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Optimo de Pareto
Equilibrio
competitivo
Fracaso del
mercado
Intervención del
estado
La competencia imperfecta
Una de las primeras “fallas” que suele encontrarse al funcionamiento de los mercados
tiene que ver con el grado de competencia, el cual nunca, o muy pocas veces, se acerca
al nivel de la “competencia perfecta”.
Como esta concepción de la competencia, que ya vimos en el Capítulo 3, demanda unos
requisitos de muy difícil cumplimiento, en comparación con ella, todo mercado parece
“imperfecto”. Miremos donde miremos encontraremos condiciones imperfectas, sobre
todo porque este análisis centra su atención en que el grado de competencia depende de
la cantidad de participantes en el mercado.
Definición
Si son muchos y ninguno puede influir sobre el precio de mercado, tenemos
competencia perfecta, pero si son pocos, entonces se llama a ese mercado “oligopolio” y
si es uno sólo, entonces es un “monopolio”.
En estos dos últimos casos, los oferentes tienen cierto grado de influencia en el
mercado, podrían diferenciar sus productos, y elevar los precios por encima del nivel
que tendrían si tuviéramos “competencia perfecta”. Esta discrepancia entre unos y otros
sería una muestra de la “falla”, que demandaría la intervención gubernamental, sobre
todo para los monopolios y teniendo en cuenta que cuando el mercado es oligopólico,
los oferentes podrían ponerse de acuerdo entre sí, generando un “cartel”, con lo que el
efecto sería similar al del monopolio.
Es así como los gobiernos establecen organismos públicos para lo que suele
denominarse “defensa de la competencia”, los que llegan a tener el poder para aprobar o
desaprobar la fusión de dos empresas, por ejemplo, y suelen objetarlas en aquellos casos
en los que se reduce la cantidad de empresas en un mercado a una cierta proporción.
Pero el grado de competencia que existe en el mercado no depende directamente de la
cantidad de competidores, sino de la posibilidad de que puedan ingresar en el mercado.
En tanto y en cuanto el ingreso no esté restringido, la competencia, o incluso, la
amenaza de competencia” actuarán para canalizar los esfuerzos de los competidores
hacia satisfacer las necesidades de los consumidores.
Ejemplo
Inscripción en los Juegos Olímpicos
Supongamos que estoy pensando en inscribirme para correr la carrera de los 100 metros
llanos en los próximos Juegos Olímpicos. Para hacerlo, llamo al Comité Olímpico
Internacional y pregunto si la inscripción está abierta. Me responden que sí.
Pregunto entonces si hay algún competidor que ya estuviera inscripto y me entero que
no hay ninguno y, es más, la inscripción cierra en 10 minutos.
Me inscribo y al rato vuelvo a llamar, donde me entero que la inscripción ha cerrado y
soy el único. Cuál va a ser mi reacción? Probablemente ir a festejar y cuando llegue el
día de la carrera, caminar tranquilamente hasta la meta final. Es cierto, no voy a batir
ningún récord, pero tengo garantizada la medalla dorada.
Comparemos esto ahora con la siguiente situación. Igual que antes, llamo al COI para
averiguar, me dicen que no hay inscriptos todavía pero que la inscripción cierra diez
minutos antes de la carrera. Cuál será mi reacción? Pues si no quiero hacer papelones
me iré al gimnasio a entrenarme, conociendo muy bien el nivel de los posibles
competidores. Al mes vuelvo a llamar y me dicen que sigo siendo el único inscripto,
pero de todas formas vuelvo al gimnasio, y así hasta el día de la carrera.
Esta última conducta no sería diferente a la que tendría si al llamar me hubiera enterado
que había 128 inscriptos de 85 países diferentes. También en este caso mi reacción
habría sido la de prepararme lo mejor posible para el día de la carrera.
Como puede observarse, la conducta en una situación de “amenaza de competencia” es
la misma que con la competencia efectiva. En ambos casos se obtiene una respuesta
“competitiva”, por lo que no es fundamental el número de competidores sino la
posibilidad de ingreso al mercado.
EL SIGNIFICADO DE LA COMPETENCIA
Martín Krause
Publicado en el diario Ámbito Financiero, Buenos Aires
Externalidades
Definición
Externalidad: efecto externos de las acciones de un individuo. Se llaman positivas si
estas acciones ocasionan “beneficios” a la otra persona, o negativas si ocasionan
“costos”.
