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CAPÍTULO I ASPECTOS GENERALES

1. CONCEPTO

El artículo 1445 del CC dispone que: "Para que una persona se obligue a otra
por un acto o declaración de voluntad es necesario: 2º (...) que su
consentimiento no adolezca de vicios".

Los vicios son circunstancias que pueden afectar a la voluntad o el


consentimiento y producir, por vía de consecuencia, la invalidez del acto
jurídico, pues este, para ser válido, debe estar constituido por una voluntad o un
consentimiento exento de vicios.

Como dice DUCCI, la teoría de los vicios del consentimiento se ha configurado


como una protección de la libertad individual y una garantía de la autonomía de
la voluntad. Los vicios del consentimiento obstan a la decisión libre y razonada
que constituye el fundamento de la libertad. Esta desaparece, como en el caso
de la fuerza, o se desvirtúa, porque la decisión no se basa en un conocimiento
real de los antecedentes, como en los casos del error y del dolo1.

El Código habla de vicios del consentimiento, pero todo lo dicho respecto de


este, debe entenderse también en cuanto a la voluntad, ya que el consentimiento
no es otra cosa que el acuerdo de voluntades. De manera que las reglas sobre los

1DUCCI CLARO, Carlos, Derecho Civil. Parte General, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2002,
p. 258.

2
vicios del consentimiento se aplican tanto en los actos jurídicos unilaterales como
en los bilaterales2.

2. VICIOS QUE CONTEMPLA NUESTRA LEGISLACIÓN

Estos vicios pueden ser el error, la fuerza y el dolo. Algunos agregan, en


determinados casos, la lesión, aunque esto es discutible3.

2 Vid. por todos ALESSANDRI, ARTURO, SOMARRIVA, MANUEL Y VODANOVIC, ANTONIO, Derecho
Civil. Parte Preliminar y Parte General, Ediar ConoSur Ltda., Santiago, 1991, T. II, p. 208.
3 Lesión es el perjuicio que, al contratar, sufre una de las partes a causa de proporcionar a la otra

ventajas ostensiblemente mayores que las que esta última le proporciona a ella. En algunas
legislaciones no basta la existencia del citado perjuicio material para que el desfavorecido pueda
demandar los remedios indicados, sino que es preciso además que la lesión haya sido
determinada por la explotación de la penuria del contratante lesionado, de su ligereza o de su
inexperiencia (así el C. Civil alemán en su art. 138 Nº 2 señala: "Un negocio jurídico mediante
el cual una persona, explotando la necesidad, falta de sentido común o inexperiencia de otra,
haga que se le prometan o garanticen a sí misma o a un tercero, a cambio de una acción, ventajas
patrimoniales que estén en obvia desproporción con la prestación también es nula"). Estas
legislaciones exigen para reclamar de la lesión, un criterio objetivo y otro subjetivo, constituido
esto último por la explotación que se hace de la parte perjudicada. En otras legislaciones basta
el criterio objetivo de la desproporción de las ventajas señaladas para que la parte perjudicada
pueda demandar la rescisión del contrato o una prestación que en cierta medida equilibre las
ventajas de ambos contratantes. La enmienda de la lesión se funda en la equidad y en la moral.
Si se aborda la lesión con un criterio estrictamente subjetivo, esta es un vicio del consentimiento.
Se dice que en Chile la lesión no sería vicio del consentimiento pues en nuestro Derecho en los
casos en que se acepta la lesión se atiende a un criterio objetivo, ya que para sancionarlo basta
con demostrar la desproporción de las prestaciones señaladas en la ley. Además, el art. 1451 no
menciona entre los vicios del consentimiento a la lesión, pese a que el proyecto de 1853 la incluía
expresamente como uno de ellos. En cuanto al ámbito en que opera la lesión las legislaciones
extranjeras mencionadas anteriormente consagran una regla general para todos los contratos
que supongan una prestación y una contraprestación; en todos ellos puede reclamarse de la
lesión sufrida. No ocurre lo mismo en nuestro derecho, conforme al cual la lesión no constituye
una causal genérica de rescisión de los contratos onerosos conmutativos, que evidencien una
desproporción o falta de equivalencia entre las prestaciones recíprocas de las partes. El Código
Civil se limita a describir ciertos casos en los cuales existe un daño patrimonial que considera
excesivo. La lesión vicia el acto, dentro de nuestro Derecho sólo en casos especiales y
determinados: 1) compraventa de bienes inmuebles (art. 1889), 2) permuta de bienes inmuebles

3
El artículo 1451 del C.C. señala: "Los vicios de que puede adolecer el
consentimiento, son error, fuerza y dolo"4-5. En el proyecto de Código Civil de
1853 el artículo correspondiente al señalado, el 1629, agregaba la lesión.

Como dice DÍEZ-PICAZO refiriéndose al artículo 1265 del C.C. español,


equivalente a nuestro artículo 1451, de esa norma se deduce que existe una
enumeración taxativa de causas que permiten la impugnación del contrato por
vicios del consentimiento contractual. También, y en esta misma línea, debe
destacarse que "la admisión de dichas causas se hace en la jurisprudencia con
grandes cautelas y con un sentido excepcional muy acusado" 6 porque,
agregamos, los contratos se reputan válidos y así lo requieren la certeza y
seguridad del tráfico jurídico y el principio de conservación de los actos jurídicos.

(art. 1900), 3) aceptación de una asignación hereditaria (art. 1234), 4) partición de bienes (art.
1348), 5) mutuo (art. 2206), 6) la anticresis (art. 2443), 7) cláusula penal enorme (art. 1544). En
alguna manera similar a la regulación que hace nuestro Código Civil de la lesión, el Code en su
artículo 1118 señala: "La lesión tan solo viciará los acuerdos en determinados contratos o en
relación con determinadas personas, según se explica en esa misma sección (Sección VII del
Capítulo V del presente Título)".
4 En similares términos el artículo 1109 del Code dispone: "El consentimiento no será válido

cuando hubiese sido prestado por error, arrancado con violencia u obtenido mediante dolo".
Por su parte el Código Civil español señala: "Será nulo el consentimiento prestado por error,
violencia, intimidación o dolo" (art. 1265).
5 "Antecedentes del texto originario: P. 1842, tít. II, art. 4; P. 1847, art. 14, y P. 1853, art. 1629,

redacción definitiva, pero finalizaban "error, fuerza, dolo y lesión". P. In., art. 1629, redacción
definitiva. Corresponde al art. 1109 del Código Francés". Figueroa Yáñez, Gonzalo, Repertorio
de Legislación y Jurisprudencia chilenas. Código Civil y leyes complementarias, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1997, T. V, p. 69.
6 DÍEZ-PICAZO, LUIS Y GULLÓN, ANTONIO, Sistema de Derecho Civil, Vol. II, Tecnos, Madrid, 2001,

p. 53.

4
3. MOMENTO DE LA APRECIACIÓN DE LOS VICIOS

La existencia de un vicio de la voluntad debe ser apreciada al momento de la


conclusión del respectivo negocio, de tal modo que hechos o circunstancias
producidos con posterioridad, aunque alteren los existentes al tiempo de la
conclusión, no podrán tomarse en cuenta para juzgar la existencia de un vicio
de la voluntad7.

4. LOS VICIOS DEL CONSENTIMIENTO, ¿CUESTIÓN DE HECHO O DE DERECHO?

Tradicionalmente se ha sostenido que corresponde a los jueces del fondo


decidir soberanamente si los hechos que le son sometidos presentan los
caracteres del error y pueden acarrear la nulidad de la declaración de voluntad.
Su decisión sobre este punto no está sujeta a casación, comoquiera que se refiere
únicamente a la apreciación de los hechos de la causa8. Sin embargo, en una
sentencia de 2010 la Corte Suprema sostuvo: "Que como primer asunto
jurídicamente relevante, corresponde dejar establecido que, sin lugar a dudas, la
materia relativa a la apreciación del error de hecho que dice haber sufrido una
parte contratante como error obstáculo, sustancial, accidental o en la persona de
su contraparte, es una cuestión de derecho, susceptible de ser revisada por el
tribunal que conoce del recurso de casación en el fondo, pues se trata de una
calificación que se efectúa conforme a normas legales, específicamente, las
contenidas en los artículos 1453, 1454 y 1455 del Código Civil"9. Lo dicho para
el error se puede extrapolar, mutatis mutandi, a los vicios de fuerza y dolo.

7 Vid. por todos DOMÍNGUEZ ÁGUILA, RAMÓN, Teoría general del negocio jurídico, Editorial
Jurídica de Chile, Santiago, 2012, p. 62.
8 En el mismo sentido para la fuerza vid., por ejemplo, Claro Solar, Luis, Explicaciones de

Derecho Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, p.
214. Se ha resuelto que decidir si existió o no fuerza en la celebración de un acto, en qué
consistió, si fue capaz de producir una impresión fuerte en una persona de sano juicio y cuáles
son las condiciones de las víctimas de la fuerza son cuestiones de hecho que no pueden ser
revisadas por el tribunal de casación. Corte Suprema, 14 de marzo de 1906, R.D.J., T. 3, sec. 1ª,
p. 330; Corte Suprema, 15 de junio de 1929, R.D.J., T. 27, sec. 1ª, p. 383; Corte Suprema, 24 de
octubre de 1939, R.D.J., T. 37, sec. 1ª, p. 383..
9 Corte Suprema, 19 de enero de 2010, rol Nº 1908-2008, cons. 3º.

5
CAPÍTULO II EL ERROR

1. CONCEPTO

ALESSANDRI dice que conforme a la lógica el error es la disconformidad del


pensamiento con la realidad. Puede definirse también, agrega, como el concepto
equivocado que se tiene de la ley, de una persona o de una cosa; o, en otros
términos, siguiendo la definición de DONEAU, el error consiste en creer
verdadero lo que es falso e, inversamente, falso lo verdadero10.

Como señala DOMÍNGUEZ, el Derecho romano careció de una doctrina clara


sobre el error. Los textos de que se dispone son raros y muchas veces
contradictorios, a pesar de que fue sobre ellos que Domat y luego Pothier
elaboraron sus doctrinas sobre el error, de forma que la visión de aquel derecho
se encuentra, no pocas veces, influenciada por la construcción de esos insignes
juristas franceses. En todo caso esos textos revelan una concepción objetivista del
error y restringen los casos en que el error conduce a la nulidad, particularmente
a los supuestos que la doctrina luego calificaría de error in corpore y de error in
substancia. Es la Escolástica y luego la Escuela Jusnaturalista las que logran un
análisis más perfecto y sistematizado del error como vicio de la voluntad. En la
línea de esta última por su tratamiento del error debe ubicarse a Domat y a
Pothier, de quienes, en definitiva, derivan las normas de nuestro Código sobre
la materia. Pero, como observa MORALES MORENO, toda la historia del error
muestra dos modos de entender y tratar el error: uno de tendencia objetiva y
otro subjetivo, teniéndose en cuenta a veces la protección absoluta de la voluntad
y otras, la de su sola declaración, es decir, poniendo el acento en un caso en el

10 ALESSANDRI, ARTURO, SOMARRIVA, MANUEL Y VODANOVIC, ANTONIO, Derecho Civil. Parte


Preliminar y Parte General, Ediar-ConoSur Ltda., Santiago, 1991, T. II, p. 208..

6
autor de la declaración y en otros en los terceros. En otros términos, el
tratamiento del error como vicio de la voluntad revela más que ningún otro
aspecto la indudable tensión entre la concepción subjetivista y la objetivista del
negocio jurídico, así como la indudable necesidad de alcanzar una regulación
equidistante de las concepciones extremas y que considere todos los intereses.
Aunque indudablemente influenciado por DOMAT y POTHIER, nuestro Código
contiene una doctrina equilibrada al respecto que mantiene su originalidad, en
la cual, aunque parecen primar concepciones objetivistas, dan plena cabida a la
voluntad de las partes, resguardando los intereses de ellas y de terceros11.

2. ERROR E IGNORANCIA

No hay que confundir el error con la ignorancia. Esta última es el estado de


espíritu puramente negativo que consiste en la ausencia de todo conocimiento
relativo a un objeto. Por objeto se entiende en este caso aquello a que se refiere
el conocimiento, que puede ser una persona, una cosa, un hecho, la ley. El que
expresa un juicio erróneo afirma algo; el ignorante nada puede sostener. Uno
conoce mal una cosa; el otro simplemente no la conoce, no tiene idea de ella.
Pero dentro del Derecho esta distinción carece de importancia; el legislador
equipara el ignorante al que yerra. La ignorancia, en el campo jurídico, queda
comprendida dentro del concepto de error12.

3. CLASIFICACIÓN. ERROR DE DERECHO Y ERROR DE HECHO

El error puede ser de hecho o de derecho.

11 DOMÍNGUEZ ÁGUILA, RAMÓN, Teoría general del negocio jurídico, Editorial Jurídica de Chile,
Santiago, 2012, pp. 63-64.
12 Vid. por todos ALESSANDRI, ARTURO, SOMARRIVA, MANUEL Y VODANOVIC, ANTONIO, Derecho

Civil. Parte Preliminar y Parte General, Ediar-ConoSur Ltda., Santiago, 1991, T. II, pp. 208-209.

7
Error de hecho es la ignorancia o el concepto equivocado que se tiene de una
cosa, de un hecho o de una persona.

Error de derecho es la ignorancia o el concepto equivocado que se tiene de la


ley, en cuanto a su existencia, alcance, inteligencia o permanencia en vigor.

4. ERROR DE DERECHO

El artículo 1452 del C.C. dispone: "El error sobre un punto de derecho no vicia
el consentimiento"13 14. Esta norma se funda en la idea de que no puede

13 "Antecedentes del texto originario: P. 1842, tít. II, art. 5; P. 1847, art. 15; P. 1853, art. 1630,
y P. In., art. 1630, redacción definitiva". FIGUEROA YÁÑEZ, GONZALO, Repertorio de Legislación y
Jurisprudencia chilenas. Código Civil y leyes complementarias, Editorial Jurídica de Chile,
Santiago, 1997, T. V, p. 69.
14 Hay legislaciones que siguen otro criterio diferente que la nuestra. Así el Código Civil italiano

de 1942, declara que el error de derecho vicia el consentimiento sólo cuando ha sido la razón
única o, al menos, la principal del contrato (art. 1429, Nº 4). De VERDA y BEAMONTE dice que el
artículo 1452 del Código Civil chileno contiene una norma hondamente arraigada en la
mentalidad jurídica del país, pero que para un estudioso del Derecho europeo resulta
sorprendente. En efecto, el precepto afirma que "El error sobre un punto de derecho no vicia el
consentimiento", lo que supone negar de raíz cualquier relevancia invalidante al error iuris en el
ámbito contractual. Tal afirmación es, desde luego, desconocida en los Derechos europeos,
donde sus respectivos Códigos Civiles, una de dos: o no distinguen entre error facti y error iuris al
consagrar el error como causa de invalidez del contrato (como sucede en el Derecho español,
art. 1265) o bien se refieren al error de Derecho, explícitamente, considerándolo como una
causa de anulabilidad (nulidad relativa, en terminología chilena) de aquel (como sucede en el
Derecho italiano, art. 1429 Nº 4). ¿Por qué existe, pues, esa discordancia entre el Derecho
chileno y el común de los ordenamientos jurídicos europeos? Al parecer del profesor español,
por dos razones. En primer lugar, por un arrastre histórico, procedente del Derecho Romano
(donde el error iuris se consideraba, en principio, inexcusable), al cual no pudieron sustraerse
buena parte de los autores del siglo diecinueve (entre ellos, el redactor del Código Civil chileno).
En segundo lugar, por una confusión conceptual entre dos cuestiones, que, aunque están
íntimamente relacionadas, sin embargo, han de ser netamente diferenciadas: de un lado, el
deber de observancia de la ley, con independencia del conocimiento de sus destinatarios; y, de
otro, la tutela del consentimiento del contratante que padece un error de Derecho y, que, como
consecuencia de él, celebra un contrato, que, de no haber mediado tal error, no hubiera
concluido, contratante que tiene un evidente interés en desvincularse a través de la invalidación

8
permitirse que nadie alegue la ignorancia del derecho positivo, pues ello
significaría hacer perder vigor a la norma.

Esta disposición viene a ser una consecuencia de la que establece que "nadie
podrá alegar ignorancia de la ley después que ésta haya entrado en vigencia"
(art. 8º). Los romanos la enunciaban nemini licet ignorare jus.

Guarda concordancia con las dos normas transcritas la que dice que "el error
en materia de derecho constituye una presunción de mala fe, que no admite
prueba en contrario" (art. 706 inc. 4º).

Que el error sobre un punto de derecho no vicia el consentimiento, quiere


decir que el que ha contratado teniendo un concepto equivocado de la ley o
ignorando una disposición legal que rige el contrato no puede alegar después
este error para excusarse de cumplir sus obligaciones ni para pedir la nulidad del
contrato.

La jurisprudencia ha tenido oportunidades de aplicar el artículo 1452. Así, se


ha resuelto que "la ignorancia de las reglas sobre la sucesión intestada no vicia el
consentimiento, pues importa un error de derecho"15y que "no vicia la voluntad
del testador el error en cuanto a la cuota que le corresponderá en la herencia al
hijo reconocido como natural"16. También ha dicho: "6º. Que, en la demanda
de autos la propia trabajadora ha reconocido que la relación laboral terminó
mediante la suscripción de un instrumento por el que las partes declararon
poner término al contrato de trabajo por mutuo acuerdo, acompañando
ejemplar del mismo a su demanda. Sin embargo, alega que suscribió dicho
documento por error (desconocimiento de sus derechos) y por fuerza (acoso y
presión para obligarla a firmar) (...) Consecuente con ello es que solicita
precisamente se reste todo valor, al instrumento que acompaña, como medio de
poner término a la relación laboral con su empleador. (...) 9º. Que, la actora

del negocio. De VERDA y BEAMONTE, JOSÉ RAMÓN, "Consideraciones críticas acerca de la


irrelevancia invalidante del error iuris en el Derecho Civil chileno", en Actualidad Jurídica,
Universidad del Desarrollo, Nº 13 (2006), pp. 189-190.
15 Corte Suprema, 22 de diciembre de 1924, R.D.J., T. 23, sec. 1ª, p. 669.
16 Corte de Apelaciones de Valparaíso, 21 de marzo de 1907, R.D.J., T. 5, sec. 2ª, p. 34.

9
sustenta el error que dice haber padecido en que, si bien habría firmado el
documento respectivo, no se encontraba en condiciones ni con los
conocimientos de sus derechos y así poder entender y medir las consecuencias
de este acto. Sin embargo, esta alegación no será escuchada en razón de que el
error sobre un punto de derecho no vicia el consentimiento, atendido lo
prescrito en el artículo 1452 del Código Civil, aplicable en la especie; asimismo,
porque para que el error vicie el consentimiento debe ser excusable, y sobre el
particular la actora ninguna explicación dio para justificar el desconocimiento
de las consecuencias de su actuar; y, finalmente, porque tampoco rindió prueba
alguna que sustente el desconocimiento que dice haber tenido de los alcances
del acto que llevó a cabo, pesando sobre ella la carga de la prueba"17.

4.1. Excepciones en que el error de derecho vicia el consentimiento

4.1.1. Artículos 2297 y 2299 del Código Civil (pago de lo no debido)

Para evitar el enriquecimiento sin causa: "Se podrá repetir aun lo que se ha
pagado por un error de derecho cuando el pago no tenía por fundamento ni
aun una obligación puramente natural" (art. 2297). Si, por ejemplo, alguien
paga una contribución que ha sido suprimida, tiene derecho para repetir lo que
haya pagado, es decir, puede pedir su devolución. Congruente con esta norma,
el artículo 2299 dispone: "Del que da lo que no debe no se presume que lo dona,
a menos de probarse que tuvo perfecto conocimiento de lo que hacía, tanto en
el hecho como en el derecho". Como el primero de estos artículos es una
disposición de excepción, debe interpretarse restrictivamente y, en
consecuencia, sólo rige tratándose del pago y no de otro modo de extinguir
obligaciones. Además, ambos artículos sólo se aplican cuando se invoca el error,
pero no si se hace valer otro vicio del consentimiento.

4.1.2. Artículo 127 del Código Tributario

La Corte Suprema ha resuelto que en materia tributaria, cuando el


contribuyente reclama la devolución de impuestos conforme con el artículo 127
del Código Tributario, en razón de que hubo error de derecho, procede acoger

17 Corte de Apelaciones de Concepción, 28 de enero de 2008, rol Nº 543-2007.

10
su petición, pues ese artículo no distingue entre error de hecho o de derecho18.
Dicho artículo dispone, al efecto, en su inciso primero: "Cuando el Servicio
proceda a reliquidar un impuesto, el interesado que reclame contra la nueva
liquidación dentro del plazo que corresponda de conformidad al artículo 124,
tendrá además derecho a solicitar, dentro del mismo plazo, y conjuntamente con
la reclamación, la rectificación de cualquier error de que adolecieren las
declaraciones o pagos de impuestos correspondientes al período reliquidado".

4.1.3. El error de derecho en la transacción

Se ha considerado también por algunos autores el artículo 2454 como otra


excepción al artículo 1452. Dice esa disposición que "es nula en todas sus partes
la transacción celebrada en consideración a un título nulo, a menos que las
partes hayan tratado expresamente sobre la nulidad del título".

La cuestión, dice LEÓN HURTADO, está en saber si cuando se transige por error
de derecho, considerando válido un título nulo, puede invocarse tal error como
vicio del consentimiento, o si rige, por el contrario, el artículo 145219. Esta
materia ha sido latamente discutida por la doctrina francesa, debido a que el
artículo 2052 de ese Código prescribe que las transacciones no pueden
ser atacadas por error de derecho o por lesión, y el artículo 2054, que
corresponde a nuestro artículo 2454, vendría a contradecirlo. La doctrina
(PLANIOL y RIPERT) y la jurisprudencia francesa se inclinan en el sentido de que
no se podría accionar de nulidad basándose en un error de derecho. Esta
opinión, continúa el mismo autor, debe aplicarse entre nosotros con mayor
razón que en Francia, puesto que nuestro Código prescribe expresamente y en
forma general en el artículo 1452 que "el error sobre un punto de derecho no
vicia el consentimiento", disposición que no contiene el Código francés, en el
cual se reglamenta conjuntamente el error de hecho y el error de derecho
(artículos 1109 y 1110 del Código francés). El artículo 2454 no constituye, pues,
una excepción ni expresa ni tácita al artículo 1452. Debe entenderse, entonces,
que cuando se transige en consideración a un título nulo, la parte que ha
ignorado los hechos que dan origen al vicio de nulidad del título, podría pedir

18 R.D.J., T. 68, sec. 1ª, p. 23.


19 Vid. R.D.J., T. 51, sec. 1ª, p. 192.

11
la declaración de nulidad por este vicio del consentimiento (art. 2454). Pero si
ha conocido esos hechos y ha padecido de error de derecho, como este, es
inexcusable, no podría accionar de nulidad (art. 1452). Tampoco será posible
accionar de nulidad en el primer caso cuando "las partes hayan tratado
expresamente sobre la nulidad del título", esto es, cuando hayan decidido
mantener la transacción, aun cuando el título en cuya consideración se celebra,
sea nulo. Siguiendo un ejemplo de cátedra, si un heredero transige con otro que
tiene esta calidad por un testamento que a la postre resulta nulo, el primer
heredero podrá pedir la nulidad de la transacción, salvo que haya conocido los
hechos que originan la nulidad, pues no podría alegar error de derecho, y salvo
también que las partes hayan convenido expresamente en dar valor a la
transacción, aunque el segundo testamento fuere nulo20.

4.2. El error de derecho y la acción de nulidad absoluta

Según el artículo 1683 la acción de nulidad absoluta corresponde a todo el que


tenga interés en deducirla, "excepto el que ha ejecutado el acto o celebrado el
contrato, sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba". La expresión
"sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba" ha suscitado la siguiente
cuestión. ¿Se refiere este artículo al error de hecho solamente, o comprende
también el error de derecho? En otros términos: ¿se priva de la acción de nulidad
al que ha tenido conocimiento de los hechos constitutivos del vicio de nulidad
(el contratante sabe que la cosa está embargada), o ha debido tenerlo (el
embargo está inscrito y, por consiguiente, ha debido conocerlo); o, por el
contrario, la expresión "debiendo saberlo" se refiere al conocimiento presunto
de la ley? (art. 8º).

Dice ALESSANDRI BESA que "no se trata aquí de la presunción de conocimiento


de la ley, que establece el art. 8º del Código Civil, según el cual la ley se presume
de derecho conocida de todos, sino que del conocimiento efectivo y real del vicio
que incide en el acto o contrato. Esto es evidente, porque de otro modo nunca
podrían los que ejecutan o celebran un acto o contrato alegar su nulidad

20LEÓN HURTADO, AVELINO, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1991, pp. 121-122.

12
absoluta, ya que siempre la ley los consideraría como sabedores del vicio que
afecta al negocio jurídico. Además, es preciso hacer notar que el art. 1683 se
refiere exclusivamente al conocimiento que se tenga, no de la ley, sino del vicio
o defecto que acarrea la nulidad del acto; en otras palabras, dicho precepto exige
que el conocimiento recaiga sobre la circunstancia misma que produce la
nulidad absoluta"21. En otras palabras reitera que: "el art. 1683, al consignar la
prohibición de alegar la nulidad absoluta a quien celebró el acto o contrato
sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba, quiso sancionar también al
que tenía un conocimiento real y efectivo del vicio que afectaba al acto o
contrato, porque tampoco cabía aplicar la presunción del conocimiento de la ley
del art. 8º del Código Civil, ya que, de haber sido así, ningún contratante habría
podido alegar jamás la nulidad absoluta, puesto que siempre se le habría
reputado conocedor de que el acto o contrato adolecía de tal nulidad"22.

De igual opinión es ALESSANDRI RODRÍGUEZ: "Para que la persona que ha


ejecutado el acto o celebrado el contrato no pueda solicitar la declaración de
nulidad absoluta es menester que tenga un conocimiento material, real y efectivo
del vicio; el simple conocimiento presunto que la ley supone que tienen los
particulares de sus disposiciones no basta, porque de otra manera no habría
ningún caso en que la persona que ha ejecutado un acto nulo pudiera pedir la
nulidad; por otra parte, como se trata aquí de una pena para los que infringen
sus disposiciones a sabiendas de que se ejecuta un acto nulo, es menester que
haya una intención de parte del autor de engendrar un acto nulo"23.

LEÓN HURTADO estima que la expresión "debiendo saber" se refiere a la


presunción del conocimiento de los hechos, cosa que apreciará el juez, atendido
el mérito del proceso. Pero asegurar, agrega, que "no se trata aquí de la
presunción de conocimiento de la ley", sino del "conocimiento material, por así
decirlo, del vicio del acto o contrato", es dar a entender que para el contratante
no regiría la presunción del conocimiento de la ley; y esto no es efectivo. Ni es

21 ALESSANDRI BESA, ARTURO, La Nulidad y la Rescisión en el Derecho Civil Chileno, Ediar,


Santiago, 1949, p. 569.
22 Ídem, pp. 1096-1097.
23 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, De los Contratos, versión taquigráfica de sus clases, Santiago,

1933, pp. 83-84.

13
tampoco cierto que sea "menester que haya una intención de parte del autor de
engendrar un acto nulo". El solo conocimiento presunto de la ley no impide
deducir la acción; pero al contratante que conoce (o debe conocer) los hechos
constitutivos de la causal de nulidad, se le aplica el conocimiento presunto de la
ley sin limitación alguna. Así podrá deducir la acción el que compra una cosa
mueble ignorando que se encuentra embargada (arts. 1464 del Código Civil y
297 del Código de Procedimiento Civil). Si, en cambio, sabe que la cosa está
embargada, o por las circunstancias debe presumirse ese conocimiento, no
podrá accionar de nulidad, aunque haya creído al contratar que el acto es
perfectamente válido24. En otros términos: el autor o contratante que conoce (o
se presume que conoce) los hechos constitutivos de la causal de nulidad absoluta,
no puede deducir la acción, padezca o no de error de derecho; y el autor o
contratante que no los conoce (o debe presumirse que no los conoce) puede
siempre deducir la acción de nulidad25.

Agrega ALESSANDRI BESA que "la jurisprudencia de nuestros tribunales ha


confirmado la opinión que sustentamos, al resolver que 'el art. 1683 se refiere al
que con conocimiento material, real y efectivo del vicio, celebra el contrato, a
sabiendas de que es nulo'" (R.D.J., T. 31, sec. 1ª, p. 33726); y agrega: "Sin
embargo, en una oportunidad se aplicó el criterio opuesto al declararse que 'la
nulidad de una donación de bienes raíces, en cuanto excede de dos mil pesos
por no haberse insinuado, es absoluta, y no podría ser alegada por el que ejecutó

24 Así, el vendedor no puede demandar la nulidad absoluta de la venta que hizo estando
pendiente una prohibición de enajenar el bien raíz dictada en su contra aunque la prohibición
no estuviere inscrita, "porque el vendedor demandado en el juicio en que se dictó la prohibición,
estaba obligado a saber el vicio que lo invalidaba". R.D.J., T. 38, sec. 1ª, p. 264; t. 51, sec. 1ª, p.
40; t. 53, sec. 1ª, p. 169. En otros términos, el principio nemo auditur propriam turpitudiner
allegans, que impide alegar la propia mala fe, lo reconoce aquí nuestro derecho, como en los
arts. 1468, 1481, etc. R.D.J., T. 53, sec. 1ª, p. 130.
25 LEÓN HURTADO, AVELINO, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica

de Chile, Santiago, 1991, pp. 123-124.


26 En el mismo sentido agrega León Hurtado, R.D.J., T. 51, sec. 1ª, p. 40; t. 56, sec. 1ª, p. 180; t.

58, sec. 2ª, p. 21.

14
el acto sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba, y ha debido conocer
esa omisión por estar ella prescrita en la ley'" (R.D.J., T. 28, sec. 1ª, p. 591)27.

Pero, para LEÓN HURTADO no es efectivo, como afirma ALESSANDRI BESA, que
la última sentencia siga un criterio opuesto al de la anterior. En efecto, la primera
sentencia se refiere "al conocimiento material, real y efectivo del vicio", pero esto
supone conocer el hecho y su calificación jurídica. Si el autor o contratante
conoce el hecho del embargo de la cosa que compra, conoce también el efecto
jurídico —la nulidad— que le atribuye al contrato el art. 1464 del Código Civil;
y, en la última sentencia, el que dona un bien raíz de un valor superior a dos mil
pesos, conoce igualmente la causal de nulidad absoluta que ese hecho lleva
consigo, si se omite la insinuación que exige el art. 1401. O sea, en ambos casos,
conociendo el hecho, se presume que se conocen las consecuencias jurídicas que
de ello derivan28. Por eso se ha fallado que "habiendo intervenido la mujer
casada suscribiendo la escritura de venta de un bien que le pertenece, después
de gestionar personalmente la autorización judicial para vender, no puede alegar
la nulidad absoluta, ya que supo o debió saber el vicio que lo invalidaba" 29. Y en
otra oportunidad: "el arrendatario que no era chileno no podía ignorar que esa
autorización no podía concedérsele, porque la Ley General de Servicios
Eléctricos lo impide en forma absoluta en el art. 14. En ese contrato de
arrendamiento no existe objeto ilícito, porque no se trata de derechos
intransferibles, ni podría alegar esa nulidad el arrendatario, porque habría
celebrado el contrato sabiendo o debiendo saber el vicio que servía de
fundamento a esa nulidad"30. También se ha declarado que "nadie mejor que el
deudor puede tener conocimiento de que el bien raíz que vende ha sido
embargado por sus acreedores y, en consecuencia, no puede demandar
posteriormente la nulidad absoluta del contrato"31. Por último, la Corte de
Valdivia resolvió en una oportunidad que la nulidad absoluta no puede solicitarla

27 ALESSANDRI BESA, ARTURO, La Nulidad y la Rescisión en el Derecho Civil Chileno, Ediar,


Santiago, 1949, p. 569.
28 R.D.J., T. 58, sec. 2ª, p. 21; t. 55, sec. 1ª, p. 99.
29 R.D.J., T. 41, sec. 1ª, p. 467. En la especie se trataba de obtener la declaración de nulidad de

un contrato de venta entre cónyuges (art. 1796) que se habría celebrado por interpósita persona.
30 R.D.J., T. 42, sec. 1ª, p. 54.
31 R.D.J., T. 45, sec. 2ª, p. 37.

15
el que intervino en el contrato "sabiendo o debiendo saber el vicio que le
invalidaba, como sería el caso del marido que sabía que su mujer era menor y
que tenía otro hermano también menor y que ambos eran herederos en la
propiedad hipotecada y debía saber, porque nadie puede alegar la ignorancia de
la ley, que el contrato adolecía de nulidad absoluta, si no se obraba en la forma
indicada por el art. 255 del Código Civil"32. Si no se entendiere así, continúa
LEÓN HURTADO, las partes podrían deducir siempre la acción de nulidad, puesto
que aunque conocieran los hechos (o debieran conocerlos) alegarían error de
derecho, o sea, ignorancia de las consecuencias jurídicas de esos hechos. Estima,
por lo dicho, equivocada la sentencia de la Corte Suprema que establece que "el
art. 1683 del Código Civil impide alegar la nulidad absoluta a la persona causante
de ella que conozca, en el momento de ejecutar el acto o de celebrar el contrato,
el vicio que va a producir. El conocimiento del vicio que invalida el contrato es,
por consiguiente, un hecho que supone dolo y como tal, para que cause los
efectos que la ley le asigna debe ser probado, sin que baste para demostrar su
existencia la presunción del conocimiento de la ley"33. En suma: el art. 1683 al
privar de la acción de nulidad al contratante o autor del acto jurídico que conoce
o debió conocer el hecho que da origen a la nulidad, aplica la presunción del
conocimiento de la ley sin limitaciones (art. 8º), pues el que conoce o ha debido

32 R.D.J., T. 32, sec. 2ª, p. 9. Este fallo, dice LEÓN HURTADO, establece una doctrina equivocada
en cuanto decide que la sanción del artículo 255 es la nulidad absoluta; pero aplica
correctamente la ley en cuanto a los efectos que atribuye a esa nulidad, pues impide que la alegue
el que conocía los hechos y, por consiguiente, el vicio que invalidaba el acto.
33 R.D.J., T. 43, sec. 2ª, p. 400. La Corte de Apelaciones de Santiago sostuvo en el fallo de esta

causa que el contratante podía deducir la excepción de nulidad absoluta no obstante la


prohibición del artículo 1683, dando, además, la siguiente razón, que a LEÓN HURTADO le parece
más atendible: como en la especie se trataba de la promesa unilateral de celebrar un contrato de
venta y la validez de esta estipulación "es una cuestión debatida en la doctrina y en la
jurisprudencia y respecto de la cual no hay una opinión uniforme y definitiva, no puede decirse
que el demandado haya tenido conocimiento real y material del vicio de nulidad", al celebrar el
contrato cuyo cumplimiento se le pretende exigir por el demandante (considerando 7º de la
sentencia de segunda instancia). O sea, no se aplicaría en la especie la presunción de
conocimiento de la ley porque la existencia de la causal de nulidad absoluta es discutible, y el
acto será válido o nulo, según sea la interpretación que se dé a la ley. Una doctrina semejante a
la sustentada por la Corte Suprema puede consultarse en R.D.J., T. 31, sec. 1ª, p. 339. Como
observación marginal dice dicho autor que la Corte Suprema acepta ahora la validez de la
promesa unilateral de celebrar un contrato bilateral (R.D.J., T. 59, sec. 1ª, p. 326).

16
conocer los hechos que dan origen a la causal de nulidad, no podría pretender
que por un falso concepto de la ley no conocía el vicio que invalidaba el acto.
León Hurtado concluye que el artículo 1683 no priva de la acción de nulidad al
autor o contratante por el solo conocimiento presunto de la ley; pero al que
conoce o debe presumirse que conoce los hechos, le aplica sin excepción el
conocimiento presunto de la ley, de modo que un error de derecho resultaría
inexcusable (art. 8º)34.

4.3. El error de derecho y la repetición de lo pagado por objeto o causa ilícita

El artículo 1468 dispone que "no podrá repetirse lo que se haya dado o pagado
por un objeto o causa ilícita a sabiendas". El problema radica en determinar si la
expresión "a sabiendas" se refiere al conocimiento de los hechos constitutivos de
la ilicitud del objeto o de la causa, o si se refiere también al conocimiento real y
efectivo de la ley.

La doctrina y la jurisprudencia sostienen uniformemente que la expresión "a


sabiendas" se refiere al conocimiento real y efectivo de la ilicitud del objeto o de
la causa. Así nuestra Corte Suprema ha fallado que "al establecer el art. 1468 del
Código Civil que no podrá repetirse lo que se haya dado o pagado por un objeto
o causa ilícita a sabiendas; con esta última expresión 'a sabiendas' se refiere al
conocimiento real y efectivo de la ilicitud de la causa u objeto, y no basta el
conocimiento presunto que se supone de la ley que puede dar origen a esa
ilicitud"35. En la misma línea se ha resuelto que "para que pueda aplicarse lo
dispuesto en el art. 1468 del Código Civil, en que se establece que no puede
repetirse lo que se haya dado o pagado por un objeto ilícito a sabiendas, no basta
el simple conocimiento presunto de la ley y la obligación correlativa de respetar
y cumplir la ley, ya que ello no puede comprender el cabal discernimiento acerca

34 LEÓN HURTADO, AVELINO, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1991, pp. 124-126.
35 R.D.J., T. 38, sec. 1ª, p. 414.

17
de la trascendencia jurídica de los contratos que celebren en la vida civil con
violación de sus mandatos, individuos ignorantes de la ciencia del derecho"36.

El problema, dice LEÓN HURTADO, no se presenta cuando el objeto o causa


ilícitos son contrarios a las buenas costumbres (y generalmente al orden
público), pues aquí no cabe hablar de un posible error de derecho que vendría
a significar ignorancia de la moral. En los demás casos, en cambio, cuando la
ilicitud proviene de una prohibición legal, podría discutirse si se aplica el
conocimiento presunto de la ley o si se necesita que el contratante conozca
realmente las disposiciones prohibitivas. La expresión "a sabiendas", para el
mismo autor, significa conocimiento de los hechos y las normas jurídicas
aplicables al caso37y cita a ALESSANDRI BESA: "La expresión 'a sabiendas' significa
un conocimiento real y efectivo de la ilicitud del objeto o de la causa por parte
del que cumple la obligación. De lo contrario, si bastara el conocimiento
presunto que de la ley tiene toda persona, según el art. 8º del Código Civil, este
precepto, en vez de ser de excepción, constituiría la regla general y tendría
aplicación en todo caso de objeto o causa ilícita, ya que nadie podría alegar
ignorancia de la ley, y por lo mismo, del objeto o causa ilícita de que adoleciere
el acto y contrato"38.

5. ERROR DE HECHO39

5.1. El error debe ser excusable.

36 R.D.J., T. 39, sec. 2ª, p. 26.


37 LEÓN HURTADO, AVELINO, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1991, pp. 128-129.
38 ALESSANDRI BESA, ARTURO, La Nulidad y la Rescisión en el Derecho Civil Chileno, Ediar,

Santiago, 1949, p. 1096.


39 Vid. sobre el particular MARTINIC GALETOVIC, MARÍA DORA Y REVECO URZÚA, RICARDO, "Acerca

del error, su excusabilidad y otros tópicos", en AA. VV., Estudios jurídicos en homenaje a los
profesores Fernando Fueyo Laneri, Avelino León Hurtado, Francisco Merino Scheihing,
Fernando Mujica Bezanilla, Hugo Rosende Subiabre, Ediciones Universidad del Desarrollo,
Santiago, 2007, pp. 79-113.

18
Según explica DÍEZ-PICAZO el error no ha de ser imputable al que lo padece.
No merece protección jurídica, concretada en la anulación del negocio, si el que
lo sufre ha podido evitarlo empleando una diligencia normal. Por tanto, el error
relevante es el error excusable, pese al silencio del Código Civil40. En similares
términos CLARO SOLAR expresa que el error sea excusable significa que el error
no provenga de culpa del que lo alega, o de imprudencia o supina ignorancia
suya41. Así, para LEÓN HURTADO, no sería excusable, si una persona contrata sin
conocer los términos que se emplean en algunas cláusulas del contrato (por
ejemplo, cláusula C.I.F. que significa entrega de la mercadería en el puerto de
destino, incluyéndose el pago de flete, seguro y precio), pues, hay negligencia de
su parte en no informarse sobre el contenido de la convención42. En palabras de
NEME "el requisito de la excusabilidad constituye una manifestación del deber de
autoinformarse que gravita sobre cada contratante en atención a sus condiciones
personales y profesionales"43.

De este modo, si el error es inexcusable, el acto será mantenido y la nulidad


fundada en el error no podrá acogerse.

También nuestra jurisprudencia, en especial la Corte de Apelaciones de


Concepción, ha concluido lo señalado por la doctrina y así ha sostenido que para
que el error que justifica el cuasicontrato del pago de lo no debido sea admitido
es menester que sea excusable, esto es, que no provenga de culpa del que lo
alega, o de imprudencia o supina ignorancia. Si el error fue inexcusable, sino
que, aún más, se previó que podía ocurrir, el principio de derecho nemo auditur
propiam suam turpitudinem allegans, pone al actor una barrera infranqueable

40 DÍEZ-PICAZO, LUIS Y GULLÓN, ANTONIO, Sistema de Derecho Civil, Vol. II, Tecnos, Madrid,
2001, pp. 53-54.
41 CLARO SOLAR, LUIS, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica de

Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, p. 154.


42 LEÓN HURTADO, AVELINO, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica

de Chile, Santiago, 1991, p. 130.


43 NEME VILLARREAL, MARTHA, "El error como vicio del consentimiento frente a la protección de

la confianza en la celebración del contrato", en Revista de Derecho Privado Universidad


Externado, Nº 28, 2012, p. 211.

19
para admitir que fue víctima de un error al efectuar el pago44. Igualmente ha
resuelto "6º. Que, en la demanda de autos la propia trabajadora ha reconocido
que la relación laboral terminó mediante la suscripción de un instrumento por
el que las partes declararon poner término al contrato de trabajo por mutuo
acuerdo, acompañando ejemplar del mismo a su demanda. Sin embargo, alega
que suscribió dicho documento por error (desconocimiento de sus derechos) y
por fuerza (acoso y presión para obligarla a firmar) (...) Consecuente con ello es
que solicita precisamente se reste todo valor, al instrumento que acompaña,
como medio de poner término a la relación laboral con su empleador. (...) 9º.
Que, la actora sustenta el error que dice haber padecido en que, si bien habría
firmado el documento respectivo, no se encontraba en condiciones ni con los
conocimientos de sus derechos y así poder entender y medir las consecuencias
de este acto. Sin embargo, esta alegación no será escuchada en razón de que el
error sobre un punto de derecho no vicia el consentimiento, atendido lo
prescrito en el artículo 1452 del Código Civil, aplicable en la especie; asimismo,
porque para que el error vicie el consentimiento debe ser excusable, y sobre el
particular la actora ninguna explicación dio para justificar el desconocimiento
de las consecuencias de su actuar; y, finalmente, porque tampoco rindió prueba
alguna que sustente el desconocimiento que dice haber tenido de los alcances
del acto que llevó a cabo, pesando sobre ella la carga de la prueba" 45 (énfasis
agregado).

En otra oportunidad la misma Corte de Concepción volvió sobre la


excusabilidad del error en los siguientes términos: "2º) Que, conforme a la
demanda, el debate ha quedado circunscrito a determinar si existe un vicio de
nulidad relativa en el contrato antedicho y su modificación consistente en el
error en la calidad esencial del inmueble objeto del contrato, puesto que la
actora afirma que siempre supuso que estaba comprando un predio rústico
susceptible de ser forestado con especies exóticas de pino y eucaliptus,
destinación que no es factible al tratarse de un predio cubierto casi en su
totalidad por bosque nativo no sustituible (...) queda entonces determinar si

44 Corte de Apelaciones de Concepción, 25 de junio de 1984, rol Nº 981-83. El texto de la


sentencia puede verse en Revista de Derecho Universidad de Concepción, Nº 178 (1985), pp. 91
y ss. con comentario de RAMÓN DOMÍNGUEZ BENAVENTE y RAMÓN DOMÍNGUEZ ÁGUILA.
45 Corte de Apelaciones de Concepción, 28 de enero de 2008, rol Nº 543-2007.

20
concurren los presupuestos legales que permiten sostener la existencia de un
error sustancial en la compraventa del predio rústico motivo de la litis. En
términos concretos y según lo afirmado por el actor, si el motivo determinante
para la celebración del contrato de compraventa consistió en su aptitud forestal,
entendida ésta como la posibilidad de plantar especies exóticas como pino y
eucaliptus para su explotación comercial. Esta determinación debe estar
convenientemente conjugada con la improcedencia de admitir la negligencia,
descuido o falta de interés de una de las partes en la celebración del contrato.
10º) Que, en el contrato de 22 de enero de 2013, las partes acuerdan la cosa:
inmueble denominado Lote Uno a dos que proviene de la subdivisión de la
Hijuela Uno, Parte del Fundo Digua de la comuna de Parral; el precio:
$110.000.000 pagadero en dos cuotas; el inmueble se vende como especie o
cuerpo cierto con todo lo edificado y plantado, en el estado que actualmente se
encuentra, con todos sus usos y derechos, costumbres y servidumbres, libre de
toda hipoteca, prohibición, gravamen o embargo y cualquier otra limitación al
dominio, respondiendo el vendedor del saneamiento en conformidad a la ley; la
entrega materia de la propiedad se realizó en ese acto, facultando a la
compradora para tomar posesión material de ella. En su cláusula Décimo
Tercera se deja constancia que el inmueble se trata de un predio agrícola y en
virtud de lo prevenido en el D.L. Nº 3.516 del año 1980, el inmueble que se
enajena tendrá el gravamen de no cambiar su destino en los términos que
señalan los artículos 55 y 56 de la Ley General de Urbanismo y Construcción.
11º) Que, en el contrato en cuestión, no aparece referencia alguna al interés de
la parte compradora en adquirir un predio con aptitud forestal. Al contrario, ello
ha de descartarse cuando en la cláusula Décimo Tercera se afirma que se trata
de un predio agrícola, sometido a la prohibición de división y cambio de destino
contemplado en el D.L. 3.516. En efecto, a partir de las definiciones contenidas
en el D.L. antes referido, resulta claro que los predios rústicos son terrenos que
se pueden usar para la agricultura, la ganadería o actividades forestales que se
encuentran en todo Chile fuera de los límites urbanos. Es así que un predio
agrícola es una categoría o untipo de predio rústico basado en su aptitud, distinto
por cierto al forestal o al ganadero. La anterior clasificación no solo tiene
importancia para efectos de división y destino de dichos predios, por cuanto en
materia tributaria también define su enrolamiento y tasación fiscal, mediante la
cual se determina su impuesto territorial, tal como lo describe la Ley Nº 17.235

21
la cual distingue los predios agrícolas de los forestales como unidades distintas.
12º) Que el interés en la explotación forestal del predio en cuestión tampoco
puede desprenderse de la escritura pública de modificación de 31 de enero de
2014 por cuanto a la fecha de su otorgamiento ya se conocía la imposibilidad de
una explotación forestal del mismo dado que los permisos ante Conaf habían
sido rechazados en el mes de abril del año anterior. Cabe señalar, asimismo, que
resulta particularmente determinante la afirmación en esta escritura pública en
cuanto que, el saldo de precio se pagaría una vez obtenido la calificación del
predio de aptitud preferentemente forestal, cuando aquella había sido negada
precisamente casi 10 meses antes y no obstante ello, el comprador persistió en la
venta mediante solo una modificación en el plazo para pagar el saldo del precio.
En este sentido, la falta de aptitud forestal, a esa fecha ya no es un error, puesto
que constituye un hecho cierto y, asimismo, no puede erigirse como una
condición, puesto que en su origen está determinada su imposibilidad de
cumplimiento. El actor por lo demás, actúa contra sus propios actos cuanto, no
obstante conocer a esa fecha la falta de aptitud forestal del predio que adquirió
con más de un año de antelación, insiste en el contrato mencionando dicha
calidad como una condición para el pago del saldo del precio, no obstante ya
conocía la imposibilidad de su cumplimiento, por cuanto en abril del año
anterior dicha información le era conocida. En este caso, por tratarse de una
nulidad relativa, no es posible aplicar la limitación del artículo 1683 del Código
Civil (nemo auditur), pero la reunión de los presupuestos para la calificación del
error como sustancial y determinante, exige pasar por sobre la barrera de la
propia negligencia, la buena fe y de los actos propios que fueron realizados para
tratar de salvar, lo que finalmente se transformó para el demandante, en un mal
negocio. 14º) Que, de esta manera, forzoso es concluir que no existe el error
sustancial en los términos que exige la normativa legal comentada en los
considerandos precedentes, puesto que solo se advierte un interés posterior y,
por cierto fallido de destinar al predio agrícola adquirido a una actividad
económica forestal, lo que fue negado por la autoridad competente; es decir, la
finalidad que pretendía no pudo ser ejecutada, pero no es susceptible atribuirlo

22
a un error, sino a una simple falta de previsión en el comprador, lo que no logra
configurar el vicio del consentimiento que sustenta la demanda principal"46.

También la Corte Suprema se ha referido a la excusabilidad y así ha fallado:


"Que en la especie, de acuerdo con los presupuestos fácticos resumidos en el
considerando segundo, los demandantes, fundadamente creyeron adquirir el
dominio pleno sobre el inmueble ubicado en Portales Nº 361 de Temuco, en
circunstancias que se trataba de la venta de una cuota equivalente al 50% de
dicho derecho de dominio, desde que en las bases de remate se indicó que se
vendía el inmueble e igual cosa sucedió en las publicaciones de los avisos
respectivos. Si bien es efectivo que se señalaba en las bases la inscripción
conservatoria del inmueble, donde fácilmente los demandantes pudieron
averiguar exactamente lo que se enajenaba, no lo es menos el que esta venta se
realizó a través de un procedimiento judicial de cumplimiento forzado de una
obligación, donde la oferta de venta, materializada en las bases de remate y en la
publicación de los avisos, está avalada por el órgano jurisdiccional, de suerte que
si se dice vender el bien raíz referido, los demandantes, racional y
fundadamente, creyeron estar comprando la propiedad plena de la cosa y no
una cuota de aquella"47 (énfasis agregado).

5.2. Basta por lo general el error de una parte para que se vicie el acto. Excepción

No es necesario que ambas partes padezcan el error. Así lo prueba un ejemplo


mencionado por el Código, según el cual hay error que vicia el consentimiento
cuando "por alguna de las partes se supone que el objeto es una barra de plata,
y realmente es una masa de algún otro metal semejante" (art. 1454 inc. 1º). Y
también el artículo 1453 cuando dice: "El error de hecho vicia el consentimiento
cuando recae sobre la especie de acto o contrato que se ejecuta o celebra, como
si una de las partes entendiese empréstito y la otra donación...".

46 Corte de Apelaciones de Concepción, 5 de enero de 2018, rol Nº 2051-2016.


47 Corte Suprema, 30 de mayo de 2001, rol Nº 4497-1999, cons. 5º.

23
Excepcionalmente se exige que el error sea compartido por ambas partes en
el caso del error accidental elevado a la categoría de esencial (art. 1454 inc. 2º).

5.3. Prueba del error

El error debe ser probado por la persona que lo invoca y todo medio de prueba
es admisible. La simple posibilidad de que el error se haya producido no basta
para dar lugar a la rescisión del acto o contrato. Si hay duda sobre la existencia
del error, el acto o contrato subsiste: in dubio nocet error errantis48.

5.4. Clasificación

Se distingue entre el error de hecho propiamente tal y el error sobre la


persona. El error de hecho puede ser de tres clases: esencial, sustancial o
accidental.

