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201714385
El lenguaje ha sido, durante años, la forma en la que el ser humano ha logrado transmitir sus
ideas y entenderse en comunidad; así, las sociedades han podido desarrollarse a partir de la
comunicación de sus individuos y de cómo estos han compartido su pensamiento o diferentes
perspectivas para lograr un mismo fin. Esto, se hace más evidente en el desarrollo y
construcción de poder, aquellos sujetos que han estado al mando de los grandes grupos de
personas son los que más se han sabido beneficiar del uso de la palabra y la comunicación, a
la hora de transmitir mensajes y convencer a través del lenguaje.
Adicionalmente, las palabras también han influido en el ámbito político donde el discurso y
el uso del lenguaje es primordial para la toma de decisiones. Como se plantea en el texto de
Van Dijk, “Política, ideología y discurso” los políticos y gobernantes han hecho del discurso
su principal herramienta para lograr alcanzar el poder, han usado las palabras para transmitir
su ideología logrando que, hasta el uso de determinados términos, influya a la hora de
expresar sus ideas. Sin embargo, Van Dijk explica que las ideologías en el discurso de los
grupos políticos no se expresan, necesariamente, en lo que se dice al usar el lenguaje, sino en
cómo se dice. Así, por ejemplo, en los discursos racistas o nacionalistas es la manera en cómo
se expresan respecto a los unos y los otros, lo que hace evidente la inclinación o el desacuerdo
del político, utilizando términos como: “nuestras cosas buenas” o “sus cosas malas”.
Por otro lado, Van Dijk muestra en su texto cómo también los políticos en su discurso se
encargan de asociar las palabras a un determinado grupo social, logrando que la sociedad
relacione un término negativo con un grupo de personas con características en específico y,
por el contrario, buscan que los términos positivos se asocien con el partido al que pertenece
el político que está llevando a cabo el discurso, glorificándose y descalificando al opositor.
De este modo, su ideología se difunde en la audiencia a través del uso de términos y vocablos
que son del agrado del grupo social al que le interesa convencer.
1
Hooks, B., Brah, A., Sandoval, C., & Anzaldúa, G. (2004). Movimientos de rebeldía y las culturas que
traicionan. En: Otras inapropiables: Feminismos desde las fronteras (1era ed.). Madrid: Traficantes de sueños.
Pg 73.
De igual forma, no solo los politicos usan las palabras para calificar a determinado grupo
social, sino que ésta es una conducta generalizada, que se usa de manera indiscriminada y
constante entre los miembros de una comunidad. Esto, se puede evidenciar en términos
calificativos como “desviado” o “anormal” con los que la sociedad condena al rechazo a los
individuos que considera diferentes. Como dice Gloria Anzaldúa: “La mayoría de las
sociedades tratan de librarse de sus desviados. La mayoría de las culturas han quemado y
golpeado a sus homosexuales y a otros que se han desviado de la normalidad sexual. Los
raritos son el espejo que refleja el miedo heterosexual de la tribu: ser diferente, ser otro y
por lo tanto inferior, por lo tanto sub-humano, in-humano, no-humano.”2
Uno de los grupos sociales que ha sido segregado por este uso de la palabra dominante y
arbitrario han sido las mujeres, que se han visto afectadas no solo por discursos políticos y
sociales que desmeritan su rol en la sociedad, sino por un pensamiento machista establecido
en la mayoría de personas y en el leguaje que la población usa. A esto se le denomina “tiranía
cultural”, principalmente a la represión y traición que sufren las mujeres por parte de la
sociedad sólo por el género al que pertenecen. La tiranía, en un ámbito cotidiano, se entiende
como una forma de gobierno en la que el gobernante tiene el poder absoluto sobre la
población a la que dirige, por lo que es característico en este tipo de sociedades el rechazo a
la diversidad y a lo que es diferente.
Con base en lo anterior, las mujeres actualmente y a lo largo del tiempo han vivido en un tipo
de tiranía que ha limitado su acción dentro de la sociedad y, en este caso, se puede decir que
los hombres han sido el gobernante y principal opresor del género femenino. Esto debido a
que han establecido ciertas barreras para las mujeres y roles en la sociedad que ellas no
pueden realizar. Estas barreras no sólo limitan las oportunidades profesionales, sino que
obstaculizan el desarrollo de la libre personalidad y su autonomía en pro de los deseos
masculinos.
Recurire a Florence Thomas que en su texto El lenguaje: primer síntoma de nuestra ausencia
habla de la mujer como un ser ausente en la sociedad, en la historia, en los hechos cotidianos,
en el lenguaje; la sociedad ha generado en la mujer una falta de identidad al quitarle el
derecho de pensar acerca de sus actos y de las cosas que la rodean, es una sociedad en la cual
solo el hombre tiene cabida “Es así como aprendimos la ausencia, el adiós con los hombres.
Con ellos pasamos la vida en despedirnos o, más bien, en “ser despedidas” de todo, del
mundo y de sus puntos cardinales. Pero sobre todo de nosotras mismas. Cuando ellos están,
entonces nosotras nos vamos, no estamos, no existe todavía el espacio ni el tiempo para los
dos géneros”3.
2
Hooks, B., Brah, A., Sandoval, C., & Anzaldúa, G. (2004). Movimientos de rebeldía y las culturas que
traicionan. En: Otras inapropiables: Feminismos desde las fronteras (1era ed.). Madrid: Traficantes de sueños.
Pg 75
3
Thomas, Florence. El lenguaje primer síntoma de nuestra ausencia. Revista Gaceta COLCUTURA nº 10.
Abril- mayo de 1991. Bogotá, Colombia. Pág. 1.
mecanismos del lenguaje que han perpetuado la desigualdad, la discriminación y
subordinación de diferentes grupos sociales. Es por esto que puedo afirmar, que no es sólo,
como dice Anzaldúa, una cultura que nos traiciona sino el lenguaje mismo.
BIBLIOGRAFÍA
Hooks, B., Brah, A., Sandoval, C., & Anzaldúa, G. (2004). Movimientos de rebeldía y las
culturas que traicionan. En: Otras inapropiables: Feminismos desde las fronteras (1era ed.).
Madrid: Traficantes de sueños. (pp.71-80.)