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Título del trabajo: Desafíos y obstáculos de la democracia latinoamericana en el actual

contexto de gubernamentalidad neoliberal. Un diálogo con Göran Therborn y Chantal Mouffe

Nombre del autor: Ernesto Schtivelband

Adscripción institucional: Facultad de Ciencias Sociales (UBA)

Palabras clave: gubernamentalidad neoliberal, ideología, subjetividad, afectividad, discurso

Introducción
En el panel “Mundo Trump” del 1° Foro Mundial del Pensamiento Crítico, organizado por
CLACSO, en el marco de la 8° Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales
(Buenos Aires, noviembre de 2018), un grupo de analistas, académicos y especialistas 1
advirtieron sobre el riesgo para la democracia que representa la llegada al poder de Donald
Trump en los Estados Unidos y Jair Bolsonaro en Brasil y destacaron la necesidad de
resistencia de los pueblos frente al ataque de los gobernantes que imponen un modelo de
exclusión. Para Göran Therborn, uno de los expositores del panel, “el mundo Trump representa
la crisis de la mundialización neoliberal y una explosión social del modelo del neoliberalismo”.
En ese sentido, sostuvo que la izquierda debe estar “preparada para las nuevas batallas que se
abren”. Por su parte, Chantal Mouffe, otra de las panelistas invitadas al Foro, afirmó que “lo que
estamos viendo ahora en el mundo es un contramovimiento en contra de la segunda
globalización neoliberal, que es una reacción de la sociedad que se protege de las
consecuencias que genera”. Al respecto, indicó que “esas resistencias pueden ser articuladas
de forma distinta: pueden ser articuladas por el populismo de derecha, en términos nacionales,
que lleva a una reducción de la democracia y a regímenes más autoritarios y conservadores, o
pueden ser articuladas desde la izquierda, hacia una ampliación de la democracia”. 2

A partir de estos diagnósticos, el presente trabajo propone una reflexión en torno a los desafíos
y obstáculos que enfrenta la democracia latinoamericana en el actual contexto de
gubernamentalidad neoliberal. Para ello se retoman las perspectivas de los dos analistas
mencionados a partir de sus obras más recientes y se ponen en diálogo con algunas de las
conclusiones alcanzadas en una investigación previa (Schtivelband, 2015), en la que se estudió
la emergencia de la subjetividad neopolítica en el marco del conflicto agropecuario de 2008 en
Argentina.

Desigualdad y nuevas formas de servidumbre voluntaria


En Los campos de exterminio de la desigualdad (2016) Therborn se propone contribuir al
desarrollo de un enfoque multidimensional y global de la desigualdad, abordando no sólo el

1
Chantal Mouffe, profesora de la Universidad de Westminster; Göran Therborn, de la Universidad de
Cambridge; Vladimir Davydov, del Instituto de Latinoamérica, Academia de Ciencias de Rusia; Larry
Cohen, presidente del Directorio de Our Revolution y Cecilia Nahón, ex embajadora de la Argentina en
Estados Unidos.
2
Extraído de https://horacero.com.ar/noticia/2126/trump.

1
análisis de resultados y patrones sino interesándose también por los mecanismos que
producen las desigualdades (y los que podrían producir la igualación). A partir de ello, intenta
dar respuesta a lo que denomina “los tres enigmas de las desigualdades contemporáneas”
(¿por qué los Estados de bienestar de la Europa Nórdica no han sido capaces de lidiar mejor
con la desigualdad vital?, ¿por qué la igualación existencial ha sido un éxito posterior a la
Segunda Guerra Mundial? y ¿hay una conexión entre los virajes simultáneos hacia la
igualación intra-nacional?), interrogantes que surgen a partir de las trayectorias históricas
recientes y los patrones observables en el mundo actual. En esta línea –y con el propósito de
contribuir a la evaluación de las fortalezas y debilidades de las fuerzas de izquierda y de
derecha, tanto en el pasado reciente como en las corrientes que están emergiendo
actualmente–, a continuación se propone incorporar y reflexionar en torno de un cuarto enigma
referido a ciertos cambios operados durante el siglo XXI. Si, como afirma en el libro, en la
actualidad “la desigualdad en América Latina se concentra en el ingreso a pesar de que ha
transcurrido una década de igualación” (2016: 103-4), ¿por qué en Argentina y otros países de
la región surgió en los últimos años una renovada preferencia por las políticas neoliberales, las
mismas que condujeron en la década del noventa a profundas crisis y a un severo
agravamiento de las desigualdades económicas?

