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DOCTRINA SOCIAL

DE LA IGLESIA
DOCTRINA SOCIAL
DE LA IGLESIA

Hno. Pau Fornells Sala


DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
© Hno. Pau Fornells Sala

UNIVERSIDAD TÉCNICA PARTICULAR DE LOJA

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Editorial de la Universidad Técnica Particular de Loja
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www.utpl.edu.ec
San Cayetano Alto s/n
Loja - Ecuador

Primera edición

ISBN-978-9978-09-658-1

Reservados todos los derechos conforme a la ley. No está permitida la reproducción total o
parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por
cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos,
sin permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.

Octubre, 2017
ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN A LA DOCTRINA SOCIAL


DE LA IGLESIA (DSI)9 ................................................................. 9

1.1. Concepto de la doctrina social de la iglesia ......................... 11


1.2. Algunas características de la doctrina social de la iglesia ... 12

1.2.1. La DSI no tiene un contenido estático,


sino dinámico .......................................................... 12
1.2.2. Todo católico debe conocer la DSI .......................... 12
1.2.3. Crítica que se hace a la DSI ................................... 13
1.2.4. Destinatarios de la DSI ........................................... 13

1.3. Origen y fundamentos de la DSI ........................................ 14

1.3.1. La semejanza con Dios ........................................... 14


1.3.2. El compromiso con el hermano ............................... 14
1.3.3. La justicia ................................................................ 15

1.3.3.1. En el antiguo testamento .......................... 16

1.3.3.1.1. De David a Salomón ................ 17


1.3.3.1.2. Surgimiento del movimiento
profético ................................... 17
1.3.3.1.3. Los últimos años de Israel ....... 18
1.3.3.1.4. El anuncio mesiánico
de Isaías .................................. 18
1.3.3.1.5. El anuncio de Jeremías ........... 19
1.3.3.1.6. El exilio .................................... 19
1.3.3.1.7. El post exilio ............................ 20

1.3.3.2. En el nuevo testamento ............................ 21

1.3.4. La DSI en la historia de la iglesia ........................... 23

1.3.4.1. Los padres de la iglesia ............................ 24


1.3.4.2. Los teólogos ............................................. 25
1.3.4.3. Los santos ................................................ 26
1.3.4.4. Los papas y sus encíclicas ...................... 26
1.3.4.5. Conclusión ................................................ 26
1.3.4.6. Documentos de la iglesia sobre
la vida social ............................................. 27
 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

2. El hombre: causa, fundamento y fin de la vida social ........... 35

2.1. La contradicción del hombre .............................................. 37


2.2. Visión cristiana del hombre ........................................... 37
2.3. Visiones reduccionistas del hombre ................................... 38
2.4. Dios y la dignidad humana ................................................ 39
2.5. Los derechos y deberes fundamentales del hombre ...... 40
2.6. Declaración universal de los derechos humanos ............. 41

3. LA SOCIEDAD ............................................................................ 65

3.1. La familia .............................................................................. 67

3.1.1. El plan de Dios sobre el matrimonio y la familia .......... 67


3.1.2. Misión cristiana de la familia ..................................... 68

3.1.2.1. Formar comunidad ........................................ 68


3.1.2.2. Servir a la vida .............................................. 68
3.1.2.3. Participar en el desarrollo de
la sociedad ................................................. 69
3.1.2.4. Aporte en la vida de la Iglesia ..................... 69

3.2. Los grupos intermedios ......................................................... 78

3.2.1. Principios que regulan la relación entre el Estado


y los grupos intermedios ........................................... 79
3.2.2. Los grupos intermedios tienen la finalidad
de promover la comunión de participación
y de solidaridad ......................................................... 80

3.3. El estado ............................................................................... 85

3.3.1. La autoridad política en la sociedad ............................ 85


3.3.2. El estado y el bien común ........................................... 85
3.3.3. La acción política ...................................................... 86
3.3.4. La iglesia y la política ..................................................... 88

3.4. Las ideologías y la fe ........................................................... 99

3.4.1. Concepto de ideologías ............................................. 99


3.4.2. Ambigüedad de las ideologías .................................... 99
3.4.3. Ideologías actuales .................................................... 99
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 

3.4.3.1. Liberalismo capitalista .................................... 99


3.4.3.2. Estado social de derecho ............................. 100
3.4.3.3. Doctrina de la seguridad nacional ................. 100
3.4.3.4. Colectivismo marxista ............................... 101

3.4.4. Pronunciamiento de la DSI sobre las ideologías ......... 101


3.4.5. La ideologización de la fe ........................................... 102

4. VIDA Y DESARROLLO ECONÓMICOS ..................................... 109

4.1. Primacía y dignidad del trabajo humano ............................... 111

4.1.1. Definición y dignidad del trabajo ................................. 111


4.1.2. El riesgo de la degradación del trabajo ........................ 112
4.1.3. Derechos del trabajador ........................................... 112
4.1.4. Derecho del trabajador a un salario y a otras
prestaciones sociales ..................................................... 114
4.1.5. El principio de prioridad del trabajo
sobre el capital ......................................................... 115

4.2. La propiedad y la empresa .................................................. 119

4.2.1. Definición y tipos de propiedad ................................ 119


4.2.2. El juicio de la iglesia sobre la función
de la propiedad de los medios de producción ....... 119
4.2.3. La propiedad colectiva y la socialización ................ 120
4.2.4 Los deberes de los propietarios de medios de
producción ................................................................ 121
4.2.5. Propiedad de los No propietarios de los medios de
producción o trabajadores .............................................. 122
4.2.6. La mentalidad de empresa ........................................ 124
4.2.7. La globalización ........................................................ 125

4.3. Desarrollo y subdesarrollo ...................................................... 130

4.3.1. Aproximación a hecho de países desarrollados


y países subdesarrollados .......................................... 130
4.3.2. El concepto de desarrollo ........................................ 131
4.3.3. El desarrollo integral como misión
de la humanidad ..................................................... 132
4.3.4. El concepto de liberación ....................................... 133
 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

5. CONFLICTOS SOCIALES .......................................................... 145

5.1. El pecado social ................................................................. 147

5.1.1. Un hecho social ...................................................... 147


5.1.2. La raíz del pecado está en el corazón
del hombre ............................................................. 147
5.1.3. El pecado social ..................................................... 147
5.1.4. Las estructuras de pecado ..................................... 148
5.1.5. Responsabilidad del cristiano
ante el pecado social .............................................. 148

5.2. Opción preferencial por los pobres ..................................... 153

5.2.1. La opción preferencial por los pobres:


características ........................................................... 153
5.2.2. Rasgos de la opción preferencial por
los pobres .................................................................. 154
5.2.3. Su objetivo social: la liberación
integral del pobre ............................................................. 155

5.3. El conflicto y la violencia ........................................................ 160

5.3.1. Definición de violencia y conflictos.Tipos ............... 160


5.3.2. Posición de la Iglesia frente al conflicto
y a la violencia .......................................................... 161
5.3.3. La no violencia activa .............................................. 163
5.3.4. La paz en la justicia ................................................ 164

5.3.4.1. La carrera armamentista,


la disuasión y el desarme .......................... 164
5.3.4.2. La doctrina de la Iglesia sobre la guerra,
en el pasado y en el presente ............................... 166
5.3.4.3. La paz en la justicia ....................................... 166

6. CULTURA Y EVANGELIO .............................................................. 177

6.1. Definición de cultura .................................................................. 179


6.2. Pluralismo cultural y etnocentrismo .............................................. 179
6.3. Inculturación del evangelio ....................................................... 180
6.4. Al encuentro con la nueva cultura del siglo XXI ...................... 182

7. LA CUESTIÓN ECOLÓGICA ...................................................... 199

7.1. Concepto de ecología ........................................................... 201


7.2. Doctrina ecológica de la Iglesia ............................................. 203
1. INTRODUCCIÓN A LA
DOCTRINA SOCIAL DE LA
IGLESIA (DSI)
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 11

1.1. Concepto de doctrina social de la


Iglesia (DSI)

Doctrina social de la Iglesia es el “conjunto de orientaciones doctrinales
y criterios de acción que tienen su fuente en las Sagradas Escrituras, en las
enseñanzas de los Padres y de los grandes teólogos de la Iglesia, y en el
Magisterio, especialmente de los últimos papas“ (P 472). Es parte, por ello,
de su acción pastoral.

Objeto primario de la Doctrina Social es velar por la dignidad de la


persona humana en la vida social, para que sean respetados sus derechos
y obtenga un vivir que le corresponda a su naturaleza. Como Hijo de Dios no
puede vivir como un “salvaje“, sino con el bien social, económico y cultural
que es capaz de desarrollar. El humanismo que mueve a la Doctrina Social
de la Iglesia pone grandes metas a alcanzar en la vida social: liberar al
hombre de todo lo esclavizante y construir una vida social que tiene como
modelo a Dios y su reino. Todo cristiano tiene que ser constructor de la vida
social más digna posible.

La misión evangelizadora de la Iglesia es llevar al hombre a Dios para


que lo pueda hacer fuente de su vida espiritual. No se dirige a proponer
programas temporales “ni en materias técnicas, para las cuales no tiene
medios adecuados ni misión alguna“ (QA 14), pero posee un potencial
espiritual, humano y ético con el que puede ayudar e iluminar de forma única
el quehacer de construir una sociedad en justicia y solidaridad. Es sobre
todo la exigencia moral y garantiza que la sociedad consiga los fines que
da su razón de su existencia.

La Iglesia compromete a todos los creyentes en el deber social bajo


mandamientos, bíblicos al igual que le compromete en su deber para con
Dios: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda
tu mente”. “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Desde su misión espiritual
para el hombre, la Iglesia se siente competente y obligada a juzgar las
realidades económicas, sociales, culturales y políticas, considerando su
intervención en estos asuntos como complemento a su misión espiritual.
12 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

1.2. Algunas características de la DSI.


1.2.1. La DSI no tiene un contenido estático, sino dinámico.

- No se trata de un plan mágico para la sociedad dado de una vez para


siempre. La sociedad cambia, evoluciona; los problemas e interrogantes
también. Los problemas sociales varían según las épocas y países:
los derechos del hombre, el matrimonio, la familia, la paz, el desarme,
las relaciones entre los pueblos, la propiedad privada, la repartición
de los bienes económicos, etc. Por tanto, la DSI debe irse adaptando.
De ahí, las diferentes encíclicas de los Papas. Además, el carácter
ético de la DSI obliga a hacer una llamada constante al hombre para
que mueva su corazón y, arrepintiéndose, restaure la justicia.

- Su base es siempre Jesucristo y el humanismo de su Evangelio, la


Palabra de Dios, que debe encarnarse en cada cultura y época. Esa
es la misión evangelizadora de la Iglesia. Cristo como Camino marca
la línea moral de la sociedad. Como Vida se convierte en fuente de
vida social.

1.2.2. Todo católico debe conocer la DSI.

- La triste realidad es que la gran mayoría de los católicos desconoce las


enseñanzas de la DSI. Las causas son variadas: documentos con un
lenguaje excesivamente teológico, laicos no habituados a preocuparse
por las cosas de la Iglesia, excesivo clericalismo, el pensar que la
Iglesia sólo debe ocuparse de las cosas espirituales, etc. Pablo VI en
la Octogésima Adveniens recuerda a todo cristiano y a toda comunidad
cristiana que deben:

- Estar atentos a los signos de los tiempos: Dios habla a través de los
acontecimientos de la vida ordinaria y hay que saber leerlos.

* Analizar la situación propia de cada país y buscar la solución.

* Verificar tal análisis a la luz del Evangelio y de la Enseñanza Social de


la Iglesia. A esto se le llama “discernimiento”.

* Tomar las responsabilidades de opciones concretas y la ejecución de


las mismas. (Cfr. OA 42-47).
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 13

1.2.3. Crítica que se hace a la DSI.

- ¿Puede y debe, la Iglesia, decir algo sobre temas tan poco espirituales
como lo económico y lo político? ¿La Iglesia debe quedarse sólo en lo
espiritual?

- El cristiano no puede separar la fe de la vida. Pablo VI en su Discurso al


Cuerpo Diplomático en 1967 dijo: “Una Iglesia desencarnada, separada
del mundo, no sería la Iglesia de Cristo”. Claro que también existe el
peligro opuesto: el de identificar la misión de la Iglesia con la simple
liberación y desarrollo humanos.

- En el Sínodo de la Justícia en el Mundo (1971), el mismo Pablo VI


afirmó: “El progreso de la justicia es una dimensión constitutiva de la
predicación evangélica”.

- Y en la Evangelii Nuntiandi (1975), el Papa recordaba “el deber que


compete a la Iglesia de proclamar la liberación de millones de hombres
esclavizados por la pobreza, la enfermedad, el analfabetismo y la
injusticia. Esta es la tarea que la Iglesia ha de emprender como medio
de favorecer la liberación, testimoniarla y acabarla” (EN 30).

- Por último, veamos la proclamación que hizo Juan Pablo II en Puebla


en enero de 1979: “La Iglesia se constituye en defensora de los
Derechos Humanos. Lo decimos con toda la fuerza: ¡Respetad al
hombre hecho a imagen de Dios! Evangelizad para que esto sea una
realidad pronta...”

1.2.4. Destinatarios de la DSI.

Los documentos de la Iglesia en materia social se dirigieron


primeramente a los católicos. Además, la palabra que transmitía la enseñanza
alcanzaba a un auditorio católico limitado. Pero ya la Pacem in Terris de
Juan XXIII se dirige no sólo a los creyentes en Jesús, sino a todos los
hombres de buena voluntad. Ya desde entonces, las encíclicas presentan
sus argumentos, no sólo a partir de la Escritura, sino también a partir de la
Filosofía sobre la Ley Natural. La Iglesia recurre a ideas sencillas, a verdades
admitidas por todos -la dignidad de la persona humana, por ejemplo-. La
Iglesia va descubriendo su primigenia misión: ser germen del Reino de Dios,
ayudando a edificar con todos los hombres una sociedad más justa.
14 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

1.3. Origen y fundamentos de la DSI

La DSI hunde sus raíces en la Revelación de Dios al pueblo judío y


sobre todo de la Revelación de Dios en Cristo. Por tanto, el Evangelio es
lugar obligado para encontrar los fundamentos de la DSI.

Ahora bien, Jesucristo, Palabra del Padre, no se presenta desconectado


de la historia ya recorrida por el hombre. Su encarnación no quiere decir
ruptura o negación de todo lo anterior, sino asunción del camino desarrollado
por el hombre para llevarlo a su plenitud. Por tanto, una legítima DSI debe
partir de las Semillas del Verbo ya sembradas desde el origen de los
tiempos, desde que el hombre es hombre, y que encontramos en todos
los pueblos y culturas. Semillas del Verbo que nos hablan de la presencia
misteriosa de Dios preparando el encuentro definitivo de la humanidad
con Jesucristo. Estas “semillas”, presentes en toda realidad humana, las
encontramos maravillosamente plasmadas en las grandes religiones de la
historia, y, en especial, en la del Pueblo de Israel: primera religión monoteísta
de la historia.

En un rápido recorrido por el Antiguo y el Nuevo Testamento se


encuentra fácilmente el hilo conductor que constituye el fundamento de toda
DSI:

1.3 1. La semejanza con Dios

* Gn. 1,26-27: “Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen y


semejanza”

La persona humana es vista como imagen de Dios. Al ver al hombre,


mi hermano, debo ver a Dios. Ahí se encuentra el por qué del carácter
sagrado e inviolable de la persona humana, el porqué de su dignidad.
El trato de veneración y de amor al hermano se fundamenta en ese mismo
carácter “deitático” (de semejanza con Dios).

1.3.2. El compromiso con el hermano

* Gn. 4,9: “Dijo Dios a Caín: ¿Dónde está tu hermano?”

Es la pregunta que vertebra toda la Biblia: ¿Cuál es la relación que


tienes con tu hermano? Mientras en el mundo haya alguien que sufra, seguirá
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 15

resonando esta pregunta de Dios: “¿Dónde está tu hermano?”. Mi hermano


es imagen de Dios. Si me desentiendo de mi hermano, si abuso de él, me
estoy desentendiendo y abusando de Dios. No hay religión verdadera sin
compromiso por el hombre. No se puede amar a Dios a quien no se ve
y odiar al hermano a quien se ve.

1.3.3. La justicia

Por la dingidad del hombre mismo se le exige una justicia como aquella
virtud que de forma más excelente le hace asemejarse más a Dios.

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, el término justicia


se define como la “virtud que nos hace dar a cada cual lo que le corresponde”.
Este concepto expresa en términos de equidad derechos y obligaciones que
cada hombre tiene para vivir con dignidad.

En la Biblia, la palabra justicia abarca un sentido mucho más rico y amplio.


Podemos distinguir, entre otros, cuatro significados1:

a) Justicia, en cuanto atributo de Dios, que no puede permanecer


indiferente frente al pecado o la virtud. Castiga al uno y recompensa
a la otra (Gn 18, 23-25; 2 Tes 1, 6-10).

b) Justicia, en cuanto virtud moral que inclina a dar a cada uno lo que le
corresponde, defendiendo sobre todo la causa del humilde, del inocente
y del oprimido. Es el sentido en el que insistieron especialmente los
profetas del Antiguo Testamento (Am 5, 7-12; Jer 22, 13-15). En el Nuevo
Testamento podemos encontrar referencias en Lc 18, 2-8; Heb 11, 33.

c) Justicia en cuanto compendio de perfecciones divinas (Jn 17, 25) o en


cuanto virtud integral que inclina a hacer lo que Dios quiere y que, según
los casos, debe traducirse por bondad, rectitud, honradez, fidelidad (Sal
1, 3.6; Prov 10, 2-32; Mt 5, 6.10.20), aunque es éste un significado que
prácticamente se identifica con “santidad”, “santo” (Mt 1, 19; Lc 2, 25).

d) Justicia en cuanto fuerza o acción mediante la cual Dios nos salva y


nos libera de cualquier tipo de mal. Se trata de un significado presente
ya en el Antiguo Testamento, sobre todo en Is 51, 5.8; 56, 1. Este

1. Cfr. Justicia, en Vocabulario bíblico, Biblia de América.


16 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

sentido en san Pablo adquiere un sentido muy importante. La


palabra justicia, adquiere un equivalente teológico como “justificar”,
“justificación”, que bien equivaldría a “salvar”, “salvación” (Rom 2, 13;
3, 21-26; 10, 4-10; 2 Cor 3, 9; Gal 2, 16-17; 2, 21).

En un breve recorrido por las páginas de la Biblia, podemos observar


que el tema de la justicia está presente desde el comienzo. Es un aspecto
que marca plenamente la vida del pueblo de Dios. El hombre, creado a
imagen y semejanza de Dios, está llamado a construir un mundo plenamente
feliz. En armonía con la creación y con su hermano. El pecado, destruyó el
proyecto de Dios. La violencia que, desde entonces imperó en el mundo,
creó las desigualdades sociales y la injusticia. El Pueblo de Dios, recibió,
una y otra vez, una serie de normas para vivir bien. Sin embargo, por su
rebeldía no las asumió. Con Moisés se estableció una alianza que llevó al
Pueblo a tener la experiencia histórica y espiritual de un Dios amigo. Los
Profetas, anunciaron y denunciaron lo bueno y lo malo. Recordaron que
Dios es justo y que exige fidelidad a la alianza.

En el Nuevo Testamento, el modelo de justicia es Jesús. Su opción


preferencial por los pobres está sintetizada en las Bienaventuranzas. El
hombre de nuestro tiempo, debe comprender que la Palabra de Dios está
saturada de continuas llamadas de atención a vivir en el amor y la justicia
social.

1.3.3.1. En el Antiguo Testamento

R. Sivatte2 , sostiene que “el Antiguo Testamento es un conjunto de


libros escritos por un pueblo que recoge una serie de hechos vividos antes
de haberse constituido como pueblo, un pueblo que llega a aquellos hechos,
un pueblo que da testimonio de todo lo vivido y experimentado”. Israel es
un pueblo que tiene una rica experiencia de fe: el paso de la esclavitud a la
libertad. “La fe, la experiencia de Dios tenida por el pueblo, se fue expresando
en forma de compromiso vital, ético - social y fraternal”.3 

2. R. SIVATTE, la justicia que brota de la fe, Santander (España) 1982, p. 28.


3. IBIDEM, P. 29.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 17

Vamos a situarnos en las distintas etapas de la historia de Israel, en


las cuales se van a destacar las diferentes crisis históricas del pueblo de
Dios en la experiencia de fe en Yahvé.

1.3.3.1.1. De David a Salomón

El rey David a pesar de sus muchas virtudes no fue fiel en todo lo que
hizo. Signos de su infidelidad los tenemos insinuados, por ejemplo, en 2
Sam 11 (adulterio y crimen de David) y 2 Sam 24 (censo de la población).
El orgullo y la ambición asesina son presentados como los dos pecados que
van contra la experiencia de fe y que serán objeto de la crítica profética,
suponiendo un avance de la profundización de la fe.

Después del reinado del David, y con el de Salomón, aquellos


signos de infidelidad se convierten en infidelidades hasta cierto punto
institucionalizadas. Salomón, en un deseo de hacer de su país una gran
nación parecida a las despóticas naciones orientales de su tiempo se
preocupo de construir grandes edificios, de reunir un gran harén , de introducir
el máximo número de divinidades extranjeras, etc. Todo esto producía
grandes gastos, insoportables para el pueblo bajo, los campesinos, quienes
no tenían más remedio que enrolarse en los créditos bancarios y en nuevas
esclavitudes. Frente a esta realidad aparecen nuevos personajes que son
los que forman el movimiento profético, los que salen en defensa de la fe y
por tanto de la vida comunitaria y fraternal.

1.3.3.1.2. Surgimiento del Movimiento Profético

Situémonos ahora por el año 850 a. C. en el reino del norte, llamado


Israel. Gobierna el rey Acab. La religión de Baal va ganando terreno; es
mucho más atractiva que la austera y comprometedora fe en Yahvé. Sirve
más a las conveniencias del poder del rey, de quienes se enriquecen gracias
a la esclavitud y a la falta de libertad del prójimo. Refleja muy bien esta época
de textos como 1Re 18, 1Re 21.

Ante esta situación surgen personajes proféticos como Elías y Eliseo,


los cuales atacan duramente la idolatría y las consecuencias de injusticia
social que comporta.
18 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

1.3.3.1.3. Los últimos años de Israel

A pesar de todas las críticas proféticas que intentaba profundizar en


la experiencia de fe, las crisis religiosas continuaron, se fueron repitiendo.
Llegamos así a una nueva situación también en el reino del norte hacia los
años 750 a.C. Es la situación que condujo a la caída del reino en manos
del imperio Asirio. Gobernaba Jeroloam II, el cual, aprovechándose del mal
momento, había conseguido unos límites territoriales parecidos a los del
tiempo de David y Salomón. Consecuencia de estas circunstancias fue la
sensación de seguridad nacional y de progreso económico. Los santuarios
religiosos se convirtieron en verdaderos focos de confluencia social y de
crecimiento económico, lo que trajo consigo enormes diferencias sociales
y una degradación del culto.

Dada esta realidad nada tenía de extraño que algunos creyentes


volvieran a profundizar en la fe y a clamar por un cambio que retornara a
aquella sociedad a su fidelidad a la experiencia propia de la fe. Surgieron
así profetas como Amós y Oseas.

El Profeta Amós, desarrolla su actividad en torno a dos realidades: el


culto y la justicia, que integran para él una única realidad, la de la relación
inseparable entre la experiencia de Dios y la conducta humana. Todo esto
ha hecho que se pueda ver a Amós como el profeta de la justicia social.
Muchos son los textos que nos hablan contra la explotación del pobre; con-
tra las injusticias de los jueces, de las que son víctimas escogidas los más
indefensos (Am 8, 4-8; Am 2, 6-7; 6, 1-8).

El Profeta Oseas, denuncia y anuncia los mismos hechos que Amós.


Además de las injusticias las explotaciones, los lujos, las opresiones, Oseas
critica, como contrarias también a la experiencia de fe, actitudes, como la
ambición, el deseo de poder, el uso de la violencia, la anarquía (Os 4, 1-11;
6, 7-7, 12; 10 1-6)

1.3.3.1.4. El anuncio mesiánico de Isaías

Isaías y Miqueas criticaron y profundizaron la experiencia de fe del


pueblo de Israel, que por aquellas circunstancias vivía una marcada crisis
social, política y religiosa. Un texto que explica esta situación es Is 1, 1-31.
En este pasaje podemos destacar: una acusación porque han abandonado
a Yahvé; concreción de los signos de este abandono de Yahvé (injusticias,
violencia, borracheras, etc); anuncio de castigos; afirmación de que no tienen
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 19

otra salida que dejar de hacer el mal, aprender a hacer el bien, buscar el
derecho, hacer justicia al huérfano, defender a la viuda. Así nos dice:

* Is. 1,11-17

“¿De qué me sirve la multitud de tus sacrificios?


Ya estoy harto de tus animales...
No me gusta la sangre de tus vacas, tus ovejas y machos cabríos.
(...) Déjense de traerme ofrendas inútiles;
¡el incienso me causa horror!
(...) Cuando rezan con las manos extendidas,
aparto mis ojos para no verlos;
aunque multipliquen sus plegarias, no las escucho,
porque hay sangre en sus manos. ¡Lávense!
Alejen de mis ojos sus malas acciones,
dejen de hacer el mal, y aprendan a hacer el bien.
Busquen la justicia, den sus derechos al oprimido,
hagan justicia al huérfano y defiendan la viuda.”

Es una mentira creer en Dios y rezarle, si no me importa mi hermano.


No sirven de nada misas, novenas, velas, peregrinaciones, si...

Para el profeta Miqueas está claro que deben caminar con Dios,
relacionarse con él, abandonar una vida inmoral, de injusticia social y
falsedad, dedicándose a practicar el derecho y la solidaridad.

1.3.3.1.5. El anuncio de Jeremías

Jeremías afirma que no es posible tener una auténtica relación con el


Dios liberador ni afirmar que se cree en él, si no se da a la vez una auténtica
praxis de justicia y de liberación, ni de ayuda al desvalido y al maltratado. En
otro contexto Jeremías critica a los reyes de su tiempo que son el prototipo
de la infidelidad y la impiedad (Jr 22, 13-19).

1.3.3.1.6. El exilio

Estamos en Babilonia hacia el año 550 a.C. La destrucción de Jerusalén


ha hecho perder la confianza de muchos judíos. La situación se tornó muy
difícil para la fe. Algunos creyentes, sin embargo, supieron reaccionar
personalmente y se sintieron llamados a ayudar a sus compatriotas a seguir
esperando y a pensar en la restauración. Hacen una revisión del pasado,
20 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

revisión que va quedando plasmada en su historia de los orígenes de los


antepasados, del Exodo y en sus propios códigos legales.

Ya en el principio, en Gn 1, cuando sitúa el gran marco para la historia


de la salvación que vendrá después, su visión del hombre no puede ser más
magnífica: ve al hombre como imagen de Dios, capaz de relacionarse con El
y con los demás hombres, con la gran tarea de hacer progresar el mundo. Y
cuando, después del diluvio, nos narra la continuación, el nuevo orden del
mundo, en Gn 9, 1-17, vuelve a insistir en el respeto debido al hombre. Dice
Dios: “Pediré cuenta de la sangre de cada uno de vosotros, pediré cuenta
a todos los animales y al hombre, pediré cuenta de la vida del hombre a
cualquier hermano...” (Gn 9, 5ss). En la experiencia del Éxodo, Dios no
puede soportar de ninguna manera la opresión de los grupos hebreos y su
esclavitud. Dios decide y pide su liberación. Dios compromete su nombre,
en esta liberación y llama al hombre a realizarla. Vemos la experiencia que
el hombre tiene de Dios con su acción liberadora, el paso de la esclavitud
a la libertad.

El libro del Levítico (Lv 19, 1-18), nos presenta una serie de normas
fundamentales para la praxis de la fe de Israel en el presente y de cara al
futuro. En este conjunto, impresiona ver la profunda unión que se debe
dar entre el culto y la ley moral y social. Leamos algunos versículos: “ No
explotarás a tu prójimo, ni le expoliarás. No retendrás el jornal del trabajador
desde la noche hasta el día siguiente” (Lv 19, 13). “No cometerás engaño
en juicio. Harás caso del pobre y no favorecerás al poderoso. Juzgarás con
justicia a tu prójimo” (Lv 19, 15).

1.3.3.1.7. El post exilio

Se destaca el Tercer Isaías, quien denuncia que el pueblo de Israel


continúa siendo infiel; que los israelitas fingen bondad y que se interesan por
conocer la voluntad de Yahvé, pero que en realidad son ambiciosos y hacen
trabajar a los obreros en los días de fiesta; que se pelean y dan puñetazos;
que son chismosos. Hacen todo mientras ayunan y dicen que santifican el
sábado. ¿Qué dice el Señor sobre el tema por medio del profeta? Leamos un
texto: “¿No es este el ayuno que yo quisiera...: romper las cadenas injustas,
deshacer las ataduras del yugo, dejar en libertad a los oprimidos, romper
todo yugo? ¿No lo es partir tu pan con quien tiene hambre, acoger a los
pobres que no tienen techo? Si ves a alguien desnudo, vístele...Entonces,
si invocas, Yahvé te responderá” (Is 58, 5ss).
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 21

La experiencia de Yahvé también está en los salmos, ensalzada con


la obra de justicia (Sal 25, 8-10. 33, 4-5). Notamos que son inseparables
realidades como salvación, liberación, amor, verdad, vida feliz, relación con
Dios. Los sacrificios no tienen sentido ni comportan una verdadera relación
con Dios si no parten de la vida, una vida de relación justa con los demás
(Cf. Sal 50, 16-23). La justicia de Dios se expresa con sus obras salvíficas,
de liberación (Cf. Sal 98, 2-3).

La corriente sapiencial intenta dar respuesta a los problemas de la


vida diaria, de los valores morales, sociales y existenciales. Esta respuesta
se va haciendo en diálogo con la sabiduría popular, oriental, helénica, con
la cultura. En este diálogo, el problema de la justicia continúa presente y
como un problema unido plenamente a la sabiduría. El sabio va conociendo
el misterio de la vida, va ayudando a vivir. El sabio busca también la relación
con Dios, hace la experiencia de Él en la vida de todos los días, en las
actitudes morales y sociales.

En Prov 3, 13-35 se habla de las alegrías del sabio; se dice en qué


consiste la felicidad para el hombre. Este discurso está ligado a las atenciones
que hay que tener con el prójimo: no retener la paga del trabajador, no
defraudar la confianza de otro, no ser violento, etc. Son también interesantes
las siete abominaciones recogidas en Prov, 6, 16-19. Se puede leer también,
como confirmación, algún fragmento del libro de Job, cuando éste pasa revista
a las propias actitudes y comportamientos: el cumplimiento de las leyes y
normas morales y sociales como un índice de la propia justicia (Job 22-24).

1.3.3.2. En el Nuevo Testamento4 

Las afirmaciones sobre la justicia son propiamente el fundamento de la


predicación que aparece en Mateo. La obra del Bautista está caracterizada
del siguiente modo: Juan vino por el camino de la justicia, es decir, la
exigencia que él planteó a Israel de hacer penitencia y bautizarse, de tal
manera que nadie podía reivindicar ninguna pretensión delante de Dios, se
hizo según el juicio de Jesús, en nombre del Dios que ahora guiaba hacia
su reino. Por eso, para “cumplir toda justicia” (Mt 3, 15), Jesús se sometió
al bautismo de Juan. Por eso, son bienaventurados los que tienen hambre
y sed de justicia, pues ellos son los únicos que serán justificados por Dios,
tanto si son fieles a la ley, como si no.

4. Cfr. Todo este estudio de la Justicia, en COENEN, L-BEYREUTHER, E-BIETENHARD, H.,


Diccionario teológico del Nuevo Testamento, II, Salamanca 1985, pp. 404-411.
22 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Como consecuencia de esta justicia, Jesús se dirigía especialmente


a los pecadores, no a los justos que creían no necesitarla. El conflicto con
los escribas y con los fariseos, que creían andar en el camino de la justicia
surgió ante todo porque éstos no entendían su justicia como un don gratuito
de Dios, por lo cual no se sometían al bautismo de Juan (Mt 21, 32). Ellos se
quejaban de que Dios llamase a alguien por su beneplácito y prescindiendo
de sus justos merecimientos (Mt 20, 13-15). Mientras que para ellos se trataba
siempre de una delimitación entre las personas justas y las que no lo son,
Jesús no quiere establecer aún una separación entre buenos y malos (Mt
13, 49), sino que reserva esta decisión al juicio de Dios.

En Lucas, el término justicia tiene gran importancia, porque el


cristianismo podía, de este modo, ser presentado como una continuación
legítima del judaísmo. En este evangelio se alude especialmente a los judíos
piadosos en relación con la persona de Jesús. Lucas introduce el tema de
la esperanza judía, basada en que Elías ha de volver al final de los tiempos
para convertir a los rebeldes a la prudencia de los justos y a una vida que
permanezca siempre en la justicia.

En el cielo, hay más alegría por un pecador que se convierta que por
99 justos. Lo grande de Jesús era que él, con su Palabra, hacía posible una
nueva existencia para aquellos hombres pecadores, que estaban marginados
desde el punto de vista religioso y social. Por eso, el justo por excelencia es
Jesús. Así lo reconoce el centurión romano.

El Evangelio de Juan, habla de pecado de justicia y de juicio. La justicia


sólo viene del Padre y está en Él. Por eso, era necesario que Jesús dejase a sus
discípulos para que no pusiesen en él sus esperanzas de un modo mundano,
sino únicamente en el Padre, con quien Jesús es una misma cosa.

1 Jn habla del justo que practica la justicia, porque imita a Jesús,


quien es el verdadero modelo a imitar. Aquel que no sigue a Jesús está en
el mundo de las tinieblas.

En Pablo, la predicación sobre la justicia y la justificación de Dios, significa


que todo se encuentra en Dios. La justicia de Dios es esencialmente un obrar
de Dios para su pueblo, adecuado a la propia naturaleza divina y determinado
por la fidelidad a la alianza. Por medio de esta acción, él constituye a su pueblo
en una nueva humanidad. Esta justicia de Dios se manifiesta en que Dios,
ante el pecado de la humanidad, no se deja llevar de su ira, sino que hace
prevalecer su salvación y su soberanía. La acción justificadora de Cristo, ha
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 23

hecho posible para la humanidad la confianza incondicional en Dios, no


obstante la maldición del pecado.

Las palabras y las obras de Cristo dan testimonio vivo de Justicia y


de Amor al prójimo:

* Lc. 4,14-21

Jesús en la sinagoga de Nazaret define cuál va a ser su manera de vivir,


su opción fundamental, su misión: “Traer Buenas Noticias a los pobres,
anunciar la libertad a los cautivos, a los ciegos que pronto van a ver,
liberar a los oprimidos y a proclamar que Dios quiere la felicidad de
todo hombre”.

* Mt. 25,31-46

“Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, desnudo o


forastero, enfermo o encarcelado, y no te ayudamos?
En verdad les digo que siempre que no lo hicieron con alguno de estos
más pequeños, que son mis hermanos, conmigo no lo hicieron.”

Al final de la vida, también se nos juzgará por lo que hemos dejado de


hacer con el hermano.

* 1 Jn. 3,7-24

“El que no ama permanece en la muerte.


El que odia a su hermano es un asesino...
Jesucristo sacrificó su vida por nosotros
y en esto hemos conocido el amor,
así, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos.
Cuando alguien goza de las riquezas de este mundo,
y viendo a su hermano en apuros le cierra el corazón,
¿cómo permanecerá el amor de Dios en él?”

1.3.4. La DSI en la Historia de la Iglesia.

En la enseñanza y en la praxis social, la Iglesia de los primeros siglos


y de la Edad Media no hace más que aplicar y desarrollar los principios y las
orientaciones contenidos en el Evangelio. Moviéndose dentro de las estructuras
de la sociedad civil, busca humanizarlas con espíritu de justicia y de caridad,
24 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

uniendo la obra de evangelización con oportunas intervenciones caritativo-


sociales.

1.3.4 1. Los Padres de la Iglesia.

Son los escritores eclesiásticos de la antigüedad cristiana (sobre todo


de los siglos II al V) y que son considerados testigos muy autorizados de la
fe. En el campo de la Doctrina Social son conocidos no sólo como intrépidos
defensores de los pobres y de los oprimidos, sino también como promotores
de instituciones asistenciales (hospitales, orfanatos, hospederías para per-
egrinos y forasteros), y de concepciones socioculturales que han inaugurado
la era de un nuevo humanismo radicado en Cristo.

Varias son las líneas de reflexión, en lo tocante a la DSI, que aparecen


en los Padres de la Iglesia. Vamos a destacar las más importantes:

a) La fe no se puede separar de la caridad con los pobres.

- “A Cristo lo encontramos en los humildes y pobres”. (Clemente Romano)


- “La limosna es superior a la virginidad y al ayuno”. (Clemente Romano)

b) La predilección de la Iglesia por los pobres.

- “No se debe hacer distinción de personas”. (Clemente Romano)


- “Las viudas, huérfanos y pobres son las personas que deben ser
atendidas prioritariamente”. (Policarpo)
- “Deberían incluso venderse joyas y tesoros de la Iglesia para atender
a los pobres”. (Ambrosio)

c) Amar a los ricos es advertirles del peligro de las riquezas.

- “Antes que adorar el oro es preferible caer en la pobreza”. (Juan


Crisóstomo)
- “Las riquezas cierran el corazón a la fraternidad y traen otros males.”
(Juan Crisóstomo)
- “El dinero es el principio de todos los males” (Policarpo)
- “No es el azar el que hace ricos y pobres, sino la acumulación de las
riquezas” (Juan Crisóstomo)

d) Amar al pobre es liberarlo.


DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 25

- “Amar al pobre es romper el yugo que lo oprime, y para ello hay que ver el
drama social como propio”. (Ambrosio)
- “Primero, la justicia; segundo, la caridad”. (Juan Crisóstomo)

e) Descubrir las situaciones de injusticia.

- “El lujo del rico injuria al pobre”. (Ambrosio)


- “Ladrón es quien acumula más de lo necesario”. (Basilio)
- “La propiedad privada es fuente de desigualdades”. (Agustín)
- “No a la esclavitud, no al salario mal retribuido... (Todos los Padres)

Resumiendo, la respuesta cristiana ante los males sociales, según los


Padres de la Iglesia, debe estar regida por los siguientes principios:

1) No somos dueños, sino administradores de los bienes.

2) Todos los bienes de la creación se destinan a todos los hombres.

3) El hombre tiene una naturaleza social; está llamado a vivir en


comunidad.

4) Todos los hombres tenemos una básica igualdad.

5) La propiedad privada, sin solidaridad ni respeto por el destino universal


de todos los bienes para todos los hombres, es fuente de egoísmos,
divisiones y explotación.

6) La comunicación de bienes es una exigencia de justicia para cumplir


el destino de los bienes creados.

1.3.4.2. Los Teólogos

Los teólogos católicos en quienes hay que buscar más los rastros de
una DSI podemos encontrarlos en la Escuela Tomista, llamados también
escolásticos, agrupados alrededor de la gran figura de Santo Tomás de Aquino.
El recurso de la Teología es la Filosofía. Su eje característico lo constituye
el Derecho Natural como exigencia que fluye de la Ley Natural. Figuras
destacadas en los temas sociale, sobre todo los primeros formuladores del
Derecho intenacional fueron Francisco de Vitoria y Francisco Suárez. Pero las
dimensiones sociales del Evangelio no están agotadas. La reflexión teológica
actual, marcada por el diálogo con otras disciplinas, como las Ciencias
26 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Humanas (Psicología, Sociología, Medicina, Economía, etc.), sin ceñirse


exclusivamente a la Filosofía debe desarrollarla para establecer el Magisterio
de Cristo sobre la sociedad y su destino histórico.

1.3.4.3. Los Santos

Además de la reflexión científica sobre la fe, Los santos, llevados por


el amor a Dios y a los hombres, ha llevado a cabo obras que han quedado
en la historia aspectos fundamentales como son la creación de hospitales,
orfanatos, escuelas, universidades, casas de ancianos y ayuda social. Obras
que han estructurado la sociedad y marcado su desarrollo. Grandes santos,
como Juan de Dios, Vicente de Paúl, Ignacio de Loyola, Juan Bautista de La
Salle, Marcelino Champagnat, Juan Bosco, etc., nos dan medida del sentir
cristiano ante la sociedad, y el poder transformante de la fe. Pero no todos
los cristianos han sido santos ni su obrar se ha conformado con el Evangelio
de Cristo. De ahí que la página de la historia escrita por la Iglesia no es tan
gloriosa y deja muchas cosas que desdicen. Por ello mismo, la doctrina es
una llamada moral a la autenticidad y conformidad al Evangelio, princpio
inspirador de la acción social.

1.3.4.4. Los Papas y sus encíclicas

Sobre todo a partir de León XIII, a finales del siglo XIX, como
consecuencia de los problemas y necesidades que trajo consigo la revolución
industrial y la aparición del liberalismo, el capitalismo y el socialismo, los
Papas empezaron a elaborar una DSI más sistemática. León XIII y su
encíclica social Rerum Novarum (1891) supone un hito en la concepción
de una moderna DSI. Preocupado por la deplorable situación en que se
encontraba el proletariado industrial, interviene con un texto valiente que
preparó el desarrollo de la DSI, llevado a cabo por el Magisterio de la Iglesia
en documentos posteriores. La DSI es, según ello, punto de la acción pastoral
de la Iglesia para con la sociedad.

1.3.4.5. Conclusión:

a) En una sociedad imperfecta surgen conflictos en los que la Iglesia está


necesariamente comprometida. A ejemplo de Jesús debe ponerse del
lado de los pobres, de los oprimidos, de los esclavizados.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 27

b) La misión que le corresponde es la de reconciliar a todos los hombres.


La Iglesia apoyando siempre a los débiles debe permanecer como
agente de reconciliación de todos -tanto para los explotadores
como los explotados- pues, de ordinario, los primeros tienen mayor
necesidad de volver a Dios que los propios explotados. Ahora bien,
que esto no suponga legitimar la situación de explotación que
provocan.

c) La conversión es difícil y exigente. Sólo se llega al Reino de Dios


por el camino de la Cruz, la abnegación, el sufrimiento y, a veces,
hasta el don de la propia vida. He aquí lo que dice la Evangelii
Nuntiandi:

“La Iglesia tiene como tarea urgente e importante, establecer


estructuras más humanas y más respetuosas de los derechos de
las personas, menos opresoras y esclavizantes, pero sabe que las
estructuras mejores, los sistemas más bien pensados, pronto se
tornan inhumanos, si las ansias insaciables del corazón no se
suavizan, si no se produce una conversión del corazón, respecto a
cuantos viven en esas estructuras” (EN 36).

1.3.4.6. Documentos de la iglesia sobre la vida social.

Encíclicas sociales:

1891 León XII Rerum Novarum


1931 Pio XI Quadragesimo Anno
1963 Juan XXIII Pacem in Terris
1967 Pablo VI Populorum Progressio
1971 Pablo VI Octogesima Adveniens (Carta Apostólica)
1981 Juan Pablo II Laborem Exercens
1987 Juan Pablo II Sollicitudo Rei Socialis
1991 Juan Pablo II Centesimus Annus

Otros importantes documentos:

- La constitución Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II (1965)


- El Sínodo de la Justicia en el Mundo (1971)
- Evangelii Nuntiandi de Pablo VI (1975)
- Redemptor Hominis de Juan Pablo II (1979)
28 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

En referencia a América Latina:

• Documento de la II Conferencia Episcopal Latinoamericana de Medellín


(1968)
• Documento de la III Conferencia Episcopal Latinoamericana de Puebla
(1979)
• Documento de la IV Conferencia Episcopal Latinoamericana de Santo
Domingo (1992)

Y, por último, como aporte de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana:

• Documento sobre la Justicia Social (1977)


• Opciones Pastorales (Aplicación del Documento de Puebla) (1980)
• Aporte a la IV Conferencia Episcopal Latinoamericana de Santo
Domingo (1991)
• Líneas Pastorales (Aplicación del Documento de Santo Domingo)
(1994).

∇∇∇∇∇

DOCUMENTOS DE LA IGLESIA
40. Relación mutua entre la Iglesia y el mundo.

Nacida del amor del Padre Eterno, fundada en el tiempo por Cristo
Redentor, reunida en el Espíritu Santo, la Iglesia tiene una finalidad escatológica
y de salvación, que sólo en el siglo futuro podrá alcanzar plenamente. Está
presente ya aquí en la tierra, formada por hombres, es decir, por miembros
de la ciudad terrena que tienen la vocación de formar en la propia historia del
género humano la familia de los hijos de Dios, que ha de ir aumentando sin
cesar hasta la venida del Señor. Unida ciertamente por razones de los bienes
eternos y enriquecida con ellos, esta familia ha sido “constituida y organizada
por Cristo como sociedad en este mundo” y está dotada de «los medios
adecuados propios de una unión visible y social». De esta forma, la Iglesia,
«entidad social visible y comunidad espiritual», avanza juntamente con toda
la humanidad, experimenta la suerte terrena del mundo, y su razón de ser es
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 29

actuar como fermento y como el alma de la sociedad, que debe renovarse en


Cristo y transformarse en familia de Dios.

