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Acerca de la pubertad y la adolescencia – Liliana Szapiro

Más por la avanzada época en que tiene lugar la maduración sexual, se ha llegado el momento
en que es necesario alzar, al lado de otros diques sexuales, los que han de oponerse a la
tendencia al incesto… El respeto de estos límites es una exigencia civilizadora de la sociedad,
que tiene que defenderse de la concentración en la familia, de intereses que le son necesarios
para la constitución de unidades sociales más elevadas, para desatar o aflorar los lazos
contraídos en la niñez con la familia.
La cuestión de la pubertad está entonces, en Freud, articulada a la ley de la prohibición del
incesto, que va a ser rearticulada en Lacan a la función paterna. Si existe ser humano en tanto
ser hablante, si existe condición humana, es por la ley paterna. Si hablamos de pubertad, es en
referencia a esa Ley y es por esto que ya desde Freud, podemos decir que la función paterna
esta puesta en primer plano en cuestión de la pubertad y esto no deja de tener consecuencias
en la clínica.

Acerca de la posibilidad afectiva del acto sexual.

Lo especifico de la pubertad, no es otra cosa que el enfrentamiento con la posibilidad efectiva


del acto sexual y de ser padre. Lacan nos dice, que este acto instaura algo que es sin retorno
para el sujeto. La confrontación con la verdad de que el acto sexual no supone que haya
relación sexual, remite, decimos según Lacan, en última instancia a la castración del Otro. En
relación a la castración, hay una respuesta del sujeto. Siguiendo al autor, podemos pensar esta
respuesta en dos perspectivas: En primer lugar, la respuesta identificatoria: Ponemos en
relación a la pubertad, especial énfasis en relación a lo planteado por Lacan, acerca de la
cuestión de que es en la pubertad. En que un sujeto ante la posibilidad de ser padre debe
poner en juego “los títulos que lleva en el bolsillo, sus emblemas”. Estos emblemas, han sido
donados por quien encarna la función paterna, según lo plantea Lacan, en el momento lógico
que él denomina tercer tiempo del Edipo, y posibilitaran al sujeto la realización de su deseo.
Estos emblemas que en el caso del varón, en relación a la función viril, han quedado en
suspenso durante la latencia, deberán ser puestos en juego en la pubertad, en el momento de
la posibilidad efectiva de realizar el acto sexual. Cada sujeto, responderá en ese momento, de
acuerdo a los emblemas que haya podido tomar del Otro. Estos emblemas, pueden ser
considerados como del orden de las identificaciones en tanto que simbólicas. En Freud, estas
identificaciones se denominarían “identificaciones por rasgo”.

Podemos plantear entonces, que en la pubertad, lo central desde esta primera


conceptualización de Lacan, es la puesta en juego de esos títulos que le han sido donados (o
no) que le posibilitaran al sujeto la asunción de su deseo.

A partir de los últimos desarrollos de Lacan, se puede decir que frente a la castración, el sujeto
responde con su fantasma, fantasma que sostiene su goce, y que a lo largo de la pubertad esta
respuesta se decide. Lo traumático de la sexualidad no remite a otra cuestión que a la
castración y a ésta, el sujeto responderá con su fantasma. Entonces, desde Lacan sabemos que
es a partir de las fantasías de un sujeto que se construye el fantasma del mismo. Fantasma que
será sostén de su goce. Es aquí en el momento de la pubertad, que se termina de decidir la
posición subjetiva en relación al mismo.
El púber es convocado a tomar la palabra

- Acerca de la adolescencia.

El largo camino entre el momento en que un sujeto comienza a tomar la palabra por primera
vez y a hacerse responsable de la misma y de sus actos, hasta que social y jurídicamente es
reconocido en ese lugar es llamado en nuestra sociedad adolescencia. El adolescente demanda
ser escuchado y reconocido como responsable de su palabra. En caso de no serlo, puede traer
dificultades en la posibilidad afectiva de realizar su deseo, cuestión que tiene consecuencias en
la clínica.

Algunas consecuencias clínicas de los desarrollos antes puntuados.

Nuestra responsabilidad como analistas con los púber será poder escuchar esta palabra en el
momento que el sujeto es convocado a tomarla.