5.5. Error esencial49

El artículo 1453 del Código Civil dispone:

"El error de hecho vicia el consentimiento cuando recae sobre la especie de


acto o contrato que se ejecuta o celebra, como si una de las partes entendiese
empréstito y la otra donación; o sobre la identidad de la cosa específica de que
se trata, como si en el contrato de venta el vendedor entendiese vender cierta
cosa determinada, y el comprador entendiese comprar otra"50.

48 CLARO SOLAR, LUIS, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica de
Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, p. 183.
49 En el punto 5.5.4. se trata el error esencial en la tradición.
50 "Antecedentes del texto originario: P. 1842, tít. II, art. 6, decía: 'El error vicia el consentimiento

cuando recae sobre la naturaleza del contrato, o sobre la sustancia de las cosas que son esenciales
en él'. P. 1847, art. 16, decía: 'El error vicia el consentimiento cuando recae sobre la especie de
contrato que se celebra, como si uno de los contratantes entendiese empréstito y el otro
donación; o sobre la identidad de las cosas que son esenciales en él, como si en el contrato de
venta el vendedor entendiese vender una cosa y el comprador entendiese comprar otra
distinta'. P. 1853, art. 1631, igual al P. 1847, hasta 'donación'; de allí en adelante, redacción
definitiva. P. In., art. 1631, redacción definitiva. Nota de Bello (en P. 1853): 'L. 9, De

24
5.5.1. Clases de error esencial

El Código menciona dos casos de error esencial.

El primero existe cuando el error recae sobre la especie de acto o contrato que
se ejecuta o celebra, como si una de las partes entendiese empréstito y la otra
donación. O si una parte entendiera que se le entregaba una cosa en usufructo
y en realidad resulta que se le dio en arrendamiento. Es el llamado error in
negotio.

El segundo caso es el del error que recae sobre la identidad de la cosa


específica de que se trata, como si en el contrato de venta el vendedor entendiese
vender cierta cosa determinada, y el comprador entendiese comprar otra, por
ejemplo, una parte entiende vender un caballo y la otra comprar una vaca. Se le
conoce como error in corpore. El error se puede producir con especies de un
mismo género o de géneros distintos. La ley no distingue.

5.5.2. Jurisprudencia

a. Jurisprudencia sobre identidad de la cosa específica

A continuación, extractamos la jurisprudencia más relevante que ha fallado


casos de error esencial.

a.1. Error en cuanto al objeto arrendado

Sobre este tipo de error nuestro más alto tribunal ha dicho: "Al referirse al
error sobre la identidad de la cosa específica que ha sido materia de un acto o
contrato, el legislador alude clara y evidentemente al error que se ha producido
en cualquiera de las partes que intervinieron en el acto o contrato, sobre la cosa
en sí misma, es decir, sobre el objeto in ipso corpore. La diferencia específica a
que se refiere el artículo 1453 no dice relación con la que exista entre dos cosas
de género diverso, como entre una vaca y una casa, por ejemplo. Esa diferencia

contrahenda empt.'". FIGUEROA YÁÑEZ, GONZALO, Repertorio de Legislación y Jurisprudencia


chilenas. Código Civil y leyes complementarias, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1997, T. V,
p. 70.

25
puede existir sea cual fuere el género de la cosa materia de la convención,
bastando que el error se produzca en la determinación de la cosa. Existe dicho
error si el arrendatario creyó contratar sobre la extensión de terrenos
comprendidos dentro de ciertos deslindes y el arrendador con relación a una
cabida que es muy inferior a la comprendida en aquellos deslindes y en dicho
caso es nulo el contrato de arrendamiento". Los ministros señores Schepeler,
Hermosilla y Campos, en un voto disidente, expresan: "No es aceptable dar al
error en la cabida (en la especie la cabida verdadera era mucho mayor que la
calculada) el alcance de error sobre la identidad de la cosa específica materia del
contrato: la identidad se mantiene; porque es siempre el terreno encerrado
dentro de los deslindes con que se determinó el predio arrendado. El error en
la extensión del terreno, por grande que sea, no altera su identidad, no es otro
fundo. En consecuencia, no existe el error obstáculo que vicia el consentimiento
o que demuestra que no ha existido tal consentimiento por no haber acuerdo
de las partes sobre el objeto del contrato: en la especie hay acuerdo de las partes
sobre el objeto que es un fundo con los límites que se determinaron y, por lo
tanto, se ha violado lo dispuesto en el artículo 1453 del Código Civil"51.

a.2. Error en cuanto al objeto de venta

"Tratándose de un contrato de venta de porcentaje de derechos sobre un


predio determinado, establecido el error en el porcentaje de la parcela que
vendía y siendo éste de gran envergadura, esto es de un acuerdo de transferir
1,7% y 0,85% del predio rústico denominado 'Culiprán e Hijuela Cuarta de la
Hacienda Popeta' y aparecer vendiendo y transfiriendo el 17% y 8,5%, es un
error esencial del objeto sobre el que versa el contrato porque la cantidad de
metros que constituye la venta es muy superior a la que se creía vender, en estas
condiciones, se aceptará la tesis del demandante que se trata de un error sobre
la identidad del objeto que se entendía vender, situación prevista como error
impediente en el artículo 1453 del Código Civil como vicio el
consentimiento"52.

51 Corte Suprema, 4 de abril de 1945, R.D.J., T. 42, sec. 1 ¿, p. 551.


52 Corte de Apelaciones de San Miguel, 17 de enero de 2017, rol Nº 1598-2016, cons. 13º.

26
Igualmente referido a discrepancias sobre el objeto de venta se falló: "a) Que
con fecha 12 de octubre de 2005, don Benjamín Ernesto Zárate Contreras,
abogado, en representación de don Armando Díaz, deduce demanda de nulidad
de contrato de compraventa de inmueble y reivindicación, en contra de
Sociedad Agrícola Los Girasoles Ltda. Funda su acción en que con fecha 1 de
abril del año 2003 otorgó mandato por escritura pública para la venta de la
parcela Nº 66 del proyecto de parcelación Flor del Norte sin percatarse de los
sendos errores en la individualización del bien encargado vender, lo que se debió
a su ignorancia, la falta de conocimientos jurídicos y la presión ejercida por el
mandatario. De este modo el inmueble quedó individualizado como Parcela
número diez de la subdivisión del Bien Común I del Proyecto de Parcelación
Flor del Norte, ubicado en la comuna de Ovalle, inscrito a fojas setenta y cuatro
número ciento cuatro, del Registro de Propiedad del Conservador de Bienes
Raíces de Ovalle, correspondiente al año dos mil dos, y derechos en los bienes
comunes. No obstante los errores existentes en el mandato respecto del
inmueble a vender, por escritura pública de 11 de abril del mismo año, el
mandatario procedió a la venta del inmueble consistente en Parcela número
Diez, del Bien Común J, del Proyecto de Parcelación Flor del Norte, ubicado en
la comuna de Ovalle, Provincia de Limarí, Cuarta Región, el que se encuentra
inscrito a fojas siete y ocho, número siete, del Registro de Propiedad del
Conservador de Bienes Raíces de la ciudad de Ovalle, correspondiente al año
dos mil uno. (...) Tercero: Que los diversos elementos probatorios allegados al
expediente, en especial, el mérito que surge de la escritura pública referida al
mandato conferido por el actor Armando Díaz a Reinaldo Lara Sances se aprecia
claramente que el negocio encomendado era vender la parcela diez de la
subdivisión del Bien Común I del Proyecto de Parcelación Flor del Norte,
ubicado en la Comuna de Ovalle, inscrito a fojas 74 Nº 104, del Registro de
Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de Ovalle del año 2002 y por otra
parte, en la escritura de compraventa se aprecia que el bien objeto de venta es la
Parcela número Diez, del Bien Común J del Proyecto de Parcelación Flor del
Norte, ubicado en la Comuna de Ovalle, inscrito a fojas 7 Nº 7, del Registro de
Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de Ovalle del año 2001, por lo cual
es obvia la discrepancia entre los bienes raíces, por cuanto el error no se limita
solamente a la dirección de ubicación de los predios sino que los títulos mismos
de las propiedades son distintos, lo que implica graves errores en la

27
individualización del bien encargado vender. Cuarto: Que debe tenerse,
entonces, por configurada en el caso sub judice la segunda de las hipótesis de
error esencial descritas en el artículo 1453 del Código Civil, en cuanto este
precepto establece que el error de hecho vicia el consentimiento cuando recae
sobre la identidad de la cosa específica de que se trata, como si en el contrato de
venta el vendedor entendiese vender cierta cosa determinada y el comprador
entendiese comprar otra; y ello ha ocurrido porque en el contrato de
compraventa objeto de la actual controversia, don Armando Díaz, entendió
vender la propiedad inscrita a fojas 74 Nº 104 del Registro de Propiedad del
Conservador de Bienes Raíces de Ovalle del año 2002 (Parcela Nº 66 Bien
Común I, del proyecto de parcelación Flor del Norte) y la sociedad demandada
entendía que se le vendía la Parcela número Diez, del Bien Común J del Proyecto
de Parcelación Flor del Norte, ubicado en la Comuna de Ovalle, inscrito a fojas
7 y 8 Nº 7, del Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de Ovalle
del año 2001, como se consignó en la escritura donde se documentó el
contrato"53.

En otro caso sobre compraventa igualmente se consideró que había error


esencial sobre la identidad de la cosa, puesto que "1º) por una parte, existe una
diferencia fundamental respecto de la individualización de la cosa, entre la que
se promete comprar en el contrato de promesa, acompañado a fs. 1, según la
cláusula tercera; y la que se compra, de acuerdo al contrato de compraventa
prometido, que rola a fs. 6, en su cláusula primera; siendo el contrato de promesa
el antecedente o causa del contrato de compraventa referido (...). 14º. Que el
demandado no da una explicación sobre la razón de que él no administre el local
2; que éste lo hayan ocupado terceros, sin su intervención; y que se hayan
colocados, por parte de terceros, avisos de arriendo y venta a su respecto; no
obstante que según él, también dicho local sería de su propiedad. Todo lo cual
indica que el demandado no tiene la posesión material del local 2, sino sólo
respecto del local 1. Y ello es consistente con la idea de que se quiso vender un
inmueble, que es aquel respecto del que se ejerce posesión material, el local 1; y
que en la escritura de compraventa aparece un predio más grande, los locales 1
y 2. Es decir, se habría incurrido en un error (...). 16º. Que de lo que se viene

53 Corte Suprema, 12 de enero de 2011, rol Nº 4705-2009.

28
afirmando y de acuerdo a los términos del artículo 1453 del Código Civil, es
nítido que concurren los requisitos del error esencial; esto es, aquel que recae
sobre la identidad de la cosa específica de que se trata" y se acoge la nulidad
absoluta del contrato de compraventa54.

a.3. Error en cuanto al objeto adjudicado en remate

En otro fallo la Corte Suprema consideró que había error esencial sobre la
identidad de la cosa específica en el caso de un remate y adjudicación de una
cuota de dominio de un inmueble ya que los demandantes creían que lo
subastado era la propiedad íntegra: "los demandantes, fundadamente creyeron
adquirir el dominio pleno sobre el inmueble ubicado en Portales Nº 361 de
Temuco, en circunstancias que se trataba de la venta de una cuota equivalente al
50% de dicho derecho de dominio, desde que en las bases de remate se indicó
que se vendía el inmueble e igual cosa sucedió en las publicaciones de los avisos
respectivos. Si bien es efectivo que se señalaba en las bases la inscripción
conservatoria del inmueble, donde fácilmente los demandantes pudieron
averiguar exactamente lo que se enajenaba, no lo es menos el que esta venta se
realizó a través de un procedimiento judicial de cumplimiento forzado de una
obligación, donde la oferta de venta, materializada en las bases de remate y en la
publicación de los avisos, está avalada por el órgano jurisdiccional, de suerte que
si se dice vender el bien raíz referido, los demandantes, racional y fundadamente,
creyeron estar comprando la propiedad plena de la cosa y no una cuota de
aquella"55.

a.4. Error en cuanto al objeto donado

"El error en la identidad de la cosa específica es un error obstáculo puesto que


existe una discrepancia o un malentendido en las partes que ha impedido todo
acuerdo de voluntades entre ellas. La diferencia específica puede existir sea
cual fuere el género de la cosa materia de la convención, bastando que el error
se produzca en la determinación de la cosa. Así, queda de manifiesto que existe
error en la identidad de la cosa específica, si por una parte se cree que se realiza

54 Corte de Apelaciones de Santiago, 10 de noviembre de 2003, rol Nº 7207-1998.


55 Corte Suprema, 30 de mayo de 2001, rol Nº 4497-1999, cons. 5º.

29
una donación de un terreno de aproximadamente 56 m2 que carece de destino
como bien de uso público y por la otra se recibe una donación de un campo
deportivo de más de 1.300 m2 de superficie, fuera de los límites de la Ley
Nº 18.693, como aconteció en estos autos. Octavo: Que constituyendo un
hecho de la causa, por lo demás expresamente reconocido por la demandada,
que en el terreno que le fue transferido a título gratuito existe un complejo
deportivo al servicio de la Población 23 de Marzo y de la comunidad de
Calama, de más de 1.300 m2 de superficie, solo puede concluirse que cuando
la sentencia recurrida decide acoger la nulidad del contrato de donación
autorizado por el Decreto Nº 2.837 de 10 de enero de 1991, está aplicando
correctamente las disposiciones contenidas en la Ley Nº 18.693, puesto que
dicho estatuto legal impide la transferencia de terrenos municipales cuando
ellos están destinados al uso público. En efecto, si se considera que con estricto
apego al mencionado estatuto legal, le estaba impedido al municipio
demandante realizar una transferencia (sea gratuita u onerosa) del predio en
cuestión, dado su destinación al uso público, también están en lo correcto los
sentenciadores cuando concluyen que la causa de la celebración del contrato
de donación contenido en el Decreto Alcaldicio Nº 2.837 se encuentra
únicamente en la existencia de un error de hecho en la identificación de la
cosa"56.

a.5. Error sobre el objeto de un contrato de mandato

"2º) Que en la especie se ha acreditado la existencia de un mandato, esto es,


un contrato por el cual el mandante (demandado) ha confiado la gestión de
un negocio al actor, el que se hizo cargo de él por cuenta y riesgo del primero
(...). En autos, consta el encargo, consistente en la defensa en estrados, en
representación de la demandada, ante la Corte de Apelaciones de Santiago, en
dos recursos. Por lo demás, la demandada no ha discutido tal encargo,
tampoco que éste no deba ser remunerado; sino que ha sostenido que este
encargo se hizo como parte de otro contrato a honorarios existente entre las
partes, de modo que, sostiene, la remuneración ya fue pagada dentro de la que
se canceló en ese otro contrato. Por lo tanto, lo propiamente discutido en estos

56 Corte Suprema, 13 de junio de 2005, rol Nº 4751-2003.

30
autos ha sido si el contrato de honorarios, vigente entre las partes a la fecha en
que se hizo el nuevo encargo, comprendía también la obligación de cumplir
con este preciso encargo; cuestión de hecho que, en mérito de la prueba, la
sentencia del Tribunal a quo ha resuelto a favor de la actora. Por consiguiente,
no habiéndose fijado un honorario por este encargo, y siendo éste un
elemento de la naturaleza del contrato de mandato, el Tribunal lo ha fijado
prudencialmente (...). 4º) Que tampoco puede aceptarse que se ha incurrido
en el vicio de error esencial, recaído, según lo que sostiene la demandada, en
los servicios profesionales contratados, por entender, una parte, prestar un
servicio específico y, la otra, un servicio genérico; más precisamente por
entender, una parte, que el servicio profesional estaba comprendido en el
contrato de honorarios que existía entre las partes, y la otra, que este mandato
generaba un nuevo contrato a honorario. En efecto, la cosa específica de que
se trata, en los términos del artículo 1453 del Código Civil, es propiamente el
encargo, consistente en la defensa en juicio en dos causas, y en la identidad de
ello no hubo error alguno. La circunstancia de que las partes no hubieren
pactado un honorario, entendiendo uno que el honorario estaba ya
comprendido en otro contrato, no altera lo dicho, porque ello no afecta la
identidad de la cosa específica ni tampoco la especie del acto o contrato
celebrado ya que ambas partes tuvieron voluntad de hacer y recibir el encargo
ya referido, lo que constituye precisamente el objeto de un contrato de
mandato"57.

a.6. Error sobre el objeto de una cesión de créditos

"En cuanto al artículo 1545 del Código Civil el recurrente asevera que se
vulneró, ya que los jueces del fondo desnaturalizaron las cláusulas de los
contratos de cesión al concluir que el crédito no fue debidamente
determinado y que comprendería negocios ajenos a los que resultan de la
ejecución de la obra. Puntualiza que efectivamente se cometió un error de
expresión al redactar los contratos, puesto que se indicó que se cedían
'facturas' en vez de 'estados de pago' (...). Cuarto: Que es necesario consignar
que la demanda de autos es de cobro de pesos y fue deducida por BCI

57 Corte de Apelaciones de Santiago, 20 de mayo de 2004, rol Nº 6447-1999.

31
Factoring S.A. en contra del Ministerio de Obras Públicas, representado por el
Fisco de Chile, a fin de que se declare que la demandada le adeuda la suma de
$647.598.453. Indicó que los créditos cuyo pago se demandan quedaron
perfeccionados del modo que explica: 1) Crédito por la suma de $402.819.002:
a) En la escritura pública de 4 de octubre de 2002 la Constructora M.I.S.
Limitada cedió, vendió y transfirió a su parte el derecho a cobrar el estado de
pago Nº 31 del mes de agosto de 2002 por la suma de $315.584.894, más el
reajuste correspondiente al avance anterior por la suma de $87.234.108
generado en la ejecución de la obra pública fiscal denominada 'Mejoramiento
Camino Cuesta La Dormida, Ruta G-10-F y F-10-G, Región Metropolitana'. b)
El título donde consta el crédito cedido corresponde al certificado de avance
de obras de 1 de octubre de 2002 emitido por el Ministerio de Obras Públicas
y al certificado suscrito por Miguel Zacarías en su calidad de Subdirector de
Obras de la Dirección de Vialidad del mismo Ministerio. c) La cesión fue
notificada al Ministerio de Obras Públicas a través de Eduardo Arriagada,
Director General de la misma y de Miguel Zacarías, Jefe del Departamento de
Vialidad, según consta de cartas de 7 de octubre de 2002, suscritas por el
Notario de Santiago, Eduardo Diez. 2) Crédito por la suma de $244.779.451:
a) En la escritura pública de 18 de octubre de 2002 Constructora M.I.S.
Limitada cedió, vendió y transfirió a la actora el derecho a cobrar el estado de
avance correspondiente a la obra denominada 'Mejoramiento Rutas G-10-F y
F-10-G, Sector Cuesta La Dormida', por la suma de $244.779.451. b) El título
donde consta el crédito cedido corresponde al certificado emitido el día 17 de
octubre de 2002 por el Subdirector de Administración y Finanzas del
Ministerio de Obras Públicas, Sergio Cortés, en el que se declara que dicho
Ministerio adeuda a la cedente la suma de $185.354.726 por estado de avance
de las obras y la suma de $59.424.725 por concepto de reajustes. Hizo presente
que en dicho certificado el Ministerio de Obras Públicas autorizó en forma
expresa a la Constructora M.I.S. Limitada a ceder el referido crédito a su parte
a través de una operación de factoring o cesión de derechos. c) La cesión fue
notificada al Ministerio de Obras Públicas a través de Carlos Uribe, en su
calidad de Director General del Ministerio de Obras Públicas y de Miguel
Zacarías, Jefe del Departamento de Vialidad del aludido Ministerio, según
consta de cartas de 22 de octubre de 2002, suscritas por el Notario Eduardo
Diez. Quinto: Que para una adecuada inteligencia del asunto, cabe tener

32
presente las siguientes circunstancias fácticas que dieron por establecidas los
jueces de mérito: 1) En la escritura pública de 4 de octubre de 2002
denominada 'Contrato de cesión de créditos y mandato entre Constructora
M.I.S. Limitada y BCI Factoring S.A.' se estableció en la cláusula primera que
la mencionada Constructora ha emitido las facturas que se señalan en la carta
guía Nº 2610 que se anexa a la escritura; en la cláusula segunda dice que las
facturas han sido entregadas a los compradores de las mercaderías que
aparecen descritas en ellas y que no han sido reclamadas, por lo que se
entienden irrevocablemente aceptadas; y en la cláusula cuarta indica que la
Constructora cede y transfiere a BCI Factoring todos y cada uno de los créditos
emanados de las facturas singularizadas en la carta guía. Agrega que dicha carta
guía señala como deudor al Ministerio de Obras Públicas, Dirección de
Vialidad, por un valor de $402.819.002 sin contener el número de factura que
se cede (Considerando quinto). 2) En la escritura pública de 18 de octubre de
2002 consistente en 'Contrato de cesión de créditos y mandato entre
Constructora M.I.S. Limitada y BCI Factoring S.A.' se estableció en la cláusula
primera que la referida Constructora se adjudicó la construcción de la obra
denominada 'Mejoramiento Rutas G-Diez-F y F-Diez-G, sector Cuesta La
Dormida, tramo kilómetro 0,0000 al kilómetro 34,38765, Regiones
Metropolitana y Quinta', respecto de la cual se adjunta certificado emanado
de la Subdirección de Administración y Finanzas de la Dirección Nacional de
Vialidad de 17 de octubre de 2002, que autoriza la cesión de los créditos; en la
cláusula cuarta señaló que la Constructora cede a BCI Factoring S.A. todos los
créditos emanados de las facturas singularizadas en la carta guía; en la cláusula
sexta menciona que la cesión hace al cedente responsable de la existencia de
los créditos de que dan cuenta las facturas señaladas en la carta guía Nº 2757
anexada a la escritura, carta guía que indica como deudor al Ministerio de
Obras Públicas, Dirección de Vialidad, por la suma de $244.779.451, sin indicar
número de factura (Considerando sexto). 3) Respecto de los créditos que
Constructora M.I.S. Limitada obtuvo en virtud de la ejecución del contrato,
ésta constituyó prenda y mandato irrevocable de cobro al Banco del Estado de
Chile con fecha 7 de agosto de 2002. Sexto: Que sobre la base de los
presupuestos fácticos mencionados en los números 1 y 2 del
motivo precedente, el juez de primer grado esgrimió que de acuerdo al tenor
de las escrituras acompañadas no es efectivo que Constructora M.I.S. haya

33
cedido el derecho a cobrar el estado de pago Nº 31 de agosto de 2002, el
reajuste correspondiente al avance anterior y el otro estado de avance, puesto
que según las cláusulas transcritas lo que se ha cedido es el derecho a cobrar
los créditos contenidos en facturas que no han sido suficientemente
individualizadas, pues las cartas guías a las que se refieren ambas escrituras no
contienen el número de las facturas, su fecha de expedición, la naturaleza de
los servicios prestados ni los datos de su aceptación. Concluyó que a la
demandante no le ha sido cedido el crédito del cual dice ser titular y cuyo
cobro persigue, careciendo por este motivo de legitimación activa, ya que no
ha sido acreditado que exista contrato ni convención alguna entre el
Ministerio de Obras Públicas y BCI Factoring S.A. que obligue a aquél a pagar
suma alguna a la demandante y la cesión de crédito que ésta alegó no cumplió
con los requisitos necesarios para configurarla, pues no se ha hecho entrega ni
siquiera ficta del título al cesionario. Asimismo, sobre la base del hecho
establecido en el Nº 3 del considerando anterior, el juez de la causa argumentó
que por aplicación del artículo 2404 del Código Civil, para que BCI Factoring
S.A. tuviera derecho a pedir al Banco del Estado de Chile la entrega de los
títulos de los créditos prendados, debió haber pagado y consignado el importe
de la deuda por la cual fue constituida la prenda, lo cual no fue acreditado.
Por su parte, el tribunal de alzada razonó que el crédito cuya titularidad la
demandante pretende no ha sido debidamente determinado y por el contrario
comprendería negocios ajenos a los que resultan de la ejecución de la obra por
la que se fundamenta la demanda. Asimismo, consta que con anterioridad a la
cesión la empresa constructora había ya dispuesto de aquellos créditos
referidos a la obra 'Mejoramiento Camino Cuesta La Dormida, Ruta G-10-F y
F-10-G'. (...) Undécimo: Que en concordancia con lo que se viene señalando,
sucede que los negocios jurídicos en virtud de los cuales el demandante
pretende apoyar la titularidad de sus derechos al cobro de los créditos objeto
de la presente acción no contienen un 'error de expresión', sino que padecen
de un error esencial. A este respecto cabe recordar que el artículo 1453 del
Código Civil señala: 'el error de hecho vicia el consentimiento cuando recae
sobre la especie del acto o contrato que se ejecuta o celebra, como si una de
las partes entendiera empréstito y la otra donación; o sobre la identidad de la
cosa específica de que se trata, como si en el contrato de venta el vendedor
entendiese vender cierta cosa determinada, y el comprador entendiese

34
comprar otra'. Por ende, los contratos de cesiones de créditos que pretende
hacer valer en estos autos la demandante carecieron de toda eficacia, si lo que
pretende es cobrar créditos que no fueron traspasados en virtud de tales actos
jurídicos"58.

b. Jurisprudencia sobre la especie de acto o contrato

"Primero: Que en estos autos, se ha alzado la parte demandante, constituida


por la Sociedad Comercial Aconcagua Limitada, en contra de la sentencia de
primera instancia por la cual se ha rechazado la demanda de nulidad absoluta
por error esencial, reivindicatoria e indemnización de perjuicios, interpuesta
en lo principal del libelo de fojas 1 y siguientes (...) En lo que respecta, en
primer lugar, al rechazo de la acción principal de nulidad absoluta por error
esencial, reivindicatoria e indemnización de perjuicios, sostiene que el
fundamento décimo del fallo que cuestiona asevera que, la prueba rendida por
su parte, sería insuficiente para acreditar que en la celebración del contrato de
compraventa de inmueble de que tratan estos autos, y cuya nulidad se
demanda, haya existido un equivocado concepto de los contratantes, en
relación a la naturaleza del contrato que celebraron. En efecto, se asevera en
la aludida sentencia que los propios testigos presentados por su parte son los
que refieren que lo que hubo en dicho acto jurídico corresponde a un acuerdo
entre las sociedades que suscribieron tal contrato, consistente en traspasar la
propiedad, con el objeto de proteger a la actora de una quiebra y solucionar
deudas, por lo cual no se vislumbra que en la celebración de tal contrato de
compraventa haya existido el error esencial, al que alude la demandante, sino
más bien se trataría de una simulación de contrato, en el que participó la
propia demandante, todo lo cual lleva a la imposibilidad de acoger la acción
principal que promueve la actora. Sobre el particular, la apelante analiza en
extenso el contexto en que se celebró el contrato de compraventa, cuya
nulidad por error esencial pretende. En efecto, señala que, motivada por las
deudas que aquejaban a la demandante, llegó a un acuerdo con la demandada
para traspasarle el único inmueble de propiedad de aquélla, pero nunca estuvo
en su intención vender, ceder, o transferir el dominio, como se indica en la

58 Corte Suprema, 24 de septiembre de 2012, rol Nº 9135-2009.

35
convención de que se trata. Estima el apelante, que probó en el proceso que
el contrato de compraventa del inmueble ubicado en calle Prat esquina Toro
Mazote, de la comuna de San Felipe, suscrito con la demandada, sólo tuvo por
objeto materializar un acuerdo de cooperación y reparto de utilidades con la
demandada, pero jamás la actora consintió en una compraventa definitiva, por
la cual percibiera un precio y a su vez se obligara a trasferir el dominio del
inmueble de su propiedad. Ello habría quedado suficientemente acreditado
con la declaración de los cuatro testigos que depusieron sobre el particular, a
saber, César Craviolatti Cruz, Marianella Bruna Cadican, Alfonso Valenzuela
Herrera y Erica Escudero Ibarra, quienes estuvieron contestes en declarar lo
ya señalado. Sostiene la recurrente que el error esencial fue acreditado y que
el actuar posterior de la demandada podría servir de base de una presunción
judicial para establecerlo, por cuanto con dolo y urdiendo una maquinación
fraudulenta que tenía por única finalidad defraudar a su parte, aportó en
dominio el inmueble a la Sociedad Agrícola San Vermiglio S.A. representada
por el mismo representante legal de la demandada, circunstancia que habría
quedado plenamente acreditada en este proceso, con las copias de las
escrituras públicas acompañadas al efecto. Por todo lo anterior, estima el
recurrente que debió ser acogida la acción de nulidad del contrato de
compraventa, por error esencial, promovida en lo principal del libelo de fojas
1 (...) Tercero: Que, al tenor de las probanzas allegadas por la demandante a
estos autos, se pueden establecer como hechos de la causa aquellos de que da
cuenta el fundamento séptimo del fallo que se revisa, los que pueden
sintetizarse en que, con fecha 30 de marzo de 2005, se celebró un contrato de
asociación o cuentas en participación entre los litigantes; que el 5 de abril de
2006, se celebró un contrato de compraventa entre ellas, respecto de un
inmueble ubicado en calle Prat esquina Toro Mazote, de la comuna de San
Felipe, en que la actora ocupó la calidad de vendedora, y la demandada fue la
compradora; que el 16 de octubre de 2008, la demandada aportó en dominio
el inmueble en cuestión a la Sociedad Agrícola San Vermiglio, quienes tienen
el mismo representante legal; que por escritura pública, de 16 de febrero de
2009, la Sociedad Agrícola San Vermiglio aportó el referido predio a la
Sociedad Callegari Agrícola S.A. ambas con idéntico representante legal. Estos
hechos fueron acreditados con la prueba instrumental, acompañada por la
parte demandante. Además, la actora rindió prueba testimonial, consistente

36
en el dicho de cinco testigos, quienes deponen de fs. 101 a 104 de este
proceso. Cuarto: Que, tal como se deja asentado en el razonamiento décimo
del fallo apelado, de la prueba testimonial rendida por la actora, consistente
en la declaración de César Craviolatti Cruz, Marianela Bruna Cadican, Erica
Escudero Ibarra, Alfonso Valenzuela Herrera y Cora Sanguinet González,
puede afirmarse que todos se encuentran contestes en afirmar que la actora
suscribió el contrato de compraventa del inmueble materia de estos autos para
evitar su quiebra, y de esta forma sustraerla de su patrimonio, pacto al que
también prestó su anuencia el representante legal de la demandada, pues el
objeto determinante de la celebración de dicho contrato era la explotación,
en forma conjunta, del predio a través de un contrato de asociación y
arrendamiento del predio, con la finalidad de llevar a efecto un negocio de
venta de insumos. En idéntico sentido, es la propia demandante quien relata
los hechos, en el libelo de fs. 1 y siguientes. Quinto: Que, de conformidad con
lo preceptuado por el artículo 1453 del Código Civil, para que el error de
hecho vicie el consentimiento es menester que el equivocado concepto de la
realidad recaiga sobre la especie de acto o contrato que se celebre, evento en
el cual se entenderá que este es esencial. Que del tenor de la declaración de
los testigos de la demandante, así como de lo sostenido por el propio actor en
su libelo, es posible advertir que éste último tenía plena consciencia al
momento de suscribir el contrato respectivo, de que lo que estaba celebrando
era, precisamente, la compraventa del inmueble materia de este proceso, lo
que excluye categóricamente la existencia del error que alega en relación con
esta convención, razón por la cual sólo cabe desestimar la acción de nulidad,
que promueve en lo principal de su demanda de fs. 1, así como la acción
reivindicatoria y restitución del predio que se solicitan, como consecuencia de
aquella"59.

5.5.3. Sanción

Para algunos autores el error esencial impide la formación del consentimiento,


ya que para que haya contrato es necesario el acuerdo de las voluntades de las
partes, y no puede haber acuerdo de voluntades cuando estas no convergen, por

59 Corte de Apelaciones de Valparaíso, 15 de junio de 2015, rol Nº 2515-2014.

37
lo cual el acto celebrado en estas condiciones es jurídicamente inexistente o nulo
de nulidad absoluta para los que piensan que la inexistencia jurídica debe
estimarse comprendida dentro de la nulidad absoluta. Nulidad absoluta, pues en
virtud del art. 1682 la falta de algún requisito de existencia del negocio tiene tal
sanción; el error esencial u obstáculo significa la falta de consentimiento y,
conforme al art. 1445 Nº 2, el consentimiento es un requisito de existencia, sin
el cual no hay acto60. Por eso LAROMBIÈRE lo denominó error obstáculo u
obstativo, puesto que impide la formación misma del consentimiento. Así
también lo ha dicho la Corte Suprema: "El error sobre la identidad específica de
que se trata, es el que se denomina error obstativo o error obstáculo, que se
opone a la formación del contrato, impidiendo su existencia. En este caso no
existe en absoluto consentimiento"61o cuando ha resuelto que el error esencial
"lleva consigo una ausencia total de voluntad desde que un error de esta
magnitud impide que se produzca el acuerdo de voluntades, adoleciendo el acto
en que se da un error de esta naturaleza, por ende, de nulidad absoluta"62.

Sin embargo, para otros63la interpretación literal de los arts. 1453, 1454 y 1682
fuerzan a concluir que el acto jurídico celebrado con error esencial está
sancionado con la nulidad relativa. En efecto, el artículo 1453, dice que el error
de hecho vicia el consentimiento cuando recae sobre la especie del acto o
contrato que se ejecuta o celebra o sobre la identidad de la cosa especifica de
que se trata. Y el artículo siguiente expresa que el error de hecho
"vicia asimismo el consentimiento..." y se refiere a casos de error substancial que,

60 Así, CLARO SOLAR, LUIS, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial
Jurídica de Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, pp. 149 y ss.; ALESSANDRI, ARTURO; SOMARRIVA,
MANUEL Y VODANOVIC, ANTONIO, Derecho Civil. Parte Preliminar y Parte General, Ediar-ConoSur
Ltda., Santiago, 1991, T. II, p. 314; DOMÍNGUEZ ÁGUILA, RAMÓN, Teoría general del negocio
jurídico, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2012, p. 68; ALESSANDRI BESA, ARTURO, La Nulidad
y la Rescisión en el Derecho Civil Chileno, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2008, pp. 446 y
ss.
61 Corte Suprema, 4 de abril de 1945, R.D.J., T. 42, sec. 1 ¿, p. 551.
62 Corte Suprema, 30 de mayo de 2001, rol Nº 4497-1999, cons. 4º. En igual sentido, Corte

Suprema, 13 de junio de 2005, rol Nº 4751-2003, cons. 7º; Corte Suprema, 12 de enero de 2011,
rol Nº 4705-2009, cons. 6º.
63 Así SAAVEDRA GALLEGUILLOS, FRANCISCO JAVIER, Teoría del Consentimiento, ConoSur,

Santiago, 1994, p. 205.

38
de acuerdo con el art. 1682 inciso final está sancionado con la nulidad relativa.
El empleo de la expresión asimismo estaría manifestando que el error esencial
del art. 1453 vicia de la misma manera el acto que el error substancial del
art. 1454 que conlleva la nulidad relativa. Además, si se piensa que la razón de la
nulidad absoluta dice relación con el interés general o la moral, hay que concluir
que el error esencial cae, desde este punto de vista, dentro de la nulidad relativa,
porque su incidencia perjudica sólo el interés privado de los individuos. No sería
lógico ni consecuente aplicarle los principios de la nulidad absoluta. Así, esta
impide la ratificación o confirmación del acto nulo absolutamente, ¿y qué
inconveniente habría para que, por ejemplo, si yo entiendo comprar un
computador de determinada marca y la contraparte venderme uno de otra, haya
confirmación de la venta por encontrar también de mi agrado este otro
computador? Ninguna perturbación hay aquí del interés social, el orden público
o las buenas costumbres.

Sobre la sanción del error esencial DUCCI comienza afirmando que el error,
fuerza y dolo no destruyen el consentimiento, solamente lo vician y de ahí la clara
diferencia que existe entre ausencia de consentimiento y voluntad o
consentimiento que adolecen de error. La confusión entre ambas situaciones, el
considerar que el error esencial es igual a una falta de consentimiento no puede
sostenerse en nuestro derecho y es sólo una aplicación de la doctrina francesa
que debió elaborarse ante disposiciones positivas distintas de la de nuestro
Código Civil. La noción de que el error esencial equivale a una ausencia de
consentimiento y debe ser tratado en consecuencia, es decir, sancionándolo con
la inexistencia del contrato o, como lo ha dicho una sentencia (R.D.J., T. 42,
sec. 1ª, p. 551), con la nulidad absoluta, es un reflejo entre nosotros de la
doctrina francesa. En efecto, el Código francés no tiene sino una disposición
sobre el error, el artículo 1110, que no considera sino el error sobre la substancia
de la cosa o sobre la persona. Por lo tanto, la sanción de los errores de mayor
gravedad y que nuestro Código contempla expresamente en el artículo 1453 ha
debido ser elaborada por la doctrina. A falta de una disposición expresa que
sancione estos vicios, ha debido llegar a la conclusión de que ellos son causal de
inexistencia o, a lo menos, de nulidad absoluta. No es una buena solución
porque, en tal caso, o no habría prescripción (inexistencia) o sólo al cabo de diez
años (nulidad absoluta) y en ninguno de ambos supuestos el acto sería

39
susceptible de confirmación. Tanto es así que muchos autores franceses han
objetado la solución doctrinal aduciendo que es injustificable que tales
errores puedan permitir una acción de nulidad después de cinco años y no dejen
lugar a una confirmación, cuando la solución es diferente si se trata de un error
sobre la persona o la calidad esencial de la cosa que impiden también la
realización del fin tenido en vista por los contratantes. En caso de malentendido
sobre la naturaleza u objeto del contrato, cada una de las partes podrá pedir la
nulidad sin necesidad de que esta sea absoluta. No habiéndose encontrado la
voluntad de las partes, cada una de ellas ha cometido un error y puede invocarlo.
Más grave aún es que no se acepte la confirmación del acto, porque si una de las
partes acepta lo querido por la otra y confirma el acto ejecutándolo, no se
entiende que la otra parte que ha sido satisfecha pudiera pedir la nulidad. Entre
nosotros, ante el tenor expreso del artículo 1453 del Código Civil, que frente a
estas situaciones dice explícitamente: "el error de hecho vicia el consentimiento
cuando recae…", no hay necesidad de recurrir a teoría alguna para llegar a una
solución satisfactoria. El error esencial, aunque muy grave, no significa falta de
consentimiento sino vicio del consentimiento; su sanción es la nulidad relativa
del acto. Lo anterior, dice DUCCI, se confirma si examinamos el artículo siguiente
que dice: "el error de hecho vicia asimismo el consentimiento"; y el artículo 1691
del Código Civil, que, al señalar el plazo para pedir la rescisión, dice, sin hacer
ninguna distinción, que dicho plazo se contará "en el caso de error o de dolo,
desde el día de la celebración del acto o contrato". Este criterio significa que la
acción para pedir la nulidad de un contrato en que el consentimiento está
viciado por cualquier clase de error es de cuatro años; en segundo término, que
ella sólo puede ser solicitada por la parte afectada por el error, pues, de acuerdo
con el artículo 1684, es en su beneficio que se encuentra establecida la nulidad;
por último, que en concordancia con la misma disposición el acto puede ser
confirmado, o sea, ratificado, de acuerdo con el término que utiliza el Código
Civil64. LEÓN HURTADO agrega que, además, no es racional ni conveniente —y,
por consiguiente, no debe ser jurídico— que la acción de nulidad, en estos casos,
se mantenga durante diez años y no solamente durante cuatro, como sería de

64DUCCI CLARO, CARLOS, Derecho Civil. Parte General, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,
2002, pp. 258-261. También por la nulidad relativa CORRAL TALCIANI, HERNÁN, Curso de
Derecho Civil. Parte General, Thomson Reuters, Santiago, 2018, p. 546.

40
aceptarse la nulidad relativa. Es absurdo conservar una acción de nulidad
durante tantos años, ya porque la estabilidad de los negocios jurídicos se opone
a ello, ya porque pasado algún tiempo la prueba del error resulta imposible. Por
estas razones, cree que el error obstáculo vicia el acto jurídico de nulidad
relativa65.

5.5.4. El error en la tradición

El artículo 676 del Código Civil dispone:

"Se requiere también para la validez de la tradición que no se padezca error en


cuanto a la identidad de la especie que debe entregarse, o de la persona a
quien se le hace la entrega, ni en cuanto al título.

Si se yerra en el nombre sólo, es válida la tradición".

Por su parte el artículo 677 agrega:

"El error en el título invalida la tradición, sea cuando una sola de las partes
supone un título translaticio de dominio, como cuando por una parte se tiene
el ánimo de entregar a título de comodato, y por otra se tiene el ánimo de
recibir a título de donación, o sea cuando por las dos partes se suponen títulos
translaticios de dominio, pero diferentes, como si por una parte se supone
mutuo, y por otra donación".

Como en todo acto jurídico, el consentimiento en la tradición debe estar


exento de vicios. Los vicios de que el consentimiento puede adolecer y las
normas a que se somete su análisis, son los comunes; pero el Código ha dispuesto
para la tradición algunas reglas especiales relativas al vicio de error. Puede recaer
en la cosa tradida (art. 676, relacionado con el art. 1453), en la persona
(art. 676) o en el título (art. 677). Explica PEÑAILILLO:

65LEÓN HURTADO, AVELINO, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1991, p. 132.

41
a. Error en la identidad de la especie

El error llamado esencial puede recaer en la naturaleza del acto o en la


identidad de la cosa específica (art. 1453); aquí se trata de esta segunda variedad
de error esencial. Por otra parte, aquí el error padecido en la tradición (no en el
título que le antecede); en cumplimiento del contrato, se entregó una cosa
creyéndose que se entregaba otra, o se recibió una cosa creyéndose que se recibía
otra (es especialmente factible en las tradiciones fictas). Para la prueba de que
hubo error (y no, por ej., una intención compartida de dación en pago, de la
que ahora se arrepiente una de las partes), el punto de referencia es la
descripción contenida en el título66.

En relación con este error se ha resuelto: "1º. En la presente gestión voluntaria


sobre reclamo contra la negativa del Conservador de Bienes Raíces a inscribir el
dominio de un predio adquirido por el compareciente, solicita al Segundo
Juzgado de Letras de Buin que le ordene la inscripción de la escritura pública en
comento, por cuanto, según explica, se ha opuesto a inscribir el dominio a su
nombre, de la propiedad denominada Lote o Parcela A Uno, resultante de la
subdivisión de la Parcela Cinco ex Hacienda Hospital, de la comuna de Paine
(...). Expresa que el motivo de la negativa consiste en que el inmueble ha sido
objeto de expropiaciones que han alterado sus lindes y la superficie, lo que
acarrea que deba precisar unos y otra, para lo que habría de adjuntar el
correspondiente plano de emplazamiento, que refleje la realidad registral.
Afirma que tal exigencia contraviene formalmente lo dispuesto en el artículo 13
del Reglamento del Conservador de Bienes Raíces, con lo cual el reclamado ha
excedido sus facultades. 2º. Informando, el Conservador de Bienes Raíces de
Buin y Paine señala que de acuerdo con los artículos 12, 13, 14 y siguientes del
Reglamento que lo rige, la calificación del título que le es presentado a afectos
de su registro constituye algo más que la mera comprobación de los requisitos
exigidos en la ley, resultando en la práctica indispensable un análisis de
pertinencia que permita aplicar coherentemente la preceptiva de rigor, de tal
manera que la resultante se avenga con los parámetros de la sana razón, a la hora

66 PEÑAILILLO ARÉVALO, DANIEL, Los Bienes. La propiedad y otros derechos reales, Editorial
Jurídica de Chile, Santiago, 2006, pp. 215-216.

42
de ejercer una labor que supera la mera mecánica, para identificarse con la
superior tarea de mantener la evolución histórica dominical de la propiedad raíz
en el territorio nacional. Es eso, continúa, lo que lo impelió a requerir un croquis
de emplazamiento que grafique la realidad material, por cuanto la declaración
de la cláusula primera de la escritura pública de compraventa que sirve de título
al reclamante es errónea e incongruente con los antecedentes registrales, como
quiera que la finca fue objeto de dos expropiaciones por parte del Fisco de Chile,
una por setecientos noventa y un (791) metros y otra por mil trescientos
veintinueve coma nueve (1.329,9) metros, que traen como consecuencia que la
vendedora, Elba Solís Muñoz, no sea dueña del total de la parcela A Uno, sino
del segmento no expropiado, resultante de la subdivisión del resto del Lote A,
que a su vez resultó de la división de la Parcela Cinco ex Hacienda Hospital, cuya
superficie es de ocho mil setecientos ochenta y cuatro coma un (8.784,1) metros
cuadrados. 3º. El Tribunal de primera instancia rechazó el reclamo en atención
a la preeminencia de la historia registral de la propiedad raíz, debido a que los
antecedentes aportados lo llevaron a concluir que a la fecha de celebración del
contrato de compraventa Elba Solís Muñoz no era dueña de la totalidad del
inmueble, engendrando con ello una ausencia de claridad y una imprecisión en
torno a los deslindes y superficie de lo vendido. 4º. La Corte de Apelaciones de
San Miguel confirmó la sentencia dictada por el Juzgado de Letras con fecha
veintisiete de septiembre de dos mil dieciséis, sin efectuarle modificaciones. 5º.
El solicitante interpone recurso de casación en el fondo contra ese dictamen,
fundamentándose en la contravención formal, falsa aplicación e interpretación
errónea de los artículos 690, 695 y 1831 del Código Civil en relación con los
artículos 13, 52 Nº 1, 57 y 78 del Reglamento del Registro Conservatorio de
Bienes Raíces. Expresa que lo afirmado por el Segundo Juzgado de Letras de
Buin y confirmado por la Corte de Apelaciones de San Miguel en cuanto a 'no
existir certeza de los deslindes y superficie actual del inmueble materia de la
presente escritura de compraventa...', constituye una aseveración errónea, toda
vez que la escritura de fecha veintiocho de enero de dos mil dieciséis y la
inscripción de dominio acompañada en el informe del Conservador, son iguales,
cumpliéndose de esa manera lo dispuesto en el artículo 78 del Reglamento.
Sostiene que la exigencia de indicar nuevos deslindes y superficie, acompañando
plano de emplazamiento, constituye un exceso en cuanto a las facultades legales
del reclamado, que no puede rehusarse o negarse a inscribir si los defectos que

43
denuncia no están contemplados en el artículo 13 del Reglamento, más aún si
las hipotéticas máculas no hacen legalmente inadmisible la gestión ni conllevan,
de ser efectivas, la nulidad absoluta. A su juicio, el Conservador no está
autorizado para exigir otros documentos o anexos que los que le son
presentados, en la medida que, como ocurre en este caso, el título se basta a sí
mismo. 6º. A la luz de tales informaciones, menester se hace traer a colación la
literalidad del artículo 13 del Reglamento Conservatorio, normativa a la que el
artículo 695 del Código Civil encomienda la determinación de los deberes y
funciones del Conservador, así como la forma y solemnidad de las inscripciones:
'Art. 13. El Conservador no podrá rehusar ni retardar las inscripciones; deberá,
no obstante, negarse, si la inscripción es en algún sentido legalmente
inadmisible... o si no contiene las designaciones legales para la inscripción'.
Claro queda que el ordenamiento por el que el demandado debe regirse lo
faculta para vetar un registro, ora por 'legalmente inadmisible' ora por falto de
'las designaciones legales'. La primera hipótesis es de amplio horizonte, si se
considera que la inadmisibilidad legal no está focalizada sino abiertamente
orientada en 'algún sentido' '...si la inscripción es en algún sentido legalmente
inadmisible'. Corresponde hurgar un tanto en el contenido de ambas
situaciones. 7º. El inciso primero del artículo 676 del Código Civil, al precisar los
supuestos de validez de la tradición, lo hace en los siguientes términos: 'Art. 676.
Se requiere también para la validez de la tradición que no se padezca error en
cuanto a la identidad de la especie que debe entregarse, o de la persona a quien
se le hace la entrega, ni en cuanto al título'. Interesa rescatar aquí el mandato
relativo a la condición de validez de la tradición, consistente en el aseguramiento
de la correcta identificación de la cosa objeto de tradición. La manera natural de
singularizar un retazo de terreno radica en delimitarlo, señalando con precisión
y detalle todos y cada uno de sus perímetros, de tal manera de evitar errores que
lleven consigo confusión y duda de cara a lo que se quiere y debe transferir. 8º.
Consecuente con semejante parámetro se muestra el discurso del artículo 78
Nº 4 del Reglamento, conforme al que: 'Art. 78. La inscripción de títulos de
propiedad y de derechos reales, contendrá: 4º. El nombre y linderos del fundo'.
El entendimiento conjunto de los preceptos transcritos conduce a asumir que
como para la validez de la tradición de una propiedad raíz es indispensable que
no se padezca error en su identidad, al inscribirse el título correspondiente debe
signarse sus precisos límites. Si esa premisa no es errónea, resulta ser ésa una de

44
las 'designaciones legales' cuya omisión o manifiesta inexactitud faculta al
Conservador para rehusar la inscripción, al decir del citado artículo 13 del
Reglamento. 9º. Lo anterior se revela congruente con el régimen vigente, pues
el inciso primero del artículo 82 del Reglamento que se viene comentando
dispone que la falta de las designaciones legales en los títulos, podrá únicamente
llenarse mediante una escritura pública, de modo que la atribución que su
artículo 13 reconoce al Conservador no sólo no se opone sino que va de la mano
con una declinación que adquiere pleno sentido en la medida que lo único que
puede suplir la deficiencia es otra escritura pública. 10º. Por supuesto, la falta de
una designación legal tiñe de inadmisibilidad la solicitud ingresada al oficio
conservatorio, trayendo asimismo como consecuencia que 'la inscripción (sea)
en algún sentido legalmente inadmisible', en los términos del consabido
artículo 13. 11º. De modo que al procurar el pretendiente llevar a efecto el acto
que describe el acápite primero del artículo 52 del Reglamento en permanente
referencia, se ha encontrado legitimado el reclamado para pedirle le exhiba los
documentos que estime necesarios, v. g. un plano de emplazamiento, justamente
para dar cabal cumplimiento a lo que su normativa especial le demanda. 12º. Por
consiguiente, no divisan estos jueces los yerros jurídicos que han dado motivo a
la impugnación, lo que conducirá a su desestimación"67.

b. Error en la persona a quien se hace la entrega

Puede acontecer que quien efectúa la tradición crea que entregaba la cosa a
cierta persona, en circunstancias que se la ha entregado a otra. Como acto intuito
personae, demostrado el error, la tradición es inválida.

c. Error en el título

Produciéndose el error en el título, la consecuencia ha de encontrarse en las


reglas respectivas (art. 1453); así, para, ese efecto, el precepto (art. 677) no

67 Corte Suprema, 6 de marzo de 2018, rol Nº 5020-2017.

45
resulta necesario (sin embargo, constituye otra demostración —junto al
fundamental art. 675— del carácter causado de la tradición)68.

