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VIDA Y OBRA
A Yolanda Costábile Argumedo de
Draghi Lucero
SEMBLANZA
1
Cf. CATTAROSSI ARANA, Nelly. Literatura de Mendoza; (Historia
documentada desde sus orígenes a la actualidad) 1820-1980. Mendoza, Inca
Editorial, 1982, T. I, p. 253 ss.
entronque favorecido por el hecho de pertenecer su madre a una
antigua familia criolla; las penurias económicas que debió soportar a
causa de la temprana muerte del padre; su carácter de autodidacta; su
descubrimiento, a través de distintos oficios que debió desempeñar,
de la entraña huarpe de nuestro suelo; su labor como folklorista,
como historiador y como escritor; su profundo amor por la vida y
por la verdad de la tierra...datos todos que el mismo Draghi confirma
en cada una de las entrevistas que concedió y fundamentalmente, en
su obra.
15
Ibid. En el transcurso de la misma entrevista menciona el escritor las
fuentes reales de muchos de sus cuentos: “He recibido tantas quejas de los
puesteros [...] perseguidos por la justicia, que sufren tantas necesidades. Ninguno
es dueño de su tierra. Y todos los años aparece un futre pueblero a cobrarles el
alquiler del campo. En ‘El policía enterrado’ relaté un caso cierto, sucedido en
las lagunas de Huanacache” (se relata cómo todo el pueblo, “Fuenteovejuna”
criollo, se conjura para acabar con un policía expoliador y deshonesto).
16
Incluido en El hachador... Op. cit., pp. 73-80.
17
GABRIELLI, A. Op. cit.
18
En: Revista de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza nº 7, 1972. T.
I, p. 187.
En estas piezas teatrales desarrolla “con prosa sencilla y
directa”, temas populares; sin embargo, como el mismo Draghi manifiesta
“En provincia es imposible cultivar el teatro, tuve que dejarlo”19.
Por la misma época es nombrado con funciones técnicas en
“Puentes y caminos de Mendoza” (luego ascenderá a secretario). A
partir de 1929 se desempeña como secretario ad honorem del Mueso
de Historia Natural “Juan Cornelio Moyano”. Funda y dirige la
primera Escuela de Apicultura de Mendoza y, con Federico Quevedo
Hinojosa, funda la Revista de Ciencias Naturales y Pedagógicas.
Cultiva a la vez la poesía y el periodismo; el contacto con otros
hombres de letras contribuyó a afirmarlo cada vez más en el camino
elegido20. En 1929 la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza otorga
el Segundo Premio a su libro Sueños. Con el tiempo “su firma sería
habitual en los diarios más importantes del país y durante años La
Nación lo contó como frecuente y apreciado colaborador” 21. En
1932 da a conocer dos comedias teatrales en tres actos: La
bodeguita y Hondas y piedras. Al año siguiente presenta al
Concurso Literario Municipal su Juan sin sosiego (ensayo de
literatura huaso-gauchesca), que aún permanece inédito.
Al mismo tiempo inicia su labor como folklorólogo, dando a
conocer en Buenos Aires vivencias del folklore cuyano. Esta pasión
alumbrará, en 1938, su monumental Cancionero popular cuyano,
recopilación de 632 páginas, que recibe el premio regional de la
Comisión Nacional de Cultura, y que puede parangonarse con la
tarea de rescate del folklore norteño realizada por Juan Alfonso
Carrizo.
A la vez, despunta su vocación de historiador, con la publicación
–a su costa- de los dos tomos de Recuerdos históricos sobre la
Provinciade Cuyo, de Damián Hudson. Participa asimismo en la
fundación de la Junta de Estudios Históricos de Mendoza, de la que
19
PRIETO CASTILLO, D. Op. cit., p. 21.
20
“La bohemia periodística mendocina lo acogió en los años de su juventud,
cuando después de extenuantes jornadas de trabajo concurría a las tertulias que
cronistas y escritores celebraban en bares aledaños a los diarios, y abrían para el
narrador en ciernes no pocas sendas en las que internarse y explorar”. NUÑEZ,
L. Op. cit.
21
Ibid. Colaboró también en La Prensa y Clarín.
fue secretario general.
Su actividad se hace cada vez más vasta y diversa, como que
preside el comité pro restauración de la apicultura, destruida por la
lluvia de ceniza volcánica de 193222. Draghi pronuncia numerosas
conferencias sobre agricultura racional y, a través de la Escuela de
Apicultura, fundada en 1929, se formaron apicultores cientíifcos que
contribuyeron al desarrollo de esta actividad en la provincia.
28
Entrevista personal.
2.Datos contextuales: su inserción en la “Generación del '25”
33
Zulma Palermo reseña y caracteriza este fenómeno en relación con el
NOA y desde una perspectiva particular de relación entre márgenes, periferia /
centro: “[…] en las primeras décadas del siglo] aparece la propuesta
modernizadora de Juan Carlos Dávalos: mundo éste construído entre lo
legendario y lo real ficcionalizado, la forma de narrar mirando, de mostrar
seleccionando otros discursos del mundo propone para la narrativa un principio
de representatividad cultural. El ‘color local’, de cuño romántico, se reorienta
con esta escritura y su prolongación epigonal, hacia la presencia de las formas
de vida populares las que marcan la originalidad de este regionalismo criollista
con rasgos sociológicos y, embrionariamente, antropológicos [...] La propuesta y
la concepción de don Juan Carlos Dávalos no es un caso aislado dentro del mapa
latinoamericano de las décadas que van entre 1910 y 1940. Circulaba por ese
tiempo en toda América Latina una corriente de pensamiento que consideró a la
literatura como una de las fuerzas componentes de la propia cultura nacional o
regional. El movimiento constructivo del discurso literario recurrió a la amplia
tradición acumulada para reforzar un nacionalismo/regionalismo de las zonas
interiores que se enfrentaban a la penetración proveniente de ‘afuera”. En:
PALERMO, Z. De historia, leyendas y ficciones. Salta, Fundación del Banco
del Noroeste Coop. Ltdo., 1991, pp. 38-40.
34
.La literatura mendocina es terreno aún casi virgen en cuanto a
investigaciones de conjunto. Existen, sí, calas monográficas sobre determinados
autores, comentarios y reseñas de obras. Hay una historia literaria como la
realizada por Nelly Cattarossi, que representa un considerable trabajo de
búsqueda y recopilación de datos pero que, ordenada con un criterio alfabético,
no introduce ninguna sistematización u orden en el material, susceptible de ser
considerado como un corpus único y no como la sumatoria de autores y obras
individuales. Existen también algunos artículos, tan valiosos como breves, y
hasta cierto punto parciales, que la profesora Cattarossi recoge en su trabajo:
“Informe actual de la literatura mendocina”, de Enrique Zuleta Alvarez; “La
literatura mendocina, 1940-1962”, de Rodolfo Borello; “Narradores de
Mendoza. Del costumbrismo a la fantasía”, de Abelardo Arias; “La literatura en
Mendoza” de Vicente Nacarato; “Literatura mendocina actual”, de Graciela de
Sola, “Tendencias y generaciones de la poesía mendocina actual”, de Celia
Lúquez, entre otros. Existen, finalmente, algunos estudios realizados desde una
óptica cultural amplia, como la Historia de la cultura mendocina, de Fernando
Morales Guiñazú, o los del profesor Arturo Andrés Roig; éstos resultan
sumamente valiosos como punto de partida para cualquier estudio posterior, por
la cantidad de datos que aportan y por el intento de introducir un criterio de
utilidad operativa, para situar a Draghi en relación con el desarrollo
coetáneo de las letras en nuestra provincia. Precisamente, frente al
grupo Megáfono, el mismo Draghi se encarga de puntualizar
diferencias: “yo era amigo de escritores mendocinos y sentía con
cierta amargura que me separaban [...] por ejemplo, cuando se
publicó Megáfono de Mendoza yo no fui invitado a esa
publicación”35. Acerca de la razón de esta exclusión, el escritor
afirma lo siguiente: “mis ideas folklóricas no cuadraban con las ideas
que se cultivaban en Buenos Aires, Santiago de Chile, París o Nueva
York. Nuestros intelectuales estaban más con la vista puesta en el
exterior que en lo nuestro. Siempre lo nuestro les pareció
pequeño”36. Su juicio sobre la poesía contemporánea es tajante:
“Ellos seguían apasionadamente la escuela sobre todo chilena, se
modificaba el nuevo estilo que imperaba en esa época, se cultivaba
un espíritu atrevido, nuevo [...] de hallazgos en la literatura. En gran
parte fracasaron”37. En cuanto a lo suyo, “era otra cosa”: una
literatura que buscaba en el terruño su verdad; en el arraigo a la
tierra, su fuerza vital; en el folklore y los “casos” comarcanos, su
temática, y en lo arcaico y genuinamente popular, su modo de
expresión.
Ya con la publicación de Novenario cuyano, en 1930, Draghi se
inscribe en la corriente del nativismo comarcano, de clara raíz
folklórica: “A mí me ayudó mucho Juan Alfonso Carrizo, con su
Cancionero del Norte, que hizo una obra maravillosa al salvar el
folklore de Salta, Catamarca, La Rioja, etc. Además, mi tendencia
38
GABRIELLI, A. Op. cit.
39
Una lista, no exhaustiva, aunque suficientemente representativa, es la
siguiente: BARRERA ORO, Julio: Cantos épicos; episodios, narraciones,
cuadros históricos y cuentos (1915). BURGOS, Fausto: Cuesta arriba; cuentos
cuyanos (l918), Cara de Tigre; cuentos mendocinos (1928) y Nahuel; relatos
mendocinos (1929). CORVETTO, Pedro: Mendoza pulsada por sus hijos;
historia, hombres, folklore, paisaje, poesía (1926) y Tierra nativa;
descripciones, relatos y paisajes del Sud mendocino (1928). FUNES, Lucio:
Anécdotas mendocinas (l936) y Recuerdos del pasado (1937). GARRIGOS,
Julio: Narraciones mendocinas (l939). MARTOS, Miguel: Cuentos andinos
(1928). MATHUS HOYOS, Alejandro: El Camino del Inca y otros relatos
mendocinos (1927). ORTIZ PONCE, Exequiel: Mendoza legendario (1953).
PICHETTO, Roque: Brochazos mendocinos (1944). PONCE, Carlos: Cuentos
mendocinos; antaño y hogaño (l924). SOSA MORALES, Narciso: Por los
caminos de entonces; cuentos, relatos y leyendas (1943). TINELLI, Mafalda:
Clavel del aire; cuentos camperos (1945).
ficcionalización del referente comportan variables de un sistema,
cuyo estudio -sumamente interesante por cierto- escapa a nuestro
propósito.
Digamos simplemente que en varios casos se pueden establecer
ciertas coincidencias con la obra de Draghi. Así por ejemplo Por los
caminos de entonces, de Narciso Pereyra, recoge una temática en
cierto modo coincidente con la de Andanzas cuyanas, aunque
limitada al Sur mendocino: hay también cuentos de frontera y de
cautivos, y coincide además con la obra de Draghi citada en el
recurso de centrar la naración alrededor de un personaje que se
presenta como real y conocido por la comunidad, lo que aboga por la
veracidad del relato.
Como fruto algo más tardío de esta corriente de inspiración
folklória se podría mencionar la obra de Exequiel Ortiz Ponce, quien,
en el prólogo de Mendoza legendario, refleja preocupaciones y
manifiesta observaciones similares a las de Draghi, lo que habla
nuevamente de un “clima de época” que valora las manifestaciones
de la literatura popular, y se afana por transcribirlas sin mayores
aderezos:
3.1.Definiciones y precisiones
47
GABRIELLI, A. Op. cit.