Esta compenetración de la ciudad terrena y de la ciudad eterna sólo


puede percibirse por la fe; más aún, es un misterio permanente de la historia
humana que se ve perturbado por el pecado hasta la plena revelación de la
claridad de los hijos de Dios. Al buscar su propio fin de salvación, la Iglesia
no sólo comunica la vida divina al hombre, sino que además difunde sobre
el universo curando y elevando la dignidad de la persona, consolidando la
firmeza de la sociedad y dotando a la actividad diaria de la humanidad de un
sentido y de una significación mucho más profundos. Cree la Iglesia que de
esta comunidad, puede ofrecer gran ayuda para dar un sentido más humano
al hombre y a su historia...

Ayuda que la Iglesia procura prestar a cada hombre

41. …

Apoyada en esta fe, la Iglesia puede rescatar la dignidad humana


del incesante cambio de opiniones que, por ejemplo, deprimen excesi-
vamente o exaltan sin moderación alguna el cuerpo humano. No hay ley
humana que pueda garantizar la dignidad personal y la libertad del hombre
con la seguridad que comunica el Evangelio de Cristo, confiado a la Iglesia.
El Evangelio anuncia y proclama la libertad de los hijos de Dios, rechaza
todas las esclavitudes, que derivan, en última instancia, del pecado; respeta
santamente la dignidad de la conciencia y su libre decisión; advierte sin
cesar que todo talento humano debe redundar en servicio de Dios y bien
de la humanidad; encomienda, finalmente, a todos a la caridad de todos.
Esto corresponde a la ley fundamental de la economía cristiana. Porque,
aunque el mismo Dios es Salvador y Creador, e igualmente también Señor
de la historia humana y de la historia de la salvación, sin embargo, en esta
misma ordenación divina la justa autonomía de lo creado, y sobre todo del
hombre, no se suprime, sino que más bien se restituye a su propia dignidad
y se ve en ella consolidada.

La Iglesia, pues, en virtud del Evangelio que se le ha confiado, proclama


los derechos del hombre y reconoce y estima en mucho el dinamismo de
la época actual, que está promoviendo por todas partes tales derechos.
Debe, sin embargo, lograrse que este movimiento quede imbuido del espíritu
evangélico y garantizado frente a cualquier apariencia de falsa autonomía.
Acecha, en efecto, la tentación de juzgar que nuestros derechos personales
solamente son salvados en su plenitud cuando nos vemos libres de toda norma
30 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

de ley divina. Por ese camino, la dignidad humana no se salva; por el contrario,
perece.

Ayuda que la Iglesia procura dar a la Sociedad Humana

42. La unión de la familia humana cobra sumo vigor y se completa con la


unidad, fundada en Cristo, de la familia constituida por los hijos de Dios.

La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden


político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero
precisamente de esta misión religiosa derivan funciones, luces y energías
que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según
la ley divina. Más aún, donde sea necesario, según las circunstancias de
tiempo y de lugar, la misión de la Iglesia puede crear, mejor dicho, debe
crear, obras al servicio de todos, particularmente de los necesitados, como
son, por ejemplo, las obras de misericordia u otras semejantes.

La iglesia reconoce, además, cuanto de bueno se halla en el actual


dinamismo social; sobre todo la evolución hacia la unidad, el proceso de una
sana socialización civil y económica. La promoción de la unidad concuerda con
la misión íntima de la Iglesia, ya que ella es «en Cristo como sacramento, o sea
signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género
humano». Enseña así al mundo que la genuina unión social exterior procede
de la unión de los espíritus y de los corazones, esto es, de la fe y de la caridad,
que constituyen el fundamento indisoluble de su unidad en el Espíritu Santo.
Las energías que la Iglesia puede comunicar a la actual sociedad humana
radican en esa fe y en esa caridad aplicadas a la vida práctica. No radican en
el pleno dominio exterior ejercido con medio puramente humanos.

Como, por otra parte, en virtud de su misión y naturaleza, no está ligada


a ninguna forma particular de civilización humana ni a sistema alguno político,
económico o social, la Iglesia, por esta su universalidad, puede constituir un
vínculo estrechísimo entre las diferentes naciones y comunidades humanas,
con tal que éstas tengan confianza en ella y reconozcan efectivamente su
verdadera libertad para cumplir tal misión. Por esto, la Iglesia advierte a sus
hijos, y también a todos los hombres, a que con este familiar espíritu de hijos
de Dios superen todas las desavenencias entre las naciones y razas y den
firmeza interna a las justas asociaciones humanas.

El Concilio aprecia con el mayor respeto cuanto de verdadero, de bueno


y de justo se encuentra en las variadísimas instituciones fundadas ya o que
incesantemente se fundan en la humanidad. Declara, además, que la Iglesia
quiere ayudar y fomentar tales instituciones en lo que de ella dependa y pueda
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 31

conciliarse con su misión propia. Nada desea tanto como desarrollarse


libremente, en servicio de todos, bajo cualquier régimen político que reconozca
los derechos fundamentales de la persona, y de la familia y los imperativos
del bien común.

Ayuda que la Iglesia, a través de sus hijos, procura prestar al


dinamismo humano.

43. El Concilio exhorta a los cristianos, ciudadanos de la ciudad temporal


y de la ciudad eterna, a cumplir con fidelidad sus deberes temporales,
guiados siempre por el espíritu evangélico. Se equivocan los cristianos
que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, pues buscamos
la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sin
darse cuenta que la propia fe es un motivo que les obliga al más perfecto
cumplimiento de todas ellas según la vocación personal de cada uno. Pero
no es menos grave el error de quienes por el contrario, piensan que pueden
entregarse totalmente a los asuntos temporales, como si éstos fuesen ajenos
del todo a la vida religiosa, pensando que ésta se reduce meramente a ciertos
actos de culto y al cumplimiento de determinadas obligaciones morales. El
divorcio entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerado como uno
de los más graves errores de nuestra época. Ya en el Antiguo Testamento los
profetas reprendían con vehemencia semejante escándalo. Y en el Nuevo
Testamento sobre todo, Jesucristo personalmente conminaba graves penas
contra él. No se creen, por consiguiente, oposiciones artificiales entre las
ocupaciones profesionales y sociales, por una parte, y la vida religiosa,
por otra. El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus
deberes con el prójimo, falta sobre todo, a sus obligaciones para con Dios
y pone en peligro su eterna salvación. Siguiendo el ejemplo de Cristo, quien
ejerció el artesanado, alégrense los cristianos de poder ejercer todas sus
actividades temporales haciendo una síntesis vital del esfuerzo humano,
familiar, profesional, científico o técnico, con los valores religiosos, bajo cuya
altísima jerarquía todo coopera a la gloria de Dios.

Compete a los laicos propiamente, aunque no exclusivamente, las tareas


y el dinamismo seculares. Cuando actúan individual o colectivamente, como
ciudadanos del mundo, no solamente deben cumplir las leyes propias de cada
disciplina, sino que deben esforzarse por adquirir verdadera competencia en
todos los campos. Gustosos colaboren con quienes buscan idénticos fines.
Conscientes de las exigencias de la fe vigorizados con sus energías, acometan
sin vacilar, cuando sea necesario, nuevas iniciativas y llévenlas a buen término.
A la conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede
grabada en la ciudad terrena. De los sacerdotes, los laicos esperan orientación
32 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

e impulso espiritual. Pero no piensen que sus pastores están siempre en


condiciones de poderles dar inmediatamente solución concreta en todas
las cuestiones, aun graves, que surjan. No es ésta su misión. Cumplen más
bien los laicos su propia función con la luz de la sabiduría cristiana y con la
observación atenta de la doctrina del Magisterio.

Los laicos, que desempeñan parte activa en toda la vida de la Iglesia,


no solamente están obligados a cristianizar el mundo, sino que además su
vocación se extiende a ser testigos de Cristo en todo momento en medio
de la sociedad humana.

Los Obispos, que han recibido la misión de gobernar a la Iglesia de


Dios, prediquen, juntamente con sus sacerdotes, el mensaje de Cristo, de tal
manera que toda la actividad temporal de los fieles quede como inundada por
la luz del Evangelio. Recuerden todos los pastores, además, que son ellos
los que con su trato y su trabajo pastoral diario exponen al mundo el rostro
de la Iglesia, que es el que sirve a los hombres para juzgar la verdadera
eficacia del mensaje cristiano. Con su vida y con sus palabras, ayudados
por los religiosos y por sus fieles, demuestren que la Iglesia, aun por su sola
presencia, portadora de todos sus dones, es fuente inagotable de las virtudes
de que tan necesitado anda el mundo de hoy. Capacítense con insistente
afán para participar en el diálogo que hay que entablar con el mundo y con
los hombres de cualquier opinión. Tengan sobre todo muy en el corazón
las palabras del Concilio: «Como el mundo entero tiende cada día más a
la unidad civil, económica y social, conviene tanto más que los sacerdotes,
uniendo sus esfuerzos y cuidados bajo la guía de los Obispos y del Sumo
Pontífice, eviten toda causa de dispersión, para que todo el género humano
venga a la unidad de la familia de Dios».

Aunque la Iglesia, por la virtud del Espíritu Santo, se ha mantenido


como esposa fiel de su Señor y nunca ha cesado de ser signo de salvación
en el mundo, sabe, sin embargo, muy bien que no siempre, a lo largo de su
prolongada historia, fueron todos sus miembros, clérigos o laicos, fieles al
espíritu de Dios. Sabe también la Iglesia que aún hoy día es mucha la distancia
que se da entre el mensaje que ella anuncia y la fragilidad humana de los
mensajeros a quienes está confiado el Evangelio. Dejando a un lado el juicio
de la historia sobre estas deficiencias, debemos, sin embargo, tener conciencia
de ellas y combatirlas con máxima energía para que no dañen a la difusión del
Evangelio. De igual manera por su experiencia de siglos, en la relación que
debe mantener con el mundo. Dirigida por el Espíritu Santo, la Iglesia, como
madre, no cesa de «exhortar a sus hijos a la purificación y a la renovación
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 33

para que brille con mayor claridad la señal de Cristo en el rostro de la Iglesia».

Edificación del mundo y orientación de éste a Dios.

93. Los cristianos, recordando la palabra del Señor: En esto conocerán todos
que sois mis discípulos, en el amor mutuo que os tengáis, no pueden tener otro
anhelo mayor que el de servir con creciente generosidad y con suma eficacia
a los hombres de hoy. Por consiguiente, con fiel adhesión al Evangelio y con el
uso de las energías propias de éste, unidos a todos los que aman y practican
la justicia, han tomado sobre sí una tarea ingente que han de cumplir en la
tierra, y de la cual deberán responder ante Aquel que juzgará a todos en el
último día. No todos los que dicen: «¡Señor, Señor!» entrarán en el reino de
los cielos, sino aquellos que hacen la voluntad del Padre y ponen manos a la
obra. Quiere el Padre que reconozcamos y amemos efectivamente a Cristo,
nuestro hermano, en todos los hombres, con la palabra y con las obras, dando
así testimonio de la Verdad, y que comuniquemos con los demás el misterio de
amor del Padre celestial. Por esta vía, en todo el mundo los hombre se sentirán
despertados a una viva esperanza, que es don del Espíritu Santo, para que,
por fin, llegada la hora, sean recibidos en la paz y en la suma bienaventuranza
en la patria que brillará con la gloria del Señor.

Al que es poderoso para hacer que copiosamente abundemos más


de lo que pedimos o pensamos, en virtud del poder que actúa en nosotros,
a El sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, en todas las generaciones,
por los siglos de los siglos. Amén. (Eph 3.20-21). (GS).

LA CONVERSIÓN Y LA SOCIEDAD

1886 La sociedad es indispensable para la realización de la vocación


humana. Para alcanzar este objetivo es preciso que sea respetada la
justa jerarquía de los valores que subordina las dimensiones “materiales e
instintivas” del ser del hombre “a las interiores y espirituales”.

La sociedad humana... tiene que ser considerada, ante todo,


como una realidad de orden principalmente espiritual: que impulse a los
hombres, iluminados por la verdad, a comunicarse entre sí los más diversos
conocimientos; a defender sus derechos y cumplir sus deberes; a desear los
bienes del espíritu; a disfrutar en común del justo placer de la belleza en todas
sus manifestaciones; a sentirse inclinados continuamente a compartir con los
demás lo mejor de sí mismos; a asimilar con afán, en provecho propio, los bienes
espirituales del prójimo. Todos estos valores informan y, al mismo tiempo,
dirigen las manifestaciones de la cultura, de la economía, de la convivencia
social, del progreso y del orden político, del ordenamiento jurídico y, finalmente,
34 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

de cuantos elementos constituyen la expresión externa de la comunidad


humana en su incesante desarrollo.

1887 La inversión de los medios y de los fines, que lleva a dar valor de fin
último a lo que sólo es medio para alcanzarlo, o a considerar las personas
como puros medios para un fin, engendra estructuras injustas que “hacen
ardua y prácticamente imposible una conducta cristiana, conforme a los
mandamientos del Legislador Divino”.

1888 Es preciso entonces apelar a las capacidades espirituales y morales
de la persona y a la exigencia permanente de su conversión interior para
obtener cambios sociales que estén realmente a su servicio. La prioridad
reconocida a la conversión del corazón no elimina en modo alguno sino, al
contrario, impone la obligación de introducir en las instituciones y condicio-
nes de vida, cuando induce al pecado, las mejoras convenientes para que
aquellas se conformen a las normas de la justicia y favorezcan el bien en
lugar de oponerse a él.

1889 Sin la ayuda de la gracia, los hombres no sabrían “acertar con el


sendero a veces estrecho entre la mezquindad que cede al mal y a la vio-
lencia que, creyendo ilusoriamente combatirlo, lo agrava”. Es el camino de
la caridad, es decir, del amor de Dios y del prójimo. La caridad representa el
mayor mandamiento social. Respeta al otro y sus derechos. Exige la práctica
de la justicia y es la única que nos hace capaces de ésta. Inspira una vida
de entrega de si mismos: “Quien intente guardar su vida la perderá; y quien
la pierda la conservará”. (CIGC).
2. EL HOMBRE: CAUSA,
FUNDAMENTO Y FIN DE LA
VIDA SOCIAL
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 37

2.1. La contradicción del hombre


¿Quién es el hombre? Nadie puede definirlo sino Dios. Dios es su
principio constitutivo y es por ello su imagen y semejanza. Dios le marca la
grandeza de lo que es y de lo que debe ser. Cristo lo expresa con su man-
damiento de la santidad: “Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto“.
Por ello podrá siempre decir de sí que todavía no es lo que puede y debe
llegar a ser.

El hombre es un ser abierto al infinito, un ser extático que sale de


sí para ponerse en relación fundamentalmente con Dios y con los demás
hombres. Desde lo más profundo de sí se siente como un ser religioso y
social en el mundo. Desde esa su naturaleza el hombre está llamado a
desarrollar estas relaciones en su entorno en aquella medida que Dios le
muestra. Cuanto más perfectas son las relaciones, más se va asemejando
el hombre a Dios mereciendo por ello mismo llamarse hijo de Dios.

Pero el mismo hombre es capaz de causar todo lo contrario. En lugar


de paz y armonía es capaz de provocar tragedia y desgracia cuando, en
vez de salir de sí, vive replegado sobre sí, vive esclavo de sus egoísmos y
ambiciones. El hombre es capaz de lo mejor y de lo peor, de actos heroicos
y de hechos viles y ruines. Ello depende de si sigue al Espíritu de Dios o
de sus pasiones. Este es precisamente el drama humano, el riesgo de su
libertad.

2.2. Visión cristiana del hombre


La Iglesia reconoce en el hombre una eminente dignidad que funda
en dos realidades básicas:

a) Es imagen de Dios. Según el relato bíblico de la creación, Dios con-


stituye al hombre a su imagen otorgándole la capacidad de conocer,
amar y crear a su semejanza. Le entregó la tierra y todo lo que ella
contenía. Por ello Dios es medida de la conducta del hombre, pero a
la vez le otorga una dignidad tal que todo atropello a ella implica un
atropello a Dios mismo. Esta semejanza le hace merecer el título de
hijo de Dios.

La conciencia moral, la capacidad de elección que da la libertad, la


inteligencia humana revelan el valor y la dignidad humana.
38 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

b) Es hijo de Dios. Con fundamento en el anterior principio, Cristo le


llama al hombre dios. En razón de esa dignidad Cristo muere por él
para que pueda ser elevado a la vida sobrenatural que le merece su
categoría deitática y que había perdido por el pecado.

Visto al hombre desde esta perspectiva divina se entiende el por qué


la Iglesia lo coloque como centro sobre el que giran todas las institu-
ciones sociales y como destino de todos los esfuerzos sociales para
obtener una vida más justa y digna. El Estado, la familia, los sindicatos, los
partidos políticos, las escuelas y universidades están para servir al hombre
y para ayudarle a alcanzar la plenitud del destino que Dios otorga a su hijo
heredero. Así mismo, el hombre sirve a través de esas instituciones sociales,
entendidas como sociedad, a los demás como a sus hermanos.

Por eso, el papa Juan XXIII, en su encíclica Mater et Magistra declara:


«El principio capital afirma que el hombre es fundamento, causa y fin
de todas las instituciones sociales» (MM 21).

Pablo VI, lo confirma en su encíclica Populorum Progressio: «Lo que


cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de
hombres hasta la humanidad entera» (PP 14).

Y Juan Pablo II, en la Redemptor Hominis completó el pensamiento:


“El primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su
misión es el hombre. No el hombre abstracto sino real, el hombre concreto
e histórico. Se trata de cada hombre, porque con cada hombre se ha unido
Cristo para siempre por medio del misterio de la Redención» (RH 13-14).

2.3. Visiones reduccionistas del hombre


A esta visión integral de lo que es el hombre se oponen determinadas
visiones reduccionistas del mundo moderno que los Obispos de Latinoa-
mérica condenaron en Puebla (1979). Se llaman «reduccionistas» porque
eliminan algunos de los elementos que le hacen hijo de Dios, rebajándole
de dignidad. Por ello, le definen más como animal que como hijo de Dios.
El absoluto que le define no es Dios, sino un otro totalmente distinto. Son
las distintas formas de ateísmo tanto en un orden teórico como práctico.

Veamos algunas de ellas:


DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 39

a) Visión fatalista: El absoluto es la magia. Todo el hombre está


determinado por el destino. Para escapar de él se utilizan las
supersticiones, la brujería, la hechicería, lo mágico,...

b) Visión economicista: El absoluto es consumo y el dinero que lo


posibilita. Lo que importa es tener muchas cosas para disfrutarlas:
sexo, poder, lujo. El hombre es esclavo de la propaganda, el lucro y
el consumismo inmoderado.

d) Visión colectivista-estatista: El absoluto es el Estado y su poder. Lo


que importa es el Partido y que éste y el Estado sean poderosos. El
hombre es engullido por dictaduras totalitarias.

e) Visión cientista: El absoluto es la ciencia y la técnica. Lo que importa


es la productividad y el progreso a cualquier precio. El hombre es
aplastado por la máquina y los laboratorios. Todo lo que se puede lograr
técnicamente se vuelve ético, a pesar de que pueda destruir al hombre.

f) Visión bio - psicologista: El hombre es visto como ente psicológico o


biológico, dejando de lado su realidad espiritual y transcendente que
es el espíritu y lo que le hace semejante a Dios.

2.4. Dios y la dignidad humana


La vocación última del hombre es una vida en comunión con Dios y
con los hombres en libertad. Por libertad podemos entender la capacidad
que tenemos para disponer de nosotros mismo, para construir una
vida humana de comunión y de participación en sociedad. Esta libertad
sólo la podemos obtener en la medida en que venzamos al mal del egoísmo
en nosotros, y de esta manera estemos capacitados para servir a Dios y
al hombre. Este mundo de comunión y de participación se plasma en tres
planos inseparables que corresponden a las tres relaciones: a la relación de
respeto del hombre con el mundo como SEÑOR DE LA NATURALEZA, a la
relación de veneración del hombre con los demás hombres como HERMANO
EN LA COMUNIDAD, y a la relación de adoración del hombre con Dios como
HIJO DE DIOS.

Es así, avanzando en estas tres relaciones, cómo el hombre logra su


dignidad sobrehumana, o la dignidad de hijo de Dios. Cuando por el contrario,
el egoísmo, la ambición o la envidia generan situaciones de injusticia, de
exacerbación del sexo, o de superficialidad de relaciones, el hombre llega a
40 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

un estado infrahumano. En este estado ve disminuida su calidad de hijo de


Dios, de hermano entre hermanos y de señor del mundo.

Dios y la dignidad humana son realidades que se exigen recípro-


camente. Dios da la dignidad al hombre. Al respetar la dignidad, respeta
a Dios. Por ello mismo, el mandamiento del amor a Dios va unido con el
mandato del amor al prójimo, por la dignidad que se merecen.

2.5. Los derechos y deberes fundamentales


del hombre.
El hombre, como persona humana que integra la sociedad, es objeto de
derechos en razón de su dignidad de hijo de Dios. Pero a su vez, al convivir
con otras personas está obligada a guardar esos mismos derechos para con
otras personas en razón de su dignidad, convirténdolos en deberes propios.
De ahí surgen una serie de derechos y deberes que constituyen la base de
un equilibrio dinámico para la convivencia humana.

a) DERECHOSY DEBERES:

En su encíclia Pacem in Terris, Juan XXIII menciona algunos derechos:

- Derecho a la existencia y a un decoroso nivel de vida.


- Derecho a la verdad y a la cultura.
- Derecho a la libertad religiosa, privada y pública.
- Derecho a fundar una familia, a sostener y educar a los hijos.
- Derecho al trabajo en condiciones dignas.
- Derecho de reunión y de asociación.
- Derecho a la propiedad privada, que siempre entraña una función
social.
- Derecho de residencia y de emigración.
- Derecho de intervenir en la vida pública.
- Derecho a la seguridad jurídica. (Cfr. PT 9-27)

La IV Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Santo Domingo


(1992) ha hecho nuevamente mucho énfasis en el respeto a los Derechos
Humanos:

«La lglesia, al proclamar el Evangelio, raíz profunda de los derechos


humanos, no se arroga una tarea ajena a su misión, sino, por el contrario,
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 41

obedece al mandato de Jesucristo al hacer de la ayuda al necesitado una


exigencia esencial de su misión evangelizadora. Los Estados no conceden
estos derechos; a ellos les corresponde protegerlos y desarrollarlos, pues
pertenecen al hombre por su naturaleza.» (SD 165)

Naturalmente a cada derecho corresponde un deber. Algunos de estos


deberes son:

- Deber de respetar los derechos ajenos.


- Deber de colaborar con los demás hombres.
- Deber de actuar con sentido de responsabilidad.

2.6. Declaración universal de los Derechos


Humanos.
Adoptada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas en su resolución 217 A (III), del 10 de diciembre de 1948.

Preámbulo

Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por


base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales
e inalienables de todos los miembros de la familia humana;

Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los


derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la
conciencia de la humanidad; y que se ha proclamado, como la aspiración
más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres
humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de
palabra y de la libertad de creencias;

Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos


por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al
supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión;

Considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones


amistosas entre las naciones;

Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado


en la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad
y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y
42 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

mujeres; y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a


elevar el nivel de vida, dentro de un concepto más amplio de la libertad;

Considerando que los Estados Miembros se han comprometido a


asegurar, en cooperación con la Organización de las Naciones Unidas, el
respeto universal y efectivo a los derechos y libertades fundamentales del
hombre; y

Considerando que una concepción común de estos derechos y


libertades es de la mayor importancia para el pleno cumplimiento de dicho
compromiso;

La Asamblea General proclama la presente Declaración Universal de


Derechos Humanos como ideal común por el que todos los pueblos y naciones
deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las instituciones,
inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza
y la educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por
medidas progresivas de carácter nacional e internacional, su reconocimiento
y aplicación universales y efectivos, tanto entre los pueblos de los Estados
Miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción.

Artículo 1.

Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos


y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternal-
mente los unos con los otros.

Artículo 2.

1. Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en


esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión,
opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición
económica, nacimiento o cualquier otra condición.

2. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición


política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción
dependa la persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un
territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier
otra limitación de soberanía.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 43

Artículo 3.

Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de


su persona.

Artículo 4.

Nadie estará sometido a la esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud


y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas.

Artículo 5.

Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos


o degradantes.

Artículo 6.

Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento


de su personalidad jurídica.

Artículo 7.

Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual
protección de la ley. Todos tienen derecho a igual protección contra toda
discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal
discriminación.

Artículo 8.

Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo, ante los tribunales


nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la constitución o por la ley.

Artículo 9.

Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.

Artículo 10.

Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser


oída públicamente y con justicia por un tribunal independiente e imparcial,
para la determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de
cualquier acusación contra ella en materia penal.
44 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Artículo 11.

1. Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma


su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en
juicio público en el que se le hayan asegurado todas las garantías necesarias
para su defensa.

2. Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de


cometerse no fueron delictivos según el Derecho nacional o internacional.
Tampoco se impondrá pena más grave que la aplicable en el momento de
la comisión del delito.

Artículo 12.

Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su


familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su
reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales
injerencias o ataques.

Artículo 13.

1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su resi-


dencia en el territorio de un Estado.

2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del


propio, y a regresar a su país.

Artículo 14.

1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo,


y a disfrutar de él, en cualquier país.

2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial real-
mente originada por delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos
y principios de las Naciones Unidas.

Artículo 15.

1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.


DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 45

2. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho


a cambiar de nacionalidad.

Artículo 16.

1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho,


sin restricción alguna por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y
fundar una familia; y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio,
durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio.

2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos


podrá contraerse matrimonio.

3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene


derecho a la protección de la sociedad y del Estado.

Artículo 17.

1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente.

2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.

Artículo 18.

Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia


y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de
creencia, así como la libertad de manifestar su religión y su creencia, individual
y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la
práctica, el culto y la observancia.

Artículo 19.

Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión;


este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de
investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación
de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Artículo 20.

1. Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación


pacíficas.
46 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.

Artículo 21.

1. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país,


directamente o por medio de representantes libremente escogidos.

2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de


igualdad, a las funciones públicas de su país.

3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público;


esta voluntad se expresará mediante elecciones auténticas que habrán de
celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto
u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad de voto.

Artículo 22.

Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la


seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación
internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada
Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales,
indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.

Artículo 23.

1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su


trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección
contra el desempleo.

2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario


por trabajo igual.

3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración


equitativa y satisfactoria, que le asegure así como a su familia, una existencia
conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario,
por cualesquiera otros medios de protección social.

4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para


la defensa de sus intereses.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 47

Artículo 24.

Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a


una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas
pagadas.

Artículo 25.

1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure,


así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el
vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios;
tiene asimismo el derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad,
invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia
por circunstancias independientes de su voluntad.

2. La maternidad y la infancia tienen derechos a cuidados y asistencia


especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio,
tienen derecho a igual protección social.

Artículo 26.

1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser


gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental.
La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnico y profesional
habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual
para todos, en función de los méritos respectivos.

2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad


humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las
libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la
amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos; y
promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el
mantenimiento de la paz.

3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación


que habrá de darse a sus hijos.

Artículo 27.

1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida


cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso
científico y en los beneficios que de él resulten.
48 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales


y materiales que le correspondan por razón de las producciones científicas,
literarias o artísticas de que sea autora.

Artículo 28.

Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social inter-


nacional en el que los derechos y libertades proclamados en esta Declaración
se hagan plenamente efectivos.

Artículo 29.

1. Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad puesto que


sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad.

2. En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda


persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley
con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos
y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral,
del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática.

3. Estos derechos y libertades no podrán en ningún caso ser ejercidos


en oposición a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.

Artículo 30.

Nada en la presente Declaración podrá interpretarse en el sentido


de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona,
para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendentes a la
supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta
Declaración.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 49

∇∇∇∇∇

DOCUMENTOS ECLESIÁSTICOS

El hombre, imagen de Dios

12. Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en este


punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre,
centro y cima de todos ellos.

Pero, ¿qué es el hombre? Muchas son las opiniones que el hombre se ha


dado y se da sobre sí mismo. Diversas e incluso contradictorias. Exaltándose
a sí mismo como regla absoluta o hundiéndose hasta la desesperación.
La duda y la ansiedad se siguen en consecuencia. La Iglesia siente
profundamente estas dificultades, y, aleccionada por la Revelación divina,
puede darles la respuesta que perfile la verdadera situación del hombre, dé
explicación a sus enfermedades y permita conocer simultáneamente y con
acierto la dignidad y la vocación propias del hombre.

La Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado «a imagen de


Dios», con capacidad para conocer y amar a su Creador, y que por Dios ha
sido constituido señor de la entera creación visible para gobernarla y usarla
glorificando a Dios. ¿Qué es el hombre para que tú te acuerdes de él? ¿O
el hijo del hombre para que te cuides de él? Apenas lo has hecho inferior
a los ángeles al coronarlo de gloria y esplendor, Tú lo pusiste sobre la obra
de tus manos. Todo fue puesto por ti debajo de sus pies (Ps 8,5-7).

Pero Dios no creó al hombre en solitario. Desde el principio los hizo


hombre y mujer (Gen I,27). Esta sociedad de hombre y mujer es la expresión
primera de la comunión de personas humanas. El hombre es, en efecto,
por su íntima naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus
cualidades sin relacionarse con los demás.

Dios, pues, nos dice también la Biblia, miró cuanto había hecho, y lo
juzgó muy bueno (Gen I,31).
50 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

El Pecado

13. Creado por dios en la justicia, el hombre, sin embargo, por instigación
del demonio, en el propio exordio de la historia, abusó de su libertad,
levantándose contra Dios y pretendiendo alcanzar su propio fin al margen de
Dios. Conocieron a Dios, pero no le glorificaron como a Dios. Oscurecieron
su estúpido corazón y prefirieron servir a la criatura, no al Creador. Lo que
la Revelación divina nos dice coincide con la experiencia. El hombre, en
efecto, cuando examina su corazón, comprueba su inclinación al mal y se
siente anegado por muchos males, que no pueden tener origen en su santo
Creador. Al negarse con frecuencia a reconocer a Dios como su principio,
rompe el hombre la debida subordinación a su fin último, y también toda su
ordenación tanto por lo que toca a su propia persona como a las relaciones
con los demás y con el resto de la creación.

Es esto lo que explica la división íntima del hombre. Toda la vida


humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto
dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Más todavía, el
hombre se nota incapaz de domeñar con eficacia por sí solo los ataques del
mal, hasta el punto de sentirse como arrojado entre cadenas. Pero el Señor
vino en persona para liberar y vigorizar al hombre, renovándole interiormente
y expulsando al príncipe de este mundo(cf. Io I2,3I), que le retenía en la
esclavitud del pecado. El pecado rebaja al hombre, impidiéndole lograr su
propia plenitud.

A la luz de esta Revelación, la sublime vocación y la miseria profunda


que el hombre experimenta hallan simultáneamente su última explicación.

Constitución del hombre

14. En la unidad de cuerpo y alma, el hombre, por su misma condición


corporal, es una síntesis del universo material, el cual alcanza por medio del
hombre su más alta cima y alza la voz para la libre alabanza del Creador.
No debe, por tanto, despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario,
debe tener por bueno y honrar a su propio cuerpo, como criatura de Dios
que ha de resucitar en el último día. Herido por el pecado, experimenta, sin
embargo, la relación del cuerpo. La propia dignidad humana pide, pues, que
glorifique a Dios en su cuerpo y no permita que lo esclavicen las inclinaciones
depravadas de su corazón.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 51

No se equivoca el hombre al afirmar su superioridad sobre el universo


material y al considerarse no ya como partícula de la naturaleza o como
elemento anónimo de la ciudad humana. Por su interioridad es, en efecto,
superior al universo entero; a esta profunda interioridad retorna cuando entra
dentro de su corazón, donde Dios le aguarda, escrutador de los corazones, y
donde él personalmente, bajo la mirada de Dios, decide su propio destino. Al
afirmar, por tanto, en sí mismo la espiritualidad y la inmortalidad de su alma,
no es el hombre juguete de un espejismo ilusorio provocado solamente por
las condiciones físicas y sociales exteriores, sino que toca, por el contrario,
la verdad más profunda de la realidad.

Dignidad de la inteligencia, verdad y sabiduría

15. Tiene razón el hombre, participante de la luz de la inteligencia divina,


cuando afirma que, por virtud de su inteligencia, es superior al universo
material. Con el ejercicio infatigable de su ingenio a lo largo de los siglos,
la humanidad ha realizado grandes avances en las ciencias positivas, en el
campo de la técnica y en la esfera de las artes liberales. Pero en nuestra
época ha obtenido éxitos extraordinarios en la investigación y en el dominio
del mundo material. Siempre, sin embargo, ha buscado y ha encontrado una
verdad más profunda. La incapacidad para alcanzar la realidad inteligible con
verdadera certeza, aunque a consecuencia del pecado esté parcialmente
oscurecida y debilitada.

Finalmente, la naturaleza intelectual de la persona humana se


perfecciona y debe perfeccionarse por medio de la sabiduría, la cual atrae
con suavidad la mente del hombre a la búsqueda y al amor de la verdad y
del bien. Imbuido por ella, el hombre se alza por medio de lo visible hacia lo
invisible.

Nuestra época, más que ninguna otra, tiene necesidad de esta sabiduría
para humanizar todos los nuevos descubrimientos de la humanidad. El destino
futuro del mundo corre peligro si no se forman hombres más instruidos
en esta sabiduría. Debe advertirse a este respecto que muchas naciones
económicamente pobres, pero ricas en sabiduría, pueden ofrecer a las demás
una extraordinaria aportación.
52 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Con el don del Espíritu Santo, el hombre llega por la fe a contemplar


y saborear el misterio del plan divino.

Dignidad de la conciencia moral

16. En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia


de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya
voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole
que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita
aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en
cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado
personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del
hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el
recinto más íntimo de aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a
conocer esa ley, cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo.
La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres
para buscar la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas
morales que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto mayor es el
predominio de la recta conciencia, tanto mayor seguridad tienen las personas
y las sociedades para apartarse del ciego capricho y para someterse a las
normas objetivas de la moralidad. No rara vez, sin embargo, sin que ello
suponga la pérdida de su dignidad. Cosa que no puede afirmarse cuando
el hombre se despreocupa de buscar la verdad y el bien y la conciencia se
va progresivamente entenebreciendo por el hábito del pecado.

Grandeza de la libertad

17. La orientación del hombre hacia él bien sólo se logra con el uso de la
libertad, la cual posee un valor que nuestros contemporáneos ensalzan con
entusiasmo. Y con toda razón. Con frecuencia, sin embargo, la fomentan de
forma depravada, como si fuese pura licencia para hacer cualquier cosa, con
tal que deleite, aunque sea mala. La verdadera libertad es signo eminente
de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al hombre en
manos de su propia decisión para que así busque espontáneamente a su
Creador y, adhiriéndose libremente a éste, alcance la plena y bienaventurada
perfección. La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe
según su conciencia y libre elección del bien y se procura medios adecuados
para ello con eficacia y esfuerzo crecientes. La libertad humana, herida por
el pecado, para dar la máxima eficacia a esta ordenación a Dios, ha de
apoyarse necesariamente en la gracia de Dios. Cada cual tendrá que dar
cuenta de su vida ante el tribunal de Dios según la conducta buena o mala
que haya observado.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 53

Formas y raíces del ateísmo

19. La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del


hombre a la unión con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es
invitado al diálogo con Dios. Existe pura y simplemente por el amor de Dios,
que lo creó, y por el amor de Dios, que lo conserva. Y sólo se puede decir
que vive en plenitud de la verdad cuando reconoce libremente ese amor y se
confía por entero a su Creador. Muchos son, sin embargo, los que hoy día
se desentienden del todo de esta íntima y vital unión con Dios o la niegan
en forma explícita. Es este ateísmo uno de los fenómenos más graves de
nuestro tiempo. Y debe ser examinado con toda atención.

La palabra «ateísmo» designa realidades muy diversas. Unos niegan


a Dios expresamente. Otros afirman que nada puede decirse acerca de
Dios. Los hay que someten la cuestión teológica a una análisis metodológico
tal, que reputa como inútil el propio planteamiento de la cuestión. Muchos,
rebasando indebidamente los límites de las ciencias positivas, pretenden
explicarlo todo sobre esta base puramente científica o, por el contrario,
rechazan sin excepción toda verdad absoluta. Hay quienes exaltan tanto al
hombre, que dejan sin contenido la fe en Dios, ya que les interesa más, a lo
que parece, la afirmación del hombre que la negación de Dios. Hay quienes
imaginan un Dios por ellos rechazado, que nada tiene que ver con el Dios
del Evangelio. Otros ni siquiera se plantean la cuestión de la existencia de
Dios, porque, al parecer, no sienten inquietud religiosa alguna y no perciben
el motivo de preocuparse por el hecho religioso. Además, el ateísmo nace
a veces como violenta protesta contra la existencia del mal en el mundo o
como adjudicación indebida del carácter absoluto de ciertos bienes humanos
que son considerados prácticamente como sucedáneos de Dios. La misma
civilización actual, no en sí misma, pero sí por su sobrecarga de apego a la
tierra, puede dificultar en grado notable el acceso del hombre a Dios.

Quienes voluntariamente pretenden apartar de su corazón a Dios y


soslayar las cuestiones religiosas, desoyen el dictamen de su conciencia y,
por tanto, no carecen de culpa. Sin embargo, también los creyentes tienen
en esto su parte de responsabilidad. Porque el ateísmo, considerado en su
total integridad, no es un fenómeno originario, sino un fenómeno derivado
de varias causas, entre las que se debe contar también la reacción crítica
contra las religiones, y, ciertamente en algunas zonas del mundo, sobre
todo contra la religión cristiana. Por lo cual, en esta génesis del ateísmo
pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con
el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la
doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han
velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión.
54 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

El ateísmo sistemático

20. Con frecuencia, el ateísmo moderno reviste también la forma


sistemática, la cual, dejando ahora otras causas, lleva el afán de autonomía
humana hasta negar toda dependencia del hombre respecto de Dios. Los que
profesan este ateísmo afirman que la esencia de la libertad consiste en que el
hombre es el fin de sí mismo, el único artífice y creador de su propia historia.
Lo cual no puede conciliarse, según ellos, con el reconocimiento del Señor,
autor y fin de todo, o por lo menos tal afirmación de Dios es completamente
superflua. El sentido de poder que el progreso técnico actual da al hombre
puede favorecer esta doctrina.

Entre las formas del ateísmo moderno debe mencionarse la que


pone la liberación del hombre principalmente en su liberación económica
y social. Pretende este ateísmo que la religión, por su propia naturaleza,
es un obstáculo para esta liberación, porque, al orientar el espíritu humano
hacia una vida futura ilusoria, apartaría al hombre del esfuerzo por levantar
la ciudad temporal. Por eso, cuando los defensores de esta doctrina logran
alcanzar el dominio político del Estado, atacan violentamente a la religión,
difundiendo el ateísmo, sobre todo en materia educativa, con el uso de todos
los medios de presión que tiene a su alcance el poder público.

Actitud de la Iglesia ante el ateísmo

21. La Iglesia, fiel a Dios y fiel a los hombres, no puede dejar de reprobar
con dolor, pero con firmeza como hasta ahora ha reprobado, esas perniciosas
doctrinas y conductas, que son contrarias y privan al hombre de su innata
grandeza.

Quiere, sin embargo, conocer las causas de la negación de Dios que


se esconden en la mente del hombre ateo. Consciente de la gravedad de
los problemas planteados por el ateísmo y movida por el amor que siente
a todos los hombre, la Iglesia juzga que los motivos del ateísmo deben ser
objeto del serio y más profundo examen.

La Iglesia afirma que el reconocimiento de Dios no se opone en modo


alguno a la dignidad humana, ya que esta dignidad tiene en el mismo Dios
su fundamento y perfección. Es Dios creador el que constituye al hombre
inteligente y libre en la sociedad. Y, sobre todo, el hombre es llamado, como
hijo, a la unión con Dios a la participación de su felicidad. Enseña además la
Iglesia que la esperanza escatológica no merma la importancia de las tareas
temporales, sino que más bien proporciona nuevos motivos de apoyo para su
ejercicio. Cuando, por el contrario, faltan ese fundamento divino y esa esperanza
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 55

de la vida eterna, la dignidad humana sufre lesiones gravísimas -es lo que


hoy con frecuencia sucede-, y los enigmas de la vida y de la muerte, de la
culpa y del dolor, quedan sin solucionar, llevando no raramente al hombre
a la desesperación.

Todo hombre resulta para sí mismo un problema no resuelto,


percibido con cierta oscuridad. Nadie en ciertos momentos, sobre todo
en los acontecimientos más importantes de la vida, puede huir del todo
el interrogante referido. A este problema sólo Dios da respuesta plena y
totalmente cierta; Dios, que llama al hombre a pensamientos más altos y a
una búsqueda más humilde de la verdad.

El remedio del ateísmo hay que buscarlo en la exposición adecuada


de la doctrina y en la integridad de vida de la Iglesia y de sus miembros.
A la Iglesia toca hacer presentes y como visibles a Dios Padre y a su Hijo
encarnado con la continua renovación y purificación propias bajo la guía
del Espíritu Santo. Esto se logra principalmente con el testimonio de una
fe viva y adulta, educada para poder percibir con lucidez las dificultades
y poderlas vencer. Numerosos mártires dieron y dan preclaro testimonio
de esta fe, la cual debe manifestar su fecundidad imbuyendo toda la vida,
incluso la profana, de los creyentes, e impulsándolos a la justicia y al amor,
sobre todo respecto del necesitado. Mucho contribuye, finalmente, a esta
manifestación de la presencia de Dios el amor fraterno de los fieles, que con
espíritu unánime colaboran en la fe del Evangelio y se alzan como signo de
unidad.

La Iglesia, aunque rechaza en forma absoluta el ateísmo, reconoce


sinceramente que todos los hombres, creyentes y no creyentes, deben
colaborar en la edificación de este mundo, en el que viven en común.
Esto no puede hacerse sin un prudente y sincero diálogo. Lamenta, pues,
la Iglesia la discriminación entre creyentes y no creyentes que algunas
autoridades políticas, negando los derechos fundamentales de la persona
humana, establecen injustamente. Pide para los creyentes libertad activa
para que puedan levantar en este mundo también un templo a Dios. E invita
cortésmente a los ateos a que consideren sin prejuicios el Evangelio de
Cristo.
56 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

La Iglesia sabe perfectamente que su mensaje está de acuerdo con los


deseos más profundos del corazón humano cuando reivindica la dignidad de
la vocación del hombre, devolviendo la esperanza a quienes desesperan ya
de sus destinos más altos. Su mensaje, lejos de empequeñecer al hombre,
difunde luz, vida y libertad para el progreso humano. Lo único que puede
llenar el corazón del hombre es aquello de «nos hiciste, Señor, para ti, y
nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti». (GS).

El documento de PUEBLA nos dice:

Visiones inadecuadas del hombre en América Latina

1. Introducción

305 En el ministerio de Cristo, Dios baja hasta el abismo del ser humano
para restaurar desde dentro su dignidad. La fe en Cristo nos ofrece, así, los
criterios fundamentales para obtener una visión integral del hombre que, a su
vez, ilumina y completa la imagen concebida por la filosofía y los aportes de
las demás ciencias humanas, respecto al ser del hombre y a su realización
histórica.

306 Por su parte, la Iglesia tiene el derecho y el deber de anunciar a todos los
pueblos la visión cristiana de la persona humana, pues sabe que la necesita
para iluminar la propia identidad y sentido de la vida y porque profesa que
todo atropello a la dignidad del hombre es atropello al mismo Dios, de quien
es imagen. Por lo tanto, la Evangelización en el presente y en el futuro de
América Latina exige de la Iglesia una palabra clara sobre la dignidad del
hombre. Con ella se quiere rectificar o integrar tantas visiones inadecuadas
que se propagan en nuestro continente, de las cuales, unas atentas contra la
identidad y la genuina libertad; otras impiden la comunión; otras no promueven
la participación con Dios y con los hombres.

307 América Latina constituye el espacio histórico donde se da el encuentro


de tres universos culturales: el indígena, el blanco y el africano, enriquecidos
después por diversas corrientes migratorias. Se da, al mismo tiempo,
una convergencia de formas distintas de ver el mundo, el hombre y Dios
y de reaccionar frente a ellos. Se ha fraguado una especie de mestizaje
latinoamericano. Aunque en su espíritu permanece una base de vivencias
religiosas marcadas por el Evangelio, emergen también y se entremezclan
cosmovisiones ajenas a la fe cristiana. Con el tiempo, teorías e ideologías
introducen en nuestro continente nuevos enfoques sobre el hombre que
parcializan o deforman aspectos de su visión integral o se cierran a ella.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 57

2. VISIÓN DETERMINISTA

308 No se puede desconocer en América Latina la erupción del alma religiosa


primitiva a la que se liga una visión de la persona como prisionera de las
formas mágicas de ver el mundo y actuar sobre él. El hombre no es dueño
de sí mismo sino víctima de fuerzas ocultas. En esta visión determinista, no
le cabe otra actitud sino colaborar con esas fuerzas o anonadarse ante ellas.
Se agrega a veces, la creencia en la reencarnación por parte de los adeptos
de varias formas de espiritismo y de religiones orientales. No pocos cristianos,
al ignorar la autonomía propia de la naturaleza y de la historia, continúan
creyendo que lo que acontece es determinado e impuesto por Dios.

