no se lograria si se omitiese el examen de cualquiera de sus partes, de aqui la necesidad de que el legista se ocupe tam- bien de la formacion, origen, y observancia de laa leyes, del eati- lo, de las del ordenamiento, y Recopilacton; consultando acerca de las primeras 4 su comentador D, Cristobal de Paz, que las did & luz en Madrid el afo de 1508; sobre las segundas 4 Montalvo, Diego Perez, y Ramirez de Mendoza; y finalmente, respecto & las de la Nueva Recopilacion 4 su principal intérprete Alfonso de Acevedo, que las glosé. estensamente. llustrado con tan utiles conocimientos , puede el abogado jow ven leer con aprovechamiento el Ensayo histérico eritico sobre la legislaeion de Leon y Castilla del Doctor dom Franeiseo Martines Marina, y aun facilitarse mucho la inteligencia de esta-obra por medio del estracto de ella, que bajo el titulo de Lecciones sobre la historia de la legislacion castellana publicd D. Antonio Rodri- guez de Cepeda. Despues, y como complemento de la instraccion que debe ad- quirirse de nuestra Jegislacion en general, por lo relative & sw parte tedrica, se pasara al examen de nuestro derecho, que’ po- demos llamar novisimo,, contenido en Ja Recopilacion que lleva este nombre, y en la coleccion de Decretos de don Fernan-. do VII y de las Cortes; debiéndose examinar con relacion & aquel cédigo el juicto eritico sobre el mismo del citado Marina; y los comentarios sobre las eyes. de Toro por Antonio Gomer. En.fin este estudio debe terminarse con el de la Jlustracion det. derecho Real de Espafia por D. Juan Sala, el dela Pri¢tica criminal de GuUerrez, y la lectura del Discurso sobre las eyes penales por el sefor Lardizabal, obras por su mérito preferibles 4 cuantas has- ta ahora han visto la luz en sus respectivos géneros, Pero no le basta al jurisconsulto haber adquirido tantos y ‘tan estensos conocimientos, en lo que puede Ilamarse el dere- cho general de Espana; porque ademas de estas leyes generales, 402 bay otras especiales cuyo: conocimiento no le interesa menos, por el frecuente uso que habra necesariamente de hacer de ellas en el ejercicio dé su profesion, tales son las militares, las ecle- siasticas, las mercantiles, las administrativas, municipales etc. etc., y de las cuales por consecuencia debera enterarse én las ordenanras-y cédigos particulares que las contienen, pues su ignorancia le desacreditaria con sus propios clientes , en los tri- bunales, y 4 los ojos del publico. Instruido él abogado en la parte tedrica de nuestro derecho por los medios que dejamos espuestos, debe convertir toda su atencion 4 la practica y estilos de-los tribunales. Por desgracia huestra legislacion en esta parte no es menos incierta, confusa, ydislocada que en todas las demas que comprende, razon por la que es) urgente, urgentisima la promulgacion de un eddigo dé procedimientos , que por medio de reglas uniformes y generales destierre la arbitrariedad que en tan esencial materia se obser- ‘va cada dia con notorio perjuicio de los litigantes y de la causa publica, Mas mientras esto se verifica, se podré aprender la practica forense que hoy se usa, empezando su estudio por cual- quiera de las obras elementales altimamente publicadas, conti- nuandolo en las Fnstitweiones del conde de la Cafiada, y conclu- yéndolo con‘el Febrero, libreria de jueces, abogados y escribunos, comprehensiva de los cédigos civil, criminal, y administrative, tanto en la parte tedrica., como en la prdctica, con arreglo en unto- dod la legislacion hoy vigente, por los sefiores Garcia Goyena, y Aguirre: obra que por su mérito corresponde 4 la laboriosidad y estensos conocimientos en lejislacion y jurisprudencia de sus ilastrados autores; finalmente , en el Diccionario razonado de es- tas dos ciencias que esté publicando D, Joaquin Escriche , halla- rive legista un poderoso'ausitiar para renovar con facilidad , y hallar‘siempre 4 la-maho las ideds que de ellas hubiere adquiri- do, 7 dun ocasion ‘de ‘aumentarlas, ptres'todo se lo puede pro- meter dela wtil publicacion del seer Escriche. ‘ i- SECCION V. SOBRE EL ESTUDIO DEL DERECHO. ECLESIASTICO. (Carta quinta de Camus, primera parte. (1) ). ‘Las leyes de que os he hablado hasta ahora, Sefior , concier- nen 4 la sociedad puramente civil ; ellas consideran 4 los hom bres como miembros de un estado politico , en el que deben go- zar pacificamente los derechos que le est4n concedidos ; ellas no tienen otro objeto que el de arreglar los intereses tempora~ les. Pero los hombres no estan solamente unidos por las relacio- nes que establecen estos intereses. La necesidad de tributar un culto 4 la Divinidad, y la identidad de este culto forman entre ellos otros lazos ; al mismo tiempo que pertenecen 4 una socie- dad civil, pertenecen tambien 4 una sociedad religiosa. Es im- posible concebir una sociedad cualquiera sin leyes. La religion, (1) No mos ocupamos de ears cia de Cama pgs ella trata del derecho francés. e ne 104 siendo la base de una sociedad, tiene, pues , necesariamente le- yes que le son propias y esenciales. El estado ha recibido en su seno la sociedad formada por la religion: es decir, que el soberano ha reconocido pablicamen- te su existencia y su legitimidad. Es preciso desde entonces y por el solo hecho de esta admision, que se permita la ejecucion publica de las leyes fundamentales, por las que la sociedad re~ ligiosa que él ha recibido debe subsistir. La mayor parte de los principes han ido mas lejos; ellos no solamente han dejado 4 la sociedad, formada por la religion, el poder de hacer ejecular las leyes fundamentales, sino que tambien ban ahadido diferen- tes concesiones , que juzgaron, sino esenciales , 4 lo menos uti- Jes 4 su conservacion y 4 su engrandecimiento. Lo primero no fue sino el efecto de una simple tolerancia: lo segundo es lacon- secuencia’ dé’ Ia! protevcibn’ qué tin Sobérano débe 4 la religion que cree la sola verdadera. Asi en esta sociedad, cuya base es la religion catolica, y a la que nosotros Ilamamos la iglesia, los pastores Wienen una juris- dicion que no recibieron sino de Jesucristo. Pero esta es una jurisdicion puramente espiritual, cuyos efectos no lienen lugar ‘sino sobre las almas ; los que la ejercen no podrian obligar 4 so- melerse 4 ella esleriormente , porque no tienen por si mismos el poder de pronunciar penas temporales. Nuestros Reyes han abadido un aparato eslerior 4 esta jusisdicion , concediendo 4 Jos eclesidsticos tribunales en los que conocen de muchas cues- tiones; y ban ordenado 4 los jueces seculares que acudan al so worro de los jueces eclesidsticos , para ausiliar la ejecucion de sus sentencias ; y para compeler 4 entrar de nuevoen el orden, por la coacciun del poder secular , 4 los que las amonestaciones de los pastores no les baslaron para permanecer en él. ) Es tambien por las concesiones de los principes , que los pas- tores y Jos cuerpos, particulares que se han formado en la igle- aia, gozan los privilegivs de que los vemos en posesion. La re= Jigion eatdlica lejos de.sustraer 4 los que la abrazan de las leyes del Estado, les obliga 4 observarlas, mas por el amor del deber, que por el temor de los castigos ; y los ministros de esta religion permanecerian sometidos ellos y sus bienes 4 todas lus leyes es- tablecidas, por.Jos soberanos de quienes. son sibditos , sino se les hubiese esceptuado por gracias especiales. 105 Al mismo tiempo que se aplaude 4 los principes por la pro- teccion que han concedido 4 la iglesia, es preciso no perder de vista el motivo que los ha determinado 4 admilirla en sus esta- dos, 4 declararse sus protectores, y 4 mulliplicar sus privilegios. Ellos han querido procurar el mayor bien de sus subditos, de quienes son padres al mismo tiempo que soberanos; y es cierto que las leyes establecidas por Jesucristo y por la iglesia no tie~' nen nada en si mismas que-no-contribuya A la tranquilidad de Jos estados , al bien de los pueblos , 4 la ventaja y 4 la dicha de eada particular. Pero’ los ministros 4 quienes su ejecucion se ha conflado, son hombres; por consecuencia sujetos 4 debili- dades , errores, preocupacionés, y pasiones. De aqui que lo que-ba tenido por objeto , en su inslitucion , el bien de los:pue~ bios ,-puede en casos particolares converlirse en su daho. ¥ es permitido al soberano el sufrir que lo que ha admitido para la mayor ventaja de sus sabditos, se emplee en su perjuicio; y-no esta obligado 4 defenderlos contra las vejaciones que esperi- menten cualesquiera que sean sus aulores? Las mismas causas que pueden dar lugar 4 los abasos del po der eclesidstico, establecen pues al mismo tiempo la necesidad y la legitimidad de los recursos al prineipe. Hay mas :coritener Jos abuses del poder eclesiastico , no es solamente de parle del principe defender 4 sus subditos; es realmente proteger 4 la iglesia. ,Qué manera pues mas segura de sostener la religion que la de hacer observar sus leyes, ¢ impedir que sus ministres la deshonren: por una conducta opuesta 4 su espiritu? Perdunad , sehor, un lenguage-que tiene; puetle ser, ‘alguna apariencia de melafisico ; pera es preciso’ entender de wna ma+ nera precisa, asi me parece, cual es el objeto del-estudio del derecho eclesidstico. Lo es el conocer desde luego las leyes de Ja iglesia esenciales & su conservacion, la naturaleza y ta esten- sion de la jurisdicion inberente al titwlo de pastor; saber en se= guida lo que se haahadide por los principes al egercicio dé esta jurisdicion , las gracias y los privilegios que la iglesia: ba reci- vido de su liberalidad,; en fin, distinguir los casos en-que-el po- der soberanu debe ausiliar 4 los swperiores eclesiasticus; ven- garles de: los que! los menosprecian ; y tos casos en. que ; por‘el contrario , debe reprimir'y -castigar los abusos de ea ‘autoridad; ‘Vos veis; sebor; cual'es'laegtension y la importaneia del de= 406 recho eclesidstioo. Seria formarse una idea muy falsa,entendien- do por este derecho, anicamente lo que se Maman las. materias beneficiales: es decir, los reglamentos que establecen la capacidad para obtener y poseer beneficios, las causas que los hacen vacar, los derechos de patronatos y de capellanias. El.conocimiento de ys, materias beneficiales, no.es sino, una, muy médica. porcion de} estudio del derecho canonico, y ciertamente no es esta parte la mas. agradable. Se encuentran en-ella muchos detalles. minu- ciosos que no pueden poseerse perfectamente. sino por aquellos que se entregan del todo 4 estas materias, y por aquellos 4 quienes una praclica diaria recuerda sin cesar cosas en si mis- mas, poco interesantes , y por otra parte muy ficiles de olvidar. Yo no exijo pues que un,abogada, que no. hace el punto capital de sus. ocupaciones las cuestionas beneficiales, sepa el por me- nor. de las practicas de la corte de Roma; los casos. en que un devolutario, A veces pérfido,, obtendra un beneficio en el.que los jueces no le mantendran sino 4 su pesar; las circunstancias que dan entrada al nombramiento de un Rey por causa de rega- lia, basta que se conozca en general, lo que. se entiende por el derecho de regalia, en.que consisle la espectativa de los indulta- dos, de Jos gradwados ,.y de los agreciados ; que sea la prevencion, el devoluto, la devolucion, las resignaciones, y otras cosas se~ mejantes. Pero lo que ningun abogado debe ignorar , lo que no lo bastaria saber imperfectamente, son los principio sobre la naturaleza , la autoridad,, el gobierno'y la jurisdicion de la igle- sia; los principios que delerminan la.autoridad del principe ,‘re- lativamente 4iJas cosas dela iglesia, Es preciso.que él conozea lo que.el principe wo podria hacer, sin traspasar los limites que se- paran el saceedocio. del. imperio ; y,Jo que-no podria. despreciar 6 sufrir, sin olvidar la proteccion que ha prometido 4 la iglesia, yla qua debe d sus sibdilos. Estos principios importantes rara- mente bien conocidgs, deben ser estudiados, medilados, y com- parados de manera que las: conseeuencias: que de ellos resultea 8¢ ballen énun ¢quilibrio perfecto, nies El primer paso que debe darse ene) estudio del derecho ca- nonico, es instruirse de la paturaleza de la iglesia , de Jos carac- téres esenciales que la.constituyen, ¥.de/los atributes que Je son Propius: Es indispensable sobre estas diferentes cuestiones,cony sullarsh bis dedlogos; ella lesison:peculiarts: yoaconsejaria que 407 se empezase por leer el Trafado de [a iglesia, en Opstraet ; la’'em- en seguida el tralado de Mr. Nicole sobre la Unidad de la iglesia, y las Advertencias de Mr. Bossuet sobre el mismo; al tiempo que se adquiriran en los escritos de Mr. Bos- suet y de Mr. Nicole los principios mas exactos, se hallaran en ellos modelos perfectos para formarse en la practica de las Jeyes inmutablés del razonamicnto, en! el arte de discutir los: princi+ pios, de encadenar las consecuencias, de estrechar 4 un adver- sario, de pulverizar sus dificultades, yde comninceite con sus propias objecciones, La lectura-de ‘estas ‘obras, Liene todavia otra ventaja, es la de estar exeutas de una inculpacion que se puede hacer d algu- nos de los qae’ han tratado mas osadamente las cuestionesirela~ tivas 4: la distincion de los dos poderes: $é ha escrito masde und vez sobre esta materia, sin haberla reflexionado bastante. Es cierto que los eclesidsticos han querido ensanchar los limites de su autoridad y estenderla en perjuicio-del poder de los princi< pes: Pero los defensores del poder secular‘no sa han escedido ja- mas de su ‘parte? Esto'es muy'verosimil; ‘cuando se reflexiona sobre la‘ diflcultad-de que los hombres se'wontengan én un ie to medio, en cualquiera disputa. Despues de haberse instruido bien de la esencia y de los atri- butos de la iglesia, se estudiaran las obras que tratan de la au- toridad de los principes en los negocios éclesidsticos, Uno de los primeros que se debe ver es un escrito del P.\de la Borde, inti+ tulado Principios sobre la-eseneia , la distincion-y los limites de los dos poderes , Aunque muy corto, desempeha bien lo que su titulo anuncia ; da ideas netas y justas. Se leeré en seguida el Tratado de la awtoridad de los Reyes tocante d la administracion de. la igle- sia, por Mr. Vayer de Boutigni. Se puede en general contar so- bre los principios que establece. Estas dos obras servirdn‘de in- troducion'al gran tratado “deMr: Mairca‘sbbre la ‘concordia deb sacerdocio y del impetis. Grocio, Hammer, ‘algunos antores pro~ testantes; han 4ratado tambien del derecho de los‘soberanos Te~ Jativamente 4 las cosas eclesiaslicas; pero sus sistemas se fundan sobre principios falsos ; y las consecuencias que de ellos se sacan estienden los derechos de los printipes hasta el eseeso: nuestros autores. franceses son. ordinariamente mas exactos (1), (1) Véase tambien ef juicio imparcial sobre ef meniterio el Tio 108 Vos sabels, sefior, que el clero de Francia se esplicé on 1682, por una declaracion de cuatro artienlos sobre la independencia en que el poder secular est4 de la autoridad eclesidstica. Esta declaracion ha dado lugar 4 dos obras, que es necesariamente preciso que vuestro hijo conozca; la una es la defensa de esta mis- ma declaracion , por Mr. Bosuel, que era miembro de Ja asam- blea donde se decreté , y que la redactd; el otro es el tratado de la autoridad eclesidstica y del poder temporal, por Mr. Dupin. Estas dos obras, asi como la declaracion de 1682, no son re- lativas solamente 4 la independencia de los soberanos, sino tam- bien 4 la autoridad del Papa. Se hallan en ellas las verdaderas nociones sobre los derechos de su primacia, y esta parte no pue- de ser considerada como, estrafa_las cuestiones de la distincion de los dos poderes, y de la independencia de los soheranos. En efecto se haria mal en mirar Jas usurpaciones hechas sobre los derechos de los Reyes, como la obra del cuerpo de la iglesia; no siendo mas que esfuerzos temerarios de algunos prelados ambi- ciosos. Si se destruyen los :principios erréneos en que sn orgullo esté apoyado, todo vuelve a entrar en orden: la autoridad:espi- ritual y el poder temporal egercerdn'cada unolibremente el mi- nisterio que Dios les ba confiado para la felicidad de los hombres. Acabaré de instruirse de los limites en que la autoridad del Papa debe contenerse por la lectura del Tratado del gobierno de la iglesia, publicado bajo.el nombre de Febronius: este libro-es ciertamente uno de los mas estimados que han, aparecido en loa ullimos tiempos contra las pretensiones altramontanas, Se pue- de.ahadir .é la obrade Febronius, otra del Doctor Pereira, inti- tulada Certamem Theologicum: esta no es menos célebre. Entre Jas obras del siglo XVII, una de las. mas-interesantes es la co- leccion de disertaciones , sobre la antigua diseiplina eclesidstica. Los autores que yo he indicado comtienen los prineipios fun- damentales del derecho eclesiastico, es preciso pasar desde ellos al estudio circunstanciado de Jas partes mas importantes de es- te derecho,’ La mayor parte de ellas se encuentraen el cuerpo ma poral Sr Sepa ra Beran tre 1 ped Cuen- #2, por el mismo, . m 109 » del derecho canénico; sin embargo yo no soy de opinion de que se sujete 4 esta compilacion, Todo el mundo sabe en qué tiempo ¥ con qué espiritu fue redactada. Basta estar enterado del orden que en ella se sigue, y saber hallar los testos que alli se cilan, en Graciano, 6 en las Decretales. Con respecto 4 los testos im- portantes insertos en ella que es preciso saber, se buscaran en sus origenes y no ew una compilacion, donde algunas veces es tan demasiado truncados y mutilados. Asi, en lugar de hojear el cuerpo del Derecho candnico, preflero que se estudie el cédigo de los cdnones, Denis, Lepetit, coleccion preciosa en que se contie- nen los cdnones integros de los coneilios celebrados en los pri- meros siglos de la iglesia. Para conocer bien la disciplina actual se debe poner una par- ticular alencion en los decretos del cuarto concilio de Letran, y en los del concilio de Trento. No es bastante haber visto, en una cierla estension, los testos esparcidos de las leyes eclesidsticas: no se podria fijar en la memoria sus disposiciones si no- se las reuniese bajo de las divisiones generales, 4 que se refiere cada decision particular. Si existiese un cuerpo completo de cémones y otros reglamentos eclesiasticos , en semejante coleccion se de- beria estudiar; y hallandolas alli en el orden conveniente, no quedaria en este punto otro trabajo que hacer. Pero de todas las compilaciones de canones redactadas en diferentes épocas, no hay ninguna en que poder fijarse. Givert que ba tentado dltima- mente la ejecucion de este proyecto, no ha salido de él muy ai- roso, Anuncid su cuerpo de derecho como una coleccion de las Jeyes candnicas sacadas de las decretales, de los concilios y de los padres, dispuesta segun su orden natural. Su obra no es por esto menos defectuosa en muchas partes, y demasiado estensa tambien, porque contiene muchos testos imutiles. Una coleccion de cAnones tal como yo la desearia, es no solamente una obra muy dificil, sino tambien en mi concepto imposible. La fi es una; pero no sucede lo mismo con la disciplina ; diferentes cau- sas la hacen variar. Algunas veces dos usos contrarios, se hallan fandados el uno y el otro sobre razones plausibles : el -uno pre~ valece en un lugar mientras que el uso opuesto subsiste en otros. Otras veces esta variedad proviene de que una provincia ha cone servado ciertos principios mas escrupulosamente que otras. Las. disposiciones de los concilios, relalivas & “eunune sé han 410 - ‘conformado 4 los usos de las provincias en que han sido celebra- dos: de aqui que lo que forma regla en um pais no se observe en ‘otro: de aqui por consecuencia la imposibilidad de formar una coleccion de cinones que convenga igualmente 4 todos los Esta- dos catélicos, 4 no ser que se omitan en ella los detalles de la disciplina 6 se reunan disposiciones contradictorias. En el pri- mer caso, la coleccion seria incompleta, y por consiguiente int- til: en el segundo caso, seria tan estensa como las mismas obras de las cuales se hubiese sacado su materia. Luego no debe ha~ cerse una compilacion que sin disminuir el namero de volime- nes no haria sino aymentar las dificultades ; ,como se decidiria entre dos testos contradictorios? Los tratados generales y particulares son el verdadero me= dio de esponer con exactitud el derecho candénico. En un trata~ do un autor sabio, juicioso y metédico, espone desde luego prin- cipios que establece sobre axiémas incontestables, 6 sobre tes- tos de leyes universalmente recibidas. De aqui deduce conse- cuencias que ponen en estado de juzgar, entre dos costumbres contrarias, cual es preferible y mas conforme 4 los principios. Las auloridades que apoyan el uso menos conveniente, forman objecciones que él disipa examinando el origen de donde pro- viene; y demostrando como, en perdiendo de vista las reglas primitivas , se sigue necesaria é insensiblemente la separacion de los verdaderos principios. Si los usos contrarios son diferen- tes, el autor los refiere y hace ver que siendo igualmente bue- nos‘en si mismos, la costumbre antigua basta para dar la pre- féerencia 4 cada uno de ellos en el lugar donde se haya recibido, Este plan ha sido perfectamente desempefado por un céle- bre autor flamante,; Van-Espen, en su Derecho Eclesidstico uni- versal. Todas las parles de las obras de este sabio canonista son interesantes. Pero la mas importante, sin contradicion, es su tratado de Derecho Eolesidstico universal; es indispensable haber- Je leido y estudiado , para saber el derecho eclesidstico. ‘Vuestro: hijo hallard en él la aplicacion mas exacia de los principios que habra ya visto en otras partes sobre la naturale- za y el gobierno de la iglesia, y sobre la distincion de los dos poderes:; alli vera las reglas y los chmones opuestos sin cesar & losiabusos que las pasiones de los hombres han introducido en la iglesia; y alli aprenderd 4 discernir las leyes y los usos que 444 la iglesia tolera , hasta que un tiempo oportuno le permitares- tablecer la pureza de Ja antigua disciplina (1). Eslos conoci- mientos bastan para un abogado, tal como yo lo he supvesto, que no se proponga hacer su dnica ocupacion de las materias eclesidsticas y de los asuntos beneficiales. (1) Léase tambien Ja escelente obra elemental de Fleuri, intitu- lada Introduccion ai deresho celesidstico. SECCION VI. DEL ESTUDIO DEL DERECHO ESTRANGERO. (Sesta carta de Camus, duodéeima parte.) Yo os he prometido, en mis anteriores cartas, deciros algu- na cosa del estudio del derecho estrangero. Entre casi todas las naciones civilizadas , hay anderecho pu- blico que regia los intereses de la nacion, tanto entre ella, con- siderada como un individuo moral, y sus miembros, como en- tre las diferentes corporaciones 6 sociedades que la forman ; un derecho privado que decide los derechos de unos individuos res- pecto 4 los otros; leyes de policia para la conservacion del or- den; leyes criminales para castigar 4 los que se separan del or- den; en fin, entre muchas naciones, hay ademas un derecho religioso correspondiente al que nosotros Ilamamos el derecho candnico. Muchos motivos pueden determinar 4 estudiar el derecho de Jas naciones estrangeras; la manera de estudiarle varia en razon de la diferencia de los motivos. El hombre que se entregue al estudio de las relaciones que Jas naciones tienen entre si, estudiard el derecho pablico de di- versos pueblos; su derecho privado no le interesa sino bajo el 413 aspecto de los conocimientos que ofrece de la constilucion de las naciones, de sus hébitos, y de sus costumbres. Si él fuese Hamado 4 reformar alguna parte del derecho, le seria conveniente estudiar lo que esta establecido en otros pue- blos relativamente 4 los mismos objetos. Asi yo he visto que en una época en que fatigaba lo largo de nuestros procesos, y la mullitud de las formas de nuestros procedimientos, se trato de hacer en ellos variaciones ; yo he visto, repito, que entonces se estudiaba el codigo de Federico para tomar de él las luces nece- sarias para hacer esta reforma. Asi todavia, en el caso de que se variase nuestro horrible ¢ inquisistorial procedimiento sobre la persecucion de los delitos , seria necesario estudiar las leyes in- glesas, y aprender en ellas, 6 en los jurisconsultos como se prac- tica en Inglaterra , la instruccion por el jurado. Un jurisconsulto que se reserva aun en medio de las mas grandes ocupaciones una parte de tiempo para aprender, por- que los tesoros mas abundantes se apuran cuando se saca siempre sin hechar nada en ellos, se entregard gusluso 4 la lectura de algunos codigos 6 de escritos de los jurisconsultos estrangeros. Este es un medio de estender sus conocimientos, de ver, de con- siderar las reglas bajo diferentes aspectos, y de enriquecerse con nuevas reflexiones, En fin, es indispensable consullar las leyes de un pais cuan- do se estd encargado de negocios, que aunque se deciden en los tribunales de él propio, el principio de su decision por ra- zon de particulares circunstancias debe buscarse en el testo de Jas leyes estrangeras. Fuera de este caso particular, las reglas generales del dere- cho estrangero y las bases sobre que descansan , deben estudiar- se con prefereneia 4 las decisiones especiales sobre puntos de hecho. Pero para ponerse en estado de hacer, segun que la necesi- dad 6 Ja ocasion lo exijan, estos diferentes estudios , es preciso tener nociones generales sobre la composiciun del derecho de los pueblos estrangeros , de aquellos sobre todo que se han he- cho ecélebres por sus principios de equidad , 6 por la sabiduria de sus formas en la administracion de la justicia. Este conoci- miento, en gran parte bibliografico, se adquiere mas ficilmen- te por la inspeccion de un catdlogo de libros escogidos, que por 444 un discurso. Yo os referiria aqui el titulo de los eédigos que for- man Ia base del derecho en Inglaterra, en Espaiia, en Italia, ele; os nombraria sus jurisconsultos; os indicaria sus principales obras, que no entenderiais sino despues que hubieseis leido un catdlogo con algunas notas; solamente un discurso seguido ha- bria sido mas prolijo; y os seria menos facil hallar en él, en ca- so de necesidad , los libros que os hubiere indicado. Remitamos, pues, todo lo que os acabo de indicar bajo este respecto , al ca- talogo que os he prometido en mi segunda carta. Seré exaclo en el cumplimiento de mi palabra. Puedo yo lisonjearme, sefor, de haber Ilenado vuestros de- seos, y de haber indicado 4 vyuestro hijo el camino que podra conducirle 4 su fin? Estoy muy distante de creer que no haya ningun otro que el que yo he trazado , ni de que sea imposible reformar 6 afadir nada 4 lo que he dicho, Le he mostrado la guia que me parece mas segura, la que yo mismo tomaria si Ahubiese de empezar de nuevo el curso de mis estudios. Vos ha- Nareis, puede ser, mi plan un poco estenso: yo convenge en que no se necesitan menos de diez ahos para ejecutarlo ; pero este tiempo no os parecerd tan largo, si considerais que entre Jos abogados que hoy gozan de mas celebridad, no hay casi nin- guno gne haya empezado 4 ser conocido antes de haberse ejer- citado por igual espacio en los tribunales. El publico esta de- masiado persuadido de que laciencia y la prudencia no pueden ser sino el fruto del tiempo y del trabajo. Los grados que se re- ciben en la Universidad, el juramento de abogado que se ha prestado, no bastan para determinar su confianza. El estudio 4 que se entregue , no impide por otra parte que se encargue de algunos negocios cuando se le presenten, Su examen distrae del enojo que causa un trabajo cuyos frutos no se manifiestan; la manera con que se tratan acostumbra 4 hacer la aplicacion jus- ta de los principios ; y el suceso que se puede obtener forma po- co 4 poco la reputacion. El ardor por el estudio crece entonces; el honor, la consideracion de que se comienza 4 gozar inspiran una nueva pasion para llegar al rango de los abogados que es- an mas acreditados. Basta dirigir la vista bacia este término, para no sentir mas, ni lo largo, ni lo desagradable, ni lo eno- joso del camino que se debe recorrer.—Tengo el honor de ser etc. . SECCION VII. SOBRE EL ESTUDIO DE LOS PRINCIPIOS DE. LA ECONOMIA SOCIAL, ¥ DE LAS BASES TANTO DE LA ADMINISTRA- CION INTERION, COMO DE LAS RELACIONES ESTERIORES, (Sétima carta de Camus.) Yo no me lisongeé, sefior , cuando escribia , muchos alos ha 4 vuestro padre sobre el orden de vuestros estudios, que algun dia me consultariais aun sobre los de vuestro hijo. Me manifes- tais que despues de haber leido con él mis primeras cartas, creeis que en el estado actual de nuestro gobierno, ellas dejan un vacio sobre objetos de grande importancia. En el antiguo ur- den de cosas , la magistratura y sus dignidades eran el término mas elevado 4 que el estudio de las leyes podia conducir. Hoy dia este mismo estudio abre la puerta de otra carrera; ¢l intro- duce en las asambleas nacionales, en los consejos del soberano; en este no hay que decidir solamente cuestiones particulares, ni tampoco hacer leyes propiamente hablando, pero algunas veces se debe 6 reflexionar 6 esplicaree sobre actos de administracion 416 interior , 6 esterior ; y aun puede uno mismo ser llamado 4 go- bernar. Imaginais, sefior, que me es facil, porque he sido miem- bro de muchas asambleas, el ofreceros algunas observaciones, frutos preciosos 6 del estudio, 6 de la esperiencia. ‘Convengo con vos en que los estudios de nuestros jovenes de- ben ser mas bastos que lo eran en lo pasado ; que tenemos nege- sidad de alguna cosa mas que de legistas, y que los hombres que se entregan en su juventud al estudio de las leyes y 4 las discu- siones piblicas ante los tribunales , deben formar, en una edad mas avanzada, el semillero delos hombres de estado. Pero yo no convengo con vos en que me halle muy en disposicion de daros instrucciones sobre esta materia. La esperiencia me ha ensefado, principalmente en la asambleas nacionales, las tras- cendentales consecuencias del vacio que nuestros estudios ordi- narios dejan relalivamente 4la administracion publica, Yo be sentido mucho en cuanto A mi el no haberme dedicado antes a estos esludioa, y respecto a otros, he observado algunas ve- ces los funestes efectos del vacio de que me Jamento. Los conocimientos relativos 4 la administracion pablica, co- nocinientos cuya reunion forma el hombre de estado, me pare- ce deben dividirse en tres partes: la primera esta compuesta ca- si unicamente de principios y de meditaciones generales ; la se- gunda consiste en la aplicacion de los principios al gobierno in- terior de un estado, de una provincia, de una ciudad; la tercera en la aplicacion de los principios 4 las relaciones de unos esta- dos con otros. Yo llamo 4 la primera de estas tres partes , econo~ inia social ; esta ciencia es el resultado del examen de lo que for- ma los vinculos sociales, y de lo que conserva las sociedades en el estado mas floreciente. Yo entiendo por el estado mas flo- reciente de la sociedad, aquel en que cada uno de sus miembros gora de la mayor suma de felicidad de que sus facullades inle- lectuales le hacen susceptible. Esta primera parte es, pues, la teoria de Ja ciencia, cuya aplicacion se divide en dos ramos, ad- ministracion interior y administracion esterior. Permitid aqui una corta esplicacion sobre la palabra feorta de que acabo de usar. Sentiria que ella os diese la idea de medi- taciones abstractas, que yo llamo, para mi, suehos; porque no puedo suponer que se esl¢ bien despierto cuando se forman pla- nes para edificar con materiales que no existen, 6 que no se 147 pueden ordenar como se deseara, Mi teoria es la consideracion de las cosas existentes, y no la de Jas fantasmas que se presen- tan 4 la imaginacion. Asi yo estudio Ja formacion y la conserva- cion de los vinculos sociales respecto 4 los hombres que existen, 4 los hombres tales como existen; yo los considero tales, porque no tengo el poder de crear una naluraleza humana, 4 la que da- ria sin duda por primer atributo la docilidad de prestars? sibi- la y ciegamente 4 todos mis deseos. Estas teorias arbitrarias, estas suposiciones infundadas so- bre la sociedad, traen consigo, en tiempo de Jas revoluciones que los estados esperimentan, males horribles; nosotros hemos sido testigos de esto, Los mismos que se dejan seducir por cllas conocerian su absurdidad, si no estuviesen ciegos por su amor propio. Vos proyectais una operacion para la que necesitais coo peradores, agentes y fondos, y os imaginais que vuestro proyec- to tendra un feliz éxilo, porque le habeis escrito sobre el papel. Pero pensad, pues, que los hombres cuyo concurso demandais, tienen su voluntad tambien; que no se uniran con vos sino en tanto que sus voluntades estén conformes con la yuestra, y que “ellos tienen sus motivos de determinaciom como vos teneis los vuestros, Yo he oido muchas veces al amor propio dar otras lec- ciones, decir que se dominaba las voluntades, que un hombre habil conducia 4 los otros 4 donde le convenia; yo he visto en efecto que con la destreza se formaba un partido; que con cri- menes se hacia este partido dominante ; que con el terror se s0- focaban los clamores; que con la impudencia se obtenian acla- maciones ; pero yo he visto tambien que 4 Ja larga todo se gas- taba, destreza, crimenes, error, impudencia, y que entonces. se perecia miserablemente , ahogado de remordimientos y car- gado con la indignacion pablica. Los acontecimientos me han convencido de que no hay sino un medio de gobernar, 4 saber: el de emplear las facultades de los que se gobierna 6 de aquellos con quienes se tiene relacion, tales como ellas existen, que no hay sino un medio de gobernar bien, sea en el interior , sea en el esterior; en el interior, no queriendo hacerse dichoso sino por la cantidad de felicidad que se derrama sobre los otros; en el esterior tomando Ja prudencia como una guia.para marchar por los caminos trazados por la justicia. El primer libro del que se dedica & ‘ —~ del gobiernd 418 . - es pues la Historia de los hombres; esta parle dela Historia, que hace conocer 4 los hombres en general, y mas particularmente jas costumbres, los habitos, la capacidad, y el grado de fuerza, e] grado'de instruccion, las preocupaciones y los defectos de los hombres 4 quienes se ha de gobernar 6 de los pueblos con quie- nes se debe tratar; la naturaleza de los lugares que habitan, su industria, y en general las cosas'cuya impresion pone sus facul- ‘tades en movimiento, su manual lo es Tacito. . Haced leer 4 yuestro hijo los escritos sobre los fandamentos y los atributos de la sociedad civil; sobre las fuentes de donde corren la riqueza y.el poder de las naciones; pero, creedme, conceded mas confianza a los libros que contienen la esposicion de los hechos posilivos y auténticos. Sobre todo, sehor, preser- ‘vad 4 vuestro hijo del espiritu de sistema. Yo llamo sistema al plan que se forme en su cabeza de un conjunto de operaciones que se deriban de ciertas ideas que se llaman principios, 4 los que se refiere todo lo que ha sido hecho y todo lo que se ha de hacer, plan que se encuentra admirable al principio porque se le ha creado, en seguida porque se le ha visto con corta esten- sion para percibir los obstaculos que se han de oponer 4 que sea ejecutado; y en tercer lugar, porque se tiene la lemeridad de ereer que se tiene la fuerza necesaria para arrollar los pocos obsticulos que se han divisado. Seria una cosa admirable un sistema creado por un hombre euya alma fuese toda discernimiento, permitidme esta espre- sion, sin ninguna mezcla de prevencion ni de parcialidad; de un hombre que despues de haberlo visto todo, hubiese meditado sobre todo, y que en el silencio de todas las pasiones, colocin- dose sobre todas las ideas secundarias, hubiese ordenado de una sola pincelada el conjunto de todas las partes de la administra- cion. Esperando un sistema semejante, estamos obligados 4 con- tentarnos con los planes levantados sobre el terreno. He hablado en la tercera de mis anteriores cartas del estudio del derecho natural y publico; he fundado este estudio sobre el de los principios de la moral; no tenemos en esta parte nada que variar en los estudios de yn joven que quiere formarse en la parte administrativa. Las reglas inalterables de lo justo y de lo injusto deben ser la base de toda administracion. Despues de es- os primeros, esiudios es cuando bay variaciones 6 adiciones 119 que hacer en los otros cuyo orden he desenyuello. La publica- cion del Codigo civil ha hecho initil para en adelante el estudio de una infinidad de ordenanzas y de costumbres que sus disposi- ciones hacen desaparecer. Con los testos de las ordenanzas y de las costumbres derogadas desaparecen la mayor parte de sus co mentadores. El tiempo que se habria destinado 4 su lectura pue~ de emplearse mas ventajosamente en el estudio de las obras que contienen la ciencia administrativa. . Son hechos y hechos posilivos, sobre todo, lo que yo quiero que se aprenda. Los primeros estudios han debido formar un sentido exacto, ensefharla manera de ver, y el habito de reflexionar. La reunion de los hechos que din un conocimiento comple- tode los lugares, de los hombres, de los medios que suminis- tran los hombres y las cosas, es lo que nosotros Ilamamos esta= distica. La palabra es nueva, lo que ella significa no lo es. No- sotros tenemos descripciones antiguas de los lugares y de los pueblos ; yo convengo en que ellas no estan redactadas con tan- to método como las actuales, y que el arte de someter todo al calculo , de ordenar todas las observaciones en tablas, es en es- (remo yenlajoso para estudiar. Pero al mismo tiempo que pro- digo elogios 4 esta estadistica moderna, me permitiré dos ob- servaciones ; la una sobre un defecto en la manera con que sé la trata, la otra sobre el trabajo personal indispensable al que quiere sacar de los libros de la estadistica una utilidad real. En Ja mayor parte de los libros de estadistica, el hombre, este ser cuyas facultades y cuya dicba son el fin de toda buena