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NÚMERO ESPECIAL
HOMANAJE A
Un demonio feliz…
CONTENIDO:
ENERO
AGOSTO
2012 Industrias Populares en el Valle del Mantaro, José María Arguedas P. 3 / José
AÑO 1 María, Luis E. Valcárcel P. 10 / La soledad de José María Arguedas, Gonzalo
Portocarrero Maisch P. 14 / Arguedas: Todas las sangres y el Perú del futuro,
NÚMERO 2 Nelson Manrique Gálvez P. 22 / Correspondencias entre J.M. Arguedas y Hugo
Blanco, Jhonatan L. Salazar Fernández P. 26 / La cultura en torno a Clifford y
Portocarrero, Lazo López Luis Miguel P. 31 / Testimonio de mi vida, José María
1
Arguedas P. 35 / Orgullo Huancaya, Renzo Abel Mansilla Castillo P. 39
“Año de la Integración Nacional y el
Reconocimiento de Nuestra Diversidad”
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2
INDUSTRIAS POPULARES EN EL VALLE DEL
MANTARO1
Por. José María Arguedas
TEXTILERÍA
1 El presente artículo ha sido tomado de la Revista ANTHROPOLOGICA Nº 19, Año 2001. pp. 415 -
423
3
Aklla (escogido o selecto) es el nombre genérico de las figuras que decoran los
tejidos. En las fajas de Viques ocupan franjas transversales y en los tejidos de
mayor dimensión forman un mayu (rio) que cruza la extensión del tejido. En el
Cusco se llama pallay a las figuras ornamentales. Esta palabra significa lo mismo
que aklla. Cada figura tiene un nombre, lo mismo que en el Cusco. La
nomenclatura es extensa para las fajas, porque en ellas se hace un verdadero
alarde decorativo. Originalmente constituían la demostración de la máxima
habilidad e inspiración de las solteras y, aunque con finalidades algo diferentes,
siguen cumpliendo todavía esa función.
4
Los telares antiguos eran fijos; los carpinteros de Hualhuas y Saño,
obedeciendo las instrucciones de los tejedores, construyeron después telares de
«mesa» transportables. Fue la primera innovación. Pero algunos artesanos con
experiencia técnica adquirida en Lima, y otros, como fruto de sus propias
observaciones, han introducido más reformas a los antiguos telares. Cambiaron
muchas de las piezas de madera por otras de metal; las mandaron fabricar en
Huancayo. Eliminaron partes no funcionales y sus telares han ganado en rapidez y
manuabilidad.
5
Los tapetes, los pisos y las alfombras que los tejedores de Hualhuas fabrican
para la clientela urbana, están decorados con figuras copiadas de textos de Historia
Antigua del Perú y de la cerámica prehispánica. La explicación que los tejedores
dan a esta diferencia decorativa tan radical es que ellos empezaron a fabricar
alfombras a pedido de un comerciante venido de La Oroya2 hace como unos
veinticinco años y que este comerciante les dejó los diseños de las figuras incaicas
y, que, después, cuando se independizaron del contratista, buscaron nuevos
motivos en libros y en huacos; incluso, uno de ellos copio muchos temas de los
huacos del Museo de Arqueología de Lima.
Las comunidades del valle, pobres de agua, tuvieron que dedicarse a alguna
industria para integrar su economía. Sicaya, San Jerónimo, Cajas, Hualhuas, Saño,
son las comunidades mis industriosas por ser las más pobres de agua.
LA ZAPATERÍA
Los julcaínos eran ya zapateros, hace cien años, cuando el Mariscal Castilla
les encomendó, bajo contrato, la confección de zapatos para su ejército,
abonándoles cuarenta centavos por par. En la actualidad, la población total se
dedica a este oficio, hombres, mujeres y niños. "Nosotros ya no vamos a trabajar a
2 Información recogida por Raúl Galdo, estudiante de etnología que trabaja en el proyecto del
Mantaro.
6
las minas. Van los de Masma", nos dijo el propietario de una "fabrica" de Julcán,
con un marcado tono de orgullo. "Ud. no vera ociosos en las calles de Julcán". La
zapatería es una industria con mercado creciente en el valle. Ya no se ven hombres
descalzos en ninguna parte, salvo los indios de Huancavelica que vienen a buscar
trabajo. Los julcaínos se encontraron en el último lustro ante una amenaza grave.
Se instalaban fábricas en Huancayo en número alarmante, para ellos. En la mayor
parte de esas fábricas se confeccionan zapatos "corrientes", destinados a la misma
clientela que los de Julcán. Claro que no son tan fuertes como los "guardamineros"
que hacen los julcaínos, pero la competencia se inició amenazadoramente.
Entonces, dos de los maestros julcaínos que eran al mismo tiempo "acaparadores"
de zapatos, se decidieron a comprar máquinas y generadoras de corriente. Ahora
tienen talleres con obreros, que trabajan unos a destajo y otros a jornal.