Ejemplo
Cuando salgo de la clase tomo el tren que me lleva a mi casa. En la siguiente estación
sube una señora con un excelente perfume francés. En tanto y en cuanto no sea alérgico
a los perfumes y me guste, ésta se convierte en una “externalidad positiva”, un beneficio
del cual soy un “usuario gratuito” o free rider, ya que no he gastado dinero en la compra
de ese perfume, y recibo su beneficio.
En la estación siguiente la señora baja del tren y sube un señor que no se baña desde
hace dos semanas. En este caso recibo un “costo” y él se queda con el beneficio de no
haber gastado en desodorante, jabón, y perfume. Pero las consecuencias de su acción
recaen en mí y en los demás.
La pregunta que plantearía Pigou es la siguiente: si la señora pudiera “cobrar” por el
servicio positivo que nos brinda, ¿no habría más señoras perfumadas? La respuesta es
positiva porque al hacerlo podrían cubrir el costo del perfume, pero como no pueden
cobrarnos, entonces habrá menos “señoras perfumadas” de lo que todos querríamos.
También se plantearía la pregunta siguiente: si el señor que sube más adelante tuviera
que pagarnos por el costo que nos arroja, ¿no habría menos señores olorosos? La
respuesta sería también afirmativa, pues en algún punto, a este señor le convendría
gastar su dinero en desodorante y jabón en lugar de estar pagando a todos por el costo
que les transmite. Como esto no sucede, tenemos más “externalidades negativas” de las
que todos quisiéramos tener.
Pigou avanzó un paso más allá de la definición del fenómeno hacia los
beneficios de su “internalización”. Y no sólo eso, sino que propuso como forma de
alcanzar ese objetivo la intervención gubernamental por medio de subsidios para las
externalidades positivas e impuestos para las negativas.
Veamos cómo sería esto en el caso del ejemplo anterior. El gobierno tendría una
importante función que cumplir. Se aplicarían impuestos a las externalidades negativas,
para que haya menos, y se otorgarían subsidios a las externalidades positivas, para que
haya más. En nuestro ejemplo, se subsidiaría el uso de perfumes para que haya más
mujeres perfumadas y se aplicaría un impuesto a los señores que no se asean, para que
haya menos.
Vocabulario
Internalizar: no es un verbo que se encuentre en el diccionario, pero significa que las
consecuencias de una acción recaen en la persona que las realiza.
Ejemplo
Una fábrica (A) emite humo que se propaga hasta la casa de un vecino. Esto proviene de
su actividad como fabricante de calzado que vende a un supermercado (B).
Si bien en este caso el humo no es tóxico, le mancha toda la ropa y las paredes. Esto
ocasiona al dueño de la casa algunos costos adicionales: tiene que mandar la ropa a
secar a otro lado, servicio que tiene que pagar, y debe pintar las paredes de su casa muy
seguido, lo cual es, obviamente, también un costo adicional generado por el humo de la
fábrica
Desde el comienzo, Pigou, y de allí en más sus seguidores, consideró que sólo la
acción del gobierno podría eliminar los fracasos e imperfecciones y acercar a la
economía al óptimo paretiano. Se explicó cómo haría el gobierno para tratar de obtener
1
Pigou, A.C.; The Economics of welfare, Macmillan, London. 1920 la. ed, 1932 4a. ed.
dicho resultado (impuestos o regulaciones) pero nunca por qué se pensaba que podía
alcanzar el éxito en tal empresa. Es decir, se asumía sin cuestionar el fracaso del
mercado y el éxito del estado.
En el caso de la fábrica, dice Cheung2:
Ejemplo:
Arrojar basura a otra propiedad suele ser considerado como una externalidad
negativa y seguramente lo sea para gran número de personas. Pero si el dueño de
esa propiedad genera sus ingresos precisamente en esa tarea, la de recolección de
residuos o la del reciclado de los mismos, muy probablemente considere esto
como una externalidad positiva ya que reduce su propio esfuerzo de recolección
o el costo de hacerse de la misma.
4
Mises, Ludwig von; La Acción Humana, 1949; Unión Editorial, 1980; p. 778.
lucros escamoteados como aquellos costos de que se le exonera. Procede,
entonces, de modo distinto a como hubiera actuado si las normas legales
se ajustaran más rigurosamente a los objetivos sociales que, mediante el
derecho privado de propiedad, se pretende alcanzar. Acometerá obras que
en otro caso hubiera rechazado, sólo porque la legalidad vigente echa
sobre ajenos hombros algunos de los costos de la operación. Se
abstendrá, en cambio, de otras actuaciones que habría practicado si no se
viera privado por la normativa vigente de parte de los beneficios.” (p.
