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¡Noretta mía! Esta tarde recibí la conmovedora carta en la que me
cuentas que andabas sin ropa interior. El día veinticinco no conseguí las
doscientas coronas sino sólo cincuenta, y otras cincuenta el día primero.
Esto es todo en lo que al dinero se refiere. Te envío un pequeño billete
de banco y espero que al menos puedas comprarte un lindo par de
bragas, te mandaré más cuando me paguen de nuevo. Me gustaría que
usaras bragas con tres o cuatro adornos, uno sobre el otro, desde las
rodillas hasta los muslos, con grandes lazos escarlata, es decir, no
bragas de colegiala con un pobre ribete de lazo angosto, apretado
alrededor de las piernas y tan delgado que se ve la piel entre ellos, sino
bragas de mujer (o, si prefieres la palabra) de señora, con los bajos
completamente sueltos y perneras anchas, llenos de lazos y cintas, y con
abundante perfume de modo que las enseñes, ya sea cuando alces la
ropa rápidamente o cuando te abrace bellamente, lista para ser amada,
pueda ver solamente la ondulación de una masa de telas y así, cuando
me recueste encima de ti para abrirlos y darte un beso ardiente de deseo
en tu indecente trasero desnudo, pueda oler el perfume de tus bragas
tanto como el caliente olor de tu sexo y el pesado aroma de tu trasero.
¿Cómo sobre esta tierra de Dios es posible que ames una cosa como
yo?
8 de diciembre de 1909
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¡Buenas noches, mi pequeña Nora pedorra, mi sucia pajarita folladora!
Hay una palabra amable, querida, que subrayaste para que me
masturbara mejor. Escríbeme más acerca de eso y de ti misma,
dulcemente, totalmente sucia, totalmente sucia.
JIM
9 de diciembre de 1909
Mi dulce sucia pajarita folladora. Aquí está otra nota para comprar bragas
bonitas o ligueros o ligas. Compra bragas de puta, amor, y trata de
perfumarlas con algún suave aroma y de decorarlas también un poquito
por atrás.
Pareces ansiosa de saber cómo recibí tu carta que, dices, es peor que la
mía. ¿Cómo que es peor que la mía, amor? Sí, es peor en una o dos de
sus partes. Me refiero a la parte en la que dices que lo harás con tu
lengua (no me refiero a que me chupes) y en esa amable palabra que
escribiste tan grande y subrayaste, pequeña pícara. Es estremecedor
escuchar esa palabra (y una o dos de las que no escribiste) en los labios
de una chica. Pero ojalá hables de ti y no de mí. Escríbeme una carta
larga, larga, llena de esas y otras cosas acerca de ti, querida. Ahora ya
sabes cómo endurecérmela. Dime las cosas mínimas acerca de ti tan
minuciosamente como sean de obscenas, sucias y secretas. No escribas
más. Deja a cada oración llenarse de sucias palabras y sonidos sin
recato. Son lo más amable de oír y de ver en el papel, porque las más
sucias son las más bellas.
Las dos partes de tu cuerpo que hacen las cosas más sucias son las que
yo más quiero. Prefiero tu culo, querida, a tus tetitas, porque hace cosas
más sucias. Si amo tanto tu coño no es por ser la parte de tu cuerpo que
penetro, sino porque hace otra cosa sucia. Puedo pasar todo el día
acostado masturbándome en la contemplación de la divina palabra que
escribiste, y la cosa que dices quisieras hacer con tu lengua. Ojalá
pudiera oír a tus labios murmurando esas poderosamente excitantes
palabras obscenas, ver tu boca haciendo ruidos y sonidos lascivos, sentir
tu cuerpo agitándose debajo de mí, oír y oler los gruesos sucios pedos
de muchacha ir pop pop fuera de tu hermoso culo de muchacha desnuda
y follar, follar, follar a mi ardiente culo sucio de pajarita folladora por
siempre.
