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DEFINICIÓN
un funcionamiento intelectual por debajo del promedio, que se presenta junto con deficiencias de
adaptación y se manifiesta durante el período de desarrollo (antes de los 18 años)"( Asociación
Americana de Deficiencia Mental)
A lo largo de las últimas décadas se ha conseguido una mejor comprensión y más amplia de la DI,
que se refleja en los cambios terminológicos y que se ha traducido en la mejora de los enfoques
para el diagnóstico, clasificación y provisión de apoyos y servicios (Verdugo y Schalock, 2010).
En 1992, Luckasson y cols., de la AAMR, amplían el concepto de retraso mental con una serie de
aportaciones fundamentales que suponen un cambio de paradigma:
Asimismo, la definición establece que el retraso mental debe manifestarse antes de los 18 años,
debido a que esta edad es la que se considera en nuestra sociedad el momento en la que una
persona asume roles de adulto (Verdugo y Gutiérrez- Bermejo, 2003, 2009).
Rodríguez-Sacristán y Buceta (1998), proponen una definición que integra diversas áreas
(conceptual, diagnóstica y ámbito de intervención), dando especial importancia a la adaptación, y
que entiende por deficiencia mental:
«Un estado psicológico, de etiología biológica, psicológica o social, que afecta en primer lugar a la
inteligencia y también a otros aspectos de la personalidad, retrasa cuantitativa o cualitativamente
el desarrollo psicológico en comparación al promedio de niños de su misma edad cronológica,
limita el aprendizaje de las tareas escolares y dificulta el pleno funcionamiento de todas aquellas
funciones,conductas y habilidades sociales que posibilitan una autonomía personal suficiente, una
adaptación adecuada en su comunidad y una calidad de vida justa.»
Asimismo, aportaba una codificación basada en los siguientes niveles de gravedad de afectación
intelectual:
Retraso mental de gravedad no especificada: cuando existe clara presunción de retraso mental,
pero la inteligencia del sujeto no puede evaluarse mediante los test usuales.
Según la AAMR (2002), el campo de la deficiencia mental se encuentra en una situación de cambio
por lo que respecta a una comprensión más completa de la condición de retraso mental, y al
lenguaje y proceso empleados en su denominación, definición y clasificación, debido, en parte, a
aspectos como el debate sobre la naturaleza de la inteligencia, las relaciones entre ésta y la
conducta adaptativa, la aplicación del paradigma de apoyos, la concepción de las condiciones
discapacitantes, o los efectos de la terminología en las vidas de los individuos. Así pues, Ruth
Luckasson y el resto de integrantes del comité ad hoc sobre terminología y clasificación de la
AAMR, en la edición de 2002, actualizan su anterior definición de 1992 y recogen esta visión
cambiante de la siguiente forma:
Las siguientes cinco premisas son esenciales para la aplicación de esta definición:
2. Una evaluación válida debe tener en cuenta la diversidad cultural y lingüística, así como las
diferencias en comunicación y en aspectos sensoriales, motores y comportamentales.
En esta nueva definición se pone de manifiesto el enfoque multidimensional del retraso mental,
diferenciándose cinco dimensiones que habrán de valorarse:
La edición de 2002 de la AAMR no sólo define el retraso mental, sino que crean sistema para el
diagnóstico, clasificación y planificación de apoyos para las personas con este problema. Se
entiende por apoyos «los recursos y estrategias que persiguen promover el desarrollo,
educación, intereses y bienestar personal de una persona y que mejoran el funcionamiento
individual». La inclusión de este concepto favorece una atención de las personas con retraso
mental que enfatiza el crecimiento y desarrollo personal y potencia la capacidad de elección, así
como la necesidad de integración, dejando de ser puramente asistencial. Para evaluar de forma
adecuada se ha de atender al funcionamiento global del individuo, dentro de su familia, cultura,
comunidad, escuela o lugar de trabajo. Así, los apoyos pueden ser proporcionados por los padres,
un amigo, un profesor, un psicólogo, un médico o por cualquier persona o servicio. Asimismo, los
apoyos pueden ser generalizados, extensos, limitados o intermitentes, en función de su duración,
intensidad y de los entornos implicados. El desarrollo de un perfil de necesidades de apoyo
resulta, pues, esencial.
La discapacidad intelectual o trastorno del desarrollo intelectual se define como: «un trastorno
que comienza durante el período de desarrollo y que incluye limitaciones del funcionamiento
intelectual como también del comportamiento adaptativo en los dominios conceptual, social y
práctico».
Los tres criterios que se deben cumplir quedan ligeramente modificados respecto al DSM-IV-TR:
a) déficits en funciones intelectuales como razonamiento, solución de problemas,
planificación, pensamiento abstracto, juicio, aprendizaje académico y aprendizaje de la
experiencia, confirmado por la evaluación clínica individualizada y por tests de inteligencia
estandarizados; b) déficits en el funcionamiento adaptativo que tiene como consecuencia
un fracaso en satisfacer o afrontar los estándares socioculturales para la independencia
personal y la responsabilidad social. Sin apoyos, los déficit adaptativos limitan el
funcionamiento en una o más actividades de la vida diaria, como la comunicación, la
participación social y la vida independiente, y en diversos ámbitos como el hogar, la
escuela, el trabajo y la comunidad, y c) el inicio de los déficit adaptativos e intelectuales
se da durante el período del desarrollo.