Therborn parte de una afirmación categórica: “Cuando no mata gente o atrofia la vida de las
personas –literalmente–, la desigualdad significa exclusión: excluir a muchos de las
posibilidades que ofrece el desarrollo humano” (2016: 28). Las desastrosas consecuencias
generadas debido a la aplicación de recetas neoliberales durante el último cuarto del siglo XX
en América Latina, constituyen posiblemente uno de los ejemplos más representativos. Basta
considerar el caso de Argentina. Según los datos extraídos de un estudio reciente, 3 fue el país
del mundo que más se desindustrializó (el PIB per cápita industrial se redujo a la mitad) entre
1974 y 2002. En este último año el PIB per cápita del país fue un 14% más bajo que en 1974,
con un dramático deterioro distributivo (la brecha entre el 10% de los ingresos más altos y el
10% de los ingresos más bajos pasó de 10 a 44). Esto significó que la pobreza urbana pasara
de 16% a 69% en ese período. Por el contrario, la etapa de crecimiento que fue desde
mediados de 2002 a 2011 fue prolífica: el PIB per cápita se recuperó fuertemente y la brecha
de ingresos entre el decil 1 y el 10 cayó de 44 veces a 18 en ese período. El resultado de esto
fue una pobreza que mermó 40 puntos porcentuales.

Sin embargo, tras esta década de igualación, los sectores neoliberales que condujeron el país
en los años noventa, replegados luego de la gran crisis de 2001-2002,4 retornaron al gobierno
nacional, mediante elecciones, en diciembre de 2015. Lo que llama la atención de este proceso

3
Schteingart, D. “No somos un país de mierda. Datos contra el sentido común”. [Disponible en
http://revistaanfibia.com/ensayo/no-somos-pais-de-mierda/].
4
Se hace referencia a los acontecimientos de los días 19 y 20 de diciembre de 2001 –y la posterior y persistente
movilización social– en los cuales quedó al descubierto no solo la crisis de representatividad marcada por el rumbo de
las decisiones tomadas por las autoridades políticas y económicas –entre las cuales estaba la implementación del
“corralito” bancario o la declaración del Estado de Sitio, que terminó con la renuncia del entonces presidente Fernando
de la Rúa–, sino además el proceso de resquebrajamiento del modelo neoliberal.

2
es que una parte mayoritaria de la población se viera seducida nuevamente por el modelo
neoliberal, habida cuenta de su fracaso anterior. Porque si resulta evidente, como afirma el
psicoanalista argentino Jorge Alemán, “que los ricos nunca atentan contra ellos y votan por
quienes los saben custodiar”,5 no está tan claro por qué grandes sectores de las clases medias
y bajas decidieron votar a un proyecto que ya los había perjudicado severamente –y que
seguramente lo volvería a hacer.

Este interrogante subyace de alguna manera en Los campos…:

“la desigualdad de recursos económicos y su utilización política han refutado


los temores que sentían los liberales decimonónicos ante la democracia: el
miedo de que el poder ciudadano usurpara la propiedad privada. Lejos de
ello, son los grandes propietarios quienes han podido dictar, la mayor parte
del tiempo y en la mayoría de los países, lo que califican de ‘buena política
económica’.” (2016: 28)

¿Por qué lejos de usurpar la propiedad privada, los damnificados por esa “buena política
económica” han mantenido el apoyo a los grandes propietarios?

