Вы находитесь на странице: 1из 27

DANIEL PAUL SCHREBER. DOCTOR EN PSICOSIS [SCHREBER, D.P.

, 1985]

Reseña: Schreber, D.P. (1985) Memorias de un enfermo de nervios. Madrid: Ed.


Sexto Piso (2008)

Este trabajo presenta una breve reseña de la obra “Memorias de un enfermo de


nervios”, de Daniel Paul Schreber, una descripción general de su persona, su vida
y su familia, un resumen de distintas aportaciones desde el campo del
psicoanálisis y algunas reflexiones a las que el estudio del caso me ha llevado.

Las “memorias”

Entre 1900 y 1902, hallándose ingresado en el asilo de Sonnenstein, Daniel Paul


Schreber escribió sus memorias, “Denkwurdgkeiten eines Nervenkranken”
(Memorias de un enfermo nervioso); en ellas describe, con prosa cuidada y
preocupado por ser riguroso, unos fenómenos que a él mismo le resultan difíciles
de comprender y para los cuales, en muchas ocasiones, “tiene que usar las
palabras que le dictan las voces” porque no encuentra en su idioma las palabras
para designarlos.

Aunque la redacción formal del libro comenzó en 1900, Schreber escribía notas
sueltas y anotaciones en libretas desde mucho antes, por lo menos desde el
comienzo de su segundo ingreso, en 1894; en este material, junto con lo que le
surgía en el momento de escribir se basa los 22 capítulos, 2 series de apuntes
complementarios y 1 apéndice de sus “Sucesos memorables de un enfermo de los
nervios”.

El principal objetivo explícito de esta obra era sustentar su petición de alta y


preparar su reincorporación a la vida familiar y social, por lo que pone gran interés
en explicar su concepción del ser humano y del universo de forma comprensible,
lo que hace en los dos primeros capítulos, que podemos considerar como “la
historia relatada”, la que ha pasado por un proceso de elaboración en el que se
liman contradicciones y aspectos inaceptables de la realidad vivida.

Los siguientes capítulos son una autobiografía del periodo de su segundo


internamiento, un relato de sus vivencias desde que cayó enfermo; en cierta
medida su historial clínico desde el otro lado, en primera persona. La descripción
minuciosa de los “fenómenos” que le atormentan, el intento de su explicación
estructurando un delirio y la descripción realista y gráfica, a veces con toques de
humor, de su vida como ingresado, conforman el texto. En el relato de los
“Fenómenos” a los que se refiere unas veces como “Milagros”, otras como
“Perturbaciones”, nos da una descripción nítida y vital de toda suerte de
alucinaciones sensoriales, compulsiones, ideas obsesivas, etc., que podrían
ilustrar un tratado de psicopatología y que se entretejen con la trama incompleta y
mutante del delirio que se está estructurando y que está formado no solo por las
ideas delirantes sino por buena parte del acervo cultural de la época, en el que se
perciben claramente rastros no solo de las teorías de Kant y Laplace, a los que
cita, sino también de Mendel y de la mística oriental de la reencarnación y los
karmas; así mismo, el modelo de “alma” que describe coincide en muchos puntos
con los modelos de funcionamiento de la mente y del sistema nervioso propuestos
en su época.

Para la publicación de su obra tuvo que salvar numerosos obstáculos, muchos de


ellos derivados de las suspicacias de su familia de origen; como anécdota
ilustrativa: la familia Schreber, a través del marido de Anna, compró todas las
copias que pudo y las hizo desaparecer.

Finalmente fue la editorial Benjamín, caracterizada por ser el punto de unión de


producciones literarias espiritistas y grotescas, quién en 1903 publicó los “sucesos
memorables...”; las reseñas de la época fueron en general buenas, pero sobre
todo fue en los círculos psiquiátricos donde se puso de manifiesto el singular valor
de la obra. Los planteamientos teológicos no fueron tomados en serio hasta 1977
en que se les comienza a considerar “... no como una caricatura sino como un
intento radical hacia una nueva visión religiosa...” (Bregman, 1977- Israëls, 1989).

SCHREBER. SU VIDA. SU FAMILIA

Schreber padre, Daniel Gottlob Moritz (1808-1861), había estudiado Medicina;


finalizados los estudios viajó por distintas ciudades de Alemania y Rusia como
médico de cámara de un noble ruso. En otoño de 1836 volvió a Leipzig, donde se
dedicó a la práctica de la medicina, a la docencia privada en la universidad y a
actividades literarias.

En 1838 casó con Pauline Haase, hija de su antiguo profesor W.A. Haase, que
provenía de un nivel social muy superior al de Moritz Schreber.

En 1844 se hizo cargo del Instituto de Ortopedia fundado por E.A. Carus, escribió
libros sobre anatomía y fisiología humana, higiene y cultura física. Añadió
principios morales a sus preceptos sobre salud física y creó un sistema
educacional global para padres y educadores que incluía, además de los
instrumentos que se describen en las siguientes páginas, normas cotidianas como
baños fríos, privación de alimentos y otros castigos físicos. Según decía,
empleaba sus métodos con sus propios hijos desde su nacimiento (una niñera fue
despedida por negarse a ello) y estaba convencido de que sus ideas aplicadas a
la vida cotidiana darían por resultado una raza de hombres más fuertes.
La madre de Schreber es descrita por Baumeyer como inestable, nerviosa y muy
depresiva. Una de sus hijas relata así su papel en la familia: “Papá discutía todo
con nuestra madre, ella tomaba parte en todas sus ideas, planes y proyectos, leía
las galeradas junto con él y era su íntima y fiel compañera para todo”. Sin
embargo, es difícil acoplar en este retrato idílico la figura del padre que, aun
obviando el diagnostico Baumeyer, evidencia en el contenido de su obra un
carácter autoritario con aspectos sádicos integrados como sistema de creencias.
Inevitablemente surge la pregunta ¿desde cuándo era Pauline “inestable, nerviosa
y muy depresiva”?.

Los padres de Schreber tuvieron dos hijos y tres hijas; el mayor de los hijos, tres
años mayor que Daniel Paul, padecía parálisis pero no hay datos de qué tipo ni
cuándo ni porqué se produjo. Es poco probable que fuera grave ya que cursó
estudios de derecho y de química, se suicidó a los treinta y ocho años. De las
hijas, una se casó y tuvo por lo menos un hijo. De las otras dos no se sabe casi
nada, una de ellas es descrita como histérica permaneció soltera y al final “no
estaba del todo bien mentalmente”. La otra, 6 años menor que Daniel Paul, parece
que fue la que se ocupó de él en los últimos años.

Al propio Daniel Paul se le describe como alumno sobresaliente, bien dotado y


aplicado pero a la vez nervioso, inquieto y temeroso. A los 36 años, muertos todos
los varones de su familia y dependiendo de él la continuidad del apellido familiar,
contrajo matrimonio con Sabine Behr, 15 años más joven, de un ambiente cultural
muy diferente (hija de un director de teatro) y bien situada económicamente. No
tuvieron descendencia, Frau Schreber tuvo dos abortos, y según el propio
Schreber esta fue la única pena de un matrimonio por lo demás dichoso, aunque
esta opinión no parece coincidir con la de la esposa, que ante la posibilidad de la
salida de Schreber del hospital psiquiátrico escribe al Dr. Weber manifestándole
sus dudas y preguntando angustiada “¿qué voy a hacer si se pone a gritar en la
calle?”.