309 Una variante de esta visión determinista, pero más de tipo fatalista y social,
se apoya en la idea errónea de que los hombres no son fundamentalmente
iguales. Semejante diferencia articula en las relaciones humanas muchas
discriminaciones y marginaciones incompatibles con la dignidad del hombre.
Más que en teoría, esa falta de respeto a la persona se manifiesta en
expresiones y actitudes de quienes se juzgan superiores a otros. De aquí, con
frecuencia, la situación de desigualdad en que viven obreros, campesinos,
indígenas, empleadas domésticas y tantos otros sectores.

3. visión psicologista

310 Restringida hasta ahora a ciertos sectores de la sociedad


latinoamericana, cobra cada vez más importancia la idea de que la
persona humana se reduce en última instancia a su psiquismo. En la visión
psicologista del hombre, según su expresión más radical, se nos presenta
la persona como víctima del instinto fundamental erótico o como un simple
mecanismo de respuesta a estímulos, carente de libertad. Cerrada a Dios
y a los hombres, ya que la religión, como la cultura y la propia historia,
serían apenas sublimaciones del instinto sexual; la negación de la propia
responsabilidad conduce no pocas veces al pansexualismo y justifica el
machismo latinoamericano.

4. VISIONES ECONOMICISTAS

311 Bajo el signo de lo económico, se pueden señalar en América Latina


tres visiones del hombre que, aunque distintas, tienen una raíz común. De
las tres, quizás la menos consciente y, con todo, la más generalizada es la
visión consumista. La persona humana está como lanzada en el engranaje de
la máquina de la producción industrial; se la ve apenas como instrumento de
producción y objeto de consumo. Todo se fabrica y se vende en nombre de los
58 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

valores de tener, del poder, y del placer como si fueran sinónimos de la


felicidad humana. Impidiendo así el acceso a los valores espirituales, se
promueve, en razón del lucro, una aparente y muy onerosa “participación”
en el bien común.

312 Al servicio de la sociedad de consumo, pero proyectándose más allá


de la misma, el liberalismo económico, de praxis materialista, nos presenta
una visión individualista del hombre. Según ella, la dignidad de la persona
consiste en la eficacia económica y en la libertad individual. Encerrada en
sí misma y aferrada frecuentemente a un concepto religioso de salvación
individual, se ciega a las exigencias de la justicia social y se coloca al
servicio del imperialismo internacional del dinero, al cual se asocian muchos
gobiernos que olvidan sus obligaciones en relación al bien común.

313 Opuesto al liberalismo económico en su forma clásica y en lucha


permanente contra sus injustas consecuencias, el marxismo clásico
constituye la visión individualista del hombre por una visión colectiva,
casi mesiánica, del mismo. La meta de la existencia humana se pone en
el desarrollo de las fuerzas materiales de producción. La persona no es
originalmente su conciencia; está más bien constituida por su existencia
social. Despojada del arbitrio interno que le puede señalar el camino para
su realización personal, recibe sus normas de comportamiento únicamente
de quienes son responsables del cambio de las estructuras socio-político-
económicas. Por eso, desconoce los derechos del hombre, especialmente el
derecho a la libertad religiosa, que está a la base de todas las libertades.

De esta forma, la dimensión religiosa cuyo origen estaría en los


conflictos de la infraestructura económica, se orienta hacia una fraternidad
mesiánica sin relación a Dios. Materialista y ateo, el humanismo marxista
reduce el ser humano en última instancia a las estructuras exteriores.

5. Visión estatista

314 Menos conocida pero actuante en la organización de no pocos gobiernos


latinoamericanos, la visión que podríamos llamar estatista del hombre tiene
su base en la teoría de la Seguridad Nacional. Pone al individuo al servicio
ilimitado de la supuesta guerra total contra los conflictos culturales, sociales,
políticos y económicos y, mediante ellos, contra la amenaza del comunismo.
Frente a este peligro permanente, real o posible, se limitan, como en toda
situación de emergencia, las libertades individuales y la voluntad del estado se
confunde con la voluntad de la nación. El desarrollo económico y el potencial
bélico se superponen a las necesidades de las masas abandonadas. Aunque
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 59

necesaria a toda organización política, la Seguridad Nacional vista bajo este


ángulo se presenta como un absoluto sobre las personas; en nombre de ella
se institucionaliza la inseguridad de los individuos.

6. visión cientista

315 La organización técnico-científica de ciertos países está engendrando


una visión cientista del hombre cuya vocación es la conquista del universo.
En esta visión, sólo se reconoce como verdad lo que la ciencia puede
demostrar; el mismo hombre se reduce a su definición científica. En nombre
de la ciencia todo se justifica, incluso lo que constituye una afrenta a la
dignidad humana. Al mismo tiempo se justifica, incluso lo que constituye una
afrenta a la dignidad humana. Al mismo tiempo se someten las comunidades
nacionales a decisiones de una nuevo poder, la tecnocracia. Una especie
de ingeniería social puede controlar los espacios de libertad de individuos
e instituciones, con el riesgo de reducirlos a meros elementos de cálculo.

Reflexión Doctrinal

1 PROCLAMACIÓN FUNDAMENTAL

316 Es grave obligación nuestra proclamar, ante los hermanos de América


Latina, la dignidad que a todos, sin distinción alguna les es propia y que, sin
embargo, vemos conculcada tantas veces en forma extrema. A reinvindicar
tal dignidad nos mueve la revelación contenida en el mensaje y en la persona
misma de Jesucristo: El “conocía lo que hay en el hombre”(Jn 2,25); con
todo, no vaciló en “tomar la forma de esclavo”(Fil 2,7) no rechazó vivir hasta
la muerte junto a postergados para hacerlos participes de la exaltación que
El mismo mereció de Dios Padre.

317 Profesamos, pues, que todo hombre y toda mujer por más
insignificantes que parezcan, tienen en sí una nobleza inviolable que ellos
mismos y los demás deben respetar y hacer respetar sin condiciones; que
todas vida humana merece por sí misma, en cualquier circunstancia, su
dignificación; que toda convivencia humana tiene que fundarse en el bien
común, consistente en la realización cada vez más fraterna de la común
dignidad, lo cual exige no instrumentalizar a unos en favor de otros y estar
dispuestos a sacrificar aun bienes particulares.
60 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

318 Condenamos todo menosprecio, reducción o atropello de las personas y


de sus derechos inalienables; todo atentado contra la vida humana, desde la
oculta en el seno materno, hasta la que se juzga como inútil y la que se está
agotando en la ancianidad; toda violación o degradación de la convivencia
entre los individuos, grupos sociales y las naciones.

319 Es cierto que el misterio del hombre sólo se ilumina perfectamente


por la fe en Jesucristo que ha sido para América Latina fuente histórica
del anhelo de dignidad, hoy clamoroso en nuestros pueblos creyentes y
sufridos. Sólo la aceptación y el seguimiento de Jesucristo nos abren a las
certidumbres más confortantes y a las exigencias más apremiantes de la
dignidad humana, ya que ésta radica en la gratuita vocación a la vida que
el padre Celestial va haciendo oír de modo nuevo, a través de los combates
y las esperanzas de la historia. Pero no nos cabe duda de que, al luchar
por la dignidad, estamos unidos también a otros hombres lúcidos que, con
un esfuerzo sincero por liberarse de engaños y apasionamientos, siguen
la luz del espíritu que el Creador les ha dado, para reconocer en la propia
persona y en la de los demás un don magnífico, un valor irrenunciable, una
tarea trascendente.

320 De este modo, nos sentimos urgidos a cumplir por todos los medios
lo que puede ser el imperativo original de esta hora de Dios en nuestro
continente; una audaz profesión cristiana y una eficaz promoción de la
dignidad humana y de sus fundamentos divinos, precisamente entre quienes
más lo necesitan, ya sea porque la desprecian, ya sobre todo porque,
sufriendo ese desprecio, buscan -acaso a tientas- la libertad de los hijos de
Dios y el advenimiento del hombre nuevo en Jesucristo.

Dignidad y Libertad

321 Tiene que revalorarse entre nosotros la imagen cristiana de los


hombres; tiene que volver a resonar esa palabra que viene recogiéndose ya
de tiempo atrás un excesivo ideal de nuestros pueblos: LIBERTAD. Libertad
que es a un tiempo don y tarea. Libertad que no se alcanza de veras sin
liberación integral y que es, en un sentido válido, meta del hombre según
nuestra fe, puesto que “para la libertad, Cristo nos ha liberado”(Gál 5,1) a
fin de que tengamos vida y la tengamos en abundancia como “hijos de Dios
y coherederos con el mismo Cristo”(Rom 8,17).

322 La libertad implica siempre aquella capacidad que en principio tenemos


todos para disponer de nosotros mismos, a fin de ir construyendo una comunión
y una participación que han de plasmarse en realidades definitivas, sobre tres
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 61

planos inseparables: la relación del hombre con el mundo, como señor; con
las personas, como hermano y con Dios, como hijo.

323 Por la libertad, proyectada sobre el mundo material de la naturaleza y


de la técnica, el hombre -siempre en comunidad de esfuerzos múltiples- logra
la inicial realización de su dignidad: someter ese mundo a través del trabajo
y de la sabiduría y humanizarlo de acuerdo con el designio del Creador.

324 Pero la dignidad del hombre verdaderamente libre exige que no se deje
encerrar en los valores del mundo, particularmente en los bienes materiales,
sino que, como ser espiritual, se libere de cualquier esclavitud y vaya más
allá, hacia el plano superior de las relaciones personales, en donde se
encuentra consigo mismo y con los demás. La dignidad de los hombres se
realiza aquí en el amor fraterno, entendido con toda la amplitud que le ha
dado el Evangelio y que incluye el servicio mutuo, la aceptación y promoción
práctica de los otros, especialmente de los más necesitados.

325 No sería posible, sin embargo, el auténtico y permanente logro de
la dignidad humana en este nivel, si no estuviéramos al mismo tiempo
auténticamente liberados para realizarnos en el plano trascendente. Es el
plano del Bien Absoluto en el que siempre se juega nuestra libertad, incluso
cuando parecemos ignorarlo; el plano de la ineludible confrontación con el
misterio divino de alguien que como Padre llama a los hombres, los capacita
para ser libres, los guía providentemente y, ya que ellos pueden cerrarse
a El e incluso rechazarlo, los juzga y sanciona para vida o para muerte
eterna, según lo que los hombres mismos han realizado libremente. Inmensa
responsabilidad que es otro signo de la grandeza, pero también del riesgo
que la dignidad humana incluye.

326 A través de la indisoluble unidad de estos tres planos aparecen mejor


las exigencias de comunión y participación que brotan de esa dignidad. Si
sobre el plano trascendente se realiza en plenitud nuestra libertad por la
aceptación filial y fiel de Dios, entramos en comunión del amor con el misterio
divino; participamos de su misma vida. Lo contrario es romper con el amor de
los hijos, rechazar y menospreciar al Padre. Son dos posibilidades extremas
que la revelación cristiana llama gracia y pecado; pero éstas no se realizan
sino extendiéndose simultáneamente a los otros dos planos, con inmensas
consecuencias para la dignidad humana.

327 El amor de Dios que nos dignifica radicalmente, se vuelve por necesidad,
comunión de amor con los demás hombres y participación fraterna; para
nosotros, hoy, debe volverse, principalmente obra de la justicia para los
62 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

oprimidos, esfuerzo de liberación para quienes más la necesitan. En efecto,


“nadie puede amar a Dios, a quien no ve, si no ama al hermano a quien ve”
(I Jn 4,20). Con todo, la comunión y participación verdaderas sólo pueden
existir en esta vida proyectadas sobre el plano muy concreto de las realidades
temporales, de modo que el dominio, uso y transformación de los bienes de
la tierra, de la cultura, de la ciencia y de la técnica, vayan realizándose en un
justo y fraternal señorío del hombre sobre el mundo, teniendo en cuenta el
respeto de la ecología. El Evangelio nos debe enseñar que, ante las realidades
que vivimos, no se puede hoy en América Latina amar de veras al hermano y
por lo tanto a Dios, sin comprometerse a nivel personal y en muchos casos,
incluso, a nivel de estructuras, con el servicio y la promoción de los grupos
humanos y de los estratos sociales más desposeídos y humillados, con todas
las consecuencias que siguen en el plano de esas realidades temporales.

328 Pero a la actitud personal del pecado, a la ruptura con Dios que envilece
al hombre, corresponde siempre en el plano de las relaciones interpersonales,
la actitud de egoísmo, de orgullo, de ambición y envidia que generan injusticia,
dominación, violencia a todos los niveles; lucha entre individuos, grupos, clases
sociales y pueblos, así como corrupción, hedonismo, exacerbación del sexo
y superficialidad en las relaciones mutuas. Consiguientemente se establecen
situaciones de pecado que, a nivel mundial, esclavizan a tantos hombres y
condicionan adversamente la libertad de todos.

329 Tenemos que liberarnos de este pecado; del pecado, destructor de la


dignidad humana. Nos liberamos por la participación en la vida nueva que nos
trae Jesucristo y por la comunión con El, en el misterio de su muerte y de su
resurrección, a condición de que vivamos ese misterio en los tres planos ya
expuestos, sin hacer exclusivo ninguno de ellos. Así no lo reduciremos ni al
verticalismo de una desencarnada unión espiritual con Dios, ni a un simple
personalismo existencial de la lazos entre individuos o pequeños grupos, ni
mucho menos al horizontalismo socio-económico-político.

El hombre renovado en Jesucristo

330 El pecado está minando la dignidad humana que Cristo ha rescatado. a


través de su mensaje, de su muerte y resurrección, nos ha dado su vida divina:
dimensión insospechada y eterna de nuestra existencia terrena. Jesucristo,
viviente en su Iglesia, sobre todo entre los más pobres, quiere hoy enaltecer
esta semejanza de Dios en su pueblo: por la participación del Espíritu Santo
en Cristo, también nosotros podemos llamar Padre a Dios y nos hacemos
radicalmente hermanos. El nos hace tomar conciencia del pecado contra
la dignidad humana que abunda en América Latina; en cuanto este pecado
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 63

destruye la vida divina en el hombre, es el mayor daño que una persona


puede inferirse a sí misma y a los demás. Jesucristo, en fin, nos ofrece su
gracia, más abundante que nuestro pecado. De El nos viene el vigor para
liberarnos y liberar a otros del misterio de iniquidad.

331 Jesucristo ha restaurado la dignidad original que los hombres habían


recibido al ser creados por Dios a su imagen, llamados a una santidad o
consagración total al Creador y destinados a conducir la historia hacia la
manifestación definitiva de ese Dios, que difunde su bondad para alegría
eterna de sus hijos en un Reino que ya ha comenzado.

332 En Jesucristo llegamos a ser hijos de Dios, sus hermanos y participes


de su destino, como agentes responsables movidos por el Espíritu Santo a
construir la Iglesia del Señor.

333 En Jesucristo hemos descubierto a imagen del “hombre nuevo”(Col


3,10), con la que fuimos configurados por el bautismo y sellados por la
confirmación, imagen también de lo que todo hombre está llamado a ser,
fundamento último de su dignidad. Al presentar a la Iglesia, hemos mostrado
cómo en ella ha de expresarse y realizarse comunitariamente la dignidad
humana. En María hemos encontrado la figura concreta en que culmina toda
liberación y santificación en la Iglesia. Estas figuras tienen que robustecer,
hoy, los esfuerzos de los creyentes latinoamericanos en su lucha por la
dignidad humana.

334 Ante Cristo y María deben revalorizarse en América Latina los


grandes rasgos de la verdadera imagen del hombre y de la mujer; todos
fundamentalmente iguales y miembros de la misma estirpe, aunque en
diversidad de sexos, lenguas, culturas y formas de religiosidad, tenemos
por vocación común un único destino que por incluir el gozoso anuncio de
nuestra dignidad nos convierte en evangelizados y evangelizadores de Cristo
en este continente.

335 En esta pluralidad e igualdad de todos, cada uno conserva su valor y su


puesto irrepetibles, pues también cada hombre latinoamericano debe sentirse
amado por Dios y elegido por El eternamente, por más que lo envilezcan, o
por poco que se estime a sí mismo. Personas en diálogo, no podemos realizar
nuestra dignidad sino como dueños responsables del destino común, para el
que Dios nos ha capacitado; inteligentes, esto es, aptos para discernir la verdad
y seguirla frente al error y al engaño; libres, no sometidos inexorablemente a
los procesos económicos y políticos, aunque humildemente nos reconocemos
condicionados por éstos y obligados a humanizarlos; sometidos, en cambio, a
una ley moral que viene de Dios y se hace oír en la conciencia de los individuos
64 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

y de los pueblos, para enseñar, para amonestar y reprender, para llenarnos


de la verdadera libertad de los hijos de Dios.

336 Por otra parte, Dios nos da la existencia en un cuerpo por el que
podemos comunicarnos con los demás y ennoblecer el mundo; por ser
hombres necesitamos de la sociedad en que estamos inmersos y que
vamos transformando y enriqueciendo con nuestro aporte en todos los
niveles, desde la familia y los grupos intermedios, hasta el Estado cuya
función indispensable ha de ejercerse al servicio de las personas y la
misma comunidad internacional. Su integración es necesaria, sobre todo la
integración latinoamericana.

337 Nos alegramos, pues, de que también en nuestros pueblos se legisle


en defensa de los derechos humanos.

La Iglesia tiene obligación de poner en relieve ese aspecto integral


de la Evangelización, primero con la constante revisión de su propia vida y,
luego, con el anuncio fiel y la denuncia profética. Para que todo esto se haga
según el Espíritu de Cristo, debemos ejercitarnos en el discernimiento de las
situaciones y de los llamados concretos que el Señor hace en cada tiempo,
lo cual exige actitud de conversación y apertura y un serio compromiso con
lo que se ha discernido como auténticamente evangélico.

339 Sólo así se llegará a vivir lo más propio del mensaje cristiano sobre
la dignidad humana, que consiste en ser más y no en tener más, esto se
vivirá tanto entre los hombres que, acosados por el sufrimiento, la miseria,
la persecución y la muerte, no vacilan en aceptar la vida con el espíritu de
las bienaventuranzas, cuanto entre aquellos que, renunciando a una vida
placentera y fácil, se dedican a practicar de un modo realista en el mundo
de hoy las obras de servicio a los demás, criterio y medida con que Cristo
ha de juzgar, incluso a quienes no lo hayan conocido.
3. LA SOCIEDAD
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 67

3.1. La familia
3.1.1. El plan de Dios sobre el matrimonio y la familia.

El documento pastoral Familiaris Consortio de Juan Pablo II recoge los


principios fundamentales sobre el matrimonio y la familia reflexionados en
el Sínodo celebrado en Roma en 1980 desde una visión cristiana. Veamos
algunos de ellos:

a) El hombre ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Es su


imagen: por su inteligencia capaz de conocer, por su libertad capaz
de crear, y por su corazón capaz de amar. Dios llamó al hombre a la
existencia por amor y para el amor.

El art. 16 de los Derechos Humanos reconoce tanto el derecho al


matrimonio mediante libre elección como la importancia de la familia en
la sociedad. La familia es reconocida no sólo como lugar de poseción,
sino también el ámbito donde el individuo adquire de manera natural el
afecto que necesita como persona, la protección y ayuda económica,
donde adquiere un status social y donde se inicia el proceso de la
socialización y desarrollo de la personalidad de las personas.

b) Dios hizo al hombre y a la mujer seres sexuados. La sexualidad que


es más que simple genitalidad (abarca la dimensión psicológica
y espiritual) nos descubre como seres necesitados por un lado y
generosos por otro. El hombre y la mujer son complementarios
y recíprocos. Nuestra existencia como seres sexuados nos invita al
encuentro y al don de nosotros mismos. La sexualidad se realiza
de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte
integrante del amor.

c) La donación física (relación sexual) sólo es posible dentro del ma-


trimonio a partir del pacto conyugal en que el hombre y la mujer se
aceptan como comunidad íntima de amor y de vida.

d) Dios Padre quiso hacer al hombre colaborador suyo en la tarea de


transmitir la vida. Pudiera decirse que después de haber comunicado
la vida a los primeros hombres les dejó la misión divina de darle más
hijos.
68 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

e) El matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación


y a la educación de los hijos en la que la procreación encuentra su
coronación.

f) Así pues, el amor conyugal en su esencia es don pero no se agota


en la pareja. Los cónyuges a la vez se dan entre sí, y dan, más allá de
sí mismos la realidad nueva del hijo. Al hacerse padres, los esposos
reciben de Dios el don de una nueva responsabilidad. Su amor de
padres está llamado a ser para los hijos el signo visible del mismo
amor de Dios. Son Padres como Dios es Padre.

3.1.2. Misión cristiana de la familia.

3.1.2.1. Formar comunidad

El primer cometido de la familia es vivir la comunión entre el padre, la


madre y los hijos. Esta comunión se construye día a día en el compartir los
bienes en las alegrías y en los sufrimientos, en el cuidado a los pequeños,
a los ancianos y a los enfermos. Formar la primera comunidad que vive el
hombre.

Esta primera comunidad o unidad familiar perderá consistencia si se le


priva del carácter de la indisolubilidad, basada en la donación total de los
esposos: «Contigo para siempre», y exigida por el bien de los hijos. Tanto
la unidad como la indisolubilidad tienen un precio: el sacrificio y la renuncia
cotidianas. Al no pagar este precio se dará disolubilidad o disolución del
marimonio, el divorcio.

La función de los padres en la familia es única e insustituíble. Su


ausencia o irresponsabilidad provoca desequilibrios psicológicos y morales
profundos. Su dedicación material, afectiva, educativa y espiritual permite
la edificación de la comunidad.

Lugar importante en la familia tienen los ancianos, los enfermos, y en


el caso extremo, los minusválidos. No son un peso inútil. Son una oportunidad
de unir más a la familia. Los ancianos, en particular, tienen la preciosa misión
de ser testigos del pasado y fuente de sabiduría.

3.1.2.2. Servir a la vida

Este servicio se cumple mediante la procreación y la educación.


DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 69

En relación a la procreación, la Iglesia defiende que el amor conyugal


debe permanecer abierto a la trasmisión de la vida. Hace también una
invitación al cultivo de la castidad conyugal. Esta virtud que no es privación
sino dominio y control de la pasión por el amor. Quien es casto sabe y puede
ponerse en función del otro. Por el contrario, quien no lo es obliga y somete
al otro para su disfrute. La castidad favorece el amor y el encuentro conyugal
en profundidad, la entrega mutua y la común felicidad. Refiriéndose a este
punto, Pablo VI en la Humanae Vitae escribió con mucho tino:

«El dominio del instinto mediante la razón y voluntad libre impone una
ascética (esfuerzo). Esta disciplina, lejos de perjudicar el amor conyugal, le
confiere un valor humano más sensible» (HV 21). La disciplina lleva a la
virtud de la castidad. La carencia de esta virtud lleva a la sociedad a disolver
el pleno sentido de la familia.

La educación de los hijos es un derecho y un deber de los padres:


esencial, original, primario, insustituíble. Los grandes ingredientes que
impulsan la educación de los hijos son el amor que ejercen en su matrimonio
y la gracia que Dios les otorga en el amor que se profesan. La gran línea
educadora es la línea marcada por Cristo con su Evangelio. La familia atiende
al desarrollo de la personalidad y guiada por Cristo a educar su filiación con
Dios Padre.

3.1.2.3. Participar en el desarrollo de la sociedad

La familia es la célula primera y vital de la sociedad. En efecto,


allí se vive la primera experiencia de comunión y colaboración productiva
para los los hijos. Pero la función productiva no puede quedar reducida a
la acción doméstica para con los hijos. Las familias se necesitan unas
de las otras y deben por ellos asociarse y formar sociedad. Por ello
deben también extender su capacidad productiva para la sociedad y
contribuir al bien común de la sociedad concreta que les toca vivir. La
familia no vive encerrada en si, sino abierta a la sociedad.

3.1.2.4. Participar en la vida de la Iglesia

A través de la Iglesia, la familia cristiana está llamada a la edificación


del Reino de Dios. La familia es un espacio donde se recibe y se vive el
amor de Cristo. Al igual que es fuente de bien material y económico para
la sociedad, es también fuente de bien espiritual desde donde se irradia el
Evangelio de Cristo hacia otras familias y la sociedad. En este sentido se
puede decir que toda familia es «misionera».
70 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

La familia cristiana constituye la primera comunidad cristiana, la


llamada Iglesia doméstica. Es un ámbito donde se debe aprender
a establecer el «diálogo» con Dios y se debe inicar las primeras
experiencia religiosas. Los padres no sólo cuidan de la introducción de
los hijos en la vida sacramental, sino en una piedad. El Evangelio de Cristo
es fuente de unión en las familias y éxito social.

«Hay que considerar a la FAMILIA como el santuario de la vida...


Es el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida...
Contra la llamada ‘cultura de la muerte’, la familia constituye la sede de la
vida» (CA 39).

Santo Domingo hizo de la familia PRIORIDAD PASTORAL:

«Decimos sí a la vida y a la familia. Ante las graves agresiones a la vida y a


la familia, agudizadas en los últimos años, proponemos una decidida acción
para defender y promover la vida y la familia, Iglesia doméstica y santuario
de la vida, desde su concepción hasta el final natural de su etapa temporal.
Toda vida humana es sagrada» (SD 297).

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DOCUMENTOS ECLESIÁSTICOS
El Matrimonio y la familia en el mundo actual

47. El bienestar de la persona y de la sociedad humana y cristiana está


estrechamente ligado a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar.
Por eso los cristianos, junto con todos los que tienen en gran estima a esta
comunidad, se alegran sinceramente de los varios medios que permiten hoy
a los hombres avanzar en el fomento de esta comunidad de amor y en el
respeto a la vida y que ayudan a los esposos y padres en el cumplimiento
de su excelsa misión; de ellos esperan, además, los mejores resultados y se
afanan por promoverlos.

Sin embargo, la dignidad de esta institución no brilla en todas partes


con el mismo esplendor, puesto que está oscurecida por la poligamía, la
epidemia del divorcio, el llamado amor libre y otras deformaciones; es más, el
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 71

amor matrimonial queda frecuentemente profanado por el egoísmo, el hedonismo


y los usos ilícitos contra la generación. Por otra parte, la actual situación
económica, socio-psicológica y civil son origen de fuertes perturbaciones para
la familia. En determinadas regiones del universo, finalmente, se observan
con preocupación los problemas nacidos del incremento demográfico. Todo
lo cual suscita angustia en las conciencias. Y, sin embargo, un hecho muestra
bien el vigor y la solidez de la institución matrimonial y familiar: las profundas
transformaciones de la sociedad contemporánea, a pesar de las dificultades
a que han dado origen, con muchísima frecuencia manifiestan, de varios
modos, la verdadera naturaleza de tal institución.

El carácter sagrado del matrimonio y de la familia

48. Fundada por el Creador y en posesión de sus propias leyes, la íntima


comunidad conyugal de vida y amor se establece sobre su consentimiento
personal e irrevocable. Así, del acto humano por el cual los esposos se dan y
se reciben mutuamente, nace, aun ante la sociedad, una institución confirmada
por la ley divina. Este vínculo sagrado, en atención al bien tanto de los esposos
y de la prole como de la sociedad, no depende de la decisión humana. Pues
es el mismo Dios el autor del matrimonio, al cual ha dotado con bienes y fines
varios, todo lo cual es de suma importancia para la continuación del género
humano, para el provecho personal de cada miembro de familia y su suerte
eterna, para la dignidad, estabilidad, paz y prosperidad de la misma familia y
de toda la sociedad humana. Por su índole natural, la institución del matrimonio
y el amor conyugal están ordenados por si mismos a la procreación y a la
educación de la prole, con las que ciñen como con su corona propia. De esta
manera, el marido y la mujer, que por el pacto conyugal ya no son dos, sino
una sola carne (Mt I9,6), con la unión íntima de sus personas y actividades
se ayudan y se sostienen mutuamente, adquieren conciencia de su unidad y
la logran cada vez más plenamente. Esta íntima unión, como mutua entrega
de dos personas, lo mismo que el bien de los hijos, exigen plena felicidad
conyugal y urgen su indisoluble unidad.

Cristo nuestro Señor bendijo abundantemente este amor multiforme,


nacido de la fuente divina de la caridad y que está formado a semejanza de su
unión con la Iglesia. Porque así como Dios antiguamente se adelantó a unirse
a su pueblo por una alianza de amor y de fidelidad, así ahora el Salvador de
los hombres y Esposo de la Iglesia sale al encuentro de los esposos cristianos
por medio del sacramento del matrimonio. Además, permanece con ellos para
que los esposos, con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad, como
El mismo amó a la Iglesia y se entregó por ella. El genuino amor conyugal es
72 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

asumido en el amor divino y se rige y enriquece por la virtud redentora


de Cristo y la acción salvífica de la Iglesia para conducir eficazmente a
los cónyuges a Dios y ayudarlos y fortalecerlos en la sublime misión de la
paternidad y la maternidad. Por ello los esposos cristianos, para cumplir
dignamente sus deberes de estado, están fortificados y como consagrados
por un sacramento especial, con cuya virtud, al cumplir su misión conyugal
y familiar, imbuidos del espíritu de Cristo, que satura toda la vida de fe,
esperanza y caridad, llegan cada vez más a su propia perfección la mutua
santificación, y, por, tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios.

Gracias precisamente a los padres, que precederán con el ejemplo y la


oración en familia, los hijos y aun los demás que viven en el círculo familiar
encontrarán más fácilmente el camino del sentido humano, de la salvación
y de la santidad. En cuanto a los esposos, ennoblecidos por la dignidad y
la función de padre y de madre, realizarán concienzudamente el deber de
la educación, principalmente religiosa, que a ellos, sobre todo, compete.

Los hijos, como miembros vivos de la familia, contribuyen, a su manera,


a la santificación de los padres. Pues con el agradecimiento, la piedad filial
y la confianza corresponderán a los beneficios recibidos de sus padres y,
como hijos, los asistirán en las dificultades de la existencia y en la soledad
de la senectud. La viudez, continuidad de la vocación conyugal, aceptada
con fortaleza de ánimo, será honrada por todos. La familia hará partícipes
a otras familias, generosamente, de sus riquezas espirituales. Así es como
la familia cristiana, cuyo origen está en el matrimonio, que es imagen y
participación de la alianza de amor entre Cristo y la Iglesia, manifestará a
todos la presencia viva del Salvador en el mundo y la auténtica naturaleza
de la Iglesia, ya por el amor, la generosa fecundidad, la unidad y fidelidad
de los esposos, ya por la cooperación amorosa de todos sus miembros.

Del amor conyugal

49. Muchas veces a los novios y a los casados les invita la palabra divina
a que alimenten y fomenten el noviazgo con un casto afecto, y el matrimonio
con un amor único. Muchos contemporáneos nuestros exaltan también el
amor auténtico entre marido y mujer, manifestado de varias maneras según
las costumbres honestas de los pueblos y las épocas. Este amor, por ser
eminentemente humano, ya que va de persona a persona con el afecto
de la voluntad, abarca el bien de toda la persona, y por tanto, es capaz de
enriquecer con una dignidad especial las expresiones del cuerpo y del espíritu
y ennoblecerlas como elementos y señales específicas de la amistad conyugal.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 73

El Señor se ha dignado sanar este amor, perfeccionarlo y elevarlo con


el don libre y mutuo de sí mismos, comprobado por sentimientos y actos
de ternura, e impregna toda su vida; más aún, por su misma generosa
actividad crece y se perfecciona. Supera, por tanto, con mucho la inclinación
puramente erótica, que, por ser el cultivo del egoísmo, se desvanece rápida
y lamentablemente.

Este amor se expresa y perfecciona singularmente con la acción


propia del matrimonio. Por ello los actos con los que los esposos se unen
íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, ejecutados de
manera verdaderamente humana, significan y favorecen el don recíproco,
con el que se enriquecen mutuamente en un clima de gozosa gratitud. Este
amor, ratificado por la mutua fidelidad y sobre todo por el sacramento de
Cristo, es indisolublemente fiel, en cuerpo y mente, en la prosperidad y en
la adversidad, y por tanto, queda excluido de él todo adulterio y divorcio. El
reconocimiento obligatorio de la igual dignidad personal del hombre y de la
mujer en mutuo y pleno amor evidencia también claramente la unidad del
matrimonio confirmada por el Señor. Para hacer frente con constancia a las
obligaciones de esta vocación cristiana se requiere una insigne virtud; por
eso los esposos, vigorizados por la gracia para la vida de santidad, cultivarán
la firmeza en el amor, la magnanimidad de corazón y el espíritu de sacrificio,
pidiéndolos asiduamente en la oración.

Se apreciará más hondamente el genuino amor conyugal y se formará


una opinión pública sana acerca de él si los esposos cristianos sobresalen
con el testimonio de su fidelidad y armonía en el mutuo amor y el cuidado por
la educación de sus hijos y si participan en la necesaria renovación cultural,
psicológica y social en favor del matrimonio y de la familia. Hay que formar
a los jóvenes, a tiempo y convenientemente, sobre la dignidad, función y del
ejercicio del amor conyugal, y esto preferentemente en el seno de la misma
familia. Así, educados en el culto de la castidad, podrán pasar, a la edad
conveniente, de un honesto noviazgo al matrimonio.

Fecundidad del matrimonio

50. El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia


naturaleza a la procreación y educación de la prole. Los hijos son, sin duda,
el don más excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al bien de los
74 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

propios padres. El mismo Dios, que dijo: No es bueno que el hombre esté
solo(Gen 2,I8), y que desde el principio... hizo al hombre varón y mujer(Mt
I9,4), queriendo comunicarle una participación especial en su propia obra
creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: Creced y multiplicaos(Gen
I,28). De aquí que el cultivo auténtico del amor conyugal y toda la estructura
de la vida familiar que de él deriva, sin dejar de lado los demás fines del
matrimonio, tienden a capacitar a los esposos para cooperar con fortaleza
de espíritu con el amor del Creador y del Salvador, quien por medio de ellos
aumenta y enriquece diariamente a su propia familia.

En el deber de transmitir la vida humana y de educarla, lo cual hay que


considerar como su propia misión, los cónyuges saben que son cooperadores
del amor de Dios Creador y como intérpretes. Por eso, con responsabilidad
humana y cristiana cumplirán su misión y con dócil reverencia hacia Dios se
esforzarán ambos, de común acuerdo y común esfuerzo, por formarse un
juicio recto, atendiendo tanto a su propio bien personal como al bien de los
hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias de los
tiempos y del estado de vida tanto materiales como espirituales, y, finalmente,
teniendo en cuenta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal
y de la propia Iglesia. Este juicio, en último término, deben formarlo ante Dios
los esposos personalmente. En su modo de obrar, los esposos cristianos sean
conscientes de que no pueden proceder a su antojo, sino que siempre deben
regirse por la conciencia, la cual ha de ajustarse a la ley divina misma, dóciles
al Magisterio de la Iglesia, que interpreta auténticamente esa ley a la luz del
Evangelio. Dicha ley divina muestra el pleno sentido del amor conyugal, lo
protege e impulsa a la perfección genuinamente humana del mismo. Así,
los esposos cristianos, confiados en la divina Providencia y cultivando el
espíritu de sacrificio, glorifican al Creador y tienden a la perfección en Cristo
cuando con generosa, humana y cristiana responsabilidad cumplen la alta
misión que Dios les ha confiado. Son dignos de mención muy especial los
que de común acuerdo, bien ponderado, aceptan con magnanimidad una
prole más numerosas para educarla dignamente.

Pero el matrimonio no ha sido instituido solamente para la procreación,


sino que la propia naturaleza del vínculo indisoluble entre las personas y
el bien de la prole requieren que también el amor mutuo de los esposos
mismos se manifieste, progrese y vaya madurando ordenadamente. Por
esto, aunque la descendencia, tan deseada muchas veces, falte, sigue en
pie el matrimonio como intimidad y comunión total de la vida y conserva su
valor e indisolubilidad.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 75

El amor conyugal debe compaginarse con el respeto a la vida humana

51. El concilio sabe que los esposos, al ordenar armoniosamente su


vida conyugal, con frecuencia se encuentran impedidos por algunas
circunstancias actuales de la vida, y pueden hallarse en situaciones en las
que el número de hijos, al menos por cierto tiempo, no puede aumentarse,
y el cultivo del amor fiel y la plena intimidad de vida tienen sus dificultades
para mantenerse. Cuando la intimidad conyugal se interrumpe, puede no
raras veces correr riesgos la fidelidad y quedar comprometido el bien de
la prole, porque entonces la educación de los hijos y la fortaleza necesaria
para aceptar los que vengan quedan en peligro.

Hay quienes se atreven a dar soluciones inmorales a estos problemas;


más aún, ni siquiera retroceden ante el homicidio; la Iglesia, sin embargo,
recuerda que no puede hacer contradicción verdadera entre las leyes divinas
de la transmisión obligatoria de la vida y del fomento del genuino amor
conyugal.

Pues Dios, Señor de la vida, ha confiado a los hombres la insigne misión


de conservar la vida, misión que ha de llevarse a cada de modo digno del
hombre. Por tanto, la vida desde su concepción ha de ser salvaguardada
con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables.
La índole sexual del hombre y la facultad generativa humana superan
admirablemente lo que de esto existe en los grados inferiores de vida; por
tanto, los mismos actos propios de la vida conyugal, ordenados según la
genuina dignidad humana, deben ser respetados con gran reverencia.
Cuando se trata, pues, de conjugar el amor conyugal con la responsable
transmisión de la vida, la índole moral de la conducta no depende solamente
de la sincera intención y apreciación de los motivos, sino que debe
determinarse con criterios objetivos tomados de la naturaleza de la personas
y de sus actos, criterios que mantienen integro el sentido de la mutua entrega
y de la humana procreación, entretejidos con el amor verdadero; esto es
imposible sin cultivar sinceramente la virtud de la castidad conyugal. No es
lícito a los hijos de la Iglesia, fundados en estos principios, ir por caminos
que el Magisterio, al explicar la ley divina, reprueba sobre la regulación de
la natalidad.

Tengan todos entendido que la vida de los hombres y la misión


de transmitirla no se limita a este mundo, ni puede ser conmensurada y
entendida a este solo nivel, sino que siempre mira el destino eterno de los
hombres.
76 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

El progreso del matrimonio y de la familia

Obra de todos

52. La familia es escuela del más rico humanismo. Para que pueda lograr la
plenitud de su vida y misión se requieren un clima de benévola comunicación
y unión de propósitos entre los cónyuges y una cuidadosa cooperación de los
padres en la educación de los hijos. La activa presencia del padre contribuye
sobremanera a la formación de los hijos; pero también debe asegurarse el
cuidado de la madre en el hogar, que necesitan principalmente los niños
menores, sin dejar por eso a un lado la legítima promoción social de la
mujer. La educación de los hijos ha de ser tal, que al llegar a la edad adulta
puedan, con pleno sentido de la responsabilidad, seguir la vocación, aun
la sagrada, y escoger estado de vida; y si éste es el matrimonio, puedan
fundar una familia propia en condiciones morales, sociales y económicas
adecuadas. Es propia de los padres o de los tutores guiar a los jóvenes con
prudentes consejos, que ellos deben oír con gusto, al tratar de fundar una
familia, evitando, sin embargo, toda coacción directa o indirecta que les lleva
a casarse o a elegir determinada persona.

Así, la familia, en la que distintas generaciones coinciden y se ayudan


mutuamente a lograr una mayor sabiduría y a armonizar los derechos de las
personas con las demás exigencias de la vida social, constituye el fundamento
de la sociedad. Por ello todos los que influyen en las comunidades y grupos
sociales deben contribuir eficazmente al progreso del matrimonio y de la
familia. El poder civil ha de considerar obligación suya sagrada reconocer la
verdadera naturaleza del matrimonio y de la familia, protegerla y ayudarla,
asegurar la moralidad pública y favorecer la prosperidad doméstica. Hay que
salvaguardar el derecho de los padres a procrear y a educar en el seno de
la familia a sus hijos. Se debe proteger con legislación adecuada y diversas
instituciones y ayudar de forma suficiente a aquellos que desgraciadamente
carecen del bien de una familia propia.

Los cristianos, rescatando el tiempo presente y distinguiendo lo eterno


de lo pasajero, promuevan con diligencia los bienes del matrimonio y de la
familia así con el testimonio de la propia vida como con la acción concorde con
los hombres de buena voluntad, y de esta forma, suprimidas las dificultades,
satisfarán las necesidades de la familia y las ventajas adecuadas a los
nuevos tiempos. Para obtener este fin ayudarán mucho el sentido cristiano
de los fieles, la recta conciencia de las personas versadas en las ciencias
sagradas.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 77

Los científicos, principalmente los biólogos, los médicos, los sociólogos


y los psicólogos, pueden contribuir mucho al bien del matrimonio y de la
familia y a la paz de las conciencias si se esfuerzan por aclarar más a
fondo, con estudios convergentes, las diversas circunstancias favorables a
la honesta ordenación de la procreación humana.

Pertenece a los sacerdotes, debidamente preparados en el tema de la


familia, fomentar la vocación de los esposos en la vida conyugal y familiar
con distintos medios pastorales, con la predicación de la palabra de Dios,
con el culto litúrgico y otras ayudas espirituales; fortalecerlos humana y
pacientemente en las dificultades y confortarlos en la caridad para que
formen familias realmente espléndidas.

Las diversas obras, especialmente las asociaciones familiares, pondrán


todo el posible empeño en instruir a los jóvenes y a los cónyuges mismos,
principalmente a los recién casados, en la doctrina y en la acción, y en
formarlos para la vida familiar, social y apostólica.

Los propios cónyuges, finalmente, hechos a imagen de Dios vivo y


constituidos en el verdadero orden de personas, vivan unidos, con el mismo
cariño, modo de pensar idéntico y mutua santidad, para que, habiendo
seguido a Cristo, principio de vida, en los gozos y sacrificios de su vocación
por medio de su fiel amor, serán testigos de aquel misterio de amor que el
Señor con su muerte y resurrección reveló al mundo.
78 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

3.2. Los grupos intermedios


El hombre, creado por Dios como persona espiritual, está
destinado a vivir en relación social con los demás hombres. El hombre
es por naturaleza un ser “social” que necesita del los otros en tdos los
campos de su ser como ayuda y complemento. El plan espiritual de Dios
para los hombres es que lleguen a “ser todos uno” como el Padre y el
Hijo son uno. La existencia de una unidad fundada en un Estado regulado
jurídicamente por unas leyes y unos tribunales, políticamente por un Gobierno
y administratrado por una aparato administrativo es signo de la unidad de
una sociedad. Pero por otro lado se observa en la sociedad la coexistencia
con el Gobierno de grupos intermedios.

La sociología distingue dentro de la divesidad de grupos dos clases


de grupos: los primarios y los secundarios.

a) Grupo Primario: Es una asociación de personas unidas por lazos de


afecto o parentesco que genera actos informales y espontáneos, como
pueden ser momentos de convivencia, o bien gestos de solidaridad en
caso de un contratiempo económico o de salud (amigos que se juntan
semanalmente para jugar al básquet, generaciones de padres, hijos,
nietos y parientes unidos por lazos de sangre, etc.).

En el grupo primario las relaciones no se fundan en un contrato, ni en


la consecución de un fin, sino en la voluntad libre de las personas de
permanecer unidas; las relaciones de las personas se dan cara a cara,
los integrantes se conocen de nombre y son valorados no por lo que
hacen sino por lo que son.

El grupo primario proporciona un sentimiento de seguridad emocional


muy necesario a cualquier individuo y además marca profundamente
al sujeto en su carácter, en sus convicciones y en general en la
configuración de su personalidad.

b) Grupo Secundario: Es una asociación formal de personas que se


establece para el logro de ciertos fines. Posee estatutos, hay división
de funciones y reconoce a una autoridad coordinadora. En general,
el número de miembros es mayor que el del grupo primario. Son,
por ejemplo: asociaciones profesionales, asociaciones de vecinos,
organismos no gubernamentales, etc.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 79

El grupo secundario colabora con otras instituciones en la gestión


del bien común. Por estar cerca de las necesidades de la gente y por
tratarse de una asociación voluntaria y consciente de individuos, es
un instrumento muy adecuado para mejorar la calidad de vida y de
servicios y para hacer crecer a las personas.

Los grupos intermedios son asociaciones naturales voluntarias y


conscientes de individuos. Es toda célula social en donde las personas se
encuentran, se identifican, se enriquecen, hacen oír su voz, promueven
diversas actividades de tipo económico, social y cultural, y con ello
contribuyen al fortalecimiento de la sociedad y a la gestión del bien común
(RN 39, MM 65, CA 48). Se llaman intermedios porque están a una distancia
media entre la familiay los poderes públicos.

La vitalidad de una sociedad guarda relación con la mayor o


menor participación de los ciudadanos en los grupos secundarios y
primarios. La razón es bien sencilla: la participación en un grupo promueve
la personalización y socialización de sus miembros. Esta vitalidad comunitaria
se dará a condición de que los grupos no se cierren egoístamente en
sus intereses particulares, sino que permanezcan abiertos al bien
común.

3.2.1. Principios que regulan la relación entre el Estado y los grupos


intermedios.

La existencia de los grupos intermedios frente al Estado plantea


una cuestión a la que con mucha frecuencia tienen que enfrentarse los
gobiernos: ¿En qué medida estos grupos intermedios deben ser promovidos
y respetados por el Estado? ¿Hasta dónde conviene que intervenga el Estado
para organizar la vida de los grupos?