48
DRAGHI LUCERO, Juan. Las mil y una noches argentinas. Mendoza,
Oeste, 1940, 388 p.
49
Ibid.
50
“La juventud de ahora se ha prendido a los títulos secundarios,
universitarios, y en la misma medida que ambiciona títulos, se separa de la
tierra. Hay miles de propiedades abandonadas y hay miles de hombres jóvenes,
fuertes, que andan pidiendo un empleíto en las financieras, en el gobierno, en
los bancos”. En: GABRIELLI, A. Op. cit.
tierra”51. Tales convicciones se convierten, para Draghi, en un
auténtico programa socio-económico, que no vacila en proponer, a
través de su prédica personal, durante cuatro años de charlas
radiales, y también a través de un estudio entregado a las
autoridades, en el que se propone como alternativa de solución para
la crisis el retorno a la agricultura en forma familiar, la cesión
definitiva de las tierras a quienes las trabajan y, luego, la
implementación de los medios para vender los productos de la
explotación agropecuaria en condiciones ventajosas52.
También postula Draghi la existencia de dos culturas: la
tradicional, folklórica, antiquísima, que “viene de las cavernas y
permite volar sin límites” y la científica, que todo lo mide y
racionaliza y que cada vez más va desplazando a la otra 53. En
repetidas ocasiones clama ante el peligro de la desaparición completa
de ese tesoro folklórico, y la necesidad de intentar su rescate54.
Draghi defiende la hondura del folklore argentino aún en
polémica con ilustres figuras de la cultura nacional, como Jorge Luis
51
Ibid. Ideas similares manifiesta en su diálogo con Daniel Prieto: “Es
absolutamente necesario que el hombre y la mujer vuelvan a la tierra productiva.
Por desdicha, la escuela primaria, al aumentar en forma enciclopédica su
programa de estudio, ha apartado el niño de la tierra y lo ha hecho papelista,
apto para la oficina”. En: PRIETO CASTILLO, D. Op. cit. p. 84.
52
Cf. Ibid., p. 85 ss.
53
Entrevista personal. Es una idea que Draghi reitera, por ejemplo, en la
entrevista con Gabrielli, ya citada: “El folklore no admite medida. Es la libertad
absoluta. Los sueños se convierten en realidad. De ahí que yo sostengo que el
folklore es anti-ciencia y, a su vez, la ciencia es antifolklore [...] muchos creen
que el folklore son las guitarras, bailes, etc.[...] el folklore es la cobertura total de
la humanidad desde sus comienzos hasta el advenimiento de la ciencia, que
corta las alas a la imaginación”. En: GABRIELLI, A. Op. cit.
54
“[...] no ha de ser empresa loca y vana el pretender acercarse al olvidado
molde [...] Todo aporte en bien de este reencuentro debiera ser festejado”. En:
“Juan Draghi Lucero. En busca de un folklore perdido”. Diario Los Andes,
domingo 16 de agosto de 1981. Dice allí Draghi: “[...] la tremenda evolución en
el diario vivir nos demuestra que el folklore de raíz hispano-indígena muere día
a día. Este folklore pasará a ser exhibido en piezas de museo espiritual y
material. Por ejemplo: yacen en olvido cien costumbres antiguas [...]”.
Borges55, y le atribuye un alto valor fundante56. Así, el acercamiento
al folklore es también una búsqueda de los valores más profundos, de
la raíz espiritual del hombre, del sentido de la trascendencia; de allí la
actitud de profundo respeto, casi religioso, que exige. León Benarós
observa acertadamente que los altos secretos contenidos en esos
“campos maduros” -como los nombra Draghi- y prietos de esencias
folklóricas, requieren una disposición especial de espíritu para rendir
su misterio, en la comprensión de una dimensión cultural más
profunda que incluya asimismo los estratos mágicos 57.
A esos estratos difícilmente captables por el hombre moderno,
enceguecido por el resplandor engañoso de la ciencia, se refiere el
mismo Draghi: “La soledad del Ande, su expresión geográfica [...]
me dan la expresión de lo esotérico. Me parece que hay voces
acalladas en el Ande, que el hombre urbano no entiende y sí entiende
el andícola”58; afirma también que en nuestro folklore es muy común
la aparición de fantasmas59. Igualmente destaca como un elemento
relevante de nuestro folklore la creencia en el “daño” y, en términos
generales, en los poderes extraordinarios de los “curanderos”60.
Esa apertura al misterio le viene al mendocino desde su infancia,
de las largas noches pasadas al raso en compañía de los criollos
55
.Ante las palabras del periodista: “Borges dice que el folklore, sobre todo
en nuestro país, es un invento de los folkloristas, que son los que lo llevan a la
campaña”, Draghi responde: “-¡Está equivocado! El folklore existe, ¿no?...Yo
respeto mucho la temática y desde luego el talento de Borges, pero no estoy de
acuerdo con él [...]”. En: GABRIELLI, A. Op. cit.
56
“[...] la raíz de nuestra nacionalidad hay que buscarla más en el folklore
que en la historia, absolutamente más. A partir de 1810 nos topamos con una
serie de encuentros entre criollos, con guerras tremendas. En cambio, hallamos
que en el folklore hay más paz, más profundidad, hay más sopesamiento de los
hechos humanos, hay más poesía, hay más filosofía”. Ibid.
57
DRAGHI LUCERO, J. El loro adivino. Op. cit., p. 13.
58
GABRIELLI, A. Op. cit.
59
“Yo creo haber visto fantasmas. Ahora ya con mi, cómo le diría, con mi
cultura un tanto cientifista, pescada al vuelo en literatura libre, me es hasta
penoso y costoso confesarlo, pero yo he visto fantasmas”. En: PRIETO
CASTILLO, D. Op. cit., p. 18.
60
Cf. Ibid., p. 33 ss.
leñateros, escuchando esas reliquias folklóricas que aún perviven en
la memoria del pueblo.
CXXVII.
70
Afirma Draghi: “El aporte riojano al folklore de Cuyo, es valiosísimo [...]
Subsisten en Cuyo famosas tonadas 'llanistas' de música fascinante,
enternecedora. Gozan aún hoy los riojanos del mayor respeto y admiración entre
los viejos de Cuyo”. En Ibid. p. CXXVII.
71
Entrevista personal.
72
PRIETO CASTILLO, D. Op. cit., p. 39.
mendocino fue troquelado por el agua de regadío [...] El mendocino
y el sanjuanino fueron, desde la época colonial, auténticos
hortelanos”73, de allí toda una constelación de usos, costumbres y
oficios, que constituyen la más pura tradición cuyana74.
cáscaras en el agua. Las agarraba por debajo, les quebraba el espinazo y se las
colgaba en la cintura. Este método se utilizaba en Egipto antes de Cristo y es
una muestra de cómo en el campo perviven costumbres que ya los libros no
guardan”. En: Entrevista personal.
83
Ibid.
84
“Muchos creen que el folklore son las guitarras, bailes, etc. Nada de eso, el
folklore es la cobertura total de la humanidad desde sus comienzos”. Ibid.
85
“Esta pasión de los campos desiertos señala su presencia cerca del
investigador culto con un desasosegado revivir de valores primitivos [...] el
investigador, en trance de recuperación integral de pasiones humanas, siente la
necesidad de una fuerza primitiva...Para ubicar esta 'pasión' en los casilleros de
la Historia, sobra sitio en ancho campo de nuestra pre y protohistoria. Puede
encasillársela como el aliento humanizado del Ande”. DRAGHI LUCERO, J.
Cancionero... Op. cit., p. XLIII.
tienen las distintas actividades realizadas por Draghi, nos referiremos
luego a su labor historiográfica como venero de múltiples
conocimientos que luego cobran vida literaria a través de sus relatos.
Pero el pasado cuyano no se compone sólo de hechos registrados
por la historia (reconstruibles por los historiadores en base a
documentos, crónicas y otros testimonios escritos); es -más aún- una
tradición que permanece viva en la transmisión oral, refugiada en los
campos más alejados, y a ella sólo es dable acceder por medio del
estudio folklórico, que de este modo resulta complemento inevitable
del conocimiento histórico:
86
Ibid., p. XLIII.
87
Con estas palabras inicia Draghi su Cancionero: “Desconsuelo amoroso
mueve esta mano cuando, después del rastreo de sentimientos viejos, debe trazar
las palabras de presentación de la cosecha conseguida. La pasajera alegría de un
escaso hallazgo no compensa la pena de las pérdidas tremendas del auténtico
tesoro patrio. Ya la tradición cuyana está en lo último de su agonía”. En: Ibid.,
p. VI.
de Mendoza), dividiéndolo en los siguientes apartados: “Romances-
tonadas”; “Tonadas amorosas”; “Tonadas tristes”; “Tonadas alegres,
burlescas y satíricas”; “Tonadas sagradas”; “Tonadas de celebración,
brindis y cogollos”; “Composiciones coreográficas”; “Adivinanzas”;
“Tonadas noticieras”; “Tonadas de doble intención”; “Tonadas
históricas”; “Paremiología” y “Crónicas de Cuyo”. Adjunta asimismo
documentación musical e iconográfica: ilustraciones sobre la cestería,
las viviendas y costumbres de los primitivos pobladores de nuestra
tierra, como así también interesantes fotografías de vecinos de las
lagunas de Huanacache, cuyos valiosos aportes permitieron reunir
buena parte del material que el Cancionero ofrece.
Además de la recuperación de un folklore poético ya en trance
de muerte, son de destacar algunas peculiares opiniones del
recopilador acerca del origen de los cantos populares de la zona, y un
posible aporte de distintas corrientes o escuelas.
En primer lugar, en el apartado titulado “Discusión”, expone la
teoría de un movimiento pendular entre España y América en cuanto
a la creación y difusión de la poesía popular, señalando la posibilidad
-no siempre contemplada- de una América productora 88. Sea como
fuere, desde su más remoto origen importa el hecho de que se ha
afincado definitivamente en un determinado territorio y medio social,
entrando así a formar parte del patrimonio indisputable de esa región:
88
“Es realmente aventurado sostener en forma rotunda la procedencia de tal
o cual composición. Cuando, siguiendo la ruta bibliográfica, se la atribuimos a
España, se olvida que hay más de tres siglos de vida indocriolla que deben ser
pesados en la balanza. Los huecos enormes de la historia colonial americana
permiten muchas suposiciones fundadas al margen de la bibliografía”. Más
adelante agrega: “No debe olvidarse a la América productora. No hay ninguna
razón para suponer que España no exportase arte criollo a la metrópoli”. En:
Ibid. , pp. XLVII y KLIX.
89
Ibid., p. L.
En cuanto a las notas de diversa procedencia en el folklore
cuyano, señala en primer lugar el innegable fondo español que
aparece neto sobre todo en los romances-tonadas y en determinados
ámbitos geográficos, sobre todo la cordillera, ámbito conservador
por excelencia90.
Distingue luego un aporte que denomina “hispano-criollo” y que
tiene como indiscutible centro de irradiación a Lima, la Lima colonial
de los Virreyes, pero también la de Tahuantinsuyu, centro del
poderío incaico. Debido a esta peculiarísima situación, señala Draghi,
“[...] el hervidero hispano-criollo tuvo formas realmente definidas
con el ensamble del mundo europeo e indoamericano”91. Allí se
recibían las novedades de España y adquirían clima americano, con lo
que el material importado se acriolló definitivamente.
Finalmente, hace referencia el estudioso al sustrato plenamente
criollo, y en el ámbito del folklore cuyano señala la influencia de
algunos autores de nombre conocido en la conformación de la poesía
de tipo folklórico; así por ejemplo, Juan Gualberto Godoy, que es “el
poeta vulgar que estructura el porvenir de la musa popular. Es muy
posible que buena parte de este Cancionero haya salido
originariamente de su pluma genial”92.
