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Capítulo 11

HERMENÉUTICA DE LA ACCIÓN
Apropiación para una teología
de la acción humana∗

Daniel de Jesús Garavito Villarreal∗∗

J
PU
Una pregunta recurrente para cualquier perspectiva hermenéutica es
qué significa interpretar. Su profundización conduce a un problema

os
más de fondo: qué significa conocer. La pregunta por el conocer ac­
tiva una tensión entre la interpretación y la comprensión, dado que
ad
el ca­rácter histórico que relaciona el interpretar y el comprender
v
se orien­ta a la reconfiguración de las formas de interpretarnos a nosotros
er

mismos.
es

La pregunta por la relación entre los actos de interpretar,


sr

comprender y analizar propicia el paso a lo que D. Tracy1, inspirado


en H.J. Gadamer2, identifica como conversación. La conversación, como
ho

recurso valioso para la interpretación, redescubre una perspectiva


olvidada de la verdad, cuya base está más en la manifestación que
ec

en la constatación. Este giro en la comprensión se descentra de los


er

enfoques cognoscitivos y cientificistas que basaron la verdad en la


D

conciencia del sujeto. Por eso rescata el papel del objeto en su dinamismo
fenomenológico de ocultamiento y revelación.


Este capítulo se inspira en algunos componentes tratados en la investigación doctoral
del autor, publicada con el título La revelación y la actividad humana: Recepción teológica
de la constitución Dei Verbum en clave hermenéutica de la apropiación.
*
Doctor en Teología, Maestría en Teología, Maestría en Filosofía, Pontificia Uni­ver­
sidad Javeriana, Bogotá; Licenciado en Educación, Especialidad en Ciencias Sociales,
Universidad Libre, Bogotá; Bachiller en Teología, Pontificia Universidad Javeriana;
estudios en Filosofía y Teología, Seminario Juan XXIII, Barranquilla. Profesor in­
tigador de la Facultad de Teología, Pontificia Universidad Javeriana. Correo
ves­
electrónico: garavitod@javeriana.edu.co
1
Tracy, Pluralidad y ambigüedad. Hermenéutica, religión y esperanza, 15-49.
2
Gadamer, Verdad y método, 461-487.

279
el arte de interpretar en teología

La interpretación tiene en cuenta, por los menos, dos pla­


nos de la realidad humana: por una parte, un fenómeno susceptible
de ser comprendido, que funge como qué, hacia el cual se dirige la
in­terpretación. En la otra cara del asunto encontramos al interesa­do
en interpretar ese fenómeno, es decir, quién. La interpretación genera
una tensión entre qué y quién, sin lo cual sería complejo acceder a
la comprensión3.
La interacción entre el texto y el intérprete se asemeja a un
ejer­cicio de conversación; pero las repercusiones de la conversación
no terminan en la reciprocidad del texto con el lector, dado que sus
efec­tos propician una conversación con nosotros mismos. Por tanto,
“comprender es interpretar. Interpretar es conversar”4.
La interpretación consiste es un proceso complejo o paso de la
penumbra del sinsentido a la luminosidad del sentido transformador:
…cada vez que actuamos, deliberamos, juzgamos, comprendemos
o incluso experimentamos, estamos interpretando. Comprender es
in­terpretar. Actuar bien es interpretar una situación que exige una
acción e interpretar una estrategia correcta para esa acción.5
La tensión entre interpretar y comprender posibilita el co­no­
cimiento y su repercusión en la vida de quien realiza este ejercicio. Para
sintetizar lo anterior:
…por interpretación entiendo el desarrollo con sentido y reflejo de
la comprensión espontánea que tenemos de nosotros mismos en
nues­tra relación con el mundo y los otros seres humanos. Lo que la
interpretación agrega a la comprensión consiste en los largos rodeos
por las objetivaciones que constituyen el mudo de los signos, de los
símbolos, de las obras orales y escritas, sin las cuales la comprensión
permanecería oscura y confusa y no se distinguiría del seguimiento.6
Colegimos que la tensión revelación-ocultación-reconocimiento
no es análoga al discurso descriptivo7; tampoco se limita a los lineamientos
y rigideces de un método específico al que pueda reducirse un saber.

3
Ricoeur, Sí mismo como otro, 37-105.
4
Tracy, Pluralidad y ambigüedad, 38.
5
Ibíd., 23.
6
Ricoeur, Fe y filosofía, 191.
7
Ricoeur, Teoria da interpretação. O discurso e o excesso de significação, 83-99.

280
hermenéutica de la acción

Por ese motivo, un tipo de hermenéutica que sea más apropiación que
constatación desconfía de una idea de verdad basada solo en una es­
tructura metódica, explicativa y teórica.
En la crítica a este esquema coinciden Ricoeur y Tracy,
quienes con particulares matices contribuyen al fortalecimiento del ca­
rácter histórico de la hermenéutica8. La crítica no significa exclusión y
desconocimiento de los métodos, como bien lo reconoce Tracy:
Pero antes de entusiasmarse demasiado con la recuperación del
sím­bolo, la metáfora y la narración, habría que ser consciente de que
to­dos esos estudios hermenéuticos están también abiertos al estudio
metódico, explicativo y teórico.9

J
PU
Al tomar en cuenta estos elementos previos que relacionan com­
prender, interpretar, analizar y conocer, paso a mostrar la especificidad

os
de la hermenéutica que se desarrollará en este capítulo. Su fuente de
inspiración es la hermenéutica ricoeuriana, de la que se realiza un
ad
ejercicio de apropiación, con el objeto de proponer una hermenéutica
v
de la acción. Sin embargo, este escrito tiene una pretensión mayor,
er

por lo que intentaré una aproximación a la teología de la acción humana


es

en la mediación de dicha hermenéutica.


sr

El avance hacia el objetivo propuesto tiene tres momentos: el


primero intenta una aclaración sobre qué es eso de la hermenéutica de la
ho

acción. El segundo busca la mostración de cómo opera esta hermenéutica


ec

y cómo el actuar humano se constituye en lugar de revelación de Dios.


