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AUTORES TEXTOS Y TEMAS Jcf'ft^ey C.

Alexander
CIENCIAS SOCIALES
Colccción dirigida por Joscl.xo Ilcriair-r

23
SOCIOLOGÍA CULTURAL

Formas de clasificación
en las sociedades complejas

Introducción de Isidro H. Cisneros


y Germán Pérez Fernández de| Castillo

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A ANTHROPE'
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Sociología cultural : Formas de clasificaclón t,¡¡ lns sociedades complejas /
I Jeffrey C. Alexander; introducción de Isidro H. Clsncros v 6ennán Pérez
i Femández del Castillo. Rubí (Barcelona) : Anthropos lllitolinl ; México :
FLACSO,2OOO
-

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XI\I + 271p. ;20 cm.

ISBN 84-7ó58-571 -3
-
(Autores, Textos y Temas. Clcnclus Soci¡les ;23)

CP 1685 i;i
!
l. Sociología cultural 2. Cienciro Sociales - Metodología 3. Tr:rrlilirirr
dwkheinriana 4.Srciedad: formasdeclasifieción 5.Patronesculttu:rh.s l.(lisncros, To María Pía kua,
I I.H., int. II. Pérez Femández del Castillo, G., int. IU. FLACSO (Méxiqr) lV. l ltrlo
V. Colemión lbr all that she has given me
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FACULTAD
FaLlTlcAs

Traducción del original inglés: Celso Sánchez Capdequí

Primera edición: 2000

O Jeffrey C. Alexander, 2000


I O FLACSO,2OOO
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O de la Introducción Isidro H. Cisneros y Germán Pérez Femández
l{ del Castillo, 2000
t
v O Anthropos Editorial, 2000
Edita: Anthrcpos Editorial. Rubí (Barcelona)
t En coedición con la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales,
j México D.F-
,)
ISBN: 84-7658-571-3
Depósito legal: B. 48.950-1.999
Diseño, realización y coordinación: Plural, Servicios Editoriales
t (Nariño, S.L.), Rubí. Tel. y fax 93 697 22 96
l
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t
In-rpreso en España - Printed in Spain

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ninguna fb|nra ni por ningúrn medio, wa mecánico, fotoqufmico, elctrónico, magnético, elec-
lrr)ól)lico, por lotocopia, o ctnlquier otro, sin el pemiso previo por esrito de la editorial.
INTRODUCCIÓN

La obra que el lector tiene en slrs manos representa una


contribución fundamental en el desarrollo que la teorfa socioló-
gica contemporánea ha experimentado dnrante los frltirnos
años. A esta renovación de los paradigmas constittrtivos de la
sociologla, Jeffrey C. Alexander ha realizado importantes con-
tribuciones, reafirmando su presencia indiscutible en el campo
de las ciencias sociales de nuestro tiempo. Considerado ya
como un autor clásico y como uno de los padres del neofuncio-
nalismo en sociología, el autor de esta obra nos propone un
nuevo acercamiento a uno de los debates centrales en torno a la
sociología cultural. Una sociologÍa que ubica el significado cul-
I
turalmente mediado en el centro de los estudios sociales. posee-
I dor de una formación típica del intelec[ral cosmopolita, Ale-
xander promueve el diálogo entre el pensamiento social eu-
ropeo y la tradición sociológica anglosajona en relación con el
viraje paulatino que la disciplina ha conocido hacia el campo de
la cultura. Esta sociología ctrltural se articula sobre las estructu-
r-urs subjetivas de la üda cotidiana. En este sentido, Alexander
considera necesario evitar el error muy difundido en la ciencia
social racional, según el cual es posible intentar explicar las ins-
tancias de subjetividad a través de una ncausalidad objetiva,
clue estaría reflejando las <estructuras reales, de los hechos so-
ciales. Analizando la imrpción de la cultura en la escena central enl¡p cl t'lilrlnrl¡rrÍr y t.l crremigo lo que per:rnite caracterizar los
de la investigación y el debate sociológico durante el último tra- nnfmbnl¡r¡ r.lvllee tL,l rrral"; desde el estudio del caso Watergate
mo del siglo xx, Jeffrey C. Alexander reflexiona sobre la defini- (:(rmo ult ¡rulrln (l(' ¡rartida de su concepto de sociedad ciüI,
ción de un (programa fuerte> para la teorfa sociológica a partir lrn¡le ln ¡l'rr¡rurrrciór-r cultural de la Guerra del Golfo Pérsico y
de un nuevo acercamiento a la temática de la cultura y su rela- lne dlvet'rru leorfas que han intentado explicar el unuevo mundo
ción con la üda social. Siguiendo una larga tradición teórica en en nucilrrl$ licnrpos". Estos problemas son tematizados a partir
sociología que parte desde É,mile Durkheim hasta Max Weber de ttnn rrrctliación interpretativa en donde la cultura es el hori-
y desde Talcott Parsons hasta Jiirgen Habermas, incorporando zonlr (luc clota de sentido a los actos sociales. Alexander refle-
desde luego una amplísima gama de intelectuales y estudiosos xionn cn torno al (programa débil" de la sociología, que parte
de la üda social, Alexander analiza desde una perspectiva inno- con li¡ ¡reogramsciana Escuela de Birminghan y prosigue con el
vadora tanto los nexos entre cultura, significado y strbjetiüdad, úrltimo Michael Foucault, quien a través de la ovoluntad de po-
como los vÍnculos entre valores, códigos y discursos narrativos. der, reduce el sentimiento subjetivo a la categoría de una varia-
La perspectiva de Alexander propone la idea de que la dimen- ble superflua. Un ensayo central que finaliza el repaso sobre
sión mística y subjetiva amplía los espacios del pensamiento sociología es el que se ocupa de la obra de Pierre Bourdieu cuya
cútico, de la responsabilidad y de la solidaridad. Hablar de so- üsión estratégica de la acción desplaza la experiencia de las
ciología cultural, sostiene Alexander, quiere decir hacer referen- emociones y traslada la atención teórica desde el poder de los
cia al programa fuerte de la sociologÍa en un momento como el sfmbolos colectivos a sus determinaciones obietivas. Alexander
actual caractenzado por el cambio de época. El modo como la plantea una contundente crítica a esta tradición de pensamien-
cultura interviene en los hechos sociales constituye el funda- to en la medida en que esquiva las mediaciones simbólicas de la
mento no de una hipotética sociología de Ia cultura sino de una üda social así como la necesaria autonomía de la cultura que
real y ügorosa sociología cultural. Representante de un tipo de resulta fundamental para comprender el carácter complejo de
intelectual innovador en estos momentos de declive del pensa- la acción social. Alexander identifica el impacto de la cultura
miento, Jeffrey C. Alexander fonnula preguntas incisivas y plan- sobre el discurso social articulando un programa fuerte para la
tea respuestas conüncentes respecto al papel de la cultura y de sociología. La constntcción de significado es estudiada a través
las mediaciones simbólicas en la construcción de sentido en la del vínculo (texto-contexto) para lo cual propone una lectura
sociología. innovadora acerca del rol de los intelectuales en la construcción
El conjunto de ensayos aquí reunidos tiene un hilo conduc- de los códigos narrativos y de las estructuras simbólicas.
tor representado por el análisis cultural de los fenómenos socia- Alexander posee una sólida formación en los pensadores clá-
les o, dicho de otro modo, por la relación entre cultura, acción y sicos de la sociología como se refleja en su obra de cuatro volÍr-
sistema social. Este enfoque constituye el núcleo de la sociolo- menes Theoretical Ingic in Sociologt (Berkeley, University of Ca-
gía cultural, es decir, de aquella perspectiva analÍtica en donde lifornia Press, 1982 y 1983) que constituye, sin duda alguna, un
la cultura proyecta el ámbito priülegiado de las dimensiones ejercicio monumental de sfntesis de la tradición teórica de la
sjmbólicas y constituye un criterio de investigación que consi- sociología desde su nacimiento, en el siglo xrx con el positiüsmo
dera a esas mediaciones de la cultura como el fundamento ne- de Augusto Comte, hasta su reconstrucción moderna. Con esta
cesario para el estudio de los hechos sociales. En esta obra Ale- formación clásica a cuestas y quizás inspirado por el aforismo
xander analiza distintos problemas bajo la perspectiva de la so- planteado por Isaac Newton según el cual
"si he visto más lejano
ciología cultural: desde el riesgo producido por las sociedades es porque me encontraba sobre los hombros de los gigantes>,
altamente tecnificadas y la proyección de la computadora como Jeffrey C. Alexander formula en Sociología cultural una concep
la imagen cultural de una época, hasta el problema de la clasifi- ción que recuerda creativamente a Talcott Parsons y que aborda
cación simbólica del discurso polarizante de la sociedad ciül el ámbito prescriptivo y simbólico de las instituciones y de la

X
üda social. Partiendo de la premisa de que la sociologfa se ha Partienclo clcl cscaso conocimiento de que disponen las cien-
orientado fundarnentalmente hacia el estudio del conflicto y de cias soclnles flccrc¿r del rol que la cultura y las mediaciones sim-
la sociedad polarizada, Alexander plantea la urgente necesidad bólicas tiencn cn la estmcturación de los discursos populares, el
de ürar el ntimón teórico> de la disciplina hacia el estudio de Ia autor desplaz¿r el análisis hacia el impacto que los factores in-
solidaridad, o mejor dicho, hacia la esfera que representa a la so- terpretativos y culturales tienen sobre la acción científica natu-
ciedad dentro de lo social. La sociologfa cultural concibe a la ral y sobre las ideas. Alexander analiza en esta obra el papel de
sociedad ciül como un espacio en el que se encuentran tensio- la cultura y la mitología en las percepciones mediadoras y las
nalmente entrelazados el universalismo abstracto y las versiones evaluaciones morales de la tecnología y de sus impactos. A par-
particularistas de la comunidad. Es al interior de la sociedad tir de la consideración de que la sociedad industrial capitalista
ciül que los sujetos emplean estratégicamente diversos significa- desarrolló un estatus mítico sobre las categorías dicotómicas de
dos para lograr sus objetivos en relación con otros actores, esta- lo sagrado (en cuanto representación social del bien) y lo profa-
bleciendo una intersubjetividad emocional, moral y simbólica. no (en cuanto imagen del mal de la que los humanos intentan
Ia sociedad ciül representa una sociedad definida en términos desembarazarse), Alexander analiza la
"sociedad del riesgo,
moftrles, y que cuenta con su propia estructura especffica de como un hecho social y como una representación persuasiva de
élites que ejercitan poder e identidad por medio de organizacio- la vida contemporánea, reconociendo que la preocupación por
nes voluntarias y de movimientos sociales. La sociedad civil, sos- lo sagrado y lo profano continúa organizando la üda cultural
tiene Alexander, cuenta con una dimensión subjetiva representa- de nuestras sociedades. Formulando una crltica a la vertiente
da por el ámbito de la conciencia estructurada y socialmente de la teoía sociológica que sostiene una concepción que coloca
establecida con sus particulares códigos simbólicos distintivos y a la tecnología en el centro del discurso racional, nuestro autor
con la necesaria constitución de sentido crítico de la sociedad. El propone identificar el papel de la cultura en la mediación del
análisis de la dimensión simbólica se presenta como el espacio impacto de la tecnología. De esta forma, rechaza la existencia -
de mediación en que se ftinda la solidaridad ciüI. Alexander rea- de un discurso verdaderamente racional sobre los riesgos que
liza un ejercicio orientado a ndesmitificaro a las ciencias sociales implica la ciencia y la tecnología para la üda social. Para Ale-
que han permanecido ancladas durante un largo periodo en las xander los indiüduos actúan con referencia a estructuras cultu-
ideologías o en las interpretaciones teóricas parciales, formulan- rales que definen los usos apropiados o inapropiados, legítimos
do señales de alarma respecto a 1o que denomina el riesgo del e ilegítimos, de la tecnologíay de la ciencia, frente a los cuales
<encantamiento> de la vida cotidiana. La sociedad ciül es defini- la acción simbólica permite definir las posibilidades para trans-
da como la esfera de la construcción, la destrucción y la de-cons- formar los usos dominantes de la tecnolo gla. La sociologla cul-
trucción dela solidaridad civil.Inspirado por la fuerza normativa tural se presenta corno un carnpo independiente y como una
de la teoría democrática, la contribución de Jeffrey C. Alexander área de conocimiento dinámico, en donde los códigos, las na-
es presentada a través del análisis de la sociedad ciüI, en la que rrativas y los sfmbolos subyacen y cohesionan a la sociedad,
la dirnensión subjetiva hace posible identificar una (construc- permitiendo que los actores sociales impregnen su mundo de
ción cultural, que pennite inteligir la confrontación entre las sentimientos y signifi cación.
La sociedad capitalista avanzada ha generado formas de
"del bien y del mal, representa-
diversas concepciones acerca
das por quienes se ubican dentro y fuera de la sociedad ciül. Las üda social altamente organizadas en torno a redes de valores.
sociedades pluralistas contemporáneas se caracterizan por la no- Son estas complejas redes en donde se desarrollan los discursos
ción de conflicto que permite identificar los ámbitos de exclu- racionales acerca del impacto de la técnica sobre la üda y el
sión, de inclusión y de reconocimiento. Por lo tanto, la sociedad medio ambiente. Estudiando el discurso sobre el riesgo de trna
civil aparece no sólo como la esfera de la solidaridad, sino tam- sociedad tecnológica y de sus esferas de producción industrial y
bién del conflicto. de experiencia científica, Alexander busca dar explicación al

XII XIT
*f
discurso simbólico producido por el miedo y el riesgo típicos de
las sociedades modernas a través de los Ienguajes sociales que
CIENCIA SOCIAL Y SALVACIÓN: SOCIEDAD
expresan los procesos destructivos del planeta. Lo sagrado y lo
DEL RIESGO COMO DISCURSO MÍTICO1
profano en cuanto representaciones sociales del bien y del mal
han strstituido la imaginación religiosa en torno a la muerte (en colab. con Philip Smith)
prematura, tfpica de las sociedades pre-industriales, para susti-
tuirla por nllevas experiencias humanas de angustia y miedo
que se asocian con la emergencia de las sociedades científicas y
tecnológicas. De esta manera, la referencia cultural constituye
una dimensión simbólicamente construida de la est¡uctura so-
cial por lo que cualquier teoría sociológica que olvide esta di-
mensión cultural está condenada al fracaso. Alexander postula
en esta obra una teoría <tardo-durkheimiana,r que reconoce el
papel de los factores culturales en la percepción social del ries-
I
go de manera tal que la ctrltura representa un presupuesto
meta-teórico relativo a la naturaleza de la acción y del orden.
Este enfoque exalta un modelo cultural ya delineado por É,mile
Durkheim en Las f'ormas elementales de la vida religiosa en el
¿Puede existir un verdadero discurso racional sobre la tec-
cual postula los fundamentos para una teorla social del riesgo nología cientlfica y el riesgo? La investigación de la sociologÍa
centrada en los temas mÍticos y simbólicos, asf como en la au- de la ciencia no parece apuntar hacia una respuesta favorable.
tonomÍa de la cultura. De esta forma, Alexander inüta a anali- El trabajo etnográfico nos dice que los estudios científicos son
zar desde una perspectiva teóricamente orientada hacia una iñAñáffift*dffiÉiAos-por piáéii¿ñ' nitiiiaiíál tiásaiJás' ¿rn'14
ciencia social cultural que argumenta la necesidad de incluir a ex-pe¡iglgia (Latour y WóoI$ái-1979, GaifinkéI et aI. 1981).Los
los sentimientos solidarios, los procesos rituales y la comunica- 'estudios
de los escritos cientlficos apuntan a la presencia de la
ción de la üda social, para proyectar una esfera civil donde el retórica y la imaginería en el quehacer de la investigación cien-
sentimiento público y la significación privada son los contextos tífica (Gusfield 197ó). El programa fuerte de la historia de la
culturales que se insertan como rasgos específicos e irrenuncia- ciencia sugiere que el conocimiento científico es un artefacto
bles de la üda social y política contemporánea. tribal que puede estudiarse a través del mismo prisma relatiüs-
ta que el del oráculo Azande (Bloor 1976). Tales discusiones
Isrono H. CrsNenos sobre la circularidad y auto-referencialidad en la ciencia han
GEnuÁN PÉn¡z FEnuÁNoez oEL CASTTLLo reemplazado a la imagen de la máquina racional posibilitadora
Iulio 1999 de verdades. Aquello que es verdad para el trabajo científico,
además, es también verdad para la organización cientlfica. El
reciente trabajo de Knorr-Cetina (1994), por ejemplo, alude a
esas uficciones operativasD que suministran fundamentos nor-

1, Este trabajo se presentó a la miniconferencia de la sección de Ciencia, Cono-


cimiento y Tecnologla, o¿Puede la teorfa social explicar las sociedades cientlficas y
tecnológicas?o, Ninetieth Annual Meeting of the American Sociological Association,
Washington D.C., agosto 1995.

XIV
r#* r

mativos a la colaboración cientffica y a la actividad investigado- y ol papel rlo l¡r lrrllológico, lo sagrado y lo profano en los dis-
ra dentro de los emplazamientos institucionales particulares. ('rtrlor tccnológic:os ¿rporta una comprensión más satisfactoria
Parecería, entonces, que las ciencins sociales participan de cle ln¡ tlln¿lrricns sociales, de la conciencia de riesgo y, de he-
un acuerdo idóneo respecto al impacto de los factores subjeti- clro, del pro¡rio texto de Beck l,a sociedad del riesgo.
vos y culturales sobre la acción cientffica natural y las ideas. En
términos comparativos, sabemos relativamente poco sobré-?ll
papel gue la cultura y la ageacja*desempeñan en los discursos l. Reducción permanente: la tecnología en la teoría social
científicos y populares socialmente estructurados sobre ciencia
y tecnologfa. Explorar este área olvidada es vital ya que a través
de ella los seres humanos que actúan con arreglo a lás estructu-
ras culturales son quienes definen las tecnologfas apropiadas e
inapropiadas, los usos legltimos e ilegftimos de la ciencia y los es una
riesgos implicados en la experimentación y aplicación de la tec- fuerza rac
nología a la sociedad. La acción simbólica determina, por tdnto, ensayos escritos hace treinta años,{i¡rlen-,Habcitnas articuló
las posibilidades de los desafiantes usos dominantes de la tec- esta posición estándar con Lu:Ia fuerza particular. Al*tfaJar. la
nología en sus sucesivos avances. tecnología como nel control cienfficamente racionalizado de
En este escrito me gustarla poner de relieve la necesidad de procesos-^-o*bjéUi{a6lqi:,,-Hábeffi á5T1966ApS7)Tl"pon;ffi ;-
Llna mayor presencia de lo cultural en los discursos sobre la talmente a fenómenos ligados a "la cuestión práctica de cómo
tecnologfa y sus implicaciones, y ello, primeramente, a través pueden y quieren üvir los hombresr. De hecho, con la paulati-
de una evaluación de las teorías existentes sobre riesgos me- na centralización de la tecnología, la organización significativa
dioambientales y sociales. Una crftica ¡ In sociedad. del riesgo del mundo ha sido sustituida por la organización objetivo-ra-
(Beck 1992a) de Ulrich Beck arroja el mayor contraste para
nuestra investigación. Nuestr4 tesis descansa sobre una líneadS
Slgu¡1glll?ción secundária que mánifiésta su reconocimieii"tb á 2. nCuando hablamos de imaginación cultural, hacemos problema de los procesos
la tesis iguáliñéñtefnftiyeñte- de_ Msry Douglás ]'Aaron Wil- clave de la modemidad y de las instituciones modernas. Las perspectivas teoréticas
dátili frsa)) ilóosi.da ehffiE-ñi'óiít"ru. pán",ios de relieve más destacadas han ligado estos pmcesos, no a una adquisición de significado, sino a
unapérdida del n¡¡slao, les han observado como gmndes tendencias de transformación
que, al no conceder ninguno de los trabajos autonomla real a Ia hacia una mayor mercantilización, racionalización, tecnificación. [Pero] el hecho de
cultura, ambos afrontan problemas de diffcil solución. En el que ciertas regiones del mundo hayan experimentado una pérdida del fervor religioso
no significa que en esos lugares no se den otras mitologfas sustittttivas de la religión.
caso de Beck el problema fundamental es el del alcance de la * La tesis del desencadenamiento del mundo fr¿casa. Se basa en la ecuación del conte-
conciencia de riesgo, en Douglas y Wildavsky el de su distribu- nido de los sistemas particulares de creencias o modos de operación --que han cam-
ción social. Los intentos por encontrar una salida a este proble- biado- con "substancia", 'tignificado", "mundo-dela-vida", etc. en general. Si la pnc-
posición de 'pérdida de significado" en la vida modema y postmodema es apartada de
ma conducen a ambas teorlas de la sociedad del riesgo hacia la esta ecuación, ello equivale a una afirmación históricamente plausible pero trivial so-
auto-contradicción y la teorización ad hoc. En contraposición a bre la naturaleza cambiante de las estructuras de significado' (Knorr-Cetina 1994, pp,
sendas tesis, esbozamos los contornos de una postura postdurk- 6-7, se han añadido las cursivas).
Como un antldoto a este ñ:aqrso, Knorr-Cetina insta a los cientlficos sociales a
heimiana aprovechando una investigación empírica temprana estudiar el papel que ulos modos de ficcióno desempeñan en la üda institucional con-
relativa al discurso sobre el computador entre 1945 y tgZd (Ale- temporánea describiéndoles como rmecanismos de encantamiento del mundo, (iófd-,
p. 5). Mientras su argumento apunta directamente a la propuesta establecida por no-
xander 1993) y un estudio de los temas durkheimianos en los sotros aquf, queda muy restringido por su insistencia en que el micro-análisis de las
discursos sobre las contingencias naturales, riesgos ambientales prácticas locales es únicamente la entrada plausible para el estudio del cómo y del
y sus consecuencias sociales (West y Smith 1996a, 1996b). Aña- dónde se despliegan semejantes ficciones de encantamiento. De esta forma, se aleja a
sl mismo de las tradiciones de fensamiento que se centran en la forma en que operan
dimos que un modelo que reconoce la autonomía de la cultura los códigos y las narrativas bajo un modo macro-sociológico.

2
cional. <Al constatar que la tecnologla y la ciencia impregnan Ilustración y en su cltica de la oindustria culturalo, los mncs-
las instituciones sociales y, por lo mismo, las transforman>, Ha- tióiddgaUennas, I{orkheimer y Adorno, aiac-aroñ a Ia ciéiróia
bermas (1968a, p. 81) subraya que nlas vie.ias legitimaciones se Flos ¡isTémas tecno-cultüralñ'eñüatiio i".iá-".if{ri6 sdca-
destruyen>. Estas primeras formas de legitimación hacían pie üanlós auténticos sisterrias de significado,, ápúñaüdo a los e,f-ec-
[--, en la tradición, nlas üejas imágenes del mundo míticas, religio- tos inmediatos de los artefactos tecnolégicos "pott-uniáticoso
I sas y metafÍsicas que proponlan como cuestiones esenciales de geneiados por los sistemas de producción de masas.
la existencia colectiva de los hombres la justicia y la libertad, la Más tarde insistiremos en este trabajo'en que, de cara a en-
üolencia y la opresión, la felicidad y la satisfacción, [...] el amor tender los discursos y empleos de los modernos sistemas tecno-
I
y el odio, la salvación y la condenación> (íbld., p.9ó). Tras la lógicos, se debe comenzar recordando el irónico descubrimien-
consolidación de la tecnología tales cuestiones no parecen en- to efectuado por Wgpgr,tue rec,rg$1ggg ag.g"g,tl9s_.q"gg _cl9a:gn
contrar respuesta: <La auto-comprery_ió!*c*1¿]-t¡¡¡alfnente defini la sociedad moderñlñ'ilffitriálñó persgguían sino su pr$ia-
I
da de un mundo-de:ta'rut dá éé suiiituid3 euto-rei ficación Salvación. Eñ el curso de su sociología sernp4¡ada, $e la reli=n
"p. "9..L -l_+
.

de los hoábrei ba¡o categoríás de ia accién óbieti_v.g*acional y péfrtrüSer puso de manifiesto que la preocupación por lá sal-
odffi-ffi ñiéñtt áüápta'tfi6i 1lb rif |, pp.^ tü'S:f 00"[ esto ha sido vación"ráunprobléma'énóitiiérii*enré"'siffiffi átíñ$á-rFlá-or-
pi'ddüefti-tlE uñá'Giürisión horizontal de los subsistemas de la parúzact'ón' culnnal -y'souial'de lasrwieda'des tailid!ffi$If as
"$ándes religiónés facilitaban a'lós' serés'ñüñáloi'"üñi uiu d"
acción objetivo-racional, de modo que <las estructuras tradicio-
nales se subordinan paulatinamente a las condiciones de la ra- escape ante el trabajo fatigoso y el sufrimiento y una manera de
cionalidad instrumental o estratégica" (ibld., p. 98). En esta si- hacerse cargo de las constricciones terrenales, sólo si ellos con-
tuación es totalmente natural que la ideologfa de la tecnología cebfan el mundo de cierta forma y se afanaban por actuar en
haya reemplazado a las legitimaciones tradicionales preceden- determinada dirección. A pesar de todo, Weber sostenfa que
tes. Por la pujanza de su racionalidad, esta nueva ideología esas urgencias supramundanas pervivían en el seno de la era
(ibíd., p. 111) no revela capitalista temprana, insistía en que tales orientaciones podrían
"la fuerza opaca de un engaño> ni la de penetrar en y organizar la experiencia mundana sólo en la mis-
una nfantasla deseosa de realizarse>; tampoco nse basa, por lo
n. mismo, en la causalidad de símbolos disociados y motivos in- ma medida en que la comprensión cientÍfica no hubiera socava-
conscientes>. La ideología tecnológica ha abandonado todo in- do la validez de un fin ordenado por la diünidad. pespués del ."

tento de (expresar una proyección de la "buena vida"o. ptgpggo d€, maduración y asentamiento del capitalismo indus-
En el desarrollo de esta posición Habermas ha recibido el trial, Weber insistía (inoportunamente, pensamos) en $rs?rg:
influjo de Marx y Weber a cuyas obras ha dedicado buena parte valecería la racionalidad instrumental en detrimento de la ra-
de su vida intelectual. Aunque su crítica se dirigfa, primeramen- Eoña'ffi;¿i"ébn'áiiégló" á'Váltlres.' Esta*'aseveration -históricisa
te, al funcionamiento del capitalismo, los propios escritos de ipijnta, pártiendo tlé Ia ffcjpüésia completa de Weber, a la ra-
Marx trataban sobre los efectos perversos y alienantes de la zón de la sociedad moderna, aludiendo, precisamgnte, al tipo
nueva tecnologÍa industrial. En la üsió¡ de M-qplla_mccapiza- de comprensión anti-normativa de la tecnologfa y de la ideolo-
ción de la producción dentrc¡-dé-ia fábrica desligaba el slgnifica- gía que hemos descrito en el trabajo de Habermas. -

aó a9!p-s_o_c!9-o-g_é lapJodr¡.gion i convéiffii arüqqéd un Pero el influjo ejercido por Weber sobre las reflexiones que
iriero <,apéndice de.la rnáquina¿. Para Marx la tecnologÍa po- apuntan conjuntamente a la tecnologla y a la sociedad no se
dría entenderse en términos objetivos como nlas fuerzas mate- detiene en los umbrales de la teoría cútica. Difundidos en el
riales de la producción) qlue podrÍan ser radicalmente separa- Atlántico por Parsons y otros, los escritos de Weber produjeron
das de la conciencia humana. Esta línea de crítica se prolongó, un impacto decisivo y extraordinariamente similar sobre el pen-
con aspectos diferenclales, en la tradición de la teoría crítica de samiento funcionalista, que también entendió los efectos de la
la que Habermas es heredero. Por ejemplo, en kt dialéctica de la tecnologÍa en términos materiales y racionales. La obra relativa
-.¿'
4
t.* *
a la ciencia de Robert Merton (1970) defendía que, si bien el pu- cia de exnmin¿rr la versión actual más potente de la posición
ritanismo inspiró las primeras invenciones cienfficas, su des- clásica sobre tecnología y sociedad, In sociedad del riesgo de
pliegue dependió, en gran medida, de su capacidad objetiva Ulrich Beck. Comenzamos por mostrar que la posición objeti-
para resolver problemas técnicos y económicos, más que de las üsta de Beck conduce a problemas contrarios a la explicación
necesidades simbólicas. En su libro sobre la revolución indus- de la emergencia de la conciencia contemporánea de riesgo.
trial, Neil Smelser. (1959) prosigue la misma lfnea de pensa-
mientd:-Aguf s<¡n los valores metodistas los que apuntalan la
innovación, pero sólo como valores generalizados. La innova- 2. Beck I: la cuestión científico-racional de la sociedad
ción concreta queda determinada por la demanda económica y del riesgo: fueua material y percepción objetiva
los efectos de la tecnología por sus capacidades materiales. La
teorla crftica americana no es muy diferente. Los estudios del En su Sociedad del riesgo , Ulrich Beck (1.992a t 198ól) parece
trabajo cle Robert Blauner (1964) ponlan la atención, primera- presentar un juicioso y mesurado argumento sobre los efectos
menlc, en los modos en que la organización de la producción más generales de tipo extraeconómico provocados por el re-
(trnba.io especializado, producción de masas, automatización
ciente cambio tecnológico. El conocinriento moderno y, más
extrema) engendraba alienación. Sin embargo, en el modelo de exactamente, la producción industrial ünculado a aquéI, han
Blarrner es la tecnología la que, precisamente, desencadena las aumentado nlrestros esfuerzos de predicción y control. Los ries- ¡
transformaciones entre los regfmenes de producción y, por ello, gos asociados con efectos perversos como los deshechos tóxi- $
las experiencias subjetivas de alienación. De igual modo, la teo- cos, materiales radiactivos, la lluüa ácida y el agotamiento del I
rfa de la nueva clase de Alvin Gouldner (1979) encLrentra su ozono son ahora riesgos menos reversibles que los provocados $
suelo fértil en la cosmoüsión racionalista y tecnológica de la en la fase inicial del capitalismo. En efecto, hasta un grado des-
'

nueva clase (ciendficos, ingenieros, planficadores, etc.) en lo que conocido en la producci,ó-gindustri:al tradicional la üda social
respecta a la naturalezatécnica de su trabajo. Este, en lo sucesi- en la sociedátl cap-italista avanzada ha incrementado enorme-
vo, depende de los sistemas de educación superior que tienen rñente su ori{aniz.ación-é¡fonro al ohietiv-o- -de*9or1!-r-g!a¡ la dis-
lugar en los últimos análisis gracias a la existencia de la produc- tribución y las.-consecugnci4s de esos elq¡¡1-e-¡t99 contaminantes
ción tecnológicamente avanzada. Los análisis de Daniel Bell y no tanto en torno a la produó-
¡1 süs riesgos correspondientes,
(1,973) sobre
"las contradicciones ctüturales del capitalismoo ción-y co"nsumo."de:lbs-bienes-raisn¡os. Ya que Ia produibión
también dirigen su interés hacia los vínculos entre una cultura iñAü¡trial contemporánea se ve forzada a reüsar continuamen-
de la racionalidad y las necesidades de forrnas de producción te sus propios fundamentos, ya no naturales, sino nracional-
tecnológicamente orientadas en la época de la ciencia. mente construidoso, üürUOs en@i-
La lista podría continuar, pero pensamos que nuestro punto zación reÍlexiva que eúge el pelnl3:qertlg_giglglgl_q_dgl discurso
de üsta ha quedado claro. En la teoía sociológica la tecnología iációlal y-eo¡trol-humani¡ario. En los tiempos actualés, tiñ-
se ha concebido mayoritariamente como elemento generador
,de un discurso racional que, en mayor o menor medida, res-
ponde a la materialidad objetiva de la tecnología y sus efectos. Tñár. Fó;-ata'ttt6n, l; ¿róiedáa del @
Estos distintos supuestos sobre las propiedades desgarradoras y -a-efiIálidad, en lo que d
desmistificadoras de la tecnología son falsos. Sostenemos que :dlláEóionalidad científica y la fe en el progreso humano que
un fracaso en el reconocimiento del papel de la cultura en la depende del ejercicio de aquella racionalidad. Mientras los sis-
mediación del impacto de la tecnología y sus efectos puede aca- temas expertos proliferan en un esftierzo encaminado a la eva-
rrear resultados desfavorables para la teorización. En la pró- luación de los riesgos medioambientales, la ausencia de datos
xima sección de este trabajo pondremos de relieve esta exigen- científicos hace imposible predicciones serias e, incluso, si tales

6
t,* *

datos estuüeran disponibles, la falta de una democracia polfti- cadenas de efeclos qLllmicos, físicos y biológicos; en lugar de
co-económica hace que los niveles <aceptables> de riesgo sean ello, atacan con toda claridad nuestros ojos, ofdos y naricesD
imposible de decidir. En respuesta a estas carencias, la activi- (ibíd., p. 55). Con todo, si los sentidos del agricultor registran
dad polltica está comenzando a extender su ámbito de acción semejante destrucción, ¿por qué la experimentan como "perni-
I
más allá de clases, partidos políticos y lfderes carismáticos, ciosar? El mismo tipo de propuesta se revela en la siguiente
t
abarcando problemas de dimensión global que afectan a niveles afirmación.
t'
de la sociedad y exigiendo la expansión del control democÉtico
más allá del quehacer político perteneciente a las esferas de la A la pobrcza del Tercer Mundo se añade el miedo a los poderes
I
producción industrial y de la experiencia cientffica, destructivos de la industria desarrollada del riesgo [...] Las imá-
En el despliegue de su argumento, Beck, por tanto, presenta genes y los informes de Bhopal y América Latina hablan por sí
los desmanes de la sociedad del riesgo entendidos como un he- mismos libíd.,p. a3l.
cho social objetivo, que resultan de los desarrollos intrasistémi-
cos, no intencionales y tendenciales en la infraestructura econó- ¿De qué lenguaje se trata? ¿quién oañade, el miedo? ¿por
mica de las sociedades capitalistas. Son producto <del propio qué se preocupa la población? Esos asuntos de difícil interpre-
desarrollo tecno-económico" (1992a, p. l9), que funciona al tación y significado son soslayados por la cubierta labrada por
margen de la mediación de los extensos marcos culturales. Las la falacia objetiüsta.
cuestiones de cuándo y cómo se detecta un oriesgoo y de cómo
se sitúan esos riesgos en la agenda social, no se han planteado.
Simplemente es la absoluta patentización objetiva la que crea 3. Beck If: intervalo y categorías residuales
esta percepción. Beck realiza afirmaciones como la siguiente.
Mientras se constata el intento de Beck de proceder bajo un
En la República Federal de Alemania, el consumo de abonos diseño de todo punto objetivista, parece claro que existen difi-
a¡tificiales aumentó de 143 a 378 kilogramos por hectárea du- cultades empíricas persistentes que le fuerzan a confrontar la
rante el período de 1951 a 1953, y el empleo de productos quími- cuestión de la percepción de un modo menos simplista y, en
cos para la agricultura pasó de 25.000 a 35.000 toneladas. [De todo caso, nada simplificador. El núcleo de la cuestión sería
hecho] un incremento desproporcionadamente pequeño de la (¿por qué ahora y no antes?,. Después de todo, los riesgos obje-
cosecha relacionada con el uso de abonos y productos químicos
contrasta con un incremento desproporcionadamente importan_
tivos de la producción tecno-industrial no entraron en escena
te en la destrucción natural que es visible y doloroia para los s con la emergencia de la política verde. Durante la primera parte
propios campesinos [ibíd., p. 37].3 de este siglo, por ejemplo, las atmósferas cargadas de una espe-
sa niebla con humo eran comunes en las ciudades carboníferas.
Pero ¿por qué los campesinos deberlan percibir la ndestruc- Lo que los londinenses llamaban condiciones de (sopa de gui-
ción natural"? ¿por qué es destructiva para la naturaleza y, por santes) eran responsables de miles de sistemas respiratorios da-
ello, innatural? La pura y simple üsibilidad y las inducciones ñados de muerte. Beck es impllcitamente consciente de este in-
lógicas producidas por semejante percepción son críticas con tervalo entre riesgos objetivos y la percepción de riesgo. Uno
esta línea argumentativa de Beck. Este, llegado a este punto, puede encontrar en su discusión tres explicaciones empíricas
afirma que oel daño y la destrucción de la naturaleza no tienen diferentes para dar cuenta de este intervalo. En cada caso, sin
lugar fuera de nuestra experiencia personal en la esfera de las embargo, ambas, las causas postuladas y las soluciones ofreci-
das, retornan al tipo de simplificación y comprensión reduccio-
nista de la percepción que hemos descrito arriba.
3. A no ser que se advirtiera de otra forma, todas las páginas referidas al trabajo de
Beck remiten a Beck 1992a,

8
*'* *

1. nl-a distribución de la riquezn socialmente producida y to polftico poprrlar clne forzaría a los mass-media a prestnr tnós
conectada a conflictos ocupa el primer plano en tan alta medi- atención a los riesgos medioambientales. Sin embargo, estc sr-
da como las necesidades materiales, "la dictadura de la esca- gumento sitr.'la la reflexión relativa a la percepción del riesgo en
sez", gobierna el pensamiento y la acción de la población, un contexto ernpírico distinto. El resultado del creciente interés
(ibld., p.20). En la primera fase de la sociedad ináustrial, la mediático, como Beck observa, sería el incremento de la infor-
pobreza era de tales dimensiones que la población se preocupa- mación objetiva, y él parece seguro de que esta información
ba más de la creación de riqueza que de las consecuencias eco- serla automáticamente registrada en la conciencia contemporá-
lógicas de sus procesos productivos. Sólo después de haber ac- nea. Esta confianza está expuesta, con toda claridad, enun artí-
cedido a niveles mfnimos de riqueza ha sido posible centrar Ia culo que Beck publicó con motivo de la aparición en inglés de
atención en los riesgos. La sociedad del riesgo: <Las imágenes informativas de los árbo-
Esta explicación del intervalo descansa sobre el supuesto in- les escuálidos o de las focas agonizantes han abierto los ojos de
cuestionado de que el confort material procede (natural)) y (au- la población - esos son los ojos culturales a tmvés de los cuales
tomáticamenteo de la salud biológica y del confort medioam- los "ciudadanos ciegosD pueden, tal vez, reganar la autonomfa
biental. ¿La preferencia humana objetiva es Llna estructura aje- de su propio juicioo (1992b, pp. 119-120) . La raz6n por la que
na a la mediación de percepciones culturales comprehensivás? Beck emplea el adjetivo nculturalo para describir tales percep-
¿Y qué grado de confort es suficiente? Esta explicación asume, ciones es diflcil de explicar. No son más que inducciones racio-
sin embargo, que una vez que se ha alcanzado la riqueza, la nales derivadas de la información disponible, todo lo cual re-
percepción del riesgo opera de forma inmediata en la sociedad. fiserza su teoría objetiüsta y reflexiva de la percepción y su re-
nuencia a explorar las dimensiones no-racionales de significado
2. <Las contingencias en aquellos momentos se dejaban no_ y motivación.
tar en la nariz y en los ojos y, además, eran perceptitles a los
sentidos, mientras los riesgos actuales de la ciülización escapan 3. ul-os riesgos [...] inducen sistemática y frecuentemente a
a la percepción y se localizan en la esfera de las fórmulas físi,cas un daño irreversible, normalmente perrnanecen inüsibles, se
y químicas (por ejemplo, toxinas en sustancias alimenticias o la basan en interpretaciones causales y, por ello, inicialmente, en
amenaza nuclear)" (ibíd., p.21). Aquf Beck se enfrenta al inter_ términos de [...] conocimiento sobre los mismos, (1992a, pp.
valo de forma diferente, pretendiendo explicar por qué, todavía 22-23) [...]
"Como las declaraciones de contingencia nunca son
ahora, la considerable envergadura de los riesgos que ha postu- reducibles a meras declaraciones de hecho, debe añadirse una
lado, a menudo no se manifiesta tan intensamente como piensa interpretación causal, (ibíd., p.27). presunciones de cau-
que debería hacerlo en las percepciones de las sociedadei con-
"Las
salidad escapan a nlrestra percepción (y) en este sentido los
temporáneas. riesgos son inüsibles. La causalidad implicada siempre perrna-
Un problema eüdente ligado a esta explicación es que ello nece, más o menos, incierta y proüsional" (ibíd., p.28)
contradice completamente la racionalidad objetiüsta existente Esta tercera explicación para el intervalo entre el riesgo con-
tras la tesis central de la conciencia de riesgo que hemos discu- temporáneo y slr percepción podría parecer que introduce una
tido bajo el eplgrafe Beck I. Esta nueva tesis apunta a que en el falta en la teorla de la racionalidad de Beck. No sólo hay, según
primer perfodo los riesgos eran, de hecho, más materiales y a la cabe suponer, menos riesgos cualitativos üsibles producidos
üsta, y eran constatados perceptivamente precisamente por esa por la sociedad industrial contemporánea; no sólo hay informa-
razón. Más aún, desde un punto de üsta teórico, esta segunda ción insuficiente en este momento para realizar inducciones na-
explicación da lugar a un tipo diferente de problema. En res- turales y coherentes sobre el riesgo en ciernes; sin embargo,
puesta al problema de la invisibilidad, Beck aboga por una Beck sugiere ahora que, aunque esta información fuese accesi-
(apertura de la política,, (híd., pp. 183-236), por un moümien_ ble, las inducciones racionales no serían posible a menos que,
ii
l0 ll
primeramente, fuera confeccionada una teoría interpretativa y
tisfactoria, introduciendo, en su lugar, una serie de categorfus
omniabarcante. Tal y como se plantea, este argumento es cier-
residuales ad hoc que completan la falta empírica bajo formas
tamente correcto. El conocimiento de los hechos no produce
teoréticamente contradictorias. De cara conducir el problema
automáticamente su explicación: ellos no hacen la teorla. Apa- ^ teóricamente, Beck
del intervalo de un modo más coherente
rece un problema de mayor enjundia, sin embargo, en la solu-
tendrla que haber incluido la variable cultural de manera más
ción propuesta por Beck. Este sostiene que la interpretación
explícita en su esquema explicativo. Ontológicamente, tendría
causal que falta de los hechos objetivos, visibles e inüsibles,
que reconocer que la copiosa producción de la sociedad del
únicamente puede ser suministrada por el conocimiento cienf-
riesgo se apoya en un compromiso masivo, si bien tácitamente
fico mismo. Beck añade una sorprendente afirmación al párra-
cultural, para resolver los problemas del mundo a través de la
fo que hemos citado arriba: nl-a causalidad implicada siémpre
introducción de la tecnología racionalizada dispuesta sobre el
perrnanece más o menos incierta y provisional. por ello interve-
saber de la ciencia. Epistemológicamente, debería haber reco-
nimos con una conciencia teorética y, por Io mismo, cientilicista,
nocido que la percepción de esta sociedad tecnológica atravesa-
incluso en la conciencia ordinaria de los riesgos> (ibtd., p. 2g, se
da por múltiples riesgos implica un üraje fundamental en los
han añadido las cursivas). No son expectativas, temores o espe-
referentes sociales de este esquema cultural omniabarcante.
ranzas culturales de naturaleza cambiante las que intervienen
entre los riesgos contemporáneos y su percepción, sino una for-
ma de conocimiento científico-racional más precisa, más exi-
gente, menos <tradicionahzada" (ibld., p. 153), y menos cons- 4. Douglas y Wildavslry. Un intento fallido de an¡ílisis
treñida económicamente. Los juicios científicos deformados cr¡ltural
permiten que los riesgos perrnanezcan invisibles: la ciencia li-
bre y verdadera conüerte a los riesgos en algo üsible para to- La posición de Mary Douglas y Aaron Wildavsky (1982) re-
dos. nEl criticismo y la inquietud pública presenta la única explicación sistemática alternativa a la postu-
Beck (ibíc|.,
p. 30)- deriva esencialmente de la dialéctica -insiste
especialista y con-
ra de Beck, que no es otra que la de la emergencia de la con-
traespecialista>. Concluye que <sin argumentos cientfficos y crí- ciencia de riesgos medioambientales. ¿Aciertan ellos en mayor
tica científica de los argumentos cienfficos (esto es, crlticas de medida? La falta de reconocimiento del papel de los factores
la sociedad industrial del riesgo) perrnanecen en estado latente; culturales en la percepción del riesgo conüerte a Beck en un
de hecho, no pueden percibir el principal objeto "invisible,, de prisionero del objetivismo. Douglas y Wildavs\r cometen un
sus críticas y sus temores>. Una vez más, los esfuerzos de Beck error diferente, en este caso, reconocen el papel de la cultura
para explicar el intervalo ha vuelto a la objetiüdad del riesgo y a pero de forma reduccionista, no pudiendo explicar satisfacto-
la racionalidad de su percepción. riamente la autonomla de los mitos culturales y su distribución
a través de la estructura social. Por este motivo planteamos una
crítica del Cultural Bl¿s como un acicate importante para llegar
Beck quiere retratar la sociedad del riesgo como un hecho
a una exposición de una teoría postdurkheimiana propiamente
objetivo en un doble sentido, por un lado ontológico, en cuanto
cultural del discurso del riesgo medioambiental, tal como la que
que existe como tal, de un modo inhóspito, eüdente y material,
bosquejamos posteriormente en este trabajo.
por otro, epistemológico, en cuanto que esos hechoé objetivos
Douglas y Wildavslry defienden que los discursos medioam-
se perciben de forma directa y precisa en la mente de los pro-
bientales se articulan en torno a los temas de la pureza y la
pios ciudadanos. Mientras su reconocimiento empírico del in-
polución y que esas formas reflejas del ncultural bias" se han
tervalo en la conciencia popular sobre el riesgo le fuerza a con-
asociado a la organización sectarialocalizada en los límites de
frontarse con las dificultades derivadas de su posición, se ve
la sociedad. Uno de los méritos de esta perspectiva es que des-
imposibilitado para desarrollar una explicación alternativa sa-
plaza el foco de análisis, de manera más rotunda, en dirección a

l2
l3
W*
Ias dinámicas morales dela percepcitlu clel riesgo (19g2 pp.7
, pos medioambientales (lo que llaman omiembros solicitados pclr'
ss'). Desde nuestras pautas de lectur¡r c:sto contrasta favorable-
correo) (1982, p. 173) no se sienten intensamente implicados en
mente con la consideración objetivlstn clc r.iesgo de Beck, donde
las operaciones ordinarias de la secta. Más exactamente, la ma-
el asunto clave es el de la pugna sobrc rn et,¡illación cientrfica y
yorfa son de clase media, ciudadanos de las zonas acomodadas
técnica. En particular, eso permite a Dcluglns v Wildavslcy pro_ que apoyan a organizaciones como Greenpeace, el Club Sierra y
poner una tesis culturalista que es mfls se¡rsil>le a los contornos
;l'l la Sociedad Auderban aunque ocupan una ubicación en la
simbólicos de los discursos medioambientarcs que el determi- red/grupo distinta de la de los miembros nucleares de la secta.
nismo tecnológico de Beck. Sin embargo, desclc ina perspectiva
ftl En este punto sus tesis comienzan a debilitarse. ¿Cómo pue-
postdurkheimiana las tesis de Dotrglas y Wilclavsky son insufi_
üi den explicar el predominio de una conciencia de riesgo me-
fi
cientes, en lo que al punto de üsta culturnl sc, refiere, prestan dioambiental entre un cúmulo de personas implicadas en la co-
poca atención a la autonomla de los temas ¡nfticos y simtóhcos
ñ rriente rutinizada de la vida social, personas que carecen de
en el discurso medioambiental.
intensos vÍnculos sociales con la üda de la secta que
El argumento propuesto en Rtsft and Culturtt sc basa en el -personas
I no ocupan una ubicación sectaria en la red/grupo? Responden
modelo red/grupo de estructura social plantencla por Mary Dou_ a esta cuestión de dos formas, las cuales lesionan su tesis prin-
glas. En su despliegue este modelo manteniclo
¡r,,r.Do.,ilu, s" cipal. Primeramente, afirman que el movimiento medioambien-
üo influenciado por el período intermedio de rn <¡bra clJDurk- tal está dirigido por <patrones políticos sectarios> que definen
heim: el Durkheim de Er suicidio y kt divisiótt del trtúxtjo sociar. las agendas y movilizan a los enormemente pasivos nsolicitados
En esta fase de su obra, Durkheim investiga las dcnsicládes mo_ por correoD (ibíd., p. 1ó5). De este modo, aunque la teoría de las
rales y los sentimientos solidarios desde lo-s patrnrrcs cle interac- sectas explica las acciones de los activistas del núcleo duro que
ción y las instituciones de la estructura sócial. E¡r sur irltimo dirigen las organizaciones, se emplea algo relacionado con la
trabajo Durkheim desestimó esta forma de análisis tan determi- teoría de la sociedad de masas para explicar esta apoyo masivo
nista y desarrolló el modelo culturar más vohrnrarista propuesto anómalo. En segundo lugar, el apoyo de los miembros a la cau-
en Las formas elementales de la vida religiosa (Alexancler l9g2). sa medioambiental se explica a partir de la teorfa de la elección
En reconocimiento al papel de la agencia, la posición tardía de racional (ibld., pp. 169-17l), una perspectiva teórica que, por lo
Durkheim suministra la base puru,rrru teorfa social medioam- demás, está radicalmente en contra de su punto de üsta cultu-
biental centrada en lo moral. pero, además, también sostene_ ral inicial.
mos que existen razones teóricas y empfricas para desplazarse
desde el tramo intermedio de la obrade Durlcheim hasta su
etapa tardía con el objeto de teorizar sobre el problema me_ ¿Cómo actúa el miembro solicitado por comeo por esos gupos
de interés púrblico que reclaman colaboraciones? Una respuesta
dioambiental en la sociedad del riesgo.
convincente es la suministrada por Robert C. Mitchell quien sos-
Douglas y Wildavsky afirman que es la organización sectaria
tiene: (que esas contribuciones (de los miembros) son compati-
de los grupos medioambientales 6 que constralye una forma de bles con una conducta de tipo egoísta, racional, maximizadora
predisposición cultural o cosmológica que está contra la jerar_ de la utilidad porque el coste es bajo, el costé potencial de la no
Alía, ]a complejidad y la moder-nidad. Tal predisposiciór, ó.ltr- colaboración es elevado y el indiüduo tiene información imper-
ral, afirman, puede constatarse en los disctirsos y creencias me_ fecta sobre lo efectivo de su colaboración para la obtención del
dioambientales. Aunque (discutiblemente) plausible como expli_ bien o prevenbión del malu. La distinción principal efectuada por
cación de las creencias del nrlcleo interno de los r¡iembros de la Mitchell es entre los bienes públicos y los nmalesu pírblicos, es
secta, las tesis de Douglas y Wildavsky vienen a reconocer que decir, cosas malas que se imponen sobre todos, quiérase o no.
el
medioambientalismo es un moümiento social con un segui ¿Como qué? Como los males calificados por los grupos de inte-
r'és medioambiental en su solicitud directa, en sus esfuerzos por
miento masivo y admiten que numerosos miembros de los
!rr_ hacerse oír. Bajo [...] circunstancias amenazadoras, de las que no

14
t5
hay escapatoria posible, unos pocos dólares al año para poder 5. Escatologfa tccnológica: culturización de la producclón
sobrevivir podrfan no bastar respecto al elevado precio a pagar y percepclón del riesgo
liMd.,pp.ló9-1701.
Como hemos afirmado en otro sitio (por ejemplo, Alexan-
De este modo, Douglas y Wildavsky hacen uso de tres teorías der, Smith y Sherwood, 1.993),los efectos debilitadores de una
diferentes para explicar la emergencia de la sociedad del riesgo. dicotomización historicista de la sociedad tradicional y moder-
Sus propias teorfas de la red/gmpo sólo explican las creencias na (tecnológica) pueden coregirse por medio de la incorpora-
de un puñado dc extremistas. Se emplea una teorfa de la élite, a ción de una comprensión de mayor calado cultural inspirada en
la sazón, remi¡riscencia de la hipótesis de la sociedad de masas, el último tramo de la obra de Durkheim. En su nsociología reli-
que describe a los ciudadanos como sugestionables, para expli- giosa, Durkheim exploró la manera en que los seres humanos
car el apoyo masivo. Esta teoría se complementa (r, quizá, al perseveran en la diüsión entre un mundo sagrado y otro profa-
tiempo se desmiente) con una teoría de la elección racional que no, manteniendo que, incluso, los hombres y las mujeres mo-
observa a los individuos activos y autónomos a partir de sus dernos necesitan experiencias espirituales de tipo mlstico.
cálculos de los costes y beneficios causados por su pertenencia Mientras lo sagrado suministra una representación social del
al moümiento medioambiental. Pero añadido a esos recipientes bien en relación al cual los actores pretenden construir las co-
teóricos peligrosamente )'uxtapuestos, hay fragmentos de he- munidades, lo profano define una imagen del mal y establece
chos desconectados. Pareciendo inspirarse en las pesquisas his- una esfera de contaminación de la que los humanos intentan
tóricas de Weber, Douglas y Wildavsky subrayan el papel de los desembarazarse. En los términos en que Weber alude a la teo-
hechos azarosos y las contingencias históricas en la explicación dicea, las nreligiones" de salvación secular pueden considerarse
de la emergencia del medioambientalismo americano: el siste- como la posibilidad de escapar de los sufrimientos terrenales
ma postal, la tradición de la política de los lobbys, los aconteci- gracias a la oferta consistente en una promesa milenaria de uto-
mientos de Vietnam y el Watergate y demás. El resultado es un pía y a la definición de un mal social del que las üsiones utópi-
texto que nada puede aportar sobre su promesa inicial de con- cas permiten alejarse. Los seres humanos han vivido siempre
feccionar una sucinta teorÍa general del medioambientalismo. en un mundo plagado de riesgos e incertidumbres. Antes de la
De igual modo que la tesis de Beck liga las percepciones y dis- revolución industrial, la mayor amenaza a la seguridad era bio-
cursos sobre el riesgo con los peligros objetivos, la tesis de Dou- lógica muerte prematura. Lo que estimulaba la imagina-
glas y Wildavsky liga los riesgos con las estructuras sociales. En -la
ción religiosa en sus formas tradicionales era, además del pro-
ambos casos se necesita una serie de elaboraciones secundarias blema de la injusticia, la búsqueda de significado metafísico a
muy forzadas para salvar la teoría inicial. La solución a este la muerte. Con la emergencia de las sociedades científicas, tec-
dilema, pensamos, se encuentra en la configuración de un mo- nológicas e industriales, la amenaza terrorífica de la muerte
delo de mayor carga cultural reconozca la autonomla de prematura por enfermedad ha sido neutralizada un prolongado
las formas míticas del discurso -que
en la forma en qLre Durkheim espacio de tiempo, pero la experiencia humana de la angustia y
planteó la parte final de su obra. Sólo con un modelo así pode- riesgo no se ha mitigado. En un mundo de periódicas transfor-
mos explicar las soldaduras entre hecho e interpretación, ries- maciones sociales revolucionarias, guen'as devastadoras y ho-
gos y su percepción social al igual que entre el estilo preciso y el rrores ecológicos, subsiste una enorrne motivación para conti-
contenido del imaginario medioambiental. Aunque éste no es el nuar aliüando y explicando el sufrimiento por medio de la
lugar más indicado para dar cuenta de semeiante tesis, en la construcción de mitos simbólicos, muy cargados de significado
siguiente sección de este trabajo presentamos lo que puede ser y cognitivamente simplificados, si bien tales ideologías nreligio-
este planteamiento. sas)) se construyen bajo formas metafísicas.
Las expectativas de salvación han sido inseparables de las

l6 l7
innovaciones tecnológicas del capitalismo industrial. Los grrrn- Terminator o el malévolo cientlfico de las películas El parque
des avances como la máquina de vapor, el ferrocarril, el telégra- iurdsico y Lt sed.
fo y el teléfono (Pool 1983), así como el ordenador (Alexander El extraordinario compromiso que generó la energfa moti-
1993), fueron saludados por las élites y las masas como vehfcn- vacional para crear tecnologfa basada en la industrialización
los para la trascendencia secular. Su alcance y poder quedaron dependió más de las estmcturas legales, económicas y pollticas
proclamados con validez universal, se socavaron los límites del capitalismo y del conocimiento objetivo de la naturaleza
mundanos de tiempo, sociedad y escasez. En el optimismo ini- que del conocimiento científico racional que podía ofrecer. Fue
cial, estas tecnologías se conürtieron en recipientes, tanto para suministrado por la creencia profunda y extremadamente com-
la experiencia de liberación extática de los llmites mundanos partida de que la tecnologfa traerfa la salvación ante los impon-
(misticismo mundano, en términos weberianos), como para derables y sufrimientos de la propia sociedad moderna. En tér-
trasladar las glorias del cielo al mundo naftrral (ascetismo mun- minos de la lógica cultural y la acción social, este discurso salvf-
dano). En el discurso tecnológico, sin embargo, la máquina se fico de la tecnología quedó ünculado a una comprensión de la
ha üsto, no sólo como medium de Dios, sino del diablo. A prin- naturaleza como un elemento profano y amenazador, como
cipios del siglo xx Luddites criticó duramente a las máquinas una fuerza que requerla el control <civilizatorio, de la propia
de hilar como si éstas fueran los ídolos que habfan sido conde- tecnología. Esta representación de la naturaleza encontró su
nados por los padres hebreos. William Blake desautorizó a las suelo fértil en la tradición cristiana que consideraba al nhom-
"fábricas satánicas y lóbregas". Cuando Mary Shelley escribió bre, como dominador de la flora y la fauna del mundo natural.
Frqnkenstein o eI Prometeo modenxo, en clara referencia a los Sin embargo, desde sus inicios la sociedad industrial hizo frente
resultados aterradores producidos por los esfuerzos de los cien- a un discurso antitético, que dejaba entrever en el desarrollo
tíficos tendentes a construir la más <gigantesca máquina" del tecnológico la llegada de un Apocalipsis amenazador. Esta ver-
mundo, inició una versión tecnológica del género gótico que no sión antisalvlfica del discurso tecnológico imrmpió tanto
ha dejado de suministrar marcos narrativos fundamentales -que
en la política de izquiefda cotno de derecha- estaba profunda-
para evocar el lado oscuro de la tecnología hasta el día de hoy. mente entroncada con una ideologfa romántica paulatinamente
Victor Frankenstein creó una monstnrosidad tecnológica con la elaborada que defendía una üsión paclfica e inocente de la na-
vana esperanza de que haría el bien. Los actos del monstruo turaleza, en concreto, la de la rlltima y mejor esperanza de su-
eran de todo punto impredecibles. Su comportamiento era pervivencia de la propia ciülización.
fuente de peligro e imposible de controlar, razón por la cual En la historia de la sociedad industrial esta versión antitéti-
debía destruirse. Este discurso mítico sobre la salvación tecno- ca del discurso tecnológico, mientras se mostró sumisa a la in-
lógica y el Apocalipsis impregna la cultura popular en el mundo terpretación salvífica, no dispuso de ningún efecto social de im-
occidental. Los turbulentos y populares "films de acción" pro- portancia. Wiener (1981) puso de manifiesto, por ejemplo, que
ducidos en Hollywood, por ejemplo, mezclan tecnología con te- en Inglaterra el nculto al campoo perviüó proftindamente junto
mas góticos medievales, oponen el mal contra el bien, prometen con el entusiasmo inicial por el industrialismo, y pudo haber
salvación respecto del espacio, del tiempo e, inclusive, respecto contribtrido, en írltimo término, al declive del poder de la eco-
de la muerte propiamente. Cuando articulan la üsión utópica, nomía británica. En Alemania, como mostró Mosse (19ó4), las
estos films retratan la tecnología como vehículo fantástico para ideologías populares inspiradas en el movimiento romántico
la humanización del mundo. En Star Trek, Batman y Superman, alimentaron los fuértes antagonismos respecto a la modernidad
por ejemplo, tecnologlas extraordinarias están nbajo control" y que hicieron posible el ascenso del nazismo como una revolu-
perrnanecen bajo el dominio del hombre. Otras pellculas adop- cionaria alternativa al supuesto vacío alimentado por la moder-
tan la üsión disutópica de la tecnologfa tan negra y corrompi- nidad capitalista. En Francia (Tucker, en prensa) este discurso
da, como en los escenarios de guerra postnuclear de Mad Maxy antitético estimuló el movimiento sindicalista que ofreció una

18 t9
,i
ۇ+

alternativa popular masiva en sus formas capitalistas este mito de ln ¡r¿¡ttrral eza, es un axioma el hecho de que la vida
-tanto
como socialistas- entre 1880 y 1920. En Estados Unidos, el humana puedn prolongarse de forma üable rlnicamente si el
.mito de la tierra ürgen, (Smith 1950) suministró la energfa sistema econóntico se subordina armonla con- al ecoló-
motivacional para la expansión hacia el oeste y para el imperio
-en
gico. En esta novedosa conciencia medioambiental dominante
del siglo xD(, y en el xx inspiró el moümiento social que luchó la naturalez.a se asocia con lo sagrado y lo sublime. El ecoturis-
por preservar enorrnes espacios de naturaleza en los Parques ta es un peregrino que espera recibir las enseñanzas, como el
nacionales. Richard Grove (1995) defendla que la conciencia joven Wordsworth de El preludio. Las criaturas del entorno na-
medioambiental contemporánea está atravesada por temas ju- tural se consideran superiores a las criaturas del entorno social.
deo-cristianos. Subraya qlue Lrn .discurso de la isla edénicar, La televisión y producciones mediáticas cuentan las extraordi-
enraizado especialmente en el calvinismo, ha influido en el jui- narias cualidades estéticas, comunicativas, sociales e, incluso,
cio de los impactos humanos sobre la naturaleza desde el siglo espirituales de los delfines, gorilas y ballenas. Para los partida-
xv, y continúa haciéndolo hoy. rios más entusiastas de la teoría del caos y la onueva flsica", el
Sin embargo, el tipo de discurso que Grove y otros han pro- universo y el átomo mismo se han espiritualizado.
'.
u¡ movido para los distintos siglos del pasado ha quedado relegado
en Lln segundo plano. Ha sido únicamente a finales del siglo >or
1i
cuando el equilibrio entre los referentes sociales de lo sagrado y ó. Beck IIf: lectura de In sociedad det ricsgo
Ios clenrentos profanos del discurso tecnológico ha comenzado a como discurso mitológico
cnnrblnt'cn lns democracias liberales contemporáneas. Los efec-
tos clevnsludotes cle los años cincuenta de la tecno-gr.rerra han Desde la teoría cultural aqul bosquejada, pensamos que la
qucdnclo gnrtrnclos cn la conciencia contemporánea (Fussell un nhecho social, no en un
sociedad del riesgo es, en sí mismo,
1975, Gll:son 198ó), lignnd<¡ e¡r la memoria colectiva de la hu- sentido empiricista, sino bajo el punto de üsta durkheimiano
mnnidad lir tecnologfil con rcpresentaciones referidas al horror clásico. Ha brotado como una representación persuasiva de la
de la deptnvación humana. En el per{odo post-bélico esas imáge- üda contemporánea a causa delavolte-fac¿ simbólica que he-
ll
nes transfbrmaron la visión de la bomba atómica, pasando de mos descrito. Creemos que sus asertos sobre la experiencia fác-
I ser un sfmbolo iniciahnente benévolo (en América al menos) a
I tica son menos afirmaciones emplricas que transiciones del
convertirse en un sfmbolo impregnado de los peligros de la pro- mito técnológico a las fcrmas cientlficas sociales. Se trata de
pia tecnologla basada en la ciencia. Como la ciencia industrial un mito construido por, y reflejado en, las estructuras sociales y
que prodtrjo
"la bomba" intentó suministrar
la energfa básica culturales de la propia sociedad contemporánea. La nsociedad
I para la vida doméstica contemporánea, una relación análoga capitalista, ocupó un estatus mítico semejante construido en
tuvo lugar entre los riesgos contraídos por la tecnología militar y un período inicial, descansando, por ello, sobre las categorlas
la base técnica de la vida industrial ciüI. Cuando los mismos dicotómicas de lo sagrado y lo profano y sobre una narrativa
cienfficos comenzaron a descubrir los devastadores efectos ge- escatológica de salvación y condenación que muestra trayecto-
néticos del DDT a principios de los años sesenta (Eyerman y rias paralelas a aquellas que alimentan la propia nsociedad del
Jamison 1994), este vínculo cristalizó en una contraideologfa só- riesgoo. En El manifiesto comunista, Marx empleó el mismo
lida que empezó a tener efectos poderosos sobre la conciencia tipo de estrucÍrra teórica que la que utilizó Beck 150 años más
populary las estrLrcturas sociales de la vida capitalista. tarde. Describió nla sociedad capitalista" como un hecho social
En este mundo simbólico ascendente de la "ecología", la objetivo y coercitivo generado por fuerzas autónomas que, en
naturaleza aparece como Lln sistema holista, autorregulador y, gran parte, escapan al control humano. Explicaba la creciente
fundamentalmente, pacífico en relación a la üolencia que sólo sensibilidad anticapitalista de los trabajadores como el reflejo
puede irmmpir desde el exterior. Para aquéllos que creen en racional de esas condiciones. Desde Lrn punto de üsta retros-

20 21

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pectivo es eüdente, sin embargo, que El manilixto construyó Al hacer liente a la omnisciencia y la omnipresencia de la
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los discursos mfticos del ucapitalismo) y del ncomuni5¡¡or, de diünidad, el creyente se muestra asombrado, mudo. Los anti-
igual modo que se apoyó en el conocimiento racional para des- guos israelitas llamaron a su divinidad Yahvé, el dios que no
cribirles. In sociedad del riesgo de Beck debe verse bajo los mis- podla ser nombrado. Cuando hace frente a los extraordinarios
mos parámetros. En calidad de manifiesto en favor de un me- riesgos contemporáneos, Beck describe su poder misterioso de
dioambientalismo radical, incluye un buen número de postula- forma bastante parecida.
dos no-emplricos del discurso de la tecnología. Más que ofrecer
inducciones racionales de evidencia empfrica, kt sociedad del Un cuantioso grupo de personas hace frente a la devastación y
riesgo traslada la rica y sugestiva mitología del discurso tecnoló- destrucción actuales, para las cuales el lenguaje y los poderes de
gico a las categorías empíricas de la ciencia social. Es esta cua- la imaginación nos fallan, para las cuales carecemos de cualquier
lidad profética, propia de Nostradamus, la que justifica, proba- categoría moral o médica. Estamos comprometidos con el NO
absoluto e ilimitado, que aquí nos amenaza, el in- en general,
blemente, la extraordinaria popularidad de Lq sociedad del ries-
inimaginable, impensable, in-, in-, in- libld., p. 52, se han añadi-
go. Por el contrario, Risk and Cuhure se desarrolla bajo un nivel
do Ias cursivasl.
de expresión más sereno, menos apocalfptico, y su interés ha
sido inferior fuera de los círculos académicos. Los extraordinarios peligros de la sociedad del riesgo son
Mientras Beck ofrece diferentes razones empíricas para ex- menos generalizaciones empíricas que representaciones simbó-
plicar la de los catastróficos riesgos incubados
"invisibilidad" licas de los misteriosos poderes del mal, cuyos referentes Beck
en la amenazante sociedad contemporánea, su insistencia se asocia a los objetos de la üda social y física contemporánea. El
"riesgo" un estatus
puede interpretar confiriendo al ftindamen-
demonio oculta su rostro, dice el adagio popular, de modo que
talmente religioso. Ai igual que otras fuerzas ligadas al mundo puede realizar mejor su terrible trabajo.
supranatural, el nriesgoo es misterioso y oculto, esencialmente
incognoscible e inaccesible para los poderes humanos: nMtt- Las amenazas de la civilización producen un nuevo oámbito de
chos de los nuevos riesgos (contaminaciones nucleares o quími- sombraso comparable al dominio de dioses y demonios en la
cas, contaminaciones en artículos alimenticios, enfermedades antigüedad que se oculta tras el mundo visible y amenaza la vida
de la ciülización) se sustraen, por completo, a la percepción humana en esta tier:ra [...] En todo lugar, las zustancias contami-
humana inmediata" (1992a, p. 27). l,l riesgo esta ahí y no lo nantes y toxinas se mofan y ponen en prácticas sus tr€tas como
está, es una fuerza oculta, intangible pero, sin embargo, om- los demonios en la Edad Media. La gente se encuenlra ligada a
nipresente que penetra en y conforma el mundo. La <intrata- ellos de manera casi inevitable. Respirar, comer, reproducirse,
vestirse *todo está penetrado por ellos líbíd., pp.72-731.
bilidad de los riesgos de la modernización", afirma Beck (ibíd.,
p. 40), nobedece a la forma en que irntmpen"
sus sortilegios, encantamientos, conjuos y ohrcs hechizos y oficios infaustos, y enor
Ellos pueden encontrarse en cualquier cosa y en todo, y sirwién- mes y horribles pecados, han matado a niños, incluso, en el vientre materno, como la
dose de las necesidades elementales de la vida que respi- prole del ganado, han arrasado el producto de la tiena, la üd, los frutos de los árboles,
-aire
rar, comida, vesturario, mobiliario- atraviesan todos los espacios más aún, hombres y mujeres, bestias de carga, bestias en manadn, tanto como anima-
les de otros tipos, viñedos, huertos, prados, pastos, mafz, trigo y todos los otros cerea-
celosamente protegidos de la modernidad libíd.).4
les; estas desgracias, además, afligen y atormentan a hombres y mujeres, bestias de
carga, bestias en manada, tanto como animales de otros tipos, con terribles sufi:imien-
tos y enfermedades dolorosas, tanto intemas como extemas [,,.] por lo cual ellos ultra-
4. Es muy comírn contrastar la descripción de Beck de las amenazas simbólicas de jan la majestad diüna y son causa de difamación y peligro para muchoso (Pope Ino-
las toxinas medioambientales con la siguiente cita de los Sunmtb desi'derantes -tsna cencio VIII, citado en Ben-Yehuda 1985).
bula papal de 1484 que explica la naturaleza de la brujería. .Ha llegado hasta nuestros Creemos que el discurso de Beck traslada la cosmologla del satanismo cos-
ofdos [...] que [.,.] muchas personas de ambos sexos no piensan en su salvación y se mología de las misteriosas amenazas omniabarcantes- a una fomra modema y sólo
-una
rlcsvlan de la fe católica, se han abandonado a los demonios, incubi y succubi, y por superficialmente secular (Douglas y Wildavslry, pp. 10-1 1).

22 23
Es un milagro que Beck concluya afirmando que ante esas lolrcl¡rleu ¡xrlfticos [...] ponen en cuestión los fundamcntos dc
<numerosas fuerzas destructivas... la imaginación humana per- r¡rorle¡rrlznción de un modo sin precedentes Ubíd.,p.571,
rnanece atemorizada" (ibíd., p. 20).
El principio central de las grandes religiones monoteístas De lrccho, nos encontramos ya inmersos en un peúodo de
era el de que la oculta pero todopoderosa diünidad haría sentir transición que ha lesionado completamente los componentes de
t su presencia en un momento histórico futuro, en el que termi- la üda social moderna, nminando los fundamentos y categorías
naría la historia humana por la transformación radical y per- con las cuales hemos pensado y actuado hasta el dfa de hoy, tales
I
ilL
Ir manente del mundo. Ante esta promesa milenaria del juicio fi- como espacio y tiempo, trabajo y tiempo libre, fábrica y estado
¡ nal, los ürtuosos de la religión se sienten siempre üüendo en nacional, incluso, los límites entre los continentes> Qbld., p. 22).
II un siniestro período de transición, un tiempo en el que madura La dinámica histórica de las religiones milenarias brotaron
la llegada del mundo en ciernes. Hegel trasladó esta promesa de la tensión generada por la lucha entre lo sagrado y lo profano.
rl
religiosa a su noción de figuras <históricas del mundo, posee- La observación de Beck, al igual que otras narrativas de la salva-
N
doras del poder singular de transforrnar sus mundos. En la re- ción social secular, se estructura de la misma forma. Por un
apropiación de esta idea de Hegel, Marx apuntó a fuerzas im- lado, para describir las inmensas fuerzas transformadoras el len-
personales y a sus portadores de clase quienes se encuentran guaje trae a la memoria las figr-rras proféticas del Viejo Testa-
destinados a dirigir la sociedad de un estadio de la historia a mento que predecfan la destrucción inminente que un Dios celo-
otro, empleando, más frecuentemente, la fwerza üolentadora y so desencadenarla sobre su país moralmente contaminado, Al
transformadora-del-mundo. Al tiempo que declara que estamos tiempo que denuncia la "moralidad esclava de la civilizacióno
nüüendo en el volcán de la civilización" (ibíd, p. l7), Beck ha (ibíd., p.33), Beck prevé una p. 37)
"espiral de riesgoso Qbfd.,
historizado la representación social del que hará ninhabitable a la tierra> (ibfd., p.38). Tendrán lugar
"riesgo" de un modo
igualmente milenario. El riesgo anuncia una transformación <catástrofes> y causaÉn un (ibfd., p. 23).
"daño irreversible,
histórica-del-mundo de una fuerza inmensa y de todo punto Nos encontramos en el <otoño final y eterno) (ibfd. , p. 3l ) de la
inimaginable. nl.o pernicioso, lo amenazante, lo siniestro inva- historia. Con todo, como la Íama histórica de las narrativas reli-
de cualquier dominio por lejos que se encuentre>, afirma Beck, giosas milenarias ofrecfan a los hombres la paradójica capaci-
npero si es desfavorable o favorable es algo que sobrepasa la dad de ejercer su agencia y reforma, Beck se cuida muy mucho
capacidad de juicio de cualquiera,, (ibíd., p. 53). Se puede man- de describir los próximos desastres rnedioambientales como una
tener, sin embargo, que la transformación en curso deberá ser amenaza inminente y siniestra, pero no necesariamente como
total y radical. una ineütabilidad histórica. Tras los reveses de los agentes de la
moderrtización, afirma dialécticamente, los desastres de la socie-
Con la degradación industrialmente provocada de los fundamen- dad del riesgo y los intentos auto-interesados de los modernos
tos ecológicos y naturales de la vida, se pone en marcha una para reconducirlos pudieran estar preparando actualmente el
dinámica sin parangón en la historia y totalmente incomprensi- camino de la transformación radical de una manera positiva.
ble social y políticamente" fibld.,p.80f. Las "determinaciones de riesgo --declara Beck(ibíd., p. 28, se
han añadido las cursivas- (son la forma en qlre la ética, y con
Nos encontramos en un período de transición en el que el ella también la filosofía, la cultura y la polltica, ha resucitado
proceso de desplome de la civilización parece incubarla novedad. dentro de los centros de la modernización ---en la empresa, cien-
cias naturales y disciplinas técnicasr. Los esfuerzos cada vez
La situación histórico-social y su dinámica es comparable a los más intensos y arraigados en el miedo por determinar los posi-
momentos de decadencia del feudalismo en los umbrales de la bles riesgos han producido nun instrurmento de democratizaciín
sociedad industrial [...] Las posiciones de riesgo social y los po- no deseado en los ámbitos de la producción industrial y admi-

24 25
¡uslr'¿lción que, de algrln modo, se conüerte en discusión públi- 7. Concluslón
t'¡" (ibtrL.) Para Marx, el inmenso egofsmo y la impersonalidad
rlcl capitalismo, su inexistente compromiso para con las peculia- En este trabajo hemos presentado de un modo general los
ridades humanas, tiene el efecto inesperado de derribar las ba- elementos de los discursos social y científico-social sobre tecno'
rreras del localismo, de hecho, paümenta el camino para el cos- logía y riesgo. Hemos mantenido que los discursos sobre la so-
mopolitismo y la solidaridad a una escala internacional sin pre- cié¿aá tecnológica son aportados por una subyacente lógica
cedentes. Las sociedades del riesgo se describen bajo la idea de cultural de formas narratir¿as utópicas y disutópicas. Al dar
que operan de la misma forma. <Contienen dentro de sí una cuenta de estas narrativas es esencial comprender las dinámi-
dinámica latente de desarrollo que atraüesa las fronteras r, (ibíd. , cas sociales de la propia sociedad del riesgo, y el hecho de que
p. 47). De hecho, esto es asf también y especialmente en la nega- la teoría qtre olüda esta dimensión cultural se desliza hacia el
ción y en la no-percepcióno. Beck Qbfd.,p.46, se han añadido las fracaso. Aunque hemos centrado nuestra discusión en el debate
cursivas) sostiene uque la comunidad obietiva de un riesgo global crítico del trabajo de Ulrich Beck, creemos que su obra tipifica
empieza a ser una realidad". Una novedosa solidaridad universal con claridad las aproximaciones científicas sociales contempo-
está brotando, estimulada no por la esperanza sino por el miedo. ráneas al riesgo y a la tecnologla. A pesar de su intento moral de
interpretar la conciencia de riesgo como el producto de las tec-
El movimiento puesto en marcha por la sociedad del riesgo [.'.] nologías y riesgos, la tesis de Beck les concede una suerte de
se expresa en la manifestación: ¡tengo miedo! El canícter común objetividad fantasmal. Más de lo mismo puede decirse de Dou-
de la angustia sustituye al carácter común de la necesidad. El glás y Wildavsky, quienes detectan la responsabilidad causal en
tipo de sociedad del riesgo remite, en este sentido, a una época l,os actiüstas demagógicos, las estructuras sociales y las ciegas
social en la que la solidaridad desde la angustia se erige en y contingencias de la accidentalidad histórica. En la medida en
deviene una fuerza política libfd., p. a9l. que el riesgo medioambiental se representa como si fuera deux
machina o deux ex societa, como si la constmcción y percepción
Sobre esta solidaridad inspirada en eI miedo y sobre la opo- de su sociedad estuvieran desproüstas de imaginación humana
sición internacional que irnrmpe como respuesta al terror inhe- y compromiso moral, no existe, desde un punto de vista lógico,
rente a la sociedad del riesgo emergen la posibilidad de un nue- ieoría social que pueda describir o recomendar cambio social
vo tipo de utopía. inspirado polltica y moralmente.
Lo que hace falta, proponemos, es Llna teoría del riesgo tec-
Mientras la utopía de la igualdad contiene una riqueza de propó- nológico con mayor presencia de lo cultural. Una teoría así pue-
sitos substanciales y positivos de cambio social, la utopla de la de auxiliar, no sólo en la resolución de los rompecabezas emtrf-'
sociedad del riesgo pennanece peculiarmente negativa y defensi- ricos y teóricos qlre atorrnentan a Beck, Douglas y Wildavsky,
va. Básicamente, Llno no se siente comprometido por más tiempo
sino que también puede servir como soporte de una teoría mo-
con la adquisición de algo obuenoo, sino, más bien, con la preven-
ralmente enriquecida del riesgo. Para ello, la restitución de la
ción de lo peor: el propósito que destaca es el de la autolimitación.
El sueño de la sociedad de clases es que cualquiera quiere y debe
agencia humana y la responsabilidad moral son elementos que
obtener una parte del pastel. La utopía de la sociedad del riesgo es robustecen, sobremanera, la referencia cultural' Sólo si se recÓ l
que todo individuo debiera ahorrarse el envenenamiento?bíd'1. noce la dimensión simbólicamente construida de la estructura
social, puede superarse la responsabilidad para la vida social f
Solamente este tipo de énfasis objetivamente producido so- contemporanea, tanto en lo bueno como en lo malo. Se trata de
bre los límites puede calmar los voraces apetitos tecnológicos una hermenéutica con pretensiones morales.
del capitalismo industrial y abre paso, finalmente, a "la utopía
de la democracia ecológica" (Beck 7992b, p. 118).