adminis- tracion, me parece considerado muy materialmente, y 4 mi pa= recer, en la mas pequeha mitad de su existencia. En muchos li- bros de estadistica, se denomina 4 los hombres como se deno- mina 4 los carneros en un colo carnicero; se sabe cuantos hijos varones 6 hembras producen emun tiempo dado; cudntas me- didas de trigo consumen; y si mo se afadiese 4 estos cdlculos la eantidad de telas necesarias para sus vestidos , no se distingui- ria si se trataba de hombres 6 de animales. Todos estos detalles son utiles, pero no complelan la descripcion del hombre. Se ha olvidado la parte que es el movil de todas: su inteligencia y las numerosas modificaciones que ella esperimenta. Todas es- tas cosas materiales , el suelo mas 6 menos fértil, los ganados, Jas lanas , los rigs; los canales , los caminos , los cuerpos mismos 120 de los hombres, no son sino instrumentos 4 los que la inteli- gencia imprime una accion mas 6 menos rdpida, mas 6 menos perfecta, segun el grado de actividad y de perfeccian que ella misma posee. Noba-taria tampoco para Ienar mis miras el re- peti lo qne se lee en los libros antiguos de geografia: tales pue- blos som vivos y sagaces; tales perezosos } interesados. Yo exi- jo sobre sus caracléres y modo Ge obrar, detalles como los que se din sobre su lertitorio y sobre sus posesiones. En cuanto al defecto que yo noto en el uso de los libros de estadistica, nace de que se cree haber adquirido algun conoci- miento en este género, porque se hayan leido, 6 porque se ha- yan comprado solamente libros de estadistica, En el estado ac- tual de esta ciencia , cuyos resultados no se han publicado toda- via; os necesario casi tanto trabajo, cdlculos y combinaciones para aprovecharse de una estadistica, como se hanempleadoen su redaccion, No es saber nada atil el conocer cudntas aranza- das de tierra 6 cabezas de ganado hay en un distrilo, La utilidad de la ciencia nace de las comparaciones y de las combinaciones : ved aqui de que manera. ‘Las ciencias no Ilegan 4 alguna exactitud hasta que se apro- ximan 4 las operaciones malematicas y 4 su precision. Uno de los alvibutos mas importantes de la geometria es la facultad que concede de proceder de lo conocido 4 lo desconocido ; de descu- »brigcon seguridad lo desconocido por lo conocido. En la solucion de sus problemas, muchos lérminos cierlos,dados, conducen 4 la cosa que se busca : se la descubre si ella existe ya: se lafor- ma sino existe Lodavia. Asi en la estadistica supongamos que los objelos que la constituyen son la estension del suelo, su natura- Joza, su cultura, sus productos, la venta de estos, la esportacion, y la importacion, la poblacion: la ciencia sera perfecta cuando siendo conocida una parte de estos puntos, se deduzea con cerle- 2a lo que mira 4 los puntos desconocidos, La ventaja de la ciencia levada 4 este grado, es manifiesta. Supongamosun distrito coya poblacion es escasa y tiene mecesidad de ser aumentada. No se puede proceder directamente sobre la poblacion ; pero si se sabe. que la poblacion esa en raron determinada con la division de sus lierras. con la naturalera de su producto, con las ventas pa- radar salida & lus generos, se procedera sobre todos estos objetos: que sun mas. faciles de dirigir : y se estara seguros de obtener, 124 por cuidados continuados, durante muchos afios, el grado de poblacion que se deseard. Siendo bien conocido el estado de los distritos cuya adminis- tracion se ha estudiado, es preciso instruirse de las reglas em cuya conformidad son administrados. Este conocimiento es indis- pensable; de otra manera cada administrador introduciendo & su placer novedades , cl pais no tardaria en ser destruido y arrui- nado. Mas no bastaconocer los reglamentos que existen; es pre- ciso aprender, estudiando los lugares y los hombres , las opera- ciones que deben ejecutarse. No es lo mismo un administrador que un legista: este interpreta la ley , 6 bien la aplica tal eomo esta escrita ; 4 esto estan reducidas sus facultades: en lugar de que el administrador tiene delante de los ojos una perfeecion mayor hacia la cual debe dirigirse constantemente; es propio de la naturaleza de las cosas humanas el que se delerioren cuando no se caida de mejorarlas. Mis observaciones sobre los estudios necesarios Ala adminis- tracion de una provincia 6 de un Estado, son aplicables 4 las rela- ciones esteriores de una nacion con otras naciones: solamente se necesila estender sus miras y abrir un campo mas basto & sus investigaciones. Conocer bien las relaciones politicas de unos estados con otros, es realmente hacerse capaz de administrar un gran distrilo, no en los detalles interiores de cada gobierno, sino en cuanto 41a generalidad con que en el cuerpo de los po- deres se hallan en relacion los unos con los otros. Asi, en vez de estudiar las reglas de policia particulares- de un estado, se estudiaran los tratados que unen 4 las naciones entre: si, Se me- ditar4 sobre las fuerzas absolutas de cada potencia considera- da en si misma; sobre sus fuerzas relativas, resultantes de sus alianzas con otras potencias; y se procurard sobre todo averi- gilar la fuerza del interés personal que las une; porque es pre ciso no engaiarse ; si se vé algunas veces 4 los particulares sa- crificar su interés personal 4 consideraciones que les parecen preponderantes, no sucede asi entre las naciones. No son las palabras de amistad constante, y de paz perpétua , las que for- man la duracion de los tratados ; sino el interés que fos estados tienen en mnantenerlos. Despues de haber adquirido por el estudio de los principios, por la lectura de la historia, por el conocimiento de las reglas 422 de la administracion interior, por la de Jos tratados de las re- laciones esteriores; en fin, por la meditacion de todos estos ob- jetos, el habito de pensar por si mismo, y la capacidad necesa- ria para juzgar de lo que los otros han dicho: entonces solamen- tees cuando permite qué se lean los escritos de los hombres que han tratado de la politica, aun de aquellos tambien que co- mo Machiavelo, han deshonrado su nombre por la inmoralidad de su politica. Abria peligro en leerlos antes, porque no habien- do adquirido todavia por si mismo ninguna idea, se estaria es- puesto 6 4 detenerse en frivolidades, 6 4 tomar miximas perni- ciosas por principios saludgbles. Pero cuando se ha formado su juicio por sus propias reflexiones, es util el conocer lo que los otros han escrito: sus reflexiones pueden sugerir olras nuevas, y confirmar las consecuencias sobre las cuales se esta aun dudo- ‘so. Por otra parte, es muy conveniente conocer las fuentes don- de muchos toman muy facilmente las reglas de su politica: se conjeturara con facilidad el fin 4 donde se proponen llegar, cuando se conozca €l mapa con arreglo al cual disponen su cam- paha. . Despues del estudio de todo lo que puede ser conocido, de todo lo que es veresimil y conforme 4 la razon, es preciso dejar un largo espacio para los acontecimientos que pueden ocurrir, ya-por accidenles imprevistos; ya por la necedad, el poco tino, el atolondramiento de las personas que los deben conducir, 6 con las que se ha de tralar; ya por sus errores personales. Pues se debe estar muy persuadidos de que no es posible escepluarse de ellos. Por razon de estos acontecimientos proscribo en admi- nistracion, asi como en las relaciones con el estranjeco, los sis- temas que se consideran como principios, de los cuales el honor prohibe desviarse, y que no conducen realmente sino 4 una fu- nesla terquedad, La administracion, sea interior, sea esterior, debe necesariamente tener algo de la flexibilidad propia de la naturaleza de los hombres y de los acontecimientos que varian, sin que dependa de nosotros el fijarlos. Es decoroso 4 un hom- bre, siempre que no s¢ (rata sino de sus intereses personales, el sacrificarlos 4 su independencia y 4 los principios que ba adop- tado para su conducta: pero al administrador que no obra sino por los intereses de otros, nunca por los suyos propios, no le es permitido inmolar 4 sus ideas particulares lo que no le pertene- 193 ce. El mayor bien de las personas confladas 4 su administracion es el término 4 que debe dirigir siempre todas sus acciones , la administracion y las relaciones esteriores tienen como las otras ciencias que se reducen 4 accion, su prictica y sus formulas. Es- ta es una parte necesaria de conocer, pero facil, cuando se esta ya penetrado de los principios de la ciencia. Para instruirse en la prictica de la administracion, se leer4n las memorias de los administradores que se han adquirido una justa reputacion; pa- ra las relaciones esteriores , se leerdn lag actas de las negociacio- nes célebres, con la intencion de no pretender adaptar 4 las ne- gociaciones que han de hacerse en el siglo XIX, las formas de las negociaciones concluidds en el XVII. Se leera tambien lo que concierne al Estado, 4 los derechos y 4 las obligaciones de los agentes piblicos. Me detengo poco en estos objetos, porque estas lecluras merecen apenas el nombre de estudios, cuando se esl ya imbuido en los principios de la ciencia y de la admi- nistracion, Yo me propongo, ademas, comprender en el catélogo que he formado otras veces de los libros del derecho para ausiliaros en vuestros estudios, el articulo que trata del derecho piblico; 6 mas bien rehacer absolutamente este articulo para suplir 4 la brevedad de las reflexiones que he escrito aqui. Os indicaré los mejores libros que han llegado 4 mi conocimiento, y que me pa- recen propios para la administracion interior y para las relacio- nes esteriores.—Tengo el honor de saludaros, SECCION VIII. SOBRE EL ESTUDIO DEL DERECHO PUBLICO. (Carta de Mr. Berville.) Otras veces el abogado podia sin grande inconveniente des- dehar el estudio del Derecho publico; este estudio le presentaba mas dificullades que ventajas. Jos principios de la ciencia eran ‘penoses, su uso era raro, una legislacion complicada ¢ incierla, anlecedentes oscuros 6 contradictorios, un poder sombrio , pro- tector de todas las preocupaciones , interesado en cubrir con un velo impenetrable los derechos de los pueblos, los principios constilucionales; por otra parte una prensa esclava, una Lribu- ma mada, un foro encerrado en el dominio estrecho del interés privado, todo estaba dispueslo para desanimar al publicista, na- da se ofrecia para alentarle ; no sucede hoy lo mismo; un orden nuevo se ha establecido; los intereses generales han recobrado sus Organos; el pais, anles regido por la voluntad , es actual- ’ 125 mente gobernado por el derecho; la prensa ba roto sus trabas, una tribuna se ha alzado, el foro ha estendido sus limiles, y en el progreso de nuestras instituciones se ha convertido como en una segunda tribuna, donde se debaten diariamente las mas al= las cuestiones del orden social, Entonces se podia separar el pu- blicista del jurisconsulto; ahora, jurisconsulto y publicista son una misma cosa; no solamente Jas funciones legislativas, noble recompensa del talento y de la lealtad, esperan al fin de su car- rera al abogado que la ha corrido con honor; en el curso mismo de esta carrera, las cwestiones de orden publico se le presentan por todas partes; derechos electorales, libertad individual, lega- lidad en los impuestos, independencia de Ja prensa; todos los grandes intereses reposan bajo su salvaguardia. En vano quer- ria encerrarse en la discusion de las causas privadas, la ley po- litiea le perseguird todavia en su propdsito; porque la ley poli- tica gobierna 4 la ley civil, y la influencia de la Constitucion modifica incesantemente la jurisprudencia. Para discernir las relaciones 6 las diferencias del antiguo derecho y del derecho moderno, para ilustrar la aplicacion de las leyes romanas, de las costumbres, de la doctrina, de los antiguos autores y de los an- tiguos monumentos de la jurisprudencia, para distinguir lo que sobrevive 6 no, en las legislaciones sucesivas de la monarquia absoluta, y de la monarquia representativa, es preciso conocer 4 fondo el testo, el espiritu, y la relacion de las constituciones sucesivas que han pasado sobre el territorio. Matrimonios, adop- clones, patria potestad , sucesiones, testamentos, sustituciones, particiones, todo esta sometido 4 reglas de aplicacion diferen- les, segun que el principio del gobierno se aproxima 4 la aristg- erdcia 6 4 la democricia, al despotismo 6 4 la libertad. Asi, por ejemplo, la autoridad del derecho romano, subsiste hoy casi in- tegra, 4 lo menos como doctrina, en materia de obligaciones y on materia de legados, porque todo esto reposa sobre la simple razon y sobre la equidad natural, que nunca yarian; pero esta guia tan segura, puede algunas veces converlirse.en falaz en materia de testamentos y de sucesiones; porque la constitucion romana estaba formada sobre el privilegio, la nuestra lo esta ‘sobre la igualdad ; la una favorecia la concentracion , la otra fa- yorece la division de las propiedades; y de aqui, el que todas las disposiciones que en la una eran de dereyocomun, y debian 426 interpretarse favorablemente , en la otra, no sean sino escep- cionales y deban restringirse severamente; mientras que las res- tricciones , que debian parecer odiosas bajo el imperio de Ja pri- mera ley, no son mas bajo la segunda que garantias benéficas que es preciso conservar cuidadosamente. El estudio del derecho pablico serd pues, en la actualidad, uno de los primeros y mas serios estudios del abogado; pero no basta conocer su necesidad ; es preciso examinar tambien la ma- nera de proceder en él. La cuestion en esta parte no eslacxenta de dificultades ; porque en el punto de instituciones constitucio- nales, nosotros somos jovenes todavia, y muchas cosas nos res= tan por hacer. La ocupacion mas natural para el estudio que recomen- damos, es desde luego la lectura atenta de los escritores que han iluminado la ciencia de las leyes con la antorcha de la filosofia, Montesquieu, que ha ilustrado la legislacion por la his- toria, y la historia por las leyes, y olros que han escrito sobre Ja misma materia, seran nuestros primeros maestros. En sus es= critos encontraremos de tarde en tarde algunos errores en me- dio de una multitod de allas y saludables verdades: el tiempo y las comparaciones nos .enseharan A discernir los unos de las olras. Otros publicistas podran, despues de estos, ser consultados con fruto: Locke, Fergusson, Burlamaqui, Filangieri, arreba- tado, demasiado joven a la ciencia que ¢l hubiera enriquecido, seran para nosotros guias 4 veces wtiles. No hablaremos aquide algunos otros escrilores, cuya lectura para ser verdaderamente instructiva , exige ya unos conocimientos estensos, un juicio ya formado ; de Bodin, que traza el plan de su repiblica sobre el de las repiblicas auliguas; de Machiavelo, que es preciso leer para aprender menos lo que se debe hacer que lo que se debe evitar; de, Puffendorff mas rico de erudicion que de filosofia. Es- tos autores son de aquellos por los que se acaba, uo per los que se empieza, Viniendo 4 los tiempos modernos , hallamos en las obras de muchos contemporaneos instruccionos igualmente preciosus. Bentham, el hombre de buen sentido por escelencia, y uno de los espiritus mas eminentemente analiticos que han existido, ‘mos muestra en Ja ulilidad general el fundamento.de todas las 427 leyes. Mr. de Tracy, en su escelenté comentario sobre Montes quieu , rectifica , con wna razon siempre segura , bien que 4 ve- ces un poco severa , los errores que el tiempo ha revelado en la obra maestra del Espiritu de las leyes, y les opone verdades tan. nuevas como fecundas. Mr. Daunou , publicista tan juicioso co- mo sabio erudito, forma el inventario razonado de los abusos del poder y el de las garantias que conviene oponerle. Mr. Du- noyer busca en la moral y en los progresos de la industria el principio de toda libertad. Mr. Comte , largo tiempo su colabo- rador, esplora con una sagacidad paciente y animosa, los he- chos que deben servir de base 4 la ciencia de los legisladores. ‘Otros escrilores nos ofrecen lecciones de una naturaleza mas positiva y de una aplicacion mas inmediata. Mr. Benjamin Cons- tant, igualmente célebre como publicista y como orador , espli- ca de la manera mas luminosa , en sus Principios de politica cons- tituctonal , el mecanismo del gobierno representativo : en lamis- ma obra y en muchos otros escritos menos estensos, ilustra con igual talento, la gran cuestion de la libertad de la prensa y la de la responsabilidad de los ministros. El autor de ta Monarchia Selon la charte, Mr. de Chateaubriand, ha derramado sobre los mismos objetos una multitud de observaciones ingeniosas y ver- daderas. Su libro requiere ser leido con precaucion: ¢l llevaim- reso el sello de prevenciones politicas que el elocuente publi- cista parece haber abandonado despues. ‘Con el auxilio de tales trabajos, el abogado podra elevarse 4 toda la altura de su noble ministerio; y este es el medio de que se haga digno un dia de las recompensas nacionales que le espe- ran. ustres antecedentes existen para animarle; un basto y noble campo se abre delante de é1; que reuma sus fuerzas para recorrerle con honor! SECCION IX. SOBRE EL ESTUDIO DEL PROCEDIMIENTO CIVIL. (Carta de Mr. Carré de Rennes.) “Mi querido antiguo discipulo: se ha dicho con razon que en ningun tiempo, en ningun pais, un discipulo no ha aprendido nutica su Brofesion ‘en las escuelas. Se debe buscar en ellas en efecto, y' hallarse tambien los meiiios de aprender. Vos estais convencido de esta verdad, puesto que despues de haber, por brillantes pruebas, mostrado cuanto os habeis sabido aprove- char de las instrucciones elementales que habeis recibido en nuestra facultad, solicitais de mi celo por la instruccion de los _ jovenes estudiosos, el plan de un estudio profundo de las leyes del procedimiento. Esta demanda, no puedo dudario , es hija del proyecto que habeis concebido de estudiar simulténeamente y con arreglo & planes andlogos , las otras partes de la ciencia del derecho. Te- neis razon en pensar que ellas som inseparables. Algunas veces los mismos principios les sirven de base; pues estan sometidas 429 4 reglas comunes de interpretacion; las unas tienen tambien por objeto especial la ejecucion de las otras, y tales son en par- ticular las leyes del procedimiento. En todas, en una palabra, se observan puntos de contacto que, si la comparacion es per= mitida, son como gradaciones que reunen colores distintos y son indispensables para la armonia del cuddro. Asi para no hablar sino del procedimiento, objeto de esta ra- pida instruccion , las reglas y las formalidaties de que s¢ com- pone, no son otra cosa que los medios de poner en accion las leyes que establecen los derechos y las obligaciones de la socie- dad y de sus miembros. Asi, todavia, una relacion necesaria une el procedimiento las leyes que determinan el poder de las autoridades judicia- les, de aplicar 4 las contestaciones que se someten 4 su deci- sion, las disposiciones legislalivas que regulan estos derechos y estas obligaciones, Estas relaciones intimas por las que cada especie de leyes concurre con las otras 4 un fin comun, que consisle en consa- grar todos los derechos, y en garantirlos por el cumplimicntode todos los deberes; demuestran por si mismas que no se puede as= pirar al honroso titulo de jurisconsulto, sino despues de haber, con la ayuda de los elementos adquiridos en las escuelas sobre cada parte de la legislacion, reconstruido, por decirlo asi, la cien- cia del derecho 4 fin de abrazarla bajo un solo punto de vista. Tal es sin duda el fin que os proponeis, y en este comceplo, voy 4 ensayar el indicaros, en pocas palabras, el camino que ‘me parece mas facil y mas seguro para conduciros 4 él. El procedimiento, como lo sabeia, es la forma segun la cual se administra: Ja justicia en un estado; 6 en otros términos, es up método, un modo de obrar trazado por la ley, para aplicar en los tribunales las disposiciones de las leyes civiles 4 crimina- les. El conocimiento razonado de los principios sobre que estas -disposiciones estin fundadas , el de sus testos, y el de las deci- siones judiciales qae los han interpretado, conslituye la eiencia del procedimiento , que por consiguiente abraza la teoria y la prdc- fica, ambas indispensables , ambas insuficientes la una sin la otra, la teoria Mustra 4 la prictica, que 4su.veres la prneba dela teoria: objeto doble de un estudio simultineo , el-cual golo puede ensefar & conocer la mente y el espiritu del legislador, 130 4 descubrir los vicios 6 las simples imperfecciones de sus obras, y por consecuencia 4 percibir las mejoras de que necesitan. Despreciar las teorias del derecho, mo subir al origen de las reglas de la legislacion positiva para reconocer hasta qué punto eslan en armonia con Ja sana razon, hasta qué punto se sepa- ran de ella, lo que podian haber ahadido 4 sus preceptos, esto seria respecto 4 on profesor condenar 4 un discipulo 4 la oscu- ridad de un practicd ; estoseria para este si seguia iguales pa~ sos, resolverse & no conocer jamas sino los subterfugios y en- redos forenses. Qui aliter jus civile tradunt , dice el orador roma- no, non tam justicia quam litigandi vias tradunt. Come todas las otras partes del derecho, la teoria de las le- yes del procedimiento se funda en el derecho natural que contie= ne las primeras nociones de todo lo que es bueno y justo, y por consiguiente util. Eles, pues, la base inmulable, el regulador ciertoy permanente, el complemento necesario de toda ley po- siliva ; esta teoria se apoya ademas en la historia, cuyas relacio- nes hacen conocer la influencia mas 6 menos determinada de las antiguas legislaciones sobre el bienestar de los pueblos y de Jos individuos ; ilustra 4 los legisladores por las grandes leccio- nes de la esperiencia , y les descubre los cambios y modificacio- nes que conviene hacer en las leyes existentes. En fin ; la teoria de las leyes tiene por ultimo origen las legislaciones contempo- réneas ; porque en las cosas morales como en las cosas fisicas, las comparaciones han engrandecido siempre las ciencias, y han estendido las bases de los conocimientos itiles. Los naturalistas han conocido la _necesidad de una anatomia comparada , la legis= lacion comparada ofrece igual ventaja 4 los legistas. Deducid de estas observaciones que es preciso, ante todo, te- niendo a la vista la ley positiva, aplicar yuestro espiritu & juz- gar la justicia, la sabiduria 6 la conveniencia, preguntandoos concienzudamente quid deceat , quid non, Rectificad en seguida vuestras opiniones por la eomparacion de las legislaciones antiguas con las vigentes. Yo creo imponeros en esto un gran trabajo, pero util. A es- to'se limitan mis consejos sobre las teorias del procedimiento civil, palabras por las cuales yo entiendo el conjunto de los prin- cipios dé lo que debe ser, y cuyo conocimiento- me parece esen- cial para juzgar sanamente lo que es, y poder interpretar la ley 134 con sabiduria y discernimiento ; objeto de las-ocupaciones dia= Tias de los jurisconsultos y de los magistrados. Al estudio de estas teorias absolutas y generales que se com- ponen de principios fundados sobre la naturaleza misma de las cosas, debe suceder el de la doctrina; espresion por la que en- tiendo el sistema razonado de los motivos y delas consideracio. nes que han determinado al legislador 4 modificar estos princi- pios en su aplicacion 4 la ley que ba promulgado. Instruido por los estudios preliminares, del sentido, del ca- racter, de la inteligencia de la ley , de las intenciones y de las miras del legislador, el complemento de vuestros trabajos consis- tira en la aplicacion de los testas 4 las especies ficticias 6 reales que se presenten constantemente en la practica. Vos decidireis por vuestras propias luces las que os hubiereis imaginado, y las que bubiesen sido resueltas por la jurisprudencia 6 los autores. Los autores han influido muchas veces sobre los juicios, y sus reflexiones han ocasionado importantes mejoras. Los principios generales se encuentran reunidos en ellos ; las leyes, las senten- clas judiciales...., las autoridades indicadi las cuesliones profundamente discutidas. Las sentencias judiciales , estos ordculos augustos pronuncia- dos en nombre del Rey, dados por asambleas de magistrados, depositos respetables de sus opiniones, som los esoros de la jus- ticia. Judicio sunt anchore legum. ‘Las lecciones verbales de vuestro profesor os habrén con- vencido de que las leyes del procedimiento deben , como todas las otras, ser interpretadas por los principios que les sirven de bases; que se debe, en sus disposiciones , consultar antes el es- piritu del legislador que las letras y las palabras que sirven de espresion 4su pensamiento, y que por consiguiente las doctri- nas no pueden separarse de lo que se llama la prdetica, Pero fijemos bien nuestras ideas sobre la verdadera acepcion de esta palabra. En mi opinion, la prdctica es un arte, mientras que el procedimiento, como lo he dicho al ipio, es una cien- cia. La practica no es, pues, otra cosa que el método de aplicar los principios de la ciencia del procedimiento; el ejercicio, se- gun este método; en una palabra, el poner en accion todo lo que estos principios prescriben para llegar 4 la instruccion y 4 la de- cision de un proceso, y ala ejecucion de esta decision. 132 Este arte nose aprende, ni se aprenderd jams, cualquiera yue sea el tiempo que se pase copiando las actas de un proce- dimiento; pues que no se puede adquirir por este trabajo lo que se necesita saber para obrar con discernimiento, y para no ha- eer nada sin epnocer el fin y la utilidad. Cuando se esté bien penetrado de los principios y de las re- glas de la ciencia del procedimiento, y se esté seguro de espre- sar en lérminos propios, en los actos prescriptos por la ley, to- do lo que es preciso decir, sin omilir cosa alguna: la lectura de los modelos, y de los protocolos debe seguirse entonces para rectificar la redaccion si fuese necesario; tomar por guia en es- tas redacciones las obras de estilo, seria esponerse 4 escribir en el lenguage incorrecto de los antiguos practicos, Yo tengo la mayor confianza en estas illimas observaciones, porque Mr. Dupin nos dice en wna disertacion sobre el ilustre Pothier; que el venerable Lacroix-Frainville , uno de los mode- los del foro francés, ha conservado mucho tiempo una carta de Pothier en respuesta 4 la que él le habia escrito para preguntar- Ie si creia que fuese indispensable 4 un joven el entrar en el ofi- cio de un procurador para aprender alli el procedimiento ; Po- thier, despues de baber discutido la cuestion, 4 su manera, ba- jo todos los aspectos, dice Mr. de Lacroix, et in wlroque foro, se habia pronunciado por la negativa, prefiriendo la teoria 4 este gincro de practica. En efecto, nunca lo repetiré demasiado, considerando el procedimiento bajo la triple relacion de las teorias generales de Ja doctrina, y de la prdetica, es como viene A ser una parte esen- cial de la ciencia del jurisconsulto; tan grande es su influencia sobre el éxito de los negocios. Hagamos, pues, los mayores es- fuerzos, para adquirir, cualquiera que sea el ramo de legisla- cion 4 que nos apliquemos, las nocciones emanadas de la razon y de] derecho natural; estas ideas maternales y fecundas de donde se derivan, como corolarios , la division de los casos par- ticulares ; porque si los limites de la prudencia humana no per- milen preveerlos todos, la observacion y la esperiencia denues- iran que no se presentard ninguno que no pueda enlazarse 4 los principies por consecuencias mas 6 menos aproximadas , mas 6 wenos faciles de deducir con el ausilio de la ciencia que haya- mos adquirida, SECCION X. SOBRE EL ESTUDIO DE LA APLICACION DEL DERECHO ‘CRIMINAL. (Mr. Dupin jeune.) Brue cos qui discuntur ad mortem et qui trabuntor ad interitum libera- re ne cesses, Prov. xxv. 2. Es una bella y noble mision la de defender el estado, los de- rechos, y la fortuna de los ciudadanos; pero es mas santo toda- via, y mas elevado el patronato que cubre con su égida su ho- nor, su libertad, y su vida amenazadas. En esto el ministerio del abogado brilla en todo su esplendor ; la gravedad de los re~ sultados da mas precio al triunfo, y la grandeza del servicio ase- gura mas los derechos al reconocimiento. La cuchillade las le- yes separada de una cabeza inocente, un hombre 4 quien la pre- vencion perseguia arrancado 4 la infemia; un ciudadano res- tituido 4 la sociedad, un padre 4 su familia: que sucesos! Que testimonio para una conciencia generosa! Que titulo 4 su propia estimacion y 4 la de los otros! Sin dada la atencion publica puede fijarse algunas veces en estas graves cucstiones de derecho civil ™ afectan una multi- 134 tud de intereses materiales ; sucede todavia que la curiosidad sea. escitada en ciertas causas por hechos romancescos 6 escandalo- 808; que se aplaudan los esfuerzos felices para impedir que se consume una injusta espoliacion. Pero que frio y pasagero es el interés que causan estas contiendas! Que palida y descolorida es Ja gloria que de ellas resulta! Ved por el contrario uno de estos dramas cuya dolorosa ac- cion se desenvuelve 4 los pies de la justicia criminal, y en los que un desgraciado disputa su vida 4 los severos organos de las leyes ; con que anhelo espectadores de todas clases, de todos se- xos, de todas edades, asisten 4 estas escenas animadas que es- cilan la ternura, no con dolores imaginarios, sino con angustias demasiado verdaderas! Con. que avidéz se recogen sus menores circunstancias én los folletos que las divulgan! Como el publico se conmueve, se apasiona! Que impaciente esta de oir la vor elocuente que debe desvanecer las tinieblas de la prevencion, disipar los temores de Ja sociedad alarmada, y probar que el miembro que se pretendia arrancar de su seno, no es indigno de conservar en él un lugar! Sobre todo si la acusacion tiene el color de la persecucion; sila defensa se ve obligada 4 luchar con- tra un poder opresor, 6 contra enemigos poderosos, y a arros- tar sus resentimientos y su cdlera, cuantos volos se hacen por elorador! cudntas simpatias encuentra em todas partes! Sies bastante dichoso para vencer, cada uno se asocia A su triunfo, y ‘si tiene la desgracia de sucumbir, no se le muestra menos grali- tud por los generosos esfuerzos que ha hecho. Asi en las Repiblicas antiguas , donde la voz del pueblo con- feria los cargos y las dignidades, los sufragios se dirigian con preferencia 4 los que se habian distinguido en la defensa de los acusados. Ciceron que se mostrd siempre fiel 4 este deber del orador, y que le desempeio con tanto brillo , le recomienda co- mo el. mas poderoso medio de crédilo y de gloria. El mismo cita ilustres ejemplos, y el de su vida es mas distinguido que todos los otros. Un tiempo huboen que la solucion de los procesos se some- tia 4 la ventura de Jos combates judiciales, pero proscriptas tan absurdas pruebas por el influjo de la razon y de la filosofia , se balla universalmente adoptado en las legislaciones modernas el grande principio que establece la defensa libre y publica de los 435 . acusados, principio sin'el cual nd pueden existir ni juicios ni condenaciones legitimas ; principio que puede ser desconocido en tiempos de furor y de anarquia, pero que no tardard en re- sucitar. 4¥ quien, pues, podria creerse interesado en alacarle 6 en restringirle? El no ha sido establecido para el provecho de algu- nos sino para el provecho de todos, A su vez vencedores y ven= cidos , perseguidos y perseguidores, los partidos tienen necesi- dad de invocarle , y todas las épocas en que la defensa puede hacerse oir, testifican su utilidad. O vosotros los que teneis las rlendas del poder, cualesquiera _ que seais, respetad un derecho protector de todos, un derecho sin el que no hay justicia segura para nadie, un derecho que se~ 4 acaso para vosotros mismos un Ancora de salvacion. Loa des~ tinos y las olas son variables! Respetad los caprichos dela fortuna, y no os espongais 4 que un dia se og diga : Patere legem cuam ipse tuleris. En cuanto 4 nosotros, 4 quienes nuestra profesion lama al ministerjo sagrado de la defensa , esforeémonos siempre para hacernos dignos de él y de desempefiarle con honor. La primera disposicion que exige es este sentimiento vivo y profundo de lo justo al que la arbitrariedad ofende, la opresion irrita y toda iniquidad exalta; este fuego del alma que sabe com- padecer el infortunio, no con una piedad estéril, sino con la efl- cacia del desinterés. 4¥ como podrian conmover 4 Jas jueces los que no estin con- movidos? ,Como podrian escitar la indignacion en Jos otros , los que, en su frio egoismo ven la injusticia con indiferencia. Si vinme fiere, delendum est Primum ipsi (ib. Esta es una regla del foro tanto como del Parnaso, Otra virtud no menos necesaria es saber, en caso de necesi~ dad , hacer callar toda consideracion personal, arrostrar, sies preciso, las enemistades poderosas, y luchar contra un poder opresor. Es necesario ser capaz de decir , como Gerbier , acusa~ lo de haber atacado muy vivamente 4 hombres de allo nacimien~ to: «qué seria de Jas leyes , de las costumbres , de nuestro mi- nisterio, si cuando un desgraciado viene 4 implorar nuestro apo- yo, fuese preciso para decidirnos 4 defenderie , medir el grado 4136 del crédito y del poder que le agovian? Qué, porque se deba 4 Ja casualidad del nacimiento un nombre y titulos ilustres, por- que se esté revestido de grandes empleos, se tendra el privile- gio de encadenar mi deber! Yono habré de prestar mis socorros 4 la inocencia! No, yo cumpliré hasta mi wltimo momento el ju- ramento que he hecho 4 la justicia, y pagaré lo que debo ala humanidad. Venid, mis conciudadanos , mis semejantes ; hom- bres cualesquiera que seais, acudid con confianza ; vuestra po- breza no disminuira mi celo; yuestro infortunio no har mas que acrecentarlo. Para vosotros se erigieron templos 4 la justicia, y para serviros be adquirido el derecho de aproximarme 4 sus allares.» No es solamente contra el poder contra quien es necesario saber luchar, eslo tambien contra los partidos, y aun algunas ‘yeoes contra aquel que se ha adoptado y servido. El verdadero abogado no debe tener sino su conviccion por regla, y su con- ciencia por juez. Non civium ardor prava juventium, Non vultus instantis tyranni Mente cuanti solida. En esto es en Jo que consiste el valor civil, {an raro, Ab! y que Ciceron tenia razon en no colocarle debajo del valor militar. Acabamos de manifestar las disposiciones morales que debe ‘tener el que se dedique 4 la defensa de los acusados; hablemos de los estudios preparatorios 4 que debe entregarse. Es un error bastante comun el creer que la ciencia es un dé- -bil 6 indtil socorro para la discusion de los asuntos criminales. Muchos hombres de mundo y aun algunos abogados dicen: jde qué se trala en estas materias? De la contestacion de un hecho y de su comparacion con un testo que la acusacion debe daros. Para esto’ no se necesita sino una inteligencia comun, y una cierta facilidad de hablar que os permita espresar yuestras ideas. Si, puede ser, si el hecho fuese siempre simple y laley siew- preclara. | + Y todavia , aun en Ja presencia de una ley clara y de un he- -eho simple, seria preciso este arte de ordenar sus ideas y este talento de conmover; que son la base de toda elocuencia. A esta -clencia-de:la palabra deberia afadirse tambien un conocimiento bastante-grande del corazon humano, de sus debilidades ‘y de 437 sus pasiones, para esplicar algunas veces, y para alenuar un de- lito materialmente verdadero, pero escusable por las circuns- tancias que le acompafan; saber hacer que los jueces se pene- tren de una posicion violenta y dificil ; buscar lo que el hombre pudo perder en ella de su razon, de su libre alvedrio, y de sus mismas virludes ; separar la debilidad de la perversidad ; distin~ guir el acaloramiento de la premeditacion; y seguramente que sin estudios el hombre no adquiriré esta dichosa union de la elo- euencia y de la filosofia lan recomendada por d’Agnesseau- Pero todo esto pertenece 4 los estudios generalesgel orador, los hay especiales para los asuntos criminales; y de estos es de los que debemos aqui ocuparnos. Es preciso conocer bien el testo de las leyes penales, su espi- ritu, su objeto y sus motivos para discernir sila acusacion no hha errado en la calificacion de los hechos, y en la invocacion de las penas que pretende aplicaries. importa sobre todo estar perfectamente iniciado en la mar- cha y en los pormenores de la insiruccion criminal, para asegu- rar al acusado todas las garantias que ella puede ofrecerle, y | ‘todos los medios de salvacion que puede esperar. El estudio de las leyes penales, y el del procedimiento crimi- nal, podria sin duda suministrar los conocimientos sucintamen- te necesarios en la prictica ordinaria, pero el abogado que se * encerrase en lan estrecho cireulo, no adquiriria ninguna eleva- cion en las ideas, no. poseeria la filosofia del derecho criminal, ni su historia, y sin embargo la uma y la otra pueden ofrecer mas de un género de recursos. Las leyes penales de las anliguas monarquias de Oriente no tenian otro objeto que armar el poder del Sefor ; era preciso in- molar 4 cualquiera que le hiciese sombra. Los Egipcios vivian bajo la doble opresion de sus Sacerdotes y de sus Reyes absolu- tos. Pero una legislacion que muchos desprecian sin conocerla, y que merece bajo mas de un concepto la atencion del legisla- dor, y del jurisconsulto, es la de los Hebreos. Su instruccion criminal sobre todo era admirable, por la simplicidad de las for- mas, la combinacion de las garantias, y la humanidad que la acompafaba. Todo acusado debia ser juzgado por los ancianos de los pueblos, especie de jurado compuesto de los hombres mas esperimentados y mas sabios. Ante este tribunal popular, los 138 debaies eran piblicos, las precauciones mulliplicadas contra el peligro de las declaraciones, y contra la debilidad de los jueces. La deposicion de un solo testigo era impotente , la confesion del procesado insuficiente para producir una condenacion. En los interrogatorios los jueces se absLenian de Loda pregunta capcio- sa, y sus palabras respiraban siempre una especie de benevo~ lencia hacia un hombre que podia ser inocente. Aun despues de la condenacion Ja sensibilidad del legislador resplandecia toda~ via por nna superabundancia de escripulos , y una necesidad de prevenir elerror, de Jas cuales no se halla ejemplo en ninguna otra nacion. Cuando el condenado marchaba al suplicio, dos ofi= clales de la justicia le acompafhaban para apreciar las nuevas pruebas que podiese alegar de suinocencia, y llevarle de nuevo, si era preciso, ante sus jueces, Un heraldo marchaba delanle y grilaba al pueblo: «Et desgraciado que veis ha sido declarado cul- peble, y conducido al tiltimo suplicio, Hay alguno de vosotros que pueda justificarle? Que se presente, que hable.» Y si alguno se presentaba, ordenaba la ley volver ante los jueces hasta cinco veces. En fin, el sacrificio debia consumarse; antes de llegar al lugar de la ejecucion se daba Ala victima una bebida estupefa- ciente que le hacia menos lerrible la aproximacion de la muerte. Las leyes de Atenas, y especialmente Ja Constitucion del Areopago, presentaban , aunque mezcladas con abusos, disposi- ciones llenas de sabiduria y dignas de ser estudiadas. Roma, enel tiempo de su libertad, establecid en las acusa- ciones publicas formas de proceder qne seran siempre un mode- Jo para el publicista , y un objeto de admiracion para el filosofo. “Agoviada bajo el yugo del despotismo, estas formas lan sim- ples, tan razonables y tan protectoras, desaparecieron poco 4 poco: para hacer Lriunfar la injusticia, y para oprimir 4 1a ino- cencia, era necesario allerar los medios de descubrir la verdad. ‘fal es el cwadro histérico en que el jurisconsulto hallaré nu- merosos objetos de meditacion, principios aplicables 4 todos los tiempos , y hechos que pueden prestar: aplicaciones mordaces y analogias felices. En cuanto 4 los autores que ban escrito sobre estas male- ras, hay pocos que merezcan ser distingaidos. Las obras de los antiguos criminalistas no son sino frias y dridos comentarios sobre las leyes criminales. 