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LA REACCIÓN HACIA EL HUMANISMO 75

Para comprender esa actitud, tenemos que recor­


dar u?a vez más la falta absoluta de toda prueba
Material para uso exclusivamente didáctico
IV. LA REACCIÓN HACIA
t experimental de las aserciones de los físicos y de
toda forma de ciencia aplicada. Los físicos de hoy
también me dicen que la mesa que parece tan sóli­
EL HUMANISMO da bajo mi máquina de escribir es, en realidad, un
Los sofis tas y Só cra tes t?rbellino en perpetuo giro que contiene más espa­
cio vacío que materia sólida. Puedo replicar que
no es eso lo que me dice mi experiencia, pero no
puedo volverles la espalda ni concluir que su con­
HEMOS llegado a la segunda mitad del siglo V a.c.
ce!'ción de la realidad no tenga importancia para
Sócrates está a la mitad de su vida, y Platón ha na­
cido ya o está a punto de nacer (nació en 427). Es
�l. Todos sabemos demasiado bien la acción prác­
tica que la ciencia atómica puede tener sobre nues­
el tiempo en que se produce una reacción contra la
tras vidas. Los griegos eran más felices. Podían vol­
especulación física y los filósofos empiezan a dirigir
ver la espalda a los físicos, y lo hicieron, y gracias
su pensamiento hacia la vida humana, la segunda
a esta circunstancia, por lo menos en parte, tene­
de las dos vertientes de la filosofía que mencioné
mos hoy algunas de las reflexiones más profundas
al comienzo de este libro. No es difícil de encontrar
sobre la naturaleza y objeto de la vida humana.
la razón de este cambio. Fue una rebelión del sen­
Las razones para que aquel cambio se produjese
tido común contra la lejanía e incomprensibilidad
e�an muy complejas. Atenas había llegado a ser la
del mundo tal como los físicos lo presentaban. El
directora de Grecia, por todos reconocida, en el
hombre corriente se hallaba ante el dilema de creer,
orden intelectual y en otros órdenes; de suerte que
con Parménides, que todo movimiento era ilusión
los pensadores de las otras partes del mundo grie­
y la realidad un todo inmóvil, o de "salvar los fe­
go, como Anaxágoras y Protágoras, se sentían atraí­
nómenos" (como tell,Ían la insolencia de decir los
dos por Atenas y se establecían en ella. Pero desde
otros) aceptando como realidades únicas los áto­
el año 43 1 , la ciudad estaba empeñada en una gue­
mos -los átomos invisibles, incoloros, inodoros,
rra larga y terrible que produjo su caída treinta
áfonos- y el vacío. Ninguna de las dos teorías era
años más tarde, y poco después de haber estallado
satisfactoria ni particularmente creíble. De todos mo­
la guerra sufrió todos los horrores de la peste. Si la
dos, si se creía a los físicos, entonces lo que ellos lla­
i ��estigación científica desinteresada exige, como
maban la physis o naturaleza real de las cosas era
d110 �on razón �ristóteles, un mínimo de sosiego y
algo extremadamente remoto del mundo en que
de circunstancias materiales propicias. Atenas no
nos parece vivir. Si estaban en lo cierto, la natura­
e�a ya el lugar en que la investigación resultase fácil,
leza del mundo real resultaba de muy poca impor­
smo al contrario, una ciudad en que los problemas
tancia para el hombre, que tenía que tratar todos
de la vida y de la conducta humanas eran cada día
los días con un mundo completamente distinto.

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más apremiantes. Además, Atenas era una demo­ que todas sus sensaciones eran falsas; o podía se­
cracia, una democracia bastante pequeña para ga­ guir a quienes habían renunciado a toda idea de
rantizar que la participación de todos los ciudada­ unidad más allá de lo múltiple y ofrecían un mun­
nos libres en la vida política era una realidad, y no do de infinita pluralidad, y ni siquiera concedían
simplemente cuestión de votar cada cierto número el nombre de realidad a las cualidades secundarias
de años por un representante político. Algunos car­ que formaban la mayor parte del mundo de su
gos se proveían por sorteo, y todos los ciudadanos experiencia, el mundo que se ve y se oye, se huele y
veían que tenían muchas probabilidades de repre­ se gusta.