Durante su segundo ingreso, la esposa había acogido en su casa a una


muchacha, huérfana de una actriz conocida suya, que más tarde Schreber adoptó.
A ella y al Dr. Weber (hijo del Dr. Weber director del sanatorio Sonnenstein)
debemos las descripciones más ingenuas y vitales de Schreber. El Dr. Weber,
hijo, cuenta como algunas veces participaba Schreber en la comida familiar (por la
descripción, da la impresión que en el sanatorio de Sonnenstein dirigido por su
padre era práctica habitual que algunos ingresados participaran en ocasiones de
la vida familiar) y le recuerda como conversador ingenioso y ameno, solo que en
ocasiones tenía un tono especial, hacia muecas o interrumpía la comida para ir a
su habitación a dar alaridos. La hija adoptiva de Schreber relata los agradables
paseos en los que acompañaba a este después de su salida del sanatorio, por
cierto, cifra en seis y no en dos los abortos de la Sra. Schreber.

Cronología de los principales hechos de la vida de Schreber:

Año Anécdotas e interrogantes


Hechos de la vida de Schreber

1842 Nace Daniel Paul Schreber el 25 de julio Ver métodos pedagógicos del padre,
mas adelante.
Muerte de su padre
1861

1877 Se suicida su hermano

1878 Contrae matrimonio. Por entonces ya dependía de D.P. la


continuidad del apellido familiar.

1884 Hace campaña como candidato al Reichstag No fue elegido


(otoño)

1884 Ingreso en la clínica Sonnenstein. 1º ingreso, diagnostico: Hipocondría


(octubre)

1884 Clínica psiquiátrica de Leipzig Prof. Flechsig


(diciembre)

1885 Alta. Según Baumeyer Aquí hay desacuerdo entre los datos
(junio) aportados por J.Strachey y J.
Numhauser, que fechan el alta a 1 de
enero.

1886 Se hace cargo de un juzgado en Leipzig En este intervalo sueña repetidas


(enero) veces que sufre una recaída y en una
duermevela tiene la idea de que debía
ser agradable ser una mujer en el
1893 Se le comunica su próxima designación para momento del coito. Idea que con plena
(junio) presidente del Tribunal de Dresden. conciencia, rechazó.

1893 (1 de Se hace cargo de la presidencia del Tribunal de


octubre) Apelaciones de Dresden.
1893 (21 de Reingreso en la clínica de Leipzig. 2º ingreso, diagnostico: Demencia
noviembre) paranoide. Prof. Flechsig

1894 (14 de Se le traslada al asilo de Lindenhof. en marzo primeras alucinaciones


junio) auditivas

1894 (29 de Traslado al asilo de Sonnenstein.


junio)

1900-1902 Escribe sus memorias. Inicia acción judicial para Fundamenta su demanda en la
su alta. inocuidad de su insania, no en la
negación de esta y cuestiona la
legalidad de su internamiento.
1902 Gana el juicio en julio, es dado de alta en
diciembre.

1903 Publica sus memorias. Pasa una temporada en Leipzig, con


su madre y su hermana.

1907 Muere su madre, a los 92 años.


(mayo)

1907 El 14 enferma la esposa, él cae enfermo No se modifica el diagnostico anterior.


(noviembre) inmediatamente después. Ingresa en el asilo de
Leipzig-Dösen

1911 (14 de Muerte de Schreber Publicación de “Observaciones


abril) psicoanalíticas sobre un caso de
paranoia autobiográficamente
descrito” de S. Freud (1911)

1912 Muere la esposa a los 54 años


(mayo)

LA HISTORIA CLINICA DESCRITA POR SCHREBER

“Dos veces he estado enfermo de los nervios, ambas como consecuencia de


extenuación mental”. Del primer episodio (octubre 1884) nos dice, que transcurrió
sin incidentes de carácter sobrenatural y que remitió totalmente en el plazo de
poco más de un año.
Aunque Schreber manifiesta que sus impresiones sobre el tratamiento fueron
básicamente positivas y que se sentía entonces “lleno de vivos sentimientos de
gratitud hacia el profesor Flechsig”, ya se percibe en relación a éste cierta
hostilidad, en el sentido de sentirse insultado en su inteligencia por la utilización
con él de mentiras piadosas, como tal interpreta que Flechsig le presentara su
enfermedad: ... “como una simple intoxicación por bromuro de calcio, por la que
deberían exigirse responsabilidades al Consejero de Sanidad, Dr. R. de S., que le
había tratado anteriormente...” y en el sentido de verse sometido, por su condición
de ingresado, a frustraciones y limitaciones que, aunque intenta banalizar, se
percibe que le hieren narcisísticamente. Y en cierta medida, en cuanto a relación
de dependencia y sometimiento, la situación en la clínica Flechsig reproducía la de
su infancia en el hogar paterno.

Schreber, prolijo en detalles, no nos da sin embargo mucha información sobre los
síntomas que presentó en aquella ocasión, solo habla de “aprensiones
hipocondríacas” pero la forma como las describe invita a pensar que ya se trata de
un trastorno más grave de la percepción de la imagen corporal y que apuntan ya
las ideas obsesivas; cito textualmente: …“podría (Flechsig) haberme liberado sin
tardanza de ciertas aprensiones hipocondríacas que por aquel entonces me
dominaban, en concreto de la obsesión de que estaba cada vez más flaco, con tan
solo haberme permitido utilizar la balanza que se empleaba para pesar a los
enfermos ...”,

Recuperado finalmente, realiza un viaje de convalecencia y vive ocho años de


plena felicidad junto a su esposa, colmado de honores y con la única pena de no
haber tenido hijos.

Este periodo feliz termina cuando, en junio de 1893, le comunican su


nombramiento como presidente de Sala del Tribunal Supremo de Dresden.
Durante esa época soñó en varias ocasiones, que recaía en la enfermedad y, en
una ocasión, en duermevela, tiene la idea de que debía resultar muy placentero
ser una mujer cuando se entrega en el coito. Idea que conscientemente “...habría
rechazado con tal indignación que, a tenor de mis experiencias posteriores, no
puedo excluir de plano la posibilidad de que hubiera en juego algún tipo de influjos
exteriores...”. Como vemos apunta aquí por primera vez el tema del “placer en la
entrega” asociado, según los cánones de género de la época, a la condición
femenina.