Planteos hechos por Colette Soler en relación a la diferencia entre el análisis de un niño y el de
un adulto; La pubertad pone en primer plano a cuestión de la función paterna. La fallida de la
misma, va a determinar que la operación de separación se efectué también fallidamente
(siempre lo es), entonces vamos a tener por un lado, que el sujeto, pese a que es convocado a
tomar la palabra no lo puede hacer, y responderá a esta convocatoria con el derrumbe de la
estructura, en el caso de la psicosis, con sus síntomas, actuaciones o ubicándose en lugar de
objeto del goce del Otro alineado a la palabra de ese Otro. En casos donde responde con
actings, prima un llamado al Otro que encarna la función paterna para que esté a la altura de
dicha función (solo lo podrá hacer quien no haya renunciado a su propio deseo) para que
pueda escuchar el deseo del joven sujeto y pueda sostenerlo en el mismo.

La ética del psicoanálisis es siempre la misma. La de conducir al sujeto a que pueda hacerse
responsable de su deseo , con todas las dificultades que implica en estos casos el hecho de
tratarse de sujetos que pese a comenzar a tomar la palabra y hacerse responsables desde sus
actos, todavía no son independientes en cuestiones centrales de la vida.

El adolescente Freudiano - Hugo Freda


Existen manifestaciones, comportamientos que se presentan como asintomáticos, lo
que hace irrupción no es el síntoma, en el sentido clásico del término, sino un “hacer”
que no deber ser confundido con un pasaje al acto. Este “hacer”, que fue resaltado por
Lacan, tiene una serie de funciones, entre las cuales la más importante es restituir la
figura del padre.

En este trabajo se busca interrogar los avatares de la función del padre en un momento
particular de la historia del hombre, marcado por el sello del progreso de la ciencia.
Esta modificación de la función del padre tiene consecuencias directas sobre la forma
que toma el síntoma, en la que se presiente una cierta gestión del goce que estabiliza
un cierto tipo de comportamiento. En esta configuración, “lo social” adquiere una
función especial en la medida en que va a tomar el relevo de la función del padre.

Podemos emitir la hipótesis de que el adolescente de hoy, aquel de fines de siglo, no


puede ser pensado con las mismas categorías que el de principios de siglo. Y que tal
vez hoy, hay un interés en observar el fenómeno que nos ocupa con una mirada un
poco diferente de aquella a la cual estábamos acostumbrados.

Consideramos ahora, las vías de acceso a nuestro problema; la primera que se impone
es una revisión, lo más precisa posible, del sentido y de la historia de la palabra
adolescencia. Hay un rasgo que es constante: la adolescencia es siempre un momento
de la vida que encuentra su especificidad en el hecho de cerrar un ciclo que va de la
infancia a la vida adulta. Entre estos dos momentos se sitúa la adolescencia. Es una
verdadera zona de paso; un periodo que encuentra su razón de ser en su resolución.

La segunda vía de acceso, será interrogar los escritos freudianos con el fin de precisar si
existe realmente un adolescente freudiano diferente del que surge de las definiciones
anteriores. Comenzó a buscar entre los escritos de Freud, un punto de apoyo para
entrar en el laberinto freudiano, con su pregunta respecto a la adolescencia. Es a partir
de estos escritos, que postula 4 tesis.

Anorexia, naturaleza muerta - Nieves Soria


El cuerpo como nombre.

La elección del sexo en las mujeres sufre avatares nada comparables a la que se le
impone a los hombres, a lo que Lacan llegará a decir “que la identificación sexuada solo
se encuentra al alcance de una mujer ya que el hombre esta “torcido por su sexo”. Este
difícil recorrido encuentra en la pubertad un momento crítico y determinante ya que s
allí que la pulsión sexual hasta entonces predominantemente autoerótica; encuentra
por fin el objeto sexual.