JIM
16 de diciembre de 1909
Eva y Eileen deben dormir juntas. Consigue algún lugar para Georgie.
Quiero que Nora y yo tengamos dos camas para el trabajo nocturno.
Estoy manteniendo y mantendré mi promesa, amor mío. ¡El tiempo vuela,
vuela rápidamente! Quiero regresar a mi amor, mi vida, mi estrella, mi
pequeña Irlanda de ojos extraños! ¡Cien mil besos, cariño!
JIM
Las cartas de amor de 10
personajes históricos: De
Napoleón a Freud
Como podemos verlo en esta pequeña antología, nadie que se haya enamorado de verdad se
ha librado de caligrafiar sus sentimientos más profundos.
POR
MARÍA COPIHUE
El corazón es capaz de hacernos decir, y hasta escribir, cosas que, en otras
circunstancias, podrían sonar ridículas. Pero sólo la pasión amorosa puede, por
fortuna, excusarnos.
Ya no te amo: al contrario, te detesto. Eres una fea, una ingrata, una estúpida, una
desgreñada. Ya no me escribes; ya no amas a tu marido. ¡Sabes el placer que tus
cartas le producen y no le escribes más que seis líneas trazadas al azar!
¿Qué hacéis señora durante todo el día? ¿Qué importantísimo negocio es ese que os
impide escribir a vuestro tiernísimo amante? ¿Qué afecto ahoga y os hace desdeñar
el tierno y constante amor que le habéis prometido? ¿Quién puede ser ese
maravilloso, ese nuevo amante que absorbe todos vuestros instantes, tiraniza
vuestros días y os impide acortaros de vuestro marido? La verdad es, mi buena
amiga, que me tiene inquieto el no recibir cartas tuyas. Escríbeme pronto cuatro
páginas y llénalas de esas amables frases que inundan mi corazón de sentimiento y
de placer. Muy pronto te estrecharé entre mis brazos y te cubriré de besos ardientes
como el clima del Ecuador.
Bonaparte”.
Cuando tú eras mía yo te amaba más por tu genio encantador que por tus atractivos
deliciosos. Pero ahora ya me parece que una eternidad nos separa porque mi propia
determinación me ha puesto en el tormento de arrancarme de tu amor, y tu corazón
justo nos separa de nosotros mismos, puesto que nos arrancamos el alma que nos
daba existencia, dándonos el placer de vivir. En lo futuro tú estarás sola aunque al
lado de tu marido. Yo estaré solo en medio del mundo. Sólo la gloria de habernos
vencido será nuestro consuelo. ¡El deber nos dice que ya no somos más culpables!
No, no lo seremos más.
S.B.”
De Henry Miller
Hace unos meses se publicaron por primera vez las cartas de amor de uno de los
octagenarios más famosos, el escritor Henry Miller, quien a partir de los 70 años de
edad sostuvo un tórrido romance epistolar con la modelo y actriz de 25, Brenda
Venus.
Fue ella quien buscó su dirección y comenzó a escribirle como una admiradora más,
hasta que pasados unos meses se conocieron y, como era de esperarse, el viejo
Miller se volvió a enamorar. Para entonces, el escritor estaba casi ciego y enfermo,
incluso había perdido la memoria y tenía dificultades físicas para escribir.
Sin embargo, la correspondencia superó las 1.500 cartas, de las cuales se han
convertido en el éxito de librería del momento, bajo el título Dear, dear branda: The
love letters of Henry Miller to Brenda Venus,por su estilo, un tanto picaresco,
publicamos aquí solo el comienzo de dos de ellas. La primera corresponde al
período de apogeo del romance; la segunda fue enviada poco antes de su muerte.
Vea tambien: La Guerra de los Mil Días por alguien que vivió para contarla
“12/79
Acabas de irte. Es como si la ciudad hubiera perdido todo su poder eléctrico. Te has
ido. No veré a Brenda por unos días. Debo aprender a vivir sin Brenda. Puedo
pensar, puedo esperar. Te has metido en mi espíritu, en todo mi ser. Eres como los
Navajos, de los que leí en mi juventud, que aparecen silenciosamente y se van sin
hacer ruido.
