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Compatibilidad entre Gramsci y
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Agoglia
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Leandro Polack – leandropolack@me.com – 94.107.854

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Abstract

Rodolfo Mario Agoglia (1920-1985) fue un filósofo argentino que postulaba, en línea con
la filosofía de la praxis expuesta en la tesis XI de Marx, que la cultura podía ser servir
como un reclamo de los sectores subalternos y marginados. Antonio Gramsci (1891-
1937) fue una figura descollante de la filosofía del siglo XX fuertemente influenciado por
el comunismo, que escribió sobre la emancipación popular en relación a la cultura y a la
filosofía. En sus lecturas se observa la lucha constante los sectores dominantes. El
objetivo de esta monografía será comparar estos dos autores y poder encontrar las
compatibilidades (o incompatibilidades) de la filosofía del reclamo con ciertos conceptos
gramscianos y compatibilidades entre ambos autores. Estos elementos son: lo nacional, lo
popular, el intelectual, la hegemonía, la contra-hegemonía y posicionar a Gramsci en este
marco de Agoglia.

La cultura como reclamo

En su texto La Cultura como Facticidad y Reclamo, Agoglia hace un recorrido histórico


del concepto de la cultura. Comienza hablando sobre la cultura en su origen pedagógico
en la antigua Grecia, donde el sitúa el origen del termino y a partir de ese momento va
desarrollando las distintas interpretaciones de lo que es la cultura y que representa en
cada momento histórico. Agoglia es muy enfático respecto del carácter dinámico de la
cultura, no solo habla de lo que esto engloba a nivel de producción humana; sino que
también hace un análisis del valor subjetivo de la producción cultural, remarcando que no
solo hay una producción cultural (literatura, arte, arquitectura, entre otros), sino que
además hay un valor subjetivo que los hombres y mujeres de una cierta cultura dan a
aquello que producen y que a través de este valor subjetivo van moldeando la cultura a
través de estas interpretaciones:

“[…] las culturas como mundos objetivos no se reducen a su mera facticidad, pues el
universo que componen y representan no es ajeno ni independiente de la conciencia de
los hombres concretos que a ella están, en mayor o menor grado, integrados. Como

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realidad humana por autonomasia, toda cultura es objetivo-subjetiva, o mejor, es
inseparable de la subjetividad y, en cuanto objeto, entabla siempre una relación dinámica
con ella.” (1982: 24, Rodolfo Agoglia).

Rodolfo Agoglia divide la cultura en dos partes: El mundo cultural objetivo y el mundo
cultural subjetivo. La parte objetiva engloba los fenómenos culturales de un momento y
un lugar sin darle ningún tipo de juicio de valor (estos fenómenos son las producciones
culturales, ya sea arte, arquitectura, religión, etc.). El mundo subjetivo refiere al valor que
el sujeto le da a aquello que produce dentro de su propia cultura y el impacto
retroalimentante entre la cultura y el individuo que participa de dicha cultura. A partir de
análisis, podemos hacer una inferencia respecto a la definición de cultura de Agoglia y
definirla como la interacción del mundo objetivo cultural (la producción humana de la
sociedad humana en un espacio y tiempo determinados) y los valores que los integrantes
de esa cultura otorgan a aquello que producen:

“[…] cuando adjudicamos carácter viviente a las distintas culturas objetivas, entendemos
identificarlas como manifestaciones, en todos los casos, de un modo de vida real y
efectivo de los hombres, como expresiones de ese clima nutricio cargado de referencias
dentro del cual ha transcurrido, o transcurre y se desenvuelve su existencia concreta, a
partir –pero nunca en función- del sustrato biopsíquico que la condiciona.” (1982: 20,
Rodolfo Agoglia).