En “metamorfosis de la pubertad”, Freud dirá que es “sabido que hasta la pubertad no


aparece una definida diferenciación entre el carácter masculino y el femenino, antítesis
que influye más decisivamente que ninguna otra sobre el curso de la vida humana”.
Siendo la pulsión activa (incluso al proponerse un fin pasivo) y la libido masculina, esta
indiferenciación entre ambos caracteres se deberá a que “la mujercita es un
hombrecito”. Freud planteara que en la pubertad se actualizan las fantasías de la
infancia que permanecían hasta entonces latentes. Subraya alguna de ellas, “por su
aparición general y su amplia independencia de las experiencias individuales” ubicando
entre ellas la vida prenatal en el seno materno”. Es que en la relación imaginaria con la
madre, el sujeto femenino se abisma en un juego de espejos: hay un isomorfismo entre
sus cuerpos, el cual terminara de tomar forma en la pubertad, irrupción de lo real en lo
imaginario del cuerpo, efecto de goce que encontrara al sujeto en el mismo punto al
que hubo llegado en su constitución infantil, pero debiendo ahora responder a este
goce en más.

Freud situara al complejo de castración como el factor especifico del alejamiento de la


madre para la niña de donde parten tres caminos posibles, de los cuales ubicaremos al
primero (el apartamiento general y ubicación de la sexualidad) como aquel que eligen
los sujetos que toman la posición anoréxica, no reduciéndose ese camino a esta
posición. Su posición de rechazo del objeto alimentario tiene como consecuencia el
borramiento de los llamados caracteres sexuales secundarios, como así también de la
menstruación. Aquellos signos en el cuerpo de un goce diferente fálico que la pubertad
ha traído consigo.

Allí donde el nombre del padre como nominación simbólica falla en dar nombre a ese
Otro goce, se ubicara la imagen del cuerpo, la inhibición de la sexualidad como
nominación imaginaria.

La imagen del cuerpo, perteneciente al registro imaginario, pasará a funcionar como un


nudo real que anudara los tres registros. La fijeza de un registro en esa imagen, que se
manifiesta como un verse gordas, aun en estados de máxima delgadez, verificara su
función real.

La barrera de lo bello.

Lacan ya anticipa en sus estudios del estadio del espejo: “El problema es que el goce
fálico se sobreagrega al cuerpo”.

Plantea que para que una mujer alcance su identificación sexuada, es necesario que
ella pase por el goce fálico que es justamente lo que le falta. Es allí donde la imagen del
cuerpo fracasa. Cuerpo y falo no coinciden, y es esta pequeña diferencia la que deja a
los sujeto femeninos cuya posición se determina “en nombre del cuerpo” en un lugar
“entre-dos-muertes”, lugar de lo bello. Las referencias al registro de la estética en
relación al propio cuerpo tienen una presencia constante en el discurso de las
anoréxicas. Lo bello como última barrera al goce será el semblante con el que ellas se
defienden de lo real. Este real debe ser ubicado aquí como el campo de la cosa, el
objeto perdido freudiano que solo puede volver a encontrarse como nostalgia, cuyo
lugar es ocupado por la madre.

Lo bello es una función temporal que Lacan ejemplifica con la naturaleza muerta. Es el
brillo de la cercanía con la muerte, es la muerte insinuándose en el dominio de la vida,
la vida insinuándose en el dominio de la muerte, lo que detiene, fascina, suspendió el
deseo, pero también produciendo una acomodación sobre el mismo, que comparte
con lo bello la estructura del señuelo.
Allí ubicaremos nosotros la posición anoréxica. Un decir que yerre a la muerte. Pero el
deseo del analista no es un deseo puro.

Si lo bello da en el blanco con la muerte, el discurso analítico deberá errarla,


corrigiendo este desplazamiento del deseo, operando sobre el amor de transferencia
desde el lugar del a – muro; con un decir que apunte al objeto a causa del deseo
poniendo en función el muro existente entre el hombre y la mujer.

Lacan ha preguntado a una anoréxica porque come nada. La respuesta es muy clara: es
para desalentar el deseo de saber (saber si come) supuesto en el Otro, que ella se
habría dejado reventar de hambre. Una acción que enuncia un rechazo es equiparable
a un decir que deniega. En ambos casos el deseo es desplazado al lugar de la muerte.
Conjunción sin salida, a no ser por la inexistencia de la relación sexual, que abre la
puerta al discurso analítico.