Therborn ofrece algunas pistas al respecto. En primer lugar, recurre al concepto de


“dictocracia” para dar cuenta de la dinámica dictatorial de las democracias capitalistas, en las
cuales los poderes fácticos y los grupos de presión imponen sus intereses particulares sobre
los intereses generales de los ciudadanos. Este fenómeno se puede ver claramente en América
Latina. A finales de la década pasada se inició una serie de golpes de Estado denominados
“suaves o blandos” en contraposición a las dictaduras que tradicionalmente se habían
desplegado a lo largo del siglo XX. Estos golpes se dirigieron contra gobiernos populares y
democráticos que –con mayor o menor fuerza– venían desarrollando políticas que escapaban
al discurso y a las lógicas del neoliberalismo. En algunos países, los grupos conservadores y
las élites financieras y políticas –locales y multinacionales– optaron por recurrir a las
interrupciones de los regímenes democráticos para reinstaurar el modelo neoliberal,
profundamente cuestionado en los últimos años en gran parte de la región. El caso de
Argentina, sin embargo, se presenta con características novedosas que lo distinguen de los
anteriores. Como ya se mencionó, tras varios intentos de desestabilización contra la
expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, estos grupos retornaron al gobierno por la
voluntad popular.

En relación con esta última cuestión, el texto aporta una segunda pista. “Hasta las preferencias
de los ciudadanos pueden ser dictadas” –afirma. Valiéndose de los aportes de dos politólogos

5
Alemán, J. “Neoliberalismo: totalitarismo y democracia”. En Página/12, 12 de enero de 2016. [Disponible en
https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-290108-2016-01-12.html].

3
actuales (Larry Bartels y Martin Gilens) Therborn pone en evidencia la manera en que el
sistema político enmarca y procesa las preferencias de los ciudadanos desiguales:

“Por ejemplo, a mediados de los años sesenta hubo al parecer una mayoría
de los pobres que ‘se oponían a incrementar el gasto en ayuda a las
ciudades, en viviendas para gente de bajos recursos, así como en
asistencia y subsidios sociales’.” (2016: 39)

Ahora bien, ¿cuál es el poder que logra que los ciudadanos menos aventajados acepten
voluntariamente abandonar la aspiración a una mayor igualdad?, ¿qué mecanismos generan
esta nueva forma de servidumbre voluntaria?6

Los campos… aborda el análisis de cuatro mecanismos diferentes a través de los cuales la
acción distributiva y la dinámica sistémica producen y mantienen las desigualdades: el
distanciamiento, la explotación, la exclusión y la jerarquización. Brevemente, el distanciamiento
se produce cuando una persona está adelantada con respecto a otra gracias a la mejor ayuda
que recibió de su familia u otras precondiciones mejores. La desigualdad por explotación
supone una división entre personas superiores e inferiores, en la que las primeras, de manera
unilateral o asimétrica, extraen valores de las segundas. La exclusión resulta de impedir el
avance o el acceso a otra persona: es una exclusión entre los que pertenecen y los que no.
Finalmente, la jerarquización se origina en una cierta graduación institucionalizada que coloca
a algunos actores sociales arriba y a otros abajo en una escala de supraordenación y
subordinación.

Si bien estos cuatro mecanismos, tomados en su conjunto, parecen explicar la generación de


todos los tipos de desigualdad, no terminan de dar cuenta específicamente del fenómeno que
aquí se intenta describir. Por ello, se propone correr el foco hacia el terreno de la subjetividad y
comenzar a ver el rol que desempeñan los afectos en el sostenimiento de la hegemonía
neoliberal.

Ideología, afectividad y discurso


En su análisis del mecanismo de distanciamiento, Therborn refiere al discurso neoliberal y la
noción de “logro” que pone en circulación. El “logro” funcionaría como un mecanismo ideológico
que, como en una cámara oscura, invierte y oculta la realidad social: “no se ve una producción
de desigualdad sino una asignación de recompensas legítimas” (2016: 60). Para el autor, el
denominado “logro” en realidad depende “de la construcción del juego sistémico y de la
estructuración de la recompensa” (2016: 59). ¿Sería suficiente entonces quitarle al actor que

6
Cuestión abordada inicialmente por Étienne de La Boétie en El discurso de la servidumbre voluntaria, libro escrito en
1576: “De momento, quisiera tan sólo entender cómo pueden tantos hombres, tantos pueblos, tantas ciudades, tantas
naciones soportar a veces a un solo tirano, que no dispone de más poder que el que se le otorga, que no tiene más
poder para causar perjuicios que el que se quiera soportar y que no podría hacer daño alguno de no ser que se prefiera
sufrir a contradecirlo” (2008: 45).