sentar un papel activo en la dirección de los nego­ La reacción hacia el humanismo está asociada
cios del Estado. Esto, a su vez, alimentaba la ambi­ con la aparición de una clase nueva, los sofistas. Se
ción de saber cada vez más acerca de los principios dice con frecuencia que los sofistas no fueron una
que sirven de fundamento a la vida política y de las escuela filosófica particular, sino que la sofística
artes que garantizan el éxito en esas actividades. más bien constituía una profesión. Eran maestros
Pero obligado a resumir con mucha brevedad la ambulantes, que hicieron su modo de vivir del anhe­
materia, y así, después de haber recordado rápi­ lo que empezaron a sentir los hombres de ser diri­
damente que también actuaban factores sociales y gidos y orientados en los asuntos prácticos, anhelo
políticos importantes, concentraré mi atención que nació en aquel tiempo de las causas que ya he
sobre las causas de naturaleza más filosóficas que mencionado: las crecientes oportunidades para
determinaron el cambio, lo cual tendrá por lo me­ tomar parte en la política activa, la insatisfacción
nos la ventaja de permitirme seguir el hilo de una cada vez mayor respecto de las doctrinas de los
argumentación ininterrumpida. La reacción ante filósofos naturales, y (podemos añadir también) el
la investigación de la physis se atribuye a veces, creciente escepticismo acerca de la validez de la
entre otras cosas, a lo que se ha llamado la banca­ enseñanza religiosa tradicional, con sus represen­
rrota de la ciencia física, y ya hemos tenido un taciones de los dioses toscamente antropomórfi­
atisbo de lo que est; frase significa. La base de la cas. La palabra sophistes ("maestro de sabiduría")
ciencia física griega fue, como hemos dicho al prin­ no había implicado hasta entonces ningún sentido
cipio, la busca de la permanencia y la estabilidad y peyorativo. Era, en efecto, la palabra que se aplicaba
de la unidad subyacente en un universo manifies­ a los siete sabios de la tradición. Fue la impopula­
tamente mudable e inestable, el cual consiste sólo ridad de los sofistas del siglo v la que le dio el matiz
en la pluralidad más confusa. Al hombre corriente que tiene desde entonces.
debió parecerle que, sin duda alguna, los físicos Pero, aunque no puede decirse que formara una
habían fracasado. Le daban a elegir entre Parmé­ escuela filosófica particular, los sofistas tenían en
nides y los atomistas. Una de dos cosas: podía acep­ común determinados puntos. Uno era la naturale­
tar la unidad del mundo a costa de renunciar a za esencialmente práctica de su enseñanza, la cual
creer en todo lo que le parecía real y de admitir tenía por objeto, según decían, inculcar la areté. Ya
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hemos analizado el sentido de esta palabra, cuya lítica nació en Grecia (lo cual significa tanto como
significación práctica está puesta de manifiesto en que nació en Europa) en una atmósfera de escepti­
la anécdota del sofista Hipias, según la cual éste, cismo. A combatir este escepticismo consagraron
como una especie de anuncio viviente, se presentó sus vidas Sócrates y sus sucesores. En el terreno
en los juegos olímpicos llevando cosas que él mis­ físico, Demócrito había dicho que las sensaciones
mo se había fabricado, inclusive el anillo que por­ de dulce y amargo, caliente y frío, eran meros tér­
taba en un dedo. minos convencionales. No correspondían a nada
En segundo lugar, los sofistas compartían algo real. Por esta causa, lo que a mí me parece dulce
que puede llamarse con más propiedad una acti­ puede parecerle amargo a otro, y aun a mí mismo
filosófica: es, a saber, el esce12.�mo, la descon­ cuando estoy enfermo, y la misma agua puedo sen­
\ tud
fianza respecto de la posiblfü:íad del conocimiento tirla caliente con una mano y fría con la otra. Todo
i\
� absoluto. Era esto el resultado natural del callejón ( es cuestión de la disposición accidental de los áto­
sin salida a que parecía haber llegado la filosofía mos de nuestro cuerpo y de su reacción a la com­
natural. El conocimiento depende de dos cosas: la binación igualmente accidental en que se hallan
posesión de facultades capaces de ponemos en con­ los del objeto llamado sensible. La transferencia al
tacto con .la realidad, y la existencia de una reali­ terreno moral era muy fácil, y la realizó en aquel
dad estable que pueda ser conocida. En cuanto tiempo, si hemos de dar crédito a la tradición, un
instrumentos del conocimiento los sentidos habían ateniense llamado Arquelao, discípulo de Anaxá­
sido tratados con gran severidad, y no se les había goras Si el calor y el frío, el dulzor y el amargor,
._
sustituido con nada; y la fe en la unidad y la esta­ no existen en la naturaleza, sino que dependen de
bilidad del universo había sido socavada, sin que nuestra sensibilidad en un momento determinado
hasta entonces hubiera surgido la idea de que pue­ wor ��é no hemos de suponer que la justicia y l�
de haber una realidad permanente y cognoscible m1ust1cm, lo recto y lo tuerto, tienen una existencia
fuera y más allá del ipundo físico. igualmente subjetiva e irreal? No puede haber en
Lo que anima a la filosofía es la controversia. la naturaleza principios absolutos que rijan las
Pasados ya sus primeros comienzos, todo nuevo relaciones entre los hombres. Todo es cuestión de
desarrollo representa generalmente una reacción lo que en cada momento nos parezca.