26 27
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28
29
¿socIoLoGÍA CULTURAL
O SOCIOLOGIA DE LA CULTURA?
HACIA UN PROGRAMA FUERTE

A lo largo de la úrltima década, la ucttlturao ha ido abando-


nando sin remisión un lugar destacado en el estudio y en el
debate sociológico y existe de todo menos consenso entre los
sociólogos especializados en esta área sobre lo que significa este
concepto y, por tanto, qué relación tiene con nllestra disciplina
tal y como se la ha interpretado tradicionalmente.
Un modo de enfocar este problema es plantear un debate en
el que la cuestión a dirimir sea si este marco de reflexión (relati-
vo a la cultura) deberÍa hacerse llamar usociología de la cultu-
rao o .sociologla cultural". Yo abogaré por esta írltima opción.
La sociología debe disponer siempre de una dimensión cul-
tural. Cualquier acción, ya sea la intmmental y reflexiva vertida
sobre sus entornos externos, se encarna en un horizonte de sig-
nificado (un entorno interno) en relación al cual no puede ser ni
instrumental ni reflexiva. Toda institución, independientemente
de su naturaleza lécnica, coercitiva o aparentemente imperso-
nal, sólo puede ser efectiva si se relaciona con los asideros sim-
bólicos establecidos que hacen posible su realización y una au-
diencia que la ulee, de un modo técnico, coercitivo e imperso-
nal. Por esta razón, todo subsistema especializado de la sociolo-
gía debe tener una dimensión cultural; de lo contrario, los tra-
bajos relativos a los ámbitos de la acción y a los ámbitos institu-
cionales nunca se entenderán por completo.

31
Hablar de la ssoclologfa de la cultura, supone aludir exacta- cia de otros actores e instituciones y por el ejercicio de la agen-
mente al punto de vlst¡r opuesto. En éste, la cultura debe ser cia y la reflexividad frente a las propias estructuras culturales'
¿Por qué motivo hemos de comprometernos con
explicada [...J por nlgo, r¡ue queda completamente separado del este.mo-
dominio del slgnll'lcnclo. Si consentimos que este elemento se- *"ttto hermenéutico? ¿Por qué proponemos como objeto de
parado se llame nr¡rciologfar, en este caso definimos nuestro análisis, que la acción sea individual, colectiva e institucio'
nal- deba tratarse como -yaalgo impregnado de significado en el
horizonte do análhih¡ conro cl estudio de las subestructuras, ba-
ses, morfologfn;, cosus (r'c¿tlcsD, variables *durasr, y reducimos sentido de que se orienta a través de un texto codificado y na-
los asentnm lc¡ r I ¡ ls esl lr cl r rnrlos de significado a superestructu-
r I rrado? Aquí nos situamos en el ámbito de los presupuestos, de
ras, ideolngfnr, senllrnlenl<¡s, icleas uirreales, y variables depen- lo que los cienfficos sociales dan por supuesto en cuanto senti-
dientes c¡unvesD. do común de la acción y el orden. Para hacer acto de presencia
Esto no ¡rtrcclc su'¿rsl. La sociologfa no puede ser únicamen- en el momento hermenéutico es menester un nsalto de feo. El
te cl estrrtlio clc ctntlcxlt¡s (los ucon, textos); debe ser también el significado se (ve)) o no.
estucli<¡ clc los /¿xlr.¡.s. Esto no significa, como pretendía la crítica Para aquellos que no son culturalmente amusicales (ustifi-
etnometodológica de la cando a Weber) es de suyo que el significado ocupe un lugar
"sociología normativar, referirse sim-
plemente a textos formales o escritos. Remite, mucho más, a central en la existencia humana, que la evaluación de lo bueno
rnanuscritos no escritos, a los códigos y las narrativas cuyo po- y lo malo de los objetos (códigos) y la organización de las expe-
der oculto pero omnipresente Paul Ricoeur apuntó en su influ- riencias en una teleologfa coherente y cronológica (narativas)
yente argumento de que olas acciones significativas deben con- hace pie en las profundas honduras sociales, emocionales y me-
siderarse como textos"; si asf no fuera, la dimensión semántica tafísicas de la üda. Para los actores es posible nabstraerse' del
de la acción no puede objetivarse de un modo que sea presenta- significado, negar que exista, describirse a sí mismos y a sus
ble al estudio sociológico. grupos y sus instituciones como predadores y egoístas, como
Husserl sostuvo que el estudio fenomenológico de las estruc- máquinas. Esta insensibilidad para con el significado no niega
turas de la conciencia sólo puede iniciarse cuando lo dado obje- su éxistencia; únicamente pone en eüdencia la incapacidad
tivamente de "la realidado se pone entre paréntesis, de este para reconocer su existencia.
modo el poder constitutivo de la conciencia individual A lo largo de buena parte de su historia, la sociología, tanto
-la sub-
jetiüdad trascendental- puede estudiarse como Llna dimensión por lo que respecta a la teoría, como al método, ha padecido
en sí misma. El mismo tipo de operación consistente en poner precisamente este tipo de insensibilidad. Me gustaría apuntar,
entre paréntesis debe llevarse a efecto en la sociología cultural: de manera muy esquemática, las razones que explican'cómo y
los con-textos de significado deben ponerse entre paréntesis en por qué esta insensibilidad ha adquirido tal sobrecarga en una
el momento hermenéutico del análisis. Las acciones y las insti- disciplina tan importante dentro de los estudios humanos.
tuciones deben tratarse (como si> estuüeran estructuradas sólo Inmersos en las permanentes crisis de la modernidad, nues-
por guiones. Nuestra primera labor como sociólogos culturales tros clásicos creyeron que la modernidad vaciaba de significado
consiste en descubrir, a través de un acto interpretativo, lo que al mundo. El capitalismo, la industrialización, la seculariza-
son esos códigos y esas narrativas informantes. IJnicamente ción, la racionalización, la anomía, el egoÍsmo procesos
-estos
propagación de individuos deso-
después de haber hecho patente estas <esttucturas de la cultu- nucleares desembocaron en la
ra, podemos desplazar el momento hermenéutico hacia los rientados y tiranizados, celTaron el paso a las posibilidades de
momentos analíticos referidos a lo institucional-tradicional o a un fin significativo, eliminaron eI potencial estructurador de lo
la acción orientada. En estos otros momentos, acoplamos los sagrado y lo profano.
textos dentro de sus contextos entornoslde los textos üta- Las sacudidas revolucionarias comunistas y fascistas que
les que son estructurados por la-los
üda emocional, por la influen- caracterizaron la primera parte de este siglo sentaron las bases

32 33
para que el discurrir de la modernidad fuera minando la posibi- modernidad parecfa demandar. Althusser transformó los textos
lidad de textos saturados de significado. El sosiego que invadió en aparatos ideológicos del estado. Foucault asoció los discur-
el perlodo de postguerra, particularmente en Estados Unidos, sos con el poder dominante. Derrida desconectó a los lecto.
supuso para Talcott Parsons y sus colegas que la modernidad res/actores de los textos. El postmodernismo seguÍa en su línea,
no deberfa entenderse de un modo destructivo. Sin embargo, con su declaración de que las metanarrativas habían muerto, de
mientras Paruons afirmaba que los uvalores, ocupaban un lu- que las interpretaciones de los textos sociales eran reflejos de
gar central Cn l¿rs ¿rcciones e instituciones, no explicaba la natu- las posiciones eslructurales de los actores. En la tradición fran-
raleza da los propios valores. A pesar del compromiso con la cesa de Bourdieu y la teorización británica de la Escuela de
reconstntcción hcrmenéutica de los códigos y narrativas, él y Birmingham, estos con-textos giraban en torno a la dominación
sus colegns litncionalistas observaban la acción desde el exte- de clase. En América, estos con-textos implicaban creciente-
nor y deduierorr la existencia de valores orientadores, haciendo mente la influencia determinante de las posiciones de estatus
uso de nlrlrcos categoriales supuestamente generados por nece- de los actores, en particular, del estatus de raza y género.
sidod ftrncional. Con el paso de los ochenta a los noventa, hemos asistido al
E¡r Anrérica en los años sesenta, cuando resurgió el carácter renacimiento de la oculturar en la sociología americana y el
conflictivo y traumático de la modernidad, la teoría parsoniana ocaso del prestigio de las formas anti-culturales del pensamien-
suministró r.rna teorización micro sobre la naturaleza radical- to macro y micro. A pesar de ello, es eüdente que se mantiene
mente contingente de la acción y teorÍas macro sobre la natura- la profunda y debilitadora ambivalencia sobre el significado y la
leza radicalmente externa del orden. En oposición a la variable modernidad. El resultado ha sido que varias formaciones tran-
nculturau, asistimos al ascenso de lo
"social" y lo
<individualr. sigentes que he descrito anteriormente han desembocado en el
Pensadores como Moore, Tilly, Collins y Mann se acercaron a interior de distintas corrientes que configuran actualmente el
los significados plasmados en textos sólo a través de sus con-tex- acercamiento de la disciplina a la cultura. La posición de la
"pro-
tos: nideologías>, "repertorios> y oredeso se conüerten en el or- ducción de la cultura>> c¿sume la existencia de textos
den del dfa. Para la microsociología, Husserl, Heidegger, Witt- objetos a manipular- y se dedica, por sí misma, a analizar -como
genstein, Skinner y Sartre aportaron un ramillete de recursos los contextos que determinan su uso. El neo-institucionalismo,
complementarios y anti-textuales. Homans, Blumer, Goffrnan y desde Di Maggio y Meyer a comparatistas como Wuthrow, in-
Garfinkel entendían por cultura sólo el entorno de la acción en siste más en la pragmática que en la naturaleza de la acción
relación al cual los actores tienen una reflexiüdad total. semánticamente orientada, considerando los textos sociales pri-
En los años sesenta, al mismo tiempo que desapareció de la meramente como coacciones legitimadoras de las organizacio-
sociología americana el significado-como-texto, las teorías que nes. Las aproximaciones a la acción orientada a la cultura,
inciden en los textos, a veces, incluso, a expensas de sus contex- como la de Swidler, destaca la reflexiüdad frente a los textos y
tos, comenzaron a tener una influencia enorrne sobre la teoría trata la cultura únicamente como una nvariable" efectiva con-
social europea, particularmente en Francia. Siguriendo la pista tingente.
marcada por Saussure, Jacobson y lo que ellos llamaban las Adquiere progresiva importancia, por tanto, reconocer !lue,
socio-lógicas más que la sociologla del último Durkheim y de de este modo, ha nacido también una corriente de trabajo que
Mauss, pensadores como Léü-Strauss, Roland Barthes y el pri- confiere a los textos semánticamente saturados un papel mu-
mer Michael Foucault desencadenaron una revolución en las cho más destacado. Estos sociólogos contemporáneos son los
ciencias humanas al insistir en la textualidad de las insütucio- nhijos, de una primera generación de pensadores culturalistas
nes y la nafiiraleza discursiva de la acción social. Bellah, Douglas, Turner y Sahlins entre los principa-
En los años posteriores al 68, la teoría social europea (re- -Geertz,
les- quienes escribieron contra el marchamo reduccionista de
descubrió" la pérdida de la abundancia de significado que la los sesenta y setenta.

34 35
Estos sociólogos culturales contemporáneos pueden conce-
(neo)
¿socIoLoGÍA CULTURAL O SOCIOLOGÍA
birse de manera inexacta como inspirados por un marco DB TA CULTURA? HACIA UN PROGRAMA
o <post> durkheimiano. Con todo, también han arrancado de FUERTE PARA LA SEGUNDA
muy diferentes tradiciones teóricas, no sólo desde el análisis
TENTATTVA DE LA SOCIOLOGÍA
cognitivo de los signos del estructuralismo y del giro lingüfstico,
sino de la antropología simbólica y su insistencia en la relevan- (en colab. con Philip Smith)
cia emocional y moral de los mecanismos delimitadores que
conservan la pureza y alejan el peligro. Estimulados por teóri-
cos literarios como Northrop Frye, Frederik Jameson, Hayden
White, y por teóricos aristotélicos como Ricoeur y Maclntyre,
estos escritores se han preocupado progresivamente por el pa-
pel de las narrativas y el género en las instituciones y la vida
ordinaria. Entre las figuras consolidadas, uno piensa aqul, en
concreto, en los recientes trabajos de Viüana Zelizer, Michéle
Lamont, William Gibson, Barry Schwartz, William Sewell Jr',
Wendy Griswold, Robin Wagner-Pacifici, Margaret Somers,
William Gibson y Steven Seidman' Menos conocida pero igual-
mente significativa es la obra de jóvenes sociólogos como Philip Si la sociología como un todo está modificando sus orien-
Smith, Anne Kane y Mustafa Emirbayer. Yo concibo mis pro- taciones como disciplina y está abriéndose a Lrna segunda ge-
pios estudios teóricos e interpretativos sobre el caso Watergate, neración, esta novedad no sobresale en ningún caso más que
la tecnología y la sociedad civil desde la congruencia con esta en el estudio de la cultura. Razón por la cual el mundo de la
línea de trabajo. cultura ha desplazado enérgicamente su trayectoria hacia la
Es importante destacar que mientras los textos saturados de escena central de la investigación y debate sociológicos. Como
significado ocupan un lugar central en la tendencia postdurkei- todo viraje intelectual, éste ha sido un proceso caracterizado
.n]uru, los contextos no caen en el olvido. Estratificación, domi- por escándalos, por retrocesos y desarrollos desiguales. En el
nación, raza, género y violencia aparecen destacadamente en Reino Unido, por ejemplo, la cultura ha avanzado hasta pri-
estos estudios. No se tratan, sin embargo, como fuerzas en sí meros de los años setenta. En Estados Unidos el progreso co-
mismas, sino como instituciones y procesos que refractan los menzó a verificarse más tarde, a mitad de los años ochenta.
textos culturales de un modo altamente significativo y también Lo que ocurre en la Europa continental es que la cultura real-
como meta-textos culturales por sÍ mismos. El reciente trabajo rrrente nunca desapareció. A pesar de este recLlrrente renaci-
de Roger Friendland y Richard Hecht To ile Jerusalem sumi- miento del interés no existe sino consenso entre los sociólogos
nistra un poderoso ejemplo del tipo de interpretación de texto y especializados en el área respecto a lo que significa el concep-
contexto, de poder y cultura que tengo en mente' to y al modo en que él se relaciona con la disciplina como
El trabajo de estos sociólogos muchos otros a los que no tradicionalmente se la entiende. Estas diferencias de parecer
he mencionado- da lugar a la
-y
posibilidad de que el paulatino pueden explicarse, sólo parcialmente, por referencia a las con-
üraje de la disciplina hacia la cultura conduzca a una sociolo- tingencias geográficas y cronológicas y a las tradiciones na-
gfa genuinamente cultural' La alternativa será únicamente cionales. Cuando analizamos minuciosamente la teoría en sf
ágrelacion de otro subsistema a la división del trabajo de la encontramos que las disputas territoriales superficiales son
disciplina, el cual puede llamarse sociología de la cultura' realmente manifestaciones de profundas contradicciones ün-
culadas a las lógicas axiomáticas y de fundamentos en la

37
36
aproximación a la cultura. En este trabajo exploramos algu- reflexivo. Es, más bien, un recurso ideal que posibilita y constri-
nos de estos argumentos. ñe parcialmente la acción, suministrando rutina y creatiüdad y
Léü-strauss (1974) escribió acertadamente que el estudio permitiendo la reproducción y la transformación de la estructu-
de la cultura debÍa ser como el estudio de la geologla. De acuer- ra (Sewell 1992). De igual modo, una creencia en la posibilidad
do con este dictamen, el análisis debla dar raz6n de la variación de una nsociologla cultural" implica que las instituciones, inde-
en términos de profundos principios generativos, al modo en pendientemente de su carácter impersonal o tecnocrático, tie-
que la geomorfología explica la distribución de las plantas, la nen fundamentos ideales que conforman su organización, obje-
formación de las montañas y los modelos de drenaje provoca- tivos y legitimación. Descrito en el idioma particularista del po-
dos por los ríos en términos de geología subyacente. Aquí verti- sitiüsmo, se podría decir que la idea de sociología cultural gira
mos este principio bajo un modo tanto reflexivo corno de diag- en torno a la intuición de que la cultura opera como una nvaria-
nóstico, atendiendo a la tentativa de la sociologfa cultural con- ble independiente> en la conformación de acciones e institucio-
temporánea. Nuestra pretensión no es tanto la de revisar el ám- nes, disponiendo de inputs cualquier enclave, ya sean las fuer-
bito y documentar su diversidad como comprometerse con un zas ütales como las materiales e intrumentales.
moümiento sismográfico que seguirá una línea defectuosa a lo Vista con una cierta distancia, la "sociologfa de la culturaD
largo de su recorrido. Comprender esta llnea defectuosa y sus ofrece el mismo tipo de paisaje que el de la "sociología cultu-
implicaciones teoréticas nos perrnite, no sólo reducir la comple- ral>. Existe un repertorio conceptual común de términos como
jidad, sino también trascender un modo meramente taxonómi- valores, códigos y discursos. Ambas tradiciones sostienen que la
co del discurso. Ello nos aporta una herramienta solvente para cultura es algo importante en la sociedad, algo que requiere
acceder al corazón de las controversias actuales y comprender atención en el estudio sociológico. Ambas hablan del giro cultu-
los equívocos e inestabilidades que contintlan atormentando al ral como un momento nuclear en la teorla social. Hablar de
núcleo de la cuestión cultural. nsociología de la cultura) supone sugerir que la cultura es algo
Contra Léü-Strauss, nosotros no contemplamos nuestra cues- a explicar - y ser explicado por algo totalmente separado del
tión como un eiercicio cientfficamente desinteresado. Nuestro dominio del significado. Aquí el poder explicativo se extiende en
discurso es abiertamente polémico, nuestro lenguaje ligeramente el estudio de las variables <fuertes> de la estructura social,
coloreado. Más que afectar a la neutralidad nosotros concedemos mientras los asentamientos estructurados de significados deüe-
prioridad a un modo particular de sociología cultural <pro' nen las superestnrcturas e ideologías que están orientadas por
grama ftierteo- como la corriente más importante y -un
prometedo- esas fuerzas sociales más orealeso y tangibles. Desde esta apro-
ra dentro de la usegunda tentativa). ximación, la cultura pasa a definirse como una variable depen-
diente nblandao, cuyo poder explicativo consiste, en el mejor de
los casos, en participar en la re-producción de las relaciones
La línea defectuosa y sus consecuencias sociales.
El único desarrollo de importancia en la sociologla postposi-
La línea defectuosa que transita el corazón de los debates tiüsta de la ciencia había sido el "programa fuerte, de Bloor-
actuales se encuentra entre la "sociología cultural, y la osocio- Barnes. Este sostenía que las ideas cientÍficas son convenciones
logla de la cultura". Creer en la posibilidad de una nsociología tanto como invenciones, reflejos de procesos colectivos y socia-
cultural, supone suscribir la idea de que toda acción, indepen- les de producción de sentido más que un espejo de la naturale-
dientemente de su carácter instrumental, reflexivo o coercitivo za. En este contexto de la sociología de la ciencia, el concepto
respecto a los entornos externos (Alexander 1988a) se materiali- *fuerteo apunta a un desacoplamiento radical entre el conteni-
za en un horizonte emotivo y significativo. Este entorno interno do cognitivo y la determinación natural. Aquí defendemos que
h¿¡ce factible que el actor nunca sea totalmente instrumental o un programa fuerte podría también constituirse en el estudio de

38 39
la cultura en sociología. Semejante iniciativa abogaría por un especlfico como también la de haber encontrado solución a los
radical desacoplamiento entre la cultura y la estructura social. dilemas irresolubles de la libertad y la determinación. Tal y
Sólo una nsociología culturalr, afirmamos, puede ofrecer un como se dice en el mundo de los grandes negocios, la cualidad
programa fuerte semejante en el que el poder de la cultura, se encuentra en el detalle, y mantenemos que sólo resolüendo
consistente en conformar la üda social, se proclame con toda los asuntos de detalle es cómo el análisis cultural puede parecer
su fuerza. Por el contrario, la "sociologfa de la cultura, ofrece plausible a los intrusos realistas, escépticos y empiricistas que
Lrn (programa débil, en el que la cultura es una variable tenue y hablan de continuo del poder de las fuerzas estructurales de la
ambivalente, su influencia se califica normalmente bajo una sociedad.
forma codificada por juegos de lenguaje abstmsos. La idea deunprograma fuerte lleva consigo las indicaciones
El compromiso con una "sociologfa culturalo y la idea de de una agenda. En lo que sigue vamos a hablar de esta agenda.
autonomla cultural es la única cualidad verdaderamente impor- Con la mirada puesta, primeramente, en la historia de la teoría
tante de un programa fuerte. Existen, sin embargo, otros dos social, mostramos cómo esta agenda no acabó de brotar hasta
rasgos que le definen. La especificidad de un programa fuerte los años sesenta. En segundo lugar, exploramos tres tradiciones
radica en la capacidad de reconstruir hermenéuticamente tex- populares contemporáneas en el análisis de la cultura. Defende-
tos sociales de una forma rica y persuasiva. Aqul se necesita mos que, a pesar de las apariencias, cada una de ellas se com-
una geertziana ndescripción densa" de los códigos, narrativas y promete con un (programa débilr, errando a la hora de encon-
slmbolos que constituyen redes de significado, y no tanto una trar, de un modo u otro, una definición de los criterios de un
ndescripción ligera" que reduce el análisis cultural al bosquejo programa fuerte. Concluimos apuntando a una tradición emer-
de descripciones abstractas tales como valores, norrnas, ideolo- gente en la sociologÍa cultural, ampliamente arraigada en Amé-
gía o fetichismo y yerra al llenar estos recipientes vacíos con el rica, que, así lo pensamos, aporta las bases para lo que puede
jugoso üno de la significación. Metodológicamente esto exige ser un programa fuerte continuado.
poner entre paréntesis las omniabarcantes relaciones sociales
mientras fijamos la atención en la reconstrucción del texto so-
cial, en la mapificación de las estructuras culturales (Rambo y La cultura en la primer:a tentativa de la sociología:
Chan 1990) que informan la üda social. Sólo después de com- de los cl¿ísicos a los años sesenta
pletar este paso podríamos intentar desvelar el modo en que la
cultura interactúa con otras fuerzas sociales, poder y razón ins- A lo largo de buena parte de su historia, la sociologla, como
trumental entre ellas, en el mundo social concreto (Kane 1992). teoría y método, ha padecido de insensibilidad respecto al signi-
Esto nos traslada a la tercera característica de un programa ficado. Los eruditos con poca sensibilidad musical han repre-
fuerte. Lejos de mantener la ambigüedad o reserva respecto al sentado la acción humana como groseramente instmmental,
específico modo en que la cultura establece una diferencia, lejos construida sin referencia alguna a evaluaciones internalizadas
de hablar en términos de lógicas sistemáticas abstractas como del bien y mal, y sin referencias a las narrativas omniabarcantes
procesos causales (al modo de Léü-Strauss), afirmamos que un que aportan referencias morales como también teleologías cro-
programa ftierte intenta hacer anclar la causalidad en los acto- nológicas. Atendiendo a las crisis continuas de la modernidad,
res y agencias próximos, especificando detalladamente el modo los fundadores de la disciplina creyeron que la modernidad va-
en que la cultura interfiere con lo que realmente ocurre. Por el ciaba el mundo de significado. Capitalismo, industrialización,
contrario, como E.P. Thompson (1978) puso de manifiesto, los secularización, racionalización, anomía y egolsmo pro-
programas débiles vacilan y tartamudean sobre el asunto. Tien- -estos
cesos nucleares contribuyeron a crear individuos desorientados
den a desarrollar (de)fensas terminológicas elaboradas y abs- y tiranizados, a destruir las posibilidades de un telos significati-
tractas que suministran la ilusión de un mecanismo concreto vo, a eliminar el poder estructurante de lo sagrado y lo profano.

40 4l
En este período sólo ocasionalmente asomó una tenue luz de vaban la acción desde el exterior e inducfan la existencia de los
un programa fuerte. La sociologla religiosa de Weber mostró valores orientativos empleando marcos categoriales supuesta'
que la cuestión de la salvación era una necesidad cultural uni- mente generados por la necesidad funcional. Sin un contrapeso
versal cuyas diferentes soluciones han dado lugar forzosamente de descripción densa, nos confrontamos a una posición en la
a dinámicas organizacionales y motivacionales en las civiliza- que la cultura tiene autonomía sólo en un sentido abstracto y
ciones del mundo. lns forvnas elementales de la viáa religiosa de analítico. Cuando üramos hacia el mundo empírico, encontra-
Durkheim también promoüó la idea de que la vida social tiene mos qlle la lógica ftincionalista liga la forma cuhrral con la
un componente espiritual ineluctable. Impregnados de la sinto- función social y las dinámicas institucionales de modo que es
mática ambivalencia causal de un programa débil, los escritos difícil imaginar donde podría ocltpar un emplazamiento con-
del joven Marx sobre las especies también defienden que las creto la autonomía de la cultura. El resultado fue una ingeniosa
fuerzas no-materiales ligan a los humanos en su conjunto a un teoría de sistemas que perrnaneció hermenéuticamente débil,
proyecto y destino comunes. muy distante de la cuestión de la autonomía a la que ofrecer un
Las sacudidas revolucionarias comunistas y fascistas que programa fuerte. La insuficiencia del proyecto funcionalista la
marcaron la primera mitad de este siglo provocaron el enorme reprodujeron las alternativas en grado sumo. El mundo de los
temor de que la modernidad minara la posibilidad de textos años sesenta se caractenzí por el conflicto y la confusión.
saturados de significado. Los pensadores comunistas y fascistas Cuando la guerra fila fue intensificándose, la teorla macro so-
intentaron reconducir lo que veían como códigos estériles de la cial giró hacia el análisis del poder desde una posición unilate-
sociedad ciül burguesa bajo formas nuevas y resacralizadas ral y anticultural. Pensadores con un interés en el proceso ma-
que podrlan acomodar la tecnologla y la razón dentro de am- cro-histórico se aproximaron al significado hablaban
-cuando
plias y envolventes esferas de significado (Smith). En el sosiego de él- a través de sus contextos, tratándolo como un producto
que imperó en el peúodo de la postguerra, Talcott Parsons y sus de cierta fuerza social supuestamente más orealr. Para eruditos
colegas, por el contrario, comenzaron a pensar que la moderni- como Barrington Moore, Charles Tilly, Randal Collins y Mi-
dad, por sí misma, no tendría que entenderse de una forma chael Mann, la cultura podúa pensarse sólo en términos de
corrosiva. Partiendo de una premisa analítica más que escatoló- ideologías, procesos y redes de grupos más que en términos
gica, Parsons teorizó que los .valores, tenfan un protagonismo de textos. En micro-sociología, teóricos como Blumer, Goffrnan
central en las acciones e instituciones siempre que una socie- y Garfinkel destacaron la reflexividad radical de los actores, y
dad fuera capaz de funcionar como un todo coherente. El resul- conürtieron a la cultura en entorno exterior contra la que ellos
tado fue una teorÍa que ha sido objeto de frecuentes críticas por formularon líneas de acción que serÍan nresponsables" o darlan
disponer de una predisposición idealista, por ignorar el sustrato una buena <impresión>. Encontramos muy pocas indicaciones
cultural (Lockwood 1992). Aquí defendemos una lectura total- en estas tradiciones del poder de lo simbólico para desencade-
mente contraria. Desde un punto de vista de un programa fuer- nar las interacciones dentro de é1, como preceptos narrativos o
te, Parsons debería leerse actualmente como portador de insufi- narrativas que acalTean una fuerza rnoral internalizada.
ciencias en lo cultural, como carente de musicalidad' En ausen- En los años sesenta, en el momento en que la aproximación
cia de un momento musical, donde el texto social se reconstru- parcialmente cultural del funcionalismo fue desapareciendo de
ye en slr forma más pura, el trabajo de Parsons carece de una la sociología americana, teorías que hablaban del texto social
dimensión hermenéutica poderosa. Mientras Parsons sostenía comenzaron a ejercer una gran influencia en Francia' A través
que los valores eran importantes, no explicaba la naturaleza de de una errónea interpretación creativa de la linguifstica estruc-
los valores mismos. En lugar de comprometerse con el imagi- tural de Saussure y Jacobson resistieron la influencia (cau-
-y
telosamente oculta) del último Durkheim y M. Mauss'- pen-
nario social, con los febriles códigos y narrativas que constitu-
yen un texto social, él y sus colaboradores funcionalistas obser- sadores como Léü-Strauss, Roland Barthes y el primer Michael

43
42
Foucault dieron lugar a una revolllción en las ciencias humanas mo. En un sentido, por tanto, el trabajo realizado en Birmi¡r-
al insistir en la textualidad de las instituciones y la naturaleza gham podla aproximarse a un (programa fuerte, en su capaci-
discursiva de la acción humana. Cuando se contemplaban tales dad para recrear textos sociales y significados üvidos. Donde
teorías desde una perspectiva contemporánea del prograina yerra, sin embargo, es en el área de la autonomía cultural (Sher-
fuerte, como el funcionalismo de Parcons, eran poco abstractas wood ¿/ al. 1933). A pesar de los intentos de rebasar la posición
y nada especificadoras de dinámicas causales. Sin embargo, marxista clásica, lateonzación neo-gramsciana exhibe las ambi-
aportando recursos hermenéuticos y teóricos y abogando enér- güedades reveladoras del programa débil en referencia al papel
gicamente por la autonomfa de la cultura, constituyeron un de la cultura que se atisban en Ins cuadernos de la cárcel. Con'
punto de cambio hacia la construcción de un programa fuerte. ceptos como narticulación" y "anclaje" aluden a la contingencia
En la siguiente sección tratamos el nrodo en que este proyecto que se desprende como resultado del ejercicio de la cultura. Pero
ha degenerado en una serie de programas débiles que normal- esta contingencia se reduce, a menudo, ala razón instrumental
mente dominan en la investigación de la cultura y la sociedad. (en el caso de élites que narticulan, un discurso para propósitos
hegemónicos) o algun tipo de ambigua causación sistémica o
estructural (en el caso de que los discursos estén <ancladoso en
Tres programas débiles en la segunda tentativa relaciones de poder).
de la sociología Al ignorar los obstáculos inherentes a la validación de la
autonomía cultural, la sociología-de-la-cultura derivada del pro-
Una de las primeras tradiciones de investigación que emplea- yecto del nmarxismo occidental, proyecta una ambigüedad fa-
ron la teorización francesa nouvelle vag.rc fuera del entorno pari- tal sobre el mecanismo a través del cual la cultura se üncula a
sino fue el Centre for Contemporary Cultural Studies, también la estnrctura y acción sociales. No existe un ejemplo más claro
conocido como la Escuela de Birmingham. El golpe maestro de de este írltimo proceso que el de Policing the Crisis. Tras cons-
esta escuela fue verter las ideas sobre textos culturales dentro truir un retrato detallado de la delincuencia y de su concomi-
de una comprensión neo-gramsciana referida al papel de la he- tante alarma social y sLrs resonancias simbólicas, el libro va
gemonía en el mantenimiento de las relaciones sociales. Esto dio dando tumbos en Llna secuencia de torpes indicaciones relati-
pie al despertar de nuevas ideas relativas al funcionamiento de la vas a que al pánico moral está ligado a la lógica económica del
culturra y su aplicación, de manera flexible, sobre una variedad capitalismo y su quiebra incipiente, por tanto, que ftinciona le-
de emplazamientos sin recaer en las reconfortantes üejas ideas gitimando la ley y el orden político en las calles que esconden
sobre la dominación de clase. El resultado fue un análisis de tendencias revolucionarias latentes. Con todo, los mecanismos
de la cultura, que vinculaba las formas culturales a concretos a través de los cuales la crisis incipiente del capitalis-
"sociología
la estmctura social como manifestaciones de "hegemonía" (si a mo (¿ha culminado ya?) toma cuerpo en las decisiones concre-
los analistas no les gustaba lo que tenían ante los ojos) o .resis- tas de los jueces, parlamentarios, editores de periódicos y ofi-
tencia> (si sí les gustaba). En el mejor de los casos, esta modali- ciales de policía, nunca han estado tan cerca de ser detallados.
dad sociológica podría ser notablemente esclarecedora. El estu- El resultado es una teoría que, a pesar de su bagage crítico y
dio etnográfico de Paul Willis sobre los jóvenes escolares perte- sus capacidades hermenéuticas superiores a las del funcionalis-
necientes a las clases trabajadoras fue relevante en su recons- mo clásico, curiosamente recuerda al mismo Parsons en su ten-
trucción del espíritu de la época de los "muchachoso. El estudio dencia a invocar influencias y procesos abstractos como expli-
clásico de Hall et al. (1978) sobre el pánico moral referido a la cación adecuada para las acciones sociales empíricas.
delicuencia en los años setenta en Inglaterra contribuyó brillan- Muy diferente a la Escuela de Birmingham, el trabajo de
temente en sus páginas iniciales a descifrar el discurso del decli- Pierre Bourdieu tiene un enorme mérito. Mientras que mu-
ve urbano y del racismo que consumó la quiebra del autoritaris- chos de los acólitos de aquélla carecían de fundamento en su

44 45
metodología sociológica básica, la obra de Bourdieu se dispo- mar su dominio. De modo que lo que tenemos ante nosotros es
ne, de manera solvente, sobre proyectos de investigación de una üsión cercana al planteamiento de Veblen en la que la cul-
alcance medio de naturaleza cualitativa y cuantitativa. Sin em- tura suministra los recursos estratégicos de los actores, uD €n.
bargo, sus conclusiones y afirmaciones son más modestas, me- torno externo de acción, más que un texto que constituye el
nos tendenciosas. mundo en un proceso inmanente. Las personas se sirven de la
Y en la parte más brillante de su obra, como la descripción cultura pero no se implican directamente en ella.
del hogar Kabyla o de la danza del campesinado francés (Bour- Los trabajos de Michael Foucault y el programa teórico que
dieu 1962, 7976),\a descripción densa de Bourdieu le faculta ellos iniciaron, aporta el tercer programa débil que queríamos
para reconocer la musicalidad y decodificar un texto cultural exponer aquÍ. Una vez más encontramos el cuerpo de un traba-
que, al menos, es igual que el de los etnógrafos de Birmingham. jo atravesado de contradicciones que opta por no hacer frente a
A pesar de estas cualidades, la investigación de Bourdieu puede las dificultades inherentes a un programa fuerte. Por un lado,
describirse mejor como programa débil dedicado a la sociología los grandes textos teóricos de Foucault, In arqueología del saber
de la cultura más que a la sociologfa cultural. IJnavez que han y El orden de las cosas aportan un importante trabajo prelimi-
hecho notar la espesura de la ambigüedad terminológica que nar para un programa fuerte con su afirmación de que los dis-
siempre define un programa débil, los comentaristas üenen a cursos operan a partir de formas arbitrarias para clasificar el
coincidir en que el espacio de la cultura de Bourdieu juega un mundo y constituir el edificio del conocimiento. Las ramifica-
papel más importante en la reproducción de la desigualdad que ciones empíricas de esta teoría son dignas de todo elogio por
en el esfmulo para la innovación (Honneth 1986, Sewell 1992, haber reunido datos históricos de gran riqweza de un modo que
Alexander 1995). En cuanto resultado, la cultura, forjada a tra- se aproxima a la reconstrucción de un texto social. Hasta ahf
vés del habitus, opera más como Lrna variable dependiente que bien. Desafortunadamente no ocurre nada de esto. Lo esencial
como independiente. Es una caja de cambios, no un motor. Con de la cuestión es el método genealógico de Foucaulq su insis-
todo, cuando se apresta a especificar con exactittrd cómo se des- tencia en qlle el poder y el conocimiento se funden en poder/co-
encadena ese proceso de reproducción, Bourdieu es confuso. El nocimiento. El resultado es una línea reduccionista de razona-
habitus produce una sensación de estilo, desenvoltura y aptitud. miento análoga a la del funcionalisrno (Brenner 1994) donde
A pesar de todo urge conocer el modo en que esa estratificación los discursos presentan analogías con las instituciones, flujos de
influyente se conüerte en un estudio detallado de los obstáculos poder y tecnologfas. La contingencia se concreta en el nivel de
en las entrevistas de trabajo y las casas de ptülicidad, las diná- la historia, en el nivel de las colisiones y rLlpturas, no en el nivel
micas en las aulas y los procesos de citación iudicial. del dispositif. Parece haber un pequeño espacio para Lrna con-
La comprensión de Bourdieu de los vínculos de la ctrltura tingencia sincrónicamente organizada que pudiera comprender
con el poder resulta ser insuficiente para ajustarse al modelo de las fracturas entre las culturas y las instituciones, entre el poder
programa fuerte. Para Bourdieu los sistemas de estratificación y sus fundamentos simbólicos textuales, entre los textos y las
emplean estatus culturales que compiten entre sí en diferentes interpretaciones que los actores efectúan de esos textos. Este
ámbitos. El contenido de estas culturas tiene poco que ver con vÍnculo del discurso con la estrLrctura social en el dispositif no
el modo en que se organiza la sociedad un impacto deja espacio para la comprensión de cómo un ámbito cultural
considerable. Mientras Weber afirmaba que -nolastiene
formas de esca- autónomo puede apoyar al actor en la formulación de sus jui-
tología habían determinado los modos en que se organizaba la cios, cútica o provisión de objetivos trascendentales que ofrece
üda social, para Bourdieu el contenido cultural es arbitrario. la textura de la üda social. El mundo de Foucault es aquél don-
En su formulación siempre existirán sistemas de estratificación de la cárcel de lenguaje de Nietzsche encuentra su expresión
definidos por la clase; la cultura se impone porque los grupos material con fuerza tal que no ha quedado espacio alguno para
dominantes pueden emplear los códigos simbólicos para legiti- la autonomía cultural y, por extensión, para la autonomía de la

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acción. En respuesta a este tipo de criticismo, Foucault intentó Iurtrl ctr lns quc se adiünan signos de los que pudieran brotar,
pensar la resistencia en la última parte de su obra. Sin embar- I I t ¡¡r I tr'¡cnte, un pr ograma fu erte auténtico.
go, lo hizo bajo la lbrma de un ad hoc, contemplando los actos C<¡¡¡ el paso de los ochenta a los noventa, vimos el resurgi-
de resistencia corrlo disfunciones azarosas (Brenner 1994: 68) trriettt<¡ de la
en detrimento de un estudio de las trayectorias que los marcos
"cultura, en la sociologfa americana y el ocaso del
¡rttstigio de las formas anti-culturales del pensamiento macro y
culturales puclieran permitir a los <intrusos> para generar y nlicro. Esta línea de trabajo, con sLrs características de un pro.
mantener la oposición al poder.
l{nu¡la luerte en desarrollo, ofrece la mejor expectativa de una
En ln c<¡rriente investigadora actual más influyente que pro- vcrcladera sociologla cultural que, finalmente, pudiera consti-
cede del legado foucaultiano podemos ver que la tensión latente Irrirse como una gran tradición de investigación. Con toda segu-
entrc cl Foucault de Ia Arqueología y su avatar genealógico se rirlad, un buen número de tradiciones organizadas en torno a la
rcsuelve decisivamente en favor de una configuración anti-cul- usociología de la cultura, disponen de un poder considerable en
tural de la teoría. El trabajo sobre la
"mentalidad gubernamen- el contexto de Estados Unidos. Uno piensa, en concreto, en los
talo se centra en el control de las poblaciones (Miller y Rose cstudios de producción, consumo y distribución de la cultura
1990; Rose 1993), pero para ello se sirve de una elaboración del (prc se detiene en los contextos organizacionales más que en el
papel de las técnicas administrativas y sistemas expertos. Sin contenido y en los significados (e.g. Blatr 1989; Peterson 1985).
duda alguna, hay un reconocimiento de que el olenguajeo es lJno también piensa en el trabajo inspirado por la tradición mar-
importante, que el gobierno tiene un <carácter discursivor. Esto xista occidental que pretende üncular el cambio cultural con el
suena de manera conüncente pero, con la a¡ruda de un examen f r-rncionamiento del capital, especialmente en el contexto de la
riguroso, encontramos que el nlenguaje" queda simplificado a ft¡rma urbana (e.g. Daüs 1.992; Gottdeiner 1995). Los neo-insti-
los modos de discurso a través de los cuales los discursos técni- lr.rcionalistas (ver DiMaggio y Powell 1991) ven la cultura como
cos e inexpresivos (gráficos, estadísticos, informativos, etc.) significante, pero sólo como fuerza legitimadora, sólo como un
operan como tecnologías para permitir .evaluación, cálculo, in- cntorno externo de acción, no como un texto viüdo. Y, por su-
tervención> a distancia (Miller y Rose 1990: 7). Hay aqul un puesto, existen numerosos apóstoles norteamericanos de los Es-
pequeño esfuerzo por recuperar la naturaleza textual de los dis-
tudios Culturales Britiínicos (e.g. Fiske 1987) que combinan con
cursos políticos. Ningún esfuerzo por rebasar una <descripción
rnucho ürhrosismo las lecturas hermenéuticas con reduccionis-
tenueD e identificar las poderosas resonancias simbólicas, los
mos cuasi-materialistas. Con todo, es igualmente importante re-
apasionados y afectivos criterios a través de los cuales las políti-
conocer que ha surgido una corriente de trabajo que concede un
cas de control y coordinación se valoran del mismo modo por
l-rgar mucho más destacado a los textos saturados de significado
ciudadanos y élites.
.y autónomos (ver Smith 1998). Estos sociólogos contemporá-
neos son los ohijos" de la primera generación de pensadores cul-
ttrralistas Bellah, Turner y Satrlins son los principales
Hacia r¡n pnograma fuerte -Geertz,
entre ellos- quienes escribieron contra la corriente reduccionis-
ta de los sesenta y setenta e intentaron poner de relieve la textua-
Considerado todo esto, conviene decir que la investigación lidad de la üda social y la autonomía necesaria de las formas
sociológica de la cultura perrnanece dominada por (programas culturales. En la intelectualidad contemporánea constatamos es-
débiles, caractertzados por una inadecuación hermenéutica y fuerzos para alinear estos dos axiomas de un programa fuerte
una ambivalencia respecto a la autonomfa cultural y por meca- con el tercero identifica los mecanismos concretos a tra-
nismos abstractos pobremente especificados para fundamentar -que
vés de los cuales la cultura labra su obra.
la cultura en procesos concretos. En esta sección final, preten- No se han hecho esperar las respuestas a la cuestión de los
demos traer a colación tendencias actuales en la sociología cul- mecanismos de transmisión, en una dirección positiva, gracias

48 49
al pragmatismo americano y las tradiciones empiricistas. La in- antropólogos culturales como Mary Douglas, Victor Turner y
fluencia de la lingüística estmctural sobre la intelectualidad eu- Marshall Sahlins. Postmodernos y postestructuralistas también
ropea sanciona un tipo de teorla cultural que puso la atención han jugado su papel, pero con un mayor sesgo de optimismo.
en la relación entre cultura y acción (cuando no fue atemperada El nudo entre poder y conocimiento, que ha atrofiado los pro-
por los discursos (peligrosamente humanistas" del existencia- gramas débiles europeos, ha sido destacado por teóricos ameri-
lismo o la fenomenología). Simultáneamente, lalbrmación frlo- canos como Steven Seidman (1988). Para teóricos como Ri-
sófica de pensadores como Althusser y Foucault dio pie a un chard Rorty el lenguaje tiende a considerarse como una fuerza
denso y tortuoso tipo de escritura, donde las cuestiones de cau- creativa para el imaginario social más que como una cárcel.
salidad y autonomía podlan girar en torno a infinitas y esquivas Como resultado, los discursos y los actores están provistos de
espirales de palabras. Por el contrario, el pragmatismo america- Lrna gran autonomla respecto al poder en la construcción de las
no ha suministrado el suelo fértil de un discurso donde se pre- identidades. Estas tendencias interdisciplinares son de sobra
mia la claridad, donde rige la creencia de que los juegos del conocidas. Pero también existe un caballo oscuro de la interdis-
lenguaje complejo pueden reducirse a afirmaciones simples, ciplinariedad al que nos gustarfa prestar atención. El aumento
donde arraiga la idea de que los actores deben jugar algún pa- del interés en la teoría sobre la narrativa y el género strgiere que
pel en la traducción de las estructuras culturales a las acciones ésta pudiera convertirse en una fuerza decisiva en el período de
concretas e instituciones. Entretanto, la influencia del pragma- la segunda tentativa. Sociólogos culturales como Robin Wag-
tismo puede encontrarse en la obra de Ann Swilder (198ó), Wil- ner-Pacifici y Barry Schwartz (1991), Margaret Somers (1995),
liam Sewell (1992) o Gary Alan Fine (1.987), donde se realizan Wendy Griswold (1983), Ronald Jacobs (1996) y los autores de
esfuerzos tendentes a üncular la cultura con la acción sin recu- este artículo leen en la actualidad a teóricos como Northrop
rrir al reduccionismo materialista de la teoría de la praxis de Frye y Frederic Jameson, historiadores como Heyden White y
Bourdier.l, filósofos aristotélicos como Ricoeur y Maclntyre. El recurso a
Otras fuerzas también han jugado un importante papel en el esta teoría se encuentra sólo parcialmente en su afinidad con
surgimiento del programa fuerte emergente en la sociologfa una comprensión textual de la üda social. La sutil atracción
cultural americana. Posiblemente lo más sorprendente de éstas que ejerce obedece a que traduce muy bien en modelos forma-
ha sido una vigorosa apreciación del trabajo del último Durk- les lo que puede aplicarse sobre casos en el trabajo comparativo
heim, con su insistencia en los orígenes culturales más que es- e histórico. Un estímulo suplementario para este acercamiento
tructurales de la solidaridad (para una consulta de esta literatu- es el de que la autonomía cultural queda asegurada (en su senti-
ra ver Emirbayer 199ó, Smith y Alexander 1996, Alexander do analítico, véase Kane 1993) por la estructura interna de for-
1986b). Un atinado acoplamiento entre la oposición durkheimi- mas normativas con sus repertorios interpenetrados de caracte-
niana de lo sagrado y lo profano y las teorías estructuralistas de res, líneas de argumentación y las consiguientes evaluaciones
los sistemas de signos ha hecho posible que reflexiones de la morales.
teorÍa francesa pudieran traducirse en un discurso y tradición Es importante destacar que mientras los textos satnrados de
sociológica diferenciada, muy implicada con el impacto de los significado ocupan un lugar central en esta corriente americana
códigos y codificaciones culturales. Numerosos estudios sobre de la sociología del programa ftierte, los grandes contextos no
la preservación del límite, por ejemplo, reflejan esta tendencia se ignoran. Las estructuras objetivas y las luchas üscerales que
(ver Lamont y Fournier L993) y es instructivo contrastarles con caracterizan el mundo social real se encuentran en todo frag-
las alternativas de un programa débil reduccionista respecto a mento de manera tan significativa como en el trabajo de los
los procesos de la nalteridado. programas débiles. Se han realizado contribuciones notables en
Las nuevas inspiraciones del programa fuerte son más inter- áreas tales como la censura y exclusión (Beisel 7993), raza (Ja-
disciplinares. De manera más eüdente ha crecido el interés en cobs 1996), sexualidad (Seidman 1998) y üolencia (Wagner-Pa-

50 51
cifici 1995). Estos contextos se tratan, sin embargo, no como BeIssL, Nicola (1993), nMorals Versus Art>, American Sociological fu-
view,58, 145-162.
fuerzas en sl mismas que determinan en última instancia el
Bnu, Judith (1989), The Shape of Culture, Cambridge, Cambridge Uni-
contenido y la significación de los textos culturales. Con todo,
versity Fress.
son considerados como instituciones y procesos que refractan BouRDEU, Piene (1962), o[,es Relations entre les Sexes dans Ia Societe
los textos culturales de un modo colmado de significado. Son Paysanne,, Izs Temps Modemes,l95: 307-331.
los asideros en los que las fuerzas culturales se combinan o (1977), Outline of a Tlrcory of Practice, Cambridge, Cambridge Uni-
pugnan con las condiciones materiales e intereses racionales - versity Press.
para producir resultados particulares. Y, más allá de esto, son BnsNNsn, Neil (199a), oFoucault's New Functionalismu, Iheory and So-
considerados como metatextos culturales por sí mismos, como ciety , 23 679-709.
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El argumento que hemos utilizado aquí en favor de un pro- Press.
grama fuerte en proceso de formación ha mantenido un tono Frsrr, John (1987), Television Culture, Nueva York, Routledge.
polémico. Esto no significa que despreciamos otras formas de GorrDrEr\ER, Mark (1995), Postmodem Semiotics, Blackr¡vell, Oxford,
acercarse a la cultura. Si la sociología aspira a mantener un Gnrsworo, Wendy (1983), oThe Devil's Techniques: Cultural Legiti-
mation and Social Changer, American Sociological Review, 48,
estado saludable como disciplina, deberÍa ser capaz de soportar
668-ó80.
un pluralismo teórico y un debate abierto. Algunas cuestiones Herl, Stuart,Chas Cp¡rcuen, Tony JEFFERSoN, John Crenxe y Bryan
relativas a la investigación pudieran, incluso, responderse ha- Rosnnrs (197 8), Policine the Crísís, Londres, Macmillan.
ciendo uso de recursos teóricos derivados de los programas dé- Hox¡¡ers, Axel (198ó), oThe Fragmented Worlcl of S¡mbolic Fortnsu,
biles. Mas, es igualmente importante dejar espacio para una Theory, Culture and Society,3: 55-66.
sociologfa cultural. El paso más firme para su consecución es el .Civil Society and Crisis: Culture, Discourse and
JAcoBS, Ronald (1996),
de hablar contra los falsos fdolos, evitar el error de confundir la the Rodney King Beating", Amerban Joumal of Sociologt, l0l,5:
sociología reduccionista de las aproximaciones culturales con 1.238-1.272.
un genuino programa fuerte. Sólo de esta forma la promesa de KeNe, Anne (1992), .Cultural Analysis in Historical Sociolog',, Sociolo-
una sociología cultural puede llevarse a cabo a través de la se- gical Theory, 9, l: 53-69.
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Memonal,, Amerban Joumal of Sociologt, 97, 2: 37 6-420. bre la teorla de la modernización que remitfa a una década de
WILLIS, Paul(1977),Izaming to Inbour, Farnborough, Saxon House.
cambio social e intelectual. Dos conferenciantes fueron las
WurHNow, Robert (1988), nReligious Discourse as public Rhetor-ic>,
atracciones, Alex Inkeles e Immanuel Wallerstein. Inkeles afir-
Contmunication Research, 15, 3: 3 18-338.
mó que sus estudios sobre <el hombre modernoD (Inkeles y
Smith 1974) ponían de manifiesto que los tránsitos que la per-
sonalidad realiza hacia la autonomfa y la realización eran resul-
tados cruciales y predecibles de la modernización social, que
giraba, en lo básico, en torno a la industrialización de la socie-
dad. No se hicieron esperar reacciones elogiosas a la interven-
ción de Inkeles por parte de los miembros más veteranos del
público, escépticos ante el más joven. Wallerstein respondió a

1. Los borradores de este ensayo fueron presentados en el coloquio organizado por


el Centro para el Análisis Social Comparativo (UCLA); el Comité de Investigación de
Teoría de la Asociación Sociológica Internacional y el Colegio Sueco para el Estudio
en Ciencias Sociales; el Centm para la Teo¡la e Historia Social (UCLA); y los Departa-
mentos de Sociología de las Universidades de Montreal y McGill, Los colegas en cada
uno de estos enclrentros aportaron crfticas muyjugosas. Entre ellos, los comentarios
de Piotr Sztompka y Bjom Wittrock fueron especialmente enriquecedores. Las lectu-
ras crfticas proporcionadas por Donald N. Leüne, Robin Wagner-Pacifici, Hans Joas,
Bernard Barber y Franco Crespi, también ftieron muy valiosas. Reconozco con par-
ticular gratitud a Ron Eyerman, cuyas ideas sob¡e los intelectuales estimularon el pre-
sente trabajo, y a John Lim, cuyo estudio sobre los intelectuales neoyorquinos aportó
una ayuda considerable. Este ensayo está dedicado a Ivan Szelenyi.

54 55
Inkeles haciendo una loa de la generación más joven. <Nosotros ra la desigualdad social a través de los procesos de reubicación>
no üvimos en un mundo modernizado sino en un mundo capi- (1989: ó65). Esta expropiación del excedente ----explotación-
talistao, declaró (1979:133), añadiendo que olo que convierte a puede superarse sólo si los trabajadores tienen la oportunidad de
este mundo en algo con rasgos propios no es la necesidad de áirpon"t y vender su propia fuerza de trabajo. Sólo con el mer-
realización, sino la necesidad de beneficioo. Cuando Wallerstein caáo, insistía Nee, los trabajadores podrfan desarrollar su dispo"
continuó exponiendo .una agenda del trabajo intelectual para sición a (retener su producto) y proteger su ofuelza de trabajou
aquellos que prctenden comprender la transición sktémica del (óóó). Este desplazamiento de un modo de producción a otro
mundo del cupitulismo al socialismo en la que estamos viviendo" trasladarla el poder a la clase anteriormente oprimida' <La tran-
(1979: 135, original en cursivas), se ganó el aplauso de los sición de la redistribución a los mercados implica
productores
-concluía-
directos)
miembros rnás jóvenes del público.2 un traspaso del poder a los Gbíd.).
Quince años más tarde, el artfculo de cabecera dela Ameri-
can Sociological Review llevaba por ftulo: <A Theory of Market
Transition: From Redistribution to Markets in State Socialism,. l. Una nueva <transición>
La tra¡rsición advertida en este artículo fue bastante diferente de
lo que el propio Wallerstein tenía en mente. Escrito por Victor En la confluencia entre estas foimulaciones de modernidad,
Nee, inicialmente inclinado al maolsmo y ahora teórico de la socialismo y capitalismo se desarrolla el argumento que üene a
elección racional especializado en la naciente economía de mer- continuación. Estas describen, no sólo posiciones teóricas riva-
cado china, el artículo defiende que la única esperanza para el les, sino los cambios profundos producidos en la sensibilidad
socialismo organizado era el capitalismo. De hecho, Nee descri- histórica. Debemos examinar si la historia contemPoránea o la
bfa el socialismo exactamente como Marx habla concebido el teoría contemporánea se han entendido en su integridad'
capitalismo, y despertó esperanzas extraordinariamente seme- Los cientlficos y los historiadores sociales hace tiempo que
jantes. El socialismo estatal, escribfa, era un modo de produc-
se han referido a la <transición>. Una fase histórica, una lucha
ción arcaico, anticuado, una de cuyas contradicciones internas social, una transformación moral, para mejor o para peor, son
penetró en el capitalismo. Empleando el análisis del conflicto de los términos al uso, de hecho, que describen el movimiento del
clases de Marx para el sistema productivo con el cual el propio feudalismo ai capitalismo. Para los marxistas, la transición dio
Marx pensó poner fin a tales conflictos, Nee mantenfa que el lugar al sistema descompensado y contradictorio que ploduj-o
socialismo estatal, no el capitalismo, nse apropia el excedente su antítesis, el socialismo y la igualdad. Para los liberales, la
directamente de los productores inmediatos y genera y estructu- transición representaba Lrna transformación igualmente tras-
cendental de la sociedad tradicional pero trajo consigo un rami-
llete de alternativas históricas capitalismo, con-
2. Todavía tengo vivo en mi memoria el ¡ecuerdo del acontecimiento, en el cual el -democracia,
prlblico en su conjunto se acaloró, Uno de los miembros más destacados de la corrien- tratos y sociedad ciül- que no tenlan a su alcance una dimen-
te izquierdista de la sociologla del desan'ollo intervino con la sa¡cástica afirmación de sión contrafáctica de tipo moral o social como el socialismo'
que la teoría de la modemización ha producido, actualmente, la pobreza en todo el
mundo, e hizo la agtrda observación de que Inkeles pretende vender esta llnea de
En los últimos cinco años, por primera vez en la historia de
modemización gastada en otros lugares. En ese momento, protestaron desde diferen- la ciencia social, la otransición, venía a significar algo que nin-
tes sectores del público y este distinguido cientlfico social tuvo que limitarse a subra- guno de esos primeros tratamientos podrla haber previsto' La
yar su puntualización teórica de una forma decididamente no-intelectual. El arlículo
que cito, escrito por Wallerstein y publicado en una colección editada por él en 1979, transición del comunismo al capitalismo es una expresión que
fue diseñado a pártir de la charla de la A.S.A. (American Sociolory Association) referi- parece oximorónica, incluso, para nuestros ofdos escarmenta-
da arriba, aunque mis referencias a esta charla son tomadas de memoria. Tiryakian áos. El sentido de la transformación histórica del mundo per-
(1991) sitúa el arfculo de Wallerstein en una perspectiva histórica similar y aporta un
análisis del destino de la teorfa de la modemización que guarda una gran similitud dura, pero la llnea recta de la historia parece estar corriendo a
con lo que aqul se pfopone, la inversa.

5ó 57
En este pcrfoclo t cciente hemos sido testigos del conjunto, postulando la tendencia contrafáctica hacia la consideración
quizá, más drnmólict¡ de las transformaciones sociales espacial comunal en un mundo que es incomrptible por el indiüdualis-
y temponrlmonte contiguas en la historia del mundo. El signifi- mo de tipo burgués más que socialista. De igual modo, será
cado contcmpot'dneo de la transición no pudo eclipsar por más diftcil hablar sobre el vacfo de la democracia formal, o
complcto al lnlcial, aunque no hay duda de que ya ha mengua- explicar sus limitaciones aludiendo, exclusivamente, a la exis-
do ru rlgnlllclción y alcanzará un mayor interés intelectual du- tencia de una clase dominante, para cuyas explicaciones necesi-
ranto 6l tlctl¡ro venidero. ta, también, una dimensión contrafáctica de tipo tradicional-
Brln ucgunda gran transformación, reeditando la famosa ex- mente <socialista>. En resumen, será menos fácil explicar los
prurlórr clc Polanyi (1944), ha producido una inesperada y, para problemas sociales contemporáneos apuntando a la naturaleza
rnrrclros, irreversible convergencia en la historia y en el pensa- capitalista de la sociedades de los que ellos son parte.
n¡lcnl¡r social. Es imposible, incluso para los intelectuales com- En este artfculo no me propongo retornar a las teorfas de la
pronretidos, ignorar el hecho de que estamos ante la muerte de nconvergenciao o de la modernización de la sociedad como ta'
un¿r gran alternativa, no sólo en el pensamiento social, sino en les, como algunos defensores y reütalizadores de la tr¡dición
ln propia sociedad.3 En el futuro previsible es poco probable inicial (Inkeles 1991, Lipset 1990) aparentemente plantearfan's
que ciertos ciudadanos o élites intenten estructurar sus elemen- Propondría, sin embargo, que la teorfa social contemporánea
tales sistemas localizados a partir de vías no-mercantiles.a debe ser mucho más sensible a la aparente convergencia de los
Por su parte, los científicos sociales estarán probablemente regímenes del mundo y que, como resultado, debemos intentar
muy lejos de pensar las nsociedades socialistaso antimercantiles incorporar un sentido amplio de los elementos universales y
como alternativas contrafácticas. Tenderán menos a explicar la compartidos del desarrollo dentro de una teorfa del cambio so-
estratificación económica a partir de una comparación implíci cial crítica, no-dogmática y reflexiva' Por ello, en la conclusión
ta establecida entre ella y una distribución igualitaria producida de este trabajo pondré de manifiesto que un grupo creciente de
por la propiedad pública más que por la privada, un nmundo teóricos sociales contemporáneos muy heterogéneos, desde teó-
plausibleo (Hawthorn 1991) que, inevitablemente, parece suge- ricos literarios radicales y de la elección racional a los postco-
rir que la desigualdad económica se produce a causa de la exis- munistas, hablan de la convergencia aunque sin pensar que sea
tencia de la propiedad privada. Los cientlficos sociales tienden, algo prosaico, y afrontaré la desafiante cuestión, recientemente
probablemente, menos a explicar el estatus de estratificación suscitada mordazmente por Muller (1992), de si este debate
emergente puede witar la forma relativamente simplista y tota-
lizadora que borró de un plumazo las complejidades de las pri-
3. Esta imposiblidad queda manifiestamente expr€sada en el grito del mrazón emi- meras sociedades y los particularismos de la nuestra'
tido por Shoji Ishitsuka, un destacado disclpulo de Lukacs y de los nteóricos crfticoso de A pesar de esta forma nueva y más sofisticada, lo que más
Japón: nl-a historia completa de la Ilustración social, que fue tan importante para la
realización de la idea de la igualdad, como trágica para la imposición de la dictadura, ha
tarde llamaré teoría neo-moderna perdurará como mito y como
periclitado [...]. La crisis de las ciencias humanas (que ha tenido lugar) puede describir- ciencia (Barbour 1974), como nalTativa y como explicación (En-
se como una crisis de rcconocimiento. El punto de vista orientado, históricamente,
hacia el progreso ha desaparecido totalmente porque el movimiento histórico se dirige
hacia el capitalismo desde el sociaüsmo. La crisis también encuentra su expresión en el
declive total de la teorla histórica orientada por faseso (Ishitsuka, 1994). 5, Para algunas formulaciones controvertidas y reveladoras de estos asuntos, ver el
4. aDeberfamos concluir en lo sucesivo que el futuro del socialismo, si existiera, debate entre Nikolai Gneov, Piotr Sztompka, Franco Crespi, Hans Joas, yo mismo y
únicamente puede establecerse dentro del capitalismo,, escribe Steven Lukes (1990: otros teóricos en los números de 1991 y 1992 deIheory, el boletln infomativo de la
574) en un intento de comp¡ender las nuevas transiciones. Para un debate inteligente, Research Committee on Sociological Theory of the Intemational Sociological Associa-
a menudo agudo, y revelador dentro de la izquierda sobrc las implicaciones ideológi- tion. Esos cambios, que reprodujeron muchas de las viejas líneas del debate de la
cas y las implicaciones empíricas de estos acontecimientos, ver el debate del que el modernización versus antimodernización, pusieron de relieve lo difícil que es salir del
trabaio de Lukes forma parte: coldfarb (1990), Katznelson (1990), Heilbroner (1990) y pensamiento binario al pensar el asunto de la convergencia por razones que el siguien-
Campeanu (1990). te análiiis del código explicitará.

58 59
trikin l99l). Incluso aunque se tiende a pensar, como es mi A continuación voy a examinar la teorfa inicial de la moder-
caso, que una tcodn del desarrollo social más amplia y sofistica- nización, su reconstrucción contemporánea y las poderosas al-
da es ahora históricamente conüncente, el hecho es que toda ternativas intelectuales que emergieron en el perlodo interme-
teorfa general del cambio social arraiga, no sólo en el conoci- dio.ó Insistiré en la relación existente entre esos desarrollos teó-
miento, ¡lno en lu existencia, gue dispone de un excedente de ricos y la historia social y cultural, ya que sólo de esta forma
significado, en expttsión extraordinariamente sugestiva de Ri- podemos entender la teorfa social, no sólo como ciencia, sino
coeur (1977). La modernidad, después de todo, ha sido siempre también como una ideologfa en el sentido propuesto por Geertz
un térmlno enoffnemente relativo (Pocock 1987, Habermas (1973). Si no reconocemos la interpenetración de la ciencia con
1981, Bourricaud 1987). Apareció en el siglo xv cuando las nove- la ideologfa en la teorfa social, ningún elemento puede ser eva-
dosas novelas cristianizadas deseaban distinguir su religiosidad luado o clarificado de modo racional' Con esta estrrrctura en mi
de dos formas de barbarismo, los paganos de la antigüedad y los pensamiento, establezco cuatro perfodos distintos teóricos e
judíos impfos. En la época medieval se reinventó la modernidad ideológicos en el pensamiento social de postguerra: la teorfa de
como un término que implicaba acopio de cultura y aprendizaje, la modernización y el liberalismo romántico; la teorfa de la an-
que permitía a los intelectuales contempoÉneos identificarse, timodernización y el radicalismo heroico; la teorfa de la post-
con la üsta puesta en el pasado, con el aprendizaje clásico de los modernidad y el distanciamiento irónico; y la fase emergente de
paganos griegos y romanos. Con la Ilustración la modernidad la teorla de la neo-modernización o reconvergencia, que paréce
llega a identificarse con racionalidad, ciencia y, en última instan- combinar las formas narrativas de cada una de sus predeceso-
cia, progreso, un vínculo arbitrario desde el punto de vista se- ras en el escenario de Postguerra.
mántico, que parece haberse mantenido constante hasta nues- Aunque me propongo realizar un análisis genealógico, loca-
tros días. Quién puede dudar de que, antes o después, un perlo- lizando los orlgenes de cada fase de la teoría de postguerra me-
do histórico novedoso reemplazará esta segunda <época de equ! diante un planteamiento arqueológico, es de capital importan-
librioo (Burn 1974) en la que hemos ingresado inadvertida y for- cia insistir en que cada uno de los residuos teóricos que exami-
tuitamente. Nuevas contradicciones tendrán lugar y aparecerán no preserva, en nuestros días, una ütalidad incuestionable. Mi
marcos contrapuestos de posibilidades histórico-universales, y es arqueologfa no es, tlnicamente, una investigación del pasado,
poco probable que puedan observarse desde la óptica de la sino también del presente. Ya que el presente es historia, esta
emergencia de un marco de neo-modernización. genealogía nos ayudará a entender la sedimentación teórica
Es precisamente este sentido de inestabilidad, de pennanen- dentro de la que viümos intelectualmente hoy'
te transitoriedad del mundo, quien introduce el mito en la teo-
ría social. A pesar de que no tenemos una verdadera idea del
alcance de nuestras posibilidades históricas, toda teoría del
cambio social debe teorizar, no sólo sobre el pasado, sino tam-
6. Paul Colomy y yo (1992) hemos introducido el iérmino (reconstrucción' para
bién sobre el presente y el futuro. Podemos hacer tal cosa sólo caracterizar una toy""to.ir de acumulación cientffica que es más radical frente a la
bajo una forma no-racional, en relación, no sólo a lo que sabe- tradición emergente que aquellos intentos de especificación, elaboración o reüsión
que caracterizan los esfuerzos de los cientfficos sociales que desean consewar viva su
mos, sino también a lo que creemos, esperamos y tememos.
tLdi"iOn intelectual en respuesta al desaffo intelectual y a la pérdida de prestigio
Todo proceso histórico necesita una nanativa que defina su pa- cientlfico. La reconstrucción sugiere que esos elementos ftindamentales del trabajo
sado en términos de presente y remita a un futuro que es funda- nclásico¡ de los fundadores han cambiado, a menudo por la incorporación de elemen-
tos procedentes de sus adversarios, inclusive, cuando se defiende la tradición como tal,
mentalmente diferente y naún mejor, que la época contempo- por ejemplo, el esfuerzo de Habermas tendente a la (reconstrucción del materialismo
ránea. Por esta razón siempre hay una escatología, no sólo en lo iri.to¡"o" a mediados de los setenta. La reconstrucción debería distinguirse de una
epistemológico, sino, sobre todo, en lo que respecta alateonza- (teoría de la creacióno, en la que se crea una tradición teórica fundamentalmente
diferente, por ejemplo, el intento tardío de Habermas por crear una teorla de la acción
ción sobre el cambio social. comunicativa.

ó0 6t
2. Modernización: código, na¡rativa y explicación tlc¡rtales que fueron tipificadas como individualistas, democrá-
licas, capitalistas, seculares y estables y como escindidas entre
Teniendo en cuenta que una tradición de varios siglos de cl trabajo y el hogar a partir de esquemas específicos de género.
evolucionismo e ilustración ha inspirado las teorías del cambio 4) En cuanto proceso histórico, la modernización implica-
social, la teorfa de la "modernización, como tal nació con la lln cambios no-revolucionarios, sino incrementales.
publicación del libro de Marian Levy sobre la estructura fami- 5) La evolución histórica hacia la modernidad moderni-
liar china (1949) y desapareció a mitad de los años sesenta, zación- se observaba como un proceso probablemente -la exitoso,
durante uno de esos ritos estivales extraordinariamente emoti- ¡ror ello garantizaba que las sociedades tradicionales estarlan
vos que caractertzaron las rebeliones estudiantiles, los movi- ¡rrovistas de los recursos a los que Parsons (1966) aludió situán-
mientos antimilitaristas y los novedosos reglmenes socialistas rloles en Lln proceso general de "gradación> adaptativa, inclu-
humanistas, y que precedieron a los largos y cálidos veranos de yendo el despegue económico hacia la industrialización, demo-
los disturbios raciales y al moümiento de la Conciencia Negra cmtización vía ley y secularizaciíny ciencia r,{a educación.
de Estados Unidos.
La teoría de la modernizaciín puede y, ciertamente, debe Hay aspectos verdaderamente importantes en estos modelos
evaluarse como una teorÍa científica en un sentido cientllico pos- (lue articularon pensadores de considerable perspicacia históri-
tcapitalista.T Como esfuerzo explicativo, el modelo de la moder- ca y sociológica. Uno de esos aspectos, por ejemplo, afirma la
rl
nización se caracterizó por los siguientes rasgos típico-ideales.s cxistencia de exigencias funcionales, no estrictamente idealis-
t¿rs, que empujan a los sistemas sociales hacia la democracia,
ri
1) Las sociedades se conciben como sistemas coherente- los mercados y la universalización de la cultura, y esos movi-
mente organizados cuyos subsistemas son fuertemente inde- rnientos orientados hacia la "modernidad" en todo subsistema
pendientes entre sí. crean una presión considerable en otros para responder de una
2) El desarrollo histórico se analiza dentro de dos tipos de forma complementaria.e Esta consideración posibilitó, para los
sistemas sociales, el tradicional y el moderno, categorías que modelos más sofisticados de entre ellos, la realización de pre-
llevaron a determinar el carácter de sus subsistemas societales dicciones precientíficas sobre la inestabilidad definitiva de las
bajo formas determinadas. sociedades socialistas estatales, anulando las dificultades del es-
3) La modernidad se definía con referencia a la organiza- quema de que lo racional-es-real promoüdo por teóricos de una
ción social y a la cultura de las sociedades especfficamente occi- posición más de izquierda. Por lo mismo Parsons (1971: 127)
insistió, tiempo atrás, en la Perestroika, (esos procesos de revo-
lución democrática que no han alcanzado un equilibrio en la
7. Cuando hablo de lo científico, no aludo a los principios del empirismo. Preten- Unión Soviética y que los desarrollos ulteriores pudieran produ-
do referirme, sin embargo, a la ambición explicativa y a las proposiciones de una
teoría, que deben evaluarse en sus propios términos. Estos pueden ser interpretativos
cir ampliamente en la dirección de los tipos de gobiernos demo-
y culturales, renunciando a la causalidad narrativa o estadlstica y, por ello, a la forma cráticos, con responsabilidad asumida por un partido electoral
cientffica natural. Cuando hablo de lo extracientffico, pretendo rcferime a la ftinción
mltica e ideológica de la teoda.
8. Parto aqul de un conjunto de escritos que, entrc 1950 y primeros de los sesenta,
produjeron figuras como Daniel Lemer, Marion Levy, Alex Inkeles, Talcott Parsons, 9. P¡obablemente la formulación más sofisticada de este aspecto es la elaboración
David Apter, Robert Bellah, S.N. Eisenstadt, Walt Rostow y Clark Kerr. Ningr"rno de de Smelser (e.g., 19ó8), durante las postrimedas de la teoría de la modemización,
estos autores aceptaron el conjunto de esas pnrposiciones, y alguno de ellos, como respecto a cómo la modernización produjo avance y retardamiento entre los subsiste-
veremos, las <sofisticaronu de forma altamente sigrrificativa. Sin embargo, estas p¡o- mas, un proceso que, tomado de Trotsky, llamó desarrollo desigual y combinado.
posiciones pueden aceptarse como constitución de un denominador comrln sob¡r el Como cualquier otrojoven teórico del período, Smelser renunció, finalmente, al mode-
que se basó la mayor parte de la estructura explicativa de la tradición. Para una exce- lo de modernización, en su caso en favor de un modelo (procesualD (Smelser 1991)
lente sfntesis de esta tradición que, además de rica en detalles, coincide en los aspectos que no describla caractedsticas epocales singulares y que daba pie a subsistemas que
ftrndamentales con los enfoques aquf prcpuestos, ver Sztompka 1993: 129-136. interactuaban de forma enormemente abierta.