139 En el siglo XVIII, la filosofia , dejando la region de las ubs- tracciones, dirigid una ojeada atrevida sobre las instituciones sociales, y les pidid cuenta de los males que podian causar 4 la humanidad. Un joven sefhior Milan¢s se indigné entonces de la barbarie de las leyes criminales; su alma ardiente y generosa se conmueve por la atrocidad de las penas, la iniquidad de los procedimientos , los horrores todavia en practica de la tortura y la vileza de los oprobios gratuitos. El quiere desterrar estos abusos, y publica el Tratado de los delitos y de las penas. Jamas un libro tan pequefio ha producido un efecto tan grande: él es- cité un verdadero entusiasmo, una admiracion universal. Pero el suceso del libro de Beccaria provino de que satisfacia una necesidad de la época: esta es una prueba del poder de la opor- tunidad. En efecto, el Tratado de los delitos y de las penas esta lejos de merecer los elogios que ha recibido. El se distingue menos por Ja profundidad de miras que por la generosidad de sentimientos ; es preciso ver en él una defensa acalorada en fa- vor de la humanidad , mas bien que una obra cientifica; es mas una buena accion que un buen libro; y el nombre de Bec- caria pasaré 4 la posteridad , no como el de un gran publicista, sino como ¢1 de un hombre que ha merecido bien de la especie humana, uno de estos hombres de quienes se ha dicho: gui sui imemores alius fecére merendo. En una posicion social no menos elevada, y con igual filan- tropia, Filangieri caminé al mismo fin. El tiene mas ciencia, mas filosofia, y mas elocuencia que Beccaria. Su horizonte es mas estenso. En lugar de limitarse al examen de las leyes crimi- nales, trata de toda la ciencia de la legislacion, El se considera como una especie de consejero de los Reyes, y cree con candor que basta mostrar la verdad para hacerla entrar en las leyes y en las administraciones. Algunas veces no es un genio de pri- mer orden, es un talento secundario digno de la mayor estima- cion, En-el orden filoséfico se presenta Jeremias Bentham, espi- ritu independiente y original, pensador profundo y atrevido, prodigo de pensamientos nuevos y de observaciones ingeniosas, Desgraciadamente el espiritu de sistema le estravia algunas ve~ ces, y el principio sobre que funda sus teorias es vicioso y esta leno de peligros. Para él, el derecho no es otra cosa que la crea- 4140 cion de la ley ; la ley es la medida del bien y del mal; y no reco- noce en el derecho de castigar otra base que el interés material. Este es, en la jurisprudencia, el gefe de la escuela sensualista. A la cabeza del campo opuesto, es decir, de la escuela espiri- twalista que se eleva 4 un principio moral, que no quiere ver so- lamente la utilidad, sino lo justo, se encuentra Mr. Rossi, Profe- sor de derecho romano en la Academia de Génova. El tratado de derecho penal que ha publicado recientemente, es un escelente li- bro donde se halla lo positivo sin ceguedad, la esperiencia sin preocupaciones , la filosofia sin espiritu de sistema, y lo que no se ve jamds, la metafisica sin oscuridad. Yo desearia que al estudio de las obras que acabo de indicar, se ahadiesen al menos algunas nocciones de las leyes penales y de las formas judiciales de otros paises. Es ademas indispensable conocer 4 fin de recurrir 4 ellos en caso de necesidad, los mejores tratados de medicina legal, para lag cuestiones de homicidio, de heridas , de infanticidio y de en- vanecimiento. En fin, el régimen constitucional , concediendo la libertad de escribir , pero sometiendo los abusos de esta libertad 4 la re- presion penal, ha ensanchado la esfera de los debates judiciales. Los crimenes y los delitos de la prensa suscitan la discusion de Jas mas graves cuestiones del Orden social, y el foro se ha he- cho, por decirlo asi, rival de la tribuna. Esta parte, tanto tiem- po exenta del dominio del abogado, es hoy la mas brillante, Pero para mostrarse en ella con algun esplendor , es preciso que el -orador reuna 4 sus otros conocimientos Jos de la historia y el derecho pablico. Ellos solos pueden suministrarle las armas ne- cesarias para este nuevo génera de combate. Ved aqui un escelente compendio de los estudios necesarios para aquel que se dedica 4 la defensa de los acusados ; ahora di- remos algo sobre el ejercicia de este ministerio. El primer cuidado del abogado que se respeta, debe penerse -en la eleccion de las causas. El no debe aconsejar ni defender si- no aquellas que crea justas en su alma y conciencia. Muchas veces es preciso reconocer que hay mas latitad en lo criminal que en Jo civil. En los asuntos civiles, donde dos inte- reses opuestos se controvierten, no podeis asegurar la victoria 4 aquel que no tiene razon, sin hacer caer el peso de la derrota 444 Sobre el que la liene. En los asuntos criminales, por el conira- rio, la pena separada de la cabeza del acusado, no va 4 caer so~ bre otra cabeza. Por otra parte, es un principio que la condenacion no es le~ gitima, sino la ha precedido la defensa , y este principio es has~ ta tal punto riguroso, que el mismo acusado, por grande, por pablico que sea su crimen , no puede renunciar A ser defendido, Si él mo puede 6 no quiere nombrar un defensor, el magistrado se lo designa de oficio, bajo pena de nulidad de todo lo que se ae= tvare. Lauyel fue defendido! Este principio admitido en lodos los Codigos modernos, lo es tambien del derecho romano: si non habebunt ad vocatum , ego dabo. Ademas en medio de los debates del negocio mas desespera- do, brillan algunas veces estas aclaraciones, repentinas, estas revelaciones imprevistas, que ponen de manifiesto la inocencia de un desgraciado préximo 4 sucumbir bajo el peso de las pre- venciones. . Asi en el mas bello tratado de moral que ha salido de la ma- no de los hombres, en el Tratado de los Dederes , despues de ha- ber dicho que nada puede autorizar 4 constituirse em acusador de un inocente, Ciceron ahade: «pero cuando se trata de de- fender, no es preciso ser tan timido, y hacer un escrapulo de encargarse algunas veces de 1a causa de un hombre culpable, con tal que no sea un ménstruo inauditamente perverso. El mundo lo aprueba,, el uso:lo permite, la humanidad lo exige. El juez no debe conocer sino lo-verdadero; las probabilidades bastan para la defensa. Yo no osaria, aiade el elocuente aulor, escribir una proposicion semejante en un libro de moral, sino estuviese apoyado por el sufragio y la autoridad de Penetius, el mas aus« tero de los estoicos.» Sin embargo, no es preciso deducir de este peng de Cice-, ron que sea permilido al abogado encargarse indiferentemente de ‘toda especie de negocios criminales; sino solamente que hay casos partliculares en los que se puede, aun en presencia de un crimen 6 de un delito justificado, hacer una defensa apo- yada, no sobre la denegacion del hecho , pues esla no tendriaju- gar, sino sobre Jas conjeluras que-lo han ocasionado, y quede- terminan su moralidad. Se puede inyocar el testimunio de.una vida de gloria y de virjud contea.an insu * estravio y deol 442 vido. Se puede , sobre todo, en. los tiempos de agitacion y de turbaciones, venir al socorro de estas fallas que traen sa origen de la esfervescencia de los partidos y no de la perversidad del corazon. Pero fuera de estos casos escepeionales , es un deber reusar 4 una defensa imposible , una cooperacion voluntaria que tenga el aire de la conviccion. Es preciso esperar 4 que un nom- bramiento de oficio la convierta en una obligacion. Entonces la posicion varia y el deber con ella. Organo forzado de las espli- caciones del acusado, no se es responsable de su debilidad; en defecto de razones, se recurre 4 consideraciones, se invoca la clemencia; y cuando no se puede evilarla pena, se procura a lo menos disminuir su rigor. Este papel es tanto mas bello, cuanto es completamente desinteresado,; y el celo que en su desempenho se emplea no tiene otro mévil que et sentimiento del deber y el amor de la humanidad. Muchas veces el ministerio del abogado en los asuntos cri- minales no se limita 4 la defensa: algunas tambien se estien- de al ataque. Este cuadro seria incompleto , sino dijese alguna ‘cosa acerca de las obligaciones que impone tan grave mision. , La primera regla que debe observarse, es la que establece €iceron , y que ya hemos citado, de que no se acuse nunca 4 un inocente. «En efecto, dice él, que cosa mas barbara que el hacer servir para la pérdida y laruina de la gente honrada este precio- so'don de la elocuencia, que no nos ha sido concedido por la na- turaleza sino para la salud y laconservacion de los hombres.» El recomienda tambien que se acepte muy rara vez la dolo- rosa tarea de la acusacion: hoc quidem non est, sepe faciendum.... aemel , aut non spe certé: porque es de un hombre cruel, 6 mas bien no es propio de un hombre, el poner en peligro la existen- ciade un gran nimero de ciudadanos, duri enim hominis, vel potius via: hominis videtur periculum capitis inferre multis. «Ade- mas, continua, si el papel de acusador puede ser honroso, es sin embargo mucho menos glorioso que el de defensor:» ( Dec Offic , lib. 2..cap. 14.) Para Ciceron no era esta pura teoria : él mismo puso sus pre- eeptos en practica. Solo fue acusador una vez, y esto fue para haber castigar lasiconeusidnes y los crimenes de Verres. Por es- to, decia, al principio.de este proceso: «que causaria admira- cion sin duda, que despues-de habérle visto presentarse por tan- 443 tos afios en los juicios piblicos, siempre para defender y jamas Para acusar, cambiase de cardcter, y descendiese d ¢l de acusa= dor.» El procura justificarse de esto , casi como de una falta: es por deber, por honor, por humanidad, segun el ejemplo de mu- chos virtuosos personages, segun el antiguo uso y segun el espi- ritu de nuestros abuelos; que he determinado encargarme de es- te penoso ministerio , no por mis propios intereses, sino por los de mis amigos. Sin embargo , en este asunto , una cosa me con~ suela: y e3 que lo que parece de mi parte una acusacion , debe ser en realidad mirado mucho menos como wna acusacion , que co- mo una defensa. Si, yo defiendo 4 una multitad de hombres, 4 una mullitud de pueblos; en fin, 4 la Sicilia entera ; y si yo ata- co 4un solo culpable , yo no creo salir sin embargo del plan que me he propuesto , de consagrarme d defender y socorrer d los desgra- ciados.» En fin, al (erminar su quinto discurso, vuelve sobre esta idea en estos lérminos: «Yo be llenado mi deber ; pero que la repu- blica se contente con-el tributo que la he pagado en esta acusa- cion ; y que me sea permitido en lo sucesivo defender 4 los bue= nos ciudadanos, antes que verme reducido 4 perseguir 4 los per- ‘versos.™ Estos sentimientos honran al caracter de Ciceron. Que ellos sean tambien los nuestros. Pero cuando creamos deber interve- nir en un proceso criminal, y adherirnos 4 la acusacion , debe- mos hacerlo con moderacion, sin exaltacion, sin acritud y sin colera. Es una especie de cargo pablico el que desempefhamos entonces. Que nuestro lenguage sea grave ; hablemos 4Ja razon de nuestros jueces,.y no-b sus pasiones ; deduzcamos nuesiras pruebas con, firmeza , perp sin,sofismas nj artificios; obtengamos ; una condenacion por la evidengia.de les, hechos y no par el calor > deslas palabrag; ¥ que nuestra victoria no Pyoda panna rier remordimientos wi pesares, ). 9, o Tendria muchas cosas. que ahadir, si quisiese, purer te graves objelos que solo he desflorado, Pero aqui acaba el cireu- Jo que me he trazado; yo me detengo;; demasiado feliz si catas, reflexiones fugren dle,alguna utilidad 4los,jovenes que,entraren eu-mna,cargpra en-donge Ja gloria-les agaarda, & dlonfle yo desrsen » guiré.con Lovgs, mpis wotog, y. donde ningunp aplaugiracon. mas. alegria que yo sus talentos y sus virtudes. Py sh 4 SECCION XI. DE LA LIBRE DEFENSA DE LOS ACUSADOs. (Mr. Dupin aind.) ‘Un abogado no tiene solo que defender los intereses pecunia- ios de sus clientes en los procesos puramente civiles; debe tambien prepararse para defender la libertad, el honor, y la vida de los acusados en materias criminales. Esta tarea dificil puede serle impuesta 6 por la eleccion de las partes mismas que reclaman su ministerio, 6 por la de la justicia que le designe de oficio para Henar esta noble funcion. Debe, pues, instruirse desde luego en el procedimiento cri- minal y en las leyes penales. Este estudio no-es' menos importante qué el del derecho ci- vil; yaun se podria tambien decir que 16 era mas, 4 no conside- rar sino la gravedad ‘de los intereses y la’ severidad de sus con- secuencias. F 145 Pero tanto como la conciencia del abogado debe asustarse de Ia importancia de loa deberes que le impone la defensa de los acusados en materia criminal, tanto su razon debe armarle de valor para cumplirlos en toda su estension. Debe, antes de todo, penetrarse bien de esta idea, que la defensa de los acusados, sin dejar de ser respetuosa, debe ser esencialmente libre ; porque si la sujecion impide que sea com- pleta, compromete la suerte de su cliente. Algunas veces, aunque raras, se suscita en el curso de lade- fensa una lucha entre el abogado y los magistrados: aquel rein- vindieando-el derecho de hablar; estos imponiéndole la obliga- cion de callar, 6 de no hablar sirio’ como les place. La autori- dad-estA siempre de un lado, "pero Ja razon’ puede “alguna ver estar del otro. ,Quién entonces tendra la balanza, entre el abo- gado que reclama y el juez que decide? Hay en este punto prin- cipios que reglan la conducta del magistrado y la del defensor. Yo habia emprendido , ‘muchos afios ba, reunir algunas ideas sobre este objeto importante en un esevitd 4 Wl que di por titu- Jo: de la libre defensa de los acusados.'*" Al componerle, me habia prépuesto ipetvitpatmenite réefutar el error de clertos hombres apasionados que habian tenido la imprudencia de asegurar, «qye los abogados no podian defen- der 4 Jos acusados de crimenes de estado’; sin hacerse, Pele. cirlo asiy sus cdmplices!» + fey La refutacion fue‘muy bien acogida del piblico ; ‘que ‘el efecto tenia mas que perder que no que ganar en una doctrina que tendia 4 intimidar 4 susdefensores. Este escrito mio es el que yo presento hoy 4 mis compro- fesores , despues de haberle releido, y hecho en el algunas adic- Feliz si estas reflexiones, inspiradas por la naturaleza d el ob io, y tambien por la desgracia de los tiewipos.en que las es- » pueden contribuir 4 afirmar 4 cada uno de nosotros en ae noble pensamiento de que él primero, como el mas santo de nuestros deberes, es trabajar sim descanso en la defensa de los acusados! Porque es la sabiduria misma quien nos dice en sus sublimes consejos: id al socorro de vuestros semejantes; ar- rancadlos del peligro de que estan amenazados, y disputad, en cuanto os sea posible, 4 la muerte aquellos que ‘se quiere- 446 con empeho condueir & ella. Erue eos, qui dueuntur ad mor- fem, et qui trahuntur ad interifum léberare me cesses, Pro- vers., XXIF., dh 5, L—De la Justicia, , Se nos representa: la justicia comounadivinidad tutelar, cuya templo siempre abierte y de facil acceso, ofrece en todo tiempo un. asilo seguro al pobre contra el rico, al débil contra.el fuerte, a] opcimido.contra el opresor. |, magistrados son los: ministeos de, este templo,, Nuestra cion se los figura,con, complacencia revestidos, de una.’ gspecie de sacerdocio ; tan pladosa es Ja idea: que noe formaran de Ja sanlidad de us funeiones! ; . Sacerdotes de la justicia, ellos velan sobre el cumplimiento de sus leyes;, atraen los hombres 4,su,culto, por el respeto-que clos Ja profesaa),.marchan por sys, camians, con, una constaucia inmuytable; nada nueds equpararse 4)1a,regularisad con: que ab- servan sus ritos y sus solemnidades... , ‘Todas, yslayficeiones peposan sobre,un-fondo de: verdad, Del mismo, modo que no se, podria sin debilitar la religion en el es- piritu de les pyeblos, despojarla de la pompa, esterior y de las auguyias ceremonias que, realzan sy culto A sus ojos; asi tampo- co se podria, sin herir 4 la justicia, separarla de. las formas que Jq-s00, propias;, y sim tas. que ja opipion publica, mo, Pundle ean- cobitlded sun wa tian. ann et sip tibed stip anit Estas formas, que en las materias tivilep ordinarias, som sim- plemente conservadoras., se convierten en sacramentales en ma- lerja.crimina}, porque en cllase trata, no solamente de la fortu- na, sine del honor, y famblen de la vida de los cludadanges i. Hocahae dete uso bir. t abort blero i culday isokne tpdo.una regla que no > peed, dejar. de observarse, sin thollar-pon los pies Lodas las leyes de la justicia: y consiste en edn anes de puagare py eel w -1Es ua pringipio,en fecga que wdc puede ser condenade, - sith rove antes haya sido oldog jr, be gele-poineipio mace para el juez Ia obligacion de oiral aou- 447 sado , y dejavle toda'la latitnd necesaria ‘para que pueda dofeii- derse, tanto verbalmente como por escrito. Porque hay todavia una maxima que se ha hecho trivial 4 fuerza de repetirla; 4 saber: que la defensa es de derecho natural. — Esta es la ley de los animales que viven bajo el imperio de Ja fuerza; esta es la ley de los hombres reunidos en sociedad ; y esta seria la ley de Tos’ Dioses inmorlales' si se Pudiese cdncebir mas de uno solo, Esta ley es verdadera en el orden fisico; vim vi repellere li- cet; es permilido repeler la fuerza con la fuerza. La muerte mis- ma cesa de ser un'crimetr en la persona qué no la ba code tis sino por sw propia defensa: “ Ella es tambien verdadeta én el ofden moral; 'y aquél que gi me bajo el peso de uni actisacion tiene #1 derecho de desviar el golpe que le amenaza, ‘defendiéndose por los medios que su inteligencia le sugiere, es decir, por el razonamiento y por la palabra , que no nos ha sido concedida por la bondad divina, si- no para aprendér, ensehar, discutir , comunicar éntrt nosotros, estrechar los nudos de la sociedad civil, y hacer Politik fa yinbtie cia entre los hombres. Esta ley de la defensa natural no sufre escopelones ; ellavs de todos los tiempos, de Lodus los paises, para Lodos los casos, para todos los hombres. ” Sifuese de ojra manera, yo preguntaria , por qué-aquet qe ha cometido un asesinato en medio de una plaza publica,’ én el recinto de un tribunal, 4 la vista de un gran nimerd dedestigos; que es aprehendido en el acto, enfragante delito ; gpor qué digo yo, un hombre tan evidentemente culpable no ¢s muerto en el instante mismo, sin otra forma de proceso? Por qué nose hace con 6] lo que se hacia en Tuirquiat sPor qué tomarse el trabajo de oir t:los testigos , de-confrentartos; de interrogar al acusado, y de escuchar sus‘defensas, como'siel hecho fuese dudoso? Es ; pues, claro que si se instruye um pro. cedimiento, aun enesle caso, es para satisfacor 4 la justicia, euya primera regla es, no condenar nunca d nadie, sift haberie oidoantes. | Dios mismo, cayo. conocimiento abraza todos! os thempbs, que lee en el] fondo de nuestras coneiéneias; y qué penetratas 4148 mas secretas sinuasidades , Dios que juzga 4 Jas, justicias , nos oftece aplicaciones de esta regla. ‘Conocia Ia falta de que el primer hombre se habia hecho cul- pable? Por qué no le castigé al momento? Mas no, le llama, le interroga sobre el hecho de su desobediencia, y sobre log moti- yos que le indujeron 4,su ejecucion;, Adam, wbi es? qui fecisti? quare hog feciste? , Lo mismo, $e condujo con, Cain: ‘qdinde est vuesiro hermano Abel? Cain ,qué habeis hecho? En este olro pasage del Genesis: «El clamor contra Sodoma y Gomorra se ha aumentado, y.sus crimenes se han multiplicado hasta el esceso. Fo descenderé, dijo el Senor ,v yo veré si el grito que se ha elevado contra estas ciudades ¢s. bien fundado, 6 si-es de olra manera , para, que yo lo sepa.» 1 Lvego, cual ha ido en todo esto el designio. de Dios, si- no ensefiarnos , por su ejemplo, que no se debe nunca juzgar dun hombre ; por culpable que sea 6 parezca, sin haberle oido: que es preciso examipar con cuidado aun aquellas cosas de que se cree estar mejor instruido, y no despreciar. ningun medio para jus~ tificar si wna. acusacion es bien 6 mal fundada? Yo descenderé.... para que yo sepa..... §. I1L.—De la eleccion de un defensor. Siendo incontestable el principio de la defensa, es preciso para que no sea estéril, que el acusado que alguna vez no tie- ive el Lalentd 6 la presencia de espiritu necesarios para defen- derse,pubdeelegir un-defensor. Si él reauncia el derecho de eleccion , el juez debe de oficio proveherle de. un defensor, bajo pena-de nulidad del procedi- miento. » (Esta designacion de parte del juez no debe tener: lugar sino cuaindoyeliacusado no elige ; porque si hay un derecho que nose puede: megan.al acusado, es seguramente el-de elegir con’ li- bertad:-el hombre 4 quien debe confiar el secreto de sus pen- samientosi, de sus errores, de sus debilidades, de.su esistencia toda entera. Quién pues podria circunscribir esta eleccion ? Ella no lo- ba sidg.por el derecho nateral:' ni latnpoco , que yo sepa, encain- qun:pueblo de Ja antighedad, 3) 9-9, «1 149 En Roma el esclavo mismo debia ser defendido por su sefor, © por el apoyo del poder de su sefior. (L. 11, J. de public. Judie.) Si este le abandonaba, ¢] podia hacerse defender por otro es- clavo de su eleccion. (E. 19. ff. de Penis.) §. 1V.—Comunicacion del acusado con su defensar. No bastaria para la libertad dela defensa, que el acusado hu- biese podido elegirse libremente un defensor, 6 que el juez se le hubiere nombrado de oficio, sino le fuese permitido comuni- car con él con igual libertad. §. V.—De la libre defensa en el tribunal. El caracter de juez debe ser dulce y paciente. El sostiene la balanza entre el acusador y el acusado; entre el crimen y la pena. No debe irrilarse contra aquellos que cree culpables, ni en- fernecerse por la suerte de aquellos cuyos lamentos afectan su sensibilidad; su deber es mantenerse impasible, y buscar im- perturbablemente la verdad. Cuando d cata pregunta, que habeis hecho de wuestro hermano? Cain responde: yo no s¢: soy yo el guarda de mi hermano? Dios no monta en célera, ni se muestra ofendido de esta respuesta insullante, ni lama en su ausilio el trueno; continua sus pre- guntas: el Serior le repite: Cain, que habeis hecho? ‘Luego si Dios ha mostrado esta paciencia y esta dulzura ha- cia una criatura suya: cudnta longanimidad no se tiene derecho 4 esperar de un mortal que juzga 4 un semejanle suyo! Con cudnta indulgencia no debe escuchar hasta las menores circuns- tancias de la justificacion! Yo no intento solamente hablar aqui de la obligacion en que estd el juez de interrogar al acusado con austeridad, pero sin dareza; con rectitud y sin demasiada sagacidad; sin empehar su amor propio en embarazar por preguntas capelosas 4 un desgra- ciado que ordinariamente tiene mas necesidad de ser animade que de que se le intimide imponiendole. No hablo solamente del deber en que se encuentra de hacer A Jos testigos todas las pre- guntas de cargo.y descargo ,.y todas las interpelaciones que. se juzguen necesarias para descubrir, el oo y sus circuns- 150 tancias. Hablo principalmente de esta defensa que no empieza propiamente, sino donde la instruccion acaba. El decemviro Appius no rehusd oir 4 Virginios; pero 4 cada instante cortaba el hilo de sus discursos con bruscas interpela- ciones; mientras que por otra parte escuchaba 4 su confidente Claudios con una complacencia visible. Polyperchon se condujo con la misma indecencia en presen- cia de Phocion, acusado por Abonides. Para mostrar su iniqui- dad dice Plularco: «pero los partidos no eran iguales, porque Polyperchon respondia con aspereza algunas veces 4 Phocion, y le desconcertaba en todos sus prupdsitos por los medios mas violentos, hasta que resueltamente le mando callar. Tacito reprende 4 Tiberio por haber mostrado igual parcia- lidad contra Silanio. Se creia, dice ¢1, que Silanio se habia he- cho culpable de actos arbitrarios, y de concusion ; pero se le ro= deo de trabas que hubieran puesto en peligro al hombre mas inocente del mundo. Porque despues de haberle dado por ad- versarios Aum gran nimero de senadores, todos muy elocuen- ‘tes, Tiberio le obligé A responder solo A sus acusaciones estu- diadas; y 4 defenderse personalmente, aunque no poseia el uso de Ja palabra. Y esperimentaba sobre el éxito de su causa temo- res que hubiesen debilitado la firmeza del orador mas aguerri- do. No contento de esto Tiberio, que no podia ni contener su voz, ni componer su fisonomia, le apostrofaba 4 cada instante con interrogaciones que no le an ni refutar ni eludir la acusacion. Bien se concibe que Silanio fue condenado. Pero tambien yo pregunto, qué juez querria esponerse 4 la vergiienza de asemejarse por su conducta al decemyiro Appio, 4 Polyperchon, 6 4 Tiberio? Yo he oido 4 varios presidentes repelir 4 cada instante , vos teneis toda latitud para defenderos; pero... y de pero en pero la de- fensa era colmada de restricciones y de interrupciones que fati- gaban al abogado, cansaban su paciencia, 6 le turbaban hasta el) punto de reducirie 4 callar 6 & no hacer otra cosa que tarta- mudear. ‘Yo creo que estas interrupciones son esencialmente opuestas al deber del juez. Cuando la defensa se ha empezado, el juez de- ‘be haverse una ley de-no interrumpirla, y no permitirse estas pequenas baseattos que-trastornan el orden de las ideas, im- 454 piden el establecimiento de una prueba, resfrian el descn- volvimiento de un medio de consideracion y desconciertan al orador. El corazon humano nos pertenece todo entero"; nosotros podemos hondear sus mas seoretos senos. Donde quiera que en™ treveamos una pasion vergonzosa, nos pertenece el combatirla; un sentimiento generoso, nos conviene apoderarnos de él; una emocion favorable nos importa el escilarla. La ley se refiere & Ja conciencia ; luego todo lo que obra sobre ella, hechos, razo- namientos, imagenes, doctrinas, es de nuestro resorte. Luego estas interrupciones de un celo que algunas veces no tienen otro mévil que la opinion, y una primera impresion po- co reflexionada, no estin de acuerdo con la ley. Que el ministerio pablico cuando responde, 6 el presidente cuando reasumiere el negocio, se sirvande las notas que hu- bieren tomado y de las reflexiones que hubiesen hecho para desvanecer las contradiciones, restablecer los hechos en toda su exactitud, refutar las doctrinas erréneas, censurar lo que se haya dicho que sea inconducente, y separar todo lo que no pertenezca 4 la causa; enhorabuena. Pero mientras que la de- fensa dura, el juez, oyente religioso de ella, no debe turbar el curso que no le es permitido interrumpir 6 criticar la acu- sacion. . En un negocio de la prefisa, algunos consejeros escitaban al presidente para que interrumpiese al abogado; ¢1 les respondié friamente y 4 media voz: «puesto que quereis condenarle , es preciso oirle hasta el fm.» Hermolao, acusado de haber conspirado contra Alejandro, en lugar de justificarse de esta acusacion, did otro giro 4 su de- fensa. El Ilevé su audacia hasta sostener que habia hecho bien ensayando el medio de vengarse , porque Alejandro lo habia he- cho azotar como 4 un esclavo, y que era licito matar 4 un tira= no. A estas palabras, todos los asistentes, y sobre todo Sopoli, - padre del acusado, quisieron impedir que continuase ; pero Ale~ jandro no lo permitid, «Que se le deje hablar, gritéd, porque es lo ordinario que todos los acusados a¢ persuaden que se procede con- tra ellos con mas moderacion y clemencia cuando se les oye hasta el fin, Si dicen bien, esto les sirve; sino, colman la medida de su erimen, y hacen su castigo mas cigrto,» 452 Ciceron se espuso 4 tristes represalias, porque en una oca- sion memorable, se habia separado de las formas de proceder: y cuando el tribuno Metelo, enemigo de este grande orador, se opuso 4 que arengase al pueblo, no did otra razon, sino que no debia concederse el permiso de hacer su propia apologia 4 ui hombre que se habia airado contra otros, sin admitirlos a de- fender libremente su causa: qui in allios animadvertiset indicta causa, dicendi potestatem fiert non oportere. Esto era sin duda ven- garse de una injusticia con otra injusticia; pero esto prueba el peligro que se corre para si mismo violando en la causa de olro, derechos que se puede tener algun dia necesidad de invocar pa- ra su propio interés. Este derecho sagrado de una libre defensa estaba de tal ma- nera arraigado en el espiritu de los romanos, que Tiberio no crey6 siempre poder privar de él 4 lus acusados. Pison (dice Ta- cilo: Annal. HHI.) era acusado de haber enyenenado 4 Germini- co; Tiberio despues de haber oido los cargos de los acusadores, y los ruegos del acusado, remilid el asunto al Senado. Cinco ora- dores, elegidos por Pison, rehusaron encargarse de su defensa, ta que fue aceptada por otros tres. Tiberio se presento en el Se~ nado. Si Pison, dijo, ha agraviado ¢ insultado la juventud de mi hijo, si ha fallado 4 los respetos debidos , si ha querido su muer- te y mi dolor con alegria, yo le aborreceré, yo le alejaré de mi corazon, yo vengaré asi a Tiberio, y no al Emperador, Pero si Pison es convencido de un crimen de que las leyes vengan aun al altimo de los hombres, 4 vosolros, senadores, toca consolar por medio de una justa severidad 4 los hijos de Germaénico y 4 su padre. Yo lloro sin duda, y Moraré 4 mi hijo; pero no impido que se diga osadamente todo lo que pueda conducir a la defensa de Pison, 6 acusar 4 Germaénico! Que el triste interés que yo to- mo en este negocio, no os baga mirar las imputaciones como pruebas. En el peligro en que esta Pison, que sus parientes 6 sus amigos le sostengan com su celo y con toda su elocuencia. Si quos propincuus sanguis, aufidet sua patronos dedit, cuantum quisque eloquentia et cura valet , juvate periclitantem. La indulgencia para con los defensures es tanto mas necesa- ria en nuestros tribunales, en que algunas veces los acusados son ofendidos de oficie por jévenes, que si no'son todavia reco- mendables por grandes (alentos, lo son al menos por el celo y el 453 desinterés que emplean en una defensa cuyo cuidado Ie ba sido confiado por Ja justicia misma. Que el réspeLo que merece el mi- nislerio publico que acusa por el interés de la sociedad, sea tam- bien estensivo al hombre que se consagra graluilamente 4 la defensa de sus conciudadanos, y cuyo ministerio es tan nece- sario al cumplimiento de la justicia, como la acusacion misma; puesto que sin defensa no puede haber condenacion legal. ‘Si el juez debe ser indulgente con el defemsor, mayor razon hay para que lo sea con el acusado. Debe, pues, perdonarle el calor que manifiesta en su propia causa, pues al fin se trata de su péedida } de su salvacion. Yo he oido un acusado interrumpi- do en su defensa, decir al presidente; «Sefor, el cuidadode de- fender mi honor Jo supera todo. En saliendo de aqui vos os vol- veis muy tranquilo 4 yuestra casa; y yo yuelvo 4 entrar en una prision.» Las leyes romanas , que estin llenas de escelentes maximas, recomiendan al magistrado el ser impasible , y abstenerse de los movimientos de cabeza y de las gesticulaciones de la fisonomia que descubren los sentimientos de su alma, y ponen de mani- fiesto las pasiones de que se balla secretamente agitada. Sin en materia civil, es verdad, que °s sabio el juez que oye y despues juzga; porque de loco juez pronta sentencia; y quien quiere juzgar bien escucha 4 la parte: esto es tanto mas bien rigurosamente exigido en materia criminal. Que no se objete la pérdida del tiempo. La audiencia puede prolongarse un cuarto de hora, sin que sufra la justicia. Siempre hay tiempo para condenar. Seria conveniente el uso de la clepsidra en las asambleas po- liticas ; pero no se puede limitar asi la defensa de los acusados. ‘Siempre que asisto al tribunal, decia Plinio el joven, concedo to- do el tiempo que se me pide ; porque debo sobre todo 4 mi reli- gion, como juez, el escuchar con esta paciencia que es ella mis- ma una gran parte de la justicia. La paciencia debe tambien entrar en la higiene de los presi- dentes , porque ademas de otros inconvenientes , n0 es siempre sano el encolerizarse; testigo el hecho siguiente; Una dama, llamada Milfort, que habia pretendido hacer mi- idgros ; fue arrestada por requisitorias del Procurador del Rey ¥ conducida 4 las carceles de Sedan. En seguida se la condujo an- 154 te el tribunal de Charleville , como sospechosa de estafas, donde comparecié el 17 de Julio de 1822. Su abogado, deseando sacar to- . do el partido posible de su causa, invocé la religion en su socorro, y quiso leer algunos pasages del Evangelio. Llamado al orden bajo pretesto que se salia de la causa, se obstind é irrité de tal manera el presidente, que este murié sibitamente en el momen- to en que ordenaba que se hiciese salir al abogado de la sala. La sentencia no se pronuncid, y el pueblo, creyendo ver en este acontecimiento un castigo del cielo y el triunfo de Madama Mil- fort, se puso 4 grilar mildgro! La razon debe apoderarse de este hecho para decir al juez: Pega, pero oye. §. F.—Nuevas observactones para probar cwan necesaria es la libre defensa para el interés de la justicia, y para el honor de la acu- sacion, . Lo que he dicho hasta aqui del derecho natural de la defensa, es un principio sancionado por todas las legislaciones positivas: siendo ademas de uso tan comun, que en Francia, antes de cer- rar los debates, el Presidente dice al acusado: no teneis nada que aiiadir d ewestra defensa? La interpelacion del juez inglés es aun mas patética: no hay alguno, dice, que quiera todavia tomar la defensa de este desgraciado acusado, Hay sin duda casos en los que la culpabilidad es tan eviden- te, que no hay en realidad ningun medio de defender con suceso. Sin embargo, la defensa es una cosa de suyo tan indispensa- ble, que en todos los casos, sin esceptuar ninguno, la ley quie- re, bajo pena de nulidad , que el acusado tenga un defensor, Di- ga este defensor dos palabras 4 lo menos, alegue la demencia de su cliente , implore la clemencia de los jueces, 6 presente algun otro lugar comun, es preciso que se eleye una voz en favor del acusado. Sin esto, no se puede decir que se ha hecho justicia; se cree- ria siempre que si el acusado habia sido condenado, se debia 4 su falta de habilidad para defenderse 4 si mismo; y este mo- do de pensar es tan general, que puede decirse que la, defensa as exigida no menos por el interés de la justicia que por el del vacusado. 