Fi­nalmente, el tercer momento tiene como base la aproximación a los
er

constitutivos de una teología de la acción humana.


D

Aproximación a la hermenéutica de la acción


Al tomar en cuenta los momentos que organizan el presente capítulo,
este apartado busca la explicitación del objeto de estudio, es decir, los
com­ponentes básicos que identifican la hermenéutica de la acción. La
inspiración de este enfoque está basada en la complementariedad de dos
momentos evolutivos de la hermenéutica ricoeuriana: la hermenéutica
de la existencia humana y la hermenéutica de la revelación10.

8
Ricoeur, Tiempo y narración, 290-315.
9
Tracy, Pluralidad y ambigüedad, 60.
10
Ricoeur, Fe y filosofía, 191-197.

281
el arte de interpretar en teología

El primer enfoque es cercano a la reflexión filosófica de una


tradición de la que se nutre Ricoeur, proveniente de la corriente del
llamado giro de los lenguajes en J. Austin11, J. Searle12 y L. Wittgenstein13,
entre otros. Esta perspectiva se enriquece con la hermenéutica fáctico-
existencial de Heidegger14 y el aporte de la hermenéutica gadameriana,
que da especial importancia a la tradición15.
En consecuencia, Ricoeur ejerce una función creativa y re­
con­figuradora, al relacionar los lenguajes originarios de la tradición
bíblica con la hermenéutica existencial y el giro de los lenguajes en su
comprensión semántico-práctica.
Debo insistir en que esta reflexión retoma el aporte ricoeuriano
de los componentes explicativos, existenciales y especulativos que
integran la dinámica estructural y semántica de su hermenéutica
filosófica. Y por otra parte traspasa esta frontera, al situarse en el ámbito
del comprender y del sentido simbólico de las narrativas en que se ex­
presan las experiencias y acciones de la comunidad de fe16.
La perspectiva del comprender en que se juegan los lengua­jes
narrativos y de sabiduría ofrece, para Ricoeur, el retorno a las re­ser­vas
de sentido de los relatos y las experiencias de las comunidades de fe.
Estas resignifican y transforman sus vidas en la pro­fundiza­ción de su
experiencia de fe ante los textos de la tradición bíblica.
La relación de la hermenéutica filosófica y la hermenéutica de
la revelación aclara la especificidad y complementariedad de los dos
enfoques, pues
…una cosa es a mi criterio, responder a una cuestión, en el sen­
ti­do de resolver un problema planteado, y otra es responder al
lla­mado del Otro en el sentido religioso que aún he de precisar, es
decir, corresponde a la concepción de la existencia que ese Otro
propone y ofrece como un don.17

11
Austin, Cómo hacer cosas con palabras. Palabras y acciones, 41-52; 139-152.
12
Searle, Intencionalidad. Un ensayo en la filosofía de la mente, 200, 297.
13
Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, Parte I, Nos. 3, 18, 654.
14
Heidegger, Ontología: hermenéutica de la facticidad, 41-132.
15
Gadamer, Verdad y método, 31.
16
Ricoeur, Texto, testimonio y narración, 93-124.
17
Ídem, Fe y filosofía, 192.

282
hermenéutica de la acción

Lo planteado tiene el interés de la configuración de una her­


me­néutica, para que su fin no solo sea la estructura y semántica del
re­lato hecho texto, sino también el carácter performativo y trasforma­dor
del texto18. El encuentro de las dos hermenéuticas es apertura para
el sen­tido práctico del interpretar, en cuanto repercusión en la vida de
quien lo apropia.
En otras palabras, una interpretación que genera transforma­
ción en el acto en que la persona se comprende a sí misma constituye
lo que este escrito identifica como hermenéutica de la acción humana. Esta
hermenéutica es acción si, en el proceso de interpretar un texto o hecho
de la historia, el agente de la interpretación se transforma a sí mismo.

J
El carácter interpretativo de esta hermenéutica es perlocu­

PU
tivo, por lo que relaciona componentes del mundo de la vida con la
her­menéutica de los lenguajes narrativos y de sabiduría de la tradición

os
bíblica. El sentido de los lenguajes de sabiduría pone al descubierto
ad
los límites de los lenguajes argumentativos, porque por medio de la
sa­biduría “cobran vida permanente y actualidad los textos y lenguajes
v
de tradición, es decir, los campos hermenéuticos en que los sujetos con­
er

tex­tuales se interrogan y se perciben para el gran pretexto de ser en el


es

mundo y actuar en el tiempo”19.


sr

La hermenéutica propuesta desde esta perspectiva es un esta­


do de conversión y apropiación al que se ve abocado el intérprete. Es
ho

una forma de vida en cuanto afecta la existencia y exige ser comprendida,


ec

analizada y transformada. Esta hermenéutica constituye interacciones


por medio de las cuales se complementan la explicación y la comprensión,
er

el dar razón y el sentido práctico-transformador. La función del sentido,


D

en este contexto, consiste en el develamiento del carácter aplicado de la


com­prensión y la interpretación, más allá de la usual instrumentalidad
a la que se reduce el actuar humano.
La complementariedad entre el giro semántico-pragmático y el
aporte de las reservas de sentido de los lenguajes bíblicos lleva a que la
her­menéutica de la acción sea crítica y correctiva acerca de las rigideces
de algunas comprensiones. La hermenéutica de la acción hace del actuar
humano un lugar de interpretación a semejanza del texto escrito. Es una
apertura al juego polifónico de los discursos y las acciones.