SOMBRERÍA
7
apariencia cabal de un clásico sombrero de Cajas. Con audacia y prudencia, al
mismo tiempo, empezó este maestro a lanzar al mercado sombreros de Cajas "de
otros colores". La intervención de la fábrica no solo aceleró el proceso de producción
sino que inició un cambio en una de las características tradicionales del producto.
Sin embargo, el mercado de los sombreros de oveja declina. Ha aparecido si un
nuevo cliente, producto de las propias causas que están haciendo desaparecer el
mercado; este nuevo cliente es el que busca "disfraz" para las danzas huancas que
se ofrecen como "espectáculo", en los teatros y coliseos de Lima o en los tinglados
que se levantan en las plazas de ciertas comunidades, durante las fiestas de
carnaval. Aun entre los mestizos, quienes compran el traje huanca típico, lo usan
exclusivamente durante las fiestas; y en la zona de Jauja, el vestido masculino
indígena ha desaparecido hace mucho tiempo. El traje típico masculino huanca va
en camino de convertirse en traje de ceremonia, en símbolo, es decir en una forma
de supervivencia. Y los sombreros de Cajas, la comunidad más próxima a
Huancayo, se están convirtiendo en ladrilleros, para surtir de material a la fiebre de
construcciones civiles de Huancayo.
LA ROPA HECHA
En 1933, los puestos de ropa hecha ocupaban, en la feria de Huancayo, solo una
parte del lado oeste de la cuarta cuadra de la calle Real; el 20 de diciembre de 1953
censamos 498 puestos que ocupaban cuatro filas a lo largo de cuatro cuadras de la
misma calle.
8
Puede afirmarse que todos los habitantes del valle y de muchas provincias de
Huancavelica y Ayacucho compran ropa hecha en la feria. El autor de este articulo
tuvo oportunidad de encontrar en una tienda de Calca, capital de una provincia del
Cusco, ropa hecha de Huancayo. El 60% de 10s puestos de ropa hecha de la feria
esta destinados a indumentaria típica femenina. La industria se inició por los
comerciantes de telas que contrataron o habilitaron a las costureras a fin de que
confeccionaran ropa en gran escala; de este modo vendían su mercadería. Una
comunidad, de la más grandes e industriosas del valle, la de Sicaya, cambió
entonces su especialidad comercial; las mujeres de Sicaya se hicieron costureras;
habían sido tradicionalmente recolectoras y negociantes de huevos. En 1953 había
en Sicaya doscientos talleres de ropa hecha. Desapareció así, casi por entero, la
costura familiar, liberando a la mujer para otros trabajos que el desencadenamiento
de las fuerzas de producción creó. Puede encontrarse en el mercado ropa típica de
todas las categorías, aunque, naturalmente, las mismas costureras confeccionaron
todavía por encargo trajes excepcionalmente lujosos.
3 Desearíamos recordar a este respecto que el gran estadista, Don Manuel Pardo, propuso y casi
plane6 en su admirable estudio sobre el valle de Jauja, el proceso de desarrollo econ6mico que se
ha cumplido en la zona del Mantaro.
9
JOSÉ MARÍA4
ASÍ LE LLAMÁBAMOS cuantos tuvimos el privilegio de su amistad. Sólo José María, sin
apelativo, era tan eufónico su nombre, tan expresivo de ternura, que al llamarlo así
nos llenaba el alma de afecto puro y verdadero. José María trabajó junto a mí por
muchos años: primero como mi alumno en San Marcos, más tarde como mi
compañero en el Museo de la Cultura y en la Universidad. Nunca olvidaré estas
palabras suyas en una página de la Revista del Museo Nacional, cuando
celebrábamos sus treinta años de vida ininterrumpida. Decían así: “Permítasenos
concluir proclamando que un país tan confuso y con frecuencia cruel y
arbitrariamente gobernado como el Perú, un maestro dedicado a las ciencias del
hombre, desde la dirección de instituciones oficiales, requería de un tino, de una
sabiduría, autoridad personal y de un conocimiento profundo y sutil de las
personas y de una pasión por la ciencia y por la patria no sólo ya excepcionales
sino casi mágicos. Ese es el caso de nuestro Director don Luis E. Valcárcel.
Compartió su tiempo entre el estudio, la redacción de obras numerosas, de muchos
artículos y de la defensa de las instituciones por él creadas, con energía triunfante.
Lo contemplamos ahora como a un padre y como a un guía”
4 Texto extraído de la Revista Peruana de Cultura. Casa de la cultura del Perú. Nº 13 – 14, Diciembre
1970. Lima, pp. 49- 53.
5 Luis E. Valcárcel (1891 – 1986) Historiador y Antropólogo peruano, iniciador de la etnología como
disciplina científica. Destacan entre sus numerosas publicaciones: Historia del Perú antiguo a
través de la fuente escrita (3 volúmenes, 1964; 6 volúmenes, 1971-1979), Del ayllu al imperio
(1925), Tempestad en los Andes (1927), Historia de la cultura antigua del Perú (2 tomos, 1943,
1948), Etnohistoria del Perú antiguo (1959) y Machu Picchu (1964).