455 La antigiiedad nos ofrece algunos ejemplos de absoluciones promunciadas sin haber oido 4 los acusados. Pericles fue acusado de haber consumido en inconsideradas disipaciones las renlas del Estado, Pensais, dijo él ala asamblea, que el gaslo es escesivo? Demasiado, se le respondid. Pues bien, replicé Pericles , todo él sera de mi cuenta, y yo inscribiré mi nombre sobre los monumentos. No, no, grité el pueblo: y Pe- ricles, sin otro examen, fue dispensado de dar cuenta de su ad- ministracion. El respeto de Teophastro hacia la divinidad era tan conocido de los Atenienses, que habiéndole algunos acusado de impiedad, el pueblo no solamente no le permitid justificarse , sino que que- ria sériamente condenar al acusador , solo porque habia acusa- dor 4 Teophastro. Parecia que atacar 4 este filésofo, era atacar ala virtud misma. Un tribuno llamado Vario, hombre de mala reputacion, acu- 86 4 Marco Scauro de haber hecho traicion 4 los intereses de Ro- ma. Scauro, despues de haber vido hasta el fin 4 su acusador, no dijo sino estas pocas palabras: Q. Vario, espaol de naci- miento, acusa 4 M. Scauro, principe del Senado, de haber su- blevado 4 los aliados; M. Scauro, principe del Senado, lo nie- ga. A cual de los dos, Romanos, dareis mas crédito? El pueblo ‘no quiso oir mas, y la acusacion no tuyo consecuencia. Pero el ejemplo mas brillante es el de Scipion el Africano. El tuyo tambien el disgusto de ser acusado ante el pueblo; pero en vez de procurar justificarse de una calumnia, se contentd con decir A los Romanos: «En tal dia como hoy venci 4 Anibal y 4 los Cartagineses en Africa; vamos 4 dar gracias 4 los Dioses inmortales ;» y toda la asamblea le siguid como en triunfo al Capitolio. . Tales absoluciones llevan impresas en si mismas un caracter de grandeza y de moralidad que las justifica: nada hay en ellas contrario 4 la equidad. Pero no sucede lo mismo en las condenaciones. Por evidente que aparezca el crimen, por odioso que sea el criminal, su efec- to sobre la mullitud falta siempre si las formas han sido viola- das, y siel acusado no ha sido completamente oido, 6 puesto en estado de que lo sea, «Se dice de Aristides que habia acusado 4 algunos malhe- 156 ehores, y los perseguia Lan asperamente , que habiendo presen- tado todos los cargos, los jueces se hallaron convencidos hasta el punto de querer condenarles sin olra prueba; pero Aristides no lo pudo sufrir, y levantandose de su asiento, se dirigié los acusados, y uniéndose 4 ellos se postré los pies de los jue- ces, les suplicé que no Jes condenasen sin oirles: que esto no se- ria justicia, sino violencia.» Se convendra en que Aristides me- recia bien ser apellidado el justo. En otra ocasion Ja petulancia de los jueces Atenienses fue puesta aun en mayor evidencia. La acusacion de Agonides con- tra Phocion y sus pretendidos cémplices, habia sido remitida al juicio del pueblo ; todos los hombres honrados se hallaban afec- tados de terror, de tal manera, que no hubo quien osase hablar 4 favor de Phocion; pero habiendo dificilmente y con gran tra- bajo obtenido un momento de silencio, él les pregunté: sefiores Atenienses, como nos quereis hacer morir, justa ¢ injustamente? Al- gunos le respondieron justamente. Y cémo, replied 61, lo podeis hacer si no habeis oido nuestras justificaciones? Pero no por esto pudieron conseguir todavia ser vidos.» El pueblo solicita algunas veces las condenaciones con cla- mores. Esto sucedié en una causa en que el orador Lyrias se ha- bia constituido acusador contra algunos negociantes en trigo.cu- yo monopolio habia hecho subir el precio del pan. La indigna~ cion contra ellos era tan grande, que se queria condenarles sin oirles ; lo que ciertamente habria sucedido si Lyrias en esta oca- sion, no hubiese hecho como Aristides suplicando 4 los jueces que oyesen sus defensas. El deber de los magistrados en igual caso es mostrarse impa- sibles. Ellos deben , como el sabio de quien habla Oracio, diri- girse con firmeza 4 su fin, qué es la justicia, sin dejarse arras- rar ni conmover por los clamores populares. El Gobernador Felix supo dar un ejemplo de esta doctrina. Los judios querian obligarle 4 condenar 4 Pablo 4 la pena de muerte ; pero ¢l no accedid, y Festo, su sucesor, dando cuenta de esta repulsa al Rey Agripa, d4 por razon que la costumbre de los romanos es no condenar sino en presencia del acusador y de los testigos , concediendo ademas al acusado todas las facili- dades necesarias para que pueda justificarse de la acusacion. El pueblo, por otra parte, ¢s tam ligero, tan inconstante, y 157, tan voluble , que se necesila muy poco para hacerle cambiar de opinion , y que en un instante olvide su enojo para no oir sino la piedad. Se puede tambien decir que este Gltimo sentimiento es mas general en la multitud , porque él es mas conforme 4 la natura- leza humana; la absolucion de los acusados ¢s casi siempre reci- bida con aclamacion ; las condenaciones , por el contrario, dejan una impresion de tristeza de que el mismo acusador, reducido al silencio, parece participar. El mas seguro medio de fijar la opinion publica sobre un jui- cio, es, pues, el de observar, para pronunciarle, las solemnida- des prescriptas por las leyes. Cuando el crimen esta legalmente justificado , los acusados plenamente convencidos de que su defensa se ha esforzado cuan- to hasido posible , y que la competencia de los jueces no puede ponerse en duda ; entonces el castigo es eficaz , porque el pueblo convencido de su culpabilidad, une sus execraciones 4 la senten- cia de los jueces. Pero si, por el contrario, no ha habido sine presunciones vagas, indicios poco ciertos , conjeturas aventura- das ; si se ha despreciado alguna forma, si el acusado no ha sido Juzgado por sus jueces naturales; sisu abogado ha sido inter- rumpido, insultado, 6 tratado con. aspereza;: el efecto falta, y el mismo pueblo, pasando sibitamente de la célera 41a conmise- racion, cesa de aplaudir la muerte de los culpables para lamen- tar la suerte de los que mira como ilegalmente condenados. Tan cierto es que la observacion escrupulosa de las formas, y la libertad de la defensa, son para los acusados como para el publi- eo la mejor garantia de la equidad de las condenaciones! §. VIl.—Apologia de los abogados. Todo lo que hemos dicho de la necesidad de la‘defensa, no solamente para el interés de los acusados , sino tambien para el de todos , absuelve suficientemente 4 los abogados de las incul- paciones que algunas veces les han hecho la ignorancia 6 el es- piritu de partido. : Lejos de deberse admirar de ver 4 los abogados encargarse de la defensa de los acusados, setia mas justa la admiracion, si rebusasen ausiliarles con su ministerio. ¥ ag oamente no me 158 rece censura el celo con que ellos lo hacen , sino que debe reco- nocerse que en esto dan pruebas de humanidad, de adhesion 4 su deber , y de amor 4 la justicia. Dan pruebas de humanidad, prestando sus socorros 4 los des- graciados : para ellos la desgracia es sagrada : res est sacra miser. Dan pruebas de adhesion 4-su deber; porque digan lo que quieran la envidia 6 la malignidad, bay alguna virtud en descen. der 4 los calabozos para reanimar en ellos la esperanza de un acusado, y llevarle consuelos. Es verdad que siesta es la parte mas penosa de nuestra profesion, es tambien la mas honrosa ; y las leyes mismas nos dan de esto un bello testimonio, diciendo que el estado no se defiende solamente por los soldados que combaten ‘con la coraza y la espada , sino. tambien por los abo- Bados ; eslos valerosos campeones, que fuertes con su elocuen- cia, sostienen la esperanza de los desgraciados , consagrandose 4 la defensa de su honor, de su vida y de todo lo que les es mas querido. «Hay-; no lo dudemos,, héroes de todos los tiempos y de to- das las profesionas: la paz tiene los suyos como la guerra; ¥ aquellos que la justicia consagra, tienen 4 lo menos la gloria de ser mas itiles al género bumano.» Pero ; dicen nuestros adversarios, que qué grandes servicios hacen , pues, ala sociedad estos abogados, cuya principal ocu- pacion es reivindicar para ella hombres que ella misma rechaza de su seno? Hombres injustos que haceis este cruel discurso, 4 vuestros ojos uri acusado es, pues, mecesariamente un culpable! basta, pues, ser perseguido: para ser alcanzado y convencido ; Ah! que pronto mudariais vosotros de lenguage si fueseis algun dia el objeto de una acusacion {Con cuanta facilidad_comprenderiais entonces, que la venganza, la calumnia, y 4 veces, no se que fa- talidad pueden acumular sobre una cabeza inocente , presuncio- hes tan hdbilmente enlazadas, que es mucho mas facil hacerlas pasar por plenas pruebas que disiparlas enteramente! Entonces os considerariais felices hallando defensores entre nosotros. | ¥ nos acusariais de vileza 6 de injusticia, si participando de las prevenciones populares de que seriais objeto, ninguno de noso- trossé atreviese 4 encargarse del pendso cuidado dejustificaros! Pero -escuchemos sobre este punto 4 un hombre bien dig- 459 no de darnos preceptos seguros, despues de habernos dejado tan elocuentes lecciones. No se le acusard por cierto de profesar una moral relajada. hablo de Ciceran., , En su inmortai tratado de los deberes, dice qua-es preciso acy- sar muy rara vez,y solamente en causas muy graves, porque hay dureza y aun inhumanidad en buscar victimas para la justi- cia’, y en reclutar para el verdugo. «Pero cuando se trata de defender’ ( ahade Giceron); noes necesario ser tan estricto, ni bacerse un escripulo de encargar- se algunas veces de la causa de un hombre culpable , con tal que no sea un monstruo ni un impio. El interés del gran nimero lo“ demanda, el uso lo permite, la humanidad lo tolera. Bl juez no debe buscar sino la verdad, el orador se coulenta con la proba= bilidad. Yo no me atreveria A sentar esta maxima, sobre todo en una obra de moral , Si no pudiese garantirla con Penetius , eb mas austero de los Stoicos. La gloria y la benevolencia publica son, pues, el premio de.aquel que defiende. los acusados , 90~ bre todo si ejercita su celo 4 fayor de los que son. oprimidos por un hombre poderoso.* Y con mas razon si defiende 4 los que la opinion publica pa rece querer agoviar con el peso de todo su poder. Porque si la Justicia y la bumanidad quieren que un hombre acusado de robo, de homicidio , de estupro, de parricidio, sea defendido: ellas quieren igualmente que se defienda 4 los que el gobierno sefala como enemigos suyos acusdndoles de crimenes de Estado. . Cual seria efectivamente la razon de diferencia? El temor que tendria el abogado de que se confundiese su manera de ver con las opiniones y la conducta de los acusados? Esto no pue- de ser. ‘Seria hacer wna injuria al publico creerle capaz de seme-, jante injusticia. El no considera que el abogado de un ladron, sea tambien ladron, ni supone que el que defiende 4 un asesino seria hombre de mancharse con un asesinalo. Quién ha hecho jamas un cargo de su humanidad al médico que. cura,4 un prex, so, sea el que quiero el crimen de que se balia acusado? 4 Quiém, osaria censurar la caridad de un sacerdote que apigte-y comsue- la, no solamente 4 un acusado, sino Lambien 4 un eriminal con- vencido del mas horrible delito? Porque, pues, injusto: hacia 160 una sola clase de acusados, el publico miraria como 4 un ene-. migo del estado, al abogado que defendiese 4un hombre acu- sado de monopolio, de enganche , 6 de conspiracion. » Yo quiero suponer, sin embargo, que ufa prevencion tan irritante existe realmente en algunos espiritus; y yo admito que por el temor de esponerse 4 ella, todos los abogados reusen de= fender 4 los acusados de esta especie; que por deseo de agradar, 6 por temor de desagradar , 6 por cualquiera otra causa, todos. se concierten en negar sus ausilios 4 los acusados: 4 qué podria deducirse de esto, sea para los abogados, sea para los ciudada- ‘nos en general? No solo me atrevo 4 decir que no resuktaria na- da honroso para los abogados, sino que afirmo que esto seria una vergilenza para ellos, y una verdadera calamidad pablica. Asi jamas se ha visto al foro fallar en este punto 4 la socie- dad, ni 4 la sociedad desconocer tampoco los servicios del foro. Bajo todas las formas de gobierno, ha habido abogados va- ferosos que han depuesto todo espiritu de partido, para no mos- trar sino el espiritu de justicia ; que el miedo no -ha podido inti- midar, que la ambicion no ha podido seducir; y que han queri- do mejor ponerse en oposicion con el favor que con el deber. En todos los tiempos ha sido honroso defender 4 los acusa- dos, para aquellos que los han defendido con hohor. En todas las caugas de estado, conspiraciones, traiciones, crimenes de lesa magestad, hemos visto siempre que los mas famosos abogados han abrazado liberalmente y sostenido con gloria la causa de los mas ilustres acusados. Y su nombre trans- mitido con elogio 4 la posteridad, nos prueba que la estimacion publica ha sido la recompensa de su noble desinterés. Nuestra desgraciada revolucion ofrece ejemplos de todas es- pecies: el furor revolucionario ha respetado 4 aquellos que los han dado, y la opinion ha castigado 4 los que una vil pusilami- nidad ha impedido cumplir con su deber. La dominacion de Bonaparte ha suministrado tambien 4 los abogados la ocasion de mostrar su valor, su despotismo ha bra- mado por ello, pero no ha osado tocarles; él sabia que la opi- nion los hubiese sostenido poderosamente. Opinion, reina del mundo, es, pues, cierto que 4 pesar de ‘tu justa severidad para con los culpables, tu distingwes honro- samenté a los que se consagran 4 la defensa de los acusados: 464 Pero no basta haber establecido que en esto los abogados dan pruebas de humanidad y de adhesion 4 los deberes de su estado; yo afiado que ellos dan ademas pruebas de su celo por la justicia, de su amor al principe, y de su respeto a las leyes. Ellos dan prueba de su celo por la justicia, llenando en toda su estension un ministerio sin el cual no hay justicia, puesto que sola la defensa puede legitimar ia condenacion. Ellos dan pruebas de su respeto 4 las leyes, puesto que las leyes quieren bajo pena de nulidad que todo acusado tenga unm defensor. En fin, dan pruebas de su amor al principe ; porque los prin- cipes son alabados 6 vituperados por Ja historia, en proporcion de lo bien 6 mal que ha sido administrada la justicia bajo su rei- nado. Lo que un gobierno cree ganar coarlando la defensa, no vale ciertamente lo que é! pierde por la opinion que se esparce en el instante que la defensa ha dejado de ser libre. No hay na= da que irrite mas al pablico contra una condenacion! Es, pues, servir al Monarca, reclamar perpétuamente la observancia de las leyes; protestar contra la violacion de las formas, contra las incompetencias y los abusos del poder. Ademas, como ha dicho un sabio magistrado (1), ¢s muy peligroso y de unas consecuen- cias muy perniciosas el dar ocasion al principe de manchar su mano con sangre contra las leyes y las formalidades ordinarias. EI podria dispensirsela despues con 1a mayor facilidad. Yo sé que es duro para los partidarios del poder arbitrario el oir inyocar las reglas en los casos en que ellos desearian dejar de observarlas. Pero el hombre que razonaba asi, cuando esta~ ba colocado en el mando, se creeria muy dichoso despues de ha- Dar, en lo mas vivo de su desgracia, 4 estos mismos abogados, cuya energia le habia otras veces indignado! Los abogados sin duda tienen consideraciones que guardar, -y yono pretendo aqui dispensarles de ninguna de sus obliga- ciones. Yo coloco en primer lugar el desinterés. Yo hallo tan despre- ciable como odioso el dejarse llevar por un vil interés 4 un acto que para ser meritorio, debe no contener’nada de especulacion, Turpe est lingua empta reos defendere. (1) Ayrault, Wb 1, 2, 27. 162 Un abogado debe tambien tenerse por adverlido de que no puede decir nada contra su conciencia 6 contra el respeto de- bido 4 las leyes, y de que debe espresarse-siempre con decencia y moderacion. Por lo demas nada le impide que use de todos los recursos de su elocuencia para disminuir lo odioso dela acusacion, que ha- ga valer las circunstancias que la alenuan; que oponga y com- pare los testimonios entre si, que debilite las pruebas, y que muestre que si hay algo de verdad en la acusacion, la maligni- dad, la calumnia, 6 el odio de un poderoso han envenenado en sus consecuencias lo que era poco importante en su principio. El examinard sino puede invocar el derecho en ausilio del hecho. Porque algunas veces se puede justificar por el derecho un hecho confesado y reconocido ; como, por ejemplo, si el acu- sado confiesa que ha cometido una muerte; y hay mérilos para sostener que no lo ha hecho sino obligado por la necesidad de una justa defensa. Si encuentra nulidades en la instruccion del proceso, las ha- ra valer. Si los jueces son incompetentes declinaraé su jurisdicion. Los medios dilatorios deben emplearse sobre todo cuando hay un gran namero de acusados por el mismo hecho: como en otro tiempo en las informaciones sobre el crimen de heregia. En igual caso, se conducen sabiamente aquellos que dejan entrar primero 4 otros, y se presentan en segunda linea para justifi- carse, porque las Ultimas acusaciones son siempre mas dulces y mas suavemente castigadas, Por ullimo recurso el abogado descendera hasta el ruego; procurar4 interesar la clemencia de los jueces 4 favor de su cliente , obtener una pena menos dura, si desespera de una ab solucion completa; invocarA la conducta anterior del acusado, si su vida pasada ofrece rasgos recomendables; em fin bara var ler los medios, las consideraciones; por egemplo, que la socie~ dad s¢ interesa mas en prevenir los crimenes gue en multiplicar lor castigos. El uso de todos estos medios no tiene nada que no sea licilo; y el abogado que los emplea se honra en proporcion del talento com que sabe manejarlos. Pero si hay sobre tedo una parte de la defensa que debe ser 163 tocada mas delicadamente, es la parte de las consideraciones, que corresponde 4 la que los antiguos Ilamaban laudationes. Es necesaria mucha destreza para hacer oir 4 los jueces el elogio de un acusado. Dichosos los abogados que estrafios 4 todo espiritu de parti- do no se proponen obrar sino como hombres de bien, y cumplir con su deber! Sus intenciones son algunas veces mal interpreta- das; la envidia puede verter sobre sus acciones el veneno de su boca; pero temprano é tarde llega una época en que la justicia destierra 4 las pasiones de su imperio, y premia 4 cada uno se- gun sus obras. SECCION XII. UTILIDAD DE LAS CIENCIAS FISICAS, ¥ DE LA MEDICI- NA LEGAL, EN EL EJERCICIO DE LA ABOGACIA. ‘Ciceron pensaba que el orador no debia ser estrafio 4 ningu- na ciencia ; que podia hallar en cada una de ellas poderosos me- ‘dios de agradar, interesar y convencer (1). No se podra decir #tro tanto del magistrado, del jurisconsulto? Cuantas ocasiones, para el uno y para el otro, de hacer use de las ciencias exactas en los numerosos procesos, por ejemplo, 4 que diariamente dan lugar los desenvolvimientos que nuestra industria esperimenta con la aplicacion de estas clencias. El juez, para no verse obligado 4 colocar ciegamente la con- viccion de un esperto en lugar del sentimiento de su propia con- ciencia; el abogado, sino quiere verse sin armas y sin medios de discusion en presencia de una relacion de espertos contraria 4 los intereses de su cliente, deben ellos limitarse al estudio uni- co de las leyes y de la jurisprudenciat Las ciencias de que hablamos no tienen uso solamente en los (1) De Oratore, lib. 1, mdm, 14. 465 negocios civiles, sino que son tambien casi indispensables en los procedimientos criminales. Si en todos los casos ellas no suministran A los magistrades, el medio de juzgar por si mismos, les din 4 lo menos siempre la posibilidad de apreciar la capacidad de los espertos cuyos co- nocimientos espeoiales creen deber reclamar. Su utilidad se hace sentir en muchas circunstancias Rare apreciar la verdad de las alegaciones de las partes, y el perjui- cio real que ellas pretenden baber esperimentado. Cémo un juez sefalaré los intereses que se ban de dar_ por via de indemnizacion 4 nn industrial perjudicado en su indus~ tria, si él mismo es completamente estrafo 4 estaindustria? , _ En una multitud de cuestiones civiles, tales como las de amojonamiento, cabida, curso de aguas, etc..... donde el juez pronuncia sobre el examen de un plano 6 Ja relacion de um es- perto, el magistrado y el abogadp versadosen.Ja geometria y en Ja hidraulica, podran.discutir , commprobar el trabajo del agri; mensor 6 del ingeniero, y asegurarse antes de decidir, de su exactitud. El proceso entonces sera defendido y juzgado con co- nocimiento de causa. El parecer de un maestro de escuela de un pueblo que se condecora algunas veces con el titulo de geome- tra, solo porque por rutina mide con corta diferencia la super- ficie de un pedazo de tierra, no vendra mas 4 reemplazar sin examen la opinion de los jueces de todo un tribunal. En los negocios de comercio, el juez familiarizado con las. ci- fras comprobara con: facilidad Jarelacion de.un. tenedor:de li- bros; hard él mismo una suma de todas las partidas de un regis- tro de comercio; si reune estos conocimientos, nociones de qui- mica, notard 4 la simple inspecciun, los fraudes que hubiesen podido cometerse en Jas. Escrituras; em todos Jos, casos. sabre, jai se hubiesen alegado, que es) posible eon, esta ciencia patealizar materialmente su existencia. " yaad pity Las cuestiones sobre privilegios de invencion, tan importan- tes, puesto que ellas suministran A los magistrades la ocasiun ‘de asegurar.4.un inventor el fruto de los trabajos de su vida toda ~entera, serin de una solucion mas facil, cuando'al conecimienty profundo de la legislacion reunan ademas jos conocinilemtos exactos. “ Ebabogado, sobre todo, versado en = ciencias’, thprvenn- 166° do claramente lo que él concibe bien, no solicilara una decision so- bre la causa que ¢1 sostiene, sino despues de haber hecho apre= clat a los jueces, “ta la importancia de los inlereses que de- flende: ‘ Las ciencias esclusivamente acusan y protegen. En los procesos criminales se presentan ejemplos numero- 808 €n qué los conocimientos cientificos son de una gramde ne= cesidad para la buena administracion de justicia, En apoyo de esta opinion vamos 4 citar sucintamepte aige- nos hechos de fecha poco distante. Los gendarmes para justificarse de haber tirado con pistola sobre los‘ciudadanos, prétendian haber recibido ellos mismos titos de atmas‘de'fuego; y mostraban sus sombreros que decian se hallaban ‘atravesados por las balas ; parecia poco verosimil qué fos sombreros no hubiesen sido atravesados por las balas si- no por uri lado solamente ; sin que-ellas los, hubiesen atravesado de’ parte’ 4 parte.’ Ua hombre a. quien la ciencia era familiar, éonsiiltadd sdbre esta’ especie .de fendmeno, reconocid al mo- mento por 1a ‘figura triangular-de las aberturas, que. ellas.no eran el restiltado del choqoe de una-bala de forma redonda; y déinostrd que "babian sido hechas con’ unacbayoneta, .; ~ tr Hombre: tabla ‘sido acusado de ‘haber envenenado su mager, ¢chando solfato ‘de’ cobre en su comida; la acusacion aparecia fundada; untestigo declaraba haber visto hechar el ver hheno ef una olla de hierro; ¢l caldo:-ballado en-la casa del acu- ‘sadd habia slo 'recdnocido:.por um \primér esperto'que asegurd ‘content Kilfato de cobre, lod cargosieran graves» un nuevo.re+ ‘véniocimiento fue ordenado; Mr. Bergeron dAnguy , Consejero dé la Cotte Real'de Paris, foc encargado de presidic las opera- ‘eionesde-Jos quithiedsy! ana parte idel ealdo:y. Ia olla misma fue- ron somatidos A) neevos esperimentos: en la inspeceion de la olla, los esperlos se admiran de no encontrar en-ella signos co~ brizos; analizan cl-caldo y no encuentran en é1 sulfato de cobre y declaran y proeban:por repelidos esperimenlos, que es.impo- isible &f mezolar coma) caldv en una olla de hiorro.algunas-pat- igulas de sulfate de cobre; singae queden sus senales ewel fon ode) baso. Esta demostraciow hizo -pednuntiat Id-absolicion del acusado. ~o odo Legtigo preteniiia en, dlr causa baherreconscitio: 4 un 167) acusado & la luz dél cebo de tina. pistola que este habia descar- gado sobre él, En el niimero de los jurados se hallaba uno de Jos, mas habiles fisicos, el que declard imposible el hecho del pro-., cedimiento.’El ensayo repetido muchas yeces demostré la false- dad de la deposicion. Un charlatan fug acusado de haber yendido, sin autorizacion, un jarabe llamado regenerador de ta sangre, que se sospechaba contenia mercurio; él fue arrestado, y la droga secuestrada. Sc- metida al eximen quimico poriel procedimiento de Smithson, on el ausilio de una plancha galvanica, ecompuesta de hojas de, estano y de bojas de oro , la presencia del mercurio parece con~ testada por el blanqueamiento de las hojas de oro, Mr. Orfiladu-, da aun y quiere asegurarse por si mismo de la fidelidad del pro- cedimiento inglés, cuyaexactitud nadie sin embargo confirma, Prepara él mismo un jarabe andlogo-al que habia sido. apre~ hendido; pero sin mercurio; y le somete 4-la prueba de la plan- cha, la cual aparecid blanca como en. el primer caso ; el medio, de comprobacion ‘fue declarado insuticiente, y el aheian gents to en libertad: « 2 tnt En 1829 dos hombres mueren , eli uno en la taberna, el otro en su casa, pero de resultas de un esceso en la comida hecho en compahia del primero y en-el mismo lngar,.La justicia ordena la autopsia; los quimicos analizan las materias contenidag:en el estémago; y reconocen , con el.ausilio, del acide nitricoy sus- tancias que toman un color encarnado, y creen descubrir asi la presencia de la bruccina ( veneno violento ). Sin embargo , dus dan aun, 7 el uno de ellos yenciendo su. repugnancia ; guata.la sustancia , no halla en ella ninguna. amargura, sabor.particwar de Ja bruccina ; y adquieren por este: medio la cerieza.de que la materia que habian encontrado, no-es otra. cosa que la parte co- Jorante del vino bebido: con esceso , y declaram: gute | hon don earn bres han perecide por coristeuencia desu embriagueg.. |. . En julio de/1824.am \pastelero bsiacusado de haber, gausatios por negligencia , accidentes graves, vendiendo comestibles:prer parades en basos de cobre mal estahados , y sospechosoa. de cou+ tener por ello el éxido dewobre.. MM. Baccuel, Olivier, d Auger, quimicos encargados de analizar los alimentos preparados en la casa del pastelero, no encuentran ningun signo de cobre , y por declaracion de ellos el acusado fue absuelto... = .,. 168 ~ ‘Esperiencias posteriores demuestran que los alimentos cor- rompidos bastan por si solos para causar accidentes semejantes alos que producirian las sustancias venenosas carnes cor- rompidas son mas susceplibles que otros alimentos de producic fanestos efectos. Los pasteles sospechosos habian sido hechos, en el mes de julio, con carne de puerco salada. ' Estos ‘ejemplos, alegados por un joven magistrado( 4) tan profundamente versado en el conocimiento de las ciencias cuyo estudio retomienda, bastan sinduda para demostrar la ulilidad de las ciencias fisicas en la profesion de abogado, y en la admi- nistracion de justicia. ~ Pero yo anhadiré, que el abogado baria mal en contentarse unieamente con las esplicaciones de su cliente, y com los in= formes que’ podra tomar en el momento en que sea consultado © tenga. que hacer una defensa. La dificultad sera estrema, si con anticipacion no ha comprendido en estudios generales algu- nas-nociones de las ciencias principales ; si ignora los primeros principios de la mecanica, de la geometria y de la quimica ; si no ha tomado 4 lo menos algunas lecciones de analomia, y lei- do algunas obras de jistoldgia y de medicina legal, cuyo conoci- miento es dan liken ts acusacion }.defensa de las causas cri- tinales,*!.. 2 - Con este objeto yo no aconsejaré que se lean muchos libros, sino solamente algunos de los mejores ; por ejemplo, la obra del Doctor Mabon, Paris, 1811, 3 vol. en 12.*, y las lecciones de miedieina ‘legal de Mr. Orfila, en 1828, 3 vol., en 8.° Recomen- @aré sobre:todo estos como mas modernos, porque todas las clencias sé atraen y se ausilian,:y no se puede negar que si hoy sé han llegado a resolver con mas exactitud que otras veces las caestiones médico-legales relativas al envenenamiento, al infan= ticidio, 4 las heridas, 4 las enfermedades supuestas, etc. etc., sa debe 4-que la quimiva , la fisica, la historia natural, y la analo- tia han sido perfeccionadas y estudiadas bajo relaciones que no Jo habian sido antes. ' WRecorriendo’ solamente las tablas de las materias de estas dos (1) Mr. A Seguier. 169 obras , s¢ advierte con sorpresa el gran ndmero de casos en que la medicina legal es Hamada en ausilio de los tribunales. Importa consultar lo que estos dos habiles profesores , y so- bre todo el dillimo ( Mr. Orfila), dicen acerca de las declaracio= nes, de las certificaciones , y de las consultas mddico-legales, de la manera de dirigirlas, de discutirlas y de combatirlas, si se ha~ Ha en ellas la prueba de Ja negligencia, de la ligereza 6 de Ja ignorancia de los que las ban evacuado, ‘Coneluiré por esta observacion de Ciceron, que si el estudio de ciencias estrahas al parecer 4 la jurisprudencia, suministra al orador argumentos especiales , y aumenta asi la fuerza intrin- seca de su discusion; 4su vez cuando ¢l ha podido aun con el ausilio de otro, penetrarse bien de lo que debe decir, y concebir de ello una idea bien exacta, halla en el poder habitual de su talento de la palabra, el medio de hablar mas habilmente que aquellos mismos que poseen la ciencia sin ser oradores. SECCION XIII. — DE LAS .CONFERENCIAS. La utilidad de las confereneias ha sido recomendada por un abogado muy joven entonces (1), pero que desde esta época ha- ee sus producciones notables por este mismo gusto que no ha eesado de distinguirle en todo el curso de su brillante carrera. .0-E8, dice él, para prevenir los inconvenientes sin nime- ro que ofrecen los estudios solitarios, que han sido inventadas las conferencias. Este feliz método, por el que muchos espiritus ponen en comun sus trabajos y su ciencia , desvanece casi todas las dificullades. Por él cada asociado vuelve de cada reunion ri- co cop las reflexiones y los conocimientos de todos los otros, 4 quienes ¢] tambien ha enriquecido con los suyos; esta feliz ta- rea sé convierte en provecho de todos; porque no sucede con los tesoros de la ciencia lo que con los de la fortuna; se din sin empobrecerse, se reparten sin que se disminuyan. Con el ausi- lio de estas asociaciones estudiosas , todo toma un aspecto mas (1) M. Bonnet, abogado en 1786, defensor de Moreau. 174 risuedo ; hay menos fatiga y mas placeres. Este trabajo tiene un fin fijo, un objeto determinado, La emulacion viene 4 animar con su aguijon poderaso los esfuerzos que sin ella son siempre débiles y languidos, «Pero si este concurso util debia tener por testigos hombres distinguidos por una ciencia profunda y una larga esperiencia que quisiesen declararse los protectores y los amigos de la ju- ventud ; si 4 su cabeza se hallase el gefe mismo del orden de abogados , al que hubiesen hecho digno de este titulo, un talen- fo tan distinguido como modesto, y conocimientos estensos, real- zados por la mas amable amenidad de costumbres; entonces, qué no deberia esperarse de una juventud ardiente que conoce- ria el precio de sus jueces, y procuraria hacerse digna de ellos? «Séame permilido todavia , puesto que hablo aqui de confe- rencias, decir una palabra sobre aquellas 4 que se dala apa- Tiencia de un tribunal, donde bajo nombres supuestos y A fa- vor de una causa fingida, dos jovenes defensores, vienen en Jas mismas formas de la audiencia y con el mismo tono que en ella conyiene, 4 ejercitarse en la parte mas importante de la ele- cuencia, Ja accion. Aqui es donde se pierde esta timidez que altera algunas veces las mejores cosas, y sofoca los mas bellos movimientos; esta sujecion y este encogimiento enemigos na- tos del natural y de Jas gracias; aqui las criticas familiares y re- ciprocas indican 4 cada uno la parte débil de su talento 6 los defectos que la oscurecem, y les ahorra estas lecciones que les daria un publico descontento; lecciones terribles que no se ma- nifiestan sino por reveses, y no corrigen sino por caidas ; aqui es donde se olvidan las ficciones de que se esta ado, para entregarse con ardor 4 un egercicio 4 cuya perfeccion se aspira: aqui es, en fin, donde.cada uno puede tratar_4 su placer las mas. grandes y Jas mas pequeias causas, las cuestiones de derecho & de hecho, 6 de procedimiento,; ejercitarse en lodos los géneros; tomar todos los tonos, instruirse em adaplar 4 cada materia las palabras y los discursos convenientes; adquirir una esperiencia -anticipada.de los;movimientos del (vibunal ; y aprender algunas veces cual ¢3.clhgénero.inas propio de su lalento, «Yo sé que es facil esparcir el ridiculo sobre estos ejercicios; pero yo sé todavia mejor, que es necesario desterrar esta ino- porluna verguenza que se puede esperimentar de acalorarse asi 172 por ficciones , y de entregarse 4 imilaciones que algunos miran como puerilidades ; yo sé mejor aun, que despues de haberse entregado 4 semejantes imitaciones, es cuando se lleva , la pri- mera vez que se aparece en el foro, una libertad en la accion, un tono, y¥ una facilidad que admira. Las inflexiones de‘vor que _ pide el informe ; el calor que ¢l exige; las maneras que le son familiares ; los gestos que deben acompafarle; el tono seguro que hace impresion; Ja variacion de acentos que alejan la mono- tonia; la facilidad de una discusion estensa ; el vigor y la pre- sencia de espiritu necesarias para la réplica; todas estas cuali- dades del orador, independientes de su ciencia, y sim las que su ciencia nada sirve , como adquirirlas sino es con Ja ayuda de estas ficeiones calificadas de pueriles? Guardaos, pues, vosotros que quereis tocar desde luego 4 Ja perfeccion en el arte de la oratoria , guardags de ruborizaros de vuestras felices imitacio- nes y de yuestros utiles ensayos! Levantande la voz 4 solas sobre las orillas del mar, y recitando sus discursos 4 las olas espumo- sas, es como el principe de los oradores griegos se instruia en el modo de encender en el corazon de los Atenienses el entusias- mo de la libertad, y en hacer lemblar desde lo allo de la tribu- na de lag arengas, al temible Macedonio. MEMORIA DE Ma. DUPIN JEUNE, En nombre de ia comision encargada en 1826 de presentar un plan de trabajos para una conferencia de abogados. £n una esposicion anterior os propuse la organizacion de una conferencia de abogados, destinada 4 buscar los medios de su- plir 4 la insuficiencia de la ensehanza de nuestras escuelas de derecho, de adquirir en el foro wna instruccion mas elevada, y mas completa, yde dar 4 nuestra profesion todo el esplendor con que pucde brillar. Acogiendo con el interés y el favor que merecia una idea, cu- ya realizacion puede producir resultados tan ventajosos , habeis encargado 4 una comision de presentaros el plan de los trabajos 4 que debemos entregarnos,-yla manera que seria conveniente adoptar para nucstras comunicaciones. 473 Vuestra comision ha obedecido este deseo, y yo vengo A so- meteros el fruto de su deliberacion. Independientemente de los estudios generales, indispensa- bles 4 todas las profesiones liberales, cada una de ellas exige esludios especiales , y conocimientos técnicos; pero estos estu- dios y estos conocimientos no son de tal manera invariables, que los tiempos y las circunstancias no produzcan en ellos mo- dificaciones importantes y notables alteraciones. Lejos de estar al abrigo de estas vicisitudes la profesion de abogado, sufre acaso mas que otra alguna la influencia de las revoluciones que cambian 6 renuevan la faz de los imperios. No son solamente las variaciones de la legislacion, y el estableci- miento de las instituciones nuevas , lo que los miembros de esta profésion estan obligados 4 estudiar , y lo que debe ser objeto de sus meditaciones ; todoslos intereses de la sociedad vienen 4 parar 4 los tribunales; todas las pasiones se reflejan , y todas Jas posiciones se dibujan en ellos. El abogado debe , pues, se- guir todos los movimientos del cuerpo social, y conocer 4 fon- do el estado del pais en que vive ; es necesario que pueda res~ ponder 4 todas las necesidades de su época; ofrecer & todos los intereses legilimos que se ataca 6 se amenaza, una proteccion titular; arrancar su mascara A todos aquellos que bajo el color de justicia, 6 bajo el pretesto de bien publico, pretenden servir 4 sus pasiones, 4 su ambicion 6 A sus intereses particulares. Asi que cuando sé recorre nuestra historia judicial, se ve en todas las épocas, ensancharse 4 estrecharse, segun Jas necesi- dades del momento, el circulo de los estudios del jurisconsulto © del orador del foro. Limitados en un principio 4 las leyes de los barbaros y 4 las costumbres inciertas salidas del caos de los siglos undécimo y duodécimo, vieron aparecer en medio del siglo siguiente el be- lo monumento de las Pandectas, como un faro elevado en me- dio de las tinieblas. Fue preciso defender contra los, celos de la moderna Roma, esla conquista hecha sobre el tiempo destrue- tor, y arrostrar las decretales de Horacio para gozar de la legis lacion de Justiniano. Estas bellas leyes, de quien todas las na- ciones reciben , seguu.la espresion de Agnesseau, respuestas de una eterna verdad, fueron desde entonces el fundamento del de- - recho civil, y la base necesaria delos busing cstudios judiciales. 