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¿Qué es la modalidad de

educación propia e
intercultural para primera
infancia?
agosto 23 de 2018 | Maguared, Reportajes

A raíz del reconocimiento, valoración y celebración de


las distintas manifestaciones de la diversidad, en
especial la diversidad cultural, la Estrategia De Cero a
Siempre –hoy política de Estado– se propuso desarrollar
la Modalidad de Educación Inicial Propia e intercultural para los niños de comunidades étnicas
en primera infancia; una modalidad de educación que pretende fortalecer la identidad cultural
como parte del desarrollo individual de los niños y fortalecer el derecho colectivo que tienen al
pertenecer a un pueblo o comunidad.

Fotos de: @FOTOMILTON

Entre el 2012 y 2014 inició este reconocimiento,


valoración y celebración de las prácticas de cuidado
y crianza desde lo cultural con una investigación
(apoyada por el Banco Interamericano de
Desarrollo) con cuatro comunidades: con los afro, en
el Magdalena; con el pueblo Sikuani, en Cumaribo,
Vichada; con el pueblo Pijao, en el Tolima; y con el
pueblo Embera, en Risaralda. Este
proceso, según María Cristina Escobar, de la
Consejería Presidencial de Primera Infancia para la
Política De Cero a Siempre, se desarrolló bajo el liderazgo de la misma comunidad.
A partir de este ejercicio se acompañaron 14 comunidades étnicas más en la construcción de
sus rutas integrales de atención, y se identificó la necesidad de fortalecer los procesos de
educación inicial desde lo propio e intercultural.
En 2013, a partir de estas aproximaciones, se consolidó la denominada Mesa de enfoque
diferencial, de la Comisión Intersectorial de Primera Infancia (CIPI), que hoy en día se conoce
como el Grupo de Trabajo de Diversidad, y que es una instancia nacional de acompañamiento
y orientación técnica a los procesos de educación con comunidades étnicas, entre otras
actividades.
Además, a partir de la concertación del gobierno nacional con las comunidades, en lo que tiene
que ver con los sistemas propios de salud y de educación, se propuso en el Plan Nacional de
Desarrollo (2014 – 2018) la generación de acciones para atender los compromisos del Decreto
1953 de 2014, en especial lo relacionado con el Sistema Educativo Indígena Propio –para
que los territorios indígenas se puedan certificar o habilitar para administrar sus procesos, según
sea el caso.

Este vuelco en la comprensión de las prácticas culturales y de la educación propia de los


pueblos y comunidades étnicas fue innovador desde el punto de vista político y diferencial
porque iba en contraposición a la acción con daño, discriminación y estigmatización étnica que
sufrieron los pueblos ante las políticas homogenizantes del pasado. La modalidad propia se
concibió desde las voces y prácticas de las mismas comunidades que empezaron a resaltar
la diversidad cultural en los momentos de desarrollo de la primera infancia.
Un ejemplo de esto es el reconocimiento de estas prácticas culturales como la de la mujer
Sikuani, que hacia los seis a siete meses de gestación alista sus alimentos y prepara casabe y
mañoco para evitar trabajar cuando el bebé nace y prepara harina de cocuma para el tetero del
bebé; o como el reconocimiento de las prácticas culturales de los Embera-Chamí, que se
reconocen como los hijos del árbol del Genené, o árbol del agua, y que a partir de allí cada uno
de los miembros de las comunidades indígenas Emberá tienen un origen con una tradición y
una cultura particular, dependiendo del lugar donde habita para proponer las propuestas de
educación inicial en estos contextos con las comunidades.

A finales de 2016 se produjo una emergencia humanitaria en La Guajira y el ICBF decidió, bajo
esa coyuntura, poner en práctica el trabajo desarrollado desde la comprensión y el saber de los
pueblos: el Instituto de Bienestar Familiar desarrolló un piloto con 2.990 niños de ese territorio
y realizó, a la par, un proceso similar con cerca de 450 niños del pueblo Jiw y Nukak, en el
Guaviare.
Teniendo en cuenta esta experiencia, en 2017, El ICBF implementa la Modalidad Propia e
intercultural de Educación inicial con las comunidades indígenas Misak de Piscitao y Guambia,
en el Cauca; también con los Kamëntsá, en Sibundoy, Putumayo; con los Zenú, en Córdoba y
Sucre; con los Emberá-Chamí, en Chocó; con los Jiw, Nukak y Sikuani, en Guaviare; con los
Arhuacos, en César; con los Wacoyo, Sikuani y Achagua, en Meta; y con los Wayuu, 
en La
Guajira. También lo hizo con comunidades afrocolombianas de Nuquí y Tadó, en Chocó; y en
Barú, Islas del Rosario e Islote, en Bolívar. En total se atendieron a 58.217 niños.
Para el 2108 se cuenta con 19 departamentos con esta Modalidad y cerca de 82.000 niños y
niñas atendidos bajo este esquema de atención.

El valor de la diversidad
La modalidad propia, como afirma María Cristina Escobar, es una oportunidad de fortalecer
la identidad cultural de los pueblos y “poner en crisis”, de alguna forma, la institucionalidad y
sus prácticas de gobierno: es un ejercicio de escucha y diálogo permanente con las
comunidades, entendiendo su autonomía, prácticas y saberes ancestrales.
“Nos dimos cuenta que la Política Pública de primera infancia, De Cero a Siempre, estaba
concebida desde la premisa que dice que en el centro están los niños, pero de manera
individual, y niño a niño hay que hacer seguimiento a la ruta de atención y a la articulación con
todas las entidades, incluyendo salud. Hemos tenido que revisar técnica y operativamente los
procesos, poner en diálogo la mirada del desarrollo individual con el desarrollo colectivo –para
el caso de las comunidades étnicas–, entendiendo que para las comunidades los niños
representan la pervivencia cultural”, afirma Julian Mosquera, de la mesa de diversidad de la
CIPI.
«La primera infancia es un momento de la vida en la que los niños se deben desarrollar en
contextos de reconocimiento. No todos tienen las mismas características físicas, sociales o
culturales, y entender esto, en un proceso de construcción de paz y a partir de las distintas
interacciones y comprensiones de lo que significa ser indígena o afro, y lo que significa no ser
ni indígena ni afro, ayuda a que existan ciudadanos y sujetos políticos diversos. Es una apuesta
política que reivindica, recupera y revitaliza una política social más humana», concluye María
Cristina Escobar.

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