Comenzó a tomar bromuro de sodio, y en noviembre, por recomendación médica


obtiene un permiso durante el cual pensaba consultar nuevamente con Flechsig.
La víspera de la consulta empeora presentando síntomas de angustia
(palpitaciones, opresión e insomnio). Flechsig le habla de los avances en el campo
de la psiquiatría etc., desplegando “una sobresaliente elocuencia que no dejó de
producirme honda impresión...” y le prescribe unos somníferos, que toma “de
acuerdo con las instrucciones secretas que le habían dado a su mujer...”. A pesar
de tomar los somníferos prescritos, esa misma noche es presa de la angustia e
intenta suicidarse, al día siguiente ingresa en la clínica y la enfermedad evoluciona
rápidamente persistiendo el insomnio y cayendo en un estado de “...tristeza
infinita...la mente....totalmente absorbida por la idea de la muerte...”.

La vida de Schreber en la Clínica de Leipzig transcurría entre las visitas de su


esposa y alguna visita a su madre por Navidad. En febrero de 1894, su mujer que
hasta entonces le visitaba todos los días y comía con él, viaja a Berlín; a su vuelta,
Schreber ya no quiere volver a verla. Desconecta más con la realidad y se
sumerge en su mundo interno.

A partir de ese momento comienzan las referencias a contactos con poderes


sobrenaturales; más en concreto a la conexión nerviosa con que el profesor
Flechsig hablaba a sus nervios aún sin estar presente. Comienza a tener ideas
persecutorias respecto a Flechsig, comienza a tener alucinaciones auditivas y
comienza a formarse el pensamiento de que hay una tendencia inherente al orden
cósmico, según la cual, y en determinadas circunstancias, debe llegarse a una
“eviración” (transformación en mujer) del hombre (del “visionario”) que ha iniciado
un trato con los nervios (rayos) divinos de tal índole que ya no se puede
suspender.

El 14 de junio de 1894 es trasladado al asilo de Lindenhof y el 29 de junio de 1894


al asilo de Sonnenstein donde permaneció hasta 1902 en que, tras una larga lucha
en los tribunales, consiguió la anulación de su incapacitación, su libertad y la
publicación de su obra.
EL SISTEMA DELIRANTE

Para Schreber...“El alma humana está contenida en los nervios del cuerpo....en
cuya capacidad de reacción a los estímulos exteriores se fundamenta la totalidad
de la vida espiritual humana. En virtud de esta capacidad los nervios experimentan
vibraciones que... generan los sentimientos de agrado y desagrado, de placer y de
displacer. ... Una parte de los nervios sólo está capacitada para captar
impresiones sensibles (los nervios de la vista, del oído, del tacto, de la
voluptuosidad y cosas de esta índole) y únicamente perciben....las sensaciones de
la luz, del sonido, del frío y el calor, del hambre, del placer y el dolor, etc. Otros
(los nervios del entendimiento) reciben y conservan las impresiones espirituales y,
en cuanto órganos volitivos, proporcionan a todo el organismo humano el
impulso.... que le permiten actuar sobre el mundo exterior”.

Como hipótesis plantea que “...todos y cada uno de los nervios del entendimiento
representan la individualidad espiritual total de la persona,....en cada uno de los
nervios está... inscrita la totalidad de los recuerdos...”.

El ser humano vivo es cuerpo y alma al mismo tiempo, mientras que Dios es solo
nervios, que además de las cualidades de los nervios humanos, poseen la facultad
de transformarse en todas las cosas posibles del mundo creado. En esta función
reciben el nombre de rayos. Entre Dios y el universo de las estrellas existe una
relación intima. “En virtud de la luz que dimana del Sol y de las restantes estrellas,
tiene Dios la capacidad de percibir todo cuanto acontece sobre la Tierra....en este
sentido, puede hablarse metafóricamente del Sol y de la luz de las estrellas como
de los ojos de Dios”.

Pero el autor no se atreve a asegurar el carácter de esta relación, no sabe si


pueden ser considerados (el cosmos y Dios) como una misma cosa o si debe
concebirse el conjunto total de los nervios de Dios como algo situado por encima y
mas allá de los astros.
En el orden cósmico no alterado, Dios abandona al mundo y a sus criaturas a su
propio desarrollo y no interviene directamente en el destino de los individuos ni los
pueblos, ya que frecuentar a la humanidad viviente implicaría ciertos riesgos para
Dios. El contacto normal de Dios con las almas de los hombres solo se producía
después de la muerte, solo entonces Dios podía acercarse a los cadáveres y
extraer de ellos mediante el poder de los rayos, los nervios, en los que la
conciencia no se había extinguido y despertarlos a una nueva vida celeste. La
nueva vida en el Más Allá es la bienaventuranza. Este proceso se realizaba
mediante un examen y una purificación previa pues en el cielo solo son utilizables
los nervios humanos puros. En ocasiones había que pasar por etapas
intermedias,...”ya que su destino es ser incorporados al mismo Dios y convertirse
finalmente, en cuanto “antesalas del cielo” en parte en cierto modo constitutiva del
mismo Dios”. .....este proceso purificador está vinculado a la realización de un
trabajo que provoca en las almas sensaciones desagradables, o a la permanencia
incómoda, tal vez en un lugar subterráneo...”.

A estas “antesalas del cielo” se les denominaba “reinos divinos anteriores” para
diferenciarlos de los “reinos divinos posteriores” donde aleteaba Dios mismo. Allí
se daba una división que distinguía entre un “dios superior”, Ormuz, y un “dios
inferior”, Arimán.

Pero, continúa Schreber,...”en esta “construcción maravillosa” ha aparecido en


fechas recientes una grieta estrechamente vinculada a mi destino personal”...En
los reinos de Dios hay una crisis, Schreber no sabe de que se trata, son
acontecimientos oscuros, solo sabe que sus orígenes están muy atrás en el
pasado, que los apellidos Flechsig y Schreber desempeñan un papel especial, que
había habido el asesinato de un alma en el que pensaba que estaba implicado un
tal Daniel Fürchtegott Flechsig, consagrado a la neurología, que vivió a finales del
siglo XVIII y que pudo ser el primero que atentara contra el orden cósmico, ...a
causa de un mal uso de la conexión nerviosa divina... y está convencido de que
...”por la época en que mi primera enfermedad de los nervios parecía adquirir un
sesgo de muy difícil curación, alguien intento asesinar mi alma, aunque no logró
su propósito”. Define este asesinato del alma como la entrega del alma de una
persona a merced de otra para conseguir alguna ventaja, confiesa que no conoce
mucho de la verdadera naturaleza del asesinato del alma ni de su técnica (un
pasaje en el que hacía algunas especificaciones fue tachado por la censura).
Otro postulado del orden cósmico es la tendencia a transformar en mujer al
hombre que mantiene contactos permanentes con los rayos. Esta idea que al
principio repugna a Schreber, pasa más adelante a ser bien acogida cuando va
acompañada de un papel grandioso para este hombre evirado, cuando se
transforma en el elegido por Dios para procrear un género humano previamente
extinguido como castigo por haberse entregado al “desenfreno voluptuoso”.

Así es, en resumen, el sistema delirante en el que encuentran explicación las


experiencias de su vida y los “fenómenos” que le atormentan. En él nos muestra
Schreber un delirio estructurado que deviene en personal sistema de creencias.