174 Poco liempo despues, comenzé la lucha deplorable del Sa- cerdocio y del Imperio, que debia causar tantas tempestades y derramar tantos males sobre el mundo cristiano. Los juriscon- sultos franceses no se atrincheraron en una neutralidad pusila- nime. Ellos solos poseian entonces los conocimientos necesarios para ilustrar la cuestion y para discutirla metddicamente. Ellos se dedicaron, pues, 4 determinar la naturaleza de los dos pode- res y establecer la barrera que los separa ; ellos defendieron con sus discurses y con sus escritos la dignidad de la corona contra las usurpaciones de la tiara, y conservaron la independencia de la monarquia. Observemos aqui que esta conducta patridtica les valid la constante proteccion de San Luis, y que este gran rey lamase cerca de su persona, y 4 sus consejos 4 aquellos que, en esta lu- cha, habian combatido con mas celo y distincion , particular. mente al célebre Gui-Foucaud, que habia marchado 4 su cabe- za; y lo que hay aqui de mas notable es, que sus antecedentes y su celo contra Jas pretensiones ultramontanas no impidieron 4 este venerable jurisconsulto subir 4 la Catedra de Sam Pedro bajo el nombre de Clemente 1V; este es el solo papa que haya llegado por tal camino al trono pontifical. Despues de esla época, los abogados franceses poderosamen- te sostenidos por Ja magistratura, no han cesado de defender las libertades y la disciplina de la iglesia galicana; siempre igualmente atentos 4 mantener la autoridad de los gefes de la iglesia‘en lo que hay en ella de legitimo y sagrado, y 4 repeler la estension que abusivamente se intentaba darla. El derecho eclesidstico fue desde enlonces uno de los objetos mas impor- tantes y mas estensos de la ciencia del jurisconsulto. Del estado de la sociedad de aquel tiempo nacié tambien lo © que se llamaba derecho feudal, como si hubiese sido permitido darel nombre de derecho al codigo de la espoliacion, de la vio- ldnecia y de los abusos mas monstruosos! » En fin, luego que las luces de la civilizacion empezaron 4 brillar, se ocupé del derecho natural y del derecho publico, que Grociovescesivamente alabado, trato con las preocupaciones de sw tiempo y la doblez de un partidario 6 de'un adulador del po- der absoloto; que Pufandort embrollé; que Burlamaqui escla- reeié,..y que legaron 4-depurar Beecaria, Filangieri, Montes- 475 quieu, y muchos publicistas del siglo XVIII. Enlonces se vid 4 la sublime filosofia introducirse en el foro y crear en él una es cuela nueva, que forma una ¢poca digna de atencion. Esta fue lade Lachalotias, Dupaty Servan, Lacretelle y otros, que en- grandecieron el circulo de la elocuencia judicial. Pero bien pronto estallé una de estas conmociones violentas que conmueven el mundo hasta en sus cimientos. Fatigado de los numerosos abusos que la consumian y humi- Naban, la Francia ha hecho oir la palabra de reforma! Sobre la tierra de los privilegios ha sonado con una increible energia el grito de igualdad! Casi en un dia, en un momento todo un pue- blo se subleva ¢ interroga 4 la obra de los siglos! A su voz pude- rosa el coloso de la feudalidad cae convertido en polvo; las an- tiguas instituciones de la monarquia se desploman ; toda esta le- gislacion, que una misma cabeza no podia abrazar en su inmen- sidad, no es ya sino un recuerdo; ella pertenece 4 la historia de un siglo que acabé: un nuevo siglo empieza. Pero qué se va 4 edificar en el lugar de esto que ya no exis- te? Qué monumento desconocido saldra. de estas ruinas espar- cidas? ,Qué leyes nuevas van 4 regir 4 esta sociedad regene- rada? Un genio poderoso que cada uno miraba entonces como el genio del bien, calma la tempestad y hace retroceder las olas al- borotadas hasta detras de sus diques; la garra del Aguila ha comprimido las facciones ; la Francia se serena y respira ; Ja ad- ministracion toma una reorganizacion regular; los tribunales se reorganizan y los templos vuelven 4 abrirse; un tratado so- Jemne con Roma separa el poder espiritual del poder temporal con mas exactitud que se habia dividido hasta entonces. El mejor cédigo de leyes civiles que ba salido de Ja mano de Jos hombres, reemplaza 4 las numerosas costumbres que divi- dian el reino mas bien que Jo regian; otros dos codigos reglan las formas del combate judicial y la suerte de las operaciones mercantiles; y estos codigos forman el cuerpo del dertcho civil francés. Ellos no dispensan de recurrir al origen, pero 4 un ori- gen claro y puro, tal como el derecho romano. Ellus simplifican Ja ciencia y la hacen mas accesible y mas facil. El farrago de las costumbres y de los comentadores: es reelegado al nimero de las obras que se pueden consultar todavia, pero que no es nece- 476 sario estudiar. El imperio tiene sus mayorazgos y su aristocri- cia naciente; pero no es neeesario abrir para esto los feudistas. La autoridad temporal es tan fuerte, y las ideas filoséficas se han esparcido tanto, que no son de temer ya las invasiones del ultramontanismo; el derecho canénico cae en el olvido. La su- jecion de la prensa y el silencio de la tribuna no permiten ya la discusion de los grandes: principios que deben regir la reorgani= zacion de las sociedades, y por consiguiente el abogado no tiene necesidad de defenderlos; la ensehanza del derecho natural y del derecho pablico est4 proscripta en las escuelas por un des- polismo sombrio; estas ciencias han sido colocadas en el name- ro de las ciencias puramente especulativas. Asi reducida por la mezquindad de los estudios y la esclavitud general de la socie- dad 4 Ja simple discusion de los intereses privados, nuestra pro- fesion no podia estenderse demasiado. Pero la restauracion llega; grandes procesos politicos produ- cidos por un choque de partidos inevilables en la doble crisis de un gobierno que se hunde y de un gobierno que se levanta, alraen las miradas del piblico sobre el foro, cuyo lenguage ad- quiere una dignidad y una energia hasta entonces desconocidas, y es preciso decirlo, imposibles bajo el yugo imperial. Por otra parte la carta asegura 4 la Francia su poryenir ; de- vuelve 4 la magistratura su dignidad, restituyendo 4 los magis- trados su independencia. Nuestras libertades son garantidas so- Jemnemente, y la mas preciosa de todas, la de la prensa, nos es prometida. Es preciso defenderla, durante algun tiempo, con- ‘tra las: leyes de escepcion y las restricciones; pero en fin su triun- fo parece asegurado, ~ Los escritores pueden discutir libremente todas las materias de gobierno y de administracion ; sin embargo, pueden ser ata- cados en cl libre ejercicio de este derecho, y 4 nosotros perte- nece la noble mision de protejerles con todo el poder de nues- tra palabra, y con todas jas fuerzas de nuestra razon. Para esto es precisé que ‘nos familiarizemos con los principios del de- recho publico, y que aprendamos 4 discernir las doctrinas que es permitido defender, de aauellas cuya propagacion puede ser funesta? En fin, para lenartedes sus deberes, el abogado tiene nece- sidad.de independencia y de libertad. ,Cudles seran sus garan- 477 tiast Y si escede la linea que no le es permitido traspasar, cual sera la pena de la infraccion de sus deberes? Nuestra antigua disciplina era mejor que la que nos rige? Conviene apoyarnos en las tradiciones de nuestros antepasados? Se las puede perfec- cionar aun? Qué medios habran de emplearse para conseguirlo? ‘Tales son los puntos principales que nos ha parecido conve- niente sujetar 4 vuestras medilaciones. Vuestra comision os propone, pues, adoptar como base, 6 si os agrada mas, como cuadro de los trabajos que deben ocupa- ros, el plan que veis aqui, dividido en cinco partes. PARTE I.—Estudios necesarios al abogado. Examinar: 1.° cuales han sido en los diyersos iempos y pai- Ses; 2.° cuales lo son hoy en Francia; 3.° cuales debian ser para corresponder 4 los progresos de las luces y 4 las necesidades de la época. Conviene aiiadir al estudio del derecho civil el de los. dere- chos natural, publico, administrativo y econdmico?t Qué medios se deben emplear para dar 4 estos estudios una direction con- wveniente, y hacerlos salir dela antigua rutina escolastica? Seria igualmente necesario que el abogado comociese 4 lo menos los elementos de la ciencia que se llama economia po- litica? Qué auxilios podria él sacar de las eiencias exactas, y hasta qué punto le es permitido el ignorarlas? Cuales deben ser los estudios literarios del orador- del fora? Cudles pueden ser para él la utilidad 6 el daho de las cien- cias metafisicas? Las ventajas.mas ciertas de las ciencias morales. Perfeccion apetecible en la ensefianzade las escuelas de de- recho; medios de obtenerla; medios de suplir su falta. . PARTE 1L.—Historia del foro, Cada profesion tiene sus tradiciones, y balla en sus anales modelos que imitar, ejemplos que seguir. Por esto la-historia es para todas las condiciones el mas seguro y el.mas at incorruptible 478 No dejaria, pues, de traer utilidad el investigar lo que fué el foro entre los antiguos, y lo que ba sido entre los modernos. En Francia se distinguird el foro de Paris de el de las pro- vineias, no por un sentimiento de vanidad, de los que ejerce- mos enel gran teatro de la capilal, porque nuestro amor propio no hallaria siempre venlajosa esta comparacion, sino porque la diferencia de lugares trae consigo necesariamente la de los ha- bites, maneras, y aun la del Lalento. No olvidemos tampoco que entre los abogados mas distingui- dos del foro de Paris, se halla una gran parte que ha venido de Jas provincias, que por su concurso se forma aqui un centro de ideas comunes, y una fusion de principios que hace de este fo- ro, un foro verdaderamente nacional. Se examinaré separadamente tambien los tiempo anteriores Ala revolucion, desde la época en que los tribunales vinieron & ser sedentarios; el periodo que ha traseurrido desde Ia revolu- cion hasta la caida del imperio; en fin, la nueva era que ha em- pezado con el gobierno constitucional. Se designard el caracter deestas diversas épocas, el género de valor y de sacrificios que cada una exigia, los grandes ejemplos que han producido. No bastari comparar lo que fue macho tiempo ha, con lo que se vé hoy; habra necesidad de cotejar tambien lo que se practica en las otras naciones , con lo que se usa en la nuestra. La vida de los grandes magistrados , de los abogados mas cé= Iebrés “de los jurisconsultos mas profundos seria tambien un origen fecundo en lecciones vililes. No se vera sin interés la in- fluencia que estos hombres han podido ejercer sobre la legisla- cion, la administracion pablica, la opinion y las costumbres de sus contempordneos, 6 de sus sucesores; y reciprocamente la iafuencia que han podido ejercer sobre ellos la opinion, las le- yes, los diversos sistemas de gobierno y todas las causas este- riores. : Acaso seria posible y curioso 4 la vez el clasificarlos en di-+ versas escuelas 6 sistemas, en razon de sus opiniones y de sus ereencias , como en razon de sus trabajos y de su género de elo- ovencia. . ¥, por ejemplo; no seria-unmjcuadro-muy digno de-atraer vuestras miradas'y!-vuestra alencion , el.que os mostrase 4 los mas grandes jurisconsultos de todas las épocas enlazados a las. 479 sectas filosdficas 6 religiosas, las mas graves y las mas puras? En Roma, la mayor parte profesaban las austeridades del por- tico; entre nosotros, seguian las tradiciones severas de Port- Royal cuyos discipulos pueden ser considerados como los stoicos del cristianismo, Cul seria, pues, la causa de esta conformi- dad? No podriamos hallarla en el feliz habito de referirlo todo 4 Jos principios de la justicia, y 4 la regla inflexible deldeber? PARTE I1l.—Disciplina del foro. gEn qué los abogados se diferencian de los otros ciudadanos, por su posicion, sus deberes, sus coslumbres y sus estudios? 4Qué cosas son las que deben formar la naturaleza y la regla de sus relaciones entre si, con el publico, con los magistrados, con los diversos poderes de la sociedad? 4Deben tener una disciplina particular? 4Cuadl ha sido esta hasta hoy? Cudl es ahora? Cudl deberia ser? No se han puesto nuevas trabas 4 nuestra profesion, cuando parecia que se trataba de liberlarla de las que le habia impuesto el poder imperial? Medios de asegurar su independencia legitima, y su verda- dera dignidad. PARTE IV.—4rte oratoria. Consideraciones generales sobre este arte: En qué la elocuencia de la tribuna se diferencia de la elo- cuencia del foro? Qué auxilios y qué obstaculos pueden ofrecer al orador poli- ico los hébitos y los.conocimientos del abogado? Por qué hasta ahora los abogados han brillado poco en-la tribuna (1)? Por qué medios podrian adquirir en ella la superioridad 4 que:pueden aspirar? Revoluciones diversas de la elocuencia. Como y hasta que punto los tiempos, las leyes, y las diferen- (4) Esto se escribié en 1826, 180 cias en el sistema de gobierno influyen sobre el arte oratorio? Hasta qué punto es hoy permitido al orador del foro ser elo- cuente? Nuestros habitos judiciales actuales no tienden 4 formar hombres de negocios mas habiles, pero oradores menos brillan- tes. (4)? Ventajas y desventajas de los Lribunales de provincia sobre los de Paris, Comparacion de la elocuencia de los tribunales estranjeros con la nuestra. No tenemos necesidad de deciros que no se trata aqui de es- poner regls de relorica, 6 de presentar lugares comunes sobre Ja elocuencia en general ; sino de las mas allas consideraciones tomadas de las costumbres, de las instituciones, de las leyes y de las grandes influencias sociales. PARTE V.—Legislacion nacional y legislacion comparada. Mostrar los vicios 6 los vacios de nuestra legislacion , indicar las mejoras posibles, es una tarea que no seria indigna de ocu- par yuestro tiempo. Muchos jurisconsultos nos han dado ya el ejemplo. La compar.cion de nuestras leyes con las de otros paises se= ria sin duda uno de los mejores y mas seguros caminos para lle- gar 4 las mas felices innovaciones. En todos los casos, se halla- ria la ventaja de profundizar los grandes principios de legisla- cion , on este paratelo de instituciones diferentes. Cierto que este cuadro es vasto. Sin embargo la comision no pretende trazar un circulo del cual no podais salir, ni tampoco haber manifestado todos los objetos y todas las cuestiones que eben ocuparos. Ella no se ha propuesto sino indicar los dife- rentes Ordenes de ideas 4 que le ha parecido conveniente dedi- car los trabajos de la conferencia proyectada, (1) Se podria tambien examinar si la disposicion de las salas de audiencia y la estructura de los foros sobre la cual jams se ba consnitado 4 los abogados, es un obstéculo que impide la perfeccion de la accion oratoria. 184 Por lo demas, cada uno de vosotros podr4, segun su gusto, sus recuerdos, sus notas, sus reflexiones particulares, crearse un tema que tratara 4 su manera, 6 indicar tambien objetos que sirvan de materia 4 los trabajos de sus compafieros. En cuanto al modo de la reunion se preferira el mas sencillo. En cada sesion, uno 6 dos miembros se encargardn de pre- sentar un trabajo para la siguiente. Cuando este trabajo se halle concluido, el autor convocara 4 sus compaferos para enterarles de él. Cada-uno espondra en seguida su dictamen, censurando sin amargura lo que creyere que se debe suprimir 6 retocar; alabando sin adulacion lo que le parezca digno de elogio: y asi es como, esforzindonos 4 contribuir al bien del orden, lograre- mos la doble satisfaccion de ser utiles, y de estrechar entre nos- otros, por agradables comunicaciones, los dulces vinculos de la confraternidad. 25 SECCION XIV. SOBRE LA MANERA DE EJERCER LAS DIFERENTES PAR- ‘TES DE LA ABOGACIA, ¥ EN PARTICULAR DE LAS CITAS. (Sesta Carta de Camus.) La carta con que me habeis honrado, sefhor y caro compa- fiero, me anuncia todo lo que el pablico tiene derecho 4 espe- rar de vos. Me hablais de leyes, no solamente como hombre instruido, sino como hombre apasionado: es imposible dejar de hacer los mas lucidos progresos en una profesion que se abraza con tanto ardor. Una sola palabra de yuestra carta me causa disgusto, es el pasage de ella en que me pedis consejos: 4 vos ‘toca darlos 4 nosotros. Yo he escrito demasiado, cuando se ha tratado de empeharos en seguir la profesion de abogado. Que- reis que os diga de que manera es preciso tratar las diferentes partes que dependen de nuestra profesion; en verdad, que es 183 puro habito el pedirme todavia consejos; vos no teneis ya nece- sidad de ellos. El trabajo de un abogado puede distribuirse én muchas par- les; esto es,en informes, instrucciones, consultas, alegatos, y arbitramentos. Cada uno de estos géneros se aproxima bajo ciertas relaciones, y se aleja bajo otras; y todos se diferencian en razon de los objetos que se tratan, asi como tambien en ra- zon de la forma: no se sabria ser el mismo en un informe y en una consulta. El informe es un discurso pronunciado en la audiencia pa- ra la defensa de una causa; algunas veces es seguido de una ré- plica, es decir, de un segundo discurso dirigido 4 combatir los medios del adversario. El informe del que no ataca, sino que se defiende, y que por esta razon no habla sino despues que su contrario, debe urdinariamente contener las dos partes , el in- forme propiamente dicho, y la réplica, en un solo y mismo dis- curso. El alma de todo informe es la elocuencia, pero sobre todo esta elocuencia solida que consiste mas en la fuerza del racio- cinio, que en las flores de la elocucion. Sus cualidades esencia- les son la claridad y la concision. Nada podria suplir a la falta de claridad. No es posible que un oyente que duda sobre el sen- tido de las palabras que ha oido, yuelva sobre sus pasos, y ¢s- cuche por segunda vez lo que una pronunciacion rapida ha le= vado prontamente tras de si. La impresion debe hacerse en ell animo del juez, en el instante en que la palabra sale de la boca ~ del abogado : de otra maneraes perdido lo que ha dicho; y lejos de ser util 4 la causa, puede perjudicarla. La concision no es menos importante. Comparad , mi que- rido compafero , vuestro estado cuando leeis, con este mismo estado cuando ois hablar. Cuando leeis, sois al mismo tiempo el juez y el dueho de yuestra atencion. Empieza ella a fatigarse, cerrais el libro, para volver 4 tomarle en un momento mas fa- vorable: de la misma manera, sien el curso de vuestra lectura se encuentra un pasage que os parezca 6 difuso, 6 prolijo, le recorreis rapidamente , y marchais sin deteneros al objeto que os interesa. Nada de esto tiene lugar cuando se est reducido & las funciones de oyeute. Toca pues a el que hable emplear todo su cuidado para no faligar la atencion del juez, ni por un dis~ "4 184 curso cuya duracion sea demasiado larga, ni por disertaciones demasiado extensas. Ia medida de la atencion es necesariamen- te limitada, y cuando una vez se ha Ienado, todo lo que se la afada, sea bueno 6 malo, se derrama y se pierde. Un cliente [poco instruido en los negocios se imagina que su defensa no po- dria ser nunca sobradamente amplia. En la relacion del hecho, las menores particularidades le parecen importantes, porque & éLle interesan: en la descripcion de los medios, los mas débiles razonamientos le parecen decisivos, porque le favorecen. Po- neos vos en el lugar del juez, considerad lo que él sabe, lo que Je es familiar, lo que él se inclinara 4 creer por las espresiones que le afectan; no os estendias sobre hechos de que le suponeis instruido, no le enojeis instruyéndole de lo que él conoce ; pero haced uso de aquellas nociones sobre las cuales no existen du- das en su espiritu, esforzaros para presentarle yuestros medios como la simple aplicacion de principios que para ¢l son absolu- tamente ciertos. Distinguid en seguida, mi querido compafero, las audien- cias en que habeis de informar. Las hay solemnes, en las cuales es necesario hablar al pablico al mismo liempo que alos jueces. Vuestro discurso, preparado con esmero, debe ser entonces mas rico en adornos; pero no olvideis munca que el estilo difaso, la superfluidad de los razonamientos, el lujo de las palabras, para valerme de este lérmino, no son raciocinios, sino vicios. En otras audiencias toda la preparacion debe consistir en instruirse completamente del negocio que se va 4 defender, y en haberle examinado bajo todos los aspectos de que fuere suceptible: los medios, los razonamientos, el arle, en una palabra, que se em- pleara deben ser el efecto de la reflexion del momento. Presen- tad rapidamente el hecho; ofreced las circunstancias que pue= den hacer impresion ; procurad Wamarlas diestramente en voes- tro auxilio ene] curso de vuestro informe; y olvidad las otras. Lo mismo con relacion 4 los medins: sondead, si me es permiti- do hablar asi, el Animo del juez. Habeis enunciado un medio, y no ha hecho impresion; pasad ripidamente 4 otro; y si el pri- mero no debe ser despreciado, que no vuelva 4 parecer sino ba- jo una forma absolutamente diferente de aquella con que apa- recio antes. Por el contrario, observais que ha hecho buen efec- ‘to.el medio que desenyolveis? Insistid en él, llevad vuestro ra- 185 zonamiento hasta la evidencia; y en el momento en que hayais producido Ja conviccion, cesad de hablar, que el juez pronuncie bajo la influencia de las ideas que le han conmovido. El género de elocuencia de que useis no debe ser menos va- riado segun las materias que hayais de Lratar. Defendeis 4 un ciudadano que ha sido calumniado: hablad en su nombre con la firmeza y grandeza de alma que corresponden 4 un hombre cu- ya conducta es irreprehensibie; aterrad 4 Ia calumnia elevan- doos sobre ella; presentad 4 vuestro adversario vil como la men- lira que él ha tenido la bajeza de emplear. Pedis una gracia? In- teresad la compasion, la piedad, pero evilad el haceros despre- clable. Un adversario a quien habeis-tenido la desgracia de he- rir, por precipitacion mas bien que por deseo de daharle , agra- va yuesiros males para oblener una venganza mas severa? Teneis dos armas que emplear contra él: el ridiculo, 4 que el mismo se aproxima, exagerando faltas leves; la serenidad con la cual resfriareis bien pronto los 4nimos que él ha acalorado contra vos, En las causas de este género es donde los recursos de la oratoria pueden emplearse con mejor suceso: usad de ellos, pero repeled los recursos comunes, las figuras triviales, cuyo efecto es siempre nulo sobre el espirilu de personas ilus- tradas. No se trata de una cuestion de hecho, sino de un punto de derecho digno de fijar la atencion de los jueces. Que los hechos y sus circunstancias se espliquen: en.una palabra, no hableis de ellos sino en cuanto es necesario para exponer exactamente los términos del problema que se ha de resolver, despues Ilamad toda la atencion del juez sobre la demostracion de la solucion que proponeis. Entonces es cuando se ha de usar de la grave- dad sin pesadez, de la ciencia sin erudicion ; discutid, y no di- serteis; mostrad la verdad, sim que parezca que habeis traba- jado para buscarla ; en fin, que por la manera con que os espre- seis, parezca, que no hay una sola de yuestras pruebas que po pueda, si es mecesario, sostenerse con nuevos razonamientos, mas poderosos aun que los que habeis desenvuelto, Paso 4 la composicion de las Memorias. Hay pocos negocios importantes en que no se impriman; su objeto varia segun las circunstancias, y segun la naturaleza del negocio de que tratan, Algunas veces una memoria tiene por objelo hacer conocer 186 al pablico un negocio importante, cuya instruecion es secreta,; justificar, por ejemplo, 4 un acusado. Son necesarios entonces mas pormenores; la memoria debe contener la relacion entera de los hechos; debe desenvolver todos los medios de defensa. Las memorias que han de distribuirse en un negocio que se ha . defendido pablicamente, seran mas cortas: su dnico objeto es re- cordar 4 los jueces los principales puntos de la defensa que han oido, y no se debe hacerles la injuria de creer que sea necesa- rio repetirles por escrito todo lo que se ha dicho de palabra. Es tambien A propdésito el considerar para qué personas se escribe. Sies para hombres instruidos, cuyos momentos todos estan con- sagrados 4 las diferentes funciones de la magistratura, que co- sa mas razonable que respetar unos instantes, preciosos para el pablico? No presenteis 4 sus ojos sino lo que es absolutamen- te decisivo, y esto en muy pocas palabras. Si formais una me- moria para el publico menos instruido, no deis al magistrado sino un breve extracto de ella. Se destina una memoria 4 profundizar una cuestion de dere- cho? Este es el momento de mostrar que teneis 4 vuestra dispo- sicion principios, estos, en una palabra, todo aquello cuyo conocimiento forma al grande jurisconsulto, La facilidad de ver- ter en las notas una parte de Ja erudicion, que podria fatigar si se hallase en el cuerpo de la memoria, permite emplear en ella mucha mas que en un informe. Que en yuestra sabia discusion la cuestion quede agotada: demostrad rigurosamente vuestra pro- posicion; y sila materia mo os permite persuadir, convencer, obligad 4 noconservar otra opinion que la que hubiereis abrazado, El que tralare una cuestion de hecho de cierta estension, des- plegara talentos de un género diferente. No es bastante que una pluma sabia omita pormenores, y digresiones que hacen la re- lacion pesada. Es preciso sembrar el interés en todo lo que se dice; callar de intento ciertas particularidades y presentar otras en el dia y en el lngar que les conviene. Que un preludio noble, pero sin énfasis , escite la curiosidad del lector: que el interés que le inspireis vaya siempre creciendo, para que no suspenda su lectura hasta el momento en que acabeis vuestra relacion, y la vuelya 4 tomar pronto para seguir el orden de vuestras.pruebas. Si habeis conseguido, en la relacion de los hechos, el fin Aque debeis dirijiros, no es necesario, si me es permitido decirlo asi, 4187 para convencerse que lea yuestras pruebas; si lo hace es por tener la satisfaccion de ver la manera ventajosa con que estable- eeis aquello mismo de que se halla persuadido por el interés que habeis hecho naceren él, Pero en cualquiera cuestion que trateis, no olvideis jams que sois el organo de la justicia, no el ministro de las pasiones de vuestro cliente; debeis defender su causa, pero no servir 4 su venganza. Considerad tambien, cuando escribais, que habeis tomado la pluma por sus intereses, no por los vuestros ; omitid todo lo que no podria ser util sino 4 vos personalmente. Vues- tro suceso seri siempre bastante grande para daros nombre, cuando la defensa de yuestro clieute sea completa, ‘Si me hubiese sido dado, dice un joven que acaba de entrar en el foro, y que lee una memoria donde no habla sino la razon, y la verdad; si me hubiese sido dado tratar el mismo asunto, euan picante hubiera yo sabido hacerlo! Mi reputacion queda- ba formada, la ocasion sola me ha faltado. Lleno de estas ambi- ciosas ideas , apenas ha leido la relacion del hecho , que he aqui su plan trazado. Aqui una ironia amarga, alla una pintura vo- luptuosa, en otra parte un cuadro capaz de causar impresion; su adversario sera inexorablemente destrozado; bajo el menor pretesto, su vida entera va 4 ser referida al publico, y desgra- clado de él, si en algun momento ha dado ocasion al ridiculo 6 ‘4 Ja censura ! Pero este escrito tan querido de su autor, qué se- ra? Una memoria, un romance, 6 un libelo? No podra ser una memoria, porgue carece de esta decencia que no debe abando- nar jams el jurisconsulto ; el pintor se ha ocupado en adornar con los mas vivos colores lo que debia haber cubierto con un velo, ninguna muestra de esta probidad, de este amor de la justicia, que retrae de herir con Jas armas que ella pone en las manos, Si el escrito es agradable , no sera sino un romance ; si es perverso, sera un libelo. Romance 6 libelo, que tenga la suer- te de que semejantes escritos son dignos, que adquiera 4 su au- tor el nombre de escritor frivolo, 6 peligroso: me parece que este nombre, cualquiera que sea el precio que quiera darsele, es muy diferente de el de un abogado. Los negocios en que hay hechos que referir no son raros; perv quereis modelos de lama- nera de tratarlos? Leed las Memorias de M. de Gennes, por M. de Labourdonnaye. 188 No pretendo yo desterrar de la memoria de un abogado una burla fina que castigue la necedad de un fatuo, una anedocta picante que arranque la mascara oportunamente 4 un bipocrita, una palabra que recuerde algun rasgo conocido por el cual el adversario 4 quien se combate se haya caracterizado en otras ocasiones él mismo, todo lo que yo exijo, es que el interés de la causa sea el solo motivo que mueva 4 escribir, y que se res- pete siempre igualmente la decencia y la verdad (1). Esta elocuencia que escila y que conmueve no es el todo de Ta consulfa ; la reflexion y la prudencia deben solo mostrarse en ella, y no es solo en la sabiduria de la decision donde deben bri- lar, sino tambien en la manera de esponer los motivos que apo- yan el partido que se abraza. ‘Las consullas algunas yeces no consisten sinoen una palabra. Tales eran las de muchos jurisconsultos romanos, entre olras las del jurisconsulto Scevola, La esposicion se espresa desde luego tan breve como claramente; la respuesta se la sigue en dos palabras: respondi secundum ea quer proponerentur , posse, 6 ‘non posse. Se puede algunas veces todavia dar contestaciones tan cortas 4 las consultas, cuando, por ejemplo, no se exige 4 un jurisconsulto célebre, sino la afirmativa 6 negativa sobre una cuestion. Sin bargo, me parece mas conforme 4 la modestia no presentar su opinion con esta precision de or4culo; y no aventurarla sino apoyandola en algunos fundamentos. Esta forma ¢s mas venta- josa para las partes mismas; la consulta 6 dictamen que se le da, cuando en él se espresan los molivos , sirve paragla instruccion de la causa; algunas veces las mismas-partes la piden para dis- tribuirla 4 los jueces , como memoria; las consultas deben en es- te altimo caso, no solo anunciar é indicar los medios de prueba, + sino tambien desenvolverlos. Las consultas de Cuyas y de Du- moulin pueden servir de ejemplo, En todos los casos el estilo de las consultas debe ser e] mis- (1) Es facil advertir que las reglas que dé Mr. Camus para la formacion de las Memorias de que habla, pueden ser de mucha uti- lidad para el mejor desempefio de nuestros escritos em derecho, conocidos con ¢l nombre de Memoriales ajustados. 189 mo: esto es, una disertacion clara, concienzuda, imparcial, sa- bia; un poco de mas 6 menos eslension en la esposicion de los medios que se proponen, y en la respuesta a las objeciones prin- cipales que se presenten, debe formar su sola diferencia. 5¢ os pregunta que camino se seguir parauna operacion cualquiera? No indiqueis sino el mas seguro, el que ¢s literalmente confor- me 4 la ley; adverlid todas las precauciones que deben tomarse: su escesivo nimero no debe arredrar cuando se trata de obrar. Nunca se habr4 comprado 4 mucho precio la ventajade no poder ser inquietado sobre lo que se hubiere hecho. Si se os consulta, yo para obrar, sino para sostener Ja validez de una operacion, en Ja cual, sin percibirse ningun vicio esencial, temeis sin em- bargo que se hallen algunos ligeros defectos de forma, algunas omisiones poco considerables, emtonces es ocasion de que ustis de vuestro genio y de yuestras luces, para defender Jo que se ha hecho con justicia y con razon, aunque con pocas precau- ciones. . J.0 mismo es cuando se os consulta si se eniablara un pleilo. Instraido mejor que nadie, por los procesos en-que hubieseis trabajado, de los males que ellos traen consigo;\conveucido ademas de la incertidumbre de los juicios homanos, dudad siem- pre que se trate de emprender un litigio, y no dudeis jamas en responder afirmativamente cuando se os pregunle si convendra terminarlo por una transaccion. Vienen 4 consuliaros sobre un pleito ya entablado, y os parece justo? Reunid todas las fuerzas de vues.ro talento para sugerir todos los medios de. conseguir un buen éxito, con tal que sean conformes la buena’ moral y & las leyes. Los escritos 6 alegaciones, son sia duda la parte me- nos agradable del trabajo del abogado. Sin ser tam pulidos y li- maados como las memorias que por medioide la prensa salen al publico, deben tener emel fondo, :lasymismas'eualidades, y sobre todo [a misma precision. Como por otra parte yon podria menos de repetir aqui Jo que'os be. dicho sobredasmemoniasered imwtil cualquiera adiccion, 7 seth dad No creo tener necesidad de ser mas difuso sobre 1 ique-cons cierne 4 los arbitramentos; vos mismo concebis que si hay una ocasion en que la probidad puede ser demasiado delicada, dema- siado escrupulosa ,-y al mismo tiempo’ tlemasindd ilastrada,, ‘es aquclla en que unitndd 4 Las funicivat'’ te abogido ‘add joer 190 vuestra decidion va 'é servir de ley 4 las partes que os han dado su confianza, Una vez nombrado 4rbitro, no debeis conocer otra cosa que-el negocio, sin dislinguir ni cliente, mi adversario. Aunque hayais sido olegido por una de las dos partes, miraos ‘como si lo hubieseis sido. igualmente por la ana y por la otra; condenad sin vacilar al que os ha elegido,; si en el examen que hateis con vucsiro compaiero, descubris que el derecho no es- té& de parte dé la persona que os ha nombrado. No os he hablado, mi querido compafero, en todo lo que os he dicho hasta abora, de las cifas, género de autoridad , de que puede hacerse un grande abuso. Permilid que os haga algu- nas reflexionés ‘sobre este objeto, confesandoos que me han sido sugeridas, en parte , por el estracto de una memoria que be leido en la Historia de la Academia (1). M. Fourmont, autor de esta memoria, comienza por observar que el nso de las citas es muy antiguo; autores de un siglo muy remoto cilan 4 autores que les han precedido. Nadie ignora el abuso que se ha hecho de ellas en:los siglos que han.seguido al renacimiento de las letras. 4.08 antiguos eran de tal manera admirados, eran tan pocos los que teniam de ellos conocimiento , que por una parte apenas sé osaba tomarse la libertad de pensar diferentemente que se habia pensado en Grecia 6 en Roma; ¥,que-por otra, los mismos que tenian el valor de crear sus pensamientos , evilaban el emplear otras espresiones. que las que. habia usado un autor griego 6 latino; esfo era, 4 lo menos en su concepto, unir el mérito dela erudicion a el del genio. De aqui, estos:discursos que no son sinovun tejido estravagante de griego, dé latin, y algunas veces de bebreo, cuando el aulor ha sido bastante feliz para saber Jeerle. Este mal gusto ha durado hasta el ultimo siglo. No hay autor sagrado 6 profano, griego:d;latino,; que M. Lemartre no cite en.sus.informes;: pero A lo menos'no copia el testo que cita, Je traduce.ordinariamente, para incorporarle 4su discurso. Hoy no'sé vem mezclas de 1am mai gusto; esto.es un bien sin duda. No se debe citar sin objeto, lo cual se hace , cuando se transcri- be.un testo solo para mostrar que se ha leido, El uso que se pue- (en |), Histoire de PAcaitemie, dep inscrietions, toms V, pig. 745 edipion. tg..6-5 toms 1M PAE ARAN cat 4194 de hacer de estas letturas para adornar el estilo, nodebe consis- tir sino en algunas alusiones 4 lo: que los antiguos han dicho; to- davia, para que laalusion tenga gracia, es necesario que se -per- ciba en ella alguna cosa mas que la-erudicion del que la usa: sino enyuelve alguna’ sulileza, ‘sino indica una relacion agradable, disgusta, porque nb manifesta sino vanidad. Es initil ademas; y no produce ningun efecto, sies frato de uma erudicion: refinada, 'y tal que el comun de" los lectoresino ne halle en nated de en= tenderla, i aa M. Fourmont, en Ja memoria fue he indicado, llama 4 tas alusiones citas indirectas; hay ‘pues oiras directas. Se concibe (que estas son las que consisten en repetir aria cosa que ‘ha sido dicha o'escrita, indicando el lugar donde se halla. Réspecto de ‘estas citas, creo que se deben distinguir’ (res tspecies, las que forman autoridad, las que se pueden llamar tedtimonias, y las tere ceras que yo denominaré opiniones: Se discute una cuestion de derecho; se citael testo de una ley A cuyo imperio las partes que contienden.se reconoeen gujetas: véase aqui una cite que forma una eutoridad mas 6: menos grave; segun que sentido deltesto sea mas 6 menos claro, pero siempre decisivo por su naturaleza: Lejos de reprobar. semejantes citas, seria una falla notable el omitirlas, pues'el testo de Ja ley es la regla segun la. cual el juez debe pronunciar. Las citas que producen el efecto de testimpnio, paedeln ser tan indispensables como las: primeras; pero ellasno tienen ‘por ai mismas-tanta fuerza como-estas, Bs necesario, para juzgar del grado de consideracion que ‘merecen, saber qué:conflanza‘me- rece el éscritor ciyo nombre se-cita. Estas especies de citas son indispensables, cuando s se trata de establecer un hecho inpugnado. Es preciso cilar testimonios de este hecho, referir el testo de: los: historiadores que nos han transmitido su memoria; pero es preciso.al.mismo tiempo tener presente las reglas de critica, segun las cuales tal: bistoriador debe ser jazgado mas 6 menosdigni de fé, Si ebhecho que se re- flere se halla contestado por un documento cuya autenticidad no ‘puede desconocerse, no hay argumento razonable que oponer 4 la certeza de semejante teetimonio. Si es. un simple historiador quien lo indica, su deposicion puede ser combatida:por otras de- posiciones contrarias; 6 por ciréunstaneias que. le son peculia- 192 : ‘ves, y que disminuyen la:fnerza de su testinionio.. Entonces la sprudencia exije que no se cite sin conocer bien 4 su autor: un adversario mas instruido sacaria inducciones ventajosas de Las particularidades que se hubiesen ignorado. En fin, he dicho que se citan aulores para apoyarse en su opinion: aqui és dondé el abuso es mas de temer, y donde se debe'ser muy reservade en citar. Dos motivos pueden justificar el uso dé estas citas. Hay autores cuya. reputacion es tal, que parece que no se puede sin una especie de temeridad 6 impru- dencia, combatir su opinion. El namero de estos autores és infi- nifamente pequefio. Es constante, que es una ventaja real el tener 4 su favor ol voto de semejantes jurisconsullos, y que no se debe despreciar el uso de esta venlaja, omiliendo sus citas. Los otros autores, yeste es el mayor namero, no ban adqui- rido-este alto grado de consideracion: ellos.no la merecen sim duda, se puede sin embargo algunas veces sacar venlajas de sus testos,-y'ved:aqui cuales son los fundamentos. El defensor de una parte es naturalmenie mirado como sospechoso en lo que tlice por el interés de su cliente. gEnuncia él un principio? Se imagiria sis¢ habra forjado. para Ja defensa de su causa. ; Aven- lard-una depision?.Sé teme que hubiese pronunciado la contra. ria, si se habiese encontrado en el lugar de su-adversario, Un juez perfectamente ilustrado halla en sus conocimientos perso- nales, el principio y el motivo de ladecision; adopta 0 repele el imedip que se lepropone, por el.examen que deél-ba hecho; ja- imis:se ahtendra sa:voto sin que se le demuesire.rigurosamente Jwwerdadde lo que se le-propone. Pero todos los jueces no tie- nen ni esta penetracion, ni esta aptitud para tomar por si mis- mos un partido; ellos dudan entre los razonamientos opuestos de los dos defensores, y cuando se hallan en este estado de in- certidumbre, es la ocasion de transcribir, para fijarlos, jos tes- ‘tos de los autores que han hablado de la misma materia de que se trata: Si dlguna circunstancia particular no ha conducido: la pluma:de.estos autores, 'si ellos no pueden ser acusados de par~ cialidad, eg natural que se considere:su decision como-el sufra- gio.deun hombre instruidoé impareial. Estos dos titulos reu~ nidos merecen,la atencion del juez; y, enigualdad de, cireuns- tagcias; es natural que le determinen. Veamios abora lds abusos quéise- bande évilar: hay dos, el unorelativoial punto-cuya. very 193 dad se quiere confirmar por una cita, el otro relativo 4 los aulo= res cuya opinion se permite invocar. Lacita no es iitil, como ya lo he observado, sino cuando hay una verdadera duda que desyanecer, 6 una incerlidumbre que Sjor sila proposicion que se discule es uno de estos axiomas cu- ya verdad es de tal manera constante, que ef mismo adversario no intenta contradecirla, es inulil el apoyarla con citas; esto se- tia una eradicion supérflua. Es necesaria igualmente la acerta- da election de los autores que se invocan; de otra manera, y si secree quees suficiente que una opinion se haya aventurado en un libro para permilirse el sosltenerla, habri pocas.cuestiones sobre las cuales no sea facil oponerse reciprocamente autoridades contradictorias. Nose debe citar sin distincion 4 cualquiera que eve el nombre de jurisconsulto: hay un cierto nimero, en ca- da género, que se han adquirido por obras maduramente refle- xionadas, una reputacion merecida; estos son solos los que de- ben citarse. Evitad, sobre todo, prolongar vuestras citas con una lista de aulores que no han hecho mas que copiarse log unos 4 los otros. Hay algunas obras principales, de las cuales la-muchedumbre de las otras no son sino estractos 6 compen- dios. Por una consecuencia de laeleccion que os aconsejo, no de- jeis, sila cuestion que habeis de tratar, se suscita en una pro- ‘vincia que liene sus usos 6 su legislacion especial, de consul- tar Jos autores propios de esta provincia; su parecer es entonces: &. veces mas que una simple opinion: ellos afirman, como testi- gos, el hecho del uso que teneis interés en establecer. Yo disminuyo, como veis, el nimero de las citas: repelo to- das las que son vanas y supérfluas. Me parece que son dos las causas de esta multitud de citas con que se agovia algunas ve- ces un escrilo. Se trata de profundizar una cuestion; se hacen investigaciones: no hay un autor que no se abra y ojée; y acaso, despues de tan improbo trabajo, no se encuentra sino uno 0 dos que hayan hablado de la manera que se desea. El fruto de tan- as penas va 4 perderse: se tendré 4 lo menos el gusto de mos- - drar que se han hecho muchas investigaciones. Se cita, pues, y se cilan testos muy poco concluyentes, solamente para hacer yer qli¢ s¢ conocen, Olras veces se forma un sistema; se quiere establecer sobre 194 un punto de derecho una especie de tradicion , tanto por la du- racion de los tiempos, cuanto por la generalidad de los lugares donde’ se la supone esparcida. Se reunen autores de todos los si- glos, de todos los paises; se les compele 4 deponer en favor de la opinion que se ha abrazado: algunas veces, ellos no lo hacen sino muy 4 su pesar; y cuando se los examina, se percibe sufi- cientemente el aire de coaccion que lleva su testimonio. E] autor queda salisfecho ; ¢l queria citar, y lo ha conseguido. Pero ha a- probado lo que habia puesto 4 discusion? De ninguna manera. Su trabajo ha sido, pues, perdido; 6 mas bien un adversario diestro sacara de él ventajas. El observaraé con razon, que si tan doctas investigaciones no han podido producir los testimonios que con demasiada ligereza se habian anunciado, esto es una prueba de la falsedad de la opinion, que no se habria osado emitir, sino con la promesa de que existian numerosos testimonios 4 su favor. Si hay alguna circunstancia en la cual se pueda tolerar que Jas cilas sean un poco mas frecuentes, es en las consultas. El que 03 consulta espone necesariamente dudas, puesto que exige vuestro dictamen , yuestro modo de pensar debe tranquilizarle; pero si os hallais en estado de hacerle ver que la opinion que abrazais, no es solo yuestra, sino que lo es igualmente de tal escelente jurisconsulto, es evidente que Ja persona que se ha di- rigido 4 vos tendré mas confianza en vuestra decision. Ademas no son solamente los autores favorables al que consulta los que es necesario cilar. Conviene indicar tambien los que se le opon- dran, 4 fin de que se decida con pleno conocimiento de causa sobre el partido que baya de tomar, y que no se vea sorprendi- do, cuando en el curso del pleito, se le hagan objecciones que no habian sido previstas, Continuad , pues, mi querido compaero, estudiando 4 los jurisconsultos ; leed sus obras , para penetraros.de la ciencia de las leyes , y no para hacer alarde de una vana crudicion. En el conjunto de los razonamientos, y en el plan completo de vues- tras obras ¢s donde se debe conocer que habeis meditado Ios li- bros de derecho, y no en las citas que es facil acumular , algu- thas veces mas con la paciencia que con el -saber.