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José María era así: compañero ejemplar, con las virtudes indias de la
cooperación y la solidaridad. Con cuánto entusiasmo trabajamos en el Museo de la
Cultura, ayudando siempre, promoviendo, incitando a la acción o él
solidarizándose, sin medir su sacrificio, como cuando renuncio la dirección de la
Casa de la Cultura del Perú por lealtad a la comisión que presidia Carlos Cueto
Fernandini que se retiraba ante turbias maniobras políticas. José María fue un
amigo no sólo de los iguales sino precisamente de los humildes. Con idéntico afecto
trataba a un comunero indio como a uno de sus más íntimos camaradas de la
literatura o de la universidad.
Ecce homo.
11
memoria de sus días de comunero infantil. Nuevos libros, nuevas publicaciones.
Estudios que editó “Folklore Americano” que publicamos, él y yo, casi hasta su
muerte. Por fin, una novela grande, de mayor repercusión: Los ríos profundos, que
es una autobiografía de su adolescencia, cuando, trashumante, junto a su padre,
viajaba por los caminos de los Andes, deteniéndose en los pueblos y en las aldeas
de la inverencial ante la majestad sus edificios de piedra, tan distintos de los que él
conocía. Luego la historia de su internado en el colegio de Abancay con las
tremendas experiencias de la vida íntima con otros adolescentes, con hombres
maduros, con frailes, con gente desconocida y con amigos íntimos. La vivida
descripción del motín de las mujeres por el alza del precio de la sal, en que aparece
otra vez la varonía de Mama Huaco. Y luego escenas nocturnas en el internado de
una crudeza única, como el atropello a la sordomuda por un desalmado. El pánico
a la peste que se extiende como un reguero de pólvora. Cuantas cosas más
relatadas con un poder de vitalización de lo humano que va a ser un rasgo
distintivo de su literatura.
En Todas las sangres ofrece el cuadro total de la vida peruana, con los malos
y los buenos, con los señores y los siervos, con los ricos y los pobres, con los
modernos y los atrasados, blancos, mestizos, indios, en un entrevero que retrata la
realidad de la vida; pero, en que va a sobresalir la figura austera de El Indio, por
encima la crueldad del gamonal, la insignificancia del mestizo pueblerino, la
arrogancia del técnico, la tardía bondad del hacendado que fracasó como dueño
tiránico. Etcétera.
Empresa de tan alto vuelo no puede exigirse sea cumplida a cabalidad; pero,
sí debe reconocerse la maestría del novelista y el invariable sentimiento “peruano”
que lo anima. Así siente el Perú. Así es, casi exactamente en parte considerable del
país.
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existencia ente “semejantes”, con otros yoes, cuando se pueda decir NOKANCUNA,
con verdadero sentimiento de hermandad. José María soñó en ese futuro, porque
recordaba sus sueños felices de niño comunero en Puquio. Cuando se le cerró el
horizonte, transido de color y de amargura que tuvo la suprema elegancia de
ocultar, no quedo otro camino que el último, en que conduce a la muerte.
Estoicamente dirigióse por la ruta ya por él recorrida en parte y que ahora, sí, de
todas maneras, lo llevaría hasta el final… Un año después, sus amigos, sus
discípulos, sus Ayllumasi, se detienen para llamarlo, como si viviera: JOSÉ
MARÍA…
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LA SOLEDAD DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS6
Por. Gonzalo Portocarrero Maisch7
PARA VALORAR UNA VIDA y una obra tenemos que colocarlos en el horizonte de la
época donde toman forma. En principio, entonces, podemos diferenciar a las obras
que permanecen dentro del sentido común vigente, de aquellas otras obras que son
capaces de nombrar lo oscuramente presentido, que traen a la palabra y a la
conciencia lo no dicho y que, por tanto, resultan innovadoras. Pero el contraste no
debe ser absolutizado pues divulgación y creación se mezclan, aunque en diferentes
proporciones. Por ello resulta útil imaginar una gama de posibilidades que tiene, en
un extremo, al divulgador que recicla los estereotipos del momento. Su obra puede
ser entretenida y llegar al gran público. Pero, en el otro extremo de la gama,
tenemos al creador, a la persona capaz de relativizar las representaciones
hegemónicas. Lo que significa no solo anunciar el futuro sino también forjarlo. Toda
la realidad viene de lo posible y es creativo el autor capaz de sumergirse en el
mundo inconsciente de la posibilidad para emerger de allí con imágenes que son
contra intuitivas, y hasta chocantes, pero que, finalmente, resultan visionarias, que
seducen a la imaginación y, por tanto, persuaden, convocan y comprometen. El
creador tiene que luchar contra el sentido común que está enquistado en su propia
subjetividad. Igualmente debe oponerse a las mayorías que suelen demandar
convencionalismos. Hacer valer la propia experiencia, impedir quesea secuestrada
por las ideologías es todo un atrevimiento que suele pagarse con la inseguridad, la
soledad y la incomprensión. En todo caso, la consecuencia de la obra creativa no es
solo el entretenimiento sino la redefinición de la realidad, empezando por los
cambios en los que reciben de lleno los impactos de las nuevas invenciones. El
creador genera su propio público.