Solo con mis sueños… No hablo más de mis deseos, ni de mis apetitos. Eres una
pantera vestida de seda y armiño… un ángel eterno de bondad, gracia y luz. H.M.
1/80
No he sido capaz de irme a dormir después de que hablamos esta tarde. Me siento
demasiado feliz, demasiado elevado. No solamente tienes magia en tus manos, sino
en tu voz, en tu mente y en todo tu cuerpo.
Eres algo como para celebrar, como la vida misma. Me acabo de tomar un Valium y
dos aspirinas que usualmente me disponen a dormir (imaginativamente) a tu lado,
preferiblemente en tus brazos, pero no como un fornicador sino como un amante.
Mientras más te conozco, más profundamente crece mi respeto por ti y mi
certidumbre de que todos tus deseos se cumplirán. Y quiero decir, antes que tengas
ochenta o noventa.
De Freud
El padre de los complejos también alfuna evz escribió cartas de amor. Esta fue
dirigida a su esposa Martha Bernays
Mi preciosa amada:
Sólo cuatro letras, que quizás lleguen al mismo tiempo que yo. Me alegro que hayas
renunciado a poner resistencia a mi viaje. ¿Recuerdas aún mi primer cumplido hace
tres años y medio, cuando no sospechabas nada? Te dije que de tus labios caían
rosas y perlas, igual que le sucedía a la princesa del cuento que la única duda posible
era si lo que predominaba en ti es bondad o la inteligencia. Así adquiriste el nombre
de princesita. Y ahora que te conozco bien, no puedo sino corroborar el cumplido,
aptitud tan sólo adivinaba por entonces.
Que las cosas sigan siendo siempre entre nosotros como lo son hoy. Debo dejarte,
querida mía, pues es medianoche. Que el amor y la ciencia jamás abandonen a tu
Sigmund.
De Eloísa a Abelardo
Una de las historias de amor más dolorosas es la de Abelardo y Eloísa, quien a los
18 años fue seducida por él, su maestro, el gran filósofo del siglo XII. Aunque hubo
promesa de matrimonio, un tío de ella, mal informado, lo mandó a mutilar
cruelmente. Abelardo tomó los hábitos y obligó a Eloísa a hacer lo mismo antes que
él. Esta carta de la joven mujer al famoso filósofo es una de las más hermosas
declaraciones de amor.
La carta que has enviado últimamente a uno de tus amigos para consolarlo, mi bien
amado, ha llegado por casualidad hasta mí. Un vistazo sobre los primeros caracteres
me bastó para reconocer de inmediato que era tuya, y puse tanto fervor en leerla
como amor por la mano que la escribió. Quería, al menos, encontrar en sus palabras
alguna imagen del que la ha escrito. ¡Ay! Casi todos los detalles de esta carta
estaban llenos de hiel y amargura, pues sólo contenían el relato doloroso de nuestra
conversión, y de tus cruces continuas, oh, mi único bien.
… Si los retratos de los amigos ausentes engañan dulcemente nuestras miradas, y
suavizan las nostalgias de la ausencia con un vano fantasma de consuelo, cuánta
mayor alegría debemos sentir recibiendo las cartas que nos traen la verdadera marca
del amigo ausente.
Por ese mismo Dios al que te has consagrado, te suplico que me restituyas tu
presencia dentro de lo posible, es decir por medio de La virtud consoladora de
alguna carta. Reanimada de esta manera, me dedicaré con más fervor al servicio
divino. Adiós: Lo eres todo para mí,
Eloísa.”
De Luis XIV
Luisa de Valliiére tenía apenas 16 años cuando el buen mozo rey Luis XIV se
enamoró de ella. Sin embargo, la adolescente sólo sentía sentimientos de culpa
porque el rey se había fijado en ella, y por eso ingresó al convento. Para hacerle la
corte, el rey mandó la mandó sacar de allí dos veces hasta que llegó su nueva
favorita, la Montespan, y Luisa volvió a donde las hermanas Carmelitas.