En cuanto a los temas del folklore cuyano (que el Cancionero
documenta) sorprende que “La partida del Ejército de los Andes no
parece haber dejado rastros en la poesía [...] y el espantoso terremoto
del ‘61 apenas si es recordado en una que otra composición lírica. El
pueblo cuyano no tuvo sentido de ‘pueblo’. Al cantor le interesó su
propia vida, y su vida fue una solicitación de amor” 93. Draghi dedica
varias páginas de la “Introducción” a su Cancionero a desarrollar
este aspecto del folklore cuyano: su medida pasional, que se
90
Ibid., p. LIV. Un ejemplo puede ser la versión del romance del Conde
Olinos que Draghi transcribe en su novela La cabra de plata, poniéndolo en
boca de uno de sus rústicos personajes: “Mientras su pingo bebía / su tonada es
su cantar...”.
91
Ibid., p. XLVII.
92
Ibid., p. CVIII.
93
Ibid., p. CXI.
identifica con la sed de las tierras áridas94 y se manifiesta en todos los
órdenes de la vida, desde la política hasta el amor, el gran tema de las
composiciones populares de la zona95. También destaca la aptitud de
nuestro folklore para promover el ensueño y el libre vuelo de la
imaginación96.
En cuanto a la caracterización de la forma folklórica típica de
Cuyo, la tonada97, dice el folklorista cuyano que: “se distingue de
otros cantos en que ofrece el cogollo, esa parte en que el músico y el
cantor [...] se nombran a sí mismos”. Y agrega “El cogollo es
circunstancial, si va dirigido a la niña es pasional, si va dirigido a una
señora es en forma respetuosa, y si es dirigido al dueño de casa
puede ser cómico; se acomoda de acuerdo con la situación”. Con
respecto al origen de la palabra cogollo, recuerda Draghi que ésa es
la denominación que se da a las ramitas de los árboles frutales98.
Finalmente, se refiere al proceso de elaboración de esta forma
poética:
desolado en que acometen a nuestro autor las ansias de expresar aquel mundo de
oculto sentido, no en campo salvaje, sino en aquellos en que el rastro humano se
ve o se adivina, allí donde galoparon Quiroga o Guayama [...] el autor se siente
pleno de su tema, urgido de volcarlo en la literaria concreción”. Y agrega: “El
hombre deja un rastro en la tierra y en el ambiente, que puede ser captado por
mentes en vigilia”. En: Ibid. pp. 16-17.
102
Entrevista personal.
103
Ibid.
de documentos, realizadas con su propia mano, sobre la historia de
Cuyo. Y Draghi lamenta con frecuencia la falta de testimonios
anteriores a la conquista española, que hablen por ejemplo de la
penetración incásica en esta tierra, ya que “No hay documentos
históricos al respecto y lo poco legado por los españoles era
tendencioso, ya que a ellos les convenía quedar como civilizadores
de un mundo bárbaro”104.
En relación con estas aseveraciones cabe acotar que su visión de
la historia responde a una polarización dialéctica, por cuanto opone
prehistoria e historia, en cuanto aquélla representa el mundo
aborigen, ignorante y saqueado por el tiempo y por el hombre; y ésta,
la avasallante presencia europea105, con lo que se detecta un cierto
antihispanismo en su toma de posición a favor de las “razas
vencidas” (indios y negros).
La obra de nuestro autor es, en muchos pasajes, un alegato en
pro de un nuevo humanismo, que ya ve despuntar: “Un nuevo
humanismo, el humanismo americano, que por sobre la cultura
grecolatina abreve en las fuentes de Precolombia, tiende a hacerse
presente en el Mundo del intelectualismo”106.
-Historia y tradición
113
Ibid., p. XLIII.
114
“Anotaciones para una estética americana”, p. 6.
115
Al respecto, Nerva BORDA DE ROJAS PAZ, en “Kusch: expresión de
una estética americana”, comenta que esta cuestión “no puede ser resuelta a
través de un análisis de datos históricos afrontados desde una realidad
objetiva, sino que necesita de una herramienta de mayor porte: una estética de
lo americano”. En: MATURO, Graciela et al. Literatura y hermenéutica.
Buenos Aires, Fernando García Cambeiro, 1986, p. 56.
También Kusch afirma esa “bifrontalidad de lo americano”,
escindido en dos vertientes: la línea occidental y la indígena;
ambas, en una suerte de equilibrio inestable gestan un tercer
elemento: el mestizo, ser que “sufre un desacomodamiento
ontológico que debe resolver, dando solución coherente a su doble
vertiente”117.
Draghi manifiesta análogo sentimiento cuando afirma que la
obra de interpretación cabal de lo americano debe ser emprendida
por el mestizo “cuyo trágico nacimiento significó la agonía de
Precolombia y el alumbramiento de las Américas”118. Por su parte,
Kusch insiste en el hecho de que esa dualidad inicial aún pervive y
se traduce en dos actitudes contrapuestas: el ser alguien occidental
enfrentado al estar aquí indígena119.
124
DRAGHI LUCERO, J. Cancionero... Op. cit., p. XL.
125
KUSCH. R. América profunda. Op. cit., p. 104.
126
“Creo profundamente que en la prehistoria argentina lo andícola tiene
raíz cultural precolombina; que en la pampa y el litoral eran completamente
bárbaros cuando en nuestra zona había caminos sistematizados, pueblos
organizados como tales”. PRIETO CASTILLO, Daniel. La memoria y el arte.
Op. cit., p. 24.
características el volumen geográfico”127. Esta insistencia en el
paisaje como dato insoslayable también acerca a Draghi y a Kusch,
quien señala que “la idea de un pensamiento resultante de una
intersección entre la geografía y lo cultural conduce al problema
filosófico de la incidencia del suelo en el pensamiento”128.
Este pensamiento situado supone una geografía que conjuga
elementos materiales e inmateriales, moldeados por la presencia
humana. Este aspecto geográfico será elaborado, dentro del
sistema de Kusch, en la categoría de suelo, al que le asigna una
función conformadora. Y esto es así porque, como afirma Octavio
Paz, “cada tierra es una sociedad: un mundo y una visión del
mundo y del trasmundo”129.
Precisamente, Draghi insiste en la influencia que ese “mundo
de piedra y de volúmenes aplastantes como lo son los volúmnes
andinos” tiene en el modo de ser y sentir del hombre americano:
127
DRAGHI LUCERO, J. Cancionero... Op. cit., p. VIII.
128
.KUSCH. R. Esbozo de una antropología filosófica americana. Buenos
Aies, Ed. Castañeda, 1978, p. 15.
129
PAZ, Octavio. Posdata. México, Siglo XXI, 1971, p. 116.
130
PRIETO CASTILLO, D. Op. cit., pp. 24-25.
Precolombia”131. Todo ello instaura un mundo -recuperable a través
del folklore- en el que la categoría de “lo tenebroso” cobra plena
vigencia, a través de Salamancas y conjuros, mundo “donde
batallan porfiadamente fuerzas insospechadas y
desorientadoras”132.
Este mundo encuentra su clave en la figura de Pachamama,
“como símbolo vital de la andinidad ante la presencia del
hombre”133. Draghi insiste en la pervivencia de su culto en nuestros
días, aun olvidado de su arcaico sentido ritual, a través de una
costumbre actual de las cesteras de Huanacache: rodear los
canastos que confeccionan con otros pequeños cestillos, a los que
denominan “hijitos”; todo ello se asocia -para Draghi- con la idea
de vientre, de procreación, y sugiere un antiguo rito de fertilidad.
También la categoría de “lo tenebroso” acuñada por Kusch
hace referencia, según Nerva Borda de Rojas Paz, a “aquello que
está en las tinieblas, donde queda la savia vital referida, base y
fundamento de la unidad geocultural que no logra constituir en
plenitud”134. Su percepción requiere una disposición particular del
espíritu en el acercamiento al misterio de la tierra. Esta “pasión de
los campos desiertos” -como la denomina Draghi- “señala su
presencia cerca del investigador culto con un desasosiego revisor
de valores primitivos. es en las deshoras de la noche viva de la
sierra cuando su aliento de Esfinge precolombina enternece y
131
DRAGHI LUCERO, J. Cancionero... Op. cit. IX. También agrega:
“Los campesinos de serranías y de la naciente llanura están habituados a esta
sub 'presencia'. La oyen en el bramido de la sierra; en los 'ruidones' de los
peñascales; en los gritos sin procedencia que van de cerro a cerro; la huelen en
‘el olor de la creciente’; la palpan en los remezones vivos del sismo; pero
sobre todo, la entrevén a su inmediata vecindad como una forma humanizada,
veedora; apenas resguardada entre los mantos sabedores de la noche”. En:
Ibid., pp. XLIII-XLIV.
132
Ibid., p. XLII.
133
Agrega: “Pachamama, severa matrona precolombina, de anchas
caderas, de fluyentes senos, multípara, preside las cosechas del abra reparada
entre cerros inhóspitos. Su eterna función genética adquiere abolengo cuando
se la comprueba celosa guardiana de los signos de la tierra nativa” . Ibid., p.
XLIII.
134
BORDA DE ROJAS PAZ, N. Op. cit., p. 60.
desorienta, porque trastrueca horizontes tenidos por
inmutables”135.
Así, un mundo cuyas características escapan a la estructura
racional de la realidad provoca el estremecimiento de quienes se
acercan a él desde fuera: “Se repelen mutuamente el extranjero y la
Madre del Cerro. Es [necesario] el nativo, y cuanto más cimarrón
mejor, para que se produzca el encuentro entre hombre y
Cosmos”136. Kusch habla de un “sentimiento de desamparo”
provocado por la realidad americana: “el temor de que se nos
aparezca el diablo, los santos, dios o los demonios”, sentimiento al
que los antiguos denominaban “la ira de dios”137 y que impone, de
suyo, la necesidad de conciliar la propia existencia con ese “ámbito
terrorífico y tremendo”, a través de ciertas prácticas de conjuro:
“Se trata de que el cerro imponente sea el hermano y lo sea el río
[...] Se trata, fin, de que se humanice el mundo con la plegaria y
con el rito y que el mundo sea el organismo viviente que ampara y
protege”138.
Mentalidad arcaica, entonces, para la cual el logro del
equilibrio de las fuerzas de la naturaleza -cosmos en medio del
caos- es una consecuencia de un proceso de equilibrio interior que
sólo se consigue -señala Kusch- “en el plano de la naturaleza, entre
cerros y granizos, en el terreno de la ira divina, lejos, por lo tanto,
de nuestra vida moderna tan cargada de defensas de toda
índole”139. Esta tendencia a la “sumersión” en lo natural se puede
relacionar con la actitud de Draghi de “irse a los campos
desiertos”, en los que “quizá la real existencia de una ‘pasión’
vagarosa del mundo cordillerano y llanista desande antiquísimos
135
DRAGHI LUCERO, J. Cancionero... Op. cit., p. XLIII.
136
Ibid., p. XLIV.
137
KUSCH, R. América... Op. cit., p. 5. Reflexiona luego lo siguiente:
“Quizás en un plano más filosófico y más occidental podríamos haber referido
todo esto al problema del devenir que trae consigo la misma idea del
desamparo. Pero preferimos el concepto de ira que sobreentiende mejor el
efecto psicológico que ocasiona la naturaleza americana”. Ibid., p. 86.
138
Ibid., p. 39.
139
Ibid.
pasos, reviviendo hechos representativos de civilizaciones
pretéritas”140, lo cual comporta tanto una propuesta de
conocimiento cuanto un programa estético, como veremos.
En un sentido análogo discurre su prédica de retorno a la
tierra como solución para los males que nos aquejan. Con esta
búsqueda de lo telúrico, tanto en una dimensión material, física,
como espirtual (en el sentido de tradición) se configura en la obra
de Draghi el alegato en pro de un nuevo humanismo, que ya
mencionamos.
