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¡El origen pagano de la Navidad!

Saturnales, Mitra y Sol Invictus!

Como ya hemos visto en alguna que otra ocasión, muchas de nuestras fiestas cristianas en realidad
tienen un origen pagano: los carnavales, la noche de San Juan,… En general, el cristianismo, como
muchas otras religiones, para poder calar mejor entre la población hubo de asimilar algunas de las
antiguas conmemoraciones paganas, incorporándolas a sus ritos.

En cuanto a la Navidad (1), que celebra el nacimiento de Jesús y es época de regalos y


celebraciones familiares, veremos que una vez más “todos los caminos llevan a Roma”.

Para empezar, lo cierto es que existen discrepancias entre si existieron o no celebraciones del
nacimiento de Jesús antes del S. IV, en que Constantino autorizó el culto cristiano en el Imperio.
Lo que es cierto es que en ninguna parte de la Biblia se menciona la fecha exacta del nacimiento
de Jesús.

El análisis de ciertos fragmentos de los evangelios, así como de otros documentos de la época, han
permitido a los historiadores realizar diferentes hipótesis sobre el nacimiento de Jesús. Algunos
hablan de abril o mayo, mientras que otros lo sitúan en septiembres u octubre, pero la verdad es
que se desconoce la fecha exacta. Lo cierto es que difícilmente pudo ser en diciembre, esto lo
sabemos por los evangelios que sitúan a los pastores conduciendo sus rebaños al aire libre cuando
nació Jesús, por lo que no había llegado octubre. Entonces, ¿por qué el 25 de diciembre?

SATURNALES
Ya parece que queda claro que el 25 de diciembre no nació ningún Mesías, pero sí resulta que
éstas eran fechas en las que en la Antigua Roma tenía lugar una serie de celebraciones muy
alejadas del carácter religioso que se le dio por parte de la Iglesia Católica a partir del siglo IV. Lo
que nos lleva a deducir que nuestras celebraciones navideñas, no tendrían su origen en la
celebración cristiana sino, mucho antes, en los cultos agrarios que celebraban el solsticio de
invierno, el fin del período del progresivo oscurecimiento de los días y el regreso de la luz
(renacer).

En estas fechas, en Roma se celebraban las festividades dedicadas a Saturno (padre de Júpiter,
dios de la agricultura y la cosecha). Las Saturnales, o Saturnalia en latín, se celebraban durante 7
días, del 17 al 23 de diciembre, una vez finalizados los trabajos del campo tras la conclusión de la
siembra.
En las fiestas Saturnales se decoraban las casas con plantas y se encendían velas para celebrar la
nueva venida de la luz. Los amigos y familiares se hacían regalos. Eran días de bulliciosas
diversiones, banquetes e intercambio de regalos.

Las fiestas comenzaban el 17 de diciembre con un sacrificio en el templo de Saturno, al pie de la


colina del Capitolio, la zona más sagrada de Roma, seguido de un banquete público festivo
(lectisternium) al que estaba invitado todo el mundo.

Estas fiestas, cuyo origen es muy arcaico, consistían principalmente en representar la igualdad
que reinaba originalmente entre los hombres. Durante estas fiestas se suspendía el poder de los
amos sobre sus esclavos. Éstos tenían derecho a hablar y actuar con total libertad, por eso era
conocida también como las “fiestas de los esclavos”. Los esclavos podían criticar los defectos de
sus amos, jugar contra ellos e incluso éstos, los amos, intercambiaban sus papeles y les servían en
la mesa.

Los tribunales y las escuelas cerraban, no estaba permitida la guerra ni la ejecución de criminales,
ni ejercer otro arte que el de la cocina. Además, todos los habitantes de la ciudad dejaban de
trabajar y la población acudía en masa al monte Aventino, para disfrutar del aire campestre.

“Que nadie tenga actividades públicas ni privadas durante las fiestas, salvo lo que se refiere a los
juegos, las diversiones y el placer. Sólo los cocineros y los pasteleros pueden trabajar. Que todos
tengan igualdad de derechos, los esclavos y los libres, los pobres y los ricos. No se permite a nadie
enfadarse, estar de mal humor o hacer amenazas. No se permiten las auditorías de cuentas. A
nadie se le permite inspeccionar o registrar la ropa durante los días de fiestas, ni practicar
deportes, ni preparar discursos, ni hacer lecturas públicas, excepto si son chistosos y graciosos, que
producen bromas y entretenimientos”

Luciano de Samosata

Las Saturnales terminaban con el solsticio de invierno, día en el que entraba la estación más fría
del año y el fin de los días oscuros, ya que a partir de esa fecha el día se alargaba teniendo más
horas de luz.

EL SOL INVICTUS
El 25 de diciembre en el antiguo calendario juliano, se bautizó como ‘Sol Invictus’ en
conmemoración al Sol. El Festival del Nacimiento del Sol Invencible (Dies Natalis Solis Invicti) se
celebraba cuando la luz del día aumentaba después del solsticio de invierno, en alusión al
renacimiento del Sol.