“A la señorita de la Valliere:
¿Desea usted mi muerte? Dígamelo muy sinceramente, Señorita. Será necesario
satisfacerla. Todo el mundo busca con afán aquello que puede inquietarme. Se dice
que la Señorita no es cruel, que la suerte me ha tratado bastante bien, pero no se dice
que yo la amo y que usted me desespera. Usted posee una ternura que me hace
rabiar. ¡En nombre de Dios, cambie su manera de tratar a un príncipe que se muere
por usted, o bien sea toda dulce o sea usted toda cruel.
El rey. (1664)”
De Neruda
El poeta Pablo Neruda se enamoró por primera vez de Albertina Azócar, a quien le
escribió 111 cartas de amor. Esta es de 1922
“¿Qué cosas contarte, mi Pequeña, para que te diviertas? Es de noche, y estoy
alegre, alegre. Solo en mi casa, que es como una torre llena de ventanas por donde
miro la noche llena de estrellas. No siento el cansancio del viaje, a pesar de lo
accidentado que fue. Pero llegué al fin. Vagué toda la tarde po estas calles que tanto
he visto. Por las afueras, anduve y traje grandes atados de violetas que por lo
hermosas debieran ser para ti. Qué alegría ver este pasto verde, estos cerros oscuros
de las nieblas del atardecer y sentirme yo, yo mismo, libre de tanta tontería. ¡Ah! Si
tú estuvieras, Albertina. Si estuvieras junto a ese brasero que me entibia, si
estuvieras con tus hermosos ojos tristes, con tu silencio que tanto me gusta, con tu
boca que necesita mis besos. ¡Ven Pequeña! O por lo menos piensa en mí.
Uno, dos, tres, cien besos de tu Pablo.”
De Petrarca
El viernes 4 de abril de 1327 en la iglesia Santa Clara, Petrarca vio por primera vez a
Laura de Noves, y desde ese día se enamoró de ella. Se le declaró, según dice la
leyenda, a pesar de que era casada. Ella murió de peste al poco tiempo, en el mismo
día, en el mismo lugar y a la misma hora que Petrarca la contempló por primera vez.
“Laura:
Para llamarla, suspiro la palabra Amor, que está escrita en mi corazón. Es como
comenzar por una alabanza para pronunciar su dulce primera sílaba.
Así su nombre, pronunciado incluso por otros, me enseña a alabarla y a soñar con
usted, digna de todas las adoraciones, de todas las alabanzas. Pero es necesario callar
porque Apolo puede ponerse celoso de una lengua murtal tan presuntuosa, por
hablar sin cesar de este árbol de ramas verdes que se le ha consagrado.
Petrarca”
De Wagner
La correspondencia de Wagner comprende varios volúmenes, y abarca toda su vida
artística, desde las cartas a Minna, su primera esposa, hasta aquellos de sus días de
Bayreuth. Tal vez su gran amor fue Mathilde Wesendouk, casada con uno de sus
discípulos, y fue ella quien al parecer le inspiró Tristán e Isolda”. La siguiente es
una de las cartas que él envió a Mathilde:
Zurich, verano de 1858, martes por la mañana. Sin duda no esperes que deje tu
maravillosa, tu espléndida carta sin respuesta. ¿O es que deberé renunciar, ante la
suprema nobleza de tus palabras, al derecho de contestarle? ¿Y cómo podré
responderte si no es de una manera digna de ti?
Las luchas formidables que hemos sostenido, ¿cómo podrían terminar sino por la
victoria alcanzada sobre todas nuestras aspiraciones, sobre todos nuestros deseos?