Resumiendo, vemos que el pensamiento de Juan Draghi
Lucero contiene llamativas coincidencias con el del filósofo
Rodolfo Kusch: la posibilidad de captar la esencia, el ethos
americano, a partir de una intuición del paisaje; la consideración de
la naturaleza americana como algo que escapa a las medidas
occidentales: un mundo “mágico” en su inmensidad, poblado por
presencias sobrenaturales y pleno de resonancias ancestrales; en
relación con el pasado americano, una concepción dialéctica que
opone lo indígena y lo europeo y el imperativo de bucear en esa
protohistoria desconocida o negada para encontrar las raíces del
presente. Justamente, la profunda relación que ambos establecen
entre el paisaje y la historia americana dictan una dterminada
concepción del arte.
142
PICHETTO, Roque. Brochazos mendocinos. Mendoza, D'Accurzio,
1944, pp. 133-134.
¿De dónde vinieron?...Surgen como un verdadero
enigma en Cuyum para los investigadores. Las
fragmentarias noticias que se poseen de ellos
atestiguan que no tenían ningún parentesco con las
naciones vecinas y que, por el contrario, estaban
separados de sus colindantes por un complejo abismo
cultural143.
143
DRAGHI LUCERO, J. Cancionero... Op. cit., p. XIII.. En sus entrevistas
con Prieto Castillo, Draghi agrega algunos datos: “El doctor Torres sostenía que
era un mitimae quechua, vale decir trasladado de raíz de un lugar a otro. La
teoría de este doctor Torres es que fueron traídos del Ecuador. El sostenía esa
idea, porque en el Ecuador hay muchos lugares cuya toponimia es igual a la
mendocina y sanjuanina”. Op. cit., p. 72.
144
Cancionero... Op. cit., p. XII.
en la administración de justicia, debido al cierre invernal de la
cordillera, que aislaba la región de la Audiencia de Chile -de la que
dependía- durante largos meses, lo que dio como resultado un clima
de marcada violencia en determinadas épocas; y fundamentalmente,
lo que era una conquista precolombina: el aprovechamiento del agua
de regadío: “Al articulado sistema de irrigación artificial deben
Mendoza y San Juan la gloria de ser las primeras sociedades
argentinas con tradiciones pacíficas y constructivas”145. Ello
contribuyó a diseñar, como ya se dijo, una fisonomía particular para
el hombre cuyano, y anudó una serie de relaciones económicas y
comerciales de trascendencia en el desarrollo ulterior de la provincia:
4.3.Trabajos históricos
158
Mendoza, Best Hnos., 1940, 187 p.
159
Mendoza, Ediciones Culturales de Mendoza, 1993, p. 7.
Como un huracán
llevas un cuaderno
notas espantapájaros
jugo de cactus
[...]
Tu pensamiento dispara relojes de arena
1.1.Novenario cuyano
169
Cf. Reseñas aparecidas en Los Andes del 29/9/35 y en La Nación del
13/10/35.
Por las tierras de porfías
yo, el mezclado, voy llevando
un corazón compartido
en los desandados pasos...p.(39).
forman la Cruz...
dos espadas! (p.9).
175
Buenos Aires, Troquel, 1966, 108 p.
inigualado”, recurriendo una vez más a ese juego de opuestos al que
es particularmente afecto. A veces, sin embargo, se alcanza una
síntesis superadora, como en el poema “Canto mestizo”, en el que las
calaveras de Pizarro y Atahualpa acuerdan sus cantos para celebrar el
futuro176.
Se trasluce siempre el dolor de una raza que el poeta imagina
perseguida y huyente, a medias recobrada en el alma oscura y
contradictoria de los mestizos. Drama de identidad de América, hija
de la Precolombia del sol y la España de la Cruz.
Otros poemas parecen retrotraernos al mundo mágico de la
infancia, a través de la ingenuidad con que remedan el habla infantil,
como en “Canto del hermano de Juanito”: “Juanito tenía una pava, /
la pava se ía/ Juanito lloraba; / la pava veniva...” (p. 88), o a través
del encanto del relato del mocito que salió a rodar tierras y tras
superar una difícil prueba, obtiene la mano de la hija del rey. Con este
tipo de historias, y otras que se refieren a pactos demoníacos o al
ambiente sombrío de las Salamancas, el poeta nos está anticipando
aspectos mágicos del universo de Las mil y una noches argentinas;
en cambio, con otras composiciones -como la que cierra el libro,
titulada “Arbol castigado” y que da cuenta de una curiosa costumbre
heredada de tiempos remotísimos- se abre a la descripción
costumbrista, que es otra de sus preocupaciones dominantes.
Estilísticamente, es un libro más sencillo en su expresión, con
menor desborde metafórico, aunque no por ello dejan de aparecer
algunas hermosas imágenes, de fuerte originalidad, que animizan los
elementos el paisaje: “Cielo muy negro toreaba / con banderillas
rojizas...”.
El tono se acerca, en numerosos poemas, al de la poesía infantil,
con un aire ingenuo de villancico o de ronda, rico en diminutivos,
onomatopeyas y jitanjáforas en algún caso.
Como libro de madurez, muestra un mayor sosiego, un
voluntario despojamiento: se pierde ese cierto hermetismo que daba
particular encanto a algunos fragmentos del libro anterior; aquí el
discurso es claro y sencillo, y se vale del nombrar, más que del
sugerir. Por otra parte, permanece intacta la preocupación por lograr
un acento regional, a partir de un lenguaje rico en arcaísmos y frases
176
“Dos bellas flautas mezclaron / las músicas del hechizo / y dieron cauce a
sus voces / en dulce cantar mestizo” (pp. 41-42).
de colorido lugareño, que es una de las características salientes de su
estilo.
1.3.Antología poética
179
.Ibid., p. 25.
2.La novela
Esta cultura está viva porque conserva su
memoria [...] El relato es también esto:
inscribir la memoria del pasado, pasado
común, historia colectiva, para dar
perdurabilidad a la propia existencia.
189
Ibid., p. 11.
190
Ibid., p. 9.
191
MATURO, G. “La cabra...”. Op. cit.
las del chañar y del algarrobo, casi amorosa evocación192.
Resaltan también las estampas costumbristas, engastadas como
joyas en el decurso narrativo; son especialmente atractivas las que se
refieren a juegos infantiles hoy en desuso; Draghi se acerca con
ternura al maravilloso mundo de los niños y se solaza a la par de ellos
con los míseros elementos que la naturaleza ofrece a los pequeños
campesinos: humildes piedritas para el juego de la pallana; un
espacio libre para las narias; alambre y una gotita de plomo para la
caza de loros ¡con boleadoras!, prueba del ingenio infantil193 o la
arena del río seco para darse un saludable baño.
El mundo de los adultos, por su parte, exhibe también un
repertorio de costumbres y creencias dignas de ser anotadas: su fe en
una medicina empírica, hecha a base de yuyos del campo, como la
ejercida por el viejo Peletay, verdadera encarnación del saber
comarcano; su profundo respeto ante el misterio de la muerte y de
las almas194; un mundo, en fin, hecho también de supersticiones y
192
“Ese es el chañar, árbol indio. Da un fruto amarillito, muy harinoso y
dulce que comen los niños. De él se hace un arrope muy apreciado. La madera
sirve para rodrigones de viña por ser resistente y durable, y no pudrirse en
terrenos húmedos. Arde muy bien y sus raíces se emplean para tintura. Aquél es
el árbol del algarrobo; da vainas con fruto como el poroto del que se hace el rico
pan indio: el patay que alimenta y da fuerzas al hombre. Ese fruto cuando
madura es el mejor recurso invernal para la hacienda mayor y menor. Las
mujeres y los niños lo cosechan y muelen para preparar el rico patay, y lo que
resta del cernido de las vainas machacadas sirve para preparar la añapa, bebida
refrescante, y si se hace fermentar, se consigue la aloja: licor muy apreciado... La
madera de este árbol maravilloso sirve para horcones de ranchos y ramadas...
para el fuego es muy apreciada su madera... Las cabras comen sus brotes verdes.
Este árbol es la bendición de Dios en los campos despoblados: con justicia en la
palabra lo llaman 'el árbol del pan”. En: La cabra... Op. cit., p. 26.
193
Ibid., p. 52. La descripción de este curioso modo de cazar también
aparece en uno de los relatos de El bailarín de la noche, del autor.
194
Para la creencia popular, el lunes es “día de ánimas”, y es obligación de
todo cristiano encender una vela y rezar una oración por los difuntos. En la
Capilla del Rosario -narra Draghi en la novela- tal piadosa ceremonia se realiza
en un sitio especialmente destinado a ese fin: el “Reprofundo donde lloran las
velas”, que es “[...] una abertura cuadrilonga, en cuya repisa de adobes
revocados se veían disformes y quemados restos de velas. El pequeño local
ahumado y aún quemado en parte del techo, proclamaba su función mortuoria,
anímica. Por el suelo habíase extendido el sebo y la estearina. Era lugar
señalado, con su elemental arquitectura de nicho grande, para encender velas a
las ánimas”. En: Ibid., p. 31.
leyendas (la “luz mala” y el “Gaucho Lima” rondando los campos
que frecuentaron en vida), de oscuras fuerzas telúricas que el
narrador se empeña en transmitir.
Esa sociedad clausa, tradicional, es sometida a lo largo de la
novela a la aguda mirada del sociólogo 195 y retratada en todos sus
detalles: artesanías, fiestas y bailes, tipo de organización familiar196,
hasta los humildísimos enseres domésticos reclaman largos párrafos
del narrador, empeñado en no dejar perder ni siquiera lo más nimio
de una forma de vida que se dispersa como arena al paso del tiempo.
Tal morosidad en ciertas descripciones costumbristas, en ocasiones
puede parecer digresiva, pero cobra sentido en función de la
intencionalidad manifestada por el autor ya desde el prólogo.
Una mención especial merece la reconstrucción que Draghi
realiza del habla de los lugareños: el autor-protagonista recolecta con
verdadera fruición giros y matices comarcanos; salen así a la luz
numerosos arcaísmos, resabios del español de los conquistadores,
junto a refranes típicos de la sabiduría criolla197, con lo que el registro
lingüístico de la novela se enriquece notablemente.
Mundo primitivo donde la vida y la muerte se desenvuelven
según arcaicas pervivencias, repetir de un arquetipo primordial... Es
aquí donde se inserta una tercera dimensión interpretativa, más
profunda, de esta obra: la que la religa con el mito; así -señala
195
.Lamentablemente deformada a veces por ciertos prejuicios ideológicos
heredados de la “Leyenda Negra” antihispana, y que se hacen extensivos a veces
a la conquista espiritual llevada a cabo por los misioneros católicos. Así por
ejemplo, manifiesta: “Estas gentes sencillas, no tocadas todavía por inquietudes
sociales, soportan la vida con yugo católico...Las coyundas de la tradición los
enhuellan en un penar soportado”. En: Ibid., p. 22. Cf. también p. 35 ss.
196
“De pronto distinguió que se acercaba el viejo Peletay... Pero no venía
solo, no. Salía de una hondonada y con el paso seguro del hoplita, avanzaba a la
cabeza de su familia, y ya por el sendero, ya a campo traviesa, caminaban todos
en fila india: uno detrás de otro. Siempre en indescomponible orden y
guardando sistemática distancia y posiciones individuales. Picado por
inquietante curiosidad culturológica, miró con el todo de su atención el profesor
y comenzaron a hormiguearle los análisis punzantes [...] Al pasar la corta
caravana por frente del profesor escondido, vio éste con hondura de ojos y de
entendimiento, que desfilaba una unidad familiar, cerrada, portando el
trascender del sagrado lar”. En: Ibid., pp. 138-139.