Sin embargo, este final es fruto de una larga elaboración para ir integrando con
coherencia los cambios sucesivos, en contenido y forma, que se producen en sus
delirios y alucinaciones, p. ej. el designio de su transformación en mujer solo al
final conlleva la grandiosidad redentora, al principio esta connotado de desprecio e
ignominia. Los fenómenos alucinatorios más perturbadores van adquiriendo, a lo
largo de la enfermedad, formas relativamente soportables.

Esta “construcción maravillosa” que constituye el modelo de la concepción del


orden cósmico de Paul Schreber, no es una trama previa sobre la que se haya ido
tejiendo el delirio, sino que es dinámico, se ha ido configurando y evolucionando
de forma que diera cabida y explicación a los distintos fenómenos que se
presentaron en el transcurso de la enfermedad, esta trama está configurada como
ya dijimos, por una miscelánea de distintas corrientes científicas, filosóficas y
religiosas, organizadas con no menos coherencia que muchas otras teorías de
aquella época (y algunas actuales) y es adaptativo, porque en cierta manera, da
respuesta a sus interrogantes existenciales, cumple la función de organizar y
explicar su perturbado mundo de percepciones y representaciones, y contribuye a
integrar, aunque sea precariamente, su personalidad.

El propio Schreber se refiere a dos periodos 1894-1895 (Clínica de Flechsig,


Clínica del Dr. Pierson, primer año en Sonnenstein), y de 1895 en adelante. Los
describe así: ”El primero de ellos conservó, en su conjunto, el carácter grave y
sagrado, a veces terrorífico...el segundo se fue deslizando cada vez más hacia los
tranquilos cauces habituales (por no decir ordinarios). ... En el primer periodo los
milagros tenían todavía, en parte, en lo que atañe a sus repercusiones físicas y
espirituales, un aspecto terrible y amenazador, de modo que estuve noche y día
sumergido bajo gravísimas aprensiones respecto de mi vida, mi virilidad y, más
adelante, mi salud mental. En el segundo periodo, los milagros han ido
adquiriendo –con transiciones paulatinas y no sin retrocesos- un carácter cada vez
menos peligroso, por no decir incluso que ridículo y hasta pueril, aunque en parte
todavía adverso”.

LOS “FENÓMENOS” EXPERIMENTADOS, REELABORACIONES DELIRANTES


DEL MALTRATO

Un amplio abanico de alucinaciones sensoriales, compulsiones, ideas obsesivas


etc. conforman lo que Daniel Paul Schreber nos presenta como “milagros”
“perturbaciones” y “fenómenos”. Algunos de estos fenómenos pueden entenderse
como elaboraciones delirantes de los métodos que su padre propuso en
publicaciones e institutos educativos tendentes al desarrollo de lo que entendía
como unas buenas físicas aptitudes físicas y mentales.

Referencia obligada son los milagros que producen daños a la integridad de su


persona: la destrucción de distintos órganos, el estrechamiento del tórax, los que
atacan los ojos o el que deforma su cabeza. A continuación algunos ejemplos y,
junto a la descripción que Daniel Paul hace en sus “Memorias...”, la de los
inventos pedagógicos del padre

De las “Memorias...”: “... Uno de los milagros más horribles era el llamado milagro
de la compresión del pecho... Consistía en la compresión de toda la pared del
pecho, de manera que el estado de opresión causado por la falta de aliento se
trasmitía a todo mi cuerpo...”.

Instrumentos “educativos” del padre de Schreber relacionados:

“Correa para los hombros”: Correa que forma un ocho cerrado en la espalda
pasando por la parte delantera de los hombros donde lleva unas espirales de
alambre. Presiona en la parte delantera de los hombros obligando a mantenerlos
erguidos.

“Schebersche Geradhalter”: Consistía en dos barras de hierro perpendiculares que


se sujetaban a la mesa del niño. La barra horizontal presionaba sobre las
clavículas y la parte frontal de los hombros para impedir todo movimiento hacia
delante o toda postura encorvada. Los había fijos y portátiles y se usaban tanto en
las casas como en las escuelas.

“Correa para el niño que duerme”. Era una correa con tiras en forma de anillos
para los hombros que pasaba por encima del pecho del niño asegurando que su
cuerpo estuviera derecho y supino mientras dormía. Impedía volverse y recostarse
sobre cualquiera de los lados.

De las “Memorias...”: “... Toda palabra pronunciada cerca de mí o a mí dirigida,


toda acción humana que este combinada con algún ruido, como descorrer los
cerrojos, accionar el picaporte etc. Esta acompañada por la sensación de un
doloroso golpe dirigido a mi cabeza: la sensación de dolor es como un tirón
repentino dentro de mi cabeza...”.

Instrumento “educativo” del padre relacionado: “Kopfhalter”. Consistía en una tira,


que por un extremo se agarraba al pelo del niño y por el otro a su ropa interior de
forma que tiraba del pelo si no se mantenía la cabeza erguida. Impedía que el niño
inclinara la cabeza hacia delante o la girase a los lados.

De las “Memorias...”: “...Este era tal vez el más abominable de todos los milagros,
después del milagro de la compresión del pecho... la máquina de atar la cabeza...
los diablillos me comprimían la cabeza como si estuviese en un torno... lo que
hacía que mi cabeza asumiera temporalmente forma de pera...”.

Instrumento “educativo” del padre relacionado: “La barbillera”. Consistía en una


serie de correas que se ceñían alrededor de la cabeza, sujetándose finalmente a
la barbilla.
Aunque algunos autores cuestionen que realmente Daniel Paul sufriera la
aplicación de estos inventos, basándose en que Kallipädie, la obra donde Daniel
Gottlob Moritz Schreber los describe fue publicada en 1858 cuando Daniel Paul
contaba 16 años, hay que señalar el sorprendente parecido que las figuras
dibujadas mostrando estos inventos tienen con los hijos del autor y hay que
considerar también los tiempos previos de experimentación y perfeccionamiento
necesarios hasta que estos ven la luz pública y se divulgan.

Lo evidente e incuestionable es la relación de similitud entre las sensaciones


alucinadas por D. P. Schreber y las que se percibirían con la aplicación de los
instrumentos ideados por el padre.

Relación que también podemos encontrar entre los contenidos de las


alucinaciones auditivas, pensamientos obsesivos, etc. y los mensajes verbales
(probables) y el sistema educativo (cierto) de su padre.

Cuando nos habla de “el lenguaje de los nervios” nos está hablando, al comienzo
del delirio, de pensamiento intrusivo y alucinaciones auditivas estrechamente
relacionadas con Flechsig, que, “... de alguna manera ha averiguado el modo de
poner a su servicio los rayos divinos”, pudiendo de esta manera establecer
contacto con él sin estar presente. Pero enseguida se complica con otros
fenómenos y a partir de aquí, son ya multitudes de almas las que mantienen
relación con él, aunque en su mayoría eran almas ya separadas, es decir de
personas que él creía muertas. También le hablan, el sol, los pájaros, etc., y hay
voces internas y externas.