4
“logra” las “anteojeras ideológicas” que obstruyen la visión clara de las relaciones con los otros
y la dependencia con respecto a ellos, para que tome conciencia de que el éxito no es “un
logro singular del individuo exitoso” (2016: 60)?

Aquí surgen dos problemas. Uno consiste en la constatación de que el mecanismo del “logro”
no sólo opera entre los “ganadores” sino también entre los sectores menos aventajados. El
sociólogo François Dubet, por ejemplo, ya lo advertía en una obra reciente:

“Todos conocemos esos juicios, que no son sólo palabras en una charla de
café: al parecer, los desempleados ‘abusan’ de los derechos sociales, los
pobres son ‘casos sociales’, los jóvenes de los suburbios ‘prefieren’ los
tráficos ilícitos al trabajo, los migrantes ‘malversan’ las prestaciones
sociales, los padres ‘desertan’, etc. Toda vez que esas víctimas estén un
tanto alejadas en lo social y provengan geográficamente de otra parte, el
sentimiento de solidaridad se extingue frente al rigor de la sospecha
meritocrática” (Dubet, 2015: 37).

El otro problema reside en la frecuente comprobación del fracaso de los intentos de las fuerzas
populares y de izquierda que busca concientizar desarmando argumentativamente el discurso
meritocrático encarnado en actores sociales de clase media y baja. Frente a esta dificultad
numerosos analistas han señalado el papel central que desempeñan las corporaciones
mediáticas en la tarea de allanar el terreno de la subjetividad social. Sin embargo, y sin
desestimar la capacidad de los medios de comunicación para imponer agenda, configurar
marcos de percepción o reforzar creencias sociales, aquí se procura dar con otras claves que
aporten a la inteligibilidad de este fenómeno, indagando en la configuración de la subjetividad
de quienes han sido “capturados” por el discurso neoliberal. Para ello se retomarán algunas
conclusiones alcanzadas en una producción previa (Schtivelband, 2015), en la cual se estudió
la emergencia de la subjetividad neopolítica en el marco del conflicto agropecuario de 2008.

Tras varios años de predominio de un tipo de subjetividad caracterizada fundamentalmente por


el rechazo a la política, hacia el 2008 se asistió a la emergencia de un actor que, por un lado
evidenciaba ciertas continuidades con la apoliticidad de la década del noventa pero, al mismo
tiempo, se involucraba en la escena política. Se trataba de una parte de la clase media porteña
que, durante el denominado “conflicto del campo”, se posicionó adhiriendo a las organizaciones
agrarias que rechazaban la Resolución N° 125 sobre retenciones móviles anunciada por el
Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. A falta de un término más preciso, se propuso
denominar a ese nuevo actor como sujeto neopolítico.

Uno de los enigmas que se plantearon durante el trabajo consistía en que la cuestión referida a
las retenciones y la renta agraria, a pesar de haber sido el detonante del conflicto, no apareció

5
explícitamente mencionada por los habitantes de la ciudad que fueron entrevistados. ¿Cómo se
explicaría, por ejemplo, que las mismas personas que adhirieron a los reclamos del agro, no
estuvieran dispuestos a esgrimir explícitamente argumentos referidos a la legitimidad o no de
cobrar dicha renta? Más aún, ¿cómo interpretar el alto grado de confusión de las capas medias
urbanas –cuestión sobre la que suelen coincidir numerosos analistas– a la hora de argumentar
racionalmente dicho apoyo? Las ambivalencias detectadas en los extractos analizados
permitieron concluir que la eficacia de la interpelación del discurso “pro-campo” o “anti-gobierno
nacional” (vale decir, lo que permitió “convencer” a la clase media de sumarse a la protesta),
radicó en que no solo se limitó a operar en el plano cognitivo. Logró hacerlo además en la
dimensión afectiva de su subjetividad, movilizando ciertas disposiciones que se pusieron en
juego en el proceso de identificación que condujo a la constitución de una identidad colectiva
en torno de las demandas del agro.7 Esto se evidenció en la presencia recurrente de
enunciados que dejaban traslucir la persistencia de disposiciones provenientes de una
configuración de larga data –cristalizadas en una identidad de clase media asociada a
posiciones con un fuerte componente antiperonista– sobre las cuales operaron durante la
década del noventa modos de identificación y participación ciudadana configurados por el
modelo neoliberal. Enunciados que expresaban no solo la preocupación por el
desabastecimiento de productos para el consumo, sino también el temor a que el Estado
continuara inmiscuyéndose en la economía y la vida privada de las personas, a perder aquello
que efectivamente se tiene o a sufrir los embates de políticas de tipo redistribucionista.