62 63
más que por attlon()r.ul:ramiento>. Tal vez debería destacarse no son internamente homogéneos, como se ha mantenido, ni
que, con todo¡ atts en'()rrs, los teóricos de la modernización no son los fundamentos necesarios sobre los que promover el opti-
mismo relativo al triunfo de la modernizaciín. En primer lugar,
exhibfan uh oepft'llrr ¡rroünciano. A pesar de sus presupuestos
ideológicoo, ol nr¡ls importante de ellos Íara vez confundió la
el cambio universalizador ni es inminente ni evolutivo en un
interdependenclu lbncional con la inevitabilidad histórica. La sentido idealista; a menudo es abrupto, afectando posiciones
teorizaclón clc P¿rrsons, por ejemplo (1962: 466, 474), subrayó contingentes de poder y puede resultar cruel.ll En segundo lu-
que las exl¡¡erncias sistémicas daban pie, actualmente, a la posi-
gar, incluso si se hubiera aceptado un esquema lineal concep-
biltdad clc o¡rortunidad histórica. iual, debería haberse reconocido la observación de Nietzsche de
que la regresión histórica es sólo posible como progreso, es
Cr¡n k¡s conflictos ideológicos (entre capitalismo y comunismo) más, quizá incluso más probable. Finalmente, la moderniza-
r¡uc han sido tan notables, ha surgido un elemento importante ción, aún si triunfa, no supone un incremento de la prosperidad
clc anrplio consenso en el nivel de los valores, centrado en el social. Puede ser !lue, conforme más desarrollo alcance una so-
conrplejo que nosotros hemos propuesto como omodernizacióno ciedad, más cuente ésta con estrepitosas y frecuentes expresio-
[...]. Desde luego, la victoria definitiva por cualquier parte no es nes utópicas de alienación y censura (Durkheim I 937).
la única oportunidad posible. Tenemos otra alternativa, a saber, Cuando echamos la vista atrás sobre una teorfa ninvalidada
la integración final de ambas partes también de las unidades
-y cientfficamente> que dominó el pensamiento de una capa inte-
no alineadas- en un amplio sistema de orden.l0
lectual durante dos décadas, aquéllos de nosotros que aún esta-
mos comprometidos con el proyecto de una ciencia social ra-
rf

,I
A pesar de estas observaciones de todo punto relevantes, sin cional y generalizadora nos inclinaremos a preguntar, ¿por qué
embargo, el juicio histórico del pensamiento social posterior no se ha creldo en ella? Aunque siguiéramos ignorando, no sin
ha cometido error alguno en lo que toca a su evaluación de la cierto riesgo para nosotros, las verdades parciales de la teorla
teorfa de la modernización como un esquema explicativo erra- de la modernizactó\, no estarÍamos equivocados si afirmára-
do. Ni las sociedades no-occidentales ni las precontemporáneas mos la existencia de razones extracienfficas. La teoría social
pueden conceptualizarse como internamente homogéneas (cf., (Alexander y Colomy 1992) debe considerarse, no sólo como un
Mann 1986). Sus subsistemas se encuentran acoplados de for- programa de investigación, sino también como un discurso ge-
ma laxa (e.g., Meyers y Rowan 1977, Nexander y Colomy 1990) tt"ráli"ado, del cual una parte muy importante es ideología'
y sus códigos culturales son más independientes. No existe el Como estructura de significado, como forrna de verdad existen-
tipo de desarrollo histórico dicotomizado que puede justificar cial, la teoía cientlfica social funciona, efectivamente, de forma
una concepción simple de lo tradicional o lo moderno, tal y extra-cientÍfica.l2
como se deduce de las amplias investigaciones de Eisenstadt
(e.g., 1964; cf., Alexander 1992) sobre las ciülizaciones de la
népoca axialr. Aunque el concepto nsociedad occidentaln enfati- I 1. (Visto históricamente, la "modemización' ha sido siempre un proceso impul-
sado por un cambio inter-cultural, conflictos militares y competitividad económica
zó la contiguidad espacial e histórica, yerra de forma considera- entre estados y bloques de poder --de igual modo qr're, probablemente, la modemiza-
ble a la hora de reconocer la especificidad histórica y la varia- ción occidentá du poatg,t"r- tttro lugar dentro de un orden del mundo novedosamen-
tu (Muller 199i: 138). Ver también las crítica de la teoría clásica de la diferen-
ción nacional, Los sistemas sociales, en mayor o menor grado, "r"ado,
ciación en Alexander (1988) y Alexander y Colomy (1990).
12. Esta dimensión existencial mítica de la teoría de la ciencia social se ignora,
generalmente, en las interpretaciones del pensamiento de la ciencia social, excepto en
10. AgradezcoaMuller(1992:118)portraeracolaciónestepasaje.Mullersubmya
que el nagudo sentido de realidad, (ibfd,, l1l) soliüanta a las oasombrosas hipótesis"
Iqrellas ocasiones en las que se glosa como ideologla polJtica (e.g., Gouldner 1970),
si-mmel reconoció un género del trabajo especulativo en la ciencia social que llamó
de la teoría de la modernización respecto al desplome definitivo del socialismo estatal.
usociologla filosófica,, lero la diferenció, cuidadosamente, de las disciplirras empíricas
Insiste, bastante acertadamente a mi entender, en qlle (no fue la crítica (neo-manista)
o de paries de éstas mismas. por ejemplo, escribió en su 'Filosofía del dinero, que una
del capitalismo en los años setenta la que interpretó correctamente las tendencias
socioiogla filosófica era necesaria ya que hay cuestiones (que hemos dejado sin res-
seculares de finales del s. XX era la teoría de Parsons, (i&f/.)
-ésta

65
64
Para entender la teoría de la modernización y su destino, rnodernización se hace patente enfocando esta función narati-
por tanto, debemos examinarla, no sólo como una teoría cientf- va de Lln modo estructuralista o semiótico (Barthes 1977).
fica, sino también como Lrna ideología en el sentido pro- Como la unidad existencial de referencia es la propia época
puesto por el marxismo mecanicista o en-no un sentido con mayor cle cada uno, la unidad empírica de referencia debe totalizar-
talante ilustrado (e.g., Boudon 1986) de
"falsa conciencia> sino se como la sociedad de cada uno. Debe caracterizarse, por tan-
en un sentido geertziano (1973). La teoúa de la modernizaci1n to, como una totalidad con independencia de sus diüsiones e
era un sistema simbólico que funcionaba, no sólo para explicar inconsistencias. No sólo la época de cada uno, sino la sociedad
el mundo de forma racional, sino también para interpretar el de cada uno debe caracterizarse con un término lingüístico
mundo de un modo que conferfa nsignificado y motivación> simple, y el mundo que precedió al presente debe caracterizar-
(Bellah 1970b). Funcionaba como un metalenguaje que instruía se con otro término simple. A la luz de estas consideraciones,
a la gente respecto a cómo vivir. la importante función ideológica o realizadora del significado
Los intelectuales deben interpretar el mundo, no sólo cam- que ofreció la teorfa de la modernización parece clarificarse.
biarlo o, incluso, explicarlo. Hacer esto de una forma significa- Para los intelectuales occidentales, pero especialmente para los
tiva, alentadora o inspiradora supone que los intelectuales de- norteamericanos y los educados en Norteamérica, la teorfa de
ben hacer distinciones. Deben realizar esto con la vista puesta la modernización suministró un fin a la sociedad de postgue-
en las fases de la historia. Si los intelectuales tienden a definir el rra conürtiéndola en "histórica". Hizo esto aportando a la so-
nsignificadoo de su ctiempo", deben identificar un tiempo que ciedad de postguerra una identidad temporal y espacial, una
precedió al presente, ofrecer una respuesta moral conüncente identidad que podrfa formarse sólo en una relación de diferen-
respecto a por qué aquel tiempo fue superado e informar a su cia con otra, inmediatamente precedente en cuanto a tiempo y
público sobre si tal transformación se repetirá o no en relación espacio. Como recientemente ha subrayado Pocock, la nmo-
al mundo en el que ellos üven. De hecho esto supone afirmar dernidad" debe entenderse como la nconciencia más que como
ll que los intelectuales producen narrativas históricas sobre su la condición del ser "moderno">. Tomando un modelo lingtifs-
t
propio tiempo.13 tico de conciencia, defiende que tal conciencia debe definirse
Por otra parte, la dimensión ideológica de la teorÍa de la tanto por la diferencia como por la identificación. El moderno
es un (significante" que funciona como un (excluyente) al
mismo tiempo.
ponder o discutirr (citado en Levine 1991: 99, se han añadido las cursivas). C,onsidenc,
sin embargo, qtre las cuestiones que son esencialmente incontestab¡es se enclrentran
en el corazón de todas las teorías científicas sociales del cambio. Esto supone que uno Nosotros llamamos a algo moderno (quizá a nosotros mismos)
no puede separar con determinación lo empfrico de lo no empfrico. En los términos
que empleo más adelante, también los teóricos de las ciencias sociales son intelectua-
para caracterizarlo respecto a lo que decimos sobre el anterior
les, incluso aunque muchos intelectuales no sean teóricos de la ciencia social. estado de hechos. Es poco probable que el antecedente sea un
13, nPodemos comprender la llamada del discu¡so histórico en el reconocimiento efecto neutral en la definición de eso que se denomina nmoder-
del horizonte en el que lo real se hace deseable, en el que se conüerte a lo real en un no, o de la nmodemidado que se le atribuía lPocock 1987: 48].
objeto del deseo, y hace posible esto por su imposición sobre acontecimientos que se
representan como reales, por la coherencia formal que poseen los relatos [...]. La reali-
dad qtre se representaba en la narrativa histórica, en "el hablar por sf mismo,,, nos Si pudiera dar a esta consideración un giro tardodurkhei-
habla a nosotros [...] y nos manifiesta una coherencia formal de la que nosotros care-
cemos. La narrativa histórica, f¡ente a la crónica, nos revela un mundo que supuesta_ miano (Alexander 1989), me gustarÍa advertir que nosotros pen-
mente ha "concluido", ha periclitado y se muestra ajeno al desmembramiento y al samos en la modernidad como algo construido sobre la base de
demrmbamiento. En este mundo, la realidad lleva la máscara del significado, h cám_
pletittrd y la totalidad que nosotros sólo podem os intaginar, nunca experimentar. En la
un código binario. Este código hace las veces de función mito-
medida en que las tramas históricas pueden completarse, pueden darse cierres narrati- lógica que divide el mundo conocido entre lo sagrado y lo pro-
vos, pueden mostra¡se eüibiendo ún proyecto a realizar, trasmiten a la realidad el fano, suministrando, así, un referente nítido y convincente de
aroma del idzal" (white 1 990: 20, se han añadido las cursivas).
cómo los contemporáneos deben actuar para maniobrar en el

66 67
lapso epocal transitorio.l4 En este sentido, el discurso de la mo-
guiendo un trabajo relativamente reciente de Eyerman sobre la
dernidad muestra un notable parecido con los discursos metafí-
iormación de los intelectuales americanos en los años cincuen-
sicos y religiosos de la salvación de diferentes tipos (Weber
ta del presente siglo, ernpezarla subrayando las características
1964,Walzer 19ó5). También se asemeja a los discursos dicotó-
socialei específicas del período de postguerra en Estados Uni-
micos más secularizados que emplean los ciudadanos para
dos, en particular, lo repentino de la transición hacia el mundo
identificarse consigo mismos y distanciarse de diferentes indiü-
postbélico. Esta transición quedó marcada por una incorpora-
duos, estilos, grupos y estructuras en las sociedades contempo-
iión masiva a las condiciones de üda de las clases económica-
ráneas (Wagner-Pacifici 1986, Bourdieu 1984).
mente relevantes y el declive de las comunidades urbanas cultu-
Se ha comentado (Alexander 1992, Alexander y Smith 1993)
ralmente deslindádas, una dramática reducción en la etnicidad
"discurso de la sociedad ciüI, confiere un ámbito se-
que un
de la vida americana, una disminución del conflicto capital-tra-
mióticamente estructurado para los conflictos de las sociedades
bajo, y por una prosperidad sin precedentes durante un prolon-
contemporáneas proponiendo cualidades idealizadas como ra-
gado espacio de tiemPo.
cionalidad, individualidad, confianza y verdad para su inclusión - Estai nuevas circunstancias sociales, producidas como fue-
en la esfera moderna, ciüI, mientras que se identifican cualida-
ron al final de dos décadas de cuantiosas sacudidas nacionales
des tales como irracionalidad, conformidad, sospecha y menti-
e internacionales, indujeron a los intelectuales norteamericanos
ra como hechos tradicionales que requieren exclusión y san-
de postguerra a experimentar una sensación de nruptura> históri-
ción. Existe una coincidencia llamativa entre estas constmccio-
/r ca iundámetttal.ló En la izquierda, intelectuales como C. Wright
nes ideológicas y las categorías explicativas de la teorla de la
Mills y Daüd Riesman manifestaron sus quejas contra lo que
modernización, por ejemplo, los patrones variables de Parsons.
\i más támían, que era la masificación de la sociedad. Dentro de
En este sentido, la teoía de la modernizaciónpuede concebirse
como un esfuerzo generalizado y abstracto que tiende a la
.(Tras) La Segunda Guerra Mundial, que ftle testigo del ag¿ulotamlcnto clcl impelio
transformación de un esquema categorial especlficamente his- y de la difusión de la presencia americana, [...] se hablaba, a menudo con
tórico en una teorla científica del desarrollo aplicable a una cul- "u-páo
rese;ümiento, de la americanizáción de Europa. Pe¡o cuando ss hablaba del resto del
tura que abarca al mundo en su totalidad. mundo, el término era el de "occidentalización"' Los años de postguem pronto aclara-
ron, sin embargo, que este témino extenso incluso era algo restringido ["']' Un ¡efe-
Debido a que toda ideologfa descansa sobre un cuadro de rente global (erá necesario). En respuesta a esta necesidad se concibió el nuevo térmi-
intelectuales (Konrad y Szelenyi 1974, Eisenstadt 1986), es im- no ntodenizaciótr. (Lerner 1968: 38ó)'
portante preguntarce el motivo por el que el cuadro de intelec- un tema interesante para investigar deberla ser el contraste entre los teóricos eufo-
peos de la modernización y los americanos. El más distinguido entre los eurcpeos y, a
tuales en un tiempo y nn espacio concreto articuló y promovió su vez, el más original, Raymond Aron, tiene una üsión decididamente menos opti-
una teorla particular. Con la vista puesta en la teoría de la mo- mista de la convergencia que sus colegas americanos, como ha demostrado, por ejem-
plo, en su Progresi and D¡illusiott (1968), que constituye la antftesis, de todo punto
dernización, y sin desdeñar la notoriedad de un pequeño núme-
interesante, a su argumento de la convergencia propuesto en Eigtheett lActures otx
ro de influyentes pensadores europeos como Raymond Aron húustrial Sociery. Aunque parece no haber lugar a dudas de que la versión de la teorf¿
(e.g. Aron 1962), hablamos, en primer lugar, sobre los intelec- de la convergencia de Aron representaba una r€spuesta al cataclismo de la Segunda
Guerra Mundial, se trataba, en realidad, de una reacción más fatalista y concluyente
tuales norteamericanos y los educados en Norteamérica.ls Si- que optimista y pragmática. Ver el problema en sus M¿moires (Aron 1990)'
^ ló. .Los uno. fueron una década en la que a uno le atravesaban los
acontecimientos a una",t*"tttu
velocidad tan vertiginosa como la de la historia de los enftenta-
14. De hecho, como ha subrayado Caillois (1959), y como el trabajo original de mientos bélicos, y para el conjunto de la sociedad norteamericana el resultado fue un
Durkheim oscureció, actualmente existen tres téminos que clasifican el mundo de esa enérgico despertar de un magma de emociones' Las sorpresas, los fracasos y los peli-
forma, por lo cual también hay algo (mundano', El mito desdeña la existencia de lo grosáe esta vida deben haber alterado ciertos estlmulos de la conciencia en el poder y
mundano, fluctúa entre polos intensamente cargados de repulsión negativa y de atrac- án la masa, y al predominar la desazón..., la retirada hacia una existencia más conser-
ción positiva. vadora suponla álgo escandaloso, el temor del comunismo se extendla como un irra-
15. El apunte retrospectivo efectuado por Lemer, uno de los arquitectos de la cional griio de repulsa. Quién estarla en disposición de ver la histeria excesiva de las
teoría de la modemización, indica la naturaleza central de la referencia americana: agitaciánes rojas, no como preparación para hacer frente al enemigo, sino más bien
como un temor alsefnacional' (Mailer 1987 [19ó0]: 14).

68 69
la línea liberal, teóricos como Parsons sostuvieron que la mis- En tales términos dramatúrgicos podemos caracterizar el
perlodo histórico que precedió a la época de la teoría de la mo-
ma transición habfa producido una sociedad más igualitaria,
más incluyente y más significativamente diferenciada.lT En la dernización como aquél en el que los intelectuales "sobrevalo-
órbita de la derecha, se produjeron gritos de alarma en relación .uror, la importancia de los actores y los acontecimientos si-
guerra
a la desaparición del individuo en el marco de un estado del tuándoles en una naffativa heroica. Los años treinta y la
un perfodo de intenso conflicto social que
bienestar autoritario y burocrático (Buckley 1951, Ayn Rand q"" tigtiO definieron
g"t"é esperanzas -histórico-universales- milenarias de utó-
1957). En definitiva, a lo largo y ancho del espectro polftico los
intelectuales americanos se sentfan motivados por un sentido iica transformación social, tanto a través de lasderevoluciones
un tiPo sin
de cambio social dramático y bifurcador. Este era la base social iomunistas y fascistas, como Por la constmcción
precedentes de nestado de bienestar>. Los intelectuales ameri-
para la construcción del código binario tradicionaVmoderno,
iunos de postguera, por el contrario, experimentaron el mun-
una experiencia de biftircación que demandaba una interpreta-
<desvalorizadoso. Con el fracaso de
ción de las angustias del presente y las posibilidades futuras en do social Ln términos más
f"r -"ui*i""tos proletarios revolucionarios en Europa y la sa'
relación al pasado imaginado.
Para comprender certeramente la interrelación entre histo- gz i""itu"iOn a li normalización y desmovilización en Estados
ria y teorfa que produjeron los nuevos intelectuales debemos Úrridot, las nmetanarrativasD heroicas de la emancipación co'
perci-
atender a la estructura narrativa en consonancia con la estruc- lectiva parecieron menos convincentes'le Nunca más se
tura simbólica. A tal efecto, expondremos los términos drama- bió el piesente como una estación de transición hacia un otden
posible
,(ii trlrgicos de la teoúa del género, que se extiende desde la poética social alternativo sino, más bien, como el ftnico sistema
ti,i de Aristóteles a la línea de criticismo literario promoüda por que, más o menos, pudiera tener lugar'
^ (este mundoD
Northrop Frye (1957), que inspiró la más reciente Una semejante aceptación desvalorizada de
"hermenéuti- fatalista o conservadora' En
ca negativa> de cúticos literarios de orientación histórica como no era n"".ruriu*"ntadisutópica,
While (1987), Jameson (1980), Brocke (1984) y Fussell (1e25¡.ta Europa y América, por ejemplo, surgió un anticomunismo de

y para estimular'' pro6ne-


17. En los términos de la ruptura inducida por los intelectuales americanos duran- ricas" para destacar nuestro sentido de la diferencia histórica,
.tnt viva de lo que ocun'e,cuando el argumento cae en la histo
te el perlodo de postguerra, es significativo comparar esta postrera teoría del cambio ,i"áLJ",", uprehensión
(iáld')
de Parsons con la inicial. En los escritos sobre cambio social que compuso en la ¡a [,..] y entr¿ enlas ügorosas esferas dé las sociedadet t¡ode¡¡¿5r
sobre la teorfa de la
década después de 1937, Parsons tomó, sin miramientos, a Alemania como modelo, A pesar de qlre Jameson se encuentra próximo a Llna reflexión
para el trso del análisis del
destacando las desestabilizadoras, polarizadoras y antidemocráticas implicaciones de ideolosla. produce, de hecho, un excelente'principio racional
históricos. sosriene que un texto social influyen-
la diferencia y racionalización social. Cuando se remite a la modernización en este ;;J;i;;;Á-.iJ" áu
"o"nicbs como la respuesta ideoló-gica
período, algo que rara vez hacía, utilizaba el término para aludir al proceso patológico te debe entenderse como (un acto sociahnente simbólico'
de las tonalida-
hiperracionalizado, el cual producfa la reacción sintomática del utradicionalismo,, formal e inmanente-' a un dilema histódc o' Qbtd'' 13)' A causa
-penr que, en adelante, denomina textos' (parecería concluir quc' crt
Después de 1947, Parsons hizo de Estados Unidos un caso tfpico para sus estudios de .1"! entorio social
"n "l f"i*¡" del eénlro debe, de una forma u otra' proyectar un modelo
de coexig-
cambio social, relegando a la Alemania nazi al estatus de un caso desviado. Moderni- ""iá-"a. i"*io" (axiomn
zación y tradicionalismo se observaban ahora como procesos estructlrrales más que i";;;; lo. disrintos modos o tendencias genéricas,. con este
""t.J afirma que *los abusos tipológicos del criticismo de la teo¡la
¡"meson
como ideologías, síntomas o acciones sociales. '""áiJ""á
^"i"á.logi"-, (ibfd' 141)'
18. Es una ironla que una de las más recientes explicaciones de, y justificaciones -;. ¿"f genero definitivaménte quedan a un I ado" '
para, la versión de Frye sobre la historia genérica puede encontrarse en el criticismo ¿;" el-empleo del término poitmodemo (metanarrativa) (Lyotardla1985), T-
carencia
para poner de manifiesto
marxista de Jameson, que pretende refutar su forma burguesa aunque hace uso excesi- toy incurriendo en un anacronismoipero lo hago
nel final de las metana-
vo de su contenido sustantivo. Jameson (1980: 130) denomina al método de Frye como dJperspectiva histórica slrplresta en el eslogan postmodemo'
Las metanarrativas, de hecho, están sujetas a
periódicas desvalorizaciones y
uhermenéutica positivaD po4pe (su identificación de los parámetros míticos en los áii*.,. genéricas menos
textos modemos apunüa al reforzamiento de nuestro sentido de la afinidad entre el revalorizaciones históricas, y siemprc existen otras constmcciones
presente cultural del capitalismo y el lejano pasado mltico de la sociedades tribales, y al ;;;;;t"d; ."sperando' u tu lu-gar- Subrayaré más adelante' por ello' que se
o"upui
narra-
despertar de !n sentido de continuidad entre nlrestra üda psíquica y la de los pueblo áu" i.npottu"t". analoglas entre el period-o de postguena de la desvalorización
que caracteri-
primitivosr. El ofrece su (he¡menéutica negativa, corno .,ttuálte*utiva, declaranáo que iJu v ¿" lo, años ochenta, que produjo un giro enormemente similar
"i precedente histórico de ningrln tipo'
emplea uel material pummente narrativo compartido por el mito y las literaturas "histó zó ipostmodertismo como tn efecto sócial sin

70
7t
principios muy firmes que tejió, en su conjunto, los hilos gasta- rnás al cambio progresivo que al revolucionario' En el nuevo
dos de una narrativa colectiva y acercó a sus sociedadei a la mundo que broiaba de las ruinas de las guerras, se había he-
democracia social. Sin embargo, a pesar de estos grupos refor- cho posiüle cultivar el jardín de uno mismo' Este cultivo con-
mistas, el declive de las narrativas sociales preüas a la guera sisfá en un trabajo ilustrado, modernista, regulado por los
tuüeron grandes efectos que eran extensamente compartidos. parámetros culturales de ejecución y neutralidad (Parsons y
'Stitt
Los intelectuales como grupo pasaron a ser más otercoso y tgSt), culminados en la sociedad oactivao (Etzioni 1968)
<realistas>. El realismo difiere radicalmente de la narrativa he- y nrealizadau (McClelland 1953).
roica, despierta un sentido de limitación y restricción más que El romanticismo, por todo ello, permitió a los intelectuales
de idealismo y sacrificio. El pensamiento blanco y ,rrgro, iu, de la ciencia social de la Norteamérica de postgueffa, inclusive
importante para la moülización social, fue sustituido por la en un período de relativa desvalorización narrativa, continuar
"ambigüedad, y la ncomplejidado, términos favorecidos por los con la utllización del lenguaje del progreso y de la universaliza-
Nuevos Críticos como Empson (1927) y, particularmente, Tri- ción. En Estados Unidos lo que diferencia las narrativas román-
lling (1950), y por el (escepticismo), una posición representada ticas de las heroicas es el érúasis en el setl'y en la üda privada'
por los escritos de Niebuhr (e.g., Niebuhr 1952). A la conücción En las nalTativas sociales de Norteamérica los héroes son epo-
de que uno ha vuelto a (nacer de nuevoo vez enlo sagra- cales; dirigen a pueblos enteros hacia la salvación en calidad de
do social- que inspira un entusiasmo -esta utópico, le sucedé el representacionei colectivas como indican la Revolución ameri-
,lli
I alma castigada con el otercer nacimiento> descrito por Bell y el moümiento de los Derechos civiles. La evolución ro-
(1962c) y un acusado sentimiento de que el Dios social ha fra- mántLa, por el contrario, no es colectiva; es acerca de Tom
"urru
casado (Crossman 1950). Por ello, este nuevo realismo conven- Sawyer y Huck Finn (Fiedler 1955), acerca del agricultor prós-
I

\
ri
ció a muchos de que la narrativa misma historia- se había pero (Smith 1950) y Horatio Alger. Los intelectuales norteame-
-la
eclipsado, lo cual producfa las representaciones de esta nueva ,iauttot, por tanto, articularon la modernización como un pro-
sociedad (moderna) como el ."ro qrr" lib"raba eI se$'yhacíaresponsable de sus necesidades
:,.1

ll "final de la ideologlao (Bell


1962a) y el retrato del mundo de postguerra como nindustrial, a los Jubsistemas sociales. En este sentido la teoría de la moder-
(Aron 19ó2, Lipset y Bendix l9ó0) más que capitalista. nización era conductista y pragmatista; centró su atención en
Sin embargo, mientras el realismo era una variante signifi- los individuos más que en un sujeto colectivo histórico como la
cativa en el perfodo de postguerra, no era el marco narrátivo nación, el gmPo étnico o la clase.
dominante a través del cual los intelectuales de la ciencia sociar El existencialismo fue la base de la ideologla romántica
de postguerra analizaban su época. Este marco era el romanti- americana del omodernismoo. Los intelectuales norteamerica-
cismo.2o Relativamente rebajado en comparación con el herofs- nos, por ello, desplegaron una lectura idiosincrática y optimis-
mo, el romanticismo llama relato a lo que es más positivo en su ta de Sartre. En un entorno saturado de existencialismo' la
evaluación del mundo tal y como hoy existe. En el perlodo de nautenticidado se conürtió en un criterio nuclear para la eva-
postguerra hizo posible que los intelectuales y sus audiencias luación del comportamiemto indiüdual, una insistencia que
creyeran que el progreso se realizarla en mayor o menor grado, r1r" ueri"u pu* criticismo literario modernista de Lionell
que el perfeccionamiento era verosfmil. Este estado de gracia se Trilling (1935), "I
sin embargo también impregnó la teorfa social
referfa, sin embargo, más a los indiüduos que a los grupos, y que aparentemente no abogaba por la -modernización' por
la microsociología de Erving Goftrnan (1956)' con su
";"-pio, de libertad óorr.otu,'cia con la distancia del rol y
20, Aqul se utiliza el romanticismo en el sentido técnico, genérico sugerido por """""pto
,,, "r,
de estadio atrasado+ers¡zs-adelantado'21 y el
Frye (1957), más que en el sentido abiertamente histórico que se referirfa ala mrisica, "o"""p"ión
al arte y a la literatura postclásicas que, en los términos aquí empleados, fue más
uheroico, en sus implicaciones narrativas, 21. Cuando en 1969 llegué a la Universidad de Califomia' Berkeley' para realizar

72 73
elogio que hacía Daüd Riesman del hombre orientado-hacia_el como abstracq,ión deshumanizada, mecanicismo, fragmenta-
interior. ción, linealidad y dominación, como comentaré posteriormente,
Estas narrativas románticas indiüdualistas acentuaban el se remite mucho más a las exigencias ideológicas que ellos y
desafío del ser moderno, y eran completamentadas por un énfa_ otros intelectuales contemporáneos están experimentando hoy
sis en la ironía: la narrativa de Frye las define corno desvalori- que al modernismo mismo. En cultura, teoría y arte, el moder-
zadas respecto a la novela pero no claramente negativas en sus nismo representó un espfritu de austeridad que devaluó el artifi-
efectos. En los años cincuenta y primeros de los seienta, la esté- cio, no sólo como adorno, sino como presunción e infravaloró lo
tica modernista en Inglaterra y Norteamérica acentuó la ironfa, utópico como una ilusión que se asemejaba a la neurosis de tipo
la introspección y la ambiguedad. La teorra literaria dominante, indiüdualista (Fromm 1955, 195ó). Fueron precisamente tales
la denominada Nuevo Criticismo, mientras remila sus orígenes cualidades admirables las que Bell designó como nmodemidad
a The Tynes of' Ambiguity (1927) de Empson, adquirió clásica, o temprana en su ataque de los años sesenta en Las
.Seven
carta de ciudadanfa sólo tras el criticismo heroict y, *uy,lr- contradicciones culturales del capitalismo'
"r,
culas, historicista de los años treinta. La figura clave contempo_ Este retrato no era, desde luego, enteramente homogéneo.
ránea en las letras americanas fue Lionel Trilling, quien definiO En el pensamiento de la derecha el compromiso con la guerra
el objetivo psicológico y estético de la modernidad como la ex_ fría suministró a muchos intelectuales un nuevo ámbito para el
pansión de la complejidad y la tolerancia con la ambigüedad. El herolsmo colectivo, a pesar del hecho de que los pensadores mo-
psicoanálisis fue una gran aproximación crÍtica, inierpretada dernistas más influyentes de Norteamérica no constitulan un
como un ejercicio de introspección y control moral (Rieff 1959). modelo de Cold Warriors de la línea más conservadora. Por la
En el arte gráfico, lo nr¡edsrnro fue equiparado con la abstraó_ izquierda, tanto dentro como fuera de Estados Unidos, existían
ción, la rebelión contra el ornato, y con el minimalismo, todo lo importantes islotes de criticismo social que planteaban divergen-
cual se interpretó como la atención sobre aquellos procesos que cias auto-conscientes respecto al romanticismo de tipo democrá-
trascienden la superficie externa y ofrecen vfas de tránsito hacia tico-social e irónico-individualista'22 Los intelectuales influidos
el sÍ-mismo interior. por la Escuela de Frankfurt, como Mills y Riesman, y otros crlti-
Es manifiestamente difícil para los intelectuales contemporá_ cos como Arendt, rechazaban legitimar el humanismo de este
neos modernos y postmodernos retomar los aspectos enriquece_ tenor individualista, criticando lo que ellos llamaban la nueva
dores y, por ende, más nobles de este moderniimo intelectual y sociedad masificada en cuanto formada por indiüduos impeli-
estético, casi tan dificil como lo fue para los contemporáneos lá dos a actuar de modo amoral y egofsta. Trastocaron el código
belleza y la pasión del arte modernista que pevsner qil+l; repre_ binario de la teoría de la modernización, considerando a la ra-
sentó, de manera impresionante, en su pioneers of'Modem-De- cionalidad americana poseedora de naturaleza instntrnental más
s6n definidor de una época. Las consideraciones del modernis_ que moral y expresiva, a la gran ciencia más como tecnocrática
mo intelectual y estético ofrecidas por los postmodernos con_
temporáneos Bauman (1989), Seidman (1991, 1992) y
Lasch (1985) -desde
a Harvey (1989) y Jameson (19g8)- constituyen 22. El presente apunte no asume completamente el consenso intelectual a lo largo
una interpretación errónea. Su acercamiento al modernismo de las fasei descritas. Se dieron contratendencias, y es algo que debería subrayarse.
Existe también la posibilidad real (véase nota 28, abajo) de que los intelectuales y stt
público ttwieran acceso a más de una narrativa/código en un momento puntual del
iiempo histórico, un acceso que Wagner-Pacifici (comunicación personal) llama hfbri-
estudios de postgrado de sociologfa, algunos de los sociólogos de la Escuela
de chica- do discursivo. Mi apunte sugiere, sin embargo, que cada una de estas fases estaba
go pertenecientes al departamento, influidos por Goffman y por Sartre,
anunciamn la sef,alada, de hecho, estaba, en parte, construida por la hegemonfa de un marco inte-
realización de un seminario informal sobre ia nautenticidaá" para estudiantes de lectual sob¡e los otros. Las narrativas se constmyen a partir de códigos binarios y es la
la
universidad' Esto representó Lrna respuesta de inspiración existencialista al énfasis polaridad de las oposiciones binarias la que permite a los intelectuales de cada lapso
en
Ia alienación de los sesenta. como tal, estaba hiitóricamente fuem de lugar. Nadie histórico encontrar el sentido de su época. El ubinarismo, es menos un constructo
asistió al seminario. teórico esotérico que un hecho existencial de la vida.

74 75
qlre como inventiva. Detectaron conformidad más que indepen- 3. Teoría de la antimodernización: el revival heroico
dencia; élites de poder más que democracia; y decepción y desi-
lusión más que autenticidad, responsabilidad y relato. A finales de los años sesenta entre el asesinato del presidente
En los años cincuenta y sesenta estos críticos sociales pasa- Kennedy y el verano del namorn de San Francisco del año 1967,
ron progresivamente a adquirir un elevado nivel de influencia. la teoría de la modernizaciín se extinguió. Y ello fue así aunque
Para lograrlo tuüeron que plantear una alternativa conüncen- el ascenso de una joven generación de intelectuales no podía
te, una narrativa heroica que describiera el modo en el que la creer que fuera cierto.
sociedad enferma podría transformarse y una saludable pudie- Incluso si observamos la teorfa social como sistema semióü-
ra ocupar su lugar.23 Esto era imposible hacerlo en perlodos de co más que como generalización pragmáticamente inducida, se
desvalorizaclín. El arte de amar (1956) de Fromm continuó su trata de un sistema de signos cuyos significados son una reali-
denuncia ya iniciada en The Sane Society (1956); en los años dad empírica en un sentido rigurosamente disciplinado. De esta
cincuenta las soluciones sociales a menudo quedaban circuns- suerte, es importante reconocer que durante este segundo pe-
critas a los actos individuales del amor privado. Ningún progra- ríodo de postguema los graves nproblemas de la realidado co-
ma social surgió de Ia. personalidad autoritaria de Adorno. No menzaron a introducirse en la teoría de la modernización de
sólo C. Wright Mills fracasó al idenüficar ciertas alternativas una forma muy seria. A pesar de la existencia de mercados ca-
sociales üables en su corriente de estudios crlticos, pero prosi- pitalistas, la pobreza persistla en el propio hogar (Harrington
guió su línea de pensamiento denunciando a los llderes de los 1962) y, quizá, se incrementó en el tercer mundo. Las revolu-
moümientos sociales de los años treinta y cuarenta como los ciones y las guerras estallaban continuamente fuera de Europa
(nuevos hombres del poder" (Mills 19a8). Después de unos y Norteamérica (Johnson 1983), y, en ocasiones, incluso pare'
años veinte de violencia producida por las esperanzas utópicas, cían desatarse por la propia modernización. La dictadura, no
los héroes colectivos perdieron su brillo. El populismo de ten- así la democracia, se propagó por el resto del mundo (Moore
dencia derechista de McCarthy reforzó el abandono de la üda 19ó6); las naciones postcoloniales parecfan neqLlerir un estudo
pública. Finalmente, sin embargo, los norteamericanos y los eu- autoritario (Huntington l9ó8) y una econortfa endereznda ha'
ropeos occidentales recobraron el aliento, con resultados que cia la modernidad, no sólo en la economla y en el estado sino
deben üncularse, una vez más, con la historia y la teorÍa social también en otras esferas. Los nuevos rnoümientos religlosos
por igual. (Bellah y Glock, 197ó) brotaron en las naciones occidentales y
en el mundo desarrollado, con la sacralización y la ideologfa
ganando terreno a la secularizaciín, ciencia y tecnocracia. Es'
tos desarrollos colisionaron con los presupllestos centrales de la
teoría de la modernización, aunque no la refutaron.24
23. Esto apunta a una objección que planteo a Jameson y a Seeds of the Sixties
(1944), el brillante apunte de Eyerman sobre estos intelectuales crJticos en los años
cincuenta. Jameson y Eyerman sostienen que eryaron al ejercer infltrencia no, básica-
mente, a causa del conservadurismo de la sociedad dominante. parece importante 24. lJna publicación que, retlospectivamente, da la apariencia dc un ¡¡onrcnto
añadir, sin embargo, que su propia ideologla fue parcialmente responsable, porlo cual representativo, r€pfesentacional y de cambio entre estas fases históricas, y ontr.c la
era históricamente insuficientemente en el sentido narrativo orientado hacia el futuro. teoría de la modernización y la que le sucedió, es el libro editado por Davíd Apter,
Un desacuerdo más importante sería que Jameson y Eyerman parccen aceptar la (so- Ideologt and Discontaxt (19ó4). Entre los colaboradores se encontraban importantes
ciedad de masasD como una descripción empfrica actual de la moder:nización estruc- científicos sociales de ta modemización, los cuales trataron de vencer las crecientes y
tural en los años cincuenta. De ser asl podrían estar haciendo de un error el acerca- manifiestas anomalías de esta teoría, en particular, el papel inintem.rnrpido de la ideo-
miento intelectual a la realidad social. Esos vestigos de una epistemologfa realista
-+n logla utópica y revolucionaria en el tercer mundo que inspiró revoluciones que supu-
lo que es, de otra forma, una aproúmación acusadamente cultural y constructivista- sieron el fracaso del desarrollo (progresivo, modernizador. La geeftziana *Ideología
hacen imposible apreciar el humanismo convincente que impregnó buena parte del como sistema culturalr, tan importante para los desarrollos en las teorfas de la post-
trabajo de los intelectuales de los años cincuenta a quienes esos crlticos a menudo modemización, apareció, en primer lugar, en este volumen. El mismo Apter, eüden-
atacaron. ció, inadvertidamente, una evolucién teórica personal paralela a los enormes cambios

76 77
Los problemas fácticos, sin embargo, no bastan para crear como religión civil (Bellah I970b) y a referencias sobre <la tradi
revoluciones cientfficas. Las grandes teorlas pueden defenderse ción de la modernidad' (Gusfield 1976).
por sí mismas, definiendo y protegiendo una serie de proposicio- Frente a estas reüsiones internas, se propusieron las teorfas
nes básicas, prescindiendo de segmentos completos de su pers- antagonistas de la antimodernización toda vez que eran expli-
pectiva en cuanto sólo periféricamente importantes. Por ello, si caciones más válidas respecto a problemas que la realidad trafa
uno observa atentamente la teorfa de la modernizactón durante consigo. Moore (1966) reemplazó modernización y evolución
la mitad y finales de los años sesenta e, incluso, durante los ini- por revolución y contran'evolución. Thompson (1963) sustituyó
cios de los años setenta, puede constatar una creciente sofistica- las abstracciones sobre parámetros desplegados en las relacio-
ción como la que la capacitó para hacer frente a sus críticas y nes industriales por la historia y la conciencia de clase desde los
encarar los problemas reales del momento. Las simplificaciones niveles más bajos a los más altos. El discurso sobre la explota'
dualistas sobre tradición y modernidad fueron elaboradas ción y la desigualdad (e.g., Goldthorpe 19ó9, Mann 1973) se
ree,mplazadas- por nociones que describlan un continuum -no
de enfrentaba con, y finalmente desplazó a, las discr¡siones sobre
desarrollo, como en las postreras teoúas neo-evolutivas de Par- la estratificación y moülidad. Las teorfas de conflictos (Coser
sons (1964, 1966, 1971.), Bellah (1964) y Eisenstadt (1964). La 1956, Dahrendorf 1959, Rex 196l) sustituyeron a las funciona-
convergencia se reconceptualizí para ofrecer trayectos paralelos listas; las teorfas pollticas centradas en el estado (Bendix ¿f a/.
pero independientes hacia la modernidad (e.g., Shils 7972, sobre l9ó8, Collins 197ó, Skocpol 7979, Evans et al' 1985) sustituye-
t Ia India, Eisenstadt 1963, sobre los imperios, Bendix 19ó5, so- ron a las centradas en valores y a los acercamientos multidi-
I'
bre la ciudadanía). Se propusieron expresiones como la de difu- mensionales; y las concepciones referidas alaligazín de estruc-
't,'
\; sión y sustitutos funcionales para comunicar con la moderniza- turas sociales fueron desafiadas por microsociologías que des-
ción de las ciülizaciones no-occidentales de un modo menos et- tacaban el carácter proteico, informe y negociado de la üda
nocéntrico (Bellah 1957; Cole 1979). El postulado de vínculos ordinaria.
,:,¡.
subsistémicos cerrados se reemplazó por la noción de aventaja- Lo que empujó a la teoría de la modernización hacia el abis-
!l'
dos y retardados (Smelser 1968), la insistencia en los intercam- mo, sin embargo, no fueron esas alternativas científicas en y
bios se transformó por las expresiones de paradojas (Sctrluchter por sí mismas..Por ello, como he indicado, los encargados de
1979), contradicciones (Eisenstadt 1963) y tensiones (Smelser revisar la teoría inicial comenzaron por ofTecer teorías coheren-
19ó3). Contra el metalenguaje de evolución, se sugirieron no- tes, al tiempo que explicativas, de buena parte de los mismos
ciones como desarrollismo (Schluchter y Roth 1979) y globalis- problemas. EI hecho decisivo en la derrota de la teoría de la
mo (Nettle y Robertson 1968). La secularización condujo a ideas modernización, sin embargo, fue la destrucción de su ntlcleo
ideológico, discursivo y mitológico. El desafío qlue, en ultima
aquf documentados, pasando de una entusiasta aceptación y explicación de la moder-
instancia, no pudo solventarse era de naturaleza existencial.
nización del Tercer Mundo, que se basó en categoúas universales de cultura y de Surgió de los nuevos movimientos sociales que, progresiva-
estructura social (ver, e.g., Apter 1963), a un escepticismo postmoderno sobre el (cam- mente, se consideraban en términos de emancipación colectiva
bio, liberador y un énfasis sobre la particularidad cultural. Esta última posición se
campesinas a una escala mundial, moümientos
adüerte por los autoconscientes temas antimodernistas y antirrevolucionarios en la -revoluciones
llamativa deconstrucción del maolsmo que Apter (1987) publicó a finales de 1980. Las nacionales negros y chicanos, rebeliones de comunidades indl-
carreras intelectuales de Robert Bellah y Michael Walzer (cf. mi discusión sobre los genas, moümientos juveniles, hippies, mrlsica rock, liberación
posicionamientos modificados de Smelser en nota 9, aniba) ¡evela contomos simila-
res aunque no idénticos,
de la mujer. La influencia de estos rnovimientos (e.9., Weiner
1984) alteró profundamente el esplritu de la época tempo
Estos ejemplos y otros (véase nota 21, arriba) suscitan la intrigante cuestión que
permitió arrebatar la
-el
imaginación ideo-
Mills describió como la relación entre historia y biograffa. ¿De qué modo los intelec- vivido de la época-, les
tuales individuales contactaron con la sucesión histórica de los marcos código/narrati-
lógica atada al creciente cuadro de los intelectuales.
vas, que les empujaron hacia posiciones intersticiales frente al unuevo mundo de nues-
tro tiempo,? Algunos mantuüeron compromisos con sus marcos Con el propósito de representar este movedizo entorno em- )
" "-.-JL)''
78
FACUL I-AD DE CIENCIAS
PoLlTlcAS Y soclALE$
pírico y existencial, los intelectuales desplegaron una teoría ex-
plicativa. Trastocaron el código binario de la modernizaci1ny bre el triunfo colectivo y la transformación heroica. El presente
(narración de lo social" (Sherwood 1.994) bajo una nueva for- se redefinió, no como el desenlace de una prolongada lucha,
sino como trayectoria hacia el mLrndo diferente y mejor.2s En
ma. En términos de código, la nmodernidad" y la nmoderniza-
este mito heroico los actores y los grupos se conceblan en la
cióno se desplazaron del polo sagrado del tiempo histórico al
presente sociedad como en situación lucha" de cara a cons-
"de
polo profano, con la modernidad se asumieron muchas de las
caracterlsticas nucleares que, primeramente, estaban asociadas
truir el futuro. La narrativa indiüdualizada, introspectiva del
modernismo romántico, desapareció junto a la ambigüedad y la
al tradicionalismo y lo retrogrado. Más que por la democracia y
ironía como valores sociales preferentes (Gitlin 1987: 377-406).
la individualización, el período moderno contemporáneo se re-
De hecho, las líneas éticas se marcaban nltidamente y los impe-
presentaba como burocrático y represivo. Más que un mercado
rativos pollticos se grababan en blanco y negro. En la teorfa
libre o sociedad contractual, la América moderna deüno ncapi-
talista>, en ningún caso racional, interdependiente, moderná y
literaria, el nuevo criticismo dio paso al nuevo historicismo
(e.g., Veeser 1989). En psicologfa, el moralismo de Freud se
liberadora, más bien atrasada, codiciosa, anárquica e indigente.
contemplaba ahora como represivo, erótico e, incluso, perverso
Esta inversión de los signos y de los símbolos ligados a la
bajo mrlltiples formas (Brown 196ó). El nllevo Matx era, por
modernidad contaminó loi
-óvimlentos asociados con su momentos, un leninista y, e4 otras ocasiones, un comunitarista
nombre. Se anunció la muerte del liberalismo (Lowi 19ó9) y sus
radical; pocas veces se le representaba como un demócrata so-
oúgenes reformistas mostrados en los inicios del siglo xx se
cial o humanista en el sentido inicial, modernista.26
tornaron en una artimaña orientada al ineludible control corpo_
El documento histórico con el que he abierto este trabajo
rativo (Weinstein 19ó8, Kolko 1967). La tolerancia quedó aso-
ilustra este cambio en la sensibilidad. En su confrontación con
ciada a hedonismo, inmoralidad y represión (Wolfe et at. 1965).
Inkeles, Wallerstein anunció con toda agtdeza que "el tiempo
El ascetismo de la religión occidental fue criticado por su mo-
tl que nos toca viür aparta los asuntos triüales y afronta la reali-
dernidad represiva y la religiosidad oriental y mfstica se sacrali-
I l'l dad sin tapujos> (1979: 133). No adoptó aquf un marco realista,
zaron en su lugar (Brown 1966, cf., Brown 1959). La moderni-
más bien, lo envolüó con un disfraz heroico. Por ello la emanci-
dad se equiparó con el mecanismo de la máquina (Roszak
pación y la revolución fueron quienes caractertzaron la retórica
1969). Para el tercer mundo la democracia se definió como un
narrativa del momento, no, como Weber podría haber dicho, el
lujo, los estados fuertes cómo una necesidad. Los mercados no
arduo e insignificante cometido de hacer frente a las demandas
eran benévolos sino malévolos, por capitalismo llegó a repre-
rutinarias. Ser realista, defendía Wallerstein, suponÍa asumir
sentarse un subdesarrollo y atraso garantizados. Esta inversión
que <estamos viviendo en la transicióno hacia un nmodo socia-
de los ideales económicos también tuvo lugar en el primer
lista de producción, a la sazón, nuestro futuro gobierno del
mundo. El socialismo humanista sustituyó a1 capitalismo del mundo, (1.979: 136). La cuestión existencial que proponía a la
estado de bienestar como el último slmbolo de la prosperidad.
audiencia era, (¿Cómo nos relacionamos con él?r. Destacaba
Las economías capitalistas se veían impulsadas a producir sólo
gran pobreza y gran nqueza (Kolko 1962),y las sociedades ca-
pitalistas aparecían como fuentes de conflicto étnico (Bonacich 25. Ver, por ejemplo, el tono milenarista de los artlculos contemporáneos recogi-
1972), fuagmentación y alienación (Ollman 1971). El socialis- dos en *Smiling ürough the Apoca\pse: Esquire's History of the Sixties, (1987).
2ó. Un ilustrativo estudio de caso relativo a una dimensión de esta evolución serfa
mo, en ningún caso la sociedad de mercado, suministrarfa ri- la británica New lzft Review. Creada inicialmente como fórum del marxismo huma-
queza, igualdad y una comunidad reconstnrida. nista diseminado hacia el existencialismo y la conciencia- frente a la
-orientado
perspectiva mecanicista de la vieja izquierda, se convirtió a finales de los años sesenta
Estas recodificaciones venían acompañadas de mutaciones
en un importante órgano de diftisión para las publicaciones de Sartre, Gramsci, Le-
fundamentales en las narrativas sociales. Los mitos intelectua- febwe, Gorz y el joven Lukacs. Hacia 1970 se transforrnó en un medio de difusión del
les se exageraban sobremanera, transformándose en relatos so- leninismo y alüusserianismo. La cubierta de su edición de otoño de 19ó9 se adomó
con el eslogan nmilitanciar.

80
81
que dos alternativas eran las posibles. La relación con la revolu- davfa estudiar el declive de un modo de conocimiento, insistirfa
ción inminente pudiera ser (en calidad de militantes racionales una vez más, requiere, de igual modo, amplias consideraciones
que a ella contribuyen o como inteligentes obstaculizadores de extra-científicas. Las teorías las crean los intelectuales en su
la misma (ya sea de forma maliciosa o cfnica)r. La construc- búsqueda de significado. En respuesta al cambio social conti-
ción retórica de estas alternativas pone de manifiesto cómo es- nuo, a los virajes generacionales, los esfuenos cientfficos e
taban ünculadas la inversión del código binario (la nítida línea ideológicos de las primeras generaciones de intelectuales pue-
separadora de lo bueno y lo malo, con la modernidad siendo den parecer, no sólo empfricamente implausibles, sino poco
contaminada) y la creación de una novedosa narrativa heroica profundos psicológicamente, irrelevantes políticamente y obsc'
(la milenarista orientación militante hacia la salvación futura).27 letos moralmente.
Wallerstein hizo estas observaciones, algo que será recordado, Al final de los años setenta la energfa de los moümientos
en una exposición cienffica, que más tarde publicó como *Mo- sociales radicales del perfodo precedente ha desaparecido. Al-
dernización: descanse en paz'. Fue de los teóricos de la ciencia gunas de sus demandas se institucionalizan; otras se abortan
social más influyentes y originales de la fase de la teorfa de la por los moümientos reaccionarios mayoritario$ que generaron
antimodernizaci6n. públicos conservadores y gobiernos de derecha. El cambio cul-
Las teorías sociales que produjo esta nueva generación de tural y político fue tan rápido como el que representa, una vez
intelectuales pueden y deben considerarse en términos cientlfi- más, una ruptura histórica y epistemológica.ze El materialismo
,l'i' cos (véase, e.g., Van der Berg 1980 y Alexander 1987). Sus lo- sustituyó al idealismo entre las zonas de influencia polltica y los
gros cognitivos, por ello, dominaron en los años setenta y han análisis daban cuenta de los puntos de üsta crecientemente
\,,. mantenido su hegemonla en la ciencia social contemporánea conservadores entre la juventud y los estudiantes universitarios.
mucho después de que los totalitarismos ideológicos, en los que Los ideólogos marxistas piensa en Bernard-Henry Levy
inicialmente se encarnaron, comenzaron a desmoronarse.28 To- -uno (1989) en Estados Unidos-
(1977) en París y Daüd Horowitz

brcs autoritarios de generaciones cuya ideologla/teoda pudiera estar ya urefutada, por


27. impedir una comprensión defectuosa del tipo de argumento
Corr el objeto de los desarrollos que están teniendo lugar entre las jóvenes generaciones. Estas conside-
que voy a prcponer aquf, deberfa destacar que ésta y otras correlaciones que he pro- raciones producen efectos latentes que hacen diftcil reconocer la sucesión intelectual
puesto entre código, nanativa y teorfa constituyen lo que Weber, sonsacado de Goe- hasta mucho después de que llegtre a cristalizar.
üe, denominó uafinidades electivas¡ más que relaciones causales históricas, sociológi- Los efectos inerciales de las formaciones generacionales apuntan a que las nuevas
cas o semióticas. El compmmiso con estas teorlas podría, en principio, inducirse por ideologlaVteorlas podrlan haber ofrecido respuesta, no sólo a la formación inmediata-
otro tipo de formulaciones ideológicas, y han existido en tiempos remotos y en otros mente precedente --que es su punto primario de referencia-, sino, en una segunda
contextos nacionales. Estas ve$iones parliculares de código y narrativa no siempre forma, a todas las formaciones que se mantienen en el medio social en el momento de
necesitan combinarse. Sin embargo, en los perlodos históricos, que aqul planteo, las su fomación. Por ejemplo, mientras el postmodemismo aqul será representado, en
posiciones encajan de forma complementaria. primer ltrgar, como una respLlesta a las teorías de la antimodemización de pretensión
28. Este breve apunte sobre el <retraso, en la producción genemcional es impor- revolucionaria, también es caracterizado por la necesidad de plantear la inadecuación
tante destacarlo. Primeramente el acceso de estas nuevas genetaciones a la conscien- entre el modernismo de postguerra y el marxismo anterior a la guerra. Como indico
cia política y cultural produce nuevas ideologlas intelectuales y teorfas y, como Mann- abajo, sin embargo, las respuestas del postmodemismo a los últimos movimientos
heim subrayó en primer lugar, las identidades generacionales en esta era histórica están mediadas por su primera respuesta a la ideología,/teorfa que le precedfa inmedia-
tienden a mantene$e constantes a pesar de los cambios. El restrltado es que, en un tamente. Por ello, rlnicamente se entienden los primeros movimientos tal y como ellos
punto dado, el <medio intelectual,, considerado como una totalidad, dispondrá de una han sido defendidos por la generación de los sesenta.
número de formulaciones ideológicas rivales producido por formaciones arqueológi- 29. Este sentido de transformación inminente y apocalíptico quedó ejemplificado
cas históricamente generadas. En la medida en que se mantienen las figuras intelec- en los años ochenta por la revista británica postmanista y postmoderna, Marxisnt
tuales autorizadas dentro de cada generación, además, las ideologlas intelectuales in! Today, qse proclamaba, en lenguaje milenario, la llegada de anuevos tiemposr. cA
ciales continuarán socializando a los miembros de las generaciones sucesivas, La so- menos llue la izquierda pueda adaptarse a esos "nuevos tiempos", debe viür en las
cialización autoritaria, en otras palabras, subraya el efecto a largo plazo, que crece zonas marginales [...]. Nuestro mundo se está reconstruyendo [...], En el proceso de
adicionalmente por el hecho de que el acceso a las infiaestructtrras organizacionales nllestras identidades, nuesro sentido del seff, nuestras propias subjetividades se están
de socialización ---e.g., control de prngramas de educación superior en prestigiosas tmsformando. Nos encontramos en transición hacia una nueva eraD (MarxismToday,
universidades, dirección de periódicos importantes- puede conseguirse por los miem- octubre 1988; citado en Thompson 1992:238),

82 83
se convirtieron en nouvelles phibsophe.s anticomunistas y, algu- código y narración dentro de un marco "significativoo- debe-
no de ellos, neoconservadores. Los hippies pasaron a ser yup- mos tomarlo como sucesor de la ideología de la teoría social
pies. Para muchos intelectuales que maduraron durante el radi- radical; estimulado por el fracaso de la realidad se desenvuelve
calismo de los años sesenta y setenta, estos nuevos desarrollos de un modo que seúa congruente con las expectativas generadas
produjeron una enorrne decepción. Los paralelos con los años por el credo de la antimodernización. Desde esta perspectiva po-
cincuenta eran evidentes. La narrativa colectiva y heroica del demos constatar que, mientras el postmodernismo parece lu-
socialismo habla muerto una vez más y el final de la ideología char a brazo partido con el presente y el futuro, su horizonte se
parecfa producirse de nuevo. ha fijado en el pasado. Entendido inicialmente como (al menos)
una ideología del desencanto intelectttal, los intelectuales mar-
xistas y postmarxistas articularon el postmodernismo como re-
4. Teoría de la postmodernización: derrota, resignación acción al hecho de que el perfodo del radicalismo heroico y co-
y distanciamiento cómico lectivo parecla estar diluyéndose.3l Redefinfan este pr€sente
colectivo convulso, del que se habfa podido presagiar un futuro
El npostmodernismoo puede verse como una teorla social ex- inminente aún más heroico, como un perfodo que ahora estaba
plicativa que ha producido una nueva serie intermedia de mode- en vías de defunción. Afirmaban que habfa sido sustituido, no
los de cultura (Lyotard 1984, Foucault 1976, Huyssen 1984), por razones de frustración política, sino debido a la estructura
ciencia y epistemologfa (Rorry 1979), clase (Bourdieu 1984), ac- de la historia misma.32 El fracaso de la utopía habfa amenazado
,l"'
ción social (Crespi 1992), género y relaciones familiares (Hal- con una posibilidad míticamente incoherente, en concreto, la re-
\r pern 1990, Seidman 1991), y üda económica (Harvey 1989, gresión histórica. Amenazaban con socavar las estructuras se-
Lasch 1985). En cada una de estas áreas, y en otras, las teorías mánticas de la üda intelectual. Con la teoría postmoderna, este
postmodernas han realizado contribuciones ciertamente origi-
,ill,
nales a la comprensión de la realidad.3o Sin embárgo, el postmo-
Il il' 31. En Diciembre de 198ó, The Guardían, un prestigioso periódico británico inde-
dernismo no se ha mostrado como una teorla de nivel medio. pendiente de marcado catácter izquierdista, publicó durante tres días la serie, uModer-
Estas discusiones han adquirido significado sólo porque se han nism and Postmodernism,. En su artfculo introductorio, Richard Gott anunció con su
planteado para ejemplificar nuevas y significativas tendencias de explicación que (los impulsos revolucionarios que galvanizaron en cierta ocasión la
política y la cultura se han esclerotizado claramente, (citado en Thompson 1992:222).
la historia, la estructura social y la üda moral. Por ello, debido a El propio análisis de Thompson de este hecho es particularmente sensible al papel
la conexión establecida entre los niveles de la estructura y los central jugado en éI por el declive histórico del mito heroico-revolucionario. (Este
periódico pensó claramente el sujeto de un supuesto cambio cultural del modemismo
procesos, micro y macro, con relevantes afirmaciones sobre el al postmodemismo suficientemente importante, por lo cual es importante dedicar mu-
pasado, presente y futuro de la vida contemporánea, el postmo- chas páginas y publicaciones al sujeto, Ia razón que se considelaba importante quedó
dernismo ha confeccionado una importante y aglutinante teorla indicada en el subtítulo: "Por qué el moümiento revolucionario que brilló en las pri-
meras décadas del siglo se apaga", A lo largo de la serie, la crítica de The Guardiatt
general de la sociedad, que, como otras que hemos considerado analiza el malestar de finales del siglo XX. [...] Los artículos posteriores clarificaban
aqul, debe concebirse en términos extracientíficos, no sólo como que el "malestar/ cultural representado por el cambio del modemismo se veía como
un recurso explicativo. un síntoma de un malestar social y político más proftindo, (iófd.)'
La trasposición del fervor revolucionario y el témino unrodemismo, al estadio
Si consideramos el postmodernismo como mito sola-
-no
mente como un conjunto de descripciones cognitivas sino con su
virtual de prepostmodernismo del s. XX ----en ocasiones, por ello, a la era postilustra-
da- es una tendencia común a Ia teo¡la postmodernista. Una reflexión natural sobre
sus funciones binarias y narrativas reclama la asunción de un papel ütal en la situa-
ción de la época del upostmodemismo¡ entre el futuro y el pasado,
30. Un compendio de innovaciones del postmodemismo de nivel medio en el cono- 32. ul-a revolución que anticipaban las vanguardias y los partidos de extrema iz-
cimiento científico ha sido compilado por Crooh Pakulski y waters 1992, Para una quierda y que denunciaron los pensadores y las organizaciones de derecha no tuvo
crítica conüncente de las proposiciones socioeconómicas de tales teorías de rango me- lugar, Pero las sociedades avanzadas no se han incotporado a una transformación
dio de la época postmodema en lo que respecta a sLls avances y supuestos, ver Herpin radical. Tal es la constatación común que hacen los sociólogos [...] que han convertido
1 993. Para otras crf ticas ver Archer I 987; Giddens I 99 1 y Alexander 199 1, 1992. a la postmodernidad en el tema de sus análisis, (Herpin 1993: 295)

84 85
fracaso inminente pudo transforrnarse en algo inmanente, en an"renazar con una pérdida de sentido deüene ahora la mejor
una necesidad del propio desarrollo histórico. Las <grandes na- base para el sentido; lo que se ha constnrido es un nuevo pre-
ryativas' heroicas de la izquierda sencillamente habfan sido irre- sente y un nuevo pasado. No sorprende que Jameson describie-
levantes para la historia; actualmente no fracasarfan. Los mitos ra (ibíd., 15) el postmodernismo, primera y principalmente,
aún podrían funcionar. El significado se habla conservado. como un concepto "periodizadoro, apuntando a que el término
Las primeras atribuciones más influyentes del postmodernis- se constituyó para que los intelectuales y sus audiencias pudie-
mo se completaron con sinceras revelaciones de perplejidad teó- ran encontrar el sentido de estos nuevos tiempos: nEl nuevo
rica, testimonios de cambios dramáticos en la realidad y expre- postmodernismo expresa la verdad interna del novedoso orden
siones de desesperación existencial. Frederick Jameson (1988: social emergente del capitalismo tardío" (ibíd.).
25), por ejemplo, identificó un (nuevo y virtuahnente inimagina- La teola postmoderna, por tanto, puede verse, en términos
ble incremento de la alineación tecnológica>. A pesar de sus bastante precisos, como un intento de enmendar el problema
compromisos metodológicos, Jameson se opone a la tendencia a del sentido ocasionado por el fracaso acaecido en los (sesenta),,
reganar las certezas neomarxistas de la época inicial. Al afirmar Sólo de esta forma podemos entender por qué se procl¿¡nlab¿l I¿I
que los cambios en la base productiva de la sociedad han engen- dicotomía entre modernidad y postmodernidad, v por qué los
drado las confusiones superestructurales de una época de transi- contenidos de estas nuevas categorfas históricas se describen
ción, lamentaba (ibíd., 15) nla incapacidad de nuestras mentes, bajo las formas que ellas poseen. Desde la perspectiva aquf des-
,lr' al menos en el presente, para orgarizar la enorme red global plegada las respuestas parecen bastante claras. La continuidad
multinacional y descentrada de comunicación en la que nos en- con el perfodo inicial del radicalismo antimoderno es un hecho
contramos sumidos como sujetos indiüdualesr. Refiriéndose al porque el postmodernismo también entiende nlo modernoo
I

papel tradicional del arte como vehículo para adquirir claridad como su enemigo explícito. En el código binario de esta ideolo-
cultural, Jameson se quejaba de que este reflejo portador-de-sig- gla intelectual, la modernidad se instala en el plano contamina-
,:,11,
nificado ha quedado bloqueado: somos <incapaces de concen- do, representando nlo otro> en los relatos narrativos del post-
ll'il '

trar la atención en nuestro propio presente, como si nos hubiése- modernismo.


mos convertido en incapaces de realizar representaciones estéti- A pesar de todo, en esta tercera fase de la teoría social de
cas de nuestra propia experiencia actual" (ibtd., Zg¡.tt postguen'a los contenidos de la modernidad han cambiado por
A pesar de todo, el triunfo intelectual cargado de significado completo. Los intelectuales radicales habían subrayado el aisla-
del postmodernismo maduro es ya üsible en la descripción de miento y el particularismo del capitalismo moderno, su provin-
Jameson relativa a este nuevo orden en cuanto privatizado, cianismo y el fatalismo y la resignación por él producidos' La
fragmentado y comercial. Con estos términos, las perplejidades alternativa de postmodernización que ellos planteaban no era
y bloqueos de la racionalidad que Jameson consiguió articular, postmoderna, sino pública, heroica, colectiva y universal. Son,
pueden explicarse, no como fracaso personal, sino como necesi- precisamente, estas últimas cualidades lo que la teoría de la
dades históricas sustentadas en la propia razón. Lo que parece postmodernización ha censurado como encarnación de la pro-
pia modernidad. Por el contrario, ellos han codificado la priva-
33. Esta constatación de pesimismo deberfa compararse con el tono más optimis- cidad, las expectativas menos ambiciosas, el subjetivismo, la in-
ta del *Prefacio, de Jameson a The Politbal Unconscious, su colección de ensayos diüdualidad, la particularidad y el localismo como plasmación
escritos durante los años setenta, en la que pretende *anticipar [...] esas nuevas formas
de pensamiento colectivo y cultura colectiva que se extienden más allá de los límites del bien. En cuanto a la narrativa, las proporciones de mayor
de nuestro propio mundo,, describiéndolos como uproducción arln por realizar, colec- relevancia histórica del postmodernismo desvalonzaciÓn
tiva, y culturalmente descentrada del futuro, más allá del realismo y modernismo, del metarrelato y el retorno de lo local
-la
(Lyotard 1984), el ascen-
(1980: 11). Apenas una década más tarde, lo que Jameson encont¡ó más allá del mo-
demismo se transformó en algo bastante diferente de la cultura colectiva y liberadora so del símbolo vaciado de sentido o simulacro (Baudrillard
que él había buscado. 1983), el final del socialismo (Gorz 1982), el énfasis en la plura-

8ó 87
lidad y la diferencia (Seidman 1991, 1992)- son representacio- postmodernismo, el nuevo código, modernismo: postmodernis-
nes transparentes de un marco narrativo en franco retroceso.
mo, implicaba Lrna mayor tuptura con los valores occidentales
Son respuestas al desplome de las ideologías progreso, y de uuniversalistas> que con el código tradicionalismo: modernismo
"de
sus creencias utópicas.
del período de postguerra o que con la dicotomfa modernis-
Las similitudes con el antimodernismo radical, por tanto, mo capitalista: antimodernizaciÍnsocialista que le sucedió.34
son superficiales y equivocadas. De hecho, existe una conexión En términos narrativos también se producen grandes cam-
mucho más significativa entre postmodernismo y el período bios desvalorizadores. Aunque se mantiene, sin duda, un tenor
que precedió al radicalismo, es decir, la propia teoría de la mo-
romántico en ciertas tendencias del pensamiento postmodernis-
dernización. Esta teorÍa, recordamos, era, por sl misma, una ta e, incluso, argumentos colectivistas de liberación heroica, es-
ideología desvalorizada que sucedfa a un primer período heroi- tas versiones (constructiüstas> (Thompson 1992; Rosenau
co de cuestionamiento radical. Por otra parte, también incluía 1992) centran la atención en lo personal y lo fntimo y üenden a
aspectos como lo privado, lo personal y lo local.
ser heredems del movimiento social de los años sesenta, e.9., las
Mientras estas similitudes revelan los numerosos equlvocos (revueltas> gay y lesbianas, el (moümiento> de la mujer y los
que pueden provocar las autorrepresentaciones intelectuales de
activistas ecológicos como los verdes. Al igLlal que se comprome-
lns ideologlas intelectuales es Llna verdad obüa que las dos ten con las políticas prlblicas, tales movimientos articulan sus
aproximaciones difieren en aspectos fundamentales. Estas dife- demandas más en el lenguaje de la diferencia y particularismo
rencias emergen de sus posiciones en un tiempo histórico con- (e.g., Seidman 1991 y 1992) que en los términos universalistas
creto. El liberalismo de postguerra que inspiró la teoría de la del bien colectivo. El impulso principal y el más especffico de la
modernización sucedió a un moümiento radical que entendió narativa postmoderna, sin embargo, es bastante diferente. Al
la trascendencia dentro de un marco progresista, que, al tiempo rechazar no sólo el heroísmo, sino también el romanticismo,
que apuntaba a una radicalización del modernismo, también lo tiende a ser más f;atalista, crltico y resignado, más cercano a un
rechazaba frontalmente. Por ello, mientras las dimensiones ro- cierto agnotiscismo cómico que esos movimientos políticos de
mánticas e irónicas del liberalismo de postguerra restaron in- construcción y promotores de reforma. Más que defender la au-
fluencia al modernismo heroico, su movimiento superador del tenticidad del individuo, el postmodernismo anunció, a través de
radicalismo hizo, incluso, más accesibles aspectos nucleares del Foucault y Derrida, la muerte del sujeto. En palabras de Jame-
modernismo. son (1988: 15) nla concepción de un único self y \a identidad
El postmodernismo, por el contrario, sucedió a una genera- privada (son) cosa(s) del pasado". Otra desviación de la versión
ción intelectual radical que habla condenado, no sólo el moder- inicial romántica del modernismo es la singular ausencia de la
nismo liberal, sino los principios claves de la noción de moderni- ironía. La filosofía política de Rorry es una caso muy claro. Al
zación como tal. La Nueva Izquierda rechazaba, en parte, a la desposar ironía y complejidad (e.g. Rorty 1985, 1989) secunda
Vieja Izquierda ya que ésta se encontraba ünculada al proyecto un liberalismo político y no epistemológico, y, entaz6n de estos
de modernización; prefirió la Escuela de Frankfurt (e.g. Jay compromisos, debe distanciarse del marco postmodernista.
1970), cuyas raíces localizadas en el romanticismo alemán coin-
cidían más nítidamente con su propio tono antimodernista.
Mientras el postmodernismo es, de hecho, una narrativa desva- 34. Los teóricos postmodernos son muy aficionados a rash€ar sus rafces antimo-
lorizada frente al radicalismo heroico, la especificidad de su po- dernas en el romanticismo, en figuras antiilustmdas como Nietzsche, Simmel y en
sición histórica supone que debe ubicar las versiones heroicas temas articulados por la Escuela de Fmnkfurt inicial. Con todo, la rebelión del marxis-
mo temprano, más tradicional, contra la teorla de la modemización trazaba su línea
(radicales) y románticas (liberales) de la modernidad en el mis- genealógica bajo formas muy similares. Como Seidman (1983) puso de manifiesto
mo plano negativo. Los sucesores intelectuales tienden a invertir antes de su üraje postmodemo, en el romanticismo mismo habitaban posturas uni
el código binario de la teoría hegemónica precedente. Para el versalizadoras significativas contrapüestas, y entre Nietzsche y Simmel existfa un des-
acuerdo fundamental en relación a la evalución de la modemidad misma.

88 89
En lugar del relato y la ironía, lo que ha brotado con con- posibilidades de la trascendencia heroica y el conflicto de clase,
tundencia en el postmodernismo es el marco cómico. Frye lla- Al aparecer, en medio de la rebelión antimodernista, El adveni-
ma comedia a la última equivalencia. Como el bien y el mal no miento de la sociedad postindustrial se acogió con perplejidad y
pueden analizarse, los actores y antagonistas- reservas por parte de muchos intelectuales pertenecientes a la
-protagonistas
se encuentran en el mismo nivel moral, y la audiencia, más que izquierda antimodernista, aunque su relación indirecta con las
estar normativa o emocionalmente implicada, puede sentarse teorías de la sociedad de la post-escasez también se remarcó en
cómodamente y divertirse. Baudrillard (1933) es el maestro de ocasiones.
la sátira y el ridículo, al igual que el mundo occidental en su Lo que destaca respecto a esta fase de la trayectoria de Bell
conjunto se conüerte en Disneylandia. En la comedia postmo- es la rapidez con que la noción modernista de sociedad post-in-
derna, por ello, se eüta la idea de actor. Con cierto atisbo de dustrial condujo al postmodernismo, más en cuanto al conteni-
burla pero con un nLlevo sistema teórico en su mente, Foucault do que en cuanto a la forma expllcita. Para Bell, por supuesto,
anunció la muerte del sujeto, un tema que Jameson canonizó no fue el decepcionante radicalismo lo que produjo este cambio
con su anuncio de que .la concepción de un rinico self'y la sino sus desencantos con lo que el dio en llamar el modernismo
identidad privada (son) cosa(s) del pasado>. El postmodernis- tardío. Cuando Bell se apartó de este modernismo degenerado
mo es el juego dentro del juego, un drama histórico destinado a en Las contradirciones culturales del capitalismo, su relato cam-
convencer a sus audiencias de que el drama ha muerto y de que bió. La sociedad industrial, en un tiempo concreto quintaesencia
la historia ya no existe. Lo que persevera es la nostalgia por un del modernismo, ahora no engendraba racionalidad y progrcso,
pasado saturado de simbolismo. sino emocionalismo e irracionalismo, categorfas, por lo denrás,
t*,1, Quizá podríamos finalizar esta discusión con una instantá- que encarnaban, de modo alarmante, a la cultura juvenil de los
,l
nea de Daniel Bell, un intelectual cuya trayectoria encarna níti- años sesenta. La solución de Bell a esta autodestrucción inmi
:.11.'
damente cada una de las fases cientÍfica y mltica que anterior- nente de la sociedad occidental fue la de recomendar el retorno
tl ll mente ya he descrito. Bell accede a la autoconciencia intelec- de lo sagrado (1977), una solución que mostraba la nostalgia por
tual como trotskista en los años treinta. Durante cierto espacio el pasado que Jameson diagnosticarla más tarde como un sigrro
de tiempo, tras la Segunda Guerra Mundial, se posicionó den- inconfundible de la incipiente época postmoderna.
tro del abanico de figuras anticapitalistas como C. Wright Mills, La comparación del argumento postindustrial de Bell con el
a quien acogió en calidad de colega en la Universidad de Co- postfordismo de Harvey (1989) queda patente en esta conside-
lumbia. Su famoso trabajo sobre la línea de montaje y el trabajo ración. Harvey plantea desarrollos similares en los plantea-
no-especializado (1.992b 11.956, 19471) puso de relieve la conti- mientos productivos del capitalismo-de-información pero dise-
nuidad con el trabajo izquierdista del período anterior a la gue- ña una conclusión diferente respecto a sus efectos sobre la con-
rra. Al insistir en el concepto de alienación, Bell se comprome- ciencia de la época. El antimarxismo de Bell (1978) énfasis
tió más con el ncapitalismoD que con el <industrialismoo, de -su la re-
en la asincronicidad de los sistemas- le permite afirmar
suerte que apoyó la transformación epocal y se opuso a la línea belión en la forma de la cultura juvenil y plantear la solución
de la modernizaciín de postguerra. Pronto, sin embargo, Bell cultural en el ideal del "retorno de lo sagrado" (cf., Eliade
efectuó una transición hacia el realismo, abogando por un mo- 1954). El compromiso permanente de Harvey con el razona-
dernismo más indiüdualista romántico que socialista radical. miento ortodoxo base-superestructura, le permite, por el con-
Atrnque El advenimiento de la sociedad postindustrial apareció trario, postular la fragmentación y la pnvatización como inevi-
en 1973, Bell introdujo el concepto como una extensión de la tables e imparables resultados del modo productivo del postfor-
tesis de Aron sobre la industrialización planteada casi dos déca- dismo. El ataque conservador de Bell hacia el modernismo con-
das antes. Lo postindustrial era una periodización que apoyaba tiene nostalgia; el ataque radical de Harvey al postmodernismo
el progreso, la modernización y la razón además de minar las plantea la derrota.