En relación con el artículo 677 se ha fallado: "a) Que con fecha once de agosto
de 1980 con la disolución de la Cooperativa de la Reforma Agraria Los Laureles
Ltda., la comisión liquidadora adjudicó a don Luis Arturo Larenas González la
parcela Nº 61 del proyecto de parcelación del predio rústico denominado Los
Laureles, de una superficie aproximada de 10 hectáreas, con los deslindes y
derechos de aguas que se especifican en la escritura acompañada de fs. 23. b)
Que además la Comisión liquidadora adjudicó en el mismo acto a don Luis
Arturo Larenas la noventa ava parte de las Reservas Cooperativas números dos y
cinco que se individualizan, la treinta y ocho ava parte de la Reserva Cooperativa
número tres, individualizada en cláusulas anteriores del citado instrumento
público. c) Que estas adjudicaciones fueron inscritas en el Conservador de
Bienes Raíces de Limache (...). d) Que con fecha 3 de octubre de 1985, don Luis
Arturo Larenas González vendió a don Jaime Avelino Seguel Escobar la parcela
61 que es parte del predio denominado Cooperativa de la Reforma Agraria Los
Laureles Limitada, y además, los derechos sobre las Reservas Cooperativa y sobre
el Bien Común Especial ya especificado, inscribiéndose dicha transferencia (...).
e) Que con fecha 27 de noviembre de 1986, don Jaime Avelino Seguel Escobar,
a fin de garantizar una deuda de su cónyuge doña Josette Michele Eteve
Simonova con la Corporación de Fomento a la Producción, constituyó una
primera hipoteca sobre el inmueble denominado Parcela 61, dejándose
constancia en la cláusula decimotercera de la escritura agregada a fs. 4 y
siguientes, que la hipoteca afectará a los bienes que indican los arts. 2420, 2421
y 2422 del Código Civil y que también se comprenden incorporados los derechos
de aprovechamiento de aguas con que se riega el predio. f) Que la Corporación
de Fomento a la Producción para hacerse pago de la deuda que garantizaba la
propiedad hipotecada dedujo ante el Segundo Juzgado Civil de esta ciudad un
juicio especial hipotecario en contra de doña Josette Eteva Simonova y su
cónyuge don Jaime Avelino Escobar; según consta de la causa rol Nº 116351 del
referido tribunal que se tiene a la vista se procedió a rematar el bien hipotecado,

68 PEÑAILILLO ARÉVALO, DANIEL, Los Bienes. La propiedad y otros derechos reales, Editorial
Jurídica de Chile, Santiago, 2006, pp. 215-216.

46
se señaló en las bases del remate que obra a fs. 41 del citado expediente, que el
inmueble a subastar es el ubicado en Limache, sector Los Laureles, parcela 61,
señalándose los deslindes y la inscripción del Registro de Propiedad
correspondiente. g) Que del citado expediente traído a la vista y de la escritura
de adjudicación en remate acompañado en esta instancia a fs. 66, consta que el
inmueble hipotecado fue adjudicado a don Karl Anton Reich, extendiéndose la
escritura de adjudicación el 18 de agosto de 1992 ante el Notario don Luis
Enrique Fischer Yávar, representando legalmente al ejecutado el señor Juez del
Segundo Juzgado Civil de esta ciudad, inscribiéndose la adjudicación en el
Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces de esta ciudad (...). 2º)
Que no obstante a que ni en la escritura de constitución de la hipoteca, ni
tampoco en la demanda del juicio hipotecario o en las bases del remate, se señaló
que además de la parcela 61 del Sector Los Laureles, se comprendía también los
derechos del deudor don Jaime Seguel Escobar en las Reservas de la Cooperativa
Los Laureles y del Bien Común especial, ellos fueron incluidos en la escritura
pública de remate y en la inscripción respectiva del adjudicatario don Karl Anton
Reich. 3º) Que la tradición de los bienes raíces se hace mediante la inscripción
del título, en este caso la escritura de adjudicación en el remate judicial, en el
Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces respectivo. 4º) Que
tratándose de una venta forzada en pública subasta, el deudor, en este caso don
Jaime Avelino Seguel Escobar, fue representado legalmente por el Juez de Letras
del Segundo Juzgado Civil de Valparaíso. 5º) Que de acuerdo con los títulos
analizados, el inmueble denominado Parcela 61 y los derechos sobre las Reservas
y Bien Común especial, si bien se encuentran incluidos en una sola inscripción
de dominio en el Conservador de Bienes Raíces, constituyen dos propiedades
diferentes, no existiendo ningún antecedente que permita considerarlos como
un solo todo, o considerarlos dentro de los bienes señalados en los arts. 2420,
2421, y o 2422 del Código Civil, para comprenderlos dentro del inmueble
hipotecado. 6º) Que refuerza lo anterior, los dichos del testigo Patricio
Balmaceda González de fs. 43 quien expone que le consta que las ex propiedades
de la Corporación de la Reforma Agraria se componen generalmente de parcelas
con sus derechos de agua, el sitio que los campesinos denominan casa y en que
normalmente viven, los derechos comunes que se dividen en bienes comunes
generales que son los cerros y las colinas que forman parte de la hacienda o
fundo y los bienes comunes especiales que están compuestos por bosques, las

47
medias lunas donde hacen los rodeos y las casas u oficinas patronales y también
las lecherías y que es costumbre que estos bienes se vendan y se compren por
separado y el hecho de que consta del documento de fs. 15, que con la
adjudicación en remate de la propiedad del actor, don Karl Anton Reich vendió
a la sociedad Rentas Inmobiliarias Las Tinajas Limitada, la parcela 61 del predio
denominado Cooperativa de la Reforma Agraria Los Laureles Limitada,
reservándose para sí los derechos sobre las Reservas de la Cooperativa y el Bien
Común Especial, según se establece en la cláusula séptima del referido
instrumento. 7º) Que de todo lo anterior, es preciso concluir que el Juez de
Letras que actuó en representación del deudor en la escritura de adjudicación
cometió un error al incluir los citados derechos, lo que constituye un vicio del
consentimiento, debiéndose tener presente que el art. 677 del Código Civil
dispone que el error en el título invalida la tradición"69.

5.6. Error sustancial

El artículo 1454 del Código Civil dispone:

"El error de hecho vicia asimismo el consentimiento cuando la sustancia o


calidad esencial del objeto sobre que versa el acto o contrato, es diversa de lo
que se cree; como si por alguna de las partes se supone que el objeto es una
barra de plata, y realmente es una masa de algún otro metal semejante"70-71.

69 Corte de Apelaciones de Valparaíso, 16 de octubre de 2000, rol Nº 1406-1998.


70 El artículo 1110 del Code se limita en esta materia a decir: "El error tan solo será causa de
nulidad del acuerdo cuando afecte a la sustancia misma de la cosa que constituya su objeto". Por
su parte el Código Civil español dispone: "Para que el error invalide el consentimiento, deberá
recaer sobre la sustancia de la cosa que fuere objeto del contrato, o sobre aquellas condiciones
de la misma que principalmente hubiesen dado motivo a celebrarlo" (art. 1266).
71 "Antecedentes del texto originario: P. 1842, tít. II, art. 6 (copiado en la nota al art. anterior),

tenía relación con este art. P. 1847 no contenía ningún art. relacionado con éste. P. 1853, art.
1632, decía: 'El error vicia asimismo el consentimiento cuando la sustancia o calidad esencial del
objeto sobre que versa el contrato, es totalmente diversa de la que se ha estipulado; como si por
una de las partes o ambas se supone que el objeto es una barra de plata, y realmente es una masa
de algún otro metal semejante a la plata'. P. In., art. 1632, redacción definitiva, pero decía
'esencialmente diversa de la' en lugar de 'diversa de lo'. Nota de Bello (en P. 1853): 'C. L., 1837,
1838'. El inciso 2º del art. 1454 aparece inspirado en el art. 1839 del C. L. Este Código [de Chile]

48
5.6.1. Sustancia y calidad esencial. Conceptos

Como dice CLARO SOLAR, error en la substancia es para la ley lo mismo que
error en la calidad de la cosa siempre que se trate de una calidad esencial; no es,
por lo tanto, error en la substancia, únicamente el error en la materia o sea sobre
la composición del objeto de la obligación, su ser, esencia o naturaleza, como
dice el Diccionario de la lengua sobre el significado de la palabra substancia; la
ley la ha definido como calidad esencial y puede ser tal, por consiguiente, no
sólo el error sobre el materia, sino una cualidad estimada esencial 72. Sobre el
ejemplo que da la norma antes transcrita (art. 1454) el mismo autor explica que
no hay error sobre la identidad del objeto a que el consentimiento se refiere;
ambos contratantes están de acuerdo en que lo que se vende es la masa metálica
que tienen a la vista y que parece una barra de plata; el comprador la considera
efectivamente una barra de plata; pero realmente no es tal, sino una barra de
cobre plateado: su consentimiento está errado y el error lo vicia, porque recae
sobre una calidad esencial para él, sin la cual no habría contratado73.

El ejemplo clásico de error substancial que ponen los autores es el mismo que
daba POTHIER en su Tratado de las Obligaciones y se refiere a la persona que
compra unos candelabros de cobre plateado creyendo que son de plata pura.
También hay error substancial si se cree que se compra lana animal y en verdad
es sintética, o se adquiere un caballo de carrera y el animal es de tiro74.

es más completo que el C.F. [Código francés]". FIGUEROA YÁÑEZ, GONZALO, Repertorio de
Legislación y Jurisprudencia chilenas. Código Civil y leyes complementarias, Editorial Jurídica de
Chile, Santiago, 1997, T. V, p. 71
72 CLARO SOLAR, LUIS, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica de

Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, pp. 155-156.


73 Ídem, pp. 156-157.
74 ALESSANDRI, ARTURO; SOMARRIVA, MANUEL y VODANOVIC, ANTONIO, Derecho Civil. Parte

Preliminar y Parte General, Ediar-ConoSur Ltda., Santiago, 1991, T. II, p. 210.

49
Dice ALESSANDRI que el error substancial puede recaer no sólo sobre la
substancia de la cosa, sobre su composición, sino también sobre cualquiera otra
cualidad que es determinante para celebrar el contrato, como la antigüedad o el
valor artístico de un objeto. Por eso el error substancial se define como el error
que versa sobre cualquiera cualidad del objeto que mueve a las partes a contratar,
de tal manera que si falta ella no habrán consentido. La calidad substancial y
esencial debe buscarse no objetivamente, en la cosa misma, sino subjetivamente,
en la apreciación de las partes75.

DUCCI observa la distinta fraseología del Código ya que en el artículo 1453 se


refirió a la identidad de la "cosa específica"; en cambio en el artículo 1454 habla
de la sustancia o calidad esencial del "objeto". Se trata entonces de una cualidad
del objeto que es distinta de su identidad. El determinar qué cualidad del objeto
es esencial ha dado lugar a opiniones diversas. Objetivamente se ha considerado
que sustancia es la materia de que la cosa está hecha independientemente de la
pretensión de las partes. La teoría subjetiva estima que cualidad esencial es
aquella que ha sido la primordial que las partes han tenido en vista. La teoría
subjetiva ha sido la que han adoptado la doctrina y jurisprudencia francesas. Pero
nuevamente nuestro Código, con una estructura mucho más avanzada que el
Código de Napoleón, evita los equívocos. En primer término, usa las expresiones
"sustancia o calidad esencial del objeto"; no hay nada subjetivo en ello; el error
debe apreciarse objetivamente. Más adelante, en el inciso segundo, aclara
aún más el concepto, pues pasa a hablar de las calidades accidentales. Aquí
retoma el sustantivo "cosa"76.

Por su parte, LEÓN HURTADO señala que existe error en la substancia cuando
la cosa objeto del acto jurídico es de una materia distinta de la que se cree. Es el
caso del que compra una barra de plata y resulta ser de otro metal semejante,
como dice el artículo 1454. Pero agrega este artículo que hay también error
substancial cuando recae sobre la calidad esencial del objeto del acto. Es difícil
precisar qué debe entenderse por "calidad esencial", puesto que podría juzgarse
con un criterio subjetivo, o sea, atendiendo a la intención del que padece el

75Ídem, p. 211.
76DUCCI CLARO, CARLOS, Derecho Civil. Parte General, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,
2002, pp. 261-262.

50
error, o bien con un criterio objetivo, tomando en cuenta lo que normalmente
debe entenderse como calidad esencial o atributos principales que dan a una
cosa su fisonomía propia. Cree el referido autor que las calidades esenciales de
la cosa deben juzgarse con un criterio objetivo, según las circunstancias de cada
caso, puesto que si se atiende a la sola intención del contratante, no podría darse
un índice seguro para distinguir las calidades esenciales de "otra cualquiera
calidad de la cosa" (art. 1454, inc. 2º), o sea, de las calidades accidentales, ya que
el contratante sería admitido a probar que fue esencial "según su intención"
cualquiera calidad de la cosa. Y así se confundirían el error substancial con el
accidental. Más aún, en el proyecto de Código Civil de 1853, en el artículo
correspondiente, hay una nota de Bello que cita como fuente los artículos 1837
y 1838 del Código de la Luisiana y estos artículos se refieren al error en la
substancia y en las calidades esenciales, entendiendo por estas últimas las que le
dan mayor valor a la cosa. O sea, según la fuente de este artículo la calidad
esencial se debe juzgar con criterio objetivo, pues se atiende a la calidad que da
mayor valor a la cosa, y el mayor valor se determina atendiendo a la opinión
general y no a la sola intención del contratante. Los jueces deben apreciar,
entonces, según las circunstancias del acto, cuál es la calidad esencial que ha
debido tenerse en cuenta al contratar, y no la sola intención del que invoca el
error. Así, dice LEÓN HURTADO, si se compra un caballo en un criadero de
caballos de carrera, la calidad esencial es que sea un caballo de carrera. Si se
compra en otro sitio, el ser de carrera es accidental, aunque la intención del
comprador sea igual que en el supuesto anterior, pues las circunstancias del caso
priman sobre la intención. Sólo pasará a esencial esa calidad por el inciso 2º del
artículo 1454, o sea, si esa intención es conocida de la otra parte. Si se padece de
error en la substancia de que está hecha la cosa, pero no en cuanto a la calidad
esencial de ella, no se produce error substancial, cuando deba entenderse que la
calidad y no la substancia han determinado a contratar. Así, si se adquiere un
candelabro en una casa de antigüedades, es forzoso entender que la calidad
esencial es que se trate de un candelabro antiguo, de modo que aunque se yerre
en la substancia (se cree que es de plata y es de otro metal semejante) no habrá
error substancial, puesto que la calidad prevalece en este caso sobre la materia
de que está hecha la cosa. La calidad esencial aparece, en el ejemplo propuesto,
de las circunstancias en que se celebra el acto. Del mismo modo, si se compra en
una joyería un candelabro que parece de plata por una suma apreciable, se

51
entiende que la substancia de que está hecho —el valor de la materia— es calidad
esencial y que si el candelabro a la postre resulta ser de otra materia, habrá error
substancial. Estos ejemplos ponen en claro que no basta la sola intención para
calificar la calidad esencial del objeto. No es suficiente "lo que el autor del acto
considere como determinante de su consentimiento", pues, si tal fuere, el
comprador en el primer ejemplo, podría pretender que ha adquirido el
candelabro porque lo creía de plata —según su intención esa era la calidad
esencial— y en el segundo, que la compra la hizo porque creía que el candelabro
era antiguo. Y como el Código no exige que la otra parte tenga conocimiento de
lo que entiende su cocontratante por calidad esencial de la cosa (el artículo dice
"... como si por alguna de las partes..." luego no es necesario que ambas partes
padezcan de error) se podría sostener siempre que ha habido error substancial77.

5.6.2. Jurisprudencia

Transcribimos a continuación parte de la jurisprudencia más relevante sobre


error sustancial.

a. Error sobre la calidad del inmueble adquirido

Don Jorge Hernán Díaz Mora dedujo demanda de nulidad de contrato de


promesa de compraventa en contra de Inmobiliaria San Nicolás Limitada,
fundamentando su pretensión en el error sustancial que habría viciado su
consentimiento para contratar, toda vez que, afirma, creyó estar prometiendo
comprar un departamento que le permitiría a él y a su familia ocuparlo en
condiciones de normalidad, en situación que el inmueble manifiesta
innumerables problemas a consecuencia de la excesiva humedad que mantiene
y transmite, lo que en definitiva lo torna inhabitable. Nuestro más alto tribunal
razonó que: "deberá necesariamente reflexionarse si la calidad esencial de la cosa
se determinará con un criterio subjetivo, es decir, ateniéndose sólo a la intención
del contratante que padece el error, como estiman ARTURO ALESSANDRI R.,
ARTURO ALESSANDRI BESA y CLARO SOLAR, entre otros, o si, por el contrario,
deberán ser consideradas las cualidades cuya reunión determina su índole

77LEÓN HURTADO, AVELINO, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1991, pp. 134-136.

52
específica distinguiéndola, de acuerdo con la noción común, de todas las demás
cosas. Esas cualidades que forman la sustancia de la cosa, serían determinadas,
en este caso, conforme con la opinión general y las circunstancias del negocio y
no por la sola intención particular del que invoca el error. Que este Tribunal
adscribe más bien a la postura que propende a una interpretación contractual
de carácter objetivo, puesto que si se atiende a la sola intención del contratante
que reclama el error, no podría darse un índice seguro para distinguir las
calidades esenciales de 'otra cualquiera calidad de la cosa', permitiendo con ello
la prueba de que cualquier calidad accidental fue esencial en la intención del
contratante, lo que conllevaría a la confusión entre el error sustancial y el
accidental (...), debe concluirse necesariamente que el actor concurrió a la
suscripción del contrato sub lite, encontrándose su consentimiento viciado por
error sustancial sobre la calidad esencial del objeto sobre que versó la promesa,
toda vez que la utilidad o funcionalidad evidente de un inmueble que se adquiere
para servir de residencia es que sea habitable, cualidad sustancial del
departamento prometido que la demandante refutó mediante numerosas
probanzas que fueron rendidas en el proceso"78.

b. Error sobre el año de fabricación de los vehículos adquiridos

En el caso el comprador creyó equivocadamente que compraba dos camiones


manufacturados los años 2000 y 2001, en circunstancias que los vehículos habían
sido fabricados los años 1997 y 1998. Dijo la Corte Suprema: "Cuarto: Que en el
campo contractual el error de hecho, constituido por una falsa apreciación de la
realidad, puede recaer en la especie del contrato que se celebra o sobre la
identidad de la cosa específica de que se trata —el denominado error obstáculo
a que se refiere el artículo 1453 del Código Civil—, sobre la sustancia o calidad
esencial del objeto —denominado error sustancial o esencial (sic), regulado en
el inciso 1º del art. 1454 del mismo cuerpo legal—, sobre una cualidad
cualquiera de la cosa siempre que ella sea el motivo principal por el cual se
contrata y este motivo sea conocido por la contraparte —error accidental del que
trata el inciso 2º de la norma antes citada—, o bien, finalmente, acerca de la
persona con la que se tiene la intención de contratar, si esta consideración es la

78 Corte Suprema, 23 de junio de 2008, rol Nº 751-2007, cons. 4º y 14º.

53
causa principal del contrato —error in persona, aludido en el artículo 1455 del
mencionado Código. Quinto: Que según se dijo más arriba, los sentenciadores
estimaron que la actora incurrió efectivamente en error, más calificaron éste de
accidental (del inciso 2º del artículo 1454), de aquéllos que no vician el
consentimiento. En efecto, el error accidental, de acuerdo a la ley, en principio
no vicia el consentimiento; únicamente lo hace cuando esa otra calidad de la
cosa —distinta de la que constituye su sustancia— ha sido el principal motivo de
una de las partes para contratar y este motivo ha sido conocido de la otra parte.
Esta última expresión de que se vale el legislador no debe ser entendida en el
sentido que la norma exige que el cocontratante deba saber que su contraparte
padece de error —caso en cual, como se dijo, podría imputársele dolo y anularse
la convención por este motivo—, sino que ese conocimiento debe extenderse al
hecho que una cualidad específica ha sido el principal motivo de este último para
prestar su voluntad y formar el consentimiento. La cuestión de hecho sobre la
que el error recayó, de acuerdo al fallo, fue el año de fabricación de los camiones
objeto de los contratos de compraventa, la que, según se dijo, fue calificada como
accidental por los magistrados, quienes, para concluir que no vició el
consentimiento, estimaron no probado que esta calidad accidental haya sido
determinante para la celebración del contrato por parte del comprador y que
esta determinación fuera conocida por el vendedor. Pues bien, como se hace
notar en el recurso, en la diligencia de absolución de posiciones y ante la
pregunta dirigida al demandado para que diga cómo era efectivo que los
vehículos encargados por la sociedad demandante debían ser de los años 2000 y
2001, aquél respondió es efectivo. Como consecuencia de lo anterior y por
aplicación de las reglas contenidas en los artículos 399 inciso 1º del Código de
Procedimiento Civil y 1713 del Código Civil, los jueces de la instancia debieron
necesariamente tener por justificado, como hecho de la causa, que los camiones
encargados por la actora al demandado 'debían' ser de los años 2000 y 2001, esto
es, que era necesaria la concurrencia de esta cualidad. Ahora bien, cuando en la
celebración de un contrato se especifica con precisión alguna determinada
característica de la cosa que no forma parte de su esencia o sustancia, es evidente
que se lo hace porque esa cuestión accidental no es tal y pasa a tener relevancia.
Por ejemplo, en la compra de un vehículo no se especifica el color del mismo —
cuestión evidentemente accidental—, y el comprador cree que está comprando
uno blanco, no podrá alegar que ha sufrido de error si resulta que le venden un

54
vehículo de color negro. Pero si el comprador le indica al vendedor que el auto
que desea comprar debe ser blanco y éste le vende uno de color negro, es
evidente que la voluntad del comprador adolece de error, pues ha creído
erradamente estar comprando una cosa distinta a la que le vendieron y ese error
ha recaído sobre un accidente de la cosa que la contraparte sabía que era motivo
principal para contratar. No está de más señalar que la ley no exige que la
consideración de esa calidad accidental haya sido el único motivo para contratar,
sino que demanda que haya sido principal y cuestiones principales puede haber
más de una en un contrato. En estas condiciones, sólo cabe concluir que si el
demandado sabía que los camiones debían ser de los años 2000 y 2001, es porque
también sabía que esta circunstancia era un motivo principal de su contraparte
para contratar, de modo tal que si los vehículos fueron manufacturados los años
1997 y 1998, independiente de la buena fe con que pudo haber obrado el
primero, es evidente que el comprador incurrió en error de hecho que vició su
consentimiento. Sexto: Que, sin perjuicio de lo concluido en el fundamento
anterior y no obstante que en la casación en estudio se denuncian infringidos los
artículos 399 del Código de Procedimiento Civil y 1713 del Código Civil, la
recurrente alega que el error que sufrió la sociedad demandante fue sustancial y
no accidental, pues el año de fabricación de un vehículo es, a su juicio, un
elemento de la esencia y no secundario. La cita de los preceptos aludidos resulta,
por consiguiente, equívoca, pues lo que con el mérito de la prueba confesional
se pretendía acreditar era que la parte vendedora sabía que los camiones debían
ser de determinados años, conocimiento que es relevante únicamente si la clase
de error que se invoca por el que alega haberlo padecido es la del inciso 2º del
artículo 1454 del Código Civil y no la del inciso 1º del mismo precepto, pues para
la configuración del error sustancial a la ley es indiferente el conocimiento o
desconocimiento de los contratantes. En efecto, en la demanda se plantea la
nulidad relativa de los contratos expresando: 'doctrinariamente han surgido dos
posturas en torno al error sustancial: a) interpretación objetiva: en este caso, la
'sustancia' se define como el conjunto de elementos materiales y calidades que
constituyen la naturaleza específica del objeto, asimilándolo a un género
determinado. b) interpretación subjetiva: en este caso se atiende a la voluntad
de las partes. La calidad substancial debe buscarse subjetivamente en la
apreciación de las partes. Nuestro Código Civil ha adoptado una postura
ecléctica y en este sentido el error substancial puede, entonces, no sólo recaer

55
sobre la sustancia de la cosa, sobre su composición, sino que también sobre
cualquier otra cualidad que es determinante para contratar, como la antigüedad
o el valor artístico de un objeto'. Luego en el recurso de casación insiste sobre el
tema, argumentando que no es por razones de costumbre, sino por exigencia
legal, que la individualización de los vehículos debe ser precisa y detallada,
elementos del contrato que resultan esenciales en la formación de la voluntad
contractual. Agrega que si se tiene en consideración que se trata, además, de
vehículos de carga 'resulta esencial el año de fabricación de los mismos, pues de
dicho elemento del contrato se concluyen consecuencias comerciales vitales en
el ejercicio de la actividad productiva para el cual los vehículos son adquiridos'.
En este contexto, corresponde determinar entonces si, como se propone en el
recurso, el año de fabricación de un vehículo constituye parte de la sustancia del
mismo o si es sólo un accidente, como se postula en el fallo impugnado. Séptimo:
Que cuando la ley conceptualiza el error obstáculo señala que éste es el que recae
sobre la especie de acto o contrato que se ejecuta o celebra, como si una de las
partes entendiese empréstito y la otra donación; o sobre la identidad de la cosa
específica de que se trata, como si en el contrato de venta el vendedor entendiese
vender cierta cosa determinada y el comprador entendiese comprar otra. Por su
parte, cuando regula el error sustancial dispone que éste vicia el consentimiento
cuando la sustancia o calidad esencial del objeto sobre que versa el acto o
contrato, es diversa de lo que se cree, como si por alguna de las partes se supone
que el objeto es una barra de plata y realmente es una masa de algún otro metal
semejante. De la definición de ambos tipos de errores resulta obvio que para la
ley es distinta la 'identidad de la cosa específica de que se trata' y su 'sustancia o
calidad esencial'. En el primer caso, es evidente que hay error si una parte cree,
por ejemplo, vender un caballo y la otra comprar una vaca, pero la ley también
se sirve de la voz específica, a la que es necesario atribuir sentido. Así, pueden las
partes entender que el contrato versa sobre una misma cosa en sentido genérico,
pero una de ellas cree erradamente que se trata de una específica dentro de ese
género y la otra no, como si el vendedor cree vender el caballo A y el comprador
cree comprar el caballo B. En esta hipótesis habrá por cierto error esencial u
obstáculo. En el segundo caso, es también evidente que el legislador no puede
referirse a sustancia en el sentido de esencia, esto es, de aquello que hace que
una cosa sea lo que es y no otra, pues lógicamente en el evento de incurrirse en
error respecto de ella se estará en la situación descrita en el párrafo que

56
antecede. Sustancia es la materia concreta que constituye la cosa, esto es, la
materia de que se compone el objeto sobre el que recae la obligación. Así se
desprende del ejemplo que propone el Código, antes transcrito: como si por
alguna de las partes se supone que el objeto es una barra de plata, y realmente
es una masa de algún otro metal semejante. Calidad esencial, en cambio, es la
que da al objeto una fisonomía propia que lo distingue de los demás. Ahora bien,
jurídicamente sustancia y calidad esencial si bien no son sinónimos, sí son
equivalentes, y lo revela así la conjunción o de que se sirve el inciso 1º del
artículo 1454 del Código Civil. La ley asimila ambas expresiones y con esto se
quiere significar que en los casos de error sustancial las partes están de acuerdo
en que la cosa sobre que versa el contrato es la misma para ambas y que esa cosa
es lo que es, pero el yerro recae, como se dijo, sobre una cualidad que da al
objeto una fisonomía propia que lo distingue de los demás. Si en el caso de una
compraventa el objeto del contrato es, siguiendo el ejemplo, el caballo A, una de
las partes incurrirá en el error de que trata el artículo 1453 tanto si cree que el
vendedor le está donando el caballo, como si cree que en realidad el contrato
versa sobre una vaca o bien si sabe que el contrato es una compraventa, que recae
sobre un caballo, pero cree que el caballo es B y no A. En cambio, si esa misma
parte sabe que el contrato es una compraventa, que recae sobre un caballo y que
es el caballo A, pero cree, equivocadamente, que el caballo es de carrera y resulta
que el animal es de tiro, incurre en error sustancial, pues no obstante haber
acuerdo de voluntades sobre la especie del contrato y sobre la identidad de la
cosa específica sobre que éste versa, no la hay sobre otra cualidad de esa cosa que
es determinante para celebrar el contrato y que le da a ésta una fisonomía propia
que la distingue de las demás. Cabe destacar que la doctrina civil moderna no
habla de error sustancial, sino de error sobre las cualidades relevantes de una
cosa, entendiéndose por tales aquellas determinantes, atrayentes, las que
inducen a contratar y sin las cuales una de las partes, al menos, no habría
contratado (VÍCTOR VIAL DEL RÍO, 'Teoría General del Acto Jurídico', Ediciones
Universidad Católica de Chile, segunda edición, 1991, página 75). Octavo: Que
esta Corte ya ha tenido oportunidad de precisar cuándo debe estimarse que se
está frente a un error sustancial, con motivo de la dictación de la sentencia
recaída en los autos ingresados bajo el Nº 751-2007. En efecto, se expuso en esa
oportunidad que según el profesor AVELINO LEÓN HURTADO, el error sustancial
constituye, sin discusión, un vicio del consentimiento, porque si bien éste se

57
forma, existe un falso concepto de la realidad que autoriza para pedir la rescisión
del contrato. De acuerdo a este autor, es difícil precisar qué debe entenderse por
calidad esencial, puesto que podría juzgarse con un criterio subjetivo, esto es,
atendiendo a la intención del contratante que padece el error, o bien con uno
objetivo, tomando en cuenta lo que normalmente debe entenderse como calidad
esencial o atributos esenciales que dan a una cosa su fisonomía propia (AVELINO
LEÓN HURTADO, 'La voluntad y la capacidad en los actos jurídicos', Editorial
Jurídica de Chile, 1952, página 195). La doctrina francesa de comienzos del siglo
XIX —sigue el autor en la cita—, se afirmó también en ese fallo, echó mano en
general a un criterio objetivo para establecer el error sustancial,
circunscribiéndolo únicamente al error que recaía sobre la sustancia misma de
la cosa; posteriormente, LAURENT, siguiendo la doctrina de DOMAT y POTHIER,
manifestó que el error sobre la sustancia es, pues, un error sobre las cualidades,
pero todo error sobre las cualidades no es sustancial, sino que es necesario que
recaiga sobre una cualidad principal y es la intención de las partes la que decidirá
si una cualidad es principal o no, es decir, es preciso determinar lo que las partes
han tenido en mira al contratar. La cuestión es en definitiva, por ende, una de
intención y es el juez el que deberá decidir según las circunstancias de la causa.
Surge nítidamente en el error sustancial la diferencia entre el que recae en la
conformación material de la cosa y aquel que está referido a la calidad esencial
del objeto. Noveno: Que como consecuencia de lo razonado precedentemente,
debe reflexionarse si la calidad esencial de la cosa se determinará conforme un
criterio objetivo [debió decir subjetivo], es decir, ateniéndose sólo a la intención
del contratante que padece el error, como sostienen en Chile, entre otros,
ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ALESSANDRI BESA, CLARO SOLAR y VIAL DEL RÍO; o, por el
contrario, deberán considerarse las cualidades de la cosa cuya reunión
determinan su índole específica, distinguiéndola de acuerdo a la noción común
de todas las demás cosas. Esas cualidades que forman la sustancia de la cosa serían
determinadas, en este último caso, conforme con la opinión general y las
circunstancias del negocio y no por la sola intención particular del que alega el
error. Como ha tenido oportunidad de exponerlo de manera reiterada esta
Corte Suprema, en la interpretación de los contratos se distingue entre los
sistemas que atienden a la intención de las partes, el que se califica de subjetivo,
y el que considera fundamentalmente la declaración. La doctrina nacional
enseña que el Código Civil adscribió al primero de estos sistemas, sin embargo,

58
teniendo presente lo dispuesto en los artículos 19, 1069 y 1560 del Código Civil,
sólo se recurrirá a la intención o voluntad, en desmedro de la declaración,
cuando aquélla consta claramente. En este mismo orden de ideas al investigar el
error, como vicio del consentimiento, respecto de la sustancia este tribunal
mantiene la doctrina manifestada, en orden a que adscribe más bien a la postura
que propende a una interpretación contractual de carácter objetivo, puesto que
si se atiende a la sola intención del contratante que invoca el error, no podrá
otorgarse un índice seguro para distinguir la sustancia de la cosa de otra
cualquiera, permitiendo con ello la prueba de que cualquier diferencia en la
sustancia viciara la intención del contratante, lo que conllevaría a confusión
entre el error sustancial y el accidental. Respecto del error sustancial derivado de
la confusión en la calidad esencial del objeto, al ser diversa de la que se tiene en
mente al contratar, se sostiene por el profesor AVELINO LEÓN HURTADO que 'en
el Proyecto de Código Civil de 1853, en el artículo correspondiente, hay una nota
de Bello que cita como fuente los artículos 1837 y 1838 del Código de la Luisiana
y estos artículos se refieren al error en la substancia y en las calidades esenciales,
entendiendo por estas últimas las que le dan mayor valor a la cosa. O sea, según
la fuente de este artículo la calidad esencial se debe juzgar con criterio objetivo,
pues se atiende a la calidad que da mayor valor a la cosa, y no la sola intención
del que invoca el error'. Agrega que en este caso el juez debe apreciar los hechos
y específicamente en los que se hace descansar el error 'según las circunstancias
del acto' y no solamente la intención de quien lo invoca (obra citada, página
173). De esta forma, se debe recurrir a las circunstancias de la especie, que
'comprenden todos aquellos elementos susceptibles de revelar al intérprete, sea
directamente, sea, sobre todo, mediante inducciones, la intención común de los
contratantes. Estos elementos deben detectarse en la conducta de las partes, ya
en el curso de las negociaciones anteriores a la convención, ya en el momento
de la conclusión misma del contrato o aún después de su conclusión' (JORGE
LÓPEZ SANTA MARÍA, 'Sistema de Interpretación de los Contratos', Ediciones
Universitarias de Valparaíso, páginas 62 y 63). El autor citado sobre el tema
expresa que el juez 'examinando todas las circunstancias de la especie y no
pudiendo llegar a una certidumbre, no deberá esforzarse en verificar, sino en
'inducir' lo que fue la voluntad común al fin'; más adelante agrega: 'así, el juez
debe tomar en consideración todas las circunstancias de la especie, todos los
hechos susceptibles de esclarecer el sentido de la convención. Tales hechos, una

59
vez probados en el proceso, servirán de base al tribunal para inducir la voluntad
común real o virtual de las partes contratantes y permitirá que el litigio sea
solucionado' (obra citada, página 36). Si se pretende determinar la naturaleza
de las circunstancias de la especie, incluso en un sistema subjetivo de
interpretación de los contratos, es posible diferenciar aquellas que tienen un
carácter de inclinación objetiva o un carácter de inclinación subjetiva. 'En efecto,
frecuentemente dichas circunstancias se presentarán a los ojos del intérprete con
una cierta objetividad', pero 'aún si las circunstancias de la especie no tuvieran
nada de preciso, nada de categórico, si sus características fueran puramente
subjetivas, el juez debe, aún así, tomarlas en consideración y eventualmente
servirse de ellas para motivar su decisión' (obra citada, página 37). Como
concluye el profesor AVELINO LEÓN, 'la calidad esencial deberá fijarla en último
término el juez, atendiendo a las circunstancias en que se celebró el acto jurídico
y a lo que conforme con la noción común, con un criterio general, debe
entenderse por tal calidad' (obra citada, página 174). Décimo: Que tratando de
realizar un planteamiento objetivo sobre la compra de vehículos con fines
comerciales, se puede decir que la calidad relativa a la antigüedad representa un
mayor carácter esencial, mientras más próxima se afirma que es su fabricación.
Así, al adquirir un vehículo nuevo el año de fabricación tiene una relevancia
preponderante, pues se tiene en consideración para el precio que éste no ha sido
usado, de manera que la expectativa de explotación es mayor. Por el contrario,
el transcurso del tiempo en un vehículo antiguo pasa a ser un aspecto
absolutamente accesorio, dado que se tendrá presente el estado general,
pasando a ser secundario el año de fabricación. En las circunstancias planteadas,
la diferencia en adquirir un vehículo de trabajo con una diferencia de tres a seis
años de antigüedad (1997 ó 2000, en abril de 2004) o de dos a cinco años (1998
ó 2001, en abril de 2006), de lo que resulta que su explotación ha sido por el
doble o más del doble del tiempo, constituye una circunstancia de la especie
relevante que permite concluir, en el proceso de interpretación contractual, que
se ha producido un error en la cualidad esencial de la cosa adquirida, tenido en
consideración para contratar por el comprador, circunstancia conocida por el
vendedor, quien expresa igualmente haber sido engañado por el exportador,
puesto que él también creyó que fueron fabricados los años 2000 y 2001 (...). En
el caso de autos, e incluso abstrayendo al contrato de compraventa de un
vehículo motorizado en general, es manifiesto que el año de fabricación es una

60
cualidad esencial, pues no obstante esta circunstancia no hace que un vehículo
sea lo que es —es decir, no constituye su esencia— ni altera aquello de que se
compone —su materia—, evidentemente le da una fisonomía propia, desde que
es determinante, ni más ni menos, para la fijación del precio que se paga por él.
Este último es, en efecto, un criterio objetivo al que puede recurrirse para
calificar la naturaleza del error. Así, si existe error acerca del color del vehículo
ello no influirá en el monto del precio que se pague por él y, en este entendido,
puede afirmarse que esa circunstancia es meramente accidental. Mas si para una
de las partes el color del vehículo es motivo principal para contratar y ese motivo
ha sido conocido de la otra, el error viciará el consentimiento de conformidad
al inciso 2º del artículo 1454. Lo anteriormente concluido no importa
contradicción con aquello que se afirmó en el párrafo final del fundamento
quinto precedente. Esta Corte Suprema afirma que en las circunstancias de
hecho del presente juicio, el año de fabricación de un vehículo es una calidad
esencial del mismo y lo que más arriba se ha sostenido es que aún en el evento
en que se sitúa la sentencia impugnada, esto es, que tal cuestión es meramente
accidental, de todos modos debió haberse accedido a la nulidad alegada, pues
resultó probado que la circunstancia anotada fue motivo principal de una de las
partes para contratar y ese motivo fue conocida por la otra. Undécimo: Que, en
consecuencia, puede afirmarse, como se propone por la recurrente, que el error
sobre el año de fabricación de los vehículos materia de los contratos de
compraventa de autos constituye un error sustancial, que trae aparejado como
efecto que la voluntad del comprador se haya visto afecta por un vicio que
invalida el consentimiento expresado y que conlleva, de conformidad con lo
prescrito en el inciso final del artículo 1682 del Código Civil, la nulidad relativa
de ambas convenciones. Al no haberlo decidido así, los sentenciadores han
incurrido en los errores de derecho denunciados en el recurso, en especial, del
inciso 1º del artículo 1454 del Código Civil, y éstos han influido de manera
sustancial en su parte dispositiva, de modo tal que la casación en el fondo
intentada debe ser acogida"79.

c. Error sobre la tasa de interés de un depósito

79 Corte Suprema, 19 de enero de 2010, rol Nº 1908-2008.

61
"2º. Que la demandante (Banco de Chile) fundó su pretensión en la nulidad
absoluta, en subsidio, en la inexistencia y en subsidio de lo anterior, en la
nulidad relativa del depósito a plazo Nº 994 1100100 149130 1 efectuado por
el demandado el día 4 de julio de 2006 a través de los servicios de atención
remota del Banco de Chile, página web wwww.bancochile.cl, basado en que
por un error del sistema computacional aparecía como interés para los
depósitos a plazo a 30 días una tasa de 30,91% en circunstancias que la tasa
real era de 0,31%. Por ello solicita se declare nulo absolutamente el contrato
de depósito materia de estos autos, por cuanto carece de consentimiento de
parte del banco demandante o, en subsidio, la inexistencia del mismo y, en
subsidio de todo lo anterior, la nulidad relativa, ordenando la devolución por
parte del demandado de los intereses erróneamente percibidos, ascendentes a
$4.018.300, debidamente reajustados, más los intereses corrientes, con costas;
(...) Expone que se ha incurrido en error de derecho por los sentenciadores
desde que se confunde el error esencial con el error substancial, puesto que la
tasa de interés a aplicar en los depósitos a plazo es un elemento de la esencia
del contrato. De ahí que exista un grave vicio en la voluntad de la Institución
Bancaria, lo que debió llevar a los magistrados a preferir la voluntad real,
declarando la nulidad absoluta del acto o contrato, ya que se trata de un vicio
que no puede ser saneado por voluntad de las partes (...) 5º. Que la sentencia
cuestionada que confirmó el fallo de primera instancia, en cuanto rechazó la
demanda de autos reflexiona: 'Primero: Que es un hecho reconocido por
ambas partes, que con fecha 4 de julio de 2006 don Edwin Rodrigo Berríos
Harriague invirtió a través de la página web del Banco de Chile en el depósito
a plazo Nº 994 1100100 149130 1 por 30 días un capital ascendente a
$13.000.000 con una tasa de interés mensual de 30,91% y, que llegado el
vencimiento del plazo respectivo cobró dicho depósito, pagándosele con la
referida tasa de interés, lo que se materializó a través de un depósito en su
cuenta corriente el 3 de agosto del año 2006. Lo anterior resulta, además,
corroborado con la documental acompañada a los autos, especialmente la de
fojas 67, 70, 82 y 83; Segundo: Que la nulidad relativa tiende a proteger los
intereses particulares de quienes han celebrado el acto o contrato, de ahí que
entre sus características figure la posibilidad de ser ratificada por quien tiene
derecho a alegarla, lo que se traduce en que aquel en cuyo favor se establece
se encuentra facultado, en definitiva, para renunciarla; Tercero: Conforme al

62
artículo 1693 del Código Civil la ratificación puede ser expresa o tácita,
definiéndose la tácita como 'la ejecución voluntaria de la obligación contraída'
(artículo 1695 del Código Civil). En definitiva por medio de la ratificación se
demuestra la intención de no aprovecharse de la nulidad que favorece a quien
ha resultado perjudicado con ella, lo que viene a ser una aplicación de lo
dispuesto por el artículo 12 del Código Civil; Cuarto: En la especie el Banco de
Chile, conociendo el vicio que afectaba al contrato de depósito que lo
vinculaba con el demandado y siendo capaz de disponer de lo suyo ejecutó
voluntariamente la obligación contratada, saneando el vicio de que adolecía el
referido contrato'; (...) 10º. Que, como se señaló, en el caso de autos se
determinó por los sentenciadores que efectivamente se incurrió en error
substancial por parte del Banco, pero que éste fue saneado por un acto
posterior consistente en el pago oportuno e íntegro de la obligación. 11º. Que,
en el caso de autos, según se indicó expresamente por los magistrados del
fondo, el error del actor se habría producido en el monto de los intereses, de
forma que en todo lo demás debe reputarse perfecto el contrato de depósito a
plazo. Así establecido los hechos, ese error corresponde sancionarlo con la
nulidad relativa. Contrariamente a lo sostenido por la recurrente no es el
monto de la tasa de interés ofrecida por el banco la circunstancia que califica
el contrato, sino el hecho que se otorgue interés. En este aspecto se concuerda
con el recurrente en cuanto expresa que 'al existir una tasa de interés de por
medio, nos encontramos frente a un contrato distinto no de simple depósito,
en que una de las partes deposita una cantidad de dinero y la otra se obliga a
restituirlo dentro de un plazo determinado acrecentado con un interés
pactado'"80.

80 Corte Suprema, 10 de enero de 2011, rol Nº 9347-2010 (en idéntico sentido Corte Suprema,
17 de marzo de 2011, rol Nº 7797-2009). Vid. comentario a esta sentencia en de la MAZA
GAZMURI, ÍÑIGO, "El error vicio del consentimiento: entre la protección y el aprovechamiento",
en AA. VV., Estudios de Derecho Civil VII, LegalPublishing, Santiago, 2012, pp. 511-523. El
tribunal de primer grado en lo relativo a la calificación del error había resuelto: "Decimoctavo:
Que en el caso de autos no ha podido existir un error en la especie o naturaleza del contrato,
pues ambas partes coinciden en que se celebró un contrato de depósito. Que respecto a la
identidad específica de la cosa, dicho error se produce cuando la cosa que una de las partes
supuso que era el objeto del negocio no tenía relación con éste, o si la tuviera, en cambio, sería
otra cosa sobre la cual jamás pensó negociar, que tampoco nos encontramos en el caso de autos,

63
d. Error sobre encontrarse la vivienda adquirida en un condominio cerrado

"Es evidente que el emplazamiento de una casa habitación no forma parte de


su esencia, es decir, no es aquello que hace que una casa habitación sea una
casa habitación. Sin embargo, es también indiscutible que ese emplazamiento
le otorga a una residencia una fisonomía propia y única, a tal punto que puede
sostenerse sin lugar a dudas que es uno de los factores más preponderantes a
la hora de determinar su precio. En razón de lo anterior, es posible afirmar
que el emplazamiento o localización de una residencia es una calidad esencial
de la misma. Pues bien, en el caso de autos no hay duda que el error alegado
no lo fue respecto del lugar donde se sitúan los inmuebles de los actores, sino
en cuanto al hecho de situarse en un condominio cerrado, como afirman éstos
habérselo representado. En este escenario, la circunstancia de ubicarse una
casa habitación en un condominio cerrado innegablemente es una cualidad
de ésta, como lo es el hecho que se ubique cercana a un supermercado, a una
calle por donde circule locomoción colectiva, a un recinto deportivo donde se
efectúen espectáculos masivos o a un colegio. Todas estas circunstancias
pueden influir en la decisión de adquirir la vivienda y en la fijación del precio,
pero no le dan una fisonomía propia, esto es, no constituyen sus atributos
esenciales. Lo anterior no importa afirmar que esta calidad —la de encontrarse
la vivienda en un condominio cerrado— no sea importante o relevante a la
hora de tomar la decisión de celebrar o no el contrato, como lo puede ser
también la cercanía al supermercado, a la gran avenida, al estadio o al colegio,
sino únicamente que no es una calidad esencial. Todo lo dicho en el párrafo

pues ambas partes coincidieron en el objeto del contrato, para una parte era el dinero entregado
en depósito y para el otro los intereses percibidos, la diferencia en la cantidad de intereses
pactados no es un error sobre la identidad de la cosa. Decimonoveno: Que esta sentenciadora
estima que estamos ante un error sustancial, que es aquél que recae sobre las cualidades
relevantes de las cosas, que han sido determinantes del negocio, por nuestra parte entendemos
que la idea de sustancia no puede ser reducida a una pura cuestión de materia. El error sustancial
vicia el consentimiento y debe ser función de él y no de la materia. Que los intereses ofrecidos
constituyen una cualidad relevante que induce a las partes a contratar y celebrar un contrato de
depósito de dinero, que en este orden de ideas y del estudio de la prueba documental se puede
concluir que efectivamente el demandante al celebrar el contrato de autos sufrió de error
sustancial, cuya sanción es la nulidad relativa". 19º Juzgado Civil de Santiago, 23 de marzo de
2009, rol Nº 19444-2006.

