Édgar tenía cuarenta años. Se sentía un hombre feliz. Un día se puso a recordar su vida. Y se preguntó cuales habían sido los tiempos más felices. Se acordó de que entre todos los momentos felices sobresalían los de su primera infancia: estar rodeado del amor de sus padres y parientes, compartir en casa, jugar con sus hermanos y haber empezado a descubrir el mundo y a construir sus sueños. Había sido muy feliz con pequeñas cosas, que siempre habían estado acompañadas de amor y aceptación por parte de su familia. Y se dio cuenta que todos esos momentos felices lo acompañarían para siempre pues ya eran una parte inseparable de su vida. Reflexionemos y compartamos
¿Cuando ustedes fueron niños tuvieron experiencias felices? ¿Qué aprendió de
esas vivencias? ¿Cómo celebramos las festividades familiares? ¿Cómo enseñar a nuestros hijos/hijas a ser felices, sin depender de los demás y sin tratar de dominarlos? Consultemos y debatamos Todos los seres humanos buscamos ser felices y tenemos en nuestra vida momentos de gran felicidad. En especial, en la niñez de todos ha habido grandes momentos de alegría. En esta época de los seis a doce años la alegría de vivir se asocia con la cooperación, con la fraternidad, con la solidaridad, nos produce alegría jugar, disfrutar, compartir con los demás. Y también ayuda enormemente a estar a gusto con la vida, saber que se puede contar con nuestra familia en las buenas y en las malas, sentir la aceptación y el amor incondicional de esas personas que nos importan tanto. Si miramos nuestra vida, nuestros momentos más felices han sido compartiendo con los demás, en especial con las personas que amamos. Debemos permitir que nuestro hijo experimente eso, será la enseñanza más importante que les demos sobre la felicidad. Siempre nos acompañarán durante el resto de la vida esos recuerdos infantiles de felicidad. Nos enseñaron que la vida puede ser bella, que la podemos construir bella. Nos dieron una visión optimista de la vida, nos enseñaron que la vida en grupo nos produce bienestar. Ayuda mucho en la búsqueda de la felicidad, contar con nuestra familia. No solo ayuda la existencia de la familia nuclear sino también de otras personas de la familia extensa. Es muy importante sentir el afecto que circula dentro de la familia y los amigos. De la familia se transmite el afecto fácilmente hacia el vecindario y de éste, a su vez, a la comunidad, al universo, encontrando en este proceso, de manera creciente, una gran felicidad. En ese niño que crece, apoyado incondicionalmente por su familia, ya se está formando un proyecto de vida, aunque sus sueños nos pueden producir risa y cambien cada día, hoy quiere ser bombero o policía, mañana soñará con ser médico, profesora o artista. Pero ahí dentro está creciendo su verdadero proyecto de vida. Esos sueños de infancia son como el andamio que el niño usa para construir los sueños definitivos de su vida. En familia compartimos momentos de felicidad tanto en los días comunes como en los días especiales. Charlamos alrededor de la mesa o nos sentamos en la sala a contarnos las experiencias alegres del día. Asimismo la felicidad se vive también en los días especiales, que podríamos llamar mágicos, cuando celebramos los cumpleaños, las buenas noticias, el finalizar del año escolar. Otro elemento social en la búsqueda de la felicidad lo constituye el centro educativo donde aprendimos las primeras letras para construirnos una visión del mundo cubierta por el optimismo, por la admiración, por el conocimiento y la conciencia de la propia capacidad para transformar el mundo. Los demás también son muy importantes en la búsqueda de la felicidad. En esta fase adquieren un gran relieve los pares, los iguales, los amigos. De un modo especial, aquellos con los que se integra la comunidad de la escuela y con quienes se continuarán las relaciones en el futuro. Nuestra casa debe acoger a sus amigos, a los cuales debemos conocer e invitar para compartir con ellos. También en esta época aparecen otras figuras significativas, además de los pares cercanos: los maestros y los compañeros de clase. En la escuela, los maestros deben trabajar para que el aprendizaje de los conocimientos sea una experiencia divertida. Aprender debe ser siempre una gran alegría. De todas estas figuras significativas, padres, hermanos, familiares, amigos, maestros, se obtendrán ejemplos y palabras estimulantes que durarán toda la vida. Esta experiencia de relacionarnos amablemente y de manera constructiva dejará un sabor inolvidable, un gusto por la existencia que marcará al niño mientras crece, hasta la adultez. Sin embargo, lo que ciertamente deja marcas a flor de piel y en el centro de los recuerdos, con repercusiones en las palabras, en los gestos y en el comportamiento, es el descubrimiento del otro u otra, según el caso. Se obtendrá, pues, la felicidad, ampliando nuestro círculo afectivo, en los encuentros con los demás, especialmente, con aquel o aquella con quienes se generan exclusividades afectivas. La felicidad es compartir ideas y sueños, es realizar proyectos. El niño logrará ser feliz si acepta con éxito a quien tiene en frente y si es aceptado tal y como es, con sus virtudes y defectos. Uno es feliz siendo solidario, compartir puede ser una pequeña fiesta. Recordemos que es muy sabio el refrán que dice: Produce más alegría dar que recibir. Al niño y también a nosotros sus adultos acompañantes, nos producen felicidad sus esfuerzos, experiencias y logros. Le van ayudando a saberse y sentirse una persona plena. Produce felicidad irse desarrollando como persona, sentirse valioso, ser independiente. Debemos propiciar las actividades en familia, jugar juntos, pasear, leer un libro y comentarlo. Y no olvidemos que el adulto feliz es el mejor ejemplo de felicidad que nuestro hijo puede encontrar. Comprometámonos y evaluemos
Aceptemos al niño tal como es, aceptemos su proyecto de vida
Compartamos los días comunes y los días especiales Establezcamos relaciones de reciprocidad genuina con el niño Dialoguemos con el niño, esto es, pongámonos en su situación Tratemos al niño como un interlocutor válido con quien podemos dialogar Amemos a nuestro hijo/hija y demostremos este amor con caricias y palabras Ayudemos a nuestro hijo a buscar sus sueños, los cuales los debemos tomar muy en serio