90 91
Desde luego que a la teorla postmoderna aún le queda rnu- nes extracientfficasi los recientes acontecimientos y los cambios
cho por hacer. Como ya he apuntado, sus formulaciones de gra- sociales que parecen demandar un nrr.evo (marco histórico-uni-
do medio contienen verdades de gran calado. Evaluar la impor- versalo.
tancia de su teorización general, por el contrario, depende de si
se ubica el postestructuralismo bajo su égida.3s Ciertamente, los
teóricos del giro lingi.iístico como Foucault, Bour- 5. Neomodernismo: valorización dramática y categorías
dieu, Geertz y Rorly- comenzaron-pensadores
por perfilar sus compren- universales
siones mucho antes de que el postmodernismo apareciera en
escena. Sin embargo, sus énfasis en el relatiüsmo y el construc- En la teoía postmoderna los intelectuales durante largo
tiüsmo, su antagonismo respecto a una identificación con el tiempo se han representado a sí mismos y a la sociedad tenien-
sujeto, y su escepticismo a la vista de la posibilidad de un cam- do como referente el fracaso de las utopías heroicas de los mo-
bio total hace que sus contribuciones sean más compatibles con ümientos sociales radicales, una respuesta que, al tiempo que
el postmodernismo que con el modernismo o la antimoderniza- reconocía el fracaso, no hacla ningún tipo de concesión a las
ción radical. Por ello, estos teóricos diseñaron una respuesta a referencias cognitivas de un mundo utópico. Cualqtrier idea del
su decepción con el modernismo (Geertz y Rorty frente a Par- pensamiento postmoderno es una reflexión sobre las categorfas
sons y Quine), por una pafte, y con el antimodernismo heroico y las falsas aspiraciones de la narrativa colectivista tradicional,
l"'i (Foucault y Bourdieu frente a Althusser y Sartre), por la otra.
tIli y para numerosos postmodernos la antiutopfa del mundo con-
En cualquier caso, Geertz y Bourdieu difícilmente pueden ser temporáneo es el resultado semántico. fncluso, mientras las ex-
't, ; tildados de teóricos postmodernos y las teorías culturalistas pectativas de los intelectuales de izquierda se vefan defraudadas
fuertes no pueden identificarse con los inconfundibles senti- a finales de los setenta, se reactivaba la imaginación intelectual
mientos ideológicos que el término postmodernismo implica. de otros. Cuando la izquierda perdía, la derecha ganaba sin re-
liui,l
lril '1,
Mantendría aquí, como ya he propuesto al principio de este misión. En los años sesenta y setenta la derecha era un moü-
trabajo, que las consideraciones cientÍficas son insuficientes de miento reaccionario y el azote de la población negra. En 1980
cara a dar respuesta de los cambios en favor o en detrimento de empezó a triunfar y comenzó a efectuar moümientos de largo
una posición intelectual. Si, como yo creo que es el caso, el alcance en las sociedades occidentales. Un hecho que ha sido
distanciamiento respecto al postmodernismo ya ha comenzado, convenientemente examinado por cada una de las tres genera-
debemos observar muy de cerca, una vez más, las consideracio- ciones de intelectuales que nosotros hemos considerado hasta
ahora más severamente por el movimiento postmodernista
-y
que históricamente fue coextensivo con él- es que la üctoria
35. Ello depende, también, de otras decisiones contingentes, por ejemplo, la de
ignorar la propuesta del propio postmodernismo ¡€ferente a que no tiene ni aboga por de Ia derecha neoliberal tuvo, y continúa teniendo, enoffnes re-
una teorla general (ver, e.g., mi debate con Seidman lAlexander 1991 y Seidman percusiones políticas, económicas e ideológicas a lo largo y an-
19911). Además, queda por considerar el problema mucho más general de si el post- cho del globo.
modemismo puede contemplarse, incluso, como un único punto de vista. He defendi-
do aquf la idea de que eso debe ser objeto de discusión, al mismo tiempo que reconoz- El <acontecimiento> más decisivo para la derecha fue, de
co la diversidad de puntos de vista dentro de é1. No hay duda, por tanto, de que cada hecho, el declive del comunismo, que no se trataba sólo de una
una de las cuatro teorías que examino aqtrí sólo existen, como tales, a través de un üctoria polftica, militar y económica, sino, como he apuntado
acto de reconstrucción hermenéutica. Semejante metodología típico-ideal, no es sólo
iustificable filosóficamente (e.g. Gadamer 1975) sino ineludible intelectualmente, en el en la introducción de este ensayo, un triunfo en el nivel de la
sentido de que las hermenéuticas del sentido comrln se refieren continuamente al propia imaginación histórica. Cieftamente existieron elementos
(postmodemismo) como tal, En todo caso, estas consideraciones no deberían ocultar
el hecho de que lo que se está llevando a cabo es una tipificación y una idealización.
económicos objetivos en la quiebra de la Unión Soüética, inclu-
Desde un punto de üsta más empfrico y concreto, cada perfodo histórico y cada teoría yendo crecientes deficiencias tecnológicas, el hundimiento de
social por reüsar contenfan diferentes modelos y partes, las exportaciones y la imposibilidad de encontrar los fondos

92
económicos necesarios para poner en marcha una estrategia de Este triunfo negativo sobre el socialismo estatal se ha üsto
crecimiento interno (Muller 1992: 139). Si bien el desplome reforzado, además, por la dramática serie de (sucesos positi-
económico final tuvo una causa política, junto a ello la expan- vosD !lue, durante los años ochenta, secundaron las agresivas
sión militar de Norteamérica y sus aliados de la OTAN basada economías capitalistas de mercado. Esto se ha destacado con
en tecnologÍa computerizada, combinada con el boicot tecnoló- frecuencia (muy recientemente por Kennedy 1993) en relación
gico inspirado por la derecha, condujo a la dictadura del parti- con el NIC (Newly Industrialized Countries), las economlas
do comunista a la quiebra económica y política. Aunque la im- asiáticas de reciente industrialización y extraordinariamente di-
posibilidad de acceder a los documentos conüerte a cualquier námicas, las cuales han imrmpido en lo que se hace llamar el
juicio definitivo en mera precipitación, parece no haber duda Tercer Mundo. Es importante no infravalorar los efectos ideoló-
de que esas políticas se apoyaban, de hecho, en los principios gicos de este hecho de trascendencia internacional: el nivel su-
objetivos estratégicos de los gobiernos de Reagan y Thatcher, y perior y las transforrnaciones sostenidali de las economlas atra'
de que se ejecutaran con el efecto señalado.36 sadas fueron realizadas, no por las economfas de gobiernos so-
Este extraordinario y casi inesperado triunfo sobre lo que cialistas, sino por los celosos estados capitnlistas,
parecía, no sólo un mundo alternativo plausible en lo social, Lo que frecuentemente se pasa por alto es que dr¡mnte este
sino también en lo intelectual ha tenido el mismo tipo de efec- mismo espacio de tiempo se infundió Lln nuevo vigor al merca-
tos desestabilizadores, deontológicos sobre muchos intelectua- do capitalista, tanto simbólica como objetivamente' en el Occi-
les, que los de otras (rupturas) cruciales históricas que he dis- dente capitalista. Esto se eüdenció, nos sólo en la Inglaterra de
cutido antes. Eso ha creado, también, el mismo sentido de in- M. Thatcher y en los Estados Unidos de Norteamérica de Rea-
rninencia y la convicción de que el nnuevo mundoo en construc- gan, sino, de modo más dramático, en los regímenes más (pro-
ción demanda un nuevo y muy diferente tipo de teoría social.37 gresistasD e intervencionistas como Francia y, posteriorrnente,
en países como ltalia, España y, más recientemente, en el área
escandinava. En estos casos, por tanto, no sólo tuvo lugar la es-
36. El vínctrlo entre la Glasnost y la Perestroika y el edificio militar del presidente
Ronald Reagan ---en particular, su proyecto de Guen'a de las galaxias- ha sido conti-
perada y portentosa quiebra de buena parte de las economías
nuamente destacado por los antiguos oficiales soviéticos que participaron en la transi comunistas del mundo, sino también la acusada privatización
ción que comenzó en 1985. Por ejemplo: (Los antignos altos oficiales soüéticos confe- de las economías capitalistas nacionalizadas en estados autori-
saron a Friday que las implicaciones de la apuesta de la Guerra de las galaxias del
entonces Presidente Reagan y el accidente de Chemobyl confluyeron posibilitando el tarios-corporativistas y democrático-socialistas. La recesión de
cambio en la política armamentfstica soviética y el final de la Guerra Frla. En una alcance mundial que prosigtlió al largo perlodo de crecimiento
inten'ención en la Universidad de Princeton durante Llna conferencia cuyo tema era el sostenido en la historia capitalista no parece haber enfriado el
final de la Guerra Fla, los oficiales afirmaron [...] que el Presidente de la Reptlblica
soviética Mijail Gonachov fue convencido de que cualquier intento de ponerse a igual renacimiento de los compromisos con el mercado, como pone
nivel que la Iniciativa Estratégica de Defensa de 1983 de Reagan [.,.] podrla acarrear de relieve sin paliativos el reciente triunfo del neoliberalismo de
un empobrecimiento irreparable de la economía soüéticao (Reuters News Service, Clinton en Estados Unidos. A finales de los años sesenta y se-
febrero, 27, 1993).
37. Este sentido de ruptura fundamental dest¡uctora de lfmites se pone de mani- tenta los sucesores intelectuales de la teoría de la moderniza-
fiesto con toda claridad en el reciente libno de Kenneth Jowitt, que busca en el imagi-
nario bíblico la manera de comunicar la manera de cómo la difusión y la amenaza se
convierte en la desorientación intelectual genuinamente contemporánea: (Durante camente centralizadas. En contraste con la secuencia bíblica, la extinción leninista de
casi la mitad de siglo, los llmites de la polftica intemacional y las identidades de sus lggg desplazó el mundo de un entomo Joshua a otn¡ del Génesis: de un modo centra-
participantes nacionales se han configurado directamente por la presencia de un mun- lizadamüte organizado, rlgidamente estructurado e histéricamente sobrecargado de
do de cuño leninista centrado en la Unión Soüéüca, La extinción leninista de 1989 límites impeneiables a otro en el que los límites territoriales e ideológicos se han
plantea un reto fundamental en esos límites e identidades,,. Los límites son un compo- atenuado, Lorraclo y confundido. Habitamos un mundo que, aunque no es "amotfo y
nente esencial de una identidad reconocible y coherente [...]. El agotamiento y la diso- vaclo", en él sus grandes imperativos son los mismos que en el Génesis, "nombrar y
Iución de los límites es, muy a menudo, un sllceso traumático más cuando delimitaC'.
-mlrcho
los límites se han organizado y comprendido en téminos sumamente categóricos [.,.]. Jowitt compara el impacto reconfigumdor del mundo r€sllltante de los sucesos de
La Guerra Frla fue un período "Joshua", un perÍodo de límites e identidades dogmáti- 1989 con los de la Batalla de Hastings en 10ó6.

94 95
ción, neomarxistas como Baran y Sweezy (19ó4) y Mandel culnrista, fragmentada y local. También apareceían cuestio-
(19ó8) anunciaron el inminente estancamiento de las econo- nando el desvalorizado marco nan'ativo del postmodernismo,
mlas capitalistas y una tasa de beneficio inevitablemente decre- qlle ha insistido en el relato de la diferencia o, más fundamen-
ciente.38 La historia se ha encargado de desmentir tales asertos, talmente, en la idea de que la üda contemporánea puede inter-
lo que ha conllevado resultados ideológicos de gran alcance pretarse de modo cómico. Y, por ello, si miramos atentamente
(Chirot 1992) el reciente discurso intelectual, podemos observar, de hecho, un
Los desarrollos ndirectoso en el plano especlficamente polí- retorno a muchos de los temas modernistas iniciales.
tico han sido de tan largo tan alcance como en el económico. Debido a los recientes revh)als del mercado y de la democra-
Como he mencionado anteriormente, a finales de los años se- cia que han acaecido a escala mundial, y teniendo en cuenta
senta y durante los setenta se convirtió en ideológicamente ele- q.t" iotr ideas generalizadas y abstractas desde el punto de vista
gante y empíricamente justificable aceptar el autoritarismo po- categórico, el universalismo ha devenido, una vez más, un re-
lítico como precio del desarrollo económico. En la última déca- niubl" para la teorla social. Las nociones de comunalidad
da, sin embargo, los acontecimientos relevantes que han acaeci- ".tr*
y convergencia institucional han vuelto a emerger y, con ellas,
do parecen haber desafiado esta visión, y parece estar produ- ias posiblidades para los intelectuales de conferir significado de
ciéndose un reverso radical de la sabiduría convencional. No un modo utópico.39 Parece, de hecho, que estamos asistiendo al
sólo han desaparecido las tiranías comunistas desde la mitad de nacimiento de una cuarta versión de postguerra del pensamien-
los ochenta, sino también varias de las dictaduras de América to social mitopoiético. El *neo-modernismo> (cf. Tiryakian
Latina, que parecieron tan <objetivamente necesariaso a la an- 1991) servirá como una caractenzación tosca pero eficaz de
terior generación intelectual. Incluso las dictaduras africanas esta fase de la teoría de la modernizaciín hasta que aparezca
han comenzado, recientemente, a mostrar signos de vulnerabi- un término que represente el nuevo espíritu de la época de una
lidad frente a este tránsito en el discurso político del autoritaris- forma más imaginativa.
|
En respuesta a los desarrollos económicos, diferentes gru-
r: .1'

tl I'lii
mo a la democracia.
Estos desarrollos han creado las condiciones sociales pos de intelectuales contemporáneos han reflotado la narrativa
sentimiento público mayoritario- que parecerían desmentir -y un la emancipatoria del mercado, en la que sitúan un nuevo pasado
codificación que los intelectuales postmodernos hacen de la so- (sociedad antimercado) y un nuevo presente/futuro (transición
ciedad contemporánea (y futura) como fatalista, privada, parti-

39. Por ejemplo, en su reciente contestación a los compañeros miembros de la


38. Uno de los pocos temas de debate r-elevantes de la ideología intelectual de los izquierda académica algunos sino muchos de los cuales son ahora postmodemos
últimos 30 años ha sido el (centro comercial', el (gTan centro de compras). Su apari-
-no
erisu promoción de la diferencia y el particularisme Todd Gitlin sostiene, no sólo
ción después de la Segunda Guerra Mundial en Estados Unidos vino a representar que una renovación del proyecto de universalismo es necesario para preservar una
para muchos liberales conservadores la vitalidad continllista ---contrada a las calami- política intelectual viable desde el punto de vista crítico, sino que un movimiento
tosas prcdicciones del pensamiento manista en los años treinta- del upequeño co- ieme¡ante ya ha comenzado: .Si hay que ser de izquierda en un sentido más amplio
mercio, y la <pequeña burguesíar. Más tarde, neomanistas como Mandel dedicaron qrr" prrá-urrte sentimental, esta posición deberfa concretarse en la siguiente idea:
una gran parte de tiempo a los centros de comercio, sugiriendo que esta nueva forma ot" "id"."o de la unidad del hombre es indispensable. Las formas, los medios, los
junto a
de organización ha mantenido a distancia el úrltimo estancamiento económico del soportes y los costos están sujetos a una conversación disciplinada ["'] Ahora,
capitalismo, describiéndole como el equivalente organizacional de la advertencia de la i.-p*.ú indiscutible de que el conocimiento de muchos tipos es relativo al tiempo,
(creación artificial, de unecesidades falsas,. En los años ochenta, la extensión del lujar y comunidad interpretativa, los atentos crfticos recuerdan la premisa igualmente
capitalismo de masas, ahora transformado en grandes centros de compÍrs para los imlpoíante de que hay eiementos compartidos en la condición humana y que, por ello'
(= acción
poderosos y para los no tanto, devino el objeto del ataque de los postmodernistas, la existencia dJ comirensiones comunes es la base de toda comunicación
quienes lo velan, no como el ingenioso mecanismo que eüta el estancamiento, sino conjunta) más allá de los lÍmites del lenguaje y experiencia. Hoy, unos de los más
como la perfecta representación de la fragmentación, comercialización, privaticidad y est¡mulantes objetos de estudio implica esfuerzos para incorporar el nuevo
y el viejo
retraimiento que marcó el final de la espemnza utópica (y posiblemente de la propia conocimiento ai unísono ,turr.tiu* unificadas. Por otra parte, no hay forma de
historia). El ejemplo más famoso de estos rlltimos es Jameson (e.g., 1988) sobre el "r,
escapar del solipsismo, cuya expresión política no puede ser la base del liberalismo
y
hotel Bonaventure de Los Angeles. del radicalismo, (Gitlin 1993: 36-37).

96 97
al mercado, eclosión capitalista) que convierte a la liberación en
un cambio similar, Kornai, por ejemplo, ha expresado menos
reservas sobre los mercados libres en sus escritos más recientes
algo que depende de la privatizaciÍn,los contratos, la desigual'
que en los trabajos rupturistas de los años setenta y ochenta
¿á *o".t*ia y la competitiüdad' Por una parte, ha irmmpido
que le llevaron a la fama.
una muy amplia y actiüsta casta de intelectuales conservado-
Este ra¡ival neo-moderno de la teorfa de mercado se mani-
res. Aunque su polltica y sus compromisos pohticos no han
fiesta también en el renacimiento y la redifinición de la sociolo.
afectado, hasta áhora, ui dit"utto de la teorla social general,
hay excepciones que revelan el potencial de que disponen' El gla económica. En términos de programa de investigación, la
voírr-irroro trab4o de James Coleman Foundations of Social celebración inicial de Granovetter (1974) respecto a la idonei-
Theory, por ejempio, tiene una forma auto-conscientemente he-
dad de los ndébiles vínculosn del mercado se ha convertido en
roica; apurrta a la realización neo-mercantil, a la elección racio- un paradigma dominante para el estudio de redes económicas
(e.g., Powell 1991), qug rechaza, implfcitamente, las defensas
nal, no sólo para el trabajo teórico futuro, sino para la recrea-
postmodernas y anümodernas de los vfnculos ftiertes y las co-
ción de una üda social más responsable que se atiene a la ley y
menos degradada.ao rnunidades locales. Su último argumento del nencaje, (1985) de
MuchJ más significativo es el hecho de que en el seno de la la acción económica ha transformado (e.g., Granovetter y
vida intelectual liberal, entre la üeja generación de los utópicos Swedberg 1992)laimagen del mercado en una relación social e
desilusionados y los grupos de jóvenes intelectuales, ha apareci- internacional que tiene una pequeña semejanza con la del ex-
do una teoúa sácial áel mercado nueva y positiva' Para muchos plotador capitalista del pasado. Transformaciones similares
intelectuales políticamente comprometidos también ésta ha ad- pueden verse en discursos más generalizados. Adam Smith ha
quirido la forma teórica del marco individualista y quasiromán- sido objeto de una rehabilitación intelectual (Hall 198ó; Heil-
úco de la elección racional. Empleada inicialmente para hacer broner 198ó; Boltanski y Thevenot 7997: ó0-84; Boltanski 1993:
frente a los desilusionantes erTores de la conciencia de la clase 38-98). El nrealismo de mercado" de Schumpeter se ha reütali-
trabajadora (e.g., Wright 1985 y Pzeworski 1985; cf' Elster zado; el indiüdualismo de las economías marginales de Weber
,i.1'

tS89i ha sewido, de manera progresiva, para explicar como el se ha celebrado (Holton y Turner 1989); asf, la aceptación del
comunismo estatal y el corporatiüsmo capitalista pueden trans- rnercado impregna el trabajo teórico de Parsons (Turner y Hol-
formarse en un sistema orientado mercantilmente que es libe- ton 1986 y Holton 1992).
rador o, al menos, sustancialmente racional (Pzeworski l99l' En el ámbito polltico el neo-modernismo ha emergido de
Moene y Wallerstein 1992, Nee 1989). Aunque otros intelectua- trna forma, incluso, más poderosa, como resultado, a buen se-
les políticamente comprometidos se han apropiado las ideas de ¡¡uro, de que las revoluciones políticas de las últimas décadas
meicado bajo formas menos restrictivas y más colectiüstas lran sido las que han reintroducido las narrativas de una forma
(e.g., Szelenyi, Friendland y Roberston 1990), sus escritos tam- vcrdaderamente heroica y han desafiado la desvalorización post-
üiá traicionan el entusiasmo favorable a los procesos de mer- ruoderna de una forma más directa. Los movimientos enfren-
cado que es marcadamente diferente del de los intelectuales de tirclos con la dictadura, estimulados en la práctica por la enor-
inchnáción izquierdista de las primeras épocas. Entre los distin- rrre variedad de los problemas, se han articulado míücamente
tos intelectuales del osocialismo de mercadoo se ha producido ( ()rro un vasto y extenso ndrama de la democraciao (Sherwood
1994), literalmente como una apertura del esplritu de la huma-
r¡idad. El melodrama del triunfo del bien social, o casi triunfo,
40. La enérgica respuesta negativa entr€ los teóricos sociales contemporáneos al ,,olrre el mal social
-Coleman
l-el conjunto de artículos publicados ert Theory and Peter Brooke (1984) tan brillantemen-
voluminoso traüajo de
indicación de
-que
tc clescubrió como lá ralz de la forma narrativa del s. xx- ha
Siity t .e,,Alexander 1991) no es un ejemplo atípico- es menos unaque una expls'
que lá teorla de la elección racional se está rechazando enérgicamente ¡x rblado la estructura simbólica del Occidente del s. >o< con hé-
para la
sión del hecho de que el neo-modemismo, en este momento, no es atractivo
r I x's y conquistas de verdadero alcance histórico-universal. Este
llnea polltica conse¡¡¡adora. Esto podría no ser verdad en el futuro'

99
98
drama comenzó con la lucha epocal de Lech Walesa, que pare- Esta reemergencia ha tomado el concepto de "sociedad ci-
cía ser prácticamente la nación polaca en su conjunto (Tirya- vilo, el ámbito informal, no-estatal y no-económico de la üda
kian 1988) contra el coercitivo régimen unipartidista de Polo- púrblica y personal que Tocqueville, por ejemplo, definió como
nia. La dramaturgia del día a día que conquistó la imaginación vital para la perseverancia del estado democrático. Surgido ini-
pública desembocó, inicialmente, en el inexplicable declive de cialmente desde el corazón de los debates intelectuales que con-
Solidaridad. Finalmente, y de forma inesperada, el bien triunfó tribuyeron al estallido de las luchas sociales contra el autoritaris-
sobre el mal, y la simetría dramática de la narrativa heroica se mo en Europa del Este (cf. Arato y Cohen 1'992) y América Lati-
completó. Mijail Gorbachov dio inicio a su prolongada marcha na (Stepan 1985), el término fue secularizado y se le confirió un
por la imaginación dramática de Occidente en 1984. Su públi- significado más abstracto y más universal por parte de los inte-
co, crecientemente leal a lo largo del mundo, siguió sus luchas lectuales norteamericanos y europeos allí donde conectaron con
epocales que, finalmente, se convirtieron en el más largo drama esos movimientos, como Cohen y Arato y Keane (19894b)' Pos-
público en el período de postguerra. Esta gran narrativa --que teriormente, emplearon el concepto con pretensiones de teoiza-
podría titularse
"Realización,
quiebra y resurrección de un hé- ción de forma que, con mucha precisión, deslindaron su propia
roe americano: Gorbachov y el discurso del bieno (Alexander y <teorización> izquierdista de los escritos sobre la antimoderni-
Sherwood, ms.)-- produjo reacciones catárticas en su público, zacióny democracia anti-formal de los inicios.
que la prensa denominó
"Gorvymaníao,
y Durkheim hubiera Estimulados por estos teóricos y también por la traducción
designado como la efervescencia colectiva que, únicamente, inglesa (1989) del primer libro de Habermas sobre la esfera prl-
inspiran los símbolos de lo sagrado. Este drama fue recordado, blica burguesa, los debates entre pluralismo, fragmentación, di-
\,, l,i, por el público en general, los media y las élites de los países ferenciación y participación se han convertido en el nuevo or-
't
occidentales como el equivalente de las hazañas heroicas de den del dÍa. Los teóricos frankfurtianos, los historiadores socia-
Nelson Mandela y Vaclav Havel y las últimas de Boris Yeltsin, les de cuño marxista e, incluso, algunos post-modernos han de-
rl | ,l'.
tl I'lri;
el héroe que detuvo los tanques, que sucedió a Gorbachov en la venido teóricos democráticos bajo el signo de la "esfera públi-
fase post-comunista de Rusia (Alexander y Sherwood 1992). Si- cao (ver, e.g., los ensayos de Postpone, Ryan y Eley recogidos en
milares experiencias de exaltación y fe renovadora en la eficacia Calhoun 1992y los escritos más recientes de Held, e.g., 1,987).al
moral de la revolución democrática tuüeron lugar con motivo Los filósofos políticos comunitaristas e internalistas, como Wal-
del drama social que se produjo en 1989 enla Plaza de Tiana- zer (1.991, 1992), han utilizado el concepto para clarificar las
men, con sus fuertes matices ritualistas (Chan 1,994) y su clási- dimensiones universalistas, si bien no abstractas, en su teoriza'
co desenlace fágico. ción sobre el bien. Para los teóricos sociales conservadores (e.g.,
Sería sorprendente el que esta reflotación del drama polftico Banfield en preparación, Wilson en preparación y Shils l99l y
de masas no se hubiera manifestado, por sf mismo, en cambios en preparación), la sociedadciül es un concepto que implica
igualmente destacados en las teorizaciones intelectuales respec- civilidad y armonía. Para los neofuncionalistas (e.g., Sciulli
to a la política. De hecho, un proceso paralelo al ascenso del
(mercado), tuvo lugar con la recuperación poderosa de la teori-
41. Existe una clara de evidencia de que esta tmnsformación es de alcance mun-
zación sobre la democracia. Las ideas liberales sobre la vida dial. En Quebec, por ejemplo, Arnaud Sales, que trabajó primeramente en el marco de
política, que emergieron en los siglos XVttI y xrx y que fueron la tradición inequívocamente marxista, insiste ahora en una conexión unive¡sal ent¡e
desplazadas por la ncuestión social> de la gran transformación los gmpos en conflicto e incorpora el lenguaje de lo *prlblico, y la osociedad civil,.
.Aunque en str multiplicidad, asociaciones, uniones, corporaciones y moümientos
industrial, aparecen, de nuevo, como las ideas contemporáneas. siempie han defendido y representado parecer€s muy dispares, es muy prcbable que,
Rechazadas como anacronismos históricos en las décadas anti a peiar del poder de los sistemas económicos y estatales, la proliferación de gtupos
y postmodernas, han alcanzado, súbitamente, una ferviente ac- sustentados en la tradición, en una forma de üda, una opinión o Lrna protesta nunca
ha sido, probablemente, tan amplia y tan diversificada como ocllnE a finales del siglo
tualidad (cf. Alexander 1991). XX¡ (Sales:308).

100 101
1992, Mayhew 1992 y Alexander 1992), es una idea que denota llar un código de categorías binarias que es semántica y social-
la posibilidad de pensar los conflictos relativos a la igualdad e lutente conüncente, un contraste negro frente a blanco que pue-
inclusión de un modo menos anticapitalista. Para los viejos fun- cle funcionar como un código que sucede al postmoderno: mo-
cionalistas (e.g., Inkeles 1991), es una idea que sugiere que la clerno, o al socialista: capitalista, o al moderno: tradicional, es
democracia formal ha sido un requisito para la modernización clecir, los emplazamientos simbólicos que fueron establecidos
desde el principio al fin. por las primeras generaciones de intelectuales, y que hoy, de
Pero sea cual fuera la perspectiva particular que ha formula- ninguna forma, han perdido su eficacia por completo.42
do esta nueva idea política, su estatus neo-moderno está aún Con toda seguridad, la simbolización del bien no presenta
por confirrnar. La teorización en esta línea sugiere que las so- un problema real. La democracia y el universalismo son térmi-
ciedades contemporáneas poseen, o deben aspirar, no sólo a un nos claves y sus plasmaciones más substantivas son el mercado
mercado económico, sino también a una zona política inequf- libre, el indiüdualismo y los derechos humanos. El problema
voca, un ámbito institncional de dominio universal aunque dis- ¿lsoma en la articulación del polo profano. Las cualidades abs-
putado (Touraine 1994). Suministra un punto de referencia em- tractas que la contaminación debe encarnar son bastante evi
pírico sumamente compartido que implica un código familiar dentes. Como son producidas por el principio de diferencia, re-
de ciudadano y enemigo y permite que la historia sea narrada, producen exactamente las cualidades que identificaban la con-
/''"1' una vez más, de una forma teleológica que aporta al drama de iaminación de la vida ntradicionalr' Pero a pesar de las analo-
',
".,
la democracia una fuerza intensa. gías lógicas, las formulaciones ideológicas iniciales no pueden
retomarse de nuevo. Aunque se gestan a sí mismas sólo por
\, r,' medio de diferencias en representaciones de segundo orden, las
'i ó. El neo-modernismo y el mal social: el nacionalismo diferencias entre la sociedad en nuestros días y el período inme-
t,l ,l t
como repnesentación corrompida diatamente postbélico son enorrnes. Frente a la briosa arremeti-
tl llll da de los (mercadosD y la *democraciao y al estrepitoso colapso
Este problema de la demarcación de la sociedad civil como de sus adversarios, se ha constatado la dificultad para formular
oposición a la sociedad no-civil apunta al problema del rebasa- representaciones igualmente universales y de largo alcance de
miento de los marcos narrativos y explicativos de la teorla neo- lo profano. La cuestión es la siguiente: ¿existe un moümiento
moderna que he descrito anteriormente. Las narrativas román- opositor o fuerza geo-política que es un peligro conüncente y
ticas y heroicas que describen el triunfo, o el posible triunfo, de fundamental, que es una amenaza "histórico-universal' para el
mercados y democracias tienen una forma familiar tranquiliza- .bienr? Los otros enemigos peligrosos del universalismo pare-
dora. Cuando retornamos al código binario de este período his- cerían ser reliquias históricas, alejados de la visión y de la men-
tórico emergente, sin embargo, se anuncian ciertos problemas. te, abatidos por un drama histórico que parece poco probable
Dado el resurgimiento del universalismo, por tanto, uno puede que se inüerta súbitamente. Fue esta razón semántica por la
sostener que 1o que asoma es una especificación del código do- q.t", el período inmediatamente después de n1989o, muchos
minante, descrito, inicialmente, como el discurso de la sociedad
"t
intelectuales y amplios sectores del púrblico occidental, experi-
civil. Sin embargo, aunque esta simbolización arquetípica de mentarán una extraña combinación de optimismo y autosatis-
los requisitos y antónimos de la democracia establece catego- facción, compromiso enérgico y desmoronamiento moral'
rías generales, las nrepresentaciones socialeso específicamente En comparación con la teoría de la modernizaciín de los
históricas (Moscoüci 1984) deben desarrollarse, para articular años de postguerra, la teoría neo-moderna implica cambios
las categorías concretas de bien y mal, en Lrn tiempo y en un
lugar concretos. Con la üsta puesta en esas elaboraciones se-
42. yer m] comentario inicial (nota 28, arriba) sobre los efectos inerciales de las
cundarias, lo que uno descubre es Io difícil que ha sido desarro- ideologfas intelectuales y sobre las condiciones sociales que los exacerba'

102 103
fundamentales, tanto en el tiempo simbólico como en el espa- zación lo explica, no como el final de la secuencia evolutiva,
cio simbólico. En la teoría neo-moderna lo profano no puede sino como un moümiento globalizador altamente satisfactorio.
representarse por un peúodo evolutivo precedente transido de
tradicionalismo ni identificado con el mundo situado en la peri- En lugar de percibir la modernización como Ia estación final en
feria de Norteamérica y Europa. En contraste con la ola de mo- el cumplimiento del potencial evolutivo extensible a todas las so-
dernización de postguerra, lo normal es lo global y lo inter-na- ciedades --del que la representación europea era el paradigma y
cional más que lo regional y lo imperial, una diferencia articula- la manifestación más importante y sucinta- la modernización
(o modernidad) debería contemplarse como una civilización o
da en la ciencia social por el contraste entre las primeras teorías
fenómeno específico. Originado en Europa, se ha extendido con
de la dependencia (Frank 1966) y las teorías más contemporá-
sus especificidades económicas, plásticas e ideológicas por todo
neas de la globalización (Robertson 7992). Las razones sociales el mundo. La cristalización de este nuevo tipo de civilización no
y económicas de este cambio obedecen al ascenso de Japón, ha sido diferente a la extensión de las grandes religiones o a las
que en este momento ha adqtrirido pode¡ no como una de las expansiones de los grandes imperios, pero, a causa de que la
sociedades militares de Spencer categoría que se podría modemización casi siempre combinó aspectos y fuerzas econó-
designar tiempo atrás en un sentido -unaevolucionista-, sino como micas e ideológicas, su impacto fue, con mucho, el de más enver-
una sociedad civilizada comercial. gadura.
f
I Por ello, por primera vez en 500 años (ver Kennedy 1987),
ir,
ha sido imposible para Occidente dominar a Asia, tanto en lo La teoría original de la modernización transformó abierta-
económico como en lo cultural. Cuando este factor objetivo se mente la teoría weberiana de las religiones del mundo centrada
I

lr
combina con la intensa descristianización de los intelectuales en Occidente en un problema universal del cambio global que
.i
t, occidentales, podemos entender el hecho destacable de que el culminó en la estructura social y cultural del mundo occidental
<orientalismoo contaminación simbólica de la ciülización de postguerra. Eisenstadt propone efectuar la modernización
I .Il
r'¡ii, oriental que Said-la(1978) articuló de forma no rnuy notable hace del equivalente histórico de una religión del mundo, que, porun
algo más que una década- ya no parezca ser una poderosa lado, la relatiüza y, por otro, alude a la posibilidad de la apro-
representación espacial o temporal en la ideología occidental o piación autóctona selectiva (Hannerz 1987)
teoúa social, aunque no haya desaparecido por completo.43 Una El otro polo del declive del orientalismo es, entre los teóricos
transposición de la ciencia social de este hecho ideológico, que occidentales, lo que parece ser la ürtual desaparición del "ter-
apunta a la forma del código postpostmoderno, o neo-moderno, cer mLrndismo) --que podrfa llamarse occidentalismo- del vo-
es la llamada de Eisenstadt (1987: üi) en favor de nuna refor- cabulario de los intelectuales que hablan desde dentro o en
mulación de largo alcance de la visión de la modernizaci1ny de nombre de los palses desarrollados. Una indicación reseñable
las ciülizaciones modernas>. Mientras persevere el código mo- de este cambio discursivo puede encontrarse en un artículo de
derno de un modo inequívocamente positivo, esta conceptuali- opinión que Edward Said publicó en el New York Times con el
ob¡"to de dar muestras de su rechazo a la ofensiva aérea de los
aliados contra Irak a primeros de 1991. Al tiempo que reiteraba
43. Esto parecería confirmar, a primera vista, la insistencia cuasimarxista de Saicl
de que fue el ascenso del poder actual de Occidente en el nundo ---el imperialismo- la caracteización común de la política americana respecto a
lo que permitió el fortalecimiento de la ideologfa del orientalismo. Lo que Said no Irak como resultado de una imperialista", Said no
"ideología
reconoce, sin embargo, es que eiste un código más general de las categorlas de lo justificó este rechazo apuntando al valor distintivo de la ideolo-
sagrado y lo pn:fano del que las arepresentaciones socialeso del orientalismo no son
sino una plasmación específicamente histórica. El discurso de la sociedad ciül es una gía nacional o política, sino a la universalidad protegida: "IJn
forma ideológica que provenía del imperialismo y que informó la contaminación de nuevo orden mundial tiene que basarse en principios generales
diversas categorfas de otrcs estigmas históricamente localizados
-judÍos,
esclavos, proletarios, homosexuales y enemigos en general- en términos
mujeres, auténticos, no en el poder selectivamente empleado por un
bastante si-
milares. paíso. De forma muy significativa, Said denunció al presidente

1.04 105
iraquf Saddam Hussein y al
"mundo áraber, representándoles nuevo cliscurso universalizado del bien. El nacionalismo es el
con categorlas particularizadoras a las que se contaminó como nombre que, en nuestros días, intelectuales y priblico están
los enemigos del propio universalismo. dando, progresivamente, a las antinomias negativas de la so-
ciedad civil. Las categorías de lo nirracional>, (conspiratorio>
El discurso tradicional del nacionalismo árabe, al margen del y nrepresivo> se toman como sinónimas de enérgicas expresio-
anquilosamiento del sistema estatal, es inexacto, irresponsable, nes de nacionalidad y se equiparan con la primordialidad y las
anómalo e, incluso, cómico [...]. Los media arabe actuales son formas sociales inciülizadas. El que las sociedades ciüles
una desgracia. Es difícil hablar del verdadero plan en el mundo siempre hayan tomado, por sí mismas, una forma nacional
arabe [...]. Difícilmente uno encuentra análisis racionales --des- está plácidamente olvidado, junto con el nacionalismo reitera-
cripciones estadísticas fiables y concretas del mundo árabe hoy tivo de muchos movimientos democráticos.44 Es verdad, desde
con su [...] agobiante mediocridad en la ciencia y en muchos de luego, que en el mundo geopolítico que, súbitamente, ha sido
los ámbitos culturales. I-,a alegorta, el simbolismo confuso y las
reformado, los moümientos sociales y las rebeliones armadas
insinuaciones sustituyen al sentido común.
orientales para la autodeterminación nacional son los que ha-
cen estallar los conflictos militares que pueden dar lugar a gue'
Cuando Said concluye que parece existir una rras a gran escala.
"despiadada
propensión árabe a la üolencia y al extremismoD, parece consu- ¿Se trata de un milagro, entonces, que el nacionalismo aho'
marse el final del occidentalismo. ra se describa normalmente como el sucesor del comuuismo,
Debido a que la re-codificación contemporánea de la antíte- no sólo en Lrn sentido semántico, sino también organizacional?
sis del universalismo no puede representarse geográficamente Esta ecuación la han establecido intelectuales de prestigio, no
ni como no-occidental ni como temporalmente localizada en un sólo la prensa popular. nAnte la apariencia de que el naciona-
| .f/| tiempo fundacional, lo sagrado social del neomodernismo no lismo pudiera extinguirse ---escribla Liah Greenfeld (1992) re-
puede, paradójicamente, representarse como .modernización>. cientemente en The New Republic-, el comunismo ha perpe-
En el discurso ideológico de los intelectuales contemporáneos, ttrado y reforzado los üejos valores nacionalistas. Y la intelli-
parecen casi tan diflcil emplear este término como identificar el gentsia comprometida con estos valores se está transformando
bien con <socialismo>. No modernización, sino democratiza- ahora en el régimen democrático que, de manera inadvertida,
ción, no lo moderno sino el mercado son los términos ayudó a crear,)
que emplean los nuevos movimientos -estos
sociales del período neo-
moderno. Estas dificultades en la representación ayudan a ex- La intelligentsia democrática, que se concibe en oposición al es-
plicar la nueva proyección de las organizaciones no-nacionales, tado comunista, está, de hecho, mucho más motivada por el na-
internacionales (Thomas y Louderdale 1988), una proyección cionalismo qlle por preocupaciones democráticas ['..] Para llevar
a cabo una transición del comunismo a la democracia, Rusia
que apunta, en lo sucesivo, a elementos de lo que pudiera ser la
necesita renunciar a tradiciones que hicieron posible el comunis-
representación a largo plazo de una antinomia ideológica üa- mo: los valores antidemocráticos de su nacionalismo [lbfd.]'
ble. Para los intelectuales europeos y norteamericanos, y tam-
bién para los ajenos a Occidente, las Naciones Unidas y la Ce,
munidad Europea han aceptado nuevas legitimaciones y refe-
rencias, suministrando manifestaciones institucionales del nue- 44. Excepciones a esta amnesia pueden encontrarse, sin embargo, en el debate
actual, en paiticular, enhe aquellos teóricos sociales franceses que consewan una fuer-
vo universalismo que trasciende las grandes diüsiones iniciales. te influenóia de la tradición republicana' Ve¡', por ejemplo, el lúcido argumento de
La lógica de estos enérgicos cambios institucionales y cul- Michel wieüorka para una comprensión cont¡cvertida y ambivalente del nacionalis-
mo y la poderosa defensa de Dominique Schnapper (1994) del carácter nacional del
turales es que el
"nacionalismo -no el tradicionalismo, comu- estado democrático. Por otra par1e, una buena y reciente exposíción de esta posición
nismo o el (este)- llega a representar el principal desafto al más equilibrada, ver Hall 1993.

l0ó 107
El comunismo puede, fácilmente, convertirse en nacionalismo. analogfa entre dos categorías de contaminación. (Anteriormen'
Los dos credos tienen mucho en común. Cada uno ofrece una te, la vfctima de los regímenes e ideologlas totalitarias necesita-
clave sencilla para enmarañar los problemas. Uno exalta las cla- ron proteccióno, afirmó Koryzev a la Asamblea General de las
ses, el otro la autenticidad étnica. Cada uno reprocha agravios Naciones Unidas. <Hoy, incluso con más determinación, se ne-
reales procedentes de enemigos imaginados. Como destacó un
cesita contener el nacionalismo agresivo emergente como una
inforrnante mso a David Shipler eiThe New Yorker: oAmbas son
nueva amenaza global.raó
ideologías que liberan al pueblo de la responsabilidad personal.
Están unidas por el mismo objetivo sagrado [...]". En diferentes
grados y con distintos resultados, los viejos bolcheviques han de-
venido nuevos nacionalistas en Serbia y en muchas de las anti- 7. ¿Reüsitando lamodernización? Hybris de linealidad
guas Repúblicas Soüéticas. y los peligros de amnesia teórica

El editorialista del Times codifica nlrevamente a los actores En1982 (144), cuando Anthony Giddens afirmaba contun-
sociales sirviéndose de las analoglas entre la reciente escisión dentemente que ola teoría de la modernidad está basada en pre'
de Checoslovaquia y el nacionalismo que precedió a esta esci- misas falsas>, reiteraba el sentido común de la ciencia social
sión y que, en el fondo, hunde sus raíces en la I.G.M. más actual o, al menos, la versión que del mismo aporta su
generación. Cuando añadía que la teorla había nservido [".]
Y ahora el mismo fenómeno ha brotado en Checoslovaquia [...] como defensa ideológica del dominio del capitalismo occidental
Existe un [...] peligro moral, descrito tiempo atrás por Thomas sobre el resto del mundoo, reproducfa la comprensión comu'¡n
Masaryk, el Presidente fundador de Checoslovaquia, cuyo nacio- de por qué esta teorla falsa se mantLlvo en cierto modo. Hoy
nalismo estuvo ligado de manera inseparable a la creencia en la estas dos sentimientos parecen anacrónicos' La teorfa de la mo'
democracia. nEl charwinismo en ningún lugar se justifica
-es- dernización (e.g., Parsons 19ó3) estiptrlaba que las grandes civi-
| ,Ili
cribía en 1927-, y menos en nuestro país [...] Para un naciona- lizaciones del mundo conflufan hacia las configuraciones insti'
lismo positivo, a quien busca edificar una nación fruto de un tucionales o culturales de la sociedad occidental. Cie¡tamente
trabajo intenso, no puede ponerse pega alguna. El chauvinismo,
estamos siendo testigos hoy de algo parecido a este proceso, y el
la intolerancia racial o nacional, y no el amor de uno hacia su
propio pueblo, es el enemigo de las naciones y de la humani- entusiasmo que ha generado se ha impuesto con dificultad por
dad.o Las palabras de Masaryk son un buen criterio para enjui- la dominación occidental.
ciar la tolerancia por ambos lados [16 de junio 1992; reimpreso La transformación profundamente ideológica y objetiva des-
en I nt ema tb nal H erald Trh unef . crita en la sección anterior ha comenzado a engendrar sus efec-
tos teóricos, y el guante teórico que diferentes tendencias del
La analogía entre nacionalismo y comunisrno, y su contami- neomodernismo han dirigido a los pies de la teoúa postmoder-
nación como amenazapara el nuevo internacionalismo, la esta- na está a la vista de todos. Las condiciones de este cambio his-
blece el Gobierno de oficiales de los antiguos estados comunis- tórico han creado un sustrato fértil para tales teorizaciones
tas. Por ejemplo, a finales de Septiembre de 7992, Andrei Kozy- postmodernas, y los intelectuales han respondido a esas condi-
rev, ministro ruso de asuntos exteriores, apeló a las Naciones ciones reüsando sus teorías iniciales bajo formas creativas y' a
Unidas para considerar el emplazamiento de un representante
encargado de vigilar los movimientos independentistas de las 46. En una observación sobre la paradójica relación del nacionalismo con los
antiguas Repúblicas soüéticas no-eslavas. Sólo una coperación acontecimientos recientes, Wittrock (1991) subraya que cuando Alemania occidental
con Naciones Unidas, afirmaba, podúa hacer desaconseiable a presionaba para la reunificación, afirmaba el universalismo abstmcto de nociones
como libertad, ley y mercado y, al mismo tiempo, la ideologla del nacionalismo en su
los nuevos estados independientes la discriminación contra mi- sentido más particularista y lingülstico, la idea de que el upueblo alemán' no podrla
norías nacionales. El enigma simbólico de este argumento es la dividirse.

lt0
rnenudo, de largo alcance. Seía prematuro, ciertamente, lla- las teorfas de la convergencia y de la modernización en sus
mar neomodernismo a la <teoría sucesora) del postnrodernis- formas iniciales. En sus meditaciones sobre las recientes tran-
mo. Sólo recientemente ha cristalizado como una alternativa siciones en Europa del Este, Habermas (1990: 4) emplea tales
intelectual, mucho menos ha emergido como la vencedora en fases evolutivas para orebobinar el carrete) y (rectificar la re-
este combate ideológico y teorético. No está claro, además, si el voluciónD. Un reciente trabajo de Inkeles (1991) referido a las
movimiento se nutre de una nueva generación de intelectuales agencias pollticas norteamericanas se encuentra colmado de
o de fragmentos de generaciones actuales antagonistas que han tales homilfas de la convergencia incidiendo en que un (parti-
encontrado en el neomodernismo un vehículo unificado para do polltico no debería pretender lograr sus objetivos por me-
disputar la hegemonla postmoderna sobre el ámbito contempo- dios extrapolíticosr. Salpicado de apuntes sobre ula importan-
ráneo. A pesar de estas afirmaciones debe reconocerse que ha cia de localizar 1...f los puntos distintivos en los que los recur-
salido a escena una nueva y diferente corriente de teorización. sos adicionales pueden suministrar grandes ventajas), el traba-
Con este triunfo, sin embargo, asoma el grave peligro de jo expone el tipo de sobreconfranza en el cambio social contro-
amnesia teórica respecto a los problemas del pasado. Las verifi- lado que marcó latrybris del pensamiento de la modernización
caciones retrospectivas de la modernización han comenzado de postguerra. Cuando Lipset (1990) pretende extraer la lec-
muy en serio. Una de las más contundentes y agudas apologfas ción derivada de la segunda gran transición como fracaso del
t,t
I aparecieron, recientemente, en el European Journal of Socio- ncamino intermedio> entre capitalismo y socialismo, acierta
I, logt. "Con un sentido aparentemente más acusado de la reali- en un importante sentido, pero la formtrlación corre el peligro
'I dad", escribe Muller (1992: 11 1), nla teoría sociológica de la de fortalecer las tendencias dicotómicas o esto o aquello del
modernidad ha recordado los desarrollos de largo recorrido pensamiento inicial, de forma que podrfa justificarse, no sólo
\r.. dentro del área de Europa del Este, teniendo lugar, actualmen- la pequeña autofelicitación, sino un optimismo injt¡stlflcndo
te, de una forma más condensada, antes de que ftieran empíri- sobre el inminente cambio social. Jeffuey Sachs y otros dlvul-
rJ ,l ¡l
camente verificablesr. Muller añade que .rla gran teoría constan- gadores simplistas del enfoque del nbig bango hacia ln trnnsi-
tl l'll¡rl
temente acusada de carecer, aparentemente, de contacto con la ción parecen estar aludiendo a una reedición de la teorfa lnl-
realidad, parece disponer de capacidad predictiva
-la teoría
la modernización sociológica clásica de Talcott Parsons"
de
(ibíd.,
cial del .despegue> de Rostow. Al igual que las primeras ver-
siones de la idea de modernización, este nuevo modernismo
original en cursivas). Distinguidos teóricos, que, tiempo atrás, monetarista vierte su interés sobre la solidaridad social y la
fueron crlticos neomarxistas de la sociedad capitalista, como ciudadanla, aludiendo únicamente a Lrn sentido de especifici-
Bryan Turner, han devenido partidarios y defensores de la ciu- dad histórica (Leijonhofi"ud 1 993).
dadanfa occidental (Turner 1986) contra el igualitarismo radi- Mientras las recientes formulaciones que la ciencia social ha
cal y han elogiado a Parsons por su respaldo <antinostálgico> efectuado del mercado y de la democracia discutían respecto a
(Holton y Turner 1986) a las estructuras básicas de la üda mo- la idoneidad de evitar las notorias distorsiones del tipo que ya
derna. Entre los antigr-ros comunistas del aparato, se ha im- he descrito, el universalismo de sus categorías, el herofsmo de
puesto, paulatinamente, la eüdencia creciente (i.e., Borko cita- su Zeitgeist (espíritu epocal) y las estructuras dicotómicas de sus
do en Muller 1992: 112) de que <retrodicciones" similares sobre códigos convierten a los problemas subyacentes en algo diffcil
la convergencia de las sociedades capitalistas y comunistas se de evitar. Las teorías de la transición hacia el mercado, incluso
están produciendo, tendencias que, por lo demás, han causado en las cautelosas manos de un erudito tan juicioso como Victor
un núrmero creciente de Nee, anuncian, a veces, una linealidad y racionalidad que la
"reüsitas" a Schumpeter.
El peligro teórico aquí es qLre esta re-apreciación entusiasta experiencia histórica desmiente. La teoría de la sociedad ciüI, a
de algunos avances destacados de la ciencia social de postgue- pesar de la extraordinaria autoconciencia de filósofos como Co-
rra podrían, actualmente, desembocar en el resugimiento de he4 y Walzer, parece imposible teorizar, empíricamente, sobre

l12 113
las fuerzas demónicas y anticiviles de la üda cultural qL¡e nor- ncri n'¡orilles --{omo códigos y como narrativas- estarán en dis'
malmente la condenan (cf., Alexander 1994 y Sztompka l99l).
¡rosición de eütar la alTogancia totalizadora de que dio muestras
Si tiene que darse un nuevo y más exitoso esfuerzo dirigido a la teorfa de la modernizaciífi inicial. En este sentido, el .neoo
la construcción de la teoría social en lo referido a las estructuras clebe incorporar el giro lingülstico asociado con la teoría <post-
fundamentales por las sociedades contemporáneas (cf. Sztomp rnoderna, incluso mientras desafie sus avances ideológicos y teó-
ka 1993: 136-141), tendrán que eütarse estas tendencias regresi- ricos más generales.
vas que reactivan las ideas de la modernización en sus formas En una de sus Írltimas y más proftindas meditaciones teóri-
más simples. Estructuras institucionales como la democracia, la cas, Francois Bourricaud (1987: 19-21.) apuntaba a que (una
ley y el mercado son requisitos funcionales siempre y cuando se lbrma de definir la modernidad es el modo en que definimos la
estén alcanzando ciertas competencias sociales y adquiriendo solidaridadr. La idea de modernidad puede defenderse, creía
ciertos recursos; no son, sin embargo, ni ineütabilidades históri- Bourricaud, si, más que identificar solidaridad con equivalen-
cas ni resultados lineales, tampoco panaceas sociales para los cia, entendemos que el nesplritu general es tanto universal
problemas de los subsistemas o grupos económicos (véase, e.g., como particular". Dentro de un grupo, un espíritu generalizado
Rueschemeyer 1992). La diferenciación social y cultural podía ues universal, ya que regula las relaciones entre los miembros
. ser un parámetro típico-ideal que puede reconstruirse, analftica- del gmpor. Con todo, si uno sopesa las relaciones entre las na-
mente, con el paso del tiempo; sin embargo, el que una diferen- ciones, este espfritu nes también particular, ya que ayurda a dis-
ciación particular tenga lugar o no estado, ley o tinguir un gnrpo de los otros). De este ntodo, podrfa decjrse
-mercado,
ciencia- depende de aspiraciones normativas (e.g., Sztompka que .el esplritu general de una nación asegur¿r la solidaridad dc
1991),la posición estratégica, historia y poderes de grupos socia- los indiüduos sin abolir necesariamente todas sus t'el'erctrci$s c,
les particulares. Respecto al progreso social, la diferenciación lo incluso, establece la total legitimidad de algurna de ellusr, ¿.Y
dinamiza al tiempo que lo retarda, y puede dar lugar a sacudidas qué ocurre con el concepto de universalisrno? Qr,¡iz.á$, sugiete
sociales de gran envergadura. Los sistemas sociales pudieran Bourricaud, olas sociedades modernas se caracterizan lrleno¡i
ser, igualmente, plurales y causas de cambio multidimensional; por lo que tienen en común o por slr estrarctLlra con la vist¿r
en un momento dado y en un lugar concreto, sin embargo, un puesta en las exigencias universales bien definidas, qtte por el
subsistema particular y el grupo que le dirige polí- hecho de su implicación en el asunto de la universalizaciónu
-económico,
tico, científico o religioso-- podría dominar y sumergir exitósa- corno tal (se han añadido las cursivas).
mente a los otros en su nombre. La globalización es, por ello, Tal vez sea prudente reconocer que es un sentido renovado
una dialéctica de indigenización y cosmopolitismo, pero las asi- de la implicación con el proyecto de universalismo, más que tln
metrlas culturales y polfticas subsisten entre las regiones más y sentido estático y entumecido de sus formas concretas, el que
menos desarrolladas, incluso si a ellas no son inherentes contra- stüraya el carácter de la nueva época en que üvimos. Bajo esta
dicciones de algLrn hecho imperialista. Mientras el concepto ana- nueva capa de tierra al descubierto, sin embargo, se encuentran
lítico de sociedad ciül debe protegerse, por todos los medios, de las raíces enmarañadas y el subsuelo que se ha sedimentado a
la época heroica de las revoluciones democráticas, debería des- partir de las primeras generaciones de intelectuales, cuyas ideo-
idealizarse de modo que la nsociedad anti-ciül> procesos logías y teorías no han dejado de estar üvas. Las pugnas entre
compensatorios de descivilización, polarización-los y violencia- estos interlocutores pueden ser intimidatorias y desconcertan-
pueda verse también como resultado típicamente .modernor. tes, no sólo a causa de la dificultad intrlnseca de su mensaje,
Finalmente, estas nuevas teoúas deben insistir en mantener una sino porque cada uno se presenta no como forma sino esencia,
reflexiüdad descentrada y autoconsciente respecto a sus dimen- no como el único lenguaje en el que el mundo encuentra senti-
siones ideológicas, crear una nueva teoría cientffica explicativa. do sino como el único sentido real del tnundo. Cada uno de
Sólo si ellas toman consciencia de sí mismas como construccio- estos mundos encuentra sentido pero sólo de un modo históri-

tt4 115
camente limitado. Recientemente se ha incorporadcl un nllevo (1987), nMao's Republic", Social Resmrch,54 (4)t 691-729.
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124 125
\il

ENCANTAMIENTO ARRIESGADO : TEORÍA


Y ME,TODO EN LOS ESTUDIOS CULTURALES

(en colab. con Philip Smith


y Steven Jay Sherwood)

I
En los inicios de este siglo, en su obra maestra Las lbrmas
elementales de la vida religiosa, Emile Durlüeirn abogó por la
I creación de una <sociologfa religiosa, que uabrirla ttna nttevn
senda a la ciencia del hombrer. A pesar de ello, en este siglo qtre
I r,rir
está tocando a su fin esa comprensión <religiosa, cle la socicdnd
üllr& no existe. Tampoco nuestra disciplina ha sido capaz de cltar trn.l
nueva ciencia de los hombres y de las mujeres. Dos razones se
aducen para explicarlo. Una es que los lectores laicos de Durk-
heim no alcanzaron a entender lo que é1 tenfa in mente. La otra
es que a aquéllos que ftieron capaces de hacerlo no les agradó.
La idea de Durkheim consistfa en ubicar el significado y el
sentimiento culturalmente mediado en el centro de los estudios
sociales. Aunque nunca abandonó la idea de una ciencia social,
en la rlltima parte de su obra pretendió, de forrna paulatina, mo
dificarla de un modo frrndamental. Quiso que la ciencia social
renunciase a lo que llamamos el (proyecto de desmistificacióno.
Es eüdente que la racionalidad de la disciplina debe mante-
nerse: nuestras teorías y mptodos intelectuales permiten una rela-
ción crítica y descentrada con el mundo. La ciencia social es ra-
cional, también, en el sentido de que su objetivo moral se arraiga
en el proyecto de la Ilustracién que tiende a llevar a la atención
consciente las estructuras subjetivas y objetivas que quedan fuera
de las comprensiones normalmente tácitas de la üda ordinaria.
Con todo, la racionalidad del método de la ciencia social no

127
i

se debe confundir con la racionalidad de la sociedad a la que I


C, Wriglrt Mills ensalzó, en cierta ocasión, la imaginación
aquél se dedica. Lo que guÍa nuestro trabajo, de hecho, es el ti
sociológica como la intersección de biografía e historia, defi-
supuesto contrario. Según nuestra percepción, Ia sociedad nun- ;l
niendo a la última en términos puramente objetivos' A dla de
ca se desprenderá de sus misterios l
irracionalidad, su oes- hoy, debemos abrirnos al entusiasmo que brota de la imagina-
pesuraD, sus ürtudes trascendentes, -su
l1

su demónica magia negra, lr


t, ci6n social. Debemos estudiar el modo en que las personas ha-
sus rituales catárticos, su intensa e incomprensible emocionál_ cen significativas sus üdas y sus sociedades, los modos en los
dad y sus densas, a veces ügorosas y a menudo tormentosas, que los actores sociales impregnan de sentimiento y significa-
relaciones de solidaridad. ción sus mundos. Si nos proponemos dar cuenta de este rico y
Estos misterios han sido normalmente obüados por la cien- esquivo objetivo, tendremos que constll¡ir nuestras teorÍas y
cia social racional. Las ocasiones en que se han traiado, nues- métodos en consonancia con este estimulante espfritu.
tros clásicos y nuestros contemporáneos han pretendido expli_ Comenzamos por rechazar la proposición de que las meto-
car esas irracionalidades por el método de reducción. el insistir dologías orientadas a la investigación de la sociedad pueden ser
en que las instancias de subjetiüdad son causadas por elemen_ teorlas neutrales. Si el trabajo científico se evahla como alta-
tos objetivos, han intentado (y, sostendríamos, de conti_ mente significativo, hemos de reconocer que é1, también, está
nuo) demostrar que esas irracionalidades son meros "*udoreflejos de informado por la cultura. La cultura de la ciencia es teoría. In-
las estructuras orealeso, tales como organizaciones, sistemas sistimos, por tanto, en que los objetos estimados como dignos
de
estratifi cación y agrupaciones políticas. de investigación se seleccionan de acuerdo a preferencias teóri-
Los sociólogos se enorgullecen de estos quehaceres en la camente orientadas. Las categorías fundamentales para la com-
nsociologÍa de, --g¡ este caso, de la cultura- y en la prensión de la sociedad estado, institución, sl-mismo e,
desmistifi_
cación del mundo del actor que es tanto premisa como resulta- -clase,
incluso, cultura- se hacen asequibles por decisiones científicas
do. Pero esta reducción es, fundamenialmente, errónea. El que poco tienen que ver con los cánones de la ciencia positiva'
.l lrlir mundo dispone de una dimensión irremediablemente mística. Son los presupuestos metateóricos relativos a la naturaleza de
Para explorarla, debemos trascender ra osociología der ra cultu- la acción y del orden los que determinan la metodología y la
ra en dirección a una sociología culturral, que ingrese en los conclusión en las ciencias empíricas, impulsando a los analistas
misterios de la vida social sin reducirlos o iffravarárarlos, aún sociales hacia o omás allá" de la cultura y, por lo mismo, dina-
cuando se les interprete de un modo racional q.re el mizando aquel tipo de interpretación de la cultura que, en rllti-
"*parria
ámbito del criticismo, la responsabitidad y la conciencia. ma instancia, prevalecerá.
La promesa de una sociología cultural (Alexander 1993) es En el reconocimiento explícito de que la teoría, el método y
precisamente esto. como clifford Geertz insistió hace veinte la conclusión se encuentran inextricablemente interpenetra-
años aproximadamente, dos, nos diferenciamos (véase Griswold 1992) del cada vez más
"el estudio de la acción simbólica no es
menos una disciplina sociológica que el estudio de pequeños popular acercamiento postestmcturalista al estudio de la cul-
grupos, burocracias o el cambio de papel de la mujer america_ tura. Contrario al trabajo de Michel Foucault (e-9.' ln qrqueo-
na; se trata, únicamente, de una provechosa ocupación menos logía del saber) y a la extrapolación sociológica que Robert
desarrolladao (Geertz 1973). Desde que escribió estas palabras, Wuthnow ha hecho de él (Wuthnow 1987; Ramb y Chan
la sociología cultural, de hecho, se ha convertido en un .u-pá 1990), negamos la posibilidad de un método genealógico que
independiente y ha pasado a ser un área de conocimiento don- pueda trazar el mapa de los contornos del discurso sin prime-
de el trabajo es más übrante y dinámico. Hemos recorrido un iamente idear una escala. En este sentido, defendemos, frente
largo camino en la exploración de los códigos, las narrativas y a Wuthnow, que no existe mejora metodológica sin renovación
los símbolos que subyacen y cohesionan a lá sociedad. Sin em_ fe6nca. De hecho, sostenemos que, primeramente, en virtud de
bargo, aún nos queda un buen trecho por transitar. las intuiciones progresivamente construidas en la naturaleza

128 129
del orden cultural, pueden forjarse las nuevas herramientas A la luz de lo que hemos dicho hasta ahora, no deberfa sor-
para sus an¿ílisis. prender el hecho de que el trabajo de este grupo descanse clara-
Al tiempo que reflexionamos en el marco de esta fase de mente sobre lo que se ha llamado la tradición postdurkheimia-
pensamiento postpositiüsta, no podemos negar el poder o la na (Alexander 1988a), incluso los estudios específicos acometi-
facticidad del nmundo) empírico. Por medio de un proceso de dos por aquellos asociados a este grupo han asumido una varie-
<resistencia> el mundo social demanda el re-afinar constante- dad de formas, desde la lingüística e histórica hasta la neofun-
mente la relación entre la teorfa y lo que Durkheim denomina- cionalista.
ba "hechos socialesr. Tras mucho tiempo de espera, nuestras En el corazón de nuestra üsión conjunta se anuncia un
propias investigaciones intensivas en datos (Alexander 1988b; compromiso con (la autonomla relativa de la cultura" (Alexan-
Smith l99l; Alexander et al. en prensa) han producido resulta- der 1990; Kane 1991). Esta posición orientativa general se defi-
dos inesperados que han forzado, no sólo un refinamiento teó- ne a partir de un modelo que insiste en que la preocupación
rico, sino, más bien, una revisión fundamental. por lo sagrado y lo profano contintla organizando la üda cul-
Para iluminar esta compleja relación entre hecho y teoúa en tural, una posición que se ha üsto enriquecida por pensadores
los estudios culturales, dirigimos nuestro interés hacia una dis- de tan alto reconocimiento como Mircea Eliade, Eduard Shils,
cusión más concreta de nuestra aproximación teórica y hacia Roger Caillois y, más recientemente, por Ia economfa cultural
los estudios empíricos de la cultura a que ella ha dado lugar. de Viüana Zefizer. Subrayamos, de igual modo, el carácter nu-
Hablar de <nuestras> investigaciones pudiera parecer, qui- clear de los sentimientos solidarios y los procesos rituales, y
zá, más que peculiar en un debate sobre el método cultural. más extensamente, siguiendo la estela de Parsons y Habermas,
Con todo y con eso, su peculiaridad consiste en una importante la importancia de la sociedad civil y la comunicación de la üda
implicación de una perspectiva teóricamente orientada hacia la social contemporánea. La abertura de la esfera civil hace posi-
ciencia social cultural. No existe un método universal que pro- ble que los procesos de comunicación puedan dirigirse a la
duzca ciencia como tal; sólo existen investigaciones estimula- metafísica y a la moralidad, al sentimiento público y a la signi-
das por la búsqueda de tipificaciones empíricas de cosmoüsio- ficación personal, y a lo que facilita que los procesos culturales
nes particulares que pueden entenderse como sistemas de sig- se conviertan en rasgos especÍficos de la üda política contem-
nos teóricos qLle prometen a los investigadores topar con cier- poránea.
tos fenómenos (que ya se encuentran> en el mundo empírico. Inspirado en la interpretación que Paul Ricoeur efectúa del
Toda vez que la particularidad sólo puede comunicarse cultu- método hermenéutico, nuestra aproximación constnrye el obje-
ralmente, en el mundo-dela-üda, los sistemas significativos, to de las investigaciones emplricas como el mundo significativo
desde el punto de üsta teórico, sólo pueden transmitirse a tra- del "texto socialo. Sirviéndonos de un acto de interpretación,
vés de tradiciones intelectuales específicas, que tienen la posibi- nuestra tentativa pasa por leer este texto de las <estructuras
lidad de organizar los mundos-deJa-üda por sí mismos. En este culturaleso, insistiendo en que sin la preüa reconstrucción del
sentido \a teorta, como el significado, es, por tanto, el producto significado todo intento de explicación está condenado al fra-
de una conciencia colectiva. caso. No defendemos, por supuesto, que la explicación, por
Nos centramos en nuestra propia discusión relativa a los sl misma, consista únicamente en rastrear los efectos de las
métodos culturales establecidos en torno al estructuras culturales; éstas últimas tienen autonomía analíti-
"grupo culturalo
que se ha desarrollado en UCLA, que pudiera pensarse como ca, interactúan, en cualquier situación histórica concreta, con
constitutivo de un tipo de tradición menor dentro de la gran otro tipo de estructuras de modo aperturista y multi-dimensio-
tradición de pensamiento durkheimiano. Este enfoque tiene la nal. Insistiremos, sin embargo, en que estas (otras estructurasD
ventaja de iluminar los estudios culturales no sólo de principio sean económicas, polfticas o, incluso, demográficas- no
sino in situ. -ya
pueden considerarse, por sl mismas, como exteriores a los acto-

130 131
res sobre quienes ellas ejercen su fuerza. La atención debe re- nilicado estratégicamente para lograr sus objetivos en estrech¡t
caer sobre la dimensión del significado. rclación con otros actores y las instituciones omniabarcantes'
Si, en cuanto analistas culturales, nuestro método central es Estas posturas hacen abstracción de los propios sentimientos
interpretativo, y nuestro fin consiste en recobrar el significado existenciales del analista. En cuanto respuestas emocionales de
del texto social, es importante retener el adjetivo social enla los actores se tratan como residuos de cierto interés estratégico,
mente. Nuestro propósito es reconstruir la conciencia colectiva de modo y manera que las emociones del analista se consideran
desde sus fragmentos documentales y desde las estructuras cons- como un categoría contaminante que amenaza coÍr pervertir la
trictivas que ella implica. Para desenterrar las estnrcturas que púreza de la meditación científica racional.
componen la conciencia colectivq en flancés, hay que re- Los neomarxistas, por ejemplo, siempre han sospechado de
cordarlo, implica tanto la
-que
oconsciencia) como la oconcienciao las emociones aI considerarlas como elementoslr¡lnerables a la
emocional y moral-, aderezamos nuestro esfuerzo interpretati- manipulación capitalista, algo que se ejemplificó en los estudios
vo con una sensibilidad ecuménica que persigue el discerni- de hbscuela de Frankfurt de la así llamada <industria culturalr.
miento de una variedad de disciplinas. Este recelo relativo a las emociones se ha üsto complementado
Nuestros trabajos han echado a andar siguiendo diferentes con la inquebrantable autoconcepción del marxismo como una
/rI trayectorias, no sólo la de los escritos sociológicos de Durk- ciencia del materialismo histórico. Este compromiso teórico con
heim, Max Weber y Parsons, y su elaboración en el trabajo de la primacia causal de la esfera material hace que eI recubrimien-
contemporáneos señeros como Bellah, Shils y Eisenstadt, sino to del sentimiento estructurado parezca estrictamente nformalis-
rt
también a partir de la semiótica de Roland Barthes, Umberto taD actiüdad redundante, regresiva frente al proyecto pro-
i
Eco y Marshall Sahlins; el postestructuralismo de Foucault; la
-una
gresivamente desplegado de la explicación social.
I
antropología simbólica de Geertz, Victor Turner y Mary Dou- En el postestructuralismo foucaultiano se encuentra Llna
glas; las teorías narrativas de Northrop Frye y sus continuado- teoría y método diferentes pero, desde nllestra perspectiva cul-
lll
tural, con resultados similares. Aparece el intento de ofrecer
I I

tcJl$
res literarios como Hayden White y Fredric Jameson; y la teolo-
gía existencial de Ricoeur. En el marco de la sociología contem- una mirada irónica y desapasionada que objetiüza sin evaluar y
poránea, los estudios que consideramos informados por el mis- mapifica sin implicación. En el nivel metateórico, un compro-
mo mundo-de-la-üda teórico y por particularidades similares a miso con la nvoluntad de poder', como el motivo causal de la
las nuestras incluyen los de Zelizer, Steven Seidman, Robin acción humana, reduce, una vez más, el sentimiento a la cate-
Wagner-Pacifici, Wendy Griswold, Eüatar Zerubavel, Barry goría de una variable suPerflua.
Schwartz, Elihu Katz y Daniel Dayan. Además, encontramos Las <teorías prácticas),, a nuestro entender, han sufrido un
aspectos paralelos evidenciados en el trabajo reciente de Craig debilitamiento similar. A pesar de su inclinación hacia el habi'
Calhoun sobre la sociedad ciül y la identidad social, y en el de f¿¿s y su interés por los códigos del arte y de la moda, Bourdieu
Margaret Somers sobre narrativa. ofrece, de manera implacable, una üsión estratégica de la ac-
En la medida en que nuestra postura reconoce la autentici- ción, desplaza la experiencia de las emociones al cuerpo y tras-
dad ncausal" y la eficacia de los sentimientos colectivos y sus lada la aiención teórica desde el poder de los símbolos colecti-
parámetros simbólicos en el tejido de la üda social, nuestros vos a sus determinaciones objetivas. La 'reflexiüdad' de Gid-
desacuerdos teoréticos con las posturas neo-marxistas, post- dens reduce, de manera impresionante, la cultura a las normas
estructuralistas y etnometodológicas respecto al significado situacionales, los sentimientos a la negociación intersubjetiva y
también incluyen divergencias metodológicas. fncluso, en los las estructuras de significado a las exigencias de tiempo y espa-
mejores ejemplos de estos planteamientos, la interpretación se cio. La teoría neo-institucional üerte su interés sobre la estrate'
considera como algo que ocurre na espaldas de los actores) gia, la reflexiüdad y la adaptación al servicio del control orgnni-
que, en lo sucesivo, se definen como sujetos que emplean el sig- Iacional, promocionando una perspectiva instrumental de la lc-

132 133
gitimación simbólica que da la impresión de tematizar el rnito y
como Lln recurso, no como un obstáculo, tal y como encontra-
el ritual al tiempo que les vacía de cualquier forma semántica_ mos el texto social. Al examinar los acontecimientos contempo-
mente inducida.
ráneos, sentimos la pasión desmedida y el ardor de la acción
Con la posible excepción de ciertas corrientes del trabajo del
humana que, a menudo, también se malogran en el rigor hela-
interaccionismo simbólico (e.g., Intemados de Ervinf Goffrnan),
dor de los controles científicos. Por esto es importante destacar
las aproximaciones micro-sociológicas han acentuado, por su que los rituales, la contaminación y la purificación sólo pueden
parte, la cognición por sobre la moralidad y el sentimiento y
entenderse si los profundos afectos que hacen tan conüncentes
han desatendido, como resultado, el significádo. La moral y el
estas categorías primordiales son abiertamente reconocidas por
compromiso emocional se excluyen, por parte del analista, en
el intérprete. Sólo manteniendo el compromiso con el mundo
favor del principio de la podemos tener acceso a las emociones y a las metafísicas que
"indiferencia metodológicaD, una refor-
mulación escéptica americana del concepto formalístico de epo- alteran la acción social: y sólo podemos interpretarlas satisfac-
che auspiciado por Edmund Husserl. Fiente al carácter daio- toriamente desde un punto de üsta hermenéutico.
por-supuesto que tiene la realidad para el actor, Husserl soste-
Planteamos un acercamiento que puede denominarse nher-
nía que, para describir los actuales procedimientos de la cogni_ menéutica reflexivar. A partir del legado de los románticos del
ción intuitiva, el analista debe abstraerse de la intuición glJbal siglo xvnr y xrx como Wordswoth y Goethe y de hermeneutas
a través del proceso de
"reducción fenomenológicar. orientados-hacia-el-significado como Dilthey, Heidegger y Ga-
Pero sobre la naturaleza de la realidad a la que la disposi_ damer, observamos nuestras reflexiones emocionales y morales
ción de los procedimientos intuitivos del actor cánfiere u.""ro como la base de una intersubjetiüdad establecida. Habida
-las estructuras morales, emocionales y cognitivas que dan a
la realidad una organización interna por sf misma_ Husserl y
cuenta que enfatizamos, no la objetivación, sino la comprcn-
sión, nuestra respuesta subjetiva aporta el sustento para una
sus discfpulos tienen poco que decir. Lo que tienden a apuntai
Bildungsprozess. Al mismo tiempo, debido a la naturalez.a des-
más bien, es que esa realidad emerge de los propios procedi_ centrada de la tradición teorética dentro de la que trabajamos y
mientos. Considérese, por ejemplo, los oanálisis de conversa_ pensamos, podemos acceder a nuestras emociones y dar salida
ción>, uno de los elementos vanguardistas de la micro-sociolo-
a la posibilidad de reflexiüdad moral y cognitiva. Toda vez que
gía contemporánea. El único programa de investigación reco_
trabajamos dentro de una tradición reflexiva, podemos poner
nocido de la etnometodologfa, el análisis de conversación (CA), distancia por medio respecto a nuestra propia experiencia y la
ofrecg un tipo de pragmatis giganticus, un método que, mien_ experiencia de los otros, incluso nos podemos abrir a sus emo-
tras ilumina poderosamente la técnica de ra interacción verbal, ciones y a las nuestras, y hacemos de la experiencia, en sl mis-
aporta poca claridad en lo que se refiere a lo que los interlocu_ ma, la base de nuestro viraje interpretativo.
tores quieren decir cuando hablan. rnfluidos por una lectura Nuestros estudios de la üda política pueden emplearse para
parcial de la ambigua intuición wittgeinsteniana *uso signifi_
= ejemplificar someramente este acercamiento. A partir de la
cadoo, estos estudios basados en la conversación dan
-.r"Jt ur, comprensión de los asombrosos virajes culturales que conllevó
con mucha frecuencia, de un positiüsmo de nula apertura de el final de la Guerra Fría (Alexander y Sherwood en prensa-b),
pensamiento que roza lo patológico en su distanciamiento de la
comenzamos a obtener cierto esclarecimiento comentando
pasión y la vehemencia que muestran los interlocutores en su
nuestras propias experiencias de euforia y esperanza. A través
vida real.
de conversaciones casuales y de nuestra propia exposición al
En contraste con esta üsión deshumanizada, nosotros reco- influjo de los mass-media globales, parecería obvio que quienes
nocemos, no sólo Ia existencia, sino la eficacia causal del senti- nos rodeaban habúan de compartir estos sentimientos
miento, la creencia y la emoción en la üda social. Como intér_ -no
sólo nosotros, sino muchos otros afectos al líder soüético Gor-
pretes, consideramos nuestras propias respuestas emocionales
bachov. Porprimera vezenmuchos años nos sentimos ansiosos

134 135
de leer artículos relativos a las diabólicas complejidades de la social fueron corregidas, no sólo por las preocupaciones teoréti'
política del Kremlin y, por primeravez, en la actualidad ntoma- cas (teorfa semiótica o nan'ativa, teorla de los mass-media, teo-
mos partido) en las luchas por el poder dentro del Politburo. rfa durkheimiana, etc.), sino por las comparaciones supervisadas
Eüdentemente, algo se ha transformado aquf; no sólo en la entre guerras, gmpos de opinión y también entre diferentes pe-
Unión Soüética, sino dentro de la conciencia nacional america- riodos del mismo acontecimiento. Los resultados mostraban que
na. Como sociólogos culturales, respondemos intentando com- las simbólicas sagradas y profanas, y su incorporación a las na-
prender estos sentimientos en el contexto de la teoría social y rrativas de acontecimientos heroicos, trágicos o apocalfpticos,
cultural. Comenzamos con la sociología religiosa de Durkheim habfan creado estas respuestas emocionales.
y la teoría del carisma de Weber. Sin embargo, como revelaban Los estudios sobre el Watergate y la tecnología informática
los datos relativos a la complejidad y a lo delicado del asunto, investigaciones iniciadas en este programa de investigación
avanzamos haciendo uso de la teoría de los códigos binarios de -las
y teorfa- comenzaron de modo similar' La implicación emocio-
la sociedad ciül y de la teoría desarrollada de la narrativa so- nal y moral en los procesos colectivos apuntaban a la cuestión de
cial. Descubrimos que nosotros, y buena parte de los america- las fuetzas modeladoras en funcionamiento. Si nos sentfamos a
nos, se habfan nenamorado, de Gorbachov debido a que se nosotros mismos exaltados y purificados durante las conwtlsio-
ajustaba al arquetipo cultural y al imaginario simbólico del
"hé- nes que marcaron el Watergate (Alexander 1988b; cf', Alexander
roe americano> democrático (Sherwood 1993). y Sherwood t991y Alexander y Smith 1993), nos llenábamos de
Durante los perlodos de profundo conflicto internacional, es- ásombro cuando estos sentimientos fueron compartidos en el
pecialmente la guerra (Smith 1993, 1991; Alexander y Sher- exterior por grupos pequeños y aislados' Si nos sentfamos horro-
wood, en prensa-c), experimentamos emociones que se exten- rizados por el proyecto (La gueffa de las galaxias' de Reagan
dían desde la agitación üsceral tumultuosa y alborotada hasta la nos sorprendía por qué muchos americanos senfan exactamen-
inquietud y la desazón. También observábamos los cambios en te lo contrario. En cada caso, nos disponíamos a examinar en
el comportamiento, e.g., los que vimos la CNN bien entrada la nuesÍa experiencia inmediata si olos otros>, como aquéllos aje-
noche y nos ocupábamos de los acalorados argumentos de las nos a nuestro mundo intersubjetivo, evidenciaban reacciones si-
personas con las que nosotros, por otra parte, estábamos de milares o semejantes. Si este análisis confirmaba nuestras expe-
acuerdo. Siguiendo el flujo del mundo-de-la-üda reflexionába- riencias de convulsión moral, encontrábamos que los materiales
mos, sobre todo, como prueba palpable de lo que Durkheim de- mass-mediáticos que documentaban la realidad social de nues-
nominó .efervescencia colectiva>. Hicimos una breve y mesura- tras propias experiencias podrfan suministrar un recurso con-
da incursión en diferentes aspectos del combate, en el alcance de creto para la investigación del código supra-indiüdual y de los
la guerra, en los esfuerzos por la legitimación y en el desacuerdo *urao, narrativos que autorizaban estas representaciones colec-
con lo que aprobábamos y con aquello que desaprobábamos. tivas en lo sucesivo. El mundo interior de la emoción y el signifi-
¿Por qué, nos preguntábamos, veneramos, odiamos o admira- cado, el sí-mismo clarificado a través de la teoría social, nos
mos a George Bush, Margaret Thatcher o Saddam Hussein, sen- anunció dónde comenzar a investigar con el objeto de üsualizar
timos piedad por las víctimas del bombardeo del búnker Amiri- la imaginación social en curso. A través de esta mediación entre
ya, el hundimiento del Gerrcral Belgrano o las masacres del Kur- lo personal y lo impersonal, podríamos construir los parámetros
distán, o nos sentimos horrorizados por el poder de las armas invisibles del ideal visible y claro'
modernas? Pronto pareció constatarse que exisfan continuida- nNi una sola palabra de todo lo que he dicho o intentado
des y parámetros que relacionaban esos sentimientos con los advertir ha surgidb del conocimiento ajeno, fifo y objetivo; late
símbolos que estaban siendo empleados paftr comprender los dentro de mí, se constituye a mi través.' En el más puro estilo
acontecimientos por los mass-media y por los amigos y vecinos y del novelista adscrito a la tradición gerrnana, Thomas Mann fue
por nosotros mismos. Las interpretaciones posteriores del texto capaz de hacer de esta afirmación una legftima manifestación

136 137
metodológica. Como sociólogos no podemos. Nuestros compro- Por ello, afirmamos que la moneda de la buena sociologfa
misos cienfficos requieren que nos apeemos del mundo de la -al
menos, de la buena sociologÍa cultural-, debe llevar sobre sf la
vida antes de ponernos a escribir. Es necesario comparar los efigie de un método que protege el sentido y la sensibilidad.
datos con Ia teoría, someter a prueba las hipótesis y considerar
la eüdencia de un modo palpable.
Con todo, afirmaríamos, de igual modo, que es un error ne- Bibliografia
gar la realidad de nuestras propias experiencias interiores de
significado, emoción y moralidad al hacer valer la imaginación Ar-exANDrn, J.C. (1988a), Durkfuimian Sociologt: Cukural S/¿rdl'es, NIy:
social a través de la cual el mundo se remistifica. Empleamos la Cambridge.
palabra (negar) deliberadamente porque ¿de qué otra manera, (1988b), Action and its Environments, NY: Cambridge.
sino a través de esa negación, pueden los sociólogos compro- - (1990), uAnalytic Debates: On Understanding the Relative Autonomy
meterse con el proyecto objetiüsta y continuar existiendo como
- of Culture,, en Culture and Society, ed. por J.C. Alexander y S. Seid-
seres espirituales y juiciosos? Seguramente no ocurre que los man, NY: Cambridge.
osociólogos culturales" más objetiüstas se sienten a sl mismos (1993), oThe Return of Ciül Society, , Confemporary Sxiobg (otoRo).
- y S.J. Snrnwooo (en prensa-a), nBush, Hussein and the Cultural Pre-
impulsados, quiérase o no, sólo por fuerzas materiales, sean las - paration for Waro, en The Discourse of Civil Society in War and Pea-
víctimas mudas de una teologfa dominante, o los ejecutores de
ce, editadopor J.C. Alexander et al., Londres: Basil Blackwell.
acciones únicamente egoístas y estratégicas. fntegrar la üda de y S.J. Snenwoop (en prensa-b), oThe Making, Unmaking and Resu-
esta forma supondría participar de experiencias vaciadas de sig- - rrection of an American Hero: Gorbachev and thc Discourse of thc
nificado y apuntaría a una invitación al suicido. Concluimos, Goodo, en Alexander¿t aL op. cit.
por ello, que los sociólogos objetiüstas también üven, aman y y S.J. SHenwoon (1991), nAmerican Drcanr at a Turning Point,, /¡r.r
experimentan el fervor dimanado de los sÍmbolos saturados de - Angeles Times, 15 (septiembre).
pasión, emociones y relaciones entretejidas en el mundo social. y P. S¡unH (1993), nThe Discourse of Civil Socicty: A Ncw I'r'o¡rsnl
Esta conclusión convierte a la cuestión en más conüncente.
- for Cultural Studieso, Theory and Society , 22i I 5 l-207.
CarHour.t, C. (ed.) (1993), From Persons to Nations: The Sacial Conslitu-
¿Por qué estos analistas imponen formas objetiüstas y degrada-
tíon of ldentities, Londres: Basil Blackwell.
das de explicación de los otros? Pueden privilegiar este doble
DAvAN, D. y E. Kerz (1988), <Artictrlating Consensus: The Ritual ancl
estándar únicamente porque niegan el valor de la experiencia
Rhetoric of Media Events), en Alexander 198M, op. cít.
personal como un recllrso metodológico. Esta negación resulta DunrHrru, E. (19ó5), The Elementary Forms of the Religious Life, Glen-
de un encuadre ilegítimo del círculo hermenéutico, una ruptura coe, IL: Free Press.
que permite la objetivación del significado en el marco de las FoucAULr, M. (19ó9), The Archaeologt of l(nowledge and the Discourse
categorías desapasionadas, encajonadas y formuladas de la onlnnguage, NY: Harper Colophon.
nciencia social>. Preferirlamos una Geisteswissenschaft, una Fny¡, N. (1957),Anatonq of Criticbm,NJ: Princeton.
ciencia del espíritu. GEERrz, C. (1973), The Interpretation of Cultures, NY: Basic Books.
Creemos en un desencaje del círculo hermenéutico. IJnica- GoFFMAN, E. (1961), Asyhtms: Essays on the Social Situation of Mental
mente sumergiendo el sí-mismo en las, a veces, fragantes, re- Patients andOther Inmates, NY: Doubleday & Co.
pulsivas por momentos, pero siempre febriles aguas del mundo- Grusworo, W. (1992), nThe Sociolory of Culture: Four Good Arguments
(and One Bad One),, Acta Socíobgica,35:323-328.
de-la-üda y estudiando los reflejos en los claros remansos del
KeNe, A. (1991), .Cultural Analysis in Historical Sociolory: The Analytic
alma, puede llevarse a efecto una auténtica sociologfa cultural: and Concrete Forms of the Autonomy of Cultureo, Sociological
tomando el significado como lbns et origo de la comunión hu- Theory,9:53-69.
mana y la üda social. De esta suerte, siempre debemos ser obje- Raneo, E. y E. CtuN (1990), oText, Structulre and Action in Cultural
to, en palabras de T.S. Eliot, de un <encantamiento arriesgadoo. Sociologru, Theory and Society, 19 635-48.