contra las ideas anteriores. Tal ocurre con los más La actitud escéptica de los sofistas puede ser
grandes pensadores griegos: Sócrates, Platón y Aris­ ilustrada mediante citas de los dos más famosos e
tóteles. Por eso merece la pena invertir algún tiem­ influyentes entre ellos, Gorgias y Protágoras. El
po, como lo estamos haciendo, en estudiar a sus título que preferentemente habían dado los filóso­
predecesores para comprender los productos de su fos naturales a sus obras era: "Sobre la Naturaleza
pensamiento propio; y para este objeto es particu­ (physis) o lo Existente". Parodiando deliberada­
larmente importante advertir el punto a que ahora mente los numerosos libros que llevaban ese título,
hemos llegado, a saber, que la filosofía moral y po- Gorgias escribió uno al que tituló "Sobre la Natu-
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LA REACCIÓN HACIA EL HUM
ANI SMO 81
raleza o lo No existente", en el que se propuso may oría de l o s h omb res a
qui ene s e s o l e s pare­

demo trar tres cosas: a), que nada existe; b), que si ce mal o debe esforzarse por
existiese algo, no podríamos conocerlo; cj, ,
que men tal, orientándolo hacia cree
cam biar aquel estado
si conociésemos algo, no podríamos comumcarse­ ncias que en sí mis ­
ma no son más verdaderas,
pero son mejores. Así
lo a nuestro prójimo. que da abandonada Ja prueba
(P�t g á oraSJexpresaba sus opiniones religiosas
...,-'"' . falsedad, sust ituid a por Ja pru
de Ja verdad o de la
eba pragmática .
en l0Sstgu1entes términos: "E n 1o que concierne � El irreverente esceptic ism o de
los dioses, no dispongo de medios para saber s1 los sofistas afectó
a la san ción de las leyes, no
disc utid a hasta enton­
existen o no, ni la forma que tienen; porque hay ces porque se basaba en la
creencia en su origen
muchos obstáculos para llegar a ese conocimiento, divi no. Se creía que Jos anti guo
incluyendo la oscuridad de la materia y la cortedad s autores de con sti­
tuci one s, com o Licurgo, lege
ndario fundadoraeEs­
de la vida humana." Fue él también el autor de la parta, habían sido i nspirados
por Apo lo, y era aún
sentencia famosa: "El hombre es la medida de to­ costumbre entre los legislad
ores acu dir al oráculo
das las cosas", que significa -si hemos de fiarnos de Delfos y obtener, si no el con
de la interpretación de Platón- que la manera sejo del dios, por lo
men os su san ción para las leye
como las cosas se le presentan a un hombre es la s en proyec to. Este
fun dam ento religioso de las
leye s esta ba sien do so­
verdad para él, y el modo como se presentan a otro cavado no sólo por la tend enc
ia atea de la filosofía
es la verdad para éste. Ninguno de los dos puede natural, que los sofistas man
tuvieron mu y gustosa­
achacar error al otro, pues que si uno ve las cosas mente, sino también por circ
de una manera son de esa manera para él, aunque unstancias externas
tales com o el creciente contact
le parezcan diferentes al vecino. La verdad es mer�­ o de los griegos con
países extranjeros y el gran
, volumen que entonces
mente relativa. Sin embargo, Protagoras concedia alcanzó la actividad legi slat
iva en relación con la
aún cierto espacio a las opiniones convenciona es � fundación de nuevas colonias
. Los sofistas eran hi­
sobre la verdad y la n¡oral al añadir que, aunque nm­ jos de su tiempo. Lo primero
guna opinión es más verdadera que otra, pued� ser les enseñó las dife­
rencias fundamentales que pue