18
Ídem, Del texto a la acción, 127-241.
19
Parra, Libertad y esperanza. A Gustavo Gutiérrez por sus 80 años, 197.

283
el arte de interpretar en teología

Lo novedoso de esta hermenéutica está en que la inter­


preta­­ción del actuar humano es un ejercicio análogo al que realiza el
intérprete ante el texto escrito. Así como el texto proyecta un mundo
que transforma la vida del lector, algo parecido ocurre con las acciones
hu­manas susceptibles de ser reinterpretadas en el presente20. Tanto los
textos como las acciones constituyen praxis transformadora, puesto que
los lectores y actuantes reinterpretan y configuran su existencia de­lante
de ellos. Ambos proyectan un potencial perlocutivo de apertura y trans­
formación del mundo21.
El acto de comprenderse ante el texto es una experiencia
que afecta la vida personal y social, pues va más allá de una dinámica
de conciencia o de análisis estructural. Acaso ¿no es esto lo que ocurre
cuan­do el creyente en persona o comunitariamente se pone ante un
texto bíblico?22 El mundo del texto revela y reconfigura la comprensión
de sí y de la comunidad de fe a la que pertenece el creyente. Por tanto:
…una hermenéutica de la revelación debe dirigirse prioritariamente
a las modalidades de lenguaje de una comunidad de fe y a las ex­
pre­siones por las cuales los miembros de la comunidad interpretan
originalmente su experiencia para sí mismos y para los otros.23
La hermenéutica de la acción es una hermenéutica de la apro­
piación, en el sentido de que toma como categoría central el mundo
del texto, por medio del cual el lector interpreta y transforma su vida,
teniendo en cuenta la “manifestación del mundo por el texto y por la
escritura”24.
La hermenéutica de la acción correlaciona el texto bíblico, el
proceso de interpretación, la comprensión y la tensión contextual. Por
una parte, esto revela lo que hay detrás del texto; pero en otro sentido,
hace ver la realidad histórica delante del texto. El texto es acción en
la medida en que es acontecimiento o huella para la comunidad en la
que se inscribe. Esta fijación de la acción es un fenómeno análogo al

20
Ricoeur, El discurso de la acción, 9-28.
21
Ídem, Hermenéutica y acción. De la hermenéutica del texto a la hermenéutica de la acción,
47-74.
22
La Coque y Ricoeur, Pensando bíblicamente, 257-286.
23
Ricoeur, Fe y filosofía, 149.
24
Ibíd., 155.

284
hermenéutica de la acción

sentido de lo que ocurre con la apropiación del texto. Así como el texto
se independiza y adquiere autonomía respecto de su autor, la acción
también gana independencia respecto del agente que la realiza.
Una acción se inscribe y deja huella cuando su aconte­cer sig­
nificativo es apropiado y compartido por una comunidad a semejanza
de un texto escrito. Sin esta apropiación sería imposible la emergencia
y constitución de las instituciones que entretejen la sociedad25. Estas
re­flejan el carácter complejo de las acciones humanas, en el sentido de
que su identificación no es referida tan solo a la particularidad de un
ejecutante, sino que por otra parte consolidan la independencia y neu­
tralidad.

J
PU
Según lo planteado, la hermenéutica de la acción entra en el
marco de los lenguajes del mundo de la vida y de la experiencia de fe.
Es apertura a la polifonía de los discursos y lenguajes de la tradición
os
bí­blica, para iluminar la presencia histórica de Dios en la mediación del
ad
actuar humano. Lo fundamental de esta hermenéutica, para la teolo­
gía, consiste en centrar, en el actuar humano, el lugar de revelación de
v
er

Dios. Con esto retoma la mediación de Jesucristo, Dios hecho hombre


y modelo de praxis para la comunidad de fe.
es

La teología que se inspira en esta hermenéutica tiene en cuenta


sr

fundamentalmente que la acción humana es lugar de revelación de Dios


ho

y dinámica histórica de salvación. Esta relación entre la revelación y el


actuar humano, mediada por la hermenéutica de la acción, será el hilo
ec

conductor para los siguientes apartados, con miras a proponer una


er

teología de la acción humana.


D

la revelación y la actividad humana


Si se tiene en cuenta lo desarrollado en la primera parte, para mostrar los
rasgos distintivos de la hermenéutica de la acción, el segundo apartado
se ocupará de la manera como esta hermenéutica favorece la apropiación
de sí de la persona, los signos exteriores del contexto histórico-cultural
y los lenguajes de la tradición bíblica26. Esto implica continuar con la
pro­fundización de la reciprocidad de la hermenéutica de la existencia
y la hermenéutica de la revelación.