—Tengo el ho- nor de serete. SECCION XV. DE LAS CITAS,— {ES CIERTO QUE NO SE DEBE CITAR LOS AUTORES W1¥Os? (Mr. Dupin ainé.) ‘Non quia crasst compositum sed quia nuper.—Honar. Mi querido compafiero, yo quiero examinar con vos una opi. nion enteramente nueva , la cual desearia acreditar entre noso- tros, y ponerla, por decirlo asi, 41a orden del dia en el foro. Se pretende que en los informes y en las consultas no se debe ci- tar los autores vivos, Ved aqui la proposicion en toda su dureza. Ella est4 fundada en la versatibilidad de algunos autores poco firmes sobre los principios, 4 quienes se ha visto deferir al er- ror de las sentencias , variar de opinion con la jurisprudencia, y no saber 4 qué atenerse en presencia de decisiones algunas ve- ces contradictorias. Se objeta que es necesario alejarse un poco para decir que hay consecuencia, uniformidad de precedentes; jurispradencia en fin. El tiempo solo, se dice todavia, puede poner el sello 4 las reputaciones, y asegurar 4 los autores el cré+ 196 dilo que hubieren merecido; es preciso esperar 4 que hayan muerto. Miraturque nihil nisi quod Libitina sacravit. Esta opinion, yo lo confesaré todo en seguida, 4 riesgo de robustecerla 4 vuestros ojos, ha sido adoptada por algunos ma- gistrados, amigos de la justicia y de la ciencia, & quienes se habia fatigado sin duda con citas impertinentes y trabajosa- mente acumuladas. Ella ba sido despues acogida por aboga- dos, cuya elocuencia flexible creia penetrar por este médio en el Animo del juez, y que hallaban ademas en esta corta ale~ gacion, me cilais un autor vivo, un medio espedito de librar- se de la discosion de autoridades embarazosas. En ultimo lugar, he visto este error defendido por un abogado fiscal, tan reco- mendable por la pureza de su caracter como por el talento que le dislingue. Se ha Negado ‘hasta A decir que Cuyas y Savary eran casi solos los autores que hubiesen obtenido el honor de ser ci- tados durante su vida. Esta opinion, como tantas otras sobre las cuales hay division, no separa los pareceres sino porque cada uno no la ve sino por ol lado de los inconvenientes que mas le afectan. Cada uno abun- da en su dictamen, sin atender 4 el de los otros. El medio de solucion se hallara, pues, en un examen mediltado de las objec- ciones, para poner por él de manifiesto lo que ellas pueden te- ner de verdad 6 de exageracion. - Ciertamente yo doy demasiado valor 4 estas dos verdades: que la muerte afirma irrevocablemente las reputaciones , y que una jarisprudencia acreditada por una larga serie de decisiones, es la sola que puede mirarse como cierta. Sinembargo, de esto no se sigue, en mi concepto, que no se pueda cilar una buena decision , porque se halle aislada. Yo no concede tampoco que la muerte sea um requisilo indispen- sable para que sea. cierto que un autor ha discurrido con exac- tilud. Creo que se le puede consultar ¢on fruto, y cilar con ven- {aja por sus conlempuraneos. Hay mas; yo creo que aunque se hubiese podido otras veces adoptar el uso contrario, el tiempo vn que vivimos sufre una decision del todo diferente. »o¥e aflparo tambien.que en todo tiempo los autores contem- porineos ban estade en:posesion de citarse mittuamente, tanto 497 como enemigos, cuantocomo ausiliares. Abrid el cuerpo del de- recho, y haHareis en cada una de sus piginas 4 los juriseonsultos autorizdndose los unos con los otros, 6 refutandose reciproca- mente. Alli se reconoce 4 los de una misma secta que sostienen la opinion mordictis contra los de la secla opuesta, y 4los graves erciscundi que se presentan mas tarde para desempatarlos. En esle numero, habia muchos contempor!neos. Ciceron, orador, cita algunas al jurisconsulto Scevola, que vivia en su mismo tiempo. Nada seria mas facil que acumular iguales ejemplos da- dos por la antigiiedad. Seria necesario ignorar completamente la historia de la edad media para no saber con qué encarnizamiento los literatos y los eruditos de esta é¢poca poco culla altercaban y se refutaban mituamente. Para no hablar sino de jurisconsultos, y del pri- mero de ellos, cudntos combates no luvo que sostener el docto Cuyas contra sus envidiosos? Que se lean, si hay quien todavia tenga valor para ello, las variantes de Merille, y las criticas de Robert, que Fabrot no quiso insertar en su edicion, ne manes iratos cujacii haberet, y 4 las cuales Guyas se creyd obligado & contestar bajo el nombre de Antonius Mercator. Pero si Cuyas tu- yo que cumplir estos deberes en las escuelas y con oscuros ri- vales, hallé por otra parte una mas justa recompensa en los oradores de] foro, que, durante su vida, y en el apogeo de su gloria , le citaron como una autoridad. Lo mismo sucedié 4 Dumoulin. Apenas publicd su comenta- rio sobre el titulo de los feudos del fuero de Paris, se hizo clasi- co en el foro, y obtuvo en él un gran erddito, D’Argentré en Bretaha, Coquille, y em general todos los principales comentadores del derecho consuetadinario, 4 medi- da que sus libros han aparecido, han sido citados en los infor- mes, y en las consultas por los abogados de su thismo tiempo. Mi asercion es verdadera, sobre todo respecto 4 los autores, que, en lugar de comentar el derecho general, se dedicaron & ilustrar especialmente algunas de sus partes. No existian sino tradiciones incierlas y algunas reglas suellas sobre el Real pa~ -trimonio; Chopin se apodero de este asunto; y publicé su tra~ tado de Dominio Francia; el Rey, encaivtado por el informe de gu Canciller, lé confirié Ja nobleza, paecifica congwista que Jos embajadores del siglo XVI ‘no te bs wpa ¥ vedle aqui 198 citado en todo el reino por las gentes del rey, los abogados, y Jos administradores del patrimonio Real. Diré otro tanto de Loyseau, cuando salieron 4 luz sa Trata- do de las obligaciones y su Tratado de renuncia de herencias; y de Furgole cuando publicé sus cuatro volamenes sobre los testa- mentos. Enel momento que los doctos escritos aparecian, todos los jurisconsultos, todos los magistrados los consultaban ; la inteli- gencia se convertia hacia ellos, como, del seno de Jas tinieblas, Jos ojos se dirigen 4 la luz que viene 4 alumbrar nuestro ca- mino. No quedara el recurso de decir, que si sucedié asi en los pri- meros siglos de la ciencia, cesd este uso, cuando ella se hubo enriquecido de obras antiguas en bastante nimero para dispen- se de consultar las modernas. D'Agnesseau, ilustre amigo de Domat y de Pothier, su colaborador, por decirlo asi, porque él los dirigia en la composicion de sus obras, D'Agnesseau no aguard6 4 que muriesen para citarlos: él adivind su inmortali- dad, y los inyoca vivos aun, les prodiga elogios em sus escritos y en sus informes, al mismo tiempo que recomienda su estudio 4 su hijo en sus instrucciones familiares. Por qué, pues, esta adversion actual, este desden de hoy hae cia los contemporaneos? Por qué despreciar sus vigilias, y ba- cer nacer en ellos el desaliento? Se les privara en efecto del ho- nor de ser citados mientras viven, y condenard 4 no tener cré- dito, sino despues de muertos? Ah! Fiad 4 la envidia todo lo que pueda hacerles amargos los frutos de una celebridad adqui- rida 4 precio del reposo y de la salud! Se adquieren tambien enemigos por el trabajo, se adquieren por las buenas acciones; y muchos se enojan de oiros amar el docto, como aquel ate~ niense se enojaba de oir amar 4 Aristides el justo. A.su muerte, decis, usaremos de mas equidad!—Os entien- do; decis como Horacio; Urit enim prosens , extinctur amabitur idem. Mas qué impide.el usarla al presente? No prelendo que se haga por mera complacencia; no imitemos en esto 4 los artifi- ces de,noblezas sqbre articulos comunicados, quo dan 4.sus pro- tegidos todes.los litulos que desean, respondiendo ingénuamen- te 4gaien les, pide eventa de esta facilidad ; esto cussta tan poco, 4199 y causa tanto gusto! Seamos severos, yo lo consiento; pero no vayamos hasta lacrueldad, porque seria decir 4 nuestros con- tempordneos: escribid constantemente; pero procurad moriros; pues sin esto no og citaremos. Este lenguage, que no ha debido usarse en ninguna época, ni aun en aquella en que la jurisprudencia parecia condenada 4 Ja inmovilidad, es sobre todo inadmisible en los tiempos que aca- bamos de recorrer, despues de una revolucion que ba destrui- do casi toda la antigua legislacion, y que nos ha dado cerca da sesenta mil leyes nuevas, sin inclusion de los cinco cédigos nue- ‘vos, que Contienen mas de cincuenta mil articulos, y que van todavia 4 ser seguidas de otras muchas. El sistema de las sucesiones se ha variado en muchos puntos fundamentales; el de las hipotecas reposa sobre nuevas bases; 4 quién seria preciso citaros, amantes declarados de los difuntos? A Lebrun, sin duda; 4 Basnage, porque han muerto? Pero que hareis? Puesto que los antiguos principios han variado, 4 dios viejos comentarios: leed y citad a Chabot y 4 Perril. A cudl de los autores muertos se hubiese podido consultar sobre los asignados, los mandatos (1), los emigrados, sino se hu- biese tenido las obras del pequeho numero de jurisconsullos que se aplicaron inmediatamente 4 regularizar, en cuanto de ellos dependia, por la aplicacion de algunos principios tomados del cuerpo de la ciencia, unas leyes que tenian tanta necesidad de ser modificadas en su ejecucion para corregir algun tanto sin injusticia? Y qué se dird de estos hombres raros, 4 quienes un tal tras« torno puso en la necesidad , por decirlo asi, de empezar de nue- vo ellos mismos 4 restablecer su reputacion? M. Henrion, abo- gado joven, publicé muy poco tiempo antes de la revolucion, su ftratado de feudos, 4 imilacion de Dumoulin, y sus Disertaciones feudales ; 61 pudo morirse desde entonces, su reputacion queda~ ba asegurada por estas dos obras. Despues de cuarenta afios la posteridad ha legado para ellas; y ha promunciado 4 su favor. ¥ bien! Por qué el docto autor de estas dos grandes obras ha ahadido cuarenta afios mas de trabajos 4 sus antiguos servicios; (1) Especie de papel moneda que debia sustituirse 4 los asignados, a 200 porque no ha muerto sdbitamente con la fendalidad, porque vi- ve todavia para gloria de la magistratura, que se honra de te- nerle en su seno, y del foro moderno que anima con sus conse- jos, con su ejemplo, y con la narracion de sus primeros sucesos, nos abstendremos, por algunos afios todavia, de cilar la compe- tencia de los jueces de paz, que ha legado 4 la s¢tima edicion, y su bello tratado sobre la auloridad judicial? Concedamos 4 los trabajos de tan apreciables profesores la justicia que.merece, y reconozcamos que el hibito de ver los principios en si mismos y con abstraccion, da 4 las decisiones de los doctores un caracter de imparcialidad , que les falta algunas veces 4 los hombres que no tratan del derecho sino por acaso, de una manera limitada, suelta, y con un objeto particular, pues su juicio es dirigido casi siempre por la influencia de las circunstancias. Ved aqui porque el abogado tiene necesidad, por su propio interés, de autorizar su opinion; y para ello, de llamar en su ayuda el sufragio de los hombres 4 quienes no se puede suponer interesados en el suceso de su causa. En efecto, que es una avforidad? Yo llamo asi 4 lo que impo- ne & la razon del jugz, y causa impresion en su espiritu. Yo quiero que cuando el principio es antiguo, los autores antiguos le afecten mas. Sea asi en buen hora, se lo concedemos de buen grado, y le citaremos libros viejos, pero si el pri vo, sera preciso contentarse con los conlempordneos. Cilaré 4 Richer, sobre la Muerte civil; 4 Bulleonois, sobre los Estatutos; 4 Ricard, en ciertos casos sobre las Donaciones; pero sobre los puntos nuevamente introducidos ; sobre los privilegios de inven~ eion, hijos de la moderna industria; sobre la legislacion criminal; Ja competencia administrativa, y las materias que de ella depen- den, no cilaré 4 los autores de los pasados siglos, sino a Re- nouard, Legraverend, Macarel, y sobre todo 4 Cormenin. Yo no soy sospechoso abogade por los aulores nuevos, por- que no hay quien ame mas 4 los antiguos. Todo me agrada en. ellos , su ciencia, su franqueza, hasta la honrada sencillez de su Jenguage, Yo gusto de adornarme con sus despojos: de esto re- sulla algunas veces confusion en mis composiciones, mis ami- gos me lo reprenden; yo debo tratar de corregirme en lo su- cesivo, Pero esta predileccion no me hace injusto para coa los 201 modernos, Sin duda ellos tienen menos ciencia que sus antepa- sados; esto es efecto de las costumbres actuales ; se trabaja mas ligeramente, la sociedad nos distrae, se permanece menos tiem- po en casa. Nuestra delicadeza se estremece con 1a relacion de aquellas audiencias de siete horas donde, en elinvierno, se veia 4 los antiguos magistrados llegar al tribunal como otros tantos Didgenes, con una linterna en la mano. No se puede decir de los abogados de ahora lo que se decia de los jurisconsultos de la antigua Roma, lo que se ha podido decir de Dumoulin, Pithon, Loisel, y Pothier: Rome dulce diu fuit ef solemne, aperta. Mané domo vigilare , clienti promere jura, Pero si los modernos son menos amigos de estar en casa y menos erudilos que nuestros padres, le es permitido tener mas filosofia. La forma actual de nuestro gobierno les permite real- zar la ciencia con una esposicion mas firme de principios hoy mejor conocidos, aunque sobre ciertos puntos mas débilmente garantidos que otras veces. Su mision es lade preparar su des- envolvimiento y su consolidacion. En resolucion, que tiene pues de imponente esta palabra de contempordneos, y cual es el poder de esto argumento: «pero el hombre que cilais vive aun!» La cuestion no es de saber si los autores son vivos 6 muertos, sino de si lienen } no razon; es preciso juzgarlos no por el calendario y por su partida de muer- to, sino por las reglas de la logica, y por la fuerza 6 la debilidad de sus demostraciones. No es absurdo, en efecto, repeler un li- bro, no porque sea malo, sino dnicamente porque es nuevo, ‘hon quia crassé compossifum, sed quia nuper? No es asi como dia- riamente se presentan ante los tribunales alegaciones que solo adquieren crédito por la exactitud de los razonamientos que en ellas se hacen,*non ratione imperii, sed rationis imperio? No es pues una prueba bastante dura para un autor el sufrir, enla audiencia y en la polémica de los hechosy del derecho, una con~ tradiccion excitada y sostenida por todo lo que el interés perso- nal, amenazado de perder su causa, tiene de poderoso, de acti- yo, de ingenioso, y aun de pérfido, en presencia de un juez que escucha y presta una seria atencion al debate? Pér lo demas, mi querido compahero, al cilar 4 los moder- nos, no nos desdehemos de remontarnos 4 los origenes. Relea- 202 : mos 4 nuestros autores anliguos, interroguemos 4 todos los principios, este es el mas seguro medio de desenmascarar las mas recientes usurpaciones, y de descubrir el] fundamento da todos los deréchos. Recordemos el dicho de Madama Staél, y, en pie sobre la tumba del despotismo, mostremos entre nues- tros abuelos Ja cuna de la libertad. En medio de muchos abusos, la anligiedad nos ofrece nobles ejemplos y dichosas compensa- ciones. Leed la vida de L’Hopilal; leed tambien las de Duprat, de Poyet.... y comparad las togas! Aun en las materias que se pueden Ilamar liderales, en las cuales creemos haber escedido & nuestros antepasados, veremos que el instinto de la franqueza y de la libertad no les abandond jamas, y que los ciudadanos no han estado nunca privados de garantias, ni los ministros exen- tos de una cierta responsabilidad. El jurado existia entre los francos ; las libertades de nuestra iglesia galicana y la pragma~- tica*han precedido al concordato; Luis XII, y Henrique II, pro- tegian ya la imprenta. Las ordenanzas y los Edictos no eran obligatorios hasta que se registraban y promulgaban. La policia estaba contenida y regularizada por Ja justicia; cada uno sabia que debia ser respetado su derecho; el mas pequeho privilegio violado , el menor titulo impugnado sin razon, hubiesen inme- diatamente producido las mas enérgicas reclamaciones de las partes interesadas; en medio de las desgracias piblicas, se ojan voces animosas alegar el derecho, reclamar Ja ejecucion de las leyes, y decir al Rey como 4 Dios mismo: sehor, libradnos de males Pero yo no quiero, mi querido compafero, estenderme mas sobre una historia que vos sabeis tambien como yo. Adios, con- servadme vuestra buena amistad, bien sabeis cuanto la apre- ; todavia para citarme, aguardad 4 que haya muerto. SECCION XVI. DE LA ELOCUENCIA DEL FORO COMPARADA CON LA DE LA TRIBUNA. (Fragmento de Mr, Bervine.) wae Las Leyes son la regla del interés privado ; el interés pa- blico es la regla de las leyes. Segua sus diversas relaciones , la elocuencia ejerce una funcion diferente. Alli, comparece ellaen el tribunal de Ia legislacion: aqui ella cita 4 su tribunal 4 la legis- lacion misma. Colocado en la cima del edificio social; el orador debe abrazarlo, y compararlo en todas sus partes por el poder de su meditacion. El es quien reconoce el estado, los progresos, las necesidades de la sociedad , mueve sus resortes , concilia sus intereses : ¢l es quien vela sobre los destinos de Ja humanidad. El establece los derechos de Jas naciones , 61 consagra los prin- cipios elernos de la justicia; alento 4 la marcha del espiritu hu- mano, provoca las mejoras utiles, y repele las innovaciones im- 204 : prudentes, interroga las teorias sociales, las acomoda a los Liem. pos, 4 las circunstancias de la civilizacion , sabe vencer las re- sistencias de una rulina obstinada, sin abandonarse 4 las teme- ridades de una perfectibilidad demasiado exigente; contiene los desbordamientos de la licencia, y los abuses del poder; es en fin el tutor de los pueblos. El caractereminente de su elocuencia sera pues el pensamiento. Bastas concepciones , conocimientos variados , una alta flosofia adornarén sus discursos ; su compo- sicion sera desembarazada y fuerte, su palabra sentenciosa y profunda. Encerrado en una esfera menos elevada, el orador del foro no tiene necesidad de esta basta mirada del hombre de estado. Su horizonte es mas limitado, sus palabras no tienen el mismo aleance , su camino est4 trazado de antemano por el legislador, éLes en fin, el stibdilo, no el juez de la ley. Sin duda, la filoso- fia de la legislacion no le sera desconocida; ella realzara su elo- cuencia; pero no constituird su base, no serd su atributo domi- nante. Su voz tendré pues menos autoridad ; mas puede ser que en recompensa lenga mas seducciones. Vereis en sus concepcio- nes menos grandeza, sentireis mas calor en sus inspiraciones. En el foro, la accion oratoria tiene alguna cosa del interés dra- miatico. Alli todo babla 4 los sentidos, todo afecta la imagina- cion y conmueve el corazon. Es un oprimido que pide venganza; es un desgraciado cuya vida esta amenazada. Parientes lorosos, amigos tristes, una madre , una esposa , una hija desolada for- man el cortejo del orador, y sirven de aguijon 4 su genio, La acusacion, la defensa se suceden, y se apoderan alternativa- mente de los dnimos. El auditorio , suspenso entre ellos, descu- bre por sus movimientos , por sus murmullos, por sus aclama- ciones , las impresiones que recibe; el ojo del magistrado se dul- cifica 6 adguiere mas séveridad, y la sentencia de vida 6 de muerte se prepara bajo el choque de dos elocuencias rivales. Defensor de una.causa privada , el orador reune sobre este solo punto todas las fuerzas de su alma, y de su talento. El siente las agonias de su cliente, esta animado de su pasiones, se balla po- seido de sus dolores. De aqui, estos movimientos rdpidos ; de aqui estas esplosiones sabitas, de aqui estos giros variados de una sensibilidad ingeniosa en desplegarse bajo mil diferentes formas, esta afluencia armoniosa queacaricia el oido para ga- 205 nar la voluntad , estos desenvolvimientos de la pasion que deja 4las emociones el tiempo de penetrar en el corazon..... No es, permitido al orador de la patria escuchar las' afecciones priva- das, ni informarse de consideraciones personales. El no tiene mision para conocer de ellas; no hay para él individuos, no hay mas que el pueblo; ¢1 no vé los hombres, ve los principios. Pe~ ro estas mismas consideraciones, estas mismas afecciones, que profanarian la tribuna, le estan muy bien 4 la elocuencia parti- cular. Ellas prestan ala defensa un socorro legitimo; ellas in-= vocan las virtudes y los servicios en apoyo del buen derecho de la inocencia. Scipion, acusado ante el pueblo , que habia con- ducido 4 la victoria, desdeha el defenderse. El recuerda sus triumfos, y Roma se postra 4 los pies del vencedor de Annibal. Todavia estos brillantes auxiliares de la verdad no son toda la elocuencia. Enel foro como en la tribuma, la elocuencia quie- re apoyarse principalmente sobre la razon. Es necesario conven- cer aoles de conmover; pero sobre estos dos teatros, la razon no presenta iguales furmas. En las discusiones politicas, la argu- mentacion oraloria procede con mas osadia y rapidez, despre= cia las formas simétricas del silogismo, vuela de cima en cima y se apodera de los resultados sin detenerse en los pormenores. En el foro, la cuestion menos vaslaexige una ‘demostracion mas rigurosa, el razonamiento se acerca mas 4 la evidencia- material, su marcha es mas didactica, su luz parte de un punto menos ele~ vado; afecta mas. El orador politico dice poco; escila 4 pensar: el urador del foro lo dice todo ; hace ver. La delicadeza del espiritu y del sentimiento , los rasgos in- geniosos, la ironia ligera, las espresiones Liernas, que se mez- elan con conyeniencia y algunas veces con felicidad en la elo- cuencia de las causas privadas, convyienen menos 4 la elocuen- cia del legislador. Estas gracias suaves y fugilivas contrastarian con la dignidad de su caricter: Esta augusta elocuencia quiere parecer bajo formas mas enérgicas, mas ausleras , mas religio- sas. Sila imaginacion , la sensibilidad dominan en el orador del foro, la gravedad, la magestad distinguen especialmente al ora~ dor de la tribuna. Encargado de Jos destinos de todo un pueblo, ajusta 4 la altura de su mision la solemnidad de sus palabras. Los giros demasiado ingeniosos, la burla, los ardides de la elo- cucion destruyen laseveridad de la are El mismo Ciceron 206 ino empled contra Antonio las formas satiricas, la facil jocosidad de que adornd Ja defensade Murena. Los ruegos, las lagrimas sentarian mal al hombre de Estado; todo en ¢] debe respi- rar fuerza y grandeza. Si cede 4 las emociones, que sea 4 las emociones nobles y generosas. Algunas veces su lenguage se in- flama de un noble fuego para delestar la tirania , para maldecir 4 los traidores, para defender los sagrados intereses de la patria y de la humanidad. El honor nacional, la libertad , la gloria, la indignacion apasionan algunas veces su voz; nunca las blandas afecciones, nunca las debilidades del corazon. Que otros supli- quen al poder ilegitimo, sus terribles acentos le hacen palidecer. Bajo la cuchilla de Philipo victorioso, Deméstenes tronaba aun contra los cémplices de su victoria, y hacia hervir con una no-~ ble colera la sangre de los hijos de Milciades y de Periclés. Pero si la tribuna se presta algunas veces 4 la elocuencia de las pasiones, hay tambien un tiempo en que la tribuna y el foro mismo reclaman en el silencio de las pasiones otra especie de elocuencia. En ciertas épocas de la historia, la proscripcion se adhiere 4 las causas mas santas, 4 las virtudes mas puras. Se ve entonces la evidencia sin fuerza y las conciencias sin voz. Los combates de la palabra no son sino un yano simulacro por el cual la tirania acaba de insultar 4 las instituciones de la liber- tad, y la siniestra inscripcion del Dante parece grabada delante del asilo de la justicia, delante del santuario de las leyes. De qué servirian entonces los rayos de la elocuencia? Qué efecto produ- cirian las inspiraciones del corazon, y los vuelos del genio? Con qué acentos podrian despertarse unas almas sordas A la razon, & la equidad, y al honor? Qué habria hecho el salvador de Roscio ante el senado de Tiberio? tu, 4 quien el deber llama 4 estas du- ras pruebas, gudrdate de olvidar Ja actitud que conviene al hombre que defiende sin esperanza 4 la inocencia 4 la verdad. No des a la injusticia el placer de arrancar 4 tu boca la reproba- cion de los principios que tu corazon aprueba. No pienses en vencer Ja fatalidad de una voluntad inflexible , piensa en salvar Ja dignidad del talento y la de la causa. Que la elocuencia luche todavia, no por triunfar, sino para obligar 4 la iniquidad a ru- borizarse de su triunfo. No es un debate, es una protesta coutra la violencia, una apelacion 4 la posteridad , que el acento sea grave y solemne. Aqui el fin no es conseguir lo que se desea, si- 907 no llenar el deber: no se trata del suceso; tratase del honor. Cuan- do Jos héroes de Esparta marcharon 4 las TermOpylas , no com- batieron por Ja victoria: combatieron para-dar testimonio 4 las Jeyes de su patria, y para dejar un grande ejemplo al mundo. El foro no tiene necesidad de circunstancias estremas para desplegar esta elocuencia austera que reemplaza por la nobleza y por Ja gravedad la energia de los movimientos oratorios. No- solros la!hemos yuello 4 encontrar en los Organos del ministeria publico. Alli, no es el hombre quien habla, es la ley: yo la reco~ nozco en la tranquila dignidad de su lenguage. Su voz se rebusa 4 los acentos del sareasmo y de. la cdlera. Ella no quiere con- mover, sino persuadir; no subyuga, Husira.'La. reserva, la mesura, que debilitan unaelocuencia ordinaria , comunican\dla suya una nueva autoridad. Destinada 4 preparar los fallos de la justicia , se asocia 4 su caracler; mas animada , seria menos po~ derosa, mosLraria el hombre, donde yoxno quiero ver sino al ma- gistrado. Si algunas veces el calor se une 4.su augusta elaridad, es cuando elevandose sobre la arena donde se agilan Jos intere= ‘ses privados, colocada en frente de las verdades elernas. qué esl Hamada 4 proteger, se penetra de su sublimidad, se inflama con su fuego sagrado. Elocuencia'singular, pero: admirable , que se prohibe los. recursos de donde las otras saican. sus mas-insinuan tes. bellezas; y que ; semejante ala virtud, de quien toma su poder, se enriqueze con sus privaciones , se engrandeze con sus sacrificios! Por diversos niedios crea la elocuencia ‘sus obras ‘maastras> ‘Ora lameditacion éolitaria reube lentamente: en e! sileteio'de Jas noches los tesoros del pensamiento, los dispone con’ arte, y confia al papel, al libro, 6 4: la memoria’sus sabias: vigilias; ora en el seno de un numeroso audilorio, provocada por-unsolemne aparato, por el calor de las discusiones, por la vivacidad de la accion oratoria, la improvisacion hace brotar con impetu en bri- Iantes relampagos sus maravillas fugitivas. El discurso prepa- rado, menos escitante, mas grave, mas metédico, mas profundo, no sienta bien 4 la tribuna. Hay tambien cierto decoro en arre~ batar tan altos intereses 4 los caprichos de la inspiracion. Las precauciones del orador dan testimonio de su circunspeccion, desu modestia; ellas anuncian un grande respeto al auditorio y Ala causa. En el foro, intereses de un orden menos elevado pi- 208 den mas abandono, y menos preparacion , la elocuencia derrama en él mas movimientos apasionados que concepciones filosdficas, y la pasion se siente y no se medita. Sin embargo, desde que la imprenta, creando nuevas relaciones entre los hombres, ha en- sanchado los limites de la esfera oratoria, el talento de escribir ha debido ocupar un lugar distinguido en la elocuencia judicial. El escritor del foro ejerce un imperio menos absoluto, sin duda, pero mas estenso que el imperio del orador. E! habla al audito- rio ausente, él hace resonar la defensa fuera del recinto de los tribunales. La palabra escrita puede tambien convenir & los magistrados. Menos estrechado por el tiempo, menos sujeto al movimiento del debate, superior a las afecciones, conservador de los principios; é1 no busca los efectos.del arte oratorio, 6 mas bien 61 busca sus efectos en otro orden de medios. Confesémoslo de una vez, asi en el foro como en la tribuna, es en el talento de la improvisacion donde reside mas principalmente la elocuen- cia; solo él suministra recursos siempre seguros, armas siempre prontas; solo él persigue al error de subterfugio en subterfu- gio, de sofisma en sofisma, y hace caer, bajo los golpes multi« plicados de una argumentacion irresistible, las mascaras dife- rentescon que sucesivamente se ba cubierlo; solo él se apodera de las circunstancias, de las casualidades favorables; solo ¢l sa- ca provecho de estas ilustraciones sibitas, de estas revelaciones del genio que provoca la contradicion de un adversario, el con- curso de numerosos oyentes, la pompa del drama oratorio; solo él. s¢-presta a estas rapidas comunicaciones de la sensibilidad 6 del entusiasmo, que hacen participe al orador de las impresio- mes que acaba de producir, y que en las emociones que estas primeras inspiraciones han escitado, Je hacen hallar inspiracio- nes nuevas..., DISCIPLINA DEL FORO EN EL EJERCICIO DE LA ABOGACIA. EL AMOR DE SU ESTADO. Mercurial pronunciada por Mr. D' Agnesseau en 1703. El mas precioso y el mas raro de todos los bienes es el amor su estado. No hay cosa que el hombre conozca menos que la felicidad de su condicion. Dichoso si él cree serlo, y desgraciado algunas veces porque quiere ser demasiado dichoso, no ve ja- mas su estado bajo su verdadero punto de vista. El deseo le presenta 4 lo lejos la imagen engafiosa de una perfecta felicidad ; la esperanza seducida por esta pintura inge- niosa abraza con avidez un fantasma que le agrada. Por una es. pecie de pasion prematura, el alma goza de un: bien que no Lie- ne; que pertleré en el instante que haya empezado 4 poseerle realmente, y el disgusto derribarA el idolo que el deseo habia levantado. El hombre es siempre igualmente desgraciado, ya por lo que 210 desea, ya por lo que posee. Celoso de la fortuna de los otros al mismo tiempo que él es objeto de los celos de ellos, siempre en- vidiado, y siempre envidioso , si hace yotos para cambiar de es- tado, el cielo irritado no los oye sino para castigarle. Llevado lejos de si por sus deseos, y viejo en su juventud, menosprecia Io presente, y corriendo tras del porvenir, quiere vivir siempre y no vive jams. Tal es el caracter dominante de las costumbres de nuestro siglo: una inquietud generalmente esparcida en todas las pro= fesiones; una agilacion que nada puede calmar , enemiga de re- poso, paz de trabajo, Hevando por todas partes el peso de una inquiela y ambiciosa ociosidad; wna sublevacion universal de todos los hombres contra su condicion; una especie de cons- piracion general, en la que parece que todos se han convenido en salir de su esfera ; todas las profesiones confundidas, las dig- nidades degradadas, los respelos violados ; la mayor parte de los hombres fuera de su lugar, despreciando su estado, y hacién- dole despreciable. Siempre ocupados de lo que serdn, Ienos de vastos proyectos, el solo que se les escapa es el de vivir conten- tos de su estado. Cuan felices seriamos nosotros, si pudiesemos olvidarnos 4 nosotros mismos en esla pintura! Pero osaremos confesarlo pablicamente, y en este dia que la sabiduria de nuestros padres ha consagrado 4 uma triste y aus- tera verdad, nos serd permitido hablar el lenguage de nuestro ministerio, con preferencia 4 el de nuestra edad? ¥ no temere- mos deciros que la justicia Hora el desprecio que los jueces han concebido bacia su profesion; y que la herida mas profun- da que se ha causado 4 la magistratura, la ha recibido de la ma- no misma del magistrado. ‘Ora la ligereza le impide adberirse 4 su estado, ora el placer Je disgusta de él; algunas veces le teme por molicie, y casi siem- pre le desprecia por ambicion. Despues de una educacion, siem- pre demasiado descuidada por la condescendencia de un padre ciego por su ternura 6 seducido por su vanidad, pero siempre demasiado corta para el bien de la justicia, la edad antes que él meérito, y el fin de los estudios mucho mas que el suceso de ellos, abren 4 un joven impaciente la entrada de la magistratu- ra; algunas veces tambien ellos liegan A ser jueces antes de ser 244 hombres. El movimiento sibito de una secreta inquietud, 0 la impresion fortuita de un objeto esterior son los solos principios de su conducta. Su espiritu es un fuego que destruye por su propia actividad, y que no pudiendo contenerse en su esfera, se disipa procurando estenderse, y se evapora queriendo elevarse. Siempre ociosos sin estar jam4s en reposo, siempre diligentes sin estar verdaderamente ocupados; la agilacion continua que se observa en ellos hasta en las tranquilas funciones de la justi- cia es una viva pintura de la turbacion y de la ligereza de su alma. Si ellos no se desdefan todavia de Henar los deberes de la magistratura, los colocan por lo menos en el corto intérvalo que separa sus placeres ; y desde el momento que la hora de las di- versiones se aproxima, se ve 4 un magistrado salir apresurada- mente del santuario de la justicia para ir 4 sentarse en un tea- tro. La parte que encuentra en un espectaculo 4 aquel 4 quien habia respetado en su tribunal, le desprecia, y el pablico que le ve en estos dos estados no sabe en cual de los dos deshonra mas 4 la justicia. Retenido por un resto de pudor en un estado que no se atre- ve d abandonar abierlamente, si no puede dejar de ser magis- trado, quiere 4 lo menos dejar de parecerlo. Vergonzoso de lo que deberia formar toda su gloria, se ruboriza de una profesion que acaso se ha ruborizado de recibirle; no puede sufrir que se le hable de su estado; y no temiendo nada Lanto como pasar por lo.que es, el solo nombre de juez es una injuria para él. Se reconocen en sus costumbres toda clase de caractéres, esceplo el de magistrado. Va 4 buscar los vicios hasta en las otras pro- fesiones ; toma de la una su licencia y su furia, la otra le presta sa lujo y su molicie. Los defectos opuestos a su caricter ad- quieren con ¢] un nuevo grado de deformidad. Viola hasta la decencia del vicio, si esta palabra decencia puede jamas conve- nir 4 Jo que no sea la virtud. Despreciado de aquellos cuya sa- biduria no puede igualar, Jo es aun mas por aquellos cuya rela- jacion pretende superar. Transfuga de la virlud, el vicio mismo A que se entrega no le agradece su desercion; y siempre estra- fo en todas partes donde se encuentra, el mundo le repele y la magistratura le desconoce. Dichoso en su desgracia, si el cielo le envia utiles cnemigos, 212 cuya censura le ensehe 4 tiempo que si los hombres son algunas veces bastante ciegos para escusar el vicio, no son munca bas- tante indulgentes para perdonar el vicio dislocado; y que si el mundo mas corrompido ama al parecer 4 los magistrados que le buscan, ¢l no estima jamais verdaderamente sino 4 los- que mi- ran la obligacion de huirle como parte esencial de su deber. Que se apresure 4 huir de este mar borrascoso donde su sa~ biduria ba naufragado ya; que se encierre en su estado; como en un puerto de salvacion, para reunir alli los restos de su re- pulacion; pero que recuerde siempre que 4 la virtud sola cor- responde el inspirar esta saludable fuga. 8i la inconstancia, si el enojo, si la saciedad de los placeres son las solas guias que conducen al magistrado en gu retirada, él busea la paz en ella y no halla sino un reposo linguido, una tranquilidad muelle ¢ insipida. Muy lejos de tener bastante valor para enfrenar sus pasio- nes, no lo tiene ni aun para seguirlas; y el viciono le desa- grada menos que la virtud, Si él permanece todavia en su estado; no es por una adhe- sion libre ¢ ilustrada, sino por una ciega 6 impotente flojedad. La costumbre y el bien parecer le conducen todavia algunas veces al senado; pero aparece en él con tanta negligencia que se puede decir que la justicia ba hecho sentar a la molicie so- bre su trono. Si hace algunos esfuerzos para soportar un mo- mento el trabajo de la aplicacion, at instante cae por su propio peso en la nada de sus pensamientos, basta que una hora favo- rable, y demasiado lenta para él, le libra del peso de una ocu- pacion importuna, y le restiluye a su primitiva ociosidad. Entonces es cuando entregado 4 su desabrimiento, y redu- cido 4 la horrible necesidad de habilar consigo mismo, no halla sino un vacio horroroso y una triste soledad: toda su vida no es sino una larga y enojosa distraccion, un penoso y dificil ador- mecimiento, en el que inutil 4su patria, insoportable 4 si mis- mo, despierta sin honor, y no puede mostrar la larga duracion de su vida sino por un gran ndmero de aos estériles y siem- ‘pre vanamente perdidos. Sila ambicion viene 4 sacarle de este profundo letargo, pa- recerd acaso inas sablo; pero no serd mas dicho, Atento 4 llenar sus deberes, y 4 bacer servir su yirtud 4 su 913 fortuna, podra deslumbrar por algun tiempo las miradas de los que no juzgan sino por las apariencias. Como é1 no.trabaja sino para adornar la superficie desu al- ma, muestra con pompa.todos los talentos com que la naturale- za le ha dotado. No cultiva sino las cualidades. brillantes, y no reune lesoros sino para ostentarlos. El hombre de bien, por el contrario, se oculta largo tiempo, para echar los cimientos sdlidos de un'edilicio durable. La vir- tud sufrida, porque debe ser inmortal, se apresura lentamente, y se adelanta hacia la gloria con mas seguridad, pero con menos esplendor. Semejante 4 Jos que buscan ¢l oro en las entrahas de Ja tierra, no trabaja nunca thas dlilmente que cuande.