Ambos componentes –el antiperonista y el neoliberal– confluyeron en un denominador común


que configuró la subjetividad de una parte de la clase media porteña, para la cual la fantasía de
una “vida buena” o una “sociedad justa” pasaría por la defensa y la reivindicación de las
libertades individuales por sobre la construcción de la comunidad, la preeminencia de la lógica
del mercado y el rechazo a la política como vía de regulación de la vida social y el odio por el
otro en tanto amenaza de la propia existencia. En este sentido, se concluía que la nueva
subjetividad política y las formas de intervención que se pusieron en escena durante el
conflicto, evidenciaron a un mismo tiempo cierta politización o involucramiento en los asuntos
públicos así como el rechazo rotundo a cualquier forma de intervencionismo estatal que
suponga formas de redistribución social.

Esta cuestión resulta fundamental, no solo para entender el mecanismo por el cual se pudo
lograr “convencer” a una parte de la clase media, que no tenían intereses económicos o de otro
tipo con el campo, de adherir a los reclamos de la dirigencia rural durante el 2008, sino también
para comenzar a echar luz sobre la renovada preferencia por las políticas neoliberales
expresada, por ejemplo, en los resultados eleccionarios de 2015 y 2017. ¿Acaso no podría

7
En Por un populismo de izquierda, Chantal Mouffe le asigna un rol decisivo a los afectos en la constitución de las
identidades políticas. Basándose en Freud, emplea el concepto de “libido” para explicar la naturaleza del lazo social: “El
reconocimiento del papel que desempeña esta energía libidinal y del hecho de que es maleable y puede ser orientada
en diversas direcciones para producir diferentes afectos es fundamental para comprender cómo funciona la operación
hegemónica” (2018: 98).

6
pensarse que la constitución de la subjetividad que dio base a la intervención de esos actores
durante el conflicto del campo pudo haber sedimentado o colaborado embrionariamente, en el
nuevo avance de la programación neoliberal?

La hipótesis que se propone –para su futura corroboración– sostiene que en la escena política
2015-2017 se asiste, por un lado, a una exacerbación de ciertos rasgos característicos de la
denominada subjetividad neopolítica en 2008. Particularmente, persisten y se profundizan
aquellos rasgos asociados más estrechamente al orden neoliberal (reivindicatoria de las
libertades individuales por sobre la construcción de la comunidad, la preeminencia de la lógica
del mercado y el rechazo a la política como vía de regulación de la vida social) junto a aquellos
otros rasgos propios de la tradición individualista y antiplebeya característica de la identidad de
un sector de la clase media argentina (expresado en el odio por el peronismo en tanto
amenaza de la propia existencia). Al mismo tiempo, en la coyuntura 2015-2017, la
exacerbación de dichos rasgos se presenta desplazada, desdibujando la voluntad de
participación política de estos sectores que había caracterizado la escena del 2008 y
habilitando la emergencia de lo que puede denominarse nuevas formas de servidumbre
voluntaria. Concretamente, refiere al abandono del discurso de la buena vida –expresión del
deseo de un estado presente o futuro de disfrute– y su relevo por un discurso sacrificial a
través del cual se acepta la frustración del disfrute propio a condición de obturar el de los
demás.

Conclusiones
A partir de los diagnósticos que postulan una “crisis de la mundialización neoliberal”, resulta
crucial indagar sobre las posibles estrategias que puedan poner en juego las fuerzas populares
y de izquierda para construir una alternativa contra-hegemónica en América Latina que permita
superar la desigualdad, o al menos reducirla. Sin desestimar los cuatro mecanismos analizados
en Los campos…, en este trabajo se propuso explorar el funcionamiento de un mecanismo
discursivo que incide en la subjetividad de una parte de los sectores medios produciendo una
nueva forma de servidumbre voluntaria (lo cual, a su vez, contribuye a la reproducción de los
otros tipos de desigualdad).

