La Dictadura Militar trajo con ella una serie de censuras no sólo
políticas, sino también culturales, en este sentido, la música se vio afectada profundamente.
Desde la Dictadura se comenzó a censurar la música que insinuara
o tuviese relación con pensamientos revolucionarios o hippies, de una forma brutal, con torturas y asesinatos de artistas nacionales. Con esto, el miedo se hizo protagonista en el país, lo que conllevó a un apagón cultural. La música del momento demostraba una inconexión con la realidad, se produjo un constante auge demúsica en inglés como también música de distintos países de habla hispana.
En una Dictadura naciente, eliminar el progresismo fue una tarea
que se llevó a cabo muy estrictamente por el régimen, detener o eliminar de raíz pensamientos socialistas o hippies se hizo común. Es en esta primera etapa cuando grandes artistas con mensajes claros sobre lo que sucedía en el país fueron callados abruptamente, claro ejemplo es el caso del cantautor Víctor Jara asesinado el 16 de septiembre de 1973 y el cineasta Jorge Müller, entre otros. La censura cada vez se hizo más fuerte. Si nos referimos al Rock, anterior al Golpe Militar, había estado experimentando una especie de auge, la diversa música europea había influenciado un rock con tinte propio en el país, canciones con letras en español y estilo rebelde estaban moldeando en parte la escena musical. Este rock chileno tendía a una latino americanización y una especie de fusión con la denominada Nueva Canción en la que destacaba Víctor Jara, Ángel Parra, Illapu, por nombrar algunos.
Posteriormente, durante el régimen militar, el rock y la creación se
vio frenada tajantemente, el miedo gatilló a gran número de artistas a cantar en inglés dejando de lado sus raíces musicales. Se perdió esa capacidad de ser libres para poder experimentar, lo que llevó a muchas bandas a poner fin a su carrera, persistir con dificultad o simplemente abandonar el país, como Los Jaivas e Illapu, grupos que fueron exiliados. Cabe destacar que algunos artistas migraban al país vecino, Argentina, en el cual se podía crear y experimentar de manera más libre sin miedo a represalias, era una alternativa conveniente. Posteriormente, hacia la década del 80’ aún en Dictadura, empezó a llegar una influencia más clandestina respecto a la música y los lugares donde reunirse. Lo que quedaba de rock nacional tuvo una conexión muy estrecha con el Folk lo que llevó a diversos artistas a probar un formato antiguo pero nuevo a la vez, una sola guitarra de palo en formato acústico, pero con fuertes influencias folk/rock como se mencionó anteriormente, se pudo escuchar un indicio del Canto Nuevo lo que iría evolucionando con el tiempo.
Respecto al trabajo de los artistas, muchos discos no eran de fácil
acceso ya que existía un meticuloso control en tiendas respecto al material que llegaba y podía tenerse disponible para la venta, es por esto que la transacción clandestina de discos era muy común como así también el mano a mano entre conocidos. Las radios no tocaban Rock chileno, simplemente el espacio para darse a conocer era mínimo, las pocas veces que era programado rock chileno era antiguo y con carencia de innovación. Posteriormente, comenzó a llegar con más fuerza rock argentino lo que dio un respiro a la escena musical del momento, pero lamentablemente sin tintes de mucha influencia nacional.
A principios de los 80 empezó a darse un auge en radios, una
nueva generación de programas que buscaban derribar fronteras y ser más auténticos, prometiendo en su programación música nacional de distintos estilos siempre y cuando pudieran sortear la censura. A mediados de los 80 empezó a tomar fuerza un nuevo estilo musical denominado Nuevo Pop Chileno, el cual tenía como finalidad llevar artistas de manera rápida al estrellato, sin tomar importancia de los medios para conseguir el objetivo. Se creó una especie de tensión entre artistas pop y los del Canto Nuevo los cuales eran acusados de aburridos constantemente por este nuevo género.
Con el fenómeno emergente, el Canto Nuevo desapareció de los
medios de comunicación y todo lo totalizó este nuevo pop, que no tenía memoria ni opinión. Tampoco relación musical con el pasado. Aparato Raro, banda chilena, declaraba que no les importaba la censura y los contenidos eran modificables; vale decir, era más importante montarse en la nueva fama del pop que ser fiel a tu canción y trabajo. Sin embargo, este pop nuevo trajo a Los Prisioneros, banda chilena que hacía muchas declaraciones, unas torpes y otras asertivas, pero tenían grandes temas y crítica social como el magistral Baile de los que sobran.
En conclusión, Chile es un país joven en lo que respecta
particularmente a la cultura musical, las condiciones con las que se ha vivido por un gran periodo crea una forma particular de vivir lo que hace pensar que sea difícil un cambio radical en la música, pero el arte siempre ha estado estrechamente relacionado al riesgo, es una forma de avanzar y crecer. Hoy, nuevamente, podemos abrir nuestros sentidos para escuchar, ver y sentir, expandir la mente sobre conocimiento de distintas variedades artísticas. La sociedad chilena vuelve a vivir y despertar de un largo sueño que no necesita censura, sino las verdades de manera concreta. El alcance de sus canciones, la marca indeleble de su arenga social y la simplicidad pegajosa de sus melodías hicieron de Los Prisioneros una banda de características únicas en la historia del rock chileno. Nunca antes un conjunto local había combinado con tanta eficacia los códigos del pop y el rock de origen británico, con un mensaje político firme y urgente, enunciado al margen de las ideologías partidistas. Un éxito todavía más sorprendente si se toma en cuenta que el trío floreció en plena dictadura militar, período en el que la difusión de la música juvenil estuvo coartada por una censura sistemática e incontables dificultades.
Los Prisioneros ha sido uno de los grupos más vendedores de la
industria discográfica chilena y la popularidad de sus canciones se extiende por toda Latinoamérica. El germen de su formación fue la amistad que desde la adolescencia unió a Jorge González (voz y bajo), Claudio Narea (guitarra) y Miguel Tapia (batería). Tres compañeros de curso en el Liceo 6 Andrés Bello de la comuna de San Miguel, que compartían el interés por la música de bandas de rock extranjeras como Kiss, The Beatles y The Clash. La banda constituida por los tres amigos debutó bajo el nombre Los Prisioneros en julio de 1983, en un festival organizado por el Liceo Miguel León Prado.