Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
En estos tiempos de cambios sin precedentes y desafíos diarios, no podemos permitirnos el lujo de
carecer de competencias emocionales. Necesitamos tanto la información racional como la
emocional para saber desenvolvernos en nuestro entorno.
Sin embargo, hemos de reconocer que hablar de habilidades emocionales nos asusta un poco:
Las solemos asociar con la vida personal más que con la vida profesional.
Muchos de nosotros reconocemos nuestro analfabetismo emocional y social, ya que nadie se ocupó
de enseñarnos a trabajar con las emociones en la escuela o en la familia.
Y somos muy conscientes de que la carencia de destrezas emocionales y sociales es responsable de
más fracasos –en la vida, en la dirección, en nuestro trabajo- que la falta de experiencia técnica o
incluso de cociente intelectual.
Pero tranquilidad, la inteligencia emocional no equivale a dejar que las emociones nos dominen.
Nos gusta más el enfoque de los últimos tiempos, en palabras de Ucrola: el reto del ser humano es
poder llegar a vivir la vida con un corazón racional y una mente emocionada, es decir, en equilibrio,
y es que un corazón inteligente y una razón sensible forman un tándem imparable, según Santiago
Álvarez de Mon.
Por eso actualmente se habla mucho de dirigir a los colaboradores con sensibilidad, con corazón
racional y mente emocionada. Competencias técnicas y emocionales de la dirección de personas.
Como vivimos, por un lado, en un entorno anestesiado y, por otro, en una sociedad acelerada,
siempre corriendo sin saber a dónde vamos y sin buscar soluciones (nos encanta la frase de los
hermanos Marx: “Perdidos de vista los objetivos, redoblemos los esfuerzos, no sabemos a dónde
vamos, pero ¡a toda leche”), casi todos nos hemos vuelto personas quejumbrosas y victimistas, y
casi todos nos quejamos de todo y de todos. De ahí que los problemas más frecuentes que
encontremos en el trabajo sean asuntos intrapersonales o interpersonales, propios o ajenos, que
nadie nos ha enseñado a gestionar.
La inteligencia emocional es la capacidad de conocer, comprender y gestionar adecuadamente tanto
las emociones propias como las de los demás. El “conócete y gestiónate a ti mismo y conoce y luego
gestiona a los demás”.
Un buen directivo de escuelas inteligentes tiene que saber canalizar las energías y emociones de las
personas que le rodean, dirigiéndolas hacia el logro de objetivos y estrategias de la organización,
optimizando las aptitudes y capacidades intelectuales para empujarlos a la acción.
Estoy tan no sé cómo que no puedo recordar cómo se llama eso. Miles Stelle, 5 años.
1. Emociones y sentimientos
Las emociones desempeñan un papel fundamental en nuestras vidas porque nuestro
pensamiento está ligado íntimamente a nuestra vida emocional.
Las principales emociones que podemos experimentar los seres humanos son: tristeza,
apatía, miedo, desconfianza, ira, resignación, pasión, felicidad, pereza, perdón, alegría,
vergüenza, timidez, desprecio, culpa.
Más que emociones positivas o negativas, creemos que es mejor considerar que las malas
son inútiles porque nos alejan del logro de objetivos.
Las emociones están causadas por evaluaciones rápidas e instantáneas de determinados
sucesos en relación con lo que nos importa: nuestros objetivos, nuestras preocupaciones,
nuestras aspiraciones.
Existen fenómenos emocionales más prolongados en el tiempo, que son los estados de
ánimo, como la irritabilidad o la tristeza, que no tienen una causa tan obvia como las
emociones. Los sentimientos son aún más duraderos.
Las emociones son corporales, mientras que los sentimientos son mentales. Las emociones
son respuestas automáticas fundamentales para la regulación de la vida. Preceden y
constituyen la base de los sentimientos.
Las emociones son señales para nosotros y para los demás. A veces son útiles y a veces son
destructivas.
Si las cosas que nos rodean comenzaran asentir, esto sería un caos. Menos mal que sólo
sentimos las personas (y los animales).
A pesar de que desconfiamos de nuestras emociones, e intentamos controlarlas para que
no nublen nuestras decisiones racionales, también creemos que encarnan nuestros valores
más importantes. Cuando queremos conocer lo que la gente valora, escuchamos sus
historias.
2. Inteligencia emocional
Para Salovery y John Mayer ya utilizaron el término “inteligencia emocional” en 1990.