773)
Estamos citando un texto dos décadas anterior al famoso texto de Hardin y varios
años anterior a las preocupaciones de los distintos movimientos ecologistas.
a. Que el actor considere que las ventajas que obtiene de la acción son tales
que esté dispuesto a asumir todos los costos de la misma sin importarle
que ciertos beneficios se derramen sobre otros, como podría ser el caso
de quien decide proteger su casa con vigilancia privada y esto genera un
cierto grado de protección para sus vecinos.
b. Que los costos sean tan altos que ninguno de los que están por
beneficiarse del proyecto esté dispuesto a cubrirlos. En tal caso el
proyecto sólo se realizará si un número suficiente de los interesados
comparte los costos.
Suele suceder que se presente como fracaso tanto el caso del emisor de la
externalidad positiva, por no proveer lo suficiente de ella; como el del receptor de la
misma, por ser un free-rider, y en ambos casos el estado debería intervenir para mejorar
la situación.
Vocabulario
Free rider: se utiliza usualmente esta palabra en inglés para denominar a la actitud del
“usuario gratuito”, alguien que recibe un servicio (ya que no puede ser excluido) y no
paga por él, lo consume sin pagar.
Dice Rothbard5:
5
Rothbard, Murray N. (1962) Man, Economy & State (Auburn: The Ludwig von Mises Institute, 1993),
p. 887.
Curiosamente, las externalidades positivas han de ser “forzadas” sobre los
receptores. Tal el caso de la educación compulsiva. Queda pendiente de respuesta, por
supuesto, cómo es que un beneficio gratuito no es considerado como tal por los
receptores, los que han de ser obligados a recibirlo.
El teorema de Coase
Ejemplo:
Paula y Oscar son vecinos. Oscar decide comprar un perro que le da un servicio de
seguridad (cuida su casa), pero este perro ladra todas las noches. A consecuencia del
ruido, Paula no puede dormir.
Con respecto al derecho pueden presentarse aquí dos situaciones: Oscar tiene derecho a
tener su perro (no importa que ladre), o Paula tiene derecho al silencio. Veamos cada
una de ellas, suponiendo que cada uno recibe algún tipo de beneficio o costo de esta
situación.
En el primero de los casos, como Paula tiene derecho al silencio, Oscar no puede
arrojarle “ruido”. Le ofrece pagarle 900. Paula acepta, porque con 800 aísla su
dormitorio, y le quedan 100. Para Oscar, es más barato pagar 900 y quedarse con el
perro que contratar el servicio de vigilancia por 1000.
En el segundo caso, para convencer a Paula, Oscar debería pagar más de 800. pero
como el costo de la vigilancia es de sólo 500, entonces se deshace del perro y contrata el
servicio, ahorra 300.
También aquí el resultado es positivo en ambos casos.
Nota: con este ejemplo no estamos afirmando que sea lo mismo que uno u otro tenga el
derecho, sino simplemente comparando las dos alternativas posibles.
Costos de transacción:
Supongamos ahora que Oscar es polaco y Paula es china. No se entienden, no pueden
comunicarse para negociar. Deberían contratar un traductor, pero éste cuesta 500. Puede
verse entonces que en ninguno de los casos anteriores los beneficios alcanzan esta suma,
por lo que la negociación fracasa ya que es muy “costosa”.
6
Boettke, Peter J. (1997) “Where did Economics Go Wrong? Equilibrium as a Flight from Reality”,
Critical Review, Vol. 11 Nº 1, Invierno 1997, 11-64, p. 52.
7
Menger, Carl (1892 [1985]) “El origen del dinero” Libertas Nº 2 (Buenos Aries. ESEADE, Mayo de
1985), publicado originalmente en The Economic Journal, junio de 1892.
los metales preciosos. A medida que avanza el uso de determinada mercancía como
medio de intercambio, se acentúa la liquidez que tuviera cuando cumplía funciones
solamente como producto, un fenómeno que en la literatura de la economía institucional
actual sería denominado como path dependence.
Vocabulario
Path dependence: nuevamente unas palabras en inglés que señalan que ciertas
instituciones se “auto alimentan”, debido a que tienden a ser generalmente aceptadas y
eso es lo que les otorga mayor valor. Los ejemplos usuales se refieren a estándares
tecnológicos como el mp3, que es apreciado porque muchas otras personas también lo
usan y esto permite intercambiar archivos con todos ellos, no ya por su calidad técnica.