En relación a este punto la Iglesia tradicionalmente ha defendido dos


principios rectores: el principio de subsidiaridad y el de solidaridad.

a) Principio de subsidiaridad: Defiende que una estructura social de


orden superior no debe intervenir en la vida interna de un grupo social
de orden inferior privándolo de sus competencias (CA 48).

Hablar de subsidiaridad es hablar de una complementación escalonada
de responsabilidades, en donde existe cuidado por parte de las
instituciones de nivel más alto para no anular aquellas de rango más bajo.
Sería antisubsidiario el que un Estado persiguiera el control absoluto
80 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

de todos los periódicos, o de toda la educación, o de todos los noticieros,


o de toda la actividad económica, alegando como argumento que quiere
asegurar un servicio específico a toda la población. Estaría matando
la creatividad de los ciudadanos llevada a cabo con los distintos
grupos que responderían necesidades concretas de la sociedad y se
complementan entre sí.

b) Principio de solidaridad: Defiende que el organismo de orden superior


debe acudir en ayuda del organismo de orden inferior para sostenerlo
en caso de necesidad y ayudarlo a coordinar su acción con la de los
demás componentes sociales con miras al bien común (CA 48).

Sería antisolidario el que un Estado no interviniera en programas


de medicina social, o de empleo, o de educación, a un nivel más local, so
pretexto de no invadir la esfera propia de las asociaciones particulares o de
los municipios.

También sería antisolidario el que el Estado se quedara cruzado de


brazos contemplando a un grupo poderoso aprovecharse, burlarse y extorsionar
a un grupo débil. En ambos casos, el principio de solidaridad justificaría la
intervención de la instancia social de orden superior. Debe haber:

- Tanta iniciativa, actividad y responsabilidad de los grupos intermedios


cuanta sea posible.
- Tanta intervención de los poderes públicos cuanta sea necesaria.

3.2.2. Los grupos intermedios tienen la finalidad de promover la


comunión, la participación y la solidaridad.

Los grupos intermedios pueden ser promotores eficaces de la comunión


y de la participación no a nivel de argumentaciones filosóficas, sino a nivel
de vida y de hechos. Con su actividad pueden colaborar a combatir las
situaciones de miseria y con su existencia pueden ayudar a quienes padecen
situaciones de soledad y aislamiento. Para ello necesitarán tener una fe que
no sea dualista, sino integral y unitaria: no separar lo espiritual de lo material,
el individuo de la comunidad, la vida del más acá de la vida del más allá.

“Además de la familia, los grupos intermedios desarrollan también


funciones primarias y ponen en marcha estructuras específicas de solidaridad.
Efectivamente, estos grupos maduran como verdaderas comunidades de
personas y refuerzan el tejido social impidiendo que caiga en el anonimato
y en una masificación impersonal” (CA 49).

“La solidaridad nos ayuda a ver al otro como semejante nuestro, que al
igual que nosotros también está invitado al banquete de la vida” (SRS 39).
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 81

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DOCUMENTOS DE LA IGLESIA

RESPONSABILIDAD Y PARTICIPACIÓN

1913 La participación es el compromiso voluntario y generoso de la


persona en los intercambios sociales. Es necesario que todos participen,
cada uno según el lugar que ocupa y el papel que desempeña, en promover el
bien común. Este deber es inherente a la dignidad de la persona humana.

1914 La participación se realiza ante todo con la dedicación a las tareas


cuya responsabilidad personal se asume: por la atención prestada a la
educación de su familia, por la responsabilidad en su trabajo, el hombre
participa en el bien de los demás y de la sociedad.

1915 Los ciudadanos deben cuanto sea posible tomar parte activa en la
vida pública. Las modalidades de esta participación pueden variar de un país
a otro o de una cultura a otra. “Es de alabar la conducta de las naciones en
las que la mayor parte posible de los ciudadanos participa con verdadera
libertad en la vida pública”.

1916 La participación de todos en la promoción del bien común implica,


como todo deber ético, una conversión, renovada sin cesar, de los miembros
de la sociedad. El fraude y otros subterfugios mediante los cuales algunos
escapan a la obligación de la ley y las prescripciones del deber social deben
ser firmemente condenados por incompatibles con las exigencias de la
justicia. Es preciso ocuparse del desarrollo de instituciones que mejoran las
condiciones de la vida humana.

1917 Corresponde a los que ejercen la autoridad reafirmar los valores que
engendran confianza en los miembros del grupo y los estimulan a ponerse al
servicio de sus semejantes. La participación comienza por la educación y la
cultura. “Podemos pensar, con razón, que la suerte futura de la humanidad
está en manos de aquellos que sean capaces de transmitir a las generaciones
venideras razones para vivir y para esperar”.
82 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

LA JUSTICIA SOCIAL

1928 La sociedad asegura la justicia social cuando realiza las condiciones


que permiten a las asociaciones y a cada uno conseguir lo que les es debido
según su naturaleza y su vocación. La justicia social está ligada al bien
común y al ejercicio de la autoridad.

IGUALDAD Y DIFERENCIAS ENTRE LOS HOMBRES

1934 Creados a imagen del Dios único y dotados de una misma alma
racional, todos los hombres poseen una misma naturaleza y un mismo
origen. Rescatados por el sacrificio de Cristo, todos son llamados a participar
en la misma bienaventuranza divina: todos gozan por tanto de una misma
dignidad.

1935 La igualdad entre los hombres se deriva esencialmente de su


dignidad personal y de los derechos que dimanan de ella:

Hay que superar y eliminar, como contraría al plan de Dios, toda


forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea
social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua
o religión.

1936 Al venir al mundo, el hombre no dispone de todo lo que es necesario


para el desarrollo de su vida corporal y espiritual. Necesita de los demás.
Ciertamente hay diferencias entre los hombres por lo que se refiere a la
edad, a las capacidades físicas, a las aptitudes intelectuales o morales, a
las circunstancias de que cada uno se pudo beneficiar, a la distribución de
las riquezas. Los “talentos” no están distribuidos por igual.

1937 Estas diferencias pertenecen al plan de Dios, que quiere que


cada uno reciba de otro aquello que necesita, y que quienes disponen de
“talentos” particulares comuniquen sus beneficios a los que los necesiten.
Las diferencias alientan y con frecuencia obligan a las personas a la
magnanimidad, a la benevolencia y a la comunicación. “Indican a las culturas
a enriquecerse unas a otras:

Yo no doy todas las virtudes por igual a cada uno... hay muchos a los
que distribuyo de tal manera, esto a uno, aquello a otro... A uno la caridad, a
otro la justicia, a éste la humildad, a aquél una fe viva... En cuanto a los bienes
temporales las cosas necesarias para la vida humana las he distribuido con
la mayor desigualdad, y no he querido que cada uno posea todo lo que le era
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 83

necesario para que los hombres tengan así ocasión, por necesidad, de
practicar la caridad de unos con otros... He querido que unos necesitasen
de otros y que fuesen mis servidores para la distribución de las gracias y de
las liberalidades que han recibido de mí.

1938 Existen también desigualdades escandalosas que afectan a millones


de hombres y mujeres. Están en abierta contradicción con el Evangelio:

La igual dignidad de las personas exige que se llegue a una situación de


vida más humana y más justa. Pues las excesivas desigualdades económicas
y sociales entre los miembros o los pueblos de una única familia humana
resultan escandalosas y se oponen a la justicia social, a la equidad, a la
dignidad de la persona humana y también a la paz social e internacional.

LA SOLIDARIDAD HUMANA

1939 El principio de solidaridad, expresado también con el nombre de


“amistad” o “caridad social”, es una exigencia directa de la fraternidad humana
y cristiana.

Un error, “hoy ampliamente extendido, es el olvido de esta ley de


solidaridad humana y de caridad, dictada e impuesta tanto por la comunidad
de origen y la igualdad de la naturaleza racional en todos los hombres,
cualquiera que sea el pueblo a que pertenezca, como por el sacrificio de
redención ofrecido por Jesucristo en el altar de la cruz a su Padre del cielo,
en favor de la humanidad pecadora.

1940 La solidaridad se manifiesta en primer lugar en la distribución de


bienes y la remuneración del trabajo. Supone también el esfuerzo en favor de
un orden social más justo en el que las tensiones puedan ser mejor resueltas,
y donde los conflictos encuentren más fácilmente su solución negociada.

1941 Los problemas socio-económicos sólo pueden ser resueltos con la


ayuda de todas las formas de solidaridad: solidaridad de los pobres entre sí,
de los ricos y los pobres, de los trabajadores entre sí, de los empresarios y los
empleados, solidaridad entre las naciones y entre los pueblos. La solidaridad
internacional es una exigencia del orden moral. En buena medida, la paz
del mundo depende de ella.

1942 La virtud de la solidaridad va más allá de los bienes materiales.


Difundiendo los bienes espirituales de la fe, la Iglesia ha favorecido a la vez el
84 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

desarrollo de los bienes temporales, al cual con frecuencia ha abierto vías


nuevas. Así se han verificado a lo largo de los siglos las palabras del Señor.
“Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por
añadidura”.

Desde hace dos mil años vive y persevera en el alma de la Iglesia


ese sentimiento que ha impulsado e impulsa todavía a las almas hasta
el heroísmo caritativo de los monjes agricultores, de los libertadores de
esclavos, de los que atienden enfermos, de los mensajeros de la fe, de
civilización, de ciencia, a todas las generaciones y a todos los pueblos con
el fin de crear condiciones sociales capaces de hacer posible a todos una
vida digna del hombre y del cristiano. (C. Igl C.)
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 85

3.3. EL ESTADO
3.3.1 La Autoridad Política de la sociedad.

Donde conviven muchas personas y grupos sociales con intereses


diversos es necesario que haya un principio rector capaz de eliminar los
obstáculos y de promover una convergencia de voluntades, con el fin de
permitir una convivencia pacífica, fructífera y ordenada.

Se entiende por Autoridad Política el conjunto de personas y de


instituciones que han recibido poder para gobernar una determinada
sociedad.

Desde el ángulo de la fe, se puede fundamentar la Autoridad Política


en Dios sin contradecir a otros fundamentos dados en derecho o en filosofía:
Dios, como sujeto Absoluto, es el origen último de la Autoridad Política.
Este principio es plenamente conciliable con cualquier clase de régimen
genuinamente democrático. Esto, desde luego, no significa que Dios haya
delegado en un hombre o en un grupo de hombres su autoridad, sino el que
el hombre sea de naturaleza social y el que requiera de una autoridad para
asegurar una convivencia ordenada, tiene su última instancia en Dios. El
mismo es modelo de toda ley y autoridad.

3.3.2. El Estado y el bien común.

La manera como la Autoridad Política se organiza en nuestros días


es a través del Estado. Veamos cuáles son los elementos que componen
al Estado:

- El Territorio: Es la parte de la Tierra sobre la que el Estado ejerce su


autoridad.

- La Población: Es el conjunto de hombres unidos por el derecho, la


historia, las tradiciones, la cultura, la raza, la religión, la lengua. Existen
Estados pluriétnicos, compuestos por diferentes pueblos; en este caso
es importante que el Estado se muestre respetuoso de las minorías y
de las diferencias étnicas.

- El Poder: Es el encargado de dar cohesión y orden a la convivencia de


los ciudadanos de acuerdo a la Ley y al Derecho. Una característica del
poder es su capacidad de imponerse y de vencer resistencias; a veces
esto se consigue por la persuasión, otras veces por la fuerza y la coerción.
Sin poder, una comunidad se desintegraría. Sin embargo, precisamente
86 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

por ser el Estado la institución más poderosa dentro de un territorio


y en una sociedad concreta y por disponer de un formidable aparato
de gobierno que va desde la ley hasta la política y los medios de
comunicación, es fácil que incurra en excesos y abusos y que se
deslice hacia el totalitarismo. De ahí la importancia de que el Estado
no olvide la finalidad para la cual existe: procurar el Bien Común. El
fin del Estado es el logro del Bien Común. Por otro lado, la Autoridad
que sistemáticamente obstruye o no promueve, por incapacidad o por
perversión, el Bien Común, pierde su razón de gobernar.

Para procurar el Bien Común importa que el Estado aplique


correctamente los principios de subsidiaridad, de solidaridad y de justicia.
Partiendo de estos principios. La Autoridad Política debe asumir algunas
obligaciones para procurar el Bien Común:

- Preservar la herencia cultural, histórica y de recursos naturales de la


sociedad.
- Estimular las actividades económicas, culturales y sociales que
favorezcan el bienestar y la seguridad de los ciudadanos.
- Establecer un régimen de justicia de derecho y de libertad.
- Intervenir cuando algunas situaciones particulares de monopolio sean
un obstáculo para el desarrollo.
- Defender los derechos humanos, especialmente los de las minorías y
los de los más débiles.

3.3.3. La acción política.

Política es, en términos muy amplios, «la acción común para el Bien
Común». El político, de esta manera, resulta el verdadero arquitecto de
la convivencia organizada. A través de la actividad política, el político se
hace acreedor a las bienaventuranzas prometidas a quien da de comer al
hambriento: «Bienaventurado porque tuve hambre e implementaste un plan
alimentario, tuve sed y creaste un Departamento para establecer redes de
agua potable, era forastero y pusiste en marcha un Fondo Nacional para la
Vivienda...»

El Concilio Vaticano II califica a la política de «arte difícil y noble» e


invita a los cristianos a prepararse para ella y a ejercitarla con olvido del propio
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 87

interés. Declara que «la Iglesia alaba y estima la labor de quienes al servicio
del hombre se consagran al bien de la cosa pública» (GS 75). Y el Papa Pablo
VI fue todavía más explícito: «El cristiano tiene la obligación de participar
en la organización y la vida política» (OA 24). «La política ofrece un
camino serio y difícil para cumplir el deber grave que el cristiano tiene
de servir a los demás» (OA 46).

Todas esas frases nos invitan a «salir de nuestra burbuja», a abandonar


cómodas posturas y a asumir los problemas de las gentes como auténticos
líderes y gestores de empresas sociales para dar una respuesta a los
hombes de nuestra sociedad. En efecto, si la política no la hacen las manos
limpias, las manos sucias la harán. La política es un servicio noble, por el cual
vale la pena dar la vida, como por un amigo. Todo ciudadano tiene una mayor
o menor participación política. Esta tiene diversos grados o niveles:

- Puede darse desde el Gobierno, formando parte del grupo de hombres y


mujeres a quienes se les confía llevar adelante las funciones del Estado;
ya sea como Gobernante (Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial), ya
sea como Administrador (Responsable de un Departamento o de un
Organismo Gubernamental).

- O bien, desde un Partido Político, organizándose con los demás


miembros del partido otros hombres para conseguir el poder y ejercerlo,
y, desde allí, aplicar un determinado programa político.

- O bien, desde un Grupo Intermedio, asociándose a otros ciudadanos


para contribuir a llenar un vacío en la sociedad y para apoyar el que
los Poderes Públicos promuevan la participación, la comunión y la
dignidad.

- O bien, desde la Base del Pueblo, procurándo acudir a las urnas para
elegir a los candidatos más idóneos y manteniéndose informado del
acontecer nacional y mundial. Votar es un derecho de todo ciudadano,
pero también es un deber.

Cualquiera que sea el nivel de participación política de un ciudadano,


bien importante es tener presente que no se trata de «aprovechar», ni de
«manipular», ni de «aplastar», ni de «brillar», sino de «servir».
88 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

3.3.4. La Iglesia y la política.

¿Le toca a la Iglesia participar e intervenir en política? ¿Hasta


dónde puede y debe hacerlo?

a) A la Iglesia jerárquica no le corresponde ejercer poder político. La


razón es sencilla: daría pie a que se identificara el Evangelio con una
de las muchas opciones de partido posibles, cuando es clave para todo
comportamiento y acción política. Si la Iglesia jerárquica se metiera
en política estricta, terminaría convirtiéndose en fuente de discordia y
de división en lugar de ser signo de comunión. De aquí la prohibición
del Código de Derecho Canónico para que los sacerdotes y religiosos
detenten cargos públicos y gubernamentales de elección popular.

b) Pero a la Iglesia, sí le toca participar en política, entendida ésta en


sentido amplio; esto es, colaborar en proyectos que el Estado y los
particulares lancen de promoción del Bien Común, de la educación,
de la justicia, del bienestar social. Entra también dentro de su papel
«inspirar» el compromiso de los laicos mediante el anuncio del
Evangelio. El Evangelio encierra las claves humanas para promover
el Bien Común de la sociedad. Desenvolver y defender estas claves
es su verdadera misión. Con ello, la Iglesia completa lo que el Estado
no puede alcazar por sí.

c) También está dentro de sus atribuciones el alzar su voz cuando


los Derechos Humanos son aplastados. La razón que justifica su
intervención en estos casos es que inciden en el campo de la moral que
es el campo propio de la Iglesia. Si en estos casos guardara silencio,
se haría cómplice de situaciones opresivas.

d) Hoy existe mayor claridad para ubicar el compromiso político de la


Iglesia y el de los cristianos de cara al Estado. La Iglesia y el Estado
son entidades independientes y autónomas, pero complementarias
en el servicio al hombre. Cada una tiene su propia esfera de acción
con la común dirección hacia el hombre. Ambas dignifican y cuidan al
hombre y la sociedad en lo que es bueno y justo.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 89

∇∇∇∇∇

DOCUMENTOS DE LA IGLESIA

La vida pública en nuestros días

73. En nuestra época se advierten profundas transformaciones también


en las estructuras y en las instituciones de los pueblos como consecuencia
de la evolución cultural, económica y social de estos últimos tiempos. Estas
transformaciones ejercen gran influjo en la vida de la comunidad política,
principalmente en lo que se refiere a los derechos y deberes de todos en el
ejercicio de la libertad política y en el logro del bien común y en lo que toca
a las relaciones de los ciudadanos entre sí y con la autoridad pública.

La conciencia más viva de la dignidad humana ha hecho que en


diversas regiones del mundo surja el propósito de establecer un orden
político-jurídico que proteja mejor en la vida pública los derechos de la
persona, como son el derecho de libre unión, de libre asociación, de expresar
las propias opiniones y de profesar privada y públicamente la religión. Porque
la garantía de los derechos de la persona es condición necesaria para que
los ciudadanos, como individuos o como miembros de asociaciones, puedan
participar activamente en la vida y en el gobierno de la cosa pública.

Con el derecho cultural, económico y social se consolida en la mayoría


el deseo de participar más plenamente en la ordenaçión de la comunidad
política. En la conciencia de muchos se intensifica el afán por respetar los
derechos de la minorías, sin descuidar los deberes de éstas para con la
comunidad política; además crece por días el respeto hacia los hombres que
profesan opinión o religión distintas; al mismo tiempo se establece una mayor
colaboración a fin de que todos los ciudadanos, y no solamente algunos
privilegiados, puedan hacer uso efectivo de los derechos personales.

Se reprueban también todas las formas políticas, vigentes en ciertas


regiones, que obstaculizan la libertad civil o religiosa, multiplican las víctimas
de las pasiones y de los crímenes políticos y desvían el ejercicio de la
autoridad de la prosecución del bien común, para ponerla al servicio de un
grupo o de los propios gobernantes.

La mejor manera de llegar a una política auténticamente humana es


fomentar el sentido interior de la justicia, de la benevolencia y del servicio al
90 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

bien común y robustecer las convicciones fundamentales en lo que toca a


la naturaleza verdadera de la comunidad política y al fin, recto ejercicio y
límites de los poderes públicos.

Naturaleza y fin de la comunidad política

74. Los hombres, las familias y los diversos grupos que constituyen la
comunidad civil son conscientes de su propia insuficiencia para lograr una
vida plenamente humana y perciben la necesidad de una comunidad más
amplia, en la cual todos conjuguen a diario sus energías en orden a una
mejor procuración del bien común. Por ello forman comunidad política según
tipos institucionales varios. La comunidad política nace, pues, para buscar
el bien común, en el que encuentra su justificación plena y su sentido y
del que deriva su legitimidad primigenia y propia. El bien común abarca el
conjunto de aquellas condiciones de vida social con las cuales los hombres,
las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad
su propia perfección.

Pero son muchos y diferentes los hombres que se encuentran en una
comunidad política, y pueden con todo derecho inclinarse hacia soluciones
diferentes. A fin de que, por la pluralidad de pareceres, no perezca la
comunidad política, es indispensable una autoridad que dirija la acción de
todos hacia el bien común no mecánica o despóticamente, sino obrando
principalmente como una fuerza moral, que se basa en la libertad y en el
sentido de responsabilidad de cada uno.

Es, pues, evidente que la comunidad política y la autoridad pública se


fundan en la naturaleza humana, y, por lo mismo, pertenecen al orden previsto
por Dios, aún cuando la determinación del régimen político y la designación
de los gobernantes se dejen a la libre designación de los ciudadanos.

Síguese también que el ejercicio de la autoridad política, así en la


comunidad en cuanto tal como en las situaciones representativas, debe
realizarse siempre dentro de los límites del orden moral para procurar el bien
común -concebido dinámicamente- según el orden jurídico legítimamente
establecido o por establecer. Es entonces cuando los ciudadanos están
obligados en conciencia a obedecer. De todo lo cual se deducen la
responsabilidad, la dignidad y la importancia de los gobernantes.

Pero cuando la autoridad pública, rebasando su competencia, oprime a


los ciudadanos, éstos no deben rehuir las exigencias objetivas del bien común;
les es lícito, sin embargo, defender sus derechos y los de sus conciudadanos
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 91

contra el abuso de tal autoridad, guardando los límites que señala la ley
natural y evangélica.

Las modalidades concretas por las que la comunidad política organiza


su estructura fundamental y el equilibrio de los poderes públicos pueden ser
diferentes, según el genio de cada pueblo y la marcha de su historia. Pero
deben tender siempre a formar un tipo de hombre culto, pacífico y benévolo
respecto de los demás para provecho de toda familia humana.

Colaboración de todos en la vida pública

75. Es perfectamente conforme con la naturaleza humana que se constituyan


estructuras político-jurídicas que ofrezcan a todos los ciudadanos, sin
discriminación alguna y con perfección creciente, posibilidades efectivas de
tomar parte libre y activamente en la fijación de los fundamentos jurídicos de
la comunidad política, en el gobierno de la cosa pública, en la determinación
de los campos de acción y de los límites de las diferentes instituciones y en
la elección de los gobernantes. Recuerden, por tanto, todos los ciudadanos
el derecho y al mismo tiempo el deber que tienen de votar con libertad para
promover el bien común. La Iglesia alaba y estima la labor de quienes, al
servicio del hombre, se consagran al bien de la cosa pública y aceptan las
cargas de este oficio.

Para que la cooperación ciudadana responsable pueda lograr


resultados felices en el curso diario de la vida pública, es necesario un
orden jurídico positivo que establezca la adecuada división de las funciones
institucionales de la autoridad política, así como también la protección eficaz
e independiente de los derechos. Reconózcanse, respétense y promuévanse
los derechos de las personas, de las familias y de las asociaciones, así
como su ejercicio, no menos que los deberes cívicos de cada uno. Entre
estos últimos es necesario mencionar el deber de aportar a la vida pública
el concurso de material y personal requerido por el bien común. Cuiden
los gobernantes de no entorpecer las asociaciones familiares, sociales o
culturales, los cuerpos o las instituciones intermedias, y de no privarlos
de su legítima y constructiva acción, que más bien deben promover con
libertad y de manera ordenada. Los ciudadanos por su parte, individual o
colectivamente, eviten atribuir a la autoridad política todo poder excesivo y
no pidan al Estado de manera inoportuna ventajas o favores excesivos, con
riesgos de disminuir la responsabilidad de las personas, de las familias y de
las agrupaciones sociales.

A consecuencia de la complejidad de nuestra época, los poderes


públicos se ven obligados a intervenir con más frecuencia en materia social,
económica y cultural para crear condiciones más favorables, que ayuden con
mayor eficacia a los ciudadanos y a los grupos en la búsqueda libre del bien
92 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

completo del hombre. Según las diversas regiones y la evolución de los


pueblos, pueden entenderse de diverso modo las relaciones entre la
socialización y la autonomía y el desarrollo de la persona. Esto no obstante,
allí donde por razones de bien común se restrinja temporalmente el ejercicio
de los derechos, restablézcanse la libertad cuanto antes una vez que hayan
cambiado las circunstancias. De todos modos, es inhumano que la autoridad
política caiga en formas totalitarias o en formas dictatoriales que lesionen
los derechos de la persona o de los grupos sociales.

Cultiven los ciudadanos con magnanimidad y lealtad el amor a la patria,


pero sin estrechez de espíritu, de suerte que miren siempre al mismo tiempo
por el bien de toda la familia humana, unida por toda clase de vínculos entre
las razas, pueblos y naciones.

Los cristianos todos deben tener conciencia de la vocación particular


y propia que tienen en la comunidad política; en virtud de esta vocación
están obligados a dar ejemplo de sentido de responsabilidad y de servicio
al bien común; así demostrarán también con los hechos cómo pueden
armonizarse la autoridad y la libertad, la iniciativa personal y la necesaria
solidaridad del cuerpo social, las ventajas de la unidad combinada con la
provechosa diversidad. El cristiano debe reconocer la legítima pluralidad
de opiniones temporales discrepantes y debe respetar a los ciudadanos
que, aun agrupados, defienden lealmente su manera de ver. Los partidos
políticos deben promover todo lo que a su juicio exige el bien común; nunca,
sin embargo, está permitido anteponer intereses propios al bien común.

Hay que prestar gran atención a la educación cívica y política, que


hoy es particularmente necesaria para el pueblo, y sobre todo para la
juventud, a fin de que todos los ciudadanos puedan cumplir su misión en la
vida de la comunidad política. Quienes son o pueden llegar a ser capaces
de ejercer ese arte tan difícil y tan noble que es la política, prepárense para
ella y procuren ejercitarla con olvido del propio interés y de toda ganancia
venal. Luchen con integridad moral y con prudencia contra la injusticia y la
opresión, contra la intolerancia y el absolutismo de un solo hombre o de un
solo partido político; conságrense con sinceridad y rectitud, más aún, con
caridad y fortaleza política, al servicio de todos.

La comunidad política y la Iglesia

76. Es de suma importancia, sobre todo allí donde existe una sociedad
pluralística, tener un recto concepto de las relaciones entre la comunidad política
y la Iglesia y distinguir netamente entre la acción que los cristianos, aislada
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 93

y asociadamente, llevan a cabo a título personal, como ciudadanos de


acuerdo con su conciencia cristiana, y la acción que realizan, en nombre
de la Iglesia, en comunión con sus pastores.

La Iglesia, que por razón de su misión y de su competencia no se


confunde en modo alguno con la comunidad política ni está ligada a sistema
político alguno, es a la vez signo y salvaguardia del carácter trascendente
de la persona humana.

La comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas,


cada una en su propio terreno. Ambas, sin embargo, aunque por diverso
título, están al servicio de la vocación personal y social del hombre. Este
servicio lo realizarán con tanta mayor eficacia, para bien de todos, cuanto
mejor cultiven ambas entre sí una sana cooperación habida cuenta de
las circunstancias de lugar y tiempo. El hombre, en efecto, no se limita al
solo horizonte temporal, sino que, sujeto de la historia humana, mantiene
íntegramente su vocación eterna. La Iglesia, por su parte, fundada en el
amor del Redentor, contribuye a difundir cada vez más el reino de la justicia
y de la caridad en el seno de cada nación y entre las naciones. Predicando
la verdad evangélica e iluminando todos los sectores de la acción humana
con su doctrina y con el testimonio de los cristianos, respeta y promueve
también la libertad y la responsabilidad políticas del ciudadano.

Cuando los apóstoles y sus sucesores y los cooperadores de éstos son


enviados para anunciar a los hombres a Cristo, Salvador del mundo, en el
ejercicio de su apostolado se apoyan sobre el poder de Dios, el cual muchas
veces manifiesta la fuerza del Evangelio en la debilidad de sus testigos. Es
preciso que cuantos se consagran al misterio de la palabra de Dios utilicen
los caminos y medios propios del Evangelio, los cuales se diferencian en
muchas cosas de los medios que la ciudad terrena utiliza.

Ciertamente, las realidades temporales y las realidades sobrenaturales


están estrechamente unidas entre sí, y la misma Iglesia se sirve de medios
temporales en cuanto su propia misión lo exige. No pone, sin embargo, su
esperanza en privilegios dados por el poder civil; más aún, renunciará al
ejercicio de ciertos derechos legítimamente adquiridos tan pronto como conste
que en uso puede empañar la pureza de su testimonio o las nuevas condiciones
de vida exijan otra disposición. Es de justicia que pueda la Iglesia en todo
momento y en todas partes predicar la fe con auténtica libertad, enseñar su
doctrina social, ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su
94 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

juicio moral, incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo


exijan los derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas,
utilizando todos y solo aquellos medios que sean conformes al Evangelio y
al bien de todos según la diversidad de tiempos y de situaciones.

Con su fiel adhesión al Evangelio y el ejercicio de su misión en el
mundo, la Iglesia, cuya misión es fomentar y elevar todo cuanto de verdadero,
de bueno y de bello hay en la comunidad humana, consolida la paz en la
humanidad para gloria de Dios.

La promoción del bien común

26. La interdependencia, cada vez más estrecha, y su progresiva


universalización hacen que el bien común -esto es, el conjunto de condiciones
de la vida social que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de
sus miembros el logro más pleno y más fácil de la propia perfección- se
universalice cada vez más, e implique por ello derechos y obligaciones que
miran a todo el género humano. Todo grupo social debe tener en cuenta las
necesidades y las legítimas aspiraciones de los demás grupos; más aún,
debe tener muy en cuenta el bien común de toda la familia humana.

Crece al mismo tiempo la conciencia de la excelsa dignidad de la


persona humana, de su superioridad sobre las cosas y de sus derechos
y deberes universales e inviolables. Es, pues, necesario que se facilite
al hombre todo lo que éste necesita para vivir una vida verdaderamente
humana, como son el alimento, el vestido, la viviendo, el derecho a la libre
elección de estado y a fundar una familia, a la educación, al trabajo, a la
buena fama, al respeto, a una adecuada información, a obrar de acuerdo
con la norma recta de su conciencia, a la protección de la vida privada y a
la justicia y a la justa libertad también en materia religiosa.

El orden social, pues, y su progresivo desarrollo deben en todo


momento subordinarse al bien de la persona, ya que el orden real debe
someterse al orden personal, y no al contrario. El propio Señor lo advirtió
cuando dijo que el sábado había sido hecho para el hombre, y no el hombre
para el sábado. El orden social hay que desarrollarlo a diario, fundarlo en la
verdad, edificarlo sobre la justicia, vivificarlo por el amor. Pero debe encontrar
en la libertad un equilibrio cada día más humano. Para cumplir todos estos
objetivos hay que proceder a una renovación de los espíritus y a profundas
reformas de la sociedad.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 95

El Espíritu de Dios, que con admirable providencia guía el curso de los


tiempos y renueva la faz de la tierra, no es ajeno a esta evolución. Y, por su
parte, el fermento evangélico ha despertado y despierta en el corazón del
hombre esta irrefrenable exigencia de dignidad. [GS].

LA AUTORIDAD

1897 “Una sociedad bien ordenada y fecunda requiere gobernantes,


investidos de legítima autoridad, que defiendan las instituciones y consagren,
en la medida suficiente, su actividad y sus desvelos al provecho común del
país”.

Se llama “autoridad” la cualidad en virtud de la cual personas o


instituciones dan leyes y órdenes a los hombres y esperan la correspondiente
obediencia.

1898 Toda comunidad humana necesita una autoridad que la rija. Esta
tiene su fundamento en la naturaleza humana. Es necesaria para la unidad
de la sociedad. Su misión consiste en asegurar en cuanto sea posible el
bien común de la sociedad.

1899 La autoridad exigida por el orden moral emana de Dios. Sométanse


todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga
de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De modo que,
quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino, y los rebeldes
se atraerán sobre sí mismos la condenación”.

1900 El deber de obediencia impone a todos la obligación de dar a la


autoridad los honores que le son debidos, y de rodear de respeto y según
el mérito, de gratitud y de benevolencia a las personas que la ejercen.

La más antigua oración de la Iglesia por la autoridad política tiene como


autor a san Clemente Romano:

“Concédeles, Señor, la salud, la paz, la concordia, la estabilidad, para


que ejerzan sin tropiezo la soberanía que tú les has entregado. Eres tú,
Señor, rey celestial de los siglos, quien da a los hijos de los hombres gloria,
honor y poder sobre las cosas de la tierra. Dirige, Señor, su consejo según
lo que es bueno, según lo que es agradable a tus ojos, para que ejerciendo
con piedad, en la paz y la mansedumbre, el poder que les has dado, te
encuentren propicio”.
96 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

1901 Si la autoridad responde a un orden fijado por Dios, “la determinación


del régimen y la designación de los gobernantes han de dejarse a la libre
voluntad de los ciudadanos”.

La diversidad de los regímenes políticos es moralmente admisible con


tal que promuevan el bien legítimo de la comunidad que los adopta. Los
regímenes cuya naturaleza es contraria a la ley natural, al orden público y
a los derechos fundamentales de las personas, no pueden realizar el bien
común de las naciones en las se han impuesto.

1902 La autoridad no saca de sí misma su legitimidad moral. No debe


comportarse de manera despótica, sino actuar para el bien común como
una “fuerza moral, que se basa en la libertad y en la conciencia de la tarea
y obligaciones que ha recibido”.

La legislación humana sólo posee carácter de ley cuando se conforma


a la justa razón; lo cual significa que su obligatoriedad procede de la ley
eterna. En la medida en que ella se apartase de la razón, sería preciso
declararla injusta, pues no verificaría la noción de ley; sería más bien una
forma de violencia.

1903 La autoridad sólo se ejerce legítimamente si busca el bien común del


grupo en cuestión y si, para alcanzarlo, emplea medios moralmente lícitos.
Si los dirigentes proclamasen leyes injustas o tomasen medidas contrarias
al orden moral, estas disposiciones no pueden obligar en conciencia. “En
semejante situación, la propia autoridad se desmorona por completo y se
origina una iniquidad espantosa”.

1904 “Es preferible que un poder esté equilibrado por otros poderes y
otras esferas de competencia que lo mantengan en su justo límite. Es éste
el principio del “Estado de derecho” en el cual es soberana la ley y no la
voluntad arbitraria de los hombres”.

EL BIEN COMÚN

1905 Conforme a la naturaleza social del hombre, el bien de cada cual


está necesariamente relacionado con el bien común. Este sólo puede ser
definido con referencia a la persona humana.

No viváis aislados, cerrados en vosotros mismos, como si estuvieseis


ya justificados, sino reuníos para buscar juntos lo que constituye el interés
común.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 97

1906 Por bien común, es preciso entender “el conjunto de aquellas


condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de
sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección”. El
bien común afecta a la vida de todos. Exige la prudencia por parte de cada
uno, y más aún por la de aquellos que ejercen la autoridad. Comporta tres
elementos esenciales:

1907 Supone, en primer lugar, el respeto a la persona en cuanto tal. En


nombre del bien común, las autoridades están obligadas a respetar los
derechos fundamentales e inalienables de la persona humana. La sociedad
debe permitir a cada uno de sus miembros realizar su vocación. En particular,
el bien común reside en las condiciones de ejercicio de las libertades
naturales que son indispensables para el desarrollo de la vocación humana
de su conciencia, a la protección de la vida privada y a la justa libertad,
también en materia religiosa”.

1908 En segundo lugar, el bien común exige el bienestar social y el


desarrollo del grupo mismo. El desarrollo es el resumen de todos los deberes
sociales. Ciertamente corresponde a la autoridad decidir, en nombre del bien
común, entre los diversos intereses particulares; pero debe facilitar a cada
uno lo que necesita para llevar una vida verdaderamente humana: alimento,
vestido, salud, trabajo, educación y cultura, información adecuada, derecho
de fundar una familia, etc.

1909 El bien común implica, finalmente, la paz, es decir, la estabilidad y la


seguridad de un orden justo. Supone, por tanto, que la autoridad asegura, por
medios honestos, la seguridad de la sociedad y la de sus miembros. El bien
común fundamenta el derecho a la legítima defensa individual y colectiva.

1910 Si toda la comunidad humana posee un bien común que la configura


en cuanto tal, la realización más completa de este bien común se verifica
en la comunidad política. Corresponde al Estado defender y promover el
bien común de la sociedad civil, de los ciudadanos y de las instituciones
intermediarias.

1911 Las interdependencias humanas se intensifican. Se extienden poco a


poco a toda la tierra. La unidad de la familia humana que agrupa a seres que
poseen una misma dignidad natural, implica un bien común universal. Este
requiere una organización de la comunidad de naciones capaz de “proveer
a las diferentes necesidades de los hombres, tanto en los campos de la vida
social, a los que pertenecen la alimentación, la salud, la educación..., como en
no pocas situaciones particulares que pueden surgir en algunas partes, como
98 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

son... socorrer en sus sufrimientos a los refugiados dispersos por todo el


mundo o de ayudar a los emigrantes y a sus familias”.

1912 El bien común está siempre orientado hacia el progreso de las


personas: “El orden social y su progreso deben subordinarse al bien de las
personas... y no al contrario”. Este orden tiene por base la verdad, se edifica
en la justicia, es vivificado por el amor (CIglC).
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 99

3.4. Las ideologías y la fe


3.4.1. ¿Qué son las ideologías?

Por ideología entendemos aquella filosofía o visión política que mueven


a una acción de tipo político. Una ideología supone una cierta cosmovisión o
concepción del mundo. En el lenguaje ordinario se le conoce por los «ismos»
(Capitalismo, Socialismo, Fascismo, Sionismo, etc.).

«Una ideología será constructiva si los intereses que defiende lo son y


si respeta los derechos fundamentales de los demás grupos de la Nación»
(P 535).

3.4.2. Ambigüedad de las ideologías.

Al decir que una ideología es ambigua se indica que al mismo tiempo


tiene aspectos positivos y negativos. El aspecto positivo es su deseo de
participar en el quehacer social para contribuir al Bien Común, su inquietud
por contribuir al proceso universal del desarrollo y de la transformación de
la sociedad en orden a la justicia y a la solidaridad. Entre los aspectos
negativos está la tendencia a absolutizar su pensamiento y a presentarlo
como «la» verdad. Su deseo de defender como «evidentes», planteamientos
que son «discutibles» o falsos. Su inclinación a convertirse en la explicación
última y suficiente de toda la realidad social y humana. Cuando una
ideología se absolutiza y toma el poder, se vuelve totalitaria, hace uso de
todo tipo de propaganda y no teme manipular a las personas y a los grupos
humanos. Modelos históricos de este tipo de ideología son el nazismo y el
comunismo.

3.4.3. Ideologías actuales

Todo gobierno o todo partido político se apoya en una filosofía de la


vida, del hombre y de Dios con la cual fundamenta su acción política, su
orientación económica y social. Las ideologías presentes surgen en un
momento histórico de un pueblo y han ido dejando sus huellas en la historia.
Podemos observar las siguientes ideologías:

3.4.3.1. Liberalismo Capitalista

Entre los rasgos característicos de su funcionamiento real pueden


mencionarse los siguientes:

- Defensa de la Propiedad Privada como derecho.


100 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

- Anteposición del Capital al Trabajo.

- Canonización del libre mercado que se autoregula por la ley suprema


de la oferta y la demanda.

- Incentivo del consumismo y del individualismo. La dignidad de


la persona se mueve por su eficiencia económica, propio de un
materialismo práctico.

- Preocupación por las libertades individuales, reduciendo a un mínimo


la intervención del Estado.

- La justicia social queda reducida a la igualdad de oportunidades.

Ante la crisis del Estado del Bienestar hacia los años setenta revivió
un neoliberalismo con principales ideológos en Friedman y Hayer que se
enmarcan en una visión económica particular dentro del liberalismo de Adam
Smith.

3.4.3.2. Estado Social de Derecho

El Estado Social de Derecho es intervencionista y considera que es


responsabilidad suya conseguir:

- una situación de pleno empleo,


- un sistema de seguridad social que cubra a toda la población,
- la generalización de una alto a nivel de consumo y la garantía de un
nivel mínimo, incluso para los más desfavorecidos.

Dentro de una economía mixta intenta controlar todos los sectores de


la vida social, limitando la iniciativa privada.

3.4.3.3. Doctrina de la Seguridad Nacional

En las últimas décadas varias naciones latinoamericanas abandonaron


los regímenes militares y también esta ideología. He aquí su esquema
argumentativo:

- Existe un bloque político extraño a nuestra cultura y enemigo de


nuestras instituciones.

- Este bloque se propone desestabilizar a nuestros países difundiendo
ideas subversivas de igualdad y de justicia, y para ello se sirven de
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 101

instituciones como los medios de comunicación, la Iglesia, la


universidad, etc.

- Para evitar esta infiltración subversiva se requiere de un gobierno fuerte,


protector del nacionalismo que controle y reprima a estas instituciones
desestabilizadoras.

Normalmente este sistema, calificado de extrema derecha, se opone


a partidos de ideologías de extrema izquierda.

3.4.3.4 Colectivismo Marxista

Basada en la filosofía de Carlos Marx y Federico Engels con fundamento


en una dialéctica materialista, los estados comunistas sustentados por
Rusia se derrumban en 1989 con símbolo en la Caída del Muro de Berlín.
He aquí algunas de sus características, tal cómo se dieron en diversas
sociedades:

- Defensa de la Propiedad Colectiva de los Medios de Producción.


- Adopción de la lucha de clases como método de cambio social.
- Reconocimiento del Proletariado como «vanguardia de la Revolución».
- Defensa de los derechos sociales, frente a los individuales.
- Negación de la dimensión trascendente del hombre y de la historia.
- Reduccionismo economicista y limitación de las libertades individuales.

3.4.4. Distinción entre ideologías y corrientes históricas derivadas


de ellas.

La Doctrina Social de Iglesia ha surgido históricamente en oposición y


critica tanto al comunismo como al liberalismo del siglo XIX. Frente a ellas
ha formulado su propios conceptos sociales. Pero si bien la Iglesia ha sido y
es dura en su juicio de las ideologías capitalista y socialistas, distingue entre
estas y los movimientos históricos que han nacido de ellas. Con frecuencia
las «corrientes históricas», aunque conservando la etiqueta de capitalismo y
de socialismo, se alejan de una ortodoxia rígida y se vuelven más flexibles.
La Iglesia es neta en su condena de las filosofías que fundamentan las
ideologías pero mantiene una apertura cautelosa ante los movimientos
históricos que han suscitado.

Invita a distinguir en cada caso los distintos aspectos de las ideologías:


102 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

- Una doctrina social con presupuestos filosóficos a veces inaceptables.


- Un instrumental analítico de la sociedad.
- Las concreciones históricas de la ideología en movimientos sociales y
en regímenes gubernamentales a que han llevado esos movimientos.
- Utopía o modelo a que aspiran.

Así, por ejemplo, existe una gama de socialismos que van desde los
modelos latinoamericanos y europeos hasta los asiáticos y africanos. Dígase
lo mismo del Liberalismo Capitalista. Se da un abanico que comprende
desde el pensamiento de Adam Smith hasta el de Milton Friedman y desde
las concepciones clásicas del Siglo XVIII hasta los Neoliberalismos actuales.
Dentro de cada una de estas concreciones convendrá distinguir su utopía de
sus métodos y de su análisis social, de sus procedimientos de lucha política
y de sus postulados teóricos. No se puede canonizar o satanizar en bloque,
metiendo a todas las concreciones históricas de estas dos ideologías en el
mismo costal.

3.4.5. La ideologización de la Fe

Por «ideologización» de la fe entendemos la «evaporación del


Evangelio» y la sustitución de éste por una verdad ideológica. Se siguen
manejando las citas y el lenguaje evangélico-religioso, pero éste ha sido
arreglado para que sirva a la ideología. La ideología queda por encima del
Evangelio. Ello supone una reducción de los grandes valores del Evangelio
y del pensamiento de Cristo.

El Evangelio y el pensamiento de Cristo mira al hombre más allá


que una ideología. No sólo lo valora y lo define más ricamente sino que le
propone una ideal de perfección y una transformación interior que no alcanza
ideología alguna. Con esta transformación el hombre queda capacitado para
transformar la sociedad y darle una dimensión como ninguna pueda darle.
La tragedia histórica es que las ideologías han desterrado todo rasgo de fe
en el Evangelio en vez de redescubrirlo y potenciarlo.

La Iglesia no siempre ha sido fiel y ha entendido el Evangelio para


dar una respuesta a los signos de los tiempos. Por ello, para no caer
en una ideologización del Evangelio, es necesario descubrir sus rasgos
transformadores para con la persona y la sociedad. Con él se pone a Dios
no ya sólo como origen de la autoridad, sino como modelo y definidor
del modelo de toda sociedad. Por ello mismo la fe cristiana aporta a las
ideologías elementos que permiten a estas últimas abrirse a horizontes
más amplios y prevenirse contra el «inmanentismo» (negación de la
trascendencia) y contra el «determinismo» (negación de la libertad).
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 103

∇∇∇∇∇

DOCUMENTOS DE LA IGLESIA

Evangelización e ideologías

Discernimiento sobre las ideologías en América Latina y los sistemas


que en ellas se inspiran.

535 Entre las múltiples definiciones que pueden proponerse, llamamos


aquí ideología a toda la concepción que ofrezca una visión de los distintos
aspectos de la vida, desde el ángulo de un grupo determinado de la sociedad.
La ideología manifiesta las aspiraciones de ese grupo, llama a cierta
solidaridad y combatividad y funda su legitimación en valores específicos.
toda ideología es parcial, ya que ningún grupo particular puede pretender
identificar sus aspiraciones con las de la sociedad global. Una ideología será,
pues, legítima si los intereses que defiende lo son y si respeta los derechos
fundamentales de los demás grupos de la nación. En este sentido positivo,
las ideologías aparecen como necesarias para el quehacer social, en cuanto
son mediaciones para la acción.

