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1. INTRODUCCIÓN.
Los climas de nuestro planeta son la respuesta del sistema Tierra-atmósfera al estímulo
provocado por la radiación incidente, es decir, el resultado del balance energético entre la
radiación solar absorbida y el modo mediante el cual se distribuye esta energía entre los
componentes del sistema. Dicho balance se manifiesta en unos valores medios de las variables
meteorológicas observadas durante un intervalo de tiempo fijado y en sus variaciones extremas
o excepcionales no contempladas por los datos promedios. Conforme a esta concepción, el
término clima expresa las condiciones generales propias de la atmósfera sobre un lugar
durante un periodo relativamente largo, y se distingue del concepto de tiempo atmosférico,
que se refiere a un periodo corto y expresa el estado puntual de la atmósfera.
La climatología ha tenido como objetivo básico conocer el reparto de los climas en la
superficie terrestre y estudiar su extensión, sus características, sus mecanismos y su evolución.
En principio, la configuración climática tiene una clara componente zonal, dominada por los
grandes flujos de la circulación atmosférica; pero sobre la misma intervienen gran variedad de
factores, tales como la distribución de tierras y mares, la continentalidad, el relieve, la altitud,
etc., que introducen modificaciones azonales y que, en definitiva, son los responsables del
variado mosaico climático del globo.
Otro objetivo de la climatología es la clasificación de los climas. Estos pueden
agruparse de forma sistemática sobre la base de las propiedades que tienen en común, siendo
posible aplicar muy diversas variables. El propósito es presentar un esquema ordenado de la
diversidad climática, lo cual no deja de ser problemático debido a la forzosa generalización
que ha de adoptarse y a las dificultades en el acopio de información base, que hacen que los
límites entre climas diferentes tengan un alto grado de imprecisión. Más allá de los núcleos
climáticos definidos con claridad se sitúan extensas franjas de transición en las que las
influencias climáticas se interpenetran, con matices distintos de una época a otra, que hacen
difícil cualquier intento de clasificación.
a) Clasificación de STRAHLER.
El esquema seguido por este autor utiliza los conceptos de regímenes térmicos y tipos
pluviométricos, pero los explica considerando la localización de las regiones manantiales de las
diferentes masas de aire, así como la naturaleza y movimientos éstas, los frentes y las
borrascas. Distingue tres grandes grupos climáticos:
- Climas de las bajas latitudes, controlados por las células de altas presiones
subtropicales y las masas de aire tropical y ecuatorial.
- Climas de latitudes medias, dominados por el frente polar y las masas de aire tropical
y polar.
- Climas de las altas latitudes, bajo el control de las masas de aire polar y árticas-
antárticas.
Estos tres grupos se subdividen a su vez en trece tipos climáticos, a los que se añaden
los climas de montaña. El resultado es un esquema sencillo y efectivo (ver mapa).
b) Clasificación de THORNTHWAITE.
c) Clasificación de KÖPPEN.
Constituye tal vez el mejor ejemplo de clasificación empírica y es uno de los esquemas
más conocidos y usados por los geógrafos. Toma como idea de partida el que la vegetación
natural constituye un indicador del clima, y algunas de sus categorías se apoyan precisamente
en los límites climáticos de ciertas formaciones vegetales. Los climas son definidos por los
valores medios y mensuales de las temperaturas y las precipitaciones, criterios con los que se
diferencian varios grupos y subgrupos climáticos que se identifican mediante un código de
letras.
KÖPPEN distingue seis grandes grupos climáticos, que se reconocen mediante la
asignación a cada uno de una letra mayúscula. El criterio principal para esta primera división
es el térmico, aunque la diferenciación de los climas B se basa en la humedad:
Para matizar el régimen térmico se hace uso de una tercera letra minúscula, siendo las
principales:
4. ZONAS BIOCLIMÁTICAS.
Ocupan la extensa superficie del globo comprendida entre los Trópicos de Cáncer y
Capricornio, y se caracterizan globalmente por sus temperaturas altas y homogéneas a lo largo
del año, debido a los balances positivos de energía solar en las latitudes bajas. Desde el punto
de vista de las temperaturas no existen estaciones propiamente dichas, y la amplitud térmica
media anual es escasa. En una primera aproximación pueden diferenciarse dentro de esta
familia cuatro grandes tipos de climas.
a) Climas ecuatoriales.