Se trata, efectivamente, de hacer fracasar el saber para que se produzca como síntoma.
Pero no a través de la denegación, como hacen las anoréxicas, sino introduciendo la
dimensión del enigma que representa alguna verdad. Es en la medida en que la
anoréxica puede descansar de su acción de rechazo, por efecto de su encuentro con un
analista que podrá despertar de la muerte. “el goce femenino está mucho más ligado a
decir de lo que uno se imagina” (Lacan).

De niña a mujer – Adriana Luka


El objetivo de este trabajo es dar cuenta del recorrido del análisis de una paciente que
abarca dos periodos; uno entre los 10 y los 13 años, lo que puede situarse como
entrada en la pubertad y otro, a partir de los 17 años. Actualmente la analizante tiene
19 años, está ubicada en lo que suele llamarse: salida de la adolescencia.

La demanda viene de la niña, demandando de la analista el alivio sobre un síntoma:


“insomnio” por el que sufre y al que espontáneamente intenta encontrarle una causa:
algo le paso cuando su padre le comunico que tenía novia. Aparecían enigmas que la
invadían y le traían consecuencias en la escuela en tanto la desviaba de la temática
escolar a la que debía responder. Deja el análisis por el padre, y años después lo
retoma. Olvida todo lo que había hablado de niña y trabaja con la analista nuevos
aspectos que aparecen.

La estructura histérica que se vislumbraba en su análisis anterior se verifico en el actual


y es desde esta posición que va transitando el camino que, aunque largo, la conduce
hacia la feminidad. Lo hace de manera firme y sostenida.
Me toman el pelo – Marina Recalde
Se presenta ante la analista una persona mayor que trae consigo algo que mostrarle. A
su nieto, Juan. Está por cumplir 13. Desde los 8 años, a posteriori de una operación en
un ojo, comienza a caérsele el pelo. La abuela lo expone, lo muestra, y habla por él. El
niño no dice palabra durante todo el primer tiempo. La analista comienza a trabajar
con él, donde juegan reiteradas veces a las cartas. La analista hace pequeñas
intervenciones, de las cuales el niño se muestra como indiferente. Los padres del niño
se separaron, y nunca se lo dijeron. El padre va a dormir todos los domingos con la
madre. “Le toman el pelo”… Siempre hace trampa jugando a las cartas, si bien no
habla, despliega su decir. Se le sugiere a la mamá que comience terapia, pero esta no
accede, hasta que finalmente lo hace, logrando cortar las visitas de los padres el
domingo. Al niño comienza a crecerle el pelo muy de a poco. La madre dice que ya no
es necesario que ella vaya a terapia. El nene también deja de ir.
La alopecia tiene un valor de castración: Síntoma ofrecido a la mirada del otro,
maternal. Otro que no le deja más alternativa que cosificarse obteniendo al menos su
mirada “aun al precio de entregarle todo su pelo”. Vertiente del síntoma como
formación del inconsciente, mensaje dirigido al Otro, que lo hace susceptible de
interpretación. Interpretación cuyos efectos solo serán aprehensibles a posteriori.
Beneficio del síntoma: logra la mirada de su madre, a condición de su propia
castración.

Correspondencia entre dos adolescentes: Freud y Silberstein


Cartas de Sigmund Freud a Eduard Silberstein son un testimonio de su interés por la
lengua española. Circunscritas a un período de su vida, la adolescencia, esta
correspondencia pertenece a un momento en el que sus creaciones pasan por la
aproximación a otra lengua y el interés por la literatura española. Dicha aproximación
le permite construir sus propios códigos y con ellos construir un mundo de ficción en el
que solo existen él y Eduard. “Fundar la Academia Española”, utilizar el español
procediendo por asociaciones de otra lengua, francés y latín generalmente, y el gusto
de hacer irreconocibles ciertas cosas por la nominación que les daban, hacen parte del
contexto en el que se desarrolla la amistad entre estos dos adolescentes. Freud le
propone que cada uno de ellos, que son las dos únicas antorchas de la Academia
Española, escriba cada domingo al otro, una carta que no será ni más ni menos que
una enciclopedia completa de la semana que pasó. Una vez pasado el año, sus cartas
constituirán sin duda el adorno de los archivos de la Academia Española y serán tan
plenas variedades como su propia vida.
El precio de una errancia (I) – François Sauvagnat
Por el término de errancia se puede caracterizar el comportamiento y la posición del
subjetiva de un cierto número de jóvenes que se prostituyen. Se he propuesto este
término, es porque a mi parecer permite examinar bajo un nuevo aspecto la posición
subjetiva de un cierto número de jóvenes y los menos jóvenes también, de un
verdadero extravió, de una desorientación subjetiva que me parece caracterizarlos
mucho mejor que la implicación en las practicas delincuentes o toxicómanas.