Una postulación interesante de Agoglia es la de la cultura como “reclamo”. Agoglia dice


que la cultura puede, bajo ciertas circunstancias históricas, ir transformándose lentamente
en un sistema complejo de dominación . Esto hace a la cultura como algo ilegítima e
inauténtica, ya que no es una verdadera representación de los valores del individuo de
una comunidad, sino una manifestación de un sistema de subyugación por parte de un
grupo social:

“Un sistema cultural, que se halla siempre ubicado –como hemos visto- en una
circunstancia histórica, puede llegar a configurar por su contenido, un sistema
ideológico, si se incorporan paciente y deliberadamente a él, principios, estimaciones y

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modos de conducta al servicio de los intereses socio-políticos de los grupos dominantes
(del establishment); o también por su forma, si no siendo constitutivamente ideológico,
se lo distorsiona adecuada y sutilmente para ponerlo en función de esos mismos
intereses.”(1982: 26, Rodolfo Agoglia, énfasis del autor).

Agoglia sostiene que ante la situación de opresión que sufrió América Latina, el
continente debe usar la cultura como una forma de reclamo.
Evidentemente, aquello que Agoglia liga fuertemente el reclamo a la situación histórica
de América Latina:

“Los pueblos autóctonos americanos fueron víctimas, en efecto –para no hablar de su casi
exterminio-, de un sofocamiento cultural. Con la más sistemática e implacable de las
violencias y de un modo irreversible, se les ahogo su propia sustancia ética y se les
doblegó la voluntad de autodeterminación.” (1982: 30, Rodolfo Agoglia).

Ante esta situación, el reclamo sería de aquellos que están marginados, un grito de
aquellos que no tienen voz para poder salir de la situación de marginalidad, por salir de
esa condición de oprimidos y subyugados por un sistema dominante (ya sea el de un
grupo social o el de un país o un conjunto de ellos). Este concepto esta muy bien
expresado en la siguiente cita de Alcira Bonilla: “La cultura como reclamo se asimila al
grito de los desposeídos y marginados de todas las historias.” (2005: 210).

Hegemonía, contra-hegemonía, la cultura y el intelectual según Gramsci

En el análisis de lo nacional, lo popular, la cultura y los intelectuales, Antonio Gramsci es


una referencia ineludible. Gramsci fue un filosofo marxista italiano de principios del
siglo XX que muere en 1937 a manos del régimen fascista de Mussolini. Su obra se
ocupa de la cultura nacional y popular en el contexto histórico del ascenso del fascismo
italiano y refleja el deseo de generar un movimiento republicano (con bases en el
comunismo) que funcione como un frente contra-hegemónico respecto al movimiento
encabezado por Mussolini:

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“[…] Gramsci procura una respuesta contraria a ese nacionalismo. Su respuesta nacional-
popular a la hegemonía fascista es conocida: su libro Maquiavelo. La política y el Estado
moderno constituye una interpretación de la obra de Maquiavelo contra la tradición de las
lecturas burguesa y fascista y, por tanto, la reelaboración de una política republicana, si
bien en perspectiva comunista.” (2006: 5, Marilena Chauí, énfasis original).

Gramsci desarrolla su visión respecto de los intelectuales, la hegemonía, lo nacional-


popular y como estos se vinculan entre si en un determinado contexto político, social y
cultural. El concepto de cultura de Gramsci tiene una fuerte influencia marxista y esta
relacionado muy íntimamente con el concepto de hegemonía. Para Gramsci, la cultura es
una serie de valores creados dentro de una sociedad por un grupo social. Estos pueden
provenir de un grupo social dominante, como la burguesía, que al realizar acciones, va
creando y recreando la cultura constantemente. Pero esta concepción de cultura no solo es
el entramado de normas creado por la sociedad; sino además un instrumento de
dominación o lucha. ¿Por qué se da esto? Por la relación del concepto de cultura con el de
hegemonía.
Gramsci es muy conocido por el desarrollo del concepto de bloque hegemónico. En este
se resalta la dominación en las sociedades capitalistas de las clases privilegiadas.
Comparable a la superestructura marxista, el bloque hegemónico puede verse como un
entramado de valores “invisibles” creados por las clases dominantes que determinan las
relaciones sociales, el sentido común (socialmente hablando), los valores éticos, etc. y
son utilizadas por dichas clases sociales para mantenerse en una situación de poder
favorable respecto de las clases dominadas:

“La hegemonía no es un sistema sino un complejo de experiencias, relaciones y


actividades cuyos limites están socialmente fijados e interiorizados. Esta constituida por
la sociedad y, simultáneamente, la constituye, bajo la forma de la subordinación
interiorizada e imperceptible.” (2006: 6, Marilena Chauí)