64
que antecede conduce a concluir indefectiblemente que el error que afirman
los demandantes haber experimentado no tiene la aptitud de viciar el
consentimiento, pues no constituye error sobre la sustancia o calidad esencial
del objeto sobre que versaron los contratos, en los términos que exige el inciso
primero del artículo 1454 del Código Civil, de manera tal que la decisión de
rechazar las acciones de nulidad relativa impetradas resulta ser jurídicamente
acertada"81.

e. Error en cuanto a si los locales arrendados cumplían con los requisitos para
su explotación comercial

"Vigésimo cuarto: Que la segunda causal de nulidad absoluta es la de falta de


consentimiento y se hace consistir, en primer término, en que existió un error
obstáculo o esencial, puesto que no había cosa susceptible de darse en
arriendo: Casa Do Brasil siempre entendió que los locales arrendados reunían
los requisitos necesarios para desarrollar los negocios que pensaba instalar y
que no existía restricción para instalar en ellos una cafetería y un
restaurante, mientras que Mall Puente S.A. entendía que era de cargo del
arrendatario habilitar los locales para su explotación comercial. Vigésimo
quinto: Que de conformidad al artículo 1453 del Código Civil existe nulidad
absoluta por error obstáculo o esencial únicamente en dos casos; a) cuando la
equivocación o discrepancia de las partes se refiere a la especie del acto o
contrato que se celebre como si una de las partes entendiese empréstito y la
otra donación, y b) cuando este error o discrepancia se produce respecto a la
identidad de la cosa específica de que se trata, como si en el contrato de venta
el vendedor entendiera vender cierta cosa determinada, y el comprador
entendiese comprar otra. Vigésimo sexto: Que como se puede apreciar, en el
caso de autos no concurren los requisitos para configurar el error obstáculo o
esencial en términos tales de entender viciada la formación del
consentimiento, ya que es evidente que la voluntad de los contratantes
coincidió perfectamente en la celebración de un contrato de arrendamiento,
esto es, en un pacto específico y nominado, como también, en la cosa
arrendada, la que se identificó e hizo recaer en dos locales comerciales

81 Corte de Apelaciones de Santiago, 10 de julio de 2014, rol Nº 1187-2013, cons. 12º.

65
determinados que se individualizaron con los números 149 y 302 del Mall
Puente. Vigésimo séptimo: Que aún cuando fuera efectivo lo que la
demandante afirma en el sentido que las partes no coincidieron en la cosa
arrendada, ya que el arrendatario creyó que los locales comerciales cumplían
con los requerimientos sanitarios y urbanísticos para desarrollar su actividad,
mientras que el arrendador entendía que ello era de cargo del arrendatario,
no se trataría, en tal caso, de un error obstáculo o esencial, sino de un error
sustancial. Vigésimo octavo: Que tal es así porque la situación descrita se
asemejaría a la regulada en el artículo 1454 del Código Civil, referente a la
sustancia o calidad esencial del objeto cuando es diversa de lo que se cree,
error que la doctrina califica de sustancial, que es aquel, en rigor, del que la
actora reclama, cuando afirma que los locales comerciales que recibió en
arriendo, y en los cuales ejecutó diversas obras de instalación, no le resultaron
aptos para desarrollar los negocios propios de su giro. Vigésimo noveno: Que
aún en la hipótesis de estimarse acreditada le existencia de un error sustancial
en torno a la cosa arrendada, la demanda igualmente deber ser rechazada
porque esa clase de error sólo produce nulidad relativa, y en estos autos la
actora pretende, únicamente, se declare la nulidad absoluta de dos contratos
de arrendamiento que individualiza. Trigésimo: Que lo que en verdad Casa do
Brasil Limitada le imputa a su contraparte en el contrato es el incumplimiento
de una obligación que estima era de su cargo, al atribuirle que debía habilitar
los locales comerciales que ya había entregado de un modo tal que le
permitieran el desarrollo del negocio o giro que en ellos pretendía efectuar,
lo cual, de ser cierto, solo configuraría un incumplimiento de obligaciones
contractuales, pero jamás podría conducir a estimar que los contratos nacieron
afectos a un vicio de nulidad absoluta. Trigésimo primero: Que, por último,
para descartar la existencia de un error esencial u obstáculo que revele faltó el
consentimiento entre los contratantes derivado del hecho de no haber
coincidido estos en la identidad de la cosa específica arrendada, debe tenerse
presente que Casa Do Brasil es una empresa con trayectoria en el rubro, una
comerciante avezada, de experiencia y, naturalmente conocedora de una
práctica o costumbre mercantil de que en los centros comerciales,
denominados mall, sus ocupantes no celebran meros contratos de arriendos,
ya que el atractivo de estos está en el conjunto que se ofrece con su variedad
de locales y la organización o know how, y que en ellos el propietario entrega

66
un local en obra bruta, y es el arrendatario, justamente, a quien corresponde
adecuarlo a sus necesidades, por lo que no es creíble que no se percatara de
los defectos que ahora les atribuye. Trigésimo segundo: Que se sigue de lo
expuesto, en síntesis, que de existir fallas o déficit en las instalaciones de los
locales comerciales que los inhabilitaran para una específica actividad, ello,
como ya se dijo, daría lugar solo a un incumplimiento contractual, más no a
nulidad. Trigésimo tercero: Que la actora cita en su libelo una sentencia que
estimó nulo, de nulidad absoluta, un contrato de arrendamiento sobre un
inmueble por error en la identidad de la cosa arrendada para concluir que se
trata de una situación análoga a la de autos. Sin embargo, ella no se compara
con la del presente caso, ya que allí el arrendador entendió arrendar en razón
de la cabida y el arrendatario como especie o cuerpo cierto, resultando claro
que en esa causa la Excma. Corte Suprema apreció que se trataba de una
especie distinta, que el objeto arrendado era otro, lo que no se da en el caso
sublite donde existió plena identidad en relación a los locales y a su estado al
momento de su entrega, los cuales, además se identificaron claramente, tanto
más si esta alegación solo la formuló muy tardíamente y después de efectuar
según dice cuantiosas inversiones en ellos, motivaciones, las anteriores, que
llevan a esta Corte a desestimar la existencia de un error obstáculo o esencial
en la identidad de la cosa arrendada"82.

f. Error sobre la aptitud forestal del predio que se adquiere

"2º) Que, conforme a la demanda, el debate ha quedado circunscrito a


determinar si existe un vicio de nulidad relativa en el contrato antedicho y su
modificación consistente en el error en la calidad esencial del inmueble objeto
del contrato, puesto que la actora afirma que siempre supuso que estaba
comprando un predio rústico susceptible de ser forestado con especies
exóticas de pino y eucaliptus, destinación que no es factible al tratarse de un
predio cubierto casi en su totalidad por bosque nativo no sustituible (...) queda
entonces determinar si concurren los presupuestos legales que permiten
sostener la existencia de un error sustancial en la compraventa del predio
rústico motivo de la litis. En términos concretos y según lo afirmado por el

82 Corte de Apelaciones de Santiago, 10 de enero de 2008, rol Nº 7125-2005.

67
actor, si el motivo determinante para la celebración del contrato de
compraventa consistió en su aptitud forestal, entendida ésta como la
posibilidad de plantar especies exóticas como pino y eucaliptus para su
explotación comercial. Esta determinación debe estar convenientemente
conjugada con la improcedencia de admitir la negligencia, descuido o falta de
interés de una de las partes en la celebración del contrato. 10º) Que, en el
contrato de 22 de enero de 2013, las partes acuerdan la cosa: inmueble
denominado Lote Uno a dos que proviene de la subdivisión de la Hijuela Uno,
Parte del Fundo Digua de la comuna de Parral; el precio: $110.000.000
pagadero en dos cuotas; el inmueble se vende como especie o cuerpo cierto
con todo lo edificado y plantado, en el estado que actualmente se encuentra,
con todos sus usos y derechos, costumbres y servidumbres, libre de toda
hipoteca, prohibición, gravamen o embargo y cualquier otra limitación al
dominio, respondiendo el vendedor del saneamiento en conformidad a la ley;
la entrega materia de la propiedad se realizó en ese acto, facultando a la
compradora para tomar posesión material de ella. En su cláusula Décimo
Tercera se deja constancia que el inmueble se trata de un predio agrícola y en
virtud de lo prevenido en el D.L. Nº 3.516 del año 1980, el inmueble que se
enajena tendrá el gravamen de no cambiar su destino en los términos que
señalan los artículos 55 y 56 de la Ley General de Urbanismo y Construcción.
11º) Que, en el contrato en cuestión, no aparece referencia alguna al interés
de la parte compradora en adquirir un predio con aptitud forestal. Al
contrario, ello ha de descartarse cuando en la cláusula Décimo Tercera se
afirma que se trata de un predio agrícola, sometido a la prohibición de división
y cambio de destino contemplado en el D.L. 3516. En efecto, a partir de las
definiciones contenidas en el D.L. antes referido, resulta claro que los predios
rústicos son terrenos que se pueden usar para la agricultura, la ganadería o
actividades forestales que se encuentran en todo Chile fuera de los límites
urbanos. Es así que un predio agrícola es una categoría o un tipo de predio
rústico basado en su aptitud, distinto por cierto al forestal o al ganadero. La
anterior clasificación no solo tiene importancia para efectos de división y
destino de dichos predios, por cuanto en materia tributaria también define su
enrolamiento y tasación fiscal, mediante la cual se determina su impuesto
territorial, tal como lo describe la Ley Nº 17.235 la cual distingue los predios
agrícolas de los forestales como unidades distintas. 12º) Que el interés en la

68
explotación forestal del predio en cuestión tampoco puede desprenderse de
la escritura pública de modificación de 31 de enero de 2014 por cuanto a la
fecha de su otorgamiento ya se conocía la imposibilidad de una explotación
forestal del mismo dado que los permisos ante Conaf había sido rechazados en
el mes de abril del año anterior. Cabe señalar, asimismo, que resulta
particularmente determinante la afirmación en esta escritura pública en
cuanto que, el saldo de precio se pagaría una vez obtenido la calificación del
predio de aptitud preferentemente forestal, cuando aquella había sido negada
precisamente casi 10 meses antes y no obstante ello, el comprador persistió en
la venta mediante solo una modificación en el plazo para pagar el saldo del
precio. En este sentido, la falta de aptitud forestal, a esa fecha ya no es un error,
puesto que constituye un hecho cierto y, asimismo, no puede erigirse como
una condición, puesto que en su origen está determinada su imposibilidad de
cumplimiento. El actor por lo demás, actúa contra sus propios actos cuanto,
no obstante conocer a esa fecha la falta de aptitud forestal del predio que
adquirió con más de un año de antelación, insiste en el contrato mencionando
dicha calidad como una condición para el pago del saldo del precio, no
obstante ya conocía la imposibilidad de su cumplimiento, por cuanto en abril
del año anterior dicha información le era conocida. En este caso, por traerse
de una nulidad relativa, no es posible aplicar la limitación del artículo 1683 del
Código Civil (nemo auditur), pero la reunión de los presupuestos para la
calificación del error como sustancial y determinante, exige pasar por sobre la
barrera de la propia negligencia, la buena fe y de los actos propios que fueron
realizados para tratar de salvar, lo que finalmente se transformó para el
demandante, en un mal negocio. 14º) Que, de esta manera, forzoso es concluir
que no existe el error sustancial en los términos que exige la normativa legal
comentada en los considerandos precedentes, puesto que solo se advierte un
interés posterior y, por cierto fallido de destinar el predio agrícola adquirido a
una actividad económica forestal, lo que fue negado por la autoridad
competente; es decir, la finalidad que pretendía no puedo ser ejecutada, pero
no es susceptible atribuirlo a un error, sino a una simple falta de previsión en

69
el comprador, lo que no logra configurar el vicio del consentimiento que
sustenta la demanda principal"83.

g. Error sobre la aptitud comercial de local arrendado

"Que tal como se razonó por el tribunal a quo en el fundamento decimocuarto,


reproducido por esta Corte, efectivamente la voluntad del actor al celebrar,
como arrendatario, el contrato de arrendamiento con la demandada el 16 de
agosto de 2005 respecto del local de Agustinas 2306 A de Santiago, de que da
cuenta el documento de fojas 1, se encontraba viciada por error,
entendiéndose por tal, según CLARO SOLAR, 'ese estado intelectual en que la
idea de la realidad se halla oscurecida u ocultada por una idea falsa'.
Claramente en la especie se da lo que se denomina 'error en la sustancia', al
que se refiere el inciso primero del artículo 1454 del Código Civil en los
siguientes términos: 'el error de hecho vicia asimismo el consentimiento
cuando la sustancia o calidad esencial del objeto sobre que versa el acto o
contrato, es diversa de lo que se cree, como si por alguna de las partes se
supone que el objeto es una barra de plata, y realmente es una masa de algún
otro metal semejante'. Este error en la sustancia debe ser determinante, esto
es, que dicha sustancia haya sido el motivo determinante que la persona tuvo
en vista al momento de contratar. En el caso que nos ocupa, se trata de un
arrendamiento de un 'local comercial', según expresamente se lee de la
cláusula primera del contrato de fojas 1, estipulándose en la cláusula séptima
que el arrendatario sólo puede destinar el inmueble arrendado a 'local
comercial, fuente de soda, etc.' y está demostrado en el proceso, según ha
consignado la sentencia que se revisa, que dicho local no contaba con permiso
de edificación y que además estaba afecto en un 70% de su superficie a
expropiación, no siendo posible la obtención de la respectiva patente
comercial en el municipio de Santiago, de suerte que la cosa nunca tuvo la
aptitud de ser un verdadero 'local comercial', esto es, nunca estuvo en
condiciones de ser destinada a la explotación de un comercio, que fue el

83 Corte de Apelaciones de Concepción, 5 de enero de 2018, rol Nº 2051-2016.

70
motivo determinante para que el demandante celebrara el contrato de
arrendamiento cuya nulidad ahora pretende"84.

h. Error en cuanto al objeto de una cesión de derechos hereditarios

"1º) Que en el caso sub lite, según se ha dicho en el fallo de primer grado, la
parte de los demandantes ha aseverado que el precio de la cesión de derechos
fijado por las partes se relaciona con la calidad esencial del objeto que vendía,
calidad que, en su opinión, sería errada, toda vez que el valor acordado no
correspondía al valor real de las acciones y derechos sobre el inmueble que
individualizan. Al respecto debe dejarse establecido que la cesión de derechos
hereditarios ha sido definida como la convención celebrada después del
fallecimiento del causante, mediante la cual el heredero transfiere a cualquier
título a otro heredero o a un extraño, su derecho a la herencia o una cuota de
él (Las Obligaciones. René Abeliuk M., tomo II. Editorial Jurídica de Chile).
De acuerdo a lo expuesto, la cesión de derechos hereditarios presenta las
siguientes características: a) es la tradición del derecho real de herencia,
precedida de un título traslaticio de dominio; b) puede únicamente efectuarse
una vez fallecido el causante; y, c) su objeto es el traspaso de la herencia o una
cuota de ella y no de bienes determinados; por tanto, en esta cesión el
heredero no enajena el derecho que tiene a bienes determinados de la
herencia, sino la cuota indivisa que le corresponde, en otros términos, lo que
se traspasa por la cesión de derechos hereditarios, es la cuota que al heredero
corresponde en una universalidad de la herencia. En consecuencia, el objeto
de la cesión de derechos de herencia es una universalidad o una cuota que al
cedente corresponde en el conjunto de bienes que comprende el haber
hereditario; los bienes individualmente determinados no son objeto de esta
cesión. Así la jurisprudencia ha establecido que antes de la partición de la
herencia y la consiguiente adjudicación de bienes a los herederos, ninguno de
éstos puede transferir su cuota en la comunidad universal refiriéndola a un
bien determinado, porque sólo está legitimado para transferir lo que tiene, es
decir, dicha cuota en la universalidad (C. Suprema; sent. 7 sept. 1988; Rev.,
tomo 85; sec. 1ª pág. 147). De esta forma se desprende el carácter aleatorio de

84 Corte de Apelaciones de Santiago, 6 de mayo de 2011, rol Nº 2259-2010, cons. 6º.

71
la venta de derechos hereditarios, esto es, trata de un contrato de incierta
contingencia de ganancia o pérdida para los contratantes, ya sea por el valor
que, en definitiva, se les otorgue a los bienes una vez efectuada la partición y
su adjudicación, o bien, porque el cesionario está obligado a pagar las deudas
que había contraído el causante, toda vez que a aquél pasan todos los bienes,
la universalidad de la herencia y al mismo tiempo el pasivo de la herencia, ya
que el cesionario pasa a ocupar la situación jurídica del cedente en ella. No
altera lo concluido el hecho que las partes hayan pretendido hacer recaer tales
acciones o derecho sobre un bien determinado (...) 2º) Que en la especie, de
acuerdo a lo razonado en el motivo precedente, no resulta tampoco posible
estimar la existencia del error en la sustancia, es decir, el primero de los
previstos en el inciso 1º del artículo 1454, puesto que la cesión de derechos
hereditarios tuvo por objeto una universalidad jurídica, esto es, la herencia o
más, precisamente, una cuota indivisa que correspondía a la parte demandante
y no el derecho que pretendía tener sobre bienes determinados de la herencia
y tratándose, por tanto, de un derecho de carácter mueble no resulta posible
el error sustancial sobre los bienes específicos que componían dicha
universalidad"85.

5.6.3. Sanción

El error substancial vicia la voluntad (art. 1454) y produce la nulidad relativa


del acto o contrato, pues el artículo 1682 inciso final dice que cualquier otra
especie de vicio produce nulidad relativa.

5.7. Error accidental

El artículo 1454 inciso 2ºdel Código Civil dispone:

"El error acerca de otra cualquiera calidad de la cosa no vicia el consentimiento


de los que contratan, sino cuando esa calidad es el principal motivo de una de
ellas para contratar, y este motivo ha sido conocido de la otra parte".

85Corte de Apelaciones de Concepción, 8 de enero de 2009, rol Nº 976-2007. En igual sentido,


Corte de Apelaciones de La Serena, 5 de octubre de 2006, rol Nº 904-2006, cons. 8º y 9º.

72
5.7.1. Cualidades accidentales. Concepto

Cualidades accidentales son aquellas que ordinariamente son indiferentes


para determinar la voluntad o el consentimiento de las partes.

DUCCI dice que en la norma transcrita se trata de una concepción subjetiva de


la calidad; no es esencial, pero es el "principal motivo" para contratar, pero este
subjetivismo se atenúa de inmediato porque exige que este motivo haya sido
conocido de la otra parte, y ello significa que debe haber salido del fuero interno
del individuo, haberse manifestado, es decir, haberse objetivado86.

5.7.2. Por regla general el error acerca de las cualidades accidentales no vicia el
consentimiento. Excepción

Por regla general, el error sobre las cualidades accidentales no vicia el


consentimiento. Y así, por ejemplo, si yo compro cierto libro de edición
uniforme, creyendo entre otras cosas, que es de papel "pluma" y resulta que es
de papel corriente, este error no destruye mi consentimiento.

Pero si una cualidad accidental es a) el principal motivo que induce a una de


las partes a contratar, y b) este motivo ha sido conocido de la otra parte 87, y se
produce error sobre dicha cualidad, tal error vicia el consentimiento (art. 1454
inc. 2º), porque se trata de una cualidad accidental que ha sido elevada a la
categoría de esencial y ha sido conocida de la otra parte.

Por ejemplo, si pido en un almacén una bombilla con filamento de platino,


porque esta proyecta más luz, y me dan una con filamento de carbón, hay vicio
del consentimiento porque si bien la naturaleza del filamento es una cualidad

86 DUCCI CLARO, CARLOS, Derecho Civil. Parte General, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,
2002, p. 262.
87 Como destacan los autores, no se exige que la parte que yerra haya informado a la otra parte

de la calidad accidental que la motiva a ejecutar el acto jurídico, aunque probablemente ello sea
lo más común. Basta que la otra parte haya tomado conocimiento de dicha motivación por
cualquiera otra fuente. Vid. por todos CORRAL TALCIANI, HERNÁN, Curso de Derecho Civil. Parte
General, Thomson Reuters, Santiago, 2018, p. 548.

73
accidental de la bombilla, fue, sin embargo, el principal motivo que me indujo a
contratar, y este motivo era conocido de la otra parte.

En cambio, si pido pura y simplemente, una bombilla, no habría vicio del


consentimiento, aunque los filamentos no fueran los que yo creía.

Lo mismo sucede si pido una billetera de cuero sin ningún otro agregado. Pero
habría vicio del consentimiento si compro una billetera que se cree haber
pertenecido a Napoleón y después se comprueba que pertenecía a uno de sus
sirvientes88.

5.7.3. Sanción

En los casos de error accidental hay vicio del consentimiento y la sanción es la


nulidad relativa (art. 1682 inc. final), pues el artículo 1682 inciso final dice que
"cualquiera otra especie de vicio produce nulidad relativa".

Cabe destacar que el nuevo Código Civil y Comercial de Argentina dispone:

"Art. 267.- Supuestos de error esencial. El error de hecho es esencial cuando


recae sobre: a. la naturaleza del acto; b. un bien o un hecho diverso o de
distinta especie que el que se pretendió designar, o una calidad, extensión o
suma diversa a la querida; c. la cualidad sustancial del bien que haya sido
determinante de la voluntad jurídica según la apreciación común o las
circunstancias del caso; d. los motivos personales relevantes que hayan sido
incorporados expresa o tácitamente; e. la persona con la cual se celebró o a la
cual se refiere el acto si ella fue determinante para su celebración".

Y en lo relativo a la sanción señala: "Art. 269.- Subsistencia del acto. La parte


que incurre en error no puede solicitar la nulidad del acto, si la otra ofrece
ejecutarlo con las modalidades y el contenido que aquélla entendió celebrar".

88 Ejemplos dados por ALESSANDRI, ARTURO; SOMARRIVA, MANUEL Y VODANOVIC,


ANTONIO, Derecho Civil. Parte Preliminar y Parte General, Ediar-ConoSur Ltda., Santiago, 1991,
T. II, p. 211.

74
5.8. Error acerca de la persona

El artículo 1455 del Código Civil dispone:

"El error acerca de la persona con quien se tiene intención de contratar no


vicia el consentimiento, salvo que la consideración de esta persona sea la causa
principal del contrato89.

Pero en este caso la persona con quien erradamente se ha contratado, tendrá


derecho a ser indemnizada de los perjuicios en que de buena fe haya incurrido
por la nulidad del contrato"90.

5.8.1. Por regla general el error acerca de la persona no vicia el consentimiento.


Excepción

Por regla general, el error acerca de las personas con quien se tiene intención
de contratar, no vicia el consentimiento porque la persona es de ordinario
indiferente para los fines que se persiguen con el acto jurídico; el autor de este
o uno de los autores lo habría realizado aun cuando no hubiera padecido de
error. En efecto, dice ALESSANDRI, ¿qué le importa al comerciante que vendió al
contado su mercadería que el comprador haya sido un conocido genio o un

89 El artículo 1110 del Code dice que el error "No será causa de nulidad cuando afecte
únicamente a la persona con la que se tuviese intención de contratar, a menos que la
consideración de dicha persona constituyese la causa principal del acuerdo". En el mismo sentido
el Código Civil español: "El error sobre la persona sólo invalidará el contrato cuando la
consideración a ella hubiere sido la causa principal del mismo" (art. 1266 inc. 2º).
90 "Antecedentes del texto originario: P. 1842, tít. II, art. 7, y P. 1847, art. 17, decían: 'El error no

vicia el consentimiento cuando sólo es relativo a la persona con quien se tiene intención de
contratar; a menos que la consideración a la persona haya sido la causa principal del contrato.
La consideración personal se presume en los contratos de beneficencia y en las transacciones'. P.
1853 no contenía ninguna disposición relacionada con este art.; pero la numeración de sus arts.
saltaba del 1632 al 1634, omitiendo el 1633, que debería ser precisamente el que tratara de estas
materias. Es posible que esto no sea más que un error de impresión. P. In., art. 1633, redacción
definitiva". FIGUEROA YÁÑEZ, GONZALO, Repertorio de Legislación y Jurisprudencia chilenas.
Código Civil y leyes complementarias, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1997, T. V, p. 72.

75
desconocido mentecato? Lo único que le interesa es el pago del precio 91. Por el
contrario, sí habrá error en la persona, por ejemplo, si celebramos un contrato
de obra o de arrendamiento de servicios de una persona a quien creemos en
posesión de determinadas condiciones que satisfacen nuestros intereses.

Hay actos unilaterales que se otorgan para favorecer a una persona


determinada y también hay contratos que se celebran en consideración a una
determinada persona, por lo que en ambos casos si se yerra sobre la identidad
de dicha persona y se favorece con el acto a persona distinta, quiere decir que el
acto se llevó a cabo con otra persona que la que se tuvo en mente; la voluntad o
el consentimiento están viciados y el respectivo acto o contrato es nulo. Ejemplo:
si el testador deja un legado a Pedro creyendo que este en un naufragio salvó a
su hija y resulta que el héroe fue una persona distinta, el legado a Pedro no vale,
porque el testador quiso premiar al individuo que libró de la muerte a su hija. Si
hubiera sabido que no era Pedro, nada le habría dejado. Otro ejemplo. Si una
persona, creyendo que Juan Carlos es director de la Biblioteca del Congreso
Nacional, le dice que le dona a la biblioteca que dirige los treinta y tres tomos de
que consta el Derecho Civil del jurista belga LAURENT, aceptándose la donación,
y con posterioridad el donante se da cuenta de que Juan Carlos es director de la
biblioteca de la Universidad de Chile y no de la que tuvo en mente, el
consentimiento está viciado y el contrato es nulo92. Respecto de la nulidad del
reconocimiento de paternidad, acto unilateral, la Corte Suprema ha dicho: "le
correspondía al actor acreditar los supuestos fácticos de que efectivamente su
declaración de reconocimiento de paternidad se debió a la errada
representación de la realidad de ser el padre biológico de la niña, y que en los
términos del artículo 1455 del Código Civil, el acto debe ser invalidado,
probando aquellas circunstancias graves que modificaron su convicción
equivocada"93.

Los actos y contratos que se celebran considerando como factor esencial a una
o más personas determinadas, reciben el nombre de intuitu personae. La

91 ALESSANDRI, ARTURO; SOMARRIVA, MANUEL Y VODANOVIC, ANTONIO, Derecho Civil. Parte


Preliminar y Parte General, Ediar-ConoSur Ltda., Santiago, 1991, T. II, pp. 211-212.
92 Ídem, p. 212.
93 Corte Suprema, 28 de enero de 2016, rol Nº 18123-2015, sentencia de reemplazo, cons. 8º.

76
consideración de la persona que se tiene en mira se funda en algún interés que
representa para otra: gratitud, confianza, aptitud para desempeñar una labor,
afecto, etcétera.

Tienen el carácter de actos o contratos intuitu personae los actos de familia:


matrimonio, adopción, etc. El matrimonio es un caso típico en que la
consideración de la persona de ambos contrayentes es determinante y esencial.

Entre los actos patrimoniales y, en especial, los contratos que se celebran en


consideración a la persona, puede citarse el mandato que por regla general es
un contrato en que la persona del mandatario es causa determinante de su
celebración. Lo mismo sucede tratándose de las sociedades colectivas o de
responsabilidad limitada. Asimismo, en las donaciones y en general en los actos
a título gratuito la persona del beneficiario es causa determinante del contrato.
Domínguez agrega que incluso puede ser una compraventa o el otorgamiento
de un mutuo, en que la consideración de la solvencia del comprador o del
deudor haya sido una consideración esencial para consentir94.

En relación con el mandato la Corte Suprema tuvo la oportunidad de fallar el


siguiente caso: "a.- Las partes celebraron, con fecha 3 de enero de 2006 contrato
de mandato por el cual la demandada, doña Argentina Aravena González le
confirió a doña Alejandra Navarrete Carrasco amplias facultades respecto del
depósito a plazo que la Inmobiliaria Los Conquistadores había dejado como
pago por la compraventa recaída sobre un inmueble de la demandada, cuyos
honorarios ascendían al 20% del total de dicha venta. b.- La actora, en
cumplimiento de tal contrato se limitó a retirar un documento bancario de la
Notaría, sin proceder a su cobro en la forma acordada en el mandato. c.- La
demandada revocó dicho mandato siete días después. d.- Doña Alejandra
Navarrete Carrasco desplegó una serie de conductas para figurar ante la
demandada como conocedora y practicante del derecho y poseedora de la
calidad de abogado, para obtener de ésta que le contratara y encomendara la
gestión de cobro del dinero, haciéndole creer que solo una persona con su
conocimiento podía asumir tal encargo. e.- El ardid referido provocó que la

94DOMÍNGUEZ ÁGUILA, RAMÓN, Teoría general del negocio jurídico, Editorial Jurídica de Chile,
Santiago, 2012, p. 76.

77
demandada 'persona de pocos conocimientos e insegura en los trámites de que
se trata' otorgara su consentimiento para suscribir el contrato de mandato. f.- La
actora no tenía la calidad de abogado que la demandada suponía, y que le
resultaban determinante para contratar. 4º.- Que el conflicto a resolver en el caso
sub judice se ha centrado en determinar si el consentimiento prestado por la
demandada, al otorgar el mandato por el cual le otorgó facultades amplias a la
actora, se encontraba viciado, en particular por haber existido fuerza y, además,
error en la persona. Al efecto corresponde primeramente precisar que el
artículo 2116 del Código Civil dice que 'El mandato es un contrato en que una
persona confía la gestión de uno o más negocios a otra, que se hace cargo de
ellos por cuenta y riesgo de la primera'. Para despejar la concurrencia o no del
segundo de los vicios del consentimiento que se han invocado debe tenerse en
consideración que de la definición transcrita se desprende que el contrato de
mandato es de aquellos que se denominan 'intuito personae', por lo que las
partes, mandante y mandatario, son esenciales en tal convención (...). De lo
anterior se deviene, de manera inconcusa, que la persona del mandatario resulta
ser relevante al momento de la celebración del contrato, circunstancia ésta que
lleva necesariamente a examinar tal aserto a la luz de los antecedentes del
proceso y en particular de los presupuestos fácticos asentados por los jueces del
fondo. Efectuado tal análisis es dable concluir, como acertadamente lo decidiera
la sentencia impugnada, que el consentimiento otorgado por la mandante
'demandada' al momento de suscribir dicho contrato con la actora, de fecha 3
de enero de 2006, se encontraba viciado, por haber mediado error en la persona,
desde que la designación de mandatario que efectuó doña Argentina Aravena, y
que recayó en la actora, estaba determinada por ciertas características personales
que ésta se atribuía y, en específico, de la profesión de abogado que no obstante
esgrimir, realmente no detentaba. Tal circunstancia lleva necesariamente a
concluir que el mandato en examen adolecía de un vicio que justificaba la
declaración de nulidad dispuesta en el fallo que se reprocha, de manera que no
se constata la infracción al artículo 1455 del Código Civil que la recurrente
denuncia"95.

5.8.2. El error debe referirse al contratante contrario

95 Corte Suprema, 21 de julio de 2010, rol Nº 3965-2010.

78
La jurisprudencia ha aclarado que: "Para que el error vicie el consentimiento
debe referirse a la parte contraria y no al mismo contratante que lo hace valer,
el cual se atribuyó una calidad o estado que no tiene. Así se desprende del texto
del artículo 1455, que habla del error acerca de la persona con quien se tiene
intención de contratar, y de la persona con quien erradamente se ha
contratado"96.

5.8.3. Sanción

Si la consideración de la persona fue la causa principal del contrato el error en


la persona vicia el consentimiento y la sanción es la nulidad relativa (art. 1682
inciso final: "cualquiera otra especie de vicio produce nulidad relativa").

Anulado el contrato, la persona sobre cuya identidad se erró, sin culpa de ella,
tiene derecho, si cabe, a una indemnización (art. 1455 inciso 2º). Así, el que
contrata por error a un artista, tiene que abonarle los gastos que haya hecho para
venir a cumplir el contrato que después se rescindió por error.

5.9. ERROR COMÚN97

5.9.1. Concepto

Error común es el error compartido por la gran mayoría de los habitantes de


una localidad. Cuando la voluntad o el consentimiento de las partes se encuentra
determinado por este error generalizado y concurren ciertos requisitos, se
admite que esa voluntad o consentimiento no queden viciados y el acto jurídico
en que incide sea válido y no nulo. Esto es lo que expresa la conocida
máxima error communis facit jus, la cual se entiende en el sentido de que el
error común constituye derecho en cuanto impide que el acto ejecutado con

96 Corte de Apelaciones de Valparaíso, 11 de enero de 1923, R.D.J., T. 23, sec. 1ª, p. 669.
97 Vid.DÁVILA IZQUIERDO, BENJAMÍN, "Del error común", en Revista de Derecho y Jurisprudencia,
T. XXVIII (1931), pp. 118-153.

79
violación de las normas legales sea anulado y privado de los efectos
correspondientes.

El fundamento del error común lo constituye el interés social; hay


conveniencia en fiarse de las apariencias compartidas por todos o por un
considerable número de personas.

El ejemplo clásico es el de los actos autorizados por un funcionario público


nombrado con infracción de algún requisito legal, o después de haber cesado en
sus funciones o mientras se hallaba suspendido. Los actos autorizados por dicho
funcionario serían válidos, porque las partes no tienen obligación de saber las
causas que inhiben a un funcionario para desempeñar su cargo ni es tarea suya
averiguarlo; a ellos les basta confiarse en las apariencias, esto es, que un
funcionario que ejerce públicamente sus funciones cumple con todas las
condiciones legales para ejercerlas, que es lo normal en la práctica.

Explica LEÓN HURTADO que la doctrina del error común surgió de Roma a raíz
de las sentencias que dictó el pretor Barbarius Philippus, que fue nombrado en
este cargo creyéndose ciudadano romano, pero que resultó ser un siervo fugitivo.
Destituido de su cargo, surgió la cuestión de saber si eran válidas esas sentencias
dictadas por quien no había podido ser pretor. El buen sentido de los romanos
calificó de válidas esas sentencias, ya que las partes no habían sido negligentes al
reconocer como todo el público la calidad de pretor a quien había sido
nombrado para ese cargo98.

5.9.2. Requisitos

Para que el error común no vicie el consentimiento ni, por ende, invalide el
acto es necesario: 1) que sea compartido por la inmensa mayoría de los
habitantes de una localidad (de ahí su denominación de error común); 2) el
error debe ser causado por un justo motivo, un fundamento lógico que autorice
a considerar verdadera una situación falsa, y 3) debe existir buena fe de parte de

98LEÓN HURTADO, AVELINO, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1991, pp. 143-144.

80
quien invoca el error común, ella va a consistir, en este caso, en la ignorancia de
que la situación aparente y aceptada no corresponde a la realidad.

5.9.3. Casos de error común contemplados en nuestra legislación

Nuestro Código Civil no establece norma alguna que, en general, declare que
el error común no vicia la voluntad o el consentimiento; pero contempla
disposiciones que aparecen inspiradas en este aserto. Por ejemplo, al hablar de
las causales de inhabilidad de los testigos en un testamento solemne otorgado en
Chile, dice que si alguna de esas causas de inhabilidad no se manifestare en el
aspecto o comportación de un testigo, y se ignorare generalmente en el
lugar donde el testamento se otorga, fundándose la opinión contraria en hechos
positivos y públicos, no se invalidará el testamento por la inhabilidad real del
testigo. Pero la habilidad putativa no podrá servir sino a uno solo de los testigos
(art. 1013).

También se pueden citar los siguientes casos:

— Artículo 94: "En la rescisión del decreto de posesión definitiva se observarán


las reglas que siguen: (...) 4ª. En virtud de este beneficio se recobrarán los
bienes en el estado en que se hallaren, subsistiendo las enajenaciones, las
hipotecas y demás derechos reales constituidos legalmente en ellos",

— Artículo 426: "El que ejerce el cargo de tutor o curador, no lo siendo


verdaderamente, pero creyendo serlo, tiene todas las obligaciones y
responsabilidades del tutor o curador verdadero, y sus actos no obligarán al
pupilo, sino en cuanto le hubieren reportado positiva ventaja"99,

— Artículo 704: "No es justo título: (...) 4º. El meramente putativo, como el del
heredero aparente que no es en realidad heredero; (...). Sin embargo, al
heredero putativo a quien por decreto judicial o resolución administrativa se
haya otorgado la posesión efectiva, servirá de justo título el decreto o
resolución...",

99Se ha resuelto que "nuestra legislación reconoce la máxima error communis facit jus, como se
comprueba, entre otros casos, al darle valor al curador de hecho". R.D.J., T. 36, sec. 1ª, p. 286.

81
— Artículo 1576 inciso 2º: "El pago hecho de buena fe a la persona que estaba
entonces en posesión del crédito, es válido, aunque después aparezca que el
crédito no le pertenecía",

— Artículo 2058: "La nulidad del contrato de sociedad no perjudica a las


acciones que corresponden a terceros de buena fe contra todos y cada uno de
los asociados por las operaciones de la sociedad, si existiere de hecho".

¿Pueden considerarse otros casos fuera de los expresamente contemplados en


la ley?

Se ha preguntado si el error común debe considerarse sólo en los casos en que


la ley se refiere expresamente a él o en cualquiera otro en que concurran los
requisitos que lo hagan procedente. Algunos autores estiman que, salvo cuando
lo ordene una norma excepcional y necesariamente expresa, no es aplicable el
principio tradicional error comunis facit ius (el error común constituye
derecho) porque si la ley tuvo necesidad de referirse expresamente en cada caso
a la procedencia del error común como excluyente de la invalidez de un acto, es
en razón de que no lo acoge en general. A juicio de otros, opinión mayoritaria
en nuestro país, los preceptos que en diversos casos aplican el mencionado
principio no hacen sino trasuntar la aceptación de una idea general, por lo que
la máxima de que el error común no invalida el acto en que concurre debe
aplicarse en todos los casos, aunque no sean de los contemplados expresamente
por la ley100, "pero en el bien entendido de que los jueces deben aplicar
cautamente el principio; deben acogerlo sólo en aquellos casos en que
rechazarlo importaría una injusticia evidente o una inequidad manifiesta" 101.

5.9.4. Jurisprudencia

La jurisprudencia de nuestra Corte Suprema se ha pronunciado generalmente


en favor del principio que estudiamos.

100 Así CLARO SOLAR, LUIS, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial
Jurídica de Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, p. 186.
101 ALESSANDRI, ARTURO; SOMARRIVA, MANUEL y VODANOVIC, Antonio, Derecho Civil. Parte

Preliminar y Parte General, Ediar-ConoSur Ltda., Santiago, 1991, T. II, p. 215.

82
En efecto, la Corte Suprema ha sentado la siguiente doctrina: "para los efectos
de la validez de un instrumento otorgado ante el funcionario correspondiente,
basta que éste exhiba su investidura con las apariencias que ordinariamente
ostentan dichos funcionarios, o sea, que esté en posesión, a lo menos, de un
título colorado que le permite intervenir a la faz del poder público y ser
considerado tal por el común de las gentes: y de aquí la máxima aceptada
universalmente 'error communis facit jus' que nuestra legislación reconoce al
darle valor, entre otros casos al matrimonio putativo, al curador de hecho, al
heredero aparente, al testigo testamentario aparentemente capaz, etc. Todo otro
requisito que se pretenda que deban averiguar las personas que acuden a sus
oficinas, so pena de acarrear la nulidad del acto, si se comprobara algún defecto
en su designación o en sus calidades, fuera de hacer responsable al público en
situaciones en que no le compete intervenir y de producir una constante
inestabilidad en las relaciones jurídicas, resultaría absurdo, pues sería
prácticamente imposible una investigación certera al respecto, y se llegaría a
extremos inverosímiles, que también deberían traer consigo la misma pretendida
nulidad si se hubiera faltado a ellos, puesto que no sólo bastaría que el empleado
hubiese cumplido con sus requisitos, sino que habría que inquirir si a su vez los
reunía la autoridad que los designó y así indefinidamente"102.

En otra oportunidad la misma Corte, manteniendo esta doctrina y haciendo


también un análisis completo de los requisitos necesarios para que el error
común constituya derecho, declaró que "acreditado que no existía en el
departamento correspondiente abogado en el ejercicio legal de la profesión a la
fecha en que se hizo el nombramiento de Notario interino, que recayó en
persona que no tenía la calidad de Abogado, ni que el Juez tuviera conocimiento
fidedigno de que realmente existiera en la localidad una persona con título de
Abogado, el funcionario nombrado para el cargo de Notario interino estaba en
posesión al menos de un título colorado, que le permitía, a la faz de las
autoridades de la localidad, ser considerado como Notario y revestir aquel
carácter ante el público que ocurría en demanda de sus servicios. Así se justifica
su actuación en los numerosos instrumentos extendidos en los Registros a su
cargo. En tal virtud, la calidad de Notario interino aparece suficientemente

102 R.D.J., T. 36, sec. 1ª, p. 286.

83
acreditada para las personas que solicitan sus servicios, sin que los otorgantes
necesiten averiguar la legitimidad de sus funciones o investigar la calidad de su
persona para desempeñarlas válidamente. Semejantes precauciones no
incumben a los que concurren a una oficina pública que se atiende de acuerdo
con las condiciones que la ley exige para el desempeño del cargo, y para el cual
quien lo desempeña fue designado por la autoridad a la que correspondía el
nombramiento. En consecuencia, es válido el testamento otorgado ante el
Notario interino que, sin tener título de Abogado, desempeña el cargo en las
condiciones dichas"103.

Por lo dicho, dice LEÓN HURTADO, resulta criticable un fallo de la Corte de


Concepción que anuló un testamento porque el notario había sido nombrado
por un juez que actuaba como subrogante del titular sin derecho alguno104. Se
sancionó así injustamente a una persona de buena fe por un hecho que no
conocía, no podía prever ni mucho menos impedir105.

103 R.D.J., T. 41, sec. 1ª, p. 547.


104 Gaceta de los Tribunales, 1929, T. II, sent. 115, p. 538.
105 LEÓN HURTADO, AVELINO, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica

de Chile, Santiago, 1991, p. 148.

84
CAPÍTULO III LA FUERZA

El artículo 1456 del Código Civil dispone:

"La fuerza no vicia el consentimiento, sino cuando es capaz de producir una


impresión fuerte en una persona de sano juicio, tomando en cuenta su edad,
sexo y condición. Se mira como una fuerza de este género todo acto que
infunde a una persona un justo temor de verse expuesta ella, su consorte o
alguno de sus ascendientes o descendientes a un mal irreparable y grave.

El temor reverencial, esto es, el solo temor de desagradar a las personas a


quienes se debe sumisión y respeto, no basta para viciar el consentimiento"106.

Y el artículo 1457 agrega:

106 Antecedentes del texto originario: P. 1842, tít. II, art. 8, redacción definitiva, pero su inciso 1
decía 'sino cuando es injusta, y cuando además es capaz' en vez de 'sino cuando es capaz', 'infiere
al contratante un temor fundado de verse expuesto él mismo' en vez de 'infunde a una persona
justo temor de verse expuesta ella' y finalizaba 'un mal grave e inminente en su persona, honor
o bienes'. Su inciso 2 decía 'el contrato' en vez de 'el consentimiento'. P. 1847, art. 18, repetía
las variantes anotadas en el P. 1842, pero en el inciso 1 omitía las palabras 'e inminente'. P. 1853,
art. 1634, redacción definitiva, pero en inciso 1 decía 'al contratante un temor fundado de verse
expuesto él mismo' en vez de 'a una persona un justo temor de verse expuesta ella'; después de
'grave', decía además 'en su persona, honor o bienes'. Su inciso 2 finalizaba igual al P. 1842. P.
In., art. 1634, redacción definitiva, pero su inciso 1 decía 'temor fundado' en lugar de 'justo
temor'. FIGUEROA YÁÑEZ, GONZALO, Repertorio de Legislación y Jurisprudencia chilenas. Código
Civil y leyes complementarias, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1997, T. V, p. 73.

85
"Para que la fuerza vicie el consentimiento no es necesario que la ejerza aquel
que es beneficiado por ella; basta que se haya empleado la fuerza por
cualquiera persona con el objeto de obtener el consentimiento"107-108.

1. CONCEPTO Y CLASIFICACIÓN

La fuerza consiste en la presión física o moral que se ejerce sobre una persona
para determinarla a celebrar o ejecutar un acto jurídico.

La Corte Suprema ha dicho que fuerza: "es la presión que se ejerce por una
persona por actos materiales o amenazas para inducirla a consentir. Expone a la
víctima, a la persona respecto de la cual se ejerce, o a un sufrimiento presente o

107 "Antecedentes del texto originario: P. 1842, tít. II, art. 9, decía: 'Para que la fuerza vicie el
contrato no es necesario que la ejerza aquel en cuyo beneficio se haya contraído la obligación:
basta que se haya empleado la fuerza con el objeto de hacer consentir la obligación'. P. 1847, art.
19, redacción definitiva, pero sin la frase del Código 'por cualquiera persona'. P. 1853, art. 1635
y P. In., art. 1635, redacción definitiva". FIGUEROA YÁÑEZ, GONZALO, Repertorio de Legislación y
Jurisprudencia chilenas. Código Civil y leyes complementarias, Editorial Jurídica de Chile,
Santiago, 1997, T. V, pp. 77-78.
108 El Code regula la fuerza en sus artículos 1111 y siguientes en los siguientes términos: "Artículo

1111: El ejercicio de la violencia contra la persona que hubiese contraído la obligación constituirá
una causa de nulidad, aunque hubiese sido ejercida por un tercero distinto de aquel en cuyo
beneficio se haya hecho el acuerdo. Artículo 1112: Existe violencia cuando esta sea de una
naturaleza tal que impresione a una persona razonable y pueda inspirarle el temor de exponer
su persona o su fortuna a un mal considerable y presente. En esta materia, se tendrá en cuenta
la edad, el sexo y la condición de las personas. Artículo 1113: La violencia constituirá una causa
de nulidad del contrato no solo cuando haya sido ejercida contra la parte contratante, sino
también cuando se hubiese ejercido contra su cónyuge, descendientes o ascendientes. Artículo
1114: El simple temor reverencial hacia el padre, la madre u otro ascendiente, sin que se hubiese
ejercido violencia, no será suficiente para anular el contrato. Artículo 1115: Un contrato no
podrá ser impugnado por causa de violencia cuando, después de haber cesado la violencia,
hubiese sido aprobado expresamente, de forma tácita, o dejando pasar el plazo para la restitución
previsto por la ley". Por su parte, el Código Civil español dice: "Hay violencia cuando para
arrancar el consentimiento se emplea una fuerza irresistible. Hay intimidación cuando se inspira
a uno de los contratantes el temor racional y fundado de sufrir un mal inminente y grave en su
persona o bienes, o en la persona o bienes de su cónyuge, descendientes o ascendientes. Para
calificar la intimidación debe atenderse a la edad y a la condición de la persona" (art. 1267).

86
al temor de uno futuro. Y justo es el propósito de verse libre de este sufrimiento
o de evitarlo el que la decide a consentir. En puridad, el vicio del consentimiento
no está constituido por la fuerza misma; no son los actos de violencia ejecutados
sobre la persona los que vician el consentimiento, sino que éste deriva del temor
que en el ánimo del contratante producen los actos materiales de violencia o la
amenaza de que es víctima. Para que la fuerza vicie el consentimiento basta que
produzca una impresión fuerte en una persona de sano juicio, atendida su edad,
sexo o condición. No es necesario que el mal con que se amenace al sujeto se
realice, sólo se precisa que aparezca como posible a sus ojos y le produzca así una
impresión fuerte capaz de privarlo de su libertad de decisión. Todo esto es algo
relativo, sujeto a la apreciación del juez basada en el mérito de los antecedentes
de la causa"109.

La fuerza, atendiendo a la naturaleza de la presión, es de dos clases: física y


moral.

Fuerza o violencia física, llamada también material o absoluta, es aquella en


que la presión se traduce en actos materiales ejercitados contra la persona a la
que se quiere obligar a celebrar o ejecutar un acto jurídico: golpes, tortura, etc.

Fuerza o violencia moral, llamada también psíquica o compulsiva, es aquella


en que la presión consiste en amenazas a la persona a la cual se pretende arrancar
una declaración de voluntad de que ella misma o alguno de sus seres queridos
sufrirá un mal grave, relacionado con su vida, integridad física, honor,
patrimonio, etcétera.

La fuerza, como vicio de la voluntad, es la fuerza moral, pues, en la fuerza física


simplemente no hay voluntad, sólo hay una apariencia de tal110. El conocido

109 Corte Suprema, 10 de junio de 1980. R.D.J., T. 77, sec. 1 ¿, p. 35 (cons. 6º y 7º, p. 38).
110 Así CLARO SOLAR, LUIS, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial
Jurídica de Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, p. 192; ALESSANDRI, ARTURO; SOMARRIVA, MANUEL
y VODANOVIC, ANTONIO, Derecho Civil. Parte Preliminar y Parte General, Ediar-ConoSur Ltda.,
Santiago, 1991, T. II, p. 215; DÍEZ-PICAZO, LUIS y GULLÓN, ANTONIO, Sistema de Derecho Civil,
Vol. II, Tecnos, Madrid, 2001, p. 57; TOCORNAL RÍOS, MARÍA ESTER, La voluntad y el temor en el
negocio jurídico, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1981, pp. 19-20.

87
ejemplo es el caso de una persona cuya mano hubiera sido llevada por la fuerza,
para hacerla firmar.

Cuando hay fuerza, el vicio del consentimiento no está en el acto mismo, sino
en el efecto que produce la fuerza; es decir, el consentimiento está viciado por
el temor o miedo que la fuerza infunde en la persona sobre quien se ejerce; a la
persona se le da a elegir entre contratar o sufrir un daño y ella es libre para elegir;
pero su elección es el resultado del temor y la ley no puede reconocer eficacia a
un contrato generado en estas condiciones111.

2. REQUISITOS PARA QUE LA FUERZA VICIE EL CONSENTIMIENTO

Para que la fuerza vicie el consentimiento debe ser: 1) injusta; 2) grave, y 3)


determinante112.

2.1. Injusta

La fuerza es injusta si no la justifica ningún derecho subjetivo del que la ejerce,


o, en otras palabras, cuando el procedimiento o la amenaza de que se vale la
persona que la ejerce no son aceptados por el Derecho.

Desde muy antiguo se ha resuelto que no constituye fuerza la amenaza de


demanda judicial113, puesto que la fuerza sea injusta significa que "el autor de la
amenaza no está actuando dentro de su derecho, porque si se presiona,
utilizando los procedimientos legales, no hay fuerza, en especial si se comprueba
que dichos procedimientos han sido sancionados por la autoridad"114. Así el
acreedor puede amenazar legítimamente al deudor moroso con demandarlo

111 Vid. por todos CLARO SOLAR, LUIS, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado,
Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, p. 194; ALESSANDRI RODRÍGUEZ,
ARTURO, De los Contratos, ConoSur, Santiago, 1988, p. 27.
112 Así también lo ha entendido la Corte Suprema, 1 de septiembre de 1944, R.D.J., t. 42, sec. 1

¿, p. 286, Corte de Apelaciones de Santiago, 21 enero de 1982, R.D.J., T. 79, sec. 2ª, p. 1.
113 Corte de Apelaciones de Tacna, 19 de agosto de 1911, Gaceta de los Tribunales, 1911, T. II,

Nº 765, p. 11.
114 Corte de Apelaciones de Santiago, 21 de enero de 1982, R.D.J., T. 79, sec. 2 ¿, p. 1.

88
judicialmente o pedir su declaración de quiebra si no paga la deuda de
inmediato. Tal pago, si se efectúa, es un acto jurídico plenamente válido, porque
exigir el pago de la deuda es algo a que faculta el crédito. Tampoco existe fuerza
si a un individuo que ha sustraído fondos ajenos se le amenaza con la denuncia
judicial si no firma un reconocimiento de deuda por la cantidad malversada.

DÍEZ-PICAZO dice que la amenaza será injusta si con ella se trata de conseguir
más de lo que el propio derecho concede o se logra una ventaja indebida
(acreedor legítimo que amenaza con procedimientos a su deudor si no le paga
más de lo estipulado, o le vende determinada finca)115. En el mismo sentido
LEÓN HURTADO: "el ejercicio de un derecho no constituye fuerza si con él sólo
se persigue la prestación o abstención que la ley le atribuye; pero si el ejercicio o
la amenaza de ejercitar un derecho tienen el deliberado propósito de agravar de
manera ilícita la condición del amenazado para obligar, por ejemplo, al deudor
a pagar intereses usurarios, o a hacer dación en pago de una cosa de valor muy
superior a la deuda, o bien con el fin de obtener el consentimiento en una
obligación diversa o la renuncia de un derecho, habrá violencia injusta, y, por
consiguiente, vicio del consentimiento en el acto que se celebre bajo esas
condiciones"116. UGARTE dice que en estos casos habría abuso del derecho117.

El C.C. italiano sobre esto dice: "La amenaza de hacer valer un derecho podrá
ser causa de anulación del contrato solamente cuando fuere dirigida a conseguir
ventajas injustas" (art. 1438).

115 DÍEZ-PICAZO, LUIS Y GULLÓN, ANTONIO, Sistema de Derecho Civil, Vol. II, Tecnos, Madrid,
2001, p. 57.
116 LEÓN HURTADO, AVELINO, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica

de Chile, Santiago, 1991, p. 154.


117 UGARTE GODOY, JOSÉ JOAQUÍN, "El ejercicio de derechos y acciones judiciales como

constitutivo del vicio de violencia", en AA. VV., Estudios de Derecho Privado. Libro homenaje al
jurista René Abeliuk Manasevich, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2011, p. 320.

89
2.2. Grave

Dice ALESSANDRI que la fuerza debe presentar cierta intensidad, cierta


gravedad. Este es el elemento fundamental y cuantitativo118.

En nuestra legislación, agrega el mismo autor, la violencia o, mejor dicho, el


temor que ella infunde, es un concepto sumamente relativo. No ocurría lo
mismo en el Derecho romano, que había adoptado un punto de referencia
abstracto y objetivo: exigía que la violencia debía ser capaz de inspirar temor a
un hombre de firme carácter (hominem constantissimum). Más humano y justo
es el criterio de nuestro Código, que el mismo del Código francés: la intensidad
del miedo es diversa en el hombre que en la mujer; en el niño que en el adulto;
en el culto que en el ignorante. El nacimiento del temor y su intensidad
dependen de la persona amenazada y de la que amenaza. Como la fuerza no vicia
el consentimiento sino cuando es capaz de producir una impresión fuerte en
una persona de sano juicio, se desprende que la amenaza debe ser verosímil, es
decir, que ofrezca posibilidades de realizarse119.

La fuerza para que vicie el consentimiento debe ser grave, y es grave cuando es
capaz de producir una impresión fuerte en una persona de sano juicio, tomando
en cuenta su edad, sexo y condición (art. 1456 inc. 1º).

La ley establece una presunción, pues dice que "Se mira como una fuerza de
este género (grave)" todo acto que infunde a una persona un justo temor de
verse expuesta ella, su consorte o alguno de sus ascendientes o descendientes a
un mal irreparable y grave (art. 1456 inc. 1º segunda parte)120. El mal irreparable
y grave puede referirse a la vida, integridad física, honor o patrimonio de
las personas.

118 ALESSANDRI, ARTURO; SOMARRIVA, MANUEL y VODANOVIC, ANTONIO, Derecho Civil. Parte
Preliminar y Parte General, Ediar ConoSur Ltda., Santiago, 1991, T. II, p. 216.
119 Ídem, pp. 216-217.
120 Los términos irreparable y grave son copulativos, es decir, que el mal grave que se divisa debe

ser irreparable. Corte de Apelaciones de Santiago, 21 de enero de 1982, R.D.J., T. 79, sec. 2 ¿, p.
1.

90
Se ha preguntado si un sujeto que ha celebrado un contrato podría alegar que
lo hizo presionado por la amenaza de un tercero o del otro contratante de que
si no accedía se inferiría un mal irreparable y grave a otra persona que no es
ninguna de las expresamente enumeradas por el Código, pero que le es muy
querida (novia, hijo adoptivo, mujer que hizo las veces de madre del declarante,
etc.). La doctrina responde que sí. Argumenta que tratándose de las personas
mencionadas en forma textual por el Código, hay una presunción legal de que
el mal que se haría a estas si no se contrataba infundió un justo temor al sujeto;
pero que, respecto de otras personas que las señaladas en el Código, la
presunción legal no existe, lo cual no obsta para que el contratante pruebe que
la amenaza de perjudicar a esas otras personas le produjo el justo temor de que
habla la disposición del Código Civil121. Para DÍEZ-PICAZO la limitación del
artículo 1267 (equivalente a nuestro artículo 1456) es injusta, pues basta pensar
en que se amenaza de muerte a un hermano o a un amigo íntimo. Con toda
justicia el C.C. italiano de 1942 dice que si el mal con que se amenaza se refiere
a otras personas, la anulación del contrato queda a la prudente valoración del
juez (art. 1436)122.

Cabe agregar que el nuevo Código Civil y Comercial argentino habla de "la
parte" y genéricamente de "terceros" como los sujetos pasivos de la fuerza: "Art.
276.- Fuerza e intimidación. La fuerza irresistible y las amenazas que generan el
temor de sufrir un mal grave e inminente que no se puedan contrarrestar o evitar
en la persona o bienes de la parte o de un tercero, causan la nulidad del acto".

