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Un mito es un relato tradicional que se refiere a acontecimientos prodigiosos, protagonizados por seres
sobrenaturales o extraordinarios, tales como dioses, semidioses, héroes, monstruos o personajes
fantásticos.
Los mitos forman parte del sistema de creencias de una cultura o de una comunidad, la cual los considera
historias verdaderas. Al conjunto de los mitos de una cultura se le denomina mitología. Cuanto mayor
número de mitos y mayor complejidad tiene una mitología, mayor es el desarrollo de las creencias de una
comunidad. La mitología sustenta la cosmovisión de un pueblo.
Según la visión de Claude Lévi-Strauss, antropólogo estructuralista, todo mito tiene tres características:
Las funciones de los mitos son múltiples. No obstante, en general, se puede aceptar tres funciones
esenciales: explicativa, de significado y pragmática. La función explicativa se refiere a que los mitos explican,
justifican o desarrollan el origen, razón de ser y causa de algún aspecto de la vida social o individual, por
ejemplo, el mito griego que narra cómo se originó el mundo del "Caos" o el Génesis que comenta el
nacimiento de la mujer de la costilla de un hombre. La función pragmática del mito implica que los mitos son
la base de ciertas estructuras sociales y acciones, así, un mito puede marcar una línea genealógica y
determinar quiénes pueden gobernar o no. Gracias a esta función, los mitos especifican y justifican por qué
una situación es de una manera determinada y no de otra. La función de significado se refiere a que los
mitos no son sólo historias que brindan explicaciones o justificaciones políticas, también otorgan un
consuelo, objetivo de vida o calma a los individuos, así sucede con mitos que hablan de la muerte, el
sufrimiento o la victoria, por lo tanto, los mitos no son historias alejadas de la persona, sino que funcionan
como un asidero existencial, un motivo, de acuerdo al psicoanalista estadounidense, Rollo May. Las tres
funciones se suelen combinar de manera constante.
FÁBULA : Se entiende por fábula una narración, en verso, de personajes animales dotados de
cualidades humanas o que actúan como si fueran hombres. En prosa, estas narraciones se denominan
cuentos de animales.
MITO : El mito sería, a la postre, una leyenda localizada en regiones fuera del alcance humano,
protagonizada por personajes divinos.
LEYENDA : En la leyenda, el lugar se indica con precisión ; los personajes son individuos
determinados, y sus actos tienen un fundamento que parece histórico y son de cualidad heroica.
CUENTO : El cuento sería una narración maravillosa y novelesca, sin localizar el lugar de la acción
ni individualizar a los personajes. Respondería a una concepción "infantil" del universo y sería de
una "indiferencia moral" absoluta.
Mito la Amiga Invisible
Cuenta la historia que había una niña pequeña, de tan solo 10 años, cuyo
nombre no mencionaré por respeto. Todo el tiempo le contaba a sus padres
que tenía una amiga invisible, pero nunca le hacían caso. Creían que era solo
inventos infantiles, e incluso llegaron a preocuparse de que estuviera loca.
Un día la niña se fue al parque, con su amiga invisible, que estaba un poco
alejado de la casa. Cerca al parque había un lago un poco profundo, que se
encontraba congelado debido al invierno. Su amiga le pidió a la niña que se
acercase para ver la hermosura del lago.
Desconfiados uno del otro, decidieron encargar la custodia de sus riquezas a una cuarta
persona, ajena a sus intereses. Después de tanto buscar, determinaron hacer depositario de
sus caudales al viejo dueño del tambo que contaba con una fonda bien provista donde
tomaban sus alimentos como pensionistas. Al entregar los caudales, en un pequeño cofre de
madera revestida en cuero repujado, tuvieron mucho cuidado de encargarle muy autoritaria,
pacienzuda y constantemente que, el cofre, solamente se lo daría a los tres juntos. Nunca a
uno solo.
- Debes recordarlo siempre que sólo a los tres juntos nos entregarás este valioso encargo
fruto de nuestro trabajo – dijeron.
Así cuando los jóvenes querían aumentar sus depósitos en el arca, conjuntamente lo
solicitaban y, cumpliendo su cometido, se lo devolvían. Así muchas veces. Fue
transcurriendo el tiempo en el que los jóvenes alternaban las duras tareas de la mina con sus
semanales y notables francachelas. Dos de ellos tocaban guitarras y cantaban, el otro tañía
el violín. Este último cuidaba mucho de su instrumento extremando su celo en protegerlo;
tanto es así, que para que esté seguro, se lo entregaba al viejo de la fonda para que se lo
cuidara con mucho empeño.