25
Ibíd., 180.
26
La Coque y Ricoeur, Pensando bíblicamente, 257-286.

285
el arte de interpretar en teología

La relación de las dos hermenéuticas desde una intenciona­


lidad teológica llevará a que en su investigación se profundice la
relación entre el actuar de Dios y las acciones humanas, es decir, la expli­
citación del carácter práctico y transformador de la divina revelación
como acontecer histórico. Esta comprensión asume que, en el acto de
nombrar a Dios, el acontecimiento tiene un sentido primordial, ya que el
ves­tigio de Dios está en la historia antes que la palabra. La significación
de la acción de Dios como hecho histórico denota que “la palabra es
se­gunda, en tanto confiesa la huella de Dios en el acontecimiento”27.
Lo anterior no resta importancia a la palabra, pues sin ella
los hechos se tornarían insignificantes e incomunicables. Por eso, esta
contribución atiende al sentido correlacionado al que apela la cons­
titución Dei Verbum:
El plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente
ligadas; las obras que Dios realiza en la historia de la salvación
manifiestan y confirman la doctrina y las realidades que las palabras
sig­nifican; a su vez, las palabras proclaman las obras y explican su
misterio. (DV 2)
Esto corresponde a un sentido profundamente evangélico que
reconoce en la Sagrada Escritura la fuente y alma de la teología (DV 24).
La teología que se sirve de la mediación hermenéutica en los
tér­minos propuestos para realizar una acción interpretativa no solo con­
siste en un ejercicio analítico sobre la organización de las palabras en
la estructura semántico-lingüística de un texto. Sin duda el componen­
te exe­gético es importante porque permite hacer claridad sobre los
sedimentos de la tradición. Además, ayuda a la reconstrucción de la
mentalidad en que se sitúa el autor o la comunidad que configura
la obra; pero más allá de este central componente, la teología requiere
de otro paso interpretativo sobre los textos, ya no como palabras de una
estructura gramatical, sino como discurso y apertura histórica que entra
en diálogo con los contextos de cada época.
Descubrir estos planos de compatibilidad entre lo humano y
lo divino nos sitúa de cara a la historia (hechos y palabras) que –se­gún
la Dei Verbum (No. 2)– es el escenario en el que Dios se autocomu­nica.
Sin embargo, ¿qué comprensión de historia facilita en la hermenéutica

27
Ricoeur, Fe y filosofía, 96.

286
hermenéutica de la acción

de la acción la apropiación de la autocomunicación de Dios en la


mediación del actuar humano?

La historia para la hermenéutica de la acción


La comprensión de historia como base de la hermenéutica de la acción
no se limita a un asunto de percepción lineal, es decir, a la evocación de
unos datos del pasado y su organización cronológica en una estructura
de tiempo. La comprensión se orienta más bien hacia una experien­cia de
autointerpretación de la persona, en la que contar lo acontecido no está
al margen de lo que se cuenta de sí mismo (narrativa).

J
La relación con el mundo, bajo este enfoque, no se entiende co­

PU
mo una realidad externa, o sea, como una especie de relación asincrónica
de un sujeto que conoce y un objeto que se deja conocer, sino la compren­

os
sión de historia aquí es más biográfica y autoimplicativa. Además de
que sig­nifica el acto de comunicar la causalidad de los hechos externos,
ad
tiene en cuenta que lo contextual pasa por la experiencia situada de los
v
hombres y mujeres en su condición personal y comunitaria.
er

Es la historia en la que los humanos están autoimplicados y


es

comprometidos. Por eso, desde su experiencia creyente y compartida,


sr

asumen los lenguajes bíblicos como narrativos, testimoniales y de


sabiduría. Este enfoque narrativo en que el creyente cuenta y compar­
ho

te su experiencia de Dios como historia de salvación, conduce a que el


ec

sentido de la fe cristiana no se reduzca al ámbito especulativo, “pues


ella se define también por relación con los aspectos históricos, prác­
er

ticos, vivos, operativos, situados y situacionales de los compromisos


D

ineludibles de la fe histórica”28.
Esta comprensión de historia no termina en los hechos des­
critos y recopilados a la manera de datos. Su centro está en el testimo­
nio29 de quien narra. Más que una descripción de los hechos como
ejerci­cio de constatación (history), la historia sobre la cual se constituye
la her­menéutica de la acción es compatible con lo que Ignacio Ellacuría30
y Paul Ricoeur31 identifican como historicidad. Esto quiere decir que

28
Parra, Textos, contextos y pretextos. Teología fundamental, 95.
29
Pié-Ninot, La teología fundamental, 335.
30
Ellacuría, “La historicidad de la salvación cristiana”, 323-372.
31
Ricoeur, Tiempo y narración, 9-34.

287
el arte de interpretar en teología

quien cuenta el relato se cuenta a sí mismo, pues la historicidad implica


el acto de hablar de sí mismo32 (story).
[Esta comprensión ocurre] …si es que el interrogar la historia no es
asimilación neutra de hechos pretéritos objetivamente verificables,
sino afán de averiguar cómo nosotros mismos, integrados como
estamos en los procesos del acontecer histórico, podemos llegar a
apre­hender nuestra propia existencia, esto es, a lograr una clara vi­
sión de las posibilidades y necesidades de nuestro propio querer.33
La historia en clave narrativa es medio para que los creyentes
caigan en la cuenta de lo siguiente:
Dios se revela al hombre en su propia vida: entrando en ella, con­
figurándola, dándole sentido. Y hay cosas de la revelación, bien for­
mulada y explicada, que no acabamos de comprender hasta que se
hacen un pedazo de nuestra vida. Entonces vemos que no son pura
doc­­trina, meras palabras, sino palabras poderosas y salvadoras.34
Con este giro en la comprensión de la historia, la revela­ción
tiene un lugar central en la mediación del actuar humano y favorece
el paso de la interpretación del texto a la interpretación de la acción
humana. De esta manera, la hermenéutica de la acción en clave históri­
co-narrativa puede ejercer un papel correctivo de la instrumentalización
a la que ha sido proclive la actividad humana en cierta comprensión
teológica.

