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Hablar del ahorro y el cuidado del agua se nos ha convertido casi en un cliché martillado a
diario por los medios de comunicación, los ambientalistas, el gobierno, entre otros. Las
imágenes de futuros apocalípticos en donde las guerras se desarrollan alrededor del agua
pasan por nuestra mente fugazmente, pero luego, después de una larga y reconfortante
ducha nos relajamos y dejamos esos problema de lado pues en nuestra zona de confort es
muy natural que al abrir la llave de paso siempre salga agua y suponemos que siempre va a
ser así. Pero no siempre esto será así, sino se toman las medidas correctivas y preventivas
pronto estamos destinados a una emergencia global de magnitudes catastróficas.
Con la amenaza latente de una escasez de agua, los entes encargados de protegerla están
tratando de armonizar las poblaciones unidas bajo una misma cuenca hidrográfica para así
poder coexistir sin perjudicarse mutuamente. Como quien dice “Agua que no has de beber,
déjala correr”.
Para poder abordar el tema del agua como ordenador del territorio debemos entender el
concepto de cuenca hidrográfica, básicamente se trata de un drenaje natural que se
canaliza por un río principal que va a desembocar al mar o a un lago endorreico. El territorio
se va separando por cuencas hidrográficas, perfilándolas como unidades de división
funcionales con mucha mas coherencia, lo que permite una verdadera integración social y
territorial por medio del agua. Pero los límites de los entes territoriales no coinciden
generalmente con los de la cuenca. Por ello se propone un nuevo concepto, el de la región
hídrica, cuyos límites se definen por la interacción de tres criterios: hidrográfico, político-
administrativo y ecosistémico.
Así las cosas, las relaciones entre cuenca hidrográfica y ordenación del territorio pueden
abordarse desde una perspectiva que integre argumentos relacionados con las siguientes
variables: valores naturales y medioambientales, el valor del territorio como capital físico y
el capital social.
Los valores naturales y medioambientales nos obligan a pensar en un Ordenamiento
Territorial que nos permitan crecer en armonía tratando de mitigar el impacto que las
poblaciones ejercen sobre el medio ambiente armonizando lo natural con lo artificial.
Desde el punto de vista de la planificación hidrológica, los cauces son elementos esenciales
de la referida malla natural-ambiental. La riqueza y la diversidad biológica de los ríos y sus
riberas, los flujos de materia y energía que discurren por estos cauces son bien conocidos.
Desde luego, la importancia de las ciencias biofísicas en la comprensión de los fenómenos
naturales y ambientales es determinante, y la unidad cuenca emerge como ámbito espacial
idóneo para el análisis, la evaluación y el control de aquellos fenómenos.
El ordenamiento territorial debe buscar que las zonas altas no sean deforestadas, que las
políticas energéticas y mineras no perjudiquen a las demás comunidades que viven de la
misma cuenca, por consiguiente, se debe separar y distinguir lo que es un territorio-vida y
un territorio-negocio, lo que obliga a todas las empresas inmobiliarias, mineras, industriales
y todas aquellas que vayan a hacer uso del suelo a pedir primero los permisos necesarios
para prever y proyectar el daño ambiental que puedan generar.
Otro punto importante se refiere al valor del territorio como capital físico y al proceso de
ordenamiento territorial como conjunto de operaciones y dispositivos que otorgan,
incrementan y aprovechan ese valor. En los procesos de planificación territorial de cualquier
región o ciudad hay numerosas interacciones con los procesos de circulación y de cambio
de las condiciones del agua, y, por tanto, el control de tales interacciones y la eficiencia de
la organización territorial son mayores en los territorios-cuenca.
Las ciudades dependen de su capital físico para poder soportar económicamente el proceso
y lograr un equilibrio en donde sus ciudadanos disfruten del servicio del agua, confíen en el
prestador del servicio y puedan pagar oportunamente sus facturas, de esta manera el
primero podrá planear, ampliar las redes de distribución y cuidar las cuencas.
El tercer argumento que viene a reforzar el espacio cuenca como ámbito idóneo para la
planificación territorial es el del capital social que viene siendo la fusión social de las
comunidades implicadas en una misma cuenca, ya sea en cooperativas, las ONG, redes de
apoyo, etc., buscando un espacio en donde converjan todos, de forma articulada, en pro de
la protección del agua. Sería algo así como unos “Corredores Sociales del Agua” a las que se
refiere la Guia Nueva Cultura del Agua.
Como podemos ver, el Agua, esencia fundamental de la vida, debe ser el ordenador del
territorio natural y más allá de los ciclos electorales, de los intereses económicos y del
parroquialismo debemos entender que sin unas políticas claras y respetadas por todos, en
los que los Planes de Ordenamiento Territorial sean las bases de un desarrollo sostenible,
no habrá un futuro muy esperanzador para nuestra sociedad.
La tendencia internacional para gestionar el agua es integrarla con la del territorio, según
un nuevo tipo de planificación participativa sobre el futuro deseable para el entorno y una
gobernanza articuladora y cooperativa, que permita negociar los intereses y las necesidades
de los diversos actores que compiten por el agua. Esta nueva forma de gestión se denomina
la “Gestión Integrada del Agua y el Territorio (GIAT)”. El requisito inicial para implantar la
GIAT es delimitar el territorio en que se puede aplicar exitosamente. Pero el agua, a pesar
de ser un bien público y de interés colectivo, se administra con un limitado criterio
municipalista, localista, que no reconoce el carácter regional del ciclo hidrológico ni el de
los ecosistemas.
Podemos concluir que sobre el papel se están tomando las políticas pertinentes para un
hermoso futuro ambiental, pero infortunadamente en la realidad podemos ver que están
primando los intereses económicos de los políticos, los grandes grupos económicos, la
minería ilegal y la informal y la burocracia sobre el bien común; si a esto le sumamos la
negligencia de los ciudadanos comunes estamos frente a una realidad alarmante.
Como ejemplos particulares podemos observar con desilusión el caso de Arroyo Bruno en
la Guajira, en donde la Corte Constitucional se pronuncia en contra del desvío del arroyo
por parte de Carbones del Cerrejón Limited, (Comunicado No. 58 del 28 y 29 de noviembre
de 2017) y aún así la empresa continúa con las obras de desviación y secamiento del cauce
original afectando a toda la comunidad Wayuú indolentemente; también están los
constantes debates sobre la implementación del Fracking, Las explotaciones mineras en el
Páramo de Santurbán, las inexplicables políticas de la Agencia Nacional de Minería por solo
nombrar los casos de más renombre.
El desarrollo económico de una nación debe buscar el equilibrio real entre los recursos
mineros y los recursos naturales; en los países en vías de desarrollo la necesidad básica de
conseguir el sustento diario nos nubla el entendimiento social y ambiental, esa bruma que
da el brillo del dinero también afecta a nuestros gobernantes; consecuencia de esa
inmediatez absurda de bienestar nos esta llevando a una hecatombe de la cual no parece
que vayamos a salir pronto.
Bibliografía
Ministerio de ambiente y desarrollo sostenible. (s.f.). Corporaciones autónomas
regionales. (M. d. sostenible, Productor) Recuperado el 18 de septiembre de 2019, de
Minambiente.gov.co: Minambiente.gov.coIindex.php/noticias/2067
FNCA. (s.f.). Guia Nueva Cultura del Agua. Recuperado el 20 de 09 de 2019, de fnca.eu:
https://www.fnca.eu/guia-nueva-cultura-del-agua/agua-y-territorio/la-cuenca-
hidrografica-y-la-ordenacion-del-territorio