Al comenzar el delirio todas estas voces hablaban a la vez, produciendo gran


confusión pero posteriormente se limitan a la repetición de frases absurdas.
Sucede con las “voces interiores” lo mismo que con la idea de su eviración: a lo
largo del proceso de estructuración del delirio sufren una trasformación que las
hace más tolerables.
Otro fenómeno que me parece interesante considerar, es el de el llamado “milagro
del aullido“, uno de los síntomas más molestos para su entorno social; pienso que
el menos adaptativo y el que menor transformación experimenta a lo largo de la
enfermedad.

El “milagro del aullido” responde a una coerción extrema del dios inferior Arimán,
con una doble finalidad: hacerle pasar por un idiota y sofocar el ruido de las “voces
interiores”. Este fenómeno, cuya dinámica no queda clara en la trama delirante,
parece obedecer a un conflicto entre el dios inferior y el superior; asociado a él se
encuentra la llamada de auxilio, que es la expresión de los estados de angustia
que se generan “...en las partes desligadas de los nervios divinos...” cuando “...el
dios superior advierte...que una vez más, no se ha alcanzado el objetivo de la
anulación de la capacidad de atracción de mis nervios...” y va siempre seguida de
la frase “!que calle de una vez toda esa maldita llamada de auxilio!” .

Por último consideremos el fenómeno de “la coacción a pensar”, que, en esencia,


consistía en que se veía obligado a pensar sin descanso, forzado por las voces
que incluso llegaban a preguntarle “¿en qué piensa Vd. ahora?” y que obligaba a
Schreber, incapaz de contestar, “... a refugiarse(me) en una especie de
falseamiento mental...”. Este milagro se daba generalmente mediante frases
incompletas que “las almas” le decían y que él se veía obligado a completar. En el
capitulo XVI nos da un listado bastante amplio de ellas, en su mayoría triviales;
pero las que se encuentran distribuidas a lo largo de toda la obra, suele tener un
contenido insultante o vejatorio, extraigo a título de ejemplo el dialogo mental de la
página 113: ... “¿por qué no lo dice Vd. (en voz alta?)”, a lo que sigue la falsa
respuesta: “porque soy un estúpido o algo parecido” o también: “porque tengo
miedo del señor M.”.

Como “Las voces” y el tema de la eviración, “el sistema de las frases incompletas“,
también va cambiando con el paso del tiempo, llegando finalmente a estar
formadas solo por conjunciones o formas adverbiales mucho más tolerables.

LA LITERATURA ANALÍTICA
La publicación de la obra de Freud sobre un caso de paranoia
autobiográficamente descrito” fue el detonante de gran parte de la abundante
literatura posterior sobre“El caso Schreber”, convirtió este caso en un clásico del
psicoanálisis y referencia obligada en los desarrollos posteriores sobre la teoría de
la psicosis.

En “Observaciones psicoanalíticas…” Freud explica la enfermedad de Schreber,


considerando la paranoia como defensa frente a un súbito amor homosexual hacia
el Dr. Flechsig por transferencia del amor a su padre. Es decir pone en primer
término la homosexualidad, nacida de la pulsión amorosa hacia el padre (o el
hermano) reprimida y proyectada en el otro. Aplica, para explicar la psicosis, el
mismo modelo de las neurosis.

A partir de la obra de Freud, desde las distintas escuelas y tendencias


psicoanalíticas se desarrollan múltiples explicaciones para el caso Schreber.

Katan, considera que los síntomas de la enfermedad de Schreber deben ser


interpretados como defensas frente a los deseos homosexuales pasivos y las
alucinaciones como el resultado de cargas libidinales proyectadas.

Desde la teoría kleiniana se pone el acento en los conflictos orales primitivos y en


la no superación de la posición esquizo-paranoide. Poniendo en escena la figura
de la madre.

Para Fairbaim, la homosexualidad de Schreber es secundaria y defensiva, no


surge del amor al padre sino del odio a la madre, la figura del padre como
perseguidor se explicaría por un mecanismo de sustitución, para hacerla más
tolerable. Por eso, por temida, su imagen está ausente en los delirios de Daniel
Paul Schreber.

White comparte la hipótesis kleiniana y fija el origen del odio a la madre en una
frustración oral exagerada, ante la prohibición paterna muy precoz del seno
materno. Muestra que la imagen materna no está tan ausente como se pensaba,
incluso sostiene que su representación simbólica constituye la parte esencial de
las “Memorias…”

Todos ellos buscan la explicación del delirio paranoico en la vida pulsional del
sujeto.

En “Introducción al narcisismo” (1914) Freud sugiere una correlación entre


constitución del narcisismo y constitución del yo, que apunta a una concepción del
narcisismo más como momento estructurante que como estadio de desarrollo, lo
que abre nuevas posibilidades de investigación hacia la importancia del papel de
la sexualidad del otro en ambos procesos y permite a Lacan introducir un
elemento fundamental: el deseo del otro y el importante papel que desempeña en
el desarrollo de la paranoia.

Franz Baumeyer (1955) y William Niederland (1959) investigaron intensamente las


circunstancias de la vida de Daniel Paul Schreber y su familia. F. Baumeyer
rastreó los informes médicos de Schreber desde el asilo de Arnsdorf (Dresden),
donde se encontraban los restos del archivo del antiguo manicomio de
Sonnenstein, hasta el de Leipzig-Dösen, donde encontró la mayor parte del
material de su historial clínico. También realizó pesquisas para localizar a aquellas
personas que podían ofrecer testimonio directo de algunos periodos de la vida de
Schreber. Gracias a estos datos podemos reconstruir los hechos de su vida con
bastante exactitud, e incluso intentar un pequeño bosquejo de su forma de ser, de
algunas facetas de su personalidad más allá del cuadro clínico. Según Franz
Baumeyer, el padre, Daniel Gottlob Moritz Schreber, sufría de manifestaciones
compulsivas con impulsos asesinos[1].

William Niederland a partir del análisis de la obra del padre saca a la luz la
autentica naturaleza sádica y autoritaria del socialmente exitoso, reconocido
filántropo y eximio pedagogo Daniel Gottlob Moritz Schreber, señalando las
sorprendentes semejanzas entre los absurdos pensamientos de Schreber y las
técnicas de su padre para educar a los niños, algunas de las cuales se han visto al
tratar de los “fenómenos”.
Continuando en esta línea, Morton Schatzman (1973) encuentra que varias de las
peculiares experiencias de Schreber que fundamentaron el diagnostico de
paranoia, pueden vincularse a procedimientos concretos del padre; que las
practicas educativas del padre podrían confundir a cualquier niño y que hubiera
sido difícil para un niño ver lo confuso de sus métodos.

Pone en relación la mente de un adulto considerado loco con el proceder del


padre con respecto a él cuando era niño, considerando, no los hechos traumáticos
que se hayan podido producir en ocasiones aisladas, sino los modelos de sucesos
que se producían reiteradamente y que pueden ligarse a modelos de sucesos que
el paciente experimentó repetidamente durante su enfermedad nerviosa.
Considera la locura como una forma de adaptación a determinadas formas de
aprendizaje.