Si no me ves en mucho tiempo, entonces… ruega por mí en secreto, ¡porque es que
estoy sufriendo! Pero si voy a verte, puedes estar segura de que llevaré a vuestra
casa lo mejor de mi ser…
Había llegado a ser hasta doloroso mi trabajo de artista porque no existía en mí el
deseo intenso, el implacable deseo de encontrar algo, en vez de esta negociación, de
esta hostilidad, la afirmación de mí mismo…
“Hoy jueves 14 de diciembre de 1780, hace 1400 días, 200 semanas y casi 46 meses
que estamos separados. He recibido sesenta y ocho provisiones por quincenas y cien
cartas tuyas y ésta es la que 114 de las mías. Me gusta con locura ver copias de tu
puño y letra; no puedes imaginar el placer que me da. Nunca olvidaré que, mientras
yo estaba en Italia empezaste a copiar el Celibataire, porque había algunos pasajes
que tú creías que me gustarían. Esta atención tuya la he recordado cien veces lo
menos.
He recibido todos tus envíos. Esta vez, corazón mío, son encantadores y te los
agradezco con toda mi alma: una vela soberbia, un faisán digno de ser presentado a
un comandante de torre, una flor de azahar exquisita y unas confituras selectas…
Sácame de aquí mi buena amiga, te lo suplico con toda mi alma. Por lo menos
envíame mis sábanas cuanto antes, te lo ruego. Adiós mi querida amiga, ámame
tanto como sufro, es todo lo que pido.
Sade
“La próxima vez que te vea te cubriré con amor, con caricias, con éxtasis. Te atiborraré con
todas las alegrías de la carne, de tal forma que te desmayes y mueras. Quiero que te sientas
maravillada conmigo, y que te confieses a ti misma que ni siquiera habías soñado con ser
transportada de esa manera. Cuando seas vieja, quiero que recuerdes esas pocas horas,
quiero que tus huesos secos tiemblen de alegría cuando pienses en ellas”.
2. De Oscar Wilde
“Mi niño,
Tu soneto es encantador, y es una maravilla que esos labios tuyos, rojos como pétalos de
rosa, estén hechos tanto para la locura de la música y las canciones como para la locura de
besar. Tu delgada alma dorada camina en el medio de la pasión y la poesía. Sé que Jacinto,
a quien Apolo amaba con tanta locura, era tú en los tiempos de Grecia. ¿Por qué estás solo
en Londres, y cuándo vas a Salisbury? Ve allá a enfriar tus manos en el Crepúsculo gris de
las cosas góticas, y ven aquí cuando quieras. Es un lugar encantador en el que solo faltas tú;
pero ve a Salisbury primero.
3. De Ernest Hemingway
Salgo en el barco con Paxthe, Don Andrés y Gregorio y estoy afuera todo el día. Luego
regreso con la certeza de que habrá una carta o varias. Y tal vez las haya. Si no hay, estaré
triste y esperaré hasta la mañana siguiente. Pensaré que no habrá nada hasta la noche.
Escríbeme pepinillo, si fuera un trabajo que tienes que hacer lo harías. Es muy duro estar
aquí sin ti y lo estoy haciendo pero te extraño tanto que podría morir. Si algo te pasara
moriría de la misma forma que un animal muere en el zoológico si algo le pasa a su pareja.
Mucho amor, mi querida Mary. Debes saber que no estoy siendo impaciente, estoy
simplemente desesperado”.
4. De Lewis Carroll
Él me dijo: “Cree que sean los labios”. “Por supuesto –dije–. ¡Eso es exactamente lo que
tengo!”. Me miró con gravedad y dijo: “Creo que usted ha estado dando demasiados besos.
“Bueno –dije–, sí le di un beso a una amiga mía”.
“Piense otra vez –me dijo–; ¿está seguro que fue solo uno?”. Lo pensé otra vez y dije: “Tal
vez fueron once”. Así que el doctor dijo: “No le debe dar más hasta que sus labios
descansen”. “Pero qué se supone que haga –dije–, porque mire, le debo 182 más”. Me miró
con tanta gravedad que las lágrimas se le escurrieron por las mejillas y dijo: “Podría
enviarlos en una caja”.
