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La teoría del estado viene a demostrar si existe y como existe el estado en cuanta unidad concreta que actúa en el

tiempo y el espacio. La unidad estatal se halla necesariamente inserta en la conexión total de las condiciones
naturales y culturales de la vida social. El estado es un fenómeno sustantivo dentro de esas condiciones.

Todas las conexiones son naturales y culturales, tienen importancia para el nacimiento y permanencia de la unidad
estatal, aunque la misma es más que una mera función de una y de todas esas condiciones, es algo distinto a ella.

El estado, no puede concebirse separado de la naturaleza, pero no se puede considerar a esta independientemente
de la acción por la que el hombre crea cultura.

Todas las condiciones naturales solo son políticamente eficaces de un modo indirecto a través del obrar humano. El
concepto de naturaleza no debe ser tomado en sentido demasiado estricto, ni tampoco separado del de la cultura. La
naturaleza primaria, virgen de todo contacto con forma humana, no tiene mucha importancia. La naturaleza

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secundaria, entendida como el material físico que presenta el hombre y su tierra en una determinada etapa cultural
sí.

Entre estas condiciones culturales y naturales aparecen de relevante importancia las condiciones geográficas y las que
tienen que ver con el pueblo. La teoría del estado debe ver en ella estímulos u obstáculos para la unidad estatal, pero
la peculiaridad del estado es algo que tiene carácter autónomo frente a ellas.

Condiciones geográficas.

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Los hechos geográficos tienen gran importancia para la vida estatal. A fines del siglo 19 se profundiza este estudio y se
lo llama “Geopolítica”. Aunque no tiene una determinación clara de su objeto, límites y métodos, pretende establecer
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relaciones causales entre la situación geográfica y un estado que caracteriza como organismo espacial.

Los efectos políticos de las condiciones geográficas solo pueden descubrirse de modo indirecto. No se puede hablar
de leyes naturales inmutables-. La actividad estatal no depende de leyes naturales estáticas de la geografía, pues la
tierra nunca es un factor político si no que solo es una condición de la actividad política de la población. La población
puede influir sobre su territorio de acuerdo con sus fines políticos. La situación geográfica ofrece posibilidades y la
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situación geopolítica ofrece realizaciones de esas posibilidades. La situación geopolítica varita con rapidez y facilidad.

El estado no es esclavo de su territorio, ni el territorio puede ser considerado el cuerpo del estado.

El objeto de la geopolítica es la tierra permeada por una organización política. Interesa la parte de la superficie de la
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tierra solo habitada por el hombre. Esta zona, no aparece dividida en campos de fuerzas cerrados, si no que aparece
como un solo campo político de fuerzas que requiere un equilibrio que abarque todo el planeta. Dentro de este
campo de fuerzas total, actúan las individualidades estatales delimitadas, y para cada una de estas, tiene gran
importancia su espacio geográfico propio, respecto a su unidad y peculiaridad.


La unidad del estado tiene su ley propia, y no se constituye únicamente por la comunidad del espacio geográfico, pero
esta es condición esencial de la unidad estatal.

Los habitantes de una misma tierra están sometidos a una relativa semejanza de condiciones de ordenación y vida. El
estado es unidad de territorio, debido que la mayoría de sus disposiciones tienen validez territorial y no personal.

Aparecen condicionados por la peculiaridad de las fronteras rasgos esenciales de los estados. Las fronteras, no
aparecen señaladas por la naturaleza, son determinadas por la acción del estado. Una de las conclusiones de la
geopolítica es que no existen fronteras naturales, sino que son zonas arbitrarias y artificiales, queridas por los
hombres y nacidas de las relaciones de poder y manifestaciones de la voluntad.-

La frontera, corresponde al ideal jurídico de evidencia y precisión, es erróneo sustanciarlas considerándolas como
hechos naturales. La valoración política de las fronteras no tiene que tener carácter absoluto, siempre depende del
grado de civilización de quienes las establecen. Las fronteras formadas naturalmente solo ofrecen protección real
cuando se trata de un estado fuerte. Los estados peninsulares, si no tienen una flota superior se hallan a merced de
vecinos. Las fronteras naturales desempeñan un papel menos importante que el de las fronteras políticas de carácter
nacional.

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De las características geofísicas no cabe deducir las geopolíticas.

La extensión cuantitativa de un estado puede crear la posibilidad de un mayor despliegue de poder, según como sea
las densidad de la población, el carácter del mismo etc.

De la densidad de la población no cabe deducir una conclusión sobre la justificación de pretensiones de espacio, las
necesidades espaciales siempre están en relación con el carácter cultural y económico de la población.