Algunos agregan, como otro requisito para que la fuerza vicie el


consentimiento, el hecho de que sea actual. Pero esta condición, dice
ALESSANDRI, se supone y va implícita en el requisito de la gravedad y de ser

121 ALESSANDRI, ARTURO; SOMARRIVA, MANUEL y VODANOVIC, ANTONIO, Derecho Civil. Parte
Preliminar y Parte General, Ediar-ConoSur Ltda., Santiago, 1991, T. II, p. 217. En el mismo
sentido León Hurtado, Avelino, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial
Jurídica de Chile, Santiago, 1991, p. 152.
122 DÍEZ-PICAZO, Luis y GULLÓN, Antonio, Sistema de Derecho Civil, Vol. II, Tecnos, Madrid,

2001, pp. 57-58.

91
determinante123. Que la fuerza sea actual significa que debe ser presente a la
expresión del consentimiento, aunque el mal haya de realizarse en el futuro;
como dice DUCCI actual no quiere decir que el daño con que se amenaza y
determina el temor deba ser coetáneo al acto. La amenaza actual de un daño
futuro, ilícito y grave constituye fuerza124.

2.3. Determinante

Para que la fuerza vicie el consentimiento debe ser determinante, o sea, como
dice el Código Civil, que la fuerza se haya empleado "con el objeto de obtener el
consentimiento" (art. 1457, parte final); este debe ser necesariamente el efecto
de aquella.

Sobre esto la jurisprudencia ha fallado que: "La violencia debe ejercerse


precisamente para arrancar un consentimiento determinado. Esto debe ser
probado por quien alega el vicio. No vicia el consentimiento cuando se ejerce
con otro objeto o sin que se pruebe que ella ha sido ejercida para obtener un
consentimiento determinado"125.

3. INDIFERENCIA DE LA PERSONA QUE EJERCE LA FUERZA

Para que la fuerza vicie el consentimiento no es necesario que la ejerza aquel


que es beneficiario con ella; basta que se haya empleado por cualquier persona
con el fin de obtener el consentimiento (art. 1457)126.

En cambio, tratándose del dolo para que vicie el consentimiento es menester


que sea obra de una de las partes del acto jurídico. Dos razones explican esta

123 ALESSANDRI, Arturo; SOMARRIVA, Manuel y VODANOVIC, Antonio, Derecho Civil. Parte
Preliminar y Parte General, Ediar-ConoSur Ltda., Santiago, 1991, T. II, p. 217.
124 DUCCI CLARO, Carlos, Derecho Civil. Parte General, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,

2002, p. 272.
125 Corte de Apelaciones de Santiago, 21 enero de 1982, R.D.J., T. 79, sec. 2ª, p. 1.
126 En igual sentido el artículo 1268 del Código Civil español dice: "La violencia o intimidación

anularán la obligación, aunque se hayan empleado por un tercero que no intervenga en el


contrato".

92
diferencia. En primer lugar, es mucho más difícil defenderse contra la violencia
que contra el dolo; la víctima de la fuerza no puede sustraerse a ella, mientras
que la víctima del dolo podría con más prudencia y perspicacia descubrir las
maniobras dolosas, y además la ley estima que de ordinario el que quiere
presionar a otro para celebrar un contrato, se vale de un tercero.

Si la fuerza ha sido empleada por un tercero, el que la haya sufrido podrá


ejercitar contra ese tercero una acción para la reparación de los perjuicios
materiales o morales causados por el hecho violento (art. 2314).

Cabe señalar que el miedo individual de uno de los contratantes, sin que haya
sido ocasionado por el otro o por un tercero con ánimo de intimidarle para
determinar su voluntad a celebrar el contrato, no vicia el consentimiento.

4. TEMOR REVERENCIAL

"El temor reverencial, esto es, el solo temor de desagradar a las personas a
quienes se debe sumisión y respeto, no basta para viciar el consentimiento"
(art. 1456 inc. 2º)127.

Nótese que se habla del solo temor de desagradar a la persona superior, por lo
que si esta agrega al respeto que inspira una violencia injusta, grave y
determinante contra el sometido para determinarlo a hacer una declaración de
voluntad, es claro que esta se halla viciada.

127 En similares términos el artículo 1267 inciso final del Código Civil español señala: "El temor
de desagradar a las personas a quienes se debe sumisión y respeto no anulará el
contrato". Igualmente, el artículo 114 del Código Civil francés dice: "El simple temor reverencial
hacia el padre, la madre u otro ascendiente, sin que se hubiese ejercido violencia, no será
suficiente para anular el contrato".

93
5. LA FUERZA Y LOS ESTADOS DE PELIGRO Y DE NECESIDAD PECUNIARIA

Estado de peligro es la situación objetiva que de un modo actual o inminente


amenaza la vida u otros bienes propios o los de un tercero. Esta situación puede
ser generada, al menos en forma inmediata, por la naturaleza, como un
naufragio, un incendio, o por la acción humana, como el secuestro de una o más
personas. El sujeto necesitado estipula con otro para que le salve la vida o sus
bienes materiales, o la vida o los bienes materiales de un pariente o un amigo. El
ejemplo clásico es el del ocupante de una barca que, en medio del mar
tormentoso, está a punto de naufragar y ofrece a otro pagarle un precio si lo
salva. Algunas legislaciones modernas128admiten como causal de rescisión del
contrato pactado el estado de peligro cuando hay grave perjuicio económico
para el contratante angustiado y se trata de salvar la vida propia o ajena; otras
también incluyen en la causal la salvación de bienes materiales.

El estado de necesidad no supone forzosamente un estado de pobreza; para su


existencia, basta que el sujeto en determinado tiempo carezca de los medios
suficientes para resolver una situación que exige dinero. El estado de necesidad
pecuniaria se considera en algunas legislaciones cuando la persona que sufre el
apremio se ve obligada a celebrar un contrato oneroso y la otra parte,
conociendo la situación, se aprovecha de ella para obtener ventajas
desproporcionadas. En algunas legislaciones se da al que sufre el perjuicio una
acción general de rescisión por lesión enorme.

DUCCI se pregunta si sólo los actos humanos o también causas externas pueden
constituir la fuerza como vicio del consentimiento. Desde el momento que
consideramos que el vicio está constituido por el temor, no vemos razón, dice
dicho autor, para circunscribirlo a los casos en que ese temor deriva de actos

128Por ejemplo, el Código Civil italiano de 1942 dice en su artículo 1477: "El contrato por medio
del cual una parte ha asumido obligaciones bajo condiciones inicuas por la necesidad, conocida
de la otra parte, de salvarse a sí misma o a otros del peligro actual de un daño grave a la persona,
puede ser rescindido a petición de la parte que se ha obligado. El juez puede, al declarar la
rescisión, según las circunstancias, asignar una compensación equitativa a la otra parte por la
obra realizada".

94
humanos y no aceptarlo cuando proviene de causas externas. Lo único
importante es determinar si hay libertad para expresar el consentimiento; si la
voluntad no es libre, el acto se encuentra viciado. Efectuar distingos en cuanto
al origen de las circunstancias que hacen desaparecer la libertad no se conforma
a ningún canon lógico.

La situación más corriente de temor producido por fuerzas extrañas la


constituye el estado de necesidad. El estado de necesidad está constituido por un
peligro inminente o por una situación de violencia insostenible que afectan a
una persona. El ejemplo clásico es el del capitán de un barco o navegante que,
en peligro de zozobrar, debe pedir o aceptar ayuda de un tercero que lo salve.
Las condiciones que acepte por este salvamento, si exceden lo razonable, ¿son o
no libres o ha actuado exclusivamente bajo el imperio de la fuerza determinada
por el temor resultante de su estado de necesidad? El otro caso se presentará
generalmente bajo la forma de una mala situación económica extrema que
obligue a una persona a celebrar un determinado negocio en ciertas
condiciones. En situación normal esa persona, o no habría realizado el negocio,
o lo habría concluido en condiciones muy diversas. Se presenta aquí también el
interrogante de saber si ha existido una voluntad libre.

Para DUCCI el estado de necesidad sí puede constituir entre nosotros el vicio


de fuerza, no sólo por razones de lógica, sino porque estima que nada se opone
a ello en nuestra legislación positiva. Por de pronto, dice, el término "acto" que
emplea el inciso primero de artículo 1456 no puede circunscribirse
exclusivamente a un tercero; lo que infunde temor al capitán náufrago es el acto
de decir no al posible salvador que exige condiciones leoninas. Lo importante es
el temor, no su causa. Lo aclara el inciso segundo al disponer que,
excepcionalmente, el temor reverencial no vicia el consentimiento. Ahora bien,
el temor reverencial no proviene de actos de terceros; se genera en la conciencia
individual, derivado de circunstancias externas independientes de toda acción
humana. Al excluir específicamente el temor reverencial, el precepto está
indicando claramente, a contrario sensu, que un temor de las mismas
características, pero que no sea reverencial, puede viciar el consentimiento. Por
otra parte, continúa el mismo autor, el artículo 1457, que se refiere a quien
ejerce la fuerza, tiene un alcance preciso. Se refiere exclusivamente al temor que

95
puede provenir de un acto humano y aclara que el que lo ejerce puede ser la
contraparte o un tercero. Pero no excluye la fuerza constituida por un temor de
otro origen. Por lo demás, concluye DUCCI, el derecho es una unidad coherente.
El artículo 1007 del Código Civil dice que "El testamento en que de cualquier
modo haya intervenido la fuerza, es nulo en todas sus partes". No se circunscribe
a la nulidad derivada de actos humanos, sino a la que se haya producido "de
cualquier modo"129.

ALESSANDRI rebate a DUCCI, pues este argumenta que el artículo 1457 de


nuestro Código Civil se refiere exclusivamente al temor que puede provenir de
un acto humano, aclarando la misma disposición que el que lo ejerce puede ser
la contraparte o un tercero; pero no excluye la fuerza de otro origen. Sin
embargo, en opinión de ALESSANDRI el artículo 1457 es un zapato chino, ya que
rotunda y categóricamente dice: "Para que la fuerza vicie el consentimiento no
es necesario que la ejerza aquel que es beneficiado con ella; basta que se haya
empleado por cualquiera persona con el objeto de obtener el consentimiento".
Esta norma expresa las fuentes del temor del que lo sufre y determina qué no es
indispensable y qué basta para que la fuerza vicie el consentimiento. En
consecuencia, presiones de otro origen que la acción humana no bastan para
generar este vicio de la voluntad de una de las partes, y mucho menos situaciones
objetivas como las de peligro y de la necesidad pecuniaria. Todo esto importa
excluir temores de orígenes distintos de los puntualizados por la ley como vicios
del consentimiento130.

Agrega ALESSANDRI que con el objeto de probar que lo importante no es la


acción humana para que el consentimiento se vicie por la fuerza, DUCCI sostiene
que "esto lo aclara el inciso 2º del artículo 1456 al disponer que
'excepcionalmente' el temor reverencial no vicia el consentimiento. Ahora bien
—prosigue el mismo autor (DUCCI)—, el temor reverencial no emana de actos
de terceros, se genera en la conciencia individual, derivado de circunstancias

129 DUCCI CLARO, Carlos, Derecho Civil. Parte General, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,
2002, pp. 273-274. Igual opinión sustenta DOMÍNGUEZ ÁGUILA, Ramón, Teoría general del
negocio jurídico, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2012, pp. 102-104.
130 ALESSANDRI, Arturo; SOMARRIVA, Manuel y VODANOVIC, Antonio, Derecho Civil. Parte

Preliminar y Parte General, Ediar-ConoSur Ltda., Santiago, 1991, T. II, p. 221.

96
internas independientes de la acción humana. Al excluir específicamente el
temor reverencial, el precepto está indicando en forma clara, a contrario sensu,
que un temor de las mismas características, pero que no sea reverencial, puede
viciar el consentimiento"131. Según ALESSANDRI el uso del argumento a contrario
sensu en este caso no cabe; parece mucho más lógico inferir, agrega, que otros
temores análogos al reverencial tampoco bastan para viciar el consentimiento.
Porque si la ley declara la insuficiencia de este temor para viciar el
consentimiento no es por establecer una "excepción" a la norma de que la fuerza
como vicio de la voluntad debe nacer de una acción humana, sino para
confirmarla y evitar equívocos en el sentido de que dicho temor no constituye
ese vicio justamente porque no es el resultado de la acción del otro contratante
o de un tercero132.

Agrega ALESSANDRI que DUCCI termina expresando, con toda razón, que el
derecho es una unidad coherente, y agrega: "El artículo 1007 del Código Civil
dice que 'el testamento en que de cualquier modo haya intervenido la fuerza, es
nulo en todas sus partes'. No se circunscribe —explica el mismo autor— a la
fuerza derivada de actos humanos, sino a la que se haya producido de cualquier
modo". Nuestra interpretación, dice ALESSANDRI, también dentro de la unidad
coherente del derecho, es distinta. El testamento es un acto unilateral, no tiene
contraparte; entonces, con la frase en cuestión se quiere significar que tanto vicia
la voluntad del testador la fuerza empleada en contra suya por el beneficiado con
las disposiciones de última voluntad como la desplegada por cualquiera otra
persona; por ejemplo, un sujeto que amenaza al testador con divulgar sus viejos
pecadillos de juventud y los nuevos de su vejez, si no deja la cuarta de libre
disposición a una hermana del amenazador133.

En resumen, concluye ALESSANDRI, no pueden asimilarse a la fuerza los estados


de peligro y de necesidad pecuniaria. Porque la primera resguarda sólo la
libertad del consentimiento; los estados en referencia son elementos de la acción
rescisoria general por lesión que existen en algunas legislaciones extranjeras, y
esta acción tiende a evitar que con ocasión de dichos estados personas

131 Ídem.
132 Ídem.
133 Ídem, p. 222.

97
inescrupulosas contraten en condiciones inicuas para el que los sufre. Por eso, si
a pesar del estado de peligro o de necesidad pecuniaria el otro contratante no se
aprovecha de ellos y las estipulaciones que conviene con el afligido no son
inicuas, la acción rescisoria no puede prosperar. Como el contrato en que el
consentimiento viciado por la fuerza debe declararse nulo si lo pide el afectado,
haya sufrido perjuicio o no en las respectivas prestaciones, tendríamos que al
aceptar la asimilación que combatimos, cualquier contrato, hasta el más justo,
pactado en estado de peligro o de necesidad pecuniaria, debería, a demanda del
que sufrió el trance, declararse nulo. No es frecuente, continúa ALESSANDRI, pero
a veces ocurre, que el amigo de un necesitado le compra un inmueble y le paga,
con espíritu altruista un precio más alto que el normal dentro del comercio. Si
más tarde el hombre de los apuros por un golpe de fortuna rehace su
patrimonio, podría, si le viene en gana y está dentro del plazo, recuperar la
propiedad alegando el estado de necesidad como vicio de fuerza, vicio que para
nada atiende a si hubo o no lesión patrimonial en el que lo sufrió. Así se llega al
absurdo sin límites. No hay duda: la fuerza y los estados de que se habla son
instituciones distintas, y así han sido reguladas en los ordenamientos extranjeros
que contemplan todas las hipótesis134.

Comprendiendo esto, y que la fuerza supone la acción de una de las partes o


de un tercero para inducir a celebrar determinado contrato a la otra parte,
ALESSANDRI cita un fallo de la Corte de Apelaciones de Valparaíso que resolvió
que "no constituye el vicio de fuerza en una transacción, la circunstancia de
haberla aceptado una de las partes por hallarse escasa de recursos a la fecha de
su celebración"135.

6. JURISPRUDENCIA

6.1. Fuerza en materia laboral

134 Ídem.
135 Ídem, p. 221. Corte de Apelaciones de Valparaíso, 21 de enero de 1923, R.D.J., T. 23, sec. 1ª,
p. 669.

98
Es precisamente en materia laboral donde muchas veces se alega la fuerza
como vicio en la suscripción de un despido, finiquito o renuncia.

Así, la jurisprudencia resolvió que había amenaza injusta y por lo tanto fuerza
en el siguiente caso: "La comunicación del empleador a los trabajadores de que
deben optar entre retirarse en determinada fecha, percibiendo la indemnización
conforme al contrato vigente, o firmar un contrato nuevo sin estipular ese
beneficio, envuelve una presión ilegítima sobre los que se deciden por la segunda
posibilidad. La amenaza de perder el empleo lleva a privarse de un derecho
legítimamente pactado y ha de estimarse capaz de producir una impresión fuerte
en una persona de sano juicio. Porque a la sazón existe cesantía y, cualquiera que
sea la edad, sexo o condición de las personas, no resulta fácil encontrar
ocupación, que en la inmensa mayoría de los casos es la única fuente de ingresos
para la subsistencia del trabajador y los familiares que viven a sus expensas. Dadas
estas consideraciones, no puede dudarse que la referida presión constituye el
vicio de fuerza suficiente para invalidar el consentimiento en los términos del
artículo 1456 del Código Civil. Nulos han de mirarse, pues, los nuevos contratos
y vigentes los que estipulan la indemnización por antigüedad"136. En este caso el
empleador amenazaba con el ejercicio de un derecho: el despido, pero lo hacía
abusivamente.

Igualmente se consideró que había fuerza en el caso que sigue: "6. Que
abusando la demandada abiertamente de su condición de superioridad y
empleadora, y promovida por el oportunismo de generarse una última ganancia,
aprovechando el escenario existente que derivaba del fenómeno laboral, social,
económico y paralelo que se verificaba en la mina Santa Ana; desplegó conductas
activas tendientes a apremiar, intimidar, y amenazar a sus ex dependientes, de
modo tal de provocar y determinar la voluntad de los actores, para la suscripción
de los finiquitos; infundiendo en éstos el 'justo temor' de que de no firmar, en
ese mismo momento y en las condiciones propuestas, y con grave perjuicio a sus
intereses; quedarían a merced de no obtener ningún pago futuro, no sólo

136 Corte del Trabajo de Santiago, 22 de abril de 1980, R.D.J., T. 77, sec. 3ª, p. 60. Otros casos de
abuso de vías legales pueden verse en Corte Suprema, 15 de junio de 1929, R.D.J., T. 27, sec. 1ª,
p. 383; Corte Suprema, 10 de junio de 1980, R.D.J., T. 77, sec. 1ª, p. 35; Corte de Apelaciones de
Santiago, 20 de marzo de 1986, R.D.J., T. 83, sec. 3ª, p. 52.

99
porque tendrían que ir a demandar a su ex empleadora a Santiago lo que
importaba una comprensible carga para los actores no sólo en cuanto a lo lejano
del lugar, sino por los latos trámites que un juicio de tal naturaleza podría
generar; sino porque infundió en estos últimos la convicción, de que la negativa
a firmar el finiquito, importaba quedar expuesto al mal irreparable de no
obtener nunca pago alguno, como consecuencia de que el conflicto de Santa
Ana con sus trabajadores, en total etapa de efervescencia y desarrollo y con una
paralización que no daba señas de término; iba a devenir en que los trabajadores
de la Mina Santa Ana, se tomarían de los bienes de la empresa demandada y así
hacerse pago de sus acreencias, generando a la postre embargos sobre los bienes
y otras medidas, que impedirían a los trabajadores de Chilecar obtener un pago
a mediano plazo de sus prestaciones; actuando en consecuencia apoyado por esta
serie de circunstancias fácticas que dieron verosimilitud a estos males
representados por la gerencia a los trabajadores, en cuanto era de público
conocimiento, que los trabajadores de 'Santa Ana' se encontraban además en
total abandono de sus empleadores y dueños de la empresa. 7. Que hubo
conductas positivas de amenaza, presión e intimidación, ejercidas por la
demandada Chilecar en sus ex trabajadores, desde que actuando como lo hizo,
generó en ellos una impresión fuerte, infundiendo a su respecto un justo temor
de verse expuestos a un mal grave e irreparable, amenazas y presiones todas, que
en los hechos en definitiva no se concretaron, ya que ni se acreditó que los
trabajadores de Santa Ana se tomaran Chilecar, ni tampoco que esta última
estuviera insolvente para asumir adecuadamente la obligación de hacer frente a
sus obligaciones, a través del pago oportuno e íntegro de lo adeudado a sus
trabajadores. 8. Que de no haber concurrido estas presiones e intimidaciones
por parte de los representantes de Chilecar, las que en el escenario descrito,
resultaron graves, verosímiles coetáneas a la suscripción de los finiquitos, y
determinantes para la firma, no se habrían suscrito por los actores los mismos,
en circunstancias que le fueron totalmente adversas, percibiendo montos
indemnizatorios inferiores a los que tenían derecho, y con evidente perjuicio a
su patrimonio; sin permitirles cerrar su relación con la empresa, en condiciones
que garantizasen el íntegro (pago) de las indemnizaciones legales; obligándolos
derechamente a 'renunciar' a parte de ellas, en beneficio en definitiva de la
empresa, quien no acreditó estar insolvente o aquejada de importantes pasivos;
en medio de un proceso que además de no ser informado, con abierta

100
transgresión de la normativa legal y vulneratorio a los derechos de los
trabajadores, devino en que no solo perdieran su fuente laboral, sino que parte
del monto de sus indemnizaciones. Lo dicho pone en evidencia un proceso de
cierre de actividad comercial abiertamente irregular, a lo que se suma la
circunstancia de que solo al finiquitarse los trabajadores conocieron la causal de
término de la relación laboral, toda vez que no les fue enviada siquiera carta de
despido, cuestión que pudo abrirles la posibilidad de no sólo conocer los hechos
que configuraban la causal que les estaba siendo aplicada, sino que lo más
importante, haber negociado informadamente y en condiciones de igualdad;
privándolos además de facto, del derecho a haberse podido asesorar legalmente.
9. Que los dichos de la gerencia y representantes del empleador, específicamente
del señor Álvarez, resultaron indiscutidamente serios para los actores, desde que
en posición de verticalidad, los mismos provinieron de quien más conocimiento,
tenía del real estado financiero de la empresa, cuestión que por cierto deviene,
en que ellos se consideren además verosímiles. En consecuencia, los actores
fueron parte de una negociación, que revistió más bien carácter de contrato de
adhesión, toda vez que, en forma unilateral, antojadiza y gananciosa para la
empresa, ésta condicionó los términos de los finiquitos que les fueron
extendidos a los trabajadores. No existió en los actores manifestación de
voluntad libre y exenta de vicios, siendo las amenazas de la demandada y el
contexto en que ellas fueron efectuadas, suficiente para influir en la su capacidad
volitiva. Cuarto: Que, bajo ese escenario fáctico, no resulta viable la alegación de
la recurrente relativa a la infracción de lo dispuesto en el artículo 1456 del
Código Civil, toda vez que se concluyó con claridad la existencia de una fuerza
moral ejercida sobre los trabajadores que, atendida la impresión fuerte generada
en ellos según sus especiales condiciones, los compelió a suscribir sus respectivos
finiquitos en condiciones claramente desventajosas..." 137.

En otro caso en que también se resolvió que había fuerza se razonó así: "4º)
(...) son hechos de la causa que dos supervisores y el gerente de recursos
humanos condujeron a la trabajadora a un café o restaurant, ocasión en que, a
cambio de no denunciarla por vender productos en una feria libre, fue
conducida a una notaría donde firmó su renuncia. De esta manera, tal como lo

137 Corte de Apelaciones de Concepción, 10 de junio de 2016, rol Nº 126-2016.

101
decidiera la sentenciadora, el consentimiento de la demandante al firmar tal
renuncia, se encontró viciado por la amenaza ejercida en su contra, la cual, en
este caso particular, por las circunstancias que rodearon el hecho, se estima que
reúne todos los requisitos que exige el artículo 1456 del Código Civil para
concluir que existió fuerza. 4º) (sic) Que no obsta a la precedente conclusión la
circunstancia alegada por la recurrente, en el sentido que el anuncio de ejercer
una acción legal, no puede estimarse ilegítimo. Efectivamente, acá no se trató de
una mera comunicación, ni tampoco fue la actora quien ofreció renunciar a
cambio que no se tomaran represalias, sino que tres jefes de ella la condujeron
a un lugar ajeno a la empresa y, como lo señalan sus testigos que se encontraban
en la misma situación, fueron amenazados con supuestas denuncias que dejarían
sus 'papeles manchados' y con que no podrían encontrar trabajo ante los
términos del finiquito, con lo cual se sintió compelida a concurrir a la notaría
que, como es de público conocimiento, se ubica en las cercanías y firmó la
renuncia a cambio de que no se ejercieran esas acciones legales y que no
aconteciera lo que le indicaban, con lo cual tampoco se le dejó tiempo para
calibrar lo que acontecía"138.

Por el contrario, se estimó que no había vicio de fuerza en otra causa, también
laboral, atendido "6º. Que, en la demanda de autos la propia trabajadora ha
reconocido que la relación laboral terminó mediante la suscripción de un
instrumento por el que las partes declararon poner término al contrato de
trabajo por mutuo acuerdo, acompañando ejemplar del mismo a su demanda.
Sin embargo, alega que suscribió dicho documento por error (desconocimiento
de sus derechos) y por fuerza (acoso y presión para obligarla a firmar), (...)
Consecuente con ello es que solicita precisamente se reste todo valor, al
instrumento que acompaña, como medio de poner término a la relación laboral
con su empleador. (...) 10º. Que, respecto de la fuerza, ésta se hizo consistir en
(...) que habría sido amenazada con ser despedida por ladrona (...). Esta
alegación igualmente deberá desecharse en atención a que no se reúnen en la
especie los requisitos exigidos por los artículos 1456 y 1457 del Código Civil para
entender que se ha configurado este vicio. En efecto, por una parte la afirmación
de ser despedida por ladrona no constituye una amenaza injusta o ilegítima

138 Corte de Apelaciones de Valparaíso, 25 de febrero de 2011, rol Nº 31-2011.

102
desde que el ordenamiento jurídico laboral permite despedir fundado en este
motivo; asimismo, la amenaza de despido tampoco puede considerarse de la
gravedad exigida por las normas referidas, ya que por una parte ello no
constituye un mal irreparable ni grave, y por otra, porque todo contrato de
trabajo, en algún momento, debe igualmente terminar; ..."139.

Tampoco se consideró que había fuerza en el siguiente caso: "Primero: Que,


atendidos los argumentos de la demanda, a los actores correspondía probar la
concurrencia de la fuerza que alegan en la decisión que impugnan, es decir, la
presión ilegítima de que fueron objeto y que en definitiva determinó la
suscripción de los anexos de sus contratos de trabajo. En tal sentido, obran en
autos las declaraciones de dos testigos presentados por su parte quienes afirman
que los actores suscribieron los respectivos anexos bajo presión de ser
finiquitados por la empresa y ambos deponentes están contestes en que al lado
del instrumento respectivo se encontraba también el finiquito de cada
trabajador. La prueba confesional rendida por los absolventes Carlos Ramírez y
Eugenio Szigneti, nada aporta a la solución del conflicto. Segundo: Que la
fuerza, al tenor de lo previsto en el artículo 1456 del Código Civil, vicia el
consentimiento cuando es capaz de producir una impresión fuerte en una
persona de sano juicio tomando en cuenta su edad, sexo y condición, vale decir,
debe ser injusta, grave y determinante, condiciones que no se reúnen en el caso
de autos, pues no se divisa cómo el posible ejercicio de un derecho que la ley
reconocer a los empleadores, pudo privar a los trabajadores de su capacidad de
decidir. La ley exige la existencia de un hecho tal que infunda un justo temor de
un mal irreparable y grave en la persona o bienes, que debe realizarse si no se da
el consentimiento exigido. Tercero: Que ha de considerarse, además, que la
fuerza que los demandantes alegan como vicio de su consentimiento no puede
radicar simplemente en la percepción o la exhibición de un finiquito, sino que
es menester, además, que hubiere existido alguna actitud o conducta de su
empleador que haya sido determinante para aceptar la modificación de su
jornada laboral. En ese sentido, los trabajadores sostienen que tal actitud habría
estado constituida por la posibilidad de perder su fuente laboral y ser
finiquitados, sin embargo, no han precisado la causal que supuestamente el

139 Corte de Apelaciones de Concepción, 28 de enero de 2008, rol Nº 543-2007.

103
empleador habría esgrimido para ello y el acto concreto de amenaza o presión,
sobre todo si se tiene presente que los trabajadores que fueron desvinculados de
la empresa, supuestamente por haberse negado a firmar los anexos, cesaron por
la causal de 'mutuo acuerdo', como la sostiene Carlos Ramírez en la confesional
de fojas 72, sin que existan elementos de convicción en contrario, esto es, para
sostener que fueron efectivamente despedidos por decisión unilateral de la
empresa. Cuarto: Que de acuerdo con lo razonado y del análisis de la prueba
rendida no es posible concluir que los trabajadores fueron forzados, ante la
amenaza de invocar en su contra una causal de caducidad de sus contratos, de
manera que no ha resultado acreditada la circunstancia argumentada por los
actores y que permitiría restarle mérito al anexo de los contratos individuales de
trabajo de 1 de marzo de 2005. Quinto: Que, por otro lado, los actores tampoco
probaron en autos que la posibilidad de perder su empleo haya sido capaz de
producir en ellos una impresión fuerte y de la entidad exigida por el legislador
para configurar la causal de nulidad alegada. Además, de los instrumentos
colectivos allegados a la causa se observa que el término de sus contratos de
trabajo les da derecho al pago de las indemnizaciones convencionales
pactadas. Sexto: Que, en consecuencia, no se ha demostrado en autos la
existencia de una presión ilegítima de entidad suficiente para perturbar el ánimo
de los trabajadores, por lo que cabe afirmar que concurrieron libremente a la
suscripción de los anexos de sus contratos de trabajo, los que son plenamente
válidos y no adolecen del vicio de nulidad que se reclama"140.

140 Corte Suprema, 24 de marzo de 2008, rol Nº 6747-2007, sentencia de reemplazo. La Corte de
Apelaciones de San Miguel por el contrario había fallado que: "Sexto: Que, efectivamente, el
testigo señor Héctor Flores, al dar razón de sus dichos a fojas 85, señala que sabe lo que depone
porque estuvo presente en el momento en el que la empresa proponía a cuatro de los
demandantes el cambio del sistema de turnos, presionándolos para que firmaran el anexo
correspondiente. Que él trabaja en mantención, al igual que los actores, pero que se negó a
firmar esos instrumentos por la manera en que se estaba realizando, refiriéndose a la suscripción
del anexo de contrato. En esa ocasión, la empresa ponía al lado del anexo que debía firmar el
trabajador, un finiquito (...). Séptimo: Que, en cualquier caso, el abogado de la demandada ha
reconocido en estrados que, al momento de llamar a los trabajadores demandantes para
proponerles la modificación del sistema de turnos que los obligaría a prestar servicios los días
domingo y festivos, ya tenía tomada la decisión de modificar el sistema, de manera que no tenían
los trabajadores otra alternativa que no fuera la de suscribir el anexo de fecha 1 de marzo de
2005, redactado por la empresa. Octavo: Que esta Corte estima, compartiendo el criterio del

104
En otra ocasión se estimó que no había fuerza, porque "La fuerza puede
ser material o moral, habiéndose alegado por el actor esta última, al denunciar
una suerte de presión de su jefe y del abogado de la empresa para firmar la
renuncia. 7º) Que claramente no ha habido fuerza alguna que haya podido viciar
la voluntad del demandante. Se ha dicho que para que la fuerza vicie el
consentimiento es menester que sea determinante, grave e injusta. Que sea
determinante implica que haya sido ejercida precisamente con el objeto de
obtener la declaración de voluntad del demandante, lo que no está probado en
el proceso, pues el propio actor señala en su demanda que su jefe y el abogado
de la empresa 'le pidieron la renuncia' por la denuncia de acoso sexual que había
sido presentada en su contra, petición que él pudo aceptar o rechazar y nunca
estuvo en situación tal que por la presión ejercida no haya tenido otra posibilidad
que firmar su renuncia y, por cierto, aún aceptando que le hayan dicho que la
situación iba a resultar incómoda para su novia embarazada, ello tampoco
implica una presión que necesariamente haya determinado al actor a firmar su
renuncia. Es indiferente para estos efectos si el actor estaba nervioso o alterado,
lo que realmente importa es saber si se ejerció sobre él una fuerza moral que lo
haya impelido a firmar el documento y la respuesta no puede ser sino negativa:
siempre estuvo en condiciones el demandante de no hacerlo, de no firmar. Que
sea grave, tratándose de fuerza moral, significa que se debe amenazar con un mal
que produzca aquella impresión de que trata el artículo 1456 del Código Civil,
lo que difícilmente puede haber sucedido en el caso sub lite, pues el actor es una
persona adulta, de 29 años de edad a la fecha del despido (nació el 8 de
septiembre de 1977, como consta de la copia del carné de fojas 34) y en su sano
juicio. Que sea injusta significa que la amenaza debe consistir en medios ilícitos.
Así, como el empleador siempre pudo despedir al actor, pues este es un derecho
de aquél (independiente que tal despido sea o no justificado) y suponiendo que
se lo haya amenazado con el despido por el pretendido acoso sexual, ello no es
ilegítimo sino precisamente lo contrario: se habría advertido al actor que la
empresa estaba dispuesta a considerar esa posibilidad, la que la ley le otorga.

señor Juez a quo, que la alternativa propuesta por la demandada a los actores, suscribir la
modificación contractual o ser despedido, constituye una fuerza moral que invalida el
consentimiento y, en consecuencia, el anexo de contrato señalado en el considerando anterior".
Corte de Apelaciones de San Miguel, 8 de octubre de 2007, rol Nº 511-2006.

105
Bien pudo el demandante rechazar la petición de renuncia y esperar la respuesta
de su empleador quien, si decidía despedirlo por la causal de la letra b) del Nº 1
del artículo 160 del Código del Trabajo, le asistía al trabajador el derecho de
demandar la injustificación de tal despido y el pago de las indemnizaciones
correspondientes. Y, por cierto, se reitera, la empresa siempre pudo despedir al
actor, haya o no dado cumplimiento a las normas de los artículos 211-A a 211-E
del mismo cuerpo laboral y una cosa muy distinta es que tal despido haya podido
ser declarado injustificado. 8º) Que en consecuencia, la supuesta fuerza ejercida
por el empleador no ha sido ni determinante, ni grave y mucho menos injusta,
de modo que la voluntad del actor no estaba viciada al momento de decidir
renunciar a su empleo"141.

Igualmente se resolvió que no había fuerza fundado en que "La actora no


aportó pruebas suficientes para acreditar el hecho constitutivo de la fuerza,
presión o amenaza que imputa al Director del colegio, pues no se agregó
documento que contenga amenazas de éste y no presentó testigos de la
conversación habida entre ambos cuando la profesora resolvió renunciar. Es un
hecho de la causa, reconocido por las partes, que un apoderado presentó un
reclamo en contra de la profesora por maltrato físico y psicológico a un alumno
de siete años y pidió una investigación, con copia a autoridades de educación,
cargos que no fueron negados por la docente. Que la investigación solicitada no
se hizo al haber presentado ésta su renuncia voluntaria. El eventual temor que
pudo sentir la apelante, a los resultados de la investigación requerida por el
apoderado, no puede ser atribuido al Director del colegio, ni calificarse de
indebido o injusto, pues el derivaría de su propia conducta profesional, la que
habría optado por proteger renunciando al trabajo"142.

6.2. Fuerza en el mandato

"a.- Las partes celebraron, con fecha 3 de enero de 2006 contrato de mandato
por el cual la demandada, doña Argentina Aravena González le confirió a doña
Alejandra Navarrete Carrasco amplias facultades respecto del depósito a plazo
que la Inmobiliaria Los Conquistadores había dejado como pago por la

141 Corte de Apelaciones de Santiago, 16 de diciembre de 2009, rol Nº 1688-2009.


142 Corte de Apelaciones de Coihaique, 30 de octubre de 2007, rol Nº 23-2007.

106
compraventa recaída sobre un inmueble de la demandada, cuyos honorarios
ascendían al 20% del total de dicha venta. b.- La actora, en cumplimiento de
tal contrato se limitó a retirar un documento bancario de la Notaría, sin
proceder a su cobro en la forma acordada en el mandato. c.- La demandada
revocó dicho mandato siete días después. d.- Doña Alejandra Navarrete
Carrasco desplegó una serie de conductas para figurar ante la demandada
como conocedora y practicante del derecho y poseedora de la calidad de
abogado, para obtener de ésta que le contratara y encomendara la gestión de
cobro del dinero, haciéndole creer que solo una persona con su conocimiento
podía asumir tal encargo. e.- El ardid referido provocó que la demandada
'persona de pocos conocimientos e insegura en los trámites de que se trata'
otorgara su consentimiento para suscribir el contrato de mandato. f.- La actora
no tenía la calidad de abogado que la demandada suponía, y que le resultaban
determinante para contratar. (...) en cuanto a la fuerza alegada, debe tenerse
presente que se ha entendido por tal como 'la presión física o moral ejercida
sobre la voluntad de una persona para determinarla a ejecutar un acto
jurídico'. Fuerza que para viciar el consentimiento debe ser injusta, grave y
determinante. A su vez, se ha entendido que existe fuerza moral cuando se le
hace saber a la víctima que si no consiente en la celebración del negocio
jurídico sufrirá un daño mayor. Así comprendido este vicio resulta evidente
que la circunstancia de haber convencido la actora a la demandada que sólo
con la suscripción del mandato era posible obtener el pago requerido, reúne
precisamente los caracteres que permiten concluir que en el actuar de la
demandante ha mediado fuerza en los términos descritos y,
consecuencialmente que la voluntad así otorgada al suscribir el contrato de
mandato que se cuestiona adolece del defecto citado"143.

6.3. Fuerza en la compraventa

"Se puede afirmar que el demandante prestó su consentimiento como


vendedor en el contrato de compraventa de fojas 2, en representación de su
hijo menor Paulo Guzmán Nieto, a la Empresa Nacional de Semillas,
demandada en autos, en condiciones económicamente ruinosas para él,

143 Corte Suprema, 21 de julio de 2010, rol Nº 3965-2010, cons. 3º y 5º.

107
debido a la fuerza o presión que hicieron nacer en su ánimo el justo temor de
que si se negaba a vender a la empresa adquirente, aprovechando su situación
en el Gobierno, lo hiciera víctima, como a él, de maniobras para ocuparle el
fundo, paralizarle sus labores dentro de él para obtener el nombramiento de
un interventor, dependiente suyo, que acatara todas sus órdenes para llevarlo
a una falencia económica que lo obligara a vender en peores condiciones aún.
Que de consiguiente, la acción de nulidad de contrato que se demanda,
principalmente, a fojas 6 debe ser admitida"144.

6.4. Fuerza en la emisión de cheques

"Primero: Que la acción ejecutiva se fundó en el no pago de cinco cheques


girados contra la cuenta corriente que la actora mantenía en su cuenta
corriente del Banco BBVA, protestados el 7 de diciembre de 2012, tres de ellos
por la causal de extravío y dos por firma disconforme (...). Segundo: Que la
primera defensa de la ejecutada descansa en el hecho de haber sido dada una
orden de no pago por extravío, circunstancia que desnaturalizaría los
documentos, privándolos de su carácter original y afectando con ello su fuerza
ejecutiva. Invoca, además, la nulidad de la obligación, tanto por efecto de la
revocación de la orden de pago, como por estar los instrumentos afectados por
vicios del consentimiento, por causa ilícita y, subsidiariamente, por fuerza, ya
que fueron obtenidos por el demandante el sábado 1 de diciembre de 2012
por medio de amenazas al intentar ella poner término a la relación sentimental
que los vinculaba, forzándola a hacerle entrega de tres cheques en blanco que
tenían su firma y a girar otros dos, pertenecientes todos a un talonario que ella
había extraviado en el año 2010. Tercero: Que según se ha precisado, hay tres
de los cinco cheques cuyo protesto se fundó precisamente en el extravío a que
se ha hecho mención. Los dos restantes, que corresponden a los números
000003 5 y 000004 7, aparecen protestados por 'firma disconforme'; sin
embargo, pese a lo explicitado en las actas, también respecto de estos cheques
existía vigente la orden de no pago impartida por la giradora pues integraban
el mismo talonario extraviado. En efecto, de los documentos legalmente

144Corte Suprema, 10 de junio de 1980, "Guzmán Nieto, Paulo contra Empresa Nacional de
Semillas", cons. 9º. Identificador Thomson Reuters CL/JUR/4/1980.

108
acompañados a fojas 71 y siguientes, sin objeción contraria, consta la orden de
no pago impartida por la cuentacorrentista respecto de los documentos
materia de autos y demás del mismo talonario perteneciente a su cuenta
corriente en el Banco BBVA Nº 050400120100050930, y las publicaciones
legales efectuadas en el diario 'El Mostrador' de Linares durante los días 1, 2 y
3 de octubre de 2010. Cuarto: Que la testigo presentada por la parte
demandada, Bárbara Alarcón Said, declaró a fojas 28 y siguientes que en el mes
de diciembre de 2012, mientras la ejecutada la visitaba en su domicilio, recibió
insistentes llamadas del actor, con quien había mantenido una prolongada
relación sentimental; que en esa oportunidad accedió a acudir a su encuentro,
regresando en la madrugada muy afectada porque él la había amenazado y
hecho firmar unos cheques bajo presión. Agregó estar en conocimiento de la
difícil y violenta relación que mantenía la pareja, refiriéndose en particular a
un incidente anterior en que él la amenazó de muerte, lo que motivó una
orden de alejamiento. Los testigos Patricia Herrera Pinto y Santiago Anguita
Gamonal concordaron con la anterior en cuanto dijeron haber visto a la
demandada muy afligida por los apremios sufridos cuando ella decidió poner
fin a su vínculo con el actor, agregando la primera estar también en
conocimiento del incidente ocurrido dos años antes cuando él la amenazó con
arma de fuego. La conflictiva relación sentimental habida entre las partes, a
que se refieren los testigos nombrados, aparece corroborada por el tenor de
los múltiples correos electrónicos agregados a fojas 75 y siguientes (...). Sexto:
Que de los antecedentes relacionados surgen presunciones que, dados los
caracteres de gravedad, precisión y concordancia que revisten, resultan
suficientes para tener por establecida la efectividad de los hechos invocados
por la ejecutada, en cuanto afirma haber sido forzada por el actor a hacerle
entrega de los cheques cobrados en esta causa. En efecto, está probado que la
orden de no pago de todos los cheques fue impartida por la giradora en
septiembre de 2010, es decir, más de dos años antes de la fecha en que el actor
los presentó al cobro, 7 de diciembre de 2012; todos los documentos
pertenecen a un mismo talonario de cheques denunciado por extravío; las
partes mantuvieron una prolongada relación de pareja con episodios de
violencia, al extremo de haber sido anteriormente denunciado y formalizado
el actor por el delito de amenazas con arma de fuego en contra de la ejecutada;
el protesto de los documentos es coetáneo a la época en que según los testigos

109
antes nombrados se puso término a la relación habida entre las partes, cuando
la ejecutada se sintió apremiada para hacer entrega de los cheques. A lo
expuesto se suma que el actor, sin desconocer la vinculación sentimental con
la actora, que se niega a comentar, se limita a decir que los documentos le
fueron entregados en pago de obligaciones que no precisa, sin tampoco
explicar la legítima tenencia de los mismos (...). Octavo: Que a la luz de la
prueba rendida, cabe concluir que la orden de pago contenida en los cheques
materia de autos no obedece a la voluntad manifestada libremente por la
giradora, cuyo consentimiento está viciado por la fuerza moral ejercida en su
contra que, dadas la circunstancias que rodearon los hechos y la vinculación
existente entre las partes, produjo naturalmente en ella una impresión fuerte,
siendo además de injusta, determinante en la entrega de los cheques y, por lo
tanto, apta para viciar el consentimiento. Noveno: Que los anteriores
razonamientos conducirán a acoger las excepciones opuestas por la ejecutada
y declarar la nulidad de la obligación contenida en los títulos invocados,
circunstancia que a la vez afecta la fuerza ejecutiva de los mismos"145.

7. PRUEBA

La prueba de la fuerza incumbe al que la alega.

El vicio de la fuerza importa, por su naturaleza, una cuestión de hecho y, en


consecuencia, puede acreditarse por todos los medios probatorios contemplados
en la ley146.

145 Corte Suprema, 20 de julio de 2015, rol Nº 27598-2014, sentencia de reemplazo.


146 Corte Suprema, 10 de junio de 1980, R.D.J., T. 77, sec. 1ª, p. 35.

110
8. SANCIÓN

La fuerza moral produce nulidad relativa del acto jurídico celebrado bajo su
influencia (art. 1682 inciso final: "cualquiera otra especie de vicio produce
nulidad relativa").

Pero respecto de la fuerza física hay nulidad absoluta. Lisa y llanamente no hay
voluntad alguna del compelido. El ejemplo clásico al respecto es el del sujeto
que toma la mano de otro que, en vano intenta resistir a la coacción, y lo hace
firmar una declaración contraria a sus intereses. El acto en que aparece tal
declaración y que consta en el documento así firmado sería nulo de nulidad
absoluta por falta de voluntad, y no nulo relativamente por el vicio de fuerza.
Para los que sostienen la inexistencia, este sería un caso147.

147Vid. por todos CORRAL TALCIANI, Hernán, Curso de Derecho Civil. Parte General, Thomson
Reuters, Santiago, 2018, p. 559; TOCORNAL RÍOS, María Ester, La voluntad y el temor en el
negocio jurídico, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1981, pp. 19-20.

111
CAPÍTULO IV EL DOLO148

El artículo 1458 del Código Civil dispone:

"El dolo no vicia el consentimiento sino cuando es obra de una de las partes, y
cuando además aparece claramente que sin él no hubieran contratado 149.

En los demás casos el dolo da lugar solamente a la acción de perjuicios contra


la persona o personas que lo han fraguado o que se han aprovechado de él;
contra las primeras por el total valor de los perjuicios, y contra las segundas
hasta concurrencia del provecho que han reportado del dolo"150.

Por su parte, el artículo 1459 señala:

148 El trabajo más completo en nuestro país sobre el dolo es autoría de CHADWICK VALDÉS, Tomás,
"De la naturaleza jurídica del dolo", en Revista de Derecho y Jurisprudencia, T. XXXV (1938),
pp. 141-172; t. XXXVI (1939), pp. 5-107.
149 En términos similares el artículo 1116 del Code dispone: "El dolo constituirá una causa de

nulidad del acuerdo cuando las maniobras practicadas por una de las partes sean tales que resulte
evidente que, sin dichas maniobras, la otra parte no habría contratado. El dolo no se presume y
deberá ser demostrado".
150 "Antecedentes del texto originario: P. 1842, tít. II, art. 10, inciso 1, redacción definitiva del

actual inciso 1, pero decía 'contrato' por 'consentimiento', no decía 'además' y decía 'habrían'
por 'hubieran'. Su inciso 2 decía: 'Las otras especies de dolo dan lugar solamente a la acción de
perjuicios contra la persona o personas que lo hubieran fraguado'. P. 1847, art. 20, igual al P.
1842, pero en su inciso 1 decía ya 'además' y en su inciso 2 decía 'hubiesen' por 'hubieren'. P.
1853, art. 1636, igual al P. 1847, pero decía ya en su inciso 1 "hubieran" y en su inciso 2 decía
'han' en vez de 'hubiesen'. P. In., art. 1636, redacción definitiva. P. A., inciso 1, decía 'o cuando'
en vez de 'y cuando'. Corresponde al art. 1116 del Código francés. Bello no siguió al C.L. en la
forma minuciosa en que trata de esta materia en sus arts. 1841 y 1842". FIGUEROA YÁÑEZ,
Gonzalo, Repertorio de Legislación y Jurisprudencia chilenas. Código Civil y leyes
complementarias, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1997, T. V, p. 78.

112
"El dolo no se presume sino en los casos especialmente previstos por la ley. En
los demás debe probarse"151.

1. HISTORIA

Dice ALESSANDRI que en todas las legislaciones contemporáneas, cuando una


de las partes se vale del engaño para inducir a la otra a celebrar un contrato y ese
engaño ha sido decisivo para consentir, se da al contratante engañado una acción
para demandar la nulidad del contrato por estar viciado con el dolo su voluntad
contractual.

Los romanos dejaron transcurrir siete siglos antes de resolverse a sancionar el


dolo en los actos o negocios jurídicos. Pensaban que cada parte, en los contratos,
debía ponerse en guardia ante las posibles trampas que puede hacerle la otra
para determinar a celebrar el negocio jurídico. Afirmaban que la ley no suele
socorrer a los tontos: non stultis solere socorri (Digesto, libro 22, título 6, ley 9,
fragmento 5). Sin embargo, se comprobó que a menudo hombres inteligentes
eran víctimas de maquinaciones, artificios o mentiras capaces de inducirlos a
celebrar un contrato que, de no mediar las maniobras dolosas, no habrían
celebrado. Entonces, a fines de la República, se creó la acción de dolo y luego la
excepción del mismo. No olvidemos que el período republicano abarca los años
comprendidos entre el 510 y 30 antes de Cristo.

MARCO TULIO CICERÓN (106-43 a. C.) narra un pintoresco y aleccionador caso


de dolo. Cayo Canio, rico caballero de Roma, medianamente culto, fue a pasear
a Siracusa. Le gustó la ciudad y, en repetidas ocasiones manifestó que ahí, en los
alrededores, le gustaría comprar una casa de campo donde pudiese convidar a
sus amigos y recrearse con libertad, sin que nadie lo molestase. Por todas partes
se extendió esta voz. No la desoyó un banquero llamado Pitio. Se acercó a Canio
y le dijo: "Tengo una casa pero no para la venta. Vos, sin embargo, podéis

151 "Antecedentes del texto originario: P. 1843, tít. II, art. 11; P. 1847, art. 21; P. 1853, art. 1637,
y P. In., art. 1637, redacción definitiva". FIGUEROA YÁÑEZ, Gonzalo, Repertorio de Legislación y
Jurisprudencia chilenas. Código Civil y leyes complementarias, Editorial Jurídica de Chile,
Santiago, 1997, T. V, p. 82.

113
disponer de ella como si fuera propia". Al mismo tiempo lo invitó a conocer la
mansión. Aceptó Canio. Entre tanto Pitio se apresuró a llamar a unos pescadores,
solicitándoles que en el río, frente a su casa, pescaran en el día siguiente, el de la
arribada de Cayo Canio. Llegó este a la hora señalada. Pitio le tenía una
espléndida comida y, a la vista, una multitud de barcas. Cada uno de sus
ocupantes corría a echar a los pies del dueño de casa todo lo que había pescado.
Canio, maravillado con tantos peces y barcas, sonreía. Por su lado, Pitio comentó:
"Estamos en presencia de toda la pesca de Siracusa". Y añadió que de su heredad
tomaban el agua para la ciudad, la cual mucho dependía de aquella.
Entusiasmado Canio rogó mil veces a Pitio que le vendiera la propiedad. El
último, después de reiteradas negativas, accedió y fijó el precio a su gusto.
Perfeccionado por escrito el contrato de compraventa, Canio llamó a sus amigos.
Les pidió que lo visitasen al día siguiente. Temprano llegó el anfitrión a sus
nuevos dominios. No vio ahora barca alguna. Extrañado, preguntó a un vecino
qué ocurría. Respondió el interpelado: "Yo no sé si hoy es fiesta de los pescadores;
pero aquí, señor, nadie viene a pescar y ayer, extrañado me preguntaba qué
habría atraído a los pescadores concurrentes". Empezó Canio a encolerizarse,
comprendiendo el engaño del que había sido víctima. "Pero qué había de hacer
—termina CICERÓN— si mi compañero y amigo el pretor Aquilio Galo aún no
había publicado las fórmulas sobre el dolo malo".

Del relato de Cicerón se desprende que las medidas contra el dolus malus se
introdujeron en su época y que el autor de ellas fue el jurista y pretor Aquilus
Gallus.