La acción humana como lugar de revelación


A la hermenéutica de la acción bajo una finalidad teológica le interesa
la comprensión e interpretación de la praxis cristiana35 y su inciden­­
cia en el contexto general de la praxis36. Se enfoca en la cuestión de
cuál es el significado de la revelación para la comprensión y ejecución
del ser humano como ser de praxis. La profundización de este asunto
facilita la integración de los actos humanos, pues intenta la superación

32
Bultmann, Jesús. La desmitologización del Nuevo Testamento, 9.
33
Ibíd., 13.
34
Alonso Schökel y Artola, La Palabra de Dios en la historia de los hombres. Comentario
temático a la constitución Dei Verbum, 205.
35
González, Teología de la praxis evangélica, 70 -111
36
Ídem, Estructura de la praxis, 110-145.

288
hermenéutica de la acción

de ciertas jeraquizaciones que tienden a poner unos actos por enci­


ma de otros.
Si consideramos que todos son actos –los cognitivos, los teó­
ricos, los prácticos, los sensitivos, los económicos, entre otros–, se
superaría la jerarquización entre ellos y las posibles escisiones cuando
hablamos de actos internos, externos, intencionales o pasivos.
En caso de que no impere la comprensión jerárquica de los
actos se facilita la distinción del actuar respecto del hacer, que pudo
ser una de las confusiones en algunos saberes modernos. Dejar ver
esta confusión que sitúa el hacer en el lugar de los actos humanos, y
su­­perarla, será quizás uno de los mayores logros de la hermenéutica

J
PU
de la acción inspirada en Ricoeur.
La acción como resultado de una praxis extrínseca (hacer), aun­

os
que es lo que se percibe, sobrepasa lo que aparece a los ojos como un
hacer manual (poiésis). Por esta razón, la búsqueda de un correctivo de
ad
la tendencia actual a comprender la praxis como un recurso aplicado
v
exige la profundización del acto humano respecto de la intencionalidad
er

del agente que lo ejecuta.


es

La profundización de la acción desde un plano integrado po­


sr

sibilita una hermenéutica en clave de acción37. Esta hermenéutica transita


del mundo del texto al contexto de la acción, pues “acción y agente per­
ho

tenecen a un mismo esquema conceptual, que contiene nociones ta­les


ec

como circunstancias, intenciones, motivos, deliberaciones, movimien­to


voluntario o involuntario, pasividad, restricción, resultados desea­
er

dos, etc”38.
D

El paso a la interpretación que asume las acciones humanas


con criterios análogos a los que se emplean para interpretar un texto
es­crito ponen al descubierto los vínculos y componentes que articulan
el actuar humano. Esto relaciona el qué de lo que acontece externamente
con el quién de lo que se hace acontecer motivado por la intención de la
per­sona. Es decir, relaciona dos contextos aparentemente distintos, pero
situados en la base del acto humano: la exterioridad del acontecimiento
y la actuación motivada por la intención del agente de la acción.

37
Ricoeur, Sí mismo como otro, 75.
38
Ibíd.

289
el arte de interpretar en teología

Al ser coherentes con lo planteado, quizás sea conveniente


tener en cuenta algunas precauciones teológicas frente al énfasis en la
intencionalidad de los actos en que caen algunos enfoques y paradigmas
modernos, y recordar que Dios no solo actúa en lo intencional de la
voluntad sino también en las distintas esferas de la vida, incluso en
la pasividad. Dios está tan extendido y compenetrado con nuestras vi­
das, que asemeja una especie de atmósfera que nos cubre39.
En otras palabras, la acción humana no solo vale por la intención
con la que se realiza, pues incluso la menor de ellas está colmada de
Dios. Captar esta articulación de la experiencia humana y el mundo co­
mo lugares de revelación de Dios no constituye una labor exclusiva de
la conciencia. La actividad sintetiza los componentes fraccionados de la
vida humana, los cuales sin excepción son reflejo de la acción gratuita
y amorosa de Dios. Por eso, “Dios es accesible, inagotablemente, en
la to­talidad de nuestra acción […]. La conjunción de Dios y el mundo
acaba de realizarse ante nuestros ojos en el campo de la acción”40.
La pasividad “significa sencillamente que todo cuanto en
nosotros no se realiza por definición, se siente”41. En este contexto
experimentamos y reaccionamos, pero sin tener el control total de ello,
pues hay algo más profundo en nuestro sentir que la conciencia que
nos hace autónomos.
Lo planteado tiene profundas repercusiones para la teolo­gía,
por lo que la acción de Dios en relación con la actividad humana su­
pera las comprensiones escindidas que usualmente diferencian existencia
de experiencia, teoría de praxis y contingencia de trascendencia.
La revelación es mucho más que cualquiera de esos intentos aislados
de comprensión:
…tanto el espíritu como la materia, y tanto lo empírico como lo
existencial, seguirían siendo partes de la creación […]. Tanto la exis­
tencia humana como las realidades empíricas pertenecen al mundo
creado, y no se ve por qué la posibilidad de una presencia de Dios
se ha de circunscribir unilateralmente al sector existencial de ese
mundo.42