1.!.!:fi2_r. Si a los ojos de un h.ombre enfermo de 1ct�­ den existir entre las
leyes y las cos tum bres de pue
blos que viven en cli­
ricia todo le parece amanllo, las cosas para ese mas dist into s; y en cua nto a
lo seg und o, era difícil
hombre son realmente amarillas, y nadie tiene de­ creer que las constituciones vini
eran del cielo, cuan­
recho a decirle que no lo son. Pero puede merecer­ do los propios amigos de uno
le la pena a un médico hacer cambiar el mun o de � enemigos políticos)-formaban
(o lo que es peor, sus
ese hombre modificando el estado de su orgamsm� , parte de las com i­
sion es encargadas de hacerla
s. El mis mo Protágo­
de manera que las cosas dejen de parecerle am�n­ ras figuró en Ja com isió n env
iada en 443 a.c. para
llas. Análogamente, si a un hombre le parece sin­ dar una con stitu ción a la nue
va colo nia ateniense
ceramente que es bueno robar, le parecerá que ésa de Turii, en el sur de Ital ia. No
es sorprendente , por
es la verdad mientras siga creyéndolo. Mas la gran lo tanto, que haya sido el prim
ero en formular la
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LA REACCIÓN HACIA EL HUMANISMO 83
teoría sobre el origen de las leyes que nosotros co­ nes, pero la prem isa era la mism a
para todo s. To­
nocemos ahora con la denominación de contrato dos a la par se apoyaban en la ausencia
social. Dijo que para su propia protección contra total de va­
lores y principios absolutos, ya se basa
lüs animales selváticos y para mejorar su modo de sen o no en
consideraciones teológicas. Para los
sofistas, toda
vida, los hombres se habían visto obligados en tiem­ acción humana se basaba en la expe
riencia única­
pos muy remotos a reunirse en comunidades. Has­ mente y sólo era dictada por su utilid
ad o eficacia.
ta entonces no habían tenido ni principios morales Lo justo y lo injusto, la sabiduría, la justi
cia y la bon­
ni leyes; pero la vida en sociedad no era posible si dad eran ��ros nombres, aun cuan
do pudiera ar­
prevalecía la ley de la selva, y así, le� ta y penosa­ güirse que algunas véées era prudente
mente aprendieron que eran necesanas las leyes y obrar como
si fuesen algo más que eso.
las convenciones por virtud de las cuales los más En esa situación mental, apareció
fuertes se comprometen a no atacar ni robar a los ··S<Jcrates, y
dedicó su vida a combatirla, porque
le parecía in­
débiles, basados simplemente en el hecho de que telectualmente errónea y moralme
nte dañosa.2
son más fuertes. t La mayor fama de Sócrates descansa
Dada la premisa inicial de que las leyes y los có- probable­
mente en la célebre sentencia que suele
digos morales no eran de origen divino, sino im­ traducirse
por "virtud es conocimien�� · Descubri
r lo que ella
perfectos y hechos por los h? mbres, er� posi� le signifiCa es un medio tan bueno com
, o cualquiera
deducir ampliamente conclus10nes practicas dife­ otro para llegar a la esencia de su ense
ñanza. Se le
rentes. El mismo Protágoras dijo que existían por­ comprende mejor históricamente, es
decir, ponién­
que eran necesarias. Por esta razón, fue un defen­ dola en relación con los problema
s que el pensa­
sor del contrato social y pidió la sumisión a las miento anterior y contemporáneo y
las circunstan­
leyes. Otros sofistas más radicales lo rechazaron Y cias de su tiempo exponían a su aten
ción, y que él
sostuvieron el derecho natural del más fuerte a hizo cuanto pudo por resolver.