Tienen una disposición zonal a lo largo de la vaguada ecuatorial, entre las latitudes 10-
15o al Norte y al Sur del Ecuador. Son climas de gran uniformidad térmica, con medias
mensuales y anuales próximas a los 27o, débiles contrastes estacionales y oscilaciones diarias
también de poca importancia. Esta uniformidad se debe a varios hechos: la duración
prácticamente idéntica de los días y las noches, la ausencia de invasiones de masas polares
frías y la elevada humedad del aire.
La precipitación es siempre abundante, provocada por los mecanismos de
convergencia de vientos (choque de los alisios) y por convección (calentamiento, elevación y
condensación del aire), alcanzando la precipitación anual valores por encima de los 2.000 mm.
No existe estación seca, pero pueden detectarse dos máximos anuales en las precipitaciones,
que suelen relacionarse con los dos momentos en que los rayos solares caen
perpendicularmente sobre una zona3.
El clima ecuatorial domina en la amplia cuenca del Amazonas, en la cuenca del Congo
y en las islas de Indonesia. Constituye el dominio del bosque ecuatorial denso, que presenta en
estado natural el aspecto de una alfombra infinita. El número de especies vegetales que
conviven en estos bosques es inmenso y no podemos considerar que se hayan inventariado
todas4. La importancia de esta masa forestal para el equilibrio climático del planeta se ha
empezado a valorar en tiempos recientes, justo cuando su imparable proceso de destrucción ha
cobrado auge.
Desde el punto de vista edafológico, el clima ecuatorial se relaciona con la existencia
de suelos en general pobres, ya que la abundante agua que reciben disuelve y arrastra las bases
esenciales para la fertilidad. Las rocas, sobre todo las cristalinas, se descomponen
profundamente y en la parte superior se forma un suelo limo-arcilloso de color rojizo por la
abundancia de óxidos de hierro y aluminio. Cuando el porcentaje de estos minerales es elevado
se habla de suelos lateríticos5, que se secan al sol y forman piezas de gran consistencia.
b) Climas tropicales.
c) El clima monzónico.
En realidad es un clima tropical con estación seca, pero que se da en una región de
Asia que coincide en latitud con el dominio del desierto en África. El factor principal que
imprime su carácter al clima monzónico es el viento denominado monzón, que afecta
básicamente a la Península India y a la región del Sureste Asiático.
El mecanismo del monzón se basa en un sistema de vientos estacionales que soplan
alternativamente del mar, en verano, y del continente, en invierno, cuyo origen combina a la
vez procesos dinámicos, asociados al movimiento del Jet Stream de la atmósfera superior, y,
sobre todo, procesos térmicos que se relacionan con el desigual ritmo de calentamiento y
enfriamiento de la masa continental y del mar.
En definitiva, la estación seca invernal del clima monzónico está dominada por el
monzón de invierno, vientos secos de procedencia continental, mientras que en el verano el
régimen de los vientos cambia, entrando flujos cálidos y muy húmedos del océano que
provocan fuertes lluvias de junio a septiembre. A pesar de la estación seca, las lluvias
monzónicas son tan abundantes que el total anual de precipitaciones suele ser muy superior al
de un clima tropical con estación seca convencional, pudiendo llegar a superarse con holgura
los 1.500 mm.6
Aunque el monzónico es un clima típicamente asiático, sus rasgos aparecen también en
una estrecha franja costera del Africa Occidental (Guinea Bissau). Su dominio más extenso
abarca parte de la Península India, Sri Lanka, gran parte del Sudeste Asiático (Indonesia,
archipiélago malayo, Sur de China) y, con menor grado de representación, algunas zonas del
Asia Oriental (centro y norte de China y Japón). Sin duda, el clima monzónico se encuentra
íntimamente asociado en estas regiones con el cultivo del arroz, que exige a la vez mucha
cantidad de agua y calor.
Los climas secos afectan casi a un tercio de la superficie continental en latitudes muy
diversas. La característica principal de estos climas es la extrema aridez, fruto de unas escasas
precipitaciones y de una elevada evaporación, que crean un balance de agua deficitario durante
casi todos los meses del año. Los factores que provocan la aridez son diversos y a veces se
suman varios: acción de potentes anticiclones dinámicos, estabilidad del aire en contacto con
corrientes marítimas frías, efecto de la continentalidad, influencia de la orografía... Podemos
encontrar climas secos tanto en las latitudes tropicales, donde aparecen climas secos sin
invierno, como en las latitudes templadas, donde existe un periodo frío a veces muy marcado.