39
De Chardin, El medio divino, 18.
40
Ibíd., 38-39.
41
Ibíd., 52.
42
González, Teología de la praxis evangélica, 31.

290
hermenéutica de la acción

En otras palabras, “por ello el término Dios no se deja com­


prender como un concepto filosófico, sea el ser en la filosofía medieval
o en el sentido de Heidegger. La Palabra Dios dice más que el término
ser…”43.
La revelación y su relación con la actividad humana con­­tri­bu­
yen a la recepción teológica de lo que significa que Di­os se revele en la
actividad humana. Esto sintetiza “el encuentro de Di­os con el hombre
en la estructura de la existencia humana, cuando el hom­­bre pone en
marcha su propia existencia: experimentando, co­no­ciendo, juzgando,
deseando, decidiendo, actuando”44.
En consecuencia, para la hermenéutica de la acción, el actuar

J
PU
humano es un potencial de sentido y realización, soportado por la ex­pe­
riencia histórica como apropiación y como contexto de la presencia del
misterio de la revelación. Dios es siempre acto que está presente en la
os
historia humana por medio de los actos que la integran. Esto significa que
ad
…cuando el hombre logra descubrir en todo eso la acción creadora
v
de Dios, que lo sustenta para que se realice; cuando percibe ahí
er

la libertad divina, que amorosamente lo va empujando hacia la


es

auten­­ticidad; cuando escucha ahí la palabra de amor que lo llama,


en­­tonces está aconteciendo la revelación.45
sr

La revelación “en definitiva, es el integral y último llegar a


ho

sí mismo del ser humano a partir de su contacto con Dios”46. El carácter


de la revelación así entendido por la mediación de la hermenéutica de
ec

la acción tiene repercusiones prácticas para el creyente, pues “cuanto


er

más pleno es el significado humano, más plena la significación divina […].


D

La revelación se abre así en todo su realismo, que es simultáneamente


ac­ción de Dios y realización humana”47.
[La revelación] es la comunicación de la intimidad de Dios a la
in­ti­midad del hombre, que el hombre descubre en sí mismo, es decir,
históricamente, y la expresa con lenguajes propios del ser huma­no,

43
Ricoeur, Fe y filosofía, 98-99.
44
Baena, Fenomenología de la revelación. Teología de la Biblia y hermenéutica, 37.
45
Torres Queiruga, Repensar la revelación. La revelación divina en la realización huma­­­
na, 217.
46
Ibíd., 220.
47
Ibíd., 248-249.

291
el arte de interpretar en teología

con el testimonio y el discurso, explicándola según su cultura y su


propia época.48
La revelación viene al hombre en el hombre, pero a la vez el
hombre llega a sí mismo en su realización humana. Es una acción diri­
gida desde la gracia a la salvación del ser humano, cuya consolidación
se logra con el compromiso y las acciones hacia la constitución del Rei­
no de Dios. El Reino lleva a que vivamos el actuar personal al mo­do
de actuar de Jesús y, cuando se ama como Jesús, el Reino acontece49.
El actuar humano en cuanto concreción del Reino de Dios no niega su
gratuidad, acogida y eficacia. Por eso quien acoge en su vida el amor
gratuito de Dios, manifestado en las obras de Jesús, lo hace presente en
las acciones concretas50.
En síntesis, este apartado dedicado a mostrar cómo opera la
hermenéutica de la acción como base de una teología de la acción re­
la­ciona la acción de Dios con el actuar humano. En este empeño se ha
profundizado el sentido de la revelación en la historia, la comprensión de
historia que subyace a esta hermenéutica y la narrativa como mediación
de un discurso de implicación y compromiso del creyente.

apropiación teológica
La mediación interpretativa de la hermenéutica de la acción abre para
la teología las zonas de sentido de la revelación en el contexto de la
actividad humana. Esta hermenéutica contribuye a la relación de tres
momentos de la historicidad de la salvación cristiana: la comprensión
y profundización del anuncio del mensaje evangélico; la interpretación
de los contextos en la tensión con los textos; y la pregunta por su
incidencia transformadora, en cuanto apropiación del creyente.
Este proceso de apropiación es clave para la teología de la
ac­ción porque la sitúa en la complementariedad entre la teología de
la Palabra y la teología de la historia. Mientras la primera asume y
reinterpreta las fuentes de la tradición cristiana, la segunda en cambio
se centra en la pregunta por la acción de Dios en la mediación de las
dinámicas histórico-sociales.

48
Baena, Fenomenología de la revelación, 30.
49
Junges, Evento Cristo e ação humana, 116-117.
50
Ibíd., 114-117.

292
hermenéutica de la acción

Para la fe cristiana, el actuar humano constituye un escena­rio


histórico permeado por Dios en la medición de Jesucristo. Es Cristo
quien revela el misterio de la autocomunicación de Dios como historia
de salvación. Esto significa que, en Cristo, Dios es siempre acto que
está presente en la historia humana mediante los actos que la integran.
En consecuencia, es inconcebible que –bajo esta perspectiva de la teo­
lo­gía de la acción humana– haya el mínimo sesgo de incompatibilidad
entre la historia humana y la historia de salvación.
La hermenéutica de la acción como base de una teología de la
acción humana asume su carácter histórico. Esto significa que la com­
prensión de revelación en la cual se basa la teología de la acción huma­

J
na es profundamente evangélica: “Todo cuanto hagáis, de palabra y

PU
obra, hacedlo todo en el nombre del señor Jesús, dando gracias a Dios
Padre por medio de él” (Col 3,17).