138 139
RIcoEUR, P. (I984l88), Time and Nanative, 3 vol., IL: U. Chicago.
SHERwooD, S.J. (1993), oNarrating the Social: Post-modernism and the
CIUDADANO Y ENEMIGO COMO
Drama of Democracyo (en prrensa), en <Dramatizing Facts: The Na- CLASIFICACIÓN SIMBÓLICA:
rratives of Joumalismo, ed. por T. Liebes, edición especial del Jour- SOBRE EL DISCURSO POLARIZADOR
nal Nanatives and Life Stories. DE LA SOCIEDAD CML
Snrrrn, P. (1991), and Conflict: Towa¡ds a Theory of War as
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Zeuzsr., V. (1985), Pricing the Priceless Chíld,ñY: Basic Books.

Los sociólogos han escrito mucho sobre las fuerzas sociales


que originan el conflicto y la sociedad polanzada, sobre los inte-
reses y las estructuras de los grupos políticos, religiosos y de
tl, género. Pero han hablado bastante poco sobre la construcción,
destrucción y deconstrucción de la propia solidaridad ciüI. Por
lo general, mantienen un mutismo absoluto en lo que se refiere a
la esfera del sentimiento de compañerismo qLre conforrna la so-
ciedad dentro de la sociedad y a los procesos que la fragmentan.l
Desearla acercarme a esta esfera del sentimiento de compa-
ñerismo desde el concepto de nsociedad ciüI". La sociedad ciül
ha sido un tópico generador de una enorrne discusión y disputa
a lo largo de la historia del pensamiento social. Marx y la teoría
crítica han empleado el concepto para confirmar la desapari-
ción de la comunidad, para levantar acta del mLlndo de los indi-
üduos egoístas y auto-regulados surgido al calor de la produc-
ción capitalista. Apoyo mi comprensión del término en una tra-
dición diferente, en la línea del pensamiento democrático y libe-

1. La concepción de este escrito se ha apoyado en un trabajo ya iniciado sobre la


democracia, la sociedad civil y el discurso. Algunas partes han aparecido primeramen-
te en italiano (Aiexander 1990b).
Para una discusión geneml relativa a la pobreza de los recientes tratamientos cien-
tíficos sociales sobre la política y la democracia, ver, especialmente, Alexander (1990¿),
desde una perspectiva que enfatiza la importancia de la sociedad civil.

140
F
I
ral, que se extiende desde el siglo xvl hasta principios del xx, der y la identidad por medio de organizaciones voluntarlas
(<dignatariosD o (empleados prlblicosr) y moümientos sociales
una época de teorización sobre la democracia que quedó su-
I
plantada por el capitalismo industrial y el compromiso con (la (nmóümientos intelectuales" fEyerman y Jamison 1991]).
cuestión social" (cf. Keane 1988a,1988b; y Cohen 1982). Pero la sociedad civil no es únicamente un espacio institucio-
Definiré sociedad civil como una esfera o subsistema de la nal. También remite a un ámbito de la conciencia estructurada y
sociedad que está analftica y, en diferentes grados, empírica- socialmente establecida, a una red de comprensiones que opera
mente separada de las esferas de Ia üda polltica, económica y por debajo y por encima de instituciones explícitas e intereses
religiosa. La sociedad ciül es una esfera de solidaridad en la auto-conscientes de las élites. Para estudiar esta dimensión sub-
.ietiva de la sociedad ciül hay que reconocer y ocuparse de
que el universalismo abstracto y las versiones particularistas los
de la comunidad se encuentran tensionalmente entrelazados. códigos simbólicos distintivos que son extremadamente impor-
Es un concepto normativo y real. Permite que la relación entre tantes en la constitución del sentido de la sociedad para aquéllos
los derechos indiüduales universales y las delimitaciones parti- que están dentro de él y al margen de é1. Estos códigos son so'
cularistas de esos derechos pueda estudiarse empíricamente, ciológicamente importantes, es más, añadiría que el estudio del
como las condiciones que determinan el estatus de la propia conflicto sociaVseccionaVsubsistémico debe complementarse
sociedad civil. con una referencia a esta esfera ciül simbólica.
lI
La sociedad ciül depende de los recursos, o inputs, de estas Los códigos proporcionan las categorfas estructuradas de 1o
\

otras esferas, de la üda polftica, de las instituciones económicas, puro e impuro dentro de las cuales se dispone todo miembro o,
l.f
de la amplia discusión cultural, de la organizaciín territorial y miembro potencial, de la sociedad ciüI. En términos de la pure-
de la primordialidad. En un sentido causal, la sociedad ciül de- za e impureza simbólicas se define la centralidad, se hace signi-
,,
t*'. pende de otras esferas, pero sólo por lo que Parsons denominó ficativo el estatus demográfico marginal, y la posición superior
se entiende como merecida o ilegftima. La contaminación es
,

llrl una <lógica combinatoriar. La sociedad ciül los grupos, in-


I

/ diüduos y actores que representan sus intereses -y en estos térmi- una amenaza para un sistema localizado; sus recLlrsos deben o,
tc/t$
nos de sistema- combina estos inputs de acuerdo con la lógica mantenerse bajo control, o transfonnarse en el curso de accio-
y las demandas de su situación particular. Esto supone mante- nes comunicativas, como rituales o movimientos sociales, en
ner que la esfera de la solidaridad que llamarños sociedad ciül una forma pura.
tiene relativa autonomfa y puede estudiarse en su propia reali- A pesar de su enorme impacto sobre el comportamiento, las
dad (cf. Durkheim [1893] 1933; Parsons 1967,1977). categorías puro e impuro no se desarrollan, exclusivamente,
Frente el nuevo utilitarismo (e.g. Coleman 1990; cf. Alexan- como generalizaciones o inducciones a partir de la posición es-
der, en prensa) y la teorla crítica (Habermas 1988) me gustarÍa tructural o conducta indiüdual. Se tratan de imputaciones que
defender la idea de que existe, por ello, una sociedad que pue- son inducciones, vía analogla y rnetáfora, desde la lógica interna
de definirse en términos morales. Las condiciones de esta co- del código simbólico. Por esta tazón, la estructura interna del
munidad moral se articulan con (no determinan a) organizacio- código civil debe convertirse en objeto de estudio en sí mismo'
nes y el ejercicio del poder a través de instituciones como cons- Del mismo modo en que no existe religión desarrollada clue no
tituciones y códigos legales, por una parte, y "el cargor, por la diüda el mundo entre lo venerable y lo detestable, tampoco exis-
otra. La sociedad ciül tiene sus propias organizaciones: los tri- te un discurso civil que no conceptualice el mundo entre aqué-
bunales, instituciones de comunicación de masas y la opinión llos que son merecedores de inclusión y aquéllos que no lo son'2
pública son los ejemplos más significativos. La sociedad ciül
está constituida por su propia estructura específica de élites, no
2. En este sentido (cf. Barthes 1977) hay una (estructur¿D y una (narTativaD inhe-
sólo por oligarquías funcionales que controlan los sistemas le- rentes al discuno de la sociedad civil. La primera, el discurso binario que describe a
gales y de comunicación, sino por aquéllos que ejercitan el po- quienes se encuentran dentm y a quienes se encuentran fuera, debería teorizarse en

142 143
Los miembros de las comunidades nacionales creerr l¿rxatlva. Crrur¡rlo lc¡s ciudadanos üerten juicios sobre quién deberla ser
mente que (el mundor, en el que se incluye su propia nación, sc incluidt-¡ en la sociedad civil y quién no, sobre quién es amigo y
completa con aquéllos que ni son merecedores de libertad ni do quién en enemigo, cuentan con el apoyo de un código simbólico
apoyo comunal ni son capaces de apoyarles (en parte porque sistemático y enonnemente elaborado. Esta estructura simbóli-
son egoístas inmorales). Los miembros de las comunidades na. ca ya estaba claramente presupuesta en el primer pensamiento
cionales no quieren .salvar, a semejantes individuos. No desean I'ilosófico sobre las sociedades democráticas que brotó en la üeja
incluirles, protegerles u ofrecerles derechos ya que les conciben Grecia. Desde el Renacimiento impregnó el pensamiento y el
como seres indignos y amorales, como, en cierto sentido, <no-ci- quehacer populares, incluso cuando su centralidad en el pensa-
vilizados".3 miento filosófico ha perdurado ininterrumpidamente. La estruc-
Esta distinción no es nreab. Los actores no son intrínsica. tura simbólica adquiere formas singulares en naciones diferen-
mente ni respetables ni morales: están determinados a ser asf al tes, y es el residuo histórico de diversos movimientos en la vida
ubicarse en ciertas posiciones en el entramado de la cultura civil. social, intelectual y religiosa ideas clásicas, Republicanis-
mo, Protestantismo, Ilustración -de
y pensamiento liberal, de las tra-
los términos del legado de la tradición durkehimiana. Tal y como he mantenido en diciones revolucionarias y de las tradiciones del derecho civil.
otra parte (Alexander 1982, 1988a), la ambición de Durkheim consisfa en crear una Las complicidades culturales de estos moümientos heterogé-
teoría de la <sociología religiosa), no tanto una teoría social de la religión, y su mayor neos entre si sin embargo, se visualizan en un sistema simbólico
contribución, sobre este particular, fue su conceptualización de lo sagrado y lo profa-
no como los elementos primitivos de la clasificación social. El elemento narrativo del extensamente generalizado que distancia la vinud cfüca del ü-
discu¡so contemporáneo puede extraerse de las investigaciones históricas de Weber en cio cíüco de una manera extraordjnarialnente estable y consis-
lo que Eisenstadt (1986) ha llamado las religiones de la época axial. La principal intui- tente. Esta es la razón por la que, a pesar de l¿rs diferentes rafces
ción de Weber, a este respecto, fue la de que estas religiones intrcdujeron una tensión
fatal entre este mundo y el próximo que sólo podrfa resolverse por medio de la salva- históricas y de las variaciones en las elaboraciones nacionalcs, cl
ción y que, además, el centro de interés sobre la escatología y la teodicea dominaron la lenguaje que configura el núcleo cultural de la socicclacl civil
conciencia religiosa de la época, Es algo relativamente simple ver cómo las categorlas puede aislarse como una estructura general y estudianie como
estructurales de Durkheim suministran los puntos de referencia para el trayecto de la
salvación que describe Weber. (Para la importancia en las religiones históricas. del una forrna simbólica relativamente autónoma.4
imaginario de lo malvado, ver Russell [1998].)
El desafío nuclear para el desarrollo de una aproximación simbólica a la política es
el de traducir la comprensión y la relevancia de este trabajo sociológico clásico sob¡e 4. Este extenso argumento, por ello, no puede mantenerse en este escrito. El frro
la centralidad de la religión en la sociedad tradicional en un marco que sea relevante de atención dirigido hacia las tendencias particulares de la cultura que actualmento
para las sociedades seculares contemporáneas. Esto significa transgredir el énfasis han causado o potenciado las especlficas tradiciones democráticas y las estructuras dc
abiertamente cognitivo de los análisis semióticos y postestructuralistas --desde Léü- las naciones particulares ha generado un ámbito enorme de en¡dición a lo largo de
Strauss a Foucault- qtre sobredimensionan tfpicamente el (discllrco, de modo que lo este siglo, haciendo hincapié en especfficos movimientos religiosos, sociales e intelec-
aleja de las cuestioires éticas y morales y también de la afectividad. Este alejamiento es tuales, pensadores influyentes y grandes lib¡os. En la historiograffa polftiaa norteame-
un problema que se desata con el reciente <giro lingiiísticor en la historia que, en ricana, e.g., se puede traer a colación el debate entre aquéllos que destacan a Locke,
muchos otros aspectos, es ütal y de sllma importancia. como Lovis Hart, aquéllos que destacan al Puritanismo, como Perry Miller, y aquéllos
3. El trabajo de Rogin (1987) es el úrnico esfuerzo del que yo tengo conocimiento que destacan al Republicanismo, como Bernard Bailyn y J.G.A. Pocock.
que pretende ligar este compromiso con la proyección de la indignidad en el centro del Cuando se repara en una peqlreña parte de este enorme ámbito historiográfico, el
proceso político. Describe su tmbajo como el estudio de ndemonología,. Desde mi peligro de examinar úrnicamente estudios causales particulares a expensas de cons-
perspectiva, son numerosos los problemas que se derivan de esta investigación seria. trucciones hermenéuticas más amplias pronto se hace manifesto. Parece evidente que
1) Como la concepción del motivo de Rogin es psicológica diferentes movimientos históricos contribuyeron a la emergencia de la práctica y el
-él considera la estructura
social-, no apofta un análisis independiente de los parámetros simbólicos. 2) Como discurso democráticos y que, por ello, cada Llno es responsable del énfasis, consftuc-
fija su atención exclusivamente en las prácticas manifiestas de dominación violenta ciones y metáforas que convierten en algo rinico a la configuración nacional e, incluso,
<n concreto, de los blancos americanos sobre los negros-, fracasa al ligar la demo- regional de la democracia. Al mismo tiempo, es también claro que hay una (estructu-
nología con la teoía o la práctica de la sociedad civil que puede y permite, tanto la rar aglutinante del discu¡so demoqático que es más general e inclusiva que una de
inclusión, como la exclusión de los grupos sociales. 3) Como Rogin estudia exclusiva- esas partes particulares. En un sentido, esta estructura precedió actualmente a los
mente a los gmpos oprimidos, confecciona su terrninologfa en los téminos de una moümientos inicialmente modernos y modemos ya que ya estaba constituida en sus
conducta aben"ante de los conservadores, por cuanto es común entre las fuerzas de grandes perfiles en la üeja Grecia. Más importante, esta estructura es más gencral
derechas y centralistas. porque su amplio alcance se sobr€entiende por los nsilenciosr, lo ono dicho,, dc cada

144 145
Los elementos básicos de esta estructura pueden entenderse El discurso binario se despliega sobre tres niveles: motivos,
semióticamente asentamientos de homologlas, que crean relaciones e instituciones. Los motivos de los actores pollticos
-son
semejanzas entre varios términos de descripción y prescripción son claramente conceptualizados (¿qué tipo de personas son?)
social, y de antipatías que establecen antagonismos entre estos desde el principio con las relaciones sociales e institucionales
términos y otros asentamientos de sfmbolos. Quienes se consi- que son capaces de soportar.ó
deran a sí mismos miembros legftimos de una comunidad Permítasenos discutir sobre los motivos. Código y contracG
(como muc\os indiüduos dan por supuesto) se definen a sí digo aportan unos planteamientos al respecto de la conducta
mismos a partir del polo positivo de este asentamiento simbóli- humana bajo formas diametralmente opuestas. Como la demo-
co; definen a aquéllos que no pertenecen a la comunidad desde cracia depende del auto-control y las iniciativas indiüduales, los
un punto de vista de la maldad. Es justo decir, por ello, que los indiüduos que la componen se catalogan como seres activos y
miembros de una comunidad (creen eno los polos positivos y autónomos más que como seres pasivos y dependientes. Se les
negativos, que emplean a ambos como referentes normativos observa como racionales y razonables más que como irraciona'
de las comunidades polfticas. Para los miembros de toda socie- les y excéntricos, como mesurados más que conulsos, como
dad democrática los asentamientos simbólicos positivos y nega-
tivos aparecen como descripciones realistas de la üda indivi- de socialización y al fracaso del control social, que focalizan su análisis, primeramen'
dual y social.s te, sobre las matrices de conflictos sociales más que cr,rlturales y fuena y confiere una
visión irealistamente utópica, o reformista, de las oportunidades pata la c¡eación de
una sociedad integrada y no-conflictual. Por supuesto, ha existido ttn nfime¡o consldc-
formulación positiva particular sobre la libertad y civilidad. Esta es la ventaja de la rable de estudiosos de la cultura que ha reconociclo las tcnslones intemns, pero Io han
aproximación dualista aqul recomendada. hecho describiendo estas divisiones conro conflicto soclnl ltlstó¡lcnrncnlo conllngo¡rlo
, 5, Es precisamente esta cualidad dualista o, en clave hegeliana, dialéctica, el rasgo y reflejo y, por ello, como asociadas sólo con slstonlns cttllrtlnles p$tllcttlttl!¡ lolnall'
tl de los sistemas simbólicos que han pasado por alto las discusiones sobre cultura en la dos a fases sucesivas de desanollo (e.g., el trnbqlo clc R¡vntond, Gtnn¡¡cl y Borrrtlleu),
i lltl
sociedad modema. Cuando se expresa como nvaloreso, <orientaciones, o nideologfaso, ó. La siguiente discusión sólo puede aparcccr crqrtorrrtltlcttntonlo. n!¡ulll€ un8 tt.
la cultum recibe un tmto unilateral y, a menudo, altamente idealizado. Un enfoque de ploración en curso sobre las estructulas elcnrcntnlcs c¡uc lrtfottnuu ln rtraleln cotnpleJtt
lil! I
este tenor, no sólo ha convertido a la cultu¡a en algo menos relevante para el estudio y confusa de signiffcado y motivos qlle constituycn ln buso clo ln vltl¡r clvlc¡r crtllttr¡rl,
del conflicto social, sino qtre también ha producido una comprensión atomista y, en Quiero destacarque, a pesarde su forma esquemítlco, cstor nroclolor ¡le o¡ltrtclttt¡¡
úrltima instancia, fragmentada de la ctrltura misma. En los escritos de Parsons, Bellah no se han deducido de cierta teorfa aglutinante de la ncclón, h¡ cttltu¡r¡ o In¡ ¡¡tlctln'
y Kluckhohn, por un lado, o Marx, Althusser y Gramsci, por otro, la cultura se identifi- des democráticas, Más bien, han sido inducidos a pa¡th'de ltr¡¡ litc¡llo¡ dlfotp¡tlo¡l
ca con los ideales normativos discretos relativos al derecho y al bien. Ciertamente, la l) revistas norteamericanas de dirulgación, periódicos y notlclns lclcvlrlv¡r¡ dtllnnts el
cultura polftica es normativa y evaluativa. Lo que se necesita reconocer, sin embargo, período 19ó0-80 (ver, e.g., Alexander 1989a)',2) un examen del dlscutrtl populnt, eonrtt
es el hecho de que esta cualidad no significa que es unilateral o idealizada, Por el recordaba en el material secundario y primario, durante los perloclos dtl crl¡l¡ ds le
contrario, como insisten estructuralistas desde Saussure a Banhes y Lévi-Strauss, la historia americana desde la Revolución Contlagate (Alexander y Snrlth, t992): y 3) t¡¡¡
cultura política dispone de una estructLrra binaria, una estructu¡a que considero nu- examen de algunos de los temas principales y estmcturas simbólicas dc ln fllo¡oll¡r
clear para el asentamiento de las categorfas de lo sagrado y lo profmo de la vida polltica occidental,
cfüca. De esta suerte, sólo en el interior de la atracción contradictoria de esta fuerzas Un aspecto imporlante que debe destacarce en este punto alude a los lfmltcs c¡¡ ltx
que se oponen recíprocamente emergen las dinámicas culturales del mundo político. que estos códigos dejan de obligar y comienzan los códigos que infotman oh'o tlpo (16
Desde la perspectiva aquí ofrecida, es precisamente esta cualidad dualista o (dialécti- sociedades (presumiblemente no civiles). Por ejemplo, muchas teodas y movinrlcnttls
ca, de los sistemas simbólicos la que han sobreseído generalmente las discusiones modemizadores pero no democráticos emplean freclrentemente el mismo esqucrna dc
sobre cultura en las sociedades modemas. oposiciones binarias al tiempo que hacen hincapié en un polo diferente. Las socieda'
Desde el enfoque que aquí se propone, todos los sistemas culturales implican una des fascistas y nazis y las dictaduras capitalistas y comunistas hacen uso de tipos
tirantez inherente, o tensión, ya que cada polo de la dualidad que es la cultura pmduce afines de códigos, mientms que difieren en lo que respecta a los planteamientos est¡a-
ello necesita-su antltesis moral, cognitiva y afectiva. Como su dinamismo inter- tégicos (Lefort 1988). Todo lo que estas sociedades tienen en común con sociedades
-por
no cae en el olüdo, el análisis ctrltural implica, a menudo, una apmximación estática a dernocráticas es cierto grado de lo que, inoportuamente, debe denominarse (moderni-
la sociedad, en contraste con el análisis social estructural, que fija su atención princi- dad,, un complejo socio-cultural que resalta la racionalidad y el auto-control, dos
palmente en los conflictos entre instituciones y grupos. Cuando aquéllos que constatan elementos de lo que describiré como el discurso de la libertad. Las dictaduras comu'
la importancia de la cultura üer-ten su atención sobre las dinámicas, lo hacen normal- nistas y fascistas combinan estos elementos con un énfasis colectivista o corporativista
mente analizando la tensión entre los parámetros culturales intemamente integrados y que lesiona el legado individualista del código de la sociedad ciül; ambos, en sus
una sociedad que fracasa a la hora de pmporcionar los recursos necesarios para hacer- énfasis revoltrcionarios, promueven también una aproximación ütalista e irracionnl ¡t
los efectivos (institucionalizar). Esto conduce a las discnsiones relativas a los fracasos la acción.

146 t47
controlados más que como vehementes, como sensatos y realis- 'l'Anr.A 2. ltt eslructura discursiva de las relnciones sociales
tas sin tendencias a la fantasía y al desvarlo. El discurso demo-
crático, por tanto, plantea las siguientes cualidades como axio- Código demouático C ódigo c ontrademocrdtico
máticas: actiüsmo, autonomía, racionalidad, sensatez, mesura, Abierto Cerrado
control, realismo y cordura. La naturaleza del contra-código, el Confiado Suspicaz
discurso que justifica la restricción de la sociedad civil, ya ha Crítico Condescendiente
quedado insinuada. Si los actores son pasivos y dependientes, Noble Auto-interesado
irracionales y excéntricos, volubles, apasionados, irrealistas o Consciencia Codicia
insensatos, no pueden acceder a la libertad que ofrece la demo- Veracidad Falsedad
Franqueza Cálculo
cracia. Por el contrario, estos individuos sufren en sus carnes la
Ponderación Conspiración
represión, no sólo por motivo de la sociedad ciü1, sino por su Amigo Enemigo
propia realidad también. (Estas características se esquematizan
en la tabla l.)
A partir de estos códigos antitéticos relativos a los motivos Si los actores son irracionales, dependientes, pasivos e irrea-
humanos pueden edificarse representaciones distintivas de las listas, por un lado, las relaciones sociales que ellos forman se
relaciones sociales. Las personas motivadas democráticamente caracferízarán por la segunda fila de estas dicotomías ineludi-
que son activas, autónomas, racionales, sensatas, bles. Más que relaciones abiertas y de confianza, formarán so-
-personas
mesuradas y realistas- estaÉn en condiciones de construir re- ciedades cerradas que se establecen sobre la sospecha de otros
laciones sociales abiertas más que relaciones sociales cerradas; seres humanos. Estas sociedades secretas serán condescendien-
serán conliadas más que recelosas, francas más que calculadcj- tes respecto a la autoridad, pero respecto a lo externo su gn¡po
ras, comprometidas con la verdad más que con la falsedad. Sus reducido se comportará de forma codiciosa y auto-interesada.
decisiones se asentarán sobre una deliberación abierta más que Serán conspiradores y falsos con los otros y calculadores en su
sobre la conspiración y su actitud para con la autoridad será comportamiento, considerarán a los foráneos como enemigos.
crftica más que respetuosa. En su conducta referida a miembros Si el polo positivo de este segundo esquema discursivo describe
de otra comunidad se mostrarán comproinetidas desde la cons- a las cualidades simbólicas como algo necesario para sustentar
ciencia y el honor más que desde la codicia y el auto-interés y la sociedad ciüI, el polo negativo hace referencia a la estructura
tratarán a strs prójimos más como amigos que como enemigos. solidaria en la que el respeto mutuo y la integración social ex-
pansiva han quebrado (véase tabla2).
Dada la estructura discursiva de los motivos y las relaciones
TABLA 1. La estructura discursiva de los motivos sociales cíücas, no debería sorprender que esta serie de homologfas y
antipatías se extienda hasta la comprensión social de las pro-
Código democrdtico C ódigo c ontrademoc nitic o pias instituciones políticas y legales. Si los miembros de una
Activismo Pasividad comunidad nacional son irracionales en cuanto a los motivos y
Autonomía Dependencia desconfiados en las relaciones sociales, edificarán, naturalmen-
Racionalidad Irracionalidad te, instituciones que son arbitrarias más que reguladas por nor-
Sensatez Imprudencia
mas, que subrayan más el poder bruto que la ley y la jerarquía
Mesura Desmesura
Auto-control Excentricidad más que la igualdad, que son más excluyentes que integradores
Realismo Irrealismo y fomentan la lealtad personal por encima de la obligación im-
Cordura Desvarío personal y contractual, que se encuentran reguladas por perso-
nalidades más que por obligaciones dimanadas de las normas,

148 149
y que estin organizadas por facciones más que por grupos que rnedi¿r l¿r verdad y los acontecimientos mundanos. Lo oficial es
se hacen responsables de la necesidad de la comunidad como un mecanismo institucional que media entre la ley y la acción.
un todo (véase tabla 3). lls una llamada, una vocación a la que se adhieren las personas
Estos tres marcos de estructuras discursivas están ligadas ¿r causa de su confianza y raz6n Aquellos que tienen conoci-
entre sí. Por ello, todo elemento perteneciente a uno de los mar- miento de lo verdadero, no delegan en las autoridades, ni rin-
cos puede estar ligado, a través de relaciones analógicas clen lealtad a personas concretas. Obedecen a su conciencia
-rela-
ciones homólogas de semejanza-, a un elemento perteneciente rnás que a intereses vulgares; hablan de manera nítida más que
a otro marco del mismo polo. regulación por norrnasD, por encubrir sus ideas; son abiertos, idealistas y amigables respecto
"La
ejemplo, un elemento clave en la comprensión simbólica de a slls seres humanos próximos.
las instituciones democráticas sociales, se considera homóloga
o mutuamente reforzada en un sentido cultural-a
-sinónima
<<veraz>> y <abierto>, términos que definen las relaciones
socia- TeeLA 3. La estructura dis cursiva de kts instit u ciones soci ales
les, y a (sensato) y <autónomoD, elementos del marco simbóli-
co que estipula motivos dernocráticos. De igual modo, todo ele- Código democrdtico C ódigo c ontrademocrático
li' mento de marco asentado sobre una de los polos se toma como
Regulación norrnativa Arbitrariedad
I antitético a cualquier elemento de un marco asentado sobre el I'ey Poder
I
otro polo. De acuerdo con las norrnas de esta amplia formación Igualdad Jerarquía
cultural, por ejemplo, la jerarquía se piensa como contraria a Inclusión Exclusión
nlo crfticoo y a nlo abierto, y también al <actiüsmo> y al <auto- Impersonalidad Personalidad
control>. Contractual Lealtad adscriptiva
Cuando se presentan en sus formas simples binarias, estos Grupos sociales Facciones
lr! I lr
Oficialidad Personalidad
códigos culturales aparecen de forma únicamente esquemática.
De hecho, revelan, sin embargo, el esqueleto de las Átructuras
sobre las que comunidades sociales construyen los relatos fami-
La estmctura y la narrativa de la ürtud política constituyen
liares, las ricas formas narrativas que orientan su üda política
el discurso de la libertad. Este discurso toma clrerpo en docu-
ordinaria dada por supuesta.T El polo positivo de estos
-u."o,
estructurados suministra los elementos favorecedores del relato
mentos fundacionales de las sociedades democráticas. En Amé-
rica, por ejemplo, la Declaración de los Derechos postula nel
alentador e inspirador de un orden social democrático, libre y
derecho de las personas a la seguridad frente a los registros
espontáneamente integrado, una sociedad ciül en un sentido
improcedenteso y la garantía de que <ninguna persona será pri-
tÍpico-ideal. Las personas son racionales, pueden procesar la
vada de libertad sin el oportuno proceso legal". De esta suerle,
información de manera inteligente e independiente, detectan la
quedan ligados los derechos ala razón y la libertad a la ley. El
verdad cuando topan con ella, no necesitan lÍderes enérgicos,
discurso también se encarna en los grandes y pequeños relatos
pueden dedicarse a la crítica y coordinan fácilmente su propia
que las naciones democráticas realizan de sí mismas, por ejem-
sociedad. La ley no es un mecanismo externo que constriñe a
plo, en el relato americano sobre George Washington y el cere-
las personas sino una experiencia de su racionalidad innata que
zo, que subraya la honestidad y la virtud, o en las narraciones
inglesas sobre la batalla de Bretaña, que pone de rnanifiesto el
7. Para of¡ecer una comprensión de la naturaleza discursiva de la vida cotidiana, coraje, la autosuficiencia y la cooperación de los británicos en
-
el análisis semiótico estructurado debe ¡etroceder hasta el análisis narrativo. La narra-
tiva t¡ansforma las dualidades estáticas de la estructura en modelos que pueden consi- comparación con las fuerzas infames de la Alemania hitleriana.
derar el ordenamiento cronológico de la experencia üvida que siempre ha sido un Toda forma institucional o narrativa admite que el discr.rrso
elemento esencial en la historia humana (ver Ricoeur l ggg y E;trikin 1t90).
de la libertad se localiza en la capacidad de voluntarismo. La

150
151
acción es voluntaria si es anhelada por los actores ¡acionales cllcrrlo que por ln concie¡lci¿r, se encuentran sin la dignidad que
que controlan totalmente el cuerpo y la mente. Si la acción no es clc capital importnncin cn los asuntos democráticos. Como
es voluntaria se la considera carente de valor alguno. Si las le- rr¡¡ tienen dignidad, no disponen de la capacidad para regular
yes no facilitan la realizaciín de la acción libremente persegui- srrs propios problemas. El motivo de esta situación seía el de
da son discriminatorias. Si las confesiones de culpabilidad se (luc estos indiüduos se supeditan, por sí misrnos, a la autoridad
vierten desde la constricción más que desde la libertad, están it.r'árquica. Estas cualidades anticiüles hacen necesario recha-
contaminadas.8 Si un grupo social se constituye bajo el discurso zlr que tales indiüduos accedan a los derechos y a la protec-
de la libertad, deben darse derechos sociales porque los miem- t'ión de la ley.e Por ello, como carecen de la capacidad de com-
bros de este grupo se conciben como poseedores de la capaci- portamiento voluntario y responsable, estos miembros margi-
dad de acción voluntaria. Los debates políticos sobre el estatus nales de la comunidad nacional que son bastante
de los grupos de clase baja, minoúas raciales y étnicas, mujeres, -aquéllos
rlesafortunados por forjarse bajo el código conlrademocrático-
niños, crir¡inales y disminuidos pslquicos, emocionales y físi- cleben, en última instancia, ser reprimidos. No pueden regular-
cos han conllevado siempre pugnas discursivas sobre sí el dis- sc por ley, ni aceptarán la disciplina del cargo. Sus lealtades
curso de la libertad puede extenderse y llevarse a efecto. En la pueden ser sólo familiares y particularistas. Los límites institu-
medida en que los documentos fundacionales constitutivos de cionales y legales de la sociedad ciüI, segln la creencia genera-
las sociedades democráticas son universalistas, estipulan implÍ- lizada, no pueden ofrecer ningun muro de contención a su codi-
citamente que el discurso puede y debe desplegarse. cia de poder personal.
Los elementos del polo negativo de estos emplazamientos El polo positivo de esta formación aparece a los ojos de los
simbólicos también se encuentran profundamente entrelaza- miembros de las comunidades democráticas como un sustrato,
dos. Suministran los contenidos para una plétora de relatos da- no sólo de lo puro, también de purificación. El discurso de la
dos-por-supuestos que impregnan la comprensión democrática libertad se toma para transmitir nlo mejor) a la comunidad ci-
de los polos negativos y repugnantes de la vida comunitaria. vil, y sus principios se consideran sagrados. Los objetos que el
Tomadas en su conjunto, las estructuras y narrativas negativas discurso crea parecen poseer un poder temible que les sitúa en
conforman el ndiscurso de la represiónr. Si los indiüduos no el (centro) de la sociedad, un emplazamiento ocasiones
tienen capacidad de razonar, si no pueden procesar informa- geográfico, a menudo estratificacional, siempre -ensimbólico-
ción racionalmente y no pueden hablar de forma verosímil que conmina a su defensa a toda costa. El polo negativo de esta
sobre lo falso, serán, entonces, leales a los líderes por razo- formación simbólica se considera como profano. Al representar
nes puramente personales y, por lo mismo, serán fácilmente
"lo peoro en la comunidad nacional, encarna lo
nperversor. Los
manipulables por ellos. Ya que esos individuos actúan más por

9. En la discusión sobre este prcceso, Aristóteles (1962,109) combinaba distintas


referencias de diferentes niveles del discurso ciül: *El nombre del ciudadano es particu-
8. Hasta el siglo XX, la confesión era, segúrn parece, un fenómeno de cllño estricta- lamente aplicable a quienes participan en oficios y honores de estado. Homero, de
rnente occidental, que bnctó al unlsono con el gradual reconocimiento social de la acuerdo con esto, habla en ln lliada de un ser humano lratado (como un hombre
centralidad de los derechos individtrales y del auto-control en la organización de las extraño, privado de honoru, y es verdad que aquéllos que no participan en los oficios y
sociedades políticas y religiosas. Al menos desde la Edad Media, los castigos crimina- honores del estado se conciben sólo como residentes extraños. Negar a los hombres una
les no se consideraban del todo exitosos hasta que el acusado confesaba sus crímenes contribución (pudiera, a veces, justificarse; perc) si se hace como prctexto; su único
ya qlre esta confesión evidenciaba que se había alcanzado la racionalidad y se habÍa objeto es el de rebajarlo ante los otrosr. El tmductor de Aristóteles, Erlest Bakes, alude,
asumido la responsabilidad individual. El discurso de la sociedad civil, por tanto, se en una nota a pie de página, a esta discusión con un comentario que ilustra la noma de
encuentra profundamente ligado a la confesión pírblica de los crímenes contra la co- la homologla que estoy apuntando aquí, de acuerdo a la cual conceptos como honor',
lectividad misma. Esto se pone de manifiesto por el gran esftierzo que se dedicaba a citrdadanía y cargo son efectivamente intercambiables: "La palabra gnega tinv, que
las confesiones ftaudulentas en esas situaciones donde las fuerzas coercitivas habían aqul se ha empleado, supone, como ellatínhonos, tanto "cargo) y (honorr. El pasaje en
quebrantado la civilidad, como en ejemplos de brutalidad política en sociedades de- La llíada remite al honor en el sentido úrltimo: Aristóteles emplea el mismo en el primer
mocráticas y en las dictaduras (ver Hepworth y Tumer 1982). sentido; pero es natural el desplazamiento de uno al otro,.

152 153
objetos que él identifica amenazan el núcleo de la comunidad ilún, cuando son consclelltcs de qlle están luchando en favor
desde cierta ubicación externa. Desde esta posición marginal, cstas clasificaciones tln btlen núlmero de actores sociales no re-
presentan un poderoso sustrato de contaminación.|O Delimitar conocen que ellos son qtlienes las están creando' Tal conoci-
estos objetos contaminados estructuras y procesos miento contribuhla a ¡'elatiüzar la realidad, creando una incer-
constittridos por este discurso-actores,
represivo- es peligroso. No sólo tidumbre que socavarfa, no sólo el núcleo cultural, sino tam-
puede mancillar la reputación de alguien y poner en peligro su bién los lfmites institucionales y la solidaridad de la propia so-
estatus, sino que, a su vez, la segr,rridad puede estar amenazada. ciedad ciüI. Los acontecimientos y actores sociales parecen
Actuar conforme a sí mismo, o disponer de un moümiento pro- (ser) estas cualidades, no estar etiquetados por ellas.
pio causa, en términos de estos objetos, angustia, repugnancia e En otras palabras, el discurso de la sociedad ciül es concre-
inquietud. Este código supone poner bajo amerraza el nrlcleo de to, no abstracto. Su elaboración consiste en constructos narrati-
la propia sociedad ciüI. vos que se toman para describir con toda fidelidad, no sólo el
Las figuras y eventos públicos deben categorizarse en los presánte, sino también el pasado. Toda nación se erige sobre un
términos de un polo u otro de esta formación discursiva, aun- rnito de origen; este discurso se apoya en un relato de los acon-
que, cuando la política funciona de forma rutinaria, tales clasi- tecimientos históricos implicados en sus procesos iniciales de
ficaciones ni son explícitas ni se encuentran sujetas al omnipre- formación.l3 Como sus compatriotas ingleses, los primeros
sente debate público.ll Inclusive en períodos rutinarios su espe- americanos mantenían que slrs derechos emanaban de la vieja
cificación dentro de los códigos de este discurso subyacente es constitución del siglo once de los anglosajones.l4 El discurso
rt ,
la que confiere a los asuntos políticos un significado y les per- sobre la libertad especfficamente americano fue elaborado pri-
,
mite asumir el papel que parecen tener (naturalmenter.l2 Más meramente en relatos sobre los santos puritanos y, posterior'
mente, en narraciones sobre héroes revoltlcionarios. Eslabil en'
tretejido con el mito del labrador próspero v con cllcntos $obre
llr! I

fi¡ tl
10. El papel de lo sagrado y lo pncfano en la esünctura de la conciencia, acción y \ruqrr"rot y, ulteriorrnente, historias tluctll e ntns sobrc clet ec I ve's I

cosmologfa primitivas ya se ha explicitado correctamente. Ver, e.g., la exposición clási-


ca fomulada por Durkheim (Í191,211963) en las lbmns ebntentales de lavida religíosa
y rufianes que éstos esperaban detener. El discltrsrl clc ln t'e¡tt'c-
y su reformulación efectuada por Caillois (1959), el tratamiento provocativo de la ,iót r" hizóposible por medio de los primcros r.cl¿ltos rr:ligios.s
religión arcaica que plantea Eliade (1959) y la sólida panorámica que suministm relativos a bribones y nanaciones sobre los iclealistns y nristó-
Franz Steiner (1956). El desafío, por el contrario, es el de encontrar un modo de
traducir estas comprensiones de los procesos religiosos dentro de un marco de refe- cratas en la Guerra Revolucionaria' Más tarde e¡r relatos coll'
feccionados sobre los indios salvajes y los inmigrantes
(papis'
rencia secular.
11, *En la existencia de un orden ético en el que se ha desarollado y actualizado tas) y, además, en mitos regionales sobre la traición durantc ln
un sistema completo de lelaciones éticas, la virtud, en el estricto sentido de esta pala-
bra, lo abarca todo y aparece actualmente sólo en circunstancias excepcionales cuan- Guerra Ciül.ls
do una obligación colisiona con otm, (Flegel 1952, 108).
12. La omnipresencia de los marcos culturales dentro, incluso, de los procesos
políticos más mundanos ha sido intensamente mantenida por Bennett (1979). Aqul se 13. para una discusión sobre el papel del mito de o¡igen en las sociedades a¡cai'
cas, que tiene claras implicaciones para la organización del pensamiento nrltico
en las
defiende la nnaturalidad, de los códigos cultumles desde la persepctiva macrcscópica.
seculares, ver Eliade (l-qsg).
parauna discttsión contemporánea sobrc la
El argumento puede llevarse a cabo a partir de la fenomenologla desde la perspectiva .r"i"áu¿"r
sociedad secular que emplea el mito del origen como elemento ventajoso,
ver Apter
de la intemcción indiüdual.
El trabajo de Bourdieu (1984) representa, ciertamente, una importante contribu- (1987).
'
ción a la (secularización, de la tradición durkheimiana y su plasmación en un marco 1í. puru esta creencia en la eústencia de una constitución antigua y el papel juga'
social estructural y microsociológica. La concentración de Bourdieu en las divisio- do por ella en el discurso ideológico de la revolución americana, ver Bailyn (19ó3).
nes sociales verticales más que horizontales y str insistencia en que los límites simbóli- Para trasfondo, ver Pocock (1974).
I 5. Para puritanos y revolucionarios como figuras en el discurso
de ta libertad' ver'
cos se modelan y derivan de distinciones sociales, primariamente económicas, restan
valor al interés cultural de este escrito. Botrrdieu considera a los códigos sociales no lt¡i¿¿t"tu"fe Og7;) y, más sistemáticamente, Bai\m (1963) Bailyr, y muchos clt:
como un sistema diferenciado y representacional de la sociedad sino como un código áo-rato. o"" le han seguldo, han defendido que la ideologla que inspiró a los norlcn'
".g.,
fue, principalmente, negativa y conspltll'
hegemónico directamente ligado al interés del poderoso. No está muy claro en este -L¡"u"or durante el pleríodo revolucionario
dora, que fue el temoia ser sobrepasados y de ser manipulados por el británico
modelo cómo son posibles el conflicto liberador y la democracia. vcttgtt'

154 155
Para los contemporáneos americanos, las categorfas de los Cuanckr los trabajos de la imaginación representan la formación
discursos pur:o y contaminado parecen existir sólo bajo Llna for- discrrruiva de una forma paradigmáüca, se convierten en clásicos
ma natural y totalmente histórica. La ley y los procedimientos contemporáneos. Para la generación que maduró durante la Se-
democráticos se ven como logros conquistados por las luchas gunda Guerra Mundial, por ejemplo,
"I984r, de George Orwell
voluntarias de los padres fundadores y garantizados por los do- originó el discurso de la represión emblemático de las luchas de
cumentos históricos como la Carta de Derechos y la Constitu- su tiempo.
ción. Las cualidades del código de lo impuro toman cuerpo en Dentro de los confines de una comunidad nacional particu-
las visiones tétricas de la tiranía y la criminalidad, ya sean las de lar, los códigos binarios y las representaciones concretas que
los monarcas briüínicos del siglo dieciocho o las de los comunis- constituyen el discurso de la sociedad civil no se distribuyen
tas soviéticos. La ficción truculenta y el drama cultural preten- normalmente entre diferentes grupos sociales. Por el contrario,
den contraponerse a estos peligros con imágenes compulsivas.ló incluso en sociedades que están atravesadas por el intenso con-
flicto social, las construcciones de la ürtud cíüca y del ücio
clüco se aceptan completamente en muchos casos.lT Lo que se
tivo y malvado, con su realeza e imperio, lo que inspiró primeramente a la nación cuestiona en el curso de la üda cfvica, lo que no se encuentra
americana. De hecho, incluso en el material que aporta el propio Bailyn, es claro que
la Revoltrción Americana descansaba sobre Ia biftircación e interconexión de los dos consensuado, es la forma en que los polos antitéticos de este
discursos y que cada uno podría definirse sólo en los términos del otro. discurso, sus dos emplazamientos simbólicos, pLleden aplicarse
P¿¡ra el mito de los prósperos agricultores y su intrímeca vinculación con el discur-
a actores y grupos concretos. Si muchos de los miembros de la
so clo la libeltad, ver el brillante y convincente trabajo de Henry Nash Smith (1950,
csp. p. 3). Para la relación entre el discurso mítico y las narrativas sobre los vaqueros, sociedad democrática aceptaron la nvalidezo y la urealidado de
¡nonlnñcros y dctcctives, ver Smith (1950, p. 2, esp.9O-1ZZ). En su trabajo sobrc el ,,7984>, discrepaban fundamentalmente sobre su aplicación so-
n¡odr¡ cn c¡uc los lelatos dc I{ollyuood sobre nlos hombres G' encajan en estos arque-
lipos, Powcrs submya la forma en la que estos caracteres centrales encamaban los
cial relevante. Radicales y liberales se inclinaron ¿r ver el libro
contmstes dcl disctu.so aglutinante. El como Llna descripción de las tendencias perversas o, al menos,
'misterio' que despide el foco del relato referi-
do al dctcctivc dcscansa sobrc las ciltunstancias que dan pie a nun héroe sorprenden- inminentes de sus propias sociedades capitalistas; los conserva-
tementc intcligcntcr pnra linalmente señalnr oa un asesino descarríado de entre una
muchedunlbre dc indivichros igualmcnte sospechososo (powerc 1983, 74). Ver también
dores entendieron el libro como referencia únicamente al co-
el argumento dc Culti ( I 973, 7ó5) dc que las hazañas mfsticas de este acopio de héroes munismo.
inicialmcntc confusos nconfir¡raba a los norteamericanos en la creencia tradicional de
que los obstáculos scrfan superados por la posición valerosa, üril y determinada del
indiüduo en cuanto individuoD. vaban a Hoover, escribe Powers, nvefan [...], no un portavoz de trna filosofla polftica
Para las construcciones nrlticas de los herejes religiosos en los términos del discur- concreta, sino un héroe nacional suprapolítico, (p, XII) modelado en el género dc
so de la represiórr, ver inicialmente las disctrsiones puritanas del antinomiamismo, acción. Powers insiste en la natur¿leza binada del disctuso que santificó las acciones
particularmente las de Anne Hutchinson (Erikson, 19ó5). para las narraciones sob¡e de Hoover, añadiendo que, (pam el pncceso mitológico consistente en la prodtrcción
las perversiones de los lealistas y aristócratas en la Revolución, ver Bailyn (1974), pan de un héroe al estilo Hoover, tlrvo que darse en una fórmula univenalmente asumida
la reconstrucción mftica del nativo americano en los términos del discurso de la repre- dentro de la cultura que permitiera entrar en contacto con el tipo de malvado que se
sión, ver Slotkin (1973). El trabajo de Higham (1965, e.g., 55, 138, 200) se completa ha encargado de representar los temores del público, (p. XIV). En el híbrido de cultu-
con ejemplos relativos al modo en que los primercs núcleos gmpales en la sociedad ra popular/cultura política del siglo veinte, los criminales perseguidos por ooficiales,
norteamericana configuraron a los inmigrantes del sur y del centro de Eun:pa bajo se descdbían permanentemente como indiüduos sujetos a la nnorma de la banda¡, lo
este discurso represivo. Estos inmigrantes se implicaron frecuentemente en el queha- cual poseía el peligro de que esta forma de organización social represiva se pudiera
cer político esencial del momento. Higham pone de manifiesto el carácter antinómico extender a las uarcas silentes y vastas de la vida, (p. 7). Por str parte, los hombre-G
del discurso que se empleaba para comprender estas luchas, y a los inmigrantes que perseguidores de estos criminales se describfan como uindir¡ralistas rebeldes, (p. 94) y
en él participaban, de una forma particularmente muy intensa. como los defensores de la ley racional, como implicados en nuna pugna epocal entre la
I 6. La contraposición de los actores heroicos de la libertad con los criminales que sociedad legftima y un inframundo organizadoo.
actilan bajo una pasión sin llmite parece haber sido el momento relevante del género 17, Esto apunta a una modificación de mi modelo funcionalista inicial y más tra-
4e *la acción detectivescao que emergió en Ia ficción truculenta a finales del siglo dicional de las relaciones entre códigos y grupos en conflicto (Alexmder 1988b). Más
diecinueve, cuya popularidad se ha mantenido inmutable en la actualidad (ver Cawálti que separar nltidamente los conflictos de valor refractados de los jerarquizados, subra-
197ó; y Noel 1954), Este género aportó el marco simbólico para la transformación yaría la posibilidad de que pudiera darse un discurso más general del que incluso los
altamente satisfactoria que protagonizó J. Edgar Hoover de la imagen popular del gmpos culturales jerarquizados y fundamentalmente conflictivos derivan sus ideolo-
F.B.I., como Powers (1983) pone de manifiesto. Por ello, cuando loS americanos obser- gíffi. El asunto corresponde al nivel de la generalidad.

156 157
Por supuesto que ciertos acontecimientos son tan indecoro- conviellc en un asunto que tiene que ver con las cuestiones
sos y tan sublimes que generan, casi inmediatamente, consenso relativas a sobre quién se emplean y cuál es el alcance de los
sobre el modo en que deben emplearse los emplazamientos discursos de la libertad y la represión. La causa efectiva de la
simbólicos. Para muchos de ]os miembros de una comunidad üctoria y la derrota, de la prisión y la libertad, en ocasiones'
nacional, las grandes guen'as nacionales delimitan el bien del incluso, de la vida y la muerte, es, a menudo, la dominación
mal. Los soldados de la nación se consideran como las expre- discursiva, que depánde del modo en que se han difundido las
siones valerosas del discurso de la libertad; las naciones y solda- narrativas populares sobre el bien y el mal' ¿Quiénes son como
dos extranjeros opuestos a ellos se representan como una espe- los nazis, los estudiantes contestarios o los conservadores que
cífica versión del código contrademocrático.18 En el curso de la les persiguen? ¿Quiénes son los fascistas, los miembros del par-
historia americana, este código negativo se ha extendido, de he- tido cornr¡nista o los miembros del Comité de Actiüdades An-
cho, a un grupo vasto y variopinto, británicos, aborígenes, pira- tiamericanas? Cuando comenzó el Watergate, sólo los conup-
tas, el sur y el norte, africanos, las viejas naciones europeas, tos fueron llamados conspiradores y contaminados por el dis-
fascistas, comunistas, alemanes y japoneses. Desde el discurso curso de la represión. George McGovern y sus correligionarios
de la contaminación, la identificación es esencial si se persigue demócratas fracasaron en slrs esfuerzos por aplicar este discur-
un combate vengativo. Una vez que se emplea este discurso so sobre la Casa Blanca, el cuerpo ejecutivo y el partido republi-
contaminado, se antoja imposible para la gente de bien tratar y cano, elementos de la sociedad ciül que contribuían al mante-
entrar en razones con aquéllos que pertenecen al otro polo. Si nimiento de su identidad en términos liberales' En las postri-
uno de los oponentes transgrede los límites delaraz6n, confun- merías de la crisis no pudo mantenerse una relación tranquili-
dido por los líderes que operan en secreto, la única opción es zadoracon la estructura cultural'
expulsarle fuera de la raza humana. Cuando las grandes gue- La estructura discursiva general se emplea, por tanto, para
rras son exitosas, suministran narrativas deslumbrantes que do- legitimar amigos y-sldesligitimar adversarios en el curso del tiem-
minan la vida postbélica de la nación. Hitler y el nazismo con- pJhirtorl"o réat. unasociedad ciül independiente pretendie-
^se
formaron la espina dorsal de una enorrne lista de mitos y leyen- pe.durur en su conjunto, el discurso de la represión deberfa
das occidentales que aportan metáforas señeras para las fre- emplearse sólo bajo formas muy concretas, sobre gnrpos como
cuentes discusiones sobre la .solución final" a la cuestión chico el áe los jóvenes y el de los criminales, a los que normalmente
bueno/chico malo de los dramas televisivos y comedias de si- se les considera con insuficiente disponibilidad de sus faculta-
tuación. des racionales y morales' Es frecuente el caso de indiüduos y
Sin embargo, para numerosos acontecimientos se impugna grupos de la sotiedad ciül que son capaces de mantener el dis-
la identidad discursiva. Las disputas políticas se refieren, en !n.to a" h hbertad a lo largo de un período de tiempo significa-
parte, al modo en que se distribuyen los actores a través de la tivo. Entenderán a sus adversarios como otros individuos racio-
estrLrctura del discurso, para lo cual no hay relación determina- nales sin abandonarse a la aniquilación moral'
da entre un acontecimiento o grupo y cualquier polo del esque- Sin embargo, durante un prolongado período de tiempo es
juego
ma cultural. Los actores plrgnan por üciar al otro con la estra- imposible para el discurso de la represión no entrar en
tegia de la represión y an'oparse, a sÍ mismos, con la retórica de de'maneri significativa y no considerar a los adversarios
la libertad. En períodos de tensión y crisis, la lucha política se como enemigos de una naturaleza extremadamente amena-
zante. Podríu dorr" el caso, sin ninguna duda, de que los ad-
18. Philip Smith (1991) ha documentado el discurso biftircado de la guerra en esta versarios sean, de hecho, despiadados enemigos del bien pú-
penetrante investigación sobrc los poderts culturales de la guerra que enfrentó al Rei- blico. Los nazis fueron idiotas morales y fue un error contac-
no Unido con A.rgentina con motivo de las Islas Malünas. Para un tratamiento imprc-
sionista y fascinante del papel poderoso que los códigos semióticos juegan en la prc-
tar con ellos como potenciales participantes cíücos, como hi-
ducción y la promoción de la guerra, ver Fussell (1975). cieron Chamberlain y otras figuras que ofrecieron mediación'

159
158
El discurso de la represión se emplea, sin embargo, ya sean o (lgSttr), nThree Models of Culture/Society Relations: Toward an
- A¡ralvsis of Watergate> en Action and lts Etwironments, ed. Jefi[rey
no sus objetos son realmente pewersos, creando finalmente
una realidad objetiva donde no había nada anteriormente. El C. Alexander, Berkeley y Los Angeles: University of California Press.
(1989a), nCulture and Political Crisis", en Structure and Meaning:
simbolismo del mal que se empleó por parte de los aliados de - Relinking Classbal Sociolop, ed. Jeffrey C' Alexander: Columbia
una forma muy entusiasta con la nación alemana en la Pri-
University Press.
mer Guerra Mundial se difundió indiscriminadamente al pue- (1989b), oThe Dialectic of Individuation and Domination: Webeds
blo y gobiernos alemanes del período de postguerra. Eso con- - Rationalization Theory and Beyondo, en Structure and Meaning Pe-
dujo a la política de las compensaciones debilitadoras que Iínking Clnssbal Sociolog, op. cit.
ayudó a sentar las bases de la receptiüdad económica y social (l99}a), oBringing Democracy Back In: Universalistic Solidarity and
del nazismo. - the Civil Sphereo, en Intellectuals aná Poütics: Social Theory Beyond
Esto apunta el hecho de que el empleo social de las identifi- the Academy, ed. Charles I¡ment, NewburyPark, Calif': Sage.
caciones simbólicas polarizadoras debe entenderse desde la es- (l991b), nMorale e Repressione", MondOperaio (Roma), 12 (diciem-
- bre): (127-130).
tructura interna del discurso mismo. Las sociedades racionales,
indiüdualistas y autocríticas son vulnerables porque estas ca- (en prensa) Foundations: The Presuppositions and Internal
- "Shaky
Contradicctions of James Coleman's Foundations of Social Theoryr,
racterísticas las hacen abiertas y porque se disponen sobre la
Thnry and Society.
confianza, y si el otro polo está desproüsto de caracterlsticas
y Philip S¡¡rru (1992), oThe Discourse of American Civil Society: A
sociales favorables, la confianza sufre el abuso de manera des- - New Proposal for Culture Societyo (texto mecanografiado).
piadada. El potencial de comportamiento dependiente e irracio- Arren, D. (1987), "Mao's Republicr, Social Research,54:691-729'
nal puede encontrarse, sin embargo, en los propios buenos ciu- Anrsrórrrns (1962), The Politícs of'Arislotle (truch¡cido por Erncst B¡¡lL
dadanos, ya que puede suminitrarse una información engaño- ker), Nueva York Oxford Universitv Pn:ss.
sa que les induzca, respecto a lo que perecerían ser los fun- BerrvN, B. (19ó3), The ldeological Origitts ol'the Anrcrican llcwtlutlut,
damentos racionales, a desüarse de las estructuras o procesos Cambridge, MA: Harvard University Pn:ss.
de la sociedad democrática. Dicho de otra forma, los atributos BArLyN, B. (1974), The Ordeal of Thomas Hulchinson, Canrh'iclgc, MA:
que permiten a las sociedades ser internamente democráticas Harvard University Press.
que incluyen las oposiciones simbólicas que permi- Benrnes, R. (1977), <Introduction to the Structural Analvsis o[ N¿ttrrrtl'
-atributos
ten definir la libertad en términos mtry significativos- dan a ves> , en Image, Music, Text , Nueva York Hill y Wrang.
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entender que los miembros de la sociedad ciül no se sienten
Life: Ciül Religion and the Dilemmas of Public Moralityo, Jortmal ol
seguros de que pueden comunicarse de modo efectivo con sus Politics,4l:10ó-33
adversarios, desde dentro o desde fuera. El discurso de la repre- BouRDIEU, P. (1984), Distinction, Cambridge, MA: Harvard Univctsitv
sión es inherente al discurso de la libertad. Esta es la ironía Press.
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162
r
I
i
LA PROMESA DE UNA SOCIOLOGÍA
CULTURAL. DISCURSO TECNOLÓGICO
Y LA lvrÁeurua DE LA rNFoRMAcróN
SAGRADA Y PROFANA

La progresiva penetración del ordenador en los diferentes


ámbitos de la vida moderna intensifica lo que Max Weber deno-
minó la nracionalización del mundor. El ordenador convierlc
cualquier mensaje independencia de str significndo sus-
-con
tantivo, distancia metaffsica, afinidad cnrocional- en unils $c.
ries hurléricas de birs y bytes. Estas series están conectnclas con
otras por medio de impulsos eléctricos. Finalmente estos inrpul-
sos eléctricos son convertidos en sistemas de lenguajc dc la vida
humana.
¿Puede encontrarse algún ejemplo de la supeditación de la
actiüdad mundana al impersolal control racional? ¿Puede dar-
sp Lrna ilustración más expresiva de| desencantamiento del
mundo de cuyos efectos ya adürtió Weber? En gran medida
depende de la respuesta a esta acuciante cuestión el hecho de
que el discurso sobre el significado de la tecnología avanzada
delimite una de las penumbras ideológicas relevantes en nues-
tra época. Si la respuesta es positiva, no estamos sólo atrapados
en el interior de la jaula de hierro apuntada por Weber, sino
también ünculados a las leyes del intercambio del que Marx
afirmó que, finalmente, llevarla todo lo humano a conftindirse
con una mercancía.
Esta pregunta por la racionalización del mundo plantea cues-
tiones teóricas, no sólo existenciales. ¿Puede existir realmente un

165
mundo de pura racionalidad técnica? Aunque esta cuestión pu- sí mismas, sin la mediación dc códigos culturales. Aunque la
diera ser ideológicamente apremiante para los crlticos del mundo percepción naturalista parccc ¡:r a¡¡máticamente justificada en
moderno, aqul mantendré que la teoría subyacente a una propo. atención al modo en que ex¡lerimentamos el mundo (Roch-
sición tal no es correcta ya que la acción y sus entomos (Alexan- berg-Halton 198ó), de hecho, sl¡ mirada reifica personas e ins-
der 1982-1983, 19884) se encuentran interpenetrados por lo no- tituciones.l
racional, es decir, un mundo racional puramente técnico no exis- Semejante reificación es mrls cvidente en las tradiciones teó-
te. Sin lugar a dudas, la creciente centralidad adquirida por el or- ricas que han brotado de las dicotomfas del mLlndo post-parso-
denador digital es un dato empfrico. Este dato, sin embargo, debe niano (Alexander 1987: 8-20). Los rnicroteóricos tienden a per-
interpretarse y explicarse. cibir a los actores gomo omnipotentes creadores-de-significado,
Es teoría lo que confiere el marco para la interpretación y la como agentes racionalizacl<¡res cargados de realismo, como
explicación. En la sección que sigue bosquejo un modelo teóri- participantes en redes que tienen lrlevancia situacional inme-
co que suministra una comprensión más cabal y que apunta a diata. Los macroteóricos tienden a ver el mundo en los térmi-
una sociología sensible a lo cultural. Al defender este modelo, nos de la Realpolitik 2 Bajo formas muy ¡;Lttiles, esta reificación
me posicionaré frente a la validez del concepto de racionaliza- pragmática ha üciado las contribuciones de teóricos que han
ción alumbrado por Weber. En primer lugar, examino crltica- dirigido buena parte de su atención hacia el ámbito cultural. De
mente los apuntes sociológicos de tecnologfa en general, afir- Simmel a Parsons, los teóricos han justificado nn sistema social
mando que, en ürtud de la supresión del estatus simbólico de la de referencia exclusiva para la sociologfa
tecnologla, estos apuntes la reducen a una pieza más, que for- -su autolimitación aa
las instituciones, interacciones y valores institucionalizados-
nra parte del sistema social. De aquf paso a realizar un examen través de una distribución de las diferentes especialidades y dis-
empfrico de las comprensiones sociales del ordenador que ha ciplinas teóricas. Los estudios antropológicos o literarios áxpli-
irnrmpido en nuestras üdas durante la última mitad de siglo.
Lejos de apuntar a (o desde) la racionalización de la sociedád,
este prototipo de la tecnologfa moderna se instituye dentro de 1. Sobre este particular, no podrla estar de acuerdo con la tesis de RochbergJlal-
una red cultural profr-rnda y tradicional. Como conclusión, afir- ton consistente en afimar que la semiótica y la posición parsoniana desembocan en la
reificación y que la postura pragmática es su antfdoto. El compromiso de Rochberg-
mo que la tesis de la racionalización es un reflejo de esta red de Halton con la semiótica de Peirce subyace a su naturalismo. La semiótica saussulr¡r-
simbolismo más que una explicación de la misma. En ella cris- na, por el contrario, pennite detectar la fatal fragilidad del natt¡¡alismo. Doncle Saus-
talizan los sentimientos y los significados simbólicos que están sure y Parsons enfatizan el significado construido de los obietos, Pcirre (19E5) sc
obsesiona con la relativa *realidad, de los signos, en el sentido cle su vc¡ncldncl clcntf-
a la base de lo que se percibe como particularmente moderno fica y su prolongación emplrica. Por un lado, este ónfasis cn lo motivaclo nrás quc cn lo
en nuestro mundo. arbitrario, en la relación del significante con el significaclo (vor Ia cliscusión cle *urssu-
re más adelante) es una ventaja, tal y como quedó dcnrostr:rdo por la intc¡r¡santfsitnn
teorización de Peirce sobre fconos y señales. Al mismo ticnrpo, cl énlhsis de Pcirre cn
la creciente veracidad de los signos-s{ntbolos en su vocabulario- y su nelación con ln
Acercamiento responsable aI mundo del significado experiencia puede causar problenias de enjundia, facultando a los analistas pcirreanos
a subrayar las pragmáticas de la cultura en lugar de la semiótica.
2. El trabajo de Mann (1985) intenta combinar los polos micro y macro de la
T,a
sociología contemporánea consiste, casi en su totalidad, respuesta post-parsoniana, aun cuando comience a sobrepasarles. Si bien creo que los
aspectos históricos de esta cuestión relativa al mundo occidental no son del todo origi-
en el estudio de los elementos sociales desde la perspectiva de nales, aunque si correctos, en todo caso, el trabajo padece una propensión teórica
su ubicación en el sistema social. La promesa de una sociolo- anticultural a pesar de las sigrrificativas posturas emplricas que mantiene respecto a la
gía cultural radica en que puede alcanzarse una perspectiva religión. Mam insiste en que se puede y se debería estudir las infraestructuras de las
ideas, las reglas concretas y los sistemas de comunicación a cuyo tmvés se expresan
multidimensional. Desde esta perspectiva multidimenisional, las ideas más que las ideas por sf mismas. Su premisa es la de qtre las ideas no son, en
los elementos sociales no se considerarían, por más tiempo, de sl mismas, causas sociales legítimas. A pesar de todo, una de las principales explicacio-
nes sociológicas para estas infraestrllcturas debe ser siempre la influencia de las pro.
un modo naturalista, como cosas que pueden existir, en y por pias ideas.

