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Bien, ese día, es el día que advertí porque 3°A era un grupo diferente, que decidí llamar
“SmartClass, en modo inclusión”. Pero, ¿Por qué los bauticé así? (ellos no lo saben) porque
en el preciso momento en que ellos fueron los protagonistas de la clase (trabajo de campo),
y yo su guía se pusieron en “modo inclusión”, ya que sin ninguna intervención (ni por parte
de Romina, ni por parte mía) el curso se colocó en grupo de cuatro a cinco personas, uno
de esos era el equipo de Franco, que enseguida los vi recorriendo el jardín para llevar
adelante la tarea asignada. Romina, su AT, se apartó de la tarea pedagógica y simplemente
permitió que todo fluya. El resto también fluía. Luego de esta experiencia al aire libre, los
chicos tenían que preparar una clase especial para contar los hallazgos y las preguntas
investigables que se habían propuesto responder.
Entonces, nuevamente observo que el grupo se transforma en una “SmartClass, en modo
inclusión” tanto para preparar la lección que darían como cuando expusieron. El primer día
expuso el grupo de Franco y el primero que inició la lección fue él. En ese momento se hizo
un silencio que nunca había escuchado en un grupo de 37 adolescentes. Un silencio de
escucha atenta, de respecto y de grandeza. Sí, porque eso es lo que me demostró este grupo
de 37 alumnos, grandeza pero también un modelo de buenas prácticas.
Luego de seis meses (que fueron sucediendo situaciones similares como la que conté)
compartiendo mi tarea docente, con esta “clase inteligente” puedo decir que es posible (y
no es una utopía) conseguir un aula 100% inclusiva porque lo único que se necesita son recursos
humanos (docentes, acompañantes, familia, maestra integradora, compañeros de clase, etc.), que
en algún lugar tengan su botón donde colocarse (genuinamente) en “modo inclusión”.
Pasando en limpio, ¿qué aprendizajes me deja este grupo, los “SmartClass, en modo
inclusión”?
Que la tolerancia y el respeto en el aula es posible cuando todos aprendamos que las
personas somos diferentes, con nuestras virtudes y defectos y que ahí radica la riqueza del
grupo.
Que es necesario fomentar la participación de las familias porque su ayuda nos puede
servir para crear propuestas realistas y eficaces. Además, es importante mantener una
relación de confianza con ellos, para poder actuar de forma conjunta, mantener una
coherencia educativa y prevenir posibles conflictos. Son un recurso valioso que debemos
cuidar y que nos puede ayudar mucho en nuestro objetivo de crear un aula inclusiva.
Simplemente GRACIAS “3°A, Escuela, Romina y Familia de Franco” por hacer posible
“SmartClass, en modo inclusión”. Ahora sí que puede decir que la inclusión entro a la
Escuela y llegó para quedarse.