abrirse camino. Podian sacarse diversas conclusio- Ya sabemos que la palabra virtud
ofrece falsas
asociaciones con la palabra griega
1 Supongo aquí que el mito que Protágoras expo e en el
areté, la cual
� . originariamente sign ificaba eficacia
diálogo platónico de ese título es �erdaderamente �1u� o en en una activi­
dad determinada. Hemos visto tamb
el sentido de que todo el aparato d1vmo puede ser ehmmado ién que los ad­
. versarios contra quienes se dirigía
sin que se pierda nada del grave mensaje que qmere comu­
. la enseñanza de
nicar. No debe darse importancia al hecho de que diga que la Sócrates pretendían dos cosas: a),
que podían en­
conciencia y el sentido de la justicia fueron dados al hombre señar o infundir areté; b), que el cono
por orden de Zeus . Quizá no todo el mundo � sté de ��uerdo cimi ento , por
lo menos el conocimiento que pudiera
en esto; pero no sólo se insiste allí �n el caracter r;i1t1�0 del ser compar-
relato (como lo manifiesta el comienzo legendano: Hace
mucho tiempo") , sino que cualquier otra interpretación sería
2 Para entender a Sócrates es especialmente recomenda­
incompatible con las opiniones religiosas de Protágoras, tal
ble el excelente artículo del profesor R. Hackforth en Philoso­
como las expone en otros sitios.
phy, vol . VIII, 1 933.
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tido ' es una quimera. No existe tal conocimiento. plos de los oficios útiles, no le fue dificil a Sócrates
Por 10 tanto, al identificar areté y conocimiento, la demostrar que la adquisición, en cada caso, de aque­
sentencia de Sócrates tomaba deliberadamente el lla capacidad dependía del conocimi ento, y que el
aspecto de un reto, que únicamente podemos com­ coffocímiento primero y más necesario es el del fin
prender si nos remontamos mentalmente a la que se persigue, el de lo que el hombre quiere con­
época en que él vivió. seguir. Dada la comprensión correcta del fin, se se­
Una de las cosas de Sócrates que irritaba a los guirá la de los medios que deben emplearse, pero
atenienses sensatos y prácticos era que le gustase no al contrario. Por consiguiente, la areté depende
hablar con gentes tan humildes y sin importancia en cada caso, primero, de tener alguna tarea de­
como los zapateros y los carpinteros, cuando lo finida que hacer, y después, de saber bien en qué
que ellos querían saber era qué es lo que constitu­ consiste dicha faena y lo que con ella nos propo­
ye la habilidad política y si existe algo que pueda nemos alcanzar. Así, pues -,.añadía Sócrates-, si
llamarse obligación moral. Si quieres ser buen za­ se puede hablar legítimamente de una areté abso­
patero --decía Sócrates-, la primera cosa necesa­ luta o general, como la que pretendfai i enseñár fos
ria es saber lo que es un zapato y para qué sirve. sofütas:es deci r, si hay una eficacia para la vida
-

No es lo habitual decidir acerca de cuáles son las que todo hombre debe poseer en cuanto hombre,
mejores herramientas y el mejor material que de­ síguese de ahí que debe haber un fin o una función
ben emplearse, y los mejores métodos de usar unas que todos por igual, en cuanto seres humanos, te­
y otro, antes de haberse formado una idea clar:i Y nemos que desempeñar. Por lo tanto, nuestra pri­
detallada de lo que se quiere hacer y de la func10n , mera tarea, si deseamos adquirir esa virtud gene­
que eso que quiere hacerse ha de desempeñar. Para ral , consiste en averiguar cuál es la función u objeto
emplear la palabra griega, la areté de un zapatero del hombre.
depende primero y ante todo de la posesión de es� Ahora bien, en los informes que acerca de l a
conocimiento. El z;¡¡,patero debe ser capaz de defi­ enseñanza d e Sócrates nos han dejado sus discípu­
nir en términos daros la naturaleza de lo que se los (pues él no escribió nada, por creer que lo úni­
propone hacer, y la definición debe incluir el uso a co valíoso era el intercambio vivo de ideas mediante
que va destinado eso que se propone. Era absolu­ preguntas y respuestas entre dos personas en con­
tamente natural hablar de la areté de un zapatero, tacto directo) no encontramos la respuesta a esa
lo mismo que de la de un general o un estadista. primera cuestión acerca del fin u objeto universal
En ninguno de esos casos tenía la palabra areté re­ de la vida humana. Puede afirmarse que esta ausen­
lación alguna necesaria con la esfera moral, como cia fue la razón más poderosa que indujo a Platón,
lo sugiere nuestra palabra "virtud". Significaba sim­ más inclinado a la precisión de las ideas, a consi­
plemente lo que hay en el zapatero, el general ? el derar como deber suyo no sólo reproducir las
estadista que les gradúa de buenos en sus particu­ enseñanzas de su maestro, sino desarrollarlas. No
lares tareas; y tomando primero los humildes ejem- podemos, en este caso, deducir del carácter de Só-
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con el escepticismo de los sofistas, era "un ideal


crates cuál sería su respuesta. Tenía por costum­
de conocimiento aún no alcanzado".4 Una vez que
bre decir que no sabía nada, y que lo único en que
los hombres conociesen el camino hacia la meta.