536 Las ideologías llevan en sí mismas la tendencia a absolutizar los


intereses que defienden, la visión que proponen y la estrategia que
promuevan. En tal caso se transforman en verdaderas “religiones laicas”. Se
presentan como “una explicación última y suficiente de todo y se construye
así un nuevo ídolo, del cual se acepta a veces, sin darse cuenta, el carácter
totalitario y obligatorio”(OA 28). En esta perspectiva no debe extrañar que
las ideologías intenten instrumentar personas e instituciones al servicio de
la eficaz consecución de sus fines. Ahí está el lado ambiguo y negativo de
las ideologías.

537 Las ideologías no deben analizarse solamente desde el punto de vista


de sus contenidos conceptuales. Más allá de ellos, constituyen fenómenos
vitales de dinamismo arrollador, contagioso. Son corrientes de aspiraciones
con tendencia hacia la absolutización, dotadas también de poderosa fuerza
de conquista y fervor redentor. Esto les confiere una “mística” especial y
la capacidad de penetrar los diversos ambientes de modo muchas veces
irresistible. Sus slogans, sus expresiones típicas, sus criterios, llegan a impregnar
con facilidad aun a quienes distan adherir voluntariamente a sus principios
104 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

doctrinales. De este modo, muchos viven militan prácticamente dentro del


marco de determinadas ideologías sin haber tomado conciencia de ello. Es
este otro aspecto que exige constante revisión y vigilancia. Todo esto se
aplica tanto a las ideologías que legitiman la situación actual como aquellas
que pretenden cambiarla.

538 Para el necesario discernimiento y juicio crítico sobre las ideologías, los
cristianos deben apoyarse en el “rico y complejo patrimonio que la ‘Evangelii
Nuntiandi’ denominada doctrina social o enseñanza social de la Iglesia”(Juan
Pablo II, Discurso Inaugural III, 7.AAS LXXI p.203).

539 Esta doctrina o enseñanza social de la Iglesia expresa “lo que ella
posee como propio: una visión global del hombre y de la humanidad”(PP
13). Se dejan interpelar y enriquecer por las ideologías en lo que tiene de
positivo y, a su vez las interpela, relativiza y critica.

540 Ni el Evangelio ni la Doctrina o Enseñanza Social que de el proviene


son ideologías. Por el contrario representa para estas una poderosa fuente
de cuestionamientos de sus límites y ambigüedades. La originalidad siempre
nueva del mensaje evangélico debe ser permanentemente clarificada y
definida frente a los intentos de ideologización.

La igualdad esencial entre los hombres y la justicia social.

29. La igualdad fundamental entre todos los hombres exige un


reconocimiento cada vez mayor. Porque todos ellos, dotados de alma racional
y creados a imagen de Dios, tienen la misma naturaleza y el mismo origen.
Y porque, redimimos por Cristo, disfrutan de la misma vocación y de idéntico
destino.

Es evidente que no todos los hombres son iguales en lo que toca a la


capacidad física y a las cualidades intelectuales y morales. Sin embargo, todo
forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya
sea social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria
al plan divino. En verdad, es lamentable que los derechos fundamentales
de la persona no estén todavía protegidos en la forma debida por todas
partes. Es lo que sucede cuando se niega a la mujer el derecho de escoger
libremente esposo y de abrazar el estado de vida que prefiera o se le impide
tener acceso a una educación y a una cultura iguales a las que se conceden
al hombre.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 105

Más aún, aunque existen desigualdades justas entre los hombres,


sin embargo la igual dignidad de la persona exige que se llegue a una
situación social más humana y más justa. Resulta escandaloso el hecho de
las excesivas desigualdades económicas y sociales que se dan entre los
miembros o los pueblos de una misma familia humana, son contrarias a la
justicia social, a la equidad, a la dignidad de la persona humana y a la paz
social e internacional.

Las instituciones humanas, privadas o públicas, esfuércense por


ponerse al servicio de la dignidad o del fin del hombre. Luchen con energía
contra cualquier esclavitud social o política y respeten, bajo cualquier régimen
político, los derechos fundamentales del hombre. Más aún, estas instituciones
deben ir respondiendo cada vez más a las realidades espirituales, que son
las más profundas de todas, aunque es necesario todavía largo plazo de
tiempo para llegar al final deseado.

Hay que superar la ética individualista

30. La profunda y rápida transformación de la vida exige con suma ur-


gencia que no haya nadie, por despreocupación frente a la realidad o por
pura inercia, se conforme con una ética meramente individualista. El deber
de justicia y caridad se cumple cada vez más contribuyendo cada uno al
bien común según la propia capacidad y la necesidad ajena, promoviendo
y ayudando a las instituciones, así públicas como privadas, que sirven para
mejorar las condiciones de vida del hombre. Hay quienes profesan amplias y
generosas opiniones, pero en realidad viven siempre como si nunca tuvieran
cuidado alguno de las necesidades sociales. No sólo esto; en varios países
son muchos los que menosprecian las leyes y las normas sociales. No po-
cos, con diversos subterfugios y fraudes, no tienen reparo en soslayar los
impuestos justos u otros deberes para con la sociedad. Algunos subestiman
ciertas normas de la vida social; por ejemplo, las referentes a la higiene o
las normas de la circulación, sin preocuparse de que su descuido pone en
peligro la vida propia y la vida del prójimo.

La aceptación de las relaciones sociales y su observancia deben ser


consideradas por todos como uno de los principales deberes del hombre
contemporáneo. Porque cuanto más se unifica el mundo, tanto más los
deberes del hombre rebasan los límites de los grupos particulares y se ex-
tiende poco a poco al universo entero. Ello es imposible si los individuos y
los grupos sociales no cultivan en si mismos y difunden en la sociedad las
virtudes morales y sociales, de forma que se conviertan verdaderamente
en hombres nuevos y en creadores de una nueva humanidad con el auxilio
necesario de la divina gracia.
106 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Responsabilidad y participación

31. Para que cada uno pueda cultivar con mayor cuidado el sentido de
su responsabilidad tanto respecto de sí mismo como de los varios grupos
sociales de los que es miembro, hay que procurar con suma diligencia una
más amplia cultura espiritual, valiéndose para ello de los extraordinarios
medios de que el género humano dispone hoy día. Particularmente la
educación de los jóvenes, sea el que sea el origen social de éstos, debe
orientarse de tal modo, que forme hombres y mujeres que no sólo sean
personas cultas, sino también de generoso corazón, de acuerdo con las
exigencias perentorias de nuestra época.

Pero no puede llegarse a este sentido de la responsabilidad si no se


facilitan al hombre condiciones de vida que le permitan tener conciencia de
su propia dignidad y respondan a su vocación, entregándose a Dios y a los
demás. La libertad humana con frecuencia se debilita cuando el hombre
cae en extrema necesidad, de la misma manera que se envilece cuando el
hombre, satisfecho por una vida demasiado fácil, se encierra como en una
dorada soledad. Por el contrario, la libertad se vigoriza cuando el hombre
acepta las inevitables obligaciones de la vida social, toma sobre sí las
multiformes exigencias de la convivencia humana y se obliga al servicio de
la comunidad en que vive.

Es necesario por ello estimular en todas la voluntad de participar en


los esfuerzos comunes. Merece alabanza la conducta de aquellas naciones
en las que la mayor parte de los ciudadanos participa con verdadera libertad
en la vida pública. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, la situación real de
cada país y el necesario vigor de la autoridad pública. Para que todos los
ciudadanos se sientan impulsados a participar en la vida de los diferentes
grupos que integran el cuerpo social, es necesario que encuentren en dichos
grupos valores que los atraigan y los dispongan a ponerse al servicio de los
demás. Se puede pensar con toda razón que el porvenir de la humanidad
está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones
para vivir y razones para esperar.

El verbo encarnado y la solidaridad humana

32 Dios creó al hombre no para vivir aisladamente sino para formar


sociedad. De la misma manera, Dios «ha querido santificar y salvar a los
hombres no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino
constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente».
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 107

Desde el comienzo de la historia de la salvación, Dios ha elegido a los


hombres no solamente en cuanto individuos, sino también en cuanto
miembros de una determinada comunidad. A los que eligió Dios manifestando
su propósito, denominó pueblo suyo (Ex 3,7-12), con el que además
estableció un pacto en el monte Sinaí.

Esta índole comunitaria se perfecciona y se consuma en la obra de


Jesucristo. El propio Verbo encarnado quiso participar de la vida social
humana. Asistió a las bodas de Caná, bajó a la casa de Zaqueo, comió con
publicanos y pecadores. Reveló el amor del Padre y la excelsa vocación del
hombre evocando las relaciones más comunes de la vida social y sirviéndose
del lenguaje y de las imágenes de la vida diaria corriente. Sometiéndose
voluntariamente a las leyes de su patria, santificó los vínculos humanos,
sobre todo los de la familia, fuente de la vida social. Eligió la vida propia de
un trabajador de su tiempo y de su tierra. (G5)
4. VIDA Y DESARROLLO
ECONÓMICOS
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 111

4.1. Primacia y dignidad del trabajo


humano

4.1.1. Definición y dignidad del trabajo.

El trabajo en sentido amplio es aquella actividad en la vida social


del hombre orientada a producir bienes de consumo y servicios para la
comunidad. En sentido estricto se refiere al esfuerzo ofrecido a cambio de
un precio. Todo el progreso de la vida humana es fruto del trabajo, producto
desde un trabajo físico a un trabajo técnico. El modo de trabajo dentro de los
tres sectores de producción, así como el número de población activa en los
mismos marca las distintas épocas del desarrollo económico de un país.

En Gn 1,26-31 encontramos el fundamento del trabajo: «Hagamos al


hombre a nuestra imagen y semejanza. Que mande a los peces del mar
y a las aves del cielo... Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y
sométanla». Dios entrega al hombre su obra creada otorgándole el poder de
someterla. Este sometimiento es el fundamento del trabajo. Para someterla
debe trabajar transformando lo que la tierra aporta como materia prima.

El hombre no puede crecer ni poblar la tierra sin su trabajo.


Debe entenderse el trabajo como un volver la tierra más habitable, ayudar
a construir un mundo de hermanos, cual si fuera el Reino de Dios en la
tierra. El trabajo tiende a crear un bien económico con que el hombre
satisface las necesidades tanto individuales como sociales. Esto supone
un sentido social del trabajo. No se puede considerar el trabajo, como que
cada uno se procure su sustento, sino como un trabajar todos para todos.
Tiene como pues, un sentido social: todos dominamos la tierra, para vivir
todos de ella. El hombre es sujeto activo y receptivo del trabajo. El es quien
lleva a cabo el trabajo y recibe su fruto. El trabajo social indica que el fruto
del trabajo de un sujeto recae también en el bien de los otros. El trabajo
mismo lo hace cada uno. Un coche no lo hace una persona sola, lo hacen
varias para luego utilizarlo otra. El hombre dignifica su obra al constituirse
creador en los medios de dominio sobre el mundo, a semejanza de Dios
que le impregna. Igualmente el trabajo dignifica al hombre. La dignidad
es el fundamento ético de la conducta social del hombre: la dignidad debe
guardarse en todo momento.
112 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

4.1.2. El riesgo de la degradación del trabajo.

Las condiciones en que se realiza el trabajo en la sociedad pueden


llevar a la explotación, al embrutecimiento y a la despersonalización cuando
el bien económico se valora más que la persona misma. La voz de la Iglesia
en relación a lo que debiera ser el trabajo es muy clara: «Nunca más el trabajo
por encima del trabajador, nunca más el trabajo contra el trabajador; el trabajo
al servicio del hombre, de todo hombre y de todos los hombres» (Pablo VI,
1969). Se debe ante todo recordar también un principio enseñado siempre
por la Iglesia: prioridad del trabajo frente al capital. No es el dinero, sino la
común satisfacción de las necesidades humanas lo que define al trabajo.

4.1.3. Derechos del trabajador.

El trabajo, como valor social, es a la vez un derecho y un deber del


ciudadano como lo formulan los artículos 23-25 de la declaración de los
derechos humanos. Un derecho a un puesto de trabajo es a la vez un deber
que se ha de cumplir con eficiencia y responsabilidad; un derecho que debe
ser respetado y una obligación que debe ser cumplida. El trato al trabajador
y las obligaciones del trabajador suma una serie de derechos que constituyen
una ética del trabajo que obliga tanto al trabajador como al empresario. Lo
mismo que existe una ética laboral, existe también una regulación jurídica.
Fundamental en ello es el reconocimiento de los derechos que se han ido
ganando en la historia laboral.

En la e ncíclica Laborem Exercens Juan Pablo II se hace eco de los


derechos del trabajador de la Declaración de los Derechos Humanos:

Derecho a un empleo adecuado. El desempleo es signo inequívoco


de una salud social deteriorada.

Derecho a que el trabajo se desarrolle en un marco de condicio-


nes humanas; esto es, que se respeten las capacidades y cualidades del
trabajador y que se cumplan los requisitos que protejan su salud.

Derecho al salario justo. Es la clave de toda ética social.

Derecho a asociarse en sindicatos para la protección de sus justos


derechos e intereses vitales. Los sindicatos son asociaciones que tienen
como finalidad la defensa de los intereses laborales de los trabajadores. Los
sindicatos modernos se han desarrollado con la finalidad de tutelar los justos
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 113

derechos de los trabajadores y sus legítimos intereses frente al Estado o al


empresario, cuando estos se inclinen al abuso.

En la Laborem Exercens, Juan Pablo II señala que los sindicatos


son «un elemento indispensable de la vida social, especialmente en
las sociedades modernas industrializadas» (LE 20). Y añade algunas
precisiones:

a) Vigilar para que las exigencias sindicales no se conviertan en


egoísmo de grupo o de clase.

b) Preocuparse por la construcción del bien común pero sin subordinarse


a un partido político. En este caso, el sindicato perdería contacto con
lo que es su cometido específico y podría convertirse en instrumento
de control.

c) Estar abierto a actividades orientadas más allá del «tener más» y dirigidas
a promover el bien social, como serían programas educativos, etc.

d) Enfocar la lucha por la justicia social como una dedicación normal en


favor del justo bien.

Derecho a la huelga como medio extremo, pero legítimo, dentro de


las debidas condiciones y de los justos límites (Cfr. LE 18-20).

Por huelga entendemos la negación colectiva al trabajo, por parte de


los mismos trabajadores a fin de ejercer una coacción contra los empresarios
o contra el Estado, con el propósito de alcanzar el logro de sus aspiraciones
justas y la defensa de sus derechos.

Frente a la «huelgo-manía» y a la «huelgofobia», la Iglesia adopta


una postura de sensato equilibrio; considera a la huelga como un medio que
puede ser necesario, aunque extremo, para la defensa de los derechos de
los trabajadores.

La huelga es lícita si se cumplen simultáneamente las siguientes


condiciones:

- Que se defienda una causa justa.


- Que se hayan agotado otros caminos de diálogo y negociación.
- Que se tenga esperanza fundada que se alcanzarán los propósitos
que se persiguen.
114 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

- Que los males que implique la huelga sean aventajados por los bienes
que de ella se deriven.

4.1.4. Derecho del trabajador a un salario justo y a otras prestaciones


sociales.

El salario es la vía a través de la cual la gran mayoría de los hombres


pueden tener acceso a los bienes destinados al uso común de todos frente
a aquel que tiene acceso en razón de la propiedad. En el mundo industria-
lizado y neoliberal, cuando el salario está libre al juego de la oferta y de la
demanda, el trabajo puede convertirse en fuente de injusticias. La oferta se da
cuando dos patrones corren en busca de un obrero, el salario sube; cuando
dos obreros corren en busca de un patrón, el salario baja. Este mecanismo
puede conducir a comportamientos abusivos e injustos que comportan el
enriquecimiento de unos y el empobrecimiento de otros. El salario debe
ser justo, que no es lo mismo que legal. Hablar de «salario legal» no es
equivalente a hablar de «salario justo». Se pueden cumplir los requisitos
establecidos por la Comisión de Salarios Mínimos (salario legal) y estar
muy lejos de ofrecer una retribución que permita acercarse a las metas que
propone la moral (salario justo).

Para fijar el salario, además de las razones puramente mercantiles y


legales, deben pesar consideraciones de orden ético tales como:

- El salario debe ser suficiente para asegurar el propio sustento.


- Debe ser suficiente para fundar y mantener dignamente una familia y
proteger su futuro.
- Debe ir acompañado de otras prestaciones sociales:

* Proteger contra enfermedades


* Proteger contra accidentes
* Atender casos de maternidad
* Cubrir el seguro de vejez
* Garantizar el descanso semanal y las vacaciones
* Ahorrar con vistas a formar un patrimonio y tener acceso a la propiedad
de la empresa.

Todo esto es muy exigente y en la práctica bastante complejo. Es


complejo porque habrá situaciones de penuria económica de la empresa o del
país en que, independientemente de la buena voluntad del empresario o del
administrador, las condiciones objetivas de la realidad harán imposible el poder
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 115

ofrecer aumentos salariales que respondan a las observaciones arriba men-


cionadas, so pena de bancarrota de la empresa o de espirales inflacionarias
perjudiciales al país y al mismo pueblo.

4.1.5. El principio de la prioridad del Trabajo sobre el Capital.

En la vida social el trabajador entra frecuentemente en conflicto con


el empresario. El conflicto entre el Trabajo con el Capital es un hecho, ne-
garlo sería ingenuo. Contra la corriente bastante generalizada que habla de
una oposición irreductible entre el Trabajo y el Capital, Juan Pablo II invita
a superar el antagonismo entre estos dos factores según el principio de la
«sustancial y efectiva prioridad del Trabajo» (LE 12). La afirmación es
muy fuerte. Sin embargo, él mismo la fundamenta: el trabajo es siempre una
causa eficiente, mientras el Capital es sólo instrumento o causa instrumental.
Es decir, el Capital es fruto del Trabajo. Todos los medios de producción,
desde los más primitivos hasta los ultramodernos, han sido elaborados por
el hombre (Cfr. LE 12).

El Papa exhorta a que la Propiedad sirva al Trabajo (Cfr. LE 14), y a


asociar en cuanto sea posible el Trabajo a la Propiedad del Capital; es decir,
a buscar caminos en base a una moral social que parta de la justicia y la
solidaridad para que el trabajador pueda llegar a ser también propietario.

En paralelo a este principio, la Iglesia tradicionalmente ha sostenido la


primacía del hombre sobre las cosas, de la ética sobre la técnica, del
espíritu sobre la materia. Estos principios aplicados a la práctica llevarán
a buscar soluciones de colaboración entre Capital y Trabajo que inclinen los
platillos de la balanza en favor del trabajador (Cfr. LE 14).
116 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

∇∇∇∇∇

DOCUMENTOS DE LA IGLESIA

Trabajo, condiciones de trabajo, descanso

67. El trabajo humano que se ejerce en la producción y en el comercio o en


los servicios es muy superior a los restantes elementos de la vida económico,
pues estos últimos no tienen otro papel que el de instrumentos.

Pues el trabajo humano, autónomo o dirigido, procede inmediatamente


de la persona, la cual marca con su impronta la materia sobre la que
trabaja y la somete a su voluntad. Es para el trabajador y para su familia el
medio ordinario de subsistencia; por él el hombre se une a sus hermanos
y les hace un servicio, puede practicar la verdadera caridad y cooperar al
perfeccionamiento de la creación divina.

No sólo esto. Sabemos que, con la oblación de su trabajo a Dios, los


hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo, quien dio al
trabajo una dignidad sobreeminente laborando con sus propias manos en
Nazaret.

De aquí se deriva para todo hombre el deber de trabajar fielmente,


así como también el derecho al trabajo. Y es deber de la sociedad, por su
parte, ayudar, según sus propias circunstancias, a los ciudadanos para que
puedan encontrar la oportunidad de un trabajo suficiente.

Por último, la remuneración del trabajo debe ser tal que permita al
hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural
y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de
cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común.

La actividad económica es de ordinario fruto del trabajo asociado de


los hombres; por ello es injusto e inhumano organizarlo y regularlo con daño
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 117

de algunos trabajadores. Es, sin embargo, demasiado frecuente también hoy


día que los trabajadores resulten en cierto sentido esclavos de su propio
trabajo.

Lo cual de ningún modo está justificado por las llamadas leyes


económicas. El conjunto del proceso de la producción debe, pues, ajustarse
a las necesidades de la persona y a la manera de vida de cada uno en
particular, de su vida familiar, principalmente por lo que toca a las madres
de familia, teniendo siempre en cuanta el sexo y la edad.

Ofrézcase, además, a los trabajadores la posibilidad de desarrollar sus


cualidades y su personalidad en el ámbito mismo del trabajo. Al aplicar, con
la debida responsabilidad, a este trabajo su tiempo y sus fuerzas, disfruten
todos de un tiempo de reposo y descanso suficiente que les permita cultivar
la vida familiar, cultural, social y religiosa. Más aún, tengan la posibilidad de
desarrollar libremente las energías y las cualidades que tal vez en su trabajo
profesional apenas pueden cultivar.

Participación en la empresa y en la organización general de la


economía.

Conflictos laborales

68. En las empresas económicas son personas las que se asocian,


es decir, hombres libres y autónomos, creados a imagen de DIos. Por ello,
teniendo en cuanta las funciones de cada uno, propietarios, administradores,
técnicos, trabajadores, y quedando a salvo la unidad necesaria en la
dirección, se ha de promover la activa participación de todos en la gestión
de la empresa, según formas que habrá que determinar con acierto.

Con todo, como en muchos casos no es a nivel de empresa, sino en


niveles institucionales superiores, donde se toman las decisiones económicas
y sociales de las que depende el porvenir de los trabajadores y de sus hijos,
deben los trabajadores participar también en semejantes decisiones por sí
mismos o por medio de representantes libremente elegidos.

Entre los derechos fundamentales de la persona humana debe


contarse el derecho de los obreros a fundar libremente asociaciones
que representen auténticamente al trabajador y puedan colaborar en la
recta ordenación de la vida económica, así como también el derecho de
participar libremente en las actividades de las asociaciones sin riesgo de
represalias.
118 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Por medio de esta ordenada participación, que está unida al progreso en


la formación económica y social, crecerá más y más entre todos el sentido de
la responsabilidad propia, el cual les llevará a sentirse colaboradores, según
sus medios y aptitudes propias, en la tarea total del desarrollo económico y
social y del logro del bien común universal.

En caso de conflictos económico-sociales, hay que esforzarse por


encontrarles soluciones pacíficas. Aunque se ha de recurrir siempre primero
a un sincero diálogo entre las partes, sin embargo, en la situación presente,
la huelga puede seguir siendo medio necesario, aunque extremo, para
la defensa de los derechos y el logro de las aspiraciones justas de los
trabajadores. Búsquense, con todo, cuanto antes, caminos para negociar y
para reanudar el diálogo conciliatorio.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 119

4.2. La propiedad y la empresa


4.2.1. Definición y tipos de propiedad.

Se entiende por propiedad el derecho estable de una persona o de


un grupo social de tomar decisiones sobre un bien económico del que se
está en posesión. El derecho a la propiedad es reconocida en el Art. 17
de la Declaración de los Derechos Humanos. Existen dos clases de bienes
económicos que dan origen a dos tipos diversos de propiedad: los bienes
de consumo y los bienes de producción.

a) Bienes de Consumo: Son aquellos que satisfacen directamente


las necesidades humanas. Los hay perecederos: alimento, vestido;
y duraderos: vivienda y automóvil; muebles e inmubles,… Acerca
de estos bienes de consumo nadie objeta la conveniencia de su
propiedad privada.

b) Bienes de Producción: Son aquellos que sirven para producir otros


bienes (máquinas, tierras, talleres, etc). Es en torno a los bienes de
producción y a cómo se organiza la propiedad de los mismos que se da
la polémica en la economía política contemporánea y en la moral social.
Hay dos maneras como se puede dar la propiedad de estos bienes
de producción: Propiedad Privada (empresa particular) y Propiedad
Colectiva (Empresa pública o sociedad). La propiedad privada es la
que tiene el capital necesario para crear empresas que son fuentes
de puestos de trabajo. El trabajador requiere de un empresario que
con un capital propio cree una empresa. El empresario requiere de
un trabajador que produzca bienes con su capital. Ambos adquieren
de esa forma acceso a los bienes de consumo, fruto del Capital y del
Trabajo, del Empresario y del Trabajador. El justo complemento de
ambos es la clave para una justa vida social.

4.2.2. El juicio de la Iglesia sobre la función de la propiedad de los


medios de producción.

a) El derecho a la vida y al común de los bienes para el común de


los hombres, es el derecho primario, incondicional y básico para
la vida social.
120 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

«La Biblia desde sus primeras páginas nos enseña que la creación
entera es para el hombre... Si la tierra está hecha para procurar a cada
uno los medios de subsistencia y los instrumentos de progreso, todo
hombre tiene derecho a encontrar en ella lo que necesita. Todos los
demás derechos, sean los que sean, comprendidos en ellos los de
propiedad y libre comercio, a ellos están subordinados» (PP 22).

Juan Pablo II ha declarado en el mismo sentido:

«La propiedad de los medios de producción, tanto en el campo


industrial como agrícola, es justa y legítima cuando se emplea para
un trabajo útil; pero resulta ilegítima cuando no es valorada o sirve
para impedir el trabajo de los demás u obtener unas ganancias que
no son fruto de la expansión global del trabajo, sino más bien de
su compresión, de la explotación ilícita, de la especulación y de
la ruptura de la solidaridad en el mundo laboral». (CA 43).

b) El derecho a la propiedad privada es un derecho secundario,


condicionado y limitado.

«La propiedad privada no constituye para nadie un derecho incondicional


y absoluto» (PP 23). Esta manera de pensar de la Iglesia hunde sus
raíces en la Biblia y en los Padres de la Iglesia. Ya desde el Antiguo
Testamento, el Pueblo de Israel nunca absolutizó la propiedad privada:
la institución del Año Sabático cada 7 años y del Año Jubilar cada 50,
buscaban redistribuir la propiedad. La tierra de Judea le fue entraga al
pueblo, no a ésta o a aquella persona. Santo Tomás de Aquino llega
a afirmar: «En la necesidad todas las cosas son comunes». La
propiedad tiene un sentido social al igual que el trabajo: ambos están
en función de los demás, del bien común.

4.2.3. La propiedad colectiva y la socialización de la propiedad.

Dentro de los regímenes socialistas no existe el Derecho a la Propiedad


Privada de bienes de producción, solamente está autorizada la propiedad
colectiva. En relación a esta concepción marxista que se llevó a cabo en ciertos
países, el pensamiento de la Iglesia hace algunas precisiones importantes.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 121

Así dice: «La simple sustracción de esos medios de producción de las


manos de sus propietarios privados no es suficiente para socializarlos
de modo satisfactorio» (LE 14).

En efecto, el burocratismo y el monopolio de la administración por parte


de un pequeño grupo de funcionarios-dirigentes, aunque no son propietarios
de los bienes de producción, disponen de ellos para su beneficio y en contra
de los trabajadores. Los resultados que esta situación ha producido, han
sido ruinosos para la economía de los regímenes socialistas. Ello llevó, entre
otras causas, a su desaparición.

En la Laborem Exercens, Juan Pablo II se manifiesta abierto a la


propiedad colectiva y a las empresas públicas con tal de que se cumpla una
condición: «que quede asegurada la subjetividad de la sociedad, es decir, que
toda persona basándose en su propio trabajo tenga pleno título a considerarse
al mismo tiempo copropietario de esa especie de gran taller en el que se
compromete con todos». Y continúa el Papa: «Un camino para conseguir esta
meta... es que toda persona sea tratada y considerada como tal y que tome
parte en la vida activa de su comunidad de trabajo» (LE 14).

4.2.4. Los deberes de los propietarios de los medios de


producción.

Frente a los regímenes socialistas se dan los regímenes capitalistas en


sus modalidades de neoliberal y de Estado de Bien Social. Estos defienden
en mayor o menor medida el derecho a la propiedad privada de los medios
de producción. La Iglesia critica la injusticias que pueden conllevar ambos
sistemas y llama la atención a sus deberes sociales. Esta crítica puede
sintetizarse en los siguientes puntos:

a) Que esta propiedad tiene una función social.

El Papa Juan Pablo II en el discurso que pronunció para inaugurar


los trabajos del III CELAM en Puebla (1979) dijo que sobre toda
Propiedad Privada grava una «hipoteca social». Lo que significa
que el derecho de propiedad privada ha de ejercerse sin perder de
vista la responsabilidad de impulsar el crecimiento humano de todo el
trabajador y de todos los trabajadores.

b) Que esta propiedad está para servir al trabajo.

Recordemos que la Iglesia siempre ha considerado que la primacía le


corresponde al Trabajo sobre el Capital.
122 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

«Los medios de producción no pueden ser poseídos contra el


trabajo... el único título legítimo para su posesión, y esto ya sea en la forma
de propiedad privada, ya sea en la propiedad pública o colectiva, es que
sirvan al trabajo» (LE 14).

La frase es muy fuerte y tiene muchas implicaciones sobre aspectos tan


concretos como: creación de fuentes de trabajo, salarios, indemnizaciones,
prestaciones, relaciones obrero-patronales, etc. Por otro lado, el propietario
con espíritu empresa crea los puestos de trabajo. En esto adelanta al
trabajador que espera y pide el trabajo. El espíritu de empresa es lo que
pone en marcha el desarrollo de una sociedad. El obrero es colaborador del
empresario. La calidad y la justificación de la propiedad radica, pues,
en el espíritu de empresa.

c) La propiedad no es intocable.

En ciertos casos puede ser afectada por causas de utilidad pública,


ya sea mediante:

- Políticas fiscales que buscan la redistribución del ingreso entre los


miembros de la sociedad (impuestos).

- Restricciones legales que evitan la concentración de bienes en manos


de pocos con perjuicio de muchos (Reforma Agraria).

- Expropiaciones; cuando el bien común así lo exija (expropiación


petrolera), siempre y cuando se respete el principio de subsidiaridad
y medie una justa indemnización.

La simple expropiación, si no va acompañada de una sana


administración y de eficiencia en la producción, así como de una real
orientación social en favor de los sectores marginados, no resuelve el
problema de la desigualdad.

4.2.5. Propiedad de los No-Propietarios de los medios de Producción


o trabajadores.

Así como hay una constante cuando la Iglesia se dirige a los Propietarios
de Bienes de Producción, que es el recordatorio de la «hipoteca social» que
grava sobre toda Propiedad Privada, así también hay una constante en la
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 123

voz de la Iglesia cuando se dirige a los No-Propietarios de Bienes de Pro-


ducción que es la «difusión de la propiedad». Es decir, el deseo de que
el mayor número posible de trabajadores se convierta progresivamente en
propietarios.

En este sentido la DSI es muy exigente. He aquí los cinco escalones


que nos propone como utopía en el proceso de difusión de la propiedad:

1. Contrato justo de trabajo. No siempre el salario legal es salario justo.


Con el trabajo, el trabajador tiene derecho a una posesión proporcio-
nada del fruto del trabajo.

2. Reparto de utilidades. La participación por parte de los obreros en


los beneficios de la empresa al cerrar el ejercicio anual se justifica
por el derecho de propiedad de los beneficios.

3. Cogestión. Participación progresiva de los obreros en ciertas áreas


de la gestión de la empresa. La cogestión supone: información, dis-
cusión, deliberación y decisión. De esta manera el obrero participa
en el espíritu de empresa del empresario.

4. Copropiedad. Participación de los obreros en la propiedad de la em-


presa. Puede ser mediante acciones. Esto supone que el obrero goce
de cierta capacidad de ahorro que pueda destinar a la adquisición de
acciones. O bien la búsqueda de otras formas de organización de la
propiedad como el cooperativismo.

5. Comunidad de trabajo. El trabajador debe ser un diente en el engra-


naje de la empresa y se da la interrelación, la unión y la solidaridad
entre las personas. Este espíritu del trabajador socializa la empresa
y se enfrenta a todo aquel que sólo busca el propio beneficio.

Verdaderamente el pensamiento de la DSI apunta muy alto, hasta se


antoja impracticable. El desafío no es nada fácil, es exigente y complejo, pero
al mismo tiempo ha sido formulado con mucha claridad. La transformación
social sólo la llevan adelante los que apuntan alto como aquel arquero que
con su arco y con sus flechas quería tocar la luna. Nunca lo logró pero sí fue
aquel que consiguió alcanzar mayor altura al disparar sus flechas. Este es
el desafío social para todo cristiano y para el hombre de buena voluntad.
124 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

4.2.6. La mentalidad de empresa.

Una empresa es una asociación libre de personas destinada a la


producción de bienes de consumo y servicios, con costos tales que resulten
rentables.

Un empresario responsable se preocupa por generar empleo, por


aumentar su productividad, por incorporar nuevas tecnologías, por mejorar la
calidad de sus productos, por asegurar la reinversión (el ahorro destinado al
equipo de producción), por ver en cada trabajador una persona humana y por
crear un clima de confianza, armonía y cooperación entre sus miembros.

Por el contrario, entre las críticas principales que se han hecho a la


Empresa está la propensión al lucro, la cosificación de sus trabajadores, la
contaminación del medio ambiente, la especulación (enriquecimiento a base
de jugar con los altibajos del mercado sin desplegar una actividad creadora
de nuevos bienes y servicios de utilidad común). El Neoliberalismo promueve
una economía basada en la propia e individual iniciativa empresarial regulada
por la oferta y la demanda.

Si la empresa pertenece al Estado se le llama Empresa Pública. El


Estado Social de Derecho promueve este tipo de empresa para asegurar
mejor el bien común de toda la sociedad. Entre los defectos de que se ha
acusado a la Empresa Pública está la ineficacia productiva y la inercia
burocrática. Esto la ha llevado a crisis y a dejar paso al neoliberalismo.

El que existan riesgos no significa que la empresa como tal sea


algo negativo; el funcionamiento de empresas públicas o privadas es
indispensable para conseguir el desarrollo de un país y el bienestar de sus
ciudadanos. De la empresa vive el obrero. Su razón es sencilla: la empresa
es la célula básica de la economía y el motor fundamental de la productividad,
la creadora de los bienes de consumo que alimenta a la sociedad.

El Empresario es el creador e impulsor de la empresa, ya sea industrial,


ya sea agrícola, aquel que ve oportunidades, señala objetivos, organiza
hombres y asume riesgos. A veces la figura del empresario se ha empañado
porque se la identifica con la del negociante que persigue el enriquecimiento
a corto plazo.

El empresario cristiano sabe que el Señor lo llama a transformar su


mundo desde las necesidades de su época, desde los hambrientos y sedientos.
Hace girar su actividad en torno a cuatro coordenadas centrales:
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 125

1. Las personas de los trabajadores, y por esta razón se esfuerza por


crear fuentes de trabajo, por ofrecer salarios justos, por superar la
relación de adversidad hacia el trabajador y por promover un clima de
respeto, de colaboración y de recíproca aceptación.

2. La sociedad, y por ello se empeña en la responsabilidad frente al


pueblo; cotizando mejores precios, vendiendo mejores productos,
contribuyendo con mayores impuestos, y anteponiendo los intereses
de la nación a los particulares de la empresa.

3. El medio ambiente, y por ello, lucha para evitar la contaminación,


la destrucción de los ecosistemas y el agotamiento irracional de los
recursos naturales.

4. La familia, y por ello, concede a su cónyuge y a sus hijos: el tiempo,


las atenciones, la presencia, el afecto y el interés de esposo o esposa,
de padre o madre que se merecen.

Todo país requiere de empresarios creativos, innovadores, diligentes,


audaces y con una sólida conciencia cristiana. Un camino eficaz de concretar
el amor preferencial a los pobres y la lucha contra la pobreza es la actividad
empresarial desempeñada con alta conciencia social y cristiana. Al igual
que la sociedad rechaza el empresario injusto, rechaza al obrero que exige
un trabajo y no hace nada por crear el mismo empresas que promuevan el
desarrollo del país. Si hay paro es porque faltan empresarios. La mentalidad
de tener derecho a un trabajo daña el desarrollo un país. La mentalidad de
empresario le lleva adelante.

4.2.7. La globalización.

Hoy todo país se encamina hacia una globalización. Ningún país puede
proyectar empresas por sí y para sí sola. Ello lleva a la aparación grandes
transnacionales. Estas empresas es fácil que pierdan visión de su función
social y busquen primordialmente el lucro. La globalización conllevan mu-
chos peligros sociales. Por ello se exige una globalización en la solidaridad
de los países ricos y desarrollados con los países menos desarrollados y
más pobres.

El Estado tiene derecho a ejercer control sobre las grandes trans-


nacionales para que no se desvíen del bien común (Mater et Magistra 104)
y para que no atenten contra el ejercicio de la soberanía de las Naciones
y el pleno dominio de sus recursos económicos (P 66, 312...).
126 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Los bienes de la tierra están destinados a todos los hombres

69. Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos
los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a
todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la
caridad.

Sean las que sean las formas de la propiedad, adaptadas a las institu-
ciones legítimas de los pueblos según las circunstancias diversas y variables,
jamás debe perderse de vista este destino universal de los bienes.

Por tanto, el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores


que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como
comunes, en el sentido de que no le aprovechen a él solamente, sino también
a los demás.

Por lo demás, el derecho a poseer una parte de bienes suficiente para


sí mismos y para sus familias es un derecho que a todos corresponde. Es
éste el sentir de los Padres y de los doctores de la Iglesia, quienes enseñaron
que los hombres están obligados a ayudar a los pobres, y por cierto no sólo
con los bienes superfluos.

Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a


tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí. Habiendo como hay tantos
oprimidos actualmente por el hambre en el mundo, el sacro Concilio urge a
todos, particulares y autoridades, a que, acordándose de aquella frase de
los Padres: Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo
matas, según las propias posibilidades, comuniquen y ofrezcan realmente
sus bienes, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos como
pueblos, a que puedan ayudarse y desarrollarse por sí mismos.

En sociedades económicamente menos desarrolladas, el destino común


de los bienes está a veces en parte logrado por un conjunto de costumbres
y tradiciones comunitarias que aseguran a cada miembro los bienes absolu-
tamente necesarios.

Sin embargo, elimínese el criterio de considerar como en absoluto in-


mutables ciertas costumbres si no responden ya a las nuevas exigencias de
la época presente; pero, por otra parte, conviene no atentar imprudentemente
contra costumbres honestas que, adaptadas a las circunstancias actuales,
pueden resultar muy útiles.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 127

De igual manera, en las naciones de economía muy desarrollada, el


conjunto de instituciones consagradas a la previsión y a la seguridad social
puede contribuir, por su parte, al destino común de los bienes. Es necesario
también continuar el desarrollo de los servicios familiares y sociales,
principalmente de los que tienen por fin la cultura y la educación.

Al organizar todas estas instituciones debe cuidarse de que los


ciudadanos no vayan cayendo en una actitud de pasividad con respecto
(GS).

∇∇∇∇∇

DOCUMENTOS DE LA IGLESIA
Acceso a la propiedad y dominio de los bienes

Problema de los latifundios

71. La propiedad, como las demás formas de dominio privado sobre los
bienes exteriores, contribuye a la expresión de la persona y le ofrece ocasión
de ejercer su función responsable en la sociedad y en la economía. Es por
ello muy importante fomentar el acceso de todos, individuos y comunidades,
a algún dominio sobre los bienes externos.

La propiedad privada o un cierto dominio sobre los bienes externos


aseguran a cada cual una zona absolutamente necesaria para la autonomía
personal y familiar y deben ser considerados como ampliación de la libertad
humana. Por último, al estimular el ejercicio de la tarea y de la responsabi-
lidad, constituyen una de las condiciones de las libertades civiles.

Las formas de este dominio o propiedad son hoy diversas y se diversi-


fican cada día más. Todas ellas, sin embargo, continúan siendo elemento de
seguridad no despreciable aun contando con los fondos sociales, derechos
y servicios procurados por la sociedad. Esto debe afirmarse no sólo de las
propiedades materiales, sino también de los bienes inmateriales, como es
la capacidad profesional.
128 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

El derecho de propiedad privada no es incompatible con las diversas


formas de propiedad pública existentes. La afectación de bienes a la
propiedad pública sólo puede ser hecha por la autoridad competente de
acuerdo con las exigencias del bien común y dentro de los límites de este
último, supuesta la compensación adecuada. A la autoridad pública toca,
además, impedir que se abuse de la propiedad privada en contra del bien
común.

La misma propiedad privada tiene también, por su misma naturaleza,


una índole social, cuyo fundamento reside en el destino común de los bienes.
Cuando esta índole social es descuidada, la propiedad muchas veces se
convierte en ocasión de ambiciones y graves desórdenes, hasta el punto
de que se da pretexto a sus impugnadores para negar el derecho mismo.

En muchas regiones económicamente menos desarrolladas existen


posesiones rurales extensas y aun extensísimas mediocremente cultivadas
o reservadas sin cultivo para especular con ellas, mientras la mayor parte de
la población carece de tierras o posee sólo parcelas irrisorias y el desarrollo
de la producción agrícola presenta caracteres de urgencia.

No raras veces los braceros o los arrendatarios de alguna parte de


esas posesiones reciben un salario o beneficio indigno del hombre, carecen
de alojamiento decente y son explotados por los intermediarios. Viven en la
más total inseguridad y en tal situación de inferioridad personal, que apenas
tienen ocasión de actuar libre y responsablemente, de promover su nivel de
vida y de participar en la vida social y política.

Son, pues, necesarias las reformas que tengan por fin, según los casos,
el incremento de las remuneraciones, la mejora de las condiciones laborales,
el aumento de la seguridad en el empleo, el estímulo para la iniciativa en
el trabajo; más todavía, el reparto de las propiedades insuficientemente
cultivadas a favor de quienes sean capaces de hacerlas valer.

En este caso deben asegurárseles los elementos y servicios


indispensables, en particular los medios de educación y las posibilidades que
ofrece una justa ordenación de tipo cooperativo. Siempre que el bien común
exija una expropiación, debe valorarse la indemnización según equidad,
teniendo en cuanta todo el conjunto de las circunstancias.

La actividad económico-social y el reino de Cristo

72. Los cristianos que toman parte activa en el movimiento económico-


social de nuestro tiempo y luchan por la justicia y caridad, convénzanse de
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 129

que pueden contribuir mucho al bienestar de la humanidad y a la paz del


mundo. Individual y colectivamente den ejemplo en este campo. Adquirida
la competencia profesional y la experiencia que son absolutamente
necesarias, respeten en la acción temporal la justa jerarquía de valores, con
fidelidad a Cristo y a su Evangelio, a fin de que toda su vida, así la individual
como la social, quede saturada con el espíritu de las bienaventuranzas, y
particularmente con el espíritu de la pobreza.

Quien con obediencia a Cristo busca ante todo el reino de DIos,


encuentra en éste un amor más fuerte y más puro para ayudar a todos
sus hermanos y para realizar la obra de la justicia bajo la inspiración de la
caridad(GS).
130 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

4.3. Desarrollo y subdesarrollo


4.3.1. Aproximación a hecho de países desarrollados y países
subdesarrollos.

El término «subdesarrollo» adquirió carta de ciudadanía después de


la Segunda Guerra Mundial, aunque ya desde principios de siglo algunos
científicos sociales se habían ocupado del tema. Sin pretender definirlo,
podemos enunciar algunos de los rasgos del subdesarrollo: pobreza,
funcionamiento inestable, dependencia, ausencia de industrialización, fuga
de cerebros, analfabetismo. Naturalmente el concepto de subdesarrollo se
define en función del concepto de desarrollo. Hay países que marcan un
nivel de bienestar social que se convierten en parámetros para otros países
con menos nivel del bienestar. Este desarrollo actual ha sido marcado por
la aparición de una economía industrial. Grandes empresas han dado
origen a grandes masas de obreros. Ello ha originado una producción de
grandes cantidades de bienes de consumo y dado grandes ofertas al poder
consumista del hombre. Este desarrollo industrial no se ha producido en
todos lo paises por igual. Por el contrarío, sólo en pocos. En la medida en
que ha ido acrecentando el desarrollo en unos países, ha ido aumentado
la diferencia del bienestar económico en otros. Esto ha creado el hecho de
países desarrollado y de países subdesarrollados. El país desarrollado ha
crecido en gran parte a costa de los países desarrollados.

Se ha intentado explicar el por qué del desarrollo y del subdesarrollo


desde diferentes enfoque. Cabe mencionar los siguientes:

1. Enfoque psicologista que pone como raíz del desarrollo en el


«espíritu de logro» de los pueblos (Mac Lelland). Pone como fuente
del desarrollo a la conciencia personal y su psicología.

2. Enfoque sociocultural que basa la explicación del subdesarrollo en


una «mentalidad tradicional» (sacral-localista) y del desarrollo en una
«mentalidad moderna» (secular-universal) (Gino Germani). Es decir
pone el punto de partida en la posición ideológico o cultural del grupo
la causa que explica el hecho o la ausencia del desarrollo.

3. Enfoque economicista que hace responsable de la situación de


desarrollo o subdesarrollo a la existencia o inexistencia de una
infraestructura sólida de obras materiales, de una tecnología (red
de comunicaciones, electrificación, sistemas de riego, etc.) (Walter
Rostow).
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 131

4. Enfoque sociopolítico. Este enfoque habla de «economías centrales»


y «periféricas» y de la relación de dependencia que se establece entre
ellas a nivel económico, político, cultural o militar (Oswaldo Sunkel).