Las medidas contra el dolo en el Derecho romano se reducían


fundamentalmente a la acción de dolo, a la excepción de dolo y a la in integrum
restitutio (restablecimiento al estado o situación anterior). La acción de dolo
supone un contrato ya ejecutado y se dirige a obtener una indemnización en
favor de la parte engañada. La excepción de dolo procede cuando el contrato
no se ha cumplido aún y corresponde a la parte burlada, la cual pide que se la
libere de ejecutar el contrato. La acción de restitución in integrum no se daba
sólo tratándose del dolo, sino en cierto número de casos para aniquilar los
efectos de un contrato o de una operación jurídica válida en derecho civil, pero
que el pretor, apoyado en su imperium, después de examinar los hechos resolvía

114
que era equitativo no tomar en cuenta el acto jurídico tachado y remitir a las
partes al estado primitivo, anterior al acto, considerándose que este jamás ha
existido.

Las medidas señaladas cabían únicamente cuando el autor del dolo era una de
las partes del contrato. Si había dolo recíproco no podía reclamarse, pues
entraba en juego la compensación. Cuando el dolo era de un tercero, contra él
podía entablarse una acción para que indemnizara los daños sufridos; pero el
contrato permanecía válido.

Por último, se distinguía entre dolo causante (dolus causam dans) y dolo
incidental (dolus incidens). El primero influía decisivamente en la celebración
del contrato, a no mediar su existencia la operación jurídica de ninguna manera
se habría realizado. El otro dolo, el incidental, si bien está presente en el
contrato, este se habría celebrado aun cuando se hubiera sabido la verdad
cubierta por el engaño, pero se habría celebrado en otras condiciones. El dolo
principal o causante faculta para ejercitar la acción o la excepción de dolo,
anulando el contrato celebrado bajo su influjo. El dolo incidental sólo autoriza
para reclamar la indemnización de daños y perjuicios152.

2. CONCEPTO

El dolo "consiste en la intención positiva de inferir injuria [daño] a la persona


o propiedad de otro" (art. 44 inc. final).

Doctrinariamente se define el dolo como un vicio del consentimiento


consistente en el empleo por parte de una persona de trampas, maquinaciones,
mentiras u otros artificios dirigidos hacia otra persona con el fin de inducirla a
otorgar un acto o celebrar un contrato que, sin aquellas maniobras, ella no habrá

152 ALESSANDRI, Arturo; SOMARRIVA, Manuel y VODANOVIC, Antonio, Derecho Civil. Parte
Preliminar y Parte General, Ediar-ConoSur Ltda., Santiago, 1991, T. II, pp. 224-225.

115
efectuado153. También puede decirse que el dolo son maquinaciones graves que
forman un mecanismo engañoso captatorio de la voluntad del contratante.

El Código Civil español define el dolo así: "Hay dolo cuando, con palabras o
maquinaciones insidiosas de parte de uno de los contratantes, es inducido el otro
a celebrar un contrato que, sin ellas, no hubiera hecho" (art. 1269).

La jurisprudencia ha dicho que el dolo es: "la concurrencia de una acción u


omisión voluntaria empleada por una persona con el propósito de causar daño
a otra, sea por maldad, sea por el deseo de proporcionarse un determinado
provecho. Lo informa, en definitiva, una serie de maniobras ilícitas llevadas a la
práctica para inducir a engaño"154 y que el dolo "está constituido por maniobras
fraudulentas que uno de los contratantes realiza con el preciso fin de inducir a
error al otro contratante, de tal forma de obtener que este último acceda a
declarar una voluntad en cierto sentido, declaración que, sin mediar el dolo, no
habría existido"155.

De lo anterior puede concluirse que el dolo está caracterizado por la


conjunción de dos elementos: uno subjetivo o ánimo de perjudicar y
otro objetivo o acto o medio externo156.

153 ALESSANDRI, Arturo; SOMARRIVA, Manuel y VODANOVIC, Antonio, Tratado de las Obligaciones,
Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2004, p. 265.
154 Corte de Apelaciones de Santiago, 27 de septiembre de 1945, R.D.J., T. 45, sec. 1ª, p. 568.
155 Corte de Apelaciones de Santiago, 5 de mayo de 2017, rol Nº 5932-2015, cons. 7º.
156 En un caso en que la compradora afirmó la existencia de subsidios habitacionales para la

adquisición de una vivienda, de los cuales en realidad no era titular, el vendedor demandó la
nulidad del contrato por encontrarse su voluntad viciada por dolo, la Corte Suprema resolvió
que: "Decimoquinto: Por otra parte, conforme a la definición consignada en el artículo 44 del
Código Civil, el dolo es una intención 'positiva' de inferir daño. Y hay consenso, en doctrina y
jurisprudencia, que la positividad está referida al despliegue de actividades o maniobras dirigidas
a concretar aquella intención malsana; así, no basta una pura intención, anidada en la mente, y
aun declarada; y aunque fuere declarada en un instrumento público o, por cualquier explicación,
indubitado. En estos términos (salvo situaciones muy particulares, entre las que no está el caso),
una afirmación conscientemente falsa podrá ser signo de mala fe, pero no constituye dolo si el
declarante no va más allá de ella; no hay dolo sí, controlándose, no avanza al despliegue de
actividades o maniobras (entonces llamadas 'dolosas') para consumar el engaño, que es lo que
conforma el dolo como vicio del consentimiento. En suma, al menos por regla muy general, la

116
El dolo como vicio del consentimiento no exige que se consume el perjuicio o
daño que lo animó y por ello se ha resuelto que: "Para que el dolo vicie el
consentimiento basta que existan actos que exterioricen la intención positiva o
real de engañar a fin de lograr la ejecución de un acto jurídico o de mantener
en el error al autor de una declaración de voluntad, y que el acto de voluntad se
haya realizado precisamente por el error; pero no es necesario que se consume
el perjuicio o daño que lo determinó. Carece de fundamento la afirmación de
que no hay dolo sin perjuicio"157. El Código Civil español declara genéricamente
que: "Los contratos en que concurran los requisitos que expresa el artículo 1261
pueden ser anulados, aunque no haya lesión para los contratantes, siempre que
adolezcan de alguno de los vicios que los invalidan con arreglo a la ley"
(art. 1300). Sin embargo, el nuevo Código Civil y Comercial de Argentina sí pide
que se haya ocasionado un daño: "Art. 272.- Dolo esencial. El dolo es esencial y
causa la nulidad del acto si es grave, es determinante de la voluntad, causa un
daño importante y no ha habido dolo por ambas partes".

3. DOLO Y FRAUDE

CLARO SOLAR explica que el dolo y el fraude tienen de común la mala intención
de una persona contra otra; pero el fraude es ejercido por personas que
contratan entre sí o por una persona aislada para perjudicar a un tercero; y el
dolo tiene como carácter especial el ser ejercido por uno de los contratantes
contra el otro. Así el vendedor que engaña al comprador sobre la calidad del

sola aserción falsa no basta (en este sentido, entre otros, hay fallos en Revista de Derecho y
Jurisprudencia, T. 27, secc. 1ª, p. 440; Revista de Derecho y Jurisprudencia, T. 45, secc. 1ª, p.
568). La exigencia viene a ensamblar con un mínimo cuidado exigible a todo contratante en la
negociación que emprende. Si para un potencial contratante tiene importancia la afirmación
que recibe del otro, debe cerciorarse, al menos con mediana diligencia, de la efectividad de lo
afirmado, para que más tarde no pueda ser reprochado de que 'nadie puede ser oído cuando
alega su propia negligencia'". Corte Suprema, 4 de abril de 2016, rol Nº 10092-2015. Un crítico
comentario a esta sentencia puede verse en DE LA MAZA GAZMURI, Íñigo, "Afirmaciones
conscientemente falsas y mediana diligencia. A propósito de la sentencia de la Corte Suprema
de fecha 4 de abril de 2016", en Revista de Derecho, Universidad Católica del Norte, Vol. 23, Nº
2 (2016), pp. 311-326.
157 Corte Suprema, 19 de julio de 1967, R.D.J., T. 64, sec. 1ª, p. 241.

117
objeto vendido comete dolo; y el vendedor que vende sucesivamente la cosa a
dos personas comete un fraude respecto del primer comprador. Por ejemplo, un
padre de familia autorizado por el juez para vender por cierto precio un
inmueble de su hijo, obtiene del comprador un suplemento de precio que, de
acuerdo con el comprador, no figura en el contrato y que el padre se apropia:
no habría dolo en el contrato, sino fraude contra el hijo. El fraude considera
sobre todo la ejecución de los contratos; el dolo, su formación o conclusión. Sin
embargo, el Código mismo, en el hecho no los distingue y los usa como
sinónimos (art. 2317)158.

4. DOLO Y ERROR

Dice LEÓN HURTADO que el dolo vicio del consentimiento hace que la víctima
manifieste su voluntad en razón del error en que se le mantiene o a que se le ha
inducido. Pero ello no significa que el dolo y el error se confundan, pues el acto
se anula por el dolo, sin que sea necesario que concurran, además, los requisitos
del error como vicio del consentimiento. De consiguiente, si el error que ha
padecido la víctima del dolo no es de tal magnitud que vicie el consentimiento,
esto es, si no tiene el carácter de substancial, el acto será no obstante anulable
por el vicio de dolo159. La razón del distingo es clara: en el error no hay mala fe;
en el dolo, en cambio, se castiga el acto ilícito que importa el artificio de inducir
a contratar a base de engaño. Por igual razón, agrega dicho autor, si se provoca
un error en los motivos psicológicos que inducen a contratar, como si se asegura
maliciosamente que la cosa que poseemos o que nos pertenece no tiene las
cualidades de que está dotada la que se nos ofrece en venta y en vista de este
engaño aceptamos la compra de un objeto que nos resulta innecesario, no habrá
error jurídicamente, pero sí habrá dolo que permite la rescisión del acto. Los
autores dan el ejemplo, que se ha hecho clásico, del que compra un caballo, o
un automóvil, creyendo que el suyo ha perecido en razón de que así se lo asegura

158 CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, p. 223.
159 El Código suizo de las obligaciones lo dice expresamente en el artículo 28: "La parte inducida

a contratar por el dolo de la otra, no queda obligada, aunque su error no sea esencial".

118
dolosamente el vendedor160. Como resume CLARO SOLAR, el error y el dolo son
dos vicios que están muy lejos de confundirse: el error basta para viciar el
consentimiento, aunque no haya habido ninguna maniobra fraudulenta que lo
produzca; y el dolo basta también, por más que el error a que da lugar no sea
substancial161.

5. DOLO Y CULPA GRAVE162

El artículo 44 inciso 2º parte final dice: "Esta culpa (grave o lata) en materias
civiles equivale al dolo"163. ¿Cuál es el alcance de esta afirmación?

160 LEÓN HURTADO, Avelino, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1991, pp. 160-161.
161 CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica

de Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, p. 221.


162 Vid. BANFI DEL RÍO, Cristián, "La asimilación de la culpa grave al dolo en la responsabilidad

contractual en Chile", en Revista Chilena de Derecho, Vol. 27, Nº 2 (2000), pp. 291-330; BARCIA
LEHMANN, Rodrigo: "La asimilación de la culpa al dolo desde una perspectiva objetiva del
Derecho de los contratos: primera parte", en Ius et Praxis, Universidad de Talca, Vol. 12 Nº 2
(2006), pp. 75-94; BARCIA LEHMANN, Rodrigo: "La asimilación de la culpa al dolo desde una
perspectiva objetiva del Derecho de los contratos: segunda parte", en Ius et Praxis, Universidad
de Talca, Vol. 13 Nº 1 (2007), pp. 29-44.
163 Claro Solar explica que la culpa lata es equiparada al dolo en materias civiles, porque la

negligencia o la imprudencia cometida es de tal modo burda y grosera que es apenas creíble que
su autor no haya deseado al obrar, causar el daño que se ha realizado. Un individuo que así
procede, estúpidamente, no podía dejar de ser tratado como el autor intencionado de su
negligencia; de otro modo nada sería más sencillo, para evitar la responsabilidad, que invocar su
ignorancia o falta de inteligencia: el autor de una culpa intencionada pretendería siempre que,
sin duda, se ha conducido de una manera absurda, que, sin duda, su acto parece ser el de un
individuo que ha deseado el daño; pero que, si él es un imbécil, no es un malvado. Para cortar
radicalmente esta defensa que no habría dejado de presentarse por cada autor de un delito, era
necesario crear una presunción; y la ley supone que el autor de una culpa lata ha tenido en el
hecho la intención de dañar. CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho Civil chileno y
comparado, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, p. 526.

119
1º Cuando el deudor incumple con culpa grave, su responsabilidad se agrava,
igual que en el dolo, respondiendo de todos los perjuicios directos, previstos e
imprevistos (art. 1558)164.

2º No podría renunciarse anticipadamente la culpa grave (art. 1465); y

164 Sin embargo, se ha resuelto: "Sexto: Que en el caso de autos no se ha establecido por los
Jueces de la instancia que los contratantes hubieren convenido que el deudor responda de una
especie determinada de culpa, ni señala la ley en forma específica la clase de culpa por la que ha
de responder el porteador, de manera tal que deberá recurrirse a la regla del inciso 1º del artículo
1547. Resultando evidente que el contrato convenido entre la demandada y Madeco S.A., en
cuyos derechos se ha subrogado la demandante, se ha hecho en beneficio recíproco de las partes,
cabe concluir que la primera es responsable hasta de la culpa leve y, por consiguiente, que éste
es el grado de culpa que se le presume. En otras palabras, y relacionando la conclusión anterior
con lo prescrito en el inciso 3º del artículo 44 del Código Civil, puede afirmarse sobre la base de
los hechos fijados por los Jueces de la instancia que la demandada Compagnie Nationale Air
France incumplió la obligación que le imponía el contrato de transporte aéreo en razón de haber
incurrido en aquella falta de diligencia o cuidado que los hombres emplean ordinariamente en
sus negocios propios. Séptimo: Que es también evidente que esta clase de responsabilidad que
se presume no puede comprender también aquellos hechos que constituyen la culpa grave o lata,
como pretende la parte recurrente, pues ello importa la atribución de un juicio de reproche de
entidad superior o, mejor dicho, la suposición de hechos de un grado de reprochabilidad mayor
al previsto por la ley, pues es indudablemente distinto censurar al deudor por no manejar un
negocio ajeno con aquel cuidado que aun las personas negligentes y de poca prudencia suelen
emplear en sus negocios propios, que por manejar el negocio ajeno faltando a la diligencia y
cuidado que los hombres emplean ordinariamente en sus negocios propios. Lo antes dicho no
importa que la ley no presuma la culpa grave, pues sí lo hace, pero únicamente en aquellos
contratos en que el deudor es responsable de esta clase de culpa. De no destruirse la presunción
en este tipo de convenciones, el deudor deberá responder de los perjuicios directos previstos,
pues no hay equivalencia entre el dolo y la culpa grave en lo que respecta a la presunción de
responsabilidad que establece la ley en caso de infracción de la obligación. La ley jamás presume
que esa infracción se produjo por dolo del deudor, lo que determina que el dolo deba probarse;
en cambio, desde el momento que la ley presume que toda infracción se debe a culpa del deudor,
puede llegar a presumirse la culpa grave, si éste es el grado de culpa de que responde el deudor
en el contrato de que se trata, aunque dicha presunción no es suficiente para que se indemnicen
los perjuicios imprevistos". Corte Suprema, 26 de diciembre de 2007, rol Nº 5493-2006.

120
3º Si hay culpa grave de varios deudores, su responsabilidad sería solidaria
(art. 2317 inc. 2º)165.

DUCCI agrega que si aparece claramente que sin culpa grave de una de las
partes la otra no hubiera contratado, existiría un vicio del consentimiento tal
como en el caso del dolo principal o inductivo dada la igualdad de efectos civiles
que entre el dolo y la culpa lata establece el artículo 44166.

La Corte Suprema ha dicho que "La culpa grave equivale al dolo y se incurre
en error de derecho al dar por establecida aquélla y al mismo tiempo sostener
que no hubo intención positiva de inferir injuria a la persona o propiedad de
otro"167.

En el contrato de seguro el artículo 535 del Código de Comercio dice: "Casos


de dolo y culpa grave. El asegurador no está obligado a indemnizar el siniestro
que se origine por dolo o culpa grave del asegurado o del tomador en su caso,
salvo pacto en contrario para los casos de culpa grave".

¿Se presume la culpa grave?

El problema radica en determinar si la asimilación de los efectos de la culpa


grave a los del dolo alcanza también al onus probandi, y en consecuencia si el
acreedor que la invoca está eximido de acreditarla, como toda culpa contractual,
o por aplicarse la misma regla del dolo está obligado a probarla en el juicio.

Se ha fallado que "al decir la ley que la culpa grave o lata equivale al dolo, no
ha hecho confusión alguna de ambos términos, en el sentido de considerarlos
sinónimos, porque ello pugnaría abiertamente con el significado o acepción
jurídica que a uno y otro corresponden con arreglo a las definiciones que
respectivamente da el artículo 44 del Código Civil, sino que el precepto que

165 Vid. por todos ABELIUK MANASEVICH, René, Las Obligaciones, Thomson Reuters, Santiago,
2014, T. II, p. 964; RAMOS PAZOS, René, De las obligaciones, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,
1999, p. 253.
166 DUCCI CLARO, Carlos, Derecho Civil. Parte General, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,

2002, p. 279.
167 Corte Suprema, 1 de junio de 1937, R.D.J., T. 34, sec. 1ª, p. 277.

121
establece dicha equivalencia se refiere lógica y naturalmente sólo a sus efectos
civiles, o sea a la igualdad de responsabilidad que en lo civil debe afectar tanto al
que por su descuido o negligencia no emplea en la cosa sujeta a su
administración el cuidado que aun las personas negligentes suelen emplear en
sus negocios propios, que es lo que constituye la culpa grave, como al que
maliciosamente o con intención positiva infiere injuria a la persona o propiedad
de otro, que es lo que se entiende por dolo. 10º Que como consecuencia de lo
expuesto resulta que en el fallo recurrido se ha infringido el artículo 1979 del
Código Civil que regla una de las obligaciones del arrendatario de un predio
rústico, al atribuir a los casos graves a que ella se refiere un alcance y aplicación
que no le corresponde en derecho y al considerar que para la procedencia de la
acción interpuesta en la demanda fuera menester, como requisito indispensable,
acreditar culpa grave o dolo de parte del arrendatario [a contrario sensu la culpa
grave se presumiría]"168. SOMARRIVA critica esta doctrina por tres razones: a)
porque el artículo 44 no hace distinciones, sino que equipara en una forma
absoluta ambos conceptos; b) porque la norma viene de Pothier, que le daba al
principio un alcance amplio; y c) porque no le parece lógico presumir la culpa
grave contractual en circunstancia que ni el dolo ni la mala fe se presumen por
expresa disposición del legislador169. En el mismo sentido PABLO RODRÍGUEZ,
quien estima que "si la culpa grave en materia civil se asimila (la ley dice
"equivale") al dolo, ello implica que la culpa grave debe también probarse, al
igual que el dolo". Y da sus razones: "si la culpa grave se presumiera (como
consecuencia de que deba probarse la diligencia debida por quien está obligado
a prestarla) y los efectos de la misma fueran los que corresponden al dolo, ello
implicaría que sería más grave y perjudicial incumplir una obligación con culpa
grave que incumplirla con dolo. En efecto, quien estando obligado al cuidado
que impone la culpa grave deja de cumplir, se presumiría su responsabilidad y
las consecuencias jurídicas que se seguirían serán las mismas que afectan al
deudor doloso. Este último, estaría favorecido, respecto del primero, porque su
incumplimiento doloso debería acreditarse por quien lo alega. Este
contrasentido significaría admitir que el incumplimiento se sanciona más

168Corte Suprema, 10 de noviembre de 1920, R.D.J., T. 19, sec. 1ª, p. 426.


169 SOMARRIVA UNDURRAGA, Manuel, Las obligaciones y los contratos ante la jurisprudencia,
Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1984, sent. 55, p. 42.

122
duramente cuando hay culpa grave que cuando hay dolo y esto nos parece
inadmisible. El incumplimiento más grave es el doloso, porque el daño ha sido
previsto y admitido; en tanto en el incumplimiento culpable o no ha habido
representación del daño o si lo ha habido, ha sido desestimado por el autor. De
aquí que sostengamos que la culpa grave —cuyas consecuencias son iguales a las
del dolo— deba probarse porque en materia civil 'equivale al dolo', lo cual
implica que ambos tienen el mismo estatuto jurídico"170.

Sin embargo, según la mayor parte de la doctrina, la equivalencia no tiene


alcances probatorios. De consiguiente, tratándose de culpa, cualquiera que ella
sea, incluso, la grave, se presume siempre, por lo que corresponde al deudor
probar el descargo, acreditando que ha empleado la diligencia debida; en
cambio en el dolo, la prueba corresponde al acreedor (CLARO SOLAR171,
ALESSANDRI172, FUEYO173). El primero de estos autores expresa que la
equivalencia entre la culpa grave y el dolo no pueden llegar a significar que sean
una misma cosa, pues si así fuere el artículo 44 no habría dado dos definiciones,
no habría definido la culpa lata separadamente del dolo. Y agrega que "el
artículo 1547 no hace referencia al dolo, sino únicamente a la culpa, en su
división tripartita; y no habría razón alguna para suponer que no se haya referido
a la culpa lata al exigir al deudor la prueba del cuidado que según la naturaleza

170 RODRÍGUEZ GREZ, Pablo, La obligación como deber de conducta típica. (La teoría de la
imprevisión en Chile), Facultad de Derecho Universidad de Chile, Santiago, 1992, pp. 58-59. De
igual parecer es Chadwick Valdés, Tomás, "De la naturaleza jurídica del dolo", R.D.J., T. 36, 1ª
parte, pp. 97 y ss.
171 CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica

de Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, p. 527.


172 ALESSANDRI RODRÍGUEZ, Arturo, Teoría de las Obligaciones, Editorial Zamorano y Caperán,

Santiago, 1939, p. 78.


173 FUEYO LANERI, Fernando, Cumplimiento e incumplimiento de las obligaciones, Editorial

Jurídica de Chile, Santiago, 2004, p. 436: "El que se equiparen una y otro (culpa grave y dolo) en
lo tocante a consecuencias jurídicas, deja a salvo las reglas sobre onus probandi en cada caso.
Tratándose de culpa, cualquiera que sea su grado, es al deudor a quien corresponde probar el
descargo, acreditando que ha empleado la diligencia y el cuidado a que estaba obligado. Así lo
dispone el art. 1547. Si hay dolo, la prueba de su concurrencia corresponderá al acreedor,
alterándose así la norma que se aplica a la culpa. Es una consecuencia de la naturaleza diversa de
ambos institutos".

123
del contrato se le exige". El artículo 1547 inciso 3º que presume la culpa en
materia contractual no

distingue entre las clases de culpa.

ABELIUK cree que ambas posiciones tienen una parte, pero no toda la razón y
se impone una precisión en los conceptos: "Si el acreedor se limita a exigir la
indemnización ordinaria, pero invoca sólo para tal efecto una culpa grave, nada
debe probar porque el art. 1547 dice que corresponde al deudor probar la
diligencia que debió observarse. Pero si al invocar la culpa grave el acreedor
pretende alguno de los efectos especiales del dolo, como por ejemplo los
perjuicios imprevistos, la responsabilidad solidaria, nos parece que debe probar
la culpa grave, porque alega una agravación de la responsabilidad del deudor;
una mayor obligación, una forma especial de ella que a él corresponde probar,
según la regla general del art. 1698"174.

6. CAMPOS EN QUE ACTÚA EL DOLO

Dentro del ámbito del Derecho Civil el dolo actúa en tres campos diversos:

1) En la celebración de los actos y contratos. En este caso se traduce en el


empleo por parte de una persona de trampas, maquinaciones, mentiras u otros
artificios dirigidos hacia otra persona con el fin de inducirla a otorgar un acto o
celebrar un contrato que, sin aquellas maniobras, ella no habría efectuado. En
los contratos, para que el dolo vicie el consentimiento debe ser principal y obra
de una de las partes,

2) El dolo también puede presentarse en el cumplimiento de los contratos. En


este caso se traduce en el uso de procedimientos ilícitos, por parte del deudor,
para burlar al acreedor en el cumplimiento de las obligaciones. No estamos aquí
en presencia de un vicio del consentimiento, sino de hechos que agravan la
responsabilidad del deudor, pues en caso de dolo el contratante incumplidor no

174ABELIUK MANASEVICH, René, Las Obligaciones, Thomson Reuters, Santiago, 2014, T. II, pp.
965-966.

124
sólo responderá de los perjuicios previstos, que es la regla general, sino también
de los perjuicios imprevistos (art. 1558)175,

3) Por último, el dolo es un elemento del delito civil. El delito civil es la


comisión u omisión de un hecho realizada con la intención de dañar la persona
o bienes ajenos (art. 2284).

Pero cualquiera que sea el campo en que el dolo se aplique, en esencia siempre
envuelve la intención positiva de inferir injuria (daño) a la persona o propiedad
de otro (art. 44).

7. EL DOLO EN LOS ACTOS UNILATERALES

En cuanto a los actos jurídicos unilaterales, el Código Civil no consagra una


fórmula general del dolo vicio de la voluntad; pero de diversas disposiciones fluye
que las maniobras artificiosas vician la voluntad cuando son principales, cuando
a no mediar ellas el acto no se habría celebrado. Lógicamente, en los actos
unilaterales no se puede hablar de "la otra parte" puesto que hay una sola; pero
es indiferente que las maniobras dolosas sean obra del que se viene a beneficiar
con el acto o de un tercero. En síntesis, el dolo vicia la voluntad en los actos
unilaterales, cuando es principal, y en los bilaterales cuando, además de llenar
este requisito, es obra de una de las partes176.

Como ejemplos de dolo en actos unilaterales se pueden mencionar los


siguientes:

175 Vid. SUBERCASEUX SOUSA, Germán, "Algunas consideraciones acerca del dolo como agravante
de la responsabilidad contractual", en Gaceta Jurídica, Nº 406 (2014), pp. 7-14; WAHL SILVA,
Jorge, "El dolo en el incumplimiento contractual. El incumplimiento deliberado ante la
jurisprudencia", en AA. VV., Estudios de Derecho Civil V, LegalPublishing, Santiago, 2010, pp.
617-623.
176 Vid. por todos ALESSANDRI, Arturo; SOMARRIVA, Manuel y VODANOVIC, Antonio, Derecho

Civil. Parte Preliminar y Parte General, Ediar ConoSur Ltda., Santiago, 1991, T. II, p. 226.

125
— Artículo 968: "Son indignos de suceder al difunto como herederos o
legatarios: 4º. El que por fuerza o dolo obtuvo alguna disposición testamentaria
del difunto, o le impidió testar";

— Artículo 1234: "La aceptación (de la herencia), una vez hecha con los
requisitos legales, no podrá rescindirse, sino en el caso de haber sido obtenida
por fuerza o dolo...".

— Artículo 1237: "Ninguna persona tendrá derecho para que se rescinda su


repudiación (de la herencia), a menos que la misma persona o su legítimo
representante hayan sido inducidos por fuerza o dolo a repudiar".

— Artículo 1782 inciso 2º: "Hecha una vez la renuncia (de gananciales) no
podrá rescindirse, a menos de probarse que la mujer o sus herederos han sido
inducidos a renunciar por engaño o por un justificable error acerca del
verdadero estado de los negocios sociales".

8. CLASIFICACIÓN

8.1. Dolo bueno y dolo malo

El dolo bueno es la sagaz y astuta precaución con que cada uno suele defender
su derecho, y evitar todo detrimento y perjuicio que le amenace por engaño de
un tercero. Dentro de este concepto caben las lisonjas, los halagos y
exageraciones con que una parte busca en los contratos el influir sobre la otra.
Las fuentes romanas decían que es cosa natural en los contratos el rivalizar en las
astucias177.

La Corte de Apelaciones de Santiago en un caso de venta de "tiempo


compartido" recurrió justamente al dolo bueno para rechazar que en la especie
hubiese dolo vicio del consentimiento. Dijo la Corte: "habiendo los demandantes
afirmado en su libelo pretensor que 'la maquinación fraudulenta' de que

177 Ídem, p. 225.

126
habrían sido víctimas de parte de la demandada se habría exteriorizado
fundamentalmente en la 'propia redacción del contrato, que en la práctica no
otorga derecho alguno al adherente' y de 'la forma en que se obtuvo la
suscripción del mismo', en clara alusión a la técnica de venta utilizada al efecto
y a la naturaleza de contratos de adhesión de las convenciones que por esta vía
se impugnan, resulta necesario señalar, en lo que atañe a la primera situación
objetada por los actores, que si bien estos sentenciadores concuerdan en que
efectivamente del mérito de cada uno de los contratos aparece a lo menos
incierto el beneficio real que los clientes obtendrían en contraprestación
conmutativa a la obligación pecuniaria que adquirieron al suscribirlos, es lo
cierto que ellos se celebraron al amparo de los principios de autonomía de la
voluntad y de libertad contractual que, al elevar la voluntad privada de las partes
al mismo plano que la ley, reconoce el artículo 1545 del Código Civil y que en el
evento de ser efectiva la afirmación de que sus transcripciones presentaron
desajustes, vacíos e incongruencias respecto de las obligaciones que se
comprometieron preliminarmente por la vendedora de manera consensual,
asistía a los compradores el derecho de retracto previsto expresamente en el
artículo 3º bis de la Ley Nº 19.496, sobre Protección de los Derechos de los
Consumidores, que al efecto estatuye 'El consumidor podrá poner término
unilateralmente al contrato en el plazo de 10 días contados desde la recepción
del producto o desde la contratación del servicio y antes de la prestación del
mismo, en los siguientes casos: a) En la compra de bienes y contratación de
servicios realizadas en reuniones convocadas o concertadas con dicho objetivo
por el proveedor, en que el consumidor deba expresar su aceptación dentro del
mismo día de la reunión', facultad de la que no hicieron uso (...). Por su parte,
la técnica de venta empleada en el caso que nos ocupa y la utilización de un
contrato de adhesión como fórmula en que se materializa el consentimiento de
las partes constituyen prácticas legales explícitamente reconocidas por la
legislación nacional en los artículos 1º Nº 6 y 3º bis a) de la Ley
Nº 19.496. Octavo: Que la constatación formal efectuada precedentemente en
orden a que los negocios jurídicos que se refutan por los actores fueron
celebrados con absoluta sujeción a la normativa vigente, determina en definitiva
concluir que, contrariamente a lo afirmado por aquéllos, su consentimiento no
puede considerarse obtenido mediante dolo de la demandada, puesto que si
bien pudiese ser efectivo que a través de los mismos se obtuvo una vinculación

127
contractual más favorable a los intereses patrimoniales del vendedor, no puede
desconocerse razonablemente que los compradores sabían al momento de
contratar que quienes les ofrecían el producto lo hacían utilizando halagos,
lisonjas y exageraciones para, en los términos utilizados por los profesores
Alessandri y Somarriva, 'atraparlos', sin que pueda colegirse de su utilización la
'intención positiva de engañar a la otra parte', aserto en virtud del cual debe
entonces concluirse que no ha resultado acreditado el dolo y que, en
consecuencia, deberá necesariamente desestimarse también la demanda
subsidiaria de nulidad relativa"178.

El dolo malo es el que define y considera el Código Civil, o sea, la intención


positiva de inferir injuria (daño) a la persona o propiedad de otro. Se opone al
dolo bueno, comoquiera que este último importa sólo halagos, lisonjas o
exageraciones de la calidad de una cosa o un hecho; no envuelve, de parte del
que emplea estos artificios, la "intención positiva" de inferir injuria a otro.

8.2. Dolo positivo y dolo negativo

Según que el dolo consista en un hecho o en una abstención, es positivo o


negativo, pero uno y otro están sujetos a los mismos principios.

Entre las abstenciones dolosas se encuentra la reticencia, que consiste en callar


circunstancias que se tiene la obligación de hacer saber a otro. El silencio
constituye dolo, en términos generales, cuando una persona induce a otra a
celebrar un acto jurídico que ella no habría celebrado o lo habría celebrado en
otras condiciones de haber sabido lo callado179. Como dice LEÓN HURTADO
también se puede producir el dolo por omisión; esto es, "guardando

178Corte de Apelaciones de Santiago, 11 de agosto de 2014, rol Nº 201-2013.


179Vid. al respecto DE LA MAZA GAZMURI, Íñigo, "Buena fe, el reverso de la moneda. A propósito
del dolo por omisión y el deber precontractual de informar", en Revista Chilena de Derecho
Privado, Nº 11 (2008), pp. 43-72.

128
deliberadamente silencio sobre algún hecho o circunstancia que la otra parte
necesite conocer para formarse un juicio verdadero de la realidad"180-181.

La ley considera en algunos casos el silencio. Así, de acuerdo con el Código de


Comercio, si el contratante hubiere incurrido inexcusablemente en reticencias
determinantes del riesgo asegurado en la información que solicite el asegurador
de acuerdo al número 1 del artículo 524, el asegurador podrá rescindir el
contrato (art. 525 inc. 3º). El Código Civil, en el título de la compraventa,
preceptúa que si el vendedor conocía los vicios de la cosa que vendió, o si los
vicios eran tales que el vendedor haya debido conocerlos por razón de su
profesión u oficio, será obligado no sólo a la restitución o la rebaja del precio,
sino a la indemnización de perjuicios (art. 1861, primera parte). En materia de
arrendamiento los artículos 1932 y 1933 del mismo Código señalan que el
arrendatario tiene derecho a la terminación del arrendamiento y aun a la
rescisión del contrato, según los casos, si el mal estado o calidad de la cosa le
impide hacer de ella el uso para que ha sido arrendada, sea que el arrendador
conociese o no el mal estado o calidad de la cosa al tiempo del contrato; tendrá
además derecho el arrendatario para que se le indemnice el daño emergente, si
el vicio de la cosa ha tenido una causa anterior al contrato. Y si el vicio era
conocido del arrendador al tiempo del contrato, o si era tal que el arrendador
debiera por los antecedentes preverlo o por su profesión conocerlo, se incluirá
en la indemnización el lucro cesante.

180 LEÓN HURTADO, Avelino, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1991, p. 161.
181 El nuevo Código Civil y Comercial argentino distingue claramente entre el dolo positivo y el

negativo cuando dice: "Art. 271.- Acción y omisión dolosa. Acción dolosa es toda aserción de lo
falso o disimulación de lo verdadero, cualquier artificio, astucia o maquinación que se emplee
para la celebración del acto. La omisión dolosa causa los mismos efectos que la acción dolosa,
cuando el acto no se habría realizado sin la reticencia u ocultación".

129
8.3. Dolo principal y dolo incidental

Dolo principal, determinante o inductivo es el que determina o decide a una


persona a celebrar el acto jurídico en que recae. A no mediar este dolo, la
persona no habría otorgado el acto o celebrado el contrato182.

Dolo incidental es el que no reúne los requisitos del dolo principal; o sea,
cuando siendo obra de una de las partes no ha sido determinante del contrato,
o cuando siendo el motivo determinante del contrato no ha sido obra de una de
las partes. Faltando, pues, uno o ambos de los requisitos del dolo principal, habrá
solamente dolo incidental183-184. También se ha definido el dolo incidental
como aquel que no determina a una persona a celebrar el acto jurídico, pero sí
a concluirlo en distintas condiciones de aquellas en las que lo habría concluido,
generalmente menos onerosas, a no mediar el procedimiento torcido185o como
aquel en que no se determina a contratar al que quería y tenía la voluntad de
hacerlo, sino que se obtienen de él condiciones más favorables186.

Hay dolo principal o determinante si una persona pide al vendedor unos


candelabros de plata y este le entrega, a sabiendas, unos de cobre plateado. Pero
el dolo sería sólo incidental, si el cliente pide ciertos candelabros y el vendedor,
a fin de obtener mejor precio, asegurara que son de plata sin serlo187.

182 ALESSANDRI, Arturo; SOMARRIVA, Manuel y VODANOVIC, Antonio, Derecho Civil. Parte
Preliminar y Parte General, Ediar ConoSur Ltda., Santiago, 1991, T. II, p. 226.
183 Vid. por todos LEÓN HURTADO, Avelino, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos,

Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1991, p. 171; ALESSANDRI RODRÍGUEZ, Arturo, De los
Contratos, ConoSur, Santiago, 1988, p. 29.
184 Para un mayor estudio sobre el dolo incidental consultar PRADO LÓPEZ, Pamela, "El dolo

incidental: ¿una manifestación de dolo contractual?", en AA. VV., Estudios de Derecho Civil X,
LegalPublishing, Santiago, 2015, pp. 725-737.
185 ALESSANDRI, Arturo; SOMARRIVA, Manuel y VODANOVIC, Antonio, Derecho Civil. Parte

Preliminar y Parte General, Ediar ConoSur Ltda., Santiago, 1991, T. II, p. 226.
186 CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica

de Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, p. 231.


187 Ejemplos tomados de ALESSANDRI, Arturo; SOMARRIVA, Manuel y VODANOVIC,
Antonio, Derecho Civil. Parte Preliminar y Parte General, Ediar-ConoSur Ltda., Santiago, 1991,
T. II, p. 226.

130
9. REQUISITOS DEL DOLO COMO VICIO DEL CONSENTIMIENTO

Para que el dolo vicie el consentimiento, en los actos bilaterales, se requiere


copulativamente:

9.1. Que sea obra de una de las partes188

Así lo dice la primera parte del artículo 1458 "El dolo no vicia el
consentimiento sino cuando es obra de una de las partes...".

Para DUCCI debe considerarse también como dolo de la parte la situación en


que el contratante es cómplice de un dolo ajeno, pues este es el criterio de
nuestra legislación como se desprende del inciso 2º del artículo 2316 del Código
Civil189 ("el que recibe provecho del dolo ajeno, sin ser cómplice en él, sólo es
obligado hasta concurrencia de lo que valga el provecho", o sea, si es cómplice,
responde como si fuera autor). En la misma línea CLARO SOLAR dice que no sólo
debe comprenderse a aquella persona que ha tomado una participación directa
en la ejecución de las maniobras o maquinaciones dolosas, sino a la que ha
coadyuvado indirectamente a su realización190.

LEÓN HURTADO agrega que también hay dolo de una de las partes si se contrata
sabiendo que el otro contratante es víctima del dolo de un tercero. Guardar
silencio en esas circunstancias importa dolo por omisión, ya que se mantiene en
el error al otro contratante para determinarlo a consentir. Así lo resuelven la

188 El Código Civil español en su artículo 1270 dispone: "Para que el dolo produzca la nulidad
de los contratos, deberá ser grave y no haber sido empleado por las dos partes contratantes". El
dolo recíproco que es el ejercido por las partes contratantes carece de toda trascendencia, pues
la buena fe debe ser exigida a ambos contratantes; en otras palabras, si ambas partes son dolosas,
ninguna de ellas merece la protección legal y el acto no será anulable. Nuestra jurisprudencia
también ha seguido este criterio al declarar que "es improcedente la demanda de nulidad del
contrato celebrado entre el mandatario y el tercero, solicitada por el mandante, si éste alega que
ha habido dolo de parte de ambos contratantes". R.D.J., T. 45, sec. 1ª, p. 569.
189 DUCCI CLARO, Carlos, Derecho Civil. Parte General, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,

2002, p. 277. En el mismo sentido LEÓN HURTADO, Avelino, La Voluntad y la Capacidad en los
Actos Jurídicos, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1991, p. 165.
190 CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica

de Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, p. 227.

131
doctrina uniforme (PLANIOL y RIPERT, BAUDRY LACANTINERIE et BARDE,
DEMOGUE, COVIELLO) y algunas legislaciones (Código alemán, artículo 123;
Código italiano, artículo 1439; Código del Brasil, artículo 95; Código suizo,
artículo 28; Código de México, art. 1816). Además, así se ha fallado (Gaceta de
los Tribunales, 1881, p. 1052, Nº 1821)191. Igualmente CLARO SOLAR dice que no
es necesario que el otro contratante tome una participación personal en las
maniobras dolosas. Basta que haya tenido conocimiento de ellas y que no haya
advertido a la otra parte y manifestado a esta la verdad de las cosas: la reticencia
o el disimulo en este punto es prueba de que se ha querido aprovecharse del
dolo puesto en práctica por el tercero. La buena fe que debe reinar en la
celebración de los contratos impone el deber de la sinceridad192.

9.2. Que sea determinante

Con esto se quiere significar que el dolo debe ser tal que sin él no se hubiera
contratado, sólo el dolo que ha dado lugar al contrato es el que puede dar lugar
a la rescisión.

En efecto, el Código Civil dice que "el dolo no vicia el consentimiento sino
cuando es obra de una de las partes, y cuando, además, aparece claramente
que sin él no hubieran contratado. En los demás casos el dolo da lugar solamente
a la acción de indemnización de perjuicios contra la persona o personas que lo
han fraguado o que se han aprovechado de él; contra las primeras por el total
valor de los perjuicios, y contra las segundas hasta concurrencia del provecho
que han reportado del dolo" (art. 1458).

Sobre esto se ha fallado que: "Es condición necesaria para la existencia del dolo
que la parte a quien se atribuye, valiéndose de la astucia y la malicia, engañe a la
otra, obteniendo un consentimiento que, en otra forma, indudablemente le

191 LEÓN HURTADO, Avelino, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica
de Chile, 1991, p. 165.
192 CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica

de Chile, 1979, Vol. 5, T. 11, p. 227.

132
habría sido negado"193o, como dice el artículo 1116 del Code, "que resulte
evidente que, sin dichas maniobras, la otra parte no habría contratado".

Por lo tanto, cuando el dolo es incidental no vicia el acto, sino que da lugar a
la indemnización de perjuicios.

10. MOMENTO EN QUE DEBE INTERVENIR EL DOLO PARA QUE CONSTITUYA CAUSAL DE
NULIDAD DEL CONTRATO

Del hecho de que el dolo lleve a una persona a efectuar un acto jurídico se
desprende que debe ser anterior o simultáneo al momento en que se manifiesta
la voluntad o el consentimiento.

"El dolo civil, o sea, la intención positiva de inferir injuria o daño a la propiedad
ajena, induciendo en error para obtener un beneficio ilícito, no vicia el
consentimiento sino cuando es obra de una de las partes, anterior o simultáneo
al consentimiento, y cuando, además, aparece claramente que sin el engaño no
hubieran contratado. El dolo que pueda haber ocurrido, no en la celebración
del contrato, sino en su inejecución, no anula tal contrato ni es motivo legal para
su rescisión"194, en otras palabras "no puede anular un contrato el dolo
producido con posterioridad a la fecha de su celebración"195, ya que no es
determinante de él.

11. LEGITIMACIÓN ACTIVA Y PASIVA

La acción de dolo corresponde a la parte inocente que ha sido víctima del


engaño, y tiene como sujeto pasivo a la parte que ha empleado el dolo. Su objeto

193 Corte de Apelaciones de Santiago, 27 de septiembre de 1945, R.D.J., T. 45, sec. 1ª, p. 568.
194 Corte de Tacna, 7 de septiembre de 1915, Gaceta de los Tribunales, 1915, 2º sem., Nº 551, p.
1424.
195 Corte de Apelaciones de Santiago, 28 de agosto de 1944, R.D.J., T. 44, sec. 1ª, p. 397.

133
es que se declare la rescisión del acto jurídico. El que ha sufrido el dolo puede
hacer valer la rescisión del acto como acción o como excepción, según el caso.

La parte que ha cometido el dolo no puede alegar la rescisión del acto o


contrato, porque, conforme al adagio, nadie puede aprovecharse de su propio
dolo; lo contrario sería dar paso a la inmoralidad. Por ello se ha resuelto que:
"La celebración de un contrato para ocultar sus bienes respecto de algún juicio,
constituye dolo; pero no da derecho para invalidar ese contrato a petición del
mismo que lo celebró con tal intención"196, y en el mismo sentido que: "Habría
dolo de parte del marido que celebra un contrato de compraventa simulado con
un tercero, para ocultar sus bienes en el juicio de divorcio que sigue con su
mujer, lo que le impediría demandar la nulidad de tal contrato"197.

11.1. El dolo de los incapaces

"Si de parte del incapaz ha habido dolo para inducir al acto o contrato, ni él ni
sus herederos o cesionarios podrán alegar nulidad. Sin embargo, la aserción de
mayor edad, o de no existir la interdicción u otra causa de incapacidad, no
inhabilitará al incapaz para obtener el pronunciamiento de nulidad"
(art. 1685)198.

Un incapaz, en el deseo de celebrar un contrato, puede hacerse pasar por


capaz. Si se limita a aseverar que es mayor de edad o que la interdicción u otra
causa de incapacidad no existen, y celebra el contrato, puede, a pesar de
su engaño, pedir más tarde la nulidad del contrato, porque la ley estima que el
otro contratante ha sido negligente en cerciorarse del verdadero estado del
incapaz al dejarse guiar por meras aseveraciones. Pero no sucede lo mismo si de
parte del incapaz ha habido dolo para inducir al acto o contrato, como si falsifica
una partida de nacimiento para aparecer como mayor de edad. En este caso —

196 Corte de Apelaciones de Santiago, 14 de diciembre de 1913, Gaceta de los Tribunales, 1913,
2º sem., Nº 1065, p. 3084.
197 Corte de Apelaciones de Santiago, 30 de noviembre de 1915, R.D.J., T. 18, sec. 1ª, p. 323

(cons. 13, p. 326).


198 Vid. RAVETLLAT BALLESTÉ, Isaac, "Trascendencia actual de la clásica cuestión del 'dolo aliquid

minor' en el Derecho Civil Patrimonial chileno", en AA. VV., Estudios de Derecho Civil X,
LegalPublishing, Santiago, 2015, pp. 739-750.

134
en que ninguna negligencia hay de parte del otro contratante, porque no puede
presumir la mala fe— la ley no permite al incapaz ni a sus herederos o cesionarios
alegar la nulidad (art. 1685)199.

DUCCI, analizando el artículo 1685, dice que nos encontramos frente a una
situación especial. Aquí el dolo no ha llevado a la otra parte a contratar o a
contratar en condiciones desfavorables; el dolo ha significado que la otra parte
realice un contrato, querido por ella, pero sin percatarse de que este adolece de
un vicio de nulidad. La sanción del dolo aquí no es anular el contrato sino, por
el contrario, evitar que este pueda ser anulado por la falta de una formalidad
habilitante no cumplida por dolo del incapaz200.

11.2. El dolo de los representantes

Si una persona contrata por intermedio de un representante y este obra con


dolo, ¿podría el representado demandar al otro contratante pidiendo la nulidad
del contrato? La jurisprudencia no ha dado una respuesta uniforme. Por una
parte, la Corte Suprema ha respondido negativamente, porque, de acuerdo con
el artículo 1448, lo hecho por el representante se estima hecho por el
representado. El artículo 1448 corroboraría la conclusión de que el
artículo 1683, al hablar de las personas que han intervenido a sabiendas en el
acto nulo, no distingue entre las que obran personalmente y las que lo hacen por
ministerio de otras201. Pero también y mayoritariamente se ha dicho lo contrario:
el representado puede pedir la nulidad absoluta del acto celebrado con dolo por
su representante, porque el dolo es un acto personalísimo y porque el
representante sólo está autorizado para ejecutar actos lícitos, y no ilícitos202. En
el mismo sentido se ha fallado que: a) la prohibición para demandar la nulidad
que establece el artículo 1683 se refiere al que ha intervenido directamente en

199 Vid. por todos ALESSANDRI, Arturo; SOMARRIVA, Manuel y VODANOVIC, Antonio, Derecho
Civil. Parte Preliminar y Parte General, Ediar-ConoSur Ltda., Santiago, 1991, T. II, p. 323.
200 DUCCI CLARO, Carlos, Derecho Civil. Parte General, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,

2002, p. 280.
201 R.D.J., T. 22, sec. 1ª, p. 797; R.D.J., T. 36, sec. 1ª, p. 104; R.D.J., T. 40, sec. 1ª, p. 304; R.D.J.,

T. 28, sec. 1ª, p. 205.


202 R.D.J., T. 39, sec. 1ª, p. 148.

135
el acto o contrato, pero no al que ha sido representado convencional o
legalmente, a menos que se compruebe la concurrencia inequívoca de su
voluntad203; b) que la voluntad o consentimiento la otorga el representante; de
modo que si el acto o contrato adolece de dolo, este ha debido cometerse por el
que expresó su voluntad. Este contratante es, de acuerdo con este principio, el
que sabe o ha debido saber el vicio que invalidaba tales actos. De otra manera
sería menester llegar a la conclusión de que ese vicio del consentimiento es
susceptible de transferencia o de transmisión, lo que no puede aceptarse porque
el dolo es un elemento netamente personal; él pertenece, en forma exclusiva, al
que es sujeto de derecho204; c) que tanto en la figura jurídica llamada
"representación" como en el mandato, al ejecutarse un hecho o celebrarse un
contrato no son los representados o mandantes quienes hacen la declaración de
voluntad; tal declaración es emitida por los representantes o mandatarios. De
modo que si uno de estos últimos comete un dolo o una malicia, será solamente
él responsable de su actuación; la ley no autoriza en ninguna de estas
instituciones para que se obre, en virtud de cualquiera de estos títulos, en forma
dolosa o maliciosa. La sociedad no puede ser responsable por un hecho doloso
cometido por un exsocio y exempleado. La ley no faculta para que, en virtud de
un mandato o de una representación, se incurra en la comisión de un acto ilícito.
Sólo es responsable aquel que lo ejecuta205; d) que al hablar el artículo 1683 del
vicio que invalida el contrato, el cual debe ignorar el contratante que interpone
la acción, no se refiere a la presunción de derecho de que la ley se supone
conocida de todos; el vicio de que habla ese precepto es de orden material,
tangible y objetivo. Por eso es que tal defecto sólo puede ser conocido por las
personas que celebren el acto o contrato. En consecuencia, llámese el acto que
pudiere cometer el representante que, en su oportunidad, expresa su voluntad,
de inmoral o de mala fe, estos vicios no se transmiten ni se transfieren al
representado y, por tanto, este no puede estar obligado por un contrato al cual
le afecten tales vicios. El Fisco, persona jurídica de derecho público, puede alegar
la nulidad absoluta de los actos ejecutados o contratos celebrados por sus

203 Corte de Apelaciones de Talca, 5 de diciembre de 1935, Gaceta de los Tribunales, 1935, Nº
139, p. 464.
204 Corte Suprema, 12 de enero de 1954, R.D.J., T. 51, sec. 1ª, p. 40; Corte Suprema, 15 de marzo

de 1954, R.D.J., T. 51, sec. 1ª, p. 61.


205 Corte Suprema, 15 de marzo de 1954. R.D.J., T. 51, sec. 1ª, p. 61.

136
representantes que supieron o debieron saber el vicio que los invalidaba 206; e)
que la prohibición establecida en el artículo del Código Civil, en orden a que la
nulidad absoluta no puede alegarla el que ha ejecutado el acto o celebrado el
contrato sabiendo o debiendo saber el vicio que lo invalidaba, que es a la vez
sanción del litigante inmoral, es de carácter restrictivo y personalísimo en
atención al móvil que la inspira. Por ende, no puede operar sino respecto de la
persona natural que celebró el acto o contrato a sabiendas del vicio existente;
toda otra mayor extensión que se le diera sería contraria a la equidad, al imputar
a alguien las consecuencias de un hecho ajeno en que no le cupo intervención
personal, tal como serían los casos del heredero, del cesionario o del
representado207. A lo anterior los autores agregan que nuestro Código en
materia de representación sigue la doctrina de la modalidad y no la de la ficción,
y como según ella el acto lo ejecuta o celebra el representante, es a este al que
debe aplicarse la sanción del artículo 1683 y no al representado. En cuanto al
argumento de que lo ejecutado por el representante "produce respecto del
representado iguales efectos que si hubiere contratado él mismo" (art. 1448), no
tendría mayor fundamento, puesto que la sanción del artículo 1683 no es un
efecto del acto o contrato que deba alcanzar al representado, sino una
consecuencia de la actitud dolosa del representante208.