era más sabio que los demás hombres estribaba en
Sócrates estaba dispuesto a acompañarlos hasta
que tenía conciencia de su ignorancia, y los otros
alcanzarla, y para él toda la filosofía se resumía en
no. La esencia del método socrático consistía en
esa idea de la "búsqueda en común". Ni su interlo­
convencer a su interlocutor de que, aunque creía
cutor ni él mismo conocían todavía la verdad, pero
saber algo, en realidad no lo sabía. La convicción
sólo con que aquél se convenciese de que era así,
de la propia ignorancia es el primer paso necesario
podrían emprender juntos la búsqueda con la es­
para adquirir el conocimiento, pues nadie busca el
peranza de encontrarla. El verdadero socratismo
conocimiento de un asunto ni se hace la ilusión de
representa ante todo una actitud mental, una hu­
que ya lo posee. Las gentes se quejaban de que la
mildad intelectual fácilmente confundible con la
conversación de Sócrates tenía el efecto parali­
arrogancia, ya que el verdadero socrático está con­
zador de una descarga eléctrica.3 Si consideraba
vencido_de la A&ºº.f:'!!!�iª nq_�<2�o suya, siño-ae toda
como su misión en la vida convencer a las gentes
la. humanidad. Más que un cuerpo positivo de doc­
de su ignorancia, no es sorprendente que fuese im­
trina, eso constituye el legado de Sócrates.
popular, ni podem os vituperar totalmente a los
Volviendo, pues, a su insistencia sobre la idea de
atenienses -por trágico que haya sido su error­
que, si queremos adquirir areté, la tarea esencial
por haberle confundido con los sofistas y haber des­
preliminar es averiguar cuál es la función u objeto
cargado sobre él el odio que los sofistas habían
del hombre, y definirlo, diré que no esperemos en­
despertado. Decían los sofistas que el conocimien­
contrar ese objeto o función definido clara y pre­
to era imposible; y Sócrates demostraba a todo el
cisamente por Sócrates mismo. Su misión consistió
mundo que no sabía nada. En realidad, había una
en hacer que los hombres sintiesen la necesidad de
diferencia profunda, porque la actuación de Sócra­
esa definición, y en sugerirles un método para bus­
tes se basaba en la creencia de que el conocimiento
' carla, de suerte que él mismo y sus interlocutores
era posible, pero que los c:lespojos de ideas incom­
pudieran emprender la investigación.
pletas y erróneas q�e llenan la cabeza de la mayo­
En la confusión de las ideas éticas que fue ca­
ría de los hombres tienen que ser aventados antes
racterística de su tiempo, una cosa le parecía par­
de empezar a buscar el conocimiento verdadero.
ticularmente dañosa. En el lenguaje corriente se
Lo que ofrecía a los hombres, en fuerte oposición
mezclaban una gran variedad de términos gene­
3 Para que el lector no se extrañe de este símil, ya que los rales, en especial términos que pretendían expre­
griegos no sabían de electricidad, diré que el objeto de la sar nociones éticas: justicia, templanza, valor, etc.,
comparación era la raya (en griego narké), pez que paraliza a
etc. En mi ignorancia -dice Sócrates- empecé
sus víctimas mediante una descarga eléctrica. La familiar
cara del filósofo, con su nariz achatada, hacía más ingeniosa
la comparación. 4 Hackforth, loe. cit.