Independientemente de las teorías explicativas del fenómeno del sub-


desarrollo al contemplar la miseria en que viven algunos pueblo la conciencia
de solidaridad saca un grito desgarrador del corazón humano y le lleva a
sentirse solidadrio con la afirmación de Pablo VI: «El Desarrollo es el nuevo
nombre de la paz» (PP 76). Ese grito despierta el espíritu de empresa como
si fuera el vaso de agua dado por el buen samaritano.

4.3.2. Concepto de desarrollo.

La Iglesia aborda el problema del Desarrollo desde una visión completa


de lo que es el hombre y con proyección a promover el humanismo que va
implícito en la concepción antropológica que Cristo tiene del hombre. Desde
la visión de Cristo la Iglesia pide para un verdadero Desarrollo: que sea
integral y que sea solidario.

Tanto Pablo VI como Juan Pablo II han sido muy explícitos al afirmar
que la DSI se opone a una concepción de Desarrollo que lo identifique con
el solo bienestar material y con la mera acumulación de bienes. Esto llevaría
solamente a «tener» más. No se puede decir que un país sea desarrollado
porque su Producto Nacional Bruto (la riqueza que sus habitantes producen
en un año) alcance cifras elevadas o porque sus cuotas de producción de
alimentos y energía se encuentren en un nivel alto.

«El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser


auténtico debe ser integral, es decir, promover a todo el hombre y a todos
los hombres» (PP 14).

«Un desarrollo solamente económico no es capaz de liberar al hombre,


al contrario, lo esclaviza más todavía» (SRS 46).

Así pues, el Desarrollo Integral:

- Abarca las dimensiones sociales, políticas, culturales y religiosas de


la persona.

- Promueve la defensa de los Derechos Humanos en razón de la dignidad


que le merece ser hijo de Dios.
132 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

- Promueve el respeto a las exigencias morales de la sociedad con el


madato de la santidad que Cristos reafirmara poniendo a Dios como
parámetro. Ello posibilita abrirse a todo tipo de desarrollo que beneficie
al hombre.

- Pone a Dios como principio ordenador y definidor de toda relación


social como del hombre mismo. El verdadero humanismo está abierto
al Absoluto porque el es quién lo alimenta. Existen varios ejemplos
de países prósperos, desde el punto de vista material, que se han
derrumbado por profesar un humanismo cerrado.

4.3.3. El desarrollo integral como misión de la humanidad

El Desarrollo inegral del hombre y su realidad social debe hacerse


bajo un sentido de “solidaridad“. Ella es la que puede borrar las grandes
diferencias existentes entre países ricos y países pobres. Esta es la
solidaridad que tanto Pablo VI como Juan Pablo II han reclamado: «Es deber
de todos para con todos» (SRS 31). «El Desarrollo integral del hombre no
puede darse sin el Desarrollo solidario de la humanidad» (PP 43).

Pablo VI en 1967 hacía especialmente responsables en esta tarea de


combatir la miseria a los países ricos: «Se trata de construir un mundo en
donde el pobre Lázaro pueda sentarse a la misma mesa que el rico de la
parábola» (PP 47).

Juan Pablo II, renovaba 20 años más tarde, en 1987, el mismo llamado
de Pablo VI a las naciones fuertes, y añadía una invitación a la Solidaridad.
En su encíclica Sollicitudo Rei Socialis dedicó varias de las últimas páginas
a profundizar en este concepto. Entre otras cosas señaló:

1. En un mundo como en el que vivimos, en donde cada día crecen los


lazos de interdependencia, la correspondiente actitud moral que se
impone es la de la «solidaridad».

2. No se trata de un sentimiento superficial por los males que aquejan


a tantas personas y grupos, sino de una determinación firme y
perseverante de empeñarse en la consecución del Bien Común.

3. Conviene que los pueblos subdesarrollados intercambien entre sí y


con otros países más marginales de la misma área geográfica sus
productos y servicios a fin de hacerse menos dependientes.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 133

4. La solidaridad universal requiere disponibilidad para aceptar los


sacrificios necesarios por el bien de la comunidad mundial.

5. El proceso de Desarrollo y Liberación se concreta en el ejercicio de la


solidaridad.

6. Urge liquidar los «mecanismos perversos» y las «estructuras de


pecado» (Cfr. SRS 40-45).

4.3.4. El concepto de liberación.

El ideal de la liberación ha movido la historia de muchos pueblos. Está


incluido en idearios y programas de movimientos y partidos políticos. La
Iglesia lo utiliza, no como un término prestado de otras filosofías, sino como
algo que pertenece a lo más precioso de su patrimonio humanístico. El
concepto de «liberación», en cierto sentido, es más rico y más bíblico que
el de «desarrollo». Más rico porque apunta no sólo a la liquidación de las
opresiones sociales y económicas, sino también de las esclavitudes
personales, éticas y políticas. Más bíblico porque se encuentra como puntora
central en algunos textos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.

Este término fue reflexionado y meditado con interés particular por la II


Conferencia del CELAM en Medellín (1968), y sus ecos han sido recogidos
por los Sínodos de Obispos de 1971 y 1974, por Pablo VI en la Evangelii
Nuntiandi y por Juan Pablo II en diversos mensajes.

El «desarrollo integral» y la «liberación» permanecen un tanto abstractas


si no se denuncian y se atacan claramente los mecanismos económicos,
financieros y sociopolíticos de carácter internacional que se dan en la
globalización y que bloquean el Desarrollo y la Liberación de los países
pobres llegando a tocar la esfera de la Justicia Internacional.

En la relación entro países pobres y ricos se da en un sistema de


relaciones que podríamos llamar «mecanismos perversos». Entre estos
hay que descatar:

a) El comercio internacional desigual

Los países pobres se ven obligados a vender mano de obra y materias


primas baratas y a cambio adquieren productos manufacturados caros.
El deterioro de los precios de intercambio en el comercio internacional es
continuo.
134 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Un ejemplo: Rwanda depende fuertemente del café. Hasta hace poco


la venta del producto suponía el 80 % de los ingresos que el país obtenía
por exportación. En 1986 se alcanzó la cifra de 150 millones de dólares por
concepto de bultos exportados de café. La misma cantidad de bultos de café
fue exportada en 1987, pero sólo le reportó al país 92 millones de dólares.
Y en 1988 ese mismo volumen de comercio exterior apenas significó un
ingreso de 70 millones de dólares. En un período de dos años los precios
habían caído más del 50 %.

Dígase lo mismo en relación a la venta de tecnologías de empresas que


tienen su matriz en países industrializados y que transfieren sus patentes a
los países subdesarrollados, pero a un costo excesivo que viene a significar
una sangría injusta para los pueblos del Tercer Mundo. Es lo que se conoce
con el nombre de pago por «regalías» y que se da a través de las grandes
compañías transnacionales.

b) La Deuda Pública

Un caso mucho más dramático, es el de los créditos que los países


ricos conceden a los países pobres en condiciones tales que luego no
pueden ser pagadas. A la postre una operación de este tipo viene a originar
el que los países subdesarrollados subsidien las economías de las naciones
ricas. Se trata de un problema que ha dejado de ser «financiero» para
convertirse en un problema «ético» de proporciones universales.

En torno a este problema ético caben las siguientes reflexiones:

- Cada millón de dólares que los países subdesarrollados dedican al


servicio de la deuda es la comida de miles de niños, son escuelas,
dispensarios y empleos que se evaporan. Por eso alguien se ha referido
a la deuda como a las diez plagas de Egipto juntas.

- En ocasiones estos créditos han sido contraídos por gobiernos


ilegítimos y despilfarradores en contra de la voluntad del pueblo y con
conocimiento de estas situaciones por parte de los gobiernos y bancos
que facilitaron el crédito.

- Con frecuencia los países acreedores ya se han compensado


económicamente de los préstamos otorgados vía servicio de la
deuda (intereses) o vía deterioro de los precios de intercambio
internacional.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 135

Estas reflexiones han llevado a Juan Pablo a afirmar en su última


encíclica social:

Es ciertamente justo el principio de que las deudas deben ser


pagadas. No es lícito en cambio exigir o pretender su pago cuando éste
vendría a imponer opciones políticas tales que llevarán al hambre y a
la desesperación a poblaciones enteras. En estos casos es necesario
encontrar modalidades de reducción, dilación o extinción de la deuda»
(CA 35).

Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II terminan sus encíclicas sociales


con un decidido llamado a la acción:

«Entre las tareas más graves de los hombres de espíritu generoso hay
que incluir, sobre todo, la de establecer un nuevo sistema de relaciones en
la sociedad humana» (PT 163).

«Hay que darse prisa... La situación presente tiene que afrontarse


valerosamente. El desarrollo exige transformaciones audaces profundamente
innovadoras... Hay que emprender, sin esperar más, reformas urgentes»
(PP 32).

«La Iglesia tiene confianza en el hombre, aun conociendo la maldad


de que es capaz, porque es imagen de su Creador... No se justifican ni la
desesperanza, ni el pesimismo, ni la pasividad... Se puede faltar ante las
urgentes necesidades de una muchedumbre hundida en el subdesarrollo, por
temor, por indecisión y, en el fondo, por cobardía. Todos estamos llamados,
más aún, obligados, a afrontar este tremendo desafío de la última década
del segundo milenio» (SRS 42).
136 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

sssss

DOCUMENTOS DE LA IGLESIA
Evangelización, liberación y promoción humana

La Evangelización con la promoción humana, la liberación y la doctrina


social de la Iglesia.

Enseñanza Social de la Iglesia

472 El aporte de la Iglesia a la liberación y promoción humana se ha venido


concretando en un conjunto de orientaciones doctrinales y criterios de acción
que solemos llamar “enseñanza social de la Iglesia”. Tienen su fuente en
la Sagrada Escritura, en la enseñanza de los Padres y grandes Teólogos
de la Iglesia y en el Magisterio, especialmente de los últimos Papas. Como
aparece desde su origen, hay en ellas elementos de validez permanente
que se fundan en una antropología nacida del mismo mensaje de Cristo y
en los valores perennes de la ética cristiana. Pero hay también elementos
cambiantes que responden a las condiciones propias de cada país y de cada
época.

473 Siguiendo a Pablo VI(OA 4) podemos formularla así: Atenta a las


signos de los tiempos, interpretados a la luz del Evangelio y del Magisterio
de la Iglesia, toda la comunidad cristiana es llamada a hacerse responsable
de las opciones concretas y de su efectiva actuación para responder a
las interpelaciones que las cambiantes circunstancias le presentan. Esta
enseñanza social tiene, pues, un carácter dinámico y en su elaboración
y aplicación los laicos han de ser, no pasivos ejecutores, sino activos
colaboradores de los Pastores, a quienes aportan su experiencia cristiana,
su competencia profesional y científica (GS 42).

474 Queda claro, pues, que toda la comunidad cristiana, en comunión con
sus legítimos pastores y guiada por ellos, se constituye en sujeto responsable
de la evangelización, de la liberación y de la promoción humana.

475 El objeto primario de esta enseñanza social es la dignidad personal del


hombre, imagen de Dios y la tutela de sus derechos inalienables (PP 14-21).
La Iglesia ha ido explicitando sus enseñanzas en los diversos campos de la
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 137

existencia, lo social, lo económico, lo político, lo cultural, según las necesidades.


Por tanto, la finalidad de esta doctrina de la Iglesia -que aporta su visión propia
del hombre y de la humanidad (PP 13)- es siempre la promoción de liberación
integral de la persona humana, en su dimensión terrena y trascendente,
contribuyendo así a la construcción del Reino último y definitivo, sin confundir
sin embargo progreso terrestres y crecimiento del Reino de Cristo.

476 Para que nuestra enseñanza social sea creíble y aceptada por todos,
debe responder de manera eficaz a los desafíos y problemas graves que
surgen de nuestra realidad latinoamericana. Hombres disminuidos por
creencias de toda índole reclaman acciones urgentes en nuestro esfuerzo
promocional que hacen siempre necesarias las obras asistenciales. No
podemos proponer eficazmente esta enseñanza sin ser interpelados por ella
nosotros mismos, en nuestro comportamiento personal e institucional. Ella
exige de nosotros coherencia, creatividad, audacia y entrega total. Nuestra
conducta social es parte integrante de nuestro seguimiento de Cristo. Nuestra
reflexión sobre la proyección de la Iglesia en el mundo, como sacramento
de comunión y salvación, es parte de nuestra reflexión teológica, porque “la
evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpretación
recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y
la vida concreta, personal y social del hombre”(EN 29).

477 La promoción humana implica actividades que ayudan a despertar


la conciencia del hombre en todas sus dimensiones y a valerse por sí
mismo para ser protagonista de su propio desarrollo humano y cristiano.
Educa para la convivencia, da impulso a la organización, fomenta la
comunicación cristiana de bienes, ayuda de modo eficaz a la comunión y a
la participación.

478 Para lograr la coherencia del testimonio de la comunidad cristiana en


el empeño de liberación y de promoción humana, cada país y cada Iglesia
particular organizará su pastoral social con medios permanentes y adecuados
que sostengan y estimulen el compromiso comunitario, asegurando la
necesaria coordinación de iniciativas, en diálogo constante con todos los
miembros de la Iglesia. La Cáritas y otros organismos que vienen trabajando
con eficacia desde hace muchos años, pueden ofrecer un buen servicio.

479 La teología, la predicación, la catequesis, para ser fieles y completas,


exigen tener ante los ojos a todo el hombre y a todos los hombres y comunicarles
en forma oportuna y adecuada “un mensaje particularmente vigoroso en
nuestros días sobre la liberación”(EN 29), “siempre en el designio global
de la salvación”(EN 38). Parece, pues, necesario que digamos una palabra
138 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

esclarecedora sobre el mismo concepto de liberación en el momento actual


del continente.

Discernimiento de la Liberación en Cristo

480 En Medellín se despliega un proceso dinámico de liberación integral


cuyos ecos positivos recoge la EN y el Papa Juan Pablo II en su mensaje
a esta Conferencia. Es un anuncio que urge a la Iglesia y que pertenece
a la entraña misma de una evangelización que tiende hacia la realización
auténtica del hombre.

481 Hay, sin embargo, distintas concepciones y aplicaciones de la liberación.


Aunque entre ellas se descubren rasgos comunes, hay enfoques difíciles de
llevar a una adecuada convergencia. Por ello, lo mejor es dar criterios que
emanan del Magisterio y que sirven para el necesario discernimiento acerca
de la original concepción de la liberación cristiana.

482 Aparecen dos elementos complementarios e inseparables: la liberación


de todas las servidumbres del pecado personal y social, de todo lo que
desgarra al hombre y a la sociedad y que tiene su fuente en el egoísmo,
en el misterio de iniquidad y la liberación para el crecimiento progresivo
en el ser, por la comunión con Dios y con los hombres que culmina en la
perfecta comunión del cielo, donde Dios es todo en todos y no habrá más
lágrimas.

483 Es una liberación que se va realizando en la historia, la de nuestros


pueblos y la nuestra personal y que abarca las diferentes dimensiones de
la existencia: lo social, lo político, lo económico, lo cultural y en conjunto de
sus relaciones. En todo esto ha de circular la riqueza transformadora del
Evangelio, con su aporte propio y específico, el cual hay que salvaguardar.
De lo contrario, como lo advierte Pablo VI: “La Iglesia perdería su significación
más profunda; su mensaje de liberación no tendría ninguna original y se
presentaría a ser acaparado y manipulado por los sistemas ideológicos y
los partidos políticos”(EN 32).

484 Debe ponerse en claro que esta liberación se funda en los tres grandes
pilares que el Papa Juan Pablo II nos trazó como definida orientación: la verdad
sobre Jesucristo, la verdad sobre la Iglesia, la verdad sobre el hombre.

485 Así, si no llegamos a la liberación del pecado con todas sus seducciones
e idolatrías; si no ayudamos la liberación que Cristo conquistó en la Cruz,
mutilamos la liberación de modo irreparable. También la mutilamos si olvidamos
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 139

el eje de la evangelización liberadora, que es la que transforma al hombre


en sujeto de su propio desarrollo individual y comunitario. La mutilamos
igualmente, si olvidamos la dependencia y las esclavitudes que hieren derechos
fundamentales que no son otorgados por gobiernos o instituciones por poderosas
que sean, sino que tienen como autor al propio Creador y Padre.

486 Es una liberación que sabe utilizar medios evangélicos con su peculiar
eficacia y que no acude a ninguna clase de violencia ni a la dialéctica de la
lucha de clases sino a la vigorosa energía y acción de los cristianos, que
movidos por el Espíritu, acuden a responder al clamor de millones y millones
de hermanos.

487 Los pastores de América Latina tenemos razones gravísimas para


urgir la evangelización liberadora, no sólo porque es necesario recordar el
pecado individual y social, sino también de Medellín para acá, la situación
se ha agravado en la mayoría de nuestros países.

488 Nos alegra comprobar ejemplos numerosos de esfuerzos por vivir la


evangelización liberadora en su plenitud. Una de las principales tareas para
seguir alentando la liberación cristiana es la búsqueda creativa de caminos
que se aparten de ambigüedades y reduccionismos(EN 32) en plena fidelidad
a la Palabra de Dios que nos es dada en la Iglesia y que nos mueve al alegre
anuncio de los pobres, como uno de los signos mesiánicos del Reino de
Cristo.

489 Como muy bien lo señaló Juan Pablo II en el discurso inagural: “hay
muchos signos que ayudan a discernir cuando se trata de una liberación
cristiana y cuando, en cambio, se nutre más bien de ideologías que le
sustraen la coherencia con una visión evangélica del hombre, de las cosas,
de los acontecimientos(EN 35). Son signos que derivan ya de los contenidos
que anuncian o de las actitudes concretas que asumen los evangelizadores.
Es preciso observar a nivel de contenidos, cuál es la fidelidad a la Palabra
de Dios, a la tradición viva de la Iglesia, a su Magisterio. En cuanto a las
actitudes, hay que ponderar cuál es su sentido de comunión con los obispos,
en primer lugar y con los demás sectores del Pueblo de Dios: cual es el aporte
que se da a la construcción efectiva de la Comunidad y cuál la forma de
volcar con amor su solicitud hacia los pobres, los enfermos, los desposeídos,
los desamparados, los agobiados y como, descubriendo en ellos la imagen
de Jesús ‘pobre y paciente’, se esfuerzan en remediar sus necesidades
y procurar servir en ellos a Cristo(LG 8). No nos engañemos: los fieles,
humildes y sencillos, como por instinto evangélico, captan espontáneamente
cuándo se sirve en la Iglesia al Evangelio y cuándo se lo vacía y asfixia con
otros intereses.
140 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

490 Quién tiene sobre el hombre la visión que el cristiano da, asume a su vez
el compromiso de no reparar sacrificios para asegurar a todos la condición
de auténticos hijos de Dios y hermanos en Jesucristo. Así, la evangelización
liberadora tiene su propia realización y la comunión de todos en Cristo según
la voluntad del Padre de todos los hombres.

Algunos aspectos de la vida económica

63. También en la vida económica-social deben respetarse y promoverse


la dignidad de la persona humana, su entera vocación y el bien de toda la
sociedad. Porque el hombre es el autor el centro y el fin de toda la vida
económica-social.

La economía moderna, como los restantes sectores de la vida social,


se caracteriza por un creciente dominación del hombre sobre la naturale-
za, por la multiplicación e intensificación de las relaciones sociales y por
la interdependencia entre ciudadanos, asociaciones y pueblos, así como
también por la cada vez más frecuente intervención del poder político. Por
otra parte, el progreso en las técnicas de la producción y en la organización
del comercio y de los servicio han convertido a la economía en instrumento
capaz de satisfacer mejor las nuevas necesidades acrecentadas de la familia
humana.

Sin embargo, no falta motivo de inquietud. Muchos hombres, sobre todo


en regiones económicamente desarrolladas, parece guiarse por la economía,
de tal manera que casi toda su vida personal y social esta como teñida de
cierto espíritu economista tanto en las naciones de economía colectivizada
como en las otras. Un momento en que el desarrollo de la vida económica,
con tal que se dirija y ordene de manera racional y humana, podría mitigar
las necesidades sociales, con demasiada frecuencia trae consigo un endu-
recimiento de ellas y a veces hasta un retroceso en las condiciones de vida
de los más débiles y un desprecio de los pobres. Mientras muchedumbres
inmensas carecen de lo estrictamente necesario, algunos, aun en los países
menos desarrollados, viven en la opulencia o malgastan sin consideración.
El lujo pulula junto a la miseria. Y mientras unos pocos disponen de un
poder amplísimo de decisión, muchos carecen de toda iniciativa y de toda
responsabilidad viviendo con frecuencia en condiciones de vida y de trabajo
indignas de la persona humana.

Tales desequilibrios económicos y sociales se producen tanto entre los


sectores de la agricultura, la industria y los servicios, por una parte, como
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 141

entre diversas regiones dentro de un mismo país. Cada día se agudiza más la
oposición entre las naciones económicamente desarrolladas y las restantes,
lo cual puede poner en peligro la misma paz mundial.

Los hombres de nuestro tiempo son cada día más sensibles a estas
disparidades, porque están plenamente convencidos de que la amplitud de
las posibilidades técnicas y económicas que tiene en sus manos el mundo
moderno puede y debe corregir este lamentable estado de cosas. Por ello
son necesarias muchas reformas en la vida económico-social y un cambio de
mentalidad y de costumbres en todos. A este fin la Iglesia, en el transcurso
de los siglos, a la luz del Evangelio ha concretado los principios de justicia y
equidad, exigidos por la recta razón tanto en orden a la vida individual y social
como en orden a la vida internacional, y los han manifestado especialmente
en estos últimos tiempos. El Concilio quiere robustecer estos principios
de acuerdo con las circunstancias actuales, y dar algunas orientaciones
referentes sobre todo a la exigencias del desarrollo económico.

Ley fundamental del desarrollo: el servicio del hombre

64. Hoy más que nunca, para hacer frente al aumento de población y
responder a las aspiraciones más amplias del género humano, se tiende con
razón a un aumento en la producción agrícola e industrial y en la prestación
de los servicios. Por ello hay que favorecer el progreso técnico, el espíritu
de innovación, el afán por crear y ampliar nuevas empresas, la adaptación
de los métodos productivos, el esfuerzo sostenido de cuantos participan
en la producción; en una palabra, todo cuanto puede contribuir a dicho
progreso.

La finalidad fundamental de esta producción no es el mero incremento


de los productos, ni el beneficio, ni el poder, sino el servicio del hombre,
del hombre integral, teniendo en cuenta sus necesidades materiales y sus
exigencias intelectuales, morales, espirituales y religiosas; de todo hombre,
decimos de todo grupo de hombres, sin distinción de raza o continente. De
esta forma, la actividad económica debe ejercerse siguiendo sus métodos
y leyes propias, dentro del ámbito del orden moral, para que se cumplan así
los designios de Dios sobre el hombre.

El desarrollo económico, bajo el control humano

65. El desarrollo debe permanecer bajo el control del hombre. No debe


quedar en manos de unos pocos o de grupos económicamente poderosos en
142 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

exceso, ni tampoco en manos de una sola comunidad política o de ciertas


naciones más poderosas. Es preciso, por el contrario, que, en todo nivel, el
mayor número posible de hombres, y en el plano internacional el conjunto
de las naciones, puedan tomar parte activa en la dirección del desarrollo.
Asimismo es necesario que las iniciativas espontáneas de los individuos y
de sus asociaciones libres colaboren con los esfuerzos de las autoridades
públicas y se coordinen con éstos de forma eficaz y coherente.

No se puede confiar el desarrollo ni al solo proceso casi mecánico de


la acción económica de los individuos ni a la sola decisión de la autoridad
pública. Por este motivo hay que calificar de falsas tanto las doctrinas que
se oponen a las reformas indispensables en nombre de una falsa libertad
como las que sacrifican los derechos fundamentales de la persona y de los
grupos en aras de la organización colectiva de la producción.

Recuerden, por otra parte, todos los ciudadanos el deber y el derecho que
tienen, y que el poder civil ha de reconocer, de contribuir, según sus posibilidades,
al progreso de la propia comunidad. En los países menos desarrollados, donde
se impone el empleo urgente de todos los recursos, ponen en grave peligro el
bien común los que retienen sus riquezas improductivamente o los que -salvado
el derechos personal de emigración- privan a su comunidad de los medios
materiales y espirituales que éste necesita.

Han de eliminarse las enormes desigualdades económico-sociales

66. Para satisfacer las exigencias de la justicia y de la equidad hay que


hacer todos los esfuerzos posibles para que, dentro del respeto a los derechos
de las personas y a las características de cada pueblo, desaparezcan lo más
rápidamente posible las enormes diferencias económicas que existen hoy,
y frecuentemente aumentan, vinculadas a discriminaciones individuales y
sociales. De igual manera, en muchas regiones, teniendo en cuenta las
peculiares dificultades de la agricultura tanto en la producción como en la
venta de sus bienes, hay que ayudar a los labradores para que aumenten
su capacidad productiva y comercial, introduzcan los necesarios cambios
e innovaciones, consigan una justa ganancia y no queden reducidos, como
sucede con frecuencia, a la situación de ciudadanos de inferior categoría.
Los propios agricultores, especialmente los jóvenes, aplíquense con afán a
perfeccionar su técnica profesional, sin la que no puede darse el desarrollo
de la agricultura.

La justicia y la equidad exigen también que la movilidad, la cual es


necesaria en una economía progresiva, se ordene de manera que se eviten la
inseguridad y la estrechez de vida del individuo y de su familia. Con respecto
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 143

a los trabajadores que, procedentes de otros países o de otras regiones,


cooperan en el crecimiento económico de una nación o de una provincia,
se ha de evitar con sumo cuidado toda discriminación en materia de
remuneración o de condiciones de trabajo. Además, la sociedad entera,
en particular los poderes públicos, deben considerarlos como personas, no
simplemente como meros instrumentos de producción; deben ayudarles
para que traigan junto a sí a sus familiares, se procuren un alojamiento
decente y favorecer su incorporación a la vida social del país o de la región
que los acoge. Sin embargo, en cuanto sea posible, deben crearse fuentes
de trabajo en las propias regiones.

En las economías en período de transición, como sucede en las formas


nuevas de la sociedad industrial, en las que, v.gr., se desarrolla la automa-
tización, es necesario asegurar a cada uno empleo suficiente y adecuado;
y al mismo tiempo la posibilidad de una formación técnica y profesional
congruente. Débense garantizar la subsistencia y la dignidad humana de
los que, sobre todo por razón de enfermedad o de edad, se ven aquejados
por graves dificultades. (GS)
5. CONFLICTOS SOCIALES
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 147

5.1. El pecado social

5.1.1. Un hecho social.

El domingo 30 de septiembre de 1990, 71 Jefes de Estado reunidos en


la Primera Cumbre Mundial en favor de la Infancia tomaron un compromiso
muy serio: esforzarse por poner fin a los actuales niveles de mortalidad y
desnutrición infantiles antes del año 2000 y velar por el desarrollo físico y
mental de todos los niños del mundo.

Dos hechos dominaron la Cumbre Mundial en favor de la Infancia. El


primero, la evidencia de una catástrofe silenciosa: la de 40.000 muertes
diarias de niños, causadas por desnutrición y enfermedades comunes,
los 150 millones de niños que sobreviven con una salud y un desarrollo
deficientes, los 100 millones de niños sin escolarizar. El segundo fue la
constatación de que se dispone de los medios para acabar con esa catástrofe
silenciosa a un costo asequible en un futuro no muy remoto. Hemos entrado
en el 2000 y el drama sigue

5.1.2. La raíz del pecado está en el corazón del hombre.

Dios hizo el hombre a su imagen y semejanza. Pero debió darse una


tragedia cuyas consecuencias persisten todavía hoy: el mal y la injusticia
arrancan del corazón humano. No es es Dios quien conforma la conciencia
y la libertad del hombre, de manera que el mal no se de. Pero el hombre
en razón de su libertad y sujeto de su conciencia es sujeto moral y
como tal, responsable de sus actos. Es decir, es el sujeto a quien debe
atribuirse la forma de sus actos como buenos o malos, como que van de
acuerdo con el querer de Dios y con la construcción de su Reino o no. El es
el constructor o desctructor de su la vida social

5.1.3. El pecado social.

En el pasado, la Iglesia fue muy sensible a la dimensión «personal»


del pecado. Sin embargo, más allá del pecado personal existe también un
pecado social. Este pecado es fruto de la concentración y acumulación de
muchos pecados personales y va más allá de lo individual. Origina situaciones
de mal que afectan a personas, a grupos y a naciones enteras.
148 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Este pecado está fuera de la conciencia de los individuos. Es la


concretización de los egoísmos personales en leyes y situaciones perversas.
Es un pecado que llega a instalarse en las estructuras de la sociedad
constituyendo así verdaderas estructuras de pecado (mecanismos
que originan una distribución injusta y desequilibrada de los recursos,
legislaciones racistas discriminatorias, países en estado de guerra, leyes
que autorizan la matanza por el aborto...).

Concretando más aún, podemos decir que son verdaderas situaciones


de pecado social algunas reglamentaciones que a veces rigen el pago de la
deuda externa, o el deterioro de los precios de intercambio en el mercado
internacional, o la falta de libertades políticas y religiosas, etc.

5.1.4. Las estructuras de pecado.

Comencemos por aclarar que las estructuras no pueden pecar


porque no son sujetos morales; no tienen libertad, ni conciencia. Las
estructuras son instituciones y modos estables de proceder que los hombres
crean y sostienen en la vida económica, cultural, social y política y esto tanto
a nivel individual como nacional e internacional. Estas instituciones y estos
modos de proceder marcan mucho a la persona para el bien o para el mal.
Solo la persona moralmente formada puede distanciarse tales estructuras.

El entorno social es configurador de la persona. Cuando este


entorno es pecaminoso arrastra a los individuos al mal y a diversas formas
de idolatría (culto al dinero, a la clase social, a la tecnología...). Juan Pablo
II, hablando de las «estructuras de pecado» en la Sollicitudo Rei Socialis y
utiliza una expresión muy fuerte:

«Son la suma de factores negativos que actúan contrariamente a una


verdadera exigencia del bien común universal... se fundan en el pecado
personal, están unidas siempre a actos concretos de las personas que
las introducen y hacen difícil su eliminación. Estas mismas estructuras se
refuerzan, se difunden, y son fuente de otros pecados, condicionando así
la conducta de los hombres» (SRS 36).

5.1.5. Responsabilidad del cristiano ante el pecado social.

Sin embargo, por más arraigadas que estén estas estructuras de pecado,
es posible su erradicación y transformación. Las estructuras no son un
producto «determinado» por la historia, son fruto de la libertad humana.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 149

Es posible modificarlas si nos lo proponemos y nos decidimos a abandonar


nuestra situación de complicidad, de miedo, de pereza y pasividad.

En la encíclica Sollicitudo Rei Socialis, Juan Pablo II termina su mensaje


haciendo un vibrante llamado a comprometerse con la causa del desarrollo,
que comprende la eliminación de las estructuras de pecado:

«La Iglesia tiene confianza en el hombre, aún conociendo la maldad de


que es capaz... Hay en la persona humana una bondad fundamental porque
es imagen de su Creador... por lo tanto, no se justifica ni la desesperación,
ni el pesimismo, ni la pasividad. Todos estamos llamados, más aún, obli-
gados, a afrontar este tremendo desafío. Cada uno está llamado a ocupar
su propio lugar en esta campaña pacífica que hay que realizar con medios
pacíficos para conseguir el desarrollo en la paz» (SRS 47).

∇∇∇∇∇

DOCUMENTO DE LA IGLESIA
35. A la luz del mismo carácter esencial moral, propio del desarrollo,
hay que considerar también los obstáculos que se oponen a él. Si durante
los años transcurridos desde la publicación de la Encíclica no se ha dado
este desarrollo -o se ha dado de manera escasa, irregular, cuando no
contradictoria-, las razones no pueden ser solamente económicas. Hemos
visto ya cómo intervienen también motivaciones políticas. Las decisiones que
aceleran o frenan el desarrollo de los pueblos, son ciertamente de carácter
político. Y para superar los mecanismos perversos que señalabamos más
arriba y sustituirlos con otros nuevos, más justos y conformes al bien común
de la humanidad, es necesaria una voluntad política eficaz. Por desgracia,
tras haber analizado la situación, hemos de concluir que aquélla ha sido
insuficiente.

En un documento pastoral como el presente, un análisis limitado


únicamente a las causas económica y políticas del subdesarrollo y con
las debidas referencias al llamado superdesarrollo, sería incompleto. Es,
pues, necesario individuar las causas de orden moral que, en el plano de
la conducta de los hombres, considerados como personas responsables,
ponen un freno al desarrollo e impiden su realización plena.
150 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Igualmente, cuando se disponga de recursos científicos y técnicos que


mediante las necesarias y concretas decisiones políticas deben contribuir a
encaminar finalmente los pueblos hacia un verdadero desarrollo, la superación
de los obstáculos mayores sólo se obtendrá gracias a decisiones esencialmente
morales, las cuales, para los creyentes y especialmente los cristianos, se
inspirarán en los principios de la fe, con la ayuda de la gracia divina.

Un mundo sometido a estructuras de pecado

36. Por tanto, hay que destacar que un mundo dividido en bloques, presididos
a su vez por ideologías rígidas, donde en lugar de la interdependencia y la
solidaridad, dominan diferentes formas de imperialismo, no es más que un
mundo sometido a estructuras de pecado. La suma de factores negativos,
que actúan contrariamente a una verdadera conciencia del bien común
universal y de la exigencia de favorecerlo, parece crear, en las personas e
instituciones, un obstáculo difícil de superar (64).

Si la situación actual hay que atribuirla a dificultades de diversa índole,


se debe hablar de «estructuras de pecado», las cuales -como ya he dicho
en la Exhortación Apostólica Reconciliatio et paenitentia- se fundan en el
pecado personal y, por consiguiente, están unidas siempre a actos concretos
de las personas, que las introducen, y hacen difícil su eliminación (65). Y así
estas mismas estructuras se refuerzan, se difunden y son fuente de otros
pecados, condicionando la conducta de los hombres.

«Pecado» y «estructuras de pecado», son categorías que no se aplican


frecuentemente a la situación del mundo contemporáneo. Sin embargo, no
se puede llegar fácilmente a una comprensión profunda de la realidad que
tenemos ante nuestros ojos, sin dar un nombre a la raíz de los males que
nos aquejan.

Se puede hablar ciertamente de «egoísmo» y de «estrechez de miras».


Se puede hablar también de «cálculos políticos errados» y de «decisiones
económicas imprudentes». Y en cada una de estas calificaciones se percibe
una resonancia de carácter ético-moral. En efecto, la condición del hombre
es tal que resulta difícil analizar profundamente las acciones y omisiones
de las personas sin que implique de una u otra forma juicios o referencias
de orden ético.

Esta valoración es de por sí positiva, sobre todo si llega a ser


plenamente coherente y si se funda en la fe en Dios y en su ley, que ordena
el bien y prohíbe el mal.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 151

En esto está la diferencia entre la clase de análisis socio-político y


la referencia formal al «pecado» y a las «estructuras del pecado». Según
esta última versión, se hace presente la voluntad de Dios tres veces Santo,
su plan sobre los hombres, su justicia y su misericordia. Dios «rico en
misericordia», «Redentor del hombre», «Señor y dador de vida», exige de
los hombres actitudes precisas que se expresan también en acciones u
omisiones ante el prójimo. Aquí hay una referencia a la llamada «segunda
tabla» de los diez Mandamientos (cf. Ex 20, 12-17; Dt 5, 16-21). Cuando no
se cumplen éstos se ofende a Dios y se perjudica al prójimo, introduciendo
en el mundo condicionamientos y obstáculos que van mucho más allá de
las acciones y de la breve vida del individuo. Afectan asimismo al desarrollo
de los pueblos, cuya aparente dilación o lenta marcha debe ser juzgada
también bajo esta luz.

Afán de ganancia exclusiva y sed de poder

37. A este análisis genérico de orden religioso se pueden añadir algunas


consideraciones particulares, para indicar que entre las opiniones y actitudes
opuestas a la voluntad divina y al bien del prójimo y las «estructuras» que
conllevan, dos parecen ser las más características: el afán de ganancia
exclusiva, por una parte; y por otra, la sed de poder, con el propósito de
imponer a los demás la propia voluntad. A cada una de estas actitudes
podría añadirse, para caracterizarlas aún mejor, la expresión: «a cualquier
precio». En otras palabras, nos hallamos ante la absolutización de actitudes
humanas, con todas sus posibles consecuencias.

Ambas actitudes, aunque sean de por sí separables y cada una pueda


darse sin la otra, se encuentran -en el panorama que tenemos ante nuestros
ojos- indisolublemente unidas, tanto si predomina la una como la otra.

Y como es obvio, no son solamente los individuos quienes pueden


ser víctimas de estas dos actitudes de pecado; pueden serlo también las
naciones y los bloques. Y esto favorece mayormente la introducción de las
«estructuras de pecado», de las cuales he hablado antes. Si ciertas formas de
«imperialismo» moderno se considerarán a la luz de estos criterios morales,
se descubriría que bajo ciertas decisiones, aparentemente inspiradas
solamente por la economía o la política, se ocultan verdaderas formas de
idolatría: dinero, ideología, clase social y tecnología.
152 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

He creído oportuno señalar este tipo de análisis, ante todo para mostrar
cuál es la naturaleza real del mal al que nos enfrentamos en la cuestión del
desarrollo de los pueblos; es un mal moral, fruto de muchos pecados que
llevan a «estructuras de pecado». Diagnosticar el mal de esta manera es
también identificar adecuadamente, a nivel de conducta humana, el camino
a seguir para superarlo (SRS).
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 153

5.2. Opción preferencial por los pobres.


5.2.1. La opción preferencial por los pobres: Características.

La pobreza es un mal social. Está tan extendida que bien puede llamarse
una plaga. La erradicación de la pobreza de una sociedad es deber moral
de todos. Cristo se indentifica con el pobre porque lo ve como hermano e
hijo de su Padre. Porque lo ama, le desea el bien, el honor, la cultura que la
sociedad pueda dar. Nadie puede quedar excluido. El Bien Comun es para
todos y no excluye a nadie.

Hablar de «pobres» es hablar de un término «relativo» y a veces


«equívoco». Lo que es pobreza en Australia, no lo es en Haití. Lo que
es pobreza en el siglo XX, no lo era en el siglo IV. Los objetos que en un
momento son lujo, luego pasan a ser de uso generalizado. Hay pobres
materiales que son arrogantes y prepotentes. Hay pobres espirituales en
el sentido evangélico, que teniendo todo viven como si nada tuvieran o no
teniendo nada, viven como si tuvieran todo. No obstante la relatividad del
término, conviene que nos detengamos a precisar el sentido del mismo como
lo manejaremos en este tema.

En sentido amplio podemos decir que es pobre el que carece de techo


para cobijarse, el que habita en una vivienda asfixiante, el que no sabe leer, el
disminuido físico o mental, el refugiado que se ha visto obligado a exiliarse, el
huérfano, el anciano, el desempleado, el alcohólico, el drogadicto... También
podemos decir que es pobre el que no puede expresar sus convicciones
políticas, el que no cuenta con la libertad para alabar públicamente a Dios.

La pobreza tiene diversidad de aspectos, pero todos ellos tienen como


denominador común la carencia. Puede ser carencia material, psicológica,
moral, etc. El pobre de espíritu en sentido evangélico es el que carece
espiritualmente de una dependencia de las cosas materiales, quedando
libre para aceptar en su corazón a Dios y unirse a El en su espíritu.

La Iglesia ha expresado su atención a los pobres siguiendo el sentir de Cristo


y su humanismo, su atención a los pobres con el moto de “opción preferencial
por los pobres“ se entiende sobre todo a los pobres materiales. Junto con
la falta de bienestar económico viene la falta de escuelas, la incapacidad
para hacer oír su voz, la ausencia de servicios religiosos, el desprecio
social y la impotencia política. Lógicamente, la enfermedad, la orfandad,
154 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

la ancianidad y el resto de las pobrezas se vuelven más intolerables y


desgarradoras cuando se suman a la pobreza material.

Esta expresión comenzó a usarse de manera más generalizada a partir


de la reunión del CELAM en Puebla, en 1979. En Santo Domingo (CELAM
1992), los obispos latinoamericanos al hablar de «la opción preferencial por
los pobres», lo hicieron en términos muy comprometedores:

«Hacemos nuestro el clamor de los pobres. Asumimos con


renovado ardor la opción preferencial por los pobres del Evangelio,
en continuidad con Medellín y Puebla. Esta opción, no exclusiva ni
excluyente, iluminará, a imitación de Jesucristo, toda nuestra acción
evangelizadora» (SD 296).

Dios ama a todos los hombres, pero tiene también ciertas preferencias
por los más débiles y por los sencillos. Quizás, parte de la explicación de
esta «extravagancia» de Dios se encuentra en lo que nos dice san Pablo
en la carta a los Corintios:

«Dios ha elegido lo que el mundo tiene por necio con el fin de


avergonzar a los sabios, y ha escogido lo que el mundo tiene por débil para
avergonzar a los fuertes» (1 Cor 1,27).

Otra razón, sin duda, como la de todo buen padre, es su predilección


hacia quienes están más desvalidos. Puebla nos da todavía otra explicación
más: «Hechos a imagen y semejanza de Dios para ser sus hijos, esta imagen
está ensombrecida y aun escarnecida en los pobres. Por eso, Dios toma su
defensa y los ama» (P 1142).

Los obispos en Puebla invitaron a la Iglesia a hacer esta opción


preferencial: «Afirmamos la necesidad de conversión de toda la Iglesia
para una opción preferencial por los pobres con miras a su liberación
integral» (P 1154).

5.2.2. Rasgos de la opción preferencial por los pobres

Una opción preferencial por los pobres que se nutre del Evangelio tiene
los siguientes rasgos:

1. No parte de una motivación simplemente sociológica de adhesión


al pueblo que sufre sino de una motivación religiosa de fe en la persona
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 155

de Jesús quien tuvo predilección por los pobres porque veía y valoraba
a cada hombre como un hijo de su Padre.

2. No es excluyente. Tiene preferencia por los pobres; a ellos dedica un


espacio privilegiado en su solicitud. Cristo rompe para ellos la ley del
sábado y defiende su acto de atención al pobre ante el judío celoso
de la ley. Pero la Iglesia tampoco ignora ni se desentiende de aquellos
que disfrutan de una situación acomodada.

3. Va más allá del sentimiento y de la palabra y llega a los hechos. Se


asemeja al samaritano de la parábola que se acercó al herido, sintió
compasión de él, lo curó y lo entregó al encargado de la posada (Cfr.
Lc 10,25-37).

4. Es participativa. No incurre en paternalismos; ni de derecha ni de


izquierda, sino que tiene como medida a Dios Padre: Sed perfectos
como Dios es perfecto. El es la medida del actuar humano personal
y social. Cristo nos lo pone como modelo a lo largo de su Evangelio.

5. Tiene incidencia en lo político. Es un camino para cambiar ciertas


estructuras económicas y sociales injustas. En efecto, la situación de
pobreza no se remedia repartiendo limosnas individuales a quienes
han sido precipitados colectivamente en la desesperación. No es darle
una limosnas, sino incorporarles en el Bien Común, como puede ser
darles un trabajo, una educación, etc.

6. No identifica el Evangelio con la militancia dentro de un solo par-


tido político o una exclusiva ideología. Si así ocurriera, el Evangelio
quedaría reducido a una sola estrategia de cambio temporal, quedaría
empequeñecido. Cuando esto se ha dado en la historia, el mensaje
religioso de Jesucristo ha quedado mutilado y ha dejado de cumplir
su misión de ser fuente de fraternidad y de liberación. El compromiso
con el pobre que se desprende del Evangelio pasa por el compromiso
político, en cuanto es una vía de la acción social, pero queda abierto
a una pluralidad de opciones partidistas. Es respetuoso de la elección
que, en conciencia, hace cada cristiano.

5.2.3. Su objetivo: La liberación integral del pobre.

Cuando la Iglesia habla de «optar por los pobres» no busca agudizar


la lucha de clases, ni colocarse a favor de unos y en contra de otros. Lo que
156 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

persigue es la liberación integral del ser humano en sus aspectos econó-


mico, cultural y social. El resultado es la creacion de una sociedad justa y
libre sustentada por la comunión con Dios Padre (Cfr. P 1154). Liberarlo no
significa darle todo, sino ayudarle para que se valga por sí mismo y aprenda
a caminar y progresar por sí mismos. El pobre no debe quedarse atrás, sino
que debe aprender a caminar para seguir las huellas de los desarrollados
y cultos.

El que tome en serio esta opción, pagará con un alto precio de su


vida hasta merecer el título de bienaventurado: una cuota adicional de
coherencia, de despojo de sí, y de esperanza activa. Esto es, deberá estar
dispuesto doblemente generoso, a ser santo y a santificar al pobre en todos
los aspectos. Es importante que aprenda a vivir sin complejo de víctima ni
de persecución.

∇∇∇∇∇

DOCUMENTOS DE LA IGLESIA
Opción preferencial por los pobres

De Medellín a Puebla

1134 Volvemos a tomar, con renovada esperanza en la fuerza vivificante


del Espíritu, la posición de la II Conferencia General que hizo una clara y
profética opción preferencial y solidaria por los pobres, no obstante las
desviaciones e interpretaciones con que algunos desvirtuaron el espíritu
de Medellín, el desconocimiento y aun la hostilidad de otros. Afirmamos la
necesidad de conversión de toda la Iglesia para una opción preferencial por
los pobres, con miras a su liberación integral.

