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La obra tiene una naturaleza figurativa y es de condición autónoma que se manifiesta por la
distancia entre los referentes extra lingüísticos. La obra tiene un sistema lingüístico diferente del
sistema común. Los universos semánticos de las obras son propios a ellas. Destacan diferentes
formas de manifestaciones de los géneros discursivos. Nos podríamos preguntar entonces si para
cumplir con el objeto que es la literatura no se debería hacer de la historicidad un arte. En la tería de
la lengua habría un uso formulario y un uso poético.
La composición de un corpus debe de ser homogénea, no pueden ser todos los documentos escritos.
Se pueden escoger en función de los recursos artísticos, de los efectos semánticos y de los
condicionamientos históricos. ¿Cómo se podría partir de perspectiva diferentes? Primero por la
formulación de una teoría de naturaleza semiótica, por el corpus textual después y en fin por el
tríptico análisis, interpretación, evaluación. Se tiene que definir que objetos son los géneros
literarios y que métodos se han de escoger. Estos objetos de estudio han sido influenciados por los
contextos históricos. La tarea del historiador sería también de fijar la naturaleza semiótica del
corpus, es decir la reglas del discurso, a demás de su función comunicativa, es decir la producción
de sentido. Se podría entonces pensar a la vez el lenguaje y la historicidad. La idea que subyacente
es la de un mundo como paradigma de los comportamientos morales y sociales. La teoría abstracta
de la literatura alterna entre semejanza y contrariedad que son las dos características necesarias a la
constitución del corpus. Los textos tienen que tener la misma intención comunicativa, además de
tener un contexto textual similar. El riesgo en la tarea del historiador es la desnaturalización de su
objeto de estudio. En efecto, los textos científicos son una comunicación unívoca de contenidos
semánticos cuando a la diferencia de ello, las obras literarias tiene una gran polivalencia semántica
con cierta ambigüedad referencial. El crítico no es solo el interprete autorizado, su obra tendría que
tener cierta dimensión poética, tal como lo entiende Jakobson. De hecho, la función emotiva de
algunas obras se opone a la función conitiva esencial de la crítica. Lo más eminente ha de ser
identificado como figura textual en este caso.