1,66
t67
can los parámetros simbólicos; los sociólogos üerten su aten- social puede analizarse como un ob.jeto cultural, toda estructu-
ción sobre las interacciones reales.3 ra social como una (estructun¡ culturalD (para este concepto,
Aunque Simmel y Parsons describieron esta especialización ver Rambo y Chan 1990; para u¡l$ def'cnsa general de la aproxi-
desde el punto de üsta analítico, el argumento queda exclusiva- mación analítica a la cultura, vet' Kennc 1991). Acontecimien-
mente conectado con el enfoque que conüerte a la cultura en tos, actores, roles, grupos g ln¡lltuclo¡les, como elementos de
una variable concreta. En el peor de los casos esta variable es la una sociedad concreta, son pallo dcl utt ristema social; sin em-
alta cultura. Desde esta perspectiva, los nsociólogos culturaleso bargo son, simultáneamente, pnrto clo tu¡ sistcnra cultural que
se han limitado a investigar los museos de arte y el gusto musi- engloba a, pero no se hace uno con ln ¡trlcrlnd. Dcfjno la cultu-
cal, y los teóricos de la sociedad de masas hablan sobre el ocaso ra como un emplazamiento orgnnlz¡rclo eltr pturltilcll'os simbóli-
de la cultura en el mundo moderno.4 Es más común, pero sólo cos entendidos significativamenle, Pot'tttot'clc ru ttbic¿tción en
como desatino, que la cultura se equipare con actitudes ideoló- este emplazamiento organlzndo t<¡d¡r lntc¡'ucclón xrclnl ¡tucde
gicas y se oponga a contra el efecto de- los inte- entenderse como si de t¡n texto $e t¡ttlnln (Ricocu¡' 197 | ).
-restringida
reses económicos; se equipare con los valores y se oponga a las Sólo si tienen lugar csttts tt:rnslbrmnciones nnalfticas, cl es'
norrnas; se equipare con la religión y se pondere frente a los pesor de la üda humana (Geertz. 1973), su dimensionalidad y
efectos de la posición política. Respecto a esta variable particu- rrra:ulz, pueden pasar a lormar parte del lenguaje de la ciencia
lar, cualquier otra cosa es no-cultural, segírn apuntan sus parti- social. Dilthey (1976) nos preparó para respetar esta densidad al
darios. Todo existe en su formR de sistema social. insistir en qlle toda acción social se desencadena desde el tras-
La alternativa a este "análisis tipo> es una aproximación fondo de nuestra experiencia interna de la üda. Debido a que no
analftica, pero, en ningún caso, relegará el estatus simbólico a sólo actuamos en el mundo, sino que también lo experimenta-
disciplinas externas a la sociología. Esta aproximación, más mos, el mundo es significativo. En calidad de cienfficos sociales,
que comprender las luerzas simbólicas y materiales de una for- debemos descubrir la üda íntima del mundo o, por el contrario,
"rl
ma pluralista y (generosaD, asume que ambas siempre se en- fracasaremos estrepitosamente al describir "loo. Además, no po-
I llti
clrentran presentes como las dimensiones analíticas de la mis- demos tratar el problema del significado pretenciosamente, dán-
ma unidad empfrica. Desde la perspectiva analítica, todo objeto dolo por supuesto y haciendo de él algo obüo, y desplazando
nuestra atención a esta causa o efecto de significado, tal y como
hace la aproximación de la cultura-como-variable.5 Antes bien,
3. He cdticaclo el reincidente esfuerzo de Parsons consistente en hacer correspon-
der distintas variablcs con las diferentes disciplinas en Alexander 1983: 272-276. En debemos habitar plácidamente el mundo del propio significado.
esta disctrsión, sin embargo, he ligado esta tendencia al idealismo de Parsons, por el
cual se asigna a la sociologfa la especialización en ftierzas normativas, más que en
ftierzas materiales (str últinro trabajo, fue el estudio del subsistema que acoge la acción
general, que se especializa en cl afecto). Aquf critico esta asignación disciplinas porque 5. Un tratamiento de este tipo se encuentra, por ejemplo, en el reciente trabajo de
permitió a Parsons escapar de t¡na verdadera confi'ontación con los códigos simbóli- Wuthnow (1987). Aunque éste se dispone a incluir a la cultura dentnr de la sociologfa
cos. Aunque Parsons aportó las condiciones pam un esfuezo contemporáneo orientado v aporta algunas ilustraciones importantes sobrc el modo de hacerlo, levanta un obs-
a crear una sociologfa culttrral mtrltidimensional, bloqueó su desarrollo al insistir en táculo en su propio caminar al insistir en que el análisis cultural debería apostar por
que la sociologla atiende, úrnicamente, al segmento institucionalizado de la cultura, en un planteamiento nobjetivoo que prescinda del problema del significado. Esta prcscin-
sus términos, no de sistenn cultural, sino de latencia, o de nnnteninúento de ntod¿Ios , dencia, que es epistemológicamente imposible para cualquier esfuerzo tendente a
de subsktenn del sistema social. Sólo estos elementos especializados se denominan comprender un elemento social, inclusive del exterior, se basa en supuestos relativos a
valores enla teoría de Parsons, tal y como Bellah (1970á) ha puesto en claro en alguno su orientación subjetiva o a parámetros internos, es decir, su significado (ver Alexan-
de sus trabajos. Con todo y con eso, como he mantenido en ot¡os escritos (19884, der 1987; 281-301). Un analista no puede eludir el problema del significado en mayor
1990), los valores constituyen, únicamente, una de las diferentes áreas de interés para grado que lo puede hacer un actor. Por ello, en el caso metodológicamente ideal, el
una verdadera sociología cultural. mismo emplazamiento organizado confiere un punto de referencia para ambos.
4. Este acercamiento concreto a la cultura como alta cultura ha sido criticado por El principio de prescindencia del significado faculta a Wuthnow para no penetrar
Greenfield (1987) en una reciente serie de disctrsiones sobre los acercamientos a la en la umaleza del simbolismo,. Con algunas excepciones importantes (1987:66-96),
sociología cultural en el informe de la Sección Cultural de la Asociación Americana esto tiene el efecto de minar la autenticidad de sus rcferencias a parámetros culturales,
de Sociologla. que reduce a temas esquivos y generales como el indívidualisnn, el socialísno y la

1ó8 169
tenemos a l¿r
te provistos de metodologías, ya que también
Intentar habitar este mundo no supone orientarnos a noso- No po-
,iulno t-"t,.as sensibilidaáes y círculos hermenéuticos'
tros mismos hacia actitudes idiosincráticas de los indiüduos' teorías sobre el
demos realizartul .o'u 'itti"aáente con sólidas
Esto es el acercamiento .dirigido hacia la mente del actor" alu- el sistema cultural' Para esto'
dido por microteórico, .o*á los interaccionistas simbólicos'ó
;;;;;"e trabaja actualmente
y de Gadamer'.no
las hermenéuticas, por ejemplo' de Dilthey
ór*.i f" cultura es el entorno de toda acción, habitar el mundo están preparadar. I-as teárias sociológicas de la cultura
moder-
del significado conlleva, más bien, entrar en los emplazamien- Además de la muerte del significado'
tos organizados de parámetros simbólicos que estos actores en-
na no están mucho -";o' autónornas
tiendá como satuádos de significado' Esto no supone afirmar
W;;. (1958) afirma su fragmentación en esferas
de conocimiento cognitivo, loral y estético. Esta perspectiva
que la ciencia social aspira a describir los parámetros culturales a paradojas,
nos conduce a la comprensión dei antagonismo,
y pot sf mismos' En primer lugar, la mera descripción es sociales que colisio-
"t entre las diferentes creÉncias y las acciones
impoiiUte; el análisis cultural consiste en interpretación y re- sl (Sctrluchter 195é)' El esfuerzo por entender
estos
construcción. En segundo lugar, pretender una comprensión "1" ""tt" nos conduce a una interpreta-
*od"lor, en y por sl mismos, no
compleja de los emplazamientos significativos no supone re- (1951) añade' 1 *".""1o'
ción-modelo.8 Por su putt", ottttfteim
,r.r.r"iut a un objetivo de explicación completa' Por ello' mi pre- de la disolución de significado' En
.nu Jrio" complemátaria
tensión es totalmente contraria. Sólo con una comprensión más *"¡o. .ot'o"idos (1933' 1973) Durkheim apunta'
io,
musculosa de la cultura puede accederse a una comprensión
real y multidimensional de la relación entre los sistemas simbó-
p* ";"*pto,
li a la generalización y la creciente abstracción
á" lu
",i"r*rio,coleciiva' Este acercamiento incide' por sf mis-
licos y los referentes sociológicos tradicionales'7 los paráme-
Nt podemos entrar en este mundo de significado únicamen-
;", ;"orr"i""cia
el oscurecimiento y en la vulgarizaciín de
por lo cual
tros simbólicos de los empiazamientos organizados,
los términos
el analista se aproxima a L cdtura desde fuera' en
racionalidad (por ejemplo, 1987: 187-214), es decir, glosa sobre los
emplazamientos
,1
significativos rnes que intentar entenderles. De manera poco sorprendente'
y conforme de sus efectos sociales'
y de Durkheim'
l :lill uán"o ru libro, la ieorización de Wuthnow sobre la cultura como variable desplaza
su
Parsons se inspira en las teorías de Weber
;i;;;; p.ogr"riuo y finalmente, casi de manera exclusiva' hacia las fuenas institu-
trunrioÁandolaslpor ejemplo, 196ó) en las cuestiones de dife-
del entorno de la cultu¡a. Para una penetrante discusión respecto La precisión de
renciación cultural V-g"""tutitución de valores'
V
ver
"ionul",
o io, tf-it"t cle-lo que ellos llaman el <estructumlismo positivo' de Wuthnow'
".áOgicas
Rambo
--- y Chan 1990. ;;;fu;;;" teórico áo:t" u las implicaciones. de este acercamien-
J. lri. r.fi"-, <lcntro de la ortodoxia del interaccionismo, a pensadores como Blu- ;;;;"t.r claridad que en ttuuu¡o clásico' Parsons (por
',i;;;;á._pli.l"nt- "i concer-
Éurrors y Shili 1951) declara que no se siente
mer,quienpriülegialaconienteindividualista(verAlexanderlg8T:215-237)'Unatrac-
de la tradición inreraccionista se encuenrra en la interpreta-
"j"*pto, de la cultura' que
ii"" ¿" io cultura de la pequeña liga de jugadores de beisbol en Estados Unidos'
Jia-"'".á r" g.ográfiuinterna de la estructura
"iJrrá" ;;tdr" ¡e h teorfa inieáccionisia, Fine desarolla el concepto de idiocultura
;;j";i Más aún' añade que la socio-
po* d"r"rii5i, lu. creencias especlficas y singulares desa¡roüadas dentro de cada equipo; él denomina sistemas simbólicos'
i"ii.a", esta variable individ-ualizada se situa atinadamente dent¡o de un marco cultu- i;;Á;^ estudiar únicamente el segmento institucionaliza-
cultural' sino de
*t *at j*"ot que Fine intetpreta y encuentra totalmente compartido' ;;¿l; cultura, "rr lo' t¿t"'inos no deiistemasubsistema del sis-
de
T.Swidlerasumeunaposicióncontrariacriticandolasrecientes'sibientoscas'
p-p"*i"t J" análisis cultúral como meros esfuerzos tendentes a "descríbir las carac' latencia o, de mantenimiento de modelos'
valo-
i"¡rti"u, de los productos y experiencias culturales' (se han añadido las cursivas)
en
(Swidler
;;;;.fu. Estos elementos especializados se ladenominansocialización y
.or*.t" con loi esfuerzos <|e'nexplicaciótt cultural,, por los que ella aboga
aefectos' y (causas' y pa¡a
ii .,nluteoría de Parsons'e Paisons examinó
1986:273, original en cursivas). Para la investigación,de-
.i*".. *i-ug.t de la cuitu¡a como una ;'caja de henamientas" de símboloso'
""" acción social., Su
éJal".," desplaia desde la cultura a los niveles del sistema y de la ciencia 8. Por ello, más qtle investigar la textrra de las nuevm
configumciones' de signifi'
;;*y. ."frt;^ actualmente las tendencias que han impedido a la social to- los parámetros típico-ideales dc ltr
cado, los weberianos por ejemplo' el vnlor ¡lo
,rru" a la cultura' El ensayo teórico de Kane (1991) es e1 esfuerzo
más sistemá- "on,"*oo??n"o.l;;;;.;y..
modernidad que Weber u""tid"J "" "i-r"tio
á" uttu
"tt.u¡o
ii". v-.t*tf"","io orientado a defender la idea de que la autonomía analltica de la responsabilidad y demás' "lglo'
variables i^ t""i"tlia"á,
"";;;lñ ta ética de la
en su trabnjo tetnptn'
esencial para lograr una valoración realista de su relación con las y
¡;.racaba esta dirirrci¿n entre iímbolos valores
"rrltro ""
más estructurales'

l7l
170
especificación para estudiar el modo en que los vnl<¡r'cs diferen- asent¿¡nlicntos culturales disponen de propiedades especlficas
ciados y generalizados afectan a la organización del sistema so- seme.iantes a las de los códigos. Están compuestos de relaciones
cial: soporte para la política, motivación para el traba.jo, la na- simbólicas sólidamente estructuradas que son completamente
íllaleza de las profesiones y la actividad de la universidad. En independientes de cualquier acto volitivo o lingüístico de un ac-
otras palabras, no estudió la estructura interna de los sistemas tor particular. Los códigos culturales, como los lenguajes lingüfs-
simbólicos, sino los procesos por los que una estructura de la ticos, se constmyen sobre signos que contienen significante y
cultura dada pasa a institucionalizarse como sociedad.l0 significado. La tecnología, por ejemplo, no es sólo una cosa, un
La teoría crítica contemporánea es similar en una propor- objeto portador de significado que refiere a otros, también es un
ción considerable, si bien apenas concede a la institucionali- significante, una señal, una expectativa interna. La relación en-
zaciín la atención que merece. Para Habermas, ni el significado tre significante y significado, insiste Saussure, es .arbitraria>.
ni la estructura de la cultura son los objetos reales del análisis. Cuando escribe (1964) que el primero (no tiene ünculación na-
Sobre la base de la teoría evolutiva de Weber y de Parsons, se tural con el significado>, está apuntando a que el sentido o la
asume la existencia de un pequeño número de modelos abstrac- naturaleza del signo nombre o dimensión interna- no pue-
tos, diferenciados y narrativos específicos (Habermas 1984). El -su
de entenderse como un ser derivado de la naturaleza del signifi-
compromiso no es con los modelos normativos interpretativos cado, es decir, de la dimensión material, externa del signo.
sino con el modo en que los actores bosquejan las referencias a Si el sentido del signo no puede observarse o inducirse del
los modelos y, en particular, con el efecto que esta referencia examen del significado, el mundo ob.jetivo o los referentes, en-
tiene en las relaciones entre los actores y las instituciones. Sin tonces ¿cómo se establece? Por srr relación con otros significan-
embargo, la recreación del mundo interior de los objetos mo- tes, subraya Saussure. Los sistemas de signos se componen de
dernos requiere recursos teóricos más rigurosos e internamente infinitas relaciones de este tipo, En lns sociedacles ¡:rinritivos
complejos. Para adquirir estos recursos debemos desplazarnos esas relaciones son binarias. En un siste¡rrn nclunl clc nsenlu-
a las tradiciones extrasociológicas y a las teorías sociológicas de mientos culturales, esas relaciones cleviencn lnr.¡¡ns so.ies, o en.
laüda premoderna. tramados de analogías y antftesis entreteiidns quc llco (lg7g)
Si comenzamos con la idea de que la cultura es una forma de llamó la nsimilitud de los significantes,) que constiluyen el c¡1nr.
lenguaje, podemos hacer uso de la arquitectura conceptual su- bito semántico global".ll La antropologfa cstluctutrrl l¡¡r llrrstrrr.
ministrada por la semiótica de Saussure, su (ciencia de los sig- do la utilidad de esta arquitectura, mLly pertinentc cn lu ollrr¡ rlc
nos). Si bien no están, quizá, tan estrechamente organizados Léü-Strauss (1,967) y de mucho provecho en la obra clc S¡rlrllns
como los lenguajes reales (sin embargo, ver Barthes 1983), los (1976, 1981).
Sin embargo, a pesar de su incorporación social, la scnllótl.
ca puede no ser suficiente. Por definición, se abstrae de l¡r vicl¡r
no sobre Japón (Bellah 1970á). Teniendo en cuenta que caminaba hacia el realismo
simbólico y su concepto de religión civil, esta distinción quedó empañada debido a
social, tomando los asentamientos simbólicamente organiz.¿t(los
qlle su interés en los sistemas institucionalizados fue menguando en favor de las refe- como psicológicamente inmotivados y socialmente carcltlcs tle
rencias simbólicas en y por sí mismas. En el trabajo más reciente de Bellah, el análisis causa. Por contraste, para los propósitos de la sociologfn ctrlttr-
interno de los sistemas de significado ha recibido menos atención.
10. Eisenstadt es uno de los pocos sociólogos contemporáneos de la cultura que ral los códigos semióticos deben quedar ligados a los c¡rlornos
continúa este enfoque inicial parsoniano relativo a la institucionalización. Con la in- sociales y psicológicos y a la acción misma. Denomin¿rró al r.c-
corporación de elementos del programa cultural de Shils y con la expansión de ele-
mentos weberianos implantados en la teoría de la institucionalización, Eisenstadt, sin
embargo, ha extendido el programa cultural parsoniano (ver Alexander y Colomy
1985). Para seguir la crítica de Eisenstadt a los análisis macrosociológicos con motivo I 1. Para un estudio de gran interÉs de la sociedad contemporánea quo l¡¡rcc uso dei
de que realizan una aproximación ontológica a la cultura más que analítica la concepción de Eco relativa a la intrincada red de símbolos, ver el cstudio tlc lJdlcs
-una
crltica paralela a mi disctrsión sobre los pmblemas con la aproximación cultura-como- (1990) referido a la cultum política española en la transición a la democmci¿r tr.us ll
variable, ver Eisenstadt 1987. muerte de Frmco.

172
sultado de esta especificacióndiscursos, partiendo de la estima- mantienc una distancia entre ellos y otros objetos, ordinarios o
ción, aunque no identificación, de los fenómenos propuesta por profanos. Los actores no sólo intentan protegerles de cualquier
Foucault. Los discursos son asentamientos simbólicos que en- contacto con objetos contaminados (Douglas 196ó) o profanos
carnan claras referencias a las relaciones del sistema social, ya (Caillois 1959), sino que también buscan un contacto real, aun-
se definan en términos de poder, solidaridad u otras formas que mediado, con lo sagrado. Este es una función primaria del
organizacionales (cf. Sewell 1980; Hunt 19a+¡.rz Como lengua- comportamiento ritual (Turner 1969; cf Alexander 1988c)'
jes sociales, relacionan las asociaciones simbólicas binarias con Aunque la ponderada teorla de la religión de Weber coincide
formas sociales. De este modo, suministran un vocabulario a con la durkheimiana, desde el punto de üsta histórico y compa-
los miembros para hablar gráficamente sobre los valores supre- rativo comporta determinados rasgos específicos. A partir de la
mos de la sociedad, sus grupos relevantes, sus límites respecto emergencia de una religión más formal y racionalizada, el obje-
al conflicto, la creatiüdad y el disenso interno. El discurso so- tivo de los creyentes es el de la salvación respecto a los sufri-
cializa los códigos semióticos y emerge como una serie de na- mientos del mundo (Weber 1'946a). La salvación es el problema
rrativas (Ricoeur 1984) que especifican y estereotipan de la teodicea, nde quén y (para qué) uno quiere salvarse. La
la fundación y fundadores -mitos
de la sociedad (Eliade 1959; Bellah teodicea implica la imagen de Dios. Si los dioses o Dios es in-
1970a), sus acontecimientos crfticos (Alexander 1,988b) y las as- manente, los fieles pretenden la salvación a través de una expe-
piraciones utópicas (Smith 1950). riencia interna de contacto mfstico. Si Dios es trascendente, la
En sus teorlas de las culturas premodernas, los sociólogos salvación se consuma con un mayor protagonismo del ascetis-
clásicos construyeron vigorosos modelos que pretendían expli- mo, al adivinar con cetteza la voluntad de Dios y al seguir sus
car el modo en que se desplegaba esta construcción social de disposiciones. Cada uno de estos mandatos pueden perseguirse,
códigos semióticos. Realizaron esta labor a partir de sus teorías sin embargo, en dirección hacia el orden mllndano de la exis-
de la religión. Por ello, partiendo del totemismo primitivo, tencia o hacia el supraterrenal.
Durkheim (1964) afirmaba que toda religión organiza los obje- Mientras Durkheim y Weber limitaron, generalmente, la apli-
tos sociales en relaciones binarias y vivencia las profundas antl- cación de estas teorías culturales a la üda religiosa premoderna,
tesis entre lo sagrado y lo profano. Al encontrarse los objetos es posible extenderlas a los fenómenos seculares. Esta posibili-
sagrados en situación de aislamiento permanente, la
"sociédad, dad se hace patente cuando definimos las religiones como tipos
de sistemas, como discursos que revelan eI modo en que procede
la estructuración psicológica y social de la cultura.l3
esto
12. Más que una relación entre los sistemas simbólico y social, Foucault llamarla a
la forma en que el discurso es constitllido por las relaciones discursivas. nl,as
En esta sección he esbozado, sucintamente, Lln modelo
relacjones dicursivas, en un sentido, se encuentran en el límite del dicu¡so; ofrecen orientado al examen de la dimensión cultural de la vida social'
objetos de los que se puede hablm o, más bien [...] determinan el gmpo de relaciones Sólo espero que esta discusión sirva de introducción a lo que
que puede establecer el discu¡so para hablar de este o aquel objeto, o, más bien,
ocuparse de ellos, nombrarles, analizarles, clasificarles, explicarles, etc. Estas relacio-
üene a continuación. Antes de entrar a analizar la construcción
nes caracterizan [...] las normas que son inmanentes a Llna práctica, y la definen en su del ordenador como objeto cultural en el mundo de postguerra,
especificidad, ll97 2: 47 l.
Esta última sentencia muestra la dificultad inherente a la aportación de Foucault.
Tras definir las relaciones discursivas como algo que ofrece objetos al discurso, desba- 13. Entre los teóricos sociales contemporáneos, Shils (por ejemplo, 1975) se en'
rata la distinción entre estas relaciones y los modelos discursivos al denominal a las cuentra solo en su intento de elaborar la prolongación secular de las teodas rcligiosas
relaciones nomrs, por un lado, y al afirmar qtre aquéllas (esas normas o códigos de Durkheim y de weber. shils mantiene que las sociedades modernas aún disponen
simbólicos) son, al mismo tiempo, inmanentes a las prácticas, por otro lado. El idealis- de ucentros, de significación sagmda y trascendente y que el estatus social se determi
mo reduccionista y el materialismo se ocupan del análisis de Foucault, por razones de na a paftir de la distribución del carisma desde esos cent¡os sagrados. El potencial de
conftisión teórica e interés ideológico. Más que reincidir en la propuesta foucaultiana este vocabulario para clarificar la sociologla cultural queda parcialmente neutl'alizado
de establecer el qvfnculo poder-culturao, debemos aprender el modo de separar analí- por la desafortunada estructu¡ación del vocabulario del Shils, su concentmción cn cl
ticamente las dos esferas de cara a entender aquello a lo que el poder está vinculado, carisma, su inexplicable rechazo de la teoría durkheimiana y su yeno al considerar las
como afirma Lamont (1988). cuestiones más generales del pensamiento semiótico

174 175
voy a fijarme en el alcance de los primeros tratamientos de la las filbric¿rs a reducir sus costes. Los efectos de su incorpora-
tecnología para poner de manifiesto las dificultades que debe ción son igualmente objetivos. En cuanto tecnologfa, sustituye
superar una aproximación con sensibilidad para con lo cultural. al trabaio humano, la composición orgánica del capital cambia
y la proporción del beneficio desciende; a excepción hecha de
factores mitigadores, este descenso de la proporción provoca el
Consideraciones sociológicas de la tecnología: la mano colapso del sistema capitalista.
muerta del sistema social El neo-marxismo, aunque ha reüsado la determinante rela-
ción que Marx planteó entre economía y tecnología, sigue acep-
Considerada en referencia al sistema social, la tecnología es tando el enfoque positivista de la tecnologfa mantenido por
una entidad que puede tocarse, observarse, interactuar con ella Marx en cuanto un hecho puramente material. En el reciente
y catalogarse de una forma objetivamente racional. Analítica- trabajo de Rueschemeyer sobre la relación entre poder y di-
mente, sin embargo, la tecnología también es parte del sistema visión del trabajo, por ejemplo, ni los parámetros simbólicos
cultural. Es un signo, es decir, un significante y un significado, generales ni la trayectoria interna del conocimiento racional
en relación al cual los actores no pueden separar enteramente se conciben como crecimiento tecnológico determinante. <Es
sus estados subjetivos de la mente. Los científicos sociales no la inexorabilidad del interés y de las constelaciones de poder
han considerado, normalmente, la tecnología en su vertiente Rueschemeyer (198ó: I l7-l l8)- la que da forma, in-
más subjetiva. De este modo, no la han tomado, por lo común,
-afirma
cluso, a la investigación fundamental y la que determina las
como un objeto de todo punto cultural. Aparecla como la varia- transformaciones del conocimiento en nuevos productos y nue-
ble material por excelencia, no como un punto de sacralidad, vas formas de producción.> Deberfamos espernr hnsts el l'un- l

sino como lo más rutinario dentro de lo rutinario, no un sig- cionalismo moderno para ver a la tecnologfa como ulg<l muv
'( no, sino un antisigno, la esencia de una modernidad que ha so- diferente, pero esto es verdad sólo en un sentido nrtty limitod(t.
I $l|r cavado la posibilidad de la propia comprensión cultural. Por ello, Parsons (1967) criticó a Marx por situar a la tecnologlrt
En la época postmoderna, Marx se ha convertido en alguien en la base; los funcionalistas han sido siempre conscie¡rtes cle
infame por su ardorosa alabanza en <El manifiesto comunista> que a la tecnologfa le pertenece una posición más intermeclin en
de la tecnologfa como la expresión de la racionalidad cientffica. el sistema social. Nunca la han contemplado, sin embargo,
Marx creía que la moderna tecnología industrial, como precur- como algo muy distinto a un producto de conocimiento racio-
sora del progreso, había derribado las barreras del pensamiento nal y han concebido, a menudo, sus causas eficientes y sus efec-
primitivo y mágico. Despojada de su velo capitalista, Marx pre- tos específicos en términos materiales.
dijo y avanzó que la tecnología sería el sostén principal del co- En Ciencia y sociedad en ln Inglntena del siglo WII, Menon
munismo industrial que definió como la administración de co- subraya el papel que jugó el puritanismo en la inspiración de
sas más que depersonas.r4 Apesar del protagonismo que conce- las invenciones científicas. Sin embargo, bajo esta atmósfera en
de a la tecnología, para Marx no es una fonna de conocimiento, la que se aüvaron procesos de invención cientlfica, la causa
inclusive, de naturaleza más racional. Se trata de una variable inmediata de la tecnologla ftie el beneficio económico. La "rela-
material, una nfuerza de producción" (Marx 19ó2). Como un ción entre un problema surgido del desarrollo económico y el
elemento de base, la tecnologla es algo que los actores relacio- esfuerzo tecnológico es nítido y definitivo", sostiene Merton
nan como lo puramente mecánico. Tiene lugar a causa de que (1.970: t44), incidiendo en que <la importancia en el ámbito de
las leyes de la economía capitalista fuerzan a los propietarios de la tecnologla con frecuencia queda asociada con las estimacio-
nes económicasr. El (portentoso desarrollo económicoo de la
14. Como Habermas (1968a: 58) apunta, (Maü equipam la pericia política de un
época fue el desencadenante de las invenciones, ya que uplan-
colectivo político con un control técnico exitoso,. teó numerosos problemas relevantes necesitados de soluciónu

176
(14ó). En la tardía consideración de Smelser (1959) sobre la tud de su poder ffsico bruto y económico. <Si continuamos la
revolución industrial, la perspectiva es exactamente la misma. trayectoria tomada por el trabajo en sus desarrollos desde la
Los valores metodistas constituyen un sustrato favorecedor de artesanfa a la manufactura y a la industria maquinista
la innovación tecnológica, pero no se encuentran implicados en be Lukács (1971: 88)- podemos atisbar una tendencia-escri- conti-
la creación o en los efectos de la tecnologla misma. La innova- nuista hacia una racionalización mayor en cuanto el proceso
ción es un problema que recibe su impulso, no precisamente de del trabajo se ve, progresivamente, dominado por operaciones
la cultura, sino de la demanda económica. El efecto de la tecno- abstractas, racionales, especializadas.> Este viraje tecnológico
logla es, también, concreto y material. Al resolver la tensión en hacia la racionalización se extiende a todas las esferas sociales,
el nivel del sistema social, la innovación permite a la conducta desembocando en la objetivación de la sociedad y la (mente
colectiva abandonar el nivel de la conducta generalizada reificada". Lukács insiste en que él está interesado
realizaciín de anhelos, fantasfa, aspiraciones utópicas- y-la "por elprin-
re- cipio" (88, el original en cursivas) pero el principio es resultado
tornar a actitudes más mundanas y racionales de la vida ordi- de la tecnología como una fuerza material.
naria (Smelser 1959: 21-50). Este üraje hacia el papel ideológico central de la tecnologfa,
El mismo Parsons es más sensible al entorno subjetivo de la sin renunciar a su conceptualización materialista o a su causa
tecnologla. Al tiempo que reconoce que se trata de .un resulta- económica, culmina en el trabajo tardfo de Marcuse. Para expli-
do del proceso productivo>, insiste (1,960:135) en que depende, car las razones de una nsociedad unidimensionalo, Marcuse se
en última instancia, de los sustratos culturales. En una manio- centra más en la producción tecnológicaper se que en su forma
bra caracterfstica, desplaza su discusión sobre la tecnologfa capitalista. De nuevo para Marcuse la tecnologfa es un fenóme-
desde el escenario económico a la cuestión relativa a los orfge- no puramente instrumental y racional dado por supuesto, Su
nes del nconocimiento utilizabler. Describe este último como nracionalidad arrodallora *afirma Marcuse (19ó3: xiiiF estl.
<resultante de dos procesos que, a pesar de que los factores mula la eficiencia y el crecimientor. El problemn, unl vez nrfls,
I J11¡i económicos tienen protagonismo, son claramente no-económi- es que este (progreso técnico llega a constitr¡irsc cn rlr¡ sislemu
cos, en concreto, la investigación y la educación> (135). Dicho global de dominación y coordinación, (xii). Cuando eso ocur¡r,
de otro modo, mientras Parsons reconoce que la tecnología es, se institucionaliza en todos los ámbitos de la sociedad r.rn prin-
en el sentido más importante, un producto del conocimiento cipio de racionalidad puramente formal y abstracta. Esta acul-
subjetivo más que una fuerza material, este reconocimiento le tura> tecnológica ahoga cualquier capacidad de imaginar alter-
conduce, no al análisis de los procedimientos simbólicos, sino nativas sociales. Como Marcuse concluye (xvi), la nracionalidad
al estudio de los procesos institucionales, es decir, a la investi- tecnológica ha devenido racionalidad política,.
gación y a la educación. Cuando Parsons y Platt exploran estos La nueva clase y las teorías postindustriales confieren a esta
procesos en La universidad americana (7973), consideran el in- teorfa crftica más matices y sofisticación, pero no superan su
put de la cultura nvalor de la racionalidado- como algo fatal marchamo anticultural. Gouldner acepta la idea de que los
-el
dado, fijando su atención en cómo este valor llega a institucio- científicos, ingenieros y gestores gubernamentales tienen una
nalizarse en el sistema social. percepción racional en ürtud de la naturaleza técnica de su
La teorfa crftica, arrancando del tema weberiano de la racio- trabajo. La competencia tecnocrática depende de su educación
nalización, se distancia del marxismo ortodoxo al atender a la superior y la expansión de la educación superior depende, en su
relación entre tecnologfa y conciencia. Pero mientras Weber último análisis, de la producción dirigida por la tecnologfa. Por
(por ejemplo, 1946b) consideraba a la máquina como un objeti- ello, Gouldner no encuentra defecto alguno en la competencia
vación de la disciplina, actiüdad de cálculo y organización ra- tecnocrática en sí y por sí misma; la toma como paradigma de
cional, las teorlas cíticas inüerten el orden causal, defendiendo universalismo, criticismo y racionalidad. Cuando ataca la falsa
que la tecnología es la que crea la cultura racionalizada en vir- conciencia de los tecnócratas, opera de ese modo debido a que

l
178 t79
ellos difunden esta racionalidad más allá de su esl'e¡a de com- Pnrn ccrrar esta sección seía oportuno referirse a la figura
petencia técnica: <La nueva ideología sostiene que los proble- de Habenrras, en concreto, a la distinción que plantea entre el
mas de la sociedad son solubles sobre una base tecnológica, con mundo de la técnica (definido de diversos modos como trabajo,
el uso de la competencia técnica adquirida educacionalmenteo organización o sistema) y el mundo de lo humano (comunica-
(1979:24, se han añadido las cursivas). Al pretender compren- ción, normas o mundo-deJa-üda), que supuso un contraste de-
der la sociedad en su totalidad, la nueva clase puede suminis- cisivo a lo largo de su obra. Habermas (1,968a: 57) define la
trar un bagaje de racionalidad para la sociedad en su conjunto. tecnología de una forma bastante familiar para nosotros. La
Gouldner también subraya, por supuesto, que esta difusión de considera como el ncontrol científicamente racionalizado de
la racionalidad técnica puede crear un nuevo tipo de conflicto procesos objetivoso y la contrapone con fenómenos ligados a
de clase y un foco <la cuestión práctica relativa a cómo pueden y quieren üvir los
"racional" de cambio social. Esta noción, sin
duda alguna, remite simplemente a la vieja contradicción entre hombresr. Con la creciente importancia adquirida por la tecno-
fuerzas (tecnológicas) y relaciones de producción, revestidas logía, la organización significativa del mundo queda desplazada
con el ropaje postindustrial. Cuando Szelenyi y Martin (1987) por la organización teleológico-racional. nl.a extensión de la
critican la teoría de Gouldner como economicista, han alcanza- tecnología y la ciencia permea las instituciones sociales y, de
do su nrlcleo teórico. hecho, Ias transforma Habermas (1968b:81)- de-
Con el empleo de distinciones teóricas similares, teóricos
-recuerda
rribando las üejas formas de legitimación.o
conservadores propusieron conclusiones ideólogicas diferentes. Estas üejas formas de legitimación se basaban en la tradi-
En su¡ teorfa postindustrial, Bell (1976) también llama la aten- ción, las narcaicas cosmovisiones mfticas, religiosas y metaffsi-
ción sobre la creciente racionalidad cultural de las sociedades cas) qlue se orientaron hacia <las cuestiones nt¡cle¿tres de la
modernas, un modelo cultural que también üncula directamen- existencia colectiva de los hombres, por e.jemplo, .justicia y li-
te a las demandas tecnológicas y productivas. De cara a produ- bertad, üolencia y opresión, felicidad y satislhcción [,,,'l anr<;r.v
cir y mantener las tecnologfas avanzadas que se encuentran a la odio, salvación y condena, (9ó). Después cle quc cl cl'cct<¡ clc ln
base de las instituciones económicas y políticas postindustria- tecnología se ha hecho notar no tiene senl.iclo v<¡lvel. a pluntcnr
les, los valores cientfficos y la educación científica han adquiri- estas cuestiones: <La autocomprensión cr.¡ltr.rmlmenlc clcfiniclu
do una dimensión nuclear en la üda moderna. En las esferas de un mundo-deJa-vida social se reemplaza por la nutorlcil'ic¡r-
políticas y económicas de las sociedades modernas, por tanto, ción de los hombres bajo las categorlas de la acción telcológico-
la cultura sobria, racional e instrumental es la norrna. En oposi- racional y del comportamiento adaptativo> (105-10ó), Sc lra
ción a esta esfera tecnológica que se desarrolla en este contexto, producido una expansión horizontal de los strbsistemas clc uc-
de acuerdo con Bell (197 6), se encuentran los valores irraciona- ción teleológico-racional) de tal magnitud que <las estnrcttrr.as
les postmodernos que crean las contradicciones culturales de la tradicionales se han subordinado, paulatinamente, a las concli-
sociedad capitalista. Aquí la contradicción entre fuerzas (tecno- ciones de racionalidad instmmental o estratégica> (98). En cstc
lógicas) y relaciones se reviste con otra indumentaria. Cuando sentido concreto, Habermas (111) mantiene que la ideologfa dc
Ellul, el otro teórico conservador de la la tecnología ha desplazado al conjunto de las ideologfas prccc-
"sociedad tecnológicao,
escribe antes de los años sesenta, detecta en los efectos sociales dentes. A causa de la tenacidad con la que cursa esta racionali-
de la tecnología mayor carga de elementos instrumentales y ra- dad, esta nueva ideología no muestra nla fuerza de un engaño o
cionales que lo que señala Bell. Estimulada por una (fantasía que se autocumple", ni (se yergLle del mismo
"la búsqueda de
una mayor eficiencia" (Ellul l9ó4: 19), la técnica nclasifica, or- modo (como las ideologlas iniciales) a partir de la causalidad de
ganiza y racionaliza" (5). Existe en slmbolos disociados y motivos inconscientes". Esta ideologfa,
"el dominio de lo abstracto)
(5) y no tiene relación alguna con valores culturales o con las añade Habermas, ha dejado de lado cualquier intento de expre-
necesidades reales de la vida humana. sar una proyección de la nbuena vidar.

180
En la discusión que viene a continuación pondté cle relieve inquietucles axiológicas de la vida tradicional no son posible
que estos supuestos sobre la consciencia tecnológica son falsos. mantener por más tiempo. Las poco conüncentes versiones del
Sólo porque Habermas ha aceptado la posibilidad de una histo- funcionalismo y la teoría postindustrial describen a la tecnolo-
nzación radical de la conciencia, él puede tenerlos como verda- gfa como una variable que tiene un estatus estrictamente mate-
deros. Mi propia discusión comienza desde una comprensión rial y a las orientaciones hacia la tecnologfa como cognitiva-
muy diferente. Es imposible el sometimiento de una sociedad a mente racionales y rutinarias. Desde mi punto de üsta, sin em-
la racionalidad técnica todavez que las estructuras mentales de bargo, ninguna de estas posiciones es correcta. Las ideas que
la humanidad no pueden ser radicalmente historizadas; en as- animan a la sociedad moderna no son almacenes cognitivos de
pectos cruciales, son inmodificables. Los seres humanos conti- hechos verificados; son símbolos que continrian siendo confor-
núan experimentando la necesidad de investir al mundo de sig- mados por profundos impulsos irracionales y moldeados por
nificado metafísico y continúan üvenciando la solidaridad con imperativos cargados de significado.
los objetos exteriores a ellos mismos. Ciertamente, la capacidad
de calcular objetiva e impersonalmente es, quizá, el rasgo más
nítido de la modernidad. Pero ésta se mantiene como un com- Discurso tecnológico y salvación
plejo institucionalizado (Parsons 1951) de motivos, acciones y
significados entre muchos otros. Los indiüduos pueden ejercer Debemos aprender a ver la tecnologfa como un discurso,
las orientaciones cientfficamente racionales en determinadas si- como un sistema de signos que está sujeto a imperativos semió-
tuaciones, pero, incluso, en estos marcos, sus acciones no son ticos y abierto a demandas sociales y psicológicas, El primer
cientfficamente racionales como tales. La objetiüdad es una paso hacia esta concepción alternativa de la lecnologfa moder-
norrna cultural, un sistema de sanciones y recompensas socia- na es reconceptualizar su introducción de tal nrodo que quede
les, un impulso motivacional de la personalidad. Permanece in- abierta a términos metaffsicos, Irónicamente, el mlsmo Weber.
cluida dentro de sistemas profundamente irracionales de defen- aportó la mejor indicación del modo en que esto puede lroccrrse.
sa psicológica y de sistemas culturales de un tipo ineludible- Weber mantenía que los creadores de la sociedad industrlal
mente primordial. moderna actuaban con el objetivo de la salvación, Los capitnlis-
Esto no supone negar el hecho de que la producción tecno- tas puritanos practicaban lo que Weber (1950) llam6 ascatistuo
lógica ha ocupado un papel nuclear como consecuencia del ad- mundano. A través de un arduo trabajo y abnegación crearon
venimiento de la sociedad postindustrial. Se ha producido una riqueza como prueba de que Dios habla predestinado su sal-
aceleración en la sustitución de información por energía física, vación. Weber (1963) puso sobre el tapete, por ello, que la salva-
que Marx describió como un cambio en la composición orgáni- ción era un problema básico de la humanidad desde tiempos
ca del capital, con dramáticas consecuencias. Este desplaza- inmemoriales. Ya fuera el cielo o el nirvana, las grandes religio-
miento del trabajo manual al mental ha transformado la estruc- nes han prometido a los seres humanos una forma de evasión
tura de clase y las trayectorias tÍpicas de las sociedades capita- del trabajo denodado y del sufrimiento y una liberación frente a
listas y socialistas. La creciente capacidad de almacenar infor- los imponderables terrenales si los hombres concebían el
mación ha fortalecido el control de la burocracia sobre la in- mundo en ciertos términos y-sólo se aferraban por comportarse de
formación que ella necesita de continuo. Pero las aproximacio- cierta forma. Con el objeto de historizar esta concepción de sal-
nes sociológicas a la tecnología, que hemos examinado en esta vación y posibilitar una explicación comparativa de la misma,
sección, se extienden mucho más allá de lo que las observacio- Weber desarrolló la tipología de los modos de salvación munda-
nes emplricas pudieran sugerir. La versión más dura del mar- nos frente a los extramundanos, tipologÍa que asoció a la distin-
xismo y la téorla crítica describe una sociedad obsesionada por ción entre lo ascético y lo mfstico. La acción disciplinada, abne-
la tecnología cuya conciencia se ha estrechado tanto que las gada e impersonal, de la que dependió la modernización, segrln

182 183
mantenía Webel podría consumarse, únicamente, ¡rot'la activi' signll'icltiva apertura hacia la experiencia mlstica. Uno de sus
dad en este mundo de forma ascética. Comparados con los vástagos culturales, la moderna ideología del amor romántico
hombres sagrados budista o hindú, los santos puritanos fijaban (Lewis 1983), reflejaba la permanente demanda de salvación
su atención mucho más sobre este mundo. Más que permitirse inmediata y transformativa en el corazón de la era industrial'
a sl mismos la experiencia directa de Dios y afanarse por con' Este último ejemplo apunta aI segundo gran problema en la
trovertirse en recipiente de su espíritu, creían que su salvación teoría religiosa de Weber, su historicismo. Weber mantenfa que
pasaba por que ellos se conürtieran en instrumentos prácticos el interés por la salvación podrfa atravesar y organizar la expe-
realizadores de su voluntad. La salvación mundana fue el ele' riencia mundana en igual medida que la comprensión cientlfica
mento desencadenante de la racionalidad impersonal y el obje- no ha socavado la posibilidad de aceptar un telos extramunda-
tiüsmo que, a los ojos de Weber (1958: 181-183), finalmente no y diüno de progreso en la tierra. Como he expuesto anterior-
en racionalizar el dis-
dominaron el mundo. -"nt", este esfuerzo fallido consistentecon la incorporación de
A pesar de que la teoría religiosa de Weber es de suma im- curso contemporáneo puede corregirse
portancia, adolece de ciertas insuficiencias. En primer lugar, las contribuciones estructurales de la sociología religiosa de
Weber concibió el estilo moderno de salvación de un modo ca- Durkheim. Este pensaba que los seres humanos continúan diü-
ricaturesco. Nunca ha sido tan unilateralmente ascético como diendo el mundo entre lo sagrado y lo profano y que, incluso los
Weber supone. La actiüdad mundana se desencadena desde los hombres y las mujeres modernos, necesitan experienciar direc-
deseos de escapar de este mundo, al igual que la auto-negación tamente centros místicos a través de encuentros rituales con lo
ascética de la gracia se caracteriza por los episodios de intimi- sagrado. En el contexto moderno, por tanto, la teorfa de la sal-
dad mística. En sus escritos sobre la modernidad (Alexander lruóiótt de Weber puede elaborarse y sustentarse solamente con
1986), Weber reconocía, en Lrn gesto muy forzado, que la socie- un viraje hacia Durkheim' El üraje puede hacerse más enrique-
dad industrial acoge en su seno la tendencia a nhuir del mun- cedor ii llevamos a la práctica la modificación que Caillois
doo, en cuya categoría incluía cosas tales como la renuncia de (1959) introdujo en la teorla de Durkheim, modificación que
los modernos a la creencia religiosa, el fanatismo ideológico o afirmaba que, junto a lo sagrado y lo profano, habfa Lln tercer
la huida facilitada por el erotismo o el esteticismo' Si bien We- término, lá rutina. Mientras la üda rutinaria no participa de la
ber condenó estas huidas como irresponsables, sin embargo, no experiencia ritual, las experiencias sagradas y profanas dispo-
fue capaz de incorporarlas a la sociología de la vida moderna. n"n d" una elevada intensidad. Mientras lo sagrado confiere
Representaban un poder con el que su teoría historicista y típi- una imagen del bien con la que los actores persiguen solidificar
co-ideal era de todo punto insostenible. los lazos comunitarios y se afanan en obtener protección, lo
En verdad, los intentos modernos de lograr la salvación a profano define una imagen del mal a partir de la cual los seres
través de vías puramente ascéticas no sólo han tendido a for- hrr.trunot deben granjearse la salvación. Esta concepción nos
mas abiertamente escapistas, también se han volcado hacia el permite atisbar un buen grado de veracidad a la comprensión
mundo cotidiano. Nunca estaúamos en disposición de saber, weberiana de la teodicea, incluso cuando la trasladamos hacia
desde las afirmaciones de Weber, por ejemplo, qué es lo que el estado moderno. Las oreligiones, salvíficas seculares sumi-
pensaban los puritanos de su relación con Dios sobre las intimi- nistran una huida, no sólo de los sufrimientos terrenales en ge-
dades del matrimonio sagrado (Morgan 1958); ni seríamos neral, sino más específicamente del mal. Toda religión salvífica
conscientes de que la explosión del nantinomianismoo místico ha concebido, no sólo a Dios y a la muerte, también al diablo'
era un peligro constante y recunente en la üda puritana' La Nuestro examen relativo a la introducción de la tecnología
tradición post-puritana del protestantismo evangélico, que se proseguirá a partir de estas reconstrucciones del discurso sim'
desarrolló en Alemania, Inglaterra y Estados Unidos a finales bólico.
del siglo dieciocho e inicios del diecinueve, se distinguió por su

184 185
La máquina de información sagraday profana 198 I : 2 I ). ls Mientras las valoraciones nrutinarias" del ordenador
eran l¿rvorables que se referÍan a los aspectos de
Las esperanzas de salvación han ido de la mano de las in- -valoraciones
racionalidad, cientificidad y orealismo>-, éstas palidecían en
novaciones tecnológicas del capitalismo industrial. Valioslsi comparación con el discurso trascendental y mltico que se com-
mas invenciones como la máquina de vapo¡ el telégrafo y el plementó con la retórica que se autocumple de salvación y con-
teléfono (Pool 1983) fueron aclamadas por las élites y las ma- dena. En la reüsta Time se da cuenta del primer encuentro entre
sas como velfculos de trascendencia secular. Su celeridad y el ordenador y el priblico en 1994, encuentro en el que se trataba
poder, que se proclamaron por doquier, socavarfan los límites a la máquina como un objeto sagrado y cargado de misterio. Lo
mundanos del tiempo, el espacio y la escasez. En sus primeros que (se reveló" fue un
"deslumbrante panel de cincuenta pies
días de esplendor, se conürtieron en recipientes de experiencia compuesto de teclas, hilos metálicos, contadores, transformado-
extática liberadora, instrumentos que transportaban a la gloria res y conexioneso. La ünculación con las fuerzas superiores,
del cielo que se alza sobre la tierra. Los técnicos y los ingenie- cósmicas inclusive, se sugeúa inmediatamente por sí misma,
ros que concebfan esta nueva tecnologla accedieron al estatus Time descnbió su exposición nbajo la presencia de oficiales su-
de sacerdotes mundanos. Sin embargo, en este discurso tecno- periores de la flota navaln y prometió a sus lectores que la nueva
lógico la máquina no ha sido sólo Dios sino también el diablo. máquina vendrfa a solventar problemas (en la tiera de igual
A principios del siglo diecinueve, Luddites criticó a las máqui- forma que los procedentes del universo celestial, (T8/44). Este
nas de hilar como si fueran los ídolos que condenaron los pa- estatus sagrado se consumó en los años posteriores. Para ser
dres hebreos. William Blake denunció a las sagrado un objeto debe separarse radicalmente del contacto con
"tenebrosas hilan-
derfas satánicas". Mary Shelley escribió Frankenstein, o el Pro- el mundo ordinario. La literatura popular se ¡'eferfs, de conti-
meteo modemo, referido a los resultados terrorÍficos desatados nuo, a la distancia que separaba al ordenndor del priblico prcfn.
li por el esfuerzo en construir la máquina más <portentosao del no y el misterio que pululaba en torno a é1. En olto ¡r¡mrtqlo
rfirl mundo. El género gótico supuso una rebelión contra la era de publicado en 1944 por Popular Science, tnu sobresulic¡rte ¡rvi¡l¿r
la Razón e insistió en que las ftierzas sombrías aúrn seguían de divulgación tecnológica, se describfa al primer orr.lc¡rndo¡.
amenazando, fuerzas que, a menudo, tomaban cuerpo en el como un cerebro electrónico susurrante nocultado t¡:ns cuc ele.
motor de la tecnología. Paradójicamente, la época moderna gantes paneleso retirados en (un sótano con ail's oconcliclonn-
tuvo que ponerse a salvo de esas fuerzas. Existe una lfnea di- do" (PS10/44). Veinte años más tarde la imagen no hnbfu cu¡¡r-
recta desde el resurgimiento gótico a la película enormemente biado. En 1965 un nuevo y más potente ordenador se concep-
popular de Steven Spielberg, La guerra de las galaxias (Pyn- tualizó de igual modo, como un
"prodigio aisladoo funcionundr¡
chon 1984). La ciencia ficción de hoy mezcla tecnologla con (en una habitación incomunicada, dotada de aire acondlclor¡¿r-
los temas góticos medievales, opone el mal frente al bien, y do, de la compañla programadora de datoso. En términos lnc-
promete la salvación respecto los límites del espacio, del tiem- quívocos, Time apuntaló este discurso de la tecnologfa sagrndn.
po, de la propia mortalidad.
El ordenador es la más novedosa y una de las más potentes
15. Los datos que vienen a continuación son muestras de los mlles clo n¡llctrlos
innovaciones tecnológicas de la edad moderna, pero su simboli- escritos en relación con el ordenador desde su introducción en 1944 hnstn l9tl4. llc
zaciín ha sido la misma. La estructura cultural del discurso tec- seleccionado para los análisis 97 artículos escritos en 10 revistas de diwlgnclón anrcri-
canas: Tinte (T), Newsweek (N), Bassín¿s Week (BW), Fortune (F), Thc ;r>utunlay Eve-
nológico se encuentra arraigada con toda firmeza. En términos
ttíttg Post (SEP), Popular Sci¿nce (PS), Reader's Digest (RD), U.S. Nev,s aml World Rc-
teóricos, la introducción del ordenador en la sociedad occidental port (USN), McCall's (Mc) y Esquitre (PS). Para mentar o referir a estñs fuentcs, cito
se asemeja, en grado sumo, a la tumultuosa entrada del Capitán primero la revista, después el mes y el año; por ejemplo, T8/ó3 indicq un ¡r¡ tlculo do la
r.el,¡istaTime que apareció en agosto de 19ó3. Estos artfculos presentados no sc scloc-
Cook en las islas Sandwich: se trató de *un acontecimiento al cionan caprichosamente sino que se eligen por su relevancia para los tcmas lntcrprcln-
que el sistema concedió significación y notoriedad, (Sahlins tivos de este trabajo. Me gustarla agradecer a Daüd Wooline su ayuda,

186 187
Dispuestos en forma de hilera en habitaciones provistas de aire espirituales modernas, (T3/68). Una destacada personalidad de
acondicionado, pilotados por resueltos hombres jóvcnes con ca- una iglesia nacional describía la Biblia como una ndestilación
misa blanca que se mueven sigilosamente entre ellos, como lo
de la experiencia humana, y añadía que los ordenadores son
sacerdotes al realizar los santos oficios en el altar, los ordenado-
capaces de correlacionar una amplia franja
res continúan su trabajo con sllmo silencio y pasan inadvertidos "de experiencias en
para la mayor parte del público [T4ló5]. relación a cómo debe comportarse la gente). La conclusión que
se atisbaba subrayaba la profunda conexión establecida entre el
ordenador y el poder cósmico: nCuando queremos consultar a
Se aíslan los objetos porque se consideran poseedores de la deidad, acudimos al ordenador porqLle se trata del ser más
poderes misteriosos. La ligazón entre el ordenador y centros estrechamente cercano a Dios> (T3/68).
establecidos de poder carismático se repite constantemente en Si un objeto es sagrado y se le separa del mundo profano,
la literatura popular. En ocasiones se produce una analogía en- conseguir el acceso a sus poderes es tarea harto difícil. Los sa-
tre el ordenador y los objetos sagrados en Io terrenal. En el cerdotes comparecen como interrnediarios entre Ia divinidad y
reportaje sobre el descubrimiento de un nuevo y más sofistica- los fieles. Como apunta uno de los expertos más relevantes,
do ordenador en 1949, Newsweek lo denominó nel héroe real" mientras eran muchos los que tenfan en alta consideración al
del momento y lo describfa, al modo de la realeza, como nla ordenador, <sólo los especialistas tenfan conocimiento del
corte que se establece en la cumbre de los laboratorios de orde- modo en que estos elementos serán conrbinados en su conjunto
nedoresD (11/49). A menudo, sin embargo, se hicieron referen- y las implicaciones sociales, económica$ y polfticas a largo pla-
cias más directas a los poderes cósmicos del ordenador e, inclu- zo, (RD5/ó0). Las predicciones crróneas ¡cl"cridas al ordenador
so, A su cstatus extrahumano. En un artículo sobre el primer se atribuyen, normalmente, a los nno-especialistas" (BW3/ó5).
orden¿rdor, Po¡nilar Science informaba de que
"la noción co- Disponer de conocimiento de informática, sc tecordaba una y
múrn sobte cl univctso y sobre todo lo que en él se encuentra se otra vez, requiere una práctica reiterada y un aislanriento pcr-
verá peflurbada por las columnas de figuras que este monstruo manente. Nuevos procedimientos cargados de dificultad lurn clc
diseña¡' (PSl0/44). Quince años despr.rés, un famoso experto llegar. Para aprender el modo en que funciona u¡r nt¡evo o¡de-
técnico declaraba en una destacada reüsta de divulgación que nador introducido en 1949, los especialistas <invierlen meses
use pondrán cn marcha las luerzas cuyos últimos efectos para estudiando, literalmente, día y noche' (NS/49). El núrmero de
el bien y el rnal son inc¿rlculables, (RD3/ó0). personas capaces de mantener un entrenamiento tan dguroso
Toda vez qr.re la máqrrina alcanzó mayor grado de sofistica- era enormemente restringido. El establecimiento de <vfnculos
ción y se granjeó r'espeto reverencial, las referencias a los pode- entre la sociedad humana y el cerebro del roboo (N9/49), exigfa
res divinos se establecieron abiertamente. Los nuevos ordena- (una nLleva estirpe de científicos>. La <nuevaraza de especialis-
dores nrepresentan a César enüando las facturas mensuales y tas que ha brotado para acercarse a las máquinas
[...] a Dios contando los votos de los obispos católicos del mun- Time a finales de los años sesenta-, se ha formado a-escribfa
sí misma
do" (T4165). Era muy comúln una broma relativa a un científico dentro de un solemne sacerdocio dedicado al ordenador, expre-
que intentó doblegar a su ordenador planteándole la cuestión: samente separado de los hombres laicos y habla un lenguaje
¿existe Dios? <El ordenador cayó en un primer momento. Poco esotérico que, según barmntan algunos, es su manera de misti-
después respondió: "Ahora sf existe"' (N1/66). Después de des- ficar 1o desconocido" (T4165). Este artículo predecla lo siguien-
cribir al ordenador en términos suprahumanos en te: nHabrá una pequeña, y casi separada, sociedad de personas
la memoria, increíblemente rápido en matemática -ninfalible
y totalmente en relación con el ordenador avanzado. Será instituida una re-
imparcial en el juicior- una revista de tirada semanal hizo la lación con sus máquinas que no puede compartirse con el hom-
siguiente deducción , por lo demás, obüa: profeta transis- bre ordinario. Aquellos que muestren talento para el trabajo lo
"Este
torizado puede ayudar a la iglesia a adaptarse a las necesidades desarrollarán desde la infancia y practicarán con la misma per-

i88 189
severancia empleada por quien se dedica al ballet clásico". ¿No poraba attdio, fue descrito como (un cerebro infantil con una
es sorprendente que, informando sobre los nuevos ordenadores voz fugaz> y como nel único cerebro mecánico con un corazón
diez años más tarde, Time (1174) decidiera que sus lectores se compasivo) (N10749). Su nfisiologla" (SEP2/50) pasó a ocupar
interesaran por conocer que entre este grupo esotérico había el centro neurálgico del debate. Los ordenadores ofrecían una
surgido un nuevo y enorrnemente popularjuego de ordenador nmemoria interna> (T9149), oojoso, un (sistema nervioso,
llamado el njuego de Ia vidao? La identificación del ordena- (SEP2/50), un <corazón que hila, (T2/5I), y Lrn (temperamento
dor con Dios y de los operarios del ordenador con los interme- femenino> (SEP2/50), junto al cerebro del que ya estaban dota-
diarios sagrados significa que las estructuras culturales no ha- dos. Se anunció que tendrían "descendientes" (N4/50), y en los
bían cambiado en cuarenta años. últimos años surgieron "familias> y (generaciones, (T4165). Se
El contacto con el ordenador cósmico, que posibilitaban esos produjeron, finalmente, períodos evolutivos. uRebasada su in-
sacerdotes tecnológicos, transformaría la vida terrenal. Al igual fancia', anunció Time (T4/65), el ordenador estaba a punto de
que las tecnologías revolucionarias que le precedieron, el orde- entrar en un (estado de madurez incuestionabler. Sin embargo,
nador simbolizó, al mismo tiempo, el mal y el bien superhuma- operando de este modo un tanto neurótico, para sus diseñado-
nos. Como Léü-Strauss subrayó, los códigos culturales definido- res (se habfa convertido en un niño mimado y veneradoo.ló
res de un objeto se construyen, inicialmente, a través del acto de El período de definición compulsiva se redujo rápidamente,
poner nombre a las cosas. En los años inmediatamente posterio- pero las terribles fuerzas para el bien y el mal que los nombres
res a la introducción del ordenador, los esfuerzos en nombrar simbolizaron habían entrado en nuestros días en un combate
esta nueva máquina pensante fueron intensos, y siguieron los encarnizado. La retórica de la salvación superó este dualismo
parámetros binarios que describieron Durkheim y Léü-Strauss. en una dirección, la retórica apocallptica en otra. Ambas mn-
El resultado fue una usimilitud de significantes), una serie am- niobras pueden verse en términos estntctur¿rles cotno o¡rosi-
( pliada de asociaciones sagradas y profanas que crearon un ámbi- ción binaria superada por el suministro dc un tercer térnri¡ro,
| 1{l ,l to semántico denso para el discurso tecnológico. Una de las se- Pero también están en juego profundos asuntos cnrocionules y
ries reveló resultados terribles e implicaciones calamitosas. Se metafísicos. El discurso del ordenador era escatológico ¡rot't¡ue
denominó al ordenador de diferentes maneras: nartilugio colo- el ordenador se veía ligado a los problemas de la viclu y lu
sal> (T8/44, N8/49), uf;ábrica de formaso (PS10/44), <montaña me- muerte.
cánica> (PSl0/44), (monstriuo) (PS10/44, SEP2/50), (acorazado En primer lugar, la salvación se definió en términos estrict¡t-
matemático> (PSi0744), portentoso) (PSl 0/44), *gi- mente matemáticos. El nuevo ordenador nresolverla en un san-
"dispositivo taimén> problemas que nhan desconcertado a los hombres du-
gante) (N8/49), <robot matemático> (N8/49), (robot de trabajo
milagroso, (SEP2/50), el omanlaco, (SEP2/50) y el rante años> (PS10/44). En 1950 la salvación ya habla sido defi-
"monstruo nida de forma más amplia. nl-lega la revolucióno se lee en un
Frankenstein) (SEP2/50). Con el anuncio de un ordenador nue-
vo y más potente en 1949, Time (9149) aclamó las ngrandes má- titular de una crónica referida a estas nuevas predicciones
quinas que efechian su camino a través de océanos de figuras al (T11/50). Surgió un inconfundible y üsionario ideal de progre-
igual que las ballenas realizan el suyo ingiriendo planctono y las so: nl-as máquinas pensantes posibilitarán una civilización más
describió aludiendo al zumbido propio de ouna colmena de in- saludable y dichosa que cualquier otra conocida> (SEP2/50). La
sectos mecánicos>. gente, ahora, estaría en condiciones de uresolver sus problemas
En directa oposición a este ámbito profano, los periodistas y de un modo electrónico y sin dolor alguno, (N7i54). Los avio-
técnicos también definían al ordenador y a sus partes mediante
analogías con el, sin duda, presumiblemente inocente y sagrado
16. Muchas de estas referencias antropomórficas, que dieron lugar a la fase .caris'
ser humano. Se le denominaba nsupercerebro, (PS10/44), uce- mática¡ del ordenador, se han rutinizado en la literatura técnica, por eiemplo, cn
rebro gigante, (N8/49). Insertado a un instrumento que incor- téminos tales como ntentorin y getteraciottes.

190 t9t
nes, por ejemplo, podrían alcanzar sus destinos nsin ayuda al- responsables y eficientes, negocios productivos y rentables, tra-
guna del piloto> (PSl/55). bajo crcativo y un sosiego enormemente satisfactorio.
En 1960 el discurso público sobre el ordenador adquirió ü- Como si del apocalipsis se tratara, mucho es lo que quedaba
sos verdaderamente milenaristas. nSe ha abierto una nueva era por decir. La máquina siempre ha simbolizado, además de la
en las relaciones humanasr, anunció un destacado experto esperanza trascendental, el temor y el repudio desdencadena-
(RD3/60). Como toda retórica escatológica, el alcance en el dos por la sociedad industrial. Time aludió, en cierta ocasión, a
tiempo de esta salvación prometida es impreciso. Aún no ha esta profunda ambigüedad sirviéndose de la üsión gótica de la
tenido lugar, pero su concurso parece haber comenzado. Arri- realidad. Visto de frente, el ordenador muestra una ndignidad
bará en cinco o diez años, sus efectos se presentarán en no mu- limpia, serenaD. Sin embargo, esto es engañoso (ya que a sus
cho tardar, la transformación es inminente. Sea cual sea el in- espaldas se esconde una pesadilla de complejidad latiente, con-
tervalo de influencia, el resultado final es incontestable. <Traerá vulsa e impreüsible" (9149).
consigo un efecto de proporciones insospechadaso (RD3/60). Al tiempo que el contacto con el rostro sagrado del ordena-
nSuperando la última gran barrera del espacior, el efecto del dor es vehículo de salvación, el rostro profano amenaza des-
ordenador sobre el mundo natural será enorme (RD3/ó0). Bue- trucción. Se trata de algo de lo que los seres humanos deben
na parte del trabajo humano será eliminado, y la gente se senti- quedar a salvo. Primeramente, el ordenador produce el miedo a
rá <libre para acometer tareas completamente nuevas, muchas la degradación. ol-a gente estaba asustada)) (N8/ó8) porque el
de ellas orientadas hacia el perfeccionamiento de nosotros mis- ordenador tiene el poder de naniquilar o mutilar al hombre,
mos, produciendo belleza y solidaridad con el otro> (McSlOS¡.tz (RD3/60). La gente siente <desazón y fntstración sin amparo
Las conücciones se üeron confirmadas, en un tono más ra_ alguno, (N9/ó9). El ordenador degrada porque oQietiviza; éste
dical, a finales de los años sesenta y primeros de los setenta. Los es el segundo gran temor. nConducirl a los honrb¡'cs lllccnnizo'
nuevos ordenadores tienen tan <terrible poder) (RD5/71) que, dos que sustituirán a los propiamente htl¡rlanosr (Tl l/50)' L<¡s
como Dios recordó en el Génesis, engendraría oel orden desde estudiantes serán <tratados como máqtti¡-l¿ls inrpcrsonnlcsu
el caos, (BW7171). Es un hecho que ula edad del ordenador está (RD1/71). Los ordenadores son inseparables dc ula inragett cle lir
amaneciendo>. Un signo de este milenio será que .la forma esclaütudr(UsN11i67). Toda vez que se perciben cor¡ro ser.es
común de pensar a partir de los términos causa y efecto será humanos objetivizados, los ordenadores exhiben un pcligto
sustituida por una nueva conciencia, (RD5/71). No puede ne- concreto. En 1975, un autor con cierto reconocimiento púl:liccl
garse que esto era la materia prirna de la que nse hacen los describió a su ordenador personal como un uobjeto susu¡Tantc
sueños> (USNó/67). Los ordenadores transfor-rnarían todas las pensado para apartarme de mí> (RDl1/75). En concreto, el peli-
fuerzas naturales. Sanarían las enfermedades y garantizartan gro reside, no tanto en la mutilación, como en la manipulación'
una üda prolongada. Permltirían a cualquiera conocer aspectos Con los ordenadores nlos mercados pueden conducirse cientffi-
recurrentes en todas las épocas. Facilitarfan a los estudiantes camente [...] con una eficiencia que provocaría el sonrojo a
métodos más sencillos de aprendizaje, al cual, además, mejora- cualquier dictador" (SEP2/50). Su inteligencia les puede con-
rían hasta la perfección. Traerían consigo una solidaridad mun- vertir en <instrumentos de subversión masiva' (RD3/60). Nos
dial y una abolición de la guerra. Derribarlan la estratificación e podrlan ndirigir hasta el horror definitivo de cintas
impulsarían el reino de la igualdad. Garantizarían gobiernos -cadenas
de plásticoo (N8/ó6).
Finalmente se desencadena el cataclismo, el iuicio final rela-
tivo al delirio tecnológico terrenal que se predijo desde 1944
17' El discuno lógico ha representado siempre una transformación que eriminaría hasta el día de hoy. Los ordenadores son (Frankenstein (mons-
el trabajo humano y dotarÍa a los hombres de perfección, amor y entenáimiento mu-
tuo, tal y como la retórica de las descripciones del comunismo de Marx demuestra truos) que pueden [...] destruir los cimientos de nuestra socie-
ampliamente. dad, (Tll/50). Pueden conducir a ndesórdenes (que pudieran

192 193
encontrarse) más allá de cualquier control> (RD4/ó0). Se produ- He i ntentado refutar semejantes teorizaciones racionallstnr,
ce una (tormenta devastadora> (BW1/68). Aparecen (relatos primero, desarrollando un arrnazón de sociología cultural y, se-
horripilantesD sobre la nluz que se apagó, (BW 7/71). <Incapaz gundo, aplicándolo al dominio tecnológico. En términos teóri-
de realizar concesión alguna al erroro, la <noción cristiana de cos, he mostrado que la tecnología no se encuentra nunca sola
redención es incomprensible para el ordenador" (N8/óó). El or- en el sistema social. Es también un signo y posee un referente
denador se ha convertido en el Anticristo. subjetivo interno. La tecnología, por tanto, es un elemento que
Me he referido a la historia del ordenador hasta 1975. Desde se asienta sobre la cultura y también en los sistemas de perso-
entonces entra en escena el
"ordenador personalr, nombre que nalidad; es significativa y motivada. En mi examen de la litera-
pone de manifiesto como la batalla entre lo humano y lo anti- tura popular sobre ql ordenador, he puesto de manifiesto que
humano continuó nutriendo el discurso que circundó el naci- esta ideología es infrec:t¡enternente real, racional o abstracta. Es
miento del ordenador. En la década posterior, los temas referi- concreta, imaginaria, utópica y satánica discurso que se
dos a la utopía y a la antiutopía continuaron prevaleciendo (por -un de la vida.
complementa, por ello, con las grandes narrativas
ejemplo, Turkle 1984: 165-19ó). La desilusión y el *realismoo, Permltasenos, para concluir, retomar las comprensiones so-
sin embargo, también se expresaron con más frecuencia. En la ciológicas de la tecnologfa que he mencionado anteriormente.
actualidad, los nuevos ordenadores han pasado de la portada Lejos de ser apuntes empfricos basados en observaciones e in-
del Time a los anuncios en las páginas deportivas de losáiarios. terpretaciones objetivas, representan simplemente otra versión
Esto es rutinización. Podrfamos, por ello, observar como este del propio discurso tecnocrático. La vertiente apocallptica de
rhltimo episodio en la historia del discurso tecnológico está pa- este discurso inspira degradación, objetivación, esclavitud y
sando a formar parte de la historia. manipulación. ¿No ha traducido Ia teorfa crftica esta evaluación
al lenguaje empfrico de la ciencia social? Lo mismo oclrn'e en
aquellos análisis sociológicos qLle toman una forma benévola:
Conclusión suministran traducciones cientfficas sociales del discurso sobre
la salvación.18
Los científicos sociales han observado el ordenador a través Lo que está en juego es algo más que la confirmación o el
del armazón de su racionalizado discurso sobre la modernidad.
Para Ellul (1.964:89), representó una fase de nprogreso técnico>
que (parece ilimitadao ya que <consiste, primeramente, en Ia 1 8. Al examinar numen¡sas consideraciones neutrales sobre la tecnologfa, no clcdi-
eficiente sistematización de Ia sociedad y la conquista del ser camos tanto tiempo a los aspectos benévolos. Man fue el único escritor de los que
hemos examinado que evaluó esta categorfa y su estimación fue ambivalente, Un des-
humanoo. Lyotard, representante emblemático de la teoría tacado ejemplo reciente de la traducción a la ciencia social del discurso de salvación es
postmoderna, reclama que se lleve a efecto el mismo tipo de la discusión sobre la interpretación de la sociología popular de TurHe (1984). Su rele-
vancia, presentada como dato objetivo recogido por sus informantes, es poco operati-
modernización extravagante. <Es un lugar comúnr, afirma Lyo-
va en su sentido de posibilidad inminente.
tard (1984: 4),
"el que Ia miniaturización y comercializaciórde ula tecnología cataliza los cambios, no sólo en lo referente a lo que hacemos, sino
las máquinas ya está modificando el modo en el que el saber se en lo referido a cómo pensamos. Cambia la conciencia de la gente respecto a sl misma,
al otro, a la relación con el mundo. La nueva máquina que trasciende la emisión de la
adquiere, se clasifica, se hace aprovechable y rentabilizabler.
señal digital, a diferencia del reloj, el telescopio, o el tren, es una máquina que 'pien-
Con el advenimiento de la informática, el aprendizaje que no sa". DesafÍa nuestras nociones, no sólo del tiempo y de la distancia, sino de la mente,
puede (1984: 13).
"traducirse en cifras de informacióno se abandona. En uEntre un amplio nrimero de adultos, que tienen una relación bastante estrecha con
contraste con la opacidad de la cultura tradicional, la informáti- ordenadores, tienden a reabrirse las cuestiones hace tiempo cenadas. Puede estimular-
ca produce nla ideologla de la "transparencia" comunicacionalo les en la tarea de reconsiderar ideas por sl mismos y puede suministrar un acicate para
(5), que señala el declive de la ngran narrativa> y conducirá a pensar sobre los asuntos filosóficos más importantes y eriigmáticos, (ló5).
¡El efecto es subversivo. Alude a la cuestión de nuestros modos de pensar sobre
una crisis de legitimaci6n (66-67). nosotros ¡¡i5¡¡65, (308).

194 19.5
desmentido de las aseveraciones científicas sociales. El que la Blbllogmfia
hipótesis de racionalización sea errónea no conüerte a la tecno-
logía en una fuerza benévola. El gran peligro que la tecnologfa ALsx^r.ru¡n, Jeffrey C. (1982-1983), Theoretical Ingic in Sociologt, 4
plantea a la üda moral no es ni el aplastamiento de la concien- vols., Berkeleyy Los Ángeles: University of Califomia Press.
cia humana ni su supeditación a la realidad económica o políti- (1983), The Modem Reconstruction of Classical Thougltt: Tabott Par-
- sons, Berkeley y Los Ángeles: University of California Press.
ca. Por el contrario, toda vez que la tecnología está presente en
las irreales fantasías de salvación y apocalipsis los peligros son (1986), Dialectic of Indiüduation and Domination: Max Webels
- Rationalization
"The
Theory and Beyondo, en Max Weber and Ratiorwlity,
reales.
ed. por Sam Whipster y Scott I-ash, Londres: Allen and Unwin.
Para Freud, el psicoanálisis era una teoría racional sobre lo
(1987),
- va York:Twenty l¿ctures: Sociological Theory Sínce World War II , Nue-
irracional, incluso cuando no prometía una huida definitiva de
Columbia University Press.
la vida inconsciente. El psicoanálisis apuntaba a mantener una (1988¿), Action and Its Environments: Toward a New Synthesís,
distancia respecto a la irracionalidad, al tiempo que también - ed. por J.C. Alexander, Nueva York: Columbia University Press,
respecto a la esfera superior de la propia racionalidad cons- 301-333.
ciente. La sociología cultural puede aportar una distancia simi- (198Sr); <Culture and Political Crisis: "Watergate and Durkheimian
lar y proponer el mismo tratamiento. Sólo comprendiendo la - Sociology"o, en Durkheimian Sociolog: Cútural Studie.s, ed. por J.C,
configuración omnipresente de la conciencia tecnológica por Alexander, Nueva York: Canrbridgc Univcrsity Prcss, 187-224.
el discurso podemos esperar que se logre el control sobre la (1988c), Durkheimian Sociologt: Afuural Sttulics, Nucva York: Cam-
tecnología en su forma material. Para hacer eso, debemos - bridge University Press.
marcar distancia respecto a las üsiones de salvación y apoca- (1990), nAnalitic Debates: Understandig thc Aut<tnonry of Culturc,,
- en Culture and Society: Contenxporary Debates, ccl. por J. Alcxandcr y
lipsis en las que la tecnología se encuentra profundamente en-
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19. La Segunda Guerra Mundial finalizó el 10 de agosto de 1945 con la rendición
- Books.
de Japón, que tuvo lugar poco después del ataque con bombas atómicas sob¡e Hiros- Bsrr-AH, Robert (1970a),
hima y Nagasaki. El día siguiente apareció en Ihe Times de Londres un artículo de "Civil Religion in Americao, en Bellah, Beyond
Niels Bohr, que presentó una perspectiva en clave de fututm sobre los esfuerzos que
Belief',NuanaYork Harper and Row, 168-169.
deberían realizarse en adelante para gestionar el manejo de la bomba. Aun cuando (l97\b), nValues and Social Change in Moder-n Japano, en Bellah,
recuerda la veftiente apocallptica en la comprensión pública de esta terrible realiza-
- Beyonrl Belief, Nueva York: Harper and Row, Il4-145.
ción tecnológica, Boh¡ adüerte, sobre todo, que es necesario establecer distancias res- Bonn, Niels (1985) [1945]), oEnerry foom the Atom: An Oporh:nity and a
pecto a este referente imaginario, si quieren hacerse esfuerzos de control racional,
nl-as macabras realidades que se están revelando al mundo en estos días permiti Challengeu, en Niek Bohr: A Centenary Volume, ed. por A.P. French y
rán reüvir, sin duda, en la mente de muchos, las terribles esperanzas pronosticadas en P.J. Kennedy, Cambridge: Harvard University Press 2ól-265.
la ficción. A pesar de toda la admiración por esa fantasla, sin embargo, es más esencial C¿rrrors, Roger (1959 [1939), Man aná the Sacred, Nueva York Free
apreciar el contraste entre la fantasla y la actual situación de confiontación que esta- Press.
mos padeciendo, (1985 [1945]: 2ó4).
Bohr se implicó tanto en contmrrestar el discurso utópico tan prevaleciente entre Drrtuev, Wilhelm (1976), Constnrction of the Historical World in
"The
los cientificistas de Los Alamos durante la guerra, que repr€sentó la esperanza en la the Human Studieso, en Selected Writings, Nueva York y Cambridgc:
bomba como el único medio capaz de asegurar la paz futura (Rhoades 1987: 528-538). Cambridge University Press, 168-245.