ée.le ha perdido de vista, -y se le cree enterradobajo lasruinas-desa Lra- bajo, El se ocupa menos de parecer honibre de bien que de ser- lo efectivamente ; algunas veces no se observa en ¢1 nada que le distinga de los demas hombres, deja escapar con dificultad un-débil rayo de las vivas duces que oculta:en si mismo} poeos entendimienios tienen la necesaria péuetracion pata traspasar el velo de modestia con que él la cubre; muchos dudan de lasu- perioridad de su mérito, y buscan. su reputacion taniéndole 4a vista. Por Io tanto no temamos por’ elthombre te blen; Ja‘ virtad imprime sobre su frente un cardcler augusto, que su noble 'sim- plicidad Je hace inimitable para el ambicloso: Que’ este retrate, si le es posible, que esprese en ‘su persoria las otras cualidades del sabio magistrado; pero nunca conseguiré aproximarse “& quella dulce’ y-profunda ‘tranquilidad ‘ide’ iispira ‘A un’ alma virtaosa el amor gonstante de su’estado: Ia'ndtbraleza se reser- va siempre un grado de verdad superior 4 todos Jos esfuerzos del arte, una claridad, wna luz que Ja imilacion mas perfecta no puede igualaz. El liempo: hate bien’ pronto de’ éllds un justo discernicatento; y anade ‘4 la réputacion del inagistrado ‘Ai 80 lo que quita 4 la del magistrado- ambicioso. l i El uno ve crecer todos los afios su solida grandeza, el otro ve caer cada dia una parte al soberbio edificio que mh edi. ficado sobre arena. ~ Me tet El uno'tto debe désear sino sér conocidd de los hombres, él otro no leme nada tanto como que Te conozéan, |’ ‘ El corazon del miagistrado'sabio es uit eau sagrado qidé Jas 4 pasiones respetan, que las virtudes habilan; que la paz, compa- fiera inseparable de la justicia, hace dichoso con eu presencia. £1 corazon del magistrado ambicioso es un templo profano: en é] esta colocada la fortuna sobre el altar de la jusaticia; y el pri- mer sacrificio que ella le exige es el de su reposo: feliz si ella no quiere exigirle tambien el de su inocencia! Mas cuan de te- mer esque los ojos siempre abiertos 4 la fortuna, no se cier- ren alguna vez 4 la justicia, y que la ambicion seduzca el cora- zon cegando el entendimiento! Qué se ha hecho aquel tiempo, en que el magistrado gozan- do de sus propias ventajas, contenido en los limites de su profe- sion, hallaba en él solo el centro de todos sus deseos y se basta- ba completamente 4 si mismo? El ignoraba esta muchedumbre -de sendas entre las cuales se ye muchas veces dudar 4 un cora= zon ambicioso; su moderacion le ofrecia un camino mas simple y mas facil; él marchaba contento sobre la linea indivisible de .8a.deber, Su persona era algunas veces desconocida; pero su mérite wo Jo era jamas. Satisfecho de mostrar 4 los hombres su reputacion, cuando la necesidad de su ministerio no le obligaba 4 mostrarse el mismo; preferia oir que se le veia raras veces, 4 que se dijese que se le veia demasiado, y en el feliz estado de una virtuosa Independencia, se le miraba como una especie de divyinidad, que el retiro y la soledad consagraban, que no. se mostraba sino en un templo, y que no se veia sino para adorar- Je: siempre necesario 4 los demas hombres, sin necesilar jamas de los socorros de ellos, y sinceramente virtuoso sin-desear otro premio, que la virtud. misma. Pero la fortuna parecia dispular 4 Javirtud la gloria de recompensarle; se daba todo 4 aquellos que nada pedian; los honores venian A ofrecerse por si mismos al magistrado que los despreciaba ; cuanto mas él moderaba sus deseos, tanto mas yela crecer su poder, y jams su autoridad fue mas grande que cuando vivia contento de no poder nada por él mismo, y de poderlo todo por la justicia, Pero despues que la ambicion ha persuadido 4 un magistra- do de que pida 4 los demas hombres una grandeza que no debe esperar sino de si mismo, despues que 4 los que Ja Eserilura Ia- ma los, dioses de.Ja tierra se ban mezclado en ¢] comercio del mundo, y ham aparecido verdaderos hombres, se ha hecho cos- Sumbre de ver sin temor esta magestad que parecia desde lejos 245 tan santamente terrible. E] pablico ha rehusado sus homenages 4 los que ha visto confundidos con él entre la turba de esclavos de Ja fortuna, y este culto religioso que se tributaba al magistra- do, se ha trocado en un justo desprecio de su vanidad, En lugar de inatruirse por su caida, y de tomar consejo de su desgracia, él se consume algunas veces en pesares supérfluos. Se le oye deplorar la oscuridad de sus ocupaciones, quejarse do la inutilidad de sus servicios, anunciar lagubremente el desho- nor futuro de su condicion y la triste profecia de su decadencia. Agoviado con una carga que no puede llevar ni abandonar, gime bajo el peso de la purpura, que le carga mas que le honra: semejante 4 aquellos enfermos que no conocen estado mas horri- ble que su situacion presente, se agita initilmente; y lisongean- dose de Megar al reposo por medio del movimiento, muy lejos de curar sus males imaginarios, afade 4 ellos el mal real de una penosa inguietud. No se le pregunten las razones de su disgus- to; una parte de sus males consiste en la ignorancia de la causa: no se acuse 4 los sinsabores anejos 4 tu estado : lo mismo seria sino lo hubiese hallado igualmente molesto desde el momento que entré en él: la fortuna mas brillante tendria siempre el de- fecto de ser la suya. El suplicio del hombre descontento de su estado consiste en huir de si sin cesar, y en ballarse siempre el mismo. Siel cielo no varia su corazon, el cielo mismo no sabria hacerle dichoso. Reducido en este estado 4 buscar socorros estrafios para sos- tener los débiles restos de una dignidad vacilante, el magistrado ha abierto la puerta 4 sus mas grandes enemigos. Este lujo, este fausto, esta munificencia que él habia desplegado para apoyar su elevacion, han acabado de degradar la magistratura, y de ar~ rancarle hasta el recuerdo de su antigua grandeza. La feliz sencillez de los antiguos senadores , aquella rica mo- destia que formaba otras veces ¢l mas precioso ornamento del magistrado, obligada 4 ceder 4 la fuerza de la costumbre y 4 la ley injusta de un falso decoro, se ha refugiado 4 algunas casas patri- cias, que retratan todavia , en medio de la corrupcion del siglo, una im4gen fiel de la verdadera frugalidad de nuestros padres. Si la desgracia de sus tiempos les hubiese hecho ver este na- mero prodigioso de fortunas sibitas, salir en un momento del centro dela tierra para repartirse en todas las condiciones, y 216 hasta en el samtuario de Ja justicia, el ejemplo contajioso de su lujo temerario; si ellos hubicsen visto estos edificios soberbios, estos mucbies magnificos, y todos estos. adornos ambiciosos de una vanidad nacienle, que se apresura 4 gozar, 6 mas bien 4 abusar, de una grandeza 4 las veces (an precipitada en su caida como ripida en su elevacion; ellos habrian dicho con uno de los mas grandes bombres que Roma virluosa produjo en el Liempo ‘en que no producié sino héroes: «Dejemos 4 los tarentinos sus »Dioses irrilados; mo llevemos 4 Roma sino ejemplos de mo- »destia y de sabiduria, y obliguemos 4 las’ mas ricas nacioneg de la tierra 4 tributar homenage 4 la pobreza de }os Romanos.» Dichoso e] magistrado que, sucesor de la dignidad de sus. pa- dres, lo es todavia mas de su sabiduria, que, flel como elles 4 todos sus deberes y adherido inviolablemente 4 su estado, esta contento de lo que es, y no desea sino lo que es posible! Persuadido de que el estado mas dichoso para él es aquel en que se encuentra, hace consislir toda su gloria en permanecer firme é inmoble en el puesto que la republica le ha confiado: contento de obedecerla, es por ella por quien combate y no por si mismo. A ella toca la eleccion del punto donde quiere recibir sus servicios; él sabra siempre prestarlos dignamente. Convencido de que no hay ninguno qué no sea glorioso des- de el momento que tiene por objeto la salud de la palria, él res- pela su estado y le hace respelable. Sacerdote de la justicia, honra su ministerio tanto como es honrado por él. Parece que su dignidad crece con él, y que no bay plazas que sean escesiva- mente grandes, luego que ¢l las ocupa; ¢l las trasmite 4 sus succesiones, mas ilustres y mas bri!lanies que las habia recibi- do de sus predecesores. Su ejemplo enseha 4 los hombres que acusan algunas veces 4 la dignidad, cuando.no se debia acu- sar sino 4 la persona; y que en cualquier deslino que se encuen- tre el hombre de bien, la virlud no sufrira jamas que esté en él sin brillo. Si palabras son imponentes, sus accionés son eficaces; y si el cielo rehusa 4 unas y otras e] suceso que de ellas be podia esperar, él dard.siempre al género humano el raro, el wtih, el grande ejemplo de un hombre contento con su estado. Elmovimiento general. que le empuja por todas partes nd sirve sino para afirmarle en el reposo, y para hacerle mas inmoble en el centro del {orbellino que Ie rodea. 947 Siempre digno de una ocupacion mas brillante, por el mado conque desempeiia la suya, lo merece todavia mas por ¢l temor que ¢l liene de Uegar a ella. El no tiene otro protector que el publico. La yoz del pueblo le presenta al principe; algunas ve- ces el favor no elige, mas la virtud le nombra siempre. Muy lejos de quejarse entonces de la injusticia que se le ha he- cho, se contenta de que la republica halle un grande namero de sujetos mas capaces que él de servirla atilmente: y cuando los que le han sido preferidos se ruborizan de los favores de la for- tuna, ¢l aplaude el primero su elevacion; y ¢] es el unico que no se cree digno de una plaza que sus mismos ¢mulos le desti- naban en secreto. Tan simple como la verdad, tan sabio come la ley, tan desin- teresado como la justicia, el temor de una falsa yerguenza no tiene mas poder sobre él que el deseo de una falsa gloria: él sa- ve que ro ha sido revestido del sagrado caracter de magistrado para agradar 4 los hombres, sino para servirlos, y algunas ve~ ces 4 pesar de ellos mismos; que el celo gratuito de un buen ciudadano debe llegar hasta despreciar por su patria el culdado de su propia reputacion; y que despues de haberlo sacrificado todo 4.su gloria, debe estar pronto 4 sacrificar, si es necesario, su gloria misma a la justicia. Incapaz de querer elevarse ae: pensas de sus compaiidros , 1 no olvida jamas que todos los ma- gistrados no deben considerarse sino como otros tantos rayos diferenies, siempre débiles, por }uminosos que sean en si mis- mos, cuando se separan los unos de los olros, pero siempre es- . plendorosos, por débiles que en si sean separadamente, cuando reunidos en un centro, forman por su concurso este grande cuerpo de luz que regocija 4 la justicia, que hace temblar Ala iniquidad , que atrae el respeto y la veneracion de los pueblos. Los oiros no viven sino para sus placeres, para su fortuna, para ejlos. mismos: el perfecto magistrado no vive sino para la republica. Exento de las inquietudes que di al comun de los hombres el cuidado de su fortuna particular, lo consagra todo 4 la fortuna poblica: sus dias, enteramente semejantesos unos 4 Jos otros, reproducen todos los aftos las mismas ocupaciones con las mismas virludes; y, por una dichosa uniformidad, parece que toda su vida no ¢s sino un solo y mismo momento en el cual se posee todo entero, para sacrificarse todo entero -d la patria. 218 Se busca el hombre en él, y no se halla sino el magisirado; su dignidad le sigue por todas partes, porque el amor de su estado no le abandona jamés; y siempre el mismo, en publico, yen particular, ejerce una perpétua magistratura, mas amable , pe- ro no menos poderosa, cuando estd despojada del aparato este- rior que la hace formidable. En fin, si en una edad avanzada la patria le permite gozar de un reposo que su trabajo ha tan justamente merecido, es el amor de su estado quien le inspira el designio de dejarle: dia- riamente siente crecer su ardor, pero diariamente ve disminuir sus fuerzas; leme sobrevivir 4 si mismo, y hacer decir 4 los otros hombres que ha vivido demasiado para la justicia. Su re= tirada no es una fuga, sino un triunfo: sale del combate co- ronado por las manos de Ja victoria: y todas las pasiones que vanamente han ensayado alacar en ¢l el amor de su estado, vencidas, y desarmadas, siguen, como otros tantos cautivos, el carro victorioso. Todos los que han gustado los dulces frutos de su justicia, le dan, por sus sentimientos, la mas agradable y la mas sensible de todas las alabanzas; los yolos de los hombres de bien le acompahan, y la justicia que triunfa con él le restitu- ye entre los brazos de la paz, 4 la tranquila morada de una ino- cente soledad; y sea que con las mismas manos que han sosteni- do largo tiempo la balanza de la justicia, cullive en reposo la beredad de sus padres; sea que dedicado 4 formar sucesores de sus virtudes, procure revivir en sus hijos, 61 trabaja tan utilmente para el publico, como cuando ejercia las mas impor- tantes funciones de la magistratura; sea en fin que, ocupado en ‘aguardar una muerte que ve sin espanto aproximarse todos los dias, 41 no piensa sino en devolver 4 la naturaleza un espiri- tu mejor que el que recibié de ella; mas grande todavia en la oscuridad de su retiro que en el esplendor de las mas altas dignidades, acaba sus dias tan tranquilamente como los habia empezado. No se le oye, como & muchos héroes, quejarse al morir de Ja ingratitud de los hombres y de los caprichos de la fortuna. Si el cielo le permiliese vivir segunda vez, viviria como habia vivido; y dd gracias 4 la providencia, mucho me- nos de haberle conducido gloriosamente por la carrera de los honores, que de haberle hecho el mas grande y el mas aprecia- ble de todos les beneficios, inspirindole el amor de su estado. LA INDEPENDENCIA DEL ABOGADO. Disourso pronunciado por Mr. D‘Agnesseau en la apertura de los tribunales en 1698. Todos los hombres aspiran 4 la independencia: pero este di- choso estado, que es el blanco y el fin de sus deseos, es el de que menos gozan. Avaros de sus tesoros, ellos son prédigos de su libertad; y, anientras que se reducen 4 una voluntaria esclavitad, acusan 4 la natoraleza de haber formado en ellos un deseo, que no satis- face jamas. Engafiados por la falsa luz de una libertad aparente, espe- rimentan todo el rigor de una verdadera tirania. Desgraciados por el deseo de lo que no tienen, sin ser dicho- sos por el goce de lo que poseen; siempre esclavos, porque de- sean siempre, su vida es una larga servidumbre; y llegan 4 su ‘ultimo término antes de haber gozado de las primeras dulzuras de la libertad. 220 Las profesiones mas elevadas son las mas dependientes, y al mismo tiempo que ellas tienen todos los otros estados sometidos & su autoridad, esperimentan 4 su vez esta sujecion, necesariad la que el orden de la sociedad ha sujetado todas las condiciones. El camino que conduce 4 los honores est sometido al po- der de estas divinidades que los hombres han elevado sobre las ruinas de su libertad. Por esto es que los mas grandes (alentos son sacrificados 4 la fantasma de la nobleza 6 al idolo de la avaricia; y que sin estos socorros estrahos, el mérito mas brillante es muchas veces sa- crificado 4 una elerna oscuridad. Aquel 4 quien la gcandeza de sus empleos eleva sobre los otros hombres, reconoce bien pronto que el primer dia de su dignidad es el altimo de su independencia. El no puede ya procurarse ningun reposo que no sea fatal al publico; ¢l se reprucba los placeres mas inocenles, porque no puede gustarlos sino en el tiempo consagrado 4 su deber. Si el amor de la justicia, si el deseo de servir 4 su patria pueden retenerle en su estado, ellos no pueden impedirle que conozrca que es esclavo de él, y que recuerde con disgusto aquellos dias felices en que no daba cuenta de su trabajo y de su ocio sino asi mismo. La gloria hace arrastrar cadenas mas brillantes 4 los que la buscan en la profesion de las armas; pero no son menos pesa- das, y ellos esperimentan Ja necesidad de servir, en el mismo honor de mandar. Parece que la libectad , desterrada del comercio de Jos hom- bres, haya dejado el mundo que Ja desprecia, y buscado un puerto seguro y un asilo en la soledad, en donde ella no es co- nocida sino de un pequeho nimero de adoradores, que ban pre- ferido la dulzura de una libertad oseura 4 Jas penas y 4 los dis- gustos de una brillante eselavitud. En esta sujecion casi general de todas las condiciones, Un or- den tan anliguo como la magistratura, tan noble como la virtud,tan necesario como la justicia, re distingue por un caracter que le es propio; y solo entre todos los estados, se mantiene siempre en la dichosa y pacifica posesion de sa independencia. ‘Libre sin ser indtil 4 su patria, se consagra al piblico sin ser su esclavo; y condenando la indiferencia de un filésofo que bus+ 22) ca la independencia en la ociosidad, lamenta la desgracia de aquellos, que no entran en los cargos publicos sino por la pérdi- da de su libertad. La fortuna los respeta: ella pierde todo su imperio sobre una profesion que no adora sino 4 la sabiduria, la prosperi- dad no afade nada 4 su dicha ; porque no ahade nada 4 su mé- rito; la adversidad no la quila nada; porque la deja toda su virtud. Si conserva todavia pasiones, no se sirve de ellas sino co~ ‘mo de un socorro ulil 4 la razon; baciendolas esclavas de la jus- ticia, no las emplea sino para robustecer la autoridad, Exenta de toda especie de servidumbre, llega 4 la mayor elevacion sin perder ninguno de los derechos de su primiti- va libertad; y desdefando todos los adornos indtiles 4 la virtud, puede hacer al hombre noble sin el auxilio del nacimiento, ri- co sin bienes, elevado sin dignidades, feliz sin los socorros de Ja fortuna. Vosotros los que teneis Ia ventaja de ejercer una profesion tan gloriosa, gozad de dicha tan rara ; conoced toda la estension * de vuestros privilegios, y no olvideis nunca que asi como la vir- tud es el principio de vuestra independencia, ella es la que la eleva 4 su Ullima perfeccion. Dichoso de pertenecer 4 un estado en el que hacer su fortuna y hacer su deber son una misma co= sa; en el que el mérito y la gloria son inseparables ; en que el hombre daico autor de su elevacion, tiene 4 todos los otros hombres en la dependencia de sus luces, y les obliga 4 rendir homenage 4 la superioridad de su genio! Estas distinciones que no estan fundadas sino sobre la casua~ lidad del nacimiento, estos grandes nombres de cuyo orgullo el comun de los hombres se vanaglorian, y con el cual los mismos sabios se deslumbran, vienen 4 ser auxilios indliles en una pro- fesion en la que la virtud forma toda la nobleza, y en la que los hombres son estimados, no por lo que hicieron sus-padres, sino por lo que hacen ellos mismos, Ellos dejan, al entrar en esta corporacion célebre, el rango que las preocupaciones les concedian en el mundo, para tomar el que Ja razon les dé en el orden de la naturaleza y de la verdad. La justicia, que les abre la entrada del foro, borra basta la memoria de estas diferencias injuriosas “syne vy no distin~ 999 gue sino por los grados de su mérito 4 Jos que Tama igualmen- te 4 las funciones de un mismo ministerio. Las riquezas pueden adornar 4 otra profesion ; pero la vues= tra se ruborizaria de deberles su brillo. Eleyados al colmo de la gloria, vosotros os acordais todavia de que algunas veces no debeis vuestros mayores honores sino 4 los generosos esfuerzos de una virtuosa mediania. Lo que es un obstaculo en los olros estados, es un awxilio en el yuestro. Vosotros os aprovechais de las injurias de la fortuna; el trabajo os da lo que la naturaleza os ha rebusado, y una feliz adversidad ha hecho algunas veces brillar un mérito que sin ella habria envejeeido enel reposo oscurode una larga prosperidad. Emancipados del yugo de la avaricia, vosotros aspirais 4 bienes que no estan sujetos 4 su dominacion. Ella puede dispo- ner 4 su placer de los honores; ciega en su eleccion, confundir todas las clases, y dar 4 los ricos las dignidades que solo se de- ben 4 la yirtud: por grande que sea su imperio, no temais que se eslienda jamds 4 vuestra profesion. El mérito , que es el unico ornamento de ella, es el solo bien que no se compra ; y el pablico, siempre libre en sus sufragios, da Ia gloria, y no la vende jams. Vosotros no esperimentais ni su inconstancia ni su ingrali- tad , vosotros adquiris otros tantos protectores, cuantos testigos teneis de yuestra elocuencia; las personas mas desconocidas se convierten en instrumentos de vuesira grandeza; y mientras que.el amor de vuestra inica ambicion, sus voces, y sus aplau- sos forman esta alta reputacion que los destinos mas eminentes no proporcionan jamés. Dichosos de no deber las dignidades & Jas riquezas ni las riquezas 4 las dignidades! Cuan diferente es esta elevacion de la que los hombres com- pran 4 precio de su felicidad, y algunas veces tambien a el de gu inocencial Este no es. un tribute forzado que se paga 4 la fortuna por decencia 6 por necesidad: es un bomenage voluntario, una defe- rencia natural que los hombres rinden 4 Ja virtud; y que la vir- ‘wd sola tiene derecho de exigir de ellos. Vosotros no teneis que temer que se confundan, en los ho- nores que se 0s. tributan, los derechos del mérito con los de la ‘dignidad, ni que se conceda 4 los empleos el respeto que se rebu- 223 sa 4 la persona; vuestra grandeza es siempre vuestra obra, y et pablico no admira en vosotros sino 4 yosotros mismos. Una gloria tan brillante no sera el fruto de una larga escla- vilud ; la virtud de que haceis profesion no impone 4 los que la siguen otras leyes que la de amarla , y su posesion, por precio- 8a que sea, no ha costado nunca sino el deseo de obtenerla. Vosotros no tendreis que sentir vanamente los dias perdidos en las sendas penosas de la ambicion, los servicios hechos 4 es- pensas de la justicia, y justamente pagados con: el desprecio de Jos que los han recibido, Todos vues.ros dias estan sehalados por los servicios que haceis 4 la sociedad. Todas vuestras ocupaciones son ejercicios de reclitud y de probidad, de justicia y de religion. La patria no pierde ningun momento de vyuestra vida; ella utilizatambien vuestro ocio, y goza de los frutos de vuestro reposo. El pablico que conoce cual es el precio de vnestro tiempo os dispensa de los deberes que exige de los demas hombres; y aquellos cuya fortuna atrae siempre cerca de si una turba de adoradores, vienen 4 deponer 4 vuestra casa el brillo de: su dig- nidad, para someterse 4 viestras decisiones, y esperar de vues~. tros consejos Ja paz y Ja tranquilidad de sus familias. Aunque nada parece mas esencial 4 las funciones de vuestro ministerio que la sublimidad de los pensamientos, la nobleza de las espresiones , las gracias esleriores, y todas las grandes cua~ lidades cuya reunion forma la perfecta elocuencia; no creais por esto que la perfecta elocuencia sea absolutamente depen- diente de todas estas ventajas; y aunque Ja naturaleza os ha~ ya concedido alguno de estos talentos , no priveis al pale de los socorros que tiene derecho 4 esperar‘de vosotros. Estos talentos estraordinarios, esta grande y ‘sublime élo+ euencia , son presentes del cielo, que no concede sino raramen- de. Se halla apenas un orador perfecto en una larga série deatios; ‘todos los siglos no los han producido, y la naturaleza ha réposa- do largo Liempo , despues de haber formado "Jos Cicerones y los Demostenes. n ‘Que los que han recibido esta gloriosa ventaja gozen de tan rara felicidad; que cultiven estas semillas de grandeza que hallan en su genio; que ahadan las-virtudes-adquiridas ‘4: los talentos naturales ; que dominen enel foro, y bagan revivir en- nuestros 994 dias la noble simplicidad.de los oradores.de Atenas, y la foie fecundidad de la elocuencia de Roma, Pero silos primeros rangos son debidos. 4 sus grandes cuali- dades , se puede envejecer con honor en Jos segundos: y en es- ta ilustre carrera, es. glorioso seguir 4 los que no se. espera alcanzar.. En fin, ahadamos 4 la gloria de yuestro orden, que la elo- cuencia misma, que parece su mas rico ornamento, no os es siempre necesaria para llegar 4 la mas grande elevacion: y el publico ha hecho ver con notables ejemplos, que sabia conceder la reputacion de los mas célebres abogados 4los que no habian aspirado jamés.4 la gloria de oradores. La ciencia tiene sus coronas asi como la elocuencia. Si ellas son menos brillanies, uo son por es0 menos sdlidas; el tiempo, que disminuye el esplendor de las unas, aumenta el precio de las otras. Estos talentes , estériles durante los primeros aos, dian con usura, £0 una edad mas abanzada, las yentajas que rehusan en la;javentud, y vaestro orden no se vanagloria menos de los grandes hombres que Jo han enriquecido por su erudicion, que de los que-lo han adornado con su elocuencia. Asi es como’ por.caminos diferentes, pero siempre iguatmen- le seguros; vosotros Uegais 4 la misma grandeza, y los que los medios ban separado se reunen en el fin. Llegados 4 esta elevacion, que en e] orden del mérito, no ve nada superior 4 ella, no os.resta mas, para ahadir el ultimo ca- Téeter 4 yuestra independencia, que tributar el debido home- nage 4 la virtud de quien la habeis recibido. El hombre no ¢s nunca mas libre que cuando sujeta sus pa- slones 4 la razon, -y su razon 4 Ia justicia. El poder de hacer mal es; una imperfeccion, y no una parte esencial de nuestra libertad; y ella no recobra su verdadera grandeza, sino cuan- do pierde esta triste facultad, que es el origen de todas sus des gracias. -! : . » El mas libre 'y.el mas independiente de todos los seres no es todo poderoso, sino para hacer el bien ; su poder infinito no tiene,otros limites que el mal; 41 sigue inviolablemente las leyes que su.providencia-se ha impuesto ; y se somete él mismo al orden inmutable' doisus decretos eternos. Las mas nobles imagenes dela ‘divinidad, los reyes, que Ja 225 escritura Mama los dioses de Ja tierra, no son nunca mas gran- des que cuando someten toda su grandeza 4 la justicia, y cuan- do ahaden al titulo de sefiores del mundo el de esclavos de la ley. Domar por la fuerza de las armas 4 los que no han podido sufrir la dicha de una paz que Ja sola modetacion del vencedor les habia concedido ; resistir 4 los esfuerzos de una liga pode- rosa de cien pueblos conjurados contra su grandeza; obligar & principes celosos de su gloria 4 admirar, la mano que los reprime y 4 elogiar las virtudes que aborrecen; obrar igualmente en to- do y no deber sus victorias sino Asi mismo, ¢s el retrato de un héroe , y esta no es todavia sino una idea imperfecta de la vir- tud de un rey. Ser tan superior 4 su victoria como 4 sus enemigos , no com- balir sino para hacer triunfar la religion, no reinar sino para coronar la justicia; sefalar 4 sus desoos , limites mas estre- ehos que 4 su poder; no hacer sentir este 4 sus subditos sino por el numero de sus beneficios ; ser mas celoso del nombre de pa- dre de la patria, que del titulo de conquistador , y menos sensi- ble a las aclamaciones que siguen A sus triunfos que 4 las ben- diciones del pueblo aliviado en su miseria; esta es la perfecta grandeza de un rey. ‘Tales el poder de la virtud; ella es‘ quien hace reinar 4 los reyes, quien eleva los imperios, y quien, en todos los estados no hace al hombre perfectamente libre, sino cuando le ha he- cho perfectamente sumiso 4 las leyes de su deber. Vosotros, pues, que por una dichosa prerogativa, habeis re- cibido del cielo el rico presente de una entera independencia, conservad este precioso lesoro, y si sois yerdaderamente celo- sos de vuestra gloria, ahadid la libertad de yuestro corazon 4la de vyuestra profesion. Menos dominados por la tirania de las pasiones que el co= mun de los hombres, vosotros sais mas esclavos de Ja razon, y a virtud adquiere tanto imperio sobre vosotros cuanto la-fortu- na ha perdido. Vosotros marchais por una senda elevada, pero rodeada de precipicios, y la carrera por donde caminais esta sefialada por las caidas ilustres, por los que un sérdido interés, un amor de- sarreglado de su independencia ha precipitado desde el colmo de la gloria aque babian conseguido llegar. 226 . Los unos indignos del nombre de orador, han hecho de la elocuencia un arte mercenario, y reduciéndose Jos primeros 4 la esclavitud, han hecho al mas célebre de todos los estados es= clavo de la mas servil de todas las pasiones. El publico ba despreciado 4 estas almas venales y la pérdida de su fortuna ha sido el justo castigo de los que habian sacrifi- cado toda su gloria 4 su avaricia. Otros insensibles al amor de las riquezas no ban podido ser duehos de si mismos, Su espirilu incapaz de disciplina, no ba podido jamas plegarse bajo el yugo de la regla y de la autoridad; no contentos con merecer la estimacion han querido arrebatarla. Lisongeados por la grandeza de sus primeros sucesos, se han persuadido facilmente que la fuerza de su elocuencia podria ser superior 4 la autoridad de la ley. Singulares en sus decisiones, celosos de sus compaheros, du- ros para sus clientes, despreeiadores de todos los hombres, han hecho comprar su voz al precio de toda Ja ridiculez de un espiri- du que no conoce otras reglas que los movimientos desiguales de su humor, y los yuelos desarreglados de su imaginacion, Por grande que haya sido la reputacion que ellos han adqui- rido por sus taleatos estraordinarios, la gloiia mas solida ha fallado & sus trabajos; si han podido dominar sobre los espi- ritus, no ban podide nunca hacerse dueios de los corazones. El publico admiraba su elocuencia, pero temia sus caprichos, y to- do lo mas favorable que ha podido decirse de ellos, es que han tenido grandes cualidades, pero que no han sido grandes hom- bres. -. Temed estos ejemplos famosos, y no os lisongeis de poder gozar de esta verdadera independencia 4 que aspirais, sino mereceis esta dicha por el exacto cumplimiento de vuestros de- -beres. ¥Yosotros estais colocados para el bien del publico, entre el -umulto de las pasiones humanas y el trono de Ja justicia; vus- otros Hevais a sus pies los volos y las plegarias de los pueblos; por medio de vosotros reciben ellos sus decisiones 8 ordicu- ‘dos; vosutros sois igualmente deudores 4 los jueces y 4 las par- -tes, y este doble empeho es el doble principio de lodas vuesiras obligaciunes. Respelado el imperio dela ley no Ja hagais:nunca servir por : 227 interpretaciones mas ingeniosas que sdlidas 4 los inlereses de vuestros clientes; estad prontos 4 sacrificarla no solamente vuestros bienes y vuestra fortuna, sino tambien lo que Leneis de mas precioso, yuestra gloria y vuestra repulacion. Aplicad 4 las funciones de] foro un amor 4 la justicia digno de los mas grandes magistrados ; consagrad 4 su servicio toda la grandeza de yuestro ministerio; no os acerqueis jamas 4 este tribunal augusto, la mas noble morada que ella tiene sobre la tierra, sino con un santo respeto, que ‘os inspire pensamien- tos y sentimientos {an proporcionados 4 la dignidad de Jos jue- + es que os escuchen, como 4 la importancia de las materias que “en él trateis. No tengais menos veneracion 4 los ministros de la justicia que 4 la justicia misma; trabajad para merecer su estimacion; consideradlos como los yerdaderos distribuidores de esta gloria perfecta que es el objeto de yuestros deseos, y mirad su aproba- cion como la mas sdlida recompensa de vuestros trabajos. Igualmente elevados sobre las pasiones y las preocupacio~ nes, ellos no estan acostumbrados 4 no dar su voto sino 4 la razon, y ellos no forman sus juicios sino 4 la luz siempre pura de la simple verdad. ‘Si ellos son todavia susceptibles de alguna prevencion, es de esta preocupacion ventajosa que la probidad conocida del abo-- gado inspira en favor de su parte ; servios de este inocente arti- ficio para conciliar su atencion y atraer su conflanza. No os yanagloricis jamais del funesto honor de haber oscure- cido la verdad; y mas sensibles 4 los intereses de la justicia que al deseo de una vana repulacion, procurad mas bien hacer apa~ recer la bondad de vuestra causa que la grandeza de vuestro talento, Que el celo que apliqueis 4 la defensa de vuestros clientes no sea capaz de haceros esclavos de sus pasiones ; no seais ja- mis los ministros de su resemtimiento y los organos de su ma- lignidad secreta, que prefiere dahar 4 los otros 4 ser util 4 si misma, y que est4 mas ocupada del deseo de vengarse que del euidado de defenderse. 