Lo ideal sería para una concentración de los medios políticos de poder, que las fronteras sean de forma circular.

También puede ejercer influjo importante la forma del suelo, la estructura horizontal o vertical del territorio. El
primero, obstaculiza u facilita las comunicaciones estratégicas y la segunda tiene importancia por sus consecuencias
climáticas. La importancia geopolítica del clima se debe a su acción directa sobre los hombres, que puede3 influir de
modo esencial en el desenvolvimiento del estado. Pero el clima también presenta una influencia indirecta debido a su
acción sobre la economía.

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También entraña efectos geopolíticos la riqueza del suelo debido a la actividad económica. Igualmente no es algo
unilateralmente decisivo. Las riquezas del suelo solo pueden estimarse políticamente como una bendición para los
estados fuertes, para los países débiles puede resultar des beneficioso.

Las relaciones del espacio y el estado son importantes, pero no pueden explicar pos si solas ni la unidad ni la
peculiaridad de un estado. Ningún hecho geográfico tiene importancia política con independencia del obrar humano,

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no se puede concebir la unidad partiendo únicamente de las características de su territorio, si no tan solo de la
cooperación de la población bajo las condiciones dadas de espacio.
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Condiciones que se relacionan con el pueblo.
El pueblo como formación cultural.
El pueblo como formación cultural, no desempeño papel de importancia hasta el renacimiento, cuando se liquida el
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orden social estamental y se afianza la sociedad civil. Al tambalearse la forma monárquica de gobierno, se constituye
el pueblo como nación política. A partir de la revolución francesa y en nombre de la soberanía del pueblo y nacional,
el mundo político europeo se ve distribuido de manera diferente y revolucionado.

El pueblo no puede ser considerado una raza natural, tampoco como una formación del espíritu.
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Cada pueblo tiene su propio cuerpo físico que se mantiene mediante la reproducción natural. El pueblo, en su aspecto
natural, es la población. Ningún pueblo tiene una cultura unitaria, todos se formaron de grupos raciales y étnicos
diversos.

Entonces, el pueblo no es una comunidad originaria del tronco racial, pero llega a formar una conexión física de


generaciones. Los hombres unidos por vínculos culturales, crean un aspecto físico unitario, una comunidad de sangre
llamadas raza secundaria o cultural. Esta, se manifiesta más en los movimientos, los gestos y el aspecto, que en datos
que puedan captar las ciencias naturales. El pueblo, engendra la sangre.

El vínculo que une a un pueblo no se constituye por la cadena naturas de las generaciones ni por características
objetivas. En la formación del pueblo influyen la comunidad de origen y de la tierra, el idioma, religión, costumbres,
etc. Pero no es lo determinante ya que la peculiaridad de un pueblo no se revela en todas sus manifestaciones
objetivas y bastan aquellas para determinar la esencia de un pueblo.

Los criterios objetivos implican supuestos y posibilidades de conexión, para que la misma se convierta en realidad
tiene que ser actualizada y vivida subjetivamente. La pertenencia de un pueblo no puede resolverse remitiéndose a
determinaciones según módulos objetivos o físicos. El cambio de pueblo ofrece la prueba de que el mismo no es una
conexión de carácter objetivo a la que el individuo pertenezca de manera univoca y definitiva.

Esta insuficiencia de los criterios objetivos en la determinación del pueblo lleva al intento de determinar el mismo de
manera subjetiva. Se declara que el pueblo es un producto espiritual de los individuos que a él pertenecen, también

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resulta insuficiente ya que priva al pueblo de la realidad al situarlo exclusivamente en la esfera subjetivas de la
conciencia y decisión volitiva.

Aunque la teoría subjetivista no puede ser tomada de manera absoluta, hay que reconocer que el hecho de
pertenecer a un pueblo es algo impreso en el ser, que se basa en lo involuntario y no se puede alterar por un acto
consciente. La conducta no intencionada revela las peculiaridades de los pueblos.

El pueblo es una realidad operante y operada. La pertenencia a un pueblo se constituye por el hecho de que un ser
actualiza esa conexión de modo vivo, dentro de sí mismo. Cuando ello pasa con plena conciencia, la pertenencia al
pueblo implica el representarlo voluntariamente con todas sus características.