Un día, alegres y acicalados para la juerga, salieron muy rumbosos y entusiastas; estando en
la calle, repararon que el violinista no portaba su instrumento por lo que lo conminaron a
que urgentemente se lo pidiera al posadero. El violinista les ordenó que lo esperaran y
raudamente se presentó ante el viejo al que ordenó:
- ¡No… tú sabes que ante los tres juntos y cuando así me lo pidan lo entregaré! – Dijo
indignado el posadero.
- ¡Claro que así ha de ser! – repuso el joven violinista tranquilizándolo – para que veas que
es así, acércate a la ventana y delante de ti, ellos lo autorizarán – al oír esto el viejo le
siguió y, desde la ventana dirigiéndose a sus amigos, dijo:
- ¡Amigos del alma!…¿No es cierto que no tenemos tiempo que perder y debe
entregármelo?……- como verán el astuto no mencionaba el instrumento. Los amigos sin
pizca de sospecha y suponiendo que se refería al violín, desde abajo gritaron
conjuntamente:
- Muy bien – dijo el anciano – y se apartó a cumplir la orden, en tanto el violinista decía a
sus amigos:
Aquella noche después de pasar gratas horas de alegría, llegaron al amanecer haciendo un
ruido infernal. Para acallarlos el viejo se levantó de su cama y fue al encuentro de los
tunantes:
- No hagan tanto ruido por favor que hay mucha gente durmiendo en el Tambo.
- Está bien – respondió uno de los jaranistas y muy enojado prosiguió – ¿Dónde está
nuestro compañero?.
El anciano se quedó perplejo, pero reponiéndose de su sorpresa, narró con lujo de detalles
lo que había ocurrido con el cofre. Todo fue enterarse de la ocurrencia para emprenderla
contra el viejo posadero a quien los perjudicados lo llevaron a empellones ante la presencia
del juez, que al escuchar la historia, determinó que el viejo debía pagar –en termino de 48
horas- los costos del perjuicio; caso contrario sería despojado de todos sus bienes y
encarcelado por toda su vida después de ser flagelado públicamente en Chaupimarca.
Tan injusta y terminante sentencia del juez, sumió al pobre anciano en un mundo de
profundas cavilaciones y copioso llanto. Al verle de esta suerte, un niño huérfano que le
ayudaba en los quehaceres domésticos y a quien –dicho sea de paso trataba muy mal-, se
atrevió a preguntarle:
- “Una pena compartida, siempre es menos sentida” dice el refrán, recuérdelo amo, insistió
el huerfanito.
En un comienzo, el anciano se mostró tan remiso a compartir sus penas que se sumió en un
mutismo persistente; pero fue tanta la insistencia del rapaz, que terminó contándole todo lo
acontecido sin perder detalle alguno. Al terminar el relato, escuchó al niño que con una
mirada de inteligencia le decía:
- ¡Lo que sea!… –respondió el anciano- es tanto lo que debo que todas mis pertenencias, el
tambo, la fonda y mis ahorros, no alcanzarían a cubrir mi deuda y terminaría siendo
azotado en Chaupimarca y encerrado en la cárcel de por vida.
- Muy bien, señor amo –concluyó diciendo el muchacho- retorne a la casa del juez y dígale:
“Señor Juez: Tenga presente que cuando los tres mineros me confiaron su dinero, me lo
dieron con la orden terminante de no entregarlo si no venían los tres juntos a pedírmelo. Le
ruego, por tanto, que se sirva usted mandar que vayan los dos que quedan a buscar al
compañero que falta y que se presenten aquí los tres juntos para que se cumpla la
condición; sólo entonces, de acuerdo con lo convenido, yo les devolveré el dinero delante
de usted”.
- Pues, bien. Vayan en busca del tercer socio y en mi presencia recibirán todo su dinero-
terminó diciendo el juez.
Demás está decir que nunca dieron con el tercer hombre, un malandrín que cargado de
riquezas desapareció como por encanto burlándose de sus socios.
El viejo posadero, agradecido por la valiosa ayuda del huérfano e inteligente ayudante,
informó a todo el pueblo minero de las virtudes de éste y lo nombró su socio. A la muerte
del anciano, el joven hizo crecer sus propiedades y se convirtió en un rico propietario sin
dejar, por supuesto, la administración de la vieja posada de Tambo Colorado.