1135 La inmensa mayoría de nuestros hermanos siguen viviendo en


situación de pobreza y aun de miseria que se ha agravado. Queremos tomar
conciencia de lo que la Iglesia latinoamericana ha hecho o ha dejado de
hacer por los pobres después de Medellín, como punto de partida para la
búsqueda de pistas opcionales eficaces en nuestra acción evangelizadora,
en el presente y en el futuro de América Latina.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 157

1136 Comprobamos que Episcopados Nacionales y numerosos sectores


de laicos, religiosos y sacerdotes han hecho más hondo y realista su
compromiso con los pobres. Este testimonio incipiente pero real, condujo a
la Iglesia latinoamericana a la denuncia de las graves injusticias derivadas
de mecanismos opresores.

1137 Los pobres, también alentados por la Iglesia, han comenzado a


originarse para una vivencia integral de su fe y, por tanto, para reclamar sus
derechos.

1138 La denuncia profética de la Iglesia y sus compromisos concretos con


el pobre le han traído, en no pocos casos, persecuciones y vejaciones de
diversa índole: los mismos pobres han sido las primeras víctimas de dichas
vejaciones.

1139 Todo ello ha producido tensiones y conflictos dentro y fuera de la


Iglesia. Con frecuencia se le ha acusado, sea de estar con los poderes
socioeconómicos y políticos, sea de una peligrosa desviación ideológica
marxista.

1140 No todos en la Iglesia de América Latina nos hemos comprometido


suficientemente con los pobres; no siempre nos preocupamos por ellos y
somos solidarios con ellos. Su servicio exige, en efecto, una conversión
y purificación constantes, en todos los cristianos, para el logro de una
identificación cada día más plena con Cristo y con los pobres.

Jesús evangeliza a los pobres

1141 El compromiso evangélico de la Iglesia, como ha dicho el Papa,


debe ser como el de Cristo, un compromiso con los más necesitados (Cf Lc
4,18-21; Discurso Inaugural III,3). La Iglesia debe mirar, por consiguiente, a
Cristo cuando se pregunta cuál ha de ser su acción evangelizadora. El Hijo
de Dios demostró la grandeza de ese compromiso al hacerse hombre, pues
se identificó con los hombre haciéndose uno de ellos, solidario con ellos y
asumiendo la situación en la que se encuentran, en su nacimiento, en su
vida y, sobre todo en su pasión y muerte donde llegó a la máxima expresión
de la pobreza.

1142 Por esta sola razón los pobres merecen una atención preferencial,
cualquiera que sea la situación moral o personal en que se encuentren. Hechos a
imagen y semejanza de Dios para ser sus hijos, esta imagen estáensombrecida
158 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

y aun escarnecida. Por eso Dios toma su defensa y los ama. Es así como
los pobres son los primeros destinatarios de la misión y su evangelización
es por excelencia, señal y prueba de la misión de Jesús.

1143 Este aspecto central de la Evangelización fue subrayado por S.S. Juan
Pablo II: “He deseado vivamente este encuentro, porque me siento solidario
con vosotros y porque siendo pobres teneis derecho a mis particulares
desvelos; os digo el motivo: el Papa os ama porque sois los predilectos de
Dios. El mismo, al fundar su familia, la Iglesia, tenía presente a la humanidad
pobre y necesitada. Para redimirla envió precisamente a su hijo que nació
pobre y vivió pobre para hacernos ricos en su pobreza (Cf.2 Cor 8,9)”.
(Alocución barrio Santa Cecilia.ASS LXXI p220).

1144 De María, quien en su canto del Magnificat proclama que la salvación


de Dios tiene que ver con la justicia hacia los pobres, “parte también del
compromiso auténtico con los demás hombres, especialmente con los más
pobres y necesitados y por la necesaria transformación de la sociedad” (Juan
Pablo II, Homilia Zapopan 4.AAS LXXI p.230).

El Servicio al hermano pobre

1145 Acercándonos al pobre para acompañarlo y servirlo, hacemos lo que


Cristo nos enseñó, al hacerse hermano nuestro, pobre como nosotros. Por
eso el servicio a los pobres es la medida privilegiada aunque no excluyente
de nuestro seguimiento de Cristo. El mejor servicio al hermano es la
evangelización que lo dispone a realizarse como hijo de Dios, lo libera de
las injusticias y lo promueve integralmente.

1146 Es de suma importancia que este servicio al hermano vaya en la


línea que nos marca el Concilio Vaticano II: “Cumplir antes que nada las
exigencias de la justicia para no dar como ayuda de caridad lo que ya se
debe por razón de justicia; suprimir las causas y no solo los efectos de los
males y organizar los auxilios de tal forma que quienes lo reciban se vayan
liberando progresivamente de la dependencia externa y se vaya bastando
por sí mismo”(AA 8).

1147 El compromiso con los pobres y los oprimidos y el surgimiento de


las Comunidades de Base han ayudado a la Iglesia a descubrir el potencial
evangelizador de los pobres, en cuanto la interpelan constantemente
llamándola a la conversión y por cuanto muchos de ellos realizan en su vida
los valores evangélicos de solidaridad, de servicio, sencillez y disponibilidad
para acoger el Don de Dios.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 159

La pobreza cristiana

1148 Para el cristiano, el término “pobreza” no es solamente expresión


de privación y marginación de las que debamos librarnos. Designa también
un modelo de vida que ya aflora en el Antiguo Testamento en el tipo de los
“pobres de Yahvé” y vivido y proclamado por Jesús como bienaventuranza.
San Pablo concretó esta enseñanza diciendo que la actitud del cristiano
debe ser la del que usa de los bienes de este mundo(cuyas estructuras son
transitorias) sin absolutizarlas, pues son sólo medios para llegar al Reino.
Este modelo de vida pobre se exige en el Evangelio a todos los creyentes
en Cristo y por esto podemos llamarlo “pobreza evangélica”. Los religiosos
viven en forma radical esta pobreza, exigida a todos los cristianos, al
comprometerse por los votos a vivir los consejos evangélicos.

1149 La pobreza evangélica une la actitud de la apertura confiada en Dios


con una vida sencilla, sobria y austera que aparta la tentación de la codicia
y del orgullo.

1150 La pobreza evangélica se lleva a la práctica también con la comu-


nicación y la participación de los bienes materiales y espirituales; no por
imposición sino por el amor, para que la abundancia remedie la necesidad
de los otros.

1151 La Iglesia se alegra de ver en muchos de sus hijos, sobre todo de la


clase media más modesta, la vivencia concreta de esta pobreza cristiana.

1152 En el mundo de hoy esta pobreza es un reto al materialismo y abre


las puertas a las soluciones alternativas de la sociedad de consumo.
160 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

5.3. EL CONFLICTO Y LA VIOLENCIA


5.3.1. Definición de violencia y conflicto. Tipos.

Conflicto es el choque fundamental de intereses, de valores, de


objetivos. Cada una de las partes se esfuerza porque prevalezcan sus
intereses e ideas y trata de vencer a la otra en el terreno político. El conflicto
puede ser violento o no violento.

Violencia es la exaltación de la fuerza con efectos desintegradores


sobre una de las partes. Puede ir desde una bofetada hasta el uso de armas
nucleares. La violencia no es algo abstracto, trátese de una persona (riña
callejera), un grupo (conflictos raciales o sociales), una nación (guerras).
Siempre hay personas que resultan aplastadas.

A veces vemos la violencia y el conflicto solamento en los «actos»


(terrorismo) y no los percibimos en las «situaciones» (hambre, desempleo).
No obstante, es preciso reconocer que causa más muertes el hambre que la
guerra. La cotidianeidad de la violencia nos lleva a digerirla como algo normal,
nos acostumbramos a ella (mendicidad, analfabetismo). Sin embargo, no
deja de infringir daños gravísimos a vastos sectores de la población.

Veamos a continuación tres tipos de violencia que se implican


mutuamente:

a) Violencia estructural: Es la violencia incubada en una «situación».


Es aquella que mantiene en acoso y en agresión a grupos humanos.
Por ejemplo, la situación de subdesarrollo en que viven numerosos
países. Generalmente se mantiene encubierta. Podemos hablar de
esta violencia como de la violencia «uno».

b) Violencia subversiva: Es la que se rebela contra la violencia


estructural o el orden establecido y busca cambios radicales por la
vía de las armas: guerrilla, secuestros, terrorismo. Podemos hablar
de esta violencia como de la violencia «dos», que se origina en la
violencia «uno».

c) Violencia represiva: Es la violencia «tres» que persigue a los


subversivos. Ejercida por los grupos paramilitares, policía, ejército, jueces,
etc. Se cierra así el círculo fatal de la violencia, conocida como «espiral de
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 161

la violencia», ya que a su vez la violencia represiva viene a fortalecer


la violencia estructural y a reiniciar el ciclo.

5.3.2. ¿Qué dice la Iglesia frente al conflicto y a la violencia?

- Sí al hecho objetivo de la existencia del conflicto.

No podemos cerrar los ojos: el conflicto y la violencia institucionalizada


existen en el mundo. Millones de humanos viven bajo estos signos: conflictos
de índole política (búsqueda de poder), conflictos de ideologías (choque
de mentalidades), conflictos económicos (antagonismo entre el Capital y el
Trabajo y consiguiente lucha de clases).

El conflicto y la violencia están presentes en todas las sociedades,


aunque con grados diversos de intensidad. Hay sociedades en las que
se mantienen dentro de límites moderados y otras en las que se alcanzan
niveles de gravedad.

El reconocer la existencia de la violencia no significa querer agudizarla


o pretender «echarle gasolina al fuego». Al contrario, un buen diagnóstico es
el principio de la solución, es el primer paso obligado para buscar cambiar
la situación de injusticia existente.

- No al odio como motivación.

Odiar es el deseo de exterminar al adversario. El odio no nace de


una conciencia libre sino de una conciencia prisionera del instinto. Desde
Jesús sólo cabe la actitud del perdón. El perdón cristiano nace de un respeto
profundo a la persona del enemigo. No es masoquismo, ni pasividad, ni
cobardía. Es victoria sobre la propia naturaleza al conseguirse imponer sobre
el deseo natural de la revancha. En ocasiones también es victoria sobre los
impulsos del adversario cuando, sin tocarlo físicamente, cambia su corazón
y le hace entender que está en la obligación de ceder.

- No a la pobreza material.

La pobreza material es la carencia elemental de bienes económicos.


Pobreza es no contar lo elemental para vivir (hambre, falta de techo, falta de atención
médica...) Hay pobrezas fronterizas con la pobreza material que son también
muy profundas: la pobreza del refugiado, del perseguido, del discriminado,
del desempleado, del huérfano, del analfabeto. Hay pobrezas naturales
162 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

y otras heredadas, las hay repentinas y las hay seculares, las hay resignadas
y también en rebeldía. Hay pobrezas degradantes y dignificantes. Hay
pobrezas estructurales, que son aquellas que más vamos a tratar aquí.

No obstante, un denominador común es que la pobreza es atropello


a la dignidad humana y atropello a Dios de quien el hombre es imagen.
Impide la realización del ser humano como persona, como hermano y como
hijo de Dios. Es antievangélica. La DSI nos invita a luchar contra la pobreza
material.

- No a la pobreza moral.

Pobreza moral es la carencia de valores (sed desenfrenada de


poder, afán de lucro, individualismo, hedonismo, venganza...). Existe una
interrelación estrecha entre pobreza material y pobreza moral. En el origen
de la primera muchas veces está la presencia de la segunda.

En la Centesimus Annus, Juan Pablo II postula la necesidad de una


«ecología humana», que sea el resultado de salvaguardar los valores
morales. La pérdida de valores morales también amenaza de extinción al
hombre. El Papa invita a denunciar aquellos sistemas ético-culturales que
alienan y oprimen. Y hace un llamado para que desde la familia se libre
la batalla en contra de la cultura de la muerte y a favor de la cultura de la
vida.

- Sí a la pobreza espiritual.

Pobreza espiritual es el desprendimiento de los bienes materiales,


el desapego de los propios criterios, la santa audacia para dedicarse a
la construcción del Reino de Dios, poniendo toda la confianza en Dios y
relativizando los medios humanos. «Buscad primeramente el Reino de Dios
y su justicia y todo lo demás se les dará por añadidura» (Mt 6,33).

Pobre espiritual es aquél que se siente necesitado de los demás, es


el sencillo que tiene un corazón abierto, que no desprecia a nadie, que está
dispuesto a compartir y vive la fraternidad universal. El pobre espiritual es
aquél que tiene un corazón pobre, que lleva un estilo de vida pobre (se
contenta con lo necesario y prescinde de lo superfluo) y se solidariza con la
causa de los pobres (todos aquellos que sufren de carencias o injusticias).

La pobreza espiritual también guarda relación estrecha con la pobreza


material y la pobreza moral. El pobre espiritual lucha por desterrar la pobreza
moral, y, en consecuencia, se compromete también en el combate contra la
pobreza material (confrontar la conversión de Zaqueo). El pobre espiritual en
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 163

ésta lucha y en este combate nunca pierde de vista la dimensión comunitaria


y de fraternidad. Lo que persigue es la liberación integral y la fraternidad
universal. Si a veces aparece la división como consecuencia de su opción,
esta se presenta contra su voluntad.

- No a la violencia como estrategia de cambio social.

La DSI se muestra sumamente reticente al empleo de la violencia


como camino de cambio social: «La violencia jamás ha hecho otra cosa que
destruir, no edificar, encender las pasiones, no calmarlas... y ha precipitado a
los hombres y a los partidos en la dura necesidad de reconstruir lentamente
después de pruebas dolorosas, sobre los destrozos de la discordia» (PT
161).

El uso de la violencia en vez de poner en camino de solución acrecienta


el problema y la tensión. Es la ley de la selva. Es la valoración de la fuerza
sobre la razón. Exaltar la violencia lleva a la destrucción y a la muerte en
sentido literal y figurado.

5.3.3. La no-violencia activa.

Si bien es cierto que la DSI no acepta el camino de la violencia, está


muy lejos de postular una actitud de «pasividad» ante las situaciones de
pecado estructural.

La pasividad puede darse como fruto de dos posturas: 1a. Negar que
existe el problema y por tanto negar que se necesita emprender alguna
acción de cambio. 2a. Aceptar que el problema existe, pero reconocerlo
como irremediable o reconocerse como impotente para emprender alguna
acción de cambio.

El cristiano debe ser un «Sembrador de Esperanza», sensible a


cualquier situación de dolor, y no quedarse con los brazos cruzados. Con
paciencia, con audacia, con imaginación y con organización, debe luchar
para cambiar esas situaciones.

La «No-Violencia Activa» recibe otros nombres: «No cooperación»


(boicot comercial), «Desobediencia Civil» (no pago de impuestos, negarse
a hacer el Servicio Militar...), «Resistencia Civil» (cierre de carreteras,
manifestaciones, sentadas...), «Autosufrimiento» (huelgas de hambre). Son
acciones concretas encaminadas a la modificación de leyes y estructuras
injustas. La iniciativa la toma quien resiste. Su acción interrumpe el orden
establecido.
164 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Sin embargo, el camino más ordinario de la «No-Violencia Activa» es


el compromiso político y la promoción popular. Algunos de los exponentes
más señalados de la No-Violencia Activa son Mahatma Gandhi, Martin
Luther King, Adolfo Pérez Esquivel, Oscar Romero, Desmond Tutú, Helder
Cámara, Rigoberta Menchú. Hay también sociedades que militan dentro de
esta corriente: Amnistia Internacional, Derechos Humanos, Justicia y Paz,
SERPAJ, etc.

La filosofía de la No-Violencia Activa se basa en desear el bien a quien


produce el mal. No se trata de aplastar al adversario, sino de persuadirlo.

5.3.4. La paz en la justicia

En las últimas dos décadas en el mundo se han abierto quince conflictos


bélicos que han producido alrededor de seis millones de muertos: Camboya,
Líbano, Irán-Irak, Afghanistán, El Salvador, Chad, Yemen, Angola, Etiopía,
Malvinas, Sahara Occidental, cuerpo humano que no deja de sangrar. Siem-
pre ha estado sangrando. La agresión, la defensa pertenece a lo infrahumano.
Son conductas que desdicen del hombre hecho a imagen y semejanza de
Dios y que tiene, por ello, como paradigma de su conducta a Dios mismo:
“Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto“ (Mt 5,48). El trato
humano que se deriva de esa filiación mística del hombre respecto a Dios
debe corresponder al que se dan entre hijos de Dios. La paz es su signo.
La guerra su contrasigno.

El resorte que con frecuencia manejan las guerras como argumento


justificativo son tales como «el mito nacionalista», el racismo, la libertad,
la lucha de clases, la justicia... En razón de las desgracias que las guerras
traen consigo difilmente se pueden justificar.

5.3.4.1. La carrera armamentística, la disuasión y el desarme.

La carrera armamentista es una de las grandes maldiciones de la


humanidad, entre otras por las siguientes razones:

1. Lleva a que las relaciones internacionales se basen en el miedo y en


la histeria colectiva.

2. Lejos de hacer más improbable el peligro de un estallido violento lo


hace más factible. Es una competencia salvaje que no cumple las
seguridades que promete.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 165

3. Constituye en sí misma una injusticia, porque destina sumas


impresionantes de recursos económicos a la fabricación de
armamentos, mientras millones de hombres mueren de hambre y viven
en el subdesarrollo.

4. Da origen al comercio de armas. Se trata de un comercio curioso que


no conoce fronteras ideológicas; en la época de la guerra fría este
comerció rebasó la bipolaridad de los bloques. El flujo de armas y de
dinero hacía caso omiso del antagonismo entre el Este y el Oeste y
de la distancia entre el Norte y el Sur.

Afortunadamente con la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre


de 1989, la carrera armamentista parece estar experimentando una cierta
desaceleración. El acuerdo alcanzado por las grandes potencias ha traído
una cierta distensión entre los pueblos. Con todo no han cesado las guerras,
como han dado muestras los países surgidos de la República Yugoslava o
de otras desgajadas de Rusia.

El fin del armamento es la paz y la defensa de la paz. Se justifica


teóricamente con el argumento de la disuasión: «Me armo para superar la
capacidad bélica de mi adversario y desalentar así cualquier proyecto que
abrigara de declararme la guerra».

Sin embargo, la disuasión no es una estrategia adecuada a largo plazo


para alcanzar la paz. Si realmente se quiere asegurar la paz es indispensable
«no darse por satisfecho con este mínimo que en cualquier momento
puede provocar una explosión» (Juan Pablo II: Mensaje a la ONU sobre el
desarme, 1982). El principio fundamental del que realmente depende la paz
es el de la mutua confianza (Cfr. PT 113). La disuasión es aceptable como
estrategia transitoria de paz solamente si va unida al control de armas y al
desarme. Así pues, el desarme se presenta como una opción ética decisiva
del momento presente. Somos la primera generación desde el Génesis que
tiene la capacidad real de autodestrucción del planeta. Por ello mismo, es
mayor nuestra responsabilidad para alcanzar el desarme y la paz.

5.3.4.2. La doctrina de la Iglesia sobre la guerra, en el pasado


y en el presente.

Tradicionalmente los moralistas, dentro de la Iglesia, han sostenido


que existen «guerras justas» cuando cumplen las siguientes condiciones:

- Que sean declaradas por la autoridad legítima.


166 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

- Que la causa por la que se luche sea una causa justa.


- Que se hayan agotado antes todos los medios pacíficos.
- Que los fines y medios que se utilicen sean justos.
- Que se dé una cierta proporcionalidad entre el bien buscado y el mal
que de la guerra pueda derivarse.

En el fondo esta doctrina se antoja un tanto justificadora de la guerra, y


hoy parece insuficiente para configurar una conciencia cristiana basada en el
respeto a toda hombre y toda mujer como hijos de Dios. En este sentido el
Concilio Vaticano II es radical: oposición a la carrera armamentista y apoyo
a toda acción que busque evitar la guerra.

«La carrera de armamentos es la plaga más grande de la humanidad


y perjudica a los pobres de manera intolerable. Condena absoluta de la
guerra ofensiva que tienda indiscriminadamente a la destrucción de ciudades
enteras o de extensas regiones junto con sus habitantes» (GS 80-82).

Hoy la mayor parte de los moralistas cristianas condenan sin ningún


tipo de distingos la guerra como algo totalmente inmoral. Las razones son
varias:

- El espíritu cristiano es abiertamente contrario a la violencia armada


como instrumento para solucionar conflictos. Cristo pone el amor y la
paz, la misericordia y la compasión como beatitudes del ser humano.
Este espíritu está contra toda guerra.

- Los argumentos nacionalistas son inconsistentes. Un fin bueno (la


defensa de la nación), no puede justificarse si se utilizan medios
inmorales (la destrucción de centenares de miles de vidas humanas).

- Las armas nucleares han cambiado drásticamente la naturaleza de la


guerra, porque conllevan el peligro del exterminio recíproco total.

- Aún la guerra defensiva llevada a cabo con armas convencionales


causa destrucción, viola los principios de proporcionalidad y pone en
pendiente hacia el peligro de apretar el botón nuclear.

5.3.4.3. La paz en la justicia.

La paz en la justicia no es:

- Ausencia de guerra
- Simple prosperidad económica
- Resultado de un mero equilibrio de fuerzas
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 167

Sí es:

- El ordenamiento justo de las relaciones económicas y sociales, que


anule la brecha que separa a países ricos de países pobres y suprima
los mecanismos que originan la polarización entre los que tienen mucho
a costa de los que tienen poco (Cfr. P 1207-1209).

- El ordenamiento justo de las relaciones políticas; la verdadera paz se


asienta sobre la confianza recíproca y la ayuda mútua para con seres
que se necesitan, y no como lobos que están unos contra otros (Cfr.
PT 113).

- El ordenamiento justo de lo moral y lo religioso: «La paz en la tierra,


profunda aspiración de los hombres de todos los tiempos, no se puede
establecer si no se respeta el orden querido por Dios» (PT 1).

El mundo cada día más se convierte en una «aldea global». Los


procesos de globalización invaden todos los rincones de la geografía, de la
sociedad y de la cultura. El proteccionismo retrocede. Resulta muy difícil para
un país permanecer aislado. Los medios de comunicación derriban todas
las fronteras y presionan para que se dé la integración a todos los niveles.

La construcción de una aldea global, sin embargo, requiere de la soli-


daridad entre todos los hijos de Dios, en lugar del individualismos y egoísmos
sociales. La solidaridad debe rebasar las fronteras nacionales y alcanzar
programas de cooperación internacional que vayan más allá de los límites
territoriales de un Estado.

La Iglesia así lo recomienda:

«Constructores de su propio desarrollo, los pueblos son los primeros


responsables de él. Pero no lo realizarán en el aislamiento. En esta marcha
todos somos solidarios. Todos los hombres y todos los pueblos deben asumir
sus responsabilidades» (PP 77 y 80).

Algunos caminos para promover la paz pueden ser los siguientes:

1. Acuerdos bilaterales, verificables, de alto a las pruebas nucleares y a


la producción y desarrollo de nuevas armas atómicas.
168 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

2. El recorte significativo de arsenales militares.

3. El establecimiento de una autoridad pública universal, reconocida por


todos, con poder eficaz para garantizar la seguridad, el cumplimiento
de la justicia y el respeto por los derechos.

4. La celebración de conferencias de paz y de diálogos que busquen


resolver el conflicto por la vía de la negociación.

5. La difusión de campañas en favor de la paz dirigidas a concientizar a


la opinión pública.

6. La creación de una mentalidad colectiva y de una opinión pública que


controle las decisiones de los hombres de Gobierno.

∇∇∇∇∇

DOCUMENTOS DE LA IGLESIA
77. En estos últimos años, en los que aún perduran entre los hombres
la aflicción y las angustias nacidas de la realidad o de la amenaza de una
guerra, la universal familia humana ha llegado en su proceso de madurez a un
momento de suprema crisis. Unificada paulatinamente y ya más consciente
en todo lugar de su unidad, no puede llevar a cabo la tarea que tiene ante sí,
es decir, construir un mundo más humano para todos los hombres en toda la
extensión de la tierra, sin que todos se conviertan con espíritu renovado a la
verdad de la paz. De aquí proviene que el mensaje evangélico, coincidente
con los más profundos anhelos y deseos del género humano, luzca en
nuestros días con nuevo resplandor al proclamar bienaventurados a los
constructores de la paz, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9).

Por esto el Concilio, al tratar de la nobilísima y auténtica noción de la


paz, después de condenar la crueldad de la guerra, pretende hacer un ardiente
llamamiento a los cristianos para que con el auxilio del Cristo, autor de la
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 169

paz, cooperen con todos los hombres a cimentar la paz en la justicia y el


amor y a aportar los medios de la paz.

Naturaleza de la paz

78. La paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al solo equilibrio


de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que
con toda exactitud y propiedad se llama «obra de la justicia»(Is 32,7). Es el
fruto del orden plantado en la sociedad humana por su divino Fundador, y que
los hombres, sedientos siempre de una más perfecta justicia, han de llevar
a cabo. El bien común del género humano se rige primariamente por la ley
eterna, pero en sus exigencias concretas, durante el transcurso del tiempo,
está sometido a continuos cambios; por eso la paz jamás es una cosa del todo
hecha, sino un perpetuo quehacer. Dada la fragilidad de la voluntad humana,
herida por el pecado, el cuidado por la paz reclama de cada uno constante
dominio de sí mismo y vigilancia por parte de la autoridad legítima.

Esto, sin embargo, no basta. Esta paz en la tierra no se puede lograr si


no se asegura el bien de las personas y la comunicación espontánea entre los
hombres de sus riquezas de orden intelectual y espiritual. Es absolutamente
necesario el firme propósito de respetar a los demás hombres y pueblos,
así como su dignidad, y el apasionado ejercicio de la fraternidad en orden
a construir la paz. Así, la paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa
todo lo que la justicia puede realizar.

La paz sobre la tierra, nacida del amor al prójimo, es imagen y efecto


de la paz de Cristo, que procede de Dios Padre. En efecto, el propio Hijo
encarnado, Príncipe de la paz, ha reconciliado con Dios a todos los hombres
por medio de su cruz, y, reconstituyendo en un solo cuerpo la unidad del
género humano, ha dado muerte al odio en su propia carne y, después del
triunfo de su resurrección, ha infundido el Espíritu del amor en el corazón
de los hombres.

Por lo cual se llama insistentemente la atención de todos los cristianos


para que, viviendo con sinceridad en la caridad (Eph 4, I5), se unan con los
hombres realmente pacíficos para implorar y establecer la paz.

Movidos por el mismo Espíritu, no podemos dejar de alabar a aquellos


que, renunciando a la violencia en la exigencia de sus derechos, recurren
a los medios de defensa, que, por otra parte, están al alcance incluso de
los más débiles, con tal que esto sea posible sin lesión de los derechos y
obligaciones de otros o de la sociedad.
170 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

En la medida en que el hombre es pecador, amenaza y amenazará


el peligro de guerra hasta el retorno de Cristo; pero en la medida en que
los hombres, unidos por la caridad, triunfen del pecado, pueden también
reportar la victoria sobre la violencia hasta la realización de aquella palabra:
De sus espadas forjarán arados, y de sus lanzas hoces. Las naciones no
levantarán ya más la espada una contra otra y jamás se llevará a cabo la
guerra (Is 2,4).

Hay que frenar la crueldad de las guerras

79. A pesar de que las guerras recientes han traído a nuestro mundo
daños gravísimos materiales y morales, todavía a diario en algunas zonas
del mundo la guerra continúa sus devastaciones. Es más, al emplear en la
guerra armas científicas de todo género, su crueldad intrínseca amenaza
llevar a los que luchan a tal barbarie, que supere enormemente la de los
tiempos pasados. La complejidad de la situación actual y el laberinto de
las relaciones internacionales permiten prolongar guerras disfrazadas con
nuevos métodos insidiosos y subversivos. En muchos casos se admite como
nuevo sistema de guerra el uso de métodos del terrorismo.

Teniendo presente esta postración de la humanidad, el Concilio


pretende recordar ante todo la vigencia permanente del derecho natural
de gentes y de sus principios universales. La misma conciencia del género
humano proclama con firmeza cada vez más, estos principios. Los actos,
pues, que se oponen deliberadamente a tales principios y las órdenes que
mandan tales actos son criminales, y la obediencia ciega no puede excusar
a quienes las acatan. Entre estos actos hay que enumerar ante todo aquellos
con los que metódicamente se extermina a todo un pueblo, raza o minoría
étnica: hay que condenar con energía tales actos como crímenes horrendos;
se ha de encomiar, en cambio, al máximo la valentía de los que no temen
oponerse abiertamente a los que ordenan semejantes cosas.

Existen sobre la guerra y sus problemas varios tratados internacionales,


suscritos por muchas naciones, para que operaciones militares y
sus consecuencias sean menos inhumanas; tales son los que tratan
del destino de los combatientes heridos o prisioneros y otros por
el estilo. Hay que cumplir estos tratados; es más, están obligados
todos, especialmente las autoridades públicas y los técnicos en estas
materias, a procurar cuanto puedan su perfeccionamiento, para que
así se consiga mejor y más eficazmente atenuar la crueldad de las
guerras. También parece razonable que las leyes tengan en cuenta,
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 171

con sentido humano, el caso de los que se niegan a tomar las armas por
motivo de conciencia y aceptan al mismo tiempo servir a la comunidad
humana de otra forma.

Desde luego, la guerra no ha sido desarraigada de la humanidad.


Mientras exista el riesgo de guerra y falte una autoridad internacional
competente y provista de medios eficaces, una vez agotados todos los
recursos pacíficos de la diplomacia, no se podrá negar el derecho de legítima
defensa a los gobiernos. A los jefes de Estado y a cuantos participan en los
cargos de gobierno les incumbe el deber de proteger la seguridad de los
pueblos a ellos confiados, actuando con suma responsabilidad en asunto tan
grave. Pero una cosa es utilizar la fuerza militar para defenderse con justicia
y otra muy distinta querer someter a otras naciones. La potencia bélica no
legitima cualquier uso militar o político de ella. Y una vez estallada la guerra
lamentablemente, no por eso todo es lícito entre los beligerantes.

Los que, al servicio de la Patria, se halla en el ejército, considérense


instrumentos de la seguridad y libertad de los pueblos, pues desempeñando
bien esta función contribuyen realmente a estabilizar la paz.

La guerra total

80. El horror y la maldad de la guerra se acrecientan inmensamente con


el incremento de las armas científicas. Con tales armas, las operaciones
bélicas pueden producir destrucciones enormes e indiscriminadas, las cuales,
por tanto, sobrepasan excesivamente los límites de la legítima defensa. Es
más, si se empleasen a fondo estos medios, que ya se encuentran en los
depósitos de armas de las grandes naciones, sobrevendría la matanza casi
plena y totalmente recíproca de parte a parte enemiga, sin tener en cuenta
las mil devastaciones que aparecerían en el mundo y los perniciosos afectos
del uso de tales armas.

Todo esto nos obliga a examinar la guerra con mentalidad totalmente


nueva. Sepan los hombres de hoy que habrán de dar muy seria cuenta de
sus acciones bélicas. Pues de sus determinaciones presentes dependerá
en gran parte el curso de los tiempos venideros.

Teniendo esto en cuenta, este Concilio, haciendo suyas las


condenaciones de la guerra mundial expresadas por los últimos Sumos
Pontífices, declara:
172 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Toda acción bélica que tiende indiscriminadamente a la destrucción


de ciudades enteras o de extensas regiones junto con sus habitantes, es
un crimen contra Dios y la humanidad que hay que condenar con firmeza y
sin vacilaciones.

El riesgo característico de la guerra contemporánea está en que da


ocasión a los que poseen las recientes armas científicas para cometer tales
delitos y con cierta inexorable conexión puede empujar las voluntades hu-
manas a determinaciones verdaderamente horribles. Para que esto jamás
suceda en el futuro, los obispos de toda la tierra reunidos aquí piden con
insistencia a todos, principalmente a los jefes de Estado y a los altos jefes
del ejército, que consideren incesantemente tan gran responsabilidad ante
Dios y ante toda la humanidad.

La carrera de armamentos

8I. Las armas científicas no se acumulan exclusivamente para el tiempo


de guerra. Puesto que la seguridad de la defensa se juzga que depende
de la capacidad fulminante de rechazar al adversario, esta acumulación
de armas, que se agrava por años, sirve de manera insólita para aterrar a
posibles adversarios. Muchos la consideran como el más eficaz de todos
los medios para asentar firmemente la paz entre las naciones.

Sea lo que fuere de este sistema de disuasión, convénzanse los hom-


bres de que la carrera de armamentos, a la que acuden tantas naciones,
no es camino seguro para conservar firmemente la paz, y con el llamado
equilibrio que de ella proviene no es la paz segura y auténtica. De ahí que
no sólo no se eliminan las causas del conflicto, sino que más bien se corre
el riesgo de agravarlas poco a poco. Al gastar inmensas cantidades en tener
siempre a punto nuevas armas, no se pueden remediar suficientemente tan-
tas miserias del mundo entero. En vez de restañar verdadera y radicalmente
las disensiones entre las naciones, otras zonas del mundo quedan afectadas
por ellas. Hay que elegir nuevas rutas que partan de una renovación de la
mentalidad para eliminar este escándalo y poder restablecer la verdadera
paz, quedando el mundo liberado de la ansiedad que le oprime.

Por lo tanto, hay que declarar de nuevo: la carrera de armamentos es


la plaga más grave de la humanidad y perjudica a los pobres de manera
intolerable. Hay que temer seriamente que, si perdura, engendre todos los
estragos funestos cuyos medios ya prepara.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 173

Advertidos de las calamidades que el género humano ha hecho


posibles, empleemos la pausa de que gozamos, concebida de lo Alto, para
con mayor conciencia de la propia responsabilidad, encontrar caminos que
solucionen nuestras diferencias de un modo más digno del hombre. La
Providencia divina nos pide insistentemente que nos liberemos de la antigua
esclavitud de la guerra. Si renunciáramos a este intento, no sabemos a dónde
nos llevará este mal camino por el que hemos entrado.

La prohibición absoluta de la guerra.

La acción internacional para evitar la guerra.

82. Bien claro queda, por tanto, que debemos procurar con todas nuestras
fuerzas preparar una época en que, por acuerdo de las naciones, pueda ser
absolutamente prohibida cualquier guerra. Esto requiere el establecimiento
de una autoridad pública universal reconocida por todos, con poder eficaz
para garantizar la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de
los derechos. Pero antes de que se pueda establecer tan deseada autoridad
es necesario que las actuales asociaciones internacionales supremas
se dediquen de lleno a estudiar los medios más aptos para la seguridad
común. La paz ha de nacer de la mutua confianza de los pueblos y no debe
ser impuesta a las naciones por el terror de las armas; por ello, todos han
de trabajar para que la carrera de armamentos cese finalmente, para que
comience ya en realidad la reducción de armamentos, no unilateral, sino
simultánea, de mutuo acuerdo, con auténticas y eficaces garantías.

No hay que despreciar, entretanto, los intentos ya realizados y que


aún se llevan a cabo para alejar el peligro de la guerra. Más bien hay que
ayudar la buena voluntad de muchísimos que, aun agobiados por las enormes
preocupaciones de sus altos cargos, movidos por el gravísimo deber que
les acucia, se esfuerzan por eliminar la guerra, que aborrecen, aunque no
puedan prescindir de la complejidad inevitable de las cosas. Hay que pedir
con insistencia a Dios que les de fuerzas para perseverar en su intento
y llevar a cabo con fortaleza esta tarea de sumo amor a los hombre, con
la que se construye virilmente la paz. Lo cual hoy exige de ellos con toda
certeza que amplíen en su mente más allá de las fronteras de la propia
nación, renuncien al egoísmo nacional y a la ambición de dominar a otras
naciones, alimenten un profundo respeto por toda la humanidad, que corre
ya, aunque tan laboriosamente, hacia su mayor unidad.

Acerca de los problemas de la paz y del desarme, los sondeos y


conversaciones diligente e ininterrumpidamente celebrados y los congresos
174 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

internacionales que han tratado de este asunto deben ser considerados


como los primeros pasos para solventar temas tan espinosos y serios, y hay
que promoverlos con mayor urgencia en el futuro para obtener resultados
prácticos. Sin embargo, hay que evitar el confiarse sólo en los conatos de
unos pocos, sin preocuparse de la reforma en la propia mentalidad. Pues los
que gobiernan a los pueblos, que son garantes del bien común de la propia
nación y al mismo tiempo promotores del bien de todo el mundo, dependen
enormemente de las opiniones y de los sentimientos de las multitudes. Nada
les aprovecha trabajar en la construcción de la paz mientras los sentimientos
de hostilidad, de menosprecio y de desconfianza, los odios raciales y las
ideologías obstinadas, dividen a los hombres y los enfrentan entre sí. Es de
suma urgencia proceder a una renovación en la educación de la mentalidad
y a una nueva orientación en la opinión pública. Los que se entregan a la
tarea de la educación, principalmente de la juventud, o forman la opinión
pública, tengan como gravísima obligación la preocupación de formar las
mentes de todos en nuevos sentimientos pacíficos. Tenemos todos que
cambiar nuestros corazones, con los ojos puestos en el orbe entero y en
aquellos trabajos que todos juntos podemos llevar a cabo para que nuestra
generación mejore.

Que no nos engañe una falsa esperanza. Pues, si no se establecen en


el futuro tratados firmes y honestos sobre la paz universal una vez depuestos
los odios y las enemistades, la humanidad, que ya está en grave peligro,
aun a pesar de su ciencia admirable, quizá sea arrastrada funestamente a
aquella hora en la que no habrá otra paz que la paz horrenda de la muerte.
Pero, mientras dice todo esto, la Iglesia de Cristo, colocada en el medio de
la ansiedad de hoy, no cesa de esperar firmemente. A nuestra época, una y
otra vez, oportuna e importunamente, quiere proponer el mensaje apostólico:
Este es el tiempo aceptable para que cambien los corazones, éste es el día
de la salvación.

Causas y remedios de las discordias

83. Para edificar la paz se requiere ante todo que se desarraiguen las causas
de discordia entre los hombres, que son las que alimentan las guerras. Entre
esas causas deben desaparecer principalmente las injusticias. No pocas de
éstas provienen de las excesivas desigualdades económicas y de la lentitud
en la aplicación de las soluciones necesarias. Otras nacen del deseo de
dominio y del desprecio por las personas, y, si ahondamos en los motivos más
profundos, brotan de la envidia, de la desconfianza, de la soberbia y de más
pasiones egoístas. Como el hombre no puede soportar tantas deficiencias
en el orden, éstas hacen que, aun sin haber guerras, el mundo esté
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 175

plagado sin cesar de luchas y violencias entre los hombres. Como, además,
existen los mismos males en las relaciones internacionales, es totalmente
necesario que, para vencer y prevenir semejantes males y para reprimir
las violencias desenfrenadas, las instituciones internacionales. [Concilio
Vaticano Gandium etspes].

72. Los cristianos que toman parte activa en el movimiento económico-


social de nuestro tiempo y luchan por la justicia y caridad, convénzanse de
que pueden contribuir mucho al bienestar de la humanidad y a la paz del
mundo. Individual y colectivamente den ejemplo en este campo. Adquirida la
competencia profesional y la experiencia que son absolutamente necesarias,
respeten en la acción temporal la justa jerarquía de valores, con fidelidad a
Cristo y a su Evangelio, a fin de que toda su vida, así la individual como la
social, quede saturada con el espíritu de las bienaventuranzas, y particular-
mente con el espíritu de la pobreza.

Quien con obediencia a Cristo busca ante todo el reino de Dios, en-
cuentra en éste un amor más fuerte y más puro para ayudar a todos sus
hermanos y para realizar la obra de la justicia bajo la inspiración de la caridad.
(GS).
6. CULTURA Y EVANGELIO
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 179

6.1. Definición de cultura


La palabra “cultura” es uno de los vocablos más usados en el lenguaje
común y corriente. A veces lo empleamos como sinónimo de acumulación
de saber y de estudios; y así, cuando decimos tal persona es un “hombre
culto”, pensamos en alguien que ha acudido a la Universidad, que ha leído
numerosos libros y que ha tenido oportunidad de viajar.

Aquí le daremos a la palabra “cultura” una acepción diferente. Se


entiende por cultura “el modo como se comporta y como piensa la gente
en sus relaciones sociales». En este sentido, todos somos cultos porque
todos tenemos una manera de comportarnos.

ETY los define cultura como «ese conjunto complejo que abarca los
conocimientos, las creencias, el arte, el derecho, las costumbres y los demás
hábitos y aptitudes que el hombre adquire en cuanto miembro de la sociedad.
Cada cultura tiene su forma particular. Este modo de comportamiento y
pensamiento comprende:

1. La manera como los pueblos se relacionan con la naturaleza (Ej. la


técnica agrícola y minera), con los demás hombres (ej. fiestas, saludos,
matrimonio) y con Dios (Ej. peregrinaciones, reuniones religiosas, mitos
y símbolos).

2. El conjunto de las normas, de las instituciones, de las ideas, de las


creencias, del lenguaje, de los símbolos y de los valores con los que
cada pueblo organiza su vida.

6.2. Pluralismo cultural y etnocen-


trismo.
Dada la anterior definición de cultura, salta a la vista que existe en
el mundo una gran diversidad cultural. Existen diferentes costumbres para
contar el tiempo, para comer, para vestirse, para bailar, distintas religiones y
creencias, distintas leyes y normas de comportamiento, etc. Cada pueblo y
comunidad tiende a crear su propia cultura. Hacer diferencias de culturas no
implica establecer valoración moral o diferencias cualitativas. La tentación de
convertir a la propia cultura en punto de referencia central y desde allí
180 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

condenar o censurar a otras culturas se llama “etnocentrismo”. Toda


cultura supone una creación humana y un enriquecimiento en la vida humana
de las relaciones sociales. La cultura humaniza las relaciones económicas
y laborales de la vida social. Por ello lleva en sí valores dignos de estima
y aprecio.

Ecuador es un país de varías culturas, pluricultural. “Plurietnismo”


significa el respeto a los valores y costumbres de cada grupo étnico. La
pluralidad étnica de un pueblo como Ecuador no está contra su unidad
nacional. Lo que sí está contra la unidad nacional son la injusticia y la
discriminación de las distintas culturas del pueblo.

Sin embargo, sería también un error decir que todo en las culturas
es bueno y positivo. A veces se han dado auténticas aberraciones que han
pasado a formar parte de la “costumbre” y que están en contra de los derechos
humanos más elementales y contra todo sentir humano. Pensemos en el
“trago“ y sus graves consecuencias familiares y sociales, en la “prostitución“,
en los “cacicazgos”, en la “persecución de minorías”, etc.

6.3. La inculturación del Evangelio


La Iglesia tiene la misión de llevar el Evangelio a todas las gentes.
Ello no supone destruir las culturas del pueblo evangelizado porque
el Evangelio es “transcultural”, es decir, un más allá de toda cultura.
Es levadura que fermenta la masa de una cultura. Sal que ensalsa la
comida de las culturas. Su función al insertarse en ellas (GS 58) es la de
enriquecer, y fortalecer los elementos culturales valiosos ya presentes en esa
determinada cultura. El Evangelio purifica y transforma aquellos elementos
que son antivalores porque significan opresión y envilecimiento del hombre
para transformarlos en otros valores que dignifican la persona humana. Su
razón está en que pone al Dios trinitario como principio constitutivo de los
valores espirituales del hombre y de todo desarrollo de los pueblos. Esta
misión de servir de fermento dinamizador en el corazón de las culturas
es lo que llamamos “inculturación del Evangelio”.

El proceso de inculturación del Evangelio supone:

1. Comprender la cultura en su lógica interna, conocerla, descubrir todo


lo que existe de positivo y proclamarlo.

2. Identificar los valores positivos, fortalecerlos, consolidarlos,


enriquecerlos con los valores espirituales y místicos que el Evangelio
promueve.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 181

3. Purificar aquellos elementos culturales que son obstáculo al desarrollo


integral de todo el hombre y de todos los hombres al poner a Dios
Padre como medida de toda aspiración a la santidad que anima a los
pue-blos.

4. Anunciar el Evangelio partiendo de todo lo positivo que ya existe en


la cultura y cuestionar aquello que es incompatible con los derechos
fundamentales del hombre.

5. Evangelizar sin colonizar, promover sin atropellar y sin manipular

6. Formar una comunidad cristiana que viva su fe y la exprese después


de haber recorrido el proceso anterior. El reto es gigantesco. Pablo VI
lo planteaba de la siguiente manera:

“Evangelizar no de manera decorativa como un barniz superficial,


sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces la cul-
tura y las culturas de los hombres, teniendo como punto de partida la
persona, y teniendo siempre presentes las relaciones de las personas
entre sí y con Dios” (EN 20).

Santo Domingo centró gran parte de su reflexión en el tema de la cultura.


En su mensaje final incluyeron “la Evangelización inculturada” como una
de las líneas pastorales prioritarias. Las tres grandes líneas que señalaron
para la Evangelización inculturada fueron las siguientes:

- Que penetre en los ambientes marcados por la cultura urbana.