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En este sentido el fundamento de la radicalidad del arte es, como dice
Heidegger, la poesía; un pensamiento sin palabras, o la intuición que identifica
afinidades sorprendentes e iluminadoras. Como la que Arguedas establece entre el
Cristo crucificado, el Señor de los Temblores de la Catedral del Cusco, y el pongo
humillado que es, por así decirlo, el producto más depurado de la imposición
colonial. Ambos tienen el rostro marcado por el espanto, los dos han hecho de la
resignación esperanzada, en el más allá, su impostación fundamental frente a la
vida. Se podrían citar muchas otras afloraciones poéticas en la obra de Arguedas.
Pero lo cierto es que la apertura a la pulsión lírica, lo intempestivo que ella
introduce en lo predecible del texto, es el fundamento de la originalidad de su obra.
Esto ha sido señalado por Abelardo Oquendo y Alejandro Ortiz, por ejemplo.
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suben una cuesta aparece un cóndor que se aproxima cada vez más al gamonal
para finalmente, con un movimiento de su ala, despeñarlo al abismo. El bachiller
que va más atrás comprende que el ave está respondiendo a una invocación de los
humillados, que los indios tienen vínculos secretos y temibles con la naturaleza. Lo
interesante de la narración es que se concede una agencia, una capacidad de
actuar, al mundo indígena. Aunque esta capacidad sea reconocida en términos
mistificados.
Una de las expresiones más logradas del “indigenismo criollo” es el vals Indio
de Alicia Maguiña:
Para ver una interpretación memorable, por muchas razones, ver el siguiente
video grabado en 1964: http://www.musicaperu.org/peru/GeseWVnntiY/Alicia-
Magui%C3%B1a-El-Indio-1964-En-Vivo-M%C3%BAsica-Criolla-Per%C3%BA-Alicia-
Magui%C3%B1a.html
16
II
Arguedas subvierte este estereotipo que pretende redimir pero que también
cosifica y devalúa. Él tiene la experiencia vital que le permite iluminar la realidad
oscurecida por los prejuicios, realidad que no es otra que la creatividad del hombre
andino. El acriollamiento, piensa Arguedas, es una posibilidad pero dista de ser la
única. La migración puede transitar por otros caminos, más reafirmativos de la
tradición. Yendo a los coliseos, en contacto con los migrantes, Arguedas se da
cuenta que la cultura se reproduce, especialmente, en el campo del arte, la música
y la danza, la religión, las creencias, los ritos.
III
17
cambio radical, el socialismo, como única posibilidad. La juventud sensible tendría
que propagar esa imagen de un futuro sin porvenir, y los sectores populares la
tendrían que hacer suya, tomando conciencia de la mezcla de explotación y
exclusión a la que están sometidos. Entonces se dejarían conducir por la “gente que
sabe”. De esta manera, con el “mito revolucionario” se abre un horizonte donde el
único camino es el cambio violento. La base del mito es una imagen “miserabilista”
de lo popular. El pobre está excluido y no tiene otro futuro que la insurgencia. Esa
es la idea que la izquierda transmite pretendiendo que ella sea la chispa que
enciende la pradera para usar las palabras de Mao. Hay que decir, aunque sea de
paso, que la realidad ha discurrido de forma muy distinta a la proyectada por el
“mito revolucionario”. El mundo popular ha emergido sobre todo a cuenta de su
propio esfuerzo. Y más que la política han sido otros los espacios donde ha podido
crecer y transformarse; me refiero a la economía y el mercado, a la música y la
religión.
IV
18
Atrapado entre la lucidez de su visión, a la que no podía renunciar, y el
afecto y admiración por la izquierda de la que tampoco podía retraerse, Arguedas
sufre la soledad del visionario incomprendido. Y él mismo duda. A veces, por
ejemplo, se deja ganar por la retórica inflamada del cambio radical. Son las vivas a
la revolución cubana y la idea de que la única opción al gamonalismo es “la fuerza
invencible del hombre de Vietnam”. Es también el anuncio de la “calandria de
fuego”, imagen que sugiere una época de guerra civil y revolución. No obstante, en
otras ocasiones, es más lúcido y realista. Por ejemplo, a propósito de la Reforma
Agraria publica un artículo en el seminario Oiga donde no oculta sus simpatías por
la medida y manifiesta su esperanza en el Gobierno del General Velasco. En el
mismo sentido debe recordarse su permanente crítica del odio y de la rabia como
sentimientos humanamente comprensibles pero, en definitiva, inconducentes.