La nulidad de un acto que se ha celebrado con el representante de una


persona puede pedirse contra el representado; pero si el dolo del representante
da lugar a daños y perjuicios, estos sí que no podrían pedirse al representado.
Explica LEÓN HURTADO que si el acto jurídico se celebra por intermedio de
mandatarios o representantes legales, el dolo cometido por estos alcanza a los
representados y el acto será anulable como si se hubiera cometido por el
representado. Así lo reconocen la doctrina francesa (PLANIOL y RIPERT, BAUDRY

206 Corte Suprema, 12 de enero de 1954, R.D.J., T. 51, sec. 1ª, p. 40.
207 Corte de Apelaciones de Santiago, 21 de noviembre de 1952, R.D.J., T. 51, sec. 1ª, p. 40.
208 LEÓN HURTADO, Avelino, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica

de Chile, Santiago, 1991, p. 195.

137
LACANTINERIE et BARDE, LAURENT) y la nuestra (STITCHKIN209, CLARO SOLAR210).
El representado debe soportar el riesgo de que su representante cometa dolo, ya
que goza de todas las ventajas de la representación. Esta razón de equidad es el
principal fundamento de la conclusión que enunciamos, dice el mismo autor,
puesto que en pura ciencia jurídica podría sostenerse que el representado queda
obligado cuando el representante actúa dentro de sus facultades legales o de los
términos del mandato. No obstante, la equidad indica que el representado no
puede aprovecharse, por su falta de culpa, del dolo cometido en su favor. El acto
será, pues, anulable. Pero si además de la anulación del contrato deben pagarse
perjuicios, el representado no será responsable, ya que si la representación es
legal sería injusto hacer responder al representado (generalmente incapaz) por
los actos de la persona que la ley designa comúnmente para protegerlo; y si es
voluntaria, el mandato no se le ha conferido para cometer el dolo. En suma,
concluye LEÓN HURTADO, el representado no se beneficiará con el acto viciado
de dolo, pues el otro contratante podrá pedir la rescisión; pero tampoco deberá
reparar los perjuicios que ocasione el representante; sólo este quedará obligado.
Debe tenerse presente, sin embargo, que la doctrina y las legislaciones modernas
tienden a hacer responsable al representado de todos los perjuicios que el
representante ocasione a terceros en el desempeño de su gestión. Se basan para
ello en que el representado, por el hecho de aprovecharse de la actividad ajena,
debe soportar los riesgos que ello supone. Así lo piensan DEMOGUE y M. PLANIOL.
Y algunos Códigos modernos lo han reconocido para ciertos efectos, pero con
limitaciones, pues se considera la diligencia que haya tenido el representado para
elegir representante (art. 831 del Código alemán)211.

209 STITCHKIN BRANOVER, David, La representación en los actos jurídicos, Tesis, Universidad de
Chile, 1936, pp. 95-97, 109 y ss.
210 CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica

de Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, p. 228.


211 LEÓN HURTADO, Avelino, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica

de Chile, Santiago, 1991, pp. 165-166.

138
12. CONDONACIÓN O RENUNCIA DEL DOLO

Conforme al artículo 1465 "el pacto de no pedir más en razón de una cuenta
aprobada, no vale en cuanto al dolo, contenido en ella, si no se ha condonado
expresamente. La condonación del dolo futuro no vale".

Si, por ejemplo, el mandante aprueba sin más la cuenta del mandatario que
en el desempeño de su cargo ha cometido dolo, no se entiende este condonado;
para que lo fuera y el acreedor (mandante) no pudiera demandarle
indemnización de perjuicios, sería necesario que él liberara expresamente al
deudor (mandatario) de responsabilidad por los actos dolosos cometidos.

De la disposición transcrita, dice LEÓN HURTADO, se desprenden dos


conclusiones de interés: a) la condonación del dolo debe ser expresa; lo que
supone tener cabal conocimiento de su existencia, y b) la condonación sólo es
posible después de producido el dolo. Si no se cumple con estos requisitos la
condonación será ineficaz212.

La parte final del art. 1465 dice: "La condonación del dolo futuro no vale", es
decir, el perdón o renuncia anticipada del dolo no vale; adolece de objeto ilícito.
Y así, por ejemplo, no se puede estipular en un contrato que si la otra parte deja
de cumplirlo dolosamente, no podrá ejercerse acción en su contra; tal cláusula
sería nula. El dolo sólo puede perdonarse una vez cometido y conocido por la
otra parte. Si así no fuera sería corriente la inserción en los contratos de una
cláusula liberatoria del dolo.

La ley exige la condonación expresa para evitar las dificultades que


necesariamente se producirían en la práctica, pues el autor del dolo, o el
beneficiado con él, pretendería siempre que toda ejecución del acto anulable
debería mirarse como renuncia tácita a la acción rescisoria por dolo213.

212 Ídem, p. 173.


213 Ídem, p. 173.

139
13. PRUEBA DEL DOLO

"El dolo no se presume sino en los casos especialmente previstos por la ley. En
los demás debe probarse" (art. 1459). O sea, la prueba del dolo incumbe al que
lo alega. Y para esta prueba pueden emplearse todos los medios admitidos por la
ley ya que esta no ha impuesto ninguna limitación, incluso por presunciones214.
Es más, dice LEÓN HURTADO, las presunciones judiciales tendrán una
importancia decisiva, pues vendrán a suplir la insuficiencia de la prueba que
normalmente debe producirse, puesto que el autor del dolo cuidará de disimular
su delito215.

El dolo no se presume porque, en general lo que se presume es la buena fe,


excepto en los casos en que la ley establece la presunción contraria.
Textualmente el Código Civil declara que "la buena fe se presume, excepto en
los casos en que la ley establece la presunción contraria. En todos los otros la
mala fe deberá probarse" (art. 707). La disposición recién transcrita sobre la
presunción de buena fe, aunque se encuentra ubicada en el título "De la
posesión", se ha entendido que es una norma general; así lo revelan los términos
amplios y comprensivos en que está redactada, y porque sería absurdo presumir
la buena fe sólo en la posesión y no en otras instituciones, siempre que especial
y formalmente la ley no establezca lo contrario. El carácter general o especial de
una norma depende de su propia naturaleza y no de su ubicación en una ley o
en un Código.

Consagran una presunción legal de dolo, entre otras, las siguientes normas:

— Artículo 94: "En la rescisión del decreto de posesión definitiva se observarán


las reglas que siguen: (...) 6ª. El haber sabido y ocultado la verdadera muerte
del desaparecido, o su existencia, constituye mala fe",

214Corte Suprema, 26 de octubre de 1922, R.D.J., T. 21, sec. 1ª, p. 947.


215LEÓN HURTADO, Avelino, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1991, p. 169. En igual sentido, CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho
Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, p.
236; ALESSANDRI RODRÍGUEZ, Arturo, De los Contratos, ConoSur, Santiago, 1988, p. 29.

140
— Artículo 143 inc. 2º: "Los adquirentes de derechos sobre un inmueble que
es bien familiar, estarán de mala fe a los efectos de las obligaciones restitutorias
que la declaración de nulidad origine",

— Artículo 706 inciso final: "el error en materia de derecho constituye una
presunción de mala fe, que no admite prueba en contrario",

— Artículo 968: "Son indignos de suceder al difunto como herederos o


legatarios: (...) 5º. El que dolosamente ha detenido u ocultado un testamento
del difunto, presumiéndose dolo por el mero hecho de la detención u
ocultación",

— Artículo 1301: "Se prohíbe a el albacea llevar a efecto ninguna disposición


del testador en lo que fuere contraria a las leyes, so pena de nulidad, y de
considerársele culpable de dolo",

— Artículo 2111: "Renuncia de mala fe el socio que lo hace por apropiarse una
ganancia que debía pertenecer a la sociedad; en este caso podrán los socios
obligarle a partir con ellos las utilidades del negocio, o a soportar
exclusivamente las pérdidas, si el negocio tuviere mal éxito",

— Artículo 2261: "Hay dolo en el que hace la apuesta, si sabe de cierto que se
ha de verificar o se ha verificado el hecho de que se trata",

— Artículo 2510: "El dominio de cosas comerciales que no ha sido adquirido


por la prescripción ordinaria, puede serlo por la extraordinaria, bajo las reglas
que van a expresarse: (...) 3a. Pero la existencia de un título de mera tenencia
hará presumir mala fe, y no dará lugar a la prescripción, a menos de concurrir
estas dos circunstancias: ...",

— Artículo 280 inc. 2º del C.P.C.: "Si no se deduce demanda oportunamente,


o no se pide en ella que continúen en vigor las medidas precautorias
decretadas, o al resolver sobre esta petición el tribunal no mantiene dichas
medidas, por este solo hecho quedará responsable el que las haya solicitado de
los perjuicios causados, considerándose doloso su procedimiento".

141
14. SANCIÓN DEL DOLO

14.1. Sanción del dolo determinante

El dolo principal o determinante y obra de una de las partes vicia el acto de


nulidad relativa (arts. 1458 y 1682 inc. final). Esta última norma dispone:
"cualquiera otra especie de vicio produce nulidad relativa".

14.2. Sanción del dolo obra de terceros

El dolo obra de terceros no vicia el acto, sólo da derecho a indemnización de


perjuicios: por el valor total de estos contra los que los han fraguado, y por el
valor del provecho que han reportado del dolo contra los que se han
aprovechado de él (art. 1458 inc. 2º).

Como dice CLARO SOLAR, cuando la acción de perjuicios se dirige contra la


persona o personas que han fraguado el dolo, se persigue con ella la
indemnización de la totalidad del valor de los perjuicios, según las reglas
generales que rigen en las obligaciones nacidas del delito civil (arts. 2314 y 2329).
Cuando la acción de perjuicios se dirige contra la persona o personas que se han
aprovechado del dolo, sólo puede reclamarse por ella la indemnización hasta
concurrencia del provecho que del dolo hayan obtenido. El art. 1458 aplica aquí
la regla general que el que recibe provecho del dolo ajeno sin ser cómplice en
él, sólo es obligado hasta concurrencia de lo que valga el provecho que ha
obtenido (art. 2316, inc. 2º)216. Un ejemplo fácil de entender de dolo obra de
un tercero y que corresponde a un caso real es el empleado de un banco que
con la finalidad de favorecer a algunos parientes y amigos señaló en los depósitos

216CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1979, Vol. 5, T. 11, p. 232.

142
a plazo tomados por estos un interés muy superior al ofrecido al público en
general217.

Tradicionalmente se dice que no se sanciona con nulidad el dolo obra de un


tercero, pues, si así ocurriese, sufriría el efecto de la nulidad la contraparte que
no ha tenido intervención en él. Sin embargo, ROZAS observa que "La verdad es
que es poco probable que el otro contratante resulte perjudicado, ya que
declarada la nulidad, procede realizar las prestaciones mutuas. Pero, si de todos
modos resulta perjudicado, tiene acción de perjuicios contra el que fraguó el
dolo, de acuerdo con lo dispuesto en el inciso 2º del artículo 1456 (sic), que no
distingue a quien se le concede la acción de perjuicios, y, en consecuencia, hay
que concluir que la está concediendo a todos los perjudicados con el dolo, ya sea
la persona en cuya voluntad se ejerció o el otro contratante". La contraparte que
nada ha tenido que ver con el dolo "podrá perseguir la responsabilidad del
tercero, autor del dolo, haciendo efectiva su responsabilidad delictual o
cuasidelictual, consagrada en los artículos 2314 y siguientes del Código Civil, ya
que entre él y el autor del dolo no existe vínculo jurídico preexistente"218.

14.2.1. El artículo 1458 inc. 2º, ¿se refiere sólo a los que obtienen provecho a raíz
del contrato en que se produjo el dolo, o comprende también a los que de buena
fe obtienen beneficios de ese dolo por un contrato posterior?

Se ha discutido, tanto en la doctrina como en la jurisprudencia, si puede


demandarse la indemnización de perjuicios a los terceros que con posterioridad
al contrato en que incide el dolo han celebrado de buena fe contratos
relacionados con la cosa y en razón de ello obtienen provecho del dolo que se
produjo en el primer contrato. En otros términos, si el artículo 1458, inc. 2º, al
decir que hay acción de perjuicios contra las personas que se han aprovechado
del dolo, ¿se refiere sólo a los que obtienen provecho a raíz del contrato en que

217 Corte de Apelaciones de Santiago, 25 de septiembre de 1996, Identificador Thomson Reuters


CL/JUR/169/1996.
218 ROZAS VIAL, Fernando, "El error y el miedo como únicos vicios de la voluntad", en Revista

Chilena de Derecho, Vol. 2, Nºs. 1-2 (1975), pp. 74-75.

143
se produjo el dolo, o comprende también a los que de buena fe obtienen
beneficios de ese dolo por un contrato posterior?

Como dice LEÓN HURTADO, si la acción se limita al primer contrato, el


artículo 1458 vendría a constituir una excepción al artículo 2316, inciso 2º, que
dispone, sin hacer distingos: "el que recibe provecho del dolo ajeno, sin ser
cómplice de él, sólo es obligado hasta concurrencia de lo que valga el provecho".
Si por el contrario se concluye que la acción de perjuicios establecida por el
artículo 1458, inc. 2º, alcanza a los que con posterioridad celebren contratos en
relación con la misma cosa, tal disposición no sería sino la confirmación en
materia contractual de lo dispuesto en general para el dolo en el artículo 2316219.

La jurisprudencia, dice el mismo autor, ha resuelto el asunto de manera


contradictoria. En efecto, se presentó a la decisión de nuestros tribunales el
siguiente caso: se constituyó una sociedad en que uno de los socios (un conocido
químico extranjero de apellido Paraf) dijo aportar un invento, que en verdad no
existía, pero como este engaño hizo pensar en fabulosas utilidades, pues se
trataba nada menos que de extraer oro de los metales por un procedimiento
especial, las acciones de dicha sociedad subieron también de manera fabulosa.
Una vez que se descubrió el fraude, dos adquirentes de estas acciones, que las
obtuvieron de quienes también fueron víctimas del engaño, demandaron a estos
en juicios separados, para que les restituyeran el provecho (diferencia de precio)
que habían reportado del dolo que se cometió en el contrato de sociedad. La
primera sentencia dictada por la Corte de Apelaciones de Santiago, revocando
la de primera instancia, desechó la demanda, porque estimó que el dolo debía
producirse en el contrato celebrado por la parte que pretendía la reparación y
en la especie se había acreditado que el demandado no había cometido dolo
alguno220. El dolo del primer contrato no podría alcanzar a ningún otro

219 LEÓN HURTADO, Avelino, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1991, pp. 171-172.
220 En otro juicio a que dio origen la venta de acciones de esta sociedad, se falló que, como el

vendedor de la acción conocía el dolo que se había cometido al formar la sociedad, y el vendedor
contrató en estas circunstancias, "usó del dolo en el contrato de venta", y como sin ese dolo el
comprador no hubiera contratado, "concurren, en consecuencia, en este contrato las dos
circunstancias requeridas por el artículo 1458 para que quede viciado el consentimiento" (Gaceta

144
posterior, pues "el dolo que no tiene por objeto un determinado contrato y que
no recae en él no produce acción a favor de uno de los contratantes contra el
otro". Y el considerando décimo agrega equivocadamente, continúa LEÓN
HURTADO, "que la hipótesis de tener el dolo por objeto el contrato mismo cuya
nulidad se reclama, y de recaer en él, es la base de todas las disposiciones
contenidas en el citado art. 1458 del Código Civil, y, por consiguiente, lo es
también de la acción que él concede contra el que ha reportado provecho del
dolo, en los casos en que el dolo no es obra de una de las partes"221.

En el segundo fallo222 se llega precisamente a la conclusión contraria y se fija,


sin duda, a juicio del mencionado autor, la buena doctrina. La primera razón
para pensar así está en el texto mismo de la ley. El inciso 1º del artículo 1458 se
refiere al dolo cometido por uno de los contratantes, y en el inciso 2º, sin hacer
distinciones de ninguna especie, se refiere a "los demás casos" en que una o más
personas "se han aprovechado" del dolo. En seguida, "al hacerse devolver el
provecho producido por el dolo de un tercero, dando una garantía eficaz a la
buena fe, no infiere la ley en realidad a nadie ninguna clase de perjuicio, puesto
que en este caso se limita a la devolución del lucro y puede evitar en casos de
fraude como el de la negociación Paraf que la fortuna de los particulares sea
profundamente perturbada"223. Esta solución guarda perfecta armonía con lo
que dispone el artículo 2316, que al referirse a los delitos y cuasidelitos preceptúa
que "el que recibe provecho del dolo ajeno sin ser cómplice en él es sólo obligado
hasta concurrencia de lo que valga el provecho", porque el legislador ha querido

de los Tribunales, 1881, sent. 1.821, p. 1053, considerandos 5º, 6º y 9º de la sentencia de segunda
instancia). Por consiguiente, se declaró que el dolo era principal en razón de que el vendedor
de las acciones tuvo conocimiento, antes de este contrato, del dolo cometido por el organizador
de la sociedad.
221 Gaceta de los Tribunales, 1881, sent. 1.465, p. 850. El voto de minoría destruye todos estos

argumentos y dice en el punto séptimo que la acción de perjuicios "la puede ejercitar el
contratante perjudicado contra el otro, o contra terceros que han reportado provecho del dolo
ajeno, aunque todos estén de buena fe y el dolo no haya tenido por objeto el contrato que ha
originado los perjuicios, porque la ley concede dicha acción precisamente contra los que han
obrado con buena fe, y sólo exige para el caso de nulidad que el dolo recaiga en el mismo
contrato que es materia de esta acción".
222 Gaceta de los Tribunales, 1884, sent. 2.141, p. 1330.
223 Gaceta de los Tribunales, 1884, sent. 2.141, p. 1330.

145
que en ningún caso el fraude sea fuente de un provecho legítimo 224. La sola
circunstancia de que el vendedor de la acción actúe de buena fe, no es bastante
para obtener la protección de la ley, puesto que está lucrando con el dolo ajeno
y el beneficio es, en consecuencia, ilegítimo. Además, si se entendiera que en
este inciso 2º se exige que el dolo incida en el contrato principal, volveríamos al
inciso 1º, es decir, al dolo principal, y el inciso 2º quedaría sin aplicación. Y la
buena fe, como decimos, tampoco influye para que no se aplique este inciso,
puesto que precisamente en este caso el dolo es sólo incidental, porque el
contratante está de buena fe; si él conociera la existencia del dolo, este sería
principal.

En resumen, concluye LEÓN HURTADO, entre los terceros que se han


aprovechado del dolo y que conforme con el inciso 2º del artículo 1458 deben
indemnizar hasta concurrencia del provecho recibido, se comprenden los que
de buena fe (no han participado ni saben de la existencia del dolo) y aun por un
acto posterior obtengan beneficios como consecuencia del dolo225.

14.2.2. Naturaleza jurídica de la acción por provecho del dolo ajeno, ¿restitutoria
o indemnizatoria?

Se ha discutido la naturaleza jurídica de la acción por provecho del dolo ajeno,


esto es, si el inciso 2º del artículo 1458 e inciso 2º del artículo 2316 consagran
una acción restitutoria226 o indemnizatoria227. La Corte Suprema en los casos

224 Gaceta de los Tribunales, 1884, sent. 2.141, punto 15.


225 LEÓN HURTADO, Avelino, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1991, pp. 172-173.
226 Así PINO EMHART, Alberto, "La restitución de ganancias ilícitas y la acción del provecho por

dolo ajeno", en Ius et Praxis, Universidad de Talca, Vol. 22 Nº 1 (2016), pp. 255-
259; BARROS BOURIE, Enrique, Tratado de responsabilidad extracontractual, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 2006, p. 932; PIZARRO WILSON, Carlos, "La acción de restitución por provecho
de dolo ajeno", en AA. VV., Estudios de Derecho Civil IV, LegalPublishing, Santiago, 2009, p.
682.
227 Así DOMÍNGUEZ ÁGUILA, Ramón, "Sobre el artículo 2316 inciso segundo del Código Civil y la

acción contra el que recibe provecho del dolo ajeno", en Revista de Derecho, Universidad de
Concepción, Nºs. 225-226 (2009), pp. 218 y 230.

146
Inverlink228 resolvió: "aun cuando se está en presencia de una acción derivada
de la responsabilidad extracontractual, ella no tiene la naturaleza de una acción
indemnizatoria propiamente tal, ya que la obligación de restituir no está
determinada por el monto de los perjuicios sufridos; tampoco tiene una relación
directa con el hecho ilícito cometido, puesto que el tercero que debe restituir lo
percibido no es el autor del daño. Esta obligación se genera sólo por percibirse
un beneficio producto del dolo que ha sido cometido por otra persona. Así, es
este provecho o utilidad el que debe ser objeto de restitución, sin perjuicio de
que igualmente es necesario que se produzca un daño a la víctima, pero este sólo
opera como factor de delimitación del monto máximo a restituir"229.

El carácter indemnizatorio o restitutorio de la acción por provecho del dolo


ajeno tiene, entre otras consecuencias, una manifestación en materia de
prescripción. En efecto, si se estima lo primero entonces, de conformidad a lo
dispuesto en el artículo 2332 del Código Civil, el plazo para su interposición
prescribirá en el lapso de cuatro años, contado desde la perpetración del acto.
Luego, si se sostiene que la acción del inciso 2º de los artículos 2316 y 1458 es
una de carácter restitutorio, ya no le sería aplicable el plazo que se especifica en
el artículo 2332, sino que prescribiría de acuerdo a las reglas generales, esto es,
en cinco años, según lo dispone el artículo 2515 del Código Civil230. Sin

228 Se trataba de una acción concertada por ejecutivos de la empresa Inverlink y funcionarios de
la Corporación Nacional de Fomento de la Producción (Corfo), en la cual se sustrajeron
instrumentos financieros de largo plazo de Corfo para financiar operaciones de corto plazo de
Inverlink. Sin embargo, la operación fue descubierta, generando desconfianza en los
inversionistas. Como consecuencia de ello, Inverlink sufrió numerosos rescates y retiros por parte
de sus inversionistas, produciéndose una verdadera corrida financiera. Los retiros fueron
financiados utilizando los instrumentos financieros de Corfo. Con posterioridad, Inverlink fue
declarada en quiebra, siendo en la práctica imposible para Corfo recuperar el valor de los
instrumentos sustraídos (ascendentes a la suma de $26.656.468.000). La Corfo no solo persiguió
la responsabilidad penal de quienes participaron en la comisión del fraude, sino que también
demandó a las empresas e instituciones (algunas de ellas municipalidades) que recibieron los
pagos de Inverlink con los instrumentos de Corfo obtenidos ilícitamente. Estas demandas se
fundaron en los artículos 1458 y 2316 del Código Civil.
229 Corte Suprema, 30 de septiembre de 2013, rol Nº 4871-2012, cons. 22º.
230 GARCÍA MEKIS, Benjamín, "La naturaleza jurídica de la acción por provecho del dolo ajeno a

la luz del denominado 'Caso Inverlink'", en Actualidad Jurídica, Universidad del Desarrollo, Nº
33 (2016), p. 341.

147
embargo, en los casos Inverlink, en que la Corte Suprema dijo que se trataba de
una acción restitutoria, aplicó el plazo de cuatro años. Dijo nuestro más alto
tribunal: "Que de lo expuesto fluye que en el caso de autos la acción no se
encontraba prescrita, puesto que la utilidad que recibió el demandado sólo se
concretó en el momento en que recibió el pago de parte de Inverlink Corredores
de Bolsa S.A., lo que aconteció el 7 de febrero de 2003, siendo notificada la
demanda el 25 de enero de 2007, por lo que a esa fecha no había transcurrido
el plazo de 4 años previsto en el artículo 2332 del Código Civil, motivo por el que
no existe el error imputado a los falladores"231.

Concordamos con Pizarro cuando sostiene que no constituye condición de la


acción del artículo 2316, inciso 2º [y del artículo 1458, inciso 2º], el
emplazamiento de los autores del acto doloso. Basta con que el juez de la causa
en que se ejerce la acción restitutoria esté en condiciones de calificar la
concurrencia de un delito civil de los hechos probados232.

14.2.3. La acción del artículo 1458 inc. 2º (dolo obra de terceros) y el


artículo 2330 (compensación de culpas)

Este punto también fue objeto de debate en el caso Inverlink y se resolvió de


la siguiente manera:

"En estos autos Rol 208-2007, acumulados a los Roles Nº 494-2007 y Nº 495-
2007, seguidos ante el Segundo Juzgado de Viña del Mar sobre indemnización
de perjuicios por provecho del dolo ajeno, en sentencia de 16 de diciembre de
2013, escrita a fojas 3006 del Tomo VII, se acogió la demanda deducida por la
Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), dirigida en contra de la
Municipalidad de Viña del Mar e Inversiones e Inmobiliaria 'Molin' Limitada,
ordenándose a las demandadas restituir a la parte demandante las sumas de
$1.840.784.895, la primera y $669.134.885, la segunda, montos que se ordenó
pagar con los reajustes de acuerdo a la variación del Índice de Precios al
Consumidor, en el período comprendido entre la notificación de la sentencia de

231Corte Suprema, 30 de septiembre de 2013, rol Nº 4871-2012, cons. 26º.


232PIZARRO WILSON, Carlos, "La acción de restitución por provecho de dolo ajeno", en AA.
VV., Estudios de Derecho Civil IV, LegalPublishing, Santiago, 2009, pp. 683-684.

148
primer grado y el pago efectivo, más intereses en igual periodo de tiempo. En el
mismo fallo se rechazó la demanda interpuesta en contra de GASVALPO S.A.,
sin costas. En cuanto a las demandas reconvencionales dirigidas en contra de la
actora principal, Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), se acogió
la excepción de prescripción opuesta por ésta, por haber transcurrido el plazo
establecido en la ley, por lo cual se negó lugar a las demandas reconvencionales
principal y subsidiaria, con costas. La Corte de Apelaciones de Valparaíso, por
sentencia de 6 de abril de 2015, escrita a fojas 3.321 y su rectificación de diecisiete
del mismo mes y año, escrita a fojas 3.333, rechazó los recursos de casación en la
forma deducidos por Corporación de Fomento de la Producción y por la
Municipalidad de Viña del Mar y confirmó el fallo de primer grado, sin costas.
En contra de dicha sentencia la parte Inversiones e Inmobiliaria 'Molin'
Limitada dedujo recursos de casación en la forma y en el fondo, en tanto que la
Municipalidad de Viña del Mar interpuso recurso de casación en el fondo y, por
su parte, la Corporación de Fomento de la Producción, entabló recursos de
casación en la forma y en el fondo (...) resulta necesario mencionar desde ya los
hechos que los jueces de la instancia dejaron establecidos, siendo éstos los
siguientes (considerando 69º del fallo de primer grado, reproducido por el de
segunda instancia): a) Que existió una actuación dolosa atribuible al Grupo
Inverlink en contra de Corfo; b) Que producto de ese acto doloso, la
Municipalidad de Viña del Mar, Inversiones e Inmobiliaria Molin Ltda., recibió,
de parte de Administradora de Fondos Mutuos Inverlink S.A., el pago del rescate
de sus inversiones ascendente a la suma total $2.496.579.342; c) Que tal suma
fue íntegramente pagada a las demandadas con dineros obtenidos mediante
actuaciones financieras fraudulentas cometidas en perjuicio de la demandante,
Corporación de Fomento de la Producción, consistentes en la sustracción y venta
de instrumentos financieros pertenecientes a esta última; d) Que dicho pago no
se habría verificado de no mediar la descrita actuación delictiva, pues la
Administradora de Fondos Mutuos Inverlink S.A., no contaba con recursos
propios para responder de sus obligaciones; e) Que el rescate realizado por
Gasvalpo, se efectuó en un momento en que existía liquidez por parte de
Inverlink; f) Que por lo expuesto, la acción impetrada es del todo procedente
en los términos señalados por la actora (...). En la especie, el provecho necesario
para interponer la acción de autos se manifiesta en que Inversiones 'Molin',
gracias a la sustracción y venta de instrumentos financieros de Corfo, logró

149
obtener el rescate de los fondos que había confiado al Grupo Inverlink, pues por
la insolvencia de esta última al mes de febrero de 2003 no existía posibilidad
alguna de que los inversionistas pudiesen recuperar sus fondos
(...). Decimoquinto: Que, como se ha dicho reiteradamente, tratándose la acción
deducida de una especialísima de carácter restitutorio, no yerran tampoco los
sentenciadores al no dar aplicación a su respecto del artículo 2330 del Código
Civil, en razón de encontrarse acreditado que un funcionario dependiente de la
demandante (Corfo) Javier Moya Cucurella habría sido sobornado y se coludió
con personeros del Grupo Inverlink para sustraer los documentos financieros,
verificándose por ende negligencia de los diferentes niveles ejecutivos de la
Corporación de Fomento de la Producción, como encargados de la custodia y
control del patrimonio de la institución. En efecto, el artículo 2330 del
Código de Bello establece que 'la apreciación del daño está sujeta a reducción,
si el que lo ha sufrido se expuso a él imprudentemente', refiriéndose a la
disposición que lo precede donde se prescribe que 'por regla general todo daño
que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra persona, debe ser reparado
por ésta'. La literalidad de las palabras empleadas por el legislador, en el
contexto que la emplea y guardando la debida correspondencia y armonía entre
las partes involucradas, no permiten sino concluir que el daño a que hace
referencia el artículo 2330 (y cuya indemnización puede reducirse por
negligencia de quien lo padece), no es otro que 'todo' el 'daño' 'imputable a
dolo o malicia' de la persona que lo ha causado y es, por tanto, obligada a su
reparación. Pero en la especie no acciona la demandante contra quien le ha
causado un daño imputable a dolo o malicia ni puede pretender la
indemnización que eventualmente se reduciría por su propio actuar negligente,
sino que ejerce una que no tiene por objeto indemnizar un daño sino la
restitución del provecho que un tercero recibe del dolo ajeno, acción
especialísima a la que no alcanzan las disposiciones cuya falta de aplicación se
alega sino, al contrario, perfectamente regulada por aquella disposición (el
inciso segundo del artículo 2316 del Código Civil) que el recurrente sin razón
entiende falsa y erróneamente aplicada"233.

233 Corte Suprema, 3 de marzo de 2016, rol Nº 7179-2015.

150
14.2.4. Constitucionalidad del artículo 1458 inc. 2º

Recientemente el Tribunal Constitucional se pronunció sobre la


constitucionalidad de los incisos segundos de los artículos 2316 y 1458
rechazando un requerimiento de inaplicabilidad. En lo relevante resolvió:

"I. LA IMPUGNACIÓN”

Primero. Que en el marco de una casación en la forma y una apelación contra


una sentencia de primera instancia, recurso radicado ante la Corte de
Apelaciones de Santiago, British American Tobacco Chile Operaciones S.A.
('BAT') ha objetado de inaplicabilidad del inciso segundo del artículo 2316
del Código Civil, así como del inciso segundo del artículo 1458. La primera
norma recién anotada dispone que 'el que recibe provecho del dolo ajeno, sin
ser cómplice de él, sólo es obligado hasta concurrencia de lo que valga el
provecho', mientras que la segunda establece que '[en] los demás casos el dolo
da lugar solamente a la acción de perjuicios contra la persona o personas que
lo han fraguado o que se han aprovechado de él; contra las primeras por el
total valor de los perjuicios, y contra las segundas hasta concurrencia del
provecho que han reportado del dolo'. A esta acción de inaplicabilidad han
adherido otras entidades públicas y privadas de los casi veinte demandados en
la gestión pendiente.

El asunto, resuelto en primera instancia, se enmarca dentro del denominado


'caso Inverlink'. Éste se inició por el descubrimiento de información
privilegiada que recibía desde una secretaria del Banco Central, el Gerente
General de la corredora Inverlink. Los clientes del grupo acudieron en masa a
retirar sus recursos. Por falta de liquidez, los ejecutivos de Inverlink realizaron,
por una parte, operaciones triangulares para vulnerar la prohibición de Corfo
de invertir en instituciones no bancarias. Por la otra, vendieron depósitos de
Corfo sin su autorización, para hacer frente a dichos retiros. Los hechos
sucedieron el año 2003. El monto sustraído a Corfo ascendió a 85 mil millones
de pesos. Por ello se iniciaron acciones civiles y penales. A la fecha, existen
condenas civiles y penales;

151
Segundo. Que BAT invirtió dineros en una corredora del grupo Inverlink.
Luego pidió el rescate de esos fondos.

Corfo alega, en la gestión pendiente, que el dinero con que la corredora le


restituyó los dineros invertidos a BAT, viene de dicha sustracción. El fallo de
primera instancia aplicó el inciso segundo del artículo 2316 del Código Civil.
Sostuvo que BAT recobró dinero por platas que Inverlink obtuvo ilícitamente
de la Corfo. Por ello, se aprovechó del dolo de Inverlink. Como consecuencia
de ello, concluye que Inverlink actuó con dolo. Y que hay una relación de
causalidad entre el dolo de Inverlink y el provecho de BAT.

BAT sostiene que está de buena fe; que no hubo dolo de su parte; y que tenía
título para pedir la restitución;

Tercero. Que BAT sostiene dos argumentos constitucionales contra las normas
impugnadas. Por una parte, que éstas desconocen los títulos legítimos. BAT
hizo una inversión en base a un contrato válido. Y, por otra parte, hizo una
inversión con un pacto de retroventa. La normativa que regula esta inversión
(Decreto Ley Nº 1.328, artículo 16), establece que en cualquier momento se
puede rescatar la inversión. Por lo mismo, la restitución es de dineros propios.
BAT no ejerció una acción reivindicatoria. Nuestro ordenamiento no castiga
al que está de buena fe. Sostiene que la devolución se hizo con dineros de
Inverlink, no con dineros de Corfo. Agrega que el dinero es un bien fungible;
y que los peritajes demuestran que la corredora del grupo Inverlink tenía más
dinero disponible que el sustraído a Corfo. Además, alega que sólo un mes
después de la devolución se supo lo del fraude a la Corfo. BAT no participó en
presuntos actos dolosos de Inverlink, ni se acreditó su conocimiento. La
cláusula de retroventa se activó un día antes del vencimiento para evitar la
prórroga;

Cuarto. Que una de las empresas que adhirió al recurso (Connors) alega
también que se vulnera el artículo 19 Nº 2 toda vez que hay un privilegio a
favor de Corfo al aplicar la norma impugnada, pues esta entidad estatal invertía
también en Inverlink; retiró fondos cuando el escándalo estalló; y que Corfo
actuó como acreedor de Inverlink y verificó créditos en la respectiva quiebra.

152
Connors también sostiene que la norma no es razonable porque se pretende
re victimizar a ciertas entidades por Corfo al invocar esta normativa, en
circunstancias que en dicha entidad estatal fallaron sus controles. Finalmente
alega desproporcionalidad, pues a la Corfo le sustrajeron 84 mil millones, y ha
logrado condenas, contra distintas empresas, por 87 mil millones; (...)

III. LA REGLA DEL ARTÍCULO 2316 DEL CÓDIGO CIVIL

Sexto. Que lo anterior no nos impide decir algunas cosas sobre la preceptiva
impugnada. Esto lo haremos siguiendo a la Corte Suprema Y, en particular,
estableciendo como punto de partida el reproche que se formula al
artículo 2316 del Código Civil, en tanto éste plantea el núcleo de las
alegaciones vertidas por la parte requirente.

En efecto, dicha norma ha sido analizada por la Corte Suprema en casos


semejantes iniciados por Corfo. La Corte ha condenado a tres entidades
públicas (Municipalidad de Viña del Mar, Municipalidad de La Pintana,
Terminal San Antonio) y a una empresa privada (Chilquinta), a restituir los
dineros obtenidos en provecho por el dolo de Inverlink en el fraude a la Corfo.
Estas son las sentencias causas roles Nºs. 10347-2011; 4871-2012; 6302-2010; y
7179-2015.

Al respecto ha señalado que se configura la acción que tipifica con absoluta


independencia de un ilícito penal (SCS Nº 10347-2011).

Asimismo, ha sostenido que para que opere se requieren tres requisitos: que
exista una actuación dolosa; que un tercero reciba provecho de ese dolo ajeno;
y que el que recibe el provecho no sea cómplice del dolo (SCS Nºs. 10347-
2011, 11723-2011).

Analizando los elementos de la figura, ha fallado que la regla es una excepción


en materia de responsabilidad extracontractual, pues hace responsable a quien
ha reportado beneficio de un acto doloso en el que no ha participado (SCS
Nº 6302-2010).

153
No exige dolo o culpa, porque el que realiza el dolo es un tercero; el que debe
restituir no es el autor del daño. Éste, sin embargo, recibe un provecho, por
eso debe restituir (SCS Nº 10347-2011).

En relación a su naturaleza jurídica, ha dicho que se trata no de una acción


indemnizatoria propiamente tal sino que de una acción restitutoria (SCS
Nº 10347-2011). La razón que ha dado es que la obligación de restituir no está
determinada por el monto de los perjuicios sufridos; tampoco tiene una
relación directa con el hecho ilícito cometido, pues el tercero que debe
restituir lo percibido no es el autor del daño (SCS Nºs. 11723-2011, 10347-
2011). También que el provecho es la ganancia efectiva o neta, vale decir,
aquella que supera el mero coste de la inversión efectuada por la demandada
(SCS Nº 6302-2010).

Respecto a la expresión 'sólo' ('sólo es obligado hasta concurrencia...'), es


empleada para resaltar que el tercero que obtuvo el provecho debe responder
exclusivamente por dicho beneficio y no por otros perjuicios que se pudiesen
haber causado a la última (SCS Nº 6302-2010).

El provecho puede ser un bien como una ventaja o su valor (SCS Nº 11723-
2011).

Del mismo modo, ha agregado que resulta indiferente el título a través del cual
el tercero recibe el beneficio (SCS Nº 11723-2011); (...)

V. NO SE AFECTA EL DERECHO DE PROPIEDAD

Octavo. Que BAT sostiene que la aplicación de la normativa impugnada


implica una verdadera expropiación. Se funda en que tiene contratos
legítimos, sin vicios. Que lo único que hizo fue activar la cláusula de retroventa.
No estaba obligado a devolver lo que es suyo;

Noveno. Que no compartimos dicho razonamiento por lo siguiente.

En primer lugar, no hay privación propiamente tal, pues BAT puede verificar
sus créditos en la quiebra. BAT conserva un crédito contra el causante del dolo.

154
También, porque 'el provecho' que exige el artículo 2316 del Código Civil
parte de la base que tiene una propiedad que es obligado a restituir.

En segundo lugar, no puede haber expropiación sin actos de autoridad. No


hay expropiación entre privados. Por lo demás, para que opere la norma
impugnada es necesario que exista una sentencia judicial que establezca todos
los elementos que el precepto exige. No es autotutela de una de las partes, ni
del legislador.

En efecto, quien lo obliga a restituir, en definitiva, es la sentencia judicial que


establece que se dan los supuestos del precepto impugnado. De hecho, en una
demanda de Corfo contra Gas Valparaíso, no hubo condena porque no
acreditó la relación de causalidad necesaria entre dineros y el provecho.

En tercer lugar, la norma objetada se construye sobre la base que en la


operatoria de ciertos contratos, hubo provecho por el dolo ajeno. Es eso lo que
contamina la situación jurídica, no necesariamente la validez de los contratos.
BAT pudo accionar contra Inverlink para recuperar la eventual restitución a
que sea condenada.

BAT mantiene incólume las acciones personales que emanan de sus contratos
con el Fondo Mutuo en que invirtió su dinero. Es un acreedor. También puede
accionar por indemnización de perjuicios. Corfo no cuestiona la legitimidad
de esos contratos. Desde este punto de vista, no se afecta su derecho de
propiedad.

VI. NO SE AFECTA LA IGUALDAD ANTE LA LEY

Décimo. Que también se reprocha a la norma vulnerar la igualdad ante la ley.


Se sostiene que Corfo también operaba con Inverlink; que retiró su dinero.
Que actuó como acreedor de Inverlink, verificando créditos. Y que en realidad
lo que pasó fue que en Corfo fallaron sus controles;

Decimoprimero. Que no compartimos dicho alegato, porque no tiene que ver


con algo que tenga la norma reprochada, sino con actuaciones del

155
demandante en estos autos. Ello es completamente ajeno a la competencia de
esta Magistratura;

VII. LA NORMA NO ES DESPROPORCIONADA

Decimosegundo. Que se sostiene que la norma es desproporcionada. El


alegato se funda en que no es un fin legítimo tomar dinero de otro para
restituirse; que lo menos gravoso es verificar créditos en la quiebra; y que Corfo
ha recuperado más dinero que aquel que se le sustrajo;

Decimotercero. Que en relación al primer argumento, es perfectamente


legítimo que en las relaciones comerciales el legislador reprima que un tercero
obtenga provecho del dolo ajeno, toda vez que rompe la buena fe que debe
existir entre los distintos operadores en los negocios que llevan a cabo.

Lo importante es que la normativa que reprime la conducta, como en este caso


el artículo 2316 del Código Civil, establezca los suficientes resguardos o
garantías.

Ahora bien, como ya se indicó, estas garantías son de dos tipos. Por una parte,
debe haber una condena judicial. Por la otra, el precepto establece estrictos
requisitos que deben ser cumplidos para establecer dicha condena;

Decimocuarto. En relación al segundo argumento, dada la ilicitud de un


aprovechamiento de dolo ajeno, la norma rompe con la posibilidad de retener
el provecho, obligando a su restitución. Lo gravoso debe ser apreciado en
relación a las conductas correctas que deban existir en el comercio, no en
relación a la comodidad o confort que pueda significar para una de las partes
su situación jurídica;

Decimoquinto. Que en relación a la última parte del argumento de


desproporcionalidad, éste se funda en que Corfo habría obtenido ya más
dinero de lo defraudado. Sin embargo, no se han entregado al Tribunal datos
específicos y concretos que ratifiquen aquello. Y al contrario de este dato,
informaciones de prensa indican que en quince años de litigio, aún falta por

156
recuperar 30 mil millones de los 85 mil millones envueltos (Diario El Pulso,
edición del lunes 29.01.2018);

Decimosexto. Que, por todo lo expresado es que el requerimiento debe ser


desestimado en todas sus partes, tanto respecto de lo alegado en torno al
artículo 2316 del Código Civil como en lo concerniente al artículo 1458 de
dicho cuerpo legal, en tanto lo razonado precedentemente es plenamente
pertinente para rechazar también la impugnación formulada a su respecto"234.

14.3. Sanciones especiales en caso de dolo

Hay casos en que la ley establece sanciones especialmente para el dolo. Por
ejemplo, el cónyuge que dolosamente ocultare o distrajere alguna cosa de la
sociedad conyugal, perderá su porción en la misma cosa y será obligado a
restituirla doblada (art. 1768); son indignos de suceder al difunto el que por
fuerza o dolo obtuvo alguna disposición testamentaria del difunto, o le impidió
testar y el que dolosamente ha detenido u ocultado un testamento del difunto,
presumiéndose dolo por el mero hecho de la detención u ocultación (art. 968
Nºs. 4 y 5).

234 Tribunal Constitucional, 12 de abril de 2018, rol Nº 2985-2016.

157
CAPÍTULO V NULIDAD POR VICIOS DEL CONSENTIMIENTO E INDEMNIZACIÓN DE
PERJUICIOS

El problema que tratamos en esta parte es resolver si junto con la demanda de


nulidad de un acto o contrato por vicios del consentimiento, es posible además
solicitar indemnización de perjuicios.

RODRÍGUEZ GREZ comienza señalando que en la nulidad relativa procede la


indemnización de perjuicios conforme a las normas de la responsabilidad
extracontractual y sobre los vicios del consentimiento dice que "también es
indudable que ellos pueden implicar mala fe o negligencia de parte de uno de
los contratantes. Tal ocurre, por ejemplo, típicamente, con la fuerza y el dolo.
Ninguna discusión cabe, creemos nosotros, sobre que, en este supuesto, la
responsabilidad recae en el autor de la fuerza o del engaño. En caso de error la
cuestión es más difusa. Es difícil precisar si puede imputarse descuido o
negligencia al que lo sufre (error), sin la intervención de su contraparte. El tal
caso, la responsabilidad podría afectar al titular de la acción de nulidad (el que
insta por la nulidad) o al demandado de nulidad (el que sufre sus
consecuencias). No descartamos esta posibilidad, ya que podría uno de los
contratantes actuar de buena fe, proporcionar toda la información necesaria,
obrar lealmente y, sin embargo, la falta de cuidado y diligencia del otro
contratante, arrastrar a un error que, en definitiva, invalida el acto. Por lo tanto,
si ha habido negligencia o descuido por parte de quien sufre el error, puede
hallarse en situación de tener que reparar los perjuicios que se causan a su
contraparte al demandar la nulidad del acto. (...) descartamos que pueda
reclamarse indemnización de perjuicios tratándose del error impropio,
obstáculo u obstativo, ni del error sobre la identidad de la cosa específica de que
se trata, ya que en ambas hipótesis hay una equivocación compartida y la culpa
de uno se compensa con la culpa del otro (artículo 2330 del Código Civil, que
admite la compensación de culpas en materia extracontractual). Tampoco cabe

158
indemnización en caso de error accidental si descartamos la mala fe de quien se
beneficia con el error, porque para mantenerse en él ha debido entender que la
calidad que impulsaba a contratar concurría en la especie (de lo contrario sería
un contratante doloso). Por lo mismo, habría culpas compartidas (ambos creen
de buena fe que la calidad accidental concurre) que se compensan. Finalmente,
en el error en cuanto a la persona, hay norma expresa (artículo 1455 inciso
segundo del Código Civil)"235.

Sobre la tutela anulatoria e indemnizatoria BARAHONA señala que hay casos en


que el derecho a la indemnización se concede a la persona contra quien se pide
la nulidad. Así el artículo 1455 del CC, sobre error en la persona "autoriza a la
persona con quien erradamente se ha contratado a recabar una indemnización,
bajo el supuesto que allí se indica: que esté de buena fe quien pide la
indemnización. La buena fe la entiendo como el equivalente a la ignorancia de
parte de quien pide ser indemnizado, de que su contraparte había padecido un
error respecto de su persona. Es decir, se trata de un supuesto de protección de
la confianza en favor de quien contrató de buena fe, traducido en una
indemnización en su beneficio, a fin de hacerlo compatible con la protección
del consentimiento íntegro, que es lo que al final prevalece en la norma"236.

Pero, agrega el mismo autor, "también la acción indemnizatoria podría


intentarla la misma parte que demanda la nulidad del acto o contrato. En estos
casos el actor no queda satisfecho con sólo pedir la nulidad, incluso con obtener
la restitución en los términos de los artículos 1687 y 1689 del CC, además reclama
ser indemnizado de todos los perjuicios que se han derivado de la celebración
del acto o contrato nulo. La nulidad relativa causada por dolo, como vicio del
consentimiento, puede calificarse en este grupo. El inciso segundo del

235 RODRÍGUEZ GREZ, Pablo, "De la responsabilidad delictual de los contratantes", en AA.
VV., Estudios jurídicos en homenaje a los profesores Fernando Fueyo Laneri, Avelino León
Hurtado, Francisco Merino Scheihing, Fernando Mujica Bezanilla, Hugo Rosende Subiabre,
Ediciones Universidad del Desarrollo, Santiago, 2007, pp. 53-54.
236 BARAONA GONZÁLEZ, Jorge, "Nulidad e indemnización de daños y perjuicios", en AA.

VV., Estudios jurídicos en homenaje a los profesores Fernando Fueyo Laneri, Avelino León
Hurtado, Francisco Merino Scheihing, Fernando Mujica Bezanilla, Hugo Rosende Subiabre,
Ediciones Universidad del Desarrollo, Santiago, 2007, p. 65.

159
artículo 1458 del CC confiere la acción de daños y perjuicios a quien ha sufrido
el dolo, cuando éste no constituye un vicio del consentimiento, lo que me lleva
a concluir que este derecho también se debe entender reconocido a la parte
perjudicada en caso de que efectivamente pueda pedirse la nulidad relativa por
dolo. Dispone el Código que '[e]n los demás casos el dolo da lugar solamente a
la acción de daños y perjuicios'. La palabra 'solamente' es indicativa de que esta
acción también está disponible en el caso del inciso primero, es decir, cuando
hay derecho para pedir la rescisión del acto o contrato por haber sido inducido
a celebrar un contrato por la contraparte y esta inducción ha sido determinante
para la celebración del mismo. Se trata de una sanción a un comportamiento
ilícito, expresamente tipificado en la ley, prevista también explícitamente: la de
nulidad relativa del contrato establecida en favor de la contraparte engañada, sus
herederos o cesionarios (cfr. arts. 1458 y 1684 del CC). Del hecho de que en esta
disposición no exista una explícita referencia a una acción indemnizatoria, no
puede deducirse que quien tiene derecho a pedir la nulidad relativa por esa
causa no pueda pedir, adicional o exclusivamente, la indemnización, si la
reparación del daño causado no queda satisfecha con la pura declaración de
nulidad y el cumplimiento de la restitución consiguiente. Es decir, quien puede
pedir la nulidad de un acto o contrato fundado en el dolo como vicio del
consentimiento está legitimado tanto para acumular a su acción de nulidad
relativa la acción indemnizatoria correspondiente, como para pedir
exclusivamente la indemnización. Los presupuestos de la acción indemnizatoria
descansan en que la inducción dolosa a la celebración de un acto o contrato es
un hecho ilícito, que está sancionado en el artículo 1458 del CC como regla
particular, y en el artículo 2314 del CC como disposición general. Esta
afirmación supone admitir que la inducción dolosa es al mismo tiempo hecho
ilícito y factor de atribución del daño, pues constituye la malicia o intención
positiva de dañar exigida por las reglas generales"237.

En cuanto a la fuerza como vicio del consentimiento, BARAONA dice que, dado
que nuestra doctrina y jurisprudencia estiman que ella, entre otros requisitos,
debe ser injusta (contraria al Derecho), cree que permite impetrar una
indemnización por parte de quien la padece. La fuerza injusta no está amparada

237 Ídem, p. 66.

160
por el Derecho, por ello no sólo debe autorizar a pedir la nulidad relativa del
contrato, cuando es ilícita, moral, grave y determinante, además es legítimo que
quien la sufre pueda ser indemnizado de los perjuicios que le ha acarreado un
acto como el descrito. Hay un acto ilícito que, si causa daño, califica en el
artículo 2314 del Código Civil238.

Respecto de los otros tipos de error, distintos del error in personae (para lo
cual hay norma expresa, art. 1455), BARAONA piensa que "en el error de tipo
accidental la cuestión a elucidar es si en él están involucrados ambos contratantes
o solo uno de ellos. Pareciera que si ambos están en error las culpas debieran
compensarse, porque mal podría la parte contra quien se pide la nulidad pedir
ser indemnizada si no se aseguró de la ausencia de error. Puede afirmarse que
existe un deber de verificar que efectivamente tal cualidad concurra en la cosa,
a riesgo de perder la expectativa de celebrar un contrato válido, bajo ciertos
supuestos, naturalmente. Distinto es el caso de si la contraparte hubiese sabido
del error. Hay aquí una reticencia, que si no califica como dolosa, al menos
podría servir para atribuir daños, pues conociendo del error de su contraparte
no se lo advirtió. Por lo mismo, puede afirmarse que, en este caso, quien pide la
nulidad también podría demandar una indemnización de daños y perjuicios,
fundado en que se vio arrastrado a celebrar un contrato nulo, si no apoyado en
el dolo, al menos fundado en una grave negligencia de la parte contraria. En
cuanto a los errores sustancial y esencial, el profesor Rodríguez Grez ha
planteado que tanto el error obstativo u obstáculo como el error substancial no
pueden dar lugar a indemnización, porque para que se dé este tipo de errores,
ambas partes deben padecerlo y por ello las 'culpas se compensan'. Pero no lo
creo así. Si el Código está dispuesto a proteger el consentimiento en este caso,
sin límites aparentes (no existe norma expresa que exija a la excusabilidad del
error, como en otros sistemas), es válido preguntarse si la contraparte tiene
derecho a ser indemnizada. Creo que respecto de este tipo de error no
necesariamente ambas partes deben estar incluidas en él, porque pueden surgir
del hecho de que se confunda la realidad por sólo una de ellas. Pienso que quien
debe sufrir la nulidad del contrato, por error esencial o substancial de su
contraparte, podría pedir una indemnización, bajo el criterio de que no es justo

238 Ídem, p. 67.