197
El habla de don Peletay, por ejemplo, es un rico venero de sabiduría
proverbial y de sabrosas expresiones del habla comarcana. Cf. Ibid., p. 132 ss.
Graciela Maturo- la obra se evade “de su dimensión puramente
antropológica o documental”198 y asciende al plano simbólico donde
cobra sentido el título.
Draghi Lucero busca, por lo tanto, no sólo el rescate de
antiguas costumbres mediante su reconstrucción testimonial de un
pasado, sino que este profesor jubilado (con rasgos autobiográficos
entremezclados en la ficción, como ya se dijo) de alguna manera
quiere, a modo del héroe clásico, revivir situaciones arquetípicas,
como forma de integrarse -él mismo- en el mito. En consecuencia,
resulta posible una hermenéutica del texto que nos rinda su profundo
sentido en orden a una peculiar visión del mundo y del hombre, que
busca en el pasado huarpe de nuestra tierra ese tiempo idílico
primordial que todas las religiones rememoran. Igualmente, la
crianza de animales -cabras, asnos y caballos- es la repetición de un
arquetipo cósmico que logra acercar al hombre a la verdad de la
tierra, que es en sí -también- la de la vida, inseparablemente unida a
esa madre nutricia, la Pachamama indígena. Como señala Graciela
Maturo:
201
MATURO, G. Op. cit.
202
Ibid.
203
Según testimonio de los puesteros, la casa con galería y con un tesoro
enterrado, descrita en la novela, estaría más bien ubicada en San José de las
Lagunas y no frente a la Capilla del Rosario. El dato me fue aportado por
Bettina Ballarini, que ha estado en contaco reiteradamente con habitantes de
la zona de las lagunas, trabajando en la recolección de leyendas y en proyectos
de alfabetización.
204
.Aleccionado por su mentora, la rústica Baltasara, el profesor descubre el
valor totémico del árbol: “Este cuestionado árbol no sólo es raíz y fronda -se
decía-. No. En él, por haber ascendido a 'Familiar' mantiene un aura de alianza
esotérica con el lar, aposento del Hombre que elige su paradero en campo de
soledades”. En: DRAGHI LUCERO, J. La cabra... Op. cit., p. 178. Para el
hombre primitivo, el árbol en sí tiene un profundo significado: como arquetipo
de la inmortalidad (la vida humana es trascendida por el árbol) y como símbolo
relacionado con la idea de fecundidad. Para un análisis de este símbolo en La
cabra... cf. CASTELLINO, Marta. “Símbolos vegetales en algunas novelas
mendocinas”. En: Piedra y Canto. Cuadernos del Centro de Estudios de
Literatura de Mendoza, nº 2. Mendoza, 1994, pp. 84-89.
desiertos, luego de haber intentado, en vano, enfrentar la superstición
telúrica encarnada en “la luz mala”:
205
DRAGHI LUCERO, J. La cabra..., p.144.
206
Acerca de la importancia de este personaje femenino en La cabra..., cf.
CASTELLINO, Marta. “El matriarcado en algunas novelas mendocinas
contemporáneas”. En: Revista de Literaturas Modernas. Mendoza, Instituto de
Literaturas Modernas, Facultad de Filosofía y Letras, nº 22, 1989.
207
“El profesor, siempre asomado a los ventanales fronterizos, oteador
incansable, veía un esotérico aparecer en propicio 'habitat' huarpe. Conocedor de
la suma de hechos históricos y folklóricos del lugar, sospechaba de la existencia
del alentar de sombras vagarosas, revividoras de hechos pretéritos, plenos de
estremecimientos humanos”. DRAGHI LUCERO, J. La cabra... Op. cit., pp.
182-183.
208
Ibid., p. 325.
Se trata de la segunda novela publicada por Draghi Lucero. En
una entrevista concedida en 1985 anunciaba: “Estoy escribiendo La
Sembradora, que es una novela ya de la ciudad, pero de la ciudad
pobre, de la ciudad mugrienta, de la ciudad piojosa, en la que relato
la vida de una lavandera”209; sin embargo, este texto no apareció en
vida del autor. Sí, en cambio, cumple parte del cometido enunciado
con La cautiva..., en cuanto ésta representa en cierto modo una
contraposición con la novela anterior: en la primera es la vida
campesina actual (o con una pequeña distancia de algunos años), en
cambio, en ésta se incluyen escenas de la vida ciudadana de Mendoza
y de la Villa de La Paz a partir de la segunda mitad del siglo pasado;
en aquélla el folklore es fundamento ineludible, en ésta, la
documentación histórica manejada por el autor constituye un
indiscutible punto de partida. En efecto, La cautiva de los pampas
reconoce una doble filiación: la histórica -ya mencionada- y, en
relación con ella, la “literatura de frontera”, vertiente que acompaña
prácticamente el desarrollo de nuestras letras y que Draghi explorará
también en Andanzas cuyanas.
Se trata de una novela construida según cánones tradicionales,
con un desarrollo lineal cuyo clímax se marca, en cuanto a tensión
narrativa, en la descripción del malón que asoló la Villa de La Paz y
que ocasiona el cautiverio de la protagonista. Este será el núcleo
temático que centrará la acción alrededor de una situación
largamente padecida por los habitantes de ciertos asentamientos
fronterizos, como lo eran en el siglo pasado San Carlos, San Rafael o
La Paz, expuestos a los ataques de indios y de cristianos renegados
(luego volveremos sobre ello).
Acerca de la significación del tema de malones y cautivas en la
literatura argentina, señala Gloria Videla de Rivero que, a partir de
ciertos condicionamientos (dados por la personalidad del creador, el
contexto estético-cultural o el molde genérico), estos textos
212
Se alude con estos términos a los seguidores del famoso bandido
Pincheyra, que durante años asoló las tierras de Malargüe y de todo el Sur
mendocino (la toponimia actual recuerda su nombre a través de las cuevas
denominadas Los Castillos de Pincheyra), y a los hombres del famoso caudillo
lagunero Santos Huallama o Guayama. Dice el texto de Draghi: “Esos salvajes,
después de inmensas trotadas pueden llegar hasta La Paz, claro que se les
agregan los de Malalhue con los restos de los pincheyrinos y algunos
guallaminos de las Lagunas. Los indios, de tronco araucano, ya están mestizados
en parte y tienen de malo que son dirigidos por tránsfugas blancos, cristianos
renegados, muchos de ellos desertores de los fortines y gauchos que tienen
cuentas con la policía. Todo este mesturaje tiene apetencias de robo, de
violencia, de pillaje”. En: La cautiva... Op. cit., p. 77.
213
No hay que descartar tampoco la -probada- responsabilidad chilena en los
malones que azotaron toda la línea de fronteras pampeana: “Los indios
constituían una pieza importante en el juego chileno al que obedecían en gran
parte sus movimientos. Chileno era el secretario de Namuncurá y muchos de sus
consejeros”. En: “La Campaña del Desierto y la soberanía nacional”
(Colaboración de la Revista de la Escuela Superior de Guerra). En: Centenario
de la Campaña del Desierto... Op. cit., p. 56. También Patricio Randle,
basándose en documentación histórica, entre la que sobresalen los testimonios
del Coronel Olascoaga, partícipe de la Campaña, afirma que “La reconquista de
las pampas [...] se convirtió en una verdadera cuestión, pura y exclusivamente
porque fue fomentada del otro lado de la cordillera, porque estaba inficionada de
un significado político internacional”. RANDLE, P. “La Conquista del Desierto
y la maduración de la conciencia territorial”. En: Ibid., p.109.
214
DRAGHI LUCERO, J. La cautiva... Op. cit., p. 117.
Esa convivencia también da lugar a episodios que recuerdan la
“Historia del guerrero y la cautiva”, de Jorge Luis Borges; en el caso
de Draghi, el indio pampa que muere defendiendo La Paz, o la
cautiva que prefiere continuar en las tolderías, junto a sus hijitos
indios (tema que tampoco es nuevo en nuestra “literatura de
frontera”).
Por otra parte, esta oscura alianza entre indígenas y blancos que
buscan su apoyo para prevalecer -muchas veces- en contiendas
políticas, reconoce antecedentes en la historia y en la literatura
mendocinas, como es el famoso episodio conocido como “la traición
del Chacay”, en que el Gobernador federal de Mendoza, Corvalán,
marcha al sur a entrevistarse con el famoso Pincheyra y con ciertos
capitanejos indígenas, presumiblemente para solicitar su apoyo, y es
asesinado por éstos215. También la novela, de modo incidental, alude
a este episodio: “¿No son ustedes, los unitarios que, vencidos por los
federales se aliaron con los ranqueles? ¿No son ustedes, los que
hicieron asesinar al gobernador Corvalán con los indios en el
Chacai?”216.
Justamente este trasfondo de rencillas intestinas, prolongación
del período de anarquía y de luchas entre bandos contrarios que
durante años dividió la historia de nuestro país, es evocado como una
de las causas que provocan la desgracia de los protagonistas, en
cuanto motivan su “destierro” a la villa fronteriza de La Paz, luego
de una frustrada asonada –“chirinada” la denomina el narrador-. Ése
y otros indicios permiten situar el tiempo histórico del relato; en
cuanto al tiempo de la narración, éste avanza a través de resúmenes y
escenas que condicionan un tempo relacionado con las vivencias de
los personajes. Así por ejemplo, los pocos días vividos en La Paz,
con sus terribles presagios de catástrofe, ocupan largas páginas del
relato; igualmente, la descripción del malón se extiende -en función
de su importancia como nudo argumental- a través de largos y
215
Acerca de la reconstrucción poética de este suceso, hecha por Alfredo R.
Bufano en su “Romance de la Traición del Chacay”, cf. CASTELLINO, Marta.
Una poética de solera y sol; Los romances de Alfredo Bufano. Mendoza,
CELIM-Ediciones Culturales de Mendoza, 1995, 125 p. Allí se consignan las
fuentes históricas que permiten la reconstrucción del suceso.
216
DRAGHI LUCERO, J. La cautiva... Op. cit., p. 107.
conmovedores párrafos. Luego la acción progresará rápidamente a
partir de la reiteración de sintagmas resumidores como “Y seguía el
pasar de los tiempos: días, semanas, meses” (p. 124) o “Así pasaban
en hilera interminable los días, las semanas, los meses” (p. 138), hasta
cubrir el lapso de aproximadamente seis años que median entre el
malón y el desenlace.
En cuanto a la época histórica presentada, indudablemente es
posterior a Caseros, pues se alude al derrocamiento de Rosas:
218
.HERRERA, Ramona del Valle. “Desde Caseros hasta fines del siglo
XIX”. En: MARTINEZ, Pedro Santos. Historia de Mendoza. Buenos Aires, Plus
Ultra, 1979, p. 116.
Va cayendo la oración cavilosa. La Paz se envuelve
en tristeza. Los vecinos se apresuran a recoger las
vacas que pastan en el carril y los callejones. Algunos
niños acuden a sus viviendas portando atados de leña
para mantener el fuego de la noche. Aumentan los
ladridos y aullidos de los perros, como si todo el
horizonte se llenara de hocicos que ladran y aúllan.
Una quietud cargada de pesados aconteceres sobrenada
el poblado. El río Tunuyán se derrama en las lejanías.
Sus aguas, antes dulces, se van tornando saladas en el
Chadi Leuvú219.
222
Ibid., p. 8.
223
El general Fotheringham los describe así: “El fortín, las docenas de
fortines que se levantaron en las fronteras, eran ranchos de barro y paja con
cuadra para la tropa y algunos cuartujos para oficiales y soldados con sus
mujeres. El mangrullo era fundamental, lo más alto posible, y todo el fortín
rodeado por una zanja o empalizada”. Citado por CORREAS, Edmundo.