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La obra de Arguedas estuvo dedicada a desmoronar los estereotipos
coloniales. A permitir que los peruanos nos pudiéramos ver sin los filtros
ideológicos que secuestran y desvirtúan la experiencia. O más bien que la
predeterminan en una dinámica de abuso y resignación, de desprecio y odio. Su
discurso es, por tanto, fundacional. En vez de satanizar o mistificar a sus
personajes, y escribir parábolas sociales, Arguedas trata de imaginar a individuos
con un rostro propio. De allí que sus personajes sean complejos y muy distintos
entre sí. Hay gamonales pérfidos pero también los hay poseídos por una fiebre de
santidad. Y hay campesinos que perseveran en los valores de su mundo, pero
igualmente hay los que se avergüenzan de sí mismos y traicionan u olvidan a los
que dejaron atrás.
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ARGUEDAS:
TODAS LAS SANGRES Y EL PERÚ DEL FUTURO
INTRODUCCIÓN:
EL PERÚ CONTÓ con tres héroes culturales en el siglo XX: José Carlos Mariátegui,
José María Arguedas y Alberto Flores Galindo. Por lo cual, intuyo que cada vez se
hace más difícil hablar sobre José María Arguedas, debido, en el personaje en que
se viene convirtiendo. Para graficarlo, tomo la frase de Tito Galindo cuando
mencionaba en relación a Mariátegui, “témenos Mariátegui para todos los gustos,
para los Trotskistas, Mariátegui es Trotskista; para los Moscovitas, Mariátegui es
Moscovita”, es decir a la larga ya no importa que es lo que realmente ha dicho
Mariátegui; sino que, lo que prima es como cada uno utiliza frases cortas para
utilizarlo como megáfono para legitimar sus propias posiciones, argumentando que
tal o cual cosa es lo que Mariátegui dijo.
Por lo cual, esto vendría a ser el riesgo de lo que vendría a suceder con
Arguedas. Debido, que al igual que Mariátegui es un riesgo construir una imagen
unilateral de Arguedas, cuando él fue muy diverso y muy contradictorio a la vez. Es
un riesgo porque muchos creen que Arguedas desde pequeño tuvo todas las
respuestas y que hasta el último día de su vida no hizo más que decir un conjunto
de verdades. Y la verdad en sí misma es que, Arguedas como todos nosotros tuvo
dudas, aciertos, vacilaciones, errores, superaciones. En determinados momentos de
su vida plateó apreciaciones que en el transcurso de su vida fueron ratificadas,
otras desacreditadas y muchas otras ideas que quedaron y se mantienen en la
polémica.
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Al hablar de Arguedas no debemos tratarlo solamente como a un
Antropólogo, ni solamente de novelista; sino desde las dos cosas en un mismo
tiempo. Siempre ha sido las dos cosas, pero en su producción intelectual respeta
ambos géneros en el que se mueve. Y con ello intento manifestar que son distintas
las exigencias que se debe hacer a ambos tipos de producciones, debido a que los
requisitos de un ensayo científico son completamente diferentes al de una novela.
Por ejemplo a un ensayo científico le vamos a exigir que represente lo más
certeramente posible la realidad; pero a una novela le vamos a exigir la
verosimilitud, es decir basta con que sea creíble, pero no demostrable.
EL MESTIZAJE EN ARGUEDAS:
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desfasa tal tesis, pues las personas que él quiere es que dejen de ser indio, quiere
no como Llosa que sea un indio congelado, sino un mestizo moderno.
COLOFÓN:
Una misma obra se lee de distintas maneras en distintas momentos, y una obra
nunca está completa hasta que no tiene un lector. Puede haber un texto escrito,
pero es en el hecho mismo de leer cuando la obra se concreta. Entonces la pregunta
que hay que plantearse es: ¿Qué hace que Arguedas siga siendo tan Vigente?
Muchos equivocadamente pensaron que cuando Arguedas muriese iba a
desaparecer sus apreciaciones así como desapareció el indigenismo. Pero Arguedas
termina siendo moderno, porque la diversidad que plantea en sus escritos, en vez
de empobrecer, enriquece. La diversidad empobrece cuando se conceptualiza la
sociedad de arriba hacia abajo; pero cuando es homogéneo como planteaba
Arguedas se hace rico y consustancial.
Así como cada vez se hace más difícil hablar sobre Arguedas, también
tenemos mucho que aprender, mucho de dialogar con él, por intermedio de sus
obras.
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25
CORRESPONDENCIAS ENTRE
J.M. ARGUEDAS Y HUGO BLANCO
DEBO EMPEZAR ESTE ENSAYO manifestando que conozco muy poco sobre la vida
política de J.M. Arguedas, por no decir que conozco ciertos aspectos que lo llevaron
a la cárcel por apoyar una movilización estudiantil contra la visita del General
fascista italiano Camarotta estando en la Universidad. Por lo cual fue novedoso
tocarme con un par de cartas de Hugo Blanco y una de Arguedas que se enviaron
mutuamente,10 el primero estando recluido en el Frontón y el otro luchando contra
sus demonios internos pocos días antes de suicidarse. Estas correspondencias se
escribieron en el idioma que mejor conocían y dominaban –el quechua–. Con la
aceptación de ambos, Arguedas traduce las dos primeras y H. Blanco la tercera,
creyendo que no hay una división abismal de lo público y privado en la vida andina.