Goleman, en su famoso libro del mismo nombre, en 1995, cuestionaba los clásicos
conceptos de éxito, capacidad y talento., afirmando que la excesiva importancia del
cociente intelectual (CI) para clasificar a las personas en más o menos inteligentes era poco
útil para predecir el futuro.
Stein y Book son los artífices del concepto “coeficiente emocional” (CE frente al CI) y definen
la inteligencia emocional como un conjunto de capacidades que hacen referencia a:
Saber interpretar el entorno político y social y construir mentalmente un panorama a partir
de esta interpretación.
Captar intuitivamente qué es lo que los otros quieren y necesitan, sus puntos fuertes y
debilidades.
Mantenerse sereno ante la tensión y el conflicto.
Ser abierto y receptivo a la interacción con los demás, ser en definitiva la clase de persona
con la que otros quisieran estar y trabajar.
Lo que llama Goleman “inteligencia emocional” es en verdad talento, no inteligencia. Esta
es una facultad de la mente, mientras que en el talento se gestionan aptitudes, actitudes y
emociones en un entorno determinado, para dar lugar a un comportamiento determinado.
Realmente el libro de Goleman debería haberse llamado “El talento: convivencia de
inteligencia y emociones” a juicio de Pimentel.
3. Dirección e inteligencia emocional
Todo lo relacionado con la dirección de personas necesita dos manuales: uno técnico y otro
emocional, ya que exige conocimientos y habilidades técnicas así como emocionales y sociales.
A diario, encontramos problemas y situaciones que son del campo racional, del ámbito de los
hechos (técnicos, logísticos). Pero también del campo emocional, ámbito de los sentimientos o
intangibles (motivación, liderazgo, compromiso, comunicación).
La técnica referente a la dirección de personas tiene dimensiones de dos tipos que actúan de
forma interrelacionada:
a. Racionales: marcar objetivos, planificar, organizar, decidir, coordinar, controlar, gestionar
el tiempo, identificar indicadores, diseñar procedimientos.
b. Emocionales: liderar, motivar, comunicar, gestionar conflictos, empatizar, gestionar el
cambio.
La función directiva es mucho menos cognitiva y mucho más emocional de lo que se ha venido
suponiendo.
Ya dijo Aristóteles que “cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse
con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno con el propósito justo y
del modo correcto, eso ciertamente no resulta no resulta tan sencillo”. (223)
El cociente intelectual solo configura el 20% del éxito de las personas que triunfan. El resto
depende del desarrollo de ciertas habilidades y actitudes que no entrenamos.
Goleman ha centrado su estudio del liderazgo y la dirección (a partir de las inteligencias
múltiples de Gardner) en la confluencia de tres tipos de inteligencia que conforman la
inteligencia emocional: la lingüística, la intrapersonal y la interpersonal.
Las capacidades cognitivas (cociente intelectual) que permitían pensar de forma global y tener
visión a largo plazo, eran fundamentales para la dirección y, sin embargo, cuando calculó la
proporción entre destrezas técnicas, cociente intelectual e inteligencia emocional resultó que
esta última era dos veces más importante que el resto para la consecución de objetivos
complejos.
Las competencias y habilidades de la inteligencia emocional para el liderazgo son de dos tipos:
Competencias personales:
Autoconciencia, conocimiento de uno mismo.
Autocontrol, dominio personal.
Autovaloración, motivación por el logro, automotivación.
Competencias sociales:
Conciencia social, conocimiento de los demás, empatía.
Gestión de las relaciones, liderazgo de afiliación, habilidades sociales (aquellas
que potencian la creación de relaciones satisfactorias con los demás)
Los auténticos triunfadores del siglo xxi serán los individuos que demuestren
ser empáticos, tener dominio de sí mismos, automotivación, templanza,
perseverancia, capacidad de entusiasmarse y entusiasmar, y encanto. Es decir,
aquellos que dominen “la inteligencia emocional”.
Controlar y gestionar el miedo es una de las habilidades que todo directivo ha de tener en cuenta y
aprender o manejarla con destreza.
Mario Alonso señala que “vivimos a la altura de nuestras limitaciones y no de nuestras
posibilidades”. Claro que los líderes y directivos tienen miedo, pero este no les paraliza y le plantan
cara o lo gestionan. Es conveniente saber gestionar las emociones y superar los propios miedos, ya
que si los mostramos perderemos autoridad. Una persona es líder a pesar de sus miedos. No les
podemos transmitir nuestros temores e inseguridades a nuestros colaboradores. Decir la verdad no
es decir todo lo que se siente, es decir todo lo que se sabe.