Estos valores son aquellos que se pueden encontrar en la cultura de cada Estado-nación y
se habla de una hegemonía (o contra-hegemonía) de estas en relación a quien las utiliza
(si son utilizadas por clases dominantes para mantener el status quo, son hegemónicas, en

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otros casos pueden ser utilizadas para la lucha y la reforma, haciendo estos valores
contra-hegemónicos). La hegemonía opera y “direcciona” la cultura en pos de los
intereses de la clase dominante para mantenerse en el poder: “la hegemonía opera en los
dos niveles: en el primero, como dirección cultural, y, en el segundo, como dirección
política.”(2006: 6, Marilena Chauí). Teniendo en cuenta esto, se pueden considerar a la
hegemonía y a la cultura como sinónimos: “Desde esta perspectiva, hegemonía es
sinónimo de cultura en sentido amplio y sobre todo de cultura en sociedades de clases.”
(2006: 7, Marilena Chauí, énfasis original).
En Gramsci también es importante la creación de las nuevas culturas, cómo se posiciona
el filósofo en este proceso y las prioridades del rol filosófico. Gramsci es sumamente
crítico con respecto al rol y a la concepción del intelectual (o filósofo) y con como se
relaciona la filosofía como práctica y con las masas. Gramsci abre su texto Introducción
a la filosofía de la praxis declarando que hay que eliminar el estigma de la filosofía como
algo que solo puede ser practicado por los especialistas, y que hay que tener en cuenta
que cualquiera en cierto grado es un filósofo:

“Hay que destruir el prejuicio, muy difundido, de que la filosofía es algo muy difícil por
el hecho de ser la actividad intelectual propia de determinada categoría de científicos
especialistas o de filósofos profesionales y sistemáticos. Por consiguiente, hay que
empezar demostrando que todos los hombres son “filósofos” definiendo los limites y las
características de esta <<filosofía espontanea>>, propia de <<todo el mundo>>[…]”
(1970: 6, Antonio Gramsci).

Esto esta fuertemente relacionado con la concepción del filosofo/intelectual gramsciano y


su utilidad para el pueblo. El intelectual para Gramsci es aquel que es capaz de modificar
su entorno con las herramientas de las que dispone (expresada muy claramente en la
Tesis XI sobre Feuerbach). Por lo tanto, cualquiera tiene el potencial de ser un intelectual
(aunque en la sociedad, la consideración de lo que es un intelectual es mas variable, por
lo tanto no todos los hombres son considerados intelectuales): “Todos los hombres son
intelectuales, podríamos decir, pero no todos los hombres tienen en la sociedad la función
de intelectuales.” (1970: 7, Antonio Gramsci). Gramsci es afirma que la tarea del
intelectual debe ser una en pos del cambio y la revolución comunista y que sirve mucho

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más un intelectual que ayude al pueblo socializando los elementos críticos que le
permitan al proletariado emanciparse (ya sea un intelectual que provenga de la burguesía
que se hace aliado del proletariado o uno que surja del proletariado mismo) que un
intelectual que solo se dedica a la contemplación y hace descubrimientos intelectuales
que sirven solo para un circulo reducido de personas:

“Llevar a una masa de hombres a pensar coherentemente y de modo unitario el presente


real y efectivo es un hecho <<filosófico>> mucho más importante y <<original>> que el
descubrimiento por parte de un <<genio>> filosófico de una nueva verdad que se
convierte en patrimonio exclusivo de pequeños grupos intelectuales.” (1970: 7, Antonio
Gramsci)