- Que se encarne en las culturas indígenas y afroamericanas.
- Con una eficaz acción educativa y una moderna comunicación (SD
298-300).
182 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

6.4. Al encuentro con la nueva cultura


del siglo XXI.
Hoy América Latina y Ecuador están experimentando cambios
profundos. Existen una serie de procesos que parecen estar llegando para
quedarse por un cierto tiempo, y ante los que conviene ser críticos por un
lado y constructivos por otro.

Entre las tendencias más notables de esta cultura que nace podríamos
citar:

a) La urbanización y la industrialización

Ambos procesos: la formación de las ciudades y el empleo de la máquina


para la producción, vienen acompañados de una serie de fenómenos típicos:
gigantismo, hacinamiento, anonimato, despersonalización, modificación
de esquemas de comportamiento familiar, socialización de las relaciones,
consumismo, glorificación de la eficacia, nuevos y poderosos medios de
comunicación, etc.

El Evangelio debe impregnar y marcar el signo humano a la ciudad y al


mundo industrializado y técnico. No se trata de proponer soluciones agrarias
a problemas urbanos. Lo que en el pasado funcionó, no es aplicable al futuro,
porque las circunstancias van cambiando. Nuevos problemas piden nuevas
soluciones. El Evangelio con el mandato de la santidad y del amor puede
humanizar las relaciones sociales en el mundo moderno porque cambia a
la persona desde dentro.

b) La secularización y la modernidad

Esta tendencia histórica que arranca desde el Renacimiento, se ha


hecho presente con más intensidad con el laicismo de principio de siglo
propugnado con Alfaro y en la segunda mitad del siglo actual con el dominio
de la técnica. Antes, la historia del hombre y la vida de las comunidades
estaba envuelta en una atmósfera religiosa y sagrada. La religión, tanto
en las sociedades cristianas como no cristianas, controlaba la educación y
la política, e intervenía de manera determinante en la organización de las
fiestas, en la explicación del Universo y en el cuidado de la salud, etc. Los
sacerdotes dictaban la última palabra de la convivencia social, gozaban de
un prestigio singular y ocupaban la cúspide de la pirámide social.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 183

Con predominio de las Ciencias en los tiempos modernos se produjo


una separación entre fe y ciencia. El hombre con su ciencia ha sustituido
a Dios en el gobierno del vivir humano. El dominio de la naturaleza con la
técnica ha apartado lo religioso del vivir social para quedar la religión en
minorías. Es el llamado secularismo. Esta corriente histórica de la secula-
rización fue valorada positivamente por el Concilio Vaticano II (GS 59), que
incluso llegó a ver en ella un instrumento de purificación de la fe. Es impor-
tante distinguir la “secularización” que es un fenómeno de signo positivo
por los valores que encierra, del “secularismo” que conlleva la negación
de Dios y el endiosamiento del hombre.

Junto con la secularización ha aparecido también el fenómeno de la


“modernidad”, que no es otra cosa sino la fe en el progreso, en el bienestar
material y en la capacidad de la técnica para transformar la historia de la
humanidad.

La inculturación del Evangelio debe llegar también a la cultura moderna


que parece alejarse de lo religioso y hacer valer su mensaje humano de que,
por otro lado, carece el modernismo. Este está lejos de poseer las hondas
raíces de la vida humana que posee el Evangelio de Cristo.

sssss

DOCUMENTOS DE LA IGLESIA
La fe y la cultura

57. Los cristianos en marcha hacia la ciudad celeste, deben buscar y


gustar las cosas de arriba; lo cual en nada disminuye, antes por el contrario
aumenta, la importancia de la misión que les incumbe de trabajar con todos
los hombres en la edificación de un mundo más humano. En realidad el
misterio de la fe cristiana ofrece a los cristianos valiosos estímulos y ayudas
para cumplir con más intensidad su misión y sobre todo, para descubrir el
sentido pleno de esa actividad que sitúa a la cultura en el puesto eminente
que le corresponde en la entera vocación del hombre.

El hombre en efecto, cuando con el trabajo de sus manos o con la ayuda


de los recursos humanos cultiva la tierra para que produzca frutos y llegue
184 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

a ser morada digna de toda la familia humana y cuando conscientemente


asume su parte en la vida de los grupos sociales, cumple personalmente
el plan mismo de Dios, manifestado a la humanidad al comienzo de los
tiempos, de someter la tierra y perfeccionar la creación, y al mismo tiempo
se perfecciona a sí mismo; más aún obedece, el gran mandamiento de Cristo
de entregarse al servicio de los hermanos.

Además el hombre, cuando se entrega a las diferentes disciplinas de


la filosofía, la historia, las matemáticas y las ciencias naturales se dedica a
las artes, puede contribuir sobremanera a que la familia humana se eleve a
los más altos pensamientos sobre la verdad, el bien y la belleza y al juicio de
valor universal, y así sea iluminada mejor por la maravillosa sabiduría, que
desde siempre estaba con Dios disponiendo toda las cosas con El, jugando
en el orbe de la tierra y encontrando sus delicias en estar entre los hijos de
los hombres.

Con todo lo cual el espíritu humano, mas libre de la esclavitud de


las cosas, puede ser elevado con mayor facilidad al culto mismo y a la
contemplación del Creador. Más todavía, con el impulso de la gracia se
dispone a reconocer al Verbo de Dios, que antes de hacerse carne para
salvarlo todo y recapitular todo en El, estaba en el mundo como luz verdadera
que ilumina a todo hombre.

Es cierto que el progreso actual de las ciencias y de la técnica, las


cuales, debido a su método, no pueden penetrar hasta las intimas esencias
de las cosas, pueden favorecer cierto fenomenismo y agnosticismo cuando
el método de investigación usado por estas disciplinas se consideran sin
razón como las reglas supremas para hallar toda la verdad.

Es más hay peligro de que el hombre confiado con exceso en los
inventos actuales, crea que se basta a sí mismo y deje de buscar cosas
más altas.

Sin embargo, estas lamentables consecuencias no son efectos


necesarios de la cultura contemporánea ni debe hacernos caer en la tentación
de no reconocer los valores positivos de ésta. Entre tales valores se cuentan: el
estudio de las ciencias y la exacta fidelidad a la verdad en las investigaciones
científicas, la necesidad de trabajar conjuntamente en equipos técnicos, el
sentido de la solidaridad internacional, la conciencia cada vez más intensa de
la responsabilidad de los peritos para la ayuda a la protección de los hombres,
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 185

la voluntad de lograr condiciones de vida más aceptables para todos,


singularmente para los que padecen privación de responsabilidad o
indigencia cultural. Todo lo cual puede aportar alguna preparación para
recibir el mensaje del Evangelio, la cual puede ser informada con la caridad
Divina por Aquel que vino a salvar el mundo.

Múltiples conexiones entre la buena nueva de Cristo y la cultura

58. Múltiples son los vínculos que existen entre el mensaje de salvación y
la cultura humana. Dios, en efecto, al revelarse a su pueblo hasta la plena
manifestación de sí mismo en el Hijo encarnado, habló según los tipos de
cultura propios de cada época.

De igual manera, la Iglesia, al vivir durante el transcurso de la historia


en variedad de circunstancias, ha empleado los hallazgos de las diversas
culturas para difundir y explicar el mensaje de Cristo en su predicación a
todas las gentes, para investigarlo y comprenderlo con mayor profundidad,
para expresarlo mejor en la celebración litúrgica y en la vida de la multiforme
comunidad de los fieles.

Pero al mismo tiempo, la Iglesia, enviada a todos los pueblos sin


distinción de épocas y regiones, no está ligada de manera exclusiva e
indisoluble a raza o nación alguna, a algún sistema particular de vida, a
costumbre alguna antigua o reciente. Fiel a su propia tradición y consciente
a la vez de la universalidad de su misión, puede entrar en comunión con las
diversas formas de cultura; comunión que enriquece al mismo tiempo a la
propia Iglesia y a las diferentes culturas.

La buena nueva de Cristo renueva constantemente la vida y la cultura


del hombre caído, combate y elimina los errores y males que provienen de la
seducción permanente del pecado. Purifica y eleva incesantemente la moral
de los pueblos. Con las riquezas de lo alto fecunda como desde sus entrañas
las cualidades espirituales y las tradiciones de cada pueblo y de cada edad,
las consolida perfecciona y restaura en Cristo. Así, la Iglesia, cumpliendo su
misión propia contribuye, por lo mismo, a la cultura humana y la impulsa, y
con su actividad, incluida la litúrgica, educa al hombre en la libertad interior.
Hay que armonizar diferentes valores en el seno de la cultura

59. Por las razones expuestas, la Iglesia recuerda a todos que la cultura
debe estar subordinada a la perfección integral de la persona humana, al bien
de la comunidad y de la sociedad humana entera. Por lo cual es preciso cultivar
186 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

el espíritu de tal manera que se promueva la capacidad de admiración,


intuición, de contemplación y de formarse u juicio personal, así como el
poder cultivar el sentido religioso, moral y social.

Por que la cultura, por dimanar inmediatamente de la naturaleza


racional y social del hombre, tiene siempre necesidad de una justa libertad
para desarrollarse y de una legítima autonomía en el obrar según sus
propios principios. Tiene, por tanto, derecho al respeto y goza de una cierta
inviolabilidad, quedando evidentemente a salvo los derechos de la persona y
de la sociedad, particular o mundial, dentro de los límites del bien común.

El sagrado Sínodo, recordando lo que enseñó el Concilio Vaticano I,


declara que «existen dos ordenes de conocimiento» distintos, el de la fe y
el de la razón; y que la Iglesia no prohibe que «las artes y las disciplinas
humanas gocen de sus propios principios y de su propio método..., cada
una en su propio campo»; por lo cual, «reconociendo esta justa libertad», la
Iglesia afirma la autonomía legítima de la cultura humana y especialmente
de las ciencias.

Todo esto pide también que el hombre, salvados el orden moral y la


común utilidad, pueda investigar libremente la verdad y manifestar y propagar
su opinión, lo mismo que practicar cualquier ocupación, y, por último que se
le informe verazmente acerca de los sucesos públicos.

A la autoridad pública compete no el determinar el carácter propio de


cada cultura, sino el fomentar las condiciones y los medios para promover
la vida cultural entre todos, aún dentro de las minorías de alguna nación.
Por ello hay que insistir sobre todo en que la cultura, apartada de su propio
fin, no sea forzada a servir al poder político o económico.

El reconocimiento y ejercicio efectivo del derecho personal a la


cultura

60. Hoy día es posible liberar a muchísimos hombres de la miseria de la


ignorancia. Por ello, uno de los deberes más propios de nuestra época, sobre
todo de los cristianos, es el de trabajar con ahínco para que tanto en la economía
como en la política, así en el campo nacional como en el internacional, se
den las normas fundamentales para que se reconozca en todas partes y se
haga efectivo el derecho de todos a la cultura, exigido por la dignidad de la
persona, sin distinción de raza, sexo, nacionalidad, religión o condición social.
Es preciso, por lo mismo, procurar a todos una cantidad suficiente de bienes
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 187

culturales, principalmente de los que constituyen la llamada cultura


«básica», a fin de evitar que un gran número de hombres se vea impedido,
por su ignorancia y por su falta de iniciativa, de prestar su cooperación
auténticamente humana al bien común.

Se debe tender a que quienes están bien dotados intelectualmente


tengan la posibilidad de llegar a los estudios superiores; y ello de tal forma
que, en la medida de lo posible, puedan desempeñar en la sociedad las
funciones, tareas y servicios que correspondan a su actitud natural y a la
competencia adquirida. Así podrán todos los hombres y todos los grupos
sociales de cada pueblo alcanzar el pleno desarrollo de vida cultural de
acuerdo con sus cualidades y sus propias tradiciones.

Es preciso, además, hacer todo lo posible para que cada cual adquiera
conciencia del derecho que tiene a la cultura y del deber que sobre él pesa
de cultivarse a sí mismo y de ayudar a los demás. Hay a veces situaciones
en la vida laboral que impide el esfuerzo de superación cultural del hombre y
destruyen en éste al afán por la cultura. Esto se aplica de modo especial a los
agricultores y a los obreros, a los cuales es preciso procurar tales condiciones
de trabajo, que, lejos de impedir su cultura humana la fomenten. Las mujeres
ya actúan en casi todos los campos de la vida, pero es conveniente que
puedan asumir con plenitud su papel según su propia naturaleza. Todos
deben contribuir a que se reconozca y promueva la propia y necesaria
participación de la mujer en la vida cultural GS.

EVANGELIZACIÓN DE LA CULTURA

Cultura y Culturas

385 Nuevo y valioso aporte pastoral de la exhortación “Evangelii Nuntiandi”


es el llamado de Pablo VI a enfrentar a la tarea de evangelización de la
cultura y de las culturas (EN 20).

386 Con la palabra “cultura” se indica el modo particular como, en un


pueblo, los hombre cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismo
y con Dios (GS 53b) de modo que puedan llegar a “un nivel verdadera y
plenamente humano” (GS 53a). Es “el estilo de vida común” (GS 53c) que
caracteriza a los diversos pueblos; por ello se habla de “pluralidad de culturas”
(GS 53c).

387 La cultura así entendida, abarca la totalidad de la vida de un pueblo: el


conjunto de valores que lo animan y de desvalores que lo debilitan y que al ser
188 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

participados en común por sus miembros, los reúnen en base a una misma
“consciencia colectiva”( EN 18).

La cultura comprende asimismo las formas a través de las cuales


aquellos valores o desvalores se expresan o configuran, es decir, las
costumbres, la lengua, las instituciones y estructuras de convivencia social,
cuando no son impedidas o reprimidas por la intervención de otras culturas
dominantes.

388 En el cuadro de está totalidad, la evangelización busca alcanzar la


raíz de la cultura, la zona de sus valores fundamentales, suscitando una
conversión que pueda ser base y garantía de la transformación de las
estructuras y del ambiento social.

389 Lo esencial de la cultura esta constituido por la actitud con que un


pueblo afirma o niega una vinculación religiosa con Dios, por los valores
o desvalores religiosos. Estos tienen que ver con el sentido último de
la existencia y radican en aquella zona más profunda, donde el hombre
encuentra respuestas a las preguntas básicas y definitivas que lo acosan,
sea que se les proporcione con la orientación positivamente religiosa o, por
el contrario, atea. De aquí que la religión o la irreligión sean inspiradoras
de todos los restantes órdenes de la cultura -familiar, económico, político,
artístico, etc.- en cuanto los libera hacia lo trascendente o los encierra en
su propio sentido inmanente.

390 La evangelización, que tiene en cuenta a todo el hombre, busca


alcanzarlo en su totalidad, a partir de su dimensión religiosa.

391 La cultura es una actividad creadora del hombre, con la que responde
a la vocación de Dios que le pide perfeccionar toda la creación y en ella sus
propias capacidades y cualidades espirituales y corporales.

392 La cultura se va formando y se transforma en base a la continua


experiencia histórica y vital de los pueblos; se transmite a través del proceso
de tradición generacional.

El hombre, pues, nace y se desarrolla en el seno de una determinada


sociedad, condicionado y enriquecido por una cultura particular; la recibe, la
modifica creativamente y la sigue transmitiendo. La cultura es una realidad
histórica y social.

393 Siempre sometidas a nuevos desarrollos, al recíproco encuentro e


interpretación, las culturas pasan, en su proceso histórico, por períodos en que se
ven desafiadas por nuevos valores o desvalores, por la necesidad de realización
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 189

de nuevas síntesis vitales. La Iglesia se siente llamada a estar presente con


el Evangelio, particularmente en los períodos en que se desean y mueren
viejas formas según las cuales el hombre a organizado sus valores y su
convivencia, para dar lugar a sus nuevas síntesis. Es mejor evangelizar las
nuevas formas culturales en su mismo nacimiento y no cuando están crecidas
y estabilizadas. Este es el actual desafío global que enfrenta la Iglesia ya
que “se pueda hablar con razón de una nueva época de la historia humana”
(GS 54). Por esto, la Iglesia latinoamericana busca dar un nuevo impulso a
la evangelización en nuestro continente.

Opción pastoral de la Iglesia Latinoamericana: la evangelización de la


propia cultura, en el presente y hacia el futuro.

Finalidad de la Evangelización.

394 Cristo envío a su Iglesia a anunciar el Evangelio a todos los hombres,


a todos los pueblos. Puesto que cada hombre nace en el seno de una cul-
tura, la Iglesia busca alcanzar, con su acción evangelizadora no solamente
al individuo sino a la cultura del pueblo.

Trata de “alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio, los criterio


de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pen-
samiento, las fuentes inspiradores y los modelos de vida de la humanidad,
que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación.
Podríamos expresar todo esto diciendo: lo que importa es evangelizar, no de
una manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital en
profundidad y hasta sus mismas raíces, la cultura y las culturas del hombre”
(EN 19-20).

Opción pastoral

395 La acción evangelizadora de nuestra Iglesia Latinoamericana ha


de tener como meta general la constante renovación y transformación de
nuestra cultura. Es decir, la penetración por el Evangelio, de los valores y
criterios que la inspiran, la conversión de los hombre que viven según esos
valores, y el cambio que, para ser más plenamente humanas requieren las
estructuras en que aquellos viven y se expresan.

396 Para ello, es de primera importancia atender a la religión de nuestros


pueblos, no solo asumiéndola como objeto de evangelización sino también,
por estar ya evangelizadas, como fuerza activamente evangelizadora.
190 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

Iglesia, Fe y Cultura

Amor a los pueblos y conocimientos de su cultura

397 Para desarrollar su acción evangelizadora con realismo, la Iglesia ha de


conocer la cultura de América Latina. Pero parte, ante todo, de una profunda
actitud de amor a los pueblos. De esta suerte, no solo por vía científica, sino
por la connatural capacidad de comprensión efectiva que da el amor, podrá
conocerse y discernir las modalidades propias de nuestra cultura, sus crisis
y desafíos históricos y solidarizarse, en consecuencia, con ella en el seno
de su historia.

398 Un criterio importante que ha de guiar a la Iglesia en su esfuerzo de


conocimientos es el siguiente: hay que atender hacia donde se dirige el
movimiento actual de la cultura más que a sus enclaves detenidos en el
pasado; a las expresiones actualmente vigentes mas que a las meramente
folklóricas.

399 La tarea de la evangelización de la cultura en nuestro continente debe


ser enfocada sobre el telón de fondo de una arraigada tradición cultural
desafiada por el proceso de cambio cultural que América Latina y el mundo
entero sigue viviendo en los tiempos modernos y que actualmente llega a
su punto de crisis.

Encuentro de la fe con las culturas

400 La Iglesia, pueblo de Dios, cuando anuncia el Evangelio y los pueblos


acogen la fe, se encarna en ellos y asume sus culturas. Instaura así, no
una identificación sino una estrecha vinculación con ella. Por una parte,
en efecto, la fe transmitida por la Iglesia es vivida a partir de una cultura
presupuesta, esto es, por creyentes “vinculados profundamente a una cultura
y la construcción del Reino no puede por menos de tomar los elementos de
la cultura y de las culturas humanas”. Por otra parte permanece válido, en
el orden pastoral, el principio de encarnación formulado por San Ireneo: “lo
que no es asumido no es redimido”.

El principio general de encarnación se concreta en diversos criterios


particulares:

401 Las culturas no son terreno vacío, carente de auténticos valores. La


evangelización de la Iglesia no es un proceso de destrucción, sino de consolidación
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 191

y fortalecimiento de dichos valores; una contribución al crecimiento de los


(gérmenes del Verbo) presentes en las culturas.

402 Con mayor interés asume la Iglesia los valores específicamente cris-
tianos que encuentra en los pueblos ya evangelizados y que son vividos por
estos según su propia pluralidad cultural.

403 La Iglesia parte, en su evangelización, de aquellas semillas esparcidas


por Cristo, frutos de su propia evangelización.

404 Todo esto implica que la Iglesia -obviamente la Iglesia particular- se


esmere en adaptarse, realizando el esfuerzo de un trasvasamiento del
mensaje evangélico al lenguaje antropológico y a los símbolos de la cultura
en la que se inserta.

405 La Iglesia, al proponer la Buena Nueva, denuncia y corrige la presencia


de pecado en las culturas; purifica y exorciza los desvalores. Establece por
consiguiente, una crítica de las culturas, ya que el reverso del anuncio del
Reino de Dios es la crítica de las idolatrías, esto es, de los valores erigidos
en ídolos o de aquellos valores que, sin serlo, una cultura asume como
obstáculos. La Iglesia tiene la misión de dar testimonio del “verdadero Dios
y del único Señor”.

406 Por lo cual, no puede verse como un atropello la Evangelización que


invita a abandonar falsas concepciones de Dios, conductas antinaturales y
aberrantes manipulaciones del hombre por el hombre.

407 La tarea específica de la Evangelización consiste en “anunciar a Cristo”


e invitar a las culturas no a quedar bajo un marco eclesiástico, sino a acoger
por la fe el señorío espiritual de Cristo, fuera de cuya verdad y gracia no
podrán encontrar su plenitud. De este modo, por la Evangelización, la Iglesia
busca que las culturas sean renovadas, elevadas y perfeccionadas por la
presencia activa del Resucitado, centro de la historia, y de su Espíritu (EN
18,20,23.GS 58d; 61a).

Tipos de cultura y etapas del proceso cultural

409 América Latina tiene su origen en el encuentro de la raza hispano-


lusitana con las culturas precolombinas y africanas. El mestizaje racial y
cultural ha marcado fundamentalmente este proceso y su dinámica indica
que lo seguirá marcando en el futuro.
192 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

410 Este hecho no puede hacernos desconocer la persistencia de diversas


culturas indígenas o afro-americanas en estado puro y la existencia de grupos
con diversos grados de integración nacional.

411 Posteriormente, durante los dos últimos siglos, afluyen nuevas corrientes
inmigratorias, sobre todo en el Cono Sur, las cuales aportan modalidades
propias, integrándose básicamente al sedimento cultural preyacente.

412 En la primero época del siglo XVI al XVIII, se echan las bases de la
cultura latinoamericana y de su real sustrato católico. Su evangelización
fue suficientemente profunda para que la fe pasara a ser constitutiva de
su ser y de su identidad, otorgándole la unidad espiritual que subsiste,
pese a la ulterior división, en diversas naciones, y a verse afectada por
desgarramientos en el nivel económico, político y social.

413 Esta cultura, impregnada de fe y con frecuencia sin una conveniente


catequesis, se manifiesta en las actitudes propias de la religión de nuestro
pueblo, penetradas de un hondo sentido de la trascendencia y, a la vez,
de la cercanía de Dios. Se traduce en una sabiduría popular con rasgos
contemplativos, que orienta el modo peculiar como nuestros hombres viven
su relación con la naturaleza y con los demás hombres; en un sentido del
trabajo y de la fiesta, de la solidaridad, de la amistas y el parentesco. También
en el sentimiento de su propia dignidad, que no ven disminuida por su vida
pobre y sencilla.

414 Es una cultura, que, conservada de un modo más vivo y articulador de


toda la existencia en los sectores pobres esta sellada particularmente por el
corazón y su intuición. Se expresa, no tanto en las categorías y organización
mental características de las ciencias, cuanto en la plasmación artística, en
la piedad hecha vida y en los espacios de convivencia solidaria.

415 Esta cultura, la mestiza primero y luego, paulatinamente la de los


diversos enclaves indígenas y afro-americanos, comienza desde el siglo
XVIII, a sufrir el impacto de advenimiento de la civilización urbano-industrial,
dominada por lo físico matemático y por la mentalidad de eficiencia.

416 Esta civilización esta acompañada por fuertes tendencias a la


personalización y a la socialización. Produce una acentuada aceleración
de la historia que exige a todos los pueblos gran esfuerzo de asimilación
y creatividad, sino quiere que sus culturas queden postergadas o aun
eliminadas.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 193

417 La cultura urbano-industrial con su consecuencia de intensa


proletarización de sectores sociales y hasta de diversos pueblos, es
controlada por grandes potencias poseedoras de la ciencia y de la técnica.
Dicho proceso histórico tiende a agudizar cada vez más el problema de la
dependencia y de la pobreza.

418 El advenimiento de la civilización urbano-industrial acarrea también


problemas en el plano ideológico y llega a amenazar las mismas raíces
de nuestra cultura ya que dicha civilización nos llega, de hecho, en su real
proceso histórico, impregnada de racionalismo e inspirada en dos ideologías
dominantes: el liberalismo y el colectivismo marxista. En ambas anida la
tendencia no solo a una legítima y deseable secularización, sino también al
“secularismo”.

419 En el cuadro de este proceso histórico surge en nuestro continente


fenómenos y problemas particulares e importantes: la intensificación de
las migraciones y de los desplazamientos de la población del agro hacia
la ciudad; la presencia de fenómenos religiosos como el de la invasión de
sectas, que, no por aparecer marginales, el evangelizador puede desconocer;
el enorme influjo de los medios de Comunicación Social como vehículos de
nuevas pautas y modelos culturales; el anhelo de la mujer por su promoción,
de acuerdo con su dignidad y peculiaridad en el conjunto de la sociedad; la
emergencia de un mundo obrero que será decisivo en la nueva configuración
de nuestra cultura.

La acción evangelizadora: desafíos y problemas

420 Los hechos recién indicados marcan los desafíos que ha de enfrentar
la Iglesia. En ellos se manifiesta los signos de los tiempos, los indicadores de
futuro hacia donde va el movimiento de la cultura. La Iglesia debe discernirlos,
para poder consolidar los valores y revocar los ídolos que alientan este
proceso histórico.

La adveniente cultura universal

421 La cultura humano-industrial inspirado por la mentalidad científico-


técnica impulsada por las grandes potencias y marcada por las ideologías
mencionadas, pretende ser universal. Los pueblos, las culturas particulares,
los diversos grupos humanos, son invitados, más aún, constreñidos a
integrarse en ella.
194 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

422 En América Latina esta tendencia reactualiza el problema de la


integración de las etnias indígenas en el cuadro político y cultural de las
naciones, precisamente por verse estas compelidas a avanzar hacia un
mayor desarrollo, a ganar nuevas tierras y brazos para una producción más
eficaz; como poder integrarse con mayor dinamismo en el curso acelerado
de la civilización universal.

423 Los niveles que presentan esta nueva universalidad son distintos:
desde los elementos científicos y técnicos como instrumentos de desarrollo;
el de ciertos valores que se ven acentuados, como los del trabajo y de una
mayor posesión de bienes de consumo; el de un “estilo de vida” total que
lleva consigo una determinada jerarquía de valores y preferencias.

424 En esta encrucijada histórica, algunos grupos étnicos y sociales se


repliegan, defendiendo su propia cultura, en un aislacionismo infructuoso;
otros, en cambio, se dejan absorber fácilmente por los estilos de vida que
instaura el nuevo tipo de cultura universal.

425 La Iglesia, en su tarea evangelizadora, procede con fino y laborioso


discernimiento. Por sus propios principios evangélicos, mira con satisfacción
los impulsos de la humanidad hacia la integración y la comunión universal.
En virtud de su misión específica, se siente enviada, no para destruir sino
para ayudar a las culturas a considerarse en su propio ser e identidad,
convocando a los hombres de todas las razas y pueblos a reunirse, por la
fe, bajo Cristo, en el mismo y único Pueblo de Dios.

La Iglesia promueve y fomenta incluso lo que va más allá de esta unión


católica en la misma fe y que se concreta en formas de comunión entre las
culturas y de integración justa en los niveles económicos, social y político.

427 Pero ella pone en cuestión, como es obvio, aquella “universalidad”,


sinónimo de nivelación y uniformidad, que no respeta las diferentes culturas,
debilitándolas, absorbiéndolas o eliminándolas. Con mayor razón la Iglesia no
acepta aquella instrumentación que equivale a la unificación de la humanidad
por vía de una injusta e hiriente supremacía y dominación de unos pueblos
o sectores sociales sobre otros pueblos y sectores.

428 La Iglesia de América Latina se propone reanudar con renovado vigor


la Evangelización de la cultura de nuestros pueblos y de los diversos grupos
étnicos para que germine o sea reavivada la fe evangélica y para que ésta,
como base de comunión, se proyecte hacia formas de integración justa en los
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 195

cuadros respectivos de una nacionalidad, de una gran Patria latinoamericana


y de una integración universal que permita a nuestros pueblos el desarrollo
de su propia cultura, capaz de asimilar de modo propio los hallazgos cien-
tíficos y técnicos.

La ciudad

429 En el transito de la cultura agraria a la urbano-industrial la ciudad se


convierte en motor de la nueva civilización universal. Este hecho requiere un
nuevo discernimiento por parte de la Iglesia. Globalmente debe inspirarse
en la visión de la Biblia, la cual, a la vez que comprueba positivamente la
tendencia de los hombres a la creación de las ciudades donde convivir con
un modo más asociado y humano, es crítica de la dimensión inhumana y
del pecado que se origina en ellas.

430 Por lo mismo, en las actuales circunstancias, la Iglesia no alienta el ideal


de la creación de magápolis que se tornan irremediablemente inhumanas,
como tampoco de una industrialización excesivamente acelerada que las
actuales generaciones tengan que pagar a costa de su misma felicidad, con
sacrificios desproporcionados.

431 Por otra parte, reconoce que la vida humana y el cambio industrial
ponen al descubierto problemas hasta ahora no conocidos. En su seno se
transtornan los modos de vida y las estructuras habituales de la existencia: la
familia, la vencidad, la organización del trabajo. Se trastornan, por lo mismo,
las condiciones de vida del hombre religioso, de los fieles y de la comunidad
cristiana.

Las anteriores características constituyen rasgos del llamado “proceso


de secularización” ligado evidentemente a la emergencia de las ciencias y
de la técnica y a la urbanización creciente.

432 No hay porque pensar que las formas esenciales de la conciencia


religiosa estén exclusivamente ligadas con la cultura agraria. Es falso que el
paso a la civilización urbano-industrial acarrea necesariamente la abolición
de la religión. Sin embargo, constituye un evidente desafío, al condicionar
con nuevas formas y estructura de vidas, la conciencia religiosa y la vida
cristiana.

433 La Iglesia se encuentra así ante el desafío de renovar su evangelización,


de modo que pueda ayudar a los fieles a vivir su vida cristiana en el cuadro
de los nuevos condicionamientos que las sociedad urbano-industrial crea
para la vida de santidad; para la oración y la contemplación; para las
196 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

relaciones entre los hombres, que se tornan anónimas y arraigadas en lo


meramente funcional; para una nueva vivencia del trabajo, de la producción
y del consumo.

El secularismo

434 La Iglesia asume el proceso de secularización en el sentido de una


legítima autonomía de los secular como justo y deseable según lo entienden
la GS y la EN. Sin embargo, el paso a la civilización urbano-industrial,
considerado no en abstracto sino en su real proceso histórico occidental,
viene inspirado en la ideología que llamamos “secularismo”.

435 En su esencia, el secularismo separa y opone al hombre con respecto


a Dios; concibe la construcción de la historia como responsabilidad exclusiva
del hombre, considerado en su mera inmanencia. Se trata de “una concepción
del mundo según la cual este último se explica por sí mismo, sin que
sea necesario recurrir a Dios: Dios resultaría, pues superfluo y hasta un
obstáculo. Dicho secularismo, para reconocer el poder del hombre, acaba
por sobrepasar a Dios e incluso por renegar de El. Nuevas formas de ateísmo
-un ateísmo antropocéntrico, no ya abstracto y metafísico sino práctico y
militante- parece desprenderse de El. En unión con este secularismo ateo
se nos propone todos los días, bajo formas más distintas, una civilización
de consumo, el hedonismo erigido en valor supremo, una voluntad de poder
y de dominio, de discriminación de todo género constituyen otras tantas
inclinaciones inhumanas de este “humanismo”(EN 55).

436 La Iglesia, pues, en su tarea de evangelizar y suscitar la fe en Dios,


Padre Providente y en Jesucristo, activamente presente en la historia
humana, experimenta un enfrentamiento radical con este motivo secularista.
Ve en él una amenaza a la fe y a la misma cultura de nuestros pueblos
latinoamericanos. Por eso, uno de los fundamentales cometidos de nuevo
impulso evangelizador ha de ser actualizar y reorganizar el anuncio del
contenido de la evangelización partiendo de la misma fe de nuestros pueblos,
de modo que estos puedan asumir los valores de la nueva civilización urbano-
industrial, en una síntesis vital cuyo fundamento siga siendo la fe en Dios y
no el ateísmo, consecuencia lógica de la tendencia secularista.

Conversión y estructuras

Se ha señalado la incoherencia de la cultura de nuestros pueblos, cuyos


valores están impregnados de la fe cristiana, y la condición de pobreza en
que a menudo permanecen retenidos injustamente.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 197

437 Sin duda las situaciones de injusticia y de pobreza aguda son un


índice acusador de que la fe no ha tenido la fuerza necesaria para penetrar
los criterios y las decisiones de los sectores responsables del liderazgo
ideológico y de la organización de la convivencia social y económica de
nuestros pueblos. En pueblos de arraigada fe cristiana se han impuesto
estructuras generadoras de injusticia. Estas que están en conexión con
el proceso de expansión del capitalismo liberal y que en algunas parte se
transforman en otras inspiradas por el colectivismo marxista, nacen de las
ideologías de culturas dominantes y son incoherentes con la fe propia de
nuestra cultura popular.

438 La Iglesia llama, pues, a una renovada conversión en el plano de los


valores culturales, para que desde allí se impregnen las estructuras de
convivencia con espíritu evangélico. Al llamar a una revitalización de los
valores evangélicos, urge a una rápida y profunda transformación de las
estructuras ya que estas están llamadas, por su misma naturaleza, a contener
el mal que nace del corazón del hombre, y que se manifiesta también en
forma social, y a servir como condiciones pedagógicas para una conversión
interior, en el plano de los valores(P).
7. LA CUESTIÓN
ECOLÓGICA
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 201

7.1. Concepto de Ecología


La Ecología es una ciencia relativamente reciente. Está a mitad de
camino entre las Ciencias Naturales y las Ciencias Sociales. Nació con el
biólogo alemán Ernst Haeckel hacia el año 1878. Ecología, etimológicamente,
significa «la ciencia que habla de nuestra casa» (oikos = casa). Trata de
las relaciones que se establecen entre los organismos vivos -incluyendo al
hombre- y su ambiente.

La Ecología estudia los «ecosistemas». Un ecosistema o hábitat


es un conjunto de organismos interactuando en un ambiente y espacio
determinado. Al conjunto de ecosistemas se le llama «biosfera». La biosfera
es la capa que rodea a la tierra y que ofrece condiciones de desarrollo a la
vida vegetal, animal y humana.

Un concepto fundamental en Ecología es el de «interdependencia» y


el de «equilibrio». Un ejemplo de ello es la maravillosa complementación que
se da entre la fotosíntesis de las plantas y la respiración humana y animal.
La primera produce oxígeno y aprovecha el bióxido de carbono, al mismo
tiempo que fija la energía solar en azúcares; la segunda elimina bióxido de
carbono y consume oxígeno, al tiempo que requiere de la energía de los
azúcares.

De estos complicados mecanismos de interacción se derivan los


diversos ecosistemas terrestres: desiertos, pastizales, pinares, bosques
leñosos, y los ecosistemas acuáticos: mares, estuarios, costas, lagos.

En la cima de estos ecosistemas, con la posibilidad de gozar y disfrutar


de ellos y también de destruirlos, está el hombre; el único ser con conciencia,
capaz de pensar el universo y de darle un sentido a su existencia y a la
historia. A él se le dio la tierra en dominio. En lugar de dominarla amenaza
con destruirla rompiendo la armonía del ecosistema.

La guerra y la industrialización han traído como consecuencia el


fenómeno de la contaminación del agua, de la tierra y del aire a niveles
alarmantes en algunas zonas. Entre los contaminantes se cuentan: los
desechos radioactivos, los gases, los pesticidas, los herbicidas, los plásticos
y, en general, los materiales que no son biodegradables.

La contaminación del aire afecta produciendo enfermedades


respiratorias y cardiovasculares, pudiendo llegar hasta producir la muerte.
202 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

La contaminación del agua y de la tierra, si no es detenida a tiempo,


puede alcanzar índices exponenciales y terminar destruyendo la biosfera.
Algunos afirman que si se mantienen las tasas de contaminación actual, el
período de vida de la biosfera habrá que medirlo en decenios más que en
milenios.

Puesto que muchos de estos contaminantes están distribuidos


globalmente, sólo se podrá librar una batalla contra la contaminación con
posibilidades de éxito si se da a nivel planetario.

Desde la Conferencia sobre Ecología y Preservación del Ambiente


celebrada en Estocolmo en 1982, ha crecido la conciencia de que los
recursos naturales son finitos y que es posible agotarlos poniendo en riesgo
la existencia de futuras generaciones. El caso más sonado y polémico es el
del petróleo. Pero lo mismo podríamos decir de otros minerales.

Unos años antes, en 1979, el Club de Roma editó un estudio llamado:


«Los límites del crecimiento», en el que invitaba a los Estados a trazarse una
frontera autoimpuesta en las ansias del crecimiento económico y terminaba
haciendo un llamado a la austeridad.

Hoy en día, para muchos ecólogos, la palabra «frugalidad» es un


patrón básico de comportamiento social que se enfrenta al consumismo.
En el 1992 se celebrel Encuentro de Río de Janeiro (1992), para buscar
caminos de cooperación internacional en favor de la preservación de la
vida. Esta reunión de Río de Janeiro es el encuentro que ha logrado reunir
el mayor número de Jefes de Gobierno en la historia de la humanidad. El
dato es indicador de la trascendencia del problema.
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 203

7.2. Doctrina ecológica de la Iglesia


Los ecosistemas tienden a mantener un ritmo estable de vida mien-
tras no se les agreda. En tiempos recientes ha aparecido el fenómeno del
«consumismo»: el deseo irracional de tenerlo todo sin importar el precio que
ello implique. Este deseo lleva a multiplicar desordenadamente objetos que
dañan la naturaleza. El coche es objeto con muchas ventajas para el ritmo
de la vida actual, pero el daño que causan los aceites y los gases dañan la
tierra y contaminan los aires. El plástico es util para mucho, pero es objeto
muy difícil de destruir.

El espíritu depredador del consumismo ha originado el que aparezca


la posibilidad real del colapso mundial de la vida en nuestro planeta. Afor-
tunadamente no han faltado voces que se han dejado oír para ayudarnos
a tomar conciencia de que la explotación inconsiderada de la naturaleza
corre el riesgo de destruirla y de hacer a su vez al hombre víctima de esta
degradación (Cfr. OA 21).

Desde el año 1971, primero Pablo VI y luego Juan Pablo II nos han
recordado que la naturaleza merece respeto en base a cuatro considera-
ciones:

1. No se pueden alterar impunemente los ecosistemas so pena de producir


desequilibrios serios.

2. Los recursos naturales son finitos, pueden llegar a agotarse.

3. La industrialización produce desechos tóxicos que generan contami-


nación y pueden causar un daño irreparable al agua, a la tierra, al aire
y a las especies animales y vegetales (Cfr. SRS 34).

4. Atender respetuosamente el crecimiento demográfico.

a) Respeto a los ecosistemas

Si se rompe el equilibrio y la interacción entre los diferentes compo-


nentes de un hábitat se corre el peligro de degradación y extinción de la
vida. Juan Pablo II en sus recientes encíclicas nos invita a:

«...tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en


un sistema ordenado que es precisamente el Cosmos» (CA 37, SRS 34).
204 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

«...el uso de los recursos y el modo de utilizarlos no están exentos de


las exigencias morales. El dominio confiado al hombre por el Creador no es un
poder absoluto ni se puede hablar de libertad de usar y de abusar» (SRS 34).

De aquí la validez de las campañas para proteger la vida de ciertas


especies animales, vegetales, terrestres y acuáticas.

b) Atender respetuosamente el crecimiento demográfico

Para los neo-malthusianos (discípulos de George Malthus, el monje


inglés que fue el primero en preocuparse por los fenómenos del crecimiento
poblacional), la explosión demográfica es la gran amenaza contra el equilibrio
ecológico, y el control de la natalidad es la primera recomendación para
establecer el necesario equilibrio. «Un dólar invertido en campañas antinatalistas,
equivale a diez dólares invertidos en desarrollo», rezaba un slogan de una
agencia de desarrollo norteamericano en los años sesenta. De continuar con el
actual ritmo de crecimiento demográfico -afirman los neo-malthusianos- dentro
de poco no habrá sino dos clases de hombres: los que no pueden comer, y los
que no pueden dormir por temor a los que no pueden comer.

El fenómeno de la explosión demográfica es reciente. Se necesitaron


aproximadamente 50.000 años a partir de la aparición del Homo Sapiens
para que la humanidad alcanzara los primeros mil millones de hombres
hace poco más de un siglo, hacia el año 1850. De entonces para acá la
población ha crecido cinco veces: hoy somos alrededor de cinco mil millones
de humanos.

El problema es real y no debe ser desconocido. Es necesario


fijar condiciones de equilibrio económico y demográfico que permitan
satisfacer las necesidades básicas de la humanidad comenzando por la
alimentación.

Al mismo tiempo que es honesto reconocer el problema, hay que decir


que algunas posturas alarmantes en relación a este fenómeno esconden
intereses económicos y políticos. En relación a este problema conserva toda su
frescura por su actualidad el texto de Pablo VI en la Populorum Progressio:

1. Es cierto que muchas veces un crecimiento demográfico acelerado


añade sus dificultades a los problemas del desarrollo: el volumen de
la población crece con más rapidez que los recursos disponibles y nos
encontramos en un callejón sin salida.

2. Los poderes públicos, dentro de los límites de sus competencias, pueden


intervenir llevando a cabo una información apropiada y adoptando las
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 205

medidas convenientes, con tal de que estén de acuerdo con las


exigencias de la ley moral y respeten la justa libertad de los esposos.

3. Es a los padres a los que les toca decidir, con pleno conocimiento de
causa, el número de sus hijos (planificación familiar), aceptando sus
responsabilidades ante Dios, ante los hijos que ya han traído al mundo
y ante la comunidad a la que pertenecen, siguiendo las exigencias de
su conciencia, instruida por la ley de Dios... (Cfr. PP 37).

4. Juan Pablo II, en la Centesimus Annus, ha denunciado las campañas


sistemáticas contra la natalidad que, sobre la base de una concepción
deformada del problema demográfico y en un clima de absoluta falta
de respeto por la libertad de decisión de las personas, las somete a
intolerables presiones (Cfr. CA 39). En efecto, en algunos países se
llegan a aplicar estrategias que, por sus resultados, son comparables
a una guerra química sobre millones de seres humanos indefensos.

Así pues, la pura solución demográfica que no toma en cuenta el


respeto a los ecosistemas, el cuidado de los recursos disponibles y el
combate de la contaminación, es insuficiente. Como también es incompleto
el planteamiento que no atiende a una planificación demográfica y a una
paternidad responsable encarnada por la moral.

sssss

DOCUMENTOS DE LA IGLESIA
34. El carácter moral del desarrollo no puede prescindir tampoco del
respeto por los seres que constituyen la naturaleza visible y que los griegos,
aludiendo precisamente al orden que lo distingue, llamaban el «cosmos».
Estas realidades exigen también respeto, en virtud de una triple consideración
que merece atenta reflexión.

La primera consiste en la conveniencia de tomar mayor conciencia de


que no se pueden utilizar impunemente las diversas categorías de seres, vivos
o inanimados -animales, plantas, elementos naturales- como mejor apetezca,
206 DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

según las propias exigencias económicas. Al contrario, conviene tener


en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema
ordenado, que es precisamente el cosmos.

La segunda consideración se funda, en cambio, en la convicción, cada


vez mayor también, de la limitación de los recursos naturales, algunos de
los cuales no son, como suele decirse, renovables. Usarlos como si fueran
inagotables, con dominio absoluto, pone seriamente en peligro su futura
disponibilidad, no sólo para la generación presente, sino sobre todo para
las futuras.

La tercera consideración se refiere directamente a las consecuencias


de un cierto tipo de desarrollo sobre la calidad de vida en las zonas
industrializadas. Todos sabemos que el resultado directo o indirecto de
la industrialización es, cada vez más, la contaminación del ambiente, con
graves consecuencias para la salud de la población.

Una vez más, es evidente que el desarrollo, así como la voluntad de


planificación que lo dirige, el uso de los recursos y el modo de utilizarlos no
están exentos de respetar las exigencias morales. Una de éstas impone sin
duda límites al uso de la naturaleza visible. El dominio confiado al hombre
por el Creador no es un poder absoluto, ni se puede hablar de libertad
de «usar y abusar», o de disponer de las cosas como mejor parezca. La
limitación impuesta por el mismo Creador desde el principio, y expresada
simbólicamente con la prohibición de «comer del fruto del árbol» (cf. Gen. 2,
16 s.), muestra claramente que, ante la naturaleza visible, estamos sometidos
a leyes no sólo biológicas sino también morales, cuya transgresión no queda
impune.

Una justa concepción del desarrollo no puede prescindir de estas


consideraciones -relativas al uso de los elementos de la naturaleza, a la
renovabilidad de los recursos y a las consecuencias de una industrialización
desordenada-, las cuales ponen ante nuestra conciencia la dimensión moral,
que debe distinguir el desarrollo (SRS).
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA 207

NOMENCLATURAS

P. Puebla
QA Quadrajésimo año
DSI Doctrina Social de la Iglesia
HV Humanac Vitae
CA Centesimus Annus
SD Santo Domingo
GS Gaudium et Spes
ESN Evangelii Nuntrandi
RN Rerum Novarum
MM Mater Magister
SRS Solicitud Rei Socialis
OA Octogesima Advemiens
DP Populoum Progresiv

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