Los desiertos cálidos están vinculados a las extensas células anticiclónicas en torno a
los trópicos de Cáncer y Capricornio, cuya persistencia crea las mayores zonas desérticas del
globo: Sahara, Arabia, Irán, Kalahari y buena parte de Australia. En estas zonas la insolación
alcanza valores muy elevados, la sequedad del aire es extrema y las temperaturas llegan a
cotas muy altas, aunque la claridad de la atmósfera7 provoca una amplitud térmica diaria que
puede llegar a los 30o. Las precipitaciones son siempre muy débiles y muy irregulares, tanto en
el tiempo como en el espacio. En estos desiertos cálidos no existe una red fluvial permanente,
la escasez de las precipitaciones impide la formación y evolución de los suelos y las
condiciones de vida tanto para la vegetación como para los animales son extremas, lo que
origina adaptaciones muy peculiares y una concentración en los escasos puntos en los que el
agua filtrada se acumula a poca profundidad del suelo (oasis).
Dentro de los desiertos cálidos, un caso singular lo constituyen los desiertos litorales
de las costas occidentales de los continentes, donde la sequedad es debida, entre otros
factores, a corrientes marítimas frías que estabilizan el aire en contacto con la superficie de las
aguas. Es el caso del desierto de Atacama (costa chileno-peruana), en relación con la corriente
de Humboldt, el de Namibia, originado por la corriente de Benguela, el de California,
relacionado con la corriente del mismo nombre, y el desierto costero marroquí, ligado a la
corriente de Canarias. En los desiertos costeros la proximidad del océano favorece el aumento
de la humedad del aire, que no llega a dar lugar a precipitaciones pero origina abundantes
nieblas y permite que la vida vegetal y animal esté más presente que en otros desiertos cálidos.
Igualmente, la cercanía de la masa marítima atenúa la oscilación térmica.
Los desiertos templados se encuentran en las latitudes medias, en áreas interiores de
los continentes alejadas de la acción de los vientos del Oeste. En Asia los desiertos templados
ocupan una extensa franja desde Irán hasta Manchuria, mientras que en América se alargan en
sentido del meridiano a sotavento de las montañas Rocosas, las Cascadas y los Andes. Su
origen se debe al concurso de diferentes circunstancias: la estabilidad atmosférica en las
regiones afectadas por las altas presiones subtropicales, el aislamiento de la influencia marítima
por barreras montañosas y, sobre todo, el efecto de continentalidad que trae consigo el
debilitamiento progresivo de las perturbaciones y su pérdida de humedad. Las precipitaciones
son siempre muy débiles e irregulares, mientras que los regímenes térmicos son los propios de
la zona continental, endurecidos por la constante sequedad de la atmósfera, con inviernos muy
fríos, veranos tórridos y amplitudes absolutas en ocasiones superiores a los 90o.
Cubren una amplia franja en ambos hemisferios entre los paralelos 40 o y 70o
aproximadamente, dominada por la circulación de los vientos del Oeste y el juego de las masas
de aire tropical y polar. Debido a la acción de los ciclones y anticiclones móviles de las
a) Clima mediterráneo.
8
. Esta transición del mediterráneo al continental se intuye en el interior
de la Península Ibérica, pero donde se aprecia con más claridad es en la
zona de los Balcanes.
9
. El ejemplo más típico de esta modalidad del clima mediterráneo lo
encontramos en la fachada mediterránea norteafricana.
10
. Lisboa sería el ejemplo más típico.
b) Clima oceánico (templado-cálido de las costas occidentales).
Este tipo de clima se da en las mismas latitudes que el clima oceánico, pero en la
fachada opuesta de los continentes. Su versión más típica aparece en las costas de China, de
ahí el nombre, pero también lo encontramos en la costa suroriental de América del Norte
(Mississipi), en la costa argentina y en Australia.
Se trata de un clima con un régimen térmico semejante al clima mediterráneo, ya que
los inviernos son suaves (normalmente en torno a los 9º) y los veranos calurosos (el mes más
cálido supera los 22º).
En cuanto a su régimen pluviométrico destaca la existencia de precipitaciones
suficientes durante todos los meses del año (le correspondería la letra f de Köppen), aunque se
destaca un importante descenso de la precipitación en los meses invernales, que en algún caso
roza el rango de sequía, y un incremento igualmente notable en el verano. Esto se debe a que
en la estación fría los anticiclones térmicos del interior de los continentes frenan en parte la
entrada de borrascas, mientras que en el verano la cercanía de estas costas a la zona de
influencia monzónica conlleva un aumento del paso de borrascas.
