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LOS PACIENTES: UNA MAYORÍA IRREDENTA*


*(Irredenta: “que permanece sin redimir”)
Florencio Escardó
Florencio Escardó (1904 -1992) fue médico pediatra, sanitarista, docente, poeta, escritor, y columnista de medios
gráficos y de televisión. Jefe de Sala del Hospital Ricardo Gutiérrez, Profesor Titular de Pediatría, Decano de la Facultad
de Medicina y Vicerrector de la Universidad de Buenos Aires, desde 1921 publicó libros de poesía. Fue Miembro Titular
de la Academia Porteña del Lunfardo y Presidente de la Sociedad Argentina de Escritores entre 1989 y 1992.
En 1972, escribió el presente textocomo Prólogo para su libro CARTA ABIERTA A LOS PACIENTES.

“Se puede saber mucho, alcanzar una suprema técnica y una caudalosa erudición y no ser un
verdadero médico; tal veracidad la determina un hecho de orden espiritual que es la
compenetración anímica con la situación vital del enfermo, el unimismamiento con su inmediato
padecer”.

En este texto se plantea la relación desigual entre el médico y el paciente en tanto el médico es el poseedor
del conocimiento y el paciente es o no el receptor pasivo de esa información. Veremos que este contenido
docente, inexcusable en el hecho médico está, como regla que tanto en el médico como en el paciente rigen
el proceso de enseñar y aprender. Es, pues, de elemental necesidad que cada paciente procure, hasta donde
le sea posible, conocer no tanto los saberes del médico que elige cuanto las limitaciones de esos saberes.

Hay dos términos que, en la práctica, casi no tienen sinónimos en el castellano actual: médico y enfermo.
Médico, etimológicamente no quiere decir en rigor el que cura, sino el que cuida o asiste. Atenidos a la
estricta significación decir médico es decir poco porque, a primera vista, el paciente quiere antes que nada
que lo curen, es decir que le saquen su enfermedad. Resulta, pues, lógico que la palabra doctor, que nomina
un grado académico que obtienen muchos facultativos no médicos, sea, en el uso corriente, aplicada con
directa predilección a estos últimos.
La palabra enfermo significa crudamente el que no anda derecho; el que no se tiene firme o sea el que
experimenta algo que le impide estarlo. Pero estar enfermo no entraña inevitablemente ser enfermo o
sentirse enfermo. Paciente no es, así como así, sinónimo de enfermo. La palabra paciente significa el que
padece, el que sufre y una inferencia generalizada determina que el padecimiento suele provenir de la
enfermedad. Paciente es el que se siente enfermo sin que tal sentirse entrañe de necesidad la existencia de
enfermedad orgánica en el sentido corriente de la palabra, ya que en la expresión usual enfermo y
enfermedad aparecen o pueden aparecer disociados.

Cuando alguien dice: se llamó a un doctor, nadie supone, sin específica aclaración, que se reclamó a un
abogado o a un químico, que también suelen ser doctores. La gente no se limita, en el recóndito significado
del idioma, a llamar a alguien que lo cuide sino que pretende, que ese alguno sea muy docto, es decir que
sepa mucho. Sucede que en su remoto origen doctor significaba maestro o preceptor, es decir el que
enseña. Si nos dejamos llevar por las primeras inducciones del hablar corriente, los pacientes pretenden en
el requerimiento a quien, sabiendo mucho, lo cuide y le enseñe. Que lo cuide en su enfermedad o sea en su
estar enfermo y que le enseñe a salir de su mal. Pareciera que en el fondo del idioma el paciente conociera
que hay algo que tiene que aprender a cumplir por sí mismo, lo que entraña aceptar una tarea común a la
que se dispone en paciente y en discípulo. Que la Medicina sepa una cosa no quiere decir en manera alguna
que todos los médicos también lo sepan. Dicho de otro modo, el saber médico se distribuye muy
irregularmente en la instrucción de sus agentes, no sólo porque la vastedad del conocimiento lo hace
inabarcable para una sola persona, sino porque el progreso de las técnicas es velocísimo.
Un famoso maestro de la nueva medicina ha definido así al enfermo: “Es un hombre que siente la necesidad
y reclama o busca un médico”. Lo importante de esta precisión está en que lo característico es la necesidad
que determina la relación médico-paciente y no la existencia de tal o cual enfermedad concreta. No hay

María Juliana ELIAS CANO


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pues enfermos imaginarios sino pura y simplemente enfermos, porque los enfermos imaginarios no sólo son
enfermos sino primordialmente pacientes.
Todo el que padece en su persona sea en su área física, emocional o social es un paciente.
La salud es asunto que trasciende del ser singular para jugarse como un hecho interpersonal, es decir, social.
El hecho médico supone en el paciente una actitud mutua y correlacional que determine la
corresponsabilidad de la enfermedad y la curación.
Tampoco está suficientemente esclarecida la noción de enfermedad. Salud y enfermedad son situaciones
vinculadas a eso que llamamos genéricamente vida y que se manifiesta como una fuerza o energía positiva
traducida en el objetivo vital que, en última instancia, quiere decir lleno de vida. La enfermedad viene a ser,
pues, una no vida o una menos vida y en consecuencia una aproximación a la muerte que es la no vida total.
Salud y enfermedad son situaciones vinculadas a eso que llamamos genéricamente vida y que se manifiesta
como una fuerza o energía positiva traducida en el objetivo vital que, en última instancia, quiere decir lleno
de vida. La enfermedad viene a ser, pues, una no vida o una menos vida y en consecuencia una aproximación
a la muerte que es la no vida total. Hay que cuidarse de considerar a la salud y a la enfermedad como
fenómenos independientes y antagónicos; lo útil es entender que se trata de expresiones distintas del
mismo fenómeno vital.
Cuando habla de los derechos de los pacientes habla de los derechos de los seres humanos a defender su
vida como una plenitud indeclinable. Toda enfermedad entraña por sí misma una disminución de la vida y
una limitación de la libertad. Salud es, pues, la plenitud vital relativa de cada momento: la plena salud de un
viejo no es fenomenológicamente hablando comparable a la plena salud de un lactante, pero ambas son
salud en cuanto a situaciones de vida en equilibrio del sujeto singular. Nada, pues, más práctico que
considerar la enfermedad como un desequilibrio de la vida pero no como su disminución. La enfermedad es,
en su esencia, una expresión de la vida.
La Organización Mundial de la Salud señala que no consiste tan sólo en una situación de equilibrio en lo
corporal, sino también en lo mental (psíquico y emocional) y en lo social (o sea convivencial y económico).
Los pacientes, como grupo humano genérico, son irredentos que no tienen conciencia de sus posibilidades
de redención, en cuanto el grupo (o mejor dicho el sistema) opresor no tiene el menor interés en que
adquieran tal conciencia.
Los médicos cuentan en las bibliotecas con muchas obras que pueden esclarecerles la conciencia de
la situación. Los pacientes, en cambio, carecen en absoluto de publicaciones que los ilustren e
inciten a un cambio de conducta que les procure la liberación de su infracolocación social y
comunitaria. Procurar para los pacientes la situación más exigente y libre es en última instancia un
modo de mejorar la profesión médica.

María Juliana ELIAS CANO

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