os
Esto constata el carácter mediado del actuar de Dios, “pues el
ad
mismo Dios que dijo del seno de las tinieblas brille la luz la ha hecho brillar
en nuestras mentes, para iluminarnos con el conocimiento de la gloria
v
er

de Dios, que brilla en el rostro de Cristo” (2 Co 4,6).


es

Por tanto, si la acción humana es lugar de encuentro entre lo


divino y lo humano, esto significa que la labor primera de la teología
sr

de la acción humana será la explicitación de qué significa para la fe


ho

cristiana que la acción humana sea el lugar de autocomunicación de Dios


(GS 33-39). Vista de esta manera, la teología de la acción es cristocén­
ec

trica –no cristomonista–, porque posibilita caer en cuenta de que “esta


er

presencia divina e interior de Dios descrita como la situación existencial


D

de la presencia próxima y absoluta de Dios a los hombres por Cristo, transforma


la conciencia del hombre, y más que la comunicación de un contenido
aislado concreto, es la modificación de su horizonte último”51.
Lo anterior refleja el desentrañamiento de cómo alguien
trascendente y absoluto como Dios puede ser comprendido como praxis
histórica concreta, es decir, en la mediación de la contingencia humana.
En Cristo, Dios encarna su acción amorosa y misericordiosa, por la cual
la humanidad comparte la gracia del amor (Ef 2,1-9).
El amor es la praxis de la autocomunicación de Dios en Cristo,
con miras a la constitución del Reino de Dios: “Cristo estableció en la

51
Pié-Ninot, La teología fundamental, 266.

293
el arte de interpretar en teología

tierra el Reino de Dios, se manifestó a sí mismo y a su Padre con obras


y palabras, llevó a cabo su obra muriendo, resucitando y enviando al
Es­píritu Santo”52.
La comprensión del sentido performativo de la encarnación
de Dios en Cristo53 exige una labor de anuncio y compromiso para el
cristiano. Su compromiso se orienta a “llevar el Evangelio a todos los
que sufren necesidad en el mundo, no solamente con la palabra sino,
so­bre todo, con una praxis de liberación”54.
La praxis cristiana, como inspiración de la encarnación del
Dios hecho hombre en Cristo, confirma la base e identidad de la teolo­gía
de la acción humana: la compatibilidad de la revelación y la acción humana.
Esta sintonía de la revelación con el actuar humano constituye, para el
creyente, el principal dinamismo de la historia, pues “la historia hecha
por los hombres es la materia que Dios utiliza para realizar la historia
de la salvación, y al hacer esto, revelarse: la acción salvífica de Dios se
revela convirtiéndose en historia y se convierte en historia revelándose”55.

Identidad de la teología de la acción humana


La compatibilidad de la acción humana con la historicidad de la sal­
vación reafirma que el lugar de inspiración de la teología de la acción
es la realidad histórica, ámbito mediante el cual la fe cristiana ejerce su
acción transformadora. El epicentro de esta teología lo constituye la
gracia revelada en la fe, la cual se convierte en la acción y compro­miso
del cristiano. ¿Acaso no es esto lo que constatamos en el Evange­lio
cuan­do plantea el sentido de las obras de Cristo?
Juan, que en la cárcel había oído de las obras de Cristo, envió a sus
discípulos a preguntarle: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos
esperar a otro?” Jesús les respondió: “Id y contad a Juan lo que
oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan
lim­pios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los
pobres la Buena Nueva”. (Mt 11,2-5)

52
Concilio Vaticano II, “Constitución dogmática Dei Verbum sobre la divina revela­
ción” 17.
53
Castillo, La humanidad de Dios, 62.
54
Schillebeeckx, Los hombres: relato de Dios, 278.
55
Ídem, Revelación y teología, 97.

294
hermenéutica de la acción

La teología de la acción va apropiando y concretando his­tó­


ricamente este compromiso que irradia el Evangelio para el cristiano:
…el trabajo teológico consistirá en mirar cara a cara esos cues­tio­
namientos que se le presentan como signos de los tiempos y, a la
vez, discernir en ellos a la luz de la fe el nuevo campo hermenéutico
que se le ofrece para pensar la fe y para hablar de Dios dicente a las
personas de nuestro tiempo.56
La teología de la acción busca fundamentalmente hacer pre­
sente el sentido del lenguaje y la praxis como don revelado57, ya que el
lenguaje de la revelación tiene repercusiones en la vida de los seres
hu­manos, “pues viva es la Palabra de Dios y eficaz, y más cortante

J
PU
que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta la división del alma
y el espíritu, articulaciones y médulas; y discierne sentimientos y pen­
samientos del corazón” (Hb 4,12-13).

os
Las acciones humanas desde la fe cristiana fungen como tes­ti­
ad
monio y compromiso, por lo que reflejan en el don recibido un actuar
v
fundante que expresa su sentido transformador en las distin­tas esferas de
er

la actividad humana. Para el teólogo de la acción, este compromiso tiene


es

repercusiones personales y sociales, más allá de las meras mediaciones


sociopolíticas.
sr

El cristiano en la fe recibida experimenta un efecto de diafanía


ho

mediante el cual se percata de que las energías y el poder que lo mueven


a la transformación personal y comunitaria le vienen de la gratuidad
ec

del amor de Dios. Esta gracia envuelve el misterio de la revelación y


er

so­brepasa toda posibilidad del actuar humano58, pero paradójicamente


D

se hace humano para ser captado.