“...no es que el hombre que cría conejos es único responsable del daño; aquél
cuyas cosechas son dañadas es igualmente responsable” (p. 37)
8
Hayek, Friedrich A. (1978) “Competition as a Discovery Procedure”, en New Studies in Philosophy,
Politics, Economics and the History of Ideas (Chicago: The University of Chicago Press), Hayek,
Friedrich A. (1988) The Fatal Conceit, (London: Routledge).
9
Coase, Ronald H.; “The Problem of Social Cost”. The Journal of Law and Economics; 3 (October)
1960, p. 37.
Comenta Block10
“¿Y cuál es el consejo a los jueces que emana de este nuevo enfoque?
Estos deben decidir de tal forma de maximizar el valor de la actividad
económica. Bajo un régimen de costos de transacción cero, en verdad no
importaría –en cuanto se refiere a la asignación de recursos- cuál de las dos
partes en disputa recibió el derecho en cuestión. Si éste era otorgado a la persona
que más lo valorara, bien. Si no, el perdedor podría pagar al ganador para
disfrutar de su uso. Pero en el mundo real con costos de transacción
significativos, por el contrario, la decisión judicial es absolutamente crucial. Lo
que el juez decida permanecerá; no habría oportunidad para intercambios
mutuamente beneficios ex post.” (p. 63)
10
Block, Walter (1995) “Ethics, Efficiency, Coasian Property Rights, and Psychic Income: A Reply to
Demsetz”, Review of Austrian Economics, Vol. 8 Nº 2: 61-125, p. 61-62.
11
Block, Walter (1977) “Coase and Demsetz on Private Property Rights”, Journal of Libertarian Studies,
Vol. 1 Nº 2, 111-115.
Block propone modificar el ejemplo y reemplazar la cosecha de un determinado
cereal por una cantero de flores cuyo valor pecuniario sea mínimo en el mercado pero
que tenga una alto valor psíquico para el agricultor (Block sugiere que es un regalo de
su recientemente fallecida madre, quien le recomendara como último deseo el cuidado
de las flores). Esa valoración es psíquicamente superior para el agricultor al costo del
filtro, pero éste ya no podrá utilizar este bien como garantía para un préstamo y en caso
de que el juez falle a favor de la fábrica no tendrá cómo financiar el pago del filtro. Y en
este caso, siendo que ese financiamiento no será posible, entonces quién obtenga el
derecho de propiedad tendrá por cierto un efecto en la asignación de los recursos, ya no
será ésta una cuestión indiferente.
En este sentido, los costos “siempre” han sido subjetivos, siendo los precursores
del concepto de “costo de oportunidad”, el cual necesariamente tiene esa característica.
En forma coincidente con esta posición podemos encontrar a la que suele denominarse
Escuela L.S.E. (London School of Economics), la que realizara importantes aportes en
este sentido:
Definición
“Costo es aquello que el tomador de decisiones sacrifica o entrega cuando
selecciona una alternativa sobre otra. El costo consiste, por lo tanto, en su propia
evaluación de la satisfacción o utilidad que espera tener que dejar de lado como
resultado de la elección. Existen implicancias específicas a obtener de esta
definición del costo de oportunidad:
1. El costo debe ser asumido exclusivamente por la persona que toma la
decisión; no es posible que este costo sea transferido o impuesto sobre otros
2. El costo es subjetivo; existe solamente en la mente del que toma la decisión.
3. El costo se basa en anticipaciones; es necesariamente un concepto que mira
hacia el futuro o ex ante.
4. El costo nunca puede realizarse debido al hecho de que se elige; la
alternativa que se rechaza nunca puede ser disfrutada.
5. El costo no puede ser medido por nadie más que el que elige ya que no existe
forma en que la experiencia mental subjetiva pueda ser observada
directamente.
6. El costo puede ser localizado al momento de la decisión o elección final.
Teniendo en cuenta este último punto es que los Austríacos son partidarios de no
apartarse de la tradicional concepción del derecho de propiedad, el concepto lockeano
de que tal derecho emerge por ocupación de recursos no apropiados hasta el momento y
12
Buchanan, James M. (1969) Cost and Choice (Chicago: Markham Publishing Co).
posterior transferencia por medio de intercambios voluntarios, y no por decisiones
judiciales que intenten maximizar la riqueza total.
Como resultado de lo cual llega a una conclusión lógica: abandona esta absurda teoría y
termina no encontrando otra justificación al impuesto que no sea la voracidad fiscal
generada por el gasto publico. Ahora se encuentra con el difícil problema de cómo
transmitir su conclusión a quienes lo han contratado.