Propone un cambio de modelo para la mejor comprensión, no solo del caso


Schreber, sino de las esquizofrenias y psicosis en general. Modelo que se
centraría la atención más en el contexto que en el sujeto. “…Muchos
investigadores ven en las personas consideradas como esquizofrénicas unas
víctimas de sucesos cuyo origen está en su interior. No ven en su condición una
respuesta a la conducta que observa con respecto a ellas la gente que las rodea
[…] A mucha gente le confunde la conducta de personas consideradas como
esquizofrénicas. Sin embargo, si conocieran en profundidad...a las personas que
componen las familias de dicha gente, podrían encontrarlas no menos
desconcertantes que la llamada criatura psicótica...” [2]

El mismo Freud 26 años después de publicar “Observaciones psicoanalíticas


sobre un caso de paranoia autobiográficamente descrito”, apunta en este sentido
en “Construcciones en psicoanálisis” (1937), (refiriéndose a los delirios): “su
esencia es que no solo hay método en la locura […] sino también un fragmento de
verdad histórica”.

Las aportaciones del grupo de Palo Alto con las nociones de double bind y
comunicación paradójica y sus efectos patógenos cuando aparecen en el marco
de la interacción, así como el importante papel de la persistencia de ese tipo de
comunicaciones para que adquieran efectos patógenos, apoyan la perspectiva de
Schatzman.
Un intento (mas) de análisis

¿Cómo podríamos reinterpretar el “caso Schreber” hoy, un siglo después de que


éste escribiera sus memorias?

La explicación freudiana: Paranoia como defensa frente a un súbito amor


homosexual hacia el Dr. Flechsig por transferencia del amor a su padre, hoy es
difícilmente sostenible.

Aunque señaló acertadamente el elemento narcisista que aparece en la temática


delirante de su eviración, ligada al destino glorioso de recrear a la humanidad, de
la misma forma que la secuencia asociativa Dios-Flechsig-Padre y la ambivalencia
rebeldía-veneración en relación a esta figura, que se encuentran claramente
reflejadas en el texto de Schreber. Encuentro que la atribución de los afectos de
amor y admiración al Padre negados por su carácter homosexual es un poco
aventurada, y en este sentido, quiero llamar la atención hacia algunos elementos
que apuntan a la dominancia de otros afectos en relación a su padre.

Si analizamos el nombre del implicado en el antiguo asesinato de un alma “...un tal


Daniel Fürchtegott Flechsig, dedicado a la neurología...” , observamos un
fenómeno de condensación y desplazamiento, que sintetizan en un nombre el
pasado, el presente y las características, en este caso temibles, de una situación;
me explico, el padre de Paul Schreber se llamaba Daniel Gottlob Moritz. Ahora
bien, si tomamos en cuenta el significado de estos nombres (Gottlob = Alabanza
de Dios y Fürchtegott = Temor de Dios), podemos interpretar el nombre de Daniel
Fürchtegott Flechsig como referencia a una situación característica tanto en el
pasado con el padre como en el presente con el médico y lo que caracteriza esta
situación es el TEMOR. Pienso que con el nombre Daniel Fürchtegott Flechsig
designa tanto a su padre, como al Dr. Flechsig, y que lo relevante es que ambos
se encuentran en una posición de dominio frente a Paul Schreber, el padre frente
al niño, el médico frente al enfermo.
La descripción que hace del asesinato del alma coincide con el concepto de
identificación con el agresor de Ferenczi y, a través de los “fenómenos” se
expresan más elementos que apuntan también en esta dirección: el contenido de
las “voces”, que, o bien no tienen sentido, o bien son insultantes, ¿no estarán
reflejando la vivencia infantil de estar siendo continuamente juzgado, en un
entorno relacional dominado por las descalificaciones y la amenaza? cuándo en
estos diálogos mentales con las voces Paul Schreber contesta porque tengo
miedo del señor M. ¿no estará simplemente reconociendo y expresando el
sentimiento predominante en la relación con su padre?.

Cuándo, en su delirio, Schreber se ve obligado por las voces “... a refugiarse en


una especie de falseamiento mental...”. ¿No nos estará hablando de la formación
de un falso self, típico de las situaciones traumáticas continuadas?

Pienso, como Paul Baker (2000) que las llamadas alucinaciones auditivas de los
pacientes psiquiátricos tienen en realidad plena significación y cobran sentido en
el contexto de sus vidas y en el contexto también de la forma en que las han
afrontado.

Paul Schreber deja claro a lo largo de su obra el convencimiento de que es víctima


en una situación en la que se ha alterado el orden natural del universo, intentando
el asesinato de su alma, y que el culpable es el propio Dios; es decir, se identifica
como víctima en una situación de trauma continuado en la que el agresor es Dios
(padre) “...En mi caso la iniquidad moral corresponde a Dios al situarse fuera del
Orden del Mundo por el que Él mismo tiene que guiarse...”.

El sentimiento predominante no sería así el amor sino el miedo.

Pero sobre todo porque se basa en la apreciación errónea por parte Freud de las
condiciones reales en que discurrió la infancia de Schreber, y que, desde mi punto
de vista, determinaron lo fundamental de su patología: El fracaso en la
estructuración de su identidad y el desarrollo de un falso self como consecuencia
del sistema educativo paterno, basado en prácticas tremendamente
traumatizantes.
Esta hipótesis encaja mejor con la maltratada infancia de Schreber y las
dificultades que suponen la identificación con un padre amenazante y realmente
peligroso en la intimidad familiar, pero brillante y valorado en el entorno social.

Analizando este sistema, vemos que se basaba en el maltrato sistematizado,


castigando no solo las conductas no aceptadas por el sistema ideológico del
padre, sino hasta los actos reflejos. Pongo un ejemplo: imaginemos al niño Daniel
Paul, estudiando en su pupitre con un “Kopfhalter” puesto, se abre una puerta, la
respuesta automática, refleja, es la de orientación hacia el estimulo, es decir, mirar
hacia la puerta, hacia la fuente del ruido. Concomitante a esta acción un tirón de
pelos, un estimulo aversivo, eso día si día no, alternando con las otras prácticas
educativas del padre, como por ejemplo, los baños fríos desde la infancia más
temprana.

Esta situación de violencia sistemática, semejante a la de tortura, se ve agravada


por el hecho de que se da en el contexto familiar, es ejercida por el propio padre
con el consentimiento o la colaboración de la madre y presentada como
“educación”.

Pero a diferencia de la situación de tortura, en la que el adulto torturado puede


mantener su identidad en tanto se reconozca como víctima, al niño víctima de
abusos en el hogar no le queda esta posibilidad, ni tan siquiera la de expresar su
dolor.