Entonces me acordé de una pequeña caja que alguna vez compré en Dover, y pensé
regalársela a una niña o a otra. Así que los empaqué todos con mucho cuidado. Cuéntame si
llegan a salvo o si se pierde alguno en el camino”.
5. De Balzac
Estoy loco por ti: no puedo unir dos ideas sin que tú te interpongas entre ellas. Ya no puedo
pensar en nada diferente a ti. A pesar de mí, mi imaginación me lleva a pensar en ti. Te
agarro, te beso, te acaricio, mil de las más amorosas caricias se apoderan de mí.
En cuanto a mi corazón, ahí estarás muy presente. Tengo una deliciosa sensación de ti allí.
Pero mi Dios, ¿qué será de mí ahora que me has privado de la razón? Esta es una manía
que, esta mañana, me aterroriza.
Me pongo de pie y me digo a mí mismo: “Me voy para allá”. Luego me siento de nuevo,
movido por la responsabilidad. Ahí hay un conflicto miedoso. Esto no es vida. Nunca antes
había sido así. Tú lo has devorado todo.
Me siento tonto y feliz tan pronto pienso en ti. Giro en un sueño delicioso en el que en un
instante se viven mil años. ¡Qué situación tan horrible!
Estoy abrumado por el amor, sintiendo amor en cada poro, viviendo solo por amor, y
viendo cómo me consumen los sufrimientos, atrapado en mil hilos de telaraña.
Ayer, durante toda la tarde, me dije a mí mismo: “¡Es mía!”. Ah, ¡los ángeles no están tan
felices en el paraíso como yo lo estaba ayer!".
6. De Nathaniel Hawthorne
"Mi querida,
Me gustaría tener el don de hacer rimas, porque a mi parecer hay poesía en mi cabeza y en
mi corazón desde que estoy enamorado de ti. Tú eres un poema. ¿De qué tipo? ¿Épico? Que
se apiaden de mí, ¡no! ¿Un soneto? No; porque es demasiado elaborado y artificial. Tú eres
una especie de balada dulce, simple, alegre y patética, cuya naturaleza es el canto, a veces
con lágrimas y otras con sonrisas, y en ocasiones con una mezcla de sonrisas y lágrimas".
7. De Víctor Hugo
Todavía estoy lejos de ti, pero puedo soñar contigo. Pronto, quizás, estarás a mi lado.
Adiós; perdón por el delirio de tu esposo que te abraza y que te adora, tanto en esta vida
como en la otra".
8. De James Joyce
9. De John Keats
¿Tú temes, a veces, que yo no te quiera tanto como tú lo deseas? Mi querida niña, yo te
quiero siempre y sin reserva. Entre más te conozco más te quiero. De todas las formas
posibles, incluso mis celos han sido agonías de amor. Yo habría muerto por ti. Tú siempre
eres nueva. El último de tus besos siempre es el más dulce; la última sonrisa, la más
brillante; el último movimiento el más elegante.
Cuando pasaste por mi ventana ayer, sentí tanta admiración como la primera vez que te vi.
Incluso si no me quisieras no podría evitar sentir una completa devoción hacia ti: así que
me siento profundamente enamorado al saber que me amas.
Mi mente ha sido las más descontenta e inquieta y se ha puesto sobre un cuerpo demasiado
pequeño. Nunca había sentido que mi mente reposara con absoluta alegría, como me
ocurrió contigo. Cuando tú estás en el cuarto mis pensamientos nunca se van por la
ventana: tú siempre haces que todos mis sentidos se concentren".
10. De Goethe
"No puedo evitar amarte más de lo que es bueno para mí. Me sentiré feliz hasta que te vea
otra vez. Siempre soy consciente de mi cercanía a ti, tu presencia nunca me deja. Adiós a ti,
a quien amo mil veces"