Bienes públicos
Este tipo de fracaso de mercado tiene una definición aún más “científica” o
“value-free”. La misma fue desarrollada por Samuelson13 quien explícitamente asumió
la existencia de
13
Samuelson, Paul A.; “The Pure Theory of Public Expenditure”. Review of Economics and Statistics
(November 1954) 36, p. 387.
paguen, mientras que la segunda es la definida por Samuelson en el párrafo anterior.
Según este autor, ningún sistema de precios descentralizado puede servir para
determinar en forma óptima los niveles de consumo colectivo debido a los incentivos
presentes para dar señales falsas sobre el verdadero interés en consumirlo, esto es, la
figura que posteriormente recibiría el nombre de free-rider.
Definición
Los bienes públicos, entonces, presentan dos características definitorias: “no-
exclusión” (no se puede o no es rentable excluir a consumidores que no paguen del
servicio); y “consumo no competitivo” (el consumo de un individuo no sustrae al
consumo de otro).
14
Panayotou, Theodore; Green Markets: the economics of sustainable development. ICS Press. San
Francisco, 1993, p. 44.
privada” y presenta como “ejemplos obvios” a la defensa nacional, el orden interno y la
administración de justicia y contratos y agrega en una nota al pie un ejemplo adicional:
los faros. Se han mencionado como claros ejemplos de bienes públicos a la seguridad, la
televisión abierta, entre otros. Es más, el mismo Samuelson ofrece en un trabajo
posterior una definición de bienes públicos de tal amplitud que nada queda fuera de ella:
15
Samuelson, Paul A.; “Pure Theory of Public Expenditure and Taxation”, en Margolis J. & Guitton, H.
(eds.) Public Economics: An analysis of public production and consumption and their relations to the
private sectors: proceedings of a conference held by the International Economics Association. London,
Macmillan. 1969, p. 108.
16
Coase, Ronald H. ; “The Lighthouse in Economics”. The Journal of Law and Economics 17 (October)
1974.
17
Hoppe, Hans-Hermann (1993) The Economics and Ethics of Private Property: Studies in Political
Economy and Philosophy (Boston: Kluwer Academic Publishers), p. 5.
propiedades, música en la calle, desodorantes, mejoras personales- siendo que
claramente parecen poseer las características de bienes públicos, que ser
provistos por el estado o con asistencia del mismo?”
Ejemplo
Los faros en Inglaterra
Un faro brinda un servicio que es típicamente un “bien público”. Una vez que emite su
luz no se puede “excluir” a quienes no quisieran pagar por él. Tampoco convendría
hacerlo porque su consumo sería “no rival”, tanto pueden ver la luz del faro un barco
como decenas de ellos.
En virtud de estas dos circunstancias, el mercado no sería capaz de proveer faros porque
todos los dueños de los barcos tendrían incentivos para ser free riders. Si el propietario
del faro quisiera cobrarles ellos alegarían, por muy distintos motivos, que no estarían
dispuestos a pagar, especulando que de todas formas no pueden ser excluidos de recibir
el servicio. Como todos actuarían de forma similar, el faro no sería rentable, y el
mercado no lo proveería.
Pero siendo que un faro es sumamente útil, sería una lástima que no los hubiera, el
Estado se hará cargo de ellos. Hasta allí el argumento de Samuelson.
Coase investigó la historia de los faros en Inglaterra y descubrió que durante unos 400
años habían sido privados, ¿cómo puede ser eso? Se dio cuenta que el mercado había
logrado proveer este servicio que tiene características de “no exclusión” y “no
rivalidad”, vinculando la provisión del mismo a la provisión de un bien con
características de “bien privado”. Eran los puertos, los que pueden excluir a quienes no
quieran pagar por el servicio de amarra, los que proveían los faros, sabiendo que,
además, un puerto es más atractivo si está bien señalizado.
Estos ejemplos demuestran que hay algo equivocado en la teoría de los bienes
públicos, no tanto en la descripción de las características de esos bienes y servicios sino
en su conclusión de que los mismos no podrían ser provistos por el mercado y deberían
indefectiblemente serlo por el estado. Aun se encuentran ejemplos de esos mismos
servicios que son considerados claros ejemplos, provistos por el mercado: seguridad
privada, televisión abierta, radio y otros. Es más, las innovaciones tecnológicas van
cambiando permanentemente las características de determinados bienes y servicios en la
medida que permiten la exclusión de los que no pagan y por lo tanto la provisión de los
mismos en relación directa con su pago, tal el caso de la televisión por cable, por
ejemplo.