161
que sufra la privación de la expectativa contratada, si al final no tuvo
responsabilidad (culpa) en dicho error. Los extremos que habría que establecer
son, por una parte, que quien yerra no haya sido inducido a contratar
dolosamente por su contraparte, y que su error pueda explicarse por una
negligencia inadmisible. Es necesario, además, que quien pide la indemnización
esté de buena fe, es decir, que no haya sabido, ni estaba en posición de saber, del
error que padeció su contraparte. De otra manera habría aquí una reticencia, o
al menos un aprovechamiento del error ajeno, que no puede ser objeto de
protección"239.

Para LEÓN HURTADO la indemnización que se acuerda en caso de error en la


persona debería existir también para el error en la sustancia o calidad esencial
del objeto, pues tan justo es que se indemnice a la persona con quien
erradamente se ha contratado como al contratante de buena fe que tiene la cosa
respecto de cuya sustancia o calidad esencial yerra el otro contratante, porque
en ambos casos el que acciona de nulidad reconoce su negligencia por no
haberse cerciorado, sea de la persona del otro contratante, sea de la sustancia o
calidad esencial de la cosa240.

DE LA MAZA se pregunta si bajo ciertas circunstancias, quien demanda la


nulidad por error puede, además, solicitar indemnización de perjuicios. La
respuesta, en su opinión, es afirmativa, y puede demandar perjuicios bajo las
reglas generales del título 35º del libro IV del Código Civil, siempre y cuando la
otra parte haya incurrido en una conducta reprochable, y esto tendrá lugar
cuando conocía o debía conocer el error de la otra parte y no se lo comunicó241.

239 Ídem, pp. 67-69.


240 LEÓN HURTADO, Avelino, La Voluntad y la Capacidad en los Actos Jurídicos, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1991, p. 142.
241 Así, dice de la Maza, parece haberlo considerado la Corte de Apelaciones de Santiago en "Luis

Alberto Muscatt Garrido con Asociación Gremial de Medianos y Pequeños Industriales y


Artesanos de Quinta Normal y Santiago", Nº identificador Legal Publishing 49274. Se trata de la
nulidad por error de un contrato de arrendamiento, en el cual el arrendatario celebra contrato
de arrendamiento creyendo que la cosa arrendada tiene la aptitud para ser destinada a local
comercial. Por lo demás, en el contrato se había expresado que se le daría dicho uso. Sin
embargo, el local no contaba con permiso de edificación y, además, estaba afecto en un 70% de
su superficie a expropiación. En el considerando undécimo de la sentencia del tribunal de alzada

162
En un sentido similar, continúa DE LA MAZA, parece pronunciarse CLARO SOLAR
considerando el caso de error sobre la persona en aquel supuesto en que la
persona con quien se contrata sabe del error de la otra y no se lo comunica,
señala CLARO SOLAR que: "En este [...] caso habría dolo u ocultamiento culpable
de la persona con quien erradamente se contrata; y ella estaría obligada según
las reglas generales a indemnizar los daños y perjuicios que hubiese sufrido el
que erradamente ha contratado con ella"242. Es cierto, dice DE LA MAZA, que
CLARO SOLAR reflexiona en clave de dolo, sin embargo, es posible aplicar el
mismo razonamiento en caso de que la persona no conociese el error, pero su
ignorancia obedeciese a culpa grave, en cuyo caso no se ve obstáculo para aplicar
las reglas generales sobre delitos o cuasidelitos243.

Para DOMÍNGUEZ el dolo puede, además de viciar la voluntad, producir


perjuicios a la víctima y por lo mismo las maniobras dolosas no excluyen la acción
indemnizatoria por responsabilidad delictual en contra del autor y para obtener
reparación de esos daños. Ambas acciones son independientes y obedecen a sus

se lee: "Que, sin embargo, y siguiendo en esta parte a Arturo Alessandri Besa en su obra La
nulidad y la rescisión en el Derecho civil chileno (Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2008, II,
pp. 365 ss.): 'es cierto que, entre los efectos de la nulidad, la ley no menciona expresamente la
obligación de indemnizar estos perjuicios; pero es un principio general de derecho que todo
daño imputable a culpa o dolo de otro debe ser indemnizado por éste, a virtud de lo dispuesto
en el artículo 2314 del Código Civil', siendo esta responsabilidad de naturaleza extracontractual.
Luego, se ha probado la culpa en la demandada al celebrar un contrato de arrendamiento en los
términos que se leen del documento de fojas 1 respecto de un 'local comercial' que nunca pudo
ser ocupado como tal por no tener permiso de edificación, hecho que estaba en conocimiento
del arrendador. Consecuentemente, habiendo desplegado la parte demandada una conducta a
lo menos culposa y que produjo daño, éste debe ser reparado. Cabe señalar que el actor no ha
indicado en su demanda a qué título pretende la indemnización que demanda por
responsabilidad contractual o extracontractual, mas por el principio iura novit curia, son los
tribunales los encargados de decir el derecho a los hechos planteados por las partes". DE LA MAZA
GAZMURI, Íñigo, "La distribución del riesgo y la buena fe. A propósito del error, el dolo y los
deberes precontractuales de información", en Revista de Derecho, Universidad Católica de
Valparaíso, Vol. 37 (2011), nota 32, p. 126.
242 CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho civil chileno y comparado, V: De las

obligaciones, II (reimpresión Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 1979), p. 179.


243 DE LA MAZA GAZMURI, Íñigo, "La distribución del riesgo y la buena fe. A propósito del error,

el dolo y los deberes precontractuales de información", en Revista de Derecho, Universidad


Católica de Valparaíso, Vol. 37 (2011), pp. 125-126.

163
propias reglas. Esta acción de perjuicios obedece a lo que señala como norma de
responsabilidad. Su fundamento debe encontrarse en los principios generales de
la responsabilidad extracontractual de los arts. 2314 y 2329. En nuestro Código,
cuando el dolo es obra de la contraparte, nada dice el art. 1458 en cuanto a
admitir además una acción indemnizatoria tendiente a la reparación de los
perjuicios que hayan podido causarse con el dolo. Sin embargo, tal acción no
puede merecer dudas. El art. 1458 no puede interpretarse en el sentido de que
la acción de perjuicios sólo proceda en caso de que el dolo no sea determinante
o que sea obra de un tercero. En esos supuestos hay claramente una acción de
perjuicios por responsabilidad delictual; pero también la hay si el dolo es
determinante y obra de una de las partes, porque la regla que impone la norma
de validez solo determina el valor del acto en protección de la libertad de la
voluntad y subsiste la responsabilidad. El art. 2317 inciso final señala que "todo
fraude o dolo produce la acción solidaria del precedente inciso" y, por lo mismo,
un dolo vicio del consentimiento, en que han incurrido varios, aunque sean la
contraparte de la víctima, conduce también a una acción de responsabilidad por
el daño causado y que es la consecuencia del delito cometido. La admisión de
esta acción de responsabilidad y su carácter extracontractual es común en el
derecho comparado. Esta acción de responsabilidad es independiente de la
acción de nulidad, pues cada una tiene sus presupuestos y finalidades distintos.
Ambas pueden coexistir; pero también darse independientemente y la
circunstancia de deducir una no implica renuncia de la otra, ni el desistimiento
de una implica el de la otra. La acción de perjuicios tiene su fundamento en el
daño causado por el dolo. Ambas acciones coinciden por los hechos; pero
mantienen su independencia. La acción por daño se produce por las maniobras
ocurridas en la etapa de formación del negocio y por lo mismo es
precontractual244.

Por su parte PRADO también acepta la indemnización de perjuicios: "La víctima


de dolo causal puede optar por ejercitar la acción anulatoria o los remedios por
incumplimiento. Si opta por este segundo camino, debemos entender que el
vicio del contrato ha sido confirmado, coherente con el interés de naturaleza

244DOMÍNGUEZ ÁGUILA, Ramón, Teoría general del negocio jurídico, Editorial Jurídica de Chile,
Santiago, 2012, pp. 96-97.

164
particular que la nulidad relativa cautela. Si la víctima del dolo causal o principal
ejerce la acción anulatoria en conjunto con la acción resarcitoria —sin perjuicio
de que pudiere ser discutible—, de conformidad al estado actual de nuestro
derecho, la parte debería obtener el resarcimiento de acuerdo a las reglas y
principios de la responsabilidad aquiliana, quedando, así, completamente
indemne. Ello no obsta a sostener que la acción de nulidad es independiente o
autónoma de la indemnizatoria"245. Lo mismo postula en caso de error cuando
este no solo se configura como vicio de la voluntad, sino que impacta en el
contenido del contrato pudiendo derivar en incumplimientos contractuales 246.

245 PRADO LÓPEZ, Pamela, "El dolo causal: su repercusión en el contrato", en Ius et Praxis,
Universidad de Talca, Vol. 22 Nº 2 (2016), p. 451.
246 PRADO LÓPEZ, Pamela, "La pretensión indemnizatoria por vicios de la voluntad: entre el error

y el dolo", en AA. VV., Estudios de Derecho Civil XI, LegalPublishing, Santiago, 2016, p. 774.

165
CAPÍTULO VI LOS VICIOS DEL CONSENTIMIENTO EN MATERIA TESTAMENTARIA

1. ERROR

Como dice SOMARRIVA, el legislador se ocupa en el testamento especialmente


de la fuerza en el artículo 1007; en cuanto al dolo no hay reglamentación especial
y, por ende, se aplican las reglas generales. Finalmente, trata del error entre los
requisitos de las asignaciones testamentarias en los artículos 1057 y 1058. Y ello
porque el error sólo vicia la asignación en que incide, pero no afecta al resto del
testamento247.

El artículo 1058 del Código Civil dispone: "La asignación que pareciere
motivada por un error de hecho, de manera que sea claro que sin este error no
hubiera tenido lugar, se tendrá por no escrita"248.

Se contempla en esta disposición el llamado error sobre los motivos.

247 SOMARRIVA UNDURRAGA, Manuel, Derecho Sucesorio, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,
2005, T. I, p. 268.
248 "Antecedentes del texto originario: P. 1841, tít. IV, art. 7 y P. 1846, art. 99, inciso 4, redacción

definitiva, pero decían 'este hecho' en vez de 'este error'. P. 1853, art. 1217, redacción
definitiva. P. In., art. 1212 b, igual a los P. anteriores. Notas de Bello (en P. 1841): 'Se deja, por
ejemplo, un legado a cierta persona, como una señal de gratitud por sus servicios en algún
negocio del testador. Si el testador padeció equivocación y el asignatario no le ha prestado
servicio alguno, no valdrá la asignación. La regla que se da en este artículo es, en algunos casos,
dudosa y difícil, y la ley no puede hacer otra cosa que remitirse en ellos a la prudencia del juez'.
(en P. 1853): 'L. 12 tít. 3, Part. 6: Código Austríaco 572. Se reforma, por tanto, la l. 20, tít. 9, Part.
6 en los casos en que pareciere oponerse a este art. Lo mismo se aplica a la l. 21, § Otrosí los
facedores'". FIGUEROA YÁÑEZ, Gonzalo, Repertorio de Legislación y Jurisprudencia chilenas.
Código Civil y leyes complementarias, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1997, T. IV, p. 147.

166
Esta disposición pone en claro que el error sólo afecta a la cláusula
testamentaria en que incide, y con base en ella se concluye que el error vicia la
asignación cuando es determinante. En efecto, el precepto dice que el error
anula la disposición si aparece claro que sin él no hubiere tenido lugar.

Sólo el error de hecho produce el efecto de invalidar la asignación, no así el


de derecho, en lo cual no se hace sino aplicar la regla general del artículo 1452:
"el error sobre un punto de derecho no vicia el consentimiento".

Para DOMÍNGUEZ, aunque no lo pide el art. 1058, el motivo que ha


determinado la disposición debe expresarse en el testamento. El motivo
determinante y erróneo debe constar del acto mismo mortis causa, de modo que
se rechaza en este punto toda prueba extrínseca, encaminada a demostrar cuál
fue el motivo que llevó al testador a efectuar determinada asignación. Esta
exigencia impide, desde luego, la posibilidad de que el art. 1058 tenga aplicación
práctica; pero al mismo tiempo impide que con ayuda de elementos externos al
testamento se invalide fácilmente alguna de sus disposiciones249. Sobre esto
Elorriaga dice que se trata de una conclusión bastante lógica, pues para precisar
o pensar que la disposición testamentaria está motivada por un error de hecho,
es evidente que el motivo debe estar expresado en el testamento, puesto que es
esto, precisamente, lo que hace suponer que existe una equivocación del
testador sobre el particular250.

Como es sabido, el error en la persona no anula los actos jurídicos, sino cuando
ellos se celebran en consideración a la persona misma (art. 1455), caso en el cual
reciben el nombre de intuito personae. Pues bien, las asignaciones
testamentarias son actos intuito personae y de allí que el error en cuanto a la
persona del asignatario vicie la disposición. El caso que se usa para ejemplificar
es el siguiente: la testadora estuvo a punto de naufragar, siendo salvada por
Pedro; deja un legado a Juan en la creencia de que fue este quien le salvó la vida.
Aplicando el artículo 1058, la asignación se tiene por no escrita. Pero según lo
preceptuado por el artículo 1057, "el error en el nombre o calidad del

249 DOMÍNGUEZ BENAVENTE, Ramón y DOMÍNGUEZ ÁGUILA, Ramón, Derecho Sucesorio, Editorial
Jurídica de Chile, Santiago, 2011, T. I, p. 358.
250 ELORRIAGA DE BONIS, Fabián, Derecho Sucesorio, Thomson Reuters, Santiago, 2015, p. 201.

167
asignatario no vicia la disposición, si no hubiere duda acerca de la persona" 251.
Entonces no es nula la asignación testamentaria si no existe duda respecto de la
persona física del asignatario, aun cuando concurra un error respecto a su
nombre o calidad. A contrario sensu, si existen dudas acerca de quién es la
persona asignataria, el error es vicio de la voluntad, por lo que el error en la
persona produce la nulidad del acto.

La jurisprudencia ha calificado de error en cuanto a la calidad de la persona la


circunstancia de creer legítimo a un hijo a quien se dejaba una asignación, no
siéndolo en realidad (era hijo, pero no legítimo). Validó la disposición, en
cuanto había error sólo en la calidad del asignatario, lo que no bastaba para

251 "Antecedentes del texto originario: P. 1841, tít. IV, art. 2, inciso 2; P. 1846, art. 95, inciso 3; P.
1853, art. 1212 a, y P. In., art. 1212 a, redacción definitiva. Nota de Bello (en P. 1853): 'Dicha L.
9'". FIGUEROA YÁÑEZ, Gonzalo, Repertorio de Legislación y Jurisprudencia chilenas. Código Civil
y leyes complementarias, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1997, T. IV, p. 146.

168
anularla según el artículo 1057252. DOMÍNGUEZ pone el ejemplo de llamar
sobrino al hijo de una prima; se trataría de un error que no vicia la disposición253.

252 R.D.J., T. III, sec. 2ª, p. 122 y


t. IV, sec. 2ª, p. 100. Prácticamente no existe jurisprudencia sobre
el artículo 1057, pero hace algunos años la Corte de Apelaciones de Santiago tuvo la oportunidad
de referirse a la norma en el siguiente caso: "3º. Que en el testamento de 28 de mayo de 1992 se
instituye los legados que detalla (...), de los que fluye, con toda nitidez, que el asignatario es la
fundación en formación Osaca. Por algo se alude a los estatutos de esa fundación cuando entren
en vigencia; así como a la instalación, en la parte legada de la Hacienda Chacabuco, de un lugar
de peregrinación y de culto a la Santísima Virgen, a criterio de la fundación. En el denominado
codicilo de 1º de abril de 1993 queda clara la reiteración del propósito que en el testamento de
1992 había tenido el padre Bravo, aunque esta vez él queda de manifiesto con leves
modificaciones. Se habla de que se haga una fundación sin fines de lucro; se desglosa el
significado de cada una de las letras de la palabra Osaca; se encarga a dos sacerdotes los trámites
necesarios para la formación de esa fundación; y a los mismos religiosos se encomienda destinar
el inmueble de la parcela 1 de la estación Colina, a la fundación Osaca; 4º. Que ninguna
importancia tiene que en el codicilo se denomine a los sacerdotes referidos como asignatarios
modales. Según el artículo 953 inciso tercero, asignatario es la persona a quien se hace la
asignación. Evidente resulta que de tal carácter goza la fundación Osaca, más no los sacerdotes
que recibieron el encargo. Por lo demás, no hay que olvidar que si se entiende haber error en el
nombre o calidad de asignatario que, en verdad, no lo hay ello no viciaría la asignación, al no
existir ninguna duda acerca del legatario (artículo 1057); tampoco debe prescindirse de la
orientación de la primera oración del artículo 1056, siempre del estatuto privado, en cuanto
basta que el asignatario sea determinado por indicaciones claras del testamento. Todavía como
si fuera poco aunque se asuma que la asignación no ha sido hecha a determinada persona, ella
tiene pleno valor porque [está] destinada a un objeto de beneficencia (comunión con los pobres
y ayuda a los menesterosos), de acuerdo con el inciso segundo de la misma disposición. Cuanto
más si se aprecia que cuando no se especifica la inversión de un modo que no sea el que se deje
al alma del testador, se entiende dejado a un establecimiento de beneficencia (artículo 1056
inciso cuarto). Es decir, si las hipótesis legales de indeterminación del asignatario y de falta de
especificación de la asignación, no vician la disposición de beneficencia, es de toda lógica
concluir que ello queda absolutamente descartado en un caso como el de autos, en el que, como
se ha demostrado, surge prístina la intención del causante de instituir a Osaca como asignataria
a título singular. Por lo tanto, la renuncia por parte de los prelados que recibieron el encargo de
formar la fundación, a llevar a cabo ese cometido la que resulta congruente con el contenido de
los artículos 1270 y 1277 inciso primero del mencionado cuerpo legal es del todo irrelevante".
Corte de Apelaciones de Santiago, 21 de marzo de 2001, rol Nº 1781-1999.
253 DOMÍNGUEZ BENAVENTE, Ramón y DOMÍNGUEZ ÁGUILA, Ramón, Derecho Sucesorio, Editorial

Jurídica de Chile, Santiago, 2011, T. I, p. 353.

169
2. FUERZA

El artículo 1007 del Código Civil dispone:

"El testamento en que de cualquier modo haya intervenido la fuerza, es nulo


en todas sus partes"254.

Las expresiones "de cualquier modo" y "nulo en todas sus partes" que utiliza el
precepto han dado margen a encontradas interpretaciones.

Para que la fuerza vicie el consentimiento o la voluntad debe llenar, según los
artículos 1456 y 1457, determinados requisitos: 1º La fuerza debe ser grave, esto
es, capaz de producir una impresión fuerte en una persona de sano juicio,
tomando en cuenta su edad, sexo y condición, mirándose como fuerza de este
género todo acto que infunde en una persona el justo temor de verse expuesta
ella, su consorte o alguno de sus ascendientes o descendientes a un mal
irreparable y grave; 2º La fuerza debe ser injusta, y 3º Debe ser determinante en
la manifestación de la voluntad.

Algunos han sostenido que al decir el artículo 1007 que "de cualquier modo"
que haya intervenido la fuerza, el testamento es nulo, está queriendo significar
que no es necesario que en este caso la fuerza reúna los requisitos legales
señalados, pues estas exigencias son excesivas tratándose de un acto de última
voluntad, no siendo necesario un temor capaz de trastornar al causante, sino que
bastaría con que de los hechos se pueda deducir que el testador no ha dispuesto
de su plena voluntad o que la violencia que sobre él se ha ejercido ha sido

254 "Antecedentes del texto originario: P. 1841, tít. III, art. 6, decía: 'Las disposiciones
testamentarias hechas bajo el imperio de la fuerza u obtenidas por dolo, son nulas; pero no
viciarán de nulidad las demás disposiciones contenidas en el mismo testamento'. P. 1846, art. 56,
igual al anterior, pero agregaba 'y en que no tuvieren interés alguno las personas que se hubieren
valido de la fuerza o dolo'. P. 1853, art. 1169, repetía la redacción del P. 1846, pero decía 'y en
que apareciere que no han tenido parte alguna' en vez de 'y en que no tuvieren interés
alguno'. P. In., art. 1168 a, redacción definitiva". FIGUEROA YÁÑEZ, Gonzalo, Repertorio de
Legislación y Jurisprudencia chilenas. Código Civil y leyes complementarias, Editorial Jurídica de
Chile, Santiago, 1997, T. IV, p. 73.

170
suficiente para hacerlo hacer lo que no ha querido255. Para DOMÍNGUEZ el
art. 1007 es bastante comprensivo, desde que se refiere al testamento en que, "de
cualquier modo" haya intervenido la fuerza, significándose así que los caracteres
de ese vicio han de ser apreciados con mayor latitud. Pero no se ha de concluir
por ello que cualquier violencia, aun leve, pueda constituir la causa perturbadora
de la voluntad del testador256. La Corte Suprema ha resuelto, sin embargo, que
la fuerza para viciar la voluntad en el testamento debe llenar los requisitos
exigidos por la ley, no existiendo a su respecto una situación especial en este
caso257.

El mencionado artículo declara que el testamento es nulo "en todas sus partes"
suscitando la cuestión de si se trata de una nulidad absoluta o bien relativa. En
principio esta nulidad debiera ser la relativa. Esa es la sanción para los vicios del
consentimiento por regla general258. Sin embargo, parte de la doctrina ha
estimado que la sanción, en el caso del artículo 1007, no es la nulidad relativa,
sino que la absoluta, basándose en dos argumentos: 1º La letra del precepto, al
decir que el testamento es nulo en todas sus partes, estaría indicando que se trata
de la máxima sanción legal. Es el mismo problema que plantea el artículo 2453
en la transacción al decir que es "nula en todas sus partes" la transacción obtenida
por violencia. La expresión nula en todas sus partes también ha dado margen
ahí para sostener que la sanción es la nulidad absoluta. 2º Se agrega que la
trascendencia que tiene la fuerza en el caso especial del testamento ha movido
al legislador a sancionarla con la nulidad absoluta. Es de tal gravedad este vicio
de la voluntad en el testamento, que es lógico aplicarle la máxima sanción legal.
CLARO SOLAR cita a FABRES quien sostiene que la nulidad establecida en el
artículo 1007 para la fuerza que ha intervenido en el testamento, es la absoluta,
no la relativa; y lo es porque siempre que la ley dice nulo sin otra calificación, se

255 CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1979, Vol. 7, T. 14, p. 38.
256 DOMÍNGUEZ BENAVENTE, Ramón y DOMÍNGUEZ ÁGUILA, Ramón, Derecho Sucesorio, Editorial

Jurídica de Chile, Santiago, 2011, T. I, p. 362.


257 R.D.J., T. 6, sec. 1ª, p. 493.
258 Así, ELORRIAGA DE BONIS, Fabián, Derecho Sucesorio, Thomson Reuters, Santiago, 2015, p.

199; DOMÍNGUEZ BENAVENTE, Ramón y DOMÍNGUEZ ÁGUILA, Ramón, Derecho Sucesorio,


Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2011, T. I, p. 362.

171
entiende la absoluta; y porque la misma expresión ha empleado el legislador en
el artículo anterior para calificar el testamento del impúber, del demente sujeto
a interdicción, etc., sobre los que no puede haber duda alguna que son nulos
absolutamente259. Pero, como observa GUTIÉRREZ, no existe entre los arts. 1006
y 1007 la armonía y correlación que en ellos ve FABRE, pues en el art. 1006 la ley
considera la falta absoluta de voluntad en el otorgante, mientras que en el
art. 1007 considera los efectos de una voluntad efectiva pero viciada por la fuerza
de que se le ha hecho víctima260. Para SOMARRIVA, a pesar de estos argumentos,
parece más lógico concluir que la sanción es siempre la nulidad relativa, pues al
utilizar el legislador la expresión "nulo en todas sus partes" ha querido significar
que, en presencia de la fuerza, el testamento es nulo en su totalidad, y no sólo lo
es la cláusula obtenida por fuerza. Esta interpretación explicaría también la frase
"de cualquier modo", que podría significar: sea que la fuerza afecte a todas las
disposiciones testamentarias o sólo a alguna de ellas, el testamento es nulo en su
integridad. Agrega el mismo autor que la historia fidedigna del establecimiento
de la ley confirma la anterior interpretación, pues en el proyecto de 1853 sólo
era nula la cláusula testamentaria obtenida por la fuerza. El legislador cambió de
criterio, y en semejante situación declara nulo el testamento en "todas sus
partes", o sea, en su totalidad. Y tiene importancia distinguir si existe nulidad
absoluta o relativa, primero en cuanto al plazo de prescripción de ambas
acciones: la nulidad absoluta se sanea por el transcurso de diez años, y la
rescisión, de cuatro. En seguida, la nulidad absoluta puede ser solicitada incluso
por el que tenga interés actual en ello; la relativa sólo por aquel en cuyo beneficio
fue establecida, sus herederos y cesionarios261. CLARO SOLAR, luego de recordar
que el art. 1682 señala los únicos casos de nulidad absoluta, hace ver que
conforme al inciso final de la misma norma cualquiera otra especie de vicio
produce nulidad relativa y da derecho a la rescisión del acto o contrato. Por

259 CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1979, Vol. 7, T. 14, p. 41.
260 GUTIÉRREZ M., José Ramón, "Sobre testamentos", R.D.J., T. 15, primera parte, p. 175.
261 SOMARRIVA UNDURRAGA, Manuel, Derecho Sucesorio, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,

2005, T. I, pp. 206-207. En igual sentido CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho Civil
chileno y comparado, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1979, Vol. 7, T. 14, pp. 39-40.

172
consiguiente, los vicios de que puede adolecer el consentimiento en el
testamento producen sólo nulidad relativa, y no nulidad absoluta262.

Causal de indignidad para suceder del que por fuerza ha obtenido una
disposición testamentaria

El número 4 del artículo 968 declara indigno para suceder al que por fuerza o
dolo obtuvo una disposición testamentaria o le impidió testar.

3. DOLO

El legislador nada ha dicho sobre el dolo como vicio de la voluntad en el


testamento; en consecuencia, deben aplicársele las reglas generales del dolo
como vicio del consentimiento: debe ser determinante. En cuanto a que sea obra
de una de las partes, ello no tiene cabida en el testamento, por ser este un acto
unilateral, en el cual interviene la voluntad de una sola persona. Por tanto, el
dolo para viciar la voluntad del testador puede ser obra de cualquier persona, ya
que no existe contraparte. Quienquiera que sea el que se ha valido del dolo para
obtener una cláusula testamentaria en su favor, será nula la disposición.

Causal de indignidad para suceder del que por dolo ha obtenido una
disposición testamentaria

El número 4 del artículo 968 declara indigno para suceder al que por fuerza o
dolo obtuvo una disposición testamentaria o le impidió testar.

262CLARO SOLAR, Luis, Explicaciones de Derecho Civil chileno y comparado, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1979, Vol. 7, T. 14, p. 39.

173
CAPÍTULO VII LOS VICIOS DEL CONSENTIMIENTO EN EL MATRIMONIO

Explica BARRIENTOS que la singular naturaleza del consentimiento


matrimonial justifica que la disciplina tocante a los posibles vicios que pudieren
afectarlo sea propia y particular, diversa, pues, de la fijada para la generalidad de
los actos y declaraciones de voluntad, de que trata el libro IV del Código Civil.
Esta especial disciplina del consentimiento matrimonial "viciado" se explica
porque, en el matrimonio, su propia naturaleza, determinada por sus fines,
implica que su objeto y los efectos suyos y propios, bajo la forma de derechos y
deberes recíprocos, se sitúan en las mismas personas de los cónyuges y no en un
campo operativo externo a ellos o de mero y simple carácter económico y
patrimonial, supuesto que ambos, con sus mismas personas, aceptan y
"consienten en recibirse el uno al otro como marido y mujer" (art. 18 inc. 2º
LMC)263.

263BARRIENTOS GRANDON, Javier, Derecho de las Personas. El Derecho Matrimonial, Thomson


Reuters, Santiago, 2011, p. 382.

174
1. ERROR264

El artículo 8º de la Ley de Matrimonio Civil (LMC) dice:

"Falta el consentimiento libre y espontáneo en los siguientes casos: 1º Si ha


habido error acerca de la identidad de la persona del otro contrayente; 2º Si
ha habido error acerca de alguna de sus cualidades personales que, atendida
la naturaleza o los fines del matrimonio, ha de ser estimada como
determinante para otorgar el consentimiento".

1.1. Error acerca de la identidad del otro contrayente

Como se dijo, el artículo 8º de la LMC señala que falta el consentimiento libre


y espontáneo en los siguientes casos:

"1º Si ha habido error acerca de la identidad de la persona del otro


contrayente".

264 Sobre el error en el matrimonio vid. ASSIMAKÓPULOS FIGUEROA, Anastasía, "El error en una
cualidad como vicio del consentimiento matrimonial en el artículo 8 Nº 2 de la Ley de
Matrimonio Civil de 2004", en Revista de Derecho Universidad Austral, Vol. 21 Nº 1 (2008), pp.
9-43, DE LA MAZA GAZMURI, Íñigo, "El error en las cualidades personales del otro contrayente en
la Ley 19.947", en Ius et Praxis, Universidad de Talca, Vol. 11 Nº 1 (2005), pp. 11-
35, DOYHARCABAL CASSE, Solange, "El error en la persona como causal de nulidad del
matrimonio en el Derecho Francés y en el Derecho Chileno", en Temas de Derecho, Universidad
Gabriela Mistral, año 19, Nºs. 1 y 2 (2004), pp. 39-54, MONDACA MIRANDA, Alexis, "Aplicación de
un criterio objetivo-subjetivo en la apreciación de la entidad de las cualidades cuya falsa
representación puede originar el error disciplinado en el Nº 2 del artículo 8º de la nueva Ley de
Matrimonio Civil", en AA. VV., Estudios de Derecho Civil V, LegalPublishing, 2010, pp. 297-
312, MONDACA MIRANDA, Alexis, "El error inducido por dolo como causal de nulidad del
matrimonio civil en la Ley Nº 19.947: aceptación y consecuencias de su regulación", en Ius et
Praxis, Universidad de Talca, Vol. 16 Nº 2 (2010), pp. 121-146, MONDACA MIRANDA, Alexis,
"Determinación de las características que deben reunir las cualidades para efectos de la
aplicación del Nº 2 del artículo 8º de la Ley Nº 19.947", en AA. VV., Estudios de Derecho Civil
IX, LegalPublishing, 2014, pp. 151-161, MONDACA MIRANDA, Alexis, "Jurisprudencia sobre el
error en la persona y vicio del consentimiento matrimonial durante la vigencia de la 'Ley de
Matrimonio Civil' de 1884", en Revista de Derecho Universidad Católica de Valparaíso, Vol. 43
(2014), pp. 161-199.

175
La ley se ha puesto aquí en el caso más evidente de error de hecho, cual es el
de equivocarse en cuanto a la persona física del otro contrayente, pues, en tal
caso, ha habido un falso concepto acerca de la identidad del otro contrayente en
el momento de la celebración. Este supuesto de error es difícilmente concebible,
si bien pudiera darle una mayor ocasión la celebración del matrimonio por
poder, pero ello no significa que sea imposible, pues bien conocido es el caso,
siempre puesto como ejemplo, del patriarca Jacob, que amaneció casado con Lía
cuando se hallaba desposado con Raquel (Génesis, 29, 15 y ss.)265.

Rodríguez pone el siguiente ejemplo: hay error en la identidad física si quiero


casarme con Pedro y el día de la boda aparece Juan, que es hermano gemelo
suyo, y me caso con él creyendo que es Pedro266.

Este error no cubre al que recae en una cualidad personal del otro contrayente:
al incluir la Ley Nº 19.947 una regulación expresa para el error acerca de las
"cualidades personales" del otro cónyuge pone fin a la discusión que
mantuvieron los civilistas chilenos, bajo el imperio de la ley de 1884, en cuanto
a si la expresión "identidad personal" podía entenderse como comprensiva o no
del error que recayera en ciertas cualidades personales.

1.2. Error acerca de alguna de las cualidades personales del otro contrayente

El artículo 8º de la LMC dispone que falta el consentimiento libre y espontáneo


en los siguientes casos:

"2º Si ha habido error acerca de alguna de sus cualidades personales que,


atendida la naturaleza o los fines del matrimonio, ha de ser estimada como
determinante para otorgar el consentimiento".

265 BARRIENTOS GRANDON, Javier, Derecho de las Personas. El Derecho Matrimonial, Thomson
Reuters, Santiago, 2011, p. 387.
266 RODRÍGUEZ PINTO, María Sara, Manual de Derecho de Familia, Editorial Jurídica de Chile,

Santiago, 2017, p. 163.

176
La Ley Nº 19.947 sobre matrimonio civil incorporó este nuevo supuesto de
error como causa de falta de consentimiento libre y espontáneo.

Sería el caso, por ejemplo, de quien se casa ignorando que la persona con la
que contrae nupcias es impotente o estéril.

En este tipo de error quedan descartadas todas aquellas cualidades ligadas a la


condición social, profesional, o económica de uno de los contrayentes, al igual
que su condición familiar, pues no se ve que ellas puedan incidir en la naturaleza
y fines del matrimonio267.

Conocemos de un caso en que se pretendía la nulidad del matrimonio


fundado precisamente en el supuesto error acerca de alguna de las cualidades
personales del otro contrayente, sin embargo ello fue rechazado. El caso es el
siguiente: "Primero: Que la demanda de nulidad de matrimonio deducida en lo
principal de fojas 5 tiene su fundamento fáctico en la circunstancia que el actor
contrajo matrimonio con la demandada el 25 de febrero de 2005, no obstante
haberla conocido un par de semanas antes, incurriendo en el error de identidad
de la persona de su cónyuge, ya que él se casó para vivir juntos, procrear y
auxiliarse mutuamente, pero su señora no tiene la mínima intención de tener
hijos, además, ella es evangélica como toda su familia y él es católico, por ello
rechaza sus ídolos católicos. Desde un punto de vista legal señala que su
matrimonio es nulo toda vez que el consentimiento no fue dado en forma libre
y espontánea en los términos expresados en el artículo 8º de la Ley de
Matrimonio Civil que considera que falta el consentimiento si ha habido error
acerca de alguna de las cualidades personales, que atendida la naturaleza y fines
del matrimonio, ha de ser estimada como determinante para otorgar el
consentimiento. Claramente ha habido un error en las cualidades personales de
su cónyuge, que de no haber existido, no hubiese celebrado el
matrimonio. Segundo: Que en la letra b) del artículo 44 de la Ley de Matrimonio
Civil se contempla como causal de nulidad del matrimonio cuando el
consentimiento no hubiere sido libre y espontáneo en los términos del
artículo 8º del mismo texto legal, especificándose en la demanda que no lo ha

267 Vid. por todos BARRIENTOS GRANDON, Javier, Derecho de las Personas. El Derecho
Matrimonial, Thomson Reuters, Santiago, 2011, p. 402.

177
habido, por parte del actor, toda vez que concurre la causal del Nº 2 del
artículo 8º que dispone que falta el consentimiento libre y espontáneo cuando
ha habido error acerca de alguna de sus cualidades personales que, atendida la
naturaleza y fines del matrimonio, ha de ser estimada como determinante para
otorgar el consentimiento. Tercero: Que la cualidad en que incurra en error el
contrayente respecto de su cónyuge como lo señala Hernán Corral Talciani en
artículo publicado por la Academia Judicial de Chile sobre Seminario de la Ley
Nº 19.947 de Matrimonio Civil debe ser una cualidad inherente a la personalidad
del cónyuge, de carácter permanente, y suficientemente grave como para ser
objetivamente determinante para consentir en el matrimonio, por lo que cabe
descartar desde ya, el supuesto error basado en la circunstancia que la cónyuge
no tiene la más mínima intención de tener hijos, pues evidentemente la negativa
de procrear inmediatamente de celebrado el matrimonio aparece como una
legítima opción de una persona joven que prefiere privilegiar la relación de
pareja a la de formar una familia. Tal pensamiento, no aparece de la contestación
a la demanda ni de los antecedentes que rolan en la causa, que sea permanente,
pues la demandada no descarta de manera categórica y absoluta la posibilidad
de ser madre, por lo que por este capítulo la demanda de nulidad resulta
improcedente. Cuarto: Que, en cuanto a la circunstancia de que el demandante
profese la religión católica y se trate de un creyente activo de dicha religión con
asistencia semanal a los oficios religiosos y que la demandada sea evangélica, al
igual, que toda su familia, que rechaza sus ídolos católicos, llegando a las ofensas
y, que no se podrá contraer el sagrado vínculo en un templo católico, tampoco
puede ser constitutiva de un error de una cualidad personal, atendido los fines
del matrimonio, que haya sido determinante para contraer el vínculo, atento que
el celebrar una ceremonia de carácter religioso o de otra índole, en caso alguno
puede ser determinante de manera objetiva en consentir en la celebración del
matrimonio, más aún cuando en el actual régimen matrimonial, para quien
profesa férreamente una religión determinada, como lo asevera el actor, existe
la opción de casarse exclusivamente por el credo que profesa, esto es, la religión
católica, ya que conforme al artículo 20 de la Ley de Matrimonio Civil, si el
matrimonio se celebra ante una entidad religiosa que goza de personalidad
jurídica, produce los mismos efectos que el matrimonio civil. No resulta
verosímil, que dos personas adultas, aunque se hubieren conocido dos semanas
antes de contraer matrimonio, al menos hayan reparado en la forma en que se

178
manifieste el consentimiento, pues es de una publicidad y notoriedad evidente
que en Chile, antes y después de la nueva legislación matrimonial, que existía la
vía civil y la religiosa para celebrar el vínculo matrimonial. Tampoco resulta serio
que siendo el matrimonio la base de la sociedad civil, se pretenda objetar su
celebración, por una vía, que contempla causales extremadamente graves para
su anulación, que en caso alguno se puede recurrir por la irresponsabilidad de
no conversar acerca de temas que si bien son de importancia para la convivencia
futura, no constituyen errores equivalentes a la impotencia coeundi
(imposibilidad de efectuar el acto sexual), que sí es un elemento que es
determinante, desde un punto de vista objetivo, para contraer matrimonio, de
modo que su presencia atenta contra el consentimiento libre y
espontáneo. Quinto: Que el autor Carlos López Díaz, en su obra Manual de
Derecho de Familia y Tribunales de Familia, en el Tomo I, al tratar el tema del
consentimiento libre y espontáneo como requisito de validez del matrimonio,
señala como casos de error en las cualidades personales del contrayente tan
graves y determinantes como los siguientes: impotencia coeundi, enfermedades
gravísimas que atentan contra la naturaleza y fines del matrimonio, conducta
depravada, prácticas homosexuales y convicciones morales y religiosas. Sin
perjuicio, que pueden existir otras situaciones tan o más graves que las antes
enunciadas. Deteniéndose el referido autor en las convicciones morales y
religiosas, exige que ellas sean de tipo fundamentalista, en el sentido que
signifiquen una restricción a la libertad de uno de los cónyuges o de los hijos; se
trata de exigencias desmesuradas, de tal envergadura o magnitud que ellas
coarten la libertad del otro o puedan llegar a constituir una amenaza a la
convivencia pacífica de los contrayentes. La verdad es que, en la especie fluye
más bien una intolerancia por parte del actor a un error en las cualidades
personales de la cónyuge, desde que el hecho de que otra persona profese otra
religión, objetivamente no constituye un ataque a la libertad del otro cónyuge ni
una amenaza, 'per se', a la convivencia. Si esa convicción llega a extremos de no
tolerarla por ser evangélica no puede estar habilitado para solicitar la nulidad
del matrimonio, pues en definitiva quien ha incurrido en la causal, ha sido el
propio solicitante, por lo que le está vedado accionar, pues solo puede demandar
por este motivo el cónyuge que incurre en el error. Los hechos sobre los que se
basa la petición de nulidad no alcanzan para estimar que las convicciones
religiosas de la demandada sean las que impidan una convivencia armónica entre

179
dos personas que profesan religiones distintas, pues lo normal es que se respeten
y toleren sus creencias, el pretender imponer una sobre otra (en este caso la
católica sobre la evangélica), no autoriza a quien pretende imponerla, utilizar
dicha circunstancia para anular su matrimonio"268.

2. FUERZA269

El artículo 8º de la LMC dispone que falta el consentimiento libre y espontáneo


en los siguientes casos:

"3º Si ha habido fuerza, en los términos de los artículos 1456 y 1457 del Código
Civil, ocasionada por una persona o por una circunstancia externa, que
hubiere sido determinante para contraer el vínculo".

Esta disposición ha reformulado la que se contenía en el antiguo número 2 del


artículo 33 de la ley de 1884, al agregarle la frase a partir de la palabra
"ocasionada".

Ramos explica que el agregado de la "circunstancia externa" tuvo por objeto


permitir la disolución del matrimonio de una mujer que se casa embarazada y
que lo hace por la presión social, que mira con malos ojos el que una mujer
soltera sea madre270.

3. DOLO

La ley de matrimonio civil no contempla el dolo como vicio del


consentimiento, porque ello "significa poner en peligro la estabilidad del vínculo

268 Corte de Apelaciones de Rancagua, 1 de junio de 2007, rol Nº 372-2007.


269 Vid. QUINTANA VILLAR, María Soledad, "La fuerza y el consentimiento matrimonial", en AA.
VV., Estudios Jurídicos en Homenaje al Profesor Alejandro Guzmán Brito, Edizioni dell'Orso, T.
III, 2014, pp. 621-647.
270 RAMOS PAZOS, René, Derecho de Familia, tomo I, sexta edición actualizada, Editorial Jurídica

de Chile, Santiago, 2007, p. 37.

180
matrimonial, ya que es normal que en las relaciones que preceden al matrimonio
se adopten actitudes destinadas a impresionar que pudieran llegar a ser
constitutivas de este vicio"271.

CAPÍTULO VIII LOS VICIOS DEL CONSENTIMIENTO EN EL ACUERDO DE UNIÓN CIVIL

1. ERROR

Falta el consentimiento libre y espontáneo "si ha habido error en la identidad


de la persona del otro contrayente" (art. 8º letra a) de la Ley Nº 20.830 sobre
Acuerdo de Unión Civil), lo cual se justifica plenamente por tratarse de un
contrato intuitu personae.

Respecto del error, el art. 8º de la Ley de Matrimonio Civil, a diferencia de la


ley de acuerdo de unión civil, también lo admite "acerca de alguna de sus
cualidades personales que, atendida la naturaleza o los fines del matrimonio, ha
de ser estimada como determinante para otorgar el consentimiento".

QUINTANA se pregunta: "¿se podría alegar como vicio del consentimiento el


error en la identidad moral o psíquica del otro contrayente? Estimo que sí, dado
que la persona es una entidad integrada no solo por su corporeidad" 272.
Disentimos de ello, pues la diferente redacción en este punto entre las leyes de

271 Ídem, p. 36.


272 QUINTANA VILLAR, María Soledad, "El acuerdo de unión civil. Su regulación. Semejanzas y
diferencias con el matrimonio en el ordenamiento jurídico chileno", en Revista de Derecho
Universidad Católica de Valparaíso, Vol. 44 (2015), p. 127.

181
matrimonio civil y de acuerdo de unión civil pone en evidencia que la nueva ley
quiso excluir la segunda causal de error, no se trató de un descuido legislativo.
La razón de fondo seguramente radica en que el legislador entendió que esta
causal no se aplica al acuerdo de unión civil desde que en sede matrimonial ella
dice relación con "cualidades personales que, atendida la naturaleza o los
fines del matrimonio...", en circunstancias que la regulación del acuerdo de
unión civil apunta fundamentalmente a los aspectos o efectos patrimoniales de
la vida en común no estableciendo los fines de vivir juntos y procrear, como
sucede en el matrimonio. No habiendo tales fines en la nueva figura no tenía
sentido incorporar este segundo tipo de error.

BARRIENTOS hace un detallado estudio de la historia de la ley sobre este tema


que por su importancia nos permitimos transcribir. Anticipa que la exclusión de
este segundo tipo de error fue una decisión expresa de los legisladores y además
de contraria a la libertad de las personas, difícilmente razonable de cara a
justificar que no constituya una discriminación frente a quienes contraen
matrimonio273. Se lee en la obra de dicho autor: "ni en el proyecto presentado
por el senador Allamand ni en el del Presidente de la República se incluía una
disposición concreta para tratar de los 'vicios del consentimiento', y que fue en
el curso del primer trámite parlamentario cuando se decidió, en la Comisión de
Legislación del Senado, incorporar un artículo para tratar de esta cuestión. En
su primera versión, el reconocimiento del error como vicio que impide la
formación de un consentimiento libre y espontáneo, se definía simplemente
como un error que recaía en la persona del otro contrayente. El texto de esa
versión era: 'Si ha habido error acerca de la persona del otro contrayente'.
Durante el segundo trámite constitucional, en la Comisión de Legislación de la
Cámara de Diputados se discutió esa redacción, en particular, desde la
perspectiva de si había de incluirse o no al error en una cualidad personal del
otro contratante. Se oyeron y defendieron tres opiniones: a) quienes estimaban
que, a imagen de la ley de matrimonio civil, debía ser considerado: 'El Profesor
CRISTIÁN LEPÍN señaló que existe una insuficiente regulación del error y de la
fuerza. El Acuerdo de Vida en Pareja es un contrato celebrado intuito

273BARRIENTOS, GRANDON, Javier, Código de la Familia, Thomson Reuters, Santiago, 2015, p.


730.

182
personae. Recordó que en la nueva Ley de Matrimonio Civil se incorporó el error
en la persona como determinante de la nulidad de matrimonio'; b) quienes
consideraban que debía ser excluido: 'El profesor MAURICIO TAPIA manifestó que
en materia de vicios del consentimiento no se prevé el 'error en las cualidades
personales', que sí se contempla en el matrimonio (art. 8º Nº 2 LMC).
Personalmente no está de acuerdo con este tipo de error en las cualidades, que
está inspirado en el derecho canónico, y que envuelve en realidad una causal de
divorcio disfrazada de nulidad [...] En su opinión, esta causal relativa a las
'cualidades personales' no debería reconocerse en el AVP'; y c) quienes, en fin,
juzgaban que este género de error debía quedar sujeto al arbitrio judicial: 'Es
preferible aludir solo al error en la persona del otro contrayente, con el fin que
los jueces determinen si comprende o no las cualidades esenciales del otro
contrayente'. En ese contexto, los diputados Rincón y Chahín presentaron una
indicación, inspirada en la idea de que había de seguirse el modelo de la ley de
matrimonio civil, pero con exclusión del error en las cualidades personales, de
modo que era preciso modificar la regla para que ella sólo se refiriera al error
'en la identidad' de la persona: 'Los diputados señores Rincón y Chahín
formularon indicación para sustituir en la letra a) la frase 'acerca de la' por la
siguiente: 'en la identidad de la'. Los diputados autores de la indicación
explicaron que esta tiene por propósito mantener la misma redacción que existe
en el caso del matrimonio, que en el artículo 8º Nº 1 de la ley de matrimonio
civil, contiene una norma similar. Asimismo, se desecha la causal Nº 2 del
artículo 8º de esa ley'. Esta indicación fue aprobada, con solo un voto en contra
y una abstención. En tercer trámite constitucional, el Senado la rechazó y revivió
el texto originario, pero, finalmente, en Comisión mixta se aprobó el texto según
la redacción que le había dado la Cámara de Diputados (Boletines Nºs. 7.011-07
y 7.873-07, refundidos). De este modo, el único error que vicia el consentimiento
en el acuerdo de unión civil es el que recae en la identidad del otro
contrayente"274.

Agrega BARRIENTOS que en la decisión de no incluir el error en una cualidad


personal pesó, probablemente, la opinión de quienes entendían que ese género
de error no obedecía más que a una influencia del derecho canónico sobre la ley

274 Ídem, pp. 751-752.

183
de matrimonio civil. Una influencia que, por lo demás, no se veía con buenos
ojos. En este sentido, la Comisión de la Cámara de Diputados tuvo presente,
como se ha dicho, la opinión del profesor MAURICIO TAPIA: "Tampoco debieran
ampliarse las nulidades a aquellas previstas para el matrimonio, y tomadas del
derecho canónico, que no son más que causales de divorcio encubiertas (por
ejemplo, el 'error en las cualidades personales')"275.

Especialmente crítico de la decisión adoptada por el legislador se muestra


BARRIENTOS, ya que las razones para no tratar del error en una cualidad personal,
como causa de nulidad del acuerdo de unión civil, estuvieron condicionadas por
una cierta lectura de la ley de matrimonio civil y, desde tal perspectiva, dan
cuenta de una visión ideologizada que pasó por alto una mirada desde el mismo
derecho de las personas. Explica: "Si usted yerra en una cualidad personal, que
ha sido determinante para que concluya el acuerdo de unión civil, su misma
persona resulta afectada por ese error, y adviene herida su libertad, en cuanto
que su proyecto personal de vida descansa en una cierta falsedad, que no le es
atribuible ni imputable. Así, si el derecho no reconoce que ese error afecta a su
propia persona, y hace que el acuerdo sea válido y genere sus afectos, es su
persona la afectada, y es su libertad personal y sus derechos esenciales los que
resultan oprimidos y menguados. Pero aún hay más: si usted conviviente civil,
que ha errado en una cualidad personal, ha de convivir válidamente con su
libertad herida, ha de soportar la injustificada discriminación que significa que
si usted hubiera contraído matrimonio, sí que su libertad habría sido respetada,
que en esto la ley ha consagrado, en relación con el matrimonio, una clara
discriminación"276.

2. FUERZA

Falta el consentimiento libre y espontáneo "si ha habido fuerza, en los términos


de los artículos 1456 y 1457 del Código Civil" (art. 8º letra b) de la Ley
Nº 20.830).

275 Ídem, p. 752.


276 Ídem.

184
En relación con la fuerza, la ley de matrimonio civil agrega que ella sea
"ocasionada por una persona o por una circunstancia externa, que hubiere sido
determinante para contraer el vínculo", lo cual no se contempla en la nueva ley
de acuerdo de unión civil.

De las normas citadas se desprende que la causal de nulidad en el matrimonio


es bastante más amplia que la causal regulada a propósito de los acuerdos de
unión civil, ya que en este último evento no hay nulidad si la fuerza ha sido
ocasionada por una circunstancia externa determinante para consentir.

3. DOLO

Al igual que sucede en el matrimonio, la ley de acuerdo de unión civil no


reconoce el dolo como vicio del consentimiento, pues entiende que en esta sede
es igualmente aplicable lo dicho para excluirlo allá. Aceptar el dolo "significa
poner en peligro la estabilidad del vínculo matrimonial [y del acuerdo de unión
civil], ya que es normal que en las relaciones que preceden al matrimonio se
adopten actitudes destinadas a impresionar que pudieran llegar a ser
constitutivas de este vicio"277.

277RAMOS PAZOS, René, Derecho de Familia, tomo I, sexta edición actualizada, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 2007, p. 36.

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