Tal es así, que sobre estas cartas se puede escribir y debatir mucho, pero empezare
limitándome a analizar algunas letras y frases cortas que se exponen en las
correspondencias.
9 Bachiller en Sociología, UNCP. Entre sus últimas publicaciones se encuentra: “La aculturación en el
discurso de José María Arguedas”. En Suplemento Solo 4. Correo. Año VII, Nº 349. “Canto
Crepuscular: poesías que emergen de la sabiduría, nostalgia y experiencias de la vida”, Noviembre
de 2011. HOJA VERDE SAC, Huancayo.
10 Se puede revisar las cartas y el cuento posterior de H. Blanco dirigida a José María Arguedas en:
«http://luna9-wwwcosasmias.blogspot.com/2011/01/cartas-entre-jose-maria-arguedas-y-hugo.html»
11 Fue enviada el 14 de Noviembre de 1969 desde el Frontón.
26
sino que el público a quien se dirigía es de cuna española y no a los indios que
muchas veces no sabían leer ni escribir. Por lo que el llamado que le hace H. Blanco
tiene que ver más con el hecho de defender un idioma hermoso, que inclusive puede
ser más completo y sincero en terminologías cuando de expresar sentimientos
sinceros se trata.
Otro hecho que tiene que ver en dicha correspondencia, se refiere al apoyo
que solicita un comunero del mundo andino a otro, pero nunca lo haría con
palabras escuetas. Escribe H. Blanco « ¿Acaso alguna vez escuchamos decir:
“mañana has de ayudarme a sembrar, porque yo te ayudé ayer”? ¡Ahj! ¡Qué asco!
¡Qué podría ser eso! Únicamente los gamonales suelen hablarnos de esa forma
¿Acaso entre nosotros, entre nuestra gente, nos hablamos de ese modo? Muy
tiernamente nos decimos: “Señor mío, vengo a pedirte que me valgas; no seas de otro
modo; mañana hemos de sembrar en la quebrada de abajo; ayúdame pues
caballerito, paloma mía, corazón”. Con estas palabras solemos empezar a pedir que
nos ayuden.» Lo que se trata de exponer en esta frase es una clara división de
comportamiento y actitudes que existe por un lado de los hombres occidentales al
solicitar un apoyo por medio de un condicionamiento –ayúdame porque yo te ayudé
ayer– y por el otro lado de los indígenas –Ayúdame pues caballerito, paloma mía
corazón–. En la primera expresión se usa la condición del apoyo mutuo para recibir
una aceptación del quien fue ayudado primero. Mientras que la segunda expresión
apela a la buena voluntad del otro, mediante la súplica sincera. En ambos hechos
no se encuentra el papel que pueda jugar el dinero a cambio de cualquier servicio, y
posiblemente no la haya porque se trata en la primera expresión de un apoyo que
se necesita, porque el que lo solicita anteriormente ha brindado su apoyo; y en la
segunda, se solicita el apoyo amparado en la aceptación, apelando que en su estilo
de vida no existe la negación a una necesidad importante. Muy independientemente
creo que ambas propuestas de solicitud de apoyo son válidas, tal vez la primera no
para H. Blanco porque se asemeja a un tipo de práctica que la usan –usaban– los
gamonales en su tiempo.
Un último hecho tiene que ver con el papel que cumplía H. Blanco como
agitador y líder campesino del Cusco. Le manifiesta a Arguedas «Cuánta alegría
habrías tenido al vernos bajar de todas las punas y entrar al Cusco, sin agacharnos
sin humillarnos y gritando calle por calle: “¡Que mueran todos los gamonales! ¡Que
vivan los hombres que trabajan!”. Al oír nuestro grito los “blanquitos” como si
hubieran visto fantasmas, se metían en sus huecos, igual que pericotes. Desde la
puerta misma de la Catedral, con un altoparlante, les hicimos oír todo cuanto hay, la
verdad misma, lo que jamás oyeron en castellano; se lo dijimos en quechua. Se lo
hicieron oír los propios maqt`as, esos que no saben leer, que no saben escribir, pero sí
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saben luchar y saben trabajar.» Aquí se vislumbra el accionar revolucionario que se
empezó a gestar en el cusco, buscando la intención de dar muerte a los gamonales,
pues había y estaban palpando la explotación del hombre por el hombre, una
concepción que en la vida indígena no se manifestaba. Esto ha creado que se forje
líderes indígenas que salvaguarden el bienestar de la población. Y es el temor que
causan al notar que los hombres blanco al verlos y escucharlos se esconden,
porque son conscientes de la fortaleza y radicalidad a lo que pueden llegar los
maqt`as –indígenas–. Lo que se evidencia es una lucha de clases de los opresores y
oprimidos, prohibidos de sus derechos y exigidos a cumplir deberes sobre los que
no reciben ningún beneficio.