El Sol Invicto, en su forma completa “Deus Sol Invictus” (el invencible dios Sol), fue un título
religioso aplicado al menos a tres divinidades distintas en Roma: a El Gabal, al dios Sol (el Helios
griego), y a Mitra.
Fue de mucha importancia a partir sobre todo del S. III, con Aureliano, e incluso muchos
emperadores anteriores a Constantino grabaron al Sol Invictus en sus monedas oficiales, con la
leyenda SOLI INVICTO COMITI, para de este modo invocar al sol invicto como compañero del
emperador. De hecho, la moneda oficial de Constantino continuó llevando la leyenda relativa al
Sol Invictus hasta el año 323.

La religión y fiesta del Sol Invictus continuó siendo parte de la religión estatal hasta que el
paganismo fue abolido por decreto del emperador Teodosio I el 27 de febrero de 380 por el edicto
de Tesalónica, promulgando como única religión del Imperio al cristianismo.

MITRA
A finales del siglo I A C un dios nuevo irrumpe en el Imperio romano con una pujanza
extraordinaria: el dios persa Mitra, dios de la luz y la sabiduría, que ofrecía la salvación mediante la
creencia en un alma inmortal.
El culto a Mitra, muy difundido entre los siglos I a VI dC, estaba reservado solo a los hombres,
sobre todo a los soldados, y era representado como un muchacho que está matando a un toro. El
toro y su sacrificio tenían un vínculo simbólico con la muerte y la resurrección, y con el crecimiento
de las cosechas. Sus templos se erigían en cavernas, mithraea, en las que se han encontrado
representaciones pictóricas del sacrificio al toro.

El mito se pierde en el tiempo. Su culto se extendió por Persia y, tras ser vencidos los piratas
cilicios por Pompeyo, sus legiones llevaron la nueva doctrina a Roma donde se introdujo a finales
del S. I A C. Bajo el mandato de Aureliano esta deidad cobrará mucha relevancia y será asimilada a
la del “Dios Invictus”.

La mitología recoge la leyenda de Mitra que es el enviado del dios Sol a la tierra para redimir a los
hombres tras nacer un 25 de diciembre. En el momento de su nacimiento lleva un gorro frigio
(símbolo de libertad), una daga y una antorcha y será adorado por pastores. Tras ello, se traslada a
la Cueva Primordial donde recibe el encargo del dios, transmutado en cuervo, de capturar al Toro
Primigenio y transportarlo sobre sus hombros a la Cueva donde se celebrará el sacrificio.

La dura prueba comienza con el acoso y captura del soberbio animal que se resiste con fiereza y
que incluso descabalga y hiere al Dios varias veces, hasta que finalmente éste consigue someterlo,
para así empezar realmente el transitus o traslado del toro vivo hasta la gruta. Tras un largo y
durísimo viaje consigue llegar a su destino, donde el cuervo (dios) le anuncia que debe realizar el
sacrificio. Después de doblegar al animal, con la daga que portaba al nacer, degüella al toro
brotando de su sangre animales beneficiosos para el hombre y cereales de su rabo.
Después de redimirnos con el sacrificio, Mitra asciende a los cielos donde espera el fin del reinado
del Señor de las tinieblas (los días oscuros), hará resucitar a los muertos y se los llevará más allá
de las estrellas, tras lo cual el mundo será destruido, para que llegue un nuevo Comienzo.

Como en todos los cultos mistéricos, los adeptos estaban obligados a mantener en secreto los
rituales del culto, por lo que no hay apenas testimonios escritos. El culto empezaría tras las
Saturnalias (del 17 al 23 de diciembre), los días 24 y 25 estarían dedicados a Mitra: el 24 Mitra
moría y comenzaba su “transito inferior del sol” y luego, el día 25, renacía victorioso al igual que
el Son Invencible, “natalis solis invicti”. De ahí que será asimilado a esa deidad.

Aureliano, en el siglo III d.C., como hemos visto, fortaleció la posición del dios del Sol como la
principal divinidad del panteón romano. Su intención era dar a todos los pueblos del imperio,
civiles o soldados, occidentales u orientales, un solo dios en quien ellos podrían creer sin traicionar
a sus propios dioses. El mitraísmo habría sido un instrumento adicional para favorecer la cohesión
del vasto conglomerado étnico y cultural en el que se había convertido el Imperio romano,
empezando por el estamento militar. Se trataba de un culto basado en la autoridad de la jerarquía,
en la sumisión de los seguidores y en la creación de potentes lazos personales a través de las
pequeñas hermandades que lo llevaban a cabo, lazos que permitían a gentes de distinta
procedencia encontrar fuertes vínculos de identidad y solidaridad.