Es decir, el mercado alienta permanentemente la innovación tanto sea
tecnológica para permitir la exclusión (caso cable) o la institucional (caso faros o
televisión abierta que se financia por medio de la publicidad) de forma tal de permitir la
provisión de determinado bien o servicio.
Error
Incluso en un prestigioso y reciente libro de texto18 se aporta un nuevo ejemplo de bien
público cuya provisión por el mercado sería imposible. Se trata de fuegos artificiales
para el aniversario de la independencia de los Estados Unidos en un pueblo llamado
18
Mankiw, N. Gregory (1998) Principles of Economics (Fort Worth, TX: The Dryden Press).
Smalltown. Probablemente ya no valga la pena copiar a Coase y escribir un trabajo
denominado “Los fuegos artificiales en la Economía”, pero es que esta misma ciudad de
Buenos Aires presenta numerosos ejemplos de fuegos artificiales provistos por las
empresas privadas, los cuales por cierto que no se financian directamente con el pago de
sus usuarios sino, tal cual como el caso del faro de Coase o, más específicamente como
el de la televisión abierta, por medio de un desarrollo institucional creativo: la
publicidad.
No existe una clara división entre bienes públicos y privados tal como
Samuelson pretendió obtener. Todos los bienes tienen un cierto grado de privados y un
cierto grado de públicos según esa definición y éstos grados cambian según cambian las
evaluaciones de las personas. Dice Hoppe (1993):
“Para que algo sea un bien debe ser reconocido y tratado como escaso por
alguien. Algo no es un bien como tal, esto es: los bienes son bienes solamente
para quien así lo considera. Nada es un bien sin que al menos una persona lo
evalúe subjetivamente como tal. Pero entonces, si los bienes nunca son bienes-
en-sí –cuando ningún análisis físico-químico puede identificar a algo como un
bien- entonces, claramente, no existe un criterio objetivo para clasificar bienes
como públicos o privados. Nunca pueden ser públicos o privados en sí. Su
carácter público o privado depende de cuan pocos o muchos los consideren
bienes, con el grado en que sean públicos o privados cambiando a medida que
cambian estas evaluaciones y pudiendo variar de cero a infinito. Aun supuestas
cosas completamente privadas como el interior de mi departamento o el color de
mi ropa interior pueden, así, convertirse en bienes públicos en tanto alguien
comienza a ocuparse de ellos. Y supuestos bienes públicos, como el exterior de
mi casa o el color de mis pantalones, pueden convertirse en bienes privados
extremos en tanto otras personas dejan de reparar en ellos. Más aun, todo bien
puede cambiar sus características una y otra vez; puede cambiar de un bien
público o privado a un mal público o privado y viceversa, dependiendo
solamente de estos cambios de atención. Si esto es así, entonces ninguna
decisión puede basarse en la clasificación de los bienes como públicos o
privados” (p. 7)
¿BIEN PÚBLICO?
Martin Krause
La economía de la información
19
Stigler, George (1961) “The Economics of Information”, Journal of Political Economy (Junio).
20
Kirzner, Israel (1997) “El significado del proceso de Mercado”, Libertas 27, Octubre (Buenos Aires:
ESEADE), 130, 137.
productos distintos) o por la existencia de barreras que generan mercados separados.
Según la interpretación de Stigler esto podría darse por la circunstancia de que los
participantes en el mercado interpretaran que la búsqueda de esa información sea más
costosa que los beneficios que puedan derivarse de encontrarla. Por lo tanto la situación
de dos precios en el mercado, teniendo en cuenta el costo de obtener esa información,
ha de ser considerada óptima. Para Kirzner, la interpretación del fenómeno que daría un
enfoque Austríaco basado en el “proceso de mercado”, se debe a la ignorancia
desconocida; en otros términos, Stigler diría que se conoce esa diferencia pero se decide
que no conviene removerla y Kirzner diría que también puede ser que no se sepa que la
misma existe. La remoción de ésta última no es un proceso costoso, sino que se realiza
por medio del “descubrimiento” espontáneo:
21
Grossman, Sanford y Stiglitz, Joseph (1976) “Information and Competitive Price Systems”, American
Economic Review 66 (Mayo); Grossman, Sanford y Stiglitz, Joseph (1980) “On the Impossibility of
Informationally Efficient Markets”, American Economic Review 70 (Junio).