La tarea de esta teología comprometida con el actuar huma­no
como lugar de manifestación de Dios se concreta en “la relación entre
teoría y praxis, entre la inteligencia de la fe y la práctica social”59. Esta
relación tiene un efecto que deja ver el acto transformador de Dios en
los hechos de la historia humana. Es la concreción del acontecer humano
transformado desde la fe en historia de salvación.

56
Gutiérrez, La densidad del presente, 91.
57
Parra, “De camino a la teología de la acción”, 129-131.
58
Tracy, A imaginação analógica. A teologia cristã e a cultura do pluralismo, 70-71.
59
Metz, Teología del mundo, 146.

295
el arte de interpretar en teología

La praxis así entendida transforma la vida de los hombres


y mujeres, quienes con las acciones testimonian sus convicciones más
pro­fundas60. Toda praxis de fe con repercusión social constituye una
acción sobre sí misma, por la cual el cristiano experimenta la presen­cia
de Dios que lo transforma. Si bien el compromiso requiere conversión,
no hay conversión sin compromiso, pues la praxis cristiana auto­trans­
for­ma al transformar.
Hacer una teología como la que se presenta en nuestro aporte
implica un compromiso y decisión análoga a la que tomó Metz en el
contexto de la segunda Guerra Mundial, cuando planteó que después
de Auschwitz era imposible seguir haciendo la misma teología. De cara
a nuestro contexto colombiano, esto nos reta también a plantearnos la
im­posibilidad de hacer teología de espaldas a un compromiso social que
nos lleve a teologizar las prácticas y contextos de violencia, de injusticia
y deterioro de la dignidad humana.
En tal sentido, ¿no son estas las acciones injustas a las que his­
tóricamente se han visto sometidos grandes sectores de la población
colombiana?61

La verdad como transformación


Hacer teología de la acción implica entonces afrontar el problema de
cómo identificar la acción de Dios como historia de salvación en esos
contextos de negación del ser humano. Esto quiere decir que la teología
de la acción debe ocuparse del reverso de la historia, porque también,
en estos escenarios de negación de la vida, Dios está padeciendo en el
rostro sufriente de los desvalidos. En otras palabras, la teología de la
acción tiene el reto de asumir las cuestiones límite y de sufrimiento a
las que se ven abocados los seres humanos. Por eso, para esta teología,
cuestiones como “quién hace teología, cuándo, dónde y para quién no
son hoy preguntas complementarias, sino constitutivas de la teología”62.
La teología de la acción accede a un tipo de verdad63 que pro­
fundiza en las reservas de sentido de la tradición para iluminar y recrear

60
Floristán, Teología práctica. Teoría y praxis de la acción pastoral, 173-191.
61
Grupo de Memoria Histórica, ¡Basta ya! Colombia: Historia de guerra y dignidad, 31-
110.
62
Metz, Dios y tiempo. Nueva teología política, 141-146.
63
Tracy, Pluralidad y ambigüedad, 51-75.

296
hermenéutica de la acción

las nuevas realidades contextuales. Este es el enfoque de verdad para


una teología de carácter práctico, cuyo interés fundamental es dejar que
el sentido de la verdad aflore en la acción liberadora y transformado­ra
del compromiso64.
Para la teología de la acción humana, la verdad de la revelación
en los términos del actuar humano se apropia en los contextos de praxis
como transformación. La verdad es fundamentalmente transformación. Para
esta forma de hacer teología, la verdad no significa un discurso que solo
convence o adecúa formas de pensamiento a formas de vida, pues más
que esto “la noción de verdad desarrollada será una noción determinada
por la praxis transformadora”65.

J
PU
Para finalizar, hay que advertir sobre las limitaciones de un
pro­yecto en vías de legitimación como el que se ha llamado teología de
la acción. Por ser proyecto es necesario que esté expuesto a la sospecha
os
y la crítica, de las que suele ser objeto toda nueva teología, como bien
ad
lo plantea Metz: “Toda nueva teología es, para muchos, al principio,
ine­fectiva o inexistente. Toda nueva teología topa con el problema de
v
er

su propia legitimación”66.
es

conclusión
sr

El aporte de este capítulo a la reflexión teológica actual consiste en la


ho

apropiación de la hermenéutica de la acción para mostrar el carácter


ec

práctico y trasformador de la revelación y su relación con la actividad


humana. Este esfuerzo de hacer presente el sentido del lenguaje y la
er

praxis como don revelado se impone como una de las tareas centrales
D

de la teología de la acción en clave de teología hermenéutica.


La comprensión del actuar humano como momento distinto
de la teoría ha generado posturas instrumentalizadas y aplicadas de
la misma. La instrumentalización de la acción se vuelve un problema
para la comprensión de la revelación como historicidad de la salvación,
por lo que como concreción de una experiencia que abarca toda la vida

64
Ricoeur, A hermenêutica bíblica, 286-299.
65
Tracy, A imaginação analógica, 93.
66
Metz, La fe en la historia y la sociedad: esbozo de una teología política fundamental para
nuestro tiempo, 62.

297
el arte de interpretar en teología

del ser humano no solo se refleja en la aplicación de los actos exterio­­


res del hacer instrumental.
La teología de la acción asume el carácter performativo de la
revelación en la mediación del actuar humano y profundiza la acción
humana más allá de su componente aplicado. Para ello busca que su
tarea no sea tan solo la de aplicar lo que las otras teologías fundamentan
y sistematizan; también intenta afrontar los ámbitos centrales de toda
teo­logía, como son la revelación, la fe cristiana y la tradición de la Iglesia,
para responder a su finalidad práxica.

298

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