En semejante situación, en que las experiencias interrelacionales de cuidados y


reconocimiento necesarias para generar las seguridades básicas y la autoestima
se ven sustituidas por experiencias que provocan dolor, miedo e impotencia. En un
contexto relacional de doble vinculo masivo, en el que el daño es producido por el
adulto del que el niño depende y en nombre del amor paterno, probablemente
acompañado por mensajes verbales paradójicos “es por tu bien...” “porque te
queremos, te maltratamos...” etc. (podemos suponer, que el padre, que defendía
esa forma de educar como excelente, así lo verbalizara a su familia), construir la
propia identidad es como intentar componer un cuadro con piezas de distintos
puzzles.
Es decir, en el caso de Daniel Paul Schreber se dan todas las características de lo
que Barudy (1998) denomina violencia ideológica en el seno de la familia y en la
patología posterior de Schreber podemos ver reflejadas las consecuencias.

En el nivel somático podemos apreciar como el dolor queda inscrito en el cuerpo


expresándose posteriormente como alucinaciones sensoriales. Tal como se
describe en paginas anteriores la relación de semejanza entre las sensaciones
físicas causadas por los “instrumentos educativos” utilizados por Schreber padre y
las sensaciones posteriores, descritas por el propio Schreber y que conformaban
sus alucinaciones sensitivas, me parece tan clara que podemos permitirnos decir
que las primeras aportan la “materia prima” de las segundas, es decir que el
contenido de las alucinaciones que atormentaban al hijo tenían su origen en
sensaciones físicas reales vividas durante su infancia.

La concepción modular de la memoria, lo que podríamos considerar sus distintos


registros: memoria emocional, la no declarativa, la procedimental…, la huella
mnemica inscrita en el cuerpo, que hoy se investigan desde distintas disciplinas,
podrá dar cuenta de cómo y porque medios, una experiencia traumática o una
sensación dolorosa del pasado, es revivida posteriormente produciendo el
fenómeno de las alucinaciones sensoriales.

Otros daños descritos por Barudy como ansiedad crónica, trastorno de la imagen
corporal, desesperanza, autodestrucción y trastorno de la identidad son
claramente apreciables a través de los datos biográficos y del desarrollo de su
enfermedad. Por ejemplo, cuando se nos describe a Schreber como estudiante
bueno y aplicado pero a la vez temeroso e inquieto ¿no se está describiendo la
conducta ansiosa de un niño que intenta adaptarse a un medio amenazador
desarrollando un falso self? ¿no hay en el fondo de las ideas hipocondríacas que
le llevan al primer ingreso, (por ejemplo, cuando se quejaba de que padecía
reblandecimiento cerebral) lo mismo que en algunos contenidos delirantes (“...lo
que hacía que mi cabeza asumiera temporalmente forma de pera...”) un trastorno
de la imagen corporal?. La desesperanza y autodestrucción se evidencian en los
intentos de suicidio.
Y si reconocemos que la idea persecutoria en principio está basada en una
percepción buena, no delirante, de la realidad ya que realmente su padre le
persiguió y el mensaje le trasmitía era por una parte verbal: “tienes que ser así”
pero por otra parte, desde su práctica y desde su propia patología, lo que le
comunicaba era “tienes que no ser”, ¿ese tener que “no ser” para poder ser, que
Schreber asumió para sobrevivir?, ¿no define el mayor trastorno posible de la
identidad?.

Desde esta perspectiva la idea delirante de un complot para asesinar su alma no


resulta tan delirante, más si tenemos en cuenta que probablemente en la clínica
del Dr. Flechsig se utilizara la castración como medida terapéutica, lo mismo que
las duchas frías y otras prácticas habituales de la época; por lo que, 23 años
después de la muerte de su padre, su ingreso en esta pudo suponer una
experiencia de retraumatización.

La evolución desde una idea persecutoria según la cual Dios-Padre-Flechsig


pretendía su castración para una vez convertida en mujer, humillarla y entregarla a
la prostitución, hasta la aceptación, finalmente, de su emasculación mediante un
proceso de metamorfosis con el fin de ser la mujer de dios y cumplir un designio
sagrado (“ es pues mi deber ofrecer a los rayos divinos la voluptuosidad y el goce
que esos rayos buscan en mi cuerpo”) puede interpretarse como un intento de
desarrollar una defensa masoquista, capaz, por una parte de aplacar al dios
perseguidor del delirio por otra de transformar en “voluptuosa”, placentera, una
experiencia dolorosa, satisfaciendo también las necesidades narcisistas, con un
contenido de grandiosidad compensatorio.

Uno puede preguntarse como tardan tanto en aparecer las manifestaciones


psicóticas, 44 años si tomamos como referencia su segundo ingreso y eludimos lo
que la “hipocondría” del primero podía estar tapando.

Si observamos el curso de la enfermedad vemos una secuencia de


acontecimientos que apoyan la hipótesis de que el caso Schreber puede ser
explicado mejor desde un modelo de situación traumática - estrés postraumático –
retraumatización que desde el freudiano de brusca aparición de un impulso
homosexual – culpa – delirio persecutorio.
De su infancia y juventud tenemos el testimonio de profesores que le describen
como alumno sobresaliente, bien dotado y aplicado, pero a la vez nervioso,
inquieto y temeroso. Esta descripción nos permite suponer que su infancia y
adolescencia estuvieron marcadas por el temor; temor, probablemente, al castigo
físico, pero también temor a la humillación, al “no valer”, a las críticas y
descalificaciones continuas de un padre autoritario que generan en el niño un
sentimiento de persecución.

Como él mismo nos dice, las dos crisis que le llevan a ingresar se producen por
“extenuación mental”.

La primera, ligada al fracaso cuando se presenta a las elecciones, conlleva una


herida narcisista y se manifiesta con una grave crisis de hipocondría. El pasaje del
derrumbe narcisista a la crisis hipocondríaca sucede según describe H. Bleichmar
en el capitulo V de Angustia y fantasma.

La segunda se produce cuando se instala en Dresde y toma posesión del cargo de


Presidente del Tribunal Superior. En esta ocasión, a los factores que precipitaron
su anterior crisis se unen nuevos factores de riesgo, derivados tanto de la
experiencia previa como de una situación social en la que carece de un mínimo
sostén grupal. Dibujándola a grandes rasgos su situación en ese momento sería la
siguiente:

Laboralmente es el superior de cinco jueces, todos mayores que él y más


familiarizados con el trabajo que debía realizar; socialmente se encuentra aislado,
lejos de la casa familiar de su madre

Su nivel de autoexigencia es muy grande, él mismo dice: “... movido por la


ambición personal, aunque también en beneficio del cargo, quise ganarme.... en
virtud de la indiscutible calidad de mis actuaciones, un sólido prestigio entre mis
colegas...”.
Se nos ponen de manifiesto dos de los factores que sin duda determinan la crisis
posterior:

1. Alto nivel de autoexigencias y convencimiento de fracaso, de desastre,


determinado por las experiencias anteriores y probablemente por la palabra del
padre, que, como otro significativo, le doto de expectativas y deseos narcisistas
grandiosos, junto con una imagen de sí mismo como de incapaz.