“El razonamiento de Grossman y Stiglitz, sin embargo, da por sentado
que Hayek partiera de los supuestos irrealistas del equilibrio de expectativas
racionales. Dado este supuesto, sostienen, los precios revelan información tan
eficientemente que nadie ganaría con la revelación de información privada. Los
agentes individuales simplemente pueden observar los precios y obtener gratis lo
que sería costoso adquirir privadamente. Este free-riding llevaría a la sub-
producción de información en el mercado. Los precios, como resultado,
necesariamente fracasarían en reflejar toda la información disponible.”
“Esta paradoja por cierto desafía el modelo de Stigler de búsqueda de
información como también los teoremas tradicionales de la economía del
bienestar del equilibrio general competitivo cuando son vistos como
describiendo al sistema descentralizado de precios. Pero mucho antes que
Grossman y Stiglitz, Hayek había reconocido que el primer y segundo teorema
del bienestar ni proveían una descripción adecuada de cómo los procesos reales
de mercado coordinan los planes económicos, ni de cómo el entorno
institucional descentralizado del mercado genera consecuencias deseables.
Hayek sugirió que los economistas redirijan su programa de investigación para
poner énfasis en el uso del conocimiento disperso y en el impacto de arreglos
institucionales alternativos en el aprendizaje. La crítica teórica de la economía
del bienestar tradicional, sin embargo, resulta malinterpretada en el análisis de
Grossman y Stiglitz debido a que traducen la opinión de Hayek sobre el
conocimiento disperso al lenguaje de la teoría de la información formal
moderna. Esto deja afuera cuestiones acerca del contexto y de la dimensión
tácita del conocimiento”. (p. 30)
“Si bien Stiglitz, Grossman y Shah admirablemente introducen elementos
realistas en el marco del equilibrio, éste permanece muy primario, impidiéndoles
considerar los temas fundamentales del debate sobre el cálculo socialista. Se
introduce la falibilidad humana en el análisis, pero nuestra capacidad para
adaptarnos a condiciones cambiantes y a aprender de los fracasos, no. La
imperfección humana es introducida en el análisis, pero sólo para ser condenada
por contraste con el equilibrio ideal. El análisis aun adolece de un examen de
cómo los seres humanos imperfectos intentan manejarse en un mundo real de
ignorancia e incertidumbre. Como resultado, obtenemos la bifurcación del
mundo entre un sector privado que obedece a los postulados de las expectativas
racionales mientras que resulta incapaz de manejar el menor desvío del
equilibrio general, y un sector público que, siendo la creación de la imaginación
normativa de los teóricos del equilibrio, puede rectificar los problemas
resultantes ‘como si una mano invisible’. Como en la síntesis neo-keynesiana
anterior de Samuelson, la brecha entre la norma y la realidad es cerrada por el
estado omnisciente” (p. 35)
22
Thomsen, Esteban F. (1989) “Precios e Información”, Libertas Nº 11, Octubre de 1989 (Buenos Aires:
ESEADE).
Información asimétrica
Ejemplo
EL MERCADO DE LOS “LIMONES”
George Akerlof, premio Nobel de Economía 2001, desarrolló este concepto en con un
ejemplo vinculado con lo que en Estados Unidos suelen llamarse “limones”. Es ésta una
forma de denominar a los autos usados de mala calidad, esos con los que uno se lleva
una sorpresa pues los compra sin conocer su verdadero estado, y éste termina siendo
uno realmente malo.
Según Akerlof, el vendedor es quien tiene mayor información sobre el estado del
vehículo pero no tiene incentivos para brindarla. Es más, es probable que enfatice
aquello que no está mal (el modelo, el año), e incluso que exagere o mienta (era de una
vieja señora que no lo sacaba nunca del garaje). El comprador conoce esta circunstancia
por lo que no confiará en lo que le diga el vendedor.
Tiene una información segura de que el 60% del total de los autos de ese modelo en el
mercado con malos y el 40% son buenos. También es cierto que habría un mercado
tanto para autos buenos como para malos, sólo que a diferente precios.
Por un auto malo:
- los compradores están dispuestos a pagar hasta 2000
- los vendedores están dispuestos a vender hasta por 1000
Por un auto bueno:
- los compradores están dispuestos a pagar hasta 4000
- los vendedores están dispuestos por vender hasta por 3000
Como viéramos antes, existe mucho margen para intercambios en cada caso, porque el
precio mínimo de venta que pretende el vendedor es bastante inferior al precio máximo
de compra que estaría dispuesto a pagar el comprador. En el primer caso, entre 1000 y
2000 hay muchos precios que podrían satisfacer a ambos, lo mismo que entre 3000 y
4000 para los autos buenos.