Lo nacional y lo popular en Gramsci

¿Qué es lo nacional-popular para Gramsci entonces? Lo nacional para Gramsci tiene que
ver con una recuperación de la historia de un determinado país utilizada con fines
particulares y esta fuertemente relacionado con el concepto de hegemonía o contra-
hegemonía. Este rescate y manipulación de lo histórico puede ser hecho tanto por un
movimiento de índole conservadora en pos de una dominación, como por un movimiento
popular que busque la emancipación y romper las cadenas de la dominación ejercida por
las clases hegemónicas: “En los textos gramscianos lo nacional, visto como y en cuanto
popular, significa la posibilidad de rescatar el pasado histórico-cultural italiano como
patrimonio de las clases populares.” (2006: 2, Marilena Chauí). En Gramsci lo nacional
aparece en relación a lo popular y debe ser para este una herramienta de emancipación:
“Se trata de la posibilidad de rehacer la memoria en un sentido contrario al de la clase
dominante, de modo que el corte histórico-cultural sea un corte de clase.” (2006: 5,
Marilena Chauí).
Para entender lo popular en Gramsci, hay que entender que el autor realiza una fuerte
división dentro de las sociedades en base a las clases socio-económicas. Así divide
además los valores culturales de la sociedad (encarnadas en lo que el llama la moral y la
religión) que son asignadas a las distintas clases sociales: “Gramsci afirma que existen
una religión y una moral del pueblo muy diferentes de las organizadas por los

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intelectuales de la jerarquía eclesiástica y de la clase dominante[…]” (2006: 3, Marilena
Chauí). Lo popular entonces para Gramsci significa la coincidencia en la interpretación
de alguna expresión (realidades vividas, descubrimientos, producción artística, etc.) por
parte de los intelectuales, de los artistas y por parte del pueblo. Esto puede ser cualquier
producción que exprese algún tipo de mensaje. Mientras haya una coincidencia a nivel
interpretativo de aquello que se produce, ya sea por intelectuales que se identifiquen con
el pueblo o intelectuales que salen del mismo, esto puede considerarse como algo de la
cultura popular.
Un ejemplo moderno de esto es el rap de los años 90 en los ghettos de EEUU. Este
genero fue una expresión del sector afroamericano de clase baja como forma de protesta
y fue interpretado por estos sectores como tal. Otro ejemplo (este siendo un ejemplo más
local) es el de la cumbia villera; la cual puede ser también vista como una expresión
popular de los sectores marginales de la sociedad argentina.
Pero Gramsci remarca que existe un problema en la Italia de su tiempo: no coinciden el
sector intelectual con el pueblo. Los intelectuales italianos están alejados del pueblo
italiano: “…porque en Italia los intelectuales están alejados del pueblo, es decir, de la
nación, y en cambio están ligados a una tradición de casta que jamás ha estado en la ruta
de un fuerte movimiento político popular o nacional por abajo…” (1967: 155, Antonio
Gramsci). Esto tiene como consecuencia que no haya un acercamiento entre el pueblo y
los movimientos intelectuales del mismo país. Para Gramsci, los intelectuales italianos no
tienen un lugar en el pueblo y, aunque hayan sido en algún momento parte de la clase
social asociada al pueblo, al convertirse en intelectuales se desligan de la filosofía de la
praxis y se ven mas ligados a la tradición contemplativa (siendo como dice Gramsci, una
“tradición libresca y abstracta”) en la misma:

“Los intelectuales no son del pueblo, aunque accidentalmente algunos de ellos procedan
de la plebe; aparte de la retorico, no se sienten ligados al pueblo, ni conocen ni sienten sus
prolijas necesidades y aspiraciones, sino que frente al pueblo son algo estancado, se hallan
en el vacío, sin apoyo aparente…” (1967: 156, Antonio Gramsci).

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Gramsci llega a la conclusión de que en el caso de Italia, el intelectual no esta
cumpliendo el rol correcto y que debe revisar eso. El intelectual (el que es considerado un
intelectual por la sociedad, hay que tener en cuenta que la palabra intelectual en el
diccionario gramsciano es distinta de la concebida convencionalmente) está en una
postura “inerte” o “muerta”, identificándose con una practica contemplativa en vez de
una praxis. El intelectual italiano en este caso no estaría ayudando al pueblo a llevar a
cabo la emancipación del pueblo, en cambio, esta en un “modo contemplativo” o en
función de los intereses de las clases dominantes, alejado del pueblo. De hecho Gramsci
denuncia a los grupos intelectuales diciendo que son “empleados” de los grupos
dominantes: “Los intelectuales son los “empleados” del grupo dominante a quienes se les
encomienda las tareas subalternas de la hegemonía social y el gobierno político […]”
(1967: 30, Antonio Gramsci).
El intelectual gramsciano para servir como miembro productivo de la revolución debe
actuar, debe ser parte de ella, no estar alejado, contemplando (al estilo de los antiguos
filósofos contemplativos y metafísicos); dependiendo de su origen, debe luchar de
distintos modos. Si proviene de la burguesía, el intelectual si desea servir a la revolución,
debe dar las herramientas criticas de lucha a las clases oprimidas y hacerse a un lado,
dejar que estos dirijan la revolución con sus propios intelectuales. Estos intelectuales
(llamados intelectuales orgánico), quienes surgieron de los estratos oprimidos son para
Gramsci los que deben liderar realmente la emancipación del pueblo, no los intelectuales
que surgieron de las clases dominantes. Un intelectual no orgánico, por más que este
inclinado hacia la revolución, no puede entender completamente la situación de las clases
oprimidas (porque no fue criado en ellas); por lo tanto para Gramsci, es incapaz de liderar
al pueblo. Preferentemente quien debe liderar al pueblo es alguien que entienda las
situaciones de los sectores oprimidos de la sociedad.