“Mendoza en la Conquista del Desierto”. En: Centenario de la Conquista del
Desierto... Op. cit., p.82.
224
DRAGHI LUCERO, J. La cautiva... Op. cit., p. 59.
La novela alude frecuentemente a esa injusta dicotomía que se
establece entre los habitantes de la ciudad y el campo; se insiste sobre
todo en la terrible situación de los soldados: “¡Perdone, mi
Comandante, pero no me parece en justa razón! Para nosotros son
las verdes y para los del pueblo ¡las maduras! ¿Es justo esto?
Nosotros ponemos el pecho a las lanzas para proteger a Mendoza y,
¿con qué nos paga?”225.
Algunos de los ambientes descriptos sirven también para ubicar
animadas estampas costumbristas, como por ejemplo las pulperías y
la chingana:
228
Ibid., pp. 20-21.
229
“¡La danza del velorio del angelito! Hombre y mujer confesando ante la
mirada de los concurrentes, que habían engendrado una vida de poco vivir”. En:
Ibid., p. 128.
230
DRAGHI LUCERO, Juan. Andanzas cuyanas. Buenos Aires, Troquel,
1968, p. 201.
231
DRAGHI LUCERO, J. La cautiva... Op. cit., p. 133.
somera, de la existencia de todo un folklore poético de cuentos
tradicionales, “de entretenimientos y maravillas” como el del
“Caballito de Siete Colores”, que “bajaba del cielo a los jardines en la
noche, tan sólo a comer flores. Nada más que flores, las que por
mandato de Dios, renacían más lozanas y adornándose con los más
vivos colores”232, relato que la parda Isidora cuenta al pequeño
Servandito, hijo de los protagonistas.
Si la pintura costumbrista es -nuevamente- uno de los mayores
aciertos de la novela, los personajes principales (especialmente los
pertenecientes a la clase alta) se resienten de cierto esquematismo.
Así por ejemplo, la protagonista femenina hereda el nombre y la
idealización romántica de una de las más típicas heroínas del género:
María, retratada por Esteban Echeverría en La Cautiva. En cuanto a
su esposo, el Capitán Peralta ¿puede su nombre relacionarse con el
de un valeroso personaje de la Conquista del desierto, el sargento
Peralta, evocado por el Comandante Prado en Conquista de la
Pampa. Cuadros de la Guerra de frontera. 1876-1883? Esta pareja
padece las consecuencias de un sino trágico, que en un pasaje de la
novela se relaciona vagamente con la idea del “daño” provocado por
una amante abandonada.
Los fieles servidores, el Asistente puntano y la parda Isidora,
verdadero ejemplo de sumisión y devoción hacia sus amos, son
acabados tipos pueblerinos y los encargados, además de su
funcionalidad en el desarrollo de la acción, de permitir la recreación
de costumbres populares que tanto sabor confieren al texto, y el
rescate de hablas comarcanas del pasado.
Otro personaje que merece citarse, por ser el único de existencia
histórica fehacientemente documentada, es el Padre Moisés Burela,
cuyos controvertidos tratos con los indígenas permitieron el rescate
de tantos cautivos.
Pero los verdaderos protagonistas son los humildes, los
desposeídos, contrapuestos a los “avenegras” del poblado; es aquí
donde la veta social que Draghi reclama para el arte, reluce en
plenitud: en la denuncia de los atropellos e injusticias de que son
víctimas quienes no tienen poder ni riqueza:
236
Ibid., p. 77.
241
El costumbrismo, como género definido, con muchos de los rasgos que
más tarde lo caracterizarían, puede considerarse iniciado en el siglo XVII. En él
confluyen elementos de otras escuelas y tendencias; como dice Esteban
CORREA CALDERON: “el gran espejo de la novela se ha quebrado y cada uno
de sus añicos refleja en brevísimos cuadros populares, un tipo, un rincón de una
ciudad, un apunte apenas”. En: Ibid., p. XIV. Acerca del costumbrismo en La
Argentina puede verse: GHIANO, Juan Carlos. “El Matadero” de Esteban
Echeverría y el Costumbrismo. Buenos Aires, CEAL, 1968; MARUN,
Gioconda. Orígenes del costumbrismo ético-social; Addison y Steele:
antecedentes del artículo costumbrista español y argentino. Miami, Florida,
Ediciones Universal, 1983, 167 p.
242
“¿Qué intención persiguen los autores de estos breves, sucintos cuadros,
en que se refleja la vida de su tiempo? Desde luego, llevan al escribir un
propósito educativo, ético. En: CORREA CALDERON, E. Op. cit., p. LXX.
243
“El costumbrista [es] el minucioso observador de las cosas que le rodean,
todo ojos abiertos para el detalle curioso, el escorzo expresivo, la novedad
sorprendente”. En: Ibid., p. LXIII.
244
Op. cit., p. 56.
pintura de lo actual245.
Éste es precisamente el calificativo que podría aplicarse a las
búsquedas costumbristas del narrador mendocino (sin excluir por
cierto la dimensión ético-social) que persigue principalmente hábitos
y valores tradicionales, como también giros y modos anticuados de
expresión... en fin, todo aquello que resulta atractivo, porque es
original y genuino, y va a desaparecer pronto.
Esta actitud determina una particular elaboración o conjugación
de las categorías de “realidad” y “ficción”, en consonancia con una
actitud, la del escritor costumbrista, que en todo momento reclama
para su obra el carácter de testimonio246, por lo que se inscribe dentro
del realismo que podríamos denominar, con Darío Villanueva,
“intencional”247.
Pero si bien es cierto que el valor documental de muchas
páginas de Draghi es destacable, tampoco debemos olvidar que en la
elaboración literaria de esa realidad contemplada o evocada se
concreta un proceso de ficcionalización de los datos del referente que
podríamos denominar “invención”, ya que la referencia a datos reales
no es simple traslación, sino que implica una mediación por parte del
autor248.
Es de notar asimismo, como una característica de ese
“costumbrismo retrospectivo”, la reelaboración del tópico literario
del “menosprecio de corte y alabanza de aldea”, es decir, la
245
“Una distinta modalidad del costumbrismo nos la ofrecen aquellos
escritores que añoran el pasado en relación con el presente, exhumando con
cierta complacencia los valores antiguos y legendarios”. En: CORREA
CALDERON, E. Op. cit., p. LI.
246
Así, señala José MONTESINOS: “Los costumbristas españoles han
definido más de una vez su obra como testimonio de la transición española, del
hondo cambio sufrido por la nación"; y también "la afirmación del mismo
propósito: dar fe de un cambio”. En: Op. cit., pp. 43 y 44. En ambos casos el
destacado es mío.
247
“[...] el costumbrista, el minucioso observador de las cosas que le rodean,
[...] como un fiel sismógrafo acusa las más sutiles oscilaciones de la ciudad, del
campo, de la época, que va anotando pacientemente en su cuadernito”.
CORREA CALDERON, E. Op. cit., p. LXIII.
248
Cf. JITRIK, Noé. Historia e imaginación literaria; Las posibilidades de
un género. Buenos Aires, Biblos, 1995, p. 16.
dicotomía campo/ciudad -tan presente, por otra parte, en la cultura
argentina249- que corre pareja a la de pasado / presente en muchos
textos de Draghi. En efecto: como buen “costumbrista”, nuestro
narrador busca los usos tradicionales donde han conservado su
autenticidad, vale decir, en medio del pueblo, de la población más
bien rural que urbana, con lo que la búsqueda costumbrista se
aproxima al folklore250. El mismo Draghi en uno de los relatos más
interesantes desde el punto de vista costumbrista, en el que describe
la vida cotidiana de la gente sencilla, con particular detenimiento en
el arte de una dulcera (“Los toritos de doña Esperidiana” de El tres
patas), se encarga de puntualizar cuál es el estrato social presentado:
“Para que vayan entendiendo cómo era la gente pueblera de los
extramuros [...] la más antigua y guardosa de costumbres [...] Yo les
hablo de la gente ni muy pobre ni muy rica [...] que se manejaba con
los productos de su tierrita y pocas haciendas”251.
-Narrador y personajes
aceptar sin resistencia un hecho que no tenga explicación aceptable, que no sea
consecuencia de un proceso humano. Por eso no quise mirar el monte donde la
mujer ‘conchabó’ a las hormigas. Me sublevaba la idea de que pudiera encontrar
allí a la numerosa familia que hasta el día anterior bullía en el jardín. Y sin
embargo, delante mío estaba el indicio, tenue pero evidente, de una fuga de los
individuos del hormiguero. En efecto, un caminito apenas marcado partía del
nido abandonado hacia el monte”. En: ORTIZ PONCE, E. Op. cit., p. 55.
Apunta, empero, una explicación racional, al indicar que las hormigas
“conchabadas” fueron las más grandes, es decir, las reinas, que fueron seguidas
por el resto. Esto está hablando de una sabiduría ancestral que, aun cuando haya
perdido la razón “científica” continúa aferrada a las prácticas tradicionales
derivadas de ella.
264
Ortiz Ponce también cuenta un caso similar, si bien aquí es más evidente
la explicación de tipo científico: “Un día un amigo [...] me asombró con una
sentencia pronunciada contra...¡una parra! [...] La parra había dado muy poca
uva en la temporada anterior y se ‘había ido en vicio’. Se acercó a la cepa, la
miró un instante y atacó luego con su podadera, diciendo ‘¡Te voy a castigar este
año!’. ¡La dejó verdaderamente talada! El castigo consistió en dejarle solamente
dos ‘cargadores’ y la parra, al año siguiente, fue una lujuria de frutos. Y que
digan luego que el criollo carecía de conocimientos en materia de agricultura.
Este procedimiento, si bien primitivo y empírico, es el que aconseja la ciencia
para evitar fuga de la fuerza en sarmientos largos y hojas”. En: Ibid., p. 153.
estampa gráfica265, detalles pintorescos, escenas típicas; en cuanto al
narrador, destaca su presencia en el texto, que pretende en muchos
casos ser una experiencia personal. Y como se trata generalmente de
la evocación de un tiempo pasado, más o menos idealizado, suele
recurrir con frecuencia, cuando la distancia temporal hace imposible
de su parte la contemplación directa, al valor de la tradición; así, son
frecuentes expresiones como “En aquel tiempo se acostumbraba” o
“Como era costumbre entonces”...
El narrador básico de muchos de estos relatos es una primera
persona testigo, aunque muchas veces no queda claro si cuenta lo
que vio o lo que le contaron; también suele ser frecuente la apelación
a un auditorio, sea un narrador testigo o el mismo personaje quien
relata sus aventuras; por ello el texto puede presentarse como si diera
cuenta de una conversación ya iniciada: “...como les iba diciendo y
contando”...
Este narrador suele presentarse asimismo con muchos rasgos
que nos informan de las aficiones del propio Draghi:
fundamentalmente esa su curiosidad por documentar usos y
costumbres en trance de desaparición o bien por indagar más allá de
las fronteras de lo racional: “Joven era yo y me gustaban el baile, el
trago y las algaradas parranderas, pero me llamé a un aparte con esa
viejita por un algo que asomaba y se escondía en las negruras del
pensamiento [...] Yo seguía un preguntar a la que en su pobreza y
poquedad conocía ‘las artes’...”266.