Pero el problema es que el comprador no sabe cuál es bueno y cuál es malo. Entonces
saca las probabilidades de encontrarse con cada uno de ellos y lo que estaría dispuesto a
pagar en cada caso:
¿Existiría aquí un rol para que el Estado tenga una función? ¿Podría acaso informar
sobre la verdadera calidad de los autos usados? ¿O tal vez proveer seguros para aquellos
que no pueden obtenerlo en el mercado debido a estos problemas de información
asimétrica?
Como veremos más adelante, el estado tiene ya sus propios problemas como para
además encargarle que se ocupe de informar sobre el estado de los autos usados.
Pero, ¿es verdad que el mercado, el “orden espontáneo” no aporta ninguna solución?
Soluciones institucionales
Ejemplo
“La existencia de un borracho gritón y molesto es claramente una
externalidad negativa en la vía pública (sin propietario). Atemoriza a los
caminantes pero en tanto y en cuanto no viole ninguna ley no actúan sobre él
incentivos para comportarse. Supongamos ahora que este mismo personaje hace
una aparición en un club nocturno y entonces veremos que ya no será una
externalidad negativa para los demás clientes. Ya no podrá molestarlos y estar
libre de sanciones. Ha sido transformado en una carga financiera ‘interna’ para
el propietario del club. Ya no es cierto que A puede actuar sin ‘tomar en cuenta
los costos que impone a los demás’, porque C, como propietario del
establecimiento tiene el derecho legal para que A tome en cuenta sus
disposiciones, o ser desalojado del lugar si es necesario. En un club privado, las
víctimas (B) de las acciones desagradables de A ya no soportan toda su carga.
Aunque son los que sufren los excesos de A en un principio, les tomará poco
tiempo partir hacia destinos más placenteros. El verdadero perjudicado es C,
quien no sólo perderá ingresos, sino toda su inversión, si llega a conocerse que
su club tolera a sujetos como A”.23
23
Block, Walter; “Public Goods and Externalities; the case of Roads”. Journal of Libertarian Studies.
Spring 1983, p. 8.
24
Hardin, Garrett; “The Tragedy of the Commons”. Science 162. 1968, p. 1245.
“En forma aproximada, la lógica de la propiedad común ha sido
comprendida desde hace mucho tiempo, tal vez desde el descubrimiento de la
agricultura o el invento de la propiedad privada en la tierra. Pero es entendida
principalmente en ciertos casos especiales que no son suficientemente
generalizados. Aún hoy, los pastores que arriendan tierras públicas en las
praderas del oeste demuestran una tal comprensión ambivalente, presionando
constantemente a las autoridades federales para incrementar el número de
ganado al punto que el sobrepastoreo produce erosión. De la misma forma, los
océanos del mundo continúan sufriendo de la supervivencia de la filosofía de la
propiedad común. Las naciones marítimas aún responden automáticamente al
canto de sirena de los “mares abiertos”. Creyendo en los “recursos inexaustibles
del océano”, aproximan a la extinción a especie tras especie de peces o
ballenas.”
Y más adelante:
25
Brailovsky, Antonio Elio & Foguelman Dina; Memoria Verde: Historia Ecológica de la Argentina;
Ed. Sudamericana, Buenos Aires. 1991, p. 56.
Optimo de Pareto
Equilibrio
competitivo
Fracaso del
mercado
Ejercicio
El profesor requerirá a los alumnos que aporten ejemplos propios sobre situaciones
donde se presentan externalidades, tanto sea positivas como negativas, bienes con las
características definidas de los “públicos” o problemas de información, y revisará con
ellos las dos soluciones alternativas posibles: las políticas públicas estatales o las
“institucionales”.
Ejemplos que se pueden analizar:
contaminación ambiental
o una fábrica arroja humo al aire y éste llega hasta las casas de los vecinos
o un navegante arroja al río la basura de su propio consumo
o los vecinos de un barrio dejan la basura acumularse en un lote baldío
salud
o una persona contagia una enfermedad a otra
o una enfermedad es transmitida por mosquitos
sistema financiero
o la caída de un banco contagia otros bancos
la provisión de un satélite para las comunicaciones
la seguridad en un barrio
la promoción turística de un país o de una ciudad
una persona que contrata a un abogado o un médico y no los conoce