DEL POLITEISMO AL MONOTEISMO: MITRA Y CRISTO

Esta autonomía que el culto al Sol va ganando tiene interés porque representa una forma
particular de evolución del politeísmo al monoteísmo que se ha dado numerosas veces en la
historia de las religiones antiguas. De hecho, si bien es cierto que Aureliano no persiguió a otras
religiones, también lo es que, durante su breve reinado, pareció seguir el principio de “un dios, un
imperio”. Lactancio argumenta que Aureliano habría prohibido adorar a todos los demás dioses si
hubiera tenido tiempo suficiente para hacerlo. Ya para el siglo IV, Constantino y su madre eran
adoradores del Sol invencible, un culto que continuaron practicando aun después de haber
abrazado el cristianismo. Esto se evidencia en la estatua que posteriormente se erigió al
emperador con la leyenda “A Constantino, reflejo de la justicia del sol”.

El culto a Mitra ofrece puntos en común con el cristianismo, no sólo por su sentido moral, sino
también por sus correlaciones con ciertos pasajes bíblicos. Tal fue su parecido que Tertuliano
aseguró que el culto de Mitra era “una diabólica imitación del cristianismo”. Hasta cierto punto,
esta tendencia preparaba el advenimiento del cristianismo, religión que a su vez se había ido
difundiendo y cuyo crecimiento se multiplicaría a partir del decreto de tolerancia emitido por el
emperador Constantino en 313 (2).

En pocas décadas el cristianismo se iría imponiendo en la práctica totalidad del Imperio. Mientras
el mitraísmo, al igual que el resto de cultos paganos, como hemos visto, sería declarado ilegal tras
el edicto de Tesalónica por el emperador Teodosio I, en el cual el emperador estableció que la
única religión del estado era el cristianismo niceno. Pero ya antes de esa fecha los Padres de la
Iglesia habían visto en el simbolismo del Sol Victorioso una imagen ajustada a su propia visión de
Cristo, centrada en la victoria del Dios resucitado sobre la oscuridad de la muerte, aunque
representado en la imagen de un bebé, a la que acompañaban varias similitudes: la cueva, los
pastores, el sacrificio, la salvación,…
LA NAVIDAD

Este largo periplo nos lleva por fin a conocer el origen de la celebración de nuestra Navidad el 25
de diciembre. De hecho, no será hasta más de 300 años después de la muerte de Jesús, que se
reconocerá esta festividad.

Tres meses antes de la muerte de Constantino, en el año 337, fue nombrado Papa Julio I, con
quien al parecer el emperador estableció un sólido puente de confraternización, ayudando con
ello a que se decidiese ir sustituyendo las fiestas paganas por celebraciones de índole cristiana.

Batalla del Puente Milvio – 28 de octubre de 312 entre los ejércitos de los emperadores
Constantino I y Majencio. Los historiadores cristianos atribuyeron la victoria de Constantino a una
intervención divina, en la que supuestamente Constantino vio en el cielo una cruz con la leyenda,
“por este signo vencerás”

A partir de entonces fue cuando el calendario de actos y festejos romanos fue modificándose: las
Lupercales que se celebraba el 15 de febrero en honor a Lupercus, protector de los pastores y sus
rebaños y como homenaje a la loba que amamantó a los gemelos Rómulo y Remo, fue sustituida
por la fiesta religiosa de San Valentín del 14 de febrero; las Saturnales fueron trasladadas al mes
de febrero y se modificó convirtiéndola en una celebración previa a los días de abstinencia y ayuno
de la Cuaresma (lo que hoy conocemos como Carnaval).

Y así una tras otra todas esas antiguas celebraciones paganas acabaron convertidas en fiestas
cristianas, transformando la festividad del Sol Invictus del 25 de diciembre en el día de Navidad, y
con ella celebrar el nacimiento de Jesús, aunque realmente no coincidiese en la fecha. Hasta
entonces los cristianos lo celebraban el 6 de enero (Epifanía), la cual dejaron como Día de Reyes.

Aunque algunos cristianos rechazan esta teoría, el catolicismo romano, sin embargo, acepta
ampliamente que la fecha de la Navidad es una convención, como muestra la afirmación de Juan
Pablo II: “A los cristianos les pareció lógico y natural sustituir esa fiesta con la celebración del
único y verdadero Sol, Jesucristo, que vino al mundo para traer a los hombres la luz de la
verdad” (1993, asamblea general 22 de Diciembre), e incluso el propio papa Benedicto XVI
confirmó en 2009 que “la Navidad asumió una forma definida en el siglo IV, cuando tomó el
lugar de la fiesta romana del ‘Sol Invictus“.

Gracias al cronógrafo de Filócalo sabemos que, como hemos visto arriba, al menos desde 336 (con
el Papa Julio I) el nacimiento de Jesús se celebraba el 25 de Diciembre en Roma. En el año 440, el
Papa León Magno estableció esta fecha para la conmemoración de la Natividad y ya en 529 el
emperador Justiniano la declara oficialmente festividad del Imperio.

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