4Qué cardcter puede ser mas indigno de la gloria de un or- den que pone toda,su dicha en su independencia , que de un hombre siempre agitado por los movimientos que le sugiere una 298 pasion estrafa, que se aplaca y se irrita 4 sabor de su parte, y cuya elocuencia es esclava de una espresion salirica que le ha- ee siempre odioso y algunas veces despreciable ‘4 aquellos mis- mos que le aplauden? Rehusar 4 vuestras partes , rehusaros A vosotros mismos el inhumano placer de una declamacion injuriosa; muy lejos de serviros de las armas de la mentira y de la calumnia, que vues- tra delicadeza llegue hasta suprimir los reproches verdaderos, cuando ellos no hacen sino herir 4 yuestros adversarios, sin ser tiles 4 vuestras parles; y si su interés os obliga 4 espresarlos, que la circunspeccion con que los espongais sea una prueba de su verdad, y que parezca al publico que la necesidad de vuestro deber os arranca con pena lo que la moderacion de yuestro es- piritu desearia disimular, No esteis menos distantes de la baja timidez de un silencio pernicioso 4 vuestras partes, que de la licencia ciega de una s4- tira criminal; que yuestro caracter sea el de una gemerosa y sa- bia libertad. Que los débiles y los desgraciatos hallen en vuesira voz un asilo seguro contra la opresion y la violencia; y en estas ocasio- ‘nes peligrosas en que la fortuna quiere ensayar sus fuerzas con- (ra vuestra virlud, mostradle que vosotros eslais emancipados de su poder y sois superiores 4 su dominacion, Cuando, despues de haber pasado por las tempestades y las agitaciones del foro, Ilegareis en fin 4 este feliz puerto en don- de superiores 4 la envidia, goceis con seguridad de toda yues- tra repulacion , entonces es el Liempo de que vuestra libertad reciba un nuevo acrecentamiento, y de que bagais de ella un nuevo sacrificio al bien, publico. Arbitros de todas las familias, jueces volantarios de las mas eélebres diferencias, temblad 4 Ja vista de un ministerio tan san- to; y-temed haceros indignos de él, conservando todavia este celo demasiado ardiente, este espiritu de parte, esta prevencion otras veces lan necesaria para la defensa de yuestros clientes. Dejad al abandonar el foro las armas que os han proporcio- nado tantas victorias en la carrera de la elocuencia ; olvidad el ardor que os animaba , cuando se trataba de combalir y no de decidir del premio; y aunque vuestra autoridad no esté funda- da sino sobre una cleccion puramente voluntaria, no creais que 229 vuestro sufragio se debe al que os ha elegido, y estad persua~ didos de que yuestro minislerio no se diferencia de el de los . jueces, sino por el caricter, y no por las obligaciones. Sacrificad 4 tan nobles funciones todos los momentos de vuestra vida: yosotros sois responsables 4 la patria de todos‘los talentos que ella admira en yosotros, y que vuestras fuerzas pueden permitiros. Es una especie de impiedad que rehuseis 4 vuestros conciudadanos un socorro tan til para ellos, como glo- rioso para yosotros. En fin, sien una estrema vejez, vuestra salud debilitada por Jos esfuerzos que ha hecho 4 favor del pablico, no sufren que la consagreis el resto de yuestros dias, vosotros gustareis enlon~ ces este reposo duradero, esta paz interior que es la sefial de la inocencia y el precio de la sabiduria. Vosotros gozareis de la gloria del orador y de la tranquilidad del filésofo ; y si observais alentamente los progresos de vuestra elevacion, hallareis que la independencia de la fortuna os ha elevado sobre los demas hombres, y que la dependencia de la virtud os ha elevado sobre vosotros mismos. 34 CARTA A Man DONDE SE EXAMINA SI LOS JUECES QUE PRESIDEN LAS AUDIENCIAS, PUEDEN LEGITIMAMENTE INTERRUMPIR A LOS ABOGADOS CUANDO INFORMAN. Admonere voluimus non mordcre Prodesse, uom ledere. Enasmo, ‘Sefior, como la cuestion acerca de la cual me pedis alguna Hustracion interesa igualmente 4 los jueces, 4 los abogados y al piblico, pues que se trata de saber si los jueces que presiden Jas audiencias pueden legitimamente interrumpir 4 los aboga- dos , cuando defienden a una parte; llevad 4 bien, si os agrada, que para satisfacer vuestra curiosidad, no me refiero 4 mis es- casas luces; yo causaré sin duda una impresion mas fuerte en yuestro 4nimo, reuniendo aqui bajo ua solo punto de vista-los diferentes pensamientos que se hallan esparcidos acerca de es- te panto. Y en muchos libros, tanto antiguos cuanto modernos. ¥ para entrar desde luego en materia, Mornac, interpretando la ley 9del Digesto, de Officio Proconsulis, confiesa que si algun abogado era capaz de decir falsedades evidentes 6 cosas contra- rias al Estado, dla religion y 4 las buenas costumbres, el juez que presidia podia interrumpirle, con dignidad, sin embargo, 234 y con decoro, amen cum ingenio et servatd semper dignitate ju- dicis, Pero como yo puedo asegurar sin aventurar nada, en honor de la profesion de abogado, que los que la ejercen no olvidan su deber hasta este punto, es indtil estenderme mas sobre las interrupciones de que acabo de hablar; todo mi designio consis- te en instruiros de estas interrupciones que en algunos tribuna- Jes se hacen de tiempo en tiempo durante el curso de su infor- me, para adverlirles de que acaben pronto; y principalmente de estas interrupciones por las que se les corta absolutamente la palabra sin haber oido toda Ja defensa de las parles. Yo opino en cuanto 4 estas dos especies de interrupciones, que el juez que preside, infringe juntamente las reglas del decoro, y los deberes de su estado, de su religion y de la justicia. Infringe las reglas del decoro, cuando el juicioso Henrrys (1) no nos lo asegurase asi, no es natural el,pensar que la noble profesion de abogado no merezca mas consideraciones, alo que se afade que la magestad de un tribunal se acuerda mal con se= mejantes interrupciones, sobre todo con las de la primera espe- cie que be insinuado, las cuales, segun una nota de Bretonnier, son muy enfadosas y muy incémodas, faligan demasiado al abogado, y no hacen honor al presidente. Infringe los deberes de su estado: ¢l mismo Bretonnier, en sus observaciones sobre Henrrys, ha tenido cuidado de recoger diversos pasages para probar que la moda de interrumpir es nueva, y que nose encuentra ningun ejemplo de ella en la histo- ria. El hace ver que en Alenas y en Roma, aunque los presiden- tes fuesen soberanos, no se tomaban por eso Ja libertad de in- terrumpir 4 los abogados. El cita 4 Ciceron, que, recomendando a su hermano Quintos, prefecto en el Asia, el escuchar paciente- mente, trala de persuadirle con el ejemplo de C. Octavios, que tenia mucha dulzura, y que dejaba hablar todas las veces y por -todo el tiempo que se queria: Adjungenda et etiam est facilitas in audienda... His rebus nuper C. Octavius jucundissimus (uit: apud (1) En sus Harengiies, t. II, pig. 34, edicion de Paris, 1708, 232 quem primus lictorquievit; tacwit accensus: quoties quisque voluit divit, et quan poluit diu. Bretonnier afhiade que los mismos em- peradores no creian que las interrupciones les fuesen permiti- das, y refiere 4 este propdsito un pasage del panegirico de Tra- jano, en el que Plinio el joven, que habia sido elevado 4 las mas considerables dignidades del imperio, alaba 4 este principede no servirse nunca de su poder para poner fin 4 los discursos de Jos que hablaban delante de él, y de dejarles Ja libertad de con- cluir cuando lo juzgaban 4 propdsito. Plinio el joven, sin em- bargo de este elogio, no era el mismo nada sufrido respecio 4 los abogados. Tambien, en una de sus cartas, asegura que to- das las veces que desempefaba las funciones de juez, lo que acontecia poco frecuentemente, concedia 4 los abogados, y se ereia obligado 4 concederles, todo el tiempo que ellos le pedian. En adelante, se hizo de este proceder tan justo, tan sabio, tan atil y tan necesario, una obligacion todavia mas espresa pa- Fa los jueces por la ley 9., §. 1, &. de Officio Proconsulis, que or- dena que los Proconsules deben oir 4 los abogados con pacien- cia, circa advocatos patientem esse proconsulem oportet. Esta ley merece tanto mas la atencion de los jueces que presiden las au- diencias, cuanto que Ulpiano que la hizo era él mismo ma- gistrado, y presidente del consejo del emperador Alejandro Se~ vero y prefecto del pretorio. Y¥ no hay molivo para figurarse, que en tiempo de los roma- ‘nos, los abogados fuesen mas breves en sus discursos que lo son al presente; porque es cierto por el contrario, que los jueces -sufrian sin disgusto informes de una duracion tan escesiva, que sise ha de ereer 4 Quintiliano, era una especie de gloria para un abogado el haber hablado todo el dia 4 favor de wna sola par- te. Ademas, la misma parte empleaba algunas veces, para la ‘defensa de una sola causa, el ministerio de muchos abogados; testigo Ja causa de Balbo sobre el derecho de vecindad, quo Gieeron, Crasso y Pompeyo defendieron alternalivamente ; tes- ‘tigo la causa'‘de Murena, que acusado de haber sobornado los sufragios con ocasion de solicitar el consulado, confid el cuida+ do de su defensa a Crasso, 4 Hortensino, y 4 Ciceron; testigo todavia la causa de Volus@no Catulo, que fue defendido por Domicio Afer, por Crispo Passieno, y por Décimo Lelio, : "La paciencia para con los abogados no es solamente respecto 233 é los jueces un deber de decoro y estado, es ademas un de-= ber esencial de religion y de justicia. Preesertim cum primum re- ligioni swe patientiam debeat (el juez) que magna pars justicia est (1). Si la fuerza de la verdad ha hecho salir esta bella maxima de la pluma de un juez pagano, que no hubiese él dicho, si se hubiese hallado ilustrado por las luces del cristianismo como al= gunos sin fundamento Iegitimo lo han creido? El pensamiento de este juez, tan recomendable por su probidad como por sus talentos , ha sido adoptado por Henrrys, cuyo mérilo y rectitud no son menos universalmente reconocidos, = ¥ qué juicio favorable puede el publico formar de ciertos jueces que, sde oir con la debida alencion al abogado del acusado, le dan algunas veces apenas tiempo de insinuar la ten- dencia de sus conclusiones; y que, por las interrupciones que hacen al abogado y aun estrechéndole 4 concluir, le reducen al- gunas veces 4 la necesidad de no hacer mencion de sus mejores medios? Qué justo motivo de descontento y de murmuracion para las miserables partes , 4 quienes condenandolas tan brus- camente se les ha quitado el débil consuelo do pensar que al menos no #1 a condenado sin oirlas, No juzgueis sin oir dla una pd la otra parte: estas son las pa- Jabras de otro pagano de la antigua Grecia, palabras que Aris- ‘téphano, no obstante lo satirico ¢ impio que era por otra parte, elogié por su sabiduria no menos que por la desu autor (Phocy- ide) ; palabras de las cuales Solon y la mayor parte de los legis- ladores han*hecho una ley positiva, y que los jueces de Alenas prometian por un juramento solemne observarinviolablemente, Por lo cual Demdstenes, dirigiéndose 4 eHos en una de sus aren- gas con la libertad conveniente 4 su ministerio: «¥o pido 4 los adioses, dice, que sobre la manera con que debeis oirme os ijen “sen la resolucion de consultar , no 4 mi acusador (porque.voso= «(ros no podriais hacerlo sin una parcialidad: lamentable), sino «4 yuestras leyes y 4 yuestro juramento, cuya formula, entre «otros Lérminos, dictados todos por la justicia, contiene estos; (1) Plinio el joven, lib. 6: ep. 2. 234 etscuchad tgualmente d las dos partes. Esto que os impone la obli- «gacion , no solamente de venir al tribunal con un espirilu y un «corazon imparciales, sino todavia de permilir que 4 su eleccion «y 4 su placer cada una de las dos partes pueda libremente es- «poner sus razones y sus pruebas.» Este juramento estaba sin duda fundado sobre este principio de moral, notado por Mr. de Tourreil, A saber: que cualquiera que juzga sin haber oido sino d una parte , aun cuando juzgase bien, no deja de cometer wna e8- pecie de injusticia, Yo preveo que se me dir4 que hay abogados, que, no tenien- do la misma elocuencia que otros, hacen su informe menos agra- dable: pero, prescindiendo de que este frivolo pretesto, noes capaz de destruir las reflexiones que quedan hechas, yo respon- do; 1.° que he observado muchas veces en algunos tribunales, que los presidentes interrumpian, y en ocasiones con acritud, no solamente 4 los abogados que informaban con tanta simplici- dad como se hacia en el areopago de Atenas, de donde los ador- nos de la retorica estaban desterrados, sino aun A los que por su elocuencia, se alraian de ordinario Ja atencion y los aplausos. del piablico, y en favor de los cuales deberia renovarse lo que se practicaba en el foro de Roma, cuando el senado, al tiempo de juzgar una causa , prodigaba publicamente elogios al aboga- do que la habia defendido bien. El abuso de estas mismas inter- rupciones que el ultimo siglo solamente ha visto nacer, es el que ha dado ocasion al hijo primogénito de Antonio Loisel de esclamar , en el famoso Didlogo de los abogados , compuesto por este allimo: «En donde esti el honor que yo os he oido, padre «mio, haber existido otras veces en el foro, y el favor que los «sehores presidentes dispensaban & los abogados jovenes de «vuestro tiempo, escuchindoles dulcemente, tolerando y escu- asando sus faltas , é inspirdndoles valor para desempehar mejo- «sus funciones; en lugar que ahora les parece 4 algunos que no- «sulros somos de otra manera 6 estofa que ellos, y como gentes «hechas de Ja nada, interrampiéndonos y tratandonos con aspe- ereza con cualquier ocasion, haciendonos 4 veces preguntas aimpertinentes, y no solamente 4 nosotros los jévenes que po- «driamos acaso haberlo merecido, sino tambien «4 los anti- guos, y 4 los que entienden tan perfectamenfe sus «causas que se vé por el fin y Ja conclusion, que los que les habian 235 «hecho estas preguntas 6 interrupciones se habian conducido «mal, y no los abogados informantes, que resultaba no haber edicho nada que no fuese pertinente y necesario para la defen- «sa de su causa.» En segundo lugar , en lodo tiempo y en todos los tribunales, el mérito de los abogados no ha sido igual, y sin embargo la pa- ciencia de los jueces no ha sido menos en ellos un deber de de- coro, un deber de estado, un deber de religion y de justicia. Se podria tambien soslener que la paciencia es en alguna manera, mas necesaria 4 los jueces para oir & los abogados medianos; las razones en favor de esto se presentan ellas mismas, sin que yo me detenga 4 esponerlas. Por otra parte , aunque todos los abo= gados no sean de un mérito estraordinario, me parece que se deberia, para prestarse mas voluntariamente 4 oir con pacien- cla, tener en consideracion que un abogado, antes de esponer= se 4 defender su causa, ha tenido él mismo una paciencia infl- nita; porque , segun el precepto del orador romano y del maes- tro de la elocuencia, ha sido necesario que haya dado mu- chas veces audiencia 4 un liligante inquieto y 4 veces importu- no; ha sido necesario que oiga muchas cosas supérfluas, por temor de ignorar las necesarias; ha sido necesario que se colo- que sin prevencion, ora en el lugar de su cliente, ora en elde su adversario, ora en el de los jueces; ha sido mecesario, en fin, que emplee muchas vigilias en investigar, en meditar, en reco- ger, en ordenar en secreto un gran nimero de cosas de las cua- les el abogado solo utiliza en su informe las que son absoluta- mente precisas. Se deberia considerar ademas, que si los jueces hiciesen, como otras veces , las funciones de abogado, y prefi- riesen, para usar de los términos de Ja ley, el honor de estar en pié en el foro, 4 el de estar sentados, hay mas de uno entre ellos que se veria muy embarazado, sobre todo de aquellos que, como dice Ciceron: ad honores adispicendos et ad rempublicam gerendam mudi vencrunt et inermes, nulld cognitions rerum nulla scientia ornatt, Pero, prescindiendo de todo esto, jcon qué razones el que preside podria justificar sus interrupciones? jSeria acaso por- que creyendo ver, entre los muchos medios propuestos, el me~ dio decisivo, los otros le pareciesen poco dignos de atencion? iSeria acaso por imaginar que un abogado es demasiado difuso y dice cosas impertinentes y supérfluas? 236 - A esto pueden darse dos respuestas igualmente sdlidas 6 in- dependientes de las observaciones que dejo hechas. Un presi- dente debe temer que 1a opinion de Jos olros jueces no conven= ga con la suya; porque sucede con Jas opiniones como con los gustos de los que se hallan en un festin. Poscentes vario mulfim diversa palate. Es preciso que se persuada de que puede haber tantas opi- niones diferentes como cabezas tiene 4 su vista. Con efecto, la esperiencia no nos enseha que el mismo motivo, las mismas pruebas no determinan 4 todos lus jueces? No se puede, decia Plinio el joven, que tenia una grande esperiencia de los nego- cios, no se puede admirarse, ni de la diversidad de pareceres, ni de los fundamentos en que los apoyan los jueces; porque al- gunas veces, aunque todos sean del mismo dictamen, no lo es- tablecen sobre la misma razon: adjiciam quod me docuit usus ma- gister egregius: frequenter egis frecuenter judicuvi, frecuenter in consilio fui; aliud alios movel, ac plerumque parva res maximas irahunt; varia sunt hominum ingenia, varia voluntates; inde qui eamdem causam simul audicrunt, sepe diversum, interdum idem, 56 ex diversis motibus sentiunt. Es pues, necesario sufrir paciente- mente que el abogado esponga, NO solamente todos sus medios, sino tambien el que refiera todas las razones en que los funda, afin de que cada juez tome de ellos aquel que le parezca mas plausible, puesto que una cosa que no afecte 4 uno puede la~ war seriamente la aténcion de otro. Verdad es que pueden decirse cosas inatiles, pero, observa Henrys, que vale mas que cl discurso peque de supérfluo, que por ser muy corlo se omila en él lo necesario. Por otra parte, prosigue , los jueces no pueden discernir lo inatil, y separar lo uno de lo otro, si no Jo escuchan todo, y no conceden 4 los abo- gados la atencion y el tiempo necesarios. Esplicindose de esta suerte , Henrys no hace otra cosa que conformarse com un pasa- ge del mismo Plinio: este pasage es lan bello, tan enérgico, que me lisongeo, sefor, de que le leereis aqui con gusto. Equidem quuties judi¢o, quantum quis plurimum postulat, aque do; et enim femerarivm existimo divinare quam spaliosa sit causa inaudita, tempnsgue nagotio finire cujusmodum ignores, prasertim cum pri- 237 mum religioni sue patientiam judex debsat, que magna pars jus ticie est; at quedam supervacua dicunfur etiam, sed satius est et hee dict quam non dici necessaria, Praterea an sint swpervacua, nisi cum audieris, scire non possis. Ademas, cualquiera que sea el discernimiento de que un juez pueda lisongearse, lo que le parece al principio indiferente, mo deja de ser algumas veces muy importante por la prosecucion del discurso; y por otra par- te, como los jueces no tienen todos la misma estension de luces, Jo que uno considera como supérfluo para él, otro lo mira como instructivo habida consideracion al alcance de su talento. Los presidentes de Maisons y el de Bellievre estaban pene- trados de estas grandes é importantes verdades. Porque se vid al primero, que presidia con.la mayor dignidad, sostener las audiencias de la tarde mas Jarga, sin interrumpir jamas 4 los abogados. Y, en cuanto al segundo, se reflere, que informando un dia con demasiada estension un abogado, M. de Nesmond, que era segundo presidente y muy impaciente, dijo muchas ve- ces al presidente de Bellievre: interrumpid d ese abogado, & lo que M. de Bellievre respondid, en fin, 4 M. Nesmond:; decidme en donde es preciso interrumpirle d propdsifto. Esta paciencia do M. el présidente de Bellievre , unida 4 otras muchas cualidades, ha sido celebrada por el elocuente Patru en estos términos: con- siderémosle, dice , sobre este tribunal sagrado donde derrama la luz y las influencias de las leyes; admiremos en este lugar su paciencia ysudulzura..... No sabe ni interrumpir ni desanimar con acritud. Escucha sin inguictud, sin disgusto y con una atencion que consue~ la, qué anima dlos que hablan. Ah! Cuanto distaba de esta impa= ciencia brutal que mata d los negocios, y dlas partes, y que trae casi siempre trds de si el error é la injusticia. Si otros presidentes han dado algunas veces muestras de im- paciencia, ellos ban causado sin duda menos dafo 4 los aboga- dos que 4 si mismos. Ved aqui la prueba. El abogado Dumont ‘habidéndose estendido on un informe mas de lo que acostumbra- ba, el presidente de Novivon le hablé de concluir. Fo estoy pron- tod coneluir, respondid Dumont con loable osadia, si el tribunal halla que he dicho bastante para ganar mi causa cén las costas; si- no, tengo todavia razones tan esenciales, que me es imposible supri= mirlas sin hacer traicion d mi ministerio, y d la confianza con que me ha honrado mi parte. Boursault, que ene sus carlas 38 refiere este pasage , observa que M. de Novion dejé continuar al abogado, el cual espuso en efecto razones tan decisivas, que gané el pleito con costas. El mismo escritor afirma otro hecho todavia mas digno de ser notado. Sufrid, sehor, que para referirosle , me sirva de las propias espresiones de Boursault , yo no podria hablar mejor, y temeria alterar algunas circunstancias, si contase este hecho en otros términos: «Fourcroy informaba en una causa en la que el tribunal ha- «ll6 tam poca apariencia de razon, que apenas habia él empeza- «do 4 hablar, cuando se levanté para ocuparse de fallarla. Sor- «prendido de la afrenta que se le hacia en no escucharle, él 4 «quien se ola con tanto gusto, alzo su voz, que era de suyo bas~ «lante fuerte, y, sefores, dijo, sefiores, que cl tribunal me conce- ada al menos una gracia, que no puede equitalivamente rehusarme, «Qué quereis? Le preguntd el presidente. Yo pido, sefior, le res- «pondid, que se sirva el tribunal darme testimonio para justifi- «carme con mi parte, de que ha juzgado mi causa sin oirme. El bunal, afectado de lo que Fourcroy acababa de decir, y te- «miendo acaso que se le acusase de escesiva precipitacion, se arestablecid, y le dejé informar: Jo cual hizo con tal suceso, que atodo el foro juzgé la victoria de su causa infalible. Pero conti- anua Boursault, el tribunal, que por la manifestacion hecha al «principio babia dado 4 entender que la creia insostenible , no «querlendo contradecirse en piblico, difirié la decision; y lo.que «despues sucedié fué que Fourcroy la gané, aunque con menos «lucimiento, que el que babria logrado en la audiencia.» Tan cierto es que la precipitacion es peligrosa en los juicios, y que un buen presidente debe ser paciente y escuchar a los aboga- dos, in judicando criminosa est celeritas; tan cierto es, como lo ‘ha dicho Henrys, despues de Séneca, que el que juzga precipi- tadamente parece correr al arrepentimiento, é imitar 4 los que se apresuran para caer, ad penitendum properat qui cito judicat. ‘Concluyamos, pues, con el mismo Henrys, que era algunas ve- ces consultado como un ordculo por M, el canciller Sequier,.con- cluyamos que fos jueces deben (emer el ser demasiado prontos en Juzgar, y creer que el mayor mal que se observa en los juicios viens de su impaciencia , que ¢s ella la que hace sufrir mas d las partes, y la quo causa casi sola sus naufragios. En una palabra, que conce- 239 der 4 los abogados toda Ia atencion y todo el tiempo que desean para hablar, no es tanto wna condescendencia cuanto wna obliga= cion, que este es un deber de la religion de los jueces, y que como ellos no podrian administrar bien la justicia sino tienen esta pacien- cia, ella ex tambien una parte principal de la misma justicia. Yo no dudo, sehor, que si estas observaciones estuviesen presentes en el espiritu de los jueces que presiden las audien= cias, ellos serian tan pacientes y circunspectos como lo era vuestro padre en las interrupciones; porque los grandes perso= Rages no cometen ordinariamente faltas, sino porque creen que no gon faltas; pero una vez conocida Ja verdad, hacen inmedia- tamente ceder sus propios errores 4 su deber.—Yo soy elc. APENDICE DE M. DUPIN AL ‘DIALOGO DE LOS ABOGADOS DB LOISEL (1). El Didlogo de los abogados de Loisel , contiene el elogio de Jos abogados que habian precedido 4 el tiempo en que él vivia. Yo he manifestado el deseo de que esta historia biografica se hubiese continuado por los abogados de los siglos XVII y XVIII, y siento vivamente no haber tenido lugar para trabajar en ella. Aqui, 4lo menos, y por lo respectivo 4 los tiempos mas pro- (1) Pensibamos, y aun asi lo anunciamos en la advertencia que precede & este libro, haberlo conclaide con ef Didlogo de los Abogados del Partamento de Paris, escrito por Loisel, y el Apéa- dice 4 el mismo de Mr. Dupin; pero convencidos despues de que el objeto que nos propusimos con la publicacion del Did/ogo se consi- gue con mayores wentajas solo com la del dpendice, bemos renuncia= do & nuestro primer pensamiento, para seguir este ditimo. oat aimos 4 nosotros, yo lamaré en mi auxilio el fragmento de un discurso que M. De la Crois-Frainville, nuestro actual Decano, pronuncié , como Priar nuestro, el 10de noviembre de 1812, en Ja primera apertura de las conferencias de la Biblioteca, despues del restabiecimiento de nuestro orden, y en el que este venera-~ ble jurisconsulto, 4 quien la profunda estimacion de sus contem- pordneos asegura la de la posteridad, hace una resefha de los principales abogados que ilustraron el fin del altimo siglo, y pa- ga un justo tributo de elogios 4 su mérito y 4 sus trabajos. Ved aqui este fragmento que terminaba el discurso: «No olyidemos, mis queridos compaheros, que, en nuestro antiguo foro, uno de los objetos mas interesantes de esta reu- nion fraternal, era el ofrecer 41a memoria de los compafieros - que han bonrado nuestra profesion , el tributo de nuestra esti- macion y de nuestro sentimiento por su pérdida. Pero qué vasto campo se abre delante de mi! Cudntas pérdi- das se han acumulado en el largo intervalo trascurrido desde que se cumplio por la ultima vez este triste deber! Como podré yo espresar solo tantos pesares? Ah jque 4 lo menos aquellos que han dejado impresiones mas profundas en nuestra memo- ria , recojan el testimonio de los sentimientos que han grabado en ella! ‘ Que reciban nuestro primer homenage estos venerables ge- fes del orden, MM. CaiWan, Sanson, Bouhette, Laget Bardelin, que por mucho tiempo lo han ilustrado con su saber, y ador- nado con sus virtudes! El nombre de M. Laget-Bardelin viene tambien 4 colocarse al lado de los de MM. Piales, Fulpin, Abbé= Mey y Ourtin, quienes, como él, se habian adquirido una alta reputacion en la ciencia del derecho canénico, ciencia tan ina- til hoy, y tan importante en sus dias. Ella era 4 la que se halla= ban mas estrechamente ligados los grandes intereses de los pre- Jados, de las ordenes monasticas , de todos los cuerpos eclesias- tices, y del clero, como un orden entonces del eslado. Vasto es- pacio de debates y de erudicion, cuyo recuerdo no debe seren- teramente perdido para el foro, porque consagra la memoria de 1a inviolable adhesion que en todo tiempo manifest nuestro or- den 4 las leyes, al gobierno y al soberano. No se han olvidado todavia las famosas libertades de la iglesia galicana, que prote= gian la monarquia contra las empresas de un poder usurpador, 242 y se sabe que los abogados se mostraron siempre sus pidos defensores, Al lado de estos canonistas, veo otra clase de jurisconsultos, evya clencia mas vasta todavia, ilil 4 todas las clases de cludada- nos, abrazaba toda la estension de la legislacion civil; contem= pordneos de los mas ctlebres nombres, de Jos Mallart, Loyseaw de Mauleon, Gnéau de Reverseax, Cochin, y algunos otros que fue= ron sus émulos en Ja abogacia. En otra parte, miro 4M. Doutre- mont, que did su hijo 4 la antigua magistratura; 4 M. Collet cuya urbanidad igualaba 4 su saber; M. Clement de Mallereaut , que ocupé por largo tiempo con distincion la cdtedra del derecho fran- ces. M. Leroy, digno de revivir en un bijo premaluramente arre- balado 4 nuestras esperanzas, y M. Aved de Loiseralles, aquel lierno y generoso padre, que por salvar la vida del suyo, enga= fhando las miradas poco alentas de los verdugos de la anarquia, marchd por él al cadalso ; desprendimiento herdico, que merece consagrar su nombre A la posteridad! Que la historia cese de en- comiar la feroz virtud de Bruto que, por el amor de su republica, condené ¢1 mismo 4.sus dos hijos 4 muerte! A este rasgo, tan contrario 4 la naturaleza, yo opondré nuestro héroe del amor paternal, y si se me dice, que prueba mas fuerza de alma el con- denar 4 sus hijos por el interés de la patria que el sacrificarse & ‘si mismo por sus hijos; si se me pregunta lo que debiera haber hecho Bruto, colocado entre los suyos y la repiblica, responde= ré: que hubiese , muriendo ¢l primero , dejado 4 otros el barba- ro oficio de entregar sus dos hijos al verdugo! Si no fue, pues, inspirado como Aved de Loiseralles, puede decirse que prefirid su propia vida 4 la de sus hijos. Vuelvo 4 mi objeto: Olvidaremos 4 MM. Camus y Bayard? Camus, tan notable por sus grandes conocimientos , por su estudiosa constancia, por su apego 4 nuestra profesion , que le dicté sus cartas enas de tam util instruccion para los alumnos del foro ; Bayard, su estimable colaborador en la nueva redaccion de la coleccion de Denisart, obra que no debe confundirse con esos diccionarios que matan la ciencia bajo el pretesto de simplificarla, contra los que el pre- sidente de nuestro tribunal declamaba, pocos dias ha, con una elocuencia llena de razon, Aquel estaba deslinado 4 reproducir, @n toda su pureza, los monumentos de la jurisprudencia moder- 8 intré= 243 na; con su exacta pluma habria Ilegado 4 colocarse al lado de las doctas compilaciones de Louet, de Brillony Disfresne, y de todos nuestros buenos recopiladores. Yo llego ya 4 hablar de aquellos que, en los tiempos cerca- nos 4 la clausura del templo de Ja justicia, sostenian en él el ho- nor de la abogacia. Alli, vemos al juicioso Hutteau., amigo fir- me de los buenos principios; al sulil Riméert, que se mostra tan habil en el arte de la esgrima judicial; al elegante y dulce Blondel, que supo esparcir el encanto de la urbanidad francesa hasta sobre los objetos dsperos de la defensa criminal; al apre- ciable Vermeil, que algunas veces aparecid con honor en medio de Jos mas ilustres atletas; al vigoroso Martineau, que poseyo @n un grado tan eminente la fuerza de la logica y el poder del razonamiento; y 4 aquellos dos oradores tan conocidos MM. Tar- get y Treillar, quienes, por haber llevado 4 otras carreras la ce~ lebridad que babian adquirido entre nosotros, no deben dejar de ocupar un lugar en nuestros recuerdos. Vosotros ocupais tambien en ellos un rango distinguido, jo- ‘venes rivales , émulos de gloria, prematuramente detenidos en vuestra brillante carrera, y cuya diversidad de talentos no se hizo notar sino por una igualdad de sucesos. El uno parecia na- cido para su profesion, 4 la que amaba con ardor; la naturaleza Te habia favorecido con los mas felices dones. Una dulce elocu- ‘ion corria de sus labios como de un manantial fecundo; las dis- cusiones mas aridas y complicadas adquirian en su boca un giro mas facil y colores mas graciosos; ¢1 no admiraba, pero agrada~ ba, y agradar es 4 las veces un poderoso medio de persuasion. El otro con medios mas enérgicos , habia preparado en el silen- cio el ensayo de sus fuerzas ; su talento maduro por la cullura, estaba revestido de formas nerviosas que bacian su elocuencia propia para los mas grandes esfuerzos, y yaun vuelo firme y atrevido le habia colocado en los primeros rangos. En eslos retra- tos reconocereis sin duda, 4 MM. de Bonnieres y Hardouin, los - dos tanto mas dignos de nuestro sentimiento, cuanto que csta- ban destinados, segun el curso ordinario de la naturaleza, & ser todavia en este momento el adorno del foro. Yo detengo con vosotros mis miradas sobre las sombras ve- neradas de MM. Tronchet y Ferey. Pero como espresar los senti- mientos que ellas despiertan en nuestros corazones? Ya dos de 244 mis compateros han sido los elocuentes intérpretes, que les han tributado un homenage tan digno de ellos como de vosotros. Qué podria mi débil voz despues de los acentos de aquellos ora- dores? Con qué coloridos podria yo adornar sus ricos cuadros? No, sefiores , yo temeria empahar sus colores. No puede permi- lirseme mas que el hablaros de un solo sentimiento, del recono- cimiento que debemos 4 tan ilustres compaheros. Este recinto sora siempre un testigo de el que hemos tributado 4 la memoria de M. Ferey, y el nombre de M. Tronchet, transmilido 4 la pos- teridad, con ese cédigo inmortal del cual fue uno de los prime- ros creadores, representara 4 todas las edades. el que ellas tam- bien le deben. Es preciso renovaros un dolor harto reciente, bablandoos de M. Porcher, que no ha mucho se sentaba con nosotros en es- te lugar, y desenvolvia aquella sadiduria de consejo y aquellos sentimientos de confraternidad que nos Je hacian tan aprecia- _ ble y tan querido. Vosotros babeis oido el justo elogio que los gefes de la magistratura han hecho de él, ba pocos dias, y esta espresion de nuestros sentimientos no ha sido sino el eco del pe- sar qué hemos depositado subre su Lumba. Esta pérdida habia sido precedidade otra, no menos sensible, lade M. Poirier , aquel ilustre amigo de Tronchet depositario de su confianza, objeto del aprecio y de la yeneracion del piblico; aquel compafero tau dulce, {an modesto, tam ilustrado, tan amigo de la probidad y de la justicia, que nos retrataba en toda su verdad la imagen delos antiguos patriarcas del foro, modelo como ellos de luces, de sabiduria y de virtudes. jPorqué nos fué arrebalado en la época de la restauracion de un orden del que por tantos titulos merecia ser el gefe! Ahora, volviendo sobre mis pasos, todos mis pensamientos vienen 4 fijarse sobre un gran nombre; el de nuestro ilustre Gerbier. Cinco lustros han pasado bien pronto sobre su tumba despues de que nuestra dispersion privé 4 sus cenizas del ulli- mo tribute de nuestros honores. Oh Gerbier, la gemeracion de los que tuvieron la dicha de verte y oirle, no ha perecido enteramente! Recibe en este dia nuestro homenage, recibe el de tus profundos admiradores, de aquellos en cuya memoria resuenan todayia los ecos do tu elo- suente voz, 245 Pero, como ofrecerte uno digno de Li? Seria preciso robar una centella de tu genio para espresar sus efectos y su poder; Para retralarte en ese foro, 4 el que ta no Hevabas otra prepa= racion que un alma Ilena de las mas seductoras imspiraciones; para pintar los movyimientos de esa alma sublime, ora escilan= do las mas liernas emociones, ora, por sus vuelos rapidos ¢ im= petuosos, subyugando y alrayendo; para decir como siempre dueito de ti y de tus oyentes, seguias en sus ojos las impresio- hes que producias, acosando 6 abreviando 4 tu placer tus mag- nificos desenvolvimientos hasta obtener el triunfo de la convic= cion; para describir el poder magico que residia en tus labios y en toda tu persona ; el encanto de aquella voz armoniosa, el fe- liz concierto de aquella accion noble y pura, porque todo, en ti, era elocuente. Tu frente asiento de la serenidad, tus mira- das, animadas con el fuego de tu genio, tus gestos, tus movi- mientos, y hasta tu inmobilidad! Qué otro reunié nunca en grado mas eminente el maravillo- 80 conjunto de todo lo.que constituye al orador perfecto? Sies cierto que la naturaleza, avara de sus beneficios, no reproduce sino despues de largos intérvalos los grandes modelos en todos Jos géneros, es preciso creer que quiso hacer revivir en Gerbier, para la Francia, el Demdstenes de la Grecia y el Ciceron de Roma. Un grande orador del foro falté en el siglo de Luis XIV, habia quedado reservyado para nuestra edad. Qué pesar, que de un talento tan admirable no queden sino recuerdos, recuerdos deslinados 4 perecer con los que son sus depositarios! Porque, por su misma sublimidad, este rico teso= fo, desaparecié sin dejar algunas huellas, escapd 4 la admira= cion de nuestros sucesores. Ah! Que 4 Jo menos su memoria no perezca entre nosotros! Que una feliz tradicion, triunfando de las injurias de los tiempos, la Ileve de edad en edad; que al ejemplo de Apeles y de Phidias,su nombre sea riempre céle- bre, sin otro Lestimonio que el de su siglo y el de su fama, que la narracion del mudo con que ¢! enardecia las almas, encienda el fuego del genio, y que despues de haber reflejado sobre el foro francés un resplandor tan bello, sea todavia en el porvenir el gérmen y el instrumento de su gloria. FIN. 33 Discurso preliminar 4 los abogados jévenes. . . . Pag. HISTORIA DE LA ABOGACIA. Capitulo {.—Idea genéral de la abogacia. . . 1 + + + ‘Capitulo I1.—Origen de la abogacia entre los anliguos. - Capitulo [11.—Estado de la abogacia entre los griegos. Capitulo [V.—E£stadv de la abogacia entre los romanos. Capitulo V.—Origen y estado de la abogacia en Espafa. Origen delaabogacia. . 2 2. we ee ee Escelencia de la abogacia. . . 1 ss es eee (Quiénes pueden ser abogados. . . © 1 1 wm Requisitos para ser abogados. - . . . » . soe ‘Obligaciones de los abogados. - . . «2 2. we Honorario de los abogados. . . - 1. see es Prerogativas de los abogados. . . see Capitulo VIL—De los abogados nuevos. oe ew age ESTUDIOS NECESARIOS PARA EL EJERCICIO DE LA ABOGACIA. Seccion I1—De la abogacia. . . . wee Seccion II.—Sobre los estudios en general necesarios a la profesion de abogado; orden de entregarse 4 ellos; plan de una conferencia, y modo de furmarse una biblioteca. Seccion III.—Sobre el estudio del derecho natural y paul co, ¥ sobre el del derecho romano. SEEBRRRER Sa am zg . . 248 Seccion 1V.—Sobre el estudiodel derechoespafiol. . . . 9% Seccion V.—Sobre el estudio del derecho eclesidstico. . . 103 Seccion VI.—Del estudio del derecho estrangero. . . . 112 Seccion VI1.—Sobre el estudio de los principios de la eco- nomia social, y de las bases Lanto de la administracion interior, como de las relaciones esteriores. . 2 . 2 « Seccion VIII.—Sobre el estudio-del. derecho piblico. . . 126 Seccion IX.—Sobre el estudid det procedimiento civil. + . 128 Seccion X.—Sobre el estudio de la aplicacion del derecho criminal. . . . . ~ + . 4d Seccion XI.—De la libre defensa de los acussdos. ~. iH Delajusticia. . . . wee ew £46 No se debé jazgar ‘ain oir. A as De la eleccion de un defensor. . . . 6 eee - 18 Comunicacion del acusado con su defensor. . . - 19 id. De la libre defensa en el tribunal. . . . Nuevas obgervaciones para probar cuan necesaria es la ue bre defensa para el interés de la a Justicia, y para el honor dela acusacion. ©... + os eee Apologia de los abogados. . .°. Seccidn X11.—Ulilidad de las ciencias fisicas y de | la ‘meal: cina legal en el ejercicio de la abogacia. . . we Seccibn *XIII-—De fas conferencias: . . . oa Seccion “X1V.—Sobre la manera de ejercer los diferentes partes de la‘abogacia, y en particular de las citas. . . 182 Seccion XV.—De las cilas.— ‘Es cierto qne nose debe citar ae los‘ antores vivos? . we ae . soa 198 Seccion XVL—De la elocuencia del foro ‘pocepertde con la de la tetbuma." .- .* +. es 203 Disciplina del foro en el ejercicio de la aboraca 7 » 209 Elamorde suestado. 2 00.0. 0 ee ee La independencia de] abogade. ee eee . 219 Carta 4 M..... Donde se examina si los jueces que presiden las audiencias,- preden-legitimamente inning di los abogados* cuando informan. . 230 240 Apéndice de M. Dupin al didlogo de los abogados de Lois.

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