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200 201
CULTUI{A Y CRISIS POLÍTICA:
EL CASO OWATERGATE"
Y LA SOCIOLOGÍA DURKHEIMIANA

Distintas generaciones de científicos sociales han hecho suyo


el legado de Durkheim bajo formas extremadamente diversas.
Cada apropiación descansa sobre una lectura del trabajo de
Durkheim, de sus fases crlticas, sus crisis internas y resoluciones
y sus realizaciones culminantes. Tales lecturas, por sf mismas,
dependen de comprensiones teóricas preüas, por lo cual es im-
posible rastrear un desarrollo textual sin observar esta parte den-
tro de una totalidad ya vislumbrada. Los textos, sin embargo,
han constituido un desaflo independiente por derecho propio, y
las nuevas interpretaciones de Durkheim han dado un lmpetu
crucial al desarrollo de los nuevos avances teóricos.
Casi todo tipo imaginable de sociologfa se ha inspirado de
ese modo, por lo cual es posible ver en el desarrollo de Durk-
heim modelos teóricos y presupuestos radicalmente opuestos.
El determinismo ecológico, la diferenciación funcional, la ex-
pansión demográfica, la sanción administrativa y el control le-
gal, incluso, la distribución de la propiedad estudio de cada
-el
uno de estos casos se ha tomado como el cometido decisivo de
la sociologla alaluzdel trabajo inicial de Durkheim. De la obra
intermedia y tardía han surgido otros temas. El carácter rele-
vante de la integración moral y emocional es, sin duda alguna,
el legado de más calibre, pero los antropólogos también han
puesto en marcha, a partir de este trabajo, un análisis funcional

203
r
de la religión y del ritual, y un análisis estructural del sfmbolo y Aunque numerosos intérpretes han discutido este desplaza.
del mito. Ninguno de estos referentes heredados, sin embargo, miento hacia la sociología de la religión, ninguno ha evaluado
dan cumplida cuenta de la trayectoria referida a la tardfa y más atinadamente su auténtica significación. Desde 1897 en adelan-
sofisticada comprensión sociológica de Durkheim. Dada lá esta- te, la intención de Durkheim no consistía sólo en construir una
tura clásica de Durkheim, tan extraordinario es este fracaso sociologla de la religión, sino, más bien, en elaborar una socio-
como la posibilidad de remediarlo. Comenzar con este remedio logía religiosa. En todo lo que se ocupó tras su período de tran-
es el punto de partida del capítulo que sigue a continuación. sición su intención fue siempre la misma: transformar sus aná-
lisis seculares iniciales en otros de naturaleza religiosa. La diü-
sión del trabajo y la teorla de la historia, la explicación de la pa-
I tología social y el crimen, la teoría de la ley, los análisis de la
educación y la familia, las nociones de política y economfa y,
En los últimos años se ha aceptado unánimemente que, a por supuesto,la teorTa de Ia cultura pretendió ex-
partir de 1894, el trabajo de Durkheim se fue desplazando hacia
-Durkheim en la analogfa
plicar en sus últimos años todo esto apoyándose
lo subjetivo. Por ello, en el primer capítulo de las Reglas Durk- con la estructuración interna de la vida religiosa (Alexander
heim (1938 t1S95l) defendía que las fuerzas ecológicas, o la 1982:259-98). En cada institución y proceso se rastrean las es-
morfologfa social, consistían, efectivamente, en la interacción trechas analogfas con el modelo ritual. Cada estructura de la
conceptual y emocional. En el Socialismo (1958 Ug95-61) y en autoridad se concebfa como sagrada en la forma, una sacraliza-
El suicidio (1951 [1897]) se fraguó esta reflexión, aunquq de ción que dependía de la consaguinidad y emoción periódicas.
hecho, hacia 189ó y 1897, ya se había encaminado hacia una Estos procesos de desarrollo de cada una de las estructuras no
reüsión extensiva de esta ruptura decisiva. La interacción emo- eran sino fases alternativas de lo sagrado y lo profano, y la ntc-
I ili: cional, así lo constataba ahora, nunca tenía lugar al margen de nuación de la efervescencia constitufa, en cada caso, el punto
[,¡,i la simbolización de valores culturales. La religión y, pá.ti..r- de partida de su desarrollo.
"r, á través
lar, el ritual religioso, se convertían ahora en el modelo Sólo tras la comprensión de este desplazamiento teórico
del cual Durkheim efectuaba los procesos de comprensión de la puede apreciarse en su totalidad el reto que el legado de Dr.rrk-
üda social. La interacción produce una energía semejante a la heim plantea a la ciencia social contemporánea. El reto de
oeferyescencia, del éxtasis religioso. Esta energía psíquica se Durkheim no es otro que el de desarrollar una lógica cultural
acopla, por sí misma, a los símbolos determinantes e para la sociedad: hacer de la dimensión simbólica de cualquier
-cosas
ideas- que cristalizan, en lo sucesivo, en hechos sociales cfti- esfera social un dominio relativamente autónomo del discurso
cos. Los símbolos, por lo demás, tienen su propia organización cultural interpenetrado por otras dimensiones de la sociedad,
autónoma. Se organizan a partir de lo sagrado y lo profano, De los propios estudiantes de Durkheim fueron pocos los que
éste úrltimo se compone de meros signos, el primero dá sfmbo- recogieron este guante, algunos porque fracasaron al pretender
los saturados de misterio, y esta división constituye la autori- comprenderle, otros porque desestimaron algunos de sus plan-
dad. Estos slmbolos sagrados, mantenía Durkheim, podrían teamientos básicos. A muchos de nosotros nos ha llevado la
ejercer control, por sí mismos, sobre la estructura de la organi- mejor parte de este siglo retomarlo. La sociología religiosa del
zación social. El carácter fluido de lo sagrado le conüerte en último Dukheim provocó avances fundamentales para el pensa-
contagioso y venerado. Las sociedades deben elaborar nonnas miento de sus contemporáneos clásicos. Marx apenas desarro-
tendentes a su aislamiento, razón por la cual debe separarse lló una teorÍa de la cultura contemponinea, transitando, por el
claramente, no sólo de las sustancias impuras, sino tamtién de contrario, la otra cara del continuum epistemológico. Weber
las profanas. Deben llevarse a cabo, además, ceremonias com- produjo contribuciones fundamentales a la teoúa de la culturn
plejas para su periódica renovación. y de la sociedad, pero su énfasis historicista en la destrucclón

204 205
moderna del significado hace verdaderamente dificil la incorpo- como Lrna serie de dispositivos retóricos sociologla religio
ración de sus meditaciones, aunque su relevancia está fuera de -la
sa de Durkheim es overdadr. Comunica, efectivamente, la im-
toda duda. Durkheim fue el rlnico que insistió en el carácter portancia de las cualidades anti-utilitarias en el mundo moder-
central del significado en la sociedad secular y sólo en su obra no. Sin embargo, como un vocabulario conceptual o teórico,
comienza a anunciarse una teoúa sistemática de la vida cultu- conserva los problemas básicos. Como una teoría general de la
ral contemporánea. Esta teorfa supera a la teorla post-clásica sociedad ----el segundo nivel en el que opera- la sociologla reli-
más importante ---el funcionalismo- en diferentes aspectos. El giosa de Durkheim es ciertamente errónea. Y lo es, en primer
funcionalismo ha ligado los valores culturales, exclusivamente, lugar, por razones epistemológicas, ya que propone una üda
a la tensión estructural social o, en el caso de Parsons, ha con- social dualista que refleja el contundente idealismo de Durk-
ceptualizado la autonomía de la cultura aludiendo únicamente heim. Pero la sociología religiosa de Durkheim , qua teorla gene-
a nvaloresr, una forma, por lo demás, estática y estructuralista ral, es también errónea por razones empíricas. Establecer una
de remitirse al significado. estricta analogfa entre sociedad y religión conduce a compren-
A pesar de todo, debe reconocerse, taxativamente, que la sión excesivamente condensada, indiferenciada, a una completa
sociologfa religiosa de Durkheim es diffcil de entender. Esta di- o nula comprensión de la üda social. Esto implica que los valo-
ficultad no reside simplemente en el intérprete; también des- res pueden comunicarse sólo a través de sfmbolos intensamente
cansa en las profundas ambigüedades de la propia teoría. La energetizados que desprenden respeto y misterio. Estos sfmbo-
sociologfa religiosa de Durkheim abarca tres niveles diferen- los se constituyen a través de experiencias osocialeso con un
tes: como metáfora, como teorfa general de la sociedad y, tam- capital S, perlodos de renovación que están al margen de con-
bién, como teorfa especlfica de determinados procesos sociales. flictos y de preocupación material, cuyo desenlace integrativo
Es necesario separar estas teorfas de cualquier otra y evaluarlas es absolutamente completo. Este mundo de símbolo y ritual,
con independencia de si las inalterables contribuciones de la sin embargo, se concibe como opuesto al mundo profano de los
obra tardía de Durkheim se han comprendido adecuadamente indiüduos, instituciones económicas y estructuras estrictamen-
y si se han incorporado al pensamiento contemporáneo. te materiales. Como estos objetos son profanos pasan a ser no-
Parece claro, en un sentido, que la insistencia de Durkheim, sociales y como son no-sociales no se consideran ni socialmente
después de 1896, en que la sociedad es religión juega un papel estructurados ni sociológicamente comprensibles.
metafórico. Ha inventado aquf una poderosa y conüncente for- Pero los slmbolos intensamente energetizados no son, desde
ma de defender la incorporación del valor a la acción y al or- luego, el único modo en que se generan y perduran los valorts
den. Lejos de comparecer como un mundo de corte utilitarista en la sociedad moderna. El mundo profano, definido como el
y ceñido únicamente a lo dado, la sociedad moderna también mundo rutinario portador de una carga de emoción relativa-
tiene un fuerte vlnculo con fines intensamente vividos que exi- mente reducida, también se rige conforme a valor. Tamblén es
gen la conformidad con significados poderosos. Estos fines su- decididamente social y tan ordenado como conflictual. Lss ex.
pra-indiüduales sori tan intensos que pueden asemejarse a periencias sociales que constituyen los símbolos colmados dc
otros fines supra-mundanos sancionados por Dios. Esta metá- intensidad y espesor, por el contrario, no son necesarin¡r'¡cntc
fora de Ia nsociedad religiosao produce slmiles concomitantes, armoniosos y completamente integradores. Pueden estnr stt,ie-
símbolos sociales como los sagrados, ya que son poderosos y tos a procesos internamente competitivos, a procesoli dc inclivi-
convincentes; el conflicto entre los valores sociales es como el duación y reflexiüdad, y pueden integrar ciertas pntlcs cle la
conflicto entre lo sagrado y lo profano, o la santidad pura e sociedad más que al conjunto.
impura; la interacción polftica es como la participación ritual Como teoría general el funcionalismo parsoniano parece ser
en la que se produce cohesión y compromiso con cierto valor. superio¡ en este aspecto, a la teorla tardfa de Durkltcim, qttc
Considerada como metáfora y símil, en otras palabras, Parsons pretendía incorporar a la suya propia. La teorla pnnio.

206 207
niana clarifica los niveles de generalidad y estabiliza las lógicas Esta tcorJa especffica es verdadera e instructiva y sus implicn'
sociales independientes de diferentes esferas. Más que por la ciones apenas han comenzado a sopesarse.
dicotomización entre cultura y üda material, aboga por la inde- El modelo ritualista de la üda religiosa que Durkheim desa-
pendencia simultánea y la interpenetración de la personalidad, rrolla en sus últimos años es una hermenéutica de la experien-
sistema social y cultura. El simbolismo y los valores, por tanto, cia intensificada y dirigida por valores. Interpreta la estructura
son siempre parte de la üda social e individual. Mientras los y los efectos de los encuentros inmediatos con las realidades
procesos del sistema social no son, por lo general, altamente trascendentes. El vocabulario religioso de semejante experien-
efectivos o intensos, la especificidad de las relaciones de rol es cia, tal y como Durkheim insistió hasta la saciedad, no deriva
dependiente, sin embargo, de las prescripciones normativas de de los atributos excepcionales de los encuentros diünos, sino
los valores culturales generales. Mientras el funcionalismo reco- del hecho que tales encuentros tipifican la experiencia trascen-
noce que la renovación axiológica tiene lugar en tiempos de dente como tal. Esta experiencia religiosa, por tanto, es una
crisis su análisis de semejantes procesos, a mi enten- manifestación de una forma general de la experiencia social.
-aunquegraves deficiencias- a su vez es de todo punto
der, contiene Estas experiencias se hacen llamar religiosas simplemente por'
pertinente constatar que los valores se adquieren, también, a ![ue, en el curso de la historia humana, han tenido lugar fre-
través de procesos rutinarios como la socialización y el aprendi- cuentemente bajo una forma religiosa. En este sentido, por
zaje, a través del liderazgo y del intercambio de los media gene- todo lo dicho, el "modelo religiosoo puede considerarse como
ralizados que facilitan la comunicación entre los gmpos, indiü- una estrecha analogla con ciertos procesos universales de la
duos y subsistemas. üda secular.
La "autoridado presenta un buen ejemplo del contraste en- Un encuentro directo e inmediato con la experiencia tras-
tre el ftincionalismo y la teoría durkheimiana como teoría gene- cendente es relevante para los procesos secu¡lares baio, al me-
ral. Para la teodicea general la autoridad es siempre religiosa; nos, dos modos distintos. Primero, los procesos del sistema so'
según el grado en el que se profana y rutiniza sufre una pérdida cial, en sl mismos, nunca quedan ligados en str totalidad n pres'
de significado, aproximándose al mero poder y a la fuerza. Por cripciones normativas y roles diferenciados. Dicho de otro
el contrario, el funcionalismo parsoniano se acerca a Weber modo, nunca son completamente rutinizados o profanos, El lc'
para afirmar que, al menos en las sociedades modernas, la au- rror y el temor que destilan los slmbolos simplificados y genera'
toridad rutinizada se conüerte en <cargo>. Esta afirmación im- les nivel estrictamente cultural que se experimenta como
plica un código simbólico que regula el poder por condensa- -el
realidad religiosa o trascendente- siempre se mantiene en los
ción, es decir, por la secularización de los valores religiosos ü- intersticios de la üda social. Podríamos continuar aqul con
venciados durante un prolongado espacio de tiempo, valores nuestro primer ejemplo de la autoridad polftica. Mientras su
como la trascendencia impersonal de Dios y el deber de todos ejercicio en la sociedad moderna se ayrda de elaboradas nor-
los hombres de cumplir Su voluntad. En alusión al concepto de mas del cargo, la autoridad también queda envuelta por el sim-
(cargo)), Friedrichs (1964) ha afirmado que las formas munda- bolismo pregnante de las cosas sagradas' Roger Caillois (1959
nas de legalidad, como las instituciones, pueden asegurar la re- t19391) fue el primer durkheimiano que insistió en que lo sagra-
gulación de valores de la üda política .profanar. do, tiene, a menudo, el correlato ecológico del centro y que, por
Si esto fuera la prolongación completa de la sociología pos- estarazón, el poder político se asocia, con bastante frecuencia,
trera de Durkheim, si fuera únicamente la metáfora certera y la al mismo tipo de prohibiciones y prescripciones de la üda reli-
teoría general marrada, podríamos abandonar el legado de giosa. Edward Shils (1975) fue el segundo durkheimiano en ra-
Durkheim, satisfechos con Parsons y Weber. Pero no es el caso. tificar tal extremo y en su trabajo la ambigua interacción entre
La obra postrera de Durkheim también nos presenta una teoría el poder material y el poder simbólico del centro se expresa con
específica referida a tipos específicos de procesos empíricos. toda claridad. Bernard Lacroix (1981) es el tercero en encarar

208 209
este tema. Aunque yerra, asl lo creo, al insistir en que el propio de rol se han transformado, no sólo en términos de la estructu-
análisis de Durkheim alude al poder en un sentido polltico, se ra de oportunidades y recompensss, sino en términos de defini-
muestra certero al subrayar que las categorfas de su teoría reli- ciones subietivas de rol.
giosa tienen una aplicación polftica.
Desde que esta cualidad religiosa del poder secular recubre,
a menudo, la obligación específica de la función del .cargo, es n
una ironía que se recuerden las cualidades religiosas desde las
que se derivaron las obligaciones especfficas del cargo. Esta En este punto me gustadn lntmdrrclr un estudio de caso que
dialéctica encubierta apunta a la profunda relación que existe pretende ejemplificar esta rclovnncla recrrlnr cle ln sociologfa re-
entre las obligaciones normativas y los numerosos procesos ge- ligiosa de Durkheim. Mi dl¡cu¡lón ¡ohrc ln crl¡¡ls <lelWatergate
neralizados creadores de valores de la üda cultural. Los valores en Estados Unidos entr€ 1972 v 1974 ¡rmllgrre, de un modo
se crean y se renuevan a través de episodios de la experimenta- más detallado y especfflco, el nndllsls da ln autorldnd que hn
ción y re-experimentación directa del significado trascendente. sido mi referente empfrlco en ln dlscuslón nnterlr¡r, Después de
Mientras estas experiencias nunca queden completamente ex- efectuar este extenso análisis del Watergnte, regresaré a una
cluidas por los muros de la üda rutinizada, los perlodos de la consideración más general sobre ln especffica estructura expli-
experiencia más elevada constituyen un modo independiente de cativa de la teorfa religiosa de Durkheim.
la experiencia (religiosa)). En junio de 1972 empleados del Partido Republicano im:m-
En perfodos de conflicto y tensión social, el extenso marco pieron de forma ilegal y delictiva en las oficinas generales del
cultural para las definiciones específicas del rol se conüerte, Partido Demócrata en el hotel Watergate en Washington, DC.
por sf mismo, en asunto a examinar. Diferentes partes de las so- Los republicanos describieron este acto como nrobo de tercera
ciedades, o, incluso, las sociedades en cuanto tales, pudiera de- categoría>; los demócratas dijeron que se trataba del mayor
cirse que experimentan una (generalización> (parsons y Smel- acto de espionaje político, un símbolo de demagogia general
ser 1957: cap.7; Parsons y Bales 1955: 353-9ó; Smelser 1,959 y gestado por el presidente republicano Richard Nixon y su equi-
19ó3) fuera de la especificidad de la üda social ordinaria. Aun- po. Los americanos no se dejaron llevar por reacciones extre-
que factores utilitarios como la adscripción partidista y el inte- mas. El incidente recibió una atención escasa, sin dar pie a un
rés a menudo son cruciales en la determinación del curso espe- ningún atisbo de escándalo. No se oyeron voces discordantes
clfico de semejante crisis generalizada, la ritualización no-ra- procedentes de la justicia agraüada. Se trataba simplemente de
cional está al orden del día. Esta ritualización, que puede darse un gesto de deferencia para con el presidente, del respeto hacia
masiva o esporádicamente, implica la re-experimentación di- su autoridad y de la creencia de que su explicación sobre este
recta de los valores fundamentales (cf. Tiryakian 1967) y, con suceso era verdadera a pesar de que, retrospectivamente, pare-
harta frecuencia, su retematización y reformulación tanto ció demostrarse lo contrario. Con importantes excepciones, los
como su reafirmación. El sistema clasificatorio de los símbolos nuevos medios de masas decidieron, tras un breve lapso de
colectivos, en ocasiones, puede modificarse bnrscamente por tiempo, restar importancia a lo ocurrido, no porque lo hubiesen
mor de estas experiencias; la relación de los actores sociales con querido evitar bajo coacciones, sino porque lo consideraban
estas clasificaciones dominantes siempre se inüerte y se trans- como un asunto de poca relevancia. En otras palabras, el Wa-
forma. Los mitos culturales se reüven y se difunden hasta las tergate conservó parte el mundo profano en el sentido que
circunstancias contemporáneas. Las solidaridades sociales se Durkheim da al término. Inclusive, después de la elección na-
rehacen. Con todo y con eso, mientras la solidaridad siempre es cional en noviembre de ese año, el 80 o/o de la ciudadanla nor-
algo concomitante al ritual, pudiera expanderse o contraerse, teamericana no consideraba que hubiera lugar a una
"crisis
dependiendo de cada caso especffico. Finalmente, las relaciones Watergate>; el75 o/o sentía que lo ocurrido se circunscribfa, rlni-

210 211
camente, a un plano polftico; el 84 o/o sostenfa que lo que ellos superior se encuentran los valores: aquellos aspectos más gene-
hablan oído sobre el tema no iba a suponer un cambio brusco rales y elementales de la cultura que informan los códigos que
en su voto. Dos años después, este mismo incidente, aún llama- regulan la autoridad política y las normas dentro de los cuales
do <Watergate", habla desatado la crisis política de mayor en- se resuelven los intereses específicos. Si la política influye ruti-
jundia de la historia norteamericana en tiempos de paz. Se ha- nariamente en la atención consciente de los participantes políti-
bla convertido en un símbolo moral mancillado, sfmbolo que cos sobre los fines y los intereses, se trata de una atención rela-
inició una larga singladura por el tiempo y el espacio sagrados, tivamente específica. La política rutinaria, uprofanao, significa,
alavez que desescombró el conflicto entre las formas sagradas de hecho, qLre estos intereses no son üstos como la üolación de
puras e impuras. Fue el responsable de que, por vez primera, el valores y noffnas generales. La política no-rutinaria comienza
Presidente renunciara voluntariamente a su cargo. cuando se siente la tensión entre estos niveles, ya sea a causa de
¿Cómo y por qué cambió esta percepción del Watergarte? su inversión en la naturaleza de la actividad política o por una
Para entender esto debemos ver, primeramente, lo que indica inversión en general, una tensión entre los fines y los desarro-
este extraordinario contraste en estas dos percepciones colecti- llos de los niveles superiores. La atención pública se traslada
vas, es decir, que el acontecimiento actual, el <Watergate), era, desde los fines políticos hacia cuestiones más generales, hacia
en sf mismo, relativamente inconsecuente. Existfa un conjunto las normas y los valores qLre se perciben ahora en estado de
de hechos y, al contrario que el supuesto de filiación positiüsta, peligro. En este caso, podemos decir que se ha producido la
los hechos no hablan. Es verdad que nuevos .hechoso parecían generalización de la conciencia prlblica a la que me he referido
salir a la luz en el curuo de los dos años de crisis, sin embargo, como el punto central del proceso ritual.
es algo sorprendente el hecho de que la mayor parte de esas A la luz de este análisis podemos entender el üraje en la
.revelacioneso ya habfan salido filtradas en el perlodo pre-elec- narración del Watergate. Primeramente se le observa como algo
toral. El Watergate, como dirÍan los franceses, no podrla con- perteneciente al nivel de los ob.jetivos uú¡nicame¡rtc polfticosu
tarse por sí mismo. Sería Ia sociedad la encargada de hacerlo; por el 75 o/o dela ciudadanfa nortea¡ucrica¡ra. Dos años clcs¡rués
fue, siguiendo la famosa frase de Durkheim, un hecho social. El de la irmpción en las oficinas del ¡raltido Dcuróct'utu, dut'uttte el
contexto de Watergate había cambiado, no tanto los datos em- verano de I974,la opinión pública cambió tadicnlnrcr¡tc. Dcsdc
píricos brutos. los objetivos estrictamente polfticos sc ¡rasatra altota n co¡rsiclc-
Para entender cómo habfa cambiado la narración de un he- rarlo como un asunto que violaba costuntbtcs y códigos nrom-
cho social es necesario desplazar la dicotomía sagrado/profano Ies y, finalmente parte del 5O o/o de la población-, como
a la conceptualización parsoniana de la generalizaci1n. Existen -por
un desafío a los valores más sagtados que sopofaban el poder
diferentes niveles en los que pueden narrarse los hechos socia- político mismo. Durante el final de este perfodo de crisis de dos
les (Smelser 1959, 19ó3). Estos niveles están ünculados a los años, casi la mitad de qr-rienes habfan votado a Nixon cambia- I

diferentes tipos de recursos sociales, y la concentración en un ron su parecer, y dos tercios de todos los votantes pensaban que
nivel o en otro puede decirnos mucho sobre si un sistema está el asunto habla trascendido el ámbito político.r Lo que sucedió
en crisis sujeto, por tanto, a procesos de sacralización- u fue una generalización radical de la opinión. Los hechos no
opera en la-yrutina o en lo profano, y en equilibrio. eran distintos sino el contexto social desde el que se considera-
El primer y el más específico es el nivel de los objetivos. La ban bajo otro prisma.
üda política discurre, en su mayor parte, en este nivel relativa- Si volvemos la mirada hacia los dos años de transformación l

mente mundano de los fines, el poder y el interés. Sobre éste,


por asÍ decirlo, en un nivel superior de generalidad, se encuen-
tran las norrnas convenciones, las costumbres y las leyes 1. Estas figtrras se extrajeron del panel de encuestas del período 1972-1974 rcaliza-
que regulan este -las
il

das por el Estudio Americano de Elecciones Nacionales dirigido por el Instituto para
proceso y la pugna política. En un nivel aún la Investigación de Ciencia Social de la Universidad de Michigan.

212 213
del contexto del Watergate, constatamos la creación y la resolu- triment<l de un centro que es üsto, progresivamente, como es'
ción de una crisis social fundamental, una resolución que impli- trictamente estnrctural, profano e impuro. De esta manera, se-
caba la más profunda ritualización de la üda polftica. para reali- mejantes procesos ponen de manifiesto, de manera concluyen-
zar este estatus <religioso, tuvo que producirse una generaliza- te, las cualidades anómalas o (transgresoras>, que son las des-
ción extraordinaria de la opinión respecto a una amenaza políti- encadenantes de esta amenaza.
ca que partió del núcleo duro del poder establecido y r¡na pugna En la configurración del modo en que cada uno de estos factc'
satisfactoria, no sólo contra el poder en su forma social, sino res comparecen en el curso del Watergate, paso a indicar cómo,
contra las poderosos principios culturales que él moülizaba. en una sociedad compleja, la reintegración y la renovación sim-
Para entender este proceso de creación y resolución de crisis bólica están lejos de ser procesos automáticos.2 Mucho más que
debemos integrar la teorÍa del ritual de Durkheim con una teorla lo que una apresurada lectura de la obra de Durkheim pudiera
más musculosa de la estructura y procesos sociales. permltase- implica¡ la reintegración y la renovación se apoyan en los resul-
me presentar estos factores antes de pasar a indicar cómo fue- tados contingentes de circunstancias históricas especfficas.
ron implicándose cada uno de ellos en el caso Watergate. Primeramente, el factor del consenso. Entre el allair del Wa-
¿Qué debe ocurrir para que una sociedad participe de proce- tergate y la elección no se produjo el consenso social necesario'
sos de crisis relativos a sus fundamentos y de renovación ritual? Se trataba de una época de polarización polftica subjetivamente
En primer lugar, en ella debe darse suficiente consenso so- intensa, si bien los conflictos sociales de los años sesenta ha-
cial respecto a que un suceso pueda considerarse contaminante, blan perdido intensidad de forma significativa. El candidato de-
o anómalo, por más de un segmento reducido de la población. mócrata, McGovern, era el sfmbolo del nizquiet'dismoo sobre el
En otras palabras, sólo con consenso suficiente la nsociedado que Nixon había orientado stt rección negativa y los elementos
puede, por sf misma, estremecerse e indignarse. reaccionarios de su presidencia. La presencia activa de McGo-
En segundo lugar, en ella tiene que existir la percepción, por vern durante este período, por tanto, permitió a Nixon conti-
parte de un grupo significante que participa en este consenso, nuar promocionando la política autoritaria que podrla iustificar
de que este suceso no es sólo anómalo, sino que su potencial el Watergate. No debería sLrponerse, sin embargo, que, al no
contaminante amenaza el <centro> de la sociedad. existir una reintegración social significativa durante este perfo-
En tercer lugar, si esta crisis profunda pretende resolverse, do, no se produjo una actiüdad simbólica significativa' Es de
los controles institucionales de la sociedad deben ponerse en suma importancia entender que el acuerdo en las sociedades
marcha. Sin embargo, incluso los legítimos ataques dirigidos complejas se produce a varios niveles. En ellas pudiera existir
contra los sustratos contaminantes de la crisis se perciben, a un acuerdo cultural extremadamente significativo acuer-
menudo, como alarmantes. Por esta razón, semejantes contro- -eg'
do complejo y sistemático sobre la estructura y los contenidos
les también moülizan las fuerzas instmmentales y la amenaza del lenguaje- mientras espacios de acuerdo subjetivo relacio-
de la fuerza para hacer desaparecer los poderes contaminantes. nados social y estructuralmente normas sobre la conducta
En cuarto lugar, los mecanismos de control social deben polltica- no existen. El acuerdo-eg.
simbólico sin consenso social
acompañarse de la movilización y la pugna entre las élites y la puede existir, sin embargo, dentro de las arenas culturales más
opinión pública que se han diferenciado y autonomizado relati- sustantivas que el lenguaje.
vamente del centro estructural de la sociedad. A través de este Durante el verano de 1972 se puede lrazat un complejo des-
proceso comienza la formación de los contra-centros. arrollo simbólico en la conciencia colectiva norteamericana, un
En quinto y último lugar, deben ser efectivos los procesos de
interpretación simbólica, esto es, los proceso rituales y de puri-
ficación que prolongan los procesos descritos e insisten en la 2. En el desarrollo de este esquema, me he apoyado en -además de cn Shils y cn
otros durkheimianos cuya obra ya he mencionado- Douglas (19ó6), Keller (19ó3) y
intensidad del centro simbólico y sagrado de la sociedad en de- Eisenstadt (1971), entre otros.

214 215
desarrollo consensual que sentaba las bases para todo lo que FI<¡ut¡r L sistema de clasificación simbólica en agosto 1972
vendría a continuación, incluso, mientras no se produjo con-
senso en otros niveles sociales.3 Fue a lo largo del cuarto mes IA <csI ntc tura" Watergate
cuando el complejo significado del <Watergate, pudo ser defi- Mal Bien
nido. En las primeras semanas que siguieron a la irnrpción en Hotel Watergate Nixon y su equipo/Casa Blanca
las oficinas generales demócratas, el <Watergate> existió en tér- Ladrones F.B.I.
minos semióticos, como mero signo. La palabra rlnicamente Estafadores Las Cortes/Equipo
denotaba un simple acontecimiento. En las semanas posterio- del Deparlamento de Justicia de Procesamiento
res este significado adquirió complejidad quedando referido a Buscadores de dinero La burocracia federal nvigilanteo
una serie de acontecimientos políticos, procesos legales y deten-
La relígiórt civil americana
ciones. En agosto de 1,972 el se transformó de un
"Watergate>
mero signo en un slmbolo üciado, un término que, más que Mal Bien
denotar eventos de suma actualidad, connotaba un sinfín de Comunismo/fascismo Democracia
significados morales. Enemigos turbios Casa Blanca - americanismo
El Watergate se conürtió en un símbolo de contaminación, Delito I-ey
encarnando un sentido sumamente intenso de perversión e im- Cornrpción Honestidad
pureza. En términos estnrcturales, las cosas directamente aso- Personalismo Responsabilidad
Presidentes menores Grandes presidentes
ciadas con el Watergate que ftieron inmediatamente (e.g. Lincoln y Washington)
-aquéllos (e.g. Harding, Grant)
ünculados al delito, el apartamento invadido, las personas pos- Grandes escándalos (e.g. el caso Reforrnadores
teriormente implicadas- se situaron en la cara negativa de una de Teapot Dome) heroicos
clasificación simbólica polarizada. Esas personas o instituciones
responsables del hallazgo y detención de esos elementos crimi-
nales se situaron en la cara positiva.a Este modelo bifurcado de
contaminación y pureza se impuso en la estructura tradicional complejo significado del Watergate conro tal. Mientras el ténni'
bien/mal de la religión civil norteamericana, cuyos elementos re- no identificaba un complejo de acontecimientos y personas con
levantes aparecen en el esquema que sigue a continuación. Es el mal moral, la conciencia colectiva no vinculó cste sfnrbolo ¿r
claro, por tanto, que mientras tenía lugar la estructuración sim- roles sociales significativos o comportamientos institttcionales
bólica significativa, el ncentro, de la estructura social norteame- especlficos. Ni el Partido Republicano, ni cl equipo del presi-
ricana en ningún caso quedó afectado (véase figura 1). dente Nixon, ni menos aútn el mismo presidente Nixon, sc ha-
Este desarrollo simbólico tuvo lugar en la conciencia públi- bían contaminado por el slmbolo del Watergate. En cstc scnti-
ca. Pocos fueron los americanos que estuvieron en desacuerdo do, es posible decir que se produjo cierta generalizació¡r sinúó-
sobre los significados morales del nWatergateD como una repre- Iica piro no la generalización del valor dentro del sistema so-
sentación colectiva. Con todo, mientras la base social de este cial. Y ello porque la polarización social y cultural dc la socie-
símbolo fue abiertamente inclusiva, el símbolo casi agotó el dad americana todavía no había menguado suficie¡rtenrente.
Como en ella existió una polarización continuada, no tttvo lugar
3. El punto de partida de mi interpretación es el de los nuevos rcporlajes televisa-
un moümiento ascendente dirigido hacia los valores sociales
dos sobre cuestiones referidas al Watergate disponibles en los Archivos de televisión compartidos, y como no podría existir generalización, tampoco
Vanderbilt en Nashülle, Tennessee, se di,o un sentido societal de crisis' Toda vez que no hubo senti-
4. Aqul parto, desde luego, de Lévi-Strauss, pero reelaborando este esquema es-
tructuralista bajo una dirección moral y afectiva, i.e., durkheimiana (ver mi introduc-
do de crisis, para otras fuerzas que he recordado anteriormente
ción arriba). se conürtió en algo imposible entrar en juego. No hubo pel"cep-

216 217
ción de que el centro se encontrara bajo amenaza. No hubo vedad del Watergate se mantuvo indetermlnsdo, Gon 6;té ¡1u6.
movilización del control social, porque estas fuerzas tenfan va legitimación priblica y con los comienzot de h gcnernllre.
miedo a actuar. No hubo lucha por parte de las élites diferen- ción que ella implicaba, el temor de que el Watorgat; pucllern
ciadas contra la amenaza que se cernía sobre y por el centro, suponer una amenaza para el centro de la socieded no¡teemprl.
porque estas élites se encontraban divididas, temerosas e inmo- cana empezó a propagarse al público significativo y a lffi éllt€¡,
vilizadas. Finalmente, no se desataron procesos rituales, sólo lo La cuestión relativa al peligro de contaminación dol e€nltrr
podían haber hecho en respuesta a las tensiones generadas por preocupaba a grandes grupos durante este perfodo portolocltr
los cuatro primeros factores. ral del Watergate. El senador Baker, en el rlltimo momcnto, llgó
Sin embargo, en los seis meses que siguieron a la elección la esta inquietud con la cuestión que adquirió protagonismo cltr-
situación empezí a invertirse. Primeramente, el consenso co- rante las sesiones del Senado: ¿En qué grado y cuándo lo conr¡-
menzó a ser un hecho. El fin de un período de elección intensa- ció el Presidente?D. Esta inquietud relativa a la contaminacló¡r
mente polarizado permitió iniciar un realineamiento que había del centro, en lo sucesivo, intensificó el sentido creciente de vio-
sido construido, al menos, dos años antes del Watergate. Las lación normativa, incrementó el consenso y contribuyó a la ge-
luchas sociales de los años sesenta hacfa tiempo que habían neralización. Además, racionalizó la invocación del control so-
menguado y muchos asuntos fueron copados por grupos cen- cial coercitivo. Finalmente, en términos estructurales, comen-
tristas.s Estas fuerzas centristas readaptaron el universalismo zaron a realinearce los polos .bien, y (malD de la simbolización
crftico sin asociarlo a temas ideológicos y objetivos especfficos del Watergate. ¿Sobre qué polo se situó a Nixon y a su equipo?
de la izquierda. Con este consenso en proceso de formación, El cuarto factor que he citado era el de conflicto de la élite.
surgió la posibilidad de sentimientos comunes de violación mo-
A lo largo de este período, el proceso de generalización
ral y, con é1, se desencadenó el moümiento hacia la generaliza- -im-
pulsado por el consenso, por la amenaza que se cernla sobre el
ción respecto a objetivos e intereses políticos. Ahora, una vez
centro y por las actiüdades de las nuevas instituciones del con-
que se pudo disponer de este primer atisbo de consenso, los
trol social- fue madurando por un deseo de venganza contra
otros elementos, que ya he mencionado, podrían activarse.
Nixon por parte de las élites alienadas institucionalmente. Estas
Los factores segundo y tercero ya citados aludían a la in-
élites habían representado para Nixon el nizquierdismo) o, sim-
quietud relativa al centro y a la invocación del control institu-
plemente, el ucosmopoütismo sofisticado> durante sus prime-
cional de la sociedad. Los desarrollos en los meses post-elección
ros cuatro años en el cargo, y habfan sido objeto de sr¡s intentos
ofrecieron una atmósfera más segura y menos npolíticao para la
legales o ilegales de represión y control. Inclufan periodistas y
operación de controles sociales. Estoy pensando aquí en la acti-
periódicos, intelectuales, universidades, cientfficos, abogados,
üdad de las Cortes, del Departamento de Justicia, de diferentes
religiosos, fundaciones y, por úrltimo, aunque no menos impor-
agencias burocráticas y comités congresuales especiales. La
tantes, autoridades de diferentes agencias públicas y del Con-
operación de control social de estas instituciones legitimaron
greso de Estados Unidos. Ansiosas de resarcirse, de revitalizar
los esfuerzos mediáticos tendentes a Ia extensión de la contami-
su estatus amenazado y de defender sus valores universalistas,
nación del Watergate circunscrita a las instituciones centrales.
estas élites promoüeron su propio establecimiento como con-
Eso reforzó la duda de la opinión pública sobre si el Watergate
tra-centros en los años de crisis.
serÍa, de hecho, sólo un crimen de pequeña enjundia. También
En mayo de 1973 todas estas fuerzas comprometidas con la
forzó la remergencia de muchos hechos hasta la superficie.
creación y la resolución de la crisis se pusieron en moümiento.
Desde luego, en este punto el nivel último de generalidad y gra-
Se desataron cambios significativos en la opinión pública y po-
derosos recursos estructurales entraron en juego. Sólo en este
5. Esta obseruación se basó en Lln muestl€o sistemático de nuevas ¡eüstas nacio_ punto pudo aparecer el quinto factor de crisis. Estos fueron los
nales y los nuevos reportajes televisados desde 1968 hasta 1976.
profundos procesos de ritualismo contamina-
-sacralización,
218 219
ción y purificación- aunque ya se habían dado importantes sido actiüstas radicales y liberales, ahora prolbreban el pálrl(r.
desarrollos simbólicos. tismo universal sin referencia alguna a los erpecfllcctt r¡u¡llrri
El primer proceso ritual fundamental de la crisis del Water- de la política de izquierda. Otros miembros, qus lnblen ¡ldo
gate implicaba la emisión teleüsiva de las sesiones del Comité acusados de ser partidarios de Nixon afines n la polltlca de
Selecto del Senado, que comenzaron en Mayo y continuaron mano dura, ahora abandonaban esa justificación parc ln ecelén
hasta Agosto. Este acontecimiento tuvo repercusiones de peso polÍtica.
sobre los patrones simbólicos del affair en su conjunto. La deci- En última instancia, las sesiones televisadas conitltuyÉnrr
sión de mostrar y teleüsar las sesiones del Comité Selecto del una experiencia liminar (Turner 19ó9), una experiencla tolnl-
Senado respondía a la enorme inquietud que se había incrusta- mente separada de los asuntos profanos y de los fundamer¡lrx
do en importantes segmentos de la población. El proceso sim- mundanos de la üda ordinaria. Se creó una communitas rltunl
bólico que se desató facilitó la canalización de esta inquietud en compartida por los americanos y, dentro de esta comunldncl
direcciones diversas, más generalizadas y más consensuadas. reconstruida, ninguno de los asuntos polarizadores que habfa
Las sesiones constituían una suerte de ritual cívico que reütali- dado pie a la crisis Watergate, o la justificación histórica que le
zaba las generales, y sin embargo, importantes corrientes de habfa provocado, podían suscitarse. En lugar de eso, las sesio-
universalismo crítico y de racionalidad en la cultura política nes reütalizaron la religión ciül de la que hablan dependido las
norteamericana. Recreaba lo sagrado, la moralidad generaliza- concepciones democráticas del ncargo" a lo largo de la historia
da sobre la que descansaban concepciones mundanas del cargo norteamericana. Para entender el modo en que puede crearse lo
y, se lograba esto invocando el nivel mÍtico de la comprensión liminar es necesario acercarse a él corno un nmundo fenomeno-
nacional de modo que muy pocos acontecimientos ocuparon lógico" en el sentido en que Schütz lo describió. Las sesiones
un papel tan preponderante como éste en la historia de post- fueron convirtiéndose en un nmundo-en-sí-mismoo. F,ra suí ge-
gueffa. neris, un mundo sin historia. Sus características no tenían pasa-
Inicialmente las sesiones del Senado se encargaron de las dos rememorables. Remitfa a un sentido cercano a nfuera del
causas específicamente políticas y normativas, su precepto obli- tiempo>. El ingenioso aparato de la teleüsión contribuyó al des-
gaba a poner al descubierto prácticas de cormpción y sugerir acoplamiento que produjo este estatus fenomenológico. La edi-
reformas legales. La influencia del proceso ritual, sin embargo, ción de las imágenes, la repetición, la juxtaposición, la simplifi-
provocó que tan pronto como se realizó'este precepto inicial cación y otras técnicas que constnryeron el relato mítico eran
cayó en el olüdo. Las sesiones se conürtieron en un proceso imperceptibles. Junto a esta "experiencia aglutinanteo, las voces
sagrado por el que la nacióri pudo realizar un juicio sobre el silenciosas de los locutores, la pompa y la ceremonia del (even-
delito Watergate juzgado ahora críticamente. La construcción to), tenemos la receta para construir, dentro del medio teleüsi-
del consenso, aspecto generalizador del proceso, fue extendién- vo, un tiempo sagrado y un espacio sagrado.
dose a la conciencia pública. Los líderes congresuales cedieron En el nivel de la realidad mundana, dos fuerzas políticas
los miembros al Comité sobre la base de la representación poll- adversas estuüeron enfrentadas durante las sesiones del Water-
tica y regional más amplia posible y excluyeron del Comité a gate. Para Nixon y sus seguidores políticos, el "Watergate) ne-
todas las personalidades políticas potencialmente polarizado- cesitaba definirse políticamente: lo que habían hecho los coau-
ras. Sin embargo, muchos de estos procesos generalizadores se tores del Watergate y sus encubridores pertenesientes a escala-
desarrollaron de forma menos consciente en el curso del acon- fones superiores era "sólo políticar y los senadores anti-Nixon
tecimiento mismo. La cualidad ritual en curso obligó a los para el Comité Watergate (que, después de todo, lo constituía la
miembros del Comité a enmascarar sus profundas y frecuentes mayoría demócrata) participaban, simplemente, de una caza de
diüsiones internas tras los compromisos con el universalismo brujas política. Para los críticos de Nixon que formaban parte
crítico. Y buena parte de los miembros del Comité, que habían del Comité, por el contrario, tenía que combatirse la definición

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f'
I
política mundana. Nixon podía ser objeto de crfücas y el Water- nas de millones de americanos participaron ¡lmbéllca y €mo.
j
gate legitimarse como una crisis real sólo si los efectos se defi- cionalmente en las deliberaciones del Comlté, Le virln t€ eon'
nían como algo que sobrepasaba la política e implicaba a los ürtió en algo moralmente obligatorio de scgulr pnm ¡rntillÉ¡
aspectos morales fundamentales. Estos efectos, sin embargo, segmentos de la población. Viejas rutinas quebraron, iu€vt: r€
tenían que quedar estrechamente ünculados con las fuerzas constituyeron. Lo que los teleüdentes vefan era un dnm¡ enon
próximas al centro de la sociedad política. mente simplificado y villanos aparecfan a u debldo
El primer asunto era si las sesiones debían televisarse en su tiempo. Pero este
-héroes
drama dio pie a una ocasión slmbóllcn rlc
integridad. Permitir que algo adquiriera la forma de un aconte- enonne trascendencia.
cimiento ritualizado suponía conceder a los participantes en el Si la consumación de la forma del ritual moderno ot contl¡t-
drama el derecho a intervenir enérgicamente en la cultura de la gente, de esa forma se explica el contenido; los rituales modetr
sociedad; suponía conceder a un acontecimiento, y a todos nos no se aproximan a una codificación automáfica como on
aquellos que estaban definiendo su significado, un acceso privi- los primitivos. Dentro del contexto del tiempo sagrado de las
legiado en la conciencia colectiva. En las sociedades primitivas sesiones, los testigos de la administración y los senadores lu'
los procesos rituales estaban adscritos: tenlan lugar a partir de charon por una legitimación moral, por una superioridad y do'
períodos preordenados y de formas preordenadas. En las socie-
dades modernas los procesos rituales se realizan, a menudo,
contra grandes desequilibrios. Por ello, en la sociedad moderna en-escena, súpone que las palabras por ellos emitidas pueden poseer ----en la conciencia
pública- el estatus ontológico de la verdad.
el reconocimiento del estatus ritual constituye un grave peligro En este sentido, la lucha de Nixon contra la emisión televisiva de las sesiones era
y Lrna amenaza para intereses y grupos arropados por la ley. una lucha por circunscribir la información sobre las sesiones del Senado a la menos
Sabemos, de hecho, que la Casa Blanca hizo enormes esfuerzos convincente estética del papel de prensa. El y sus defensores suponfan que si se reali-
zaba la forma televisada la batalla ya estarfa parcialmente perdida' Esta reflexión de la
para eütar que las sesiones del Senado fueran televisadas, apre- filosofía de lo estético, sin embargo, deberfa modificarse desde dos puntos de vista. De
miando para que se las dedicara un espacio de tiempo reducido un lado, defenderé en la siguiente discusión que, como la cobertura televisiva de los
en teleüsión e, incluso, presionando a las redes para que corta- nuevos acontecimientos es contingente, el realismo de las sesiones del Senado necesa-
riamente era incierto. La <posesióno dela puesta+n-escetla del Watergate -el juego
ran la señal poco después de haberse emitido. También se hi- escénico de las sesiones- estaba lejos de quedar fijada.
cieron ímprobos esfuerzos para obligar al Comité a examinar a Mi reflexión anterior, de otro lado, indica que el dictamen de Bazin debe modifi'
carse también siguiendo otros derroteros sociológicos. La teleüsión, incluso, la televi'
los testigos en una secuencia que era menos dramática que lo
sión ufactuab, es un medio que depende de la influencia y la voluntad de querer scr
que se mostró finalmente. influidos aceptar estados de hecho al mismo tiempo- depende de la conftanzo
-para
en el que persuade. El grado en el que es creible la televisión factual --cómo y en quó
Habida cuenta de que estos esfuerzos fueron insatisfacto-
grado realiza el estatus ontológico al que está, por asf decir, autorizado estétlcamc¡t'
rios, se consumó la forma ritual.ó A través de la televisión dece- te- depende del grado con el que se observa como un medio de información dlfcren'
ciado e imparcial. Por ello, el análisis de los datos de las encuestas del perlodo tuglcru
que uno de los rcferentes más sólidos que apoyaba la destitución fue la c¡eencl¡t tlc
ó. El hecho de que Nixon luchara contra la televisión para prevenir la ritualiza- que las noticias televisivas eran imparciales. Esto se sigue de que una de las plltuenrs
ción subraya las peculiares cualidades de la forma estética de este medio. En su ensa- razones que negaban la acepción del Watergate como un problema serio -lncldlcncltr
yo pionero, What Is Citunta?, André Bazin (1958) mantenfa que la única ontologla del únicamente en la culpabilidad de Nixon- antes de la elección de 1972 c¡u ht ¡rclcc¡r'
cine, comparada a las formas del arte de escribir, como las novelas, es el realismo. ción generalizada de que el medio no era independiente sino parte dcl n¡ovitt¡icnto
Bazin no se refiere a que el artificio se encuentre ausente del cine sino que el resultado modernista de vangrrardia, un vlnculo que era, desde luego, enérgicametrlc ¡tl:tnlcado
final de los artificios del cine transmite la inequívoca impresión de ser real, como-la- por el ücepresidente Spiro Agnew, Como ya he mostrado en la desctlpciórt tlcl ¡rroce-
üda-misma, y nverdad,. La audiencia no puede distanciarse tan fácilmente de las so, el medio entre enero y abril de 1973 se rehabilitó gradualmente, Los sctltimientos
imágenes qtre hablan y comunican como en el caso de las formas literarias estáticas e de polarización polltica decayeron y otras instituciones clave ahom pttt'cclan apoyar
impersonales, Me parece que este vigoroso realismo es verdadero tanto para la teleü- los ohechos, inicialmente presentados en el medio' Sólo porque cl lrtctlio televisivo
sión, en particular, para los documentales y los noticiarios, como para el cine clásico, ahora podrla apoyarse sobre un justo y extenso consenso soclal sus tttcnsajes podrfan
aunque en este caso el medio de contraste es el peródico más que novelas. Por ello, empezar a alcanzar el estatus de realismo y verdad. Este virnio (lo contexto socia¡
desde su aparición después de la Segunda Guerra Mundial, los líderes polfticos han hacia la forma estética es crftico, por consiguiente, con la comprcnsklll dcl impacto do
tenido claro qtre disponer del medio televisivo, con los artificios ocultos de $r puesta- las sesiones del Senado.

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rninio definicional o ritual. El resultado final en ningún sentido estabilidad, alo nno-americano, y, con ello, a las cualidudo¡
estaba preordenado. Dependía del trabajo simbólico satisfacto- <anti-americanas)) y, por ello, anómalas de McGovern y la iz-
,lü rio. Describir este trabajo simbólico supone embarcarce en la quierda. También lo justificaban posicionándose contra el cos-
etnografía o hermenéutica del ritual teleüsado. mopolitismo que, en las mentes de los tradicionalistas regresi-
I
t', Los testigos de los republicanos y de la administración, que vos, había socavado el respeto a la tradición y neutralizado las
Íl fueron nllamados a hacerse cargo del problemao durante las norrnas constitucionales universalistas del juego. De forma mas
il sesiones, perseguían dos propósitos. Primero, intentaron ocul- especffica, apelaban a la lealtad como el estándar último que
ilt tar a la atención pública el desplazamiento que experimentó el debería imperar en la relación entre subordinados y autoridades.
,l caso desde el nivel político/profano al del valor/sagrado. De esta Un aspecto de sumo interés que resumía dos de esas apelaciones
forma, pretendían, repetidamente, sustraer al acontecimiento era la referencia pasiva por parte de los testigos de la administra-
I su estatus fenomenológico en cuanto ritual. Intentaban enfriar ción a los valores de la familia. Cada testigo llevaba a su mujer e
los procedimientos actuando de forma relajada y casual. Por hijos, si los tenía. Verles posicionados tras é1, acicalados y con
¡
ejemplo, H.R. Haldeman, el hombre del presidente que maqui- buen aspecto, aportaba vfnculos afectivos con la tradición, la
naba en la sombra, finalmente se dejó crecer el pelo de modo austeridad y la lealtad personal que establecían, simbólicamente,
que su aspecto tuüera menos de siniestro y recordara más <a los grupos de la cultura reaccionaria.
uno de los jóvenesr. Estos testigos de la administración intenta- Los senadores, por su parte, haclan frente a un enorme reto.
ron racionalizar y determinar la orientación del público respec- Eran prácticamente desconocidos ftiera del Senado, mientras
to a la comprensión de sus acciones afirmando que ellos habían los que se situaban frente a ellos eran representantes de una ad-
actuado lógicamente de acuerdo a las consideraciones pragmá- ministración que seis meses antes habla logrado la üctoria elec-
ticas. Sugerían que hablan decidido cometer su delito única- toral más rotunda de la historia americana. Esta üctoria electo-
rnente de acuerdo a los estándares de la racionalidad técnica. ral, sin embargo, habla sido parcialmente justificada por los
Se describieron encuentros secretos no como mal, o como sentimientos particularistas de los reaccionarios, los sentinrien-
conspiraciones misteriosas, sino como discusiones técnicas so- tos que los senadores ahora estaban a punto de probar que se
bre los (costos) derivados de la realización de diferentes actos habían desüado y distanciado de la verdadera tradición ame-
perjudiciales e ilegales. ricana.
Con todo, el ámbito de los valores en ningún caso pudo omi- Los senadores negaron, en primera instancia, la validez de
tirse. El símbolo del Watergate se había generalizado de forma semejantes sentimientos y motivos. Pusieron entre paréntesis
considerable y la forma ritual de las sesiones ya era un hecho. Se las realidades pollticas de la üda cotidiana y, en particular, las
encontraba dentro de este ámbito del valor, por lo cual se produ- realidades críticas en la üda de los años sesenta. A lo largo de
ieron luchas simbólicas durante las sesiones, se reveló nada me- las sesiones los senadores nunca aludieron a las luchas polari-
nos que una lucha por el alma espiritual de la República nortea- zadoras de ese momento. Al hacer imperceptibles esas luchas,
mericana. El Watergate se había perpretádo y, finalmente, justi- ellos negaban cualquier contexto moral para las acciones de los
ficado en el clima de nendurecimiento> cultural y político, valo- testigos. Esta estrategia de aislamiento de los valores reacciona-
res que eran, en lo básico, contrarios al universalismo, la racio- rios fue apoyada por la única explicación positiva permitida por
nalidad crítica y la tolerancia sobre las que debe descansar la los senadores, en concreto, la de que los conspiradores eran
democracia contemporánea. Los testigos republicanos ylos de la totalmente estúpidos. Les ridiculizaron por su total carencia de
administración evocaban esta subcultura de los valores regresi- sentido comrln, insinuando que de ninguna persona normal pu-
vos. Apremiaban a la audiencia a regresar al clima de polariza- diera concebirse la realización de actos semeiantes.
ción imperante en los años sesenta. Pretendían justificar sus ac- Esta negación estratégica, o puesta entre paréntesis, en el
ciones mediante la apelación al patriotismo, a la necesidad de sentido fenomenológico, se complementaba con una enérgica y

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descarada afirmación de los mitos universalistas que constitu- Biblia y en la Constitución, los senadores simbolizaban la justl.
i
yen la espina dorsal de la religión ciül americana. A través de cia trascendente divorciada de los asuntos personales o emocio-
estas cuestiones, afirmaciones, referencias, ademanes y metáfo- nales.
ras, los senadores mantenlan que todos los americanos, los po- Otro proceso que accedió al estatus ritual fue el del jura-
derosos y los no tanto, los ricos y los pobres, acü1an ürtuosa- mento de los testigos. No proporcionó ninguna función ver-
mente en los términos del universalismo puro de la tradición daderamente legal porque no se trataba de procedimientos le-
ciül republicana. Nadie es egolsta o inhumano. Ningrln ameri- gales. Con todo, el juramento funcionaba como una forma de
cano se obsesiona por el dinero o el poder a expensas del juego degradación moral. Rebajaban a las personas famosas y pode-
limpio. Ninguna lealtad de grupo es de tal intensidad que incu- rosas quienes quedaban asociadas al estatus de ncualquier
rra en la üolación del bien común o neutralice la actitud crftica hombre". Les situaba en posiciones subordinadas sobre la base
dirigida a la autoridad, que es la base de la sociedad democráti- la ley todopoderosa y universalista del pafs.
ca. Se declaran la verdad y la justicia los temas principales de la En términos de conflicto directo y explícito, las preguntas de
sociedad política americana. Cualquier ciudadano es racional y los senadores se centraban en tres temas principales, cada uno
actuará de acuerdo con la justicia si le está permitido conocer de los cuales era fundamental respecto al soporte moral agluti-
la verdad. La ley es la plasmación perfecta de la justicia y el nante de una sociedad ciül democrática. En primer lugar, su-
cargo consiste en la aplicación de la ley bajo las formas de po- brayaban la absoluta prioridad de las obligaciones dimanadas
der y la fuerza. Como el poder corrompe, el cargo debe reforzar del cargo sobre los asuntos estrictamente personales: oÉsta es
las obligaciones impersonales en nombre de la justicia y la ra- una nación de leyes, no de hombresD. En segundo lugar, desta-
zón de las personas. Las narraciones míticas que encarnaban caban la plasmación de tales obligaciones emanadas del cargo
estos temas se recordaban con harta frecuencia. En unas oca- en una autoridad trascendente: *Las Leyes de los hombres, de-
rr'{i
siones se trataba de fábulas intemporales, en otras eran relatos ben conducir a nlas leyes de Dioso. O como Sam Erwin le plan-
/¡ [l sobre los orfgenes del derecho ciül inglés, a menudo eran na- teó a Maurice Stans, el tesorero de Nixon especialmente daña-
rraciones relativas a Ia conducta ejemplarizante de los numero- do por el caso
sos presidentes sagrados de Estados Unidos. John Dean, por
"iQué es más importante, no violar las leyes o no
üolar la ética?>. Finalmente, los senadores insistfan en que este
ejemplo, el testigo anti-Nixon más conüncente, encarnaba, de soporte trascendental del conflicto de interés permitió a Nortea-
forma sorprendente, el mito del detective norteamericano mérica ser una auténtica Gemeinschafi, en los términos de He-
(Smith 1970). Esta figura de la autoridad derivaba de la tradi- gel, una verdadera nuniversalidad concretao. Como propuso el
ción puritana y en numerosos relatos se le representaba como senador Wiecker en una célebre declaración: nl.os republicanos
el infatigable buscador de la verdad y la injusticia desproüsto no lo encubrimos todo, los republicanos no atropellamos ni
de emoción y de vanidad. Otras narrativas se desarrollaron de amenazamos [...] y Dios sabe que los republicanos no ven a sus
un modo contingente. Para los testigos de la administración compatriotas americanos como enemigos a acosar (sino como)
que confesaron, los <sacerdotes> del Comité garantizaron el ser humano(s) a los que amar y con los que compartirr.
perdón de acuerdo a las formas rituales establecidas y sus con- En perlodos de normalidad rnuchas de estas declaraciones
versiones a la causa de la rectitud dieron pie a fábulas para el hubieran sido motivo de burla, abucheo y cinismo. De hecho,
resto de los procedimientos. muchas de ellas impregnaban la realidad empírica de la üda
Estos mitos democráticos se confirmaron con la confronta- polltica ordinaria, en particular, la realidad emplrica especlfica
ción de los senadores con los valores de la familia. Sus familias de los años sesenta. Con todo no fueron ridiculizadas ni banali-
no aparecieron a lo largo de las sesiones. No sabemos si tenían zadas. El moti't o era que no se trataba de la üda cotidiana. Se
familia pero, en cualquier caso, ésta no fue preséntada. Al igual trataba de un acontecimiento ritualizado y liminar, un perfodo
que el presidente del Comité, Sam Ervin, que se apoyó en la de generalización interna que tenía poderosas pretensiones de

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r
ser verdad. Era un tiempo sagrado y la cámara de sesiones se Flcune 2. Sistema de clasificación simbókca de ago sto I 97 3
{ había convertido en un lugar sagrado. El Comité invocaba los
valores más sagrados, sin pretender describir un hecho empíri- (EslnrcturaD Watergate
I
I co. Sobre este nivel mítico las declaraciones podrfan verse y Bien
,l Mal
!i entenderse como verdad, y así fueron üstas y entendidas por
proporciones significativas de la población. Hotel Watergate Casa Blanca
fl Ladrones F.B.I.
Las sesiones acabaron sin leyes o sin juicios específicos de
Estafadores
¡l eüdencia, pero tuüeron, sin embargo, efectos profundos. Ayu- Buscadores de dinero Departamento de Justicia
daron a estabilizar y legitimar por completo un marco qlue, en Empleados del CREEP
I lo sucesivo, transmitió su significado a la crisis del Watergate. y Partido Republicano
I
Concluyeron esto continuando y proftindizando el proceso cul- El anterior fiscal general y Fiscal especial Cox
tural que había comenzado antes de la misma elección. Los el secretario del Tesoro
acontecimientos y caracteres actuales en el episodio del Water- Los consejeros más cercanos Senadores Er¡¿in, Weicker Baker
gate se organizaron a partir de la mayor antítesis entre los ele- al presidente La burocracia federal oügilanteo
Presidente Nixon
mentos puros e impuros de la religión civil norteamericana. An-
tes de que las sesiones <Watergate> hubieran simbolizado ya las Reli gión c iv il an rcric ana
antftesis estructuradas de la üda mítica americana, las antítesis MaI Bíen
estaban implícitamente ligadas, por parte de la población nor-
Comunismo/fascismo Democracia
teamericana, a la estructura de su religión ciü1. Lo que las se- Enemigos turbios Casa Blanca-arnericanismo
siones consiguieron fue, primeramente, consumar este vínculo Delito I-ey
con la religión civil de manera explícita y declarada. Los nbue- Cornrpción Honestidad
nos chicos> del proceso del Watergate acciones y moti- Personalismo Responsabilidad
t¡ lil
-slrs
vos- se purificaron en el proceso de resacralización a través de Presidentes menores Grandes presidentes
str identificación con la Constitución, normas de justicia y soli- (e.g. Harding, Grant) (e.g. Lincoln, Washington)
presidente Nixon
daridad ciudadana. Los responsables del Watergate, y los temas
Grandes escándalos Reformadores heroicos
que esgrimieron como iurstificación, se contaminaron por la (e.g. Watergate) (e.g. Sam Ervin)
asociación con los sfmbolos civiles del mal: sectarismo, egoís-
mo, lealtad particularista. Como supone esta descripción, las
sesiones también reestructLlraron los r,{nculos entre los elemen- nación también se reveló por los datos de las encuestas. Entre
tos del Watergate y el centro polltico de la nación. Alguno de los la elección de 1.972 y el final de la crisis en 1974 se produjo un
numerosos hombres poderosos afectos al presidente Nixon se gran incremento en el porcentaje de norteamericanos que cata-
encontraban ahora implacablemente asociados con lo perverso logaron de userioo al Watergate. Esto sucedió durante los pri-
del Watergate y algunos de los más abiertos enemigos de Nixon meros dos meses de las sesiones Watergate, desde abril hasta
quedaron ligados a la cara positiva del Watergate. Como los primeros de julio de 1973. Antes de las sesiones, sólo el 3l oh de
centros estructurales y simbólicos de la religión ciül se fueron los americanos tildó de asunto (serioD al Watergate. A primeros
diferenciando progresivamente, el público norteamericano en- de iulio el 50 o/o, y esta proporción se mantuvo constante hasta
contró muy difícil la conüvencia entre el partido presidencial y el final de la crisis.
los elementos de la sacralidad cívica (véase hgura2). Aunque se había producido, sin duda alguna, una intensa
Mientras esta lectura de los acontecimientos se basaba en la experiencia ritual, una aplicación contemporánea del durkhei
etnografía y la interpretación, el proceso de profunda contami- mianismo debe reconocer que semejantes rituales modernos

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r
llunca son completos. En primer lugar, los sfmbolos rituales ción simbólica para incluir el ccntro estructural, y por la expan-
deben diferenciarse con sumo cuidado. A pesar de las constan- sión adicional de la base de soliclaridad de este simbolismo para
I
ri tes referencias a la comprometida situación presidencial, y a incluir muchos segmentos sigrril'icativos de la sociedad ameri-
!i
il
pesar de que la sombra del Presidente sobrevolaba el transcurso cana. Como consecuencia de lus sesiones del Senado, se creó la
u de las sesiones, los datos de las encuestas revelan que muchos Oficina Especial de Fiscalcs, Se componía, casi en su totalidad,
ri norteamericanos no emergieron de la experiencia ritual con- de antiguos miembros alinonclos en la oposición de izquierda a
vencidos de la implicación del Presidente. En segundo lugar, los Nixon, quien, en su toms de ¡rosesión del cargo realizada públi-
¡l efectos rituales de las sesiones fueron desigualmente sentidos. camente admitió las decln¡rtclol¡cs cle slr compromiso con la
Los efectos de las sesiones del Senado se dejaron notar más justicia imparcial, un proccso que, nrfis adelante, puso de mani-
't

sobre determinados grupos centristas y grupos de izquierda: fiesto los poderosos pnoc€cos clc ¡¡ctreralización y solidarización
1) entre los votantes de McGovern cuya indignación dirigida en curso. El primer fiscal erpeclul lirc A¡chibald Cox cuyo tras-
contra Nixon se confirmó totalmente; 2) errtre los demócratas fondo puritano y harvardlano lc convirtieron en encarnación
moderados que, incluso, cuando votaban a McGovern mostra- ideal de la religión civil, Cuo¡rdo Nlxott exatsperó a Cox al pedir
ban su indignación contra Nixon, en particular, después de que a las Cortes que pusiesen cn dutl¡r l¡r dccisión del Presidente de
muchos habían sobrepasado los llmites del partido para votarle; ocultar información en octubt€ do 1973, sc prodr.rjo una imrp-
3) entre los republicanos moderados o liberales e independien- ción masiva de la espontónca lndlgnnclón ¡rúrblica, que los re-
tes que, mientras discrepaban con muchas de las posiciones de portajes periodfsticos tilcl¡t¡r¡n, ll¡¡ltetllnl¡rtrtcntc, de (masacre
Nixon, sin embargo, le habían votado. Los últimos gmpos eran del sábado nocheD.
particularmente importantes para el proceso completo del Wa- Los americanos partcieroll vcr en ln hrcll¡gnnción cle Cox una
tergate. Ellos recibían presiones desde varias instancias, y fue- profanación de las adl¡esiones qttc l¡nbfn¡r ktgntclo clu¡:tr¡tc las
ron estos grupos quienes tuüeron los enfrentamientos más di- sesiones del Senado, los conrptoml¡ou con lor ¡lt'lnclplos s$grn-
rectos con los correligionarios radicales de McGovern ¿Por dos nuevamente reütalizados y contrn cletcl'tttlltuclo$ vnloteti
qué? Quizá necesitaban las sesiones para ordenar los confusos diabólicos y actores tabuizados. Como los $nletlcülroí ldentll'l-
sentimientos, para clarificar los asuntos cruciales, para resolver caron sus valores positivos y sus esperanzr¡s c(¡n Cox, t¡tt lttclig-
su molesta ambivalencia. Puede encontrarse un interés relativo nación les hizo temer la contaminación de sus iclenles v de sf
en los datos de las encuestas. El período comprendido entre mismos. Esta angustia desató la conmoción prJrt:licu, unn exus-
mediados de abril de 1.973 y finales de junio de 1973 perlo- peración de la opinión pública durante la cual se tcmiticrott, tt
do de los inicios de las sesiones y sus revelaciones más -el
dramáti- lo largo de un único fin de semana, tres millones de cu¡1ns eu
cas- el aumento entre los republicanos que consideraban nse- las que se reflejaban las protestas. Estas cartas se calificaro¡r dc
rio, al Watergate era el 20 o/o y enfre los independientes el 18 o/a; que en el pelodo de la pre-
para los demócratas, sin embargo, el crecimiento porcentual "desbordamiento,, una metáfora
crisis iugó un papel muy significativo en el Watergate: el agua
fue sólo el 15 o/o.7
contaminada del escándalo rompió, con su pujanza, las com-
La crisis que, durante años, siguió a las sesiones fue inte- puefias del río y anegó las comunidades circundantes. La ex-
m-rmpida por los episodios de conwrlsión moral e ira pública, presión (masacre del sábado nocheo entrelazaba temas extre-
por la ritualizaciín renovada, por el nuevo giro de la clasifica- madamente retóricos. La *masacre del día St. Valentine, fue
una famosa rrratanza multitudinaria acaecida en los años veinte
en las zonas marginales de Chicago. El "viernes negro) fue un
7. Las figuras de esos dos írltimos parágrafos se extraen de los datos electorales día de 1.924 en el que cayó la bolsa en Estados Unidos, derri-
presentados en Lang y Lang (1983: 88-93, 114-17). Al apropiarse el término userio,
partiendo de las encuestas, sin embargo, los Lang no diferencian suficientemente los bando las esperanzas y la confianza de millones de ciudadanos
elementos simbólicos a los que se refería la designación. estadounidenses. La indignación de Cox, por tanto, produjo el

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ü
mismo tipo de condensación simbólica como simbolismo onlri- enemigos de Nixon, la iz.qulercla, durante el peúodo polarizado
co, pero a una escala de masificación colectiva. La angustia de que antecedió a la crisis del Wutcrgate.
la ciudadanía se fue intensificando, sin embargo, por el hecho Las sesiones de destituclón condurcidas por el Comité Judi-
de que la contaminación ahora se había difundido directamente cial de la Cámara en junlo y ,ltrlio clc 1974 se convirtieron en el
hasta la figura que se suponía iba a sostener la religión ciül ritual más solemne y formnliz,uclo del episodio completo del
norteamericana en su conjunto, el Presidente.mismo. Con la Watergate. Se trató de unn cefiet1l()llia reservada, un rito de ex-
indignación de Cox, el presidente Nixon entró en contacto in- pulsión en el que el cuerpo polltlc(¡ sc clesembarazó del pasado
mediato con la lava contaminante de la impuridad sagrada. La y del amenazante sustrato do lu inr¡rttreza sagrada' Antes de
contaminación derivada del Watergate se había filtrado ahora estas sesiones ya se habln de;¡rrlc¡llaclo considerablemente la
hasta el centro de la estructura social norteamericana. Mientras simbolización del Watergato; ele l¡ccl¡o, cl Watergate deüno, no
el apoyo a la destitución de Nixon se detuvo muy pocos puntos sólo un slmbolo con referentoa rlgnil'icttivos, sino una poderosa
durante las sesiones del Senado, después de la metáfora cuyo significado auto.avlclel¡le sctvfa para definir los
"masacre del
sábado nocheo se incrementó, en grado sumo, hasta alcanzar acontecimientos acaecidol. La etl t'l lct tt trt signifi cativa asociada
los diez puntos. De este desbordamiento se derivaron los prime- al <Watergateo ahora sltuaba, ltteqttlvtrcutrlcnte, una enorne
ros movimientos congresuales favorecedores de la destitución y proporción de la Casa Blnncn y dol rrccnltrr, ¡lcrsonal en la par-
la puesta en marcha del proceso de destitución en la Cámara de te de la contaminación y mal ñoclnl, l,tt tittictt cttestión por dilu-
los Representantes. cidar era la de sf al proplo ¡rtnrldattte Nlxotr l¡¡rrltrió¡r se le situa-
Otro proceso representativo de la gran propagación de la ,hía oficialmente junto a ello¡,
contaminación aconteció cuando las copias de las conversacio- i ras sesiones de la CÁnrnrn clo l¡¡r Re¡rtnrctlltttrles rccapituló
nes de la Casa Blanca, secretamente guardadas durante el pe- üos temas que aparecienotl en lttr ¡c¡lo¡¡cr dcl Se¡lnclo tlll año
r'1i rÍodo del Watergate, fueron divulgadas en abril y mayo de 1974. bntes. El debate de lbndcl ntl$ l)etlcll'ttnlc ltlc cl rel'er{clo nl si¡¡'
ü1.til Las grabaciones contenían numerosas pruebas referidas al en- nificado de los ugrandes clelilot y ol'ettsnlr, ln liurc c(lll$llltlcl(F
gaño presidencial y también fueron asociadas a los malos mo- nal que marcó la pautn ¡rntrt ltt tlcstllttclótl, l.rls del'ettst¡t'cs clc
dos presidenciales aderezados con difamaciones étnicas. Nue- Nixon proponlan una itrtetpretnciólt estt'eclut c¡ttc rosiettfrt t¡tte
vamente el comportamiento de Nixon desencadenó una indig- un funcionario habrJa dc tc¡rcr r csportsabilicltrd err cl cot't'eslx)l¡'
nación pública de primer orden. Por sus palabras y por las ac- diente delito civil. Los oponentes de Nixc¡n ¡rro¡:otrfutt ttnit itrtct-
ciones grabadas contaminó los principios que el proceso com- pretación extensa que inclula aslrntos dc nro¡aliclncl ¡xllfticl,
pleto del Watergate había reütalizado: lo sagrado de la verdad y irresponsabilidad y fraude. Fue claramer¡te Llt'¡ debatc s<¡btc cl
la imagen de América como una comunidad integradora y tole- nivel de la crisis del sistema: ¿quedaban comprometidos, únic¿r-
rante. Los centros simbólicos y estmcturales de la sociedad mente, los asuntos normativos y legales o esta crisis alcanzaba,
americana se separaron como efecto adicional, con Nixon (el en todo caso, a los valores más generales que aptrntalaban el
representante del control estructural) invadieron progresiva- sistema en su conjunto? Dado el formato altamente ritualizado
mente la cara contaminada y perversa de las dicotomías del de las sesiones, y la enorrne simbolización que precedió a las
Watergate. Esta conr,r.rlsión derivadas de las copias contribuyó deliberaciones del Comité, parece difícilmente posible que el
a definir el centro simbólico como Lln área delimitada y puso de Comité pudiera haber optado por algo distinto que por Ia inter-
relieve que este centro ni era liberal ni conservador. Por ello, pretación amplia y extensa de ngrandes delitos y ofensaso.
buena parte de la indignación desatada por el lenguaje indeco- La definición generalizada puso el énfasis en la única cuali-
roso de Nixon estaba motivada por las creencias conservadoras dad especialmente remarcada durante las sesiones: el énfasis
sobre el comportamiento apropiado y el decoro ciüI, creencias recurrente en la imparcialidad de los miembros y en la objetiü-
que, por lo demás, habían sido flagrantemente üoladas por los dad de sus procedimientos. Los periodistas subrayaban, [re-

232 233
cuentemente, cómo los diputados hacfan gala de un cierto trol sobre el interés y el conrportamiento personal. La dejación
oportunismo, al presentarse a sl mismos, no como representan- de las obligaciones derivadas del cargo efectuada por Nixon fue
tes políticos de intereses políticos, sino como sfmbolos de los la que hizo votar a la Casa de los Representantes su destitución.
documentos ciüles sagrados y de la moralidad democrática. Después de que Nixon renrrnciara al cargo, el alivio de la
Este rebasamiento de la amplia diüsión partidista tuvo reso. sociedad americana fue eüdente. Durante un período prolonga-
nancia en la cooperación producida dentro del equipo del Co- do la comunidad polftica se instaló en un estado liminar, un
mité Jurídico, que, de hecho, había puesto todo su interés en la estado de angustia realzada e inmerción moral que apenas con-
emisión teleüsiva de las deliberaciones formales del Comité. cedla tiempo para los asuntos mundanos de la üda política.
Miembros relevantes del equipo en los años sesenta habfan sido Cuando el ücepresidente Ford fue nombrado presidente, se die-
críticos con las actiüdades del establishment corrro, por ejem- ron una serie de transformaciones simbólicas que remitían a un
plo, la Guerra de Vietnam y apoyaban a los moümientos anti- reagreagación ritualista. El presidente Ford, en sus primeras
establishment como, por ejemplo, el de los derechos ciüles. Con palabras después de tomar el cargo, anunció que (nuestm larga
todo, el trasfondo partidista nunca afloró públicamente durante pesadilla nacional ha terminado>. Los titulares de los periódi-
la vasta cobeftura periodfstica que se realizl del trabajo del Co- cos proclamaban que el sol, finalmente, se había abierto cami-
mité, incluso, conservadores de derecha nunca hicieron proble- no entre la nubes, que habla nacido un nuevo día. Los nortea-
ma de ello, ¿lPor qué no? Porque este Comité, como su contra- mericanos pusieron su confianza en el ügor y la unidad de la
partida en el Senado un año antes, habitaba en un lugar liminar nación. El mismo Ford sufrió la transformación, por medio de
y separado. Dentro de un tiempo sagrado sus continuas delibe- estos ritos de reagregación, pasando de ser un líder partidista
raciones atendfan, no sólo al inmediato pasado partidista, sino meticuloso a ser un sanador nacional, la representación de un
a los grandes momentos constitutivos de la República nortea- nbuen chicoD que encamaba los estándares supremos del com.
mericana: la firma de la Declaración de Derechos, la formula- portamiento ético y político.
ción de la Constitución, la crisis de la Unión que marcó la Gue- Antes de continuar con el proceso simbólico trns cslu lr.
rra Civil. agregación, me gustaría retornar, una vez mós, nl hecho de qrre
Este aura de trascendencia impulsó a muchos de los miem- los rituales modernos nunca son completos, Bstn inconr¡rlclltucl
bros más conservadores del Comité, los del sur, crryos constitu- representa el impacto de las I'uerzns clel sislenr¡r sr¡ci¡rl rel¡rliv¡r-
yentes habían votado a Nixon de forma masiva, a actuar de mente <autónomasu que el idenlismo sociológico clc Dur.klrcinl
manera consciente más que por oportunismo político. El blo- no pudo tomar en conside¡ación, I¡rclt¡so, l¡.ns ll ccr.cnro¡ria ri-
que del sur, por ello, constituyó la clave para la coalición que tual que votó consensuadamentc los arlfcrrlos dc la destitución
votó a favor de tres artículos de la destitución. Estos artfculos y la'renovación ritual con el ¡rreside¡rtc For d, las cncuestas reve-
finales, muy reveladores, renunciaron resueltamente a un cuar- lan que un segmento considerable de la sociedad americana
to artículo, inicialmente propuesto por los demócratas liberales, seguía sin convencerse. Entre el 18 y 20 o/o de los americanos no
que condenaba el bombardeo secreto de Camboya promoüdo encontraban culpable al presidente Nixon ni de delito legal ni
por Nixon. Aunque este artículo remitía a la üolación efectiva de infamia moral. Dicho de otra forma, estos americanos no
de la ley, se trataba de un asunto que los americanos interpreta- participaron en la generalización de la opinión que apartó a
ron en términos específicamente políticos, términos sobre los Nixon del cargo. Interpretaban el proceso de Watergate, más
que se mostraban en total desacuerdo. Los tres artículos finales bien, como un proceso estimulado por la venganza política de
sobre la destitución, por el contrario, remitían únicamente a los enemigos de Nixon. Laé notas demográficas de este grupo
asuntos completamente generalizados. Se trataba del código lealista no eran particularmente reveladoras. Ellos disponÍan de
que regulaba la autoridad política, la cuestión de si las obliga- una educación mixta y pertenecían a todas las clases y profesio-
ciones impersonales del cargo pueden y deberían ejercer con- nes. Una de las pocas correlaciones estructurales significativas

234 235
era la de su procedencia del sur, en su mayor parte. Lo que una forma concreta. La teorfn urás elaborada de esta transición
realmente distinguía a este gmpo eran sus valores políticos. se encuentra en el trabaio de S¡lelser (1959, 1963) y Parsons
Eran portadores de una rígida e inflexible idea de lealtad políti- (Parsons y Bales 1955: 35-132), En estos trabajos, las posturas
ca, identificando la creencia en Dios, por ejemplo, con el com- post-crisis se describen como Pt'()ccsos qLre se depliegan porque
promiso con el americanismo. También eran portadores de una están mejor adaptados pars ontl'ttl'cn contacto con la fuente del
visión profundamente personalizada de la autoridad política, desequilibrio inicial, La genertüiz,ación concluye, por tanto, a
tendiendo mucho más que otros norteamericanos a expresar su causa de la
"eficienciao
con ln qrtc kw estructuras novedosamen-
lealtad a Nixon, como hombre, y a su familia. Finalmente, y de te creadas comunican con el contp(¡llatniento relativo al rol con-
manera poco sofprendente, este grupo reaccionó de modo mu- creto. Ahora, hasta un cieno exlt'cttl(,, la nueva y más adaptativa
cho más negativo que otros americanos frente a los moümien- construcción institucional sc ptu(lucc l lo largo del proceso del
tos sociales de izquierda de los años sesenta. El que estuüeran Watergate. Las nuevas estntcttttillt t¡tte llotccieron permitieron al
comprometidos con una üsión polanzada y exclusivista de la sistema político diferenciarso y cllntunciursc clel conflicto de inte-
solidaridad política reforzí su animadversión a generalizar los rés y proporcionar un trntnnrlettlo llttls scvcro en defensa del
asuntos específicamente políticos hacia cuestiones morales ge- universalismo. Las normas del cc¡nl'llctt¡rle-i trtcrés se desarrolla-
nerales. Esa generalización hubiera implicado, no sólo una crí- ron y se aplicaron sobre nonrbtnnllento$ ¡rt'crsidenciales; se ofi-
tica a Nixon, sino la restauración de una comunidad política cializí el apoyo del Congrcso tt ulgttntxr cle lt¡s nombramientos
nrás amplia e integradora. Al votar a Nixon defendían un candi- relevantes del equipo del prcslclerrlc, c()tno el l)it'cctor de la Ofi-
dato que prometfa simbolizar sus sentimientos reaccionarios y cina de Gestión y Presupuesto; te cttó ttntt Ol'icinn Especial del
que, aparecfa, durante sus primeros años en el cargo, interesa- Fiscal, en concreto, la ligurn cle ttt¡ l'lscnl gettetrtl dcstinado a
do en llevar a efecto sus anhelos de una reducida y primordial decidir en treinta dfas, a pnrtir clcl lttlt¡rtte dcl Cottgt'eso, cn ttln-
comunidad polltica. ción a la idoneidad de llamar'o no n tttt ucttstttlt¡; l'ltutlnre¡ttc, lu
El período de reagregación social, después del peúodo limi- financiación federal de las citnr¡rnñns clectt¡lrtlet ¡t ltt ¡rt'esltlettciit
nar del Watergate clausura del inmediato episodio ritual-, pasaron a estar reguladas por lcv, Sc ptrxltt,icttltt, ¡ttlclrlís, t.llt
desescombra, una
-la
vez más, el problema de la naturaleza dicoto- grupo de innovaciones institr.rcionalcs it'¡lbt'tn¿tll¡lctllc litttlciol¡tt'
mizada de la teoría social occidental, el cual implica la relación das: la posición de nel jefe de equipoo pcrclió ¡xxlct'; l¿t cloctt'in¿t
entre categorías como carisma/rutina, sagrado/profano, genera- de nel privilegio ejecutivo> apenas se empleó; cl Congteso l'ttc
lización/institucionalización. De un lado, parece evidente que consultado sobre los asuntos de envergadura.
con el ascenso de Ford prevaleció una atmósfera rutinaria. Los Durkheim y Weber tenderían a apoyar esta descripción cli-
actores institucionales y el pírblico en general parecían regresar cotómica de la resolución de la crisis. Desde luego Weber co¡rsi-
al nivel profano de los fines y del conflicto de interés. El disenso deró mayormente la interacción política como nttina insttr¡-
político prevalecía Llna vez más. Los conflictos provocados por mental. La transición del carisma (Weber 1.978: 246-255) era
una economía inflacionaria se erigieron en la noticia de mayor precedida por la innovación estructural por parte del equipo
relevancia por primera vez en muchos meses, y este asunto, auto-interesado del líder y desatada automática y concluyente-
junto con el del la dependencia de Norteamérica respecto al mente por la muerte del líder. La comprensión de Durkheim es
petróleo procedente del exterior, asomaron ampliamente en las más compleja. Por un lado este es, sin lugar a dudas, el
elecciones al Congreso en el otoño de 1974. problema con el que comenzamos-y nuestra investigación-
De acuerdo con las teorías de la rutinización y especificación, Durkheim consideró el mundo no-ritual como completamente
o institucionalización, el final de la ritualización se acomoda a profano, como no-valorizado, como político o económico,
una nueva fase completamente post-espiritual en la que se pro- como conflictivo e, incluso, en cierto sentido, como no-social
duce la institucionalización o cristalización del espíritu ritual de (Alexander 1982: 292-306). Al mismo tiempo, sin embargo,

236 237
t, ;,

Durkheim solapó claramente esta profunda distinción con una tuciones y las reputaciones. La nmoralidad post-WatergateD era
teoúa continua, por la que subrayaba que la efervescencia de la expresión con la que se aludfa a la efervescencia del proceso
los rituales continuaba reaüvando la üda post-ritual durante ritual. Remitía a los valores revitalizados de la racionalidad crí-
algln tiempo después del período inmediato a la interacción tica, el anti-autoritarismo y la solidaridad civil y a los valores
ritual. Una vezrnás, creo que esta penetrante intuición empírica contaminados del conformismo, la condescendencia personalis-
sólo puede entenderse reconceptualizándola, en concreto, em- ta y a la rivalidad entre camarillas. Muchos años después del
pleándola para criticar y reorientar la teoría de la generaliza- final de lo liminar, los americanos aplicaron estos imperativos
ción-especificación de la tradición parsoniana. morales intensamente recargados al conflicto de grupo y de in-
Aunque el modelo de crisis de la generalización-especifica- terés y a la üda burocrática, demandando, por el contrario, un
ción puede encontrarse en el análisis funcionalista, la noción de universalismo radical y una solidaridad reforzada.
generalización como ritual procede de Durkheim' El análisis de Para la población adulta, por tanto caso parece ser dis-
-el
tinto para los niños-, el efecto del Watergate no incrementó el
crisis social aquí presentado ha concedido, por consiguiente,
mucha mayor autonomía al proceso simbólico que en el caso cinismo o el alejamiento de la polftica. Todo lo contrario. La
de la explicación estrictamente funcionalista. Generalización y efervescencia ritual alimentó la fe en el nsistemao político, in-
ritualización, a mi entender, no están comunicados por razones cluso, cuando la desconfianza producida prosiguió minando la
psicológicas o socio-estructurales obedezca ala angustia o confianza en determinados actores y autoridades instituciona-
-ya
a Ia ineficacia de las estructuras sociales-, sino con motivo de les. La desconfianza institucional es diferente de la deslegitima-
la üolación de la adhesión vehemente a las creencias morales. ción de los sistemas generales per se (Lipset y Schneider 1983).
Por ello, los procesos simbólicos tienen lugar tanto en la resolu- Si existe confianza en las normas y valores concebidos para re-
ción de tos problemas pertenecientes a este nivel, como en el gular la üda política puede haber más debate sobre la gestión del
sLlministro de estutctttras más eficientes para dirigir específica- poder y la fuerza (cf. Barber 1983). En este sentido, la demo'
mente los problenras nreahnente> desequilibrantes. Por este cracia política y la eficiencia política pueden oponerse, ya que
motivo la ritualización ha tenido lugar, no por obra de un cam- la primera se apresta, por sí misma, al conflicto mientras que la
bio estrictamentc estructLtral, sino por la inextinguible eferves- segunda depende del orden y control.
rl,
i' cencia cultulml. Las recargadas antinomias del orden cultural y En el perfodo inmediatamente posterior al post-Watergate,
l, la intensidad emocional que las subyace continúan provocando una enorrne sensibilidad abierta al significado general dcl cargo
lt y a la responsabilidad democrática condu.io a ttn conflicto cnco-
& conflicto moral y, a menudo, soportando orientaciones cultura-
les significativamente diferentes. nado y a una serie de desaffos lar¡zados al control autoritario.
tu El Watergate pasó a ser, ntás que antes, ttna nretáfbra de tlna
Comparado, por ejemplo, con el impacto del caso Dreyfus,
enorrne trascendencia. Ya no era sin'rplemente un referente
k la efervescencia del Watergate debe entenderse en términos de
una relativa unidad cultural. El <Watergate, ha pasado a consi-
{e,

lj para denominar acontecimientos qlle se habfan producido nob-


!q ',i
jetivamente> sino un estándar moral que ayudaba nsubjetiva-
derarse esto, en términos comparativos, es extraordinaria- .'li,
I
-y
mente significativo-, no tanto como un asunto de la izquierda mente> a crearlos. Destacados miembros de la üda polltica, ins-
i &
o la derecha, sino como un problema nacional sobre el que bue- H pirados por su poder simbólico, dieron muestra de un compor-
na parte de los partidos coincidían. Era algo universalmente iq
tamiento indigno y fueron sancionados. El resultado fue una
compartido que de las nlecciones del Watergate, la nación tenía l serie de escándalos: <Koreagate", <Winegate", <Billygate>, por
que tomar buena nota. Los americanos hablaban incesante- ,f citar unos pocos. La gran expansión del Watergate a la concien-
mente, en el período comprendido entre 1974 y 1976, sobre los cia colectiva norteamericana dio pie a una serie de sacudidas de
{
imperativos de la nmoralidad post-Watergate). La experimenta- anti-autoritarismo populista y racionalidad crítica. Las exposi-
ban como una poderoslsima fuerza social que devastó las insti- ciones que siguen muestran lo que decimos.