Therborn plantea que para cada caso de desigualdad existe el correspondiente mecanismo
opuesto: el distanciamiento se contrarresta con la aproximación o la puesta al día, el opuesto
de la exclusión es la inclusión, la explotación se contrapone con la redistribución y la
jerarquización se revierte con la desjerarquización (2016:66). Resta entonces indagar acerca
del mecanismo que, desde el lado de la igualdad, permitiría contrarrestar el discurso sacrificial
neoliberal.

En su último libro, Chantal Mouffe traza algunas líneas en ese sentido cuando propone
promover una multiplicidad de prácticas discursivas/afectivas que debiliten los afectos comunes

7
que sostienen la hegemonía neoliberal y así generar las condiciones necesarias para crear una
hegemonía diferente (2018: 103):

“En vez de excluir a priori a los votantes de los partidos populistas de


derecha por estar necesariamente motivados por pasiones atávicas, y
condenarlos a permanecer prisioneros de esas pasiones, es necesario
reconocer el núcleo democrático que origina muchas de sus demandas. Un
enfoque populista de izquierda debería intentar proporcionar un vocabulario
diferente para orientar esas demandas hacia objetivos más igualitarios. Esto
no significa consentir la política de los partidos populistas de derecha, pero
si implica no atribuir a sus votantes la responsabilidad por el modo en que
se articulan sus demandas.” (2018: 37)

Esta estrategia –que supone una concepción antiesencialista del actor social–8 es
perfectamente compatible con las conclusiones de una investigación del sociólogo Hsin-Huang
Hsiao, citada por Therborn en su estudio sobre las clases en el siglo XXI: “las clases medias
suelen ser ‘situacionales’ en sus actitudes hacia la reforma y la democracia” (2013: 26). En
relación con América Latina, señala que:

“Los latinoamericanos han aprendido ya de su amarga experiencia durante


el siglo XX que la clase media no es de por sí intrínsecamente democrática
–sus miembros se opusieron activamente en su mayoría a la democracia en
Argentina (1955-1982), Chile (1973) y Venezuela (2002)–, sino
‘situacionalmente’ (oportunistamente) democrática o antidemocrática.”
(2013: 26)

Este diagnóstico, que en una primera mirada puede resultar bastante pesimista, en realidad
abre la puerta a la posibilidad de modificar las preferencias de una parte de la clase media por
las políticas neoliberales. Para ello, será necesario –como propone Mouffe– movilizar la
energía afectiva mediante la inscripción en prácticas discursivas que generen identificación con
una visión democrática igualitaria.

Bibliografía:
de La Boétie, E. (2008) El discurso de la servidumbre voluntaria, Buenos Aires: Terramar.
Dubet, F. (2015) ¿Por qué preferimos la desigualdad? (aunque digamos lo contrario). Buenos
Aires: Siglo XXI.

8
De acuerdo con el enfoque antiesencialista, “el agente social está constituido por un conjunto de posiciones
discursivas que nunca lograrán fijarse del todo en un sistema cerrado de diferencias. El agente social se constituye
mediante una diversidad de discursos entre los cuales no existe una relación necesaria sino un movimiento constante
de sobredeterminación y desplazamiento. La identidad de este sujeto múltiple y contradictorio es, por lo tanto, siempre
contingente y precaria, está fijada temporalmente en la intersección de esos discursos y depende de formas
específicas de identificación” (2018: 114).

8
Mouffe, Ch. (2018) Por un populismo de izquierda, Buenos Aires: Siglo XXI.
Schtivelband, E. (2015) “Entre la ausencia y el regreso de la política: acerca de la emergencia
de una subjetividad neopolítica. El caso del conflicto por las retenciones móviles de
2008”. Tesis de Maestría en Investigación en Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias
Sociales, Universidad de Buenos Aires.
Therborn, G. (2013) “Las clases en el siglo XXI”. En New Left Review N° 78.
Therborn, G. (2016) Los campos de exterminio de la desigualdad. Buenos Aires: FCE.

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