El termino errar deriva de la confusión de dos palabras diferentes. La primera viene del
latín errare, que significa equivocarse o extraviarse. La segunda, es un verbo antiguo
derivado del latín “errare”, que significa simplemente progresar, avanzar, caminar.

Podemos preguntarnos, en qué medida un cierto número de esos jóvenes errantes no


encuentran precisamente en algunos servicios sociales, interlocutores que vienen a
pagar en cierto modo esta deuda previa. Pero el fracaso correlativo de estos
encuentros, podría igualmente ser imputado al hecho de que el objeto de esta deuda
les resulta inaccesible, indecible, y por esta razón, invaluable por fuera de la
reivindicación en la cual esos sujetos se sostienen. Es por eso que en regla general un
psicoanálisis les es inaccesible, porque se trata de un contrato en el que se invita al
sujeto a ceder sobre el goce de su síntoma. Lo que exigen estos sujetos, es que su
deuda previa sea liquidada, mágicamente, ya que para ellos, todo contrato no hace
más que repetir un engaño del que han sido los engañados.

Lacan, ha hecho avanzar mucho en la problemática de la errancia, que es el de la


paradoja que si el ser humano siempre es la presa de un cierto tipo de errancia, habría
en el fondo buenas y menos buenas. Hay una errancia fundamental por el hecho
mismo que el ser humano se guía, a ciegas, por los significantes. Pero lo que hace que
las consecuencias sean más o menos dramáticas de tal o cual tipo de errancia es una
elección subjetiva que pondrá en juego el ser mismo del sujeto. Habría dos aspectos
relativamente diferenciables en las conductas de errancia a las cuales estamos
confrontados:

1) Una estructura simbólica que se encarna en el fantasma, un lugar asignado al sujeto


por el deseo del Otro.

2) Una elección alienante que el sujeto ha realizado, que es la de no hacerse cargo o


incluso rechazar todo lo que pueda vincular su deseo con la ley (rol de la función
paterna). Toda una gama de comportamientos puede aparecer, que va de la búsqueda
de una función mediadora (fuga para hacer un llamado a otra persona de la familia) a
una suerte de denuncia, de reivindicación, o incluso de rechazo total. Estas elecciones
son claramente visibles en las conductas de errancia, en la medida que se presentan
esencialmente con la estructura de una pregunta que tortura al sujeto, y ante la cual
no encuentra respuesta. El sujeto todavía se encuentra en la errancia y si no se ha
embargado aun en certidumbres más fuertes es porque en el fondo duda un poco.

La preocupación principal, es sobre todo que el destino de estos sujetos sea menos
catastrófico, y que el sentimiento de estar condenados, que acompaña fuertemente
sus existencias en nuestros días, no les impida hacer justicia por la necesidad de tener
acceso a los cuidados de los que tienen derechos. Si finalmente el comportamiento de
nuestros sujetos errantes nos parece que resulta de un entorno simbólico que induce a
hacer elecciones forzadas, el impasse en el que se encuentra el sujeto provoca una
anulación de todas las forma de intercambio. La cuestión, parece ser e el tratamiento,
poder llevar al sujeto a volver a su elección en la que se encontró precipitado y que lo
condena en el fondo a una suerte de muerte psíquica. Se trata de hacer nacer, de
marcar la contingencia ahí donde el sujeto se ve encadenado en una necesidad ciega,
en un universo deshabitado y desértico. En tal caso, la errancia tendrá la posibilidad de
volver a ser lo que es para cada uno de nosotros: el teatro de su deseo.

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