El pueblo cultural se convierte en nación cuando la conciencia de pertenecer al conjunto llega a transformarse en una
conexión de voluntad política. Solo cuando un pueblo se esfuerza por mantener y extender su manera propia
mediante una voluntad política relativamente unitaria, se puede hablar de nación. Esta voluntad política no

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necesariamente precisa orientarse hacia la unión en un estado-

Cuando más intensamente un pueblo desarrolle la conciencia de su peculiaridad, puede llegar a constituir una nación.
Muy pocas veces esa nación es capaz de obrar como unidad política y aun en esos momentos la unidad nacional no
coincide con la totalidad del pueblo. El pueblo es una estructura histórica, la conexión del mismo no puede
considerarse como un mero derivado de sus integrantes. Fuera de quienes lo componen no existe pueblo alguno,
pero los integrantes pueden constituir su pueblo bajo las condiciones impuestas por el medio únicamente porque la

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conexión del pueblo históricamente cambiante actúa dentro de ellos. El pueblo muestra permanencia y constituye
una unidad a la que puede imputarse hechos históricos. El carácter del pueblo no puede ser considerado inmutable, ni
es una conciencia ni voluntad que procede siempre de manera unitaria. La peculiaridad del pueblo se halla inserta en
el curso de la historia y nace de un constante intercambio.
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Las naciones no se constituyen hasta la época del capitalismo avanzado, a partir de la Revolución Francesa y el
imperialismo napoleónico y como reacción a este. Las naciones aparecen como las más pujantes fuerzas formadoras
de estados. Las ideas nacionalistas y demócratas liberales contribuyeron a introducción en el concepto de nación el de
unidad política de acción que, solo corresponde al estado. Tuvo importancia decisiva el esfuerzo por identificar pueblo
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con nación y pueblo con estado.

A principio del s 19 se entendía como nación a la clase dominadora por su cultura y propiedad. La voluntad política
relativamente unitaria de esta clase fue equiparada a la voluntad unitaria del pueblo, para la formación de la voluntad
del estado. El pensamiento demo liberal relativizaba, el estado al pueblo y el nacionalismo el pueblo al estado. En
ambos casos se convierte al estado en función de una voluntad solidaria común del pueblo.
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La equiparación de los conceptos de pueblo y nación con las expresiones de soberanía del pueblo, nacional y voluntad
estatal, constituyen confusiones de la teoría del estado. Rousseau sostiene que el pueblo no puede ser representar,
que el por si solo tiene una personalidad capaz de obrar. La teoría del estado no distinguía entre pueblo, nación y
pueblo del estado, confundía el pueblo del estado con el pueblo que forman los ciudadanos, ósea la suma de los que


pertenecen al mismo según el derecho positivo. Con estas confusiones se relativizaba el estado al pueblo.

Los pensadores románticos, elaboran la ficción de una comunidad del pueblo homogénea social y políticamente, con
un espíritu y una voluntad política unitaria, cuyo producto era la unidad estatal.

La realidad del pueblo y nación no revela unidad alguna, más bien un pluralismo de direcciones políticas de voluntad.
Existe siempre, frente a la unidad nacional, un grupo en el pueblo que disiente de ella en los fines o en los medios. Es
inadmisible hablar de unanimidad política. Numerosos antagonismos políticos se producen a causa del aspecto
político que presenta el vínculo clasista y dentro de cada clase.

Hay que oponerse a ambas corrientes, porque han convertido a la legalidad peculiar del estado en una metafísica del
pueblo, por el cual el estado queda reducido a un simple fenómeno de expresión del pueblo democrático o de la
nación romántica. En uno u otro caso se suprime la dualidad del estado y el pueblo y ser deja de lado la autonomía de
lo estatal y la esfera jurídica. No puede aceptarse que el pueblo o nación sean una unidad anterior a la del estado,
muchas veces fuera unidades del estado la que creo la unidad natural del pueblo y de la nación.

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Es absolutamente imposible hacer de la unidad estatal algo relativa, cuya sustancia seria el pueblo. No puede
ignorarse que existen en el pueblo lazos unificadores que constituyen una de las condiciones para el nacimiento y
permanencia de la unidad estatal. Cuanto más fuertemente actué un contenido de voluntad política común, menos
precisada un estado ser unificase por el poder estatal. El pertenecer al pueblo y llegar a integrarse en su unión
depende de las circunstancias histórico sociales, de cuales capaz o clases han adquirido autoconciencia política y se
hallan en condiciones de participar activamente en la vida del estado. Todo estado se encuentra con el problema de
determinar que porción se haya ya realizada como contenido de voluntad común y cuánto debe todavía ser unificado
racionalmente y organizado por medio de la autoridad-

La voluntad del estado no es un producto racional de la organización de la unidad de dominación del estado. Menos
aún es una voluntad unitaria del pueblo que viene a crear con independencia de la organización de dominación del
estado la esencia de lo estatal.