Comparación entre Gramsci y Agoglia

Es así que vemos que Gramsci escribe sus textos en pos de la emancipación de los
sectores marginados de la sociedad (específicamente en su caso de los sectores populares
de Italia, aunque es aplicable globalmente lo que propone) y estos conceptos se pueden

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enmarcar en la idea de la cultura como reclamo. Hay una altísima compatibilidad entre
ambos autores. Agoglia escribe en su texto a favor de la emancipación de los pueblos
marginados (específicamente de los pueblos y países de Latinoamérica), y Gramsci
además de escribir también en pos de la revolución (en su caso habla de los sectores
oprimidos de la Italia fascista), aporta las herramientas y los conceptos para esta
emancipación. Sus escritos ayudan a identificar las herramientas de opresión más sutiles
de las clases dominantes, para poder hacerlas visibles y desmantelarlas con éxito. Más
aun, identifica los problemas de los intentos revolucionarios de su tiempo y aporta una
solución para que la revolución sea exitosa.
Para empezar, el concepto gramsciano de bloque contra-hegemónico es altamente
compatible con el reclamo de Agoglia, ya que este bloque de los sectores desposeídos de
la sociedad se organiza como frente contra los sectores dominantes. Los sectores contra-
hegemónicos son aquellos que buscan reclamar por sus derechos y por el fin de la
opresión que sufren en la sociedad. En cambio, el bloque hegemónico es
remarcablemente similar a la idea de Agoglia de que las culturas pueden ser convertidas
en sistemas ideológicos de dominación. La hegemonía gramsciana, como fue dicho, es
invisible, imperceptible, por eso es tan efectivo, direcciona la cultura y las acciones de los
hombres de una comunidad sin que estos se den cuenta y esto hace que cuestionarlo sea
una tarea muy difícil. Esto es lo que lo hace tan peligroso, al ser imperceptible, darse
cuenta es una tarea critica muy difícil de hacer y mientras esa tarea no se haga, la
dominación seguirá perpetuándose.
El intelectual en Gramsci, ambivalente, es capaz de posicionarse tanto a favor como en
contra del reclamo agogliano. Tal como expresamos anteriormente, un intelectual es
quien, con herramientas de cualquier tipo, puede modificar su entorno. Y todo grupo
social pueda engendrar sus propios intelectuales:

“Todo grupo social que surge sobre la base original de una función esencial en el mundo
de la producción económica, establece junto a él, orgánicamente, uno o más tipos de
intelectuales que le dan homogeneidad no sólo al campo económico, sino también en el
social y en el político. El empresario capitalista crea consigo al técnico de la industria, al
docto en economía política, al organizador de una nueva cultura, de un nuevo derecho.”
(1967: 21, Antonio Gramsci).

