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A mediados del siglo XIX se va a dar una profunda diferenciación entre la historia y
la literatura. La persona que lleva a cabo dicha ruptura es el historiador alemán Leopold
Von Ranke. Podemos mencionar que su motor había sido ganar espacios para
la enseñanza de la historia en las Universidades y que su principal preocupación fue
establecer una frontera disciplinar entre lo que es ficción de lo que es un relato
verdadero. Sin embargo, pese al límite entre las disciplinas, toma de la literatura a la
narrativa como herramienta fundamental, es decir, en su modelo de ciencia histórica el
buen relato, a través de la narración, va a tener un peso importante.
Otro eje del historicismo era el tiempo unidireccional, que iba en una sola dirección y en
constante progreso. A esa una dirección se le suma la relevancia del tiempo corto, es
decir del acontecimiento, primordialmente de dimensión política, por ejemplo los
estudios de grandes hombres y las relaciones tanto diplomáticas como bélicas entre
diferentes Estados.
Dentro de la definición de la historia como disciplina Ranke además propuso la
concepción científica de la misma, tratando de enunciar leyes generales, la cual se
caracteriza por una investigación objetiva, que rechaza todo juicio de valor y que se
encuentra estrechamente vinculada al método de la crítica filológica porque hay que
recordar que solo tomaba como única fuentes valederas a los documentos escritos que
se encontraban en los archivos oficiales.
La mencionada corriente historiográfica se fue transformando en una hegemonía
académica y a partir de ella sentó las reglas de cómo hacer la historia.
Sin embargo, lo mencionado no significa que era la única manera de escribir la historia
sino que al monopolizar de a poco el ámbito académico y disciplinar fue borrando las
alternativas de hacer historia.