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I. El espacio: las condiciones geográficas de la actividad estatal
• Teoría del Estado como ser vivo

Caracteriza al Estado como organismo espacial, sometido a leyes naturales de la geografía. Pero el
territorio, si bien es importante, no es decisivo para el desarrollo del Estado. El Estado sólo importa en cuanto
espacio habitado y explotado por el Hombre. La zona geográfica cerrada, posibilita y estimula la creación de una

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entidad social-política cerrada. La vecindad actúa uniendo hacia adentro y diferenciando hacia afuera. El Estado
constituye una unidad del territorio debido a que se manda de manera unitaria, aunque el espacio sea discontinuo.
• Fronteras
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Las fronteras políticas no están señaladas decisivamente por la naturaleza, sino que son determinadas por
la acción del Estado, que las determina arbitraria o artificialmente.
La frontera natural ha perdido, en la actualidad, su función de protección y de tráfico, por los avances
tecnológicos. La valoración política de las fronteras no es de carácter absoluto, depende del grado de civilización
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de quienes las establecen.


• Factores geopolíticos influyentes

-Disposición geográfica del territorio del Estado: conveniencia de ubicar el centro de poder en el centro del
territorio, fronteras con forma circular y provincias menos importantes en la periferia.
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-Clima: influye directamente en los hombres y en la población económica.


-Riqueza del suelo: condicionada por la actividad económica de los hombres.
-Extensión: no es factor decisivo ni verdaderamente influyente, mayor extensión no implica mayor


desarrollo.
• El pueblo como formación natural

Pretende relativizar el Estado reduciéndolo a la raza y referir la conducta política a la herencia racial. La
raza natural vendría a ser una comunidad de origen cuyas esenciales características serían hereditarias.
El estudio de las razas adquiere importancia e influjo político, debido a que tal llega a engendrar en las
masas la creencia de que a un aspecto exterior corporal unitario heredado, corresponde un alma racial política
unitaria; esta creencia luego las moviliza y agita. Pero en realidad, la raza no es sujeto de una actividad política o
en general cultural, sino el pueblo. La cultura sólo surge con la mezcla de razas.
En la política interna, se utiliza para legitimar el poder actual de la clase dominante, que se considera
superior y destinada por la naturaleza para mandar, en tanto que el enemigo liberal o socialista es considerado
miembro de la raza oriental que se estima inferior. La creencia racista contribuye a la total destrucción de la
comunidad nacional de cultura y de la unidad política del pueblo.

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La raza no es un hecho de la naturaleza, ni una realidad cultural o una unidad política, sino exclusivamente
una ideología encubridora, nacida a fin de servir a determinadas exigencias políticas.
• El pueblo como formación cultural

Cada pueblo tiene su propio cuerpo físico que se mantiene mediante la reproducción natural. Todos se han
formado de grupos raciales y étnicos muy diversos. Los hombres unidos por vínculos culturales de religión, de
idioma, políticos o de otra índole, llegarán a crear, por medio de matrimonios repetidos, un aspecto físico unitario,
una comunidad de sangre que llamamos raza secundaria o cultural. No es la raza natural la que forma el Estado,
sino el Estado el que forma la raza.
El pueblo es también una realidad operante y operada, y la pertenencia a un pueblo se constituye por el
hecho de que un ser, con la impronta de una conexión espiritual tradicional, actualiza esta conexión dentro de sí
mismo. Cuando ello acontece con plena conciencia, la pertenencia del pueblo implica el representarlo
voluntariamente.

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El pueblo muestra, a través de los cambios, una permanencia y constituye una unidad de acontecer a la
que pueden imputarse hechos históricos.
• Nación

El pueblo cultural se convierte en nación cuando la conciencia de pertenecer al conjunto llega a


transformarse en una conexión de voluntad política. Hasta la época del capitalismo avanzado no se constituyeron

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los pueblos en naciones. Es a partir de la Revolución Francesa, cuando las naciones aparecen como las más
pujantes fuerzas formadoras de Estados.
No puede aceptarse que el pueblo o la nación sean una unidad en cierto modo natural, anterior a la del
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Estado. Es la unidad del Estado la que cultivó y creó la unidad natural del pueblo y de la nación. Con sus medios de
poder, el Estado se encuentra en las mejores condiciones para hacer un solo pueblo, partiendo de pueblos
diferentes por la lengua y la antropología. Estado popular debe entenderse como la absoluta identidad del Estado
con el pueblo políticamente organizado.
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