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conocimiento, el vicio se debe únicamente a la


por suponer que las gentes que las usaban sabían
a­ ignorancia."
lo que significaban esas palabras, pues las emple
a, conce bí la espera nza de que ¿Cómo procederemos, pues, para adquirir el co­
ban con tanta soltur y
­ nocimiento de lo que son la virtud, la justicia, etc.?
me lo enseñasen, a m Í que no lo sabía. Sin embar
Sócrates, como ya he dicho, estaba dispuesto a
go, cuando los interrogué, descubrí que nadie podía
sugerir un método, tanto para los otros como para
darme una explicación satisfactoria. Quizá a la luz
sí mismo. El conocimiento se adquiere en dos eta­
de las enseñanzas de los sofistas había que supo­
n pas a las que se refiere A.ri§Jóteles cuando dice que
ner que esas palabras no tenían en realidad ningú
an Sócrates podía en justicia reclamar para sí el méri­
sentido, y si en efecto es así, los hombres debier
to de dos cosas: el argumento inductivo y la defini­
dejar de usarlas. Si, por otra parte , tienen un signi­
ción !?,:?�_raL . fütos término�..J.?�r.fósun tanto se­
ficado fijo, entonces las personas que las usan deben
cos, que mdudablemente hubieran sorprendido al
ser capaces de decir cuál es. No podemos hablar
mismo Sócrates, no parecen tener mucha relación
de la rectitud de la conducta bien y adecuadamen­
a con la moral; mas, para Sócrates, esa relación era
te, si no sabemos lo que son la sabiduría, la justici
como sospec haba Sócra tes, las per vital. La primera fase consiste en recoger ejemplos
y la bondad. Si, �
s. a los cuales todos estén de acuerdo en que se les
sonas que usan las mismas palabras dicen con el!_a
puede aplicar el nombre de "justicia" (si es la justi­
cosas distintas, hablan sín entenderse y de _ello
cia de lo que se trata). Después, esos ejemplos de
sólo confusiones pueden resultar. Tales confusio­
­ acciones justas son sometidos a examen para des­
nes serán a la vez intelectuales y morales. Intelec
cubrir en ellos alguna cualidad común por virtud
tualmente, la discusión con un hombre que usa las
les de la cual merecen aquel nombre. Esta cualidad
palábras dándoles un sentido diferente al que
puede condu cir a nada como común, o más probablemente este grupo o nexo de
da su interlocutor no
cualidades comunes, constituye s1..l "esencfa en cuan­
no sea a reñir, probablemente; y moralmente, cuan­
to aétos justos, y es, en realidad, abstraído de las
do las palabras en cuestión representan nociones
i'i condiciones accidentales de tiempo y circunstan­
éticas, no puede resu ar más que la anarqu ía. Este
proble ma, moral e intelectual, es cias que corresponden individualmente a cada uno
doble aspecto del
expres ar Sócra tes al decir que la vir­ de los actos justos, lo que define la justicia. Así, pues,
el que quería
el argumento inductivo, como lo dice su nombre
tud es conocimiento. Además, era tan claro su pro­
le griego, es un "llevar a" de la mente desde los ejem­
pio pensamiento y tan firme su carácter, que
por sí mism o que si los homb res plos particulares, reunidos y considerados colecti­
parecía evidente
vamente, a la comprensión de su definición común.
llegaban a comprender esta verdad automática­
El defecto que Sócrates hallaba en las víctimas
mente elegirían lo justo. Lo único que se necesita­
de su infatigable afán de preguntar era que creían
ba era moverles a tomarse el trabaj o de averiguar
a: suficiente realizar sólo la primera etapa, es decir,
qué es lo justo. De aquí su otra sentencia famos
hace el mal volunt ariam ente. Si la virtud es citar algunos ejemplos sueltos y decir: "La justicia
"Nadie
'
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es esto y lo otro." El tipo está representado por


Eutifrón, quien, en el diálogo platónico de ese títu­
lo, conversa con Sócrates acerca del significado de
la palabra piedad, habiendo surgido el tema en
''�
"
dirigía s u ironía, y fue acusado por dos ciudada­
nos reaccionarios de corromper a los jóvenes y
de no creer en los dioses de la ciudad. Preciso es
reconocer que los más famosos de sus discípulos y
relación con el hecho de que Eutifrón hubiera sido amigos no le honraban mucho. Uno era Alcibía­
impulsado por lo que él consideraba el sentido del des, de quien no es necesario decir más. Otro era
deber a procesar a su padre por homicidio casual. Critias, el amargado y vengativo oligarca que vol­
Habiéndole preguntado qué sentido daba a la pala­ vió del destierro al poder después de la caída de
