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CÓDIGO: 163137
Pasaron los años y empezamos a vivir dentro de ese modelo judicial en el cual
el juez decía en derecho (Préstamo del latín S. XV, juris – dictio: ‘acto de decir el
derecho), ejercía la jurisdicción, generalmente cimentando su decisión con base
a las pruebas que las partes le traían al proceso, siendo el juez un ejecutor de la
ley que daba la existencia del derecho por verídica basado exclusivamente en lo
que las partes lograban probarle a través de los medios probatorios que estas
allegaban oportunamente al proceso, pero naciendo ahí una considerable
limitación en cuanto a la real administración de una JUSTICIA, pues el juez
quedaba atado de manos y no tenía una su mano una facultad oficiosa que le
permitiera intervenir en el proceso, decretando pruebas que las partes no
pidieron y que este considere necesarias, para el fin de llegar a una verdad
verdadera que le permita tomar una decisión realmente justa.
Viviéndose esa realidad, se empezó a notar que el juez estaba siendo un sujeto
muy pasivo en cuanto a la obtención de la verdad para una efectiva
administración de justicia, y fue entonces cuando surgió y se propuso que se le
otorgara la facultad de decretar pruebas de oficio, esto sin duda así como tuvo
sus partidarios tuvo sus detractores, lo cual dio origen a dos grandes escuelas
antagónicas, por una parte la del activismo y por otra la del garantismo,
diferenciándose a grandes rasgos en que el activismo judicial propende a la
obtención de la verdad dentro del proceso, teniendo a la justicia como valor
principal; en cambio el garantismo, busca la solución de conflictos, con o sin la
obtención de la verdad, pues lo fundamental es que el proceso sirva para
resolver litigios entre sujetos, realzando como valor fundamental a la seguridad
jurídica.
Para nuestro debate académico en cuestión es menester vincular esta figura con
los poderes y facultades probatorios-oficiosos que ostenta el órgano
jurisdiccional, diciendo que modernamente el Juez no debe tornarse pasivo y
resolver un litigio limitándose a las pruebas que ofrezcan las partes, el juez
asume poder acercarse lo más posible a la verdad de los hechos. El juez no
puede dejar de tener interés en que su sentencia sea justa, y por consiguiente,
en que la actividad procesal le suministre los medios necesarios para decidir
bien.
Dentro del este contexto global, el activismo sostiene una posición comprometida
con la verdad verídica, al extremo de justificar la participación del Juez cuando
las partes no hayan probado eficientemente los hechos, dejando el juez a un lado
su papel de espectador para pasar a ser un juez director que usa de los poderes
conferidos por el sistema jurídico para tomar las riendas si es necesario y que
todo se haga buscando la mayor justicia posible.
Para esta ideología la justicia también tiene un papel social que implica también
que en últimas de una u otra manera, es beneficioso para toda la sociedad que
se haga justicia y se llegue a la verdad, dejando de lado la individual satisfacción
de los intereses personales de los litigantes enfrentados.
Aquí el Juez tiene que ser absolutamente imparcial dentro del proceso, su
función será la de director o conductor del proceso (aunque considero a mi juicio
que es más director del procedimiento, entendido como las formas propias de
cada juicio), pero evitando inmiscuirse en el litigio, pasando a ser un mero
espectador, que asume una actitud pasiva, limitándose a dictar un
pronunciamiento de conformidad a la aplicación que estime correcta de la Ley y
de los hechos probados, desterrando suplir las negligencias de las partes.
Esta es una corriente que plantea que si bien, se busca justicia verdadera, al
intervenir el juez directamente dentro del proceso, viola principios de seguridad
jurídica, de bilateralidad, paz social, volviéndose al proceso inquisitivo de siglos
remotos y para este sistema, las normas que regulan el procedimiento
establecen las formas dentro de las cuales se desarrolla el litigio, donde el Juez
tiene la función y la misión de sentenciar resolviendo el conflicto (dentro del
procedimiento establecido) y no la de investigar los antecedentes del caso
puesto a su consideración.
En nuestro Código General del Proceso, podemos apreciar ciertos artículos que
evidencian la adscripción de nuestro sistema colombiano a la escuela activista
como lo con los artículos 167, 169, 170, 198, 203, 217, 218, 221 #9, 223, 224,
229, 230, 234, 236, 275, propugnando porque se proceda en caso de ser
necesario a dar un papel activista del juez en su búsqueda de la verdad y se le
de un poder facultativo para decretar pruebas de oficio.