El diagnóstico diferencial se realiza con trastornos neurocognitivos graves y moderados, con los
trastornos de la comunicación y trastorno del aprendizaje específico, y con los trastornos del
espectro autista. El diagnóstico de retraso global del desarrollo queda reservado para los
individuos menores de cinco años cuando la severidad de la clínica no se puede evaluar de forma
fiable en la primera infancia; el diagnóstico de discapacidad intelectual inespecífica o trastorno
del desarrollo intelectual se realiza en los individuos mayores de cinco años cuando la evaluación
del grado de DI se hace difícil o imposible a causa de dificultades físicas o sensoriales, problemas
comportamentales graves o trastornos mentales asociados. Ambas categorías requieren
revaluación después de un período de tiempo.
Etiología
Parece existir un consenso general sobre la multifactorialidad de la DI. A diferencia de los
anteriores enfoques, que dividían la etiología del retraso mental en factores biológicos y factores
psicosociales (Grossman, 1983), desde la novena edición del manual de la AAMR (1992), se
entiende ésta como un constructo multifactorial resultado de la interacción de dos aspectos: a)
según el tipo de factor de riesgo se habla de factores biomédicos, sociales, conductuales y
educativos, y b) según el momento de aparición de los mismos, se habla de causas prenatales,
perinatales y posnatales. Los factores biomédicos están relacionados con procesos biológicos,
como los trastornos genéticos o la nutrición. Los factores sociales lo están con la interacción social
y familiar, como la estimulación o la receptividad del adulto. Los aspectos conductuales tienen
relación con conductas potencialmente causales, como las actividades peligrosas o lesivas o el
abuso de sustancias tóxicas por parte de la madre. Y los factores educativos tienen que ver con la
disponibilidad de apoyos educativos para promover el desarrollo mental y las habilidades
adaptativas. Asimismo, se describe el momento de aparición de los factores causales, en función
de si éstos afectan a los padres de la persona con DI, a la persona con DI, o a ambos, y se habla de
causas prenatales, causas perinatales y causas posnatales. Así, la posibilidad de clarificar todos los
factores de riesgo que contribuyen al funcionamiento presente del individuo mediante esta
concepción multidimensional e intergeneracional de la DI permite la construcción de grupos
normativos con fines de investigación, posibilita el desarrollo de una clasificación precisa, ofrece
oportunidades para planificar estrategias en los tres niveles de prevención, es útil para el afectado
o los familiares para poder contactar con otras personas en situación similar, facilita el consejo
genético a la familia y la toma de decisiones al respecto, y permite conocer y prever posibles
fenotipos comportamentales o problemas de salud específicosasociados (AAMR, 2002; AAIDD,
2010; Rodríguez y De Pablo-Blanco, 2004; Rodríguez-Sacristán, 2000). En la tabla e52-1 se exponen
los factores de riesgo según este modelo.
1. Causas prenatales:
A. Trastornos cromosómicos:
2150
B. Trastornos sindrómicos congénitos:
Sturge-Weber.
Hurler.
D.1. Defectos del cierre del tubo neural: anencefalia, espina bífida,
encefalocele.
F. Otras: desconocidas.
2. Causas perinatales:
A. Trastornos intrauterinos:
posmaturidad.
2151
B. Trastornos neonatales:
3. Causas posnatales:
A. Lesiones craneales:
A.4. Subaracnoidea.
A.5. Parenquimatosa.
B. Infecciones:
B.1. Encefalitis.
B.2. Meningitis.
C. Trastornos de mielinización:
D. Trastornos degenerativos:
D.2. Polidistrofias.
enfermedad de Parkinson.
D.4. Leucodistrofia.
E. Trastornos epilépticos:
2152
F. Trastornos tóxico-metabólicos:
cerebral, hipoglucemia.
G. Malnutrición:
H. Deprivación ambiental:
I. Síndrome de hipoconexión.
4. Causas desconocidas.
en:
1. Factores prenatales:
más importantes:
- Fenilquetonuria
- Hiperglicemia idiopática
frecuentes:
- Degeneraciones cerebromusculares
- Enfermedad de Niemann-Pick
- Enfermedad de Gaucher
- Galactosemia
- Intolerancia a la fructuosa
- Glucogenosis
- Hipercalcemia idiopática
- Hipoparatiroidismo
- Cretinismo bocioso
- Enfermedad de Wilson
- Dependencia de piridoxina
familiar)
macrocefalia, hidrocefalia)
frecuentes:
- Sífilis
- Rubeola
- Otras enfermedades
familiar.