bra "piedad", contestó: "Piedad es lo que yo estoy Atenas en 404, y fue en gran parte responsable
haciendo ahora." En otro diálogo de Platón, Sócra­ de la sangrienta purga que tuvo lugar bajo los lla­
tes le dice a su interlocutor: "Yo sólo te pregunté mados Treinta Tiranos, el más violento y extremo­
una cosa, qué es virtud, y tú me has dado todo un so de los cuales fue. Los acusadores de Sócrates
enjambre de virtudes." Trataba de hacerles ver que, pidieron para él la pena de muerte. De acuerdo
aun cuando hay muchos y diversos ejemplos de con la costumbre ateniense, podía Sócrates solici­
acciones justas, todos ellos debían poseer una cua­ tar una pena más leve, y los jueces estaban en li­
lidad o carácter común por razón del cual se les bertad de elegir una de las dos. Sin embargo, lo que
reputa justos. Si no, esta palabra no tendría sentido. solicitó o propuso fue que se le mantuviese a ex­
Tal era la finalidad de las insistentes preguntas pensas de la ciudad, a título de bienhechor públi­
que le hicieron tan impopular: llegar desde un en­ co. En cualquier caso -dijo-, no tengo dinero para
jambre de virtudes a la definición de una cosa sola, pagar una multa adecuada. Ante las vivas instiga­
la virtud. Parece un ejercicio de lógica; pero aquél ciones de Platón y de otros amigos, ofreció una
era en realidad el único modo por el que le parecía multa que ellos pagarían, pero sin comprometerse
posible a Sócrates combatir los subversivos efectos a abandonar sus actividades "corruptoras" , que
morales de las enseñanzas de los sofistas. Los hom­ para él eran más importantes que la vida misma.
bres que, al contestar a preguntas como "¿Qué es Esto dejaba a los jueces poco margen para elegir, y
la piedad?", dicen: "Lo que yo estoy haciendo ahora", Sócrates fue enviado a la cárcel, a esperar la ejecu­
son precisamente los mismos que dirían que la ción. Otra vez actuaron sus amigos, ofreciéndole
única regla de conducta consiste en decidir, bajo el ahora un plan que le facilitaría la evasión. Es pro­
apremio del momento, qué es lo más ventajoso. bable que muchos, si no la mayor parte, de los que
Reglas en el sentido generalmente admitido, prin­ le censuraban no deseaban verle morir y se habrían
cipios universalmente aplicables, no los hay. La fa­ dado por muy contentos si se hubiera dejado con­
lacia lógica lleva directamente a Iianarquía moral. vencer para abandonar Atenas e irse a residir a otro
Sócrates pagó caro el adelantarse a su tiempo. lugar cualquiera. Sócrates replicó que durante toda
Su claro y recto pensamiento fue incluido en el mis­ su vida había gozado de los beneficios que las le­
mo grupo que el de los sofistas contra quienes se yes de Atenas concedían a los ciudadanos, y ahora
92 LA REACCIÓN HACIA EL HUMANISMO

que esas mismas leyes juzgaban conveniente que


muriese, sería injusto y desagradecido si eludiese
su aplicación. Por otra parte, ¿quién podía asegu­
rarle que no iba a entrar en una existencia mejor
que la que hasta entonces había conocido? Y, con
la mayor serenidad de ánimo, bebió la cicuta en el
año 399 a.c., a la edad de 70.
La muerte de Sócrates causó impresión tan hon­
da en uno de sus jóvenes amigos, que lo decidió
definitivamente a no ingresar en la vida política, a
la cual parecía destinado por su nacimiento y sus
talentos. En todo caso, desilusionado por la situa­
ción en que había caído la ciudad y por los excesos
de sus últimos gobernantes, Platón creyó que el
Estado que había condenado a muerte a un hombre
como Sócrates no era el Estado en que él pudiera
tomar una parte activa. Y, en lugar de esto, se de­
dicó a escribir aquellos diálogos admirables en
que nos dejó una vívida descripción de su maestro
y desarrolló, confirmó y amplió sus enseñanzas en
palabras que puso en boca de aquel grande hom­
bre. Mucho más podría decirse de Sócrates, pero
su pensamiento está tan estrechamente relaciona­
do con el de Platón , y la línea divisoria entre am­
bos es tan difícil de discernir con claridad, que en
este punto dejaré de hablar de Sócrates directa­
mente y por él mismo. Cuando entremos en el es­
tudio de Platón, inevitablemente tendremos que
volver atrás de tiempo en tiempo para tomar en
consideración diversos aspectos del mensaje filosó­
fico de Sócrates, y creo que es así, relacionados con
los frutos ulteriores que la meditación platónica
sacó de ellos, como mejor pueden ser presentados.

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