28
un corazón frio y de actitudes nefastas contra los demás, sino de corazón fuerte y
de sentimientos sinceros y humildes.
Puede entenderse que Arguedas nunca declino en su lucha por una sociedad
justa, por un mundo en donde desaparezcan la lucha de clases y donde todos
seamos humanos de un solo mundo y no divididos, ni fraccionados como muchos
se engalanan de mencionar y por el cual brindan parte de su esfuerzo.
29
que solo este hecho haya provocado su inclinación por la literatura y la
investigación, sino que fue un proceso de maduración en la cual la escritura se
convertía en una forma de sentirse junto a los explotados de alguna manera libre e
independiente.
José María Arguedas, tuvo una gran familiaridad con personas a quienes conocía,
estimaba personalmente y a quienes no conocía. El Caso en particular con Hugo
Blanco empezaba a gestarse como una amistad que no pudo tener continuidad, los
espacios en la que se desenvolvían eran diferentes y cercanos a la vez.
30
LA CULTURA EN TORNO A CLIFFORD Y
PORTOCARRERO
Por: Lazo López Luis Miguel13
31
ambos como parte del trabajo etnográfico. Tanto la descripción superficial y densa
buscan desentrañar las “estructuras de significación” gestados a lo largo y ancho de
la realidad social. No obstante, considera más importante y esencial hacer una
descripción densa, ya que esta abarca la complejidad, multiplicidad y diversidad de
una determinada cultura. De esta manera, propone entender la etnografía como un
proceso de interpretación de las culturas a partir de una descripción densa. Esta
forma de interpretación antropológica o etnográfica tiene tres fases de
conocimiento; observar, registrar y analizar, su objetivo es llegar a conjeturas o
conclusiones que pueden explicar la situación social y cultural de un pueblo, tribu
o grupo humano, tal como lo sostiene el mismo autor; “el análisis cultural es (o
debería ser) conjeturar significaciones, estimar las conjeturas y llegar a
conclusiones explicativas partiendo de las mejores conjeturas, y no el
descubrimiento del continente de la significación y el mapeado de su paisaje
incorpórea”. En otras palabras el análisis cultural no debe limitarse a una
descripción superficial sino debe hacer una descripción densa, compleja y
profunda.
32
según los pueblos, las épocas y los grupos sociales (...) La cultura es definido como
un tejido simbólico o red de significaciones que se encarna en un cosmos, que crea
un sentido allí donde de otra manera reinaría el caos y el absurdo”. Lo que
básicamente prepone Portocarrero es que no podemos dejar a un lado el análisis
simbólico y subjetivo en la cultura, ya que “la cultura modela la subjetividad, pero
no es que lo cree de la nada”. Las emociones, pulsiones, sentimientos y efectos
como parte de la subjetividad deben ser objeto del análisis cultural. Es así que, el
análisis cultural debe ser más complejo, no solo debe abordar el proceso educativo
o socializador, lo racional y lo material, sino también las redes simbólicas, y es que
todos estos elementos se relacionan, están juntos y se deben pensar bajo la
consigna de “ni contigo, ni sin ti”. Por tanto, el autor plantea hacer un análisis y
critica cultural de forma interdisciplinaria; desde la antropología, sociología,
psicoanálisis, entre otras ciencias más.
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TESTIMONIO DE MI VIDA14
Por. José María Arguedas
Primer encuentro de Narradores peruanos, Arequipa 1965
Así viví muchos años. Cuando mi padre venía a la capital del distrito,
entonces era subido al comedor, se me limpiaba un poco la ropa, pasaba el
domingo, mi padre volvía a la capital de la provincia y yo a la batea, a los piojos de
los indios (Risas). Los indios y especialmente las indias vieron en mí exactamente
como si fuera uno de ellos, con la diferencia de que por ser blanco acaso necesitaba
más consuelo que ellos… y me lo dieron a manos llenas. Pero algo y triste y de
poderoso al mismo tiempo debe tener el consuelo que los que sufren más, y
quedaron en mi naturaleza dos cosas muy sólidamente desde que aprendí a hablar:
la ternura y el amor sin límites de los indios, el amor que se tienen entre ellos
mismos y que le tienen a la naturaleza, a las montañas, a los ríos, a las aves; y el
odio que tienen a quienes, casi inconscientemente, y como una especie de mandato
Supremo, les hacía padecer. Mi niñez pasó quemada entre el fuego y el amor.
14 Texto extraído de la Revista Peruana de Cultura. Casa de la cultura del Perú. Nº 13 – 14, Diciembre
1970. Lima, pp. 9 - 16.
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no se puede confesar en público… Me hacía montar en un burro creyendo
humillarme. EL burro se llamaba “Azulejo”. Nunca hubo amigos que se amaron más
que yo y el burro (Risas). También en eso estaba tan equivocada como mi madrasta.