Este clima está asociado a los bosques de bambú.
d) Clima continental.
Sus características son prácticamente las opuestas del clima oceánico: tiene un régimen
térmico muy contrastado, riguroso frío invernal y limitada acción de las borrascas oceánicas.
Ocupa importantes superficies de América del Norte y de Eurasia, con transiciones a veces
sutiles hacia los climas fríos de las áreas polares, a los cálidos de filiación tropical o a los
oceánicos del Oeste. En este sentido resulta ejemplificador el cambio progresivo al clima
continental que se observa en la llanura euroasiática conforme decrece la influencia del aire
marítimo.
El rigor invernal del clima continental se debe al dominio casi permanente en el interior
de los continentes de las altas presiones durante el invierno. La masa continental enfría el aire
superficial llegando a formarse potentes inversiones térmicas que interfieren la circulación
general y cierran el paso a los frentes lluviosos. Debido a esto, el invierno, además de muy
frío, es seco.
En verano la situación se invierte y el calentamiento rápido de la masa continental
genera un predominio de las bajas presiones que dejan paso a la circulación zonal del Oeste,
permitiendo el paso de borrascas que, no obstante, son débiles y proporcionan precipitaciones
bastante moderadas.
En la fachada oriental de los continentes aparece una variedad de clima continental sin
estación seca. El régimen térmico sigue siendo muy contrastado por la presencia alternante de
masas de aire polar y ártico en invierno y tropicales marítimas en verano; pero las
precipitaciones son más abundantes que en el clima continental típico debido a la humedad que
aporta la cercanía del océano. Pese a que no existe estación seca en invierno, en esta variedad
de clima continental el verano sigue siendo la estación más lluviosa.
Son los climas de las latitudes altas, caracterizados por el frío intenso y la ausencia de
verano. El frío de las regiones polares es resultado del enorme déficit del balance de radiación
neto, pues aunque el sol puede estar sobre el horizonte las veinticuatro horas del día, la
intensidad de su radiación es baja por la oblicuidad de los rayos solares.
Las áreas polares son también regiones secas, debido al dominio de las altas presiones
térmicas y a la escasa evaporación, lo que motiva que el volumen anual de las precipitaciones
sea similar al de los climas secos templados o tropicales.
Otro rasgo de las regiones polares es la presencia de fuertes vientos, debido a las
turbulencias que se producen entre las altas presiones polares y las bajas presiones
circumpolares.
Dentro de los climas polares pueden distinguirse dos variedades principales:
El clima de tundra11 ocupa las franjas costeras ártica y antártica, afectadas por la
influencia oceánica y el paso frecuente de familias de borrascas del oeste, a las que se deben
las relativamente importantes precipitaciones. Aunque no existe el verano propiamente dicho,
varios meses pueden alcanzar temperaturas superiores a los 0 o, lo que permite el deshielo
superficial.
El clima glacial corresponde al dominio permanentemente helado del Océano Artico y,
sobre todo, del interior de Groenlandia y de la Antártida, donde al factor latitud se une su
considerable altitud. Es el clima más frío del globo, con temperaturas siempre inferiores a 0 o y
registros absolutos extraordinariamente bajos, como los -88o del observatorio de Vostok en el
continente antártico. Las precipitaciones son muy escasas, debido al dominio casi absoluto de
las altas presiones polares, y casi siempre en forma de nieve.
- A grandes rasgos, puede afirmarse que las zonas templadas de la tierra son las más
favorables, desde el punto de vista climático, para la vida humana. Sin embargo, el ser humano
ha demostrado su capacidad de adaptación incluso a los climas más extremos, y ha sabido
explotar las posibilidades de los distintos medios climáticos.
- Por último, pueden mencionarse ejemplos de que con el nivel tecnológico actual ni
siquiera el clima más hostil frena el desenvolvimiento de actividades económicas que puedan
resultar interesantes. Por ejemplo, estoy pensando en la explotación de las minas de diamantes
del desierto namibio, que dio lugar a fines del XIX a que surgiera una ciudad lujosa en medio
de dicho desierto. El agua era transportada en barcos desde El Cabo, pero los ingresos que
reportaban las minas permitían que la ciudad contara con lujos increíbles, como un teatro de
ópera en el que actuaban compañías europeas.