239
238

l) Poco después de las ceremonias de reagrcgación, se nales de la sociedad norteamericana, inclusive, en el más mun.
abrieron, de manera sucesiva, una serie de investigaciones con- dano. Los boy scouts, por ejemplo, rescribieron su constitución
gresuales sin precedentes. Nelson Rockefeller, candidato a la enfatizando, no sólo los aspectos relacionados con la lealtad y la
ücepresidencia de Ford, fue sometido a una prolongada y, en obediencia, sino también los relativos al cuestionamiento críti-
ocasiones, tendenciosa investigación por el posible mal uso de co. Los jueces del desfile de belleza Miss Negra América fueron
su riqueza personal. Las desmesuradas investigaciones teleüsa- acusados de personalismo y prejuicio. Grupos profesionales
das fueron llevadas adelante en el congreso en un trabajo secre- examinaron y rescribieron sus códigos éticos. Directores del
to y, a menudo, antidemocrático de la Agencia Central de Inteli- cuelpo de estudiantes de institutos y universidades fueron lla-
gencia (CIA) y la Oficina Federal de Investigación (FBI), institu- mados a capítulo después de que se produjeran pequeños es-
ciones cuya autoridad jamás se había cuestionado. Esta difu- cándalos. Concejales y alcaldes fueron *desenmascaradoso en
sión del (pequeño Watergate> se extendió hasta la administra- cualquier ciudad, grande o pequeña. Por medio de muchas de
ción Carter del período 1.976-80. El principal asistente de Car- estas controversias, asuntos específicos de política doméstica e
ter, Bert Lance, se üo forzado a abandonar el cargo después de interés no se consideraron de un modo significativo. Los códi-
las sesiones donde, de forma muy poco elegante, se reprobó su gos del cargo eran los que estaban en juego.
integridad financiera y política. Cada una de estas investigacio-
nes dieron lugar a un escándalo por sí mismo; cada uno conti- En otras palabras, estos acontecimientos institucionales
nuó, hasta en los más pequeños detalles, el modelo simbólico realmente fueron motivados por perrnanentes luchas nreligio-
establecido por el Watergate. sas" dentro de la cultura post-Watergate. Este vínculo se puso
2) En su totalidad los nuevos rnoümientos refonnistas se de manifiesto, además, por la perpetuación, en ese período, de
generaron con motivo del espíritu del Watergate. La emergen- numerosos temas relacionados con el Watergate. Se produjeron
cia de una Sociedad para el Periodismo de Investigación ejem- continuas afirmaciones, por ejemplo, de que Norteamérica se
plificó el fantástico crecimiento de un periodismo crítico y mo- encontraba moralmente unificada. Los grupos que previamente
ralmente inspirado entre los periodistas que habían internaliza- habían sido excluidos o perseguidos, en particular, aquellos
do la experiencia del Watergate y pretendían externalizar su asociados al partido comunista, fueron públicamente regenera-
modelo de periodismo crítico. Los investigadores federales para i dos. Ya he mencionado que aquellas instituciones más respon-
el delito y policías- constituyeron el cuello blanco de \ sables de las persecuciones poiiti"u, de todo reducto de subver-
-jueces
las unidades encargadas de delitos a lo largo y ancho de Esta- sión, particularmente el FBI, sufrió la reprimenda por su no-
\\Emericanismo.
dos Unidos. Por vez primera en la historia norteamericana los A lo largo de este espacio de tiempo, se produjo
recursos procesales sufrieron una transformación significativa ür1a tenue efervescencia de la conciencia colectiva: libros, ar-
desde las convencionalmente definidas como las clases bajas, tículos, películas y programas de televisión sobre la inmorali-
nenemigaso de la sociedad, hasta los titulares de cargos de alto dad y las tragedias asociadas al nmccarthyismo>, todos descri-
rango en el dominio público y privado. Inspirado por el modelo ,¡ bían a los comunistas y los compañeros de üaje con un tono
Watergate pasó a ser una conücción establecida a priori de mu- simpático y familiar. El movimiento anti-militarista fue adqui-
chos fiscales que los titulares de cargos también podrían come-
*
{'
riendo, a través de este mismo proceso figurativo retrospectivo,
ter delitos contra lo público. Indagándoles y persiguiéndoles los i¡ un aura de respeto e, incluso, con connotaciones heroicas. Ins-
agentes judiciales mantenían la alerta moral de todas las autori- t pirados, sin duda alguna, por este renacimiento de la comuni-
j
dades obligadas a tener presente la responsabilidad dimanada dad, los líderes de las organizaciones clandestinas de Nueva Iz-
del cargo. quierda comenzaron a hacer concesiones, confiando en el esta-
3) En los meses posteriores a la reagregación, la autoridad do pero, en particular, en que el proceso de creación de la opi-
era objeto de una examen crítico en todos los niveles institucio- nión prlblica norteamericana les escucharfa con imparcialidad,

240 241
n*
F
_ "eJ
Por todo esto la intensidad de los símbolos impuros del Wa- de los mismos principios reaccionarios, si bien con Reagan
tergate permaneció completamente intacta. Ios juicios a los también continuó existiendo un eüdente efecto post-Watergate.
conspiradores del Watergate dieron lugar a grandes titulares y a Aunque Reagan era, incluso, más conservador que Nixon, se
una honda preocupación. Sus confesiones publicadas y mea comprometió a llevar a efecto su reacción contra la izquierda
culpas fueron objeto de intenso debate moral e, inclusive, espi- mediante mecanismos democráticos y consensuales. Este com-
ritual. Richard Nixon, la auténtica personificación del mal, fue promiso no tenía por qué estar moüdo por razones personales,
üsto por los norteamericanos alarmados como una inagotable sino forzado, inequívocamente, por una exigencia pública y por
fuente de peligrosa contaminación. Todavla expresión de lo sa- la ütalidad inextinguible de los potenciales contracentros al po-
grado, su nombre y su persona eran formas del olíquido impu- der presidencial.
roo. Los norteamericanos intentaron protegerse a sí mismos de No sólo resurgió el moümiento de política norteamericana,
su lava contaminante edificando muros de contención. Preten- sino que el autoritarismo de la npresidencia imperial' reganó
dían mantener a Nixon fuera de la nbuena sociedad" y aislarlo buena parte de su fuerza inicial. Con el paulatino distancia-
en San Clemente, su primer estado presidencial. Cuando Nixon miento en el tiempo del Watergate, la economla concreta y los
intentó comprar un apartamento de grandes dimensiones en problemas políticos asumieron una grandísima importancia.
Nueva York, los propietarios del edificio resolvieron por vota- Las crisis exteriores, la inflación y los problemas energéticos
ción prohibir la venta. Cuando üajó por el pals, las multitudes población norteamericana se preocupó mayormente en la
le abucheaban y los políticos le evitaban. Cuando reapareció en
-la
solución de estos "objetivos" aparentemente irresolubles. Éstos
televisión, los teleüdentes enüaron cartas cargadas de indigna- dieron lugar a demandas de calidad y eficacia, no a una modali-
cién y desaprobación. De hecho, Nixon sólo pudo escapar a este dad generalizada. A partir de la estructura del sistema polftico
rechazo saliendo ¿r pafses extranjeros, aunque, incluso, algunos norteamericano, estas demandas de eficacia necesitaban un eje-
lfderes extrtnjeros evitaron acercarse a él en público. Para los cutivo fuerte. La cuestión relativa a la moralidad de la nutori-
norteamericanos cr.ir real el temor desmedido a ser rozados por dad fue descollando paulatinamente debido a las demandas clc
Nixon o por su imagen. Esle contacto parecía conducir a la autoridad sólida y efectiva. Jimmy Carter comenzó su prreslclen-
ruina inmediata, Cuando el presidente Ford concedió el perdón cia prometiendo a los norteamericanos que (yo nunc$ os men-
a Nixon, muchos meses después de asumir el cargo, acabó re- tiré>. La finalizó haciendo de su brillante presiclencln su prlnci-
pentinamente la luna de miel de Ford con el público. Deslustra- pal eslogan de campaña. Por estc ticnrpo, Reugnn se cr¡nvl¡tié
do por este (sin embatgo fr"rgaz.) vfnculo con Nixon, se ganó la en presidente, pudo desdeñar clar¿rrncntc nlgurtns leyes rclulivus
antipatla de una parte considerable del electorado que le costó al cor.flicto-de-interés, reemplazar algunus l'iguras clcl Wnter-
la posterior elección presidencial. .gate menos contaminadas y arrop¿u'l¿r ar.rtoridad ejccutiva, unir
El esplritu del Watergate finalmente se atenuó. Buena parte \z más, bajo el pretexto del secreto y el carisrna.
de la estructura y del proceso qure desató la crisis reapareció, si Estos últimos desarrollos no signilican que el Watergate no
bien de forma significativamente modificada. Nixon había diri- tuüera ningún efecto. Los códigos qr-re regtrlan la ar,rtoridad po-
gido su apuesta reaccionaria contra la modernidad en el cargo, lítica en Estados Unidos se han renovado profundamente, códi-
y después de su salida este movimiento contra el secularismo gos que, cuando permanecen en estado latente, continúan influ-
liberal inclusivo prosiguió. Pero este conservadurismo florecía yendo y controlando la actiüdad polÍtica concreta. La política
ahora bajo una forma anti-autoritaria. Moümientos sociales, en Estados Unidos ha retornado, finalmente, al nivel nnormalo
de intereses y roles. Si, por el contrario, el
como el de la revuelta contra los impuestos y el antiabortista, "Watergateo no hu-
combinaron el espíritu post-Watergate de cútica y oposición biera ocurrido, o no hubiera ocurrido de la misma forma, el
junto con principios políticos particularistas y, a rnenudo, reac- sistema político americano sería considerablemente distinto.
cionarios. Ronald Reagan asumió el cargo a partir de muchos

242
m del al'ccto intensificado, el reflejo de la deseabiliclad emoclonal
orientada a la realización del bien. La cara opuesta y antagónl.
En la primera parte de este trabajo he subrayado Ia impor- ca del sistema de clasificación de Durkheim debe, sin embargo,
tancia de la sociología religiosa del rlltimo Durkheim. Al mismo someterse a una reconstrucción adicional. Como puso de mani-
tiempo, he sostenido que debería aceptarse más como una teola fiesto Caillois (1959 t19391) en primer lugar, Durkheim confun-
emplrica de procesos sociales especfficos que como una teo- día, frecuentemente, lo profano-como-rutina con lo sagrado-
ría general de las sociedades. En la segunda parte he puesto de como-impuro. Es necesario, por ello, desarrollar la clasificación
relieve lo que son estos procesos sociales especfficos con referen- tripartita de puro-sagrado/impuro-sagrado/profano. Mary Dou-
cia a la crisis del Watergate en Estados Unidos, emplazando la
elas (1966) al propagar las nociones de tabú, ha difundido la
sociologfa religiosa dentro de un marco general teórico y emplri- comprensión original de Durkheim de modo similar, eviden-
co. En esta parte final, pretendería fijar la atención, someramen- ciando que toda simbolización de la pureza sagrada se clasifica
te, en el estatus de esta teoría religiosa tardfa de un modo más junto a un elemento impuro que dispone de un enorme poder
general y abstracto. contaminante. Como el miedo a la contaminación obedece a la
Existen tres dimensiones de la teorfa religiosa del rlltimo angustia psicológica y mienta, también, a las fuerzas y grupos
Durkheim: morfología, solidaridad y clasificación. Cada una de sociales desviados, esta comprensión reüsada permite a la teo-
estas tres dimensiones remite a un elemento emplrico distinto ría clasificatoria de Durkheim reorientarse, en Io sucesivo, ha-
en la última parte de la obra de Durkheim; al mismo tiempo cia la evitación de las implicaciones idealistas y abstractas de la
Durkheim a menudo funde y reduce cada uno de los elementos teorla estructural.
a otro. Cada uno de estos tres elementos, sin embargo, pasa a En todo caso, la teorla del antagonismo simbólico debe
ser foco de tendencias independientes de la tradición durkhei- complementarse con otras teorías de clasificación simbólica.
miana después de la muerte de Durkheim. Antes de que pueda Los sfmbolos también se organizan coherentemente por medio
desplegarse una sociología cultural satisfactoria, estas tradicio- de mitos y relatos que unen y rerinen símbolos dentro de for-
nes deben retrotraerse a su conjunto, los elementos de cada una mas dramáticas. Eliade (1959) ha elaborado la organización
reconceptualizarse y entrelazarse analfticamente. mltica de forma histórica y arqueológica. Ricoeur ha desarrolla-
La l.¡'orta de la clasificación de Durkheim remitía, única- do quizá la fenomenologfa contempoÉnea más elaborada de Ia
mente, ala orgarización de símbolos, y su mayor contribución organización mftica, particularmente en su trabajo (Ricoeur
desde esta óptica apunta a que la antipatfa entre lo sagrado y lo 19ó7) referido al simbolismo del mal. Sin embargo, los análisis
profano presenta una estructura fundamental de la organiza- de mitos orientados al presente deben explorarse, por ejemplo,
ción simbólica. Ciertamente el estructuralismo de Lévi-Strauss en el trabajo de Henry Nash Smith, Virgin l^and (1970) que si-
(1966) representa la principal contribución a la expansión, sis-
gue a Levy-Brutrl para explorar el modo en que los mitos de los
tematización y aplicación de este esquema de clasificación.8 prósperos agricultores inspiraron al movimiento occidental de
Pero con motivo de su orientación puramente cognitiva, el es-
la nación americana.
tructuralismo ignora el modo en que esta clasificación bifurca- Ni el mito ni el análisis estructural presta atención a la tenr-
da se orienta, no sólo de forma unilateralmente a la mente, sino poralidad, al desarrollo histórico actual que se despliega, a me-
al afecto y a la sociedad. Este énfasis puede traducirse en el nudo, dentro del espacio de la propia clasificación simbólica.
esquema abstracto del estructuralismo remitiéndose a los tér-
Aquí, así lo creo, se encuentra la contribución de Weber y otros
minos .,sagrado" y "profano". Los sfmbolos sagrados no son
representantes de la Escuela Idealista alemana. Sobre el problc-
simplemente una cara de una dicotomía abstracta. Son el foco
ma del desplazamiento del misticismo mundano al escetismo
mundano (1978: 541.-635), Weber reveló sistemáticamente la
8. Unejemplodeltrabajoactualmásbrillanteenestetradición,versahlins(1976). evolución de las ideas religiosas sobre la salvación, Troeltech

244 245
( 960 | I 91 I l) adoptó la contribución weberiana para eüdenciar
I del ¿rnhlisis simbólico la acción social debe leersc como un tcx.
l¿rcvolución histórica en las ideas relativas a la autonomla indi- to. La semiótica, como método literario y teorfa social, puedo
vidual. Los escritos de Jellinek (1901 U8851) sobre los orfgenes incorporarse a la sociología cultural solamente de esta forma
de la Declaración de los Derechos del Hombre suponen otro (cf. Sahlins 1976y Barthes, e.g., 1983).
significativo, pero no menos conocido, trabajo en este género Con todo, el análisis de la solidaridad de Durkheim es tan
que, de hecho, más tarde inspiró al propio Weber. Entre sus significativo como su teoría de la organización simbólica. La
contemporáneos, la teoría de Bellah (1970 y Bellah y Hamond clasificación conduce a la solidaridad por medio de su teorfa
1980) sobre la evolución comparativa de las <religiones ciüles) ritual, por eso, no es sólo la solidaridad, sino el ritual, lo que
supone la transformación secular más significativa de las ideas ignora el estructuralismo simbólico.e La teoría ritual aporta el
weberianas, aunque la obra de Walzer (1965) sobre el puritanis- proceso y la acción social para la clasificación simbólica; la soli-
mo y la Revolución inglesa y la de Little (1969) sobre el purita- daridad suministra el'u{nculo entre ritual, simbolización y ln
nismo y la ley son muy esclarecedoras. comunidad social concreta. En conjunto, el ritual y la solidar.i.
Esta dimensión histórica de la aproximación weberiana a la dad permiten al análisis cultural discutir la crisis y la renova-
organización simbólica favoreció la concentración del funcio- ción social, y su relación, no sólo con la organizaciónsimbólica,
nalismo parsoniano sobre los valores. Los ovaloresr remiten a sino también con las instituciones y grLlpos sociales,
las ideas cognitivas explícitas relativas al significado de la es- Durkheim vinculó estrechamente la solidaridad con la clasi-
tructura social. El análisis de los valores ha funcionado con fre- ficación. Aunque atribuyó un poder independiente a lo sagrado
cuencia como un pretexto para la reducción de la cultura a la y lo profano (aquí la crítica de Léü-Strauss (eg. 1966:214) es
estructura social, y ha tendido, de esta suerte, a producir una incorrecta), a menudo explicaba la clasificación como el reflejo
descripción fragmentaria de la cultura como compuesta por de formas de solidaridad (aqul Léü-Strauss tenía razón). No
unidades discretas y desligadas del significado. No se trata de sólo la organización simbólica debe tratarse como una dimen-
actuar asl aunque el análisis trabe contacto con la aproximación sión independiente, sino que la misma solidaridad debe diferen-
temática a la historia intelectual. El análisis de Martin Wiener ciarse internamente. La renovación de la solidaridad, que se
(1981) sobre el ascenso de los valores anti-industriales en la his- deriva ineütablemente del ritual, debe considerarse separada-
toria inglesa es sólo un caso. La obra de Sewell (1980) sobre el mente del grado de su alcance empírico, independientemente
valor del corporatiüsmo en la teoría de clases trabajadoras de la cuestión de en qué grado se extiende esa solidaridad.t0
francesas es otro. El análisis de Viüana Zelizer (1979) sobre el Estos dos asuntos renovación y la integración- deben, sin
modo en que cambian las ideas al albur del desarrollo de las embargo, disociarse -lade la cualidad irreflexiva y automática que
compañías de seguros en la vida americana es, tal vez, el análi- se corresponde con ellos en el trabajo original de Dtrrkheim. Nr¡
sis sobre el valor más refinado en la tradición funcionalista (ver sólo debe tratarse la iniciación del ritual de un modo histó¡icn-
también Zelizer 1985), Finalmente, tal y como Lukes (1984) nos mente específico, sino que los cursos que toman los procesos clc
ha recordado en su reciente introducción al análisis de Durk- ritualización y de solidaridad una vez que se han iniciado dct:cn
heim sobre el método sociológico, ninguna ramificación con- teorizarse de una forma que permita una comprensión defi¡riti.
temporánea de la teoría de la nclasificación, durkheimiana vamente abierta. La manifestación de Evans-Pritchard (1953)
debe luchar a brazo partido con la tradición hermenéutica e respecto a cómo la actiüdad ritual puede re-establecer la rela-
interpretativa. Las teorías retóricas del análisis textual
-tan
brillantemente elaborada por Geertz (1,973).- debe incorporar-
se al equipamiento de herramientas de la sociologfa cultural. 9. Benjamin Kilbourne, mi colega de UCLA, ha comentado que el estructuralisuro
Como apuntó, primeramente, Dilthey (1976: 155-2ó3), y más lee Lasfbmns elenrcntales de Ia vidn religiosa prescindiendo de su tercer libro.
10. Creo que Lukes (1975) llegó a esta separación de otra forma en su impo¡1Rnte'
recientemente ha insistido Ricoeur (1971), para los propósitos trabajo sobre los tratamientos neo-durkheimianos de la vida dtual.

246 247
r'lfilcntre los temas culturales socialmente refractados es una prioridad temporal, cuando no ontológica, sobrc la simbollze.
trrntribución crucial para este problema (cf. Alexander 1984). ción. Esto es especialmente verdad, por ejemplo, en la obra tan
Más recientemente, Victor Turner (e.g. 1969) ha realizado el dfa de Mary Douglas (Douglas y Wildavsky 1982), que describe
esfuerzo más explícito para expandir la teorla solidaridad/ritual los sfmbolos de contaminación como si fueran meros reflejos
de Durkheim. La generalización y abstracción efectuadas por de relaciones grupo nuclear/gmpo exterior. Turner comete el
Turner de las fases del proceso ritual de Van Gennep mismo error en su discusión sobre la solidaridad, que es inva-
-separa- riablemente descrita como impulsada por los órdenes sociales
ción, liminaridad y reagregación- es importante porque per-
mite que el análisis ritual pueda aplicarse fuera de dominios concretos sin ninguna relación preferente con los códigos cultu-
estrechamente estructurados. La liminaridad, y la communitas rales. Sewell también deriva sus ideas iniciales sobre la soüdari-
que le acompaña, ahora pueden verse, más claramente, como dad de los trabajadores franceses de las estructuras orealeso de
respuestas típicas al estatus de reversibilidad e inestabilidad en su vida económica.
cualquier nivel de la üda social. Con todo, el trabajo de Turner Para eütar esta falsa priorización se debe mantener en el
aún padece las rlgidas dicotomfas del esquema original de recuerdo la insistencia de Pa¡sons en que sólo existe una dife-
Durkheim, en particular, la reificación idealista de la solidari- renciación analltica (nunca empfrica ni histórica) ente cultura y
dad y su insistencia en que la liminaridad es estructural más sistema social. Los componentes estructurales nunca se dan sin
que una realidad menos especificada y rutinizada. La descrip- internalización o institucionalización simbólica, ni se dan cla-
ción detallada e históricamente específica de Sewell de la emp- sificaciones simbólicas sin algrln elemento de la forma socia-
ción episódica de la solidaridad de la clase trabajadora y la ex- lizada.tl
pansión gradual de la cooperación entre los trabajadores evita Asir empíricamente este punto analítico supone reconocer
estos problemas mientras se mantenga una estrecha fidelidad, que todo acontecimiento estructural e, incluso, todo valor social
aunque implÍcita, con el nírcleo central del trabajo de Durk- especffico, existe dentro de un extensa rnatnz de tradición cul-
heim. La insistencia de Sally Moore (1975) en lo procesual y lo tural. Hasta tiempo reciente, esta matriz ha sido la religión, y el
contingente dentro del proceso ritual, por el contrario, intenta análisis morfológico qLre separa la estructura material de la reli-
impulsar los análisis rituales contemporáneos hacia el flujo y la giosa pone en peligro la vigencia de ese modelo basado en la
corriente de la vida social. religión. El análisis de Walzer (19ó5) de la interrelación entre
Finalmente, hay un problema de morfologla. Para Durk- clase, cristiandad, educación, exilio político y cambio social se
heim la morfologfa es la estructura social. Sin embargo, aunque revela como el análisis más exitoso de interrelación del que yo
insistió en que la clasificación y la solidaridad deben ligarse a la tengo conocimiento.
morfología, una vez que abjura del determinismo morfológico Pero el problema de la morfología se extiende más allá del
de su trabajo inicial, él nunca se atreve a decirnos cómo pudie- problema de la mera interrelación. Se basa en la dificultad de
ra establecerse una conexión semejante. Un problema es que conceptualizar la propia morfologfa. Lateoría durkheimiana ha
sus dicotomías teóricas le fuerzan a trabajar con una teoría de dado muestras de un sentido muy poco desarrollado respecto ¿r
la interrelación. Una postura multidimensional, por el contra- la naturaleza de la estructura social. Se debe virar hacia las
rio, haría de la morfologfa el referente continuo para un proce- tradiciones funcionalistas y weberianas para dar con un refe-
so simbolizador que, simultáneamente, remite a la personali- rente complejo y dinámico para la simbolización y la solidari-
dad y el orden cultural y que es gobernado, también, por las dad. Sólo tras el hallazgo de este referente pueden estudiarse
consideraciones estético-expresivas de continuidad y forma. El
trabajo contemporáneo sobre cultura y estructura social, sin 11. Mientras sahlins (197ó) niega el último punto, su análisis del slmbollsmo do ln
embargo, recae en el error de Durkheim, que Sahlins (197ó) comida en cuanto estructurado por valores implantados en la actual üdn humtn¡
describe ----en referencia a Marx- al conceder a la morfología pone de manifiesto que es verdad.

248 249
I
los procesos sustantivos más interesantes de la sinrbolización Em¡ironmental fungers, Bcrk¡:lcy y Los Angeles: University of Csll.
I contemporánea ejemplo, el problema weberiano de la au- fornia Press.
-poren que pueden encararse
toridad- y el modo cuestiones como (1938 tl985l), Ttu fuies ol'&x:ktlog:ical Method, Nueva Yorlc Free Press.
I -Dunrueru, E., 1958 (1895-ó), Socialism and Saint-Simon, Yellow
el grado de integración ritual. La hipótesis defendida en este
;l Springs, Ott Antioch
$1 capltulo ha sido la de que la capacidad para reconstruir la soli-
(1951 [1897]), Suiclde. A $tuily in Sociologt (trad. John A. Spaulding
rl daridad en perÍodos de crisis social se relaciona, de una par- - y George Simpson), Glencrrc, ll-: Frce Press.
te, con el grado de diferenciación de la estructura social y, de EIsrNsraor, S.N. (1971), I\ilitlml l*¡cktlogy, Nueva York Basic Books.
ri
otra, con el grado con el que una cultura dada define la autori- Erre¡n, Mircea (1959), Tlte [*u:nrl and the Profane, Nueva York Har-
dad simbólica en términos universalistas. Si la ciencia social court, Brace.
hoy debe desarrollar una teoía cultural ésta debe erguirse so- Ev¡Ns-Pnrrcnenp, E.E. (1953), cTlrc Nuer Concept of the Spirit in its
bre la sociología nreligiosa, de Durkheim. Si se hace esto, debe Relation to Social Onler',, A t t n, ri t:a n Anthropolo gis t, 5 5 : 20 l-4 l.
reconstruirse este trabajo tardío de un modo riguroso y ambi- FREDRTcHS, Carl J. (19ó4), 'littst'utdcnt Jusfice,Durham, NC: Duke Uni-
cioso. He intentado, en este capítulo, diseñar una propuesta di- versity Press.
rigida a esta reconstrucción y ofrecer un extenso eiemplo de lo Gnenrz, Clifford (1973),'l'hu lnlerprclatiorrof Cultures, Nueva York Ba-
que una teoría, así reconstnrida, pudiera parecer en acción. sic Books.
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El estudio del simbolismo político se ha incrementado de-
( 1985), Prícing the Priceless Cálld, Nueva York: Basic Books. bido al predominio de un enfoque simplista sobre las nociones
I
t - de manipulación estratégica por parte de las élites del podel
falsa consciencia, capital simbólico y hegemonfa ideológica. La
Ir
cultura hace el trabajo sucio al poder, una reluciente variable
H dependiente que la estructura social mundana manipula a vo-
luntad.
f Incluso en los tratamientos no-reduccionistas del significa'
do, la cultura se concibe como poco más que una caja negra.
J Queda recubierta por valores, norrnas o ideología, y se reduce a
i mero complejo de actitudes orientadas hacia aspectos claves de
l la propia estructura social. Esta caja negra debe abrirse y la
I
cultura debe conceptualizarse de un modo internamente com-
1'
plejo. Sólo tras el establecimiento de una concepción musculo-
t
sa puede entenderse la autonomfa relativa de los procesos gene'
radores-de-sentido. La lógica interna de la cultura es un circuito
a través del cual puede desplegarse el proceso social. Con inde-
pendencia de los inputs pollticos o económicos, la cultura debe
pasar a considerarse siempre como una variable independiente
con derecho propio.

252 253
I
I justificarse a partir de valores últimos que informan los mun.
I
dos metafísicos y morales, qlle movilizan los recursos básicos
de lo sagrado contra los intratables poderes de lo profano. La
Las naciones democráticas e, incluso, las naciones articula-
I
legitimación es la palabra con la que los cientfficos sociales de-
I
das por la movilización de masas, podrían ir a la gueffa para
signan este proceso, pero las raíces weberianas del término lo
defender intereses geopolíticos, pero sus ciudadanos podrlan no
han empobrecido sobremanera. La legitimación se ha estructu-
hacer la guelTa por ellos.
ii La guerra tiene sus razones racionales. Ciertamente el do-
ralizado, como en las nociones de monarquía tradicional o ca-
rismática o posesión del cargo; se ha psicologizado en la noción
minio geopolítico puede estar en juego, el dominio que ofrece
'1 de carisma del lfder personal; ha devenido estratégica en el es-
el control del mercado y el acceso priülegiado a recursos esca-
I
quema en que la legitimación es, únicamente, un medium de
sos y poder político. El logro o pérdida de tales recursos pudie-
lucha para la distinción y dominación polftica, para la hegemo.
ran ser de suma importancia para la posición interna de una
nla en términos marxistas. En la tradición funcionalista, la po-
élite atrincherada o ambiciosa e, incluso, pudieran ser muy
sición de Weber se traduce como la articulación del poder con
importantes para el mismo mundo-de-la-vida, en el sentido de
valores políticos que, en las versiones más sofisticadas, supone
que los trabajos, la riqueza, el estatus, la posición geográfica y,
su articulación con los códigos que gobiernan el medio político
por supuesto, étnica y religiosa también son medios muy rele-
del cambio. Pero los valores son un lustroso referente para la
vantes por los cuales los grupos sociales se afanan por consu-
conducta y los códigos, incluso, en esta versión sofisticada del
mar valores anhelados. También pudieran existir razones ra-
funcionalismo, conserva, rlnicamente, una traducción simbóli-
cionales para no empuñar las armas. Los recursos amenaza-
ca de la necesidad funcionalista. Incluso en las teorías weberia-
dos pudieran no ser de una necesidad imperiosa para los
nas y funcionalistas de la legitimación, la cultura se ha tratado
miembros de la nación.
como una caja negra, con el resultado de que en ellas se ha
fntereses como éstos pudieran dar pie a un caso racional
producido una comprensión poco real de cómo opera en la ac-
favorecedor o contrario a la guerra, y sobre estos fundamentos,
tualidad la dimensión donadora-de-sentido de la política.
con más o menos apoyo popular, las élites políticas y militares
En esta sección abriremos alahn esta caja cerrada y confi-
pueden, y a menudo lo hacen, desatar guen'as por esas razones
guraremos las dinámicas culturales internas de los preparati-
úrnicamente estratégicas. En cualquier caso, en la medida en
vos de una nación para la guerra con la üsta puesta en Esta-
que la dimensión pública de una nación afecta a la toma de
dos Unidos y la Guerra del Golfo Pérsico de 1991. Será objeto
decisión del centro sea a través del voto, las discusiones
públicas en la sociedad-yacivil estimulada por los media y las éli- de tratamiento, como no podía ser menos, la legitimidad, sin
embargo nuestro análisis mostrará que la legitimidad no pue-
tes extrapolíticas o, únicamente, a través de las redes privadas
de considerarse de manera fecunda en los empobrecidos mar-
de la comunicación personal protegida- los sentimientos y
cos de referencia que hemos apuntado arriba. Ni la manipula-
creencias de los ciudadanos son ingredientes necesarios para
ción ejercida por los gobiernos ni la contestación de los movi-
entrar en guen'a, al menos, para combatir por ellos durante
mientos contrarios a la guerra controlan las dinámicas inter-
prolongados lapsos de tiempo. En las guen'as se derrama san-
nas de la üda cultural. Pueden entrar legítimamente en guerra
gre; la familia y el amor salen perdedores. Para las masas de
y pueden ofrecer resistencia a la misma sólo formulando sus
ciudadanos estos factores primordiales relativos a la experien-
intereses a partir de las posibilidades que genera el sistema
cia inmediata del hombre constituyen los intereses reales en
juego. Así es cómo la guerra amenaza los intereses reales de los cultural.
actores sociales: afecta a las honduras de su existencia, agitan
sus emociones y desafían los valores que sostienen su üda.
Por estas razones, las guerras exigen "significado". Deben

254 255
II El discurso antidemocrático contamina a los ¿rctores socla'
les e instituciones y, de ese modo, le, la o les codifica como
La presencia del sentido para participar en una guerra im- elementos susceptibles de represión. Al aportar términos referi.
plica la interrelación de tres formas simbólicas distintas: códi- dos a la máxima pureza, el discurso democrático construye
go, narativa y género. Dentro de estas formas los ciudadanos candidatos que pueden llevar a efecto este objetivo represivo.
entienden las acciones de las autoridades pollticas y sus equi- Sin embargo, la disposición del código no es suficiente, en sf
pos, y las de sus adversarios en el (otro)) polo. Para hacer la mismo, para legitimar la guerra. Estas clasificaciones no nos
guen'a de manera exitosa, estas formas deben definirse e inte- dicen cuánto está en juego. No sopesan la importancia de este
rrelacionarse de distintos modos conceptualmente restringidos.' conflicto específico en el amplio horizonte de lo real. Es posible
Mientras nuestra discusión sobre estas formas sólo puede pro' tener antipatía a categorfas de persona, incluso temerlas y
ceder secuencialmente, en la práctica su articulación temporal odiarlas, sin estar convencido de que acabar con ellas es lo de-
no es tan pulcra. En un momento histórico dado, los cambios seable o, incluso, lo idóneo. Proclamar una ambición mortffera,
en una u otra forma pudieran marcar la pauta. implica, sin embargo, la voluntad expresa de acabar consigo
mismo. El anhelo de intervenir con derecho propio en el com-
Código. Los miembros de la sociedad se entienden a sl mis-
bate exige la voluntad de participar en el sacrificio ritual en lo
sucesivo.
mos y a sus lfderes en función de los emplazamientos estructu-
rados de las oposiciones simbólicas. Las estructuras simbólicas
no son contingentes. Por el contrario, en las sociedades demo- Narrativa. La guerra puede imaginarse el proceso de
cráticas constituyen un ndiscurso de la sociedad ciüI" (Alexan-
-y
imaginación colectiva es de lo que, ineütablemente, estamos
der y Smith 1993) que se ha mantenido notablemente constante hablando aquí- sólo si los participantes codificados en una
durante un prolongado espacio de tiempo. Este discurso define contienda se organizan en un relato, o mito, que proclama que
motivos y relaciones sociales y las instituciones a partir de las la üda, la muerte y la civilización están en juego. El bien y el
cualidades enormemente simplificadas de bien y mal, (esen- mal no deben quedar simplemente comprometidos; deben que-
cias, que separan la forma pura y la impura, los amigos de los dar comprometidos en la batalla última y decisiva en la que se
enemigos y lo sagrado de lo profano. dirime el destino de la humanidad. Las religiones históricas del
A pesar de todo, mientras estas estructuras de comprensión judaísmo, cristianismo e islam aportan conüncentes modelos
no son contingentes, su aplicación en una situación histórica narrativos de este tenor. Los actos sagrados de cada civilización
específica lo es en mayor grado. En este sentido, y sólo en este religiosa, no sólo clasifican el mundo entre las fuerzas de la luz
sentido, la polltica es una pugna discursiva; se remite a la distri- y de la sombra, además describen la historia humana como una
bución de líderes, seguidores y naciones a través de estos asen- larga lucha entre esas fuerzas que culminará en una batalla
tamientos simbólicos. La polftica no trata únicamente sobre apocalíptica, después de la cual reinará la paz final. El ritual
quién hace qué cosa y a qué precio. También sobre quién será purificador a través de la fuerza de las armas ha ocupado un
el encargado de realizar qué cosa y durante cuánto tiempo En lugar central en estas tradiciones (e.g., Walzer 1965). La üolen-
la preparación cultural para la guelTa, el que un grupo u otro cia se ha concebido como un medio de salvación-de-este-mun-
ocupe determinadas categoías simbólicas se convierte en un do, respecto al peligro físico y a la muerte, como elemento in-
asunto de vida y muerte. En los conflictos que desencadenan la trlnseco al triunfo último del bien. Las guenas ürtuosas no son
preparación cultural para la guerra, los individuos y las nacio- la única eüdencia de este formato narrativo. Las revoluciones
nes pueden pasar de un polo a otro en inesperados y, a menu- milenaristas y las cruzadas también son claros exponentes de lo
do, súbitos estallidos de espontaneidad social que transforma el mismo.
curso histórico. Al tiempo que esta salvación narrativa es esencialmente un

256 257
rrrito positivo, posee alusiones apocalfpticas que permiten varia- La comedia, la sátira y el realismo, por el contrario, sorr
ciones negativas. Una batalla concreta, después de todo, puede géneros desvalorizados, todos comparten la ironfa en el sentido
terminar en desastre. Aunque Armageddon es la auténtica (ma- de Frye. En la comedia las representaciones negativas del ca-
dre de todas las batallaso, en una lucha específica los soldados rácter se desplazan de lo profano a lo mundano, de la culpabili-
del polo local pudieran no tener la valía necesaria' En todo dad criminal a culpar en ürtud de errores ridículos o estúpidos.
caso, si las figuras codificadas en un discurso civil van a ser Existe una nivelación entre el público y el actor, el protagonista
implicadas en una gran transformación social guema o y el antagonista con el aura sacral de la esfera superior destrui-
-en
revolución- deben verse, a sí mismas, como participando en do. La sátira pasa de lo mundano a lo ridfcurlo, de la representa-
una narrativa histórico-universal. Si quienes defienden el bien ción de en'ores cómicos a la farsa jocosa. A pesar de todo, aun-
tienen que ser preservados, el bien debe triunfar sobre el mal en que representa la inversión simbólica, la sátira no excluye lo
una confrontación üolenta y apocalfptica. Sin este código pro- sagrado. El realismo representa el género más desvalorizado de
il
fundamente dicotomizado, la narrativa de la salvación no pue- todos. Los caracteres se describen en términos puramente ins-
I de tener lugar. Sólo sl estas representaciones colectivas se si- trumentales. Nada está en juego; ni lo bueno ni lo malo parecen
túan en el mito de la salvación la realización-deJa-guelTa pue- estar implicados. La comedia, la sátira y el realismo incremen-
den convertirse en un medio significativo de recortar la distan- tan la distancia entre el público y el acontecimiento. La identifi-
cia entre lo sagrado y lo profano. cación cede ante la separación, la seriedad ante la ironfa. Con el
realismo, por tanto, nada parece estar jugándose. Sólo se mues-
Género. La capacidad de hacer intervenir esta narrativa tra un argumento intrascendente literatura equivalente a la
I

l
política real. -la
histórico-universal depende, sin embargo, de algo que hay que
I
añadir al código de la clasificación. Junto al código y a la na- La relación de estas formas culturales con las situaciones
,l rrativa, el género suministra otro molde o estructura dentro de históricas particulares relación entre cultura, acción y sis-
-la y flexible.
tema social- es contingente Por el contrario, su in-
la cual debe constituirse el significado. Los ciudadanos necesi-
ü tan saber el tipo de representación de la que están siendo testi- terrelación en el nivel del significado organización del sis-
gos. Necesitan situar los caracteres y la narrativa dentro de un tema cultural- se encuentra altamente -laestructurada. Por ejem-
marco antes de saber si aplicar realmente el pensamiento apo- plo, aunque las figuras sacralizadas (códigos) pudieran necesa-
I riamente constituir la sustancia del heroísmo (género), este rllti-
I callptico.
I La épica heroica y la tragedia son marcos que permiten que mo no puede tomar forma sin los códigos. La sátira y la come-
i los procesos sociales mundanos se sublimen espiritualmente, dia, por su parte, no puede configurarse con esa sacralización.
aumenten en importancia simbólica. Ambas dan lugar a una La violencia justificada y el sacrificio ritual recurren a la narra-
I tiva de la salvación, que depende, en lo sucesivo, de escrupulo.
fuerte identificación entre la audiencia y el carácter, enfatizan-
do las cuestiones de lo personal y lo metafísico. En el género l sos códigos de lo sagrado y lo profano y de la presencia de
romántico, el héroe es una figura sobrehumana que combate cualquiera de los géneros de la búsqueda o de la tragedia.
contra las desigualdades, contra el mal omniabarcante con un Estas relaciones estructuradas en el nivel del significado
esfuerzo extraordinario, mal al que transmutará en la imagen pueden ilustrarse en los escritos literarios sobre la guerra y la
de la perfección. En la tragedia esta imagen de perfección se violencia. Para los lectores del inquieto conquistador clásico de
desmantela, inclusive mientras el sentido de identificaciín, pa- Cervantes, Don Quijote era más ridfculo que heroico porque sus
thos y azar se mantiene. El héroe está condenado por imperfec- adversarios se veían como quimeras de su imaginación y no
ciones que socavan su capacidad para controlar los aconteci- plasmaciones actuales de lo profano. Cervantes desvalorizó có-
mientos. El resultado es la destrucción, una üolenta confronta- micamente el género heroico, restando su importancia al dis-
ción que desemboca en un decurso negativo, no positivo' tanciar a su audiencia de sus caracteres y hacerles mundanos.

258 259
t l-c¡s adversarios del Quijote eran molinos de üento, no adversa- da aplicarse: quienes glosan esta metáfora deben tener la posl,
rios y su amigo Sancho era menos un santo que un manipula- bilidad de convencer a sus incondicionales de que son vencedo.
dor desventurado e ignorante. Tras ese código y género, lo que res o de que han ganado la guerra. Esto plantea ciertos kmites
I estaba en juego era la supervivencia del Quijote, no la salvación altamente significativos respecto al potencial semántico de la le-
i del mundo. gitimidad. Al menos, supone que la estructura cultural de la Gue-

Estructuras semánticas similares subyacen en nuestros días rra Perfecta no puede ser fácilmente invocada cuando la derro-
* a las novelas de espionaje. Robert Ludlum, por ejemplo, tomó ta recae sobre uno mismo.
I la Guerra Frfa como una lucha por el alma de la humanidad, En relación a este modelo de legitimación total, podemos
I
los caracteres occidentales y soviéticos se relacionaron con.lo introducir una serie de procesos dinámicos que no producen
sagrado y lo profano respectivamente, y el espla occidental em- resultados perfectos. Este distanciamiento de la Guerra Perfec-
prende una hlsqueda heroica que culmina en una batalla üo- ta puede promove$e por un hecho objetivo: la üctoria no pue-
lenta definitiva transida de resabios apocalfpticos. Ubicando al de garanüzarse. Con todo, aunque las fuetzas institucionales y
héroe y al adversario sobre un mismo código, John Le Carre las acciones de los grupos están involucradas en este cambio
separa el género de espionaje de la búsqueda de la tragedia y, a cultural, no se dan un conjunto de factores sociales que inexo-
menudo, también de la comedia y la sátira. Mientras el apoca- rablemente llevan a deslegitimar la guerra. Los reveses en el
lipsis se adivina bajo la superficie, los relatos tfpicos de John Le campo de batalla podrlan provocar o no percepciones de derro-
Carre concluyen sin desenlace dramático. En la ficción del gé- ta, las üctorias en el campo de batalla conducen, inexorable-
nero del espionaje posterior a la Guerra Fría, las posibilidades mente, a una sensación de triunfo inminente. No es posible sos-
histórico-universales han disminuido más aún. Mientras lo bue- tener que los acontecimientos domésticos valorizadores e inspi-
no y lo malo siguen abriendo grandes posibilidades, y la acción radores de la guerra, los brotes de revuelta social, o incluso los
¡
heroica abunda, es más difícil situar acontecimientos como el movimientos revolucionarios organizados y apoyados tengan
¡l t'
declive industrial y la autodestrucción por consumo de drogas que interpretarse necesariamente de modo deslegitimador. Se
|l.', en un marco salvacionista. La novela de Le Carre, The Secret trata de una cuestión, una vez más, relativa al modo en que se
Pilgrim, era completamente retrospectiva e irónica en el tono. codifican y se narran esos eventos, y al género que habrá de
Para disponer de un sólido apoyo popular para hacer-la-gue- emplearse.
I n a, no pueden esgrimirse tales impulsos desvalorizados. Los ' Incluso si los líderes de una nación y los adversarios conti.
líderes del grupo local y los del enemigo deben simbolizarse a núan siendo nftidamente dicotomizados cambio en el es.
I partir de lo sagrado y lo profano, y los géneros valorizados de la cenario de la Guerra Perfecta en el nivel-sin
del código- pueden
II búsqueda y la posible tragedia deben quedar completamente
concernidos. El reto debe representarse exitosamente como his-
i\il ser dramatizados de modo diferente. La búsqueda de la üctoria
puede seguir un camino equivocado; las situaciones derivarán
{ tórico-universal, de modo que el carácter y el género se engar- :i de acciones en las que el héroe tropieza con frustración y derno-
i cen en el mito salvacionista. Reto, salvación y sacralidad, por rii ta. Este hecho social es el que cambia en la posible estructura
tanto, constituyen los requisitos culturales ineludibles para la cultural. Por ejemplo, la forma narrativa puede mantenerse
guen'a (o revolución). Esta combinación es la estructura cultu- exaltada acción sigue siendo üsta en términos histórico-
ral tÍpico-ideal para la legitimación de la guerra. Para los ameri- -la pero el argumento
universales- se desplaza del milenio salvlfi
canos, la Segunda Guerra Mundial suministró una experiencia co al apocalíptico final-del-mundo. De hecho, mientras las figu-
semejante e, incluso, se erigió en una metáfora, tanto en la lite- ras implicadas en el drama social llegan más lejos que la üda,
ratura como en la vida, para la Guerra Perfecta. En la üda, a se ven como comprometidas en una batalla final que supono
ri
diferencia de la literatura, por supuesto, hay un prerrequisito tragedia más que salvación. En la medida en que la opinión
pragmático fundamental para que este recurso semántico pue- prlblica se mueve en esta dirección, deüene negativa y pesimia.

*
260 261
q
l
t¡r. Con todo, el gran propósito era la nobleza de la lucha, pero valorización narrativa y de género, asoma la imparable tenden.
la guerra estaba (está siendo) perdida. Muchos ciudadanos pa- cia a secundar la inversión del código, de acuerdo a la cual los
triotas del III Reich llegaron a experimentar la Segunda Guerra lfderes militares y sus huestes se perciben más como objetos
Mundial dentro de este modelo de la Gran Derrota. Lo mismo profanos que sagrados. Ya que la sacralidad y la profanidad son
podría decirse para muchos americanos que padecieron direc- interdependientes, sin embargo, esta inversión en la identidad
tamente la guerra de Vietnam. del líder relativiza la demonización del polo enemigo y esto
Este cambio no constituye, en sl mismo, deslegitimación; es puede, incluso, verse como resultado de aquello. Como los líde-
posible, después de todo, caer hasta la gran y gloriosa derrota. res nde los otros> aparecen menos identificables con el mal,
Aún más, la combinación de las exigencias interaccionales, he- <los nuestros) pasan a ser más mundanos en lo sucesivo. Como
chos institucionales, urgencias dramatúrgicas hacen inestable la identificación y la demonización disminuyen, la ciudada-
el modelo de la Gran Derrota. El factor objetivo clave, una vez nfa./audiencia se distancia de la guen"a que ya no se siente por
más, no es la actual derrota sino la ausencia de üctoria: los más tiempo como propia. La motivación para luchar deüene
medios no son los adecuados para consumar el final de la reali- problemática. Hay una pérdida de la confianza y aparece la
zación-de-la-guerra, que es, como no podía ser menos, la ücto- deslegitimación.
ria sobre el otro polo. Al tiempo que puede mantenerse un sen- El modelo de la guerra deslegitimada, como los modelos ini-
tido de frustración inminente, de restricción del ámbito heroico ciales, es un tipo-ideal que nunca ocurre en la realidad histórica
y del éxito narrativo en la gran ficción trágica, tales tensiones de una forma tan nltida. En primer lugar, su tipicalidad ideali-
semánticas crean en la sociedad grandes presiones para distan- zada sucumbe en el nivel fenomenológico de perspectiva. Los
ciar a la ciudadanfa./audiencia de los caracteres humanos de la modelos que hemos descrito se solapan, suministrando marcos
guerra. Este distanciamiento conduce a la deslegitimación, o la .ii de referencia cuyos márgenes son borrosos y se interpenetran
desvalorización de la dimensión simbólica del poder de un ¡l
5 en la práctica. La pulcritud de estos modelos también quiebra
¡l modo que socava su capacidad comunicativa, un deterioro que $ societalmente. Nunca hay consenso dentro de una sociedad so-
t$i
f produce un quebranto de la moral social y el agotamiento de la
motivación psicológica para luchar. Como el género se desplaza i bre un modelo, pero siempre en un grado u otro, sobre una
situación de refracción y fragmentación en la que se promue-
de la tragedia a la comedia, la ironla, la sátira y el realismo, .i
ven diferentes versiones de la guerra por parte de diferentes
emergen el miedo y los sentimientos de traición. Más que conti- ¡l
grupos, que se constituyen al calor de Ia misma guerra. La gue-
e nuar sacralizando a los líderes de la guerra, muchos ciudadanos rra puede mantenerse para quien ve los contratiempos como
¡ concluirán que, aunque la guerra está perdiéndose, sus líderes, meros obstáculos en la apuesta heroica. Al mismo tiempo, otros
después de todo, se deben haber reunido con lo más excelso. pueden ver la tragedia y el apocalipsis con las distinciones mo-
Estos líderes deben haber cometido errores, a menudo inadmi- rales entre nuestros líderes y los líderes enemigos cargadas de
sibles. Por ello, además de que enmudecen, aparecen como es- intensidad. Otros grupos, para responder a los mismos eventos,
túpidos y necios. Unavez que los líderes del polo local han des- tenderán a socavar estas distinciones y desvalorizar las grandes
cendido al plano humano, la atención debe ponerse sobre los narrativas históricas dentro de marcos cómicos, satíricos, iróni-
constreñimientos realistas a los que se enfrentan, y el realismo, cos o realistas. Palabras, películas, manifestaciones e informa-
inclusive cuando es adaptado por los ciudadanos patriotas, pue- ciones objetivas sobre acontecimientos de la guerra ejercen in-
ii de ser, a menudo, el género más desvalorizado de todos.
fluencia provocan interpretaciones antitéticas- dentro de
I

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En la medida en que se producen estos ürajes hacia géneros -y
estos marcos alternantes.
desvalorizados, la narrativa de la transformación üolenta y jus- Debería quedar claro que el moümiento desvalorizado con-
tificada deüene imposible de mantener. También es difícil de duce a una genuina oposición social y, finalmente, puede inspi-
mantener el control de los líderes sobre lo sagrado. Con la des- rar un marco de antibelicismo militante. La carencia de con-
,á 262
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5!
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liunzar y la deslegitimación quedan conectadas al cinismo y al que esto es un desarrollo que, como el grado de oposición, vlo
abandono de la participación social y emocional. Como res- lencia, socialismo o pacificismo, es específicamente histórlco'
puesta, los líderes frustrados hablan sobre la ingobernabilidad, En cualquier caso, se ha producido una transvaloración de los
el malestar y la anarquía. Con todo, y en proporción a la dura- valores. La sátira cómica y la ironía, incluso, pueden emplearse
ción de la guerra, esta comprensión cultural deslegitimadora estratégicamente como propaganda antiguerra, pero para aqué'
influye negativamente en el moümiento de la propia estructura llas ha brotado dentro del moümiento anti-guen'a una nueva
social --en el poder institucional y los recursos ideológicos que formalidad cultural. El moümiento de intermpción de la gue-
los líderes de una guerra inicial, y aún parcialmente legítima, rra deviene una brlsqueda heroica y mftica, cuyos lfderes y se-
inevitablemente gestionan. El personal de las empresas y los guidores están comprometidos en un esfuerzo histórico-univer-
tr.i servicios públicos de la nación se mantierien organizados para sal para salvar el mundo. Al confrontarse una con otra como
la movfización, y los lfderes de la nación y su equipo continúan reclprocos deJa-vida-tal-y-como-debería-üürse, las
emitiendo órdenes que reclaman obediencia y guerra. "n"*igot
acciones simbólicas de los movimientos proguerra y antiguera
Este conflicto entre estructura cultural y estructura social justifican las formulaciones más extremas sobre el otro polo.
presenta una tensión ideológica que es incómoda para los polos Los marcos exteriores de este modelo representan la "caja ne-
favorables y desfavorables a la guerra. Como tales, la tensión gra' de la que hemos hablado al inicio. Con nuestra discusión
reclama resolución. La formulación simbólica de la guerra pu- iobre sus dinámicas internas hemos comenzado a levantar la
diera reasumir favorablemente la polftica del gobierno respecto tapa de esta caja y abrirla a la htz del día. Con ello, nuestra
a la guerra, o pudiera invertirse rigurosamente hacia una forma intención es hacer patente la importancia de la cultura como
'. variable independiente, para lo
desvalorizada. Si las dificultades persisten en el campo de bata- que creemos que sólo de esta
lla, o si el desvalorizado marco doméstico de comprensión per- "So.-u puede comprenderse atinadamente la multidimensiona-
siste sin un cambio <objetivo>, el cinismo y el abandono pueden lidad de las dinámicas del poder.
transformarse en una moülización orientada contra la guerra. Sin embargo, en diferentes puntos de esta discusión, tam-
La carencia de confianza puede convertirse en desconfianza ac- bién nos hemos referido al papel formativo que diferentes facto-
tiva, y la deslegitimación puede dar lugar a contramoümientos res sociales e institucionales juegan en el acto de iniciar la brls-
que pretenden legitimar un amplio marco anti-administración queda del significado de la guerra, en el desatar cambios entre
sirviéndose de una acción política estimulante y comunicativa. los marcos, en el formar los actores cuyos intereses están en la
Los movimientos contrarios a la guerra casi siempre deüenen elaboración de interpretaciones y, generalmente, en la creación
profundamente reformistas y producen, a menudo, marcos de condiciones inintermmpidamente cambiantes cttyo impacto
anti-régimen e, incluso, revolucionarios. Incluso en las socieda- sobre los actores sociales reales demanda que se realice el signi-
des democráticas, la creación y la movilización de contramo- ficado.
ümientos provocativamente ideológicos tienden a producir es- En el centro de nuestro modelo situamos a los políticos que-
tímulos desencadenantes de la represión política e ideológica. hacen-la-guelTa, sus asistentes y los soldados del cuerpo gene-
En esta situación dinámica y compleja, los llderes naciona- ral. Presumimos que este es el grupo primero y primario que
les de la guerra y su equipo se recodifican desplazándose de lo tiene un interés en la legitimación de la guerra' No importa que
mundano a lo profano. En la medida en que tiene lugar este los intereses objetivos estén en juego, son los motivos y la posi-
..t
desplazamiento, se contemplan encarnando las mismas catego- ción social de estos gmpos los elementos que activan y dinami-
# rfas o clases de mal contra las que el esfuerzo de la guerra habfa zan, etrprimer lugar, las redes estnrcturales favorecedoras de la
(y para muchos continúa) apuntado. Por ello, es frecuente el guerra que hemos descrito. Estos actores interesados-en-la-gue-
g
_!t caso de los enemigos nacionales oficiales que ahora son sacrali- rru hu.átt frente a dos tipos diferentes de entornos sociales, y
zados por el moümiento anti-oficial contrario a la guerra, aun- los resultados de una lucha particular por la legitimación de-

264 265
l)cn(lc de su canícter especlficamente histórico. Er-r lo que po- los partidos de la oposición, se inclinarán a percibir el escenario
clrfamos llamar el entorno externo se encuentran los enémigos
de la Guerra Perfecta como el apropiado y el idóneo. Las bases
y los aliados que incluyen en cada grupo, no sólo los ejérciios, sociales independientes para la oposición cultural, por muy des-
sino también políticos, intelectuales y portavoces oficiales y no_ arrolladas que estén, se activarán sólo después de un largo pe-
oficiales. La constrrrcción de este entorno externo obviamente rlodo. Por el contrario, si el perfodo prebélico incluye un pro-
* tiene enormes implicaciones para esta lucha por la legitima_ fundo desacuerdo y conflicto entre los grupos políticos, los artf-
,' ción. ¿Son, por ejemplo, los aliados y los grupos enemigos de fices-de-la-guerra, con independencia de su desfreza, tendrán
$
t un peso económico, político e histórico aproximadamente una mayor dificultad relativa al tiempo. Los oponentes domés-
igual, o tienen una relación asimétrica? ¿Existen aliados y ene- ticos les percibirán en el lenguaje del enemigo y las relaciones
migos dispuestos entre sl sobre una cooperación interna o hay ¡€ntr€ el gobierno y las élites independientes podrán tensionarse.
fisuras y pugnas intramuros? ¿Los enemigos se distancian cul- j Lyndon Johnson, quien entró en Vietnam en un período de no-
tural, religiosa e, incluso, físicamente de los que hacen la guerra table consenso doméstico, presenta un caso típico de la primera
i
o están relativamente cerca de casa? Debe advertirse qué cada isituación. Richard Nixon, a pesar de que heredó el problema de
una de estas consideraciones influirán en la capacidaá de los Vietnam y organizó la retirada de las tropas estadounidenses,
grupos de la nación favorables o contrarios a la guerra para representa un caso tÍpico de la segunda. El presidente Bush
generar los lenguajes efectivos sobre la guerr-a. durante la Guerra del Golfo ocupó una posición intermedia.
Por el entorno interno de la apuesta cultural por la guerra
aludimos a la situación doméstica que afronta ei partiJo que
dirige la guerra. Como nuestra variable independiente es la cul-
tura, su efectiüdad depende de la comunicación y la acción
III
simbólica. Los cambios internos en la estructura de la guerra y \. El período comprendido entre Ia invasión iraqul de Kuwait
de la legitimidad depende, al menos, de la existencia parcial de
en agosto de 1990 y la ofensiva aérea de los aliados a primeros
una sociedad ciüI, un espacio público diferenciado del control
de 1991 abarca cuatro meses y medio en el calendario pero es
gubernamental que tiene medios institucionales y al que acce-
mucho más extenso en el tiempo social. En el comienzo, tuvo
den los ciudadanos por sí mismos. Esta condición depende, en
lugar una extraordinaria expresión de apoyo a la opción militar,
lo sucesivo, de un nivel de diferenciación social que puede so-
no solamente en Estados Unidos, sino en casi todos los lugares.
portar una serie de élites extragubernamentales que poseen ba_
Un mundo que había celebrado el asentamiento de la paz en el
ses de poder en instituciones relativamente autónomas de la
mundo en n1989o experimentó el shock del mal inexorable y la
üda religiosa, económica, legal e intelectual.
posibilidad del conflicto armado. Una sociedad que habfa deve-
Con todo, considerando este entorno interno de la realiza-
nido progresivamente civil en sur polltica comenzó a preocupar-
ción-de-la-guerra, el nivel básico de la diferenciación social es
F se, una vez más, por las tácticas y las tecnologfas de la guerra.
difícilmente suficiente. La diferenciación se concreta histórica-
Una generación que jamás habla apoyado la polftica exterior
mente por las articulaciones particulares de la posición del gru-
estadounidense se encontró a sí misma ondeando la bandera y
po y el orden normativo. El entorno interno afecta a la realiza-
empuñando un palo gmeso. Un presidente parecía
ción-de-la-guen'a porque la suministra una estructura histórica- "endeble,)
simbolizar, de súbito, determinación y arrojo.
mente preüa de oposición y cooperación política, social e ideo_
Tan pronto como este apoyo a la guerra se fraguó, sin em-
lógica entre el partido gubernamental y los grupos extraguber-
bargo, rápidamente empezó a declinar. En las semanas de la
namentales. En los períodos prebélicos de relativo moülización norteamericana inicial, Estados Unidos y otras na-
"orri"rrro,
los-artlfices-de-la-guerra ganarán el beneficio de Ia duda. Los ciones aliadas comenzaron a diüdirse con motivo del debate in-
intelectuales y los líderes religiosos, incluso, los miembros de terno. Mientras los ciudadanos norteamericanos y los líderes

266
267
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(.nsn.ynb¿rn diferentes escenarios para realizar la invasión,
y Sa- exanen riguroso de estos cambios en la comprensión prlbllcn,
tlam Hussein desplegaba diferentes tácticas para mantenerla, revela, sin embargo, que también estaban implicados procesolt
l¿rs suertes simbólicas de los líderes de la guerra y sus equipos
más profundos, procesos que se encontraban fuera del control
parecieron seguir el recorrido de la montaña rusa. En diciem- consciente de los actores concernidos. Por ello, durante el lapso
bre de 1990, casi la mitad de los norteamericanos hablan retira- de tiempo de cuatro meses y medio estos actores pasaron a
do su apoyo. Sin embargo, en los primeros días de enero de participar en un ndrama social>, en el que se encontraban a sf
1991 una decisiva serie de debates congresuales teleüsados a la mismos representando papeles que no deseaban realizar. Lo
nación y una confrontación dramática entre el secretario de Es- brusco y lo serio de los eventos desatados, y la enorme inquie-
tado norteamericano, James Baker, y el ministro de Exteriores tud que desprendían, tuvo el efecto de transformar el período
iraqul, Tarek Assiz, comenzaron a realimentar el medio de la completo en un acontecimiento liminar. Los norteamericanos
confianza. Antes de que se hubiera agotado la fecha llmite pro- ge senfan alejados de sus rutinas prebélicas. Eran partlcipes de
puesta por Naciones Unidas, el 15 de enero, el apoyo norteame- üna sensación de intensa realidad, al igual que sus líderes, y,
ricano a los llderes de la guerra había retornado casi a las cotas
de agosto.
fo. -o*".rtos les parecía estar actuanlo ,obr" un escenario
nuevo, .más elevado, y dotado de mayor carga dramática.
El resultado de este dinámico proceso social de ningún Aunque el resultado de este drama social no se determinó,
modo estaba determinado. Si el presidente hubiera perdido los quedó soberbiamente estructurado por el repertorio restringido
votos del Senado para apoyar Ia fecha límite de 15 de enero, de formas simbólicas que he descrito en este pequeño trabajo.
hubiera encontrado muy difícil poner en marcha la guerra; hu- Dentro de este marco restringido, hubo un antagonismo enor-
biera sido imposible hacerlo de un modo consensuado y legíti- me respecto a la rgpresentación. Los episodios de experiencia
mo. Sus partidarios ganaron por tres votos, un estrecho margen intensa, semejante a los momentos rituales, marcaron el triunfo
que ponía de manifiesto, no sólo la ambivalencia de la opinión de uno de los asentamientos simbólicos sobre el otro, canali-
pública, sino la vulnerabilidad de los líderes nacionales respecto zando la angustia y la emoción por vías qLre apoyaron o des-
a sus perrnanentes oscilaciones. No hemos hecho sino recordar, aconsejaron el despliegue del extraordinario poder material.
Llna vez más, la diferencia entre la literatura y la üda.
A lo largo de este peíodo decisivo de la thto¡a contempo-
ránea lo que estaba en juego era más que la opinión pública. Bibliografía
Los resortes del poder político y estatal estaban en juego y las
carreras de miles de hombres y mujeres influyentes estaban ALExANDER, Jeffrey C. y Philip Strlnu (1993), nThe Discourse of Ameri-
configurándose. Es innecesario decir que estos políticos y sus can Civil Society: A New Proposal for Cultural Studieso, Theory and
partidos y grupos intentaron calcular las ramificaciones de Society,22, l5L-207 .
cualquier decisión, de cualquier giro y luelta de tuerca de los Werzr,n, M. (19ó5), Revolution of the Saints, Cambridge, MA: Harvard
acontecimientos del mundo, del modo más racional y autointe- University Press.
resado. También hubo una enonne moülización de los recur-
sos materiales; un equipamiento valorado en billones de dólares
fue transferido a Oriente Medio, la reputación y la rentabilidad
del complejo militar-industrial pasó a entremezclarse con el éxi-
to de la guerra.
Estos grupos de interés, y los grurpos intelectuales, estudian-
tiles y religiosos en creciente oposición, hicieron esfuerzos ex-
traordinarios para controlar y manipular la opinión pública. Un

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Introducción, por Isidro H. Cbneros y Germán Pérez


Femándezdel Castillo x
¿\ Ciencia social y salvación: sociedad del riesgo como discurso
mítico (en colab. con Philip Smith) I
¿Sociología cultural o sociología de la cultura?
Hacia un programa fuerte 31
¿Sociología cultural o sociología de la cultura?
Hacia un programa fuerte para la segunda tentativa
de la sociología (en colab. con Philip Smith) 37
Moderno, anti, post y neo: cómo se ha intentado comprender
en las teorÍas sociales el unuevo mundon
de <nuestro tiempoo 55
Encantamiento arriesgado: teoría y método en los estudios
cultumles (en colab. con Philip Smith
y Steven Jay Sherwood) 127
Ciudadano y enemigo como clasificación simbólica:
sobreeldiscursopolarizadordelasociedadcivil ...... t4t
La promesa de una sociología cultural. Discurso tecnológico
y la máquina de información sagrada y profana ló5
Cultura y crisis política: el caso "Watergate> y la sociología
durkheimiana 203
La preparación cultural para la guerra: código, narrativa
y acción social 253

271

a*
Pionero dentro de Ia sociología cultural, a lo largo de la últinr*
décadaJeffrey C. Alexander ha presentado su enfoquc cn
una serie de influyentes ensayos de amplio alcance, recogidor
por primera vez en este volumen.
Jet1iey C. Alexandcr
Comienza con los escritos antropológicos del último
Durkheim y recoge influencias del trabajo contemporáneo
en el ámbito de la semiótica, el postestrucrúralismo y la teóricr

Sociolo gía cultural


literaria. Alexanáer ha creado un nuevo modelo sbciológico
para aproximarse al estudio del tradicional problema, el
binomio fcultura y sociedad". El autor insiste en que, a petal
de la racionalización y de la diferenciación, el mundo moderno
continúa estando ..encantado' cn aspectos fundamentalmentl
significativos; el pensamiento mágico e irracional continúl
siendo central para el individuo y para la acción colectiva,
' ., t' n r ( t.\ t l r t Íc,r íf"ic' ttt' i rín e n lüs s oc iulu(l e s c t t t t t ¡ r l c.i t t,t'
los anhelos emocionales y las fantasías son centrales para lu
organizaciones y las instituciones así como el deseo áe
"salvación" y el miedo a la "condenación" continúan I
a_
a los movimientos sociales y a la acción
".t.rr.trr.r.rio
colectiva, pese a que ahora asumen formas seculares más''qu€
religiosas.
Toda su obra está dedicada a la creación de una ciencia soci¡l
!
más racional y una sociedad más democrática e inclusiva. Por ,!
esto, Alexander ha producido lo que justamente podría ser a
llamada una "sociología cultural crítica".
-a
l-< :
Jlrrnr,v C. At-Ex¡.NorR es catedrático de Sociología en la
UCLA (Univ. of California, Los Angeles) y cofundador dcl
Research Committe on Social Theory of the International
Sociological Association. Además de su trabajo en el ámbito O:n
de la sociología cultural, J.C. Alexander está considerado
como uno de los teóricos sociales más relevantes. Se introdujo
bo;:
en la discusión sociológica con los cuatro volúmenes de
Theoretical Logic in Sociology (1982-3), seguido de Tutenty
Lectures: Sociological Theory since World 'War I I (1.987,
Oi
traducido al castellano), Action and its Enr.tironrnents (7988),
Structwre and Meaning (1989), Fin de sieclc Social Tbeorl
oi
U) Li
(1995), Neofwnctionalism and After (1998). Es editor de un
buen número de influyentes compilaciones, la más recientc: Ht¡6
Real Ciztil Societies: Dilemmas of Institutionalization, y esIA
.terminando actualmente un trabajo intitulado: "Posibilities
Ar3 rililfiruiru
of justice: Civil Society and its Contradictions". Su obra está
traducida a una docena de idiomas.
u1{4il Itttlt
FG'Y.l
rsBN 64-7ó58-571-3

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