Esta “intromisión” del autor puede producir, como apunta
Pupo-Walker a propósito del relato costumbrista, rupturas del hilo
narrativo “y el contrapunteo sobresaltado de anécdotas inconclusas y
matizaciones conceptuales”267; en el caso de Draghi da lugar a ciertas
digresiones -ya destacadas a propósito de su primera novela- que
desvían la atención del núcleo argumental y obligan a fijar la atención
265
“El cuadro de costumbres, el cuento y la posibilidad de un deslinde”. En:
Revista Iberoamericana nº 102-103, en.-jun. 1978, p. 6. Afirma también que
“Ese empeño por lograr una escritura dibujada aproxima al cuadro de
costumbres [...] a la pintura de género propiamente dicha. En este sentido es
curioso, por cierto, que los costumbristas una y otra vez, invitan a la
contemplación del texto como si se tratara de una creación plástica”, p. 7.
266
En: Andanzas... Op. cit., p. 84.
267
Op. cit., p. 3.
en reflexiones tendientes en general a delinear una suerte de
“contexto” de la acción: “¡Ah, la soledad de mis campos mordidos
por la Noche...! Nadie podrá convencerme jamás que no hay una
Vida que vuelve, celosa, a desandar pasos de los campos en soledad.
Sé que no defiendo ninguna ‘causa justa’ al apartarme en estas
cavilosidades a los paraderos del misterio”268.
También en ocasiones los personajes se contagian de este tono
filosofante del narrador, asumiendo discursos similares.
En general, en los personajes de estos relatos la tipicidad prima
sobre la individualidad: si se narra una historia personal es porque
-variando lo circunstancial- corresponde a muchos. También aquí se
establece una relación con el género costumbrista269; así por ejemplo
“El callo del turco” de Cuentos mendocinos, que habla de la
esforzada lucha de un inmigrante y del “cajón” que señalaba la silueta
inconfundible de tantos vendedores ambulantes.
En Andanzas cuyanas (quizás el volumen más homogéneo), el
tipo presentado es el del criollo, cuyas peripecias se entrelazan casi
inevitablemente con la historia de la peligrosa convivencia fronteriza
ente indios y cristianos.
Otros personajes responden a tipos muy difundidos, como “el
picaflor”, los jarilleros, la “policía brava”, el avaro, el abogado
inescrupuloso, el juez inicuo (todos en general con un cierto matiz de
denuncia social, como veremos).
Acerca de sus protagonistas, el narrador rescata en general su
carga de dolorida humanidad, como ya se señaló270.
Un indudable hálito de realidad, vivencialmente contemplada,
respiran muchas de estas páginas; así también algunos personajes que
por ellas desfilan tienen su viviente modelo, como el mismo Draghi
confiesa, por ejemplo en relación con la protagonista del cuento
titulado “El rezo de la tía Paulina”: “Otro personaje real era Paulina,
268
En: El hachador..., p. 151.
269
“Aunque los personajes aparezcan denominados, no apuntan a un hombre
determinado, sino a tipos genéricos. La sátira alude al vicio, al defecto, al uso y
al abuso, refiriéndolos a gentes imaginarias, que pudieran ser verosímiles, pero
sin concretarlas a personajes reales”. En: CORREA CALDERON, E. Op. cit., p.
LXXI.
270
Cf. DRAGHI LUCERO, J. “En busca...”, Op. cit.
tía carnal mía, de tan profunda bondad que, si hay Dios, la tiene
sentada a su lado. Ella adoptaba a sus nietos huérfanos y los
alimentaba. Era un alma de Dios, tan católica, tan nuestra, tan
profundamente cristiana...”271. Este personaje reaparece en otros
relatos, lo que refuerza aún más la impresión de verosimilitud.
271
Entrevista personal.
272
Op. cit., p. 11.
273
.Cf. PUPO-WALKER, E. Op. cit., p. 2. También destaca Esteban Correa
Calderón que “Existe una modalidad reconstructiva, retrospectiva del
costumbrismo, en la que es muy frecuente, por ejemplo, que el cuadro típico se
entrevere con la divagación histórica”. En: CORREA CALDERON, E. Op. cit.,
p. LX.
cuyanidad con un mundo de arreos, indios y malones que se
relaciona -en cierto modo- con las cumbres de la gauchesca: Martín
Fierro y Don Segundo Sombra.
Es además una narrativa con sólido fundamento histórico, que
responde seguramente al manejo de documentación, a la
frecuentación de archivos (así por ejemplo las cifras relativas a tropas
de carretas y el detalle de sus cargamentos). Además, estos cuentos
parecen situarse en un punto de inflexión a partir del cual la
aceleración del tiempo histórico nos deja sin más en nuestro presente,
compartido por el narrador (así, en los últimos relatos, la mención de
los “melenudos” y “los Beatles” aproximan el tiempo narrado al
momento de la narración). Es aproximadamente un siglo el que
transcurre, fechado a partir de hitos significativos: la Expedición al
Desierto del General Ortega, algunos malones y ataques indios, la
llegada de los inmigrantes indicada a través de la mención de “tropas
de carros de Giol, Gargantini, Tomba, Arizu”, algunas revoluciones
como la del 4 de febrero de 1905, revueltas y cambios de gobierno,
la llegada del ferrocarril, las amenazas de guerra con Chile o la
referencia los terremotos, como el del 20 de marzo de 1861.
-Temas y ambiente:
283
El tres... Op. cit., p.95.
284
Como indica Marta LOPEZ DE PEDERZOLI en “Mendoza y los
contratos de trabajo (Vigencia de la papeleta de conchabo)”: “La exigencia de la
papeleta de conchabo y las multas que se aplicaban, originaron una dependencia
absoluta el peón con su patrón”. Con ella se procuraba combatir la vagancia, de
allí su vigencia más o menos legal hasta las primeras décadas del siglo XX: “Es
posible que las características de zona de frontera, que presenta Mendoza,
acentúan la existencia de vagos o de aquellos que por circunstancias propias de
los trabajos, como por ejemplo el arriero [...] al llegar a destino [quedan] un
tiempo sin conchabo, deambulando por la ciudad y en muchos casos perdiendo
sus pagas en juegos y bebidas”. En: Revista de la Junta de Estudios Históricos
de Mendoza, 2º época, nº 10, 1983, p. 268.
las lacras de una sociedad en que el pueblo es manejado como un
simple número en la contienda electoral, víctima alternativa de la
demagogia y la violencia, pero también de su propia incapacidad para
organizarse y resistir: “¡Ah, la dejadez criolla! ¡La falta de carácter y
decisión sostenida! ¡Todo se volvía un vivo palabrerío y cuando
aparecían las coloradas, sólo quedaban unos pocos para aguantar el
cimbrón y encararse con el sable policial!” (p. 163). Ante el
espectáculo de la miseria y la ruina humanas, el propio narrador se
acusa a sí mismo de insensibilidad:
285
El tres... Op. cit., p. 165.
286
Ibid., p. 165.
Pero el hombre sufre -aunque en menor medida- por sus propios
defectos, porque si bien el criollo es presentado en general como
sujeto de virtudes -como la amistad, el valor, la lealtad a la palabra
empeñada...- también sufre por su afición a la bebida y al juego, y
esto -en un momento de cambio social- puede ser muy riesgoso para
quienes no se avienen a seguir el ritmo de los nuevos tiempos, cuyas
exigencias primordiales son el trabajo y la instrucción287.
También es interesante observar cómo va apuntando en la
narrativa de Draghi una preocupación por la condición social de la
mujer288, cuyas virtudes consistirían primordialmente en ser “muy de
su casa, hacendosa y subida a seriecita”; pero este arquetipo tiene su
contrapartida negativa de sometimiento, de la que sólo puede
evadirse por vías indirectas, como el curanderismo o su pertenencia a
una ¿institución? social cuyo nacimiento el narrador historia en en
“Las cumitas”, relato de las segundas Mil y una noches...: “A este
punto llegará quien se ponga a averiguar el aparecer de las Cumitas
[...] fue una manera de abrirle una ventana a la jaula donde se
encontró encerrada. Sucedió en los tiempos en que la mujer, por ser
mujer, merma de fuerzas y del pensar, soportaba su yugo”289. Ser
cumitas “en justa y cabal medida, es el ser comadres de boca” y
287
“De los tiempos tardos del paso de las carretas y de las arrias pasaron a
los apuros del tren con sus horario fijos y sus leyes bien claras. Ya el silbato de
las locomotoras cambiaba la vida. Fábricas y talleres mecánicos suplían las
barracas y curtiembres de frutos del país [...] Se abrían escuelas y los niños,
antes cimarrones de a caballo, aprendieron a andar con el silabario. Y los
mocetones dejaban de estar afirmados en los mostradores de los bolichones y
con el puñal a la cintura, para entrar de aprendices en los talleres y acudir a las
escuelas nocturnas”. En: Andanzas... Op. cit., p.62.
288
En las “conversaciones” entre Draghi y Daniel Prieto se dedica un
capitulillo a este tema. Como ideas salientes pueden destacarse las siguientes
afirmaciones del escritor: “Por lo general la mujer estuvo supeditada al hombre,
la mujer es servidora del hombre, y del hombre en su sentido machista. Se
observa en las tonadas, siempre culpan a la mujer de infidelidad [...] La única
forma que tiene la mujer de hacer su justicia es mediante la curandería. No tiene
la musculatura del hombre; avasallada por el músculo masculino, usa recursos
un tanto ocultos, esotéricos. En muchas ocasiones se salva y aun consigue su
victoria”. En: PRIETO CASTILLO, D. Op. cit., p. 41 ss. Esta creciente
preocupación del autor por la condición femenina se pone de manifiesto también
en sus últimos cuentos, por el papel cada vez más activo que le cabe a la mujer,
incluso como protagonista de relatos de corte maravilloso, como veremos.
requiere una serie de condiciones: ser amigas de antes y jurarse
eterna fidelidad, estar dispuestas siempre a las confidencias y a
establecer una verdadera relación de comadrazgo si se presentaba la
ocasión. Esta alianza, que el narrador nos presenta con ciertos visos
esotéricos, habría perdurado en el tiempo, amparada precisamente en
su misterio: “-¿Se avanza, don, a sostener que todavía hay Cumitas?
-¡Claro, amigazo! Pero no entre a averiguarlo, porque ¡se lo van a
negar!” (p.70).
-Leyendas regionales
de todos los encuentros sufridos por la carne de un pueblo mal llevado” (p. 174).
297
He tenido oportunidad de entrar, de noche, hasta el corazón de los
Bosques Teltecas lavallinos, y escuchar, de boca de los paisanos, sus temores y
experiencias anteriores respecto de ciertos gritos misteriosos que se oyen en la
zona; en ese momento gritó un zorro, y en la soledad y el silencio de la noche
del desierto, todos tocamos una suerte de frontera mágica.
298
Según los que la conocen, se trata de una oración para los momentos
desesperados, y su conocimiento implica un cierto grado de “iniciación”. Como
todo contenido tradicional, pasa de boca de padres a hijos. Alberto Rodríguez,
en su Manual del folklore cuyano, consigna esta versión:
304
Cf. PRIETO CASTILLO, D. Op. cit., p. 15.
El texto citado a modo de epígrafe pertenece al libro que
podemos considerar el punto culminante de la trayectoria literaria305
de Juan Draghi Lucero: Las mil y una noches argentinas, y esa
imagen por él creada de algún modo sugiere tres términos: realidad,
folklore y mito, que son verdaderos ejes alrededor de los cuales gira
todo el quehacer artístico de nuestro autor, elementos que se
interrelacionan, se imbrican para dar a los textos de Draghi esa
densidad y ese encanto que -desde mi punto de vista, la singularizan.
Así, podemos observar el juego de realidad, fantasía creadora y
mito, en la trasmutación literaria de una “circunstancia” entrañable y
próxima, rica además en elementos folklóricos, tradicionales. Al
respecto, es necesario destacar que en la obra de Draghi el folklore
adquiere importancia tanto en lo que hace al rescate de una cultura
tradicional, cuanto como mediación que conduce al plano mítico.