Me dejó cuidando su potro negro que había comprado con veinte bueyes y
doscientos carneros, y cuando regresó de su aventura indecible me reprochó que
había hecho perder su poncho de vicuña, aunque no me constaba que hubiera
estado sobre la montura. Levantó el rebenque para pegarme en la cara pero se
arrepintió a última hora, montó el potro y espoleándolo se fue cuesta arriba a toda
velocidad, mientras yo me iba conversando con, quizás, uno de los mejores amigos
que he tenido en este mundo: el “Azulejo” inmortal. Cuando llegué a la cocina me
puse a comer; a mí la servidumbre me trataba mucho mejor que a los patrones;
entro mi hermanastro, yo estaba tomando sopa y tenía un plato de riquísimo mote
a un lado con su pedacito de queso; él me quitó el plato de la mano y me lo tiró en
la cara, diciéndome: “no vales ni lo que comes”, que es una cosa que se suele decir
muy frecuentemente. Yo Salí de la casa, atravesé un pequeño riachuelo, al otro lado
había un excelente campo de maíz, me tire boca abajo en el maizal y pedí a Dios
que me mandara la muerte. Yo no sé cuánto tiempo estuve llorando, pero cuando
reaccioné ya era la noche. Mi buen hermanastro se había asustado un poco y me
estaba haciendo buscar por todas partes, y la única vez que se alegró de verme fue
cuando regresé a la casa esa noche.
Luego empecé a recorrer el Perú por todas partes, llegue a Arequipa en 1924
y fui honorable huésped de Casa Rosada15 (Aplausos). De aquí fui al Cuzco, del
Cuzco a Abancay, de Abancay a Chalhuanca, de Chalhuanca luego a puquio, a
Coracora, a Yauyos, a Pampas, a Huancayo, a una cantidad de pueblos y que tuve
la fortuna de hacer un viaje a caballo del Cuzco hasta Ica: catorce días de jornada.
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Ingrese a la Universidad, y nunca fui tratado como serrano en San Marcos.
En donde si me trataron como serrano y con mano dura fue en el colegio “San Luis
Gonzaga” de Ica, pero yo también los traté con mano dura. El secretario del colegio,
que se apellidaba Bolívar, me dijo cuando vio mi libreta con veintes: “!estos
serranitos!, siempre les ponen veintes en las libretas porque recitan un versito
cualquiera: aquí los voy a ver sacar veintes”. Me vio y batí el record de los veintes en
toda la historia de “San Luis Gonzaga”, porque era una responsabilidad de serrano
hacerlo y lo hice (Aplausos).
Yo comencé a escribir cuando leí las primeras narraciones sobre los indios,
los describían de una forma tan falsa escritores a quienes yo respeto, de quienes he
recibido lecciones como López Albújar, como Ventura García Calderón. López
Albújar conocía a los indios desde los Despachos de Juez en asuntos penales y el
señor Ventura García Calderón no sé cómo había oído hablar de ellos (Aplausos). Yo
tenía una convicción absolutamente instintiva de que el poder del Perú estaba no
solamente entre la gente de las grandes ciudades, sino que sobre todo estaba en el
campo y estaba en las comunidades donde hay, por lo menos en las comunidades
que mejor conozco, una regla de conducta, que si se impusiera entre todos
nosotros, pues haríamos una carretera de aquí has New York también en veintiocho
días: “que no haya rabia”. En estos relatos estaba tan desfigurado el indio y tan
meloso y tonto el paisaje o tan extraño que dije: “No, yo lo tengo que escribir tal
cual es, porque yo he gozado, yo lo he sufrido” y escribí esos primeros relatos que se
publicaron en el pequeño libro que se llama Agua. Lo leía a estas gentes tan
inteligentes como Westphalen, Cueto y Luis Felipe Alarco. El relato les pareció muy
bien. Yo lo había escrito en el mejor castellano que podía emplear, que era bastante
corto, porque aprendí a hablar el castellano con cierta eficiencia después de los
ocho años, hasta entonces sólo hablaba quechua. Y sin que esto sea nada en contra
de mi padre, que es lo más grande que he tenido en este mundo, a veces mi padre
se avergonzaba que yo entrara a reuniones que tenía con gente importante, porque
hablaba pesimamente el castellano. Cuando yo leí ese relato, en ese castellano
tradicional, me pareció horrible, me pareció que había disfrazado el mundo tanto
casi como las personas contra quienes intentaba escribir y a quienes pretendía
rectificar. Ante la consternación de estos mis amigos, rompí todas esas páginas.
Unos seis o siete meses después, las escribí en una forma completamente distinta,
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mezclando un poco la sintaxis quechua dentro del castellano, en una pelea
verdaderamente infernal con la lengua. Guardé este relato un tiempo, yo era
empleados de correo, estaba una tarde te turnos y en una hora en que no había
mucho público lo leí y el relato era lo que yo había deseado que fuera y así se
publicó.
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Poema
ORGULLO HUANCA
Por. Renzo Abel Mansilla Castillo