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Por lo tanto, a partir de la posición adoptada por el intelectual, este puede estar a favor o
en contra del reclamo.
Lo nacional también, al ser una herramienta, puede ser utilizado a favor como en contra
del cambio: ya sea por un grupo dominante para perpetuar dicho dominio, como por un
grupo subyugado para emanciparse y derrocar a su opresor. Gramsci ejemplifica estos
conceptos con la recuperación y manipulación de la historia de la Roma imperial que
realizaba el fascismo italiano para justificar sus practicas y perpetuar su dominio. Allí
realizar una recuperación histórica en función de lo popular. De esta manera esta
recuperación dará pie a la emancipación de los oprimidos. Si lo nacional es en función de
lo popular (como deseaba Gramsci que fuera), entonces se puede alinear esa acción bajo
la cultura como reclamo de Agoglia.
También existe una coincidencia importante respecto a como debe darse la emancipación
de aquellos en situación de marginalidad frente al sistema. Ambos coinciden en que debe
darse desde los sectores marginales, no desde un líder o un sistema externo que los
“ayude” desde afuera sin entender la identidad de aquellos que se encuentran en la
situación de opresión. Gramsci expresa esto en la idea del “intelectual orgánico”. El
intelectual orgánico de las clases subalternas es quien debe realmente liderar la
revolución ya que el intelectual que provenga del pueblo y sea aliado de este de y es
capaz de entender los deseos y las aspiraciones de la gente a quienes lidera. El intelectual
proveniente de las clases altas, no es capaz de entender completamente al pueblo, y por
esto Gramsci considera que no es el lugar de estos intelectuales el de liderar la
revolución. Aun así Gramsci no descarta los intelectuales no provenientes del pueblo. El
autor guarda otro papel para los intelectuales que provienen de la burguesía que desean
aliarse con el pueblo también pueden aportar a la lucha: el aporte de herramientas criticas
para que el pueblo pueda llevar a cabo de forma independiente la revolución y el
desmantelamiento de los sistemas de opresión.
Rodolfo Agoglia, en el ultimo párrafo del texto La cultura como facticidad y reclamo,
afirma algo muy similar a esto. Agoglia dice que el reclamo latinoamericano debe ser una
hecha desde las propia identidad de los pueblos oprimidos de Latinoamérica, no desde
afuera. El hacerlo sin tener en cuenta la propia identidad y sin las propias herramientas y

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sin entender el propio contexto, haría inútil cualquier tipo de reclamo porque sería
imposible hacerlo:

“[…] pues la demanda conlleva un designio abiertamente humanista y se mediatiza a un


imperativo más amplio y decisivo: el de participar activamente y contribuir con nuestra
propia identidad cultural –de otro modo no podríamos hacerlo- al desarrollo histórico del
hombre.” (1982: 32, Rodolfo Agoglia).

Gramsci murió en 1937, Agoglia en ese entonces solo tenía 17. Gramsci murió antes de
que existiese la posibilidad de ponerse en contacto con las ideas de Agoglia (quien
comienza su carrera profesional en la década de 1940, años después de la muerte de
Gramsci). Aun así, si Gramsci hubiera vivido y hubiera podido leer o interactuar de
alguna manera, es muy evidente que ambos hubieran estado de acuerdo. Los dos ven a la
filosofía como algo que se debe usar para cambiar las situaciones de injusticia que existen
el mundo; los dos ven herramientas de opresión culturales (la hegemonía en Gramsci y la
consolidación de la cultura como ideología subyugante en Agoglia) y ambos coinciden
que la revolución o el reclamo debe ser hecha desde la propia identidad de quienes la
llevan a cabo ya que de otra manera no seria posible llevarlo a cabo. El reclamo de
Agoglia, y la obra de Gramsci, buscan el mismo objetivo: el fin del las injusticias sufridas
por los sectores marginales del mundo.

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Bibliografía

 Agoglia, R. (1982); La cultura como facticidad y reclamo; Ecuador; Editorial


Gallocapitan
 Bonilla A. (2005); El reclamo amoroso del filosofar en Rodolfo Mario Agoglia;
Buenos Aires; CONICET
 Chauí M. (2006); Sobre lo nacional y lo popular en la cultura; São Paulo;
Edición Fundação Perseu Abramo;
 Gramsci A. (1967); La formación de los intelectuales; México; Ed. Grijalbo;
 Gramsci A. (1970); Introducción a la Filosofía de la Praxis; Edición Peninsula;
Roma; 1970
 Gramsci A. (2006); Los intelectuales y la organización de la cultura; Apuntes de
A. Gramsci; Recopilación realizada por Iván Valdez Jiménez

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