La integración de estos aspectos en la obra de Draghi Lucero se
logra a partir de un peculiar concepto de “lo real” que -según nuestra
hipótesis- incluye con igual validez y pertinencia no sólo los
elementos empíricamente constatables sino también esa “otra
dimensión” misteriosa, mágica, que solamente la literatura, como vía
alternativa de conocimiento, es apta para explorar, ya que -como
señala Draghi- “andamos fluctuando en un mundo de posibilidades
donde hay ‘magicismo’ y realidades concretas. Tratar esa parte
mágica me parece muy interesante para entrever en la literatura un
mundo subjetivo [...] riquísimo en facetas pero dificilísimo de
manejar”.
En este sentido, el folklore desempeña para nuestro autor un
papel privilegiado, en tanto le permite “auscultar” el misterio de la
tierra, captar su faz oculta, porque “la mocedad del tiempo del
folklore vivía de manera que podía [...] sentir los latidos de las
profundidades de la tierra; pero nosotros vivimos en un mundo de
cemento y ladrillos, estamos separados de la madre tierra”.
Quedan así planteados -reitero- los grandes ejes sobre los que
discurrirá este sector de la narrativa de Daghi dedicado a la
reelaboración de motivos folklóricos tradicionales306: la captación y
305
Para un análisis más completo de este sector de la narrativa de Juan
Draghi Lucero cf. CASTELLINO, Marta Elena. De magia y otras historias.
Mendoza, EDIUNC, 2002.
306
Búsqueda que se continua –además del volumen ya citado- en otras tres
colecciones: El loro adivino (Buenos Aires, Troquel, 1º edición 1963); El pájaro
trasmutación literaria de la realidad comarcana, el rescate de
elementos pertenecientes al folklore literario de la región, y la
proyección de esos contenidos, a través de imágenes y símbolos, a
un plano mítico.
311
Conferencia pronunciada por Draghi Lucero en un acto en que se
conmemoraban los cuarenta años de la publicación de Las mil y una noches
argentinas. Citada en “Juan Draghi Lucero. En busca de un folklore perdido”.
Op. cit..
recopilador minucioso del pasado cuyano, sino que llega a una
reconstrucción fiel, a la vez que artísticamente cincelada, de todo un
mundo en el que juegan la realidad, la magia, los sueños y ciertos
símbolos y mitos latentes en la memoria colectiva de toda la
humanidad; mitos y símbolos que, aunque engalanados con ropajes
criollos, en el escenario desolado de estas comarcas argentinas, por
ser folklóricos trascienden lo cuyano y adquieren categoría universal.
Entonces, su significación se proyecta a niveles casi
insospechados, hasta convertirse en una verdadera explicación del
mundo y de la vida, al modo de los mitos de origen, a la vez que
proporciona valiosos datos para el conocimiento de las pautas socio-
culturales y del código ético, vigente aún en comunidades de tipo
folk. Draghi recrea un mundo donde el bien tiene su recompensa y el
mal, su castigo; un mundo donde se reconocen y valoran las virtudes
criollas y queda al descubierto la raíz creyente y devota del hombre
de nuestra tierra.
Demuestra que por estas comarcas cuyanas también anduvo lo
maravillo sembrando encantos; pero -más aún- que las cosas
lugareñas tienen un encanto propio, brotado de la unión de ese cielo
tan azul y esa tierra árida, con los misteriosos hálitos emanados del
“Padre Ande”, centinela indígena de leyendas, testigo de los albores
del mundo, de los secretos e historia de la tierra y de la raza. Así, por
los intersticios de la tela (la acción del cuento maravilloso en sí)
asoma todo un mundo de costumbres criollas para que -al modo de
los poemas homéricos- aflore aquí y allá la realidad cotidiana, en un
testimonio de vida auténtica y sencilla, con tanta entidad -si cabe-
como las acciones que ocupan el primer plano narrativo.
Existe -reitero- todo un corpus de relatos que pertenecen al
folklore universal, cuentos que -por sobre sus variantes- exhiben una
llamativa continuidad de elementos. Vladimir Propp, estudioso del
relato maravilloso, da a a estos rasgos constantes el nombre de
funciones312. Sin detenernos en la teoría que fundamenta la unidad y
variedad de los cuentos tradicionales destacamos, sí, su presencia en
nuestras tierras.
Numerosos estudiosos argentinos, entre los que es justo citar a
312
Cf. Morfología del cuento. Buenos Aires, Juan Goyanarte, 1972 y Las
raíces históricas del cuento. Madrid, Fundamentos, 1974
Berta Vidal de Battini313 y a Susana Chertudi (e injusto seguramente
omitir a otros) documentan la existencia de esta especie literaria que
reúne muchas de las notas del fenómeno folklórico: su anonimia, su
oralidad...
Así, debemos diferenciar:
“ARTE POÉTICA”
327
Indios, porteños y dioses. Buenos Aires, Stilcograft, 1966, p. 42.
328
Op. cit., p. 13.
dura y áspera de la realidad que lo circunda.
También descubre esa profunda vinculación que existe entre el
hombre -y por ende el arte- y la tierra: “El latinoamericano, que
vive en un mundo relativamente nuevo, con presencia
precolombina antiquísima, nos da las dimensiones de un arte que
difiere de las medidas occidentales”329; la inmensidad americana,
especialmente la gran mole andina, no rinde fácilmente su misterio
a la expresión poética: “Muy difícil es encontrar el arte en sierras
inhóspitas. Sólo la grandeza, lo descomunal, encuentra cierta
figura literaria, pero que escapa al común de la gente”.
Y destaca “Lo descomunal en nuestras altísimas cimas es
sobre todo imponente y tiende a acallar en el hombre toda
manifestación”. Sin embargo, el verdadero artista se impone como
tarea el rastrear esas escondidas esencias en el paisaje: “he dormido
noches en los cañadones cordilleranos y me he sentido encogido.
He llegado a la miseria orgánica eun un mundo inorgánico de
piedra inerte”330, como propiciación de la escritura.
Es que para Draghi el hombre es “un ser en el mundo”, unido
por misteriosos lazos al resto de la creación; esta forma de pensar
que en cierta forma se relaciona con la mentalidad arcaica, mítica,
impulsa al escritor a tratar de restaurar, a través de la escritura, esa
comunión con la naturaleza que la modernidad ha alterado
radicalmente. Así como el escritor se presenta como “la voz de los
que no tienen voz” (en una afirmación del sentido social de su
arte), del mismo modo es capaz de dar expresión literaria a la
íntima verdad del paisaje en que este hombre desarrolla su
existencia, por más áspero o rudo que sea.
Y este “secreto de los campos cuyanos” sólo se le ha rendido
luego de un amoroso bucear en la historia y geografía comarcanas.
Al referirse a su modo de escritura, Draghi hace referencia a su
costumbre de adentrarse en la soledad de la noche y allí, de frente
al misterio, captar las esencias sutiles que escapan de la tierra, del
aire montaraz. Pero tal operación sólo es posible si se está “en
posesión de los hechos históricos del paisaje y de su folklore. Sin el
conocimiento de un pasado grávido de campos de pasión, no creo
329
Ibid., p. 13.
330
Ibid., p. 26.
que responda una cosecha provechosa”331, manifiesta. Aquí se hace
evidente, otra vez, la interrelación que historia, folklore y mito,
establecen en su pensamiento y en su obra.
La historia y el folklore (entendido éste como el acervo
tradicional de un pueblo) permiten, en efecto, una más cabal
comprensión del entorno americano: ambos coadyuvan al
conocimiento de un pasado que es aún presente en la perennidad
del paisaje. Pero también el mito, con su modo de expresión
propio, que son las imágenes simbólicas, aparece como ingrediente
importante en su reflexión estética.
Tanto Kusch como Draghi destacan el contenido en cierto
modo esotérico que esta aproximación a la realidad americana
implica, y la mediación-revelación del arte se presenta como apta
para su exploración: en palabras de Kusch, para dar cuenta de la
bifrontalidad de nuestra cultura y de la categoría de “lo tenebroso”:
“El arte cierra así una parábola de ajuste que es la transición de lo
tenebroso hacia la luz”332.
Si en el arte “hay que correr veladas cortinas, mirarlo y
retornar a lo habitual para no perderse en lo deslumbrante, sin
poder volver a nuestro cotidiano ser y estar” 333, puede leerse en
esta afirmación una implícita referencia a ciertos umbrales
iniciáticos que podrían a su vez relacionarse con el mito y su
función arquetípica respecto de las cotidianas acciones humanas.
Rescatando los puntos salientes de su concepción estética, y
en consonancia también con los aspectos de su pensamiento que
hemos reseñado, podemos decir una vez más que la literatura es
para Draghi conocimiento y memoria. Constituye así un modo de
aprehensión de lo real en un doble sentido: una exploración
individual de la esencia mistérica de las cosas (de allí ese “irse a los
campos desiertos”, a fin de buscar la escritura en medio de la
soledad y el silencio de ciertos sitios especialmente transidos de
resonancias ancestrales); pero también la posibilidad de compartir
esa experiencia didácticamente, comunicativamente, a través de
331
DRAGHI LUCERO, Juan. El loro adivino. Op. cit, p. 14.
332
“Anotaciones...”, p. 4.
333
PRIETO CASTILLO, D. La memoria y el arte... Op. cit. ,p. 13.
una reconstrucción que intenta ser fiel a la realidad cuyana.
Pero su concepto de lo real es complejo, no unívoco,
comprende por igual estratos sensibles y suprasensibles, y todos
ellos deben ser registrados por la literatura. Así se justifica, por
ejemplo, el diálogo que la obra de Draghi instaura con el folklore y
la concepción de éste como opuesto a la ciencia; además, esa
captación de lo mistérico del mundo comporta su relación con el
mito en tanto expresión de una forma de pensar que da cuenta de
la sumersión inmediata del hombre en el cosmos. Pero más que
como afirmaciones teóricas, estos postulados se descubren en su
práctica textual.
2.El proceso de creación
334
Cf. PRIETO CASTILLO, D. “El arte...”. Op. cit.
335
PRIETO CASTILLO, D. La memoria... Op. cit., p. 92.
limosna”336.
En ese modo de conocimiento tan particular que instaura la
literatura -conocimiento intuitivo-, en ese “milagro” de que habla
Draghi, la imaginación juega un importantísimo papel, a través de sus
contenidos propios, las imágenes, surgidas muchas veces de los
“entresueños” del autor; ese ensueño poético resulta así productor de
imágenes de gran riqueza; como confiesa Draghi: “Algunos relatos
en mis libros los he soñado” 337, y agrega: “He soñado generalmente
con un mundo criollo”338. Finalmente, preguntado acerca de sus
últimas búsquedas literarias, responde:
-Plano fónico
348
“El fenómeno coloquial en la narrativa hispanoamericana [...] ya no es
celosa autoafirmación nacionalista o síntoma de estrecho localismo, sino un
problema poético y de comportamiento artístico: un fruto de madurez
expresiva”. SERRA, Edelweiss. Tipología del cuento literario. Madrid, Cupsa
Edit., 1978, p. 154.
349
Ibid., p. 156.
*Cambio de articulación: dijunto por difunto, alvierto por
advierto, güeno por bueno.
*Ultracorrección: fantaseoso.
*Yeísmo: güeya (no es norma fija).
*Tendencia a la diptongación indebida: rial, enderieza.
*Cambio de acentuación: óido por oído.
*Simplificación de grupos consonánticos: letores, rajuñar.
*Fenómenos de fonética sintáctica: t'hey.
-Plano morfosintáctico-oracional
-Plano léxico-semántico
-Plano retórico-estilístico
356
Ibid., p. 178,
357
Op. cit., pp. 8-10.
CONCLUSIONES
o Entre otros:
358
Cf. nota 46.
359
Op. cit., p. 55.