2. Aislamiento social, no cuenta con parientes ni conocidos y solo en una


ocasión son invitados a una velada, y, nos dice, que fue esta la única ocasión en
que consiguió dormir mucho mejor.

No es de extrañar, en estas condiciones, que en el plazo de pocas semanas


comenzara a presentar trastornos del sueño en forma de insomnio casi total, ni
que, en semejante estado, se agudizara la percepción de pequeños crujidos. Nos
está describiendo un estado de hiperalerta. El temor a un nuevo fracaso y una
nueva herida narcisista están preparando la crisis que comienza, como la primera,
con síntomas de angustia.

En esta etapa de la enfermedad, todavía no atribuye estos ruidos a causas


sobrenaturales, sino que piensa que se trata de algún ratón. Es más adelante,
estando ya ingresado y a medida que va estructurando el delirio, cuando los
incorpora a éste como “fenómenos sobrenaturales dirigidos a él con la intención
de impedirle el sueño”.

Institucionalizado, aislado de su familia, insomne, no tardan en producirse crisis de


agitación y sucede un episodio que él relata así: “Hacia la cuarta o quinta
noche.....en plena noche, dos enfermeros me arrancaron del lecho y me
trasladaron a una celda dormitorio para dementes (furiosos). Ya sin eso me
hallaba yo en un grado de excitación extrema.... que aquel suceso, cuyas razones
desconocía, elevaron a un nivel máximo. El trayecto pasaba por la sala de billar, y
como yo ignoraba lo que pretendían hacer conmigo, consideré mí deber
resistirme, de modo que sin más prenda que un camisón, me enzarce en una
pelea con los dos enfermeros, en el curso de la cual intenté aferrarme al billar,
aunque finalmente fui reducido y conducido a la mencionada celda”.

Que posteriormente Flechsig negara este episodio y lo atribuyera a su fantasía


contribuyó a aumentar la desconfianza de Schreber hacia él. Puede ser que estos
hechos sucedieran posteriormente, en Lindenhof o en Sonnenstein y que
Schreber, en estado de confusión equivoque fechas y lugares, pero también es
posible que la versión de Schreber sea la cierta. Lo que sí es cierto es que,
inmediatamente tras su segundo ingreso Schreber manifiesta claramente sus
suspicacias hacia Flechsig y que Flechsig acelera su traslado a otra clínica.

LOS SISTEMAS MOTIVACIONALES

Como el propio Schreber declara, con esta obra pretendía apoyar el recurso
interpuesto ante el Tribunal Supremo de Dresden para revocar la sentencia de
incapacidad emitida por el Tribunal de Primera Instancia dos años antes. Resulta
interesante que Schreber iniciara las acciones encaminadas a revocar su
incapacitación a raíz de desacuerdos con su esposa sobre la administración que
esta hacía de sus bienes, en concreto cuando se le restringe el consumo de
algunos objetos (cuerdas de piano, papel...) que utilizaba durante su
internamiento.

También, a medida que avanzaba el escrito comenzó a fraguarse la idea de


hacerlo público, tanto porque veía la necesidad de “...dar a las personas que
formaran mi entorno inmediato una idea, al menos aproximada, de mis
concepciones religiosas, para que, aunque no lleguen a comprender enteramente
algunas aparentes anomalías de mi conducta, tengan al menos algún indicio de la
necesidad que me empuja a un comportamiento tan singular...” como porque
pensaba, como así ha sido, que aportaría datos de interés en futuras
investigaciones científicas. Es evidente que estos motivos señalan hacia los
aspectos narcisistas de su personalidad, a la necesidad de reparar un sistema
narcisista dañado; pero otros aspectos, menos evidentes, apuntan directamente al
sistema de autoconservación, porque, tras los motivos explícitos, se percibe
también en la obra de Schreber una dramática necesidad interna de encontrar
explicación a los hechos que experimenta y de organizarlos de forma que tengan
sentido y a la vez doten de este su historia personal.
Algo parecido a la contratransferencia

No pretendo equiparar la actitud con que nos acercamos a una obra literaria al
proceso de transferencia-contratransferencia pero si me voy a permitir un cierto
paralelismo ya que, tanto las referencias y conocimientos previos como las
impresiones y las distintas emociones que su lectura nos suscita, van a determinar
lo que extraigamos de ella como más significativo.

Mi primer conocimiento del “caso Schreber” fue a través de la obra de Morton


Schatzman “El asesinato del alma. La persecución del niño en la familia
autoritaria”, después leí la obra de Freud y más adelante, la de Baumeyer. Cuando
finalmente accedí a “los sucesos memorables de un enfermo de los nervios” había
nacido ya en mi una corriente de simpatía hacia la triste persona de su autor;
también, un cierto reproche hacia Freud porque consideraba que en su obra lo
trataba injustamente. Esta consideración se basaba, no en la falta de interés de
Freud por el entorno de Schreber y sus circunstancias reales o en cualquier otra
crítica que se pueda hacer a su propuesta de interpretación del caso, sino en un
cierto matiz de animadversión que creí advertir en la introducción, cuando se
justifica ante la posible reacción de Schreber remedando los argumentos de éste
en la misma situación frente a Flechsig, francamente me pareció ruin.

Este efecto “contratransferencial” también lo experimenté, aunque en sentido


contrario. Comencé a leer “los sucesos...” con el entendimiento nublado por la
simpatía, y, según avanzaba en la exposición axiomática del sistema de creencias
de Schreber más coherente lo encontraba y, reflexionando que en la actualidad
muchas personas consideradas apenas extravagantes y otras consideradas
“normales”, sostienen sistemas de creencias similares en cuyo telón de fondo se
adivinan sombras arquetípicas, llegué a la página 31, donde Schreber me puso en
mi sitio, aclarándome que todas estas teorías eran incuestionables pues provienen
directamente de Dios, ya que “...desde hace ya varios años, el sol me habla con
lenguaje humano...”.

A MODO DE EPÍLOGO
Tras recuperar su libertad, Schreber volvió a hacer una vida casi normal; paseaba
con su hija adoptiva y sus sobrinos y visitaba a su madre regularmente. Para
hacernos una idea más exacta de cómo se encontraba respecto a su enfermedad,
citaré tres detalles que me parecen significativos: Su hija adoptiva, en una
entrevista con Niederland, dice que recibió de Schreber cuidados maternales que
no había recibido de su propia madre; para el cumpleaños de su esposa en 1907
Schreber le escribió unos cálidos versos en los que no falta la referencia a los
años de su enfermedad, y en este periodo incluso se hizo construir una nueva
casa en Dresden supervisando personalmente las obras. Cinco años más tarde
muere su madre y se producen conflictos familiares por la herencia, cuando en
estas circunstancias su esposa sufre un infarto, él vuelve a sus temores y es
ingresado en el asilo de Leipzig-Dösen donde fallece en 1911. Entre sus
pertenencias se encontraron hojas sueltas en las que, con dificultad, se pueden
reconocer algunas palabras: ...sincero....justo....inocente...eternamente maldito...,
pero que en su mayor parte son grafismos indescifrables.

Вам также может понравиться